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* Arqueólogo, Doctor en Ciencias Naturales por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de
La Plata, Argentina.
ARTE, CHAMANISMO Y ARQUEOLOGÍA
Resumen
Esta es una relación problemática, tanto por el concepto de “arte” aplicado a las expresiones
estéticas de las culturas prehispánicas y “primitivas”, como al fenómeno del chamanismo y a las
opciones teóricas de la arqueología para asumir una conjunción de los mismos. Este problema, de
por sí complejo de plantear, se ha hecho más difícil y precario con el advenimiento en las últimas
dos décadas de nuevas opciones teóricas como la arqueología simétrica, la negación de una teoría
posmodernista del arte y el enfoque “perspectivista” de la antropología. Trataré las tres instancias
en contrapunto pues no sólo encaran un similar trasfondo de origen, el problema de la
representación, sino que también se enfrentan a similares aporías: algunas de orden
epistemológico, otras que devienen la arbitrariedad de puntos de vista disímiles y, los más, de pura
palabrería posmodernista. Mi exposición no pretende resolver algunos problemas de suyo
complejos y otros, inconsecuentes teóricamente; sólo intentaré reordenar un enfoque viable desde
criterios validados por la investigación científica en los tres campos.
Abstrac
This is a problematic relationship, both due to the concept of "art" applied to the aesthetic
expressions of pre-Hispanic and "primitive" cultures, as well as to the phenomenon of shamanism
and the theoretical options of archeology to assume a conjunction of the same. This problem,
already complex to pose, has become more difficult and precarious with the advent in the last two
decades of new theoretical options such as symmetric archeology, the denial of a postmodernist
theory of art, and the "perspectivist" approach to anthropology. I will deal with the three instances in
counterpoint since not only do they face a similar background of origin, the problem of
representation, but they also face similar aporias: some of an epistemological order, others that
become the arbitrariness of dissimilar points of view and, the most , of pure postmodern verbiage.
My exposition does not pretend to solve some complex problems and others, theoretically
inconsistent; I will only try to rearrange a viable approach from criteria validated by scientific
research in the three fields.
Key words: Art and shamanism, art and archeology, cognitive archeology
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ARTE, CHAMANISMO Y ARQUEOLOGÍA
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En consecuencia del título, voy a exponer mi argumentación con un sentido
historicista, en el que trataré las tres instancias en contrapunto pues no sólo
encaran un similar trasfondo de origen, el problema de la representación, sino que
también se enfrentan a similares aporías: algunas de orden epistemológico, otras
que devienen la arbitrariedad de puntos de vista disímiles y, los más, de pura
palabrería posmodernista. Mi exposición no pretende resolver algunos problemas
de suyo complejos y otros inconsecuentes teóricamente; sólo intentaré reordenar
un enfoque viable desde criterios validados por la investigación científica en los
tres campos.
El interés por el exotismo de las cosas antiguas propició el gusto por la formación
de colecciones y la aparición del oficio de anticuario. Dichas colecciones,
integradas por un criterio más estético que histórico fueron, sin embargo, la base
sobre la que se fundamentó la naciente arqueología. Este anticuarismo, en
especial de obras de arte, pintura y escultura, fue muy usual desde el
Renacimiento, gracias al interés de príncipes y prelados que con la idea de volver
al mundo clásico, ornamentaban sus palacios y residencias en un proceso de
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apropiación por refuncionalización estética o, “arte por metamorfosis”, como lo
llamó André Malraux (1967 :70,83). En consecuencia, los anticuarios y
coleccionistas impulsaron el interés por el descubrimiento de sitios y lugares
donde pudiera haber aquellos artefactos, antiguos y singulares, lo cual no sólo
amplió el mercadeo de objetos antiguos, sino también la destrucción irreparable de
numerosos yacimientos de importancia histórica. Desde sus inicios, la arqueología
sufre la penosa situación de ir, casi siempre, detrás de los saqueadores.
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Estos materiales consistían, la mayor parte, en fragmentos de hueso grabados con
figuras de animales, que luego aparecieron representados en las paredes de las
cavernas, dando origen al llamado arte parietal. El hallazgo, casi fortuito de la
techumbre cubierta de pinturas en Altamira, realizada por Marcelino Sanz de
Sautuola, fue publicado al año siguiente...
De todo lo que precede se deduce, con bastante fundamento, que las dos cuevas que se
han mencionado pertenecen, sin género de duda, a la época designada con el nombre de
paleolítica, o sea la de la piedra tallada, es decir, la primitiva que se puede referir a estas
montañas (Sanz de Sautuola, 1880: 23)
Figura 2. Primera imagen publicada del Gran Techo en la “sala de los bisontes polícromos” de la
cueva de Altamira (Sanz de Sautuola, 1880: 31, Lám. 3ª)
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posible que una gente tan primitiva pudiera haber tenido una religión…” (Lewis-
Williams 2005: 44) y, por lo tanto, la capacidad espiritual para producirlo. Una vez
constatada su originalidad, previo Mea Culpa de uno de los más pertinaces críticos
de Sanz de Sautuola (Cartailhac 1902) y ante la dificultad de negar la calidad
plástica de las imágenes rupestres, se optó por considerarlas como
“esencialmente estéticas” y a los artistas paleolíticos como “…L'homme de ce
temps cherchait il se perfectionner dans son art…” (Piette 1907: 68) y por lo tanto,
“eternamente preocupados con el culto de la belleza” (Piette, citado por Ucko y
Rosenfeld, 1967: 118).
Estas nociones que abonaron el concepto del “arte por el arte”, como “...producto
de una sensibilidad estética, de un deseo de producir cosas bellas, al que
solamente puede darse rienda suelta en tiempo de ocio...” (Lewis-Williams 2005:
45) fueron compartidas por casi todos los prehistoriadores desde la primera mitad
del siglo XIX, sobre todo a partir del llamado arte mobiliar, que aparecía
frecuentemente asociado con los materiales del registro arqueológico en sus
exploraciones; concepto que, con muy pocas variantes, se ha sostenido casi hasta
mediados del siglo XX en los terrenos de historiadores del arte.
El arte es una experiencia fundamental. Brota de la pasión innata del hombre de construir
un medio de expresión de su vida interior. Es indiferente que el impulso básico de estos
sentimientos surja de una angustia cósmica, de la necesidad de crear arte por el arte
mismo, o, como hoy día, del deseo de expresar en signos y símbolos el reino de lo
inconsciente (Giedion 1981: 27)
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alma...” (Salazar 2014:30) Pocos años después, Herbert Spencer (1876) publicó
su obra The Principles of Sociology, en la que expone una idea similar a la de
Tylor pero expresada más estrictamente como la creencia en la existencia de los
espíritus de los muertos; que habría surgido de la experiencia de las ensoñaciones
con las personas muertas. Esta idea llevaría a la noción de que los seres humanos
poseemos una esencia compuesta por una parte material y otra espiritual.
La muerte significaría el fin de nuestro ser material pero no el del espiritual, que continuaría
apareciendo en los sueños de quienes han sobrevivido. Así debió nacer la creencia en la
existencia de los espíritus y la primera forma de culto religioso, que sería el culto a los
espíritus de los antepasados. (Salazar 2014:31)
En varios casos que hemos visto, los miembros de la tribu se creen descendientes del
Tótem –ya sea por línea paterna o materna–, y en todos los casos son, al menos
nominalmente, de su raza o especie. Hemos visto que existe una relación entre los
miembros de la tribu y su Tótem, como en el caso del oso, que bien podría convertirse en
la de un adorador y un dios, lo que lleva al establecimiento de ceremonias religiosas para
calmar la justa ira del Tótem, o asegurar su continua protección. (McLennan 1869: 427)
Todas estas nociones fueron discutidas por Émile Durkheim, en cuanto explicaban
un totemismo contenido en sí mismo, ya que no podría explicarse –sobre todo por
su gran diversidad en distintas sociedades– aparte de la conducta y relaciones
sociales. Desde este criterio Durkheim consideró el totemismo como la más
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fundamental y primitiva de las expresiones religiosas de la que habrían derivado
todas las demás religiones (Durkheim 1993).
Sobre el problema del origen de la religión, Frazer arguyó que esta habría surgido
como resultado de la decadencia de una forma de pensamiento anterior, el
pensamiento mágico: “..Para Frazer, la magia consistía simplemente en una
rudimentaria forma de explicar los fenómenos de la realidad basada en la
observación y en la aplicación de un principio elemental de asociación de ideas...”
(Salazar 2014: 35)
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potencial; 3. Las representaciones parietales se encontraban en lugares de difícil
acceso...” (Reinach 1903 :263-264)
Sería una gran exageración afirmar que la magia es la única fuente de arte, y negar el
papel que desempeña el instinto de imitación, el instinto de adorno, la necesidad social de
expresar y comunicar el pensamiento; pero el descubrimiento de pinturas rupestres en
distintos sitios de Europa, que complementan el de objetos tallados y grabados recogidos
en cuevas, parece demostrar que el gran desarrollo del arte en la Edad de los Renos está
vinculado al desarrollo de la magia.(Reinach 1903: 266)
Con Reinach se inicia una controversia que aún tiene debatientes; pues planteó
que, para comprender el arte paleolítico, era necesario comparar por analogía los
estilos y maneras de la vida social de los pueblos “primitivos” existentes y que la
etnografía, que daba sus primeros pasos con investigaciones como las de
Spencer & Gillen (1899) en Australia, estaba descubriendo:
A menos que se quiera renunciar a todo intento de explicación, es más razonable buscar
analogías en los pueblos cazadores de hoy que en los pueblos agricultores de la Galia o de
la Francia histórica. Ahora bien, la representación de animales comestibles en las
profundidades de nuestras cuevas, excluyendo, como ya he dicho, a los carnívoros, se
explicaría muy bien si la condición religiosa de los trogloditas hubiera sido similar a la de
los Aruntas estudiados por el Sr. Spencer y el Sr. Gillen. Se trataba de asegurar, mediante
prácticas mágicas, la multiplicación del juego del que dependían para su supervivencia.
(Reinach 1903: 263)
En años posteriores, el abate Henri Breuil (1952) y sus epígonos, extendieron las
hipótesis de Reinach a la magia de la caza, según la cual los cazadores al pintar
las imágenes de animales en las paredes de las cavernas, no sólo propiciaban su
reproducción, sino que adquirían un poder sobre los animales representados.
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poseía ya la cosa misma, pensaba que con el retrato del objeto había adquirido poder
sobre el objeto; creía que el animal de la realidad sufría la misma muerte que se ejecutaba
sobre el animal retratado. La representación pictórica no era en su pensamiento sino la
anticipación del efecto deseado; el acontecimiento real tenía que seguir inevitablemente a
la mágica simulación. (Hauser, 1962:23-21)
Figura 3. Cueva de Niaux – Bisonte, en negro, con dibujos de flechas o azagayas sobre el cuerpo.
(Obermaier, 1925: 273, Fig. 121)
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techo en Combarelles, Rouffignac y Gont-de-Gaume en Francia. Pero, luego, el
término se aplicó a otros en forma de parrilla o formados por líneas paralelas o
agrupamientos de puntos, etc. y les dio el carácter de signos. Sobre estos
tectiformes, como sobre otros hechos, se han propuesto innumerables
interpretaciones, pero durante bastante tiempo prevaleció la original, propuesta
por Émile Riviere:
Finalmente [...] quizás la no menos interesante por el tema que reproduce, parece
representar una especie de cabaña trazada por tres cuartos, para mostrar la entrada y
cuyas paredes están formadas por una serie de bandas casi paralelas, alternativamente
blancas y ocre, formadas por numerosas líneas muy juntas, hasta el punto de confundirse
a menudo entre sí y, en general, muy poco grabadas profundamente. Sería, creo, la
primera imagen prehistórica que conocemos de una de las viviendas del hombre primitivo.
(Rivière 1897 :325) (ver fig.4)
Figura 4. Signos Tectiformes. (Composición sobre dibujos de Alberto Mingo (2008: 115 ss.)
Interpretación que fue avalada por Breuil, que se apoyaba en sus “paralelos
etnográficos” con casas y viviendas de tribus “primitivas” en varias partes del
mundo. Pero otros discreparon de esta versión y echando mano también de los
paralelos, argumentaron que se trataba de trampas para la caza o, también, para
atrapar espíritus maléficos (Obermaier 1918: 162)
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El hallazgo de diseños, que interpretaron como símbolos sexuales, les llevaron a
ratificar el carácter mágico y ceremonial de las cavernas que se extendería
también a la proliferación de los seres humanos que, de otra parte, sólo aparecían
en escaso número, de manera dispersa respecto de las escenas parietales y con
tratamientos técnicos diversos en grabados, pinturas y en bajorrelieves. “...Los
signos y figuras "antropoides" que aparecen al lado de los animales constituyen el
aspecto más oscuro del arte paleolítico y el más difícil de dilucidar...” (Raphaël
1945:14)
Hasta aquí he venido exponiendo una apretada relación, del proceso que llevó de
las primeras investigaciones sobre la existencia de los rastros de un arte primitivo
y de los rudimentos de la arqueología, hasta la configuración de una teoría sobre
los orígenes, autores y significado estético y social de ese arte, con el propósito de
mostrar de qué manera se fue construyendo una concepción sobre una forma de
pensamiento que supone, que las representaciones mentales en pinturas, fetiches,
estatuillas, etc., y mediante su escenificación en un ritual, y su descripción en un
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mito, permiten actuar concretamente sobre la realidad, es decir sobre el modo de
la relación entre los seres humanos y el resto de la naturaleza.
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lugares aislados y siluetas, aparentemente humanas, que han sido descritas como
“fantasmas” (Leroi-Gourhan 1984: 186)
Pero el punto culminante del debate se planteó, cuando los tres hijos de Henri
Bégouën descubrieron la que –por ellos–, se llamó la cueva de Les Trois-Frères;
en cuyas paredes aparecen representaciones de teriomorfos de los que H.
Bégouën hizo un primer informe en 1920 en el que describe de manera prolija una
representación inédita, hasta entonces, en el arte de las cavernas (ver fig. 6).
Se encuentra en la pared a 3 metros de altura [...] mide unos 75 centímetros de alto por 50
de ancho. Está totalmente grabado y algunas partes del cuerpo están pintadas de negro
[...] La cabeza es particularmente extraña: unas astas de ciervo la rematan con dos orejas
largas, peludas y erguidas. Dos ojos, formados por dos círculos concéntricos grabados se
colocan simétricamente a cada lado de la nariz [...] Los brazos están mal hechos, las
manos también, mientras que los pies han sido dibujados con mucho cuidado. La mano
derecha tiene sólo cuatro dedos, si podemos llamar así a ese tipo de garras que toman su
lugar [...] su cuerpo simplemente está inclinado hacia adelante y a pesar de la extrañeza de
su actitud, representa sin duda a un hombre desnudo, con una cola de caballo, yendo
hacia la izquierda. Las partes sexuales echadas hacia atrás están fuertemente acentuadas
[...] Creemos que el artista cuaternario quiso representar a un hechicero. (Bégouën 1920 :
309-310)
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Estas precisiones sin duda son difícilmente comprobables partiendo de los documentos;
pero parece evidente que encierran parte de verdad: este ser compuesto que presenta
sobre su estructura antropomórfica, en el más secreto rincón del fondo de la cueva, los
caracteres adicionados del ciervo, del caballo y probablemente del león, refleja en forma
concreta algo más que una vaga “magia”. (Leroi-Gourhan 1968 :75)
Figura 6. “Grabado y pintura sobre la pared de la caverna de Trois-Frères” (Bégouën 1920 :20,
Fig.1)
Estas tres figuras forman una línea que se dirige a la izquierda. El primero de este lado es
un reno, anormal sólo en sus extremidades anteriores; estos terminan en manojos de
dedos similares a manos toscamente dibujadas [...] La figura del medio es aún más
extraña; sus cuartos traseros tienen características inconfundibles de cérvido, tanto en la
forma de sus patas como en la acortamiento de la cola, bastante rudimentaria; sin
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embargo, hay que destacar el excepcional cuidado con el que la artista ha detallado el ano
y la abertura vulvar; además, el muslo que se muestra no es un muslo de rumiante, pero
las patas delanteras son de un bisonte; [...] La cabeza, cuya actitud es retrospectiva –
actitud siempre rara en el Paleolítico Superior– se asemeja al Bisonte [...] Este tercer
sujeto, en efecto, encaja en todas las figuraciones, mitad humano, mitad animal, de las que
el Hechicero o Dios, que preside todo el Santuario, es el ejemplo más perfecto. Su cabeza
es la de un bisonte, pero se relaciona con un cuerpo humano y vertical; el pelaje del
bisonte parece descender hasta los hombros; y la pierna izquierda doblada también es
humana y claramente visible [...] el sexo masculino está ligeramente acentuado y sobre el
contorno ventral. Las extremidades anteriores no son humanas; el inferior, menos marcado
y más corto, se extiende hacia adelante; la otra, que encaja más arriba, está formada por
dos líneas paralelas que terminan en dos cascos divergentes. El brazo se eleva
oblicuamente hacia un objeto largo con forma de huso, un extremo del cual se encuentra
con la boca de la cabeza del Bisonte; obviamente lo sostiene, como una flauta o un
instrumento de viento, a menos que sea un pequeño arco musical. (Breuil 1930: 261-263)
Figura 7. Escena con tres animales compuestos y un hombre-bisonte que toca una flauta. (Breuil :
1930 : 261, Fig.1)
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resto de su naturaleza mucho más compleja que la visión simplista y tan
“moderna” de la cultura europea que trataba de descifrarlos.
Hasta entonces, las explicaciones sobre los teriomorfos (o, teriantropos, hombres
que pueden transformarse en animales y viceversa) y los signos tectiformes
asociados al arte parietal, así como las representaciones sexuales, se planteaban
en términos de las analogías formales con los rituales y representaciones plásticas
de sociedades indígenas en América o Australia, pero aún no se les asociaba con
la figura del chamán ni menos todavía con el concepto del chamanismo.
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Figura 8. Bastones en T o, baquetas de tambor, perforados (Girod & Massénat 1900: Pl. LXXXIII)
Pero entre finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte sólo se conocían,
por publicaciones escasas y raras de viajeros y etnógrafos rusos, suecos u
holandeses, informaciones dispersas sobre ceremonias y rituales dirigidos o que
tenían como protagonista un chamán. Como el caso de Nicolaas Witsen,
holandés, Administrador de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales
embajador y cartógrafo, que en sus viajes por Rusia y el norte de Asia le llevó a
China, el Mar Caspio y una travesía por Siberia, de los cuales trayectos publicó un
libro titulado Noord en Oost Tartaryen en 1692 y reeditado en Amsterdam en 1705;
en el cual describe por primera vez, una ceremonia protagonizada por un sjamaan,
schaman o “sacerdote del diablo”:
Cinco o seis familias juntas tienen un chamán o sacerdote con el que se encuentran a
menudo. Luego se pone la túnica, que está colgada con grandes y pesados herrajes, que
representan ciervos, osos, serpientes, dragones, etc. [...] Además, tiene un tambor
alargado, sobre el que golpea, tras lo cual los espectadores comienzan a llorar
dolorosamente, pues, dicen, en el tambor aparece un pájaro muy raro, como un Cuervo,
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luego de lo cual alguien se separa de la compañía, quien luego es encontrado medio
muerto y luego considerado un gran hombre santo. Realmente todo es trampa o magia de
sacerdotes. [los Tungus] muestran su riqueza, que está formada por mujeres: algunas
[familias] tienen seis, diez o doce, pero las más pobres solo una. Para [obtener] una mujer,
un suegro debe recibir diez o quince renos. (Witsen 1705: 661)
Los chamanes [...] se encuentran en toda Siberia, y son conocidos por varios nombres. La
palabra chamán sólo se encuentra entre los tungus, buryats y yakuts. Sólo entre los tungus
es el nombre nativo; los buriatos, como los mongoles, también llaman a sus chamanes bo,
y las chamanes femeninas odegon o utygan. Entre los Yakuts, un chamán se llama oyun,
una chamana udagan. Los altaicos usan el término Kam, y llaman al trato del chamán con
los espíritus kamlanie, es decir, kam-ing. Los samoyedos llamaban a sus chamanes
tadibei. A pesar de los diferentes nombres, las actuaciones de los chamanes son las
mismas entre todos estos pueblos, aunque todos reconocen que los chamanes modernos
son menos poderosos que los antiguos (Mikhailovskii 1895: 63)
La religión chamánica es una forma de este animismo que se puede encontrar en todas las
sociedades primitivas. Es una etapa larga e importante en la evolución de las ideas del
hombre sobre el mundo, sobre el alma, sobre la vida. Este es el primer esfuerzo del
hombre en su lucha contra las fuerzas implacables de la naturaleza, así como el clan es el
primer peldaño entre la horda salvaje y la sociedad [...] Según las ideas de los Yakuts, todo
lo que existe tiene alma y puede morir. Los objetos, las personas, las apariciones solo se
diferencian por el grado de vida. Hierba, árboles, piedras, montañas, hasta las estrellas,
todo está vivo. Es un modo de generalización común a todos los pueblos primitivos y que
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trae todo de vuelta al mundo animal: el chamanismo lo ordenó sobre el patrón de la
sociedad humana e identificándolo con la vida humana. (Sieroszewski 1901 : 1,13)
Esta sigue siendo la figura a menudo representada con la cola de un caballo y las patas
delanteras de un oso en la cueva de Trois-Frères cerca de Montesquieu-Avantès (Ariège)
que, a la vista de la poderosa cornamenta del ciervo en su cabeza, hay que pensar que
está vestido con una manta de ciervo. Por lo general, dado el título vago de un mago, esta
fantástica imagen no se entiende por primera vez de manera más concreta como un
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(auto?) retrato de un chamán [...] Observen la ilustración de un chamán Tungús, con
cuernos de reno, cubierto de una piel y con patas de oso, tomada de un informe de viaje
publicado en 1705 [...] El chamán siberiano sin duda se tiene a sí mismo como un animal
con cuernos, disfrazado [...] para ahuyentar a los malos espíritus. (Kirchner 1952 : 272-273)
Figura 9. Representación de un chamán Tungus (Siberia) con astas de ciervo, orejas de animal,
pies de oso y ropa de piel y golpeando su tambor (WITSEN, Nicolaas, Noor en Oost Tartaryen,
1705: 663, Fig. 68). 'Un chamán, o sea un sacerdote diabólico, en el país de los Tungusen'...
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Archaïques de l’Éxtase” (1951) y una definición o, por lo menos una
caracterización del chamanismo, que va a sustentar la etnografía y las
explicaciones sobre el arte rupestre durante las siguientes décadas; aunque Eliade
no hace una relación expresa de la figura del chamán según Witsen, publicada
por Kirchner.
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las oscuras y profundas cavernas, sino el procedimiento para concebir el
imaginario representado en las paredes. A este recurso analítico se le llamó el
modelo neuropsicológico. Para explicarlo, tenemos que ir un poco más atrás, a
mediados del siglo veinte y bastante más distante, a las selvas y montañas de
Colombia.
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los efectos fisiológicos de la electricidad en el cuerpo humano, mediante la
aplicación de electrodos en diferentes sitios como los ojos, la cara, etc. y observó
que mientras tenía los ojos cerrados, percibía destellos de luz de diferente
intensidad y algunos de forma geométrica (Volta 1918: 123,125). Otros
investigadores (Purkinje 1819: 26,27; Von Helmholtz 1867: 325), habían
investigado también sobre la fisiología óptica y observado fenómenos similares
como resultado de la estimulación eléctrica o mecánica de los órganos
sensoriales.
Debido a que los fosfenos se originan en el ojo y el cerebro, son un fenómeno perceptivo
común a toda la humanidad y son extremadamente interesantes desde un punto de vista
psicológico y estético [...] Me parece que los historiadores del arte bien podrían considerar
los posibles efectos de los fosfenos como una fuente "intrínseca" de inspiración para
hombres de muchas sociedades diferentes cuando especulan sobre relaciones e
influencias cruzadas entre culturas primitivas. (Oster 1970: 83, 84)
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a profundizar en la posible relación de los motivos o diseños decorativos que
aparecían en las paredes de las malocas, en las rocas labradas a orilla de los ríos,
en los utensilios cotidianos de madera, cerámica, cestería y hasta en la pintura
corporal, con los diseños descritos en la investigación dirigida por M. Knoll.
Figura 10. Comparación de los patrones de fosfenos de Knoll y Tukano. (Reichel-Dolmatoff 1978b,
p.45, Fig. 53)
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De la comparación entre los patrones de fosfenos referidos por Knoll y los dibujos
descritos por los Tukano, dice Reichel-Dolmatoff: “Estas concordancias son
demasiado estrechas para ser meras coincidencias y parecen demostrar que los
motivos vistos por los indios bajo la influencia del yajé [...] son fosfenos que
después interpretan en términos culturales como dotados de significación
específica” (1978a: 173)
“Se encontró un tabaco inhalado de manera similar [al hallado en Cuba] entre varias tribus
indígenas de América del Sur. Resultó ser un polvo obtenido de las semillas de un árbol
parecido a la mimosa, Piptadenia peregrina [que] inducía una especie de intoxicación o
estado hipnótico, acompañado de visiones que los nativos consideraban sobrenaturales.
Mientras estaban bajo su influencia, se suponía que los nigromantes o sacerdotes
mantenían comunicación con poderes invisibles, y sus murmullos incoherentes se
consideraban profecías o revelaciones de cosas ocultas. Al tratar a los enfermos, los
médicos lo utilizaron para descubrir la causa de la enfermedad o la persona o espíritu que
embrujó al paciente. (Safford 1917: 393)
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“Relación acerca de las antigüedades de los indios” donde describe cómo, para
curar a un enfermo...
...le llevan el behique, que es el médico sobredicho, y [ambos] para purgarse toman cierto
polvo, llamado cohoba, aspirándolo por la nariz, el cual les embriaga de tal modo que no
saben lo que se hacen; y así dicen muchas cosas fuera de juicio, en las cuales afirman que
hablan con los cemíes, y que éstos les dicen que de ellos les ha venido la enfermedad.
(Pané 1990 [1498]: 37)
...fuman, a veces por la boca y otras veces por la nariz, hasta que se embriagan y quedan
privados de su juicio, y así se adormecen mientras el diablo en sus sueños les muestra
todas las vanidades y corrupciones que quiere que vean, y que ellos toman por verdaderas
revelaciones y en las cuales creen aunque se les diga que morirán. Esta costumbre de
tomar yopa [yajé] y tabaco es general en el Nuevo Reino y, según entiendo, en buena parte
de las Indias. (Aguado 1956: T.I,599)
¿Se trata de una huida de la realidad? ¿De un rito religioso? ¿De una experiencia filosófica
a través de la cual se pretende lograr un estado de sublimación, de equilibrio, de
integración? ¿O es que se sondea una nueva dimensión vivencial de otra “realidad”; o se
busca una experiencia dionisíaca, orgiástica? (Reichel-Dolmatoff 1969: 335).
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Figura 11. Pared exterior de una maloca, adornada con imágenes alucinatorias.
(Reichel-Dolmatoff 1978b, Plate D, p.37)
Ante la pregunta hecha a los indígenas, sobre el significado de los dibujos que
decoran el exterior de las paredes de sus casas (ver fig. 11) –y también de objetos
como maracas, banquitos de madera, trompetas y bastones sonoros (idiófonos)
para el baile–, de manera escueta explican que son las figuras e imágenes que
ellos ven en sus alucinaciones con el yajé. Estos “motivos decorativos” aparecían
repetidos de manera consistente en el sentido de su articulación con los objetos y
espacios ocupados y formando series combinatorias; todo lo cual define un “estilo”
de su expresión estética.
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el río Putumayo, en las cuales comunidades el yagé tiene una gran importancia.
Los dibujos, según la investigadora, permitieron interpretar desde la versión
indígena, el sentido de los diseños y su significación.
Poco tiempo después de una ceremonia dirigida por un chamán, a la cual asistió
Reichel-Dolmatoff, en la que el centro de la actividad además del baile, el canto y
los recitativos de fragmentos de las narraciones míticas, fue el consumo ritual del
yajé, y de la cual experiencia, realizó un minucioso registro que es un modelo de
tratamiento metodológico, propuso a algunos indígenas que dibujaran sobre un
papel preparado al efecto y con lápices de colores, las imágenes que veían en sus
alucinaciones provocadas por el yajé.
¿Por qué no me dibujas lo que ves cuando tomas yajé?. El hombre me miró con sorpresa.
Tomó un lápiz y se sentó en un banquito a dibujar. Con gran seguridad y desenvoltura
trazó sus líneas formando imágenes en diversos colores. Trabajaba con gran seriedad y
totalmente absorto en su tarea. Al cabo de una hora había producido un dibujo
extraordinario, lleno de movimiento y de colorido. Fue así como en los días y semanas
siguientes pude obtener una gran cantidad de dibujos que representaban una auténtica
expresión artística. De cada dibujo registré, en mi grabadora magnetofónica, una detallada
descripción hecha por el artista, quien explicó la naturaleza de sus visiones, junto con sus
reacciones e interpretaciones pictóricas. (Reichel-Dolmatoff 1985: 292) (ver fig.12)
Figura 12. Indígena Tukano dibujando una imagen experimentada mediante el yajé.
(Reichel-Dolmatoff 1978b, Plate B, p.36)
Los indígenas “artistas”, como les llama Reichel-Dolmatoff, identificaron cada una
de las imágenes y explicaron su significado y la manera como se constituían en
grafismos de un lenguaje de connotaciones sonoras, táctiles y visuales mediante
el cual se describen las incidencias de las narraciones mitopoéticas (ver fig. 13).
30
Figura 13. 1. Órgano sexual masculino; 2. Órgano sexual femenino; 3. Útero fertilizado; 4. Útero
como pasaje o entrada; 5. Gotas de semen; 6. Anaconda-canoa; 7. Fratría; 8. Grupo de fratrías; 9.
Descendencia; 10. Incesto; 11. Exogamia; 12. Cajita de adornos; 13. Vía Láctea; 14. Arco Iris; 15.
Sol, padre-sol; 16. Crecimiento vegetal; 17. Pensamiento; 18. Banquitos; 19. Maracas; 20.
Horqueta para tabaco. (Reichel-Dolmatoff 1969: 337, Fig.1)
31
principio complementario opuesto pues simboliza la fecundidad femenina. Es el color del
útero, del fuego, del calor [...] El color azul es sexualmente neutral y moralmente ambiguo:
simboliza ante todo un principio de comunicación expresado por el pensamiento, el humo
del tabaco que se fuma ritualmente, y por los cantos y ensalmos. (Reichel-Dolmatoff 1969:
337,338)
32
soluciones a las dificultades de la vida. De Métraux, toma un concepto claro al
respecto:
Es una técnica [el chamanismo] de comunicación con el mundo de los espíritus que no
tiene nada de anormal a los ojos del grupo. La función del chamán es la curación de los
enfermos [...] auspiciar el éxito en la caza y evitar la acción negativa de los hechiceros [...]
(Métraux 1970: 70,71)
Esto del “mundo de los espíritus” –como dice Métraux–, requiere una precisión,
pues no se trata de lo que, con el mismo término, se entiende en las culturas de
occidente. En las prácticas chamánicas, y por lo tanto en la visión cosmogónica de
las sociedades indígenas sudamericanas supervivientes, el concepto de ofrendas,
de un culto, o de una actitud implorante ante potencias “divinas” está del todo
ausente; la droga narcótica constituye un mecanismo práctico para curar las
enfermedades, obtener comida, aplicar correctamente las reglas del casamiento y
zanjar las animosidades personales. “El chamán [...] no es un místico, y los
mecanismos que emplea no son sacros [...] las drogas narcóticas se utilizan para
establecer contacto con la esfera “sobrenatural”. Este Otro Mundo no es,
naturalmente, sino una proyección de la mente individual activada por la droga”.
(Reichel-Dolmatoff 1978a: 198).
33
explicación del cómo y del ser de las cosas; y de la relación de los seres humanos
con el resto de la naturaleza y la sociedad.
34
sistema chamánico” (Perrin 1997: 92) amazónico. La articulación del complejo de
transformación entre los animales y los seres humanos descansa en la estructura
analógica de los mitos, que describen un tiempo cuando no había distinción
alguna entre hombres y animales. Un concepto de la naturaleza, opuesto y
diferente a nuestra lógica “occidental”. En la lógica del discurso mitopoético de los
mitos Ge de la Amazonía, los hombres son hombres porque son hijos de las
mujeres y son cazadores, porque son descendientes de los amoríos mitológicos
de un jaguar con una mujer primigenia. Sin embargo,
“El Hombre y el Jaguar, son opuestos polares. El uno come comida cocida y el otro cruda.
Más aún, el Jaguar se come al Hombre, pero el Hombre no come Jaguares. No hay
reciprocidad entre ellos. Es decir, que desde los tiempos míticos, el hombre y el jaguar han
trocado sus puestos. Esto sugiere que debió de existir alguna reciprocidad entre ambos [...]
en los tiempos en que el Jaguar tenía una esposa Humana” (Yalman 1970: 114)
Lo que hace incomprensible el texto del mito nativo para nosotros, es la situación
relativa de unos y otros respecto de la naturaleza. Si bien la mecánica de unas y
otras lógicas –la del discurso mitopoético en las sociedades salvajes y la del
sentido común en nuestra civilidad contemporánea– tienen como principio
operativo la analogía o “pensamiento por la semejanza” (Foucault) no son, sin
embargo, equivalentes, pues “un razonamiento por analogía está orientado. No es
lo mismo pensar la cultura analógicamente con respecto a la naturaleza [...] que
pensar la naturaleza analógicamente con respecto a la cultura” (Godelier 1974:
370).
A diferencia de nuestra visión antropomorfizada de la naturaleza, es decir de la naturaleza
pensada desde la cultura, el pensamiento salvaje elabora una perspectiva zoomorfizada
del hombre. O sea, la cultura pensada desde la naturaleza; en la cual ni los referentes ni
las conectivas que establecen las relaciones y los juegos entre las cosas; entre estas y los
humanos y entre otros seres no-humanos y los hombres (o entre los individuos y la
sociedad); están jamás por fuera o aparte de los fenómenos naturales. (Velandia 1994:
126)
El poder que manifiesta el chamán, que reconocen los indígenas pues no sólo lo
acatan sino que también le temen, reside en su manejo de un saber que Reichel-
Dolmatoff llama “chamanístico” (1985: 306) pero que no proviene del chamán, no
35
es un saber unipersonal, pues se trata de una construcción social radicada en un
discurso mitopoético del usufructo de la naturaleza, de las relaciones entre los
seres humanos y esa otra parte de la misma naturaleza (Otro Mundo), en la que
están los animales, las plantas y los espíritus de los que han muerto. Ese discurso
“es una ecosofía [...] una actitud moralmente cargada hacia la naturaleza, que
informa y guía sus prácticas de manejo de los recursos; [es] un sistema integral
cuidadosamente regulado” (Århem 1990: 105) Ese saber –esa ecosofía–, está
articulado como una eco-cosmología “en una estrecha relación de continuidad y
contigüidad entre lo social y lo natural” (Århem 2001: 270) y es el chamán quien se
encarga de las regulaciones necesarias, para mantener el equilibrio que hace
posible la supervivencia del grupo social.
36
estados de “extasis” y “trance”, como recurso para la curación cuando, de hecho,
“las sociedades chamanísticas no utilizan términos nativos homólogos a ‘trance’
[...] no se refieren a un cambio de estado para designar la acción ritual del chamán
[...] incluso parece que la misma noción de 'trance' es irrelevante para ellos.
Cuando se les pregunta si el chamán está o no está 'en trance', son en su mayoría
incapaces de responder". (Hamayon 1993: 21). Por lo tanto, “hay una necesidad
apremiante de crear una mas refinada, mas matizada, terminología que
distinguiera, de manera intercultural, entre los muchos diferentes tipos de papeles
que se agrupan actualmente bajo la rúbrica vaga y homogeneizante de “chamán”
(Klein et al. 2002: 383).
37
del que nada salva el contenido [...] increible ligereza del procedimiento
metodológico [...] menosprecia los datos igual que el sentido común [...]
extravagantes elucubraciones psicodélicas [...] utiliza las peores mescolanzas no
solo a nivel científico sino también a nivel moral" (Hamayon 1997: 66,67).
El caso es que, en definitiva, con las aporías que pueda tener la propuesta, “es un
libro fascinante [...] producto de una experiencia de primera mano, que se agrega
a la amplia experiencia arqueológica y etnológica de ambos autores” (Schobinger
2009: 31) o, según otro criterio, “la propuesta de Lewis-Williams y Dowson (1988,
1993) de que muchas de las marcas abstractas que se encuentran en el arte
paleolítico y neolítico pueden atribuirse a procesos neurofisiológicos, determinados
por prácticas chamánicas, ha ayudado a abrir un nuevo enfoque de este aspecto
del arte, al proporcionar algunas ideas valiosas en cuanto a su probable
derivación” (Hodgson 2000: 866). La situación concreta es que el debate, ya sea
en los términos de una crítica incorrecta por tendenciosa y parcializada; o
exegética por entusiasta, no resuelve el problema de qué hacer desde la
perspectiva arqueológica con la interpretación de los artefactos estéticos de
multitud de sociedades actuales o del pasado, conditio sine qua non su
historización.
Desde los años sesenta del siglo pasado, sobre los méritos de la new archaeology
y al compás del debate de la arqueología postprocesual, con la arqueología
cognitiva se abrieron múltiples opciones para el análisis de los artefactos de la
cultura material y para la interpretación de su significado. En particular se
impulsaron los estudios de las iconografías prehispánicas en Sudamérica
mediante la aplicación de las categorías de la semiótica de la imagen visual y el
análisis de las estructuras del lenguaje mitopoético inscrito en las formas estéticas
o, en general, del registro arqueológico. Desde el estructuralismo, tan denigrado,
38
mal estudiado y peor entendido, se han demostrado alternativas analíticas sobre
orfebrería (Reichel-Dolmatoff 1988); escultura (Santos 2012); cerámica funeraria
(Velandia 2005); estatuaria funeraria (Velandia 1994, 2005, 2011, 2015, 2016).
Pero las alternativas teóricas siempre conllevan una carga crítica, ya sea derivada
de la incomprensión de las posibles novedades o porque los retazos del viejo
paradigma se niegan a ceder el terreno. Algunas objeciones provienen incluso de
viejos esquemas que no contribuyen a la crítica sino, por el contrario, se
convierten en un peso muerto para la disciplina en general. Un punto neurálgico
en el debate, no sólo sobre los chamanes prehistóricos, sino que afecta la
arqueología a lo largo del siglo anterior, es la negación de comprender el
significado de los hechos culturales del pasado, que va implícito en el problema de
la interpretación, pues desde la formulación de la más elemental pregunta por la
cosa extraña puesta sobre la mesa de disecciones, es decir, desde la primera
aproximación descriptiva, de hecho estamos preguntando por una explicación de
qué es esa cosa, por qué es lo que sea que parece y por que está allí, o sea, que
estamos intentando una significación. De manera que es un tanto ingenuo exigir
que el proceso de conocimiento del arte rupestre debe quedarse en la superficie
supuestamente objetiva de la descripción, como condición de “objetividad”
científica.
39
decir del arte de una sociedad diferente, siempre tendremos como referentes
nuestros parámetros geométricos, con los que hace travesuras la imaginación.
Por consiguiente, los objetos arqueológicos tienen que ser entendidos como
productos del trabajo, pues esto es precisamente lo que estamos preguntando
cuando averiguamos por su significado: el proceso que los hizo posibles; “pues si
asumimos con Marx (1959:T.I,133) que “...en el objeto trabajado, en el producto
[...] está objetivado el trabajo...”; y que el objeto de trabajo de la arqueología es la
“cultura material”, es decir, la producción del trabajo humano, entonces lo que se
pregunta el arqueólogo no es simplemente “qué significa esto” sino cómo fue el
proceso que hizo posible esta significación, pues en el proceso, en la historia, está
objetivamente la “explicación” del ser de la cosa que se indaga”. (Velandia 2005:
25)
40
Pero los trabajos de varios investigadores sudafricanos desde la década de 1970,
antecedentes al trabajo de Lewis-Williams y Dowson (1988), reorientaron el
concepto de la analogía etnográfica que, apoyado con una perspectiva social
llevaron a configurar un nuevo enfoque teórico (Cruz Berrocal 2001: 2,3) y una
metodología hábil para la investigación tanto del arte rupestre como de las
sociedades indígenas africanas contemporáneas. Y, por supuesto, repercutió en
la práctica arqueológica en Sudamérica, entre otros, con la investigación de
Reichel-Dolmatoff sobre el chamanismo en las comunidades indígenas de la
Amazonía, ahora aplicada al estudio e interpretación de la orfebrería prehispánica
de Colombia:
La disyuntiva era, pues, si por las dificultades inherentes debíamos dejar definitivamente de
lado todo intento de interpretación del simbolismo de esta iconografía –en la arqueología
del Noroeste Argentino– o si, por el contrario, podíamos en algún momento empezar a
establecer cierta sistematización de signos que permitieran en el futuro elaborar una
verdadera semiología arqueológica (González 1974: 9,10)
41
las relaciones estructurales básicas que permitan aproximarnos de alguna manera
a su significación” (ib.id).
CONSIDERACIONES FINALES
42
nos impide considerar que aquellos seres humanos remotos vivieran en alguna
forma de organización social o se comunicaran mediante un lenguaje, es decir, en
términos más estrictos que fueran, por eso mismo, humanos.
43
la cultura material mediante una renovación de los problemas en la investigación
de los valores culturales patrimoniales.
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