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Sigue estas pautas de actuación para afrontar de la mejor manera

posible el reto que supone mediar en un conflicto. Ten en cuenta que


cada caso es único, y buena parte del éxito que vayas a tener
dependerá de tu habilidad a la hora de adaptar tu estrategia al
contexto determinado en el que estarás interviniendo.

1. Lo básico para empezar


Es importante que desde el primer momento sigas estas pautas
fundamentales que podrás aplicar a lo largo de este proceso de
mediación.

Ten en cuenta lo que saben de ti


¿Te conocen las personas en las que aplicas la mediación? ¿Qué
saben acerca de ti y de tus opiniones o creencias?

Si la respuesta a la primera pregunta es “no”, entonces debes


presentarte y dejar claras tus intenciones, que no son otras que ayudar
a que las partes involucradas lleguen a una salida al conflicto que
perjudique a ambas lo menos posible o que incluso las beneficie.

Por lo que respecta a la segunda cuestión, en el caso de que ya te


conozcan, debes analizar si alguna de las partes involucradas en la
disputa puede sospechar que por tus opiniones o simpatías estás del
lado de la parte percibida como enemiga. En algunos casos, incluso
puede ser negativo que alguien crea en un inicio que vas a estar de su
parte, ya que poco después se sentirá frustrada al comprobar que no
necesariamente. Por ello, debes probar que te tomas en serio el rol de
la mediación, mostrando que puedes comprender (aunque no
necesariamente compartir) el punto de vista de cada parte.

Ten claros tus objetivos y reconoce el conflicto


A la hora de mediar, es muy importante tener claro que hay que
procurar no tener una actitud evitativa ante este tipo de problemas.
Aunque no discutas ni ataques, juzgues o critiques a los otros, debes
hacer uso de la asertividad para mostrar que eres alguien en la misma
posición jerárquica que el resto. Debes comunicar mediante tu
discurso y mediante tu lenguaje no verbal que sabes que hay un
conflicto y que sabes que las personas con las que tratas también lo
saben.

Eso significa que no hay que fingir que no pasa nada, ni adoptar una
actitud condescendiente o exageradamente optimista, como si la
disputa no fuese real.

Expresa una actitud de seriedad pero conciliadora

En general, tu tono tiene que ser serio, aunque no cortante, y tu


lenguaje no verbal tiene que ser abierto y más bien relajado, para que
esta actitud se contagie al menos un poco. Además, si ves que las
personas que tienen un conflicto comparten algo de su lenguaje no
verbal que no tiene implicaciones hostiles, es bueno que lo imites
sutilmente; por ejemplo, inclinarte hacia adelante en tu silla, en vez de
apoyarte totalmente en el respaldo.

2. Dedica un tiempo a que se tranquilicen


Muchas veces es importante, antes que nada, contribuir a que quienes
discuten se tranquilicen. Para ello, deja claro que ese momento está
dedicado justamente para eso, para estar en silencio, libres del deber
de explicar qué ocurre, hasta que llega un punto en el que se recobra
la compostura lo suficiente como para entablar un diálogo constructivo.

Esto, además de tener un efecto fisiológico sobre el estado de las


personas (haciendo entre otras cosas que su ritmo cardíaco descienda
un poco y que no sean tan agresivos), tiene el poder psicológico de
representar el fin del enfado desenfrenado y el comienzo del encaje.

3. Deja que se expresen


Después de que si es necesario te hayas presentado, es el momento
de que cada parte diga lo que ocurre.

Tu trabajo debe apoyarse totalmente en lo que expresan las personas


que discuten, nada de lo que vayas a decir tiene que ser visto como
una imposición colocada en el centro del debate de manera
injustificada. Por eso, es importante dejar que se expresen, por turnos,
y pidiéndoles que expliquen qué es lo que quieren y qué les molesta.
Esto tiene que hacerse después de que todos acuerden en voz alta
dos normas: no interrumpirse y no faltar al respeto.

4. Reformula lo que oyes, de manera constructiva


Después de escuchar a cada parte, debes explicar en tus propias
palabras lo que crees que es el punto de vista de cada una de las
partes, pero despojando este contenido de esos elementos que
generan confrontación, como las acusaciones y las críticas al otro.

De esta manera, cada uno escuchará el punto de vista del otro pero en
términos más neutrales y potencialmente razonables.

5. Busca una solución a medio camino


No tiene por qué consistir en que ambas partes se llevan una parte de
lo que querían desde el principio; puede ser una cosa totalmente
diferente. Lo fundamental es que ninguna de las personas
involucradas se sienta humillada o claramente perdedora. Haz
propuestas, y procura no poner sobre la mesa una solución que sea
exactamente la que propone una de las partes.
¿Qué es la mediación educativa y cómo
puede ayudar con los menores?
La mediación educativa es una forma de resolver conflictos entre diversas personas que
requiere la figura de una persona ajena al problema, que es lo que se conoce como la
figura del mediador. Cuando los conflictos se dan en menores y jóvenes, la mediación más
utilizada es la educativa, ya que se pretende que con esta técnica se eduque a los jóvenes
de tal forma que no vuelvan a caer en los problemas que han originado el conflicto.

Esta técnica cada vez es más empleada por el personal con menores a su cargo, todo ello
en detrimento de cualquier tipo de medida disciplinaria o castigo, es por eso que en
muchas ocasiones este tipo de mediación se ve más como una terapia para ayudar más
que para reprender.

Lo primero que tienes que tener claro es que los conflictos en menores hay que abordarlos
de una manera distinta. Estos se dejan llevar más por sus sentimientos, por eso el tipo de
mediación que se debe llevar a cabo debe ser más peculiar y hay que emplearla con gran
paciencia. Para que las mediaciones educativas tengan éxito tienes que tener presente
varios aspectos:

 La mediación educativa basa su éxito en el diálogo razonado entre las partes


pertenecientes al conflicto.
 Las partes implicadas deben aceptar la mediación educativa de manera voluntaria.
 El mediador únicamente puede escuchar los razonamientos y hacer que las partes
se escuchen y se entiendan. En ningún momento el mediador tiene que realizar un
veredicto o tomar parte de un bando.
 La mediación educativa para que consiga su objetivo, no tiene que ir acompañada
de castigos o reprimendas.
 Hay que ver la mediación educativa como una oportunidad de crecimiento personal
entre las partes del conflicto. Hay que utilizar este método para analizarse a uno mismo y
ver qué problema ha originado la discusión para solventarlo cuanto antes y no volver a caer
en el mismo.

Al tener en cuenta todos estos puntos, la mediación educativa se convierte realmente en


una herramienta de aprendizaje para los menores, que aprenden sin castigos cómo mejorar
su comportamiento.

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