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Con este fin de siglo, que para algunos ha sido el siglo más
corto de la historia, asistimos a lo que se ha denominado el fin o
el crepúsculo de las ideologías, que han sustentado la vida política
y social de estos dos últimos siglos, así como las relaciones inter-
nacionales.
J unto al fin de las ideologías, este fin de siglo ve reanimarse
viej as posturas irracionales como el nacionalismo, o lo que para
algunos ha sido denominado como la vuelta a la tribu 1, Y el
llamado integrismo o fundamentalismo, los cuales no son propios
de este momento, sino que hunden sus raÍCes en el mundo del
siglo XIX, ya que nacieron como respuesta y oposición a las ideo-
logías propias del mundo del siglo XIX, modernidad, centralismo
liberal e imperialismo europeo.
Estos movimientos nacionalista o fundamentalista no tienen
otra finalidad que la que han tenido el resto de movimientos con-
temporáneos, reconstruir la solidaridad y el orden ante la concien-
cia que tenían de una pérdida de sentido; para ello los distintos
movimientos desarrollados en el mundo contemporáneo han ape-
lado a distintas solidaridades: solidaridad de clase, de raza, de
4 Para saber más sobre el integrismo, ver la obra de JUAN MARÍA LABOA,
El integrismo, UIl talante limitado y excluyente, Madrid, 1985.
5 Esta mentalidad antiimperialista ha sido empleada durante la Guerra del
Golfo por un líder que representa al movimiento arabista de corte laico más
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l. EL FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO
que al islamista como es Saddam Husein, que pretendió ganarse las bases del
islamismo al presentar la guerra contra la coalición internacional como una
nueva cruzada o guerra santa contra el impío Occidente. No podemos olvidar
que la República de Irak desde su nacimiento ha tenido un fuerte sentido
antioccidental, lo cual hará que siempre haya virado en la órbita de los países
socialistas. Editorial de La Civittá Católica, 17, noviembre de 1990.
6 Esta reacción no se dio solamente en el mundo islámico, el cual pudo
preservar mucho más su identidad religiosa y cultural, también en el mundo
africano vemos la reacción contra el mundo occidental con los distintos fe-
nómenos del sincretismo religioso y más tarde con las llamadas políticas de
autenticidad. El sincretismo se presenta como la forma de afianzar la perso-
nalidad negra del africano frente al blanco y al colonialismo. Los blancos
representaban para los negros un mundo de ricos, de gente poderosa que
encontraban el secreto de su riqueza y de su poder en su religión; por ello
con sincretismo, mezcla de los ritos tradicionales africanos y de elementos
cristianos, ven el camino de afianzarse en los valores del blanco sin renunciar
para nada a su personalidad: «Nosotros somos desgraciados porque Dios /la
nos ayuda a hacernos ricos. No se alía COIl /losotros. Pero ahora ya nos
hemos despabilados. En nuestra Iglesia encontramos la fuerza para obtener
las cosas buenas de la civilización». A. CAMPS, «Nuevas religiones en Afri-
ca», en Concilium 181 (1981), pp. 106-113.
7 Esto es lo que nos explica que el mensaje fundamenlalisla se haya
convertido en la ideología de los sectores más desfavorecidos en lo económi-
co y de las clases medias desencantadas frente al modelo occidental en lo
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que está mal y creéis en Dios. Si la gente de la Escritura creyera, les iría
mejor. Hay entre ellos creyentes, pero la mayor parte son perversos», «El
Corán», Madrid, 1980, pp. 102-103.
12 Esta conciencia de oposición a Israel hasta convertirla en guerra santa
se fundamenta en el Corán como medio de reconquistar aquello que les ha
sido arrebatado: «Matadles donde les halléis y expulsadles de donde os hayan
expulsado», «El Corán» 2, 191. La oposición a Israel no reviste una carac-
terística étnica, simplemente nace de la conciencia de haber sido arrojados de
una tierra que consideraban suya y obliga a todo musulmán en función de la
solidaridad nacida de pertenecer a la misma comunidad de los elegidos. La
guerra santa se ha de realizar siempre a favor del oprimido, en este caso a
favor de los palestinos a quienes se les niega sus derechos en una tierra que
les ha sido arrebatada. A partir de la década de 1970, Palestina, como per-
sonaje colectivo, será el gran símbolo que se esgrima contra el imperialismo
por parte de los movimientos islámicos. ROLF REICHERT, Historia de Palestina,
Barcelona, 1973, pp. 191-221. GILLES I(EPEL, La revancha de Dios. Cristia-
nos, judíos y musulmanes a la conquista del mundo, Salamanca, 1991,
pp. 42-44, 68-70.
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1.4. Conclusión
36 A comienzos de los años sesenta una gran parte de los analistas se dan
cuenta de que el cambio social o «una completa transformación social de la
sociedad» no se conseguiría de forma pacífica, sino por medios violentos;
esto es lo que llevará a amplios sectores eclesiales a romper con su tradicional
status de defensa del orden antiguo y de las clases sociales acomodadas para
intentar acercarse a los sectores más desfavorecidos y lograr un nuevo marco
político. WILLIAM V. D'ANTONIO, Democracia y religión, en Religión, revolu-
ción y reforma. Nuevas formas de transformación en Latinoamérica, Barce-
lona, 1970, pp. 437-482.
37 También al episcopado latinoamericano ha llegado la preocupación por
el problema de las sectas y del protestantismo fundamentalista procedente de
Estados Unidos. Se ha hablado de «las sectas protestantes instrumento del
imperialismo norteamericano», «manipulación de las sectas por la CIA»,
«penetración de las sectas como parte de un plan amplio de penetración
ideológica en América Centra!». «Las sectas en Centroamérica», en Pro
mundi Vita, 100 (1985), pp. 2-4.
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3. CONCLUSIÓN