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Carla Wainsztok
1. Introducción
Antes de comenzar, sin embargo queremos recordar que en los festejos del Bicentenario
en la Argentina, uno de los momentos más emotivos (hubo muchos, pletóricos de
alegrías, lágrimas, abrazos, encuentros, bailes, carrozas, recitales) fue la presentación de
la Galería de los Patriotas Latinoamericanos. En el mismo se encuentra uno de nuestros
protagonistas, el Apóstol de América, José Martí. Su retrato fue enviado por Fidel
Castro.
En tanto Sarmiento, para horror de cierta progresía tuvo que compartir el mapping
(imágenes proyectadas en el Cabildo de Buenos Aires) con Facundo Quiroga y Rosas.
Toda una enseñanza para la historia oficial. Es más si se observa el mapping arriba por
encima de Sarmiento y Rosas, Facundo. ¿habrá sido simplemente un problema de
espacio?
Parece que las dos opciones deben contar con el sacrificio de la población nativa, en un
caso el argumento es el progreso, del cual hablaremos en breve, en el otro caso la
tranquilidad de conciencia se da por el proyecto de educación popular. Al respecto
puede leerse. “Cualquiera que estudia detenidamente los instintos, la capacidad
industrial e intelectual de las masas en la República Argentina, Chile, Venezuela y otros
puntos, tiene ocasión de sentir los efectos de aquella inevitable pero dañosa amalgama
de razas incapaces e inadecuadas para la civilización (…) Si me propongo hacer sentir
1
hondamente la enormidad del mal1 no es sin dudas para que desesperemos de hallarle
remedio (…) Todos estamos de acuerdo sobre la ineptitud industrial de nuestras masas”
(Sarmiento; 2010:30)
Son sugestivas las palabras de Sarmiento, a ello debe agregarse el dato de que los niños
y las niñas que trabajaban en la calle no merecían ir a las escuelas, para ellos debía
existir otra forma de escolarización bien cercana a la reclusión. Los niños y las niñas
que ruedan en la calle2 están contaminados por el mundo de los adultos. Entonces la
opción por la educación popular no es cierta. Si hay razas incultas, si hay niños y niñas
no educables, si hay gauchos y caudillos malos que son malos desde niños 3 por lo tanto
no hay proyecto de educación popular. El mismo Sarmiento habría “reconocido que su
libro de educación primaria llevaba impropiamente el ponderativo título de educación
popular” (Alberdi; 2005: 112)
“De manera general, puede afirmarse que la imagen ‘Civilización o Barbarie’ constituye
una metáfora más o menos recurrente del lenguaje político. Esta función primera nos
remite empero al lugar que el binomio ‘Civilización- Progreso’ ocupa en la historia de
1 El tema del mal aparece respecto a la extensión que aqueja al territorio y Rosas como el mal sin pasión
en Facundo
2 Cfr con Simón Rodríguez. “En los niños pobres (…) está la Patria” (Rodríguez, Tomo I 1988: 286) en los
“cholitos y las cholitas que ruedan en las calles” (Rodríguez, Tomo II 1988: 517)
3 Sobre la infancia de Quiroga ver el Facundo, sobre la infancia de Artigas ver Conflicto y armonía de
razas en América. Sobre su propia infancia ver Recuerdos de Provincia.
2
las ideas en la época moderna, y su vinculación al mito de la barbarie, a partir de fines
del siglo XVIII. La palabra ‘civilización’ empleada por primera vez en 1757 (…) tuvo
un lugar eminente entre las ideas-imágenes que han atravesado la época moderna (…)
La idea de progreso, por otro lado, implicará desde sus comienzos (…) la emancipación
del devenir humano de todo imperativo trascendente” (Svampa; 2006: 17-18)
Para remarcar las diferencias entre Nuestra América y el mundo central de Occidente
debemos recurrir a otro concepto, en este caso el de la barbarie.
El escritor cubano también propone la lectura de Levi Strauss, allí donde bárbaro sea
asociado al canto de los pájaros por oposición al lenguaje humano y Fernando Ortíz
quien conjetura que bárbaro se relaciona con algún sonido onomatopéyico.
“De cualquier forma, es evidente que el término aludía a la plena humanidad de los
griegos- e incluso como se verá, sólo de una parte de ellos- y, excluía, al margen de lo
que vino a ser la cuestión racial, a todos los seres humanos (…) Vale la pena destacar un
último punto en esta cuestión: que para los griegos, por supuesto también eran bárbaros
los romanos, aunque ni siquiera los tomaran en consideración, dada su aparente
insignificancia para la historia mundial, durante los años del apogeo helénico. Serían
estos bárbaros romanos, sin embargo, los que con más énfasis se proclamarían
herederos de la civilización griega (…) De hecho, para aquellos los bárbaros por
autonomasia serían esos pueblos sobre todo germánicos frente a los cuales los romanos
parecieron alcanzar una conciencia de sí similar a la que los griegos habían alcanzado
frente a otros pueblos, como los persas”. (Fernández Retamar; 1989: 198-199)
De los romanos la barbarie siguió su curso respecto del otro como extranjero hasta ser
parte del mismo territorio que la civilización. Esto es los trabajadores de los suburbios
dentro de la misma Europa, “los miserables” que Hegel podía definir como “la plebe” 5
3
El pasaje del bárbaro que viene del exterior hacia el bárbaro que cohabita con la
civilización nos permite adentrarnos en un título más que sugerente. Facundo es
civilización y barbarie. “Sin embargo (…) el determinismo romántico del autor ha
alimentado la visión de un Facundo como la exclusiva presentación de dos mundos
incompatibles, irreductibles y cerrados uno al otro” (Svampa; 2006: 54)
“La frenología y la anatomía comparada han demostrado, en efecto, las relaciones que
existen entre las formas exteriores y las disposiciones morales, entre la fisonomía del
hombre y de algunos animales a quienes se asemeja en su carácter (….) Facundo, pues,
era de estatura baja y fornida; sus anchas espaldas sostenían sobre un cuello corto una
cabeza bien formada, cubierta de pelo espesísimo, negro y ensortijado. Su cara, un poco
ovalada, estaba hundida en medio de un bosque de pelo, a que correspondía una barba
igualmente espesa (…) En la casa de sus huéspedes, jamás se consiguió sentarlo a la
mesa común; en la escuela era altivo, huraños y solidario, no se mezclaban con los
demás niños sino para encabezar en actos de rebelión y para darles golpes. El magíster,
cansado de luchar con ese carácter indomable, se provee de una vez de un látigo nuevo
y duro, y enseñándolo a los niños aterrados: ‘Este es, les dice para estrenarlo en
Facundo’. Facundo, de edad de once años, oye esta amenaza y al día siguiente la pone a
prueba. No sabe la lección, pero pide al maestro que se la tome en persona porque el
pasante lo quiere mal. El maestro condesciende; Facundo comete un error, comete dos,
tres, cuatro, entonces el maestro hace uso del látigo, y Facundo que todo lo ha
calculado, hasta la debilidad de la silla en que su maestro está sentado, dale una
bofetada, vuélcalo de espaldas, y entre el alboroto que esta escena suscita toma la calle
y va a esconderse en ciertos parrones de una viña, de donde no se le saca sino después
de tres días. ¿No es ya el caudillo que va a desafiar más tarde a la sociedad entera?”
(Sarmiento; 1989: 16-117)
El niño malo se vuelve el gaucho malo. Acaso eso no es determinismo, tal como se
puede escuchar aún hoy en algunas salas de profesores.
“Verdad es que sus padres no habían podido entenderse con él desde la edad de los doce
años que se escapó del techo paterno, concluyendo por internarse de un punto a otro,
abandonando una partida de cuatreros para entrar a formar parte de otra de salteadores,
hasta que la capacidad singular para dominar tales caracteres, su desprecio de la vida
ajena, su valor, su vigilancia, sus crueldades, lo pusieron en su lugar, a saber, a la
cabeza y al frente de toda la banda de jinetes(…) ¿Quién era Artigas, se han preguntado
los contemporáneos, asombrados de su poder, sin preguntarse quiénes le dieron ese
poder? Artigas, como se ha visto, era un salteador, nada más, nada menos. Treinta años
de práctica, asesinando o robando de cuenta propia, asesinando y quitando contrabandos
de cuenta del gobierno español, dan títulos indiscutibles para el ejercicio del mando
“Balbuciente aún, empezaron a familiarizar mis ojos, y mi lengua con el abecedario, tal
era la prisa con que los colonos, que se sentían ciudadanos, acudían a educar a sus hijos,
según se ve en los decretos de la Junta Gubernativa y los otros gobiernos de la época.
Lleno de este santo espíritu el gobierno de San Juan, en 1816, hizo venir de Buenos
Aires, unos sujetos, dignos por su instrucción y moralidad de ser maestros en Prusia, y
yo pasé inmediatamente a la apertura de la escuela de la patria, a confundirme en la
masa de cuatrocientos niños de todas las edades y condiciones que acudían presurosos a
recibir la única instrucción sólida que se ha dado entre nosotros en escuelas primarias
(…) En aquella escuela (…) permanecí nueve años sin haber faltado un solo día bajo
pretexto ninguno, que mi madre estaba allí para cuidar con inapelable severidad de que
cumpliese con mi deber de asistente. A los cinco años de edad leía corrientemente en
voz alta, con la anotaciones que sólo la completa inteligencia del asunto puede dar, y tan
poco común debía ser en aquella época esta temprana habilidad, que me llevaban de
casa en casa para oírme leer (…) Siendo alumno de la escuela de lectura, construyóse en
uno de sus extremos un asiento elevado como un solio, a que se subía por gradas, y fui
yo elevado a él con nombre de ¡ primer ciudadano! (Sarmiento; 1935: 183)
7 Facundo p. 72-73
5
Continuando con la auto promoción “En la escuela me distinguí siempre por una
veracidad ejemplar, a tal punto que los maestros la recompensaban proponiéndola de
modelo a los alumnos, citándolo como encomio, y ratificándome más y más en mi
propósito de ser siempre veráz, propósito que ha entrado a formar el fondo de mi
carácter, y de que dan testimonio todos los actos de mi vida” (Sarmiento; 1935: 183)
Sin embargo el autor de Los profetas del Odio sostiene “no pretendo deteriorar la
imagen de nuestro niño modelo, sólo trato de reducirlo a proporciones humanas. (…) lo
estoy defendiendo de los sarmientinos, que en lugar de proponernos el personaje como
era, nos proponen una imagen de altar, tan luego con Sarmiento, personaje
esencialmente vital en sus errores y en sus aciertos. (…) Se hizo solo, a tropezones,
pechando y recogiendo a la orilla del camino el heterogéneo y difuso canal de sus
conocimientos (…) su vida desde que empezó hasta el último día, fuera de reglamento,
de normas de asistencias perfectas y de mesura; porque Sarmiento fue desmesurado en
todo y especialmente en la injuria, los modales, las afirmaciones y las negaciones”
(Jauretche; 2002: 126)
Pero hay más zonceras ya que la madre de todas ellas es la falsa dicotomía civilización
y barbarie. “El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión: el desierto la
rodea por todas partes y se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una
habitación humana, son por lo general los límites incuestionables entre unas y otras
provincias. Al sur y al norte acéchanla los salvajes, que aguardan las noches de luna
para caer, cual enjambres de hienas, sobre los ganados que pacen en los campos y sobre
las indefensas poblaciones. En la solitaria caravana de carretas que atraviesa
pesadamente las pampas, y que se detiene a reposar por momentos, la tripulación
reunida en torno del escaso fuego vuelve maquinalmente la vista hacia el sur al más
ligero susurro del viento que agita las hierbas secas, para hundir sus miradas en las
tinieblas profundas de la noche, en busca de los bultos siniestros de la horda salvaje que
puede, de un momento a otro, sorprenderla desapercibida. (…) Esta inseguridad de la
vida, que es habitual y permanente en las campañas, imprime, a mi parecer, en el
carácter argentino cierta resignación estoica para la muerte violenta, que hace de ella
uno de los percances inseparables de la vida, una manera de morir como cualquier otra,
y puede quizá explicar en parte, la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin
dejar en los que sobreviven impresiones profundas y duraderas” (Sarmiento; 1989:60)
Para la “generación nueva” “el espacio geográfico era un obstáculo, y luego, que era
6
también un obstáculo el hombre que lo ocupaba- español, criollo, mestizo o indígena-”
(Jauretche; 2002: 23) Lo inquietante es que para Sarmiento, la extensión de los Estados
Unidos no parece ser un inconveniente. Es más “Así mientras el modelo iniciaba la
‘marcha hacia el Oeste’, conquistando lo ajeno, los imitadores practicaban el repliegue-
recordad el término por lo que viene después- en todos los rumbos para achicar el
espacio heredado por los argentinos” (Jauretche; 2002: 35)
Lo geográfico determina las voluntades, los caracteres de los hombres. “La naturaleza
campestre, colonial y bárbara, cambióse en esta metamorfosis en arte, en sistema y en
política regular, capaz de presentarse a la faz del mundo como el modo de ser de un
pueblo encarnado en un hombre que ha aspirado a tomar los aires de un genio que
domina los acontecimientos, los hombres y las cosas. (Sarmiento; 1989:45)
En definitiva “de eso se trata, de ser o no ser salvaje. ¿Rosas, según esto no es un hecho
aislado, una aberración, una monstruosidad? Es por el contrario, una manifestación
social; es una fórmula de una manera de ser de un pueblo.” (Sarmiento; 1989:49)
8 Es tan profundo el odio a Rosas, que no le preocupa entrar en contradicciones como reivindicar a
Bolívar y proponer una “patria chica”.
9 Más de un siglo después un pensador Fanon va a distinguir en un contexto de liberación nacional la
ciudad del colono y del colonizado. Ver Los condenados de la tierra.
7
enclavados en un llano inculto de centenares de millas cuadradas, apenas interrumpido
por una que otra villa de consideración. (…) El hombre de la ciudad viste el traje
europeo, vive de la vida civilizada, tal como la conocemos en todas partes, allí están las
leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción, alguna organización municipal,
el gobierno regular, etc. Saliendo del recinto de la ciudad todo cambia de aspecto el
hombre de campo lleva otro traje, que llamaré americano, por ser común a todos los
pueblos, sus hábitos de vida son diversos, sus necesidades peculiares y limitadas;
parecen dos sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro. Aún hay más; el
hombre de la campaña, lejos de aspirar semejarse al de la ciudad, rechaza con desdén su
lujo y sus modales corteses; y el vestido del ciudadano, el frac, la silla, la capa; ningún
signo europeo puede presentarse impunemente en la campaña. Todo lo que hay de
civilizado en la ciudad está bloqueado allí, proscripto afuera; y el que osará mostrarse
con levita, por ejemplo y montado en silla inglesa, atraería sobre sí las burlas y las
agresiones brutales de los campesinos” (Sarmiento; 1989:68)
Para Martí, “entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los
elementos discordantes y hostiles que heredó de una colonizador despótico y avieso, y
las ideas y formas importadas que han venido retardando por su falta de realidad local,
el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que
negaba le derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró descendiendo o desoyendo
a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la
razón, la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la
razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas,
sino el cambio de espíritu” (Martí; 2005: 11)
10 En otro texto, hace referencia “a un cuerpo de maestros viajeros que vayan por los campos enseñando
a los labriegos y aldeanos las cosas del alma, gobierno y tierra que necesitan saber” (Martí; 1980: 173)
8
Y en relación a quiénes somos sostiene Martí “éramos una visión, con el pecho de
atleta, las mando de petimetre y la frente de niño. Eramos una máscara, con los calzones
de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de
España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del
monte, a bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su
corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se
resolvía ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Eramos
charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la
vincha en la cabeza (…) Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del
enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada vez menos. (…)
Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los
jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la
levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la
salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación (…) En pie, con
los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otros, los hombres
nuevos americanos.” (Martí; 2005: 12)
Respecto al tema del conocimiento, “conocer es resolver” (Martí; 2005: 10) y “pensar es
servir” (Martí; 2005: 14) Es decir para resolver los problemas de Nuestra América
Latina es necesario conocerlos y conocernos en primer lugar. Al conocer y pensar desde
Nuestra América mestiza podremos también construir los nuevos conceptos, las nuevas
palabras, que ya no saldrán de cavernas oscuras o bajarán desde el cielo a la tierra, sino
de nuestras propias prácticas.
Pero, por si estas ideas no son del todo claras Martí en 1895 escribe un texto que se
llama “Mi raza” donde puede leerse: “Esa de racista está siendo una palabra confusa y
hay que ponerla en claro. El hombre no tiene derecho especial porque pertenezca a una
raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro no es
inferior ni superior a ningún otro hombre: peca por redundante el blanco que dice ‘Mi
raza’; peca por redundante el negro que dice ‘Mi raza’. Todo lo que divide a los
hombres, todo lo que específica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad
(…) En Cuba no temor a la guerra de razas. Hombre es más que blanco, más que
mulato, más que negro (…) En Cuba no hay nunca guerra de razas. La República no se
puede volver atrás; y la República, desde el día único de redención del negro en Cuba,
desde la primera constitución de la independencia el 10 de abril de Guáimaro, no habló
nunca de blancos y negros) (Martí; 2005: 12)
9
denunciation contra los Estados Unidos como cuerpo político, como entidad social,
como centro económico (…) Su carta habría sido todo sombras, si se hubiera publicad
como vino” (Fernández Retamar; 1989:61)
Por su parte el futuro padre del aula, se dirigía a Martí en estos términos “Una cosa la
falta a don José Martí para ser un publicista (…) Fáltale regenerarse, educarse, si es
posible decirlo, recibiendo el pueblo en que vive la inspiración como se recibe el
alimento para convertirlo en sangre que vivífica (…) Quisiera que Martí, nos diera
menos Martí, menos español de raza y menos americano del Sur, por un poco más del
yankee, el nuevo tipo de hombre moderno” (Fernández Retamar; 1973:81)
Afirma el autor de Educación Popular “ Pero criticar con aires magistrales aquello que
ve allí un hispanoamericano, un español, con los retacitos de juicio político que le han
transmitido los libros de otras naciones, como queremos ver las manchas del solo con
un vidrio empañado, es hacer gravísimo mal al lector, a quien llevan por un camino de
perdición (…) Que no nos vengan, pues en su insolente humildad los sudamericanos,
semi –indios y semi-españoles a encontrar malo” (Fernández Retamar; 1973:81)
1.6 Escritos sobre los patriotas latinoamericanos y un bello texto sobre Marx
Un dato por demás interesante Martí escribe sobre los patriotas latinoamericanos,
(Bolívar, San Martín, Hidalgo, O’Higgins) y al respecto, insistimos es muy significativo
el silencio sobre Sarmiento.
“Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo
del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la
estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la
plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le
acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar
como un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese
del hombre americano. A todos; al héroe famoso, y al último soldado que es un héroe
desconocido. Hasta hermoso de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre
su patria (…) Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decora. Hay otros que
padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor
(…) Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen de sí, el
decoro de muchos hombres. Estos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los
que les roban, a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En
esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero va la dignidad humana. Esos
hombres son sagrados. Estos tres hombres son sagrados: Bolívar, de Venezuela, San
Martín, del Río de la Plata; Hidalgo, de México” (Martí; 2005: 89-90)
Pero más allá de escribir el texto “Tres héroes” o “San Martín” donde Martí da cuenta
de todo el conocimiento que tiene sobre la historia latina y centroamericana, el texto
“Simón Bolívar” es inspirador “Por sobre tachas y cargos, por sobre la pasión del elogio
y la del denuesto, por sobre las flaquezas mismas, ápice negro en el plumón del cóndor,
10
de aquél príncipe de la libertad, surge radioso el hombre verdadero. Quema y arroba.
Pensar en él, asomarse a su vida, leerle una arenga, verlo deshecho y jadeante en una
carta de amores, es como sentirse orlado de oro el pensamiento. Su ardor fue el de
nuestra redención, su lenguaje fue de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro
continente, su caíd para el corazón (…) ¡ de Bolívar se puede hablar con una montaña
por tribuna, o entre relámpagos y rayos, con un manojo de pueblos libres en puño y la
tiranía descabezada a los pies…! (Martí; 2005:101)
Es necesario recordar que Martí escribió sobre el Padre de las Casas y sobre Marx,
como si pudiera afirmar nada de lo humano me es ajeno. En 1883 y con motivo sobre la
muerte de Marx escribe:
“Ved esta gran sala. Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles,
merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de
ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño (…) La Internacional fue su
obra, vienen a honrarlo hombres de todas las naciones, La multitud que es de bravos
braceros, cuya vista enternece y conforta, enseña más músculos que altibajas, más caras,
honradas que paños sedosos, El trabajo embellece (…) Aquí están buenos amigos de
Karl Marx, que no fue sólo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos,
sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los
hombres, y hombre comido por el ansía de hacer bien. El veía en todo lo que en sí
propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha (…) Suenan músicas, resuenan coros,
pero se nota que no son de la paz” (Martí; 2005:114)
1.7 Participación en las luchas por la Independencia y sus últimos textos (1895)
En 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano cuy propósito era lograr por medio de
las armas la Independencia de Cuba. El Partido Revolucionario Cubano publicó el
periódico Patria.
11 Al fracasar el movimiento reformista en 1866, un gran número de cubanos de Oriente, Las Villas
comenzó a organizar una conspiración para lucha por la Independencia.
11
Peligros que conocen; razón por la cual se hace necesario escribir una carta a su hija,
anticipando a otros patriotas y a otras cartas. “Y mi hijita (…) Aquí estoy, en Cabo
Haitiano (…) Cuando alguien m es bueno y bueno a Cuba, le enseño tu retrato (…)
Espérame, mientras sepa que yo viva (…) Enseñar, es crecer (…) Estudia, mi María,
trabaja, y espérame. Tengo la vida a un lado de la mesa, y la muerte a otro, y un pueblo
a las espaldas- y ve cuántas páginas te escribo (…) Y si no me vuelves a ver, haz como
el chiquitín cuando el entierro de Frank Soriano; pon un libro, -el libro que te pido,-
sobre sepultura” (Martí; 2005:156)
No es casual entonces que ante la pregunta por la autoridad intelectual del asalto al
Cuartel de la Moncada ocurrido un siglo después del nacimiento del Apóstol, Fidel
Castro haya dicho que el autor intelectual fue José Martí.
Frente a los repetidores de voces de la patria chica, de una pequeña patria fragmentada y
desolada “el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e
intento, vencedora veloz de un pasado sofocante” (Martí; 2005:9)
12
Bibliografía
Alberdi, J. B.(2005) Cartas Quillotanas. Las Cientos y una. Buenos Aires. Leviatán.
Halperín Donghi T (2004) Una nación para el desierto argentino. Buenos Aires.
Editores de América Latina.
Hegel, G.W.F. (2004). Principios de la filosofía del derecho. Buenos Aires: Sudamericana.
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