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Del Fortín al Templo: el uso político de la arquitectura desde el fascismo

Aquiles Celis

En el quinto capítulo del libro El culto del Littorio, de Emilio Gentile, titulado “Los
Templos de la fe”, el autor apuntala la relación entre la política y la religión sobre la base
de una de sus hipótesis iniciales; que el fascismo se constituyó como una nueva religión
laica en el poder. A lo largo de todo el libro Gentile plantea una constante aproximación de
la política, (que en momentos particulares llega a ser una fusión) con ciertos mecanismos
de la religión. En este caso el fascismo, como religión laica, pero religión al fin, precisó de
un espacio sacral concreto, de un templo específico y tangible para el culto del Littorio.
Paralelamente, para la construcción de un Ethos fascista, todas las artes, entre las
que destacaron la pintura, el teatro y sobre todo la arquitectura, tuvieron una función
propagandista para el régimen que no se constriñó a recrear un arte oficial o de Estado o a
imponer cánones estéticos que subsumieran la técnica. Sin embargo, Gentile plantea que,
en cambio, la función del artista sí quedo supeditada a la utilización política del arte por
parte del fascismo: el artista tuvo que volverse un educador de multitudes mientras
preservaba su libertad estética para recrear la epopeya del fascismo.1
Pero la epopeya de la revolución tendría que dejar de ser intermitente, performativa
o privada, por eso los desfiles masivos, las demostraciones inmediatas o la pintura de
caballete encerrada en el museo fueron paulatinamente disminuyendo y el régimen centró
mayormente su atención en la arquitectura, arte capaz de materializar el mito, de glorificar
la nueva religión mediante la transformación de las piedras estériles, como lo apuntó
Mussolini, a monumentos caldeados por el corazón palpitante del pueblo.2
El uso político de la arquitectura, a decir de Gentile, no encontró su límite en la
construcción de estatuas, esculturas o monumentos que hicieran referencia a la mítica
fascista y prontamente se aprovechó una veta: la construcción de espacios sagrados para
celebrar el culto de la nueva religión. Con esta medida el fascismo dio un impulso decidido
1
Emilio Gentile, El culto del littorio, S.XXI editores, Buenos Aires, 2007, p.164. Durante la celebración del
décimo aniversario del fascismo en el poder, a decir del autor, hubo una disputa teórica entre los principales
artistas del fascismo por elegir una técnica pictórica o una corriente artística que inmortalizara mejor la estirpe
italiana y el mito del fascismo. En las antípodas de esta contienda se encontraban por un lado los
tradicionalistas que anclaban el mito al pasado y por otro los modernistas que incorporaron elementos de
vanguardia a su creación con el fin de sublimar el futuro fascista.
2
Ibid.p.190. Mussolini ostentaba su pasión por la arquitectura y la consideraba la máxima entre todas las artes
porque todo lo incluía.
al simbolismo arquitectónico sagrado y se centró en la proliferación de estos espacios
sacrales en toda Italia para impulsar la fe en aquellas comunidades alejadas. Las Casas del
Fascio, entonces, se convirtieron en las iglesias menores del fascismo pues para la fe
necesitó de un templo.3 Por otro lado, estos monumentos referían a la transformación del
escuadrismo al fascismo, de los antiguos fortines en donde se reunían a planear las
persecuciones y las razias al nuevo templo para el culto del Littorio.
Para el estudio del papel de la arquitectura en el fascismo, Gentile elabora una tarea
heurística sumamente importante, no solo por el cruce de fuentes escritas y arquitectónicas
que sirve para entender el simbolismo político de los monumentos a través de los motivos
de sus autores. Sin embargo, la recuperación de proyectos que nunca se materializaron para
encontrar en ellos los elementos míticos, políticos y estéticos del fascismo es un gran
acierto, pues recoge la dimensión simbólica escondida tras el proyecto monumentalista.

3
Ibid.p.198. Las casas del Fascio además de ser las sedes de las oficinas del partido debían ser el centro de la
vida política y social del colectivo armónico, sitio de veneración del culto de los mártires y escuela del
adoctrinamiento del dogma fascista.

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