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Capitulo VI.
De mendigo a millonario: la era del guano, 1840-1879
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Es profesor de Relaciones Internacionales y de Historia en la Universidad Estatal de Washington, Dartmouth
College, la Universidad Johns Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados y la Universidad de Georgetown. Sus
áreas de especialización son la historia sociopolítica del siglo XX de América Latina, en particular la historia del Perú
y la región de los Andes.
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Guanay, piquero y pelicano peruano.
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proteccionista. Este hecho marcó el inicio de una transformación político-ideológica de esta
clase, desde una obstinada política proteccionista a la adopción del librecambismo. La
destrucción del Ramo también hizo que la elite mercantil contemplara las ventajas de un
régimen civil, sobretodo tras el advenimiento de un orden impuesto por el general Ramón
Castilla en 1845. El gobierno civil pasó a ser un proyecto político fundamental de las elites
peruanas solo en la década de 1860, al darse cuenta que de esa manera obtendrían mayores
ganancias del tráfico guanero, tanto a nivel individual como colectivamente, como clase.
Hubo ganadores y perdedores en esta inserción al mercado internacional. Las casa
comerciales extranjeras, que se incrementaron entre 1830 y 1840, fueron actores
importantes en el comercio internacional del guano y además ganaron acceso al mercado
peruano para sus importaciones. Por su parte, la élite mercantil peruana prosperó como
intermediaria de sus nuevos aliados extranjeros, proporcionando las salidas minoristas para
las importaciones de lujo y facilitando los canales políticos y financieros para la
comercialización del guano.
Los perdedores en esta apertura económica fueron los antiguos aliados y clientes de esa elite
mercantil: los pequeños comerciantes y artesanos, que ya no eran útiles. En el caso de la
clase artesanal, su mercado más caro quedó eliminado con la duplicación de las
importaciones de lujo a finales de los 40.
Las implicaciones sociopolíticas de la internalización comercial en la era del guano fueron
sustanciales. Los sectores medios empobrecidos y desclasados de artesanos y minoristas
denunciaron las opresivas políticas librecambistas de la aristocracia mercantil “comeguano”.
Así, dada la marginación política, sus gremios y su antigua influencia política se batían en
plena retirada política.
El primer caudillo en aprovechar el auge del guano y sus beneficios fue el general
Ramón Castilla, siendo uno de los soldados más hábiles en la historia del Perú. Fue dos veces
presidente, de 1845 a 1851 y nuevamente de 1854 a 1862. Castilla inició su ascenso el la
política como un oficial de ejército leal al presidente conservador Agustín Gamarra, logro
establecer una base de poder regional en Arequipa, donde se vinculo con una de las familias
mas ricas de la ciudad por vías del matrimonio. Recurriendo al botín financiero más grande
del guano, Castilla durante su primer gobierno consolido el poder de la presidencia y el
Estado central. Un ordenamiento político estable, uno pax andina, comenzó por aparecer por
primera vez desde la independencia en un País que hasta entonces solo había conocido
revoluciones políticas y perturbaciones económicas. El rápido incremento de las rentas del
guano permitió a Castilla forjar su pax andina durante sus dos gobiernos. Las rentas
procedentes de la exportación del guano se incrementaron entre 1846-1847 y en la década
de 1850.
Gracias a la generosidad fiscal Castilla comenzó a forjar el inicio de un estado nacionalista,
con congresos que funcionaban, códigos y estatutos legales, agencias y ministerios ampliados
y, por primera vez un presupuesto nacional. También logró ejercer un patronazgo
considerable para consolidar el poder político en base a la ampliación del empleo y de obras
públicas. Al mismo tiempo, expandió y modernizó las fuerzas armadas.
La gran fortaleza fiscal y el remozado poder estatal permitió a Castilla limitar el poder de la
Iglesia. Abolió el fuero eclesiástico (1856) y los diezmos (1859), la fuente principal de
ingresos eclesiásticos desde la colonia. El resultado fue el gradual empobrecimiento de la
Iglesia, que junto con la creciente secularización de la sociedad, menguaron su capacidad de
atraer miembros para el sacerdocio.
Además de consolidar el Estado, Castilla alcanzó una gran fama al abolir la contribución
indígena y liberar a los esclavos en 1854. Esto le confirió el título permanente de “Libertador”
en la historia peruana. La abolición de la contribución indígena redujo significativamente la
base fiscal del Estado, haciendo que en largo plazo fuera peligrosamente dependiente del
guano, un recurso natural finito y cada vez mas agotado.
En cuanto a la abolición de la esclavitud, al no poder conseguir una provisión alternativa de
trabajadores entre los campesinos indios de la sierra, los hacendados comenzaron el tráfico
de otra forma de esclavitud. Entre 1849 y 1874, unos cien mil culís chinos fueron enviados al
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Perú como sirvientes contratados, principalmente del sur de China a través del Macao.
Reemplazaron a lo esclavos en las haciendas azucareras y algodoneras de la costa, a trabajar
en las islas guaneras, junto con un pequeño numero de convictos y polinesios, y
posteriormente a construir ferrocarriles que se convirtieron en la panacea desarrollista de la
élite gobernante.
El tratamiento dado a los culís fue igual que el dado a los esclavos negros. Estos chinos
venían contratados hasta por siete años, tras lo cual podían partir una vez concluido. De igual
manera que de sus predecesores africanos, soportaron duras condiciones laborales y de vida,
incluyendo los latigazos, el encierro en los galpones de la hacienda al caer la noche y una
explotación generalizada. Al no contar con compañía femenina, la homosexualidad fue un
rasgo común y el consumo de opio, a menudo vendido por los hacendados, se hizo habitual.
Dadas las condiciones tan deplorables se desarrollaron diversas formas de resistencia en las
haciendas, entre ellas la fuga, el crimen, los motines y la rebelión. Después de completar sus
contratos, muchos chinos prefirieron eventualmente dejar su lugar de trabajo y dirigirse a los
pueblos y ciudades a lo largo de la costa, Lima inclusive, para dedicarse al comercio
minorista. Separados de la cultura dominante por el lenguaje y las costumbres, ellos
tendieron a congregarse en sus propios barrios étnicos, donde fueron el blanco de la
discriminación y los pogroms en momentos de crisis, como sucedió durante la Guerra del
Pacífico (1879-1883).
Como la renta del guano solo cubría la decima parte de los gastos estatales entre 1847 y
1851 la brecha presupuestaria crecía. Para resolver el problema fiscal, Castilla emprendió la
tarea de consolidar la deuda nacional, un proceso que tomo varios años y que fue completado
por José Rufino Echenique (1852-1854), su sucesor. La consolidación de la deuda implico un
complejo proceso de reconocer, reestructurar y cancelar las deudas interna y externa entre
1846 y 1853. Los historiadores coinciden en señalar que el reconocimiento y la
reestructuración de la deuda externa sirvieron para restaurar el crédito peruano en los
mercados monetarios de Londres, los cuales habían quedado cerrados al Perú desde los
incumplimientos de mediados de la década de 1820.
La interpretación dominante del resultado de la consolidación de la deuda interna concibe la
consolidación como un fraude masivo que sirvió para reconstituir la tradicional clase
dominante peruana.
La consolidación d la deuda tuvo dos importantes consecuencias de largo plazo. En primer
lugar, una nueva élite centrada en Lima, que constaba de funcionarios estatales, rentistas
urbanos, caudillos retirados, hacendados costeños y sobre todo los comerciantes del
consulado, fue capitalizada con la transferencia de fondos del tesoro público, y surgió en la
década de 1850 como una plutocracia nueva y poderosa. Esta élite había comenzado a
formarse en la década anterior con el boom guanero en curso y con la expansión estatal.
La formación de la plutocracia en la era del guano y la bonanza financiera estatal también
sirvió para revivir y acentuar el poder económico y político de Lima y la costa. En este
sentido, el boom guanero de mediados de siglo llevó a una profunda división de larga
duración entre la costa modernizante y la sierra económicamente atrasad. Lejos del boom
guanero, la sierra no fue muy afectada, excepto por una creciente demanda limeña de
provisiones alimenticias.
La producción azucarera se concentró en los valles fértiles entre Trujillo y Chiclayo, en la
costa norte, llegando a representar el 68% de las exportaciones de azúcar en 1878. La
producción subió en 1860 y 1879. En cuanto al algodón, su producción subió en 1860, y
tendió a concentrarse en ciertos departamentos de la costa: Piura, Lima e Ica. El desarrollo
de amas mercancías también se debió a su cercanía a Lima para el acceso al crédito, así
como a las instalaciones portuarias para el fácil transporte transoceánico a los mercados
extranjeros.
Fuera de la especialización en el azúcar y el algodón, la agricultura costeña permaneció
mayormente estancada.
A diferencia del azúcar o del algodón en la costa, el comercio de las lanas en el sur peruano
debió su constante evolución en este periodo, no al boom del guano, ino a la creciente
demanda de las fábricas textiles británicas y a las políticas librecambistas estatales en
evolución.
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El segundo impacto a largo plazo de la consolidación de la deuda, fue la creación de una base
sociopolítica- la nueva oligarquía guanera, aliada con intereses extranjeros- que permitió el
triunfo del Estado liberal. De hecho, puede considerarse la consolidación de la deuda en el
Perú como el equivalente de las reformas liberales de la tierra que se dieron en el resto de
Latinoamérica a mediados de siglo. Estas reformas “privatizaron” las tenencias corporativas
de la Iglesia y las comunidades de indígenas, consolidando así nuevas élites bajo la égida del
emergente Estado liberal y capitalista.
A comienzos de 1850 se tomaron más medidas para consolidar un régimen liberal. Se firmó
una serie de tratados liberales con Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos que pusieron
el comercio exterior peruano en una ase ordenada y recíproca. El triunfo del liberalismo era
total y con estas medidas y con la victoria de Echenique, quien hizo una campaña vigorosa a
favor del libre comercio. Las normas y políticas liberales, respaldadas por una poderosa y
nueva oligarquía, configurarían la política económica y dominarían la política peruana desde
entonces hasta finales de siglo.
La popularidad de Pardo sería puesta a prueba por el inicio de una crisis económica
que arrojaría al Perú a la bancarrota y finalmente a una guerra con Chile a finales de la
década. Ni bien asumió la presidencia, Pardo tuvo que hacer frente al impacto en el Perú de
la depresión mundial de 1873, que causo un fuerte descenso en las exportaciones del país.
En 1878 la producción de algodón se había reducido. Los ingresos provenientes del guano
cuyas reservas estaban casi agotadas, cayeron 35 %. El Perú lucho por refinanciar su deuda
externa mientras el desempleo se disparaba y el salario de los empleados estatales quedaba
sin pagar.
Pardo intento reemplazar el decreciente ingreso del guano con los nitratos, un
fertilizante que competía con aquel en el mercado internacional. Una serie de empresas
peruanas, chilenas y extranjeras comenzaban a producirlo en la provincia de Tarapacá, en el
sur peruano. Sus medidas también se alinearon a las instituciones poderosas como la Iglesia
y las fuerzas armadas. La primera objetaba su esfuerzo por promover la ampliación y
secularización de la educación, extender la educación entre las clases populares y hacer que
la educación superior fuera menos teórica y más práctica y utilitaria. En cuanto a los
militares, no podían tolerar la drástica reducción en su sueldo y personal y generaron varias
revueltas militares que fueron sofocadas.
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El Perú se declaró en bancarrota en 1876 al fracasar en sus intentos de refinanciar la
deuda externa, y las obras públicas se paralizaron. Paradójicamente Pardo tuvo que
persuadir al Partido Civil que presentara como candidato en las elecciones de 1876 a un jefe
militar, el general y ex dictador Mariano Ignacio Prado (1876-1879).. Este último logró evitar
temporalmente el colapso financiero, hasta la Guerra del Pacífico en 1879 y logro renegociar
la deuda externa. Pero la guerra del Pacífico puso fin a toda posibilidad de recuperación
económica. En medio del conflicto, que enfrentó a Perú y Olivia con Chile, sus tenedores de
bonos londinenses privaron al Perú de sus ingresos provenientes del guano, llegando al final
de la década del 70 sin un centavo.
En cuanto al ferrocarril, fue más bien un medio costoso con el cual llevar a cabo el
progreso económico y más que integrador, una vez terminada la guerra fomentó un patrón
de desarrollo orientado hacia el exterior.
Por otro lado, la visión racista de la oligarquía con respecto a la población indígena,
impidió los esfuerzos por integrar el país en una forma que hubiese servido como base para
la industrialización.
El impacto de la depresión mundial de 1873, junto con el agotamiento de los depósitos
de guano y el estallido de la Guerra del Pacífico, pusieron fin a toda posibilidad que el Perú
tuvo, a mediados del siglo XIX, de dar el gran salto desarrollista.