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Con la caída de Juan Domingo Perón, en 1955 se abrió un ciclo de movilización social y

política que duró aproximadamente 20 años; que encontró su punto más álgido a finales
de 1960 y se cerró dramáticamente en 19761 con la dictadura militar que acabó no sólo
con este proceso sino con cualquier vestigio de democracia y libertad, el sistema político,
demostró incluso en este periodo, una debilidad palmaria frente al poder militar.
Una de las características de esta movilización política fue la irrupción de “nuevas
ideas” impulsadas por el triunfo de la Revolución Cubana que impulsaron una revisión
crítica de la realidad del país y a una suerte de introspección interna que derivó en un
reacomodo de las formas de organización de los partidos políticos. Esta autocrítica derivó
en fracturas y renovación de las dirigencias de las plataformas políticas de la década.
Este cambio en las formas de organización fue acompañado de una reformulación
de la teoría que impulsaba la lucha política de la época. Como parte de la discusión central
se revisitó el fenómeno peronista que, de una mera forma de totalitarismo protofascista
pasó a observarse como movimiento nacional-popular o de liberación nacional; se
cuestionó las estrategias de los partidos tradicionales. Estas reinterpretaciones de la
realidad trastrocaron las oposiciones tradicionales de la política argentina.
Concepto de nueva izquierda: conjunto de fuerzas sociales que protagonizó un ciclo de
movilización y radicalización que incluyó desde el estallido social espontáneo y la revuelta
cultural hasta el accionar guerrillero, movimiento de composición heterogénea, carente
de una dirección política se lograron ciertas unidades. Proveniencia de diversas
tradiciones político-culturales: la izquierda, el peronismo, el nacionalismo, el mundo
católico, los puntos de convergencia fueron la oposición al viciado régimen político y al
orden social por él sostenido, extensión de la idea de que el recurso de la violencia,
además de volverse legítimo ante gobiernos ilegítimos, constituía el único camino rápido y
efectivo para la transformación social
En los primeros sesenta hubo un acercamiento al peronismo por los grupos antiguamente
refractarios. Se observó que los trabajadores no sólo mostraban empeño en la defensa de
sus intereses, sino que reivindicaban al peronismo orgullosamente como su identidad
política. Era un error de táctica o de estrategia considerar un abandono inmediato y una
incorporación en masa a las filas del partido de su clase. En este contexto comenzó una
relectura del fenómeno peronista.
El malestar se convirtió en la crítica al Partido Comunista y Socialista y se fijó un nuevo
horizonte de expectativas para conquistar a la clase trabajadora. La crítica a la larga se
convirtió en la ruptura dentro de los partidos y la creación de nuevas plataformas. Un
sector de la denominada nueva izquierda emanó precisamente de estas divisiones y los
actores se lanzaron a la tarea de construir una nueva fuerza política.
La irrupción de la Revolución Cubana también redefinió las vías de construcción del
socialismo. Esto, sin embargo, no se tradujo en la adopción inmediata del modelo
guerrillerista sino en la construcción de una renovación de las estrategias; de esta manera

1
El ciclo de movilización para la autora no se entiende exclusivamente por la irrupción de
nuevas formas de protesta como canalización de la inconformidad sino y sobre todo por
un proceso de modernización cultural vivido por las clases medias y los intelectuales que
se empató con las ideas revolucionarias de la época. P.16.
se imaginó, por ejemplo, el uso de los canales institucionales como el electoral mediante
la incorporación de las masas a este proceso o el acompañamiento de la lucha de los
sindicatos peronistas
El embrujo del peronismo tampoco fue la solución para estos grupos inconformes,
pues, de cierta forma, las expectativas se centraron en que el peronismo produjera un
alzamiento insurreccional, cosa que nunca llegó. Esto provocó que una parte de la nueva
izquierda explorara otros caminos, en esta otra vía se pensó en torno a la construcción de
otra vía, una vanguardia para el movimiento popular o una dirección que arara el terreno
para la lucha armada, aunque en la década de 1960 esta vía fue mayormente residual. 2
Al término de la década las relaciones tradicionales entre socialistas y peronistas
quedaron trastocadas; ni un polo se mantuvo intacto ante estas aproximaciones: una
parte de los socialistas o comunistas terminaría por su incorporación definitiva al
peronismo y desde el peronismo emergió un sector que adoptó posiciones socializantes
que colaboró en el resurgimiento de corrientes sindicales y abrazó el flujo de grupos
católicos que reformulaban su identidad política en buena medida por el contexto
imperante.
En 1966 se encumbró al poder un nuevo gobierno militar autodenominado como la
Revolución Argentina; todos los grupos opositores creyeron encontrar un núcleo en su
oposición a la dictadura; los discursos emanados de las fragmentaciones comenzaron a
socializarse. A los cambios que se habían producido en los espacios tradicionales de la
izquierda fueron contemporáneas las rupturas del mundo católico que acercó a estos dos
polos ideológicos. La organización Montoneros fue uno de los resultados de este
amalgamiento de praxis, además permitió la participación política de nuevos actores:
jóvenes de clase media radicalizados y con un nuevo discurso que vinculaba al
pensamiento de izquierda no necesariamente marxista con el catolicismo no
necesariamente canónico.3
La dificultad de entender a la nueva izquierda como un núcleo político e ideológico
es que precisamente dentro de esta renovación no privó la unidad o no puede estudiarse
como una corriente, una tendencia o una escisión pues dentro de ella hay un marco
amplísimo y ciertamente continúan las reformulaciones teóricas o sobre dicho concepto.
En cualquier caso, la historiadora María Cristina Tortti engloba tanto a las rupturas del
Partido Comunista y el Partido Socialista como a los pertenecientes al grupo católico como
a la guerrilla o a los miembros del peronismo que adoptó posturas semejantes y aunque
las hermanaban la lucha contra la dictadura, la justicia social o la liberación nacional
permeaban las divergencias de toda índole: el papel de Perón y el peronismo como
proceso revolucionario –para algunos dirigente revolucionario del Tercer Mundo, para
otros nacionalista burgués- y el papel de la estrategia sindical o la vía armada atravesaron

2
Ibid.p.24. En este sentido, la autora María Cristina Tortti puntualiza que el intento más
notable de reconstituir un centro guerrillero fue el foco rural implantado en Salta
organizado con la participación de Ernesto Guevara y conformado por algunos grupos
escindidos del PCM.
3
Ibid.p.26
a estos grupos y nunca se llegó a un consenso, pero quizá esa falta de consenso o
estrategia compartida fue lo característico del periodo y del concepto de nueva izquierda.
La llegada al poder de Héctor Campora propició el retorno de Juan Domingo Perón al país
y las elecciones de 1973 entronizaron al peronismo en el poder y lo llevaron a su tercer
periodo como presidente de Argentina. El episodio puso en tensión a las fracciones dentro
del Movimiento que eran más amplias y eclécticas que las organizaciones de nueva
izquierda y el ala “derecha” del peronismo se impuso ante las pretensiones de avanzar
hacia un socialismo nacional pues según menciona la autora, cuando accedió al poder en
septiembre de 1973, con el 60% de los votos, las posturas económicas y políticas
contradecían las visión de país del sector de la izquierda que paulatinamente perdió las
simpatías que antes pudo suscitar. Esto fue cercando el ciclo político de movilización que,
con consecuencias funestas se clausuró el 24 de marzo de 1976 cuando, después de un
golpe de Estado por las fuerzas armadas, se permitió la persecución y el abatimiento de
los grupos guerrilleros.

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