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Las Metáforas en La Terapia de Aceptación y Compromiso
Las Metáforas en La Terapia de Aceptación y Compromiso
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El empleo terapéutico de las metáforas
Introducción
La terapia cognitivo conductual es una terapia directiva. Trata que el paciente cambie su
comportamiento y para ello el terapeuta actúa activamente. Una de las herramientas que emplea
clásicamente es establecer reglas de conducta animando al paciente a seguirlas para cambiar su
forma de actuar y solucionar así su problema. La regla consiste en enunciar unas consecuencias
para un comportamiento que se dé en determinadas circunstancias (puedes ver más detalles pinchando
aquí).
Las reglas de comportamiento que enuncia el terapeuta al paciente son positivas, siempre que el
paciente las asuma como propias cuando compruebe por sí mismo su eficacia para conseguir sus
objetivos y seguir sus propios valores. Sin embargo, las reglas tienen algunas propiedades que no
las hacen todo lo eficaces que aparentemente deberían ser. El primer problema que surge es
precisamente que el paciente las haga suyas. Otro, inherente a la propia esencia de las reglas verbales
que utilizamos los seres humanos, es que son poco sensibles al contexto, es decir, cuando actuamos
siguiéndolas, lo hacemos sin tener en cuenta la situación concreta en la que estamos, en la que, quizás,
no definan el comportamiento más adecuado. Se puede ver un ejemplo en este vídeo que muestra las
diferencias en el entrenamiento de niños y chimpancé: cuando los niños han establecido una regla de
comportamiento la siguen sin investigar si hay una alternativa mejor, lo que sí hacen los chimpancés.
En la terapia es preciso tener especial cuidado cuando el terapeuta las establece, porque, ¡cuántas
veces ocurre que el paciente las sigue con el exclusivo objetivo de conseguir su aprobación y refuerzo,
es decir, para complacerle! Para evitar estos problemas la terapia de aceptación y compromiso
plantea la conveniencia de utilizar otras herramientas como metáforas y ejercicios
experienciales.
La metáfora sustituye con gran ventaja a las sugerencias, consejos y tareas que propone el
terapeuta al paciente.
La metáfora transmite al paciente una experiencia cercana, ajustada a su problema y le plantea una
alternativa de solución del problema que está viviendo más de acuerdo con sus valores. Una de las
grandes ventajas de las metáforas es que permiten al paciente llegar a sus propias conclusiones
sin que tenga que ser dirigido directamente por el terapeuta. Por tanto, no son las reglas
establecidas por éste las que dirigen el cambio en su conducta, sino que lo decide el propio paciente
(Monestes y Villatte, 2008)
Hay que señalar que las metáforas y los cuentos se han utilizado durante todas las épocas para
transmitir conocimiento y para cambiar el comportamiento de las personas, sírvanos como ejemplo por
su impacto en nuestra civilización occidental las parábolas del evangelio.
La metáfora terapéutica
Una metáfora terapéutica logra cambios en el entendimiento del paciente de su problema y
sugiere soluciones adecuadas sin imponerle tareas ni reglas de comportamiento.
Una metáfora terapéutica es una metáfora que facilita al paciente un cambio terapéutico. El
paciente puede requerir modificaciones en el planteamiento de su `problema y/o en el camino que sigue
para resolverlo. Al emplear una metáfora, el terapeuta pone de relieve en qué consisten esos cambios
sin decirlos literalmente; sino que lo hace a través de la sugerencia de una comparación con una
experiencia vivida (real o vicariamente) por el paciente. Así, una metáfora terapéutica presenta al
paciente una experiencia conocida o, mejor aún, vivida por él, que se asocia con el problema que
presenta y ofrece una solución al mismo. Al escucharla, entenderla y revivirla, se produce un cambio en
su conducta. Con esta definición, la metáfora terapéutica puede consistir en una sola palabra o en una
la narración de una historia.
La mejor metáfora terapéutica es la que se adapta al problema que en ese momento presenta el
paciente.
1. Que sea consistente con el grado de desarrollo del paciente. El paciente tiene que
entenderla, para lo que tiene que referirse a su experiencia directa o al conocimiento común en
la sociedad y en su edad (McCurry y Hayes, 1992).
2. El paciente se tiene que ver reflejado en ella e identificado con alguno o algunos de los
personajes que aparecen en la narración.
3. Tiene que establecer una correspondencia clara entre el problema del paciente y la
experiencia que narra.
4. Tiene que tener una estructura de acción de forma que los pasos que tiene que dar el
paciente para cambiar su comportamiento estén reflejados claramente en la metáfora.
5. La metáfora ofrece una solución al problema, de esta forma el paciente accede a un
comportamiento que no había visto antes y que reinterpreta o resuelve su problema.
De esta forma, si cambia su conducta, lo hará por haber tenido una experiencia y no por una petición del
terapeuta y para complacerle.
El psicólogo que emplea la terapia de aceptación y compromiso tiene que estar entrenado para
emplearlas habitualmente en las sesiones terapéuticas. Para ello, puede emplear alguna de las que
conozca o crearla en el momento. En consecuencia le conviene conocer cuantas más mejor, sobre todo
aquellas que se pueden adaptar a múltiples pacientes porque plantean una experiencia común y se
refieren a problemas psicológicos que se dan en general. El libro "Entiende y maneja tu ansiedad"
contiene una amplia colección de metáforas ilustradas aplicadas al tratamiento de la ansiedad. Se
puede conseguir más información sobre él en
http://www.gestopsicologia.com/entiende_maneja_ansiedad.html.
Una metáfora nace en cualquier sitio de un padre o madre inteligentes e inspirados. Se propaga por
medio de un proceso infeccioso. Una persona que la oye queda afectada por ella y la empleará en su
conversación cotidiana. Así, infectará a otra persona que la seguirá transportando y propagando. En ese
proceso, la metáfora muta, adaptándose a las diferentes condiciones por las que pasa para afectar al
mayor número de personas posible. Algunas metáforas dejan de existir porque la comunidad hablante
deja de utilizarlas. Las que tienen la suerte de quedar escritas en un libro pueden resucitar. Este
proceso infeccioso por el que se propagan hace a veces muy difícil conocer su origen y el padre puede
quedar sin el reconocimiento que merece.
(Puede ser de interés que leas antes esta pequeña introducción a la teoría de los marcos relacionales)
Un análisis científico de la metáfora nos permitirá entender con más profundidad cuáles son los
procesos que intervienen para que se dé la influencia que se observa en la conducta de quien la oye o
la lee. La teoría de los marcos relacionales es una teoría científica, con un fuerte apoyo experimental,
que incluye una explicación a la eficacia de las metáforas. A continuación se expone someramente lo
que dice esta teoría sobre este tema.
Los animales son capaces de responder a relaciones entre estímulos, por ejemplo, pueden responder al
“más alto” o “al más grande” para obtener un refuerzo. Los seres humanos somos capaces de
responder a relaciones entre estímulos establecidas arbitrariamente, es decir, no ligadas a sus
características formales. Por ejemplo, podemos escoger la moneda más valiosa aunque no sea la más
grande ni la más bonita, sino porque hemos aprendido que es la que más vale. Decimos que una
persona ha adquirido una relación, (en el ejemplo sabe cuál vale más) cuando ha aprendido a responder
a una relación arbitraria establecida entre estímulos (escoge la que más vale).
Las relaciones pueden ser tan complejas como una regla de conducta , en la que establecemos
verbalmente que ante una situación dada, si actuamos de determinada manera, conseguiremos ciertas
consecuencias, estableciendo una relación entre el estímulo, nuestra conducta y las consecuencias (ver
más sobre reglas de conducta) .
La teoría de los marcos relacionales explica por qué las metáforas son eficaces.
La teoría de los marcos relacionales sostiene que en el establecimiento de este tipo de relaciones se
basan el lenguaje y el pensamiento. En este sentido, es una teoría conductual del lenguaje y, por
ello, trata de dar cuenta de lo que son las metáforas.
Cuando un terapeuta utiliza una metáfora su objetivo es transferir la relación, por ejemplo, una regla de
comportamiento, que se ejemplifica en el vehículo (la metáfora) al objetivo (a la regla de comportamiento
que está siguiendo el paciente) (Monestes, y Villatte, 2008).
Pero las metáforas no solamente se aplican a las reglas de comportamiento, aunque estas son las más
importante en la terapia; sino que se dan en todo nuestro lenguaje. Por eso necesitan una definición
más precisa y más técnica.
La visión técnica
Dicho de una forma más técnica, es decir, más precisa y más general: una metáfora es una relación de
coordinación entre dos relaciones basada en las características no arbitrarias de estas (Stewart et al.,
2001). Estos autores describen las metáforas terapéuticas basándose en sus componentes: dos
relaciones complejas aprendidas por el individuo, entre las que se establece una relación de
coordinación, equivalencia o identidad que se basa en una propiedad física o formal que modifica la
relación del objetivo y trasforma las funciones de ese objetivo (Stewart et al., 2001). Las condiciones
últimas, que modifique la relación del objetivo y se produzca una transformación de función son
necesarias para que sea terapéutica, no para que sea metáfora.
Ejemplo
En este ejemplo se ve claramente cómo funcionan las metáforas en la teoría de los marcos
relacionales
En este ejemplo el paciente trata de luchar contra la ansiedad y comprueba una y otra vez que no
consigue eliminarla, lo que le crea un problema de sufrimiento psicológico importante y para solucionarlo
acude a terapia. El terapeuta le propone una metáfora a través de la que le enseña cómo funciona la
lucha contra la ansiedad. Lo hace estableciendo una correspondencia entre la relación, en este caso
una regla de comportamiento, que le lleva al paciente a la lucha contra la ansiedad con otra relación
también conocida: el comportamiento de lucha para salir de las arenas movedizas. Esta última relación
la habrá aprendido el paciente en la sociedad, bien leyendo o viendo en una película a alguien
hundiéndose en las arenas. Cuando el paciente establece la relación de correspondencia entre las dos
relaciones, dándose cuenta de que la lucha contra las arenas movedizas refleja su experiencia de lucha
contra la ansiedad, llega por sí mismo a la conclusión de que lo mejor que puede hacer es dejar de
luchar con la ansiedad y aceptarla, permitiéndose sentirla plenamente, sin que el terapeuta se lo tenga
que decir explícitamente.
Como vemos, la metáfora terapéutica une dos relaciones: una el problema del paciente y una relación
que haya sido experimentada directamente por el paciente o bien una relación que esté bien establecida
en la sociedad a la que pertenece el paciente y que plantee una solución al problema (Monestes, y
Villatte, 2008).
Lo más importante para que sea terapéutica es que la metáfora realice un cambio en el comportamiento
en el paciente, hablando técnicamente, que se produzca una transformación de la función del estímulo
incluido en la relación inicial que marca la conducta del paciente. En el ejemplo puesto, la metáfora será
terapéutica cuando la persona, ante la presencia de ansiedad, deje de luchar contra ella aplicando la
misma estrategia que aplicaría si cayera en arenas movedizas. Si la metáfora no estuviera bien
establecida y las dos relaciones no se coordinan, no se dará el cambio terapéutico.
Desde la terapia se consideran metáforas las analogías, las alegorías, los refranes y las anécdotas
cortas y si contienen imágenes se recuerdan mejor (McCurry y Hayes, 1992).
Diciembre 2013