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DERECHO DEL TRABAJO

I. ORIGEN Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO DEL


TRABAJO

El Derecho del Trabajo nació como una regulación del trabajo en la


industria, por más que luego sus normas se hayan extendido al trabajo en otro
tipo de actividades primarias o terciarias. Es una categoría cultural “fruto del
sistema capitalista industrial”1.

Si bien siempre hubo trabajo por cuenta ajena, y durante mucho tiempo,
además, trabajo libre, y si bien hubo regulaciones de esas clases de trabajo 2,
esas regulaciones no pueden en realidad compararse con el Derecho del
Trabajo tal como fue después de la Revolución Industrial, que es como ha
llegado, poco más o menos, hasta nuestros días.

A. EL TRABAJO PREINDUSTRIAL

En líneas generales, este trabajo en la historia anterior al Siglo XIX se


caracterizó por no ser trabajo libre, o por ser trabajo que se prestó con una
variada falta de libertad: en la antigüedad predominó el trabajo esclavo, y
más avanzada la Edad Media, el trabajo servil en distintos grados y variantes.
Durante casi toda la historia preindustrial el trabajo fue considerado con
distintos grados de indignidad como posible actividad de una persona.

El título mismo, o el vínculo jurídico por el que se prestó trabajo en la


antigüedad también fue distinto: o se trató, en el caso de la esclavitud, lisa y
llanamente de derecho de dominio sobre la persona de los trabajadores, o en el
caso de las distintas clases de servidumbres, de un derecho señorial o
municipal –público en este supuesto− o hasta real, de anexión a la propiedad
de la tierra.

En este esquema preindustrial, el trabajo libre era más que nada


desconocido; al parecer sólo se dio en supuestos marginales o accesorios, ya
avanzada la república en Roma, cuando algunos hombres libres (libertos o
1
PALOMEQUE LÓPEZ y ÁLVAREZ DE LA ROSA, ob. citada por LUIS RAMÍREZ BOSCO, “Trarado de
Derecho del Trabajo” T. I, Teoría General del Derecho del trabajo, Ed. Rubinzal-Culsoni, año 2005.
Director MARIO E. ACKERMAN.
2
Pueden encontrarse regulaciones de temas laborales tan antiguas como el Código de Hammurabi, que
en sus cláusulas o arts. 273 y 274 fija algo parecido a remuneraciones mínimas para la locación de
domésticos o del “hijo de un obrero”. En el fuero Juzgo aparece una prohibición de trabajar los menores
de 10 años, y como observan BAYÓN CHACÓN Y PÉREZ BOTIJA, las leyes de Indias contuvieron algo
así como una primera legislación laboral sistemática, con el propósito de proteger a los indios americanos.
manumitidos) que no encontraban ocupación digna se dedicaron al servicio
doméstico o al artesanado. Estos últimos, los artesanos, son los que pueden
considerarse como los antecesores remotos de los posteriores trabajadores
industriales modernos.

Ya en la Edad Media y posiblemente a causa del decaimiento de las


organizaciones políticas y del comercio que sobrevino a la caída del Imperio
Romano de Occidente, el trabajo agrícola se convirtió definitivamente en el
supuesto predominante. En este sector las relaciones laborales fueron cada
vez más relaciones de reales de adscripción servil a la tierra y no tanto políticas
o señoriales, mientras que la fabricación de objetos, concentrada
principalmente en las ciudades, siguió desarrollándose con trabajo artesanal
libre.

En este ámbito de la fabricación artesanal, a partir sobre todo del siglo XII,
se desarrolló la práctica de la agremiación 3. Aquellos gremios medievales
tuvieron el propósito de regular las prácticas del oficio de que se tratase y
controlar el acceso y progreso en el oficio. También regularon los gremios
medievales los precios de ventas y a veces los salarios de los trabajadores
subordinados a los artesanos, pero esto, al revés del Derecho del Trabajo
moderno, no para garantizar remuneraciones mínimas, sino para evitar el alza
de precios. Los gremios medievales fueron parte de un sistema social
fuertemente estructurado o estamentado, en el cual, por más que los
agremiados fueran trabajadores libres que prestaban servicios u obras a
“contrato”, había un fuerte componente de congelación del status, en cuanto no
le era permitido o le era muy difícil, al artesano de oficio, dejar de serlo y
encarar otra actividad. En el imperio Bizantino, que es posiblemente uno de los
ejemplos históricos de mayor duración de una organización regulada, se
registra que el oficio de los agremiados pasaba obligatoriamente de padres a
hijos.

3
Conforme CABANELLAS DE TORRES, Guillermo (Cfr. Compendio de Derecho Laboral, Ed. Actualizada
y ampliada por GUILLERMO CABANELLAS DE LAS CUEVAS, T. I, Ed. Heliasta SRL, Año 1992, pág.
101 y ss.) con remotos antecedentes en las asociaciones de agricultores, pastores y artesanos de la India
primitiva y con entronque más cercano en los colegios romanos y en las guildas germánicas, surgen en la
Edad Media espontáneas agrupaciones de trabajadores de igual oficio o profesión. Sus encarnaciones
más típicas se hallan en las cofradías y en los gremios. Los primeros hombres libres que se agrupan para
defensa de sus intereses son los mercaderes. A su ejemplo, aparecen las corporaciones de artesanos. A
partir del Siglo XII, en Italia, Francia y España van formándose corporaciones, con organización propia, de
actividad común, de hondo sentimiento religioso y jerarquizadas por la escala gremial, que partía del
aprendiz, ascendía por el oficial o compañero y concluía en el maestro. La comunidad o similitud de oficio
como base de la asociación personal, y la voluntariedad como vínculo, las corporaciones se
comprometían bajo juramento, a defender sus intereses. Solía pagarse cuota de ingreso, había que
acatar los estatutos y pagar las asignaciones. Tenían personalidad moral y jurídica, con capacidad para
poseer casas, tierras y dinero. Reglamentaban la prestación laboral con la fijación de la jornada de
trabajo, que solía ser de sol a sol; con el descanso dominical y en las festividades religiosas; con la
determinación de los salarios; promoviendo la formación profesional, desde los rudimentos hasta la obra
maestra y manteniendo la tradición y el prestigio en su especialidad laboral.
El sistema de gremios decayó lentamente a partir del siglo XVI y en general
se acepta que llegó a su término al tiempo de la Revolución Francesa.

Múltiples causas contribuyeron, durante los Siglos XV y XVI, a debilitar a


las corporaciones de oficios. Unas fueron internas, como la tendencia a
monopolizar el ejercicio profesional y a tornar hereditaria, y no fruto de la
habilidad personal, la maestría. Además el carácter local de las corporaciones,
sin federarse con las análogas de otras ciudades del mismo país, ofrecía una
división que no pudo soportar los embates de la realeza absoluta.

Según De la Cueva, la primera norma contra los gremios se dio en


Inglaterra, en 1545, al prohibírseles a las Guildas tener bienes. Más
frecuentemente se registran como normas que oficializaron la abolición, en
Francia, el Edicto de Turgot de 1776, que estableció la libertad para ejercer el
comercio, las artes y los oficios. Se condenaba expresamente a las
corporaciones de oficios como instituciones arbitrarias que no permitían al
indigente vivir de su trabajo; que rechazaban a un sexo al que su trabajo
provocaba mayores necesidades y menores recursos; que extinguían la
emulación y la industria; que retardaban el progreso de las artes y que
recargaban a los industriales con impuestos cuantiosos. El mismo servidor de
LUIS XVI había afirmado anteriormente que la fuente del mal que sufría
Francia, desde el punto de vista industrial y comercial, se encontraba en la
misma facultad concedida a los artesanos de cada oficio de unirse y reunirse
en cuerpos.

La sentencia de muerte de las corporaciones la dictó la Asamblea Nacional


Francesa, sin que los gremios tuvieran un solo defensor en ella, con la Ley del
17 de marzo de 1791. Determinaba que, “a partir del 1º de abril próximo, será
libre para todo ciudadano el ejercicio de la profesión a oficio que considere
conveniente… Quedan suprimidos los oficios, derechos de recepción a las
maestrías y jurados y todos los privilegios de las profesiones”.

Si la citada ley enterraba a las corporaciones, para impedir su posible


resurrección se promulgó el 14 y 17 de junio del mismo año, la conocida Ley
Chapelier, por el diputado que la presentó ante la Asamblea Nacional.En su
preámbulo se expresaba que “se debe, sin duda, permitir a los ciudadanos de
un mismo oficio o profesión celebrar asambleas, pero no se les debe permitir
que el objeto de esas asambleas sea la defensa de sus supuestos intereses
comunes; no existen corporaciones en el Estado y no hay más interés que el
peculiar de cada individuo y el general; no puede permitirse a nadie que inspire
a los ciudadanos la creencia en un interés intermedio que separe a los
hombres de la cosa pública por un espíritu de corporación”. Al servicio de esa
finalidad la ley prohibía con rigor la asociación y la coalición de trabajadores en
todas sus modalidades4.
4
Cfr. CABANELLAS DE TORRES, Guillermo, ob. cit., pág. 101 y ss.
En cuanto al tipo jurídico antecedente en el cual se pudieron enmarcar, en
la antigüedad y en la edad media, las relaciones de trabajo no esclavas ni
serviles -la de personas libres-, éste siguió siendo el de las figuras romanas de
las locatio conductio operarum y operis, nuestras locaciones de servicios y
de obra. La figura de la locatio operarum es en definitiva el antecedente más
válido que se puede registrar para el contrato de trabajo. El contrato de trabajo
sigue siendo, según la mejor explicación jurídica disponible, aquella locación de
servicios, con más la dependencia característica de las relaciones industriales
modernas.

B. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

El estado de cosas antiguo llegó a su término con la Revolución Industrial 5,


cuyo inicio, ubica Polanyi, en Inglaterra, desde finales del Siglo XVII hasta
principios de la década de 1830, con medio siglo se anticipación en ese país
respecto del resto de los más avanzados de Europa 6. Hobsbawn, que precisa
la década de inicio en 1780, dice que fue el suceso más trascendente de la
historia7.

Señala Cabanellas de Torres, que diversos acontecimientos de intenso significado para la


humanidad prepararon desde larga data esta revolución orgánica en el ámbito de la
producción. Se señalan en primer término los magnos descubrimientos geográficos del nuevo
mundo por Colón, del Novísimo por Magallanes y la circunnavegación del planeta por Elcano,
que modificaron la concepción sobre el propio mundo que habitamos; también los diversos
inventos científicos, que iban permitiendo un conocimiento y una explotación más técnica de la
naturaleza. Coadyuvan los avances de orden político, que culminan con la Revolución
Francesa. Finalmente como esencia misma de esta Revolución y consecuencia de las causa
apuntadas, el diseño, construcción y aplicación de máquinas, cada vez más numerosas y
eficaces para cooperar en las actividades manuales del hombre y hasta para reemplazarlo.

Cuando esta revolución industrial adquiere fisonomía propia, es al concretarse las


llamadas cuatro grandes invenciones, que habrían de cambiar la técnica productora: en 1770,
el tejedor HARGREAVES patentó la spinning Jenny (rueca mecánica), consistente en un
batidor con una fila de husos, dispuestos de manera que pudiera retorcer al mismo tiempo una

5
La expresión calificativa de Revolución Industrial la aplicó, por primera vez, TOYNBEE para designar el
período de la historia económica de Inglaterra desde 1760 a 1830 que caracteriza una época de cambios
profundos para ese país. Se sirve del sustantivo revolución para expresar la transformación repentina y
total, no la evolutiva; y con el adjetivo industrial se concreta su aplicación a la actividad elaboradora de
productos, que es donde había repercutido de modo más especial. En el presente, por revolución
industrial se designa no sólo la innovación profunda que provoca un intenso o un nuevo sistema técnico,
sino, por antonomasia, el conjunto de hechos que determinó la transformación de la humanidad, en el
proceso de la producción y en la organización del trabajo, desde fines del siglo XVIII a mediados del siglo
XIX. La revolución industrial se define desde el punto y hora en que la mecánica se incorpora a la
construcción de nuevas máquinas (CABANELLAS DE TORRES, G., ob. cit., pág. 128.)
6
POLANYI, Karl, La gran transformación, México, D.F., 1992, pág. 92, cit. por RAMÍREZ BOSCO, ob. cit.,
pág. 70.
7
HOBSBAWN, Eric, La era de la revolución, 1789-1848, Crítica, Buenos Aires, 1997, p.36, cit. por
RAMÍREZ BOSCO, ob. cit.
serie de hilos. En 1771, ARKWRIGHT inventó una máquina de hilar, la wáter frame, que era
movida por la acción del agua. En 1779, el hilandero SAMUEL CROMPTON combinó los dos
inventos anteriores en uno que, por hídrido de aquéllos, denominó mula. Por último, en 1785,
CARTWRIGHT, párroco de kent, aplicó a los tejidos las máquinas ideadas para el hilado. No
obstante, fue la máquina de vapor, perfeccionada por WATT sobre ideas de Papin, y el
adicional sistema de rotación, logrado todo ello entre 1769 y 1782, lo que consintió aplicar el
vapor a toda clase de maquinarias.

Se trató de un fenómeno complejo en el que seguramente confluyeron


tanto el grado de desarrollo al que hubiesen llegado las ideas en ese momento,
como el del comercio, el estado ocasional de la producción agropecuaria o el
grado de la concentración urbana. Pero lo decisivo, sin lo cual el fenómeno no
hubiera podido producir la alteración radical que produjo, fue sin duda la
innovación tecnológica del maquinismo, por la cual, sobre todo a partir de la
aplicación del motor a vapor a la fabricación, se desplazó a la mano de obra
como principal factor de la producción industrial y, a la vez, se logró
incrementar exponencialmente –en apariencia indeterminadamente- la
capacidad de producción de cualquier cantidad de trabajo humano que se
quisiese aplicar sobre un instrumento mecánico de producción.

El resultado más simple y directo del maquinismo fue el de un incremento


hasta entonces imprevisible de la producción y consiguientemente de los
mercados y del comercio.

Con la capacidad de producir en grandes cantidades y en lapsos reducidos,


surgió la expansión industrial, que iba a erigirse sobre la anterior hegemonía de
la agricultura y el comercio, en la fuente más dinámica y potente de la riqueza
mundial.

Pero la Revolución Industrial no sólo se caracteriza por el aspecto material


de las máquinas, sino por la transformación que representa en la organización
del trabajo, por el reclutamiento de la mano de obra, por la movilización colosal
de operarios que permite y su concentración en locales de amplitud variable,
por la magnitud y menores costos de artículos y por el proceso de enorme
complejidad para que la producción llegue a la clientela o consumidores 8.

Como lo explica Fernández Madrid9, la ejecución del trabajo en relación de


dependencia en una organización empresaria ajena bajo las formas de un
contrato de trabajo es propia del capitalismo y nace recién en el siglo XVIII, con
el maquinismo y la revolución industrial.

En efecto, a mediados del siglo XVIII la coincidencia del individualismo


liberal que afirmaba la libertad plena del individuo y la igualdad total entre los

8
CABANELLAS DE TORRES, G., ob. cit., pág. 129
9
Tratado Práctico del Derecho del Trabajo, T. I, pág. 3, Ed. La ley 1989
hombres, con la aparición de la máquina 10 y consecuentemente de los
procesos de producción en masa (racionalización y división del trabajo) y la
irrupción del capitalismo (concentración de capitales), deterioró la situación de
los trabajadores, al extremo que la necesidad de protegerlos constituyó la raíz
del derecho del trabajo.

Con fundamento en la filosofía liberal el Estado se declaró prescindente en


todo tipo de contratación y el contrato de trabajo no fue en ese entonces una
especie diferenciada dentro del derecho civil. La relación de trabajo resultaba
estructurada en cada caso libremente por la voluntad de las partes (principio
pleno de la autonomía de la voluntad) y los industriales que perseguían la
obtención del máximo beneficio posible, aprovecharon la pasividad del Estado
y la inexistencia de organizaciones intermedias para fijar a su antojo las
condiciones de labor.

El Estado liberal convalidó el trabajo de mujeres y niños (la mano de obra


más barata) en jornadas excesivas, el pago de salarios insuficientes para la
subsistencia y condiciones de salubridad y de higiene lamentables. Como
consecuencia se menospreció la condición del trabajador considerado un
simple instrumento y se desvalorizó la del trabajo que fue estimado como una
mercancía que constituía un mero elemento del costo del producto.

En la época feudal el señor sometía a sus siervos pero les daba protección. Con
posterioridad el artesano ordenaba y aprovechaba del trabajo del oficial y del aprendiz, pero
dentro de un orden que inicialmente permitía el progreso profesional y otorgaba un marco
protector. Con la revolución industrial irrumpió el capitalismo que asumió como propia la
filosofía liberal. El trabajador perdió toda protección porque paso a formar parte no diferenciada
de un complejo de producción, en el cual la máquina asumía el rol fundamental y los operarios
que las manejaban podían ser reemplazados libremente sin responsabilidad alguna para el
empleador.

Por eso esta época marca el punto de máxima desprotección para el


trabajador dependiente que cumple sus tareas por cuenta ajena.

Las mayores injusticias que se advierten están ligadas a la jornada y al


régimen de descansos, lo que obviamente, se vinculaba con el salario, pues la
libertad de contratación llevaba a situaciones de explotación que en todos los
casos tendían a lograr un abaratamiento del precio de la mano de obra. De ahí

10
En 1763 se introduce la lanzadera volante de John Kay y luego Thomas Highs perfecciona una máquina
sobre la base del torno de bobinar, en la cual el huso no lleva volante y en la que el hilado y bobinado se
alternan. Las máquinas utilizaban la rueda hidráulica como motor. En 1785 la invención del telar, permite
fabricar toda clase de telas. La máquina recibe su consagración definitiva con la invención del motor
mecánico, la máquina de vapor de Watt. La máquina de vapor es el primer motor mecánico que va a
reemplazar el uso directo de las fuerzas naturales. Revolucionará sobre todo los transportes permitiendo
la creación del ferrocarril. El gran taller moderno se instala, en adelante, con sus máquinas y sus sistemas
de máquinas accionadas por motores mecánicos. El descubrimiento de la electricidad permite reemplazar
la energía de los combustibles por la de los saltos de agua. (P. Barret, “El trabajo humano”, pág. 40,
Eudeba, 1963)
que la agrupación de trabajadores en uniones o sindicatos y la realización de
movimientos de huelga por aquellas coaliciones tuvieron por objeto romper el
rígido esquema dentro del cual se desenvolvía la situación del trabajador
dependiente, carente de un mínimo de protección y de resguardos jurídicos
adecuados para su desenvolvimiento como trabajador y como persona.

Lo que interesa para el análisis de la aparición y evolución del Derecho del


Trabajo es que el hecho mismo de la explotación existió, posiblemente porque
el maquinismo hizo aprovechable el trabajo prestado de esa manera, pero no
sólo existió sino que alcanzó o implicó a cantidades considerables de personas.
Esto último importa destacarlo porque al Derecho del Trabajo no se lo entiende
bien como sólo una respuesta al problema de las malas condiciones de trabajo
sino fundamentalmente como una respuesta orgánica de la sociedad industrial
capitalista al problema de la explotación laboral masiva.

C. LA CUESTIÓN SOCIAL

Esta situación de injusticia dio origen a la denominada “cuestión social”


que motivó un importante debate doctrinario. Rafael Caldera 11 dice: “Económi-
camente, la cuestión social representa una gran paradoja. El mayor esplendor
al lado de la mayor miseria. Las riquezas mas fabulosas y la escasez más
trágica”.

Como observa Justo López, “bajo las directrices de la doctrina liberal


individualista el Derecho del Trabajo, tanto individual como colectivo, es
rigurosamente imposible. El Derecho del Trabajo históricamente, ganó su
espacio en oposición a esa doctrina, imponiendo el Estado ciertos límites a la
autonomía de la voluntad y ganando los trabajadores colectivamente
organizados, es decir sus asociaciones, también un espacio para su existencia,
en contra de las normas que las prohibían y les negaban los medios de acción
eficaz”.

La política liberal provocó reacciones que se manifestaron en doctrinas


socialistas, que cristalizaron en la Revolución Rusa de 1917, y en la condena
de la Iglesia católica, cuya doctrina social fue expuesta en esa época por León
XIII en la encíclica “Rerum Novarum” del 15.05.1891 donde censura muy
duramente los excesos del liberalismo en lo económico social, que había
sumido a los trabajadores en una condición verdaderamente penosa y critica a
la sociedad capitalista que al destruir las antiguas corporaciones y perder el
espíritu cristiano, había dejado a los obreros entregados, solos e indefensos, “a
la inhumanidad de sus amos y a la desenfrenada codicia de sus competidores,
de surte que unos cuantos hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre

11
Derecho del Trabajo, El Ateneo, Buenos Aires, 1960
los hombros de la multitud innumerable de proletarios un yugo que difiere poco
del de los esclavos”.

Lo que ha dado fundamento y contenido a la moderna doctrina social de la Iglesia son sus
encíclicas “Rerum Novarun”, del Papa León XIII (15 de Mayo de 1891), “Quadragésimo Anno”
(15 de Mayo de 1931) y “Divini Redemptoris” (19 de Mayo de 1937) de Pío XI, “Mater et
Magestra” (15 de Mayo de 1961) y “Pacem in Terris” (11 de Abril de 1963) de Juan XXIII,
“Populorum Progressio” (26 de Marzo de 1967) de Paulo VI, “laborem Excersens (14 de
Septiembre de 1981) y “Solicitudo Rei Socialis” (30 de Diciembre de 1987) de Juan Pablo II.
Para la Iglesia el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia humana
sobre la tierra que tiene un valor ético vinculado completa y directamente al hecho de que quien
lo lleva a cabo es una persona, el hombre es sujeto del trabajo, y desde un punto de vista
subjetivo todo trabajo humano es igualmente válido. El principio de dignificación y de prioridad
del trabajo respecto del capital constituye el basamento de la doctrina social de la Iglesia.

Las Doctrinas Socialistas

Para Caldera estas doctrinas consideran que el régimen está basado en la injusticia y en
la explotación de los trabajadores, y proponen distintas soluciones, según su condición
reformista o revolucionaria, que llegan hasta la destrucción de la organización social capitalista
y su reemplazo por una sociedad sin clases, en la que los bienes deben ser socializados. El
anarquismo se basa en un individualismo extremista que rechaza toda organización social y
propone la destrucción de la existente por medio de la violencia. Los llamados sociales utópicos
o románticos, Saint Simon, Owen, Fourier, Louis, Blane, Proudhon, criticaban a la sociedad
capitalista proponiendo su reorganización, la eliminación progresiva de las injusticias y la
creación de las bases de la futura sociedad socialista por medios pacíficos.
El socialismo científico funda sus teorías en un análisis concreto y minucioso de la realidad
económica. Basándose en las contradicciones internas del sistema capitalista prevé su
desaparición por medios violentos. El principal representante de esta teoría fue Carlos Marx,
que publicó en 1867 el primer volumen de “El Capital”, y organizó la Primera Internacional, que
puso en contacto a los obreros revolucionarios de distintos países.
Para el marxismo el hecho económico es base y motor único de toda la historia de la
humanidad. La economía es la estructura social, no hay Dios, no hay patria, no hay reglas
morales de valor absoluto, sólo hay relaciones económicas, la totalidad de estas relaciones
forman la estructura económica de la sociedad. De acuerdo con esta doctrina, la producción y
el reparto de lo producido constituyen el fundamento de todo régimen social. La articulación
social en clases se regula por la forma de producción y por los sistemas de intercambio. Por
eso en las modificaciones del modo de producción y de cambio es donde deben buscarse las
causas últimas de todas las modificaciones sociales y todos los cambios políticos. La
modificación del hecho económico es provocada por la lucha de clases (burguesía y
proletariado) que constituyen la fuerza propulsora del marxismo.
En lo económico científico afirma la teoría del valor, según la cual cuando el capitalista
obtiene un beneficio esa plusvalía no es sino trabajo no pagado. De tal modo el capital tiene
origen viciado y debe desaparecer.

Por su parte, los trabajadores como respuesta a la humillante condición a la


que estaban sometidos y a la indiferencia del estado liberal se unieron
formando asociaciones gremiales (sindicatos uniones) que primero fueron
prohibidas y después fueron aceptadas o legitimadas. Por medio de la lucha
abierta (huelga y otras medidas de fuerzas en su momento consideradas como
delito), los trabajadores agrupados lograron con el correr del tiempo modificar
la política del estado y hacerse oír también en el plano internacional.

Como lo señala CABANELLAS DE TORRES 12, si en los primeros tiempos


del industrialismo predominó la libre empresa y se favoreció la expansión
capitalista más típica, por presión obrera y de eminentes sociólogos, por sufrir
sus aspectos negativos los trabajadores y por entrever sus peligros los críticos
sociales, se evolucionó hacia el intervencionismo estatal.

En efecto, el estado de cosas relatado requería modificación y de hecho


fue modificado. Desde el punto de vista de la ciencia jurídica, lo que había que
hacer era suprimir la desigualdad prenegocial, que daba oportunidad no sólo a
la explotación, sino a que ésta apareciese formalmente aceptada por los
propios interesados. Y esto es lo que se hizo con el Derecho del Trabajo: se dio
protección al trabajador por medio de suprimir, por más de una vía, la irrestricta
eficacia regulatoria de la autonomía de la voluntad. Lo que se hizo fue dar al
contrato de trabajo contenidos mínimos necesarios o no disponibles para la
autonomía de la voluntad y, además de esto, se procuró impulsar o asegurar el
cumplimiento de este contenido obligatorio con el poder de policía estatal (“la
policía del trabajo”).

D. LA EVOLUCIÓN LEGISLATIVA

Estas modificaciones del derecho incorporadas como legislación del


trabajo, se desarrollaron con la secuencia de una respuesta espontánea y poco
sistemática a los peores problemas causados por el trabajo industrial, a medida
de que estos se presentaban como más agudos o urgentes.

En líneas generales puede aceptarse que la intervención estatal en el


mercado de trabajo se inició muy temprano, prácticamente en los inicios
mismos de la Revolución industrial y se atuvo a un orden práctico en la
atención de los problemas, según que éstos fueran urgentes, disociantes o
escandalosos.

Así es que las primeras regulaciones laborales se dedicaron a la


prohibición del trabajo infantil (Inglaterra, 1802, para el trabajo nocturno;
Francia, sobre la protección de la infancia, 1841; España, para menores de 10
años, 1873) o a la reglamentación del trabajo de mujeres y menores (Prusia,
1839; Francia, 1841; Italia, 1843; España, 1873 y 1900, y en 1907 sobre
maternidad). Y a la inspección fabril (Inglaterra, 1833; Prusia, 1853; Francia,
1877/1883; Austria, 1883; España, 1905/6).

12
Ob. cit, pág. 132.
También pioneras fueron las regulaciones sobre accidentes de trabajo:
Inglaterra en 1880 y 1897; Prusia en 1884; Austria en 1887, Francia en 1899 y
España en 1900/1904.

Las normas sobre jornada de trabajo, salvo en la parte referida al descanso


dominical que siempre fueron anteriores, tuvieron un desarrollo más tardío, al
parecer más próximo a que el tema quedase asentado en 1919 por la
Convención Nº 1 de la OIT (por ejemplo, España, sobre la jornada de ocho
horas, ese mismo año).

Con carácter general, decían Bayón Chacón y Pérez Botija que de los
países industriales más adelantados, Alemania fue el primero en encarar una
legislación laboral o social y los estados Unidos el último, éste sólo después de
la crisis de 1930, como parte de la política del new deal. En Francia se inició
una tendencia a la legislación social en 1848, con la gran revolución de ese
año, pero no parece haber sido algo mayormente orgánico, fuera de las
contradicciones y alternativas que registra la historia francesa de esa época. En
Prusia parece que se registran leyes obreras de 1839 y hasta una ley del
trabajo de 1860. Pero su aporte decisivo a la materia fue sin duda el de las
leyes sobre seguros de enfermedad, accidentes y vejez, de 1883, 1884 y 1889,
a las cuales se atribuye con bastante generalidad el mérito de ser el primer
plan social gubernamental sistemático, si no el nacimiento de la Seguridad
Social como concepción de una actividad estatal integral.

En cuanto al derecho Colectivo del Trabajo o al mecanismo sindical de


protección, De la Cueva dice que el primer convenio colectivo registrado es el
de los trabajadores ingleses de la lana, de 1862. La libertad de asociación fue
reconocida en Inglaterra en 1825 y 1871 (Ley Peel), en Francia en 1884 y en
España en 1887, después de haber pasado, desde principios del Siglo XIX y
sobre todo después de las revoluciones socialistas de mitades de ese siglo, por
variables períodos de prohibición o de mera tolerancia.

En Europa en sus orígenes el fenómeno sindical fue reprimido y toda forma de coalición
fue penada. La figura penal respectiva que se encuentra en la Ley de Chapelier de 1791
afirmaba el valor fundamental atribuido por el Estado liberal a la libre concurrencia.

De tal modo so pretexto de garantizar a cada ciudadano el libre ejercicio de la profesión,


oficio o negocio que deseara, declaró abolidas todas las especies de corporaciones del mismo
estado o profesión. El Código Penal Napoleón tipificó como delito de coalición a los acuerdos
patronales para bajar los salarios así como a la huelga y otras medidas colectivas de los
trabajadores que interfirieran sobre la libertad de trabajo y de industria.

Una segunda etapa es el de la tolerancia. En 1864, en Francia se suprimió el delito de


coalición. En Inglaterra desde 1824 los sindicatos tenían existencia legal pero no podían actuar
como corporaciones. Pero en Italia recién en 1889 son tolerados. En 1871 en Inglaterra la
Trade-Union Act declaró que los sindicatos no restringían el principio de libre contratación. Este
principio fue reiterado un siglo después en la “Trade Union and Labour Relations Act” de 1974”.
Respecto a la huelga, la solución que dieron las leyes de 1875 y 1906 no fue la de
garantizar el derecho de huelga; tales leyes establecieron que la acción sindical no debería ya
más ser considerada ilícita “en relación a o por conducir a una disputa sindical”. La Conspiracy
and Profection of Property Act de 1875 dice “el acuerdo para realizar actos de por sí no
relevantes penalmente no deberían ser más considerados delito” y la Trade Dispute Act de
1906, que “en las controversias colectivas no fuese encontrada responsabilidad por acto ilícito,
y en particular la correspondiente a la acción concertada dirigida a ocasionar perjuicio o por
inducir a la no observancia del contrato de trabajo”.

En una etapa ulterior el sindicato fue plenamente legitimado. En Francia la Ley Waldeck-
Rosseau del 21 de marzo de 1884, incorporada posteriormente al Libro III del Code du Travail
establece una protección de la libertad sindical en las relaciones entre los sindicatos y el
Estado, en el plano individual y en las relaciones entre sindicatos concurrentes. Posteriormente
otros países dictaron leyes similares, específicamente destinados a regir las entidades
sindicales como por ejemplo la Ley Wagner (1935) en los Estados Unidos, entre otras.
Las profundas modificaciones en las condiciones de los trabajadores se
relacionan también con los cambios políticos, económicos y sociales que se
produjeron con motivo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

El conflicto armado revalorizó la importancia de la cooperación de los


trabajadores en la producción, quienes en su momento pudieron imponer
ciertas condiciones que debieron tenerse en cuenta para el tiempo de paz. A su
vez, los esfuerzos de las Naciones dirigidos a obtener la victoria marginaron
toda posibilidad de respetar los principios de libertad económica. De ahí que el
intervencionismo estatal, que ya se había insinuado en el pasado inmediato
con relación a la cuestión laboral, adquirió plena dimensión. El curso de la
econo-mía fue dirigido por el Estado, que planificaba, imponiendo sus leyes al
mercado. A su vez los trabajadores reclamaron que dicha intervención
contemplara sus aspiraciones13.

El Tratado de Paz de Versalles de 1919 en su parte XIII creó la


Organización Internacional del Trabajo. Dice dicho tratado en su preámbulo
que la paz universal no puede fundarse sino sobre la base de la justicia social y
que la no adopción por una Nación cualquiera de un régimen de trabajo
realmente humano, pone obstáculos a los esfuerzos de las demás naciones
deseosas de mejorar la suerte de los obreros de sus propios países.

13
La Conferencia Obrera de Leeds de 1916, expresó que en “el tratado de paz que pondría fin a la guerra,
asegurando a los pueblos la libertad e independencia política y económica debía a la vez asegurarse a la
clase obrera de todos los países un mínimo de garantías de orden moral y material relativas al derecho
del trabajo, derecho sindical, migraciones, seguros sociales, duración de la jornada, higiene y seguridad
del trabajo”. En 1919, finalizada la guerra, se reunió en Berna la Conferencia Sindical Interamericana que
aprobó “La Carta Sindical de Berna”, basada en el pronunciamiento de la conferencia de Leeds. En ellas
los trabajadores solicitaban a la Sociedad de las Naciones que considerara como una de sus misiones
primordiales crear una legislación internacional de protección del trabajo y garantizaran su aplicación,
formulando principios relacionados con el trabajo, la enseñanza, el trabajo de los menores, mujeres y sus
salarios, a la jornada, al descanso, al trabajo nocturno, a la higiene y seguridad en el trabajo, al derecho a
sindicalizarse, a la migración de los trabajadores, al paro, al seguro social, al trabajo de los marítimos, a la
inspección del trabajo y a la creación de una Organización Internacional del Trabajo de carácter
permanente para elaborar acuerdos con fuerza legal.
En el mismo año 1919, se proclamó la Constitución alemana de Weimar,
que anticipada por la de México de 1917, incluyó en su texto derechos
“sociales”, se inició así el denominado constitucionalismo social que elevó los
derechos de los trabajadores a la más alta jerarquía normativa.

A partir de esa época el derecho del trabajo, centrado en el contrato de


trabajo y en la situación del trabajador en relación de dependencia, cobra vigor
con tanta intensidad en todo el mundo y paralelamente se desarrolla una
tendencia a proteger a los individuos con abstracción de su situación laboral
concreta (expansión de la seguridad social).

Posteriormente, lo más notable y trascendente del tiempo que siguió a la


Revolución Industrial y a la casi contemporánea aparición del Derecho del
Trabajo, fue un extenso período de bonanza económica entre el final de la
Segunda Guerra Mundial y mediados de la década de los años ´70. Fueron
años en los que la economía creció a una pauta sostenida que luego no volvió
a repetirse.

A esos años corresponde la consolidación definitiva de los derechos


laborales –y los de la seguridad social− y en gran medida de las ideas sobre
ellos. En este lapso alcanzaron masivamente el rango de derechos
constitucionales o muchas veces de derechos protegidos en tratados
internacionales, de los que hoy se identifican como referidos a los “derechos
humanos”.

Particularmente alcanzaron esta jerarquía normativa recién entonces los


derechos laborales colectivos o sindicales y, de entre éstos, el derecho de
huelga, cuya admisión paso a ser el dato diferenciador entre los sistemas
legales realmente democráticos de los que no lo son.

También corresponde a estos años una regulación creciente de los tiempos


de trabajo y descanso y de las condiciones de trabajo –aunque no fuesen
fabriles ni unos ni otras− y hasta una consolidación legislativa.

A estos treinta años se los conoce comúnmente como “los años dorados” o
“los treinta gloriosos”, y sea como fuere, llegaron a su término en la segunda
mitad de los años ´70. Mientras duraron, dieron ocasión, si no causa, a un
importante crecimiento de los derechos laborales y de la seguridad social,
hasta que se alcanzó algo más o menos parecido al punto de evolución ahora
conocido.

CONCLUSIONES

El cambio de la situación de los trabajadores y la aparición del derecho del


trabajo, aparece pues, a raíz de una conjunción de factores, entre los cuales se
cuentan: a) la reacción de los trabajadores, que asociados en sindicatos
reclaman sus derechos; b) los movimientos doctrinarios que formaron
consenso sobre la inviabilidad de la política de explotación; c) el cambio
económico y social determinado por la Primera Guerra Mundial; d) la prédica
de los Organismos Internacionales como la OIT que ven en la justicia social un
cambio para la paz e intentan que las normas protectoras se generalicen en el
mundo; e) la activa intervención del Estado que deja su actitud contemplativa
respecto de las relaciones laborales para adoptar políticas tendientes a lograr
el bienestar de la población; y f) la inserción de derechos sociales en las
constituciones, lo que promueve el desarrollo del derecho protectorio.

El Derecho del Trabajo es un derecho del Siglo XX, que nace y se


estructura después de una larga lucha social cuyos protagonistas fueron los
trabajadores, agrupados en asociaciones, que contaron con el apoyo de la
iglesia, de organismos internacionales y de ideólogos políticos. No es un
derecho gestado pacíficamente sino arrancado al régimen capitalista y liberal
bajo las formas imperantes en los siglos XVIII y XIX. Este derecho implicó el
reconocimiento de la dignidad del trabajo.

En el ámbito privado el Estado y las partes colectivas (sindicato y


empleadores) ponen el marco al contrato individual de trabajo estableciendo
normas mínimas de labor. Se limita la autonomía de la voluntad de las partes
que queda ceñida por normas imperativas que no pueden ser reducidas pero sí
mejoradas, se acentúa la actividad intervencionista del Estado y la función
rectora de los organismos internacionales. En definitiva, el orden jurídico
acuerda una vasta tutela al trabajo dependiente a través de normas que forman
un derecho especial: el derecho del trabajo. El centro o punto de referencia
de las normas de distinta índole (privadas y públicas) que integran este
derecho es el contrato de trabajo y contemplan tanto la regulación de la
relación que deriva de dicho contrato (derecho individual del trabajo) como la
actuación de los grupos profesionales (derecho colectivo del trabajo) y la
actividad administrativa y jurisdiccional del Estado referida a unas y otras
relaciones (derecho administrativo y procesal del trabajo).

II. EVOLUCIÓN DEL DERECHO DEL TRABAJO EN LA


ARGENTINA

A. CONSIDERACIONES GENERALES

La evolución del derecho del trabajo en nuestro país 14 ha sido diferente de


la europea, pues su tardío proceso de industrialización determinó que salvo en
lo relativo al régimen de descanso semanal, accidentes de trabajo y limitación

14
Juan Carlos Fernández Madrid, Tratado Práctico de Derecho del Trabajo, Tomo I, La ley 1989, pág. 120 y sig.
de la jornada de labor, las instituciones fundamentales del derecho del trabajo
se desarrollaran después de los años 30; que por cuestiones de política
creciera el derecho tutelar después de 1943 y que una fecunda labor
jurisprudencial sobre la L. 11.729 (arts. 154 a 160, Cód. de Com.) fuera
recogida en 1974 en la ley de contrato de trabajo (L. 20.744). Esta ley conserva
su fisonomía originaria pese a los cortes de que fue objeto en el año 1976 por
la ley 21.297.

En efecto, según lo explica Luis Ramírez Bosco 15, la historia del derecho del trabajo
argentino no puede pensarse en los mismos términos que la que acabamos de ver. En primer
lugar el desarrollo del derecho del Trabajo argentino no es sólo posterior al de los países
industriales sino que en realidad es tan posterior que sus inicios más organizados se dieron
apenas poco antes de que en el mundo se llegara a los “treinta gloriosos”, y en cuanto se trata
de un derecho que se debe aplicar a un número importante de trabajadores industriales lo
cierto es que la cantidad de éstos, en Argentina, sólo creció considerablemente a partir de
mediados de la década de los años ´40, o sea, cuando en el mundo ya se había ingresado a la
época de la prosperidad y cuando se habían ya difundido las ideas consiguientes. Debe
apuntarse que en Argentina la población industrial propiamente dicha nunca parece haber sido
tan considerable o haber tenido tanto peso como en otras partes con relación a la población
ocupada en el comercio o en los servicios. Aún cuando la industria no llegó aquí nunca, a lo
que fue el fenómeno en otras partes, en todo caso la industrialización y la población industrial
argentinas, aparte de permanecer en proporción menor, crecieron sólo a partir de 1935, más
decididamente desde 1948 y hasta aproximadamente mediados de los años ´70, después de lo
cual decrecieron bastante. O sea que, paradójica-mente, el sector industrial argentino empezó
una vía de decaimiento sostenido en el mismo momento en que el Derecho del Trabajo
nacional llegó a su mayor punto de madurez legislativa.
En tercer lugar, en Argentina, por más que no se cuente con registros de época sobre el
desempleo en los que se pueda confiar, no parece que ni aún en las décadas de la gran
inmigración (1880-1920) se haya generado una situación de sobre oferta de la mano de obra
comparable con la originaria en los países industriales.

En cuanto al derecho Colectivo, en nuestro país, no hubo “formalmente”,


una etapa de represión, pero recién en 1945 se inicia la etapa del
reconocimiento jurídico de los sindicatos como sujetos colectivos laborales, al
entrar en vigencia el primero ordenamiento específico (decreto-ley Nº
23.852/45). Finalmente llega la consagración constitucional de 1949 (derogada
en 1955) y por la reforma de 1957, como en el plano internacional, al ratificar
nuestro país los principales convenios en la materia de la OIT (Nº 87 y 98),
también en la década del ´50.

El derecho colectivo sufrió en mayor medida las vicisitudes determinadas


por la política: las convenciones colectivas, legisladas desde 1953, tuvieron
pocas oportunidades de ser acordadas y los gobiernos de facto intentaron con
prohibiciones de distinta índole limitar el poder de los sindicatos. De hecho uno
de los primeros actos del gobierno militar que asumió el poder en marzo de
1976 fue impedir el ejercicio de la actividad gremial (decreto 9/76) y prohibir la
huelga y toda otra medida de acción directa (ley 21.400). Con el advenimiento
15
Tratado de Derecho del Trabajo, Director Mario E. Ackerman, T. I, Teoría General del Derecho del Trabajo, Ed. Rubinzal-
Culzoni 2005, pág. 81 y sig.
del régimen democrático en diciembre de 1983 los trabajadores recobran los
derechos sindicales y con el tiempo se vuelve a la práctica de la negociación
colectiva y se dicta una nueva ley de asociaciones sindicales, derogándose la
normativa del gobierno anterior.

La primera normativa destinada a unificar la organización y el


funcionamiento de las entidades sindicales fue la L. 2669/1943, a la cual
suceden el D. 23852/45 y las L. 14455, 20615, 22105 y 23551, vigente en la
actualidad.
En 1953 fue sancionada fue sancionada la L. 14250 de Convenios
Colectivos de Trabajo.
La L. de Asociaciones Profesionales 23551, sancionada en 1987, rige
actualmente.

B. EVOLUCIÓN HISTÓRICA

1. El trabajo en la América Autóctona y en la Colonial


Al producirse en 1492 el descubrimiento del Nuevo Mundo por Colón y
España, dos verdaderos imperios se repartían las regiones más organizadas
del que se llamaría continente americano: uno, el de los aztecas, en México;
otro, en de los Incas, en el Perú. Había además tribus dispersas,
organizaciones en formación: los calchaquíes, de civilización apenas incipiente
y de producción rudimentaria, habitaban el altiplano de Bolivia y las provincias
del norte argentino; los araucanos, de Chile y el actual territorio de Neuquén,
agricultores y ganaderos, dedicados a la cría de guanacos, venados y
huemules; los huerpes, pequeños industriales; los patagones, al sur de la
República Argentina, reconocían cierto régimen de propiedad; los guaraníes,
que se extendían en lo que hoy son el Paraguay y el Chaco argentino, eran
nómadas y guerreros, tenían una industria primitiva y vivían de la caza y de la
pesca; los caribes, en las islas del mar del mismo nombre, se consagraban
asimismo a la caza y a la pesca; los mayas, del Yucatán y regiones limítrofes,
poseían civilización y cultura bastante desenvuelta. Estos y otros pueblos
aborígenes, en proceso de formación, apenas si ofrecen interés para la Historia
del Trabajo, por no haber sobrevivido sus instituciones.

Derecho Español y Derecho Patrio


El descubrimiento de América planteó a España y luego a las potencias
europeas que con ella compitieron en el Nuevo Mundo, el problema de
organizar jurídicamente tierras despobladas y tierras con pobladores de distinta
pero inferior civilización. De ahí un dualismo o superposición de regímenes,
caracterizados por el trasplante de instituciones metropolitanas, por la
aceptación de lagunas de los indígenas y por la amoldación de éstas al sistema
de los colonizadores o de aquéllas al género de vida de los indios. Su inevitable
consecuencia, en lo laboral como en las restantes esferas del Derecho, es la
mezcla o yuxtaposición del Derecho español y del Derecho Indiano (el primero
escrito y el segundo consetudinario) desde el 1500 al 1800 aproximadamente.

Los repartimientos

Obrando por cuenta propia, Colón impuso a los indios el tributo de los
mantenimientos, que consistía en la obligación de labrar las tierras para
sostener a los conquistadores. Además dispuso que todo indio mayor de 14
años pagara un tributo, que podía reemplazarse por la prestación de servicios
personales. Este tributo en especie originó protestas de los indígenas en Santo
Domingo y, casi simultáneamente los españoles de esa isla exigieron el reparto
de los indios aptos para el trabajo, a fin de que le prestaran servicios
personales. El descubridor autorizó esa petición y con ella surgió la institución
de los repartimientos, que se traducía en la entrega de tierras a los
colonizadores y en la adscripción de indios a aquéllas, con la obligación de
cultivarlas para los titulares de esa doble adjudicación de bienes y personas, a
título gratuito.
Al llegar a conocimiento de la reina Católica los repartimientos de indios,
ordenó al gobernador Ovando, el primero de las Indias occidentales, que
pusiera en libertad a los indios repartidos y que, de acuerdo con los caciques –
los jefes indígenas- se señalara el tributo que aquéllos, como vasallos libres,
debían satisfacer, a más de compelerlos a trabajar por el salario justo que se
les asignara.
Igual que la esclavitud indígena, lo repartimientos subsistieron y hasta
fueron reconocidos por una provisión de 1504, que sancionaba esta institución
y permitía extenderla a los territorios que se fueran descubriendo o poblando.
La declinación de los repartimientos se fija en 1609, al imponerse para los
indios un régimen de libertad, condicionado por la obligación de trabajar.

La encomienda

En el período hispano de América, la encomienda era el pueblo asignado a


un encomendero, con derecho de percibir tributo de los pobladores indígenas;
pero con la obligación de enseñarles la doctrina cristiana y defender a las
personas y los bienes de los indios. Se dio el nombre de encomienda a las
tierras repartidas junto con los indios correspondientes y encomenderos a los
que tenían unos y otros a su cargo. Más que un sistema de trabajo, constituyó
una tributación, a cambio de los beneficios de la doctrina, justicia y defensa que
el encomendero debía proporcionar.
La encomienda, que nace como un tributo general, evoluciona hasta el
sistema del tributo, peculiar en América. De acuerdo con las instrucciones
dadas a Hernán Cortes en 1523, en la Nueva España no se debían hacer
nuevos repartimientos, encomiendas ni depósitos de indios; pues se les debía
dejar vivir libremente, pero sirviendo y pagando tributo en reconocimiento del
señorío y servicio que debían al rey y por súbditos y vasallos de él.
La extinción de las encomiendas, al menos nominalmente, deriva de las
Leyes Nuevas dadas por Carlos V, desde Barcelona, en 1542, al consagrar la
libertad de los indios y su plenitud de derechos. Sin embargo la abolición no fue
efectiva en la práctica, por reiterarse en cédulas de 1718, 1720 y 1721.

La mita

En los pueblos indios la mita, además de un tributo que pagaban los


indígenas peruanos, configuraba el repartimiento, que se hacía por sorteo, para
determinar el número de vecinos que debían participar en los trabajos públicos.
Este trabajo obligatorio, o prestación vecinal, es una institución precolombina.
Antes del descubrimiento consistía en un servicio personal a favor del jefe o del
cacique; era una servidumbre no remunerada, y para las necesidades
particulares del que la imponía.
Los españoles conservaron la mita (vocablo que deriva de una vos
quichua, con el significado de turno), pero la transformaron con gran sentido de
humanidad y del fin social. De perpetua se cambió en temporal; y de la utilidad
privada se tornó en servicio de público beneficio.
Como fundamento y razón de la mita se señala la escasez de mano de
obra y la necesidad de una compulsión para superar la indolencia de los
nativos y su incorporación al proceso civilizador en la agricultura y en la
minería. Constituyó una especie de movilización laboral, delineada por normas
legales de un contrato de trabajo.

El yanaconazgo

Como consecuencia de un alzamiento de algunos indios peruanos contra la


autoridad del Inca y de haber sido vencidos, quedaron sometidos a una
adscripción perpetua para labrar y cultivar las heredades. Como los rebeldes
eran yanaconas, naturales de Yanayacú, dieron nombre a esta institución, que
también revistió el carácter de servicio como criados vitalicios. Después del
descubrimiento el yanaconazgo evolucionó hacia una variedad de la
encomienda, en la que los siervos debían trabajar para sus dueños, que tenían
la obligación de protegerlos y que no podían enajenarlos ni abandonarlos por
causa de enfermedad o vejez.

Las leyes de Indias

Este monumento jurídico hispánico, para la Edad Moderna y América,


comparable a lo que significaron en la Europa medieval Las Partidas, es la
recopilación legislativa puesta en vigor por Carlos II de España en 1680.
Consta de nueve libros y comprende toda la legislación peculiar dictada para el
gobierno de los territorios de Ultramar.
La libertad de trabajo entendida como la potestad que tiene el hombre para
emplear su actividad en la forma que mejor le plazca, sin imposiciones, y
dirigirla a un fin de utilidad social, la de elegir por propia iniciativa una profesión
u oficio, se establece y reitera en diversos fragmentos del Libro VI.

La legislación indiana, al tiempo que prohibía la esclavitud del indio y


reconocía su libertad de trabajo, fijó como principio social la obligación de
trabajar, para combatir los peligros de la ociosidad y desalentar la indolencia
que algunos climas favorecen.

Precediendo en tres siglos o más, según los países, España inició en el


Siglo XVI y en sus provincias de las Indias la limitación de la jornada laboral a
ocho horas y el descanso dominical obligatorio. Esta realidad legislativa no fue
el resultado de aspiraciones obreras logradas por violentos movimientos
sociales, sino fruto de una concesión estatal sensible a la necesidad de
proteger la vida y salud de los trabajadores, y con la firma de un monarca tal
tildado de “reaccionario” como Felipe II. El mismo, en 1593 estableció para las
Indias la semana de cuarenta y siete horas y la diaria de ocho, repartidas en
dos mitades de cuatro, según conviniere más para la salud de los obreros, a fin
de defenderlos contra el rigor del sol. El trabajo no debía comenzar antes de
salir el sol, ni continuar luego de ponerse éste, aunque fuese voluntad de los
indios proseguir las tareas. Durante el día se les debían dar horas suficientes
para cultivar sus tierras y cuidar sus haciendas, a más de tiempo para almorzar
y media hora de descanso después de cada comida. En algunas minas, la
jornada era de siete horas.
Las Ordenanzas de Hernandarias de 1603, que regulaban el régimen del
trabajo en las encomiendas del Río de la Plata, imponían el descanso no sólo
el domingo, sino también el sábado por la tarde, como verdadero anticipo,
según DESPONTÍÑ, de la práctica del llamado sábado inglés, fundándose la
medida en el imperativo religioso tendiente a permitir la preparación espiritual
del indio para recibir la comunión en la misa del domingo siguiente.

Junto al trato humano Las Leyes de Indias establecieron la retribución


justa para el trabajador indio. Principios como el pro operario (en caso de duda
sobre la cobranza del tributo había de estarse siempre a favor del indio, y del
encomendero), el de la igualdad de las tasas (por disponer que fueran pagados
según ella los indios), los del salario justo y mínimo y prohibición del pago en
especie, se ven plasmados en la legislación indiana, antes de universalizarse
en el siglo XX, luego de larga y penosa lucha. Otro precepto digno de
recordarse se refiere a la concesión de licencias con goce de sueldo en los
obrajes, a la reglamentación del trabajo a destajo, a la participación de los
productos de algunas minas y a la venta de bastimentos y vestidos a precios
moderados.
Los indios que se accidentaban en el trabajo debían recibir la mitad del
jornal, hasta su total curación. En caso de enfermedad, a los indios que
trabajasen en los obrajes se les concedía, con percepción íntegra de su salario,
hasta el importe de un mes.

Por considerarse trabajos insalubres para los indios, les estaba prohibido
sacar y portear la nieve, ocuparse en los ingenios de azúcar, en las pesquerías
de perlas (reservadas para los negros), en la granjería de la coca y en la
aleación de oro bajo. Con igual finalidad protectora de la salud, estaba
prohibido que los indios llevaran cargas pesadas (llegaron a limitarse a dos
arrobas, unos 24 kilos) o que las transportaran, aún de menor peso, a mucha
distancia.

Las Leyes de Indias se oponían expresamente a que las indígenas


casadas sirvieran en casa de españoles, a menos de estar ocupado también el
marido. Las solteras necesitaban autorización paterna para servir. No se
permitía que las indias fueran encerradas para obligarlas a hilar y tejer por el
importe del tributo que debieran sus maridos. Se prohibía el trabajo durante el
embarazo, el descanso puerperal se prolongaba en ocasiones hasta cuatro
meses.
Con respecto a los menores se prohibía el trabajo antes de los 18 años, que
era la edad de tributar, pero se les admitía, con autorización paterna, para
cuidar del pastoreo de los animales. En obrajes e ingenios se consentía
también el trabajo, pero en concepto de aprendizaje.

Ordenanzas diversas
Aunque las leyes de Indias integran la más conocida y fundamental de las
recopilaciones del Derecho Indiano, los monarcas españoles, los virreyes
destacados en América y el Consejo de Indias, fundado en 1511 por Fernando
el Católico, dictaron numerosas disposiciones de índole laboral. Cabe
mencionar las Ordenanzas de don Francisco de Toledo, virrey del Perú, que, a
mediados del siglo XVI, protegieron al indio como persona y como trabajador,
especialmente en las tareas de las minas y en cuanto al cultivo de la coca.
En 1580, el gobernador Ruiz de Gamboa dictó otras ordenanzas que
establecían la supresión del servicio personal y la reducción del tributo de los
indios, así como el nombramiento de corregidores indios para ampararlos en el
pago de la denominada tasa de Gam boa.
Las ordenanzas del visitador Alfaro integran un código de 120 artículos
sobre cuestiones económicas y laborales del Indio, de modo particular en
Tucumán.
En 1777, el virrey Cevallos, en el Río de la Plata, expidió un bando para
reglamentar el trabajo de los peones.

Juicios sobre la legislación indiana


Sin derogación expresa, los preceptos de las Leyes de Indias y sus
complementarios fueron cayendo en el olvido, especialmente por influjo del
Código Napoleón, que regulaba las relaciones entre amos y obreros o
servidores como locación o arrendamiento de servicios. Esto colocó a los
trabajadores en general y a los indios americanos en especial, en una situación
de desamparo legal hasta comienzos del siglo XX.

Los juristas de América, y de modo particular los laboralistas encomian el


espíritu y los preceptos del derecho positivo indiano. VICENTE FIDEL LÓPEZ
reconoce que tales leyes eran indudablemente equitativas y estaban animadas
de un espíritu cristiano a favor de los indios, posición que ratifica LEVENE 16.
Los laboralistas argentinos ponen de relieve la técnica jurídica y el sentido
progresista de las Leyes de Indias (DESPONTÍN), el conocimiento del obrero
indígena y el respeto de la personalidad humana (POZZO); la acción social
cumplida por esa legislación con el noble propósito de dignificar la tarea laboral
de los nativos (TISSEMBAUM), entre otros.

Primeros años de vida independiente

A excepción de las disposiciones contenidas en el Reglamento Provisional


dado a la Provincia de Misiones por MANUEL BELGRANO el 22 de Diciembre
de 1810, ninguna de las normas fundamentales sancionadas entre 1810 y 1853
instituyeron disposiciones relativas a la regulación del trabajo, aunque la
Asamblea General Constituyente de 1813 aboliera parcialmente la esclavitud al
establecer “la libertad de vientres” y derogara la mita, el yanaconazgo, las
encomiendas y el servicio personal impuesto a los aborígenes y declararlos
hombres libres con igualdad de derechos a todos los que poblaran el país.

Con el derrocamiento de Rosas, en 1852, inicia la Argentina una era de


renovación institucional. Ese lapso viene a coincidir con la segunda mitad del
siglo XIX, en que se aprueba la Constitución Nacional de 1853 y se promulgan
los dos Códigos más fundamentales: el Código de Comercio de la provincia de
Buenos Aires a partir de 1859, convertido en Código Nacional desde 1862
(luego reformado en 1889) y el Código Civil, de 1869.

Como señala Cabanellas de Torres, por entonces, mientras la Argentina tiene como
preocupación esencial organizarse políticamente, en el Viejo Mundo adquiere vehemencia la
lucha social y surge una incipiente legislación del trabajo en los pueblos más desarrollados
industrialmente. Ese panorama explica, durante este período constituyente y codificador en la
república Andina y del Plata, el contraste que se señala entre los continentes. En tanto que en
los países europeos la legislación del trabajo no ha sido obtenida sino después de luchas,
muchas veces sangrientas, en el Nuevo Mundo ha sido otorgada voluntariamente por los
gobiernos. La razón, proviene de que en América se ha encontrado la clase trabajadora

16
Cit. por CABANELLAS DE TORRES, ob. cit., pág. 121
desunida, aislada; además no existe una situación de necesidad como la sufrida por los
trabajadores en los principales centros industriales de Europa. No ha habido fuerza de
asociación que logre o consolide conquistas de carácter social.

Las causas determinantes de la indiferencia laboral del legislador argentino del siglo XIX
son valederas también para los restantes países iberoamericanos. Pueden señalarse las
siguientes: a) mayor extensión geográfica, menor densidad de población, y por ello, mejores
posibilidades económicas; b) escaso valor de la propiedad rural, que permitía el fácil acceso a
un trozo de suelo propio; c) escasa población absoluta, con mano de obra más independiente,
más solicitada y mejor pagada, al menos en las ciudades; d) ausencias de espíritu de
asociación, explicable en parte por la afluencia e idiosincrasia de los inmigrantes; e) escasez de
grandes industrias, aunque había numerosos artesanos y pequeños talleres; f) mayor número
de trabajadores agrícolas que industriales; g) falta de concentración de los trabajadores en
grandes masas, por la dispersión industrial y territorial; h) mejores salarios y perspectivas
familiares para los trabajadores; i) mayor preocupación por lo político que por lo económico-
social; j) la actitud obsesiva de los inmigrantes en el sentido de enriquecimiento individual, con
preferencia sobre las reivindicaciones colectivas de índole laboral; k) finalmente, que el
continente americano constituía en aquellos tiempos una de las soluciones probables, y
probadas por muchos, para el problema social que agobiaba a los trabajadores europeos, que
podían emprender en el suelo americano una nueva y esperanzada vida.
Se deduce, en consecuencia, que no existía la preocupación legislativa en la esfera
económico social.
Puede decirse, que se dictaron algunos preceptos sobre el trabajo, pero no laborales.

La Constitución Nacional Argentina sancionada en 1853 e inspirada en una


concepción liberal individualista expresada por las ideas de ALBERDI, tampoco
contenía normas expresas referidas al trabajo humano ejecutado en relación de
dependencia, pues si bien reconociera los derechos de “trabajar y ejercer toda
industria lícita” y “asociarse con fines útiles” (art. 14), al garantizarlos a “todos
los habitantes” de la Nación su finalidad específica no fuera la de proteger
dicha modalidad laboral, sino y por el contrario, la de “evitar trabas en la
elección del trabajo y en su desarrollo” 17 consagrando la más amplia libertad de
trabajo con el objeto de atraer la inmigración y “promover el bienestar general y
asegurar los beneficios de la libertad…” con los efectos y alcances enunciados
en el Preámbulo y las normas programáticas instituidas en sus arts. 25, 67 (inc.
11) y 107 en consecuencia con el principio de “Gobernar es Poblar”
reiteradamente pregonado por ALBERDI.

Se sancionaron los llamados Códigos de Fondo (Civil, Penal, Comercial, de


Minería). El Código Civil contiene disposiciones relativas a la locación de
servicios, aplicables sin distinción al trabajo dependiente y al trabajo autónomo.
A su vez, el Código de Comercio tiene importancia para la historia del derecho
argentino pues incluye sendos capítulos sobre dependientes de comercio y
sobre la contrata de la gente de mar. También el Código de Minería
contemplaba el problema del trabajo en varios artículos.

17
Cfr. TISSEMBAUM, obra citada, pág. 284;
De fuerte inspiración en el Código Francés de 1804, el Código Civil
Argentino de 1869, confundía el contrato de trabajo con la locación de
servicios, “que tiene lugar cuando una de las partes se obligare a prestar un
servicio, y la otra a pagarle por ese servicio un precio en dinero”. Sus efectos
se remitían a lo dispuesto para las obligaciones de hacer.

Los restantes preceptos de mayor conexión con las prestaciones laborales


de nuestro tiempo, pueden resumirse así: 1) el servicio doméstico se juzgaría
por ordenanzas municipales o policiales de cada pueblo; 2) las relaciones entre
artesanos y aprendices se entregaban a disposiciones “especiales” sin aclarar
tal remisión (art. 1624); 3) las prestaciones de servicios imposibles, ilícitos o
inmorales carecen de eficacia jurídica (art. 1626), 4) la realización de un trabajo
o la prestación de un servicio permiten reclamar el precio (no se dice salario),
aunque no se haya ajustado, siempre que tal servicio o trabajo constituya la
profesión o modo de vivir (art. 1627); 5) integraban créditos privilegiados, sobre
los bienes muebles, los salarios de la gente de servicio y de los dependientes
por seis meses y el de los trabajadores a jornal por tres meses (art. 3880); 6) al
año prescribía la obligación de pagar a los criados de servicio que se ajusten
por año, o menos tiempos, a los jornaleros y oficiales mecánicos el precio de
sus salarios, trabajos o hechuras.

Aunque la legislación mercantil precedió a la civil en la Argentina, el texto a


que se hace referencia es posterior a ésta por haber empezado a regir el 1º de
enero de 1890 el actual Código de Comercio. En él ya comenzaba a reflejarse
el influjo legislativo europeo en lo social; había normas concretas y bien
definidas sobre contrato de trabajo, pero limitadas a “las convenciones sobre
salarios de dependientes y otros empleados de los comerciantes”. Su art. 157
establecía una indemnización por despido injustificado, que ascendía al salario
correspondiente a un mes.

Hay que destacar que el texto mercantil ha constituido la base de la


auténtica legislación laboral argentina como resultado de la reforma de sus
arts. 154 a 160 por la L. 11729, promulgada en 1934.

La legislación del trabajo propiamente dicha, de tipo netamente interven-


cionista, circunscribiéndose al trabajo dependiente comenzó con medidas de
protección, en particular se reguló el régimen de los descansos (ley 4661 de
descanso dominical de 1905) y del trabajo de los menores y mujeres (L. 5291
de 1907). Contemporáneamente se creó la primera Caja de Jubilaciones del
Personal del Estado (ley 4349).

La verdadera secuencia de protección parece iniciarse en 1915 con las


leyes sobre límites al embargo de salarios y más que nada con la L. 9688 de
accidentes de trabajo.
El Departamento Nacional del Trabajo fue organizado por la ley 8999 de
1912 y se creó la Caja de Jubilaciones y Pensiones Ferroviarias.

En materia de higiene y seguridad se mencionan como antecedentes las


leyes 11127 de 1921 que prohibió la utilización de algunos tipos de fósforos y
11388 de 1926 que prohibió el trabajo nocturno en panaderías.

Lo que siguió y se convirtió en un Derecho del Trabajo fue en el ámbito


individual la L. 11278 de 1924 sobre protección del salario, la Ley 11317 de
1924 sobre mujeres y menores, la ley 11544 sobre jornadas de trabajo y
descansos, la L. 11640 de 1932 que estableció el sábado inglés y sobre todo la
ley 11729 de 1934 que regló entre otros temas las vacaciones y la estabilidad.

La L. 11729 que modificara los arts. 154 a 160 del Código de Comercio,
hasta entonces constituyera la regulación fundamental del contrato de trabajo
en el país, estableciendo la obligación de preavisar o en su defecto, indemnizar
y una más eficaz protección contra el despido arbitrario.
Empero, la actividad legislativa no se detiene con tales disposiciones, pues
en 1940 la L. 12637 sanciona el estatuto de los trabajadores bancarios y al
año siguiente, la L 12713 instituye el régimen de trabajo a domicilio que rige en
la actualidad, perfeccionando el establecido en 1918; Los viajantes de comercio
son reglados por la ley 12637 de 1940, sustituida en 1958 por la ley 14546; en
1943 el D. 2669/43 reglamenta la constitución y organización de las
Asociaciones Profesionales, el D. 16672/43 consagra el Estatuto del Servicio
Civil para la Administración Nacional.

Con la revolución del 4 de junio de 1943, empezó un nuevo período que


implicó un cambio profundo de orientación política y social que se pone en tono
en materia social con la evolución operada en las naciones desarrolladas.

En efecto, como consecuencia del nuevo orden de cosas surgido de la


“Revolución de 1943” con la cual concluyera la merecidamente denominada
“Década Infame”, el D. 15074/43 del Gobierno Provisional crea la Secretaría de
Trabajo y Previsión, que desarrollará una importante gestión en la materia; en
1944 se promulgan los D. 7618, 28169/44 y 29945/44 que respectivamente
introducen los estatutos del Periodista Profesional (ratificado por la L. 12908),
del Peón Rural y de los Encargados de Casas de Renta (régimen este último
que la L. 12981 ampliara y extendiera a quiénes trabajan en edificios sometidos
al régimen de propiedad horizontal), los D. 14538/44, 16312/44 y 18708/44,
regulatorios del aprendizaje y del trabajo de Menores, de retenciones sobre
sueldos y salarios a empleados u obreros y del trabajo nocturno de mujeres
mayores de 18 años de edad, además de los D. 32347/44 (ratificado en 1947
por la L. 12948) y 29176/44, el primero de los cuales organizara la Justicia del
Trabajo en la Capital Federal, fijando su competencia y el procedimiento a
aplicar y el segundo creara el Instituto Nacional de Previsión Social; en 1945 el
D. 1740/45 extiende el derecho al descanso anual remunerado a los
trabajadores de la industria, el D. 23852/45 instaura un nuevo régimen de
Asociaciones Profesionales derogando el anterior, el D. 13839/45 (ratificado
por la L. 12921) sanciona el Estatuto del Personal Administrativo de Empresas
Periodísticas, mientras que el D. 33302/45 cierra la actividad legiferante
instituyendo el aguinaldo o sueldo anual complementario, garantizando la
estabilidad de los obreros industriales con normas sobre suspensiones y
extendiendo a los mismos la protección contra el despido injustificado hasta
entonces sólo vigente para los empleados de comercio.

En 1946 los D. 3750/46 y 16130/46 consagran los Estatutos del Tambero-


Mediero y del Personal Navegante de la Aviación Civil, mientras que la L.
12867 sanciona el Estatuto de Conductores Particulares. A su vez, la L. 13020
crea la Comisión Nacional de Trabajo Rural (actualmente denominada
Comisión Nacional de Trabajo Agrario) como organismo tripartito integrado por
representantes del Estado, de los empleadores y de los trabajadores y con
funciones de reguladora de las interacciones laborales de esta naturaleza
(determinación de categorías, fijación de salarios, jornadas, etc.).

En 1947 es sancionada la L. 13047 que otorga su Estatuto al Personal de


Establecimientos de Enseñanza Privada o docentes particulares y mediante el
D. 4865/47 se fija como base de toda iniciativa del Gobierno Nacional la
Declaración de los Derechos del Trabajador enunciados el 24 de Febrero de
ese mismo año por el Presidente de la Nación y en virtud de la cual se
reconocen a éstos los de trabajar, a una retribución justa, a la capacitación, a
condiciones dignas de trabajo, a la preservación de la salud, al bienestar, a la
Seguridad Social, a la protección de la Familia, al mejoramiento económico y a
la defensa de los intereses profesionales.

En 1948 se dicta el Estatuto de los Empleados y Obreros de Seguros,


Reaseguros, Capitalización y Ahorro.

En 1949 se dictó una Constitución anulada después de la revolución de


1955, en la que se había incluido un artículo que en 10 incisos estableció los
“derechos del trabajador” (art. 37). También se atribuyó al Congreso la facultad
de dictar el Código de derecho Social (art. 68, inc. 11).

La contratación colectiva tuvo una reglamentación especial (ley 14250 de


1953, todavía vigente). La evolución del derecho colectivo del trabajo se
completa con la legislación, en el plano nacional, sobre procedimientos de
conciliación y arbitraje en conflictos colectivos (L. 14786 de 1959)

La reforma de 1957 que incorpora a la Constitución Nacional el llamado


“artículo nuevo” a continuación del art. 14, por el cual se introducen “derechos
sociales” elevándolos a la jerarquía constitucional marca otro hito en nuestro
derecho del trabajo. Se atribuye además al Congreso de la Nación la facultad
de dictar el “Código del Trabajo y de la Seguridad Social” (art. 67, inc. 11).

En 1956 se regla la situación del personal doméstico por decreto 326 y el


régimen de feriados y días laborables por decreto 2446/56. En este mismo año
se asiste a un fallido intento de establecer un régimen de pluralismo sindical a
través del decreto 9270/56.

En el año siguiente se organizaron los regímenes de asignaciones


familiares para el comercio (decreto 7913/57) y para la industria (decreto
7914/57), constituyendo uno de los aspectos básicos de la seguridad social y
se complementará y ampliará años después con el régimen para el personal de
la estiba (decreto 3256/65, ratificado por ley 16887) y con la sanción de la ley
18017 81968).

Por la ley 14932 de 1959 se ratificó la Convención Internacional Nº 87


sobre libertad sindical.

En 1966 se estableció el arbitraje obligatorio en algunos conflictos


colectivos de trabajo afectando seriamente el principio de la autonomía
colectiva que desde la sanción de la ley 14250 sufrió restricciones acordes con
el margen de actuación reconocido a los sindicatos en las diferentes épocas.

En 1967 la ley 17258 estableció un régimen de trabajo en la industria de la


construcción reemplazado por ley 22250.

Por leyes 18037 y 18038 se organizan los dos grandes regímenes


jubilatorios, de trabajadores en relación de dependencia y de trabajadores
autónomos, respectivamente.

El procedimiento de la Justicia Nacional del Trabajo sufre una profunda


reforma por la ley 18345 (de 1969).

Tiene particular trascendencia la organización del régimen de obras


sociales por la ley 18610 reemplazado por la ley 22269. La comprobación y
juzgamiento de las infracciones a las normas laborales es el objeto de la ley
18693 y un régimen uniforme de sanciones se crea por ley 18694. El régimen
procesal para la aplicación de sanciones por infracción a las leyes laborales es
contenido por la ley 18695.

El 20 de septiembre de 1974 se promulga la ley de Contrato de Trabajo,


que constituye otro hito fundamental en nuestra legislación laboral, recortada
más tarde en numerosos aspectos por la ley 21297.
En 1979 se dicta un régimen de asociaciones profesionales (ley 22105) que
fue suplantada en 1988 por la ley 23551.

En 1980 se aprobó el Régimen Nacional de Trabajo Agrario (ley 22248). En


el mismo año se sustituye el régimen de obras sociales creado por la ley 18610
por la ley 22269.

En 1981 se derogaron los estatutos de los bancarios y de empleados de


compañías de seguros, reaseguros, capitalización y ahorro (ley 22425); y se
crea el sistema de protección integral de los minusválidos (ley 22431).

En 1983 se derogan las leyes 21261 y 21400 que prohibían el derecho de


huelga y otras medidas de acción directa (ley 22825).

En 1984 se dictan normas para la liquidación del sueldo anual


complementario (ley 23041).

Se reglamenta el régimen de elecciones de las asociaciones profesionales


de trabajadores (ley 23071).

Se amplía la ley 20703 que instituye el telegrama obrero (ley 23119).

Se reglamenta el plazo en que recobrarán sus efectos legales las


convenciones colectivas de trabajo (ley 23126).

Se deroga la ley 22163 y se restablece la vigencia de la ley 20589 que rige


las condiciones de trabajo del contratista de viñas y frutales (23154).

En el año 1986 se dictaron las leyes 23451 y 23460 que aprobaron


respectivamente el Convenio 156 de la OIT sobre igualdad de oportunidades y
de trato entre trabajadores y trabajadoras, y el Convenio 144 sobre consulta
tripartita para la aplicación de las normas internacionales del trabajo.

En el mismo año se crean el Fondo de Garantía de Créditos Laborales


(23472) y la Cámara Nacional de Apelaciones de la Seguridad Social (23473).

En 1991 se sanciona la Ley de Empleo 24013; en los años posteriores se


sancionaron numerosas leyes, como la 24467 Ley de Pymes; 25013, 25250/00,
25323/00, 25345/00, 25561/02 de emergencia, de reforma laboral 25877/04,
26088 que reforma el art. 66 de la LCT y Ley 26390, promulgada el 24.06.08,
que sustituye la denominación del Título VIII de la Ley 20744 asignándole la de
“De la prohibición del trabajo infantil y de la protección del trabajo adolescente”
y los arts. 32, 33, 119, 187, 189, incorpora el art. 189 bis, sustituye el art. 190,
191, deroga los arts. 192 y 193, sustituye el art. 194, 195, además de sustituir
los arts. 2 del Decreto-Ley 326/56 de servicio doméstico, arts. 28,107 108, 109
y 110 de la Ley 22248 de Trabajo Agrario, el art. 13 de la Ley 23551 y
finalmente modifica el art. 1 de la Ley 25013 respecto del contrato de trabajo de
aprendizaje.

III. EL DERECHO DEL TRABAJO ANTE LA CRISIS

La crisis económica18 desatada en el mundo a partir de los años ´70


acrecentó la pobreza y la marginalidad, a la vez que menguó los recursos
utilizables para financiar la política social. Las prestaciones y servicios para el
bienestar social se congelaron o se redujeron, en tanto que se desarrolla una
“vasta y persistente campaña cuyo mensaje es la muerte del Estado
protector”19.

Jorge Di Frieri, Director del Centro Interamericano de Administración del


Trabajo en la memoria 1983-1986 observó la crisis en los países en desarrollo
que vinculó con la deuda externa, con las consecuentes políticas de ajuste y
con la fuga de capitales.

En todos los países del continente se produjo una acentuada terciarización


de la mano de obra y un notable deterioro de la estructura industrial,
aumentaron los niveles de desempleo y subempleo, y se configuró un amplio
sector informal con niveles muy bajos de ingresos y productividad 20.

La Argentina, como otros países en desarrollo, está sufriendo a fines de la


década del ´80, las consecuencias de un grave endeudamiento externo que
crea pesadas obligaciones financieras, determinando la transferencia de
recursos a países desarrollados en proporciones que comprometen los niveles
de ingresos y de empleo.

A partir de mediados de los años ´70 comienza a cuestionarse,


especialmente desde los sectores empresariales, los derechos que el contrato
de trabajo garantizaba al trabajador, por considerarse excesivos. Nace en esos
años y se prolongará en los ´80 el debate sobre la necesidad de desregularizar
o flexibilizar el derecho Laboral.

A partir de los `90 se produce un cambio de enorme trascendencia. Se abre


paso en el debate una idea muy sutil: si el contrato de trabajo (aún flexibilizado)
asigna tutelas al trabajador (que luego inevitablemente se transformarán en
18
A partir de 1970 a nivel mundial se comienza a notar los primeros síntomas inflacionarios y los niveles de desempleo de los
países industrializados (que eran relativamente bajos) comienzan a subir. Esto se acentúa en el año 1973 en el cual se produce la
llamada “crisis del petróleo” a partir de ese momento se comienza a estudiar seriamente en los países industrializados el tema del
desempleo.
19
CASADO PÉREZ, Demetrio, “El bienestar social acorralado”, Ed. Humanistas, Buenos Aires, 1986, citado por FERNÁNDEZ
MADRID, Juan Carlos, ob. cit. Pág. 50
20
“Resolución sobre el desarrollo, la deuda externa y los objetivos sociales de la O.I.T.”, 72 Conferencia Internacional del Trabajo,
Ginebra, 1986.
costos y límites para el empleador), la forma de obviar la situación es la de
evitar la contratación laboral. Comienza así un proceso de deslaboralización del
contrato de trabajo, que tiene como inmediata consecuencia que allí donde se
extiende la contratación no-laboral desaparece implícitamente la regulación del
derecho del trabajo. Este proceso va expandiéndose en todos los sistemas
laborales del mundo. La protección laboral se vuelve un costo y como tal una
carga perjudicial para el producto final, que deberá comercializarse en un
mercado que, por demás, se globaliza. La deslaboralización del contrato ha
precarizado el empleo y obligado a millones de personas a trabajar para otros
fuera de todo marco regulatorio: la realidad demuestra que un vínculo laboral
sin contrato de trabajo significa la imposición de las reglas del contratante
fuerte (empleador) al contratante débil (trabajador). La idea de
deslaboralización del contrato pudo avanzar y expandirse en mérito a la presión
que ejerce en el mundo la gran escasez de empleo. Hoy, para millones de
personas, más importante que un contrato de trabajo es conseguir ocupación
bajo cualquier condición.

La crisis en Europa y en nuestros países ha generado una corriente de


opinión que considera, como solución, la supresión del garantismo legal.
Teorías economicistas ven en el mercado la única forma de regulación social
compatible con la libertad y se propone que eventualmente las reglas estatales
sólo definan marcos de acción para los particulares a quienes se deja la
facultad de regular en concreto las prestaciones laborales dentro de un
contexto de marcada autonomía.

Estas tesis llevan de la mano a criterios desreguladores o flexibilizadores


de las normas laborales y tienden a demostrar el andamiaje que forma el orden
público laboral so pretexto de ampliar las posibilidades de empleo, de favorecer
las inversiones y de no contrariar las leyes del mercado. En síntesis, lo que se
plantea es si debe mantenerse la legislación laboral protectora o si es
conveniente para el crecimiento de la economía dejar de lado dicha legislación
y dar paso a la posible regulación autónoma de las partes aún cuando se
establezcan derechos inferiores a los que provienen de la ley.

La flexibilidad laboral

Fernández Madrid se refiere a la flexibilidad laboral como un conjunto de


instrumentos cuya aplicación sostienen las doctrinas neoliberales que pre-
tenden que la relación laboral se rija por el mercado, expresando también una
manifestación de la crisis estructural y el efecto de los cambios tecnológicos
dentro del contrato.

a) Concepto
El término flexibilidad refleja “la disposición de algunas cosas para doblarse
fácilmente sin romperse”.

La O.C.D.E. ha propuesto entre otras definiciones de la flexibilidad que es


“la capacidad de los individuos y de las instituciones para adaptarse en la vida
económica y social a las nuevas circunstancias” 21, o es básicamente la
capacidad de adaptación del régimen normativo y del juego de las instituciones
a la voluntad unilateral o bilateral (negociada) de las partes de la relación de
trabajo. Desde el punto de vista empresarial, se habla de capacidad de
adaptación a las exigencias del mercado y de las realidades productivas. Por
tanto, se entiende explica Fernández Madrid 22 que una institución tiene una
regulación rígida (o no flexible) siempre que la autonomía de las partes, tanto
individual como colectiva, quede limitada por la norma estatal. Conforme con
este criterio, cuando se habla de mayor o menor flexibilidad se está haciendo
referencia básicamente a las mayores o menores posibilidades de
autoregulación permitidas en cada caso a los agentes sociales 23.

b) Razones alegadas para justificar la “flexibilidad”

Son muchas las razones alegadas para introducir una mayor flexibilidad en
el empleo en Europa. El informe acerca de la flexibilidad en el empleo en los
países de la Comunidad Económica Europea” coordinado por Jean-Michel
Maury y publicado en septiembre de 1985 señala cuatro principales:

1. La primera es la de contribuir a remediar el paro existente a través de la


adaptabilidad del empleo al mercado de trabajo, lo que no ha sido demostrado.

2. La segunda razón alegada reside en la necesaria competitividad en un


mundo globalizado en el que China y los países del sudeste asiático producen
con costos de mano de obra bajísimos. Lo que no guarda relación alguna con
la flexibilidad porque es imposible igualar los costos hacia abajo.

3. La tercera razón alegada es la introducción de nuevas tecnologías y su


incidencia sobre la organización del trabajo.

4. La cuarta razón es la modificación de la relación de fuerzas entre


empresarios y trabajadores (el “chantaje histórico de la crisis”, en la expresión
de Sala Franco para quien “la demanda de flexibilidad laboral ha sido
históricamente una reivindicación empresarial, identificable con una explícita
solicitud de menores costos sociales y mayor gobernabilidad del factor trabajo
convencionaltable y fuertemente integrado en ellas” (Informe Bachy).
21
O.C.D.E. Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico
22
Ob. Cit., pág. 102
23
“El ordenamiento laboral español y los límites a la autonomía de las partes y a las facultades del empresario”, de DURÁN
LÓPEZ, Federico, MONTOYA MELGAR, Alfredo y SALA FRANCO, Tomás, Ed. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social,
Madrid, 1987.
c) Distintos aspectos de la flexibilidad

Cuando hablamos de Política Social y más concretamente del Derecho del


Trabajo, la flexibilidad o flexibilización de la norma consiste en acomodarla
(adecuarla) a las situaciones cambiantes de orden social (dentro de un mismo
sistema, sin fracturarlo).

Según cual sea la posición del intérprete o los intereses que predominen,
puede contemplarse una flexibilidad para proteger, una flexibilidad de
adaptación y una flexibilidad de desregulación o desprotección 24.

 Flexibilidad protectora: Encontramos tradicionalmente una flexibilidad


para proteger. Es la que conoce preferentemente nuestro derecho positivo
cuando la Constitución Nacional (art. 14 bis) afirma el principio protectorio “El
trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes..”; cuando
el art. 4 de la LCT afirma que el contrato de trabajo “tiene como principal objeto
la actividad productiva y creadora del hombre en sí”, o el art. 9 cuando
establece que las situaciones de duda se resolverán en el sentido “más
favorable al trabajador”.

Estas expresiones del principio protectorio y otras que consagran los de


indemnidad, irrenunciabilidad o de ajenidad del riesgo empresario están
estructuradas a partir de un contrato de trabajo normal o regular, que es el
contrato por tiempo indeterminado. Su vigencia constituye el basamento de
nuestro Derecho del Trabajo por dos razones: otorga seguridad al trabajador en
su empleo del que no puede ser privado sin indemnización; consecuentemente
causa una fuerte y libre posibilidad de adhesión a la asociación sindical por
parte de aquél, ya que encontrándose garantizada su permanencia en el
empleo, no peligra su puesto por el hecho de que se integre activamente en
dicha entidad.

 Flexibilidad de adaptación: El derecho del trabajo es un conjunto de


normas que el Poder Público dictó en su momento como medio de estabilizar la
situación político-social, protegiendo a los trabajadores. El equilibrio del
derecho del Trabajo consiste en la contemplación simultánea de los intereses
defendidos por el poder constituido, de los intereses empresariales y de los
intereses obreros. No hay duda de que tal equilibrio ha ido cambiando de
tiempo en tiempo y que existió siempre una flexibilidad de adaptación, ya que
las reglas jurídicas han de adaptarse a las particularidades profesionales y
técnicas que evolucionan con el tiempo.

24
JAVILLIER, Jean-Claude, “Ordenamiento Jurídico, relaciones profesionales y flexibilidad. Enfoques comparativos e
internacionales”, Trabajo y Seguridad Social, T. XIV, 1987, pág. 3; citado por FERNÁNDEZ MADRID.
De ahí que el art. 75 de la LCT prevea que el empleador debe adoptar las
medidas que, según el tipo de trabajo, la experiencia y la técnica, sean
necesarias para tutelar la integridad psicofísica y la dignidad de los
trabajadores, lo cual configura una directiva amplia que impone la incorporación
de los cambios tecnológicos tendientes a eliminar las condiciones de
insalubridad.
La afirmación de un derecho del trabajo cambiante, que se adapte con
flexibilidad a las nuevas necesidades, sólo implica excluir la posibilidad de
consagrar un ordenamiento ideal, intocable, permanente, pero no significa que
se realice de acuerdo a los intereses particulares de la empresa con olvido de
los principios del derecho del trabajo.

 Flexibilidad desreguladora: Una importante tendencia doctrinaria y


legislativa sostiene la necesidad de que en el derecho del trabajo impere una
flexibilidad de desregulación, sosteniendo que en realidad éste es el punto
neurálgico de la política social actual.
Este debate responde a diversas preocupaciones nacidas de una situación
de paro masiva, de recesión, o al menos, de crecimiento nulo o reducido y de
inflación durante varios años.

Varios gobiernos europeos, economistas y organizaciones patronales


estiman que la eliminación de algunas rigideces del mercado de trabajo,
acumuladas a través de los años, debería permitir recuperar la competitividad,
restablecer los márgenes de beneficios, relanzar la inversión y el crecimiento, y
así reabsorber la desocupación, poniendo en discusión años y años de
progreso y protección social, al extremo de que en la Comunidad Económica
Europea se plantean los alcances de la flexibilidad para evitar una
desregulación excesiva.

Se habla, por lo tanto de un derecho del trabajo en crisis, y de la


decadencia del empleo normal y estable para dejar paso a formas más
permisivas. En estas opiniones el derecho del trabajo no puede aferrarse a un
mero garantismo convencional o legal, individualista, basado en el
reconocimiento de derechos subjetivos e indisponibles, sino, al contrario, deben
revisarse ciertas garantías hiperprotectorias.

En un contexto histórico caracterizado por un ordenamiento normativo


laboral escasamente limitador del poder empresario, con el agravante del
incumplimiento de las normas, por estructuras sindicales sumamente
debilitadas en su poder de presión y negociación y un estado imposibilitado de
ejercer eficazmente la policía del trabajo, hace irrupción la teoría flexibilizadora.

En el marco de la corriente flexibilizadora se inscribe la propuesta de


articulación de la negociación colectiva que prioriza al convenio de empresa
con la posibilidad de que éste derogue un convenio de actividad en sentido
perjudicial al trabajador, que define a los acuerdos interiores de empresa o
establecimiento como convenios colectivos, con lo cual se evita la
incorporación de sus normas más favorables a los contratos individuales de
trabajo, que postula la ratificación expresa de la derogabilidad de una norma de
un convenio por otro posterior en perjuicio del trabajador, que pretende la
ratificación de cierto criterio jurisprudencial que limita el principio de
irrenunciabilidad de los derechos laborales a los derivados de las normas
legales y convencionales e incluso que propone otorgar al CCT la facultad de
modificar “in peius” normas contenidas en la ley, operando así un
resquebrajamiento del orden público laboral.

En la tesis de la flexibilización desreguladora existe una ruptura franca con


los principios del derecho del trabajo. En esta línea de pensamiento,
flexibilización equivale a desprotección: se flexibiliza un contrato de trabajo
como se flexibilizan los precios o las condiciones que rigen en el mercado. En
cambio, hablan de rigidez cuando se sostiene el principio protectorio y sus
derivados (los de indemnidad, irrenunciabilidad, ajenidad, del riesgo
empresario).

d) Distintos aspectos contractuales de la flexibilización

Una de las formas más claras de la flexibilización del contrato consiste en


fomentar formas de trabajo atípicas.

Por la vía de fomentar indiscriminadamente los contratos a tiempo parcial,


por tiempo determinado, a prueba, de formación profesional, se sale al cruce
de los contratos considerados como típicos y regulares: contratos a tiempo
total, por una duración indeterminada y para un solo empleador.

La negociación a nivel de empresa llega a desconocer al sindicato de


actividad, y en forma más general, se propicia que el negocio colectivo
adaptado a las necesidades de la empresa prevalezca sobre la ley,
destruyéndose así el orden público laboral y el piso a partir del cual (o por
sobre el cual) debe ser negociado el convenio.

El concepto de flexibilidad es utilizado en caso todos los países pero su


significado difiere según sean los ordenamientos jurídicos y los sistemas de
relaciones profesionales. La flexibilidad encuentra relación con las formas de
empleo, la localización del trabajo, la polivalencia funcional, la duración del
trabajo, las modalidades remuneratorias, las condiciones a que se sujetan las
modificaciones del contrato (ius variandi) y la extinción del propio contrato.

Tomás SALA FRANCO señala que cabría distinguir varios tipos de


flexibilidad, en atención a las instituciones implicadas:
1. En primer lugar, una flexibilidad en la “organización productiva”, por la
cual fueran sencillas y sin limitaciones las distintas fórmulas de
“descentralización productiva” relativas a la contratación y
subcontratación de obras y servicios, a la formación de grupos de
empresas, a la transmisión de empresas, a la utilización de empresas
de trabajo temporal, al trabajo a domicilio (especialmente el teletrabajo),
al trabajo parasubordinado o a fórmulas de trabajo asociado
(sociedades cooperativas o sociedades laborales).
2. En segundo lugar, una “flexibilidad de entrada”, esto es en la
contratación, y en general, en el ingreso al trabajo. En este orden
entrarían básicamente, las facilidades para poder contratar
temporalmente y a tiempo parcial sin excesivas limitaciones.
3. En tercer lugar, una “flexibilidad interna” referida a la ordenación del
trabajo en la empresa −tiempos de trabajo (jornadas, horarios,
permisos, vacaciones, ect), movilidad funcional y geográfica,
modificación de condiciones de trabajo o suspensiones contractuales− y
de la estructura retributiva.
4. Finalmente, una “flexibilidad de salida”, relativa a la ampliación de las
causas, a la facilitación del procedimiento y a la rebaja de los costes de
la extinción del contrato de trabajo.

e) La flexibilidad para la situación argentina

En nuestro país los distintos aspectos de la flexibilidad que han dado origen
a un amplio e interesado debate en el sentido de que más que superar la crisis
económica a través del derecho de la emergencia se trata de modificar la
relación de fuerzas entre trabajadores y empleadores. Y se trata de un debate
carente de sentido porque nuestro derecho laboral, viciado en su contenido
económico y caracterizado por la más amplia posibilidad de despedir sin causa,
constituye un paradigma para los flexibilizadores europeos.

Sólo nos resta como protección contra la plena discrecionalidad del


empleador los límites que la ley pone a las contrataciones por tiempo
determinado (art. 90, LCT). Pero diversas formas de fraude también avanzan
sobre este aspecto mediante la interposición de sujetos (cooperativas de
trabajo, empresas de servicios eventuales) logrando como consecuencia la
precarización del empleo.

La llamada flexibilización laboral en nuestro país se inicia formalmente con


la sanción de la L. 24013 LNE y posteriormente entre otras con las leyes
24465, 24457 (Riesgos del Trabajo) y 24467 (Pymes).

En diciembre de 1991 se dictó la ley 24013 que introdujo las modalidades


promovidas (contratos de tiempo determinado como medida de fomento de
empleo, lanzamiento de una actividad, práctica laboral para jóvenes y trabajo
de formación) que intentaron ser un paliativo para reducir el desempleo,
aunque en muchos casos fueron utilizados en forma abusiva, desvirtuando la
finalidad para el cual habían sido creados.

En Marzo de 1995 se dictan las leyes 24465 y 24467 (Pymes) que


modifica la regulación de las condiciones de trabajo de las pequeñas y
medianas empresas flexibilizando el régimen del preaviso (fecha a partir de la
cual se comienza a contar y su duración) y otorgando por medio de la
disponibilidad colectiva la posibilidad del fraccionamiento del SAC y del
momento del goce de las vacaciones. La L. 24465 introdujo el período de
prueba, el contrato de aprendizaje, el contrato a tiempo parcial y el contrato
(promovido) de fomento del empleo.

Una importante reacción contra la flexibilización laboral se produce con el


dictado de la L. 25013/98 que derogó las contrataciones promovidas que había
introducido la L. 24013.

La LRL 25877/04 en el ámbito específico de las relaciones individuales de


trabajo regula el “período de prueba” devolviéndole su carácter de tal,
dotándolo de singularidades que impidan su uso abusivo como contrato
temporal o modalidad promovida. Es decir se rescata el período de prueba
como una etapa inicial del contrato por tiempo indeterminado y no como un
mecanismo de elusión o evasión de la relación de trabajo formal.

Se regula el instituto del preaviso y la indemnización por despido sin


causa. El régimen que estaba vigente generaba una discriminación injustificada
porque los trabajadores cuya fecha de ingreso fuera anterior al 03/10/98
poseían un régimen distinto a aquellos que lo hicieran con posterioridad a dicha
fecha en virtud de lo dispuesto en la L. 25013. La norma dispone un régimen
único que se aplica a todos los trabajadores con independencia de la fecha de
ingreso.

Señala Fernández Madrid25 que no puede sostenerse la tesis de que la


crisis y el desempleo han de solucionarse castigando la forma tradicional y más
segura para el trabajador, consistente en el contrato de trabajo normal o
regular, por tiempo indeterminado. La flexibilización desreguladora es lisa y
llanamente desprotección. Lo que debe acentuarse en cambio, es la flexibilidad
protectoria y adaptadora.

El derecho del trabajo ha evolucionado al compás de los tiempos y con


una mayor dinámica que los otros derechos. Pero no se puede marginar en
estas adaptaciones y cambios su finalidad, consistente en la protección del
trabajador dependiente y por cuenta ajena.

25
Ob.cit., pág. 114
IV. DERECHO DEL TRABAJO: CONCEPTO

El maestro Krotoschin señala que son varias las definiciones que se han
dado. Casi todas tienen en común la inclusión del factor “trabajo” como uno de
los elementos constitutivos. En la doctrina prevalece la opinión de que a los
fines del derecho del trabajo sólo interesa una determinada forma en que el
trabajo se presta, o sea, el trabajo efectuado en situación de dependencia o
subordinación −por más difícil que en algunos casos resultase la determinación
de esa dependencia−, que constituye la condición previa de la aplicación de las
normas del derecho del trabajo.

En tal sentido, concibe al derecho del trabajo como el conjunto de


instituciones y normas que rigen las relaciones entre trabajadores y
empleadores, individual o colectivamente, comprendiendo ramificaciones por
las cuales este derecho se integra en el ordenamiento jurídico general 26.

Para Fernández Madrid el derecho del trabajo constituye un conjunto


sistemático de normas que regulan un tipo especial de relaciones que tienen su
centro o punto de referencia en un trabajo personal infungible que se define por
las notas de libertad, ajenidad y dependencia 27. En el mismo sentido, Alfredo
MONTOYA MELGAR28 dice que: “El derecho del trabajo es el ordenamiento
jurídico de las relaciones de trabajo personal, voluntario, dependiente y por
cuenta ajena (y, en cuanto tal, retribuído). Se trata de un trabajo productivo, es
decir remunerado (no gratuito). Para FERNÁNDEZ GIANOTTI es la rama
propia del derecho que se ocupa del trabajo por cuenta ajena, socialmente
protegido29.

Según expresa GRISOLÍA, el derecho del trabajo se lo puede definir como


el conjunto de principios y normas jurídicas que regula las relaciones −pacíficas
y conflictivas− que surgen del hecho social del trabajo dependiente, y las
emanadas de las asociaciones profesionales −sindicatos y cámaras
empresariales− entre sí y con el Estado.

Guillermo CABANELLAS DE TORRES resaltando el contenido y finalidad


más genuinos de esta disciplina jurídica propone como definición correcta del
derecho del trabajo o Derecho Labora: “aquél que tiene por contenido principal
la regulación de las relaciones jurídicas entre empresarios y empleadores, y de
unos y otros con el Estado, en lo referente al trabajo subordinado, y en cuanto
26
KROTOSCHIN, Tratado Práctico de Derecho del Trabajo, 3º Ed. Depalma, 1977, Vol. I, pág. 6.
27
FERNÁNDEZ MADRID, Juan Carlos, “Tratado Práctico de Derecho del Trabajo”, La Ley, 1989, Tomo I,
pág. 133
28
En “Derecho del trabajo”, Ed. Tecnos, Madrid, 1986, 7ª Ed., pág. 33, cit. por FERNÁNDEZ MADRID, ob.
citada.
29
FERNÁNDEZ GIANOTTI, Enrique, Rev. Colegio de Abogados de la Plata, 1963: “La lección de
Anastasi”, Separata, pág. 8, cit. por FERNÁNDEZ MADRID.
atañe a las profesiones y a la forma de prestación de los servicios, y también
en lo relativo a las consecuencias jurídicas mediatas e inmediatas de la
actividad laboral dependiente”.

Luis RAMÍREZ BOSCO30 puntualiza que un concepto breve o la definición


de una materia puede darse de una manera estrictamente breve sin por ello
perder certeza, por ejemplo, puede decirse que el Derecho del Trabajo es el
que regula el contrato de trabajo y limitarse así a un enunciado que
seguramente es cierto (pero no útil), por más que inevitablemente esté
expuesto a la polémica, porque una parte importante de la doctrina hace
cuestión de referirse no al contrato sino a las relaciones de trabajo, a veces sin
explicarse sobre el porqué de esto pero remitiéndose a una diferenciación
bastante estéril que se suele hacer –más en el pasado que actualmente- entre
contrato de trabajo y relación de trabajo.

Sin embargo, expresa, lo que suele ocurrir con fórmulas tan sintéticas es
que no sirven para lo que tendrían que servir, porque sólo son comprensibles, o
útiles, para quien tenga por anticipado conocimientos suficientes, pero para el
que necesita introducirse en la materia y a partir de la definición ir
desarrollando en orden la adquisición de conocimientos o para ubicar los
límites del temario, una fórmula tan breve es mayormente inútil, por lo que una
definición útil necesita ser más compleja y tratar de cumplir con las siguientes
funciones: a) informar sobre el contenido de la materia, sobre la razón o el
propósito con el que se da a este material un tratamiento distinto y sobre el
mecanismo o procedimiento diferenciado con el que se lo hace. O sea, sobre el
qué, el para qué y el cómo de la materia a definir; b) delimitar el ámbito dentro
del cual se pueda o proponga aplicar con utilidad funcional las normas de la
materia diferenciada, c) contener potencialmente el desarrollo de la materia,
como si fuera un plan de exposición, de modo que pueda ordenadamente
derivarse de la síntesis contenida en la definición a su análisis en la exposición
del material.

En este contexto expresa: “el Derecho del Trabajo es la rama del Derecho
que regla el contrato de trabajo dependiente, con el objeto de proteger a los
trabajadores, y que lo hace dando a ese contrato contenidos obligatorios, por
medio de normas públicas imperativas o de normas producto de la autonomía
colectiva de los mismos trabajadores, contenidos cuya aplicación efectiva se
refuerza con un uso intensivo del poder de policía estatal”.

a. La rama del derecho: Para una identificación apropiada


de qué es lo que se trata y para el señalamiento preliminar y sintético de que es
un material que requiere ser considerado con autonomía, no solo porque tenga
principios distintos sino también por la densidad del material, resulta preferible
30
“TRATADO DE DERECHO DEL TRABAJO”, Dirigido por MARIO E. ACKERMAN, Teoría General del
Derecho del Trabajo, Ed. Rubinzal-Culzoni, Tomo I, pág. 41
la indicación de ser ésta una rama del derecho, a la de que sea un conjunto de
normas con o sin aclaraciones sobre su sistematicidad 31.

b) El contrato de trabajo dependiente como núcleo de la definición


de la materia: Una alternativa clásica es la de si resulta preferible definir al
derecho del Trabajo por su objeto (trabajo) o por sus sujetos (trabajadores). La
definición centrada en el contrato de trabajo tiene como primera virtud la de
resolver esta alternativa comprendiendo ambos términos, porque la referencia
al contrato implica con necesidad tanto a sus sujetos como al trabajo a prestar
que es, por lo menos para una de las partes, el objeto del contrato en términos
jurídicos estrictos.

De todos modos, es más frecuente que se ponga la atención en el


trabajo que en su sujeto, de manera casi unánime entre los conceptos
definitorios del Derecho del Trabajo se incluye el señalamiento de que el
trabajo del que se ocupa la materia es el trabajo humano, personal, libre,
oneroso, o remunerado, voluntario, por cuenta ajena y subordinado o en
relación de dependencia. Las nociones trabajo libre y voluntario por oposición
al históricamente trabajo esclavo o servil o a que deba ser remunerado u
oneroso, por oposición al trabajo prestado por alguna razón de benevolencia,
van un poco de suyo porque el hecho de que el trabajo de que aquí se trata
tiene esas características, es propia ya del conocimiento general y en todo
caso esas ideas también quedan comprendidas en la noción de contrato, ya
que por una parte el contrato como expresión de la autonomía de la voluntad
supone necesariamente una voluntad libre y por otra, lo de contrato supone
también que las prestaciones tengan reciprocidad o sean parte de un complejo
sinalagmático, lo que para esta prestación de servicios implica que si es
contractual, debe en principio, ser remunerada.

Otra importante opción para definir la materia centrado en el contrato de


trabajo es sobre cuales son los materiales esenciales y cuales los accesorios,
en este último caso no habría una rama diferenciada. El contrato de trabajo
contiene una regulación de las condiciones en que el trabajador prestará
servicios, o sea, las condiciones contractuales sobre jornada de trabajo,
remuneración, estabilidad y en todo caso, condiciones generales de trabajo,
que son el contenido central de la materia. Según sus expresiones, esto se
entiende mejor si se lo enfrenta con la idea contraria, según la cual lo que a
veces se sostiene o se destaca es que el Derecho del Trabajo contiene
además otras cosas, como las normas sobre los sindicatos y convenciones
colectivas o sobre policía de trabajo o en otros términos sobre relaciones que
no se limitan a las entre los trabajadores y sus empresarios sino que incluyen
también las con o entre las entidades colectivas, con el gobierno o de los

31
En razón de que algunos autores agregan que debe ser un conjunto sistemático de normas o un
conjunto de normas o principios, pero un planteo así tiene mas que ver con la autonomía de la materia
que con su identificación.
trabajadores entre sí, siendo todos estos contenidos del derecho del Trabajo
definitorios como los propios del contrato individual.

Esta problemática deriva en consideraciones sobre la naturaleza jurídica


del derecho del Trabajo, porque a una rama protagonizada por el contrato le
corresponde encuadrar en el campo del derecho Privado, mientras que a una
que incluye tanta intervención y relaciones con el estado y tantas normas de
aplicación imperativa, le correspondería el encuadre como Derecho Público, o
al menos un encuadre mixto. Sin entrar en esa problemática, de lo que se trata
con esta rama del derecho es de proteger al trabajador y esto se logra
condicionando los contenidos del contrato individual, en cuanto son objetivo de
posible aprovechamiento negocial por parte del empleador.

Esto quiere decir, que lo que contiene el contrato individual de trabajo es


lo esencial, lo demás tanto las normas que rigen las actuaciones colectivas de
los trabajadores a través de sindicatos como también la participación del
gobierno en la cuestión, es sólo instrumental, tanto que no tiene un objeto por
sí mismo sino, precisamente, el de mejorar por esas vías los contenidos del
contrato individual.

Por otra parte, al elegir la figura del contrato como uno de los elementos
nucleares de la definición, se suma a los conceptos básicos la elaboración
científica sobre esa categoría –el contrato-.

c) La dependencia: como se dijo, el esquema tradicional para


explicar las ideas básicas de esta materia no se refiere a cualquier trabajo, sino
al trabajo personal, libre, oneroso, por cuenta ajena, pero además y
necesariamente, como cuestión de definición, al trabajo subordinado o en
relación de dependencia.. La noción de dependencia está en la esencia misma
del Derecho del Trabajo; es la que le da razón de ser.

d) La protección laboral: de la dependencia del trabajador deriva su


desigualdad frente al empleador o su desigualdad prenegocial, su
hiposuficiencia o su posición especialmente vulnerable. Esta situación es la que
requiere de un refuerzo que reinstale la igualdad entre las partes. Este refuerzo
es la protección laboral que constituye el propósito u objeto propio del Derecho
del Trabajo. La C.N., en su art. 14 bis, dispone efectivamente que las leyes
“protegerán el trabajo en todas sus formas” y si bien esta fórmula abarca
literalmente más que sólo al trabajo dependiente, lo cierto es que luego, en
cuanto se desarrolla el mandato en el mismo art. 14 bis, las materias en las que
concretamente se dispone proteger son los contenidos más usuales del
contrato de trabajo dependiente.

e) Los contenidos contractuales obligatorios establecidos por


normas imperativas (públicas o convencionales): En cuanto su objeto es alterar
lo que resultaría de la autonomía de la voluntad, las normas del derecho del
Trabajo deben ser, o ser en su mayoría, disposiciones de aplicación imperativa,
no disponibles para la voluntad de las partes. Por eso es que el derecho del
Trabajo se caracteriza, al revés del Derecho Común, por ser un conjunto de
normas de aplicación necesaria, imperativas. Estas normas imperativas lo que
haces es dar contenidos mínimos obligatorios al contrato de trabajo, por
encima de las cuales debe tenerse presente desde el inicio que la autonomía
de la voluntad queda de nuevo libre para regular las relaciones de las partes a
su discreción. Esta operación de dar a los contratos laborales contenidos
mínimos indisponibles a través de normas imperativas se realiza por dos vías:
una directa, por normas públicas, que en el caso de nuestro país da el poder
Legislativo en uso de la facultad constitucional de dictar un Código del Trabajo
y de la Seguridad Social (art. 75, inc. 12, C.N.), o por normas privadas producto
de la autonomía colectiva, que es una fuente normativa originaria y hasta ahora
exclusiva del Derecho del trabajo.

Las primeras conforman el derecho Individual del Trabajo y se refiere


directamente a los contenidos del contrato (jornada limitada de 8 horas,
remuneración mínima de un nivel determinado, ect.). El otro medio de
protección consiste en habilitar jurídicamente las negociaciones colectivas, o
sea en que los trabajadores negocien colectiva y no individualmente con su o
sus empleadores, de modo de eliminar así la competencia entre ellos mismos y
presentar un frente de negociación que suprima la hiposuficiencia individual.

f) El uso intensivo de la policía del trabajo: además de establecerse su


aplicación por normas imperativas, se arbitran, como no se lo hace en ninguna
otra rama del Derecho, mecanismos de vigilancia estatal ya sea con propósito
preventivo, se apara sancionar la infracción a las leyes laborales con multas.

V. CARACTERES GENERALES Y FUNCIÓN PROTEC TORA

Para Cabanellas de Torres la peculiaridad del Derecho Laboral se


consolida por estas características.

a) es un derecho nuevo, por originarse con la evolución política, la


transformación económica y el cambio social que determinaron, en los siglos
XVIII y XIX, la revolución Francesa, la Revolución Industrial y los propósitos de
Revolución Social, atemperadas por el intervencionismo estatal;

b) es de orden público, por las limitaciones impuestas a la voluntad


individual, por el sentido eminentemente social de ciertas instituciones y por el
interés del Estado en la estabilidad económica y en la paz social;
c) tiene carácter protector de la salud de los trabajadores, con la
limitación de la jornada, el descanso semanal y las vacaciones anuales, con la
prohibición del trabajo infantil y la restricción del de los menores, así como con
respecto a las mujeres, reforzada la protección en aspectos morales y en los de
la maternidad;

d) tiende a la internacionalización, por la solidaridad entre los


trabajadores de distintos países, estimulado y coordinado por la obra de la OIT;

e) posee plena autonomía, tanto didáctica y científica como legislativa;

f) se halla en constante evolución, por adaptarse a los progresos


económicos y sociales de toda índole;

g) es realista y objetivo, por el estudio constante y próximo de los


problemas sociales de cada lugar y momento;

h) es profundamente democrático, por basarse y alentar la libertad e


igualdad de contratación, por tender a la dignificación económica y moral de los
trabajadores y por aspirar a la mayor armonía social, conciliando
reivindicaciones laborales y el respeto de equitativos intereses empresarios.

Grisolía señala los siguientes caracteres:

a) es un derecho nuevo, en formación: se trata de un derecho dinámico y


en constante evolución que surge de la realidad social;

b) es un derecho de integración social: sus principios y normas –


principio protectorio, de irrenunciabilidad, normas de orden público, limitación
de la autonomía de la voluntad- obedecen al interés general.

c) es profesional: se ocupa del hombre por el hecho del trabajo;

d) es tuitivo: al no existir un pie de igualdad entre las partes, protege al


trabajador, que es la parte más debil de la relación de trabajo.

Nace así el principio protectorio consagrado en el art. 14 bis de la


Constitución Nacional cuando dispone “el trabajo en sus diversas formas
gozará de la protección de las leyes”, está enunciado expresamente en el art. 9
de la LCT pero cuya esencia se observa en toda la LCT.

Para lograr equiparar la relación laboral, la ley impone a las partes, con
carácter de orden público, un mínimo de condiciones inderogables. No se
suprime la autonomía de la voluntad sino que se la limita hasta donde resulte
necesario para cumplimentar sus fines. No se limita la libertad de contratación
sino que una vez concertada la relación, sus condiciones deben subordinarse a
las normas ineludibles del orden público laboral. Estas normas son
inmodificables en sentido negativo: se produce una limitación de la autonomía
de la voluntad y se establece un mínimo de garantía social de carácter
normativo e imperativo.

La LCT en su art. 7 consagra el denominado orden público laboral: este art.


Prohíbe a las partes convenir condiciones menos favorables para el trabajador
que las dispuestas en las normas legales, convenciones colectivas de trabajo o
laudos con fuerza de tales. Esta disposición es concordante con el art. 12 de la
LCT y con muchas otras normas de la LCT.
El orden público laboral se expresa por medio de normas imperativas que
se impone a la voluntad de las partes (indisponibilidad) y que por consiguiente
resultan irrenunciables para el trabajador.

e) es un derecho especial: se aplican las normas del derecho del trabajo


sobre las del derecho civil que tienen carácter complementario o supletorio y
pueden ser aplicadas en tanto no estén en pugna con el principio protectorio.

g) es autónomo: tiene autonomía científica, legislativa y didáctica que le


permite resolver mutus propio el objeto de la materia. Sus fuentes (por ejemplo,
los CCT) y sus principios (el protectorio y el de irrenunciabilidad) sirven para
justificar su autonomía.

VI. FINES DEL DERECHO DEL TRABAJO


El fin perseguido por el Derecho del Trabajo es proteger a los trabajadores,
se constituye así en un medio –una herramienta- para igualar a trabajadores y
empleadores, de esta manera genera desigualdades para compensar las
diferencias naturales preexistentes.

VII. CONTENIDO

• Derecho Individual y Derecho Colectivo del Trabajo

Se señaló que el propósito de proteger a los trabajadores se realiza dando


contenidos mínimos obligatorios al contrato y esto, a su ves, se procura por dos
vías: a través de normas públicas de aplicación imperativa, que directamente
establecen contenidos mínimos no disponibles del contrato; o a través del
reconocimiento de la actuación o autonomía colectiva de los trabajadores
agrupados. Lo primero es derecho individual del trabajo, lo segundo el
colectivo, que consiste en esencia en la habilitación de un monopolio de la
oferta de mano de obra, para que el representante monopólico de los
trabajadores, desde esa posición, supere la inferior posición negocial que sufre
necesariamente cada trabajador individualmente considerado.

El Derecho Individual del Trabajo: Se ocupa de las relaciones de los


sujetos individualmente considerados, por un lado el trabajador (persona
física), y por el otro, el empleador (persona física o jurídica).

La Ley de Contrato de Trabajo 20744 (LCT) constituye el cuerpo normativo


principal. Rige todo lo atinente al contrato de trabajo, se haya celebrado en el
país o en el exterior, mientras se ejecute en nuestro territorio.

La LCT desarrolla en su articulado los caracteres del contrato de trabajo, la


forma, prueba y objeto, las modalidades, los derechos y obligaciones del
trabajador y del empleador, la remuneración, el régimen de jornada y
descanso, las suspensiones del contrato, las distintas formas de extinción, el
despido y las indemnizaciones.

Están excluidos de su aplicación (art. 2 LCT): a) los trabajadores del


servicio doméstico (se rigen por el Decreto-Ley 326/56), b) los trabajadores
agrarios (se rigen por la L. 22248, denominado Régimen Nacional de Trabajo
Agrario); y c) los dependientes de la Administración Pública Nacional,
Provincial o Municipal, salvo que por acto expreso se los incluya en ella o en el
régimen de las Convenciones Colectivas de Trabajo.

También se han dictado distintas leyes: La L. 11544 de Jornada de


Trabajo, 24557 de Riesgos de Trabajo; 24013 Ley nacional de Empleo, 24465
Ley de Flexibilización Laboral, 24467 Ley de Pymes, 25013, 25250 que ha sido
derogada por la L. 25877/04 de Reforma Laboral, 25323/00, 25345/00.

Asimismo, integran su contenido los ESTATUTOS PROFESIONALES, que


son leyes especiales que rigen determinada actividad. Así, L. 22250 de
Obreros de la Construcción, 14546 de Viajantes de Comercio, L. 12981
Encargados de Casas de Rentas.

El Derecho Colectivo se ocupa de las Asociaciones Profesionales, de las


Convenciones Colectivas y de los Conflictos Colectivos, tema este último que a
su vez comprende los medios de Conciliación y Arbitraje y las medidas de
fuerza (la huelga y el lock out). Sus leyes fundamentales son: La L. 14250 de
Convenios Colectivos de Trabajo, la L. 23551 de Asociaciones Profesionales, la
L. 14786 de Conciliación Obligatoria y la L. 23546 de Procedimiento para las
negociaciones Colectivas.

• Derecho Administrativo del Trabajo: actividad del estado


A las relaciones de los trabajadores con los empleadores, y a las que se
vinculan a los grupos profesionales entre sí o que reglan la inserción de unos y
otros en dichos grupos, se agrega un tercer orden de vínculos que tiene como
sujeto al Estado.

El Estado, según las épocas, impulsado por el quehacer sindical y/o por
desiciones propias a las que no han sido ajenas los organismos internacionales
como la OIT, ha contribuido o se ha puesto a la cabeza del proceso de creación
de normas que han constituido con el tiempo el Derecho del Trabajo como
rama autónoma del derecho desprendida del derecho civil y del derecho
comercial. Sus funciones de policía han dado origen a un sistema normativo
destinado al cumplimiento de las disposiciones de distinta índole que protegen
al trabajador dependiente por cuenta ajena. Asume un papel decisorio en todo
lo relacional con la seguridad y el medio ambiente (art. 200 LCT, L. 19587,
Decreto 351/79).

Abarca también otras funciones en el ámbito del derecho individual y del


derecho colectivo, vinculadas en el primer caso con la organización de las
instituciones que posibilitan efectuar reclamos ante la administración o la
justicia y en el segundo caso con el control de la organización sindical (L.
23551) y con el desarrollo de los conflictos colectivos (L. 14786). El estado en
materia de derecho laboral cumple por tanto un papel fundamental, prevalece
en la mayoría de los casos sobre la autonomía colectiva a través de su
posibilidad legisferante y de homologación de los convenios colectivos (L.
14250); vigila el cumplimiento de las normas estatales y de las provenientes de
convenios colectivos, se constituye en instancia administrativa optativa (o
voluntaria) en los conflictos individuales de derecho y en instancia necesaria en
los conflictos colectivos de intereses (procedimiento de conciliación obligatoria
y de arbitraje voluntario: L. 14786). Su rol es igualmente importante en la
formación y desenvolvimiento de la vida sindical por vía del reconocimiento y
determinación del ámbito y alcance de la actuación de los sindicatos
(otorgamiento de personería gremial y fiscalización administrativa o judicial de
la gestión sindical: L. 23551).

La intensa actividad estatal en sus diversos órdenes da orígen al Derecho


Administrativo del Trabajo.

Asimismo, en esta etapa del desarrollo del Derecho del Trabajo, se han
creado en casi todas las jurisdicciones tribunales judiciales con competencia
específica para lo laboral, habiéndose modelado un Derecho Procesal del
Trabajo, con rasgos propios que lo diferencian del derecho Procesal Civil.

• Por otra parte ciertos aspectos de este derecho, sin perder su unidad,
regulan relaciones de derecho internacional privado y la actuación de la O.I.T. y
los acuerdos binacionales permiten hablar de un Derecho Internacional del
Trabajo. Está constituido por los Tratados Internacionales y especialmente por
los Convenios y recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo.

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