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The foxhole Court — Nora Sakavic

TRADUCCIONES INDEPENDIENTES

El libro que ahora tienen en sus manos, es el resultado del trabajo final de varias personas que
sin ningún motivo de lucro, han dedicado su tiempo a traducir y corregir los capítulos del libro.
El motivo por el cual hacemos esto es porque queremos que todos tengan la oportunidad de leer
esta maravillosa saga lo más pronto posible, sin tener que esperar tanto tiempo para leerlo en el
idioma en que fue hecho.
Como ya se ha mencionado, hemos realizado la traducción sin ningún motivo de lucro, es por
eso que este libro se podrá descargar de forma gratuita y sin problemas.
También les invitamos a que en cuanto este libro salga a la venta en sus países, lo compren.
Recuerden que esto ayuda a la escritora a seguir publicando más libros para nuestro deleite.

¡Disfruten la lectura!
The foxhole Court — Nora Sakavic

SINOPSIS

Neil Josten es el jugador más nuevo del equipo de Exy de la universidad de Palmetto State. Es
bajo, es rápido, tiene mucho potencial —y es un fugitivo, hijo del temible asesino conocido como El
Carnicero.

Firmar un contrato con los Zorros de PSU es lo último que un tipo como Neil debería hacer. El
equipo es de perfil alto, y no necesita periodistas mostrando su foto alrededor de todo el país. Sus
mentiras no podrán seguir en pie con tanto escrutinio, pero la verdad lo matará.

Pero Neil no es el único con secretos en el equipo. Uno de sus nuevos compañeros es un amigo
de su pasado, y Neil no puede escaparse de él una segunda vez. Sobrevivió los últimos ocho años
corriendo. Pero, a lo mejor, al fin encontró algo y alguien por lo que vale la pena luchar.
The foxhole Court — Nora Sakavic
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The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 1

Traducido por Clara

Corregido por Cotota

Neil Josten dejó que su cigarrillo ardiese hasta el filtro sin tomar una calada. No quería la nicotina;
quería el acre humo que le recordaba a su madre. Si inhalaba lentamente lo suficiente, casi podía
saborear el fantasma de la gasolina y el fuego. Una vez fue repulsivo y reconfortante, y le producía
un nauseabundo estremecimiento por toda su columna. La sacudida recorrió todo el camino hasta
la punta de sus dedos, desplazando un montón de cenizas. Las cenizas cayeron en el espacio entre
sus zapatos y fueron sacudidas por el viento.

Miró al cielo, pero las estrellas estaban difuminadas bajo el resplandor de las luces del estadio.
Se preguntó, no por primera vez, si su madre estaría observándole desde arriba. Esperaba que no.
Ella lo mataría si lo viese cruzado de brazos y abatido como estaba.

Una puerta chirrió al abrirse detrás de él, sacándolo de sus pensamientos. Neil empujó su abrigo
más cerca de él y se giró. El entrenador Hernández cerró la puerta de los vestuarios y se sentó
junto a Neil.

—No he visto a tus padres en el partido —dijo Hernández.

—Están fuera de la ciudad —respondió Neil.

— ¿Todavía o de nuevo?

Ninguna de las dos; pero Neil no iba a decirlo. Él sabía que sus profesores y su entrenador es-
taban cansados de oír la misma excusa siempre que le preguntaban por sus padres, pero era una
mentira tan fácil como sobre—utilizada. Explicaba por qué nadie veía a los Josten por la ciudad y
por qué Neil tenía predilección por dormir en los terrenos del colegio.

No era que no tuviese un lugar donde vivir. Era más que su situación de vida no era legal. Millport
era una ciudad muerta, lo que significaba que había docenas de casas en el mercado que nunca se
venderían. Él se apropió de una el verano pasado en un barrio tranquilo poblado en su mayoría por
ancianos. Sus vecinos raramente abandonaban el confort de sus sofás y su sopa diaria, pero cada
vez que iba y venía se arriesgaba a ser descubierto. Si la gente se daba cuenta de que él ocupaba
ilegalmente una casa empezarían a hacer preguntas difíciles. Normalmente resultaba más fácil
allanar los vestuarios y dormir allí. Por qué Hernández lo permitía y no lo notificaba a las autorida-
des, Neil no lo sabía. Pensaba que era mejor no preguntar.

Hernández le tendió la mano. Neil le pasó el cigarrillo y observó cómo Hernández lo apagaba en
las escaleras de hormigón. El entrenador tiró el extremo arrugado y se giró hacia Neil.
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—Pensé que harían una excepción esta noche —le dijo.

—Nadie sabía que sería el último partido —dijo Neil, volviéndose hacia la pista.

La pérdida de Millport los había alejado del campeonato estatal a dos partidos de la final. Tan cer-
ca, demasiado lejos. La temporada había acabado justo así. Una multitud estaba desmantelando
la cancha, quitando las bisagras de los muros de plexiglás y enrollando el césped artificial sobre el
duro suelo. Cuando terminasen, volvería a ser un campo de fútbol de nuevo; no quedaría nada del
Exy hasta otoño. Neil se sintió mareado observando como ocurría, pero no podía apartar la mirada.

El Exy era una putada de deporte, una forma desarrollada de lacrosse que se jugaba en un terre-
no de las dimensiones de un campo de fútbol con la violencia del hockey hielo, y Neil amaba cada
parte de ello desde la velocidad hasta la agresividad. Era una parte de su infancia a la que nunca
había sido capaz de renunciar.

—Los llamaré más tarde con el resultado —dijo él, porque Hernández seguía mirándolo—. No
se han perdido mucho.

—No ahora, tal vez —respondió Hernández—. Hay alguien aquí que quiere verte.

Para alguien que ha pasado más de media vida huyendo de su pasado esas eran palabras sali-
das de una pesadilla. Neil dio un brinco y colgó su mochila en su hombro, pero el roce de un zapato
tras él le advirtió que era demasiado tarde para escapar. Neil se volvió para encontrarse con un ex-
traño alto de pie en la puerta de los vestuarios. La camiseta de tirantes que vestía mostraba rastros
de un tatuaje tribal de llamas. Una mano estaba metida en el bolsillo de sus vaqueros. La otra sos-
tenía un grueso archivo. Su postura era relajada, pero la mirada en sus ojos marrones era intensa.

Neil no lo reconoció, lo que significaba que no era de la ciudad. Millport presumía de menos de
novecientos residentes. Este era un lugar donde todo el mundo conocía los asuntos de todos. Ese
inculcado entrometimiento hacía las cosas incómodas para Neil y todos sus secretos, pero él espe-
raba utilizar esa mentalidad de pequeña ciudad como una protección. Cotilleos sobre un forastero
deberían haberle llegado antes que el extraño. Millport le había fallado.

—No te conozco —dijo Neil.

—Es de una universidad —dijo Hernández—. Vino para verte jugar esta noche.

—Pamplinas —dijo Neil—. Nadie recluta de Millport. Nadie sabe dónde está.

—Existe una cosa llamada mapa —dijo el extraño—. Habrás oído hablar de ella.

Hernández dirigió a Neil una mirada de advertencia y se puso de pie.

—Está aquí porque le he mandado tu expediente. Colocó un anuncio diciendo que andaba corto
en su línea de delanteros, y supuse que valía la pena intentarlo. No te lo conté porque no sabía si
funcionaría y no quería que te esperanzaras.

Neil lo miró fijamente.

— ¿Hiciste qué?

—Traté de contactar con tus padres cuando me pidió un encuentro esta noche, pero no me de-
volvieron los mensajes. Dijiste que tratarían de hacerlo.

—Lo harían —dijo Neil—. No pudieron.

—No puedo esperarlos —dijo el desconocido, bajando para pararse ante Hernández—. Es jo-
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didamente tarde en la temporada para que yo esté aquí, lo sé, pero he tenido algunas dificultades
técnicas con mi último fichaje. El entrenador Hernández dijo que tú todavía no habías elegido una
universidad para el otoño. Cuadraría perfectamente, ¿no crees? Necesito un sub—delantero y tú
necesitas un equipo. Todo lo que tienes que hacer es firmar en la línea de puntos y serás mío por
cinco años.

Neil necesitó dos intentos para encontrar su voz.

—No puedes decirlo en serio.

—Muy serio y muy fuera de plazo —respondió el hombre.

Él lanzó el archivo sobre el banco donde Neil había estado sentado. El nombre de Neil estaba
garabateado en el frente con rotulador negro. Neil pensó en tirar la carpeta abierta, ¿pero de qué
serviría? El hombre que este entrenador había buscado tan cuidadosamente no era real y no
existiría por mucho más. En cinco semanas Neil se graduaría y en seis sería alguien más en algún
lugar lejos de allí. No importaba lo mucho que le gustase ser Neil Josten. Se había quedado allí
demasiado tiempo.

Neil debía estar acostumbrado a eso. Había pasado los últimos ocho años huyendo, contando
mentira tras mentira para dejar un retorcido rastro tras él. Veintidós nombres se interponían entre
él y la verdad, y sabía que pasaría si alguien finalmente conectaba los puntos. Firmar con una
universidad significaría más que quedarse. Significaba que entraría en un foco. La prisión no
detendría a su padre mucho más tiempo, y Neil no sobreviviría a un encuentro con él.

La matemática era sencilla, pero eso no lo hacía más fácil. Ese contrato era un ticket sólo de
ida hacia el futuro, algo que Neil nunca podría tener, y él lo deseaba tanto que dolía. Por un breve
momento se odió a sí mismo por hacer una prueba para el equipo de Millport. Había aprendido a
no meterse en un campo. Su madre le dijo que no volviese a jugar. Ella le había advertido sobre
cruzar una línea y él la había desobedecido. Pero ¿qué más se suponía que debía hacer? Se había
quedado encallado en Millport tras su muerte porque él no sabía cómo continuar sin ella. Esta era
la única cosa que le quedaba que era real. Una vez que lo había probado de nuevo, no sabía cómo
alejarse de ello.

—Por favor vete —dijo él.

—Es un poco repentino, pero de verdad que necesito una respuesta esta noche. El Comité ha
estado acosándome desde que a Janie la encerraron.

El estómago de Neil golpeó el suelo ante ese nombre. Alternó su mirada del archivo a la cara de
su entrenador.

—Zorros —dijo él—. Universidad Estatal de Palmetto.

El hombre, quién ahora Neil sabía era el entrenador David Wymack, lo miró sorprendido ante la
rapidez con la que encajó las piezas.

—Supongo que viste las noticias.

Dificultades técnicas, había dicho. Era una forma sutil de decir que su último fichaje Janie Smalls
trató de suicidarse. Su mejor amiga la encontró sangrando en la bañera y la llevó al hospital justo
a tiempo. Lo último que había escuchado Neil es que la chica estaba en vigilancia por intento de
suicidio en un centro psiquiátrico. Típico de un Zorro, había dicho el presentador, grosería aparte,
y no estaba exagerando.

Los Zorros de la Universidad Estatal Palmetto eran un equipo de talentosos marginados y


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drogatas porque Wymack sólo reclutaba atletas de hogares rotos. Su decisión de convertir a la
Foxhole Court en una especie de hogar era una bonita teoría, pero significaba que sus jugadores
eran destrozados de forma aislada que no podían arreglárselas para aguantar todo un partido. Eran
famosos en la NCAA tanto por su minúsculo tamaño y por ser los últimos de la clasificación tres
años seguidos. Lo habían hecho significativamente mejor el pasado año gracias a la perseverancia
de su capitán y la fuerza de su nueva línea defensiva, pero seguían siendo considerados una broma
por los críticos. Incluso el CRE, el Comité de Reglas y Regulación del Exy, estaba perdiendo la
paciencia con sus pobres resultados.

Entonces el antiguo campeón nacional Kevin Day se unió a la alineación. Fue lo mejor que podía
pasarle a los Zorros y eso significaba que Neil no podría aceptar la oferta de Wymack. Neil no había
visto a Kevin en casi ocho años, y nunca estaría preparado para verlo de nuevo. Algunas puertas
debían permanecer cerradas; la vida de Neil dependía de ello.

—No puedes estar aquí —dijo Neil.

—Pero aquí sigo —replicó Wymack—. ¿Necesita un boli?

—No —dijo Neil—. No. No voy a jugar para ti.

—Creo que te he entendido mal.

—Tú fichaste a Kevin.

—Y Kevin está fichándote a ti, así que—

Neil no esperó a que continuase.

Subió corriendo las gradas hacia los vestuarios. Metal resonando bajo sus zapatos, no lo
suficientemente alto para ahogar el sorprendido grito de Hernández. Neil no miró atrás para ver si
lo seguían. Todo lo que sabía, todo lo que importaba, era alejarse todo lo posible. Olvidarse de la
graduación. Olvidarse de “Neil Josten”. Se iría aquella noche y huiría hasta olvidar que Wymack le
había dicho aquellas palabras.

Neil no fue lo suficientemente rápido.

Estaba a mitad de camino de los vestuarios cuando se dio cuenta de que no estaba solo. Había
alguien esperándole en la sala entre él y la puerta frontal. Una raqueta brillante y amarilla destelló
bajo la luz a medida que el extraño se balanceó, y Neil iba demasiado rápido para parar. La madera
golpeó su barriga lo suficientemente fuerte para comprimir sus pulmones contra su columna. No
recordó caer, pero de repente estaba de rodillas y con las manos en el suelo, arañándolo inútilmente
mientras trataba de respirar. Vomitaría si tan sólo hubiera podido manejar aquellos primeros jadeos,
pero su cuerpo se negaba a cooperar.

El zumbido es sus oídos era la furiosa voz de Wymack, pero sonaba mil millas más lejos.

—Maldita sea, Minyard. Esta es la razón por la que no podemos tener cosas buenas.

—Oh, entrenador —dijo alguien por encima de la cabeza de Neil—. Si fuese bueno, no tendría
ninguna utilidad para nosotros, ¿no?

—No tiene ninguna utilidad para nosotros si lo rompes.

— ¿Preferirías que lo hubiese dejado ir? Ponle una tirita y estará como nuevo.

El mundo se tornó negro, a medida que el aire al fin alcanzaba los torturados pulmones de Neil.
Neil inhaló de forma tan intensa que punzaba, y cada sacudida por la tos amenazaba con hacerlo
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temblar. Rodeó un brazo alrededor de su cintura para mantenerse unido y mandar una fiera mirada
a su agresor.

Wymack acababa de decir el nombre del hombre, pero Neil no lo necesitaba. Había visto su
rostro en demasiados recortes de periódicos para no reconocerlo en un vistazo. Andrew Minyard
no parecía mucho en persona, rubio y de tal vez de cinco pies de alto, pero Neil sabía más.
Andrew era el portero novato de los Zorros y su más letal inversión. La mayoría de los Zorros eran
autodestructivos, mientras que Andrew parecía aficionado al daño colateral. Había pasado tres
años en un reformatorio y apenas había evitado una segunda orden de internamiento.

Andrew también era la única persona en rechazar a la Universidad Edgar Allan, en primera
posición de la clasificación. Los mismos Kevin y Riko habían organizado una reunión para darle la
bienvenida en la alineación, pero Andrew rechazó y se unió en su lugar a los últimos de la lista, los
Zorros. Él nunca dio explicaciones sobre su decisión, pero todo el mundo lo asumió que fue porque
Wymack estaba dispuesto a firmar con su familia, el gemelo de Andrew, Aaron, y su primo Nicholas
Hemmick se unieron al equipo el mismo año. Sea cual fuese la razón, Andrew había sido culpado
por la reciente transferencia de Kevin.

Kevin jugó para los Cuervos de Edgar Allan hasta que se rompió su mano dominante en un
accidente de esquí el pasado diciembre. Una lesión que le costó su contrato con la universidad,
pero él debía haberse recuperado si hubiese tenido el apoyo de su equipo. En su lugar, se pasó a
Palmetto para ser el asistente informal del entrenador Wymack. Tres semanas antes había firmado
oficialmente para el equipo titular del próximo año.

Lo único que un pésimo equipo como los Zorros podía ofrecerle a Kevin era el portero que una
vez lo rechazó. Neil pasó esa primavera desenterrando todo lo que pudo encontrar sobre Andrew,
queriendo entender al hombre que había llamado la atención de Kevin. Conocer en persona a
Andrew era tan confuso como doloroso.

Andrew sonrió a Neil y se llevó dos dedos a la frente a modo de saludo.

—Te deseo mejor suerte la próxima vez.

—Que te jodan —dijo Neil—. ¿De quién es la raqueta que has robado?

—Tomado prestado —Andrew se la lanzó—. Aquí la tienes.

—Neil —lo llamó Hernández, agarrando a Neil por los brazos para ayudarlo a levantarse—.
Jesús, ¿estás bien?

—Andrew es un poco brusco con sus modales —dijo Wymack, moviéndose para quedarse entre
Neil y Andrew. Andrew no tuvo ningún problema al leer la advertencia silenciosa. Levantó sus
manos en un exagerado encogimiento de hombros y retrocedió para darle a Neil más espacio.
Wymack lo observó antes de volverse hacia Neil—. ¿Te ha roto algo?

Neil presionó con cuidado desde sus manos hasta sus costillas y respiró, sintiendo la forma en
la que sus músculos gritaban como protesta. Se había roto suficientes huesos en el pasado para
saber que había tenido suerte esa vez.

—Estoy bien. Entrenador, me voy. Déjeme ir.

—No vamos a hacerlo —dijo Wymack.

—Entrenador Wymack —empezó Hernández.

Wymack no lo dejó terminar.


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— ¿Nos deja un segundo?

Hernández miró de Wymack a Neil, y después de fue.

—Estaré ahí atrás.

Neil escuchó sus pisadas a medida que se iba. Hubo un repiqueteo cuando golpeó el soporte de
la puerta fuera de su sitio y la puerta de atrás se cerró un crujido atormentador. Neil esperó a que
se cerrase antes de volver a hablar.

—Ya te he dado mi respuesta. No firmaré contigo.

—No has escuchado toda mi oferta —dijo Wymack—. Si he pagado a tres personas para venir
hasta aquí para verte lo menos que puedes hacer es darme cinco minutos, ¿no crees?

La sangre abandonó el rostro de Neil tan rápido que el mundo titiló. Se alejó un paso de Wymack,
una búsqueda desesperada tanto de equilibrio como de espacio para respirar. Su mochila golpeó
su cadera y rodeó la correa con su mano, necesitando algo a lo que aferrarse.

—No lo has traído aquí.

Wymack lo miró con dureza.

— ¿Es eso un problema?

Neil no podía contarle la verdad, así que dijo:

—No soy lo suficientemente bueno para jugar en el mismo campo que un campeón.

—Cierto, pero irrelevante—dijo una nueva voz, y Neil dejó de respirar.

Sabía que era mejor no volverse, pero ya se estaba moviendo.

Debió haberlo adivinado cuando vio a Andrew allí, pero no quiso pensar en ello. No había ninguna
razón para que un portero conociese a un potencial delantero. Andrew sólo estaba allí porque Kevin
Day nunca iba solo a ningún lado.

Kevin estaba sentado sobre la cadena de música que estaba a lo largo del muro de atrás. Había
retirado la televisión a un lado para tener más espacio y había cubierto el lugar a su alrededor con
papeles. Había visto todo aquel espectáculo y, a juzgar por la indiferente mirada en su rostro, no
estaba impresionado con la reacción de Neil.

Habían pasado años desde que Neil había estado en la misma habitación con Kevin, años desde
que habían visto al padre de Neil cortando a un hombre que gritaba en un centenar de sangrientos
pedazos. Neil conocía el rostro de Kevin tan bien como el suyo propio, consecuencia de ver a
Kevin crecer bajo el ojo público a mil o más millas de distancia. Todo en él era diferente. Todo era
lo mismo, desde su pelo oscuro y sus ojos verdes hasta el número dos negro tatuado en su mejilla
izquierda. Neil vio el número y quiso vomitar.

Kevin tenía ese número entonces, también, pero había sido demasiado joven para hacérselo
permanentemente. En su lugar, él y su hermano adoptivo Riko Moriyama escribieron los números
uno y dos en sus caras con rotuladores, repasándolos una y otra vez cada vez que empezaban a
desaparecer. Neil no lo entendía entonces, pero Kevin y Riko estaban apuntando al estrellato. Iban
a ser famosos, ellos se lo prometieron.

Estaban en lo cierto. Tenían equipos profesionales y jugaron para los Cuervos. El pasado año
habían sido introducidos en el equipo nacional, la US Court. Eran campeones, y Neil era un revoltijo
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de mentiras y puntos muertos.

Neil sabía que Kevin no podría reconocerlo. Había pasado demasiado tiempo; ambos habían
crecido en mundos separados. Neil había disfrazado más su apariencia con un tinte de pelo
oscuro y lentes de contacto marrones. Pero, ¿por qué estaría Kevin Day allí buscándolo? Ninguna
universidad caería tan bajo, ni siquiera los Zorros. Los documentos de Neil decían que él llevaba
jugando Exy un año. Había sido muy cuidadoso este año actuando como un inexperto, incluso
cargando y arrastrando libros sobre cómo aprender a jugar. Había sido fácil fingir al principio, ya
que no había cogido una raqueta desde hacía ocho años. El hecho de que estaba jugando en una
posición diferente entonces que cuando jugaba en la pequeña liga ayudó, dado que tuvo que volver
a aprender el juego desde una nueva perspectiva. Había tenido una envidiable e inevitable curva
de aprendizaje, pero se había esforzado arduamente para no brillar.

¿Había metido la pata? ¿Había sido demasiado obvio que tenía una experiencia que no había
mencionado? ¿Cómo había llamado la atención de Kevin a pesar de todos sus intentos por
permanecer escondido? Si era tan fácil para Kevin, ¿qué clase de señales les estaba enviando a
la gente de su padre?

— ¿Qué estás haciendo aquí? —Preguntó a través de sus labios entumecidos.

— ¿Por qué te marchas? —Preguntó Kevin.

—He preguntado primero.

—El entrenador ya ha contestado a eso —dijo Kevin, un poco impaciente—. Estamos esperando
a que firmes el contrato. Deja de hacernos perder el tiempo.

—No —dijo Neil—. Hay miles de delanteros que no dejarían pasar la oportunidad de jugar con
ustedes. ¿Por qué no los molestan a ellos?

—Hemos visto sus expedientes —dijo Wymack—. Te elegimos a ti.

—No jugaré con Kevin.

—Lo harás —dijo Kevin.

Wymack se encogió de hombros.

—Tal vez no lo hayas notado, pero no vamos a irnos hasta que digas que sí. Kevin dijo que
debíamos tenerte, y está en lo cierto.

—Deberíamos de haber tirado la carta de tu entrenador en el momento que la abrimos —dijo


Kevin—. Tu perfil es lamentable y no quiero a nadie con tu inexperiencia en nuestro campo. Va
contra todo lo que hemos tratado de hacer con los Zorros este año. Afortunadamente para ti, tu
entrenador hizo algo más que enviarnos tus estadísticas. Nos mandó un vídeo para que pudiéramos
verte en acción en su lugar. Juegas como si tuvieses todo que perder.

Su inexperiencia.

Si Kevin lo recordaba, sabría que ese expediente era una mentira. Él sabría sobre los equipos de
pequeña liga de Neil. Recordaría la línea de ataque interrumpida por el asesinato de ese hombre.

—Es por eso —dijo Neil en voz baja.

—Ese es el único tipo de delantero con el que vale la pena jugar.

El alivio punzó en su estómago. Kevin no lo reconocía y todo aquello era sólo una horrible
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coincidencia. Tal vez era la manera en que el mundo le mostraba lo que podía pasar si se quedaba
en el mismo sitio por mucho tiempo. La próxima vez no sería Kevin. La próxima vez podría ser su
padre.

—Realmente nos favorece que estés tan lejos —dijo Wymack—. Nadie fuera del equipo y la junta
escolar sabe siquiera que estamos aquí. No queremos tu cara en todas las noticias este verano.
Tenemos mucho con lo que lidiar ahora mismo y no queremos meterte en líos hasta que estés a
salvo y establecido en el campus. Hay una clausura de confidencialidad en tu contrato, dice que no
podrás contarle a nadie que eres nuestro hasta que empiece la temporada en agosto.

Neil miró a Kevin de nuevo, buscando su nombre real en su rostro.

—No es una buena idea.

—Tu opinión ha sido debidamente atendida y desestimada —dijo Wymack—. ¿Algo más, o vas
a empezar a firmar el papeleo?

Lo más inteligente sería largarse. Incluso si Kevin no sabía quién era él, aquella era una idea
terrible. Los Zorros pasaban demasiado tiempo en las noticias y todo se volvería peor con Kevin
en el equipo. Neil no debería de someterse a ese tipo de escrutinio. Debería rasgar el contrato de
Wymack en mil pedazos y marcharse.

Irse significaba vivir, pero la forma de vida de Neil era sobrevivir, nada más. Era nuevos nombres
y nuevos lugares y nunca mirar atrás. Era empacar e irse antes de que empezase a sentirse
establecido. Este último año, sin su madre a su lado, había significado estar completamente solo y
sin rumbo. No sabía si estaba preparado para eso.

No sabía si estaba preparado para renunciar al Exy otra vez, de todas formas. Era la única cosa
que le hacía sentir real. El contrato de Wymack era un salvoconducto para seguir jugando y una
oportunidad para fingir ser normal por un poco más. Wymack dijo que sería por cinco años, pero
Neil no tenía por qué quedarse tanto. Podía escabullirse e irse donde quisiera, ¿no?

Volvió a mirar a Kevin. Kevin no lo reconocía, pero tal vez una parte de él recordase al chico que
había conocido hacía tantos años. El pasado de Neil estaba bloqueado en los recuerdo de Kevin.
Estaba probado que él existía, tanto como este juego al que ambos jugaban. Kevin probaba que
Neil era real. Quizá Kevin fuera también la mejor oportunidad que Neil tenía para saber cuándo irse
de nuevo. Si vivía, practicaba y jugaba con Kevin, sabría cuando Kevin empezaría a sospechar. En
el momento en que Kevin empezara a hacer preguntas y mirarlo de forma rara, Neil saldría pitando.

— ¿Y bien? —Preguntó Wymack.

Sus instintos de supervivencia pelearon con urgencia y se convirtieron en un casi debilitante


pánico.

—Tengo que hablar con mi madre —dijo Neil, porque no sabía que más decir.

— ¿Para qué? —Preguntó Wymack—. Eres mayor de edad, ¿no? Tu expediente dice que tienes
diecinueve.

Neil tenía dieciocho, pero no iba a contradecir lo que decían sus papeles falsificados.

—Aun así necesito preguntar.

—Se alegrará por ti.

—Tal vez —coincidió en voz baja, sabiendo que era una mentira. Si su madre supiese que
estaba si quiera considerándolo, se pondría furiosa. Probablemente era algo bueno que ella nunca
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lo supiera, pero Neil no pensaba que “bueno” debiera sentirse como un cuchillo en el pecho—.
Hablaré con ella esta noche.

—Podemos llevarte a casa.

—No hace falta.

Wymack miró a sus Zorros.

—Vayan a esperar en el coche.

Kevin reunió sus papeles y bajó de su mirador. Andrew esperó que Kevin lo alcanzase para
conducirlo fuera de los vestuarios. Wymack esperó hasta que se fueran, luego volvió una seria
mirada hacia Neil.

— ¿Necesitas que hablemos con tus padres?

—Estoy bien —dijo Neil de nuevo.

Wymack ni siquiera trató de ser sutil con su siguiente pregunta.

— ¿Son ellos los que te hacen daño?

Neil lo miró completamente perdido. La pregunta era lo suficientemente directa para ser grosera
en tantos niveles que no había un buen lugar por donde empezar a responderla. Wymack pareció
darse cuenta de esto, porque continuó antes de que Neil pudiese responder:

—Volvamos a intentarlo de nuevo. La razón por la que estoy preguntándolo es porque el


entrenador Hernández descubrió que pasabas muchas noches a la semana aquí. Piensa que está
pasando algo dado que no te relacionas con los otros ni dejas que nadie conozca a tus padres. Eso
es por lo que te nominó para mí; piensa que encajarías en la alineación. ¿Sabes lo que significa
eso, no? Sabes a la gente que busco. No sé si él está en lo cierto —dijo él—, pero algo me dice
que no está demasiado lejos. De todas formas, los vestuarios van a cerrarse una vez que el año
escolar termine. No vas a poder venir aquí durante el verano. Si tus padres son un problema para
ti, te mudaremos a Carolina del Sur pronto.

— ¿Harán qué? —Preguntó Neil, sorprendido.

—El grupo de Andrew se queda en la ciudad para las vacaciones de verano —dijo Wymack—.
Van a dormir en casa de Abby, nuestra enfermera del equipo. Su casa está llena, pero podrías
quedarte conmigo hasta que la residencia abra en junio. Mi apartamento no está hecho para dos
personas, pero tengo un sofá que es algo más suave que una piedra.

“Les diremos a todos que estás allí para una práctica condicional anticipada. Con suerte la mitad
de ellos se lo creerán. No serás capaz de engañar al resto, pero eso no importa. Los Zorros son
Zorros por una razón y ellos saben que no firmaríamos contigo si no estuvieras cualificado. Eso no
significa que tengan que saber los detalles. No tengo derecho a preguntar, y estoy completamente
seguro que no voy a contárselo a ellos.

Le tomó dos intentos conseguir emitir la palabra.

— ¿Por qué?

El entrenador Wymack permaneció en silencio por un minuto.

— ¿Piensas que he hecho el equipo como es porque pensé que sería una buena estrategia
publicitaria? Se trata de segundas oportunidades, Neil. Segundas, terceras, cuartas, las que sean,
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hasta que consigas una más que la que nadie más quiera darte.

Neil había escuchado cómo más de una persona se refería a Wymack como un idealista idiota,
pero era difícil escucharlo y no creer que era sincero. Neil estaba dividido entre la incredulidad y el
desdén. Por qué Wymack se ofrecía para la decepción una y otra vez, Neil no lo sabía. Neil habría
renunciado a los Zorros años atrás.

Wymack le dio un segundo para pensar antes de preguntar de nuevo:

— ¿Tus padres van a ser un problema?

Era demasiado para enfrentarse una oportunidad, pero demasiado para alejarse de ella. Dolió
cuando asintió, pero dolió más ver esa mirada cansada en los ojos de Wymack. No era la pena que
pensó que veía en Hernández a veces, sino algo familiar que decía que Wymack entendía lo que
costaba ser Neil. Él sabía lo que era tener que luchar por levantarte y mantenerse en movimiento
todo el día. Neil dudó que el hombre pudiese realmente comprenderlo, pero incluso esa poca
comprensión era más que la que había conseguido en su vida. Neil tuvo que apartar la mirada.

—Tu ceremonia de graduación es el once de mayo, según tu entrenador —dijo Wymack


finalmente—. Mandaremos a alguien a recogerte desde el aeropuerto regional Upstate el viernes
doce.

Neil casi aclaró que no había aceptado nada todavía, pero las palabras murieron en su garganta
cuando se dio cuenta de que realmente se iba.

—Quédate con los papeles esta noche —le ofreció Wymack, empujando la carpeta hacia Neil de
nuevo. Esta vez Neil la cogió—. Tu entrenador puede mandarme un fax con las copias firmadas el
lunes. Bienvenido al equipo.

—Gracias —parecía apropiado, pero Neil no podía asimilarlo. Mantuvo su mirada en el suelo.
Wymack no esperó más por una respuesta antes de ir en busca de Hernández. La puerta sonó al
cerrarse detrás de él, y los nervios de Neil se rompieron. Corrió al baño y llegó justo a tiempo para
vomitar en el retrete.

Podía imaginarse la reacción de su madre si supiese lo que estaba haciendo. Recordaba


demasiado bien el tirón salvaje de sus manos en su pelo. Todos aquellos años tratando de
mantenerse en movimiento y escondido, y ahora iba a destruir todo su duro trabajo. Ella nunca lo
perdonaría por esto y él lo sabía, y eso no ayudó en nada con la tensa sensación en barriga.

—Lo siento —jadeó entre toses húmedas—. Lo siento, lo siento.

Dio unos traspiés hacia los lavabos para enjuagarse la boca y mirarse en los espejos que
colgaban por encima de ellos. Con el pelo negro y los ojos marrones, parecía simple y corriente;
nadie que destacase en una multitud, nadie que se grabase en los recuerdos de alguien. Eso era
lo que él quería, pero se preguntó si podría resistir contra las cámaras de las noticias. Hizo algunas
muecas a su reflejo y se inclinó hacia el espejo, tirando con firmeza de algunos mechones de pelo
para comprobar las raíces. Eran tan oscuras que se relajó y se irguió ligeramente.

—Universidad—dijo en voz baja. Sonaba como un sueño; pero sabía igual que una condena.

Abrió la cremallera de su bolsa lo suficiente para guardar el papeleo de Wymack. Cuando volvió
a la sala principal, los dos entrenadores lo estaban esperando. Neil no les dijo nada, sino que pasó
ante ellos para dirigirse a la puerta.

Andrew abrió la puerta de atrás del todoterreno de Hernández cuando Neil pasó y le mandó una
cómplice y burlona sonrisa.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Demasiado bueno para jugar con nosotros, ¿demasiado bueno para venir con nosotros?

Neil le mandó una breve mirada indiferente y aceleró el paso. Para cuando llegó al extremo más
alejado del parking estaba corriendo. Dejó el estadio y a los Zorros y sus promesas demasiado
buenas tras él, pero el contrato sin firmar en su bolsa se sentía como un ancla enganchada a su
cuello.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 2

Traducido por Clara


Corregido por Maffie

Hacía tiempo que Neil había perdido la cuenta de cuántos aeropuertos había visto. Cualquiera que
fuese el descabellado número, nunca se había sentido cómodo en ellos. Había demasiada gente
en la que mantener la atención, y volar con un pasaporte falso era siempre arriesgado. Había he-
redado los contactos de su madre tras su muerte, así que sabía que el trabajo era bueno, pero su
corazón se aceleraba cada vez que alguien le pedía ver sus papeles.

Nunca había estado en Sky Harbor o Upstate Regional, pero había algo familiar en su ritmo fre-
nético. Se mantuvo a un lado en la puerta de embarque de Upstate casi un minuto después de que
todo el mundo de su vuelo saliese pitando hacia la zona de llegada o las zonas de trasbordo. La
multitud arremolinándose a su alrededor le pareció una mezcla usual: turistas, hombres de nego-
cios, estudiantes volviendo a casa al final del semestre. Él no esperaba ver a nadie que lo recono-
ciese, ya que no había estado antes en Carolina del Sur, pero no hacía daño asegurarse.

Finalmente, siguió las señales por un pasillo y subió un tramo de escaleras hasta la zona de
llegada. Viernes por la tarde significaba que el pequeño vestíbulo estaba cómodamente lleno, pero
avistar el transporte que el Entrenador Wymack le había prometido fue más fácil de lo que Neil
esperaba.

Fue el peso de la mirada fija de su compañero de equipo lo que llevó la mirada de Neil hasta él.
Era uno de los gemelos. A juzgar por la calmada expresión en su rostro, Neil apostaba que no se
trataba de Andrew. Aaron Minyard era definido como “el normal” de los dos, a pesar de que eso
solía estar seguido de un debate sobre si podía estar cuerdo compartiendo los mismos genes que
Andrew.

Neil cruzó la habitación hasta él. Neil había sido el jugador más bajo en la alineación del Millport
Dingo, pero le sacaba unos buenos doce centímetros a Aaron. El conjunto negro que Aaron vestía
no le ayudaba nada a parecer más alto, y Neil se preguntó cómo podía soportar vestir mangas lar-
gas en mayo. Sintió calor sólo con mirarlo.

—Neil —dijo Aaron en lugar de hola, y él señaló—: recogida de equipaje.

—Sólo esto —Neil golpeó ligeramente la correa de la bolsa que colgaba de su hombro. La bolsa
era lo suficientemente pequeña para ser un equipaje de mano y lo suficientemente grande para
transportar todo lo que Neil poseía.

Aaron aceptó sin ningún comentario y empezó a alejarse. Neil lo siguió a través de puertas corre-
deras de cristal hacia una húmeda tarde de verano. Una pequeña muchedumbre estaba esperando
en el cruce de trenes, pero Aaron se hizo paso a través de ellos hasta la calle. Frenos chirriaron
cuando un taxi se paró de golpe a centímetros del cuerpo de Aaron. Aaron pareció no percatarse,
The foxhole Court — Nora Sakavic
más interesado en conseguir encender un cigarrillo entre sus labios. Prestó incluso menos atención
a las bruscas palabras que el conductor le dirigió. Neil hizo un gesto de disculpa al taxista y trotó
para alcanzarlo.

Un elegante coche negro estaba aparcado seis filas por detrás en el estacionamiento a corto
plazo. Neil no sabía mucho sobre coches en general, pero sabía que era caro cuando lo vio. Pensó
por un momento que debía haber un coche más pequeño fuera de su vista por detrás, pero Aaron
lo abrió con un botón en su llavero.

—La bolsa al maletero —dijo, abriendo la puerta del conductor y sentándose de lado en el asien-
to para fumar.

Neil puso obedientemente su equipaje en la parte de atrás antes de trepar hasta el asiento del
copiloto. Aaron no fue a ninguna parte hasta que su cigarro estuvo por la mitad. Golpeó la colilla
contra el hormigón a sus pies y tiró de la puerta para cerrarla. Un giro de la llave hizo que el motor
canturrease, y Aaron miró a Neil de nuevo. El fantasma de una sonrisa tironeó de una de las esqui-
nas de su boca, pero era una expresión decididamente fría.

—Neil Josten —dijo él de nuevo, como si saborease la forma en que sonaba—. Aquí para el
verano, ¿hm?

—Sí.

Aaron encendió el aire acondicionado tan alto como se podía y puso la marcha atrás del coche.

—Eso hace cinco de nosotros, pero dicen que vas a quedarte con el Entrenador.

El Entrenador Wymack avisó a Neil de que los primos Andrew, Aaron y Nicholas estarían en la
ciudad, pero eso no sumaba. Neil sabía quién tenía que ser esa quinta persona. No quería creerlo
incluso a pesar de que sabía que debía haberlo esperado. Kevin había estado pegado al lado de
Andrew desde su transferencia. Incluso así, Neil tenía que asegurarse.

— ¿Kevin se queda en el campus? —Preguntó.

—Donde esté el campo, allí está Kevin. No puede existir sin él —dijo Aaron burlonamente.

—No creo que sea por el campo por lo que Kevin se ha quedado—dijo Neil.

Aaron no respondió. Fue un trayecto corto hasta la salida del estacionamiento y Aaron ya tenía
preparado el dinero para la señora de la cabina. Tan pronto como la barra se levantó para dejarlos
salir, él pisó el acelerador. Un claxon sonó como advertencia mientras se metían a través de todo
el tráfico y Neil discretamente apretó su cinturón. Aaron tampoco lo notó o no le importó. Cuando
estuvieron en la carretera, miró de soslayo a Neil.

—He oído que no hiciste buenas migas con Kevin el mes pasado.

—Nadie me avisó de que iba a estar allí —respondió Neil, observando el escenario correr a tra-
vés de la ventanilla—. Tal vez puedas perdonarme por no reaccionar correctamente.

—Tal vez no lo haga. No creo en el perdón, y no es a mí a quién ofendiste. Esa fue la segunda
vez que un recluta le dijo que se jodiese. Si fuera posible hacer mella en esa arrogancia suya, su
orgullo ya se habría destrozado. En cambio, está perdiendo la fe en la inteligencia de los atletas de
instituto.

—Estoy seguro de que Andrew tenía sus razones para rechazar, igual que yo.

—Tú dijiste que no eras lo suficientemente bueno, pero de todas formas aquí estas. ¿Piensas
The foxhole Court — Nora Sakavic
que un verano de prácticas hará toda esa diferencia?

—No —confesó Neil—. Simplemente era demasiado duro decir que no.

—El Entrenador siempre sabe que decir, ¿hm? Fue incluso más duro para el resto de nosotros.
Ni siquiera Millport debería haberte dado una oportunidad.

Neil se encogió de hombros.

—Millport es demasiado pequeño para preocuparse por la experiencia. No tenía nada que perder
intentándolo y ellos no tenían nada que ganar rechazándome. Era una cuestión de estar en el sitio
correcto y en el momento adecuado, creo.

— ¿Crees en el destino?

Neil escuchó el leve desdén en su voz.

—No. ¿Y tú?

—Suerte, entonces —dijo Aaron, ignorando la pregunta.

—Sólo la mala.

—Por supuesto nos sentimos halagados por tu alta opinión sobre nosotros.

Aaron giró el volante, deslizando el coche de un carril a otro sin molestarse en revisar el tráfico a
su alrededor. Los cláxones sonaron tras ellos. Neil observó por el espejo retrovisor como los coches
giraban para evitar golpearlos.

—Es un coche demasiado bonito para destrozarlo —dijo con énfasis.

—No tengas tanto miedo de morir —dijo Aaron mientras el coche seguía avanzando por el cami-
no de cuatro carriles hasta una rampa de salida—. Si lo estás, no tienes lugar en nuestro equipo.

—Estamos hablando de un deporte, no de un combate a muerte.

—Es lo mismo —dijo Aaron—. Estás jugando para un equipo de primera clase con Kevin en su
alineación. La gente está dispuesta a sangrar por él. Asumo que has visto las noticias.

—Las he visto —dijo Neil.

Aaron golpeó sus dedos como si eso probara su punto. Neil estaría en apuros por decir que es-
taba equivocado, así que lo dejo pasar.

Kevin Day y su hermano adoptivo Riko Moriyama eran aclamados como los hijos del Exy. La ma-
dre de Kevin, Kayleigh Day, y el tío de Riko, Tetsuji Moriyama, crearon este deporte hacía alrededor
de treinta años antes mientras Kayleigh estaba estudiando en el extranjero en Fukui, Japón. Lo que
empezó como un experimento se extendió de su campus hasta los equipos de calle locales, des-
pués a través del océano por todo el mundo. Kayleigh lo trajo a casa con ella hasta Irlanda después
de terminar su grado y los Estados Unidos lo tomaron poco después.

Kevin y Rico fueron criados en el Exy. Cuando el gigantesco estadio de Edgar Allan, el Castle
Evermore, el primer estadio de Exy de la NCAA en los Estados Unidos, era poco más que planos,
Kevin y Riko tenían raquetas personalizadas. Después del fatídico accidente de coche de Kayleigh,
Tetsuji acogió a Kevin, pero el nuevo entrenador de los Cuervos no tenía tiempo para criar niños.
Riko y Kevin pasaron todos sus años de formación en Evermore con los Cuervos y fueron consi-
derados mascotas no oficiales del equipo. Cuando no estaban siendo entrenados por Tetsuji, eran
The foxhole Court — Nora Sakavic
entrenados por el equipo, y sus tutores fueron llevados hasta allí para que los chicos no tuvieran
que dejar el estadio para ir a la escuela.

Kevin y Riko habían crecido frente a las cámaras, pero siempre con el Exy a las espaldas y siem-
pre juntos. Hasta que Kevin fue transferido a Palmetto State, él y Riko nunca habían sido vistos en
habitaciones separadas. Su inusual infancia llevó a muchos a preocuparse por su bienestar psico-
lógico, pero también alimentó una rabiosa obsesión con la pareja. Riko y Kevin eran la cara de los
Cuervos. Para muchos, eran considerados el futuro del Exy.

El pasado diciembre, Riko y Kevin desaparecieron del ojo público por semanas. Cuando el cam-
peonato de primavera empezó en enero, ninguno de ellos estaba en la alineación inicial de los
Cuervos. No fue hasta el final de enero que Tetsuji Moriyama abordó el tema en una conferencia
de prensa, y las noticias fueron un cruel golpe para los fans del Exy en todas partes: Kevin Day se
había roto la mano con la que jugaba en un viaje de esquí. De acuerdo con Tetsuji, Kevin y Riko
estaban demasiado devastados para enfrentarse tanto a los Cuervos como a los descontentos fans
en ese momento.

Al día siguiente, el entrenador Wymack contó a la prensa que Kevin se estaba recuperando en
Carolina del Sur. Oír que Kevin nunca volvería a jugar fue malo; descubrir que abandonaba a los
Cuervos fue incluso peor para sus obsesivos fans. Si Kevin era relegado al margen como entrena-
dor asistente, por lo menos debería prestar su prestigio y conocimiento a su equipo local. Los fans
lo tomaron como una ofensa hacia su amado equipo, pero casi todo el mundo asumió que él sería
transferido de vuelta tan pronto como su mano hubiese terminado de curarse. Salvo que Kevin Day
firmó con los Zorros en marzo, no como un entrenador, sino como un delantero.

Sus fans pasaron de sentirse con el corazón roto a sentirse traicionados. Palmetto State había
soportado el peso de esa rabia desde entonces. La universidad y el estadio habían sido víctimas
de vandalismo más de una docena de veces y había habido numerosas peleas en el campus. Esto
sólo empeoraría cuando comenzara la temporada y la gente viese a Kevin vistiendo los colores de
los Zorros. Neil no estaba ansioso por meterse en medio de ese lío.

El apartamento donde Wymack vivía estaba a veinte minutos en coche del aeropuerto. El apar-
camiento estaba prácticamente vacío, ya que era mediodía en un día laboral, pero había tres perso-
nas esperando en la acera. Aaron fue el primero en salir y apuntó el llavero en dirección a la parte
trasera del coche. Neil escuchó las cerraduras desbloquearse mientras salía del coche. Aaron fue
a encontrarse con los otros en la acera mientras Neil sacaba la bolsa del maletero. Neil se la colgó
sobre el hombro, relajándose un poco por el peso familiar de la misma y cerró el maletero. Cuando
alzó la vista, él era el centro de atención.

Los gemelos estaban de pie a ambos lados de Kevin, vestidos idénticamente iguales pero fá-
cilmente distinguibles por la mirada en sus rostros. Aaron parecía aburrido ahora que había com-
pletado su tarea trayendo a Neil allí. Andrew estaba sonriendo, pero Neil sabía que su alegría no
significaba que fuese a jugar limpio. Él había estado sonriendo mientras estampaba una raqueta en
el estómago de Neil también.

Nicholas Hemmick era el único que parecía verdaderamente feliz de ver a Neil, y se bajó de la
acera para aproximarse a Neil. Neil estaba agradecido por la distracción, porque evitaba que mira-
se a Kevin, y él aceptó la mano que Nicholas le ofreció.

—Hey —dijo el otro hombre, usando el agarre de sus manos para tirar de Neil hacia la acera—.
Bienvenido a Carolina del Sur. ¿Fue bien el vuelo?

—Sí, fue bien —dijo Neil.

—Soy Nicky —Nicky le dio un último y fuerte apretón en la mano antes de soltársela—. El primo
The foxhole Court — Nora Sakavic
de Andrew y Aaron, extraordinario defensa.

Neil miró de él a los gemelos y de nuevo otra vez. Donde los gemelos eran luz, Nicky era oscu-
ridad, con su pelo negro azabache, ojos marrones oscuros y una piel dos tonos demasiado oscuro
para estar bronceado. Él también era más alto que ellos.

— ¿De sangre?

Nicky se rió.

—No lo parecemos, ¿verdad? Es por mi madre. Mi padre la “rescató” de México durante no sé


qué viaje del ministerio —rodó sus ojos, luego apuntó con un pulgar a los otros—. Ya los conoces,
¿verdad? ¿Aaron, Andrew, Kevin? El Entrenador debía estar aquí para dejarte entrar, pero tuvo que
irse al estado rápidamente. La ERC lo llamó, probablemente con más BS* sobre cómo no hemos
publicitado nuestra alineación* todavía. Mientras tanto estás con nosotros, pero tenemos las llaves
del Entrenador. ¿Las maletas están en el maletero?

—Es sólo esto —respondió Neil.

Nicky arqueó una ceja y miró a los otros.

—Viaja ligero. Ojalá yo pudiese viajar así, pero maldita sea si yo no soy materialista.

—Materialista es una forma sutil de decirlo —dijo Aaron.

Nicky sonrió y agarró el hombro de Neil, guiándolo hasta la puerta de entrada.

—Aquí es donde vive el entrenador —dijo innecesariamente—. Él se lleva todo el dinero, así que
vive en un sitio como este mientras pobres de nosotros dormimos en sofás.

—Tenéis un bonito coche para alguien que piensa que es pobre —apuntó Neil.

—Es por eso que somos pobres —dijo Nicky secamente.

—La madre de Aaron nos lo compró con el dinero de su seguro de vida —explicó Andrew—. No
es ninguna sorpresa que tuviese que morir para poder comprarlo.

—Fácil —dijo Nicky, pero estaba mirando a Aaron cuando lo dijo.

—Fácil, fácil—. Andrew levantó las manos en un descuidado encogimiento de hombros—. ¿Por
qué, hermano? Es un mundo cruel, ¿verdad, Neil? No estarías aquí si no lo fuese.

—El mundo no es cruel —dijo Neil—. Son las personas que viven en él.

—Oh, muy cierto.

Subieron en el ascensor hasta la séptima planta en silencio. Neil observaba los números parpa-
dear por encima de la puerta, de forma que no mirase el reflejo de Kevin. La inquietud por estar tan
por encima del suelo era casi una distracción. Él prefería quedarse en niveles inferiores de manera
que pudiese realizar una fácil huida si lo necesitaba. Saltar por la ventana allí estaba completamen-
te descartado. Hizo una nota mental para encontrar todas y cada una de las salidas de emergencia.

El apartamento de Wymack era el número 724. Se agruparon alrededor de la puerta de forma


que Aaron pudiese sacar la llave fuera de su bolsillo. Le tomó dos intentos recordar cuál tenía que
introducir. Neil no notó cuando la puerta se abrió. Estaba demasiado ocupado mirando los bolsillos
de los pantalones de Aaron. Estaban demasiado planos para esconder un paquete de cigarrillos,
pero Neil había visto a Aaron guardar el paquete antes de cruzar la calle en el aeropuerto.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Aquí tienes Neil —dijo Nicky, y Neil se obligó a mirar hacia la puerta abierta. Nicky le hizo un
gesto para que se adelantase—. Hogar, dulce hogar, si cualquier cosa que tiene que ver con el
Entrenador puede llamarse dulce.

Neil habría sabido desde abril que dormiría en el sofá del Entrenador Wymack por un par de se-
manas. Había sabido, en los días siguientes a la visita de Wymack, que sería incómodo. Él todavía
no estaba preparado para la forma en que su estómago se revolvía ahora. Había estado él solo
desde que su madre murió, y el último hombre con el que había vivido era su padre. ¿Cómo se
suponía que iba a dejar a Wymack cerrar la puerta con llave cada noche con los dos bajo el mismo
techo? Posiblemente ni pudiese dormir allí; cada vez que Wymack respirase Neil se despertaría y
se preguntaría quién estaba tras él. Tal vez debiese volver y registrarse en un hotel, ¿pero cómo
iba a explicarle eso a Wymack? ¿Debía explicarse? Wymack pensaba que los padres de Neil eran
abusadores, así que tal vez entendería la reticencia de Neil.

Él no había esperado bloquearse así, y había vacilado demasiado tiempo. Vio la mirada que Nic-
ky envió a Aaron, curioso y confuso, y supo que había cometido un error. Sin embargo, no fue hasta
que Andrew se acercó a él para ver cuál era el inconveniente que Neil pudo moverse de nuevo.
Andrew sonreía, pero su mirada pálida era intensa. Neil se encontró con sus ojos por un momento
y supo que era peor estar allí fuera con ellos que cruzar ese umbral. Lo habría averiguado, pero no
allí y no entonces, no con Andrew y Kevin como testigos.

Neil se acercó hacia el umbral y se introdujo en la entrada. La primera puerta llevaba al salón
donde Neil tendría que dormir. El sofá al que se había referido el entrenador Wymack estaba des-
pejado e incluso había dejado una nota adhesiva pegada en él diciendo que las mantas estaban
en el cajón de la mesita de café. Era la única superficie limpia en toda la habitación. Todo lo demás
estaba cubierto de papeleo y tazas de café vacías. Los rebosantes ceniceros también estaban en
una malsana abundancia.

Neil estaba en mitad de la habitación dispuesto a mirar por la ventana cuando Nicky habló tras él.

— ¿De qué iba todo eso?

La sangre de Neil se licuó. No fue lo que dijo Nicky, sino el idioma que usó. El alemán era la
segunda lengua de Neil gracias a los tres años que había pasado viviendo en Austria, Alemania y
Suecia. Recordaba más de Europa de lo que le gustaría; la mayoría de su tiempo allí había sido
un frío caos. Sabía que el sabor de la sangre en su boca se debía a su imaginación, pero era lo
suficientemente fuerte para ahogarlo. Podría sentir el latido de su corazón en cada centímetro de
su piel, yendo tan rápido que lo hacía temblar de pies a cabeza.

¿Cómo sabían que él hablaba alemán?

Neil estaba pensando en huir de allí, pero entonces Aaron respondió, y Neil entendió con en-
fermiza rapidez que Nicky no le estaba hablando a él. No, ellos estaban hablando sobre él, sin
intención de que él los entendiese. Neil se forzó a moverse, finalizando su camino hacia la ventana.
Abrió las cortinas y puso sus manos sobre el cristal, necesitando algo para estabilizarse mientras
su corazón trataba de relajarse hasta un ritmo normal.

—Tal vez estaba saboreando el momento —dijo Aaron.

—No —repuso Nicky—. Eso fue pura reacción de lucha o huida. ¿Qué demonios le dijiste, An-
drew?

Neil se volvió hacia ellos. Nicky no estaba mirando a Andrew, tal vez sabiendo que no iba a
conseguir ninguna respuesta, sino que observaba a Neil a través de la habitación. Cuando Neil se
volvió, Nicky le dirigió una brillante sonrisa y volvió al inglés.
The foxhole Court — Nora Sakavic
— ¿Qué me dices sobre un tour?

Neil consideró decir algo, pero ya había ido demasiado lejos.

—Claro.

No había mucho que ver. Un cuarto de baño y una cocina uno frente a la otra, y los dormitorios
estaban al final de la entrada. Wymack había convertido el segundo dormitorio en una oficina. La
oficina compensaba las paredes desnudas de la sala de estar: estaba cubierta con artículos de
periódicos, fotos de equipo, calendarios ya pasados de fecha y diversos títulos. Dos estanterías
alineadas con la pared, una llena de libros sobre Exy, la otra una mezcla de todo, desde guías de
viajes a literatura clásica. El escritorio de Wymack estaba enterrado bajo el papeleo, ni una pulgada
de madera visible, y el archivo de Neil estaba encima de todo. Sosteniendo una esquina estaba una
pesada botella de prescripción. Nicky recogió la botella con un sonido triunfante y apartó la tapa.

—Eso no es tuyo —dijo Neil.

—Analgésicos —dijo Nicky, ignorando la implícita acusación—. El Entrenador se destrozó la


cadera hace unos pocos años, ¿lo sabías? Fue así como conoció a Abby. Ella era su terapeuta, y
él le consiguió su trabajo aquí. El equipo todavía está dividido entre cincuenta—cincuenta respecto
a si están liados o no. Andrew se niega a votar, lo que significa que tú das el desempate. Háznoslo
saber lo antes posible. Tengo dinero implicado en ello.

Él sacudió un par de pastillas sobre su mano, enroscó el tapón y devolvió el frasco a su sitio.
Neil miró para ver que opinaban los otros sobre aquello, pero Andrew y Kevin habían desaparecido.
Sólo estaba Aaron, y no parecía del todo interesado.

—Conocerás a Abby esta noche en la cena —dijo Nicky, metiéndose las pastillas en el bolsillo—.
Tenemos que matar un par de horas hasta entonces, así que tal vez podríamos llevarte al campo
y dejar que lo mires boquiabierto. Tenemos el número perfecto para una línea de ataque ahora.
Probablemente Kevin se esté meando de la emoción.

—Lo dudo —respondió Neil, pensando en la desapasionada expresión de Kevin abajo.

—Kevin no se emociona —corroboró Aaron—, pero dado que el Exy es la única cosa por la que
se preocupa, nadie te quiere más en ese campo de juego que él.

La respuesta de Neil se quedó atascada en algún lugar de su garganta según procesaba aquello.
Era lo mismo que había dicho Aaron en el coche, casi, excepto que Aaron sonada apático ahora
donde antes había sido despectivo. Entre ese pequeño cambio en su actitud, la desaparición del
paquete de cigarrillos y los conjuntos a juego, Neil estaba empezando a adivinar que estaba ocu-
rriendo allí. Eran sólo pequeñas cosas, pero Neil había aprendido a sobrevivir a base de detalles
sutiles.

— ¿No es difícil jugar con él? —Preguntó, cambiando lo que había estado a punto de decir—.
Quiero decir, con él siendo un campeón.

—Técnicamente aún no hemos jugado con él —respondió Nicky—. Él acaba de empezar a en-
trenar con nosotros hace un mes. Si es igual jugando que como entrenador asistente, tendrás el
año más horrible de tu vida —a pesar de sus palabras ominosas, Nicky sonaba divertido—. Pero
vale la pena.

— ¿Valían la pena las peleas, también? —Preguntó Neil— Como esa de hace dos semanas
donde Aaron dijo que se le fue completamente la mano. ¿Cuántas personas acabaron heridas en
esa, otra vez?
The foxhole Court — Nora Sakavic
Hubo una leve pausa en Aaron, y por un momento Neil decidió que se estaba imaginando cosas.
Entonces Aaron respondió:

—Once.

Era la respuesta correcta; Neil había leído sobre la reyerta en un artículo. Pero él y Aaron no
había tenido aquella conversación en el coche y Aaron debía haber sabido aquello.

Demasiado tarde, Neil recordó la exasperada acusación de Nicky en el salón: “¿Qué demonios
le has dicho, Andrew?” Neil había asumido que Nicky se refería a su primer encuentro en Millport,
pero Nicky había estado hablando del trayecto en coche desde el aeropuerto. No era Aaron quién
había recogido a Neil en el aeropuerto después de todo.

Neil estaba molesto por el truco y aliviado de haberlo descubierto, pero la precaución sobrepasó
a ambos. Andrew no estaba contento, naturalmente; su manía fue inducida por la droga ordenada
por el juzgado. Hacía dos años algunos hombres atacaron a Nicky fuera de un club nocturno. An-
drew estaba en su derecho de defender a Nicky, pero casi mató a cuatro de ellos. Los tribunales
creyeron que su violencia era una reacción exagerada y trataron de acusarlo. Sus abogados firma-
ron un acuerdo: Andrew pasaría algún tiempo en terapia intensiva, asistiría a un grupo de apoyo
semanal y tomaría medicamentos.

Después de tres años de aquello, le permitieron dejar la medicación el tiempo suficiente para
evaluar su progreso. La sobriedad en algún punto antes de eso era una violación de su libertad con-
dicional. Si la enfermera del equipo, el psiquiatra de Andrew o el psiquiatra del tribunal que dirigía
la condicional de Andrew sospechaban que Andrew no estaba siguiendo las reglas, podían solicitar
un análisis de orina. Si Andrew daba positivo, se le acusaría.

Andrew sólo tenía que aguantar hasta primavera, pero aparentemente no podía esperar por
mucho tiempo. Neil no podía creer que Andrew se hubiese arriesgado cuando las consecuencias
eran tan graves. Se preguntó si su llegada tenía algo que ver con eso, si Andrew quería conocer
a su nuevo compañero de equipo sin una mente nublada, o si Andrew tan sólo odiaba pasar sus
vacaciones de verano drogado hasta las trancas.

Como si estuviese preparado, Andrew apareció en la puerta con una botella de whisky en una
mano y Kevin a su espalda.

—Éxito.

— ¿Preparado, Neil? —Preguntó Nicky— Deberíamos irnos antes de que el Entrenador aparez-
ca.

— ¿Por qué? —Neil señaló el licor— ¿Esto es un robo en proceso?

—Puede que lo sea. ¿Se lo contarás al Entrenador? —Inquirió Andrew, sonando entretenido por
la idea—. Demasiado para ser un jugador del equipo. Creía que eras un auténtico Zorro

—No —contestó Neil—, pero le preguntaré por qué no estás medicado.

Hubo un latido de corazón de pasmado silencio. El único que no reaccionó era Andrew; incluso
Kevin parecía sorprendido.

Nicky fue el primero en recuperar el habla, pero volvió al alemán para preguntarle a Aaron:

— ¿Estoy loco? ¿Acabo de ver que esto ha pasado?

—No me mires a mí —dijo Aaron.


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Preferiría una respuesta en inglés —interrumpió Neil.

Andrew puso un pulgar en un extremo de su boca y lo arrastró por sus labios para borrar su
sonrisa.

—Eso suena como una acusación, pero yo no te he mentido.

—Omisión es la forma más fácil de mentir —apuntó Neil—. Podrías haberme corregido.

—Podría, pero no lo hice —repuso Andrew—. Adivínalo tú solo.

—Lo hice —asintió Neil. Se llevó dos dedos a su frente, copiando el saludo burlón de Andrew en
su primer encuentro—. Más suerte la próxima vez.

—Oh —exclamó Andrew—. Oh, en realidad podrías resultar interesante. Por un tiempo, al me-
nos. No creo que la diversión te dure. Nunca lo hace.

—No juegues conmigo.

— ¿O qué?

Hubo un repiqueteo cuando alguien giró el pomo de la puerta principal. La sonrisa de Andrew
volvió en un instante, brillante y vacía. Se volvió hacia Kevin y este se movió al mismo tiempo. El
whisky desapareció en algún lugar entre ellos en un practicado movimiento.

—Hola Entrenador —llamó Andrew sobre su hombro.

— ¿Te haces una idea de lo mucho que odio llegar a casa y encontrarme contigo en mi aparta-
mento? —protestó Wymack fuera de su vista.

Andrew alzó sus manos vacías en un gesto inocente que nadie creyó y avanzó hasta el recibidor.
Aaron y Kevin fueron tras él, seguramente con el alcohol oculto entre sus cuerpos, y dejaron a Nicky
y Neil en la oficina.

—No he roto nada esta vez —dijo Andrew.

—Lo creeré después de comprobar todas mis pertenencias.

La puerta se cerró y no pasó mucho hasta que el Entrenador apareció en el umbral de la puerta
de su oficina. Vestido con pantalones cortos vaqueros y una camiseta descolorida, Wymack parecía
más un rockero de una banda de garaje que un entrenador universitario. Neil supuso que no tenía
que parecer presentable en su propio terreno, pero todavía seguía siendo desorientador.

Wymack le echó un vistazo a Neil y asintió.

—Veo que estás bien. Estaba bastante seguro de que el trayecto con Nicky iba a conseguir ma-
tarte.

Neil sintió la mirada de Nicky sobre él y dijo:

—He sobrevivido a cosas peores.

—No hay nada supervivencia a cosas peores que un paseo en coche con esos idiotas —dijo
Wymack—. Sólo hay un ataúd abierto o cerrado.

—Hey, hey —interrumpió Nicky—. Eso no es justo.

—La vida no es justa, tweedle—dumb1. Acéptalo. ¿Qué hacéis todavía aquí?


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Irnos —respondió Andrew—. Adiós. ¿Neil viene también?

— ¿Ir a dónde? —inquirió Wymack, suspicaz.

—Por Dios, Entrenador, ¿qué clase de personas te crees que somos? —fue la respuesta de
Nicky.

— ¿De verdad quieres que te responda a eso?

—Vamos a llevarlo al campo de juego —dijo Aaron—. Podemos llevarlo a casa de Abby después.
¿No lo necesitas, no?

—Sólo para darle esto —dijo Wymack, y Neil atrapó las llaves que le lanzaba. Había dos llave-
ros unidos, dos llaves en uno y tres en el otro. Neil las miró mientras Wymack las señalaba con los
dedos—. La llave larga es para la puerta frontal cuando se cierra por la noche. La pequeña es para
el apartamento. Las otras son para el estadio: la puerta exterior, el cuarto de equipamiento y las
puertas del campo. Kevin tiene uno a juego, así que haz que te enseñe cuál es cuál. Espero que les
des tanto uso como se lo da él.

—Gracias —dijo Neil, apretando los dedos alrededor con la fuerza suficiente para sentir las
muescas clavándose en su palma. Se sentía más firme con ellas en la mano. No importaba dónde
dormía o qué trucos estaba haciendo Andrew. Había un campo de juego allí y tenía permiso para
jugar en él—. Lo haré.

—Obvio favoritismo, Entrenador —protestó Andrew.

—Si alguna vez fueses al estadio por tu propia voluntad, tal vez te daría un juego también —re-
plicó Wymack—. Como no veo que eso vaya a pasar en esta vida o en la siguiente, puedes callarte
y compartir las de Kevin.

—Oh, alegría, alegría —se mofó Andrew—. Mi cara de emoción viene ahora. ¿Podemos irnos?

—Fuera —dijo Wymack y Andrew despareció. Kevin y Aaron lo siguieron. Cuando Nicky alcanzó
el umbral de la oficina, Wymack puso una mano en su camino para detenerlo—. No te atrevas a
traumatizarlo en su primer día aquí.

Nicky miró de Wymack a Neil.

—Neil no está traumatizado, ¿verdad?

—No todavía —contestó él.

Después de un momento de debate, descolgó la bolsa de sus hombros. La idea de dejarlo atrás
hizo a su piel erizarse, considerando lo que había escondido en él, pero no confiaba en las inten-
ciones de Andrew. Neil no sabía por qué Andrew estaba sobrio o por qué había recogido a Neil del
aeropuerto cuando al parecer Wymack le había encargado esa responsabilidad a Nicky, pero él no
pensaba que Andrew hubiese dejado de jugar aún. Neil confiaba más en Wymack que en Andrew
ahora y esperaba no estar cometiendo un error.

— ¿Tienes algún lugar seguro donde esconder esto? —Preguntó.

—Hay sitio en el salón —respondió Wymack.

Neil miró a Nicky, preguntándose cómo podía proceder sin levantarles la curiosidad suficiente
para husmear. Nunca se había separado de su mochila a menos que estuviese guardada en un
lugar seguro, normalmente en su taquilla en el estadio de Millport.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Antes de que pudiese decir nada, Wymack le dirigió una mirada impaciente a Nicky.

— ¿Por qué estás todavía aquí? Fuera.

—Borde —dijo Nicky, pero pasó junto a Wymack y desapareció en el recibidor.

Wymack miró a Neil de nuevo.

— ¿Cómo de seguro es seguro?

Neil nunca había sido fácil de leer antes, pero tampoco había dejado que la situación se le fuera
de las manos tampoco. En la huida, su madre siempre había permanecido bajo control, tejiendo las
historias perfectas y eligiendo los signos adecuados para ayudarlos. Neil había hecho su camino
a través de su transición a Millport, pero podría haber parado y huir en cualquier momento si no le
gustaba cómo iban las cosas. Esto, deseaba desesperadamente trabajar, durante todo el tiempo
que pudiese aferrarse a ello.

—Es todo lo que tengo —añadió al fin.

Wymack le hizo un gesto a Neil para que se apartase de su camino. Neil observó mientras él
desbloqueaba el cajón inferior de su escritorio. Estaba lleno de archivos, pero Wymack los sacó
todos y los apiló cerca, en el suelo. La pila se inclinó tan pronto como la soltó, papeles y carpetas
deslizándose por todas partes. Wymack ni siquiera pareció darse cuenta, demasiado ocupado sa-
cando una pequeña llave de su llavero.

—Esto es sólo un arreglo temporal —explicó Wymack—. Cuando te mudes a la residencia, ten-
drás que averiguar algo más.

Le tendió la llave a Neil. Neil miró de él al escritorio y a la pila de papeles y otra vez. Abrió su
boca, la cerró, y lo intentó de nuevo. Sólo consiguió un “¿Por qué?” antes de que Wymack se can-
sase de esperar y le pusiese la llave en la palma.

—Más vale que te apresures antes de que Andrew envía a alguien a buscarte —le aconsejó
Wymack.

Neil se tragó el resto de su pregunta para meter su mochila en el cajón. Por suerte la mayor parte
de lo que llevaba era ropa, por lo que encajó en el estrecho espacio con un par de empujones. Neil
empujó el cajón y lo cerró con la llave. Trató de devolvérsela, pero Wymack lo miró con compasión.

— ¿Por qué demonios querría yo eso? —exclamó él—. Devuélvemela cuando te mudes.

Neil miró la llave en su palma, a la fácil e incuestionable seguridad que Wymack le había dado.
Tal vez Neil no dormiría aquella noche, y tal vez pasaría el siguiente par de semanas despertándose
cada vez que Wymack roncase un poco demasiado alto, pero tal vez Neil realmente estaría bien
allí por el momento.

—Gracias —le dijo.

—Muévete —fue la respuesta de Wymack.

Neil abandonó la oficina. Los demás dejaron la puerta de entrada abierta y estaban esperándole
en el rellano. Neil deslizó la llave en su llavero y caminó hacia ellos. Andrew condujo a sus primos y
Kevin al ascensor mientras Kevin cerraba la puerta con llave. El ascensor llegó sólo unos segundos
después de que Neil se reuniera con ellos, y entraron.

La sensación de seguridad de Neil se desvaneció en cuanto las puertas se cerraron tras él, por-
que los otros habían formado un círculo alrededor de las paredes del ascensor: Nicky y Aaron a
The foxhole Court — Nora Sakavic
ambos lados de él y Andrew y Kevin frente a él. Todos los ojos estaban puestos en Neil.

La sonrisa de Andrew se desvaneció cuando el ascensor empezó su lenta bajada. Neil le de-
volvió la mirada, cada músculo de su cuerpo tenso para una pelea. En la quinta planta, Andrew se
apartó de la barandilla trasera y se dirigió hacia Neil. Alcanzó las llaves de Neil, pero este movió
el llavero fuera de su alcance. Andrew lo intentó de nuevo, y Neil tuvo que dar un paso atrás para
esquivarlo. Retrocedió hasta las puertas de metal y se dio cuenta demasiado tarde que a Andrew
no le preocupaban sus llaves. Guardó el llavero en el bolsillo, sintiéndose atrapado. Qué estúpido
que alguien tan bajito pudiera tener tal presencia.

—Ha sido un placer conocerte, Neil —pronunció lentamente Andrew—. Pasará un tiempo hasta
que volvamos a vernos.

—De alguna manera no creo que tenga esa suerte.

—Pues sí —aclaró Andrew, haciendo gestos entre sus rostros—. Tendrá que esperar junio. Abby
amenazó con revocar nuestros derechos sobre el estadio para el verano si te rompemos antes de
tiempo. No podemos hacer eso, ¿no? Kevin lloraría. No hay de qué preocuparse. Esperaremos
hasta que todo el mundo esté aquí y Abby tiene a demasiados otros Zorros por los que preocupar-
se. Entonces te haremos una fiesta de bienvenida que no olvidarás.

—Necesitas recapacitar sobre tus técnicas de persuasión. Apestan.

—No necesito ser persuasivo —replicó Andrew, poniendo una mano en el pecho de Kevin mien-
tras el ascensor reducía su velocidad hasta parar—. Simplemente aprenderás a hacer lo que digo.

Las puertas se deslizaron abriéndose tras Neil. Tan pronto como salieron Andrew le dio a Neil un
pequeño empujón. Neil se precipitó hacia el vestíbulo. Andrew pasó por delante de él, golpeándolo
con el hombro, y se dirigió a la puerta. Kevin estaba medio paso detrás de él y Aaron ni siquiera
miró a Neil. Sólo Nicky se quedó lo suficientemente atrás para sonreír a Neil.

— ¿Preparado para esto? —Preguntó él, y siguió adelante.

Neil permaneció unos segundos atrás para mirar sus espaldas. Estaba empezando a pensar
que Kevin no era su único problema en Palmetto State. Era casi un alivio. Neil no podía anticipar
a Kevin; no podía preguntar cuánto recordaba Kevin sobre su pasado y no sabría hasta que fuese
demasiado tarde lo que por fin llevó a Kevin a recordarlo. Pero Andrew era sólo un enano psicótico,
y Neil había crecido rodeado de violencia. Manejarlo sería fácil. Sólo tendría que tener cuidado.

—Preparado —dijo Neil, y siguió a sus compañeros de equipo.


The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 3

Traducido por Julieta y Brenda


Corregido por Maffie

Neil divisó la cancha Foxhole mucho antes de llegar al estacionamiento del estadio. Construido
para sentar a sesenta y cinco fans, lo habían colocado en las afueras del campus donde podía so-
bresalir de los pequeños edificios cercanos. La forma en que lo pintaron sólo lo resaltaba más: las
paredes eran de un blanco cegador con un molesto arreglo naranja brillante. Una gigantesca pata
de zorro estaba pintada en cada una de las cuatro paredes exteriores. Neil se preguntó cuánto le
había costado a la universidad construirlo y que tan desesperadamente se habían arrepentido de
su inversión, considerando la mala racha de los zorros.

Pasaron cuatro espacios de estacionamiento antes de dar la vuelta en un quinto. Ya había unos
cuantos carros ahí, probablemente para el servicio de mantenimiento o estudiantes de escuela de
verano, pero ninguno en el espacio cerca del estadio. El estadio mismo estaba rodeado de una
cerca de alambre. Las puertas estaban colocadas a la misma distancia a lo largo de la cerca para
manejar a la multitud nocturna en una noche de juego, todas estaban cerradas con cadena.

Neil se acercó a la cerca y miró a través de ella hacia los terrenos exteriores. Ahora estaba de-
sierta, los puestos de suvenires y locales de comida entarimados hasta que empezase la tempo-
rada de nuevo, pero él podía imaginar cómo se verían en un par de meses. El pensamiento hizo
que se le pararan todos los vellos del cuerpo, y el sonido de su corazón haciendo eco en sus orejas
sonaba como una pelota de Exy rebotando en una de las paredes de la cancha.

Nicky golpeó su mano en el hombro de Neil—. Ya te comenzarás a encariñar con todo el naran-
ja—, prometió.

Neil torció sus dedos entre el metal de la cerca y deseó poder romperla.

—Déjame entrar.

—Vamos—, dijo Nicky, y lo guio por la cerca.

Había llegado el final de las puertas, se habían estacionado en el 24, y el siguiente era 1. Entre
las dos puertas había una estrecha puerta sellada con un teclado electrónico. La puerta llevaba
a un pasillo que separaba los campos exteriores en dos; quien llegase a la puerta 24 tendría que
entrar al estadio y por los puestos para llegar a la puerta. Los demás estaban esperando a Nicky y
a Neil afuera de la puerta. Aarón se había traído el whisky.

—Esta es nuestra entrada —dijo Nicky—. El código cambia después de unos meses, pero el
Entrenador siempre nos dice cuando lo hace. Ahora es 0508, Mayo y Agosto, ¿lo entiendes? Son
los meses de nacimiento del entrenador y de Abby. Te dije que estaban follando. ¿Cuándo es tu
The foxhole Court — Nora Sakavic
cumpleaños?

—Acaba de pasar en Marzo —mintió Neil.

—Oh, nos los perdimos. Pero te reclutamos en Abril, así que ese debe contar como el mejor re-
galo del mundo. ¿Qué te regaló tu novia?

Neil lo miró.

— ¿Qué?

—Vamos, una cara bonita como tú debe tener una novia. A menos que batees de mi lado, claro
está, si es el caso mejor dime ahora y me ahorras la molestia de tener que averiguarlo.

Neil lo miró, preguntándose cómo le podían interesar tales cosas a Nicky cuando el estadio es-
taba justo ahí. Sabían el código para entrar, pero se quedaban parados como si su respuesta fuese
la clave secreta. Neil miro de Nicky al teclado electrónico y a Nicky de nuevo.

— ¿Cuál es el problema? —Preguntó.

—Soy curioso —dijo Nicky.

—Más bien entrometido —dijo Aarón.

—No bateo a ningún lado —dijo Neil.

—Entremos ya.

—Eso es mierda —dijo Nicky.

—Es verdad —dijo Neil, y la impaciencia puso un todo diferente en su voz. No era precisamente
la verdad pero era lo suficientemente cierto.

— ¿Vamos a entrar o no?

Como respuesta, Kevin tecleó el código correcto y jaló de la puerta.

—Ve —dijo.

No le tuvieron que repetir la indicación dos veces. Caminó por el pasillo girando el aro de las
llaves en sus manos. El pasillo terminaba en otra puerta que decía ZORROS. Le mostró el conjunto
de llaves a Kevin y el señaló la llave correcta.

Fue raro deslizar la llave por la cerradura y escuchar el seguro destrabarse. El entrenador Her-
nández ocasionalmente dejaba que Neil durmiera en los vestidores de Millport High, pero nunca
se le ocurrió darle una llave a Neil. Sin embargo se hacía de la vista gorda cuando Neil se metía
sin permiso. Las llaves significaban que Neil tenía el permiso de estar ahí y hacer lo que quisiera.
Significaba que pertenecía ahí.

El primer cuarto era una sala de espera. Tres sillas y dos sillones abarcaban la mayoría del es-
pacio, formando un semicírculo alrededor del centro de entretenimiento. La televisión era obscena-
mente grande, y Neil no veía la hora de presenciar un juego en ella. Arriba de la tele pegada en la
pared había una lista de canales de deportes y noticias.

El resto de la pared estaba cubierta de fotos. Algunas eran oficiales; fotos del equipo, tomas de
algunos goles de los Zorros, y fotos obviamente sacadas del periódico. La mayoría de las fotos pa-
recían haber sido tomadas por algunos de los miembros del equipo. Estas fotos estaban esparcidas
en donde hubiera espacio y pegadas con cinta. Ocupando una esquina entera había un puñado de
The foxhole Court — Nora Sakavic
fotos de las tres mujeres del equipo.

El Exy era un deporte incluyente, pero pocas universidades querían mujeres en sus líneas. Se-
gún la historia de los Zorros, Palmetto State negó la aprobación de todas las mujeres que Wymack
propuso en su primer año. Después del desastre de temporada estaban más dispuestos a escu-
char, y Wymack asignó a tres mujeres. Además hizo a Danielle Wilds la primera capitana en la clase
1 de Exy de la NCAA.

Los aficionados al Exy no eran buenos con el equipo y mucho menos con Danielle. Incluso sus
compañeros de equipo estaban dispuestos a despedazarla en público durante su primer año. Los
misóginos más extremos la culpaban del fracaso del equipo. A través de la controversia y con sólo
Wymack respaldándola, Danielle se mantuvo en su posición. Tres años más tarde fue obvio que
Wymack tomó la decisión correcta. Los Foxes seguían siendo un desastre pero eran respaldados
por Danielle y poco a poco comenzaban a ganar batallas.

La imagen mental de Neil hacia Danielle era de una mujer agresiva y luchadora, pero las fotos
que veía desmentían esa impresión. Danielle sonreía en cada foto, una sonrisa dientona que era
en partes iguales amenazadora y alegría.

Nicky notó su distracción y tocó las caras en la fotografía más cercana.

—Dan, Renee y Allison, Dan es buena gente, pero te trabajará hasta los huesos. Allison es una
perra, deberías evitarla a toda costa. Renee es un pan de dios. Se bueno con ella.

— ¿De lo contrario? —Preguntó Neil, porque podía escucharlo en el tono de Nicky.

Nicky sólo sonrió y se encogió de hombros.

—Vamos —dijo Kevin.

Neil lo siguió fuera de la sala de espera. Un pasillo guiaba hacia dos puertas nombradas DAVID
WYMACK y ABIGAIL WINFIELD. Le seguía una puerta con una simple cruz roja. Más adelante
del pasillo había puertas en lados opuestos del pasillo marcadas DAMAS y CABALLEROS. Kevin
empujó la puerta de los caballeros un poco mostrándole a Neil un pequeño vistazo de casilleros de
un color naranja brillante, bancas y piso de azulejo. Neil quería explorar, pero Kevin no se detenía
en su descenso por el pasillo.

El pasillo se terminaba en un cuarto grande que Neil vagamente recordaba de los reportajes
noticieros. Era el cuarto que abría hacia el estadio y el único lugar donde la prensa podía encon-
trarse con los Zorros después de los juegos para hacer sus entrevistas y tomar fotografías. Bancas
naranjas estaban aquí y allá y el piso era de azulejo blanco con patas naranjas. Conos naranjas se
encontraban apilados en una esquina, tres de hondo y seis de alto. Una puerta blanca estaba en la
pared a la derecha de Neil, y una puerta naranja en frente de él.

—Bienvenido al vestíbulo —dijo Nicky—. Eso le llamamos nosotros. Por nosotros me refiero a
cualquier listillo que nos precedió.

Andrew se colocó en una de las bancas y sacó una botella de pastillas de su bolsa. Aarón le
tendió a Kevin el whisky que robaron. Kevin se lo llevó a Andrew, esperó mientras Andrew tomaba
una pastilla del bote y le cambió la botella de pastillas por la de whisky. La medicina desapareció
en una de las bolsas de Kevin y Andrew tragó la pastilla con una impresionante cantidad de whisky.

Kevin miró a Neil y gesticuló a la puerta del otro lado del cuarto.

—Clóset de equipo.

— ¿Podemos...? —comenzó Neil.


The foxhole Court — Nora Sakavic
Kevin ni siquiera lo dejó terminar.

—Trae tus llaves.

Neil lo alcanzo en la puerta naranja y dejó que Kevin buscara la llave adecuada. El otro lado de
la puerta era oscuridad. No había techo, pero Neil podía ver las paredes que subían por ambos
lados. Neil siguió a Kevin a las sombras. Diez pasos más tarde se dio cuenta de que debían estar
en el estadio mismo.

—Te toca ver el estadio en su mejor momento —Nicky dijo detrás de ellos—. Hicimos suficiente
dinero de la presencia de Kevin para reformar el piso y retocar las paredes. Es lo más limpio que ha
estado este lugar desde el primer año.

La luz del vestíbulo sangraba hacia el estadio, el camino hacia la cancha era demasiado largo
como para que sirviera de algo. La cancha interna no era más que una sombra con contornos im-
precisos. Neil cerró sus ojos e intentó imaginarlo. Este espacio estaba reservado para los réferis,
animadoras y equipos. En algún lado estaban las bancas del equipo. Las bardas de plexiglás ro-
deando la cancha eran invisibles en la oscuridad, así como la cancha misma, pero sólo el saber que
estaba ahí hacia que el corazón de Neil comenzara a taladrar en su pecho.

—Luces —Aarón dijo desde algún lugar atrás de ellos.

Neil escuchó el zumbido de electricidad antes de que las luces se encendieran, comenzando
con las luces de emergencia a sus pies y en cascada hacia arriba. El estadio cobró vida ante sus
ojos, fila tras fila de asientos blancos y naranjas alternados desapareciendo en vigas altas y la
cancha iluminándose en frente de él. Neil se movía antes de que las luces del techo se iluminaran,
cruzando la cancha interna hacia las bardas de la cancha. Presiono las palmas en el grueso y frio
plástico y miro hacia arriba, donde los marcadores y las televisiones donde ocurrían las reproduc-
ciones colgaban del techo, después a la lustrosa madera. Líneas naranjas marcaban la cancha por
primera, mitad y lejana. Era perfecto, totalmente perfecto, y Niel se sintió al mismo tiempo inspirado
y horrorizado por la vista. ¿Cómo podía jugar aquí después de haber jugado en la patética imitación
de Millport?

Cerró sus ojos e inhaló y exhaló, imaginando como sonaban los cuerpos cuando se golpeaban
unos a otros en la cancha, la forma en que la voz del vocero sólo llegaría en escasas y sordas
explosiones, el rugido de sesenta y cinco mil personas reaccionando a una anotación. Sabía que
no merecía esto, sabía sin lugar a dudas que no era lo suficientemente bueno para jugar en esta
cancha, pero lo quería y necesitaba con tal pasión que su cuerpo comenzó a arder por todas partes.

Por el tiempo de tres semanas y media, serian sólo ellos cinco, pero en junio los Zorros regre-
sarían para las prácticas de verano y en agosto la temporada comenzaría. Neil abrió sus ojos de
nuevo, miró hacia la cancha, y supo que había tomado la decisión correcta. Los riesgos no impor-
taban; las consecuencias valdrían la pena. Él debía estar aquí. Él debía jugar en esta cancha al
menos una vez. Él debía saber si la multitud gritaría tan fuerte como para volar el techo. Debía oler
el sudor y la cara comida del estadio. Debía escuchar el marcador cuando una pelota era lanzada
hacia las líneas blancas de anotación e iluminaba las paredes de rojo.

—Oh —dijo Nicky, recargándose en la pared a corta distancia de donde se encontraba Neil—.
Con razón te escogió.

Neil lo miró, sin comprender completamente las palabras, sin escuchar bien cuando su mente
aun pensaba en el tic-tic-tac de un reloj de juego en cuenta regresiva. Más allá de Nicky estaba
Kevin. Quien miró a su padre destrozar a un hombre y decidió firmar con un equipo nacional. Kevin
lo observaba, pero el segundo en el que sus ojos se encontraron apuntó al lugar del que habían
venido.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Denle su equipo.

Aarón y Nicky trajeron a Neil de regreso al vestuario. Andrew no los había seguido hacia el es-
tadio, pero no estaba en el vestíbulo tampoco. A Neil no le importaba lo suficiente como para pre-
guntar pero siguió a los primos hacia el vestíbulo. El cuarto estaba lineado con casilleros, cada uno
marcado con los números y nombres de los jugadores. A través del umbral en la parte trasera Neil
podía ver lavabos y asumió que las regaderas estaban en la esquina fuera de vista. Estaba más
interesado en el casillero que tenía su nombre.

Los entrenadores Hernández y Wymack habían pasado las últimas semanas del último año de
Neil discutiendo sobre el equipo que necesitaba Neil. Saber que todo lo que necesitara estaría
aquí es diferente a verlo. Había cinco puestas para entrenamiento y dos uniformes; uno de casa y
otro de visitante. Montes de relleno y protecciones abarcaba la mayoría de espacio en su casillero
gigante, y su casco estaba sobre el primer estante. Debajo del casco había algo naranja neón y
encogido, y Neil lo saco cuidadosamente y lo examino. Se abrió para revelar una chaqueta rompe
vientos que era casi más brillante que la pintura del estadio. “Zorros” y “Josten” estaban impresos
en la parte trasera.

—Los satélites pueden detectar estas cosas desde el espacio —dijo.

Nicky se rio del comentario.

—Dan las comisionó en su primer año. Dijo que estaba cansada de que nos perdieran de vista.
A la gente le gusta creer que la gente como nosotros no existimos, ¿sabes? Todos esperan que
seamos el problema de alguien más —Alargó una mano y tocó el material—. Ellos no entienden,
así que no saben dónde empezar. Se sienten abrumados y se rinden antes de siquiera tomar el
primer paso.

Nicky se sacudió y sonrió, melancolía inmediatamente remplazada por alegría.

— ¿Sabías que donamos una porción de las ventas de nuestros tickets a la caridad? Por eso
nuestros tickets son un poco más caros que los de los demás. Idea de Renee. Te dije que es un
encanto. Vamos, tenemos que hacerte ver como un zorro.

Se volteó para encontrar su equipo, así que Neil sacó lo que necesitaba y lo llevó al baño. Cam-
biarse en un cubículo era raro e incómodo, pero lo había hecho tantas veces que ya casi era una
forma de arte para él. Cambió una camiseta por acolchonado de hombro y pecho. Dio una vueltas
para asegurarse de que las ligaduras estuvieran lo suficientemente ajustadas sin estar apretadas,
luego tiro de su jersey. Podía ponerse los shorts en frente de los demás, así que se volvió al cuarto
principal para terminar de cambiarse.

Intercambió mezclillas por shorts primero. Luego se sentó en una de las bancas y colocó sus es-
pinilleras. Las cubrió con calcetas largas y zapatos sin desgaste. Se colocó unos delgados guantes
de algodón, cerrándolos justo sobre sus codos, y ató los braceros a sus antebrazos. Dejó sus guan-
tes exteriores junto con su casco donde podría cargarlos hasta la cancha y escondió su pelo debajo
de una bandana naranja. Lo último que se puso fue la protección del cuello, una delgada venda con
un complicado cierre. Era un fastidio lidiar con él y a menudo sentía que se estaba asfixiando, pero
valía la pena si podía protegerse de una pelota desviada.

Ellos volvieron al vestíbulo, y Nicky tenía a Neil abriendo la puerta del equipamiento que Kevin le
había indicado más temprano. Aarón consiguió un cubo de pelotas mientras que Nicky desplegaba
el estante de palos. Las raquetas fueron organizadas por números, un par por cada jugador con
Neil al final. Neil desenganchó una y le dio un lento giro, probando el peso y la sensación en sus
manos. Era un naranja oscuro con una simple raya blanca en la base de la cabeza y unas redes de
cuerda blanca. Olía a nueva y se sentía como un sueño, y necesitó todo su control para no aplas-
The foxhole Court — Nora Sakavic
tarla contra su cara. En Millport, él había usado una de las raquetas más viejas del equipo. Esta
había sido ordenada específicamente para él, y el solo pensamiento fue suficiente para poner su
corazón acelerado.

Kevin estaba justo donde lo dejaron, esperando por ellos en el anillo interior. El observó en silen-
cio mientras ellos se colocaban sus cascos y guantes, y no dijo nada cuando Aarón guio el juego
a la entrada de la casa. Neil usó su última llave para desbloquear la puerta y entonces guardo las
llaves en su guante para mantenerla segura.

Después de que la puerta se cerrara detrás de ellos, Neil miro a Nicky y preguntó:

— ¿Kevin no va a jugar hoy?

Nicky lo miró sorprendido de que preguntara.

—Kevin sólo tolera nuestra cancha bajo dos condiciones: solo, o con Andrew en ella. Él tendrá
que superarlo este otoño cuando Renee este en la portería en los juegos, pero por ahora él puede
salirse con la suya siendo un snob.

— ¿Dónde está Andrew?

—Él acaba de doparse, así que está noqueado por ahí. Él se va a quebrar y reiniciar en modo
locura.

— ¿No crees que ahora este loco?

— ¿Loco? No —dijo Nicky—. Idiota, tal vez.

Neil miró a Aaron, esperando que defendiera a su gemelo, pero Aaron sólo guió el camino a me-
dia cancha. Neil mantuvo el paso con Nicky, inútilmente poniendo sus dedos a través de la red de su
raqueta. Él miró hacia Kevin, quien estaba mirándolos a través del muro de la cancha, y preguntó:

—En realidad Kevin no puede jugar, ¿o sí? Dijeron que sería un milagro si alguna vez puede
coger una raqueta de nuevo.

—Su mano izquierda está mal —dijo Nicky—. Él está jugando como un derecho desde ahora.

Neil lo miró fijamente.

— ¿Qué?

Nicky sonrió, obviamente complacido de haber soltado tal bomba.

—Ellos no lo llaman un genio obsesivo por nada, sabes.

—No es genialidad —dijo Aaron—. Es odio.

—Eso también —dijo Nicky—. Desearía poder ver la expresión de Riko cuando vea nuestro pri-
mer juego. Rata bastarda.

Kevin golpeó la pared demandándoles que empezaran a moverse.

Nicky le agitó una mano en despedida.

— ¡Hacemos esto en nuestro tiempo libre, sabes! —gritó, como si Kevin no pudiera escucharlo
a través de los muros del patio.

—Gracias —dijo Neil después.


The foxhole Court — Nora Sakavic
— ¿Huh? Oh, no. No te preocupes por ello. Puedes compensarme en algún otro momento cuan-
do los otros no estén alrededor.

— ¿Puedes tratar de conseguir sexo cuando no esté aquí parado? —Preguntó Aaron.

—Podrías irte y dejarme a Neil y a mí conocernos mejor.

—Le diré a Erik de esto.

—Argüendero. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste una palabra cortés?

Neil no conocía a ningún Zorro, pasado o presente, con ese nombre.

— ¿Quién es Erik?

—Oh, él es mi esposo —dijo Nicky felizmente—. O lo será eventualmente. Él fue mi huésped por
un año en Berlín y nos mudamos juntos después de la graduación.

El corazón de Neil dio un vuelco.

— ¿Vivías en Alemania?

Él trató de hacer los cálculos en su cabeza. Pensando en la edad de Nicky para saber cuánto
tiempo él había estado en la secundaria. Las posibilidades de que Neil ya se hubiera mudado a
Suiza para el momento en que Nicky pisó suelo alemán eran altas, pero estaban tan cerradas que
Neil no podía respirar.

—Ja —dijo Nicky—. Nos escuchaste más temprano con el mumbo—jumbo, ¿verdad? Eso fue
alemán. Los pequeños mocosos lo estudiaron en la escuela porque ellos sabían que yo podría ayu-
darlos a pasar. Si aquí escoges alemán, déjame saberlo y seré tu tutor. Soy bueno con la lengua.

—Suficiente. Juguemos —dijo Aaron, bajando el cubo de balones.

Nicky dio un suspiro exagerado.

—Como sea, recuérdame enseñarte su foto más tarde. Nuestros bebes van a ser preciosos.

Neil frunció el ceño confuso.

— ¿Él no vive aquí?

—Oh. No. Él está en Stuttgart. Consiguió un trabajo que ama con una gran carrera potencial,
así que no podía seguirme aquí. Se suponía que me quedaría el tiempo suficiente para conseguir
que los niños atravesaran la secundaria, pero cuando el entrenador me ofreció una beca, Erik dijo
que debería ir por ella. Apesta el estar lejos por tanto tiempo, pero él vino la navidad pasada y yo
iré allá este año. Si las cosas se apagaran por aquí, incluso conseguiría pasar el siguiente verano
en Alemania —Nicky envió una mirada significativa hacia la pared donde Kevin estaba mirándolos.

Pasaron la siguiente hora y media enseñándole los ejercicios a Neil. Muchos de ellos Neil los
había hecho antes, pero hubo algunos que no reconocía, y le dieron la emoción de aprender algo
nuevo. Terminaron con una corta jugada, un delantero contra dos traseros y un gol abierto. Aarón
y Nicky no fueron por mucho los mejores jugadores defensa en la NCAA, pero fueron mucho mejor
que ninguno de los jugadores de la escuela con los que Neil solía jugar.

Aaron por fin los llamó a detenerse y Neil cogió el balón en un rebote. Cuando lo dejó caer den-
tro del cubo de balones, los otros empezaron a desatarse los cascos. Neil contuvo un destello de
decepción de que ellos hubieran terminado tan pronto, pero él no los presionaría a jugar por más
The foxhole Court — Nora Sakavic
tiempo; Nicky ya había dicho que ellos iban a pasar su descanso de verano jugando con él.

Nicky pasó la mejilla contra su hombro, tratando de limpiar el sudor fuera de su jersey. Él le son-
rió a Neil.

— ¿Qué tal?

—Fue divertido —dijo Neil—. Ustedes dos son muy, muy buenos.

Nicky sonrió, pero Aaron resopló.

—Kevin se mataría si escuchara eso.

—Kevin cree que somos un desperdicio de oxígeno —dijo Nicky con un encogimiento.

—Por lo menos no vas a arrastrarnos completamente —dijo Aaron—. Tomará la mayor parte de
la temporada para conseguir que estés en dónde te necesitamos, pero puedo ver porque Kevin te
agarró.

—Hablando de… —Nicky golpeó ligeramente su cabeza con el muro— Alguien está listo para
poner sus manos en ti.

Neil siguió el gesto y miró a través del muro a las bancas de los Zorros. Andrew había reapare-
cido y estaba yaciendo de espaldas en la banca de casa, jugando a atrapar un balón de repuesto.
En algún punto Kevin había conseguido su raqueta y estaba girándola mientras los miraba. Con la
mitad del partido y una pared de media pulgada gruesa de grosor entre ellos, Neil aún podía sentir
la mirada de Kevin como un peso físico.

—Teme por tu vida —dijo Nicky—. Él no es un tutor que perdone, y no sabe cómo ser amable.
Kevin puede molestar a cualquiera en un partido Exy, hasta e incluso al drogado Andrew. Bueno,
cualquiera excepto Renee, pero ella no es humana así que no cuenta.

Neil miró a Andrew de nuevo.

—Pensé que su medicina lo hacía imposible.

—El verano fue una experiencia de aprendizaje —Nicky apoyó su raqueta contra su hombro y
empezó a ir la puerta—. Desearía que lo hubieras visto. Andrew le habría arrancado la cabeza a
Kevin si Kevin no hubiera lanzado la raqueta de Andrew a través de media cancha. No puedo es-
perar a ver cómo puedes manejarlo.

—Fantástico —dijo Neil, agarrando el cubo de balones y siguiéndolos fuera de la cancha.

Andrew se sentó mientras que la puerta de la cancha se cerró detrás de ellos y le lanzo su balón
a Nicky.

Había traído el whisky con él y lo dejo en suelo a sus pies. Lo recogió y le quitó la tapa.

—Ya era hora —dijo—. Nicky, es tan aburrido esperarte.

—Terminamos —dijo Nicky, enganchando su casco sobre la punta de su raqueta y así poder
alcanzar el whisky—. Ya era hora de que detengas eso, ¿no crees? Abby va a golpearme hasta la
inconciencia si se da cuenta que has estado bebiendo.

—Ese no es mi problema —dijo Andrew con una brillante sonrisa.

Nicky miro a Aaron por ayuda, pero Aaron siguió adelante al vestuario. Nicky parodió que su
cerebro explotaba y lo siguió. Neil pretendía ir después de ellos, pero él había cometido el error de
The foxhole Court — Nora Sakavic
mirar a Kevin. Una vez que se encontró con los ojos de Kevin, fue difícil apartarlos de nuevo.

La expresión de Kevin era indescifrable. Lo que sea que fuera, no lucía particularmente feliz.

—Esta va a ser una larga temporada.

—También dijiste que no jugarías conmigo, pero aquí estas.

Neil no respondió esa acusación. Kevin fue directo su cara y enredó sus dedos a través de las
redes de la raqueta de Neil. Cuando empezó a tirarlo, Neil lo sujetó más fuerte, negándose silen-
ciosamente a soltarla. Kevin probablemente podría habérsela arrancado si hubiera tratado un poco
más fuerte, pero parecía contento con sólo aferrarse.

—Si no jugarás conmigo, jugarás para mí —dijo Kevin—. Nunca vas a hacerlo por tu cuenta, así
que dame tu juego a mí.

— ¿Dónde es “ahí”? —Preguntó Neil.

—Sí no puedes imaginarte eso, no hay cómo ayudarte —dijo Kevin.

Neil le devolvió la mirada en silencio, bastante seguro que “ahí” no se aplicaba a nadie como él.
Kevin tuvo que haber visto la mirada de impresión en su cara porque fue hacia Neil y cubrió sus
ojos con su mano libre.

—Olvida el estadio —dijo Kevin—. Olvida a los Zorros y tu equipo bueno para nada y tu familia.
Velo de la única manera que importa, donde Exy es el único camino a tomar. ¿Qué es lo que ves?

Imaginando la vida en términos tan simples era tan ridículo que Neil casi se reía. Mantuvo la vi-
ciosa mueca en su cara por pura fuerza de voluntad. Algo tuvo que haber mostrado, porque Kevin
le dio a su raqueta un fuerte tirón.

—Concéntrate.

Neil trató de imaginar el mundo como si Neil Josten fuera realmente todo lo que alguna vez había
sido y podría ser. Casi fue suficiente para hacerlo despreciar a la persona cuando él podía verlo en
tan fáciles términos, pero tragó ese disgusto y cambió su mirada mental hacia el Exy.

El juego había sido siempre suyo, ¿o lo había estado presionando hasta este punto? Exy fue el
único punto brillante en su destrozada infancia. Recordaba a su madre llevándole a los juegos de
la pequeña liga Exy, viajando por una hora fuera de Baltimore en donde nadie conocía a su padre
y los entrenadores lo dejarían jugar. La recordaba animándolo como si cada movimiento y palabra
no fuera escudriñada por guardias armados hasta los dientes. Las memorias eran fragmentos de
ensueño, distorsionados por la maldita realidad del trabajo de su padre, pero se aferraba a ello.
Esas eran las únicas veces en que había visto a su madre sonreír.

Neil no sabía por cuanto tiempo había jugado en el equipo de la pequeña liga, pero sus manos
recordaban el peso de una raqueta tan bien como el de una pistola.

El pensamiento era desalentador, mientras lo ponía de vuelta al punto de partida y el hecho de la


existencia de Neil Josten fuera momentánea. Era cruel incluso soñar que podría quedarse así, pero
Kevin había escapado, ¿verdad? De alguna manera él había dejado aquella maldita habitación
detrás en Edgar Allan y se convirtió en esto, y Neil quería lo mismo que incluso podía saborearlo.

—Tú —por lo menos dijo Neil. Kevin tiró de su raqueta de nuevo, y esta vez Neil lo dejó.

—Dime que puedo tener tu juego.


The foxhole Court — Nora Sakavic
No harían nada bueno, pero Neil no iba a meterse en eso.

—Tómalo.

—Neil entiende —dijo Kevin dejando caer sus manos y enviándole a Andrew una mirada mordaz.

— ¡Felicidades están a la orden, supongo! Dado que no tengo ninguna para dar, les diré a los
otros que respondan apropiadamente —Andrew se empujó a sus pies y engullo más whisky en el
camino— ¡Neil! Hola. Nos encontramos de nuevo.

—Nos vimos más temprano —dijo Neil—. Si este es otro truco, sólo déjalo.

Andrew sonrió contra la botella.

—No seas tan desconfiado. Me viste tomar mi medicina. Si no lo hubiera hecho, estaría desplo-
mado en algún lugar vomitando en la abstinencia. Tal como es, habría vomitado todo el fanatismo
alrededor.

—Está drogado —le dijo Kevin a Neil—. Me dice cuando está sobrio, así que siempre lo sé.
¿Cómo lo averiguaste?

—Son gemelos, pero no son iguales —Neil encogió un hombro—. Uno de ellos odia tu obsesión
con Exy mientras que al otro no podría impórtale menos.

Kevin miró a Andrew, pero Andrew sólo tenía ojos para Neil. Le tomó a Andrew un segundo el
procesar aquellas palabras antes de empezar a reírse.

— ¿Es comediante también? Un atleta, comediante y estudiante. Qué multi—talentoso. Qué


grandiosa adición para la línea de los Zorros. No puedo esperar para descubrir que más puede ha-
cer. ¿Tal vez podríamos lanzar un show de talento y descubrirlo? Pero hasta luego. Kevin, vamos.
Necesito comida.

Kevin le devolvió a Neil su raqueta y los tres se fueron a los vestuarios. Aaron y Nicky ya estaban
en las duchas cuando llegaron. Neil escuchó el agua corriendo y se sentó en un banco de la sala
de vestuario esperando.

—No te llevaremos a donde Abby así —dijo Kevin—. Lávate.

—No tomaré una ducha con el equipo —dijo Neil—. Esperaré, y si tú no quieres esperarme, sólo
continúa. Encontraré el camino desde aquí.

— ¿Será Nicky un problema para ti? —Preguntó Andrew.

A Neil no le gustó el aspecto de su sonrisa maniaca, pero le gusto menos la advertencia velada
de Andrew.

—No es acerca de Nicky. Es acerca de mi privacidad.

Kevin chasqueó los dedos a Neil.

—Supéralo. No puedes ser tímido si quieres ser una estrella.

Andrew se inclinó hacia Kevin y puso una mano en su boca, pero él no se molestó en bajar la
voz.

—Tiene que esconder sus heriditas, Kevin. Irrumpí en el cajón del entrenador y leí sus archivos.
¿Crees que moretones o cicatrices? Creo que cicatrices. No pueden ser moretones si sus padres
no están alrededor para golpearlo, ¿verdad?
The foxhole Court — Nora Sakavic
Neil sintió escalofríos.

— ¿Qué fue lo que dijiste?

—No me importa —le dijo Kevin a Andrew, ignorando a Neil.

Sucesivamente Andrew ignoró a Kevin e hizo un ademán a Neil.

—Aquí las duchas no son comunales. El entrenador las puso en el patio cuando construyó el es-
tadio. La junta no pagaría por ello —ellos no veían el punto— por lo que salió del bolsillo del propio
entrenador. Velo por ti mismo si no me crees. No me crees, ¿verdad? Sé que no lo haces. Tal vez
es lo mejor.

Neil apenas lo escuchaba.

— ¡No tenías derecho a leer mis archivos!

Él se arrepintió de no tirar la carpeta abierta cuando Wymack la puso junto a él en el estadio. No


podía creer que Hernández haya dicho esas cosas en sus cartas a Wymack. Sabía que Hernández
tenía que explicar su situación, o por lo menos tanto como Hernández comprendiera, para probar a
Neil que estaba en forma para firmar (sin ID) con los Zorros. Neil aún se sentía traicionado, y sobre
sus talones estaba la ira de que Andrew había desenterrado esos papeles sobre él.

Andrew se rio, sonando encantado de haber cruzado una línea tan personal.

—Relájate, relájate, relájate. Lo inventé todo. Nos quedamos encerrados en la oficina del entre-
nador de Arizona para ver el juego en el canal local, y dijo que nuestro encuentro secreto sería fácil
desde que siempre te bañas solo. Le dijo al entrenador que aún no podía encontrar a tus padres. El
entrenador le preguntó si tendría algún problema con ellos, y Arizona dijo que no sabía porque no
los había visto ni una vez. Dijo que ellos gastan mucho tiempo viajando a sus trabajos en Phoenix
y no tienen tiempo del todo para ver cómo estás. Pero estoy en lo cierto, ¿verdad?

Neil abrió su boca, entonces la cerró antes de darle a Andrew lo que pensaba. Andrew quería
que reaccionara, por lo que Neil tuvo que contenerse. Él tomó una lenta respiración a través de los
dientes apretados y contó hasta diez. Sólo lo hizo hasta cinco antes de que la sonrisa de Andrew
fuera demasiado.

Neil no podía creer a Andrew acerca de las duchas, pero era mejor investigar que quedarse ahí
y tomar un paseo con Andrew, se bajó del banco y se fue al baño. Los lavabos con los espejos de
alto techo conectaban la sección entre los escusados y las duchas, y las duchas estaban a la vuelta
de la esquina fuera de la vista. Se acercó a echar un vistazo. Andrew le estaba diciendo la verdad
por primera vez. Los muros estaban alineados con las paredes, suficientemente altos para permitir
una completa privacidad y equipados con puertas corredizas.

—Raro, ¿verdad? —le dijo Andrew a Neil al oído. Neil no había escuchado su aproximación por
el sonido de sus primos en las duchas. El arremeter era instintivo, pero Andrew detuvo el codazo
que habría estrellado en sus costillas. Andrew rio y retrocedió un par de pasos—. El entrenador
nunca lo explicó. Tal vez pensó que necesitaríamos afligir nuestras desastrosas perdidas en priva-
do. Sólo lo mejor para sus estrellas en ascenso, ¿verdad?

—No creo que Wymack reclute estrellas en ascenso —dijo Neil, empujando a Andrew por su
casillero.

—No —Estuvo de acuerdo Andrew—. Los Zorros nunca valdrán nada. Aunque dile eso a Dan, y
ella tapara tus oídos —tomó su whisky y se dirigió hacia la puerta—. Kevin, el carro.

Neil observó la puerta cerrarse detrás de ellos antes de recoger su ropa y dirigirse hacia las du-
The foxhole Court — Nora Sakavic
chas. Se bañó tan rápido como pudo e hizo muecas mientras se vestía. Las ventilas mantuvieron
el aire moviéndose, sacando la humedad para cortar el moho, pero la habitación todavía se sentía
pesada y húmeda. Neil se sentía pegajoso mientras se ponía la ropa. Pasó los dedos a través de su
cabello mientras se encontraba con los primos en la sala principal. Le mostraron en donde poner su
equipo, así podría secarse y su uniforme estar lavado. Aarón apagó las luces, Neil cerró la puerta y
se encontraron con los otro dos esperando en el carro.

Nicky tomó las llaves de Andrew y se las sacudió a Neil.

—Es tu primer día, así que tienes el asiento de copiloto. Disfrútalo mientras puedas. Kevin odia
sentarse en la parte de atrás.

—No tengo que sentarme adelante —dijo Neil, pero Kevin y los gemelos se estaban amontonan-
do en la parte trasera con Kevin en medio. Los sentaron de manera en que Andrew estaba sentado
detrás de Neil, así que Neil esperaba que el viaje fuera corto.

Abigail Winfield vivía en una casa de un piso alrededor de 5 minutos del campus. Nicky se es-
tacionó en la acera dado que ya había dos carros aparcados delante cuando llegaron. La puerta
delantera no estaba cerrada, así que entraron sin tocar, y fueron recibidos por el grueso aroma de
ajo y salsa de tomate caliente.

El entrenador Wymack y Abigail ya estaban en la cocina. Wymack estaba murmurando mientras


buscaba en el cajón de cubiertos y Abigail lo ignoraba por estar moviendo algo sobre la estufa. El
entrenador primero vio a los Zorros y señaló bruscamente con el dedo a Nicky.

—Hemmick, sal de aquí y haz algo bueno por una vez en tu roñosa vida. La mesa necesita ajus-
tes.

—Aww, entrenador —Nicky se quejó mientras se volvía hacia Abigail— ¿Por qué siempre me
toca a mí? Ya lo habías empezado, ¿no? ¿Por qué no lo terminas?

—Cállate y ponte a trabajar.

— ¿Qué no pueden comportarse ustedes dos cuando tenemos invitados? —Preguntó Abigail,
dejando a un lado su cuchara y llegando a saludarlos.

Wymack examinó al grupo con un gruñido.

—No veo a ningún invitado. Neil es un Zorro. No va a tener ningún trato especial sólo porque es
su primer día. No lo quiero pensando que este equipo es cualquier cosa, más que disfuncional, o
Junio será una grosera llamada a despertar.

— ¿David? Cállate y asegúrate que los vegetales no se están pasando de hervidos. Kevin, checa
el pan. Está en el horno. Nicky, la mesa. Aarón, ayúdalo. Andrew Joseph Minyard, será mejor que
no sea lo que creo que es —se estiró por el whisky, pero Andrew se echó a reír y se fue por el pasi-
llo. Abigail parecía que quería ir tras él, pero Neil ya estaba en su camino. Dio un ordenado paso a
un lado para dejarla pasar, pero ella se conformó con mandar una mirada asesina a Nicky.

— ¿Qué se supone que deba hacer? —Preguntó Nicky, evadiendo sus ojos mientras los tres se
alejaban a sus tareas— ¿Quitárselo? De ninguna manera.

Abigail lo ignoró para enfrentarse a Neil.

—Entonces eres Neil. Soy Abby. Soy enfermera del equipo y casera temporal. No te están aco-
sando mucho, ¿o sí?

—No te preocupes —gritó Andrew, fuera de vista—. De hecho tomará un tiempo quebrarlo, creo.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Dame hasta agosto, tal vez.

—Si te atreves a darnos una repetición del año pasado…

—Entonces Bee estará aquí para recoger las piezas —Andrew lo interrumpió, reapareciendo en
el umbral de la puerta junto a Neil. Él había perdido el whisky en el camino y extendió sus manos
vacías hacia ella en un gesto calmante—. Ella lo hizo tan bien con Matt, ¿verdad? Incluso aunque
Neil no sería ni un destello en su radar. Tú la invitaste, ¿no es cierto?

—La invité, pero ella no quiso. Pensó que haría las cosas torpes.

—Las cosas no son nada, pero son torpes cuando Andrew y Nicky están cerca —dijo el entre-
nador.

Incluso Andrew no trató de defender su honor, pero miró a Neil.

—Bee es psiquiatra. Solía trabajar en el sistema juvenil, pero ahora está aquí. Ella lidia con se-
rios casos en el campus: suicidas, psicópatas, esa clase de cosas. Eso la hace nuestra encargada
designada. La conocerás en agosto.

— ¿Tengo que? —Preguntó Neil.

—Es obligatorio una vez por semestre para los atletas —confirmó Abby—. El primer encuentro
es una entrevista casual así que la conoces y encuentras la manera de llegar de su oficina. La se-
gunda sesión es en primavera. Por supuesto, eres libre de visitarla en cualquier momento si quie-
res, y hablara más sobre tu horario mientras estés ahí. Los servicios de consejera están incluidos
en tu matricula, así que bien puedes hacer uso de ellos.

—Betsy es genial —dijo Nicky—. La amarás.

Neil lo dudaba, pero lo dejó a un lado por ahora.

—Comamos, ¿de acuerdo? —Preguntó Abby, haciéndole señas a Andrew y Neil para entrar al
cuarto.

Neil había perdido su apetito, pero se sentó en la mesa tan lejos como pudiera estar de los lu-
gares en donde Kevin y Andrew estuvieran. La conversación murió en el momento en el que se
sentaron y se sirvieron lo que querían, pero se reanudó mientras agarraban pedazos de humeante
lasaña. Neil trató lo mejor que pudo el estar fuera de ello, más interesado en ver la manera en que
ellos interactúan.

Para el momento en que la mesa se dividió, Kevin y Wymack empezaron a platicar acerca del
entrenamiento de primavera y el reclutar a otras escuelas y Nicky divirtiéndose en la otra mitad de
la mesa con chismes acerca de películas y celebridades que Neil no conocía. Andrew observó a
Kevin y Wymack, pero no había nada para contribuir a la conversación. En lugar de eso se sumió
en sí mismo y empujó la comida alrededor del palto.

Fue después de las diez cuando Wymack decidió que ya era tiempo de irse, y Neil se fue con él.
Estando a solas con él en el carro fue la cosa más difícil que había hecho en todo el día. Andrew
estaba loco, pero Neil tenía una arraigada desconfianza de los hombres suficientemente viejos
para ser su padre. Pasó todo el camino congelándose y en silencio en el lado del pasajero. Tal vez
Wymack notó la rigidez de sus hombros, porque no dijo nada hasta que hubieron regresado a su
departamento.

Cuando Wymack cerró y aseguró la puerta delantera detrás de ellos, le preguntó:

— ¿Ellos serán un problema?


The foxhole Court — Nora Sakavic
Neil sacudió su cabeza y discretamente puso más espacio entre ellos.

—Lo descubriré.

—Ellos no entienden de límites —dijo Wymack—. Si cruzan una línea y tú no consigues hacerlos
retroceder, vienes conmigo. ¿Entiendes? No tengo un perfecto control sobre Andrew, pero Kevin
nos debe su vida y puedo llegar a Andrew a través de él.

Neil asintió y bajó por el pasillo para coger su maleta del escritorio de Wymack. Había estado
encerrada todo el día, pero se recostó en el asiento para revisar sus cosas. En el segundo en que
sus manos se cerraron en la carpeta en el interior de su maleta, su corazón dio un vuelco imperati-
vo. Quería ir a través de ello y estar seguro de que todo estaba ahí, pero Wymack estaba mirándolo
desde el pasillo.

— ¿Tu plan es usar los mismos 6 atuendos una y otra vez este año? —Preguntó Wymack.

—Ocho —dijo Neil—. Y sí.

Wymack arqueó una ceja pero no presionó.

—El cuarto de lavado está en el sótano. El detergente está en el cajón del baño bajo el lavabo.
Usa lo que necesites, y toma lo que quieras de la cocina. Me voy a cabrear más si actúas como un
gato callejero que si lo único que haces es comer el último tazón de cereal.

—Sí, entrenador.

—Tengo papeleo que hacer. ¿Todo bien?

—Puede que vaya a correr —dijo Neil.

Wymack asintió y se fue. Neil colocó sus pantalones de correr a un lado


y cogió sus pantalones de dormir y su camisa bajo el sofá para más tarde.
Él se cambió en el cuarto de baño y fue alrededor de Wymack para cerrar su maleta otra vez.

Wymack ni siquiera levantó la vista de los papeles que estaba viendo, aunque gruñó lo que pudo
haber sido un adiós cuando Neil se fue otra vez. Neil cerró la puerta detrás de él, cogió las llaves
del fondo de su bolsillo, y tomó las escaleras hacia el primer nivel.

No sabía dónde estaba ni a donde iba, pero todo estaba bien.


Si daba a los pies una dirección, lo llevaban pasando por encima de todos sus pensamientos, y
estaría feliz de dejarlos.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 4

Traducido por Luisa


Corregido por Maffie

Neil pasó la mañana siguiente explorando el campus y memorizando su distribución. Cuando esta-
ba seguro de que conocía su camino, abandonó los terrenos de la escuela y se fue para una larga
carrera. Poco a poco regresó a su camino. Tenía una hora para estirarse y comer el almuerzo antes
de encontrarse con los otros en el estadio, y se aseguró de aparecer lo suficientemente temprano
para cambiarse en privado.

Cuando llegaron los otros, Neil los esperaba en la cancha. Observó cómo Kevin empujaba a An-
drew hacia la portería. Andrew estaba riendo de algo, pero Neil no podía oír lo que Kevin le estaba
diciendo. Aaron y Nicky dispersaron las bolas de la primera a la cuarta línea, y Nicky rodó un par
hacia Neil. Neil las separó en la media cancha a su alrededor.

Comenzaron con ejercicios, algunos de los cuales Neil había practicado ayer y otros pocos que
no sabía. Los ejercicios aumentaron gradualmente de dificultad y Neil hizo una pequeña mueca
mientras Andrew desviaba cada tiro que Neil lanzaba. Era sólo un poco reconfortante que ni Aaron
ni Nicky estuviera anotando, pero Kevin anotó casi un tercio de sus tiros. Era un mal espectáculo
de un ex campeón nacional, pero también era intensamente humilde ya que Kevin había crecido
jugando como zurdo. Viéndolo competir con Andrew que era diestro era suficiente; verlo marcar en
realidad todo era un sueño.

Kevin los expulsó de la cancha para hacer una pausa por agua después de una hora y media de
ejercicios, pero en lugar de seguir a los defensas y a Neil al vestuario, se quedó con Andrew para
seguir practicando. Neil los miró por encima del hombro.

—Lo vi primero —dijo Nicky.

—Pensé que tenías a Erik —dijo Neil.

—Lo hago, pero Kevin está en la Lista —dijo Nicky. Cuando Neil frunció el ceño, Nicky explicó—.
Es una lista de celebridades con las que podemos tener relaciones, Kevin es mi número tres.

Neil fingió entender y cambiar el tema.

— ¿Cómo puede alguien perder contra los Zorros con Andrew en su portería?

—Es bueno, ¿verdad? Pero Andrew se quedó fuera la mayor parte del año pasado —Nicky se
encogió de hombros—. El entrenador no necesitó un tercer portero cuando nos firmó, por lo que
Andrew calentó la banca hasta noviembre. Entonces el ERC amenazó con revocar nuestro estatus
de Clase I y provocó al entrenador si nosotros no empezamos a ganar más a menudo. El entrena-
The foxhole Court — Nora Sakavic
dor sobornó a Andrew para salvar nuestros traseros colectivos con un poco de alcohol realmente
agradable.

— ¿Sobornó? —Neil repitió.

—Andrew es Bueno —dijo Nicky de Nuevo—. Pero realmente no le importa si ganamos o perde-
mos. ¿Quieres que se preocupe? Tienes que darle incentivos.

—No puede jugar así y no importarle.

—Ahora suenas como Kevin, lo descubrirás de la manera más dura, igual que Kevin. Kevin le dio
a Andrew mucho dolor esta primavera —dijo Nicky mientras se abrían camino al vestuario. Aaron
se adelantó a la fuente de agua y Nicky se apoyó contra la pared para mirar a Neil—. Andrew se
fue de la cancha durante un mes entero y dijo que se rompería los dedos si el entrenador le hacía
jugar con Kevin de nuevo—. La idea de que Andrew destruyera su talento hizo que el corazón de
Neil se apretara.

—Pero ahora está jugando.

Nicky tomó un par de sorbos rápidos de la fuente tan pronto como Aaron salió del camino y se
pasó una mano por la boca.

—Así es Kevin. Kevin regresó a la cancha con una raqueta en la mano derecha y Andrew no
estaba muy lejos de él. Hasta entonces estaban luchando como perros y gatos. Ahora mira, ellos
están prácticamente dándose pulseras de amistad y yo no podría encajar una palanca entre ellos
si eso me salvara la vida.

— ¿Pero por qué? —Preguntó Neil— Andrew odia la obsesión de Kevin con Exy.

—El día en que empiecen a tener sentido para ti, avísame —dijo Nicky, moviéndose para que
Neil pudiera beber—. Dejé de tratar de solucionarlo todo hace semanas. Puedes preguntar, pero
ninguno de los dos responderá. Pero mientras tanto ¿me dejas darte un consejo? Deja de mirar
tanto a Kevin. Me estás haciendo temer por tu vida justo aquí.

— ¿A qué te refieres?

—Andrew es extremadamente territorial con él. Me dio un puñetazo la primera vez que dije que
me parecía que Kevin era demasiado desperdicio para ser hetero —Nicky le señaló su cara, pro-
bablemente donde Andrew lo había golpeado—. Así que sí, voy aplastar a objetivos más seguros
hasta que Andrew se aburre de él. A ti me refiero, desde que Matt ya está tomado y no me odio lo
suficiente para probar a Seth. Enhorabuena.

— ¿Puedes bajar un poco tu nivel de escalofriante? —Preguntó Aarón.

— ¿Qué? —Preguntó Nicky— Dijo que no batea a ningún lado, así que obviamente necesita un
empujón.

—No necesito un empujón —dijo Neil—. Estoy bien por mi cuenta.

—En serio, ¿cómo no te aburres de tu mano?

—Ya he terminado con esta conversación —dijo Neil—. Ésta y cada futura variación de ésta.
Mira, Nicky, no tengo problemas con tu sexualidad, pero estoy aquí para jugar. Todo lo que quiero
de cualquiera de ustedes es lo mejor que puedan darme en la cancha.

La puerta del estadio se abrió de golpe cuando Andrew apareció por fin. Los barrió con una mi-
rada como si estuviera sorprendido de verlos a todos allí.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Kevin quiere saber qué les lleva tanto tiempo. ¿Te perdiste?

—Nicky intenta violar a Neil —dijo Aaron—. Hay un par de fallas en su plan que necesita resolver
primero, pero él llegará allí tarde o temprano.

—Eres un idiota —dijo Nicky mientras se dirigía hacia la puerta.

—Vaya, Nicky —dijo Andrew—. Empiezas temprano.

— ¿Puedes culparme realmente?

Nicky volvió a mirar a Neil mientras lo decía. Solamente apartó los ojos de Andrew por un se-
gundo, pero eso fue suficiente para que Andrew se lanzara contra él. Andrew cogió la camiseta de
Nicky en una mano y lo lanzó contra la pared. Nicky gruñó ante el impacto, pero no hizo ningún
movimiento para empujarlo cuando Andrew se inclinó contra él. Neil miró de Nicky a Aaron, pero
Aaron parecía impasible y no sorprendido por la repentina violencia. Neil volteó a Andrew y esperó
a ver como manejaban esto.

—Oye, Nicky —dijo Andrew en un susurro alemán—. No le toques, ¿entiendes?

—Sabes que nunca le haría daño. Si él dice que sí...

—Dije que no.

—Jesús, eres codicioso —dijo Nicky—. Ya tienes a Kevin, ¿por qué…?

Se quedó en silencio, pero Neil tardó un momento en darse cuenta de por qué. Andrew tenía un
cuchillo corto presionado contra la camiseta de Nicky. De dónde lo había sacado, Neil no lo sabía,
pero se negó a pensar que Andrew podría llevar uno en la cancha bajo su uniforme. Tenía que ha-
ber reglas y regulaciones contra eso. Lo último que Neil quería era que Andrew apuñalara a alguien
en medio de un juego. Los Zorros serían suspendidos de la liga en un instante.

—Shh, Nicky, shh —dijo Andrew, como si estuviera calmando a un niño molesto.

— ¿Por qué la cara larga? Va a estar bien.

Neil no era ajeno a la violencia. Había oído todas las amenazas en el libro, pero nunca de un
hombre que sonreía tan brillante como Andrew. Apatía, ira, locura, aburrimiento; esos motivos Neil
conocía y entendía. Pero Andrew estaba sonriendo como si no tuviera un cuchillo que se deslizara
perfectamente entre las costillas de Nicky, y no era tampoco porque estaba bromeando. Neil sabía
a qué se refería Andrew. Si Nicky respirara mal ahora mismo, Andrew cortaría sus pulmones en
cintas, todas las consecuencias serían condenadas.

Neil se preguntaba si la medicina de Andrew le dejaría afligirse, o si se reiría en el funeral de


Nicky también. Entonces se preguntó si un sobrio Andrew actuaría de manera diferente. ¿Era la
psicosis de Andrew o su medicina? ¿Estaba volando demasiado alto para entender lo que estaba
haciendo, o su medicina sólo le daba una sonrisa a la violencia arraigada de Andrew?

Neil miró a Aaron, esperando que interfiriera. Aaron estaba tenso pero tranquilo mientras miraba
el cuchillo de Andrew. Neil le dio otro segundo, pero no podía esperar para siempre. No sabía lo que
finalmente sacaría a Andrew fuera de sí y no quería averiguarlo.

—Hey —dijo Neil mirando a Andrew—. Eso es suficiente.

—Tranquilo —Nicky dijo en inglés, apenas más fuerte que un soplo de aire—. Tranquilo, está
bien.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Oye —Neil dijo de nuevo, ignorándolo, pero no estaba seguro de qué decir. Cuestionar la cor-
dura de Andrew o llamarlo fanfarrón terminaría con Nicky en el hospital. No podía pretender aceptar
los avances de Nicky para tranquilizar a Andrew. Lo que Neil necesitaba era una distracción, algo
más importante para Andrew que Nicky. Eso dejaba sólo una cosa que Neil sabía. Una persona,
más bien.

— ¿Estamos jugando o qué? —Él dijo— Kevin está esperando.

Andrew miró a Neil como si eso no se le hubiera ocurrido.

—Oh, tienes razón, vamos o nunca escucharemos el final de eso.

Andrew soltó a Nicky y se alejó. Su cuchillo desapareció bajo su armadura antes de llegar a la
puerta. Aaron apretó el hombro de Nicky en su salida. Nicky parecía agitado mientras miraba a los
gemelos, pero cuando se dio cuenta de que Neil lo estaba observando, se recuperó con una sonrisa
que Neil no creyó en absoluto.

—Pensándolo mejor, no eres mi tipo después de todo —dijo Nicky cuando la puerta se cerró
detrás de sus primos— ¿Necesitas más agua antes de llegar a la cancha para la segunda ronda?

—Eso no está bien —dijo Neil señalando la puerta.

—No es nada —dijo Nicky.

Neil tomó su brazo cuando Nicky lo pasó y lo detuvo.

—No dejes que salga con cosas como esas.

Nicky lo consideró por un momento, su sonrisa se desvaneció en algo pequeño y cansado.

—Oh, Neil, vas a hacer que esto sea tan difícil para ti. Mira —dijo, tirando de él y volviendo a Neil
hacia la puerta— Andrew está un poco loco, tus líneas no son sus líneas, así que puedes resollar
cuando él camina a través de la tuya, pero nunca le hará entender lo que hizo mal. Además, nunca
le importarás. Así que mantente alejado de su camino.

—Él es así porque lo dejaste salirse con la suya —dijo Neil—. Estás poniéndonos a todos en
peligro.

—Eso fue mi culpa —Nicky abrió la puerta y esperó a que Neil lo precediera—. Dije algo que no
debía, y conseguí lo que me merecía.

Neil no estaba convencido, pero no podía exigir mejores explicaciones para una discusión que
había ocurrido en alemán, por lo que abrió el camino al interior de la cancha. Neil miró primero a
Andrew, que corría a la línea de media cancha, y luego a Kevin, que estaba de pie en el logo de la
pata de zorro en el centro de la cancha. Aaron estaba en la puerta esperando a Nicky y a Neil, y los
tres entraron juntos en la cancha.

Kevin apenas esperó a que se detuvieran a su lado antes de dividirlos con un movimiento de sus
dedos.

—Aaron está conmigo, Nicky y Andrew se llevan al niño, equipo de dos hombres en la pelea con
una portería vacía.

—No soy un niño —dijo Neil—. Sólo tienes un año más que yo —dos, en realidad, pero no iba a
decirles que había mentido sobre su cumpleaños y su edad.

Kevin lo ignoró, pero Nicky habló:


The foxhole Court — Nora Sakavic
— ¿No debería Andrew estar contigo y Aaron? entonces Neil puede practicar tiros sobre él.

Kevin pareció aburrido por la sugerencia.

—Si yo pensara que él podría llegar a la meta, lo habría establecido de esa manera.

—Las palabras de combate —respondió Nicky sonriendo a Neil—. Hagámoslo, chico.

Había sólo cinco, pero establecieron como si tuviesen dos equipos completos: Neil y Kevin se-
parados en la línea de media cancha, Nicky en el primer cuarto, y Aaron en cuarto distante. Andrew
actuó como dealer desde su lugar en la portería y golpeó la pelota hasta el final de la cancha. El
segundo Neil escuchó la grieta de la raqueta de Andrew, él comenzó a moverse, empujando hacia
arriba antes de que Aaron pudiera cerrarlo.

Kevin debió haber hecho lo mismo y empujado la cancha hacia Nicky, pero se quedó a media
cancha. Del mismo modo, Aaron dejó que el rebote pasara junto a él. Neil no se detuvo a pensar en
ello, pero sacó la pelota del aire. Sólo lo tuvo por dos segundos antes de que Kevin apareciera de
la nada. Kevin rompió sus raquetas con tanta fuerza que la pelota salió de un lado y la raqueta de
Neil voló al otro. Neil maldijo ese dolor agudo que le había apuñalado los brazos.

—Continúa contando —dijo Kevin antes de ir tras el balón.

Neil se apresuró a buscar su palo y se apresuró tras él, pero la ventaja de Kevin era demasiado.
Nicky trató de alejar a Kevin, pero Kevin lo fintó y anotó unos segundos más tarde. Andrew, que
debería haber estado cuidando su meta, estaba usando su raqueta de gran tamaño como sostén.
Miró por encima del hombro cuando las líneas de meta se iluminaron en rojo, pero no reaccionó de
otra manera.

—Podrías intentarlo por lo menos —dijo Kevin.

Andrew pensó en ello, y luego dijo:

—Podría, ¿o tal vez no? ¡Quizás la próxima vez!

Nicky tomó el balón y se lo tiró a Andrew, quien lo agarró con su guante de portero. Los cuatro se
pusieron en camino de nuevo, y Andrew los inició con otro cruel servicio. Esta vez Kevin corrió para
encontrarse con Nicky, dejando a Neil para superar a Aaron. Neil corrió por el balón y Aaron cayó
a su lado en su camino. Tan pronto como Neil estuvo lo suficientemente cerca como para tomar la
pelota, ese control de cuerpo fue un movimiento legal, Aaron se estrelló contra él con toda su fuer-
za. Neil tropezó, fuera de equilibrio, y tiró su raqueta al suelo para detenerse y no tropezar con sus
propios pies. Aaron cogió el balón y lo tiró directamente sobre su cabeza a Kevin. Andrew observó
cómo Kevin anotó de nuevo.

— ¿Qué está haciendo Andrew? —Preguntó Neil.

—Nada —dijo Aaron, tan simple como era obvio, y se prepararon para otro servicio.

A los veinte minutos, Kevin miró a Neil dentro de la pared y lo clavó allí con una mano enguanta-
da en su pecho lo suficiente para exigir:

— ¿Siquiera lo estás intentando?

Neil lo empujó, pero Kevin ya se iba, para agarrar la pelota y anotar de nuevo.

La cancha parecía mucho más grande cuando sólo tenía un compañero de equipo en el que
confiar, y las reglas que sólo les permitían llevar una pelota por diez pasos hacían que dependieran
mucho de las paredes de la cancha. Neil no estaba acostumbrado a jugar así. No le gustaba y su
The foxhole Court — Nora Sakavic
falta de familiaridad con este estilo sólo se lo hacía más fácil a Aaron y Kevin que dominaban com-
pletamente la cancha.

Cada set obligaba a Neil a esforzarse más e ir más rápido, pero éste no era Millport. Su expe-
riencia de infancia y su velocidad no eran suficientes cuando se enfrentaba a atletas de este calibre.
Neil estaba frustrado, luego asombrado, luego frustrado de nuevo cuando la línea de ataque cargo.
Marcó un par de veces durante el partido, pero sus goles se sentían inútiles cuando no tenía un
portero que lo contuviera.

Después de cuarenta minutos, Kevin los llamó a una parada brusca y barrió su raqueta en las
líneas traseras.

—Fuera. Ambos salgan ahora mismo.

—Gracias a Dios —dijo Nicky, y corrió hacia la puerta.

Kevin esperó hasta que Aaron cerró la puerta tras ellos, luego agarró el rostro del casco de Neil
y lo arrastró hacia la meta de Andrew. Finalmente, Andrew se interesó por los procedimientos y se
puso de pie. Kevin lo dejó ir cuando Neil alcanzó la pata del zorro que marcaba la falta de línea.

—Bola —dijo, y Andrew la arrojó. Kevin lo empujó contra el pecho de Neil hasta que Neil lo
tomó—. Tú te quedas aquí y disparas contra Andrew hasta que esté cansado. Tal vez marcarás
una vez.

—Uh oh —dijo Andrew con una carcajada—. Esto no terminará bien.

Kevin se dio la vuelta y se fue, cerrando la puerta detrás de él cuando salía. Neil recogió el cubo
de bolas de la esquina norte donde lo habían almacenado durante su partido. Puso el cubo en el
primer cuarto y volvió a la línea de tiros libres para su primer tiro.

Andrew, que no había levantado tanto como un dedo para detener a Kevin de anotarle, no tenía
la misma consideración por Neil. Barrió su enorme raqueta alrededor en una larga oscilación y gol-
peó la pelota con tanta fuerza que Neil la oyó rebotar en la pared de la cancha, detrás de él. Neil
miró por encima de su hombro, luego tomó otra pelota del cubo y lo intentó de nuevo.

Neil perdió la noción del tiempo después de eso. Oscilaciones y minutos borrosos en una mezcla
agotadora. Siguió mucho después de que sus brazos empezaron a arder porque no sabía cómo
detenerse. Eventualmente, el dolor se desvaneció en favor de una fuerte sensación de entume-
cimiento. Sabía que Andrew debía estar cansado ya que Andrew tenía una raqueta tan pesada y
estaba golpeando cada pelota como si quisiera anotar un home run, pero Andrew ni siquiera bajó
la velocidad.

Sabía que había ido demasiado lejos cuando tomó un giro y perdió el control de su raqueta. An-
drew rió mientras chocaba contra el suelo y se deslizaba hacia la portería. Andrew golpeó la pelota
directamente atrás de Neil, y Neil no tenía una raqueta para defenderse. Él levantó los brazos para
bloquear su rostro instintivamente, pero sintió el fuerte impacto en sus antebrazos, incluso con las
protecciones de los brazos puestas. Retrocedió un paso bajo el impacto y le lanzó a Andrew una
mirada sucia.

—Vamos —dijo Andrew—. Tic tac. No te esperaré para siempre.

Neil sabía que era una mala idea, pero se fue a buscar su raqueta de todos modos. La tomó mal,
y cuando trató de levantarla lo suficiente para dar un golpe, su brazo derecho dio un fuerte espasmo
y perdió el agarre. Su bastón golpeó la cancha a sus pies.

—Oh no —dijo Andrew—. Creo que Neil está en problemas.


The foxhole Court — Nora Sakavic
Neil se agachó y buscó su raqueta. Sentía que sus músculos se desmoronaban dentro de él,
retorciéndose en bolas apretadas alrededor de su codo y muñeca, pero Neil envolvió sus dedos
alrededor del palo y lo recogió. Andrew puso su raqueta delante de él y apoyó sus brazos en la par-
te superior de ella, esperando y mirando como Neil intentaba estúpidamente otro tiro a la portería.
Neil sólo logró que su raqueta llegará a la altura de los hombros antes de que la soltara otra vez. La
pelota rodó sin hacer daño.

— ¿Puedes o no puedes? —Preguntó Andrew.

La derrota sabía agria mientras Neil se agachaba junto a su raqueta.

—He terminado.

Andrew dejó la portería para encontrarse con él, pero se detuvo con un pie en la raqueta de Neil.
Neil trató de jalarla debajo de él, pero no tenía la fuerza. Él era incluso menos afortunado en su
intento de empujar a Andrew, y eso dañó tanto su visión crujió negro.

—Baja de mi raqueta.

— ¿Bájame tú? —dijo Andrew, abriendo los brazos en invitación— Inténtalo de todos modos.

—No me tientes.

—Palabras tan fuertes de una criatura tan pequeña —dijo Andrew—. No eres muy brillante. Tí-
pico de un bufón.

—Hipócrita —dijo Neil.

Andrew le dio un pulgar hacia arriba y empujó a Neil. Neil trató de detenerse antes de que se
cayera, pero su mano no podía sostener su peso. Cayó de espaldas y ni siquiera intentó levantarse.
Estaba demasiado cansado para preocuparse más, así que se quedó allí y escuchó cuando Andrew
salió de la cancha. La puerta se cerró tras él. Neil rodó la cabeza hacia un lado y observó por las
paredes mientras ellos se iban.

Cuando estuvo seguro de que habían desaparecido, limpió cuidadosamente la cancha. Sus
brazos palpitaban mientras se quitaba el uniforme, y vestirse de nuevo era casi demasiado para
manejar.

—Maldita sea —susurró. Él había ido demasiado lejos hoy en su determinación de seguirles el
ritmo a sus compañeros de equipo. Si él no podía controlarse a sí mismo y dar un paso a la vez, no
había manera de que fuera capaz de jugar cuando Agosto por fin llegara.

Volvió corriendo al lugar de Wymack, manteniendo el paso más lento que de costumbre, y subió
las escaleras hasta el séptimo piso. La puerta del apartamento estaba desbloqueada y Wymack lo
esperaba en el pasillo con una lata de café en la mano.

—Kevin llamó antes para decir que tú no estarías en la cancha mañana y que debería entrete-
nerte con videos de los juegos pasados. Dijo que intentaste volarte los brazos contra Andrew. Dije
que no eras tan estúpido. ¿Cuál de nosotros tiene razón?

—Podría haberme dejado llevar —dijo Neil.

Wymack le lanzó el café. Neil la atrapó instintivamente, pero no pudo sostenerla. Cayó al suelo
a sus pies y la tapa voló derramando el líquido por todas partes. Wymack se dirigió hacia Neil con
un gruñido.

—Idiota.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Retirarse de un furioso adulto mayor era tan instintivo que Neil no se dio cuenta de que se había
encogido hasta que Wymack se congeló. El rostro de Wymack se puso casi peligrosamente blanco
y Neil bajó la mirada. Tenía cuidado de no apartar la vista de Wymack por completo. Necesitaba ver
cuando Wymack empezara a moverse de nuevo. Esperó a que Wymack dijera algo. Después de
un interminable y frágil silencio, se dio cuenta de que Wymack no podía hablar hasta que él lo hizo.

—Hoy fue mi error —dijo Neil en voz baja—. No pasará una segunda vez.

Wymack no respondió. Tampoco se acercó. Él apunto al suelo delante de él.

—Ven acá. No —dijo mientras Neil comenzaba a alcanzar el lío a sus pies—. Déjalo.

Neil pasó por encima y se paró frente a Wymack: dentro del brazo pero sólo apenas. Había per-
feccionado ese truco cuando era un niño. Podía mirar los brazos de alguien y juzgar la distancia
segura de ellos en un instante. Si tuvieran que moverse para golpearlo, él tenía bastante tiempo de
esquivar. De cualquier manera, no atraparía toda la fuerza intencionada de su golpe.

—Mírame —dijo Wymack—. Ahora mismo.

Neil arrastró su mirada fija arriba desde el pecho de Wymack hasta su rostro. La expresión de
Wymack estaba todavía demasiado en blanco para que Neil se sintiera seguro, pero sabía que era
mejor no apartar la vista de nuevo.

—Quiero que entiendas algo —dijo Wymack—. Yo soy un viejo ruidoso y malhumorado. Me gus-
ta gritar y tirar cosas, pero no tirar golpes a menos que algún mocoso sea lo bastante tonto como
para provocarme primero. Yo nunca, nunca he golpeado a alguien sin provocación, y estoy seguro
que no voy a empezar contigo. ¿Me oyes?

Neil no le creyó, pero dijo:

—Sí, entrenador.

—Estoy hablando en serio —dijo Wymack—. No te atrevas a tenerme más miedo que a Andrew.

Neil podría haberle dicho que era la edad de Wymack lo que se le hacía un problema, pero no
creía que Wymack quisiera oírlo. No había solución a ese problema.

—Sí, entrenador.

Wymack señaló por encima del hombro y se apartó.

—Ya he comido, pero aún no he tirado las sobras. Me encargaré de esto. Cuídate.

Neil comió al sonido de la aspiradora. Wymack estaba en su oficina cuando Neil terminó, y Neil
se retiró temprano al sofá. Quería sacar su bolsa y pasar por su carpeta, pero no quería entrome-
terse en el espacio de Wymack, así que miró al techo hasta que finalmente se quedó dormido.

***

Le tomó a Neil dos semanas decidir que nunca cumpliría los estándares de Kevin. Llegó al punto
en que vio la mirada de Kevin de fría desaprobación cada vez que parpadeaba. La mitad del tiempo
Neil no sabía lo que estaba haciendo mal y la otra mitad no lo podía cambiar. Él registraba una milla
más rápida que cualquiera de ellos, pero eran mejores y más fuertes que él. Kevin sabía que Neil
The foxhole Court — Nora Sakavic
era inexperto, pero no perdonó a Neil por sus errores. Neil no quería compasión, pero sí quería que
lo entendieran. Cuando él cedió y le pidió a Nicky que le aconsejara cómo tratar con Kevin, Nicky
sólo sonrió y dijo:

—Te lo advertí.

No hizo nada para la ya crispada paciencia de Neil. Afortunadamente estar enojado consigo
mismo y odiar la versión condescendiente de Kevin de entrenar significaba que no tenía tiempo ni
energía para tener miedo. Dos semanas de jugar con el grupo disfuncional y Kevin todavía no dio
señales de reconocerlo. Todo lo que le preocupaba a Kevin era sobre lo tan corto que Neil caía
en su cancha, y hasta donde Neil podía decir, cada día era más corto y más corto. Dos semanas
después de la despreciativa despedida de Kevin y los comentarios groseros desaparecieron en la
determinación de Neil de tomarlo con calma. No le importaba si le volaba los brazos nuevamente si
eso significaba que Kevin dejaría de tomarla como si fuera un incompetente de preescolar.

Todo era para Exy, desde su carrera por la mañana hasta las horas que pasaba en el gimnasio
hasta las prácticas de la tarde, hasta la más larga carrera que tomaba en las tardes después de la
cena. Hizo circuitos alrededor del campus y subió y bajó las escaleras en el estadio. No importaba
lo que hiciera, era demasiado lento, y se iba a dormir con tanto dolor cada noche que apenas podía
moverse en la cama. Cuando su tercera semana comenzó, ni siquiera podía dormir porque estaba
demasiado ocupado analizando los errores del día.

Una noche dejó sus mantas con disgusto y salió del apartamento. Estaba oscuro, probable-
mente eran alrededor de las dos de la mañana, y era lo suficientemente fría que debería haberse
cambiado sus pantalones de la pijama. Se calentó rápidamente mientras se iba hacia el estado de
Palmetto. Había pocas lámparas alrededor del barrio de Wymack, pero cuando Neil llegó a Perime-
ter Road, la sinuosa calle que rodeaba el estadio de Palmetto, el camino estaba mejor iluminado.

Neil conocía el camino al estadio de memoria incluso en la oscuridad. Había un par de coches
en el estacionamiento, como de costumbre, y Neil pensó que vio la figura en movimiento de un
guardia de seguridad en el siguiente lote. Marcó el código para la entrada de los Zorros y abrió la
puerta, luego se detuvo con la mano a medio camino del interruptor de la luz. Las luces ya estaban
encendidas.

Se dio cuenta de que había pasado el coche de los primos. Estaba tan acostumbrado a verlo
aquí cuando se conocieron en las scrimmages que no pensó que estuviera fuera de lugar. Él frunció
el ceño por encima del hombro, preguntándose si Wymack lo había oído salir y llamó a los demás
para que lo checaran, luego cerró la puerta y corrió hacia el vestuario.

Comprobó cada habitación pero no encontró ninguna señal de que nadie estuviera allí. Se estiró
en el vestíbulo antes de empujar a través de la puerta trasera. Oyó el sonido de una pelota rebotan-
do en la pared, pero con el asiento del estadio levantándose a cada lado del vestíbulo de entrada
de los Foxes, no podía ver dónde estaban en la cancha los otros. Estaba casi en el interior de la
cancha antes de que finalmente viera a Kevin.

Kevin estaba solo en el primer cuarto con un cubo de pelotas, y estaba sistemáticamente lan-
zándolas en la pared. Neil observó en silencio, preguntándose qué tipo de ejercicio extraño estaba
haciendo. Kevin tomó una docena de disparos antes de que Neil se diera cuenta de que estaba
tratando de rebotarlas a todas al mismo lugar. Kevin estaba perfeccionando su mano derecha.

Ver cómo Kevin lo hacía en medio de la noche, feroz y despiadado, era casi lo suficiente como
para que Neil lo perdonara. Kevin era más exigente en sí mismo que de cualquier persona a su
alrededor. Estableció sus estándares increíblemente altos y los probó con todo lo que tenía, y no
entendía por qué otros no harían lo mismo.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Neil estaba observando a Kevin, pero no tardó mucho en darse cuenta de que alguien lo esta-
ba mirando. No tenía que buscar para saber quién era; la intensidad de la mirada del otro hombre
puso sus nervios al borde. No se volvió para ver dónde estaba Andrew, pero alzó la voz lo suficiente
como para que Andrew la oyera.

— ¿No quieres jugar con él?

—No —dijo Andrew, en algún sitio a la izquierda de Neil.

Neil esperó, pero Andrew no dio más detalles.

—Creo que se beneficiaría más si lo hicieras.

— ¿Y? —Neil se volvió lentamente, arrastrando su mirada a lo largo del banco vacío de la casa
a los asientos detrás de él.

Andrew estaba sentado en la primera escalera a unos diez escalones. Estaba inclinado hacia
adelante, con los brazos cruzados sobre las rodillas, mientras miraba a Neil abajo. La expresión en
blanco de su rostro era sorprendente. Habían pasado semanas desde que Neil lo vio sobrio y se
había acostumbrado a la manía drogada de Andrew. Neil casi lo acusó de violar su libertad condi-
cional otra vez antes de que recordara qué hora era. Andrew probablemente se había quitado las
drogas para dormir.

Más interesante que el comportamiento tranquilo de Andrew era la camiseta holgada y los pan-
talones de algodón que llevaba Andrew. Andrew llevaba las mangas largas que usó para recoger
a Neil desde el aeropuerto, y Neil sólo lo había visto con el uniforme desde entonces. Ahora, sin
el equipo abultado y los guantes en el camino, Neil pudo ver finalmente los accesorios de marca
de Andrew: bandas negras que cubrían sus brazos de sus muñecas a sus codos. Por lo que Neil
escuchó, eran una broma sarcástica destinada a ayudar a las personas a distinguir a los gemelos
de los demás. Por qué los tenía en medio de la noche, Neil no lo sabía.

No tenía que preguntar. Andrew sabía lo que estaba mirando. Introdujo dos dedos en la banda
en su brazo opuesto y deslizó libremente una hoja larga y delgada. El metal brillaba con las luces
de arriba mientras Andrew lo empujaba de nuevo bajo el paño oscuro unos segundos más tarde.

— ¿Es ese tu lento intento de suicidarte o realmente tienes fundas construidas dentro de esos?
—Preguntó Neil.

—Sí.

—Ese no es con el que intentaste cortar con Nicky. ¿Cuántos cuchillos llevas?

—Bastantes —dijo Andrew.

— ¿Qué sucede cuando un árbitro te captura con un arma en la cancha? —Preguntó Neil—.
Creo que es un poco más grave que una tarjeta roja, probablemente serían arrestados, e incluso
podrían suspender a todo nuestro equipo hasta que crean que pueden confiar en nosotros de nue-
vo.

—Yo estaría afligido para siempre —dijo Andrew sin mostrar ninguna expresión.

— ¿Por qué odias tanto este juego?

Andrew suspiró como si Neil fuera resueltamente estúpido—. No me importa el Exy lo suficiente
como para odiarlo. Es un poco menos aburrido que vivir, así que lo aguanto por ahora.

—No entiendo.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Ese no es mi problema.

— ¿No es divertido? —Preguntó Neil.

—Alguien más me preguntó lo mismo hace dos años. ¿Debería decirte lo que le dije? Dije que
no, algo tan inútil como este juego nunca puede ser divertido.

—Tan inútil —repitió Neil—. Pero tienes talento real.

—La adulación no es interesante y no te lleva a ninguna parte.

—Sólo estoy diciendo hechos, estás menospreciándote. Tú podrías ser alguien si lo intentas.

La sonrisa de Andrew era pequeña y fría.

—Tú se alguien, Kevin dice que serás todo un campeón. Cuatro años y serás profesional. Cinco
años y estarás en la cancha. Se lo prometió el entrenador. A la junta escolar. Discutió hasta que te
firmaron.

— ¿Él... qué? —Neil lo miró, la sangre corriendo en sus oídos mientras trataba de entender las
palabras de Andrew. Andrew tenía que estar mintiéndole; Kevin no podía haber dicho esas cosas
de él. Kevin apenas podía soportar estar en la misma cancha con él hasta donde Neil podía darse
cuenta. ¿De qué le servía a Andrew decir mentiras tan obvias? ¿Estaba tratando de irritar a Neil?

—Entonces Kevin finalmente consiguió que te firmaran y te golpeas en el suelo corriendo —dijo
Andrew—. Curioso que un hombre con tanto potencial, quien se divierte tanto, quien podría hacer
algo no quiera nada de eso. ¿Por qué es así?

Si Andrew decía la verdad, entonces Kevin les había mentido a todos ellos, y Neil sólo podía
pensar en una razón por la que fue tan lejos. Tal vez Kevin lo recordaba después de todo y esta-
ba diciendo lo que tenía que hacer para reclutar a Neil. Pero si eso era así, ¿cuánto sabía Kevin?
¿Cuánto comprendió o recordó de lo ocurrido hace ocho años? ¿Conocía el nombre de Neil? ¿Sa-
bía lo que significaba ese nombre?

—Estás mintiendo —dijo Neil por fin, porque necesitaba que eso fuera verdad—. Kevin me odia.

—O lo odias —dijo Andrew—. No puedo decidir, tus cabos sueltos no me suman.

—No soy un problema de matemáticas.

—Pero aun así te resolveré.

Neil se dio la vuelta sin decir nada. Kevin estaba recogiendo sus pelotas, terminado con la prác-
tica. Cuando Kevin se dirigió hacia la puerta, Andrew se movió detrás de Neil. Neil oyó ruido de tela
cuando Andrew se puso de pie, y los zapatos de Andrew golpearon ligeramente en las escaleras
mientras bajaba al interior de la cancha.

—Eres un enigma —dijo Andrew.

—Gracias.

—No, gracias a ti —dijo Andrew mientras pasaba junto a Neil sin mirar hacia atrás—. Necesito
un nuevo juguete para jugar.

—No soy un juguete.

—Supongo que lo veremos.


The foxhole Court — Nora Sakavic
Kevin se quitó el casco tan pronto como la puerta de la cancha se cerró detrás de él. Miró a través
de Andrew hasta Neil. Neil le devolvió la mirada, buscando la verdad en la cara de Kevin, buscando
alguna razón detrás de las grandes palabras de Andrew. Kevin no podía haber escuchado su con-
versación en la cancha, pero Neil todavía esperaba que llamara a Neil por su verdadero nombre.

En lugar de eso, Kevin dijo:

— ¿Por qué estás aquí?

—Quería practicar.

—Como si eso te ayudara.

Era grosero, pero era exactamente lo que Neil necesitaba oír. Andrew le había mentido. Neil
podía respirar un poco más fácil cuando observó cómo Kevin colocaba el cubo de bolas en el suelo
a sus pies. Kevin colocó su raqueta y su casco en el banco de su casa para sacarse sus guantes y
protectores de brazo. Andrew las tomó mientras Kevin se las quitaba, metiendo los guantes bajo el
brazo y pasando sus dedos por las correas de los protectores. Atrapó el casco de Kevin por la reja
de seguridad del frente y vio a Kevin recoger su raqueta de nuevo.

— ¿Andrew? —Preguntó Kevin.

—Listo —dijo Andrew, y se dirigió al vestuario.

Neil no los vio salir. Se sentó en el banco de la casa y miró a la cancha, escuchando la puerta
detrás de ellos. Se acercó y cogió una pelota del cubo, moviéndola una y otra vez en sus dedos.

—Cancha —susurró Neil, luego se sacudió violentamente.

Apretó la pelota hasta que le dolieron los dedos, retrocediendo mentalmente sus pasos hacia
atrás. Fue a Arizona, luego atravesó de Nevada a California. Recordó la playa de arena negra a lo
largo de la costa perdida de California, donde su madre finalmente renunció a la pelea. Ni siquiera
se había dado cuenta de que ella se había herido tanto después de haber encontrado a su padre
en Seattle. Había sangrado la mayor parte del camino a través de Oregon, pero no había pensado
que fuera serio. No sabía que estaba sangrando por dentro, un riñón y el hígado roto, los intestinos
heridos imposibles de arreglar.

Él no sabía en qué momento ella se dio cuenta, si ella hubiera sabido por Portland que algo es-
taba seriamente mal pero estaba demasiado asustada para detenerse o si no había visto su muerte
venir hasta que cruzaron la frontera de California y ella comenzó a perder la conciencia. Debería
haber ido a un hospital, pero los había rechazado por el traicionero camino hacia la costa perdida.
Se detuvieron a seis pies de la marea y ella le hizo repetir todas las promesas que le pudo sacar:
no mires hacia atrás, no desaceleras, y no confíes en nadie. Sé quién sea menos él mismo, y nunca
seas alguien por demasiado tiempo.

Cuando Neil comprendió que se estaba despidiendo, ya era demasiado tarde.

Ella murió con dificultad para respirar, jadeando con algo que podría haber sido palabras o di-
ciendo su nombre o miedo. Neil todavía podía sentir sus uñas clavadas en sus brazos mientras
luchaba por no marcharse, y el recuerdo lo dejaba temblando por todas partes. Su abdomen se
sentía como piedra cuando él la tocó, hinchada y dura. Trató de sacarla de su asiento una sola vez,
pero el sonido de su sangre seca arrancándose del vinilo como velcro lo mató.

En su lugar, quemó el automóvil, esparciendo toda la gasolina de emergencia que habían com-
prado a lo largo de los asientos para que la quemaran hasta el hueso. No había llorado cuando
las llamas encendieron, y no se había encogido cuando él sacó sus huesos para que se enfriaran.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Llenó su mochila con todo lo que quedaba de ella, la llevó dos millas por la playa y la enterró tan
profundamente como pudo. Cuando volvió a encontrar la autopista, estaba aturdido por el shock
y duró otro día antes de caer de rodillas en el borde de la carretera y vomitar. De alguna manera
había llegado a San Francisco, pero sólo se quedó un día antes de partir para Millport. Él tomó un
paso y una milla y un día a la vez porque cualquier otra cosa era demasiado para manejar en su
pena.

Neil miró la cancha frente a él y tragó una y dos veces, contra las náuseas que le subían por la
garganta. Por eso, el contrato de Wymack, las elevadas ambiciones de Kevin y al final las palabras
de Andrew no significaban nada. No importaba lo que le ofrecieran o lo prometieran. Neil no era
como ellos. No era nada ni nadie, y siempre lo sería. La cancha no era para personas como él.
Tomaría lo que pudiera aprender y lo disfrutaría mientras pudiera, pero este era un sueño del que
tendría que despertar con el tiempo. Querer algo más que eso haría más difícil el marcharse.

Dejó caer la pelota en el cubo y subió al vestuario. Después de asegurarse de que Kevin y An-
drew realmente se habían ido, se cambió el uniforme y se dirigió a la cancha para hacer los ejerci-
cios. Se desgastó, poniendo cada pensamiento que tenía en los movimientos que estaba haciendo
para que no pudiera pensar en los Zorros o la Corte o su pasado. Cuando terminó y había limpiado
todo, era después del amanecer. Estaba demasiado cansado para volver a Wymack y supo que
acabaría de volver cuando Wymack estuviera viendo las noticias de la mañana, así que se duchó,
se vistió y se durmió en uno de los sofás de los Zorros.

Se despertó alrededor del mediodía y regresó al apartamento. Sus llaves lo introdujeron en el


edificio, pero la puerta de Wymack estaba abierta de nuevo. Neil pensó en hablar de la laxa segu-
ridad con el entrenador y luego se olvidó de todo. Incluso con la puerta apenas un par de pulgadas
abierta podía oír las voces furiosas discutiendo. Puso un oído en la grieta y contuvo el aliento, es-
forzándose por distinguir las palabras.

— ¡Maldita sea, Kevin, dije que te sentaras!

— ¡No lo haré! —Kevin le devolvió el golpe. Si Wymack no hubiera dicho su nombre ya, Neil no
habría reconocido su voz. La voz de Kevin estaba retorcida de miedo y pánico— ¿Cómo pudiste
dejarlo hacer esto?

—No tengo nada que decir en esto y tú lo sabes.

Hubo un fuerte golpe mientras cuerpos golpeaban la pared, y Neil aprovechó la lucha para des-
lizarse dentro. Cerró la puerta lo más silenciosamente que pudo, pero su sigilo fue un esfuerzo
inútil. Sonaba como si Wymack y Kevin estuvieran derribando todo lo que Wymack poseía, y Neil
se estremeció ante el agudo sonido del vidrio que se rompía.

—Mírame —dijo Wymack—. Mírame, maldito seas, y respira.

—Le advertí a Andrew que iba a venir a por mí. ¡Le dije!

—No importa. Firmaste un contrato conmigo.

—Podría pagar mi beca en un instante, sabes que lo haría, te pagaría y me iría a casa y yo...
no puedo volver allí. No puedo, no puedo, yo no, yo... tengo que irme. Tengo que irme. Debo irme
antes de que él venga por mí. Quizá me perdone si regreso. Si le hago cazarme más de seguro me
matará.

—Cállate —dijo Wymack—. No vas a ninguna parte.

— ¡No puedo decirle a Riko que no!


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Entonces no digas una palabra —dijo Wymack—. Mantén la boca cerrada y deja que yo y An-
drew hablemos. Sí, Andrew. No me digas que te olvidaste de ese psicópata... Tengo el número de
Betsy en la marcación rápida... ¿Quieres que te lleve a su oficina para que tú puedas hablar con él?
¿Quieres decirle que estás pensando en volver?

Siguió el silencio. Neil esperó, conteniendo la respiración, hasta que Wymack volvió a hablar.
Esta vez estaba más tranquilo, pero la preocupación hizo que su voz fuera más áspera que recon-
fortante.

—No voy a dejar que vuelvas allá —dijo Wymack—. Nada dice que tengo que hacerlo. Tu contra-
to dice que me perteneces. Él puede enviarnos todo el dinero que quiera, pero tienes que firmarlo
antes y no lo vas a hacer. Déjanos a Andrew y mí el preocupamos por la mierda de Riko. Tú preocú-
pate por hacer tu juego y equipo donde ellos necesiten estar. Me prometiste que podrías hacernos
superar el cuarto partido este año.

—Eso fue antes —dijo Kevin, abatido—. Esto es ahora.

—El ERC nos está dando hasta el mes de junio antes de que anuncien la noticia, vieron cuántos
problemas de seguridad tuvimos en tu transferencia, así que esperan a que todos estén aquí donde
pueda vigilarlos. Te lo dije porque necesitas saberlo, pero necesito que lo mantengas en secreto de
Andrew hasta entonces, dime que puedes ver a Andrew hoy y que no te volverás completamente
loco.

—Andrew se lo supondrá. No es estúpido.

—Entonces tienes que ser el mejor mentiroso —dijo Wymack con voz dura—. El ERC está
buscando una razón para separarlo de nosotros, y sabes que no le regresarán. Entonces ¿dónde
estarás?

Se quedaron en silencio durante tanto tiempo que Neil pensó que habían terminados. Finalmen-
te, Kevin dijo:

—Dame tu teléfono.

—Si crees que voy a dejar que uses mi teléfono para llamarle, tú...

—Jean —lo cortó Kevin—. Tengo que llamar a Jean, tengo que oírlo decirlo.

Aparentemente, ese era un compromiso aceptable, porque Wymack dejó de discutir. Neil miró
por encima del hombro, preguntándose si debía hacer un respiro por ello. No sabía lo que estaba
pasando, pero tenía que ser horrible si había traído a Kevin tan lejos de su posición condescen-
diente. Estaba debatiendo lo silenciosamente que podía salir de la puerta cuando Kevin habló. El
sombrío tono de Kevin hizo que Neil se quedara corto, mientras Kevin hablaba en francés.

—Dime que no es verdad —dijo Kevin—. Dime que no lo hizo.

Neil no pudo oír la respuesta, pero la fuerte palmada con la que el teléfono se cerró de nuevo le
dijo que no era lo que Kevin quería. El sofá chirrió bajo el peso de alguien y Neil se imaginó a Kevin
hundiéndose en el cojín con desesperación.

—Espera aquí —Wymack dijo, y unos pocos segundos después él estaba parado en el pasillo.
Él iba a empezar cuando sorprendió a Neil al final del pasillo pero no dijo nada. Neil observó mien-
tras él desaparecía en la cocina. Reconoció el sonido del gabinete de licor de Wymack ahora, el
chasquido de la cerradura y el tintineo suave de las puertas de cristal. Wymack regresó sosteniendo
vodka y lo dejó para Kevin.

—Bebe —dijo desde fuera de su vista—. Vuelvo enseguida.


The foxhole Court — Nora Sakavic
Wymack regresó al pasillo. Neil señaló por encima del hombro a la puerta en una pregunta. Wy-
mack siguió a Neil fuera de su apartamento y cerró la puerta detrás de él. Neil miró hacia el pasillo
para buscar a los mirones, pero las otras puertas estaban cerradas.

—No iba a contárselo a nadie hasta junio —dijo Wymack— ¿Cuánto has oído?

—Kevin está sufriendo un colapso nervioso —dijo Neil—. No sé por qué.

—Edgar Allan presentó una solicitud de transferencia con el ERC y fue aprobada esta mañana.
Son parte del distrito suroriental a partir del 1 de junio.

Tomó un minuto para que las palabras de Wymack tuvieran sentido. Cuando chasqueó, el es-
tómago de Neil tocó fondo. Había sido bastante difícil enfrentar a Kevin en Arizona. ¿Cómo podría
Neil correr el riesgo de encontrarse con Riko también? Sólo porque Kevin no recordaba a Neil no
significaba que Riko tampoco lo haría. Neil no quería encontrar el camino difícil si Riko tenía la me-
jor memoria de los dos.

—Eso es imposible —dijo Neil.

—Realmente no, ellos son el único equipo de NCAA Exy en Virginia Occidental, así que fue tan
fácil como un voto y un par de firmas.

—Eso es imposible —dijo nuevamente Neil—. No pueden jugar los Ravens, ¿Qué comisión
cuerda enfrenta a los mejores y peores equipos el uno contra el otro?

—Uno que sabe que hay mucho que ganar con él —dijo Wymack—. La transferencia de Kevin
creó una gran cantidad de reacción, pero también generó un gran interés en Exy. El ERC quiere
seguir a través de la conclusión natural: reunir a Kevin y Riko en la cancha, pero esta vez como
rivales por primera vez. No importa quién gane, ellos saben qué es publicidad y financiamiento lo
que pueden anotar con ese movimiento.

—No puedo jugar contra Riko —dijo Neil—. No estoy listo.

—Riko no es tu problema —dijo Wymack—. Déjaselo a Matt. Tu problema es darles vueltas a


sus defensas y al portero.

— ¿No puedes protestar? —Dijo Neil— Nos están preparando para un partido que todos saben
que no podemos ganar.

—Podría hacerlo, pero no servirá de nada—, dijo Wymack—. El ERC no hace cambios, espe-
cialmente cuando se trata de despreciar a un Moriyama. Hay algo que debes saber sobre los Mo-
riyama, pero no quería tener esta conversación contigo, quería que te acoplaras un poco más, o
al menos esperaba que pudieras conocer mejor al equipo antes de dejarte caer esto. Ahora que el
ERC está forzando mi mano, no tengo muchas opciones.

—Lo que voy a decir es un secreto a voces, es decir, lo sabemos —dijo agitando un dedo en un
círculo, probablemente refiriéndose a los Zorros—, pero nadie fuera de nuestro equipo lo hace. No
importa qué, entiendes... La gente podría herir si esto sale, la gente podría morir.

Neil se agachó por encima del hombro hacia las puertas del apartamento.

— ¿Qué hay sobre ellos?

—Soy el único en este piso —dijo Wymack—. Ellos construyeron este complejo en el mismo mo-
mento en que comenzamos la construcción en el Foxhole Court. Pensamos que nuestro equipo se-
ría algo y la gente querría vivir en la zona para estar cerca del estadio para los juegos. Entonces no
lo pudimos cumplir, así los apartamentos no están llenos. Los pisos inferiores están bastante llenos,
The foxhole Court — Nora Sakavic
y los pisos intermedios se alquilan durante la temporada de fútbol, pero los dos pisos superiores
están bastante vacíos. Y no, no se puede entrar en ninguno de ellos, así que ni siquiera lo pienses.

Neil dejó esa acusación sin comentarios.

—Estás evadiendo, entrenador.

Wymack cruzó los brazos sobre el pecho y miró a Neil.

— ¿Sabes por qué Kevin llegó a Palmetto State?

—Se rompió la mano —dijo Neil—. No podía jugar, así que se trasladó aquí como entrenador
asistente, supuse que estaba siguiendo a Andrew.

—Lo traje aquí —dijo Wymack—. Él se presentó en mi habitación de hotel en el banquete de


invierno con su mano un lío ensangrentado. No quería que notificara a los Ravens o que lo llevara
a un hospital, por lo que Abby lo vendó lo mejor que pudo y lo puse en el Autobús de regreso a
Carolina del Sur con nosotros.

—Eso no tiene sentido —dijo Neil— ¿Cómo se fue de la estación de esquí a su hotel?

—No estaba en las montañas —dijo Wymack.

—Pero se rompió la mano en un accidente de esquí —dijo Neil.

—Mentiras —dijo Wymack—. No fue un accidente.

Neil lo miró sin comprender, y Wymack asintió brevemente antes de explicar.

—El ERC tuvo una reunión de fin de año unos días antes del banquete de invierno del distrito
suroriental. Los asesores de la NCAA hicieron que todos hablaran de Riko y Kevin. Tenían algunas
preocupaciones sobre la temporada, ellos estaban seguros de que Riko estaba sosteniendo a Ke-
vin, que Kevin se estaba vendiendo a sí mismo corto para no eclipsar a Riko en la cancha. Ellos
querían saber si era el trabajo del entrenador Moriyama. En respuesta Moriyama enfrentó a Riko y
Kevin uno contra el otro.

—Riko ganó —dijo Wymack—, pero estoy pensando que no lo hizo de manera justa. Si lo hubie-
ra hecho, tal vez las cosas hubieran resultado de manera diferente. Cuando el entrenador Moriya-
ma los despidió por la noche Riko le rompió la mano a Kevin.

Era como recibir si le hubieran perforado el intestino.

— ¿Qué?

Wymack arrastró su pulgar por el dorso de su mano, siguiendo el camino de la herida de Kevin.

—Kevin no habla de su tiempo en Evermore, pero podía decir que no era la primera vez que
Riko o Moriyama le ponían una mano encima, era la primera vez que Kevin era lo suficientemente
inteligente como para empacar sus maletas y marcharse. ¿Demasiado para la familia, eh?

—No creo en la familia.

—Yo tampoco.

Lo decía en serio. Neil finalmente entendió esa mirada que Wymack le envió en Millport, esa
comprensión perfecta que deshizo las defensas de Neil. Neil buscó en su rostro, buscando la histo-
ria detrás de ese agotamiento. Lo que rompió a Wymack sucedió hace tanto tiempo que ni siquiera
estaba aún amargado por ello, pero definitivamente estaba todavía agrietado si se derramó tanto
The foxhole Court — Nora Sakavic
tiempo en la Foxhole Court.

— ¿Por qué nadie más sabe lo que hizo Riko? —Preguntó Neil.

—Porque Riko es un Moriyama —dijo Wymack, cansado—. Aquí es donde comienza a ensuciar-
se.

Pensó durante un minuto, luego levantó los dedos índices.

—La familia Moriyama se rompe a la mitad: la familia principal y la familia de la rama, la principal
consiste en los hijos primogénitos y la rama es para todos los demás. El entrenador Moriyama Tet-
suji, cabeza de la familia de la rama y su hermano mayor Kengo encabeza la principal. Kengo tiene
dos hijos, Ichirou y Riko, porque Ichirou nació primero, se quedó con Kengo en la familia principal,
Riko nació en segundo lugar, por lo que Tetsuji se convirtió en su tutor legal y Riko se convirtió en
parte de la familia de la rama. ¿Me sigues?

—Creo que sí.

—Las familias están separadas—, dijo Wymack—. Kengo y la familia principal están en Nueva
York, donde Kengo es el CEO de una empresa de comercio internacional. Un día va a pasar el
negocio a Ichirou. Tetsuji y Riko obtienen una mordida de las ganancias, pero se consideran poco
importantes y no tienen nada que decir en las decisiones de negocios. Tetsuji tenía la libertad de
estudiar en Japón y desarrollar Exy. Mientras él no haga nada para dañar la reputación de la familia,
él es libre de hacer lo que le plazca, y lo que él le gusta es crear el equipo más terrible y poderoso
de la nación, todo esto es de conocimiento público.

Neil miró más allá de Wymack en la puerta, pensando en el escándalo de Kevin.

— ¿Y la verdad?

—El verdadero negocio familiar Moriyama es el asesinato.

Neil le lanzó una rápida mirada. Wymack levantó una mano para evitar cualquier pregunta, su
expresión sombría.

—Los Moriyama son un grupo inmigrado de yakuza, ¿sabes lo que son los yakuza? Son la mafia
japonesa El padre de Kengo trajo al grupo a América hace un par de décadas y se estableció en
el norte. No sé si todos ellos están envueltos en ello y no quiero saber. No sé cuánto sabe Kevin,
ya que él está unido a Riko y la familia de la rama, pero Kevin sabe que la familia principal usa los
juegos de Raven como una tapadera para grandes reuniones. Muchas personas entran y salen de
Edgar Allan que es una manera conveniente de traer a sus contactos lejanos. Tienen salones VIP
en los pisos superiores donde hacen tratos.

—Son una pandilla —Neil dijo lentamente.

Wymack asintió con la cabeza, observándolo atentamente y esperando a ver cómo lo tomaba
Neil. Neil apenas notó la atención. Estaba pensando en la última vez que había visto a Kevin y a
Riko juntos. Se acordó de pelear y discutir el juego de piernas con ellos. Su juego se detuvo abrup-
tamente cuando fueron llamados arriba. Si Neil cerraba los ojos ahora podía recordar todos los
detalles de la habitación a la que se dirigían, desde las ventanas tintadas del piso al techo hasta
la pesada mesa de conferencias que la dominaba. El suelo estaba alfombrado, pero alguien había
puesto una lona en la parte de arriba para coger toda la sangre.

Neil finalmente supo dónde había estado y por qué. Nunca había entendido cómo pasaban de
las prácticas de Exy al asesinato o por qué Kevin y Riko también estaban allí. Pero si los Moriyama
eran una pandilla, tenía sentido. El padre de Neil trabajó fuera de Baltimore y sostuvo los puertos
The foxhole Court — Nora Sakavic
del este con mano de hierro. La frontera occidental de su territorio habría terminado en Virginia Oc-
cidental. En ese sentido era el vecino de Tetsuji Moriyama, y eso lo habría llevado a la atención de
Kengo. El padre de Neil y el padre de Riko eran socios de negocios; por eso se le permitió a Neil
practicar en el estadio de Edgar Allan.

Wymack interpretó su largo silencio como miedo.

—Te estoy diciendo esto porque todos los demás aquí ya saben la historia de Kevin, pero no te
preocupes por la yakuza. Como he dicho, Kengo e Ichirou, en la mayor parte, se quedan en Nueva
York y no podía dar una mierda voladora por lo que Tetsuji y Riko hacen. La única manera que es
relevante para nosotros es explicar por qué Tetsuji y Riko son violentos y podridos. Tienen mucho
poder detrás de su nombre y una visión bastante retorcida de su lugar en el mundo. Y ellos pasan
a tener algo de ello.

—Kevin —dijo Neil.

—Había esperado que lo hubiesen tirado —dijo Wymack—. Todo el mundo dijo que Kevin nun-
ca jugaría de nuevo. Edgar Allan tuvo que liberar a Kevin de su contrato de la escuela debido a la
gravedad de sus lesiones y Tetsuji no discutió cuando tomé a Kevin como asistente de entrenador.
Pensé que estaban dispuestos a dejarlo. Pero Tetsuji no le quitó a Kevin por la bondad de su cora-
zón, sino que elevó a Kevin para convertirse en una estrella, y puso mucho tiempo y dinero en el
desarrollo de Kevin en la cancha. Cualquier beneficio que Kevin haga es legítimamente el de los
Moriyama.

—Pero Kevin está discapacitado.

—Todavía tiene un nombre —dijo Wymack.

La cabeza de Neil giraba mientras trataba de resolverlo todo.

— ¿Quiere que regrese Kevin?

—Si quisiera que Kevin se trasladara, simplemente lo diría —dijo Wymack.

—Kevin realmente no volvería —dijo Neil, incrédulo—. No después de lo que hizo Riko.

Wymack le dirigió una mirada de compasión.

—Tetsuji nunca adoptó formalmente a Kevin. ¿Sabes por qué? Moriyama no creen en los fo-
rasteros o iguales. Tetsuji tomó a Kevin y se hizo cargo de su entrenamiento, pero también dio a
Kevin a Riko, literalmente. Kevin no es humano para ellos. Es un proyecto, es una mascota, y tiene
el nombre de Riko en su correa. El hecho de que lograra escapar es un milagro. Si Tetsuji llamará
mañana y le dijera que regresara a casa, Kevin sabrá lo que Tetsuji le haría si se negara. Tendría
miedo de decir que no.

Neil pensó que estaría enfermo. No quería oír más de esto; ya había oído demasiado. Quería
correr hasta que todo empezara a tener sentido en su cabeza, o al menos hasta que el hielo saliera
de sus venas.

—Entonces, ¿por qué pasar por todos los problemas de cambiar los distritos?

—Los Moriyama están listos para cobrar su inversión —dijo Wymack—. Nadie espera honesta-
mente que Kevin regrese, pero firmó con nosotros para jugar, su arrogancia es inspiradora, y este
año sigue siendo una estrella. Si no puede mantenerse y actuar, los fans y críticos lo olvidarán.
Tetsuji piensa que se va a quemar, así que tiene que aprovechar el momento ahora.

—Nuestros equipos van a hacer una fortuna esta temporada. La gente va a estar persiguién-
The foxhole Court — Nora Sakavic
donos cada paso del camino y apostando en nuestros juegos. Habrá spots de TV y mercancías y
todo tipo de trucos publicitarios. Tetsuji está enfrentando a Riko y a Kevin el uno contra el otro sa-
biendo cómo va a terminar. Él pondrá todo en la mesa y dejará que sus Ravens nos destruyan en
la cancha. Barrerá las ganancias, establecerá a Riko como el jugador más grande para siempre, y
relegará a Kevin como jugador de apoyo.

Neil tragó saliva.

— ¿Qué si el entrenador Moriyama le dice que deje de jugar?

Wymack se quedó en silencio durante un minuto interminable y luego le dijo: —Kevin sólo tenía
la fuerza para irse porque Riko destruyó su mano. Eso fue finalmente demasiado para él. Por eso
me gustaría pensar que Kevin desafiaría a Tetsuji, pero es tan probable como verlo sin una raque-
ta, pero el día en que Kevin deje de jugar para siempre ese será el día que muera, no tiene nada
más, no fue criado para tener otra cosa. ¿Entiendes? No podemos perder con los Ravens este año.
Kevin no sobreviviría.

—No podemos ganarles a ellos —dijo Neil—. Somos el peor equipo de la nación.

—Entonces es hora de dejar de ser el peor —dijo Wymack—. Es hora de volar.

—Realmente no crees que podamos —dijo Neil.

—Si no pensabas que podías, ¿qué estás haciendo aquí? No habrías firmado el contrato si ya
te habías rendido contigo mismo —Wymack dio media vuelta—. Tengo que asegurarme de que
Kevin no se corte las muñecas, probablemente es mejor que no te vea ahora, puedo llamar a Abby
para que venga a buscarte si quieres salir con los demás, pero te necesito que mantengas esto
en secreto de sus compañeros de equipo hasta junio. Tengo tiempo para averiguar cómo vamos a
manejar esta temporada.

—No voy a decir nada —dijo Neil, dando un par de pasos atrás—. Y no te preocupes por mí, iré
a correr o algo así.

—Kevin debería estar fuera de aquí a las cuatro —dijo Wymack—. Es cuando Andrew ha termi-
nado con Betsy, así que Nicky lo recogerá en su camino a su oficina.

Neil asintió y se marchó, bajando las escaleras.

Neil pensó que sería horrible si Kevin recordaba al muchacho con el padre asesino, pero esto era
peor. Era Kevin quizás recordando a ese chico cuando Kevin pertenecía a una familia igualmente
horrible. Neil no recordaba a los Moriyama, pero definitivamente lo recordarían si hubieran hecho
negocios con su padre. El Carnicero de Baltimore no era un hombre fácil de olvidar.

Tampoco su esposa, que había robado cinco millones de dólares la noche que huyó con el único
hijo del Carnicero. El Carnicero movió a su gente de adentro hacia afuera durante años cazándolos.
Todos sus contactos habrían oído hablar de él.

En algún lugar el ERC estaba re-trabajando y finalizando un programa que puso a los Moriyama
en el futuro cercano de Neil. Neil se retiraría antes de ese partido. No tenía elección. Jugaba hasta
su juego contra los Ravens y luego huiría. Si tuviera suerte, el partido vendría al final de la tempo-
rada de otoño así el no pondría en peligro la línea de strike demasiado libre.

Era estúpido y suicida quedarse hasta ese punto. Neil sabía que debía irse ahora, antes de que
conociera a sus compañeros de equipo o que el ERC publicara su nombre o que alguna vez pisara
una cancha con Kevin Day a su lado. Parecía un riesgo aceptable antes, ya que ninguna de las
personas de su padre se dedicaba a deportes. La posibilidad de que uno de ellos lo viera en la
The foxhole Court — Nora Sakavic
televisión durante un partido era insignificante, siempre y cuando Kevin no lo descubriera y lo en-
tregara. Ahora que sabía quiénes eran los Moriyama y sabía que lo estarían observando, no tenía
ningún sentido quedarse.

Neil había crecido preguntándose por qué Kevin y Riko estaban en esa habitación hace ocho
años y cómo lo superarían. Se había preguntado por qué su suerte y sus circunstancias eran tan
diferentes que podían convertirse en estrellas internacionales, mientras que la vida de Neil se dis-
paraba tan rápidamente fuera de control. Él los había odiado y adorado toda su vida, celoso de sus
éxitos y desesperado por ellos para sobresalir. Ahora parecía que había estado equivocado todo el
tiempo; Kevin tampoco se había escapado.

No importa lo que hicieran en quienes se convirtieran, tal vez nunca escaparían.

Neil empujó la puerta de la escalera de manera tan fuerte que golpeó contra la pared y corrió an-
tes de que estuviera a medio camino a través del vestíbulo. Llegó a toda velocidad antes de llegar
a la calle, yendo tan rápido que estuvo a punto de caer, pero no pudo huir de sus pensamientos.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 5

Traducido por Clara


Corregido por Maffie

Los Zorros tenían programado comenzar las prácticas hasta el lunes 10 de Junio, pero debían
mudarse al campus el día anterior para instalarse en la residencia de los atletas con antelación.
Neil encontró sus horarios de llegada aproximados en una lista que colgaba del refrigerador de Wy-
mack. El primero de ellos no tenía previsto llegar antes de las dos de la tarde y el último no llegaría
hasta las cinco. Una vez que todos estuvieran aquí, Kevin tendría un equipo entero al que gritarle
y dejaría a Neil en paz.

Kevin logró mantener la calma en frente de Andrew. Neil se lo atribuyó a los años de sonreír a
la prensa y fingir que las cosas estaban bien cuando en realidad estaba viviendo con unos mar-
ginados gánsteres abusivos. Sin embargo, ese estrés necesitaba salir, y Neil era el objetivo más
conveniente. Las dos semanas que pasaron desde las votaciones del CRE y el comienzo oficial
de las prácticas de verano fueron tan difíciles de tolerar que Neil casi aprendió a odiar tanto al Exy
como a Kevin. Había pasado de ser imposible satisfacer a Kevin, a ser completamente horrible es-
tar cerca de él. La mayoría del tiempo los primos dejaban que Kevin hiciera con Neil lo que quisiera
y pretendían que no había nada de malo con ello.

Neil era mucho mejor en comenzar peleas que en ganarlas, pero valdría la pena perder si tenía
la oportunidad de plantarle un puñetazo en la cara a Kevin al menos una vez. Provocar una pelea
sería demasiado desconcertante considerando la personalidad del “Neil” con la que se presentaba.
Tanto como le molestaba que pensaran de él como un simplón, no le quedaba otra opción, No podía
permitir que Kevin o Andrew vieran quién era en realidad. Así que apretaba los dientes y hacía su
mayor esfuerzo por comportarse.

Ahora sólo tendría que sobrevivir un par de horas más. Él y su bolso de lona tomaron un paseo
con Wymack hasta el estadio, donde el entrenador retiró un paquete con las llaves de los dormito-
rios del equipo. Neil tomó la suya y el papeleo que detallaba el comportamiento apropiado dentro de
la residencia. Él hojeó los documentos antes de firmar todas las líneas punteadas. Wymack le inter-
cambió los papeles por el catálogo escolar. Neil se había perdido la ventana anticipada que tenían
los atletas para registrarse, como consecuencia de haberse anotado tan tarde, por lo que tendría
que registrarse junto al resto de los de primer año en agosto. No tenía ningún apuro tampoco; Neil
aún no sabía qué se suponía que tenía que elegir como su carrera. Llevó el catálogo hasta la sala
de estar de los Zorros y se acurrucó en una de las sillas para revisarlo. Sabía que debería elegir
una al azar y ya, teniendo en cuenta que ni siquiera duraría un semestre aquí, pero le pareció inte-
resante ver todas las opciones que tenía Palmetto. Por un momento entretuvo la idea de estudiar
algo extravagante, pero él era demasiado pragmático para comprometerse a algo así. Si de verdad
quería algo útil, sólo tenía una única opción.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Los lenguajes extranjeros eran la llave de la libertad sin la cual no podría vivir. Neil hablaba flui-
damente en alemán. Era suficientemente bueno en francés, gracias a los ocho meses que pasó
en Francia y otros diez meses en Montreal. Su nivel de estaba bajando debido al desuso, aunque
continuaba mirando y leyendo noticias extranjeras por internet para no perderlos por completo. Neil
podría pedirle a los primos que le ayudaran con alemán, pero no quería que se enteraran que en-
tendía sus conversaciones privadas. Neil no estaba seguro de cuánto francés sabía Kevin, pero no
quería tener que pasar más tiempo con él del necesario.

Neil leyó detenidamente la sección de lenguajes modernos, considerando. Había cinco lenguajes
disponibles como especializaciones y otros tres que podía hacer como asignaturas secundarias. Lo
más inteligente era elegir español. Neil nunca había sido tan bueno en Español y ya había perdido
lo poco que sabía hace rato, ya que fue siendo reemplazado con el Alemán y el Francés que apren-
dió después. Si pudiera retomarlo, se le abrirían un mundo de posibilidades en el hemisferio sur.

Perdió una hora revisando la lista de cursos requeridos, buscando los horarios de las clases y
armando un cronograma ideal. Tan pronto como pensaba que se había decidido por un par de cla-
ses se daba cuenta que había un conflicto en los horarios, por lo que tenía que cambiar de opinión
y volver a empezar. El problema era todo el tiempo libre que Neil tenía que dejar para las prácticas.
Cuando el año escolar comenzase, los Zorros se encontrarían por dos horas en la mañana y cinco
a la tarde. Neil además tenía que hacer tiempo para las cinco horas semanales obligatorias de tuto-
ría que Palmetto esperaba de todos sus atletas. Tuvo que hacer seis borradores antes de encontrar
un cronograma que funcionara.

Miró la hora, vio que todavía le quedaba media hora para matar y consideró correr unas vueltas.
Justo se había puesto de pie cuando Abby entró.

Neil había visto a Abby un par de veces este verano, generalmente cuando Wymack se sentía
demasiado flojo para cocinar y quería que Abby lo hiciera por él. Neil nunca buscó su compañía por
voluntad propia, ya que verla significaba ver al grupo de Andrew. Cómo ella hacía para aguantarlos
bajo su propio techo, Neil no tenía ni idea.

—Hey Neil —dijo Abby—. Llegaste un poco temprano para la reunión.

—El entrenador no me deja entrar en la Torre de los Zorros hasta que Matt llegue.

Ella miró su reloj.

—Estará aquí antes que te des cuenta. Ya que tienes tiempo de sobra, podríamos aprovechar
para que te quites de encima el físico.

— ¿Físico?

—Sólo es un chequeo general: peso, altura, todo lo bueno. Tenemos que hacerlo hoy en vez de
mañana porque hay extracciones de sangre involucradas. Y no puedo dejarte ir a la cancha hasta
que duermas para que se te pase. ¿Cuándo fue la última vez que viste a un doctor?

—Hace mucho tiempo.

— ¿No te gustan los doctores?

—A ellos no les agrado. ¿Es necesario?

—No vas a poder jugar hasta que yo te autorice, así que sí —dijo Abby, mientras destrababa el
cerrojo de la sala médica y abría la puerta. Ella encendió la luz al entrar, aparentemente sin darse
cuenta que Neil no se había movido. Le llevó unos minutos antes de volver a buscarlo.

—Si puede ser hoy, mejor. Tengo que revisarlos a todos ustedes y son un montón.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Neil soltó la silla, tomó su bolso de lona y entró en su oficina. Dejó el bolso en el suelo junto a sus
pies y se sentó en la camilla. La primera parte de la prueba de Abby tan era fácil como había dicho
que sería. Se pesó y dejó que ella examinara desde sus reflejos hasta su presión sanguínea. Ella
extrajo dos tubos de sangre de su brazo izquierdo, los etiquetó, y los guardó en un cajón con llave.
Luego le hizo una seña y dijo,

—Quítate la camiseta.

Neil la miró.

— ¿Por qué?

—No puedo fijarme si tienes marcas de agujas a través del algodón, Neil.

—No consumo drogas.

—Bien por ti —dijo Abby—. Sigue así. Ahora quítate la camiseta.

Neil fijó la vista en la puerta cerrada detrás de ella y no dijo nada. Abby lo miró y tampoco dijo
nada. Después de cinco minutos así, ella fue la primera en ceder.

—Quiero hacer esto tan fácil como sea posible, pero no puedo ayudarte si no me ayudas. Dime
por qué no vas a quitarte la camiseta.

Neil buscó una forma delicada de decirlo. Lo mejor que logró fue,

—No estoy bien.

Ella puso un dedo bajo su mentón y movió su rostro para que la mirara otra vez.

—Neil, trabajo para los Zorros. Ninguno de ustedes está bien. Lo más probable es que haya visto
algo mucho peor de lo que estás tratando de ocultarme.

Neil sonrió sin gracia.

—Espero que no.

—Confía en mí —dijo Abby—. No voy a juzgarte. Estoy aquí para ayudar, ¿recuerdas? Soy tu
enfermera ahora. La puerta está cerrada, y tiene traba. Lo que ocurre aquí, aquí se queda.

— ¿No se lo dirás al entrenador?

—No es de su incumbencia —dijo Abby, mientras hizo un gesto con la mano que tenía libre.

—Únicamente le doy informes sólo si creo que esto afectará tu desempeño en la cancha o si
estás rompiendo la ley y necesito que intervenga.

Neil la miró, preguntándose si podía creerle y sabiendo que no tenía opción. Se le puso la piel de
gallina anticipando su reacción.

—No puedes hacerme preguntas al respecto —dijo finalmente—. No te hablaré de ello. ¿De
acuerdo?

—Está bien —Abby accedió con facilidad—. Pero tienes que saber que cuando quieras voy a
estar aquí, al igual que Betsy.

Neil no iba a contarle a la psiquiatra absolutamente nada, pero asintió. Abby dejó caer su mano,
y Neil se quitó la camiseta antes de echarse atrás.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Abby pensó que estaba preparada. Neil supo que no lo estaría, y tuvo razón. Ella quedó boquia-
bierta y su expresión se puso en blanco. No fue suficientemente rápida en ocultar su dolor, y Neil
vio como sus hombros se tensaron. Miró su rostro mientras ella lo miraba, y se fijó en la forma en
que su mirada recorría las marcas brutales de una infancia espantosa.

Comenzaban en la base de su garganta, una cicatriz circular que se curva sobre su clavícula. Un
pliegue con bordes dentados estaba a un dedo de distancia, cortesía de una bala que le había dado
justo en el borde de su chaleco de Kevlar. Una mancha sin forma de piel decolorada iba desde su
hombro izquierdo hasta el ombligo, un recordatorio de la vez que saltó de un auto en movimiento
y quedó en carne viva por el asfalto. Por todas partes se entrecruzaban las cicatrices viejas de su
vida huyendo, ya sea por accidentes estúpidos, escapes desesperados, o conflictos con malvivien-
tes locales. En su abdomen tenía líneas más grandes que se superponían, resultado de haberse
enfrentado a la gente de su padre mientras estaba desaparecido. No le decían a su padre El Carni-
cero por nada; su arma preferida era una hachuela. Todos sus hombres eran expertos en combate
de armas blancas, y más de uno había intentado atravesar a Neil como a un cerdo.

Y allí sobre su hombro derecho estaba el contorno perfecto de media plancha caliente. Neil no
recordaba qué fue lo que hizo o dijo para irritar tanto a su padre. Probablemente fue después de
una de las visitas de la policía local. La policía y los federales no tenían nada en concreto para im-
putar a su padre, pero se pasaban por su casa constantemente esperando poder encontrar algo. El
deber de Neil era quedarse quieto y en silencio hasta que volvieran a irse.

Neil supuso que ese día se estremeció un poco más de la cuenta, porque tan pronto como se
fueron su padre le arrebató la plancha de las manos a su madre y la usó para abofetearlo.

Neil aún recordaba cómo se veía su piel mientras era arrancada por el metal.

Neil retorció sus manos en su camiseta y levantó los brazos, para mostrarle sus antebrazos.

— ¿Tengo marcas?

—Neil —dijo Abby con suavidad.

— ¿Sí o no?

La boca de Abby se convirtió en una ranura mientras se obligó a sí misma a redirigir su atención
al chequeo físico. Neil jaló la camiseta sobre su cabeza al instante que Abby le dijo que podía ha-
cerlo. Abby terminó de completar los papeles en silencio.

—Listo —dijo Abby.

—Neil…

—No —Neil agarró su bolso de lona y escapó de su oficina tan rápido como pudo.

Él medio esperaba que lo siguiera, pero Abby se quedó en su oficina y lo dejó ir. Neil hojeó su
catálogo, intentando distraerse de lo que había ocurrido. Quería tanto un cigarrillo que le dolían los
dedos. Quería algo que lo hiciera sentirse un poco menos solo. Hizo a un lado el catálogo otra vez
y revisó su estado, comprobando que todo estuviera cubierto bajo su ropa.

Todas sus camisetas eran por lo menos una talla de más, ya que la ropa suelta era mejor para
esconder sus cicatrices, sin embargo Neil aún se sentía expuesto y vulnerable.

Neil metió el catálogo en su bolso, pasó la tira sobre su hombro, y comenzó a caminar por el pa-
sillo, con toda la intención de esperar el resto de la tarde en el interior de la cancha. Llegó hasta el
vestíbulo cuando una puerta se abrió detrás de él. Neil dudó en la salida y volvió la mirada mientras
alguien entraba al salón que estaba final del pasillo.
The foxhole Court — Nora Sakavic
El recién llegado parecía alarmantemente más alto comparado con los Zorros con los que Neil se
había encontrado hasta ahora. Nicky tenía casi un metro ochenta y Kevin era apenas más alto, pero
este sujeto parecía tener más de dos metros diez. Neil le atribuyó parte de la ilusión a su cabello,
que cubría su cráneo con pinchos cortos peinados con gel.

El peinado fue también lo que no le permitió a Neil reconocerlo inmediatamente, ya que el tipo
no había tenido un estilo tan descarado el año pasado. Para cuando pudo poner un nombre a su
rostro, el extraño ya había cruzado el pasillo para alcanzarlo y le había pasado la mano.

Neil la aceptó e hizo lo mejor que pudo para mantener la mirada en la cara de Matt Boyd. Fue
difícil; las mangas cortas de Matt no hacían nada para ocultar las viejas pero evidentes marcas de
agujas que tenía en ambos brazos. Ya no le sorprendía que Abby hubiera sido tan persistente en
esa parte del chequeo.

—Matt Boyd —dijo el joven, dándole un fuerte apretón de manos—. Estoy en tercero este año, y
soy el defensor de línea inicial de los Zorros. Tú debes ser Neil.

Neil se ahorró el trabajo de responder. Wymack, que había oído la llegada de Matt, salió de su
oficina para arrojarle un llavero por la cabeza. El tintineo atrajo la atención de Matt, por lo que se
volteó a tiempo para que las llaves lo golpearan en la mejilla. Matt logró agarrar el llavero mientras
caía y le hizo un gesto a su entrenador.

— ¡Por dios!, entrenador, también estoy feliz de verte. ¿Desde cuándo ya no es suficiente con
un simple “hola”?

—Podría decirte lo mismo, pasaste caminando así frente a mi puerta abierta sin más ni más —
dijo Wymack.

—Parecías ocupado.

—Siempre estoy ocupado. Eso nunca evitó ustedes imbéciles que me interrumpieran antes.

Matt se encogió de hombros y miró a su alrededor.

— ¿A dónde están los monstruos?

—Seguramente arrasando con la Torre de los Zorros mientras hablamos. ¿Ya conociste a Neil?

—Eso intentaba —Matt le dio a Neil una mirada significativa—. No puedo creer que lo aguantas-
te, al entrenador, todo este tiempo. ¿Cómo sobreviviste?

—Yo no estaba tanto por aquí.

—Neil ha estado entrenando todos los días con Kevin y Andrew —dijo Wymack.

—Ay dios —dijo Matt con emoción—. Eres horrible, entrenador.

—Ya lo sabe —dijo Abby, mientras se paraba en la entrada de su oficina y apoyaba su hombro
contra el marco de la puerta—. Bienvenido de vuelta, Matt. ¿Viajaste bien?

—Suficientemente bien, pero tomé tanto café que probablemente no vaya a dormir por una se-
mana —Matt volvió a mirar a Neil—. ¿Ya te instalaste?

—El entrenador no me dejaba mudarme sin ti —dijo Neil.

—Qué forma de dejarlo esperando —dijo Wymack—. Llévalo y sal de aquí.

—Vamos —dijo Matt—. Te llevaré por lo del entrenador para que busques tus cosas.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Esto es todo —dijo Neil.

Matt miró el bolso, y luego repasó la habitación con la vista en busca de maletas que no existían.
Le dio una mirada perpleja a Wymack, que negó con la cabeza, y volvió a mirar a Neil.

— ¿Estás bromeando? Deberías ver todo lo que metí en mi camioneta y todo lo que tuve que
dejar. ¿En serio esperas durar todo el año con un solo bolso? ¿Esa cosa se expande por arte de
magia o algo de lo que no me he enterado?

—Te toca llevarlo a que se compre algo esta semana —dijo Wymack—. En tu tiempo libre, no
en el mío. Estoy harto de verlo usar la misma ropa a diario. Sólo dime cuándo van a ir y te daré la
tarjeta de compras para que paguen con ella.

Neil se ofendió un poco.

—Tengo dinero.

—Bien por ti —dijo Wymack—. Pensé que ustedes dos ya se iban.

—No te extrañé ni un poco —dijo Matt, pero no había dureza en su voz—. Vamos, Neil.

La camioneta de Matt estaba estacionada dos lugares más abajo de los autos de Wymack y
Abby, una cosa azul monstruosa que lucía como si pudiese atravesar la pared del estadio sin
desacelerar. Matt no había estado bromeando cuando mencionó todo lo que tenía: la caja de la
camioneta estaba repleta de muebles y solamente una docena de cuerda tiraban de ellos para que
no se cayeran. Los asientos de la cabina de atrás también estaban llenos de maletas y cajones.
Matt sacó una mochila del asiento del acompañante y la tiró atrás con el resto para que Neil pudiera
sentarse. La camioneta cobró vida con un rugido tan suave que Neil lo sintió en vez de escucharlo,
y la música de la radio estalló cuando ésta se prendió medio segundo más tarde. Matt la apagó y
cerró la puerta de un golpe.

—No somos todos malos, sólo para que sepas —dijo Matt mientras salía del aparcamiento.

—Dan odiaba la idea de que tu primer impresión de nosotros serían los inoperantes. Estaba
bastante segura de que no te quedarías lo suficiente como para conocernos al resto. Ella estuvo a
punto de venir al campus antes de tiempo para amortiguar tu incorporación al equipo, pero Wymack
le pidió que no se molestara. Dijo que tendrías que lidiar con ellos en algún momento.

—Son interesantes —dijo Neil.

—Interesantes —repitió Matt—. Esa es la descripción más leve que escuché de ellos en mi vida.
Pero en serio, si son un problema, déjamelo saber ¿vale? Patearé el trasero de Kevin por ti.

—Gracias, pero puedo controlarlos por mi cuenta.

—Yo también pensaba lo mismo —Matt pasó una mano por su cabello, haciendo que los pinchos
quedasen apuntando para todos lados—. Andrew dejó bastante en claro que no iba a dejar que na-
die lo controle. Si cambias de parecer, ya sabes dónde encontrarme. Mi oferta queda en pie hasta
que me gradúe.

Neil no necesitaría la ayuda de Matt, pero dijo.

—Gracias.

Matt apuntó por el parabrisas.

—Allí está.
The foxhole Court — Nora Sakavic
La mayoría de los edificios de Palmetto State, sus oficinas, y los dormitorios estaban dentro de
un círculo gigante conocido como la calle Perimeter Road. La torre de los Zorros era una de las
pocas excepciones, pero únicamente porque una colina solitaria obligaba al perímetro a abrazar
el área verde del campus cerca de la torre del reloj. La colina podría haber sido un lindo lugar para
que los estudiantes se relajaran entre clase y clase, excepto que a alguien se le ocurrió construir el
dormitorio de los atletas en la cima. Tenía cuatro pisos de alto, su propia sala de computación y un
aparcamiento.

El aparcamiento estaba en el fondo, y el auto de Andrew era el único estacionado allí. Matt evitó
todos los espacios delimitados a favor de parar junto al bordillo. Hizo falta que ambos descargaran
los contenidos de la camioneta en la acera, y Neil esperó junto a la pila mientras Matt estacionaba.
Llevar todo adentro y subirlo hasta el tercer piso fue una pesadilla, sobre todo porque varios mue-
bles no entraban en el ascensor. La escalera era demasiado angosta para facilitarles las cosas, y
el barandal no dejaba de estorbar cuando intentaban doblar en las esquinas de los entrepisos. La
gran diferencia de altura entre ambos lo hacía todavía más difícil, al igual que el hecho de que Neil
no dejaba de lado su bolso de lona. No quería dejarlo ni en su habitación ni en la camioneta de Matt,
por lo que la llevaba consigo cada vez que subían y bajaban.

Su suite era la habitación 321. Una cocina estaba justo al lado de la puerta y una espaciosa
sala estaba en el centro. Tres escritorios vacíos estaban alineados contra la pared, listos para ser
cubiertos con libros y elementos escolares. Un corto pasillo terminaba con un baño y se abría lu-
gar hacia la recámara. Dos literas estaban acopladas contra una pared y una tercera había sido
colocada a la altura del pecho para hacer lugar por debajo para unas repisas y unos aparadores.
Solamente había un armario, pero tenía divisores colgando de la varilla vacía.

Hacer que todo entre fue cuestión de prueba y error. Finalmente movieron todos los escritorios
contra la pared que tenía una ventana, casi tan cerca como para que se toquen, de modo que Matt
pudiera colocar su sofá contra la pared más larga y la mesa ratona en el centro de la sala. Él había
quitado los estantes de su centro de entretenimiento pero la mayoría de los tornillos seguían en su
lugar, de modo que sólo les llevó un par de minutos volver a armarlo, y Matt inmediatamente apoyó
un televisor y un sistema de juegos en su lugar. Neil dejó que se quedara ordenando sus películas
y regresó al cuarto.

Los colchones estaban pelados, lo que significaba que Neil tendría que comprar sábanas. Él
no había dormido en una cama real desde que dejó Seattle. Había forzado autos para dormir en
el asiento de atrás cuando estaba en California, durmió en el colectivo que tomó hasta Nevada, y
dormitó en el asiento del acompañante de unos camioneros cuando fue a dedo hasta Arizona. Su
casa en Millport no había estado amoblada, por lo que dormía en el suelo con sus camisetas como
almohada. El sofá de Wymack era lo mejor que había conseguido en más de un año, pero ahora
tenía una cama.

Dormir sólo sería desorientador. Se había acostumbrado a dormir en la cama de su madre,


debido a que ella no quería perderlo de vista por su paranoia. Dormían dándose la espalda, para
protegerse mutuamente, siempre con las pistolas bajo sus almohadas, las cuales eran unos bultos
incómodos pero reconfortantes.

—Voy a salir a buscar a Dan y a Renee del aeropuerto —dijo Matt desde el umbral de la puerta.

— ¿Quieres acompañarme?

—Tengo que pasar por la tienda —dijo Neil—. ¿Te importa qué cama te toca?

—Soy demasiado alto para la de arriba —dijo Matt—. Y Seth tiene horarios raros para dormir,
así que si no tienes nada en contra de las alturas te conviene la individual. Estaré de vuelta en una
hora o algo así, puedes ir en la camioneta con nosotros hasta la cancha una vez que las chicas se
The foxhole Court — Nora Sakavic
hayan instalado. Dan no va a creer que estás bien hasta que te vea con sus propios ojos.

—Estaré aquí para entonces —dijo Neil, así que Matt se fue.

Neil esperó que la puerta se cerrase antes de dejar caer el bolso de sus hombros. Dio vueltas por
el dormitorio otra vez, en esta oportunidad con un sentimiento pesado en el estómago. Su locker
estaba en el otro lado del campus, y el cajón con llave que le había prestado de Wymack estaba to-
davía más lejos. El único sitio casi seguro en este lugar era su aparador, y eso se debía únicamente
a que los cajones se cerraban por completo. Nada tenía una cerradura excepto la puerta principal.

Podría llevar el bolso de lona con él, ya que la tienda sólo estaba a tres kilómetros, pero Neil
necesitaba comprar tantas cosas que no podría cargarlo todo a la vuelta. Calculó mentalmente el
tiempo que tenía, contando el viaje de Matt hasta el aeropuerto, la espera hasta que las maletas
de las chicas aparecieran en la cinta magnética, y el regreso. Incluso si Matt se tardaba una hora
solamente, él y Neil estarían de vuelta en el dormitorio casi al mismo tiempo. La cerradura de la
suite tendría que ser suficiente por ahora. Neil podría buscar por una mejor solución en la tienda.

Retiró su billetera del bolsillo en un extremo del bolso de lona y metió el bolso en el cajón de
abajo del aparador. Apenas entraba, pero por lo menos podía cerrarse. Presionó sus dedos contra
la madera por un segundo, buscando el valor para dejarlo atrás, y controló tres veces que la puerta
estuviera bien cerrada cuando salió.

El dormitorio de al lado era el de las chicas, y el siguiente el de los primos. Nicky estaba holga-
zaneando junto a su puerta y sonrió cuando vio a Neil.

—Hola extraño —dijo Nicky—. ¿Qué piensas de Matt?

—Me parece bien —dijo Neil, sin bajar su ritmo cuando cruzó.

—Él sí está bien —Nicky gritó detrás de él y se rió.

Neil bajó por las escaleras, miró su reloj en la puerta del frente, y corrió hasta la tienda. El aire
acondicionado se sentía como el paraíso sobre su piel caliente mientras caminaba por los pasillos,
agarrando lo que necesitaba sin fijarse en los detalles. Se abasteció de todo lo que necesitaba, des-
de las sábanas hasta tinte para el cabello y comestibles, y luego se puso a buscar una bandolera.
Su bolso de lona era del tamaño perfecto para todo lo que tenía, lo que significaba que no tenía
espacio para los libros texto ni los cuadernos. Se fijó en la sección de herramientas pequeñas, no
encontró ninguna cerradura que le pareciera fácil de instalar en ninguna parte de su habitación, y
regresó a la sección de artículos de librería.

Al final del pasillo habían cajas fuertes a prueba de fuego: demasiado pequeñas para su bolso,
definitivamente demasiado pequeñas para guardar su ropa, pero suficientemente grande como
para que entre lo que más quería esconder. Neil arrastró una hasta la caja registradora y colocó
todo sobre la cinta magnética. La caja fuerte hizo que su camino de vuelta al dormitorio fuera más
que un poco incómodo, ya que era demasiado pesada como para llevarla en una bolsa plástica sin
romperla.

Él sabía que estaba bien de tiempo, pero el vuelo de las chicas debió haber aterrizado antes de
tiempo, porque la camioneta de Matt ya estaba en el aparcamiento cuando Neil volvió. Neil se des-
vió de su camino para tocar el capó, pero no podía decidir si el calor era por el sol o el motor. Neil
empujó la puerta con el hombro para poder entrar y corrió por las escaleras con el corazón latiendo
como loco.

La puerta de Nicky estaba cerrada, pero la de las chicas ahora estaba media abierta. Neil oyó
voces cuando pasó por allí pero no se detuvo a saludar. Simplemente se apresuró hasta su habi-
tación. Sólo cuando probó el picaporte y lo encontró todavía cerrado se permitió respirar un poco
The foxhole Court — Nora Sakavic
más tranquilo.

Soltó las bolsas en el piso de la recámara para repasar lo que había comprado. Las sábanas
fueron directamente a la cama individual de arriba sin abrir el paquete y apiló los comestibles sobre
el aparador. Rápidamente rompió el cartón de su pequeña caja fuerte, leyó rápidamente las instruc-
ciones y las precauciones, y empujó todo a un lado para sacar su bolso de lona.

Tuvo que esforzarse para abrir el cajón, ya que había metido el bolso a duras penas, pero cuan-
do por fin pudo aflojarlo para sacarlo lo depositó en frente de él. Abrió el cierre en un solo movimien-
to, dobló la solapa para que no estorbara, y se congeló.

A simple vista, no parecía que hubiera pasado nada. Todo seguía en su lugar en el mismo orden
en el que lo había dejado: doblado, aunque un poco arrugado por haber sido tratado tan duramente
hace un instante. Pero Neil tenía la paranoia de su madre, y siempre doblaba su ropa de una forma
muy específica. Hasta un ladrón muy cuidadoso pasaría por alto ese detalle, ya que Neil doblaba
todo de manera normal, pero su clave eran las etiquetas. Él siempre curvaba dos veces las etique-
tas de la camiseta que quedaba arriba.

Alguien había revisado las cosas de Neil y lo puso todo de vuelta el mismo orden, las mismas
capas de ropa, la ropa doblada igual de prolijo pero las etiquetas habían sido aplanadas por unas
manos que fueron demasiado cuidadosas.

Neil sacó de un tirón toda su ropa y la tiró, buscando desesperadamente la carpeta que estaba
enterrada en el fondo. De principio a fin parecía el diario de un acosador. Protectores plásticos re-
pletos de recortes de periódicos, y cualquier otra cosa que pudiera encontrar sobre Kevin y Riko.
Los recortes estaban pegados en hojas de computadora, Neil había puesto dos hojas en cada
protector para crear bolsillos secretos. En el interior de esos bolsillos estaban las posesiones más
valiosas de Neil.

La mayoría de los bolsillos escondían su dinero: cheques por cantidades de cinco dígitos que
podía cambiar a efectivo cuando lo necesitara, números detallando lugares donde él y su madre
habían escondido dinero cuando estaban huyendo, y fajos de billetes. Una lista de contactos de
emergencia, escritos en clave como una canción de cuna infantil, estaba casi al final. Sólo uno de
ellos vivía en Estados Unidos. Su madre se había casado con un miembro de una familia del crimen
americano, pero había crecido en una británica. Su hermano, Stuart Hartford, le dio la lista cuando
se escapó de su marido. Y ella se la pasó a Neil cuando murió.

El número de teléfono de Stuart estaba en la página siguiente, escondido en una hoja que estaba
cubierta de arriba a abajo con números al azar. Neil únicamente podía encontrarlo si usaba su nom-
bre de nacimiento. Tenía que contar hacia abajo tantas filas como la cantidad de letras que tenía su
nombre y hacia la derecha según las letras de su apellido. Neil nunca le había llamado, y esperaba
que nunca necesitara hacerlo. No tenía sentido huir de una familia de asesinos si terminaba en los
brazos de otra igual.

El último bolsillo de su carpeta contenía una receta falsificada de un optometrista. Neil no nece-
sitaba lentes de prescripción, pero no podía comprar lentillas de colores sin tener las medidas del
diámetro y la curvatura de sus ojos. Junto a la nota había una pequeña caja con lentillas marrones.

Neil contó los billetes y calculó mentalmente. Tenía la cantidad correcta, pero eso no le hizo
sentir mejor. Si alguien había revisado sus cosas, dio con su carpeta y encontró lo que escondía,
entonces ¿cómo se suponía que les podía explicar su situación? Si contaba solamente el efectivo
y los cheques, Neil tenía consigo un cuarto de millón de dólares.

El hecho de que alguien había entrado deliberadamente, y hurgado en su bolso hacía que el
estómago le doliera de rabia. Lo más inteligente sería fingir que no se había dado cuenta de que
The foxhole Court — Nora Sakavic
algo andaba mal y esperar que el bandido volviera. Eso es lo que su madre hubiera hecho. Lamen-
tablemente, Neil había heredado el temperamento de su padre, y ya habían ido demasiado lejos.

Podría haber sido Matt, pero Neil dudaba que fuera él. No porque confiara en Matt; Neil no con-
fiaba en nadie, especialmente no en un hombre que acababa de conocer. Pero el tiempo estaba
del lado de Matt, porque no había forma de que pudiera ir hasta el aeropuerto y volver, ayudar a
las chicas a subir sus cosas, y aún tener tiempo de sobra para desempacar todo lo que había en
el bolso de Neil y volver a guardarlo como estaba. Por lo que sólo quedaba un único sospechoso.

Neil deslizó un dedo en la espina de la carpeta y sacó las dos agujas delgadas que le queda-
ban del set de ganzúas de su madre para forzar cerraduras. Las sostuvo entre sus labios para no
perderlas y colocó el candado en la caja fuerte. Adentro puso su carpeta, la cerró con fuerza, y
enganchó un candado extra por la manija de la caja. Luego le dio un par de tirones a la manija para
asegurarse de que los candados permanecieran en su lugar y metió la caja bajo su pila de ropa. Es-
cupió las ganzúas en su palma y salió de su habitación hecho una furia, deteniéndose únicamente
para trabar la puerta detrás de él.

Neil probó la puerta de Andrew y no se sorprendió cuando la encontró con llave. Neil se agachó
y se puso a trabajar, pero no le tomó demasiado. Era una cerradura barata y más fácil de manejar
que la que tenía el vestuario en su vieja escuela. Quienquiera que haya construido el dormitorio al
parecer no había contado con personas como Neil o Andrew. Neil se puso de pie, guardó las agujas
en su bolsillo y abrió la puerta con un empujón.

El grupo de Andrew estaba disperso por la sala. Aaron y Nicky estaban semi hundidos en puffs
que combinaban mientras jugaban a los videojuegos, Kevin estaba leyendo una revista en uno de
los escritorios, y Andrew se había sentado en el escritorio que estaba más cercano a la ventana
para poder fumar. Todos se congelaron cuando Neil abrió la puerta y se le quedaron mirando.

Andrew reaccionó primero. Tiró el cigarrillo por la ventana y sonrió.

—Intenta otra vez, Neil. Estás en el cuarto equivocado.

Aaron pausó el juego con un golpe y le echó una mirada a Nicky.

—La habíamos cerrado con llave —dijo en alemán, no en tono de pregunta.

—La última vez que me fijé sí—. Nicky le respondió. Luego volvió a hablar inglés para decirle
amistosamente a Neil—. Oye, parece que Matt está de vuelta. ¿Ya conociste a Dan y a Renee?

La falsedad de sus palabras y la sonrisa de Nicky enfurecieron a Neil aún más. Si los primos iban
a seguir usando alemán, creyendo que podían hablar entre ellos a espaldas de todos como si nada,
Neil también seguiría usando su fluidez en secreto hasta el último momento posible. Eso no quería
decir que Neil no podía contraatacar, de modo que concentró su enojo en Kevin y gritó en francés.

—No se metan con mis cosas.

Deseó poder sentir algo de satisfacción al ver las expresiones estupefactas que le propiciaron su
uso del lenguaje y el tono enfurecido, pero no sintió nada.

—La próxima vez alguno de ustedes vaya donde no los llaman les juro que haré que se arre-
pientan.

Pasó un año antes de que alguno respondiera. Nicky estaba demasiado ocupado mirando a Neil
boquiabierto, y Aaron miraba a Kevin mientras esperaba una traducción. La sorpresa de Andrew dio
lugar a lo que sólo un tonto interpretaría como deleite, y se inclinó hacia adelante en el escritorio.

—Vaya, otro de los muchos talentos de Neil. ¿Cuántos puede tener un solo hombre?
The foxhole Court — Nora Sakavic
Neil lo ignoró para continuar con Kevin.

—Dime que entiendes lo que dije.

—Entiendo —dijo Kevin en francés—, pero no me importa.

—Empieza a hacerlo. Ya dejé que me pisotearan por dos semanas porque sé lo mucho que te
asusta el cambio de distrito, pero me harté. Andrew ya se va a enterar en la reunión de esta noche.
Deberías estar preparándote para controlar esa explosión en lugar de atormentarme.

—Tú preocúpate por tu incompetencia. Yo me preocuparé por Andrew.

—Más te vale —dijo Neil—. “Ponle una correa a tu monstruo mascota o yo lo haré.

— ¿Un mocoso asustadizo como tú?

—Que te jodan, lisiado.

Del otro lado de la habitación Kevin palideció.

— ¿Cómo me llamaste?

—Te dije que eres un peso muerto al que ya le pasó la hora —dijo Neil.

Kevin se levantó de su silla tan rápido que la tumbó. Neil se retiró de la sala y cerró la puerta
entre ellos. Sólo alcanzó a dar dos pasos hacia atrás antes que Kevin abriera la puerta de un tirón
otra vez.

Kevin colocó sus manos en el cuello de Neil en un instante y lo empujó contra la pared de en-
frente. Neil enterró sus dedos en las muñecas de Kevin, intentando aflojar su agarre lo suficiente
para poder respirar. Intentó darle un rodillazo a Kevin, pero Kevin lo aplastó contra la pared con su
propio cuerpo.

— ¿Cómo demonios me llamaste? —Kevin demandó otra vez.

Neil no tenía suficiente aire como para responder. Ya no importaba; la voz enfurecida de Kevin
y el fuerte ruido que hizo la cabeza de Neil cuando golpeó la pared de hormigón del dormitorio fue
suficiente para que el pasillo se colmara con los Zorros. Andrew fue el primero en aparecer por la
puerta de los primos, pero fue Matt quien se fue directo a Kevin. Pasó un brazo alrededor del cuello
de Kevin y forzó su cabeza hacia atrás en un ángulo peligroso.

—Suéltalo, Day —rugió Matt.

—Woah, woah, woah, cálmense —dijo Nicky por encima del hombro de Andrew—. Vamos, Matt.

Kevin soltó a Neil con una mano, y le puso un codazo a Matt en las costillas. Matt gruñó y ajustó
su agarre, obligando a Kevin a liberar a Neil completamente si esperaba poder respirar.

Matt arrastró a Kevin lejos de Neil, pero dos pasos más tarde Kevin forcejeó para liberarse y le
tiró un puñetazo a Matt. Matt lo bloqueó con un su mano abierta y luego lo golpeó con tanta fuerza
para mandarlo de cara al piso.

La expresión en el rostro de Matt decía que apenas estaba empezando, pero Andrew se paró
entre ellos antes de que Matt pudiera ir tras Kevin otra vez. Andrew estaba sonriendo, y su postura
era casual, pero Matt era suficientemente inteligente como para no meterse con el enano psicópata.
Matt dio un paso atrás, abandonando la pelea en silencio, y Neil le lanzó una mirada de preocupa-
ción. Kevin se puso de pie detrás de Andrew y miró fijamente a Neil. Neil se negaba a mirar a nadie
The foxhole Court — Nora Sakavic
en particular por lo que fingió que la pared del fondo era lo más interesante que había visto en años.

Las chicas eligieron ese momento para intervenir. Una se movió hasta Matt, su expresión dura
por la indignación. Ella pasó una mirada sombría entre el grupo de Andrew y Neil y dijo:

— ¿Qué creen que están haciendo? ¿Apenas es nuestro primer día de vuelta y ya están a los
golpes?

—Técnicamente nunca nos fuimos —dijo Andrew—. Y Neil está aquí desde hace un par de se-
manas, así que es tú primer día, no el nuestro—. Se inclinó hacia un lado, miró más allá de ella para
saludar a su compañera de cuarto—. Hola, Renee. ¡Ya era hora!

La primera chica no le dio a Renee la posibilidad de responder.

—Una explicación. Ahora, Andrew.

—Me miras a mí como si fuese mi culpa—. Andrew agitó un dedo en su dirección—. ¿Por qué
no echas otro vistazo? Neil está en nuestro cuarto, lo que significa que vino a pelear con nosotros.
Dan tus prejuicios son crueles y poco profesionales.

Danielle Wilds entonces se volteó para ver a Neil. La capitana de los Zorros era más alta que él,
pero no por mucho. Su cabello castaño estaba cortado despiadadamente corto y estaba desaliñado
debido a la mudanza. Ella lo miró de arriba a abajo, sus ojos marrones entrecerrados.

— ¿Cuál es el problema?

—No hay ninguno —dijo Neil. Cuando Dan movió su mano para hacer una seña entre él y Kevin,
Neil encogió los hombros—. Sólo tenemos opiniones diferentes. No es importante.

—Nos estamos llevando de maravilla —dijo Andrew—. Neil hasta aceptó ir en el auto con noso-
tros hasta el estadio.

—Oh, ¿en serio? —Dan preguntó, obviamente no le creía.

Todos miraron a Neil. El hecho de que era totalmente suicida aceptar ya no significaba mucho, no
cuando el grupo de Andrew había estado hurgando entre sus cosas. Neil tenía que retomar control
de la situación desesperadamente.

—Sí —dijo Neil—. Se me ocurrió que la camioneta de Matt iría demasiado cargada, así que
acepté la oferta.

Dan parecía dispuesta a discutir, pero Matt la disuadió con un toque en el brazo. Dan le dio una
mirada de sospecha a Andrew, y sacudió la cabeza.

—No sé quién empezó todo esto, pero se acaba en este momento.

—Siempre tan optimista —dijo Andrew, y le dio a Neil su saludo con los dedos—. Te veo luego.
No huyas, ¿vale?

—Ni en mis sueños —mintió Neil.

Andrew desapareció en su cuarto. Aaron y Nicky le siguieron. Kevin fue el último en moverse. Le
lanzó una mirada distante a Neil antes de partir y cerró la puerta con un golpe. Neil se quedó para-
do viendo cómo se fueron y se preguntó cómo se suponía que iba a sobrevivir ese viaje en coche.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 6

Traducido por Génesis


Corregido por Maffie

Neil dejo la realidad atrás cuando entro en la habitación de Dan. Pasar un mes con el chiflado gru-
po de Andrew y un Wymack volátil, habían dañado casi irreparablemente su imagen de los Zorros.
Ahora estaba bebiendo un vaso de dulce té helado y comiendo galletas que Renee había traído
de casa con ella. Le preguntaron acerca de la pelea sólo una vez más, y cuando Neil lo hizo a un
lado, no lo presionaron. Ahora las chicas estaban revisando unos proyectos de caridad que querían
involucrar a los Zorros este otoño.

Dan se sentó apoyándose contra el hombro de Matt, sus dedos entrelazados con los suyos, y
asintió cada que Renee señalaba una idea con sus dedos. Se veía lo suficientemente amigable
ahora que Andrew estaba fuera de vista, pero Neil ya había notado de qué estaba hecha. Ella es-
taba hecha de un material muy duro, habría dicho su madre. Neil supuso que ella tenía que ser la
capitana de un equipo como este.

Su compañera de habitación Renee era un misterio. La portera de último año de los Zorros tenía
el brillante cabello blanco cortado hasta la barbilla. Las últimas dos pulgadas de su cabello estaban
teñidas alternando colores pastel. Era lo suficientemente interesante para darle un segundo vista-
zo, pero francamente extraño cuando se combinaba con su escaso maquillaje, ropa conservadora,
y un delicado collar de plata en forma de cruz. Nicky la había llamado la persona adorable del equi-
po. Neil entendió porque una vez la escucho hablar. No tenía ni idea de cómo ella había clasificado
para el equipo de medio campo de los Zorros.

A las cinco Wymack llamo para hacerles saber que Seth y Allison iban en camino al campus des-
de el aeropuerto. Estaban recogiendo sus vasos cuando Nicky se dirigió hacia Neil.

—Te estoy tomando el tiempo —le dijo Dan, mostrándole a Nicky su reloj—. Sé cuánto tiempo
te toma en llegar a la cancha desde aquí, especialmente en la forma en la que conduces. Lo llevas
directamente ahí, ¿entiendes? —Nicky la despidió con la mano.

—Ten un poco de fe en este chico, Dan.

—Ese es el trabajo de Renee, no el mío. Mi trabajo es asegurarme de que empezamos el año


con diez cuerpos trabajando.

—No es como que vayamos a matarlo.

—Kevin ya lo intentó —comentó Matt.

—Nah, eso fue sólo un toquecito de amor—. Nicky le hizo señas a Neil—. ¿Nos podemos ir?
Estas personas me hacen sentir extremadamente incómodo—. No esperó por Neil pues desapare-
The foxhole Court — Nora Sakavic
ció en el pasillo. Cuando Neil salió de la habitación de las chicas Nicky estaba corriendo hacia las
escaleras. Neil tuvo que correr tras él. Nicky esperó hasta que estuvieran bajando las escaleras
para disminuir la velocidad. Arqueó sus cejas exageradamente sorprendido hacia Neil—. Así que
¿hablas francés?

—Si —respondió Neil.

Nicky espero un momento para ver si él se lo explicaba por su cuenta.

— ¿Por qué francés?

—La familia de mi madre es francesa—. Era una mentira que probablemente habría hecho que
su madre británica se revolcara en su tumba—. Ella realmente no me dio a escoger que idioma
estudiar en la escuela. ¿Cómo aprendió Kevin?

— ¿No lo sabes? —Preguntó Nicky—. Sabías que él te entendería.

—Lo escuché usarlo una vez —respondió Neil.

—Jean le enseño —dijo Nicky—. ¿Jean Moreau? Él es el backliner que los cuervos importaron
de Marseille. Él y Kevin eran cercanos, y él le enseño francés a Kevin a escondidas. Oye, tal vez tú
podrías enseñarme unas cuantas frases de ligue. Kevin se niega a ayudar.

—Estoy seguro de que nunca aprendí las cosas que tú quieres decir.

—Qué desperdicio —dijo Nicky quejándose.

Andrew estaba apoyado en el auto, esperándolos. Kevin estaba en el asiento del copiloto, y
Aaron estaba solo en asiento trasero. Andrew estaba entre Neil y la puerta, así que Neil tuvo que
detenerse frente a él. Nicky siguió rodeando el auto hasta el asiento del conductor, dejando a Neil
con la inexistente misericordia de Andrew.

—Tú nos esperabas —dijo Andrew con aparente sorpresa—. Un mentiroso que practica ocasio-
nalmente la honestidad. Ingenioso. Mantiene a la gente intrigada. Muy efectivo. Me gustaría apren-
der. Lo hago por mí mismo, como vez. Pasa, entonces. Después de ti.

Neil subió y se sentó en el asiento trasero. Andrew entro tras él, emparedando a Neil entre él
y su hermano. Nicky ya tenía el motor en marcha. Tan pronto como Andrew cerró su puerta Nicky
aceleró como si quisiera llevarse el asfalto consigo. Neil automáticamente buscó su cinturón de
seguridad, pero uno de los hermanos estaba sentado sobre él.

Andrew se estiró a su lado.

—Después de todo lo que hemos hecho por ti, tenías que empezar una pelea con nosotros. Qué
vergüenza, Neil.

—Tú empezaste esta pelea hace un mes —dijo Neil—. Si quieres que pare, déjame solo.

—Me gusta pelear. Sólo que es una molestia cuando el entrenador y Abby y los otros entrometi-
dos comienzan sus horribles lloriqueos. Muestra algo de consideración.

—Tú muestra algo de consideración y mantente lejos de mis cosas.

—De cualquier manera, ¿cómo sabes que fuimos nosotros? Tal vez fue Matt. Inocente hasta
probar su culpabilidad en un juego de Exy.

—Aún no he escuchado que lo niegues.


The foxhole Court — Nora Sakavic
—De todos modos no me creerías.

—No creería nada que tú dijeras.

—Cree esto, Neil: no puedes ponerme una correa. No pienses que puedes, ¿de acuerdo? Y no
seas lo suficientemente estúpido para decirles a los demás que puedes. No es seguro. Harás que
me den ganas de romperte.

— ¿Tú? —Dijo Neil—. No puedes.

La sonrisa de Andrew se curvo más.

—Oh, eso suena como un reto. ¿Puedo mamá?

—Tu madre está muerta. No creo que a ella le importe lo que hagas.

—Sé con seguridad que ella nunca lo hizo —dijo Andrew—. Bueno, ella se tuvo que ofender
por la parte de estar muerta, pero creo que es bastante divertido. Pero estás en lo correcto—. Dio
una palmada contra su sien como si algo obvio le hubiera ocurrido—. Yo hago lo que me plazca.
Considera esto tu invitación oficial, infeliz suicida. Te llevare con nosotros a Columbia este viernes.

Soltó a Neil y levanto cinco dedos, sonriendo a Neil a través de ellos.

—Tienes cinco días para conocer a los otros. Cinco días de prácticas y todos los disparates ri-
dículos del entrenador. Luego es nuestro turno el viernes. Puedes llegar a conocernos fuera de la
cancha.

—Te llevaremos a cenar —dijo Nicky sobre su hombro—. Solíamos vivir en Columbia, así que
conocemos los mejores lugares. Mejor incluso, tenemos un lugar libre para pasarla bien así que no
tienes que preocuparte por manejar ebrio o cansado de regreso. Sera una explosión.

—No bebo ni bailo —dijo Neil.

—Eso está bien —dijo Andrew—. Kevin ya no baila y yo nunca lo hago. Puedes beber soda y
hablar con nosotros mientras los demás se hacen los idiotas ellos mismos. No podemos pasar este
año con este pequeño malentendido entre nosotros, así que tomaremos una noche para arreglarlo.

Arreglar era una extraña elección de palabras. Neil sabía que uno de ellos tenía que separarse
de los demás para llevarse bien, y estaba complemente seguro de que Andrew lo entendía también.
Era obvio que Andrew esperaba que él fuera el primero en ceder terreno.

Neil sabía que debía hacerlo. Ya había pasado el tiempo de admitirlo. Pero Neil necesitaba pro-
barle que estaba equivocado, no importando cuan estúpido fuera.

—Si voy, prométeme que no volverás a tocar nada mío otra vez.

—Qué posesivo —dijo Andrew.

—Por supuesto que lo soy —dijo Neil—. Todo lo que poseo cabe en una bolsa.

Andrew lo considero, luego respondió con una malhumorada sonrisa—. Muy bien. Una noche
con nosotros, y no más peleas. La noche del viernes será divertida.

Neil lo dudaba mucho.

Llegaron al estadio unos minutos antes que sus compañeros de equipo más respetuosos de la
ley y esperaron en la acera hasta que la camioneta de Matt llegara. Tan pronto como los superiores
llegaron, Andrew señaló a Neil.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Ves, en una pieza.

— ¿Estás sangrando de algún lado? —Preguntó Matt.

—Ningún sitio vital —dijo Neil.

Renee intervino antes de que alguno de sus amigos pudiera reaccionar.

— ¿Por qué no esperamos adentro a Seth y Allison? Tenemos algo de tiempo y hace mucho
calor aquí afuera.

—Tal vez tuvieron algún accidente y no lo lograrán —dijo Nicky esperanzado.

—En serio, Nicky —dijo Renee—. Eso es un poco inapropiado, ¿no crees?

Lo dijo con suavidad, con una leve sonrisa en su rostro, pero Neil seguía sintiendo el reproche.
Era más sutil pero de algún modo más mortífero que las sucias miradas que Matt y Dan le envia-
ban a Nicky, tal vez porque estaba dulcemente decepcionada de la actitud de Nicky. Él sólo bajó la
mirada y se encogió de hombros incómodo.

—Vámonos —dijo Dan, y lidero al camino hacia los vestidores.

Wymack y Abby estaban encaramados sobre el centro de entretenimiento del salón cuando ellos
llegaron. El enojo de Dan se esfumó bajo calidez real mientras saludaba a la pareja. El grupo de An-
drew fue directamente a uno de los sofás mientras Matt esperaba a las chicas en el otro. Neil tomó
una silla desde donde podía tener un ojo en todos. Después de los amistosos saludos de Renee,
ella se dirigió al sofá con Matt. Dejaron un espacio entre ellos para Dan. Dan se quedó un momento
más con Wymack, charlando animadamente sobre las ligas mayores de verano de Exy.

Tomó al menos veinte minutos para que los dos últimos Zorros llegaran, y Neil sintió que la ten-
sión de la habitación cambió cuando la puerta se abrió. Neil notó las reacciones de sus compañeros
de equipo y mentalmente dividió al equipo en cuatro grupos: el trio de Dan, el cuarteto de Andrew,
los recién llegados, y él mismo.

Seth Gordon fue el primero en entrar a la habitación y traía un problema de actitud con él. No
parecía feliz de ver a ninguno de ellos de nuevo después de sólo un mes lejos y soltó un gruñido a
modo de saludo. Se tomó un segundo para mirar con furia a Neil, pero eso fue todo. Se sentó en
una de las sillas vacías, miembros largos y rabia negra, y miro hacia la puerta mientras esperaba
a que su compañera llegara.

Allison Reynolds entró sólo unos segundos detrás de él. Se detuvo en la puerta para mirar a
través de la habitación a su enojado compañero de equipo. Neil había visto imágenes de Allison
cuando investigaba a los Zorros, pero todavía necesitaba echarle otro vistazo. Los Reynolds eran
billonarios gracias a sus lujosos resorts de clase mundial. Allison creció como una princesa moder-
na y una celebridad a través de su asociación con los clientes de su familia. Los rumores decían
que ella había perdido su herencia cuando eligió el Exy y las escuelas públicas por encima de los
negocios familiares, pero Allison aún se veía como una estrella de pasarela.

Todos los demás iban vestidos con jeans llenos de arrugas por el movimiento. Allison parecía lis-
ta para una sesión de fotos con sus perfectos rizos platinados, tacones altos y un entallado vestido.

—Me alegro de verlos a ambos —dijo Wymack secamente.

Allison lo ignoró y se inclinó hacia Abby.

—Sobreviviste al verano.
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—Por la gracia de Dios —dijo Abby—. No fue fácil, eso es seguro.

Allison barrió la habitación con la mirada, su labio se torció en un gesto de desprecio cuando vio
al grupo de Andrew. Su mirada se posó sobre Neil y lo estudió durante un momento, con expresión
calculadora.

—Me sentaré contigo —dijo ella.

Cruzó la habitación y se sentó en el brazo de su silla. Realmente no había espacio para ella ahí;
tenía que apoyarse en el para mantener el equilibrio. Le paso un brazo alrededor de sus hombros
para evitar resbalarse y cruzo la pierna sobre su rodilla. El movimiento deslizo su dobladillo hacia
arriba, mostrando un tramo de su saludable y tonificado, muslo bronceado.

Neil lo vio con su visión periférica pero mantuvo su mirada en la cara de Allison. Su piel punzaba
con el recuerdo de los fuertes golpes de su madre. Una vida huyendo significaba que no había tiem-
po para amigos o relaciones, pero eso no detuvo a Neil para echarle un ojo a las chicas mientras
crecía. El ojo vigilante de su madre notó sus miradas persistentes y su creciente distracción. Teme-
rosa de que fuera a derramar sus secretos sobre un enamoramiento infantil, ella lo golpeaba como
si pudiera matar sus hormonas con sus manos desnudas. Algunos años de esta violencia y Neil
finalmente entendió la indirecta: las chicas eran demasiado peligrosas para mezclarse con ellas.

Allison era hermosa pero estaba fuera de los límites.

—Puedo moverme si quieres sentarte aquí —dijo Neil.

—No, está bien—. Ella sonrió, pero tenía un perfil de presunción, probablemente porque Seth
estaba mirándolos como si pudiera matarlos con su fuerza de voluntad. Allison miró hacia Wymack
mientras movía los dedos en un gesto de impaciencia—. Esto será rápido, ¿verdad? Fue un largo
vuelo y estoy exhausta.

—Ustedes son los que retrasan esto —dijo Wymack, apuntando un dedo hacia Neil—. Primer
orden del día: Neil Josten, nuestro nuevo delantero sustituto. ¿Algo que decir? —Cuando Neil negó
con la cabeza, Wymack sacudió un pulgar entre Allison y Seth—. Ya conoces a los demás. Aquí
están los últimos de ellos: Seth Gordon, delantero titular, y Allison Reynolds, nuestra agente defen-
siva. ¿Preguntas, comentarios, inquietudes? ¿Alguien?

Seth señalo a Neil y dijo enojado:

—Estoy jodidamente preocupado…

Neil supuso que Wymack ya había escuchado un argumento como ese antes, porque interrum-
pió a Seth como si no lo hubiera escuchado.

—Muy bien, entonces. Continuamos, ¿Abby? —Abby bajó de su asiento y les dio a todos unos
papeles engrapados—. Algunas aburridas formas como siempre. Firmen con su nombre en las
líneas correspondientes y regrésenmelas mañana a primera hora. No pueden practicar hasta que
tenga esto en el archivo. Las prácticas de verano comienzan a las 8:30. Disfruten dormir mientras
puedan, porque lo cambiaremos a las 6:00 cuando el semestre comience. Nos encontraremos en el
gimnasio. Repito, nos encontraremos en el gimnasio. Si llegan tarde porque llegaron aquí en lugar
de allá pondré mi zapato a través de sus caras. Sólo se han ido por un mes. Sé que todos saben
cómo funciona esto.

—Sí, entrenador —coreó el equipo.

—Los exámenes físicos se hacen hoy antes de que se vayan. Andrew, tú vas primero. Seth, tú
vas segundo. El resto de ustedes dibujen pajitas o algo. Ustedes deciden. Ni si quiera piensen en
The foxhole Court — Nora Sakavic
irse antes de haber visto a Abby—. Le lanzó una mirada furiosa a Andrew. Él y Nicky pusieron mi-
radas de inocentes que no engañaban a nadie.

Abby se colocó detrás de Kevin. Wymack vaciló antes de alcanzar los papeles que estaban api-
lados boca abajo a su lado.

—La última orden de mi parte para hoy es su agenda.

— ¿Ya? —Preguntó Matt—. Apenas es Junio.

—Aún no tenemos fechas, pero el ERC hizo algunos cambios que harán que esta primavera pa-
rezca un cakewalk. Están notificando a los entrenadores en nuestro distrito uno por uno para tratar
de controlar la caída. Esto puede ponerse feo.

— ¿Cómo podría ponerse peor que la mierda con la que nos enfrentamos el año pasado? Pre-
gunto Seth.

Matt contó con los dedos.

—Los allanamientos, las llamadas telefónicas amenazantes, la prensa furiosa, el vandalismo…

—Mi favorita fue cuando alguien le dijo a la policía que estábamos corriendo un laboratorio de
metanfetaminas fuera de los dormitorios —dijo Dan amargamente—. Las redadas de la policía son
asombrosas.

—Las amenazas de muerte eran creativas, sin embargo —dijo Nicky—. Tal vez ahora sigan ade-
lante y maten a alguno de nosotros. Votemos. Yo nomino a Seth.

—Vete a la mierda, maricón —dijo Seth.

—No me gusta esa palabra —dijo Andrew—. No la uses.

—Yo diría vete a la mierda, fenómeno, pero entonces no sabrían a quién de ustedes le estoy
hablando.

—No nos hables en absoluto —dijo Aaron—. Nunca tienes nada útil que decir.

—Suficiente —dijo Wymack—. No tenemos tiempo para esta pequeña mierda este año. Tene-
mos una nueva escuela en nuestro distrito.

Neil echó un vistazo a Kevin quién estaba sentado con la cara pálida y rígida. Cuatro hombres en
un sofá significaban que el grupo de Andrew estaba sentado aplastándose juntos con Kevin y An-
drew en medio. Incluso drogado Andrew no podía olvidar la manera en la cual Kevin se ponía tenso,
pero con la medicina en sus venas pensó que era divertido. Él le sonrió a Kevin, pero la sonrisa se
evaporó de su cara cuando Wymack habló.

—Edgar Allan viene al sur.

El impacto silenció al equipo, pero no por mucho.

—De ninguna manera —dijo Dan bruscamente—. Eso no es gracioso, entrenador.

Seth aparentemente pensaba lo contrario porque empezó a reírse. Aaron, Nicky y Matt se aho-
garon unos a otros mientras demandaban explicaciones. Allison hizo un agudo sonido de increduli-
dad que dejo el oído derecho de Neil zumbando. Renee, como Neil, miro a Andrew y a Kevin pero
no dijo nada.

Wymack trato de explicar la lógica del ERC, pero mantuvo su atención en Andrew. No le tomo
The foxhole Court — Nora Sakavic
mucho tiempo al equipo darse cuenta de su distracción. El bullicio murió lentamente. Tal como lo
hizo, la sonrisa de Andrew regresó. Esta vez con todos los dientes. Las drogas de Andrew lo ha-
cían un maníaco, pero no lo hicieron menos vicioso. Neil sabía lo que esa sonrisa significaba y se
preparó para la violencia.

—Hey, Kevin —dijo Andrew—. ¿Escuchas eso? Alguien realmente te extraña.

—El ERC no debió haberlo aprobado —dijo Kevin, tan silenciosamente que Neil apenas lo es-
cuchó.

—Dijiste que vendrían por ti.

—No sabía que sería de esta manera.

—Mentiroso —dijo Andrew, y Kevin se estremeció.

Andrew se giró para sentarse de lado en el sofá para que pudiera ver mejor a Kevin. Puso la
espalda contra el costado de Nicky. Nicky se inclinó lejos de su trastornado primo, tenía los nudillos
blancos de donde se estaba sujetando del brazo del sofá. Andrew aún no se daba cuenta o no le
importaba que tanto estaba haciendo sentir incómodo a Nicky. Él sólo tenía ojos para Kevin. Kevin
parecía enfermo del estómago, pero no había entrado en pánico sólo por esta bomba. Andrew no
tuvo problemas para interpretar esa pseudo-fuerza.

—Tú ya sabias esto —dijo Andrew—. ¿Hace cuánto? ¿Un día, dos días, tres, cuatro, cinco?

—El entrenador me dijo cuándo fue aprobado en Mayo.

—Mayo. Mayo, día. Día de Mayo. Mayday. Es curioso, Kevin Day. ¿Cuándo ibas a decirlo?

—Yo le dije que no lo hiciera —dijo Wymack.

— ¿Escogiste al entrenador por encima de mí? —Preguntó Andrew, mientras se reía—. Oh ya.
Favoritismo, decepción, traición, que familiar. Después de todo lo que he hecho por ti.

—Andrew, déjalo ya —le advirtió Abby.

—Ayúdame —dijo Kevin, casi como un susurro.

Andrew chasqueó la lengua e inclinó la cabeza hacia un lado.

— ¿Ayudarte? ¿Ayudar a un hombre que mintió en mi cara durante un mes? ¿Cómo?

—Quiero quedarme —dijo Kevin—. Te lo pediré otra vez: no dejes que me lleven.

—Eres tú quien les dirá que sí —dijo Andrew—. Tal vez lo olvidaste.

—Por favor.

—Sabes lo mucho que odio esa palabra.

Kevin miró fijamente sus manos que estaban apoyadas sobre su regazo, sus ojos sobre la cica-
triz que corría a través del dorso de su mano. Neil sólo lo observó por un instante, ya que no quería
que Kevin lo atrapara mirándolo fijamente. Era un áspero desastre a lo largo de los delgados hue-
sos de su mano. Riko le había roto la mano, sin embargo, no se veía como un golpe limpio. Andrew
exhaló un exagerado suspiro y extendió su mano, bloqueando la vista de Kevin sobre la cicatriz.

—Mírame —dijo Andrew.


The foxhole Court — Nora Sakavic
Kevin le lanzó una mirada aterrada. Neil no estaba seguro de como Andrew podía sonreír y al
mismo tiempo tener una mirada vacía, el efecto de las drogas. Neil sintió la desesperación de Kevin
a través de toda la habitación, era un sentimiento tan familiar que pensó que estaba enfermando.

—Todo estará bien —dijo Andrew—. Lo prometí ¿no? ¿Acaso no crees en mí?

Tomó un momento, pero al final Kevin se relajó. La mirada de muerte se desvaneció de sus ojos
mientras absorbía cada onza de fuerza que Andrew pudiera darle. La inquebrantable confianza
que Kevin tenía en Andrew era sorprendente. Como es que Kevin pensaba que un enano psicótico
podría protegerlo de una familia tan retorcida como los Moriyama, Neil no lo sabía. Neil pensó que
debería estar impresionado, pero todo lo que sintió fue amargura. Se tragó con fuerza el ajetreo que
sentía en el estómago y miró hacia otro lado.

Wymack los observó durante un largo minuto, después asintió.

—El ERC hará su anuncio oficial más tarde este mismo mes. Acordaron esperar hasta que todos
estuvieran aquí donde es más fácil para nosotros protegerte. Eso no significa que debas ser des-
cuidado. Chuck —es nuestro presidente universitario Charles Whittier, Neil— ha reeditado órdenes
de que los reporteros se mantengan fuera de nuestro campus sin una escolta policial este verano.
Verán al doble de policías alrededor del campus, y necesito que todos guarden los números telefó-
nicos de los demás sólo por si acaso. ¿Entendieron?

Neil no tenía teléfono propio, pero se unió a los demás diciendo

—Sí, entrenador.

La habitación se mantuvo en silencio, y Neil no pudo soportarlo más.

— ¿Algo más, entrenador, o ya terminamos?

—Este es un gran problema —dijo Dan—. Lo cambia todo. Tú no entiendes.

—Neil se enteró cuando Kevin lo hizo —dijo Wymack—. Ya he tenido esta plática con él, así que
lo entiende muy bien. Y no, ya no hay nada más. Abby, son todos tuyos. Haz con ellos lo que tengas
que hacer.

Neil se puso de pie y camino hacia la puerta sin mirar atrás. Dan trató de llamarlo de vuelta para
su examen físico, pero Abby la calmó.

Renee lo alcanzó afuera.

—Desafortunadamente estas noticias significan que Andrew no puede llevarte de regreso a los
dormitorios —dijo ella—. Kevin lo necesita aquí ahora mismo y eso corta cualquier acuerdo que
tengan ustedes dos. Si no te molesta esperar un momento, eres más que bienvenido a regresar con
nosotros. La camioneta de Matt tiene mucho espacio.

Lo que Neil quiso decir fue no, pero lo que dijo fue

— ¿Por qué Kevin confía en Andrew?

Renee sonrió.

—Porque sabe que puede.

—Con tanto en juego —La presionó Neil, como si ella no entendiera lo que estaba pasando tan
bien como él. Tal vez no lo hiciera. Ella no era como los demás. Ella era normal, o lo más normal
que los Zorros le permitieran. Pandillas y peleas sangrientas eran cosas de las películas. Neil odio
The foxhole Court — Nora Sakavic
que ella no pudiera entender, pero odio más lo que hizo—. ¿Con tanto en juego el honestamente
piensa que Andrew es suficiente?

Renee le tendió su mano.

—Neil —dijo ella, tan suavemente que él se preguntó si ella lo había escuchado—. Neil, por favor
espéranos.

—No —dijo Neil, dando un paso hacia atrás—. Me sé el camino. Gracias.

Enrolló los papeles en un tubo y se alejó. Ella no dijo nada, pero el sintió su mirada en su nuca.
Tan pronto como llego al extremo del aparcamiento, aceleró el paso hasta alejarse corriendo.

Correr no hizo nada para calmar la inquieta ansiedad que le roía el estómago. Llegó a los dormi-
torios con peores espíritus que con los que se había ido del estadio. Trató de distraerse a sí mismo
poniendo lejos sus cosas pero terminó dando vueltas por la habitación con una bolsa vacía en sus
manos. En la quinta vuelta no pudo soportarlo más. Cayó de rodillas y tiro de su vestidor, descol-
gando apresuradamente la poca ropa que tenía para poder llegar a su caja fuerte. Tecleo el código
y se deshizo de la combinación de la cerradura, necesitaba ver su carpeta. La reviso de principio a
fin, comprobando y contando todo.

No debería haber venido aquí. No debería haberse quedado una vez supo del cambio de distrito
y averiguar quiénes eran los Moriyama. Andrew metido en sus asuntos era la última pajita, aunque
Andrew aún no había dicho nada sobre lo que había en la carpeta de Neil. Tal vez, Andrew no era
lo suficientemente listo como para revisar la combinación, o tal vez había dejado la carpeta cuando
se dio cuenta de que era básicamente un santuario a Kevin y Riko. Pero Neil no podía simplemente
asumir que Andrew no había encontrado su dinero. Por todo lo que sabía Andrew estaba esperando
el momento justo para arrojárselo en la cara.

El pánico le dijo que tenía que irse, pero Neil no pudo moverse. Una voz tranquilizadora debajo
de su miedo lo mantuvo ahí, sin levantarse. Neil todavía recordaba el fracaso de Kevin durante el
último mes con Wymack. El miedo de Kevin lo partió a la mitad, Neil conocía ese sentimiento. Todos
los días Neil despertaba y aprendía como respirar otra vez. Se daba dos minutos cada mañana
para calcular sus posibilidades de ser atrapado, sopesar los beneficios de permanecer dondequiera
que estuviera, y hablarse a sí mismo a través de su miedo.

¿Kevin haría lo mismo? La mirada de muerte que Kevin le devolvió a Andrew el día de hoy, era
la misma mirada que Neil veía en su reflejo. Cuando Neil dejara de actuar, cuando Neil dejara de
preocuparse por quien lo estaba mirando, cuando dejara ir las mentiras que lo mantenían vivo, esa
sería la única expresión que podría hacer.

Neil guardó de nuevo su caja fuerte y sacó los cigarrillos que había comprado antes en la tienda.
Fue hacia la ventana, quitó las dos cerraduras que la mantenían cerrada, y empujó el cristal tan
lejos como pudo. Una pantalla le impedía inclinarse hacia afuera, pero la oprimió con tanta fuerza
que crujió. Encendió un cigarrillo y lo vio quemarse. El olor acre a humo y fuego se llevó el borde
de sus nervios, pero el dolor tan familiar y tranquilo hizo todo mucho peor.

No importaba que tan parecidos eran él y Kevin, la diferencia crítica entre ellos hizo sentir a Neil
muchos mundos lejos de ahí. Kevin tenía a Andrew para apoyarse, y Neil no tenía a nadie a quien
confiarle sus desesperanzas y su soledad. Si Neil se iba hoy o mañana o la siguiente semana, es-
taría solo. Dos, cinco, diez años a partir de ahora, si Neil seguía vivo, aun así estaría solo.

Él podía ser cualquiera, en cualquier lugar del mundo, pero estaría solo hasta el día de su muer-
te. Nunca creería en alguien lo suficiente como para dejarlo entrar.

Y era por eso por lo cual Neil no podía irse.


The foxhole Court — Nora Sakavic
Incluso si todo en Neil le gritaba que corriera, Neil no podía hacerlo, no después de haber visto
ese pequeño espectáculo entre Kevin y Andrew el día de hoy. Tal vez era patético, o tal vez estaba
demasiado celoso para marcharse. Tal vez Neil sólo necesitaba entender.

¿Por qué siempre Kevin tenía más? Kevin vivía con una familia horrible, pero tenía un hogar y
una reputación y un seguimiento. El creció siendo el centro de atención mientras Neil lo observaba
por encima del hombro en un montón de países alrededor del mundo. Kevin perdió su mano pero
gano su libertad. Era lo suficientemente testarudo y hábil como para empezar desde donde se había
quedado, incluso si eso significaba aprender a jugar con su mano más débil. Tenía un entrenador y
un equipo dispuestos a defenderlo de los Moriyama. ¿Por qué? ¿Por qué Kevin merecía todo eso?

¿Por qué él se merecía a Neil? ¿Por qué debería Neil vacilar aquí y preocuparse por el cuándo
la propia vida de Neil estaba en la línea? Después de cómo lo trató Kevin durante el verano, Neil
debería estar feliz. Este era el momento perfecto para escabullirse. El equipo asumiría que Neil sólo
era un niño asustado que no podía lidiar con la verdad de los Moriyama y la prensa estaría dema-
siado ocupada persiguiendo a Kevin y Riko como para preocuparse por otro Zorro fracasado. Neil
le enviaría a Riko una tarjeta de agradecimiento anónima y se iría pasando la frontera con México.

Pero Neil no podía, no aún.

Sacudió un montón de cenizas sobre el alféizar de la ventana y lo presionó con su dedo, dejando
una mancha oscura sobre la pintura blanca. Miró arriba hacia las nubes y buscó en ellas la cara
furiosa de su madre.

—Uno de nosotros lo tiene que hacer, mamá.

No iba a ser Neil. Era obvio que era demasiado estúpido como para sobrevivir sin su madre si
no dejaba de meterse en líos como este. Pero tal vez Kevin podría hacerlo. Tal vez lo lograría de
alguna manera, montado en su talento y con la obsesión psicótica de Andrew y la feroz protección
de Wymack. Tal vez pasaría esta temporada en la lista de los Zorros y estaría a salvo. Se recupe-
raría y sería libre. Neil no podía irse hasta que estuviera seguro que Kevin estaría bien. No quería
descubrirlo desde la otra mitad del mundo.

Respiró lenta y profundamente, tratando de inhalar tanto humo como pudo, y observo como su
cigarrillo se quemaba hasta el filtro. Fumó otros dos cigarrillos antes de que sus compañeros de
cuarto aparecieran. Neil aplastó el tercero cuando escucho la puerta de la entrada abrirse y lanzó
la ceniza del alfeizar debajo de la alfombra. Molió la ceniza con su zapato, rellenó lo que quedaba
de la colilla en la parte trasera de su mochila para más tarde, y pateó sus cosas en apariencia de
orden. Su caja fuerte estaba cerrada y guardada, así que salió a recibir a sus compañeros de equi-
po. Se sentía distante mientras los miraba entrar. Tal vez ya estaba muriendo, su estúpida alma se
desvanecía de su pequeño cuerpo preparándose para su final brutal.

Seth entro primero y lanzó a un lado sus maletas. Estaba en mitad de una plática y necesitaba
sus manos libres para hacer gestos enojados. Matt estaba detrás de él con una mirada tolerante en
su rostro y una tercia de maletas en sus manos. Matt cerró la puerta y le pasó la bolsa a Seth, quien
la arrojó junto con las otras.

Neil no estaba seguro con quien estaba más enojado Seth: Abby, Allison o el grupo de Andrew.
Su plática iba y venía entre todos ellos sin ningún patrón lógico. Se detuvo sólo cuando se quedó
vacío de su colorido lenguaje. Finalmente levantó las manos con disgusto y se volvió hacia Neil.

— ¡Y para hacerlo todo peor, estoy atascado con un maldito novato como sustituto!

—Kevin lo aprobó —dijo Matt.

—Como si eso me hiciera sentir mejor —dijo Seth mirando con rabia a Neil. Neil miró hacia atrás
The foxhole Court — Nora Sakavic
sin sorprenderse por su rabia. Su apatía sólo hizo encender más a Seth—. Nosotros éramos un mal
chiste; ahora somos uno práctico. Cuando los demás se enteren de esto, estaremos ganando los
juegos sólo porque los demás estarán tan ocupados riéndose de nosotros como para tomárselo en
serio. Se supone que íbamos a hacerlo este año. Confié en él para escoger a nuestro sub porque
dijo que conseguiría hacer que pasáramos el combate de muerte del campeonato. Pero esto es
repulsivo.

—Al menos dale a Neil una oportunidad —dijo Matt.

—Day nos está jodiendo —dijo Seth—. No está bien.

—Esta actitud no está bien —dijo Matt, señalándolo—. Kevin jamás reclutaría a alguien sólo para
hacernos ver mal —eso lo hacemos muy bien por nuestra cuenta. Si quieres que ganemos este
año, compórtate como tal. Necesitamos una línea ofensiva cohesiva. Puesto que tú y Kevin son
causa perdida, tendrás que hacer que funcione con Neil.

—Es muy bajo, no puede jugar, y se ve como si tuviera un problema de actitud.

—El entrenador dice que tiene potencial —Matt miró a Neil—. Andrew dice que eres rápido.

Neil frunció el ceño.

— ¿Cuándo dijo eso?

— ¿Cuándo crees, pedazo de mierda? —Preguntó Seth—. Hablamos todo tipo de mierda acerca
de ti después de que te largaras.

—Dan nos preguntó que pensábamos sobre ti —dijo Matt antes de que Seth pudiera reaccio-
nar—. Nicky piensa que necesitas más tiempo con nosotros. Aaron dijo que tenías que ser más
agresivo. Kevin no dijo nada, lo cual normalmente sería raro ya que Kevin no es muy conocedor de
las palabras remilgadas, pero creo es porque es distraído. Pero Andrew apuesta a que puedes su-
perar a cualquiera del equipo. El entrenador dijo que hiciste una marca de cuatro minutos por milla
de vuelta en Arizona. ¿Es verdad? Eres algo pequeño para correr tan rápido.

—Me gusta correr —dijo Neil.

—Joder corriendo —dijo Seth—. Aprende a anotar. Lo correcto sería decir que no has anotado
con Andrew.

—No —admitió Neil—. No aun.

—Cuándo lo hagas, entonces podrás hablarme —dijo Seth—. Hasta entonces, mantente lejos de
mi camino e intenta no arrastrar demasiado a mi línea.

—Bienvenido a la Madriguera de los Zorros —añadió Matt secamente mientras Seth tomaba su
maleta y asaltaba el dormitorio—. Oye, vayamos a cenar en el centro de la cuidad esta noche. De-
bemos disfrutarlo antes de que esto explote en nuestras caras, y no quiero estar aquí entre Andrew
y sus dosis. ¿Pueden ustedes dos manejarlo mientras lo reviso con las chicas?

—Probablemente —dijo Neil.

Él y Seth lograron mantenerse alejados hasta que Matt regresó, pero eso sólo fue porque se
ignoraban mutuamente. Seth estaba ocupado moviéndose y Neil estaba feliz de estar fuera de su
camino. Cuando Seth lo había hecho en la recámara y se había movido a la sala de estar, Neil re-
cogió el desastre que había hecho antes. Matt instaló su computadora en uno de los escritorios y
mató tiempo en línea hasta que fue tiempo de encontrarse con los demás.
The foxhole Court — Nora Sakavic
“El centro” refiriéndose a la larga calle de tiendas que se ramificaba fuera del campus por un cor-
to camino desde la Fox Tower. En la mayoría de los casos las tiendas vendían equipamiento para
el campus, pero había un par de librerías y media docena de bares. Era como una ciudad fantasma
con tan pocos estudiantes alrededor. La mitad de los lugares que pasaron tenían señales de que
reabrirían antes de caer. El resto permanecían abiertas con la esperanza de verse atractivos para
los estudiantes durante el verano y para los atletas que se filtraran en las próximas semanas.

Terminaron en un lugar que era mitad bar y mitad pizzería juntas. La cabina de la esquina en
forma de L era perfecta para Neil, quien podría tomar un banco al final y observar a sus compañeros
de equipo. El esperaba la misma locura que había visto en la casa de Wymack su primera noche en
Carolina del Sur, especialmente después de ver la tensión entre Seth y Allison agregada al equipo,
pero se quedó plácidamente sorprendido. Sea cual fueran sus diferencias, los de ultimo año habían
tenido años para acostumbrarse a sí mismos, y llevaron una conversación en la mesa durante la
mayoría de la cena. Incluso Seth y Allison hicieron acuerdos para mantenerse adelante, Neil pensó
que eso se atribuía a la civilidad de la cerveza.

Se mantuvo fuera de todo eso, y la mayor parte se mantuvo alejado. Saludo y habló un poco
con el grupo de Dan después de su pelea con Kevin, y Seth y Allison simplemente no estaban inte-
resados en conocerlo mejor. Las únicas veces que alguien le preguntaba algo durante la cena era
cuando Dan o Matt querían su opinión en la materia.

Tuvieron un intermedio durante la cena cuando Dan y Matt desaparecieron. Neil los vio alejarse,
pero aparte de Allison codeando con Renee significativamente, nadie dijo nada al respecto. Nadie
mencionó el cambio de distrito, aunque, tendría que estar en la mente de todos. Tenían casi el
restaurante para ellos mismos, pero la falta de ruido de otras conversaciones significaba que sus
voces se iban fácilmente.

Dan y Matt regresaron eventualmente, viéndose un poco más agotados. Dan recogió la cuenta
del camarero cuando iba camino a la mesa. Seth brindó con Matt con lo que quedaba de su cerve-
za, pero sus ojos estaban sobre Allison mientras lo hacía.

Dan y Matt lideraron el camino de regreso a los dormitorios tomados de la mano. Renee cami-
naba detrás de ellos con Seth y Allison. Neil estaba feliz de tomar la retaguardia. Cuando llegaron
a su piso, Nicky los estaba esperando en el corredor.

—Oye, Renee —dijo Nicky—. ¿Podrías llamar al teléfono de Andrew?

— ¿Acaso lo perdió? —Preguntó Renee, mientras sacaba el teléfono de su pequeño bolso.

—Yo lo hice —dijo Nicky—. Y, uh, al hombre que lo llevaba. No está contestando ninguna de mis
llamadas.

—Jesús, Nicky —dijo Matt—. El entrenador dijo que lo mantuvieras vigilado esta noche.

—Sé lo que dijo —Nicky le hizo una cara a Matt—. Deberías tratar alguna vez.

— ¿Dónde está Kevin? —Preguntó Dan.

—No ha dejado su cama desde que volvimos —dijo Nicky—. Aaron lo está vigilando.

Renee alzó una mano para pedir silencio. Todos se quedaron callados inmediatamente para
mirarla. Tenía el teléfono al oído pero no decía nada, probablemente escuchando el timbre del otro
lado. Neil supo que alguien contesto por la manera en la que Renee sonrió, pero no sabía cómo
Renee podía sonreír tan cálidamente cuando estaba hablando con Andrew.

— ¿Te desperté? —Preguntó en lugar de decir hola—. Esperaba que habláramos esta noche,
The foxhole Court — Nora Sakavic
pero Nicky dice que saliste. ¿Oh? Muy bien, entonces. Trataré de nuevo mañana. En el almuerzo,
¿quizás? Muy bien. Buenas noches.

Colgó y guardo su teléfono.

—Esta con el entrenador. Tal vez el entrenador quería asegurarse que tomara su medicina esta
noche —Renee le dio un apretón animoso a Nicky en el hombro—. Él está bien. Kevin está bien.
Ve a descansar. No hay nada más que podamos hacer esta noche excepto cerrar nuestras puertas
y rezar.

—Gracias —dijo Nicky, luego desapareció de regreso a su habitación.

Se separaron hacia sus habitaciones preparándose para dormir. Neil trepó por la escalera de
madera hacia su piso y se tendió sobre el colchón. Por fin tenía el simple placer de tener una cama
real. Después de que las luces se apagaron y sus compañeros de cuarto se quedaron quietos, Neil
se quedó solo con la oscuridad y sus pensamientos. Se quedó despierto largo rato de la noche
pensando acerca de Kevin, y cuando se quedó dormido, soñó que su padre lo estaba esperando
en la Madriguera de los Zorros.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 7

Traducido por Caro


Corregido por Maffie

Para el tercer día de Neil en el campo, no tenía idea de cómo los Zorros consiguieron entrar al
campeonato la primavera pasada. Sus suposiciones de que el equipo estaba formado de 4 grupos
eran parcialmente acertadas, pero las líneas que había trazado eran flexibles. Siempre que Allison
y Seth discutían, Allison terminaba con las chicas y Seth se iba con Matt. Pareciera que Allison y
Seth no creían un punto medio: o estaban gritándose insultos entre ellos o estaban besándose en
el vestuario sin importarles quien estuviera alrededor. Neil no sabía que gatillaba el cambio abrupto
y constante de emociones. Esperaba nunca entenderlo.

Toda la primera semana de prácticas de verano fue consumida por los combates mientras la
jerarquía del campo volvía a caer en su lugar. Cuando Dan actuaba como su capitán, los ordenaba
con la misma espina enojada que Neil vio el primer día. No dudaba en empujar gente a la línea y
los Zorros la dejaban tener la última palabra en todo. Incluso Andrew seguía sus órdenes, aunque
Neil supuso que era porque se divertía con su supuesta intrepidez.

Kevin sabía más del deporte que cualquiera de ellos y tenía una cierta autoridad por su período
como su entrenador asistente, pero su personalidad fría era algo que quitaba las ganas de acer-
carse a él y escucharlo sin responder de vuelta. Había causado la mayoría de las discusiones, y la
mayoría de ellas eran entre él y Seth. Kevin y Seth se odiaban sólo por lo que sentían Seth y Nicky
el uno por el otro. Hacía falta sólo una mala palabra para pasar de argumentos a golpes. La pelea
llegó al clímax la tarde del miércoles cuando Andrew se fue de la práctica más temprano debido
a su terapia semanal. Al segundo que se había marchado, Seth se dirigió a Kevin con sus puños
volando.

Matt era la fuerza bruta que los mantenía en línea cuando las palabras de Dan no eran sufi-
cientes. Debido a la herida de Kevin y la apatía de Andrew, Matt también era el mejor jugador que
los Zorros tenían. Neil pensaba que Matt debería haber sido nombrado capitán por la solidaridad
que podría traer al equipo. Sin importar lo que hubiera pasado entre él y Andrew el año anterior,
parecía tener un entendimiento con los primos, lo que significaba que los Zorros tenían una línea
de defensa sólida. Su relación con Kevin escapaba del entendimiento de Neil. Sus habilidades y
compromiso demostraban que Kevin estaba dispuesto a escucharlo y trabajar con él, pero pasaban
de entenderse perfectamente a un antagonismo constante. Le recordaban un poco a Allison y Seth,
sólo que no había una tensión sexual desesperada.

Renee era la siguiente en la línea del ojo del huracán. Daba consejos amigables, animaba los
esfuerzos de sus compañeros y hacía de mediadora de vez en cuando. No se involucraba en pe-
leas ajenas, no se inclinaba por un lado ni predicaba la paz, y nadie discutía una palabra que dijera.
Incluso Andrew se veía tocado por ella. Neil los vio conversando apartadamente varias veces du-
The foxhole Court — Nora Sakavic
rante la semana. Era obvio que nadie más aprobaba su extraña amistad, pero a ninguno parecía
importarle las miradas extrañas que eran enviadas en su dirección. Neil no estaba seguro de que
pensar sobre ellos, y estaba aún más inseguro sobre que pensar de Renee, así que por eso la
evitaba cada vez que podía.

El resto de los Zorros se veían envueltos en un orden siempre cambiante. La posición de Seth
en el equipo fue la que más cambió. Era el único de quinto año en el equipo, ya que todos los de
su línea de salida habían renunciado o abandonado, pero era demasiado aislacionista para marcar
alguna diferencia en el campo. Su estado de ánimo era tan cambiante que Neil estaba seguro que
debía estar en algo. El por qué Abby y Wymack le habían puesto un fin a eso, Neil no lo sabía. Alli-
son era importante debido a su antigüedad y su actitud agresiva en el campo, pero detestaba a los
primos y no le gustaba trabajar con ellos.

Aaron era mejor jugador que Nicky, pero se mantenía a una distancia clínica de todo eso. Nicky
daba todo lo que tenía, pero le gustaban las jugadas dramáticas y todavía más el discutir con Allison
y Seth. La posición de Andrew era difícil de deducir. Su influencia sobre Kevin y sus habilidades lo
hacían útil, pero ponía tan poco esfuerzo como Wymack se lo permitía.

Neil aun no tenía lugar en la jerarquía. Sus compañeros lo tenían en tan poca consideración que
ni siquiera tenía el “honor” de ser último. No le sorprendía, ya que era el último en haber llegado
a su desastre, pero eso no lo hacía más llevadero. Dan trataba de incluirlo, preocupándose de él
cada vez que ella estaba cerca de él en el campo, pero tenía que dirigir al resto del equipo también.
Allison no tomaba en serio a Neil, Matt estaba lejos de ayudar y Neil no quería lidiar con Renee,
además, los primos mantenían su distancia esta semana. Eso dejaba a Seth y Kevin.

Kevin y Seth tenían que ocuparse de Neil ya que estaba en su línea, pero Neil habría preferido
que lo ignoraran por completo. Nada de lo que hacía estaba bien. Ellos lo apartaban y lo desecha-
ban como inútil sin importar que tanto se esforzara. Neil odiaba sus actitudes, pero estaba decidido
a no perder el temperamento frente al equipo de nuevo. Afortunadamente los delanteros estaban
tan dispuestos a pelear sobre él como con él, así que se conformó con ver a Seth y Kevin pelear
con puños y palos.

Wymack rara vez interfería en las riñas. Los dejaba hacer alboroto y después los castigaba con
cardio intenso y ejercicios insoportables. Parecía que hace mucho tiempo había decidido que su
equipo sólo podía funcionar probándose a sí mismos contra ellos mismos y estableciendo su propio
ranking. Neil pensó que era una locura al principio, pero a medida que la semana avanzaba podía
ver al equipo entendiendo finalmente los límites y las alianzas entre ellos.

Para el viernes, Neil estaba desesperado por la llegada del fin de semana. El estrés de preocu-
parse por Kevin y Riko, la irritación y exasperación sobre el comportamiento de sus compañeros de
equipo en el campo, y la condescendencia interminable de Kevin y Seth lo estaban desgastando.
No podía seguir lidiando con ello, pero tampoco podía escapar. Pasó todo el día con los Zorros en
la práctica, después volvió al dormitorio y los volvió a ver toda la tarde también. Neil estaba siendo
sofocado por su presencia. Todo lo que quería era huir del campus por el fin de semana. Tenía que
tener un respiro antes de quebrarse.

Se había olvidado de los planes de Andrew para él. Cuando Neil se fue de las duchas después
de la práctica del viernes, esperaba que todos se hubieran ido. Neil iba a las prácticas con el equipo,
compartiendo la camioneta de Matt con Allison, Seth y Renee, pero después de todo siempre volvía
al dormitorio solo. Los otros captaron después de unos días que a Neil le gustaba irse después de
ellos, y ninguno pregunto por qué. No trataron de hacerlo cambiar de opinión y dejaron de esperar-
lo al segundo día. Tal vez era una cosa de Zorros, saber que había líneas que no debían cruzar y
preguntas a las cuales no encontrarían respuestas. Neil no estaba seguro, pero lo apreciaba.

Sin embargo, el viernes fue diferente. Neil entro al camerino y vio a Nicky esperando en una de
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las bancas con una bolsa de regalo negra.

—Sobreviviste a la primera semana —dijo Nicky—. ¿Te divertiste?

— ¿Va a ser así todo el verano?

—Prácticamente —dijo Nicky—. Por lo menos no te aburres, ¿no?

Neil dejó su uniforme sucio en una de las cestas de ropa sucia, revisó su casillero para asegurar-
se de que estuviera cerrado y se giró para encontrar a Nicky parado justo detrás de él. Neil levantó
una mano para empujar a Nicky fuera de su espacio. Nicky estaba esperándolo y empujó la bolsa
negra a la palma de Neil.

—Esto es para ti —dijo Nicky—. Andrew dijo que no tenías nada apropiado para el lugar al que
vamos. Me dijo que talla traerte y lo elegí. Confía en mí, es asombroso.

Neil se le quedó mirando.

— ¿Qué?

—No te olvidaste de la fiesta, ¿no? Toma —Nicky colgó la bolsa en los dedos de Neil. Neil lo miró
tratando de recordar la última vez que alguien le había obsequiado algo y se quedó en blanco. Qué
el primero seguramente fuera de Andrew era inquietante.

Nicky malinterpretó su incomodidad como sospecha y río.

—Sin bromas, es más para nosotros que para ti, honestamente no podemos dejar que nos vean
contigo si pareces un vagabundo sucio.

Esperó un segundo antes de darse cuenta de que algo no estaba bien.

— ¿Neil?

—Gracias —dijo Neil, pero hasta él escuchó la duda en su voz.

Nicky lo observó. Neil le devolvió la mirada, negándose a decir algo más. Finalmente Nicky le
desordenó el cabello—. Pasaremos por ti a las nueve, ¿está bien? Te sugiero dormir hasta enton-
ces. Estaremos fuera toda la noche. Tenemos todos los contactos para seguir la fiesta hasta el
amanecer —Nicky le sonrió y le volvió a revolver el cabello—. Hablando de eso, deshazte de ellos,
de tus lentes de contacto me refiero.

El estómago de Neil se apretó.

—Cállate.

Nicky dio una exagerada mirada alrededor como buscando espías.

—Mira, no es como si fueran un secreto. Cualquiera que te vea puede darse cuenta del anillo
de los lentes en tus ojos. Yo los vi el primer día. No me di cuenta de que eran de color hasta que
Andrew lo dijo. Y, ¿en serio? ¿Café? ¿Cuán aburrido puedes ser?

—Me gusta el café.

—A Andrew no —dijo Nicky—. Sácatelos.

—No.

—Por favor —dijo Nicky—. Nadie aparte de nosotros te va a ver, y ya sabemos que son falsos.
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No los uses.

— ¿O qué? —Preguntó Neil.

El silencio de Nicky fue suficiente respuesta. Neil estaba listo para rechazar la advertencia, pero
se contuvo. Estaba seguro que podía mantener su posición contra Andrew, pero no sólo enfrentaba
a Andrew. Iba con todo el grupo de Andrew medio estado lejos de aquí. Nicky estaba tratando de
ayudarlo a pasar la noche bien. Neil no pensó mucho en su consideración. Sabía que lado tomaría
Nicky si las cosas se ponían feas.

—Nueve —dijo Nicky de nuevo, cuando Neil no contestó, y se fue.

Neil le dio unos minutos de ventaja. Cuando estuvo seguro de que los primos se habían ido, trotó
a través del campus hacia la librería y mató algunas horas revisando las noticias en el laboratorio de
computación. En su camino a los dormitorios pasó por una rápida cena en una de las tres tiendas
asociadas a la universidad.

Su dormitorio estaba vacío. Vagamente recordó a Matt diciendo algo sobre ir al cine con Dan.
Neil no sabía dónde estaba Seth, pero afortunadamente todavía estaba fuera cuando Neil comen-
zaba a arreglarse. Estaba solo, pero revisó la cerradura del dormitorio para cambiarse de ropa. El
dormitorio no tenía cerradura, lo que lo molestaba, pero el baño sí. Se encerró allí para alistarse.

Cuando terminó, se tomó un largo minuto para estudiar su reflejo. No estaba seguro de qué
pensar. No importaba cuantas veces él y su madre cambiaran su identidad y lenguaje, una cosa
siempre era igual: siempre apuntaban a la ropa simple que lograría mezclarse con la multitud. Neil
usaba camisetas desgastadas, jeans simples y usaba zapatillas, generalmente en colores pálidos
que lo ayudaban a lavarlos seguidos.

Este atuendo era completamente contrario a eso y cada pieza del mismo era negra. Los panta-
lones eran ligeros y cortos para usar un par de botas pesadas. La camiseta era de mangas largas,
ajustada, y a la moda para parecer que estaba rota en algunos lugares. Una capa interna se veía a
través de los cortes, ocultando su piel, pero Neil pasó las manos sobre la tela una docena de veces
para asegurarse de que no había ningún agujero abierto. Estaba seguro de que podía sentir sus
cicatrices a través de la fina tela.

Faltaba sólo una cosa que cambiar. El estómago de Neil se contrajo un poco de nervios cuando
se sacó los lentes de contacto. Parpadeó unas veces, adaptándose a su ausencia, y los arrojó por
el drenaje. Una mirada al espejo casi le quita el aliento. Había pasado más de un año desde que
Neil vio sus verdaderos ojos, ya que nunca dejaba la cama sin ponérselos antes. Sus ojos eran
una fría sombra de azul que se veía aún más brillante en contraste a su pelo y ropa color negro. No
podía mirarlos por mucho tiempo, eran los ojos de su padre.

Neil juntó su ropa y salió del baño. Mientras caminaba de vuelta al dormitorio para dejar su ropa,
vislumbró al grupo de Andrew en la sala de estar. Andrew había forzado la cerradura de nuevo. Neil
debatió qué tanto daño podían hacer los tacos de sus nuevas botas en la cara de Andrew y le gustó
la respuesta.

Dejó su ropa en el último cajón de su vestidor, que había decidido usar en vez de un cesto, y se
giró para ver a Andrew en la puerta del dormitorio. Andrew se apoyó en el marco de la puerta con
los brazos cruzados sobre su pecho y estudió a Neil. Neil aprovechó la oportunidad de darle un
vistazo, notando de inmediato y por sobre todo la falta de expresión en la cara de Andrew. Estaba
sobrio esta noche. Neil se preguntó si Andrew entendía los términos de su libertad condicional o
simplemente no le importaban.

Neil no podía salir con Andrew en la puerta, así que se paró tan cerca de él como se atrevió y
espero a que se moviera. Andrew lo hizo, pero sólo para alcanzarlo con una mano. Neil se tensó
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mientras los dedos de Andrew se aferraban a su nuca, pero Andrew sólo quería tirar de la cabeza
de Neil hacia abajo. Neil se concentró en el pómulo de Andrew para no mirarlo directamente y dejó
que él estudiara sus ojos.

—Otro poco de sinceridad inesperada —dijo Andrew—. ¿Alguna razón en particular?

—Nicky lo pidió amablemente. Podrías intentar hacerlo.

—Ya hemos hablado de esto. Yo no pregunto —Andrew le dio a Neil otra mirada de pies a cabe-
za y lo dejó ir—. Nos vamos.

Nicky se animó al ver a los dos entrar en la sala, pero su expresión feliz vaciló un poco al darle
una mirada a Neil.

—Hombre. Neil te ves bien, ¿Puedo decir eso o es contra las reglas? Sólo, maldición. Aaron no
dejes que me emborrache tanto esta noche.

Andrew se detuvo cerca de Nicky el tiempo suficiente como para sacar un cigarro de su bolsillo.
Lo prendió sin importarle que los dormitorios tuvieran detectores de humo, y puso su encendedor
cerca de la cara de Nicky.

—No me hagas matarte —dijo Andrew.

Nicky subió sus manos en defensa.

—Lo sé.

— ¿Lo haces?

—Prometido —dijo Nicky débilmente.

Andrew alejó su encendedor y salió de la habitación. Kevin y Aaron lo siguieron. Nicky examinó a
Neil con una mirada apreciativa una última vez y salió al pasillo. Esperó con Neil mientras él cerraba
la puerta. Siguieron a los demás abajo en silencio.

Neil terminó en el mismo lugar que la vez pasada, atrapado entre Aaron y Andrew en el asiento
trasero. Neil esperó problemas pero los hermanos se apoyaron cada uno en sus respectivas ven-
tanas y empezaron a dormitar a los minutos de haber dejado el campus. Neil no podía dormir en
semejante compañía, así que pasó la hora preguntándose qué cosas podrían salir mal esa noche.
La lista era larga.

Cuando las luces del auto comenzaron a vislumbrar las señales de salida de Columbia, Nicky le
hizo señales sobre su hombro a Neil.

—Despierta a Andrew, ¿Quieres? Preferentemente sin tocarlo.

— ¿Qué? —Preguntó Aaron adormilado, despertando con la voz de Nicky.

—No puedo recordar que salida habíamos elegido como atajo. ¿Tú?

Aaron respondió pasando por sobre Neil y empujando el hombro de Andrew. La reacción de
Andrew fue inmediata y violenta. Aaron sacó su mano a tiempo, pero no había tiempo para Neil. El
codo de Andrew golpeó en su diafragma lo suficientemente fuerte para hacer que Neil se doblara
sobre sus rodillas. Aaron completamente antipático chasqueó sus dedos sobre la cabeza de Neil y
frente al rostro de Andrew.

—La salida —dijo.


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Andrew se apoyó en la espalda de Neil y se impulsó a los asientos delanteros. Miró hasta que
pasaron una señal y dijo:

—No aún. Es la salida que tiene la Casa de Waffles.

—Esto es Carolina del Sur —dijo Nicky—. Todas las salidas llevan a la Casa de Waffles. ¿Aun
respirando Neil?

—Si —dijo Neil con la voz ronca—. Creo.

Andrew volvió a su asiento y dejó ir a Neil. Neil se las arregló para volver a sentarse, pero no
pudo dejar de presionar una mano en su camiseta. Se sentía como si el codo de Andrew hubiera
hecho un agujero. Le lanzó una mirada a Aaron, quién se encogió de hombros frente a la silenciosa
acusación, y luego a Andrew. Andrew no se la devolvió, muy distraído mirando sus manos. Las te-
nía justo frente a él, pero no fue hasta que un auto pasó en la otra dirección que Neil se dio cuenta
de lo que estaba mirando. En el flash de luz de las luces pasando, Neil vio que los dedos de Andrew
estaban temblando.

—Nicky —dijo Andrew.

Nicky miró hacia atrás. No podía ver los temblores, pero vio hacia donde se dirigían los ojos de
Andrew. Nicky cambió de carril hacia su salida.

—Casi llegamos.

—Para.

—Estamos en el carril de salida.

—Ahora.

Nicky no argumento más. Paró en la casi inexistente berma, frenando tan fuerte que Neil pensó
que iban a derrapar. Bocinas sonaron mientras los autos pasaban al lado de ellos. Andrew empujó
su puerta al abrirla, salió del auto tan rápido como pudo y se acercó a las plantas del camino con
náuseas. Neil estaba lo suficientemente cerca como para sentir como el cuerpo de Andrew tembla-
ba por el esfuerzo. Sonaba como si Andrew estuviera desgarrando su esófago en jirones.

— ¿Dónde están tus galletas? —Preguntó Nicky cuando Andrew tomaba aire.

—Se las comió antes —dijo Kevin.

— ¿Todas? —Preguntó Nicky horrorizado—. Jesús, Andrew.

—Cállate —dijo Andrew escupiendo unas cuantas veces. Trató de alcanzar a ciegas el reposa-
cabezas de Kevin, alcanzándolo en el tercer intento y se impulsó dentro del auto—. Sólo llévanos
allí.

Nicky aceleró, pero una vez que entraron en las afueras de Columbia, el tráfico nocturno los
frenó. Su primer destino era un restaurant llamado Sweetie’s. Era muy tarde para la cena, pero el
estacionamiento estaba lleno. Nicky los dejó en la puerta para luego buscar un lugar. Había cuatro
grupos delante de ellos esperando mesas. Andrew se adelantó a la barra de ensaladas y agarró dos
puñados de galletas de un recipiente del final. Kevin miró mientras Andrew se comía las galletas
metódicamente. Andrew respondió con una mirada tétrica.

Terminó su bocadillo antes de que Nicky llegara. Unos minutos más tarde finalmente estaban
sentados en una mesa en la parte de atrás. Antes de que el anfitrión pudiera irse, Andrew guardó
sus paquetes vacíos de galletas en los bolsillos de su delantal. El anfitrión ni siquiera se molestó en
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mirar respecto a la grosería pero les dejó los menús. La mesera no estaba lejos detrás de él y Nicky
le entregó los menús sin leer.

—Sólo estamos aquí por el especial de helado —dijo Nicky.

—No hay problema —dijo ella—. Se los traeré enseguida.

La sonrisa de Nicky despareció en el minuto en que la mesera se fue y le dirigió una mirada
preocupada a Andrew. Andrew se sentó con una mano acunando su cara. La otra mano estaba
floja sobre la mesa y su temblor era evidente ahora. Un estremecimiento pasó por el semblante de
Andrew. Él respiró profundo con los dientes cerrados.

Kevin sacó un envase con píldoras y las dejó sobre la mesa, en medio de él y Andrew.

—Sólo tómalas.

Andrew se quedó inmóvil mientras miraba el envase.

—Vete a la mierda.

Neil finalmente entendió.

—Estás en abstinencia.

Andrew lo ignoró.

—Aleja eso antes de que te las haga tragar.

Kevin frunció el ceño pero lo hizo.

No pasó mucho tiempo para que llegara el helado. Su mesera les entregó los cuencos y puso
una pila de servilletas en el centro de la mesa. Tan pronto como se fue, Andrew las disperso todas
impacientemente. Debajo de ellas, había una pila de paquetes llenos de un polvo pálido y amarillo.

—Estamos en público —dijo Aaron.

Andrew lo ignoró para abrir dos paquetes y llevarlos a su boca.

Nicky codeó a Neil.

—Prueba el helado, te encantará.

Neil obedientemente tomó un poco de él con la cuchara, pero no dejó que Nicky ni la comida lo
distrajera de Andrew. Andrew juntó el resto de los paquetes y los guardó en su bolsillo. Moverse fue
un error, a juzgar por su semblante tenso. Andrew presionó el lado de su mano en su boca y tragó
tan fuerte que Neil lo escuchó al otro lado de la mesa.

Le tomó a Andrew otro minuto relajarse lo suficiente para empezar a comer. Lo que sea que haya
tomado debió mantener a raya su síndrome de abstinencia, porque su cara volvió a la calma cuan-
do terminó de comer. Cuando llegó la cuenta, Andrew la empujó en dirección a Aaron y él dejó vein-
te en la cuenta. Neil miró hacia atrás mientras se iban, viendo primero personas tomando paquetes
de crackers de la barra de ensalada y después a la mesera tomando el dinero que habían dejado.

Era un tramo corto entre el restaurant hasta su destino real. Eden’s Twilight era un club nocturno
de dos pisos a unas cuantas cuadras de la carretera principal. Había una fila de gente esperando
por entrar, y las ropas que usaban hacían que el atuendo de Neil se viera plano. La mayoría de los
hombres usaba cuero, la mitad de las mujeres usaban corsés y un gran número de ambos géneros
estaban cubiertos con hebillas y cadenas.
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Ni la línea ni la ropa desanimo a los primos. Nicky subió el cordón de la puerta y los dejó entrar.
Los dos guardias de la entrada se animaron con su llegada y Aaron los saludo con un complicado
apretón de manos y un puñetazo que Neil no intentó entender. Uno de los guardias sacó una eti-
queta naranja desde su bolsillo trasero y se la entregó, y Aaron se la entregó a Nicky. Nicky la colgó
en el retrovisor y condujo al estacionamiento para encontrar un lugar.

Andrew saludo a los guardias mientras entraba y dirigía el camino dentro del club, evitando la
línea por completo. Kevin lo siguió y Aaron le indicó a Neil que fuera delante de él.

Un segundo par de puertas se abrió en una casa de locos. Los cuatro estaban parados en una
tarima alrededor del suelo y que estaba llena de mesas. Unas escaleras conducían a la pista de
baile. En algún lugar otras escaleras se dirigían al segundo piso que era más un balcón que otra
cosa. El DJ estaba en su propia plataforma lejos del suelo, en medio de los dos pisos. Parlantes
más altos que Neil estaban en las paredes y él podía sentir el bajo crujiendo contra sus huesos.

Neil dejó de observar para no quedarse atrás y siguió a Kevin. Les tomó un poco de tiempo an-
tes de poder encontrar una mesa. Estaba llena de vasos, pero los taburetes estaban vacíos, así
que se quedaron allí. Andrew se llevó los vasos y Aaron trajo dos sillas más. Tan pronto estuvieron
instalados, Andrew enganchó sus dedos en el cuello de la camiseta de Neil y tiró de él hacia el bar.

Tres camareros estaban trabajando, pero Andrew se interesó por uno en especial y esperó por
él. Cuando el hombre finalmente se dirigió hacia ellos, le dio a Andrew una pequeña sonrisa.

— ¿De vuelta tan pronto Andrew? ¿Quién es tu nueva víctima?

—Nadie —dijo Andrew—. Lo usual para nosotros.

El hombre asintió y miró a Neil.

— ¿Y para ti?

—No bebo —dijo Neil.

—Soda entonces —dijo el hombre y se fue para completar su orden. Volvió con una bandeja de
bebidas. Andrew la tomó con un movimiento fácil que hizo que Neil se preguntara si había trabajo
aquí antes. Cuando el barman deslizó el vaso de soda de Neil, Andrew dirigió el camino de vuelta
en medio de la multitud, empujando a borrachos fuera del camino con su mano libre. Nicky estaba
esperando por ellos en la mesa y se movió para que Andrew dejara la bandeja.

— ¡Salud! —gritó Nicky y bebieron como uno solo.

Neil bebió su soda más rápido de lo que hubiera querido. Los demás bebían a una velocidad
poco saludable, y Nicky había presionado a Neil para mantenerse al día. La soda lo hizo sentir des-
hidratado y la cafeína se le había subido a la cabeza más rápido de lo que esperaba. Había dejado
la soda cuando fue a dar las pruebas para entrar a los Dingos de Millport el año pasado, así que ya
no estaba acostumbrado a ella. Cuando fue a ayudar a Andrew con la segunda ronda de bebidas,
pensó en cambiar a agua, pero el barman ya había servido su soda antes de que le pudiera decir.

Los paquetes de Andrew de Sweetie’s reaparecieron tan pronto llegaron a la mesa. Andrew mo-
vió uno en la cara de Neil como burla. Neil sólo lo miró, Andrew sonrió y lo pasó a los otros. Hasta
Kevin tomó uno, lo que por alguna razón, hizo que Neil se sintiera decepcionado.

—Polvo de galletas —dijo Nicky mientras rompía un paquete—. ¿Has oído de ellas? Saben a
azúcar y sal y te dan un pequeño subidón. ¿Seguro que no quieres?

—Las drogas son estúpidas.


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—Ouch —dijo Andrew con una sonrisa fría—. Eso es prejuicioso.

—No me voy a disculpar por pensar que están siendo idiotas.

— ¿Tu columna vertebral es la columna de la rectitud? —Preguntó Andrew—. ¿Estás tratando


de pararte en mis zapatos porque estás sintiendo el peso de ser un santurrón?

—La rectitud es para las personas que no conocen nada mejor.

—Tranquilos, tranquilos —dijo Nicky, repartiendo shots alrededor de la mesa. El barman había
puesto un poco de soda en un vaso de shot para Neil, y Nicky lo dejó en frente de él—. El polvo
no es malo. Sólo hace la noche más interesante. ¿Crees que Kevin arriesgaría su futuro por una
noche en un club?

— ¿Cuál futuro? —Preguntó Neil.

Kevin le dirigió una mirada cargada de ira, pero Nicky intervino antes de que pudiera decir algo.

—Bebe con nosotros si no quieres polvo —dijo Nicky, sosteniendo su sobre abierto en una mano
y su shot en la otra—. A la de tres.

Discutir habría sido en vano cuando los cuatro habían dejado su sentido común en la puerta, así
que Neil tomó su vaso en silencio. Nicky contó y Neil bebió su shot. Tan pronto golpeó el final de su
garganta, Neil supo que había cometido un grave error.

Sus sodas sabían dulce, pero este shot era insoportable y el sabor en la lengua de Neil no era
azúcar. Neil se tambaleó para pararse, pero Andrew lo sostuvo de su cabello y lo tiró hacia atrás
de vuelta al asiento. Un giro bruto hizo que su cabeza fuera hacia atrás en un ángulo peligroso, y
Andrew golpeó la mano de Neil contra la mesa. Neil levanto la otra para apartar la mano de Andrew,
pero Nicky le tomó la muñeca.

—Recién lo notaste, ¿no? —Preguntó Andrew—. Eres un idiota.

—T-tú —escupió Neil.

— ¿Creías que estabas a salvo porque ordenabas tus propias bebidas? Roland sabe a lo que
me refiero cuando traigo a gente nueva.

Neil torció su mano fuera de la de Andrew, pero Andrew le tiró el pelo en advertencia. Un rayo de
calor bajó por el cuello de Neil. Neil siseó en dolor y se quedó quieto. Andrew se deslizó de su silla
y se apoyó en Neil, dejando que él soportara su peso mientras le revisaba los ojos.

—Casi listo —dijo—. Dale un minuto y después te llegará de verdad. Hasta entonces, ¿por qué
no vas y te diviertes un poco? La noche es joven.

Neil no había visto a Aaron ponerse de pie, pero estaba esperando detrás de Neil cuando An-
drew lo dejó ir. Neil se dirigió a Andrew con intención de golpearlo, pero Aaron agarró el respaldo
de su silla y tiró lo suficiente para tumbarlo. El mundo giró en una ráfaga enfermiza incluso cuando
Neil golpeó el piso. Cuando Aaron trató de levantar a Neil, Neil trató de golpearlo y falló. Neil podía
sentir las drogas en su cuerpo. Su corazón latía más fuerte que el bajo, sacudiéndolo de dentro
hacia afuera.

Tuvieron que levantar a Neil entre Aaron y Nicky. Lo arrastraron lejos de la mesa. Neil se tamba-
leó más de una vez, incapaz de sentir el suelo bajo sus pies. Trató de liberarse de Aaron, pero no
tuvo éxito hasta que alcanzaron las escaleras hacia la pista de baile. Entonces Aaron lo dejó ir sin
avisar. Neil se tropezó escaleras abajo con sólo Nicky para frenar su caída. Nicky puso un brazo en
su cintura y lo arrastró hacia el centro de la multitud retorciéndose.
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Cuerpos y luces pasaban borrosos alrededor de él, haciendo que Neil sintiera náuseas. Dejó
líneas de sangre en el brazo de Nicky tratando de liberarse. Nicky no lo soltó hasta que llegaron a
la mitad de la pista de baile. Empujó a Neil contra él y lo tomó del mentón para forzar a su cabeza
a ir hacia atrás.

El beso de Nicky fue más agresivo de lo que Neil esperaba, y había más que lengua en él. De-
bajo del ardor del vodka que Nicky compartió con él estaba el sabor dulce del polvo de cracker. Neil
no quería tragarlo, pero ardía demasiado como para mantenerlo en su boca.

—Así es la cosa —dijo Nicky contra sus labios—. Deja de oponerte si quieres sobrevivir.

—Vete a la mierda —gruñó Neil.

—Buena suerte Neil.

Nicky lo soltó y desapareció en la multitud de bailarines muy rápido como para que Neil lo siguie-
ra. La pérdida abrupta de apoyo hizo que Neil cayera. No podía sentir sus piernas. Le tomó trabajo
duro llegar a acuclillarse y unos extraños tuvieron que ayudarlo. Neil aprovechó el momento para
tambalearse lejos, pero no sabía en qué dirección debía ir. No podía ver la salida a través de toda
esa gente, especialmente con los destellos de las luces.

Una mano apareció en su espalda y lo empujó. El impulsó lo sacó de la multitud y lo envió contra
la pared. Andrew apoyó su hombro contra la oscuridad de la pared justo fuera del alcance de su
brazo. Neil quiso rasgarle la garganta, pero le estaba tomando todo su esfuerzo el mantenerse de
pie. Se conformó en canalizar su odio en una mirada feroz.

—Que ingratitud —dijo Andrew—. Esas bebidas eran costosas.

—Te odio.

—Toma un número y espera en la fila junto a los demás del equipo. No perderé el sueño.

—No duermas. Te mataré.

— ¿Lo harás? —Preguntó Andrew—. ¿Lo harías tú mismo o le pagarías a alguien para que se
encargara del desastre? Ciertamente tienes el dinero suficiente para pagarle a un asesino a sueldo.
Uno se pregunta que hace un don nadie con tamaña fortuna.

—La encontré en la vereda.

— ¿De verdad? —Andrew arrastró las palabras—. Es por eso que no lo gastas, o, ¿es que te
gusta parecer un vagabundo? El equipo está separado, tú sabes. La mayoría cree que eres una lata
de basura como Dan. Renee sabe más. Yo también. Creo que eres más como nosotros—. Andrew
se inclinó un poco hacia él y pronunció cada sílaba—. Corre.

Si Neil hubiera estado sobrio, hubiera preferido congelarse al oír esa palabra. Con polvo de
crackers en su cuerpo y música enojada golpeando su piel con ritmo, no podía mantenerse callado.

—Métete en tus asuntos.

—Esta noche es la noche de meterse en los asuntos de Neil —dijo Andrew—. ¿No lo notaste?
Dame algo real o no te dejaré quedarte aquí.

—No es tu equipo. No es tu decisión.

—No me tientes a probarte que te equivocas. ¿Qué tal si llamo a la policía y les pido que te in-
vestiguen? ¿Crees que encontrarían algo interesante?
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Esa es una amenaza vacía —dijo Neil—. La policía no le haría favores a alguien como tú.

—Conozco a un policía que lo haría —dijo Andrew—. Si lo llamo esta noche y le dijera que eres
un niño problema, lo haría prioridad. ¿Qué tan libre estás?

—Cállate —dijo Neil—. ¿Por qué no puedes dejarme en paz?

—Porque no confío en la manera en que lo miras —dijo Andrew—. Edgar Allan está en nuestro
distrito y tú estás en mi equipo. Tú, un don nadie de Arizona que de alguna manera consiguió captar
el interés de Kevin. Tú, una mentira de cabeza a pies, con una bolsa llena de dinero y una erección
por Kevin y Riko. ¿Me entiendes?

Neil lo hacía, pero estaba tan desconcertado como furioso.

—No soy un espía. ¿Estás bromeando?

—Pruébalo —dijo Andrew—. Tómate un minuto para pensarlo. Piensa cuanto quieres probar mi
paciencia. Volveré enseguida.

Andrew se alejó de la pared y se deslizó en la multitud. Neil lo vio irse, Después se apoyó en la
pared y se deslizó hacia abajo. No sabía en qué dirección estaba la puerta, pero si al menos podía
encontrar el hueco de la escalera en la pista podría ocurrírsele algo. Su instinto de supervivencia le
decía que tenía que salir de allí mientras aún tuviera un poco de conciencia.

Finalmente divisó las escaleras a través de un espacio entre cuerpos. Se levantó, sólo para ser
detenido por Nicky que bajaba de ellas. Nicky lo tomó de los hombros para empujarlo de vuelta en
la multitud, ignorando la manera en la que Neil se movía para escapar. Este beso sabía peor, y Neil
no sintió nada de su boca para abajo.

El resto de la noche siguió con colores estrellados y luces.


The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 8

Traducido por Irais


Corregido por Maffie

Neil se despertó en una cama que no reconoció en un cuarto igualmente desconocido. Él conocía
ese sentimiento desorientador por nombre después de mudarse tan a menudo, por lo que no era
motivo de alarma inmediata. El peso de brazos a su alrededor era uno que su cuerpo conocía, pero
de alguna manera era confuso. Había algo malo en esto que su mente borrosa no estaba lista para
procesar y parpadeó fuertemente contra el dolor de cabeza que le golpeaba el cráneo. Se sentía
medio muerto, aunque no podía, por su vida, entender por qué.

Su primer intento de movimiento le envió una punzada de dolor por la columna vertebral, así que
se relajó contra las sábanas. El agarre en él se apretó un poco en respuesta a su desplazamiento.

— ¿Mamá? —dijo, pero salió arrastrado en el mejor de los casos y apenas inteligible.

La persona detrás de él aun entendía, a juzgar por el tono divertido.

—No exactamente.

Neil conocía esa voz. De repente, los acontecimientos de la noche anterior golpearon despiertos
en su mente, luces láser parpadeantes y música y cuerpos y la voz de Andrew en su oído. Se echó
hacia atrás pero no llegó lejos. El dolor resultante lo hizo derrumbarse contra el colchón una vez
más. Nicky se agarró a su pelo para empujar su cabeza fuera del lado de la cama.

Había un bote de basura allí que Neil apenas había registrado antes de vomitar en él. Nicky mur-
muró palabras tranquilizadoras que Neil no podía oír.

Tan pronto como Neil pudo respirar de nuevo, se retorció y empujó a Nicky tan fuerte como pudo.
Estaba demasiado enfermo y débil para empujar a Nicky del otro lado de la cama, pero las botas
que todavía usaba dejarían moretones en los brazos y en el pecho de Nicky.

—Hey, hey —Nicky dijo, tratando de desviarlo—. Está bien, ¡ouch! Relájate, ¿podrías?

—No me toques —Neil dijo salvajemente.

Nicky se alejó de Neil y en su lugar se sentó en el borde de la cama. Neil se esforzó por levan-
tarse, usando la cabecera y la mesa de noche como soporte. Ponerse de pie tomó tanto de él que
tuvo que detenerse y recuperar el aliento una vez que lo logro allí.

— ¿Está despierto? —Preguntó alguien desde la puerta.


The foxhole Court — Nora Sakavic
Neil cogió el despertador y lo arrojó al recién llegado, que se apartó del camino justo a tiempo.
Se estrelló contra el marco de la puerta. Aaron esperó hasta que cayó al suelo antes de regresar a
la puerta. Neil pretendía buscar otra arma, pero moverse tan rápido le revolvió el estómago. Agarró
el bote de basura otra vez y se ahogó tan fuerte que casi se cayó.

— ¿Dónde está Andrew? —Preguntó Nicky, subiendo de la cama y acercándose al lado de Neil.

—Él y Kevin fueron a buscarnos el almuerzo.

—No creo que Neil pueda comer nada.

—Puede ver.

Nicky puso una mano cuidadosa en el hombro de Neil.

—Vamos, te traeré un poco de agua.

Neil lo sacudió, pero sus piernas no querían llevarlo. Nicky lo dejó intentar ponerse de pie dos
veces antes de pasar un brazo alrededor de la espalda de Neil y estabilizarlo.

—Tranquilo, ahora, voy a ayudarte a ir a la cocina, ¿de acuerdo? No hay cosas divertidas, lo
prometo.

—Como si confiara en ti.

—Como si tuvieras opción —dijo Aaron, y se fue delante de ellos.

Nicky ayudó a Neil a bajar por el pasillo a la cocina y lo puso en la mesa con un vaso de agua. La
garganta de Neil ardía, pero se negó a beberla. Se conformó con mirar a Nicky. Nicky miró a Aaron
en busca de ayuda. Aaron lo miró de vuelta desde la parte superior de su taza de café, indiferente
e inútil. Nicky suspiró y se volvió hacia Neil.

— ¿Puedo revisar tu cabeza, o vas a morderme si te toco?

— ¿Qué dije anoche? —Preguntó Neil.

—A mí nada además de una amenaza de muerte admirablemente creativa —La boca de Nicky
se curvó en el principio de una sonrisa, pero él la suprimió, tal vez comprendiendo que Neil le da-
ría un puñetazo por ello—. No sé cómo fue tu conversación con Andrew, pero no terminó bien, se
rumorea que pagaste a un camarero cien dólares para que te noqueara. Una manera de cortarnos
la noche.

Neil no se acordaba de eso, y las lagunas en su memoria le dejaron frío por todas partes.

—Bebe —dijo Nicky—. Necesitarás toda el agua que puedas obtener hoy. Los Crackers te des-
hidratarán como a nadie.

Neil respondió volcando su vaso en el suelo.

—Eso es maduro —dijo Aaron.

Neil le arrojó el vaso. Aaron lo golpeó lejos y lo dejó estrellarse en el suelo.

Nicky suspiró.

—No digas que no te lo advertí. Puedes tomar una ducha primero, ¿bien? Para cuando estés
fuera, Andrew estará de vuelta y puedes preguntarle sobre anoche.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Nicky guio a Neil al baño. Empezó a decir algo más, pero Neil cerró la puerta en su cara y le
puso llave. Neil aprovechó la intimidad para ponerse furioso, dándose unos treinta segundos para
enfurecerse silenciosamente por la estupidez de la noche anterior. Luego lo envolvió y lo empujó
profundamente. La ira no iba a ayudarlo ahora mismo, y no borraría lo que sea que pasó o no paso
la noche anterior.

Neil miró su cabeza en el espejo y encontró un bulto considerable cerca de su oreja izquierda.
Lo toco con dedos cuidadosos, luego bebió puñados de agua del lavabo. Cuando el zumbido en
su cabeza murió un poco y su garganta no quemaba tanto, tomó nota de la habitación. Había un
montón de ropa nueva en la tapa cerrada del inodoro. La ducha estaba equipada, y una toalla limpia
colgaba de un gancho en la parte trasera de la puerta. Una ventana entre el espejo y la ducha tenía
cristal translúcido blanco para bloquear el mundo exterior.

En este momento, la ventana era lo único que realmente importaba. Nicky quería que Neil es-
perara a Andrew, pero Neil no podía quedarse tanto tiempo. No había manera de que él subiera al
coche con ellos para el largo viaje de regreso a Palmetto. Obtendría las respuestas y las explicacio-
nes que necesitaba, pero no en territorio desconocido con todos ellos en su contra.

En la sección del monedero con cierre de su cartera había un par de lentes de contacto de emer-
gencia. Neil abrió los paquetes de papel aluminio y se los puso, luego se quitó la ropa del club y se
metió en los vaqueros y la camiseta. El conjunto era casi un ajuste perfecto. Recordar cómo habían
descubierto su talla sólo encendió más su ira. Neil metió la ropa desechada del club en el inodoro,
empujándolos tan profundamente en el agua como pudo y cerrando la tapa en ella. Sacudió la cor-
tina de la ducha, abrió el agua lo más alto que pudo y cerró de nuevo la cortina. El sonido del agua
era casi suficiente para ocultar el sonido de Neil abriendo la ventana. Salir tomó un serio meneo ya
que no era lo suficientemente grande para él, pero la desesperación era un lubricante valioso.

La enfermedad persistente por las drogas le impidió moverse tan rápido como él quería, pero
había viajado en mucha peor forma y se negó a darse por vencido. Cortó a través de la subdivisión
sin saber a dónde iba y hojeó su billetera para contar las facturas. Había tomado para llevar varios
cientos de dólares a la vez en él, los preparativos para el peor escenario de no tener su carpeta
alrededor. Tenía más que suficiente para volver al norte del estado.

Siguiendo las calles más grandes lo llevaron por fin a una carretera principal. Sólo tuvo que ir
unas cuadras antes de que pudiera parar un taxi. Lo llevó a la gasolinera más cercana a su solici-
tud. Había un teléfono público decrépito en el borde del aparcamiento. Neil metió las monedas en
la ranura y marcó el número de Matt de memoria. Matt respondió después de un par de timbres con
un murmullo incoherente.

Neil miró su reloj. Eran casi las diez.

—Matt, es Neil, ¿te desperté?

—No, estoy despierto —dijo Matt, pero Neil oyó el bostezo en sus palabras—. ¿Dónde has esta-
do? No te oí regresar anoche.

—Estoy en Columbia con Andrew.

— ¿Tú qué? —Matt pasó de medio dormido a estar completamente despierto en un instante. La
alarma en su voz hizo que Neil se sintiera peor—. Jesús, Neil, ¿por qué diablos has hecho eso?
¿Él…? —Matt lo abortó y volvió a preguntar— ¿Estás bien?

—Estoy bien —Neil mintió.

Él pensó que sonaba convincente, pero tal vez Matt no estaba realmente escuchando, porque
Matt dijo:
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Voy a matarlo —la voz de una chica dijo algo en el fondo, demasiado amortiguado para que
Neil lo entendiera. Neil supuso que Matt apartó el teléfono de su oreja para responder, porque la
voz de Matt era más tranquila cuando dijo—, Está en Columbia.

—Jesucristo —Eso fue definitivamente Dan, fuerte y furiosa.

Matt estaba de vuelta en la línea en un instante.

—En serio, ¿estás bien?

—Estoy bien —dijo Neil de nuevo—. Pero necesito un favor. Creo que Andrew va a venir a bus-
car algo mío hoy, si no estoy allí, ¿puedes mantenerlo fuera de nuestra habitación? Te debo una.

—No me debes nada —dijo Matt—. ¿No te dije que soy bueno para eso?

—Gracias —dijo Neil—. Deberíamos regresar pronto, creo.

—Ten cuidado, ¿de acuerdo? —Dijo Matt—. Nos veremos en un par de horas.

Neil colgó y entró en la gasolinera. Se abasteció de botellas de agua y un mapa, pero hizo correr
la conversación un par de veces mientras caminaba por los pasillos. La reacción de Matt al parade-
ro de Neil era reveladora. Matt ya había pasado por esto; él sabía qué tipo de cosas Andrew hacía
en Columbia. Esto fue lo que Matt quiso decir cuando dijo que Andrew lo puso en su lugar el año
pasado. Esto era sobre lo que Andrew y Abby habían discutido el primer día de Neil.

Aparentemente, el psiquiatra del equipo se encargó de reparar a Matt después de que Andrew
terminara con él. O bien Andrew escuchó la advertencia de Abby y armonizó la fiesta de regreso de
Neil, o Neil evitó lo peor, dejándose noquear.

Neil cogió un bloc de notas y la última pluma y se retiró. El cajero le prestó una agenda para que
Neil pudiera buscar el número de un servicio de taxi. El taxi llegó cinco minutos más tarde y llevó a
Neil a la parada de camiones más cercana en la Interestatal 20.

Había una docena de grandes aparejos estacionados en el estacionamiento gigante, la mayoría


de ellos recolectados alrededor de las bombas de gas. Neil fue consolado por el número y se sentó
en la acera para desplegar su mapa. Encontró tres combinaciones de caminos principales que lo
llevaban a la región noroeste del estado y guardó su mapa. Tragó contra los bordes de las náuseas
y se acercó al camionero más cercano con una sonrisa en su rostro.

—Buenos días, soy un especialista en sociología, estoy trabajando en mi proyecto de verano,


¿puedo preguntarte a dónde te diriges?

Tomó cuatro intentos antes de que Neil encontró un conductor con dirección al norte. La plata-
forma estaba tomando la 77, que no era la primera opción de Neil, pero al menos cruzaba la I—85
cerca de Charlotte, Carolina del Norte. Esa era la interestatal que Neil necesitaba si quería volver a
Palmetto. Encontrar un camión era sólo la mitad del problema. Convencer a un conductor para que
llevara a un extraño era el otro.

Le ofreció al conductor su sonrisa educada.

—Tendría el gusto de darme un aventón hasta Charlotte? Puedo pagarle cincuenta dólares por
el viaje y por contestarme un par de preguntas sobre cómo es realizar este trabajo.

—No me interesa tomar pasajeros —dijo el conductor.

Neil aceptó eso sin discutir y siguió adelante. Ninguno de los otros cinco se dirigía a donde él
necesitaba, así que esperó a un lado cuando los doce camiones fueron reemplazados lentamente.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Cuando el conjunto estuvo completo, lo intentó de nuevo. Esta vez golpeó oro en el tercer intento.
No sólo estaba la mujer dispuesta a llevarlo, sino que iba hacia el noroeste por la I—26. Fue una
ruta más rápida a la 85. Neil sólo tuvo que esperar hasta que el tanque estaba lleno y luego se
fueron.

Neil había hecho autostop así antes de Nuevo México a Phoenix. Recordar la entrevista que ha-
bía inventado era fácil. Tomó notas sobre todo lo que dijo la conductora, con cuidado de interpretar
el papel de un estudiante interesado, y el viaje pasó con relativa facilidad. Lo dejó en una parada
de camiones frente a Spartanburg y se alejó con un bocinazo de su bocina.

Fue más fácil coger un viaje desde allí. Neil fue a través de la entrevista de nuevo. El conductor
tenía preguntas para él también, y Neil se inventó sus respuestas mientras iba. Se necesitó algo de
trabajo para convencer al conductor de que sí, estaba bien dejándolo en la interestatal, pero Neil
consiguió lo que quería. El camión se detuvo en la orilla a un cuarto de milla de la salida de Neil.
Neil le pagó y salió a la hierba.

Era poco después del mediodía. La náusea se había desvanecido, pero aún le dolía la cabeza.
Neil tomó su salida a pie y se dirigió a la gasolinera más cercana. Compró un par de botellas de
agua, se sentó en la acera para beberlas y compró unas cuantas más. Mientras esperaba a que el
golpeteo se apagase estudió su mapa. Estaba a unas once millas del campus desde aquí. El cami-
no era lo suficientemente pequeño que probablemente no cogería un viaje, pero Neil estaba bien
caminando. Sería más rápido correr así de lejos, pero no se sentía lo suficientemente bien como
para intentarlo.

Sin camioneros para distraerlo, Neil podría usar la caminata para pensar. El único recuerdo claro
que tuvo de anoche fue la acusación de Andrew. No sabía qué más le había preguntado Andrew o
qué había dicho en respuesta. Con suerte fue lo suficientemente inteligente como para mentir entre
dientes a pesar de las drogas.

Sin embargo, una cosa era segura. Neil no podía permitirse otra noche así. Si Andrew pensaba
que Neil era una amenaza para Kevin, ¿hasta dónde llegaría para probarlo? Neil no quería ver lo
que vendría después, pero evitarlo significaba compromiso. Tenía que decirle algo Andrew. La ver-
dad estaba fuera de discusión, pero Andrew olía una mentira a una milla de distancia. Lo que Neil
necesitaba era algo intermedio que pudiera explicar todo: su dinero, su aspecto y su obsesión por
Kevin.

Neil pasó la totalidad de la caminata de tres horas arreglando una media verdad perfecta. Los
detalles a los que iba a renunciar hacían que se le helara la sangre, pero si conseguía que Andrew
se los callara de alguna manera, Kevin no podría usarlos para identificarlo.

Neil aún no estaba listo para enfrentarse a Andrew y no quería lidiar con la curiosidad de sus
compañeros de equipo por su prolongada ausencia, así que en su lugar fue al apartamento de Wy-
mack. Para cuando llegó, eran las cuatro y media.

Wymack había hecho que Neil guardara la llave de repuesto, pero Neil llamó a su puerta de to-
dos modos. Wymack abrió la puerta como si quisiera quitarla de las bisagras, pero la sorpresa quito
la furia de su rostro cuando vio a Neil.

— ¿Dónde demonios has estado? —Preguntó Wymack, mirando a Neil de arriba abajo—. An-
drew volvió de Columbia hace horas, Matt me llamó para decirme que no estabas con ellos.

—Tomé una ruta diferente.

— ¿Sí? —Wymack hizo un gesto hacia su ropa empapada y sudorosa—. ¿Qué hiciste, correr
hasta aquí?
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Caminar —dijo Neil, y Wymack lo miró fijamente. Neil se dio cuenta demasiado tarde de que
Wymack estaba siendo sarcástico. No podía retirarlo, así que Neil trazó su camino en el aire con
un dedo—. He hecho autostop a Spartanburg, luego a Northlake, y he caminado aquí desde allí, sé
que es repentino, pero ¿puedo quedarme aquí un rato?

Wymack lo agarró por el codo y lo llevó dentro. Disminuyó la velocidad justo el tiempo suficiente
para cerrar la puerta detrás de Neil.

— ¿Eres estúpido o simplemente loco? ¿Tiene alguna idea de lo que podría haberte ocurrido
entre aquí y allí? ¿Qué estabas pensando?

—Estaba pensando que no iba a volver con ellos —dijo Neil.

—Deberías haberme llamado —dijo Wymack—. A mí o a Abby o a cualquiera de los compañeros


de clase superior, todo lo que tenías que decir es que no querías quedarte con Andrew, cualquiera
de nosotros te habría ido a recoger.

Neil lo miró, demasiado asustado para responder. Wymack lanzó su mano libre en exagerada
disgusto y arrastró a Neil por el pasillo hasta la cocina.

—Échate y bebe un poco de agua —dijo, soltando a Neil.

Neil hizo lo que le dijeron pero observó cómo Wymack salía de la cocina de nuevo. Wymack pa-
seaba de un lado a otro por el pasillo con pasos enojados y pesados. En su segundo paseo tenía
su teléfono fuera y en su oreja. Estaba fuera de la vista cuando alguien cogió en el otro extremo,
pero Neil oyó su voz furiosa fuerte y clara.

— ¡Tienes cinco segundos para llevar a tu psíquico retrasado a mi apartamento! Incluso piensas
en decirme que no, y juro por Dios que pondré el contrato de Kevin en un triturador de basura.

Neil no pensaba que Wymack se mantuvo en la línea el tiempo suficiente para obtener una res-
puesta, porque estaba fuera del teléfono cuando regresó un par de segundos más tarde. Llevaba
una toalla y un montón de ropa, todo lo cual empujó a Neil.

—Eres un desastre, sal de mi vista y límpiate antes de que te tuerza el cuello.

Neil llevó todo del vestíbulo al cuarto de baño y se encerró. Mantuvo el agua tibia mientras quita-
ba el calor y el sudor del día. La ropa que Wymack le prestó era ridículamente grande para él, pero
al menos cubrieron sus cicatrices. Neil envolvió su ropa sucia en la toalla húmeda y salió del baño
con ellos. Se sintió relajado por primera vez durante todo el día, pero eso se desvaneció ante el
sonido de la voz enojada de Wymack. Neil se deslizó por el pasillo hacia la sala de estar.

Andrew estaba en silencio en el medio de la habitación mientras Wymack subía un lado de él y


bajaba por el otro. A juzgar por la mirada impaciente de su rostro, Andrew seguía sobrio. También
estaba frente a la puerta, lo que significaba que vio a Neil primero.

— ¿Tuviste un buen paseo? —Preguntó, interrumpiendo el sermón de Wymack.

Neil devolvió su mirada fría con un calor—, Jódete.

Wymack golpeó los dedos delante de la cara de Andrew, tratando de que Andrew lo mirara en
lugar de a Neil.

—No sé lo cual es la queja entre ustedes dos, pero termina aquí y ahora. Abby y yo dejamos
claro que no toleraríamos una repetición del año pasado, Andrew.

—Esto no es una repetición —El borde de la voz de Andrew decía que ya había discutido este
The foxhole Court — Nora Sakavic
punto varias veces—. Solamente le dimos galletas, ¿crees que habría logrado llegar hasta aquí
solo de otro modo?

—No me digas “solamente” a mí. ¿Qué diablos estabas pensando?

— ¿Qué estabas pensando, trayéndolo aquí? —Andrew regresó.

Neil decidió cortar antes de que Andrew compartiera alguna de sus teorías.

—Entrenador, necesito hablar con Andrew por un minuto, ¿podemos usar tu oficina?

—No —dijo Wymack—. No confío en que ustedes dos no se maten, así que se quedan aquí
hasta que esto se resuelva.

Eso dejó sólo una opción, pero Neil odiaba perder su comodín tan temprano en el juego. Espe-
raba que Wymack no hablara alemán y cambio los idiomas para lanzarse sobre Andrew.

— ¿Cuál demonios es tu problema? ¿Cómo puedes amenazar a Nicky por venir hacia mí, pero
perdonar drogarme hasta la locura contra mi voluntad? ¿Por qué no puedes dejarme solo?

Eso borró la irritación de la cara de Andrew. Fue una eternidad antes de que Andrew contestara
en alemán.

—Eso es inesperado. ¿Nadie te dijo que odio las sorpresas?

— ¿Qué te hace pensar que me importa?

— ¿Cuántos idiomas hablas, fugitivo?

Neil lo ignoró.

—Dime por qué hiciste eso.

—Ya lo hice —dijo Andrew—. Todavía estoy esperando tu respuesta.

—Te respondí. Te dije que no soy un topo. Estás loco si piensas que lo soy.

—Entonces corrígeme.

—Dame una razón.

— ¿Además de lo obvio? —Dijo Andrew—. Si no puedo obtener una respuesta tuya, la conse-
guiré donde sea que pueda. ¿Qué tal si empiezo con tus padres?

—Buena suerte —dijo Neil sintiendo frío en todos partes—. Están muertos.

— ¿Los mataste?

Lo dijo tan casualmente, como si estuviera pidiendo la hora, que Neil sólo pudo mirarlo por un mi-
nuto. Era un salto de lógica tan irracional que Neil no entendía cómo pensaba siquiera preguntarlo.
Entonces recordó con quién estaba hablando y le preguntó:

— ¿Mataste a los tuyos?

Andrew soltó un gesto de desprecio con sus dedos.

—No tengo padres.

Era sólo una media mentira. Los gemelos no sabían quién era su padre, y sólo Aaron creció con
The foxhole Court — Nora Sakavic
su madre biológica. Andrew fue entregado al orfanato cuando tenía apenas unos días de edad.
Pasó trece años en el sistema y tres en la correccional juvenil. No fue hasta que fue puesto antes
en libertad condicional que su madre permitió que Andrew se mudara a casa. Cinco meses después
murió en un accidente automovilístico. Neil dudó de que Andrew asistiera al funeral.

—No maté a mis padres —dijo Neil, pero no pudo continuar. El miedo era un puño de hierro alre-
dedor de sus pulmones, haciendo imposible respirar. Neil confió en la historia que había reparado
en su paseo, pero no quiso decirlo en voz alta. Las palabras salían en pedazos irregulares y él
esperaba que su lucha añadiera realismo a las mentiras.

—La familia de Riko lo hizo.

Eso llamó la atención de Andrew. Neil tragó saliva, intentando despejar la opresión de su gar-
ganta, y se obligó a explicar.

—Mi padre era un topo para un grupo que hizo negocios con los Moriyama. En el gran esquema
de las cosas no valía mucho, pero sabía un montón de nombres y sabía cómo mover el producto.
Le hizo algunos negocios lejos de Edgar Allan, así es como conocí a Kevin y Riko, no sabía quiénes
eran entonces, estaba emocionado de conocer chicos de mi edad, pensé que íbamos a ser amigos.

—Entonces mi padre comenzó a ser engreído, comenzó a ser estúpido, y trató de rozar los pa-
gos. Tomo dinero de Moriyama que estaba destinado a su jefe. Lo descubrieron, por supuesto. Los
Moriyama lo ejecutaron a él y a mi madre antes de que su jefe pudiera llegar a él. Tomé lo que había
robado y corrí, he estado corriendo desde entonces.

Andrew ya no estaba sonriendo, pero Neil lo estaba. La sintió cuando se curvó sobre sus labios
y supo que era una expresión enfermiza y espantosa. Él clavó las uñas en su boca, tratando de
arañar el aspecto de su cara, pero estaba congelada en su lugar.

—Tengo suerte de que Kevin no me reconoce —dijo Neil—. No sé si recuerda haberme conoci-
do, pero yo lo recuerdo, verlo me ayuda a recordar a mis padres, es todo lo que me queda de mi
verdadera vida, pero si Kevin o Riko me reconocen y la noticia logra llegar al Jefe de mi padre, sé
lo que me pasará.

Andrew no dijo nada durante tanto tiempo Neil pensó que había lo había echado a perder, pero
finalmente Andrew se movió. Wymack cambió su peso, listo para intervenir si las cosas se volvían
violentas, pero Andrew sólo se puso de pie frente a Neil.

—Entonces, ¿por qué has venido aquí? —Preguntó Andrew.

—Porque estoy cansado —dijo Neil, tratando de sonar derrotado. No tomó mucho esfuerzo—.
No tengo a dónde ir, y estoy demasiado celoso de Kevin para estar lejos de él. Él sabe lo que es
odiar todos los días de su vida, despertar temeroso todos los días, pero él te tiene a su espalda
diciéndole que todo va a estar bien. Lo tiene todo, incluso cuando lo ha perdido todo, y yo—, Neil
no quiso decirlo, pero la palabra ya estaba allí, rotas y patéticas entre ellos—, nada, siempre tendré
y seré nada.

Andrew levantó la mano y forzó a Neil a soltar los dedos de su boca. Apartó la mano de Neil y
miró a Neil sin nada entre ellos. Neil no entendió la expresión de su rostro.

No hubo censura por los padres torcidos de Neil ni lástima por sus muertes, ni triunfo por haber
apoyado a Neil en admitir tanto, y ningún escepticismo obvio para una historia tan extravagante.
Cualquiera que fuese esa mirada, era lo suficientemente oscura e intensa como para tragar por
completo a Neil.

—Déjame quedarme —dijo Neil en voz baja—. No estoy listo para dejar esto.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Esa mirada extraña dejó los ojos de Andrew. Su expresión se aclaró a la indiferencia de piedra
y él soltó a Neil.

—Quédate si puedes, tú y yo sabemos que no durará mucho.

El estómago de Neil dio un tirón nauseabundo. Había estado mintiendo desde que había apren-
dido a hablar. Lo que acababa de decirle a Andrew era el cincuenta por ciento verdades, lo más
honesto que jamás le habría contado a alguien sobre su vida, y Andrew la tomó sin pestañear. Neil
no sabía cómo sentirse por eso. Debería estar aliviado, porque eso significaba que Andrew podría
hacerle preguntas, pero fue más profundo que eso. Se preguntó por un momento si Andrew podía
manejar toda la verdad con tanta calma, pero eso era demasiado peligroso y estúpido para consi-
derarlo.

—Me iré para nuestro partido contra Edgar Allan —dijo Neil—. Ahora no me veo cómo me veía
entonces, pero no puedo arriesgarme a que la familia de Riko me reconozca.

—Una voluntad para sobrevivir tan inesperada de alguien que no tiene nada por lo que vivir. La
próxima vez que tengamos un poco de corazón a corazón como este, tal vez te pido que justifiques
eso.

—No volvamos a hablar así nunca más.

—No lo hagamos —aceptó Andrew.

Neil vaciló, luego preguntó:

— ¿Vas a decírselo a Kevin?

—No me hagas preguntas estúpidas.

El alivio era lo bastante fuerte como para ponerlo de rodillas. Neil aspiró un lento y retumbante
aliento y cerró los ojos. A medida que el enojo y el miedo del día retrocedían, se sentía agotado y
hueco. Tal vez la noche de Andrew en Columbia había sido horrible, y tal vez nunca había querido
decir estas cosas en voz alta, pero tener el aire despejado entre él y Andrew en cierta medida sacó
un enorme peso de su pecho. Había convencido a Andrew para que lo dejara en paz. La Madrigue-
ra de los Zorros era suya hasta su partido contra los Ravens. No era la libertad, y no era la seguri-
dad, pero era un espacio para respirar. Eso fue suficiente.

—Nos vamos —dijo Andrew en inglés.

Neil abrió los ojos.

— ¿A dónde vamos?

—De vuelta a la residencia —dijo Andrew—. Tus compañeros de equipo nos han molestado
desde que volvimos, exigiendo que volvamos a Columbia y andemos por las calles en tu búsqueda.

—Él puede quedarse aquí si quiere —dijo Wymack—. Puedo llamar a Dan para hacerle saber
que está a salvo —Andrew no miró a Wymack.

—Neil quiere venir conmigo.

Hace un día, esas palabras podrían haber sido un orden o una amenaza, pero hoy Neil sólo es-
cuchó la verdad. Había elegido a los zorros. Había decidido confiar en Andrew, lo que sea que eso
significaba y cualquiera consecuencias que trajera en el camino. No había razón ni necesidad de
esconderse detrás de Wymack ahora.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Gracias por la ducha —le dijo Neil a Wymack—. Lavaré tú ropa y la traeré el lunes.

Wymack miró entre ellos, obviamente, preguntándose si realmente habían arreglado las cosas
con tanta facilidad, y dijo:

—No hay prisa.

—Vamos ahora —dijo Andrew, y sacó a Neil.

Wymack debía de haber llamado antes de todas maneras, porque cuando regresaron al dormi-
torio, todos los Zorros estaban en el pasillo esperándolos. Kevin, Aaron y Nicky estaban apoyados
contra la pared cerca de la puerta de su suite. Los compañeros de clase superior estaban en un
pequeño grupo en el medio del pasillo fuera de la habitación de Dan. Neil quería saltarse las pre-
guntas y esconderse en su habitación, pero tan pronto como él estaba lo suficientemente cerca Dan
lo agarró de los hombros y lo cacheó por lesiones.

— ¿Estás bien? —Preguntó Dan.

—Estoy bien —dijo Neil.

— ¿Andrew? —Preguntó Kevin.

Andrew se detuvo en su puerta el tiempo suficiente para mirar a Kevin—. Me estoy lavando las
manos de esto. Él es tu problema ahora.

Él desapareció en su habitación. Aaron y Nicky intercambiaron miradas antes de seguir. Kevin


fue el último en irse, y no sin enviar a Neil una mirada escrutadora primero. Neil observó la puerta
cerrarse detrás de ellos, y luego se enfrentó al resto de sus compañeros. Dan todavía se veía eno-
jada, y Matt parecía cableado para una pelea. Seth y Allison ya se dirigían a la habitación de Neil,
probablemente aburridos por la resolución pacífica. La mirada de Renee estaba buscando. Neil no
pudo sostener su mirada por mucho tiempo.

—El entrenador dijo que hiciste autostop en tu camino de regreso aquí —dijo Dan—. Te gritaría
por ser estúpido, pero el Entrenador dijo que ya lo manejó.

—La lección aprendida —dijo Neil—. La próxima vez te llamaré para un paseo.

—No habrá una próxima vez —Dan dio un fuerte suspiro y se frotó la cara—. Vamos.

Volvieron a la suite de Neil. Seis montones de cartas yacían boca abajo en la sala de estar de un
juego interrumpido y estaban rodeados por un cementerio de latas de cerveza arrugadas. Allison
y Seth estaban revolviendo la nevera cuando Neil pasó. Renee continuó a la sala de estar para
agarrar sus cartas, pero Dan y Matt siguieron a Neil a la habitación. Se detuvieron en la puerta y
observaron cómo Neil se dirigía a su caja fuerte. Neil trazó las líneas de la misma con los dedos y
tiró de la cerradura de la combinación. No se veía alterado, pero no podía comprobar el contenido
con una audiencia.

—Tenías razón —dijo Matt—. Andrew intentó entrar.

—No le dejamos —dijo Dan—. Él no ha llegado más allá de la puerta principal.

—Gracias —dijo Neil.

—Agradece a Renee —dijo Dan—. Ella no toma partido muy a menudo.

—Es mucho más fácil cuando lo hace, sin embargo —dijo Matt.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Andrew parece gustarle —dijo Neil.

—Ellos tienen un entendimiento —dijo Matt, pero no explicó—. Estamos entre las rondas de
nuestro juego, deberías unirte. Creo que eso te ayudará a despejar la cabeza, pasar mucho tiempo
con esa cantidad de Andrew molestaría a cualquiera.

—Probablemente me voy a estrellar temprano —dijo Neil—. Fue un largo día.

—Llevaremos nuestras cosas a mi habitación —dijo Dan, y cerraron la puerta cuando salían. Neil
esperó hasta que sus voces se desvanecieron antes de abrir su caja fuerte. Encontró todo donde
se suponía que debía estar. Cuando volvió a colocar la cerradura en su lugar, se dio cuenta de que
su mano temblaba. Él levantó sus dedos temblorosos donde podía verlos mejor y se preguntó por
el aleteo igualmente débil en su pecho.

La esperanza era una cosa peligrosa e inquietante, pero pensó que tal vez le gustaba.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 9

Traducido por Hazel


Corregido por Maffie

Neil no volvió a ver al grupo de Andrew hasta las prácticas el lunes. Él estaba feliz de mantener su
distancia, y parecían finalmente haber perdido interés en él. Cuando tuvieron que interactuar en la
cancha lo mantuvieron corto y civil. Incluso Kevin parecía haber olvidado su papel. Sus sarcásticas
observaciones se habían ido, sustituidas por una pesada e inquebrantable mirada que de alguna
manera hacía que Neil se sintiera incluso más insignificante que antes. Neil se negó a perder su
condescendencia, pero siendo el insecto en el microscopio de Kevin le hizo saltar.

Todavía estaba tratando de solucionar el problema cuando se metió en la cama esa noche, pero
no tuvo mucho tiempo de hacerlo. Alguien golpeó la puerta del cuarto, con las manos demasiado
pesadas para ser una de las chicas. Matt estaba en su computadora en la otra habitación, y Neil
oyó que su silla crujía cuando se levantó para investigar.

Neil no escuchó lo que él o su visitante dijo, pero definitivamente oyó la puerta cerrada contra el
cuerpo inflexible de alguien.

—Kevin, te lo juro por Dios...

El nombre de Kevin era suficiente para sacar a Seth de la cama. El estudiante de quinto año lan-
zó sus sábanas hacia atrás y rodó por el lado de su cama. Frente a Seth y Matt, Kevin no tuvo más
remedio que retirarse, y la puerta se cerró un par de segundos más tarde. Neil miró a la puerta del
dormitorio, el corazón martilleaba en su pecho. Kevin no habría venido aquí para ninguno de ellos,
lo que significaba que estaba buscando a Neil. Neil no sabía por qué, pero él desesperadamente
esperaba que no tuviera que ver con su conversación con Andrew. ¿Por qué había asumido que
Andrew mantendría su historia en secreto? Andrew y Kevin estaban conectados por la cadera.

Dormir después de eso era casi imposible, y levantarse para la práctica a la mañana siguiente
era una tarea. Se preparó para lo peor, pero el martes fue una repetición del lunes: el mismo hom-
bro frío de los primos y la mirada de medición de Kevin. Neil estaba casi aliviado cuando Kevin lo
alcanzó al final de la práctica. Acababa de cortar el agua cuando Kevin golpeó una vez en su puerta
de la ducha.

—La próxima vez que venga por ti, me seguirás —dijo Kevin.

— ¿Por qué? —Preguntó Neil.

—Es hora de recoger lo que es mío —dijo Kevin—. Andrew no va a interferir más.

Neil no entendía, pero Kevin no se quedó para explicar.


The foxhole Court — Nora Sakavic
A las diez, llamaron de nuevo a la puerta de su dormitorio. Neil estaba viendo una película con
Seth y Matt, pero se aseguró de que fuera el primero del sofá. No le sorprendió encontrar a Kevin
esperando al otro lado. Seth juró vorazmente al ver a Kevin en la puerta. El sonido de la película se
detuvo abruptamente cuando alguien le puso pausa, y el sillón sonó al mismo tiempo que los otros
se levantaban.

— ¿Qué parte de “No eres bienvenido aquí” no entiendes? —Preguntó Matt.

Kevin los ignoró y empujó una pelota de Exy contra el pecho de Neil.

—Vámonos.

Neil dudó, pero no tuvo mucho tiempo para decidir. Seth y Matt se estaban preparando rápida-
mente detrás, listos para una pelea. Neil apartó el brazo para detenerlos. Si Seth estuviera delante,
podría haberse abalanzado sobre Neil para poner las manos en la garganta de Kevin, pero Matt se
quedó corto.

—Volveré más tarde —dijo Neil por encima del hombro.

— ¿Eres estúpido? —Preguntó Seth.

—Sí —dijo Neil—. Termina la película sin mí, no me importa.

Seth bufó y se marchó, pero Matt se metió en el pasillo para ver como Kevin y Neil se marcha-
ban. Neil no lo miró, pero siguió a Kevin hasta el aparcamiento de atrás. Había más coches ahora
de los que habían estado al principio del verano, pero Neil no había visto ninguna cara nueva alre-
dedor del dormitorio. Cualquiera que sea el equipo que se trasladaba estaba en un piso diferente
de la línea de Exy y Neil no estaba en ninguna prisa para jugar a conocer y saludar.

Andrew los esperaba en el coche. Neil se sorprendió, aunque sabía que él no debía estarlo.
Kevin no iba a ninguna parte solo. No importaba qué hora de la noche fuera; con Edgar Allan en su
distrito Kevin no iba a volverse valiente de repente. Neil pensó en la última vez que había ido a la
cancha en medio de la noche y encontró a Andrew viendo a Kevin practicar. Le hacía preguntarse
cuántas veces lo hacían.

Andrew estaba en el asiento del conductor, con los brazos cruzados sobre el volante para hacer
una almohada para su cabeza. Tenía los ojos cerrados y no se movió cuando Kevin abrió la puerta
del pasajero. Kevin se inclinó y lo miró.

—Puedo conducir, ya sabes —dijo Kevin.

—El día que te deje conducir mi coche es el día en que esté muerto —dijo Andrew—. ¿Vas a
entrar o volvemos a la cama?

Kevin suspiró pesadamente como si Andrew estuviera siendo inusualmente difícil y subió. Neil
entró en el asiento trasero y se sentó en el medio donde podía ver a los dos. Andrew torció la llave
del encendido mientras se sentaba y los conducía al estadio.

Kevin los dejó pasar por las puertas y entrar en el vestuario con sus llaves. Andrew esperó en el
vestíbulo mientras Kevin y Neil se cambiaban a su equipo de juego, miraba mientras recogían sus
raquetas y algunos equipos, y los siguió hasta el anillo interior. Cuando Kevin y Neil fueron a por la
puerta de la cancha, subió las escaleras a las gradas para esperarlos.

Kevin atornilló la puerta de la corte detrás de ellos, dejó las pelotas y su raqueta a un lado, y
consiguió que Neil se moviera de inmediato. Corrieron un par de vueltas por el interior de las pare-
des de la cancha, hicieron intervalos con las líneas de la cancha, y estiramiento a media cancha.
Cuando Kevin quedó satisfecho, comenzó a ir a través de ejercicios. Comenzaron con un simple
The foxhole Court — Nora Sakavic
juego de capturar y rápidamente se escalaron a ejercicios aún más complicados. Neil sólo recono-
ció algunos de ellos. Aquellos que no conocía eran más difíciles de entender y la impaciencia de
Kevin, ausente los dos últimos días de la práctica, reaparecía de forma hostil.

El último ejercicio que hicieron fue el más difícil. Kevin agarró conos del vestuario y colocó cada
uno en una línea de seis. El nombre del juego era rebotar el balón fuera a la pared de la cancha de
manera que golpeara los conos. No era suficiente tener un tiro exacto; Neil tenía que ser preciso y
poderoso. Neil no esperaba que fuera tan difícil, pero nunca había necesitado tal precisión antes.
Los rebotes se utilizaban para pasar el balón a los compañeros a través de la cancha. Los compa-
ñeros de equipo eran objetivos inteligentes y móviles que podían reaccionar a la trayectoria de una
pelota, mientras que estos conos eran objetivos estáticos.

La primera vez de Neil a través del ejercicio logró golpear un gran total de un cono. Kevin con-
siguió tres de sus seis, pero lo hacía con su mano más débil, así que sus fallos no hacían que Neil
se sintiera mejor.

—Tienes mucho tiempo libre si estás preparando ejercicios como este —dijo Neil después de
que fracaso una segunda vuelta.

—Este es un ejercicio de Raven —dijo Kevin—. A nadie se le permite tiempo de juego hasta que
él o ella pueda golpear cada cono en el orden que el maestro diga. Los estudiantes de primer año
pasan semanas o meses tratando de ganar un punto en nuestra línea.

— ¿El maestro?

—Entrenador Moriyama —dijo Kevin después de una pausa. Neil pudo oír la mueca de Kevin,
pero no sabía si era porque Neil estaba haciendo que Kevin dijera su nombre o porque se había
resbalado tan obviamente. Kevin se recuperó cambiando su raqueta a su mano izquierda y dándole
un remolino experimental—. Dilos por mí, no te detengas.

Neil no pensó que fuera una buena idea para Kevin jugar zurdo, aunque hubiera sido seis meses
desde su asalto, pero él no discutió. Contó los conos en orden aleatorio con sólo un segundo entre
los números. Kevin no esperó a que terminara, pero siguió con él, recogiendo pelotas del suelo
delante de él y lanzándolas contra la pared. Todos los seis tiros aterrizaron, enviando los conos de
Kevin derrumbándose en el orden exacto en que Neil llamó. Kevin golpeó el último cono con sufi-
ciente fuerza para enviarlo rodando varios pies.

Entre los combates de zorros en la semana pasada y la intimidación de Kevin durante todo el
mes de mayo, Neil casi había olvidado por qué le gustaba tanto Exy. Hizo lo mejor en las prácticas,
pero estos días él trabajó principalmente para mantener a sus compañeros de su espalda. Mientras
Neil examinaba el daño de Kevin, él finalmente se sintió inspirado de nuevo. En sus talones había
una fiebre hambrienta y desesperada.

—Quiero eso —dijo Neil.

—Entonces empieza a intentarlo —Kevin alineó sus conos de nuevo y cambió su raqueta de
nuevo a su mano derecha. Le dio a su izquierda una pequeña sacudida mientras volvía a su punto
de partida—. Este es el primero de ocho ejercicios de precisión de Raven. Cuando domines esto,
seguiremos adelante. Nos encontraremos cada viernes hasta que puedas hacerlo todo dormido.

—Pero ya hemos perdido un mes de práctica —dijo Neil—. ¿Por qué no podríamos haber co-
menzado esto en Mayo?

—Porque has puesto a Andrew fuera innecesariamente —dijo Kevin, molesto—dijo que no po-
dría ser sólo contigo y él no me dejaría traerte aquí.
The foxhole Court — Nora Sakavic
— ¿Y siempre haces lo que dice Andrew? —Preguntó Neil.

—Es la única razón por la que puedo quedarme aquí, así que sí —dijo Kevin—. Ahora cállate y
práctica. Estamos varias semanas atrás de donde deberíamos estar en este punto.

Pasaron la siguiente media hora en ese mismo ejercicio antes de pasar al juego de piernas. Ke-
vin llamó a cerrar a las doce y media. Neil estaba decepcionado al detenerse después de sólo dos
horas, pero mientras ayudaba a Kevin a recoger sus bolas y conos, la fatiga comenzó a aparecer.
Él estaba bostezando en el momento en que siguió a Kevin fuera de la cancha.

Kevin entró en las gradas para encontrar a Andrew, así que Neil tomó una rara primera ducha.
Estaba a medio camino cuando Kevin se le unió. Neil se secó y se vistió con el calor pegajoso de
la ducha y entró en el vestuario para quitarse el uniforme. Esperó allí por Kevin, y luego lo siguió al
salón para recoger a Andrew a su salida. Andrew tampoco dijo nada sobre ellos mientras regresa-
ban al dormitorio, y subieron las escaleras al tercer piso en silencio.

Neil estaba tranquilo cuando entró en su dormitorio, pero el exceso de atención era innecesario.
Matt estaba en su escritorio, medio inclinados y con los ojos borrosos. Se animó un poco cuando
Neil cerró la puerta detrás de él, y en la luz de su monitor Neil podía ver la preocupación en la cara
de Matt.

— ¿Estás bien?

Neil se dio cuenta de que Matt lo había estado esperando. La sorpresa luchó con inesperada
culpa en un incómodo pinchazo.

—Sí, me está enseñando ejercicios de Raven.

—Vas a odiar levantarte por la mañana —dijo Matt, cerrando su computadora.

Neil sabía que no lo haría. Estaría cansado y adolorido, pero se levantaría para poder volver a la
cancha. No valía la pena discutir, por lo que murmuró algo ininteligible y precedió a Matt en el dor-
mitorio. Matt se metió en la cama mientras Neil recogía su ropa de dormir, y cuando Neil se terminó
de cambiar, Matt ya estaba dormido. Neil subió la escalera a su litera y se desmayó tan pronto como
su cabeza golpeó la almohada.

Se sentía como sólo una cuestión de segundos antes de que su alarma sonara para despertarlo
de nuevo. Neil comprobó su reloj para asegurarse de que estaba bien, se quitó el cansancio de los
ojos, y bajó la escalera para prepararse para el día.

Tal vez la práctica de anoche fue un rompehielos en el extraño mundo de Kevin, porque los
comentarios enojados de Kevin hicieron un regreso esa mañana. Se escuchaban más como lo
enojado y decepcionado con que había comenzado Kevin el verano, pero menos como los insultos
hostiles Kevin después de escuchar sobre el cambio de distrito. Neil trató de apreciar la diferencia
y casi tuvo éxito.

Los primos todavía no tenían nada que decirle a Neil, pero Neil notó que Nicky observaba a Kevin
y Neil de vez en cuando a lo largo de la práctica. Parecía que no había pasado por alto el hielo que
se descongelaba entre los dos. Neil esperó a que dijera algo, pero siempre que Neil miraba a Nicky,
Nicky fingió encontrar algo de repente fascinante. Neil lo dejó escapar, no queriendo ser el primero
en romper el silencio después de lo que Nicky había ayudado a Andrew a hacerle en Columbia.

La paciencia de Nicky duró hasta el miércoles por la tarde. Andrew tenía sesiones semanales
con su psiquiatra los miércoles. Nicky lo dejó en el centro médico mientras los zorros estaban al-
morzando y regresó a tiempo para cambiarse para los ejercicios de la tarde. Los hombres estaban
todos en los vestuarios, revisando las correas de su armadura y tirando de sus uniformes de nuevo,
The foxhole Court — Nora Sakavic
cuando Nicky explotó.

Excepto cuando Nicky finalmente habló, estaba en alemán, y no era para Neil.

— ¿Crees que alguna vez nos va a perdonar? —Preguntó Nicky.

— ¿Importa? —Dijo Aaron—. No es nuestro problema.

Neil olvidó el collar que estaba apretando alrededor de su cuello y se volvió para mirarlos. An-
drew sabía que podía hablar alemán, lo que significaba que estos dos debían saber que Neil podía
entenderlos. Neil se preguntó si esperaban que él se uniera, si Nicky le invitaba pasivamente a
perdonarlos o condenarlos sin que los demás lo escucharan, pero ninguno de los dos hombres lo
miraba.

— ¿Qué quieres decir con que no es nuestro problema? —Nicky preguntó, pero Aaron no res-
pondió. Nicky esperó pero perdió la paciencia en poco tiempo—. ¿Realmente estamos haciendo
esto de nuevo? ¿Quieres pelear con estos muchachos todo el camino hasta la graduación?

—Quiero que me dejen solo.

— ¡Este es un deporte de equipo!

Los otros los habían estado ignorando, probablemente acostumbrados a la ocasional conversa-
ción alemana, pero el tono estridente de Nicky llamó su atención. Seth miró con un irritado ceño,
pero Matt lanzó una mirada curiosa entre los primos. Kevin no levantó la vista, probablemente es-
taba acostumbrado a estar peleando por ahora.

Nicky no parecía notar la atención que estaba recibiendo.

—No puedes vivir así, Aaron. No puedo vivir así. Es agotador y deprimente.

—Bueno.

—”Bueno”. ¿Sólo “bueno”? Esto no está bien. Jesús. A veces eres tan parecido a Andrew que
es horripilante.

La expresión de Aaron estaba lívida.

—Vete a la mierda.

—Hey —dijo Matt en voz alta—. Déjenlo ya, ustedes dos. ¿Qué diablos?

Aaron se apartó del banco y salió disparado, dejando a Nicky mirándolo furioso. Matt miró desde
la puerta a Nicky, frunciendo el ceño.

— ¿Nicky? —Preguntó.

Nicky fingió una mirada herida e inclinó todo su cuerpo hacia Matt.

— ¡Aaron lastimó mis sentimientos! ¿Besas mejor, Matt?

—Marica —dijo Seth, saliendo.

Matt no se dejó llevar.

— ¿Están bien ustedes?

Nicky fingió confusión.


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—Por supuesto que sí, ¿por qué?

Matt miró a Kevin, luego a Neil, esperando a uno de ellos para respaldarlo. Kevin lo ignoró, así
que Neil se encogió de hombros. Matt lo soltó y terminó de prepararse. Nicky recogió lo último de
su uniforme y se fue un par de segundos más tarde. Neil lo vio irse.

No fue un acto. No hubieran dejado que su argumento tomara un giro tan personal si supieran
que Neil estaba escuchando cada palabra. Pero eso significaba que Andrew no se lo había dicho,
y Neil no sabía por qué Andrew mantendría un secreto de su propia familia. Tal vez se le escapó
de la mente cuando estaba medicado el sábado por la noche, pero era una gran cosa para olvidar.

Neil no sabía qué juego estaba jugando Andrew o lo que esperaba obtener a cambio de su silen-
cio. Mantuvo un ojo en Andrew cuando Andrew volvió de la oficina de Betsy Dobson, pero cuando
pudo haber tenido la oportunidad de preguntar, dejó que se deslizara. Andrew estaba drogado y
feliz; Neil no quería que cambiara de opinión en un estallido de divertida distracción.

Esa noche Kevin estaba en su puerta de nuevo. Neil dio a sus compañeros de equipo descon-
tentos buenas noches y siguió a Kevin hasta el coche. Andrew fumaba en el asiento del conductor,
pero apagó su cigarrillo a su llegada. Los llevó al estadio, esperó a que ellos se cambiaran, y subió
a las gradas mientras ellos seguían a la cancha.

Cuando Kevin cerró con llave la puerta de la corte detrás de ellos, Neil preguntó:

— ¿Cuántas veces vienen ustedes dos aquí?

—Todas las noches —dijo Kevin.

Neil miró por encima del hombro hacia las gradas, pero no pudo ver a Andrew—. ¿No está abu-
rrido de esto ya? Él nunca va a practicar contigo, así que ¿por qué te complace?

—Lo hará —dijo Kevin—. Aún no lo sabe.

—No te tomé por alguien optimista.

Kevin lo ignoró y empezó a establecer conos para los intervalos.

—Vamos.

Neil apartó a Andrew de sus pensamientos y se concentró en los ejercicios de Kevin. Tuvieron
dos semanas de práctica antes de que el ERC hiciera un anuncio de cambio de distrito. La práctica
del día había terminado y el equipo estaba de vuelta en el dormitorio cuando Wymack llamó para
advertirles. Matt encendió el televisor y se dirigió a ESPN para ver el segmento. Se perdieron las
noticias en sí, pero llegaron a tiempo para ver las reacciones en el programa de noticias. El pre-
sentador estaba haciendo un gesto salvaje y hablando una milla por minuto. Uno de sus invitados
estaba sacudiendo su cabeza en exagerada desaprobación, el otro seguía intentando y fallando en
interrumpir.

—Aquí viene —dijo Matt—. Estarán todos sobre nosotros como blanco en el arroz. Va estar so-
nando el teléfono durante semanas.

—No me inscribí para formar parte de un espectáculo de monstruos —dijo Seth, abriendo otra
lata de cerveza—. Vamos a enviarlo al norte y terminemos con él.

— ¿Por qué lo odias? —Preguntó Neil.

Seth miró a Matt.


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Te dije que este chico era estúpido.

— ¿Por qué lo odias tanto —le aclaró Neil—, que te gustaría algo así en él?

—Porque estoy harto de él consiguiendo todo lo que quiere sólo porque es Kevin Day —dijo
Seth. Cuando Matt empezó a decir algo, Seth le señaló con un dedo de advertencia y continuó—
¿Sabes lo que te da la fama, mierda? Todo, todo lo que tiene que hacer es pedirlo, y alguien se lo
dará. No importa qué. No importa quién. El mundo se muere por darle lo que quiera.

—Cuando se rompió la mano, sus fans lloraron por él, inundaron nuestro vestuario con letras y
flores. El asombroso Kevin Day ya no puede jugar, dijeron. Sus vidas habían terminado. Llorarían
la pérdida para siempre. Pero dime —dijo Seth, inclinándose hacia adelante en el sofá para mirar
fijamente Neil—, ¿Cuándo fue la última vez que alguien lloró por ti? Nunca, ¿cierto? Están ahí para
Kevin en cada paso del camino, pero ¿dónde estaban cuando los necesitábamos?

—Entonces estás celoso —dijo Neil.

Seth hizo como si fuera a lanzar su cerveza a Neil.

—Su vida no es más importante que la mía sólo porque es más talentoso.

—Tienes que admitir que tu actitud hace que sea difícil para cualquiera que te interese por ti —
dijo Neil—. Tú y Kevin tienen actitudes imposibles, pero él puede jugar mejor. Por supuesto que lo
escogerían a él.

—Mira, enano —dijo Seth, enfurecido.

—Tiene un punto —Matt cortó—. Este es tu último año, Seth. Tal vez es hora de un nuevo co-
mienzo. Dale a la gente a alguien que los reúna y tú los ganarás.

— ¿Cuál es el punto de? —Seth volvió a sentarse en el sofá—. Somos la risa de la NCAA y Ed-
gar Allan nos van a masacrar este otoño. No importa lo que haga. Nadie va a reclutar un zorro para
los profesionales.

—Actitud impresionante, Seth —dijo Matt—. Manera de alentar al resto de nosotros.

—Te estoy animando —dijo Seth—. Les animo a todos a dejar de ser estúpidos. No van a llegar
a ninguna parte siempre y cuando jueguen para este equipo.

—Eres demasiado cobarde para intentarlo —dijo Matt—. Neil y yo te demostraremos que estás
equivocado, ¿cierto, Neil?

—Sólo estoy aquí para jugar —dijo Neil—. No me importa el futuro.

Matt lo miró fijamente.

—Realmente no crees eso.

Neil se encogió de hombros.

—Temo que sí.

Matt miró entre ellos. Seth levantó su cerveza en un silencioso brindis, de alguna manera presu-
mido y enojado.

—No puedo creerlo de ambos —dijo Matt por fin. Ninguno de los dos le respondió. Matt miró
hacia él, contestó:
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—Supongo que nuestros planes para cenar están rayados. No voy al centro de la ciudad si la
prensa está afuera correteando; no me importa sobre cuántos policías universitarios nos dio Chuck.
Veamos sobre ordenar comida y ver una película o algo así. Ustedes se sientan aquí y se revuelcan
en la auto—derrota o hacen algo mientras reviso con Dan.

Seth se burló de la espalda de Matt mientras este se iba, luego miró a Neil.

—Quizá no seas tan estúpido como yo pensaba.

—Quizá lo sea —dijo Neil, y dejó a Seth para terminar su bebida.


The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 10

Traducido por Raisac


Corregido por Maffie

Las clases estaban programadas para empezar el jueves, 24 de agosto, así que la práctica del
miércoles era un pequeño desastre. Neil había olvidado que los Zorros debían encontrarse con la
psiquiatra Betsy Dobson antes de que comenzara el semestre. Wymack los organizó en parejas
durante la mañana y trató de emparejarlos de tal manera que no dejaran los hoyos en sus líneas
de práctica. Matt y Dan fueron primeros, luego Aaron y Kevin, Seth y Allison y Nicky y Andrew. Neil
y Renee fueron los últimos.

Cuando Andrew y Nicky regresaron a la corte Wymack llamó a Neil y Renee. Andrew los esperó
en el anillo interno del ring lo suficiente para darle a Renee sus llaves.

—Gracias —le dijo Renee, sonriendo—. Cuidaré de ella.

— ¿Kevin no puede manejar tu auto, pero Renee sí? —Preguntó Neil.

—Es divertido decirle no a Kevin —dijo Andrew con una sonrisa pícara.

—Andrew sólo deja nos deja manejar a mí y a Renee —dijo Nicky. Su sonrisa no llegó a los ojos
mientras miraba a Renee voltear las llaves en sus manos. Nicky sólo decía cosas buenas de Re-
nee, pero Neil había notado que nadie, incluido Nicky, querían que Renee y Andrew fueran amigos.
Nicky probablemente estaría de acuerdo con los chicos de alto rango al pensar que Andrew era una
horrible influencia en alguien con temperamento tan dulce como Renee.

— ¿No Aaron? —dijo Neil.

—No hagas esperar a Bee —dijo Andrew y se fue hacia la cancha.

Nicky se encogió de hombros y lo siguió. Neil miró de Renee a Wymack, pero ninguno tenía una
respuesta para él. Renee sólo sonrió dulcemente y dijo:

— ¿Vamos?

Neil y Renee se separaron en los vestidores lo suficiente para cambiarse y arreglarse. No tenía
sentido bañarse cuando volvieran al descanso del almuerzo y más ejercicios, pero ninguno quería
llegar a la oficina de Betsy como un desastre sudoroso. Neil se quitó el equipo, se secó, y se cambió
al uniforme ligero que necesitaban esa tarde para cardio. Venció a Renee al llegar a la sala antes y
se fueron juntos del estadio.

Después de evadir exitosamente estar solo con Renee todo el verano, Neil estaba atrapado con
ella por todo un viaje a través del campus hacia el Centro Medico Reddin. Quería preguntarle por-
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que ella y Andrew se llevaban tan bien, pero él no quería abrir esa conversación, así que miro por
la ventana y esperó que ella entendiera la pista. De alguna manera lo hizo y llenó el silencio entre
ellos con la radio.

Había más carros en Reddin de lo que Neil esperaba, pero sabía que no debería sorprenderse.
El año escolar estaba a la vuelta de la esquina. La Torre Zorro estaba llena y había visto el tráfico
alrededor del campus mientras el resto del cuerpo estudiantil llegaba a los dormitorios. Largas prác-
ticas y noches pasadas en su cuarto significaban que evitaba casi a todos, pero la gente seguía
llegando a su dormitorio buscando a Matt o Seth. Neil hizo lo mejor que pudo para quedarse fuera
de vista cada que alguien tocaba, ya que Wymack aún no había registrado su nombre y rostro en
el ERC. Neil quería proteger su anonimato tanto como pudiera.

Reddin estaba dividido en dos, con psiquiatras al final del pasillo fuera de la vista y una fila de
oficinas de médicos más cerca del frente. Renee los registró a ambos en recepción y fue por el
pasillo a buscar la oficina de Betsy. Neil se acomodó en uno de los sofás color azul pálido en la sala
de espera y trató de no mirar al reloj. Cada minuto que pasaba lo hacía tensar más hasta que pensó
que cada inhalación lo rompería, pero no se podía relajar. El pensamiento de estar encerrado con
un psiquiatra por media hora era demasiado horrible.

Una eternidad después, Renee regreso con una mujer a sus talones. La Dra. Betsy Dobson tenía
cabello castaño pálido hasta la barbilla y un poco de curvas extras. Años de sonrisas estaban mar-
cados en su rostro de la manera en la que una genuina calidez dejaba cicatrices. Se la veía amis-
tosa, pero no era indefensa. Los ojos marrones que ahora lo miraban por gafas de borde estrecho
eran brillantes e inteligentes. A Neil le desagradó de inmediato, algo nacido de nervios y una seria
desconfianza en su profesión.

—Tú debes ser Neil —le dijo—. Buenos días.

Neil se obligó a sí mismo a levantarse y cruzar la habitación hacia ella. Ella estiró su mano al
acercarse y Neil le dio un apretón de manos firme. Renee sonrió un poco, tal vez para motivarlo, y
se deslizó al lado de él para encontrar un asiento. Neil resistió las ganas de limpiarse la mano en el
pantalón y siguió a Betsy por el pasillo.

Sólo había una puerta abierta, y el nombre de Betsy estaba en la placa de al lado. Neil se invitó a
si mismo dentro y miró alrededor. Una silla y un sofá estaban frente a frente con una pequeña mesa
de café entre ellos. Una pequeña maceta estaba en el centro exacto de la mesa, y las almohadas
estaban ordenadas meticulosamente en la silla y el sofá. El escritorio estaba limpio excepto por un
plato caliente y una tetera. Un pequeño librero estaba contra la pared, pero sólo las últimas tres es-
tanterías tenían libros. La más alta estaba llena de chucherías de cristal, pero incluso su desorden
se veía limpio, ya que estaban todas colocadas equidistantes la una de la otra.

—Eres obsesiva-compulsiva —dijo Neil cuando Betsy entró detrás de él.

—Culpable de todos los cargos —dijo Betsy animadamente—. Mi nombre es Betsy Dobson. Me
puedes decir como quieras; respondo a todo desde “Betsy” a “Doc.” hasta “Oye tú”. ¿Te debería
llamar Neil o prefieres Sr. Josten?

—Cualquiera está bien —dijo Neil.

—Entonces por la ocasión te llamare Neil. Si alguna vez te ofendes o sientes que esto hace
nuestra relación muy personal, sólo dímelo y lo cambiare para algo más apropiado a nuestras ne-
cesidades. ¿Te parece justo? —Ella le dio un momento y luego dijo—, ¿Por qué no te acomodas
mientras yo preparo un poco de chocolate caliente?

Neil se sentó al borde del sofá y dijo:


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—Pero es agosto.

—El chocolate es bueno a cualquier momento del año, ¿no lo crees? —dijo Betsy.

—No me gustan los dulces —dijo Neil.

Betsy tomó una taza y un recipiente de chocolate de uno de los cajones de su escritorio.

—Como ya sabes hoy es una reunión casual para que podamos conocernos. Esto no es una
sesión formal en la cual analizaré todo lo que me digas para retroalimentación y consejo, así que
no te estreses mucho sobre eso. ¿Has ido a un consejero antes?

—No —dijo Neil—. No sé porque debería estar aquí hoy.

—El Estado de Palmetto lo hizo una política hace algunos años —dijo Betsy—. La directiva es-
pera mucho de todos sus estudiantes, y más de sus representantes atléticos. De esta manera ellos
te brindan una forma de ventilar algo de la presión y estrés que te ponen encima.

—Vigilan sus inversiones, quieres decir —dijo Neil.

—Eso es una manera de verlo —Betsy terminó de remover su bebida y llevó su taza a la silla de
frente a la de él—. Háblame de ti, Neil.

— ¿Qué quieres que diga?

— ¿De dónde eres?

—Millport, Arizona.

—No había escuchado del lugar.

—Es pequeño —dijo Neil—. Las únicas personas que viven allí son demasiado viejas para irse o
demasiado jóvenes para escapar. No hay nada que hacer además de jugar deportes y bingo. Nos
mudamos allí sólo porque estaba a medio camino de Tucson y Phoenix. Mi madre trabajaba en una
y mi padre en la otra.

— ¿A qué se dedican?

Neil no había hablado mucho de su familia en Millport, pero había llegado a Arizona sabiendo
quienes eran los Jonstens y cómo eran sus problemas. Las respuestas que ocultaba de sus com-
pañeros de clase y entrenadores debían ser suficientes para Betsy.

—Mamá es ingeniera —dijo Neil—. Papá está a mitad de camino en un entrenamiento CDL.

— ¿Vendrán a ver tu primer partido?

Neil fingió sorpresa.

—No. ¿Por qué lo harían? A ellos no les agradan los deportes.

—Pero Exy es obviamente importante para ti y tú eres su hijo —dijo Betsy—. Lo que has logrado
aquí no es nada menos que asombroso. Me preguntaba si ellos vendrían para apoyarte.

—No. Ellos no —Neil, hizo un gesto como si tratara de encontrar las palabras—. No somos cer-
canos de esa manera. Se aseguraron de que fuera a la escuela y a mis revisiones y que mantuviera
notas altas, ese tipo de cosas, pero no se sabían el nombre de mis profesores o veían mis partidos.
No va a cambiar ahora que estoy en la universidad. Ellos viven su vida; yo vivo la mía. Funciona
para nosotros.
The foxhole Court — Nora Sakavic
— ¿De verdad?

—He dicho que sí —dijo Neil—. No quiero hablar de mis padres contigo.

Betsy lo aceptó y continuó sin perder el ritmo.

— ¿Cómo te estas llevando con tus compañeros de equipo?

—Estoy muy seguro que la mayoría están clínicamente locos.

—Cuando dices que están locos, ¿quieres decir que te sientes amenazado por ellos?

—Quiero decir que tiene problemas —dijo Neil—. Tú sabes más que yo. El juego del viernes va
a ser un desastre, pero no creo que eso sorprenda a alguien.

— ¿Estás listo para el partido?

—Sí y no —dijo Neil—. Sé que no soy lo suficientemente bueno para jugar con el equipo de
Clase I, pero quiero intentarlo. Veo muchos juegos en TV, pero nunca en un estadio real en una
noche de juego. Usábamos una cancha de futbol en Arizona que a duras penas tenía capacidad
para dos mil personas. El entrenador decía que ya se habían vendido las entradas para la noche
de apertura. Quiero ver cómo es la Cancha de la Madriguera de Zorros cuando está lleno. Apuesto
que es de locos.

—Y el viernes también es tu debut —añadió Betsy—. El ERC ha sido generoso, dejando que
David te mantuviera en secreto tanto tiempo. Sólo me puedo imaginar la sorpresa cuando el gato
salga de la bolsa.

Le tomó a Neil un momento para reconocer el nombre, porque sólo Abby usaba el primer nombre
de Wymack. Que Betsy lo llamara David con facilidad podría significar una relación más cercana de
la que se esperaría de un psiquiatra y un entrenador. Tal vez era porque ella pasaba tanto tiempo
con el equipo de Wymack, pero Neil no estaba convencido. Vagamente Neil recordó su primera
cena en Carolina del Sur, cuando Abby dijo que había invitado Betsy para cenar con ellos. Los tres
eran amigos de alguna manera, lo que no auguraba nada bueno para Neil. ¿Cuánto habrían habla-
do de los Zorros?

—Eres amiga del Entrenador —dijo Neil.

—Abby y yo fuimos juntos al colegio en Charleston y seguimos en contacto después de la gra-


duación. Conocí a David por ella —dijo Betsy—. Yo soy su amiga, pero respeto lo sagrado de nues-
tras relaciones como doctor y paciente. Lo que tú y yo decimos aquí dentro es sólo para nosotros.
Ellos no preguntarán y yo no lo divulgaré. ¿Me crees?

— ¿Cómo podría? —Preguntó Neil—. Te acabo de conocer.

—Respeto eso —dijo Betsy—. Tal vez pueda ganarme tu confianza con el tiempo.

Neil no planeaba en verla de nuevo, sin importar todas las promesas de una próxima vez, así
que fue con el neutral:

—Posiblemente.

Él miró al reloj, calculó cuánto tiempo quedaba y se tragó un suspiro. Si Betsy notaba su distrac-
ción, no lo comentó. En cambio, ella llenó el resto de la sesión con conversación perezosa sobre la
temporada y el semestre que venía. Neil continúo dándole respuestas fáciles que no hicieran saltar
banderas y contó los minutos en su cabeza. Cuando su tiempo se terminó, se paró y salió de su
habitación.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Betsy lo siguió por el pasillo, pero se detuvo al umbral de la sala de espera para estrechar su
mano.

—Fue un placer conocerte.

—Igualmente —mintió Neil.

Renee se paró, se despidió de nuevo de Betsy y salió con Neil hacia el carro. Mientras abría las
puertas ella miró sobre el techo hacia Neil y dijo:

—Eso no estuvo tan mal, ¿verdad? Andrew estaba convencido de que sería un desastre. Apostó
dinero a que odiarías a Betsy.

— ¿Apostaste contra él?

—Sí —dijo Renee—. Fue una apuesta privada entre los dos.

Neil pasó el verano confundiendo la verdad con sus compañeros, pero media hora hablando con
Betsy lo dejaba demasiado cansado como para importarle ahora. Ayudaba un poco que la hones-
tidad en este caso ponía a Renee en desventaja. Andrew podría ser problemático, pero él era más
fácil de entender que las amables sonrisas de Renee.

—Espero que no perdieras mucho —dijo Neil—. ¿Por qué Andrew te tolera? Ustedes dos debe-
rían odiarse el uno a otro por principios.

—O piensas muy bien de mí o no piensas nada bien de Andrew —dijo Renee, entrando al carro.
Neil se deslizó en el asiento del copiloto. Renee esperó hasta que se abrocharon los cinturones
antes de girar la llave en el contacto—. Mi fe mantiene a Andrew y a mí de siempre mirarnos cara a
cara, pero él y yo nos entendemos el uno al otro.

Tenía que haber más sobre Renee que sus joyerías de cruces y lindas sonrisas si estaba cali-
ficada en el roto equipo de Wymack, Neil sabía eso, pero pensó que no la había juzgado tan mal.
Pensó en todo lo que podría estar mal con ella desde muchas personalidades hasta locura clínica.
Ninguna de estas teorías parecía legítima, pero lo mantenía ocupado durante el viaje de regreso al
estadio.

Su regreso señalaba el descanso de medio día para el almuerzo, que comieron en grupos es-
parcidos en las gradas. Tuvieron gran parte de la hora para digerir luego y terminaron el día con
dos horas de exhaustivo cardio. Prácticas normales se extendían hasta la cena, pero con las clases
comenzando al día siguiente, Wymack estaba dispuesto a darles un descanso único.

Neil fue el último el salir de las duchas y se encontró con que todos lo estaban esperando en la
sala. Wymack le hizo señas para que se siente. Ninguno se veía sorprendido por esta inesperada
reunión. El grupo de Andrew estaba más distraído por Andrew, que ya estaba dormido. Había esta-
do despierto hace unos minutos, pero había pasado la semana cambiando su horario de medicinas
para prepararse para el año escolar. Su cuerpo no estaba acostumbrado a eso y él se dormía en
momentos extraños. Wymack se ocupaba de ello cuando podía.

—Muy bien, gusanos —dijo Wymack, chasqueando sus dedos para que todos los ojos estuvie-
ran sobre él—. La escuela comienza mañana, lo que significa que vamos a cambiar los horarios de
prácticas. Las mañanas comienzan a las seis en el gimnasio. Las prácticas de tarde son aquí a las
tres. He visto sus horarios, sé que pueden llegar aquí a tiempo, así que ninguno llegue tarde, ¿me
escuchan?

—Sí, entrenador —dijeron.

—Este no es nuestro campus —dijo Wymack—. Todos están inscritos y listos para comenzar, lo
The foxhole Court — Nora Sakavic
que significa que hay mucha gente con la que lidiar. La policía del campus dobló sus números en el
verano, pero no pueden cubrir todo y a todos. Sean inteligentes, sean cuidadosos. Si alguien busca
problemas, vayan por ayuda. Si la prensa se infiltra y buscan respuestas, les dicen que no vamos
a decir nada hasta el programa de Kathy el sábado.

— ¿Kathy? —Preguntó Dan.

—Kathy Ferdinand —Wymack miró una vez a su rostro confundido y frunció el ceño hacia Ke-
vin—. ¿No les dijiste?

—No había la necesidad de hacerlo —dijo Kevin.

— ¿La conductora del show mañanero Kathy Ferdinand? —Preguntó Matt.

—Ella misma —dijo Wymack—. Tenemos que hacer algo de publicidad en algún punto. Era parte
de nuestro acuerdo con Chuck y el ERC. Kevin escogió a Kathy porque ella estuvo de acuerdo con
esperar hasta nuestro primer juego. La mañana del sábado nos dirigiremos a Raleigh para darle
una primera entrevista en exclusiva.

—Se debe haber desmayado cuando accediste —dijo Matt—. ¿Cuándo fue la última vez que
hiciste una aparición oficial en público?

—El cuatro de diciembre —dijo Kevin.

— ¿Por qué no lo dijiste antes? —Preguntó Dan—. Me levantaré temprano para verlo.

—O podrías venir al estudio con nosotros —dijo Wymack, ignorando la mirada que le dio Kevin
por eso—. Kathy invitó a todo el equipo para la transmisión. Si vamos, nos darán los asientos delan-
teros. Tenemos que tomar el bus de todas maneras para que todos estos bárbaros puedan entrar,
así que habrá mucho espacio.

— ¿Quieres que nos quedemos fuera? —Renee le preguntó a Kevin.

—En realidad no importa —le dijo Kevin.

Nicky sonrió y se estiró desde Andrew para darle unas palmadas a Kevin en el hombro.

—Él sabe que tiene que ser amable para su show. Solamente no quiere que vean su lado civili-
zado. ¿Te puedes imaginar cómo reaccionarían sus fans al verdadero Kevin Day?

— ¿Todavía te acuerdas cómo sonreír? —pregunto Matt. Kevin lo fulminó con la mirada, pero
Matt sólo sonrió— Bueno, eso valió la pena. Me apunto.

—Nos compraré donas para el camino —dijo Dan—. ¿Renee? ¿Neil?

—No, muchas gracias —dijo Neil.

—He vetado tu elección en este asunto —dijo Wymack—. La ERC te sacará a la luz el viernes
en la mañana. No te quiero fuera de mi vista hasta que el alboroto inicial se relaje.

—Puedo cuidarme solo —dijo Neil.

—Mírame brillar de orgullo. No es tu trabajo cuidarte. Tu trabajo es jugar, y mi trabajo y el de


Abby es cuidarte. Arregla tus prioridades —Wymack le dio un segundo para discutir, luego dio
un asentimiento de satisfacción y miró a su equipo—. ¿Preguntas, comentarios, preocupaciones?
¿No? Entonces lárguense y duerman. Kevin, despierta a ese gilipollas sin que te den un puñetazo
en la cara. No necesito que comiencen la escuela con un moretón.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Entendido —Nicky hizo una mueca y le dio una fuerte sacudida a Andrew.

Su conversación no fue suficiente para levantar a Andrew, pero el tacto de Nicky lo despertó en
un instante. Andrew se estaba moviendo antes de estar completamente despierto, golpeando su
puño con tanta fuerza en el pecho de Nicky que todo el cuerpo de Neil se arqueó en simpatía por
el dolor. Nicky soltó un enfermizo silbido mientras Andrew le quitaba la respiración del golpe y se
volvía a recostar en el brazo del sofá. Andrew se removió en su cojín para mirar a Nicky. Neil no
había esperado que Andrew se viera culpable por su reacción, pero tampoco esperaba la expresión
de pura sorpresa tampoco.

—Nicky, ¿estas muriendo? —Preguntó Andrew.

—Estoy bien —roncó Nicky.

—Hemos terminado aquí —dijo Kevin—. Vámonos.

Andrew miró alrededor, analizando todo y a todos.

—Me perdí la reunión.

—Kevin puede resumírtelo después —dijo Wymack—. Lárguense antes de que decida que me
sirven más dando vueltas.

El vestidor se vacío en segundos.

La práctica de la mañana terminó a las ocho la mañana siguiente para que los Zorros llegaran
a su primera clase a tiempo. Estaba tan cerca que Neil finalmente aceptó la oferta de Matt para un
aventón de regresó a los dormitorios. Se había cambiado su ropa de deporte por algo más apro-
piado para clase, agarró su bolso de mensajero y estaba fuera a tiempo para reunirse con una pe-
queña ola de atletas que bajaban por la Torre del Zorro. Muchos de los otros usaban suéteres como
celebración de primer día, así que la acera por la calle era una monstruosidad de naranja y blanco.
La intención de Neil era la de camuflarse tanto como pudiera, así que opto por evitar la tradición. No
tendría opción mañana; todo el equipo tenía que usar los colores los días del juego.

Llegó a su clase de Lengua con tiempo de sobra, así que se las arregló para tomar un pupitre
en la esquina de atrás. La profesora no llegó hasta que sonó la campana, y luego llegó saltando
con los rizos volando. Era una animada asistente de catedra que actuaba como si composición de
primer año fuera la mejor cosa que estudiar en el Estado de Palmetto. Neil le prestó atención mien-
tras ella revisaba el sílabo y decidió que estaba loca. En vez de parciales, tendrían reportes que
variaban en el plazo de entrega. Neil estaba agradecido por las horas de tutoría que había tenido
que soportar en sus días. Había hecho que el organizar y registrarse fueran un dolor de cabeza,
pero al menos podría pedir algo de ayuda por esto. En su mejor momento era un escritor promedio
y esta señorita había dejado en claro que promedio no iba a ser suficiente.

Las únicas cosas que ella quería revisar ese día fueron los sílabos e introducciones cortas. En
cuanto eso terminó, ella los despidió animadamente hasta el siguiente martes. De allí tenía que ir a
química, que era una clase tan grande que se tenía en un auditorio. Neil tomó un puesto en la fila
más alta. Era imposible ver la pizarra desde donde estaba, pero al menos tendría una pared en su
espalda.

A diferencia de la clase de Lengua, el profesor de química sólo pasó unos minutos revisando el
sílabo antes de pasar a una introducción general de química. Su voz era de un firme tono monó-
tono que podía dormir a cualquier ser viviente. Neil recurrió a pincharse con un lápiz cada vez que
comenzaba a dormirse. Tal vez debió haber dejado las prácticas nocturnas de ayer con Kevin para
poder prepararse para hoy, pero se imaginaba que Kevin no lo habría dejado. Neil estaba condena-
do a pasar el año escolar exhausto.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Después de setenta y cinco minutos de aburrida ciencia, Neil finalmente escapó de vuelta a la luz
del sol. El campus había cobrado vida en su ausencia. Las personas que se levantaban tarde y los
madrugadores estaban finalmente mezclados en el campus, lo que significaba caminar codo a codo
con las personas de las aceras entre clases. Más de la mitad de los estudiantes estaban luciendo
los colores de la escuela, y Neil vio algunas bandanas con orejas de zorro.

El anfiteatro en medio del campus estaba lleno de puestos representando las diferentes organi-
zaciones de estudiantes. Los voluntarios estaban listos para dar panfletos e indicar edificios para
los nuevos estudiantes extraviados. La aglomeración alrededor de las mesas vibraba con tanta
energía que podrían dar energía a un pueblo pequeño, con la mayoría de la charla centrada en los
partidos de Exy el viernes y el de americano del sábado. Neil se encontró con un pequeño paquete
de imanes contra su mano mientras pasaban. Los revisó mientras caminaba. Había uno por cada
equipo de otoño con programas impresos en cada uno. Neil se quedó con el de Exy, tiró el resto a
la basura y enterró su imán al fondo del bolsillo donde no tendría que buscar las fechas. Wymack
había terminado el calendario de otoño hace unas semanas. El estado de Palmetto se enfrentaba
a Edgar Allan el viernes, 13 de octubre. Se sentía tan cerca que ahogaba a Neil.

Se desvió de los estudiantes hacia una de las tres cafeterías del Estado de Palmetto. Dos eran
para todos los estudiantes. El tercero era sólo de atletas, justificado para el público general por
los horarios de entrenamiento de los equipos y sus necesidades nutricionales. Las tres cafeterías
estaban ordenadas como bufets, pero la de los atletas siempre tenía una sola comida chatarra dis-
ponible al día mientras que el menú regular de la comida normalmente explotaba de pizzas y una
extensa selección de postres. El plan de comidas incluido en el contrato de Neil le daba acceso
ilimitado a cualquiera de las cafeterías, pero Wymack recomendaba con fervor que se apegara a
la suya.

La cafetería estaba llena cuando Neil llegó, aunque debía verse llena porque sólo tenía capa-
cidad para cien personas. Deslizó su tarjeta de comidas en la caja del frente, tomó una bandeja y
trató de poner la suficiente comida para que aguantara hasta el final de la práctica a las ocho esta
noche. Después era libre de regresar a su cuarto ya que había organizado la mayoría de sus clases
para los lunes, miércoles y viernes.

Su cuarto estaba vacío cuando llegó, así que Neil se acomodó en su escritorio con su sílabo.
Era sólo el primer día de universidad y ya tenía tres trabajos: un ensayo pequeño, un capítulo de
cincuenta páginas que leer y una página de preguntas sobre el mismo capítulo. Neil debatió por un
minuto sobre cual sonaba menos dolorosa. Cinco minutos después todavía no tenía inspiración, así
que descanso su cabeza en el escritorio.

No se dio cuenta que se había quedado dormido hasta que un disparo lo levantó. Neil se levantó
tan rápido que sintió la pila de libros golpear el suelo. Muy tarde se dio cuenta que el sonido que lo
despertó no fue un disparo, era el seguro abriendo en la puerta de la suite. Un perplejo Matt estaba
en el umbral.

—Ya hay trabajo duro, al parecer —dijo Matt en tono seco.

—Algo así.

—Diría que se hará más fácil, pero —Matt se encogió de hombros— probablemente deberías
dejar las practicas tardías ahora que las clases comenzaron.

—Estoy bien —dijo Neil.

Él no renunciaría a esas prácticas. Si tenía que elegir entre trabajos de clase y Exy, la respuesta
era obvia. Neil sólo estaría allí por unos meses. No iba a desperdiciar un solo segundo de su tiempo
en la corte sin importar que le costara.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Siempre dices eso —dijo Matt—. Comienzo a pensar que no entiendes lo que significa.

Esa no era la mejor manera de responder a eso, así que Neil lo dejó pasar. Afortunadamente
Matt no lo presionó y cruzó la habitación hacia su computadora. Neil pasó la última media hora an-
tes de la práctica pensando en octubre y en Los Cuervos.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 11

Traducido por
Corregido por Maffie

La emoción del jueves no se comparó con la del viernes. Toda la universidad se arregló para la no-
che con un vibrante naranja con franjas blancas. Listones y pancartas colgaban de cada lámpara.
Música en vivo de los estudiantes se adueñó del anfiteatro para pequeños conciertos y el periódico
de los estudiantes que había salido esa mañana daba más detalles sobres el desfile de la tarde.
Porristas rondaban el campus en pequeños grupos, alardeando sus cortas faldas y brillantes sonri-
sas y esparciendo el espíritu de la universidad cada que podían.

El tráfico alrededor del campus ese día fue horrendo mientras los espectadores llegaban y se
acomodaban para los juegos de apertura de casa todo el fin de semana. Ninguno de los Zorros
esperaba ganar ya que estaban comenzando la temporada contra su rival de toda la vida, Breck-
enridge. Hasta que Edgar Allan hiciera su movimiento, Breckenridge era el más largo y el de primer
rango en el distrito. Afortunadamente las posibilidades del equipo para el sábado eran mucho me-
jores. Sería toda una decepción si Palmetto perdía ambos juegos.

La policía del campus estaba trabajando con todo ese día, ayudando a dirigir el tráfico y ase-
gurándose que los invitados no interrumpieran las clases. Neil odiaba la vista de su uniforme azul,
pero tenerlos cerca era mejor que lidiar con la prensa. Había tenido demasiados problemas lleván-
dose bien con sus compañeros ahora que llevaba un jersey de Exy. Causaba una pequeña interrup-
ción a donde sea que fuera. Neil quería saltarse las clases y esconderse en la Torre del Zorro hasta
el juego, pero los atletas no tenían permitido ir a la banca sin una excusa médica legítima. Alguien
del comité de atletas se daba una vuelta en el día contando cabezas por la ventana de las aulas y
Wymack sería el primero en escuchar su ausencia.

Con suerte los compañeros de Neil se habían anticipado al problema. Matt estaba esperando por
él afuera de su clase de español para caminar a su siguiente clase. No importaba si la universidad
se unía para apoyar al equipo Exy o no; Neil fue finalmente sacado de la bolsa. Cualquiera que
siguiera las noticias sabía que la ERC había virado las reglas para proteger el anonimato de Neil.
Neil había chequeado el internet periódicamente durante el verano para asegurarse de que estaba
funcionando. Pero, desde esta mañana, su nombre estaba en todos lados.

Casi tan perturbador como enterarse de que Andrew no le había mentido a Neil en mayo. En casi
todos los artículos que hablaban de la patética experiencia de Neil, Kevin estaba citado por tener
grandes esperanzas en él. Kevin de verdad había dicho que algún día Neil sería de la Cancha. Era
una afirmación valiente de un ex—campeón, y eso sólo añadía intriga a los alrededores del décimo
jugador de los Zorros. El físico de Neil seguía provocando que su piel se arrastrara, pero Matt siguió
moviéndose por la multitud sin problema.

Después de matemáticas, Renee llevó a Neil a historia, fácilmente pasando por un grupo de ani-
The foxhole Court — Nora Sakavic
madoras antes de que notaran sus buzos en el relajo. Allison lo encontró después de su clase de
historia. Tenía un periodo libre, así que lo arrastró al almuerzo con ella y Seth. Los nervios de Neil
mataron su hambre, pero obedientemente puso comida en su bandeja y se sentó con ellos.

Era la primera vez que Neil estaba solo con ellos, y fue mejor de lo que esperaba. Ellos estaban
en el estado “prendido” de su relación, lo cual ayudaba. Mayormente hablaban entre ellos dándo-
le unas pocas palabras a él, pero Neil estaba contento observando. Viendo a Seth actuar de otra
manera que no fuera completamente hostil era fascinante, pero él aún no sabía lo que Allison veía
en él.

Una chica con su dinero y conexiones podría ser quien quisiera y lo que quisiera, pero decidió
ser un Zorro y salir con Seth. Neil no creería que ella entendería la decisión.

— ¿Bien? —Preguntó Allison, sacando a Neil de sus pensamientos— ¿Qué es lo que harás con
respecto a una cita?

Habían pasado la mayor parte del almuerzo hablando del banquete de bienvenida de Exy. Cada
universidad en el sudeste estaría allí, incluidos los Cuervos. Neil no tenía intenciones de ir, pero aún
no había pensado en las logísticas para saltárselo.

—No llevaré una —dijo Neil.

—Eso es estúpido —dijo Allison—. Hasta los monstruos tienen cita.

Neil no se esperaba eso, pero podría pensar en algo.

— ¿Renee?

—Aún no lo invita, pero es inevitable —Allison tomó su pita y lo cortó en pedazos y limpió el resto
de salsa con ello—. Hay apuestas sobre si le dirá que sí. El caldero se está llenando rápido, así que
apuesta pronto.

La única cosa que los Zorros tenían en común además de Exy y trabajo duro era su extraña ob-
sesión con las apuestas de cosas más estúpidas. Neil se había dado cuenta en sólo dos semanas
de práctica. Una semana no pasaba si no había dinero en algo.

Neil miró entre Seth y Allison.

— ¿Andrew y Renee son…?

Seth parecía que iba a vomitar.

—Espero que no.

Allison le dio un formal sacudón.

—Renee promete que nunca ocurriría. Yo le creo —dijo, mirando a Seth como si lo estuviera
desafiando a que la contradijera. Él pincho su pollo y se quedó en silencio. Allison apuntó a Neil con
un pedazo de pan—. Te estas quedando sin tiempo para encontrar una cita. Pídele a Aaron que te
empareje con una zorra. Estoy segura que Katelyn conoce alguna cara bonita.

Lo último que Neil quería había era liarse con una animadora. No tenía memorias cálidas del
equipo de la escuela de Millport.

— ¿Quién en Katelyn?

—La novia no oficial de Aaron. Búscala hoy noche en el juego. Es bastante patético verlos
The foxhole Court — Nora Sakavic
añorándose el uno al otro a la distancia —Allison miró su reloj y apartó su silla—. Tengo que irme.
Reunión con mi consejero.

Se inclinó sobre la mesa para darle a Seth un rápido beso e irse del lugar.

Seth y Neil terminaron unos cuantos minutos después. Seth llevó a Neil a su clase de oratoria.
Dan se encontró con Neil después y lo escoltó por el campus a la Torre del Zorro. Ella lo dejó en la
acera, ya que tenía otra clase antes de terminar su día.

—Descansa —le dijo—. Esta noche va a ser larga.

Neil estaba demasiado tenso por la mañana para poder seguir ese consejo, hizo una línea recta
para su cama de todas maneras.

Había vivido en muchos lugares como Millport antes de los años y manejó la pequeña curiosidad
y desconfianza toda su vida. De alguna manera el estado de Palmetto tenía más contra él, tal vez
por su sudadera y lugar en el equipo que demandaba la atención de las personas. No podía mez-
clarse con el fondo aquí, no con estos colores y no después del juego de hoy en la noche. Había 21
mil personas inscritas en la Universidad Estatal de Palmetto. Neil no estaba jugado para sí mismo;
estaba jugando para representarlos.

La práctica del viernes en la tarde se había cancelado por el juego. El equipo debía estar en el
estadio a las quince menos seis para la servida de las siete. Matt recogió a Neil de su habitación
a las cinco y media por una cena ligera con los de clases superiores. Dan terminó primero y fue a
chequear al lote de Andrew. Su expresión era amarga cuando regresó, pero Matt le dio a su mano
un apretón de apoyo.

—Va a estar bien —dijo Matt—. Estuvo bien el año pasado.

—Pensé que Kevin no había jugado el año pasado —dijo Neil.

Los de mayor clase intercambiaron miradas. Neil miró de un rostro a otro, tratando de seguir su
silenciosa conversación. Seth y Allison radiaban impaciencia y desaprobación, pero Renee estaba
sonriendo un poco. Matt hizo una mueca y se encogió de hombros, dejándole la decisión a Dan.
Finalmente, Dan suspiro y se giró hacia Neil.

—Hay algo que aún no te hemos dicho —dijo Dan—. Te lo íbamos a decir hace un tiempo, pero
tú y Andrew estaban teniendo tantos problemas que pensamos que era mejor esperar. No sabía-
mos cómo reaccionarías.

—No confiábamos en que mantendrías la boca cerrada —tradujo Allison.

Dan le hizo una cara, pero no lo negó.

—Así que Andrew técnicamente requirió que tomará su medicación legalmente, ¿verdad?

Neil tenía un presentimiento sobre a dónde iba esa conversación, pero no lo creía.

—Sí, era parte de su trato de apelación.

—Él arregló un trato propio con el entrenador —dijo Dan—. La única razón por la que firmó con
nosotros es porque el entrenador lo dejó salir de sus drogas para las noches de juego. El entrena-
dor nos los dijo primero a nosotros ya que somos los que estamos en la cancha con él, pero nadie
más puede saberlo. Ni siquiera Betsy lo sabe. Ella es su doctora; tendría que ponerle un alto a ello.

— ¿Cómo se supone que Andrew debe guardar nuestro arco si está enfermo? —Preguntó.
The foxhole Court — Nora Sakavic
En Columbia, Andrew había amortiguado su abstinencia con alcohol y polvo de galletas, pero no
podía hacer eso aquí. Neil recordaba las violentas sacudidas de Andrew mientras vomitaba en la
acera.

—Aún no está enfermo —dijo Matt. Puso su mano al nivel de los ojos—. La abstinencia de An-
drew es un proceso de tres etapas. Imagina que estas drogado todo el día. Entonces de la nada
dejas de drogarte. Primero te chocas —bajó su mano al nivel de la cintura—. Esa es la primera fase.
No se enferma hasta la fase dos.

—Andrew ajusta sus horarios de los viernes dependiendo de la hora a la que servimos —dijo
Dan—. Se pierde su dosis una hora y media antes de que comience el partido y juega el primer
tiempo. Usualmente puede manejar la primera fase hasta el medio tiempo y pasa el resto de la
noche en la banca.

Neil supuso que así era como Andrew dormía todo el día en Columbia. Él casi logra llegar hasta
Sweetie’s antes de ponerse violentamente enfermo.

— ¿Cuál es la tercera etapa?

—Dale drogas o prepárate para que te apuñalen la cara —dijo Matt secamente—. No es gracio-
so. Por suerte sólo lo hemos visto llegar tan lejos una vez.

—No se pondrá malo esta noche —dijo Dan—. Además, vas a estar media cancha alejado de
él. Sólo pensamos que deberíamos darte una advertencia, incluso si llega unos meses tarde. ¿Vas
a estar de acuerdo con eso?

— ¿Va a arriesgar el partido? —Preguntó Neil.

—No más que cualquier otra cosa —dijo Matt.

—Entonces no me interesa —dijo Neil—. Puede hacer lo que le dé la gana.

No era completamente verdad, pero Neil no sabía cómo poner sus observaciones restantes en
palabras. Andrew decía que odiaba este juego así que, ¿por qué empeoraría su situación saliendo
de sus drogas por ellos? Al menos cuando estaba medicado podía encontrar los partidos entreteni-
dos. La única pista que Neil tenía era que Andrew odiaba más su medicina de lo que odiaba a Exy.
Eso era algo interesante que considerar, pero Neil no tenía tiempo para pensar en ello hoy noche.

No le tomó mucho limpiar el desastre de la cena y se encontraron con el grupo de Andrew en el


pasillo. Andrew se veía como en la cima del mundo, como siempre, pero la expresión de Kevin era
tensa. Esa noche era el primer partido de la temporada para Kevin desde su herida y su debut como
un delantero derecho de los Zorros. Kevin tenía que brillar esa noche si en serio quería hacer un
retorno. Cómo podría hacer eso con su mano débil y un equipo como los Zorros de refuerzo, Neil
no lo sabía.

Dejaron el dormitorio temprano, pero el tráfico estaba tan pesado que casi llegan tarde. El esta-
dio se había convertido en un lugar de locos entre la práctica de la mañana y ahora. Los espacios
de estacionamiento estaban repletos y la seguridad estaba por todos lados, direccionando a los
fans y vigilando por tonterías de borrachos. Cada puerta estaba abierta y los guardias en ellas te-
nían detectores de metal. Una línea de carros de policía y dos ambulancias mantenían un camino
despejado para los carros de los atletas. Dos guardias estaban fuera de su puerta, y después de
una revisión de rutina para asegurarse de que ninguno llevaba algo ilegal dentro del estadio, los
dejaron entrar a los vestidores.

Wymack estaba en la sala e inmediatamente los mandó a los vestidores. Neil estaba a medio
camino de la puerta de hombres cuando Kevin lo tomó del cuello de su camisa y lo arrastró hasta
The foxhole Court — Nora Sakavic
el final del pasillo a la puerta trasera. Kevin la abrió y metió a Neil delante de él. Neil tropezó, se
equilibró un segundo después y se dirigió a la cancha interna.

La Cancha de la Madriguera del Zorro era el segundo estadio de universidad en el que había
estado, el primero siendo el Nido de los Cuervos de Edgar Allan, pero nunca había estado en uno
en noche de partido. Era una cosa admirar los mareantes asientos altos, y otra completamente
diferente cuando esos asientos estaban llenos. No todos los sesenta y cinco mil asientos estaban
llenos todavía, pero al menos tres cuartos si lo estaban. El estadio vibraba con los sonidos de cien-
tos de miles de pies. Los gritos y risas de la multitud eran ensordecedores, y eso era antes de que
la multitud tuviera una razón para ser ruidosa. Neil se preguntaba cómo se escucharía cuando los
Zorros anotaran. Tal vez sería tan fuerte que rompería sus huesos.

No le tomó mucho tiempo a nadie darse cuenta de que Neil y Kevin estaban en el interior de la
corte. Cuando la sección más cercana se volvió loca, el sonido encendió una pequeña ola en los
asientos. Notas Naranjas, la banda del campus, todavía se estaba acomodando en su sección, pero
igual reaccionaron a la emoción sin pensarlo dos veces. Los tambores reventaron en un feroz ritmo
y unas cuantas trompetas comenzaron con la canción de pelea de la canción. Unos segundos más
tarde los estudiantes se les unieron, gritando las palabras los unos a los otros y a la vacía corte.

—No malgastes su tiempo esta noche —le dijo Kevin al oído—. Vinieron a verte jugar, así que
dales algo en lo que creer.

—No están aquí por mí —dijo Neil—. Están aquí para ver al famoso Kevin Day.

Kevin puso una mano en el hombro de Neil y le dio un pequeño empujón.

—Cámbiate.

Neil miró una vez más a los asientos antes de regresaran a los vestidores.

Wymack los llamó de nuevo a la sala cuando estuvieron todos vestidos y repasaron la alineación
de los Chacales de Breckenridge. Matt le dio una mirada a la línea de inicio e hizo una mueca.

—Oye, Seth. Parece que Gorila regresó.

—Mierda —Seth alargó la mano en demanda por papel.

—Al menos nos están tomando en serio desde el comienzo —dijo Aaron.

—Fácil decir para la defensa —Allison tomó la alineación de Matt y se la dio a Seth.

— ¿Gorila? —Preguntó Neil.

—El número 16, Hawking —dijo Nicky—. También conocido como Gorila. Seis pies y medio de
alto y trecientas libras de pura patanería. Lo reconocerás cuando lo veas, confía en mí. Se ve como
un jugador de futbol que perdió el camino en el campo.

—También es tan estúpido como un ladrillo, así que se quedó en la banca en el campeonato del
año pasado por condicionamiento académico —dijo Matt—. Es algo así como un ritual anual para
él.

—Es un defensa —dijo Dan mirando a Neil—y ama las revisiones físicas. No te pongas entre él
y la pared, Neil. Te romperá todos los huesos del cuerpo si le das la oportunidad.

—No te preocupes —dijo Matt—. Probablemente estará demasiado ocupado matando a Kevin y
Seth para mirarte.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Esta es mi cara de alivio —dijo Neil, apuntando a su expresión en blanco.

— ¿Han terminado de gastar mi oxigeno? —Preguntó Wymack— A moverse. Estamos en la


cancha de casa para el calentamiento. Vamos a hacer lanzamientos simples de relevo primero,
Andrew y Renee dos veces para cada uno. Andrew, mantenlos de tu lado. Golpea un solo tiro de
práctica en el lado de la cancha de los Chacales cuando estemos calentando y no entrarás hasta
el segundo tiempo.

Neil miró a Andrew por eso. Andrew se veía bien por ahora, pero tal vez todavía estaban dema-
siado lejos de la primera servida para que el comenzara a sentir la abstinencia.

Wymack siguió hablando.

—Delanteros a lo largo de la línea: Seth, Kevin, Dan, Matt, Aaron, Andrew. Tengo tres sustitutos
a cada mitad, así que todos tendrán un cambio excepto los porteros. Kevin, estas fuera si tu mano
comienza a picar. No seas idiota esta noche.

—Han pasado ocho meses —dijo Kevin.

—No arriesgues tu primer juego de regreso —dijo Abby.

Kevin hizo una mueca, pero se rindió en la discusión. Eso fue suficiente para Wymack y Abby,
así que mandaron a los Zorros a buscar sus cascos y raquetas. Se alinearon en la puerta en el
orden de posición de juego, con Dan fuera de lugar en el frente como su capitán. Wymack tenía un
auricular que lo conectaba con la cabina de los locutores. Cuando escucho el okey, él lideró a su
equipo hacia las bancas. El casco de Neil amortiguaba algo de los gritos de la multitud, pero sus
oídos todavía pitaban cuando siguió a los Zorros hacia la cancha.

Neil sabía que el equipo Zorro era el más pequeño en la NCAA y Breckenridge uno de los más
grandes, pero no había esperado que la diferencia se sintiera tan vasta. Los dorados—y—broncea-
dos Chacales parecían estar apretujados en su mitad, haciendo que los Zorros se vieran patéticos
y pequeños en la suya. Neil trató de no sentirse intimidado. Cuando eso fallara, pondría todo lo que
tenía en los ejercicios de calentamiento. Los veinte minutos volaron más rápido de lo que pensó
que pasarían y fueron llamados de la cancha por los árbitros: los Chacales por la puerta norte, los
Zorros por la sur.

La voz del locutor apenas llegaba gracias a la bulla de la multitud, pero mientras se acercaban
al partido alguien pensó en subirle el volumen. Para el momento en que llamó los nombres de los
jugadores en lista su voz hacía eco por las cuatro paredes. Mientras sus nombres eran menciona-
dos, los Zorros alzaron sus raquetas en un silencioso saludo. La multitud rugió en respuesta a cada
uno, y las Notas Naranjas rápidamente los recibieron con la canción de Palmetto.

“De parte de los Chacales de Breckenridge —dijo el anunciador y avanzó por la lista de juga-
dores puestos a jugar esta noche. Los nombres de los Chacales fueron recibidos con una mezcla
de abucheos y cortés aplauso del lado de los Zorros, pero había grandes secciones de fans de los
Chacales presentes en el lado norte del estadio. Su banda escolar tocó la canción de pelea tan
pronto como el último nombre fue anunciado, pero Notas Naranjas prontamente los ahogó con la
canción de Palmetto.

Los seis árbitros del partido abrieron las puertas de cada lado de la cancha y entraron. A su se-
ñal, Dan y el capitán del oponente se encontraron a la mitad de la corte para un obligatorio apretón
de mano y lanzar la moneda. El árbitro principal señaló que el primer saque para los Chacales y la
cancha de casa para los Zorros. Tres árbitros siguieron a cada capitán y se posicionaron a lo largo
de la pared cerca de las líneas de la cancha.

Wymack hizo señas de ahuyentar en su línea de comienzo.


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Vayan afuera y háganlos sentir mal por mostrarse esta noche. Quiero mis sustitutos en la pa-
red dándoles ánimos, pero si hacen que un árbitro se tropiece los sacaré. Vamos.

Dan lideró a los jugadores a la puerta y golpeó la pared cuando estaban listos. El locutor llamó a
los Zorros a la línea de salida de ofensa a defensa. Kevin fue el primero en la chanca y el estadio
entero tuvo un ataque al verlo. No importaba que universidad apoyaran los fans; Kevin estaba con
su uniforme después de ocho meses de ausencia. Todas las predicciones decían que no jugaría de
nuevo, pero él llevaba una raqueta consigo al medio campo como si él siempre hubiera sabido que
iba a regresar.

Seth siguió a Kevin y se unió a él en el medio campo. Dan era el saque ofensivo de los Zorros y
se paró entre el medio campo y el primer cuarto. Matt y Aaron se distanciaron en el primer cuarto y
Andrew fue el último en tomar su lugar en el arco.

Breckenridge los siguió. Nicky apuntó al Gorila apenas llegó a la entrada, pero Neil no necesitaba
que se lo apuntara.

—Recuerda agradecerle a Seth y Kevin por ser hechos pedazos en tu lugar.

Tal vez estaba bromeando, pero Neil asintió de todas maneras. Cualquiera que podría hacer que
Matt se viera delicado no era alguien que Neil quería enfrentar en la cancha.

Nicky miró a Neil.

—Oye —le dijo, sonando extrañamente dubitativo—. No hemos tenido la oportunidad de hablar
después de… bueno. Quería decir que lo siento, pero seguía acobardándome. ¿Estamos bien?

—Aún no lo sé —dijo Neil.

Nicky lo sopeso por un minuto, luego suspiró y dijo:

—Es justo.

Los árbitros cerraron las puertas con un golpe y la atornillaron. Había tubos de ventilación y ven-
tiladores por el techo para mantener el aire circulando en la cancha. La ventilación dejaba salir los
ecos de los lanzamientos y los puntos, pero los jugadores tenían que gritar para que sus voces se
filtraran por el estadio. Neil no sabía lo que se estaban diciendo el uno al otro mientras esperaban
que el juego empezara, pero dudaba que fuera placentero ver como Seth se flipaba con uno de los
delanteros de los Chacales. Seth le devolvió el gesto a Kevin unos segundos después.

—Oh Dios —dijo Abby detrás de Neil—. Al menos podrían fingir que se llevan bien cuando juga-
mos contra este equipo.

— ¡Imposible! —Dijo Nicky— Diez dólares a que se pelean en los primeros 15 minutos.

—No acepto eso —dijo Allison.

—Podrías ser optimista acerca del primer partido de la temporada —dijo Reene.

—Tal vez viste contra quien nos enfrentamos —dijo Nicky, apuntando al equipo enemigo—. ¿De
verdad crees que el optimismo nos ayudará?

—Creo que no hace daño —dijo Renee con una sonrisa.

Allison comenzó a decir algo, pero la sirena de advertencia la ahogó. Si Neil miraba hacia arri-
ba casi podía ver el tablero justo donde colgaba sobre el centro muerto de la cancha. Un reloj, el
puntaje, y las estadísticas de los lanzamientos al gol estaban expuestas en los cuatro lados, así
The foxhole Court — Nora Sakavic
mismo estaban las pantallas para repeticiones y acercamientos. Ahora mismo el tablero estaría en
cuenta regresiva hasta el último minuto antes de que el partido comenzara, pero Neil no se esforzó
para verlo. No quería quitar sus ojos de la cancha. Presionó su enguantada mano a la pared y se
inclinó, tratando de verlo todo de una vez. Su corazón batía en su pecho, mandando calor por cada
centímetro de su cuerpo. Aguantó la respiración esperando el primer lanzamiento.

La sirena sonó de nuevo y el juego comenzó. El delantero de Breckenridge arrojó la pelota al


aire con su raqueta. El distintivo golpe hizo que los Chacales y los Zorros rompieran la formación
y corrieran a buscar sus marcas y lugares en la cancha. Los nervios que Neil sintió antes se eva-
poraron bajo el salvaje peso del entusiasmo en la multitud. Sus gritos sacudían su piel y el pisoteo
de cien mil pies se acompasó con su pulso. Dos cuerpos chocaron en la cancha mientras el juego
comenzaba rudo desde el principio. Hubo un rugido de aprobación desde las gradas.

La pelota dio contra el suelo frente a los substitutos y siguió a toda velocidad. Dan la atrapó an-
tes de que llegara demasiado lejos y se la lanzó a Seth. Su movimiento la lanzó contra la pared del
frente y un delantero de los Chacales fue contra ella un segundo después. La pared vibró bajo su
peso. Dan prácticamente lo tiró a un lado para volver al juego y los sustitutos golpearon la pared
en apoyo.

Neil barrió la cancha con la mirada, pasando el delantero Chacal que estaba luchando con Aa-
ron. Aaron y Matt estaban empujando a los golpeadores de los Chacales subiendo por la cancha,
lejos de la portería, pero no querían dejar demasiado espacio entre ellos y Andrew. Andrew estaba
parado solo en la línea blanca que marcaba el territorio del portero, mirando el partido desarrollarse
frente a él. Dio la vuelta a su raqueta, burlándose de los esfuerzos de los Chacales con esa posición
despreocupada.

La pelota golpeó la pared del fondo de la cancha, y Neil le devolvió su atención. Dan estaba
primera de nuevo y la mandó lejos sobre la cabeza de Seth. Seth y Gorila compitieron entre ellos
subiendo por la cancha para atrapar la pelota en el rebote. Seth la atrapo, pero no se quedó por
mucho. La llevó medio paso antes de que el Gorila agitara su raqueta. No se vio mucho como un
golpe, pero mando a volar la raqueta de Seth. Gorila atrapó la pelota mientras rebotaba en el suelo
y se dio la vuelta para cargarla todo el camino al otro lado de la cancha. Golpeó la pared unos pocos
centímetros a la derecha de la portería de casa. Andrew vio como rebotaba de regreso.

Uno de los golpeadores de los Chacales rodeó a Matt y corrió por el balón. Andrew dejó de darle
vueltas a su raqueta y se dio la vuelta, alistándose justo a tiempo. El golpeador tomó una rápida
oportunidad de gol y Andrew la devolvió con fuerza, mandándola de nuevo a la mitad de la cancha.
El delantero Chacal trató de atraparla, pero estaba yendo más rápido de lo anticipado y rebotó en
la red de su chaqueta. Dan se la robó. Él derrapó en respuesta y la pelota salió rodando. Dan tiró
su raqueta contra el suelo con furia mientras se ponía de pie para perseguirlo. El delantero Chacal
ya tenía la pelota y estaba corriendo hacia la portería de la casa.

—Vamos, chica —dijo Abby—. Ya lo tienes.

Dan no podría alcanzarlo a tiempo para detener su pase, pero no desaceleró. Se chocó con el
delantero tan fuerte que envió a ambos al suelo. Los fanáticos de los Chacales gritaron con indig-
nación, demandando una carta por ese truco, pero los árbitros no se movieron. Los choques cuerpo
a cuerpo eran legales cuando se los usaban u otros jugadores lo usaban contra quien cargaba la
pelota, pero también se permitían golpes que ocurrían en los primeros dos segundos después de
que la pelota dejara la red del jugador. Los oficiales sabían que a veces los jugadores sólo estaban
yendo tan rápido que no podían parar a tiempo. Les permitía una laguna para colisiones rencorosas
como la de Dan, pero eso sólo hacia el partido más divertido para los fans.

Aaron era lo suficientemente pequeño que podía agacharse sobre el brazo de su delantero.
Interceptó la pelota en un movimiento imposible y siguió girando para darle la cara a la cancha de
The foxhole Court — Nora Sakavic
casa. Le pasó la pelota a Andrew sin frenarse y estaba en equilibrio un latido después. Andrew gol-
peó la pelota con un balanceo debajo de la mano para despejarlo de la cancha de casa. La pelota
rebotó contra el techo y cayó de dentro del combate.

— ¡Muévanse, Zorros! —gritó Wymack.

—Vamos, Zorros, ¡vamos! —gritaron las Vixens.

La multitud cogió el ritmo e hizo eco de la barra de las animadoras. Los otros substitutos se unie-
ron, pero Neil estaba amortiguado en el silencio por la velocidad y estrategia del juego.

Había visto a sus compañeros derrumbarse por peleas internas todo el verano, pero ahora final-
mente los veía como un todo. Por mucho que los Zorros se odiaran los unos a los otros de vez en
cuando, odiaban más a sus oponentes. Todavía estaban demasiado fracturados para ser realmente
geniales, pero eran lo suficientemente buenos para que se le pusieran los vellos de punta. Neil final-
mente entendió cómo los Zorros habían llegado al tercer lugar la primavera pasada y cómo habían
anotado un lugar en el campeonato.

Desafortunadamente, Breckenridge era mejor. Doce minutos del partido y finalmente habían
puesto a los Zorros en formación de defensa. Un golpeador Chacal tomó la pelota y la llevo directo
hacia Aaron. Aaron estaba dado la vuelta, dándole al delantero un camino directo a la portería, y
todos los Chacales se forzaron delante dentro del primer cuarto de la línea. El golpeador se acercó
peligrosamente al arco antes de dar el tiro. Andrew reacciono directamente hacia él, haciéndola
rebotar en su casco. El delantero Chacal atrapó la pelota después, y Dan fue un segundo más len-
ta para evitar que apuntara al arco. Andrew devolvió el golpe también, pero los Chacales estaban
presionados demasiado cerca para que pudiera hacer un buen despeje. Apuntó alto, pero Gorila
estaba tan cerca y tan alto que pudo cogerla en el aire.

— ¡Sáquenlo de allí! —gritó Wymack a la pared.

Gorila bloqueó a dos Zorros como si fueran nada y corrió hacia el arco. Matt se lanzó contra
Gorila cómo si su vida dependiera de ello, sacándolos a los dos. El delantero libre de Matt tomó la
pelota y lanzó, y el marcador se iluminó en rojo detrás de Andrew. Los fans de Breckenridge se vol-
vieron locos cuando la sirena sonó por el primer punto. Wymack maldijo brutalmente y dio vueltas
furiosamente, buscando sin encontrar algo con lo cual ventilar su ira.

— ¡Lindo intento, Zorros! —gritó Renee, aplaudiendo.

Los Chacales se daban palmadas en la espalda para felicitarse mientras corrían al otro lado de la
cancha. Gorila fue el último en irse de dónde él y Matt se estaban levantando del suelo, y se detuvo
en el arco para decirle algo a Andrew, no parecía impresionado. Puso su raqueta frente a él, cruzó
los brazos a través de la red y apoyó su barbilla en sus brazos. Gorila agitó su mano en despedida
y trotó a través del campo. Dan fue hacia Matt para darle una rápida palmada.

Casi llegaron a sus puestos de inicio sin incidentes, pero el defensa de Kevin lo empujó en su
camino de regreso. Kevin le devolvía el empujón tan fuerte que casi lo tira al suelo. El Chacal de la
retaguardia se dio la vuelta para decir algo y Seth hacia grandes gestos mientras se le unía. Kevin
ignoró al Chacal para decirle algo a Seth y él le respondió con un golpe.

—Yo gano —dijo Nicky—. Han pasado sólo trece minutos.

—Nadie apostó contigo —dijo Abby, sonando cansada mientras veía a Seth y Kevin pelear.

—No apuestes en estos retrasados —dijo Wymack.

Dan alcanzó a los dos y los aparto con dificultad. Le pegó a Seth con su dedo en el rostro mien-
The foxhole Court — Nora Sakavic
tras lo masticaba e hizo lo mismo con Kevin. Kevin y Seth finalmente se separaron a media cancha
para tomar sus posiciones. Los árbitros en las puertas esperaron para ver si necesitaban intervenir,
luego decidieron que Dan se había encargado de ello apropiadamente y lo dejaron ir.

El juego comenzó de nuevo con otro lanzamiento de los Breckenridge, pero los Zorros estaban
emocionados y furiosos de perder el primer punto. Kevin parecía tomárselo personalmente, y jugo
con venganza. Apenas le paso Dan la pelota, dejó plantada su línea trasera y voló al lado des-
protegido de la cancha por un punto perfecto. El gol se tiñó de rojo y el público se levantó de sus
asientos a la espalda de los Zorros. Neil no pudo escuchar su propio grito de triunfo por el sonido
de los emocionados estudiantes. Las Notas Naranjas tocaron la canción de pelea y los estudiantes
gritaron las palabras como un himno de guerra.

La canción de guerra no estaba a la mitad antes de que Kevin y su marcador se estuvieran pe-
lando. Le costó a Matt, Dan y tres Chacales separarlos. Para el momento que los habían puesto
a una distancia segura el uno del otro los árbitros estaban allí. La tarjeta amarilla se alzó para el
Chacal por dar el primer golpe y la multitud vitoreó. Arriba en las pantallas un dibujo del chacal fue
aplastado por un enorme martillo. Los fans de los Chacales abuchearon, pero su furia fue ahogada
por el grito de la multitud de casa.

Cuando los equipos estuvieron en las posiciones de inicio, los árbitros se fueron. Dan lanzó para
que comenzara el juego.

Habían pasado veinte minutos cuando Gorila estampó a Seth contra la pared. Los fans rugieron
con furia y emoción mientras Gorila corría tras la desprotegida pelota. Neil esperaba que Seth fue-
ra tras él, pero Seth estaba inefectivo contra la pared por un momento y luego se desplomó en el
suelo.

—David —dijo Abby, pero Wymack ya estaba corriendo por la pared para pararse al lado de Seth.

Uno de los árbitros se arrodilló a su lado y le hizo señas a Seth desde la pared. Wymack golpeó
la pared para llamar la atención de Seth. Dolorosamente, Seth se obligó a levantarse en sus manos
y rodillas. Neil miró desde él hasta el partido en frustración. Hasta que Seth les hizo señas a los
árbitros de que estaba fuera, el partido seguía, lo que significaba que Kevin tenía a dos defensas
siguiéndolo.

No le tomó mucho tiempo a Dan para darse cuenta del predicamento de Kevin. Ella se giró, des-
perdiciando preciosos segundos y perdiendo la pelota para encontrar a su golpeador faltante. Al
otro lado de la cancha, Kevin estaba hecho sándwich entre los defensas de los Chacales. Perdió la
pelota y su raqueta, pero, de alguna manera, se mantuvo de pie.

— ¡Anúncialo, Seth! —gritaba Nicky, pateando la pared.

Seth finalmente alzó su raqueta, alertando a los árbitros de que no podría continuar el periodo.
Una alarma sonó para parar el juego. Matt acababa de atrapar la pelota, así que se la pasó a An-
drew para que la mantuviera a salvo. La multitud se silenció para ver a Seth luchar para ponerse en
pie. Se tambaleó hacia los lados de la pared y se apoyó con fuerza contra la misma, esperando a
que su equilibrio volviera antes de tratar de caminar. Dan corrió a ayudarlo y Allison se mantuvo a
su ritmo fuera de la cancha. Abby se apresuró frente a ella hacia la puerta.

Wymack golpeo el hombro de Seth.

—Muévete.

Un pestañeo de nervios hizo que el estómago de Neil se enfriara. Ahora que había visto el equi-
po en acción, esto provocaba lo que había dicho desde siempre: no estaba listo para jugar con un
equipo como este. No tenía mucha opción, era verdad, así que tomó su raqueta y corrió con Allison
The foxhole Court — Nora Sakavic
a la puerta de la cancha.

— ¡Búscatelo! —gritó Nicky detrás de él.

Allison tomó a Seth de Dan en la puerta y lo mantuvo parado lo suficiente para que Abby pudiera
sacarse su casco. Allison ayudó a Seth a pasar a la banca y Dan le hizo señas a Neil para que pa-
sara por la puerta hacia la cancha. Arriba el locutor anunciaba el cambio:

—Reemplazando a Seth Gordon va el nuevo Neil Josten, número diez, de Millport, Arizona.

Él se preguntó si las tapas de un ataúd sonaban como las puertas cerrándose.

— ¿Listo? —pregunto Dan.

—Listo para intentar —dijo Neil.

—Hagamos esto —le dijo, chocando los palos con él.

Trotaron por la cancha juntos. Para el momento que Seth finalmente estaba fuera, ambos equi-
pos estaban dentro del primer cuarto de nuevo. Dan tomó su lugar en su marca. Como Neil era un
sustituto a medio juego, su posición inicial era contra la pared de la cancha.

— ¿Es verdad? —Le preguntó el delantero Chacal—. El entrenador dice que eres un novato de
un año.

— ¿Estas bromeando? —Preguntó una chica y Neil la miró con sorpresa. La defensa con la que
Kevin había estado peleando todo el partido era una mujer— ¿Un campeón nacional y un novato?
Carolina del Sur se ha vuelto más loca de lo normal.

—Un novato y un lisiado, querrás decir —dijo el delantero.

Andrew tiró su raqueta contra el arco, haciendo que varios atletas saltaran y atrayendo más de
una mirada recelosa. Neil no podía ver la expresión de Andrew desde donde estaba, pero esperaba
que estuviera fingiendo una sonrisa. Sus oponentes anunciaran la sobriedad de Andrew en un lati-
do si eso lo sacaba de la portería de los Zorros. Neil esperó, pensando en lo peor, pero Andrew sólo
dio dos pasos de vuelta en el territorio del arquero y esperó. La sirena sonó por encima de sus ca-
bezas cuando todos estaban calmados y quietos. Andrew tomó la pelota en su mano enguantada.

—Oye, Pinocho —dijo sin mirar a Neil. El ánimo en su voz era demasiado bulón para ser real,
pero Neil dudó que alguno de los Zorros lo notara—. Es hora de correr. Esta es para ti.

Andrew lanzó la pelota al suelo y le pegó con todo lo que tenía. Neil no esperó a ver el golpe.
Se lanzó lejos de la pared y voló por la cancha lo más rápido que podía, desapareciendo tras la
retaguardia y golpeadores que apenas comenzaban a moverse. El marcador de Kevin corrió por la
cancha hacia él, tratando de detenerlo, pero Neil era más rápido de lo que ella esperaba y la ade-
lantó todo el camino hasta el final de la cancha.

La pelota golpeó la pared del fondo y volvió volando. Neil saltó para atraparla antes de que pasa-
ra sobre su cabeza. Su marcador estaba allí cuando aterrizó y él se deslizó lejos de ella, contando
los pasos instintivamente mientras movía la raqueta lejos del alcance de ella. Él sólo podía llevar
la pelota por diez pasos y ya había usado seis. Él sabía que no podría rodearla en cuatro, así que
se dio la vuelta para pasarle la pelota a Dan. Su marcador chocó con él un segundo después y el
derrapó, un brazo extendido y el palo arrastrándose por el suelo para equilibrarse.

Dan le pasó la pelota a Kevin. Gorila era masivo, pero su tamaño lo hacía más lento. Kevin lo
rodeó y atrapó la pelota, luego se dio la vuelta y la lanzó al fondo de la cancha para darles a los
golpeadores algo de espacio. Gorila le quitó la raqueta a Kevin como venganza. Kevin maldijo y
The foxhole Court — Nora Sakavic
sacudió los brazos con violencia. El portero de los Chacales dejó el arco para lanzar de nuevo la
pelota al otro lado de la cancha. Matt la interceptó y apuntó alto, queriendo que golpeara el techo y
aterrizara cerca de los golpeadores de nuevo. Kevin la atrapó, pero sólo tuvo dos pasos para apun-
tar y tirar antes de que Gorila chocara contra él. Kevin golpeó el suelo tan fuerte que rodó.

El portero le regresó la pelota a Gorila. Gorila la tiró hacia el lado de casa de la cancha y la reta-
guardia de los Chacales la persiguieron para forzar a Neil y Kevin de vuelta al otro lado de la can-
cha. Los llevaron hasta el primer cuarto. Neil decidió que odiaba su estrategia de “todos conspiren
contra el portero”. Era frustrante verlos machacar a Andrew de esa manera, especialmente a estas
alturas. Él no podía entrar en el combate si había una oportunidad de que los Zorros podrían sacu-
dir la pelota. Él sólo podía mirar mientras los Chacales aplastaban a los Zorros. Tres lanzamientos
más tarde, anotaron.

—No pueden ganar contra nosotros —le dijo la defensa a Neil—. Apestan.

—Prefiero ser un Zorro que un Chacal si ustedes ganan hiriendo a sus oponentes —dijo Neil—.
Ustedes son un equipo patético de abusones.

Ella lo empujó pecho contra pecho.

—Dilo de nuevo. Te reto.

Neil no estaba impresionado por su actitud. Le dio una mirada de aburrimiento y presionó un
dedo contra su hombro.

—Quítate de mi camino. Ya te sacaron una carta. Comienza otra pelea y vas a estar fuera el
resto del juego.

— ¡Leverett! —Gritó el delantero como advertencia— ¡Aléjate!

Le curvó los labios a Neil en burla, retrocedió dos exagerados pasos, y luego se dio la vuelta
sobre sus talones y regresó a su puesto de inicio. Los Chacales sacaron apenas estuvieron listos.
Neil no pudo ir lejos antes de que se empatara con Leverett de nuevo. Ella lo empujó con su hombro
mientras lo forzaba a retroceder a media cancha. Al otro lado, Kevin ganó posesión de la pelota,
pero la perdió un segundo después ya que Gorila tiró su raqueta. Neil no sabía si Gorila realmente
estaba golpeando su raqueta tan fuerte o si Kevin estaba asustado de sostenerla cuando las vibra-
ciones iban todo el camino desde sus manos hasta sus codos. No estaba seguro de que respuesta
quería que fuera la correcta. No quería que Kevin saliera herido, pero los Zorros no podían permi-
tirse tener su daño psicológico en la cancha por un juego.

Matt robó la pelota de su golpeador y se la pasó a Aaron. El único pase directo de Aaron era ha-
cia Andrew. Le dio unos segundos para adelantarse al golpeador que lo marcaba y Andrew golpeó
la pelota para que rebotara contra la pared frente a Aaron. Aaron la atrapó y la lanzó con todo lo
que tenía.

— ¡Neil!

Neil ya se estaba moviendo, siguiendo el arco de la raqueta de Aaron y dándose cuenta de que
el pase era para él. Leverett se balanceó hacia su raqueta, tratando de arruinar su atrapada y Neil
apretó los dientes por el dolor en sus muñecas. Le dio una vuelta a su raqueta para quitar la de ella.
Le costó los preciosos segundos que tenía para atrapar la pelota, y casi sobre—extendió su brazo
para atraparla. Leverett lo embistió, tratando de tirarlo al suelo, pero Neil abrazo su raqueta contra
sí, protegiendo la pelota con su cuerpo y su red. Leverett golpeó su raqueta de nuevo para que
soltara la pelota. Neil retrocedió un paso para prepararse, le dio la oportunidad de atrapar la pelota
y le golpeó con el hombro tan fuerte como para tumbarla. Tomó la pelota caída y corrió con ella.
The foxhole Court — Nora Sakavic
— ¡Maldito puto! —le gritó ella detrás de él.

Neil llevó la pelota diez pasos y se la tiró a Kevin. Kevin la atrapó, sólo para que le quitaran su
raqueta de nuevo. Gorila trotó a su lado para atrapar la pelota. Kevin presionó su mano izquierda
contra sus tripas y rodó en busca de Matt.

— ¡Quítamelo de encima!

Matt no respondió, pero sí que escucho. La siguiente vez que ambos equipos estuvieron dentro
de la línea del primer cuarto, Matt tiró a su golpeador y fue tras Gorila. Matt tiró su raqueta a un lado
para liberar sus manos y dio un poderoso gancho, golpeando a Gorila justo debajo de su armadura
de pecho. Gorila se tropezó un poco por el golpe y el portero anuncio la falta. Gorila sólo necesitó
un segundo para recuperar el aliento y fue tras Matt. Matt retrocedió de sus manos gigantescas,
poniendo tanta gente como podía entre él y Gorila. Gorila apartó a sus compañeros del camino
mientras perseguía a Matt por la cancha.

Apenas Matt pasó el arco, Andrew se puso en el camino de Gorila. Se veía ridículamente pe-
queño mientras veía como Gorila lo miraba hacia abajo, pero se mantuvo en su lugar y espero con
su raqueta a un lado. Gorila le hizo una seña para que se moviera con su gigantesca mano, pero
Andrew se quedó quieto y callado. Neil contuvo su respiración, esperando a que Gorila moviera a
Andrew a la fuerza. Andrew podía ser psicótico, pero también era la mitad del tamaño de Gorila. Un
golpe perfecto de Gorila podía partirle el cráneo.

Con suerte los árbitros llegaron antes de que las cosas escalaran. Matt aceptó su tarjeta amarilla
sin discutir y le dio unos pulgares arriba a Kevin. Por las puertas abiertas de la cancha Neil podía
escuchar a la multitud protestar y animar la pequeña pelea. Matt trotó fuera de la cancha para dejar
entrar a Nicky y fue recibido por la multitud de casa como un campeón que regresaba. Gorila dejó
la cancha por el lado de los Chacales unos segundos después. Neil lo vio cojear desde la pared.

—Matt puede dar un golpe —dijo Neil.

Dan sonrió.

—Su madre es una boxeadora profesional. Le enseñó algunos trucos. ¿Ahora qué…?

Neil siguió su distracción hacia la puerta de la cancha donde estaba Wymack estaba con Seth y
Allison. Wymack hacía gestos entre ellos, dejándole la decisión a Dan. Sólo le tomó un segundo a
Dan para entender y buscó a Kevin.

Kevin estaba con Andrew dentro de la línea del portero, la mano izquierda extendida para que
Andrew pudiera sacar su guante exterior. Andrew deshizo las cuerdas y lo sacó, luego lo colocó
bajo su brazo para poder quitar la pieza del brazo. Dejó el guante inferior de Kevin, pero deshizo el
nudo del dedo medio de Kevin para poder deslizar la tela negra sobre la muñeca de Kevin. Kevin
flexionó sus dedos despacio, mirando sus cicatrices, luego volteo su mano y flexionó los dedos de
nuevo.

— ¡Kevin! —dijo Dan.

Kevin y Andrew miraron en su dirección y siguieron su dedo que apuntaba hacia la puerta. Neil
no podía escuchar lo que decía Andrew, pero Kevin negó con la cabeza. Andrew empujó el guante
de Kevin y su armadura contra su pecho y dio un paso atrás, y Kevin se dio la vuelta hacia la puerta
de la cancha. Dan apretó su hombro en su camino hacia allí. Apenas Kevin estuvo fuera de vista,
ella murmuró algo malicioso bajo su respiración y le dio una Gorila una mirada de asco desde la
pared de la cancha.

La multitud fuera recibieron la llegaba de Kevin con el mismo entusiasmo que le habían mostrado
The foxhole Court — Nora Sakavic
a Matt. Sólo había jugado media hora, pero por ahora era bueno el tan sólo tenerlo en la cancha.

—Alinéense para el cobro del penal —dijo Dan mientras Seth tomaba el lugar de Kevin.

Los árbitros se fueron y los encerraron. Los Zorros y los Chacales se movieron para dejar el que
reemplazo de Gorila tuviera un tiro limpio hacia el arco. Un portero dio la seña de adelante. Se tomó
unos segundos extras para sopesar sus opciones y luego disparó a la esquina de la portería de
Andrew. Andrew golpeó la pelota todo el camino al otro lado de la cancha.

Neil corrió por la cancha lo más rápido que pudo, queriendo más que nunca que los Zorros ga-
naran este juego. Sabía que no podían ganar, pero la manera en la que los Chacales jugaban lo
llenaba de ira. Gorila de verdad había tratado de dañar las manos de Kevin en su primer día de
vuelta a la cancha, lo que era increíblemente cruel. Neil esperaba que Matt le hubiera dejado un
morado en las costillas con ese golpe.

Atrapó la pelota en el aire mientras esta volaba en su dirección. Corrió hacia la portería, dando
cinco pasos antes de que Leverett estuviera detrás de él. Hizo un tiro al arco que el arquero ape-
nas rechazo. Seth esquivó a su marcador para atrapar la pelota, pero él no tenía un tiro limpio. Le
devolvió la pelota a Neil.

Leverett se movió para interceptarla, pero Neil no la dejó. Golpeó su raqueta contra la de él tan
fuerte que pudo enviar ambas volando. Ella maldijo mientras perdía el agarre y luego no había nada
que detuviera a Neil de llegar al arco. Atrapó la pelota y la llevo diez pasos, calculando ángulos y
el lenguaje corporal del arquero mientras corría. Su último paso fue un medio paso que ayudo a
propulsarlo y puso todo detrás de este lanzamiento.

El arco se iluminó de rojo mientras la bola de Neil golpeaba su blanco. El locutor se volvió loco y
Neil caminó alrededor de la media cancha mientras sus compañeros lo animaban.

Leverett se paró frente a él.

—Tuviste suerte.

—Te estás haciendo lenta —dijo Neil.

Ella se movió como si quisiera pegarle, pero se detuvo antes de hacer el movimiento, tal vez
pensando en su tarjeta amarilla. Neil la empujó fuertemente fuera del camino y siguió caminando.
Ella escupió obscenidades a su espalda que él ignoró. Él estaba más interesado en Seth, que ha-
bía cruzado la cancha para darle a su hombro un violento apretón. Neil choco las raquetas con él
mientras se separaban hacia sus puestos en la media cancha. Dan aulló tras Neil.

— ¡Hagamos eso de nuevo, Zorros!

Neil no hizo otro punto hasta que entro al segundo tiempo. Dos puntos no eran suficientes para
ganarse su lugar en la línea, pero lo hacía sentirse mejor sobre pararse en la cancha. Era así su-
ficiente para suavizar el pinchazo de su eventual derrota contra Breckenridge de siete puntos a
nueve.

La temporada al fin había empezado, y Neil tenía hasta octubre para mejorar.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 12

Traducido por Clara


Corregido por Maffie

Cuando la alarma de Neil empezó a sonar a las una de la mañana siguiente, le tomó un minuto
mirar aturdido antes de recordar por qué se levantaba. Se guardó el despertador bajo la almohada,
deseó a Kevin y Wymack una muerte temprana y se arrastró hasta el borde de su cama. La alarma
de Matt sonó cuando Neil estaba a medio camino de la escalera. Seth gruñó algo brusco al otro
lado de la habitación cuando Matt no lo apagó inmediatamente. La almohada de Matt ahogó su
respuesta, pero su tono era hostil.

Neil se detuvo al final de la escalera para restregarse el sueño de los ojos. Matt finalmente en-
contró su alarma y la silenció. Seth resopló, rodó ruidosamente y comenzó a roncar de nuevo de
inmediato. Matt lo miró furiosamente a través de la habitación antes de mirar a Neil.

Matt se veía tan lamentable como Neil se sentía. Wymack les advirtió anoche que tendrían que
salir temprano, pero no había manera de que los Zorros pudieran comenzar la temporada sin una
pequeña fiesta. El grupo de Andrew había aguantado como era de esperar, pero Neil y sus compa-
ñeros de cuarto habían acabado saliendo al cuarto de las chicas. Sus compañeros habían acabado
con la mayor parte de la botella de vodka sin necesitar la ayuda de Neil y Renee. En ese momento
todos pensaron que valdría la pena. Después de haber tenido menos de una hora de sueño, Neil
no estaba tan seguro.

Alguien golpeó la puerta de su apartamento. Neil recorrió el pasillo para abrir. La luz del pasillo
era más brillante de lo que Neil esperaba. Se frotó los ojos otra vez tanto para sacar los puntitos bri-
llantes de ellos como para que no tuviera que mirar a Wymack. Debería ser imposible para Wymack
parecer tan despierto a esa hora, pero allí estaba luciendo completamente fresco.

—Deja de bostezar y muévete —dijo Wymack, palmeando sus manos frente a la cara de Neil—.
Tenemos un horario que seguir. Los quiero a todos en el autobús en cinco minutos.

Neil le cerró la puerta en la cara y fue a vestirse.

Todavía estaba muerto de cansancio cuando salió de su habitación un minuto después, pero su
mente estaba entrando al modo de supervivencia. Renee le dedicó una sonrisa cansada y medio
gesto de la mano como saludo. Dan tropezó con Matt, rodeó su cuello con los brazos y se quedó
dormida contra él casi de inmediato. El grupo de Andrew fue el último en aparecer. Neil echó un
vistazo a las muñequeras que Kevin llevaba puestas y al instante se sintió más despierto.

Wymack señaló a Kevin.

— ¿Cómo demonios te han despertado?


The foxhole Court — Nora Sakavic
—No me dejaron dormir —Kevin envió una mirada amarga, pero Andrew lo ignoró.

—Inteligente —dijo Wymack, y los condujo hacia las escaleras—. Vamos.

Abby estaba esperando fuera del autobús del equipo. Era la primera vez que Neil veía el au-
tobús, ya que normalmente estaba estacionado en un recinto cerrado para evitar el vandalismo.
Estaba pintado para combinar con el estadio, tapicería naranja y huellas contra un fondo blanco,
en el interior, en lugar de las tradicionales dos filas, el bus tenía sólo una. Los asientos eran lo sufi-
cientemente grandes como para acomodar fácilmente a dos atletas o dejar que uno se acurrucara
y durmiera. En su estado de cansancio, Neil pensó que era el mejor autobús inventado nunca.

Andrew condujo a su grupo hasta el fondo. Abby tomó la primera fila. Matt y Dan entraron tras
ella, y Renee se sentó sola tras ellos. Neil dejó un asiento vacío entre él y Renee. Se apoyó contra
la ventana y miró el respaldo de la silla delante de él mientras Wymack se acomodaba en el asiento
del conductor. Oyó el motor arrancar, vio el dormitorio desaparecer de su visión periférica y luego
se inclinó para tumbarse sobre el asiento. Estaba dormido antes de llegar a la carretera.

Eran casi las seis cuando llegaron a Raleigh, Carolina del Norte. Wymack paró en el tugurio de
comida rápida más cercano que encontraron. Abby y Renee entraron para comprar el desayuno y el
café del equipo. Tan pronto como llegaron, Wymack se colocó en el pasillo para encarar al equipo.

—Muy bien —dijo, entonces olvidó rápidamente lo que estaba diciendo cuando echó una buena
mirada a la parte de atrás del autobús—. ¡Maldita sea, Hemmick! Se suponía que debías desper-
tarlos hace diez millas.

—No quería morir —respondió Nicky.

Dan trató de disimular su risa con una tos. Wymack no se lo creyó y la mirada que le lanzó mien-
tras se dirigía al final del bus era de irritación. Dan no se amedrentó y sonrió a Renee. Curioso, Neil
se dio la vuelta en su asiento para mirar. Wymack fue hasta la última fila, sacó su cartera del bolsillo
trasero y se la tiró a Andrew. A juzgar por el ruido sordo que resonó, Andrew se despertó con tanta
violencia como siempre.

Wymack extendió la mano con una demanda.

—Devuélvemela.

El cuero crujió cuando Andrew se movió. Andrew se sentó un par de segundos más tarde con la
cartera de Wymack en la mano. Wymack la metió en su bolsillo una vez más y fue hacia la fila de
Kevin. Plantó su zapato sobre la parte de Kevin más cercana y comenzó a empujarlo.

—Arriba —dijo una y otra vez, aumentando el tono cada vez hasta que casi estaba gritando—.
¡Levanta el trasero y muévete!

La mano de Kevin se lanzó hacia él mientras trataba de alejar a Wymack. Wymack lo agarró por
el codo y sacó a Kevin de su silla al pasillo. Antes de que Kevin pudiese caer, Wymack lo empujó
hacia atrás, dejándolo caer pesadamente sobre su asiento. Kevin se desplomó contra el respaldo
de su silla de inmediato, pareciendo a todos los efectos que iba a volver a cabecear. Wymack le
golpeó la parte posterior de la cabeza para despertarlo.

—Te odio —dijo Kevin con dramatismo.

—Noticias de última hora: no me importa. Esta fue tu brillante idea.

Andrew se movió a un lado para descansar contra la ventana y miró hacia el parking.

— ¿Ya llegamos?
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Estamos lo suficientemente cerca —respondió Wymack—. Ya sabes lo que debes hacer.

Andrew no respondió, pero Wymack no lo presionó. Estaba distraído con Kevin que se estaba
volviendo a quedar dormido. Wymack le dio una violenta sacudida en el hombro. Kevin permaneció
dormido, así que finalmente Wymack lo arrastró fuera de su asiento y lo mandó dar vueltas arriba y
abajo por el autobús. Neil lo vio pasar. Kevin iba caminando, pero sus ojos apenas estaban abiertos.

—Buenos días, rayito de sol —dijo Matt con exagerada alegría.

—Que te jodan —dijo Kevin.

Dan bostezó tras su mano.

—Encantada de ver que aún eras una persona madrugadora.

—Que te jodan a ti también.

Kevin se volteó al llegar al asiento del conductor y volvió hacia la parte trasera del autobús. Trató
de sentarse de nuevo, pero Wymack le dio la vuelta con una mano en su hombro. Kevin captó la
indirecta y continuó dando vueltas. Caminar lo mantuvo apenas despierto. Parecía medio dormido
cada vez que pasaba por el asiento de Neil.

—Kevin —dijo Andrew, moviéndose por primera vez desde que se había apoyado contra la ven-
tana.

Kevin estaba a mitad de camino de su recorrido, pero giró al sonido de su nombre y se volvió.
Wymack se apartó para que Kevin pudiese llegar al asiento de Andrew. Kevin sacó la medicina de
Andrew de su bolsillo y le entregó una botella. Él y Wymack observaron cómo Andrew tomaba la
pastilla con la mano y se la tragaba. Neil medio esperaba que Andrew le devolviera la botella, pero
se movió en su silla mientras la guardaba en su propio bolsillo.

Extraño, pensó Neil, que Kevin fuera el que tuviese la medicina de Andrew. Kevin también la
tenía en Sweetie’s. Neil quiso preguntar por qué Kevin la guardaba, pero no pensaba que alguno
de ellos fuese a explicárselo.

Abby y Renee estaban de vuelta un minuto más tarde con bolsas de comida y una bandeja de
bebidas. Los Zorros comieron hamburguesas y los prometidos donuts de Dan. El café ayudó a
despertarlos, al igual que el recordatorio de que estaban a punto de reunirse con una de las presen-
tadoras de entrevistas mejor calificada de la nación. Dan, Matt y Renee se alborotaron de emoción
mientras el autobús se ponía de nuevo en marcha.

Tardaron quince minutos más hasta llegar al edificio de dos plantas que albergaba el programa
diario de Kathy Ferdinand. Wymack aparcó junto a la puerta de seguridad y salió a hablar con el
guardia. Neil miró por la ventana mientras él y el guardia revisaban las identificaciones y el papeleo.
Wymack volvió un par de minutos más tarde con la tarjeta de identificación del estacionamiento y
un montón de pases de invitado. La puerta chirrió cuando se abrió y Wymack los condujo al esta-
cionamiento de los empleados.

Wymack fue el primero en bajar. Se paró a un lado de la puerta y fue entregando los pases a
medida que los Zorros pasaban. Abby los siguió y cerró las puertas del autobús tras ella. Estaban
a mitad de camino del edificio cuando la propia Kathy entró en el estacionamiento para recibirlos.
Parecía más despierta que lo que Wymack había parecido. Neil esperó que fuese tan sólo su ma-
quillaje, porque aquello no podía ser posible o natural.

—Kevin —saludó Kathy, alcanzándolo—. Ha pasado mucho tiempo. Estoy contenta de que pu-
dieses venir hoy.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Es un placer verte de nuevo —respondió Kevin, y sonrió mientras tomaba su mano.

Tras Kathy, Dan fingió desmayarse en los brazos de Matt. Neil comprendió la broma. En los
cuatro largos meses en los que había conocido a Kevin, sólo lo había visto sonreír una o dos veces
antes. La sonrisa de Kevin era frágil y amarga. En los archivos de Neil este tenía fotos de Kevin
sonriendo junto a Riko, pero la mayoría de esas instantáneas habían sido tomadas después de un
partido cuando la pareja se mostraba más triunfante y condescendiente que nada. Esa sonrisa era
otra cosa; aquella era la cara pública de Kevin. Estaba destinada a los entrevistadores y fans que
era mejor que no conociesen el lado arrogante y despiadado de un campeón de clase mundial. Ke-
vin parecía una celebridad encantadora. Neil lo encontró horriblemente desorientador.

Kathy volvió su sonrisa al resto del equipo. El sol de la mañana brilló en los dientes perfectos que
sólo el dinero podía comprar.

—Estuvieron increíbles anoche. Kevin, tiene un toque mágico. Este equipo ha mejorado mucho
desde que te transfirieron.

—Ya estaban en su ascenso —repuso Kevin. Era la primera cosa positiva que Neil le había
escuchado decir sobre los Zorros. Por lo general, Kevin sólo se preocupaba de sus defectos. Escu-
chó la mentira en el tono de Kevin, pero era un actor demasiado bueno para mostrar a Kathy sus
verdaderos sentimientos acerca de su equipo—. Se merecen estar en primera clase. Este año lo
demostrarán.

—Por supuesto —dijo Kathy, distraída. Acababa de localizar a Neil. La mirada en sus ojos era
hambrienta—. Neil Josten, buenos días. ¿Supongo que ya has escuchado la buena noticia? A partir
de las once de la pasada noche, tu nombre fue la tercera mayor búsqueda de delanteros de Exy de
la NCAA. Eso te coloca justo después de Riko y Kevin. ¿Cómo se siente?

El estómago de Neil dio un vuelco.

—No necesitaba saberlo.

— ¿Has hablado con él? —le preguntó Kathy a Kevin.

—No pensé que necesitásemos hablar de ello—dijo Kevin.

— ¿Sobre qué? —inquirió Neil.

—Te quiero en mi programa de esta mañana —respondió Kathy.

Neil tuvo que haberla escuchado mal. La miró fijamente, esperando el remate del chiste.

—Todo el mundo quiere saber quién eres —añadió Kathy, extendiendo sus manos en un gran
gesto—. Eres una misteriosa suma a la línea de los Zorros, un novato de una pequeña ciudad de
Arizona. El entrenador Hernández dice que aprendiste a jugar al Exy en un año leyendo una guía
y yendo al entrenamiento. Kevin dice que vas a firmar con la US Court después de la graduación.
Tales ambiciones y sueños de un comienzo tan humilde, ¿no crees? Es hora de tu debut.

—No —dijo Neil. Fue su turno de mirarla a ella. Neil negó con la cabeza—. No. No estoy intere-
sado.

Su sonrisa se crispó un poco. Extendió la mano como para palmear su hombro pero Neil se
apartó de su alcance. Abby le hizo un gesto, advirtiéndole silenciosamente de que se comportase.
Neil la ignoró.

—No seas tímido —insistió Kathy—. Si puedes jugar frente a sesenta y cinco mil fans en un par-
tido retransmitido en directo por la ESPN2, puedes sentarte en mi plató durante diez minutos. Esta
The foxhole Court — Nora Sakavic
es la parte fácil. Sólo te haré un par de preguntas acerca de por qué empezaste a jugar y donde
esperas llegar, ese tipo de cosas… Todo está escrito para que puedas pensar tus respuestas antes
de salir. Tus fans se merecen respuestas de ti.

—No tengo fans, y ellos no quieren mis respuestas —sostuvo Neil.

—Sé inteligente, Neil —. Habló con el aire de alguien que había visto mucho más mundo de lo
que lo había hecho un simple adolescente. Neil quiso golpearla por eso—. No puedes pasarte la
temporada huyendo de la prensa cuando estás jugando con Kevin Day.

—He dicho que no.

La impaciencia al fin apareció en su expresión.

—No estás pensando a lo grande. Este año puede ser decisivo para ti. Si quieres llegar a alguna
parte, necesitas nuestra ayuda. Todo ha caído perfectamente en su sitio para ti. No lo dejes colap-
sarse tan pronto en el juego o te arrepentirás por el resto de tu vida. Kevin, tú lo entiendes, ¿no?

—Lo hará —dijo Kevin.

—No es tu decisión —le dijo Neil en un venenoso francés. No se dio cuenta de lo que había
hecho mal hasta que sintió la penetrante mirada de Wymack. El apartamento de Andrew sabía que
Neil hablaba francés. Neil podía explicárselo a sus compañeros más tarde y ellos no pensarían dos
veces en ello. Pero Wymack, como Andrew, lo había escuchado hablar un alemán fluido. Neil apre-
tó los dientes y se negó a devolverle la mirada a Wymack—. No voy a salir al plató contigo.

La sonrisa de Kevin no se desvaneció, pero su respuesta en francés fue fría.

—Estás siendo un idiota.

—No puedo aparecer en televisión.

—Ya lo estás —dijo Kevin—. Harás estoy hoy, o tú y yo hemos acabado. Me desentenderé de ti
en el campo y tú podrás lidiar solo y a tu manera con la mediocridad. Puedes devolverle las llaves
del estadio al entrenador cuando regresemos al campus. Ya no las necesitarás más.

Fue como ser golpeado en el pecho.

—Eso no es justo.

— ¿Me prometiste o no que lo intentarías?

—Pero esto no es… yo no quería…

— ¿Lo hiciste o no?

Neil pensó que se ahogaba con cada argumento y protesta que no decía. Estaba seguro de que
su desayuno volvería a salir en un segundo. La idea de subir al escenario y dejar que una cámara lo
grabase atentamente le provocaba náuseas, pero no era tan aterrador como que Kevin lo apartase.
Neil sólo tenía hasta mediados de octubre para jugar con los Zorros, y luego perdería el Exy para
siempre. Cada vez que veía un calendario moría un poco por dentro. No podía renunciar a nada
antes del partido con los Cuervos. No sobreviviría. Kevin asintió con la cabeza a Kathy y volvió al
inglés.

—Está arreglado.

La sonrisa de Kathy volvió inmediatamente.


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Perfecto.

Ella les hizo señas para que la siguieran y los guio por el camino hacia el edificio. Kevin tomó el
hombro de Neil y lo empujó tras ella. Neil se deshizo de su agarre y golpeó la mano de Kevin. Kevin
volvió a intentar cogerlo, pero Matt alcanzó a Neil y empujó a Kevin hacia atrás. Abby les mandó
un siseo para que se comportaran, pero Kevin y Matt estaban demasiado ocupados mirándose el
uno al otro para darse cuenta. Con Kevin retrocediendo un paso, Andrew estaba ahora en la línea
de visión de Neil. Andrew inclinó la cabeza a un lado mientras miraba a Neil, y Neil cometió el error
de mirarlo.

Al parecer, las drogas de Andrew ya estaban funcionando, porque la sonrisa de Andrew era bri-
llante y burlona.

—Eres tan idiota.

Andrew tenía razón, así que Neil no malgastó el aliento defendiéndose. Se dio la vuelta y fue tras
Kathy.

Dan lo alcanzó en unas pocas zancadas.

— ¿Neil? No tienes que hacer esto si no quieres, ya lo sabes.

Neil negó con la cabeza, él demasiado enfadado para hablar.

Kathy los dejó en manos de un par de ayudantes. Un hombre leyó una lista de reglas sobre el
comportamiento adecuado en el estudio. Los Zorros tomaron el camino hacia sus asientos, y Neil
y Kevin fueron conducidos por otro camino. Bajaron por un pasillo y giraron una esquina hasta un
camerino. Su escolta tomó un par de medidas rápidas de sus cuerpos y desapareció.

El temperamento de Neil sólo empeoró cuando se dio cuenta de que el vestuario tenía una úni-
ca habitación con nada que ocultar a Kevin. Una pared entera de pura vanidad, llena de espejos
y luces. Había seis taburetes contra el mostrador. Un exhibidor de ropa vacío estaba en medio de
la habitación. Neil cruzó los brazos sobre el pecho, tratando de apretar lo suficiente para esconder
sus cicatrices bajo la piel.

El ayudante volvió para dejar la ropa, prometiendo que los maquilladores estarían allí en diez
minutos y se marchó de nuevo. La sonrisa de Kevin desapareció en el segundo en que la puerta se
cerró. Echó un vistazo a través de las perchas y arrojó un traje a Neil. Neil lo dejó caer en el suelo
a sus pies. Kevin lo señaló.

—Cámbiate —le ordenó. Cuando Neil no hizo ningún movimiento para obedecerlo, Kevin aña-
dió—: Estoy más preocupado porque hagas un desastre de esta entrevista que por tus cicatrices.

Neil lo miró furioso hasta que Kevin comenzó a cambiarse, después agarró su ropa y le dio la
espalda a Kevin. Se puso la camisa nueva por encima de la que estaba usando y luchó por escon-
derla debajo. Le costó un poco, pero logró mantener la mayor parte de su piel oculta. Cambiarse los
pantalones fue más fácil, ya que la mayor parte del daño estaba en su mitad superior. Neil se alisó
la camisa de manera obsesiva y luego llevó la ropa que se había quitado al mostrador. Se mantuvo
tan lejos de Kevin como pudo.

—Deja de comportarte como un niño —dijo Kevin.

—No debería estar haciendo esto.

—Sí, deberías, y vas a causar una buena impresión lo quieras o no —Kevin comprobó su reflejo
en el espejo y estiró gentilmente las mangas de su camisa. Después de un momento de considera-
ción, se deshizo de sus muñequeras y las dejó a un lado—. Sigue las instrucciones de Kathy, pero
The foxhole Court — Nora Sakavic
no le permitas dominar. Este show es nuestro, no suyo. Ella es la presentadora, no la estrella.

—Sonríe y miente —le dijo Neil a su reflejo.

—No hay razón para mentir —repuso Kevin—. Tan sólo va a hablar sobre el Exy.

—No hay razón para mentir —repitió Neil—. Lo dices tú, que le has mentido a la cara sobre lo
mucho que valen los Zorros, que le contaste al ERC…—Neil titubeó, incapaz de decir las palabras.
Echó la cabeza al frente y presionó su frente contra el cristal. Contó sus respiraciones para evitar
entrar en pánico, pero su estómago temblaba tanto que dolía. Apoyó sus manos en las esquinas del
mostrador y se obligó a sí mismo a calmarse.

— ¿Quién le contó al ERC qué? —Preguntó Kevin.

Neil cerró los ojos.

— ¿Por qué le dijiste al ERC que jugaría en el equipo nacional?

—Porque cuando dejes de comportarte como un imposible y hagas lo que te digo, lo harás.

Andrew no había mentido. Los artículos no habían mentido. A pesar de las enfadadas palabras
y la brusca impaciencia de Kevin, él aún creía en el potencial de Neil. Kevin quería entrenar a Neil.
Quería jugar con él, y quería moldearlo para ser la estrella que él una vez había sido. Kevin nunca le
perdonaría a Neil por desvanecerse sin advertirle de ello, y Neil odiaba eso. Tan complicada como
era la obsesión de Neil con Kevin, había una verdad innegable: no quería que Kevin lo odiara.

— ¿Así que qué vas a contarle a Kathy? —Preguntó Kevin.

—Que te odio —farfulló Neil.

—No lo haces.

— ¿Cómo lo sabes?

—Porque si lo hicieses, Andrew no te dejaría estar cerca de mí —respondió Kevin.

Neil abrió sus ojos y volvió su cabeza para mirar a Kevin.

—Cierto. Casi me olvido de tu perro guardián. ¿Cómo te lo ganaste, de todas formas?

—Cuando sabes lo que alguien quiere, es fácil manipularlos. Como es este caso —dijo Kevin,
señalando de Neil a la habitación en la que se encontraban.

—Tenía la impresión de que Andrew no quería nada.

Kevin no se molestó en explicarle. Esperaron en silencio hasta que los maquilladores llegaron.
Kevin les dejó entrar cuando llamaron. Era todo sonrisas y educado encanto mientras hacían su
trabajo. Cuando ambos estuvieron listos, fueron escoltados a una sala de espera. Una enorme pan-
talla de televisión mostraba el plató, que estaba prácticamente vacío. Neil comprobó el reloj de la
pared y vio que faltaban aún diez minutos. Se pasó el tiempo mirando las preguntas que le habían
preparado. La mayoría de ellas eran básicas, el mismo tipo de preguntas que sus compañeros de
equipo le había formulado al principio de verano.

Un ayudante fue a recoger a Kevin cuando casi era la hora de que el programa empezase. Neil
lo observó marchar, luego miró la pantalla. A las siete en punto la música de apertura del programa
empezó y Kathy entró despreocupada en el plató para aplaudir. Se detuvo en el centro para incli-
narse y saludar con la mano a su público de la mañana.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Damas y caballeros, ¡buenos días! Sé que es un poco temprano para la mayoría estar des-
piertos la mañana de un sábado, pero tenemos un fantástico show preparado para hoy. Nuestros
músicos invitados son los cuatro extremadamente talentosos y prometedores hombres de Hobgo-
blin’s Thunder —Hizo una pausa para los resultantes vítores—. Pero vamos a empezar la mañana
con anoche y el comienzo de la temporada de la NCAA de Exy.

Esto causó incluso más vítores y aplausos. Kathy sonrió mientras caminaba lentamente frente a
su escenario.

— ¿Cuántos de vosotros tuvieron la oportunidad de ir al partido de anoche? ¡Oh, wow! ¿Cuán-


tos, como yo, vieron el partido desde la comodidad de su propia casa? —Levantó la mano y se rió
de la respuesta que recibió del público—. Algunos de vosotros probablemente ya estéis haciendo
apuestas para los rankings de esta temporada y los contendientes de la primavera. ¿Verdad? Este
año apunta a ser la mejor temporada universitaria que hayamos visto hasta ahora. Piensen en to-
dos los cambios, en todas las asombrosas posibilidades. Vamos a hablar un poco de eso hoy, pero
para eso, voy a necesitar un par de invitados especiales.

“Ha pasado un año desde que lo vimos aquí por última vez y casi nueve meses desde que apa-
reció ante el público. Os presento al primer invitado del día: antiguo delantero de la US Court, los
Baltimore Wildcats, y de los Edgar Allan Ravens, ahora principal delantero de los Zorros de la Uni-
versidad de Palmetto State, ¡Kevin Day!

Ella casi no tuvo que terminar su presentación. A los “nueve meses”, los mayores fans del Exy
del público lo habían comprendido, y a mitad de mención de sus títulos la audiencia entera estaba
aplaudiendo y aclamando. La cámara siguió a Kevin mientras entraba a través de las cortinas en el
escenario. Con la cara ropa del estudio puesta y la sonrisa en su sitio, Kevin lucía como el adorado
ídolo que Kathy estaba vendiendo que era. Él tomó su mano al alcanzar la mitad del escenario,
se inclinó para besar su mejilla y se giró con ella de frente a la multitud. Kathy levantó sus manos
unidas, una sonrisa de un millón de vatios en su rostro, y Kevin saludó a la audiencia.

Pasó un interminable minuto hasta que la multitud se calmó, y para entonces Kathy se había
acomodado tras su escritorio. Había dos sofás en el escenario con ella, uno a cada lado de la mesa.
Kevin se sentó en el de su derecha, medio vuelto de manera que pudiese ver tanto a Kathy como a
la multitud. Kathy se inclinó sobre su mesa para sonreír a Kevin, viéndose increíblemente compla-
cida consigo misma. Neil supuso que ella estaba imaginando su cuota de pantalla.

—Kevin, Kevin, Kevin —dijo Kathy, sacudiendo la cabeza cada vez que lo nombraba—. Aún no
puedo creer que haya conseguido tenerte aquí. ¡Espero que puedas perdonarme cuando digo que
es surrealista verte aquí de nuevo tú solo! Aún pienso en ti como la mitad de un todo.

—Por lo menos ahora tengo espacio para estirarme —dijo Kevin, evitando cuidadosamente la
verdadera respuesta—. Podría tener que hacerlo en un minuto. No creo que puedas esperar que
estemos despiertos y presentables después del partido de anoche.

Ella rió y alzó las manos.

—Supongo que tienes razón. Pero te ves muy bien, como siempre.

Alguien en la audiencia aplaudió en aprobación y Kevin se echó a reír.

—Gracias.

Kathy llenó dos vasos de agua para ambos y colocó uno de los vasos en el filo de su escritorio,
donde él pudiese alcanzarlo.

—Hablemos sobre anoche. Primero, lo que significa que la temporada de la NCAA haya empe-
The foxhole Court — Nora Sakavic
zado y tú vistieras de naranja. Por favor no te ofendas, ya que no tengo nada en contra de tu nuevo
equipo, pero ¿por qué te transferiste a Palmetto State? Entiendo que fuiste como asistente del en-
trenador, pero una vez que supiste que podrías jugar de nuevo, ¿por qué firmaste con los Zorros?
Estoy segura de que tenías más opciones. ¿Por qué irías desde lo más alto del ranking hasta el
fondo?

—El entrenador Wymack era amigo de mi madre. Como estoy seguro de que sabes, ella le
enseñó a jugar. Incluso después de su muerte y de que el entrenador Moriyama me acogiese, el
entrenador Wymack se mantuvo en contacto conmigo —Kevin estudió su mano izquierda dirigiendo
la mirada fuera del rostro de la presentadora—. El pasado diciembre pensé que no volvería a jugar
de nuevo. Estaba destrozado. El entrenador Wymack fue el único en el que pensé en acudir, y no
me decepcionó. Él y su equipo me recibieron sin dudarlo. Disfruto trabajando con ellos.

Kathy extendió la mano a lo largo del escritorio y apretó la mano izquierda de Kevin. Este se
forzó a elevar su mirada de sus cicatrices a su rostro y sonrió. Kathy le devolvió la sonrisa y le dijo:

—Admito que esperaba que regresaras a Edgar Allan este otoño. Independientemente de donde
te encuentres, es increíble verte de nuevo en acción. Mereces una segunda ronda de aplausos por
eso.

La audiencia estuvo encantada de complacerla.

Kathy soltó la mano de Kevin y se alejó.

—Algo desafortunado que tu primer partido fuese contra Breckenridge, ¿no? Anotaste tres pun-
tos anoche, el senior de quinto Seth Gordon se embolsó dos y vuestro nuevo compañero anotó dos.
Hablemos de Neil Josten un momento, ¿podemos?

—Por supuesto.

—Realmente sabes cómo alterar las cosas por aquí, ¿verdad? —Dijo Kathy—. ¿En qué pensa-
bas reclutando a alguien tan fresco como Neil?

—Neil es exactamente lo que los Zorros necesitan ahora —respondió Kevin—. Su inexperiencia
no tiene importancia. Revisamos un centenar de archivos en busca de un nuevo delantero para
este año, pero Neil es el único en el que nos interesamos. Sabíamos tan pronto como lo vimos que
necesitábamos que firmara con nosotros. Tuvimos suerte de llegar antes que nadie más.

—Fueron muy lejos para conseguirlo, según he oído —dijo Kathy—. Incluso se negaron a darle
su nombre al ERC, ¿es eso cierto?

—Nuestra principal preocupación era mantener a Neil a salvo—repuso Kevin—. La primavera


fue muy difícil para Palmetto State. Anunciarlo como nuestro habría colocado una diana en su es-
palda. Al principio, el ERC dudó en confiar a ciegas, pero al final nos apoyaron.

— ¿No creías que el ERC pudiese mantener su secreto?

Kevin no respondió de inmediato, probablemente meditando la manera de responder con más


tacto.

—Déjame decirlo de esta manera: “Tres pueden guardar un secreto si dos de ellos están muer-
tos”. No es por ofender, pero seamos sinceros. Dieciséis personas son asignadas al ERC y una
de ellas es el entrenador de un equipo realmente competitivo. Incluso los chismes compartidos en
confianza pueden descubrirse y destruir la vida de alguien.

Era una lección que Kevin había aprendido de la forma más dura, pensó Neil. El parloteo del
ERC condujo a la violenta pelea de Riko y Kevin.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Tanto trabajo y esfuerzo por un solo jugador —dijo Kathy—. No puedo esperar a ver qué haces
de él.

La puerta de la sala de espera se abrió y un ayudante se asomó por ella para hacerle gesto a
Neil.

—Un minuto. Es hora de moverse.

Neil se levantó y siguió al ayudante por el pasillo hasta los laterales del escenario. Una mujer que
los esperaba tenía una radio conectada al pinganillo de Kathy. Miró a Neil, comprobó su apariencia,
y envió a Kathy su visto bueno.

— ¿Por qué no volvemos a echarlo otro vistazo? —Dijo Kathy—. Vamos a ver al hombre que
ha reemplazado a Riko Moriyama junto a Kevin. ¡Presentamos a Neil Josten, el nuevo Zorro de
Palmetto!

Neil apretó los dientes, luego relajó su expresión. El público aplaudió con expectación y Dan
coreó su nombre. Neil enterró sus dudas y cruzó el escenario hacia el escritorio de Kathy. Ella se
levantó para estrecharle la mano, luego señaló el cojín junto a Kevin. Se sentaron al mismo tiempo.
Kathy le sirvió agua y Kevin le pasó el vaso a Neil.

— ¿Acaso no es está una imagen interesante? —Le preguntó Kathy a la audiencia—. Kevin está
emparejado de nuevo.

Ella apoyó la barbilla en la mano y se inclinó sobre la mesa para sonreír a Neil.

—No exagero demasiado cuando digo que eres el tema principal de la nación, Neil. Eres el no-
vato que llamó la atención de un campeón nacional. Este tipo de cosas deberían pasar sólo en los
cuentos de hadas, ¿no crees? ¿Cómo se siente?

—Inmerecido —contestó Neil—. Le di a Millport todo lo que tenía porque sabía que iba a ser mi
única oportunidad. Kevin era la última persona que esperaba encontrar en Arizona.

—Suerte para nosotros que te encontró —añadió Kathy—. Tienes un talento natural para el
juego. Es una lástima que empezases tan tarde. Imagina donde estarías hoy de haber comenzado
hace un par de años. Tal vez habrías sido fichado por Edgar Allan o la USC, si Kevin está en lo
cierto sobre tu potencial. ¿Por qué esperaste tanto tiempo?

Neil pensó en su equipo de pequeña liga y mintió a través de sus dientes.

—Realmente nunca me interesé por los equipos deportivos. Tan sólo lo probé en Millport porque
era nuevo en la ciudad y pensé que me ayudaría a conocer gente. Nunca imaginé que las cosas se
desarrollarían así,

—Si te molesta, ocuparé tu lugar —dijo Kathy lanzándole un guiño—. No me molestaría estar
cerca de Kevin.

— ¿De verdad te colocarías entre dos delanteros? —inquirió Kevin.

— ¿Es posible? —Preguntó a su vez Kathy—. No es ningún secreto que existió cierta hostilidad
entre tú y los delanteros del año pasado. Anoche quedó claro que aún había problemas para traba-
jar con Seth. Aunque no parece ser su caso.

Neil miró a Kevin de reojo, pero Kevin no se molestó en corregirla.

—Seth se gradúa en mayo, así que existe menos probabilidad o necesidad de acomodar su es-
tilo al mío. Neil, por otro lado, acaba de empezar. Tenemos todo el tiempo del mundo.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Kathy se apresuró a continuar.

—Eso implica que ves esto como algo permanente. ¿Realmente no tienes planes de regresar a
Edgar Allan? ¿Depende de lo bien que te ajustes al juego con la mano derecha esta temporada, o
tienes intención de graduarte en Palmetto State sin tener esto en cuenta?

La pausa de Kevin resonó demasiado alto en los oídos de Neil.

—Me gustaría quedarme tanto tiempo como el entrenador Wymack quiera tenerme.

Neil miró a Kevin otra vez, sin agradarle esa vaga respuesta.

—Ahh, los Cuervos deben estar apenados de escuchar eso —dijo Kathy—. Imagino que Riko te
echa de menos.

—Nos veremos otra vez este otoño.

—Es cierto que lo haréis. Están en su distrito ahora —dijo Kathy—. ¿Por qué este gran cambio?

—No presumo de comprender las motivaciones del entrenador Moriyama.

— ¿Te refieres a que no te lo contaron? —La sorpresa de Kathy parecía genuina.

—Estamos todos muy ocupados. Es difícil mantener el contacto.

—Bueno, entonces —Kathy recobró su brillante sonrisa—, ¡tengo un regalo para ti!

La música sonó desde los altavoces, una melodía oscura de tambores pesados. La multitud se
levantó de un salto y empezó a entonar al unísono:

— ¡Rey! ¡Rey! ¡Rey!

Neil los miró, reconociendo la música pero incapaz de ubicarla, negándose a creer lo que la gen-
te decía. Vio fácilmente a los Zorros, ya que eran los únicos cuerpos inmóviles en la multitud. Se
quedaron sentados con el rostro blanco de la conmoción.

Neil volvió a mirar el rostro pálido de Kevin. Un movimiento en su visión periférica llamó su
atención de nuevo a los laterales del escenario. El hombre que subió a él vestía el mismo traje que
Kevin, salvo que su versión era negra de la cabeza a los pies. Cuando alcanzó la mano de Kathy,
su manga se agitó alrededor de su brazo como las alas del cuervo de la mascota de su universidad.
El número uno tatuado en su pómulo izquierdo le dijo a todo el mundo quién acababa de entrar en
el plató de Kathy.

Habían pasado nueve meses desde que Riko Moriyama y Kevin Day estuvieron juntos en la mis-
ma habitación, nueve meses desde que Riko destrozó la mano de Kevin, y ahora se reunían en un
programa en directo. La audiencia aclamó con entusiasmo, encantados por la sorpresa de Kathy,
pero no lo suficientemente alto para ahogar la suave voz de Kevin al lado de Neil.

Las palabras sonaban como una oración desesperada.


The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 13

Traducido por Lu Na
Corregido por Maffie

El auto proclamado rey de Exy besó la mejilla de Kathy como bienvenida. La conversación entre
Riko y Kathy quedó perdida en el bullicio de la audiencia, pero independientemente de eso, Kathy
lucía radiante cuando se inclinó hacia atrás. Riko caminó los pocos pasos que lo separaban del
sofá de Kevin y se paró frente a él. Estaba sonriendo, pero ni Kevin ni Neil eran lo suficientemente
estúpidos como para pensar que estaba feliz. La única mirada que se reflejaba en sus ojos era la
de asesinato.

Cualquier rencor que Neil había sentido contra Kevin por haberlo forzado a aparecer en éste
programa se había evaporado. No podía estar enojado cuando Riko estaba aquí, no cuando sabía
que Riko era para Kevin lo que su padre significaba para él. La pequeña rabia no tenía nada que
ver con este gran terror infundido.

Sólo hasta que la multitud se tranquilizó, Riko habló

— Kevin, ha pasado tanto tiempo

Hubo una pelea y un sonido violento en la audiencia. Neil no quería quitar los ojos de Riko, pero
se volteó a mirar de manera instintiva. Renee estaba sentada de lado sobre el regazo de Andrew,
con un pie en el piso que impedía que se cayera totalmente. Tenía una mano sobre la boca de éste
mientras ambos observaban hacia el estrado. Matt sostenía una de las muñecas de Andrew con
ambas manos. Wymack tenía la otra. La mirada en la cara de los Zorros pasaba de terror a furia.

Riko se movió, y Neil se olvidó de su equipo para poder observar a Riko bajar. Riko lo ignoró
completamente y sostuvo su mano hacía Kevin en señal de invitación. Kevin la observó por un par
de segundo y después extendió su mano hacía él y dejó que lo ayudara a ponerse de pie. La mul-
titud aplaudió mientras Riko abrazó a Kevin, éste aparentemente poco consciente por cómo había
regresado el abrazo.

Riko lo soltó y tomó el brazo de Kevin

—Creo que desde la última vez que te vi, te encogiste. ¿No te alimentan allá abajo? Siempre he
escuchado que la comida del Sur es pesada.

—Supongo que lo corro todo en la cancha

— ¡Qué milagro!

Había tensión en su voz, pero Katy sonrió y se interpuso entre los dos gesticulando
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Es un verdadero milagro. Todos echen un vistazo. Su par de oro está de vuelta, pero por pri-
mera vez, son rivales. Riko, Kevin, les agradecemos desde el fondo de nuestros corazones por
tolerar nuestro incesante fanatismo.

Les hizo señas para que se sentaran. Riko se apartó de Kevin para sentarse en otro sofá. Kevin
se hundió en su almohadilla, pero le estaba prestando más atención a Riko que a donde estaba
yendo. Terminó con su muslo presionando a Neil, lo suficientemente fuerte como para que éste lo
sintiera temblar.

Kathy miró a Riko.

—Por lo que escuche de Kevin, suena a que ninguno de los dos había hablado en un buen rato
¿Estoy en lo correcto?

—Así es —dijo Riko—. Suenas sorprendida.

—Bueno, sí —dijo Kathy—. Nunca creí que fuera posible que los dos se separaran.

—Hace un año eso hubiera sido imposible —dijo Riko—. Pero tienes que entender que Diciem-
bre fue emocionalmente aplastante. La lesión fue de Kevin pero todos sufrimos por ella. Algunos
de nosotros no pudimos manejar la realidad de lo que significaba ese accidente, incluido yo. Kevin
y yo crecimos en Evermore. Construimos nuestras vidas alrededor de ese equipo y nuestra pareja
de trabajo. No podía creer que lo habíamos perdido. No podía crear que nuestros sueños habían
colapsado. Ninguno de nosotros podía, así que nos tuvimos que separar.

—Pero… ¿Por nueve meses?

Ella miró a Kevin, así que él respondió, pero su voz había perdido la fluidez por algo más abu-
rrido.

—Tal vez era inevitable. Hicimos de Exy el centro de nuestras vidas, Kathy. Les enseñamos lo
mejor, pero no les enseñamos lo que nos costó. Haciendo malabarismo con tres equipos, las clases
en la universidad, y la presión pública, nos iban minando, pero nos negamos a admitirlo. No quería-
mos creer que teníamos límites.

Kathy asintió.

—No puedo ni siquiera imaginarme todo esa presión y estrés. Supongo que eso puso en la cuer-
da floja a su amistad.

—Somos humanos de vez en cuando —dijo Riko—. Y por lo tanto no podemos más que tener
nuestras diferencias, mmm ¿Kevin?

—Ninguna familia es perfecta —agregó Kevin tranquilamente

Kathy asintió con simpatía

— ¿Puedo decir lo horrible que fue cuando ambos desaparecieron? Lo último que escuchamos
es que se habían ido a esquiar para celebrar el fin del semestre y después ninguno de los dos fue
visto en público por casi un mes. Temí lo peor, pero no me di cuenta de lo horrible que era hasta
que el entrenador Wymack hizo su anuncio.

—Lo peor fue tenerlo todo y después perderlo —dijo Riko—. Firmamos con Court el año pasa-
do, lo que significaba que sólo teníamos un sueño más por alcanzar: jugar juntos con Court en las
olimpiadas de verano. Sabíamos que se acercaba, sólo era cuestión de tiempo para que valiera la
pena toda una vida de esfuerzos y sacrificios. Entonces Kevin se rompió la mano.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Todo cambió —dijo Kevin, tan bajo que ninguno lo hubiese escuchado si no fuera por el mi-
crófono que estaba usando—. No estábamos listos para reconocerlo. Era más fácil simplemente
alejarse. Imprudente — admitió, mirando a Riko—. Pero mucho más fácil.

—Desalentador —dijo tristemente Kathy. Kevin miró su agua sin decir nada. Finalmente Kathy se
dio cuenta que la conversación iba para el lado equivocado. Se giró hacía Riko otra vez, dándole
tiempo a Kevin para recomponerse—. Pero míralo ahora. ¿No es maravilloso cuán lejos ha llegado
este año?

—No estoy seguro que lo sea —dijo Riko—. Pero estoy diciendo esto como su hermano, como
su mejor amigo. Lo viste anoche, Kathy. Estoy preocupado que su pensamiento lleno de deseo y
obsesión lo lleve a hacerse daño de nuevo. ¿Podría recuperarse por segunda vez? ¿Física y emo-
cionalmente?

Su tono era de total consternación pero Neil podría prácticamente sentir como esto calaba den-
tro del pecho de Kevin. Todo lo que decía Riko era exclusivamente preparado para herir a Kevin
y estaba funcionando. No era su turno para hablar pero ya había escuchado suficiente. No podía
aguantar el comportamiento y la crueldad de Riko por más tiempo.

—Pensé que los amigos estaban ahí para animarse los unos a otros —dijo, antes de que Kathy
pudiera contestarle a Riko—. Creer en él ahora es lo mínimo que puedes hacer después de que lo
abandonarás completamente el invierno pasado.

Una pareja en la audiencia soltó un “Buuu” ante la declaración. Matt y Dan gritaron para balan-
cear un poco la situación.

—Ah, disculpa mis malos modales —le dijo Kathy a Neil—. No he olvidado que estás ahí, sólo
me distraje un poco. Dejemos que ambos se conozcan, no estoy segura si alguno de ustedes nece-
sita una presentación, pero… Riko, Neil. Neil, Riko. Pasado y presente de Kevin, ¿o debería decir
pasado y futuro?

Riko finalmente miró hacia Neil.

—Haciendo frente a tu declaración: La relación entre Kevin y yo, es única. No espero que lo en-
tiendas. No reflejes en nosotros tus pequeñas ideas sobre lo que es amistad.

—Era única —dijo Neil, y para enfatizar de nuevo—. Era. Estoy bastante seguro que su relación
murió cuando él ya no pudo seguir contigo y tu equipo.

—Kevin eligió dejar Edgar Allan —dijo Riko—. Lamentamos su ausencia pero nos alegramos de
escuchar que consiguió una posición de entrenador.

—Pero apuesto a que no estás feliz de que esté jugando de nuevo —dijo Neil—. ¿No es esa la
razón por la que te transferiste a nuestro distrito? Tú no crees que Kevin debería estar en la cancha
de nuevo, así que lo quitarás de en medio. Vas a destruir cualquier oportunidad que él tenga para
regresar y lo harás ver como tu equipo triunfa nuevamente. Le estás restregando en la cara todo lo
que perdió, y desde donde estoy sentado parece que lo estás disfrutando.

—Te voy a pedir sólo una vez que bajes tu tono de hostilidad.

—No puedo —dijo Neil—. Tengo un pequeño problema de actitud.

La sonrisa de Riko era fría.

— ¿Un poco?

Kathy intervino antes de que las cosas se pusieran feas.


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Neil trajo a tema un punto valido que me gustaría discutir. El cambio de distrito es un movimien-
to sin precedentes. Por eso el que Edgar Allan sea el que lo haga, lo hace aún más sorprendente.
Ni su entrenador, ni los gobernantes de Exy y su Comité Regulativo ha dado una razón satisfactoria
pero no creo que el pensamiento de Neil esté muy lejos de la verdadera razón por la que hicieron
esa transferencia: Kevin.

—Kevin jugó un papel muy pequeño en nuestra decisión — dijo Riko—, y no por las razones que
este niño dice. No fue una decisión que tomamos a la ligera, y hemos recibido injustamente críticas
por ello. El Norte sigue diciendo que nos transferimos para mantener segura nuestra categoría,
como si ellos alguna vez hubieran tenido la oportunidad de destronarnos, y el Sur llora porque
cree que es injusto competir contra nosotros. Al fin de cuentas, somos el mejor equipo del país, y
el distrito del Sudeste a decir verdad, para ser educados, es insuficiente. Para ser honestos, todos
sus equipos son terribles. Esperamos que nuestra transferencia cambie eso. Estamos aquí para
inspirar al Sur.

—Quieres hacer por el sur lo que Kevin está haciendo por los Zorros — concluyó Kathy.

—Sí, pero sería mucho más fácil si Kevin se apegara a ello — dijo Riko.

— ¿Cómo así?

—Kevin no puede ni podrá jugar con nosotros de nuevo. Él sabe esto y esa es la razón por la
cual no regresó con nosotros este verano. Nuestro cariño por él no perdonara su falta de superio-
ridad en la cancha y el respeta a los Cuervos demasiado como para arrastrarnos en ello. Eso no
significa que Evermore no es su hogar. Su trabajo con los Zorros este verano nos ha probado que
podemos encontrarle un lugar con nosotros en el Staff. No encantaría tenerlo con nosotros como
uno de nuestros entrenadores.

—Suena como una decisión difícil, Kevin —dijo Kathy—. Tengo que admitir que ambas ideas
me fascinan. Por mucho que me encante ver como los Zorros mejoran, me rompe el corazón verte
alejado de Edgar Allan.

—Francamente, no lo dejarían regresar ¿o sí? —Neil preguntó—. No puedo creerlo.

—Esto no tiene nada que ver contigo —dijo Riko.

—Para ya de ser tan engreído —dijo Neil y Kathy lo miró asombrada. Kevin pellizcó su brazo
como advertencia pero Neil lo ignoró—. Si el sueño de Kevin ha sido siempre estar con los mejores
en la cancha, ¿qué derecho tienes de arrancar ese sueño? ¿Por qué quieres que acepte algo que
no está a su altura? Los Zorros le están dando a él una oportunidad para jugar mientras tú le ofre-
ces estar en la banca. No tendría razones para transferirse de regreso.

—El estado de Palmetto es un desperdicio para su talento.

—No tanto como Edgar Allan era —dijo Neil. Alguien de la audiencia gritó, entretenido por el
invitado bocón de Kathy—. ¿Tu equipo quedó primero? Felicidades, gran cosa. Mantenerse como
los primeros es mucho más fácil que empezar de cero. Kevin está haciendo eso justo ahora. Está
enfrentándose a nuevas escuelas y aprendiendo a jugar con su mano no dominante. Cuando él lo
perfeccione, que lo hará, será una mejor versión de lo que tú querías que fuera.

— ¿Y sabes por qué? —Preguntó Neil, pero no dejo que Riko respondiera—. No es solamente
por su talento natural. Es porque está con nosotros. Sólo hay diez Zorros este año. Eso quiere decir
que sólo hay uno de nosotros para cada posición. Piensa en ello. Anoche jugamos contra Brecken-
ridge. Ellos tienen en nómina a 27 personas. Ellos pueden quemar a cuantos jugadores puedan
tan rápido como quieran porque tienen una fila de personas listas para reemplazar esos lugares.
Nosotros no podemos darnos ese lujo. Tenemos que mantener el territorio por nuestra cuenta.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Ustedes no mantienen el territorio —Riko dijo sobre los aplausos de los zorros—. Lo pierden.
Su escuela es la burla para los NCAA. Su equipo no tiene una idea de lo que es trabajar en equipo.

—Afortunadamente para ti —dijo Neil—, si fuéramos un fuerte unificado tú no tendrías ninguna


oportunidad contra nosotros.

—No van a durar y tu infundada arrogancia es ofensiva para cualquiera que se ha ganado un
lugar dentro de la Clase I. Todos sabemos que la única razón por la que Palmetto calificó en esa
división es por tu entrenador.

—Curioso, estoy bastante seguro de que así fue cómo clasificó Edgar Allan.

—Nosotros hemos ganado nuestro prestigio mil veces antes. Ustedes no han ganado más que
lástima y desdén, algo que no debería ser tolerado en un deporte. Alguien con tan poca experiencia
como tú no tiene derecho a opinar algo que importe.

—En todo caso, lo diré una vez más —dijo Neil—. No pienso que le estés diciendo a Kevin que lo
sientes por su salud. Creo que sabes que ésta temporada va a ser un desastre para tu reputación.
Tú y Kevin siempre han jugado bajo la sombra del otro. Siempre habían sido una pareja. Ahora se
van a ver cara a cara en la cancha como rivales por primera vez y la gente finalmente va a saber
quién de los dos es el mejor. Todos van a saber cuan prematuro fue esto —Neil gesticuló en su
cara, refiriéndose a los tatuajes de Riko y Kevin—. Pienso que estás asustado.

La sonrisa de Riko pudo haber enfriado el mismo infierno.

—No le tengo temor a Kevin. Lo conozco.

—Te vas a comer tus palabras —dijo Neil—. Te vas a atragantar con ellas.

—Eso suena como un reto —Kathy cortó con una rápida mirada entre ellos—. Tienen siete
semanas a partir de ahora para confirmar eso y yo, justo ahora, estoy empezando a contar los se-
gundos. Hay mucho que ver este año y sólo hay una pregunta que no puede esperar: ¿Naranja o
Negro, Kevin? ¿Cuál es el color de tu futuro?

Kevin apretó su mano alrededor del brazo de Neil, cortando toda circulación hacia sus dedos.

—Ya lo dije —dijo Kevin sin siquiera mirar a Riko—. Me gustaría quedarme con Palmetto, siem-
pre y cuando ellos estén dispuestos a tenerme.

Los zorros celebraron ante la declaración. El resto de la audiencia se unió rápidamente a ellos.
La tensión entre los delanteros se había filtrado hacia la audiencia, y había roto ahora una incon-
trolable ola. Kathy ni siquiera trató de apaciguarla mientras miraba a las cámaras. Neil apenas y
la escuchó anunciar el término del segmento de Exy y el corte para comerciales. La luz al pie del
escenario se fue a negros, indicando que estaban fuera del aire. Kathy cubrió el micrófono del cuel-
lo de camisa y miró a sus invitados.

—Ustedes chicos hicieron mi día —dijo aún con la más grande sonrisa en su cara. Los tres se
pusieron de pie y Kathy sacudió sus manos—. Conserven el atuendo. Hay aperitivos atrás y tene-
mos asientos al frente así que pueden mirar el resto del Show.

—Gracias —dijo Kevin.

Neil no tenía ninguna intención de seguir en este lugar por más tiempo. Miró hacia la audiencia.
Wymack pasó una mano sobre su cuello y empujó su pulgar sobre su hombro. Neil esperó que
tradujera eso como un “Larguémonos de aquí”. Busco más allá de Kevin para poner su agua sobre
el escritorio de Kathy. Kevin no lucía como si se fuera a mover pronto, así que Neil puso su cuerpo
entre Riko y Kevin y lo empujó más allá del plató.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Riko los siguió fuera del escenario y se comportó hasta que estuvieron a mitad del pasillo. Los
ayudantes que habían estado esperando en el pasillo de apresuraron para checar a Kathy y ajustar
cualquier detalle durante el corte comercial. Neil pensó que tal vez alguno se quedaría lo suficiente
para distraer a Riko pero tal vez el pasar del tiempo era más importante que los autógrafos en ese
momento.

Neil odió tener a Riko a sus espaldas, pero Riko se movió justo cuando Neil le dio la cara. Riko lo
agarró de sus hombros y lo empujo contra la pared. Neil se puso rígido sin apartar la mirada el uno
del otro, atrapado más en la mortal mirada en los ojos de Riko que en los dedos dejando marcas en
sus hombros. Riko tenía la misma mirada que su padre: miró a Neil y vio el pedazo de carne que
sabía cómo herir.

—No lo apruebo, Kevin —dijo Riko—. Te deberías deshacer de él lo más rápido que puedas.

—Lo viste en el juego de anoche —dijo Kevin en lo bajo—. Tiene potencial.

—Potencial —Riko golpeando nuevamente a Neil contra la pared y girándose hacía Kevin. Ke-
vin lo miró de vuelta, pálido y tenso—. Tú dijiste que el portero tenía potencial y luego lo calificaste
como inútil cuando yo te lo ofrecí. Te aburrirás de él pronto. Créeme.

Kevin apretó sus labios en una línea dura y miró a los lejos. Riko hizo un desagradable y fuerte
sonido con su garganta. Dijo algo en una lengua que Neil no entendía. Neil sacó conclusiones de
que era japonés. Cualquiera que fuera, sonaba furioso. Kevin se estremeció y ofreció una débil
respuesta. Riko lo señaló furioso, con un dedo que movió frenéticamente, gritando más y más al
pasar de los segundos. Neil observó cómo Kevin se marchitaba bajo el peso de su hermano, no, su
amo; con furia despidió a sus instintos de supervivencia. Agarró la camisa de Riko y lo jaló hacía él.

—Déjalo en paz.

Un negro cambio en el semblante de Riko convirtió su expresión en algo horrible e irreconocible.


Trato de alcanzar a Neil pero Kevin lo agarró del brazo para detenerlo. Riko estampó su codo hacia
la cara de Kevin sin fallar. Neil retrocedió tan rápido como pudo, pero sólo lo suficientemente lejos
como para regresar otra vez hacia el escenario. Empezaba a desfallecer cuando por fin Andrew
apareció frente a él.

—Riko —dijo Andrew, abriendo sus brazos como si intentará abrazar a Riko como saludo—. Ha
pasado un largo tiempo.

Riko se sacudió un poco en respuesta, y su expresión se volvió más civilizada, y se rindió cuando
se dio cuenta quién más se había unido.

—Justo estábamos hablando de ti —dijo Riko.

—Con tus puños, parece —dijo Andrew—. No toques mis cosas, Riko. No me gusta compartir.

Busco detrás de él sin apenas mirar y presionó el hombro de Neil. Neil captó la indirecta y bor-
deó donde se encontraban Andrew y Riko. El medio esperaba que Riko los detuviera, pero toda
su atención se había sentado en Andrew. Neil agarró a Kevin del brazo y lo arrastró por el pasillo,
buscando la salida. Estaba casi ahí cuando el equipo los encontró. Abby recorrió los últimos pasos
que quedaban hacía Kevin y lo aplastó con un feroz abrazo. Kevin se aferró a ella como salvavidas
mientras el equipo se acercaba a ellos.

Wymack miró hacía Neil.

— ¿Estás totalmente retardado o qué? Sí hubieras estado más seguro en Palmetto después de
todo.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Déjalo en paz, David —dijo Abby, murmurando en el hombro de Kevin

—Cuando digo que Abby y yo cuidaremos de ti, no significa que debas empezar una pelea con
Riko en Televisión Nacional —dijo Wymack—. ¿Debería haberlo deletreado de antemano?

—Probablemente —dijo Neil.

—Está bien, entrenador —dijo Andrew, poniéndose al corriente con ellos. Tocó la espalda de Neil
a su paso, lo suficiente como para ponerle la piel de gallina a Neil, pero no disminuyó el paso en su
camino hacía Kevin. Presionó una mano sobre el brazo de Abby en una demanda silenciosa para
que retrocediera.

— Kevin, nos vamos. Ahora mismo ¿Te parece?

Kevin se separó de Abby y Andrew lo presionó a avanzar hacia el lote de estacionamiento.

—El entrenador piensa que eres estúpido pero yo tengo que decir que tienes unas bolas de
acero. No sabía que lo tenías en ti —dijo Matt, mirando a Neil y preguntándose de lo que se había
perdido ese verano—. Pensé que eras del tipo tranquilo.

—Si Neil fuese tranquilo, Andrew no lo habría traído a Columbia —dijo Renee.

—Cierto —coincidió Matt.

Cuando Neil miró entre ellos, Renee sonrió y dijo

—Las fiestas de bienvenida de Andrew son una forma de medir y eliminar amenazas. No cual-
quiera es invitado.

—Tú fuiste —dijo Neil, no creyéndolo pero sabiendo de cierta forma que estaba en lo correcto

—Los tres fuimos —dijo Renee, señalando a Matt y a Dan—. Nadie más que tú estaba invitado.

—Vámonos —dijo Wymack—. Voy a dejarte a tu dormitorio y pasaré el resto del día bebiendo.
El control de daños puede esperar hasta mañana.

Se pusieron en marcha para alcanzar al grupo de Andrew en el autobús. Wymack abrió la puerta
para dejarlos pasar, y se puso en marcha tan rápido como pudo.

Neil pasó todo el viaje mirando hacía la ventana, tratando de saber cuáles serían las consecuen-
cias de lo que había hecho. Neil sabía que las conversaciones triviales con sus compañeros eran
mejores que sus funestos pensamientos pero no estaba de humor. Estaba demasiado tenso como
para aparentar lo contrario con ellos. Afortunadamente Renee cachó las indirectas tras algunos
intentos y lo dejó solo.

Estaban a la mitad del camino cuando Andrew tuvo que tomar su medicación de nuevo. Abby
fue hacía la parte trasera del autobús para asegurarse de que la tragara. Neil había estado medio
esperando que Andrew peleara con él después de lo que había pasado en el show de Kathy, pero
estaba sorprendentemente dócil.

Pararon sólo para cargar gasolina e hicieron un buen tiempo para llegar al campus. Neil estaba
tan aliviado de ver el estado de Palmetto otra vez que casi era doloroso. Wymack estacionó el au-
tobús atrás de la torre de los Zorros y vio cómo su equipo descendía de él. No dijo nada hasta que
Andrew se acercó y puso una mano en su camino.

—Sé inteligente.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Andrew le dio la mano a Wymack.

—Ya sé, ya sé.

Neil no sabía si realmente Wymack confiaba en Andrew, pero asintió y soltó su mano. Andrew
bajó las escaleras y no paro en su camino al dormitorio. Wymack no se fue hasta que todos estu-
vieran dentro. Subieron las escaleras hasta el tercer piso y Dan paró fuera del dormitorio de Andrew

—Hey —dijo Dan mientras Andrew abría su puerta—. Tengamos una comida juntos como equi-
po. No tenemos que hablar de lo que pasó esta mañana si tú no quieres.

Andrew fingió que pensaba sobre el tema.

—No —Abrió la puerta y se quitó del camino para mirar de forma puntiaguda a Kevin. Kevin dio
sus primeros pasos para entrar.

—No te preocupes, Kevin —dijo Dan—. Podemos resolver esto juntos.

Kevin la observó de vuelta pero no consiguió contestar. Andrew puso una mano en la espalda
de Kevin y lo dirigió hacia dentro del dormitorio. Dan frunció el ceño hacia Andrew mientras Aaron
y Nicky seguían a Kevin hacia dentro. Andrew sonrió y azotó la puerta del dormitorio en su cara.

—Estúpido —dijo Matt.

—Están enojados —dijo Renee—. No pudieron ayudarlo.

—No tuvieron que hacerlo —dijo Matt—. Neil lo hizo por todos ellos.

Fueron hacia la Suite de hombres y encontraron a Seth y Allison enrollados en el sofá. Estaban
viendo una película, vestidos pero apenas lo suficiente. Ninguno lucía avergonzado por ser encon-
trados en esa posición. Su compañero de una clase superior no pestañeo, como si fuera normal
andar así por ahí, pero Neil apartó la vista del par. Lo más que hizo Allison para cubrirse fue poner
una de las almohadas en su regazo sobre su tanga rosa.

—Él luce fantástico —dijo ella señalando a Neil.

—Fue el invitado sorpresa en el Show de Kathy —dijo Dan—. Kathy quería la exclusiva y Kevin
quería la publicidad. ¿Lo grabaron todo?

—No he revisado todavía. Hemos estado ocupados.

— ¿Tú crees? —Preguntó Matt.

Dan levantó una ceja hacia él.

—Pausa eso ¿podrías? Necesitamos hablar. Algo fue mal esta mañana.

—Somos Zorros. Siempre hay algo que está mal —dijo Seth, pero buscó el control remoto por
debajo del sofá y apagó la televisión.

Dan fue directo al grano.

—Riko estaba en el programa.

Seth la miró por un segundo antes de explotar en una estridente risa. Allison le pegó con su al-
mohada y dijo:

— ¿De qué forma estaba en el show?


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Kathy lo sentó a unos dos metros de Kevin y les preguntó por qué se separaron.

Seth tiró la almohada lejos.

—Debería haber ido. ¿Se volvió loco? Apuesto a que sí.

—Seth, cállate —dijo Dan—. No es divertido.

—Se mantuvo entero después de Neil le dijera a Riko que se callara —dijo Matt—. El chico se le
fue encima con palabras. Hizo quedar a Riko como el idiota más estúpido que vende a sus amigos
a cualquier oportunidad. Deberías prestar la grabación de nosotros más tarde para que la mires.

Seth miro dubitativo. Allison arqueó una ceja hacia Neil y preguntó:

— ¿Qué piensa el monstruo de esto?

—Estaba súper drogado —dijo Dani—. Abby se aseguró de que tomara su dosis de regreso pero
yo recomiendo que lo eviten por el resto del fin de semana.

— ¿Algo nuevo? —dijo Seth.

Renee dejó que el silencio se asentara entre ellos por unos minutos. Cuando parecía que la
mayor parte sería de la conversación había pasado, ella dijo.

— ¿Alguien más está interesado en comer algo? Estoy muriendo de hambre.

Ordenaron un par de pizzas que entregaron en el dormitorio. Allison y Seth se vistieron mientras
esperaban, y Neil fue hacia el dormitorio para cambiarse las ropas que le habían dado en el pro-
grama de Kathy. Enterró las prendas hasta el final del clóset debajo de su ropa más cómoda y sacó
unos gastados pantalones y una camiseta gigante. Él y sus compañeros gastaron unas cuantas
horas en comida y en una película. Después de eso regresaron a hablar sobre la temporada, pero
sus compañeros lucían tan felices de hablar de los cuervos como Neil de pensar en ellos. Allison
toleró la burla por sólo unos segundos antes de distraerlos para hablar sobre el banquete.

—Deberíamos ir de compras mañana —dijo Allison—. Necesitaré tiempo para encontrar el ve-
stido perfecto. Ustedes —señaló entre Matt y Seth—, están a cargo de conseguirle a Neil algo real
para usar. He visto todo lo que posee. No confío en él para elegir algo apropiado.

—Podría simplemente no ir —dijo Neil.

—Tienes que —dijo Dan—. Es un evento del equipo.

Hubo un toque en la puerta. Dan estaba más cerca, así que fue la que se tuvo que parar para
contestar el llamado. Nicky estaba esperando en el pasillo, sonriendo pero visiblemente tenso.

— ¿Qué tan malo es? —Preguntó Dan.

Nicky hizo una mueca.

— ¿Sabe tu “bombón” de allá cómo instalar una ventana?

Matt miró sobre su hombro hacia la ventana del dormitorio.

—Puedo intentarlo, pero no voy a estar en ningún lugar cerca de él esta noche.

—Mañana está bien, también —dijo Nicky—. Sólo, ya sabes, que sea preferiblemente antes de
que el entrenador venga a checar a Kevin otra vez. Hay trecientos dólares para ti si lo arreglas an-
tes del mediodía.
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Sacas a Andrew del dormitorio y yo veré que puedo hacer.

—Maravilloso —Nicky miró a Neil—. Andrew quiere verte.

Neil miró el reloj y sacó cuentas. Si Andrew tomó su dosis del día a tiempo, debería estar toman-
do la otra pastilla en cualquier minuto. Neil se preguntó si realmente la había tomado y esperó de
todo corazón que lo hubiera hecho. Si el vómito por la abstinencia no había enojado a Andrew lo
suficiente, siendo capaz de reaccionar finalmente a los eventos de la mañana sin ninguna droga en
sus venas lo haría francamente asesino. A Neil no le gustaría ser Kevin esta noche.

Se levantó y siguió a Nicky por el pasillo hacia la habitación de Andrew. No había estado en su
habitación desde la vez que vino a gritarle por romperle sus cosas, y ellos eran bastante buenos en
mantener la puerta cerrada así que era bastante raro entrar de nuevo. Vio primero a Kevin, acurru-
cado en una de las grandes sillas que daban hacia la puerta. Aaron estaba lavando los platos de la
cocina y no levantó la vista mientras pasaban. Nicky señaló el vestíbulo y se sentó con Kevin. Neil
fue solo hacía la oscura habitación y cerró la puerta detrás de él. Los primos habían puesto dos de
los vestidores contra la pared debajo de la ventana. Andrew se sentó encima de ellos, inclinándose
hacia adelante para poder cruzar sus brazos sobre sus rodillas. Neil olía sangre y observaba a An-
drew en la ventana. Andrew había arrancado la pantalla de la habitación principal para poder fumar
pero esta ventana aún tenía una. Probablemente fue todo lo que salvó cuando la mano le hizo un
agujero al cristal.

Andrew no lo estaba mirando a él sino a su ensangrentada mano colgado entre sus rodillas.
Flexionó ocasionalmente sus dedos para revisar si el daño que había provocado no se había ex-
tendido.

—Pudiste haber destruido tu mano con un golpe como ese —dijo Neil.

Andrew río.

— ¡Oh, no! ¿Dónde estaría entonces?

—Fuera del equipo —dijo Neil—. ¿Dónde estaría Kevin entonces?

Andrew no contestó. Neil cruzó el dormitorio para colocarse frente a él. Andrew no miró hacia
arriba, pero sonrió lo suficiente para mostrarle a Neil los dientes.

—Oh, Neil, impredecible como irreal —dijo Andrew—. La última vez que tú y yo hablamos esta-
bas temeroso de que Riko te notara. Ya sea que mentiste o cambiaste de opinión. Espero que sea
la última porque odio que me mientan.

—No cambié de idea —dijo Neil—. Pero no tuve otra opción.

—Siempre hay otra opción.

—Tenía que decir algo.

— ¡Y qué cosa tenías que decir! Lanzaste un volado hacía Riko en vivo y directo. Él no va a to-
mar esa a la ligera, tú sabes. ¿Cómo se siente ese blanco en tu espalda?

—Familiar —dijo Neil.

Andrew se sentó y se dejó caer contra la pantalla. Neil echó un vistazo a la mano mientras se
deslizaba al regazo de Andrew, no pudo ver los cortes más allá de la sangre seca.

—Dale unos pocos días y él sabrá todo acerca de ti —dijo Andrew, Neil lo miró nuevamente a
los ojos, Andrew sonrió—. El dinero mueve las ruedas del mundo más rápido que la sangre, y Riko
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tiene acceso a las dos. Buscará una manera para regresar a ti, y no le tomará gran tiempo ver qué
tan larga tienes la cola. ¿Cuánto crees que le lleve a alguien con sus contactos descubrir la verdad?

Neil estaba mareado, con nauseas.

—Cállate.

— ¿Qué harás cuando lo sepa? ¿Correr?

—Sabes que lo haré.

—Lo sé —asintió Andrew—. Puedo verlo. Tienes esa mirada en tus ojos que me dice que sabes
dónde está cada salida de este dormitorio.

Neil se dio la vuelta pero Andrew era más rápido. Se balanceó hacia delante y agarró el cuello de
Neil, arrastrando hacia lo alto antes de que pudiera irse. Dejó sangre pegajosa en la parte trasera
del cuello de Neil con sus dedos hechos un desastre. Neil se volvió para tratar de sacárselo de en-
cima pero Andrew se negó a soltarlo.

—Hey, Neil. Neil, escucha. Correr no te salvará esta vez.

—Aléjate de mí.

— ¿No lo entiendes? Correr era una opción cuando nadie estaba mirando. Supiste eso en Junio.
Esa es la razón por la que lo querías dejar todo antes de Octubre. Podrías haberlo hecho antes de
que Riko supiera tu existencia. Debiste hacerlo antes de que lo insultaras frente a sus adorados
fans. Ahora no puedes irte. Riko quiere saber quién lo desafió y él obtendrá sus respuestas. No
puedes correr de tu pasado, ya no más.

—Tengo que intentarlo —dijo Neil.

Andrew murmuró algo en señal de desaprobación.

—No. No tienes que hacer nada. Ahí está de nuevo, pensando que sólo tienes una opción. Pen-
sé que no querías irte.

—No quiero —dijo Neil.

— ¿Que tendría que pasar para que te quedaras?

— ¿QUÉ? —La pregunta fue tan inesperada que Neil tuvo que darse la vuelta.

Andrew río ante su sorpresa y siguió adelante.

—Nómbralo y será tuyo. No importa qué es mientras tú te quedes con nosotros aquí.

—No puedo.

—No, sí puedes. Tienes todo lo que necesitas para sobrevivir. Sólo que tienes demasiado miedo
como para verlo.

—No lo entiendo.

Andrew suspiró, era como si Neil estuviera portándose así a propósito.

—Riko sabrá la verdad pero él no puede decirle a su hermano. Para empezar, Ichirou y Riko no
tienen la autoridad para que se le asocie al uno con el otro, viendo que pertenecen a ramas separa-
das. Lo más importante, el entrenador Moriyama no va a dejarlo. Este año es todo acerca de Riko y
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Kevin, ¿lo ves? No quiere noticias sobre ti dejándolo y distrayendo a las personas de su confronta-
ción. Tienen derecho a hacerte la vida imposible y lo intentarán usando la verdad en tu contra, pero
no pueden venderte aún. Usa ese tiempo para reducir las posibilidades que pueden tirarte. Kevin
quiere hacerte una estrella, déjalo. Toma lo que sea que él quiera darte para protegerte. Es difícil
matar a un hombre cuando todos los ojos están puestos en él. Haz que te amen, haz que te odien,
no me importa. Sólo haz que te miren. Tienes un año para resolverlo —dijo Andrew, poniendo un
dedo en la cara de Neil—. Un año, un año que me interpondré entre tú y los Moriyama si continúas
de lado de Kevin. El próximo año será tu problema. ¿Lo entiendes?

— ¿Por qué? —Preguntó Neil—. ¿Por qué quieres ayudarme?

—Pregúntame luego —dijo Andrew. Le dio unos golpecitos en la boca y Neil sonrió a su alre-
dedor—. Es mejor si esto no se entromete en tu camino ¿no lo crees? Tendrás las respuestas en
Columbia. Oh, pero nadie te ha dicho aún, ¿o sí? Estás invitado a salir esta noche con nosotros.

—Nunca más.

—Shh, Neil, shh —dijo Andrew—. Si quieres quedarte, debes venir con nosotros a las nueve. Si
eres lo suficientemente estúpido para correr, empaca todo antes de que nos vayamos. Eso son casi
tres horas, para que tomes una decisión. ¿No estoy siendo generoso?

—Ese no es tiempo suficiente.

—Dudo que seas un desconocido a la hora de tomar decisiones para salvar tu pellejo. Le diste
tu juego a Kevin. Me das la espalda a mí.

Andrew sacó la medicina de su bolsillo y sacudió la píldora sobre el vestidor. Cerró la tapa, y la
tiró en la esquina de la habitación, y agarró la pastilla con sus ensangrentados dedos. La sostuvo
allí donde podía verla, girándola como si nunca la hubiera visto antes y poniéndola en sus labios.
Dejó caer sus manos sobre su regazo mientras tragaba y le enseñaba los dientes a Neil en una
sonrisa.

—Tic, tac, dice el reloj. Sal de mi habitación.

Neil se fue tan rápido como pudo pero sólo logró llegar hasta el pasillo. Tan pronto como se cerró
la puerta detrás de él, sus piernas se paralizaron, y se sostuvo desesperadamente del muro. Una
pizca de desesperación subió desde su estómago hacia su garganta. Clavó un lado de su mano
dentro de su boca tan fuerte que sintió sangre.

¿Estaba bien suponer que algún portero rabioso podría protegerlo?

Sus pensamientos lo llevaron a la confrontación que tuvo en el estudio de Kathy. Andrew apare-
ció a tiempo para proteger a Neil. Él debería haber ido directamente hacia Kevin, ya que él parecía
ser el centro de su mundo pero en vez de eso, se puso entre Neil y Riko. Andrew sabía perfecta-
mente cómo eran los Moriyama y tenía una idea de en qué estaba metido Neil, pero pensó que
podía interponerse entre ellos de todas formas.

Neil se alejó del muro y fue directo hacia las escaleras. Estaba corriendo mucho antes de alcan-
zar su piso, y azotó la puerta del frente tan fuerte que sus bisagras golpearon. Más fuerte que él
latido de su corazón en sus oídos.

¿Qué pasaría si podía quedarse? ¿Qué si un psicótico adolescente era suficiente? ¿Qué pasaría
si Andrew estaba en lo correcto y los Zorros podían proteger su identidad?

Neil debía saber mejor que eso para creer en su peligrosa promesa, pero las palabras de Andrew
lo cazaron en cada paso del camino.
The foxhole Court — Nora Sakavic

CAPÍTULO 14

Traducido por Clara


Corregido por Maffie

Los dormitorios estaban anormalmente bulliciosos cuando Neil volvió a las nueve. El partido de fút-
bol había terminado sobre la misma hora a la que se había ido y ahora algunas de las muchedum-
bres que continuaban tras la fiesta se estaban retirando lentamente. La gente se gritaba entre sí
de un lado a otro del pasillo y la música ruidosa atravesaba las puertas abiertas aquí y allá. Neil se
abrió paso a través del caos hacia las habitaciones de los Zorros. Había sólo tres puertas cerradas
en aquel lado de la escalera.

Se detuvo frente a la puerta de Andrew, pero fue incapaz de llamar. Su mano estaba temblando
cuando él la miró, así que la cerró en un puño. Casi había reunido el valor para moverse cuando la
puerta se abrió sin previo aviso.

—Oh, ha vuelto —dijo Andrew—. Esto es interesante.

Presionó dos dedos sobre la garganta de Neil, comprobando su pulso. Cuando Neil trató de
apartarlo, Andrew lo atrapó por la muñeca con su mano libre. Su sonrisa era pequeña y fiera mien-
tras se acercaba a él.

—Recuerda este sentimiento. Este es el momento en que dejas de ser el conejo.

Neil estaba demasiado sorprendido para responder, pero Andrew no esperó. Pasó junto a Neil,
usando el peso de su cuerpo y su agarre sobre la muñeca para arrastrar a Neil con él fuera del
umbral. Lo soltó en medio del pasillo y se metió las manos en los bolsillos para esperar.

Nicky fue el siguiente en salir de la habitación. Cuando vio a Neil, su sonrisa iluminó toda su cara.
Aaron se mostró escéptico cuando lo siguió, pero miró a Andrew y no dijo nada. La expresión de
Kevin fue más difícil de leer cuando salió y cerró la puerta tras él. Neil miró de Kevin a Andrew, que
seguía observándolo como si estuviese esperando algo.

El movimiento en dos puertas más allá le dio a Neil una razón para apartar la vista de Andrew
de nuevo. Cinco extraños estaban llamando a la puerta de su apartamento. Seth salió a saludarlos,
dándose palmadas en la espalda y chocando las manos mientras se movía entre ellos. Allison no
estaba muy lejos tras ellos. Se apretó contra la espalda de Seth y deslizó las manos por sus costa-
dos hasta los pantalones. Neil la observó mientras ella sistemáticamente rebuscaba por todos sus
bolsillos. Ella sacó un mechero y una barra arrugada de chicle. Seth le mandó una mirada irritada
sobre su hombro.

—No soy estúpido.

Ella lo besó para callarlo y puso el encendedor donde lo había encontrado. Arrojó el chicle tras
The foxhole Court — Nora Sakavic
ella como si fuese inútil. Casi golpeó a Matt con él cuando Matt y Dan entraron por la puerta de la
habitación. Cuando Matt se giró para evitarlo, vio a Neil. El alivio en su rostro era inesperado.

—Lo lograste, Neil —le dijo, lo bastante alto para que incluso Allison y Seth se volviesen para
mirar. Neil miró los rostros de uno a otro, preguntándose qué se había perdido—. Seth y Allison van
a irse de copas por la ciudad, así que el resto de nosotros está preparando un maratón de películas.
¿Alguna petición o recomendación?

— ¿Van a dejar el campus? —Preguntó Nicky a Allison—. ¿Lo dicen en serio?

Allison le frunció el ceño y rodeó sus brazos con más fuerza en torno a Seth.

—Eso no es asunto suyo.

Matt miró a Allison, su expresión tensa, pero siguió hablando con Neil.

—Renee debería volver con bebidas en cualquier momento. Dijo que conseguiría algo sin alco-
hol para ustedes.

—Oh, menudo desperdicio —dijo Andrew—. Yo compraré las bebidas de Neil esta noche.

Les tomó un par de segundos comprenderlo. Cuando lo hicieron, Dan se tambaleó fuera del
umbral con un brusco:

—Estás bromeando.

Andrew se rió de su reacción.

—Te encantaría que lo fuese.

—La última vez que salió con vosotros tuvo que hacer autostop para volver—añadió Dan. Los
amigos de Seth miraron de ella a Andrew con descarado interés, pero Dan no pareció percatarse
de su atención. Apuntó con un dedo a Andrew—. No va a ir con ustedes de nuevo. Probablemente
acabe muerto esta vez.

—Por Dios, Dan —exclamó Nicky—, cuando dices cosas como esa me hacen pensar que no
confías en nosotros.

—Nadie confía en ustedes —dijo Matt—. ¿A qué están jugando?

—La verdad es que no es asunto suyo —contestó Aaron.

—He dicho que no va a ir —insistió Dan—. Neil, no dejes que te mangoneen.

Andrew le dio un codazo a Neil y le dijo en alemán:

—Hey, Neil, ¿no es increíble? ¿No es conmovedor? Mira como lloriquean por ti. Ah, tan inapro-
piada preocupación. Diles que puedes cuidarte tú solo.

Andrew estaba retándolo a cruzar una línea, a renunciar un poco más a la mentira que era Neil
Josten. Iba contra todo a lo que había decidido que iba a renunciar, pero había elegido su camino.
Había elegido a Andrew. Enterró su miedo lo más profundo que pudo y contestó en alemán.

—No son lo suficientemente estúpidos como para pensar que es sólo una bebida.

—Oh, joder —dijo Nicky, cambiando rápidamente de idioma—. ¿Desde cuándo hablas alemán?
Andrew, ¿tú lo sabías? ¿Por qué no nos lo dijiste?
The foxhole Court — Nora Sakavic
—Habría sido aburrido —respondió Andrew—. Averigüen cosas ustedes solos por una vez.

Nicky movió una mano hacia Aaron.

—Rápido. ¿Hemos dicho algo totalmente incriminatorio estos pasados meses?

—Aparte de tus interminables e inapropiados comentarios sobre lo que te gustaría hacer con él,
no lo creo. Parece que has conseguido avergonzarte tú mismo en ambos idiomas —Aaron miró a
Neil—. ¿Cuándo ibas a contárnoslo?

—No iba a hacerlo —repuso Neil—. Después de todo lo que me han hecho pasar este año decidí
que no les debía ningún favor.

Aaron se encogió de hombros y lo dejó pasar. Nicky se frotó la cara y murmuró entre dientes. Al
otro lado del pasillo, los veteranos los miraban con incredulidad. Matt fue el primero en recuperar el
habla, pero lo mejor que pudo decir fue:

—Pensé que hablabas francés. Lo de esta mañana fue francés, ¿no? En el programa de Kathy.

—Los veo mañana —dijo Neil en inglés.

—Nos vamos —dijo Andrew, y atravesó el pasillo con Kevin pegado a sus talones.

—Neil, no es una buena idea —dijo Dan.

—Lo sé —respondió Neil y fue tras Kevin y Andrew.

Aaron y Nicky lo siguieron. Bajaron por las escaleras como una pequeña procesión, una línea
de negro con Neil llamando la atención en el centro. Acabó en el mismo asiento que la última vez,
entre los dos hermanos en la parte de atrás. Acababa de sentarse cuando Nicky se acercó y dejó
caer una bolsa en su regazo. Neil la abrió y vio una tela oscura dentro.

La última vez que fueron a Columbia fue un viaje tranquilo. Esta vez no podía ser así, ya que a
Andrew aún le quedaba un poco más de una hora de energía debido a su medicina. Nicky y An-
drew hablaron todo el camino hacia allí, Nicky tocando temas desde películas a música y Andrew
discutiendo alegremente casi todo lo que decía. Estaban casi en Columbia cuando las respuestas
de Andrew empezaron a disminuir. Nicky empezó a dominar más la conversación y los silencios de
Andrew se alargaron un poco más.

Sweetie’s estaba tan lleno esa noche como lo había estado en su primera visita, pero fueron lo
suficientemente afortunados de aparecer cuando un coche se iba. Nicky ocupó el aparcamiento
con un triunfante puño en alto y los cinco se dirigieron al interior del local juntos. Había dos grupos
delante de ellos esperando una mesa. Kevin dio su nombre a la recepcionista. Andrew miró a Neil.

—Necesitamos un número para las galletitas saladas. ¿Te apuntas o no?

— ¿Realmente tengo elección esta vez?

—Desde ahora la tienes —repuso Andrew.

Neil no lo creyó, pero sacudió la cabeza. Andrew señaló la bolsa de Neil y se dirigió hacia la
barra de ensaladas para coger paquetes de galletas. Neil buscó una señal que indicase un cuarto
de baño, pero Nicky le tocó el hombro y lo guio. Neil lo siguió hacia el baño y soltó la bolsa en la
encimera del lavabo.

—Esto es nuevo —dijo Neil.


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Sería hortera vestir lo mismo dos veces, ¿no? —inquirió Nicky.

—No me compres cosas.

—Claro, la próxima vez que Andrew diga de comprarte ropa, tan sólo le diré que no. Puedo ima-
ginar eso pasando maravillosamente —Nicky hizo rodar los ojos.

—Entonces déjame pagártelo.

— ¿Cómo decirlo? —Nicky pensó por un segundo, entonces dejó de lado la delicadeza—. Po-
drías obviamente usar el dinero más de lo que él puede ahora. Deja que Andrew te de cosas si
quiere. Normalmente no es del tipo que regala, así que resulta divertido.

—Tengo mi propio dinero —insistió Neil—. No necesito limosnas.

— ¿Enserio? —le preguntó Nicky, mandando una mirada significativa a la ropa de Neil.

Neil lo miró. Sabía que Andrew no le había contado a los otros sobre su fluidez en alemán pero
no se había percatado de que Andrew se había callado lo de su dinero, también. Eso significaba
que Andrew había guardado todos los secretos de Neil excepto uno: la verdad sobre sus ojos. De
acuerdo con Nicky no había sido demasiado misterio. Pero Andrew había encontrado el dinero de
Neil antes de su tregua en el salón de Wymack. No había tenido ninguna razón para proteger a Neil
entonces, así que ¿por qué se había callado?

—Enserio —repuso Neil finalmente—. Ahorré algo antes de mudarme aquí.

—Bien —dijo Nicky—. Entonces deberíamos ir de compras mañana y comprarte ropa nueva. El
entrenador está molesto porque no lo hayamos hecho ya. Está tan harto como nosotros de verte
vestir las mismas cosas una y otra vez.

—No hay nada de malo en mi ropa.

—Eso es lo que tú piensas. Ahora que eres nuestro, tenemos que cuidar de ti. La primera cues-
tión del asunto es arreglar tu miserable armario—. La sonrisa de Nicky se desvaneció un poco ante
la mirada en la cara de Neil—. Vale, no. ¿Qué te pasa con poner los ojos en blanco? Sabes lo que
haces con nosotros esta noche, ¿verdad? ¿Andrew soltó algún tipo de explicación dentro de sus
habituales y locas tonterías?

—Más o menos —contestó Neil —dijo que tendría respuestas para mí más tarde.

—Tienes que estar tomándome el pelo —Nicky pareció incómodo—. Eso significa que Andrew
va a conservarte, igual que conservó a Kevin. Significa que eres parte de la familia ahora.

—No creo en la familia.

— ¿Quién lo hace estos días?

Era extraño que Nicky dijese eso teniendo en cuenta que tenía primos en el equipo. A juzgar por
su pesado suspiro, Nicky no tuvo problemas interpretando la expresión de Neil. Nicky hizo comillas
con sus dedos. Tan pronto como habló, Neil supo de quién eran las palabras de las que se hacía
eco, pero Neil dudaba que Andrew sonara tan cansado cuando dijo por primera vez:

—Estar emparentados no nos hace familia.

Nicky metió las manos en sus bolsillos y se volvió con una mirada pensativa hacia su reflejo.

—Sé por qué Andrew se siente así, y entiendo por qué él y Aaron no se soportan, pero no estoy
The foxhole Court — Nora Sakavic
dispuesto a darme por vencido con ellos aún. Quiero arreglar esto y mostrarles que están equivo-
cados.

— ¿Se odian? —Preguntó Neil, sorprendido.

Rebuscó en sus recuerdos por señales de problemas entre los gemelos y no encontró nada. Fue
esa nada la que se destacó en sus pensamientos. Andrew y Aaron no peleaban, pero tampoco es
que realmente interactuasen entre ellos tampoco. Él los había visto hablarse el uno al otro un par
de veces. Nunca los había visto sentarse juntos; alguien siempre se sentaba y se encontraba entre
ellos. Aaron ni siquiera podía conducir el coche de Andrew.

—No diría que se odian, pero tienen algunos problemas serios. ¿No los tendrías tú de ser ellos?
—Inquirió Nicky—. Familia significa algo diferente con nosotros porque así debe ser. No se trata de
sangre. Ni siquiera sobre quién nos agrada. Es sobre a quién está dispuesto Andrew a proteger.

El estómago de Neil dio un vuelco con otro frío “y si…”

— ¿Y él me está incluyendo por lo de esta mañana?

—En parte —respondió Nicky—. Pero sobre todo porque tú eres la razón de que Kevin vaya a
quedarse en nuestro equipo. Andrew guarda las espaldas de Kevin, pero tú tienes la atención de
Kevin. Estás tan locamente obsesionado con el Exy como él lo está. Eso te hace inestimable para
Andrew.

Neil sopesó aquello en silencio, finalmente observando su ropa y volviéndose hacia uno de los
servicios. Nicky tocó su hombro antes de que pudiese alejarse del lavabo.

—Mira, sé que nos pasamos la última vez. Por favor créeme cuando te digo que Andrew tan
sólo estaba mirando por el resto de nosotros. No quería arriesgarse. Pero las cosas son diferentes
ahora. Eres uno de nosotros, lo que significa que no te presionaremos más allá de lo que estés
dispuesto a ir. ¿Vale?

—Creo que ya lo veremos —Neil se encerró en el compartimento y se cambió.

La mirada de Nicky era agradecida cuando Neil salió, pero por una vez mantuvo la boca cerrada.
Neil se dirigió hacia la puerta, luego se inclinó hacia el lavabo. Se quitó las lentillas y las tiró a la ba-
sura. Cuando se miró en el espejo, brillantes ojos azules le devolvieron la mirada. Neil no podía ser
él mismo, pero tal vez pudiese ser el Neil que le había mostrado a Andrew en el salón de Wymack.

Los otros ya estaban sentados cuando salieron del baño. Una camarera terminó de anotar sus
pedidos y se retiró para dejar que Neil y Nicky se sentasen. Nicky fue primero, dejando gentilmente
el asiento exterior para Neil.

Aaron arqueó una ceja en dirección a Nicky.

— ¿Se ha ahogado en el baño?

—Incluso los rapiditos llevan su tiempo, ya lo sabes —dijo Nicky.

—No me hagas vomitar.

—Sabes, si vieses más a menudo a Katelyn, no serías tan gilipollas —Nicky se agachó cuando
Aaron le arrojó la servilleta de tela—. Es cierto. La llevas al banquete, ¿no?

—Aún no se lo he preguntado.

—Creo que Andrew debería preguntárselo para ver si puede notar la diferencia.
The foxhole Court — Nora Sakavic
La sonrisa de Andrew fue lenta.

—De acuerdo.

—No eres gracioso —le dijo Aaron a Nicky—. Cállate.

Comieron en silencio cuando sus helados aparecieron. El dinero que Aaron dejó sobre la mesa
era demasiado para tan sólo el postre, así que Neil supuso que ya habían conseguido sus drogas.

La cola fuera del Eden’s Twilight tenía la mitad de tamaño que la última vez. Nicky maldijo en
el nombre de las leyes reguladoras de Carolina del Sur. Al parecer las ventas de alcohol estaban
prohibidas los domingos, lo que significaba que el bar tenía que dejar de servirlo a la medianoche
del sábado. El grupo tan sólo tenía una hora y media para beber, pero Nicky prometió que había un
alijo en “la casa”.

— ¿Pero de quién es la casa? —inquirió Neil.

—Técnicamente es mía, pero la considero nuestra —Nicky hizo un gesto con la mano que abar-
caba a todo el grupo—. Dejé Alemania para poder ser el tutor de Aaron y Andrew, ¿lo sabías? Era
yo o mis súper religiosos padres, y supuse que yo tendría más posibilidades de sobrevivir a Andrew.
Compré esa casa para que tuviésemos un lugar donde quedarnos. Mi padre me la consignó, pero
Erik ayudó a encontrarla. Uso mi beca mensual para pagar la hipoteca.

—Si tenéis esa casa, ¿por qué os quedasteis con Abby este verano?

—Porque Andrew no tenía ganas de llevar a Kevin de un lado al otro del estado para practicar
todos los días —respondió Nicky.

Se detuvo en la acera fuera del Eden’s Twilight el tiempo suficiente para recoger un pase de
estacionamiento VIP. Fue más fácil conseguir una mesa esa noche gracias a las horas acortadas,
pero el club estaba todavía demasiado lleno para que Neil se sintiese cómodo. Andrew dejó a Aa-
ron y Kevin guardando los asientos y se llevó a Neil con él para conseguir sus bebidas. Roland, el
camarero, estaba de servicio otra vez. A juzgar por la expresión de su rostro, recordaba a Neil y no
podía creer que hubiese vuelto.

—Dijo que no —dijo Andrew—. Mantenlos limpios.

Neil estaba casi seguro de que aquello era una farsa, pero Roland le pasó una copa vacía y lata
de soda cerrada. Neil comprobó el cristal en busca de residuos tan pronto como Roland fue a mez-
clar las bebidas de los demás.

—Paranoico —dijo Andrew.

—Si eres tan obseso del control no deberías estar bebiendo tampoco.

—Sé dónde están mis límites —repuso Andrew—. No voy a cruzarlos.

— ¿Y el PCP?

—Demasiados locos en este sistema por el PCP para que cambien las cosas, creo. Empezamos
con el PCP por el bien de Aaron. Necesitaba algo seguro para seguir adelante cuando se estaba
sacando todo lo que su madre le dio —Andrew hizo un gesto entre sus rostros—. ¿Te acuerdas de
este juego? Estamos haciendo lo de la sinceridad de nuevo, al menos hasta que me aburra de ello.
En un momento tú vas a ser completamente honesto conmigo y decirme lo que tengo que hacer
para mantenerte aquí.

—Aquí hay algo de sinceridad —comenzó Neil—. No me gustas y no confío en ti.


The foxhole Court — Nora Sakavic
—Es mutuo —respondió Andrew—. Eso no cambia las cosas.

—Nicky dice que sólo quieres tenerme aquí por Kevin—añadió Neil—. ¿Qué pasa si Kevin se
aburre de mí?

—Mantén su interés —repuso Andrew, y no era realmente una sugerencia.

Neil lo observó en silencio, preguntándose como de estúpido y desesperado tenía que estar para
depositar su confianza en alguien como Andrew.

— ¿Puedes protegerme de mi pasado?

—El jefe de tu padre —adivinó Andrew.

La verdad quemó garganta de Neil, afilada y ácida como sangre fresca. Tragó y dijo:

—Sí. Se corrió la voz de que los Moriyama no confiaban más en su gente y su negocio nunca se
recuperó del todo. Ha ido tras de mí desde entonces. Fue arrestado por algunos pequeños cargos
hace un tiempo, pero no estará en la cárcel para siempre. Dijiste que los Moriyama no pueden to-
carme este año gracias a Kevin, pero eso no lo detendrá. Si me encuentra, me matará.

—Menudo lío —Andrew sonó indiferente—. Lo suficientemente fácil para hacerse cargo, sin
embargo.

Un grupo de personas se abrió paso hasta la barra del bar a la espalda de Neil, empujándolo
hacia Andrew. Andrew no se movió bajo su peso. Era algo sólido en lo que apoyarse, algo violento
y feroz e inmóvil. Neil no podía recordar lo que se sentía el que alguien lo sostuviera. Fue aterrador
y liberador a la vez. Su vida estaba fuera de control ahora; se la estaba entregando a Andrew y
confiando en que Andrew la mantuviera a salvo.

Rolando volvió con una bandeja de bebidas. Andrew la cogió y le hizo un gesto a Neil para que
fuese delante de él y alzó la bandeja sobre su cabeza. Había terminado de dejar las bebidas sobre
la mesa cuando Nicky apareció.

Neil pensó que los había visto beber rápido la última vez. No fue nada comparado con esa no-
che cuando estaban compitiendo con el reloj hasta la medianoche. Él hizo durar su soda y los miró
mientras se destrozaban. Tomaron el PCP antes esta vez, y Aaron y Nicky desaparecieron en la
pista de baile poco después. Andrew recogió vasos vacíos y llevó la bandeja a la barra.

Era la primera vez que Neil y Kevin se quedaban solos desde el programa. Después de todo lo
que había pasado ese día, no tenían nada que decirse el uno al otro. Miraron en direcciones opues-
tas y se sentaron en un incómodo silencio casi toda la media hora que Andrew tardó en volver. Neil
empezó a pensar que Andrew se había perdido mientras regresaba de la barra cuando finalmente
apareció con un cargamento de bebidas. Casi dijo algo sobre eso, pero lo dejo pasar para verlos
beber.

El último pedido de bebidas ocurrió a las doce menos diez. Aaron y Nicky regresaron para una
ronda final. Kevin tuvo que apoyarse en el costado de Andrew para ponerse de pie después de ha-
ber tomado trece bebidas en una hora y media. Neil pensó que era un milagro que permaneciese en
pie. Andrew ayudó a Kevin a salir, así que Neil se ocupó de que Nicky no rodase fuera de la acera
hacia la carretera. Neil se ofreció para conducir, pero Andrew lo ignoró y se sentó en el asiento del
conductor.

Neil no recordaba dejar el club la última vez, así que esta vez prestó atención al viaje. La casa
estaba a siete minutos de allí, a la salida de la autopista interestatal en un pequeño barrio. Andrew
estaba entrando en el acceso cuando el móvil de Aaron empezó a sonar. Aaron buscó a tientas en
The foxhole Court — Nora Sakavic
sus bolsillos, pero le tomó cuatro toques para encontrarlo. Lo abrió, se quedó mirando la pantalla e
hizo una mueca.

—El entrenador —anunció, y contestó—. ¿Sabes qué hora es? ¿Qué? Espera, ¿qué? Estás
mintiendo. ¡No te creo!

Aaron alejó el teléfono de su oído y se lo tendió a Andrew. Andrew se tomó su tiempo para encen-
der un cigarrillo antes de cogerlo. Se colocó el móvil entre la oreja y el hombro mientras guardaba
el paquete de tabaco.

— ¿Qué quieres? —Preguntó y escuchó mientras Wymack explicaba todo de nuevo—. ¿Cómo
una sobredosis?

— ¿Otra vez? —Dijo Nicky con incredulidad—. Ese estúpido cabrón.

—Y nunca más —dijo Andrew sobre su hombro—. Está muerto.

Hubo un segundo de completo silencio antes de que Nicky reaccionase. Agarró el hombro de
Andrew y lo sacudió violentamente.

—No. ¿Qué?

Andrew se deshizo de su agarre y habló por el teléfono.

—No, no es una buena idea. Te llamaré cuando volvamos a la ciudad.

Nicky se dejó caer en su asiento y farfulló:

—Mierda, mierda. Imposible.

— ¿Quién ha tenido una sobredosis? —Preguntó Neil.

—Seth —Andrew colgó y golpeó el teléfono contra su muslo—. Alguien lo ha encontrado boca
abajo en el baño de Bacchus donde se había ahogado con su propio vómito. Es exactamente como
le advertí que acabaría, pero nunca me escuchó.

Neil estaba escuchando cosas.

— ¿Seth ha tenido una sobredosis?

—Sigue el ritmo de la conversación —le dijo Andrew.

—Pensé que estaba metido en algo, pero nunca lo vi drogado —explicó Neil.

—Limpió la mayor parte de su sistema hace años —repuso Andrew—. Lo único que tomaba
estos días es antidepresivos.

—Creo que voy a vomitar —interrumpió Nicky, miserablemente.

Neil lo miró, sorprendido por lo mal que lo estaban llevando Nicky y Aaron. Se preguntó si se
suponía que debía sentir algo más aparte de conmoción, pero un chequeo mental le confirmó que
no. Había crecido alrededor de la muerte. No era nada para él salvo hielo en su organismo y un
recordatorio para seguir adelante. Seth debería haber sido una excepción, ya que había estado
viviendo con él durante meses, pero a Neil nunca le había gustado.

— ¿Vamos a volver? —Preguntó Neil.

— ¿Cuándo están todos borrachos y metidos hasta las cejas y no voy medicado? Estaré de vuel-
The foxhole Court — Nora Sakavic
ta en la cárcel antes de que puedas decir “amenaza para la sociedad”. Esperaremos hasta mañana.

Andrew salió del coche, pero nadie más se movió.

— ¿Qué pasa con la alineación? —Preguntó Kevin.

Nicky se estremeció.

—Kevin, el tipo está muerto. Ya sabes, permanentemente.

—No es una pérdida importante —dijo Kevin.

Nicky se bajó del coche y caminó de un lado a otro del camino de entrada con las manos unidas
en la nuca. Neil miró de Aaron a Kevin, y después salió por la puerta abierta de Nicky. Andrew es-
taba jugueteando con su llavero en el porche cuando Neil lo alcanzó. Andrew terminó lo que quiera
que estuviese haciendo, cambió el llavero a la otra mano y apuntó con su cigarrillo a la cara de Neil.

—Esto es interesante —dijo—. Esa apatía no es un buen augurio para tu cordura.

—No entiendo el suicidio—repuso Neil—. Permanecer con vida siempre ha sido tan importante
que no puedo imaginar que alguien trate de morir.

—Él no estaba tratando de morir—dijo Andrew, como si Neil estuviese siendo estúpido. Abrió la
puerta pero no se molestó en encender las luces mientras entraba. Neil lo siguió hacia el oscuro
recibidor y dejó la puerta abierta tras él para los otros—. Buscaba una forma de evadirse por un
tiempo, unas pocas horas donde no tuviese que pensar o sentir. El problema es que escogió una
salida por la que es fácil morir. Eso es su culpa.

— ¿Es por eso que bebes? —Inquirió Neil—. ¿No quieres sentir?

Andrew volvió su rostro hacia él. Neil no lo esperaba y casi corrió hacia él. Andrew hundió la
punta de sus dedos en el hueco de la garganta de Neil como advertencia. A esa distancia Neil podía
oler el alcohol y los cigarrillos en él. Eso lo hizo pensar en su madre ardiendo hasta las cenizas en la
playa. Alcanzó y tomó sin pensar el cigarrillo de Andrew. Por alguna razón, Andrew le dejó hacerlo.

—No siento por nada ni nadie —respondió Andrew—. No lo olvides.

— ¿Así que Kevin es sólo un hobby para ti?

—Seth no se ha suicidado. No ha podido.

— ¿Qué quieres decir?

—Seth sólo toma sus pastillas cuando él y Allison están peleados o distanciados —explicó An-
drew—. Cuando están juntos ella es suficiente para que se controle. Ella ha salido con él esta no-
che, así que se habrá asegurado de que él dejaba las pastillas en casa. Allison sabe que le gusta
mezclarlas con la bebida.

Neil recordó verla rebuscando por los bolsillos de Seth.

—Ella lo comprobó. La vi.

—Yo también —dijo Andrew.

—Si no tenía sus pastillas con él, ¿cómo es que ha tenido una sobredosis?

—No por elección —dijo Andrew—. Mi teoría es que Riko ha ganado esta ronda.
The foxhole Court — Nora Sakavic
Neil se quedó mirándolo.

—No piensas realmente que Riko haya hecho esto.

—Pienso que es un momento demasiado oportuno para que sea un accidente —replicó An-
drew—. Riko rompió la mano de Kevin para ser mejor. Cruzó distritos porque Kevin cogió una ra-
queta y volvió al campo. ¿Qué crees que está dispuesto a hacerte por haberle llamado inútil en la
televisión nacional? Dijiste que nuestra mayor fuerza reside en nuestro pequeño tamaño. ¿Cómo
de fuerte te sientes ahora que has sido traspasado a nuestra alineación principal? ¿Piensas que tú
y Kevin estáis listos para llevarnos a los campeonatos?

—Y tú me llamaste paranoico —dijo Neil suavemente.

—Se suponía que iban a quedarse en el campus esta noche —dijo Andrew—. Renee se pasó
cuando te fuiste y preguntó cómo de pronto podríamos esperar que Riko respondiese. Kevin dijo
que sabríamos de él esta noche. Es una lástima que no hayas visto el pánico de esos entrometidos
cuando se dieron cuenta de que ya no estabas en el dormitorio. Les conté que volverías a las nue-
ve, así que construyeron sus planes en torno a ti.

Neil recordó lo aliviado que había estado Matt al verlo en el pasillo. No sólo eso, recordó la in-
credulidad de Nicky ante la noticia de que Allison y Seth iban a salir. Nicky rara vez les prestaba
atención a los dos y no debería haberse preocupado de que ellos estuviesen socializando. Había
reaccionado así porque se estaban desviando del plan.

—No te creo —dijo Neil.

—Puedo probarlo, pero sé que estoy en lo cierto.

—Si lo estás, ¿entonces qué? —Preguntó Neil—. Estoy dispuesto a jugarme la vida. No me ju-
garé la suya. No merecen eso.

—No tienes por qué hacerlo —dijo Andrew—. Yo lo haré, y digo que las probabilidades son bue-
nas. Los Zorros son famosos por tener terribles temporadas, pero incluso la mala suerte puede lle-
gar así de lejos. Una muerte es una tragedia creíble. Dos nos llevan a estar por debajo del número
mínimo de jugadores requeridos para competir. El entrenador Moriyama quiere que Kevin y Riko se
enfrenten en el campo, así que Riko no se arriesgará a descalificarnos.

Neil no dijo nada. Andrew enganchó los dedos en el cuello de la camiseta de Neil y tiró lo sufi-
ciente para que él lo sintiera.

—Sé lo que hago. Sabía lo que estaba aceptando cuando me puse de parte de Kevin. Sabía lo
que podía costarnos y lo lejos que tendría que ir por ello. ¿Lo entiendes? No vas a irte a ninguna
parte. Te quedas aquí.

Andrew no lo dejó ir hasta que Neil asintió, y después alcanzó la mano de Neil. Cogió su cigarrillo
de vuelta, lo puso entre sus labios, y presionó una cálida llave en la palma vacía de Neil. Neil alzó
la mano para mirarla. El logo de unas herramientas grabado en ella significaba que era una copia.
Ante eso, Neil no comprendió, pero sólo le llevó un momento entenderlo. Andrew había usado esa
llave para abrir la puerta principal y después la había sacado del llavero en el porche. Ahora se la
estaba entregando a Neil.

—Ve a dormir —le dijo Andrew—. Nos vamos a casa mañana. Arreglaremos esto entonces.

Andrew rodeó a Neil y fue hacia la puerta. No poseía ninguna compasión ni consuelo para su
familia ante la inesperada muerte de Seth, pero él los vigilaría desde la puerta hasta que estuviesen
bien de nuevo. Fue más difícil para Neil de lo que debería haber sido el alejarse de él, pero final-
The foxhole Court — Nora Sakavic
mente avanzó por el pasillo. Se pasó la sala de estar y tuvo que retroceder y se acurrucó en uno
de los sillones reclinables.

A pesar de las promesas y la confianza de Andrew, todo apuntaba a que Neil iba a abandonar
Palmetto State en un ataúd antes de primavera. Neil pensó que eso estaría bien. Pasaría sus últi-
mos meses como Neil Josten, delantero novato de los Zorros de Palmetto State. Sería el protegido
de Kevin, un adolescente con un futuro brillante, y su muerte sería una tragedia. Sonaba mucho
mejor que morir asustado y solo en mitad del mundo.

Neil bajó la vista hacia la llave en su mano. “Casa”, susurró, necesitando oírlo en voz alta. Era
un concepto extraño para él, un sueño imposible. Era aterrador y maravilloso a la vez, y eso hacía
que su corazón latiese tan rápido que pensó que se le saldría del pecho. “Bienvenido a casa, Neil”.
The foxhole Court — Nora Sakavic

ESTA SERIE CONTINUARÁ EN


THE RAVEN KING
The foxhole Court — Nora Sakavic

AGRADECIMIENTOS

A los encantadores de Courting Madness que se negaron a renunciar a the Foxes, incluso cuando
yo estuve a punto de hacerlo: su apoyo significa el mundo para mí. Espero disfruten el resultado
final tanto como me ha encantado escribirlo. A KM, Amy, Z, Jamie C, y Miika: gracias por editar esto
conmigo. Esto sería un desastre ininteligible sin su paciencia y comprensión.

El arte de la portada fue diseñado por mi hermana menor.


The foxhole Court — Nora Sakavic

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