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Vínculos familiares en el mundo pos-COVID1

La pandemia no cambiará todo en nuestras vidas, pero parece seguro que algo
cambiará –ya lo está haciendo- para todos. Si lo centramos en los lazos y
vínculos familiares, vemos como un reto importante será encontrar una fórmula
híbrida entre la presencia –hasta ahora nuestra norma- y la virtualidad, como un
nuevo escenario donde también se viven y articulan esos lazos. Por supuesto
que eso ya estaba antes, que las redes sociales ya convivían con las redes de
proximidad, con la familia nuclear y extensa. El escenario inédito es el
protagonismo en alza que adquiere lo virtual en cualquier ámbito de nuestras
vidas: educación, ocio, sexualidad, política, relaciones sociales, trabajo…

Las pantallas nos acompañan desde hace un tiempo, se han hecho


omnipresentes en nuestras vidas, con sus virtudes y sus riesgos. Forman parte
del día a día familiar de todos y cada uno de los miembros, los más pequeños,
los mayores y, sobre todo, los adolescentes. Ellas condicionan, más de lo que
parece, las dinámicas familiares: horarios, encuentros grupales, conflictos entre
madre-padre, salidas, sueño…2

En esta breve síntesis resaltamos algunos de los efectos más relevantes y


novedosos, sin ánimo de exhaustividad.

Antes, conviene un previo necesario para indicar que siempre que hablamos de
familia debemos hacerlo en plural: familias, puesto que las diferencias entre ellas
son muy amplias en todas sus dimensiones: formas, número, condiciones
sociales, diversidad sexual…La pandemia nos ha mostrado cuanta diferencia ha
habido entre familias que han podido confinarse manteniendo hábitos, rutinas de
vida y proyectos (escolares, laborales) porque disponían de los recursos
necesarios y otras para las que la crisis sanitaria ha supuesto la imposibilidad de
acceder a la educación online en condiciones adecuadas, la difícil convivencia
en espacios muy reducidos, el agravamiento de su precariedad económica, la

1 Este texto ha sido redactado por los profesores Eva Azaña y José Ramón Ubieto a partir del libro El
mundo pos-COVID. Entre la presencia y lo virtual (Ned ediciones, 2020) escrito por José R. Ubieto.
2 Ubieto, José Ramón (ed.). Del Padre al iPad. Familias y redes en la era digital. Ned, Barcelona, 2019.

1
pérdida del trabajo e incluso, en ocasiones, el aumento de la violencia machista
(y a veces también de padres a hijos y viceversa).

¿Todo pasa por las pantallas?

La efervescencia de lo virtual, a la que nos referimos antes, llevada al culmen


durante la pandemia sobre todo en los meses de confinamiento más duros, nos
hizo pensar que todo (trabajo, formación, ocio, vida familiar, información,
proyectos culturales, disputas políticas) podía pasar por las pantallas y las
imágenes que proyectaban. Que podíamos sumergirnos en la Zoomvida y
navegar sin límite. Más adelante, con las medidas restrictivas más relajadas y
tras muchas horas de conexión, empezamos a notar los efectos de la fatiga
Zoom, el hartazgo de ‘vivir’ en las pantallas, vida que cada vez se parecía menos
a la vida que recordábamos y que todos queríamos volver a recuperar.

Muchas empresas, además, incluidas aquellas tecnológicas (Google-Amazon


Facebook-Apple) que aspiraban a un mundo mayoritariamente online, se han
visto obligadas a reducir sus objetivos de teletrabajo porque han constatado
como sus trabajadores disminuían su productividad y sufrían malestares
psicológicos (burn-out, ansiedad, depresión) al quedarse mucho tiempo aislados
y sin la interacción personal con sus compañeros. La distancia social de los otros
les pudo suponer un alivio al inicio porque rebajaba el ritmo y la presión del
trabajo, pero se ha convertido en un grave hándicap con el paso del tiempo. 3

En las dinámicas familiares y educativas, la presencia física del otro (profesor/a,


madre, padre, adulto de referencia) es imprescindible para transmitir cosas tan
esenciales como el deseo de saber, generar hábitos, afianzar prácticas de
responsabilidad, de trabajo en equipo o de solidaridad. Todo eso no pasa solo
por las pantallas, el cuerpo sigue siendo un instrumento pedagógico
irrenunciable, en el seno de la familia y en la escuela.

La experiencia de la educación online nos ha mostrado sus virtudes –sin ella, las
consecuencias de pérdida del nivel académico, de dificultades de socialización

3
Venegas Tresierra, C.E. y Leyva Pozo, A.C. (2020). “La fatiga y la carga mental en los
teletrabajadores: a propósito del distanciamiento social”. Revista Española de salud pública, 94, pp.
1-17.

2
y de salud mental hubieran sido mucho más graves que las que ha habido. Eso
no obvia que, una vez pasada la fase más dura de restricciones y de cara al
futuro pos-COVID, debamos dimensionar ese registro online de acuerdo a
criterios pedagógicos y no de intereses económicos u otros. Ya disponemos de
estudios rigurosos que nos hablan de una proporción de clases online que no
debería suponer los 45-60’ semanales, sobre todo en la educación primaria y
secundaria, etapas de constitución de la persona que requieren esa interacción
más personalizada y presencial.4

El mundo pos-COVID nos confronta a un dilema en el que hay que elegir entre
una educación monitorizada y bien programada –de acuerdo a criterios de
excelencia y con algoritmos de precisión- o aquella educación que, sin renunciar
a los aportes tecnológicos, admite el no saber (lo no programable de entrada)
que surge como sorpresa, ingrediente clave en el aprendizaje y en la transmisión
de saber. Todas y todos hemos conocido, sea en carne propia o en ajena, casos
de alumnos/as que han fracasado en momentos de su vida académica, que han
superado con dificultades algunas pruebas y que más adelante, cuando han
podido elegir mejor sus materias (bachiller, grado medio, universidad)
sorprendentemente han tenido éxito académico. Un itinerario muy programado
habría tenido efectos de exclusión y sentimientos de fracaso negativos.

Por otro lado, también sabemos ya que hay prácticas que funcionan mejor en el
mundo analógico y que, por tanto, no hay que renunciar a ellas. La lectura en
papel implica una mayor comprensión lectora que la digital. El hecho sencillo de
tener que sostener el libro, por su peso y volumen, ya disminuye la dispersión
que provoca tener las manos libres cuando leemos en una pantalla fija. Además
de que la lectura virtual es una lectura en diagonal, con menos posibilidad de
vuelta atrás y de fijación del concepto estudiado. Los contenidos online tienden
más fácilmente a la superficialidad y su lectura favorece el multitasking
reduciendo la comprensión.

4
Bettinger, Eric, et alt. “Does edtech substitute for traditional earning? Experimental estimates of the
educational production function”. National Bureau of Economic Research No. w26967, 2020.

3
El futuro pos-COVID será un híbrido

Por lo visto hasta ahora podemos ya afirmar con cierta seguridad que el mundo
pos-COVID no volverá a los parámetros anteriores ni tampoco se instalará en los
presentes. Los cambios experimentados no son reversibles en buena parte, pero
tampoco son sostenibles en la magnitud en la que los hemos vivido. La vida
familiar no se confinará al nivel en que lo hemos hecho, pero tampoco podrá
eludir el hecho de que hemos comprobado cómo algunos lazos se podían
mantener también a través de videoconferencias. O que algunas personas
mayores (abuelos/as) que aceptaban más fácilmente su ingreso en residencias
en determinado momento de su vida ahora no lo hagan o lo retrasen, por su
propia voluntad o a petición de sus hijos/as. Sin ignorar que muchas familias han
revisado sus prioridades optando por modelos de vida más próximos al contacto
con la naturaleza y a encuentros sociales menos multitudinarios, incluidos los
familiares.

Estas nuevas vidas híbridas, entre la presencia y lo virtual, se extienden ya a


otros ámbitos como el trabajo, donde el mix teletrabajo-trabajo presencial se
constituirá como una fórmula más allá de la pandemia facilitando así también
algunos aspectos de la conciliación vida familiar-vida laboral y la reducción de
costos (logística) a las empresas Igualmente sucederá en la educación, campo
en el que las tecnologías permiten muchas posibilidades de intercambio y
aprendizaje. Asimismo, ocurrirá en el ocio, la sexualidad o la participación política
y la creación cultural.

La composición de este híbrido, el mayor o menor peso que tome la presencia y


lo virtual no está escrito, será algo que irá tomando forma a medida que
avanzamos y constatamos sus límites y posibilidades. Las promesas de
excelencia educativa de algunos proyectos (Summitt) basados exclusivamente
en métodos virtuales ha fracasado, pero no por ello podemos obviar el hecho de
que la educación exclusivamente presencial, tal como la conocíamos, presenta
muchas deficiencias.5 Algo similar, ya lo hemos comentado, ocurre en el mundo
laboral, donde las prácticas 100% online han supuesto una pérdida de las

5
Bowles, Nellie. “Silicon Valley Came to Kansas Schools. That Started a Rebellion”. The New York
Times, 21/4/2019. Disponible en Internet.

4
interacciones con repercusiones graves en la productividad y en la salud mental
de los trabajadores.

En el ámbito asistencial (cuidado de mayores) hay ya experiencias de


teleasistencia muy avanzadas que incorporan algoritmos y dispositivos de control
y vigilancia que hacen prescindibles el contacto humano. Personas mayores o
vulnerables que viven solas son atendidas por teleoperadoras, situadas en
cualquier parte del mundo, que los vigilan a través de tablets asignadas y
modificadas en cuanto a su capacidad de conexión y extracción de la información
requerida. El rechazo terapéutico (negativa a tomar la medicación, descuido en
su higiene y cuidado personal) de algunas de estas personas son algunos de los
síntomas más evidentes de estas fórmulas de desatención presencial. 6

También en los lazos sociales (políticos, culturales, comunitarios, personales),


que se desarrollan mayoritariamente en redes sociales con poco peso de la
presencia, constatamos efectos de falta de compromiso (anonimato),
superficialidad en los vínculos, lazos efímeros y cambiantes…que nos hacen
pensar en que conectarse y vincularse son procedimientos de encuentro con el
otro muy diferentes. Mientras el primero puede ser unidireccional, acrítico,
discontinuo y efímero, el segundo implica mayor compromiso, estabilidad y
continuidad, bidireccional y con consecuencias más decisivas en los lazos
establecidos. Sin contar que, en algunos ámbitos, como el político, la conexión
acentúa los efectos de polarización y odio menos presentes cuando aumenta el
contacto presencial continuo.

De la economía de la atención a la presencia atenta

Ver a una familia completa reunida en su sala de estar, cada uno con su gadget,
es una escena relativamente habitual. El padre o la madre leen su diario digital
mientras la adolescente consulta las stories del Insta y los más pequeños ven
videos de YouTube o juegan a algún videojuego. Todos están presentes pero
cada uno atento a lo suyo, conectado a su objeto y a sus intereses. Todos ellos

6 CARE
COACH. https://www.care.coach/

5
sometidos a la economía de la atención, concepto nacido al calor del éxito de las
tecnológicas y la realidad digital, que implica concentrar toda nuestra atención en
la conexión a la red para así monetizarla mediante la minera de datos, basada
en la extracción del máximo de informaciones (ubicación, preferencias, planes…)
que facilitamos voluntariamente al navegar por la red.

Cada uno y cada una se satisface en esa experiencia de deslizarse de un lugar


a otro, escuchando, hablando, mirando, exhibiéndose…consumiendo al tiempo
que él mismo es un consumible. Y todo ello, y este dato es clave, en clave de
servidumbre voluntaria ya que el disfrute da a entender que el producto ofrecido
por la red es gratis y nosotros aceptamos las condiciones –sin apenas leerlas
de manera voluntaria.

De allí que el binomio presencia-virtual no sea el eje central de nuestras vidas


híbridas. Sería más oportuno debatir sobre el nuevo valor que queremos dar a la
presencia y los lazos que deseamos crear entre la conexión y el vínculo. Eso
pasa por hacer otro uso de la atención, menos ligado a su productividad y más
vinculado a la presencia, a una presencia más atenta.

En las relaciones familiares escuchamos muchas veces las quejas de pareja


sobre la pobreza de ese contacto presencial en el que se comparten espacios y
experiencias, pero se habla poco de lo fundamental de esas vidas compartidas.
Igual ocurre en las relaciones padres-hijos cuando estos últimos se quejan de
que los padres ‘están’ pero están a lo suyo, les exigen que rindan en la escuela,
pero no siempre están atentos a otras preocupaciones de los hijos (cuerpo,
relaciones con iguales, dificultades sexuales y amorosas).

Una presencia atenta significa poner el cuerpo y la atención –o sea el deseo de


acompañar al otro- cuando se establece un vínculo, sea en el encuentro
presencial (preferentemente) o incluso en una conexión virtual. La atención es el
deseo en acto y ese es un elemento fundamental en la crianza y en la educación.
Es lo que permite al niño/a realizar, más tarde, su presentimiento precoz de que
un día se hará mayor y tendrá su propia vida, manejando sus riendas y eligiendo
su vía, objetivo que Freud destacó como constitutivo de todo ser hablante.

6
La conversación como método

Esa nueva fórmula híbrida que nos toca construir para recuperar los vínculos y
elaborar los duelos de las múltiples pérdidas que la pandemia ha introducido
(vidas, salud, negocios, trabajo, encuentros, proyectos) requiere de un método y
de una cierta disciplina ya que no es sin esfuerzo ni tampoco puede ser
espontánea. El bedel de la excelente serie Gambito de Dama enseña y oculta, al
inicio, su ajedrez provocando así el deseo de la protagonista por ese misterio que
tanto tiempo ocupa al que será su maestro. Pero una vez que ella manifiesta su
deseo de aprender, él no le permite que ella flaquee cuando se encuentra con
los primeros tropiezos porque es ese esfuerzo sostenido lo que le permitirá
descubrir las novedades de ese juego, con el que encontrará una salida y un
futuro.

El método que proponemos, y que hemos verificado a lo largo de los últimos


años en ámbitos clínicos, sociales y educativos, no es otro que el de provocar,
generar y sostener una conversación permanente entre varios. Su utilidad puede
trasladarse también al ámbito familiar y al sociopolítico, si bien en cada caso
tendrá sus especificidades.

Esta conversación implica poner el cuerpo y con él la enunciación propia, los


dichos de los que uno debe hacerse siempre responsable, junto a sus actos. No
es una conversación sin consecuencias. Muchas de las interacciones propias de
lo virtual, al suprimir el cuerpo en la conexión virtual, limitan también el
compromiso adquirido y si, además, el que interacciona lo hace bajo la forma de
un avatar anónimo, es fácil que no se haga cargo de lo que dice ni de sus
consecuencias. En la modalidad anónima todo se puede decir, pero nada de lo
dicho se sostiene más allá del instante, aunque pueda provocar daños al otro
(haters).

Esa conversación que toma como punto de partida el encuentro presencial y que
puede prolongarse y complementarse en lo virtual, como evocación –y no
sustitución- de esa presencia origina y de la futura, tiene sus propios
ingredientes. Veamos algunos.

El primero se refiere a la sorpresa, como un factor clave a incluir y que evidencia


todo aquello que hay de no programable ni predecible en el ser humano. La

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sorpresa es el reconocimiento del azar, de la contingencia, como aspectos
centrales con los que contar. A veces, pueden ser molestos e incluso
desagradables y penosos, pero no por ello inevitables. Hay pérdidas no previstas
que se nos imponen (muertes, rupturas, enfermedades) y que nos causan dolor.
La pandemia es ella misma, un buen ejemplo, pero sería iluso creer que se puede
vivir a riesgo cero. Ese acontecimiento traumático que nos desborda exige una
respuesta para abordarlo, admitiendo alguna perdida y los imposibles que
genera (no hay vuelta atrás ni soluciones fáciles) para, de esa manera, hacer lo
posible en cada caso.

También hay sorpresas positivas y productivas, son todas aquellas que se


presentan como invenciones, propias o ajenas, que generar confianza en
nuestras posibilidades y en los lazos colectivos. Picasso decía que él no
buscaba, encontraba, pero para que la buena sorpresa surja, conviene estar
abiertos a ella, hacer el esfuerzo (de ahí la disciplina) de no verse fijado a los
prejuicios, de no acomodarse a las rutinas. Solo así podremos encontrar buenas
noticias, descubrir posibilidades en nosotros y en los otros que ni siquiera
habíamos imaginado. Esto nos sirve en la crianza, donde la confianza en los hijos
puede ser la mejor app de control parental o en la educación donde los fracasos
aparentes pueden ser el punto de partida para superarlos y no un destino
prefijado y definitivo. También clínicamente la sorpresa exige no reducir un caso
a una categoría clínica y buscar la singularidad de cada posición subjetiva, lo
especifico que no se agota en el tipo clínico (paranoia, obsesión, histeria,
esquizofrenia…). ¿Quién no ha comprobado cómo alguien promovido a una
tarea superior o más compleja, y sobre la que había serias dudas pudiese asumir,
ha resultado ser una perfecta elección?

Otro ingrediente básico es el sinsentido, todo aquello que no comprendemos del


otro o de la situación y que, a veces, puede pasar tiempo hasta que sea inteligible
o, incluso, puede no serlo nunca. Ocurre en la relación padres-hijos
adolescentes, donde los conflictos se enquistan sin que ni unos ni otros acierten
a entender el sentido de todo lo que ocurre. Como recordaba el cineasta Gus
Van Sant, autor de diversos films sobre adolescentes (El indomable Wil Hunting,
Elefant…) no es necesario comprender a un adolescente para acompañarlo. Lo

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mismo ocurre en otros ámbitos sociales, donde se puede dejar un tiempo de
incertidumbre y alojar el sinsentido sin que eso bloquee la conversación.

El tercer ingrediente de la conversación es el humor, al que Freud atribuía una


clara función terapéutica al permitirnos aliviar parte de los pesares de la vida
cotidiana. El humor es el mejor antídoto para el superyó, esa exigencia constante
que nos imponemos en lo que hacemos (o dejamos de hacer). La proliferación
de memes en la pandemia es un ejemplo del uso del humor como aliviador de
temores y preocupaciones. En la conversación permite, además, relativizar
percepciones y sentimientos experimentados, en ocasiones, como demasiado
absolutos y rígidos. Tener buen humor es un signo de encarar las dificultades de
la vida con cierta alegría, alejando los “malos humores” vinculados a la
melancolía.

Finalmente, un último ingrediente hace alusión a la poesía, al efecto que esta


tiene de dar nueva vida a las palabras. La poesía la entendemos aquí no tanto
como un ejercicio literario sino como un cierto forzamiento de las palabras para
insuflarles otra vida. Una breve viñeta de nuestra práctica nos ayudará a explicar
mejor esta idea. Julia es una mujer mayor que hace el duelo de un ser querido,
fallecido a causa de la COVID-19, escribiendo las recetas de cocina que todos
aprecian. Es una idea que le surgió en nuestras conversaciones, como un modo
de poner por escrito algo que siente como muy suyo. Le sugiero que lo vincule a
su propia historia y ella decide añadir a cada receta una coda al final, donde
recuerda algún episodio de su vida ligado a ese plato. Esa “receta” le funciona
porque los recuerdos que escribe son un ingrediente vital que no la sumen en la
impotencia, sentimiento que nos abruma por aquello que no podemos hacer (en
este caso recuperar al fallecido). Su coda invita más bien a prolongar la vida de
sus recetas y a situar así cada una de esas piezas sueltas de su historia. Darse
contra el muro de la impotencia lleva siempre a la pesadumbre, aceptar la
pérdida permite, en cambio, hacer lo posible en cada caso. Julia se ha atrevido
a traducir el ánimo triste en una fórmula poética propia, que ofrece al otro como
parte de su conversación. Sus codas a las recetas son esos significantes nuevos
que inventa con los que restaurar algo de lo que se ha conmovido, de manera
trágica, en su vida.

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Los lazos sociales entre nosotros, y especialmente los familiares, requieren pues
algo más que palabras e imágenes retransmitidas. No olvidar la presencia es
apostar por un futuro pos-COVID donde el deseo siga siendo el signo de una
falta, la causa que propicie los encuentros e intercambios. Donde haya lugar
también para el vacío y el aburrimiento, eso inútil e improductivo, cuya única
razón de ser es la búsqueda del lazo con el otro y las invenciones que de ese
vínculo puedan surgir. Decía Alba Rico que el riesgo cuando hay implicados dos
cuerpos no es tanto el de contagiarse, sino el “de condolerse, el de amarse, el
de entenderse o, al menos, el de escucharse y a veces el de discutir. Solo entre
cuerpos ocurren esas cosas”. La conversación que proponemos, trufada de
sorpresas, sinsentidos, humor e invenciones requiere de esos cuerpos.

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