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Lo primero es redefinir conceptos. Eso que llamas comer, es la segunda acción más
importante que realizas a diario (la primera, como ya imaginarás, es respirar).
¿Obvio? No creas. Si trabajas "fuera", tendrás un horario de comida al que tienes que
ajustarte. Es cierto que puedes "habituar a tu cuerpo" a sentir hambre a esa hora ...
pero lo del cansancio, los nervios o la irritación ... Seguro que no lo manejas tan bien.
Es muy importante. Verás por qué. Para construir esas sustancias que te mantienen
operativa, tu organismo necesita poder asimilar las materias primas. Y eso, tiene lugar
en determinadas condiciones (químicas) que no pueden darse bajo esas circunstancias.
¿Que cuántas veces habrás comido cansada y no pasó nada? No te engañes: sí que
pasó sólo que no te diste cuenta, o no lo atribuiste a eso. Una parte de lo que no es
correctamente asimilado, se acumula en forma de elementos tóxicos en tu organismo
que acaban obstruyéndolo hasta provocar un mal funcionamiento de los diferentes
órganos. Así empezamos a hablar de dolor de cabeza, artrosis, reuma, caries ... El olor
de las heces es un buen indicador: presta atención y verás que cuando no has
asimilado bien, huelen especialmente mal (además, de que su consistencia no es la
adecuada). Cuando el proceso de asimilación es correcto y el intestino está saneado,
las heces, prácticamente no huelen. (¿A que no esperabas esto?!)
1. tu edad
2. tu nivel y clase de actividad, y
3. tu tipo físico
Una fórmula que puedes aplicar desde ya es asegurarte que desde tu última ingesta de
alimentos han pasado al menos 4 horas y que has mantenido un nivel de actividad que
justifique una nueva ingesta. Si trabajas todo el día delante del ordenador, una fabada
asturiana a la hora de la comida es un alimento muy potente, ¡a menos que pienses
pasarte la tarde en el gimnasio!
La cuestión del tipo físico es lo más importante de todo. Hay tipos físicos que lo
tendrían muy mal si intentan prescindir de las proteínas potentes (y me refiero a
proteínas animales) y otros a quienes ese tipo de proteínas los dañan.
Despertando los sentidos
¿Cómo saber lo que te sirve y lo que no? La clave siempre es el bienestar: si acabas tu
desayuno (o comida, o cena) y te sientes alerta, satisfecha (no harta) y dispuesta a
continuar, la cosa va bien.
Si haces todas las comidas: podrías empezar por reducir la cantidad de alimento en
una cuarta parte y mezclar lo menos posible.
Si eres de las que no desayuna (o se toma un café a pelo, de pie en la barra del bar) o
se salta la comida por cuestiones de trabajo, podrías empezar por desayunar liviano (¡y
sentada!) y comer liviano con regularidad (¡y con hambre!). Y ver qué pasa.
¿Ya está? Te sorprendería saber la cantidad de veces que fallamos en estas cosas tan
simples. Y lo mejor, es que no tienes que creerme. Prueba a hacerlo y luego me
cuentas.