Una lección sobre el incumplimiento de obligaciones.
Giovanna Visintini ( * ) El tema de
mi lección constituye uno de los argumentos centrales del derecho de las obligaciones, de los contratos y de la responsabilidad civil. Como se lee en la norma transcrita (art. 1218), el título de la misma es “responsabilidad del deudor”, y está ubicada en un capítulo dedicado al incumplimiento de las obligaciones. La norma se encuentra, entonces, dentro del sis- * Título original: “Inadempimento e responsabilità contrattuale”. En: VISINTINI, Giovanna (compiladora), Dieci lezioni di diritto civile, Milán: Giuffrè, 2001, pp. 127-141. La versión en castellano fue publicada en VISINTINI, Giovanna, Responsabilidad contractual y extracontractual. Estudios sobre el incumplimiento de obligaciones y los hechos ilícitos en el derecho y la jurisprudencia civil, Selección, traducción y notas de Leysser L. León, Lima: ARA Editores, 2002, pp. 139-161. Se omiten las notas a pie de página. Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León tema del libro VI del Código Civil italiano de 1942, en la parte dedicada al régimen general de las obligaciones, y tiene como meta –ateniéndose a dicho carácter general– la regulación de la responsabilidad por incumplimiento de las obligaciones en términos unitarios. En ella se detecta la huella de una doctrina, específicamente, la de Giuseppe Osti, quien a inicios del Novecientos, y en las páginas de la Rivista di Diritto Civile (años 1912, 1913 y 1918), escribía sobre la responsabilidad del deudor, y sobre la imposibilidad del cumplimiento como el único límite de este tipo de responsabilidad. Como experto en la materia, Osti estuvo presente, además, en los trabajos de la codificación de 1942. En favor de sus tesis, Osti alegaba una continuidad con la tradición precedente, e inauguró un debate en la doctrina italiana contemporánea, luego de la entrada en vigor del Código, encaminado a acreditar una interpretación del art. 1218 en clave “objetivista”, y en oposición a otros autores, que preferían elaborar teorías –las llamadas teorías “subjetivistas”– que aspiraban a ligar la responsabilidad por incumplimiento con un concepto subjetivo de culpa y, por lo tanto, a reducir el alcance del ámbito de aplicación del art. 1218, y a atenuar el rigor del régimen allí previsto a cargo del deudor que incumple. Se trata, en síntesis, del conocido debate civilista entre las doctrinas subjetivistas y objetivistas del incumplimiento. La tesis de Osti fija un fundamento objetivo de la responsabilidad, que debe identificarse en el mero incumplimiento. En cambio, la tesis subjetivista, defendida por autores como Michele Giorgianni –a quien se debe una monografía al respecto– parte de la premisa según la cual el incumplimiento debe ser imputable o culposo para ser fuente de responsabilidad. Dado que la tesis subjetivista se propone en abierta oposición a la formulación literal del art. 1218 cód. civ. –que refiere el criterio de la imputabilidad a la causa de la imposibilidad sobrevenida de la prestación, y no al incumplimiento–, los autores de la teoría subjetivista resultan obligados a buscar en otras normas, distintas del art. 1218, los argumentos para sostener su interpretación. Para tal fin, estos últimos autores conceden gran importancia al art. 1176 cód. civ., es decir, a la regla que establece que el deudor, al cumplir la obligación, debe actuar con arreglo a la diligencia media; un criterio que el legislador ilustra mediante una expresión de raíz romanista (el llamado pater familias), como se lee a continuación: “Art. 1176.- Diligencia en el cumplimiento.- En el cumplimiento de la obligación, el deudor debe emplear la diligencia del buen padre de familia. En el cumplimiento de las obligaciones inherentes al ejercicio de una actividad profesional, la diligencia debe evaluarse de acuerdo con la naturaleza de la actividad ejercida”. Los defensores de la tesis subjetivista extraen de esta norma el corolario de que, por regla, el acreedor sólo puede pretender del deudor un esfuerzo que se traduce en la fórmula de la diligencia del buen padre de familia. Quisiera decirles que un debate de tal naturaleza, que he resumido apretadamente, ha dado lugar a notables malentendidos y equívocos en el terreno que estamos examinando, y ha contaminado, de igual forma, el lenguaje judicial, al generar usos lingüísticos diferentes sobre el concepto de culpa contractual. Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León Para aclarar el significado que se debe atribuir a nociones como “incumplimiento”, “imposibilidad sobrevenida de la prestación”, “causa no imputable”, que se leen en la disposición del citado art. 1218, es necesario un doble enfoque interpretativo: por un lado, un enfoque histórico, con el fin de clarificar la génesis de la regla de la diligencia del buen padre de familia y de la noción de caso fortuito (término sustituido, en el art. 1218, con la expresión “causa no imputable”) como único límite de la responsabilidad del deudor; y por otro, un enfoque que permita destacar, en el marco de las grandes tendencias jurisprudenciales, los usos efectivos de tales nociones, por parte de los jueces. Preliminarmente, es necesario reconocer que en la sistemática del Código Civil el régimen del incumplimiento y de la responsabilidad del deudor resulta un poco disperso, si se tiene en cuenta que el cuadro de los remedios frente al incumplimiento no se presenta en un contexto unitario, y debe ser reconstruido, de alguna manera, por obra del intérprete. Se puede afirmar, de paso, que no se trata de una característica típica del sistema italiano; el discurso se repite en otros ordenamientos del civil law, como el francés, donde la regulación general de la responsabilité contractuelle se ubica bajo el título de Des contrats ou des obligations conventionnelles en général (art. 1146 y siguientes del Code civil), pero es continuada por otras normas del texto napoleónico. Distintamente, la opción del ordenamiento italiano es colocar el art. 1218 en el marco de la regulación general de las obligaciones; con ello se aclara que la responsabilidad bajo examen puede derivar del incumplimiento de obligaciones preexistentes, incluso no contractuales. Es sabido, por lo demás, que en la jerga de los juristas italianos se habla de “responsabilidad contractual” con referencia a esta temática, porque el área del incumplimiento de obligaciones contractuales es más amplia; de aquí la costumbre de aludir al fenómeno que estamos revisando con la expresión “responsabilidad contractual”. En todos los ordenamientos, por lo tanto, incluso en los del common law, donde todo el sistema se funda en la distinción entre law of contract y law of tort, el régimen de la responsabilidad no se agota en pocas normas generales, sino que se complementa con normas específicas contenidas en la regulación especial de los distintos contratos. Así pues, hay otros ordenamientos en los cuales la regulación de la responsabilidad contractual es resumida parcialmente en normas generales; otra parte de la misma se ubica en una serie de regímenes típicos relativos a los contratos en particular; de todo ello resulta el carácter muy diferenciado del cuadro. Volviendo al ordenamiento italiano, por el momento, es menester destacar que frente al incumplimiento del deudor, el acreedor tiene a sus disposición distintos remedios, y no sólo el resarcimiento del daño como resulta del art. 1218 cód. civ., que parece referirse – sobre todo si se lo lee en el contexto de las normas sucesivas, como el art. 1223– únicamente a la forma de resarcimiento por equivalente. En cambio, desde el punto de vista de la sanción del resarcimiento, es necesario tener presente que junto con el dato legislativo expresado por los arts. 1218 y 1223 cód. civ., el resarcimiento del daño puede consistir también en el resarcimiento en forma específica, previsto en el art. 2058, que comúnmente –a pesar de estar ubicado en la regulación de los Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León hechos ilícitos– se considera aplicable, por extensión, a la infracción de los deberes contractuales. Es necesario tener presente, entonces, que el art. 2058 cód. civ. expresa un principio fundamental, aplicable en materia contractual y extracontractual, y que la protección jurídica del crédito también puede plasmarse, por lo tanto, en la demanda del acreedor dirigida a obtener la misma cosa que pretendía procurarse con el contrato, y no solamente a través de la liquidación de una suma de dinero por un valor equivalente. Por otro lado, en lo tocante al régimen de los efectos que se pueden ligar con la hipótesis en examen, es necesario recordar que el incumplimiento da lugar a una forma de resolución del contrato regulada por los arts. 1453 y siguientes del Código Civil, y que en determinados contratos, la resolución unilateral también constituye una reacción contra el incumplimiento. Existe, por lo tanto, una dispersión de textos legislativos, con referencia a los remedios, y en particular a las relaciones entre la acción de resarcimiento y la acción de resolución del contrato por incumplimiento. Por otro lado, la presente lección no tiene como tema los remedios; lo que busca es explicar la hipótesis del incumplimiento y los límites de la responsabilidad del deudor. Hasta este punto no he hecho más que formular una premisa que considero importante para comprender el argumento. Retomamos, ahora, el análisis del art. 1218 y de las normas que en alguna medida se vinculan con esta disposición general. En ella se dice, sustancialmente, que el deudor tiene que cumplir hasta los límites en la prestación sea ejecutable. Y la imposibilidad sobrevenida es clasificada en el art. 1256 cód. civ. entre los modos de extinción de la obligación. Pero la imposibilidad es causa liberatoria para el deudor sólo si se debe a una causa no imputable a él. Ello significa, obviamente, que si la causa de la imposibilidad es imputable al deudor, este ya no debe ser considerado obligado a la prestación devenida imposible, pues ello no tendría sentido, pero sí incurre en responsabilidad contractual, es decir, en el deber de resarcir los daños al acreedor que se han derivado del incumplimiento. Para el deudor, la “imposibilidad liberatoria” puede ser material o jurídica. Ejemplo de la primera es la destrucción de la cosa que es objeto de la prestación; de la segunda, la salida del comercio de la mercadería que se debe consignar, a causa de una orden de la autoridad que prohíbe su comercio. En todo caso –escribía Osti– debe tratarse de una imposibilidad efectiva, que incida de forma directa e inmediata en la prestación a que está obligado el deudor, y no sólo de una dificultad excesiva para cumplir. La jurisprudencia repite constantemente esta idea: que la noción de imposibilidad debe ser entendida de manera muy rigurosa, y que debe tratarse, en otras palabras, de imposibilidad absoluta, que como tal, es distinta de una notable dificultad para afrontar la obligación. Vaya el ejemplo de la muy conocida jurisprudencia que consideró, luego de la clausura del Canal de Suez, y de la dificultad extrema que ella generó para el reaprovisionamiento del crudo –a causa a la nacionalización del petróleo por parte de Libia–, que no devenía imposible la prestación de una empresa refinadora que se había comprometido a consignar una determinada cantidad de petróleo y a encontrarla en el mercado. Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León También en relación con las obligaciones que tiene como objeto una suma de dinero, o las denominadas obligaciones genéricas, la jurisprudencia tiene oportunidad, muy a menudo, de afirmar la regla según la cual una situación de impotencia financiera, o bien de dificultades económicas en la disponibilidad de dinero líquido, no da lugar a imposibilidad sobrevenida de la prestación. Se ha considerado, por ejemplo, que una empresa agrícola, que había recibido una suma de dinero a título de mutuo, no podía quedar exonerada de responsabilidad por la falta de disponibilidad de dinero debida a dificultades económicas que atravesaba por efecto de adversidades atmosféricas. En definitiva, además, la noción de imposibilidad es analizada por los jueces a través del examen de elementos de hecho, y no requiere la verificación de datos diversos; por lo tanto, la noción de imposibilidad se presenta, en el marco de las grandes tendencias jurisprudenciales, como una noción naturalista y no como una noción jurídica. Mucho más interesante, en cambio, es reconocer las tendencias relativas a la noción de “causa no imputable”, que constituye, como dispone el art. 1218 cód. civ., la causa de exoneración de la responsabilidad por incumplimiento que se manifiesta bajo la especie de la imposibilidad. Aquí entran a tallar otros datos legislativos. In primis, el art. 1228 cód. civ., donde se aclara que el hecho de los auxiliares del deudor no puede ser considerado causa no imputable del incumplimiento: “Art. 1228. Responsabilidad por hecho de los auxiliares.- Salvo diversa voluntad de las partes, el deudor que para el cumplimiento de la obligación se vale del obrar de terceros, responde también de los hechos dolosos y culposos de estos”. Esta disposición regula la hipótesis en que el incumplimiento es imputable a una persona de cuyo obrar se ha servido el deudor para ejecutar la obligación. Al deudor se le impone la responsabilidad de los daños causados por los auxiliares, aunque no se le pudiera imputar ninguna culpa personal, por ejemplo, en la selección del auxiliar o en el hecho de haber asignado comisiones para las cuales el auxiliar no era competente, o por haber dado instrucciones erradas al auxiliar. El fundamento de semejante responsabilidad se identifica, comúnmente, en la idea de que el deudor debe garantizar al acreedor por los riesgos inherentes al hecho de recurrir al obrar de otras personas, con las cuales el acreedor no mantiene ninguna relación, porque él puede ejercer su pretensión al resarcimiento del daño sólo frente al deudor titular de la obligación. Existen, además, razones económico- sociales que han pesado, ciertamente, en el reconocimiento de dicha responsabilidad por hecho ajeno, y que son las mismas que han sugerido el régimen de la responsabilidad de los comitentes por el hecho ilícito de sus dependientes, en el campo de la responsabilidad extracontractual, ex art. 2049 cód. civ. Otras disposiciones esparcidas en el texto del Código, y reglas específicas dictadas para regular los contratos en particular, parafrasean, de algún modo, al art. 1218, y especifican la noción de causa no imputable con el uso de expresiones análogas como “caso fortuito” o “fuerza mayor”. Lo que se pretende referir mediante tales expresiones son eventos que por su naturaleza están fuera del control del deudor, y que, por lo tanto, deben ser considerados como impedimentos no imputables a él. Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León A título de ejemplo, se pueden leer los arts. 1693, 1785, 1787, y 1839 cód. civ., que se trascriben a continuación: “Art. 1693. Responsabilidad por pérdida o avería.- El porteador es responsable de la pérdida o avería de las cosas que le han sido entregadas para el transporte, desde el momento que las recibe hasta el momento en que las consigna al destinatario, a menos que pruebe que la pérdida o avería ha derivado de caso fortuito, de naturaleza, de vicios de las cosas mismas, de su embalaje, o de hecho del consignatario o del destinatario. Si el porteador acepta sin reservas las cosas que deben ser transportadas, se presume que las mismas cosas no presentan vicios evidentes de embalaje”. “Art. 1785. Límites de responsabilidad.- El hospedante no es responsable cuando el deterioro, destrucción o sustracción (de las cosas depositadas) se deben al cliente, a las personas que acompañan a este, que están a su servicio o lo visitan, a fuerza mayor o a la naturaleza de la cosa”NT1 . “Art. 1787. Responsabilidad de los almacenes generales.- Los almacenes generales son responsables de la conservación de las mercaderías depositadas, a menos que se pruebe que la pérdida, merma o avería se ha derivado de caso fortuito, de la naturaleza de las mercaderías, o de vicios de estas o de su embalaje”. “Art. 1839. Cajas de seguridad.- En el servicio de cajas de seguridad, el banco responde frente al usuario por la idoneidad y la custodia de los locales, así como por la integridad de la caja, con excepción del caso fortuito”. Si se da un paso hacia atrás, se descubre que en el art. 1218 cód. civ., el legislador italiano de 1942 ha pretendido aclarar conceptos como “caso fortuito”, “fuerza mayor” y “causa extraña”, que también estaban presentes en las normas del abrogado Código Civil de 1865, y las ha sustituido con la locución “causa no imputable”. En el art. 1225 del Código Civil italiano de 1865 figuraba, por ejemplo, la expresión “causa extraña”, que fue criticada por la doctrina porque no permitía comprender en el elenco de las causas de exoneración de la responsabilidad un impedimento, no externo, sino personal, como una enfermedad, que a veces incide en la posibilidad de realizar las prestaciones de naturaleza infungible, y que debe ser considerada, entonces, como causa liberatoria de la responsabilidad. Por otra parte, expresiones que ya figuraban en el Código de 1865, como “caso fortuito” y “fuerza mayor”, parecían implicar una referencia a eventos naturales, y por lo tanto, daba la impresión de que no quedaba cubierta toda el área de los impedimentos que podían constituir causa de exoneración. NT1 En el Código Civil peruano se establece: “Art. 1724.- El hospedante no tiene responsabilidad si prueba que la sustracción, pérdida o deterioro de los bienes introducidos por el huésped se debe a su culpa exclusiva o de quienes le visiten, acompañen o sean dependientes suyos o si tiene como causa la naturaleza o vicio de ellos”. Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León Por lo tanto, la expresión “causa no imputable” ha pasado a ocupar el lugar de todas aquellas expresiones que figuraban en los antecedentes legislativos, y asume, según la explicación de las tendencias jurisprudenciales, el significado de evento extraño a la esfera de control del obligado, inevitable para él, y causalmente incidente en la imposibilidad efectiva para cumplir. El requisito del carácter “extraño” significa que el impedimento del cual depende la imposibilidad no debe tener ninguna conexión, ni siquiera ocasional, con la esfera de las actividades del deudor; el hurto, por ejemplo, incluso el realizado por un tercero extraño a la empresa del hospedante, no está comprendido en el conjunto de las causas no imputables a este último, porque constituye un evento que expresa un riesgo típico y ordinario de la actividad de hospedaje. Y lo mismo puede decirse del accidente de tránsito en la actividad de transporte, donde se prescinde del hecho de que el accidente haya sido provocado por el transportista o por un tercero. Y en cuanto al requisito de la inevitabilidad e insuperabilidad del evento, el mismo revela su utilidad, sobre todo, cuando el hecho del cual depende la imposibilidad resulta externo a la esfera de actividad del deudor, como ocurriría con un evento natural o una orden de la autoridad. Frente a estos eventos, los jueces italianos centran su análisis en la evitabilidad del impedimento por parte del deudor. Muy instructiva, al respecto, es la jurisprudencia formada a raíz del aluvión del río Arno, en Florencia, acaecida en 1966, y del incumplimiento de los bancos en relación con sus servicios de cajas de seguridad. En la época – frente a una toma de posición de la Corte di Cassazione que volvió a ubicar el fenómeno en el ámbito de la noción de causa no imputable, con insistencia en los requisitos del carácter extraordinario e imprevisible del evento– se registró una tendencia de los jueces de primera y segunda instancia a considerar que las filtraciones de agua causadas por el aluvión en los locales dedicados al servicio de cajas de seguridad constituían un riesgo que debía ser asumido por los bancos. Discrepancias jurisprudenciales análogas se registran a propósito de la huelga como causa no imputable de la imposibilidad del cumplimiento. La jurisprudencia tiende a verificar si la huelga del personal ha sido imputable al empleador, cuando este ha dejado de cumplir sus compromisos por dicha causa; se analiza, entonces, si el empleador ha infringido culposamente deberes contractuales frente a sus dependientes, o si ha resistido razonablemente las pretensiones de los huelguistas. Esta forma de argumentación implica recurrir a una valoración de culpas, casi en sentido económico, más que en sentido jurídico, porque sería más correcto caracterizar la huelga del personal, en todos los casos, como una deficiencia del deudor, que es expresión de un riesgo que él debe asumir, y por lo tanto, como causa imputable al mismo. Esta misma tendencia a desarrollar la investigación con el fin de establecer si el deudor ha practicado y agotado todas las medidas posibles que le ofrecían para eliminar el impedimento se encuentra en el campo de los impedimentos debidos a una prohibición de la autoridad pública: el denominado factum principis. Al respecto, cuando los jueces demuestran la falta de iniciativa del deudor en los trámites administrativos, en los recursos, etc., imponen al deudor el factum principis, y lo consideran como causa imputable a él. Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León En definitiva, la noción de “causa no imputable” se especifica a través de las tendencias jurisprudenciales, y el mismo evento puede, según las circunstancias del caso concreto, quedar comprendido o no en dicha noción. Hasta este punto hemos repasado los perfiles esenciales del régimen de la responsabilidad del deudor dictado por el art. 1218 cód. civ., en el marco, bastante fragmentario, de las normas que parafrasean la regla, y por lo tanto, a través de la combinación dispuesta por dichas normas, y a la luz de la interpretación jurisprudencial de la noción de imposibilidad por causa no imputable al deudor, como límite de responsabilidad. El marco debe ser completado con la precisión de la “regla probatoria” contenida en el art. 1218 cód. civ., porque la disposición exige al deudor la prueba positiva de la causa de imposibilidad, así como la prueba de que dicha imposibilidad no le es imputable. Según una jurisprudencia que se puede tener por consolidada, el régimen probatorio citado implica que el deudor asume el riesgo de las causas ignotas. En efecto, al exigirse al deudor la identificación de una causa específica de la imposibilidad de cumplimiento, la regla en mención asume una gran importancia en aquellos sectores contractuales donde la posición del deudor es asumida por una empresa, es decir, donde frecuentemente la causa de la imposibilidad de cumplir la obligación, resulta anónima o es de origen dudoso, y todo esto confirma que el legislador italiano ha acogido un sistema muy rígido y unitario de la responsabilidad contractual. El discurso sobre la regla probatoria nos conduce a afrontar, igualmente, la interrogante planteada al inicio de la lección: aquella que ha quedado ensombrecida por el debate doctrinal que aprecia una discrepancia entre las tesis subjetivistas y objetivistas del incumplimiento. Muy a menudo, los tratados informan que el art. 1218 cód. civ. establece una inversión de la carga probatoria señalada en el art. 2697. Se dice también, al respecto, que el régimen de la denominada responsabilidad “contractual” difiere del régimen de la responsabilidad extracontractual, porque en esta última el damnificado debe probar todos los extremos del hecho ilícito, incluida la culpa, mientras que en el caso de la responsabilidad contractual es el deudor quien debe ofrecer la prueba negativa de la falta de culpa. Estas afirmaciones demuestran las incertidumbres sobre la noción de culpa contractual que se han recordado en su momento, al inicio de la lección. A mi parecer, lo que en realidad cambia entre los dos tipos de responsabilidad no es la regla probatoria, sino la noción de culpa, contractual y extracontractual. En ambos casos, el hecho constitutivo del derecho al resarcimiento del daño debe ser probado por el que lo hace valer, es decir, y respectivamente, por el acreedor que ha sufrido el incumplimiento, o por el damnificado del hecho ilícito. Siempre que se considere que la noción de culpa contractual equivale al incumplimiento tout court, resulta claro que la regla probatoria del art. 1218 cód. civ. no se refiere al hecho constitutivo del derecho al resarcimiento –es decir, al incumplimiento– sino a la imposibilidad de cumplir y a la causa no imputable. En otras palabras, la fórmula del art. 1218 impone al deudor la carga de probar la causa no imputable de la imposibilidad de cumplir, pero deja a cargo del acreedor la prueba de la falta de satisfacción de su derecho de crédito, es decir, del incumplimiento, o del cumplimiento inexacto. Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León De esta forma, se vuelve a la noción de incumplimiento, que el legislador italiano –admitámoslo– no ha hecho más que ensombrecer, en lugar de aclarar. El art. 1218 cód. civ. hace referencia, por lo menos, a tres hipótesis de incumplimiento, a saber, el incumplimiento consistente en la omisión de la ejecución de la obligación; el cumplimiento inexacto, es decir, una actividad no conforme con la debida; y, aunque dejemos de lado aquí el discurso relativo al mismo, el retardo y la mora, que requerirían una lección completa, pero que integran, indudablemente, otra hipótesis de incumplimiento, aunque sea contingente. En este contexto, la remisión a la disposición del art. 1176 cód. civ., a la que se ha reconocido tanta importancia por parte de la doctrina autora de la noción de “incumplimiento imputable”, alias “incumplimiento culposo”, sólo tiene el fin de indicar, en ausencia de normas y pactos que señalen medidas diversas, un parámetro objetivo, asociado con valores medios, para determinar la exactitud del comportamiento del deudor. Ello, en relación con aquellos casos en que la obligación a que se ha comprometido el deudor tiene por objeto el desenvolvimiento de una actividad determinada, de una actividad encaminada a un resultado, y a nada más que esto. Pero en algunos casos, el deudor también promete que llevará a cabo un determinado comportamiento, de conformidad con ciertas reglas o prescripciones contenidas en el contrato. Recuerdo, a propósito, que el art. 1176 cód. civ. se descompone en dos párrafos, que hemos repasado al inicio de la lección. En el primer párrafo se hace referencia a un parámetro de diligencia media: la del buen padre de familia; en el segundo, a una diligencia en sentido profesional, que implica la pericia requerida para la ejecución de determinadas prestaciones. Retrocediendo un poco, y valiéndonos del enfoque histórico, se descubre que en esta última norma confluyen los resultados de dos nociones de diligencia, impropiamente generalizadas a todas las obligaciones, en el Código Civil italiano de 1942. En efecto, el art. 1176 cód. civ. tiene como antecedente legislativo inmediato el art. 1224 del Código de 1865, que derivaba, a su vez, del art. 1137 del Code civil. En el paso de una disposición a otra se pueden verificar algunos elementos innovadores, entre los cuales destaca, justamente, el del art. 1137 del Code civil, que había formulado la regla del buen padre de familia en relación exclusiva con la obligación de custodia. En el Código de 1865, por el contrario, la regla es generalizada a todas las obligaciones. Ahora bien, sería inútil buscar explicaciones a la extensión del criterio de la diligencia en la transposición del Código francés a los códigos italianos. Pero una justificación de semejante generalización se entiende si se examinan el debate doctrinal y algunas opiniones expresadas por los comentaristas del Code civil, como René Demogue, quien escribió, al respecto, que generalizar la obligación de comportarse en bon père de famille era algo que se deducía de la obligación general de comportarse con arreglo a la buena fe. De aquí proviene una suerte de identificación de orígenes ente el principio de la buena fe y el principio general de la diligencia del buen padre de familia. Por otro lado, la Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León formulación original de la regla de la diligencia en materia de contrato de depósito, cuya prestación principal consiste en la obligación de custodia, era la regla de la diligentia quam suis rebus adhibere soletNT2. Y la justificación de dicha regla se identificaba en ello mismo, es decir, en la idea de que el depositario toma la cosa en custodia y la coloca entre las suyas, y por lo tanto, según la común intención de las partes, debe vigilarla con la misma atención que depara a las cosas que le pertenecen. Y la omisión del cuidado que reserva para sus cosas es considerada, justamente, como una infidelidad de parte del depositario, por la cual debe responder. Este concepto de fidelidad constituiría la base del significado original de la diligencia en el depósito. Posteriormente, en el ámbito de la obligación de custodia, la jurisprudencia en materia de obligaciones de custodia evoluciona, y se abandona el concepto original de diligentia quam suis, para pasar a hacer referencia al parámetro abstracto del buen padre de familia, o al del propietario cuidadoso y diligente en la conservación de sus bienes. Dicha evolución se explica en función del mayor rigor en la evaluación de la responsabilidad por incumplimiento de la obligación de custodia, y de las obligaciones afines a ella. Y se explica, asimismo, en función de la referencia a un modelo ético de derivación romanista: el del buen padre de familia. En el mismo período, en Francia, se propone otro significado de bon pére de famille, a saber, el del bon professionnel, que encuentra aplicación respecto de los deudores que ejercen una actividad habitual, por ejemplo, los industriales, comerciantes y profesionales liberales. En estos últimos casos, el grado de diligencia no está referido a un modelo ético, sino a una especialización, y es así como se explica, en este marco, la redacción del segundo párrafo del citado art. 1176 cód. civ., que también recoge el lineamiento, que implica, además, una especificación de la diligencia según la naturaleza de la prestación, y por lo tanto, el papel que cumple el art. 1176, 2do. párrafo, cód. civ. es imponer el respeto de reglas precisasNT3 en la ejecución de determinadas prestaciones. Pero debe quedar claro, igualmente, que el art. 1176 cód. civ., debido a su poco feliz formulación, que comporta la extensión de la referencia al tipo abstracto del padre de familia a todas las obligaciones, constituye una norma que sirve, simplemente, para aclarar la noción de inexactitud de la prestación con referencia, únicamente, a aquel tipo de obligaciones en que el deudor promete desenvolver cierta actividad en conformidad con determinadas reglas, y adecuarse, por lo tanto, y resumidamente, a un modelo medio; pero dicha norma no puede ser extendida a todas las obligaciones. En definitiva, entonces, y para los fines que nos interesan, la remisión al art. 1176 cód. civ. sólo sirve para aclarar que con referencia a ciertas obligaciones, denominadas obligaciones “de diligencia” o “de medios”, el incumplimiento puede consistir en la infracción de la regla de la diligencia, pero debe quedar claro que dicha infracción no abarca todas las hipótesis de infracción de deberes contractuales. La noción de incumplimiento constituye una categoría mucho más amplia que la negligencia, que equivale a la infracción de las reglas a las cuales se adecua el buen ciudadano en el desenvolvimiento de determinadas profesio- NT2 Se refiere a la diligencia que el depositario tiene para con sus propias cosas. NT3 En el texto se habla de “regole d’arte”, las reglas de la profesión u oficio. Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León nes, o de las técnicas sugeridas por la naturaleza de estas prestaciones, porque el incumplimiento abarca todas las posibles infracciones de deberes contractuales. Por consiguiente, el discurso sobre el incumplimiento demanda la evaluación del contenido de las obligaciones, e implica, por parte de los jueces, un análisis correcto y una precisión sobre el tipo de compromiso asumido por el deudor. En otras palabras, la remisión al concepto de obligación significa que las modalidades del incumplimiento, a causa del contenido bastante diverso de las obligaciones, son extremadamente variables, pero nada de ello es válido para romper la unitariedad de la regulación de la responsabilidad del deudor, prevista en el régimen del art. 1218 cód. civ., porque la causa liberatoria de la imposibilidad, debida a una causa no imputable, constituye el límite de la responsabilidad en todos los tipos de obligación. Sin embargo, repito que es necesario tener claro que el incumplimiento se verifica distintamente en las llamadas obligaciones “de medios” o “de diligencia”, en comparación con las llamadas obligaciones “de resultado”. En las primeras, el deudor promete desarrollar una actividad de conformidad con ciertas reglas, y con miras a un determinado resultado; por lo tanto, el incumplimiento se concreta en el desenvolvimiento de esta actividad de forma inidónea para el logro del resultado, y es el acreedor quien debe aportar la prueba de este comportamiento inexacto y negligente del deudor. En cambio, en las obligaciones de resultado, al acreedor le basta aportar la prueba de la falta de obtención de tal resultado. Al respecto, es importante destacar que es tarea de los jueces calificar una obligación contractual como “de resultado” o “de medios”, e interrogarse sobre la función económica del contrato. Y puede suceder que, con referencia al mismo tipo contractual –el contrato de asistencia personal, por ejemplo– las obligaciones de medios pasen a ser calificadas como obligaciones de resultado. Ello ha sucedido, recientemente, a propósito de las obligaciones del médico, donde los jueces han impuesto el deber de información como una obligación de resultado, y también respecto del tratamiento sanitario a cargo del cirujano estético, en particular, que ha sido calificado con los mismos términos. Respecto del notario, igualmente, se ha establecido el deber de realizar las verificaciones registrales, incluso con prescindencia de un encargo puntual de las partes contratantes al respecto, porque se ha considerado que una prestación de este tipo es inherente a la naturaleza del oficio notarial. Y todo ello ocurre –adviértase– en el marco de obligaciones profesionales que siempre se habían considerado –y este sigue siendo el parecer de la gran mayoría– como obligaciones de diligencia. Otro dato importante es aportado por la elaboración jurisprudencial del principio de corrección, establecido en el art. 1175 cód. civ., e invocado en el art. 1375, en su versión de la buena fe contractual. Las dos normas aluden a un canon de conducta leal y correcta al debe adecuarse el deudor. Dicha elaboración ha conducido a este resultado: junto con la noción tradicional de obligación que tiene por objeto la prestación principal, que, como es sabido, debe presentar los requisitos indicados en el art. 1174 cód. civ., la jurisprudencia ha elabo- Derecho de las relaciones obligatorias – Curso Universitario Selección y traducción de Leysser L. León rado una serie de deberes accesorios a tal prestación, e instrumentales a la ejecución de la relación obligatoria. En otras palabras, también la infracción de tales deberes de protección o de seguridad puede ser calificada como incumplimiento y fuente de responsabilidad contractual. Se trata de un movimiento jurisprudencial importante, encaminado a enriquecer y complementar el contenido del reglamento contractual según el canon contenido en los artículos antes indicados, que actualmente puede ser considerado como una cláusula general. Por lo tanto, los jueces han realizado un reconocimiento de estos deberes siempre que, en consideración de la naturaleza de la prestación comprometida en el contrato, ha sido posible identificar una relación entre las partes contratantes en condición de hacer surgir una exigencia de protección de la persona o del patrimonio de uno de ellos. Y en este punto, no se puede hacer otra cosa que remitir a la clasificación que ha sido desarrollada por la doctrina de estos deberes de corrección, los cuales pueden tener la naturaleza de deberes de información o de comunicación, de custodia o de seguridad, pero la jurisprudencia no se ha limitado a ello: también ha efectuado una interpretación evolutiva de normas específicas que preveían una obligación de este tipo en los distintos contratos. En el campo del derecho del trabajo, por ejemplo, viene a colación la especificación realizada por los jueces en el ámbito de aplicación del art. 2087 cód. civ. Pertenece a nuestros días la llamada casuística del mobbing, en la que se refleja una evolución interpretativa del art. 2087. Como se sabe, la norma está en el centro de la elaboración jurisprudencial de los deberes de seguridad a cargo del empleador. La Corte di Cassazione ha aclarado, sin embargo, que el trabajador tiene la carga de probar el incumplimiento del deber de adoptar medidas de seguridad, y el vínculo causal del daño sufrido con dicha omisión, en los siguientes términos: “El carácter contractual del hecho ilícito y la operatividad de la presunción de culpa establecida en el art. 1218 no descartan que se pueda afirmar la responsabilidad en el sentido del art. 2087, siempre que exista una lesión del bien protegido que derive, causalmente, de los deberes de comportamiento impuestos por la ley o sugeridos por los conocimientos técnicos”. El recurso a la misma norma del art. 2087 se está difundiendo entre los jueces de primera y segunda instancia, incluso para censurar un fenómeno que siempre ha existido en las empresas (y que hoy es referido con el término mobbing): la marginación y la degradación profesional en el ambiente de trabajo, que trae como consecuencia el surgimiento de síntomas depresivos en el trabajador. Una sentencia del tribunal de Turín, representativa de dicha tendencia, ha decidido recientemente: “La práctica por parte de los superiores, encaminada a aislar a un dependiente del ambiente de trabajo para expulsarlo, con la cual se mina gravemente el equilibrio psíquico del trabajador, equivale a la infracción del deber de garantizar la integridad físico-psíquica de los trabajadores y genera responsabilidad contractual por daños”.