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Paquete de Lecturas

de
Liderazgo Cristiano

Alejandro Peluffo
Contenido
Liderando .................................................................................................................... 1

La Responsabilidad de un Esposo: Liderazgo I........................................................ 20

La Responsabilidad de un Esposo: Liderazgo II ...................................................... 29

Hoja de Trabajo de Liderazgo .................................................................................. 38

Los Usos de la Humillación ..................................................................................... 45

La Vanagloria ........................................................................................................... 55

La Cruz y el Liderazgo Cristiano ............................................................................. 65

¿Cómo Puedo Cultivar la Confianza en Otros? ........................................................ 80

Una Vida que Vale la Pena Seguir ........................................................................... 86

Liderazgo de Siervos ................................................................................................ 93

Los Peligros de las Jerarquías................................................................................. 103

Ama a Tu Familia ................................................................................................... 110

La Mayordomía ...................................................................................................... 117

i
Liderando
Alex D. Montoya1
El liderazgo es esencial para la vida y misión de la iglesia. Sin el mismo, la iglesia
deambula y anda al azar en un curso titubeante en su peregrinaje hacia el mejor lugar. Sin
liderazgo, la iglesia es incapaz de cumplir sus propósitos de ministerio para los de dentro y
para alcanzar a los de fuera de un modo eficaz, ni tampoco puede dar a Dios la gloria que
merece.
De acuerdo con Means, la iglesia está atravesando por una crisis de liderazgo que se
evidencia en cinco síntomas:1
1. Ausencia de un crecimiento significativo en las iglesias.
2. Cantidad de discordia y falta de armonía entre congregaciones.
3. Número de pastorados breves y agotamiento ministerial.
4. Surgimiento de una religión espectadora que contribuye a la caída de las iglesias
con problemas de liderazgo.
5. Alto porcentaje de iglesias que no ministran.
La falta de liderazgo parece ser la plaga de la sociedad moderna. Bennis, una destacada
autoridad en el liderazgo secular, censura de este modo al mundo de hoy: “¿A dónde se han
ido todos los líderes? Los líderes que quedan son los caciques, los presidentes
universitarios, los supervisores de la ciudad, los gobernadores del estado. Los líderes de
hoy a veces parecen ser una especie en peligro, atrapada en la rapidez de los eventos y
circunstancias más allá del control racional”.2 El liderazgo efectivo es la necesidad del
momento, y para la iglesia que tiene el mandato de evangelizar el mundo, es un requisito
indispensable, ciertamente un urgente apunte de agenda.
El pastor es la persona llamada a proveer el liderazgo último para la iglesia, a pesar de
la política que lleve la iglesia. El éxito de la iglesia depende en gran medida de su habilidad
para liderar. Este capítulo se propone ayudar al pastor en su dirección del rebaño de Dios
destacando las perspectivas bíblicas sobre el liderazgo pastoral y las preocupaciones
esenciales que comprenden este liderazgo, esto es visión, alistamiento, delegación y
motivación.

DEFINICIÓN DE LIDERAZGO
Antes de considerar las perspectivas bíblicas, debemos intentar definir el liderazgo. La
variedad entre definiciones propuestas de liderazgo en cierto modo dificulta la tarea de
definirlo. “El Liderazgo”, dice uno, “es el proceso de motivar a la gente”.3 Otro declara: “el
liderazgo es aquello que mueve a las personas y organizaciones hacia el cumplimiento de


Alex D. Montoya, “Liderando”, en El Ministerio Pastoral: Cómo Pastorear Bíblicamente, trans.
Ángel Torres Moreno (Nashville: Grupo Nelson, 2009), 343–68.
1
James E. Means, Leadership in Christian Ministry (Grand Rapids: Baker, 1989), 18–22.
2
Warren Bennis, On Becoming a Leader (Menlo Park, Calif.: Addison-Wesley, 1989), 14.
3
Harold Myra, ed., Leaders (Waco: Word, 1987), 158.

1
2

sus metas”.4 F. George hace énfasis en el efecto de los líderes en otra gente: “Enfocándose
cada vez más en la inclusión de otros en el ministerio, un pastor incrementa el potencial de
la iglesia porque toda la iglesia se vuelve capacitada para trabajar en el ministerio”.5
La arena secular define el liderazgo en términos que podrían ayudar a los pastores a
comprender su función en el liderazgo. “El objetivo principal del liderazgo es la creación
de una comunidad humana que se mantiene unida por el lazo del trabajo en un propósito
común”, de acuerdo con Bennis.6 Burns declara:
Yo defino el liderazgo como la inducción de los líderes a sus seguidores para actuar en
ciertas metas que representan el valor de las motivaciones —las carencias y necesidades, las
aspiraciones y aplicaciones— tanto de los líderes como de los seguidores. Y el genio del
liderazgo yace en la manera en que los líderes ven y actúan sobre la base de los valores y
motivaciones propias y de sus seguidores.7

Para el líder cristiano, no obstante, ofrecemos dos definiciones como las más cercanas
al objetivo. La primera proviene de Means:
El liderazgo espiritual es el desarrollo de relaciones con el pueblo de una institución o
cuerpo cristiano de tal modo que los individuos y el grupo estén capacitados para formular y
alcanzar metas bíblicamente compatibles que enfrenten las necesidades reales. Por su influencia
ética, los líderes espirituales sirven para motivar y capacitar a otros de tal manera que alcancen
lo que de otro modo nunca se podría lograr.8

La definición igualmente concisa y excelente de Gangel describe el liderazgo como “el


ejercicio de los dones espirituales de uno bajo el llamado de Dios a servir a cierto grupo de
gente para alcanzar las metas que Él les ha dado con la finalidad de glorificar a Cristo”.9 De
ahí que “el pastor, administrador o ejecutivo, por lo tanto, trabaje con y a través del pueblo
para que se hagan las cosas. Él toma el liderazgo apropiado siguiendo cada objetivo hasta el
fin para que Dios pueda ser glorificado”.10
Todas estas definiciones de liderazgo tienen una cosa en común: el líder es alguien que
dirige a otros para alcanzar una meta común. Si nadie sigue, obviamente no es un líder, sin
importar los títulos y carreras que puedan preceder o seguir su nombre. Se ha dicho: “un
pastor te puede llamar a ser pastor, porque pastor es un título. El llamado no te convierte en
líder. Líder no es un título, sino un rol. Se llega a ser líder funcionando como tal”.11

PERSPECTIVA BÍBLICA SOBRE EL LIDERAZGO


4
Harris W. Lee, Effective Church Leadership (Minneapolis: Augsburg Fortress, 1989), 27.
5
Carl F. George and Robert E. Logan, Leading and Managing Your Church (Old Tappen, N. J.:
Revell, 1987), 15.
6
Bennis, Becoming a Leader, 163.
7
Lee, Church Leadership, 153.
8
Means, Leadership in Christian Ministry, 59.
9
Kenneth O. Gangel, Feeding and Leading (Wheaton: Victor, 1989), 31.
10
Charles V. Wagner, The Pastor: His Life and Work (Shaumburg, Ill: Regular Baptist Press, 1976),
137.
11
Fred Smith, Learning to Lead, (Waco: Word, 1986), 22.
3

El liderazgo es bíblico. La idea de que alguien dirija a otros tiene sus raíces en las
Escrituras. El que alguien asuma el papel de líder en la iglesia de Dios y espere que otros
sigan su ejemplo no es egoísta, autoritario, condescendiente o pecaminoso. Estamos
seguros de esto porque las Escrituras sientan las bases y directrices para el liderazgo
cristiano.

La base bíblica
En esta área del liderazgo, algunos tal vez se cuestionen si uno debería incluso asumir
que se tiene el derecho de decir a otros qué hacer. No obstante, las Escrituras son
completamente claras respecto a este llamado al liderazgo.

1. Toda la historia del trato que Dios tiene con su pueblo es en realidad el
compromiso de Dios con una persona en particular que utilizó para llevar a cabo su
voluntad. Dios siempre obró a través de una persona que dirigió al pueblo en la ejecución
de la voluntad de Dios. Así fue Abraham en Ur y luego en Canaán, José en Egipto, Jacob,
Moisés en el desierto, Josué en las conquistas, los jueces en el intermedio, los reyes, o
incluso en los profetas y los apóstoles, Dios los condujo a través de un liderazgo humano.
Cuando Dios se propone lograr un objetivo, busca una persona que a su vez se convierta en
su líder para el pueblo. No es sorprendente que continúe con la misma práctica en la iglesia
cristiana.

2. El Nuevo Testamento menciona en claros términos que Dios ha designado un


liderazgo para su iglesia. Los apóstoles fueron los primeros líderes designados y escogidos
por Cristo, y ordenados con la autoridad de dirigir y hacer juicios entre el pueblo (Mt 10:1–
42; 18:18–20), así como para servir como el fundamento de su bendecida iglesia (Ef 2:20).
En el establecimiento de la iglesia, el oficio de anciano y diácono surge como un
liderazgo espiritual para dirigir a las congregaciones. El servicio de ancianos, por su propia
naturaleza, es liderazgo. Anciano implica edad y experiencia, ingredientes esenciales para
quienes son asignados a dirigir las congregaciones (Hch 14:23; 20:17; Tit 1:5). El anciano
era también un “supervisor”, uno al que se le asignaba la tarea de vigilar la congregación
(Fil 1:1; 1 Ti 3:1; Tit 1:5–6).
Hechos 20 es central en el entendimiento de las cualidades del liderazgo de los líderes
del Nuevo Testamento. Hechos 20 llama a los recipientes de las palabras de Pablo
“ancianos de la iglesia” (v. 17). Luego los identifica como “obispos” y les dice: “Mirad por
vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos” (Hch
20:28). Luego los designa “para apacentar la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia
sangre” (v. 28). Los ancianos de Éfeso ilustraban de ese modo las funciones de un pastor:
uno que guarda, dirige y alimenta a las ovejas.
La Biblia usa también términos específicos para identificar la existencia de líderes en la
iglesia. El liderazgo está catalogado entre los dones dados a la iglesia: “el que preside, con
solicitud” (Ro 12:8);12 “administraciones” (1 Co 12:28).13 El liderazgo está incluido entre

12
El término es προιστάμενος (proistamenos), que proviene de προίστημι (proistēmi, “yo presido,
gobierno, mando” (G. Abbot-Smith, A Manual Greek Lexicon of the New Testament [Edinburgh: T. y T.
Clark, 1973], 381).
4

los requisitos de los ancianos de la iglesia: “pues el que no sabe gobernar su propia casa,
¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Ti 3:5).14 En otras palabras, si no puedes guiar a tu
propia familia, ¿qué te hace creer que puedes guiar a toda una iglesia?

3. Ciertas responsabilidades dirigidas a individuos en el NT indican que estos


hombres debían ejercitar el liderazgo en la iglesia. Considere el consejo de Pablo a
Timoteo y Tito acerca del trato de los ancianos (1 Ti 5:17–25; Tit 1:5–9). Pablo también da
una exhortación clara y extendida a los ancianos (1 P 5:1–5). Las referencias hechas aquí al
liderazgo son concluyentes.

4. La iglesia ha recibido exhortaciones especiales relativas al trato de los líderes de la


iglesia. La iglesia debía “estar en sujeción a tales hombres” (1 Co 16:16) y reconocerlos (1
Co 16:18). Pablo dijo a los tesalonicenses que “reconozcáis a los que trabajan entre
vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y
amor por causa de su obra” (1 Ts 5:12–13). El escritor de Hebreos dice a los creyentes:
“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas,
como quienes han de dar cuenta” (He 13:17). También instruye: “Saludad a todos vuestros
pastores” (He 13:24). Ciertamente los lectores debían recordar a esos “que os hablaron la
Palabra de Dios” (He 13:7).15 “Está claro que los líderes gobernaban la iglesia y que la
iglesia estaba bajo autoridad. Nadie tenía el derecho de despreciar o de no respetar a los
líderes espirituales”.16
Tanto pastores como pueblo deben darse cuenta de que Dios prescribe el liderazgo para
su iglesia, y tener cuidado en realizar sus tareas respectivas responsablemente. El pastor
debe liderar efectiva y bíblicamente; el pueblo debe respetar, obedecer y mantener en
oración a quienes recibieron la supervisión de sus almas. Hay, pues, una base bíblica para
tal tipo de relación, como Lee resume acertadamente:
El liderazgo de la iglesia está arraigado en lo que creemos acerca de Dios y la iglesia, el
cuerpo del Hijo, Jesucristo. La iglesia puede tener mucho en común con organizaciones de
varias clases, y puede operar en formas similares, pero sus creencias acerca del liderazgo están
profundamente arraigadas en la fe. En la iglesia creemos que el liderazgo es uno de los dones de
Dios dados por causa y bienestar de la vida y misión de la misma. Creemos también que el
liderazgo es un llamado de Dios y un ministerio por el que servimos a Dios.17

Directrices para el liderazgo bíblico


A continuación, unas breves palabras para reiterar la importancia de que los líderes
entiendan las directrices bíblicas que les son dadas por Dios. El ministerio cristiano ha
13
La palabra es κυβερνήσεις (kubernēseis) que proviene de κυβέρνησις (kubernesis, “conducir,
pilotar”, por consiguiente, metafóricamente es “gobernar”), Ibid., 260.
14
El término es ἐπιμελήσεται (epimelēsetai) de ἐπιμελέομαι (epimeleomai, “tomo cuidado de”, ibíd.,
171–72).
15
La palabra que aparece en Hebreos 13:7, 17, 24 proviene de ἡγέομαι (hegeomai, “yo guío, guío, ir
delante”, de aquí que se traduzca por “gobernador, líder”). Ibid., 198.
16
Means, Leadership in Christian Ministry, 96.
17
Lee, Church Leadership, 25.
5

sufrido enormemente por la violación de estas directrices. Ciertamente la reputación


ministerial se ha encontrado en un nivel muy bajo durante esta última década del siglo XX,
y todo por causa de que algunos pastores han rechazado las pautas de Dios y han empañado
y manchado el buen nombre de aquellos que también llevan el título de pastor.
No todo el mal expresado hacia los líderes cristianos es autocausado. La contención
contra los líderes viene también por una actitud contemporánea de rechazar la autoridad,
del nivel incrementado de educación del pueblo, de la publicidad, la secularización de la
iglesia, una falta de pastorado y de los ataques humanistas contra la religión.18 Sin embargo
los líderes también han ganado su parte justa de crítica. De manera que sus acciones deben
estar en línea con los principios bíblicos si se quiere encontrar solución al problema.
Un pastor es un líder espiritual, un hombre de Dios encargado con un mandato y
requisito de representar en su persona los ideales de la fe que proclama. Debe practicar lo
que predica. En una era de pragmatismo en el mundo secular, donde el fin justifica los
medios, existe la tentación de que el liderazgo prostituya el carácter cristiano por causa del
éxito. Además, en una cultura que ensalza cada vez más el éxito a cualquier coste y rebaja
las virtudes como metas dignas, los líderes pueden perseguir astutamente el brillo del éxito
y perder el gozo de servir a Cristo. Means recuerda que “Dios mide el éxito en términos de
integridad, fidelidad, devoción y justicia, cualidades que no siempre producen grandes
impresiones estadísticas”.19 El mismo Pablo, un fracaso conforme al estándar de hoy,
pronuncia la verdadera prueba del ministerio exitoso: “Se requiere de los administradores
que cada uno sea hallado fiel” (1 Co 4:2).
El Nuevo Testamento dice al líder cristiano qué clase de hombre debe ser (1 Ti 3:1–7;
Tit 1:5–8). Para ser líder, hay que saber primero que se da la talla de estos requisitos como
cualidades para entrar en el oficio de pastor, y luego mantener estas cualidades en su vida
si ha de permanecer en el ministerio pastoral (ver cap. 5, “El carácter del Pastor”, para
mayor explicación y aplicaciones de estos rasgos). Lo mismo se aplica al oficio de diácono
(Hch 6:1–7; 1 Ti 3:8–13).
Las Escrituras también dicen al líder cómo debe realizar sus responsabilidades
pastorales (Hch 20:17–35; 2 Ti 4:1–5; 1 P 5:1–4). El líder pastoral debe guardar y pastorear
el rebaño de Dios, lo cual incluye todo lo que se necesita para llevar a la iglesia a la
madurez. Pedro, en su primera epístola, presenta maravillosamente la manera en que se
debe supervisar, diciendo cómo implementar el cargo que él mismo recibió del Gran Pastor
(1 P 5:1–4; cf. Jn 21:15–22). Los pastores tienen su obra claramente definida para no
confundirse respecto a lo que deben hacer o cómo deben realizar su obra.
El pastor es, pues, por su llamado, un líder espiritual. Su llamado proviene de Dios. Su
concesión es la supervisión espiritual de un cuerpo de creyentes guiado por el Espíritu (1 Pe
5:3; cf. 2:5–10). Sus cualidades para ostentar el oficio son espirituales (1 Ti 3:1–8). Sus
métodos para ministrar son espirituales (Hch 6:4; 2 Co 10:4; 2 Ti 4:1–4). Su
responsabilidad (He 13:17) y recompensas son espirituales (2 Ti 4:8; 1 Pe 5:4). Aunque
podamos aprender mucho estudiando las prácticas del liderazgo del mundo, debemos

18
Means, Leadership in Christian Ministry, 37–40. Véase también Michael Medved, Hollywood vs.
America (New York: Harper Collins, 1992), 37–70.
19
James E. Means, Effective Pastors for a New Century (Grand Rapids: Baker, 1993), 123.
6

mantener en mente de forma constante que “el liderazgo en la iglesia es distinta al liderazgo
del mundo”.20
La advertencia ofrecida por el mentor de líderes espirituales, J. Oswald Sanders, es
importante: “Escoger hombres para el oficio en la iglesia o cualquiera de sus actividades
auxiliares sin hacer referencia a cualidades espirituales necesariamente producirá como
resultado una administración no espiritual… la designación de hombres con perspectiva
secular o materialista evita que el Espíritu Santo lleve a cabo su programa para la iglesia en
el mundo”.21 Dios usa a líderes espirituales para llevar a cabo propósitos espirituales. Él no
viola este axioma.
Como líder espiritual, el pastor se convierte en un líder siervo. Aquí yace la gran
paradoja del liderazgo cristiano: él lidera en el servicio y por el servicio. Su grandeza
reposa en su estatus como siervo de todo.
El Señor Jesús introdujo y modeló este concepto de liderazgo cuando dijo:
Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes
ejercen potestad sobre ellas. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse
grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su
vida en rescate por muchos (Mt 20:25–28).

También dijo nuestro Señor: “El que es mayor de vosotros, sea vuestro siervo” (Mt
23:11).
El Señor Jesús fue un líder siervo modelo. Todo aspecto de su vida y ministerio ilustró
el tipo de líder espiritual que Él esperaba fueran sus discípulos. En la Última Cena presentó
de una forma dramática lo que quería decir por liderazgo de siervo. Allí se humilló a Sí
mismo y lavó los pies de sus discípulos, y luego explicó la lección con estas palabras:
“¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo
soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis
lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como Yo os he
hecho, vosotros también hagáis” (Jn 13:12–15).
El liderazgo, conforme lo presenta el mundo o incluso como se practica en algunas
iglesias y organizaciones cristianas, avanza en contra del principio de liderazgo mandado
por el Señor. Gangel asevera que el liderazgo de siervo, una actitud que debería gobernar
con funciones administrativas, “marcha en dirección opuesta al pensamiento del mundo”.22
Cuando la gente piensa en el liderazgo, lo ve como sinónimo de señorío. Exactamente
lo opuesto es cierto del liderazgo bíblico. Pondera esta profunda declaración:
Los líderes de la iglesia nunca deben pensar de su estatus como si fuese un señorío. Los
líderes no son seleccionados para que puedan tener dominio sobre el cuerpo de creyentes, sino
para que sean guía en los asuntos espirituales por individuos cualificados y piadosos bajo el
señorío de Cristo. Por tanto, de cualquier modo que interpretemos las palabras gobernar, dirigir,
obedecer y someterse, no pueden interpretarse de un modo que dé a los líderes la clase de
autoridad que tenían los gentiles, o que los oficiales ejercitan en el mundo secular.23

20
Gangel, Feeding and Leading, 35.
21
J. Oswald Sanders, Spiritual Leadership (Chicago: Moody, 1980), 113–14.
22
Gangel, Feeding and Leading, 50.
23
Means, Leadership in Christian Ministry, 97.
7

Aquí son necesarias dos clasificaciones. La primera es que el liderazgo no es una


esclavización de todo lo que hay en la iglesia. Debemos mantener en mente que «el líder
cristiano es primeramente un siervo de Dios, no un siervo de las ovejas».24 Su
responsabilidad principal es para con Dios. De ahí que haga lo que Dios le manda hacer
para las ovejas y, obviamente, solamente lo que es en definitiva el bien para las ovejas. Un
líder-siervo no es el muchacho errante de la iglesia. La otra aclaración es que el liderazgo
del siervo es exitoso. Pensar que tal punto de vista de liderazgo pastoral debilitará la
autoridad y credibilidad del líder es erróneo. Rush concurre: “Numerosos líderes tienen la
idea equivocada de que si sirven a sus seguidores, serán vistos como débiles y no aptos para
el liderazgo… Los líderes siervos son más efectivos que los líderes tradicionales”.25 Incluso
los líderes seculares están descubriendo la importancia y efectividad de este estilo.26
La cualidad indispensable de cualquier líder cristiano es que sea dirigido o lleno del
Espíritu. Puesto que el Espíritu Santo es el Autor y poder de la iglesia, es lógico y natural
que para ser un líder de su iglesia efectivo, el hombre debe estar lleno y dirigido por el
mismo Espíritu. Sanders escribe:
Estar lleno del Espíritu, entonces, es estar controlado por el Espíritu. El intelecto, las
emociones y la voluntad, así como el poder físico, todos se ponen a disposición de Él para
lograr el propósito de Dios. Bajo su control, los dones naturales de liderazgo son santificados y
elevados a su poder más alto. El Espíritu libre y sin estorbos es capaz de producir fruto del
Espíritu en la vida del líder, con encanto y atractivo añadido en su servicio y con el poder de su
testimonio de Cristo. Todo servicio real es solo la influencia que ejerce el Espíritu Santo por
medio de vidas entregadas y llenas (Jn 7:37–39).27

Los líderes cristianos tienen que ponderar esta declaración antes de intentar hallar algún
secreto o nuevo ingrediente para un ministerio más eficaz. Si no hay brisa celestial que
sople, sin importar cuán grande sea la vela, ¡el barco no irá a ningún sitio!

Requisitos prácticos para el liderazgo


Casi toda obra notable sobre liderazgo tiene su lista de características de liderazgo
esenciales para el servicio efectivo. En estudios y encuestas de líderes eficaces, algunos
destacan como siendo más esenciales que otros. Los siguientes siete rasgos parecen ser los
que caracterizan a los buenos líderes.

1. Un buen líder se administra a sí mismo. El señorío de uno mismo es lo que todo


líder aspirante debe lograr. El Señor Jesús lo requirió de sus discípulos; ellos no podrían
ayudar a otros hasta que no hubiesen conquistado áreas de su propia vida. También acusó a
los líderes judíos de ser inadecuados para el liderazgo, llamándolos “guías ciegos” (Mt
15:14; 23:16, 24). Si una persona se propone hacer eso que debe hacer en la vida, y se
disciplina para poder lograr las metas que desea, verá rápidamente que ha dejado atrás la

24
Smith, Learning to Lead, 24.
25
Mirón Rush, The New Leader (Wheaton: Victor, 1987), 85.
26
Véase Stephen R. Covey, Principle-Centered Leadership (New York: Summit, 1990), 34.
27
Sanders, Spirtual Leadership, 117–18.
8

carga y que incluso tiene seguidores tratando de conseguir lo que ha obtenido. Bennis lo
describe de este modo: “Ningún líder se propone ser líder. La gente se propone vivir sus
vidas, expresándose plenamente. Cuando esa expresión es de valor, se convierten en
líderes”.28 Esto es obviamente una expresión de administración personal y disciplina en
seguimiento de las prioridades de la vida. Considere estas líneas:
Si quieres administrar a alguien,
adminístrate a ti mismo.
Hazlo bien,
y estarás listo
para dejar de administrar.
Y empezar a liderar.29
Un líder, pues, debe ser uno que tiene su vida controlada, lo cual incluye sus hábitos
personales y actividades. Un líder se administra a sí mismo; es su propio jefe. Es alguien
que sabe cómo administrar su tiempo, su dinero, sus energías, e incluso sus deseos.

2. Un buen líder sabe cómo tomar buenas decisiones. “Los líderes son hacedores de
decisiones”.30 La responsabilidad recae en él, significando que normalmente es él quien
necesita tomar la decisión que afecta a los resultados de la organización. La toma de
decisiones es un tema difícil y solitario. La habilidad de tomar decisiones rápidas y sabias
separa al líder de los seguidores. “Cuando todos los hechos se han incluido”, declara
Sanders, “la decisión rápida y clara es la marca de un verdadero líder”.31 Un líder pasa la
mayor parte de su tiempo tratando o resolviendo problemas.32 De ahí que todos los líderes
tengan una cosa en común: “Se les requiere continuamente que tomen decisiones que
afectan tanto a otros como a sí mismos”.33
La toma de decisiones es la suerte de los líderes, y la indecisión o las decisiones pobres
pueden convertirse en su perdición. La incapacidad de tomar decisiones es una de las
razones principales por las que fracasan los administradores, y este “síndrome de
incapacidad para tomar decisiones es una razón mucho más común para el fracaso
administrativo que la falta de conocimiento específico o de las técnicas en saber cómo”.34
Todos los líderes necesitan atender estas palabras:
La dilación y vacilación son fatales para el liderazgo. Una sincera, aunque equivocada
decisión es mejor que la no decisión. En verdad lo segundo es una decisión, y a menudo
equivocada. Es una decisión de que el status quo es aceptable. En la mayoría de decisiones la

28
Bennis, Becoming a Leader, III.
29
Calvin Miller, Leadership (Colorado Sprgings: Navpress, 1987), 23.
30
Ibid., 50.
31
Sanders, Spiritual Leadership, 83.
32
Myron Rush, Management: A Biblical Approach (Wheaton: Victor, 1983), 112.
33
Ibid., 98.
34
Ted W. Engstrom and Robert C. Larson, Seizing the Torch (Ventura, Calif.: Regal, 1988), 140.
9

raíz del problema no consiste tanto en saber qué hacer como en estar preparado a vivir con las
consecuencias.35

De manera que ¿cómo aprenden los líderes a tomar decisiones? Tomando decisiones,
incluso malas. Rush ofrece un proceso de cinco pasos para tomar decisiones efectivas:

Paso uno: Diagnosticar el tema o problema correctamente.

Paso dos: Reunir y analizar los hechos.

Paso tres: Desarrollar alternativas.

Paso cuatro: Evaluar los pros y los contra de las alternativas.

Paso cinco: Seleccionar de entre las alternativas positivas.36

3. Un buen líder comunica con eficacia. La habilidad para comunicar ideas, conceptos
y directrices a la organización es esencial para el liderazgo. El Señor Jesús demostró su
habilidad para comunicarse por la literatura que inspiró, la iglesia que creó y por la muerte
que sufrió. Sus enemigos también entendieron bien el mensaje de su Señorío.
Si no podemos comunicar, no podemos dirigir. Incluso los hombres malvados se han
levantado para liderar grandes movimientos debido a sus excelentes habilidades para
articular sus creencias y comunicarlas apasionadamente a sus seguidores; Hitler y Marx son
ejemplos destacados.
Un pastor eficaz es más que un teólogo. Debe ser también un predicador efectivo, un
comunicador del mensaje divino. No hay un solo líder con un número considerable de
seguidores que no comunique con eficacia. Cada una de las megaiglesias de hoy tiene
grandiosos comunicadores como sus líderes. De hecho, en nuestra era de la comunicación,
la articulación y la información son necesarias para la supervivencia de cualquier
organización.
El solo hecho de que uno escriba o hable no significa que comunique. La comunicación
es “el proceso por el que pasamos para llevar entendimiento de una persona o grupo a
otro”.37 La clave para ser un buen comunicador es, antes que nada, entender a la gente. A
continuación se necesita conocer su tema por completo. Luego debe percibir o crear el
clima apropiado y, finalmente, debe escuchar la retroalimentación para ver si está
penetrando.
Un pastor o predicador debe mantenerse siempre buscando modos para mejorar su
habilidad en la comunicación. El mensaje nunca cambia, pero la audiencia sí, y también el
mensajero. Se requiere del mensajero que mantenga su habilidad aguda, y para la mayoría
de los pastores, las habilidades de la predicación no están del todo maduras hasta mucho
después de graduarse en el seminario. Es una desgracia que algunos predicadores cesen de

35
Sanders, Spiritual Leadership, 88.
36
Rush, Management, 102–106.
37
Ibid., 115.
10

mejorar sus habilidades para predicar. Es un oficio y una habilidad que debemos dominar a
cualquier coste.38

4. Un buen líder es uno que administra su estilo de liderazgo. Los líderes son únicos.
Tienen diferentes personalidades y distintos modos de liderar a la gente. Ésta es la razón
por la que a menudo se dice que los líderes nacen, no se hacen. Las clases y seminarios de
liderazgo no producen líderes. La vida y sus experiencias mezcladas con una personalidad
distintiva y la unción de Dios producen un líder cristiano.
Es imposible tratar aquí los diversos estilos de liderazgo, pero algunas otras obras los
describen.39 Con relación al estilo, debemos mantener en mente las observaciones
siguientes:
1. Estar familiarizado, al menos casualmente, con los diferentes estilos de liderazgo y
saber cuál concuerda más con tu personalidad y la circunstancia que llama para el
ejercicio del liderazgo.
2. Entender que las circunstancias pueden dictar un estilo de liderazgo al que no se
está acostumbrado pero que se debe utilizar por el bien de la organización.40
3. Establecerse en el estilo de liderazgo particular y ser consistente con el mismo.
Escuche lo que dice este líder: “Puesto que hay distintos modos de liderar, es
importante hacer una clara selección… Los seguidores tienen una sorprendente habilidad
para acomodarse a los estilos de liderazgo… Si va a seleccionar su estilo, implementarlo y
mantenerse consistente, puede utilizar casi cualquier estilo que desee”.41
Los líderes de iglesias y organizaciones crecientes concuerdan en que el crecimiento de
estas organizaciones tiene mucho que ver con la habilidad de cambiar su estilo de
liderazgo. Miller rectifica esto:
¿Qué gran detrimento evita que las iglesias crezcan? Creo que la falta de crecimiento puede
atribuirse a un fracaso por parte individual de pastores o líderes a ajustarse a sus estilos de
administración… Comencé como pastor en la parroquia donde sirvo hace unos veinte años. La
administración de la iglesia, que pasó de ser muy pequeña a una muy grande, significa que tuve
que cambiar mi estilo de administración continuamente.42

Los buenos líderes, por tanto, conocen estilos de administración y son capaces de
ajustar sus estilos a la necesidad de la organización.

5. Un buen líder se relaciona bien con la gente. Alguien ha dicho en broma: “El
ministerio sería una maravillosa ocupación si no fuera por la gente”. Eso pone el dedo en el

38
Como herramienta para mejorar en la comunicación de la Palabra de Dios, recomiendo al lector John
MacArthur, Jr., et al., Rediscovering Expository Preaching (Dallas: Word, 1992).
39
Para estilos de liderazgo, véase a Gangel, Feeding and Leading, 48–61; Rush, Management, 217–32;
Ted W. Engstrom, The Making of a Christian Leader (Grand Rapids: Zondervan, 1976), 67–94.
“La investigación indica que no existe un estilo que sea mejor bajo todas las circunstancias” (Lee,
40

Church Leadership, 45).


41
Smith, Learning to Lead, 40.
42
Miller, Leadership, 113.
11

problema de algunos que desean ser líderes: no pueden llevarse bien con la gente. Los
líderes eficaces han aprendido el fino arte de llevarse bien con la gente que lideran y
esperan liderar. La gente es dirigida, no llevada. Si un líder no puede ganarla para sí, la
gente simplemente se retira. Es sorprendente cuántos líderes cristianos destruyen sus
iglesias porque no son amorosos, compasivos, pacientes, carecen de tacto y de prudencia en
su cuidado del rebaño. La proverbial puerta trasera en ocasiones se mantiene abierta por el
mismo pastor. Entonces él tiene alguna otra excusa para la pérdida de miembros. Los
miembros de la iglesia raramente dejan las iglesias por problemas; lo hacen usualmente por
personalidades y conflictos sobre temas personales.
Means hace la siguiente observación: “En el ministerio pastoral, la causa más básica de
ineficacia y fracaso es la inhabilidad de construir y sostener relaciones significativas con
los líderes laicos de la iglesia”.43 La Escritura declara que “un hermano ofendido es más
difícil de ser ganado que una ciudad fortificada” (Pr 18:19). Un líder sabio busca no
ofender, evitar las discordias innecesarias y elige bien las colinas sobre las que está
dispuesto a morir. Por desgracia, demasiadas carcasas pastorales se encuentran sobre
madrigueras de topos. Un hombre puede ser un erudito y experto en las Escrituras. Puede
ser articulado en su entrega y conocer las habilidades básicas de la administración, pero, si
no ama a la gente de verdad, y no puede estar en paz con ellos, nunca podrá dirigirles.
Puede tener el título de pastor, pero nunca será visto como pastor. Debemos tomarnos en
serio el consejo de Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de
todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los
hombres” (Ro 12:17–18).

6. Un buen líder es uno que inspira. Un rasgo indispensable de líderes efectivos es la


habilidad de inspirar a otros de un modo casi inconsciente. Los buenos líderes inspiran a la
gente desanimada y desmoralizada; añaden nueva vida a las organizaciones agonizantes.
Dice Sanders: “El poder de inspirar a otros al servicio y sacrificio marcará al líder de Dios.
Su incandescencia alumbra a quienes le rodean”.44 No es suficiente estar al frente del
pueblo; el líder debe también inspirar al pueblo para que recupere el paso y lo haga con una
actitud dispuesta y entusiasta.
La gente en general no es entusiasta, está sujeta al desánimo y al flujo de la vida,
afectada por circunstancias e incluso por el liderazgo pobre que desanima la actividad. Los
doce espías enviados a Canaán volvieron con buenas y malas noticias: la tierra ciertamente
era fértil, pero también había gigantes allí. El castigo de la nación de Israel se traza a los
diez líderes que no inspiraron al pueblo, antes “hablaron mal de la tierra que habían
reconocido” (Nm 13:32). El liderazgo pobre condenó a la gente a malgastar sus años dando
vueltas en tierra desértica. Lo mismo puede ser cierto de las iglesias y organizaciones
dirigidas por gente que no inspira a otros a ver más allá de los obstáculos: las oportunidades
que Dios provee. Los líderes espirituales “inspiran a la gente a reconocer sus propias
necesidades espirituales, sus valores y objetivos, y luego facilitan el crecimiento en las
áreas vitales. Los buenos líderes espirituales eficaces infunden a otros ánimo,

43
Means, Effective Pastors, 220.
44
Sanders, Spiritual Leadership, 105.
12

disponibilidad y un espíritu exaltador de entusiasmo por la Persona de Cristo, por el


crecimiento en Cristo y por la misión de la iglesia”.45
La inspiración comienza y finaliza con la actitud. La inspiración es una respiración
artificial donde el que está inspirado da inspiración a quienes no lo están. Los buenos
líderes son consistentemente optimistas y llenos de fe. No tienen problema con la actitud.
Llevan mucho tiempo sabiendo la importancia de una buena actitud. Rush nos recuerda que
“la actitud de los líderes cristianos juega un papel principal en lo que él o ella hace y
alcanza. Si una persona piensa que algo es imposible, normalmente no se preocupa por
tratar de hacerlo. Es así como las ideas a menudo llegan a ser una profecía personal que se
cumple”.46 Los líderes inspiradores también atraen a gente inspiradora, y este efecto
retroactivo produce un mayor impacto sobre el resto de los seguidores.
¿Cómo desarrolla un líder la inspiración, y cómo la mantiene? Lo que separa a los
líderes de los no líderes es que un líder sabe cómo inspirarse a sí mismo. Ha aprendido el
secreto de mantener su propio horno caliente y encendido. Aquí tenemos algunas
sugerencias para desarrollar la inspiración:
1. Mantén una vida devocional vibrante y fresca, porque Dios es la fuente de toda vida
(Jn 15:5; Fil 4:13).
2. Sé realista. Reúne todos los hechos. No temas la verdad. La inspiración no se
edifica sobre la fantasía.
3. Sé optimista. Cree que todas las cosas obran para bien (Ro. 8:28). Los obstáculos se
vuelven oportunidades. Los bloques de tropiezo se convierten en bloques de apoyo.
4. Sé un hombre de fe. Intenta grandes cosas para Dios, y espera grandes cosas de
Dios.
5. Evita a la gente negativa, y rodéate de gente positiva.
6. Cultiva una vida de hogar feliz. Las ascuas calientes para nuestra vida vienen del
cielo y del hogar.
7. Mantén un cuerpo fresco y renovado. La química del cuerpo y la inspiración están
relacionadas.
8. Vive de los éxitos, no de los fracasos. Considera los fracasos simplemente como
medios para ganar experiencia para el éxito futuro. No puedes vencer si no lo
intentas, y si lo intentas, en ocasiones fracasarás.
9. Lee literatura inspiradora.
10. Piensa en otros de manera positiva. Busca lo bueno de la gente. ¡Está creada a la
imagen de Dios!
7. Un buen líder es uno que está dispuesto a pagar el precio. Los líderes deben estar
dispuestos a pagar un alto precio por estar en el liderazgo. El liderazgo espiritual encierra
sacrificio personal, gran paciencia y multitud de dificultades. El liderazgo es un lugar
solitario e incluye decisiones críticas y difíciles que encierran el peligro de alienar incluso a
los amigos más cercanos. “Una cruz se mantiene de pie en el camino del liderazgo
espiritual”, confiesa el Dr. Sanders, “una cruz sobre la que el líder debe consentir en ser
atravesado”.47 Nadie puede disfrutar del fruto del liderazgo sin pagar el precio.
45
Means, Leadership in Christian Ministry, 65.
46
Rush, Management, 171.
47
Sanders, Spiritual Leadership, 170.
13

El pastorado no es tarea fácil; no es para los pusilánimes, para los débiles, para quienes
desean evitar las dificultades. Es una cocina “extremadamente caliente”, y si alguien no
puede soportar el calor o no quiere soportarlo, entonces debe salir. La crítica, el bajo pago,
la soledad, la frustración, largas horas, el rechazo, e incluso el agotamiento son todos ellos
peligros del ministerio. Como en la guerra, habrá casualidades. Pero como en la guerra, la
batalla debe ganarse, y las tropas serán dirigidas por líderes que entiendan los riesgos y
estén dispuestos a pagar el precio.
El desarrollo de estos rasgos de liderazgo efectivo necesita tiempo y experiencia, junto
con algún estudio e investigación personal serios. El liderazgo espiritual envuelve el
ministerio diario y las dificultades del pueblo de Dios. Los tiempos difíciles demandan un
buen liderazgo que en ocasiones no se encuentra en ninguna parte, pero tenemos que
recordar que lo mejor de los líderes surge siempre en tiempos de gran aflicción. Esperamos
la nueva generación de líderes que Dios levantará de este intenso conflicto espiritual que la
iglesia está soportando.

EL ACTO DE LIDERAR
Líderes, ¡liderad! Las tareas de los líderes son: tener una visión de lo que debe hacer,
reclutar a otros para que posean esta visión, delegar las tareas a otros y, luego, mantener
todo el grupo motivado para llevar a cabo o conseguir el cumplimiento de la visión. Los
líderes espirituales derivan su visión o propósito de Dios. Luego alistan a la iglesia para que
ayude en el logro del propósito, lo cual lógicamente demanda que los líderes mantengan a
la iglesia motivada hasta que se alcance la meta. El acto de liderar, pues, comprende cuatro
elementos: visión, alistamiento, delegación, y motivación. Si un pastor o líder espiritual
puede tener éxito completando estas cuatro actividades, tendrá éxito en su liderazgo.

Visión
Los pastores deben ser hombres de visión. Deben poseer un profundo sentido de lo que
tienen que hacer, dónde tienen que ir y cómo lo deben hacer. La visión provee estas
direcciones. La visión es crítica para la vida de la iglesia así como lo es para cualquier
organización. “Una visión da vida”, escribe Lee, “y si no hay visión, las semillas de la
muerte están siendo plantadas y es solo cuestión de tiempo para que prevalezca la
muerte”.48
Es aquí donde existe la principal diferencia entre el liderazgo y la administración. El
liderazgo proporciona la visión, y la administración ejecuta la visión. Stephen Covey
captura la distinción en esta sucinta declaración: “La administración es la eficiencia para
ascender la escalera del éxito; el liderazgo determina si la escalera descansa sobre el muro
correcto”.49 En otras palabras: “la administración es hacer las cosas bien; el liderazgo es
hacer lo correcto”.50

48
Lee, Church Leadership, 131.
49
Stephen R. Covey, The Seven Habits of Highly Effective People (New York: Simon and Schuster,
1989), 101.
50
Ibid.
14

Respecto a la visión y el liderazgo, Bennis observa que “todos los líderes tienen la
capacidad de crear una visión atrayente, una que lleva a la gente a un nuevo sitio y luego a
trasladar la visión a la realidad”.51 Sanders testifica que “quienes han influenciado a su
generación de manera más poderosa y duradera han sido los ‘visionarios’ —varones que
habían visto más y más allá que otros hombres de fe, porque la fe es visión”.52
¿Qué es entonces una visión? Hallamos tal definición en la buena obra de Means: “una
visión es un intento por articular, tan clara y vívidamente como sea posible, el deseado
estado futuro de la organización. La visión es la meta que proporciona dirección, alinea a
jugadores principales y fortalece a la gente para que alcance un propósito común”.53 Peters
y Austin resultan útiles cuando añaden: “necesitas saber hacia dónde vas, para ser capaz de
declararlo clara y concisamente, y debes preocuparte por ello con pasión. Todo esto se
suma a la visión, una declaración panorámica y concisa de hacia dónde se dirige la
compañía y su gente, y por qué deben estar orgullosos de ello”.54
Lee observa: “Cuando la organización tiene un sentido claro de su propósito, dirección
y futuro deseado, y cuando esa imagen es compartida ampliamente, los individuos son
capaces de hallar sus roles tanto en la organización como en la sociedad mayor de la que
forman parte”.55 De ahí que la visión sea primeramente saber lo que la iglesia debe hacer y
luego compartir la visión con la gente de tal modo que ellos también “vean” lo “no visto”.
Creemos que la visión del pastor consiste primordialmente en ver lo que Dios quiere que la
iglesia sea y haga, y más específicamente, lo que Dios quiere que sea esa iglesia en
particular. El asunto no es necesariamente místico y revelado. Es, más bien, tener un
sentido agudo de lo que es posible, e introducir a otros en la misma visión.56
Un líder desarrolla la visión por un número de fuentes. Primero y principalmente, viene
de Dios por medio de las Santas Escrituras, las cuales son las pautas para el pueblo de Dios.
Podemos decir en cierto sentido que todos los pastores comparten la misma visión acerca
de la iglesia: glorificar a Dios, hacer discípulos y edificar su cuerpo, la iglesia. No obstante,
la aplicación de la visión general será personalizada en cada líder y congregación.
La visión procede también de experiencias pasadas; cuanta más experiencia haya,
mayor será la visión. Cuanto mayor es la contemplación del pasado, resulta más claro el
enfoque del futuro: “Parece que cuando echamos primero un vistazo a nuestro pasado,
alargamos nuestro futuro. También enriquecemos el futuro y le damos detalles conforme
recordamos las riquezas de nuestras experiencias pasadas”.57 La participación también
contribuye a crear visión. El acto de hacer —de aplicar el conocimiento del pasado al
presente— aumenta la visión.
Necesitamos mantener sujetas las puertas presentes de la oportunidad, lo cual en
respuesta da luz a la visión. También necesitamos mantener la visión viva, porque, como

51
Bennis, Becoming a Leader, 192.
52
Sanders, Spiritual Leadership, 77.
53
Means, Effective Pastors, 143.
54
Tom Peters y Nancy Austin, A Passion for Excellence (New York: Random House, 1985), 284.
55
Lee, Church Leadership, 132.
56
James M. Couzes and Barry Z. Posner, The Leadership Challenge (San Francisco, Calif.: Jossey-
Bass, 1987), 85.
57
Ibid., 95.
15

los sueños, tiende a desaparecer. Calvin Miller ofrece dos sugerencias para mantener la
visión viva:
La número uno es un tiempo adecuado de tiempo en silencio. Cuando estés quieto ante el
altar de tu confianza, tu visión mantendrá su lugar en tu vida. Las visiones se reconstruyen en la
quietud, no en el ruido y las prisas de la vida. Un segundo ingrediente para mantener la visión
es la repetición. Debes recrear tus sueños constantemente. No es suficiente con haberlos
repetido en el pasado. Deben ser parte de cada día, o muy pronto no se tendrá fe en ellos ningún
día.58

Los pastores no pueden dar pasos sobre el agua. No pueden simplemente mantener el
trabajo, “mantenerse al frente” hasta que Cristo retorne. Deben estar en el acto de liderar,
de estimular visión en su pueblo. La iglesia debe darse cuenta de que hay algo por hacer, y
el pastor debe decirle qué es ese algo, y dirigirla para realizarlo.

Afiliación
El primer acto del liderazgo es impartir visión; el segundo es afiliar a otros para que
adquieran la visión. También podemos llamar a esto reclutamiento. Los líderes eficaces
saben cómo reclutar a la gente para introducir la visión en la organización. Los líderes
deben seguir el ejemplo de Cristo, cuyo llamado fue “seguidme” (Mt 4:19). Nuestro Señor
reclutó o alistó gente y los convirtió en sus discípulos, gente que compartió su visión y se
dispuso a llevarla a cabo.
En la actualidad, las iglesias sufren por la falta de obreros. Rush observa:
La falta de voluntarios es una de las mayores tragedias en la iglesia de hoy. De hecho, hay
tan pocos voluntarios verdaderos en la iglesia moderna que probablemente necesitemos
recordarnos lo que es un voluntario: una persona que por iniciativa propia y libre voluntad da
un paso adelante para hacer una tarea. Tales personas son tan raras en el cristianismo hoy, que
la mayoría de líderes cristianos se quedan pasmados cuando alguno se les acerca.59

Nuestro mundo se está convirtiendo en una sociedad de espectadores por la adicción al


entretenimiento y por el creciente papel de profesionales en nuestras iglesias. El calienta-
asientos demanda excelencia que solo pueden ofrecer los profesionales. El resultado final
es que tenemos cada vez menos voluntarios, y eventualmente cada vez se hará menos por el
reino de Dios. El ciclo debe romperse si hemos de sobrevivir para el siguiente siglo.
Los líderes deben afiliar seguidores para la causa de Cristo, no solo que crean en el
mensaje de la cruz, sino también en el ejercicio de sus dones para la perfección del cuerpo
de Cristo. Cuando se piensa en reclutar a otros para el ministerio, los líderes deben
mantener estos principios en mente:
1. La gente quiere servir: “Necesitamos entender que la gente esperaría en línea para
ofrecerse como voluntarios para un trabajo del que conocen su importancia y saben
que son necesitados y valorados cuando se ofrecen a llevar a cabo las tareas”.60

58
Miller, Leadership, 42.
59
Rush, New Leader, 119.
60
Ibid., 125.
16

2. La gente servirá si nosotros “pedimos a gente específica para ministerios específicos


por un tiempo específico”.61
Los líderes han de reclutar y reclutar con eficacia para lograr sus metas. Debemos
aprender el arte de reclutar. Después de todo, es parte de la descripción del trabajo del
líder.62 El alistamiento de voluntarios es un acto de liderazgo.

Delegación
A continuación del acto de reclutamiento está el acto de encomendar, porque el
propósito de alistar es delegar a cada cual una tarea y así lograr que todos se ocupen en
alcanzar la visión del cuerpo. La encomienda es una de las tareas esenciales del liderazgo,
sea espiritual o secular. “Quien tiene éxito en lograr que se hagan las cosas por medio de
otros”, declara Sanders, “está ejercitando la clase más alta de liderazgo”.63 De acuerdo con
algunos, “delegar puede ser la habilidad más importante de un ejecutivo”.64
¿Qué significa delegar? Es el arte de asignar parte de tu trabajo a algún otro,
concediendo responsabilidad y autoridad, así como una tarea a otra gente que está contigo
en el ministerio, o simplemente “deshacerse de todo lo que se pueda y hacer únicamente lo
que queda”.65 Rush proporciona la siguiente y comprensible definición:
Delegar consiste en transferir autoridad, responsabilidad, y control de una persona o grupo
a otra. En la mayoría de los casos, incluye mover la autoridad de un nivel más alto, en una
organización, a uno más bajo. Delegar es el proceso por el que se realiza la descentralización
del poder organizador. La descentralización conlleva la dispersión de la autoridad y
responsabilidad desde la cima hacia abajo por medio de la organización, permitiendo a más
gente que se involucre en el proceso de tomar decisiones.66

Delegar no significa abandono del liderazgo, sino el ejercicio del acto más profundo del
liderazgo. Los grandes líderes son eficaces para delegar. Se dan cuenta de que
personalmente son incapaces de hacer o atender todo lo que desean completar. Conforme
crece una organización, ésta alcanza un punto donde si ha de continuar creciendo, y si su
líder quiere sobrevivir con la carga de trabajo, debe delegar. Éxodo 18 es un ejemplo
bíblico clásico de lo necesario de la organización. Un escrutinio cercano del capítulo
recompensará a los líderes atrapados en los mismos apuros que Moisés.
Los beneficios personales y corporativos de delegar son incalculables. La delegación
sirve para estos propósitos:67
1. Libera a los líderes de algo de trabajo.

61
Gangel, Feeding and Leading, 144.
62
Véase el capítulo de Gangel, “Recruiting Effective Volunteers”, en Feeding and Leading, 133–47.
63
Sanders, Spiritual Leadership, 202.
64
Por ejemplo, Gangel, Feeding and Leading, 175.
65
Ibid.
66
Rush, Management, 132.
67
Donald H. Weiss, How to Delegate Effectively (New York: American Management Asscociation,
1988), 15–21.
17

2. Garantiza que el trabajo se haga apropiadamente.


3. Facilita la toma de decisiones.
4. Mejora las habilidades de la gente.
5. Incrementa la productividad.
6. Convierte al líder en un partícipe de grupo.
7. Prepara a líderes futuros.
8. Hace que la gente incremente sus habilidades para su propio bien.
Con tantos beneficios que produce el delegar, podríamos preguntar por qué no lo
practican más líderes de forma eficaz. La respuesta probablemente yace en el hecho de que
algunos ocupan el oficio de líder sin poseer los rasgos del liderazgo. Simplemente no
quieren delegar y nunca intentan hacerlo. La razón principal es el temor de perder poder o
control. Estos líderes tampoco intentan compartir la gloria con sus seguidores alguna vez.
Miller manifiesta esta falacia: “Nunca puedes llegar a un escenario de liderazgo real
insistiendo en que otros hagan tu trabajo en tanto que tú te llevas la gloria”.68
La delegación inapropiada también frustrará a la gente dirigida. Hay formas apropiadas
para delegar, y los ingredientes de la delegación deben estar presentes. Son la
responsabilidad, autoridad y contabilidad. La responsabilidad es saber bien qué es necesario
hacer; la autoridad es tener poder de decisión para realizar la tarea; y la contabilidad es
conocer los límites bajo los que se está llevando a cabo la tarea. Si falta uno de estos
ingredientes, el proceso de delegar no tendrá éxito.
Tal vez este acróstico69 ayude a recordar los pasos apropiados que se deben tomar
cuando se delega:
D Determinar el ministerio
E Examinar las responsabilidades
L Liderazgo que debe ser seleccionado (establecerlo)
É Educar al líder
G Guiar al líder
A Autorizar al líder
T Tener confianza en el líder
E Evaluar al líder
No podemos sobrestimar la importancia de este acto de liderazgo, y concordamos con
esta declaración: “El grado con el que el líder es capaz de delegar el trabajo es la medida de
su éxito”.70

Motivación
Un líder puede infundir visión, reclutar obreros y delegar responsabilidades, pero ¿qué
podrá asegurar el que la gente permanezca en las tareas asignadas con el entusiasmo
requerido para que se realice o se mantenga el esfuerzo durante un período prolongado? La
respuesta es la motivación. Los líderes deben motivar, inspirar a los seguidores para que se

68
Miller, Leadership, 79.
69
Recibí este acróstico del profesor Jim George de The Master’s Seminary.
70
Sanders, Spiritual Leadership, 203.
18

mantengan en la tarea. Rush afirma que “un líder nunca tendrá éxito a menos que sus
seguidores sean motivos para triunfar”.71
Por motivación nos referimos al desencadenamiento de la fuerza interna de la gente que
los lleva a la acción.72 Alguien ha dicho: “La motivación es el acto de crear circunstancias
que permiten la realización de cosas por medio de otra gente”.73
De todas las responsabilidades que realizan los líderes, el acto de hacer que la gente se
mueva a hacer algo ha sido abiertamente de gran abuso. Los líderes espirituales han sido
culpables de las peores clases de manipulación y decepciones en sus esfuerzos por lograr
que sus iglesias trabajen. Han empleado palabrería, amenazas, favoritismo, mendicidad,
adulación, pruebas, soborno, e incluso pretensiones de haber recibido revelación directa
para manipular a sus seguidores.74
¿Cómo motiva un líder? El mismo líder es la clave para la motivación: su integridad, su
habilidad, su conocimiento de lo que se debe hacer y su ejemplo son la base para la
motivación. Todas las tácticas de motivación son ineficaces si el líder carece de estas
cualidades personales.
Los líderes que poseen estas cualidades pueden mejorar su habilidad para motivar
entendiendo a la gente y lo que hace a ésta aportar su máximo. Lee nos proporciona la
siguiente lista para ayudar con su motivación a que la gente dé lo mejor de sí:75
• La gente necesita saber lo que va a suceder con ellos como personas, qué se
esperará de ellos y cómo encajarán sus contribuciones en el grupo.
• La gente necesita un sentido de pertenencia, un sentimiento de que nadie pone
objeción a su presencia, de que son sinceramente bienvenidos, y de que son
queridos por lo que son en su totalidad.
• La gente necesita formar parte de la planificación de las metas del grupo y tener
confianza en que las metas están a su alcance.
• La gente necesita tener responsabilidades que desafíen y a la vez que estén dentro
del ámbito de sus habilidades, y que contribuyan al logro de las metas del grupo.
• La gente necesita ver que se está progresando hacia las metas de la organización.
• La gente necesita tener confianza en el liderazgo del grupo, teniendo la seguridad de
que los líderes serán justos, así como competentes, confiables y leales.
• La gente necesita concluir en cualquier momento: “Esta situación tiene sentido para
mí”.
Por supuesto que, en definitiva, no hay nada que motive más que un líder motivado. Si
los líderes pueden mantenerse motivados de algún modo, su entusiasmo por alguna tarea se
hará contagioso. El secreto, pues, para motivar es mantenerse motivado uno mismo.
El ministerio pastoral es un maravilloso privilegio. Es liderazgo en la iglesia de Dios,
una administración encomendada por Dios, un servicio que se debe hacer para el Gran
Pastor y sus ovejas. Nos consideramos profundamente bendecidos por Dios cuando somos

71
Rush, Management, 109.
72
Ibid., 108.
73
Engstrom y Larson, Seizing the Torch, 62.
74
Means, Leadership in Christian Ministry, 182.
75
Lee, Church Leadership, 152–53.
19

llamados pastores. Es fácil perder visión de nuestra responsabilidad más fundamental:


¡liderar! Por lo tanto, ¡mantengámonos en la tarea de liderazgo que nos ha dado nuestro
Dios!
La Responsabilidad de un Esposo: Liderazgo I
Stuart Scott

Una expresión común, “¡Llévame a tu líder!” no debería crear confusión,


especialmente entre una familia cristiana. El liderazgo del esposo es un mandato de Dios, y
como tal es un privilegio y responsabilidad. Con el marco de la verdadera adoración a Dios
y el amor de Cristo fresco en nuestras mentes, ahora podemos llevar nuestra atención a la
habilidad y arte de dirigir. En este capítulo, examinaremos las características generales del
liderazgo cristiano. La forma del liderazgo de Cristo es muy diferente a la del liderazgo del
mundo que vemos frecuentemente y al liderazgo carnal que surge tan naturalmente.

El Hombre Natural2 El Hombre Espiritual

• Auto-confiado • Confiado en Dios


• Conoce a los hombres • También conoce a Dios
• Toma sus propias decisiones • Busca averiguar la voluntad de Dios
• Ambicioso • Modesto (desaparecerse o hacerse discreto)
• Origina sus propios métodos • Busca y sigue los métodos de Dios
• Disfruta mandar a otros • Se deleita en obedecer a Dios
• Motivado por consideraciones personales • Motivado por el amor a Dios y al hombre
• Independiente • Dependiente en Dios

Un liderazgo deficiente es la causa de muchos conflictos en el matrimonio. Cada


vez que el método de liderazgo de un esposo le ayuda a lograr su propia ganancia carnal, le
capacita para señorearse sobre su esposa, y le permite ser irresponsable, su método de
dirigir es equivocado (1 Pedro 5:2–3). Las cualidades del liderazgo semejantes a Cristo son
indispensables para el matrimonio del esposo ejemplar.

El Esposo Tiene Autoridad Dada por Dios


La responsabilidad de dirigir siempre viene de tener una posición de autoridad.
Liderazgo es dado por Dios sobre al esposo al momento de los votos matrimoniales. Sin
embargo, existen abusos y distorsiones del privilegio de liderazgo porque hay malos
entendidos acerca de la liderazgo o autoridad que le ha sido dado al esposo por Dios. A
continuación, hay algunos aspectos importantes de la autoridad que Dios le ha dado al
esposo.

Tu Autoridad Es Limitada
Solo Dios tiene autoridad ilimitada. Tú estás limitado en tu autoridad por los mandatos de
la Palabra de Dios, así como la autoridad del gobierno solo puede llegar hasta un punto.

Stuart Scott, El Esposo Ejemplar: Una Perspectiva Bíblica (Graham, NC: Publicaciones Faro de
Gracia, 2008), 103–14.
2
J. Oswald Sanders, Liderazgo Espiritual (Chicago, IL: Moody Press, 1967), p. 21.

20
21

Aunque todos los cristianos están llamados a estar en sujeción al gobierno, la autoridad del
gobierno está limitada. Solo tiene la autoridad que Dios le da. Su autoridad no está por
encima de la de Dios. Pablo señala bien, esto, en Romanos:
Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de
parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone
a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean
condenación para sí mismos (Ro 13:1–2).
Este mismo principio aplica a la autoridad que le ha sido dada al esposo. Algunos
esposos parecen creer tener la autoridad de decir nada, hacer nada, o requerir nada. Un
esposo no tiene la autoridad para pecar o para pedirle a su esposa que peque. Tú estás bajo
la autoridad de Dios y se te ha dado una medida de autoridad para llevar a cabo la voluntad
revelada de Dios. Mientras que es cierto que tu esposa debe obedecerte a menos que le
pidas que peque, tu preocupación debe ser que estés obedeciendo a Dios y amando a tu
esposa en cualquier decisión y peticiones que hagas. Dios te hará responsable por tu
liderazgo. Debemos honrar a Dios al usar nuestra autoridad en la forma que El se ha
propuesto. Cada vez que un esposo ve su autoridad por encima de los límites ordenados, o
sin los mandatos importantes de Dios, será un líder mediocre. El no estará dirigiendo en la
manera que un esposo cristiano debería.

Tu Autoridad Debe Ser Activa


Necesitas recordar que tu autoridad requiere que tú dirijas. No es una opción. Dios
ha hecho esto muy claro:
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es
su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las
casadas lo estén a sus maridos en todo (Ef 5:23–24).
Dios es un Dios de orden. Caos, confusión, y desorganización no deben estar presentes en
nada que Dios ha designado o instituido. En Su sabiduría, Dios sabe que el orden es
necesario para cumplir un propósito. Él ha requerido orden en la manera en que la creación
funciona (Gen 1–2), en la manera que la nación de Israel funcionaba (Ex 35-Num 9), en la
manera que la familia debería funcionar (1 Cor 11:3; Ef 6:1), en la manera que la Iglesia
debería funcionar (1 Cor 14:40), y por lo demás. Hasta hemos visto como existe orden en la
Divinidad (Padre, Hijo, Espíritu Santo) opera en Si misma. Creo que es obvio que una
razón por la que Dios te ha dado su autoridad es para poner orden en la institución del
matrimonio, para que Sus propósitos sean logrados (Ef 5:21–33; Col 3:18–4:1).
Algunos propósitos para la autoridad que se te ha sido dada son:
• Para ayudar a otros a ver como Dios dirige su • Para proveer lo que es necesario para la familia
pueblo
• Para proteger a la familia
• Para desarrollar humildad y obediencia en
• Para obtener un ministerio más efectivo para Dios
aquellos a quienes concierne
• Para ayudar a la familia a ser un buen testimonio
• Para guiar a la familia en justicia
al mundo
• Para dar un sentido de orden y estabilidad en el
hogar
22

Dios te ha dado tu autoridad para usarla. El, un día, te hará responsable por tu
fidelidad en esta área. ¿Eres sin reproche ante Dios y el hombre en esta área? En las
instrucciones de Pablo a Timoteo, el escribe que los pastores y diáconos deben ser hombres
que sean “irreprensible” aun en como manejan sus hogares (1 Tim 3:2, 10). Pablo luego
continúa explicando como un hombre debe ser “irreprensible.” En su lista de formas él
dice:
… no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino
amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en
sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo
cuidará de la iglesia de Dios?).… Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y
que gobiernen bien sus hijos y sus casas (1 Tim 3:3–5, 12) [énfasis añadido]
En estos versículos la palabra “gobernar” (prohistemi) significa “dirigir y preocuparse por.”
Si quieres ser un hombre que es “irreprensible” o “irreprochable” (LBA), debes dirigir y
preocuparte por tu hogar en una manera aceptable.

El Esposo Ejemplar Es un Pastor Que Es un Líder


En las Escrituras, Dios es mostrado como el Pastor de Israel (Sal 80:1; Is 40:11). El
cuidaba de ellos a medida en que los dirigía. Él siempre sabía la dirección en que quería
que Su pueblo fuera, pero El ejercitaba una gran paciencia en el transcurso. Frecuentemente
permitía que Su pueblo le sirviera con sus propios talentos y metas, pero también tenia
limites en los cuales El decididamente requería que ellos permanecieran (por ejemplo, Jos
1:7). Cristo se refirió a sí mismo como “El Buen Pastor” y fue el ejemplo humano perfecto
de liderazgo (Jn 10:11). Aunque nuestro Dios tiene todo el poder y autoridad, El siempre
dirige a Su pueblo como un pastor:
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen (Jn 10:14)
Como nuestra meta es ser como Cristo, y si Cristo es un pastor a esos que dirige,
entonces necesitamos también cuidar de aquellos a quienes dirigimos (1 Jn 2:6). Tanto
como sea posible, nuestro liderazgo necesita tener cualidades similares al pastoreo hecho
por Dios, y más específicamente, el pastoreo hecho por Cristo.
La palabra pastor pone nuestro liderazgo en perspectiva. No somos reyes, por encima
de nuestras esposas, sino realmente humildes sub-pastores, haciendo el mandato del
Príncipe de los Pastores. Si, tenemos autoridad para tomar decisiones, pero la autoridad no
es la meta. La autoridad es un medio para un fin—el fin de Dios. Es el medio por el cual
cuidamos a nuestras esposas y hacemos la voluntad de Dios. Además, es solo un aspecto de
nuestra relación con nuestras esposas. Somos también pareja y compañeros. La mayoría de
los hombres se apoyan demasiado en su autoridad. La autoridad es algo que tú ejercitas
cuando debes. He escuchado decir que nuestra perspectiva no debe ser que amamos para
gobernar, sino que gobernamos para amar. El pastorear, por otro lado, es algo que siempre
debes tener en primer plano en tu mente porque implica cuidado completo y diario,
cualquier cosa que eso acarree. Tomemos un vistazo a las cualidades de un pastor al ver el
pastoreo de Dios y Sus instrucciones a los sub-pastores de Su pueblo.
23

1. Un pastor sabe a dónde va.


“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me envió” (Jn 6:38)
Un pastor debe conocer su destino antes de poder dirigir su rebaño hacia allá. Cristo
ciertamente sabía a donde iba. Él tenía la intención de glorificar a Dios, e hizo uso de
perfecta sabiduría en todas Sus decisiones.
Un pastor no es ni indeciso ni precipitado en sus decisiones. Para poder dirigir, el
debe ser decisivo, pero muy cuidadosamente decisivo. Un pastor siempre estará en el
proceso de tomar decisiones informadas y con propósitos para poder cuidar por sus ovejas
apropiadamente. El necesita estar consciente de las circunstancias, peligros, y posibilidades
alrededor de sus ovejas, tanto como sea posible. También necesita conocer bien a sus
ovejas. Ser decisivo no significa que el pastor siempre estará tomando y expresando
decisiones, sino que el siempre estará pensando, estudiando, y evaluando.
Al que responde palabra antes de oír, Le es fatuidad y oprobio.… El corazón del entendido
adquiere sabiduría; Y el oído de los sabios busca la ciencia (Pr 18:13, 15)
Obviamente no podemos ser perezosos como esposos. No debemos sentarnos y
dejar que nuestras esposas hagan la evaluación y la toma de decisiones. Ciertamente
deberíamos obtener su opinión, pero la evaluación y la toma de decisiones son nuestra
propia responsabilidad.
La sabiduría viene de la Palabra de Dios. Esposo, no hay manera de que dirijas a tu
esposa en los caminos de Dios y en una manera sabia en este mundo a menos que tú, tú
mismo, estés arraigado en la verdad de Dios. Debes buscar conocer la persona de Dios, Sus
metas, y Sus caminos (a través Su Palabra) con fervor. Debes consagrarte a esto. Este es
una razón por la que la primera sección de este libro, “Los Reconocimientos de un Esposo”,
fue tan larga. Un hombre que quiere prosperar en la voluntad de Dios hará lo que Dios le
dijo a Josué que hiciera:
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en
él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1:8)
2. Un pastor conoce como guiar amorosamente.
“Jehová es mi pastor … Ciertamente el bien y la misericordia
me seguirán todos los días de mi vida …” (Sal 23:1, 6)
Ya hemos pasado todo un capítulo en la necesidad de amar a nuestras esposas. Como lo
indica el Salmo 23, Dios (nuestro Pastor) está siempre trayendo bien a Sus ovejas y
mostrándoles cariño afectuoso. Un verdadero pastor ama y cuida de sus ovejas en todo
tiempo. En Juan 10:1–16, Jesús contrasta un verdadero pastor con un mercenario. El
verdadero pastor está desea dar su vida por las ovejas. El mercenario no. El verdadero
pastor conoce sus ovejas bien. El mercenario no. Un mercenario cuida las ovejas porque se
le paga para cuidarlas. Un verdadero pastor cuida las ovejas porque ellas le pertenecen y el
se preocupa por ellas.
24

3. Un pastor guía por su ejemplo.


“Y cuando [el pastor de las ovejas] ha sacado fuera todas las
propias, va delante de ellas …” (Jn 10:4a)
Un pastor guía por su ejemplo, primero y, ante todo. Puede que haya ocasiones
cuando él tenga que usar un método diferente, pero la mayoría de las veces él va delante de
las ovejas y las ovejas le siguen. Cristo guio con su ejemplo mientras estuvo aquí en la
tierra. El guio a los discípulos a orar por su ejemplo (Mateo 6:5–15). El los guio a servirse
los unos a los otros por su ejemplo (Juan 13:3–15). Él les enseñó como hacer un ministerio
por Su ejemplo antes de enviarlos a ministrar por su propia cuenta (Lucas 8:1–9).
Asimismo, nosotros necesitamos estar guiando a nuestras esposas por nuestro
ejemplo. El lema, “Haz como yo digo, no como yo hago” no satisfará a Dios ni a tu esposa.
Nadie quiere seguir a un hipócrita. Como vivimos habla con más fuerza que nuestras
palabras. ¡Estoy persuadido de que algunos de nosotros necesitamos hacer menos hablar y
mucho más vivir!
Dios trazó claramente como es un hombre que guía por ejemplo en sus
instrucciones a la Iglesia cuando iban a escoger hombres piadosos para el servicio. Las
virtudes listadas en 1 Timoteo 3:1–3 y Tito 1:5–9 son prerrequisitos para el liderazgo de la
iglesia porque son características ejemplares. Excepto por dos que son específicas para un
papel de liderazgo en la iglesia (apto para enseñar y no un nuevo creyente), estas cualidades
son las que todos los hombres deben poseer.

Características del hombre piadoso:

• Sin reproche: irreprensible porque no practica la maldad. Si y cuando es acusado, no


hay evidencia.
• Marido de una sola mujer: Es fiel y leal a su esposa.
• Sobrio: en control de sí mismo y sereno.
• Prudente: en contacto con la realidad y alerta. Tiene un sano juicio.
• Decoroso: propio, ordenado, y modesto, al opuesto de ser atolondrado e inmaduro.
• Hospedador: Un amigo de extraños y desea tener a otros en su hogar.
• No toma mucho vino: moderado, con dominio propio. No es un borracho.
• No agresivo/sin contienda: no pendenciero o fácilmente airado.
• No avaro: no codicioso o enfocado en riqueza material.
• Gobierna bien su casa: la mantiene y cuida de una manera aceptable. Dirige a su
familia, en vez de forzarlos o permitirles que lo dominen.
• Tiene a sus hijos en sujeción con toda honestidad: tiene hijos que le obedecen. Porque
es honrado en como el los maneja, ellos actúan con dignidad.
4. Un pastor sabe cómo supervisar.
Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, profetiza contra los
pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay
de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos!… os habéis enseñoreado
de ellas [las ovejas de Dios] con dureza y con violencia.
(Ez 34:1–4) [énfasis y explicación añadidas]
25

Pastorear no es un tipo de liderazgo cruel o controlador. Algunos hombres tratan a


sus esposas como niños pequeños, haciendo todo para ellos o tratando de controlar cada
actividad y decisión. Un esposo pastor, sin embargo, no se “enseñorea” sobre su esposa.
Existe la mayoría de las veces una medida significante de libertad en la manera en que un
buen esposo dirige. El lleva a esos bajo el en una cierta dirección; el no busca escrutinar y
controlar cada uno de sus pasos. Cuida de que tu liderazgo sea en gran parte vigilancia y no
un asunto de control.
Un esposo que se enseñorea de su esposa no se preocupa realmente por ella como
debería, sino por el contrario se preocupa mayormente por su propia agenda. Este tipo de
esposo podría también menospreciar a otros y tener dificultad de creer que ellos sean
capaces (por la gracia de Dios) de hacer lo que necesitan hacer y convertirse en lo que
necesitan convertirse. Él puede estar tentado a verse a sí mismo como el único que debe
hacer que las cosas, en lugar de darle a otros una oportunidad y confiando en Dios para que
funcione. A este usualmente también le faltan habilidades personales y de relación y la
habilidad de reconocer sus propios pecados y faltas. Como esposo ejemplar, debemos
despojarnos de cualquier tendencia de “enseñoreo” y vestirnos de paciencia, dominio
propio, y humildad.
Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo
señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey (1 Pe 5:2–3)
5. Un pastor está involucrado.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen (Jn 10:14)
Algunos esposos son demasiado cobardes, temerosos, u ocupados con las cosas
equivocadas para involucrarse. Algunos temen la reacción de sus esposas y las
consecuencias de hacer lo correcto. Por el contrario, deben tener coraje, fe en Dios, y
confianza en que Su Palabra les guiará en sea lo que sea que resulte de tomar la
responsabilidad de dirigir. Esposos demasiado ocupados todavía no comprenden que serán
tomados a cuenta por su contribución (o falta de) en el estado de su hogar. En la misma
manera en que los líderes de las iglesias serán hechos responsables por el cuidado de la
grey, tú también serás hecho responsable por el cuidado de la grey de tu hogar.
6. Un pastor es diligente en su responsabilidad.
Apacentad la grey de Dios … voluntariamente (1 Pe 5:2)
Es muy fácil racionalizar nuestra responsabilidad como esposos. He oído (y yo mismo
he usado) las mejores excusas: “Estoy demasiado cansado.” “Estoy demasiado ocupado.”
“Yo no cableado así.” “Ese no es mi estilo.” “Eso es esperar demasiado de mi ahora
mismo.” El común denominador en todas estas excusas es el egoísmo (Fil 2:3–4). Cristo,
sin embargo, nunca está enfocado en sí mismo o perezoso en su cuidar de nosotros. Un
buen pastor es diligente y desea cuidar sus ovejas. Nosotros debemos, además, ser
diligentes y listos en nuestro liderazgo también.
Si has estado dejando que tu esposa dirija, necesitas sentarte con ella y expresar tu
intención de amarla a ella y a Dios al dirigir tal como debes. Dile de tu deseo dirigir
26

amorosamente sin enseñorearte de ella. Discute maneras específicas en la que ella puede
seguirte mejor. Una vez que ambos tengan la misma meta de obedecer a Dios en esta área,
deben ambos tener la gracia y ser pacientes en la medida que aprenden los nuevos hábitos.
7. Un pastor protege.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no
es el pastor … huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas (Jn 10:11–13).
Un pastor siempre está velando por peligro y está listo para intervenir. Ciertamente, el
nunca intencionalmente o deliberadamente pondría sus ovejas en peligro. Como esposos
necesitamos hacer lo que podamos para mantener a nuestras esposas seguras de peligro. Si
es posible, necesitamos estar con ellas, o ver que alguien lo esté, cuando exista un peligro
potencial. Deberíamos hacer lo que podamos para darles un lugar seguro de vivir y un
automóvil confiable para conducir. También necesitamos estar velando por cualquier
peligro espiritual tales como herejías, tentaciones obvias, y opiniones excesivas del mundo
(por ejemplo, programas de la televisión incorrectos, novelas incorrectas, amistades
incorrectas, etc.). Nunca es correcto para un esposo permitirle deliberadamente a su esposa
estar en cualquier tipo de peligro que se pueda evitar.
8. Un pastor provee.
Jehová es mi pastor; nada me faltará (Sal 23:1)
Cristo, como el Buen Pastor, provee para Su Iglesia. Él cuida de su mínima necesidad, y
hace el bienestar de Su Grey Su preocupación. Proveer para nuestras esposas es una parte
importante de amarlas en la manera en que Cristo nos ama. La Biblia es clara en que
debemos preocuparnos por las necesidades físicas y espirituales de nuestras esposas (1 Tim
5:8). Para llevar a cabo nuestra responsabilidad debemos proveer comida, vestido, techo,
descanso, salud, y satisfacción sexual, también una buena iglesia y vigilancia espiritual.
9. Un pastor instruye.
Jehová es mi pastor.… Me guiará por sendas de justicia por
amor de su nombre (Sal 23:1–3)
Con el entendimiento de que nuestra instrucción debe estar balanceada por el principio
de vigilancia (ver numero 5). Debemos estar seguros de dar instrucción, especialmente en
las cosas de Dios. Un pastor no simplemente deja a las ovejas vagar por donde quiera sin
ninguna instrucción. Tomar el tiempo para estudiar, revisar sermones, o tener devocionales
con tu esposa es una buena manera de dirigir por instrucción. Tener un tiempo especial para
discutir asuntos y decisiones también es muy provechoso.
10. Un pastor corrige.
Jehová es mi pastor.… Tu vara y tu cayado me infundirán aliento (Sal 23:1, 4).
Por amor, un pastor ocasionalmente tendrá que corregir a una oveja desobediente. El
hace esto por el bienestar de las ovejas. Aunque la corrección no sea muy agradable, puede
todavía ser la mejor cosa para una oveja. Puede hasta ser algo reconfortante para una oveja
saber que su pastor no la dejará descarriada y que su pastor verdaderamente se preocupa.
27

Algunas veces una esposa puede necesitar ser claramente corregida con el cayado de Dios
(la Palabra de Dios). Esto solamente debe ser hecho cuando hay pecado envuelto y con el
propósito de ayudarla y glorificar a Dios. Necesitar comprobar si es que ella está débil,
medrosa, o rebelde y responder en conformidad (1 Tes 5:14). La mayoría de las esposas
que son guiadas en amor por sus esposos rara vez necesitan algo más que una amonestación
amorosa.
Algunas veces una oveja no aprende por la corrección, sino que continúa descarriada.
Un pastor de ovejas literal hará cualquier cosa que sea necesaria para ayudar a las ovejas a
aprender lo que es mejor para ellas. Como humanos, ¡nuestra autoridad no llega hasta al
punto de abusar físicamente de nuestras esposas! Hombres, NUNCA estamos permitidos a
golpear o dañar a nuestras esposas. Cualquier esposo que hiera a su esposa físicamente está
cometiendo una seria ofensa moral ante Dios (1 Tim 3:3). También está cometiendo un
delito criminal y debe sufrir las consecuencias legales. Hacer daño físico a tu esposa
también tendrá el resultado devastador de perder la confianza que es difícil de recobrar. Si
tú y tu esposa están en esta posición, seria sabio buscar consejo piadoso para restaurar la
relación y ganar responsabilidad.
Puede que haya ocasión cuando nuestras esposas necesiten más que nuestra propia
corrección con la Palabra de Dios. Después que hayamos guiado por el ejemplo, hemos
dado instrucción, hemos amonestado tiernamente, y, finalmente, hemos firmemente
reprendido en amor—todo sin resultado, una medida más drástica puede ser requerida antes
de que la esposa se someta a la voluntad de Dios. El Señor nos ha dicho que hacer en este
tipo de situación. Si es una creyente profesante, debemos traer a otro creyente y a toda la
iglesia si es necesario (Lc 17:3–4; Mt 18:15–20). Discutiremos más a fondo como lidiar
con ambos el pecado de la esposa creyente y la no creyente en el Capítulo 15.
11. Un pastor busca restaurar sus ovejas.
Jehová es mi pastor.… Confortará mi alma (Sal 23:1, 3)
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú
también seas tentado (Gal 6:1) [énfasis añadido]
Aunque una oveja sea herida en el proceso de seguir o de rebelión, un buen pastor
busca restaurar esa oveja a su completa salud. Un pastor recibirá compasivamente y
ayudará a la oveja que desea recibir ayuda. En la misma manera, nosotros debemos desear
perdonar y/o ayudar a la esposa lastimada. Es importante que busques entender
verdaderamente a tu esposa a medida que busques restaurarla. Yo, fuertemente sugeriría
que corras el riesgo de equivocarte del lado de la comodidad, hasta que se haga evidente
que tu esposa necesite más.

El Esposo Ejemplar Es un Siervo Que Es un Líder


Para algunos un siervo que es un líder puede parecer como una paradoja
irreconciliable (opuestos que no pueden ser puestos juntos). Pero en realidad, los dos
conceptos deben ir mano a mano. Cristo fue el líder perfecto y sin embargo fue el siervo
perfecto.
28

“Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el
Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su
vida en rescate por muchos” (Mt 20:26–28).
El servir no disminuye la autoridad o el liderazgo de uno. Por el contrario, lo
realza—especialmente el aspecto de guiar por el ejemplo. Uno que dirige como Cristo
dirige está siempre pensando en otros, no en sí mismo. El desea sacrificar su propia
comodidad y aun su propio bienestar por aquellos a quienes dirige. Cristo nos dio un
ejemplo maravilloso de servicio cuando se humilló a sí mismo y sirvió a los discípulos en
el aposento alto:
“Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y
el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los
otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que
el que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas,
bienaventurados seréis si las hiciereis” (Jn 13:13–17)
El mensaje de Jesús a sus discípulos fue claro. Si El deseó ser un siervo, nosotros
ciertamente también deberíamos. Esposos, ¿Cómo sirves a tu esposa? Aunque ella esté
llamada a ayudarte, tú debes servirle. Un siervo estará más preocupado acerca de su propia
responsabilidad que de las de los demás. Primero asegúrate de que estás sirviendo a tu
esposa y luego dirígete a su necesidad para asistirte, si ella no está haciendo su parte. El
más grande de los líderes de todos los tiempos fue un siervo que también fue líder.

Con Dios Todas la Cosas Son Posibles


Cristo te ha dejado el ejemplo perfecto de liderazgo. Aunque no es humanamente
posible, Dios es capaz de hacerte el líder que deberías ser. El cambio conllevará una
dependencia humilde y con oración hacia Él. Confiesa y arrepiéntete de cualquier pecado
en el área de tu liderazgo hacia Dios y tu esposa. Comienza a hacer este aspecto de tu
matrimonio un asunto serio de oración. Señala donde tu liderazgo se equivoca y busca por
el contrario de vestirte de pensamientos y acciones correctas. Mientras buscas honrar a Dios
como pastor y siervo y también un líder, estarás mejor capacitado para ejemplificar a
Cristo.
La Responsabilidad de un Esposo: Liderazgo II
Stuart Scott

En este capítulo, queremos seguir adelante en nuestro esfuerzo para ejemplificar a


Cristo en nuestro liderazgo. Ahora es tiempo de pasar a considerar los fundamentos. Este
capítulo tiene la finalidad de darte algunas ayudas específicas para aplicar lo que has
aprendido. Debemos saber qué espera Dios de nosotros y también tener un plan para llevar
a cabo Sus expectativas. Si somos serios acerca de nuestro deseo de hacer Su voluntad,
tomaremos acción específica (Stg 1:25).

Conoce Tus Propias Metas


Como el líder de tu casa, primero debes determinar tus metas personales y
espirituales. ¿Cuáles son tus metas para tu matrimonio? ¿Cuáles son tus metas
educacionales y vocacionales? ¿Cuáles son tus metas ministeriales? No deberías vagar a la
aventura, día tras día, tomando las cosas como vengan. Recuerda—todas nuestras
metas/planes están bajo la providencia soberana de Dios (Stg 4:13–15).
Después que hayas planteado tu propio curso personal, estás listo para pensar acerca
de la dirección y metas que tengan que ver con tu casa. Cuando estés considerando
dirección y metas para tu casa, se bíblicamente controlado y balanceado, y asegúrate de
involucrar a tu esposa. Recuerda que tú debes ser uno con ella y que ella es tu ayuda. De
seguro, ella será de gran asistencia.
Dirección y metas posibles que puedes establecer para tu casa:
• Establece la Palabra de Dios como el estándar de tu hogar.
• Establece cómo proveerás para tu familia espiritualmente (una buena iglesia e
instrucción bíblica).
• Establece cómo trabajarás para la estabilidad financiera y proveerás las necesidades
básicas para la familia (tanto la inmediata como otros familiares).
• Establece pautas operacionales para tu propia casa (devocionales, encuentros
familiares, uso del teléfono [especialmente para los adolescentes], noches
familiares, hora de acostarse, nivel de ruido, estándares de limpieza, etc.)
• Establece metas y pautas ministeriales para ti y tu familia (la necesidad de ministrar,
con qué frecuencia tome lugar el ministerio de fuera, como pueden ministrar juntos,
frecuencia de hospitalidad, etc.).
• Cuídate de no tener un programa tan inflexible que nunca sea modificado.

Conoce las Áreas a Supervisar


Stuart Scott, El Esposo Ejemplar: Una Perspectiva Bíblica (Graham, NC: Publicaciones Faro de
Gracia, 2008), 115–25.

29
30

Yo creo que podemos con seguridad (espiritualmente) decir que debemos supervisar
cualquier área de la vida de nuestras esposas que afecte su bienestar (espiritual y de otra
forma), las vidas de los otros miembros de la familia, el manejo del hogar, y el testimonio
de la familia ante un mundo que observa. Un supervisor atento verá áreas donde el Señor
podría ya estar trabajando en la vida de su esposa y buscará maneras de ser de ayuda en esa
área. (Ver Apéndice Seis para Hojas de Trabajo del Liderazgo).
Áreas a supervisar:
1. Su estado espiritual
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la
palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni
arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha (Ef 5:25–27)
• Mira que tú ores por ella y con ella.
• Provee para que ella sea parte de, y se involucre con tu iglesia local, si ella es una
creyente.
• Asegúrate de ser un buen testimonio para ella en tu vida y que compartes el
evangelio con ella cuando tienes la oportunidad, si ella no es creyente.
• Mira que no tomes el papel y la responsabilidad del Espíritu Santo, al
constantemente amonestarla y tratar de hacer una obra santificadora en su corazón.
• Mira que ores con ella. La frecuencia y cuánto dura no están estipulados por Dios,
pero orar con ella diariamente es muy beneficioso para tu entendimiento de sus
asuntos y para ser uno con ella.
• Mira que escudriñes la Palabra de Dios con ella regularmente. Esto puede ser hecho
a través de devocionales, revisión de notas de sermones, un libro, o un estudio.
Puedes usar este tiempo para guiar e instruir en asuntos espirituales. Reconoce que
ella puede contribuir con revelación también. Asegúrate de enfocarte principalmente
en tu propia respuesta a la Palabra de Dios. También estudia con ella cuando ella
tenga preguntas y necesidades específicas. Tú puedes usar tus propios métodos de
estudio o un estudio hecho por alguien más.
2. Su toma de decisiones
Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros,
y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia
espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto
en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Col 1:9–10)
• Anímala en la meta de glorificar a Dios.
• Enséñala acerca de los dos mayores peligros de la buena toma de decisiones: el
egoísmo y la subjetividad (siguiendo los sentimientos de uno y nuestro propio
juicio, en lugar de la Palabra de Dios).
• Anímala a enfatizar los principios bíblicos en su toma de decisiones.
• Ayúdala a considerar sus prioridades en su toma de decisión: Dios, esposo, niños,
hogar, y la iglesia local. Esto no debe ser hecho en un orden estricto a cada
momento dado.
31

3. Sus relaciones
Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del
vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus
hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para
que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:3–5)
• Asegúrate de que ella entienda su relación contigo.
- ser uno
- ser una compañera
- ser una ayuda
- ser sumisa y respetuosa. Asegúrate que ella sepa como presentar una apelación
piadosa cuando ella quiera que tu reconsideres una decisión, una acción, o una
actitud (ver La Esposa Excelente, por Martha Peace).
• Mira que ella esté protegida de relaciones pecaminosas o malas. Ven a su auxilio
cuando ella necesite ayuda para tratar con gente que tratan de tomar ventaja de su
bondad, o que son irrazonables, o que actúan inapropiadamente hacia ella.
• Ayúdala a balancear las prioridades de sus relaciones: Dios, tú, los niños, y otros.
• Mira que ella tenga toda la ayuda y recursos que necesite para sus relaciones: tú, sus
hijos, sus amigos, su jefe o compañeros de trabajo, y el resto de su familia.
4. Sus ministerios
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros,
como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pe 4:10)
• Mira que ella conozca cuáles son sus ministerios bíblicamente: tú, los niños, el
hogar, el cuerpo de la iglesia, esos fuera de la fe, y las proporciones de tiempo para
darle a cada uno.
• Mira que ella no se extralimite en su capacidad.
• Provéele de ánimo al descubrir o ejercitar su(s) don(es) espiritual(es).
5. Su bienestar físico
Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El
que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia
carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia (Ef 5:28–29)
• Mira que muestres preocupación y proveas atención por cualquier asunto médico.
• Mira que tú la animes y la hagas responsables por el cuidado apropiado de sí
misma: alimentación, descanso, seguridad, y ejercicio.

Conoce Cuando Actuar


Yo creo que ha sido bien establecido que un buen líder no es pronto para corregir. Por
otro lado, un esposo tendrá ocasiones cuando deba hablar (Pr 25:11; 27:5). Una situación
32

puede requerir desde una simple pregunta a una amorosa reprensión. Puede hasta haber
ocasiones cuando un esposo tiene que buscar disciplina eclesiástica. Si un esposo tiene el
corazón adecuado (el corazón de un pastor y un corazón de siervo), él lo hará en el tiempo
correcto y de la manera correcta. Las siguientes son cosas buenas a ser practicadas antes de
darle orientación a tu esposa:
1. Asegúrate de que tienes la información adecuada.
El que responde palabra antes de oír, Le es fatuidad y oprobio (Pr 18:13)
• Observa, pero se cuidadoso de no ser presumido (pensando que conoces su mente y
corazón solo por tu observación).
• Obtén información de tu esposa y de cualquier otro que pueda ser de ayuda.
• Obtén revelación bíblica al estudiar la Palabra de Dios y/o buscar consejo bíblico.
2. Ora por sabiduría bíblica.
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el
cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada (Stg 1:5).
• Pregúntate:
“¿Es mi opinión realmente necesaria en este momento?”

“¿Cuál es la perspectiva de Dios en el asunto en cuestión?”

“¿Es este un asunto de pecado o un asunto que está causando gran dificultad a mi
esposa o familia?”

3. Piensa completamente acerca del método apropiado.


Recuerda, tú quieres pastorear a tu esposa. ¿Cuál es la forma más adecuada en la que
puedes proveerla la oportunidad de dirigirse en la dirección deseada bajo su propia
iniciativa? Las siguientes preguntas te ayudaran a determinar el método apropiado. Están
colocadas en un orden sugerido de progresión.
• ¿Le he dicho a mi esposa lo que me gusta de ella y lo que ella está haciendo bien?

• ¿Me he asegurado de que se le ha dado el conocimiento o la visión bíblica que es


necesaria para el cambio que ella necesita hacer?

• ¿Le he dado la oportunidad de aplicar ese conocimiento por su propia cuenta?

• ¿He alentado algún progreso en la dirección correcta?


33

• ¿He ofrecido alguna ayuda?

• ¿Le he dado orientación general?

• ¿Le dado orientación especifica?

Cuando tu esposa necesite liderazgo especifico, puede que necesites darle una
instrucción directa o tomar una decisión definitiva. Esto debería ser hecho de una manera
amorosa y provechosa. Afortunadamente, tus sugerencias serán apreciadas, pero puede que
sean resentidas o hasta resistidas. A estas alturas a menos que tú estés pidiéndole a tu
esposa pecar, ella estaría pecando si rehúsa hacer lo que le pides. Tocaremos que hacer
acerca de la esposa que peca en el Capítulo 15.
4. Ten las metas correctas.
Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios (1 Cor 10:31)
• Tus metas al dirigir a tu esposa deben ser:
- Para glorificar a Dios
- Para hacerle bien a tu esposa y a otros
- No simplemente hacer las cosas a tu manera o llevar a cabo tus preferencias
5. Si es posible, recuerda comunicar tus razones y metas (la gloria de Dios y el bien
de otros) cuando debas ir en contra de lo que tu esposa quiera o cree que es mejor
(Fil 2:3–4; Mr 10:32–40).
Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de
corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida (1 Ti 1:5).

Guiando a una Esposa No Creyente


Algunos esposos están casados con esposas no creyentes. Ellos son todavía
responsables de ser fieles en su liderazgo. Si una esposa profesa creer, pero hay duda de si
es realmente salva o no, un esposo debe intentar guiarla en la misma manera en que un
esposo debe guiar a una esposa creyente. A tiempo, su verdadera condición espiritual se
hará evidente. Si un esposo está casado con una esposa que admite que ella no es una
creyente, el necesita saber la respuesta a la pregunta, “¿Cómo un esposo creyente pastorea a
una esposa no creyente?”
La cosa más importante para un esposo en esta posición es enfocarse en glorificar a
Dios no importa lo que pase. Guiar a una esposa no creyente puede ser una tarea difícil,
pero Dios nos ha dado dirección.
Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea
creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene
marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
34

Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el


marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora
son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la
hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.
Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú,
oh marido, si quizá harás salva a tu mujer? (1 Co 7:12–16).
Si deseas ser fiel al guiar a tu esposa no creyente:
• No la abandones o la eches, sino desea de vivir con ella y amarla (excepciones:
infidelidad sexual no arrepentida o si ella quiere salir del matrimonio).
• Se un testigo fiel más por tu vida que por tus palabras. Busca ser un ejemplo de
amor y obediencia hacia Dios. Un esposo debe ser cuidadoso de no predicar a su
esposa no creyente u obligar a aceptar la Palabra de Dios. Por el contrario, el debe
compartir con ella solo si ella está abierta a oír acera de quien Dios es y como estar
correctamente relacionado con Él.
• Ámala genuinamente y cuida de ella y ten la humildad de Cristo. Considera sus
intereses y preferencias por encima de las tuyas. En mi experiencia, muy pocas
esposas no creyentes se resisten a venir al Señor cuando un esposo está viviendo
con ellas en una manera amorosa y comprensiva. Un esposo de una esposa no salva
debe primero que todo estar seguro de que él está caminando humildemente ante
Dios y su esposa. Muchas esposas no cristianas han escapado de sus matrimonios
porque sus esposos creyentes fueron muy orgullosos y difíciles para convivir.
• Cuando peques contra ella, reconócelo, confiésalo, pídele perdón, y luego
arrepiéntete (cambia).
• Si eres nuevo creyente, permítele a tu esposa no creyente un tiempo de transición
antes de intentar tocar los problemas de pecado. Primero, céntrate en tu caminar
con el Señor y luego en la salvación de ella.
• No pretendas que tu esposa no creyente entienda su necesidad de honrar a Dios
con su vida o que entienda la sumisión bíblica. Como ella no es creyente, a lo mejor
ella pecará mucho. Solamente trata pecados mayores que la afecten grandemente a
ella o a la familia. Cuando debas lidiar con el pecado apela a su consciencia y sobre
la base de lo que es correcto a los ojos de Dios y de los hombres. Entenderá o no
entenderá esas cosas.
• Recuerda que es Dios quien salva (Ef 2:1–9). Ora para que el Espíritu Santo obre y
luego se paciente.
Los esposos de mujeres no creyentes frecuentemente preguntan cosas como, “¿Cómo
puedo esperar que ella se someta?” “¿Cómo puedo trabajar con su pecado?” “¿Qué hago si
ella no sigue?” o “¿Qué acerca de los asuntos pertinentes a los niños o sus tratos con ellos?”
Intentaremos contestar estas preguntas en el Capitulo 15: “Ayudando a Su Esposa a Lidiar
Con Su Pecado.”
35

La meta de un esposo ejemplar que está morando con una esposa no creyente debe ser
la fidelidad a la voluntad de Dios. Un esposo no puede hacer que su esposa se someta a
Cristo, o se someta a él, o aun permanecer en la relación. Si tienes una esposa no creyente,
no debes tener la meta de tener una esposa creyente o la meta de un matrimonio suave. Si tu
esposa no creyente quiere salir del matrimonio, debes dejarla ir en paz, porque está llamado
a la paz y no a la guerra (1 Cor 7:15). Cuando un esposo ha hecho todo lo que ha podido
para amar a su esposa no creyente, pero ella todavía quiere irse, Dios puede darte toda la
sabiduría y la gracia que necesitas para agradarle a Él en esta prueba. Si tu esposa no
creyente no se va, será un enorme alivio saber que tú has glorificado a Dios por tu
fidelidad.

Conoce Como Tomar Decisiones Que Honren a Dios


Un líder solamente será tan bueno como sus prácticas de tomar decisiones. Porque
tomamos cientos de decisiones al día, debemos conocer como tomarlas en una manera que
agrade a Dios. Los errores más comunes en la toma de decisiones son la subjetividad
(determinando la verdad por nuestras propias ideas, sentimientos, o experiencias) y el
misticismo (creer que Dios comunica Su voluntad subjetivamente). J. I. Packer una vez
escribió, “las ideas equivocadas acerca de la dirección de Dios conducen a conclusiones
equivocadas acerca de qué hacer.” No podemos depender de nada subjetivo como viniendo
de Dios (ver la Guía de Estudio del Esposo Ejemplar para más explicación concerniente a
estos tipos de prácticas). En su libro, Toma de Decisiones y la Voluntad de Dios, Gary
Friesen advierte en contra de tomar decisiones importantes basadas en nuestros
sentimientos o impresiones:
Porque las impresiones pueden ser producidas por cualquier número de fuentes:
Dios, Satanás, un ángel, un demonio, emoción humana (tales como miedo y
éxtasis), desbalance hormonal, insomnio, medicamentos, o un estomago
descompuesto … Las impresiones son reales; los creyentes las experimentan. Pero
las impresiones no son autoritativas.
Aunque es más fácil algunas veces tomar decisiones subjetiva o místicamente, Dios nos
ha dado una forma diferente y mejor de tomar decisiones: a través de la seria y constante
consideración de la Palabra de Dios (Sal 1; 19:7; 2 Pe 1:19).
Mientras más sepas acerca de las Escrituras, más dirección tendrás en tu vida (Sal 119).
Existen principios más que suficientes en la Biblia para guiar el camino. La Biblia habla
acerca de algunas cosas muy directamente (por ejemplo, mandatos directos). En este
sentido es un mapa específico. En otros asuntos, sin embargo, la Biblia habla
indirectamente y actúa más como una brújula, dándote una instrucción general a seguir (por
ejemplo, principios apoyados). Juan Carlos Ryle, el Obispo de Liverpool en 1880, resumió
bien la toma de decisiones cuando escribió:
La Biblia debe ser nuestro estándar. Cada vez que somos confrontados con una
pregunta acerca de práctica cristiana, debemos aplicar la enseñanza de la Biblia.
Algunas veces la Biblia lidiará con ello directamente, y debemos ir por esta
enseñanza directa. Frecuentemente la Biblia no lidiará con ello directamente, y
entonces debemos buscar por principios generales que nos guíen. No importa que
36

piensen los demás. La conducta de ellos no es el estándar para nosotros. Sino la


Biblia es el estándar para nosotros, y es por la que debemos vivir. (Su énfasis)
Una vez que hayamos investigado y aplicado cualquier mandato directo y principios
indirectos en lo concerniente a una decisión, podrás ver que la situación cae en el ámbito de
la libertad determinada. Si has seguido el mapa y la brújula tan lejos como pueda llevarte,
tú podrás todavía tener luz verde en una cierta dirección. Hasta un grado, tú puedes
entonces escoger como quieras escoger, y luego confiar en la soberanía de Dios. Mientras
tengas una medida de libertad en tu elección, debes siempre considerar el bien de otros y la
necesidad de ser un buen testigo para Cristo (1 Cor 8:9). Esta consideración es a lo que me
refiero como libertad determinada. Tu libertad puede aún ser restringida hasta cierto punto
por ciertos asuntos. He aquí algunas preguntas que puedes preguntarte cuando pienses que
estés lidiando con un área de libertad:
• ¿Será esta elección una oportunidad para mi carne pecaminosa buscar satisfacción?
(Rom 13:14; Gal 5:13; 1 Pe 2:16)

• ¿Será esta elección inconsiderada (egoísta) hacia alguien más? (Fil 2:3–4)

• ¿Causará esta elección que alguien más caiga en tentación? (1 Cor 8:9–13)

• ¿Me conducirá esto a la esclavitud o a la adicción? (1 Cor 6:12)

• ¿Glorifica esto a Dios en cada forma? (1 Cor 10:31)

A medida que enfrentas una decisión de liderazgo, asegúrate de consultarle a tu esposa


en tu proceso inicial de recolección de información. Ocasionalmente, puede que vayas a lo
largo de todo el proceso bíblico de toma de decisiones como mejor puedas y aun tener
algunas reservas debido a la falta de información o el deseo de obtener más consejo. En
Romanos, Pablo, nos desalienta a tomar cualquier acción cuando no podamos actuar en
plena fe. Él dice, “Todo lo que no proviene de fe es pecado” (Rom 14:23). Solo asegúrate
de que no uses este principio como una excusa para no hacer nada.
He incluido más información acerca de la toma de decisiones en la Guía de Estudio.

Conoce Cuando Permanecer Fuerte


Un buen líder no vacilará en las bases de la opinión popular. Una vez que creas que
has llegado a una decisión bíblica, no debes titubear solo porque a otros no le gusta.
Evalúa fuertemente la opinión y preocupaciones de tu esposa, pero también recuerda,
que tú le responderás a Dios por como dirijas. Mientras más cuidadosamente hayas
hecho una decisión más confiado estarás. Un esposo no debe rehusar oír y considerar
información nueva (Pr 18:1–2), pero siempre debe temer a Dios más que al hombre.
Debes preguntarte a ti mismo lo que Pablo se preguntó:
37

Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los
hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo (Gal 1:10)
Es difícil seguir a alguien que no parece saber lo que está haciendo. Si no eres cuidadoso
y bíblico en tu toma de decisiones, lo más seguro cambiarás de dirección o cambiarás tus
decisiones con frecuencia. Esta inestabilidad no le da a tu esposa confianza en tu habilidad
de dirigir. Es cierto que ella todavía debe seguir y confiar en la soberanía de Dios, pero en
amor tu deberías hacerlo tan fácil y agradable como sea posible para que ella te siga.

Ahora Es Tiempo de Practicar


Con un buen entendimiento de la clase de líder que Dios quiere que seamos y
algunas formas prácticas para lograr el trabajo, ¡la única cosa que queda es que lo hagamos!
Necesitamos saber nuestra dirección y metas. Necesitamos saber las áreas en las cuales
supervisar y guiar. Necesitamos saber cómo tomar decisiones bíblicas. Entonces,
dependiendo en Dios, podemos trabajar en hacernos más y más como nuestro fiel Pastor-
líder y Siervo-líder, Jesucristo. Para la Gloria de Dios y la expansión de Su Reino,
necesitamos ser ejemplares en nuestro liderazgo. ¿Es tu liderazgo puesto en su lugar con y
haciéndose más y más como el de Cristo?
Hoja de Trabajo de Liderazgo
Quincenal/Mensual3

Una Herramienta para Mayor Entendimiento y Establecer Nuevos Hábitos


Cuando un esposo cristiano guía a su esposa y hogar como Cristo, puede glorificar a Dios,
ver a Dios trabajar (respuestas a oraciones), y estar satisfecho. Esta hoja de trabajo no
solamente lista las áreas de liderazgo en las que tú necesitas pensar bien, sino que también
te ayuda a iniciar al hacerte escoger los tiempos regulares para la preparación y discusión
una o dos veces al mes. Con el tiempo, uno se hace más espontáneo, y no tan estructurado.
Contesta las preguntas con * antes de reunirte con tu esposa.

DIRIGIENDO EN LA RELACIÓN MATRIMONIAL

o Fija los tiempos para la preparación y reunión


¿Qué día y a qué hora te prepararás?

¿Qué día y a qué hora te reunirás con tu esposa?

o Completa los siguientes ejercicios:


*1. Cosas que aprecio de ella:

*2. Maneras en las que puedo mostrar ternura a mi esposa:

*3. Mis propias confesiones y cambios personales para hacer:

*4. Cuando buscaré pasar tiempo con ella:

5. Cosas que podemos hacer juntos:

6. Mi plan para orar con ella diariamente:

7. Mi plan para la intimidad (la próxima vez: transferir lo que permanece igual y añadir
algo nuevo):

3
Stuart Scott, El Esposo Ejemplar: Una Perspectiva Bíblica (Graham, NC: Publicaciones Faro de
Gracia, 2008), 301–12.

38
39

• *Una oración para orar con anterioridad:

• *Pensamientos a pensar en el momento:

• Cosas que decir en el momento (pregunta):

• Maneras de prepararla (pregunta):

• Maneras de agradarla (pregunta):

8. Preocupaciones que mi esposa tiene acerca de la relación:

*9. Preocupaciones que yo quiero compartir acerca de la relación:

10. Información Espiritual/ orientación para compartir con relación a preocupaciones


después de haberlo considerarlo todo en oración.

GUIANDO A MÍ ESPOSA
(El mismo tiempo de preparación, el mismo tiempo de reunión)

o Completa el siguiente ejercicio:


*1. Aliento para darle:

*2. Mis propias confesiones y cambios personales por hacer:

3. Alabanzas de parte de ella:

4. Actualización de áreas delegadas (finanzas, niños durante el día, etc.):

5. Cuando puedo pasar tiempo en la Palabra con ella regularmente:

6. Preguntas y peticiones por parte de ella:

7. Preocupaciones y peticiones de oración por parte de ella:

8. Maneras en las que puedo servirle:


40

9. Planes tentativos de ella (libertad cuando fuera posible):

*10. Observaciones de patrones:


• ¿Existen algunos patrones observados de pecado de los cuales puedo hablar con ella
de forma amorosa y respetuosa?

• ¿Se necesita más instrucción/ayuda/responsabilidad?

• Si ella es creyente, y no se está arrepintiendo, ¿Qué creyente puedo involucrar que la


conoce y la ama?

• ¿Debo involucrar a un anciano de la iglesia? ¿Quién?

¿Cuándo?

*11. Información y orientación espiritual para ella:

12. Preocupaciones bíblicas de ella acerca de mi liderazgo o vida:

PROTEGIENDO Y DIRIGIENDO NUESTRO HOGAR


(El mismo tiempo de preparación, el mismo tiempo de reunión)

o Complete los siguientes ejercicios:


*1. ¿Estoy siendo el mayor siervo en mi hogar en actitud y acción? ¿Cómo?, Si no, ¿Dónde,
cómo, y cuando puedo cambiar?

*2. ¿Estoy proveyendo comida, ropa, techo, y seguridad para mi familia con lo mejor de mi
capacidad? ¿Algunos cambios acerca de los que puedo orar y trabajar sin comprometer
los principios bíblicos?

*3. ¿Existe algo afectando el hogar desfavorablemente (compromisos, T.V., horarios,


gentes, materiales de lectura, etc.)?

*4. Mis propias confesiones y cambios personales por hacer:

5. Información por parte de mi esposa:

6. ¿Está el hogar básicamente y usualmente operando en orden o en caos? ¿Algunas áreas


específicas de necesidad?
41

7. ¿Cree mi esposa que está totalmente equipada para dirigir el hogar (bajo mi dirección)?
¿Se encuentra ella abrumada?
• Artículos necesarios:

• Entrenamiento necesario:

• Ayuda semanal necesitada (debido a entrenamiento, limitaciones físicas, escuela


en el hogar, múltiples partos, etc.):

• Maneras en las que puedo ayudar:

• Responsabilidad necesaria:

*8. Pensamientos o planes tentativos para compartir acerca de decisiones/ direcciones que
afectan a mi esposa/familia:

9. Información de parte de mi esposa acerca de pensamientos o planes


tentativos/decisiones:

10. Decisiones finales/direcciones para compartir que afectan a mi esposa/familia. (Si


afectan a toda la familia se tendrá una reunión familiar. Fecha:)

DIRIGIENDO A MIS HIJOS

o Fijar tiempos para la preparación y la reunión


¿Qué día y a qué hora te prepararás?

¿Qué día y a qué hora te reunirás con tus hijos?

o Completa los siguientes ejercicios:


*1. Maneras en las que pudo mostrarle amor a él/ella:

*2. Cuando pasare tiempo con él/ella:

*3. Mis propias confesiones y cambios por hacer:

*4. Aliento para él/ella:


42

5. Alabanzas para él/ella:

6. Preguntas o peticiones para él/ella:

7. Preocupaciones o peticiones de oración para él/ella:

8. Planes tentativos de sus (dar libertad cuando sea posible):

9. Observaciones de patrones y necesidades:


• ¿Existen algunos patrones de pecado observados de los cuales hablar con él/ella de
forma amorosa y respetuosa o para instruirle a él/ella?

• ¿Se necesita disciplina? (Si es así, ¿Qué?)

• ¿Se necesita más instrucción/ayuda/responsabilidad?

• Si él/ella es creyente, y él/ella no se está arrepintiendo, ¿Qué creyente puedo


involucrar que lo o la conoce y ama?

• ¿Necesito involucrar a un anciano de la iglesia?

¿Quién?

¿Cuándo?

10. Dirección e información espiritual para él/ella:

11. Información o delegación a la esposa:

12. Preocupaciones bíblicas de él/ella acerca de mi liderazgo o vida:

HORARIO PERSONAL PARA


Responsabi Hora Dom. Lun. Mar. Mierc. Jue. Vier. Sab.
lidades

5:00

5:30

6:00
43

6:30

7:00

7:30

8:00

8:30

9:00

9:30

10:00

10:30

11:00

11:30

12:00

12:30

1:00

1:30

2:00

2:30

3:00

3:30

4:00

4:30

5:00

5:30
44

6:00

6:30

7:00
Deseos
7:30

8:00

8:30

9:00

9:30

10:00

10:30

11:00

11:30

12:00

RESPONSABLE:
Los Usos de la Humillación
Richard Baxter

No podemos buscar las bendiciones de Dios a menos que nos humillemos a nosotros
mismos ante El a causa de nuestras fallas pasadas. No seremos motivados a cambiar a
menos que seamos pobres en espíritu. Si nosotros no somos humillados ¿Cómo podemos
esperar que nuestro pueblo lo sea? ¿Podemos ablandar sus corazones mientras los nuestros
permanecen endurecidos? Algunos piensan que su único deber es predicar, mientras que el
deber de su pueblo es el de arrepentirse. Pero en las Escrituras, líderes como Daniel y
Esdras confesaron con tristeza sus propios pecados de igual manera como los del pueblo.
¿Podemos leer el mensaje del apóstol Pablo a los efesios sin sentimos profundamente
humillados? Estoy seguro de que todos ustedes creen que la tristeza por el pecado y la
confesión son necesarias para mantener la comunión con Dios. Sin embargo, saber esto no
es suficiente. Nuestros afectos y voluntades también deben desempeñar su parte. Debemos
confesar nuestros pecados ante Dios quien es “fiel y justo para perdonamos y limpiamos”.
Yo me incluyo a mí mismo en esto, puesto que estoy consciente de tantos pecados, que no
puedo pretender ser inocente delante de Dios.
El espacio solo nos permite mencionar los peores pecados de los ministros. A pesar de
nuestras fallas, hay muchos pastores fieles y dotados en este país por los cuales estoy
agradecido a Dios.4 Pido al Señor que siga llamando hombres para la obra del ministerio.
Este es el mejor camino para promover la obra del evangelio y para disipar el error y la
confusión que prevalecen en la iglesia hoy en día.

1. Uno de nuestros peores pecados es el orgullo.

El orgullo aflige aún a los mejores de nosotros. Afecta nuestra manera de hablar,
nuestras compañías y aún nuestra apariencia (la manera como nos vestimos). El orgullo
llena la mente con ambición y resentimientos hacia cualquiera que nos estorbe. El orgullo
siempre está insinuándose a todos nuestros pensamientos y deseos. Nos persigue aún en
nuestros estudios. Dios quiere que nuestros mensajes sean claros y sencillos para que todos
los puedan entender, pero el orgullo nos motiva a ser astutos y divertidos. El orgullo quita
el filo de nuestros sermones, porque excluye cualquier cosa que parece sencilla o poco
sofisticada. El orgullo nos hace tratar de impresionar- a la gente en lugar de edificarla. Dios
quiere que prediquemos fervientemente, rogando a los pecadores para que se arrepientan;
pero el orgullo nos dice que no debemos ser tan fervientes, para que la gente no vaya a
pensar que estamos locos. En esta manera el orgullo gana el control sobre nuestro
ministerio. La verdad puede ser predicada, pero en una forma que sirve a los intereses de
Satanás más que a los de Dios.


El Pastor Reformado. Este es el capítulo 3 “La Aplicación” de la traducción de la versión
condensada titulada “The Ministry We Need”, por Grace Publications Trust, traducida por Omar Ibañez
Negrete y Thomas R. Montgomery. Recientemente se ha publicado la versión completa: Richard Baxter, El
Pastor Renovado, trad. Marvia Ann Crandell (Carlisle, PA: El Estandarte de la Verdad, 2009).
4
El autor se refiere a Inglaterra en el siglo XVII.

45
46

Después de que el orgullo ha influido en nuestra preparación, entonces nos perseguirá


hasta el púlpito. El orgullo afecta nuestra manera de predicar e impide que digamos cosas
ofensivas, aún y cuando sean necesarias. El orgullo nos hace agradar a nuestra audiencia,
buscando nuestra propia gloria en lugar de la gloria de Dios. El orgullo tiene la meta de
impresionar a la gente con nuestra elocuencia, nuestro conocimiento, sentido del humor,
piedad, etc. Después del sermón el orgullo nos persigue cuando salimos del púlpito para
saber lo que los oyentes piensan de la predicación. Si les agradó, entonces nos regocijamos,
pero si no les impresionó, entonces nos desanimamos. Casi no nos preocupamos si tuvo un
efecto salvador en algunos oyentes o no.
Algunos ministros están tan ansiosos por ser populares que envidian a sus hermanos
más famosos. Parecen pensar que los dones que Dios les ha dado son para atraer la
admiración de la gente. Si otros tienen mayores dones que ellos, entonces dicen que se les
está “sobrestimando”. ¿Acaso nos hemos olvidado de que Cristo nos da dones para
beneficiar a toda la iglesia? Si los dones de nuestros hermanos glorifican a Dios y
benefician a su pueblo. ¿No deberíamos dar las gracias a Dios?
No obstante, cuán frecuentemente encontramos a los ministros manchando
secretamente la reputación de los hermanos más dotados. Cuando no pueden encontrar
muchos motivos para criticarlos, entonces se rebajan al nivel de levantar malas sospechas,
rumores maliciosos e insinuaciones. Otros, quienes temen perder su popularidad, no permi-
ten que los mejores predicadores ocupen sus púlpitos. Esta actitud es tan común que es raro
encontrar a dos predicadores igualmente dotados, trabajando en armonía en la misma
iglesia. Su amistad es frecuentemente enfriada por la envidia y la rivalidad. Algunos
ministros son tan celosos para mantener su posición que tratan de hacer todo ellos mismos,
en lugar de ocupar a un asistente. Esto resulta en que el ministerio sea desacreditado y en el
descuido pastoral del pueblo de Dios.
Algunos ministros piensan que siempre tienen la razón, aún en los detalles más
pequeños, y critican a cualquiera que se atreve a estar en desacuerdo con ellos. Ellos
rechazan la doctrina de la infalibilidad papal, pero parece como si ellos aspirasen a ser
pequeños papas. Esperan que todos estén de acuerdo con ellos como si fueran infalibles.
Ellos ponen como pretexto, que es su celo por la verdad. Pero, si esto es así. entonces ¿Por
qué se enojan tanto cuando se demuestra que están equivocados en algo, y lo toman como
si fuera un insulto personal? Algunos errores se apegan tanto a algunos predicadores
famosos, que parece imposible refutar el error sin que lo tomen como algo personal. Parece
que ellos piensan que, si alguien demuestra que están equivocados en un punto, entonces
perderán toda su reputación. Por lo tanto, ellos defienden tenazmente todo lo que hayan
dicho.
Tenemos la tendencia de amar a aquellos que son de nuestra opinión y que ayudan a
nuestra causa. Deberíamos evitar la crítica innecesaria y el lastimar la reputación de otros,
hasta el punto en que sea posible. Sin embargo, todos nosotros guardamos resentimientos
contra aquellos que ponen de manifiesto nuestras fallas y especialmente si lo hacen
públicamente. El orgullo nos hace pensar que todos aquellos que no están de acuerdo con
nosotros, están prejuiciados y son buscapleitos. Algunos son tan pomposos que solamente
son capaces de escuchar halagos y cumplidos.
Estoy horrorizado de que muchos de estos pecados sean trivializados de tal modo que la
gente no los vea como malos, cuando los ven aparecer en aquellos que supuestamente son
piadosos (es decir en los ministros). Cuando regañamos a los incrédulos por sus pecados de
la carne, esperamos que sean agradecidos. Pero si ponemos de manifiesto los pecados de
47

los ministros, ellos reaccionan como si hubieran sido escandalosamente insultados. Estoy
avergonzado de admitir que el orgullo ha llegado a ser tan obvio en nuestros sermones y
escritos que todo el mundo lo puede ver. Nos hemos deshonrado a nosotros mismos,
haciendo de nuestro honor un ídolo. La piedad verdadera no puede existir, a menos que
aborrezcamos nuestro orgullo, lo lamentemos y peleemos contra él. Sin embargo, si los
síntomas del orgullo son una evidencia segura de la impiedad, entonces, los pastores
piadosos han de ser muy escasos. Por la gracia de Dios, hay algunos pastores que son
mansos y humildes y son ejemplos para el resto de los ministros. Ellos son gratos a Dios y a
todos, aún a los inconversos. ¡Ojalá que todos fuéramos como ellos!
Ojalá que Dios nos enseñara cuán malvado es el orgullo, para que estuviéramos
verdaderamente arrepentidos y deseosos de cambiar. El orgullo es la característica principal
de Satanás. Aquellos que más se le oponen deberían parecérsele menos. En un creyente la
humildad no es una opción sino una cualidad esencial de la naturaleza nueva. Un creyente
orgulloso es una contradicción de términos. Cristo nos enseña a ser humildes y mansos.
Cuando le vemos lavando los pies de sus discípulos ¿No deberíamos sentimos
avergonzados de nuestro orgullo? ¿Seremos demasiado orgullosos para asociamos con la
gente pobre y necesitada siendo ellos quienes más nos necesitan? ¿Qué cosa tenemos para
sentimos orgullosos? ¿Nuestros cuerpos? Ellos pronto se pudrirán en el sepulcro. ¿Estamos
orgullosos de nuestra humildad? Esto sería absurdo. ¿Estamos orgullosos de nuestro
conocimiento? Entre más que conocemos, más deberíamos reconocer cuán ignorantes
somos. Si es nuestro trabajo enseñar la humildad a otros ¿Acaso no deberíamos también
practicarla? La gente se da cuenta cuando los ministros son ambiciosos y aman tener la
preeminencia y la autoridad sobre otros. En las discusiones, los ministros ambiciosos no
quieren escuchar a otros, sino solo quieren imponer su voluntad. Las personas arrogantes
son los primeros en notar el orgullo en otros y los últimos en ver el orgullo en sí mismos.
Seamos honestos con nosotros mismos. ¿Realmente podremos encomendar la humildad
a otros, si nosotros tenemos muy poco de ella? ¿Acaso podremos condenar el orgullo
mientras que nosotros lo solapamos? Decimos a los ladrones y los adúlteros que no pueden
ser salvos a menos que se arrepientan de sus pecados, pero ¿Acaso podremos ser salvos
nosotros si no somos humildes en sentido espiritual? De hecho, el orgullo es peor que robar
o adulterar. Podemos dar la apariencia de ser santos y de predicar fielmente, pero
pudiéramos estar tan perdidos como aquellos cuyos pecados sean más obvios. La santidad
significa vivir para Dios y el pecado significa vivir para sí mismo. Nadie vive menos para
Dios y más para sí mismo, salvo un hombre orgulloso. Usted pudiera ser un gran
predicador, pero pudiera estar predicando para alimentar su propio ego más que para
glorificar a Dios. Recuerde las muchas formas en que somos tentados a ser orgullosos en
nuestro ministerio. El mero hecho de tener una reputación para la piedad no es un sustituto
para la piedad verdadera. Cuán maravilloso es cuando mucha gente acude a escuchamos, se
aferran a nuestras palabras y se convierten en nuestros seguidores. Cuán deleitoso es
disfrutar la popularidad y la fama de ser un gran predicador. Pero entonces, la tentación de
pensar de nosotros mismos como un gran líder de la iglesia se vuelve casi irresistible.

Por lo tanto, tenga cuidado de sí mismo y en todos sus estudios, no se olvide de estudiar
la humildad Yo confieso mi propia necesidad de velar continuamente. Recuerde, “Dios
resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”. Casi todo el mundo prefiere a una
persona humilde en lugar de una persona soberbia. Este es por qué los hombres orgullosos
pretenden frecuentemente ser humildes. Debemos tener mucho cuidado con el orgullo,
48

porque ningún otro pecado está tan arraigado en nuestra naturaleza y es tan difícil de
vencer.

2. Otra gran falla es que no damos a la obra del Señor toda la energía y la devoción
que se merece.

Doy gracias a Dios por los pastores celosos, pero tristemente son muy raros. Ahora
daré algunos ejemplos para demostrar porqué necesitamos confesar este pecado:

a. Porque somos negligentes en nuestros estudios. Pocos se toman el tiempo para estar
lo suficientemente informados para la obra del ministerio. Algunos piensan que el
estudio es una tarea fastidiosa. Deberíamos estar más ansiosos por la verdad,
especialmente acerca de Dios y su Palabra. Conociendo nuestra ignorancia y la
grandeza de nuestras responsabilidades, esto debería impulsamos a buscar más
conocimientos. Nuestro trabajo exige que estemos bien informados respecto a
muchos asuntos. Estudiar para preparar sermones no es suficiente. Debemos
estudiar, no simplemente para juntar información sino también debemos estudiar
cómo predicar en una forma que llegue a los corazones y despierte las conciencias.
Si vamos a razonar eficazmente no debemos depender de las ideas espontáneas.
Debemos estar bien preparados de antemano. Los hombres no llegan a ser sabios sin
un estudio riguroso y la experiencia.

b. Si estuviéramos dedicados verdaderamente a nuestra obra, le dedicaríamos más


esfuerzo y entusiasmo. Muy pocos predican acerca del cielo o el infierno como si
ellos realmente creyesen en su existencia. Frecuentemente los sermones son tan
ordinarios y aburridos que los pecadores no los toman en cuenta. Algunos predican
con gran vehemencia, pero a menudo lo que ellos dicen es irrelevante. La gente lo
desecha como pura palabrería. Por otra parte, es una tragedia cuando la buena
enseñanza es desperdiciada por la falta de aplicación práctica o de una persuasión
ferviente.
Recuerde, que la gente estará para toda la eternidad en un estado de felicidad o
miseria. Esto le ayudará a hablarles con seriedad y compasión. Nunca hable con
ligereza acerca del cielo o del infierno. Usted nunca traerá a los pecadores al
arrepentimiento bromeando o contando historias. Ninguna de estas cosas es apta
para ser tratada en forma frívola o aburrida. ¿Cómo puede usted hablar de Dios y de
su gran salvación en una forma fría e inanimada? Recuerde que los no creyentes
deben ser despertados o condenados, y es improbable que un predicador medio
dormilón sea el medio para despertarlos. No estoy sugiriendo que usted predique
constantemente a todo volumen, pero usted siempre debería hablar con seriedad.
Cuando el tema lo amerite, predique con toda la pasión e intensidad de que usted
sea capaz. Es el Espíritu Santo quien trae los pecadores a Cristo. No obstante. El
generalmente usa medios y estos medios incluyen no solo lo que decimos, sino
también cómo lo decimos. Para muchos, aún nuestra pronunciación y el tono de
nuestra voz son importantes. Tristemente, la predicación ferviente, poderosa y
convincente, es algo muy raro.
Debemos evitar el teatro, la actuación y el fingimiento en la predicación.
Deberíamos hablar como si nos estuviéramos dirigiendo directamente a cada
49

persona individual. Tristemente la mayoría de los sermones carecen de este


elemento personal. La predicación implica un contacto directo entre nuestras almas.
Nuestras mentes, emociones y voluntades deberían estar involucradas en la
predicación de la verdad y el amor de Cristo. Hable como si las vidas de sus oyentes
dependieran de lo que usted dice. Satanás no se someterá fácilmente. Tenemos que
sitiar sus fortalezas y romper cada barrera levantada contra el evangelio. Debemos
razonar tan claramente de las Escrituras, que los pecadores tendrán que aceptar- la
verdad o rechazarla deliberadamente. Las verdades más grandes no afectarán a la
gente, a menos que sean entregadas conmovedoramente. Un sermón bien
compuesto, pero carente de luz y vitalidad, es como un cadáver bien vestido.

c. Si estuviéramos realmente dedicados al evangelio, nos preocuparíamos más por las


iglesias sin pastor. ¿Por qué no les ayudamos a encontrar a algún pastor adecuado?
Mientras tanto, ¿no podríamos darnos un tiempo para predicar en sus iglesias? Los
sermones evangelísticos en tales lugares podrían hacer mucho bien.

3. Otra evidencia de nuestra falta de compromiso con Cristo es la mundanalidad entre


nosotros.

Daré solamente tres ejemplos de esto:

a. La facilidad con que muchos ministros cambian para conformarse a sus intereses
mundanos. Por ejemplo, entre los reinados de Eduardo VI, María y Elizabeth I en
Inglaterra (1547-1603), miles de ministros cambiaban su denominación de
protestante a católico, y después otra vez a protestante (cambiaban su religión con
cada cambio de gobierno, tal como en la actualidad muchos cambian de partido
político según la conveniencia). Muy pocos estaban preparados para huir del país o
sufrir el martirio para defender la verdad. Puesto que los pastores varían mucho en
su personalidad, preparación, inteligencia, etc., también esperaríamos que tuvieran
ciertas diferencias en sus creencias. Pero, en la época de estos tres gobernantes de
Inglaterra, muchos pastores simplemente “siguieron a la multitud”. Tristemente
tenemos que admitir que esta misma mentalidad predomina hoy en día, y muchos
de nuestros críticos nos acusan de ser dirigidos por intereses mundanos, en lugar de
principios bíblicos.

b. Nuestro exceso involucramiento en los asuntos de esta vida. Algunos parecen tener
muy poco deseo de ser librados de sus quehaceres mundanos, con el fin de tener
más tiempo para la obra del ministerio. Parece que son renuentes a cumplir con los
deberes que resultarían en pérdidas económicas. Por ejemplo, algunos no están
dispuestos a ejercer la disciplina en la iglesia, porque pudiera resultar en una
disminución de las ofrendas. Entonces ¿Cómo pudieran advertir a otros acerca del
peligro de la codicia? Simón el mago pecó al ofrecer dinero por el don de Dios.
¡Cuánto más pecaminoso ha de ser traicionar nuestro ministerio a causa del dinero!

c. Nuestra falta de generosidad y nuestra falla en usar todo lo que tenemos para
Cristo. Si los ministros fueran menos egoístas, podrían hacer mucho más en la
50

causa de Dios. Proveer para las necesidades materiales de los pobres, es una
manera eficaz para ganar la confianza del pueblo y es una manera de hacerles más
inclinados a escuchamos. Si usted no es egoísta, la gente tendrá menos sospecha
acerca de sus motivos, y estará más inclinada a creer que usted realmente se
preocupa por ellos. Sería un error muy serio subestimar el bien que esto podría
hacer. Esta es una de las mejores formas para vencer los prejuicios que impiden a
las personas a buscar a Cristo. Usted no puede dar lo que no tiene, pero todo lo que
tenemos debería ser dedicado a Cristo. El pretexto común es que debemos cuidar a
nuestras familias, pero a esto respondo:
1. Que frecuentemente esto es un pretexto para la avaricia y los intereses egoístas.
2. Debemos hacer lo mejor que podamos para nuestros hijos, pero, no es necesario
dejarles una gran herencia. Debemos encontrar el equilibrio entre sostener a
nuestras familias y apoyar a la iglesia. Aquellos que están totalmente
comprometidos con Cristo y que tienen un espíritu amoroso de autonegación
son los más calificados para saber cómo usar correctamente sus recursos.
3. Muchos son fácilmente engañados pensando que los hijos y la comodidad son
“necesidades”. Aquí no estoy animando a nadie a tomar votos de pobreza, sino
simplemente señalo que nuestras naturalezas pecaminosas nos inclinan a ser
muy indulgentes con nosotros mismos y con nuestras familias.
Si viviéramos una vida más sencilla podríamos dedicar más a la obra de
Señor. Hay una gran abundancia de oportunidades para servir a Cristo en este
mundo. No podemos agradar a todos, pero deberíamos esforzamos para
mantener una conciencia limpia delante de Dios y de los hombres. Entre más
que ganemos, más deberíamos apoyar la obra del Señor. Algunos ministros bien
pagados con una familia numerosa piensan que todo lo que tienen que hacer es
predicar. Si ellos dieran una parte de su sueldo para sostener a un ayudante,
entonces la congregación recibiría mayor beneficio. Los hombres pueden
consideramos como predicadores excelentes, pero tengamos cuidado de que
Cristo no nos considere infieles. Muchos tienen una reputación como muy
espirituales y, sin embargo, sus corazones están ocupados demasiado con los
afanes de este mundo.

4. Somos culpables de menospreciar la paz y la unidad de la iglesia.

Muchos cristianos dicen comprender la necesidad de amor y armonía entre los


creyentes, pero hacen muy poco para promoverla. Muchos promueven su propio grupo o
denominación, como si solo éste importara. El término católico es mal usado por la iglesia
de Roma, pero esta no es razón para descuidar la gran verdad de la unidad de todos los
creyentes. Algunos grupos son demasiado corruptos y sería muy difícil tener un
compañerismo cercano con ellos. No obstante, es nuestro deber hacer todo lo que podamos
para ayudar y promover la unidad, cuando esto sea posible.5

5
Nota del traductor: La unidad falsa que es promovida por el movimiento ecuménico hoy en día, es
una unidad que no está basada en la verdad. No es posible tener unidad espiritual, sin concordar en la verdad
doctrinal y espiritual. Richard Baxter vivió en una época cuando la mayoría de los grupos, independientes,
bautistas y presbiterianos, no estaban en desacuerdo en cuanto a las doctrinas de la gracia y el camino de
51

Muy pocos toman a pecho los sufrimientos de los demás cristianos. Cuán raro es
encontrar a alguien que se preocupe realmente por las tristes divisiones entre las iglesias.
Algunos hasta parecen agradarse cuando ven que alguna iglesia “rival” tiene problemas.
Parece que ellos piensan que la prosperidad del cristianismo depende exclusivamente de su
grupo particular o secta. Parece que pocos realmente entienden las diferencias doctrinales
entre los cristianos. Y aquellos que entienden, tratan de usar su conocimiento para justificar
su posición. Si alguien está ansioso por promover la verdadera unidad cristiana, es visto con
sospecha. Esto es debido a que muchos, quienes niegan las doctrinas esenciales de la fe.
siempre están tratando de promover la tolerancia y la libertad.
Tenemos tantas divisiones entre los creyentes en este país, mucho más de lo que
cualquier otro país haya tenido. La mayoría de estas diferencias no están centradas en las
grandes doctrinas básicas de la fe, sino más bien, en las formas de gobierno de la iglesia.6
Si Todos tuvieran más amor fraternal y se dieran cuenta de la urgente necesidad de la
unidad, nuestras diferencias podrían ser superadas. Quizás no podríamos estar de acuerdo
en todo, pero por lo menos podríamos tener una comunión espiritual basada en las grandes
doctrinas fundamentales del evangelio. Hablamos y predicamos mucho acerca de la
bondad, pero para nuestra vergüenza, hacemos muy poco para promoverla.
Hay algunos que critican los intentos de promover la unidad basada en el evangelio,
porque parecen pensar que la paz de la iglesia es una amenaza para preservar su pureza. Sin
embargo, la experiencia nos enseña que la unidad promueve la piedad y la piedad
promueve la unidad. Por otra parte, el error engendra los pleitos y los pleitos engendran y
aumentan el error.7
Es trágico ver como aquellos que deberían ayudarse mutuamente en la causa de la fe,
son contenciosos y divisivos. El amor fraternal es una característica de la fe verdadera. El
amor que está limitado a nuestro propio grupo no es el amor cristiano. Los oponentes
frecuentemente reciben más envidia y amargura que amor fraternal. Los creyentes
verdaderos no pueden ser dominados por esta actitud, pero esto es tan común que nos hace
cuestionar la sinceridad de algunos. Pueden existir algunos alborotadores, pero su
influencia contaminará a muchos, y esto perjudicará las relaciones entre los creyentes.
También esto resulta en que la verdadera religión sea descreditada ante los ojos de muchos
no creyentes y así ellos continúen en su superstición e incredulidad. Algunos ministros
contenciosos son hombres piadosos y dotados. Ellos no tienen la intención de endurecer a
los pecadores en su incredulidad, pero por ser contenciosos, esto es lo que en realidad

salvación. Sin embargo, algunos de ellos perseguían a los otros por no estar de acuerdo en sus conceptos
acerca de la naturaleza de la iglesia. Para que el lector se dé una idea de la influencia de este desacuerdo,
hemos de decir que en la época puritana se escribieron más de 30,000 libros, folletos y tratados acerca de la
naturaleza de la iglesia, sus ordenanzas, su relación con el Estado, etc.
6
Nota del traductor: El autor habla de la situación que existía en el siglo XVII y los conflictos
prevalecientes entre los puritanos y los anglicanos acerca del sistema episcopal de gobierno y los intentos de
mantener una iglesia estatal. Esta situación ponía en peligro la libertad de todos, debido a los intentos por
parte de la monarquía y algunos obispos anglicanos corruptos, de tratar de imponer nuevamente la religión
católica en Inglaterra.
7
Nota del traductor: El lector no debe pasar desapercibida, la urgente necesidad que existía en aquel
tiempo de presentar un frente unido, ante todos los intentos de establecer nuevamente el catolicismo en Gran
Bretaña. Era evidente que la táctica del enemigo era la de dividir a todos los grupos que sostenían los
elementos básicos del evangelio, para distraerlos, vencerlos y lograr su propósito de imponer nuevamente la
religión católica.
52

terminan haciendo. No es poco común encontrar a las buenas intenciones acompañadas por
malas acciones. No me gusta decir estas cosas, preferiría no correr el riesgo de ofender a
muchos a quienes respeto en otros aspectos. Pero es a Cristo a quien debo agradar, y la
amistad de los hombres no puede compensar por la pérdida de las almas. Dios es mi Señor,
su Palabra es mi regla, su obra es mi llamamiento y la salvación de las almas es mi meta.
Nunca lograremos la unidad hasta que regresemos al amor y la fe de la iglesia primitiva.
Por lo tanto, ruego a mis hermanos a que estén unidos en base a las doctrinas
fundamentales de la Escritura, y que sean tolerantes los unos para con los otros en los
asuntos secundarios. Para este propósito recomiendo:

a. No sobre enfaticemos los asuntos secundarios, en los cuales hombres sabios y


piadosos no están de acuerdo.
b. No sobre enfatizar los asuntos controversiales que sean esencialmente
especulaciones.
c. Evitar las controversias debidas al mal entendimiento del uso de las palabras.
d. No sobre enfatizar doctrinas obscuras que fueron desconocidas por las generaciones
pasadas de creyentes.
e. Evitar adoptar creencias que no fueron sostenidas o que fueron opuestas por los
hombres piadosos, sabios y por las confesiones históricas de fe.

Estoy consciente de que algunos que dicen creer las Escrituras promueven el
socinianismo y otras herejías. Pero, estas personas pueden tratar de pasar por alto cualquier
otra prueba de fe u ortodoxia que pudiéramos usar.
Aquellos grupos que quieren proponer nuevos credos o nuevas doctrinas solo
terminarán creando más divisiones, a menos que se apeguen fielmente a las Escrituras. Será
un día feliz cuando los líderes de las iglesias sean tan celosos para sanar las divisiones
como lo son para crearlas. Yo creo que la moderación que estoy promoviendo será entonces
apreciada por todos.

5. Finalmente, creo que descuidamos demasiado los deberes esenciales, especialmente


la disciplina de la iglesia.

Cuando los deberes exigen esfuerzo y autonegación somos muy aptos para anteponer
excusas. En muchas iglesias la disciplina es mínima. La disciplina de la iglesia es muy
discutida, pero poco practicada. Muchos ministros apenas conocen a los miembros de su
iglesia; nunca amonestan a los desobedientes y tampoco expulsan a los obstinados. Ellos
piensan que es suficiente excluirles de la cena del Señor. Ellos nunca llaman a los rebeldes
a arrepentirse y a confesar abiertamente sus pecados. Hermanos, dejemos de anteponer-
pretextos. ¿Quiere que su pueblo se dé cuenta del valor y el propósito de la disciplina
eclesiástica? Entonces, demuéstrelo practicándola. Si fallamos en la disciplina de los
ofensores, entonces estamos permitiendo que los impíos gobiernen a la iglesia. Esto nos
conducirá a un conflicto con Dios mismo. Muchas iglesias son tan desordenadas que no es
sorprendente que los miembros piadosos se cambien a una iglesia con disciplina.
Cada creyente cree que el bautismo y la cena del Señor son esenciales, pero ¿acaso no
lo es también la disciplina? ¿Acaso estaría satisfecha la iglesia si usted les dejara ver el pan
y el vino, pero no les dejara participar de los símbolos de su redención? ¿Acaso estarán
satisfechos con escuchar acerca del gobierno de la iglesia, pero nunca verlo en la práctica?
53

La falta de práctica disminuirá la credibilidad de su posición ante la iglesia. Si usted no


practica la disciplina de la iglesia es como si declarara que no cree en ella. No quiero que se
apresure imprudentemente con este deber, pero simplemente le pregunto ¿Cuándo piensa
comenzar? ¿Acaso esperará por una oportunidad conveniente para comenzar a predicar o
administrar la cena del Señor? Yo sé que algunos enfrentan más dificultades que otros, pero
que esto nunca sea una excusa a para descuidar nuestro deber. Considere seriamente lo
siguiente:
a. Qué pobre ejemplo damos a nuestra iglesia si fallamos en cumplir con nuestro deber.
b. Demostramos nuestra flojera y quizás nuestra infidelidad, si descuidamos la
disciplina de la iglesia. Hablo por experiencia propia. Fue por ociosidad que no
abordé este asunto por largo tiempo. La disciplina es difícil, demandante y enfurece a
los impíos. Pero. ¿Acaso es más importante una vida tranquila y la amistad de los
inconversos, que la aprobación de Cristo?
c. Si fallamos en amonestar a los impíos, ellos pensarán que estamos solapando su
pecado.
d. Si fallamos en mantener la pureza y la separación de la iglesia, entonces la gente
pensará que no existe diferencia alguna entre la iglesia y el mundo.
e. Si fallamos en practicar la disciplina, estaremos promoviendo las divisiones. Si
toleramos el pecado, los creyentes escrupulosos pensarán que es su deber separarse de
nosotros.
f. Si fallamos en practicar la disciplina, volveremos a Dios en nuestra contra. Cristo
advirtió a la iglesia en Pérgamo, porque toleraban las herejías y la inmoralidad. Si
nosotros también toleramos el pecado, podemos esperar la misma advertencia.

¿Qué es lo que nos impide ejercer la disciplina bíblica en la iglesia? ¿Es la dificultad de
la obra o la oposición a que pudiéramos enfrentamos? ¿Tiene usted miedo de que su obra
sea debilitada y su posición se viera amenazada? ¿Piensa usted que es imposible amonestar
a cada uno de los ofensores? Yo respondo que:
1. Estos argumentos pudieran ser levantados en contra de la práctica de cada deber
cristiano. Cristo nos advirtió que, si éramos fieles a Él, el mundo nos aborrecería. Si
usted no está preparado para sufrir por Cristo, entonces, ¿por qué se atrevió a entrar
a su servicio desde el principio? Usted solamente puede evitar la persecución siendo
infiel a Cristo.
2. Usted tendrá que enfrentar la hostilidad en donde quiera que usted se oponga al
pecado. Pero, usted siempre puede confiar en que Dios bendecirá los medios que Él
ha diseñado para el bienestar de su iglesia. Si usted amonesta a los pecadores y
expulsa a los impenitentes, usted estará ayudando a otros a ser más cuidadosos. Esto
también puede ayudar a los impenitentes a volver en sí. Sobre todo. Dios es honrado
cuando su pueblo se distingue del mundo y cuando el pecado no es tolerado entre
ellos.
3. Las dificultades son menos de lo que nos imaginamos y los beneficios son más
glandes que las dificultades. Creo que los ministros que desandan la disciplina
deberían ser despedidos de sus iglesias.

Por el momento, esto es todo lo que quiero decir acerca de estos pecados. Todo lo
que tenemos que hacer ahora, es confesar nuestra culpa y humillamos ante el Señor.
¿Podemos decir honestamente que hemos servido al Señor en la manera que Él lo espera de
54

nosotros? ¿Acaso nos atreveremos a endurecer nuestros corazones y a ocultar nuestras


fallas? Todas las críticas dirigidas hacia nosotros pudieran ser evidencias del enojo divino.
Los juicios divinos contra nuestra nación, pudieran ser en parte nuestra culpa. Si el juicio
comienza por la casa de Dios, entonces, seguramente que el arrepentimiento tiene que
comenzar allí también.
¿Acaso podemos excusar nuestros pecados y al mismo tiempo llamar a otros a la
confesión y al arrepentimiento? ¿No es mejor glorificar a Dios humillándonos, que tratar de
ocultar nuestras culpas y proteger nuestra imagen? ¿No incrementaría esto nuestra culpa
trayendo más juicio sobre nosotros? Seguramente es el pecado lo que es vergonzoso y no la
confesión de él. La confesión es la única forma para recuperarse. Estoy seguro de que cada
verdadero siervo de Cristo responderá ahora, admitiendo sus pecados ante su pueblo y
comprometiéndose a cambiar.
La Vanagloria
Tedd Tripp

La adoración siempre forja, moldea, dirige y motiva el ministerio pastoral. Tu


ministerio va a estar formado por la adoración de Dios o la adoración de ti o, para la
mayoría de nosotros, una mezcla inquietante de ambas. Tal vez no exista en el ministerio
ninguna tentación más poderosa, seductora y engañosa que la vanagloria. A lo mejor en el
ministerio no hay un embriagador más potente que la alabanza de los hombres y no hay una
forma más peligrosa de embriaguez que ser inflado por tu propia gloria. Ésta tiene el poder
de reducirte a una justicia propia que ofende y a la inaccesibilidad. Te convertirá en una
persona con la que va a ser difícil trabajar y va a hacer que sea casi imposible que los que
están a tu alrededor te ayuden a ver que te has vuelto una persona con la que es difícil
trabajar. Va a hacer que veas hacia abajo a las personas que son más semejantes a ti que
diferentes a ti. Va a hacer que te rodees de personas que con demasiada frecuencia dicen sí
y que con demasiada frecuencia están listas para estar de acuerdo. Te va a volver
espiritualmente jactancioso y te va a dejar moralmente desprotegido. Y todo esto va a
suceder sin que te des cuenta porque vas a permanecer convencido de que estás
perfectamente bien. Cuando te confronten, tú mismo te vas a recordar tu gloria. Cuando te
cuestionen, vas a defender tu gloria. Vas a negar tu complicidad en los problemas y tu
participación en el fracaso. Te vas a volver demasiado hábil para echar la culpa que para
echar a tu hombro la culpa. Vas a ser mejor controlando que lo que eres sirviendo. Vas a
resistir el trabajo que piensas que está por debajo de ti y te vas a ofender con los que te van
a presumir diciéndote qué hacer. Constantemente vas a confundir ser un embajador con ser
un rey.
Él era un desastre, pero no lo sabía. Su ministerio se estaba fragmentando bajo la carga,
pero él no lo veía. Su matrimonio estaba en un constante estado de disfunción, pero él no
tenía ni una pista. El realmente vivía y ministraba como si hubiera tenido éxito. De cierto
modo parecía ciego a que estaba demasiado lleno de un sentimiento de la gloria de sus
habilidades, dones, discernimiento, experiencia y liderazgo.
Cuando su esposa se aventuraba a hacer hasta el comentario crítico más suave sobre
uno de sus sermones, se ofendía muchísimo y rápidamente le hacía saber que ella no sabía
de lo que estaba hablando. Cuando otro líder cuestionaba alguna de sus iniciativas
propuestas, era más rápido para defender sus ideas de lo que era para escuchar la manera en
que los demás estaban entendiendo esas ideas. Su asistente administrativo aprendió a evitar
esas áreas donde él se enojaba fácil y rápidamente. No tenía tiempo para participar en un
grupo pequeño. Le decía a su esposa, que anhelaba que ellos participaran juntos, “Con todo
lo que tengo que hacer, no tengo tiempo para estar escuchando a alguien que hace un mal
trabajo cuando guía un estudio bíblico”. Los chicos con los que alguna vez se reunía ya no
lo hacían más. Sí, él le decía a su congregación una y otra vez que su caminar con Dios era
un proyecto comunitario, pero sentía poca necesidad de esa comunidad para él mismo. A
sus sermones les hacía falta la ternura pastoral. No lograban retratar una pasión cautivante
por el evangelio. Eran discursos bíblicos que reflejaban que estaba muy seguro de él mismo


Paul David Tripp, Llamamiento Peligroso: Enfrentando los Singulares Desafíos del Ministerio
Pastoral (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2013), 217–36.

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56

que la exégesis aplicada de manera práctica de un hombre que estaba siendo quebrantado y
alentado por la grandiosa historia de la redención.
Parecía más seguro de sí mismo que lleno del arrojo de la fe. Parecía más una fábrica de
ideas para el avance de la iglesia local que alguien que realmente sí creía que la esperanza
de la iglesia es Cristo. Seguía convocando reuniones, pero realmente no se formaban
porque él fuera respetuoso de los dones de los demás. Estas reuniones no eran de
cooperación; no, eran más asambleas con el propósito de dar anuncios y pronunciamientos.
Él dominaba la reunión con su plática y rápidamente llamaba a sus líderes a apoyar las
ideas que también estaban muy frescas en su pensamiento. Era bueno para apagar las
preguntas y desarmar las críticas, pero, debo decir una vez más, él para nada se había visto
de esta manera.
Se sentía cargado por todo lo que se asignaba para hacer, pero soportaba esa carga
porque él mismo se había cargado con demasiadas cosas para hacer. Y hacía eso porque
cada vez se le hacía más y más difícil delegar el ministerio a otros. Estaba convencido de
que la mayoría de las cuestiones estratégicas que se tenían que hacer, él las haría mejor.
Cada vez comisionaba a menos personas para hacer las tareas del ministerio. No, a los otros
líderes cada vez más les encargaba las tareas de apoyo, pero las tareas importantes del
ministerio, todas las hacía él.
Él mismo se veía como demasiado indispensable para la salud de su iglesia de lo que
cualquier ser humano puede ser. Por esta razón, había veces en las que se preocupaba
demasiado por lo que la gente pensaba de él. Ya que pensaba que él era indispensable,
necesitaba que los demás lo vieran como indispensable también, y cuando no lo hacían,
esto lo obsesionaba. Él entonces se enfocaba en esas personas como las personas que tenía
que ganar. A la inversa, había veces en las que se preocupaba demasiado poco por lo que la
gente pensara de él. Estaba tan seguro de sí mismo que no sentía la necesidad de escuchar
bien a los que Dios había puesto en su camino para desafiarlo de manera personal y para
mejorar sus ideas y metas. La vanagloria te va a jalar en ambos sentidos en las relaciones de
tu ministerio.
Por todo esto, la confianza en su ministerio comenzó a menguar en los corazones de los
que trabajaban a su lado. Es difícil confiar en alguien que está demasiado seguro de sí
mismo, que está demasiado consciente de sí mismo, que es demasiado autocomplaciente,
demasiado presumido y demasiado dominante. Es difícil confiar en alguien que habla
mucho pero que no escucha bien. Es difícil confiar en alguien que es rápido para criticar
pero que no recibe muy bien la crítica. Es difícil confiar en alguien que al mismo tiempo es
inaccesible y antagónico. Es difícil confiar en alguien que parece estar más cómodo con
arrebatar el ministerio que con delegarlo. Es difícil confiar en alguien que predica lo que
parece que él cree que no necesita. Es difícil confiar en alguien que guía por medio de la
orden arbitraria y el pronunciamiento en vez de por medio de un consenso que reconoce los
dones y está bíblicamente informado. Es difícil confiar en alguien que se ha atribuido a él
mismo demasiada gloria. Pero lo hizo. Y lo triste es que él no está solo. Hay demasiados
pastores que no entienden que sus ministerios están conformados más por la propia gloria
que por la gloria del Cristo resucitado, omnipresente y todo suficiente.
Por la gracia liberadora de Dios, su esposa llegó al fin de sí misma. Había visto todo lo
que sucedía. Había visto al joven y humilde pastor, con quien ella se había casado,
convertirse en el hombre orgulloso con quien ahora vivía. Había sufrido porque en casa él
era dominante, inaccesible y seguro de sí mismo y esto había cambiado su matrimonio. Ella
sabía que las personas en la iglesia estaban luchando con su estilo de liderazgo. Había
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vivido con el dolor de amigos queridos que se habían ido de la iglesia. Así que una tarde,
desesperada, se sentó junto a él en el estudio y le dijo que ya no podía más. Le contó del
dolor diario que sentía mientras veía lo que le estaba pasando a él y a la iglesia. Le dijo que
ella no sabía si era correcto hacer esto, pero había llegado al punto donde ya no estaba
dispuesta a quedarse sin hacer nada y permitir que eso continuara pasando. Había hecho
una cita con un pastor local que conocían bien e iba a ir con él e iba a soltar la lengua. Ella
le dijo, “Querido, si tú no reconoces que necesitas ayuda, yo lo voy a reconocer por ti y voy
conseguir la ayuda que ambos necesitamos”.
Al principio se enojó muchísimo y se sintió traicionado, pero con el tiempo dijo que
estaba dispuesto a ir con ella a buscar ayuda y consejo. Fue en este momento que comenzó
un proceso radical de rescate y restauración.
Pastor, ¿qué hay en cuanto a ti? ¿En dónde en tu ministerio hay evidencia de la
vanagloria? ¿En dónde eres más dominante de lo que deberías ser? ¿En dónde dejas de
escuchar cuando deberías escuchar? ¿En dónde intentas controlar las cosas que no necesitas
controlar? ¿En dónde se te hace difícil delegarles el ministerio a los demás? ¿En dónde
estás tentado a hablar más de lo que deberías? ¿En dónde dejas de reconocer y valorar los
dones de los demás? ¿En dónde no estás dispuesto a examinar tus debilidades y admitir tus
fracasos? ¿En dónde estás tentado a pensar de ti mismo que eres más indispensable de lo
que realmente eres? ¿En dónde te preocupas demasiado por el respeto, la admiración y la
gratitud de las personas? ¿En dónde se te hace más fácil confrontar que recibir la
confrontación? ¿En dónde no has sido del todo agradecido por los compañeros de
ministerio con los que Dios te ha conectado? ¿En dónde estás demasiado confiado de tu
propia fuerza y sabiduría? ¿En dónde la autoconfianza inhibe la confianza que el ministerio
forma en Cristo? ¿De alguna manera la vanagloria está debilitando la salud de tu
ministerio?

La Humildad En El Ministerio: Un Modelo Cristológico


Hay un momento sorprendente en la vida de Jesús y los discípulos que hace añicos la
vanagloria y define la clase de humildad que, por la gracia, debería seducir el corazón de
todos los pastores y darle forma al estilo de vida de su ministerio.
Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que Su hora había llegado para que
pasase de este mundo al Padre, como había amado a los Suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en
el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que
el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y
a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó Su manto, y tomando una toalla, se la
ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y
a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y
Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que Yo
hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me
lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte
conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la
cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues
está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le
iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. Así que, después que les hubo
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lavado los pies, tomó Su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he
hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si
yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros
los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como Yo os he
hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor
que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas,
bienaventurados seréis si las hiciereis (Jn 13:1–17).
Es uno de esos momentos en la vida de Jesús que es tan fascinante, tan ilógico, que es
casi imposible de entender, no digamos decirlo con palabras. Jesús está en ese momento
final con Sus discípulos en ese aposento alto rentado. Es un momento santo cuando afirma
que Él mismo es el Cordero de la Pascua. Ya que el aposento es rentado, no hay un
sirviente que esté de pie con la jarra, la palangana y la toalla que se necesitan para lavar los
pies de Jesús y los discípulos. Por supuesto, los discípulos, llenos de sí mismos, todos muy
preocupados por su poder y posición en el reino, fueron demasiado orgullosos para hacer el
trabajo sucio.
Ahora bien, esta tarea humillante, pero culturalmente indispensable, no se asignaba solo
a cualquier siervo. Es claro que en el tiempo del Nuevo Testamento había muchos niveles
de autoridad y responsabilidad en la cultura de la servidumbre. Había siervos que
administraban familias enteras y había siervos que vivían la vida servil de un esclavo. El
trabajo de lavar los pies sucios de las personas antes de que se reclinaran a comer estaba
reservado para el esclavo más bajo, más joven y que tenía poco valor. No había forma de
que los discípulos se rebajaran a tal posición enfrente de los demás, por lo menos no
mientras estuvieran compitiendo por la grandeza del reino.
Al final de la cena Jesús se levanta, se quita el manto, se amarra una toalla alrededor de
Su cintura y llena de agua la palangana. ¡No podía estar a punto de hacer lo que tú crees
que está haciendo! Éste es el Señor Dios Todopoderoso. Éste es el Hijo de Dios, el Rey
prometido, el Creador de todo lo que existe. Éste es Aquél que es el cumplimiento de todas
las promesas del pacto. Éste es el Cordero Salvador. No puede estar pensando hacer algo
tan indecoroso, tan indigno y tan parecido a un esclavo. Pero ésa era exactamente Su
intención. Y es vital entender que Él sabía exactamente quién era Él y cómo esto se
conectaba a Su verdadera identidad y misión. Juan dice que Jesús hizo esta tarea sucia y vil
sabiendo exactamente quién era Él, de dónde había venido y qué había sido enviado a
hacer: “Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había
salido de Dios, y a Dios iba, se levantó”. Este imponente acto de amor humilde resultó, no
de que Jesús olvidara quién era Él, sino de recordar quién era Él. Ésta era la misión santa
del Hijo Salvador. Tenía que estar dispuesto a entrar en la condición humana más baja, para
hacer lo más degradante y perder los derechos de Su posición con el fin de que nosotros
fuéramos redimidos. Era un llamamiento alto y santo y era la única manera. Su identidad,
como el Hijo de Dios, no lo llevó a ser arrogante y a exigir el derecho, a ser renuente a
hacer lo que se tenía que hacer para lograr la redención. Su identidad no lo hizo evaluar que
era demasiado bueno para la tarea. No, Su identidad lo motivó y lo impulsó a hacer lo que
los discípulos estaban convencidos que estaba por debajo de ellos.
Cuando el trabajo sucio se hubo terminado, Jesús vio a Sus discípulos y les dijo, “Pues
si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los
pies los unos a los otros”. Cristo está diciendo, “La actitud que he tenido hacia ustedes la
deben tener entre ustedes. Mi sentido del llamamiento se debe volver su sentido del
59

llamamiento. La buena disposición que he mostrado, ustedes la deben vivir en sus


ministerios”. ¿Cuál es esa actitud? ¿Cuál es el compromiso que debe dar forma al
ministerio de cada pastor?
Tú y yo no nos debemos volver pastores que estemos demasiado conscientes de
nuestras posiciones. No debemos dar prioridad a proteger y pulir nuestro poder y
protagonismo. Debemos oponernos a sentirnos privilegiados, especiales o de una categoría
diferente. No debemos pensar que nosotros mismos lo merecemos o que tenemos el
derecho. No debemos exigir que nos traten diferente o que nos pongan en algún pedestal en
el ministerio. No debemos ministrar desde arriba sino al lado.
¿Cuál es la grandiosa lección, el grandioso llamamiento de este momento sorprendente?
Aquí está: Jesús les dice, “Si no eres mayor que tu maestro, y Él ha estado dispuesto a hacer
esto que es repugnante, tú también debes estar dispuesto. Si tú eres mi embajador, llamado
a representar Mi voluntad y Mi camino, llamado a ser el instrumento de Mi gracia
redentora, entonces no debes pensar que cualquier tarea ministerial está por debajo de ti.
Debes estar dispuesto a hacer lo más vil, lo más denigrante para que Mi obra y Mi voluntad
se hagan. No te debes negar. No debes pensar que eres demasiado bueno. Debes estar
dispuesto a ser el más vil de los esclavos para que Mi reino venga y Mi voluntad se haga.
Debes estar dispuesto a hacer lo que sea necesario para posicionarte como un instrumento
de la gracia redentora. No debes ser orgulloso. No debes ser rebelde”.
Seamos honestos, pastores: estamos tentados a pensar de nosotros mismos más alto de
lo que deberíamos. A veces nos exasperamos con las cosas que pensamos que están por
debajo de nuestra categoría de remuneración. No siempre estamos dispuestos a hacer el
trabajo sucio del ministerio. Yo sé que no siempre estoy listo y dispuesto. Estamos
demasiado orientados a la reputación, la posición y el poder. Sí queremos que reconozcan
que somos eminentes. Yo sé que lucho con esto. No te atrae la servidumbre redentora. Sí
queremos que nuestros ministerios estén limpios y sean cómodos. Yo sé que yo sí. Sí
tenemos la tendencia a pensar de nosotros más como personas de grandes logros y mucha
influencia que como siervos. Y todo esto es porque no entendemos nuestra identidad como
un embajador. No, si tú y yo pensamos que hay un trabajo para el reino que está por debajo
de nosotros, pensamos eso porque tenemos la amnesia de la identidad. Y hay un pequeño
paso entre el olvidar nuestra posición encomendada y el insertarnos en la posición de Dios.
El sorprendente ejemplo de Cristo y Su comisión deberían producir en todos nosotros
un dolor que nos lleve a la confesión. Sí perdemos nuestro camino. Sí nos volvemos más
maestros que siervos. Y en lo secreto de nuestros corazones sabemos que nunca vamos a
llegar a ser lo que hemos sido llamados a ser a menos que seamos rescatados por la misma
gracia que hemos llegado a proclamar y vivir ante los demás. Y no tenemos que tener
miedo de que nuestro tonto orgullo, ficticio e inmerecido, vaya a hacer que el Padre nos dé
la espalda.
Él sabe quién eres. Él sabe que tú no das el ancho. Él sabe que todavía te quedas corto
de Su justo requisito; es por esto que Él te ha dado el regalo de Su Hijo. Puedes correr a Él
y admitir la vergonzosa vanagloria y saber que Él no se va a burlar de ti ni te va a dar una
bofetada, porque el que tú estés de pie ante Él no se basa en tu desempeño sino en el
desempeño sin mancha de Su Hijo. ¿Por qué no en este preciso momento, haces la
confesión que necesitas hacer? Clama por la ayuda que necesitas. Tu Salvador está cerca y
Él está dispuesto y es capaz.
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El Fruto De La Vanagloria Daña El Ministerio


Es importante reconocer la cosecha de la vanagloria en ti y en tu ministerio. Que Dios
pueda usar la siguiente lista para darte la sabiduría para diagnosticarte. Que Dios la pueda
usar para exponer tu corazón y para reencauzar tu ministerio. Aquí está el poder de la
vanagloria, poder que le da forma al ministerio.

1) La Vanagloria Va a Hacer que Alardees en Público lo que Deberías Mantener en


Privado
Los fariseos viven para ser un ejemplo importante para nosotros. Debido a que veían
sus vidas como gloriosas, estaban listos para hacer alarde de esa gloria ante los ojos
vigilantes de los que estaban a su alrededor. Entre más pienses que has tenido éxito y
menos veas que necesitas todos los días la gracia que libera, más vas a tener la tendencia de
ponerte tú mismo como referencia y felicitarte. Debido a que estás atento a la vanagloria,
vas a trabajar para obtener una mayor gloria incluso cuando no estés consciente de que lo
estás haciendo. Vas a tener la tendencia de contar historias personales que te hacen más
héroe de lo que realmente eres. Vas a encontrar formas, en los escenarios públicos, de
hablar sobre hechos de fe privados. Porque crees que eres digno de la aprobación, vas a
estar sediento del aplauso de los demás y vas a encontrar formas para presentarte como
“piadoso”.
Ahora bien, sé que la mayoría de los pastores que están leyendo esto van a pensar que
ellos nunca harían eso, pero estoy convencido que hay muchísimos más que “hacen un
alarde justo” en el ministerio pastoral de lo que tenderíamos a pensar. Ésta es una de las
razones por las que a veces encuentro incómodas las conferencias de los pastores, las
reuniones presbiterianas, las asambleas generales, las reuniones para plantar iglesias y las
reuniones de clérigos de diferentes grupos religiosos. Estas reuniones, de sentarse a la mesa
después de una sesión, pueden degenerar en un “concurso de escupitinas” del ministerio
pastoral en donde por lo menos estamos tentados a no ser del todo honestos acerca de lo
que realmente está pasando en nuestros corazones y en nuestros ministerios. Después de
festejar la gloria de la gracia del evangelio, hay demasiada charla, por parte de las personas
que parecen necesitar más el aplauso de lo que realmente lo necesitan o lo merecen, sobre
la gloria de felicitarse a uno mismo.

2) La Vanagloria Va a Hacer que Hagas Demasiada Referencia a Ti Mismo


Todos lo sabemos, todos lo hemos visto, todos nos hemos sentido incómodos con esto y
todos lo hemos hecho. La conclusión es ésta: la gente orgullosa tiene la tendencia a hablar
mucho de ella. La gente orgullosa tiene la tendencia de que le gusten más sus opiniones que
las opiniones de los demás. La gente orgullosa piensa que sus historias son más interesantes
y simpáticas que las de los demás. La gente orgullosa cree que sabe y entiende más que los
demás. La gente orgullosa piensa que se ha ganado el derecho a ser escuchada. La gente
orgullosa piensa que tiene una gloria que ofrecer. La gente orgullosa, debido a que está
básicamente orgullosa de lo que sabe y de lo que ha hecho, habla mucho de ambas cosas.
La gente orgullosa no hace referencia a la debilidad. La gente orgullosa no habla del
fracaso. La gente orgullosa no confiesa el pecado. De esta manera la gente orgullosa es
61

buen para centrar la atención sobre ella misma que para hacer brillar la luz de sus historias
y opiniones en la gloriosa gracia de Dios, gracia que es totalmente inmerecida.
Cuando piensas que has tenido éxito, estás bastante confiado y orgulloso de tus
opiniones. Confías en tus opiniones más de lo que confías en las opiniones de los demás,
así que no estás tan interesado en las opiniones de los demás como deberías estarlo, así que
vas a tener la tendencia de querer que tus pensamientos, perspectivas y puntos de vista
salgan airosos en cualquier reunión o conversación que se dé. Esto quiere decir que vas a
estar bastante más cómodo de lo que deberías al dominar una reunión con tu charla. Vas a
dejar de ver que en la multitud de consejeros está la sabiduría. Vas a dejar de ver la
indispensabilidad del ministerio del cuerpo de Cristo en tu vida. Vas a dejar de reconocer tu
propia parcialidad y tu ceguera espiritual. Así que no vas a ir a las reuniones, formales o
informales, con un sentimiento personal de que necesitas lo que los demás tienen que
ofrecer y vas a controlar la plática más de lo que deberías.

3) La Vanagloria Va a Hacer que Guardes Silencio Cuando Deberías Hablar


Pero la vanagloria también puede irse al otro extremo. Los líderes que están demasiado
seguros de sí mismos, que sin darse cuenta se atribuyen lo que solo podía haberse logrado
por la gracia, muchas veces ven las reuniones como una pérdida de tiempo. Porque son
orgullosos son demasiado independientes, así que tienden a ver las reuniones como una
interrupción molesta e inútil en su agenda ministerial que ya está demasiado ocupada. Por
esta razón van a decidir abandonar una reunión o van a tolerar la junta, tratando de darla
por concluida tan rápido como sea posible. Así que no sacan sus ideas para que sean
consideradas y evaluadas porque, francamente, piensan que no lo necesitan. Y cuando sus
ideas están sobre la mesa y se están debatiendo, no entran a la disputa porque piensan que
lo que ellos han opinado o propuesto simplemente no se tiene que defender. La vanagloria
realmente va a hacer que hables demasiado cuando deberías escuchar y va a hacer que no
sientas la necesidad de hablar cuando con toda seguridad deberías hacerlo.

4) La Vanagloria Va a Hacer Que Te Preocupes Demasiado por lo que la Gente Piensa De


Ti
Cuando has llegado a pensar que eres algo, quieres que las personas reconozcan ese
algo que tú piensas que eres. Una vez más ves esto en los fariseos; las evaluaciones
personales de la vanagloria siempre conducen al comportamiento de algún tipo que busca la
gloria. Las personas que piensan que han tenido éxito pueden llegar a estar demasiado
conscientes de la manera en que los demás les están respondiendo. Ya que estás híper
vigilante, observando la manera en que las personas en tu ministerio están respondiendo a
tu ministerio, en cierta manera en la que a lo mejor no estás consciente vas a comenzar a
moldear las cosas que dices y haces con el propósito de tener la aprobación de ti mismo.
Vas a comenzar a decir y a hacer cosas de tal forma que te den el reconocimiento que
piensas que mereces. Por desgracia, en realidad comienzas a caer en ministrar el evangelio
de Jesucristo, no para la gloria de Cristo o para la redención de las personas bajo tu
cuidado, sino por el bien de tu propia gloria. Yo he hecho esto. He pensado durante la
preparación de un sermón que cierto punto puesto de cierta manera podría ganar a un
detractor y he observado las reacciones de ciertas personas mientras he predicado. En estos
momentos, en la preparación y predicación de un sermón, le he dado la espalda a mi
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llamamiento como el embajador de la gloria eterna de Otro con el fin de adquirir la


alabanza temporal de los hombres.

5) La Vanagloria Va a Hacer que Te Preocupes Demasiado Poco por lo que las Personas
Piensan Acerca de Ti
Pero esto también puede ir en otro sentido. Si piensas que has tenido éxito, puedes ir en
la dirección de preocuparte demasiado poco por lo que las personas piensan de ti. Estás tan
seguro de ti mismo que simplemente piensas que no necesitas que otros evalúen tus
pensamientos, ideas, acciones, palabras, planes, metas, actitudes o iniciativas. Realmente
no piensas que necesitas ayuda. No piensas que lo que tienes que ofrecer lo va a enriquecer
o mejorar lo que contribuyan los demás. Tú, vez, tras vez, tras vez, haces solo lo que se
debería hacer en un procedimiento de grupo. Y si trabajas con un grupo, vas a tener la
tendencia de rodearte de personas que van a estar demasiado impresionadas contigo y
demasiado emocionadas porque tú las hayas incluido, que les va a costar trabajo decirte
algo que no sea sí. Has olvidado quién eres y lo que tu Salvador todos los días te dice que
necesitas y eres: vives en un lugar tanto de peligro personal como ministerial.

6) La Vanagloria Va a Hacer que te Opongas a Enfrentar y Admitir Tus Pecados,


Debilidades y Fracasos
¿Por qué cualquiera de nosotros se altera o se tensa cuando somos confrontados? ¿Por
qué cualquiera de nosotros activamos nuestro abogado interno y nos levantamos en nuestra
propia defensa? ¿Por qué cualquier de nosotros cambiamos al revés las cosas y le
recordamos a la otra persona que nosotros no somos los únicos pecadores en esa
habitación? ¿Por qué argumentamos sobre los hechos o disputamos la interpretación de la
otra persona? Hacemos todas estas cosas porque estamos convencidos en nuestros
corazones que somos más justos de lo que nos están describiendo en este momento de la
confrontación. Las personas orgullosas no reciben con entusiasmo la amonestación
amorosa, la reprensión, la confrontación, el cuestionamiento, la crítica o la rendición de
cuentas porque no sienten que tienen que hacerlo. Y cuando sí fracasan, son muy buenas
para erigir razones plausibles para lo que dijeron o hicieron, dadas las tensiones de la
situación o de la relación en las que se hicieron.
Pastor, ¿eres pronto para admitir la debilidad? ¿Estás listo para reconocer tus propios
fracasos ante Dios y los demás? ¿Estás listo para enfrentar tus debilidades con humildad?
Recuerda, pastor, si los ojos o los oídos de un compañero en el ministerio ven o escuchan tu
pecado, tu debilidad o tu fracaso, esto nunca es un fastidio, nunca es una interrupción en el
ministerio y nunca lo debes ver como una afrenta. Siempre es la gracia. Dios te ama y Él te
ha puesto en esa comunidad de la fe y Él les va a revelar tus necesidades espirituales
personales a los que están a tu alrededor para que ellos puedan ser Sus instrumentos de
convicción, liberación y transformación.

7) La Vanagloria Va a Hacer que Luches con las Bendiciones de los Demás


La vanagloria siempre está en la raíz de la envidia. Tienes envidia de las bendiciones de
los demás porque los ves a ellos como menos merecedores que tú. Y por cuanto te ves
cómo más merecedor, es difícil no enojarte porque ellos obtengan lo que tú te mereces y es
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casi imposible no desear y codiciar lo que ellos están disfrutando injustamente. En tu


envidiosa vanagloria en realidad estás culpando a Dios de ser injusto y no equitativo. En
ciertas maneras en las que puedes no estar consciente, comienzas a estar cómodo con dudar
da la sabiduría de Dios, de Su justicia y de Su bondad. Piensas que Él no ha sido bueno
contigo en la forma en la que te lo mereces. Esto comienza a robarte la motivación para
hacer lo correcto porque esto no parece hacer ninguna diferencia.
Es importante reconocer que hay un pequeño paso entre la envidia y la amargura. Es
por esto que el envidioso Asaf clama en el Salmo 73, “Verdaderamente en vano he
limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia” (versículo 13). Él está diciendo,
“Yo he obedecido y ¿esto es lo que obtengo?” Después escribe, “Se llenó de amargura mi
alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una
bestia delante de ti” (versículos 21–22). Qué descripción tan vívida – ¡una bestia amargada!
He conocido a muchos pastores amargados, hombres que están convencidos que han
soportado las dificultades que realmente no se merecían. He conocido a muchos pastores
amargados, envidiosos de los ministerios de otros, que han perdido su motivación y su gozo
y están haciendo de manera automática y despiadada el ministerio semana tras semana. He
conocido a muchos pastores que han llegado a dudar de la bondad de Dios y, trágicamente,
no tienen la tendencia de correr para pedir la ayuda, en su momento de necesidad, de
alguien de quien han llegado a dudar.

8) La Vanagloria Va a Hacer que Estés más Orientado a la Posición que a la Sumisión


La vanagloria siempre te va a orientar más al lugar, al poder y a la posición que a cómo
se ejercita la sumisión a un Rey mayor dentro del contexto de tu ministerio. Tú ves esto en
las vidas de los discípulos. Jesús no los había llamado a Él mismo para hacer realidad sus
propósitos de un pequeño reino sino para favorecerlos como los receptores e instrumentos
de la obra de un mejor reino. Sin embargo, en su orgullo, entendieron todo mal y todos
estaban orientados, con demasiada perseverancia, a la pregunta de quién sería el mayor en
el reino.
Nunca puedes cumplir tu llamamiento de embajador y al mismo tiempo querer el poder
y la posición de un rey. La orientación a la posición va a hacer que seas político cuando
deberías ser pastoral. Va a hacer que exijas el servicio cuando deberías estar dispuesto a
servir. Va a hacer que demandes de los demás lo que no estarías dispuesto a hacer tú
mismo. Va a hacer que pidas privilegios cuando deberías estar dispuesto a ceder tus
derechos. Va a hacer que pienses demasiado en cómo las cosas van a afectarte en vez de en
cómo las cosas se van a reflejar en Cristo. Va a hacer que quieras fijar la orden del día en
vez de encontrar el gozo en someterte a la orden del día de Otro. La vanagloria convierte a
los embajadores escogidos y llamados en reyes designados por sí mismos. Y cuando esto
sucede, en ciertas maneras en las que tú y yo podríamos no estar conscientes, estamos
ministrando para promover a una persona, pero esa persona simplemente no resulta ser
Jesucristo.

9) La Vanagloria Va a Hacer que Controles el Ministerio en Vez de que Delegues el


Ministerio
Tú, cuando estás lleno de ti mismo, cuando estás demasiado seguro de ti mismo, vas a
tener la tendencia de pensar que eres la persona más capaz dentro del círculo de tu
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ministerio. Te va a ser difícil reconocer y apreciar los dones que Dios les ha dado a los
demás y, porque no lo haces, te va a costar trabajo hacer de tu ministerio un proceso
comunitario. Pensar más alto de ti mismo de lo que debes pensar siempre conduce a que, en
algún sentido, veas hacia abajo a los demás. Es la humildad personal y la necesidad las que
van a hacer que busques y aprecies los dones y las contribuciones de los demás. Los
pastores que piensan que han tenido éxito no tienen la tendencia a que les guste el proceso
grupal y tienen la tendencia de ver el delegar un poco como una pérdida de tiempo. En sus
corazones piensan, ¿Por qué le debo dar a otro lo que yo mismo puedo hacer mejor? El
orgullo pastoral va a aplastar el ministerio compartido y el ministerio indispensable del
cuerpo de Cristo.
Es importante decir que he escrito la sección anterior con dolor personal y
remordimiento. He caído en una impactante vanagloria, en algunos momentos en mi
ministerio, en todas estas trampas. He dominado cuando debí haber escuchado. He
controlado lo que debía haber dado a los demás. He estado a la defensiva cuando
desesperadamente necesitaba la reprensión. Me he opuesto a la ayuda cuando debí haber
estado clamando por ella. He estado demasiado lleno de mi propia opinión y he sido
demasiado despectivo con la perspectiva de los demás. He hecho alarde de mis cualidades
para obtener la aprobación de los demás. Me entristezco cuando medito en mis muchos
años de ministerio, pero no me deprimo. No lo hago porque, en toda mi debilidad, el Dios
de la gracia sorprendente me ha liberado y me ha restaurado una y otra vez. Cada vez más
me ha liberado de mí (una obra que todavía prosigue). Y al estar dividido entre el reino del
yo y el reino de Dios, Él me ha usado de manera milagrosa en las vidas de muchos. En
amor, Él ha obrado para hacer mella en mi gloria y desfigurarla para que Su gloria sea mi
deleite. Ha saqueado mi reino para que Su reino sea mi gozo. Y Él ha aplastado mi corona
bajo Sus pies para que yo vaya en busca de ser un buen embajador y no ansiar ser un rey.
En esta misericordia intensa hay esperanza para todas las personas que están en el
ministerio. El Señor no solo aspira al éxito de tu ministerio; también esté obrando para
quitarte del trono. Es solo cuando Su trono es más importante que el tuyo que vas a
encontrar gozo en la difícil y humillante tarea del ministerio evangélico. Y Su gracia no se
va a rendir hasta que nuestros corazones hayan sido completamente cautivados por Su
gloria. Ahora bien, ¡ésa es una buena noticia!
La Cruz y el Liderazgo Cristiano
Donald A. Carson8

1 Corintios 4:1–21

La mayoría de las personas, en un momento u otro, sueñan con convertirse en


grandes líderes. ¿Qué imaginan sus mentes? Depende un poco, claro está, del terreno. Ser un
líder en, digamos, el baloncesto, no requiere exactamente los mismos dones que serlo en la
Cofradía Americana del Macramé. No obstante, existen puntos en común. La persona que
imagina ser un líder en cualquier esfera imagina cómo será ser el mejor, o al menos ser
mejor que la mayoría de los demás; tener éxito donde los demás fracasan; resistir donde los
otros tropiezan; crear, mientras los demás sólo actúan; obtener la adulación y el aplauso,
quizás tras un poco de dificultad y rechazo. Ser un líder puede implicar ser famoso, ser rico,
y disfrutar de cierta libertad frente a las responsabilidades y la rutinaria existencia de los
simples mortales. Ser un líder implica ganarse un respeto. Sólo en contadas ocasiones los
que sueñan con el liderazgo, pero que nunca lo han experimentado, consideran las respon-
sabilidades, presiones y tentaciones que enfrentan los líderes. Casi nunca se centran en dar
cuentas, servir, sufrir.
Los capítulos iniciales de 1 Corintios ya han introducido algunos elementos del
liderazgo cristiano, aunque, por supuesto, éste no es el tema principal de la epístola. A lo
largo de 1 Corintios 1-4, Pablo se interesa principalmente en dirigirse al espíritu divisivo que
estaba destruyendo a la iglesia con disputas, celos y autopromoción. Pero como buena parte
de estas disputas nacían del hábito de diversos grupos en la iglesia, que se asociaban con
algunos líderes cristianos bien conocidos (“Yo soy de Pablo”, “Yo soy de Apolos”, “yo soy
de Cefas”, etcétera; 1:11–12; 3:4), Pablo creyó necesario centrarse en ciertos malentendidos
corintios que concernían a la naturaleza del genuino liderazgo cristiano. Esos creyentes
estaban adoptando demasiado modelos del mundo que les rodeaba. Estaban infatuados con
los maestros sofistas, muchos de los cuales apreciaban más la forma que el contenido; el
prestigio más que la humildad; el estoicismo por encima de la pasión; una filosofía
organizadora (“sabiduría”) por encima de las francas confesiones de ignorancia y de las
limitaciones del entendimiento humano; la retórica por encima de la verdad; el dinero más
que las personas y la reputación más que la integridad. En ese tipo de trasfondo, Pablo,
como hemos descubierto, tuvo que volver a los temas básicos, explicando qué significa
confesar a Cristo crucificado. Pero también tuvo que desengañar a sus lectores acerca de su
negativa tendencia de patrocinar a ciertos líderes cristianos ignorando a otros. Así, en 1
Corintios 3, Pablo insiste, entre otras cosas, en que los servidores cristianos son siervos de
Cristo, y no deben recibir la lealtad reservada sólo a Dios. Ciertamente, como siervos, son
responsables ante Dios del tipo de ministerio que ejercen. Como Dios se interesa por su
iglesia, considera responsables a los líderes de ésta. Ciertamente, amenaza con el juicio a
todos los que destruyan a su iglesia.
En 1 Corintios 4, Pablo está luchando todavía con el espíritu divisivo de los creyentes
corintios. Así que cuando habla sobre la naturaleza del liderazgo cristiano, lo relaciona con

8
Donald A. Carson, La Cruz y el Ministerio Cristiano, Una Exposición de Pasajes de 1 Corintios
(Viladecavalls, Barcelona: Andamio, 1994), 101–28.

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66

el tema que tiene a mano: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en
Apolos por amor a vosotros...” (4:6a). Aun así, el quid de la cuestión es que, al atacar las
tendencias corintias hacia las disputas y las divisiones, Pablo nos ofrece una breve visión de
lo que significa ser un líder cristiano, y hemos de contemplar el capítulo desde esta
perspectiva. Ciertamente, esto no es todo lo que dice la Biblia acerca de la naturaleza del
liderazgo que le agrada a Dios, pero los principios aquí expresados tienen una importancia
capital. Y todos están relacionados con la cruz.

El Liderazgo Cristiano Significa Recibir la Custodia de los “Misterios” de Dios (4:1–7)

Pablo comienza diciéndoles a los corintios cómo deberían considerar a los líderes
cristianos: “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de
los misterios de Dios” (4:1). Hay dos elementos que destacan, y ambos están relacionados
con cosas que Pablo ya ha explicado. (1) Los líderes cristianos son “servidores de Cristo”. El
lenguaje recuerda a la analogía agrícola del capítulo 3 (aunque la palabra “siervo” es
diferente). Los líderes cristianos no intentan ser gurús independientes, maestros omniscien-
tes. Se consideran sencillamente siervos, y quieren que los otros cristianos los consideren
también así. Pero son siervos de un Maestro particular: sirven a Jesucristo. (2) En el corazón
de la misión que les ha encomendado el Maestro yace una asignación particular. Se les ha
encargado “administrar los misterios de Dios”. La expresión cosas secretas (literalmente,
misterios) es la misma que se encuentra en 2:7, “la sabiduría de Dios en misterio”.
Recordarán que en el segundo capítulo de este libro se exploró un poco la naturaleza del
misterio. Pablo no está diciendo que el evangelio es “misterioso”, sino que de alguna manera
estuvo oculto antes de la venida de Jesucristo y ahora ha sido revelado. El evangelio mismo
es el contenido de este misterio, la sabiduría de Dios resumida bajo la carga de la
predicación de Pablo: Jesucristo y él crucificado.
Hay un sentido, por supuesto, en el cual todos los cristianos son “siervos de Cristo” y a
todos se les ha confiado el evangelio, “las cosas secretas de Dios”. Sin embargo, Pablo deja
en claro que todavía se ocupa principalmente de líderes. En breve escribirá: “Pero esto,
hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos”, ambos líderes, “por amor de
vosotros” (4:6, énfasis añadido), lo que demuestra que todavía mantiene la distinción entre
los líderes y otros, que domina 1 Corintios 3. No es que Pablo, Apolos y otros líderes sean
siervos de Cristo, mientras que otros cristianos no lo son, ni es que se les haya confiado las
cosas secretas de Dios, mientras que otros creyentes no saben nada de ellas. Los líderes no
son una clase sacerdotal especial. Más bien, lo que se requiere en cierto sentido de todos los
creyentes, se requiere especialmente de los líderes de los creyentes. Es una diferencia de
grado. Es por eso que Pablo podrá decir: “os ruego que me imitéis” (4:16).
Aquellos de nosotros que queremos ser líderes en la iglesia hoy, entonces, debemos
comenzar por reconocer que no hay una calificación especial y elitista. Esta observación está
completamente en línea con las listas de calificaciones para el liderazgo que se dan en otras
partes del Nuevo Testamento. Por ejemplo, cuando Pablo, en 1 Timoteo 3:1–7, establece las
calificaciones para un supervisor (“obispo”), la característica más notable de la lista es que
no tienen nada de especial. No contiene nada sobre inteligencia, decisión, impulso, riqueza,
poder. Casi todo en la lista se requiere de todos los creyentes en otra parte del Nuevo
Testamento. Por ejemplo, el supervisor no puede ser “dado al vino” (1 Tim 3:3), lo cual,
ciertamente, no quiere decir que los demás podamos ir por ahí borrachos (Ef 5:18). Los
obispos deben ser hospitalarios (1 Tim 3:2); pero, claro está, todos los cristianos deben serlo
67

(He 13:2). Los únicos elementos en la lista de los obispos que no se aplican, de alguna
forma, a todos los cristianos, son dos: (1) “no un neófito” (1 Tim 3: 6), lo cual no puede
aplicarse, ciertamente, a los cristianos recientes; y (2) “apto para enseñar” (1 Tim 3:2), que
va unido a ciertas responsabilidades del ministerio de un pastor/obispo/diácono.
Así que lo que hemos de reconocer, tanto en 1 Timoteo 3 como en 1 Corintios 4, es que
las exigencias del liderazgo cristiano, en principio, no encasillan a un cristiano en unas
categorías exclusivas y elitistas donde obtener nuevas reglas y privilegios. Antes bien, el
liderazgo cristiano exige centrarse en los tipos de características y virtudes que deberían
estar presentes en los cristianos, en todas partes. Eso es, precisamente, lo que hace posible
que los líderes cristianos sean modelos, así como enseñadores, en la iglesia de Dios.
En este contexto, por tanto, quedan bastante claros los dos elementos del liderazgo
cristiano que establece Pablo. Los líderes cristianos son servidores de Cristo, y se les confía
el evangelio, los misterios de Dios. Si todos los cristianos deberían servir a Cristo, ¿cuánto
más deben hacerlo sus líderes de una forma evidente? Si todos los cristianos disfrutan de la
sabiduría oculta que imparte el Espíritu, ¿cuánto más deberán tratarla con cuidado los líderes
a quienes se ha confiado tamaña herencia?
Es importante considerar qué significan estos elementos. De hecho, cuando se entienden
bien, se funden en uno solo. La expresión traducida como “administradores de los misterios
de Dios” podría traducirse, más literalmente, por “mayordomos de los misterios de Dios”.
Ciertamente, el mayordomo de la casa tenía una posición de confianza, pero en una sociedad
mucho más jerárquica que la nuestra a menudo esa posición la ocupaban siervos, incluso
esclavos. La confianza puesta en ellos se les concede en su función de siervos, de esclavos;
por el contrario, cuando se les llama “siervos de Cristo”, la obligación particular que se les
impone como “siervos de Cristo” es la obligación de promover el Evangelio. Es todo lo que
implica ser “administradores de los misterios de Dios”. Lo que significa ser un siervo de
Cristo es estar obligado a promover el evangelio con palabras y ejemplos, el evangelio del
Mesías crucificado.
Eso es absolutamente fundamental. No hay un liderazgo cristiano válido que no palpite
con este mandato. En Occidente, debemos arrepentirnos de nuestra infinita fascinación por
el “liderazgo” que huele mucho más a los modelos jerárquicos (yo soy el jefe, y, para todos
los que están por debajo de mí en la escalera, se hace lo que yo digo) o a los modelos
democráticos (de a las personas lo que ellos quieren, haga otra encuesta, realice otro sondeo
de opinión y rasque donde les pica). Todo liderazgo cristiano válido, independientemente de
lo variado que sea su estilo, de los hallazgos sociológicos, de sus diversas funciones, debe
comenzar con este reconocimiento fundamental: a los líderes cristianos se les ha confiado el
evangelio, las cosas secretas de Dios que han estado ocultas en siglos pasados, pero que
ahora están siendo proclamadas, por su ministerio, a los hombres y mujeres de todo el
mundo. Además, deben tener cuidado de no asumir diplomáticamente esa postura, mientras
que su verdadero interés está en otra parte. Esto no funcionará. A los siervos de Cristo se les
ha encomendado una carga fundamental: se les ha confiado el evangelio, y todo su servicio
se centra en dar a conocer ese evangelio y en animar al pueblo de Dios, por palabra, ejemplo
y disciplina, a vivirlo.
A partir de esta visión fundamental de la naturaleza del liderazgo cristiano, Pablo pudo
haber extraído muchas posibles conclusiones. De hecho, elige rastrear solo dos.

Los líderes cristianos deben demostrar ser fieles a Aquel que les ha asignado su tarea
fundamental (4:1–4).
68

La lógica de Pablo es fácil de seguir. Acaba de insistir en que a los líderes cristianos se
les ha confiado “las cosas secretas de Dios” (4:1). Cualquier lector reflexivo puede imaginar
la implicación: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado
fiel” (4:2). Pero ¿ante quién? Los que son siervos de Cristo, los que administran los
misterios de Dios, no se imaginan ganando concursos de popularidad, ni siquiera dentro de
los límites de la Iglesia. Esto es lo que quiere decir Pablo cuando escribe: “Yo en muy poco
tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano” (4:3a). Sólo hay una Persona cuyo
“¡Bien hecho!” en aquel último día significa algo. En comparación, la aprobación o
desaprobación de la iglesia no significa nada.
Ni siquiera es importante la evaluación que hace usted de su propio servicio. Puede
que el sentirse bien con su ministerio tenga una cierta y limitada utilidad, pero finalmente
carece de significado. Puede que considere su servicio algo mejor de lo que Dios lo
considera, o quizás menos. Pero si está procurando con contentarse a sí mismo
constantemente, si la autoestima es su meta última, entonces usted está olvidando de quién
es siervo, a quién debe procurar agradar. Así que Pablo escribe, con candidez: “Y ni aun yo
me juzgo a mí mismo” (4:3b). No quiere decir que no haya un lugar en su vida para el
autoexamen o la autodisciplina; sus mismos escritos contradicen esa interpretación (p. ej., 1
Cor 9:24–27; 2 Cor 13:5). Lo que quiere decir es que el propio juicio que hace de sí mismo
no puede tener, de ninguna manera, un significado absoluto. Tal y como él dice: “De nada
tengo mala conciencia” (4:4). Es decir, que, mientras escribe esas palabras, no es consciente
de que haya en su vida ningún pecado o error escondidos. Aun así, no sabe todas las cosas,
ni siquiera acerca de sí mismo. A pesar de lo clara que esté su conciencia, podría engañarse
o ser totalmente ignorante. No por tener una conciencia limpia, escribe: “... no por eso soy
justificado” (4:4). A fin de cuentas, sólo hay una opinión acerca de su servicio que tenga un
significado real: “... pero el que me juzga es el Señor” (4:4).
La primera conclusión de Pablo, por tanto, es muy simple. Los líderes cristianos
dignos de tal nombre serán conscientes continuamente de que le deben una fidelidad y una
lealtad consagrada a una sola Persona: al Señor que los compró. Por supuesto que, en otro
sentido, es importante para el siervo del Señor tratar de mantener la paz entre el pueblo del
Señor y ganar su confianza y respeto. Puede haber un lugar para una carta de recomendación
apropiada (p. ej., Fil 2:19). Aún así, la lealtad de un líder no debe ser para la iglesia, ni para
ningún líder o tradición individual. Debe ser solo para el Señor y para los “misterios de
Dios” que Él le ha confiado. Y si eso a veces significa que habrá un choque de voluntades
entre ese líder y la iglesia, que así sea; la insensatez de Cristo crucificado debe prevalecer,
aun cuando la iglesia como un todo siga una bifurcación en el camino que la aleja de la
centralidad del evangelio. Lo que es mucho más trágico es el triste espectáculo de los
llamados líderes cristianos que se esfuerzan tanto por la aprobación de los compañeros y
feligreses que su enfoque se desvía del Evangelio y del “¡Bien hecho!” del Mesías
crucificado.

Aquellos que siguen a los líderes cristianos deben reconocer que los líderes están llamados
a agradar al Señor Cristo y, por lo tanto, deben abstenerse de juzgarlos (4:5–7).

En otras palabras, si es importante para los líderes verse a sí mismos como siervos de
Cristo a quienes se les ha confiado una magnífica comisión, también es importante que el
69

resto de la iglesia los vea como responsables ante el Señor Jesucristo y, por lo tanto, eviten
juzgarlos ellos como si la iglesia misma fuera el principal árbitro del éxito ministerial.
Es fácil extraer de este pasaje más de lo que realmente dice. Ningún lector reflexivo
puede suponer que Pablo está aboliendo todas las funciones de juicio en la iglesia. Después
de todo, en el próximo capítulo de esta epístola, él reprende severamente a la iglesia por no
haber tomado una acción disciplinaria decisiva en un caso de inmoralidad (1 Cor 5). Esta
autoridad disciplinaria de la iglesia se extiende incluso a los líderes. En el último capítulo de
2 Corintios, Pablo claramente espera que los creyentes en Corinto ejerzan disciplina sobre
los falsos apóstoles antes de llegar a la ciudad y se siente obligado a tomar medidas
dramáticas. Se deben ignorar los chismes casuales dirigidos contra los ancianos de la iglesia,
pero cuando los informes críticos resultan ser ciertos, hay un lugar para disciplinar a los
líderes (1 Ti 5:19–20). Además, seguro que nadie puede imaginar que aquí Pablo insiste en
que los cristianos no tienen obligación alguna de “juzgarse” a sí mismos, de examinarse y
probar la realidad y consistencia de su entrega a Cristo. Aunque la opinión que un cristiano o
cristiana tenga de sí mismo/a carece de una importancia final, eso no evita que Pablo diga,
cuando las circunstancias lo requieren: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe;
probaos a vosotros mismos” (2 Cor 13:5).
Si damos un paseo más amplio por las Escrituras, resulta bastante fácil encontrar
pasajes que prohíben el “juzgar”, y luego descubrir otros que lo ordenan. Por ejemplo, por
una parte, encontramos a Jesús que dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque
con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será
medido” (Mt 7:1–2). Por otra parte, dice: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad
con justo juicio” (Jn 7:24). Esta tensión es muy fuerte a lo largo de todo el Nuevo
Testamento. Hay muchos pasajes que condenan lo que podríamos denominar “emisión de
juicios críticos”. Al mismo tiempo, capítulo tras capítulo se exhorta a los creyentes a tener
discernimiento, a ejercitar la disciplina en la iglesia, y demás; funciones que requieren un
uso adecuado del juicio.
Nunca ha sido fácil conservar el equilibrio en esta área. Quizás hoy en día sea más
difícil debido a la embestida del pluralismo. El tipo de pluralismo del que estoy hablando
enseña que todas las opiniones son igualmente válidas, de forma que la única opinión que es
necesariamente errónea es la que dice que cualquier otra opinión está mal. Aplicándolo a la
religión, una fe no puede decir que otra está equivocada; eso se considera intolerante,
fanático, ignorante. En resumen, no es pluralista. Dentro de esta atmósfera, se hace alarde de
los pasajes bíblicos que condenan el juicio crítico o negativo, como si fuera todo lo que la
Biblia tiene que decir sobre el tema. En muchos círculos, hoy en día, el versículo más
conocido de la Biblia es: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mt 7:1), desplazando
con facilidad a Juan 3:16. Lo que suele olvidarse es que unos pocos versículos después,
Jesús les dice a sus discípulos: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas
delante de los cerdos” (Mt 7:6a), lo cual presupone que alguien ha de juzgar quiénes son los
perros y los cerdos. En otras palabras, el pluralismo ha invertido grandes cantidades de
energía y pasión en tan sólo una cara de la exposición bíblica.
Puede que obtengamos algo de equilibrio si recordamos los tipos de persona a
quienes se dirige cada prohibición. Las prohibiciones en contra de juzgar tienen en mente a
personas que se consideran justas y quieren defender su territorio. Esas personas suelen ser
bastante legalistas, tienen todas las respuestas adecuadas, buscan desesperadamente
promover su “grupo” por encima de los demás, y corren el peligro constante de usurpar el
lugar de Dios. Como contraste, los mandamientos bíblicos a tener discernimiento o a juzgar
70

bien en alguna circunstancia, van dirigidos a aquellos que son descuidados e indisciplinados
en lo que respecta a las cosas santas, en especial las palabras de Dios. Tales personas suelen
ir más con la multitud antes que pensar qué pensar que implica la lealtad a Dios y a su
verdad en un contexto cultural particular. Es totalmente desastroso juzgar cuando se
requiere tolerancia, o prohibir todo juicio cuando lo que se necesita es precisamente juzgar.
Ambos errores dañan seriamente a la iglesia, y generalmente reflejan una mente que no
desea buscar el equilibro y la santidad de la Palabra de Dios.
Así que, ¿qué estaba sucediendo en Corinto? Parece ser que algunos creyentes
corintios estaban bastante dispuestos a despreciar a algunos líderes cristianos, sencillamente
porque preferían seguir a otro líder, como a un gurú. Elevar a un líder y ofrecerle la lealtad
que solo le pertenece a Dios es bastante malo; anular toda autoridad en cualquier otro líder
cristiano no solo delata una lamentable falta de cortesía, sino que coloca al juez
autoproclamado en el lugar de Dios.
Hay dos consideraciones más que deberían refrenar nuestra tendencia a juzgar a los
demás. (1) No sabemos cuál es el final de la historia. Algunos que empiezan bien acaban
mal, y otros que empiezan lentamente y vacilantes acaban con un triunfo total. “Así que no
juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor” (4:5a). (2) No conocemos los
motivos de las personas a las que juzgamos. Esa es una prerrogativa que le está reservada
sólo a Dios. “El cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones
de los corazones” (4:5b). Hay algunos líderes que son competentes y agradan a grandes
multitudes, pero cuyos corazones son enormes ciénagas de lujuria, arrogancia y ambición.
Hay otros, quizá menos dotados, que luchan en silencio y con fidelidad contra grandes
decepciones y presiones, pero cuya exclamación es: “Aquí estoy. Envíame a mí. Hazme tan
santo, amante y útil como pueda serlo un pecador perdonado”. ¿No deberíamos tener en
cuenta las motivaciones ocultas? ¿Y quién puede hacerlo, excepto Dios mismo?
Quizás la característica más notable de este párrafo de 1 Corintios sea cómo termina.
Teniendo en mente el día del juicio final, podría esperarse que Pablo dijera: “En aquel
tiempo cada uno recibirá de Dios su reprensión”. Pero, en cambio, dice: “Y entonces cada
uno recibirá su alabanza de Dios” (4:5c). ¡Qué maravilla! El Rey del universo, el Soberano
que ha soportado nuestra constante rebelión y nos ha buscado al precio de la muerte de su
Hijo, ¡remata nuestra redención alabándonos! Él es un Padre sabio que sabe cómo animar
aun los más débiles esfuerzos de sus hijos. Lo que demuestra esta forma de acabar el
párrafo, al menos en este caso, es que Dios juzga con menos dureza que los autoimpuestos
jueces en las iglesias. Aquí Pablo presupone que los líderes en cuestión no deben ser
disciplinados, apartados, ignorados; son líderes cristianos honrados, y en aquel último día
Dios mismo les alabará.
Por supuesto, esto no quiere decir que todo lo que haga un líder cristiano está más
allá de la reprensión. Barnabás y Pedro no fueron muy consecuentes con esto en Antioquía
(Gal 2:11–14); Pablo no tuvo paciencia con Juan Marcos (Hch 15:37–40); Apolos
necesitaba más instrucción para corregir su predicación (Hch 18:24–28). En cada caso se
requería cierto discernimiento, cierto juicio por parte de los compañeros creyentes. El
principio que aquí propugna Pablo no implica la conclusión de que los cristianos hayan de
ser tan ilusos que no hagan ninguna distinción. El hecho de que los calvinistas tengan cosas
importantes que aprender de Wesley, y los wesleyanos de Calvino, no quiere decir que
ambos hombres estuvieran en lo cierto en todo lo que dijeron y enseñaron. Pablo no está
aquí absolviendo a los cristianos de la responsabilidad de discernir, de poner a prueba todas
las enseñanzas de la Escritura, de procurar lo mejor. Más bien condena ese tipo de juicio que
71

descalifica a un líder cristiano simplemente porque no encaja en mi esquema o porque


parece que compite con mi gurú preferido, o porque no me lo puedo meter en el bolsillo.
Esto no nos servirá. No hay duda de que los líderes cristianos cometen todo tipo de
errores y dicen todo tipo de cosas equivocadas. Pero no son peones que las iglesias puedan
contratar y despedir como si no fueran otra cosa que sus empleados. La iglesia no es la
cabeza y el pastor un asalariado. Tanto la iglesia como los pastores tienen una cabeza
suprema: el mismo Jesucristo. Idealmente, cada iglesia y su líder deberían trabajar unidos
bajo la única Cabeza. En la práctica, cuando la iglesia se aparta del evangelio, puede que el
líder tenga que recurrir a una acción bastante drástica (como en 2 Cor. 3). Cuando el que se
aparta es el líder, es necesario que sea la iglesia la que tome la iniciativa. Pero ambas partes
deben reconocer que sólo existe una Cabeza. Y en la situación de los corintios, Pablo
considera especialmente importante que los creyentes reconozcan que los líderes cristianos
son primordialmente llamados a servir a Cristo el Señor; por tanto, la iglesia no tiene
derecho a juzgarles críticamente.
Aunque Pablo ha estado expresando estas ideas de una forma un tanto abstracta,
parece que había estado pensando en el explícito espíritu divisivo de la iglesia corintia.
“Pero esto, hermanos, lo he presentado9 como ejemplo en mí y en Apolos por amor de
vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito” (4:6a). La
cita de Pablo no es un pasaje bíblico. Probablemente era un dicho frecuente en la Iglesia
primitiva, semejante a “No nos vayamos por las ramas”. Al elevar los criterios del gusto
personal hasta el punto en que éstos permitían a los corintios descalificar a ciertos líderes,
los creyentes de Corinto no se estaban guiando por la revelación bíblica, sino yendo más allá
de ésta. Uno puede distorsionar tan fácilmente la verdad y equilibrio de la Escritura yendo
más allá de lo que dice como negando algunas de sus partes. Si, según esta idea, los
corintios siguen de cerca la línea bíblica, no pasará que “por causa de uno, os envanezcáis
unos contra otros” (4:6).10 ¿Cómo podrían hacerlo? Les interesaría mucho más “jactarse” de
Cristo crucificado: “El que se gloría, gloríese en el Señor” (1:31). La autopromoción, entre
los que han sido redimidos por un Mesías crucificado, resulta repulsiva.
En cualquier caso, arguye Pablo, si habéis recibido alguna ayuda, discernimiento o
fuerza bajo la mano de algún líder en particular, ¿no es este uno de los buenos dones de Dios
para vosotros, más que una causa de orgullo? ¿No es esto cierto acerca de todo lo que
consideramos de valor? Aun si hemos trabajado duro, esta habilidad de trabajar, ¿no es en
gran medida el fruto de una buena salud y una educación que ha fomentado la disciplina y la
responsabilidad? “Porque ¿qué te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo
recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (4:7)
De este modo Pablo pone el dedo en la llaga. Este espíritu de juicio está impelido por
el orgullo. La ironía es que esta desagradable arrogancia se manifiesta contra aquellos a
quienes se les han confiado “los misterios de Dios”, el Evangelio del Mesías crucificado, las
buenas nuevas por las que estos “jueces” son salvos. ¿Cómo puede una persona sensata ser
arrogante junto a la cruz?

9
Pienso el verbo griego, aunque es un aoristo, tiene una referencia presente (contrástese con la NVI:
“lo he aplicado”).
10
1 Corintios 4:6–7 está en un griego muy difícil, que podría interpretarse de varias formas. Con
ciertas dudas, aquí sigo la versión de la NVI.
72

El Liderazgo Cristiano Significa Vivir a la Luz de la Cruz (4:8-13)

El lenguaje que ahora usa Pablo está impregnado de mordiente ironía. Los corintios
se han vuelto comodones, satisfechos, orgullosos. “Ya estáis saciados, ya estáis ricos” ... con
el resultado de que no desean lo que no tienen. “Ya estáis ricos”, de forma que no buscan la
riqueza espiritual o prestan oído al mandamiento de Jesús, de hacerse tesoro en los cielos.
“Os habéis hecho reyes”, o, mejor aún, “Sin nosotros reináis” (cf. Nueva Biblia Americana:
“Os habéis entregado a vuestro reino”). Pablo no está hablando del estado de los corintios
(“reináis”), sino de su percepción de su función (“Han comenzado su reino”).
Esto requiere una breve explicación. Desde el principio, a los cristianos se les ha
enseñado a mirar hacia el fin del siglo, cuando Cristo en persona regrese. El Nuevo
Testamento se cierra con el Espíritu y la esposa (la Iglesia) dirigiéndose al Señor exaltado y
exclamando: “¡Ven!” (Ap 22:17). Esperamos la consumación de “la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pe 1:5); esperamos “según sus
promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pe 3:13). No
obstante, los cristianos se regocijan porque Jesucristo ha resucitado de entre los muertos y ya
ha comenzado su reinado. Suya es toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt 28:28). Ya
hemos sido integrados en su reino. Dios nos ha “librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón
de pecados” (Col 1:13–14). Pablo describe al Espíritu de Dios como “las arras” y la garantía
de la plena herencia por venir.
Así que, en cierto sentido, los cristianos están orientados hacia el futuro, esperando el
reino. Podemos definir esta actitud como escatología futurista. En otro sentido, los
cristianos ya han sido trasladados del reino de la oscuridad al del Hijo de Dios. A veces se
denomina a esta actitud escatología realizada o inaugurada. Y es muy importante entender
bien el equilibrio existente entre las dos. Si uno dedica todas sus energías al futuro
comienzan a producirse deformaciones. Uno puede, por ejemplo, seguir el modelo de ciertos
creyentes en Tesalónica, que aparentemente pensaban que el regreso de Jesús y el final del
siglo eran tan inminentes que podían abandonar sus trabajos, deshacerse de los que aún
trabajaban y, en medio de un gran entusiasmo, comenzar, en general, a comportarse de
forma irresponsable. Alternativamente, uno puede centrarse tanto en el futuro que minimice,
inconscientemente, los grandes privilegios y gozos que ya son nuestros en Cristo Jesús.
Desde este punto de vista, todo lo que hay en el aquí y ahora es oscuro, triste y gris, pero
cuando llegue el Fin...
Por otra parte, uno puede errar por el otro extremo, y enfatizar tanto las bendiciones
que ya disfrutan los cristianos que pase por alto el hecho de que, algunos de ellas, están
reservadas para el futuro. Se empiezan a aplicar al presente pasajes y temas que giran en
torno a cómo será la vida una vez regrese el Mesías. Tanto los judíos que esperaban la
llegada del Mesías, como los cristianos que esperan su segunda venida, han insistido que
reinarán con Él. Los corintios, interpretando esto en presente, creían que ya habían
empezado a reinar “sin nosotros”, como dice Pablo un poco amargamente. “¡Cómo deseo
que ustedes realmente hayan comenzado a reinar [NVI “Ojalá fueran de veras reyes”], para
que nosotros pudiéramos comenzar a reinar con ustedes (NVI “para que también nosotros
reináramos con ustedes”]!” (4:8) Eso significaría que Cristo ya habría vuelto, que el reino
consumado de Cristo ya habría comenzado, y que todos los cristianos participarían de él.
Pero si el reino consumado de Cristo aún no había comenzado, entonces los corintios, en
masa, estaban equivocados.
73

Históricamente, los cristianos han confundido a menudo el equilibrio bíblico sobre


este tema por estar demasiado entregados a sus tiempos, no logrando por tanto escuchar
meditada y cuidadosamente a la Escritura. En tiempos de guerra, hambre o conflictos
sociales graves, no es raro que los cristianos poco entendidos exclamen: “¡Es el Fin!”
Preparan sus ropas para la ascensión olvidando que Jesús nos dijo que nadie sabe el tiempo
o el día o la hora o la temporada de su regreso. Alternativamente, cuando las cosas van
razonablemente bien, cuando la sociedad parece relativamente estable, cuando no hay guerra
en el horizonte, cuando la mayoría de la gente en nuestra cultura tiene suficiente para comer,
y cuando el estado de ánimo general es hedonista y orientado al éxito, los cristianos no
enseñados adoptan su propia forma de triunfalismo. Señalan que Dios es su Padre, él es el
gran Rey, y por lo tanto (argumentan) que todos deben vivir como príncipes y princesas.
Claramente, los corintios adoptaron su propia forma de esta escatología sobre-
realizada. Estaba ligada a su orgullo, a su interminable sentimiento de superioridad. Pablo
pinchó sus masivas pretensiones al evaluar el estado de los líderes reconocidos de la iglesia,
los apóstoles. “Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como
postreros, como a sentenciados a muerte” (4: 9a). Probablemente tomó las imágenes de las
procesiones triunfales de legiones romanas que regresaban de una victoria militar. Los
militares de mayor rango serían los primeros, luego los más jóvenes. Detrás de ellos, los
prisioneros serían arrastrados, en orden descendente de rango. Entre los enemigos
derrotados, las clases más bajas y los esclavos saldrían a la retaguardia, comiéndose el polvo
de los demás, sabiendo que estaban destinados a la arena. Allí morirían a manos de
gladiadores o simplemente serían arrojados a las bestias salvajes para diversión de la
población. De hecho, dice Pablo, dado que el escenario en el que se desarrollan las luchas de
la iglesia se juega en la arena espiritual tanto como la física, los apóstoles “pues hemos
llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres” (4: 9b).
Con una ironía punzante, Paul traza el contraste. Aludiendo a los temas del capítulo
1, escribe: “¡Por causa de Cristo, nosotros somos los ignorantes; ustedes, en Cristo, son los
inteligentes!” (4:10ª NVI). Por supuesto, si han seguido su argumento, los verdaderos necios
son los mismos corintios, precisamente porque no es así como lo ven. Pablo y otros líderes
espirituales son “insensatos” solo porque se han puesto de parte de la necedad de la cruz.
¡Los débiles somos nosotros; los fuertes son ustedes!” “¡A ustedes se les estima; a nosotros
se nos desprecia!” (4:10b NVI). La ironía sigue siendo total. Si Pablo y sus compañeros
apóstoles son “débiles”, es porque se alinean con la “debilidad” de Dios que, de hecho, es
más fuerte que toda fortaleza humana. Si son deshonrados, son deshonrados por un mundo
que encuentra la cruz insensata, mientras que el único honor que los corintios han recibido
es el honor propio, más, tal vez, los dudosos aplausos de un mundo que los creyentes han
repudiado formalmente al convertirse en cristianos.
¿Necesitan los creyentes de Corinto, entonces, tener una mejor idea de lo que implica
el verdadero liderazgo cristiano? Muy bien, dice Paul, esta es la imagen: “Hasta esta hora
padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos
morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y
bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos
venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos” (4:11–13).
No es necesario descomponer estas líneas impactantes en detalle, pero algunos
comentarios sobre ellas acentuarán su impacto. Las frases hasta esta hora y hasta ahora son
probablemente la manera en que Pablo llama la atención sobre la situación escatológica.
Pablo y sus compañeros apóstoles todavía están sufriendo, hasta este momento, a pesar de
74

que el reino escatológico ha sido inaugurado por la victoria de Cristo. Los corintios, en otras
palabras, están torciendo su teología mientras ignoran la evidencia que los mira a los ojos.
La privación del ministerio itinerante (“hambrientos”, “en harapos”, “tratados brutalmente”),
la mismísima materia de la vida apostólica, culmina en “no tenemos hogar”, precisamente
porque su “hogar” no está ligado a este mundo. A primera vista, “nos fatigamos trabajando
con nuestras propias manos” está fuera de lugar en esta lista. De hecho, porque los maestros
en el mundo helenístico pensaban que ellos estaban por encima del trabajo manual, mientras
que Pablo con frecuencia ganaba para él y su equipo (y a veces insistía en hacerlo) gracias a
su habilidad como fabricante de tiendas, era fácil que los corintios lo rechazaran como a un
ejemplar inferior de la raza de los maestros. Pero lo que ellos desprecian, él lo presenta
como ejemplar. Y por lo que respecta al modo en que responde a las burlas y ataques de un
mundo escéptico, Pablo ofrece su testimonio como modelo: “Nos maldicen, y bendecimos;
padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos” (4:12–13). Así refleja,
en su práctica, la enseñanza (Lc 6:28) y el ejemplo (Lc 23:34) del mismo Señor Jesús.
Resumiendo: Pablo dice que, él y sus compañeros de apostolado, han “venido a ser hasta
ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos” (4:13), los parias, los rechazados, la
basura de todos... todo lo despreciable en una sociedad llena de personas guapas y exitosas.
De repente, ya no podemos ignorar el modelo de Pablo —no el modelo que él fue
para otros, sino el modelo que eligió para seguir él mismo. Porque se nos vuelve a recordar,
una y otra vez de la Cruz. El profeta escribió sobre el Siervo sufriente: “Le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de
dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos” (Is 53: 2b–3). Pablo testifica a los filipenses de su deseo
de experimentar no sólo el poder de la resurrección de Cristo, sino también la comunión que
supone participar en sus sufrimientos (Fil 3:10). Ciertamente, en otro pasaje les escribe a los
cristianos en Roma y les dice que son “también herederos; herederos de Dios y coherederos
con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados” (Rom 8:17). Si Pablo insiste en que él es un modelo para otros, diciéndoles que
le imiten (4:16), es porque él mismo sigue el ejemplo de Cristo (11:1).
Pablo no es tan ingenuo que piense que todos los cristianos deberían, en teoría, sufrir
en el mismo grado. De hecho, en un pasaje testifica de su voluntad de participar en un grado
desproporcionado de sufrimientos, para que otros no lo hagan. Pero lo que está en juego para
Pablo es algo fundamental, una forma de mirar las cosas. Podemos resumirlo en tres puntos.

Seguimos a un Mesías crucificado. Todas las promesas escatológicas que conciernen


al nuevo cielo y la nueva tierra, todas las bendiciones del perdón de pecados y el bendito
Espíritu de Dios, no niegan el hecho de que las buenas nuevas que exponemos se centran en
la locura de Cristo crucificado. Y este mensaje no puede comunicarse adecuadamente desde
la elevada posición de un triunfalista condescendiente. Llevaremos nuestra cruz hasta el fin
de los tiempos —es decir, moriremos a nuestro propio interés cada día— y seguiremos a
Jesús. Cuanto menos conozca una sociedad esta actitud, más insensatos pareceremos y más
sufrimientos soportaremos. Que así sea: no hay otra forma de seguir a Jesús.

Los líderes de la Iglesia padecen más. No son como los generales en el ejército, que
se quedan tras las líneas. Son las tropas de asalto, la gente de vanguardia, que nos guían
tanto con su ejemplo como con su palabra. Alabar una forma de liderazgo que desprecia el
sufrimiento es, por tanto, negar la fe.
75

En cierta medida, todos los cristianos son llamados a esta visión de la vida y el
discipulado. Pablo está a punto de decir: “Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto
mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os
recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las
iglesias” (4:16–17, cursivas del autor).

Debemos reconocer honradamente que esta afirmación resulta extraña a muchas de


nuestras experiencias en el mundo occidental. Hasta hace bastante poco, aun los inconversos
en Occidente se adherían a los valores judeocristianos. No obstante, esta actitud está
decayendo rápidamente, y a medida que lo hace habrá más y más oposición a cualquier
forma de cristianismo que intente seguir siendo fiel a la Biblia.
Pero una parte del motivo por el cual la afirmación de Pablo nos resulta extraña a
tantos de nosotros, es que, inconscientemente, nos hemos vuelto más como los cristianos
corintios que como cristianos paulinos (¡es decir, bíblicos!). Muchos de nosotros somos
acomodados, estamos a gusto, con pocos incentivos para vivir en la vibrante anticipación del
regreso de Cristo. A menudo nuestro deseo por la aprobación del mundo aventaja a nuestro
deseo del “¡Bien hecho!” de Jesús, en aquel último día. El lugar adecuado para empezar a
cambiar esta profunda traición del evangelio es la cruz... en arrepentimiento, contrición y
una pasión renovada no sólo por centrar nuestra predicación en el evangelio del Mesías
crucificado, sino también nuestras vidas y las de nuestros líderes.

El Liderazgo Cristiano Implica Potenciar —y, Si Es Necesario, a la Fuerza— El


Camino de la Cruz Entre el Pueblo de Dios (4:14–21)

No es bastante que un líder cristiano tenga muchos seguidores. Después de todo,


puede que este líder esté construyendo con unos materiales de mala calidad y un trabajo mal
desempeñado (3:12–15). El líder cristiano no sólo predica el mensaje de la cruz y lleva una
vida a la luz de ésta, sino que debe fomentar el modo de vida cristiano genuino. La mera
ortodoxia no basta; los cristianos deben vivir lo que creen. El evangelio del Mesías
crucificado debe transformar no sólo nuestras creencias, sino también nuestro
comportamiento. Y donde sean lo bastante evidentes las desviaciones del camino de la Cruz,
ese líder deberá recurrir a cierto tipo de disciplina.

Animando a los Creyentes (4:14–17)

Pablo comienza con la mejor alternativa. A pesar de la dura ironía que ha utilizado
en el párrafo previo, ahora insiste: “No escribo esto para avergonzaros, sino para
amonestaros como a hijos míos amados” (4:14). En un cierto nivel, por supuesto,
ciertamente les está avergonzando. Escribe, más bien, para “advertirles” o, para traducirlo
con mayor precisión, “amonestarles”, para corregirles, para animarlos a seguir por el camino
correcto. En ciertos puntos que luego formulará Pablo, el comportamiento de los corintios es
tan escandaloso que Pablo sí que intenta avergonzarles abiertamente (6:1–6; 15:34), pero no
en este caso.
Usando aún de amabilidad, Pablo les recuerda que él es quien los llevó por primera
vez al Señor. Lanza su llamamiento como si fueran una acogedora familia del siglo primero.
Con una comprensible hipérbole, Pablo les dice a los corintios que, a pesar de que tuvieran
76

“diez mil ayos en Cristo”, sólo tenían un padre. El ayo, en la casa helenística del siglo
primero, por lo general era un esclavo de confianza que se encargaba de los niños, llevando
y trayendo al hijo (por lo general, varón) a la escuela, y normalmente supervisando su
comportamiento. Tales guardianes ejercían cierta autoridad sobre los niños, pero ésta nunca
sería igual a la del padre. Pablo fue quien llevó por primera vez el evangelio a los corintios;
en ese sentido, sólo él era su “padre”, un hecho que no podía cambiarse. Por supuesto, Pablo
tiene cuidado de no dar la impresión de que él mismo hizo posible la conversión de ellos,
casi como si tuviera algún poder mágico. Lejos de ello: se convirtió en su padre “por medio
del evangelio”" (4:15). Les predicó el evangelio. Por la gracia de Dios, el Evangelio les
transformó, porque el evangelio es “poder de Dios para salvación de todo aquel que cree”
(Rom 1:16). Aun así, su relación con los corintios es algo que jamás podrá duplicarse o
desplazarse. Pablo plantó la semilla; otros la regaron. Pablo puso los cimientos; otros
edificaron sobre ellos. Pablo fue el “padre” de los creyentes corintios por medio del
evangelio, y otros han sido sus ayos.
“Por tanto”, escribe Pablo, “os ruego que me imitéis” (1 Cor 4:16). La lógica que
implica el “por tanto” puede que se le escape al lector moderno, porque en nuestras familias
no existe tanta presión para que el hijo imite a su padre. De hecho, muchos de nosotros
somos unos individualistas tan crudos que a menudo fanfarroneamos de nuestra
independencia, como si fuera la bandera de nuestro honor. Pero en el siglo I —de hecho, en
casi cualquier cultura preindustrial— se esperaba que los hijos “imitaran” a sus padres. Por
vocación, si el padre era panadero, era probable que el hijo acabara siéndolo; si el padre era
pastor de ovejas, el hijo seguramente también lo sería. Se esperaba que el hijo fuera portador
de los valores familiares, de la herencia y el nombre familiar. Con esa expectativa cultural
controlando su analogía, Pablo arguye que, si se ha convertido en el “padre” de los corintios,
éstos, por tanto, deberían imitarle.
Por supuesto que, en el contexto de estos capítulos, lo que Pablo quiere que imiten es
su pasión para vivir la vida a la luz de la cruz. No espera que sufran exactamente de la
misma manera que él; no exige que todos se conviertan en apóstoles o establezcan iglesias
en tierras lejanas. Lo que espera de ellos es que imiten sus valores, su actitud con respecto al
mundo, sus prioridades, y su valoración de la exclusiva centralidad del evangelio del Mesías
crucificado.
Pablo no puede decirlo todo en una carta. Así que decide enviar a Timoteo, “que es
mi hijo amado y fiel en el Señor”. Sin duda, Pablo recomienda de esta manera a Timoteo,
tan de corazón, porque quiere que los corintios le reciban bien. Pablo les dice a los corintios
exactamente por qué envía a su colega más joven: “El cual os recordará mi proceder en
Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (4:17b).
Hay dos elementos sorprendentes en esta comisión. Primero, Pablo no envía a
Timoteo simplemente para que enseñe doctrina, sino para que recuerde a los corintios el
“proceder” de Pablo en Cristo Jesús. El cristianismo bíblico implica tanto la teoría como la
práctica, tanto la creencia como el comportamiento. A veces las verdades elementales de la
Escritura no se entienden o no se creen, y es necesario volver a lo más básico. Aquí, no
obstante, Pablo da la impresión de que el gran problema de los corintios es que no están
viviendo al nivel de lo que saben. Juzgando por estos cuatro primeros capítulos de sus
epístolas a ellos, muchos de los corintios ni siquiera establecían relaciones entre lo que
creían y su ética. Serían los primeros en insistir que Jesús murió por ellos y resucitó, pero no
podían entender cómo esta realidad histórica, este supremo momento para los propósitos
divinos de redención, no sólo adquiría su salvación, sino que tenía que conformar su forma
77

de vivir. Así que Pablo les envía a Timoteo, para recordar a sus lectores su “proceder en
Cristo”, una forma de vida que está de acuerdo con lo que enseña Pablo.
Esto sugiere que el líder cristiano actual no sólo debe enseñar el evangelio, sino
también cómo el evangelio actúa en la vida cotidiana y en la conducta. Y esa unión debe
manifestarse, no sólo explicarse.
Ésta es una visión de lo que el liderazgo cristiano debe intentar hacer, algo que
necesitamos recapturar con urgencia. Esta necesidad resulta evidente aun en un seminario
confesional como aquel en que yo enseño. Tenemos, cada vez más, mayor número de
estudiantes que provienen de trasfondos completamente paganos o seculares, que se han
convertido al final de su adolescencia, o cerca de los treinta años, y es cuando vienen con
nosotros. No es extraño que provengan de familias con problemas, y traen con ellos la carga
que eso produce. Lo que resulta aún más dramático: un sorprendente número de ellos no son
capaces de hacer fácilmente conexiones entre las verdades del evangelio y su forma de vivir.
Hace un par de años uno de los miembros de nuestra facultad llamó a un estudiante a
punto de graduarse, porque se había enterado de que éste planeaba volver a estudiar
informática, abandonando sus proyectos de iniciar el ministerio vocacional. El estudiante era
agradable, con muy buenas calificaciones a su favor. Pero, como comprobó el miembro de la
facultad, era evidente que el estudiante no había encajado bien todas las partes. Era capaz de
definir “propiciación”, pero no sabía cómo se sentía uno al ser perdonado. Sabía defender la
prioridad de la gracia en la salvación, pero no sentía que alguna vez pudiera llegar a ser tan
bueno como para ser un pastor. Podía definir la santidad, pero se encontraba persiguiendo la
autodisciplina antes que la santidad. Su vida y su comprensión teológica no se habían puesto
de acuerdo.
Afortunadamente, este miembro de la facultad en particular fue espiritualmente
perspicaz. Él llevó al estudiante de vuelta a la cruz y trabajó desde ese punto en adelante. El
estudiante comenzó a llorar y llorar cuando vislumbró el amor de Dios por él. Hoy él está en
el ministerio.
Los líderes cristianos fieles deben establecer conexiones entre el credo y la conducta,
entre la cruz y la forma de vivir. Y deben ejemplificar esta unión en sus propias vidas.
En el segundo elemento de la comisión de dos partes de Pablo a Timoteo, él dice que
lo que Timoteo transmitirá está de acuerdo con lo que él enseña “en todas partes y en todas
las iglesias” (4:17). En 1 Corintios, Pablo repetidamente hace el mismo comentario: es
consecuente en sus enseñanzas y en su vida, y espera que se viva la misma sustancia en cada
iglesia (ver 7:17; 11:16; 14:33). Esto sugiere que la iglesia de Corinto estaba constantemente
tratando de demostrar cuán independiente era. Pablo dice que hay un tipo de creatividad que
lo lleva a uno fuera del orbe del cristianismo fiel en todas partes.

Advirtiendo a los Creyentes (4:18–21)

Pablo es el primero en reconocer que no todos los problemas se aclararán con una
sola carta. En este caso, el triste estado de cosas en la iglesia de Corinto se puede rastrear
hasta un segmento de la iglesia que Pablo etiqueta como “arrogante”. En la mayoría de las
instituciones, un número relativamente pequeño de personas conforma en gran medida las
opiniones de prácticamente todo el cuerpo. En este caso, estos arrogantes y autoproclamados
formadores de opinión no solo habían influido en la congregación, sino que confiaban
abiertamente en la ausencia de Pablo: “Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca
hubiese de ir a vosotros” (4:18). Pablo no puede dar un tiempo definido cuando se
78

presentará, pero promete venir “muy pronto, si el Señor quiere” (4:19). Él reconoce, con
Santiago, que los planes para el futuro siempre deben estar sujetos a “si el Señor quiere”
(Stg 4:15–16). Cuando vaya Pablo, descubrirá “no las palabras, sino el poder de los que
andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (4:19–
20).
Para comprender esta amenaza, es importante, una vez más, recordar la línea del
argumento. Lo que Pablo dice, literalmente; es que descubrirá “no sólo cómo hablan sino
cuánto poder tienen esos presumidos”. Esto nos recuerda, inmediatamente, la discusión de 1
Corintios 1. Los corintios estaban borrachos de la “sabiduría de palabras”, pero estaban por
ello vaciando de su poder a la cruz de Cristo (1:17). Estaban tan enamorados de la forma y la
retórica que fanfarronear de elocuencia era para ellos más importante que el evangelio, que
se manifiesta en su mayor poder cuando no tiene que competir escandalosamente con
personas más interesadas en promoverse que en el poder de Dios (2:1–5). Sin embargo,
cuando Pablo vaya, no quedará impresionado por sus palabras; no le importará “cómo
hablen semejantes personas envanecidas”, sin importar la elocuencia de su retórica. No, sólo
piensa interesarle una cosa: ¿qué poder tienen? A la luz del 1:18–2:5, éste es el poder del
evangelio, el poder de perdonar, de transformar, de sacar a los hombres y mujeres de las
tinieblas trasladándolos al reino del amado Hijo de Dios. La simple palabrería no
transformará a las personas, pero el evangelio sí. Así que Pablo va a pedirles sus
credenciales: ¿a qué personas ha transformado genuinamente vuestra elocuencia, llevándolas
a un conocimiento personal del Mesías crucificado? Va a descubrirlos tal cual son, bolsas de
aire vacías y religiosas.
Es posible que la amenaza de Pablo vaya más allá. Al principio del siguiente capítulo
trata directamente con un hombre cuyo pecado sexual exige que la iglesia ejerza su
disciplina. Espera que la iglesia entregue ese hombre a Satanás (5:5). Pero en otros pasajes
encontramos evidencia de que, si la iglesia no quiere ejercer este tipo de disciplina, Pablo
actuará por su cuenta. En Éfeso, por ejemplo, donde dos hombres llamados Himeneo y
Alejandro “naufragaron en cuanto a la fe”, Pablo los entregó “a Satanás para que aprendan a
no blasfemar” (1 Tim 1:20). En una epístola posterior a los corintios Pablo advierte que a lo
mejor tiene que ser duro al usar de su autoridad apostólica, si no ponen en orden sus asuntos
(2 Cor 13:10).
En otras palabras, es tan importante llevar al pueblo de Dios a una vida cristiana
coherente, a la luz del Evangelio del Mesías crucificado, que Pablo no va a apartarse de su
objetivo. Si lleva a las personas en esa dirección por medio del ánimo y la amonestación,
perfecto; si se requiere una severa disciplina, no vacilará. Así que Pablo les ofrece dos
opciones a los corintios: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de
mansedumbre?” (4:21). Por supuesto, no quiere decir que si va con un látigo (literalmente,
una “vara” para corregir, siguiendo con la metáfora del padre y el hijo), no los ame. El
contraste se refiere al modo o forma de su venida, no a sus motivos. Pero los azotes duelen,
aunque vengan de un padre que azota a su hijo porque le ama. Es mucho mejor que el hijo
cambie su comportamiento, de manera que la forma en que vendrá el padre no será
disciplinaria, sino con un espíritu de mansedumbre.
En resumen, los líderes cristianos no pueden pasar por alto sus responsabilidades
para conducir al pueblo de Dios a un estilo de vida en conformidad con el evangelio. Por eso
Pablo urge a las personas a vivir de una forma digna del llamamiento a que han sido
llamados (Ef 4:1). Por eso Pablo ora para que los creyentes lleven una vida digna del Señor,
del Mesías crucificado, y le agraden de todas las maneras (Col 1:10). Y si el pueblo de Dios
79

hinca los talones en la desobediencia, puede haber un tiempo para que los líderes cristianos
amonesten, reprendan y finalmente disciplinen con firmeza a aquellos que se apropian del
nombre de Cristo, pero no se preocupan de seguirle. Nunca deben darse los pasos más
severos con prisas o a la ligera. Pero a veces hay que darlos. Esa es una parte de la
responsabilidad del liderazgo cristiano.

Preguntas Para el Estudio y la Reflexión

1. ¿Qué quiere decir ser “administradores de los misterios de Dios”?


2. ¿Cuándo deben “juzgar” los cristianos a otros? ¿Cuándo deben abstenerse de hacerlo?
3. ¿De qué ejemplos de “ser un espectáculo” por amor a Cristo ha oído usted hablar, o ha
experimentado?
4. ¿Cómo intenta Pablo unir en sus conversos el evangelio como credo y la vida cristiana
genuina?
5. ¿Cómo debería diferir el liderazgo cristiano de la mayoría de los liderazgos en el resto
del mundo?
¿Cómo Puedo Cultivar la Confianza en Otros?
John Maxwell

Cuando sus palabras igualan a sus acciones, las personas saben que pueden confiar
en usted. En su éxito de librería The Seven Habits of Highly Effective People [Los siete
hábitos de las personas altamente eficaces] Steven Covey escribió sobre la importancia de
la integridad para el éxito de una persona:
Si trato de usar estrategias y técnicas de influencia humana sobre cómo lograr que
otros hagan lo que quiero, que trabajen mejor, que se motiven más, que me quieran a mí y
se quieran entre sí, mientras mi carácter es fundamentalmente defectuoso, marcado por la
duplicidad y la insinceridad, entonces, a la larga, no puedo tener éxito. Mi duplicidad
fomentará la desconfianza, y todo lo que haga, incluso usando las llamadas tácticas de
relaciones humanas, se percibirá como manipulador.
Sencillamente no hay ninguna diferencia entre lo buena que sea la retórica o incluso
lo buenas que sean las intenciones, si hay poco o nada de confianza, no hay cimiento ni
éxito permanente. Solo la bondad básica da vida a la técnica.11
La integridad es vital para el éxito personal y en los negocios. Un estudio conjunto
realizado por la Escuela para Graduados en Administración de la UCLA y Korn/Ferry
International de la ciudad de Nueva York hizo una encuesta entre 1.300 ejecutivos en jefe.
El setenta y uno por ciento de ellos dijeron que la integridad es la cualidad más necesaria
para triunfar en los negocios. Y un estudio del Centro de Investigación Creativa descubrió
que, aunque la persona puede superar muchos errores y obstáculos, casi nunca es capaz de
avanzar en la organización si compromete su integridad al traicionar la confianza.

La Integridad Tiene que Ver con Cosas Pequeñas

La integridad es importante para desarrollar las relaciones personales. Es también el


cimiento sobre el que se edifican muchas de las otras cualidades para el éxito, tales como el
respeto, la dignidad y la confianza. Si el cimiento de la integridad es débil o
fundamentalmente defectuoso, entonces el éxito se hace imposible. Como la autora y amiga
Cheryl Biehl recalca: “Una de las realidades de la vida es que, si no se puede confiar en una
persona en todos los puntos, no se puede confiar en él o ella en ningún punto”. Incluso las
personas que logran esconder su falta de integridad por un tiempo a la larga sufrirán el
fracaso y sus relaciones sufrirán.
Es esencial mantener la integridad atendiendo a las cosas pequeñas. Muchos mal
entienden esto. Piensan que pueden hacer lo que se les antoje cuando se trata de cosas
pequeñas, porque piensan que en tanto y en cuanto no cometan grandes trastadas, todo les
irá bien. Pero los principios éticos no son flexibles. Una mentirita blanca sigue siendo una
mentira. El robo es robo, sea que se trate de $1, $1.000 o un millón. La integridad se


John C. Maxwell, Liderazgo: Lo que Todo Líder Necesita Saber (Nashville: Grupo Nelson, ), 271–
78).
11
Stephen R. Covey, The Seven Habits of Highly Effective People: Restoring the Character Ethic
(Nueva York: Simon and Schuster, 1989) [Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva: La revolución ética en
la vida cotidiana y en la empresa (Barcelona: Paidós, 1997)].

80
81

compromete al carácter por sobre la ganancia personal, a las personas por sobre las cosas,
al servicio por sobre el poder, al principio por sobre la conveniencia, a la noción de largo
alcance por sobre la inmediata.
Philips Brooks, clérigo del siglo diecinueve, decía: “El carácter se forja con los
pequeños momentos de nuestras vidas”. Siempre que se rompe un principio moral, se crea
una pequeña grieta en el cimiento de la integridad de uno, y cuando las cosas se ponen feas,
es más duro actuar con integridad, y no más fácil. El carácter no se crea en una crisis, solo
sale a la luz. Todo lo que usted ha hecho en el pasado, y lo que ha dejado de hacer, sale a
relucir cuando usted está bajo presión.
Desarrollar y mantener la integridad requiere atención constante. Josh Weston,
expresidente y gerente en jefe de Automatic Data Processing, Inc., dice: “Siempre he
tratado de vivir siguiendo una regla sencilla: ‘No hagas aquello que no te gustaría leer en
los periódicos al día siguiente’”. Esa es una buena norma que todos deberíamos observar.

La Integridad Es Asunto Interno

Muchos luchan con cuestiones de integridad, entre otras cosas, porque tienden a
mirar fuera de sí mismos para explicar sus deficiencias de carácter. Pero el desarrollo de la
integridad es asunto interno. Eche un vistazo a las siguientes tres verdades sobre la
integridad que van en contra del pensamiento común:

1. La Integridad No Está Determinada Por Las Circunstancias

Es cierto que nuestra crianza y circunstancias afectan lo que somos, especialmente


cuando somos jóvenes. Pero conforme avanzamos en años, mayor es el número de
decisiones que tomamos, para bien o para mal. Dos personas pueden crecer en el mismo
medio ambiente, incluso en la misma familia, pero una tendrá integridad y la otra no. Sus
circunstancias son tan responsables por su carácter como el espejo lo es por su aspecto. Lo
que ve solo refleja lo que usted es.

2. La Integridad No Se Basa en Credenciales

En tiempos antiguos los ladrilleros, grabadores y otros artesanos solían usar un


símbolo para marcar lo que habían creado. El símbolo que cada uno usaba era su
“carácter”. El valor del trabajo iba en proporción a la destreza con que se hizo el objeto, y
solo si la calidad del trabajo era alta, se estimaba el carácter. En otras palabras, la calidad de
la persona y su trabajo daban valor a sus credenciales. Si el trabajo era bueno, bueno era su
carácter. Si era malo, entonces se veía su carácter como deficiente.
Lo mismo es cierto para nosotros hoy. El carácter viene de lo que somos. No
obstante, algunos quieren que se les juzgue no por lo que son, sino por los títulos que se
han ganado o el cargo que ocupan, sin que importe la naturaleza de su carácter. Su deseo es
influir a otros por el peso de sus credenciales antes que, por la fuerza de su carácter, pero
las credenciales jamás pueden lograr lo que el carácter sí puede. Mire algunas de las
diferencias entre los dos:
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CREDENCIALES CARÁCTER

• Son transitorias • Es permanente


• Enfoca los derechos • Mantiene el enfoque en las
responsabilidades
• Añade valor a una sola persona • Añade valor a muchas personas
• Mira a los logros pasados • Construye un legado para el futuro
• A menudo provoca celos en otros • Genera respeto e integridad
• Puede solo colocarlo en la puerta • Lo mantiene allí

Ninguna cantidad de títulos, grados, oficios, designaciones, galardones, licencias y


otras credenciales pueden sustituir la integridad básica y honrada cuando se trata del poder
para influir en los demás.

3. No Hay Que Confundir Integridad con Reputación

Ciertamente una buena reputación es valiosa. El rey Salomón del antiguo Israel
decía: “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas” (Pr 22:1). Pero una
buena reputación existe porque es un reflejo del carácter de la persona. Si una buena
reputación es como oro, entonces el tener integridad es como ser dueño de la mina.
Preocúpese menos por lo que otros piensan, y preste atención a su carácter interior. D. L.
Moody escribió: “Si cuido de mi carácter, mi reputación se cuidará a sí misma”.
Si usted lucha por mantener su integridad y está haciendo lo debido por fuera, pero
así y todo está logrando los resultados incorrectos, algo anda mal y usted todavía necesita
un cambio por dentro. Mire las preguntas que siguen. Le ayudarán a descubrir los aspectos
que necesitan atención.

Preguntas para Ayudarle a Medir Su Integridad

1. ¿Cuán bien trato a las personas si no tengo nada que ganar?

2. ¿Soy transparente ante los demás?

3. ¿Ajusto mi papel según la persona o personas con quienes estoy?

4. ¿Soy la misma persona bajo los reflectores como cuando estoy a solas?

5. ¿Admito rápidamente mis errores sin que me presionen para hacerlo?

6. ¿Pongo a las personas por delante de mi agenda personal?

7. ¿Tengo una norma inmutable para las decisiones morales, o dejo que las circunstancias
determinen mi decisión?

8. ¿Tomo decisiones difíciles, aunque me cuesten en lo personal?

9. Cuando tengo algo que decir acerca de las personas, ¿hablo con ellas o de ellas?
83

10. ¿Rindo cuentas por lo menos a otra persona por lo que pienso, digo y hago?

No se apresure a responder las preguntas. Si el desarrollo del carácter es un área de


necesidad seria en su vida, su tendencia puede ser leer por encima las preguntas, dando las
respuestas que describirían lo que a usted le gustaría ser en lugar de lo que realmente es.
Dedique tiempo para reflexionar en cada pregunta, considerándola honradamente antes de
responder. Luego trabaje las áreas en las que tenga más problemas.

La Integridad Es Su Mejor Amiga

La integridad es su mejor amiga. Jamás le traicionará ni le pondrá en una situación


comprometedora. Mantendrá sus prioridades en orden. Cuando se vea tentado a tomar
atajos, le ayudará a seguir el curso debido. Cuando otros le critiquen injustamente, le
ayudará a seguir avanzando y tomará el camino superior de no desquitarse. Cuando las
críticas de otros sean válidas, la integridad le ayudará a aceptar lo que dicen, aprenderá de
ello, y seguirá creciendo.

SI UNA BUENA REPUTACIÓN ES COMO


ORO, ENTONCES EL TENER INTEGRIDAD
Abraham Lincoln dijo una ES SER DUEÑO DE LA MINA
vez: “Cuando entregue las riendas de
mi administración quiero que me quede un amigo, y ese amigo está dentro de mí mismo”.
Usted casi puede decir que la integridad de Lincoln fue su mejor amiga mientras estuvo en
la presidencia, porque fue criticado muy cruelmente. La siguiente es una descripción de lo
que él encaró, según lo explica Donald T. Phillips:

A Abraham Lincoln se le difamó, se le calumnió y detestó tal vez más intensamente


que a ningún otro hombre que jamás se postuló para el cargo más alto de la
nación… Públicamente la prensa de su día le aplicó casi todo insulto imaginable,
incluyendo el de grotesco mandril, abogado rural de tercer orden que en un tiempo
partía durmientes y ahora parte a la Unión, vulgar comediante grosero, dictador,
gorila, bufón, y otros. El Illinois State Register le tildó de “el político más artero y
más deshonesto que jamás haya deshonrado un cargo en Estados Unidos…”. Las
críticas severas e injustas no se acabaron después que Lincoln tomó el cargo, ni
tampoco venían solo de los simpatizantes sureños. Venían de dentro de la misma
Unión, del congreso, de algunas facciones dentro del partido republicano, e
inicialmente de su propio gabinete. Como presidente, Lincoln aprendió que sin
importar lo que hiciera, siempre iba a haber personas que no quedarían contentas.12

12
Donald T. Phillips, Lincoln on Leadership: Executive Strategies for Tough Times (Nueva York:
Warner Books, 1992), 66–67 [Lincoln y el liderazgo: Estrategias ejecutivas para tiempos difíciles (Barcelona:
Deusto, 1993)].
84

A través de todo esto Lincoln fue un hombre de principios. Como Tomás Jefferson
sabiamente dijo: “Dios concede que hombres de principios sean nuestros hombres
principales”.

La Integridad Es la Mejor Amiga de su Amigo

La integridad es su mejor amiga, y también es una de las mejores amigas que sus
amigos jamás podrán tener. Cuando los que lo rodean sepan que usted es una persona de
integridad, sabrán que usted quiere influenciarlos por la oportunidad de añadir valor a sus
vidas. No tendrán que preocuparse por sus motivos.
Si usted es aficionado al baloncesto probablemente recordará a Red Auerbach. Fue
presidente y después gerente general de los Celtics de Boston de 1967 a 1987.
Verdaderamente entendía cómo la integridad añade valor a otros, especialmente cuando las
personas trabajan juntas en equipo. Tenía métodos de reclutamiento que diferían de los de
la mayoría de los dirigentes de equipos de la NBA. Cuando revisaba a un jugador candidato
para los Celtics, su interés primordial era el carácter del joven. Mientras que otros se
concentraban por entero en las estadísticas o el desempeño individual, Auerbach quería
conocer la actitud del jugador. Suponía que la manera de ganar era buscando jugadores que
dieran lo mejor de sí para beneficio del equipo. Un jugador que tuviera una capacidad
destacada pero cuyo carácter fuera débil o cuyo deseo fuera promoverse solo a sí mismo no
sería verdaderamente un elemento valioso.
Se ha dicho que no se conoce realmente a las personas mientras no se las haya
observado interactuar con un niño, cuando una llanta de su auto se desinfla, cuando el jefe
está ausente y cuando piensan que nadie jamás lo sabrá. Pero las personas con integridad
jamás tienen que preocuparse por eso. Sin que importe dónde estén, con quién estén, o en
qué situación se hallen, son consistentes y viven según sus principios.

Conviértase en Una Persona de Integridad

A fin de cuentas, usted puede desviar sus acciones para que se ajusten a sus
principios, o puede doblar sus principios para que se conformen a sus acciones. Es una
decisión que usted tiene que tomar. Si quiere tener éxito, entonces será mejor que escoja la
senda de la integridad porque todos los demás caminos a la larga llevan a la ruina.
Para llegar a ser una persona de integridad necesita regresar a lo básico. Tiene que
tomar algunas decisiones serias, pero valdrán la pena.

Comprométase a la Honradez, la Confiabilidad y la Confidencialidad

La integridad empieza con una decisión específica y consciente. Si espera hasta que
surja la crisis antes de establecer las cuestiones de integridad, se dispone a fracasar. Escoja
hoy vivir siguiendo un código moral estricto, y determine apegarse a él pase lo que pase.

Decida de Antemano que No Se Vende

El presidente Jorge Washington percibió que “pocos hombres tienen la virtud de


resistir la oferta más alta”. Algunos se dejan comprar porque no han resuelto la cuestión del
dinero antes del momento de la tentación. La mejor manera de guardarse contra una ruptura
85

de la integridad es tomar hoy la decisión de que no venderá su integridad; ni por poder, ni


por venganza, ni por orgullo, ni por dinero; ninguna cantidad de dinero.

Cada Día Haga lo que Debe Hacer Antes de lo que Quiere Hacer

Una gran parte de la integridad es cumplir hasta terminar consecuentemente sus


responsabilidades. Nuestro amigo Zig Ziglar dice: “Cuando usted hace las cosas que tiene
que hacer cuando tiene que hacerlas, vendrá el día cuando pueda hacer lo que quiere hacer
cuando quiera hacerlo”. El psicólogo y filósofo William James expresó la idea más
rigurosamente: “Toda persona debería hacer todos los días por lo menos dos cosas que
detesta hacer, simplemente por la práctica”.
Con integridad usted puede disfrutar de libertad. No solo es menos probable que lo
esclavizará el estrés que brota de las malas decisiones, la deuda, el engaño y otros asuntos
negativos del carácter, sino que estará libre para influenciar a otros y añadirles valor de una
manera increíble. Su integridad abre la puerta para que disfrute de éxito continuado.
Si sabe por qué se mantiene firme y actúa en consecuencia, la gente puede confiar
en usted. Usted es un modelo del carácter y consistencia que otros admiran y quieren
emular. Usted habrá puesto un buen cimiento, lo que le hace posible edificar relaciones
personales positivas.
Una Vida que Vale la Pena Seguir
Jerry Wragg

¿Qué es lo que obliga a un grupo de personas a seguir el liderazgo y la visión de una


persona? ¿Por qué los conocimientos y las ocupaciones de ciertos individuos son más
persuasivas que los de los demás? ¿Qué es “influencia” y cuáles son las dinámicas que lo
hacen fundamental para el liderazgo? Estas son preguntas honestas que enfrentan todos los
aspirantes a líderes ocupados con una gran causa y la responsabilidad de movilizar a otros
para lograrlo. Simplemente definida, la influencia es un poder que afecta a una persona,
cosa o evento.13 Con referencia al liderazgo, es la capacidad de impactar, persuadir y
convencer a los demás de seguir un curso en particular y alcanzar los objetivos
mencionados. La influencia se puede reducir a dos conceptos: (1) vivir una vida lo
suficientemente atractiva como para seguirla; (2) comunicar un mensaje lo suficientemente
convincente para ser escuchado. Aquellos que necesitan liderazgo disfrutarán del beneficio
óptimo de los líderes cuyas vidas son modelos para emular y cuyas profundas percepciones
trascienden lo ordinario.

En el caso de aquellos que lideran espiritualmente, lo que está en juego es de la clase más
alta, porque la madurez espiritual del pueblo de Dios depende de ello. En cada nivel de la
vida cristiana existe el potencial de influir en los demás para su bien o en detrimento de
ellos. Los líderes soportan una carga profunda, sabiendo que las personas han prometido
lealtad y que a menudo los seguirán ciegamente. De esta triste realidad advierten Henry y
Richard Blackaby:

Con la influencia viene una tremenda responsabilidad. Por lo tanto, un problema


importante para los líderes es su manejo de la influencia. Cuando las personas confían
en sus líderes, les brindan el beneficio de la duda. Tal poder puede seducir a los líderes
desprevenidos para que usen a las personas para lograr sus propios fines egoístas. La
influencia utilizada con fines egoístas no es más que una manipulación crasa y una
intriga política. La gente necesita saber que sus líderes tienen sus mejores intenciones
en el corazón.14
El apóstol Santiago captó la esencia de esta mayordomía con una solemne advertencia:
“Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos
juzgados con más severidad” (Stg 3:1, NVI). Trágicamente, en la cultura actual impulsada
por la personalidad en la que los líderes ganan influencia por el carisma, los estilos de vida
jet-set, el discurso conmovedor o la retórica anti-tradición, las nobles cualidades del


Jerry Wragg, Exemplary Spiritual Leadership: Facing the Challenges, Escaping the Dangers
(Ministry Mission. Leominster: Day One, 2010), 14–23.
13
“Influence,” Webster’s II New Riverside University Dictionary, 627.
14
Henry T. and Richard Blackaby, Spiritual Leadership (Nashville: Broadman & Holman, 2001),
175.

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liderazgo bíblico son marginadas. El liderazgo en la iglesia a menudo está plagado de


confusión y acosado por debilidades que agotan los recursos espirituales y obstaculizan el
crecimiento. A lo largo de los años, he observado algunos defectos comunes que privan a la
iglesia de su vitalidad y eficacia.
• Las iglesias se desconciertan por la disminución de sus números, los presupuestos
ajustados, el aumento de la persecución, el ridículo académico y la marginación cultural.
Sus líderes frenéticos se apresuran a buscar seminarios y libros para tratar de detener el
declive de la “efectividad”. Tales recursos prometedores se han convertido en el régimen
de una iglesia evangélica que ha convertido en un ídolo el “impacto que solíamos tener”.

• Muchos fanfarrones dependen en gran medida del carisma personal y el talento natural
como la fuerza de su influencia. Tienden a “improvisar” frente a necesidades espirituales
reales, a menudo dando consejos superficiales con poco fundamento bíblico.

• Los puestos de liderazgo con frecuencia están ocupados por hombres que anhelan la
alabanza de los demás. Lideran por el oportunismo y la autopromoción con el fin de
recibir atención.

• Las luchas de poder y la politiquería son el único estilo de liderazgo que alguna iglesia
haya conocido alguna vez. Los líderes temerosos e inseguros crean ambientes de
sospecha y desconfianza porque no pueden arriesgarse a dejar que otros vean sus
debilidades. Tales hombres se vuelven ocultos, inflexibles e incómodos en presencia de
pares dotados.

• Los ministerios a veces están encabezados por hombres que huyen rápidamente del
conflicto a cualquier costo. En lugar de mostrar coraje, se rigen por la autopreservación
y la comodidad personal. Cada vez que surge un conflicto, la verdad y las convicciones
doctrinales se sacrifican en el altar de la armonía relacional. La iglesia forcejea bajo el
liderazgo de un asalariado.

• Con la generación posmoderna de hoy, la influencia se obtiene al hablar en contra de


cualquier cosa que represente un estándar de vida rígido y absoluto. Una nueva
generación de líderes de iglesia ha ganado prominencia al identificarse con una cultura
pop juvenil desilusionada que niega la existencia de la verdad objetiva. Para estas
iglesias, la tradición es el nuevo enemigo y el alcance social es “la forma de vida de
Jesús”. El liderazgo en estos ministerios casi no requiere un entrenamiento teológico
formal y tiene una predilección por la conducta y el lenguaje en bruto.

Cada vez más, la cultura secular reduce el liderazgo a lo que se vende en la arena
pública. Y a la iglesia no le ha ido mejor, cabalgando, mientras pueda, en la ola de
popularidad cultural hasta el próximo cambio de paradigma en las encuestas de opinión
popular. ¿Es esta la influencia que debería ser? ¿Cómo se hacen los líderes? ¿Alguien se
convierte en un líder simplemente porque otros lo siguen? ¿Y qué hay de las consecuencias
espirituales a largo plazo? ¿Habrá influenciadores espirituales de hoy en treinta años para
asumir la responsabilidad de lo que han producido? Estas son preguntas serias que merecen
88

respuestas bíblicas. La crisis de liderazgo de la iglesia no se resolverá con otra reunión de


estrategia o el abandono total de nuestra herencia. Creo que debemos regresar al trono de la
gracia y suplicar a Dios que levante una poderosa generación de clérigos que sacarán a su
pueblo del desierto cultural y lo llevarán a la abundancia.

La era del pragmatismo y los artilugios

La realidad es que la verdadera influencia espiritual es un don de Dios y no puede ser


fabricada por hombres. Cualquier filosofía de liderazgo o influencia que intercambie la
obra sobrenatural de Dios por imitaciones hechas por el hombre eventualmente degenerará
en soluciones triviales y metas pragmáticas. Lamentablemente, la nuestra es una generación
de nuevos líderes que creen que la influencia depende de las innovaciones y los artilugios
humanos. Han llegado a la conclusión de que la Palabra de Dios de alguna manera ha
omitido algunas de las claves más importantes para la influencia espiritual dinámica. Es una
noción ampliamente aceptada de que, como la cultura es resistente a las afirmaciones de
verdad de las Escrituras, debemos cambiar nuestro énfasis, sumergirnos en el estilo de vida
de la cultura y ofrecer un mensaje más agradable. ¿Qué pasó con la proclamación sin
vergüenza de la verdad en el lenguaje claro de la Biblia? La revelación de Dios ofrece la
única claridad verdadera disponible en lo que respecta a la humanidad.

Cuando el apóstol Pablo llegó a Corinto, su mensaje y predicación no “fue con palabras
persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Cor
2:4). Conocía el grave peligro de la tendencia del hombre a confiar en argumentos
elocuentes y en un razonamiento elevado. No había duda de la pasión de Pablo por ver a
Dios moverse con fuerza en los corazones de los pecadores, pero se estremeció al pensar
que alguien podría encontrar su discurso más atractivo que la verdad. Más que en una mera
habilidad oratoria, quería que la fe de los corintios descansara exclusivamente “en el poder
de Dios” (1 Cor 2:5). Alcanzar sus oídos con el evangelio salvador de Jesucristo fue el gran
privilegio y la responsabilidad de Pablo, ¡pero alcanzar el corazón de ellos con el poder
vivificante del Evangelio es el gozo soberano de Dios!

El énfasis de hoy en empaquetar el evangelio de acuerdo con las demandas culturales


no embellece la verdad, sino que disfraza el error. La verdad divina en sí misma no cambia,
y hasta que los pecadores dejen de exigir un mensaje diferente y se enfrenten a Dios en sus
términos, nunca podrán conocer la gracia salvadora. Un hombre perdido es incapaz de ver
su verdadera necesidad espiritual por sí mismo. Es por eso que las Escrituras son tan claras
acerca de la depravación humana y nuestra necesidad desesperada de la obra de convicción
del Espíritu (Jn 3:3; 1 Cor 2:12–14). Antes de la conversión, tenía una gran cantidad de
nociones religiosas, pero no tenía ninguna pista sobre las realidades espirituales verdaderas
(por ejemplo, la santidad, el pecado, el juicio, la gracia salvadora). Ningún incrédulo puede
determinar qué tipo de mensaje puede “llegar” a su cultura. Es como pedirle a un pez que
describa su entorno y se pregunte por qué no menciona el agua.

En la progresista ciudad de Tesalónica, el mensaje penetrante e inequívoco de un Cristo


crucificado y resucitado descendió sobre un grupo de adoradores de ídolos culturalmente
relevantes, como una invasión militar, cautivando poderosamente sus corazones con la
verdad. ¿Los misioneros trajeron un circo de discursos ingeniosos o retórica social? ¡De
89

ningún modo! Así es como Pablo describió lo que sucedió: “Por lo cual también nosotros
sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de
nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de
Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Ts 2:13).
Estos que oyeron por primera vez las buenas nuevas acogieron la Palabra de Dios por
fe, y se les abrieron los ojos. Al instante supieron, por gracia divina, que esta no era una
actuación inteligentemente organizada diseñada para hacer que la verdad fuera “aceptable”.
La verdad directa de la Escritura puede abrir los ojos y transformar el corazón (Sal 19:7–
11). El discernimiento sobrenatural proviene de una mente saturada de verdad (Salmo 119:
97–104). Trae claridad a los defectos, libera la conciencia (Stg 1:25), descubre los asuntos
más profundos del hombre interior (Heb 4:12), y equipa al creyente por completo para una
vida que agrada a Dios (2 Tim 3:16–17). Muchos modelos de liderazgo hoy en día han
abandonado completamente una simple confianza en la obra del Espíritu Santo para traer
una influencia espiritual efectiva, ¡y los resultados han sido desastrosos! Como afirma
Phillip R. Johnson,

Esta es una de las deficiencias reales en esta generación de evangélicos. No tenemos


suficiente fe en el poder de la Palabra de Dios para penetrar en un corazón endurecido.
[Creemos] que es necesario tener ... entretenimiento (“preevangelismo”) para ablandar a
las personas y prepararlas para recibir la Palabra. Y en la mayoría de los casos, aquellos
que optan por una estrategia de este tipo nunca llegan a declarar la Palabra de Dios con
ningún tipo de audacia. La idea es encontrar alguna actividad o técnica que entretenga a
las personas e intente hacerlas amigables con el cristianismo evitando al mismo tiempo
el riesgo de confrontarlas con la verdad de las Escrituras, como si algo además de la
Palabra de Dios pudiera ser más efectivo ... para penetrar sus corazones. Eso es pura
locura, y todo el énfasis dado a tales artilugios en estos días es una gran pérdida de
tiempo y energía. Nada es más penetrante y más efectivo para alcanzar corazones
endurecidos por el pecado que la Palabra de Dios pura y no adulterada. Todas nuestras
técnicas e ingenios humanos son como redondeados cuchillos plásticos de mantequilla
en comparación con la Palabra de Dios, que es “más cortante que cualquier espada de
dos filos”.15
La evangelización y el “alcance” ahora son el tema de reuniones estratégicas, grupos de
expertos y “conversaciones culturalmente relevantes” en lugar del resultado inflamado de
“equipar” bíblicamente a los santos para la obra del ministerio (Ef 4:12). La cultura
cristiana ha estado inconscientemente sentada bajo una dieta constante de pobre enseñanza
de la Biblia y pastoreo perezoso, que ha dejado al pueblo de Dios sin discernimiento en las
doctrinas cristianas más básicas. Las iglesias abundan en clichés teológicos y religiosos
sobre el impacto cultural y la relevancia, pero carecen del contenido divino. Con este
creciente analfabetismo bíblico ha llegado la inevitable perspectiva centrada en el hombre
sobre la verdadera santificación. La sublime grandeza de conocer el poder de la
resurrección ha sido reemplazada por los ídolos de la satisfacción emocional, psicológica y
comunitaria. La santificación es vista como el resultado de tener a Dios y a otros que

Phillip Johnson, “What’s Wrong with Jumping on and off the Fad Wagons?” July 28, 2005, at
15

Pyromaniac: phillipjohnson.blogspot.com.
90

satisfagan nuestras necesidades. El sufrimiento y el rechazo de la cruz de Cristo, lejos de


expiar el pecado, se defiende como un ejemplo de amor y compasión humanitarios. Con el
tiempo, los verdaderos creyentes se debilitan bajo tal enseñanza esquelética, quedando
esclavizados al pecado y agobiados por la culpa. Desanimados, comienzan a desconfiar de
las Escrituras y pierden toda la confianza (y el interés) en su poder para cambiar
dramáticamente una vida.

¿Cómo se enfermó tanto la iglesia? Es simple: la iglesia contemporánea ha estado


desangrándose de la verdad y bombeando en la auto-adoración a tal velocidad que los
incrédulos, anhelando ahogar su culpa y angustia en la renovación religiosa, encuentran a la
iglesia como un refugio bienvenido y poco exigente. ¿Y por qué no deberían? El servicio de
adoración postmoderno medio lleno de moda tiene la moralidad suficiente para calmar la
conciencia secular y la mundanería suficiente para dejar a los cristianos superficiales
sintiéndose como en casa. Los líderes que tienen el hábito de confiar en el talento natural, la
astucia, el marketing de vanguardia o la mundanalidad cruda crean una fachada de progreso
aparente, pero los resultados a lo largo del tiempo revelan una evidente falta de
profundidad. Las iglesias descubren que han sido arrastradas por todos los caminos de la
moda mientras los líderes imprudentes persiguen las últimas tendencias que prometen una
influencia emocionante en el ministerio. Es la tragedia más grave, como afirma John
MacArthur, “cuando los creyentes inmaduros de la iglesia se encuentran entre los maestros
y líderes más influyentes”.16 En lugar de que una congregación desarrolle un caminar más
profundo con Cristo, el resultado es que se revuelcan en un callejón sin salida de ministerio
estancado, enquistado y carnal. Tal es el legado trágico del intento humano de influenciar
en sus propios términos. Sin la proclamación regular de la Palabra viviente y permanente de
Dios y el poder condenatorio del Espíritu Santo, la verdadera influencia espiritual se seca y
el cuerpo de Cristo es privado de sustento real.

No es ningún secreto que los patrones de iglesia cojos de muchos evangélicos son un
resultado directo de las filosofías ministeriales superficiales de sus líderes. Cada vez que
me dirigí a un grupo de cristianos sobre la importancia de comprometerme a servir y usar
sus dones en una iglesia local, invariablemente se lanzan una serie de desafíos por parte de
quienes no ven problema alguno en “comprar” los productos del ministerio que están
disponibles. Peor aún, el liderazgo de muchos ministerios pragmáticos fomenta este
enfoque estilo cafetería con respecto a la vida corporal. Los privilegios bíblicos del
pastoreo, la responsabilidad, el discipulado, la vida santa y el compromiso de la iglesia
local parecen haber escapado a los diseñadores del ministerio de hoy. Este entorno puede
ser preferible a las masas posmodernas anteriormente “sin iglesia” o privadas de sus
derechos, pero no servirá para aquellos que comienzan a comprender su necesidad de la
verdad. Los verdaderos creyentes bajo la repetida desnutrición eventualmente buscarán
alimento para sus almas, a menudo desembarcando en una pequeña comunidad donde la
predicación poderosa es una fiesta en comparación.

Los líderes son divinamente designados

16
John MacArthur, The Power of Integrity (Wheaton, IL: Crossway, 1997), 30.
91

Necesitamos líderes que pongan su confianza solo en la Palabra de Dios para el


crecimiento del pueblo de Dios. El Señor Jesucristo dijo que edificaría su iglesia (Mt
16:18), y no podemos quedarnos sin hacer nada mientras las ovejas son atacadas por líderes
ministeriales que han renunciado a su responsabilidad de confiar en la “Palabra viva y
permanente de Dios” (1 Pe 1:23). Líderes de muchas clases van y vienen, pero aquellos
que, por el poder del Espíritu Santo, viven vidas de fidelidad convincentes, que hablan por
el Dios viviente, tendrán una influencia bendita única. La claridad de Derek Prime aquí es
útil: “Que un hombre debe estar ‘lleno del Espíritu Santo’ es el requisito principal para el
liderazgo cristiano, y una diferencia esencial de todos los otros tipos”.17 Todo el talento
natural y el saber admirado por el hombre no puede producir un líder espiritual
espiritualmente dinámico, bíblicamente sabio e inamovible. Tales hombres son levantados,
probados y sostenidos por la gracia y el nombramiento de Dios. Prime continúa diciendo,
Los líderes cristianos son esencialmente hechos por Cristo. Si bien poseen habilidades
naturales, es el Espíritu Santo quien les permite usarlas en beneficio de la iglesia. Él es
el regalo de Cristo para ellos ... Cristo hace y proporciona líderes para su iglesia ... Los
líderes en otras esferas a veces se describen a sí mismos como hechos a sí mismos o
debidamente calificados debido a haber pasado examinaciones, pero no así los líderes
cristianos.18
Cuando estamos completamente convencidos de nuestra propia insuficiencia, nuestra
utilidad para Dios se acelera. Todo gran líder espiritual debe admitir fácilmente la “extraña
paradoja”19 de ser llamado por Dios para guiar a otros donde solo Dios puede abrir un
camino. Esta desalentadora tarea debe cumplirse con una sana dosis de aprensión, lo que
refrena nuestro deleite natural a sentirnos demasiado seguros. Si tal duda no es evidente, se
debe evitar la función de liderazgo. El tan a menudo citado extracto de W. W. Tozer sobre
la ambición de liderazgo es una palabra fuerte en este sentido:
Es probable que un líder verdadero y seguro sea aquel que no desea liderar, sino que es
forzado a una posición de liderazgo por la presión interior del Espíritu Santo y la presión de
la situación externa. Tales fueron Moisés y David y los profetas del Antiguo Testamento.
Creo que difícilmente habrá un gran líder como Pablo hasta el día de hoy, pero él fue
reclutado por el Espíritu Santo para la tarea y comisionado por el Señor de la Iglesia para
ocupar un puesto para el que tenía poco corazón. Creo que podría aceptarse como una regla
empírica bastante confiable de que el hombre que tiene ambición de liderar está
descalificado como líder. El verdadero líder no tendrá ningún deseo de enseñorearse de la
herencia de Dios, sino que será humilde, gentil, abnegado y totalmente listo para seguir y
guiar, cuando el Espíritu deja en claro que un hombre más sabio y dotado que él mismo
tiene apareció.20

17
Derek Prime, A Christian’s Guide to Leadership for the Whole Church (Darlington: Evangelical
Press, 2005), 28.
18
Ibid., 29–30.
19
Blackaby, Spiritual Leadership, 21.
20
A. W. Tozer, The Warfare of the Spirit (Camp Hill, PA: Wing Spread Publishers, 2006), 175.
92

Al igual que el apóstol Pablo, el líder dependiente declara abiertamente a amigos y


enemigos que su “suficiencia es de Dios” (2 Cor 3:5) y que ningún mortal tiene la
capacidad espiritual inherente de acudir en ayuda de otro. Solo aquellos a quienes “Dios ha
hecho un líder”21 son verdaderamente competentes para la tarea. El antiguo pueblo de Dios
adoró sobre estos temas, alabando con gratitud a Dios por su poder soberano sobre el
dominio y la influencia. En el Salmo 75:6–7, el ascenso a la exaltación no proviene del
avance humano, la innovación o la fuerza, sino de un Dios omnisciente cuyo derecho a
gobernar no tiene igual. “Es Dios el que juzga: a unos humilla y a otros exalta” (NVI). La
influencia eterna, por lo tanto, debe alinearse con sus propósitos, ya que sin la aprobación y
el poder divinos el hombre no puede lograr nada.
Además, es el carácter piadoso de un líder el que determina el nivel de influencia
beneficiosa y de largo plazo en asuntos espirituales. Si otros van a ser lanzados
efectivamente en dirección a Dios, ¡un líder debe encender el combustible de su propio
caminar íntimo con Jesucristo! Aquellos que centran la tarea de liderazgo en la
comprensión de la calle y la opinión popular están perdiendo la esencia de la influencia
espiritual. El objetivo de todo privilegio espiritual es la exhibición y el aumento de la gloria
de Dios (1 Cor 10:31), por lo tanto, la medida del liderazgo efectivo se basa en el progreso
de la santificación, primero para los líderes y luego para aquellos a quienes influyen. En
otras palabras, es solo el carácter y el trabajo fiel de los líderes lo que finalmente distingue
su servicio. Otras ayudas prácticas y talentos únicos pueden ofrecer un beneficio logístico,
pero no lograrán nada de impacto duradero.
Moreover, it is the godly character of a leader that determines the level of beneficial
and long-term influence in spiritual matters. If others are to be effectively launched in a
God-ward direction a leader must ignite the fuel of his own intimate walk with Jesus
Christ! Those who center the leadership task on street-savvy and popular opinion are
missing the essence of spiritual influence. The goal of all spiritual privilege is the display
and magnification of God’s glory (1 Cor. 10:31), therefore the measure of effective
leadership is grounded in the progress of sanctification, first for leaders, then for those they
influence. In other words, it is only the character and faithful labor of leaders that ultimately
distinguish their service. Other practical helps and unique talents may offer logistical
benefit but will accomplish nothing of lasting impact.
Dios misericordioso, rescátame del error de atribuir mi influencia a mi propia innovación,
habilidades de las personas o técnicas inspiradoras. Que siempre recuerde que el
liderazgo es un privilegio otorgado por usted, y no debe dilapidarse en aspiraciones
carnales o los últimos trucos agradables para la multitud. Ayúdame a sentir correctamente
el peso del ministerio evangélico, anhelar tu liderazgo y guía perfectos, y luchar duramente
contra el deseo del éxito mundano. Amén.

21
John MacArthur, The Book on Leadership (Nashville: Nelson Books, 2004), 89.
Liderazgo de Siervos
Alexander Strauch

“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis
lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he
hecho, vosotros también hagáis”.
Juan 13:14, 15

Un domingo por la mañana, después de haber comisionado y orado públicamente por


un recién nombrado anciano en nuestra iglesia, un hermano de otro país que había estado
asistiendo a nuestra iglesia durante el último año me llamó y me preguntó con entusiasmo:
“¿Cómo hacen para trabajar armoniosamente juntos, como aparentan hacerlo, seis
dinámicos líderes como ustedes?”. Su pregunta había sido motivada por el nombramiento
de un nuevo anciano que era un líder dinámico por sí mismo. El recién nombrado anciano
había plantado iglesias en España durante doce años y previamente había plantado iglesias
en Norteamérica. De manera que no era un hombre servil. Su personalidad fuerte y firme
motivación tenían el potencial para producir conflicto en el equipo de ancianos.
No tuve que ponerme a pensar la respuesta. “Cada uno de nuestros ancianos”, le
expliqué, “está comprometido para trabajar juntos, por el poder del Espíritu Santo, en el
humilde amor de Cristo”. Habíamos pensado y discutido el asunto de trabajar juntos en
unidad y amor durante más de veinte años. No pensábamos que teníamos opción en cuanto
a cómo relacionarnos unos a otros en nuestro trabajo para el Señor. Jesucristo vivió y
enseñó los principios del amor, la humildad, la unidad, la oración, la confianza, el perdón y
el servicio. Después de su ascensión al cielo, los doce apóstoles pusieron esos principios en
práctica trabajando juntos humildemente y en amor como equipo de líderes. De este modo
se convirtieron en el primer modelo de liderazgo colectivo de siervos.
Por supuesto que tenemos desacuerdos, discutimos, nos ofuscamos y por momentos
pensamos mal unos de otros. Librados a nosotros mismos destruiríamos nuestro equipo de
liderazgo en poco tiempo. Pero los principios de Cristo de paciencia, perdón, humildad,
unidad, y amor, gobiernan en definitiva nuestras actitudes y conductas de unos hacia otros.
Cuando no actuamos unos con otros como discípulos imitadores de Cristo (y lo hacemos),
nos arrepentimos, confesamos y empezamos de nuevo. El liderazgo nunca funcionará si los
ancianos no comprenden o carecen de un total compromiso en los principios de Cristo de
amor abnegado y servicio humilde. Para descubrir cómo un grupo de ancianos funciona en
conjunto, hay que mirar y escuchar a Jesucristo.

Las Enseñanzas de Jesús Sobre el Liderazgo de Siervos


A la vez que el cristianismo influyó en el imperio romano, el mundo greco romano
afectó también el curso del cristianismo. El conocido historiador de la iglesia y profesor en


Alexander Strauch, Liderazgo Bíblico de Ancianos: Un Urgente Llamado a Restaurar el Liderazgo
Bíblico en las Iglesias, trad. Dante N. Rosso (Cupertino, CA: DIME, 2001), 95–108.

93
94

misiones cristianas Kenneth Scott Latourette (1884–1968), al referirse a las influencias


paganas en el cristianismo primitivo, afirma que la concepción romana del poder y la
autoridad corrompieron la organización y la vida de las primeras iglesias. Observa que “la
iglesia fue siendo infiltrada por ideales completamente contrarios al Evangelio,
especialmente la concepción y el uso del poder que estaban en franca contradicción con el
tipo expresado en la vida y las enseñanzas de Jesús y en la cruz y la resurrección”.1 Eso,
sigue diciendo Latourette, resultó ser “la amenaza más próxima al desastre” para el
cristianismo.2
Creo que es más preciso decir que los cambios conceptuales y estructurales que
ocurrieron durante los primeros siglos del cristianismo fueron desastrosos. El cristianismo,
la más humilde de todas las creencias, degeneró en la religión más jerárquica y sedienta de
poder de la tierra. Después que el emperador Constantino elevó el cristianismo a la
condición de religión estatal en el año 312 d.C., la fe una vez perseguida se convirtió en una
feroz perseguidora de toda su oposición. Surgió una casta sacerdotal no bíblica consumida
por la búsqueda de poder, posición y autoridad. Hasta los emperadores romanos tenían un
brazo ordenador en el desarrollo de las iglesias cristianas. Se perdió el carácter prístino de
comunidad de la iglesia del Nuevo Testamento.
Sin embargo, cuando leemos los Evangelios, vemos que los principios de hermandad,
comunidad, amor, humildad y servicio están en el corazón mismo de las enseñanzas de
Cristo. Lamentablemente, al igual que muchos de los primeros cristianos, hemos sido lentos
en comprender estas grandes virtudes y especialmente lentos en aplicarlas a la estructura y
el liderazgo de la iglesia. Sin embargo, como el amor, la humildad y el servicio son básicos
para el auténtico liderazgo cristiano y para la vida interior de la comunidad cristiana,
estudiaremos brevemente las enseñanzas de nuestro Maestro sobre el tema.
Mateo 11:29: Mansos y humildes. En contraste con los líderes religiosos severos y
ensimismados de su tiempo, Jesús se dirigió a la gente diciendo: “Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Por medio de esta
significativa afirmación, Jesús nos dice quién es él como persona: es manso y humilde.
Demasiados líderes religiosos, sin embargo, no son ni mansos ni humildes. Son orgullosos
y controladores. Usan a la gente para satisfacer su propio ego. Pero Jesús es
alentadoramente diferente. Ama verdaderamente a las personas, las sirve y da su vida por
ellas generosamente. Espera que sus seguidores —especialmente los ancianos que guían a
su pueblo— sean humildes y mansos como él.
Marcos 9:33–35: Servidores de todos. En la primera oportunidad registrada en que los
discípulos discutieron quién de ellos era el mayor, Jesús, el principal maestro, respondió a
su pregunta ancestral por medio de esta afirmación paradójica ahora famosa: “Si alguno
quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”. Aquí Jesús
comienza a transformar las ideas de sus discípulos acerca de la grandeza personal. Declara
que la verdadera grandeza no se logra luchando por sobresalir entre los demás ni
aferrándose al poder, sino mostrando una actitud humilde, modesta, de servicio a todos—
incluso hacia las personas más bajas.

1
Kenneth Scott Latourette, History of Christianity, 2 tomos, 2da ed. (New York: Harper and Row,
1975), 1: 269.
2
Ibid., 261.
95

Charles Colson, que sirvió como Consejero Especial del Presidente de los Estados
Unidos desde 1969 hasta 1973, sabe por su experiencia personal de la seducción mágica del
poder y las posiciones encumbradas. Describe hábilmente la diferencia entre el punto de
vista mundano del poder y la posición y el punto de vista cristianos: “Nada distingue más el
reino del hombre del reino de Dios que su visión diametralmente opuesta del ejercicio del
poder. Uno procura controlar a la gente, el otro servirle; uno promueve al yo, el otro lo
humilla; uno busca prestigio y posición, el otro levanta al humilde y al despreciado”.3
La sabia advertencia de Colson a los líderes cristianos merece repetirse: “El poder es
como el agua salada, cuanto más se bebe, más sed se tiene. El ansia de poder puede alejar al
más resuelto cristiano de la verdadera naturaleza del liderazgo cristiano, que es el servicio a
los otros. Es difícil estar sobre un pedestal y lavar los pies de los que están abajo”.4
Marcos 10:35–45: Sacrificio, servicio y sufrimiento Con el más descarado despliegue
de ambición egoísta y total desprecio por el bien de sus compañeros, Jacobo y Juan le piden
a Jesús que les dé los dos principales asientos de su Reino: “Concédenos que en tu gloria
nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. El pedido suscita
inmediatamente los malos sentimientos entre los otros apóstoles, como siempre lo hace la
ambición egoísta. Marcos relata que “cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse
contra Jacobo y contra Juan”.
Contrariamente a la gloria que Jacobo y Juan buscaban para ellos mismos, Jesús llama a
los doce, en los versículos 38–45 al “sacrificio, al servicio y al sufrimiento”.5 John Stott,
escritor y ex rector de la iglesia All Souls Church de Londres, contrasta lúcidamente las
actitudes de Jacobo y Juan con las de Jesús, quien caminó la senda de la cruz:
Sin embargo, el mundo (e incluso la iglesia) está lleno de Jacobos y Juanes,
emprendedores y buscadores de posición, sedientos de honor y prestigio, que miden la vida
por las realizaciones, y los interminables sueños de éxito. Son agresivamente ambiciosos
para sí mismos.
Esta mentalidad es incompatible con el camino de la cruz. “El Hijo del Hombre no vino
para ser servido, sino para servir, y para dar…”. Renunció al poder y la gloria del cielo y se
humilló a sí mismo para ser esclavo. Se dio a sí mismo sin reservas y sin temor, a los
despreciados y olvidados de la comunidad. Su obsesión fue la gloria de Dios y el bien de
los seres humanos que son su imagen. Para promover eso, estuvo dispuesto a soportar hasta
la vergüenza de la cruz. Ahora nos llama a seguirlo, no a buscar grandes cosas para
nosotros, sino más bien a buscar primero la voluntad y la justicia de Dios.6

Mateo 23:1–12: El que se humilla será enaltecido. Nadie entiende el orgullo religioso
tan bien como lo hace Cristo. En Mateo 23, Jesús expone el espantoso orgullo, el mezquino
egoísmo, la superioridad, el legalismo y el engaño de los hipócritas religiosos que se aman
a sí mismos:
“Y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las
salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no

3
Charles Colson, Kingdoms in Conflict (Grand Rapids: Zondervan, 1987), 274.
4
Ibid., 272.
5
John R. Stott, The Cross of Christ (Downers Grove: InterVarsity, 1986), 288.
6
Ibid., 286, 287.
96

queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois
hermanos” (Mt 23:6–8).
“El que es mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt 23:11, 12).

Los líderes religiosos de los que Jesús hablaba se apartaban y se exaltaban a sí mismos
por encima de la gente. Buscaban títulos, vestimentas y tratamiento especiales para sí
mismos, los primeros lugares entre sus congéneres. Les agradaban los ministerios públicos
de alto nivel. Les gustaban las posiciones notorias y la celebridad. En marcado contraste,
Jesús prohibió a sus discípulos el uso de títulos honoríficos, el llamarse Rabí uno al otro,
enaltecerse entre ellos de ninguna forma que pudiera amenazar su relación de hermanos, o
usurpar el lugar único en su género que Cristo y el Padre tienen sobre todo creyente.7
A pesar de las repetidas enseñanzas de nuestro Señor sobre la humildad, debemos
convenir con Andrew Murray (1828–1917), el amado escritor de devocionales y estadista
misionero de Sud Africa, que la humildad sigue siendo una virtud descuidada entre muchos
cristianos:
Cuando miro atrás en mi experiencia religiosa, o a la Iglesia de Cristo en el mundo, me
quedo sorprendido ante lo poco que buscamos la humildad como la característica distintiva
del discipulado de Jesús. Al predicar y vivir, en las actividades diarias del hogar y la vida
social, en la camaradería especial con los cristianos, en la dirección y realización de la obra
de Cristo—cuánta evidencia hay de que la humildad no se considera la virtud fundamental.8

7
El despliegue moderno de títulos eclesiásticos que acompañan los nombres de los líderes cristianos
—reverendo, arzobispo, cardenal, papa, primado, metropolitano, canónigo, cura— está completamente
ausente en el Nuevo Testamento y hubiera horrorizado a los apóstoles y primeros creyentes. Aunque tanto los
griegos como los judíos empleaban una rica variedad de títulos para sus líderes políticos y religiosos con el
objeto de expresar su poder y autoridad, los primeros cristianos evitaron tales títulos. Los primeros cristianos
usaron términos comunes y funcionales para describirse a sí mismos y sus relaciones. Algunos de esos
términos son: “hermano”, “amado”, “compañero”, “obrero”, “esclavo”, “siervo”, “prisionero”, “compañero de
armas” y “mayordomo”.
Claro que había profetas, maestros, apóstoles, evangelistas, líderes, ancianos y diáconos en las
primeras iglesias, pero estos términos no se usaban como títulos formales para individuos. Todos los
cristianos son santos, pero no había ningún “San Juan”. Todos los cristianos son sacerdotes, pero no había
ningún “Sacerdote Felipe”. Algunos eran ancianos, pero no había un “Anciano Pablo”. Algunos eran obispos,
pero no había un “Obispo Juan”. Algunos eran pastores, pero no había un “Pastor Santiago”. Algunos eran
diáconos, pero no había un “Diácono Pedro”. Algunos eran apóstoles, pero no había un “Apóstol Andrés”.
En lugar de obtener honor mediante los títulos y la posición, los creyentes del Nuevo Testamento
recibían honor principalmente por su servicio y su trabajo (Hch 15:26; Ro 16:1, 2, 4, 12; 1 Cor 16:15, 16, 18;
2 Cor 8:18; Fil 2:29, 30; Col 1:7; 4:12, 13; 1 Tes 5:12; 1 Tim 3:1). Los primeros cristianos se referían unos a
otros mediante nombres personales (Timoteo, Pablo, Tito), términos como “hermano” o “hermana” o
mediante la descripción de un rasgo espiritual o trabajo individual:
● Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo (Hch 6:5).
● Bernabé, varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe (Hch 11:24).
● Felipe el evangelista (Hch 21:8).
● Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradoras en Cristo Jesús (Rom 16:3).
● Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros (Rom 16:6).
8
Andrew Murray, Humility (Springdale: Whitaker, 1982), 7.
97

Lucas 22:24–27: El que sirve. Por increíble que parezca a la luz de las enseñanzas
claras y repetidas de Cristo, los discípulos volvieron a discutir durante la cena de Pascua
respecto a quién de ellos sería considerado el mayor (Lucas 22:24). Nuevamente vemos a
nuestro Señor enseñándoles pacientemente a no pensar ni actuar como los líderes
mundanos:
“Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad
son llamados bienhechores; mas no así vosotros; sino sea el mayor entre vosotros como el
más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la
mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como
el que sirve” (Lucas 22:25–27).

Lamentablemente, el mismo espíritu competitivo, egoísta manifestado por los


discípulos sigue vivo hoy. Tal vez su forma más común se expresa por medio de la
pregunta: “¿Quién tiene la iglesia más grande?”. David Prior, en su libro Jesus and Power
(Jesús y el poder), ilustra la competencia carnal entre las iglesias a causa de la envidia o el
orgullo por cuál de ellas es más grande o mejor:
Esa rivalidad entre sus discípulos era un aguijón constante en el costado de Jesús. Era
una actitud endémica en la iglesia de Corinto (cf. 1 Corintios 3:1–15). Se la ve
frecuentemente hoy entre y dentro de las grandes congregaciones evangélicas que luchan
por ser más grandes, mejores, y más conocidas que las demás. El tamaño mismo de esas
congregaciones con frecuencia produce una actitud envidiosa entre las iglesias no tan
grandes, una actitud que revela precisamente el mismo espíritu competitivo en aquellas
iglesias también. Durante los últimos veinte años he sido miembro de cuatro
congregaciones con asistencias que casualmente eran mucho más altas que la mayoría de
las iglesias de la zona. Al ser yo anglicano, esas cuatro iglesias fueron anglicanas. Uno de
los obstáculos más difíciles de superar ha sido la combinación impía del orgullo por el
número de miembros en la iglesia local por un lado, con la envidia por el éxito en la
diócesis, por el otro. La competitividad es un cáncer. Jesús la consideró completamente
hostil a la realidad del poder que estaba enseñando y demostrando”.9

Juan 13:3–17: Lavarse los pies unos a otros. Esa misma noche de Pascua en que los
discípulos discutían quién sería el más grande entre ellos, Jesús ejemplificó el ministerio
humilde y sirviente que es tan básico a su ministerio como al ministerio de quienes lo
siguen. Demostró ese ministerio lavando los pies de sus discípulos:
“Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les
dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien,
porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también
debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13:12–14).

Aquí vemos que el símbolo de nuestro Señor es la toalla del siervo, no la sotana
clerical. Si nuestro amado Maestro y Señor se detuvo por amor a lavar los pies de sus
discípulos, entonces nosotros deberíamos detenernos con gusto a ministrar para las
necesidades y la restauración de nuestros hermanos y hermanas. Solamente cuando
aprendamos lo que significa lavarnos los pies unos a otros y vestirnos en humildad,
tendremos alguna esperanza de vivir juntos en paz y unidad.

9
David Prior, Jesus and Power (Downers Grove: InterVarsity Press, 1987), 82.
98

“Cuando reflexionamos
en la historia de la Iglesia,
¿nos sentimos impulsados a
confesar que ha dejado de seguir
el ejemplo de su Fundador?
Con demasiada frecuencia ha
vestido el manto de gobernante,
en lugar del delantal de servidor.
Incluso en nuestros días apenas se
puede decir que la ‘reputación de
la marca’ de la Iglesia, es la de
una sociedad unida en el amor por
Jesús y dedicada al abnegado
servicio a otros”.

Michael Green
Called to Serve (Llamados a Servir), 16
Juan 13:34, 35: Tener amor. El secreto de un buen equipo de ancianos, una iglesia
saludable y buenas relaciones con nuestros hermanos y hermanas es el nuevo mandamiento
de Cristo:
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis
amor los unos con los otros” (Jn 13:34, 35).

Por eso debemos amarnos unos a otros con la misma intensidad con que Cristo nos
amó.

Tres lecciones
La repetida instrucción de nuestro Señor en el amor, la humildad y el servicio, nos
enseña tres lecciones importantes. Primero, Dios detesta el orgullo. En la lista de los siete
pecados que Dios detesta especialmente, el orgullo está a la cabeza (Pr 6:16–19).
Proverbios dice: “Abominación es a Jehová todo altivo de corazón” (Pr 16:5a). Estas son
palabras duras. Las Escrituras también dicen: “Cuando viene la soberbia, viene también la
deshonra; mas con los humildes está la sabiduría” (Pr 11:2; cursiva agregada). Santiago
reflexiona sobre una idea similar en sus escritos: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a
los humildes” (Santiago 4:6). Dios detesta de tal manera el orgullo que a Pablo le puso un
aguijón en la carne para evitar que se enalteciera y para obligarlo a depender de su Creador
(2 Cor 12:7–10).
Una de las cosas feas del orgullo es que nos engaña; podemos pensar que estamos
sirviendo a Dios y a otros, pero en realidad nos estamos sirviendo solamente a nosotros
mismos. John Stott está realmente en lo cierto cuando dice: “El orgullo es, sin lugar a
dudas, el principal riesgo laboral del predicador”.10 El líder de iglesia que es orgulloso es
10
John R. W. Stott, Between Two Worlds: The Art of Preaching in the Twentieth Century (Grand
Rapids: Eerdmans, 1982), 320.
99

una ofensa al evangelio de Jesucristo, un blanco directo para el diablo y—no importa lo
talentoso e indispensable que se piense de sí mismo—es un líder inadecuado para el pueblo
de Dios.
Segundo, la persistente enseñanza de Cristo en cuanto al amor y al servicio humilde
demuestra lo difícil que es para la gente entender y poner en práctica ese principio. El
orgullo y el egoísmo luchan continuamente por dominar y engañar el corazón humano.
Lamentablemente, muchos cristianos se sienten más cómodos con la República de Platón y
su estilo de liderazgo singular y dominante que con el estilo de humilde servidor del
liderazgo de Jesús. Los dos siglos pasados de historia del cristianismo muestran que hemos
avanzado poco en nuestra comprensión del nudo de la enseñanza de Cristo. Muchas de las
escandalosas divisiones, desagradables luchas de poder, sentimientos heridos y celos
mezquinos de nuestras iglesias y relaciones personales existen porque el orgullo y el
egoísmo motivan mucho de nuestro pensamiento y nuestra conducta. El líder de iglesia que
no comprende el espíritu de humildad, el amor y servicio de Cristo, está condenado a la
disputa y la división perpetuas.
Tercero, las repetidas enseñanzas de nuestro Señor muestran que la humildad, el
servicio y el amor son las cualidades esenciales de la Iglesia cristiana. Expresan la mente y
la disposición de Cristo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo
Jesús, el cual… se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo… se humilló a sí mismo”
(Fil 2:5, 7, 8). Toda iglesia local debe ser una comunidad de servicio que se identifique por
el amor de Cristo. Por eso los líderes cristianos deben ser líderes servidores, no personajes
importantes mundanos e impíos.

El Ejemplo de Pablo Sobre el Liderazgo Servicial


Si no puede imaginar cómo un líder fuerte y dotado puede también ser un siervo
humilde y manso, considere la vida de Pablo. El que una vez fuera un indoblegable y
orgulloso fariseo se convirtió en un amable y manso siervo de Jesús (2 Cor 10:1). Dios
había dotado a Pablo de enormes poderes intelectuales y celo indomable. También le había
conferido extraordinaria autoridad. Sin embargo, después de su conversión, Pablo percibió
sus dones y su autoridad como medios para edificar y proteger a otros, no como medios
para controlar u obtener posición o ventajas materiales para sí mismo (2 Cor 10:8; 2 Cor
1:24).
La forma en que Pablo se restringe en el uso de su autoridad es un ejemplo notable de
su espíritu humilde y servicial. Pablo prefería sufrir que arriesgarse a herir a sus hijos en la
fe (2 Cor 1:23–2:4; 13:7). Prefería solicitar en lugar de ordenar, elegía tratar a la gente con
amor y amabilidad en lugar de “con una vara” (1 Cor 4:21; 2 Cor 10:1, 2; 13:8–10; Gal
4:20). Aunque usaba su autoridad y poder cuando necesitaba detener a los falsos maestros,
su paciencia con los convertidos descarriados era extraordinaria. Se identificaba de tal
manera con sus convertidos que sentía como propios sus castigos, sus debilidades y sus
humillaciones (2 Cor 11:29; 12:21; Gal 4:12). Estaba dispuesto a rebajarse y humillarse
para elevar a otros en la fe y la madurez (2 Cor 11:7, 21; 13:9). Sacrificó toda ganancia y
ventajas personales por otros (1 Cor 10:33). En toda circunstancia, el bienestar espiritual de
sus convertidos estaba primero en su mente.
Como siervo humilde, Pablo evitaba el ascenso y el enaltecimiento personales. Siempre
exaltaba a Cristo, nunca a sí mismo: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a
Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor a Jesús” (2 Cor 4:5).
100

Consideremos el siguiente ejemplo de su humilde servicio. Aunque había vivido en Corinto


durante un año y medio, nunca había mencionado a sus nuevos convertidos su
extraordinaria experiencia de haber sido llevado al paraíso para escuchar “palabras
inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Cor 12:4). Reveló su experiencia
celestial unos cuatro años después sólo cuando se sintió obligado a hacerlo a causa del
orgullo de los corintios que habían caído presa de la exaltación de los falsos maestros (2
Corintios 12:1–13). No habló de su experiencia celestial antes de eso porque sabía que los
corintios lo hubieran idolatrado falsamente. Pablo quería que exaltaran a Cristo, no a él
mismo.
La pecaminosa tendencia de los corintios de idolatrar a los maestros poderosos y formar
grupos alrededor de ellos se comenta en los primeros cuatro capítulos de 1 Cor. Allí Pablo
dice: “Así que, ninguno se gloríe en los hombres” (1 Cor 3:21a; cf. 4:6, 7). Pablo les
recuerda a los corintios que él y Apolos son siervos, no dioses de metal: “¿Qué, pues, es
Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo
que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado
Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1
Cor 3:5–7).
Sin embargo, el despliegue servicial de Pablo de su autoridad apostólica fue mal
interpretado por muchos corintios, lo que muestra cuán difícil es entender la humildad
piadosa. Algunos de ellos incluso lo consideraron débil y cobarde (1 Cor 4:18–21; 2 Cor
10:1–11). Pero, como lo demuestra claramente la vida de Jesucristo, humildad no es
debilidad ni cobardía. Jesús fue manso y humilde, sin embargo, enseñó a grandes
multitudes, enfrentó agotadores debates intelectuales, enseñó con gran autoridad, y
denunció con dura crítica a los funcionarios religiosos hipócritas de su época. Con ira justa,
tomó un látigo y echó a los cambistas del templo. La humildad no es síntoma de debilidad o
incompetencia, sino de verdadero conocimiento de sí mismo, sabiduría compasiva y control
propio.
El humilde siervo, Pablo, era un valiente y fuerte guerrero y líder para Cristo. Servía a
Dios y se ocupaba de su pueblo con todas sus fuerzas y su celo. Durante su vida enfrentó
muchos conflictos, discusiones y luchas. El hombre que podía decir que “servía a Dios con
humildad” entregó un creyente impenitente a Satanás para la destrucción de su cuerpo,
castigó con ceguera al falso maestro Elimas, reprendió a Pedro y Bernabé por su hipocresía,
y se mantuvo firme ante los tribunales y jueces romanos. A pesar de los muchos problemas
que enfrentó, Pablo respondió sistemáticamente a sus hermanos con humildad y amor.
Sabía que actuar con orgullo haría más difíciles las cosas y dividiría al pueblo de Dios. Esa
es una de las razones por las que las cartas de Pablo, así como las de Pedro, Juan y
Santiago, están saturadas de mandamientos respecto al amor, la paciencia, la amabilidad, la
oración, el perdón, la mansedumbre y la compasión.

Los Ancianos Como Lideres Servidores


Los ancianos deben ser líderes servidores, no gobernantes ni dictadores. Dios no quiere
que su pueblo sea usado por tiranos mezquinos que viven para sí mismos. Los ancianos
servidores han elegido una vida de servicio a otros. Como el siervo Cristo, sacrifican su
tiempo y energía por el bien de otros. Solamente los ancianos que son siervos amables y
humildes pueden expresar genuinamente la incomparable vida de Jesucristo a sus
congregaciones y al mundo que los observa.
101

Sin embargo, un grupo de ancianos puede convertirse en un cuerpo de líderazgo


autocrático, que sólo sirve a sus propios intereses. Por eso Pedro, usando la misma
terminología que Jesús, advierte a los ancianos de Asia contra el liderazgo señorial y
abusivo: “No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo
ejemplos de la grey” (1 Pe 5:3). Pedro también insta a los ancianos, lo mismo que a todos
en la congregación, a vestirse de humildad tal como Jesús se revistió de humildad:
“Revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1
Pe 5:5). Con similar preocupación, Pablo les recuerda a los ancianos de Efeso de su
ejemplo de humildad. En Hch 20:19, describe su manera de servir “al Señor con toda
humildad”, sugiriendo que ellos también deben servir al Señor de esa manera. A causa de la
constante tentación del orgullo, la Escritura dice que un nuevo cristiano no debe ser
anciano: “no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo” (1
Tim 3:6).
Además de pastorear a otros con un espíritu de servicio, los ancianos deben relacionarse
unos a otros con amor y humildad. Deben poder lograr pacientemente el consenso y el
compromiso, persuadir, escuchar, administrar los desacuerdos, perdonar, aceptar la
reprensión y la corrección, confesar sus pecados y apreciar la sabiduría y la perspectiva de
otros—incluso de aquellos con los que están en desacuerdo. Deben poder someterse unos a
otros, hablar con amabilidad y bondad entre ellos, ser pacientes con sus compañeros,
aceptarse unos a otros, decir lo que piensan abiertamente en verdad y en amor. Los
ancianos más fuertes y dotados no deben usar sus capacidades, como lo suelen hacer las
personas talentosas, para abrirse camino amenazando con abandonar la iglesia y llevarse a
sus seguidores con ellos. Ese tipo de egoísmo produce luchas de poder carnales y muy feas
que ponen en peligro la unidad y la paz de toda la congregación.
El conflicto entre los líderes es un problema serio y muy común. Es lamentable la poca
consideración que tienen algunos líderes cristianos por la santidad de la unidad del cuerpo
de Cristo y la facilidad con que dividirían el cuerpo con tal de hacer su propia voluntad. Al
final puede ser que logren seguir su propio camino, pero no será el camino de Dios.
Sin embargo, la solución al problema es no someterse a la autoridad de un solo hombre
ni abandonar la iglesia. Esa es la salida fácil. La solución del cristiano es humillarse a sí
mismo, amar como Cristo amó, lavarse los pies unos a otros, arrepentirse, someterse, orar,
alejarse del orgullo, evitar la impaciencia y honrarse y amarse unos a otros. Creo
firmemente que si los ancianos pasaran tanto tiempo orando unos por otros como lo hacen
quejándose unos de otros, la mayoría de sus problemas y quejas desaparecerían. Este es el
tipo de liderazgo que Dios quiere que los ancianos ejerzan en su pueblo.
Los ancianos deben comprender que las angustiantes frustraciones, problemas y
conflictos de la vida pastoral son las herramientas que Dios usa para modelarlos a la
imagen del Buen Pastor, el Señor Jesucristo. Si responden a esas dificultades en obediencia
y fe, serán modelados a la imagen de Cristo. Y pocas cosas en la vida son más
conmovedoras que saber que uno está siendo transformado en un pastor parecido a Cristo.
Sin embargo, el carácter de humilde siervo de liderazgo no implica ausencia de
autoridad. Los términos del Nuevo Testamento que describen la posición y el trabajo del
líder—“mayordomo de Dios”, “sobreveedor”, “pastor”, “guía”—implican autoridad tanto
como responsabilidad. Pedro no podría haber advertido a los ancianos de Asia contra tener
“señorío sobre los que están a vuestro cargo” si no hubieran tenido autoridad. Como
pastores de la iglesia, los ancianos han recibido autoridad para guiar y proteger la iglesia
local (Hch 20:28–31). La clave es la actitud con que los ancianos ejercen esa autoridad.
102

Siguiendo el modelo cristiano, los ancianos no deben empuñar con mano dura la
autoridad que se les ha dado, ni mostrarse arrogantes o distantes. Nunca deben pensar que
son incuestionables frente a sus hermanos o frente a Dios. Los ancianos no deben ser
autoritarios, lo que es incompatible con su servicio humilde. J. I. Packer, conocido autor y
profesor de teología en el Regent College de Vancouver, Canadá, define el autoritarismo y
describe sus males:
El ejercicio de la autoridad en sus diversos campos no es necesariamente autoritarismo.
Hay entre ellos una diferencia fundamental. El autoritarismo es la autoridad corrompida,
echada a perder. El autoritarismo aparece cuando la sumisión exigida no se puede justificar
en términos de verdad o moralidad. Toda forma de autoridad humana puede degenerar en
ese sentido. Hay autoritarismo en el estado cuando el régimen utiliza el poder sin
escrúpulos para perpetuarse a sí mismo. Se lo ve en las iglesias cuando los ancianos
pretenden controlar la conciencia de sus seguidores. Se lo ve en un trabajo académico en la
escuela media, la universidad o el seminario cuando se nos pide que estemos de acuerdo
con el profesor en lugar de seguir por cuenta propia la evidencia de la verdad. Se lo ve en la
familia cuando los padres restringen o dirigen a sus hijos de manera irracional. Las
experiencias desagradables con la autoridad con frecuencia son experiencias con la
autoridad degenerada, es decir, de autoritarismo. El hecho de que esas experiencias dejen
un sabor amargo y un escepticismo hacia la autoridad en todas sus formas es triste pero no
sorprendente.
El autoritarismo es pernicioso, es antisocial, antihumano y en definitiva anti-Dios (el
orgullo autoendiosador está en su base), y no tengo nada que decir en su favor.11

Cuando consideramos el ejemplo de Pablo y el de nuestro Señor, la mayoría estamos de


acuerdo en que los ancianos bíblicos no mandan, sino que dirigen. Los verdaderos líderes
no gobiernan la conciencia de sus hermanos, sino que apelan a sus hermanos para que sigan
fielmente la Palabra de Dios. Los verdaderos líderes sufren y soportan en amor el embate
de personas y problemas difíciles, para no herir a las ovejas. Soportan la incomprensión y el
pecado de otros para que la congregación siga en paz. Se desvelan para que otros puedan
dormir. Hacen grandes sacrificios personales de tiempo y energía por el bien de otros. Se
ven a sí mismos como hombres que están bajo autoridad. Dependen de la sabiduría y ayuda
de Dios, no de su propio poder y capacidad. Enfrentan los feroces ataques de los falsos
maestros. Protegen la libertad en Cristo de la comunidad para que los santos se sientan
estimulados a desarrollar dones, madurez y a servirse unos a otros.
En resumen, usando el gran capítulo del amor de Pablo, podemos decir que un anciano
siervo es “sufrido, es benigno… no tiene envidia… no es jactancioso, no se envanece… no
es indecoroso, (un anciano siervo) no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se
goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. (Un anciano siervo) todo lo sufre, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13:4–7).

11
J. I. Packer, Freedom and Authority (Oakland: International Council on Biblical Inerrancy, 1981), 8.
Los Peligros de las Jerarquías
Roger L. Smalling

El sistema jerárquico es una estructura organizada que se fundamenta en los rangos


ascendentes, como una escalera. El ejército es una estructura jerárquica con generales,
coroneles, sargentos, etc., hasta llegar a los soldados rasos. La autoridad es enteramente
vertical y en la posición más alta no hay que dar cuentas a nadie. Nunca un soldado raso
podría pedir a un general explicaciones de sus actos. La culpa siempre se pasa hacia abajo.
Las grandes corporaciones son también estructuras jerárquicas, con altos sueldos para
los presidentes, los vicepresidentes y jefes de departamentos y los sueldos más bajos para
los chicos de la bodega. De nuevo, la autoridad es siempre de arriba hacia abajo y en la
posición superior no hay que dar cuentas a nadie. Los rangos más inferiores usualmente son
los que tienen que llevar la culpa por los errores de la gerencia. Los funcionarios de las
jerarquías no representan la voluntad de sus subordinados.
El gobierno bíblico es lo opuesto, y fundamentalmente simple. Los oficiales sirven a
la gente en un sistema representativo.22 Cuando este se refiere a las relaciones entre
oficiales, como en el caso de un presbiterio, cada miembro tiene igualdad de voz y voto.23
No hay rangos, solo diferencias en funciones. Si hay culpa, esta recae en el grupo como un
todo.
Las administraciones cristianas La diferencia entre los dos sistemas es
jerárquicas tienden a estrangular comparable a una escalera versus una mesa
redonda. La estructura entera es diferente
los principios que Cristo enseñó
porque las metas y propósitos son distintos.
Cuando las organizaciones cristianas intentan imitar las estructuras organizacionales
del mundo, los principios fundamentales que Cristo enseñó tienden a ser estrangulados. La
gente se pierde en un laberinto de burocracia. Llegan a ser máquinas organizacionales
monolítica que se alimentan a sí mismas en lugar de alimentar a la gente, enfocadas en la
conservación de su propia existencia...como si ésta tuviera algún valor intrínseco.
El propósito original para su existencia se pierde en ese laberinto de burocracia de
manera que su propósito inicial se reduce a nada más que la perpetuidad de su propia
existencia.
Durante 35 años de ministerio, principalmente en misiones, he observado a muchas
organizaciones cristianas. Al comparar estas observaciones con otros ministerios se
confirman los efectos negativos de las jerarquías en un contexto cristiano.
Al modelar las estructuras del mundo, los cristianos se pueden olvidar de considerar
un aspecto central de la teología bíblica ... la naturaleza corrupta del hombre. Al estructurar
una organización cristiana, el propósito central a considerar es la santificación de los
participantes, no la eficiencia.


Roger L. Smalling, Liderazgo Cristiano: Principios y Práctica (R. Smalling, 2005), 25–31.
22
Cuando digo, “gobierno bíblico” me refiero al gobierno al estilo presbiteriano porque creo que este
es el único que la Biblia apoya.
23
Un Presbiterio es un concilio de pastores y ancianos representando las iglesias asociadas en una
región o ciudad. Se reúne para tratar con asuntos en común. La palabra “Presbiterio” se deriva del griego,
presbiterion, usado en 1 Tim 4:4.

103
104

La dictadura es la forma de gobierno más eficiente conocida por el hombre. Con una
sola persona dictando todo, la maquinaría de la burocracia se reduce a un mínimo. La
dictadura, sin embargo, deshumaniza a la gente, privándola de la libre expresión necesaria
para reflejar la imagen de Dios. Aunque la dictadura es una línea recta entre dos puntos, en
términos de eficiencia, a lo largo está repleto de víctimas. La Alemania de Hitler es un
ejemplo notable del autoritarismo dentro del dominio político.
En el espectro religioso de la Europa antigua, vimos una reforma peleando contra el
autoritarismo católico. La forma correcta para gobernar las iglesias, junto con las verdades
sobre la salvación, fue un enfoque de debate. Para discernir la moralidad de una estructura
de liderazgo, uno debería preguntarse qué es lo que se estimula ... la naturaleza adámica o
la nueva naturaleza en Cristo.

El Principio de Peter: Mediocridad e incompetencia

En su libro clásico, El Principio de Peter,24 el sociólogo Laurence Peter describe


cómo cada miembro de una jerarquía tiende a ascender a su nivel de incompetencia.
Cuando una persona trabaja bien en un nivel, puede ser promocionada al próximo, y
eventualmente llega a una posición más allá de sus habilidades. La persona permanecerá en
esta posición generando problemas para sí mismo y para otros. Mientras tanto, mucha gente
capaz abandona la organización, hartos de aguantar un liderazgo incompetente. Con el
tiempo, la incompetencia de esta clase se multiplica hasta que la organización como un
todo se vuelve mediocre.

Las jerarquías tienden a producir la Los buenos líderes cristianos que


mediocridad y la incompetencia trabajan dentro de un sistema jerárquico tratan
de mitigar estos efectos negativos. Estos
esfuerzos son laudables, aunque a menudo fútiles. La naturaleza humana, incluso entre
cristianos, es demasiado susceptible a las tentaciones generadas por los sistemas
jerárquicos.

Las jerarquías tienden a estimular lo peor en la naturaleza humana caída

Algunos de estos aspectos son:

1. Arrogancia
Oficiales tienden a sentirse superior a otras. Las jerarquías proveen para esto al
dar rangos, uno superior al otro. El oficial supone: —Yo tengo un rango superior
porque soy una persona superior.

2. Ambición impía
Una persona ve a otra en un rango superior y se dice a sí mismo: —Ese no es
mejor que yo. En efecto, yo puedo hacer mejor su trabajo. ¿Por qué no tengo yo
esa posición?

24
Peter J. Laurence y Raymond Hull, El Principio de Peter: Tratado sobre la Incompetencia o
Porque las Cosas Van Siempre Mal (Barcelona: Plaza & Janés, 1974).
105

3. Politiquería sucia
Si una persona quiere un rango superior, puede ceder a la tentación de manipular
y politiquear para obtenerlo. Esto es moralmente cuestionable además de ser una
pérdida de esfuerzos que podría ser gastado en trabajo productivo. El Apóstol
Santiago indica: “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y
toda obra perversa” (Stg 3:16). El término “obra perversa” traduce la frase griega,
phaulon pragma, y expresa algo como la moderna frase, politiquería sucia.25

4. Echar la culpa a otro


Esta es una forma de cobardía moral. La naturaleza humana tiende a culpar a los
subordinados cuando algo sale mal. Es una forma de cobardía moral. Culpar a
otro fue la primera reacción de Adán después de la caída (Gen 3). Imagine un
hombre subiendo una carga por una escalera. Si el hombre que está arriba deja
caer su carga, ¿dónde cae? Sobre el hombre que está en el rango directamente
abajo, quien la descarga sobre el hombre debajo de él. El pobre que está en el
rango al fondo recibe encima toda la carga. En una jerarquía, esta “carga” es la
culpa generada por los “líderes”.

5. Agradar a los hombres


Puesto que en la jerarquía el rango de una persona depende de la buena voluntad
del rango superior, esta persona se ve tentada a agradar al hombre que está sobre
él en lugar de agradar a Dios.

6. Pérdida de personal competente


Según el Dr. Peter, en El principio de Peter, las jerarquías tienden a sacar a las
personas que cuestionan la forma en que se hacen las cosas, aunque estas sean
muy competentes.26
Una jerarquía, como cualquier organismo, se enfoca más en perpetuar su propia
existencia que en su producción de bienes. Las personas que “vuelcan el bote” por
cuestionar como se hacen las cosas, serán sacadas del bote. No importa si ellos
estaban entre los pocos que remaban.

7. Desprecio de la autoridad espiritual de los oficiales ordenados


Mencionamos este aspecto al último para enfatizarlo, y no porque sea el menos
importante. En efecto, lo consideramos el problema más serio generado por las
estructuras autoritarias. Dentro de las organizaciones cristianas, los líderes
algunas veces actúan como si sus títulos o rangos dados por el hombre, negarán la
autoridad espiritual de los oficios bíblicos. La Palabra de Dios otorga ciertos
derechos y privilegios a todos los oficiales ordenados en el cuerpo de Cristo. Las
estructuras jerárquicas no hacen caso de esto. Ver capítulo ocho por más sobre
esto.

¿Qué hacer si usted es un líder en una jerarquía cristiana autoritaria?

25
Accordance Bible Software. Oaktree Company: Temecula, CA, 1999.
26
Ibid., 69.
106

Con un poco de imaginación, usted puede instalar recursos administrativos para


minimizar el daño, aunque hacerlo requiere una valentía moral pocas veces encontrada.
¿Por qué valentía moral? Estas estrategias abajo requieren dar cuentas hasta cierto punto, a
las personas que usted lidera.27

1. Hacer evaluaciones frecuentes


Puede hacer evaluar su liderazgo por escrito y en forma anónima, por las personas
que usted lidera. Esta estrategia da a los subordinados la oportunidad de decir lo que
realmente piensan y en forma segura. En esta forma, usted conseguirá la verdad
sobre su estilo de liderazgo.

2. Crear un comité anónimo


Este puede consistir de 2 ó 3 personas que puedan recibir quejas sobre problemas
sin revelar los nombres de los que quejan. Si hay muchas quejas sobre un líder en
particular, estas pueden ser llevadas al jefe superior antes de que el líder pueda
causar un daño serio. La razón de que esto requiere valentía moral es porque el líder
en cuestión podría ser usted mismo.

Consejo: No insulte la inteligencia de sus subordinados al anunciar una “política de


puerta abierta”, al menos que ellos puedan pedirle cuentas por lo que usted les diga
o haga al otro lado de la puerta.28

3. Pedir consejos a los subordinados


Haciendo esto sobre políticas propuestas, pidiendo las opiniones de sus subalternos,
les da la impresión de participación en la toma de decisiones. Cualquier recurso que
le permita a usted ser vulnerable y responsable por sus acciones delante de sus
subordinados le ganará respeto y credibilidad. Irónicamente, una vez que usted tiene
respeto y credibilidad esos recursos probablemente se volverán innecesarios.

¿Se está uniendo a una organización cristiana?

Una buena manera de discernir si la organización es autoritaria es preguntándoles a


los directores: —¿En qué forma sus subordinados pueden obligarlo a dar cuentas por la
forma en que les trata? O, —Si un empleado llega a ser víctima de algún abuso
administrativo, ¿qué puede hacer para conseguir justicia? Si no hay respuesta clara, busque
en otra parte.

27
Normalmente directores de organizaciones insisten en que son “responsables” a alguien. En efecto,
lo que están diciendo es que son responsables a una persona o entidad superior a ellos, no a nadie abajo. Él no
es “responsable” en el sentido en que se presenta aquí.
28
Una “puerta abierta” significa la invitación de un director a sus subalternos para visitarle en
cualquier momento para expresar sus preocupaciones. La mayoría de las personas son suficientemente
inteligentes para no prestar atención a tales directores.
107

Mitigando los daños de las jerarquías

Existen recursos administrativos para mitigar los problemas dentro de una jerarquía,
si los líderes tienen el coraje de implementarlos. Se requiere valentía porque estos recursos
hacen que los líderes sean, hasta cierto punto, vulnerables a la gente que dirigen. Por
ejemplo,

1. El comité anónimo

Su propio grupo pequeño de consejeros personales, mencionado arriba, puede


servir mucho en hacerle a usted entender como sus subalternos le perciben. Un tal
comité puede revelar la existencia de problemas en que usted mismo sea una causa
parcial.

2. El voto informal

La mayoría de las organizaciones cristianas no son democráticas. No tienen que


serlo. Después de todo, el Reino de Dios no es una democracia. Suponga, sin
embargo, una organización tiene un supervisor abusivo encargado de uno de los
departamentos de trabajo. Supongamos también que es un buen amigo del
presidente. Una consulta anual anónima en la que los empleados votan por o
contra tal líder puede ser muy reveladora para el presidente en lo de la manera en
que sus empleados son tratados.

3. La caja de sugerencias

Este viejo recurso es eficaz, aunque poco usado por los líderes. ¿Por qué? Algunos
líderes tienen una opinión tan elevada de su propia sabiduría que no ven la
necesidad de sugerencias de nadie. Estos son los que más necesitan una caja de
sugerencias en la oficina. La caja puede ser muy útil para revelar la existencia de
problemas con los cuales el líder puede tratar. Con poca imaginación, un líder
cristiano puede inventar recursos tales como estos para ayudarse a mantener en
contacto con la realidad. Sin ellos, la gente puede meterse en una coraza y el líder
desarrollará una falsa imagen de la realidad a su alrededor.

Conclusión

La jerarquía autoritaria no es bíblica para las organizaciones cristianas o iglesias. Esta


estimula las tendencias latentes de nuestra naturaleza caída. Los líderes cristianos necesitan
estar conscientes de estas tendencias y hacer lo que puedan para minimizarlas. Esto
requiere un coraje moral no común y un compromiso al principio fundamental de la
integridad absoluta al hacernos vulnerables y responsables ante aquellos que lideramos.

De este capítulo aprendemos...

• La jerarquía autoritaria es una forma mundana de estructura organizacional,


opuesta a los principios de liderazgo que Cristo encarnó.
108

• La jerarquía autoritaria estimula lo peor de la naturaleza humana y lleva a la


arrogancia, ambición egoísta, politiquería, culpar a otros, y más.
• Los líderes cristianos involucrados en tales estructuras pueden mitigar el daño
si ellos tienen el coraje de hacerlo así, estableciendo recursos administrativos
para hacerse a sí mismos vulnerables y responsables ante aquellos a quienes
lideran.

Preguntas de estudio para el Capítulo 4

1. Explique si usted piensa que es posible para una jerarquía autoritaria


cristiana evitar generar los problemas descritos en este capítulo.
2. Invente otro recurso administrativo, diferente a los mencionados en el
capítulo, para mitigar los efectos negativos del sistema jerárquico.
3. Explique el “Principio de Peter”.

NOTA: sobre El Principio de Peter29

En su obra clásica, El Principio de Peter, el sociólogo Dr. Peters bosqueja la dinámica


de una jerarquía y cómo esta produce ineficiencia. A continuación, se presentan los
problemas que él ha observado en su estudio de las jerarquías.

1. Todo empleado asciende a su nivel de incompetencia.

2. Cualquier empleado productivo no ha alcanzado su nivel de incompetencia.

3. Los empleados super competentes serán despedidos (ellos representan una


amenaza a la estabilidad de la jerarquía, que es el supremo valor).

4. Contrario a la creencia popular, la producción no es el valor supremo. La


estabilidad lo es.

5. “Halagar” es más importante que “promoverse” (Halagar= ser favorecido por los
superiores. Promoverse= tratar arduamente de hacer un buen trabajo o buscar la
superación personal). [Note: Peter no está recomendando esta clase de conducta,
solo observando la realidad como es, dentro de jerarquías].

6. El empleado que agrada a los superiores por cualquier razón, tiene mejores
oportunidades para promociones. Las calificaciones tienen importancia secundaria.

29
Este resumen presenta Smalling como un apéndice de su libro Liderazgo Cristiano.
109

7. Ser un buen seguidor le garantiza ser un pésimo líder.

8. En una jerarquía, la creatividad y las innovaciones serán vistas como


incompetencia.

9. El liderazgo potencial puede ser visto como insubordinación en una jerarquía.

10. Los funcionarios incompetentes de los niveles más altos están raramente
conscientes de su incompetencia.

11. Los funcionarios del más alto escalón siempre proyectarán la impresión de que
ellos son sabios y que tienen las cosas bajo control. Esto no es necesariamente así.
Ama a Tu Familia
Tedd Tripp

Querido Timoteo,
Gracias por tu llamada de la semana pasada. Estoy agradecido de que te este yendo bien en
estos primeros días de ministerio. Tú y tu familia son una gran alegría para Margy y yo.
Los amamos y nos gozamos en lo que Dios está haciendo en sus vidas.
Estoy feliz de poner por escrito algunas ideas sobre la vida familiar del pastor. Es un gozo
saber que estás ocupado en ser un hombre de Dios, no solo en el púlpito y ministerio
pastoral, sino también en tu hogar.
Como sabes, una de las calificaciones para el ministerio del evangelio es una vida familiar
ejemplar. “Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
(pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)”, (1
Timoteo 3:4–5).
El hogar es un microcosmos de la iglesia. Las cualidades de vida espiritual que dan
credibilidad a un pastor en el hogar le darán al pueblo al que este sirve, la misma medida de
confianza. La vitalidad espiritual que permite que su familia siga alegremente su liderazgo
le dará seguridad a la iglesia de que están en buenas manos. La vida hogareña es más que el
escenario para mostrar talento pastoral. Es, también, el horno en donde esos talentos son
forjados.
La calidad de tu vida familiar te quitará o te dará credibilidad. ¿Puedes imaginarte que una
mujer de la iglesia tenga confianza en un pastor cuya esposa es infeliz? ¿Podrían las
personas ver en alguien a un guía espiritual seguro si sus hijos parecen descarriados,
desobedientes, tímidos u oprimidos? Cada vez que prediques la Palabra, o des consejo, o
des seguridad y consuelo a un pueblo atribulado, la calidad de tu vida familiar dará respaldo
a tus palabras. La meta de la piedad en la vida familiar no es tener credibilidad, sino la
gloria de Dios, pero el pueblo al que sirves observará muy de cerca tu vida familiar.
Un pastor ocupado a menudo se siente presionado entre las necesidades de su familia y las
necesidades de la iglesia. Pensándolo bien, nunca hay una competencia entre los llamados
de la vida familiar y los llamados del ministerio del evangelio. Estás sirviendo a la iglesia
cuando sirves a tu familia. Cualquier inversión en el hogar devuelve altos dividendos a la
iglesia. Eres un modelo para tu pueblo, de cómo las gracias del evangelio influyen en la
vida familiar.
A medida que he meditado en tus preguntas sobre la vida familiar, he pensado en 3
categorías generales que pueden organizar tu pensamiento en esta parte de tu vida: Sé un
líder espiritual de tu familia. Sé un esposo y padre para tu familia. Sé el protector de tu
familia.


Tedd Tripp, “Ama a Tu Familia”, en Querido Timoteo: Cartas sobre el ministerio pastoral, ed.
Thomas K. Ascol (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2011), 25–34.

110
111

Se un Líder Espiritual
El pasaje clásico sobre este llamado es Deuteronomio 6 en donde Moisés les está dando a
los hombres una visión a largo plazo. Su enfoque no es la supervivencia, ni siquiera el solo
pasar la semana. Los llamados al liderazgo espiritual se dan para que tú, tu hijo y el hijo de
tu hijo conozcan y teman al Señor (verso 2). Esta visión de tres generaciones te ayudará
resistir a caer en la tentación de las conveniencias del momento. Como padres, tenemos
mayores preocupaciones que las del momento, nos preocupamos de donde estará nuestro
nieto en 50 años.
Naturalmente, tu liderazgo espiritual personal es un fundamento para tu familia.
Deuteronomio 6:5–7 dice esto bien claro: “Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón,
de toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre
tu corazón”.
Tu familia debe ver las riquezas de tu caminar espiritual fuera de tus deberes ministeriales.
Tu gozo en Cristo, tu vitalidad como un hombre de Dios, tu amabilidad ante la oposición,
tu claro enfoque en la gracia de Cristo (no solo en el perdón sino también en el
fortalecimiento) serán los lentes a través de los cuales ellos verán tus esfuerzos para
ministrarles la gracia de Dios.
Diariamente, introduce a tu esposa e hijos en lo íntimo de tu consuelo y fortaleza en Cristo.
Permite que te vean leer y meditar la Palabra de Dios. Que te vean como un hombre de
oración y humilde debilidad delante de un Dios de poder. Nada le dará a tu familia un
sentido de bienestar como tu amor y devoción a Dios.
Otro aspecto importante del liderazgo espiritual es el comunicar a tus hijos una imagen
acertada del mundo. Deuteronomio 6 también habla de esto en forma penetrante:
“…estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón. Se las repetirás a
tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al
acostarte y cuando te levantes.”
Tus hijos necesitan entender la naturaleza de la realidad. Más allá y debajo de este mundo
de vistas y sonidos hay un mundo de realidades espirituales que le da significado al mundo
que vemos y tocamos. Ese árbol en el patio que da sombra y cobijo a las aves y ardillas y
que es un lugar para escalar y hasta sirve para construir un fuerte, existe por la voluntad del
Dios invisible. Es su creación. Existe como un himno de alabanza a su creatividad,
sabiduría y talento. Nos lo ha dado para disfrutarlo, de forma que conozcamos sobre él, le
adoremos y le gocemos. Mira, Timoteo, uno no puede verdaderamente entender el árbol sin
atisbar lo invisible en lo visible.
Ayudar a los niños a comprender la naturaleza de la realidad requiere imaginación.
Nuestros hijos deben ver lo invisible. Nosotros los cristianos somos un Pueblo, cuyo
compromiso con el mundo invisible de la realidad espiritual controla nuestra respuesta e
interpretación de lo que sí vemos.
La palabra “imaginación” no se usa en Deuteronomio 6, pero usar la imaginación es
esencial. Tu hijo vendrá a ti y preguntará, “¿Qué significan los testimonios, estatutos y
decretos que seguimos?” (Dt 6:20). Para responder a esta pregunta, el padre debe capturar
112

la imaginación del hijo con eventos del pasado, con la esclavitud en Egipto y la osada y
maravillosa liberación por medio del brazo extendido del Señor. ¿Pueden ser contadas estas
historias de maneras que impresionen a los hijos sin apelar a su imaginación?
El capturar la imaginación de tus hijos les ayudará a ver lo invisible. Eugene Peterson lo
dice así: “La imaginación es la capacidad de hacer conexiones entre lo visible y lo invisible,
entre el cielo y la tierra, entre el presente y el pasado, entre el presente y el futuro”.1
Piensa en esta tarea de ayudar a los hijos a ver la naturaleza de la realidad como instrucción
formativa. Les estas dando formas de pensar y entender su mundo, que están fundadas en la
Biblia. Nuestros hijos no basan su vida en los eventos y circunstancias de esta vida, sino en
cómo los interpretan y responden a ellos. La clave de la interpretación es el ser y existencia
del Dios vivo y verdadero.
Todos los días, pasa tiempo en la Palabra junto con ellos. Ayúdalos a ver las glorias y
maravillas de Dios. El salmo 145 provee una descripción maravillosa de este aspecto del
ser padres, “Generación a generación celebrará tus obras y anunciará tus poderosos hechos.
Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad, y cantarán tu justicia”. (Sal 145:4, 7). Tus
hijos están hechos a la imagen de Dios. están diseñados para la adoración, ayúdalos a ser
maravillados por Dios.
Naturalmente, tienes que adecuar los tiempos de adoración familiar a las limitaciones
conceptuales y físicas de tus hijos. Sé fiel en la adoración familiar y asegúrate que conecte
a tus hijos al mundo invisible de la realidad espiritual. Es lo invisible y eterno lo que nos
permite interpretar con exactitud lo visible.

Sé un Esposo y un Padre
No tengo que recordarte Timoteo, que debes entregar tu vida por María. En Efesios 5:25,
Dios te llama a amar a María con el mismo amor sacrificial que llevó a Jesús a ofrecer
libremente su vida por la iglesia.
El ser tu esposa ha puesto muchas presiones en la vida de María. Ella vive en una vitrina.
Se espera mucho de ella. La gente la mira a ella, para poder entender intuitivamente sus
propias esperanzas, sueños y temores. Ella debe estar dispuesta a dar un consejo sabio o
simplemente a escuchar con atención. Otras mujeres la miran como si fuera una colección
de consejos para vivir exitosamente. Otros esperan que ella dé validez a sus vidas. Otras le
tendrán envidia o la ignorarán. A la menor indicación, ella debe tener listo el hogar para la
hospitalidad. Cada momento en la crianza de tu hijo está sujeto al escrutinio de los ojos
analíticos de un crítico o de un imitador. Ella se apuntó para todas estas presiones cuando
se volvió la esposa de un pastor.
María necesita un esposo. Necesita un hombre que este casado con ella, no con la iglesia.
Ella está diseñada para florecer bajo el cuidado de su esposo. El apóstol inspirado, Pedro,
dice que debes darle honor, vivir con ella sabiamente. Pedro dice que a medida le das honor
como el vaso más frágil, tu vida de oración prosperará.

1
Eugene Peterson, Subversive Spirituality (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Co.,
1994), 132.
113

Lee la Biblia y ora con María todos los días. Toma un tiempo todos los días para
pastorearla. Dale oportunidad para hablarte de sus preocupaciones, dudas y preguntas, así
como de sus sueños, metas y alegrías. Métete dentro de estas cosas. Facilita la conversación
haciéndole saber que las cosas que la conmueven, también te conmueven a ti. Ayúdala a
encontrar refugio y esperanza en la gracia de Cristo. Recuérdale que Gracia significa más
que perdón; también significa fortalecimiento.
Deléitate en ella, nota su nuevo peinado o su nuevo vestido, tomate el tiempo para mirarla a
los ojos todos los días, como lo hacías cuando recién se habían enamorado. Expresa tu
gratitud por la manera amable en que María atiende y hace sentir como de la familia a los
huéspedes. Hazle saber que te agradan sus esfuerzos en embellecer el hogar. Una esposa es
como una flor llena de vida. Florecerá con un hermoso color llenando la habitación con un
aroma agradable de gozo a medida tú creas un ambiente que anima el crecimiento. Llena su
vida con luz de sol, a medida te deleitas en ella y la riegas con un tratamiento amable y tus
oraciones. Cuando la cuidas a ella, estás cuidando a la iglesia.
Cuando Pedro habla de la esposa como el vaso más frágil, está declarando que Dios ha
ordenado que sea el esposo el que realice el levantamiento de cargas pesadas en la familia.
Él está hablando, no simplemente de llevar las bolsas de las compras u otros paquetes, sino
de que el hombre debe ser el llevador de las cargas. Los pesos pesados de las cuestiones
familiares, la educación de los hijos, las preocupaciones y cosas de la iglesia, las
limitaciones económicas de estar viviendo con el salario de un pastor, todas estas cosas
deben ser cargadas por el hombre de la casa. Claro que ella las compartirá contigo, pero
eres tú el que debe cargar con lo pesado. Su conciencia de las cargas de la vida no la
derrotará si sabe que tú, como un hombre digno, estas compartiendo la carga.
Sé que ya sabes estas cosas y estás bien establecido en estas verdades, pero como Pedro, te
estoy motivando a recordar (2 Pe 1:12–13).
Al amar y proteger a tu esposa, creas un ambiente estable y saludable para tus hijos.
Recuerdo que mi hija, Heather, se acercó a mí una vez cuando era muy pequeña. Me dijo:
“Papi, soy feliz porque me amas”. Yo respondí jugando: ¿Cómo sabes que te amo? Y ella
contestó con mucha más sabiduría que la de sus siete años: “porque amas a mami”. ¡Oh,
que pudiera grabar esa comprensión en la mente de cada esposo y padre! El amar a tu
esposa hace que tus hijos se sientan amados.
A decir verdad, lo opuesto también es verdad. El amar a tus hijos hace que tu esposa se
sienta amada. Recuerdo una noche cuando los niños eran muy pequeños, estaba gateando
en el suelo jugando con ellos. De la nada, Margy se acercó desde atrás y me rodeo con sus
brazos diciendo “te amo tanto”. Yo respondí, “bueno, yo te amo también, pero ¿por qué
esta muestra de amor? Ella respondió “Simplemente te amo”. Ahora entiendo lo que
ocasionó esa muestra espontánea de afecto. Estaba dando de mí mismo a los niños, era un
dar a aquello que es lo más grande en el mundo para ella, así que la hizo sentirse cerca de
mí.
Siempre me ha fascinado el hecho que Efesios 6:4 coloca la disciplina y el sustento como
responsabilidad del padre. Todos saben que las madres pasan más tiempo con los hijos.
¿por qué se identifica esto como un llamado al padre? Las madres, claro está, están
programadas para disciplinar y sustentar a los niños. Puede que el sustentar no sea tan
114

natural para el padre como para la madre, pero Dios dice que es tu tarea. El hecho que esta
tarea sea asignada a los padres significa que los padres deben proveer el liderazgo en la
crianza de los hijos.
Eres el hombre de Dios para liderar en la disciplina, corrección y motivación de los hijos.
Tienes una tarea importante en el compartir tu visión de esta tarea con Mary. Tú puedes ser
su referencia en sus preguntas y su motivación cuando sea tentada a ser muy permisiva o
muy estricta. Puedes forjar acuerdos con ella sobre el cuándo y el cómo disciplinar. El
llamado específico del padre es asegurarse que los hijos sean criados en la disciplina e
instrucción del Señor.
En Génesis 18:19, Dios dice palabras que se aplican tanto a nosotros (como líderes del
hogar) como se aplicaban a Abraham: “pues yo sé que mandará a sus hijos, y a su casa
después de sí, que guarden el camino de Jehová haciendo justicia y juicio, para que haga
venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él”. Dios cumplirá todas sus
promesas a Abraham, pero lo hará bajo el contexto de la acción de Abraham en fidelidad a
Dios.
Hay muchas etapas en la vida. Estás en la etapa de un nuevo ministerio y de las
preocupaciones y cuidados de una joven familia. Habrá otras etapas en la vida a medida tú
y tu familia crecen y hasta envejecen. Es importante que seas un líder predecible, estable y
con integridad. Tu esposa y familia sacarán fuerzas del verte a ti vivir como un hombre
maravillado por Dios y quien está, por tanto, lleno de gozo y confianza en todas las etapas
de la vida.

Sé un Protector
El cuerpo humano es una maravilla de la sabiduría y creatividad de Dios. también nos da
analogías muy útiles cuando pensamos en las cosas. La pared de una célula humana, por
ejemplo, está de la misma forma abierta para lo deseable como cerrada para lo no deseable.
Debes crear paredes de ese tipo para tu familia. Algo de la protección que tu familia
necesita es general, otra, es específica para la familia de un pastor.
Como cualquier familia debes dejar afuera las influencias dañinas de la cultura. A uno de
mis viejos profesores de seminario, el Dr. Robert K. Rudolph, le gustaba decir: “Las mentes
abiertas, al igual que las ventanas abiertas, necesitan cedazos que mantengan afuera a los
insectos”. Necesitas darle a tu familia la protección de inteligentes y buenos “cedazos” para
tu hogar. Ahora, mientras los niños aún son jóvenes, es un buen tiempo para que tú y Mary
desarrollen estándares específicos que usarás para filtrar lo que entrará a tu hogar.
Obviamente, lo que unos medios anticristianos y paganos ofrecen comúnmente, no puede
ser traído a tu hogar.
Incluso, habrá momentos en que tendrás que regular el acceso que otras personas tienen a
tus hijos. tendrás que ser muy discreto y sabio en la forma que hagas esto, pero tus hijos (y
aun tu esposa algunas veces) tendrán que ser protegidos de algunas de las personas a
quienes Dios te ha llamado a servir. Si el propósito de alguien es malvado, tu familia deberá
ser protegida. Felizmente, habrá pocas ocasiones en que este tipo de protección sea
necesario.
115

También, si no quieres quedarte sin ningún tiempo familiar, tendrás que proteger dicho
tiempo. Asegúrate de organizar tu vida y ministerio de tal forma que te permita pasar
tiempo con tu familia. Ellos necesitan el tiempo contigo. Tiempo de jugar y tiempo para las
alegrías sosegadas del pensar, la contemplación o aun la lectura de un buen libro juntos. Es
importante que haya momentos en tu vida familiar (salvo una emergencia) en las que papi
sencillamente se encuentre en casa. Que este en la casa sin ningún otro plan que disfrutar a
su familia.
Algo de esta protección se realiza con la simple organización de tu tiempo y con el reservar
momentos en los que no estarás disponible para la congregación a la que sirves. Es una
buena idea que la congregación a la que sirves sepa que hay momentos en los que es mejor
no llamarte y otros momentos en los que sus llamadas son bienvenidas. Habrá excepciones
de emergencia, tales como enfermedades o muerte o una dramática crisis familiar las cuales
sobrepasarán tu programa, pero es un buen ejemplo para los hombres que sirves y un
estímulo para sus esposas el saber que el pastor tiene tiempos familiares y los protege.
Sería muy prudente, para un pastor con hijos pequeños, el mantener su estudio y oficina de
consejería en el edificio de la iglesia. Si trabajas en la casa, estarás distraído y no serás
productivo. Tus hijos no entenderán por qué papi no puede “salir a jugar”. Si trabajas en el
edificio de la iglesia, entonces cuando estés en casa, es para estar en casa.
El hogar de un pastor está concebido para ser un hogar abierto. Tú quieres que tu familia se
goce en ser hospitalarios y en usar cada don para ministrar la gracia de Dios a otros (Ver 1
Pe 4:9–10). Por esa misma razón, es muy importante que protejas a tu familia de perderse
en el servicio a los demás. Hay una obvia tensión en esto. Tu hogar debería estar abierto
para que otros puedan ser animados con la belleza y el gozo de una vida piadosa en el
hogar. Al mismo tiempo, tu familia necesita tener el orden de una agenda ordenada y
predecible.
Si puedes mantener un balance apropiado en esto, encontrarás que el hogar de un pastor
puede ser un lugar maravilloso para ministrar el evangelio. En una cultura en la que la vida
familiar se ha deshecho. La gente está hambrienta de ver una familia en la que haya gozo y
amor a Dios y a los demás. Tú puedes cultivar en tu familia un amor cordial en el usar el
hogar y la vida familiar como un lugar de servicio a otros. Algunos de los recuerdos más
preciados de nuestros hijos son de aquellos momentos en que los huéspedes rodeaban la
mesa y disfrutaban, no solo una buena comida, sino también una suculenta conversación
espiritual.
Protege a tu familia por medio de guardar tu corazón de querer agradar a los hombres. La
tentación será colocar encima de ellos las expectativas de otros en la congregación. Richard
Baxter tiene una maravillosa sección en el Directorio Cristiano sobre el tema del temor del
hombre.2 El demuestra cuán imposible es mantener a la gente satisfecha contigo. Tienes
que agradar a una multitud y lo que le gusta a uno, desagradará a otro. A través de varias
útiles páginas, muestra la imposibilidad de agradar al hombre y la libertad de tener que
agradar a uno solo: Dios.

2
Richard Baxter, Christian Directory (Ligonier, PA: Soli Deo Gloria, 1994) 183–95.
116

Agradar al hombre no solo es imposible, Timoteo, es destructivo para ti y tu familia. Tu y


María deben comprometerse a rehusar amablemente cualquier esfuerzo de las personas que
sirves a establecer los planes de tu familia.
Protege a tu familia de todas las decepciones y heridas del ministerio. Algunas de las
heridas más profundas del ministerio pastoral son aquellas en las que alguien peca contra el
pastor. Probablemente se hable de su bondad como si fuera maldad. O quizás es sometido a
ataques falsos e injustos. No servirás en el mismo lugar por mucho tiempo sin pasar por
estos tiempos de tribulación. No necesitas defenderte a ti mismo, tu Defensor es poderoso.
Tu esposa e hijos necesitan protección durante estos momentos. Ellos sabrán que estas
pasando por aguas tormentosas. Pueden orar y ser sensitivos contigo. Pero ellos,
especialmente tus hijos, no necesitan ser arrastrados junto con tus decepciones, tensiones,
heridas y temores. La necesidad que tiene María de conocer la situación es mayor que la de
los niños, pero aun allí, puedes ahorrarle algunos de los pequeños detalles que solo le
quitarían el sueño. La idea no es proteger a María por medio del pelear solitariamente en
estos periodos de prueba. Son una sola carne y no puedes caminar solo. Aprende cómo
hacer de María tu confidente sin que sea ella la que lleve la carga.
Dios te sostendrá durante estas pruebas. Al otro lado de este clima tan duro siempre se
encuentra un lugar de abundancia (ver Sal 66:10–12). Cuando hayas atravesado seguro la
tormenta, será una bendición para tu esposa e hijos el no tener detalles que olvidar o tener
que pelear contra la amargura.
Es una gran obra la obra del ministerio. Seguro que hay pruebas. Dios nunca nos dejar ir
tan lejos sin ayudarnos a ver nuestra debilidad y profunda necesidad de Su poder y de Su
capacitación. Y como Pedro lo dice en 1 Pedro 1:6–9, aun en medio de la prueba de nuestra
fe en toda clase de pruebas, también tenemos un gozo inefable y glorioso. Yo tuve esa
experiencia recién ayer. Mientras echaba mis cargas sobre el Señor, me quedé anonadado
con un sentido de Su cuidado por mí y por la bondad y justicia de conocerle y servirle. Este
gozo inefable y glorioso es nuestro aun en medio de las pruebas. ¡Que Dios tan poderoso
servimos!
Oramos a menudo por las constantes bendiciones de Dios sobre ti y tu familia.
Corriendo la Carrera
Pastor Ted Tripp

PD: Estos son un par de libros que te animarán en tu llamado de padre y esposo:
Wayne Mack, Tu Familia, Como Dios la Quiere (Mexico City: Faro de Gracia, 2007).

Lou Priolo, El Marido Integral (Mexico City: Publicaciones Faro de Gracia, 2007).

Tedd Tripp, Cómo Pastorear el Corazón de tu Hijo (Walwallopen, PA: Shepherd Press,
1995).
La Mayordomía
Charles H. Spurgeon
Amados hermanos –podría incluso decir con Pablo: “Hermanos míos amados y
deseados”– me produce un intenso deleite mirar de nuevo vuestros rostros; y al mismo
tiempo siento la carga de una solemne responsabilidad al tener que orientar vuestros
pensamientos en esta hora, para dar la pauta de nuestra solemne Conferencia. Pido vuestras
continuas oraciones para que pueda hablar como debo, diciendo lo más apropiado de la
manera más acertada.
Hay considerable ventaja en la libertad de que se disfruta en el mensaje inaugural.
Puede adoptar la forma metódica de un sermón, o puede revestirse de modo más cómodo y
presentarse en la forma familiar del discurso. Ciertas libertades que no se conceden a un
sermón, se me permiten en esta plática discursiva. Poned a mi charla el nombre que queráis
cuando haya terminado; pero será un sermón, pues tengo en mente un texto definido y
claro, y me atendré a él con bastante regularidad. No estará de más que lo anuncie, pues así
dispondréis de una clave para ver lo que pretendo deciros. Hallaréis el pasaje en la Primera
Epístola a los Corintios en los versículos primero y segundo del capítulo cuatro:
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores30 de
los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea
hallado fiel”.
El apóstol anhelaba ser tenido por lo que era, y hacía bien; pues los ministros no
suelen ser correctamente apreciados; por regla general, los demás, o se glorían en ellos o
los desprecian. Al principio de nuestro ministerio, cuando lo que decimos es nuevo y
nuestras energías rebosan; cuando ardemos y lanzamos destellos, y pasamos mucho tiempo
en preparar fuegos artificiales, las personas son propensas a tenernos por seres
maravillosos; y entonces se necesita la palabra del apóstol: “Así que, ninguno se gloríe en
los hombres” (1 Cor 3:21). No es cierto, como insinúan los aduladores, que en nuestro caso
los dioses hayan descendido en la semejanza de hombres; y seremos idiotas si lo pensamos.
A su debido tiempo, las ilusiones estúpidas serán curadas por los desengaños y entonces
oiremos la desagradable verdad, mezclada con censuras injustas. El ídolo de ayer es hoy el
blanco de las pullas. Sean nueve días, nueve semanas, nueve meses, o nueve años; tarde o
temprano, el tiempo produce el desencanto, y cambia nuestra posición en el aprecio del
mundo. Pasó el día de las primaveras, y han venido los meses de las ortigas. Cuando ha
pasado el tiempo de que las aves canten, nos aproximamos a la estación de los frutos; pero
los niños no están tan contentos con nosotros como cuando paseaban por nuestros
exuberantes prados, y hacían coronas y guirnaldas con nuestras flores. En nuestros años
maduros, la congregación echa de menos las flores y el verdor. Quizá nos estamos dando
cuenta de ello. El hombre maduro es sólido y lento; mientras que el joven cabalga en alas
del viento. Es evidente que algunos tienen una idea exagerada de lo que somos; otros la
tienen demasiado mezquina; sería mucho mejor si todos ellos pensaran sobriamente que
somos “servidores de Cristo”. La Iglesia saldría ganando, nosotros seríamos beneficiados, y


Charles H. Spurgeon, Un Ministerio Ideal (Estandarte de la verdad, ), 23–48.
30
En la versión inglesa se lee ministros y mayordomos.

117
118

Dios sería glorificado, si nos pusieran en el lugar que nos corresponde, y nos mantuvieran
allí, sin apreciarnos en demasía, ni censurarnos injustamente, sino considerándonos en
relación con el Señor, y no en nuestras propias personalidades. “Téngannos los hombres
por ministros de Cristo”.
Somos ministros. Esta palabra tiene un sonido muy respetable. Ser ministro es
aspiración de muchos jóvenes. Quizá si la palabra del original se hubiera traducido de otro
modo, se enfriaría su ambición. Los ministros son siervos: no son imitados, sino criados; no
son amos, sino SERVIDORES. La misma palabra ha sido traducida “remeros”, y
exactamente los que mueven los remos del banco inferior. Remar en una galera era trabajo
duro; aquellos rápidos movimientos consumían las fuerzas vitales de los esclavos. Había
tres hileras de remeros: los del banco superior tenían la ventaja del aire fresco; los que
estaban debajo de ellos se hallaban más encerrados; pero supongo que los remeros del
banco inferior desmayarían de calor, además de quedar agotados por el penoso trabajo.
Hermanos, contentémonos con gastar nuestras vidas aun en la peor de las posiciones, con
tal de que con nuestra labor podamos ser instrumentos para que nuestro gran César acelere
su venida, y que podamos ayudar al avance del trirreme de la Iglesia en que Él ha
embarcado. Estamos dispuestos a ser encadenados al remo, y a trabajar durante toda la vida
para que su nave hienda las olas. No somos capitanes, ni propietarios de la galera, sino tan
sólo remeros de Cristo.
Recordemos que somos siervos en la casa del Señor. “El que es el mayor de vosotros
sea vuestro siervo”. Estamos dispuestos a ser la alfombra a la puerta de la entrada de
nuestro Maestro. No busquemos honra para nosotros, sino pongamos honra en los vasos
más débiles mediante nuestros cuidados. En toda casa bien arreglada, como ya os recordé,
es un hecho que el “bebé es el rey”, a causa de su debilidad. Que en la Iglesia de nuestro
Señor, los pobres, los débiles, los afligidos tengan el lugar de honor, y los que estamos
fuertes llevemos sus flaquezas. El que se humilla es ensalzado; el que se hace menos que el
más inferior, es el más grande. “¿Quién enferma, y yo no enfermo?”, decía el gran apóstol.
Si hay algún escándalo que soportar, mejor sufrirlo que permitir que aflija a la Iglesia de
Dios. Ya que somos, por nuestras funciones, siervos en un sentido especial, llevemos
alegremente la parte principal de la abnegación y las labores penosas de los santos.
Sin embargo, el texto no nos llama simplemente ministros o siervos, sino que añade
“de Cristo”. No somos siervos de los hombres, sino del Señor Jesús. Amigo, si crees que,
porque contribuyes a mi sostenimiento, estoy obligado a seguir tus indicaciones, te
equivocas. Es cierto que somos “vuestros siervos por Jesús”; pero, en el sentido más
elevado posible, nuestra única responsabilidad es ante Aquel a quien llamamos Maestro y
Señor. Obedecemos órdenes superiores; pero no podemos ceder a los dictados de nuestros
compañeros de servicio, por más influyentes que sean. Nuestro servicio es glorioso, porque
es el servicio de Cristo: nos sentimos honrados al permitírsenos servir a Aquél cuyos
zapatos no somos dignos de desatar.
Se nos dice también que somos “ADMINISTRADORES”. ¿Qué es el administrador?
Esa es nuestra función. ¿Qué se requiere del administrador? Este es nuestro deber. No
estamos hablando ahora de nadie de los que están fuera, sino de vosotros, hermanos, y de
mí mismo; por lo tanto, hagamos una aplicación personal de todo lo que se dice.
119

1. Primeramente, un administrador es tan sólo un siervo. Quizá no siempre se


acuerda; y es cosa lamentable que el siervo empiece a pensar que es el amo. Es una lástima
que los siervos, cuando son honrados por su amo, sean tan propensos a tener ínfulas. ¡Qué
ridículo puede llegar a ser el administrador! No me estoy refiriendo a los administradores y
lacayos, sino a nosotros mismos. Si nos engrandecemos a nosotros mismos, llegaremos a
ser despreciables; y no engrandeceremos ni a nuestra función ni al Señor. Somos siervos de
Cristo, y no señores sobre su heredad.
Los ministros son para las iglesias, y no las iglesias para los ministros. Trabajando
entre las iglesias, no podemos osar considerarlas como fincas a explotar en beneficio
propio, ni jardines para cultivar según nuestro propio gusto. Algunos hombres hablan de
una forma de gobierno liberal en su iglesia. Que sean liberales con lo que es suyo; pero que
un administrador de Cristo se jacte de ser liberal con los bienes de su Maestro es cosa muy
distinta. Como administradores, somos tan sólo siervos de categoría; ¡ojalá que el Señor
mantenga en nosotros un espíritu de cordial obediencia! Si no tenemos cuidado en
mantenernos en nuestro debido lugar, el Maestro no dejará de amonestamos y de humillar
nuestro orgullo. ¡Cuántas de nuestras aflicciones, fracasos y depresiones, proceden de que
nos sentimos demasiado orgullosos! Estoy seguro de que ninguno de los que han sido
honrados por Dios públicamente es del todo extraño a los castigos administrados a puerta
cerrada, que impiden que la carne soberbia se exalte indebidamente. ¡Cuántas veces he
orado: “No me apartes de tu servicio, Señor”!, pues un administrador despedido es objeto
de conmiseración entre los siervos de su Señor. En otros tiempos era grande y poderoso, y
cabalgaba en el mejor caballo; pero cuando está despedido, cuenta menos que el más
insignificante de los vaqueros. ¡Ved cuán contento está de ser recibido, como agradecido
huésped, en las humildes casitas de aquellos que en otros tiempos le miraban con especial
respeto, cuando representaba a su Señor! Cuidad de no ser exaltados sobremanera, no sea
que seáis aniquilados.
2. El administrador es un siervo de tipo especial, pues tiene que supervisar a los
demás siervos, lo cual es difícil. Un antiguo amigo mío, que está ahora con Dios, dijo en
una ocasión: “Siempre he sido pastor. Durante cuarenta años fui pastor de ovejas, y durante
otros cuarenta fui pastor de hombres, y el segundo rebaño era mucho más pusilánime que el
primero”. Este testimonio es verdadero. Creo haber oído decir que la oveja tiene tantas
enfermedades como días hay en el año; pero estoy seguro de que el otro tipo de oveja es
capaz de tener diez veces más enfermedades. El trabajo del pastor es agobiador. Nuestros
compañeros de servicio son asediados por toda clase de dificultades; y es lástima tener que
decir que los administradores poco sabios causan muchas más de las que serían necesarias,
debido a que esperan la perfección en los demás, aunque ellos no la poseen. Después de
todo, nuestros compañeros de servicio han sido sabiamente seleccionados; pues Aquél que
los puso en Su casa sabía lo que hacía; de todos modos, son escogidos por Él, y no por
nosotros. No es a nosotros a quienes corresponde hallar defectos en lo que el Señor ha
escogido. Es cosa muy común en algunos injuriar a la Iglesia; pero dado que la Iglesia es la
esposa de Cristo, es bastante peligroso criticar a la amada del Señor. Me siento, con
respecto a la Iglesia, un poco como David respecto a Saúl; no me atrevo a levantar la mano
contra el ungido del Señor. Mucho mejor será que encontremos los defectos que hay en
nosotros en vez de hacerlo en nuestra congregación, si hay algo malo en ella.
120

Aun así, los miembros de nuestra iglesia son seres humanos, y el mejor de ellos es tan
sólo humano, aún en el mejor sentido; dirigir, instruir, consolar y ayudar a tantos espíritus
diferentes, no es tarea fácil. El que gobierna entre los hombres, en el nombre de Dios, debe
ser hombre; y, lo que es más, debe ser hombre de Dios. Debe estar dotado de la gracia, debe
ser de estirpe real, y debe sobrepasar a sus compañeros por la cabeza y los hombros. Los
hombres acatarán la verdadera superioridad, pero no las pretensiones oficiales. La posición
superior ha de estar sostenida por aptitudes superiores. El administrador ha de saber más
que el labrador y el peón. Debe tener inteligencia superior a la del guardabosques y el ca-
rretero, y un carácter más eficiente que María y Juan, que han de recibir órdenes de él.
Como administradores, es preciso que tengamos gracia abundante, pues de lo contrario no
cumpliremos nuestros deberes, ni alcanzaremos una buena graduación.
Los demás siervos se regirán por lo que hagamos. El administrador apático, inerte y
lento, tendrá a su alrededor un equipo de siervos lentos, y los negocios de su amo irán
bastante mal. Los que viajan deben haber notado que los criados de un hotel se parecen
mucho al propietario del mismo; cuando el amo es animoso, atento y cortés, todas las
doncellas y camareros participan de su carácter; pero si os mira agriamente y os trata con
indiferencia, descubriréis que el establecimiento entero tiene un aire desdeñoso. Un
ministro pronto se ve rodeado de personas como él: “A tal cura, tales feligreses”. ¡Ojalá que
siempre seamos despiertos y fervorosos en el servicio del Señor Jesús, para que nuestra
congregación sea también despierta! He leído de un teólogo puritano que estaba tan
rebosante de vida que su congregación decía que vivía como si se alimentara de cosas
vivas. ¡Ojalá que nuestra vida sea sustentada por el pan vivo!
A menos que nosotros mismos seamos llenos de la gracia de Dios, no seremos buenos
administradores para dirigir a nuestros compañeros de servicio. Debemos ser para ellos un
ejemplo de celo y ternura, constancia, esperanza, energía y obediencia. Es preciso que
practiquemos personalmente la constante abnegación, y seleccionemos como parte nuestra
del trabajo lo más difícil y lo más humillante. Hemos de elevarnos por encima de nuestros
compañeros mediante un desinterés superior. Encarguémonos de ir a la cabeza de las
empresas peligrosas, y de llevar las cargas más pesadas. El archidiácono Haer daba una
conferencia en el Trinity College cuando se oyó el grito de “¡Fuego!” Sus alumnos salieron
corriendo, y formaron cadena para pasarse los cubos de agua desde el río hasta el edificio
en llamas. El catedrático vio a un estudiante tísico metido en el agua hasta la cintura, y le
gritó: “¡Cómo! ¿Tú en el agua, Sterling?” La respuesta fue: “Alguien debe estar en ella, ¿y
por qué no yo, tanto como otro?” Digámonos a nosotros mismos: “Es preciso que algunos
hagan las labores penosas de la Iglesia, y trabajen en los lugares más duros, ¿y por qué no
hemos de ser nosotros los que ocupemos tal puesto?” El Señor ascenderá a los que no esco-
gen por sí mismos, sino que están dispuestos a cualquier cosa y a todas las cosas. El que ha
vencido su miedo en la hora del peligro tendrá como recompensa el privilegio de poder
demostrar aún mayor valor. El que es fiel sobre poco, será escogido para un puesto de
trabajo más difícil y prueba más severa; éste es el ascenso a que aspiran los siervos leales
de nuestro Rey.
3. A continuación, recordemos que los administradores son siervos bajo las órdenes
más inmediatas del gran Maestro. Hemos de ser como el administrador que va todos los
días a las habitaciones privadas de su señor para recibir órdenes. Juan Labrador nunca
estuvo en el salón del patrono, pero el administrador suele ir allí. Si dejara de consultar al
121

patrono, pronto cometería errores, y se vería envuelto en graves responsabilidades. ¡Cuán a


menudo deberíamos decir: “Señor, muéstrame lo que quieres que haga”! Dejar de mirar a
Dios para aprender y practicar Su voluntad, sería abandonar nuestra verdadera posición.
¿Qué se le hará a un administrador que nunca se comunica con su amo? Darle su salario y
que se vaya. El que hace su propia voluntad y no la de su señor, no tiene valor alguno como
administrador.
Hermanos, es preciso que estemos continuamente esperando órdenes de Dios. Es
preciso cultivar el hábito de ir a Él en busca de órdenes. ¡Qué agradecidos debiéramos estar
de que nuestro Amo esté siempre al alcance de nuestra voz! Él guía a sus siervos con sus
ojos; y junto con su dirección, también el poder necesario. Él hará que nuestros rostros
brillen ante los ojos de nuestros compañeros si tenemos comunión con Él. Nuestro ejemplo
ha de alentar a otros a estar a las órdenes del Señor continuamente. Ya que nuestra
ocupación es decirles el pensamiento de Dios, estudiemos muy cuidadosamente ese
pensamiento. Confío en que no estoy hablando a un solo hombre que haya caído en el
descuidado hábito de salir a su trabajo sin haber tenido antes comunión con su Señor; pues
persona tan desdichada, al estar sin contacto con su Señor, ejercerá una influencia
perniciosa sobre el resto de la casa, haciéndola ociosa, indiferente o insatisfecha, cuando no
carente de espíritu. Si el administrador no siente interés por los asuntos de su amo, o si es
obstinado y quisiese alterar o invertir las órdenes de su amo si se atreviera; o si de alguna
manera se entremete en cosas que no debe, como hizo el mayordomo Injusto de la parábola,
entonces los siervos que están a sus órdenes aprenderán a ser desleales. Podría señalar
cuánto se hace en esta tendencia en ciertas iglesias, pero me abstengo. El Maestro vendrá
pronto, y ¡ay del mayordomo que al rendir cuentas sea hallado infiel!
4. Asimismo, los administradores están constantemente rindiendo cuentas. Han de
dar cuentas sobre la marcha. Un propietario eficiente exige la cuenta de salidas y entradas
cada día. Hay mucha verdad en el antiguo proverbio que dice que “las cuentas cortas hacen
amistades largas”. Si tenemos cuentas cortas con Dios, tendremos larga amistad con Él. Me
pregunto si alguno de vosotros lleva la cuenta de sus faltas y defectos Quizá entonces
emplearéis mejor el tiempo en esfuerzos constantes para servir a vuestro Amo y aumentar
su finca. Cada uno debe preguntarse a sí mismo: “¿Qué consigo con mi predicación? ¿Es lo
que conviene que sea? ¿Estoy dando prominencia a aquellas doctrinas que mi Señor quiere
que presente ante todo? ¿Tengo por las almas el interés que Él desea que yo tenga?”. Es
buena cosa repasar así toda la propia vida, y preguntarse: “¿Concedo tiempo suficiente a la
oración privada? ¿Estudio las Escrituras tan intensamente como debo? Voy corriendo a
muchas reuniones; pero, ¿estoy en todo esto cumpliendo las órdenes de mi Maestro? ¿No es
posible que me esté dando satisfacción a mí mismo con la apariencia de hacer mucho,
mientras que en realidad haría más si fuera más cuidadoso en la calidad del trabajo que en
su cantidad?” ¡Ojalá vayamos a menudo al Señor, y tengamos siempre correctas y claras
nuestras cuentas con él!
5. Viniendo al punto principal: el administrador es el depositario de los bienes de su
amo. Todo lo que tiene pertenece a su amo, y es custodio de tesoros especiales, no para que
haga con ellos lo que guste, sino para cuidar de ellos. El Señor nos ha confiado a cada uno
ciertos talentos, los cuales no nos pertenecen. Los dones del conocimiento, el pensamiento,
el habla y la influencia, no son nuestros para que nos gloriemos en ellos, sino que los
122

tenemos en depósito para administrarlos para el Señor. La libra que gana cinco libras es
Suya.
Deberíamos aumentar nuestro capital. ¿Hacen esto todos los jóvenes hermanos?
¿Estáis creciendo en dones y capacidad? Hermanos, cuidad de vosotros mismos. Observo
que algunos hermanos crecen, y otros están estancados y se convierten en enanos sin
desarrollo. Los hombres, a semejanza de los caballos, causan muchos desengaños; los
buenos potros se vuelven cojos de repente, o adquieren un vicio que nadie les había
sospechado. Lástima que haya tantos jóvenes que destruyen nuestras esperanzas; son
extravagantes en sus gastos; se casan desatinadamente, caen presa del malhumor, buscan
opiniones novedosas, ceden a la pereza y a la relajación, o dejan de progresar de alguna otra
manera. Empero la labor más necesaria y provechosa es precisamente la que dedicamos a
mejorar mental y espiritualmente. Hagáis lo que hagáis cuidad de vosotros, y de vuestra
doctrina. Los que descuidan el pensar para poder estar continuamente charlando, son muy
necios; se parecen al administrador que no hace nada en la granja, pero habla extensamente
de lo que tendría que hacerse. Los perros mudos no pueden ladrar, pero los perros
prudentes no están siempre ladrando. Estar siempre dando y nunca recibiendo, tiende a la
vacuidad.
Hermanos, somos “administradores de los misterios de Dios”; se nos ha “confiado el
Evangelio”. Pablo habla del glorioso Evangelio del Dios bendito que fue confiado a su
cuidado. Espero que ninguno de vosotros haya tenido jamás la desgracia de ser hecho
fideicomisario. Es una función ingrata. Al desempeñarla, hay poco margen para la
originalidad; nos vemos obligados a administrar nuestro depósito con exactitud rigurosa.
Uno desea recibir más dinero, el otro desea alterar una cláusula en la escritura; pero el fiel
administrador se atiene al documento, y lo obedece. Cuando le atosigan, le oigo decir: “Lo
siento, yo no redacté el documento; no soy más que administrador de un depósito, y estoy
obligado a cumplir las cláusulas”. El Evangelio de la gracia de Dios necesita grandes refor-
mas, es lo que me dicen; pero sé muy bien que no tengo por qué reformarlo; lo que tengo
que hacer es obrar conforme a lo que dice. Sin duda muchos quisieran reformar a Dios
mismo borrándolo de la faz de la tierra, si pudieran. Reformarían la expiación hasta que no
existiera. Se nos pide efectuar grandes cambios, en nombre del “espíritu del siglo”. Desde
luego, se nos advierte que el mismo concepto del castigo del pecado es una reliquia bárbara
de la edad media, y es preciso abandonarlo, y con él la doctrina de la sustitución, y muchos
otros dogmas pasados de moda. Nosotros no tenemos nada que ver con esas exigencias,
tenemos que predicar el Evangelio tal como lo encontramos. Como depositario, si se
disputa mi proceder, me atengo a la letra de la escritura; y si algunos están en desacuerdo,
tienen que llevar sus reclamaciones al tribunal correspondiente, pues yo no tengo poderes
para alterar el texto. Somos simples administradores; y si no se nos permite actuar,
llevaremos el asunto entero a la Cancillería celestial. La disputa no es entre nosotros y el
pensamiento moderno, sino entre Dios y la sabiduría de los hombres. Dicen ellos: “Es que
es absurdo seguir machacando esta antiquísima historia”. No nos importa lo antigua que
sea; puesto que vino de Dios, la repetimos en su Nombre. Llamadla como queráis, está en
el Libro del que nosotros sacamos nuestra autoridad. “Pero ¿es que no tenéis juicio
propio?” Quizá lo tenemos, y tanto como los que se nos oponen; pero nuestro juicio no se
inventa nada, nos guía simplemente a administrar lo que nos ha sido confiado. Los
administradores tienen que atenerse a las órdenes recibidas, y deben cumplir las con-
diciones que les han sido impuestas.
123

Hermanos, en esta hora presente “somos puestos para la defensa del Evangelio”. Si
hay hombres que han sido llamados a este cargo, somos nosotros. Estamos en tiempos de
inseguridad: los hombres han levado anclas y están siendo llevados por vientos y corrientes
de tipo diverso. En cuanto a mí, en esta hora de peligro, no solamente he echado el ancla
grande de proa, sino que además he echado cuatro anclas en popa. Quizás esto no sea lo
acostumbrado; pero en nuestros tiempos es necesario estar bien anclado. Los razonamientos
escépticos quizá me hayan movido en otros tiempos, pero no ahora. ¿Nos piden nuestros
enemigos que guardemos las espadas y dejemos de luchar por la fe antigua? Nosotros
contestamos como los griegos dijeron a Jerjes: “Venid y tomadlas”. Hace poco tiempo, los
pensadores avanzados iban a barrer a los ortodoxos para echarlos al limbo; pero hasta
ahora, hemos sobrevivido a sus asaltos. Son unos jactanciosos que no conocen la vitalidad
de las verdades evangélicas. No, el glorioso Evangelio no perecerá jamás. Si hemos de
morir, moriremos luchando. Si hemos de desaparecer personalmente, nuevos evangelistas
predicarán sobre nuestras tumbas. Las verdades evangélicas son como los dientes del
dragón que Cadmo sembraba: producen hombres completamente armados para la batalla.
El Evangelio vive por la muerte. Sea como fuere, en esta lid, si no somos victoriosos,
seremos por lo menos fieles.
6. El trabajo del administrador consiste en distribuir los bienes de su amo según el
objeto a que están destinados. Ha de sacar cosas nuevas y viejas, ha de ofrecer leche a los
niños y carne sólida a los hombres, dando a cada uno su porción oportunamente. Me temo
que en algunas mesas los hombres fuertes han estado esperando mucho tiempo la carne y
hay pocas esperanzas de que aparezca; lo que abunda más es la leche con agua. El domingo
pasado alguien fue a oír a cierto predicador, y se quejó de que no predicaba a Cristo. Otro
contestó que quizá no era el momento adecuado; pero el momento adecuado para predicar a
Cristo es cada vez que se predica. Los hijos de Dios están siempre hambrientos, y no hay
pan que los satisfaga, excepto el que viene del cielo.
El administrador prudente ha de mantener la proporción verdadera. Sacará cosas
nuevas y viejas; no siempre doctrina, no siempre práctica, y no siempre experiencia. No
siempre predicará el conflicto, ni siempre la victoria; no presentando un solo aspecto de la
verdad, sino una especie de vista estereoscópica que hará que la verdad «destaque por su
evidencia». Gran parte de la preparación de los alimentos espirituales consiste en la
correcta proporción de los ingredientes. Uno usaba la palabra que no debía al decir que en
sus sermones ponía tres partes de calvinismo y dos de arminianismo; queriendo decir,
según después me enteré, que predicaba un Evangelio completo y al mismo tiempo
gratuito: en sus intenciones, estoy de acuerdo con él. Demos una buena porción de
experiencia, sin olvidar aquella vida superior que consiste en una creciente humildad
espiritual. Demostrar a fondo nuestro ministerio exigirá mucha discriminación; pues la falta
de proporción en lo que se predica ha causado graves daños a muchas iglesias La senda de
la sabiduría es tan estrecha como el filo de la navaja, y para seguirla necesitaremos la
sabiduría divina. No se toca el arpa usando una sola cuerda. Los siervos de nuestro Amo
murmurarán si no les damos más que “carne caliente y carne fría”. De la despensa del
Maestro hemos de sacar una gran variedad de alimentos, adecuada para el desarrollo de la
virilidad espiritual. El exceso en una dirección y el defecto en otra, pueden producir mucho
mal; por lo tanto, usemos el peso y la medida, y busquemos dirección.
124

Hermanos, cuidad de usar vuestros talentos para vuestro Amo, y sólo para Él. Desear
ser pescadores de almas para que piensen que lo somos, es deslealtad al Señor. Es in-
fidelidad al Señor aun predicar doctrina sana si es con objeto de que se nos tenga por sanos,
u orar fervientemente con el deseo de ser conocidos como hombres de oración. Hemos de
buscar la gloria del Señor con ojo sencillo, y de todo corazón. Es preciso que usemos el
Evangelio del Señor, la congregación del Señor, y los talentos del Señor, para Él y para
nadie más.
7. El administrador debe ser también el guarda de la familia de su amo. Cuidad de
los intereses de todos los que están en Cristo Jesús, y que todos sean tan caros para vosotros
como vuestros propios hijos. En tiempos antiguos, los criados solían estar tan unidos a la
familia, y tan interesados en los asuntos de sus amos, que hablaban de nuestra casa,
nuestras tierras, nuestro coche, nuestros caballos y nuestros hijos. Así es como el Señor
quiere que nos identifiquemos con sus negocios santos; y especialmente quiere que amemos
a sus escogidos. Nosotros, más que nadie, debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Debido a que pertenecen a Cristo, los amamos por causa de Él. Confío que cada uno de
nosotros pueda decir de todo corazón:
“No hay cordero en Tu rebaño que desdeñe apacentar”.
Hermanos, amemos de corazón a todos aquellos a quienes Jesús ama. Especialmente
a los probados y a los sufridos. Visitad a los huérfanos y a las viudas. Cuidad de los débiles
y desmayados Soportad a los melancólicos y desesperados. Tened presentes a todos los de
la casa, y así seréis buenos mayordomos.
8. Terminaré este cuadro diciendo que el administrador representa a su amo. Cuando
el amo está lejos, todos vienen al administrador para recibir órdenes. El que representa a un
Señor como el nuestro necesita portarse bien. El administrador debe hablar mucho más
cuidadosa y prudentemente cuando habla por su señor que cuando lo hace por su cuenta. A
menos que sea precavido en lo que dice, su señor puede verse obligado a decirle: “Harías
mejor en hablar por tu cuenta: no puedo permitirte que me representes de manera tan falsa”.
Amados hermanos y compañeros de servicio, el Señor Jesús es mal representado por
nosotros si no guardamos su camino, declaramos su verdad, y manifestamos su espíritu. Por
el criado, la gente deduce quién es el amo; ¿no está justificado que así lo hagan? ¿No debe
actuar el administrador a la manera de su maestro? No podéis separarlos, ni al amo de su
administrador, ni al Señor de su representante. A un puritano le dijeron que era demasiado
cuidadoso; pero él replicó: “Sirvo a un Dios cuidadoso”. Hemos de ser bondadosos, pues
representamos al bondadoso Jesús. Hemos de ser celosos, pues representamos a Alguien
que se envolvía en el celo como en una capa. Nuestro mejor guía, cuando no estemos
seguros de lo que hemos de hacer, se hallará en la respuesta a la pregunta “¿Qué haría
Jesús?” Al deliberar sobre si ir a un lugar de esparcimiento, podéis poner fin a las dudas
diciendo: “Voy a ir si sé que mi Amo hubiera ido”. Si os sentís movidos a hablar
acaloradamente, cuidad que sea sólo con el calor que habría mostrado vuestro Señor.
Si quieren que habléis de vuestros propios pensamientos más que de la verdad
revelada, seguid a Jesús, que no hablaba de sus propios pensamientos, sino de los del Padre.
De este modo actuaréis como debe hacerlo un administrador. En esto estriba vuestra
sabiduría, vuestro consuelo y vuestro poder. Cuando alguien acusó a un administrador de
locura, él se limitó a replicar: “Decid lo que queráis de lo que hice, pues yo estaba
125

siguiendo las órdenes de mi señor”. Quisquillosos, no censuréis al administrador. Ha hecho


conforme a lo mandado por su superior; ¿qué otra cosa queríais que hiciese? Nuestra
conciencia está limpia, y nuestro corazón en reposo, cuando nos damos cuenta de que
hemos tomado la cruz, y hemos seguido las huellas del Crucificado. La sabiduría es
justificada por sus hijos. Si no hoy, a la larga se verá que la obediencia es mejor que la
originalidad, y la capacidad para ser enseñado más de desear que el genio. La revelación de
Jesucristo vivirá más que las especulaciones humanas. Nos damos por satisfechos, más aún,
sentimos anhelo por no ser considerados como pensadores originales y hombres de
inventiva; deseamos dar a conocer los pensamientos de Dios, y terminar la obra que Él está
obrando en nosotros poderosamente.

La segunda parte de mi mensaje tratará de NUESTRAS OBLIGACIONES COMO


ADMINISTRADORES. “Se requiere de los mayordomos, que cada uno sea hallado fiel”.
No se requiere que cada uno sea hallado ingenioso, o agradable a sus asociados, ni siquiera
que sea hallado eficiente. Todo lo que se requiere es que sea hallado fiel; y en verdad que
no es cosa de poca importancia. Será necesario que el Señor mismo sea nuestra sabiduría y
nuestro poder, pues de lo contrario fracasaremos. Muchas son las maneras en que podemos
fallar en este punto, por muy sencillo que parezca ser.
1. Podemos dejar de ser fieles actuando como si fuéramos jefes en vez de
subordinados. Surge en nuestra iglesia una dificultad que podría arreglarse fácilmente con
indulgencia y amor, pero nos “plantamos en nuestra dignidad”; y entonces al criado le
queda pequeña la librea. Podemos ser muy elevados y poderosos si queremos; y cuanto más
pequeños somos, tanto más fácilmente nos hinchamos. No hay gallo más imponente en la
pelea que el enano; y no hay ministro más dispuesto a contender por su “dignidad” que el
hombre que no tiene dignidad. ¡Qué aspecto tan necio el nuestro cuando nos hacemos
“grandes”! El administrador cree que no ha sido tratado con el debido respeto, y va a hacer
“que los criados se enteren de quién es”. El otro día, su amo fue insultado por un inquilino
enojado y no hizo caso, pues tenía demasiado sentido común para molestarse por asunto tan
insignificante; pero su administrador no pasa nada por alto, y se inflama por todo: ¿debiera
ser así? Me parece ver al bondadoso amo poner la mano sobre el hombro del furioso criado
y oírle decir: “¿No puedes soportarlo? Yo he soportado mucho más”.
Hermanos, el Señor “sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo”, ¿y nos
cansaremos y desmayaremos en nuestros espíritus? ¿Cómo podemos ser administradores
del bondadoso Jesús si nos portamos altivamente? No nos demos demasiada importancia, ni
tratemos de señorear sobre la heredad de Dios; pues Él no lo quiere así, y no podemos ser
fieles si cedemos al orgullo.
También fracasaremos en nuestros deberes como administradores si empezamos a
especular con el dinero del Señor. Quizá podemos disponer de lo nuestro, pero no del
dinero del Señor. No se nos ha dicho que especulemos, sino que nos “ocupemos” hasta que
venga. Comerciar honradamente con sus mercaderías es una cosa; pero lanzarse a jugar y
correr riesgos ilícitos es muy diferente. No pienso especular con el Evangelio de mi Señor,
soñando que puedo mejorarlo por medio de mis propios y profundos pensamientos, o
echando a volar en compañía de los filósofos. Aun tratándose de salvar almas, no vamos a
hablar de otra cosa qué del Evangelio. Aunque pudiese crear una gran conmoción
126

enseñando doctrinas novedosas, aborrecería tal pensamiento. Provocar un avivamiento


suprimiendo la verdad, es obrar falsamente; es un fraude piadoso, y el Señor no desea
ningún beneficio que pueda venir por medio de semejantes transacciones. Nuestra parte
consiste en usar simple y honradamente las libras del Señor, y entregarle el beneficio
obtenido en los negocios justos.
Somos administradores y no señores, y por ello es preciso que negociemos en nombre
de nuestro Amo y no en el nuestro propio. No corresponde a nosotros el fabricar una
religión, sino proclamarla; y aun esta proclamación ha de hacerse no por nuestra autoridad
propia, sino que ha de estar siempre basada en la de nuestro Señor. Somos “coadjutores
juntamente con Él”. Si un hermano se establece por su cuenta, lo estropeará todo, y en
breve tiempo quebrará espiritualmente. Su crédito pronto se agotará cuando desaparezca el
nombre de su Señor. Nada podemos hacer en nuestra mercadería espiritual sin el Señor. No
tratemos de actuar por nuestra propia cuenta, sino conservemos nuestro puesto cerca del
Jefe en toda humildad espiritual.
2. Es posible que lleguemos a ser desleales a lo que se nos ha encomendado si
actuamos para agradar a los hombres.
Cuando el administrador estudia el modo de agradar al labrador o de satisfacer los
caprichos de la sirvienta, las cosas han de ir necesariamente mal, pues todo está desplazado.
Influimos unos sobre otros, y somos influidos también recíprocamente. Los más grandes
son afectados inconscientemente en cierto grado por los más insignificantes. El ministro ha
de ser influido de manera abrumadora por el Señor su Dios, de modo que las demás
influencias no le aparten de la fidelidad. Tenemos que recurrir continuamente al cuartel
general, y recibir la Palabra de la boca del Señor mismo, para poder ser continuamente
guardados en la rectitud y la verdad; de lo contrario, pronto seremos parciales, aunque no
nos demos cuenta de ello. No ha de haber reservas que tengan por objeto agradar a otra
persona, ni carreras apresuradas para satisfacer a algunos, ni el más mínimo desplazamiento
para satisfacer incluso a la comunidad entera. No hemos de tocar cierta nota para obtener la
aprobación de tal partido, ni tampoco silenciar una doctrina importante para evitar ofender
a determinado grupo. ¿Qué tenemos que ver con los ídolos, sean muertos o vivos? ¡Si os
proponéis complacer a todo el mundo, menudo trabajo os espera! Las labores de Sísifo y
los trabajos de Hércules no son nada en comparación con esto. Es preciso que no adulemos
a los hombres. Si agradamos a los hombres, desagradaremos a nuestro Dios; de modo que
el éxito en la tarea que nos hemos impuesto sería fatal para nuestros intereses eternos.
Tratando de agradar a los hombres, no lograremos ni siquiera agradarnos a nosotros
mismos. Agradar al Señor, aunque parezca muy difícil, es una tarea más fácil que agradar a
los hombres. Mayordomo, ¡mira sólo a tu Amo!
3. No seremos tenidos por administradores fieles si somos ociosos y malgastamos el
tiempo. ¿Conocéis ministros perezosos? He oído hablar de ellos; pero cuando los veo con
mis ojos, mi corazón los aborrece. Si os proponéis ser perezosos, hay muchos campos en
que no os querrán; pero, por encima de todo, no se os quiere en el ministerio cristiano. El
hombre que encuentra que el ministerio es una vida fácil, encontrará también que va a
traerle una muerte difícil. Si no somos laboriosos, no somos verdaderos administradores;
pues hemos de ser ejemplos de diligencia para la casa del Rey. Me gusta el precepto de
Adam Clarke: “Mataos trabajando y luego resucitad a fuerza de oraciones”. Nunca
cumpliremos con nuestro deber para con Dios o los hombres si somos holgazanes.
127

Con todo, algunos que siempre están ocupados pueden, a pesar de ello, ser infieles, si
todo lo que hacen es hecho de manera desordenada y perdiendo el tiempo. Si jugamos a
predicar, hemos escogido un juego terrible. Echar los textos como quien echa naipes y
hacer ensayos literarios con temas que mueven cielo y tierra es vergonzoso. Tenemos que
ser serios como la muerte en trabajo tan solemne. Hay chicos y chicas que siempre están en
risoteos, pero nunca ríen de veras; son la imagen misma de ciertos predicadores que
siempre están bromeando. Me gusta reír de veras; el verdadero humor puede ser santifica-
do, y los que pueden mover a los demás a sonreír también pueden moverlos a llorar. Pero
aun este poder tiene límites que el necio puede sobrepasar. Sin embargo, no hablo ahora del
excéntrico convencido. Los hombres en que estoy pensando son sardónicos y sarcásticos.
Un hermano fervoroso comete una equivocación en gramática, y lo observan con desprecio;
otro devoto creyente yerra en una cita clásica, y esto también les proporciona un gran
placer. El fervor y la devoción no cuentan; o mejor dicho, son la razón secreta del desprecio
en estos críticos superfinos y superficiales. Para ellos el Evangelio no es nada; su ídolo es la
inteligencia. En cuanto a sí mismos, su preocupación principal es descubrir lo que más les
honrará dentro de la escuela filosófica a que pertenecen. No tienen ni convicciones ni
creencias, sino tan sólo gustos y opiniones, y todo ello es un juego del principio al fin. Os
ruego que, sobre todo, no os acerquéis a la silla de los escarnecedores ni al asiento de los
que pierden el tiempo. Sed seriamente fervorosos. Vivid como hombres que tienen algo por
lo cual vivir; y predicad como hombres para quienes la predicación es la más sublime
actividad de su ser. Nuestro trabajo es el más importante que existe debajo del cielo o, de lo
contrario, es pura falsedad. Si no sois fervorosos en obedecer las instrucciones de vuestro
Señor, Él dará su viña a otro; pues no tolerará a los que convierten Su servicio en algo sin
importancia.
4. Cuando hacemos mal uso de lo que pertenece a nuestro Amo, somos desleales a lo
que se nos ha confiado. Se nos ha confiado cierto grado de talento, fortaleza e influencia, y
hemos de usar este depósito con un sólo propósito. Nuestro objetivo es fomentar la honra y
la gloria del Maestro y Señor. Hemos de buscar la gloria de Dios, y nada más. Sea como
sea, que todos usen la máxima influencia en el bando justo en política; pero ningún ministro
tiene libertad para usar su posición en la iglesia para favorecer los fines de un partido. No
censuro a los que trabajan en pro de la templanza; pero aun este admirable movimiento no
ha de ocupar el lugar del Evangelio: espero que nunca lo hagan. Sostengo que ningún
ministro tiene derecho a usar su capacidad o su cargo para ofrecer meras diversiones a la
multitud. El Maestro nos ha enviado a pescar almas; todo lo que tienda a ese fin está dentro
del campo de lo que se nos ha encomendado; pero lo que lleva directa y claramente a dicho
fin es nuestro trabajo principal. El peligro estriba actualmente en usar el teatro, el
semiteatro, los conciertos, etcétera. Hasta que yo vea que el Señor Jesús ha usado un teatro
o preparado un auto sacramental, no pensaré en emular a la escena o competir con las salas
de conciertos. Si me ocupo en mis negocios, predicando el Evangelio, tendré bastante que
hacer. Para la mayoría de los hombres basta un objetivo: uno como el nuestro es suficiente
para cualquier ministro, por muchos que sean sus talentos y por muy polifacético que sea su
espíritu.
No uséis los bienes de vuestro Amo indebidamente, no sea que seáis culpados de
abuso de confianza. Si vuestra consagración es verdadera, todos vuestros dones son del
Señor, y sería una especie de desfalco usarlos, para otra cosa que para Él. No tenéis que
hacer fortuna para vosotros mismos; no creo probable que la hagáis en el ministerio
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bautista. No habéis de tener un segundo fin u objeto. “Sólo Jesús” ha de ser el motivo y
lema de vuestra carrera vitalicia. El deber del administrador es estar consagrado a los
intereses de su patrono; y si olvida esto a causa de algún otro objeto, por muy laudable que
el tal pueda ser, no es fiel. No podemos permitir que nuestras vidas vayan por dos canales;
no tenemos suficiente fuerza vital para dos objetivos. Es preciso que seamos de corazón
sencillo. Hemos de aprender a decir: “Una cosa hago”. En todos los departamentos y
detalles de la vida, ha de verse la señal de la consagración, y no debemos permitir que sea
ilegible. Vendrá día en que todos los detalles serán examinados en la audiencia final; y a
nosotros corresponde como administradores tener en cuenta el escrutinio del Señor en todos
los aspectos de nuestra vida.
5. Si deseamos ser fieles como administradores, es preciso que no descuidemos a
ninguno de la familia, ni ninguna parte de la finca. Me pregunto si practicamos la
observación personal de nuestros oyentes. Nuestro amado amigo, el señor Archibald
Brown, tiene razón cuando dice que Londres necesita no sólo las visitas casa por casa sino
habitación por habitación. En el caso de nuestra congregación, tenemos que ir más lejos y
practicar las visitas alma por alma. Ciertas personas sólo pueden ser alcanzadas por el
contacto personal. Si tuviese ante mí cierto número de botellas, y tuviese que llenarlas con
una manguera, mucha agua se perdería; si quiero estar seguro de llenarlas, debo tomarlas
una por una y echar dentro el líquido cuidadosamente. Tenemos que velar por nuestras
ovejas una por una. Esto ha de hacerse no sólo mediante la conversación personal, sino por
medio de la oración personal.
El doctor Guthrie relata que visitó a un enfermo que fue de gran consuelo para su
alma, pues le dijo que tenía la costumbre de acompañar a su ministro en sus visitas.
“Mientras estoy acostado, le seguiré a usted en sus visitas Recuerdo sin interrupción casa
tras casa en mis oraciones, y oro por el marido, su esposa y sus hijos, y todos los que viven
con él”. Así, sin dar un paso, el santo enfermo visitaba a McFarlane, a Douglas y a Duncan,
y a todos los demás a quienes su pastor iba a ver. Así deberíamos recorrer nuestro campo y
visitar las congregaciones, sin olvidar a nadie, sin desesperar de ninguno, llevándolos a
todos en el corazón ante el Señor. Pensemos especialmente en los pobres, los extravagantes,
los desesperados. Que nuestros cuidados, como las vallas de un redil, rodeen todo el
rebaño.
Vayamos a la caza de localidades descuidadas, y procuremos que ninguna comarca
quede sin los medios de la gracia. Esto no sólo se aplica a Londres, sino también a los
pueblos, aldeas, y pequeños grupos de casas en el campo. El paganismo se esconde en los
lugares solitarios tanto como en las barriadas superpobladas de las grandes ciudades. ¡Que
todos los terrenos reciban la lluvia de la influencia del Evangelio!
6. Hay otra cosa que conviene no pasar por alto; para ser fieles, es preciso que nunca
tengamos connivencia con el mal. Esta recomendación será bien acogida por ciertos
hermanos cuyo único concepto de lo que es podar un árbol es cortarlo. Hay jardineros que
cuando se les dice que los arbustos están un poco demasiado crecidos contestan: “Me
ocuparé de ellos”. A los pocos días, paseando por el jardín, veis la especie de venganza que
han llevado a cabo. Algunos no pueden aprender lo que es el equilibrio de las virtudes; no
saben matar un ratón sin prenderle fuego al granero. ¿Has dicho: “Fui fiel, jamás tuve
connivencia con el mal?” Bien está; pero ¿no ocurrirá que, por un arrebato, hayas
producido peor mal que el que has destruido? “Haga callar al niño”, dice la madre a la
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enfermera, y ésta al instante lo arroja por la ventana. Ha obedecido a su señora, haciendo


callar eficazmente al niño; pero no será muy alabada. De modo que cedéis a un arrebato, y
«le dais su merecido» a la congregación por el hecho de que no son lo que debieran ser:
¿sois vosotros todo lo que debierais ser? ¿Decís; “Van a enterarse de que aquí el amo soy
yo”? ¿Es así? ¿Eres el amo?
Pero quizá os sintáis movidos a decirme: “¿No es cierto que usted ocupa una posición
elevada en su propia iglesia?” Así es; pero ¿cómo la he alcanzado? No tengo otro poder que
el que la afabilidad y el amor me han dado. ¿Cómo he usado mi influencia? ¿He buscado la
preeminencia? Preguntad a los que me rodean. Mas dejémoslo y volvamos a lo que estaba
diciendo: no debemos permitir que el pecado quede sin reproche. Ceded en todos los
asuntos personales, pero estad firmes en lo que toca a la verdad y la santidad. Hemos de ser
fieles, para no incurrir en el pecado y el castigo de Eli. Sed honrados para con los ricos y
los influyentes; sed firmes para con los vacilantes; pues su sangre os será demandada.
Necesitaréis toda la sabiduría y la gracia que podáis alcanzar para cumplir vuestros deberes
como pastores. Parece que ciertos predicadores carecen de aptitud para gobernar a los hom-
bres, aptitud reemplazada por la capacidad de pegarle fuego a una casa, pues esparcen las
brasas y los carbones encendidos dondequiera que van. No seáis como ellos. No combatáis
contra carne y sangre; empero no hagáis muecas amistosas al pecado.
7. Algunos descuidan sus obligaciones como administradores de Cristo olvidando que
el Señor viene. “Aún no”, susurran algunos; “hay muchas profecías que cumplir; e incluso
es posible que ni siquiera venga, en el sentido corriente del término. No hay prisa especial”.
¡Ah, hermanos! Es el siervo infiel, quien dice: “Mi señor tarda en venir”. Esta creencia le
permite aplazar las tareas y labores. El criado no limpiará la habitación como deber diario,
porque el Señor está lejos; y el siervo de Cristo piensa que puede tener una buena limpieza,
en forma de avivamiento, antes que llegue su Señor. Si cada uno de nosotros se diese
cuenta de que cada día puede ser el último, seríamos más intensos en nuestra labor.
Mientras predicamos el Evangelio, cualquier día podemos ser interrumpidos por el son de
la trompeta y el clamor: “He aquí viene el Esposo; salid a recibirle”.
Esta esperanza contribuirá a acelerar nuestros pasos. Los días son cortos; el Señor
está a la puerta; es preciso que trabajemos con todas nuestras fuerzas. No hemos de servir al
ojo, excepto en el sentido de que trabajamos en la presencia del Señor, dado que Él está tan
cerca. Estoy impresionado por la rapidez con que huye el tiempo, la veloz aproximación de
la gran audiencia final. Estas Conferencias Anuales vuelven muy aprisa: a algunos de
nosotros nos parece que sólo ha pasado un día o dos desde la reunión del año pasado, y la
que será la última de ellas se acerca apresuradamente. Pronto estaré dando cuentas de mi
mayordomía; o bien, de sobrevivir aún cierto tiempo, otros de entre vosotros podéis ser
llamados a reuniros con vuestro Señor; pronto iréis a la casa del Señor si Él no viene pronto
a vosotros. Es preciso que sigamos trabajando hora tras hora con la mirada puesta en la
audiencia a que nos dirigimos, para que no seamos avergonzados de lo que estará registrado
de nosotros en el volumen del libro.
Deberíamos orar mucho acerca de esta fidelidad en la mayordomía, porque el castigo
de la infidelidad es terrible. En el palacio de los Dogos de Venecia hemos visto los retratos
de aquellos potentados, alineados en prolongada fila en torno a una gran sala; uno de los
espacios cuadrados destaca por no haber nada en él. Aunque no mires atentamente ninguno
de los retratos, inevitablemente fijas la vista en aquel espacio y preguntas: “¿Qué significa
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esto?” Allí están los Dogos en todo su esplendor, y allí se ve el espacio vacío. Marino
Faliero deshonró su cargo, y el gran Consejo de la ciudad ordenó que su efigie fuera
pintada de negro. ¿Será ésta la porción de alguno de los administradores presentes?
¿Seremos inmortales en la desgracia? ¿Se nos medirá eterna vergüenza y desprecio como
traidores a nuestro Redentor? Recordad las palabras del Señor Jesús cuando dice del siervo
infiel, que su Señor “le cortará por medio, y pondrá su parte con los hipócritas: allí será el
lloro y el crujir de dientes”. ¿Puede alguno de vosotros sondear ese abismo de horror?
La recompensa de todos los administradores fieles es sobremanera grande:
aspiremos a ella. El Señor hará que el hombre que fue fiel en pocas cosas sea puesto sobre
muchas cosas. Es extraordinario el pasaje en que nuestro Salvador dice: “Bienaventurados
aquellos siervos a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando: de cierto os digo, que
se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y pasando les servirá”. Es maravilloso que
nuestro Señor ya nos haya servido; pero ¿cómo podemos comprender que va a servirnos
nuevamente? ¡Pensad en Jesús levantándose de su trono para servirnos! “¡Mirad!” exclama
Él, “aquí viene uno que me sirvió fielmente en la tierra; abridle camino, vosotros los
ángeles, dominios y potestades. Este es el hombre a quien el Rey se deleita en honrar”. Y,
con sorpresa por nuestra parte, el Rey se ciñe y nos sirve. Nos disponemos a clamar: “No
sea así, Señor”. Pero Él debe y quiere cumplir su palabra. Este honor inefable lo concederá
a sus verdaderos siervos. ¡Feliz el hombre que, después de haber sido el más pobre y
despreciado de los ministros, es ahora senado por el Rey de reyes! ¡Ojalá seamos del
número de los que siguen al Cordero dondequiera que va! Hermanos, ¿podéis perseverar en
vuestra firmeza? ¿Podéis beber de su copa, y ser bautizados con su bautismo? Recordad
que la carne es débil. Las pruebas de la época actual son especialmente sutiles y graves.
Clamad al Fuerte pidiendo fortaleza, y poneos en manos de su amor todopoderoso.
Es preciso que vayamos adelante, cueste lo que cueste, pues no podemos retroceder;
no tenemos armadura que cubra nuestras espaldas. Creemos haber sido llamados a este
ministerio, y no podemos ser desleales al llamamiento. A veces se nos acusa de decir cosas
terribles acerca del infierno. No vamos a justificar todas las expresiones que hemos usado,
pero aún no hemos descrito una desdicha tan profunda como la que esperará al ministro
infiel. ¡El futuro de los perdidos sobrepasa toda idea, si lo consideramos a la luz de las
expresiones usadas por el Señor Jesucristo mismo! Las figuras casi grotescas que dibujó el
Dante, y los horrores descritos por los predicadores medievales, no exceden a la verdad
enseñada por el Señor cuando hablaba del gusano que nunca muere, y el fuego que jamás se
apaga. Ser echado a las tinieblas de afuera, anhelar en vano una gota de agua fría, o ser
cortado por medio, son horrores sin igual. ¡Y los hombres corren ese riesgo! ¡Sí, y mil
veces lástima que cualquier ministro se arriesgue así; que cualquier ser mortal suba al
pináculo del templo y desde allí se eche al infierno! Si he de ser un alma perdida que lo sea
como ladrón, blasfemo o asesino, y no como administrador infiel al Señor Jesucristo. Esto
es ser un Judas, un hijo de perdición.
Recordad que, si alguno de vosotros es infiel, gana una condenación superflua. No
fuisteis forzados a ser ministros. No fuisteis obligados a entrar en tan sagrado oficio. Estáis
aquí por vuestra propia elección. En vuestra juventud aspirasteis a tan santo servicio, y os
considerasteis felices alcanzando vuestro deseo. Si nos proponíamos ser infieles a Jesús, no
había necesidad de trepar a esta sagrada roca con objeto de multiplicar los horrores de
nuestra caída final. Podríamos haber perecido suficientemente en los caminos ordinarios del
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pecado. ¿Qué necesidad había de ganar una mayor condenación? Terrible será el resultado
si esto es todo lo que sacamos de nuestros estudios en el Colegio Teológico, y de nuestras
vigilias nocturnas para adquirir conocimientos. Mi corazón y mi carne tiemblan mientras
considero la posibilidad de que alguno de nosotros sea hallado culpable de traición a lo que
nos ha sido encomendado, y de deslealtad a nuestro Rey. Que nuestro buen Señor esté de
tal manera con nosotros que, finalmente, seamos limpios de la sangre de todos. Será
glorioso oír al Maestro decir: “Bien, buen siervo y fiel”.

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