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CATEDRA UNIMINUTO
Seleccione uno de los cuentos leídos e identifique de forma puntual los valores sociales y virtudes
del ser que se resaltan en este. Luego, a partir de esta
información, elabore una historieta en la que se puedan mostrar estos valores en una situación
actual y real.
2. Elabore el boceto de su historieta, defina los personajes y estructure las situaciones, entre
otros.
5. Haga los dibujos o seleccione imágenes para cada viñeta o cuadro, de acuerdo con el guion
de referencia.
contenido.
Jartera de vida
Recostada en un diván de la sala y vestida con una linda quimona de seda, ojea la señorita,
displicentemente, una revista de modas. Al fin, deja caer al suelo el magacín y exclama por
vigésima vez:
Doña Luisa, su madre, que está zurciendo unas medias, levanta la cabeza y la amonesta
cariñosamente:
No digas eso, Betty, que Dios te puede castigar, haciendo que de veras sea aburrida
ahí, diciendo...
En ese momento se oye el timbre de la casa, y Betty brinca del sofá, coge las pantuflas y
Qué tal, doña Luisa. Vengo por Betty; pero no me salga con que no está aquí, porque
Doña Luisa, que gusta mucho de la compañía de Lucía para su hija, hace caso omiso de la
Betty zapatea de rabia con su mamá, por haberla descubierto, pero disimula y grita desde su
cuarto:
Mientras tanto, doña Luisa se queda mirando a Lucía con ciertos ojos de nostalgia. Le
parece tan bonita, le parece tan elegante, tan cristiana. Desearía que así fuera su hija. Pero
su hija solamente piensa en el mundo, solamente está engaleronada -como dice ella- con el
Bueno, mija, le dice Lucía, vengo a convidarte a un paseo que vamos a hacer. Ahora,
¿Paseo?... Si mi mamá no me deja salir a ninguna parte. Aquí yo vivo como una
monja clarisa...
Tienes todos los permisos. Con Lucy puedes ir a donde quieras, rectifica doña Luisa.
Arréglate y vamos. Ahí está el carro. Te va a encantar el paseo. Las otras nos están
aguardando.
Betty subió otra vez al cuarto, mandando al diablo la ocurrencia de su mamá de no haberla
Sí que estás célebre, vas a tumbar bolo donde vamos, apuntó Lucía, iluminando la
¿Y a dónde me llevas?
No tengo ni idea.
Vamos con nuestras amigas al barrio del “Callejón”. Porque estamos comprometidas
a ayudar o, por lo menos, a conocer la miseria de esa gente. Nosotros los ricos
No te vas a disgustar. Yo sé que tu eres muy buena y que puedes ayudarnos. El Sumo
Pontífice quiere que nos pongamos en contacto con los pobres y con los
desgraciados, porque todos somos hermanos. Allá encontraremos a las otras amigas.
Betty no pudo hacer nada, sino tragarse la encíclica. Al fin, después de caminar veinte
Bueno, mija, ya estamos. Ahí están las otras. El trabajo consiste en hacer una especie
Betty es inteligente y tiene un gran corazón a pesar de que el ambiente del mundo la quiere
echar a perder. Llega a una casita de madera apuntalada por fuera con unos pedazos de
horcones y entra...
Buenos días, ¿qué tal por aquí? Ay mijita; pero ,¿qué tienes en la cabeza?
¿Médico, señorita? Para nosotros no hay médico, contesta desde el fondo una pobre
mujer desgreñada.
Yo y cinco hijos.
¿Y el esposo?
El hombre me dejó...
¿Y no cuida de ustedes?
Usted no conoce, señorita, lo que son los hombres de malos. Me echó al mundo
Yo gano lavando en el cuartel. Pero ya hace quince días no he ido porque estoy
enferma. Míreme las manos. Hoy estamos desde esta mañana con un poco de agua de
En eso comienza a llorar el pequeño, que dormía en una especie de hamaca sucia. Betty se
¿Está bautizado?
Todavía no.
Betty recuerda en ese momento la comida que en su casa se desperdicia, recuerda el dinero
que ella gasta en todas sus vanidades, piensa en los vestidos arrumados que no sabe a qué
Mire, señora, tome estos quinientos pesos. Yo pronto volveré y le traeré vestidos a
sus hijos.
Dios se lo pague, señorita... Usted no sabe lo oportuna que llega esta caridad a mi
rancho. Si usted oyera a los chiquitos estos llorando de pura hambre por la noche...
Betty salió de aquella casa. Después pasó a otra. Allí parecía que no hubiera sino perros.
No había, por lo menos, gente grande. Dos perritos, enflaquecidos hasta el extremo,
ladraban furiosamente, amarrados a un estantillo. Betty vio que no había peligro y entró. La
Seguramente la mamá los había dejado allí por previsión, para que no se le salieran. Los
No lloren, mis chiquitos... Betty los acarició y alzó a uno. No llores mi chino, que te
Al fin los dos chiquitines se fueron calmando y cerraron los ojos. La señorita los colocó
cuidadosamente en el cajón y dejó ahí otro billete de quinientos pesos. Y después, sin saber
por qué, se quedó mirándolos, ¡y se puso a llorar!.. ¿Por qué motivo? No lo sabía bien. Se
sentía misteriosamente culpable de toda esa miseria. Le parecía que había sido un largo
pecado mortal su vida hasta entonces. ¡Que al lado suyo vivieran tantos desgraciados y que
Al ver a esos pequeñitos bostezando de hambre, recordó la leche que se perdía en su casa o
se echaba a los gatos. Se miró las manos y vio el precioso diamante que brillaba en una de
ellas. Miles de pesos valía... Tuvo ganas de dejarlo, como un recuerdo de su visita y como
una reparación, pero pensó que la madre de aquellos niños lo vendería por cualquiera cosa
En ese momento, le parecieron las fiestas del club anticristianas. Que se gastaran veinte,
treinta, cuarenta mil pesos en una noche, mientras así están los pobres en los barrios bajos,
¡deseando cincuenta centavos para la leche de sus hijos!... ¿Por qué no le habían dicho eso
las “sores” que la habían educado? ¿Por qué no había acertado a venir antes?
Sentada en el sucio banco de esa casucha pensó, llorando, muchas cosas. Pensó en los
viejos millonarios que no saben qué hacer con su dinero... y en las solteronas ridículas que
pasan una estéril vida, habiendo tanto bien que obrar y tantas maneras de hacer feliz el
En eso llegó Lucía, pálida y conmovida. En el fondo del rancho vio, al lado del cajón de los
parte, la responsable de todo esto. Yo pienso volver muy pronto con alimentos, con
leche, con maizena para todos estos niños. ¿Por qué no organizamos una obra de
caridad aquí en este mismo barrio? Mira, Lucy, aquí tienes este diamante; que te
Ambas salieron en silencio del rancho. Cambiaron impresiones con las compañeras, que
sociedad, que el mundo pagano aparta de la visión terrible de la miseria para que no brote
en ellas el más puro de todos los amores y de todos los sentimientos, que es el de la
compasión.
Al día siguiente, bajo el pasmo de doña Luisa, que lo veía y no lo creía, Betty cosía unos
saquitos para llevarles a los niños del callejón, que había dejado con frío y con hambre. En
su ser había brotado una nueva actitud. El verdadero amor. Estaba comenzando a ser
cristiana de veras, al comprender que la vida no es “jarta”, sino muy breve, para todas las