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t< g a n z l9 1 2
Edward Hallett
Carr
Los exiliados rom ánticos
(B ak u n in . H erzen . O garev)
sa rp e
g a n z l9 1 2
Tibio orf#ufe The Romantie ExÜes.
Traducción: VVi»e*fK»ae*.
6 AaMtnnt.
t i POf U j m * 5 ^ £ j t a SARPE, 1965
Pedro Tcurinu 8. 28030 Madrid.
Traducción cedkü por Editorial Anagrama.
Depósito leflal . M 12.778 - I9É3.
ISBN: 84-7291-796-1 (Uww 16 *J,
ISBN: 84-7291-736-6 lokra compkUf
Impreco en EjpajU-PrintaJ in Spún.
Imprime: Criticas Futura.
«Los exiliados
-
románticos»
__ gunda mitad dci si
glo XIX se encuentra pletórica de exiliados de corte liberal que
han debido huir de sus países de origen como consecuencia de
la imposición en dios de regímenes tradicionales, en nada dispues
tos a conceder el menor asomo de libertad a quienes mantienen
posiciones de rompimiento con el pasado. En este libro. Carr se
aparta en cierto sentido de su modo habitual de historiar, desper
sonalizado y riguroso, para pasar a tratar la existencia de estos
exiliados románticos rusos por la Europa del momento.
Mezcla Carr en sus páginas los episodios de valor histórico con
aquellos referidos a la intimidad familiar de sus protagonistas, Hcr-
zen. Bakunin y Ogarev. Estos intelectuales exiliados se aposentan
en una Europa que ya va superando gradualmente los condicio
nantes románticos que poseyó en un principio el movimiento libe
ral, Ellos proseguirán todavía durante algún tiempo manteniendo
estos postulados de acción política, instrumentados frecuentemente
en el uso de la conspiración y de la intriga. Aquí podría —salvando
distancias ideológicas— establecerse un parangón entre el libera
lismo ruso y el español, abocados ambos al fracaso, a la regresión
en el tiempo y al apartamiento ftsico de sus miembros componentes.
Estos teóricos de la revolución sirvieron posteriormente, con
ocasión de la plasmación práctica de la misma tras 1917, para ba
sar en el plano intelectual las acciones que los ejecutores de la
íuLnius efectuaban por entonces. Cabe preguntarse cuál hubiera
sido d destino de estos hombres caso de haber vivido aquel Octu
bre; otras personalidades de índole similar no superarían las eta
pas iniciales del proceso revolucionario, al que condenaron por
apartarse de unos planteamientos ideales a los que habían consa
grado toda su dedicación hasta entonces. La obra se ensambla de
esta forma perfectamente con el resto de la producción d d histo
riador británico, que se alza como d más efectivo estudioso y tra
tadista de la historia de Rusia a partir del triunfo revolucionario.
Pero Carr. en otras de sus obras —que se incluyen en la bi
bliografía que sigue—, no sólo trata cuestiones estrictamente ru
sas. Por el contrario, observa con atención y agudeza temas como
el de la Europa de entreguerras, la historia de Rusia, d judaismo.
lo\ mmémtUm 1
fe ú ra s polfticas d e especia) significación o aspectos diversos d d
socialism o y de) com unism o. Con la misma lucidez de siem pre.
C arr vuelve aquí a m anifestarse com o d m ejor estudioso de la pro
blem ática del socialism o teórico y aplicado.
Lo que otorga, sin embargo, al historiador británico su verda
dera significación en el plano bibliográfico es una ¿pan historia
de la Rusia Soviética. Dotado de la gran capacidad de síntesis car
gada de elementos informativos que constituye el rasgo más acu
sado de las escuetas histortográficas británicas. Carr ha elevado
una ordenada y vasta construcción que reúne perfectamente en
samblados tanto planteamientos teóricos como realizaciones prác
ticas plasmadas en la realidad contemporánea.
La mera relación de cada uno de los cuatro sectores que com
ponen esta obra, a (a que dedicó una labor de treinta arios, sirve
para expresar por sí misma d alcance de sus objetivos y la cober
tura de su tratamiento. Entre los arios 1917 y 1929. establece con
profundidad los apartados referentes a la realización práctica de
la revolución, el periodo denominado de •intenre$>o* que contem
pla d ascenso de Stalin. la puesta en vigor de la política de un
obligado ■socialismo en un solo país*, para pasar fi raímente a tra
tar con gran minuciosidad de las bases de la economía planificada.
Adoptando las posiciones más objetivas posibles para todo his
toriador que trata de observar d pasado con rigor. Carr consigue
vencer toda negativa posibilidad de fácil manique&mo. dominan
te de íurnui Uii seiuudd* cu su tiempo con respecto a b tan mitifi
cada y. a la vez. denostada revolución bolchevique. Si en d mun
do tuvo una fuerte repercusión la aparición de esta obra a partir
del ario 1950. en España su publicación, veintidós arios mas tar
de. vino a representar la presenda de un material dotado de una
alta calidad en todos los sentidos, que superaba ya de forma defi
nitiva a la mayor parte de la literatura histórica accesible en nues
tro país acerca del fenómeno que ha determinado la evolución d d
mundo durante todo este agitado y convulso siglo.
Liberalism o y rom anticism o
Los antecedentes
________________________ d d siglo XIX. el liberalismo apare*
mitad
ce como la primera fuerza dirigida en contra de los restos del orde
namiento anterior, que se mantenían en diferente grado en algunos
países o que habían sido restaurados tras la caída del sistema bo-
napartista. La ideología tiberal. considerada en sentido amplio, tiene
una validez prácticamente genera) para los países europeos, inde
pendientemente de sus mismas características, que son las deter
minantes de cada una de las formas particulares adoptadas por
el común pensamiento general.
Todos los autores que han tratado el tema del liberalismo coin
ciden en que esta forma especial de pensamiento tenia unas pers
pectivas globaftzantes. teóricamente consideradas, de todos los as
pectos componentes de la vida de los hombres en sentido indivi
dual y de las comunidades en sentido general. Sus rasgos indivi
dualistas y dirigidos hada los principios del conocimiento y la ver
dad le harán parecer un elemento subversivo para el sistema esta
bleado. negador de ambas posibilidades.
T ímiUi cu d piano político como en d económico —y en d so
cial en general—, el Uberattsmo plantea la posibilidad de adopción
de una amplia serie de fórmulas de ordenación. £1 plano político,
donde exige una plena separación de poderes —legislativo, ejecu
tivo y judicial—, se muestra como la amenaza más peligrosa para
la autoridad constituida de forma incontestable. Pero todavía en
esta etapa de la historia de Europa los advérsanos d d poder son
los burgueses, que han conocido por un momento los disfrutes
d d poder efectivo, y retom an una y otra vez en sus intentos por
recuperarlo. La burguesía, defendiendo de forma manifiesta sus
intereses como dase dotada de cohesión, lucha repetidamente por
la imposición de los principios que la informan, y que por supues
to nada tienen que ver con los intereses de las dases trabajado
ras, todavía en estado de desunión en esos momentos.
9
H Carr
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Cdm tfd H C an
Fechas clave
De Carr
Estudios sobre la revolución. Madrid. Alianza, 1970.
Ijj revolución rusa, d e Lenm a Stabn. 1917-1929. Madrid, Alian
za. 1981.
Q f Napoleón a Stabn y otros estudios de historia contemporánea.
Barcelona. Crfbca. 1963.
Historia de ta Rusia Soviética. Madrid. Alianza. 1972.
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C a pítu lo F rimeho
LA PARTIDA
£1 sábado IS de enero de IS47 on grupo de viajeros dejó Moscú en
d m carruajes forrados con pieles para protegerte del frió invernal B
grupo constaba de diez personas: Alejandro Herzen. su esposa. Natalia:
sa i tres Mjos —Alejandro (o Sacha, en dim inutivo), de siete aftos; Kolya,
de tres, sordom udo, y N atalia, la más pcqoe&a, que contaba dos aóos— ,
la madre de Herzen. Luisa Kaag; dos amigas que vivían a expensas de la
t a n t a . un alemán báltico llam ado Kart Soom nbcrg. q u e aftos atrás
lAMa sido traído de Reval com o ayo de Herrén y que actualm ente
á ra n ip iA ib a el com etido de mayordomo, y una ni Acra. En el pasaporte
y H errén, valedero para te n meses, te hacia constar que v iaja ta con su
■ t a t a t a r i s Alemania * Italia jww ««M m; de tshsd de « —
Una pequefla cohorte de amigos, onos veinte en total, acom pasóles
'tan ta la pri mera posta más allá de Moscú. Su nom bre —« a traducción
« t a r r o Negr o- hubiera constituido una amenaza pura los viajeros en
U áh h n a estación del aAo. pero en aquellos m om entos la nieve cubría la
lim a , lo que resultaba excelente para los carruajes provistos de
¿mitrante*. Reinaba e a el grupo cordialidad y buen hum or. Nadie
peinaba que Herzen ealuvtcra volviendo la espalda a M oscú por últi
ma v rr
Al día siguiente llegaron a TVcr y Herzen m andó una jocosa nota a
Ofanovsfcy. uno de los- amigos que dejaron en Barro Negro.
Nosotras nU m ot lodo» Ktca Sacha está comento. Naiala (la segunde *) rtuk
coolcnu Lamban y Koiya. m«golfeo. aorpta todas t a tora modid»ck»peop»n de
un viaje, que no contribuye precitamente al Hea-ftre de la vida en el interior de
un coche, con cuatro naljK por delante y SoArtenberg por detrás en vrrdc
espinaca.
Te hablará de tas despedidas de kM diat t t y Id cuando n t i deacatuado.
La niAera tropezó con Natalia y k dio con la cabrea en el Mido, lo que añadió
macho regocijo a ouettra pame de phfttr
Bueno, saludos para todo», metuyendo Korsh y Cía- y nu profunda gratitud
por vuestro» pensamiento* y sentimiento», que me han acompaftado en esta
jomada Adida El camino c« bueno-.
Dice Mclgunov que en la amistad es menester algún elemento, algo mis
relacionado con k» Knnmienio» que con nuestra intdifrnaa o nuestra
simpatía Pero no; soy meapar de «presarme; he comido demasiado bien a
base óe esturión y jerrr.
Los Herzen. m ando y m ujer, no eran única mente primos herm anos,
sino que. además, am bos procedían de origen irregular. Ambo* eran
hijos ilegítimos de dos ricos herm anos llamados Yakovlev. Los Yakovlev
eran una antigua familia de la noblexa moscovita, pero durante varias
generaciones no hablan ocupado ninguna posición sobresaliente. La
auioindulgencia se habla convertido en una tradición que los dos
hermanos mantuvieron dignamente. Ambos se retiraron de todo servicio
público a tem prana edad para vivir una vida ociosa Ambos prefirieron
ímir A f )»• i«mitftcieft*« y c M í^ scjcrcs de un kg*¡ y
aprovecharon al máximo los privilegio» feudales que les confería d
sistema de servitud Todos sus hijos nacieron de uniones irregulares.
Sin embargo, a pesar de la sorprendente similitud de condtctODO d d
respectivo nacimiento, la educación de los dos prim os fue muy distinta.
Iván Yakovlev. padre de Alejandro Heneen, habla servido com o caparán
de la guardia, si bien reounctó a su cargo para d más cómodo papel de
maiode imagimafrr. De una visita a Alemania trájosc con d a Enriqueta*
Guillcrmme-Luisa Haag. de dieciséis años, hija de un respetable pero
nada distinguido funcionario de S iu ttg a n . que se convirtió en su
concubina y, en los últimos año», en su enfermera: y aunque nunca se
casó con ella, ocupó siempre, reconocidamente, la posición de cabeza de
familia. Alejandro, nacido en IK12. fue el fruto de su pnm era unión. Se le*1
X
ijtf t i ihMhi rtmámtU*i
dio d imaginario apellido de Herrén. acordado igualmente a un hyo que
Yakovlev tu ra de una sierra unos aAos ante*. El padre, no indinado
nunca a excesivos ven twnientos. derram ó, sin em barco, sobre su ilegítimo
v á u a fo todo el lim itado grado de afecto de que su naturaleza era capaz.
Alejandro. que heredó la excepcional inteligencia de m i padre, creció
como d hijo de la casa y fue tratado por ét com o hijo favorito, con
particular indulgencia.
A loa veinticinco aftas. Herrén reflexionó sobre -la* humillaciones y
los ultrajes sufridos durante su educación- atribuyéndolos a su -cerrado
> liñudo exterior, que no permitía sospechar lo que ocurría en el interior
de su alm a-. Sus sufrimiento*, q u i/i algo exagerados en su visión
retrospectiva, fue roo morales, no físicos, y residían m is en U propia
conciencia que en la actitud del m undo que le rodeaba; sin em bargo, no
por ello influ)Cfoe m enos en su carácter. La máscara de ironía adoptada
i**n finalidades de defensa contra la critica, real o im aginada, de sus
cumpa fiero*, convirtióse pronto en su segunda ru ta ra le u .
L
ím rT ^ M n raaérMnti
embargo. al cum plirlo» «etc «Aos. una serie de imprevnibJes aconteceré»
utuó tu futuro en una linca totalmente inesperada.
A qud aAo. tu padre, que acababa de dejar tu residencia de Moscú
para e ttab lccm e en Peí e n burgo, cayó enfermo de una fatal dolencia.
Consciente de que tu fío cttaba próximo. A lejandro Yakovlcv te
apercibía, con aversión creciente, de la perspectiva de dejar tu s bienes
mundanales a una parentela a la que. durante aAo». habla tratado con
lirtprcciativa indiferencia, y un maligno impulso decidióle a defraudaría
rn tus ihiMones. A doptó el simple expediente de contraer m am momo
io n la madre de su hijo m ayor. Alexrs. y hacer a éste. que habla ya
llegado a la edad legal, su legitimo y único heredero Saboreando <1
últim o y m is sutil d e sus placeres, d viejo epicúreo expiró y Alexis
heredó una amplia fortuna. Era un chico serio, conocido en la familia,
por raió p de sus cu n d io s, com o -el quím ico-. Pero uno — y n o d menos
embarazoso— de los aspectos de su herencia era la bandada de medios
Hermanos y medias herm anas de diversas edades que. junto con sus
madres, hablan « d o dejados a su absoluto arbitrio.
Hubiera sido m ucho esperar que Alexis m ostrara algún interés
WAtimenul respecto a esta parte de sus propiedades. Decidió despachar
a inda la tropa a una posesión distante, allí encontrarían todo* su nivd
natural entre los otro» siervos, y no le molestarían a ¿i. T al fue el destino
•I que. sin embargo. Natalia escapó por muy poco y sólo nos queda
preguntam os si fue una estrella afortunada o infortunada, la que b
enervó para otra suene.
Los Yakovlcv tenían una hermana viuda y rica: la princesa María
Khovansky. Esta scAora. por motivo» de bondad o de curiosidad, se
interesó por tas reliquias de su herm ano u n t o com o para enviarles a su
eompaAero a visturías en ocasión de su paso por M oscú, el cual volvió
io n dos niftas para que las inspeccionara Una de d ía s. S atalia. de siete
«fkn. complació a la gran seAora por su pálida y delicada tez. sus ojos
¿ ;ü t w üw w > mi ííiu 'n m p une. La princesa carecía oe rajos y resolvió
u m fa c e r su pasajero capocho trayendo a su casa a U atractiva
bocrísniu.
I * princesa María participaba de una m anera total del c a r ta e r
despreocupado de los Yakovlcv. y so interés para con su j n w p V fue
luperfióat c intermitente. Natalia disponía de una doncella para su
cuidado y de un núm ero adecuado de mentores y m aestros, pero sin que
•ubre rita recayera m ucho caríAo. La vida se deslizaba en el caserón k n u
> m onótona, y N a u lu Ucnó luego muchas páginas de su diario con
reflexione» del m is p u ro estilo rom ántico sobre su infeliz infancia sin
amor
Senda que era tu hermana y daba gracia* a Dio* por etto |r*cnbc N'aulul.
Dio» te ha dignado ahora abrir en mi otro o d o . demostrándome que d alma ‘
p*»~V «mwwiar U mayor febodad. que no cthtea Umite* en la ventura de
aquello» a quien El ama. que d oraos e tti por encima de la amistad.. ,Oh.
Alejandro! Tú ya conoce* e*ie parata» del alma; ha* oído »u caoio y tú mismo lo
h ti entonado; pero i n i n ¿ tu la primera ve/ que la lu/ me inunda d aboa Y
adoto. r e » y amo
Me conducirá» ame Dio* como el qoc quiere que ynotea Si ca reciera de rata fe
no podría, a petar de mi gran amor, entregarme a ti.
31
Eé**rdN. Cmrt
pero oo he podido. wQu< debe purtcer «hora mi forma de aduar*. la actuación de
un hombre a) que llama» perfecto, divino Pero oo r u tit aJtrmairvs. o la
desrnjjo con una tola palabra o, con sUenoot y medu» verdades, comportarme
como un cobarde y dejar que el tiempo consume su obra
•nlm ogarse w puní una Natalia de treinta aAos o o hubiese «ido m is fácil
Akfptar rita explicación que para una Natalia de diecinueve.
Una mayor in só tro c u sobre esto» gérmenes de potencial desacuerdo
«rsuHaria tuperflua. Tale» semillas. cuando oo te han transform ado en
flor, te mantienen en estado latente en mucho» m atrim onios. Alejandro y
Natalia estaban apasionadam ente enam orados y «e hallaban, «alvo por
i«i (orzada separación, en el éxtasis de la felicidad, y el ¿¿nom-mmi de mis
litaciones epistolares fue todo lo teatral que una m uchacha de corazón
tnm intico podía descae. En m arzo de I8.1R H errén, cuyo lugar de
destierro en Vyatka te habla sido cambiado por el m enos lejano de
Vladtmir. fue secretamente a Moscú, con pasaporte falso, para visitar a
iu amada. Y se encontró con que la princesa trataba de casarla con otro
«tendiente. La posición de la huérfana, ante una imperiosa btm*
C «hora no acostum braba a hallar obstáculos en las personas que de ella
dependían, era imposible. Y H erren trazó sus planes. Pocas semanas m is
tanlc volvió a Moscú, esta ver con un doble m otivo para d secreto.
Natalia estaba dispuesta. « L ascarlas palidecen ante la unión —« sc n b íj a
Alejandro la víspera de la fo ja —, com o palidecen las cs(relias ante el sol.
, Rápido. rápido?- El enam orado galán no se hizo el sordo a la llamada:
k llevó a Nataha con él a Vladimir y se casaron en los piim crot dias de
mayo.
La fragancia completa del romance envolvió los prim eros meses de su
«irobam iento matrimonial.
S4
/ « fuMmdét tvm éiNr«i
LA TIERRA PROMETIDA
Lo» eco» d d Rom anticism o y la Revolución resonaron d e un m odo
forrado y má» bien irreal «n la mayoría de oido» inglese». En Inglaterra el
movimiento romántico se redujo (excepto para Byron y en parte pora
SfawNcy. a lo» que. en virtud de esa excepción. *e les consideró espíritu»
¡tos) a un movim iento dedicado al culto de la N a tu n le ra y a la
ión de la literatura de las difuntas mano» de la convención. Existía
«n Europa un movimiento en favor del culto de la Naturaleza y de la
Iteración dd individuo de yugo dd absolutismo moral y político.
En su prim era y más característica fase, no fue un movimiento contra
la religión y la moral en si misma». Los que atacaban la moral
convencional no prrtcodian negar la cxbteoda da sanciones morales. El
culto a la Naturaleza H um ana colmó d v a d o y entonce» csubfcoeron
nuevos códigos de m oral. com o d de Rousseau, basados en la apoteosis
de los sentimientos, o. com o d de Gcorgc Sand. en la religión d d amor.
A los que negaban el derecho divino de k n reyes no te les ocurrió negar
la divinidad: se limitaron a sustituir d derecho divino de los reyes p o r d
derecho divino d d pueblo. El Romanticismo abarcó todos los aspectos
drl pensam iento hum ano. Su contrapartida metafísica fue d Idealismo
de Fichte. SchcUing y Hegel: • Romanticismo para d corazón —com o
decía Herren— c Idealismo para la cabeza.- Su suprem a expresión
política fue la Revolución francesa. El movimiento rom ántico, nacido
drl germen sembrado p o r Rousseau; extendióse por to d a Europa,
floreció. decayó y. finalm ente, desapareció (aunque con algún brote
esporádico en años posteriores}, tras las fracasadas revoluciones de 1848
y 1349. M ás allá d d Vístula y d Ntemen. su aparición se hizo perceptible
más u rd e . Rusia apenas se dio cuenta am es de 18JO; floreció allí por los
aAos treinta y cuarenta pare luego languidecer hasta que. en los
37
Edá+rdH. Cmn
38
t i riUm tht ntmámtHwt
desnudo n «cguro encontrar, cinco >ir<b» mi* alta, un icón de ondeante melena
o un tigre tk faro» ojo».
4i
Efhvard H- Con
44
t* i rrthoJmt ré rn M fm
46
1.01fsthmfai rOíHdrt/ífO»
¿Qué hombre que rctpcic la verdad va a preguntar la opinión del primero con
que w encuentre? ¿Podio suponer que Cotón o Copérmco hubiesen puesto a
votación la existencia de América o «i movimiento de la Tierra'*
49
EJwardH. Can
SO
la* tiilíttdfi* rm»4Mtí<oi
Si
C a p ít u l o iii
NVurtcmbcrg. Gcorgc fue el prim er v único hijo ile mis padres. y mu madre
lo idolatró en seguida Tenlu urja prcviuncM física poco frecuente. s eru
inteligente y estudioso. pero desde sus primero* años mi constitución
mostró señalo. de una cicrtu inrMiihibda J y ak » * catorce a ñ m mu carrero
cw o b r se vio m terrumpidu por una misteriosa enfermedad. Según el
diagnóstico, ve trataba del hade del San Vito, pero cedió ante el
tratam iento a ta s e de magnetismo anim al, que estaba entonce* de moda.
L*J joven H entegh se convirtió en un cavo famoso, y un profesor de
medicina de TUhingen dedicó una lectura inaugural a esta sorprendente
indicación de la ciencia de Mesmer. Animada por esta notable curación,
la salude* ha madre Ique por esta época se separó de mi m artdol destinó 11
*u hijo al sacerdocio luterano; el chico fue enviado con una beca al
seminario teológico del que. a lo* dieciocho uño*. pasó a 1u Universidad
de Tübingen. AHI. u n em bargo, nuevas influencias lo indujeron a
abandonar la carrera que le habiu .sido señalada y desertó de lu teología
para pasarse a In» leyes, y de las leyes a la literatura MA* adelante lúe un
distinguido amateur en m ás de unu rama de las ciencias n aturales y se
consideraba lo baslumc calificado para practicar la medicina, a pesar de
no poseer ningún titulo médico- Gcorgc llc r tc g h íuc un dUetuime en
mucha* cusa*.
1:1 punto crucial de *u vida se presentó cuando fue llamado a prestar
el reglamentario servicio militar. A Mrrwcgh n o le gustaba la disctplinu y
pot do* veces sucesivas entró en conflicto con sus oficiales. I n la segunda
ocasión decidió abandonar su poco grata tierra nulul > huyó cruzando la
frontera sui/u, Hn Suiza desarrolló su talento literario y en 1X4) publicó
en /u ric h un volumen de poemas de lema político l a s Cuttus de un
murro», las cínicas relkxtonct del conocido principe PücMer-Muskau.
habían alcanzado por aquel tiempo la cum bre de su poco duradera
popularidad 1*1 joven Hcnvcgli recogió lu sugestión y, no menos
apropiadam ente, puso a sus servo* el titulo de f*oema\ de un viva t n
elkn se traducía el estado de ánim o de la joven Atemuma. en la que el
fermento de la democracia ya habla penetrado; su fogosa versificación y
«u fervor revolucionario otorgan todavía hoy ul poeta un lugar modesto
pero digno de atención en tu b o to n a de la literatura alemana.
H hijo mim ado de su madre convirtióse en el niño mimado de la
fortuna Los /W w m de un v/io hicieron fam oso a «IcrwegK en u n solo
día Se llegó a media docena de ediciones en dos años, con lu formidable
venta total de quince mil ejemplares. Herwcgh se transform ó en el Idolo
de la democracia alemana e hizo un recorrido triunfal por lodo el país,
que tan vergonzosamente habla abandonado dos años antes. I uc
recibido p o r el rey Guillermo de Pru*>a. quien, en una explosión de
excéntrica generosidad, declaró que él respetaba a los -antagonistas
honorables*'. I I joven poeta, guapo, rom ántico y fam oso, conquistó
$4
t.a* i"iífntdoi romúHlHOt
SS
l'tfnaniJt. Can
IrunciS luc requerido para que prcsiarji m i ayuda. rehusó suministrar
urinas \ ofreció un;« aportación de 5.000 francos, miserable donación que
evidenciaba vi deseo de librar ¡i l'roncin de un puñado de peligrosos
exultados más que el de ayudar scríumcntc lu empresa. A pesar de este
desaliento. lu legión se form ó. I.ninu Hcrwcgb m ostró un brioso espíritu
en lodos {os preparativos. su (om ina resultó mvnluuhlc cuando se trató
d* sufrog.tr tas necesidades económicas de l.i legión; completó su
aportación de dinero electivo vendiendo incluso la plato Inmiliar. A
m ediados de abril Hcrwcgh salió osudam ente de hvtrasburgo. acom*
puñado de su esposa. vestida en ropas musculinas > de unos seiscientos
legionarios Su desuno era Badén, donde Im revolucionarios locales,
según so d ed a. hablan derribado ya el gobierno del G run Ducado. Todo
lo que l'm m a Hcrwcgh pudo poner a contribución para el éxito de lu
em presa lúe generosamente aportado Pero ni los poetas ni las esposas de
los poetas son. de ordinario, buenos peñérales, y en la expedición faltaba
por com pleto el talento militur 1.a idea era efectuar tu unión con otras
dos colum nas de dem ócratas que. según se creia. iban u converger
igualmente en Haden. Pero no se había efectuado la conjunción cuando
la legión tuvo noticias de que se aproxim aban tropas gubernamentales,
l úe udoptudu apresuradam ente la decisión de retirarse hacia el Sur. en
dirección a la (romera sui/a Pero mientra» tenia tugar ln retirada, el 2?
de abril, los legionarios fueron sorprendidos en Dossenhach por las
tropas refalares, V>nu cincuentena fueron m uertos y muchos más
cayeron prisioneros I os restantes dieron suelta sobre »ux talones y la
expedición terminó ignominiosamente. Pora la opinión popular, el
desventurado caudillo lúe el principal responsable del desastre 1:1
comand.tnic de las i ropas regulares, deseoso de excusar su frucuso en
cuanto ti la captura de tan im portante presu. comunicó a Haden que
I lerwcgh y su esposo Itublan huido -untes de la batalla, tan pronto com o
llegó a m i s oídos que se acercaban la* tropas-. O tra autoridad alegó que
Fmm# se llevó w su marido del cam po de bm nlla escondido en la capota
de su carruaje, mientras Hcinc declaraba que -nuestro héroe no podía
soportar mejor el oloi de la pólvora que Goethe el del tabuco-, y
ilexcrihia con tosquedad de mal gusto lo* síntomas cxcictorím de la
cobardía de Hervergh. listas anécdotas, por gráficas y minuciosos que
sean, deben ser desmentidos como apócrifas. Parece que Hcrwvgh v su
esposa estuvieron ocupados durante la batalla en el menester prosaico
pero necesario de proveer de cariuchos a los combatientes. Cuando se
hundió lu legión, tuvieron que emprender rápidam ente la retirada en el
rústico curro que habla hecho las veces de cuartel general, l as
autoridades hicieron a Mcrwegh el honor de poner ptccuv u >u cabera. I I.
prudentem ente, se desfiguró afeitándose lu magnífica barba y lus patillas,
y se ocultó en una /unja, de donde fue rcscau d o por un amistoso
granjero: una ve/ apagados clam or y griterío, dio media vuelta y pasó la
frontera francesa, l úe el prim er revés de una carrera que hasta entonces
habla conocido sólo una ininterrum pida verte de triunfen 1:1 poelu
i.ai fMtiiaxhti romd*ttait
37
Eühearti H Catr
60
/. ni f<lhai/oi tnmdniKai
miedo > a m ediados de junio, con un pasaporte p r e la d o por un nativo
de Valuqui». huyó a Ginebra, disponiendo que Natalia lo siguicru lo
a m o posible con los niños. H eruegh no vio razón alguna para
considerarse inm une de los peligros que am enazaban a su amigo y.
además, vela con disgusto la perspectiva de separarse de los Her/en
Decidió levantar también el vuelo ¿Y qué ocasión más apropiada podía
presentarse que la de escoltar a S andia y a sus hijos en el aburrido viaje*
Muy poco antes de la partida hicieron una salid.» ul cam po, a Saint*
C'loud; íue en esta ocasión cuando los ojos de lince de Emma (que no
habla sido invitada a participaren el suelo hacia G inebra) percibieron en
su m arido ios lum ihntcs síntom as de un interés sentim ental por Natalia.
Aquella misma noche se lo recriminó. Heruegh le aseguró que no habla
ninguna razón pora ello y (a llamó -querida tonta-. I>os días más tarde,
el ^ de julio, lo* viajeros se pusieron en camino y el 10 de julio, ya
anochecido, el coche correo hizo su entrada en G inebra, en medio de la
más extraordinaria tempestad que podían recordar.
I I \ iuje u G inebra es el comienzo de una historio que. a partir de este
instante, avanza cada vez con mayor Impetu hacia su trágico final. Al día
siguiente. N.italm conicm ptotu desde su ventana del Hótel del Rergues
las nubes que cubrían la cúspide del M ont-Blanc. a unas cuarenta millas
más allá, y la id a de Rousseau, -hañadu por el lago-, siiuudu ante sus
ojos, v en el estado sentimental propio de tos sisitantcs recién llegados a
Ginebra, escribid una larga carta a f ninia.
62
t.at tufada* nmántKO i
lin tas cmas del corarán no existe U muíalo». O sucede todo simultánea
mente o no sucede nada Perú s| existe una iniciativa en la extcriori/Ación de un
sentimiento, y »*»/« iniciativa yo no la tuve. I uc Nuiulu quien empezó
dicttadome que me ofrecía algo que nadie poseía ni podrid poseer, y
uKtlrsindomc que nunca liabta pertenecido a llcr/en. Así lo hizo. Dinme todas
las ptuebas que una mujer puede dar i o creí porque N> senda, y creyendo en su
inmenso amor hice lo que toce.. Nowlw no puede pertenecerá (Ierren.cuando
por su misma declaración —.1 pesar de su mucha gratitud y afecto para con él—
nunca le perteneció. f Ha mi hiro olvnlar al mundo m icro y iodo cuanto me era
quendo.
I a explicación, aunque hecha con propósitos de auiocxctilpactón,
suena a verdad. I n la duda de xt. en cxic cavo. fue el hom bre o lo mujer
quien dio el prim er paso, el hombre puede rcclnmur en su favor; en
realidad, en toda la historia de la H eruegh representa un papel
más lastimoso que culpable Nunca, excepto q u i« l durante las pnmerua
semanas de irresponsable apasionam iento, se libró del tem or de Us
consecuencias. Nunca llegó a las alturas de desenfrenada exaltación y
dichoso olvido de sj misma en que Natalia se m antenía casi constante
mente.
t:n los últim os dias de agosto. Ilcr/en y llcrw cgh salieron juntos de
Ginebra en una excursión que aquél describió en Mi pauu/o 1 mrt
pcn w ntirniui Fuéronxc cab.dji.imJo hacia Zcrm atl. donde un tugarcAo
acogió a los -ra ro s xwjcros- en su casa, y de allí usccndrcroti al C órner
(tlacier para contem plar el magnitico panoram a del M onte Rosa y el
MuUcrhom.
Que melodramático pau-ccna (conduce Ilcr/en en su narración|*i complria-
ra o te cuadro del Moflir Riña diciendo que uno de toe «Jos vtuicnn suspendido*
en aquella altura, en medio de ai udl* blancura, purera y calma.... uno de los dos
viajerm que liahiun odo hw*u .1 momento amigos (mimos, estaba meditando
una negtu moción contra d otro Si. la sida nene a veces sus efectos
mdodntmálKos. sus tmi/n J r iM tre. que parecen totalmente mtifienilrs
Herrén q u i/á s minea supo ten las confesiones rara ve/ se confie a
todo! que en aquel momento la -negra traición- se habla ya consumado
y que durante* la ausencia de su m ando y de su am ante. Natalia había
estado muy ocupada proporcionando a lu posteridad la primera
evidencia docum ental de su culpa, lo m ó un libro de notas de llcrsvcgh
con cuhtcrtus de cuero, que habla sido obsequio de l-.mmu y que
ostentaba en lu primera púgmu la inscripción: «A mi am or, el diu de AAo
6J
Kttwimi ff. C a n
AgoMo. I*JY
* toa» palabra» u l como la» usa Natalia turnen rtptcnl rtferriKM ■ Hctwcfh. Como
el amor ile /Wmat ór w* tt««. toma la palabra (vidaKaow lema, y lam a p an U
marca anfn Unciiu,
64
Lai eslhatht romimtcoi
Todo lo que hay cerne N. y yo está santificado por un completo abandono del
uno en el oiro. por la fusión de un alma en oirá ulmu. hasta el punto de hallamos
unidos en regiones no empatada» por el aliento hununo. m regiones donde el
individuo permanece temblando ante si momo, pero donde puede ser divinizado
por orto, por un ser único en d umterso. allí encontré a Natalia. Cuántas veces
hemos exclamado: ¡Si Alejandro comprendiera* ¡Si comprendiera* ¡Se postraría
y venciuriu*
69
¡x>i eutiodc* iwndtittcúi
llegad» de carta.» de N jiulia en las que expresaba un elusivo entusiasmo
para con H em egh. que ve hablu convenido en el intercam bio de
relacione* norm al entre lo» "gem elos-. Por prim era ve/, la armonía
familiar fue alterada por una discordancia. H erren pensó en Natalia y
Hcrvrcgh en Zurich. y en éJ en Parí». > tuvo bruscam ente la intuición de
que algo íha mui. algo que cutí no \c atrevía a decirse ni u si mivmo. Tan
pronto lúe sem brada, lo semilla germinó con una terrible rapidez. No
podía tener soriego hasta haber conseguido una explicación, y escogió
quizás el peor m edio de obtenerla: una am onestación por escrito. El 9 de
enero de apenas una quincena después de su llegada a París,
cvfiihtó a su esposa una carta que él mismo describe com o "triste pero
serena-, suplicándole que examinase atentam ente su corazón a Tin de ver
perfectamente Tranca con ¿1 y consigo misma.
Natalia leyó la curta con consternación. Y la h ú o avanzar un poco
mó% en c) cam ino de la decepción.
He recibido lu corta det UJeontesuV|. y sólo puedo pensar ,por qué* Y llorar
y llorar. Qulzj se me pueda reprochar algo, quizá sea indigna de vivir, pero me
siento igual coitvo me sentía en otrn tiempo cuando estábamos sentado», udov al
anochecer. S«>y pura ame mi y anic el mundo, y mi coru/ón no me acusa de nada
lie vivido en mi amor por n como en un mundo divino, y sus» es en mi amo» me
parece no tener vida. Arrojada de este mundo. ,u dónde irla'* Significarla nacer
de nuevo. Soy Un Inseparable de mi amor, vomocl mundo de la (satúrale». sólo
lo dejo para volver« él. Ni por un sol» instante he sentido otra cosa t i mundo es
ancho y neo. per» >» no vomiten mundo más neo que «t mundo del corazón.
Qui/i «eu. incluso, demasiado ancho, quizó haya extendido demasiado mi entero
ser y sus necesidades. F.n efecto, en esta plenitud ha luhido mumemos —los ha
habido desde el comienzo de nuestra vida en cum«n—en que. impcrceptiblemc/»-
te. en lo m is ptoiund» de mi *et, ha habido algo en mi libru más delktida que tu
turbado mi alma, y entonces iodo hu *tdo tununovo y claro una vez m¿*.
70
i.p%‘ t v lh o th i ramdñtitOi
n
t'jfn a n i H. C o n
Esto cartu es una de las casi ciento cincuenta escritas por Natalia a
Hcrwcgh durante lox siete meses de separación, desde enero hasta agosto
de 1X50. Algunas de ellas fueron escritas con la intención de que >u
73
¿Vwwrrf //. Carr
m arido la» viera, y enviadas en el mismo sobre, e incluso en la misma
hoja que la de ¿I; pero la mayor porte eran caria» de am or secretas.
En conjunto constituyen un com pleto e intim o testim onio de Ib vida
sentimental de Natalia en este periodo. La destrucción de las cartas de
Herwcgh lus ha privado de su natural contrapartida, pero contienen lo
basta ntc para revelar muchos de lo» difíciles momentos por que pasó esta
correspondencia tAnlc todo. Natalia provocó el resentimiento de %u
am ante aliándose con H er/en y atacándole por su com portam iento con
Em ma. Herwcgh replicó inquiriendo cáusticam ente «por qué rutón una
curto de París tenia que ser más Tría que una de Z urích-. y
reprochándola, com o había hecho tam bién Emma. por no haber
renunciado a todo y haberse unido a él. Llegó entonces otra cartu con
una fogosa y característica réplica co n tra él.
U otra vez:
Por encima de todo, quema rife carta. No quisiera que o tro mano que no
(uera fu tuya fu M e m a ,
1 AAot más Urde k t miraba como -uo arma cernir» la calumnia- Lo el aptnawe A
(pág. 333) puede v tm un» curióte carta mema por ríen coomraortna una petición de U
familia Húrten para que la* devotom
74
f.oi e\ih<nhi tomáñtko »
Todas lus rclcrcneiu* que hucc a H cr/cn en mi* cartas respiran el más
profundo respeto y afecto. í.n ntngunu parte expresa crítica ulguna
contra ¿I y más de una ve/ lo defiende contra las criticas de Herwcgh. por
lo que el lector puede preguntarse, asom brado (com o el propto Herwcgh
hizo más tarde), qué diablo la indujo u truictpnor a un m arido, que tun
firmemente respetaba con un am anta a quien parecía u menudo
menospreciar. Sin embargo, las cartas, al ponerlo de relieve, nos ayudan
al mismo tiem po a encontrar una respuesta.
Cu indo Nululiu contrajo m atrim onio con H cr/cn. a los veinte artos,
entrególe un coro/ón ardiente con gratitud y adoración, l.u timidu y
desgraciada huérfana de origen equivoco habla m irado respetuosamente
u aquel primo m ayor tan distante, y cuando se le apareció prim ero como
un pretendiente y luego como libertador, su veneración por él no tuvo
limites Aceptó con arrebato el imperioso am or del más fuerte y se
.iduptó, incluso cuando yu hubo pa*udo el urrobo de la luna de miel, a un
papel Je com pleta y admirativa dependencia de su voluntad superior.
Este p ipel no le iba mal al carácter dulce y retraído de Natalia, pero, al
cubo le unos urtos dejó en su corazón un rincón desocupado que
Herwcgh —lu untiiesis de H er/en— llenó M ientras H cr/cn era frío c
irónico. Herwcgh era sentimental y solicito: mientras H cr/cn se
mostraba seguro, protector y a vcee> dom inador. Herwcgh huelo
ostentación de debilidad, ve entregaba a merced de los demás y
proclamaba en iodo ocasión su mcapacidud de vivir sin ello*. En todo el
conjunto de las cartas de umor de Natalia a Herwcgh no se encuentra ni
una solo frase ni una sola palabra que exprese adm iración o respeto por
su carácter, se sintió atraído hacia él. no por su fortaleza, sino por su
desam paro, y *e susurraba con el lenguaje de una m adre arrullando a su
hijo adorado
Pero una ve/ dicho > hecho lodo, una ve/ hechas lus debidas
concesiones u (a jerga rom ántica con q u e Natalia s-evtla su pasión y al
pozo nuevo que experimentaba con su um ante —quien en ve/ de
domimirtu. >e arrojaba «i sus pies sin reservas—. Iiuy que decir que la
atracción de Hcrwegh fue. para N atalia, principalm ente física. Debemos
aceptar sus aseveraciones, repetidas una y o tra ve/, de que nunca habla
pertenecido a nadie como le habla pertenecido a él. Nutaliu habla llegado
a H cr/cn com o una tím ida y asustada muchacha. Antes de su
m atrim onio se hallaba com o encogida ante el interés excesivamente
patente de él por el am or terreno, y le predicó tas virtudes del am or
celestial. H er/cn. esencialmente decente y considerado, habla dado
m uestras de cuanta indulgencia cabla esperar de un hom bre apasionadlo
mente enam orado, y (rutó a su esposa con la ternura y la veneración que
ella parcela desear. Se tom aba ocasionalm ente la libertad de dur
satisfacción a la tujuriu de la carne (incluso parece haber tenido, por
aquella época, en París, una fugaz .ivcntutu con una builanna de bullct
llam ada Leontina, una pasión anterior d e llcrwcgh). pero había para él
un profundo abism o entre el casto a m o r de la esposa y )u disoluta
indulgencia de la prostilutu. Seguía coloca ndo a su esposa en un pedestal
de serena c inm aculada pureza: ni él ni N atalia sabían que. a los treinta y
dos artos. ella ansiaba y podía dar más d e lo que hubla dudo y ansiado
cuando em una desposudu de veinte. t:.l ludo sensual de la n u iu ru k /a de
Nutaliu se habla desarrollado en secreto. Hcrwegh intervino en ello. Las
barrera* de d e lta d s s s y reserva que c!~ ¿rígm uvn sus iciucumc*
con el m arido no existían para aquél, y con él arrasó todus sus
inhibiciones y gustó por primera ve/ J e un goce sexual expresado
líbrentem e y sin vergOen/u.
76
/.oí fxiÜQ4o* roméñticos
último parle se efectuó por vía muritirmi desde Mar.scllu y licitaron a Niza
el 2.) de junio. Fl escenario se hallahu d e p u e sto y (u* </ntnta(i\prrwnur
estaban ya reunidas, exceptuando una. Sólo fallaba que asum iera su
papel el (tune premier
Siguió un periodo de calmu Fl dram u perm anecía estancado,
m ientras Natalia esperaba a su am ante en una dolorosu confusión.
Hcrwcgh habla expresado en los meses unteriores (anta impaciencio por
su reunión, que ella esperaba —y esperaban lodos— que a la noticia de
su llegada vendría a Zuricb o luda prisa en el prim er carruaje. Herrén
lom ó una am plia casa con galería y vistas al m ar. que duba a la selecta
Rué Anglaixc. que todavía no estaba de m oda, y propuso que los
Hcrwcgh podrían alquilar el piso superior y que. para lim itar gastos, las
dos fam ilias podrían comer juntas. A fcmmn —por rayones qufc Hcr/cn
no com prendió en absoluto y que N aiaiiu c o m p re n d í dem asiado b i e n -
la propuesta le horrorizó. Toleraba I» pasión de Hcrwcgh por Nataliu
pero ser el mal dispuesto testigo de su felicidad era algo superior a la
resistencia hum ana. Sin em bargo, la» condiciones económ icas resultaban
ser m ás fuertes que ella. La subvención de Berlín se había reducido al
nivel d e la rímpte subiiucncia y clin debí* aún m andar dinero a su
m arido, en Zurich. Quería, com o dcciu H cr/cn. «una casa propia de un
nabab de la Indida, por 1.200 francos al arto». Pero este ideal se /ufó de
sus pesquises y se vio obligada a a cep tar el piso superior de lu casa de
llc r/e n y la com ida de M er/cn. por !n modesta sum a, para toda iu
fam ilia, de 200 francos al mes. pero no term inaban aquí los motivos de
agradecim iento. H cr/cn le habla prestado 10,000 francos por dos altas
m ediante un pagaré. Emrrni se hullabu dem asiado dom inada por unu
idea única, dem asiado exclusivamente dedicada a la sulvación de sus
hijos y a la recuperación de su m undo, para abrigar ninguno de esos
escrúpulos de delicadeza acerca del dinero, que o tra persona hubiese
podido sentir en tules circunstancias. N o se paró a reflexionar que todo
favor de orden económ ico que ella —q u e (o sabia todo— recibiera de
«Uwvis —q u e n o sam a nada— podía oler a dolo. Nunca llegó a
considerar aquel préstam o com o unu deuda ordinaria. Le parcela una
m ezquina com pensación por las hum illaciones que habla sufrido.
Sin em bargo. Hcrwcgh lardabu. La prim era expheución de esta
resistencia parece que (ue expuesta en utvu carta u Emm» Le decía que
no podía sufrir ver a Nuiuha encinta d e o tro hom bre y Emmu. cuya
natural franqueza no retrocedió ante cierta clase de vengunras, ve Jo dúo
a Nutulia, En cuanto a ís la . Hcrwcgh le escribió acusándola de frialdad c
insinuundo que. en realidad, no necesitaba de él en Niza. Pot el m omento
alegaba —dado que ésas no eran razonen para oirccrr a H cr/cn— que
h a d a dem asiado calor para viajar y que se hallaba delicado de salud, a lo
que H er/en repuso jocosam ente que al fin hablo recibido unu explicación
razonable acerca de la tardanza de su umigo. D esafortunadam ente,
llegaron al m ism o tiempo noticias de Modume Huug con diversas
referencias de Hcrwcgh. pero ninguna que lo supusiera enfermo.
!a>\ exiliado* románate*
Te he dicho que l'mma sabe por qué no vienta Sila ratón es ésta. repito que
ya no puedo rilar a tu lado ni aun por caria y detoté •le c*afbtrie aunque hk
cueste la vida.
Pero Natalia habla llegado dem asiado lejos para hacer marcha atrás.
Había depositado toda su fe. todo su ser. en el a m o r de Hcrwcglvy
ahora, ante la du d a y aun unte la certeza m ism a, debía creer en ¿I.
fmto h que tu murta i fewnbla. «¿mpJcmc/tte. una «emana mi* urde} Mis
b u /tn están abierto»», Te espero, ,Ven*
'Gcorge*. mi Ocorges'
Mi querido amor .. ¿lodo. iodo, iodo* ¿Poi que sufres, niño mío? ¿Por qué
tienes que íuírir lodusfu? ¿Qué m is. qué mis puedo hacer por «^¿IVbc nttrttro
amor abandonar «u lugar en tu corazón par» ouo deseo"'... HábUme. habíame
Mírame, toda, toda tuya , Necesitas algo más’ Quitó no soy batíante para ti.
ángel mío. pero nada existe tum i que no le haya dado. ¿He amado, oh, he amado
en mi sida* Pero sólo te amo a ti. siempre. ¿Oh. Ocorges' Toda mi vida ha sido
u n %olo un ateender hacia ti.
Oigo cuando andas (garabateó al día siguiente dri partoj. A cada paso que
d»* pone* tu\ p*e* en mis labios, duermes en mi* rodilla* jPitnulo. oh tú. que lo
ere* indo pura mi*
V al día siguiente.
ü«ais aquí, dentro de mi pecho, aquí firmemente, ¡amor mío. amor mío.
amor mío. amor mío»
Adió*, buena* noches, no me abandone*, estáte, estáte conmigo como... ya
«abes rorro. ¡Tuya. tuya, tuya1
Tu Natalia.
Todo* los dlus, u mediodía lu iba a visitar, y ella rogabu que «esto*
m om entos de felicidad pudieran servirle de cota de mulla come* U>*
iViunicmos am argos*. Entre las más apasionante* curtas de la colección
se encuentran las que escribió desde ¡a curto los día* que siguieron ul
nacim iento de Olga,
Ijc situación era. en realidad, no sólo em barazosa, sino ndlculu.de lo
que ttcrw egh te había percatado hacía ya algún tiempo. La pasión de
Natalia hablase vuelto dem asiado ardiente e irrefrenable para un
adulterio discreto. A cada m om ento su despreocupación podía traicio
nar a ambos; y sí debía descubrirse. Hcrwcgh sabía apreciar la ventaja
táctica de tom ar la iniciativa. Suplicóle, com o antes le hublu suplicado
Hmma. que se enfrentara con la situación c hiciera umt clara confesión a
H cr/cn. Natalia decía estar tam bién en favor de la «completa franque
za». p ero c rd a que el m om ento «no estaba bien escogido*, si bien, por
otra parte, no habiendo pasado má* de cu atro dias desde el nucimiento
de la h ija de su m arido, difícilmente podría estar en desacuerdo con ella,
90
tsilkttiot romámko»
8i
4
I
I
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C a p ít u l o iv
U N A T R A G E D IA F A M IL IA R - II
83
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EdwcrdH. Carr
84
Loi exffltidoi romdnrtcot
$6
I joí txtUatkH romdMitroi
rn que las familia» kr hablan separado > lo* hombre» temían m I* garganta la friu
toja acerada de Saturno...! ¿Loe alemanes ton una gran ra/a*
El golpe luibiit sido iik Iuwi m is fucile paru Nutuliu que pam su
marido. Para H er/en representaba la ruina de su más querida ilusión, el
hundim iento de lu m ujer cuyo devoto am or y cuya inm aculada pureza
hablan constituido la piedra angular de su fe. Pero p am Natalia aquello
(ruceeodia todos sus- problem as personales, incluso tos m ás Intimos*,
significaba el colapso de toda su filosofía de la vida, el ideal del amor.
Por prim era vez en su vida. Natalia fue capaz de sentir piedad por su
mmiiÚm y wm ñüt'«ü íilá u v íi 5í füijw Cu m vmuCím tjiié m üm m i «i ¿!.
Tres meses perm anecieron tos Hcrwcgh en Génov* y la corrcspon*
dcncia entre Georgc y Natalia continuó. Natalia no podía unirse a él ni
podía tam poco «asesinar a Alejandro y em pezar una nueva vida sobre su
tumba». Pero tam poco podía volverse súbitam ente indiferente para con
el hom bre al que ella misma se habla entregado. Ni podio arrepentirse de
los m om entos glorioso» de su am or con Hcrwegh. ni m irarlos com o una
aberración pasajera q u e ahora podía dejar oirá* y olvidar l.c escribirla
de vez en cuundo. cada quincena, cuando pudic«c «•«cuando ctlu no
pudiese existir sin hacerlo*— y prom etió que se rcuniriui con él dentro de
un arto. Pero no p u d o hacerlo. Le era prenso reposo y paz; y necesitaba,
por encima de todo, comprensión. Se acordó de Natalia Tuchkov. que
uhora vivía con Ogarcv en calidad de esposa, «el único ser del mundo,
creo, que me com prendió, que lo com prenderla todo en unía su verdad,
en toda su pureza». Pensó incluso en un viaje a Rusia «para contárselo
todo*, pero u lu esposa de H cr/cn te hubiera sido imposible obtener la
H7
fd*,nrd H Cart
autorización. Nutalia. tin am paro. se balanceaba entre su am or por
Hcrwcgh. ta n apasionado y torm entoso. y el o tro am or, tan profundo y
com pasivo, por su esposo. Su delicado csplrüu luchaba convulsivamente
en las garras de emociones dem asiado poderoun pura su debilidad y
dem asiado complicadas para que su simplicidad pudiera hallarles
solución.
P ronto em pezaron las recrim inaciones. Al día siguiente de su partida,
H er/en escribió u Kmmu que ella era responsable de las palabras que
habían llegado a oídos de la gente acerca de las causas de su ruptura, y
uAadió com o un recordatorio de la delación que hizo su m urido en París:
«Tengo razones para creer que no tiene la costum bre de eximir a quienes
tiene a su alrededor.» Y. tras recordarle sus deudas, volvió sobre la
insultante compurución que hablu hecho sobre la situución de los dou
Usted, «chota. estaba en e< secreto. como admitió usted misma ame mi. Y
iodo» los días estrechaba b mano de un amigo a quien anudaba a arrumar,
dejando su propia dignidad en el caso..
No. «Aon». b diferencia entre nosotn/s c« inmensa incluso en otro aspecto.
Mn labio» no Han pronunciado minea una palabra contra N,; nunca ln he
arrastrado por el fango como hilo usted con «u mando hablando conmigo.
Tengo buena memoria. ««Aora. y ni umi palabra saldrá nunca de estos labios
porque yo b amo con un digno y elevado amor y W que cha siente también un
gran amor por mi y que sigue siendo miu.
Tampoco en este aspecto sute usted favorecida
Me dices (escribió) que estoy haciendo teatro. Bien, di lo que quieras IV»
rtfor ihtpue.ua u morir. Sí viviese no seria buena para nada, ni siquiera para mis
hi/ns Podría ensebarles » querer mucho, pero «para qué*1 Fn este mundo no se
ikbr querer demasiado. ¿Por qué amar? ¿F.t que se ama para sufrir y acarrear
tulnmicmos «t ser amado* l a vkla tes ensebará, un mi ayuda, a hacerse
indiferentes y serio m is felices sin mi. ¡Pcqucbos, queiulos míen! Habéis vivido
huManie conmigo; yo os he destruido, os he arruinado, ¡perdonadme,
perdonadme? Quizás alguien cuide de vosotros ¡Harás un gran servicio a mis
hqos matándome, George? «Pot anticipado te bendigo' Solamente, querido,
«omprende. yo primero quisiera encontrar un lugar adecuado pura todo, para
rllm. adecuado en lodos senltdm. un buen hogm bien dispuesto, a mi gusto.
*9
r
HJwant H C«n
»Por qué me ha» ocultado (preguntaba cruclmenic| lo vacio que era el pasado
para ti' Para mi siemptr fue como un resplandeciente recuerdo, pero ahora ha
sido pisoteado y me horroriza volver a él. Yo entonce» era feliz poique creía tan
firmemente en tu feliodad como en fci mía
Hay hombres {escribe <m»rge Sumí en JtnqutiX que cortarían *in mi»
i-rtemonia ta cabera a una c*po«a infiel, al estilo oricnial. porque la consideran
un objeto de propiedad legal Otros, cúmbalkndoenduclo. muían a »u rival o lo
eliminan de la escena, y solicitan luego los abrazos de la mujer a quien pretenden
«mai. que los rechaza con horror ose resigna desesperadamente Tulesson.cn el
amor conyujpd. los métodos mi» comente* de proceder, y yo digo que el amor de
lo* cerdos es menos grosero y bestial que el amor de lalri hombres
W
Ed*ard H. Can
w
t* i exiliadai tomónUtoi
FUia tdea de Herwegh «fue U mejor tradKifa roma ni k» -Lo que cntmmi)*
adulterio», capone rí héroe de Otorga 5am*. Jsequn. »i*o ton U* hora» que U mujer dedica
al anuius. sino ta ñocha que toe*» pasa m manos <k) mando».
PJ
l'tfnafíiH. Carr
Para instrumento de \u venganza designa. hustunic uccrtuvlumcnic. a
*u enérgica v fiel esposa. tai vuelta de Kmma ¡i Nim c%un.t sucia dirigida
a to más íntimo del alma de t Icr/cn, un recordatorio vivo de que Natalia
¡g había vnguhwdu \ de que dehUt u ta cotuut con vm vencedor y
vengativo rival,
t.( woi«»-«f<i tk «i<n««r imu<drftH«in ha pu\iit(n {cvcntvtó Mc»*<gh a I irmin.
con sus copiosos s u tu ra d o s luihilualcs|. N« dWin. repito. mosirur eon*Kfct.ii;ióff
alguna /w n ntufic... S o tenga* i.-paros to n la vanidad de Her/en. Sigue. agucen
Ni/a. no tes dejes d rv m tu ra /a n e de ti tacitmentc. Sigue. *m altivez, pero con
obstinación y venganza.
* Ia» últimas euteo palabras se hallan oeniat |s»r eiKctna Ó» la linca «uUUuyvndo U
sota palabra rwv. horrada con un »»/»
9$
I a>%r OÓ«hn rrnmfnmrm
(■s imposible fncnbtó Emma) que., en lugar de echarle tú moma a lo* pies
de lu mando injuriado y nu levantarte hasta haber obtenido el perdón para
am bot. . es imposible que no te des cuenta d* que la solución está en ofrecerte en
pago de unios sacrificios, tamos tormento» y urnas miserias. Para ornar el
escándalo que Uacti U desgracia a ambas fumilus sólo necesitas tener el valor de
lomar una fírme, franca y humana decisión y aceptar sinceramente lu pane en la
culpa que anualmente graviu sobre los hombros de u« Mambrt \o!o y tuvo peto
m f»ttdt %ff Ifrantada dt to* tuyoi Un itrio trfr fot novo al mhmo titmpo.
Has intentado (proseguía) cubrir de lodo este pedestal pero nunca debilitarás
nuestra unión, que es ahora indisoluble y más inatacable que nunca. Tú baja.*
calumnias y denuncias de una mujer sólo han inspirado a mi noMe marido
desprecio y repugnancia hacw n. Te ha» deshonrado completamente a ti mismo
en esto* cobardes actos.., Y has hecho el pasado odioso para mi.
Si lo que etetiN n un» mmumlk iú, U realidad fue dóblenteme inmunda. Si las
palabras con que revelé lu v/rrfad eran suciedad, los hechos fueron doblemente
suelos; y Alejandro e» doblemente cobarde > es un bribón al no pedirme cuerna»
v conimuar viviendo rata vida de inmundicia con su sumiM esposa.
$
m
t.ñt euhtitJu i romáftitft/i
(Natalia* Perdón por rodo y para rodot y dej* que todo se olvide. Tomo tu
mano con todo mi cota/ón. Adieuf — Emma M r*oró
su m ando, m erecía —con todo* mu. defecto»— algo má<i que el Irlo
desprecio que H errén derrum a sobre ella en M i panado y m u perno-
miemos.
En esta» condiciones, el -general- H aug Uegó a Z u n eh el 10 de julio
en compartía de un francés llam ado Tessícr. l.o» do», aprovechando una
oportunidad, irrum pieron sin ser anunciados en la habitación que
Merwcgh ocupaba e n el hotel. T ras ordenar a Merwcgh que ve sentara y
estuchara. Haug a b rió la carta de Natalia que se hallaba exactamente en
ei mismo estado en q u e fue devuelta. Al em pezar Tcstier a leer Ju carra en
vox alta, se cayó del sobre la nota escrita por Merwcgh. prueba de que
habla, efectivamente, abierto y leído !u carta antes de devolverla. Ilaug
arrojó ta nota a la cara de Merwcgh y le llam ó bellaco. Exte tiró de la
campanilla y se precipitó hacia el pasillo gritando: -¡A sesinos! ¡Policial-
Id bravo general, sin intimidarse, lo persiguió y diciendo: -¡Tom o, para
tu policio'» le propinó una sonora bofetada. T ras entregar una tarjeta
suya y otra de su comportero al gerente del hotel, le pidieron disculpas
por el trastorno y «olieron. Natalia habla sido vengada. Merwcgh sortó
con ataques a tu vida por los mercenario» «cosacos y polacos* de
IIerren *, y Emma escribió a las desconocidas protectoras de su m arido
suplicándoles se aseguraran de que -sus amigos no le dejaban solo m un
momento».
Entre tonto, lie r/e n no pedia perm anecer en el escenario de tantas
tragedias y a com ienzos de junio dejó Niza para pasar los dos meses
siguientes errante, y sin objeto, de ciudad en ciudad, p o r Suiza y el norte
de Italia Pero n o logró encontrar reposo co n tra los torturantes
recuerdos que lo obsesionaban y la venganza contra Hcrwcgh adquirió
en su mente caracteres de cruzada. Dirigió un llam am iento A mis
hermanos demócratat, donde exponía su negativa al duelo con Merwcgh y
preguntaba -q u é clase de justicia podría hacérsele, sin ftKcal ni guardias,
en nom bre de la solidaridad de los pueblos y de ta autonom ía del
individuo-: un cierto núm ero de amigos, atribuyéndose el título de
-herm anos dem ócratas» dictó un -vciedicto- declarando que Merwcgh
habla «perdido el honor* y que un duelo entre H e r/rn y un hombre de
tal condición era -im posible». En el Ínterin, y evidentem ente proporcio
nado por llnug. apareció en la prensa italiana un relato del incidente de
Zuneh que luego fue reproducido p o r la Neue '/Archer /e itu n x y por el
periódico local de Niza.
l a bola de nieve que de este m odo pusieron a ro d ar Herrén y su
lugarteniente produjo su efecto. Emitía publicó en t.‘Avenir de M ee una
digna protesta co n tra -el intento de im partir carácter político al ataque
efectuado en Suiza contra mt m a n d o - y exponiendo q u e la cuestión fue
en principio -u n hecho de carácter esencialmente privado debido
1.1 KTimno «paUtu» implas (vu« k» ohkWithh aWnvims. lo nmmo qiw país k»
- -.¡utvdurvsuf. tfonirt, *.t» l l.o t J 'i.uniu&rpod'rsiuix.uilwi
... f nft»tw.n v ti -pota»»- lU'rtti
¡0 ¡
Fuhwrd H Carr
Fila debe conocer esta historia (escribió), ella que resume en su persona «I
c o n c e p to (e v o lu c io n a n ^ <t* U n n l* » .
' ller/cn. que era on niileta. drbr cargar con la mpona»bUMf»d dr o u nota de color
local. Una bówpwda «n «I archivo de Tkt Tbnft no dacubrc ira/a» del wuiitado portento
dé UAa «JucbU iMdritotoc- cA ágfeto o «eptiembrr.
m
C a p ít u l o v
LOS ENOELSON
La figura de Engclson, que ha revoloteado a través de las sombría»
páginas de la tragedia de Herrén, es lo bastante curiosa y característica
para merecer que se hable de ella con cierta extensión.
En los afto» treinta y cuarenta de la pasada centuria, un finlandés de
origen sueco llam ado Arist Engclson. disfrutaba de una posición
im portante en la adm inistración financiera de Peiersburgo. No sólo
habla adquirido dignidad sino tam bién riqueza. C om pró una casa en la
capital y una hacienda de cerca de -ochocientas a lm a s- en el cam po.
Casó con una rusa y gracias a esto se hizo ruso. E ducó a los hijo» en la fe
ortodoxa (él era luterano) y bautizó al mayor con el viejo nom bre ruso de
Vladímiro.
Y 'u tJW ro Er>gs!¿oft fue u n chico inteligente H ijo d? «« m ulte rico •
indulgente, no tuvo necesidad, ni inclinación, de escoger carrera. Cursó
calm osam ente estudios de filosofía en la Universidad de Peiersburgo.
tom ándolos co m o un agradable m odo de pasar el tiem po. Pero su
persecución de este objetivo fue al principio tan po co prom etedora que
decidió (parece q u e en el invierno de I&43-44. cuando contaba veintiún
años) cortar el nudo gordiano suicidándose. Escogió el veneno com o el
m is gentil instrum ento de muerte; pero habiendo entrado en un café
elegante para m editar sobre su resolución, cayó en tu s m anos un número
de un popular periódico radical, Sota* de la Patria, y sus ojos se
detuvieron en u n articulo de Herrén titulado - A propósito de una
com edia-. Tenia form a de critique de una obra de d o s olvidados autores
franceses. A rnauld y Foum icr. y la m oraleja era q u e. lo mismo en am or
que en las o tras relaciones de la vida, la introspección atorm entada, en
tugar de constituir el signo de un alma distinguida y sensible, es una
ofensa contra la «realidad". EngcUon empezó leyendo cuidadosam ente.
¡09
Fdwntd il. Carr
U graciosa decisión del zar fue Icida personalm ente a loa do» jóvenes
por el conde O rlov, jefe de la policía política. Speshnev, que en los
últimos tiempos de su vida dem ostró poseer un grado de determinación
poco usual, insistió en su intención y recibió el pasaporte. Engciton. por
su parte, raram ente tenía alguna razón poderosa para preferir una acción
a otra y asi pcim itió ser desviado de su viaje al extranjero por Nicolás tan
fácilmente com o fue desviado del suicidio por Hcrzcn. Declaróse
dispuesto a entrar at servicio imperial > a principios de 1X45 w encontró
para 41 un lugar en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
El siguiente estadio de la carrera de EngpIson permanece algo oscuro.
Kn el Pctersburgo de los aflos cuarenta — uno de los periodos de más
opresión en la h m o n a de ta Rusia zarista— todos los jóvenes nutrían
secretam ente opiniones y ambiciones radicales, y Engcixon, con su
d c e b s r d ü d a fs n ;« « ¡a y p k g i u i í v ü Iu ü U u , no podía escapar a la
tendencia dom inante. Sin em bargo, su habitual indecisión no se hallaba
afectada por sus convicciones políticas y el nuevo hito en su carrera fue
la vuelta a Pctersburgo, tras dos aAo* de ouncnoa. de su amigo Speshnev.
Con sus puntos de vista políticos, desarrollados y m adurados por su
estancia en Kuropu. Speshnev se unió al circulo de jóvenes radicales
centrado alrededor de la persono de Pctrashevsky y trajo con 41. como
com o anvamc, y Kngcfcon era dem asiado delicado o dem asiado 'indolente
para insistir en un galanteo mal recibido. Pero entonce* propuso el
m atrim onio y ve ofreció a acom pasarlo p o r el extranjero d in d o le . sin
em bargo, a com prender que no Ib m olettari* red am an d o ningún
derecho m arital Él deseaba tam bién viajar y lo» deberé» de un cavohrr
s m u n t lio liin u su vida el objeto y la ocupación de que hasta entonce»
habla carecido. A la bella Alejandra (que mi era »u nom bre) U emocionó
lo propuesta y. al aceptarla, decidió que no cstaríu bien com partir el
nombre y el pasaporte de HngcHon »in com partir tu cam a. El
m atrim onio no sólo se celebró tino que fue consum ado y en el otofto de
1X50 m arido y mujer salieron para N i/a. AIU se encontraron con H cr/cn,
el objeto, durante los último» siete artos, del cuito secreto de F.ngciton.
El carácter de FngeUon sirvió a H cr/cn de modelo para form ular un
brillante diagnóstico de la enferm edad de los intelectuales rusos en los
últimos artos de Nicolás I, diagnóstico que sorprenderá al lector no sólo
por su perfecta adaptación a la personalidad de Engclvon tin o a la de
Dm ioicvsky y. particularm ente en los últim os pasajes, a la del propio
H cr/cn
Para H errén n o era poftblc perm anecer como m ero espectador y. por
tum ó. prodigaba a am bas partes, con un natural instinto de piedad, su
tu
£d*ord H, Caer
Repute (cuenta Herrén) que mis Hijos, exceptuando el chico, trian a París y
que debía confesarle francamente que no podía aceptar su ofrecimiento.
Mi respuesta te dolió y a mi me tupo muy mal que te hubiese dolido.
«Dime —añadí—, con la mano en el corazón ¿Crees que lu esposa escapar
de educar niños?*
-No —respondió F.ngrUon—. pero... pero quizá serla una planche de mlut
para ella. Sufre realmente, y siempre ha sufrido, y esto te traería nueva confianza
y nuevos deberes.-
-Bien, pero suponte que el experimento no tiene íx íio -
• Tienes razón. No hablaremos más de ello. Pero es tan difícil-
Exct UNCIA
El 25 de mayo tuve el honor de dirigir a Su Imperial Majestad una carta en la
que trazaba un plan para la utilización de globos (aeróstatos) para apoyar a la
artillería. Tuve el honor de ser favorecido con un acuse de recibo de la Comisión
/««A so-*4
iv^imuu as aw ss% ¿la m u i WM Vi ¡M M IÍÍM
U9
Edwatd H Catr
ambos. basura y «un una basura mediocre No ton mejore* lo* /migres.
No te puede etperar nada de rilar, ton mué ría* que entirrran « tu» muerto*.
fíl fruncí* ofrece un conirastc total con el inglés. fcí ingle* es una criatura
soJturía. que gusta de vivir en tu propia cata, testaruda y desafíame. <1 trancé» e*
una criatura de rehafio. pendenciero, pero fácilmente te le lleva a pacer. He aquí
do* linca i de desarrollo completamente paralela» con el Cuñal de por medio, ti
francés espera, no interviene en nada de lo% atumo* ajeno» y estarla mi»
dispuesto a aprender que a enteftar. sólo que no nene tiempo, tíme que irte ■ tu
comercio
La» do» piedra» angulares de la vida inglesa —lihcitod individual y tradición
heredada— apena» c»i»icn pata los Tráncese*. La tosquedad de la* manera»
Inglesas c u sp éis «l.fiancés (y realmente e* molesto y constituye el veneno de la
vida de Londres), pero éste no ve detrás de esto la ruda fortaleza con que esta
nación ha defendido «u* derecho*, la inflexible obstinación que le permitirá a
uno, halagando su» pasiones, obtener cualquier cota de un inglés, conviniéndolo
en un esclavo que se deleita con lot galones dorado* de su librea y «r deleita enn
sus cadenas en tanto que éstas estén cubiertas de laureles
t i mundo del autogobierno y la descentralización, el crecimiento mdepen»
diente y caprichoso, parécete al francés tan bárbaro y tan incomprensible que,
aunque viva largamente en Inglaterra, no comprende jamó» tu vida política y
civil, su» i*yes y su sitivmu juutcíai. Se pwid* en i* imoututnada vancuaú de ías
leyes inglesas como en una selva oscura; le falta por completo la noción de (a
altura de lo» mayestálKot robles que la componen, y cuanto encanto, poesía y
buen sentido puede hallarse en tanta variedad, l.e apetece más un pequrflo
código con bien dibujadas y desbrozada» senda», con árboles bien podado* y con
guardias en todas las atenidas
I j confianza ] prosigue) que aun los pobre* sienten cuando cierran tras de si
la puerta de su oscura, fría y húmeda choza, hace cambiar completamente la
perspectiva de un hombre... Hasta que vinca Inglaterra la aparición de un oficial*1
Eáward H. Carr
Las chica! A thursi fueron debidam ente casadas, M atilde con M artin
8igg», un procurador que ejercía en Sevenoaks, Emilia con Sidney
Hawkefr, y Carolina con Jamen Stansfeld. Hawke* y Stansfeld eran
copropietario! de una cervecería en Pulham , En 1850 M atilde Biggs
visitó Niza, trayendo consigo una carta de presentación de Mazzini para
Hcrzen. La relación asi establecida fue reanudada cuando Hcrzen %c
estableció en Londres. Matilde le invitó a su casa en Scvcnoak» (era su
primera ojeada a la cam piña inglesa) y a través de ella estableció relación
con los otros miembros de esta excéntrica y dotada familia. Parece que.
de las mujeres. Emilia Hawkcs * fue su favorita, pero de los m andos
estaba m ás intim am ente relacionado con Stansfeld. Stansfeld ingresó en
el Parlam ento, donde durante años fue un conspicuo defensor del
derecho de asilo y de la causa de los refugiados politices en Inglaterra.
Por los años sesenta fue «Lord Júnior* del Alm irantazgo en el gobierno
de Palm crston. pero su carrera ministerial fue breve; se divulgó el rum or
de que con su nombre y dirección am paraba las cartas enviadas a
Mazzini por los italianos republicanos y revolucionarios y fue ferozmen*
te atacado en la Cám ara de los Com unes p o r Dtsracii. quien declaró que
el -L o rd Júnior* del Alm irantazgo sostenía «correspondencia con ios
asesino* de Europa y sólo con su dim isión salvó al gobierno de un serio
contratiem po.
De todas form as, éstas y otras relaciones de aquel tiempo no jugaron
un papel considerable en la vida de H crzen. Sus relaciones constantes
durante lo» prim eros artos de su residencia en Inglaterra fueron la
m ultitud de refugiados políticos que desde 1848 se hablan agrupado
procedentes de todos tos rincones de E uropa en busca de un pedazo de
su d o europeo donde vivir, hablar y conspirar en paz; form aban grupos
nacionales más o menos coherentes. E ntre los italianos era Mazzini el
jefe reconocido y sin rival. Los húngaro* reconocían la jefatura de
Kossuth, lo» polacos la de Worcell. Los franceses estaban dividido» entre
Lculs S lsnc y Ledrt!*Ro!!in. pro!!*(»n *| | *« d* u revolución de l iu t .
autor, el prim ero, de la famosa Historie Jes Oix Ant, y el segundo del
folleto P e la PécaJenct Je ¡‘Angleterre. Los alemanes, disperso» y
desunidos lo mismo en su patria que en el extranjero, no hablan
aceptado jefe alguno para su num erosa colonia de em igrados. Estas
cinco nacionalidades —italianos, polacos, húngaros, franceses y alema*
oes— form aban el principal cuerpo de refugiados, y Hcrzen. que
representaba un pais hasta el m om ento no asociado al movimiento
dem ocrático, fue bien recibido como com plem ento de la asociación. Y lo
i.e n e x ih a Ja f inntéff/icOX
fue doblem ente, por la razón de que. al revés que casi iodos los demás
refugiados, tenia una bien abastecida bolsa y no estaba mal dispuesto
para aflojar sus cordones en beneficio de sus m enos afortunado*
comparteros. La tradicional hospitalidad del gran seígneur ruso lo afirmó
incluso en el brum oso Londres bourgecis. Herrén m antuvo abierta su
casa y todos los em igrados abandonados a su su e n e supieron donde
acudir cada noche a beber su vino, a fum ar su tabaco y a platicar alegre o
gravemente, según el hum or, a cualquier hora que fuese.
No obstante, aunque sus am istades eran casi exclusivam ente políti
cas, las excursiones de H er/cn a ia vida pública e ran acontecim ientos
raros. Fueron los polacos los prim eros en sacarlo d e su reclusión. H i/o
su primera aparición en público en un mitin en H annovcr Room s. el 29
de noviembre de J853. para celebrar el aniversario de ia insurrección
polaca de 1830. Worcell presidia; oradores de diversas nacionalidades
disertaron acerca de los sufrimientos de Polonia y de su próxima
resurrección. H crzen, brillante polem i/ador en la vida privada, carecía
de experiencia de tribuna. W orcell, al presentarlo al auditorio, expuso
que -en su propio país al orador nunca se le habla perm itido hablar en
publico- y pidió autorización, en su nom bre, para hacerlo leyendo un
m anuscrito. Su discurso, pronunciado en francés (a H errén nunca le fue
fácil hablar en inglés), term inó con el slogan; - jP o r una Polonia
independiente y una Rusia libre!- Al final de la frase. Worcell,
echándosele al cuello, dijo que -perdonaba a Rusia en nom bre de
Polonia-, m ientras 1.500 asistentes aplaudían la reconciliación de las dos
naciones eslavas herm anas. Herzen se habría encontrado en el séptimo
cielo de la delicia sí aquel diablo del escepticismo que llevaba dentro no
le hubiera traído a la mente, en el m om ento del triunfo, un fragm ento de
diálogo de la fam osa comedia satírica rusa l-Q desgracio de ser inteligente:
—¿Y qué hacéis en vuestro club?
—Crítom os. herm ano, gritamos.
Dieciocho m eses m it iar<t». H?r?cn habló CR Ct?C mitií» puimt,u suyo
carácter, a la ve/ representativo y social, se pone claram ente de
manifiesto en el program a que lo anunciaba;
En conm em oración del
O kan M ovimiento R evolucionario d i j 84K
A lian za 0£ ropos los P ululos
Será presentada
una
velada
internacional
seguida de un
Mitin Público
en
Saint M artin’s Hall.
Long Acre,
el
/.V
Ed*vtd H Catr
' Marx rechazó la imitación. «No quino rn ninguna pane ni m ningún momento
aparecer en (a m«ma ptauforaw que ttrrzrn-.escftNóa fcngeU, -punto que no pernerpo
de la opinión de que l* \*f* Entufé é&e m trjmenrrtóU por a nut/rt mar-
* M. P Miembro drl Parlamento (N. Jtl T.)
/ .V
Í A t f\ i¡ U n b \ ro /n a iu io n
m
t.<>\ exdittJat rom ititrot
m
l a t exilia,lm ronáiu/cui
139
Edweni H. Catr
era la incapacidad de crear tak t condiciono y que me daba pleno* pódete* para
llevarlo a cabo. I.c acorneé que sertalani dn« noche* a te «m ana para recibir a
mu amiModc». y que diera órdenes estricta» que durante el día y el resto de la»
noche» la cata debió ser dejada en par. Consideró que una «ola noche era
battante y dio lo» pato» necesario» para que asi fuera. F.n ru é atpccto pronto
tuvimos una par completa.
Realmente, conrigo ha ocurrido una cosa (dijo una var a MaiMstuj.' «i suri
que un «lemán hiro a mi vkla, tú te ha« esforzado en transformarlo en bien.
W
Edwatd il. Can
í"
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C a pit u l o v i l
E L P O B R E N IC K - I
A los quince años IcjcnbxJ má» larde a su novia] yo soñaba con el puro y
celestial amor que ahora estoy experimentando. A los dieciseis, mi apasionada
imaginación me empujó a enamorarme y di con una desilusión que destrozó mi
fe rn el amor A los dieciucie quise poseer a una mujer y satisfice mi deseo sin
amor por ninguna de las dos partes: fue una vergonzosa transacción comercial
entre un joven inexperto y una prostituía. Este fue mi primer pato en el camino
del victo. El hombre está hecho de tal forma que en cuanto ha conocido a una
mujer debe continuar. Dicen que es una necesidad física. Yo no lo creo. Yo creo
que un hombre de corazón puro debe evitar todo contacto físico del que rst¿
ausente el amor, incluso si es en detrimento del bienestar físico. Pero entonces me
acogí fácilmente a la otra teoría y me abandonó al vicio. De ver en cuando me
atormentaba algún remordimiento, pero por regla general dejaba que mi
conciencio se adormeciera.
A vece* pienso: ¿puedo tener una pasión indi vidual que no esté fundada ea la
abnegación y tn la vida del universo? ¿Soy realmente un egoísta?.. No debí
abandonarme al amor. Mi amor está dedicado al más alto Amor Universal, cuyo
fundamento no es un sentimiento egoísta de goro. Debo sacrificar mi
sentimiento presente en el altar det amor de) mundo.
t36
I o í i' m IiuJ» ) lomámuo'i
IJ7
F.dwaut H. C an
140
t i»i e\ihaíb% wmánnto\
Herrén tuvo una abierta discusión con M aría para ver de reducir el
angustiado desespero de su amigo.
Tengo el alma partida en do* (le escribió Ogarev en aquel tiempo). I.a lucha
entre ta amistad y el amor me la ha desgarrado. Por ambos lados es igualmente
doloroso... Siento dolor, hrtmano. en mi interior. Y una llama me consume.
Unos momentos Uoro y otros momentos el dolor ea tanto que no puedo llorar.
Ño habla sufrido a*l en toda mi vida y tr pido en nombre de la amistad que hagas
un sacrificio por mi. cizando vengas a vernos, llévate a María aporte, tómale la
mano y dile que le pules que olvide vuestra querella, que los amigos de Nick y la
esposa de Nick no deben set enemigos y que, por el comearlo, deben estar unidos
Ni
£4*ard ¡i. Carr
No fueron solam ente las querellas entre sus amigos y su esposa lo que
tuvo que soportar el paciente corazón de Ogarev. Entre las diversiones
favorita» de M ario estaba, en el transcurso de estos meses, la relación con
un joven llam ado Iván G alakhov. am igo de Horren y de Ogarev. Su
hacienda, en la provincia de Pcnza se hallaba situada cerca de A ksheno y
debió d e ser allí donde conoció a M ario. Procedía de u n a a ró to c ritú »
familia y hablo servido en la G uardia, p ero pronto se retiró del servicio
para entrar en la vida de ociostdad y autoanálisis típica de los jóvenes
rom ánticos rusos de su generación. D urante el invierno de I84CMI, se
inició entre G alakhov y M aría Ogarev un coqueteo sentim ental que h ilo
agitar las lenguas de Moscú, y Ogarev, con más buen sentido que el que
se le atribula, vio una oportunidad de salvar su m atrim onio escapando
de esta envenenada atm ósfera. Ptopuso un viaje por el extranjero y
M aría, ávida de cam bios por encim a de to d o , acogió el j»t»n f*vr.■■•bit-
mente- Pero una vez más intervinieron las autoridades. H ubieron
dificultades pora obtener el pasaporte y hasta mayo o junio de 1841
Ogaicv y su mujer no pudieron abandonar Rusia. En aquel m om ento U
situación tenia la apariencia de ser desesperadam ente com prom etida y
G alakhov les siguió en su cam ino hacia KarUbad y Ems. Quizá serla
injusto considerarlo responsable en gran parte del naufragio del
m atrim onio En realidad, María estaba cansada de su m arido; o quizá no
estaba ta n c a n u d o de Ogarev com o de la idea de fidelidad. Necesitaba
un am ante y en el atento y emotivo G alakhov le pareció encontrar un
prom etedor condidato a este honor.
Las consecuencias probaron que en cata ocasión le habla faltado
perspicacia. G alakhov rondaba a su alrededor con sentim ental irretolu*
ción. perm aneciendo ora en la misma ciudad que los Ogarev, ora
vagando sin objeto por las cercanías. Sus cartas a M aría durante esta
breve ausencia arrojan una curiosa luz sobre el estado de su espíritu;
¡42
t,(n rv'W e j fQ/nJiwtoi
Durante tres afto* (escribió ci!a| me tu» estado amando, lo has hecho rodo
pañi ganar mi aleación y excitar mi inclinación hacia ti; y cuando, al fin, io has
logrado te detienes indeciso. Si ganaste mi amor, ¿por qué no me ha» tomado?
No procede a»( la pasión No, ti realmente me amaba», debías haber defado de
filosofar, no debía» haberle rchado airi» por dudas o «erópulo» de principio.
¿Qué duda puede haber aquí? La pasión llene su» derechos propios
14)
f.é*a rd H . Carr
un* copeck de apacible humor y entre la* Unco» mi* melancólico» encuentra» el
«tonificado oculto que no puede causarte pesadumbre alguna Debajo de tu»
ligrima» hay una »onn«a infantil, debato de tu tonnsa hay lágrima» infantiles.
Proco una amplia comprensión para lodo lo que o humano y una obtusa
incomprenuón para todo lo que e* particular de Ogarev.
Es dudoso que Hcrxcn com prendiera alguna ve/, ni entonces ni mi»
(arde, la profundidad del dolor que a veces se escondía bajo la ingenua
sonrisa y las ligrim as de Ogarev.
D urante m is de un aAo Ogarev desapareció de la escena. Estaba en
A lem ania, donde buscó consuelo en el vino y las mujeres, y prosiguió la
correspondencia con su esposa. Nada m is sabemos. Hasta que, en
agosto de 1844, M aria ce reunió súbitam ente con él en Berlín. Se hallaba
encinta y parecía conveniente, desde to d o s ios puntos de vista, que el
niAo fuora reconocido por él Ogarev no puso objeción alguna. Ello le
devolverla algún interés por la vida. V registra los resultados en una
carta a M oscú, cuyo ton» oscila entre cínico y trágico.
Mi muré» en ser padre se ha malogrado. El niAo. nacido prematuramente,
murió. No puedo olvidar su lastimosa cara. Ocurrió hace Ocho días. Mi esposa
esta bien
Tres meses después, María se reunió de nuevo con su am ante y
Ogarev tuvo el presentim iento —y quizás el deseo— de que aquél habla
sido su úliimo encuentro. La víspera de la partida escribió un poema
según el estilo byroniano:
¡Adiósf V ti c* para siempre,
(para uempte adiós.'
Term inaba asi:
/«
m
I oí ruhatltu romúHinui
Y entre sus pópele» se encontró un detallado proyecto, que nunca fue
llevado a cabo, de una Ecote Potytechnique Poputaire. Fue un proteico
intermedio en su tem pestuosa vida, el periodo de recuperación de las
emociones y excesos de su estancia en Europa. Pero ni aqui te hallaba sin
los consuelos de la relación hum ana. Entre sus próxim os vecinos estaba
Alexis Tuchkov. al que hemos ya encontrado con sus hijas F.lcna y
Natalia como com pañeros de viaje de los Herzen en Francia e Italia. La
propiedad de Tuchkov llevaba el nom bre de Y akhontovo y Ogarev era
visita frecuente, especialmente en ocasiones de fiesta. Cincuenta aAos
más tarde, cuando Natalia escribió sus Memorias, todavía recordaba la
hábil y original form a con que el pobre Nick h a d a h o n o r a un brindis,
sosteniendo con lu m ano izquierda una copa de cham paña y en la
derecha un plato que en el m om ento critico rom perla con un súbito
golpe en su ru ad a cabeza.
C om o la m ayor parte de la biografía del pobre Nick está necesaria*
mente escrita en u n tono m enor, sentimos cierto alivio cuando Ikgamoa
a un pataje de pura comedia. A fines de verano de 1849, invitó a
Akshcno a la condesa de Salías de T oum em ir con sus dos hijos y un aya.
La seAora, que pertenecía a una antigua familia rusa y se habla casado
con un conde francés, contaba a la sazón treinta y c u a tro aAos y aún no
se habla em barcado en su carrera literaria, que la hizo fam osa como
periodista y com o novelista1.
|j» invitación fue razonablem ente justificada p o r el hecho de una
lejana relación entre ellos. El interés actual de Ogarev p o r la condesa fue,
sin em bargo, de orden sentim ental y el hecho de aceptar la invitación
dem ostró que el interés era reciproco. Pero antes de q u e la frágil belleza
tuviera tiempo de rendirse —antes, incluso, de su llegada a Akshcno— la
situación habla cam biado a causa de una circunstancia totalm ente
imprevista: en otoAo de 1848 la familia Tuchkov regresó a casa después
de sus viajes por Italia y Francia.
Parece que O aarev. incluso antes de su víale p o r Eurnoa. habla
m ostrado un paternal interés por las ya bastante crecidas hijas de su
vecino, pero no h a d a distinción entre ellas; en su prim era carta m u el
regresó se dirigió en atento francés a «M ademolielles Helene et Natalie-
term inando, muy decorosam ente, con lo que él llam aba «un apretón de
manos* para las chicas y su papá. Sin em bargo, los nueve meses en el
extranjero hablan operado maravillosos cambios en las dos scAoritas
1 ProbaMemant* nadir ha ktdo mj« otrora populares novelas desda que U última
adición. anterior s U guaira. da la tínndopedú fcu»a h refirió a tUa como sigue «Lo*
Mroe» de sus historias » novata* eran hombre* del fraud monde. un ocupación, Un fuera
da votuoiad y Un ambiciona* intelectuales o da otro orden, la posición de la autora con
mptcio • afín* no es dr simpada. Los pmooajrs simpático* toa sus heroínas, que tipifican
la virtud seducida y «I saifnmiemo da ú moceada. fcn las obras da Madame Salía* el amor
ronumiit al ó r n e n objeto para al cual fueron construida» la» radiantes v te n montada*
novela** LvidcntemeRir, eiiraia ■ tu» heroína» de »i misma, ¿ftvdemo» presumir que
Optes tintó de modelo para algum» de wt httucs inútiles v «Je dítnl tulunimP
147
f'duwvf //. C att
¿tabes que desde que volvt anuí i*r» h# t y ^ o sais CUrifcir.í, «¿¿«i vi
piano > dormir? Por la noche me aplico al deber.
A esto» entuerto* encinta del teclado les sucede una curiosa escena
que relata (iras un i ntcrvalú de veinte hora») en otro p árrafo de la misma
carta.
Fd+arJ II Ctirr
Í32
ío í e v I/ O ih t r a m d x tk o i
obligación que k habla impuesto para con ella en 1X41. y que citaba
avalada por (a totalidad de tus propiedades rurales. Fue éste un paso
arriesgado, puesto que no habla duda ik que M aría, que nunca habla
m ostrado inclinación a modcrai sus apetitos económ icos, emprenderla
una acción legal en apoyo de sus reclamaciones. Sin em bargo.el ingenioso
c implacable Tuchkov se hallaba dispuesto a responder a la amenaza. A
fin de fru í Ira; la> prclcnvonc* de M aría. Ogarev fue inducido a traspasar
al m arido de Elena. Satín, la totalidad de su hacienda de Akshcno. cuyo
precio de com pra deberla pagar Satín, aparte del rendim iento de la finca,
en diez piaros anuales. Esta intimación, un canto estúpida, resultó fatal
para el bienestar económ ico de Ogarev, dado que S atín, poco dispuesto o
insolvente, faltó o sus obligaciones y sólo efectuó unos pocos pagos y aun
fuera de piar». N o obstante, por el m omento el recurso sirvió a sus
propósitos y cuando María interpuso, y ganó, su acción contra su marido
encontróse sin propiedades que em bargar, excepto una peqoeria finca de
Ogarev denom inad» Uruchia, en la provincia de Orel; esta única posesión
que le quedaba tuvo que ser vendida por orden judicial para indem nizar a
María.
De las tres haciendas que heredó Ogarev a la m uerte de su padre doce
aftm ante», nada le restaba uctualmente. Habla cedido Belo-omul a sus
antiguos siervos y los pagos que debía recibir de c*ta»proccdcncia se
acercaban a su fin; había perdido Uruchia. vendida para satisfacer las
reclamaciones legales de M aría: y habla traspasado Akheno, su casa
solariega, al curiado de Natalia. D urante el resto de sus día* dependió de
la bondad de su m ás viejo amigo. Algo debía hacerse, con todo, para
prevenir el futuro, y. aproxim adam ente por el tiem po de Tuga con
Nainha. tom ó en préstam o u H er/en 4S.OOO rubios y adquirió una
fabrica de papel en la provincia de Simbirsk.
A esto siguió un curioso intermedio. Se recordará que la esposa de
Ogurev era sobrina de Punchulidzev. el gobernador de Penra. La
v im ih Ím ij tic Fumiiumí/eV «unió pvi ví púbitvsi uc»«iic hecho a su
p ro ttfJe por la deserción de Ogarev, y es difícil saber hasta qué punto su
subsiguiente actitud fue debida a) celo oficial o al despecho personal I as
revoluciones europeas de IK4K habían aterrorizado a Nicolás I de Rusia.
Sospechas, espionaje y detenciones estaban a la orden del día. A
principios de 1849. aproxim adam ente cuando O garev empezó o inti*
m idar en Y okhantovo. Panchulidzev informó a Petersburgo que
Tuchkov. desde su vuelta a París, llevaba b arb a y habla hecho
manifestaciones de librepensador y expuso ideas antirreligiosas delante
de los jóvenes. 1.a policía secreta, habiendo recibido la orden de
investigar, descubrió que Ogarev se habla com prom etido escribiendo en
-trabajos de carácter revolucionario- y finalm ente, en septiembre,
inm ediatam ente después de la faga de Ogarev con N atalia, el jefe de
policía de P ctenburgo recibió una petición del borracho y decrépito
padre de M aría, Ro&laxcv. Merece ser citada com o m uestra de las
m aneras contem poráneas.
m
Efh>ard tf. C an
Hx c h in o a
|.« bien conocida rectitud de Vuotra Excelencia me da ánimo para solicitar
la protección de Vuestra Excelencia l.m hechos ton ésto». Mi hija, caoda con
N, P. Ogartv.de la provincia de P ena, «challa desde hacedoaafloscn el extran
jero por causa de enfermedad. Entretanto. Ogarev, que había contraido amistad
con Tucéikov. un propietario rural de la misma provincia de Prnra. entró. bajo la
influencia de Tuchkov, en la secta de los comunistas. Estoy convencido de ello no
solamente por referencias, sino por las acciones de Tuchkov. Ogarcv y tu amigo
Satin. Loa do* últimos, compañeros de estudios en la Universidad, se hablan
hecho ya previamente sospechosos y estuvieron durante largo tiempo bajo
vigilancia Ogarcv abandonó a su esposa cediéndole una substancial cantidad de
dinero que fue avalada por una hipoteca y quv por supuesto debía habci pagado
ti no se hubiera unido a ü secta de tos comunistas bajo la influencia de Tuckhov.
jefe principal de la secta. Pero sucedió lo siguiente: Tuchkovjentregó su hija
mayor a Ogarcv como te entrega un» desgraciada mujer a los'hombres en un
lupanar. Habiendo Ogarcv gozado de ella, decidió —ignoro por qué razón—
traspasa ría a su amigo Satín, esta vez en matrimonio legal, cediendo a Saint,
como dote de ella, su hacienda solariega de 400 almas. Siguiendo con sus mismo*
hábitos recibió luego de Tuchkov a su oirá hija. Mi. estos caballeros comunistas
trabajaron duramente para despojar al infortunado Ogarcv. y lo consiguieron,
mandándole luego a divertirse con la joven a Crimea Estoy firmemente
convencido que todas estas acciones formaban parte de un plan establecido pana
sacarlo <irl país y dejar a mi hija, su esposa legitima, sin el dinero. Tenga Vuestra
Excelencia la gracia de proteger a la inocente. Soy un hombre viejo sin otra
alegría en la vida que mi hija. Dad orden de que Ogarcv no ulga de Rusia y
pague a mi hija: dad a ésta la posibilidad de existir y volver a su país.
ansiosa por salir de Rusia; pero dificultades prácticas y la puro inercia los
encadenaban todavía al lugar. Sin em bargo, con el transcurso del tiempo
crecieron m ás sus deseos y los obstáculos fueron desapareciendo uno por
uno. £ n la prim avera de 1853 Muría O garev m urió en París. En tu s
últim os aAos Vorobicv había sido reem plazado por un francas a quien
legó los últimos restos d e su fortuno. La noticia no llegó a Ogarev y
N atalia hasta cerca de seis meses después del suceso. En sus tiernos dias
de a m o r hablaban del m atrim onio con irrisión y com o de -u n tuperfluo e
innecesario lugar com ún-, pero ahora estaban impacientes por regula*
rizar tu estado. Una b a rr e n que se oponía a la concesión del pasaporte
fue a ti soslayada.
T ranscurrieron cerca de dos aAos m is , y en 1855 la casualidad, en
form a de incendio, destruyó la fábrica de papel y dejó a los Ogarev sin
recursos, sin ocupación y sin ningún m otivo de perm anencia. Pasaron el
invierno en Pctersburgo. No fue un tiem po particularm ente afortunado.
Ogarev, de vuelta, tras varios aAos, o la sociedad que le gustaba, se
encontraba en su elemento, bebiendo copiosam ente en la alegre
com pañía de sus amigos. El alcohol aum entó la frecuencia y la virulencia
de sus ataques epilépticos y N atalia, por prim era vez. se inquietó
seriamente por su salud. T am poco a ella le sentó bien su nuevo medio.
Los añ o s de ostracism o social la hablan hecho m orbosam ente sensible y
em pezaron a aparecer los prim eros síntom as del histerism o de sus
últim os aAos. Se sentia, probablem ente sin razón, ignorada y despre
ciada. Estaba convencida que Turguencv, que aAos atrás le habla
dedicado un cuento, ahora la odiaba. C uando Ogarev invitó a Tolstoi a
su alojam iento, éste no se presentó, y ella tom ó su incomparecencia
como un desaire personal. El único de sus amigos literatos de su m arido
con quien ella, de manera bastante curiosa, se hallaba com pletam ente a
f tttO , era el m is bien simple O strovtky. el popular autor de comedias
m
/.ni c u '/hhÍ u * remátitUm
t
t
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C a pítu lo vm
DE NUEVO EL TRIANGULO
La llegada de Ogarcv irrum pió com o un m ar tem pestuoso en las
calm adas y tranquilas aguas de la existencia cotidiana de Heneen.
La prim era torm enta fue uno de aquellos episodios que nadie prevé
pero que tan p ro n to se han producido lodo el m undo los reconoce com o
inevitables. N atalia Hcrzcn habla encargado del cuidado de sus hijos, en
la cvcntualidod de su fallecimiento, a su querida «Consuelo*, y en su
lecho de m uerte fue el nom bre de la otra Natalia el últim o que solió de
sus labios. C uatro aflot hablan transcurrido desde aquel día, pero era
ló g k o que N atalia Ogarev esperara, en virtud de aquella confianza,
asum ir el papel de madre adoptiva. Era igualmente lógico que Malwida
von Meyscnbuji, que se habió consagrado devotam ente a sus nuevas
i« ¿ p O i» M u ¡i* u » u é * v «>i i ¡ü ú « i* p « » *m uc »u m í. »e ic u iiiic ia de ¡a m ás
pequeAa insinuación en orden a reclam ar una au to rid ad sobre los niftot
que rte m p la ra n la suya.
Las dos m ujeres, carentes de hijos, ambos tan insatisfechas sexual*
mente y com o poseídas del mismo anhelo histérico p o r los niAos, eran
dos rivales predestinadas. Instintivam ente se consideraron la una a la
otra com o intrusas, aunque debe ser consignado, e n favor de Natalia,
que fue Malwida quien prim ero provocó y dio expresión a su mutua
enemistad. Para Malwida no se trataba de una m era cuestión de celos
sino que tam btén se hallaban en juego principio* profesionales y hasta
nacionales. Ella tenia la tradicional fe alem ana en las teorías pedagó*
g kas. y se consideraba particularm ente capacitada, por sus pacientes
estudios, para la educación infantil. Por otra parte, se echó de ver en
seguida que a N atalia le fallaba tan to la teoría co m o la práctica y que
una sola sem ana de su descuidada indulgencia podía estropear los
resultados de seis meses de buena disciplina germ ana. En especial, la
Echverd H. C a n
/ i*\ r \ t t h f J n \ m m á n lito i
161
Edwcrú //. Cart
toda la vida, y hasta se sintió aliviado al ver que no se repellan las tensas
relaciones que existieron entre su prim era esposa y su amigo. Tam poco
Hcr/cn retrocedió ame este segundo experimento con el ideal romántico
de la am istad triangular; tos circunstancias modificaban tas cosas y la
experiencia raram ente enseña en los asuntos det corazón.
Tan sólo estuvieron, sin em bargo, unos pocas semanas viviendo con
prim aria inocencia en este paraíso rom ántico. Un din —parece que fue
antes de su traslado de Finchlcy Road a Putney— se hallaban hablando
juntos y H er/cn. sentándose en el suelo a los pies de NatAiia, le cogió la
m ano. Natalia experim entó una vez más la «sensación m agnética- de la
cual habla sido consciente cuando el am igo de su m arido la abrazó por
prim era ve/. El contacto envió una oteada de sangre ardiente a través de
todo su cuerpo, y encontrándose sus ojo» con los de Ogarev. vio que éste
los estaba m irando fija mente con trágica com prensión. A partir de esta
escena, que ella registra do* artos más larde en una carta a tu herm ana.
Natalia parece d atar su conocim iento —y el de su m arido— de su pasión
física p o r H cr/cn. Sólo el propio H errén, tan simple de pensam iento
com o siem pre en tu» relaciones personales, no se dio cuenta de qué d a te
de sentim ientos habla prendido en ellos. H cr/cn, a sus cuarenta y cinco
años, habla alcanzado ya la m adure/. H abía vivido m uchas tragedias y
habla decidido considerarse com o un hom bre viejo cuya vida ya te habla
consum ado. La vivaracha Natalia, sedienta de alegrías y de pasiones
todavía no gustadas, era dieciséis artos m ás joven y hubiera podido
pasar, sin la m enor dificultad, por hija suya. Herrén m antuvo oculto» su»
sentim ientos para con ella, incluso para si m ism o, bajo la m áscara de una
ternura paternal, y si sólo de él hubiera dependido, la m áscara nunca
habría sido arrojada. Esta no es la historia de un experim entado hombre
de m undo que seduce a una im presionable y cándida joven esposa y la
desvia de la senda de U fidelidad conyuga). H ubo seducción, si. pero
H cr/cn n o fue el seductor, sino la victima.
En c¡ exaltado sentim iento de N ataiia por Herrén hubo una gran
parte, quizá preponderante, de ardor anim al. La historia de su
m atrim onio con Ogarev no puede ser escrita en detalle dad o que
carecem os de m aterial, pero existen d a to s indicad» de su fracaso en
cuanto a satisfacer la vertiente física de la naturaleza de Natalia. No seria
justo decir que la experiencia desm intió las rom ánticas promesas de su
noviazgo. Ogarev fue, y permaneció hasta el final, una figura romántica.
I j i colegiala que se enam oró de él en A ksheno seguía viviendo en la
m adura Natalia, y Ogarev seguía estim ulando sus más liem os sentí*
miento» tan irresistiblemente com o siem pre. H abla interesado su
corazón en una medida que no podía alcanzar otro hom bre. Pero Natalia
no sólo tenia corazón. Habla aportado a Ogarev los deseos frescos y
vigorosos de una juventud enteriza y el am or con que Ogarev le
correspondió fue. com o ella escribió m ás u rd e , -la última llama
vacilante- de un cansado y gastado organism o. Los prim eros artos en el
cam po transcurrieron tolerablem ente bien, pero el último invierno en
m
/ w> m m aw u o i
I6S
f.th tw tíH C orr
Soñar. <n nuestro paso por <1 mundo (escribió amargamente), ep una vid»
imposible, pnétna y armoniosa, es inadmmblc. I tu b a equivocada ¿Ygo/a a su
manera. ¿Y qué ocurre si yo no umpaiím y no «precio tu sutón de la vida''
Quedarme fuera del camino. I as relaciones personales significan muy poco para
él y mucho para mi. t.< quiero pero sé que no puedo estar satisfecha con lo que
me da
l.o peor de lodo fue cuando otros sentim ientos, que casi purcclan
m uertos, revivieron en tu pecho y le dieron la prueba de que la
pcrvivcnciu de Ogarev en su corazón era m ucho máv fuerte de lo que ella
166
¡ ó * e uUoifoi roitH)fW<os
Los <kn sois crueles. Y ello es asi porque es difícil transportar vuestras
relaciones a un plano mis elevado. Si consigo elevatU a ella, tú lo arrumas todo
con tu crueldad. St consigo hacerlo contigo, c» cita U inexorable. Por lo momo,
ere» tú quien, por tu educación, cstii m is capacitado para dominar el corazón
humano Tienes conciencia de lu fuerza para tratar tos problemas humanos en
general, pero no te importa condenar a los individuos. Fila padece de un-dcícvco
de carácter que sólo el cuidado de una madre puede curar. Yo hará todo lo que
pueda. Pero ti fracaso y en vez de prestar ayuda muestras tan sólo tu egoísta*
racional malicia tesactamentt como ella muestra tu cgolsta-uraciunal malicia),
entonces..„ entonces sólo pido una cosa ilnmc como un empleado de coufian/a
t.ui r\i¡iadoi rc/iuittituu
co tu Imprenta > (U j i i t w vivir «uto.. Q ui/it evo «c# crueldad por mi parte, pero
ambo» lo leñé»» merecido.
año*, no podía ir con ella ni podía Mr dejada sin cuidado alguno en cata.
La fiel Malwida se Hallaba lodavia disponible y fue ella quien se llevó a
Olga a vivir consigo en casa de unos amigos alemanes donde se alojaba.
Era. como m is larde com prendió H errén, el prim er paso hacia la
separación, un paso que una ver dado no perm itía retroceder, Olga no
podría ser recuperada; seria impensable sustituir otra ve/ el caprichoso
m alhum or de Natalia a los celosos y pacientes cuidados de Malwida.
Antes de que Natalia regresara del C ontinente, Malwida solicitó y
obtuvo perm iso para llevarse a Olga con ella a París durante el invierno.
I,a niña ya no volvió nunca a casa de su padre, excepto en caso de visita
ocasional. Herrén tenía que agradecer u Natalia la perdida de una de sus
hijas, y un nuevo elemento de reproche m utuo se añadió a la creciente
am argura de sus relaciones.
N atalia regresó a Inglaterra la Nochebuena de 1860. M ientras estuvo
en el extranjero habla intercam biado agrias y desesperantes cartas con
H crzen, pero siete meses de separación hablan hecho su trabajo. l.«s
herídus hablan tenido tiem po de cie a th /a rse , los insultos se hablan
olvidndo y, por el m om ento, hubo algo asi com o una reconciliación
sellada con lo reanudación de lis relaciones físicas: a las pocas semanas
Natalia se hollaba nuevamente cnciniu. El verano —un verano de
relativa tranquilidad, jalonado. >m em bargo, por violentas torm entas de
Irritación— lo pasaron en T orquay. y en noviembre nacieron mellizos.
F ueron inscritos en ci registro de St. M ary, Paddington (H cr/cn residía
ahora en la O rsett House, W cstbournc Terrece, inm ediatam ente detrás
de la iglesia de la Trinidad), com o hijos de •N icolás Ogareff, editor del
periódico ruso ¿o Campana-, y de «Natulia OgorcíT. de soltera
Tuchkov». Les fueron impuestos los nom bres de Alexis y Elena,
respectivamente. C uando em pezaron a hablar inteligiblemente, ellos
mismos se llam aron -L ola chico- y -L o la chica-, y ¿stos fueron los
nom bres que se les atribuyó durante to d a su corta vida y que perduraron
en la m em oria de sus padres. El cuidado de los «res pequeños ocupó y
agotó a Natalia física y cmocionnlm cnte para los dos años siguientes y
fue u n parcial respiro en la guerra de In com binación amor«odio. Fue
¿Me el periodo de más febril actividad política de Herrén y el ulum o
destello de felicidad que ¿I y Natalio conocieron.
E n tre u n to . Ogurcv habla hallado unu nueva fuente de consueto y de
interés en la vida. Aproxim adam ente e n la ¿poca del nacim iento del
primer hijo de Natalia, habla conocido en el curso de sus ahora
frecuentes peregrinaciones por las tab ern as del centro de Londres a una
prostit uta que tas frecuentaba en busca d e clientes. El im porte de la visita
era de medio soberano y Ogarcv se fue con ella. La chica le gustó y la
visita se repinó varias veces. Le hizo preguntas. $c llam aba M aty
Suthcrlund, frisaba en los treinta —la m ism a edad que N atalia— y tenia
un chico de cinco, llam ado Henry, que tenia en el pupilaje en casa de
unos am igos m ientras ella ganaba lo necesario para m antenerlo. Ogarcv
inquirió el alcance de sus necesidades y ella expuso que con cuidado
no
/ o í i'W /W oi rnituiiuiuH
EL GRAN QUINQUENIO
Es curioso que u n hom bre que, siendo un insignificante literato, dejó
Rusia para siempre a tos treinta y cinco «Ao*. se convirtiera, dtex artos
m is tarde, en U m is poderosa figura del m undo político ruso. Era
aquella una época en que el periodism o, como fuerza política, era
desconocido en Rusia e incluso poco im portante en el resto de Europa, y
la historia del periódico Campana es un episodio único no sólo en la
vida de H errén sino en la historia m oderna.
Uno tan sólo puede trabajar sóbrelos hombres (escribió Herzro en Mi pasado
y mi» sortando sus tuertos m is claramente de lo que pueden
sortarios eUo* mismos, y no demostrándoles Us ideas como se demuestran los
teoremas teomét/icoa-
' Natalia Ogares, en su» Utmotiai. describe ■ tehorzewski como poseycisdo «et
esleiMH de un caballero- »ra bien parecido, con un* esposa > roja barba y -afectuoio*
ojm. «penalmente cuando miraba a un miembro del belto teto-, i c gustaba actuar de
i tttttmf de tos neo» »tsit*n(« rstsot de t ondm Ce» demasiado utguHoto para aceptar
nada en pago de iu atención. pero hacia cufian/* en sus clwnl« para uue le mantuvieran
♦untuosamente en compensación Je sus sm utot
m
l m i-yitiüittn inniitnt(if>\
Su orgullo no carcci» de excusa. F.ni la prim era vez que existía una
preñan ruso independiente y lo simple noción de ser posible imprim ir en
ruso estos m ordaces ataques al zar de Rusia, asi co m o todos sus trabajos,
parecía increíblemente audaz y estimulante. Las autoridades /an sia s no
podian dar crédito a sus ojos. V ahos centenares d e estos primerizos
folletos hallaron u n cam ino subrepticio para sobrepasar la frontera rusa
y desde allí pasaron de m ano en m ano, en m aravillada adm iración, por
lo» intrépidos espíritus de la generación ascendente. El propio Hcr/.cn
rem itió algunos por correo, con espíritu de desafio, a importante»
funcionarios zaristas. En los archivos oficiales se halla evidencia de la
ansiedad que estos acontecim ientos provocaron en Moscú.
El éxito (político, aunque no financiero, naturalm ente) y el alcance de
estas fugaces publicaciones sugirieron a llc r/c n la creación de un
periódico que podría perseguir idénticos fines de una m anera m is
regular. El em puje inm ediato fue dado por do s acontecimientos
desconectados pero casi simultáneos. En marzo de IKSS. la muerte de
Nicolás 1 puso fin. tras treinta artos, al más tiránico y opresivo reinado de
la historia rusa det siglo XIX. y menos de un mes después el canciller del
Exchcquer británico, al presentar el presupuesto anual en la Cám ara de
(os Com unes, anunció la abolición de la tai* poeta) p n n los diario* y
o tras publicaciones periódicas.
El alentador im pulso dado por esta última medid a a la publicación de
noticia» impresa» (más de un centenar de diarios d e toda dase fueron
fundados en Inglaterra en pocos meses) fue un hecho incomparable*
mente más significativo en la historia que la desaparición del autócrata
ruso, aunque el cambio de ocupante del trono ruso produjo más
impresión en la opinión contem poránea. C uando Henrcn, en su villa
ribereña de! T íím ísjs , tr. T s'ickcnh-m . M*yó I* d ian a cabecera de The
lim es el Ifrulo -M u c n e del em perador de Rusia*, sintió que la vida habla
adquirido de p ronto un nuevo significado. Invitó a un grupo de chicos
del pueblo que halló en (a puerta del jardín a alegrar»* con él de la
desaparición del enemigo com ún (l;t guerra de Crimen estaba entonces en
su apogeo), y (ras distribuirles, con juiciosa largueza, unas monedas de
plata, los despachó gritando con sim patizante entusiasm o: *¡Hurra!
¡Hurra! , H urta! ¡Nicolás ha m uerto!- Por la noche se reunió en su casa
una hueste de rusos y polacos refugiado» par» celebrar el acontecí*
miento. M otaba en el aire la exaltación y el optim ism o. El nuevo
autócrata de Rusia. Alejandro II, se com prom etió a rom per con las
tradiciones de su padre, a acabar con el escándalo de la guerra de Crimea
y a introducir reformuv liberales. Parecía el m om ento propicio para
ian/ar el nuevo periódico. A presuradam ente se (levaron adelante (os
preparativos, y en los primero» días de agosto salió de las prensas el
prim er núm ero d e /.a t'u r d ía Polar. Ll título procedía de un periódico de
Fd*ard // Carr
176
/ a» tomúnimu
luí escasa y limitada personalidad de tos occidentales (para citar otra vez \ft
penado y mu penumltni(n\. que a primera vuta impresiona por su especia*
li/ación. acaba asombrándonos por su estreche* t i occidental se halla siempre
satisfecho de «I mismo y su autosatisfseodn es un insulto No olsida nunca el
aspecto personal de una cuestión. Su posición es, generalmente, encarada y tiene
la visión adaptada u n sólo a sus insignificantes alrededores.
178
f in i‘ \Mttiifm mitviintinn
£1 padre del principe Golitsm encartó a [iccthwveti tres cuatutoc (conocidos ahora
com oO p |}7. t.to y t)?)quc lu c ern o pagó Podía preturm oe queel hijo habla heredado
de »u padre u n to el *u*U> por la música como una (Mita i n t o m i t a t t par» los atuniua
retinó rucos
Ims tMfiihiot rofnantt(OJ
/8 1
Edvard lt. Carr
función. La última y mayor de las excentricidades de Golitsín consúnó
en que nunca habiu pedido dinero a H cr/cn. Herzen habíale advertido ya
a iu Negada que la vida en Londres era cu ra, pero el príncipe había hecho
coso om iso de la advertencia y el orgullo no le perm itía confesar a su
m entor cuán acertado había sido el aviso.
G olitsin, no obstante, se hallaba todavía en su gloría cuando
ocurrieron los acontecim ientos culm inantes de la carrera pública de
Herzen. El 3 de m arzo de 1861 (o el 19 de febrero, según el antiguo
calendario) fue proclam ada en Rusia la em ancipación de los siervos. El
principal objetivo por el cual lucharon i.a Estrella Polar y Im Campana.
se alcanzó, asi. de un solo golpe. A lejandro II habla justificado
noblem ente las esperanzas que en ¿I se hablan depositado. Hcrzcn se
llenó de alegría y de orgullo: y cuando, pasado cierto tiem po, et texto de
la proclam ación llegó a Londres, decidió ofrecer una »/eie m onstruo- en
Orsett IJoute para celebrar este cardm ut suceso de la historia de su país.
El I de abril apareció en La Campano la siguiente nota:
Renunció al je ito y lo* dos único» brindi* fueron para -el pueblo
ruso em ancipado- y -la independencia de P olonia-. Una atmósfera de
tristeza envolvió la fiesta, y aunque por la noche el cham pán y la música
disiparon m om entáneam ente las nubes, el instante perduró en la
memoria de Herzen como una extrafta mezcla de alegría y aflicción. El
día se habla planeado para celebrar el prim er gran triunfo de Im
Campana. De hecho sem bró la prim era simiente de su decadencia.
En Jm Campana del I de mayo, tre* sem anas después del festival,
ocupaba el silio <de h onor un articulo de H errén titu lad o M ater Doloroso.
en el que se acusaba a Alejandro H de la m atanza de Varsovia.
iTan sólo cuarenta dia»' (eran su» últimas palabra») ¿Por qué no morirla este
hombre el día en que fue anunciada al pueblo ruso la proclama de su liberación?
pasado. Abom inó <ic la urania de Alejandro II. de cuja* garra» (un
dificultosamente habla escapado. en los término* que la gente acostum
brada n injuriar u Nicolás I. y quedó pasm ado al saber que el mismo
Alejandro era el z a r liberador, et protector del progreso y la reforma, to
estrella de la esperanza en una Rusia regenerada. Para Bakunin la* cosa»
seguían igual que doce uftos atrás, mientras cf m undo, dando vuelta*
sobre su eje, habla revolucionado tos pensam ientos y las opiniones de sus
antiguos com pañeros.
Pero había o tro s motivos de incom patibilidad de carácter m is
personal. Hcrzcn. que habla nacido de m adre alem ana, había ya pasado
quince años en la Europa occidental; por lo uno o por lo otro, habla
derivado hacia este gusto fwurgeon por el orden del que participaban tan
pocos rusos y que constituía un absoluto anatem a para Bakunin. En Afi
pasado y mis penuimicM ui nos ha dejado un m ordaz dibujo de este
estadio en la carrera del gran revolucionario:
l n nuestro seno Itukumrt *e recuperó de nueve año* de silencio y soledad.
Discutía, predicaba, daba órdenes, chillaba, decidla, componía, organi/Aba.
abortaba, el día encero, la noche cintra. las veinticuatro hora* enteras l n
los breves momentos de reposo se abalanzaba sobre su escritorio y. tras limpiar
de ceniza de tabaco un pequeño espacio, empezaba a escribí r cinco, diez, quince
carias a Semipalatinsk y Arad, a Belgrado y Cofistantmnpla. a Besaiabia. a
Moldavia y a la Rusia blanca A mitad de una curia tiraba lu pluma para relutar
a un reaccionario cUlmaia y. un terminal su discuiso. la uiia de nuevo pata
seguir escribiendo I-no le era. naturalmente, mis (icil cuando cscnblu sobre un
mismo tema Su actividad, sus ociov su apetito, como todas sus demis
características —tak» su gigantesca figura y su continuo sudar— eran de
proporciones sobrehumanas, e incluso, ya viejo, conservábate como un gigante
con leonina cabeza y despeinada melena
A los cincuenta años era todavía el mismo estudíame errabundo, el mismo
bohemio sin hogar «le la rué Uourgogoc que no pensaba en el mañana, que tiraba
el dinero por todas p* ites cuando k> tenia, o lo pedia indistintamente a derecha e
w'qtiniíuM iImííwu iíü ¡v UiM* w h !« itusttia stmpiisiuau que un chiquillo io pide a
sus podres v nunca piensa en devolverlo, y con la misma simplicidad con que
cedía a cualquiera su último penique, reservándose tan sóto lo necesario para
cigarrillos y té Nunca se halló apurad» por este modo de vida; habla nacido para
*<i el gran vagabundo, el gran «lesarraigado. Si alguien le hubiese preguntado
que opinaba acerva del derecho «Je propiedad podía haber conicstado lo que
contestó I.alande a Napoleón con trspecto a Dios: -Señor, en todo el curso de mr
vida no he sentido nunca la mis ligera necesidad de creer en 1:1 •
1
Edv,ard ti. Carr
I3 S
*•
¡ a s e\i¡indos románticos
¡vv
Í.<n e\H¡u<U>\ rum¡ntUo\
los barrios pobres de la ciudad, donde las casas eran casi exclusivamente
de madera. Nunca se pudo averiguar con certeza si sus causantes, como
alegó la Policía, habían sido los revolucionarios, o, tal com o pretendían
los revolucionarios, los agerú provocaieurs usados por la Policía, o
simplemente se dcbi6 a una trágica serie de accidentes, pero despertó la
indignación pública. 1.a creencia en una acción prem editada fue general.
Las autoridades tom aron fuertes medidas represivas contra radicales y
-nihilistas». Estos últimos, acusados de incendiarios, se endurecieron de
corazón y decidieron para el futuro no retroceder ante nada. Y la
opinión liberal, asustada, se refugió en el redil conservador. La brecha
que casi inmediatamente después de la emancipación se abrió en la
iníeUigentsia se intensificó, y desde el verano de 1862 en adelante hubo
una guerra abierta e implacable entre ambos bandos F.stos dos bandos,
asi alineados, persistieron bajo distintas apariencias, pero sin cambios
esenciales, hasta la revolución de 190$.
lista reagrupación de los bandos tuvo una repercusión inmediata en
Hcr/cn y Im Campana. Durante los doce meses anteriores ¡m Campana
había dado un vacilante e indeciso apoyo al nuevo movimiento radical.
Hcr/cn, siguiendo la inclinación natural de su carácter, permaneció
escépticamente sin comprometerse, pero Ogurcv era más sensible a la
seducción de nuevos y osados designios, y en septiembre de 186!,
mientras Herzen y su familia se hallaban en Torquay, insertó teme*
rariumenie en Í m Comporta un vigoroso manifiesto revolucionario de
uno de los jóvenes radicales llamado Nicolás Serno*Solovicvich. Herzen
reprochó suavemente a Ogarcv por este exceso de celo, y en el próximo
número uparcció un articulo de fondo que. condenando a Serno*
Soiovievich al prodigarle tan sólo lánguidos elogios, contribuyó a
separar a l.a Campana de las opiniones más extremas. Pero, como sucede
siempre, la desaprobación causó menos impresión que la indiscreción
original. A pesar suyo, Herzen dio, a los ojos del m undo, un paso
importante en ct cam ino de la revolución, y en el torbellino que siguió al
incendio de Petersburgo recogió todo el fruto de una posición equivoca.
Los conservadores y los tímidos liberales, en su frenes! ami-nihilista,
consideraron a H cr/cn como el auténtico prom otor del nihilismo, y los
concusionarios órganos de la reacción no dudaron en acusarlo de
complicidad directa en el incendio. La historia hizo adeptos y una
muchacha estudiante recién llegada de Rusia le visitó en Orsctt Housc
para preguntarle, en nombre de sus antiguos partidarios liberales, si
realmente había contribuido al incendio de la capital. Entretanto, los
revolucionarios lo acusaban, por su parte, de falso am igo que había
traicionado a la revolución coqueteando con los sucios poderes del
zarismo y que era, incluso, tan simple como para creer posible el
progreso por la vía constitucional. Herzen se hallaba entre dos fuegos,
l a declinación en La popularidad de ¡.a Campana no se mostraba tan
sólo por una m enor circulación, sino también por la falta de corres*
[xmsalcs que subrepticiamente remitían noticias de los aconteccres de
m
Edward //. Carr
' de vemic carta» «chía» por Bukumn aquel verano terminaron ni viaje en
mano» de la Policía tecreta rusa y fueron conservada» en lo» archivo» oficíale» ruso». La
cari.» dirigida a Garibaldi, citada mi» arriba, fue interceptada por la Policía auxtrlaca.quc,
amablemente, remitió una copia a im «Htirtm d< Peleixburgo.
¡92
l.o\ ru h a tb t iniȇnti<n\
Rusia fue ocupado por una nueva sociedad .secreta que se llamaba a si
misma Tierra y Ubertad. En otoño de 1862 se constituyó en Petersburgo
un Comité Central Nacional Ruso, y en enero, uno de sus principales
miembros, de nombre Slcptsov. se desplazó a Londres para entrevistarse
con Mer/en y Ogarez. El nuevo nombre parecía especialmente adoptado
para atraer a Mer/en: Tierra y Ubertad cra una Irase que ;i menudo había
campeado en las colum nas de l a Campana. Mer/en recibió a Slcptsov
con reservada aprobación, pero Ogarev consultó impacientemente con
Maz/ini. que en el pasado habia sido maestro en la intriga revolucionaria
y en la organización de sociedades secretas. Bakunin. que olía la
revolución desde muy lejos, no podía quedar de lado en las discusiones.
Se sintió en su propio elemento y con todo su ilimitado empuje y energía
r.e arrojó de cabeza al trabajo de la nueva sociedad, arrastrando tras ¿I al
vacilante pero no mal dispuesto Ogarev. Mer/en siguió, si bien de mata
gana y pesándole en el corazón. Es difícil pensar qué o tra cosa podía
hacer, a no ser que se retirara del lodo de la arena política. 1.a causa de la
reforma constitucionul había m uerto y se hallaba en la posición de un
hombre que no tiene más que un camino abierto, un cam ino que le lleva
a una destrucción casi cierta. A finales de lebrero de 1863 (16 de febrero
según el antiguo cóm puto). Tierra y Ubertad empezó a distribuir
subrepticiamente en Rusia el primci número de su portavoz i.diertad, y el
I de marzo aparecía en / a Campana la siguiente noticia:
Sabemos de fuente fidedigna que diversos grupos de la capital y de provincias
se han unido y han constituido. con dctcgailox oficiales, una sola sociedad.
I sla ivocicdad ha lomudo el nombre de Tlf kka y L ihi ri aix ¿En la fuerza de
este nombre se realizará la conquista? ¿Til kka 1 L u u k ia ii ! Estas palabras
tienen un sonido familiar para nosotros. Con ellas hicimos nuestra primera
aparición en los tenebrosos dias del reinado de Nicolás, con ellas saludamos el
próximo amanecer de los días venideros. I ii hka Y l.im Rl ai >fue estampado en
nucsita bandera aquí en el extranjero y en lodo cuanto ha salido de nuestras
prensas en Londres...
(Hermanos de una senda común, os saludamos? Impaciente'» seguiremos cada
paso vuestro, aguardaremos ansiosos las noticias que nos enviéis v nuestro amor
será el limpio amor de los hombres a quienes alegra ser testigos de la expansión
de aquello en que se han esforzado toda su vida. Con nuestra sagrada bandera
estáis llamados a servir la causa del pueblo ruso.
194
C a p ítu l o XI
P O L O N IA . O EL C R U C E R O D E L W ARf> J A C K S O N
196
I.m estilados rom óniuos
’ Ave palmipcda negra que durante tas icmpcvtadei corre por encima del mar ■ la
faitea de peces. fc* considerada ave de mal agüero (S. del T i
/./>» CSllltuJo\ lfíliuinlt<l>\
2Ú0
/.<»» eufiutlox rom óntitos
201
*
Edward //- Carr
203
F.dward li. Carr
liberal y democrática a la vez». Com prendía, declaró, todas las clases del
pueblo ruso.- «generales y oficiales en masse, altos y bajos funcionarios,
terratenientes, comerciantes, curas e hijos de curas, campesinos y
millares de disconformes viejos creyentes», listaba organizando sus
propias finanzas, su propia administración, su propia Policía, y pronto
contarla con su propio ejército. Finalmente, terminó, se había llegado a
«una alianza formal» con el Comité Nacional Polaco que constituía
ahora el Gobierno revolucionario provisional de Polonia. Bakunin
extendió las manos en señal de bienvenida a todos los «patriotas suecos»
en nom bre de Tierra y Ubertad.
No es conocida la impresión que este discurso produjo en los oyentes
suecos, pero Herzen, en Londres, se puso furioso. No hizo mucho caso
de la indiscreción; hacia tiempo que habla perdido ¡u pocu fe que una vez
tuviera en Tierra y Ubertad, pero su exacto espíritu no podía tolerar que
un hom bre que vivía tan poco com o Bakunin en el reino de los duros
hechos tom ara sus más fantásticos sueños como realidades y asi los
proclam ara ante el mundo. Poco le im portaba que Bakunin hubiese
hecho el ridículo con su jactancia, poco le im portaba que hubiese puesto
en ridículo a Tierra y Ubertad, pero sí le im portaba, y en gran manera,
que hubiese expuesto al ridículo a quienes, como Herzen y Ogarev. se
habían asociado públicamente con ¿1 y con aquella asociación. Intentó
desautorizar formalmente a Bakunin en las páginas de Ut Campana,
pero, aunque con dificultades, fue disuadido de ello por el más tolerante
Ogarev.
El otoño reveló el daño que la identificación con la aventura polaca
habla hecho La Campana. La insurrección polaca había despertado los
instintos chauvinistas latentes en la sociedad rusa. La prensa oficial
eventó el tradicional odio ruso hacia Polonia, y Herzen y sus amigos no
fueron ya acusados de reformistas, sino de enemigos del pais. El amigo
de Polen ia sólo podía ser el enemigo de Rusia. A los ojos del ruso medio.
La Campana se convirtió en el órgano no ele la ilustración, sino de la
traición, y su difusión, que habla m edrado durante años bajo la
persecución de la Policía, se hundía ahora bajo la influencia del
histerismo de guerra, disminuyendo hasta insignificantes dimensiones.
Para completar su ruina, un polaco llam ado Pctkicwicz, probablemente
pagado por el Gobierno ruso, publicó en Bruselas una «carta abierta»
donde se acusaba a «Her/en y Cia.» y al «triunvirato de Londres» de
haber em pujado a Polonia a la rebelión con promesas de ayuda de una
poderosa y extensa organización revolucionaria que había resultado ser
un mito. Esta «carta abierta» fue ampliamente citada por la prensa de
Moscú. El ínfimo contenido de verdad de esta acusación y el intento de
identificar a Herzen y Ogarev con los peores excesos de Bakunin
aum entaron las iras de Herzen. Ogarev lo disuadió otra vez de una
disputa pública; pero en diciembre escribió un articulo en La Campana
en el cual, citando la acusación contra ••Her/en y Cía.», señalaba
acremente:
:0 4
Los cxitiírdiix roniónlkox
Ii
i
i
1
C a p ítu l o XII
m
l o s estilados románticos
209
EdwatdH. Carr
212
l o\ rsihados lottitiniicoi
«Haz lo q u e mejor te parezca. Han muerto dos, Llévate al tercero bajo tu
responsabilidad.-
Ames de term inar el verano, Natalia había tenido violentas peleas
con Tata, con Olga y. naturalmente, con Malwida von Meysenburg.
Habló incluso de volver a Inglaterra, de donde tan precipitadamente
había huido. En septiembre se llevó Liza con ella a M ontreux. al otro
extremo del lago.
Liza tenía ahora siete años y ni su madre ni su uya inglesa, miss
Turncr. eran una compañía ideal para esta alegre y nerviosa chiquilla.
Natalia ha perdido (escribió Herzcn a su hijo, por aquel tiempo) toda
capacidad para educar a una niña. Cuando Liza hace una travesura ella llora,
habla de morir, etc. Mies Turncr es una boba, aunque de buen natural, o mejor
dicho, no es una boda, es una mujer inglesa: para los patrones ingleses no es tan
estúpida.
Había Itcgado el momento de que Liza recibiera una educación más
regular, y la búsqueda de una escuela se convirtió en el tema constantcde
la difícil odisea de Natala. Ninguna escuela le gustaba, y cuando quería
molestar de modo especial a Herzcn iniciaba suavemente el tema de
fundar una escuela ella misma. El invierno pasado en Montreux fue
seguido por una estancia de pocas semanas en Lausana. El otoño
siguiente escogieron Niza. La sepultura de sus difuntos hijos atraía y
ataba a Natalia a la pequeña ciudad costera, tan llena de trágicos
recuerdos para el hogar de Herzen: y en Niza permaneció dos años. La
atmósfera de mausoleo, irresistible para una madre, podía no ser la más
apropiada para el desarrollo normal de la hija superviviente: pero aquí,
en una escuela regida por una mujer americana, parece que fue donde
Liza recibió la única educación consecuente que jam ás le tocó en suerte.
Luego vino la infructuosa búsqueda de una escuela en Alsacia, seguida,
durante los últimos años de la vida de Herzcn. de experimentos varios en
Bruselas. Florencia y París. Durante todo este periodo el infeliz Herzcn
dividía su tiempo entre Natalia y Ginebra, y los años eran una inacabable
serie de insultos, lágrimas y amenazas, líe aquí un extracto de una de
las cartas de Herzcn a Natalia, escrita en 1X66 y que no difiere, subs-
lancialmcnte. de docenas de otras:
Desde ayer me siento como si hubiera pasado una sería enfermedad. ¡Te
atreviste a proponerme que no debiera ver a (.iza durante va ríos años! Y puedes
hacer eso después de todo lo que ha sucedido y sabiendo cuán necesaria me es!
Nunca lo permitiré si antes no he muerto o no he enloquecido. Tú crees que me
asusta el juicio de la sociedad porque no he quendoque la gente nos arrastrara, a
nosotros y nuestro nombre, por el fango. Estás equivocada. Haré a mis amigos,
cercanos y lejanos, jueces de este intento de arrebatarme, por un irrefrenable
capricho, el hijo que estoy intentando salvar con mi ilimitado amor. No permitiré
nunca que consumes este crtmen. Llamaré a juicio a tu hermana y a tu padre.
Encontraré a gente que venga especialmente desde Rusia.
Es raro volver a encontrar en estos poéticos desvarios del perturbado
anciano la noción del -tribunal de honor- que ya había intentado
invocar para confusión de Heruegh.
F.chsard tt. Carr
Entre estas torm entas de ira y llanto habla relámpagos de reconci*
Ilación y de nuevos propósitos para el futuro. Por parte de Natalia tales
momentos iban acompañados por un reavivado ardor sexual, o quizá
estaban dictados por el mismo. Este era el único medio seguro de agradar
a Natalia, y Herzen le hubiera gustado más si hubiese exhibido menos
filosófico despego.
Tan sólo las relaciones intimas {escribid a Orgarcv] pueden volverla en si por
una temporada. S i. es un formidable remedio. Puedo darte mi palabra: lo he
estudiado y estoy seguro de ello.
De haberse establecido tal diagnóstico en el día de hoy pudiera
tomarse por la fácil expresión de una teoría de moda, pero sentado en
186 ? poT alguien que nunca se había inmiscuido en problemas de
psicología morbosa, es convincente. Demasiado apasionada para man*
tener su propia estabilidad a menos que fueran colmados y libremente
satisfechos sus apetitos sexuales, demasiado romántica para despojar su
satisfacción de vínculos sentimentales, demasiado honesta o demasiado
ignorante de sus propias necesidades para establecer nuevos vínculos
aptos pura satisfacer sus anhelos físicos. Natalia Ogarev es una figura
más familiar, para nosotros, en la literatura moderna que en la de la
¿poca en que ella vivió. El infortunio no disminuyó ni un ápice su anhelo
de hijos y más hijos. Durante el período que acabamos de ver. dos o tres
veces se imaginó estar encinta, y la espera de un hijo, que hubiera puesto
a algunas mujeres en condición histérica, restablecia completamente en
Natalia, durante unas pocas semanas, su amabilidad y su ecuanimidad.
Con el descubrimiento de su error, de nuevo el caos oscurecía su mente.
La marcha de Natalia y Liza a M ontreux desvaneció las últimas
esperanzas de Herzen en una vida fam iliar unida en el Cháteau de ta
Boissiére. Malwida y Olga habían vuelto a Italia. Tan sólo quedaban
Tata y Ogarev, y el estado de éste iba de mal en peor. Tuvo serios ataques
cuando n o habla nadie junto a él para atenderle y un par de veces se cayó
con una vela encendida en la mano. En cierta ocasión, al parecer en ruta
para visitar a Natalia y Liza en M ontreux, se desplomó al borde del
caminó, y fue llevado, semúnconsciente. al puesto de Policía de Vevey.
La Policía atribuyó su estado, quizá correctam ente, no a la epilepsia,
sino al alcohol; sus amigos pudieron rescata rio tras algunas dificultades.
Obviamente, requería una constante vigilancia y no se le podía dejar por
mucho tiem po solo, pero en este punto su tercera obstinación opuso una
barrera insuperable. No quería oír hablar de una enfermera o un
cuidador. De necesitar alguien hubiese querido que lo cuidara Mary y no
otra persona, y no era cuestión de traerse a Mary a vivir én el Cháteau.
Sobre esto, en consideración at bienestar de la familia, Herzen impuso un
veto absoluto. Pero, a pesar de todo. Ogarev debía estar con Mary; se
encontró» un chalet en el amable suburbio de Lancy, donde el antiguo
propietario de cuatro mil siervos se instaló en la primavera de 1866 con
Mary y Enrique Sutherland. y con C arlota Hudson y Toots.
214
l.t>\ e x ilia d o * n>m únm o\
2J6
Lot rxiJiot/m romántico*
717
Edward H. C a n
Añade que los radicales los miran com o «unos viejos bullangueros
que han perdido el sentido», y su tono sugiere que está inclinado a
aceptar esta definición, ¡.a Campana luchó en francés durante el año 1868
y murió de inanición.
padre. Alejandro prom etió aguardar un año. pero fue más fuerte la
naturaleza y el m atrim onio se llevó apresuradam ente a cabo, sin el
consentimiento del padre, a primeros de agosto de 18-68.
La muchacha era. indudablemente, una belleza, pero era también,
como se lam entaba )1crzcn, -una plebeya cien p o r cien, fría y
calculadora...-, y la deslum braba el dinero en contraste con su anterior
pobreza». No tenia -ni nacimiento, ni casta, ni educación-, y no hablaba
otro idioma que el suyo. Pero lo peor era que Alejandro estaba contento
con ella y pasaría el resto de sus dias enseñando a estudiantes italianos o
suizos, viviendo en u n limitado confort con su bourgeoise esposa italiana
y engendrando un m ontón de hijos. Hcrzen, a la edad de Alejandro, ya
había efectuado un m atrim onio romántico, había cum plido una sen*
tencia de destierro por sus opiniones y sobresalía de entre los demás. Y
era una figura en el m undo. El joven Alejandro —reflexionaba, con más
que una som bra de menosprecio— no era el hombre que su padre habla
sido.
Pero los nubarrones más oscuros cruzaron ante la cara de Herzcn
cuando sus ojos se posaron en las delicadas facciones y la grácil figura de
Olga, que se acercaba ya a los dieciocho años. Cuando diez años airás el
carácter de Natalia había conducido a Olga fuera del hogar y 61 dejó que
Malwida se la llevara a París y luego a Italia, ¿se paró a pensar que estaba
perdiendo a su segunda hija para siempre? ¿Se le ocurrió que ésta, en un
país extraño y entre gente extraña, se formaría un nuevo circulo de
intereses y relaciones, y que ahora, cuando ya se hallaba al borde de su
condición de mujer, las palabras y las ideas de su padre serian totalmente
extrañas para ella? Pues esto es lo que había sucedido. Había ya rumores
de un pretendiente en forma de savant francés llamado Monod. Hcrzen,
que estuvo con ¿I. lo calificó de - un capaz y honesto conservador- ¡Qué
bajón, para una hija de Herzcn, pensar en casarse con un típico miembro
de la mojigata bourgeoisie francesa! Pero en todo caso, llegara o no ta
cosa a buen fin. había perdido a Olga. Durante todos esos años h3bía
agradecido a Malwida sinceramente el haber salvado a su hija del
ingobernable carácter de Natalia, y ello la había separado irrevoca*
Mcmcnic de él.
Miró a M alwida. sentada entre ellos, con una mezcla de respeto, que
no le podía negar, y de disgusto que apenas podía ocultar. Estaba tan
segura de sí misma como siempre, como una obsesa, como una
desaprensiva en la persecución de un fin que cree que es bueno. Se había
transform ado (no se requería mucha transform ación) en una acicalada y
engreída solterona que hablaba mucho de sus dolencias y de los climas en
que podía o no podía vivir. La franela era su religión y predicaba ia
franela para la cura de todas las enfermedades de la carne. Sí un hombre
se hubiera tragado arsénico —se chanceaba Hcrzen— le hubiera dicho
que podría salvarse vistiéndose de franela. En su devoción por Olga, los
años le habían hecho todavía más concentrada, más dominante, más
recelosa. Vigilaba con ojos de lince todo intento de rapprochement entre
Edv>ord //. Carr
224
/< « ruiiiu/m mnuiiuno\
Pasado gran peligro. Disgustado con los médicos, aquí como en todas partes.
Mañana trataré de escribirte.
cuerpo fue trasladado al panteón fam iliar de Niza. Dos artos más tarde le
fue erigida en ¿ste una desafortunada estatua de tamaflo natural en
bronce. En ella. Herzen. severo y con levita, mira todavía, desde lo alto
de su pedestal, hacia el azul M editerráneo.
226
C a p ítu l o XIII
U N V O L T E R IA N O E N T R E LO S R O M A N T IC O S
a una brillante carrera militar, pero a los quince años, una falta, cuya
naturaleza no ha sido registrada, causó su degradación y posteriormente
su despido del cuerpo. Este precoz infortunio am argó la totalidad de su
carrera subsiguiente. Tal mancha en el escudo arruinó sus posibilidades
de ser distinguido en cualquier rama del servicio imperial. Mediante
influencias obtuvo un cargo m enor en¡ el Ministerio de Instrucción
Pública, recientemente creado. Sin em bargo, este humilde rango pareció
a los ojos del ambicioso joven menos un favor que una desgracia.
Tam poco fue bien recibido en la sociedad petersburguesa. Su presencia
resultaba desagradable y cojeaba ligeramente. Intentó compensar estas
desventajas con el diestro uso de una lengua cáustica, pero su maestria
con esta arm a mermó aún más su popularidad.
C ontaba, a pesar de todo, con amigos entre los jóvenes elegantes de la
ciudad, y fue protegido, entre otros, p o r el em bajador de los Paises
Bajos, barón Hccckercn. un viejo roué que halló compensación a sus
decadentes fuerzas alentando intrigas y aventuras en la generación
ascendente. Probablemente partició en muchas travesuras maliciosas,
pero tam bién en esto le persiguió la mala suerte y por una de estas
aventuras su nombre se ha visto m arcado para siempre en las páginas de
la historia. El joven Doigorukov conocía las maneras y costumbres de la
sociedad en que se movía. Cuando, en otoño de 1836, sin haber cumplido
aún los veinte años, escribió una hoja anónim a satirizando a Alejandro
Pushkin, debió de haber tenido en cuenta la posibilidad de un trágico
dénouement. Los hombres de aquella época quitaban la vida a los demás
y arriesgaban la propia por los menos biliosos insultos: pero él no podía
prever, a pesar de toda su fantasía y su malicia, que su victima sería
celebrada por la posteridad como el m ás grande de los poetas rusos, y
que. cerca de cien años más tarde, los biógrafos, los historiadores de la
literatura y los peritos calígrafos trabajarían todavía para desembrollar
los más nimios hilos de esta trágica madeja y establecer su culpabilidad.
El fatal documento que se hizo llegar simultáneamente a Pushkin y a
varios de sus amigos, reza, en su texto original francés, como sigue:
230
/ m exilia dos roDlibltii m
221
Edtverd H. Carr
1 Los varinfoi fueron el primitivo pueblo ruso. Rurik (o Rturik) fue su primer
monarca, en 862. (N. Jet l.f
2.V
l o \ i-u IukÍO' rtinuinlitos
Con gran sorpresa he encontrado en su carta una nota sin firma cuya letra no
parece ser la suya. Le mando una copia de ella. Quizá pueda usted descubrir
quién ha tenido la audacia de introducir tal nota en una carta sellada por usted
con su propio sello. He considerado necesario conservar el original junto a la
carta con que me ha honrado, pero estoy dispuesto, en cuanto nos veamos, a
poner en sus manos dicha nota para el caso que desee usarla con el propósito de
descubrir la persona que la escribió.
Herzen no podía hacer nada más. Y pasados dos dias. iras otra
salvaje escena entre Dolgorukov y su hijo, huyó de aquella pesadilla. El
17 de agosto un largo final coronó por fln esta infortunada existencia.
Hasta que la cercanía de la muerte no alteró sus nervios. Dolkorukov
había sido siempre excesivamente racionalista para creer en el afecto
hum ano o para sentir su necesidad, y sus convicciones sólo habían sido el
instrumento de su ambición. En la noticia obituario que apareció en Im
Campana, las rutinarias expresiones de pesar eran prontam ente seguidas
por la triunfal aseveración de que sus papeles estaban «en manos
seguras», y que un día contribuirían a la derrota de los esbirros del
imperio zarista.
En el último m omento Herzen había rehusado el papel de albacea
literario. Los papeles pasaron a las «seguras m anos» de Tchorzewski. y
la extraña historia de su destino pertenece a un posterior capítulo.
C a p ítu l o XIV
E L A F F A IR E N E C H A E V . O E L P R I M E R T E R R O R I S T A
s.
Edward H. Carr
Scrgci Ncchaev era hijo de un cura de pueblo ruso, una clase de gente
despreciada, ignorante y frecuentemente inmoral. Tuvo una distinguida
carrera escolar que le sirvió, principalmente, para encender en él una
desmesurada ambición. Sus enemigos lo tacharon luego de «iletrado- o
«semiletrado-, pero debemos suponer que estos términos insultantes
iban dirigidos más a sus maneras o a su m oral que a su educación en el
más estrecho sentido de la palabra. Probablem ente estaba destinado a la
misma profesión que su padre: a los veintiún años, que alcanzó en 1868.
era profesor de Teología en una escuela de Pctersburgo. Los circuios
estudiantiles, en el Pctersburgo de los años sesenta, hervían de ideas
revolucionarias, y el joven Ncchacv fue particularm ente susceptible a
ellas. Pronto se convirtió en el espíritu dirigente de un pequeño grupo de
estudiantes cuya ambición era prom over una revolución en Rusia. No se
ha probado que tuvieran organización alguna o se entregaran a algo más
peligroso que la palabrería juvenil, pero las autoridades vigilaban
atentam ente sus movimientos. Antes de mucho, Ncchaev y sus cama*
radas fueron llevados a presencia de la Policía e interrogados, y Ncchacv
fue puesto bajo «observación policial-.
El ingenioso y emprendedor joven, oliendo el peligro, o fastidiado de
la m onótona profesión de m aestro de escuela, decidió desaparecer y —lo
que era mejor— hacerse una reputación con la desaparición. Envió a sus
cam aradas una nota en la que les decía que había sido arrestado y lo
llevaban a -una ignorada fortaleza-. La nota daba a entender que la
había arrojado por la ventana de un furgón de la Policía, y que, recogida
por un estudiante anónimo, éste la había m andado a su destino. No
había en esta historia nada francamente im probable, por lo que sus
com pañeros estudiantes no encontraron ninguna dificultad en creerlo, y
mientras organizaban un mitin para pedir su libertad, ¿I ya estaba en
camino Ilacia el Sur. En marzo de 1869 atravesó la frontera con un
pasaporte falso y se dirigió a Suiza, el hogar espiritual de los mártires de
la revolución.
No fue simple coincidencia que el prim er personaje a quien se
acercara a su llegada a Ginebra fuese el veterano Bakunin. En el campo
de extremistas Bakunin se hallaba en aquel momento en el punto más
alto de su reputación. Su inmenso prestigio revolucionario atrajo al
joven, que esperaba com partirlo algún día. aunque por el momento sólo
contaba con energía, fe en sí mismo y fértil imaginación. Al igual que
todos los que visitaban a Bakunin. Ncchaev quedó impresionado por la
gigantesca figura y la personalidad magnética del viejo luchador, y
resolvió impresionarlo a su vez. Le expuso que acababa de evadirse de la
fortaleza cJc Pedro y Pablo, donde había sido encarcelado como cabeza
de grupo de un movimiento revolucionario estudiantil, y había sido a
Suiza com o delegado del Comité Revolucionario Ruso, que tenia el
cuartel general en Petcrsburgo y que estaba organizando la revolución en
todo ci país.
Bakunin nunca había encontrado a nadie cuyo talento para el bluff
t o s i'u h u tlo s rontátuuos
superase al suyo y, sobre iodo, no había dado nunca con nadie que
(uviese su propia y singular habilidad para inventar sociedades políticas
de las que era el com andante en jefe y cuyas filas apenas existían fuera de
su imaginación. Pero p o r una afonunada. aunque ilógica, concesión de
la suerte, los que gozan engañando a los otros son, por regla general, a su
vez engañados con m ayor facilidad. D ado que en el tem peram ento de
Bakunin no anidaba el escepticismo, creyó cuanto Nechaev le dijo. Este
participaba del don de Bakunin de despertar la adm iración y confianza
de sus nuevas relaciones, y Bakunin se entusiasmó a las primeras de
cambio, como otros se habían entusiasmado tan a m enudo con ¿ 1.
Pronto empezó a designar a Ncchaev con el tierno a p o d o de «Boy»
(Bakunin recordaba unas pocas palabras inglesas de sus añ o s de estancia
en Londres), y entre ellos se establecieron las más afectuosas relaciones,
al tiempo que Bakunin expresaba la mayor impaciencia p o r participar en
lu labor y en los laureles del Comité Revolucionario Ruso. Más larde
circuló entre los emigrés de Suiza una misteriosa historia, según la cual
Bakunin habría entregado a Nechaev un docum ento prometiéndole
implícita obediencia «hasta el punto de falsificar billetes de banco», y
que firmó, en señal de completa sumisión, con un nom bre de mujer:
«Matrcna». Se ha dicho que esta declaración se encontró entre los
papeles de Ncchacv después de su detención y que fue destruida, pero el
testimonio es dem asiado frágil para ser digno de crédito. Si existió algún
documento con la firma «M atrcna», probablemente se trataba de una
clave (form a de mixtificación a la que Bakunin era muy aficionado) no
investida del siniestro significado que el rum or le atribuyó.
La difusión de esta historia, verdadera o falsa, indica suficientemente
la ascendencia de Nechaev sobre el viejo revolucionario. El entusiasmo
de Bakunin puede explicarse en parte por las circunstancias en que se
hallaba. Se habla peleado con Herzcn. y el débil y blando Ogarev no
contó por mucho tiempo como luchador en la causa revolucionaria. En
cualquier caso, ambos lia oían perdido el contacto efectivo con Rusia.
La llegada de Nechaev trajo a Bakunin un soplo de la tierra nativa a
la que ya no volvería a ver. pero que. en medio de sus preocupaciones
internacionales, todavía a veces llenaba sus sueños; y vto en ello una
oportunidad de trabajar por la causa de la revolución en el país que aún
tenia más cerca del corazón. Ninguna otra tierra hubiera podido ejercer
el mismo efecto. El lado sentimental de su naturaleza, que parecía haber
muerto desde hacía largos años con los recuerdos del hogar y de la niñez,
lo hizo reabrir y revivir este peligroso y seductor «Boy» ruso.
Este nuevo entusiasm o lo sacó del letargo que. en los últimos años,
tendía a hacer presa en ¿I. Cuando Herzcn llegó a G inebra en mayo
—fue su última reunión con sus viejos amigos— encontró que Bakunin
•había mejorado m ucho de salud; había perdido cincuenta libras de
grasa siguiendo una dieta, pero consumía enormes cantidades de carne y
de vino». Estaba trabajando com o una locomotora, pero una locomo*
tora «que había dado dem asiado vapor y corría fuera de railes». Durante
241
r
Lleva la firm a-M ich ad Bakunin». yen el sello estam pado figuran las
palabras «Alianza Revolucionaria Europea. Comité Central». Es un
tan to raro, aunque caracteristíco. que Bakunin no hiciera ningún
esfuerzo para introducir a su nuevo protege en su «Alianza Secreta-,
nebulosa sociedad secreta a través de la cual había buscado hasta
entonces promover la causa de la revolución en Europa; ni siquiera
—p o r cuanto sabemos— le informó de su existencia. Y no pudo resistir
la tentación de inventar, en la excitación del momento, una Alianza
Revolucionaria Europea o Mundial totalm ente nueva, de la que nunca
volvió a oír hablar y de la que libró un certificado con un número que
daba a entender, a aquellos escogidos a quienes quería impresionar, que
en esta nunca oida organización había, por lo menos, otros 2.770
miembros obedeciendo sus órdenes en distintos rincones de Europa. Así.
Nechacv. que se autotitulaba representante de un inexistente Comité
Revolucionario Ruso, recibió de Bakunin autoridad para actuar en
Rusia com o representante de una inexistente Alianza Revolucionaria
Europea. Deliciosa situación, con pocos paralelos en la comedia o en la
historia. El pum o interesante del que nos faltan pruebas es hasta qué
punto se engañaron mutuamente.
Habia, sin embargo, un sólido fundam ento de realidad en otro
aspecto de las relaciones entre estos do s magníficos charlatanes: ambos
precisaban dinero y ambos carecían de inclinación —aunque no de
habilidad— para ganarlo por m étodos ordinarios. Varios años atrás,
Bakunin habia hablado por primera vez. de escribir sus Memorias, y por
aquel tiempo recibió una tentadora oferta por parte de Buloz, el famoso
editor de la Revue des Pcux Mondes. Pero en tanto que pudiera pedir
dinero prestado, el orgullo le prohibía recurrir al vulgar expediente de
trabajar para obtener el pan de cada día. ü i llegada de Nechacv le
242
/.oí exiliad o s rom ánticos
provocada, ve dio cocnia de que no podía conlar. por má.*> tiempo, con el
letargo de la Policía, y se preparó para la íuga. Salió de Rusia a atediados
de diciembre y a prim eros de enero de 1870 reaparecía en Sui/u.
L'mrcianto. había ocurrido un cambio en el m odo de vida de
Bakunin. Sus circunstancias domesticas eran especiales, lin los años de
destierro en Siberia se había casado con Antonia Kwiatkotvski. hija de
un comerciante polaco de la ciudad de Tomsk. lilla era veinticinco años
más joven que su m arido, bonita, con (a cabera vacía, despreocupada y
carente por completo de la llera energía y el entusiasm o revolucionario
que animaba a su esposo. I'uc un matrimonio raro pura su condición,
que qui/á soto pueda explicarse por falta de otros pretendientes en la
aburrida sociedad de una pequeña ciudad siberiana. Pero por parte de el
tal matrimonio fue aún más raro, lin ningún periodo de su vida le habían
atraído o interesado las mujeres; todo lleva a pensar que este gigante de
.sobrehumana energía era scxualmcmc impotente. Tras su fuga, la cspirsa
le siguió a l.uropa, se unió a él en Suecia y juntos viajaron por I-rancia c
Italia, lin Ñapóles se enam oró de un joven abogado italiano llamado
G am bu//i. un socialista amigo de Uakimin. y se convirtió en su amante,
hfl 1867 los Bakunin dejaron Italia para irse a Ginebra, donde, al poco
de llegar. Antonia daba a !u/ un hijo.
lin la primavera de 1869. aproximadamente en la época en que
Nechaev aparece por prim era ve/ en Sui/a. Antonia m archó a Ñapóles
con el niño para visitar a su am ante. Poco después escribió que se hallaba
otra te / en cinta y que volvería al lado de su m arido & fines de año.
Bakunin no se sorprendió en absoluto. Nunca había pedido, ni esperudo.
fidelidad, y se hallaba poseído de los mejores sentim ientos de afecto para
la simple y amable esposa y su prole. Pero la charlatanería de Ginebra
acerca del nacimiento del primer niño habia Itcrido su sensibilidad, lin
aquel m omento pocos (a/os te ataban a Ginebra, y decidió retirarse
durante todo el invierno, informando de su paradero ta n sólo a unos
pocos imimos. liseogió la parte italiana de Sui/a. y a principios de
noviembre se estableció en la pequeña ciudad de Locarno, al borde del
lago, tira ••como el reino de los ciclas», escribió a Ogurcv, «tras la árida y
enormemente prosaica atmósfera de Ginebra». Además, era dos veces
más barato, lin diciembre, cuando se cumplían ocho meses desde que se
había m archado con el hijo. Antonia regresó de Italia.
Por lo tanto, cuando Ncchaev volvió a Ginebra, en enero de 1870. se
encontró con que Bakunin se habia ausentado desde hacía algún tiempo.
Obtuvo de Ogarcv su dirección y a principios de febrero peregrinó a
I oc.irito. donde halló a su amigo > cómplice enfrascado en la inesperada
tarca de traducir la obra cumbre de Marx. Das Kapiial, al ruso. Bakunin
era de m íete pobre; su esposa se le habia presentado recientemente con
una hija y aceptó el encargo de un editor ruso de traducir Das Kupilai por
la cantidad de 1.200 ru blos (120 libras), de los que habia recibido 300 por
adelantado. Bakunin estaba ya cansado de los retorcidos párrafos de
Marx, y nada le costó a Nechact contenedle de que un trabajo de esta
Edward H. C an
¡ndolc era impropio de un genio, que tan sólo debiera emplearse en una
más directa promoción de la revolución. Los 300 rublos recibidos y ya
gastados parecían de momento constituir un obstáculo, pero Nechaev
supo cómo tratar este aspecto del asunto. No es conocido hasta dónde
Bakunin se identificó con la idea y los medios de Nechaev para librarle
de su contrato, pero fu cosa consistió en escribir una perentoria carta al
editor requiriéndolc. en nombre del com ité secreto de i-a justicia de i
Puebto. para que dejar en pn/ a Bakunin y amenazando con des*
agradables consecuencias en la eventualidad del incumplimiento de la
orden. Puede que la suerte de Ivanov hiciera pensar al editor, un judío
ruso llamado Polyakov. que la am enaza no se hallaba completamente
vacía de sentido1.
La supresión de esta obligación libró a Bakunin de un trabajo
impropio, pero le privó, también, de la perspectiva de obtener 900 rublos
más de la misma fuente, y con todo ello no resolvía el problema de la
subsistencia; ni él ni Nechaev podían vivir de los inexistentes recursos de
un com ité imaginario. Y entonces pensaron de nuevo en el «fondo
Bakhmcticv». Her/en acababa de m orir en París, y Ogarcv. el su
perviviente depositario del fondo, estaba presumiblemente autorizado
para disponer de la mitad restante. La tdca les pareció llegarles
dem asiado oportunam ente para dem orar su ejecución ni un solo
m omento. Bakunin pidió urgentemente a Ogarcv que la reclamara a los
albaceas del patrimonio de Herzen.
' Este incidente figura entre ios cargos que Mari adujo contra Bakunin en 1872 y
que determinaron la expulsión de ¿»ie de !a Internacional.
246
l.o.x exiliad o s rom ánticos
(> sea. lata. Lo» asumo» familiares de Hcr/cn y Ogarev estaban los suficientemente
embrollados para que Bakunut escribiera tomo si no sólo t.i/a. sirvo ledas ta» hijas de
Herrén fueran nomirulmcnte de Ogarev.
1 O sea. Malw ida ven Mcysenburg. lista se habla encontrado con VV'agner en Parts en
1X60 y era desde entonces una ferviente devota tic é(. l o de -pomeranuru- parece haber
sido un resgo de invaginación de Bakunin
‘ En tonos azulados. (.Y de! T.i
>4*
t *>s c\il«t(h>\ it>m/¡nti(o\
nieguen bajo el pretexto (te que erei un exalté o un toco, o </«* que hus perdido el
pticlo. debes mostrarte el mis razonable de los seres. No Ies escribas una carta
inflamada de patriotismo, sino una carta bien razonada y con unas gotas de
escepticismo. Para ellos el escepticismo es buen sentido y fue en este huert Sentido
que murió nuestro querido Herrén.
Es posible que de haber leido la carta alguien con más espiritó critico
que Ogarev hubiese argüido que el «inconsciente e instintivo egoísmo»
no era monopolio de una de las partes.
La resolución de Tata se mostró irreductible y Alejandro apeló a
Natalia para que n o la dejara ir sola a Suiza. Hacia fines de febrero.
Natalia. Lata y Liza salieron juntas de Paris para G inebra y tomaron
habitaciones en una pequeña pensión no tejos de Ogarev. Alejandro
escribió a Natalia en términos de evidente alivio.
249
Ethrard II. C an
*
\
C a p ítu l o XV
EL A I-TA IR E P O S T N IK O V . O EL E T E R N O ESPIA
i
Eáward //. Can
260
¡x>s exiliado* románticos
REPUBLICA FRANCESA
FEDERACION REVOLUCIONARIA DE COMUNAS
l I
¿</h artl ti. Carr
pedido prestado a Palix el importe del viaje, dejó Lyon. trasladándose
íurtivam ente en tren a Marsella. Hn su posterior relato de la tragico
media de Lyon atribuye tranquilam ente el fracaso a la «traición- y la
-cobardía» de los demás miembros del comité, incluido Richard, de
quien no volvió a hablar nunca con respeto. Y los franceses replicaron
atribuyéndolo al engaño de este dom inante ruso, que había pretendido
enseñar cómo se hacen las revoluciones, a los herederos de la más grande
revolución de la historia.
lin medio de la conmoción del 28 de septiembre llegaba a Lyon otro
personaje: el coronel retirado Postnikov. que pocos días antes había
recibido una carta de Bakunin rogándole que pidiera prestados 500
rublos a Tchorzewski para necesidades de la revolución. «O moriré»,
había escrito Bakunin, «o muy pronto devolveré el dinero». A pesar de
sus teóricos puntos de vista sobre la propiedad privada, tenia la firme
convicción que una revolución triunfante era un lucrativo negocio para
sus prom otores. A la carta había seguido un telegrama en el que Antonia
suplicaba a su hermana Julia que «fuera en seguida a Lyon y que le
trajera vistas de Sui/a». Ln este ingenuo cifrado, «Antonia» es Bakunin:
la «hermana Julia», Postnikov. y las «vistas de S u iza », las recién
impresas Cartas a un/ranees. Los 500 rublos no se habían obtenido, pero
Postnikov llegó debidamente a Lyon con 300 ejemplares del famoso
folleto. No encontró, sin embargo, a su amigo aquel día, y en tos
próximos fue informado de que ya había huido. Ln cuanto a Ncchacv. el
o tro objeto de su búsqueda, no halló rastro alguno de él; o no había
estado nunca en Lyon (la hipótesis más probable) o se habia marchado
antes de la revuelta. Roman-Postnikov regresó cabizbajo a Ginebra y lo
explicó a sus superiores en un esfuerzo apologético.
Tenia ra/ón al predecir su disgusto respecto a este viaje infructuoso.
Recibió, sin más. orden de regresar a Lyon y seguir la búsqueda de
Ncchacv, en quien estaban más interesados que en el enfermo y
desacreditado Bakunin. Lntretanto la reacción había irum tadocn Lyon.
Alguien había disparado contra el alcalde y las autoridades estaban
nerviosas. La Policía siguió con interés las andanzas de Postnikov y llegó
a la sabia conclusión que era un cómplice de Bakunin. l úe detenido, y
luego lo soltaron con la condición de que abandonaría la ciudad en las
próximas veinticuatro horas. «He servido durante nueve años», escribió
pesarosamente en su informe, «y nadie me había ofendido. Y ahora he
tenido que sufrir las ofensas de estos ruines y vulgares franceses».
A su regreso a Ginebra, a fines de octubre. IVstnikov halló dos cartas
que le habia mandado Bakunin desde Ma.sella. Hn la primera le
suplicaba que contribuyera en la medida que pudiese a la «causa
común»; la segunda llevaba incluida otra carta que debería remitir,
«observando las mayores precauciones», a los hermanos de Bakunin. y
en la que. aunque no ha sido conservada, podemos asum ir con seguridad
que pedia dinero, hsta carta fue debidamente remitida por Román a sus
jefes, que la reexpidieron a su destino, til incidente divirtió al jefe de la
1AA
í .o í « \é h ü ib \ r o m á n tic a
EL POBRE NICK - II
Cuando en 1858. Nick Ogarev, a sus cuarenta y cinco años, se
enamoró de Mary Sutherland, se embarcó por última vez en una
aventura por el m ar del romance. No parecía un brillante principio el de
tal episodio. El noviazgo con su primera esposa en Pcnza, o con Natalia
Tuchkov en Aksheno, habían estado envueltos con la pura fragancia del
am or celestial. Las relaciones con Mary Sutherland empezaron por una
solicitación sórdida y vulgar en una sucia taberna de Londres. Por un
capricho del destino, el desgraciado fin de todas aquellas aventuras
soñadas desmentía tas promesas del comienzo y, en cam bio, tos ideales
románticos que María y Natalia defraudaron y destruyeron se vieron
triunfalmcntc vindicados en la persona de una prostituta inglesa. Sus
últimos años transcurrieron, inesperada c increíblemente, en la atmós
fera de serena tranquilidad que irradia de una arm onía doméstica y de
una confianza conscientemente justificada. Es. con m ucho, el más
romántico capítulo de la romántica vida de Ogarev.
En la conducta de Ogarev hubo más continuidad de lo que a primera
vista parece. En efecto: de hecho, cuando instaló a Mary Sutherland en
M onlake. lo único que hizo fue cambiar un ideal rom ántico por otro. El
sueño de la «unión de tres personas en un solo amor», que había seguido
al descubrimiento de la pasión de su esposa por Hcrzcn, rápidamente se
desvaneció y lo substituyó por otro de los sueños favoritos de los
románticos del siglo XIX: la regeneración por el am or de la mujer caída,
que no fue. sin em bargo, su primera persecución de la efímera visión de
la prostituta purificada. En 1847. entre la deserción final de María y el
asunto con Madamc de Salinas, visitó la famosa feria de Nizímy
Novgorod. donde se entregó, según una desús cartas de la ¿poca, a «una
orgia de em briague/- y se llevó consigo a una p to stituta.a quien trató de
Hitward //. Carr
Es. desde luego, imposible que a mi edad pueda amarme una criatura inculta,
de entendimiento simple según todas las apariencias, aunque quizá —Dios lo
sabe— suficientemente astuta. Puede que por su parte sólo exista «amistad para
un compañero», pero, por la mía. se trata, creo, de la pasión de un hombre viejo.
¡Bonita situación! No puedo entregarme u ella sin una a rn ére-p en sée y esta
a m tr e - p tn s é e —la duda de la realidad de los sentimientos por ambas p a rte s-
representa el elemento trágico de mi vida. Pero al mismo tiempo prevalece, más a
menudo que cualquier otra, una disposición de ánimo jovial y amable. Todo
sería un juego ridículo si el doloroso escepticismo de un momento no fuera
equilibrado por otros de una extraña felicidad; y nuestras actuales relaciones se
encaminan a dar un paso serio... Entretanto, ella.c o m o v n r n fa n iifu p e u p lr . sigue
ineducada e infantil, aunque lejos de ser estúpida; a veces resulta sorprendente su
comprensión de las cosas serias. Si es persona astuta, no puedo decirlo, pero
tiene algo suave y apacible en el proceder que me llena el corazón, ésta es la
verdad, y si su astucia coasiste en vivir confortablemente, ella y su hijo, con
treinta chelines a la semana, muy comento la perdono; es completamente
natural. El resultado es que estoy asustado y dolido, y contento, y quien triunfa
es ta Sinrazón.
270
i. oí exiliados románticos
sobre mis años tic decadencia
el amor echará un rayo de despedida
* Apenas o necesario decir que csiav cartas, asi como tas de Mary a Ogarcv que serán
citadas mis adelante, fueron escritas en inglés. IVxal'oitunadamcnic sólo existe disponible
una inducción rusa que difkitmcnie puede conservar el sabor del original en este caso en
que los autores eran el uno extranjero y la otra iletrada.
271
F.dvcatd H. Carr
' No ctiMcn indicios de U identidad de este principe a menos que te tratara del
príncipe Goltnin, en cuyo caso la «esposa* deben» haber sido la )ovendamade Voronezh.
/«.* e\iliutlu\ lo m á n lta n
1 Debe registrarse que la ejecución debió de ser pública. Las ejecuciones fueron
públicas en Inglaterra hasta 1868.
m
f.dwarJ H. Carr
fáciles. Los celos eran un sentimiento que, con todas sus limitaciones.
Mary entendía perfectamente; y si Cariota mostró, voluntaría o
involuntariamente, señales de hallar favor en el apacible c impresionable
Ogarev. puede que sus celos hubiesen sido abundantes y virulentos.
Probablemente, al desaparecer Carlota. Mary se sentiría aliviada por no
tener ya a nadie que le disputara la posesión del afecto de Ogarev. y
podía muy bien haber sentido algo así como un calor de autoconsciente
virtud al creer que Carlota no era mejor de lo que en otro tiempo ella
había sido. De todas formas, esto no es otra cosa que una reconstrucción
a base de conjeturas sobre lo apuntado por Natalia Ogarev acerca del
estado de espíritu de Marv en la ¿poca del trágico Un de Carlota.
Otro episodio, también recogido por Natalia, muestra de minio más
plausible > más <A/rom«.enic que Mary pudo, en aquella ocasión, volver a
las tradiciones de su origen y de su ciase. Fue cuando en 1870 Jas
autoridades suizas dudaban todavía entre detener y entregara Ncchacv
al gobierno ruso como criminal común o concederle el derecho de asilo
como refugiado político. La colonia de rusos emigrados se reunió una
tarde en un café de Ginebra para discutir su actitud. ¿Iban a alejarse de
Ncchacv. considerado como un malhechor, o iban a declararse
-solidarios- con el y solicitar el apoyo det gobierno suizo? Natalia
Ogarev. que con Tata (1er/en. asistía a la reunión, se encontró,
casualmente o intencionadamente, sentada al lado de su marido. Los
debates eran acalorados y prolijos. Ogarev. como ocurría a menudo, no
estaba totalmente sobrio y no tomó parte en las discusiones; tan sólo
murmuraba, casi inaudiblemente, de tanto en tanto: -¡Tened piedad de
él! ¡Favor para el!-.
A medianoche, cuando la asamblea estaba a punto de terminar en
plena confusión. Mary Sutherland irrumpió en el cate. Andaba con paso
inseguro, pero quizá Natalia Ogarev pecó de poco caritativa cuando, no
habituada a la justa emoción de la mujer que a última hora recupera a su
hombre de una taberna, la supuso ebria. Mary no podía comprender por
qué una bandada de emigrados rusos estaban reunidos de noche en un
café para discutir su -solidaridad- con Ncchacv. ni porqué Ogarev habla
sucumbido de nuevo a las gemelas tentaciones de la política y el alcohol,
ni. sobre todo, porqué tenía que estar sentado, en alcohólica armonía, al
indo de aquella esposa que tan descarada y cruelmente le había
abandonado doce o más años atrás, listas cosas no encajaban con la
filosofía de Mary. Y reaccionó de un modo perfectamente normal. Se
abrió paso a codazos por entre el gentío hasta llegar al lado de Ogarev y
levantando los puños se puso a insultar a Natalia en perfecto a>ckney.
Natalia miró alrededor en busca de socorro, prolestamo con fingida
alarma de que «ella no sabia luchar-, y Ncchacv y algunos otros rusos
echaron sin ceremonias a Man del café. Ncchacv. que en sus ultimas
semanas había visto muchas cosas del tnenaxe de Ogarev. expresó la
juiciosa opinión deque Ogarev -ya entraría- en el asunto al llegar a casa.
Edward H. Carr
sólo salgo de pasco por Grccnwich con mi pierna lisiada, pero puedo
pascar bien». Su mentalidad volvió gradualmente a la infancia y a
menudo hablaba incoherentemente de su país y de los días de su
juventud. Cuando algún raro visitante ruso iba a Grccnwich, a través de
«una espesa niebla amarilla que olía a polvo de carbón, sulfuro y
salazones», a presentar sus respetos al viejo revolucionario, le pregun
taba si los guardias rusos llevaban todavía alabarda, un armamento que
ya había sido abandonado mucho antes de que él hiciera su aparición en
la humanidad. Mary Suthcrland. «menuda, cabello negro, menos
angulosa y menos autosalisfccha que la mayoría de las mujeres inglesas»,
se movía eficazmente tras la tetera y explicaba que Nick no tenía uno de
sus mejores dias; cuando el visitante había dicho adiós a la frágil figura
bajo el mechero de gas del vestíbulo, se daba cuenta que sólo tenía ante si
el vacío armazón de lo que había sido un hombre. El pobre Nick contaba
tan sólo sesenta y dos años, pero la enfermedad y la incontinencia habían
agolado s i i vitalidad, y lentamente y sin sufrimientos se iba desmoro
nando.
Cuando, a principios de junio de 1877, la proximidad de su fin dejó
de ser una incógnita. Man-' telegrafió a Tata Hcr/en y ésta acudió
escoltada por Gabriel Monod. el marido de Olga. El pobre Nick sólo era
consciente intermitentemente. Reconoció aTuta. a la que habló en inglés,
el ¡d ¡orna de su veje/. Vivió unos días en estado de coma interru mpido de
vez en cuando por momentos confusamente conscientes. En sus últimos
e incoherentes murmullos, apenas percibidos por el atento oido de Tata,
volvió a su lengua nativa. Y no se refirió ni a Mary Suthcrland. ni a
Natalia Tuchkov. ni a María Rosiaslcv —las tres únicas mujeres que
hablan sido más que algo pasajero para su tierno corazón—, sino a
Hcrzcn, el único amigo que. pura bien o para mal. había dominado su
vida entera. En la tarde del 12 de junio dejó de respirar.
Tata no se quedó para el funeral. Se había roto el último y único
eslabón que le había hecho posible soportar la compañía de Mary
Suthcrland; y había pulgas en la cama. Escogió un tugar para la
sepultura, proveyó de lo necesario para las exequias y luego, acongojada,
regresó a París. Unos meses más tarde recibió por correo una fotografía
de la tumba con Mary sentada al lado, vestida de luto como una viuda.
El sitio puede lodavia hallarse en el cementerio de Shooter’s Hill; y el
peregrino, apartando a un lado la vegetación que cubre y oculta casi la
losa, aún puede leer la inscripción que recuerda que «Nicolás Ogarcfi, Je
Akshcno. Pcn/a. Rusia», naciócl 6 de diciembre de 1814 y murió el 12 de
junio de 1877. Nadie sabe lo que les ocurrió ai busto de Granovsky y a
los cuadros y las fotografías entre los que el pobre Nick pasó sus últimos
años. Probablemente, tarde o temprano hallarían su destino en la tienda
de algún chamarilero del East End.
C a píiu io x v n
LA U L T I M A T R A G E D I A
282
/.os exiliados románticos
¿Recuerdas que «tundo en Zuneh te dije que no quería ira a París y que algo me
atraía en Florencia? Pues he de decirte que aquí siento un bienestar físico que
algo juega en el asunto. Ya no soy la -criatura cansada», como tú solias
llamarme. Por el contrario, salto y grito con los niños lo mismo que otro niño.
K&toy triste y sola y nadie tengo a quien pueda dar la mano en momentos de
duda y desesperación. ¿Qué voy a hacer en la tierra? ¿Desear? ¿Por qué desear
siempre en vano? Cierto que sirve para matar el tiempo, pero se lleva nuestros
mejores años. ¿Amar* «.Amar a quién? Amar por un momento no vale la pena.
Amar para siempre es imposible. ¿Sufrir? ¿Sufrir poruña pasión de la que una se
reirá tan pronto « té curada de ella? ¿Callar y encerrarse en una misma? ¡Son tan
mezquinos nuestros sentimientos, nuestras alegrías tan triviales, nuestro*
sufrimientos tan insignificantes! ¿Observar la vida y no preocuparse? Quizá esto
sea lo mejor, no intervenir en la vida. Pero entonces te das cuenta de que la vida
no c* más que una vulgar y estúpida burla, un desatinado jugar con palabras.
Asi, la curta es. en toda su extensión, una bella y cuidada paráfrasis
de un poema de l.crmontov. el más popular de los líricos románticos en
lengua rusa. Nosotros nos quedamos en la duda de si Leiourncau
reconoció la fuente o supuso que estaba leyendo una improvisada
efusión del desilusionado espíritu de Liza. Usía sigue acerca de su propia
persona:
¡Cuán cierto es todo esto! No n>c lamentode que hayas destrozado todo* me
planes para el futuro. Otras veces, en tiempos posados, veía las cosas bajo mejor
luz y me decía a mi misma: -D ebo estudiar, no seas perezosa, tienes suficiente
curiosidad para hallar interés en la ciencia. Ls imposible para cualquier hombre,
* l.a cana en cuestión, al igual que muchas otras, no esté fechada, listas canas,
conservadas por Caries Ixtoumeau y posterto rmente reimiidas por éste a Natalia Ogarev,
fueron halladas entre los papeles de esta úlunu v publicadas más de cincuenta años
después de ser escritas, lixivie, sin embargo, una débil presunción (no puedo usar orre
calificativo) de que el orden en que fueron publicados es correcto Ninguna evidencia
■ mema puede ayudar, y ningún cambio de tono puede percibirse a través de roda la seríe
la primera cana de I iza a leiourncau que lleva fcclu data del 14 de febrero de 1X7$.
f .» \ n r / W t f t n m u in tia n
sea como fuere, arruiT a la misma mujer toda la vida. especialmente si la mujer
es... como yo. ¿Y si ama a otra, que haré? Matarme, la vieja historia de siempre.
¿Por qué empezar si la mejor y más segura solución de) problema es terminarlo?
Fn aquellos días yo imagmata que (os hijos eran una inagotable fuente de
alegría y de dicha. ¡Qué quimera! Las ansias para con ellos pueden Nevar a sus
padres a la tumba. 1) Una esposa no ama ya al padre de sus hijos, o él ha dejado
de amarla a ella, pero deben seguir juntos y odiarse mutuamente en silencio a
causa de los hijos. 2) En la infancia los niños están enfermos a menudo; ¿y qué le
ocurre entonces a la madre? Se halla con una ininterrumpida cadena de
sufrimientos. 3) Cuando ya han crecido nos atormentan otras preocupaciones
acerca de su futuro ¿qué será de ellos?; ¿qué peligros los acechan?; ¿sufrirá su
corazón, o su cerebro, o hay que esperar dificultades de orden económico? 4) Y
todavía queda el mayor de todos los pesares; tus hijos se alejan de ti, tienen
diferentes credos, diferentes ideas, diferentes gustos. ¿Y si alguno de ellos tiene
un alma indigna y vulgar o tiene un vacio en ve/ de corazón?
No. no me quejo de mi destino. Todos los destinos parecen malos. Y si puedo
escoger entre toda:» las existencias posibles, escogeré.... ¡adivínalo! Ser tu
sombra, de modo que siempre, siempre, pueda verte, En mi sufrimiento intento
consolarme pensando que otras también sufren; ¡pero ya sabes cuán toma soy!
Ayer, estando en la coma me imaginaba que estaba sota en <1 mundo, que nadie
me quería. Y sentí u n insensato deseo de estrecharle contra mi. de Abrazarte, de
ahogarte; cogí la almohada y b estreché convulsivamente mordiendo la sábana.
No sé cómo ocurre que cuando estás conmigo, como tú dices, estoy tan abatida;
en tu presencia no pierdo tan sólo los sentidos, sino que el corazón me salta como
si quisiera salírseme de! pecho y decirte que te quiere, que está dispuesto a
cumplir todos tus deseos, en una palabra, que es tu esclavo. Preferiría que fueras
un verdugo; yo desearía que me torturaras un poco, porque nada hay más
terrible que (a indiferencia.
Au revoir!
Temo que Tata me hará una escena. Simulé tener dolor de rabera; y es cerca
de medianoche y todavía no estoy en la cama.
E s t a a s o m b r o s a c o m b i n a c i ó n d e p a s ió n f u r i o s a y e s c é p tic a r e f le x ió n
n o p u e d e , d e s d e lu e g o , s e r in c lu id a d e n t r o d e lo s l ím ite s n o r m a l e s y
p e r m i t i d o s d e u n a m o r d e a d o l e s c e n te ; lo s in v e s t i g a d o r e s d e la h e r e n c ia
p u e d e n c o m p a r a r e l a p a s i o n a m i e n t o d e lo s d ie c is é is a ñ o s d e L iz a p o r
L e t o t i m e a u c o n e l d e lo s d i e c in u e v e a ñ o s d e N a r a J i a T u c h k o v p o r
O g a r e v . S i L iz a e n s u a b a n d o n o p a s io n a l p o r L e t o u r n e a u v u e lv e la
e s p a ld a a N a ta lia , N a ta lia d e jó e n su d ía a s u s p a d re s — y n o c o n m e n o s
e g o í s m o — p a r a f u g a r s e c o n u n a m a n t e v e in te a ñ o s m a y o r q u e e lla .
M a d r e e h i j a s o n c l a r a m e n t e d e la m is m a m a d e r a y la g r a n p r e c o c id a d
d e l d e s a r r o l l o d e L iz a p u e d e s e r a t r i b u i d a a l a g r a n lib e r t a d y 3 ta s
c i r c u n s t a n c i a s p a r t i c u l a r e s q u e r o d e a n s u c r e c i m i e n t o . L a a c tu a c ió n d e
s u s p a d r e s fü e e r r ó n e a . E n c u a n t o e lla p o d í a r e c o r d a r , s u p a d r e n o fu e
m á s q u e u n a f u g a z y o c a s i o n a l v is i ó n ; s u m a d r e s i e m p r e h a b í a s i d o d e s d e
s u n a c i m i e n t o , y e s p e c i a l m e n t e d e s p t/c s d e l a m u e r t e <le lo s m e lliz o s , u n a
h is t é r ic a d e c l a r a d a : y la s te n s a s r e la c io n e s e n t r e m a d r e e h ija ( q u e
i n s p i r a r o n c l a r a m e n t e l a s p r e c o c e s r e f le x i o n e s s o b r e la m a t e r n i d a d
c o n t e n i d a s e n la c a r t a q u e a c a b a m o s d e c i t a r ) c r e a r o n e n e l a lm o
Edward H. Carr
a p a s i o n a d a c i m p r e s io n a b l e d e L iz a e l p e l ig r o s o c o m p l e j o d e u n a
i n f a n c i a s in a m o r . F i n a l m e n t e , d u r a n t e d i e z a ñ o s fu e a r r a s t r a d a d e p a ís
e n p a í s y d e c i u d a d e n c i u d a d ; y s u a g u d a in te lig e n c ia n o h a b í a s id o
d is c ip lin a d a p o r n in g u n a e d u c a c ió n r e g u la r. T o d a s e s ta s c irc u n s ta n c ia s
h i c i e r o n d e L iz a , a lo s d ie c is é is a ñ o s , u n s e r a n o r m a l . S u s a b r a s a d o r e s
s e n t i m i e n t o s , h a s t a e n t o n c e s n o f i j a d o s e n u n a p e r s o n a n i e n u n lu g a r d e
la s u p e r f ic ie d e la t i e r r a , a r d i e r o n e n e l m o m e n t o d e la a d o l e s c e n c ia c o n
u n a i n c o n t r o l a b l e lla m a d e m ó r b i d o a p a s i o n a m i e n t o s e x u a l.
T a m p o c o d e b e r í a , s in e m b a r g o , d e s p r e c i a r s e e l f a c t o r l i t e r a r i o e n la
p a s i ó n d e L iz a p o r L e t o u r n c a u : h a d e j a d o su m a r c a t a n t o e n e l c u r s o d e l
a s u n t o c o m o e n s u e s tilo e p i s t o l a r t a n i n f l a m a d a m c n t c r o m á n t i c o . L o s
i n t e n t o s d e N a t a l i a O g a r e v p a r a d i r i g i r la s l e c t u r a s d e s u h ija f u e r o n
i n t e r m i t e n t e s , in g e n u o s y p a t é t i c a m e n t e in e fe c tiv o s :
No leas a tontas y a locas |)c escribió cuando Usa le confesó haber leído la
novela de George Sand l.eone ¡.coni\, Consulta ante» a Tata, l.eonc t-eont, aunque
muy atractivamente escrito, es un libro insano, lleno de pasiones no naturales.
Ya te dije ames que no debías leerlo, pero tú aparentemente lo has olvidado.
T a le s e x h o r ta c io n e s s ó lo p o d ía n p r o d u c ir u n r e s u lta d o ; y L i/a
— q u i z á s u n a d e la s ú l t i m a s v i c t i m a s d e e s t e e x t r a ñ o d e l i r i o r o m á n t i c o -
v iv ió e n u n m u n d o p o b l a d o p o r h é r o e s y h e r o í n a s d e G e o r g e S a n d .
P r o n t a m e n t e s a c ó p a r t i d o d e s u l i m ita d o c o n o c i m i e n t o d e la
lite r a tu r a ru s a y n o s ó lo p a r a f r a s e ó la r o m á n tic a d e s e s p e ra c ió n d e
L e r m o n t o v , s i n o q u e e n c o n t r ó e n la o b r a m a e s t r a d e P u s h k i n . iivgirt
Onegin. u n m o d e lo d e c o n d u c t a y u n p a r a l e l o a su s i t u a c i ó n . K n Evgin
Oñegin. T a l i a n a . la m á s f a m o s a d e la s h e r o í n a s r u s a s , d e c l a r a s u p a s i ó n a
O n e g i n . q u i e n , c o m o L iz a r e c a lc a c u i d a d o s a m e n t e a L e t o u r n c a u . « tr a s
h a b l a r c o n e l l a , le le e u n a l e c tu r a m o r a l y s e v a » — s ó l o p a r a a r r e p e n t i r s e
e n v a n o e n e l ú l t i m o c a n t o . L a m o r a l e j a e s i n g e n u a m e n te o b v i a y d i r e c t a
p a r a L e to u r n c a u . p e ro c t n o e s c o m o p a r a c o n s id e ra rte u n m e ro e
in s u b s ta n c ia l h é ro e d e ro m a n e e .
A mis ojos [prosigue] Georgen Sand y todo el resto del mundo juntos no
valen tu dedo meñique; puedes no creerme pero es b verdad. Mi egoísmo me
J Muchos de los nombres propios de estas canas fueron borrados por Letourncau
antes de mandarlas a Nautu.
286
I.os evitados románticos
asusta, Estoy decidida a decir, en ¡as palabras del proverbio ruso: -Déjame tan
sólo vene y la hierba detendrá su crecimiento para que no me distraiga-.
N e c e s ita b a v e r io , n e c e s i t a b a v e r lo t o d o s to s d í a s a u n q u e f u e s e ta n
s ó lo m e d ia h o r a . L a ú n i c a a l t e r n a t i v a p o s ib l e e s e l S u ic id io , a m e n a z a e n
la q u e e lla in s is te , e n u n le n g u a je q u e p o d í a m u y b ie n s e r f o r z a d o y
r e tó r ic o , e n c a s i c a d a c a r t a q u e le e s c r ib e :
4 livta caria c*lá colocada en orden erróneo en la colección publicada, donde cMá
fechada aproximadamente por la referencia del último párrafo a la punida de Li/a para
«Babilonia», o vea. Parf*.
.w
%
F.dwarJ //. Corr
292
ti
E pilogo
1
Fdward li. Carr
294
1
Indice