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Estudios de Psicología

Studies in Psychology

ISSN: 0210-9395 (Print) 1579-3699 (Online) Journal homepage: http://www.tandfonline.com/loi/redp20

El desarrollo de la identidad desde una


perspectiva histórico-cultural

Pedro Portes & Fernando González-Rey

To cite this article: Pedro Portes & Fernando González-Rey (2013) El desarrollo de la
identidad desde una perspectiva histórico-cultural, Estudios de Psicología, 34:1, 19-25, DOI:
10.1174/021093913805403075

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Published online: 23 Jan 2014.

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El desarrollo de la identidad desde una


perspectiva histórico-cultural
PEDRO PORTES1 Y FERNANDO GONZÁLEZ-REY2
1
University of Georgia; 2Universidad de Brasilia

Resumen
Este comentario amplia el debate sobre la formación de la identidad dentro de la teoría histórico-cultural
(THC) de acuerdo con el modelo psicosocial de Erikson. Aunque la THC no se ha centrado en la formación de
la identidad hasta hace poco, sí que ha postulado la formación social de la mente como principio básico para
entender las funciones psicológicas superiores. Varios puntos merecen atención. La obra de Erikson supone un
avance en el pensamiento psicodinámico freudiano, desde un enfoque psicosexual a uno psicosocial. Sin embargo,
Erikson parece no compartir la idea vygotskiana según la cual las funciones superiores de la psique individual
se desarrollan inseparablemente de la sociedad. Penuel y Wertsch (1995, ver la traducción en este monográfico)
trataron de proporcionar una conexión sociocultural pero todavía quedan una serie de cuestiones pendientes que
han llevado a escribir este comentario.
Palabras clave: Formación de la identidad, Vygotski (Lev), Erikson (Erik).

Identity development from a cultural-


historical perspective
Abstract
This commentary extends the discussion of identity formation within cultural-historical theory (CHT) in
ways consonant with Erikson’s psychosocial model. Although CHT has not been focused on identity formation
per se until recently, it does deal with the social formation of mind. Several points merit attention. Erikson’s
work clearly advanced psychodynamic Freudian thinking from a psychosexual to a psychosocial lens. However,
he did not have Vygotsky’s sense of how the individual psyche developed inseparably from society nor proposing
the basic tenets for CHT, which later in time, might include the topic of identity. In 1995 Penuel and Wertsch
(see this monograph for a Spanish translation) did attempt to do so but left out a number of issues that led to
writing this commentary.
Keywords: Identity formation, Vygotsky (Lev), Erikson (Erik).

Correspondencia con los autores: Pedro Portes, College of Education, University of Georgia, Athens, GA 30602,
318 Aderhold, USA. E-mail: portesrene@gmail.com
Original recibido: 22 de agosto de 2012. Aceptado: 10 de octubre de 2012.

© 2013 Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-9395 Estudios de Psicología, 2013, 34 (1), 19-25
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El estudio de la etnicidad o la identidad nacional como ventanas cruciales


para avanzar en la investigación de la formación de la identidad no ha sido el
centro de los modelos psicológicos ni de la teoría histórico-cultural (en adelante
THC) aunque, irónicamente, su estudio proporciona un terreno abonado para la
investigación sobre el desarrollo humano.
Sostenemos que la THC resulta útil para ubicar las crisis normativas psicológi-
cas descritas por Erikson. Esto se debe a que la formación de la identidad implica,
y a menudo se define, en términos étnicos o nacionales (experiencias vividas en
endogrupo, exogrupo o intragrupo) a lo largo del tiempo (históricamente).
La mayoría de investigaciones actuales relacionadas directamente con la for-
mación de la identidad (étnica, nacional o de otro tipo) se basan en modelos
extremamente limitados a la hora de captar los procesos históricos y de interme-
diación (Kroger, 2002; Marcia, 1966; Waterman, 1988).
De ahí que el primer argumento necesario para ubicar esta área compleja sea
que la etnicidad, como categoría central, ofrece una llave maestra con la cual se
pueden desbloquear los procesos de desarrollo claves necesarios para entender los
diversos tipos de formación de la identidad (Portes, 1996).
En segundo lugar, el papel de la cognición social de una persona en relación a
la acumulación de “vivencias” significativas (experiencias vividas afectivas y cog-
nitivas que moldean la personalidad de alguien más allá de los determinantes
socio-biológicos) a su alcance ha sido ampliamente ignorado sobre el terreno y en
los modelos actuales. Cabe aclarar aquí que “vivencia” es el equivalente español
de perezhivanie, que sustituye a la actividad o la acción como unidad de análisis
(Esteban-Guitart, 2008; González-Rey, 2000, 2011), en contraposición con
otros eruditos en el campo de la THC. El resto de este artículo ampliará algunas
de estas ideas, consideradas cruciales para el avance de la investigación de la for-
mación de la identidad en el siglo XXI.

Erikson, la identidad étnica y la teoría psicosocial


Para los propósitos que nos ocupa es suficiente una descripción superficial del
modelo de Erikson que, sin embargo, tenga en cuenta dos factores sustanciales, a
saber: el contexto y la historia cultural del trabajo de Erikson (Portes 2005), así
como su móvil principal: explicar la esencia de la Segunda Guerra Mundial.
Las experiencias de Erikson durante la Segunda Guerra Mundial le obligaron
a afrontar los factores étnicos y culturales en el desarrollo de su teoría psicosocial.
En los años 50, muchos psicólogos trataron de desvelar las causas subyacentes a
las distintas guerras mundiales. La búsqueda de una respuesta por parte de Erik-
son le llevó a la identidad como se refleja en sus escritos, que incluían jóvenes
nativos americanos de distintas tribus, afroamericanos en los Estados Unidos de
América o la juventud alemana posterior al Tratado de Versalles. En realidad, se
puede afirmar que es en el contexto de postguerra, tras la Segunda Guerra Mun-
dial, cuando Erikson tiene en cuenta las cuestiones de cultura, etnia y raza en el
desarrollo de la identidad.
El autor era consciente del impacto negativo de la discriminación y el prejui-
cio sobre la formación de la identidad y la salud mental de las personas, conoci-
miento empírico que le llevó a interesarse por la identidad dañada, de oposición
o negativa. Aún así no abordó este tema de forma sistemática para incorporarlo a
su teoría psicosocial, centrada en etapas y crisis psicológicas más o menos univer-
sales. De ahí que la etnicidad aparezca desparramada y desintegrada en sus escri-
tos.
Erikson (1968) escribe: “para que un hombre pueda sentirse realizado como
especie y pueda intercambiar una identidad más amplia para su pseudo-especie
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no sólo debe crear un nuevo universo tecnológico compartido sino que también
debe superar los prejuicios que han sido esenciales para todas (casi todas) las
identidades en el pasado. Ya que cada identidad positiva también se define por
imágenes negativas como ya hemos visto, y ahora debemos debatir el hecho
desagradable de que las identidades que Dios nos ha dado a veces viven de la
degradación de los demás” (p. 199).
Esta cita plasma cómo esta “identidad más amplia” estaba presente en su pen-
samiento. Sin embargo, Erikson estaba más preocupado por el desarrollo de la
identidad en los contextos en que la “revolución de la conciencia” de una persona
podía estar relacionada con crisis, no sólo normativas sino con aquellas derivadas
de las relaciones entre grupos.
En realidad, el autor muestra que era consciente de la interacción de los facto-
res socio-históricos y de la consecución de la identidad en un sentido dialéctico.
Sin embargo, desde el punto de vista de la THC, no era consciente en aquel
momento de una emergente psicología constructivista en la que el papel de las
funciones de orden superior (o las operaciones formales de Piaget) –iniciadas en
la adolescencia– impulsaba el predominio cultural en la formación de la identi-
dad como un viaje vitalicio.
La literatura psicológica posterior a Erikson parece haber dado un giro desde
las cuestiones originales que él expresó hacia la elaboración de etapas, desgarra-
das del contexto social, histórico y cultural, y la operacionalización del logro de
la identidad (Marcia, 1966; Waterman, 1988). Sea dicho de paso, se detecta un
problema importante en la investigación posteriksoniana en términos de validez
cultural, ya que se utilizan y generalizan conceptos como el de logro de la identi-
dad a partir de medidas y bases teóricas ubicadas culturalmente (Portes, Dun-
ham y del Castillo, 2000).
Sin embargo, Erikson abordó la cuestión de la identidad porque lo vio como
un problema para todos aquellos que quieren transcender una “pseudo-identi-
dad” y alcanzar una identidad transcultural global más amplia, basada en un
nuevo orden y en la reducción o la eliminación del prejuicio. Las ideas de Erik-
son sobre el desarrollo de la identidad étnica sólo se pueden conjeturar a partir de
otras áreas que trató de forma indirecta. Por ejemplo, creía que las diferencias de
género en el desarrollo de la identidad son mayoritariamente un efecto de las res-
pectivas expectativas culturales en hombres y mujeres. De ahí podemos extrapo-
lar en lo que a la formación de la identidad étnica respecta.
Las investigaciones posteriores a Erikson han seguido el mini-paradigma de
Marcia durante la adolescencia con cuatro etapas de estatus que van desde la
difusión (como falta de fidelidad en la integración del ego), a pasos intermedios
que implican exclusión y moratoria de la integración de la identidad valorada
denominada “logro de identidad”. Como ya se ha mencionado, este modelo y
esta metodología ejemplifican los sesgos etnocéntricos que ponen en peligro la
validez cultural. La mayor parte de sujetos étnicos no dominantes acaban logran-
do menos que personas de clase media en una sociedad multicultural. Este “défi-
cit” se convierte en un problema porque el desarrollo psicológico sano se basa en
la consecución de una identidad positiva pero sólo tras una crisis y una explora-
ción. La teoría y el método de la consecución de una identidad sana se producen
en una sociedad occidental industrializada que rinde culto al individualismo y al
mismo tiempo produce la gran masa de modelos creados sobre el terreno.

Ideas básicas en el enfoque de Penuel y Wertsch


En relación a la lectura que hacen y proponen Penuel y Wertsch, el modelo de
Erikson se reduce a decisiones identitarias sobre la fidelidad, la ideología y el tra-
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bajo. Desafortunadamente, no se abordan cuestiones específicas en términos de


mecánica de la identidad o de componentes condicionados por la cultura y su
secuencia normativa (o no) desde la faceta física, sexual o social al área vocacional,
política, espiritual (ideológica). También se ignora cómo el trabajo de Erikson
llega a vincularse con la construcción de modelos asociada con la secuencia de
siete crisis psicológicas desde la infancia a la vejez.
Durante décadas, poblaciones universitarias enteras sirvieron para avanzar en
un conjunto fosilizado de ideas hasta que Penuel y Wertsch (1995) argumenta-
ron básicamente a favor de un enfoque basado en la acción mediada para volver
–aunque de un modo parcial– al problema de los condicionamientos sociales,
históricos y culturales implicados en la formación de la identidad.
Otra observación que se puede hacer es que los autores no tratan la visión epi-
genética de Erikson aunque queda claro que las etapas evolutivas que Erikson
abordó eran aquellas correspondientes al análisis sociogenético de la sociedad
moderna de la época. También dejan de lado cómo el desequilibrio del desarrollo
cognitivo experimentado por algunos como pensamiento abstracto emerge e
impacta en el yo y sus aspectos afectivos o motivacionales tanto a nivel indivi-
dual como colectivo. No hay espacio en su artículo de 1995 ni en éste para hacer-
le justicia a este tema. Sin embargo, se pueden aclarar algunos puntos básicos en
vistas al futuro.

Vygotski, teoría histórico-cultural y formación de la identidad


La ley general del desarrollo cultural de Vygotski (1981) afirma que cualquier
función aparece dos veces, primero en el plano social, entre personas como cate-
goría interpsicológica, y luego en el plano psicológico individual, como catego-
ría intrapsicológica. De modo que las relaciones sociales o relaciones entre perso-
nas a nivel genético subyacen, son anteriores a, todas las funciones superiores o
procesos intrapsicológicos.
Mientras que el modelo de la THC nos puede sugerir que la sociedad ejerce
un predominio sobre el desarrollo individual para las funciones de nivel superior,
también debe explicar cómo los agentes individuales impulsan el cambio socio-
genético.
La respuesta al enigma es que se pueden utilizar herramientas de mediación
para provocar el cambio desde cualquier dirección. Sin embargo, cuando trata-
mos de explicar el desarrollo individual de forma retrospectiva, o en términos
estáticos, tenemos que prestar atención a los aspectos latentes y existentes del
desarrollo de la sociedad.
Penuel y Wertsch abordan el área ideológica de un modo que podría sugerir
que una identidad étnica, al igual que la identidad de género o la nacional, está
sujeta a los mismos principios que cualquier identidad (social). Un postulado
principal aquí entonces es que la co-construcción de categorías psicológicas
superiores incluye el área de la identidad. El desarrollo de la identidad en gene-
ral, y de la identidad étnica en particular, parece estar compuesta por elementos
subjetivos de génesis socio-cultural, además de un elemento agente (o persona
actuando con herramientas de mediación). Por ejemplo, los componentes físicos
y sexuales de la identidad dependen en mayor medida de lo que Vygotski deno-
mina “la línea natural de desarrollo” pero también están sujetos a las leyes y a los
movimientos sociales y a la actuación, agencia, del individuo. Sin embargo, la
“línea cultural” de desarrollo puede sobrepasar la línea natural y configura la
agencia individual. Por eso, cuando nos acercamos al estudio del desarrollo de la
identidad, estos dominios se convierten en parte del análisis, pero siempre rela-
cionados con las relaciones entre grupos sociales en su progresión histórica (Por-
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tes, 1996). El nivel sociogenético es aquél en el que los accesorios culturales, las
políticas sociales y los cambios en la economía, las actitudes y las actividades
deben tenerse en cuenta a la hora de predecir la aparición, el tipo o la fuerza de
una identidad social étnica, nacional o de cualquier otra índole.
La identidad étnica o nacional se definen como un tipo específico de identi-
dad cultural, que implica un yo inseparable de otros. Explorar y luego compro-
meterse con una ideología, vocación o conjunto de creencias morales a las que
uno se mantiene fiel parece lo ideal para aquellos en busca de estabilidad y se
puede considerar como la esencia del logro de la identidad en general. Sin
embargo, existen otros caminos que de nuevo dependen de las experiencias vivi-
das, que son idiosincrásicas y están conectadas con el afecto y la motivación.
Sabemos que éstas se sitúan en contextos que cambian constantemente en su
organización social y en sus prácticas culturales (Cole, 1996; Portes y Salas,
2011).
En este sentido, la THC (Vygotski, 1978) sugiere que muchas de las caracte-
rísticas individuales –entre ellas la identidad– se desarrollan a través del aprendi-
zaje, estando sometidas al cambio. Valsiner (1987) resume con detalle esta pers-
pectiva enfatizando la noción de “histórico”:
La categoría ‘histórica’ de la etiqueta histórico-cultural se refiere específicamente a la naturale-
za desarrollista de todo fenómeno psicológico. Hay que señalar que en este contexto, el término
poco tiene en común con el significado más tradicional relacionado con eventos pasados. En el
pensamiento histórico-cultural, histórico implica la conexión entre el pasado, el presente y el
futuro. En el pensamiento histórico-cultural, se considera que los seres humanos individuales
juegan un papel activo en su desarrollo psicológico (y en el de los demás). Algunas escuelas psi-
cológicas anteriores atribuyeron la causalidad al entorno (“crianza”) o a “esencias” innatas y pre-
determinadas en el individuo (“naturaleza”). En todo caso, se creía que la persona jugaba un
papel pasivo –como objeto de una estimulación ambiental en el primer caso o como “recipien-
te” en el que las esencias causales de la naturaleza se despliegan en el segundo caso. En contra-
posición, el pensamiento histórico-cultural pone énfasis en la función instrumental de la perso-
na, que, actuando sobre su entorno con la ayuda de herramientas o signos, cambia su desarrollo.
Cabe señalar que en este caso “cultural” significa “creado instrumentalmente” y difiere de la
forma en que el término se usa en psicología transcultural contemporánea (p. 60).

Un ejemplo relacionado con la definición anterior puede ser un joven que,


expuesto a los medios de comunicación o a experiencias en el extranjero, se
embarca en un rumbo de cambio significativo en el aspecto étnico, político,
nacional cognitivo o vocacional. Evidentemente los factores biológicos como el
género y otras características físicas dentro de su contexto histórico definen una
categoría determinada, sin embargo se impone la mediación cultural.
En definitiva, la cuestión del compromiso con la ideología, el trabajo y la
fidelidad en el modelo de Erikson sugiere una contextualización cultural. La
ideología y el trabajo son sólo dos de la más de media docena de componentes de
la identidad, algunos de los cuales derivan de las líneas naturales y/o culturales
del desarrollo. La fidelidad, por otra parte, hace referencia a mantenerse firme
con unos compromisos adquiridos anteriormente, algo que puede pesar más
sobre la voluntad individual, de agente. Por ello, las cuestiones mencionadas ilus-
tran una vez más algunos de los motivos por los cuales es importante tener en
cuenta la etnicidad a la hora de desarrollar una manera de comprender mejor la
formación de la identidad y por los que la etnicidad puede haber sido fundamen-
tal en la creación del extraordinario legado de Erikson.

Conclusión
Según la THC, la identidad puede ser considerada una “función” psicológica
superior que se despliega en un contexto social que consta de recursos y también
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implica un historial de vivencias o experiencias sujetas a una mediación subjeti-


va, social y cultural. Cuando las experiencias en estos entornos implican cruzar
fronteras, el proceso de desarrollo del individuo se orienta hacia la definición y la
fidelidad, a veces centrándose en la pertenencia a un grupo.
Como señalan Penuel y Wertsch, inspirados en la psicología eriksoniana, la
identidad se centra en las decisiones sobre fidelidad, valores, ideología y trabajo.
Estas decisiones se convierten en la base de la personalidad de un individuo y a
menudo se ven restringidas por las opciones de identidad disponibles en el plano
social. La ley general del desarrollo cultural afirma que cualquier función supe-
rior aparece dos veces, por lo menos, en el transcurso del desarrollo o del aprendi-
zaje individual. Esto significa que la identidad de una persona puede estar com-
puesta, de hecho, por un sentido del yo en desarrollo, una ideología sobre el yo
en relación con los demás, y que representa un subconjunto de opciones seleccio-
nadas o co-construidas por la persona y la sociedad históricamente desde un
menú de opciones culturales.
A diferencia de otros enfoques de arriba hacia abajo, la THC considera el
desarrollo de las funciones psicológicas superiores como algo cultural e instru-
mental, que a su vez desemboca en el futuro disponible en las experiencias de
otros en el plano social. Ejemplos de cómo un agente individual impacta en la
dinámica de identidad de un grupo y en el plano individual abundan, de Jesús a
Hitler, en momentos históricos donde se compite por las identidades de las
generaciones futuras. Si el aprendizaje es el corazón de la psicología, la identidad
es su principal resultado.
Un corolario a la ley general del desarrollo cultural es que el desarrollo de la
identidad individual –así como las funciones psicológicas superiores– deriva del
plano social y es el resultado de la mediación o contestación interpsicológica
antes de que alguien co-construya, acepta y mantenga una ideología duradera
del yo. Y aún así, al transcender el monoculturalismo/etnocentrismo a través del
desarrollo transcultural y de la educación formal, de las vivencias informales y de
las herramientas culturales, los cambios irreversibles en una identidad ganan
fidelidad, promoviendo no sólo una identidad bicultural sino más bien una iden-
tidad transcultural más amplia. Esta última puede penetrar y lo hace, a su vez,
en el plano cultural y en sus opciones. El caso contrario también se relaciona
posiblemente con crímenes de odio, violencia, genocidios y similares. La guerra
y la paz parecen depender de cómo se forman las identidades y por esta razón este
campo de investigación sigue teniendo la mayor relevancia (como se ilustra en
este monográfico).
Sin embargo, el concepto de “acción mediada” de Wertsch no es lo mismo
que la “vivencia”, unidad de análisis particularmente interesante en tanto que
instrumento heurístico que permite entender y explicar la formación de la
identidad, su naturaleza subjetiva y su origen y naturaleza histórica, social y
cultural.

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