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La segunda cara de la moneda

Días atrás rememoraba una de las series juveniles más famosas que han azotado la industria cinematográfica en
los últimos años, me refiero a Elite, de la inigualable productora también de filmes y documentales, Netflix. Sus
personajes eran excepcionales, algunos fríos y calculadores, otros frágiles y bondadosos, en sí, me sentía
identificado con muchos de ellos en su momento, y es que todos tenían algo en común, tarde o temprano, perfectos o
no, terminaban sufriendo. Me viene a la mente una de las tantas frases que se pronunciaron, y con la cual hice
fijación mental, pues consideré que se me ajustaba como una segunda piel. ‟A veces te convences de que quieres a
alguien, lo idolatras, pero hace algo, y en un segundo toda esa imagen se desmorona, y todo ese amor desaparece
también, y terminas viéndola por lo que realmente es”.

Me había convencido de que para olvidar a una persona, al menos para tratar de hacerlo, había que dejar de
llamarle, de escribirle, de nombrarle y de buscarle; pero somos seres humanos, y que mejor forma de aprender que
mediante nuestros propios errores, pues sí, cometí el error, busqué a la persona que quería olvidar, sentía que tenía
esa necesidad, que me haría bien…que iluso fui. Me alegré mucho de verle, y pues esa persona también se alegró
de verme. Luego, al despedirme, me di cuenta de mi error, el dolor que provocaba su ausencia regresó, y mucho más
fuerte. Creo que debí seguir mi principio de no llamar, no escribir, no nombrar y no buscar, las cosas hubiesen sido
mucho más sencillas.

Nunca terminamos de conocer a las personas que nos rodean, y una persona con mente ocupada no termina de
aprender sino hasta el día de su muerte. Las relaciones sentimentales, mientras más fuertes son, más nos ciegan,
nos impiden ver con claridad las mentiras, y las verdaderas intenciones, y es que, ni siquiera nos conocemos a
nosotros mismos por completo. Odiamos sospechar algo malo y acabar confirmándolo, porque en el fondo lo
sabíamos, pero teníamos la esperanza de equivocarnos. No sabría decidir entre tantas opciones, y es que puedes
amar y que te amen por igual, o puedes amar y que te rompan el corazón, ¿cómo saber con qué tipo de persona te
enfrentas, si de los que aman, o de los que destrozan corazones y sueños? Supongo que no lo sabemos.

Es lamentable que la vida y las relaciones sean un juego del destino, como una ruleta, y es aterrador pensar en la
posibilidad de que puedes terminar sufriendo. En lo personal, y creo que muchos estarán de acuerdo, lo mejor es
estar solos, si no nos enamoramos no nos pueden desilusionar, no decimos para tratar de convencernos, pero…
¿acaso podemos elegir a quien amar, y cuando hacerlo? Creo que no, y por favor, si alguien conoce la manera que
me la haga saber. Yo soy un vivo ejemplo de esos que dicen ‟sólo será una cita, no me involucraré
sentimentalmente, puede que sea solo sexo, pero nada de querer más”, y que luego termina depresivo y comiendo
helado en la oscuridad de su cuarto mientras mira películas cursis de amor, porque la cita terminó en una relación en
la que decía muchos ‟te amo”, y no me daba cuenta de que los ‟te amo” que recibía a cambio, eran por pura cortesía,
para responder los míos, nuevamente, ingenuo.

Eso sí, lo mejor es siempre seguir adelante, no sé si lo diré por escucharlo tantas veces, o para hacerme sentir
bien a mí mismo. Pero si sé que es imposible olvidar a una persona que dejó huella en tu vida, considero que lo
mejor es ser precavidos, esperar un tiempo razonable antes de conocer a otra persona, sería cruel intentar sacarnos
a alguien de la cabeza con los nuevos recuerdos que nos dé una nueva. Vivimos un ciclo, si nos quiebran, siempre
sanaremos con el tiempo; siéntelo, llóralo, súfrelo, pero no eternamente, el dolor pasa, la vida continúa. Recuerda, si
caminas, el mundo caminará contigo, pero si te detienes, el mundo no esperará por ti.

Octavio Proenza Asín

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