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De la Carta de Atenas a la Carta del Nuevo

Urbanismo
¿Qué significa para Latinoamérica? (1)
Clara Irazábal

Un nuevo movimiento, llamado Nuevo Urbanismo (NU), está ganando momento de una manera
notoria en la palestra de discusión sobre planificación, diseño urbano, y arquitectura en
Norteamérica. Por ello me pareció importante intentar describirlo y analizarlo para Entre Rayas,
de manera de despertar conciencia y sentido crítico sobre el mismo, antes de que sus influencias
lleguen a Venezuela, si es el caso de que no la hayan alcanzado ya.

En los últimos años, distinguidos arquitectos, planificadores, y profesionales de otras disciplinas


en los Estados Unidos han llevado a cabo congresos, han diseñado y construido varias
comunidades urbanas y, quizá todavía más impactante, han elaborado una Carta, muy a la usanza
de la Carta de Atenas del movimiento moderno, producto del CIAM (y en franca contestación a
ésta), que pretende marcar pauta a nivel nacional sobre la manera de concebir o intervenir el
espacio urbano.

El movimiento surge básicamente como respuesta al incontenido crecimiento de los suburbios en


Estados Unidos, especie de grandes urbanizaciones que, sin ser ciudad o campo, tampoco logran
definir un carácter propio entre estos extremos que les dé sentido de lugar. Los suburbios
norteamericanos, y esto ocurre también en las ciudades satélites que han crecido alrededor de las
grandes urbes venezolanas, carecen de una adecuada mezcla de funciones que permita a un
grupo significativo de sus habitantes trabajar y desarrollar otras actividades sociales en su propio
vecindario. Las personas dependen excesivamente de sus automóviles privados, porque el
transporte público, cuando existe, es insuficiente o no está adecuadamente ligado a la red urbana
para acceder fácilmente.

Los diseñadores del Nuevo Urbanismo, con un estilo al que también se le ha llamado
Neotradicionalismo, o Urbanismo Sustentable, están a favor de comunidades más pequeñas y
densas que los suburbios tradicionales, con límites definidos y donde exista una adecuada mezcla
de funciones que incorporen espacios recreacionales, comerciales, institucionales, y laborales en
estrecha vinculación con residencias de varios tipos. Estas viviendas serían accesibles a diversos
grupos socioeconómicos, y serían adjudicadas de manera en que propicien la diversidad también
en términos de edad, sexo, raza, etc. Los viajes fuera del vecindario son minimizados,
reduciendo la dependencia del carro, y la contaminación y el consumo de energía que ésta
genera. Las distancias de un lugar a otro podrían ser recorridas a pie, y se podría acceder
caminando a estaciones de transporte público (autobuses, trenes, metros, y otros, según el caso),
que conecten con otras comunidades similares. Todas estas características propiciarían el
carácter único del lugar, y la sensación de pertenencia a la comunidad del grupo de habitantes
que allí convivan.
Pero mirando un poco hacia atrás, y retomando la idea planteada en el título del artículo, voy a
esbozar una comparación entre la Carta de Atenas (CA) y esta Carta del movimiento Nuevo
Urbanismo (CNU). Además, trataré de entrever cuál puede ser el impacto de esta última en
Venezuela.

La Carta de Atenas fue elaborada por un grupo internacional de arquitectos después de una serie
de congresos en los cuales se discutió cómo el paradigma de la arquitectura moderna podía
responder a los problemas causados por el rápido crecimiento de las ciudades, causado, entre
otros factores, por la mecanización en la producción y los cambios en el transporte. En el IV
Congreso del CIAM, este grupo de profesionales y visionarios finalizó la Carta de Atenas,
después de haber analizado 33 ciudades de las más diversas latitudes y climas en el planeta. Por
lo tanto, sus observaciones y recomendaciones tenían un sentido bastante universal.

Por el contrario, el Nuevo Urbanismo es un grupo localizado en los Estados Unidos, que centra
su discusión básicamente en la problemática de la ciudad norteamericana de finales del siglo
veinte. Esta ciudad difiere significativamente de la típica ciudad latinoamericana. Sin embargo,
ambas presentan graves problemas urbanos y se encuentran en un momento coyuntural, en el que
se ha hecho evidente que deben hacer cambios importantes y fijar estrategias de desarrollo
diferentes que les posibiliten una entrada más saludable y vital en el tercer milenio. Para América
Latina, el problema no sería tanto la proliferación de los suburbios de baja densidad, sino el
crecimiento anarquizado de las ciudades, el desequilibrio de las funciones urbanas, y el
desbalance entre el espacio público y privado, entre otros. Pero los lineamientos de la CNU
podrían ayudar a resolver los problemas de la inexistencia o ineficacia de controles legales y de
instancias gubernamentales, y los desequilibrios de las fuerzas del mercado, que son, entre otras,
las causas de los desajustes, tanto en el norte, como en el centro y sur de América.

Volviendo a la comparación entre las dos Cartas, aunque en la CA se reconoce que las
posibilidades de influenciar los destinos de las ciudades requieren una combinación de factores
políticos, sociales y económicos, la Carta enfatiza excesivamente el potencial de la arquitectura y
la planificación como definitorios de la forma de la ciudad. Esta es una manifestación de un
fenómeno que algunos reconocen como la falacia física, una fe casi ciega en las cualidades
redentoras del diseño para resolver los problemas urbanos. La posición del NU, al menos en lo
expresado en su Carta, es más balanceada en ese sentido, reconociendo que las soluciones físicas
por sí mismas no resuelven los problemas sociales y económicos, y que el arquitecto o
planificador debe estar acompañado por un grupo multidisciplinario de profesionales y una
amplia base ciudadana, así como de una voluntad privada y pública y una confluencia de
consenso y recursos, para orquestar exitosamente la creación, transformación, o restauración de
cualquier paisaje urbano.

Más allá de las transformaciones físicas derivadas de sus lineamientos, la CNU tiene como meta
la transformación de las políticas urbanas en los Estados Unidos. Aunque la CNU parte de la
reflexión de una realidad urbana diferente a la de Venezuela, sus objetivos, y en muchos casos
las estrategias de planificación, diseño urbano, transporte, y arquitectura a nivel regional,
comunal, y local, resultan posibles puntos de partida desde los cuales construir políticas urbanas
más acordes con los requerimientos y posibilidades del país.
Como es conocido de todos, la CA propone cuatro funciones básicas en la ciudad: habitación,
trabajo, recreación, y circulación. Así, la Carta en sí misma se organiza bajo estos encabezados,
exponiendo observaciones y requerimientos para cada uno. La organización de la ciudad en la
práctica moderna es tratada también de esta manera discreta, separando en ella cada una de las
funciones identificadas. Aunque la CA sinceramente pretendió incrementar la calidad de vida y
el nivel de seguridad en las ciudades, ha sido ampliamente demostrado en diferentes ejemplos
urbanos en todo el mundo, que este modelo fracasó. Basados en estas experiencias muchas veces
tristes e incluso dramáticas, y en su comparación con estilos de vida que han surgido en
comunidades urbanas neotradicionales, la Carta del NU enfatiza la necesidad de diversidad
social, mezcla de actividades y tipos de circulación, accesibilidad peatonal, participación
ciudadana, y respeto a la expresión de la cultura local.

Ya existen varias comunidades que han sido diseñadas basándose en los conceptos de la CNU,
llamando la atención tanto de profesionales como del público general: Seaside en Florida, en
1981, un ejemplo pionero para el movimiento de NU; y más recientemente, Celebration, en
Florida; Suisun City y The Crossings, en California, etc., diseñadas en los noventa. Estos
ejemplos se han convertido en un campo de experimentación e inspiración para los nuevos
urbanistas, que comienzan a trabajar en centros de ciudades deteriorados, y suburbios por
doquier, buscando maneras de reedificar su diversidad social, y su sentido de lugar y de
comunidad. Como éstas son ambiciones más o menos universales, algunos diseñadores han
contrarrestado, con los principios del Nuevo Urbanismo, el cuestionable desarrollo urbano que
han propiciado algunos grandes grupos de arquitectura en Asia, emulando los rascacielos de
Nueva York o Chicago. Otros se han atrevido con algún proyecto en Centroamérica. Y las
oportunidades de desarrollos semejantes va en aumento, en la medida en que crece la promoción
y la aceptación de las ideas de la CNU.

No obstante, una gran dificultad para estas propuestas del NU es la factibilidad económica, tanto
de los gobiernos locales o agencias privadas para diseñar, construir y administrar este tipo de
proyectos, como para los usuarios potenciales de acceder a las unidades residenciales. Aun
cuando se realizan en etapas, estos proyectos resultan muy costosos, por lo que sectores de la
población quedan incapacitados para adquirir o rentar una vivienda. En este sentido, las
soluciones físicas implementadas hasta ahora por el NU no parecen ser una alternativa
fácilmente reproducible frente al crecimiento suburbano, a pesar de que la moderada densidad
que proponen estos asentamientos favorece el ahorro en infraestructura y servicios.

En este punto puede resultar iluminador volver atrás la vista y reevaluar la agenda social bajo la
Carta de Atenas, en la que se expone que cada individuo debe tener "acceso a las alegrías
fundamentales, el bienestar del hogar, y la belleza de la ciudad", de manera de buscar las
opciones legales, financieras, tecnológicas y políticas que hagan esto viable. El NU debe también
mirar, como el CIAM hizo, más allá de los límites de los Estados Unidos para reconocer,
analizar, y eventualmente formular recomendaciones acerca de los fenómenos urbanos globales.
Para mencionar un solo dato, se estima que para el año 2000 (¡en sólo 3 años más!), habrá 50
ciudades de más de 15 millones de habitantes en el mundo, y aproximadamente 40 de ellas
estarán en el tercer mundo. Las consecuencias de esta realidad afectarán el planeta entero en
diversas formas. El movimiento del NU no puede ser neutral o indiferente a estos problemas,
pues las repercusiones inevitablemente se harán sentir en la vida urbana norteamericana. Un
enfoque más amplio como herramienta de análisis y predicción, como el que sostuvo el CIAM,
sin ser garantía, podría mejorar y universalizar significativamente las proposiciones de la CNU.

Estas son, quizá, las comparaciones más evidentes entre la Carta de Atenas y la del Nuevo
Urbanismo. Las diferencias podrían analizarse en diferentes planos, desde lo más general hasta
aspectos muy específicos. Entre las más destacadas están: el carácter más universal de la CA vs.
el carácter nacional de la del NU; la creencia optimista en la arquitectura y el urbanismo como
fuentes de cambio de la CA vs. una visión más realista del rol del diseño dentro de la
complejidad de factores que influencian el destino de las ciudades que plantea el NU; el
postulado de la arquitectura moderna como el modelo para rescatar y reordenar las ciudades y
propiciar salud y felicidad al individuo y a la colectividad de la CA vs. lineamientos de diseño
más generales que trascienden estilos y enfatizan la creación de unidades dentro de una jerarquía
urbana (región, vecindario, distrito, corredor, cuadra, calle, edificio), de manera de promover la
apropiada mezcla de funciones y gente, acrecentar la vida pública, y hacer uso más racional de
los recursos.

Aunque las propuestas del NU están siendo intensamente discutidas y exploradas en escuelas,
foros, y publicaciones de arquitectura y urbanismo, en la Internet y en la práctica profesional,
aún hay mucho por debatir. Sus implicaciones, la evaluación del desempeño de las todavía muy
pocas y jóvenes comunidades que han sido creadas bajo sus planteamientos, su validez universal,
y su factibilidad económica (para inversionistas, constructores, y usuarios), son, entre otros,
tópicos para discutir y reflexionar más profundamente.

Notas
1
Artículo publicado originalmente en la revista Entre Rayas.

Sobre el autor

Clara Irazábal. Arquitecto (UCV, 1987). Magister Scientiarum en Planificación Física y Diseño
Urbano (Instituto de Urbanismo, UCV, 1993). Master en Arquitectura (Universidad de
California en Berkeley, 1994). Estudios de Doctorado en Arquitectura (Universidad de
California en Berkeley).

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