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SANTIAGO GUERRA
Entreguismo e integrismo
Tiempo de diálogo
Entre la controversia y la rendición, entre el rechazo mono-
maniático y la candorosa y acrítica aprobación, existe una acti-
tud más juiciosa y ecuánime: el diálogo.
El espíritu de diálogo es menos una postura libre y volun-
tariamente adoptada que una intimación y apremio de este mo-
mento de la historia humana. Mirando hacia atrás aprendemos
de esta maestra de la vida que el enfrentamiento ideológico o
práctico entre los hombres procede generalmente de mutua ig-
norancia, incapacita para un análisis sereno e impele a retirarse
a bien atrincheradas fronteras; so capa de amor a la verdad y
de defensa de la fe, se hacen de las confesiones religiosas aspi-
lleras de lanzamiento de dardos vejatorios y fábricas para la
industria de anatemas. ¿Es posible que los hijos de la misma
tierra y los hermanos de la misma raza humana sean tan dife-
rentes? ¿Será una utopía pretender engarzar el hilo de un acer-
camiento y conocernos la cara? El fruto amargo que los ánimos
Ecumenismo religioso
No sólo psicologías de tan vastos horizontes como la de Jung
han visto llegada la hora del mutuo conocimiento y el recíproco
influjo. El aludido Documento del Vaticano II sobre las religio-
nes no cristianas es mucho más que una concesión inevitable al
moderno espíritu de tolerancia; se nos dirige como un requeri-
miento del Espíritu de Dios a reconocerle también más allá de
las fronteras cristianas.
Un teólogo tan poco sospechoso de sincretismo como el ac-
tual prefecto de la Congregación de la Fe, cardenal Ratzinger,
califica «el éxito de la espiritualidad ol'Íental en Occidente como
un desafío central para el cristianismo» B. Y continúa diciendo
que «junto a la atención que hay que prestar al renacimiento
del Islam y al marxismo, el diálogo con la mística asiática es
una de las principales pruebas para el cristianismo occidental» 9.
Es fácil suponer que Ratzinger no tendrá excesivas simpatías
por la mística de Ol'Íente, pero al menos ha dejado constancia
de la importancia de un diálogo que expresamente sitúa en la
misma línea de urgencia que el diálogo con el marxismo.
A la mirada superficial, el futuro de la Humanidad aparece
como dependiendo únicamente del diálogo Este-Oeste en el or-
den político-social (comunismo-capitalismo), como un juego, cier-
tamente muy sel'Ío, que se decide exclusivamente en el tablero
de la política, la economía y la técnica. Pero no menos decisivo
resulta para ese mismo futuro el encuentro Oriente-Occidente
en el campo espiritual. El cruce de culturas que hoy tiene lugar
en nuestro planeta ha puesto a ambos en camino uno del otro;
pueden mutuamente avasallarse y destruirse, pero pueden tam-
bién, mediante un fértil intercambio, crear las condiciones de
equilibrio que hagan posible la existencia de un mañana cualita-
tivamente distinto. Nada menos que un vidente tan autorizado
de la marcha de la historia como Arnold Toynbee ha escrito: «El