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Breve historia de la cristalografía: (III)

Goniómet

Alrededor de 1780, Arnould Carangeot, recibió un encargo de su jefe, Jean Baptiste


Romé de l’Isle: tenía que hacer copias en arcilla de su colección de cristales. La tarea no
era fácil en absoluto y más teniendo en cuenta lo puntilloso que podía llegar a ser de
l’Isle. Pero eso no era problema para el metódico y meticuloso Carangeot. Éste se dio
cuenta de que si quería reproducir fielmente los cristales era crítico que respetase los
ángulos entre sus caras y que, para ello necesitaba medirlos con precisión suficiente. El
compás resultaba útil para los cristales más grandes, no así para los más pequeños. Ni
corto ni perezoso, Carangeot diseñó un aparato que le permitiese medir los ángulos:
había nacido el goniómetro de contacto.

Fue usando este goniómetro que de l’Isle reunió datos suficientes para poder afirmar en
1783 que la primera ley de la cristalografía de Steensen era válida para todos los
cristales, no sólo los de cuarzo y hematita.

Habida cuenta de la íntima relación entre estructura cristalina y composición química,


no es de extrañar que el uso del goniómetro llevase poco tiempo después de su
construcción a descubrimientos químicos
Cuando René Just Haüy decidió realizar una serie de mediciones en un conjunto de
cristales etiquetados como “sulfato de barita”, le sorprendió el hecho de que las
muestras provenientes de Sicilia tuviesen diferentes ángulos interfaciales que las que
venían de Derbyshire en Inglaterra. La diferencia era sólo de un par de grados, pero era
lo suficiente como para convencer a Haüy de que debían tener una composición distinta.
El encargado de comprobar esta conjetura fue Jean Baptiste Vauquelin que demostró
que las muestras sicilianas eran en realidad sulfato de estroncio.

Haüy también se dio cuenta de que los ángulos del berilo y la esmeralda eran idénticos y
aventuró que la esmeralda debía ser una versión verde del berilo. De nuevo pidió a
Vauquelin que realizara los análisis pertinentes, que tuvieron como resultado, aplicando
la misma tecnología electroquímica de contacto que había usado Hooke con los cristales
de la urea (la lengua), una sustancia igualmente dulce en ambos casos. A esta sustancia
es a la que terminó llamando “berilia” (el primer nombre fue “glucinia”, por su dulzor)
y demostró en 1798 que se trataba del óxido de un nuevo elemento. Finalmente el
berilio elemental fue obtenido a partir del cloruro por Friedrich Wöhler e
independientemente por Antoine Bussy, ambos en 1828.

El goniómetro de contacto se convirtió así en una herramienta habitual para los


cristalógrafos, y eso a pesar de ser, no obstante su utilidad, una artilugio bastante
grosero, válido sólo para mediciones con una precisión no mayor de 15′ de cristales, en
general, grandes. Por eso no es de extrañar que se inventase un dispositivo más preciso
poco después. Así, en 1809 William Hyde Wollaston describió el goniómetro de
reflexión, u óptico, que mide los ángulos entre las normales a los planos de las caras de
los cristales. Este goniómetro permitía medir ángulos con gran precisión en cristales
mucho más pequeños, incluidos aquellos que, preparados en el laboratorio, no excedían
de un par de milimetros.

Durante la primera mitad el siglo XIX el goniómetro óptico fue refinándose cada vez
más: se le añadió un anteojo para centrar el cristal, y posteriormente otro para observar
las reflexiones, lo que facilitó mucho las mediciones, un colimador para conseguir un
haz de luz paralelo y, finalmente, una fuente de luz artificial. Se construyeron
goniómetros de diseños y geometrías muy diferentes, como el de Eilhard Mitscherlich o
el de Jacques Babinet, que llegaron a aumentar la precisión a 30”.

En 1874 William Hallowes Miller dio un primer paso hacia el goniómetro de dos
circulos montando un goniómetro Wollaston sobre otro. Pero no sería hasta 1890 que
Evgraf Stepánovich Fiodorov desarrollase el goniómetro óptico de dos círculos, que
facilitaría mucho tanto la precisión como la realización de la medida.

El goniómetro de dos círculos se mantuvo como un instrumento cristalográfico


estándar, con mejoras menores, durante el siglo posterior. Sólo comenzó a ser
reemplazado por la aparición de difractómetros automatizados controlados por
ordenador en los años 70 del siglo XX

con el goniómetro, primeramente hay que apoyar la regla con el extremo que mejor se
acomode al ángulo que vayamos a medir, apoyando a su vez el pequeño apoyo del
goniómetro en el ángulo contiguo de éste o “perpendicularmente” por decirlo de algún
modo. Para este acomodamiento del goniómetro en la pieza, necesitaríamos tener algo
sueltas las tuercas del instrumento para un fácil manejo y para que se deslice bien. Una
vez hayamos posicionado bien el instrumento habremos conseguido el ángulo que
queriamos sacar. Y a partir de ahí, si tenemos conocimientos de trigonometría podremos
sacar lados y todos los datos deseados.

Características

 Goniómetro analógico

 Lupa magnificadora del vernier

 Rango de medición 360º

 División mínima 5´

 Ajuste fino

 Dispositivo para medición de ángulos agudos

 Fabricado en acero inoxidable


Partes

 Una base de sustentación provista de tres tomillos nivelantes, para lograr su


horizontalización.
 Un círculo graduado fijo azimutal para medición de ángulos horizontales, provisto de
un nivel teórico de burbuja.
 Una parte móvil o alidada que, girando sobre el círculo azimutal, contiene a su vez el
círculo cenital o de alturas, llamado también eclímetro.
 Un anteojo situado en la alidada, móvil dentro de ella en un plano vertical, con lo que ,
por conjunción de dicho movimiento y el propio de la alidada, puede apuntar (colimar,
en lenguaje topográfico) a cualquier punto del espacio.
 Todo el conjunto se sitúa sobre un trípode en el punto de estación o lugar del terreno
desde el que se practican las visuales y mediciones.

Ejes principales

 Eje principal o vertical, alrededor del cual gira la alidada.


 Eje secundario u horizontal, alrededor del cual gira el anteojo.
 Eje de colimación, o de puntería, coincidente con el eje geométrico del anteojo.

Elementos independientes
Señalización

Las señales sobre las que se estaciona el goniómetro deben ser lo más estables posibles.
Como señal permanente que se sale de la tónica de la topografía clásica, están los
vértices geodésicos.

Trípodes

Están formados por tres patas extensibles de madera o de metal ligero, que disponen en
un extremo de regatones de hierro con un estribo para clavarla en el suelo.

Elementos de un goniómetro
Plomada óptica

La plomada óptica consiste en un ocular que dispone el goniómetro, y mediante un


prisma de reflexión que lleva interno, desvía la visual de forma que esta coincide con el
eje vertical del aparato.

Plataforma nivelante

Los aparatos topográficos utilizan como base para realizar su nivelación tres tornillos
verticales que se denominan tornillos nivelantes y que apoyan sobre la meseta del
trípode.

Niveles

Es el elemento que dispone el goniómetro para corregir su nivelación u


horizontalización. Deben estar construidos con notable precisión y ajuste para que el
aparato sea aceptable, por eso una de las características técnicas de los goniómetros es
la sensibilidad.

Anteojos

Todos los goniómetros están provistos de anteojos para facilitar en su debida precisión,
la colimación de los puntos que se pretende levantar.

Tornillos de presión y coincidencia

Una vez puesto en estación el goniómero hay que fijar la dirección de puntería. Para
ello, observando el retículo del ocular para situarlo en el punto del objeto a determinar,
se fija el eje horizontal y vertical utilizando unos tornillos, llamados de presión y
coincidencia.

Tornillo de presión

Permite fijar los ejes de una forma grosera.

Tornillo de coincidencia

Permite afinar la visual con pequeños movimientos hasta lograr la posición exacta.

Elementos angulares

Una vez puesto en estación el instrumento y realizada la colimación al punto que se


desea visar, es preciso realizar la lectura angular correspondiente a la puntería ejecutada.
Se dispone de dos juegos de limbos, uno vertical para las lecturas cenitales y otro
horizontal para las lecturas acimutales.

Angulos horizontales y verticales

A los círculos graduados en los cuales figuran marcados las lecturas angulares, se les
llama limbos y varían de 0g a 400g en graduación centesimal.

 Ángulos horizontales. La lectura del limbo horizontal, al colimar una visual, da la


lectura del ángulo a partir del cero del círculo graduado.

Según la posición que ocupe el cero del limbo se tendrá: • Direcciones: cuando está
situado en una posición arbitraria. • Acimut topográfico: el cero está situado en la
dirección del Norte geográfico. • Acimut geodésico: dirección del origen en el Sur
geográfico. • Rumbo: origen de ángulos en la dirección del Norte magnético; es la
dirección que marca una aguja imantada.

 Ángulos verticales. Los ángulos que se miden desde el cenit se les denomina ángulos
cenitales; por tanto el origen del limbo vertical se encuentra en la vertical del lugar.

No es una situación normal, pero puede ocurrir que el origen del limbo vertical se
encuentre en la horizontal, a estos ángulos se les llama ángulos verticales y son
positivos si la visual es ascendente y negativos si desciende.
Micrómetro

Existen los siguientes tipos de micrómetros:

 De observación directa: dispone de un microscopio para leer los trazos de división


grabados en el limbo, ya que no dispone de elemento auxiliar de lectura.
 Micrómetro de escala o estima: el aumento del microscopio es lo suficientemente
grande como para disponer de una escala de extensión igual a una división del limbo,
sobre la que se superpone la alidada.
 Micrómetro encuadrado: consiste en apreciar la fracción de unidad por medio de un
micrómetro, una vez hecha la coincidencia entre el índice de alidada (doble línea) y la
marca de división. La coincidencia se realiza cuando se introduce la división en la doble
línea, y solo es posible una división.

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