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La crisis religiosa y social dio paso a buscar en la razón la solución a una gran variedad de

problemas, que estaba enfrentando Europa a mediados del siglo 17. De lo que surgió la edad de
la razón en la que científicos dieron a conocer diferentes ideas y visiones acerca del mundo las
cuales contradecían las creencias que ya tenían las iglesias. Galileo estableció que la tierra gira
alrededor del sol mientras que las creencias religiosas afirmaban que la tierra es el universo y
que gira a su alrededor. En cambio, Descartes en su discurso del método le dio superioridad a la
razón. Este decía que no tenía una idea clara sobre la visión del mundo, pues para él la opción
más valida eran las matemáticas. Descartes por medio de su obra estableció diferentes maneras
de ver el mundo.

(técnica integración, párrafo 2).

En el siglo 17 XVIII, Europa estaba dominada mayoritariamente por monarquías absolutas y


dividida en zonas de distintas confesiones religiosas. Los conflictos bélicos que se originaban,
incluso de religión, tenían como trasfondo el equilibrio político. Las exploraciones y los
descubrimientos agudizaron la lucha entre los diversos estados europeos por el dominio de los
mares y sus rutas, así como por la exploración de los recursos de las tierras recién
descubiertas, que, junto con la importación de las grandes cantidades de oro y plata,
supusieron un gran impulso para el capitalismo en Europa. Los nuevos avances técnicos
permitieron el desarrollo de la Revolución Industrial, con la consecuente explotación del
incipiente proletariado.
La crisis religiosa y social que atravesó la sociedad europea desde finales del siglo XVII llevó a
buscar en la razón la solución a todos los problemas. Ésta se aplicó en el pensamiento, en la
ciencia, en la técnica y en la económica. Todo este cambio mental se fue desarrollando
lentamente a lo largo del siglo XVIII, llamando también la Edad de la Razón o Siglo de las Luces,
gracias a la aparición de nuevas ideas y visiones del mundo como las que aportaron Galileo y
Descartes que, poco a poco, fueron haciendo mella en una sociedad en la que la fe pasó a un
segundo plano. Francia, ya desde la segunda mitad del siglo XVII, fue el indiscutible foco
central de toda esta transformación, tanto económica como científica y filosófica.

El primer paso lo dio Galileo Galilei, al que se considera el primer científico moderno. Galileo
observó con su telescopio que la Tierra gira alrededor del sol, oponiéndose así a la teoría
geocentrista de la Iglesia, que siguió afirmando que la Tierra era el centro del universo, que
todo giraba a su alrededor y que por encima de la Luna nada se movía. Para las instituciones
eclesiásticas cambiar la visión del universo podía poner en duda la propia existencia de Dios,
por lo que la Inquisición lo acechó implacablemente y lo retuvo durante largo tiempo hasta
que abjuró de sus teorías.

En cambio, en su discurso del método le dio superioridad a la razón. Este decía que no tenia
una idea clara sobre la visión del mundo, pues para él la opción más valida eran las
matemáticas. Descartes por medio de su obra estableció diferentes maneras de ver el mundo.

Si en el campo de la ciencia Galileo puso en duda la visión del mundo cristiano, en el campo del
pensamiento fue René Descartes quien trastocó las creencias religiosas dando prioridad
absoluta a la razón. En su obra Discurso del método, Descartes mostraba su decepción por
siglos y siglos de debates filosóficos que no habían conseguido proporcionar una base sólida
sobre la que asentar la visión del mundo. Para Descartes, la opción más válida eran las
matemáticas. El pensador francés buscaba el saber en sí mismo y en el mundo, por lo que
dedicó su juventud a viajar. En el Discurso del método estableció las reglas para evitar el error.
Empezó por ponerlo todo en duda, incluso la propia existencia. Al igual que Calderón en La
vida es un sueño, Descartes se planteó cómo podía el hombre distinguir el sueño de la realidad
si en ambos estados podían ocurrir las mismas cosas. A este punto de partida se le denomina
“duda metódica”, y la primera verdad que escapa a toda duda es la de “pienso, luego existo”.
Para Descartes la existencia de este yo innegable también suponía la existencia de Dios, quien
garantizaba que la vida no era un sueño y evitaba la aparición de un genio maligno que
impidiera al hombre ver la realidad. Descartes atribuyó a Dios la facultad de poner en marcha
el mundo, pero una vez en funcionamiento, el hombre se valía de sí mismo para enfrentarse al
mundo y dominarlo a través de la razón. Basado en la escolástica tardía, en el 44 humanismo
renacentista y en la nueva ciencia, el pensamiento cartesiano es el inicio de la modernidad,
algunos de cuyos tópicos anticipa: el carácter analítico entre intuición y deducción, el
planteamiento de una teoría del conocimiento y una gran fe en un progreso científico ilimitado
que debe hacernos “dueños y señores de la naturaleza”.

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