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Resumen Rolf Reichardt, La Revolución francesa La sangre


de la libertad
Historia general (Universidad Nacional de San Martín Argentina)

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Materia: Historia General


Cátedra: Maria Jose Valdez
Carrera: Lic. Relaciones Internacionales
Escuela: Política y Gobierno
Año de cursada: 2020
Nombre: Valentina Propato

RESUMEN:​ Rolf Reichardt, La Revolución francesa: La sangre de la libertad.


(Las respuestas del Trabajo Práctico encuadradas por capítulo)

LA REVOLUCIÓN FRANCESA COMO PROCESO POLÍTICO


(1789-1799)

La revolución francesa fue un proceso democrático coherente de emancipación y


politización, que fue radicalizando paso a paso a las multitudes sublevadas en una serie de
jornadas de lucha revolucionaria.
Se entenderán que ​los impulsos principales del proceso revolucionario son más las jornadas
protagonizadas por el pueblo que los acontecimientos relacionados con las constituciones.
Consiste, por una parte, en la movilización democrática del pueblo llano y, por otra, en la
constante competición pública de las fuerzas dirigentes y las agrupaciones políticas en torno
a la posición clave simbólica del verdadero portavoz popular de la nación: en cada ocasión
conseguía el poder el grupo que con mayor eficacia desenmascarar a sus oponentes como
“traidores del pueblo” y se presentaba a si mismo, del modo más convincente, como agente
fiduciario del pueblo.

Intentos de reforma de finales del absolutismo y la pre revolución, entre junio


de 1787 y mayo de 1789.

En la década de 1770 la situación se caracteriza por un crecimiento mantenido de la


población, unos puestos de actividad económica cada vez más escasos, una crisis de la
industria textil, un aumento de los precios con estancamiento de los salarios y, por último,
un endeudamiento creciente del Estado y un ​constante conflicto político interno entre la
corona y las aspiraciones de representación popular de los tribunales superiores
(parlements)​. En 1778, se hace un esfuerzo por liberar al estado absolutista de su crisis de
sistema. Sin quererlo, el propio Estados del Antiguo Régimen (Ancien régime) atiza el
debate político que lo pone claramente en tela de juicio y moviliza a los nuevos dirigentes,
que posteriormente lo suprimirán. En especial las ​asambleas provinciales​, y sus órganos
subordinados, que en 1787 se establecen en las dos terceras partes del reino, cuya misión
consistía en endulzar el aumento de impuestos, pero que en cierto modo constituyen un
ensayo de la revolución constitucional de 1789: duplican la representación del tercer estado,
aconsejan conjuntamente sin separación estamental, reúnen “lista de agravios” de las
comunas en una encuesta y rinden públicamente cuenta de su labor en tomos impresos
donde recogen sus actas.
Entre los portavoces del antiabsolutismo se cuenta el marques de La Fayette, que al no
conseguir estos intentos de reforma, detener el crecimiento del déficit ni la pérdida de
prestigio del estado (emprendidos sin entusiasmo y sin que Luis XVI ponga verdadero
interés en ellos), el primer ministro Lomenie de Brienne anunció en junio de 1788, la

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convocatoria de los Estados Generales y la libertad para que se discuta públicamente su


forma y sus objetivos​ (desde 1614 no se habían vuelto a convocar ​Etat généraux​).
La creciente inundación de folletos reformistas y panfletos políticos tiene ahora su
verdadera crecida. En una ​“lucha estamental” publicista​, los ​portavoces de los privilegiados
(los prelados y la nobleza de espada y de toga) invocan las ​“libertades” y los privilegios
históricos acumulados; mientras por otro lado están ​los patriotas, son los portavoces de los
carentes de privilegios​, que argumentan basándose en el ​derecho natural y oponen a la
idea corporativa de la sociedad que mantienen los tradicionalistas, el concepto definido por
el pueblo de “Nación soberana” animada por una sola voluntad común.
La discusión de la reforma política interna cobra intensidad al producirse las elecciones a
los Estados Generales en los primeros meses de 1789, para ese entonces la tarea de las
aprox 60 mil asambleas de electores de todo el país consiste en recoger las quejas en las
listas de agravios: ​documentos de una amplia “encuesta popular” que señalan los motivos
de descontento campesino con el feudalismo, las peticiones burguesas de igualdad de
derechos y las tendencias liberales entre la nobleza, pero que no contienen en conjunto
concepto alguno de cambio de sistema político.
Los diputados elegidos, solo se los invita a un sumiso asesoramiento del rey en una
situación de emergencia de estado. Dado que el reglamento electoral de enero de 1789
concede el voto a casi todos los francese varones, a partir de 25 años, que paguen
impuestos y tengan domicilio fijo, se prepara una amplia movilización política de ciudadanos
comprometidos. El sistema electoral del Tercer Estado se basa en elegir tres veces a sus
electores antes que estos puedan elegir de entre si a los diputados que envían a los
Estados Generales: primero a nivel local, luego a nivel de distrito y, por último, a nivel de
bailliage​. El resultado son unos diputados del Tercer estado pertenecientes a élites
(abogados, notarios etc).
2 Mayo 1789: Los Estados Generales se convocan en el palacio de Versalles. ​Les
Communes ​(diputados del Tercer Estado) se niegan a dar su consejo sobre el aumento de
impuestos antes de que se les conceden más derechos. Estos exigen la deliberación en
común de los tres estamento y el voto por cabeza. El 12 de Junio los representantes del
Clero empiezan a pasarse al Tercer Estado.

“​El Ancien Régime atiza el debate político y moviliza a los nuevos dirigentes​: La decisión de Luis 
XVI de convocar a los Estados Generales en 1789, que habían sido convocados por última vez 
en 1614 (¡ciento setenta y cinco años atrás!), implicó echar mano de una institución del Antiguo 
Régimen pero en una sociedad francesa ya notoriamente transformada. Es por esto que la 
convocatoria a los Estados Generales, en lugar de funcionar como un medio de reforzamiento 
de la legitimidad real, operó como un instrumento de politización general de la población 
francesa. Las opciones A y B son correctas, porque la movilización política porque se vio 
alimentada por el proceso de elección de los representantes de cada uno de los tres estados.”

De la Revolución constitucional a la Revolución popular, en Junio y Julio de


1789.

El 17 de Junio de 1789, la asamble de Estados Generales tomó el nombre de Asamble


Nacional autoproclamada. Constituidos en Asamblea Nacional, los ​Communes se atribuyen
el derecho de articular también por si solos su “voluntad común”: proclaman que los
diputados presentes pueden iniciar sin tardanza la común labor de la renovación nacional y
concluirla sin interrupción. En estas circunstancias, el nombre de Asamblea Nacional le
conviene, pues solamente sus miembros están acreditados y son reconocidos públicamente
como legítimos representantes; casi han recibido directamente el mandato de prácticamente
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toda la nación, y dado que su representación es una e indivisible, ningún diputado tiene el
derecho de ejercer su función representativa aparte de esta asamblea. Frente a esto Luis
XVI, mandó a cerrar la sala y prohibió la entrada a los representantes del Tercer Estado. En
consecuencia la Asamblea Nacional encontró otra sala y se reunió en el pabellón del juego
de pelota. El 20 de Junio los diputados juraron no separarse antes de haber dado una
constitución al país. El 23, el rey ordenó su disolución y, uno de los diputados respondió
“estamos aquí por la voluntad del pueblo y solo saldremos por la fuerza de las bayonetas”.
El 27 de Junio, el rey cedió e invitó a la nobleza y al clero a que se unieran a la nueva
asamblea. ​El 9 de julio de 1789, la asamblea adoptó el nombre de ​Asamblea Constituyente
(monarquía parlamentaria). Esta se aviene a una revolución constitucional, que colocara al
rey como representante tradicional del bien común, y pondrá junto a él a un segundo
soberano (parlamento). Esta revolución de los juristas, es una revolución moderada, elitista,
y lo es en un doble sentido: por parte del rey, quien puede seguir reinando en una
monarquía constitucional con un poder limitado; y por otra, el pueblo en general, que no
está representado directamente ni de acuerdo con sus intereses concretos, sino una elite de
diputados independientes. Se dio la propuesta de llamarse “representantes del pueblo
francés”, pero la mayoría optó por la autodenominación de Asamblea Nacional.
Cuatro semanas después, el pueblo de París entra en la escena de la Revolución: 3mil
trabajadores armados de palos habían quemado un muñeco de paja que representaba a
Reveillon. La represión de la corona contra esto fue dura, pero a pesar de esto, no volvió la
calma a París. Los rumores de que Luis XVI prepara un golpe de Estado aumentan.
El 11 de Julio, el partido de la corte consigue que Luis XVI destituya al popular primer
ministro Necker, quien había impuesto la duplicación del número de diputados del Tercer
Estado. Para la población en general esto significa el comienzo del golpe del golpe de
Estado. ​Su primera reacción es la protesta del 12 de julio, el pueblo toma la bastilla ​llevando
un busto de Necker en señal de luto, pero una unidad de caballería al mando del príncipe
disuelve la manifestación. La segunda reacción del pueblo son rebeliones durante las
noches del 12 y 13 de julio. La tercera reacción consiste en la búsqueda febril de armas
para prepararse contra el temido ataque del ejército: los ciudadanos comunes saquean los
establecimientos de los fabricantes de fusiles. ​El 13 de julio, el Tercer Estado forma
inmediatamente una milicia ciudadana de 13mil hombres (​Garde nationale​), este proceso en
el que el pueblo se arma a si mismo no puede contenerse. Mientras que las tropas reales se
retiran, en la mañana del 14 de julio 7mil sublevados procedentes de las clases sub
burguesas penetran en el cuartel de los Inválidos en el Campo de Marte, se arman de
fusiles y cañones, y prosiguen al grito de “A la Bastille”, la prisión estatal del suburbio de
Saint-Antoine, donde suponen que hay depósitos de pólvora. Los asaltantes celebran su
conquista y se dirigen triunfalmente, con los presos liberados, hacia el ayuntamiento, en la
plaza de Greve. Le cortan la cabeza al gobernador de la bastilla, Launay, y al presidente del
gremio de comerciantes de París, sospechosos de traición al pueblo. Estas las pinchan en
picas y se las lleva por las calles como sangrientos trofeos, quedando expuestas por varios
días.
El pueblo creó una nueva conciencia de su fortaleza y creo el tipo de héroe popular
revolucionario juvenil. Ya no son los príncipes los que andan los ejércitos, sino los guerreros
plebeyos.
La toma de la Bastilla fue un símbolo de la caída del despotismo. Se ponen de moda los
panfletos revolucionarios, por otra parte, todos los testimonios encontrados en la fortaleza
que se consideran apropiados para confirmar la imagen terrible del despotismo bastillano:
desde reales órdenes de detención y documentos policiales, pasando por las narraciones
de los presos y las inscripciones murales, hasta las revelaciones relativas a instrumentos de
tortura y al “hombre de la máscara de hierro” (ideas obsesivas colectivas se superponen a

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los hechos). Crean una figura imaginaria del “comte de Lorges, venerable anciano enterrado
en vida en la Bastilla durante 32 años, que por fin consigue la libertad el 14 de julio gritando
“en qué consistió mi delito”. La necesidad de demoler la Bastilla es la tarea de hacer
desaparecer el odiado “monumento a la tiranía”.
En el verano de 1789, ​se impusieron tres fuerzas principales: como poder tradicional, la
monarquía dinástica, a la que el gobierno seguía estando subordinado, pero que tenía un
poder limitado; la Asamblea Nacional, portadora de la revolución constitucional moderada; y
los burgueses y los pequeños burgueses de París, portadores de la revolución popular de la
ciudad, de carácter más radical. ​El juego de fuerzas se complicaba aún más debido a los
campesinos sublevados que, en julio de 1789, asustaron al gobierno y al parlamento con el
pánico masivo del ​Grande Peur ​y con un primer asalto a los palacios de los señores
feudales.

Las consecuencias de la toma de la Bastilla:​ Como señala Reichardt, la importancia del asalto a 
la prisión real de la Bastilla tuvo un efecto ante todo simbólico (sólo fueron liberados siete 
presos), que no sólo significó un ataque directo a una institución real sino que también puso de 
manifiesto la reticencia del Ejército real a reprimir a la población parisina. Asimismo, llevó a que 
la asamblea de electores de París se constituye a sí misma como "comuna" y asumiera el 
gobierno de dicha ciudad.

La asamblea Nacional Constituyente, entre los campesinos sublevados y las


mujeres que protestan (de agosto a octubre de 1789).

A principios de agosto de 1789, la Asamble Nacional declara abolido el orden feudal en su


totalidad. Aun cuando las leyes de procedimiento concretas establecen en los días
sucesivos la justicia gratuita e igual para todos, y el acceso de todos a todos los cargos
limitan considerablemente el principio constitucional de abolición del feudalismo, ya que solo
suprimen sin compensación los privilegios personales, pero establecen para los derechos
de exacción basados en la tierra, la solución transaccional.
Sin embargo Luis XVI no da su aprobación ni a la declaración de derechos del hombre ni a
los decretos de agosto, y hace que se desplace a Versalles el regimiento de Flandes de
Douai, compuesto por mil hombre. Cuando, el 1 de octubre, la guardia real recibe a este
regimiento con un banquete, estos pisotean las escarapelas nacionales al aparecer la
familia real y se colocan escarapelas blancas en signo de fidelidad monárquica, los
oradores del Palacio Real barruntan un nuevo intento de golpe de estado. El pueblo de
París se levanta de nuevo para vengar la profanación del símbolo revolucionario, para
sustraer a Luis XVI de la influencia nociva de la Corte y para llevar la abundancia a la
ciudad con el Rey, el “patrono” tradicional. Por otro lado, dado que en la economía
doméstica de ese entonces las mujeres eran principalmente las encargadas del
abastecimiento del pan, y cuando había disturbios motivados por medios de subsistencia,
las mujeres eran quienes desempeñaban un papel principal. ​Estas participan en las
jornadas de octubre: 7mil mujeres se manifiestan delante del ayuntamiento contra la
escasez del pan, forman una marcha de 20 km sobre Versalles encabezadas por el
vencedor de la Bastilla, armadas. Llegadas a Versalles, una selección de mujeres penetra
en la Asamblea Nacional durante la sesión, con el fin de asegurarse el apoyo del presidente
en funciones, Mounier. ​Consiguen la promesa del rey de abastecer a parís de pan, y que de
aprobación a los acuerdos de 4 de agosto. A la mañana siguiente, unas sublevadas matan a
dos guardias y cuelgan sus cabezas, por lo que la familia real se muda a parís. ​En
consecuencia Luis XVI, obligado a mostrar exteriormente lealtad a las Constituyente, ahora

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está en su palacio de París, más expuesto que antes, y expuesto de modo más inmediato, a
la presión de la calle. Por otro lado, la constituyente el 12 de octubre se traslada desde
Versalles a la sala de las Tullerías. Sin embargo se encuentra sometida a la presión de los
sublevados, por lo que Mounier abandona su mandato en señal de protesta y los diputados
acuerdan el 21 de octubre, establece la Ley Marcial: las fuerzas del orden pueden abrir
fuego contra las reuniones populares que no se disuelvan al recibir la orden de hacerlo.
Además, establece un tribunal especial, ​Comité de recherches, ​para la persecución de los
hechos delictivos del 5 y 6 de octubre. A pesar de que no llega a producirse ninguna
sentencia, aumentan los comentarios públicos sobre las crecientes tensiones entre la
revolución constitucional y popular.

“​La negativa del Rey a aprobar la declaración de derechos del hombre y del ciudadano y la 
abolición de privilegios​: El traslado de Luis XVI y de toda la familia real, desde el palacio de 
Versalles hasta la ciudad de París, no sólo sometió a la Corona a la creciente presión de una 
movilizada población parisina. También implicó que la propia Asamblea Nacional dejará de 
funcionar en Versalles, para pasar a hacerlo en el escenario parisino, mucho más expuesta a las 
presiones de la movilización callejera.”

“La Nation, La Loi, Le Roi”​: La fase de noviembre de 1789 a septiembre de


1791.

Los diputados de la Constituyente establecen que, debido al endeudamiento del Estado, los
bienes de la Iglesia pasen a ser bienes de la Nación (2 de noviembre-17 de diciembre de
1789) para evitar la bancarrota, y cubren son su subasta los ​assignats​, el nuevo papel
moneda recién creado. Este suceso da origen paulatinamente a una “lucha cultural” que
destruye la inicial alianza entre Revolución y Religión. Por otra parte, los diputados
desarrollan un programa legislativo bajo el signo de la libertad y la igualdad politico-juridicas.
Esto parece hallar un amplio consenso, el Rey y los diputados, la Guardia Nacional, los
mandatarios de nueva elección y el pueblo de París pronuncian (en el primer aniversario de
la toma de la Bastilla) el juramento de la hermandad nacional. Pero en el fondo se está
acumulando nuevo material político explosivo.
de manera paralela a la labor legislativa de la Constituyente, los activistas de la revolución
popular urbana comienzan a formar clubes políticos y a organizarse en ellos. Así los
Cordeliers fundan el contramodelo de democracia de base denominado ​Société des amis
des droits de l'homme et du citoyen (​Sociedad de Amigos de los Derechos Humanos y del
Ciudadano). ​Este club está abierto a todos los ciudadanos, incluidas mujeres, y recauda
solamente una mínima cuota mensual. Aquí van perfilándose periodistas cercanos al
pueblo, como Camille Desmoulins, Jean-paul Marat y Danton, como portavoces del pueblo.
Este modelo tiene tanto éxito que en los barrios de París se forman en poco tiempo ​sociétés
populaires o societies fraternelles​, y en mayo de 1790 se créa un ​“Comité central des
sociétés patriotiques”. ​Estas comentan con espíritu crítico todos los signos de aristocracia
en la administración comunal y en la Constituyente, y comienzan a llevar las
correspondientes peticiones al respecto ante la constituyente. La formulación escrita y la
acción directa van a la par en este movimiento popular.
El 28 de febrero de 1791 se produce un encontronazo con las fuerzas del orden, cuando
3mil activistas confluyen en Vincennes y se disponen a derribar la torre de la prisión (habían
rumores de que esta sería la nueva Bastilla), en consecuencia, por orden de la
administración municipal de París, la Guardia Nacional, interviene y detiene a algunos
activistas. Debido a estos movimientos populares, Luis XVI despierta sospechas de intento

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de huida, tras querer festejar las pascuas en su castillo de Saint-Cloud, pero las masas
populares le impiden emprender el viaje el 18 de abril de 1791. El 20 de junio, la familia real
huyó en dirección a la frontera del Reino. Como justificación, Luis deja tras de sí un
manifiesto en el que enumera los menoscabos infligidos a la majestad del Rey. Junto a su
impotencia en las cuestiones constitucionales, la merma incesante de su influencia sobre el
ejército y el gobierno, y el desorden general, Luis declara especialmente insoportables la
publicística revolucionaria y las sociétés populaires.
El intento de fuga del rey, que fracasa en Varennes proporciona un nuevo empuje a la
Revolución.
Mientras que la Constituyente se apresura a revocar la decisión adoptada de relevar al Rey
de sus funciones, con el fin de mantener el pie su decisión fundamental en favor de una
monarquía constitucional, en la oposición extraparlamentaria se forma en el curso de pocas
semanas un movimiento republicano​: “Mis conciudadanos, la Asamblea Nacional no
necesita seguir deliberando. La huida del Antiguo Rey, la detención de este canalla, el
complot que ha fraguado con los demás tirano, todos estos acontecimientos nos han abierto
los ojos: en el curso de dos semanas nos hemos hecho dos siglos más viejos. En 1789
éramos esclavos, en 1790 nos consideramos libres y, a fines de junio de 1791, lo somos.
Legisladores, ustedes han otorgado a Luis XVI un poder excesivo. Pero existía la ley y le
prestamos obediencia. Ahora bien los tiempos han cambiado. Luis ha abandonado el reino.
Por ellos les conjuramos en nombre de la patria para que bien declaren en el acto que
Francia deja de ser una monarquía y que es una república, o bien esperen al menos a que
todos los departamentos y todas las asambleas de electores primarias hayan comunicado
su exigencia en torno a esta trascendental cuestión. La sociedad ha decidido hacer que la
presente petición se imprima y se pegue en las paredes, y se haga llegar a continuacion a
los departamentos y a las sociedades patrióticas del Reino de Francia.”
Al reaccionar los diputados negativamente, el Club de los Cordeliers refuerza la presión y
llama a los parisienses para que firmen una petición republicana que los miembros del club
han expuesto en el altar de la patria en el Campo de Marte. La represión contra los
manifestantes conduce a la prohibición temporal del club.
Dado que la mayoría no actuaba de acuerdo a la radicalización, la Asamblea Nacional cayó
en una confrontación cada vez más dura con el movimiento popular. Las contradicciones de
opinión se agudizaron al mismo tiempo de tal forma en sus mismas filas que los
Constitucionales ​ya no querían seguir perteneciendo todos al mismo club de los ​Jacobinos​.
Así la mayoría de los partidarios moderados de la Revolución se separaron el 16 de julio de
1791 del club, adoptaron el nombre de Feuillants y dejaron atrás una minoría dirigida por
Robespierre.
La constituyente sigue llevando la voz cantante bajo la divisa ​“La Nation, La Loi, le Roi”
(lema electoral de la revolución constitucional moderada) “Ciudadanos, la Asamblea
Nacional Constituyente culminó felizmente, el 3 de septiembre de 1791, la obra de la
constitución. El dia 14 de este mes, el Rey acepto y firmo solemnemente el documento
constitucional.” El consejo de París organiza una fiesta en la que el protagonismo de los
mandatarios electos y la pompa militar relegan al pueblo al papel de espectador. El alcalde
subió al Altar de la Patria, leyó la proclama y mostró a la ciudadanía el libro de la
Constitución. Los gritos de los espectadores ¡Viva la Nación!. “La revolución ha llegado a su
momento final. “Es la hora de dotar a la Constitución, mediante el restablecimiento del
orden, del respaldo que ahora más necesita”

“​La defensa del Rey por parte de la Asamblea y la oposición de la revolución popular frente a la 
Monarquía Constitucional:​ Si bien la frustrada fuga de Luis XVI deteriora la legitimidad de su 
figura, los representantes que integran la Asamblea Nacional se mantendrán en defensa del Rey, 

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en tanto la vigencia de su autoridad es una pieza fundamental para la concreción del proyecto 
mayoritario en el seno de la Asamblea: el establecimiento de una Monarquía constitucional. Las 
posiciones favorables a una República, hacia 1791, sólo resuenan afuera de la Asamblea 
Nacional.”

El fracaso de la monarquía parlamentaria y la “Segunda Revolución” (desde


octubre de 1791 hasta agosto de 1792).

Las elecciones parlamentarias, a las que no odia presentarse de nuevo como candidatos los
diputados de la Constituyente, llevó a la Assemblee legislative, como se llamaba ahora la
cámara, a una elite de partidarios de la Revolucion que ya habia probado su capacidad en
los cargos electos locales y departamentales. Cuando la nueva Asamblea comenzó sus
sesiones, el 1 de octubre de 1791, pudo comprobarse que, entre los 745 diputados, no
había ya ningún conservador de “derecha”, sino únicamente tres grupos “patrióticos”: los
pertenecientes al club de los Feuillants, los de izquierda de adscripción Jacobina, y entre
estos dos, os diputados que no pertenecen a ningún club y se declararon independientes.
Los impulsos para la prosecución de la Revolución procedieron de otros tres factores: el
cambio de papeles de dos instituciones municipales, una serie de conflictos políticos
concretos y la persona de Luis XVI.
La Commune de Paris, era la unica institucion que no dejaba de cambiar de posición.
Tuvieron un desplazamiento hacia la izquierda. Puesto que esta tendencia siguió en las
siguientes elecciones comunales, los diputados de la Legislative ya no podían contar con
seguridad con la ayuda del alcalde y de la represión por la Guardia Nacional en los
disturbios populares que estallaron el 29 de enero de 1792 como consecuencia del
encarecimiento del té y del azúcar. De apéndice de la Asamblea Nacional, la Commune
parisiense fue evolucionando hasta convertirse paulatinamente en una fuerza principal y
autónoma de la Revolución.
Ahora los distritos electorales, en vez de reunirse sólo para la elección, se reunían más a
menudo por propia iniciativa, para leer la prensa, discutir las nuevas leyes, y elevar
peticiones a la Commune y a la Legislative. Estos adquirieron tal auge de autoconciencia y
audiencia pública, que se convirtieron en importantes aliadas de las sociedades populares,
debilitadas tras la masacre del Campo de Marte. Las sociedades recuperaron en marzo una
reforzada actividad, y por presión de los cordeliers publicaron de nuevo el periódico radical
revolucionario. Al mismo tiempo, diputados de la izquierda volvieron a la política y
aumentaron la fuerza de sus formulaciones entre los jacobinos.
La agudizada situación de fondo del momento, sobre la que desplegó el creciente
compromiso revolucionario de la Commune y aún más de las asambleas seccionales,
estaba constituida por un manojo de conflictos de política interior y exterior concretos.
En primer lugar el ​conflicto de la estatalización de los bienes eclesiásticos​, muchos clérigos
se negaban a prestar juramento a la constitución, por lo que la Asamblea decretó la
deportación a quienes se negaran. En segundo lugar, la emigración de los enemigos de la
Revolución. El 9 de febrero de 1792, ​la asamblea legislativa procedió a confiscar los bienes
de los emigrantes y los hizo subastar en favor de la caja del estado como bienes nacionales
de segundo origen. En tercer lugar, se ​agudizaron las tensiones entre la Francia
revolucionaria y el antiguo Sacro Imperio Romano, en especial con las potencias
principales: Austria y Prusia.

“​Se constituye una asamblea legislativa, que declara la guerra a las monarquías absolutas de 

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Europa:​ Como señala Reichardt, una vez en vigencia la Constitución de 1791, fue necesario 
realizar elecciones para definir a los integrantes del nuevo poder legislativo (que compartiría la 
soberanía con el Rey). Sin embargo, esas elecciones llevaron a que la Asamblea Legislativa (tal 
el nombre del nuevo cuerpo) estuviera compuesta por diputados de mayor radicalidad política. 
Para gran parte de estos legisladores, declarar la guerra contra Austria y Prusia era necesario 
para mantener a salvo la revolución, de la amenaza de esas potencias extranjeras, pero también 
de los que acusaban de "enemigos" del pueblo francés.” 

El emperador procedió a apoyar la fuerza armada de la emigración, ya que María Antonieta


hizo uso de sus relaciones con la corte imperial y luis reclamo en secreto una intervención
militar el 3 de diciembre de 1791). Brissot (vs jacobinos) expresó en que estaban de
acuerdo las secciones y los clubes con la mayor parte de los diputados: “un pueblo, que tras
diez años de esclavitud conquista la libertad, tiene que hacer la guerra para dotar a la
libertad de unas bases inamovibles, para limpiarla de los vicios del despotismo, y para
apartar de su seno a aquellos hombres que podrían pervertir a libertad”. El 20 de abril de
1792, la Asamblea Legislativa le declara la guerra a Austria y a Prusia, era justificada bajo
“la justa defensa de un pueblo libre contra la injusta agresión de un rey”. Seguros de la
victoria, los enemigos, anuncian su marcha sobre francia para liberar al rey Luis XVI, y
amenazaban a los parisienses con una ejecución militar sin precedentes en en caso de que
asaltaron las Tullerías. Sin embargo, ​esa amenaza exterior a la Revolución desencadenó en
la capital una cadena de reacciones defensivas militares y políticas que condujeron a otras
dos ​Journées révolutionnaires​. ​En consecuencia, la AL moviliza voluntarios por todo el país
y se esfuerza por fundir estas nuevas unidades, llenas de entusiasmo patriótico. Además,
hace llegar a 20mil activistas revolucionarios, a los que llama “los federados”. Por otro lado,
el ministro del interior, en el nombre del pueblo dirige el 10 de junio, un requerimiento de
advertencia al Rey para que retire su veto de las leyes antes mencionadas. Luis XVI como
respuesta, lo destituye. El pueblo enfurece.
Ahora se produce la verdadera escalada de la crisis política. Entre la amenaza exterior, la
actitud recalcitrante del rey y la creciente presión que ejerce el movimiento popular, la
situación se hace insostenible: la AL contribuye también a la aceleración del proceso de
radicalización, al proclamar el estado de excepción; y se concede a las secciones el
derecho que persiguen desde hace tiempo de mantenerse en sesión permanente, y se
subordina a ellas la Guardia Nacional. A la declaración del estado de excepción, se
inscriben 15mil voluntarios para tomar las armas, mientras que entran en las secciones
sirvientes, domésticos y jornaleros. Los federados se hermanan con las sociedades
populares, y bombardean a la AL con peticiones de que se deponga a Luix XVI. Pero nada
consigue mover al parlamento contra el Rey.
En vista a esta situación, los activistas revolucionarios recurren a la violencia. Los miembros
de las secciones y de los clubes se unen junto a los federados. Mientras tanto Luis XVI,
refuerza la guarnición de las Tullerías con unos 4mil hombres suizos.
Se forma un nuevo consejo de Paris: ​Commune insurrectionnelle, ​conformado por tres
comisarios de cada una de las secciones.
El 10 de agosto, las milicias llegan a las Tullerías y los suizos abren fuego contra ellos.
Igualmente lograron llevarse suizos prisioneros a la Plaza de Greve, y allí se los ha fusilado.
La rebelión victoriosa conseguida por los federados llegados de toda francia, imponen a la
AL la voluntad de movimiento popular republicano. La AL, tiene que reconocer oficialmente
a la nueva Commune, y se ve obligada a decretar el mismo dia el cese de Luis en su cargo
y a decretar la celebración de nuevas elecciones con derecho a voto general.
Un año antes, todavía bajo una represión sangrienta, ​el movimiento popular urbano
consiguió por primera vez triunfar en el Parlamento con la “Segunda Revolución”, como
enseguida se llamó a los acontecimientos del 10 de agosto de 1792, sobre la revolución
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constitucional moderada. Al conseguir con el cese de Luis XVi el derrocamiento de la


monarquía, suprime una incongruencia política que desde junio de 1789 había generado
incesantes conflictos entre la corona, el parlamento y el pueblo, y había acelerado de ese
modo la Revolución.

“La  difusión  de  ideas  de  la Ilustración entre las clases populares: Como es posible advertir en el 


texto  de  Reichardt,  la  sustitución  de  la  Monarquía  por  una  República  se  explica  por  diversos 
factores,  que  van desde la resistencia de Luis XVI a las decisiones de la Asamblea Legislativa(o, 
de  otro  modo,  la  resistencia  de  la  Asamblea  Legislativa  a  compartir  la  soberanía  con Luis XVI), 
la  creencia  ampliamente  extendida  entre  las  clases  populares  de  que  todos  los  problemas 
enfrentados  por  Francia  hacia  1792  eran  obra  de  un  "complot  aristocrático"  al  que  había  que 
poner  fin,  y,  no  menos  importante,  la radicalización del poder legislativo luego de las elecciones 
de  septiembre  de  1792,  pueden  señalarse  como  factores  convergentes  que  explican  dicho 
cambio  de  régimen.  En  cambio,  no  es  convincente  atribuir  el  reemplazo  de  un  régimen 
monárquico  por  uno  republicano  al  triunfo  de  ideas  con  las  que  estaba  familiarizado  sólo  un 
pequeño sector de la población francesa.”

De agosto de 1792 a junio de 1793.

En las elecciones parlamentarias solo participó una de las parte de quienes podían hacerlo.
Entre los 749 diputados de la convención (nombre que adoptó el nuevo parlamento) ya no
había enemigos de la revolución, sino únicamente patriotas. Mas de 400 eran hombre
nuevos que habían ascendido desde los cargos electivos de los departamentos. La derecha
revolucionaria moderada la formaban 150 girondinos. Mientras que la izquierda
revolucionaria radical (Robespierre) contaba con solo 100 diputados, y la voz popular les dio
el nombre de la Montagne. Pero la mayoría de los diputados independientes formaban la
llanura o el pantano que se sentaban en la parte baja del salón y cuyo voto era cambiante.
La primer disputa fue sobre que habría que hacer con Luis XVI luego de su definitiva
destitución. El 11 de diciembre se abrió el proceso contra Luis. La postura girondina era que
solo se lo condenara a prisión perpetua, mientras que los revolucionarios radicales optaron
por la pena de muerte. Finalmente Luis muere en la guillotina, considerada como símbolo
del terror revolucionario. De este proceso los Girondinos salen debilitados.
En cuanto a la situación social, se asaltaron más de mil panaderías y tiendas de
comestibles en París, dictaron precios más bajos. Los Girondinos enfurecidos hablaron de
violación de derecho a la propiedad, y que la Commune era cómplice de todo esto.
En consecuencia, estalló una lucha entre los Girondinos y los Montagnards. Los girondinos
fueron expulsados paulatinamente, mientras que, en el bando contrario, Robespierre había
buscado conexiones con el movimiento popular urbano, para que con su ayuda puedan
vencer a los mayoría girondina en la convención.
Los habitantes de París se presentan en masa y exigen un acuerdo incriminatorio contra los
traidores que hay en las filas de la convención. Estas acciones anti parlamentarias,
apoyadas incluso por la izquierda, marcan un momento en que la posición radical popular le
ganaba a la posición moderada burguesa/parlamentaria. La revolución popular se impone,
por primera vez, a la revolución constitucional. Se habían acercado programáticamente una
a la otra, la prosecución del proceso revolucionario depende, de si este par de fuerzas
darían continuidad a su alianza.

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“​El 2 de junio, los líderes de la comuna de París logran la movilización de 80mil miembros de la 
Guardia Nacional rodeando el Parlamento​: En efecto, para los impulsores de la movilización de 
la Guardia Nacional parisina, los girondinos, un sector moderado del Parlamento, debían ser 
expulsados del cuerpo y ejecutados en carácter de "traidores" de la República.”

De la democracia de base al terror legal jacobino. De junio de 1793 a julio de


1794.

Meses siguientes transcurrieron bajo el signo de un acuerdo que tenía las características de
una paz civil. Los revuelos del verano de 1793, demuestran que para ese entonces la
república estaba seriamente amenazada en su existencia y solo podía salvarse mediante el
más extremo esfuerzo de todas las fuerzas revolucionarias. Por esto, la convención acordó
una serie de medidas sociales a favor del pueblo, el cual tenía que llevar la carga principal
de la guerra en dos frentes. Iban desde el reparto de los bienes de los emigrantes entre los
campesinos con escasas tierras, pasando por la supresión de los derechos feudales
efectivos, hasta la amenaza de pena de muerte para comerciantes que acapararon
mercancías y hasta el establecimiento de almacenes de grano y tahonas públicas en el
departamento.
Bajo estas condiciones marco alcanzó su máximo despliegue el movimiento popular
democrático de las secciones y las sociedades populares parisienses. Este fue el gran
momento de los sans-culottes, aquellos plebeyos de los suburbios, verdaderos
protagonistas de los días revolucionarios. En cuanto a su programa de “economía moral”,
del precio justo de los víveres, del propietario derecho a la existencia de los pobres, de la
lucha contra los ricos y de una sociedad igualitaria de pequeños productores
independientes; desde el punto de vista político-ideológico, la organización solidaria en las
secciones y los clubes, un patriotismo y republicanismo militantes frente a “moderados” y
“tibios”, así como la proclamación de ser ellos los inmediatos depositarios de la soberanía
popular; desde el punto de vista sociocultural, una cultura plebeya propia, caracterizada por
la vecindad, las charlas nocturnas, los banquetes y fiestas del barrio, celebradas en
comunidad, un grado de dominio de la lectura por encima de la media de la época, y un
marcado anticlericalismo unido a un nuevo culto cuasi religioso en relación con los santos
de la Revolución. Para sus coetáneos, los sans-culottes encarnaban al tan invocado pueblo
revolucionario.
En este verano, al mismo tiempo, desarrollan mayor eficacia los enragés, grupo de
activistas revolucionarios radicales e intelectuales plebeyos que se agrupaban en la sección
de Gravilliers en torno de Jacques Roux. Casi todos ellos pertenecían a los cordeleros, y
pasaron a ser los auténticos intérpretes de los sans-culottes al explicar que las concesiones
sociales para el pueblo no iban lo suficientemente lejos. Pedían el establecimiento efectivo
del precio máximo para los víveres, pena de muerte para los acaparados, detención de
todos los sospechosos. También, exigieron en la convención que se hicieran efectivas las
promesas de libertad e igualdad para aliviar de una vez la necesidad material del pueblo
llano: “la igualdad es una vana ilusión mientras el rico pueda con el monopolio ejercer el
derecho de vida o muerte de sus semejante. Desde hace 4 años tan solo los ricos sacan
provecho de la Revolución”.
Esta pretensión de representar los verdaderos intereses de los sans-culottes y del pueblo
con mayor autenticidad que los diputados populares que habían sido elegidos para la
convención, producía un impacto en los fundamentos de su legitimación en un punto tan

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sensible que Robespierre denunció un poco después a Jacques Roux como presunto
enemigo del pueblo e impuso su expulsión de los Cordeleros.
El ultimo gran dia de lucha de la Revolución, cada vez más radicalizada, nuevamente miles
de sans-culottes rodean el parlamento exigiendo que se escuche la voz del pueblo.
Robespierre considera necesario entrar más claramente en el requerimiento de la sección
Unite “La convención Nacional debe mostrarse digna de un pueblo semejante y lo hará”.
Se optó, por el terror legal para evitar nuevos brotes de linchamientos ilegales por parte del
pueblo, tales como los que se habían producido en septiembre de 1792. No obstante, al
adoptar de este modo la Convención y su Comité de Salud Pública al movimiento
revolucionario radical, le quedaban la punta. El mismo 7 de septiembre, en que parecieron
ceder ante las exigencias de los sans-culottes, detuvieron a Jacques Roux, lo que fue una
primera señal de que la última ​Journée révolutionnaire ​era, en realidad, una victoria pírrica
que iniciaba un cambio en el proceso revolucionario.
Este fue un cambio que supuso el paso de la preponderancia de los sans-culottes a la
dictadura jacobina, del terror espontáneo del pueblo al terror institucionalizado de los
montagnards.
El decreto de la Convención que siguió y que declaraba “revolucionario al gobierno de
Francia hasta que se produzca la paz” significa que la constitución de junio de 1793 dejaba,
ante todo, de estar en vigor, que los ministros y generales quedaban sometidos al control
del Comité de Salud Pública y que el Tribunal de la Revolución se ampliaba. Ese comité,
compuesto por 12 miembros, contraloría no solo a los restantes comités de la Convención,
sino también a los departamentos.

El comité de salud pública, que le pertenece a Robespierre, prepara una ley que la
convención aprueba inmediatamente. Comienzan a contemplar medida para el bienestar
público. Ponen en práctica el terror revolucionario, para la investigación y detención de
sospechosos. Robespierre, justificó el Gobierno Revolucionario como “guerra de la libertad
contra sus enemigos” necesaria para el “bien del pueblo”. ​Esta fue una dictadura en nombre
del “bien común” y de la “virtud”, las fuerzas revolucionarias volvieron a tomar rumbos
diferentes. El CDSP denunció a críticos de esto llevándolos a la guillotina. Por otro lado, el
gobierno revolucionario se fue alejando del movimiento popular democrático adoptando
medidas como la prohibición del Club de Mujeres, la detención de los partidarios de
Jacques Roux en la sección de Gravilliers, la disolución del Ejército revolucionario provenzal
y la armada revolucionaria de París, y por último la lucha contra los portavoces de los
sans-culottes en el Club de los Cordeleros, a los que tacharan de “antirrevolucionarios”.
El aislamiento político del Gobierno revolucionario, entre las secciones caídas en desgracia
y que, una tras otra, fueron suspendiendo sus asambleas regulares durante la primavera de
1794, y la convención, que poco a poco, se fue hartando de las constantes órdenes, seguía
aumentando cuando, el 23 de mayo, Robespierre escapó por poco a un atentado y puso en
marcha la Ley de Pradial, el 10 de junio de 1794. El tribunal de la Revolución de París
duplicó sus condenas de muerte contra los sospechosos de “complots aristocráticos”. El GR
había recurrido un exceso al terror, por lo que en consecuencia el 24 de julio de 1794 la
Convención se atrevió a rebelarse contra el “tirano” Robespierre y terminó siendo
guillotinado.

“​La transición entre la Democracia de base al terror legal dio lugar a la preponderancia del 
Comité de Salud Pública y la instalación de una dictadura jacobina​: Como explica Reichardt, 
conforme el gobierno republicano enfrentó una creciente movilización popular -siempre 
concentrada en París- a la que no logró conducir de manera efectiva, la relación entre los 
sans-culottes y las autoridades republicanas fue haciéndose más tensa. En particular, los 

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integrantes del partido jacobino, encabezados por Robespierre, vieron en la dictadura una forma 
legítima de gobierno, que justificaban en la necesidad de mantener a la revolución a salvo de 
sus enemigos. El Terror legal se establece entonces bajo el justificativo de defender la 
revolución, lo que llevará inclusive a la ejecución de muchos de los líderes sans-culottes, 
acusados de ser enemigos de la revolución.”

El aburguesamiento de la revolución. Agosto de 1794 a noviembre de 1799.

“El aburguesamiento de la revolución significó el establecimiento del Directorio, el 


levantamiento del Terror político y la represión del movimiento popular:​ Caída la dictadura 
jacobina y guillotinado el propio Robespierre, entre otros jacobinos, la demanda de orden se 
convierte en una aspiración generalizada entre amplios sectores de la sociedad francesa. El 
Directorio apuntó a disciplinar a la radicalizada población parisina y a retrotraer la revolución a 
su fase inicial. El fracaso del Directorio condujo, finalmente, a un golpe de estado que llevó a 
Napoleón Bonaparte al gobierno en 1799, afirmando entonces a los ciudadanos franceses que 
la revolución "ha concluido".”

Los restantes diputados de la Convención, interpretaron su régimen como regreso a la


Revolución Constitucional de 1789. Pudieron hacerlo con apoyo de un considerable
catálogo de medidas: libertad de los presos políticos; procesos contra notorios “terroristas”;
limitación del Tribunal Revolucionario y disolución del Comité de la Revolución; readmisión
en la Convención de los girondinos expulsados y refuerzo del Parlamento a costa de los
comités de Gobierno y, por último, la votación de una nueva constitución, que introducía un
sistema bicameral y trasladaba el gobierno a un Directorio de 5 miembros. No obstante,
esta consolidación tenía algo de declarativa, puesto que no reforzó de nuevo la cultura
democrática de base que había sido debilitada por el terror legal. El nuevo Gobierno
Revolucionario (ahora antijacobino) prosiguió frente al movimiento popular con la política
disciplinadora y opresora del terror, suprimiendo, tras la prohibición de los jacobinos, el
precio máximo y mirando las secciones con la infiltración de ciudadanos moderados.
Frente a esto, el pueblo toma con más fuerza la palabra, y los sans-culottes rodean el
Parlamento para que se acepten sus medidas economicas y politicas: “considerando el
hechos de que el Gobierno, de manera inhumana, deja morir al pueblo de hambre, de que
se comporte de manera arrogante, injusta y tiránica, cuando provoca detenciones
arbitrarias. Así el pueblo acuerda dirigirse en masa a la Convención Nacional para exigir de
ella pan, la destitución del GR, la proclamación y entrada en vigor inmediata de la
Constitución democrática de 1793, la liberación de los ciudadanos detenidos por haber
pedido pan y por expresar libremente su opinión, y la convocatoria de las asambleas
primarias para renovar todas las autoridades”. Pero estos son rodeados y desarmados por
el Ejército, para luego ser condenados a muerte o detenidos.
En el curso de 6 años de revolución había adquirido “el pueblo” demasiada conciencia
democrática como para hundirse ahora de nuevo y sin más en la pasividad política.
Finalmente, las fuerzas revolucionarias, despojadas en gran parte de sus organizaciones,
de sus medios de opinión pública y de su base democrática, tuvieron que ceder a los
contramovimientos restauradores, que a su vez recurrieron a medios de lucha “terrorista”.
Incapaz en última instancia de escapar al terror y a sus secuelas, el régimen directorial se
limitó cada vez más a administrar el país a duras penas. Al final, solo lo mantenían con la
mayor dificultad los intereses económicos y de poder, el miedo a una contrarrevolución y la
guerra exterior, que había experimentado una mutación: había empezado siendo una guerra
de defensa nacional, pasó por el misionerismo revolucionario y acabó desembocando en
una guerra de conquista y pillaje. Había de ser también el general de la Revolución de
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mayor éxito, Napoleón Bonaparte, quien se haría cargo mediante el golpe de Estado del 18
de Brumario (9 de noviembre de 1799) de la sucesión del agotado régimen de Directorio:
“​Citoyens, ​la Revolución está firmemente vinculada a los principios de los que partió. Ha
concluido.” Del mismo modo que la proclamación no se dirige ya al “pueblo”, sino a los
ciudadanos del Estado y propietarios, también nombra como el primero de “los sagrados
derechos” que han de defenderse, el de la propiedad, y sólo después hace mención de la
igualdad y la libertad.
En rigor, el retorno anunciado por Napoleón a los principios de 1789 era sumamente
incompleto, pues, si bien el “hombre fuerte” salvaba las conquista de la Revolución en
cuanto a derechos civiles, lo hacía al precio de una política social conservadora, de un
pseudoparlamentarismo elitista y de un estado policiaco centralizado que superó al terror en
eficacia, aun cuando no pudo evitar a largo plazo que la cultura democrática de la
Revolución, que seguía soterradamente viva, se convirtiera, en Francia y más allá, en la
fuerza impulsora del movimiento republicano de 1830 a 1871.

Uno de los rasgos de la Revolución Francesa radica en la emergencia de una “cultura política de 
nuevo tipo” que giraba en torno al “pueblo”. Esa cultura consiste , por una parte, en la 
movilización democrática del pueblo llano y, por la otra, en la constante competición pública de 
las fuerzas dirigentes y las agrupaciones políticas en torno a la posición clave simbólica del 
verdadero portavoz de la nación: en cada ocasión conseguía el poder el grupo que con mayor 
eficacia desenmascarara a sus oponentes como “traidores del pueblo” y se presentaba a sí 
mismo, del modo más convincente, como agente fiduciario del pueblo. Lo que busca señalar 
con esta afirmación, es que el pueblo representaba una figura simbólica a la que cada parte 
daba el sentido y la forma que creía verdadera, desacreditando los sentidos que otros buscaban 
dar a dicha figura. Para Reichardt, la principal novedad que introduce la Revolución Francesa 
está ligada a la aparición de la idea del "pueblo" (o "nación") como la fuente exclusiva de la 
soberanía. Mientras que en la sociedad de Antiguo Régimen la soberanía radica en la figura del 
Rey, con la Revolución Francesa se instala la idea de que la soberanía descansa únicamente en 
la "nación", imaginada como el conjunto de todos los ciudadanos libres e iguales entre sí, y 
como una entidad superior inclusive a la del monarca. Sin embargo, dado que el "pueblo" no 
tiene un cuerpo material -como sí lo tiene el Rey-, queda indefectiblemente sujeto a una 
competencia (siempre abierta) en torno a quién puede hablar en nombre del pueblo. Las luchas 
políticas que Reichardt muestra a lo largo del proceso revolucionario, giran así en torno a esa 
disputa fundamental.

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