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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA “GABRIEL RENÉ MORENO”

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y FINANCIERAS


CARRERA DE INGENIERÍA COMERCIAL

MATERIA: ECO 310 – D1


DESARROLLO ECONÓMICO Y MEDIO AMBIENTE

LECTURAS COMENTADAS
(Texto auxiliar para la materia)

Lic. Roger Emilio Tuero V.

Santa cruz de la Sierra- Bolivia, 2018


CONTENIDO

LOS CONCEPTOS DE DESARROLLO Y SUBDESARROLLO 3


(O. Sunkel; P. Paz)

LA CRISIS DEL DESARROLLISMO 10


(Ruy Mauro Marini)

LA CONCEPCIÓN INICIAL DE RAÚL PREBISCH Y SUS 17


TRANSFORMACIONES (Jaime Estay Reino)

DESARROLLO SOSTENIBLE, POBLACIÓN Y POBREZA: ALGUNAS 21


REFLEXIONES CONCEPTUALES (Paolo Bifani)

ANEXOS 35
Programa por objetivo – aprendizaje
Programas por temas
Cuestionarios (1º, 2º y 3º parcial)

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LOS CONCEPTOS DE DESARROLLO Y SUBDESARROLLO

Sunkel, Osvaldo. Paz, Pedro. El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo.


Siglo XXI editores, 8va edición 1975, México, D.F. (Reseña, Prof. Roger E. Tuero)

En el lenguaje corriente se utilizan diversos términos como sinónimos para significar los
niveles de desarrollo o subdesarrollo y para caracterizar a un cierto grupos de naciones:
países pocos desarrollado, o en vías de desarrollo, países pobres, países no
industrializados, de producción primaria, países atrasados, dependientes, etc.

Los que prefieren utilizar la expresión países pobres, tienen un concepto del
subdesarrollo donde prevalecen los aspectos relativos a la distribución del ingreso tanto
entre países (ricos y pobres), como dentro del mismo país, entre los ricos y los pobres.
Quienes hablan de subdesarrollo tienen a concebir el fenómeno como una situación
estructural e institucional, como una etapa en el proceso histórico del desarrollo. Los que
prefieren la expresión en “vías de desarrollo”, acentúan más bien la posibilidad del
aprovechamiento del potencial productivo de una sociedad. Poner el acento sobre la
“dependencia”, es preocuparse esencialmente por las características que adquieren las
relaciones económicas, tecnológicas y políticas entre los países desarrollados y los
subdesarrollados. Cuando se prefiere, por último, la expresión “países no
industrializados” se acentúa implícitamente la importancia especial atribuida a la
industrialización en el proceso de desarrollo.

Cada uno de estas expresiones destacan un aspecto particular de la problemática del


desarrollo y de esta manera constituyen un diagnóstico de las causas básicas y de la
política de desarrollo que deben ejecutarse, puesto que el concepto prejuzga en que
sentido se debe actuar para alcanzar el desarrollo

Destacar, por ejemplo, la pobreza entre todos los aspectos, conduce a una política de
desarrollo que pondrá un acento particular sobre la redistribución internacional e interna
del ingreso. El subdesarrollo concebido como estado o situación estructural e
institucional, lleva ha sostener que el subrayado de la política de desarrollo debe ponerse
en el cambio de las estructuras e instituciones que se presume determinan ese estado o
situación. Cuando habla de países en vía de desarrollo se destacan como
características básicas las potencialidades desaprovechadas de los recursos humanos y
naturales, el acento de la política de desarrollo se vuelca hacia la educación y la
formación de mano de obra calificada, así como a la aplicación de la tecnología moderna.
Cuando en cambio se insiste sobre los problemas de la dependencia, la política tenderá
a modificar las formas tradicionales de vinculación entre países y al fortalecimiento del
sistema nacional.

La preferencia por uno u otro concepto implica, pues, la existencia de una concepción
predeterminada del fenómeno, que se traduce en un diagnóstico de la o las causas
básicas del problema y establece preferencias en cuanto a la prioridad de las políticas del
desarrollo.

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CONCEPTOS SIMILARES

Se comenzará por cotejar el concepto de desarrollo con el de riqueza, fundamental en el


pensamiento de los autores clásicos. La famosa obra de Adam Smith cuya publicación en
1776 sienta las bases de la escuela clásica, se titula “Una investigación de las causas y
naturaleza de la riquezas de las naciones”. Según J. S. Mill, principal sistematizador del
pensamiento clásico, y quien publica su obra fundamental en 1848, la riqueza es el
indicador de la prosperidad o decadencia de las naciones. Para esta corriente de
pensamiento, el concepto de riqueza se refiere en forma directa al potencial productivo
de una comunidad, que se traducirá en “aquel conjunto máximo de bienes que un país
puede obtener, dada la naturaleza de su suelo, su clima y su situación respecto de otros
países”.

La evolución es una idea que tiene un origen y una connotación esencialmente biológica
e implica la noción de secuencia natural de cambio, de mutación gradual, espontánea y
continúa, de hecho es una derivación de la teoría evolucionista de Darwin. Por analogía,
el desarrollo se lo puede considerar como una secuencia de etapas, parecidas a las que
se producen en las especies ó incluso en el desarrollo de un ser humano, que de niño
pasa a adolescente, a joven, ó adulto de manera espontánea, sin que haya la
intervención de la voluntad en este proceso. La idea del desarrollo no comparte la noción
de naturalidad y espontaneidad que encierra la concepción evolucionista; por el contrario
el desarrollo exige transformaciones profundas y deliberadas, por lo que existe una
discrepancia metodológica fundamental entre lo que requiere el análisis del desarrollo y
lo que ofrece la teoría evolucionista.

La noción de progreso desarrollada en la segunda mitad del S. XVIII y que tuvo uno de
sus más caracterizados expositores en Condorat; se introduce así una nota optimista y
secularizadora; por otro lado esta está ligada directamente a la aplicación de la ciencia a
las actividades productivas, a la incorporación de nuevas técnicas y métodos y, en
general, a la modernización de las instituciones sociales y de las formas de vida.

Un concepto más reciente asociado estrechamente a la teoría macroeconómica, es el


crecimiento. En cierto modo es similar al concepto de evolución, por lo menos en lo que
se refiere al aspecto de mutación gradual y continua que le es inherente, también
incorpora el de progreso, en el sentido de acentuar la importancia fundamental de las
innovaciones técnicas en el proceso de crecimiento. La teoría del crecimiento nace, en
efecto, de la preocupación por la crisis y el desempleo y la aparente tendencia al
estancamiento del sistema capitalista. Tal problemática exige un análisis del
comportamiento del conjunto del sistema económico, como lo hicieron los clásicos y lleva
a destacar la importancia de la acción deliberada de la política económica para mantener
u ritmo expansivo que asegure la ocupación plena.

Desde el punto de vista de la teoría y del análisis del crecimiento, un país


subdesarrollado se concibe como una situación de atraso, de desfase con respecto a
situaciones más avanzadas, como si se tratara de una carrera en la cual unos están más

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adelantados y otros van quedando rezagados, pero donde todos compiten en una misma
pista, persiguiendo una misma meta, con idénticas reglas de juego para todos y sin
relaciones de ninguna especie entre los competidores. Los rankings de países en función
de su ingreso por habitantes constituyen la mejor ilustración gráfica de esta noción
implícita en el enfoque del crecimiento.

Las nociones de subdesarrollo y de desarrollo conducen a una apreciación muy


diferente, pues según ellas las economías desarrolladas tienen una conformación
estructural distinta de las que caracteriza a las economías subdesarrolladas, ya que las
estructuras de estas últimas es en gran medida una resultante de las relaciones que
existieron históricamente y perduran actualmente entre ambos grupos de países.
Manteniendo el símil deportivo se trataría más bien de competidores de género
diferentes, que corren por pistas de diversa naturaleza, con objetivos disímiles y con
distintas reglas de juego, pero impuestas en gran medida por uno de los grupos de
competidores. En otras palabras, los mecanismos de acumulación, de avance tecnológico,
de asignación de recursos, de repartición del ingreso, etc., son de diferentes naturaleza
en uno y otro caso; y existen vinculaciones entre los dos grupos que tienden a
desfavorecer a uno de ellos en beneficio del otro.

El concepto de industrialización es en realidad dentro de esta familia de nociones, el


antecedente más inmediato del desarrollo económico. El desarrollo de la industria fue el
aspecto más llamativo y dinámico tanto en los países avanzados como en los
subdesarrollados, de manera tal que durante algún tiempo el desarrollo industrial se
consideró incluso sinónimo de desarrollo económico.

Como se observa, los conceptos de desarrollo y subdesarrollo reflejan, en realidad una


corriente de pensamiento, con un trasfondo filosófico y cultural que convendría analizarla
en dos aspectos: el ideológico y el metodológico. Desde esta perspectiva se pueden
identificar al menos 3 grandes corrientes del pensamiento que se ocupan del desarrollo:
las que lo conciben como crecimiento, las que lo conciben como una etapa y las que lo
enfocan como un proceso de cambio estructural global.

EL DESARROLLO COMO CRECIMIENTO

Contexto: Corriente vinculada fundamentalmente a Keynes, en el contexto de la crisis


mundial de los años veintes y treintas, caracterizada por una profunda y prolongada
depresión económica y un desempleo masivo sin precedentes en la historia, de aquí que
la principal preocupación de esta corriente sea la necesidad la necesidad de superar esta
situación

Diagnóstico. El sistema económico tiende a dejar ociosa una parte considerable de la


capacidad productiva instalada. El ciclo económico y sus efectos a largo plazo tienen una
tendencia a ahorrar que exceden los estímulos a invertir, de manera que el nivel de

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gastos tiende a ser inferior al necesario para obtener un estado de ocupación plena de los
factores productivos.

Preocupación central. Es la inversión; para que exista una expansión de la demanda


efectiva es indispensable que la inversión de cada período sea mayor que la del período
anterior; solo un incremento de la inversión genera incrementos de la demanda efectiva,
el crecimiento del ingreso, el equilibrio dinámico y la ocupación plena.

Aspectos centrales.
1. La inversión. Es la preocupación central para estas teorías. Para que exista una
expansión de la demanda efectiva es indispensable que la inversión de cada
período sea mayor que la del período anterior; solo un incremento de la inversión
genera incrementos de la demanda efectiva, el crecimiento del ingreso, el
equilibrio dinámico y la ocupación plena.

2. Gasto Público. Esta corriente pone el acento, por consiguiente, en la influencia


que podría tener una política de gastos públicos compensatorios para neutralizar la
tendencia al ahorro y poner en movimiento al sistema económico, evitando la
desocupación de los recursos humanos y la capacidad productiva ociosa. El gasto
público se convierte entonces en la clave para dinamizar el sistema, absorber
mano de obra y ocupar capacidad productiva instalada.

3. El papel del Estado. Esta teoría asigna un papel fundamental al Estado en la


política económica, ya sea estimulando la inversión privada o realizando
inversiones públicas o para que se mantenga un nivel de gasto público elevado
según la situación de la demanda efectiva. Esta concepción del papel del estado
tuvo importancia para justificar las actividades y funciones del gasto público en las
economías subdesarrolladas y los esfuerzos de captar inversión interna y externa
para apoyar los planes de desarrollo.

Metodología. Para la esta corriente del desarrollo como crecimiento:


El nivel de desarrollo se mide por el INGRESO POR HABITANTE, y
El proceso de desarrollo se mide por la TASA DE CRECIMIENTO

Vinculado con estos aspectos sus temas e indicadores principales son: nivel comparativo
de ingresos - ritmo de crecimiento - tasa de inversión - Financiamiento externo -
movilización del ahorro interno - prioridades en asignación de recursos. Todos estos
temas de gran influencia en los planes de desarrollo nacionales.

Limitaciones. No obstante el origen preciso y particular de las teorías del crecimiento


-los países industrializados- esta corriente ha ejercido gran influencia en los países
subdesarrollados en la medida que pone el acento en la inversión; considerando que la
escasez de capitales en las economías subdesarrolladas es uno de sus problemas básicos.

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Para el caso latinoamericano, una de las debilidades de esta corriente es su análisis a
corto plazo sobre la productividad de las inversiones, sin considerar las condiciones
sociales y políticas que se generan como el relativo a la concentración del ingreso y la
marginalidad social.

En tanto que el sistema económico es concebido en términos de determinadas fuerzas


que producen equilibrios -a través del mercado en forma libre y automática el sistema
logra su propio ajuste- si se presentan problemas de tipo estructural, institucional o
político y los pronósticos no se cumplen, como sucede frecuentemente, entonces los
problemas se atribuyen a desviaciones de cómo debe ser el sistema, o simplemente el
problema es transferido al ámbito político. Sin embargo, en tanto la falta de capitales
constituye una característica del subdesarrollo esta visión constituye un modo de
explicación de los problemas del subdesarrollo

EL SUBDESARROLLO COMO ETAPA

En contraste con la noción del desarrollo como crecimiento, que es un enfoque


enteramente deductivo, hay otra corriente de pensamiento que sin apartarse demasiado
de su contenido ideológico y metodológico procede en cierto sentido en forma inversa, Es
decir, adoptan la vía inductiva. Se trata de autores que observaron objetivamente las
características que presentan las economías subdesarrolladas y han centrado su atención
en algunas de ellas convirtiéndolas en el pilar de su interpretación y en la base de su
estrategia de desarrollo.

En los autores que siguen esta corriente, el proceso de desarrollo es concebido como una
sucesión de etapas que se recorren desde las más primitivas o tradicionales a las más
modernas, pasando por niveles o estadios intermedios que tienen determinadas
características. El contenido ideológico subyacente en esta escuela es concebir el
desarrollo de las sociedades subdesarrolladas como el camino hacia el tipo de sociedad
ideal cuyo modelo es la moderna sociedad industrial.

Características. Para esta corriente de pensamiento en las economías subdesarrolladas


frecuentemente se presentan las siguientes características:

1. Excedente generalizado de mano de obra


2. Una estructura productiva escasamente diversificada
3. Poblaciones que carecen de actitudes, motivaciones, valores y rasgos de
personalidad que permitan desarrollar la iniciativa y el “logro” personal
4. mercados insuficiente derivados de la escasa productividad prevaleciente cuando
falta capital
5. falta de capacidad para tomar decisiones de inversión aun cuando existen
oportunidades y recursos
6. tasa muy aceleradas de crecimiento demográfico que implican poco o ningún
ahorro neto disponible para acelerar el proceso de acumulación productiva

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Aspectos centrales de la propuesta. Partiendo de esta caracterización, se han
recomendado políticas tendientes a abreviar el tránsito desde las etapas atrasadas hasta
las modernas a partir de un esfuerzo masivo y simultáneo de inversiones que,
aprovechando las economías externas y creando un mercado interno, permita absorber el
excedente de mano de obra de estas sociedades y también a través de programas de
desarrollo de las comunidades, productividad en las empresas, racionalización de la
Administración pública y, en general, programas de modernización de las sociedades en
el sentido de los valores, actitudes e instituciones de acuerdo con la organización de las
sociedades desarrolladas.

Limitaciones. La formulación de la visión del subdesarrollo esta corriente parte del


modelo de las economías centrales, y si bien considera aspectos de orden social e
institucional, no profundiza en su caracterización.

EL SUBDESARROLLO COMO UN PROCESO DE CAMBIO ESTRUCTURAL GLOBAL

Contexto: Corriente de pensamiento desarrollada después de la segunda guerra mundial


por la CEPAL y por diversos autores vinculados de una u otra forma con esta institución.
Se identifica a esta corriente como la máxima expresión del pensamiento latinoamericano
en materia de la teoría económica y conceptualización del desarrollo y subdesarrollo bajo
una perspectiva “estructuralista”.
Esta visión pone el acento principalmente sobre un conjunto de reformas estructurales,
en la función del Estado como orientador, promotor y planificador, y en una reforma
sustancial del financiamiento externo y del comercio internacional. Para esta corriente no
se trata de describir la evolución de las economías y de las sociedades latinoamericanas
por etapas y como entidades aisladas, ajenas a las relaciones internacionales, sino más
bien de explicar dicho proceso de cambio incorporando todas las variables
socioeconómicas internas y externas.

Punto de partida Para esta corriente, el desarrollo no es un “momento” en la evolución


continua (enfoque del desarrollo como crecimiento) o discontinua (enfoque del desarrollo
como etapa), de una sociedad política y culturalmente aislada y autónoma; por el
contrario, el subdesarrollo es parte del proceso histórico global del desarrollo

Hipótesis central.
El desarrollo y subdesarrollo son dos caras del mismo proceso histórico universal; ambos
procesos son históricamente simultáneos y están vinculados funcionalmente, es decir,
interactúan y se condicionan mutuamente.

Su expresión geográfica concreta se observa en dos grandes dualismos: por una parte, la
división del mundo entre estados industrializados, avanzados, desarrollados (países
centrales) y estados nacionales subdesarrollados, atrasados, pobres, (países periféricos);
y por la otra, la división dentro de los mismos estado nacionales en áreas, grupos

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sociales y actividades avanzadas y modernas y en áreas, grupos sociales y actividades
atrasadas, primitivas y dependientes.

El desarrollo y subdesarrollo, en este sentido, puede comprenderse como estructuras


parciales, pero interdependientes que conforma un sistema único. La característica
principal que diferencia ambas estructuras es que la desarrollada, en virtud de su
capacidad endógena de crecimiento, es la dominante y la subdesarrollada, dado el
carácter inducido de su dinámica, es dependiente. Esto se aplica tanto entre países como
dentro de un mismo país.

De acuerdo con esta concepción el subdesarrollo sería el producto de dos tipos de


factores:
-La estructura interna
-La influencia externa.

En el primer punto resulta fundamental el análisis del proceso histórico preexistente:


las estructuras precolombinas y la herencia colonial

En el segundo las diferentes transformaciones del capitalismo mundial y su vinculación


con la estructura latinoamericanas y las condiciones que de ella resultan.

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LA CRISIS DEL DESARROLLISMO

Marini, Ruy Mauro. La crisis del desarrollismo. En: teoría social latinoamericana,
subdesarrollo y dependencia, tomo II, Ediciones El Caballito, México 1994.
(Reseña, Lic. Roger E. Tuero)

Hasta mediados de este siglo la teoría social que se produce en Latinoamérica está
pensada, con raras excepciones, a partir de la consideración de las cuestiones
nacionales. Solo se puede hablar, realmente del surgimiento de una corriente
estructurada y, bajos muchos aspectos, original de pensamiento sobre la región en tanto
tal a partir del Informe Económico de América Latina de 1949, divulgado por la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), de las Naciones Unidas, en 1950.

La importancia de la teorización que allí comienza reside en la novedad de algunos de sus


planteamientos y en la gran repercusión que ella alcanzó, tanto en plano académico
como político, en la generalidad de nuestros países. El análisis de las concepciones
cepalinas es, pues, indispensable a quien desee conocer la evolución del moderno
pensamiento latinoamericano.

Para entender la CEPAL, sería útil considerar, primero, la biografía intelectual de sus
exponentes, principalmente el argentino Raúl Prebisch (responsable directo del Informe
de 1949), seguido del brasileño Celso Furtado y del chileno Aníbal Pinto; a ellos se
pueden agregar el también argentino Aldo Ferrer y el mexicano Víctor Urquidi. Como
Prebisch -que había sido director del Banco Central, bajo Perón- la mayoría de ellos tuvo
participación activa en la política de sus países. Su formación era, en general, keynesiana
y algunos ostentaban apreciable dominio de la economía política clásica, particularmente
Prebisch y Furtado. Sus incursiones en el campo del marxismo solían ser, sin embargo
algo desafortunada.

¿QUE ES LA CEPAL?

En lo esencial, ella constituye una agencia de difusión de la teoría del desarrollo que se
planteara en Estados Unidos y Europa al término de la segunda Guerra Mundial. Esta
teoría tenía, entonces, un propósito definido: responder a las inquietud e inconformidad
manifestada por las nuevas naciones que emergían a la vida independiente, a raíz de los
procesos de descolonización, al darse cuenta de las enormes desigualdades que
caracterizaban a las relaciones económicas internacionales.

Confrontados a esta situación los países capitalistas centrales se preocuparon de explicar


y justificar esas disparidades, que a todas luces los beneficiaban, al tiempo que buscaban
convencer a los nuevos estados de que a ellos también se les habría posibilidades de
progreso y bienestar. Bajo la denominación genérica de teoría del desarrollo, los
planteamientos de los grandes centros nacen en órganos gubernamentales o instancias a

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ellos asociadas, se difunden en las universidades y centros de investigación y se
traspasan a agencias internacionales.

A ese efecto se tratará de construir un concepto de desarrollo económico a partir de que


este corresponde al desdoblamiento del aparato productivo, en función de la conocida
clasificación en tres sectores: primario, secundario y terciario. Para explicar por que son
los países avanzados aquellos en los cuales el desdoblamiento se ha realizado
plenamente, se toma al proceso de desarrollo que ha tenido lugar en los países
avanzados como un fenómeno de orden general y se sostiene que la posición que ellos
ocupan en el contexto internacional corresponde al estadio superior de un continuum
evolutivo.

Así entendido, el concepto de subdesarrollo es idéntico al de situación pre-industrial. El


subdesarrollo sería una situación previa al desarrollo económico pleno (cuando ya se
hubiera completado el desdoblamiento sectorial), existiendo entre ambos momentos el
llamado despegue (take off, para emplear el lenguaje entonces en boga), en el cual la
economía en cuestión reuniría ya las condiciones para iniciar un desarrollo
autosustentado.

Recapitulando: la tesis central de la teoría del desarrollo es que el desarrollo económico


representa un continuum, en el que el subdesarrollo constituye una etapa inferior al
desarrollo pleno. Este representaría, empero, algo accesible a todos los países que se
empeñaran en crear las condiciones adecuadas para este efecto.

Un segundo aspecto a destacar en la teoría de desarrollo es su insistencia en que el


desarrollo económico implica la modernización de las condiciones económicas, sociales,
institucionales e ideológicas del país, correspondiendo en última instancia el
acercamiento de dichas condiciones a los patrones vigentes en los países capitalistas
centrales.

Finalmente, un tercer aspecto a considerar en la teoría del desarrollo es su proyección en


el plano metodológico. En la medida que desarrollo y subdesarrollo eran, en el fondo, la
misma cosa, vale decir momentos constitutivos de una misma realidad: la economía
capitalista industrializada, sólo podrían ser diferenciados mediante criterios cuantitativos,
los únicos adecuados para ubicar una economía en este o en aquel grado de la escala
evolutiva. Así, el subdesarrollo se definiría a través de una serie de indicadores: producto
real, grado de industrialización, ingreso per capita, índice de alfabetización y escolaridad,
tasa de mortalidad y esperanza de vida, etc. destinados a clasificar a las economías del
sistema mundial y a registrar su avance en la senda del desarrollo.

Los inconvenientes de esa metodología son evidentes,. Al ser esencialmente descriptiva,


no posee capacidad explicativa. El resultado al que se arriba es una perfecta tautología:
una economía presenta determinados indicadores porque es subdesarrollada y es
subdesarrollada porque presenta ésos indicadores. Girando en círculo, el análisis no

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puede aspirar sino a establecer correlaciones verificables, que no arrojan de por sí
ninguna luz sobre las cuestiones referente a causa y efecto.
Como quiera que sea, esta fue la teoría del desarrollo de la que partió la CEPAL. Para
entender el porqué de ello, hay que recurrir a una línea de análisis que tiene que ver con
e papel de Estados Unidos en la construcción del mundo de la posguerra.

Destaque especial merece la creación de comisiones regionales, subordinadas al Consejo


Económico y Social de las naciones Unidas y con asiento en Europa, Asia y el lejano
oriente, y América Latina; posteriormente se crearon dos más, para África y Asia
Occidental. Su objetivo era estudiar las problemáticas regionales y proponer políticas de
desarrollo. En realidad la misión fundamental atribuida a esas comisiones fue la de ser
agencias de elaboración y difusión de la teoría del desarrollo en el contexto de la política
de domesticación ideológica que los grandes centros contrapusieron a las demandas y
presiones de lo que vendría a llamarse tercer mundo.

Dando inicio formalmente a sus trabajos en 1948, en Santiago de Chile, la CEPAL no


rehuye la misión que le ha sido confiada, pero lejos de limitarse a la mera difusión,
asume el papel de verdadera creadora de ideología, una vez que trata de catar y explicar
las especificidades de América Latina.

Efectivamente, además de su precoz independencia política, América Latina contaba para


entonces con un siglo de capitalismo que llevará a la formación de complejas estructuras
de poder y Estados nacionales consolidados. Hecho aún más importantes, en muchos de
su países la industrialización, que comenzará entre las dos guerra, había modificado las
alianzas de clase y convertido a la burguesía industrial en parte plena del bloque en el
poder.

Ello hará que la CEPAL, partiendo de la teoría del desarrollo, en los términos que había
sido formulada en los grandes centros, introduzca en ella cambios que representaran su
contribución propia, original, y que harán del desarrollismo latinoamericano un producto
sí, pero no un simple calco de la teoría del desarrollo.

EL DESARROLLISMO

La contribución más importante de la CEPAL, es su crítica a la teoría clásica del comercio


internacional. Basada en el principio de las ventajas comparativas, esa teoría postula que
cada país debe especializarse en la producción de los bienes en que pueda lograr mayor
productividad, la cual se encontrará por lo general determinada por la fertilidad del suelo,
la disponibilidad de recursos minerales, etc. En la medida que lo haga, esto asegurará al
país condiciones privilegiadas de competencia en el mercado mundial, llevando a que las
transacciones que allí se realicen resulten beneficiosas para todas las partes.

La CEPAL dirá que, en los hechos, esto no pasa así. Por un lado demostrará
empíricamente que, a partir de 1870, se observa en el comercio internacional una

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tendencia permanente al deterioro de los términos de intercambio en detrimento de los
países exportadores de productos primarios. Por otro lado, afirmará que dicha tendencia
propicia transferencia de ingresos -en realidad, transferencias de valor, concepto que la
CEPAL no maneja bien- Los cuales implican que los países subdesarrollados que exportan
esos bienes, sean sometidos a una sangría constante de riqueza en favor de los más
desarrollados, o sea, a una descapitalización.

Para la CEPAL el deterioro de los términos de intercambio se debe a que el mercado


mundial confronta países industrializados con países de economías
primario-exportadoras. Estos últimos al no desarrollar su sector industrial o
manufacturero, no están habilitados a producir tecnologías y medios de capital capaces
de elevar la productividad del trabajo. Paralelamente, la inexistencia de ese sector limita
la expansión de la oferta de empleo llevando a que se registre en el sector primario una
fuerza de trabajo excedente, que dificulta la elevación de la productividad y reduce su
precio (o salario); eso redunda además en la formación de mano de obra excedente en el
sector servicios, donde genera los mismos efectos. Sería esa la razón de los bajos
salarios que se verifican en las economías subdesarrolladas, los cuales tanto frenan al
progreso técnico como no permiten la expansión y dinamización del mercado interno.

Inversamente, los países desarrollados serían aquellos que, con base en un sector
secundario expansivo y una demanda dinámica de mano de obra, ostentan salarios
elevados, los cuales inducen la introducción de innovaciones tecnológicas tendientes a
reducir la participación del trabajo en la producción y, por ende, el impacto de los
salarios en los costos. El alza de la productividad de allí resultante no sería transferida
plena e inmediatamente a los precios de los bienes que esos países exportan, llevando a
que, en el comercio internacional, estos precios se mantuvieran en un nivel elevado. En
consecuencia, se favorecería la traslación de riquezas de la periferia subdesarrollada al
centro desarrollado.

Así es como, fiel a la idea del desarrollo económico como un continuum, ella no
consideraba el desarrollo y el subdesarrollo como fenómenos cualitativamente distintos
signados por el antagonismo y la complementariedad -como lo hará, a su tiempo la
teoría de la dependencia- , sino tan sólo como expresiones cuantitativamente
diferenciadas del proceso histórico de acumulación de capital. Ello implicaba que, a partir
de medidas correctivas aplicadas al comercio internacional y la implementación de una
adecuada política económica, los países subdesarrollados verían abiertas las puertas de
acceso al desarrollo capitalista pleno, poniendo fin a la situación de dependencia en que
se encontraban. Esta tesis, la del desarrollo autónomo, constituye una de las marcas
registradas del pensamiento cepalino.

La exigencia de una política económica centrada en la superación del subdesarrollo


reposaba sobre otro elemento clave: la concepción del Estado como algo situado arriba
de la sociedad y capaz de dotarse de una racionalidad propia. Apoyada en ello, la CEPAL
saltaba del plano en que planteaba su análisis económico, donde lidiaba con leyes
objetivas e identificaba intereses económicos en pugna, a una visión idílica del mundo,

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considerado como campo de relaciones entre Estados llanos que reemplazaban el
enfrentamiento por la negociación y las leyes económicas por el deseo de cooperación.

Si la política económica era el instrumento, el objetivo esencial a que ella debería aspirar
para superar el subdesarrollo era, para la CEPAL, la industrialización. Vimos ya como, en
su entender, ésta sería capaz de promover una mejor localización de la fuerza de trabajo
entre los sectores productivos; elevaría los salarios, viabilizando el mercado interno; e
induciría el progreso técnico y el aumento de la productividad del trabajo, poniendo fin a
las transferencias internacionales de valor. La industrialización se realizaría mediante una
política deliberada de sustitución de importaciones de bienes manufacturados.

En el pensamiento de la CEPAL, que por ello mereció el calificativo de “desarrollista” que


se le ha dado, la industrialización asumía el papel de Deus ex machina, suficiente por sí
misma para garantizar la corrección de los desequilibrios y desigualdades sociales.

El desarrollismo fue la ideología de la burguesía industrial latinoamericana, en especial de


aquella que -respondiendo a un mayor grado de industrialización y compartiendo ya el
poder del Estado con la burguesía exportadora- trataba de ampliar su espacio a expensas
de esta última, recurriendo para ello a la alianza con el proletariado industrial y a clase
media asalariada. Al tiempo que coqueteaba con estos prometiendo a ampliación de la
oferta de empleos y mayores salarios, el desarrollismo, mediante la crítica del esquema
tradicional de división internacional del trabajo, exigía de los grandes centros capitalistas
el establecimiento de un nuevo tipo de relaciones. Sin embargo, aunque rechazando al
modelo primario-exportador y abriendo fuego contra la vieja clase dominante, se resistía
a plantear a la reforma agraria como premisa del modelo industrial, dado que, no
pasando la alianza social por el campesinado (con la sola excepción de México y Bolivia),
hacerlo significaría agravar inútilmente el conflicto interburgués.

En el curso de los años 50, junto al avance de la burguesía industrial, tanto en países
donde ya era fuerte -Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, México -como en los demás, que
aceleran entonces su crecimiento industrial, el desarrollismo se convierte en la ideología
dominante y en la matriz por excelencia de las políticas públicas. No obstante, tras una
década de expansión, la economía latinoamericana desemboca, en los años 60, en la
crisis sociopolítica y el estancamiento económico, poniendo al desnudo las características
perversas que había asumido la industrialización. Ello no podría dejar de repercutir
hondamente en los círculos cepalinos, dando lugar a una crisis teórica de amplias
proporciones.

LA CRISIS DEL DESARROLLISMO

La crisis económica que, al comienzo de la década de 1960, golpea a la mayoría de los


países latinoamericanos es, simultáneamente, una crisis de acumulación y de realización
de la producción. Ella se manifiesta, por un lado, en el estrangulamiento de la capacidad
para importar los elementos materiales necesarios al desenvolvimiento del proceso de

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producción y, por otro, en las restricciones encontradas para realizar esa producción.
Ambos fenómenos se derivan de que la industrialización se llevará a cabo sobre la base
de la vieja economía exportadora, es decir, sin proceder a las reformas estructurales
capaces de crear un espacio económico adecuado al crecimiento industrial.

En los países capitalistas avanzados, la industrialización se dio de manera orgánica,


llevando a que el crecimiento del sector de bienes de consumo generara inmediatamente
como contrapartida la expansión de la oferta de bienes de capital, sin que el proceso se
hubiera visto bloqueado. En los países latinoamericanos, la sustitución de importaciones
opera sobre la base de una demanda interna preexistente de bienes de consumo y llevo
a que la obtención de bienes de capital reposara esencialmente en la importación,
conformando un modo de reproducción industrial intrínsecamente dependiente del
exterior. La continuidad de un proceso puesto en esos términos suponía el crecimiento
constante de la capacidad para importar y, por ende, una masa creciente de divisas.

¿De donde provienen esas divisas? Primeramente, de la exportación. Pero, una vez que
las viejas estructuras productivas se habían mantenido intocadas, las exportaciones
seguían consistiendo en bienes primarios tradicionales, sujetos a la tendencia secular de
deterioro de los términos de intercambio diagnosticado por la CEPAL.

El sector manufacturero no se había preocupado por conquistar mercados exteriores y


destinaba toda su producción al mercado interno; lo que quiere decir que seguían
dependiendo del sector primario para la obtención de las divisas necesarias a la
adquisición de los bienes intermedios y de capital que su expansión demandaba. Por esa
vía, la industria -que la CEPAL anunciara como la palanca del desarrollo autónomo- no
hacía sino impulsar la reproducción ampliada de la relación de dependencia de América
Latina respecto al mercado mundial, sin conducirla hacia una efectiva superación.

La segunda fuente de divisas corresponde a la aportación de capitales externos,


materializada en inversiones directas, préstamos, financiamientos y donaciones. Con
ingresos a título de exportaciones relativamente estancadas, América Latina solicitará de
Estado Unidos una generosidad similar a la que expresara en el Plan Marshall, concebido
en favor de la reconstrucción europea y que implicará la movilización de una ayuda
considerable, mediante préstamos públicos y donaciones gubernamentales. El último
intento en este sentido había sido el del presidente de Brasil Juscelino Kubitschek, a fines
de los años 50, cuando lanzara la Operación Panamericana, centrada en la obtención de
créditos públicos. Pero la OPA acabó siendo suplantada por la iniciativa norteamericana
de la Alianza para el Progreso, al empezar la década de 1960, la cual se caracterizaba
por su marcado carácter asistencialista y el énfasis que ponía en las inversiones
extranjeras privadas.

Tales inversiones habían empezado a penetrar al sector industrial latinoamericano desde


comienzo de los años 50, ganando fuerte impulso en la segunda mitad de la década.
Completado, sin embargo, el tiempo de maduración de esas inversiones, vale decir
llegado el momento de la obtención real de ganancias, ellas revelaron su naturaleza

15
contradictoria: sus ganancias se habían obtenido en el mercado interno, realizándose
pues en moneda nacional; pero, para hacerse efectivas y, pues, susceptible de
reintegración al patrimonio de la matriz extranjera, deberían poder convertirse en
moneda internacional, lo que exigía divisas a ser sustraídas del monto realizados en las
transacciones externas. En otras palabras, lo que sirviera para ampliar la capacidad de
importar de América Latina mostraba ser ahora un factor de limitación.

Mientras contaba con un mercado interno en expansión, el ingreso de capitales externos


superaba a las salidas, enmascarando el problema. Pero el mercado interno pronto
encontraría su límite.

No sorprende, pues, que la década de los 50 se caracterizase por una acentuada


agudización de las luchas sociales. Estas tenían como componentes nuevos, la
emergencia del campesinado en tanto movimiento social, una clase obrera renovada e
incrementada y el surgimiento de un proletariado pobre en las ciudades, que dio origen a
las teorizaciones sobre la marginalidad urbana.

Esos factores convergen, a lo largo del período, para promover convulsiones y crisis
políticas. Estas empiezan con la radicalización de la revolución guatemalteca, bajo el
gobierno de Jacobo Arbenz, y la revolución boliviana de 1952, siguen con el suicidio de
Getulio Vargas en Brasil y el derrocamiento de Juan Domingo Perón en Argentina;
continúan con el movimiento ferrocarrilero en México y la revolución venezolana de 1958
y culminan, en 1959, con la Revolución Cubana.

Sensible a la situación, la CEPAL modifica, desde comienzos de la década de 1960, sus


planteamientos y, rectificando el enfoque meramente desarrollista que lo caracterizaba,
pasa a dar más énfasis a las reformas estructurales y a la distribución del ingreso. Pero
es demasiado tarde. En un continente conturbado, la Revolución Cubana sacudía hasta
los cimientos la dominación norteamericana y sembraba el pánico entre las clases
dominantes criollas. Cuando se abre el ciclo de las dictaduras militares, el desarrollismo
cepalino entra definitivamente en crisis.

16
LA CONCEPCIÓN INICIAL DE RAÚL PREBISCH Y SUS TRANSFORMACIONES

Estay Reino, Jaime. La concepción inicial de Raúl Prebisch y sus transformaciones. En:
teoría social latinoamericana, subdesarrollo y dependencia, tomo II, Ediciones El
Caballito, México 1994. (Reseña, Prof. Roger E. Tuero)

Del conjunto de materiales producidos por Raúl Prebisch es posible extraer, como
elemento más general, un extenso cuestionamiento al mercado como mecanismo
espontáneo de solución de los obstáculos que interna y externamente, se
oponían al desarrollo de las economías latinoamericanas. En lo que respecta a los
obstáculos externos, el cuestionamiento principal al libre funcionamiento del mercado
se articuló en torno a la concepción centro-periferia y, en el interior de esa
concepción, se centró en el deterioro de los términos del intercambio.

La concepción centro-periferia, partía de reconocer la existencia de una división


internacional del trabajo en la cual los países latinoamericanos jugaban un papel
subordinado y se especializaba en la producción y exportación de materias primas y
alimentos, en tanto que el centro definía su propio rumbo y el de la periferia y transmitía
a estos últimos los efectos de su comportamiento cíclico y se especializaba en la
producción de bienes manufacturados.

Lo que prevalecía era el carácter centrípeto de las economías industriales, las cuales no
solo concentraban los frutos de su progreso técnico sino, que además, se apropiaba de
los frutos provenientes del progreso de los países atrasados. En esa concentración de
frutos propios y ajenos, por parte del centro, jugaba un papel central el deterioro de
los términos del intercambio.

Respecto al comportamiento cíclico de las economías centrales, hay que considerar que
los salarios suben en los momentos de crecimiento y, en momentos de estancamiento y
recesión estos salarios se mantienen altos debidos al poder de negociación de los
trabajadores del centro, por lo cual estos costos serían trasladados a la periferia en
donde existe una oferta abundante de mano proveniente de formas de producción
precapitalistas (economía campesinas por Ej.) que presionan continuamente hacia abajo
el precio de la fuerza de trabajo.

Por otra parte, y de manera paralela, se ponía énfasis en los menores ritmos de
crecimiento de la demanda de productos primarios debido a la menor proporción en que
los productos primarios van interviniendo en la producción de bienes finales y/o por la
tendencia a sustituirlos por productos sintéticos.

En lo que respecta a los obstáculos que internamente se oponen al desarrollo


latinoamericano, lo central es la existencia de un rezago estructural de la periferia
respecto al centro que, al no ser superado, da pie a la continuidad del deterioro de los
términos del intercambio.

17
Entre las principales expresiones de dicho rezago estarían:

- La existencia de una “heterogeneidad” estructural en las economías de la región, que


resulta de una penetración desigual de la tecnología en los distintos sectores y, en
particular, en la producción primaria y las actividades artesanales, lo que lleva a que en
esos sectores se concentre un “sobrante de población” que trabaja con bajos niveles de
productividad.

-La incapacidad de las actividades de exportación para dar ocupación a ese sobrante de
población, cuyo crecimiento, además, es empujado por elevados ritmos de crecimiento
poblacional.

- El escaso caudal de conocimientos técnicos y de capacidades para aplicarlos a la


producción que se da en América latina, lo cual está vinculado a la insuficiente capacidad
de ahorro de la región, al mal uso que se hace de ese ahorro y al carácter exógeno de las
tecnologías utilizadas.

La identificación que Prebisch realizó de los obstáculos interno y externos que se oponían
al desarrollo latinoamericano y el cuestionamiento a los automatismos del mercado que
suponían la persistencia de esos obstáculos, lo condujo a postular una activa intervención
estatal que a través de la planeación y haciendo uso de alicientes y desalientos sobre los
agentes económicos, permitiera resolver aquellos problemas a los que el libre juego de
las fuerzas económicas no había podido dar solución.

Bajo esa perspectiva la acción estatal debería encaminarse al logro de los siguientes
objetivos principales:

La industrialización. Dada la incapacidad de las exportaciones primarias para


constituirse en el factor dinamizador de la economía, como lo había hecho en el pasado,
la industrialización se constituye en el principal medio para que se incrementen los
niveles de productividad y de ingreso y para la absorción del “sobrante de población”.

La sustitución de importaciones y la promoción de exportaciones. Para que el


desarrollo económico no se viera frenado por la menor disponibilidad de divisas que iba
resultando del deterioro de los términos de intercambio los esfuerzos deberían dirigirse,
por una parte, al incremento de las exportaciones industriales y, por la otra, a la
producción nacional de bienes que antes se importaban.

La protección. En distintos documentos Prebisch ubicó la protección como acompañante


obligado del desarrollo, ya que sólo a través de ella se evitaría que la menor
disponibilidad de capital y los menores niveles de productividad de los países periféricos
empujaran a una industrialización lograda a costa del deterioro de los salarios. Bajo esta
perspectiva, Prebisch cuestionó la concepción clásica de “empresa antieconómica”, los
supuestos efectos depresivos de la protección sobre el comercio internacional y a la
validez del concepto de “reciprocidad” como rector de dicho comercio.

18
La cooperación internacional. También en el terreno de las relaciones internacionales
Prebisch postulaba la necesidad de modificar el curso espontáneo de la economía, en
este caso a través de la cooperación internacional. Ubicando como centro de sus
preocupaciones a la generación y retención del progreso técnico en los países periféricos,
es posible identificar tres grupos de objetivos de la cooperación internacional, que se
correspondería con las tres modalidades que ella asumiría: Las políticas de asistencia
técnica, que permitiría un mejor aprovechamiento de los recursos existentes; las políticas
de cooperación comercial, que en la medida que frenara el deterioro de los términos del
intercambio evitaría que el progreso técnico obtenido por la periferia fuese absorbido por
el centro; y las políticas de financiamiento, que permitiría compensar aquel deterioro que
no hubiera sido evitado por la cooperación comercial.

Si bien los problemas económicos de esos años (años 60 y 70) pudiera parecer mínimos
en comparación con lo ocurrido en América Latina durante la década de los ochenta, lo
cierto es que en la década de los sesenta pierde dinamismo el proceso industrializador y
ello se acompaña tanto de un deterioro de los escenarios políticos y sociales en los
distintos países como de los mayores niveles de confrontación con los Estados Unidos.
Todo se traduce en un abanico de situaciones que va desde el triunfo dela Revolución
Cubana, en un extremo, hasta los golpes de estado, en el otro.

En buena medida, era el propio proceso de industrialización -y no su ausencia- lo que


había ido creando las condiciones del estancamiento económico y la agudización de los
conflictos sociales. En definitiva, lo que había ocurrido era que la industrialización había
seguido caminos completamente diferentes a los postulados en la teoría exacerbando
problemas que supuestamente iba a solucionar.

Las mayores dificultades de la balanza de pagos, vinculadas hasta ahora a la necesidad


de importar bienes de capital e insumos, el crecimiento de la marginación urbana, la
persistencia de altos niveles de desempleo y subempleo, la distribución cada vez más
regresiva del ingreso, el escaso dinamismo del mercado interno y el deterioro del sector
agrícola son algunos de los fenómenos que se fueron generando con el avance de la
industrialización y que para los sesenta, tenían un peso evidente en el escenario regional.

La industrialización no había traído consigo el conjunto de modificaciones que se


esperaba sino que, por el contrario, se había desarrollado empujando a la permanencia
de situaciones preexistentes, tales como la “heterogeneidad estructural”, los bajos
niveles de productividad, el “sobrante de población”, etc. En particular, Prebisch destaca
el hecho de que la industrialización no había corregido la vulnerabilidad exterior de las
economía latinoamericanas, como consecuencia de un sesgo antiexportador por parte de
las políticas aplicadas, como de un proceso de sustitución de importaciones que solo
abarcó a los bienes de consumo y que, para los años sesenta, ya había agotado su
“etapa fácil”. Todo ello había dado lugar no sólo al mantenimiento de la vulnerabilidad
sino también al “estrangulamiento externo” del proceso de desarrollo, esto es, a la
imposibilidad de seguir importando los bienes necesarios para sostener ritmos adecuados
de incremento de la actividad económica.

19
DESARROLLO SOSTENIBLE, POBLACIÓN Y POBREZA: ALGUNAS REFLEXIONES
CONCEPTUALES

Paolo Bifani, Desarrollo sostenible, población y pobreza: algunas reflexiones


conceptuales, Universidad Autónoma de Madrid. (Res. Prof. Roger E. Tuero)

INTRODUCCIÓN

Mientras que en el norte hay sobrealimentación -sólo en los Estados Unidos se gastan
más de 5 mil millones de dólares en alimentos dietéticos para reducir el exceso de
calorías- la población por debajo de la línea de la pobreza, es decir con ingresos per
cápita inferior a los 370 dólares anuales, a sido calculada por el Banco Mundial en 1,125
millones para el año de 1985. equivalente al 23% de la población mundial, y la población
subalimentada es de 800 millones

Lo que en 1972 aparecía como la inquietud de los países ricos por un medio ambiente
grato y no contaminado ha evolucionado hacia el reconocimiento de una problemática
que -aún cuando comparte elementos comunes- se materializa y se percibe diferente por
los grupos sociales distintos en cada región del planeta.

Al iniciarse la década de los setenta, la preocupación tenía un claro sesgo ambientalista,


y además reduccionista por centrarse exclusivamente sobre los aspectos de
contaminación y conservación. Hoy esa temática se ha ampliado a la complejidad de la
gestión de los recursos naturales y del sistema natural. De la preocupación por la
conservación de las especies o el deterioro de la calidad de vida, se ha pasado a la
incorporación de una clara dimensión económica, social y política y se ha ampliado la
visión de la problemática ambiental buscando desentrañar las causas del deterioro y sus
implicaciones económicas sociales y políticas en la búsqueda de soluciones, que no puede
ser sólo de tipo ambiental o ecologistas sino que deben tener un alcance sistémico,
global.

La problemática ambiental tiene dimensiones globales que superan límites geográficos,


barreras económicas y posiciones políticas e ideológicas, Pero dentro de esta globalidad
la posición que los individuos y los países tienen en la sociedad y los niveles de desarrollo
económico y social alcanzados por cada país, determinan una percepción diferente y una
forma distinta de jerarquizar los problemas ambientales.

Así, para los países industrializados y prósperos del norte, la problemática ambiental se
inserta en la cuestión general de la calidad de vida. Estos países han superado sus
problemas fundamentales de desarrollo; sus niveles de bienestar medidos por los
indicadores tradicionales de consumo de proteínas y calorías, salud educación, niveles de
ingreso, tiempo disponible para el ocio, etc. han sido alcanzados con creces. No se trata
aquí de luchar para subsistir o satisfacer necesidades esenciales, sino más bien de crear

20
nuevas necesidades, por lo general superfluas, y de satisfacerlas con bienes y servicios
de la mayor calidad y sofisticación posible.

Para los países en desarrollo, muchos de los cuales están aún muy lejos de satisfacer las
necesidades básicas de la mayoría de la población, que enfrenta un pobreza rampante y
un aumento de desposeídos y subalimentados, la preocupación esencial es como utilizar
el sistema natural a fin de acelerar su desarrollo y crecimiento económico sin agotar sus
recursos naturales ni dañar el medio ambiente. Los países en desarrollo están
conscientes de la problemática ambiental pero se ven confrontados con la urgente tarea
de superar la pobreza en condiciones en extremo difíciles; una población en expansión,
relaciones internacionales desfavorables, escasez de recursos técnicos y económico y, en
muchos casos, la inercia de una década económicamente estancada y aún de crecimiento
negativo.

Casi 4000 millones de personas, es decir, tres cuarta partes de la humanidad viven en
los países en desarrollo y están muy lejos del bienestar que gozan los países
desarrollados. No es sólo la carencia de bienestar y la oprobiosa presencia de la pobreza,
sino también un problema de capacidad económica, científica y tecnológica para superar
el subdesarrollo.

Mucho se ha escrito sobre la sociedad mundial como de un sistema con


interdependencias cada vez más estrechas y evidentes. Sin embargo esta discusión
pareciera ignorar la flagrante contradicción entre un centro industrializado y próspero,
que busca en la diversidad la creación y satisfacción de nuevas necesidades y una
periferia que lucha en los cotidiano por sobrevivir. Esta contradicción es en sí misma un
germen de una gran inestabilidad del sistema; los conflictos que surgen de esta brecha
creciente entre desarrollo, bienestar y despilfarro, por un lado, y subdesarrollo, pobreza y
subconsumo, por otro; están en el centro de una potencial crisis del sistema mundial.

EL CRECIMIENTO ECONÓMICO

Desde la inmediata posguerra hasta comienzos de la década del setenta, los países en
desarrollo experimentaron un crecimiento económico, medido por la tasa de expansión
del producto interno bruto, superiores a los promedios mundiales. Sin embargo, en la
década de los setenta y en particular a partir de 1973, marcado por el shock petrolero,
estas tasas de crecimiento empezaron a reducirse drásticamente.

En el período que va de 1960 a 1990 el producto mundial bruto aumentó a una tasa
anual promedio del 3.9 % medido en precios y tasas de cambio constante de 1980. El
producto interno bruto por persona aumentó en los países del norte desde un promedio
aproximado de 5,500 dólares en l960 a 12,600 en 1990, mientras que en los países en
desarrollo se pasaba de 556 dólares a 980 dólares, es decir en circunstancias en que los
países del norte los niveles de ingreso promedio se incrementaron en 127 % en los del
sur el aumento fue de solo 76%. La diferencia de crecimiento se traduce en una mayor

21
disparidad, así mientras en 1960 el ingreso per capita promedio de los países en
desarrollo era equivalente al 10 % del de los países desarrollados, la relación es en 1990
de sólo el 7.8 %.

Dado que la comparación se hace entre promedios muy globales; se oculta que las
disparidades reales son a menudo mayores; por ejemplo, para el grupo de 42 países
calificados de menor desarrollo relativo (a comienzo de los setenta eran 31) que
representan un cuarto de la población mundial, el producto interno per cápita aumentó
en sólo el 60%, por consiguiente en este caso la brecha es considerablemente mayor. En
los más pobres la combinación del débil crecimiento económico, el estancamiento, o aún
tasas de crecimiento negativas, con un crecimiento poblacional relativamente fuerte
resulta, en 1990, en ingreso per cápita de 5 % inferiores a los de 1970. Los promedios
ocultan aspectos distributivos entre países así como una creciente desigualdad interna;
es decir, no solo algunos países han avanzado más lentamente que otros sino que
además en cada país ciertos grupos sociales captan la mayor parte del incremento del
ingreso y la riqueza que genera la economía acentuándose las desigualdades internas.

El informe de banco mundial de 1992 al hacer el balance de la década precisa que el


crecimiento real del ingreso per cápita de los países de altos ingresos fue del 2.4% anual
promedio y que para los países en desarrollo de sólo 1.2%. La desigual evolución de
estos últimos se constatan por el hecho de que en los países del extremo oriente el
ingreso per cápita creció en la década a una tasa anual promedio de 6.3%, y en los del
sur de Asia a 3.1%; en África subsahariana, el medio Oriente y norte de África y en
América latina, las tasas fueron definitivamente negativas: -0.9%,-2% y -0.5%
respectivamente. Los años 1990 y 1991 fueron otra vez de frustración; el promedio fue
de -0.2% para el conjunto de los países en desarrollo y, específicamente para América
Latina, fue de -2.4% para 1990 y 0.6% para 1991.

Dos factores causales de esta evolución están directamente relacionados con a


ampliación de la brecha norte-sur; son la productividad y la dinámica poblacional. La
recuperación de la economía de los países desarrollados se explica en parte por el
aumento de la productividad. En los siete países más industrializados el PIB por persona
económicamente activa aumentó entre 1983 y 1990 a una tasa de 2.5% anual promedio;
en cambio. para América latina se estima en 1990 inferior a la de 1980.

En 1990 la población mundial alcanzó los 5,292 millones de personas, de estos, 816
millones, es decir., 15.4%, habitan en los países desarrollados; 2,838 millones, o el
53%, en los países en vías de desarrollo, el resto 1,229 millones correspondían a la
Unión Soviética y Europa del Este.

En síntesis, mientras que para los países del norte la última década ha sido la de a
recuperación, para el sur se constatan desempeños muy disímiles; así en circunstancias
en que los países asiáticos logran mantener sus ritmos de expansión económica y reducir
la magnitud de la pobreza, la década se cierra para América Latina y África con el
aumento generalizado de pobreza, el deterioro del bienestar y el retroceso económico. La

22
magnitud de lo último se aprecia con cifras de América Latina que señalan que el
producto por habitante en 1988 era de 6.5% más bajo que en 1980 y equivalía al de
1978. De acuerdo con estimaciones del BM entre 1990 y el año 2,000 los pobres de
América Latina habrán aumentado de 108 millones a 126 millones.

Es obvio que los ritmos de crecimiento económico se relacionan estrechamente con los
niveles d satisfacción alimentaria mundial. Las naciones Unidas señalan que el suministro
diario de calorías en el mundo desarrollado ha aumentado desde 90% de los
requerimientos totales mínimos en 1965 a 107% en 1985, mientras que en los países en
desarrollo la cantidad de calorías ha aumentado del 87% en 1965 a 89% en 1985, es
decir inferior al promedio que los países desarrollados tenían en 1965.

La subalimentación y malnutrición son causas de la mortalidad, especialmente de la


infantil. Entre 13 y 18 millones de personas mueren por esta causa, de los cuales 5
millones son niños menores de 5 años. El BM estima que actualmente la población
subalimentada de mundo está en los 800 millones de personas.

Cabe anotar que aproximadamente el 20% de la población mal alimentada y


subalimentada no lo está debido a la escasez o falta de alimentos sino a que no dispone
de un nivel de ingresos suficiente que le permita materializar en el mercado una
demanda mínima por alimentos.

EL DESARROLLO

El desarrollo es un concepto difícil de definir. Estas dificultad surge de la multiplicidad de


dimensiones implícitas en el concepto. Sin embargo, podría afirmarse que siempre está
asociado al aumento del bienestar individual y colectivo. Si bien es cierto que este último
tiende a ser medido sólo por magnitudes económicas, no lo es menos que es cada vez es
más evidente la importancia que se asigna a las otras dimensiones, sean estas el acceso
a la educación y al empleo, a la salud y ala seguridad social, a una serie de valores tales
como justicia social, equidad económica, ausencia de discriminación racial, religiosa u de
otra índole, libertad política e ideológica, democracia, seguridad y respeto a los derechos
humanos, calidad y preservación del medio ambiente.

A sido frecuente considerar a la industrialización como el medio para lograr niveles de


desarrollo, o en otros términos, se acepta por lo común que las sociedades desarrolladas
son aquellas que han experimentado cambios estructurales que las han llevado de una
economía predominantemente agraria a otra en la que las actividades dinámicas y
dominantes son las manufacturas y los servicios.

Hacia fines de la década de los sesenta se resaltó la dimensión social del desarrollo, sin
embargo, es un hecho evidente que la mayoría de las interpretaciones, en especial al
nivel de decisión más elevados, de definición de políticas y planificación, tiende a

23
privilegiar un concepto en el cual priva la idea de crecimiento económico medido por la
expansión del producto nacional bruto.
Desde el punto de vista político, el concepto de desarrollo debe incluir valores tales como
libertad ideológica y política, que puedan expresarse libremente, para lo cual el sistema
político y social debe proveer los mecanismos y canales adecuados. Esto requiere de
instituciones democráticas que sean coherentes con el pasado histórico de cada nación y
el sistema de valores de su población. estos valores, para que puedan materializarse,
necesitan de mecanismos e instituciones que permitan la libre expresión de cada
miembro de la comunidad y su participación en los procesos de toma de decisiones. Es
mediante la participación efectiva que el proceso de desarrollo puede orientarse hacia el
logro de los valores de la sociedad. Este logro es un componente indispensable del
desarrollo, concepto que no puede restringirse a la satisfacción de las necesidades
biológicas de sobrevivencia o materiales creadas por el sistema socio económico.

Desde una perspectiva diferente pero complementaria, el concepto de desarrollo debe


respetar valores de justicia social y equidad económica, impedir la discriminación social,
política, religiosa o económica de todo tipo y garantizar la seguridad individual y
colectiva, así como e respeto a los derechos humanos.

Por fin el desarrollo como meta debe garantizar que los mecanismos, estructuras y
procesos que permiten satisfacción de necesidades inherentes al individuo y a la sociedad
se preserven y desarrollen a su vez, para un mayor bienestar de la sociedad presente y
futura. esto último lleva a considerar de un modo explícito y en su interrelación dinámica
dos dimensiones: la económica y la ambiental.

Hace poco el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, ha acuñado el concepto de


Desarrollo Humano, definido como el proceso que amplía la gama de opciones de las
personas brindándoles mayores oportunidades de educación, atención médica, ingreso y
empleo, y abarcando es espectro total de opciones humanas, desde su entorno físico en
buenas condiciones hasta libertades económicas y políticas.

El PNUD está elaborando un índice que debería reemplazar los tradicionales de desarrollo
vinculados al crecimiento económico. Este índice de desarrollo humano combina
indicadores de esperanza de vida, educación, e ingresos; sugiere además un índice de
libertad humana y uno de libertad política para evaluar la situación en materia de
derechos humanos.

La inquietud por el deterioro ambiental que se hace manifiesta a fines de la década de los
sesenta llevó implícita una violenta crítica del concepto de desarrollo dominante en el
cual prevalecían aspectos económicos, en particular la idea de crecimiento, tanto así que
para muchos desarrollo era (y aún lo es) sinónimo de crecimiento económico.

El debate se polarizó entre una posición extrema que identificaba crecimiento con
desarrollo y veía en el mismo una de las causas fundamentales de la crisis de aquella
época: energética, de alimentos, ambiental. En esta perspectiva el crecimiento/desarrollo

24
era negativo, había adquirido un carácter cancerígeno y la sobrevivencia de la especie
humana y del planeta requería que los crecimientos explosivos, tanto poblacional como el
de la economía, debían terminar. Se acuñó así la expresión de crecimiento cero. Frente a
esta posición de claro carácter neomaltusiano, otras propusieron la revisión del concepto
de desarrollo haciendo explícitas sus múltiples dimensiones, entre ella la ambiental.

Los sesenta y setenta fueron testigos de una crítica despiadada del desarrollo
(crecimiento) visto por algunos como causa primera del deterioro ambiental. Pero la
década de los ochenta presenció el estancamiento y el retroceso del bienestar de una
gran parte de la humanidad. Una gran mayoría de la población mundial tenía ingresos
per cápita inferiores a los de comienzo de la década, sus patrones de vida retrocedía a
los niveles imperantes en la década de los sesenta; sus esperanzas de bienestar se veían
frustradas. La falta de crecimiento económico impidió el desarrollo y se tradujo en mayor
pobreza causando además una mayor presión sobre el sistema natural, fuente última de
subsistencia así como de recursos para el desarrollo.

LA GLOBALIDAD DE LA PROBLEMÁTICA AMBIENTAL

En el curso de las últimas décadas hay un cambio importantísimo en la forma como la


sociedad percibe su entorno natural. La preocupación penetra la opinión pública y alcanza
los niveles de decisión políticos y económicos más elevados, incorporándose en forma
explícita en los programas de partidos políticos, gobiernos y organizaciones
internacionales.

Al mismo tiempo la preocupación por el medio ambiente trasciende lo local y nacional


para proyectarse como problema global. Esta constatación sugiere, a menos, dos
reflexiones: primero el reconocimiento de que la sociedad mundial no vive en sistemas
separados, sino que cada sistema interactúa en un sistema más amplio del cual forma
parte estructural y funcional, y que, por lo tanto, toda acción antrópica tarde o temprano,
tiende a trascender dimensiones espaciales y temporales. Segundo: que la acción
antrópica ha alcanzado proporciones tales que la gestión de sus efectos sobre el medio
natural requiere de una acción global.

56 países enfrentan situaciones críticas de sus bosques tropicales ya que, de no


detenerse el ritmo actual de deforestación, habrán perdido la totalidad de ellos en el año
2000; un informe publicado por el PNUMA señala que los bosques tropicales se eliminan
a una velocidad de 160 mil a 200 mil Km2 por año, las pérdidas de tierras agrícolas y el
deterioro acentuado de áreas de pastoreo, que culminan con la desertificación, han
aumentado en forma alarmante: la FAO estima que entre 5 y 7 millones de hectáreas de
tierra arable se pierde anualmente por degradación y entre 1 y 5 millones de hectáreas
adicionales como consecuencia de salinización, anegamiento, y alcalinización.

La excesiva y predatoria pesca industrial, asociada con la creciente contaminación ha


alterado significativamente el hábitat marino. Entre 20 y 25 mil especies están

25
amenazadas de extinción, y hacia mediados del próximo siglo el 25% de la especies
existente habrán desaparecido o se reducirán a unos ejemplares. La extinción masiva de
especies, o la “erosión genética” es uno de los mayores problemas contemporáneos. El
conocimiento científico disponible ha identificado alrededor de 1.7 millones de tipos de
animales de un total estimado de 30 millones. En el reino vegetal se conocen 240 mil
especies, de las cuales dos tercios están en los trópicos y un cuarto en América Latina.

La contaminación química ha alcanzado dimensiones tales que pocas áreas del mundo y
especies vegetales u animales son eximidas de sus efectos. Residuos de pesticidas se
han encontrado en especies animales que han vivido siempre en la zona antártica,
distante varios miles de kilómetros de las áreas donde tales químicos se producen y
utilizan. Habría que agregar el problema de los residuos tóxicos casi desconocidos hasta
hace sólo unas décadas; la generación de dióxido de carbono (CO2) y otros gases
asociados con el efecto invernadero parecen inducir un aumento de la temperatura de la
atmósfera cuyas consecuencias sobre el clima son difíciles de calcular y más aún de
predecir.

Se anticipa que el aumento de temperatura puede alterar los regímenes de precipitación


pluvial, producir cambios geográficos en relación con áreas aptas para la agricultura y
áreas vulnerables a la desertificación, derretimiento de casquetes polares con la
consecuente elevación de los niveles del agua, mayor producción de iceberg y pérdidas
de tierra por inundación, modificación de poblaciones piscícolas, de la cubierta forestal y
del suministro de agua dulce.

El uso masivo de fertilizantes nitrogenados industriales asociados con el aumento de los


procesos de combustión modifica el ciclo natural del nitrógeno a tal punto que hoy la
actividad antrópica tiende ha igualar la natural. Se ha calculado que por cada 1% de
aumento de óxido nitroso se reduce la cantidad de ozono en 0.2%. Los informe
elaborados a partir de observaciones obtenidas vía satélites, revelan que entre
noviembre de 1978 y octubre de 1985, a reducción total de ozono fue de 2.6%. este
fenómeno se acentúa con el creciente uso de clorofluocarbonos, cuyas concentraciones
han aumentado, en forma alarmante.

Por último el problema creciente en el uso del agua, considerado por tradición como un
bien libre o semilibre hoy es reconocido como uno de los más escasos. Pero no es tanto
su relativa escasez sino más bien el mal uso que se hace del agua y que se ilustra en el
hecho concreto de que los sistemas mundiales de riego operan con eficiencia que no
alcanzan 60% y en algunos países ni siquiera el 30%; si se piensa que la agricultura, y
en especial los sistemas de riego utilizan cerca entre 70 y 80% del consumo mundial de
agua, con cifras que se elevan al más de 90% en el caso de India, España y México, la
importancia de esta ineficiencia es clara, la FAO calcula que 50% de las tierras regadas
del mundo sufren salinización, alcalinización y anegamiento, como consecuencia, justo de
los malos e ineficientes sistema de riego.

26
La toma de conciencia de estos fenómenos ha llevado a preguntarse si la expansión
económica incontrolada no está de hecho destruyendo la base misma sobre la cual se
sustenta la estructura social y pone en peligro las posibilidades de desarrollo
socioeconómico en el mediano y largo plazo. Estos fenómenos revelan la
interdependencia y globalidad que caracteriza la problemática ambiental. Ellos son
percibidos de forma diferente en los países industrializados, y en los países en
desarrollo; en estos últimos la urgencia por superar problemas dramáticos de hambre y
pobreza y aquellos inherentes al subdesarrollo, son mucho más visible y es obvio que
tienen prioridad.

Algunos de estos problemas se originan en las formas de consumo, los patrones de vida
y la dinámica propia de los sistemas industrializados. Los países industrializados con poco
más de 15% de la población del planeta, son los mayores responsables de la
contaminación atmosférica mundial. Al respecto la OECD constata que en 1980, sus
países miembros, todos desarrollados, generaron 149 millones de toneladas de monóxido
de carbono, equivalente al 77% del total generado mundialmente y 37 millones de
toneladas de óxido de nitrógeno ó 54% del total generado y 55 millones de toneladas de
óxido de nitrógeno ó el 50% del total generado por la intervención humana.

A su vez, la producción y uso creciente de CFC (aerosoles, solventes, refrigerantes, etc.),


identificados como la causa fundamental del deterioro de la capa de ozono, se efectúa en
más del 90% en los países industrializados, que además concentran entre 80 y 90% de
la producción, comercio y consumo de productos químicos.

Para la mayoría de la población de los países en desarrollo, que a duras penas logran
sobrevivir, esta problemática es difícil de percibir, lo cotidiano domina sobre el largo
plazo, lo concreto de hoy sobre lo probable de mañana. El acceso de aerosol y
refrigerantes se restringe a porcentajes minoritarios de sus poblaciones y el deterioro de
la capa de ozono es algo demasiado abstracto y lejano, difícil de entender.

La interacción del medioambiente con el desarrollo económico y social se presenta, en los


países en desarrollo, como la ardua tarea de utilizar el sistema natural para solucionar
con rapidez los urgentes problemas del presente; sin con ellos comprometer el desarrollo
futuro. El sistema natural es explotado en estos países no solo para satisfacer la
necesidades de la población local sino que además es el sistema natural el que
proporciona las fuentes de ingreso para financiar la expansión económica y el desarrollo
social del país, adquirir tecnología, llevar a cabo obras de infraestructura básica,
proporcionar educación y salud.

En estos países los problemas ambientales surgen de la presión ejercida sobre el sistema
natural para extraer recursos por encima de sus posibilidades o en forma irracional, y
beneficiarse así de situaciones contingentes favorables del mercado internacional. Es la
presión que resulta de la escasa disponibilidad y el insuficiente dominio del conocimiento
científico y tecnológico, de la asignación de los recursos naturales y los bienes
ambientales a usos inadecuados desde el punto de vista del sistema natural, pero

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aparentemente convenientes desde la perspectiva económica. A veces es la asignación o
conversión de sistemas naturales a usos alternativos que llevan al deterioro, o la pérdida
de funciones del sistema natural o a la destrucción de recursos potenciales cuyo valor no
se refleja en el mercado.

Por ejemplo, en Tailandia la producción de yuca y piña para la exportación. El área


cultivada con yuca aumentó entre 1960 y 1980 de 64.000 ha a 1.042.000; para estos
fines 500.000 Ha. de bosques fueron quemadas por año y convertidas en tierra agrícola.

Uno de los ejemplos que muestran con mayor claridad la globalidad e interacción de la
problemática ambiental con la del desarrollo se tiene en el uso de los recursos naturales
para la producción alimentaria. La tierra ha sido considerada por tradición como un
recurso natural que posee capacidad productiva, o fertilidad renovable. Sin embargo esta
base se ha reducido en forma alarmante. Esta reducción se manifiesta tanto como
pérdida neta del recurso debido a su uso alternativo, como por el deterioro del mismo
que resulta en disminución de su capacidad productiva o fertilidad.

Respecto a lo primero cabe recordar que desde la aparición de la agricultura moderna,


hace unos 170 años, ha habido una pérdida de suelo arables cercana a los 20 millones de
km2, cifra superior a la disponibilidad actual estimada en 14.7 millones de km2. Al
margen de esta reducción impresionante en las disponibilidades materiales del recurso
tierra, y del hecho que se sigue retirando tierra para destinarla a otros usos; la disponible
sufre un deterioro progresivo.

La FAO señala que la pérdida de tierra arable debido a la degradación de los suelos se
estima entre los 5 y 7 millones de Ha. por año, una de las principales causa es la erosión.
Además los grandes proyectos de riego han resultado en un aumento generalizado de la
salinidad y a alcalinización de los suelos, al mismo tiempo que en el descenso de la capa
freática: de las 260 millones de hectáreas regadas en la actualidad, que representan el
18% de la tierra agrícola y producen entre el 30 y 40% de los alimentos mundiales, hoy
entre 20 y 30 millones están severamente afectadas por salinización y entre 60 y 80
millones moderadamente afectadas.

La degradación afecta tanto a áreas de elevados niveles de ingreso y consumo opulento,


en los cuales domina la tecnología más avanzadas y se logran elevados rendimientos,
como a las regiones pobres del sur en las cuales los recursos son escasos.

Hasta mediados de este siglo el aumento de la producción agrícola se logró


fundamentalmente por la expansión del área cultivada, sin embargo al alcanzarse la
frontera agrícola la escasez de tierra se hizo evidente. Desde entonces los aumentos de
producción han resultado de la intensificación de a explotación agrícola; es decir, de los
incrementos de productividad por unidad de tierra cultivada, gracias a la aplicación de
tecnología que combina los avances de la mecanización con los de los insumos químicos,
fertilizantes y pesticidas, variedades cerealeras de altos rendimientos, riego etc. Según la
FAO los aumentos de producción se deben en mas del 55% al uso de fertilizantes cuyo

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consumo aumentó entre 1950 y 1983 de 5 a 25 kilos per cápita. Estos aumentos de
productividad no se dan sólo en el mundo desarrollado, sino que también en el mundo en
desarrollo.

Pero el panorama es más complejo. Por un lado es cierto que el consumo mundial de
fertilizantes ha aumentado, pero de nuevo el promedio mundial induce a engaño, ya que
mientras en la agricultura del norte los consumos son excesivos, alcanzando cifras
superiores a los 740 kg/ha/año, como en Holanda; en algunos países de África
escasamente supera el kg. por Ha., en América Latina no se llega a los 30 Kg por Ha. y
en Asia, a pesar de la revolución verde (es decir, una tecnología intensiva en el uso de
fertilizantes, el consumo de éstos escasamente alcanza a los 49 Kg/Ha. Se puede
establecer aquí un paralelo con la situación alimentaria; sobrealimentación en el norte y
subalimentación en el sur; en ambos casos deterioro ambiental. En el norte el exceso
resulta en elevada contaminación nítrica; en el sur la explotación intensiva de los suelos
sin restituir los nutrientes extraídos se traducen en empobrecimiento progresivo,
deterioro y pérdida de capacidad productiva.

Es interesante notar que la pérdida de nutrientes no se deben sólo a una intensificación


de cultivos, sino al menor retorno de nutrientes naturales al sistema como consecuencia
de la pobreza de la región (África, al sur del Sahara). En efecto, ha sido probado que la
escasez de leña y otros combustibles ha obligado a los campesinos a recurrir a fuentes
alternativas de energías, como los rastrojos y el estiércol, que en circunstancias diversas
habrían retornado al suelo.

Otros fenómenos contribuyen también al deterioro de la base natural de la agricultura.


Así la contaminación atmosférica, entre las que se cuenta la lluvia ácida, es causa de
pérdidas de tierras y cultivos en diversas partes del mundo desarrollado: en los EU
dichas pérdidas es estimada oficialmente entre 5 y 10% de la producción agrícola
norteamericana.

Como se ve, las causa del deterioro son diversas: erosión y contaminación, en
Norteamérica, India y Sudamérica, acidificación y contaminación química de suelos en
Europa, deforestación en África, Asia y Latinoamérica, reducción de las disponibilidades
de agua e irónicamente, al mismo tiempo deterioro derivado de grandes proyectos de
riego; pero lo interesante es destacar que en algunos casos coinciden con situaciones de
riqueza y dominio tecnológico, mientras que en otras están asociadas con situaciones de
extrema pobreza y bajo nivel tecnológico.

En ambos casos privan las consideraciones de corto plazo por sobre las de largo plazo,
pero mientras en el primero la razón fundamental es de sobrevivencia en el segundo está
dictada por objetivos mercantilistas de maximización de beneficios pecuniarios. Aún
cuando en ninguno de los dos casos la explotación del sistema natural es sostenible, es
importante distinguir entre el deterioro del sistema natural debido a un mal entendido
desarrollo o proyectos de desarrollo mal gestionados, y aquel que es consecuencia
inevitable de la falta de desarrollo. En el primer caso recursos financieros y

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conocimientos científicos y técnicos son empleados para el uso predatorio del sistema
natural; en el segundo, la ausencia de esos recursos, asociada con la urgencia de
satisfacer necesidades vitales impide una gestión racional del medio natural.

EL DESARROLLO SOSTENIBLE

Es dentro de este panorama que se inserta el concepto de desarrollo sostenible, que ya


había sido discutido en reuniones preparatorias de la Conferencia Mundial sobre el Medio
Humano de 1972. Desde la presentación del informe de la Comisión Mundial sobre medio
ambiente y Desarrollo, divulgado bajo el título de Nuestro Futuro Común, el concepto se
ha difundido ampliamente. El mayor mérito de la mencionada comisión es haber
rescatado este concepto, plantearlo en una dimensión sistémica y dinámica, y por sobre
todo reconocer sus implicaciones políticas promoviéndolo a los niveles de toma de
decisiones más elevados.

El informe señala que el concepto de desarrollo sostenible no se refiere a un estado


estable, fijo, de armonía, sino a situaciones de cambio: por un lado se resalta el carácter
dinámico del concepto de desarrollo y por otra se reconoce la existencia de conflictos y
de desequilibrios que son en sí mismo reflejo de situaciones cambiantes, dinámicas.

El carácter dinámico tiene que ser examinado tanto en su dimensión cuantitativa de


ritmo o velocidad de expansión económica (crecimiento del producto nacional bruto,
aumento del consumo per cápita, etc.), aspecto privilegiado por las teorías del
crecimiento económico, como también en sus dimensiones cualitativas y desde la
perspectiva de las condiciones que posibiliten ese proceso conducente al mayor bienestar
social.

Todo proceso dinámico tiene dos componentes: velocidad y dirección. La práctica


económica que subraya el crecimiento tiende a minimizar la importancia del segundo, o
lo subordina al primero. El concepto de desarrollo sostenible destaca la importancia que
tiene la dirección del proceso de inversión y la orientación del avance tecnológico. A lo
largo de las últimas décadas la innovación tecnológica y la forma como se ha utilizado el
conocimiento científico tecnológico respondieron al paradigma del crecimiento. En otras
palabras, el cambio tecnológico ha sido funcional a una ideología economicista y
expansionista que, al ignorar las condiciones biofísica y naturales que la posibilitan ha
tenido un efecto predatorio sobre el sistema natural.

Es sin embargo justo reconocer que la necesidad de mantener las condiciones que
permiten el proceso no fueron ignorada por los economistas, pero dado el pensamiento
dominante de la época ellas se concentran en lo económico.

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LOS ANTECEDENTES DEL CONCEPTO

Conviene precisar el significado de la expresión desarrollo sostenible. El examen


cuidadoso del concepto nos revela que ella es en gran medida un anglicismo: proviene de
“sustainable development”. Pero la expresión sajona “sutainable” no tiene la misma
connotación que el término español sostener o sustentar cuyo significado es: mantener
firme un objeto, prestar apoyo, mantener una cosa en un medio o un lugar sin dejarlo
caer o haciéndolo muy lentamente, sufrir, tolerar, conservar una cosa en su ser o estado.
Estas acepciones también están en el vocablo inglés, pero este último tiene además una
connotación dinámica positiva, avanzar continuamente, mantener la andadura o la
marcha, resistir sin ceder, perseverar en el esfuerzo. La expresión inglesa se refiere a un
proceso cuyo ritmo hay que mantener, es una concepción dinámica, no estática, que
introduce una visión temporal de largo plazo. Mientras el vocablo español da la idea de
un esfuerzo necesario para evitar que algo caiga, o para “conservar una cosa en su
estado”, la inglesa se refiere al esfuerzo necesario para que un proceso dinámico se
mantenga superando los escollos que pueda encontrar, obliga por lo tanto a la
identificación de las condiciones necesarias para que el sistema no solo sobreviva sino
para que pueda seguir avanzando.

La idea de un esfuerzo sostenido, no es nueva en la discusión del desarrollo económico,


en realidad ella aparece en forma explícita en las teorías del crecimiento económico, que
lo consideran tanto como objetivo o meta a lograr, así como desde la perspectiva de las
condiciones que lo posibilitan. El premio nobel de economía Simon Kuznets nos dice que
el crecimiento económico consiste en el incremento sostenido del ingreso per cápita, se
da en un proceso de cambio estructural sostenido, de largo plazo, caracterizado por el
aumento progresivo de a participación relativa de los sectores no primarios en el
producto del país, tendencia que no debe verse alterada por eventuales fluctuaciones de
corto plazo o situaciones coyunturales.

Con relación al segundo aspecto, es decir, las condiciones que posibilitan la expansión
sostenida del ingreso per cápita y el cambio estructural, la atención de los economistas
se ha centrado en el proceso de inversión. La preocupación fundamental era mantener el
nivel de empleo de la mano de obra y de los recursos productivos en general, y con ello
los de ingreso, necesarios para que no cayera la demanda efectiva. El análisis económico
llegó en ese entonces a la conclusión de que esa condición es un proceso continuo y
creciente de inversiones. Se explica así la preocupación por un proceso sostenido que
actúa tanto por el lado de la demanda como por el de la oferta: asegurar los niveles de
ingreso y de demanda efectiva por el pleno empleo de los factores productivos en un
proceso de transformación estructural de largo plazo.

Con el correr del tiempo se demostró que dicha condición no era suficiente y que se
dejaba de lado la base que permite al sistema social producir los bienes materiales que
necesita para sobrevivir y desarrollarse. Los problemas ambientales que empezaron a
percibirse en la década de los setenta y que se hicieron más tarde evidentes llevaron a
una visión pesimista sobre el porvenir de las sociedades y al renacimiento de ideologías

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neomaltusianas. La manifestación concreta de esta reacción fue la crítica despiadada de
lo que se denominó el paradigma del crecimiento y el planteamiento de la falsa
alternativa entre desarrollo y medio ambiente, traducida económicamente en la idea del
crecimiento cero.

Una corriente (ecodesarrollo) recogió gran parte de las críticas al concepto de


desarrollo/crecimiento, entre otras aquellas referente a patrones de consumo, a los
sistema de producción y sus escalas, los estilos tecnológicos, la alienación del individuo y
los pueblos, a la actitud predatoria sobre los recursos naturales y el medio ambiente, e
incorporando ideas en boga tales como la de autodeterminación, las escalas de
producción reducidas (“lo pequeño es hermoso”), la preferencia por lo recursos
renovables frente a los no renovables, los conceptos de tecnologías adecuadas o blandas,
la conservación del medio natural y así sucesivamente, acuño la expresión de
“ecodesarrollo”. Este concepto se apoya en el de ecosistema, ya que a decir de sus
autores, este último abarca tanto el sistema natural como el contexto socio cultural y
reconoce el fenómeno de la diversidad, que sugiere una pluralidad de soluciones a la
problemática del desarrollo. Así entonces el ecodesarrollo implica que las sociedades se
organizan en función del uso racional de sus respectivos ecosistemas, los que se
valorizan gracias a la adopción de tecnologías adecuadas al mismo. Supone también
basar el desarrollo sobre el esfuerzo propio, y la recuperación de los valores
tradicionales, asumiendo la responsabilidad decisional, esto es, la autodeterminación. En
síntesis, la estrategia era transformar las crisis del momento en un viaje hacia “otro
desarrollo” o un desarrollo “alternativo”.

Una actitud diferente es aquella que busca la integración de las dimensiones ambientales
en la estrategia de desarrollo, no rechaza el objetivo del crecimiento económico; más
aún, reconoce explícitamente su necesidad.

Frente al rechazo del progreso tecnológico (“deshumanizado y determinista”) se resalta


la necesidad de crear mecanismos para la orientación y el control social de la generación
y la aplicación de la ciencia y la tecnología., se subraya la profunda y creciente
interdependencia de los sistemas mundiales, sean estos sociales, económicos o
naturales, se propone la incorporación explícita de las dimensiones ambientales en la
problemática del desarrollo y se propugna la gestión racional del sistema natural y la
necesidad de superar las contradicciones entre una praxis regidas por el corto plazo
frente a implicaciones de largo plazo de decisiones y actividades que involucran al
sistema natural.

Si bien los años sesenta fueron testigos de una crítica despiadada del
desarrollo-crecimiento visto como una causa primera del deterioro ambiental, para los
año ochenta presenciamos el estancamiento y retroceso de gran parte de la humanidad.
Al iniciarse la última década del siglo una gran mayoría de la población mundial tenía
ingresos per cápita inferiores a los de fines de la década del sesenta. La falta de
crecimiento económico impidió el desarrollo y se tradujo en una mayor pobreza causando

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creciente presión sobre el sistema natural, fuente última de subsistencia, así como de
recursos para el desarrollo.

En estas circunstancias adquiere plena validez el concepto de desarrollo sostenible que


explícita la íntima, inevitable y mutua interdependencia entre sistema natural y
desarrollo. Si el primero constituye la base de todo progreso y bienestar social
proporcionando los recursos para su logro, es el crecimiento económico el que provee los
medios financieros, científicos, técnicos y organizacionales que permiten la utilización
racional y eficiente del sistema natural, así como su preservación.

Según la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, el concepto de desarrollo


sostenible es complejo y envuelve distintas dimensiones. Resalta que es necesario
“asegurar que las necesidades actuales se satisfagan sin comprometer la capacidad de
las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades”, hace referencias a
límites, “tanto aquellos impuestos por el estado actual de la tecnología”, como los que
impone “la biosfera para absorber los efectos de la actividad humana. Indica la necesidad
de condiciones igualitarias y se refiere a la dirección de las inversiones, la orientación del
desarrollo tecnológico, los cambios institucionales y la “voluntad política” para lograr el
desarrollo sostenible.

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