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Liderazgo Cristiano
Alejandro Peluffo
Contenido
Liderando .................................................................................................................... 1
La Vanagloria ........................................................................................................... 55
i
Liderando
Alex D. Montoya1
El liderazgo es esencial para la vida y misión de la iglesia. Sin el mismo, la iglesia
deambula y anda al azar en un curso titubeante en su peregrinaje hacia el mejor lugar. Sin
liderazgo, la iglesia es incapaz de cumplir sus propósitos de ministerio para los de dentro y
para alcanzar a los de fuera de un modo eficaz, ni tampoco puede dar a Dios la gloria que
merece.
De acuerdo con Means, la iglesia está atravesando por una crisis de liderazgo que se
evidencia en cinco síntomas:1
1. Ausencia de un crecimiento significativo en las iglesias.
2. Cantidad de discordia y falta de armonía entre congregaciones.
3. Número de pastorados breves y agotamiento ministerial.
4. Surgimiento de una religión espectadora que contribuye a la caída de las iglesias
con problemas de liderazgo.
5. Alto porcentaje de iglesias que no ministran.
La falta de liderazgo parece ser la plaga de la sociedad moderna. Bennis, una destacada
autoridad en el liderazgo secular, censura de este modo al mundo de hoy: “¿A dónde se han
ido todos los líderes? Los líderes que quedan son los caciques, los presidentes
universitarios, los supervisores de la ciudad, los gobernadores del estado. Los líderes de
hoy a veces parecen ser una especie en peligro, atrapada en la rapidez de los eventos y
circunstancias más allá del control racional”.2 El liderazgo efectivo es la necesidad del
momento, y para la iglesia que tiene el mandato de evangelizar el mundo, es un requisito
indispensable, ciertamente un urgente apunte de agenda.
El pastor es la persona llamada a proveer el liderazgo último para la iglesia, a pesar de
la política que lleve la iglesia. El éxito de la iglesia depende en gran medida de su habilidad
para liderar. Este capítulo se propone ayudar al pastor en su dirección del rebaño de Dios
destacando las perspectivas bíblicas sobre el liderazgo pastoral y las preocupaciones
esenciales que comprenden este liderazgo, esto es visión, alistamiento, delegación y
motivación.
DEFINICIÓN DE LIDERAZGO
Antes de considerar las perspectivas bíblicas, debemos intentar definir el liderazgo. La
variedad entre definiciones propuestas de liderazgo en cierto modo dificulta la tarea de
definirlo. “El Liderazgo”, dice uno, “es el proceso de motivar a la gente”.3 Otro declara: “el
liderazgo es aquello que mueve a las personas y organizaciones hacia el cumplimiento de
Alex D. Montoya, “Liderando”, en El Ministerio Pastoral: Cómo Pastorear Bíblicamente, trans.
Ángel Torres Moreno (Nashville: Grupo Nelson, 2009), 343–68.
1
James E. Means, Leadership in Christian Ministry (Grand Rapids: Baker, 1989), 18–22.
2
Warren Bennis, On Becoming a Leader (Menlo Park, Calif.: Addison-Wesley, 1989), 14.
3
Harold Myra, ed., Leaders (Waco: Word, 1987), 158.
1
2
sus metas”.4 F. George hace énfasis en el efecto de los líderes en otra gente: “Enfocándose
cada vez más en la inclusión de otros en el ministerio, un pastor incrementa el potencial de
la iglesia porque toda la iglesia se vuelve capacitada para trabajar en el ministerio”.5
La arena secular define el liderazgo en términos que podrían ayudar a los pastores a
comprender su función en el liderazgo. “El objetivo principal del liderazgo es la creación
de una comunidad humana que se mantiene unida por el lazo del trabajo en un propósito
común”, de acuerdo con Bennis.6 Burns declara:
Yo defino el liderazgo como la inducción de los líderes a sus seguidores para actuar en
ciertas metas que representan el valor de las motivaciones —las carencias y necesidades, las
aspiraciones y aplicaciones— tanto de los líderes como de los seguidores. Y el genio del
liderazgo yace en la manera en que los líderes ven y actúan sobre la base de los valores y
motivaciones propias y de sus seguidores.7
Para el líder cristiano, no obstante, ofrecemos dos definiciones como las más cercanas
al objetivo. La primera proviene de Means:
El liderazgo espiritual es el desarrollo de relaciones con el pueblo de una institución o
cuerpo cristiano de tal modo que los individuos y el grupo estén capacitados para formular y
alcanzar metas bíblicamente compatibles que enfrenten las necesidades reales. Por su influencia
ética, los líderes espirituales sirven para motivar y capacitar a otros de tal manera que alcancen
lo que de otro modo nunca se podría lograr.8
El liderazgo es bíblico. La idea de que alguien dirija a otros tiene sus raíces en las
Escrituras. El que alguien asuma el papel de líder en la iglesia de Dios y espere que otros
sigan su ejemplo no es egoísta, autoritario, condescendiente o pecaminoso. Estamos
seguros de esto porque las Escrituras sientan las bases y directrices para el liderazgo
cristiano.
La base bíblica
En esta área del liderazgo, algunos tal vez se cuestionen si uno debería incluso asumir
que se tiene el derecho de decir a otros qué hacer. No obstante, las Escrituras son
completamente claras respecto a este llamado al liderazgo.
1. Toda la historia del trato que Dios tiene con su pueblo es en realidad el
compromiso de Dios con una persona en particular que utilizó para llevar a cabo su
voluntad. Dios siempre obró a través de una persona que dirigió al pueblo en la ejecución
de la voluntad de Dios. Así fue Abraham en Ur y luego en Canaán, José en Egipto, Jacob,
Moisés en el desierto, Josué en las conquistas, los jueces en el intermedio, los reyes, o
incluso en los profetas y los apóstoles, Dios los condujo a través de un liderazgo humano.
Cuando Dios se propone lograr un objetivo, busca una persona que a su vez se convierta en
su líder para el pueblo. No es sorprendente que continúe con la misma práctica en la iglesia
cristiana.
12
El término es προιστάμενος (proistamenos), que proviene de προίστημι (proistēmi, “yo presido,
gobierno, mando” (G. Abbot-Smith, A Manual Greek Lexicon of the New Testament [Edinburgh: T. y T.
Clark, 1973], 381).
4
los requisitos de los ancianos de la iglesia: “pues el que no sabe gobernar su propia casa,
¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Ti 3:5).14 En otras palabras, si no puedes guiar a tu
propia familia, ¿qué te hace creer que puedes guiar a toda una iglesia?
18
Means, Leadership in Christian Ministry, 37–40. Véase también Michael Medved, Hollywood vs.
America (New York: Harper Collins, 1992), 37–70.
19
James E. Means, Effective Pastors for a New Century (Grand Rapids: Baker, 1993), 123.
6
mantener en mente de forma constante que “el liderazgo en la iglesia es distinta al liderazgo
del mundo”.20
La advertencia ofrecida por el mentor de líderes espirituales, J. Oswald Sanders, es
importante: “Escoger hombres para el oficio en la iglesia o cualquiera de sus actividades
auxiliares sin hacer referencia a cualidades espirituales necesariamente producirá como
resultado una administración no espiritual… la designación de hombres con perspectiva
secular o materialista evita que el Espíritu Santo lleve a cabo su programa para la iglesia en
el mundo”.21 Dios usa a líderes espirituales para llevar a cabo propósitos espirituales. Él no
viola este axioma.
Como líder espiritual, el pastor se convierte en un líder siervo. Aquí yace la gran
paradoja del liderazgo cristiano: él lidera en el servicio y por el servicio. Su grandeza
reposa en su estatus como siervo de todo.
El Señor Jesús introdujo y modeló este concepto de liderazgo cuando dijo:
Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes
ejercen potestad sobre ellas. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse
grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su
vida en rescate por muchos (Mt 20:25–28).
También dijo nuestro Señor: “El que es mayor de vosotros, sea vuestro siervo” (Mt
23:11).
El Señor Jesús fue un líder siervo modelo. Todo aspecto de su vida y ministerio ilustró
el tipo de líder espiritual que Él esperaba fueran sus discípulos. En la Última Cena presentó
de una forma dramática lo que quería decir por liderazgo de siervo. Allí se humilló a Sí
mismo y lavó los pies de sus discípulos, y luego explicó la lección con estas palabras:
“¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo
soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis
lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como Yo os he
hecho, vosotros también hagáis” (Jn 13:12–15).
El liderazgo, conforme lo presenta el mundo o incluso como se practica en algunas
iglesias y organizaciones cristianas, avanza en contra del principio de liderazgo mandado
por el Señor. Gangel asevera que el liderazgo de siervo, una actitud que debería gobernar
con funciones administrativas, “marcha en dirección opuesta al pensamiento del mundo”.22
Cuando la gente piensa en el liderazgo, lo ve como sinónimo de señorío. Exactamente
lo opuesto es cierto del liderazgo bíblico. Pondera esta profunda declaración:
Los líderes de la iglesia nunca deben pensar de su estatus como si fuese un señorío. Los
líderes no son seleccionados para que puedan tener dominio sobre el cuerpo de creyentes, sino
para que sean guía en los asuntos espirituales por individuos cualificados y piadosos bajo el
señorío de Cristo. Por tanto, de cualquier modo que interpretemos las palabras gobernar, dirigir,
obedecer y someterse, no pueden interpretarse de un modo que dé a los líderes la clase de
autoridad que tenían los gentiles, o que los oficiales ejercitan en el mundo secular.23
20
Gangel, Feeding and Leading, 35.
21
J. Oswald Sanders, Spiritual Leadership (Chicago: Moody, 1980), 113–14.
22
Gangel, Feeding and Leading, 50.
23
Means, Leadership in Christian Ministry, 97.
7
Los líderes cristianos tienen que ponderar esta declaración antes de intentar hallar algún
secreto o nuevo ingrediente para un ministerio más eficaz. Si no hay brisa celestial que
sople, sin importar cuán grande sea la vela, ¡el barco no irá a ningún sitio!
24
Smith, Learning to Lead, 24.
25
Mirón Rush, The New Leader (Wheaton: Victor, 1987), 85.
26
Véase Stephen R. Covey, Principle-Centered Leadership (New York: Summit, 1990), 34.
27
Sanders, Spirtual Leadership, 117–18.
8
carga y que incluso tiene seguidores tratando de conseguir lo que ha obtenido. Bennis lo
describe de este modo: “Ningún líder se propone ser líder. La gente se propone vivir sus
vidas, expresándose plenamente. Cuando esa expresión es de valor, se convierten en
líderes”.28 Esto es obviamente una expresión de administración personal y disciplina en
seguimiento de las prioridades de la vida. Considere estas líneas:
Si quieres administrar a alguien,
adminístrate a ti mismo.
Hazlo bien,
y estarás listo
para dejar de administrar.
Y empezar a liderar.29
Un líder, pues, debe ser uno que tiene su vida controlada, lo cual incluye sus hábitos
personales y actividades. Un líder se administra a sí mismo; es su propio jefe. Es alguien
que sabe cómo administrar su tiempo, su dinero, sus energías, e incluso sus deseos.
2. Un buen líder sabe cómo tomar buenas decisiones. “Los líderes son hacedores de
decisiones”.30 La responsabilidad recae en él, significando que normalmente es él quien
necesita tomar la decisión que afecta a los resultados de la organización. La toma de
decisiones es un tema difícil y solitario. La habilidad de tomar decisiones rápidas y sabias
separa al líder de los seguidores. “Cuando todos los hechos se han incluido”, declara
Sanders, “la decisión rápida y clara es la marca de un verdadero líder”.31 Un líder pasa la
mayor parte de su tiempo tratando o resolviendo problemas.32 De ahí que todos los líderes
tengan una cosa en común: “Se les requiere continuamente que tomen decisiones que
afectan tanto a otros como a sí mismos”.33
La toma de decisiones es la suerte de los líderes, y la indecisión o las decisiones pobres
pueden convertirse en su perdición. La incapacidad de tomar decisiones es una de las
razones principales por las que fracasan los administradores, y este “síndrome de
incapacidad para tomar decisiones es una razón mucho más común para el fracaso
administrativo que la falta de conocimiento específico o de las técnicas en saber cómo”.34
Todos los líderes necesitan atender estas palabras:
La dilación y vacilación son fatales para el liderazgo. Una sincera, aunque equivocada
decisión es mejor que la no decisión. En verdad lo segundo es una decisión, y a menudo
equivocada. Es una decisión de que el status quo es aceptable. En la mayoría de decisiones la
28
Bennis, Becoming a Leader, III.
29
Calvin Miller, Leadership (Colorado Sprgings: Navpress, 1987), 23.
30
Ibid., 50.
31
Sanders, Spiritual Leadership, 83.
32
Myron Rush, Management: A Biblical Approach (Wheaton: Victor, 1983), 112.
33
Ibid., 98.
34
Ted W. Engstrom and Robert C. Larson, Seizing the Torch (Ventura, Calif.: Regal, 1988), 140.
9
raíz del problema no consiste tanto en saber qué hacer como en estar preparado a vivir con las
consecuencias.35
De manera que ¿cómo aprenden los líderes a tomar decisiones? Tomando decisiones,
incluso malas. Rush ofrece un proceso de cinco pasos para tomar decisiones efectivas:
3. Un buen líder comunica con eficacia. La habilidad para comunicar ideas, conceptos
y directrices a la organización es esencial para el liderazgo. El Señor Jesús demostró su
habilidad para comunicarse por la literatura que inspiró, la iglesia que creó y por la muerte
que sufrió. Sus enemigos también entendieron bien el mensaje de su Señorío.
Si no podemos comunicar, no podemos dirigir. Incluso los hombres malvados se han
levantado para liderar grandes movimientos debido a sus excelentes habilidades para
articular sus creencias y comunicarlas apasionadamente a sus seguidores; Hitler y Marx son
ejemplos destacados.
Un pastor eficaz es más que un teólogo. Debe ser también un predicador efectivo, un
comunicador del mensaje divino. No hay un solo líder con un número considerable de
seguidores que no comunique con eficacia. Cada una de las megaiglesias de hoy tiene
grandiosos comunicadores como sus líderes. De hecho, en nuestra era de la comunicación,
la articulación y la información son necesarias para la supervivencia de cualquier
organización.
El solo hecho de que uno escriba o hable no significa que comunique. La comunicación
es “el proceso por el que pasamos para llevar entendimiento de una persona o grupo a
otro”.37 La clave para ser un buen comunicador es, antes que nada, entender a la gente. A
continuación se necesita conocer su tema por completo. Luego debe percibir o crear el
clima apropiado y, finalmente, debe escuchar la retroalimentación para ver si está
penetrando.
Un pastor o predicador debe mantenerse siempre buscando modos para mejorar su
habilidad en la comunicación. El mensaje nunca cambia, pero la audiencia sí, y también el
mensajero. Se requiere del mensajero que mantenga su habilidad aguda, y para la mayoría
de los pastores, las habilidades de la predicación no están del todo maduras hasta mucho
después de graduarse en el seminario. Es una desgracia que algunos predicadores cesen de
35
Sanders, Spiritual Leadership, 88.
36
Rush, Management, 102–106.
37
Ibid., 115.
10
mejorar sus habilidades para predicar. Es un oficio y una habilidad que debemos dominar a
cualquier coste.38
4. Un buen líder es uno que administra su estilo de liderazgo. Los líderes son únicos.
Tienen diferentes personalidades y distintos modos de liderar a la gente. Ésta es la razón
por la que a menudo se dice que los líderes nacen, no se hacen. Las clases y seminarios de
liderazgo no producen líderes. La vida y sus experiencias mezcladas con una personalidad
distintiva y la unción de Dios producen un líder cristiano.
Es imposible tratar aquí los diversos estilos de liderazgo, pero algunas otras obras los
describen.39 Con relación al estilo, debemos mantener en mente las observaciones
siguientes:
1. Estar familiarizado, al menos casualmente, con los diferentes estilos de liderazgo y
saber cuál concuerda más con tu personalidad y la circunstancia que llama para el
ejercicio del liderazgo.
2. Entender que las circunstancias pueden dictar un estilo de liderazgo al que no se
está acostumbrado pero que se debe utilizar por el bien de la organización.40
3. Establecerse en el estilo de liderazgo particular y ser consistente con el mismo.
Escuche lo que dice este líder: “Puesto que hay distintos modos de liderar, es
importante hacer una clara selección… Los seguidores tienen una sorprendente habilidad
para acomodarse a los estilos de liderazgo… Si va a seleccionar su estilo, implementarlo y
mantenerse consistente, puede utilizar casi cualquier estilo que desee”.41
Los líderes de iglesias y organizaciones crecientes concuerdan en que el crecimiento de
estas organizaciones tiene mucho que ver con la habilidad de cambiar su estilo de
liderazgo. Miller rectifica esto:
¿Qué gran detrimento evita que las iglesias crezcan? Creo que la falta de crecimiento puede
atribuirse a un fracaso por parte individual de pastores o líderes a ajustarse a sus estilos de
administración… Comencé como pastor en la parroquia donde sirvo hace unos veinte años. La
administración de la iglesia, que pasó de ser muy pequeña a una muy grande, significa que tuve
que cambiar mi estilo de administración continuamente.42
Los buenos líderes, por tanto, conocen estilos de administración y son capaces de
ajustar sus estilos a la necesidad de la organización.
5. Un buen líder se relaciona bien con la gente. Alguien ha dicho en broma: “El
ministerio sería una maravillosa ocupación si no fuera por la gente”. Eso pone el dedo en el
38
Como herramienta para mejorar en la comunicación de la Palabra de Dios, recomiendo al lector John
MacArthur, Jr., et al., Rediscovering Expository Preaching (Dallas: Word, 1992).
39
Para estilos de liderazgo, véase a Gangel, Feeding and Leading, 48–61; Rush, Management, 217–32;
Ted W. Engstrom, The Making of a Christian Leader (Grand Rapids: Zondervan, 1976), 67–94.
“La investigación indica que no existe un estilo que sea mejor bajo todas las circunstancias” (Lee,
40
problema de algunos que desean ser líderes: no pueden llevarse bien con la gente. Los
líderes eficaces han aprendido el fino arte de llevarse bien con la gente que lideran y
esperan liderar. La gente es dirigida, no llevada. Si un líder no puede ganarla para sí, la
gente simplemente se retira. Es sorprendente cuántos líderes cristianos destruyen sus
iglesias porque no son amorosos, compasivos, pacientes, carecen de tacto y de prudencia en
su cuidado del rebaño. La proverbial puerta trasera en ocasiones se mantiene abierta por el
mismo pastor. Entonces él tiene alguna otra excusa para la pérdida de miembros. Los
miembros de la iglesia raramente dejan las iglesias por problemas; lo hacen usualmente por
personalidades y conflictos sobre temas personales.
Means hace la siguiente observación: “En el ministerio pastoral, la causa más básica de
ineficacia y fracaso es la inhabilidad de construir y sostener relaciones significativas con
los líderes laicos de la iglesia”.43 La Escritura declara que “un hermano ofendido es más
difícil de ser ganado que una ciudad fortificada” (Pr 18:19). Un líder sabio busca no
ofender, evitar las discordias innecesarias y elige bien las colinas sobre las que está
dispuesto a morir. Por desgracia, demasiadas carcasas pastorales se encuentran sobre
madrigueras de topos. Un hombre puede ser un erudito y experto en las Escrituras. Puede
ser articulado en su entrega y conocer las habilidades básicas de la administración, pero, si
no ama a la gente de verdad, y no puede estar en paz con ellos, nunca podrá dirigirles.
Puede tener el título de pastor, pero nunca será visto como pastor. Debemos tomarnos en
serio el consejo de Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de
todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los
hombres” (Ro 12:17–18).
43
Means, Effective Pastors, 220.
44
Sanders, Spiritual Leadership, 105.
12
El pastorado no es tarea fácil; no es para los pusilánimes, para los débiles, para quienes
desean evitar las dificultades. Es una cocina “extremadamente caliente”, y si alguien no
puede soportar el calor o no quiere soportarlo, entonces debe salir. La crítica, el bajo pago,
la soledad, la frustración, largas horas, el rechazo, e incluso el agotamiento son todos ellos
peligros del ministerio. Como en la guerra, habrá casualidades. Pero como en la guerra, la
batalla debe ganarse, y las tropas serán dirigidas por líderes que entiendan los riesgos y
estén dispuestos a pagar el precio.
El desarrollo de estos rasgos de liderazgo efectivo necesita tiempo y experiencia, junto
con algún estudio e investigación personal serios. El liderazgo espiritual envuelve el
ministerio diario y las dificultades del pueblo de Dios. Los tiempos difíciles demandan un
buen liderazgo que en ocasiones no se encuentra en ninguna parte, pero tenemos que
recordar que lo mejor de los líderes surge siempre en tiempos de gran aflicción. Esperamos
la nueva generación de líderes que Dios levantará de este intenso conflicto espiritual que la
iglesia está soportando.
EL ACTO DE LIDERAR
Líderes, ¡liderad! Las tareas de los líderes son: tener una visión de lo que debe hacer,
reclutar a otros para que posean esta visión, delegar las tareas a otros y, luego, mantener
todo el grupo motivado para llevar a cabo o conseguir el cumplimiento de la visión. Los
líderes espirituales derivan su visión o propósito de Dios. Luego alistan a la iglesia para que
ayude en el logro del propósito, lo cual lógicamente demanda que los líderes mantengan a
la iglesia motivada hasta que se alcance la meta. El acto de liderar, pues, comprende cuatro
elementos: visión, alistamiento, delegación, y motivación. Si un pastor o líder espiritual
puede tener éxito completando estas cuatro actividades, tendrá éxito en su liderazgo.
Visión
Los pastores deben ser hombres de visión. Deben poseer un profundo sentido de lo que
tienen que hacer, dónde tienen que ir y cómo lo deben hacer. La visión provee estas
direcciones. La visión es crítica para la vida de la iglesia así como lo es para cualquier
organización. “Una visión da vida”, escribe Lee, “y si no hay visión, las semillas de la
muerte están siendo plantadas y es solo cuestión de tiempo para que prevalezca la
muerte”.48
Es aquí donde existe la principal diferencia entre el liderazgo y la administración. El
liderazgo proporciona la visión, y la administración ejecuta la visión. Stephen Covey
captura la distinción en esta sucinta declaración: “La administración es la eficiencia para
ascender la escalera del éxito; el liderazgo determina si la escalera descansa sobre el muro
correcto”.49 En otras palabras: “la administración es hacer las cosas bien; el liderazgo es
hacer lo correcto”.50
48
Lee, Church Leadership, 131.
49
Stephen R. Covey, The Seven Habits of Highly Effective People (New York: Simon and Schuster,
1989), 101.
50
Ibid.
14
Respecto a la visión y el liderazgo, Bennis observa que “todos los líderes tienen la
capacidad de crear una visión atrayente, una que lleva a la gente a un nuevo sitio y luego a
trasladar la visión a la realidad”.51 Sanders testifica que “quienes han influenciado a su
generación de manera más poderosa y duradera han sido los ‘visionarios’ —varones que
habían visto más y más allá que otros hombres de fe, porque la fe es visión”.52
¿Qué es entonces una visión? Hallamos tal definición en la buena obra de Means: “una
visión es un intento por articular, tan clara y vívidamente como sea posible, el deseado
estado futuro de la organización. La visión es la meta que proporciona dirección, alinea a
jugadores principales y fortalece a la gente para que alcance un propósito común”.53 Peters
y Austin resultan útiles cuando añaden: “necesitas saber hacia dónde vas, para ser capaz de
declararlo clara y concisamente, y debes preocuparte por ello con pasión. Todo esto se
suma a la visión, una declaración panorámica y concisa de hacia dónde se dirige la
compañía y su gente, y por qué deben estar orgullosos de ello”.54
Lee observa: “Cuando la organización tiene un sentido claro de su propósito, dirección
y futuro deseado, y cuando esa imagen es compartida ampliamente, los individuos son
capaces de hallar sus roles tanto en la organización como en la sociedad mayor de la que
forman parte”.55 De ahí que la visión sea primeramente saber lo que la iglesia debe hacer y
luego compartir la visión con la gente de tal modo que ellos también “vean” lo “no visto”.
Creemos que la visión del pastor consiste primordialmente en ver lo que Dios quiere que la
iglesia sea y haga, y más específicamente, lo que Dios quiere que sea esa iglesia en
particular. El asunto no es necesariamente místico y revelado. Es, más bien, tener un
sentido agudo de lo que es posible, e introducir a otros en la misma visión.56
Un líder desarrolla la visión por un número de fuentes. Primero y principalmente, viene
de Dios por medio de las Santas Escrituras, las cuales son las pautas para el pueblo de Dios.
Podemos decir en cierto sentido que todos los pastores comparten la misma visión acerca
de la iglesia: glorificar a Dios, hacer discípulos y edificar su cuerpo, la iglesia. No obstante,
la aplicación de la visión general será personalizada en cada líder y congregación.
La visión procede también de experiencias pasadas; cuanta más experiencia haya,
mayor será la visión. Cuanto mayor es la contemplación del pasado, resulta más claro el
enfoque del futuro: “Parece que cuando echamos primero un vistazo a nuestro pasado,
alargamos nuestro futuro. También enriquecemos el futuro y le damos detalles conforme
recordamos las riquezas de nuestras experiencias pasadas”.57 La participación también
contribuye a crear visión. El acto de hacer —de aplicar el conocimiento del pasado al
presente— aumenta la visión.
Necesitamos mantener sujetas las puertas presentes de la oportunidad, lo cual en
respuesta da luz a la visión. También necesitamos mantener la visión viva, porque, como
51
Bennis, Becoming a Leader, 192.
52
Sanders, Spiritual Leadership, 77.
53
Means, Effective Pastors, 143.
54
Tom Peters y Nancy Austin, A Passion for Excellence (New York: Random House, 1985), 284.
55
Lee, Church Leadership, 132.
56
James M. Couzes and Barry Z. Posner, The Leadership Challenge (San Francisco, Calif.: Jossey-
Bass, 1987), 85.
57
Ibid., 95.
15
los sueños, tiende a desaparecer. Calvin Miller ofrece dos sugerencias para mantener la
visión viva:
La número uno es un tiempo adecuado de tiempo en silencio. Cuando estés quieto ante el
altar de tu confianza, tu visión mantendrá su lugar en tu vida. Las visiones se reconstruyen en la
quietud, no en el ruido y las prisas de la vida. Un segundo ingrediente para mantener la visión
es la repetición. Debes recrear tus sueños constantemente. No es suficiente con haberlos
repetido en el pasado. Deben ser parte de cada día, o muy pronto no se tendrá fe en ellos ningún
día.58
Los pastores no pueden dar pasos sobre el agua. No pueden simplemente mantener el
trabajo, “mantenerse al frente” hasta que Cristo retorne. Deben estar en el acto de liderar,
de estimular visión en su pueblo. La iglesia debe darse cuenta de que hay algo por hacer, y
el pastor debe decirle qué es ese algo, y dirigirla para realizarlo.
Afiliación
El primer acto del liderazgo es impartir visión; el segundo es afiliar a otros para que
adquieran la visión. También podemos llamar a esto reclutamiento. Los líderes eficaces
saben cómo reclutar a la gente para introducir la visión en la organización. Los líderes
deben seguir el ejemplo de Cristo, cuyo llamado fue “seguidme” (Mt 4:19). Nuestro Señor
reclutó o alistó gente y los convirtió en sus discípulos, gente que compartió su visión y se
dispuso a llevarla a cabo.
En la actualidad, las iglesias sufren por la falta de obreros. Rush observa:
La falta de voluntarios es una de las mayores tragedias en la iglesia de hoy. De hecho, hay
tan pocos voluntarios verdaderos en la iglesia moderna que probablemente necesitemos
recordarnos lo que es un voluntario: una persona que por iniciativa propia y libre voluntad da
un paso adelante para hacer una tarea. Tales personas son tan raras en el cristianismo hoy, que
la mayoría de líderes cristianos se quedan pasmados cuando alguno se les acerca.59
58
Miller, Leadership, 42.
59
Rush, New Leader, 119.
60
Ibid., 125.
16
Delegación
A continuación del acto de reclutamiento está el acto de encomendar, porque el
propósito de alistar es delegar a cada cual una tarea y así lograr que todos se ocupen en
alcanzar la visión del cuerpo. La encomienda es una de las tareas esenciales del liderazgo,
sea espiritual o secular. “Quien tiene éxito en lograr que se hagan las cosas por medio de
otros”, declara Sanders, “está ejercitando la clase más alta de liderazgo”.63 De acuerdo con
algunos, “delegar puede ser la habilidad más importante de un ejecutivo”.64
¿Qué significa delegar? Es el arte de asignar parte de tu trabajo a algún otro,
concediendo responsabilidad y autoridad, así como una tarea a otra gente que está contigo
en el ministerio, o simplemente “deshacerse de todo lo que se pueda y hacer únicamente lo
que queda”.65 Rush proporciona la siguiente y comprensible definición:
Delegar consiste en transferir autoridad, responsabilidad, y control de una persona o grupo
a otra. En la mayoría de los casos, incluye mover la autoridad de un nivel más alto, en una
organización, a uno más bajo. Delegar es el proceso por el que se realiza la descentralización
del poder organizador. La descentralización conlleva la dispersión de la autoridad y
responsabilidad desde la cima hacia abajo por medio de la organización, permitiendo a más
gente que se involucre en el proceso de tomar decisiones.66
Delegar no significa abandono del liderazgo, sino el ejercicio del acto más profundo del
liderazgo. Los grandes líderes son eficaces para delegar. Se dan cuenta de que
personalmente son incapaces de hacer o atender todo lo que desean completar. Conforme
crece una organización, ésta alcanza un punto donde si ha de continuar creciendo, y si su
líder quiere sobrevivir con la carga de trabajo, debe delegar. Éxodo 18 es un ejemplo
bíblico clásico de lo necesario de la organización. Un escrutinio cercano del capítulo
recompensará a los líderes atrapados en los mismos apuros que Moisés.
Los beneficios personales y corporativos de delegar son incalculables. La delegación
sirve para estos propósitos:67
1. Libera a los líderes de algo de trabajo.
61
Gangel, Feeding and Leading, 144.
62
Véase el capítulo de Gangel, “Recruiting Effective Volunteers”, en Feeding and Leading, 133–47.
63
Sanders, Spiritual Leadership, 202.
64
Por ejemplo, Gangel, Feeding and Leading, 175.
65
Ibid.
66
Rush, Management, 132.
67
Donald H. Weiss, How to Delegate Effectively (New York: American Management Asscociation,
1988), 15–21.
17
Motivación
Un líder puede infundir visión, reclutar obreros y delegar responsabilidades, pero ¿qué
podrá asegurar el que la gente permanezca en las tareas asignadas con el entusiasmo
requerido para que se realice o se mantenga el esfuerzo durante un período prolongado? La
respuesta es la motivación. Los líderes deben motivar, inspirar a los seguidores para que se
68
Miller, Leadership, 79.
69
Recibí este acróstico del profesor Jim George de The Master’s Seminary.
70
Sanders, Spiritual Leadership, 203.
18
mantengan en la tarea. Rush afirma que “un líder nunca tendrá éxito a menos que sus
seguidores sean motivos para triunfar”.71
Por motivación nos referimos al desencadenamiento de la fuerza interna de la gente que
los lleva a la acción.72 Alguien ha dicho: “La motivación es el acto de crear circunstancias
que permiten la realización de cosas por medio de otra gente”.73
De todas las responsabilidades que realizan los líderes, el acto de hacer que la gente se
mueva a hacer algo ha sido abiertamente de gran abuso. Los líderes espirituales han sido
culpables de las peores clases de manipulación y decepciones en sus esfuerzos por lograr
que sus iglesias trabajen. Han empleado palabrería, amenazas, favoritismo, mendicidad,
adulación, pruebas, soborno, e incluso pretensiones de haber recibido revelación directa
para manipular a sus seguidores.74
¿Cómo motiva un líder? El mismo líder es la clave para la motivación: su integridad, su
habilidad, su conocimiento de lo que se debe hacer y su ejemplo son la base para la
motivación. Todas las tácticas de motivación son ineficaces si el líder carece de estas
cualidades personales.
Los líderes que poseen estas cualidades pueden mejorar su habilidad para motivar
entendiendo a la gente y lo que hace a ésta aportar su máximo. Lee nos proporciona la
siguiente lista para ayudar con su motivación a que la gente dé lo mejor de sí:75
• La gente necesita saber lo que va a suceder con ellos como personas, qué se
esperará de ellos y cómo encajarán sus contribuciones en el grupo.
• La gente necesita un sentido de pertenencia, un sentimiento de que nadie pone
objeción a su presencia, de que son sinceramente bienvenidos, y de que son
queridos por lo que son en su totalidad.
• La gente necesita formar parte de la planificación de las metas del grupo y tener
confianza en que las metas están a su alcance.
• La gente necesita tener responsabilidades que desafíen y a la vez que estén dentro
del ámbito de sus habilidades, y que contribuyan al logro de las metas del grupo.
• La gente necesita ver que se está progresando hacia las metas de la organización.
• La gente necesita tener confianza en el liderazgo del grupo, teniendo la seguridad de
que los líderes serán justos, así como competentes, confiables y leales.
• La gente necesita concluir en cualquier momento: “Esta situación tiene sentido para
mí”.
Por supuesto que, en definitiva, no hay nada que motive más que un líder motivado. Si
los líderes pueden mantenerse motivados de algún modo, su entusiasmo por alguna tarea se
hará contagioso. El secreto, pues, para motivar es mantenerse motivado uno mismo.
El ministerio pastoral es un maravilloso privilegio. Es liderazgo en la iglesia de Dios,
una administración encomendada por Dios, un servicio que se debe hacer para el Gran
Pastor y sus ovejas. Nos consideramos profundamente bendecidos por Dios cuando somos
71
Rush, Management, 109.
72
Ibid., 108.
73
Engstrom y Larson, Seizing the Torch, 62.
74
Means, Leadership in Christian Ministry, 182.
75
Lee, Church Leadership, 152–53.
19
Tu Autoridad Es Limitada
Solo Dios tiene autoridad ilimitada. Tú estás limitado en tu autoridad por los mandatos de
la Palabra de Dios, así como la autoridad del gobierno solo puede llegar hasta un punto.
Stuart Scott, El Esposo Ejemplar: Una Perspectiva Bíblica (Graham, NC: Publicaciones Faro de
Gracia, 2008), 103–14.
2
J. Oswald Sanders, Liderazgo Espiritual (Chicago, IL: Moody Press, 1967), p. 21.
20
21
Aunque todos los cristianos están llamados a estar en sujeción al gobierno, la autoridad del
gobierno está limitada. Solo tiene la autoridad que Dios le da. Su autoridad no está por
encima de la de Dios. Pablo señala bien, esto, en Romanos:
Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de
parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone
a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean
condenación para sí mismos (Ro 13:1–2).
Este mismo principio aplica a la autoridad que le ha sido dada al esposo. Algunos
esposos parecen creer tener la autoridad de decir nada, hacer nada, o requerir nada. Un
esposo no tiene la autoridad para pecar o para pedirle a su esposa que peque. Tú estás bajo
la autoridad de Dios y se te ha dado una medida de autoridad para llevar a cabo la voluntad
revelada de Dios. Mientras que es cierto que tu esposa debe obedecerte a menos que le
pidas que peque, tu preocupación debe ser que estés obedeciendo a Dios y amando a tu
esposa en cualquier decisión y peticiones que hagas. Dios te hará responsable por tu
liderazgo. Debemos honrar a Dios al usar nuestra autoridad en la forma que El se ha
propuesto. Cada vez que un esposo ve su autoridad por encima de los límites ordenados, o
sin los mandatos importantes de Dios, será un líder mediocre. El no estará dirigiendo en la
manera que un esposo cristiano debería.
Dios te ha dado tu autoridad para usarla. El, un día, te hará responsable por tu
fidelidad en esta área. ¿Eres sin reproche ante Dios y el hombre en esta área? En las
instrucciones de Pablo a Timoteo, el escribe que los pastores y diáconos deben ser hombres
que sean “irreprensible” aun en como manejan sus hogares (1 Tim 3:2, 10). Pablo luego
continúa explicando como un hombre debe ser “irreprensible.” En su lista de formas él
dice:
… no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino
amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en
sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo
cuidará de la iglesia de Dios?).… Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y
que gobiernen bien sus hijos y sus casas (1 Tim 3:3–5, 12) [énfasis añadido]
En estos versículos la palabra “gobernar” (prohistemi) significa “dirigir y preocuparse por.”
Si quieres ser un hombre que es “irreprensible” o “irreprochable” (LBA), debes dirigir y
preocuparte por tu hogar en una manera aceptable.
amorosamente sin enseñorearte de ella. Discute maneras específicas en la que ella puede
seguirte mejor. Una vez que ambos tengan la misma meta de obedecer a Dios en esta área,
deben ambos tener la gracia y ser pacientes en la medida que aprenden los nuevos hábitos.
7. Un pastor protege.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no
es el pastor … huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas (Jn 10:11–13).
Un pastor siempre está velando por peligro y está listo para intervenir. Ciertamente, el
nunca intencionalmente o deliberadamente pondría sus ovejas en peligro. Como esposos
necesitamos hacer lo que podamos para mantener a nuestras esposas seguras de peligro. Si
es posible, necesitamos estar con ellas, o ver que alguien lo esté, cuando exista un peligro
potencial. Deberíamos hacer lo que podamos para darles un lugar seguro de vivir y un
automóvil confiable para conducir. También necesitamos estar velando por cualquier
peligro espiritual tales como herejías, tentaciones obvias, y opiniones excesivas del mundo
(por ejemplo, programas de la televisión incorrectos, novelas incorrectas, amistades
incorrectas, etc.). Nunca es correcto para un esposo permitirle deliberadamente a su esposa
estar en cualquier tipo de peligro que se pueda evitar.
8. Un pastor provee.
Jehová es mi pastor; nada me faltará (Sal 23:1)
Cristo, como el Buen Pastor, provee para Su Iglesia. Él cuida de su mínima necesidad, y
hace el bienestar de Su Grey Su preocupación. Proveer para nuestras esposas es una parte
importante de amarlas en la manera en que Cristo nos ama. La Biblia es clara en que
debemos preocuparnos por las necesidades físicas y espirituales de nuestras esposas (1 Tim
5:8). Para llevar a cabo nuestra responsabilidad debemos proveer comida, vestido, techo,
descanso, salud, y satisfacción sexual, también una buena iglesia y vigilancia espiritual.
9. Un pastor instruye.
Jehová es mi pastor.… Me guiará por sendas de justicia por
amor de su nombre (Sal 23:1–3)
Con el entendimiento de que nuestra instrucción debe estar balanceada por el principio
de vigilancia (ver numero 5). Debemos estar seguros de dar instrucción, especialmente en
las cosas de Dios. Un pastor no simplemente deja a las ovejas vagar por donde quiera sin
ninguna instrucción. Tomar el tiempo para estudiar, revisar sermones, o tener devocionales
con tu esposa es una buena manera de dirigir por instrucción. Tener un tiempo especial para
discutir asuntos y decisiones también es muy provechoso.
10. Un pastor corrige.
Jehová es mi pastor.… Tu vara y tu cayado me infundirán aliento (Sal 23:1, 4).
Por amor, un pastor ocasionalmente tendrá que corregir a una oveja desobediente. El
hace esto por el bienestar de las ovejas. Aunque la corrección no sea muy agradable, puede
todavía ser la mejor cosa para una oveja. Puede hasta ser algo reconfortante para una oveja
saber que su pastor no la dejará descarriada y que su pastor verdaderamente se preocupa.
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Algunas veces una esposa puede necesitar ser claramente corregida con el cayado de Dios
(la Palabra de Dios). Esto solamente debe ser hecho cuando hay pecado envuelto y con el
propósito de ayudarla y glorificar a Dios. Necesitar comprobar si es que ella está débil,
medrosa, o rebelde y responder en conformidad (1 Tes 5:14). La mayoría de las esposas
que son guiadas en amor por sus esposos rara vez necesitan algo más que una amonestación
amorosa.
Algunas veces una oveja no aprende por la corrección, sino que continúa descarriada.
Un pastor de ovejas literal hará cualquier cosa que sea necesaria para ayudar a las ovejas a
aprender lo que es mejor para ellas. Como humanos, ¡nuestra autoridad no llega hasta al
punto de abusar físicamente de nuestras esposas! Hombres, NUNCA estamos permitidos a
golpear o dañar a nuestras esposas. Cualquier esposo que hiera a su esposa físicamente está
cometiendo una seria ofensa moral ante Dios (1 Tim 3:3). También está cometiendo un
delito criminal y debe sufrir las consecuencias legales. Hacer daño físico a tu esposa
también tendrá el resultado devastador de perder la confianza que es difícil de recobrar. Si
tú y tu esposa están en esta posición, seria sabio buscar consejo piadoso para restaurar la
relación y ganar responsabilidad.
Puede que haya ocasión cuando nuestras esposas necesiten más que nuestra propia
corrección con la Palabra de Dios. Después que hayamos guiado por el ejemplo, hemos
dado instrucción, hemos amonestado tiernamente, y, finalmente, hemos firmemente
reprendido en amor—todo sin resultado, una medida más drástica puede ser requerida antes
de que la esposa se someta a la voluntad de Dios. El Señor nos ha dicho que hacer en este
tipo de situación. Si es una creyente profesante, debemos traer a otro creyente y a toda la
iglesia si es necesario (Lc 17:3–4; Mt 18:15–20). Discutiremos más a fondo como lidiar
con ambos el pecado de la esposa creyente y la no creyente en el Capítulo 15.
11. Un pastor busca restaurar sus ovejas.
Jehová es mi pastor.… Confortará mi alma (Sal 23:1, 3)
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú
también seas tentado (Gal 6:1) [énfasis añadido]
Aunque una oveja sea herida en el proceso de seguir o de rebelión, un buen pastor
busca restaurar esa oveja a su completa salud. Un pastor recibirá compasivamente y
ayudará a la oveja que desea recibir ayuda. En la misma manera, nosotros debemos desear
perdonar y/o ayudar a la esposa lastimada. Es importante que busques entender
verdaderamente a tu esposa a medida que busques restaurarla. Yo, fuertemente sugeriría
que corras el riesgo de equivocarte del lado de la comodidad, hasta que se haga evidente
que tu esposa necesite más.
“Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el
Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su
vida en rescate por muchos” (Mt 20:26–28).
El servir no disminuye la autoridad o el liderazgo de uno. Por el contrario, lo
realza—especialmente el aspecto de guiar por el ejemplo. Uno que dirige como Cristo
dirige está siempre pensando en otros, no en sí mismo. El desea sacrificar su propia
comodidad y aun su propio bienestar por aquellos a quienes dirige. Cristo nos dio un
ejemplo maravilloso de servicio cuando se humilló a sí mismo y sirvió a los discípulos en
el aposento alto:
“Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y
el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los
otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que
el que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas,
bienaventurados seréis si las hiciereis” (Jn 13:13–17)
El mensaje de Jesús a sus discípulos fue claro. Si El deseó ser un siervo, nosotros
ciertamente también deberíamos. Esposos, ¿Cómo sirves a tu esposa? Aunque ella esté
llamada a ayudarte, tú debes servirle. Un siervo estará más preocupado acerca de su propia
responsabilidad que de las de los demás. Primero asegúrate de que estás sirviendo a tu
esposa y luego dirígete a su necesidad para asistirte, si ella no está haciendo su parte. El
más grande de los líderes de todos los tiempos fue un siervo que también fue líder.
Stuart Scott, El Esposo Ejemplar: Una Perspectiva Bíblica (Graham, NC: Publicaciones Faro de
Gracia, 2008), 115–25.
29
30
Yo creo que podemos con seguridad (espiritualmente) decir que debemos supervisar
cualquier área de la vida de nuestras esposas que afecte su bienestar (espiritual y de otra
forma), las vidas de los otros miembros de la familia, el manejo del hogar, y el testimonio
de la familia ante un mundo que observa. Un supervisor atento verá áreas donde el Señor
podría ya estar trabajando en la vida de su esposa y buscará maneras de ser de ayuda en esa
área. (Ver Apéndice Seis para Hojas de Trabajo del Liderazgo).
Áreas a supervisar:
1. Su estado espiritual
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la
palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni
arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha (Ef 5:25–27)
• Mira que tú ores por ella y con ella.
• Provee para que ella sea parte de, y se involucre con tu iglesia local, si ella es una
creyente.
• Asegúrate de ser un buen testimonio para ella en tu vida y que compartes el
evangelio con ella cuando tienes la oportunidad, si ella no es creyente.
• Mira que no tomes el papel y la responsabilidad del Espíritu Santo, al
constantemente amonestarla y tratar de hacer una obra santificadora en su corazón.
• Mira que ores con ella. La frecuencia y cuánto dura no están estipulados por Dios,
pero orar con ella diariamente es muy beneficioso para tu entendimiento de sus
asuntos y para ser uno con ella.
• Mira que escudriñes la Palabra de Dios con ella regularmente. Esto puede ser hecho
a través de devocionales, revisión de notas de sermones, un libro, o un estudio.
Puedes usar este tiempo para guiar e instruir en asuntos espirituales. Reconoce que
ella puede contribuir con revelación también. Asegúrate de enfocarte principalmente
en tu propia respuesta a la Palabra de Dios. También estudia con ella cuando ella
tenga preguntas y necesidades específicas. Tú puedes usar tus propios métodos de
estudio o un estudio hecho por alguien más.
2. Su toma de decisiones
Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros,
y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia
espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto
en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Col 1:9–10)
• Anímala en la meta de glorificar a Dios.
• Enséñala acerca de los dos mayores peligros de la buena toma de decisiones: el
egoísmo y la subjetividad (siguiendo los sentimientos de uno y nuestro propio
juicio, en lugar de la Palabra de Dios).
• Anímala a enfatizar los principios bíblicos en su toma de decisiones.
• Ayúdala a considerar sus prioridades en su toma de decisión: Dios, esposo, niños,
hogar, y la iglesia local. Esto no debe ser hecho en un orden estricto a cada
momento dado.
31
3. Sus relaciones
Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del
vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus
hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para
que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:3–5)
• Asegúrate de que ella entienda su relación contigo.
- ser uno
- ser una compañera
- ser una ayuda
- ser sumisa y respetuosa. Asegúrate que ella sepa como presentar una apelación
piadosa cuando ella quiera que tu reconsideres una decisión, una acción, o una
actitud (ver La Esposa Excelente, por Martha Peace).
• Mira que ella esté protegida de relaciones pecaminosas o malas. Ven a su auxilio
cuando ella necesite ayuda para tratar con gente que tratan de tomar ventaja de su
bondad, o que son irrazonables, o que actúan inapropiadamente hacia ella.
• Ayúdala a balancear las prioridades de sus relaciones: Dios, tú, los niños, y otros.
• Mira que ella tenga toda la ayuda y recursos que necesite para sus relaciones: tú, sus
hijos, sus amigos, su jefe o compañeros de trabajo, y el resto de su familia.
4. Sus ministerios
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros,
como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pe 4:10)
• Mira que ella conozca cuáles son sus ministerios bíblicamente: tú, los niños, el
hogar, el cuerpo de la iglesia, esos fuera de la fe, y las proporciones de tiempo para
darle a cada uno.
• Mira que ella no se extralimite en su capacidad.
• Provéele de ánimo al descubrir o ejercitar su(s) don(es) espiritual(es).
5. Su bienestar físico
Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El
que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia
carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia (Ef 5:28–29)
• Mira que muestres preocupación y proveas atención por cualquier asunto médico.
• Mira que tú la animes y la hagas responsables por el cuidado apropiado de sí
misma: alimentación, descanso, seguridad, y ejercicio.
puede requerir desde una simple pregunta a una amorosa reprensión. Puede hasta haber
ocasiones cuando un esposo tiene que buscar disciplina eclesiástica. Si un esposo tiene el
corazón adecuado (el corazón de un pastor y un corazón de siervo), él lo hará en el tiempo
correcto y de la manera correcta. Las siguientes son cosas buenas a ser practicadas antes de
darle orientación a tu esposa:
1. Asegúrate de que tienes la información adecuada.
El que responde palabra antes de oír, Le es fatuidad y oprobio (Pr 18:13)
• Observa, pero se cuidadoso de no ser presumido (pensando que conoces su mente y
corazón solo por tu observación).
• Obtén información de tu esposa y de cualquier otro que pueda ser de ayuda.
• Obtén revelación bíblica al estudiar la Palabra de Dios y/o buscar consejo bíblico.
2. Ora por sabiduría bíblica.
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el
cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada (Stg 1:5).
• Pregúntate:
“¿Es mi opinión realmente necesaria en este momento?”
“¿Es este un asunto de pecado o un asunto que está causando gran dificultad a mi
esposa o familia?”
Cuando tu esposa necesite liderazgo especifico, puede que necesites darle una
instrucción directa o tomar una decisión definitiva. Esto debería ser hecho de una manera
amorosa y provechosa. Afortunadamente, tus sugerencias serán apreciadas, pero puede que
sean resentidas o hasta resistidas. A estas alturas a menos que tú estés pidiéndole a tu
esposa pecar, ella estaría pecando si rehúsa hacer lo que le pides. Tocaremos que hacer
acerca de la esposa que peca en el Capítulo 15.
4. Ten las metas correctas.
Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios (1 Cor 10:31)
• Tus metas al dirigir a tu esposa deben ser:
- Para glorificar a Dios
- Para hacerle bien a tu esposa y a otros
- No simplemente hacer las cosas a tu manera o llevar a cabo tus preferencias
5. Si es posible, recuerda comunicar tus razones y metas (la gloria de Dios y el bien
de otros) cuando debas ir en contra de lo que tu esposa quiera o cree que es mejor
(Fil 2:3–4; Mr 10:32–40).
Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de
corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida (1 Ti 1:5).
La meta de un esposo ejemplar que está morando con una esposa no creyente debe ser
la fidelidad a la voluntad de Dios. Un esposo no puede hacer que su esposa se someta a
Cristo, o se someta a él, o aun permanecer en la relación. Si tienes una esposa no creyente,
no debes tener la meta de tener una esposa creyente o la meta de un matrimonio suave. Si tu
esposa no creyente quiere salir del matrimonio, debes dejarla ir en paz, porque está llamado
a la paz y no a la guerra (1 Cor 7:15). Cuando un esposo ha hecho todo lo que ha podido
para amar a su esposa no creyente, pero ella todavía quiere irse, Dios puede darte toda la
sabiduría y la gracia que necesitas para agradarle a Él en esta prueba. Si tu esposa no
creyente no se va, será un enorme alivio saber que tú has glorificado a Dios por tu
fidelidad.
• ¿Será esta elección inconsiderada (egoísta) hacia alguien más? (Fil 2:3–4)
• ¿Causará esta elección que alguien más caiga en tentación? (1 Cor 8:9–13)
Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los
hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo (Gal 1:10)
Es difícil seguir a alguien que no parece saber lo que está haciendo. Si no eres cuidadoso
y bíblico en tu toma de decisiones, lo más seguro cambiarás de dirección o cambiarás tus
decisiones con frecuencia. Esta inestabilidad no le da a tu esposa confianza en tu habilidad
de dirigir. Es cierto que ella todavía debe seguir y confiar en la soberanía de Dios, pero en
amor tu deberías hacerlo tan fácil y agradable como sea posible para que ella te siga.
7. Mi plan para la intimidad (la próxima vez: transferir lo que permanece igual y añadir
algo nuevo):
3
Stuart Scott, El Esposo Ejemplar: Una Perspectiva Bíblica (Graham, NC: Publicaciones Faro de
Gracia, 2008), 301–12.
38
39
GUIANDO A MÍ ESPOSA
(El mismo tiempo de preparación, el mismo tiempo de reunión)
¿Cuándo?
*2. ¿Estoy proveyendo comida, ropa, techo, y seguridad para mi familia con lo mejor de mi
capacidad? ¿Algunos cambios acerca de los que puedo orar y trabajar sin comprometer
los principios bíblicos?
7. ¿Cree mi esposa que está totalmente equipada para dirigir el hogar (bajo mi dirección)?
¿Se encuentra ella abrumada?
• Artículos necesarios:
• Entrenamiento necesario:
• Responsabilidad necesaria:
*8. Pensamientos o planes tentativos para compartir acerca de decisiones/ direcciones que
afectan a mi esposa/familia:
¿Quién?
¿Cuándo?
5:00
5:30
6:00
43
6:30
7:00
7:30
8:00
8:30
9:00
9:30
10:00
10:30
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11:30
12:00
12:30
1:00
1:30
2:00
2:30
3:00
3:30
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4:30
5:00
5:30
44
6:00
6:30
7:00
Deseos
7:30
8:00
8:30
9:00
9:30
10:00
10:30
11:00
11:30
12:00
RESPONSABLE:
Los Usos de la Humillación
Richard Baxter
No podemos buscar las bendiciones de Dios a menos que nos humillemos a nosotros
mismos ante El a causa de nuestras fallas pasadas. No seremos motivados a cambiar a
menos que seamos pobres en espíritu. Si nosotros no somos humillados ¿Cómo podemos
esperar que nuestro pueblo lo sea? ¿Podemos ablandar sus corazones mientras los nuestros
permanecen endurecidos? Algunos piensan que su único deber es predicar, mientras que el
deber de su pueblo es el de arrepentirse. Pero en las Escrituras, líderes como Daniel y
Esdras confesaron con tristeza sus propios pecados de igual manera como los del pueblo.
¿Podemos leer el mensaje del apóstol Pablo a los efesios sin sentimos profundamente
humillados? Estoy seguro de que todos ustedes creen que la tristeza por el pecado y la
confesión son necesarias para mantener la comunión con Dios. Sin embargo, saber esto no
es suficiente. Nuestros afectos y voluntades también deben desempeñar su parte. Debemos
confesar nuestros pecados ante Dios quien es “fiel y justo para perdonamos y limpiamos”.
Yo me incluyo a mí mismo en esto, puesto que estoy consciente de tantos pecados, que no
puedo pretender ser inocente delante de Dios.
El espacio solo nos permite mencionar los peores pecados de los ministros. A pesar de
nuestras fallas, hay muchos pastores fieles y dotados en este país por los cuales estoy
agradecido a Dios.4 Pido al Señor que siga llamando hombres para la obra del ministerio.
Este es el mejor camino para promover la obra del evangelio y para disipar el error y la
confusión que prevalecen en la iglesia hoy en día.
El orgullo aflige aún a los mejores de nosotros. Afecta nuestra manera de hablar,
nuestras compañías y aún nuestra apariencia (la manera como nos vestimos). El orgullo
llena la mente con ambición y resentimientos hacia cualquiera que nos estorbe. El orgullo
siempre está insinuándose a todos nuestros pensamientos y deseos. Nos persigue aún en
nuestros estudios. Dios quiere que nuestros mensajes sean claros y sencillos para que todos
los puedan entender, pero el orgullo nos motiva a ser astutos y divertidos. El orgullo quita
el filo de nuestros sermones, porque excluye cualquier cosa que parece sencilla o poco
sofisticada. El orgullo nos hace tratar de impresionar- a la gente en lugar de edificarla. Dios
quiere que prediquemos fervientemente, rogando a los pecadores para que se arrepientan;
pero el orgullo nos dice que no debemos ser tan fervientes, para que la gente no vaya a
pensar que estamos locos. En esta manera el orgullo gana el control sobre nuestro
ministerio. La verdad puede ser predicada, pero en una forma que sirve a los intereses de
Satanás más que a los de Dios.
El Pastor Reformado. Este es el capítulo 3 “La Aplicación” de la traducción de la versión
condensada titulada “The Ministry We Need”, por Grace Publications Trust, traducida por Omar Ibañez
Negrete y Thomas R. Montgomery. Recientemente se ha publicado la versión completa: Richard Baxter, El
Pastor Renovado, trad. Marvia Ann Crandell (Carlisle, PA: El Estandarte de la Verdad, 2009).
4
El autor se refiere a Inglaterra en el siglo XVII.
45
46
los ministros, ellos reaccionan como si hubieran sido escandalosamente insultados. Estoy
avergonzado de admitir que el orgullo ha llegado a ser tan obvio en nuestros sermones y
escritos que todo el mundo lo puede ver. Nos hemos deshonrado a nosotros mismos,
haciendo de nuestro honor un ídolo. La piedad verdadera no puede existir, a menos que
aborrezcamos nuestro orgullo, lo lamentemos y peleemos contra él. Sin embargo, si los
síntomas del orgullo son una evidencia segura de la impiedad, entonces, los pastores
piadosos han de ser muy escasos. Por la gracia de Dios, hay algunos pastores que son
mansos y humildes y son ejemplos para el resto de los ministros. Ellos son gratos a Dios y a
todos, aún a los inconversos. ¡Ojalá que todos fuéramos como ellos!
Ojalá que Dios nos enseñara cuán malvado es el orgullo, para que estuviéramos
verdaderamente arrepentidos y deseosos de cambiar. El orgullo es la característica principal
de Satanás. Aquellos que más se le oponen deberían parecérsele menos. En un creyente la
humildad no es una opción sino una cualidad esencial de la naturaleza nueva. Un creyente
orgulloso es una contradicción de términos. Cristo nos enseña a ser humildes y mansos.
Cuando le vemos lavando los pies de sus discípulos ¿No deberíamos sentimos
avergonzados de nuestro orgullo? ¿Seremos demasiado orgullosos para asociamos con la
gente pobre y necesitada siendo ellos quienes más nos necesitan? ¿Qué cosa tenemos para
sentimos orgullosos? ¿Nuestros cuerpos? Ellos pronto se pudrirán en el sepulcro. ¿Estamos
orgullosos de nuestra humildad? Esto sería absurdo. ¿Estamos orgullosos de nuestro
conocimiento? Entre más que conocemos, más deberíamos reconocer cuán ignorantes
somos. Si es nuestro trabajo enseñar la humildad a otros ¿Acaso no deberíamos también
practicarla? La gente se da cuenta cuando los ministros son ambiciosos y aman tener la
preeminencia y la autoridad sobre otros. En las discusiones, los ministros ambiciosos no
quieren escuchar a otros, sino solo quieren imponer su voluntad. Las personas arrogantes
son los primeros en notar el orgullo en otros y los últimos en ver el orgullo en sí mismos.
Seamos honestos con nosotros mismos. ¿Realmente podremos encomendar la humildad
a otros, si nosotros tenemos muy poco de ella? ¿Acaso podremos condenar el orgullo
mientras que nosotros lo solapamos? Decimos a los ladrones y los adúlteros que no pueden
ser salvos a menos que se arrepientan de sus pecados, pero ¿Acaso podremos ser salvos
nosotros si no somos humildes en sentido espiritual? De hecho, el orgullo es peor que robar
o adulterar. Podemos dar la apariencia de ser santos y de predicar fielmente, pero
pudiéramos estar tan perdidos como aquellos cuyos pecados sean más obvios. La santidad
significa vivir para Dios y el pecado significa vivir para sí mismo. Nadie vive menos para
Dios y más para sí mismo, salvo un hombre orgulloso. Usted pudiera ser un gran
predicador, pero pudiera estar predicando para alimentar su propio ego más que para
glorificar a Dios. Recuerde las muchas formas en que somos tentados a ser orgullosos en
nuestro ministerio. El mero hecho de tener una reputación para la piedad no es un sustituto
para la piedad verdadera. Cuán maravilloso es cuando mucha gente acude a escuchamos, se
aferran a nuestras palabras y se convierten en nuestros seguidores. Cuán deleitoso es
disfrutar la popularidad y la fama de ser un gran predicador. Pero entonces, la tentación de
pensar de nosotros mismos como un gran líder de la iglesia se vuelve casi irresistible.
Por lo tanto, tenga cuidado de sí mismo y en todos sus estudios, no se olvide de estudiar
la humildad Yo confieso mi propia necesidad de velar continuamente. Recuerde, “Dios
resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”. Casi todo el mundo prefiere a una
persona humilde en lugar de una persona soberbia. Este es por qué los hombres orgullosos
pretenden frecuentemente ser humildes. Debemos tener mucho cuidado con el orgullo,
48
porque ningún otro pecado está tan arraigado en nuestra naturaleza y es tan difícil de
vencer.
2. Otra gran falla es que no damos a la obra del Señor toda la energía y la devoción
que se merece.
Doy gracias a Dios por los pastores celosos, pero tristemente son muy raros. Ahora
daré algunos ejemplos para demostrar porqué necesitamos confesar este pecado:
a. Porque somos negligentes en nuestros estudios. Pocos se toman el tiempo para estar
lo suficientemente informados para la obra del ministerio. Algunos piensan que el
estudio es una tarea fastidiosa. Deberíamos estar más ansiosos por la verdad,
especialmente acerca de Dios y su Palabra. Conociendo nuestra ignorancia y la
grandeza de nuestras responsabilidades, esto debería impulsamos a buscar más
conocimientos. Nuestro trabajo exige que estemos bien informados respecto a
muchos asuntos. Estudiar para preparar sermones no es suficiente. Debemos
estudiar, no simplemente para juntar información sino también debemos estudiar
cómo predicar en una forma que llegue a los corazones y despierte las conciencias.
Si vamos a razonar eficazmente no debemos depender de las ideas espontáneas.
Debemos estar bien preparados de antemano. Los hombres no llegan a ser sabios sin
un estudio riguroso y la experiencia.
a. La facilidad con que muchos ministros cambian para conformarse a sus intereses
mundanos. Por ejemplo, entre los reinados de Eduardo VI, María y Elizabeth I en
Inglaterra (1547-1603), miles de ministros cambiaban su denominación de
protestante a católico, y después otra vez a protestante (cambiaban su religión con
cada cambio de gobierno, tal como en la actualidad muchos cambian de partido
político según la conveniencia). Muy pocos estaban preparados para huir del país o
sufrir el martirio para defender la verdad. Puesto que los pastores varían mucho en
su personalidad, preparación, inteligencia, etc., también esperaríamos que tuvieran
ciertas diferencias en sus creencias. Pero, en la época de estos tres gobernantes de
Inglaterra, muchos pastores simplemente “siguieron a la multitud”. Tristemente
tenemos que admitir que esta misma mentalidad predomina hoy en día, y muchos
de nuestros críticos nos acusan de ser dirigidos por intereses mundanos, en lugar de
principios bíblicos.
b. Nuestro exceso involucramiento en los asuntos de esta vida. Algunos parecen tener
muy poco deseo de ser librados de sus quehaceres mundanos, con el fin de tener
más tiempo para la obra del ministerio. Parece que son renuentes a cumplir con los
deberes que resultarían en pérdidas económicas. Por ejemplo, algunos no están
dispuestos a ejercer la disciplina en la iglesia, porque pudiera resultar en una
disminución de las ofrendas. Entonces ¿Cómo pudieran advertir a otros acerca del
peligro de la codicia? Simón el mago pecó al ofrecer dinero por el don de Dios.
¡Cuánto más pecaminoso ha de ser traicionar nuestro ministerio a causa del dinero!
c. Nuestra falta de generosidad y nuestra falla en usar todo lo que tenemos para
Cristo. Si los ministros fueran menos egoístas, podrían hacer mucho más en la
50
causa de Dios. Proveer para las necesidades materiales de los pobres, es una
manera eficaz para ganar la confianza del pueblo y es una manera de hacerles más
inclinados a escuchamos. Si usted no es egoísta, la gente tendrá menos sospecha
acerca de sus motivos, y estará más inclinada a creer que usted realmente se
preocupa por ellos. Sería un error muy serio subestimar el bien que esto podría
hacer. Esta es una de las mejores formas para vencer los prejuicios que impiden a
las personas a buscar a Cristo. Usted no puede dar lo que no tiene, pero todo lo que
tenemos debería ser dedicado a Cristo. El pretexto común es que debemos cuidar a
nuestras familias, pero a esto respondo:
1. Que frecuentemente esto es un pretexto para la avaricia y los intereses egoístas.
2. Debemos hacer lo mejor que podamos para nuestros hijos, pero, no es necesario
dejarles una gran herencia. Debemos encontrar el equilibrio entre sostener a
nuestras familias y apoyar a la iglesia. Aquellos que están totalmente
comprometidos con Cristo y que tienen un espíritu amoroso de autonegación
son los más calificados para saber cómo usar correctamente sus recursos.
3. Muchos son fácilmente engañados pensando que los hijos y la comodidad son
“necesidades”. Aquí no estoy animando a nadie a tomar votos de pobreza, sino
simplemente señalo que nuestras naturalezas pecaminosas nos inclinan a ser
muy indulgentes con nosotros mismos y con nuestras familias.
Si viviéramos una vida más sencilla podríamos dedicar más a la obra de
Señor. Hay una gran abundancia de oportunidades para servir a Cristo en este
mundo. No podemos agradar a todos, pero deberíamos esforzamos para
mantener una conciencia limpia delante de Dios y de los hombres. Entre más
que ganemos, más deberíamos apoyar la obra del Señor. Algunos ministros bien
pagados con una familia numerosa piensan que todo lo que tienen que hacer es
predicar. Si ellos dieran una parte de su sueldo para sostener a un ayudante,
entonces la congregación recibiría mayor beneficio. Los hombres pueden
consideramos como predicadores excelentes, pero tengamos cuidado de que
Cristo no nos considere infieles. Muchos tienen una reputación como muy
espirituales y, sin embargo, sus corazones están ocupados demasiado con los
afanes de este mundo.
5
Nota del traductor: La unidad falsa que es promovida por el movimiento ecuménico hoy en día, es
una unidad que no está basada en la verdad. No es posible tener unidad espiritual, sin concordar en la verdad
doctrinal y espiritual. Richard Baxter vivió en una época cuando la mayoría de los grupos, independientes,
bautistas y presbiterianos, no estaban en desacuerdo en cuanto a las doctrinas de la gracia y el camino de
51
Muy pocos toman a pecho los sufrimientos de los demás cristianos. Cuán raro es
encontrar a alguien que se preocupe realmente por las tristes divisiones entre las iglesias.
Algunos hasta parecen agradarse cuando ven que alguna iglesia “rival” tiene problemas.
Parece que ellos piensan que la prosperidad del cristianismo depende exclusivamente de su
grupo particular o secta. Parece que pocos realmente entienden las diferencias doctrinales
entre los cristianos. Y aquellos que entienden, tratan de usar su conocimiento para justificar
su posición. Si alguien está ansioso por promover la verdadera unidad cristiana, es visto con
sospecha. Esto es debido a que muchos, quienes niegan las doctrinas esenciales de la fe.
siempre están tratando de promover la tolerancia y la libertad.
Tenemos tantas divisiones entre los creyentes en este país, mucho más de lo que
cualquier otro país haya tenido. La mayoría de estas diferencias no están centradas en las
grandes doctrinas básicas de la fe, sino más bien, en las formas de gobierno de la iglesia.6
Si Todos tuvieran más amor fraternal y se dieran cuenta de la urgente necesidad de la
unidad, nuestras diferencias podrían ser superadas. Quizás no podríamos estar de acuerdo
en todo, pero por lo menos podríamos tener una comunión espiritual basada en las grandes
doctrinas fundamentales del evangelio. Hablamos y predicamos mucho acerca de la
bondad, pero para nuestra vergüenza, hacemos muy poco para promoverla.
Hay algunos que critican los intentos de promover la unidad basada en el evangelio,
porque parecen pensar que la paz de la iglesia es una amenaza para preservar su pureza. Sin
embargo, la experiencia nos enseña que la unidad promueve la piedad y la piedad
promueve la unidad. Por otra parte, el error engendra los pleitos y los pleitos engendran y
aumentan el error.7
Es trágico ver como aquellos que deberían ayudarse mutuamente en la causa de la fe,
son contenciosos y divisivos. El amor fraternal es una característica de la fe verdadera. El
amor que está limitado a nuestro propio grupo no es el amor cristiano. Los oponentes
frecuentemente reciben más envidia y amargura que amor fraternal. Los creyentes
verdaderos no pueden ser dominados por esta actitud, pero esto es tan común que nos hace
cuestionar la sinceridad de algunos. Pueden existir algunos alborotadores, pero su
influencia contaminará a muchos, y esto perjudicará las relaciones entre los creyentes.
También esto resulta en que la verdadera religión sea descreditada ante los ojos de muchos
no creyentes y así ellos continúen en su superstición e incredulidad. Algunos ministros
contenciosos son hombres piadosos y dotados. Ellos no tienen la intención de endurecer a
los pecadores en su incredulidad, pero por ser contenciosos, esto es lo que en realidad
salvación. Sin embargo, algunos de ellos perseguían a los otros por no estar de acuerdo en sus conceptos
acerca de la naturaleza de la iglesia. Para que el lector se dé una idea de la influencia de este desacuerdo,
hemos de decir que en la época puritana se escribieron más de 30,000 libros, folletos y tratados acerca de la
naturaleza de la iglesia, sus ordenanzas, su relación con el Estado, etc.
6
Nota del traductor: El autor habla de la situación que existía en el siglo XVII y los conflictos
prevalecientes entre los puritanos y los anglicanos acerca del sistema episcopal de gobierno y los intentos de
mantener una iglesia estatal. Esta situación ponía en peligro la libertad de todos, debido a los intentos por
parte de la monarquía y algunos obispos anglicanos corruptos, de tratar de imponer nuevamente la religión
católica en Inglaterra.
7
Nota del traductor: El lector no debe pasar desapercibida, la urgente necesidad que existía en aquel
tiempo de presentar un frente unido, ante todos los intentos de establecer nuevamente el catolicismo en Gran
Bretaña. Era evidente que la táctica del enemigo era la de dividir a todos los grupos que sostenían los
elementos básicos del evangelio, para distraerlos, vencerlos y lograr su propósito de imponer nuevamente la
religión católica.
52
terminan haciendo. No es poco común encontrar a las buenas intenciones acompañadas por
malas acciones. No me gusta decir estas cosas, preferiría no correr el riesgo de ofender a
muchos a quienes respeto en otros aspectos. Pero es a Cristo a quien debo agradar, y la
amistad de los hombres no puede compensar por la pérdida de las almas. Dios es mi Señor,
su Palabra es mi regla, su obra es mi llamamiento y la salvación de las almas es mi meta.
Nunca lograremos la unidad hasta que regresemos al amor y la fe de la iglesia primitiva.
Por lo tanto, ruego a mis hermanos a que estén unidos en base a las doctrinas
fundamentales de la Escritura, y que sean tolerantes los unos para con los otros en los
asuntos secundarios. Para este propósito recomiendo:
Estoy consciente de que algunos que dicen creer las Escrituras promueven el
socinianismo y otras herejías. Pero, estas personas pueden tratar de pasar por alto cualquier
otra prueba de fe u ortodoxia que pudiéramos usar.
Aquellos grupos que quieren proponer nuevos credos o nuevas doctrinas solo
terminarán creando más divisiones, a menos que se apeguen fielmente a las Escrituras. Será
un día feliz cuando los líderes de las iglesias sean tan celosos para sanar las divisiones
como lo son para crearlas. Yo creo que la moderación que estoy promoviendo será entonces
apreciada por todos.
Cuando los deberes exigen esfuerzo y autonegación somos muy aptos para anteponer
excusas. En muchas iglesias la disciplina es mínima. La disciplina de la iglesia es muy
discutida, pero poco practicada. Muchos ministros apenas conocen a los miembros de su
iglesia; nunca amonestan a los desobedientes y tampoco expulsan a los obstinados. Ellos
piensan que es suficiente excluirles de la cena del Señor. Ellos nunca llaman a los rebeldes
a arrepentirse y a confesar abiertamente sus pecados. Hermanos, dejemos de anteponer-
pretextos. ¿Quiere que su pueblo se dé cuenta del valor y el propósito de la disciplina
eclesiástica? Entonces, demuéstrelo practicándola. Si fallamos en la disciplina de los
ofensores, entonces estamos permitiendo que los impíos gobiernen a la iglesia. Esto nos
conducirá a un conflicto con Dios mismo. Muchas iglesias son tan desordenadas que no es
sorprendente que los miembros piadosos se cambien a una iglesia con disciplina.
Cada creyente cree que el bautismo y la cena del Señor son esenciales, pero ¿acaso no
lo es también la disciplina? ¿Acaso estaría satisfecha la iglesia si usted les dejara ver el pan
y el vino, pero no les dejara participar de los símbolos de su redención? ¿Acaso estarán
satisfechos con escuchar acerca del gobierno de la iglesia, pero nunca verlo en la práctica?
53
¿Qué es lo que nos impide ejercer la disciplina bíblica en la iglesia? ¿Es la dificultad de
la obra o la oposición a que pudiéramos enfrentamos? ¿Tiene usted miedo de que su obra
sea debilitada y su posición se viera amenazada? ¿Piensa usted que es imposible amonestar
a cada uno de los ofensores? Yo respondo que:
1. Estos argumentos pudieran ser levantados en contra de la práctica de cada deber
cristiano. Cristo nos advirtió que, si éramos fieles a Él, el mundo nos aborrecería. Si
usted no está preparado para sufrir por Cristo, entonces, ¿por qué se atrevió a entrar
a su servicio desde el principio? Usted solamente puede evitar la persecución siendo
infiel a Cristo.
2. Usted tendrá que enfrentar la hostilidad en donde quiera que usted se oponga al
pecado. Pero, usted siempre puede confiar en que Dios bendecirá los medios que Él
ha diseñado para el bienestar de su iglesia. Si usted amonesta a los pecadores y
expulsa a los impenitentes, usted estará ayudando a otros a ser más cuidadosos. Esto
también puede ayudar a los impenitentes a volver en sí. Sobre todo. Dios es honrado
cuando su pueblo se distingue del mundo y cuando el pecado no es tolerado entre
ellos.
3. Las dificultades son menos de lo que nos imaginamos y los beneficios son más
glandes que las dificultades. Creo que los ministros que desandan la disciplina
deberían ser despedidos de sus iglesias.
Por el momento, esto es todo lo que quiero decir acerca de estos pecados. Todo lo
que tenemos que hacer ahora, es confesar nuestra culpa y humillamos ante el Señor.
¿Podemos decir honestamente que hemos servido al Señor en la manera que Él lo espera de
54
Paul David Tripp, Llamamiento Peligroso: Enfrentando los Singulares Desafíos del Ministerio
Pastoral (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2013), 217–36.
55
56
que la exégesis aplicada de manera práctica de un hombre que estaba siendo quebrantado y
alentado por la grandiosa historia de la redención.
Parecía más seguro de sí mismo que lleno del arrojo de la fe. Parecía más una fábrica de
ideas para el avance de la iglesia local que alguien que realmente sí creía que la esperanza
de la iglesia es Cristo. Seguía convocando reuniones, pero realmente no se formaban
porque él fuera respetuoso de los dones de los demás. Estas reuniones no eran de
cooperación; no, eran más asambleas con el propósito de dar anuncios y pronunciamientos.
Él dominaba la reunión con su plática y rápidamente llamaba a sus líderes a apoyar las
ideas que también estaban muy frescas en su pensamiento. Era bueno para apagar las
preguntas y desarmar las críticas, pero, debo decir una vez más, él para nada se había visto
de esta manera.
Se sentía cargado por todo lo que se asignaba para hacer, pero soportaba esa carga
porque él mismo se había cargado con demasiadas cosas para hacer. Y hacía eso porque
cada vez se le hacía más y más difícil delegar el ministerio a otros. Estaba convencido de
que la mayoría de las cuestiones estratégicas que se tenían que hacer, él las haría mejor.
Cada vez comisionaba a menos personas para hacer las tareas del ministerio. No, a los otros
líderes cada vez más les encargaba las tareas de apoyo, pero las tareas importantes del
ministerio, todas las hacía él.
Él mismo se veía como demasiado indispensable para la salud de su iglesia de lo que
cualquier ser humano puede ser. Por esta razón, había veces en las que se preocupaba
demasiado por lo que la gente pensaba de él. Ya que pensaba que él era indispensable,
necesitaba que los demás lo vieran como indispensable también, y cuando no lo hacían,
esto lo obsesionaba. Él entonces se enfocaba en esas personas como las personas que tenía
que ganar. A la inversa, había veces en las que se preocupaba demasiado poco por lo que la
gente pensara de él. Estaba tan seguro de sí mismo que no sentía la necesidad de escuchar
bien a los que Dios había puesto en su camino para desafiarlo de manera personal y para
mejorar sus ideas y metas. La vanagloria te va a jalar en ambos sentidos en las relaciones de
tu ministerio.
Por todo esto, la confianza en su ministerio comenzó a menguar en los corazones de los
que trabajaban a su lado. Es difícil confiar en alguien que está demasiado seguro de sí
mismo, que está demasiado consciente de sí mismo, que es demasiado autocomplaciente,
demasiado presumido y demasiado dominante. Es difícil confiar en alguien que habla
mucho pero que no escucha bien. Es difícil confiar en alguien que es rápido para criticar
pero que no recibe muy bien la crítica. Es difícil confiar en alguien que al mismo tiempo es
inaccesible y antagónico. Es difícil confiar en alguien que parece estar más cómodo con
arrebatar el ministerio que con delegarlo. Es difícil confiar en alguien que predica lo que
parece que él cree que no necesita. Es difícil confiar en alguien que guía por medio de la
orden arbitraria y el pronunciamiento en vez de por medio de un consenso que reconoce los
dones y está bíblicamente informado. Es difícil confiar en alguien que se ha atribuido a él
mismo demasiada gloria. Pero lo hizo. Y lo triste es que él no está solo. Hay demasiados
pastores que no entienden que sus ministerios están conformados más por la propia gloria
que por la gloria del Cristo resucitado, omnipresente y todo suficiente.
Por la gracia liberadora de Dios, su esposa llegó al fin de sí misma. Había visto todo lo
que sucedía. Había visto al joven y humilde pastor, con quien ella se había casado,
convertirse en el hombre orgulloso con quien ahora vivía. Había sufrido porque en casa él
era dominante, inaccesible y seguro de sí mismo y esto había cambiado su matrimonio. Ella
sabía que las personas en la iglesia estaban luchando con su estilo de liderazgo. Había
57
vivido con el dolor de amigos queridos que se habían ido de la iglesia. Así que una tarde,
desesperada, se sentó junto a él en el estudio y le dijo que ya no podía más. Le contó del
dolor diario que sentía mientras veía lo que le estaba pasando a él y a la iglesia. Le dijo que
ella no sabía si era correcto hacer esto, pero había llegado al punto donde ya no estaba
dispuesta a quedarse sin hacer nada y permitir que eso continuara pasando. Había hecho
una cita con un pastor local que conocían bien e iba a ir con él e iba a soltar la lengua. Ella
le dijo, “Querido, si tú no reconoces que necesitas ayuda, yo lo voy a reconocer por ti y voy
conseguir la ayuda que ambos necesitamos”.
Al principio se enojó muchísimo y se sintió traicionado, pero con el tiempo dijo que
estaba dispuesto a ir con ella a buscar ayuda y consejo. Fue en este momento que comenzó
un proceso radical de rescate y restauración.
Pastor, ¿qué hay en cuanto a ti? ¿En dónde en tu ministerio hay evidencia de la
vanagloria? ¿En dónde eres más dominante de lo que deberías ser? ¿En dónde dejas de
escuchar cuando deberías escuchar? ¿En dónde intentas controlar las cosas que no necesitas
controlar? ¿En dónde se te hace difícil delegarles el ministerio a los demás? ¿En dónde
estás tentado a hablar más de lo que deberías? ¿En dónde dejas de reconocer y valorar los
dones de los demás? ¿En dónde no estás dispuesto a examinar tus debilidades y admitir tus
fracasos? ¿En dónde estás tentado a pensar de ti mismo que eres más indispensable de lo
que realmente eres? ¿En dónde te preocupas demasiado por el respeto, la admiración y la
gratitud de las personas? ¿En dónde se te hace más fácil confrontar que recibir la
confrontación? ¿En dónde no has sido del todo agradecido por los compañeros de
ministerio con los que Dios te ha conectado? ¿En dónde estás demasiado confiado de tu
propia fuerza y sabiduría? ¿En dónde la autoconfianza inhibe la confianza que el ministerio
forma en Cristo? ¿De alguna manera la vanagloria está debilitando la salud de tu
ministerio?
lavado los pies, tomó Su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he
hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si
yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros
los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como Yo os he
hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor
que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas,
bienaventurados seréis si las hiciereis (Jn 13:1–17).
Es uno de esos momentos en la vida de Jesús que es tan fascinante, tan ilógico, que es
casi imposible de entender, no digamos decirlo con palabras. Jesús está en ese momento
final con Sus discípulos en ese aposento alto rentado. Es un momento santo cuando afirma
que Él mismo es el Cordero de la Pascua. Ya que el aposento es rentado, no hay un
sirviente que esté de pie con la jarra, la palangana y la toalla que se necesitan para lavar los
pies de Jesús y los discípulos. Por supuesto, los discípulos, llenos de sí mismos, todos muy
preocupados por su poder y posición en el reino, fueron demasiado orgullosos para hacer el
trabajo sucio.
Ahora bien, esta tarea humillante, pero culturalmente indispensable, no se asignaba solo
a cualquier siervo. Es claro que en el tiempo del Nuevo Testamento había muchos niveles
de autoridad y responsabilidad en la cultura de la servidumbre. Había siervos que
administraban familias enteras y había siervos que vivían la vida servil de un esclavo. El
trabajo de lavar los pies sucios de las personas antes de que se reclinaran a comer estaba
reservado para el esclavo más bajo, más joven y que tenía poco valor. No había forma de
que los discípulos se rebajaran a tal posición enfrente de los demás, por lo menos no
mientras estuvieran compitiendo por la grandeza del reino.
Al final de la cena Jesús se levanta, se quita el manto, se amarra una toalla alrededor de
Su cintura y llena de agua la palangana. ¡No podía estar a punto de hacer lo que tú crees
que está haciendo! Éste es el Señor Dios Todopoderoso. Éste es el Hijo de Dios, el Rey
prometido, el Creador de todo lo que existe. Éste es Aquél que es el cumplimiento de todas
las promesas del pacto. Éste es el Cordero Salvador. No puede estar pensando hacer algo
tan indecoroso, tan indigno y tan parecido a un esclavo. Pero ésa era exactamente Su
intención. Y es vital entender que Él sabía exactamente quién era Él y cómo esto se
conectaba a Su verdadera identidad y misión. Juan dice que Jesús hizo esta tarea sucia y vil
sabiendo exactamente quién era Él, de dónde había venido y qué había sido enviado a
hacer: “Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había
salido de Dios, y a Dios iba, se levantó”. Este imponente acto de amor humilde resultó, no
de que Jesús olvidara quién era Él, sino de recordar quién era Él. Ésta era la misión santa
del Hijo Salvador. Tenía que estar dispuesto a entrar en la condición humana más baja, para
hacer lo más degradante y perder los derechos de Su posición con el fin de que nosotros
fuéramos redimidos. Era un llamamiento alto y santo y era la única manera. Su identidad,
como el Hijo de Dios, no lo llevó a ser arrogante y a exigir el derecho, a ser renuente a
hacer lo que se tenía que hacer para lograr la redención. Su identidad no lo hizo evaluar que
era demasiado bueno para la tarea. No, Su identidad lo motivó y lo impulsó a hacer lo que
los discípulos estaban convencidos que estaba por debajo de ellos.
Cuando el trabajo sucio se hubo terminado, Jesús vio a Sus discípulos y les dijo, “Pues
si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los
pies los unos a los otros”. Cristo está diciendo, “La actitud que he tenido hacia ustedes la
deben tener entre ustedes. Mi sentido del llamamiento se debe volver su sentido del
59
buen para centrar la atención sobre ella misma que para hacer brillar la luz de sus historias
y opiniones en la gloriosa gracia de Dios, gracia que es totalmente inmerecida.
Cuando piensas que has tenido éxito, estás bastante confiado y orgulloso de tus
opiniones. Confías en tus opiniones más de lo que confías en las opiniones de los demás,
así que no estás tan interesado en las opiniones de los demás como deberías estarlo, así que
vas a tener la tendencia de querer que tus pensamientos, perspectivas y puntos de vista
salgan airosos en cualquier reunión o conversación que se dé. Esto quiere decir que vas a
estar bastante más cómodo de lo que deberías al dominar una reunión con tu charla. Vas a
dejar de ver que en la multitud de consejeros está la sabiduría. Vas a dejar de ver la
indispensabilidad del ministerio del cuerpo de Cristo en tu vida. Vas a dejar de reconocer tu
propia parcialidad y tu ceguera espiritual. Así que no vas a ir a las reuniones, formales o
informales, con un sentimiento personal de que necesitas lo que los demás tienen que
ofrecer y vas a controlar la plática más de lo que deberías.
5) La Vanagloria Va a Hacer que Te Preocupes Demasiado Poco por lo que las Personas
Piensan Acerca de Ti
Pero esto también puede ir en otro sentido. Si piensas que has tenido éxito, puedes ir en
la dirección de preocuparte demasiado poco por lo que las personas piensan de ti. Estás tan
seguro de ti mismo que simplemente piensas que no necesitas que otros evalúen tus
pensamientos, ideas, acciones, palabras, planes, metas, actitudes o iniciativas. Realmente
no piensas que necesitas ayuda. No piensas que lo que tienes que ofrecer lo va a enriquecer
o mejorar lo que contribuyan los demás. Tú, vez, tras vez, tras vez, haces solo lo que se
debería hacer en un procedimiento de grupo. Y si trabajas con un grupo, vas a tener la
tendencia de rodearte de personas que van a estar demasiado impresionadas contigo y
demasiado emocionadas porque tú las hayas incluido, que les va a costar trabajo decirte
algo que no sea sí. Has olvidado quién eres y lo que tu Salvador todos los días te dice que
necesitas y eres: vives en un lugar tanto de peligro personal como ministerial.
ministerio. Te va a ser difícil reconocer y apreciar los dones que Dios les ha dado a los
demás y, porque no lo haces, te va a costar trabajo hacer de tu ministerio un proceso
comunitario. Pensar más alto de ti mismo de lo que debes pensar siempre conduce a que, en
algún sentido, veas hacia abajo a los demás. Es la humildad personal y la necesidad las que
van a hacer que busques y aprecies los dones y las contribuciones de los demás. Los
pastores que piensan que han tenido éxito no tienen la tendencia a que les guste el proceso
grupal y tienen la tendencia de ver el delegar un poco como una pérdida de tiempo. En sus
corazones piensan, ¿Por qué le debo dar a otro lo que yo mismo puedo hacer mejor? El
orgullo pastoral va a aplastar el ministerio compartido y el ministerio indispensable del
cuerpo de Cristo.
Es importante decir que he escrito la sección anterior con dolor personal y
remordimiento. He caído en una impactante vanagloria, en algunos momentos en mi
ministerio, en todas estas trampas. He dominado cuando debí haber escuchado. He
controlado lo que debía haber dado a los demás. He estado a la defensiva cuando
desesperadamente necesitaba la reprensión. Me he opuesto a la ayuda cuando debí haber
estado clamando por ella. He estado demasiado lleno de mi propia opinión y he sido
demasiado despectivo con la perspectiva de los demás. He hecho alarde de mis cualidades
para obtener la aprobación de los demás. Me entristezco cuando medito en mis muchos
años de ministerio, pero no me deprimo. No lo hago porque, en toda mi debilidad, el Dios
de la gracia sorprendente me ha liberado y me ha restaurado una y otra vez. Cada vez más
me ha liberado de mí (una obra que todavía prosigue). Y al estar dividido entre el reino del
yo y el reino de Dios, Él me ha usado de manera milagrosa en las vidas de muchos. En
amor, Él ha obrado para hacer mella en mi gloria y desfigurarla para que Su gloria sea mi
deleite. Ha saqueado mi reino para que Su reino sea mi gozo. Y Él ha aplastado mi corona
bajo Sus pies para que yo vaya en busca de ser un buen embajador y no ansiar ser un rey.
En esta misericordia intensa hay esperanza para todas las personas que están en el
ministerio. El Señor no solo aspira al éxito de tu ministerio; también esté obrando para
quitarte del trono. Es solo cuando Su trono es más importante que el tuyo que vas a
encontrar gozo en la difícil y humillante tarea del ministerio evangélico. Y Su gracia no se
va a rendir hasta que nuestros corazones hayan sido completamente cautivados por Su
gloria. Ahora bien, ¡ésa es una buena noticia!
La Cruz y el Liderazgo Cristiano
Donald A. Carson8
1 Corintios 4:1–21
8
Donald A. Carson, La Cruz y el Ministerio Cristiano, Una Exposición de Pasajes de 1 Corintios
(Viladecavalls, Barcelona: Andamio, 1994), 101–28.
65
66
el tema que tiene a mano: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en
Apolos por amor a vosotros...” (4:6a). Aun así, el quid de la cuestión es que, al atacar las
tendencias corintias hacia las disputas y las divisiones, Pablo nos ofrece una breve visión de
lo que significa ser un líder cristiano, y hemos de contemplar el capítulo desde esta
perspectiva. Ciertamente, esto no es todo lo que dice la Biblia acerca de la naturaleza del
liderazgo que le agrada a Dios, pero los principios aquí expresados tienen una importancia
capital. Y todos están relacionados con la cruz.
Pablo comienza diciéndoles a los corintios cómo deberían considerar a los líderes
cristianos: “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de
los misterios de Dios” (4:1). Hay dos elementos que destacan, y ambos están relacionados
con cosas que Pablo ya ha explicado. (1) Los líderes cristianos son “servidores de Cristo”. El
lenguaje recuerda a la analogía agrícola del capítulo 3 (aunque la palabra “siervo” es
diferente). Los líderes cristianos no intentan ser gurús independientes, maestros omniscien-
tes. Se consideran sencillamente siervos, y quieren que los otros cristianos los consideren
también así. Pero son siervos de un Maestro particular: sirven a Jesucristo. (2) En el corazón
de la misión que les ha encomendado el Maestro yace una asignación particular. Se les ha
encargado “administrar los misterios de Dios”. La expresión cosas secretas (literalmente,
misterios) es la misma que se encuentra en 2:7, “la sabiduría de Dios en misterio”.
Recordarán que en el segundo capítulo de este libro se exploró un poco la naturaleza del
misterio. Pablo no está diciendo que el evangelio es “misterioso”, sino que de alguna manera
estuvo oculto antes de la venida de Jesucristo y ahora ha sido revelado. El evangelio mismo
es el contenido de este misterio, la sabiduría de Dios resumida bajo la carga de la
predicación de Pablo: Jesucristo y él crucificado.
Hay un sentido, por supuesto, en el cual todos los cristianos son “siervos de Cristo” y a
todos se les ha confiado el evangelio, “las cosas secretas de Dios”. Sin embargo, Pablo deja
en claro que todavía se ocupa principalmente de líderes. En breve escribirá: “Pero esto,
hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos”, ambos líderes, “por amor de
vosotros” (4:6, énfasis añadido), lo que demuestra que todavía mantiene la distinción entre
los líderes y otros, que domina 1 Corintios 3. No es que Pablo, Apolos y otros líderes sean
siervos de Cristo, mientras que otros cristianos no lo son, ni es que se les haya confiado las
cosas secretas de Dios, mientras que otros creyentes no saben nada de ellas. Los líderes no
son una clase sacerdotal especial. Más bien, lo que se requiere en cierto sentido de todos los
creyentes, se requiere especialmente de los líderes de los creyentes. Es una diferencia de
grado. Es por eso que Pablo podrá decir: “os ruego que me imitéis” (4:16).
Aquellos de nosotros que queremos ser líderes en la iglesia hoy, entonces, debemos
comenzar por reconocer que no hay una calificación especial y elitista. Esta observación está
completamente en línea con las listas de calificaciones para el liderazgo que se dan en otras
partes del Nuevo Testamento. Por ejemplo, cuando Pablo, en 1 Timoteo 3:1–7, establece las
calificaciones para un supervisor (“obispo”), la característica más notable de la lista es que
no tienen nada de especial. No contiene nada sobre inteligencia, decisión, impulso, riqueza,
poder. Casi todo en la lista se requiere de todos los creyentes en otra parte del Nuevo
Testamento. Por ejemplo, el supervisor no puede ser “dado al vino” (1 Tim 3:3), lo cual,
ciertamente, no quiere decir que los demás podamos ir por ahí borrachos (Ef 5:18). Los
obispos deben ser hospitalarios (1 Tim 3:2); pero, claro está, todos los cristianos deben serlo
67
(He 13:2). Los únicos elementos en la lista de los obispos que no se aplican, de alguna
forma, a todos los cristianos, son dos: (1) “no un neófito” (1 Tim 3: 6), lo cual no puede
aplicarse, ciertamente, a los cristianos recientes; y (2) “apto para enseñar” (1 Tim 3:2), que
va unido a ciertas responsabilidades del ministerio de un pastor/obispo/diácono.
Así que lo que hemos de reconocer, tanto en 1 Timoteo 3 como en 1 Corintios 4, es que
las exigencias del liderazgo cristiano, en principio, no encasillan a un cristiano en unas
categorías exclusivas y elitistas donde obtener nuevas reglas y privilegios. Antes bien, el
liderazgo cristiano exige centrarse en los tipos de características y virtudes que deberían
estar presentes en los cristianos, en todas partes. Eso es, precisamente, lo que hace posible
que los líderes cristianos sean modelos, así como enseñadores, en la iglesia de Dios.
En este contexto, por tanto, quedan bastante claros los dos elementos del liderazgo
cristiano que establece Pablo. Los líderes cristianos son servidores de Cristo, y se les confía
el evangelio, los misterios de Dios. Si todos los cristianos deberían servir a Cristo, ¿cuánto
más deben hacerlo sus líderes de una forma evidente? Si todos los cristianos disfrutan de la
sabiduría oculta que imparte el Espíritu, ¿cuánto más deberán tratarla con cuidado los líderes
a quienes se ha confiado tamaña herencia?
Es importante considerar qué significan estos elementos. De hecho, cuando se entienden
bien, se funden en uno solo. La expresión traducida como “administradores de los misterios
de Dios” podría traducirse, más literalmente, por “mayordomos de los misterios de Dios”.
Ciertamente, el mayordomo de la casa tenía una posición de confianza, pero en una sociedad
mucho más jerárquica que la nuestra a menudo esa posición la ocupaban siervos, incluso
esclavos. La confianza puesta en ellos se les concede en su función de siervos, de esclavos;
por el contrario, cuando se les llama “siervos de Cristo”, la obligación particular que se les
impone como “siervos de Cristo” es la obligación de promover el Evangelio. Es todo lo que
implica ser “administradores de los misterios de Dios”. Lo que significa ser un siervo de
Cristo es estar obligado a promover el evangelio con palabras y ejemplos, el evangelio del
Mesías crucificado.
Eso es absolutamente fundamental. No hay un liderazgo cristiano válido que no palpite
con este mandato. En Occidente, debemos arrepentirnos de nuestra infinita fascinación por
el “liderazgo” que huele mucho más a los modelos jerárquicos (yo soy el jefe, y, para todos
los que están por debajo de mí en la escalera, se hace lo que yo digo) o a los modelos
democráticos (de a las personas lo que ellos quieren, haga otra encuesta, realice otro sondeo
de opinión y rasque donde les pica). Todo liderazgo cristiano válido, independientemente de
lo variado que sea su estilo, de los hallazgos sociológicos, de sus diversas funciones, debe
comenzar con este reconocimiento fundamental: a los líderes cristianos se les ha confiado el
evangelio, las cosas secretas de Dios que han estado ocultas en siglos pasados, pero que
ahora están siendo proclamadas, por su ministerio, a los hombres y mujeres de todo el
mundo. Además, deben tener cuidado de no asumir diplomáticamente esa postura, mientras
que su verdadero interés está en otra parte. Esto no funcionará. A los siervos de Cristo se les
ha encomendado una carga fundamental: se les ha confiado el evangelio, y todo su servicio
se centra en dar a conocer ese evangelio y en animar al pueblo de Dios, por palabra, ejemplo
y disciplina, a vivirlo.
A partir de esta visión fundamental de la naturaleza del liderazgo cristiano, Pablo pudo
haber extraído muchas posibles conclusiones. De hecho, elige rastrear solo dos.
Los líderes cristianos deben demostrar ser fieles a Aquel que les ha asignado su tarea
fundamental (4:1–4).
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La lógica de Pablo es fácil de seguir. Acaba de insistir en que a los líderes cristianos se
les ha confiado “las cosas secretas de Dios” (4:1). Cualquier lector reflexivo puede imaginar
la implicación: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado
fiel” (4:2). Pero ¿ante quién? Los que son siervos de Cristo, los que administran los
misterios de Dios, no se imaginan ganando concursos de popularidad, ni siquiera dentro de
los límites de la Iglesia. Esto es lo que quiere decir Pablo cuando escribe: “Yo en muy poco
tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano” (4:3a). Sólo hay una Persona cuyo
“¡Bien hecho!” en aquel último día significa algo. En comparación, la aprobación o
desaprobación de la iglesia no significa nada.
Ni siquiera es importante la evaluación que hace usted de su propio servicio. Puede
que el sentirse bien con su ministerio tenga una cierta y limitada utilidad, pero finalmente
carece de significado. Puede que considere su servicio algo mejor de lo que Dios lo
considera, o quizás menos. Pero si está procurando con contentarse a sí mismo
constantemente, si la autoestima es su meta última, entonces usted está olvidando de quién
es siervo, a quién debe procurar agradar. Así que Pablo escribe, con candidez: “Y ni aun yo
me juzgo a mí mismo” (4:3b). No quiere decir que no haya un lugar en su vida para el
autoexamen o la autodisciplina; sus mismos escritos contradicen esa interpretación (p. ej., 1
Cor 9:24–27; 2 Cor 13:5). Lo que quiere decir es que el propio juicio que hace de sí mismo
no puede tener, de ninguna manera, un significado absoluto. Tal y como él dice: “De nada
tengo mala conciencia” (4:4). Es decir, que, mientras escribe esas palabras, no es consciente
de que haya en su vida ningún pecado o error escondidos. Aun así, no sabe todas las cosas,
ni siquiera acerca de sí mismo. A pesar de lo clara que esté su conciencia, podría engañarse
o ser totalmente ignorante. No por tener una conciencia limpia, escribe: “... no por eso soy
justificado” (4:4). A fin de cuentas, sólo hay una opinión acerca de su servicio que tenga un
significado real: “... pero el que me juzga es el Señor” (4:4).
La primera conclusión de Pablo, por tanto, es muy simple. Los líderes cristianos
dignos de tal nombre serán conscientes continuamente de que le deben una fidelidad y una
lealtad consagrada a una sola Persona: al Señor que los compró. Por supuesto que, en otro
sentido, es importante para el siervo del Señor tratar de mantener la paz entre el pueblo del
Señor y ganar su confianza y respeto. Puede haber un lugar para una carta de recomendación
apropiada (p. ej., Fil 2:19). Aún así, la lealtad de un líder no debe ser para la iglesia, ni para
ningún líder o tradición individual. Debe ser solo para el Señor y para los “misterios de
Dios” que Él le ha confiado. Y si eso a veces significa que habrá un choque de voluntades
entre ese líder y la iglesia, que así sea; la insensatez de Cristo crucificado debe prevalecer,
aun cuando la iglesia como un todo siga una bifurcación en el camino que la aleja de la
centralidad del evangelio. Lo que es mucho más trágico es el triste espectáculo de los
llamados líderes cristianos que se esfuerzan tanto por la aprobación de los compañeros y
feligreses que su enfoque se desvía del Evangelio y del “¡Bien hecho!” del Mesías
crucificado.
Aquellos que siguen a los líderes cristianos deben reconocer que los líderes están llamados
a agradar al Señor Cristo y, por lo tanto, deben abstenerse de juzgarlos (4:5–7).
En otras palabras, si es importante para los líderes verse a sí mismos como siervos de
Cristo a quienes se les ha confiado una magnífica comisión, también es importante que el
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resto de la iglesia los vea como responsables ante el Señor Jesucristo y, por lo tanto, eviten
juzgarlos ellos como si la iglesia misma fuera el principal árbitro del éxito ministerial.
Es fácil extraer de este pasaje más de lo que realmente dice. Ningún lector reflexivo
puede suponer que Pablo está aboliendo todas las funciones de juicio en la iglesia. Después
de todo, en el próximo capítulo de esta epístola, él reprende severamente a la iglesia por no
haber tomado una acción disciplinaria decisiva en un caso de inmoralidad (1 Cor 5). Esta
autoridad disciplinaria de la iglesia se extiende incluso a los líderes. En el último capítulo de
2 Corintios, Pablo claramente espera que los creyentes en Corinto ejerzan disciplina sobre
los falsos apóstoles antes de llegar a la ciudad y se siente obligado a tomar medidas
dramáticas. Se deben ignorar los chismes casuales dirigidos contra los ancianos de la iglesia,
pero cuando los informes críticos resultan ser ciertos, hay un lugar para disciplinar a los
líderes (1 Ti 5:19–20). Además, seguro que nadie puede imaginar que aquí Pablo insiste en
que los cristianos no tienen obligación alguna de “juzgarse” a sí mismos, de examinarse y
probar la realidad y consistencia de su entrega a Cristo. Aunque la opinión que un cristiano o
cristiana tenga de sí mismo/a carece de una importancia final, eso no evita que Pablo diga,
cuando las circunstancias lo requieren: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe;
probaos a vosotros mismos” (2 Cor 13:5).
Si damos un paseo más amplio por las Escrituras, resulta bastante fácil encontrar
pasajes que prohíben el “juzgar”, y luego descubrir otros que lo ordenan. Por ejemplo, por
una parte, encontramos a Jesús que dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque
con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será
medido” (Mt 7:1–2). Por otra parte, dice: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad
con justo juicio” (Jn 7:24). Esta tensión es muy fuerte a lo largo de todo el Nuevo
Testamento. Hay muchos pasajes que condenan lo que podríamos denominar “emisión de
juicios críticos”. Al mismo tiempo, capítulo tras capítulo se exhorta a los creyentes a tener
discernimiento, a ejercitar la disciplina en la iglesia, y demás; funciones que requieren un
uso adecuado del juicio.
Nunca ha sido fácil conservar el equilibrio en esta área. Quizás hoy en día sea más
difícil debido a la embestida del pluralismo. El tipo de pluralismo del que estoy hablando
enseña que todas las opiniones son igualmente válidas, de forma que la única opinión que es
necesariamente errónea es la que dice que cualquier otra opinión está mal. Aplicándolo a la
religión, una fe no puede decir que otra está equivocada; eso se considera intolerante,
fanático, ignorante. En resumen, no es pluralista. Dentro de esta atmósfera, se hace alarde de
los pasajes bíblicos que condenan el juicio crítico o negativo, como si fuera todo lo que la
Biblia tiene que decir sobre el tema. En muchos círculos, hoy en día, el versículo más
conocido de la Biblia es: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mt 7:1), desplazando
con facilidad a Juan 3:16. Lo que suele olvidarse es que unos pocos versículos después,
Jesús les dice a sus discípulos: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas
delante de los cerdos” (Mt 7:6a), lo cual presupone que alguien ha de juzgar quiénes son los
perros y los cerdos. En otras palabras, el pluralismo ha invertido grandes cantidades de
energía y pasión en tan sólo una cara de la exposición bíblica.
Puede que obtengamos algo de equilibrio si recordamos los tipos de persona a
quienes se dirige cada prohibición. Las prohibiciones en contra de juzgar tienen en mente a
personas que se consideran justas y quieren defender su territorio. Esas personas suelen ser
bastante legalistas, tienen todas las respuestas adecuadas, buscan desesperadamente
promover su “grupo” por encima de los demás, y corren el peligro constante de usurpar el
lugar de Dios. Como contraste, los mandamientos bíblicos a tener discernimiento o a juzgar
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bien en alguna circunstancia, van dirigidos a aquellos que son descuidados e indisciplinados
en lo que respecta a las cosas santas, en especial las palabras de Dios. Tales personas suelen
ir más con la multitud antes que pensar qué pensar que implica la lealtad a Dios y a su
verdad en un contexto cultural particular. Es totalmente desastroso juzgar cuando se
requiere tolerancia, o prohibir todo juicio cuando lo que se necesita es precisamente juzgar.
Ambos errores dañan seriamente a la iglesia, y generalmente reflejan una mente que no
desea buscar el equilibro y la santidad de la Palabra de Dios.
Así que, ¿qué estaba sucediendo en Corinto? Parece ser que algunos creyentes
corintios estaban bastante dispuestos a despreciar a algunos líderes cristianos, sencillamente
porque preferían seguir a otro líder, como a un gurú. Elevar a un líder y ofrecerle la lealtad
que solo le pertenece a Dios es bastante malo; anular toda autoridad en cualquier otro líder
cristiano no solo delata una lamentable falta de cortesía, sino que coloca al juez
autoproclamado en el lugar de Dios.
Hay dos consideraciones más que deberían refrenar nuestra tendencia a juzgar a los
demás. (1) No sabemos cuál es el final de la historia. Algunos que empiezan bien acaban
mal, y otros que empiezan lentamente y vacilantes acaban con un triunfo total. “Así que no
juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor” (4:5a). (2) No conocemos los
motivos de las personas a las que juzgamos. Esa es una prerrogativa que le está reservada
sólo a Dios. “El cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones
de los corazones” (4:5b). Hay algunos líderes que son competentes y agradan a grandes
multitudes, pero cuyos corazones son enormes ciénagas de lujuria, arrogancia y ambición.
Hay otros, quizá menos dotados, que luchan en silencio y con fidelidad contra grandes
decepciones y presiones, pero cuya exclamación es: “Aquí estoy. Envíame a mí. Hazme tan
santo, amante y útil como pueda serlo un pecador perdonado”. ¿No deberíamos tener en
cuenta las motivaciones ocultas? ¿Y quién puede hacerlo, excepto Dios mismo?
Quizás la característica más notable de este párrafo de 1 Corintios sea cómo termina.
Teniendo en mente el día del juicio final, podría esperarse que Pablo dijera: “En aquel
tiempo cada uno recibirá de Dios su reprensión”. Pero, en cambio, dice: “Y entonces cada
uno recibirá su alabanza de Dios” (4:5c). ¡Qué maravilla! El Rey del universo, el Soberano
que ha soportado nuestra constante rebelión y nos ha buscado al precio de la muerte de su
Hijo, ¡remata nuestra redención alabándonos! Él es un Padre sabio que sabe cómo animar
aun los más débiles esfuerzos de sus hijos. Lo que demuestra esta forma de acabar el
párrafo, al menos en este caso, es que Dios juzga con menos dureza que los autoimpuestos
jueces en las iglesias. Aquí Pablo presupone que los líderes en cuestión no deben ser
disciplinados, apartados, ignorados; son líderes cristianos honrados, y en aquel último día
Dios mismo les alabará.
Por supuesto, esto no quiere decir que todo lo que haga un líder cristiano está más
allá de la reprensión. Barnabás y Pedro no fueron muy consecuentes con esto en Antioquía
(Gal 2:11–14); Pablo no tuvo paciencia con Juan Marcos (Hch 15:37–40); Apolos
necesitaba más instrucción para corregir su predicación (Hch 18:24–28). En cada caso se
requería cierto discernimiento, cierto juicio por parte de los compañeros creyentes. El
principio que aquí propugna Pablo no implica la conclusión de que los cristianos hayan de
ser tan ilusos que no hagan ninguna distinción. El hecho de que los calvinistas tengan cosas
importantes que aprender de Wesley, y los wesleyanos de Calvino, no quiere decir que
ambos hombres estuvieran en lo cierto en todo lo que dijeron y enseñaron. Pablo no está
aquí absolviendo a los cristianos de la responsabilidad de discernir, de poner a prueba todas
las enseñanzas de la Escritura, de procurar lo mejor. Más bien condena ese tipo de juicio que
71
9
Pienso el verbo griego, aunque es un aoristo, tiene una referencia presente (contrástese con la NVI:
“lo he aplicado”).
10
1 Corintios 4:6–7 está en un griego muy difícil, que podría interpretarse de varias formas. Con
ciertas dudas, aquí sigo la versión de la NVI.
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El lenguaje que ahora usa Pablo está impregnado de mordiente ironía. Los corintios
se han vuelto comodones, satisfechos, orgullosos. “Ya estáis saciados, ya estáis ricos” ... con
el resultado de que no desean lo que no tienen. “Ya estáis ricos”, de forma que no buscan la
riqueza espiritual o prestan oído al mandamiento de Jesús, de hacerse tesoro en los cielos.
“Os habéis hecho reyes”, o, mejor aún, “Sin nosotros reináis” (cf. Nueva Biblia Americana:
“Os habéis entregado a vuestro reino”). Pablo no está hablando del estado de los corintios
(“reináis”), sino de su percepción de su función (“Han comenzado su reino”).
Esto requiere una breve explicación. Desde el principio, a los cristianos se les ha
enseñado a mirar hacia el fin del siglo, cuando Cristo en persona regrese. El Nuevo
Testamento se cierra con el Espíritu y la esposa (la Iglesia) dirigiéndose al Señor exaltado y
exclamando: “¡Ven!” (Ap 22:17). Esperamos la consumación de “la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pe 1:5); esperamos “según sus
promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pe 3:13). No
obstante, los cristianos se regocijan porque Jesucristo ha resucitado de entre los muertos y ya
ha comenzado su reinado. Suya es toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt 28:28). Ya
hemos sido integrados en su reino. Dios nos ha “librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón
de pecados” (Col 1:13–14). Pablo describe al Espíritu de Dios como “las arras” y la garantía
de la plena herencia por venir.
Así que, en cierto sentido, los cristianos están orientados hacia el futuro, esperando el
reino. Podemos definir esta actitud como escatología futurista. En otro sentido, los
cristianos ya han sido trasladados del reino de la oscuridad al del Hijo de Dios. A veces se
denomina a esta actitud escatología realizada o inaugurada. Y es muy importante entender
bien el equilibrio existente entre las dos. Si uno dedica todas sus energías al futuro
comienzan a producirse deformaciones. Uno puede, por ejemplo, seguir el modelo de ciertos
creyentes en Tesalónica, que aparentemente pensaban que el regreso de Jesús y el final del
siglo eran tan inminentes que podían abandonar sus trabajos, deshacerse de los que aún
trabajaban y, en medio de un gran entusiasmo, comenzar, en general, a comportarse de
forma irresponsable. Alternativamente, uno puede centrarse tanto en el futuro que minimice,
inconscientemente, los grandes privilegios y gozos que ya son nuestros en Cristo Jesús.
Desde este punto de vista, todo lo que hay en el aquí y ahora es oscuro, triste y gris, pero
cuando llegue el Fin...
Por otra parte, uno puede errar por el otro extremo, y enfatizar tanto las bendiciones
que ya disfrutan los cristianos que pase por alto el hecho de que, algunos de ellas, están
reservadas para el futuro. Se empiezan a aplicar al presente pasajes y temas que giran en
torno a cómo será la vida una vez regrese el Mesías. Tanto los judíos que esperaban la
llegada del Mesías, como los cristianos que esperan su segunda venida, han insistido que
reinarán con Él. Los corintios, interpretando esto en presente, creían que ya habían
empezado a reinar “sin nosotros”, como dice Pablo un poco amargamente. “¡Cómo deseo
que ustedes realmente hayan comenzado a reinar [NVI “Ojalá fueran de veras reyes”], para
que nosotros pudiéramos comenzar a reinar con ustedes (NVI “para que también nosotros
reináramos con ustedes”]!” (4:8) Eso significaría que Cristo ya habría vuelto, que el reino
consumado de Cristo ya habría comenzado, y que todos los cristianos participarían de él.
Pero si el reino consumado de Cristo aún no había comenzado, entonces los corintios, en
masa, estaban equivocados.
73
que el reino escatológico ha sido inaugurado por la victoria de Cristo. Los corintios, en otras
palabras, están torciendo su teología mientras ignoran la evidencia que los mira a los ojos.
La privación del ministerio itinerante (“hambrientos”, “en harapos”, “tratados brutalmente”),
la mismísima materia de la vida apostólica, culmina en “no tenemos hogar”, precisamente
porque su “hogar” no está ligado a este mundo. A primera vista, “nos fatigamos trabajando
con nuestras propias manos” está fuera de lugar en esta lista. De hecho, porque los maestros
en el mundo helenístico pensaban que ellos estaban por encima del trabajo manual, mientras
que Pablo con frecuencia ganaba para él y su equipo (y a veces insistía en hacerlo) gracias a
su habilidad como fabricante de tiendas, era fácil que los corintios lo rechazaran como a un
ejemplar inferior de la raza de los maestros. Pero lo que ellos desprecian, él lo presenta
como ejemplar. Y por lo que respecta al modo en que responde a las burlas y ataques de un
mundo escéptico, Pablo ofrece su testimonio como modelo: “Nos maldicen, y bendecimos;
padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos” (4:12–13). Así refleja,
en su práctica, la enseñanza (Lc 6:28) y el ejemplo (Lc 23:34) del mismo Señor Jesús.
Resumiendo: Pablo dice que, él y sus compañeros de apostolado, han “venido a ser hasta
ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos” (4:13), los parias, los rechazados, la
basura de todos... todo lo despreciable en una sociedad llena de personas guapas y exitosas.
De repente, ya no podemos ignorar el modelo de Pablo —no el modelo que él fue
para otros, sino el modelo que eligió para seguir él mismo. Porque se nos vuelve a recordar,
una y otra vez de la Cruz. El profeta escribió sobre el Siervo sufriente: “Le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de
dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos” (Is 53: 2b–3). Pablo testifica a los filipenses de su deseo
de experimentar no sólo el poder de la resurrección de Cristo, sino también la comunión que
supone participar en sus sufrimientos (Fil 3:10). Ciertamente, en otro pasaje les escribe a los
cristianos en Roma y les dice que son “también herederos; herederos de Dios y coherederos
con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados” (Rom 8:17). Si Pablo insiste en que él es un modelo para otros, diciéndoles que
le imiten (4:16), es porque él mismo sigue el ejemplo de Cristo (11:1).
Pablo no es tan ingenuo que piense que todos los cristianos deberían, en teoría, sufrir
en el mismo grado. De hecho, en un pasaje testifica de su voluntad de participar en un grado
desproporcionado de sufrimientos, para que otros no lo hagan. Pero lo que está en juego para
Pablo es algo fundamental, una forma de mirar las cosas. Podemos resumirlo en tres puntos.
Los líderes de la Iglesia padecen más. No son como los generales en el ejército, que
se quedan tras las líneas. Son las tropas de asalto, la gente de vanguardia, que nos guían
tanto con su ejemplo como con su palabra. Alabar una forma de liderazgo que desprecia el
sufrimiento es, por tanto, negar la fe.
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En cierta medida, todos los cristianos son llamados a esta visión de la vida y el
discipulado. Pablo está a punto de decir: “Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto
mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os
recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las
iglesias” (4:16–17, cursivas del autor).
Pablo comienza con la mejor alternativa. A pesar de la dura ironía que ha utilizado
en el párrafo previo, ahora insiste: “No escribo esto para avergonzaros, sino para
amonestaros como a hijos míos amados” (4:14). En un cierto nivel, por supuesto,
ciertamente les está avergonzando. Escribe, más bien, para “advertirles” o, para traducirlo
con mayor precisión, “amonestarles”, para corregirles, para animarlos a seguir por el camino
correcto. En ciertos puntos que luego formulará Pablo, el comportamiento de los corintios es
tan escandaloso que Pablo sí que intenta avergonzarles abiertamente (6:1–6; 15:34), pero no
en este caso.
Usando aún de amabilidad, Pablo les recuerda que él es quien los llevó por primera
vez al Señor. Lanza su llamamiento como si fueran una acogedora familia del siglo primero.
Con una comprensible hipérbole, Pablo les dice a los corintios que, a pesar de que tuvieran
76
“diez mil ayos en Cristo”, sólo tenían un padre. El ayo, en la casa helenística del siglo
primero, por lo general era un esclavo de confianza que se encargaba de los niños, llevando
y trayendo al hijo (por lo general, varón) a la escuela, y normalmente supervisando su
comportamiento. Tales guardianes ejercían cierta autoridad sobre los niños, pero ésta nunca
sería igual a la del padre. Pablo fue quien llevó por primera vez el evangelio a los corintios;
en ese sentido, sólo él era su “padre”, un hecho que no podía cambiarse. Por supuesto, Pablo
tiene cuidado de no dar la impresión de que él mismo hizo posible la conversión de ellos,
casi como si tuviera algún poder mágico. Lejos de ello: se convirtió en su padre “por medio
del evangelio”" (4:15). Les predicó el evangelio. Por la gracia de Dios, el Evangelio les
transformó, porque el evangelio es “poder de Dios para salvación de todo aquel que cree”
(Rom 1:16). Aun así, su relación con los corintios es algo que jamás podrá duplicarse o
desplazarse. Pablo plantó la semilla; otros la regaron. Pablo puso los cimientos; otros
edificaron sobre ellos. Pablo fue el “padre” de los creyentes corintios por medio del
evangelio, y otros han sido sus ayos.
“Por tanto”, escribe Pablo, “os ruego que me imitéis” (1 Cor 4:16). La lógica que
implica el “por tanto” puede que se le escape al lector moderno, porque en nuestras familias
no existe tanta presión para que el hijo imite a su padre. De hecho, muchos de nosotros
somos unos individualistas tan crudos que a menudo fanfarroneamos de nuestra
independencia, como si fuera la bandera de nuestro honor. Pero en el siglo I —de hecho, en
casi cualquier cultura preindustrial— se esperaba que los hijos “imitaran” a sus padres. Por
vocación, si el padre era panadero, era probable que el hijo acabara siéndolo; si el padre era
pastor de ovejas, el hijo seguramente también lo sería. Se esperaba que el hijo fuera portador
de los valores familiares, de la herencia y el nombre familiar. Con esa expectativa cultural
controlando su analogía, Pablo arguye que, si se ha convertido en el “padre” de los corintios,
éstos, por tanto, deberían imitarle.
Por supuesto que, en el contexto de estos capítulos, lo que Pablo quiere que imiten es
su pasión para vivir la vida a la luz de la cruz. No espera que sufran exactamente de la
misma manera que él; no exige que todos se conviertan en apóstoles o establezcan iglesias
en tierras lejanas. Lo que espera de ellos es que imiten sus valores, su actitud con respecto al
mundo, sus prioridades, y su valoración de la exclusiva centralidad del evangelio del Mesías
crucificado.
Pablo no puede decirlo todo en una carta. Así que decide enviar a Timoteo, “que es
mi hijo amado y fiel en el Señor”. Sin duda, Pablo recomienda de esta manera a Timoteo,
tan de corazón, porque quiere que los corintios le reciban bien. Pablo les dice a los corintios
exactamente por qué envía a su colega más joven: “El cual os recordará mi proceder en
Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (4:17b).
Hay dos elementos sorprendentes en esta comisión. Primero, Pablo no envía a
Timoteo simplemente para que enseñe doctrina, sino para que recuerde a los corintios el
“proceder” de Pablo en Cristo Jesús. El cristianismo bíblico implica tanto la teoría como la
práctica, tanto la creencia como el comportamiento. A veces las verdades elementales de la
Escritura no se entienden o no se creen, y es necesario volver a lo más básico. Aquí, no
obstante, Pablo da la impresión de que el gran problema de los corintios es que no están
viviendo al nivel de lo que saben. Juzgando por estos cuatro primeros capítulos de sus
epístolas a ellos, muchos de los corintios ni siquiera establecían relaciones entre lo que
creían y su ética. Serían los primeros en insistir que Jesús murió por ellos y resucitó, pero no
podían entender cómo esta realidad histórica, este supremo momento para los propósitos
divinos de redención, no sólo adquiría su salvación, sino que tenía que conformar su forma
77
de vivir. Así que Pablo les envía a Timoteo, para recordar a sus lectores su “proceder en
Cristo”, una forma de vida que está de acuerdo con lo que enseña Pablo.
Esto sugiere que el líder cristiano actual no sólo debe enseñar el evangelio, sino
también cómo el evangelio actúa en la vida cotidiana y en la conducta. Y esa unión debe
manifestarse, no sólo explicarse.
Ésta es una visión de lo que el liderazgo cristiano debe intentar hacer, algo que
necesitamos recapturar con urgencia. Esta necesidad resulta evidente aun en un seminario
confesional como aquel en que yo enseño. Tenemos, cada vez más, mayor número de
estudiantes que provienen de trasfondos completamente paganos o seculares, que se han
convertido al final de su adolescencia, o cerca de los treinta años, y es cuando vienen con
nosotros. No es extraño que provengan de familias con problemas, y traen con ellos la carga
que eso produce. Lo que resulta aún más dramático: un sorprendente número de ellos no son
capaces de hacer fácilmente conexiones entre las verdades del evangelio y su forma de vivir.
Hace un par de años uno de los miembros de nuestra facultad llamó a un estudiante a
punto de graduarse, porque se había enterado de que éste planeaba volver a estudiar
informática, abandonando sus proyectos de iniciar el ministerio vocacional. El estudiante era
agradable, con muy buenas calificaciones a su favor. Pero, como comprobó el miembro de la
facultad, era evidente que el estudiante no había encajado bien todas las partes. Era capaz de
definir “propiciación”, pero no sabía cómo se sentía uno al ser perdonado. Sabía defender la
prioridad de la gracia en la salvación, pero no sentía que alguna vez pudiera llegar a ser tan
bueno como para ser un pastor. Podía definir la santidad, pero se encontraba persiguiendo la
autodisciplina antes que la santidad. Su vida y su comprensión teológica no se habían puesto
de acuerdo.
Afortunadamente, este miembro de la facultad en particular fue espiritualmente
perspicaz. Él llevó al estudiante de vuelta a la cruz y trabajó desde ese punto en adelante. El
estudiante comenzó a llorar y llorar cuando vislumbró el amor de Dios por él. Hoy él está en
el ministerio.
Los líderes cristianos fieles deben establecer conexiones entre el credo y la conducta,
entre la cruz y la forma de vivir. Y deben ejemplificar esta unión en sus propias vidas.
En el segundo elemento de la comisión de dos partes de Pablo a Timoteo, él dice que
lo que Timoteo transmitirá está de acuerdo con lo que él enseña “en todas partes y en todas
las iglesias” (4:17). En 1 Corintios, Pablo repetidamente hace el mismo comentario: es
consecuente en sus enseñanzas y en su vida, y espera que se viva la misma sustancia en cada
iglesia (ver 7:17; 11:16; 14:33). Esto sugiere que la iglesia de Corinto estaba constantemente
tratando de demostrar cuán independiente era. Pablo dice que hay un tipo de creatividad que
lo lleva a uno fuera del orbe del cristianismo fiel en todas partes.
Pablo es el primero en reconocer que no todos los problemas se aclararán con una
sola carta. En este caso, el triste estado de cosas en la iglesia de Corinto se puede rastrear
hasta un segmento de la iglesia que Pablo etiqueta como “arrogante”. En la mayoría de las
instituciones, un número relativamente pequeño de personas conforma en gran medida las
opiniones de prácticamente todo el cuerpo. En este caso, estos arrogantes y autoproclamados
formadores de opinión no solo habían influido en la congregación, sino que confiaban
abiertamente en la ausencia de Pablo: “Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca
hubiese de ir a vosotros” (4:18). Pablo no puede dar un tiempo definido cuando se
78
presentará, pero promete venir “muy pronto, si el Señor quiere” (4:19). Él reconoce, con
Santiago, que los planes para el futuro siempre deben estar sujetos a “si el Señor quiere”
(Stg 4:15–16). Cuando vaya Pablo, descubrirá “no las palabras, sino el poder de los que
andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (4:19–
20).
Para comprender esta amenaza, es importante, una vez más, recordar la línea del
argumento. Lo que Pablo dice, literalmente; es que descubrirá “no sólo cómo hablan sino
cuánto poder tienen esos presumidos”. Esto nos recuerda, inmediatamente, la discusión de 1
Corintios 1. Los corintios estaban borrachos de la “sabiduría de palabras”, pero estaban por
ello vaciando de su poder a la cruz de Cristo (1:17). Estaban tan enamorados de la forma y la
retórica que fanfarronear de elocuencia era para ellos más importante que el evangelio, que
se manifiesta en su mayor poder cuando no tiene que competir escandalosamente con
personas más interesadas en promoverse que en el poder de Dios (2:1–5). Sin embargo,
cuando Pablo vaya, no quedará impresionado por sus palabras; no le importará “cómo
hablen semejantes personas envanecidas”, sin importar la elocuencia de su retórica. No, sólo
piensa interesarle una cosa: ¿qué poder tienen? A la luz del 1:18–2:5, éste es el poder del
evangelio, el poder de perdonar, de transformar, de sacar a los hombres y mujeres de las
tinieblas trasladándolos al reino del amado Hijo de Dios. La simple palabrería no
transformará a las personas, pero el evangelio sí. Así que Pablo va a pedirles sus
credenciales: ¿a qué personas ha transformado genuinamente vuestra elocuencia, llevándolas
a un conocimiento personal del Mesías crucificado? Va a descubrirlos tal cual son, bolsas de
aire vacías y religiosas.
Es posible que la amenaza de Pablo vaya más allá. Al principio del siguiente capítulo
trata directamente con un hombre cuyo pecado sexual exige que la iglesia ejerza su
disciplina. Espera que la iglesia entregue ese hombre a Satanás (5:5). Pero en otros pasajes
encontramos evidencia de que, si la iglesia no quiere ejercer este tipo de disciplina, Pablo
actuará por su cuenta. En Éfeso, por ejemplo, donde dos hombres llamados Himeneo y
Alejandro “naufragaron en cuanto a la fe”, Pablo los entregó “a Satanás para que aprendan a
no blasfemar” (1 Tim 1:20). En una epístola posterior a los corintios Pablo advierte que a lo
mejor tiene que ser duro al usar de su autoridad apostólica, si no ponen en orden sus asuntos
(2 Cor 13:10).
En otras palabras, es tan importante llevar al pueblo de Dios a una vida cristiana
coherente, a la luz del Evangelio del Mesías crucificado, que Pablo no va a apartarse de su
objetivo. Si lleva a las personas en esa dirección por medio del ánimo y la amonestación,
perfecto; si se requiere una severa disciplina, no vacilará. Así que Pablo les ofrece dos
opciones a los corintios: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de
mansedumbre?” (4:21). Por supuesto, no quiere decir que si va con un látigo (literalmente,
una “vara” para corregir, siguiendo con la metáfora del padre y el hijo), no los ame. El
contraste se refiere al modo o forma de su venida, no a sus motivos. Pero los azotes duelen,
aunque vengan de un padre que azota a su hijo porque le ama. Es mucho mejor que el hijo
cambie su comportamiento, de manera que la forma en que vendrá el padre no será
disciplinaria, sino con un espíritu de mansedumbre.
En resumen, los líderes cristianos no pueden pasar por alto sus responsabilidades
para conducir al pueblo de Dios a un estilo de vida en conformidad con el evangelio. Por eso
Pablo urge a las personas a vivir de una forma digna del llamamiento a que han sido
llamados (Ef 4:1). Por eso Pablo ora para que los creyentes lleven una vida digna del Señor,
del Mesías crucificado, y le agraden de todas las maneras (Col 1:10). Y si el pueblo de Dios
79
hinca los talones en la desobediencia, puede haber un tiempo para que los líderes cristianos
amonesten, reprendan y finalmente disciplinen con firmeza a aquellos que se apropian del
nombre de Cristo, pero no se preocupan de seguirle. Nunca deben darse los pasos más
severos con prisas o a la ligera. Pero a veces hay que darlos. Esa es una parte de la
responsabilidad del liderazgo cristiano.
Cuando sus palabras igualan a sus acciones, las personas saben que pueden confiar
en usted. En su éxito de librería The Seven Habits of Highly Effective People [Los siete
hábitos de las personas altamente eficaces] Steven Covey escribió sobre la importancia de
la integridad para el éxito de una persona:
Si trato de usar estrategias y técnicas de influencia humana sobre cómo lograr que
otros hagan lo que quiero, que trabajen mejor, que se motiven más, que me quieran a mí y
se quieran entre sí, mientras mi carácter es fundamentalmente defectuoso, marcado por la
duplicidad y la insinceridad, entonces, a la larga, no puedo tener éxito. Mi duplicidad
fomentará la desconfianza, y todo lo que haga, incluso usando las llamadas tácticas de
relaciones humanas, se percibirá como manipulador.
Sencillamente no hay ninguna diferencia entre lo buena que sea la retórica o incluso
lo buenas que sean las intenciones, si hay poco o nada de confianza, no hay cimiento ni
éxito permanente. Solo la bondad básica da vida a la técnica.11
La integridad es vital para el éxito personal y en los negocios. Un estudio conjunto
realizado por la Escuela para Graduados en Administración de la UCLA y Korn/Ferry
International de la ciudad de Nueva York hizo una encuesta entre 1.300 ejecutivos en jefe.
El setenta y uno por ciento de ellos dijeron que la integridad es la cualidad más necesaria
para triunfar en los negocios. Y un estudio del Centro de Investigación Creativa descubrió
que, aunque la persona puede superar muchos errores y obstáculos, casi nunca es capaz de
avanzar en la organización si compromete su integridad al traicionar la confianza.
John C. Maxwell, Liderazgo: Lo que Todo Líder Necesita Saber (Nashville: Grupo Nelson, ), 271–
78).
11
Stephen R. Covey, The Seven Habits of Highly Effective People: Restoring the Character Ethic
(Nueva York: Simon and Schuster, 1989) [Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva: La revolución ética en
la vida cotidiana y en la empresa (Barcelona: Paidós, 1997)].
80
81
compromete al carácter por sobre la ganancia personal, a las personas por sobre las cosas,
al servicio por sobre el poder, al principio por sobre la conveniencia, a la noción de largo
alcance por sobre la inmediata.
Philips Brooks, clérigo del siglo diecinueve, decía: “El carácter se forja con los
pequeños momentos de nuestras vidas”. Siempre que se rompe un principio moral, se crea
una pequeña grieta en el cimiento de la integridad de uno, y cuando las cosas se ponen feas,
es más duro actuar con integridad, y no más fácil. El carácter no se crea en una crisis, solo
sale a la luz. Todo lo que usted ha hecho en el pasado, y lo que ha dejado de hacer, sale a
relucir cuando usted está bajo presión.
Desarrollar y mantener la integridad requiere atención constante. Josh Weston,
expresidente y gerente en jefe de Automatic Data Processing, Inc., dice: “Siempre he
tratado de vivir siguiendo una regla sencilla: ‘No hagas aquello que no te gustaría leer en
los periódicos al día siguiente’”. Esa es una buena norma que todos deberíamos observar.
Muchos luchan con cuestiones de integridad, entre otras cosas, porque tienden a
mirar fuera de sí mismos para explicar sus deficiencias de carácter. Pero el desarrollo de la
integridad es asunto interno. Eche un vistazo a las siguientes tres verdades sobre la
integridad que van en contra del pensamiento común:
CREDENCIALES CARÁCTER
Ciertamente una buena reputación es valiosa. El rey Salomón del antiguo Israel
decía: “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas” (Pr 22:1). Pero una
buena reputación existe porque es un reflejo del carácter de la persona. Si una buena
reputación es como oro, entonces el tener integridad es como ser dueño de la mina.
Preocúpese menos por lo que otros piensan, y preste atención a su carácter interior. D. L.
Moody escribió: “Si cuido de mi carácter, mi reputación se cuidará a sí misma”.
Si usted lucha por mantener su integridad y está haciendo lo debido por fuera, pero
así y todo está logrando los resultados incorrectos, algo anda mal y usted todavía necesita
un cambio por dentro. Mire las preguntas que siguen. Le ayudarán a descubrir los aspectos
que necesitan atención.
4. ¿Soy la misma persona bajo los reflectores como cuando estoy a solas?
7. ¿Tengo una norma inmutable para las decisiones morales, o dejo que las circunstancias
determinen mi decisión?
9. Cuando tengo algo que decir acerca de las personas, ¿hablo con ellas o de ellas?
83
10. ¿Rindo cuentas por lo menos a otra persona por lo que pienso, digo y hago?
12
Donald T. Phillips, Lincoln on Leadership: Executive Strategies for Tough Times (Nueva York:
Warner Books, 1992), 66–67 [Lincoln y el liderazgo: Estrategias ejecutivas para tiempos difíciles (Barcelona:
Deusto, 1993)].
84
A través de todo esto Lincoln fue un hombre de principios. Como Tomás Jefferson
sabiamente dijo: “Dios concede que hombres de principios sean nuestros hombres
principales”.
La integridad es su mejor amiga, y también es una de las mejores amigas que sus
amigos jamás podrán tener. Cuando los que lo rodean sepan que usted es una persona de
integridad, sabrán que usted quiere influenciarlos por la oportunidad de añadir valor a sus
vidas. No tendrán que preocuparse por sus motivos.
Si usted es aficionado al baloncesto probablemente recordará a Red Auerbach. Fue
presidente y después gerente general de los Celtics de Boston de 1967 a 1987.
Verdaderamente entendía cómo la integridad añade valor a otros, especialmente cuando las
personas trabajan juntas en equipo. Tenía métodos de reclutamiento que diferían de los de
la mayoría de los dirigentes de equipos de la NBA. Cuando revisaba a un jugador candidato
para los Celtics, su interés primordial era el carácter del joven. Mientras que otros se
concentraban por entero en las estadísticas o el desempeño individual, Auerbach quería
conocer la actitud del jugador. Suponía que la manera de ganar era buscando jugadores que
dieran lo mejor de sí para beneficio del equipo. Un jugador que tuviera una capacidad
destacada pero cuyo carácter fuera débil o cuyo deseo fuera promoverse solo a sí mismo no
sería verdaderamente un elemento valioso.
Se ha dicho que no se conoce realmente a las personas mientras no se las haya
observado interactuar con un niño, cuando una llanta de su auto se desinfla, cuando el jefe
está ausente y cuando piensan que nadie jamás lo sabrá. Pero las personas con integridad
jamás tienen que preocuparse por eso. Sin que importe dónde estén, con quién estén, o en
qué situación se hallen, son consistentes y viven según sus principios.
A fin de cuentas, usted puede desviar sus acciones para que se ajusten a sus
principios, o puede doblar sus principios para que se conformen a sus acciones. Es una
decisión que usted tiene que tomar. Si quiere tener éxito, entonces será mejor que escoja la
senda de la integridad porque todos los demás caminos a la larga llevan a la ruina.
Para llegar a ser una persona de integridad necesita regresar a lo básico. Tiene que
tomar algunas decisiones serias, pero valdrán la pena.
La integridad empieza con una decisión específica y consciente. Si espera hasta que
surja la crisis antes de establecer las cuestiones de integridad, se dispone a fracasar. Escoja
hoy vivir siguiendo un código moral estricto, y determine apegarse a él pase lo que pase.
Cada Día Haga lo que Debe Hacer Antes de lo que Quiere Hacer
En el caso de aquellos que lideran espiritualmente, lo que está en juego es de la clase más
alta, porque la madurez espiritual del pueblo de Dios depende de ello. En cada nivel de la
vida cristiana existe el potencial de influir en los demás para su bien o en detrimento de
ellos. Los líderes soportan una carga profunda, sabiendo que las personas han prometido
lealtad y que a menudo los seguirán ciegamente. De esta triste realidad advierten Henry y
Richard Blackaby:
Jerry Wragg, Exemplary Spiritual Leadership: Facing the Challenges, Escaping the Dangers
(Ministry Mission. Leominster: Day One, 2010), 14–23.
13
“Influence,” Webster’s II New Riverside University Dictionary, 627.
14
Henry T. and Richard Blackaby, Spiritual Leadership (Nashville: Broadman & Holman, 2001),
175.
86
87
• Muchos fanfarrones dependen en gran medida del carisma personal y el talento natural
como la fuerza de su influencia. Tienden a “improvisar” frente a necesidades espirituales
reales, a menudo dando consejos superficiales con poco fundamento bíblico.
• Los puestos de liderazgo con frecuencia están ocupados por hombres que anhelan la
alabanza de los demás. Lideran por el oportunismo y la autopromoción con el fin de
recibir atención.
• Las luchas de poder y la politiquería son el único estilo de liderazgo que alguna iglesia
haya conocido alguna vez. Los líderes temerosos e inseguros crean ambientes de
sospecha y desconfianza porque no pueden arriesgarse a dejar que otros vean sus
debilidades. Tales hombres se vuelven ocultos, inflexibles e incómodos en presencia de
pares dotados.
• Los ministerios a veces están encabezados por hombres que huyen rápidamente del
conflicto a cualquier costo. En lugar de mostrar coraje, se rigen por la autopreservación
y la comodidad personal. Cada vez que surge un conflicto, la verdad y las convicciones
doctrinales se sacrifican en el altar de la armonía relacional. La iglesia forcejea bajo el
liderazgo de un asalariado.
Cada vez más, la cultura secular reduce el liderazgo a lo que se vende en la arena
pública. Y a la iglesia no le ha ido mejor, cabalgando, mientras pueda, en la ola de
popularidad cultural hasta el próximo cambio de paradigma en las encuestas de opinión
popular. ¿Es esta la influencia que debería ser? ¿Cómo se hacen los líderes? ¿Alguien se
convierte en un líder simplemente porque otros lo siguen? ¿Y qué hay de las consecuencias
espirituales a largo plazo? ¿Habrá influenciadores espirituales de hoy en treinta años para
asumir la responsabilidad de lo que han producido? Estas son preguntas serias que merecen
88
Cuando el apóstol Pablo llegó a Corinto, su mensaje y predicación no “fue con palabras
persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Cor
2:4). Conocía el grave peligro de la tendencia del hombre a confiar en argumentos
elocuentes y en un razonamiento elevado. No había duda de la pasión de Pablo por ver a
Dios moverse con fuerza en los corazones de los pecadores, pero se estremeció al pensar
que alguien podría encontrar su discurso más atractivo que la verdad. Más que en una mera
habilidad oratoria, quería que la fe de los corintios descansara exclusivamente “en el poder
de Dios” (1 Cor 2:5). Alcanzar sus oídos con el evangelio salvador de Jesucristo fue el gran
privilegio y la responsabilidad de Pablo, ¡pero alcanzar el corazón de ellos con el poder
vivificante del Evangelio es el gozo soberano de Dios!
ningún modo! Así es como Pablo describió lo que sucedió: “Por lo cual también nosotros
sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de
nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de
Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Ts 2:13).
Estos que oyeron por primera vez las buenas nuevas acogieron la Palabra de Dios por
fe, y se les abrieron los ojos. Al instante supieron, por gracia divina, que esta no era una
actuación inteligentemente organizada diseñada para hacer que la verdad fuera “aceptable”.
La verdad directa de la Escritura puede abrir los ojos y transformar el corazón (Sal 19:7–
11). El discernimiento sobrenatural proviene de una mente saturada de verdad (Salmo 119:
97–104). Trae claridad a los defectos, libera la conciencia (Stg 1:25), descubre los asuntos
más profundos del hombre interior (Heb 4:12), y equipa al creyente por completo para una
vida que agrada a Dios (2 Tim 3:16–17). Muchos modelos de liderazgo hoy en día han
abandonado completamente una simple confianza en la obra del Espíritu Santo para traer
una influencia espiritual efectiva, ¡y los resultados han sido desastrosos! Como afirma
Phillip R. Johnson,
Phillip Johnson, “What’s Wrong with Jumping on and off the Fad Wagons?” July 28, 2005, at
15
Pyromaniac: phillipjohnson.blogspot.com.
90
No es ningún secreto que los patrones de iglesia cojos de muchos evangélicos son un
resultado directo de las filosofías ministeriales superficiales de sus líderes. Cada vez que
me dirigí a un grupo de cristianos sobre la importancia de comprometerme a servir y usar
sus dones en una iglesia local, invariablemente se lanzan una serie de desafíos por parte de
quienes no ven problema alguno en “comprar” los productos del ministerio que están
disponibles. Peor aún, el liderazgo de muchos ministerios pragmáticos fomenta este
enfoque estilo cafetería con respecto a la vida corporal. Los privilegios bíblicos del
pastoreo, la responsabilidad, el discipulado, la vida santa y el compromiso de la iglesia
local parecen haber escapado a los diseñadores del ministerio de hoy. Este entorno puede
ser preferible a las masas posmodernas anteriormente “sin iglesia” o privadas de sus
derechos, pero no servirá para aquellos que comienzan a comprender su necesidad de la
verdad. Los verdaderos creyentes bajo la repetida desnutrición eventualmente buscarán
alimento para sus almas, a menudo desembarcando en una pequeña comunidad donde la
predicación poderosa es una fiesta en comparación.
16
John MacArthur, The Power of Integrity (Wheaton, IL: Crossway, 1997), 30.
91
17
Derek Prime, A Christian’s Guide to Leadership for the Whole Church (Darlington: Evangelical
Press, 2005), 28.
18
Ibid., 29–30.
19
Blackaby, Spiritual Leadership, 21.
20
A. W. Tozer, The Warfare of the Spirit (Camp Hill, PA: Wing Spread Publishers, 2006), 175.
92
21
John MacArthur, The Book on Leadership (Nashville: Nelson Books, 2004), 89.
Liderazgo de Siervos
Alexander Strauch
“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis
lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he
hecho, vosotros también hagáis”.
Juan 13:14, 15
Alexander Strauch, Liderazgo Bíblico de Ancianos: Un Urgente Llamado a Restaurar el Liderazgo
Bíblico en las Iglesias, trad. Dante N. Rosso (Cupertino, CA: DIME, 2001), 95–108.
93
94
1
Kenneth Scott Latourette, History of Christianity, 2 tomos, 2da ed. (New York: Harper and Row,
1975), 1: 269.
2
Ibid., 261.
95
Charles Colson, que sirvió como Consejero Especial del Presidente de los Estados
Unidos desde 1969 hasta 1973, sabe por su experiencia personal de la seducción mágica del
poder y las posiciones encumbradas. Describe hábilmente la diferencia entre el punto de
vista mundano del poder y la posición y el punto de vista cristianos: “Nada distingue más el
reino del hombre del reino de Dios que su visión diametralmente opuesta del ejercicio del
poder. Uno procura controlar a la gente, el otro servirle; uno promueve al yo, el otro lo
humilla; uno busca prestigio y posición, el otro levanta al humilde y al despreciado”.3
La sabia advertencia de Colson a los líderes cristianos merece repetirse: “El poder es
como el agua salada, cuanto más se bebe, más sed se tiene. El ansia de poder puede alejar al
más resuelto cristiano de la verdadera naturaleza del liderazgo cristiano, que es el servicio a
los otros. Es difícil estar sobre un pedestal y lavar los pies de los que están abajo”.4
Marcos 10:35–45: Sacrificio, servicio y sufrimiento Con el más descarado despliegue
de ambición egoísta y total desprecio por el bien de sus compañeros, Jacobo y Juan le piden
a Jesús que les dé los dos principales asientos de su Reino: “Concédenos que en tu gloria
nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. El pedido suscita
inmediatamente los malos sentimientos entre los otros apóstoles, como siempre lo hace la
ambición egoísta. Marcos relata que “cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse
contra Jacobo y contra Juan”.
Contrariamente a la gloria que Jacobo y Juan buscaban para ellos mismos, Jesús llama a
los doce, en los versículos 38–45 al “sacrificio, al servicio y al sufrimiento”.5 John Stott,
escritor y ex rector de la iglesia All Souls Church de Londres, contrasta lúcidamente las
actitudes de Jacobo y Juan con las de Jesús, quien caminó la senda de la cruz:
Sin embargo, el mundo (e incluso la iglesia) está lleno de Jacobos y Juanes,
emprendedores y buscadores de posición, sedientos de honor y prestigio, que miden la vida
por las realizaciones, y los interminables sueños de éxito. Son agresivamente ambiciosos
para sí mismos.
Esta mentalidad es incompatible con el camino de la cruz. “El Hijo del Hombre no vino
para ser servido, sino para servir, y para dar…”. Renunció al poder y la gloria del cielo y se
humilló a sí mismo para ser esclavo. Se dio a sí mismo sin reservas y sin temor, a los
despreciados y olvidados de la comunidad. Su obsesión fue la gloria de Dios y el bien de
los seres humanos que son su imagen. Para promover eso, estuvo dispuesto a soportar hasta
la vergüenza de la cruz. Ahora nos llama a seguirlo, no a buscar grandes cosas para
nosotros, sino más bien a buscar primero la voluntad y la justicia de Dios.6
Mateo 23:1–12: El que se humilla será enaltecido. Nadie entiende el orgullo religioso
tan bien como lo hace Cristo. En Mateo 23, Jesús expone el espantoso orgullo, el mezquino
egoísmo, la superioridad, el legalismo y el engaño de los hipócritas religiosos que se aman
a sí mismos:
“Y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las
salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no
3
Charles Colson, Kingdoms in Conflict (Grand Rapids: Zondervan, 1987), 274.
4
Ibid., 272.
5
John R. Stott, The Cross of Christ (Downers Grove: InterVarsity, 1986), 288.
6
Ibid., 286, 287.
96
queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois
hermanos” (Mt 23:6–8).
“El que es mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt 23:11, 12).
Los líderes religiosos de los que Jesús hablaba se apartaban y se exaltaban a sí mismos
por encima de la gente. Buscaban títulos, vestimentas y tratamiento especiales para sí
mismos, los primeros lugares entre sus congéneres. Les agradaban los ministerios públicos
de alto nivel. Les gustaban las posiciones notorias y la celebridad. En marcado contraste,
Jesús prohibió a sus discípulos el uso de títulos honoríficos, el llamarse Rabí uno al otro,
enaltecerse entre ellos de ninguna forma que pudiera amenazar su relación de hermanos, o
usurpar el lugar único en su género que Cristo y el Padre tienen sobre todo creyente.7
A pesar de las repetidas enseñanzas de nuestro Señor sobre la humildad, debemos
convenir con Andrew Murray (1828–1917), el amado escritor de devocionales y estadista
misionero de Sud Africa, que la humildad sigue siendo una virtud descuidada entre muchos
cristianos:
Cuando miro atrás en mi experiencia religiosa, o a la Iglesia de Cristo en el mundo, me
quedo sorprendido ante lo poco que buscamos la humildad como la característica distintiva
del discipulado de Jesús. Al predicar y vivir, en las actividades diarias del hogar y la vida
social, en la camaradería especial con los cristianos, en la dirección y realización de la obra
de Cristo—cuánta evidencia hay de que la humildad no se considera la virtud fundamental.8
7
El despliegue moderno de títulos eclesiásticos que acompañan los nombres de los líderes cristianos
—reverendo, arzobispo, cardenal, papa, primado, metropolitano, canónigo, cura— está completamente
ausente en el Nuevo Testamento y hubiera horrorizado a los apóstoles y primeros creyentes. Aunque tanto los
griegos como los judíos empleaban una rica variedad de títulos para sus líderes políticos y religiosos con el
objeto de expresar su poder y autoridad, los primeros cristianos evitaron tales títulos. Los primeros cristianos
usaron términos comunes y funcionales para describirse a sí mismos y sus relaciones. Algunos de esos
términos son: “hermano”, “amado”, “compañero”, “obrero”, “esclavo”, “siervo”, “prisionero”, “compañero de
armas” y “mayordomo”.
Claro que había profetas, maestros, apóstoles, evangelistas, líderes, ancianos y diáconos en las
primeras iglesias, pero estos términos no se usaban como títulos formales para individuos. Todos los
cristianos son santos, pero no había ningún “San Juan”. Todos los cristianos son sacerdotes, pero no había
ningún “Sacerdote Felipe”. Algunos eran ancianos, pero no había un “Anciano Pablo”. Algunos eran obispos,
pero no había un “Obispo Juan”. Algunos eran pastores, pero no había un “Pastor Santiago”. Algunos eran
diáconos, pero no había un “Diácono Pedro”. Algunos eran apóstoles, pero no había un “Apóstol Andrés”.
En lugar de obtener honor mediante los títulos y la posición, los creyentes del Nuevo Testamento
recibían honor principalmente por su servicio y su trabajo (Hch 15:26; Ro 16:1, 2, 4, 12; 1 Cor 16:15, 16, 18;
2 Cor 8:18; Fil 2:29, 30; Col 1:7; 4:12, 13; 1 Tes 5:12; 1 Tim 3:1). Los primeros cristianos se referían unos a
otros mediante nombres personales (Timoteo, Pablo, Tito), términos como “hermano” o “hermana” o
mediante la descripción de un rasgo espiritual o trabajo individual:
● Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo (Hch 6:5).
● Bernabé, varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe (Hch 11:24).
● Felipe el evangelista (Hch 21:8).
● Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradoras en Cristo Jesús (Rom 16:3).
● Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros (Rom 16:6).
8
Andrew Murray, Humility (Springdale: Whitaker, 1982), 7.
97
Lucas 22:24–27: El que sirve. Por increíble que parezca a la luz de las enseñanzas
claras y repetidas de Cristo, los discípulos volvieron a discutir durante la cena de Pascua
respecto a quién de ellos sería considerado el mayor (Lucas 22:24). Nuevamente vemos a
nuestro Señor enseñándoles pacientemente a no pensar ni actuar como los líderes
mundanos:
“Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad
son llamados bienhechores; mas no así vosotros; sino sea el mayor entre vosotros como el
más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la
mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como
el que sirve” (Lucas 22:25–27).
Juan 13:3–17: Lavarse los pies unos a otros. Esa misma noche de Pascua en que los
discípulos discutían quién sería el más grande entre ellos, Jesús ejemplificó el ministerio
humilde y sirviente que es tan básico a su ministerio como al ministerio de quienes lo
siguen. Demostró ese ministerio lavando los pies de sus discípulos:
“Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les
dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien,
porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también
debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13:12–14).
Aquí vemos que el símbolo de nuestro Señor es la toalla del siervo, no la sotana
clerical. Si nuestro amado Maestro y Señor se detuvo por amor a lavar los pies de sus
discípulos, entonces nosotros deberíamos detenernos con gusto a ministrar para las
necesidades y la restauración de nuestros hermanos y hermanas. Solamente cuando
aprendamos lo que significa lavarnos los pies unos a otros y vestirnos en humildad,
tendremos alguna esperanza de vivir juntos en paz y unidad.
9
David Prior, Jesus and Power (Downers Grove: InterVarsity Press, 1987), 82.
98
“Cuando reflexionamos
en la historia de la Iglesia,
¿nos sentimos impulsados a
confesar que ha dejado de seguir
el ejemplo de su Fundador?
Con demasiada frecuencia ha
vestido el manto de gobernante,
en lugar del delantal de servidor.
Incluso en nuestros días apenas se
puede decir que la ‘reputación de
la marca’ de la Iglesia, es la de
una sociedad unida en el amor por
Jesús y dedicada al abnegado
servicio a otros”.
Michael Green
Called to Serve (Llamados a Servir), 16
Juan 13:34, 35: Tener amor. El secreto de un buen equipo de ancianos, una iglesia
saludable y buenas relaciones con nuestros hermanos y hermanas es el nuevo mandamiento
de Cristo:
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis
amor los unos con los otros” (Jn 13:34, 35).
Por eso debemos amarnos unos a otros con la misma intensidad con que Cristo nos
amó.
Tres lecciones
La repetida instrucción de nuestro Señor en el amor, la humildad y el servicio, nos
enseña tres lecciones importantes. Primero, Dios detesta el orgullo. En la lista de los siete
pecados que Dios detesta especialmente, el orgullo está a la cabeza (Pr 6:16–19).
Proverbios dice: “Abominación es a Jehová todo altivo de corazón” (Pr 16:5a). Estas son
palabras duras. Las Escrituras también dicen: “Cuando viene la soberbia, viene también la
deshonra; mas con los humildes está la sabiduría” (Pr 11:2; cursiva agregada). Santiago
reflexiona sobre una idea similar en sus escritos: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a
los humildes” (Santiago 4:6). Dios detesta de tal manera el orgullo que a Pablo le puso un
aguijón en la carne para evitar que se enalteciera y para obligarlo a depender de su Creador
(2 Cor 12:7–10).
Una de las cosas feas del orgullo es que nos engaña; podemos pensar que estamos
sirviendo a Dios y a otros, pero en realidad nos estamos sirviendo solamente a nosotros
mismos. John Stott está realmente en lo cierto cuando dice: “El orgullo es, sin lugar a
dudas, el principal riesgo laboral del predicador”.10 El líder de iglesia que es orgulloso es
10
John R. W. Stott, Between Two Worlds: The Art of Preaching in the Twentieth Century (Grand
Rapids: Eerdmans, 1982), 320.
99
una ofensa al evangelio de Jesucristo, un blanco directo para el diablo y—no importa lo
talentoso e indispensable que se piense de sí mismo—es un líder inadecuado para el pueblo
de Dios.
Segundo, la persistente enseñanza de Cristo en cuanto al amor y al servicio humilde
demuestra lo difícil que es para la gente entender y poner en práctica ese principio. El
orgullo y el egoísmo luchan continuamente por dominar y engañar el corazón humano.
Lamentablemente, muchos cristianos se sienten más cómodos con la República de Platón y
su estilo de liderazgo singular y dominante que con el estilo de humilde servidor del
liderazgo de Jesús. Los dos siglos pasados de historia del cristianismo muestran que hemos
avanzado poco en nuestra comprensión del nudo de la enseñanza de Cristo. Muchas de las
escandalosas divisiones, desagradables luchas de poder, sentimientos heridos y celos
mezquinos de nuestras iglesias y relaciones personales existen porque el orgullo y el
egoísmo motivan mucho de nuestro pensamiento y nuestra conducta. El líder de iglesia que
no comprende el espíritu de humildad, el amor y servicio de Cristo, está condenado a la
disputa y la división perpetuas.
Tercero, las repetidas enseñanzas de nuestro Señor muestran que la humildad, el
servicio y el amor son las cualidades esenciales de la Iglesia cristiana. Expresan la mente y
la disposición de Cristo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo
Jesús, el cual… se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo… se humilló a sí mismo”
(Fil 2:5, 7, 8). Toda iglesia local debe ser una comunidad de servicio que se identifique por
el amor de Cristo. Por eso los líderes cristianos deben ser líderes servidores, no personajes
importantes mundanos e impíos.
Siguiendo el modelo cristiano, los ancianos no deben empuñar con mano dura la
autoridad que se les ha dado, ni mostrarse arrogantes o distantes. Nunca deben pensar que
son incuestionables frente a sus hermanos o frente a Dios. Los ancianos no deben ser
autoritarios, lo que es incompatible con su servicio humilde. J. I. Packer, conocido autor y
profesor de teología en el Regent College de Vancouver, Canadá, define el autoritarismo y
describe sus males:
El ejercicio de la autoridad en sus diversos campos no es necesariamente autoritarismo.
Hay entre ellos una diferencia fundamental. El autoritarismo es la autoridad corrompida,
echada a perder. El autoritarismo aparece cuando la sumisión exigida no se puede justificar
en términos de verdad o moralidad. Toda forma de autoridad humana puede degenerar en
ese sentido. Hay autoritarismo en el estado cuando el régimen utiliza el poder sin
escrúpulos para perpetuarse a sí mismo. Se lo ve en las iglesias cuando los ancianos
pretenden controlar la conciencia de sus seguidores. Se lo ve en un trabajo académico en la
escuela media, la universidad o el seminario cuando se nos pide que estemos de acuerdo
con el profesor en lugar de seguir por cuenta propia la evidencia de la verdad. Se lo ve en la
familia cuando los padres restringen o dirigen a sus hijos de manera irracional. Las
experiencias desagradables con la autoridad con frecuencia son experiencias con la
autoridad degenerada, es decir, de autoritarismo. El hecho de que esas experiencias dejen
un sabor amargo y un escepticismo hacia la autoridad en todas sus formas es triste pero no
sorprendente.
El autoritarismo es pernicioso, es antisocial, antihumano y en definitiva anti-Dios (el
orgullo autoendiosador está en su base), y no tengo nada que decir en su favor.11
11
J. I. Packer, Freedom and Authority (Oakland: International Council on Biblical Inerrancy, 1981), 8.
Los Peligros de las Jerarquías
Roger L. Smalling
Roger L. Smalling, Liderazgo Cristiano: Principios y Práctica (R. Smalling, 2005), 25–31.
22
Cuando digo, “gobierno bíblico” me refiero al gobierno al estilo presbiteriano porque creo que este
es el único que la Biblia apoya.
23
Un Presbiterio es un concilio de pastores y ancianos representando las iglesias asociadas en una
región o ciudad. Se reúne para tratar con asuntos en común. La palabra “Presbiterio” se deriva del griego,
presbiterion, usado en 1 Tim 4:4.
103
104
La dictadura es la forma de gobierno más eficiente conocida por el hombre. Con una
sola persona dictando todo, la maquinaría de la burocracia se reduce a un mínimo. La
dictadura, sin embargo, deshumaniza a la gente, privándola de la libre expresión necesaria
para reflejar la imagen de Dios. Aunque la dictadura es una línea recta entre dos puntos, en
términos de eficiencia, a lo largo está repleto de víctimas. La Alemania de Hitler es un
ejemplo notable del autoritarismo dentro del dominio político.
En el espectro religioso de la Europa antigua, vimos una reforma peleando contra el
autoritarismo católico. La forma correcta para gobernar las iglesias, junto con las verdades
sobre la salvación, fue un enfoque de debate. Para discernir la moralidad de una estructura
de liderazgo, uno debería preguntarse qué es lo que se estimula ... la naturaleza adámica o
la nueva naturaleza en Cristo.
1. Arrogancia
Oficiales tienden a sentirse superior a otras. Las jerarquías proveen para esto al
dar rangos, uno superior al otro. El oficial supone: —Yo tengo un rango superior
porque soy una persona superior.
2. Ambición impía
Una persona ve a otra en un rango superior y se dice a sí mismo: —Ese no es
mejor que yo. En efecto, yo puedo hacer mejor su trabajo. ¿Por qué no tengo yo
esa posición?
24
Peter J. Laurence y Raymond Hull, El Principio de Peter: Tratado sobre la Incompetencia o
Porque las Cosas Van Siempre Mal (Barcelona: Plaza & Janés, 1974).
105
3. Politiquería sucia
Si una persona quiere un rango superior, puede ceder a la tentación de manipular
y politiquear para obtenerlo. Esto es moralmente cuestionable además de ser una
pérdida de esfuerzos que podría ser gastado en trabajo productivo. El Apóstol
Santiago indica: “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y
toda obra perversa” (Stg 3:16). El término “obra perversa” traduce la frase griega,
phaulon pragma, y expresa algo como la moderna frase, politiquería sucia.25
25
Accordance Bible Software. Oaktree Company: Temecula, CA, 1999.
26
Ibid., 69.
106
27
Normalmente directores de organizaciones insisten en que son “responsables” a alguien. En efecto,
lo que están diciendo es que son responsables a una persona o entidad superior a ellos, no a nadie abajo. Él no
es “responsable” en el sentido en que se presenta aquí.
28
Una “puerta abierta” significa la invitación de un director a sus subalternos para visitarle en
cualquier momento para expresar sus preocupaciones. La mayoría de las personas son suficientemente
inteligentes para no prestar atención a tales directores.
107
Existen recursos administrativos para mitigar los problemas dentro de una jerarquía,
si los líderes tienen el coraje de implementarlos. Se requiere valentía porque estos recursos
hacen que los líderes sean, hasta cierto punto, vulnerables a la gente que dirigen. Por
ejemplo,
1. El comité anónimo
2. El voto informal
3. La caja de sugerencias
Este viejo recurso es eficaz, aunque poco usado por los líderes. ¿Por qué? Algunos
líderes tienen una opinión tan elevada de su propia sabiduría que no ven la
necesidad de sugerencias de nadie. Estos son los que más necesitan una caja de
sugerencias en la oficina. La caja puede ser muy útil para revelar la existencia de
problemas con los cuales el líder puede tratar. Con poca imaginación, un líder
cristiano puede inventar recursos tales como estos para ayudarse a mantener en
contacto con la realidad. Sin ellos, la gente puede meterse en una coraza y el líder
desarrollará una falsa imagen de la realidad a su alrededor.
Conclusión
5. “Halagar” es más importante que “promoverse” (Halagar= ser favorecido por los
superiores. Promoverse= tratar arduamente de hacer un buen trabajo o buscar la
superación personal). [Note: Peter no está recomendando esta clase de conducta,
solo observando la realidad como es, dentro de jerarquías].
6. El empleado que agrada a los superiores por cualquier razón, tiene mejores
oportunidades para promociones. Las calificaciones tienen importancia secundaria.
29
Este resumen presenta Smalling como un apéndice de su libro Liderazgo Cristiano.
109
10. Los funcionarios incompetentes de los niveles más altos están raramente
conscientes de su incompetencia.
11. Los funcionarios del más alto escalón siempre proyectarán la impresión de que
ellos son sabios y que tienen las cosas bajo control. Esto no es necesariamente así.
Ama a Tu Familia
Tedd Tripp
Querido Timoteo,
Gracias por tu llamada de la semana pasada. Estoy agradecido de que te este yendo bien en
estos primeros días de ministerio. Tú y tu familia son una gran alegría para Margy y yo.
Los amamos y nos gozamos en lo que Dios está haciendo en sus vidas.
Estoy feliz de poner por escrito algunas ideas sobre la vida familiar del pastor. Es un gozo
saber que estás ocupado en ser un hombre de Dios, no solo en el púlpito y ministerio
pastoral, sino también en tu hogar.
Como sabes, una de las calificaciones para el ministerio del evangelio es una vida familiar
ejemplar. “Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
(pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)”, (1
Timoteo 3:4–5).
El hogar es un microcosmos de la iglesia. Las cualidades de vida espiritual que dan
credibilidad a un pastor en el hogar le darán al pueblo al que este sirve, la misma medida de
confianza. La vitalidad espiritual que permite que su familia siga alegremente su liderazgo
le dará seguridad a la iglesia de que están en buenas manos. La vida hogareña es más que el
escenario para mostrar talento pastoral. Es, también, el horno en donde esos talentos son
forjados.
La calidad de tu vida familiar te quitará o te dará credibilidad. ¿Puedes imaginarte que una
mujer de la iglesia tenga confianza en un pastor cuya esposa es infeliz? ¿Podrían las
personas ver en alguien a un guía espiritual seguro si sus hijos parecen descarriados,
desobedientes, tímidos u oprimidos? Cada vez que prediques la Palabra, o des consejo, o
des seguridad y consuelo a un pueblo atribulado, la calidad de tu vida familiar dará respaldo
a tus palabras. La meta de la piedad en la vida familiar no es tener credibilidad, sino la
gloria de Dios, pero el pueblo al que sirves observará muy de cerca tu vida familiar.
Un pastor ocupado a menudo se siente presionado entre las necesidades de su familia y las
necesidades de la iglesia. Pensándolo bien, nunca hay una competencia entre los llamados
de la vida familiar y los llamados del ministerio del evangelio. Estás sirviendo a la iglesia
cuando sirves a tu familia. Cualquier inversión en el hogar devuelve altos dividendos a la
iglesia. Eres un modelo para tu pueblo, de cómo las gracias del evangelio influyen en la
vida familiar.
A medida que he meditado en tus preguntas sobre la vida familiar, he pensado en 3
categorías generales que pueden organizar tu pensamiento en esta parte de tu vida: Sé un
líder espiritual de tu familia. Sé un esposo y padre para tu familia. Sé el protector de tu
familia.
Tedd Tripp, “Ama a Tu Familia”, en Querido Timoteo: Cartas sobre el ministerio pastoral, ed.
Thomas K. Ascol (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2011), 25–34.
110
111
Se un Líder Espiritual
El pasaje clásico sobre este llamado es Deuteronomio 6 en donde Moisés les está dando a
los hombres una visión a largo plazo. Su enfoque no es la supervivencia, ni siquiera el solo
pasar la semana. Los llamados al liderazgo espiritual se dan para que tú, tu hijo y el hijo de
tu hijo conozcan y teman al Señor (verso 2). Esta visión de tres generaciones te ayudará
resistir a caer en la tentación de las conveniencias del momento. Como padres, tenemos
mayores preocupaciones que las del momento, nos preocupamos de donde estará nuestro
nieto en 50 años.
Naturalmente, tu liderazgo espiritual personal es un fundamento para tu familia.
Deuteronomio 6:5–7 dice esto bien claro: “Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón,
de toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre
tu corazón”.
Tu familia debe ver las riquezas de tu caminar espiritual fuera de tus deberes ministeriales.
Tu gozo en Cristo, tu vitalidad como un hombre de Dios, tu amabilidad ante la oposición,
tu claro enfoque en la gracia de Cristo (no solo en el perdón sino también en el
fortalecimiento) serán los lentes a través de los cuales ellos verán tus esfuerzos para
ministrarles la gracia de Dios.
Diariamente, introduce a tu esposa e hijos en lo íntimo de tu consuelo y fortaleza en Cristo.
Permite que te vean leer y meditar la Palabra de Dios. Que te vean como un hombre de
oración y humilde debilidad delante de un Dios de poder. Nada le dará a tu familia un
sentido de bienestar como tu amor y devoción a Dios.
Otro aspecto importante del liderazgo espiritual es el comunicar a tus hijos una imagen
acertada del mundo. Deuteronomio 6 también habla de esto en forma penetrante:
“…estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón. Se las repetirás a
tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al
acostarte y cuando te levantes.”
Tus hijos necesitan entender la naturaleza de la realidad. Más allá y debajo de este mundo
de vistas y sonidos hay un mundo de realidades espirituales que le da significado al mundo
que vemos y tocamos. Ese árbol en el patio que da sombra y cobijo a las aves y ardillas y
que es un lugar para escalar y hasta sirve para construir un fuerte, existe por la voluntad del
Dios invisible. Es su creación. Existe como un himno de alabanza a su creatividad,
sabiduría y talento. Nos lo ha dado para disfrutarlo, de forma que conozcamos sobre él, le
adoremos y le gocemos. Mira, Timoteo, uno no puede verdaderamente entender el árbol sin
atisbar lo invisible en lo visible.
Ayudar a los niños a comprender la naturaleza de la realidad requiere imaginación.
Nuestros hijos deben ver lo invisible. Nosotros los cristianos somos un Pueblo, cuyo
compromiso con el mundo invisible de la realidad espiritual controla nuestra respuesta e
interpretación de lo que sí vemos.
La palabra “imaginación” no se usa en Deuteronomio 6, pero usar la imaginación es
esencial. Tu hijo vendrá a ti y preguntará, “¿Qué significan los testimonios, estatutos y
decretos que seguimos?” (Dt 6:20). Para responder a esta pregunta, el padre debe capturar
112
la imaginación del hijo con eventos del pasado, con la esclavitud en Egipto y la osada y
maravillosa liberación por medio del brazo extendido del Señor. ¿Pueden ser contadas estas
historias de maneras que impresionen a los hijos sin apelar a su imaginación?
El capturar la imaginación de tus hijos les ayudará a ver lo invisible. Eugene Peterson lo
dice así: “La imaginación es la capacidad de hacer conexiones entre lo visible y lo invisible,
entre el cielo y la tierra, entre el presente y el pasado, entre el presente y el futuro”.1
Piensa en esta tarea de ayudar a los hijos a ver la naturaleza de la realidad como instrucción
formativa. Les estas dando formas de pensar y entender su mundo, que están fundadas en la
Biblia. Nuestros hijos no basan su vida en los eventos y circunstancias de esta vida, sino en
cómo los interpretan y responden a ellos. La clave de la interpretación es el ser y existencia
del Dios vivo y verdadero.
Todos los días, pasa tiempo en la Palabra junto con ellos. Ayúdalos a ver las glorias y
maravillas de Dios. El salmo 145 provee una descripción maravillosa de este aspecto del
ser padres, “Generación a generación celebrará tus obras y anunciará tus poderosos hechos.
Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad, y cantarán tu justicia”. (Sal 145:4, 7). Tus
hijos están hechos a la imagen de Dios. están diseñados para la adoración, ayúdalos a ser
maravillados por Dios.
Naturalmente, tienes que adecuar los tiempos de adoración familiar a las limitaciones
conceptuales y físicas de tus hijos. Sé fiel en la adoración familiar y asegúrate que conecte
a tus hijos al mundo invisible de la realidad espiritual. Es lo invisible y eterno lo que nos
permite interpretar con exactitud lo visible.
Sé un Esposo y un Padre
No tengo que recordarte Timoteo, que debes entregar tu vida por María. En Efesios 5:25,
Dios te llama a amar a María con el mismo amor sacrificial que llevó a Jesús a ofrecer
libremente su vida por la iglesia.
El ser tu esposa ha puesto muchas presiones en la vida de María. Ella vive en una vitrina.
Se espera mucho de ella. La gente la mira a ella, para poder entender intuitivamente sus
propias esperanzas, sueños y temores. Ella debe estar dispuesta a dar un consejo sabio o
simplemente a escuchar con atención. Otras mujeres la miran como si fuera una colección
de consejos para vivir exitosamente. Otros esperan que ella dé validez a sus vidas. Otras le
tendrán envidia o la ignorarán. A la menor indicación, ella debe tener listo el hogar para la
hospitalidad. Cada momento en la crianza de tu hijo está sujeto al escrutinio de los ojos
analíticos de un crítico o de un imitador. Ella se apuntó para todas estas presiones cuando
se volvió la esposa de un pastor.
María necesita un esposo. Necesita un hombre que este casado con ella, no con la iglesia.
Ella está diseñada para florecer bajo el cuidado de su esposo. El apóstol inspirado, Pedro,
dice que debes darle honor, vivir con ella sabiamente. Pedro dice que a medida le das honor
como el vaso más frágil, tu vida de oración prosperará.
1
Eugene Peterson, Subversive Spirituality (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Co.,
1994), 132.
113
Lee la Biblia y ora con María todos los días. Toma un tiempo todos los días para
pastorearla. Dale oportunidad para hablarte de sus preocupaciones, dudas y preguntas, así
como de sus sueños, metas y alegrías. Métete dentro de estas cosas. Facilita la conversación
haciéndole saber que las cosas que la conmueven, también te conmueven a ti. Ayúdala a
encontrar refugio y esperanza en la gracia de Cristo. Recuérdale que Gracia significa más
que perdón; también significa fortalecimiento.
Deléitate en ella, nota su nuevo peinado o su nuevo vestido, tomate el tiempo para mirarla a
los ojos todos los días, como lo hacías cuando recién se habían enamorado. Expresa tu
gratitud por la manera amable en que María atiende y hace sentir como de la familia a los
huéspedes. Hazle saber que te agradan sus esfuerzos en embellecer el hogar. Una esposa es
como una flor llena de vida. Florecerá con un hermoso color llenando la habitación con un
aroma agradable de gozo a medida tú creas un ambiente que anima el crecimiento. Llena su
vida con luz de sol, a medida te deleitas en ella y la riegas con un tratamiento amable y tus
oraciones. Cuando la cuidas a ella, estás cuidando a la iglesia.
Cuando Pedro habla de la esposa como el vaso más frágil, está declarando que Dios ha
ordenado que sea el esposo el que realice el levantamiento de cargas pesadas en la familia.
Él está hablando, no simplemente de llevar las bolsas de las compras u otros paquetes, sino
de que el hombre debe ser el llevador de las cargas. Los pesos pesados de las cuestiones
familiares, la educación de los hijos, las preocupaciones y cosas de la iglesia, las
limitaciones económicas de estar viviendo con el salario de un pastor, todas estas cosas
deben ser cargadas por el hombre de la casa. Claro que ella las compartirá contigo, pero
eres tú el que debe cargar con lo pesado. Su conciencia de las cargas de la vida no la
derrotará si sabe que tú, como un hombre digno, estas compartiendo la carga.
Sé que ya sabes estas cosas y estás bien establecido en estas verdades, pero como Pedro, te
estoy motivando a recordar (2 Pe 1:12–13).
Al amar y proteger a tu esposa, creas un ambiente estable y saludable para tus hijos.
Recuerdo que mi hija, Heather, se acercó a mí una vez cuando era muy pequeña. Me dijo:
“Papi, soy feliz porque me amas”. Yo respondí jugando: ¿Cómo sabes que te amo? Y ella
contestó con mucha más sabiduría que la de sus siete años: “porque amas a mami”. ¡Oh,
que pudiera grabar esa comprensión en la mente de cada esposo y padre! El amar a tu
esposa hace que tus hijos se sientan amados.
A decir verdad, lo opuesto también es verdad. El amar a tus hijos hace que tu esposa se
sienta amada. Recuerdo una noche cuando los niños eran muy pequeños, estaba gateando
en el suelo jugando con ellos. De la nada, Margy se acercó desde atrás y me rodeo con sus
brazos diciendo “te amo tanto”. Yo respondí, “bueno, yo te amo también, pero ¿por qué
esta muestra de amor? Ella respondió “Simplemente te amo”. Ahora entiendo lo que
ocasionó esa muestra espontánea de afecto. Estaba dando de mí mismo a los niños, era un
dar a aquello que es lo más grande en el mundo para ella, así que la hizo sentirse cerca de
mí.
Siempre me ha fascinado el hecho que Efesios 6:4 coloca la disciplina y el sustento como
responsabilidad del padre. Todos saben que las madres pasan más tiempo con los hijos.
¿por qué se identifica esto como un llamado al padre? Las madres, claro está, están
programadas para disciplinar y sustentar a los niños. Puede que el sustentar no sea tan
114
natural para el padre como para la madre, pero Dios dice que es tu tarea. El hecho que esta
tarea sea asignada a los padres significa que los padres deben proveer el liderazgo en la
crianza de los hijos.
Eres el hombre de Dios para liderar en la disciplina, corrección y motivación de los hijos.
Tienes una tarea importante en el compartir tu visión de esta tarea con Mary. Tú puedes ser
su referencia en sus preguntas y su motivación cuando sea tentada a ser muy permisiva o
muy estricta. Puedes forjar acuerdos con ella sobre el cuándo y el cómo disciplinar. El
llamado específico del padre es asegurarse que los hijos sean criados en la disciplina e
instrucción del Señor.
En Génesis 18:19, Dios dice palabras que se aplican tanto a nosotros (como líderes del
hogar) como se aplicaban a Abraham: “pues yo sé que mandará a sus hijos, y a su casa
después de sí, que guarden el camino de Jehová haciendo justicia y juicio, para que haga
venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él”. Dios cumplirá todas sus
promesas a Abraham, pero lo hará bajo el contexto de la acción de Abraham en fidelidad a
Dios.
Hay muchas etapas en la vida. Estás en la etapa de un nuevo ministerio y de las
preocupaciones y cuidados de una joven familia. Habrá otras etapas en la vida a medida tú
y tu familia crecen y hasta envejecen. Es importante que seas un líder predecible, estable y
con integridad. Tu esposa y familia sacarán fuerzas del verte a ti vivir como un hombre
maravillado por Dios y quien está, por tanto, lleno de gozo y confianza en todas las etapas
de la vida.
Sé un Protector
El cuerpo humano es una maravilla de la sabiduría y creatividad de Dios. también nos da
analogías muy útiles cuando pensamos en las cosas. La pared de una célula humana, por
ejemplo, está de la misma forma abierta para lo deseable como cerrada para lo no deseable.
Debes crear paredes de ese tipo para tu familia. Algo de la protección que tu familia
necesita es general, otra, es específica para la familia de un pastor.
Como cualquier familia debes dejar afuera las influencias dañinas de la cultura. A uno de
mis viejos profesores de seminario, el Dr. Robert K. Rudolph, le gustaba decir: “Las mentes
abiertas, al igual que las ventanas abiertas, necesitan cedazos que mantengan afuera a los
insectos”. Necesitas darle a tu familia la protección de inteligentes y buenos “cedazos” para
tu hogar. Ahora, mientras los niños aún son jóvenes, es un buen tiempo para que tú y Mary
desarrollen estándares específicos que usarás para filtrar lo que entrará a tu hogar.
Obviamente, lo que unos medios anticristianos y paganos ofrecen comúnmente, no puede
ser traído a tu hogar.
Incluso, habrá momentos en que tendrás que regular el acceso que otras personas tienen a
tus hijos. tendrás que ser muy discreto y sabio en la forma que hagas esto, pero tus hijos (y
aun tu esposa algunas veces) tendrán que ser protegidos de algunas de las personas a
quienes Dios te ha llamado a servir. Si el propósito de alguien es malvado, tu familia deberá
ser protegida. Felizmente, habrá pocas ocasiones en que este tipo de protección sea
necesario.
115
También, si no quieres quedarte sin ningún tiempo familiar, tendrás que proteger dicho
tiempo. Asegúrate de organizar tu vida y ministerio de tal forma que te permita pasar
tiempo con tu familia. Ellos necesitan el tiempo contigo. Tiempo de jugar y tiempo para las
alegrías sosegadas del pensar, la contemplación o aun la lectura de un buen libro juntos. Es
importante que haya momentos en tu vida familiar (salvo una emergencia) en las que papi
sencillamente se encuentre en casa. Que este en la casa sin ningún otro plan que disfrutar a
su familia.
Algo de esta protección se realiza con la simple organización de tu tiempo y con el reservar
momentos en los que no estarás disponible para la congregación a la que sirves. Es una
buena idea que la congregación a la que sirves sepa que hay momentos en los que es mejor
no llamarte y otros momentos en los que sus llamadas son bienvenidas. Habrá excepciones
de emergencia, tales como enfermedades o muerte o una dramática crisis familiar las cuales
sobrepasarán tu programa, pero es un buen ejemplo para los hombres que sirves y un
estímulo para sus esposas el saber que el pastor tiene tiempos familiares y los protege.
Sería muy prudente, para un pastor con hijos pequeños, el mantener su estudio y oficina de
consejería en el edificio de la iglesia. Si trabajas en la casa, estarás distraído y no serás
productivo. Tus hijos no entenderán por qué papi no puede “salir a jugar”. Si trabajas en el
edificio de la iglesia, entonces cuando estés en casa, es para estar en casa.
El hogar de un pastor está concebido para ser un hogar abierto. Tú quieres que tu familia se
goce en ser hospitalarios y en usar cada don para ministrar la gracia de Dios a otros (Ver 1
Pe 4:9–10). Por esa misma razón, es muy importante que protejas a tu familia de perderse
en el servicio a los demás. Hay una obvia tensión en esto. Tu hogar debería estar abierto
para que otros puedan ser animados con la belleza y el gozo de una vida piadosa en el
hogar. Al mismo tiempo, tu familia necesita tener el orden de una agenda ordenada y
predecible.
Si puedes mantener un balance apropiado en esto, encontrarás que el hogar de un pastor
puede ser un lugar maravilloso para ministrar el evangelio. En una cultura en la que la vida
familiar se ha deshecho. La gente está hambrienta de ver una familia en la que haya gozo y
amor a Dios y a los demás. Tú puedes cultivar en tu familia un amor cordial en el usar el
hogar y la vida familiar como un lugar de servicio a otros. Algunos de los recuerdos más
preciados de nuestros hijos son de aquellos momentos en que los huéspedes rodeaban la
mesa y disfrutaban, no solo una buena comida, sino también una suculenta conversación
espiritual.
Protege a tu familia por medio de guardar tu corazón de querer agradar a los hombres. La
tentación será colocar encima de ellos las expectativas de otros en la congregación. Richard
Baxter tiene una maravillosa sección en el Directorio Cristiano sobre el tema del temor del
hombre.2 El demuestra cuán imposible es mantener a la gente satisfecha contigo. Tienes
que agradar a una multitud y lo que le gusta a uno, desagradará a otro. A través de varias
útiles páginas, muestra la imposibilidad de agradar al hombre y la libertad de tener que
agradar a uno solo: Dios.
2
Richard Baxter, Christian Directory (Ligonier, PA: Soli Deo Gloria, 1994) 183–95.
116
PD: Estos son un par de libros que te animarán en tu llamado de padre y esposo:
Wayne Mack, Tu Familia, Como Dios la Quiere (Mexico City: Faro de Gracia, 2007).
Lou Priolo, El Marido Integral (Mexico City: Publicaciones Faro de Gracia, 2007).
Tedd Tripp, Cómo Pastorear el Corazón de tu Hijo (Walwallopen, PA: Shepherd Press,
1995).
La Mayordomía
Charles H. Spurgeon
Amados hermanos –podría incluso decir con Pablo: “Hermanos míos amados y
deseados”– me produce un intenso deleite mirar de nuevo vuestros rostros; y al mismo
tiempo siento la carga de una solemne responsabilidad al tener que orientar vuestros
pensamientos en esta hora, para dar la pauta de nuestra solemne Conferencia. Pido vuestras
continuas oraciones para que pueda hablar como debo, diciendo lo más apropiado de la
manera más acertada.
Hay considerable ventaja en la libertad de que se disfruta en el mensaje inaugural.
Puede adoptar la forma metódica de un sermón, o puede revestirse de modo más cómodo y
presentarse en la forma familiar del discurso. Ciertas libertades que no se conceden a un
sermón, se me permiten en esta plática discursiva. Poned a mi charla el nombre que queráis
cuando haya terminado; pero será un sermón, pues tengo en mente un texto definido y
claro, y me atendré a él con bastante regularidad. No estará de más que lo anuncie, pues así
dispondréis de una clave para ver lo que pretendo deciros. Hallaréis el pasaje en la Primera
Epístola a los Corintios en los versículos primero y segundo del capítulo cuatro:
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores30 de
los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea
hallado fiel”.
El apóstol anhelaba ser tenido por lo que era, y hacía bien; pues los ministros no
suelen ser correctamente apreciados; por regla general, los demás, o se glorían en ellos o
los desprecian. Al principio de nuestro ministerio, cuando lo que decimos es nuevo y
nuestras energías rebosan; cuando ardemos y lanzamos destellos, y pasamos mucho tiempo
en preparar fuegos artificiales, las personas son propensas a tenernos por seres
maravillosos; y entonces se necesita la palabra del apóstol: “Así que, ninguno se gloríe en
los hombres” (1 Cor 3:21). No es cierto, como insinúan los aduladores, que en nuestro caso
los dioses hayan descendido en la semejanza de hombres; y seremos idiotas si lo pensamos.
A su debido tiempo, las ilusiones estúpidas serán curadas por los desengaños y entonces
oiremos la desagradable verdad, mezclada con censuras injustas. El ídolo de ayer es hoy el
blanco de las pullas. Sean nueve días, nueve semanas, nueve meses, o nueve años; tarde o
temprano, el tiempo produce el desencanto, y cambia nuestra posición en el aprecio del
mundo. Pasó el día de las primaveras, y han venido los meses de las ortigas. Cuando ha
pasado el tiempo de que las aves canten, nos aproximamos a la estación de los frutos; pero
los niños no están tan contentos con nosotros como cuando paseaban por nuestros
exuberantes prados, y hacían coronas y guirnaldas con nuestras flores. En nuestros años
maduros, la congregación echa de menos las flores y el verdor. Quizá nos estamos dando
cuenta de ello. El hombre maduro es sólido y lento; mientras que el joven cabalga en alas
del viento. Es evidente que algunos tienen una idea exagerada de lo que somos; otros la
tienen demasiado mezquina; sería mucho mejor si todos ellos pensaran sobriamente que
somos “servidores de Cristo”. La Iglesia saldría ganando, nosotros seríamos beneficiados, y
Charles H. Spurgeon, Un Ministerio Ideal (Estandarte de la verdad, ), 23–48.
30
En la versión inglesa se lee ministros y mayordomos.
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Dios sería glorificado, si nos pusieran en el lugar que nos corresponde, y nos mantuvieran
allí, sin apreciarnos en demasía, ni censurarnos injustamente, sino considerándonos en
relación con el Señor, y no en nuestras propias personalidades. “Téngannos los hombres
por ministros de Cristo”.
Somos ministros. Esta palabra tiene un sonido muy respetable. Ser ministro es
aspiración de muchos jóvenes. Quizá si la palabra del original se hubiera traducido de otro
modo, se enfriaría su ambición. Los ministros son siervos: no son imitados, sino criados; no
son amos, sino SERVIDORES. La misma palabra ha sido traducida “remeros”, y
exactamente los que mueven los remos del banco inferior. Remar en una galera era trabajo
duro; aquellos rápidos movimientos consumían las fuerzas vitales de los esclavos. Había
tres hileras de remeros: los del banco superior tenían la ventaja del aire fresco; los que
estaban debajo de ellos se hallaban más encerrados; pero supongo que los remeros del
banco inferior desmayarían de calor, además de quedar agotados por el penoso trabajo.
Hermanos, contentémonos con gastar nuestras vidas aun en la peor de las posiciones, con
tal de que con nuestra labor podamos ser instrumentos para que nuestro gran César acelere
su venida, y que podamos ayudar al avance del trirreme de la Iglesia en que Él ha
embarcado. Estamos dispuestos a ser encadenados al remo, y a trabajar durante toda la vida
para que su nave hienda las olas. No somos capitanes, ni propietarios de la galera, sino tan
sólo remeros de Cristo.
Recordemos que somos siervos en la casa del Señor. “El que es el mayor de vosotros
sea vuestro siervo”. Estamos dispuestos a ser la alfombra a la puerta de la entrada de
nuestro Maestro. No busquemos honra para nosotros, sino pongamos honra en los vasos
más débiles mediante nuestros cuidados. En toda casa bien arreglada, como ya os recordé,
es un hecho que el “bebé es el rey”, a causa de su debilidad. Que en la Iglesia de nuestro
Señor, los pobres, los débiles, los afligidos tengan el lugar de honor, y los que estamos
fuertes llevemos sus flaquezas. El que se humilla es ensalzado; el que se hace menos que el
más inferior, es el más grande. “¿Quién enferma, y yo no enfermo?”, decía el gran apóstol.
Si hay algún escándalo que soportar, mejor sufrirlo que permitir que aflija a la Iglesia de
Dios. Ya que somos, por nuestras funciones, siervos en un sentido especial, llevemos
alegremente la parte principal de la abnegación y las labores penosas de los santos.
Sin embargo, el texto no nos llama simplemente ministros o siervos, sino que añade
“de Cristo”. No somos siervos de los hombres, sino del Señor Jesús. Amigo, si crees que,
porque contribuyes a mi sostenimiento, estoy obligado a seguir tus indicaciones, te
equivocas. Es cierto que somos “vuestros siervos por Jesús”; pero, en el sentido más
elevado posible, nuestra única responsabilidad es ante Aquel a quien llamamos Maestro y
Señor. Obedecemos órdenes superiores; pero no podemos ceder a los dictados de nuestros
compañeros de servicio, por más influyentes que sean. Nuestro servicio es glorioso, porque
es el servicio de Cristo: nos sentimos honrados al permitírsenos servir a Aquél cuyos
zapatos no somos dignos de desatar.
Se nos dice también que somos “ADMINISTRADORES”. ¿Qué es el administrador?
Esa es nuestra función. ¿Qué se requiere del administrador? Este es nuestro deber. No
estamos hablando ahora de nadie de los que están fuera, sino de vosotros, hermanos, y de
mí mismo; por lo tanto, hagamos una aplicación personal de todo lo que se dice.
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Aun así, los miembros de nuestra iglesia son seres humanos, y el mejor de ellos es tan
sólo humano, aún en el mejor sentido; dirigir, instruir, consolar y ayudar a tantos espíritus
diferentes, no es tarea fácil. El que gobierna entre los hombres, en el nombre de Dios, debe
ser hombre; y, lo que es más, debe ser hombre de Dios. Debe estar dotado de la gracia, debe
ser de estirpe real, y debe sobrepasar a sus compañeros por la cabeza y los hombros. Los
hombres acatarán la verdadera superioridad, pero no las pretensiones oficiales. La posición
superior ha de estar sostenida por aptitudes superiores. El administrador ha de saber más
que el labrador y el peón. Debe tener inteligencia superior a la del guardabosques y el ca-
rretero, y un carácter más eficiente que María y Juan, que han de recibir órdenes de él.
Como administradores, es preciso que tengamos gracia abundante, pues de lo contrario no
cumpliremos nuestros deberes, ni alcanzaremos una buena graduación.
Los demás siervos se regirán por lo que hagamos. El administrador apático, inerte y
lento, tendrá a su alrededor un equipo de siervos lentos, y los negocios de su amo irán
bastante mal. Los que viajan deben haber notado que los criados de un hotel se parecen
mucho al propietario del mismo; cuando el amo es animoso, atento y cortés, todas las
doncellas y camareros participan de su carácter; pero si os mira agriamente y os trata con
indiferencia, descubriréis que el establecimiento entero tiene un aire desdeñoso. Un
ministro pronto se ve rodeado de personas como él: “A tal cura, tales feligreses”. ¡Ojalá que
siempre seamos despiertos y fervorosos en el servicio del Señor Jesús, para que nuestra
congregación sea también despierta! He leído de un teólogo puritano que estaba tan
rebosante de vida que su congregación decía que vivía como si se alimentara de cosas
vivas. ¡Ojalá que nuestra vida sea sustentada por el pan vivo!
A menos que nosotros mismos seamos llenos de la gracia de Dios, no seremos buenos
administradores para dirigir a nuestros compañeros de servicio. Debemos ser para ellos un
ejemplo de celo y ternura, constancia, esperanza, energía y obediencia. Es preciso que
practiquemos personalmente la constante abnegación, y seleccionemos como parte nuestra
del trabajo lo más difícil y lo más humillante. Hemos de elevarnos por encima de nuestros
compañeros mediante un desinterés superior. Encarguémonos de ir a la cabeza de las
empresas peligrosas, y de llevar las cargas más pesadas. El archidiácono Haer daba una
conferencia en el Trinity College cuando se oyó el grito de “¡Fuego!” Sus alumnos salieron
corriendo, y formaron cadena para pasarse los cubos de agua desde el río hasta el edificio
en llamas. El catedrático vio a un estudiante tísico metido en el agua hasta la cintura, y le
gritó: “¡Cómo! ¿Tú en el agua, Sterling?” La respuesta fue: “Alguien debe estar en ella, ¿y
por qué no yo, tanto como otro?” Digámonos a nosotros mismos: “Es preciso que algunos
hagan las labores penosas de la Iglesia, y trabajen en los lugares más duros, ¿y por qué no
hemos de ser nosotros los que ocupemos tal puesto?” El Señor ascenderá a los que no esco-
gen por sí mismos, sino que están dispuestos a cualquier cosa y a todas las cosas. El que ha
vencido su miedo en la hora del peligro tendrá como recompensa el privilegio de poder
demostrar aún mayor valor. El que es fiel sobre poco, será escogido para un puesto de
trabajo más difícil y prueba más severa; éste es el ascenso a que aspiran los siervos leales
de nuestro Rey.
3. A continuación, recordemos que los administradores son siervos bajo las órdenes
más inmediatas del gran Maestro. Hemos de ser como el administrador que va todos los
días a las habitaciones privadas de su señor para recibir órdenes. Juan Labrador nunca
estuvo en el salón del patrono, pero el administrador suele ir allí. Si dejara de consultar al
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tenemos en depósito para administrarlos para el Señor. La libra que gana cinco libras es
Suya.
Deberíamos aumentar nuestro capital. ¿Hacen esto todos los jóvenes hermanos?
¿Estáis creciendo en dones y capacidad? Hermanos, cuidad de vosotros mismos. Observo
que algunos hermanos crecen, y otros están estancados y se convierten en enanos sin
desarrollo. Los hombres, a semejanza de los caballos, causan muchos desengaños; los
buenos potros se vuelven cojos de repente, o adquieren un vicio que nadie les había
sospechado. Lástima que haya tantos jóvenes que destruyen nuestras esperanzas; son
extravagantes en sus gastos; se casan desatinadamente, caen presa del malhumor, buscan
opiniones novedosas, ceden a la pereza y a la relajación, o dejan de progresar de alguna otra
manera. Empero la labor más necesaria y provechosa es precisamente la que dedicamos a
mejorar mental y espiritualmente. Hagáis lo que hagáis cuidad de vosotros, y de vuestra
doctrina. Los que descuidan el pensar para poder estar continuamente charlando, son muy
necios; se parecen al administrador que no hace nada en la granja, pero habla extensamente
de lo que tendría que hacerse. Los perros mudos no pueden ladrar, pero los perros
prudentes no están siempre ladrando. Estar siempre dando y nunca recibiendo, tiende a la
vacuidad.
Hermanos, somos “administradores de los misterios de Dios”; se nos ha “confiado el
Evangelio”. Pablo habla del glorioso Evangelio del Dios bendito que fue confiado a su
cuidado. Espero que ninguno de vosotros haya tenido jamás la desgracia de ser hecho
fideicomisario. Es una función ingrata. Al desempeñarla, hay poco margen para la
originalidad; nos vemos obligados a administrar nuestro depósito con exactitud rigurosa.
Uno desea recibir más dinero, el otro desea alterar una cláusula en la escritura; pero el fiel
administrador se atiene al documento, y lo obedece. Cuando le atosigan, le oigo decir: “Lo
siento, yo no redacté el documento; no soy más que administrador de un depósito, y estoy
obligado a cumplir las cláusulas”. El Evangelio de la gracia de Dios necesita grandes refor-
mas, es lo que me dicen; pero sé muy bien que no tengo por qué reformarlo; lo que tengo
que hacer es obrar conforme a lo que dice. Sin duda muchos quisieran reformar a Dios
mismo borrándolo de la faz de la tierra, si pudieran. Reformarían la expiación hasta que no
existiera. Se nos pide efectuar grandes cambios, en nombre del “espíritu del siglo”. Desde
luego, se nos advierte que el mismo concepto del castigo del pecado es una reliquia bárbara
de la edad media, y es preciso abandonarlo, y con él la doctrina de la sustitución, y muchos
otros dogmas pasados de moda. Nosotros no tenemos nada que ver con esas exigencias,
tenemos que predicar el Evangelio tal como lo encontramos. Como depositario, si se
disputa mi proceder, me atengo a la letra de la escritura; y si algunos están en desacuerdo,
tienen que llevar sus reclamaciones al tribunal correspondiente, pues yo no tengo poderes
para alterar el texto. Somos simples administradores; y si no se nos permite actuar,
llevaremos el asunto entero a la Cancillería celestial. La disputa no es entre nosotros y el
pensamiento moderno, sino entre Dios y la sabiduría de los hombres. Dicen ellos: “Es que
es absurdo seguir machacando esta antiquísima historia”. No nos importa lo antigua que
sea; puesto que vino de Dios, la repetimos en su Nombre. Llamadla como queráis, está en
el Libro del que nosotros sacamos nuestra autoridad. “Pero ¿es que no tenéis juicio
propio?” Quizá lo tenemos, y tanto como los que se nos oponen; pero nuestro juicio no se
inventa nada, nos guía simplemente a administrar lo que nos ha sido confiado. Los
administradores tienen que atenerse a las órdenes recibidas, y deben cumplir las con-
diciones que les han sido impuestas.
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Hermanos, en esta hora presente “somos puestos para la defensa del Evangelio”. Si
hay hombres que han sido llamados a este cargo, somos nosotros. Estamos en tiempos de
inseguridad: los hombres han levado anclas y están siendo llevados por vientos y corrientes
de tipo diverso. En cuanto a mí, en esta hora de peligro, no solamente he echado el ancla
grande de proa, sino que además he echado cuatro anclas en popa. Quizás esto no sea lo
acostumbrado; pero en nuestros tiempos es necesario estar bien anclado. Los razonamientos
escépticos quizá me hayan movido en otros tiempos, pero no ahora. ¿Nos piden nuestros
enemigos que guardemos las espadas y dejemos de luchar por la fe antigua? Nosotros
contestamos como los griegos dijeron a Jerjes: “Venid y tomadlas”. Hace poco tiempo, los
pensadores avanzados iban a barrer a los ortodoxos para echarlos al limbo; pero hasta
ahora, hemos sobrevivido a sus asaltos. Son unos jactanciosos que no conocen la vitalidad
de las verdades evangélicas. No, el glorioso Evangelio no perecerá jamás. Si hemos de
morir, moriremos luchando. Si hemos de desaparecer personalmente, nuevos evangelistas
predicarán sobre nuestras tumbas. Las verdades evangélicas son como los dientes del
dragón que Cadmo sembraba: producen hombres completamente armados para la batalla.
El Evangelio vive por la muerte. Sea como fuere, en esta lid, si no somos victoriosos,
seremos por lo menos fieles.
6. El trabajo del administrador consiste en distribuir los bienes de su amo según el
objeto a que están destinados. Ha de sacar cosas nuevas y viejas, ha de ofrecer leche a los
niños y carne sólida a los hombres, dando a cada uno su porción oportunamente. Me temo
que en algunas mesas los hombres fuertes han estado esperando mucho tiempo la carne y
hay pocas esperanzas de que aparezca; lo que abunda más es la leche con agua. El domingo
pasado alguien fue a oír a cierto predicador, y se quejó de que no predicaba a Cristo. Otro
contestó que quizá no era el momento adecuado; pero el momento adecuado para predicar a
Cristo es cada vez que se predica. Los hijos de Dios están siempre hambrientos, y no hay
pan que los satisfaga, excepto el que viene del cielo.
El administrador prudente ha de mantener la proporción verdadera. Sacará cosas
nuevas y viejas; no siempre doctrina, no siempre práctica, y no siempre experiencia. No
siempre predicará el conflicto, ni siempre la victoria; no presentando un solo aspecto de la
verdad, sino una especie de vista estereoscópica que hará que la verdad «destaque por su
evidencia». Gran parte de la preparación de los alimentos espirituales consiste en la
correcta proporción de los ingredientes. Uno usaba la palabra que no debía al decir que en
sus sermones ponía tres partes de calvinismo y dos de arminianismo; queriendo decir,
según después me enteré, que predicaba un Evangelio completo y al mismo tiempo
gratuito: en sus intenciones, estoy de acuerdo con él. Demos una buena porción de
experiencia, sin olvidar aquella vida superior que consiste en una creciente humildad
espiritual. Demostrar a fondo nuestro ministerio exigirá mucha discriminación; pues la falta
de proporción en lo que se predica ha causado graves daños a muchas iglesias La senda de
la sabiduría es tan estrecha como el filo de la navaja, y para seguirla necesitaremos la
sabiduría divina. No se toca el arpa usando una sola cuerda. Los siervos de nuestro Amo
murmurarán si no les damos más que “carne caliente y carne fría”. De la despensa del
Maestro hemos de sacar una gran variedad de alimentos, adecuada para el desarrollo de la
virilidad espiritual. El exceso en una dirección y el defecto en otra, pueden producir mucho
mal; por lo tanto, usemos el peso y la medida, y busquemos dirección.
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Hermanos, cuidad de usar vuestros talentos para vuestro Amo, y sólo para Él. Desear
ser pescadores de almas para que piensen que lo somos, es deslealtad al Señor. Es in-
fidelidad al Señor aun predicar doctrina sana si es con objeto de que se nos tenga por sanos,
u orar fervientemente con el deseo de ser conocidos como hombres de oración. Hemos de
buscar la gloria del Señor con ojo sencillo, y de todo corazón. Es preciso que usemos el
Evangelio del Señor, la congregación del Señor, y los talentos del Señor, para Él y para
nadie más.
7. El administrador debe ser también el guarda de la familia de su amo. Cuidad de
los intereses de todos los que están en Cristo Jesús, y que todos sean tan caros para vosotros
como vuestros propios hijos. En tiempos antiguos, los criados solían estar tan unidos a la
familia, y tan interesados en los asuntos de sus amos, que hablaban de nuestra casa,
nuestras tierras, nuestro coche, nuestros caballos y nuestros hijos. Así es como el Señor
quiere que nos identifiquemos con sus negocios santos; y especialmente quiere que amemos
a sus escogidos. Nosotros, más que nadie, debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Debido a que pertenecen a Cristo, los amamos por causa de Él. Confío que cada uno de
nosotros pueda decir de todo corazón:
“No hay cordero en Tu rebaño que desdeñe apacentar”.
Hermanos, amemos de corazón a todos aquellos a quienes Jesús ama. Especialmente
a los probados y a los sufridos. Visitad a los huérfanos y a las viudas. Cuidad de los débiles
y desmayados Soportad a los melancólicos y desesperados. Tened presentes a todos los de
la casa, y así seréis buenos mayordomos.
8. Terminaré este cuadro diciendo que el administrador representa a su amo. Cuando
el amo está lejos, todos vienen al administrador para recibir órdenes. El que representa a un
Señor como el nuestro necesita portarse bien. El administrador debe hablar mucho más
cuidadosa y prudentemente cuando habla por su señor que cuando lo hace por su cuenta. A
menos que sea precavido en lo que dice, su señor puede verse obligado a decirle: “Harías
mejor en hablar por tu cuenta: no puedo permitirte que me representes de manera tan falsa”.
Amados hermanos y compañeros de servicio, el Señor Jesús es mal representado por
nosotros si no guardamos su camino, declaramos su verdad, y manifestamos su espíritu. Por
el criado, la gente deduce quién es el amo; ¿no está justificado que así lo hagan? ¿No debe
actuar el administrador a la manera de su maestro? No podéis separarlos, ni al amo de su
administrador, ni al Señor de su representante. A un puritano le dijeron que era demasiado
cuidadoso; pero él replicó: “Sirvo a un Dios cuidadoso”. Hemos de ser bondadosos, pues
representamos al bondadoso Jesús. Hemos de ser celosos, pues representamos a Alguien
que se envolvía en el celo como en una capa. Nuestro mejor guía, cuando no estemos
seguros de lo que hemos de hacer, se hallará en la respuesta a la pregunta “¿Qué haría
Jesús?” Al deliberar sobre si ir a un lugar de esparcimiento, podéis poner fin a las dudas
diciendo: “Voy a ir si sé que mi Amo hubiera ido”. Si os sentís movidos a hablar
acaloradamente, cuidad que sea sólo con el calor que habría mostrado vuestro Señor.
Si quieren que habléis de vuestros propios pensamientos más que de la verdad
revelada, seguid a Jesús, que no hablaba de sus propios pensamientos, sino de los del Padre.
De este modo actuaréis como debe hacerlo un administrador. En esto estriba vuestra
sabiduría, vuestro consuelo y vuestro poder. Cuando alguien acusó a un administrador de
locura, él se limitó a replicar: “Decid lo que queráis de lo que hice, pues yo estaba
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Con todo, algunos que siempre están ocupados pueden, a pesar de ello, ser infieles, si
todo lo que hacen es hecho de manera desordenada y perdiendo el tiempo. Si jugamos a
predicar, hemos escogido un juego terrible. Echar los textos como quien echa naipes y
hacer ensayos literarios con temas que mueven cielo y tierra es vergonzoso. Tenemos que
ser serios como la muerte en trabajo tan solemne. Hay chicos y chicas que siempre están en
risoteos, pero nunca ríen de veras; son la imagen misma de ciertos predicadores que
siempre están bromeando. Me gusta reír de veras; el verdadero humor puede ser santifica-
do, y los que pueden mover a los demás a sonreír también pueden moverlos a llorar. Pero
aun este poder tiene límites que el necio puede sobrepasar. Sin embargo, no hablo ahora del
excéntrico convencido. Los hombres en que estoy pensando son sardónicos y sarcásticos.
Un hermano fervoroso comete una equivocación en gramática, y lo observan con desprecio;
otro devoto creyente yerra en una cita clásica, y esto también les proporciona un gran
placer. El fervor y la devoción no cuentan; o mejor dicho, son la razón secreta del desprecio
en estos críticos superfinos y superficiales. Para ellos el Evangelio no es nada; su ídolo es la
inteligencia. En cuanto a sí mismos, su preocupación principal es descubrir lo que más les
honrará dentro de la escuela filosófica a que pertenecen. No tienen ni convicciones ni
creencias, sino tan sólo gustos y opiniones, y todo ello es un juego del principio al fin. Os
ruego que, sobre todo, no os acerquéis a la silla de los escarnecedores ni al asiento de los
que pierden el tiempo. Sed seriamente fervorosos. Vivid como hombres que tienen algo por
lo cual vivir; y predicad como hombres para quienes la predicación es la más sublime
actividad de su ser. Nuestro trabajo es el más importante que existe debajo del cielo o, de lo
contrario, es pura falsedad. Si no sois fervorosos en obedecer las instrucciones de vuestro
Señor, Él dará su viña a otro; pues no tolerará a los que convierten Su servicio en algo sin
importancia.
4. Cuando hacemos mal uso de lo que pertenece a nuestro Amo, somos desleales a lo
que se nos ha confiado. Se nos ha confiado cierto grado de talento, fortaleza e influencia, y
hemos de usar este depósito con un sólo propósito. Nuestro objetivo es fomentar la honra y
la gloria del Maestro y Señor. Hemos de buscar la gloria de Dios, y nada más. Sea como
sea, que todos usen la máxima influencia en el bando justo en política; pero ningún ministro
tiene libertad para usar su posición en la iglesia para favorecer los fines de un partido. No
censuro a los que trabajan en pro de la templanza; pero aun este admirable movimiento no
ha de ocupar el lugar del Evangelio: espero que nunca lo hagan. Sostengo que ningún
ministro tiene derecho a usar su capacidad o su cargo para ofrecer meras diversiones a la
multitud. El Maestro nos ha enviado a pescar almas; todo lo que tienda a ese fin está dentro
del campo de lo que se nos ha encomendado; pero lo que lleva directa y claramente a dicho
fin es nuestro trabajo principal. El peligro estriba actualmente en usar el teatro, el
semiteatro, los conciertos, etcétera. Hasta que yo vea que el Señor Jesús ha usado un teatro
o preparado un auto sacramental, no pensaré en emular a la escena o competir con las salas
de conciertos. Si me ocupo en mis negocios, predicando el Evangelio, tendré bastante que
hacer. Para la mayoría de los hombres basta un objetivo: uno como el nuestro es suficiente
para cualquier ministro, por muchos que sean sus talentos y por muy polifacético que sea su
espíritu.
No uséis los bienes de vuestro Amo indebidamente, no sea que seáis culpados de
abuso de confianza. Si vuestra consagración es verdadera, todos vuestros dones son del
Señor, y sería una especie de desfalco usarlos, para otra cosa que para Él. No tenéis que
hacer fortuna para vosotros mismos; no creo probable que la hagáis en el ministerio
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bautista. No habéis de tener un segundo fin u objeto. “Sólo Jesús” ha de ser el motivo y
lema de vuestra carrera vitalicia. El deber del administrador es estar consagrado a los
intereses de su patrono; y si olvida esto a causa de algún otro objeto, por muy laudable que
el tal pueda ser, no es fiel. No podemos permitir que nuestras vidas vayan por dos canales;
no tenemos suficiente fuerza vital para dos objetivos. Es preciso que seamos de corazón
sencillo. Hemos de aprender a decir: “Una cosa hago”. En todos los departamentos y
detalles de la vida, ha de verse la señal de la consagración, y no debemos permitir que sea
ilegible. Vendrá día en que todos los detalles serán examinados en la audiencia final; y a
nosotros corresponde como administradores tener en cuenta el escrutinio del Señor en todos
los aspectos de nuestra vida.
5. Si deseamos ser fieles como administradores, es preciso que no descuidemos a
ninguno de la familia, ni ninguna parte de la finca. Me pregunto si practicamos la
observación personal de nuestros oyentes. Nuestro amado amigo, el señor Archibald
Brown, tiene razón cuando dice que Londres necesita no sólo las visitas casa por casa sino
habitación por habitación. En el caso de nuestra congregación, tenemos que ir más lejos y
practicar las visitas alma por alma. Ciertas personas sólo pueden ser alcanzadas por el
contacto personal. Si tuviese ante mí cierto número de botellas, y tuviese que llenarlas con
una manguera, mucha agua se perdería; si quiero estar seguro de llenarlas, debo tomarlas
una por una y echar dentro el líquido cuidadosamente. Tenemos que velar por nuestras
ovejas una por una. Esto ha de hacerse no sólo mediante la conversación personal, sino por
medio de la oración personal.
El doctor Guthrie relata que visitó a un enfermo que fue de gran consuelo para su
alma, pues le dijo que tenía la costumbre de acompañar a su ministro en sus visitas.
“Mientras estoy acostado, le seguiré a usted en sus visitas Recuerdo sin interrupción casa
tras casa en mis oraciones, y oro por el marido, su esposa y sus hijos, y todos los que viven
con él”. Así, sin dar un paso, el santo enfermo visitaba a McFarlane, a Douglas y a Duncan,
y a todos los demás a quienes su pastor iba a ver. Así deberíamos recorrer nuestro campo y
visitar las congregaciones, sin olvidar a nadie, sin desesperar de ninguno, llevándolos a
todos en el corazón ante el Señor. Pensemos especialmente en los pobres, los extravagantes,
los desesperados. Que nuestros cuidados, como las vallas de un redil, rodeen todo el
rebaño.
Vayamos a la caza de localidades descuidadas, y procuremos que ninguna comarca
quede sin los medios de la gracia. Esto no sólo se aplica a Londres, sino también a los
pueblos, aldeas, y pequeños grupos de casas en el campo. El paganismo se esconde en los
lugares solitarios tanto como en las barriadas superpobladas de las grandes ciudades. ¡Que
todos los terrenos reciban la lluvia de la influencia del Evangelio!
6. Hay otra cosa que conviene no pasar por alto; para ser fieles, es preciso que nunca
tengamos connivencia con el mal. Esta recomendación será bien acogida por ciertos
hermanos cuyo único concepto de lo que es podar un árbol es cortarlo. Hay jardineros que
cuando se les dice que los arbustos están un poco demasiado crecidos contestan: “Me
ocuparé de ellos”. A los pocos días, paseando por el jardín, veis la especie de venganza que
han llevado a cabo. Algunos no pueden aprender lo que es el equilibrio de las virtudes; no
saben matar un ratón sin prenderle fuego al granero. ¿Has dicho: “Fui fiel, jamás tuve
connivencia con el mal?” Bien está; pero ¿no ocurrirá que, por un arrebato, hayas
producido peor mal que el que has destruido? “Haga callar al niño”, dice la madre a la
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esto?” Allí están los Dogos en todo su esplendor, y allí se ve el espacio vacío. Marino
Faliero deshonró su cargo, y el gran Consejo de la ciudad ordenó que su efigie fuera
pintada de negro. ¿Será ésta la porción de alguno de los administradores presentes?
¿Seremos inmortales en la desgracia? ¿Se nos medirá eterna vergüenza y desprecio como
traidores a nuestro Redentor? Recordad las palabras del Señor Jesús cuando dice del siervo
infiel, que su Señor “le cortará por medio, y pondrá su parte con los hipócritas: allí será el
lloro y el crujir de dientes”. ¿Puede alguno de vosotros sondear ese abismo de horror?
La recompensa de todos los administradores fieles es sobremanera grande:
aspiremos a ella. El Señor hará que el hombre que fue fiel en pocas cosas sea puesto sobre
muchas cosas. Es extraordinario el pasaje en que nuestro Salvador dice: “Bienaventurados
aquellos siervos a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando: de cierto os digo, que
se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y pasando les servirá”. Es maravilloso que
nuestro Señor ya nos haya servido; pero ¿cómo podemos comprender que va a servirnos
nuevamente? ¡Pensad en Jesús levantándose de su trono para servirnos! “¡Mirad!” exclama
Él, “aquí viene uno que me sirvió fielmente en la tierra; abridle camino, vosotros los
ángeles, dominios y potestades. Este es el hombre a quien el Rey se deleita en honrar”. Y,
con sorpresa por nuestra parte, el Rey se ciñe y nos sirve. Nos disponemos a clamar: “No
sea así, Señor”. Pero Él debe y quiere cumplir su palabra. Este honor inefable lo concederá
a sus verdaderos siervos. ¡Feliz el hombre que, después de haber sido el más pobre y
despreciado de los ministros, es ahora senado por el Rey de reyes! ¡Ojalá seamos del
número de los que siguen al Cordero dondequiera que va! Hermanos, ¿podéis perseverar en
vuestra firmeza? ¿Podéis beber de su copa, y ser bautizados con su bautismo? Recordad
que la carne es débil. Las pruebas de la época actual son especialmente sutiles y graves.
Clamad al Fuerte pidiendo fortaleza, y poneos en manos de su amor todopoderoso.
Es preciso que vayamos adelante, cueste lo que cueste, pues no podemos retroceder;
no tenemos armadura que cubra nuestras espaldas. Creemos haber sido llamados a este
ministerio, y no podemos ser desleales al llamamiento. A veces se nos acusa de decir cosas
terribles acerca del infierno. No vamos a justificar todas las expresiones que hemos usado,
pero aún no hemos descrito una desdicha tan profunda como la que esperará al ministro
infiel. ¡El futuro de los perdidos sobrepasa toda idea, si lo consideramos a la luz de las
expresiones usadas por el Señor Jesucristo mismo! Las figuras casi grotescas que dibujó el
Dante, y los horrores descritos por los predicadores medievales, no exceden a la verdad
enseñada por el Señor cuando hablaba del gusano que nunca muere, y el fuego que jamás se
apaga. Ser echado a las tinieblas de afuera, anhelar en vano una gota de agua fría, o ser
cortado por medio, son horrores sin igual. ¡Y los hombres corren ese riesgo! ¡Sí, y mil
veces lástima que cualquier ministro se arriesgue así; que cualquier ser mortal suba al
pináculo del templo y desde allí se eche al infierno! Si he de ser un alma perdida que lo sea
como ladrón, blasfemo o asesino, y no como administrador infiel al Señor Jesucristo. Esto
es ser un Judas, un hijo de perdición.
Recordad que, si alguno de vosotros es infiel, gana una condenación superflua. No
fuisteis forzados a ser ministros. No fuisteis obligados a entrar en tan sagrado oficio. Estáis
aquí por vuestra propia elección. En vuestra juventud aspirasteis a tan santo servicio, y os
considerasteis felices alcanzando vuestro deseo. Si nos proponíamos ser infieles a Jesús, no
había necesidad de trepar a esta sagrada roca con objeto de multiplicar los horrores de
nuestra caída final. Podríamos haber perecido suficientemente en los caminos ordinarios del
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pecado. ¿Qué necesidad había de ganar una mayor condenación? Terrible será el resultado
si esto es todo lo que sacamos de nuestros estudios en el Colegio Teológico, y de nuestras
vigilias nocturnas para adquirir conocimientos. Mi corazón y mi carne tiemblan mientras
considero la posibilidad de que alguno de nosotros sea hallado culpable de traición a lo que
nos ha sido encomendado, y de deslealtad a nuestro Rey. Que nuestro buen Señor esté de
tal manera con nosotros que, finalmente, seamos limpios de la sangre de todos. Será
glorioso oír al Maestro decir: “Bien, buen siervo y fiel”.