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7.

Intelectuales y antiintelectualismo (comentario)


Dentro de este marco de ideas, la posición del intelectual fue se complejizó.
- Cuestionamiento sobre su actitud frente al poder.
- Autoculpabilización por la grieta que se abrió entre los legos y los iniciados.

Débil insersión de los intelectuales en el Estado e incapacidad de formar un proyecto


político o social como grupo hará que se muevan como autores, como individuos.
El autor caracteriza esta época como el “efecto Pirygoyre” en alusión a la sentencia del
autor Ylya Pirigogyne que proponía que la creatividad intelectual necesita como requisito
la existencia de un dios fuerte y un príncipe débil, el primero para legitimar la objetividad
y el otro para garantizar un desorden que estimule la inteligencia.
Conciencia de esta situación. Sensación de libertad intelectual de algunos intelectuales al
verse independientes del Estado y de otras organizaciones sociales se creó un clima
experimentalista en los años 60.
Motivo de la nueva izquierda intelectual: por luminosos faros intelectuales, guías de otras
realidades, en el ámbito local surgió una generación sin modelos (p.201). “La burguesía ha
perdido su hegemonía cultural y el proletariado no la ha conquistado.” (p.201)
Imprescindibilidad del intelectual.
“consagración horizontal”, los pares consagran a los pares. La traición Frondicista cerró el
círculo de intervencionismo intelectual en la política lo que vedó la incidencia directa en el
Estado. Perfilamiento de una zona cultural segregada del poder político y legitimada en
dicha marginalidad pues sus miembros no se adscribían al pasado liberal ni a la cultura
peronista (p.203) constitución de la nueva figura del intelectual.
Politización marginal frente al posible apoliticismo: formulación de la doctrina del
compromiso (se abandonó el campo político, no la práctica intelectual de denuncia),
Embate, politización de la cultura. Amplias formas de hacerlo: la función política de los
intelectuales debía reposar en la creación de una cultura nacional popular o, como Pasado
y Presente, plegarse a un humanismo. Esto alcanzó a las artes plásticas. Resignificación del
papel político del arte.
El mismo movimiento politizador se desempeñó en una época de profunda descalificación
del quehacer y de la figura del intelectual. (p.205) que impulsó, también, el campo
nacional-populista, como ejemplo está Arturo Jauretche y su oposición al academicismo al
que le criticó la extranjería, el divorcio de la realidad nacional, el colonialismo mental y la
estética de la época: incomprensión de las élites letradas por el país auténtico. (p.207)
También le añadían un tinte marxista: los intelectuales son el coro de la alienación cultural
de las clases altas. Sabiduría de la comunidad.
En contraparte, los intelectuales de la época se dirigieron (en algunos casos virtualmente)
a la clase obrera, al pueblo. La validez de su mensaje estuvo condicionado por su
capacidad de influir en la sociedad. Si el camino del partido de la izquierda se truncó, cuál
posibilidad se le ofrecía al joven intelectual para fundirse con la clase obrera.
Desde la izqierda hubo polémica, un sector apuntó a la Universidad, que abrió un
horizonte ideológico.
8. el bloqueo tradicionalista
Golpe de Estado en 1962, detención del presidente Arturo Frondozi, el Dr. José María
Guido fue homologado por la Corte Suprema. Le sucedió, después de elecciones, en 1963,
miembro de la Unión cívica Radical del Pueblo después de elecciones controladas por las
fuerzas armadas. Poder lastrado de ilegitimidad porque en las elecciones en que partició
se había proscrito al peronismo.
En este contexto la revista Primera Plana se encargó de una campaña
desestabilizadora haciendo eco del anticomunismo, la crisis de la democracia y un
proyecto modernizador de ciertas élites. Factores de poder: empresarios, militares, Iglesia
y sindicatos encontraron un espacio propicio para sus estrategias en un vacío de poder por
la deslegitimación del régimen político imperante.
Cuestionamiento de la democracia desde la revista. El golpismo creció y se aupó a las
fuerzas armadas. Crecimiento paralelo de la doctrina de seguridad nacional existente
desde 1958, no como reacción a la guerrilla interna ni a la Revolución cubana, sino desde
antes cuando dentro del ejército se difundió la tesis de que el peligro mayor era contra la
subversión extremista. Función política de su misión para el resguardo de la nación.
Frente a esto se señaló al sector de la cultura como uno de los puntales de la escalada
subversiva en Argentina. Infiltración en la universidad, vigilancia, control y represión.
Extensión de la agitación comunista a la universidad a través de la Federación
Universitaria Argentina. Lo compartía la Secretaría de Defensa y la iglesia católica.
“En las franjas tradicionalistas de la cultura argentina se cristalizó sin contradicciones una
sensibilidad integrista que una y otra vez verá amenazados los bastiones del orden cuando
sus propios valores nacionalistas, espiritualistas y familiaristas se vean presuntamente
carcomidos por los males perversos del divorcismo, la pornografía y también el libre
ejercicio de toda actividad intelectual crítica.” (P. 217)

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