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Primero: Atracción de ya convertidos en lugar de conversiones.

En América Latina el énfasis en


los buscadores sensibles perdió su enfoque con el tiempo, pues empezaron a atraer a más
convertidos heridos y decepcionados de otras iglesias. Perdieron tal enfoque cuando dejaron
de inculcar entre sus miembros el modelo de un evangelismo por atracción (invitar gente a la
iglesia). Pues al invitarles, nadie les mostraba interés, no se les hacía un seguimiento, ni se
hacían cargo de sus necesidades pastorales. Con el tiempo la cantidad de visitantes mermó, y
la congregación se tornó más exclusiva que inclusiva.

Segundo: el cuidado pastoral se convirtió en algo escaso. Algunas megaiglesias no


desarrollaron un ministerio enfocado en grupos pequeños. ¿Cómo se puede atender las
necesidades pastorales de miles de personas? Al menos en grupos pequeños se puede brindar
cuidado. Sin embargo, al prestarse más atención a las actividades masivas que a los grupos
pequeños, estas iglesias empezaron a declinar más rápidamente. Se les olvidó que una iglesia
grande crece siendo pequeña. Mientras me pregunto: ¿quién cerrará la puerta trasera? Otras
iglesias han adaptado modelos abusivos como los modelos de los 12, G12, G8, o el de la visión.
Piden total lealtad, compromiso y entrega, y se llega a sacrificar a la familia, el empleo, y la
salud de las personas. En algunas de estas iglesias se solicita que todo aquel y toda aquella que
sea parte del proceso, firme un «contrato de la corporación celestial», donde la persona se
somete a una total obediencia al pastor-apóstol mediante una alianza espiritual. ¡Y qué hay de
Cristo? Abusos espirituales y de poder se cometen con estos modelos, todo por el crecimiento
de la iglesia, pero no del Reino.

Tercero: se contrata a los pastores para que se hagan cargo de los programas y no para brindar
cuidado a personas. ¡Terrible error! La iglesia se trata de gente, no de unos programas. Por un
lado, hay que tener claro que el pastorado es un don espiritual no un título: los pastores
brindan cuidado pastoral. Por otro lado, los voluntarios recargados de trabajo sufrían
agotamiento. No tenían un pastor que les mostrara cuidado, ni responsabilidad. Debían
esperar cita de hasta dos meses para reunirse con alguno de sus pastores. Por último, los
pastores generales ( e., celebridades, pastores carismáticos, ceos, [chief executive officers,
‘directores ejecutivos’]) encontraron que la gente los seguía a ellos, pero no a Cristo. ¿Quién
predica este domingo? Al mermar la aparición de personalidades que manejaban el
espectáculo, disminuyó la asistencia a los cultos.

Cuarto: los largos mensajes o conferencias (pues no se usa más la palabra sermón) han sido el
plato fuerte de las megaiglesias, y pronto empezaron a encontrar sus limitaciones. Tales
mensajes son de corte sicologista ―se basan en la sicología popular en lugar de las
Escrituras― y llegan a sacrificar el texto bíblico. Es decir, tales conferenciantes pasaban más
tiempo leyendo libros de sicología popular que practicando una buena exégesis del texto
bíblico. Este énfasis llegó a impactar con el tiempo en la pobre capacitación bíblica de sus
miembros. Incluso en algunas de las megaiglesias la lectura bíblica desapareció de su liturgia o
servicio. La gente llegó a saber más de pobre sicología aplicada que de principios bíblicos para
su vida cristiana. La enseñanza bíblica es pobrísima.

Quinto: su amplio real state (el mantenimiento o costo de sus propiedades) llegó a matarlas
financieramente. Algunas de estas megaiglesias, al no requerir a sus miembros, provocaron
que muchos de ellos nunca se comprometieran con sus diezmos y ofrendas. Tal vez el 20 % de
los asistentes servían en ministerios y sostenían las finanzas de la iglesia. Los demás parecían
ser visitantes recurrentes sin ningún compromiso. Eran como nómadas que cada domingo
rotaban de megaiglesia en megaiglesia. Nuevos creyentes: ¿quién se comprometería en una
iglesia donde a nadie le importa si yo existo? Los grandes edificios e instalaciones se
convirtieron en algo difícil de mantener. ¡Cayeron en un círculo vicioso! No se pueden
contratar más pastores para atender a los no atendidos (el 80 % de los asistentes) pues las
instalaciones, y los altos salarios de las celebridades y otro personal se tragaban lo que el 20 %
de sus asistentes donaban. Eso motivó a que la iglesia empezara a ser administrada como una
empresa en vez de ser un instrumento para el Reino. Cada vez la estructura empezó a
perpetuarse en sí misma, y a darse menos enfoque misional como en el evangelismo y el
discipulado.

Sexto: Al carecer la megaiglesia de una doctrina protestante (histórica) particular, todos eran
bienvenidos a creer lo que quisieran creer. Por tanto, nadie sabía en qué se creía, ni en qué se
debía creer, y, entre estos, los mismos pastores. Esto se agudizaba en aquellas iglesias donde
sus pastores carecían de una formación teológica sólida, que son la mayoría. Y al atraer estas
iglesias a personas de otras iglesias, se empezaron a generar diferencias que impidieron
mantener la tolerancia. Se convirtió en imperativo consolidar una doctrina, y aquellas iglesias
que lo hicieron debieron decir sí a ciertos criterios y no a otros. Al producirse esta
consolidación doctrinal sus miembros disminuyeron por diferencias irreconciliables. La razón
de todo esto es que la sicología popular es el plato más sencillo de preparar en sus
predicaciones.

Séptimo: El mercadeo se convirtió en la herramienta más importante para diseñar su modelo.


Al preguntarle a la gente de clase media sobre el tipo de iglesia, programas y actividades que
desearían, se generó la megaiglesia. De esta manera vale la pena aseverar que la megaiglesia
es producto del marketing, nunca de la misión de Dios. La iglesia respondió a las inquietudes
del mercado, y con tal de satisfacer ese mercado sacrificó la identidad transformadora del
Evangelio. ¿Qué hay de la misión de Dios? La iglesia es la agente del Reino en el mundo, no el
teatro de doctrinas escogidas para no ofender a nadie. Al valorarse las expectativas de los
buscadores por encima de la ética bíblica, la comunidad se convierte en una masa estadio de
individuos que demandan un buen espectáculo religioso, pero sin el más mínimo interés de
crecer y servir en un mundo quebrantado que necesita de Cristo (pues así fue como
aprendieron el significado de la vida cristiana).

Octavo: Decisiones tomadas por una pequeña cúpula de poder. A los pastores generales de las
megaiglesias les gusta hablar de trabajo en equipo. Sin embargo, cuando el pastor y su esposa
son los pastores generales, las decisiones se toman en la alcoba y no con los otros pastores.
Aún peor, sus equipos lo componen sus clones. Líderes que ellos mismos han domesticado, y
que fueron contratados por confianza y no por su currículum y capacidad profesional. Ninguno
de estos líderes contratados tiene el valor de contradecir al pastor general, pues es un equipo
jerárquico, y no democrático. ¿Es eso trabajo en equipo? ¿Quién contrata y despide a los
pastores en las megaiglesias? El trabajo en equipo requiere de una organización plana, nunca
jerárquica.

Noveno: Poco énfasis en misiones transculturales. A pesar de ser iglesias con cierta pasión por
afectar a la sociedad con el Evangelio, su apoyo a las misiones o ministerios transculturales es
mínimo. Su enfoque no está allá, sino aquí. Toda la energía está enfocada en el espectáculo del
domingo. El presupuesto habla por sí solo. Es increíble notar el presupuesto operativo de estas
iglesias, en comparación con el presupuesto que brindan a los misioneros, y a los programas
sociales. El hecho de estar gorditos no significa que estemos sanos.

El décimo y último aspecto es ese fuerte énfasis teológico en la prosperidad en algunas de las
megaiglesias, sobre todo de cortes neopentecostales. ¡La teología eje de estas iglesias es la
prosperidad! Si uno prospera es señal de su fidelidad hacia Dios y de que ha recibido su
bendición. Prometen a todos poder prosperar si siembran con fe. Sin embargo, es interesante
que algunas de estas iglesias explican (no muy abiertamente) que los que reciben tal promesa
de prosperidad necesitan de ciertos requisitos espirituales y morales cercanos a la descripción
éticoespiritual de San Francisco de Asís. En otras palabras, yo puedo sembrar todo lo que
pueda, pero si no prospero es por algún pecadillo que he cometido en mi vida (pecado aun de
omisión que la misma persona pueda ignorar). ¡La cosa es que no hay forma de perder ni ganar
en este negocio de argumentos en cuanto a la siembra y la cosecha!

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