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Ficha bibliográfica
Introducción
Violencia ¿escolar? Hacia una sociología de
la violencia en el sistema educativo
violentos. Estos enfoques miran con sospecha a los niños, adolescentes, jóvenes y
alumnos sosteniendo su peligrosidad y, de los cuales habría que resguardarse o
protegerse.
La tradición critica de la sociología de la educación en la que se sitúa esta
investigación, permite resituar la problemática e ir en contra de los discursos
criminalizantes sobre los jóvenes, al discutir el orden social injusto y desigual junto con
los mecanismos y prácticas para su reproducción.
Cabe preguntar entonces: ¿En qué contexto social se instala la pregunta por las
violencias en el sistema educativo?
Los procesos de fragmentación y de exclusión al que las políticas neoliberales
subsumieron a los actores sociales, torna necesaria en estos tiempos la pregunta referida
a quiénes son los sujetos, esto es, cómo configuran su realidad y sus identidades, qué
condicionamientos los marcan y qué esperanzas portan quienes habitan las escuelas. La
reflexión recae sobre las transformaciones estructurales de la sociedad contemporánea
con el propósito de interrogase sobre las consecuencias personales y subjetivas de las
mismas especialmente sobre los alumnos. Se analiza el caso de los adolescentes y
jóvenes por haberse tornado éstos uno de los grupos a quienes más ha afectado la
exclusión y a la vez porque los sistemas educativos latinoamericanos han tendido en
estas últimas décadas, a masificar la educación secundaria y media.
Kaplan se interroga: ¿Qué sujeto es el que deviene como consecuencia de los
procesos de des-civilización y des-subjetivación que caracteriza a los discursos y
prácticas imperantes en las últimas décadas que coexisten con los procesos de
civilización y de subjetivación?
Pensar el tema de la desigualdad social y educativa, implica abordar la mirada
existente sobre la pobreza y la violencia estructural que condiciona fuertemente a los
niños, adolescentes, jóvenes y adultos que habitan las instituciones educativas o bien a
aquellos que están en sus márgenes. ¿En qué medida la escuela actúa como espacio de
resistencia o, por el contrario, funcionan en su interior los mecanismos de la
relegación de los estudiantes atravesados por la exclusión? A su vez, desde la
sociedad, ¿es la escuela mirada como un lugar posible de mayor justicia para estos
niños y jóvenes o es una institución que perdió eficacia simbólica en los procesos de
socialización y biografización? ¿Cómo abordar la subjetividad en tiempos de
exclusión?
Richard Sennett y Píerre Bourdieu, analizan a las sociedades contemporáneas,
examinan los supuestos y las transformaciones estructurales de categorías centrales
organizadoras del orden económico y simbólico, como lo es la categoría de trabajo, y
las consecuencias personales del programa neoliberal en la configuración de la
identidad. Las denominaciones de sus obras representan metáforas elocuentes de la
cuestión social contemporánea: “la corrosión del carácter" y "la miseria del mundo”.
Ambas metáforas del drama humano se encuadran en contextos estructurales de
profundización de la desigualdad, la exclusión material y simbólica, la polarización
social, la violencia y la deshumanización.
Sus perspectivas plantean una dialéctica entre las condiciones objetivas y
simbólicas de producción de la subjetividad, al poner en relación los límites o determi-
naciones objetivas y las esperanzas o expectativas subjetivas
Los límites objetivos que marcan de entrada a los alumnos en su tránsito por el
sistema escolar, esto es decir, a partir de sus constricciones o determinaciones
estructurales, configuran un sentido de los límites subjetivos, una suerte de estimación
inconsciente o cálculo simbólico anticipado de lo que ellos pueden o no pueden
proyectar para la propia carrera social y escolar. Esto es, por su condición de origen
(clase social, identidad étnica, capital cultural familiar, sexo), se limitan y excluyen de
aquello que ya están excluidos o bien se proyectan hacia el éxito que les espera.
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La escuela actúa allí donde los límites objetivos parecen sentenciar a los alumnos;
contribuyendo en ocasiones a tensionar el sentido de los límites subjetivos, es decir,
ayudando a los estudiantes a no ajustar mecánicamente sus deseos y horizontes a los
límites que les son dados y esperables por sus constricciones sociales.
Pensar relacionalmente a los condicionamientos objetivos y a las estrategias
subjetivas, representa un primer paso para romper con las visiones fatalistas o bien con
aquellas que suponen la inevitabilidad de destinos y trayectorias sociales y educativas.
Es preciso asumir como punto de partida necesario para explicar a los sujetos, que
éstos están atravesados por constricciones estructurales que los determinan y
constituyen desde fuera pero que, a la vez, ellos ayudan a construir en la interacción, su
realidad social y educativa. De una suerte de libertad condicionada gozan los sujetos:
ellos reproducen las condiciones sociales de la vulnerabilidad y exclusión que
atraviesan sus vidas y, a la par, liberan estrategias más o menos conscientes de
superación de esas cadenas de determinación.
La determinación estructural de lo social tiñe la experiencia escolar pero, al mismo
tiempo, los sujetos construyen esa experiencia como subjetivación, distanciándose de
las determinaciones. Bajo estas consideraciones, es preciso correlacionar
significativamente a las violencias en la escuela con la construcción de la autoestima de
los estudiantes. En el pasaje por las diversas instituciones sociales y en las relaciones
que allí se configuran, los agentes vamos configurando una experiencia social, vamos
internalizando, en una suerte de juego de espejos, las imágenes que los otros nos
devuelven hasta construir una auto-imagen. En ese transito por las instituciones, nos
fabricamos una idea acerca de cuánto valemos y, en líneas generales, ello está en
estrecha relación al cómo percibimos que nos reconocen. Estas valoraciones y
autovaloraciones difieren entre los diversos individuos y grupos.
En este proceso de construcción de una auto-valorización suele quedar
invisibilizado el hecho de que los diversos individuos y grupos no poseen idénticas
oportunidades.
Las dos dimensiones constitutivas de la experiencia social, las esperanzas
subjetivas y las posibilidades objetivas, no son idénticas para todos los estudiantes
aunque también es real que las instituciones y los docentes las ponen en tensión en las
prácticas concretas, en instituciones concretas, logrando en muchos casos atenuar las
marcas iniciales de la desigualdad durante el proceso de escolarización.
No todos los agentes sociales tienen a la vez las mismas posibilidades de beneficio
material y simbólico y similares disposiciones que invertir en el mundo social y
educativo. Partiendo de este supuesto, las instituciones y los maestros tienen márgenes
de autonomía y creatividad para inclinar el péndulo a favor de la ampliación de las
posibilidades de los alumnos, con miras a subvertir el orden injusto.
Desde esta perspectiva es que resulta necesario referirse a una construcción social
de la violencia. Aunque el fenómeno de la violencia en la escuela está determinado por
variables sociales ajenas a ella, también existen variables internas de la institución
escolar desde las que se puede operar y trabajar para que la escuela continúe siendo un
lugar de inclusión social. Visibilizar las manifestaciones de violencia enmascaradas,
otorgar la verdadera dimensión a las formas menos evidentes, resulta inestimable en
este proceso de investigación. De allí la pertinencia de intentar saber cómo perciben y
viven los actores escolares a las violencias.
Es importante plantear que la violencia vinculada al ámbito de lo escolar, es un
territorio de búsquedas más que de certezas. No existe una tradición de estudios
socioeducativos en Argentina que dé lugar a un campo propio de indagación; en todo
caso, es un campo en construcción. Al mismo tiempo la violencia adjetivada como
escolar es una noción ambigua y, como tal, puede cumplir funciones sociales de
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Capítulo 1
Violencias en la escuela:
Una reconstrucción crítica del concepto
Castorina, José y Kaplan, Carina
La falta de distinción sistemática entre los tipos de violencia práctica hace que no
se puedan interpretar sus efectos sociales diferenciales, lo cual constituye un obstáculo
epistemológico. Es decir la oscilación entre el reconocimiento práctico de las diversas
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Capítulo 2
Sociedades contemporáneas y
Violencias en la escuela: socialización y subjetivación
Kantarovich, G.; Kaplan, C. y Orce, V.
adolescencias y juventudes.
Si bien es posible reconocer formas específicas de violencia en las escuelas, no
pueden pensarse autónomamente de los mecanismos más amplios de desigualdad social
y educativa, aunque no son un correlato directo y mecánico de éstos. Por lo tanto, el
fenómeno de las violencias en el espacio escolar no debe estudiarse acríticamente y
tampoco debe interpretarse a la ligera como la pérdida de la capacidad de la escuela en
tanto que agente de socialización e integración social.
Las desigualdades sociales no son nuevas; en todo caso, lo nuevo es su magnitud y
alcance. Nos encontramos ante una reconfiguración del espacio social y una extensión
de algunos fenómenos hacia sujetos tradicionalmente considerados incluidos: la
desocupación, la desnutrición, la desafiliación social, entre otros muchos, atraviesan de
manera profunda a nuestras sociedades, produciendo asimismo una transformación en
las identidades de los sujetos.
Por lo tanto los rasgos principales del proceso de civilización tienen su correlato
en la constitución de la subjetividad.
En el contexto actual “la exclusión y fragmentación social deriva en la disolución
de los vínculos de interdependencia entre sujetos y/ o clases sociales”. Sin vínculos y
ligazón social poco sentido tiene el autocoaccionarse. Los fenómenos de exclusión que
afectan a grandes grupos de sujetos producen una rotura del lazo social, o en palabras de
Elías de las cadenas de interdependencia; sin las cuales no tiene sentido imponerse
algún tipo de autocontrol.
El abandono del Estado de Bienestar, ha implicado entre otras cuestiones
relevantes, un corrimiento de la centralidad estatal en la organización de la vida social,
cediendo ante el auge del mercado. La delegación de ciertas funciones económicas y
sociales del Estado hacia el mercado, que se llevaron a cabo a través de políticas
neoliberales que han tenido su punto más álgido en la década de los noventa, trajo
aparejado una pérdida del rol central del Estado.
Los fenómenos de desregulación y descentralización han traído y traerán en el
mediano y largo plazo una disminución de las autocoacciones, ya sea de los sujetos y de
las instituciones.
Los procesos de exclusión que viven nuestras sociedades impactan de manera
profunda en la subjetividad de los actores sociales. En este sentido, y si se tiene en
cuenta que la Institución escolar es ante todo una Institución social, no se puede dejar de
lado la forma singular en la que sus actores protagonistas asumen esas
transformaciones, haciendo construcciones sobre aquello que el mundo social les ofrece.
El debate acerca de si la escuela en la actualidad puede seguir pensándose como
aquel lugar de la modernidad en términos de integración social, no puede quedar al
margen de la pregunta acerca de “integración a qué”. Los discursos que circulan en el
espacio social tienen un impacto en la forma de sentir, actuar, y ver el mundo de los
sujetos. Es por ello, que prestar especial atención a los contenidos de los discursos
sociales puede dar algunos elementos para entender las formas singulares de
apropiación por parte de los actores sociales.
La incidencia de los procesos de transformación a los que se asiste en los últimos
tiempos, se traduce en un terreno de reconfiguraciones múltiples del espacio social.
Los procesos mencionados se traducen en una reconfiguración de la identidad
sociocultural de todos los actores educativos, así, como también del papel del sistema
educativo; con lo cual hay que repensar los sentidos de la escuela.
Las funciones asistenciales o compensatorias y las funciones más singularmente
pedagógicas han configurado un entramado relacional desde los orígenes del sistema
educativo. Lo específico en los contextos actuales es que estas funciones se llevan a
cabo en el marco del pasaje de un Estado social, fuerte, hacia un Estado en retirada.
El papel que desempeña el Estado en cada momento histórico tiene consecuencias
en las construcciones subjetivas de los actores involucrados en los procesos sociales.
En estos contextos, el docente carga especialmente sobre sus espaldas la
responsabilidad social de paliar, acompasar el sufrimiento social de los alumnos. Se
transforma en una suerte de trabajador social sin tener los saberes específicos para esas
tareas y sin estar subjetivamente preparado para ello. Aún así, muchos docentes
transforman esas condiciones profesionales no elegidas en oportunidades para la
democratización.
Capítulo 3
Violencia, escuela y medios de comunicación
Brener, G. y Kaplan, C.
habrían perdido su lugar en la capacidad y eficacia que otrora gozaban en los procesos
de socialización y constitución de las subjetividades. En ese sentido junto con los
mecanismos de ocultamiento, los medios contribuyen a dar visibilidad, o incluso a
“sobre-visibilizar” ciertas prácticas sociales en relación a otras. En esta voracidad por
“mostrarlo todo” que siempre tiene fecha de vencimiento, los medios masivos de
comunicación adquieren no sólo relevancia inédita, sino que se transforman en
protagonistas indiscutidos de la vida de nuestras sociedades al contribuir a la
producción de un sentido común social, que, por su propio carácter, se presenta como
natural e incuestionable.
Para pensar algunas vinculaciones entre las violencias y las formas en que los
medios las exponen, a través de múltiples operaciones de visibilidad y ocultamiento, se
observa cierta especificidad de la relación que se establece entre la categoría de
temperatura objetiva con la de “sensación térmica” (percibida) que permite reflexionar
sobre la distinción entre los hechos de violencias en la escuela y los sentimientos que se
generan en la sociedad y en la institución escolar en torno del fenómeno.
Dicha distinción refiere a una diferenciación entre una propiedad objetiva y una
propiedad percibida y alude a momentos de distancia o proximidad. La amplitud
térmica, el rango de la variabilidad establecido a través de medidas estadísticas entre la
violencia real y el sentimiento sobre la violencia tiende a aumentar o disminuir, a veces,
en forma sorprendente.
La perspectiva de los autores se interroga sobre la denominación y los potenciales
efectos interpretados desde la categoría de inseguridad para connotar fenómenos
asociados a las violencias en la escuela. Una cosa es distinguir analíticamente la
realidad social objetiva de la construcción que los sujetos producen de ella y otra
cuestión es connotar esta distinción donde se expresan posiciones diferentes.
En proceso de arribo a esta idea, es interesante situarla en un marco en que la
teoría social contemporánea se esfuerza por interpretar relacionalmente las dos
dimensiones constitutivas de lo social: lo objetivo y lo subjetivo. Por ello resulta
esclarecedor y complementario anteponer la concepción del tiempo, aquello que Elías,
distingue entre el tiempo físico y el tiempo social.
Elías se interroga precisamente “sobre el tiempo” como un símbolo social de
carácter instrumental, como un símbolo humano de orientación y comunicación,
replanteando el tema para no caer en las corrientes filosóficas tradicionales del
subjetivismo y el objetivismo, del nominalismo y el realismo, de modo que los hombres
afectados por la regulación del tiempo se vean beneficiados con un conocimiento más
profundo de sí mismos y de su situación. Lo que se denomina “tiempo” en nuestra
tradición cultural no es ni un dato a priori de la naturaleza humana ni una propiedad
inmanente de la naturaleza no-humana, sino más bien el resultado de una praxis humana
que sólo puede comprenderse en referencia a ciertos procesos sociales.
La experiencia del tiempo, tal como se vive en el mundo contemporáneo, se
diferencia de estadios más primitivos del desarrollo de las sociedades por la
continuidad. Las sociedades actuales disponen de una retícula rigurosamente
subdividida en unidades temporales articuladas entre sí: las horas, los días, los meses, el
año, el instante, el pasado, el presente, el futuro (inmediato, mediato). Dicha retícula
coacciona y domina toda la vida social. La omnipresencia del tiempo y la fuerza de
sentimiento del tiempo que de ello resulta, contribuyen a que los sujetos experimenten
el “tiempo” como algo independiente, que existe por su propia cuenta. Esto permite
imaginar cómo gravita el tiempo y la manera de percibirlo en las sociedades actuales
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signadas por una revolución tecnológica y cibernética sujeta a cambio permanente, que
organizan buena parte de su economía en base a dichas regulaciones.
La regulación social del tiempo que se empieza a individualizar con el desarrollo
de las sociedades capitalistas contribuye a afirmar la inevitable conciencia personal del
tiempo.
Medios y miedos
Capitulo 4
Las violencias en la escuela, en el mundo.
Un mapa de los estudios socioeducativos
Kaplan, C. y García, S.
Los ejes centrales en torno a la violencia escolar que se han reconstruido a partir
de la sistematización realizada por los autores se dirigen a dilucidar al menos dos
aspectos complementarios:
Su grado de novedad: ¿es la violencia escolar un fenómeno nuevo o viejo?, ¿qué
continuidades y rupturas se puede establecer en las formas de expresión de la
violencia? , ¿qué es violencia en un contexto y qué es en otro?
Su cuantificación: ¿existe hoy más violencia que antes?, ¿qué parámetros de
comparación utilizar?, ¿qué violencias se registran y cuáles no?, ¿qué
indicadores se construyen en torno de violencia escolar?
Diversos autores dan cuenta de la coexistencia de la novedad y la historicidad de
tal fenómeno. De hecho si uno examina en la historia de la educación, la violencia ha
sido un elemento siempre presente.
Sin embargo, con el transcurso del tiempo las escuelas fueron diferenciándose de
otras esferas de lo social estableciendo criterios y formas de relación propios, a la vez
que se producían los procesos civilizatorios. La escuela se desarmó, se pacificó a la par
que lo iba haciendo la sociedad y transitó de sus prácticas más rudas, que incluían hasta
muy recientemente el castigo físico, hasta una comunicación más amable y positiva.
Es decir el fenómeno de la violencia en el contexto escolar es nuevo y viejo a la
vez en el sentido de que se observan continuidades y rupturas en el devenir de las
prácticas sociales tipificadas bajo la categoría de “violencia escolar”.
Lo que resulta significativo es que la novedad del fenómeno de la violencia
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patrimonio escolar como a las faltas o transgresiones a las pautas de la institución y las
agresiones al personal.
La violencia en la escuela, es aquella que tiene lugar en la institución, pero que no está
ligada a las actividades institucionales. Las investigaciones que pueden ser incluidas en
esta perspectiva depositan su mirada en las irrupciones de personas ajenas a la
institución para dirimir conflictos originados en su vida personal, en la irrupción de
formas delictivas instaladas en las escuelas, en especial los conflictos entre bandas y la
cooptación de la escuela como territorio de los narcotraficantes.
Capítulo 5
Las violencias en la escuela en la Argentina:
un mapa de los estudios socioeducativos
Kaplan. C, García Sebastián
como una suerte de zonas liberada para que los estudiantes fumen.
Por último, el informe señala como problemática los daños materiales sobre la
infraestructura y el mobiliario de la institución que pueden ser clasificados en dos
grupos: por una parte, las escrituras de bancos y paredes y, por el otro, los actos de
depredación que realizan sobre el mobiliario produciendo la inutilidad de los bienes
dañados.
Respecto al otro elemento que resulta relevante de este informe es el concerniente
a la dimensión de clima escolar Se indaga en cómo son vistas las relaciones entre los
alumnos desde la perspectiva de ellos mismos. El llevar adelante buenas relaciones con
los pares es considerado como muy importante para lograr un buen tránsito y
permanencia dentro de la institución. Los testimonios de los alumnos ponen en
evidencia el peso que adquieren los procesos de sociabilidad en el éxito escolar. Para la
mayoría de los alumnos “llevarse bien” con sus pares implica evitar los conflictos,
descripción hecha en base a una negativa; en tanto sólo uno pocos describen las
relaciones entre compañeros enfatizando la ayuda, la solidaridad y la contención mutua.
A su vez, la mayoría de los alumnos no traslada las relaciones escolares por fuera de la
institución.
Al describir las problemáticas y los conflictos en la escuela, las formas de
discriminación ocupan un lugar importante, entre ellas, la victimización discriminatoria
sobre alumnos varones a causa de su condición de bolivianos. El estudio indica que:
“Los alumnos agredidos no buscan ni encuentran respuesta a este problema en
referentes adultos de la institución; de sus relatos se infiere que la situación no suele ser
objeto de intervención de los docentes. Además de esto, la discriminación se presenta
como un problema vivido en soledad por quienes lo padecen en la medida en que es un
asunto que no aparece mencionado en los testimonios de quienes no son objeto de este
tipo de agresiones”.
Este fenómeno también se pone de manifiesto en las relaciones con los alumnos
que realizaron su escolaridad primaria en otras provincias; éstos señalan que la relación
con los compañeros les resulta más complicada, generando una fuerte preocupación por
ser aceptados por sus pares.
También son significativos los robos, acontecidos mayormente en el interior de las
aulas. Las disrupciones escolares, son mencionadas como un problema recurrente que
genera tensiones tanto entre alumnos y docentes como entre los alumnos. Asimismo, se
señala que las agresiones físicas y las amenazas con armas blancas y de fuego son poco
frecuentes, y cuando tienen lugar, se encuentran envueltos en estas situaciones
mayormente los alumnos varones.
Por su parte, el estudio realizado por la Dirección General de Cultura y Educación
de la Provincia de Buenos Aires consiste en analizar si existe correlación entre los
índices de violencia escolar y de indisciplina escolar en relación a indicadores de nivel
socioeconómico, tasas de delitos y de residencia geográfica de la población indagada.
El informe establece una diferenciación en las conceptualizaciones de indisciplina
y violencia.
Los datos obtenidos permiten desestimar ciertos supuestos tales como: considerar
la indisciplina como el paso previo a la violencia escolar, la asociación directa entre
niños pertenecientes a sectores de bajos recursos y actitudes de violencia escolar, las
situaciones de imitación con respecto al entorno y la existencia de áreas geográficas de
indisciplina y violencia escolar.
La hipótesis que sometieron a prueba los autores fue la siguiente; no existe
correlación entre los índices de violencia escolar e indisciplina escolar en relación a los
indicadores de delito, lugar de residencia desfavorecido y nivel socioeconómico de la
población.
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Las principales conclusiones dan cuenta de que en las relaciones sociales que se
desarrollan en el interior de los establecimientos se manifiestan, principalmente,
problemas de indisciplina antes que de violencia. Esto abre a un amplio campo de
indagación a fin de precisar o señalar qué factores y/o dimensiones sociales, culturales,
institucionales, escolares, etc. se hallan asociados a los fenómenos de indisciplina y
violencia escolar. La débil asociación observada entre violencia escolar y condición
socioeconómica, cultural y escolar permite destacar los supuestos mencionados que
vinculan mecánica e ineluctablemente, actitudes violentas con niños y jóvenes que
provienen de hogares con bajos ingresos.
El trabajo realizado por el Área de Educación e Investigación de la Comisión
Provincial por la Minoría, conjuntamente con la Rama Polimodal de la Provincia de
Buenos Aires, dirigido por Sandra Raggio, indaga en los imaginarios sobre la
inseguridad y la delincuencia de 236 jóvenes alumnos de escuela polimodales públicas
de la ciudad de La Plata, de entre 15 y 18 años. En cuanto a lo metodológico se trata de
un estudio de tipo exploratorio, con una muestra no representativa, que privilegio como
instrumento de indagación encuestas abiertas individuales, que incluyeron tres ejes:
percepción sobre la inseguridad; percepción sobre la delincuencia; posibles soluciones.
Las expresiones libres de los alumnos fueron clasificadas según categorías que
permitieran crear datos cuantificables.
Respecto a la conceptualización de la violencia, la autora considera que ésta es
puesta en acto no sólo a través del hacer sino también en el decir. Las clasificaciones
sociales expresadas en el lenguaje, en la forma de nombrar, no sólo reflejan fracturas y
segmentación social: también las provocan.
Las principales conclusiones señalan la alta heterogeneidad de los discursos de los
docentes, en los cuales gran parte de los debates nacionales sobre el tema no tienen eco.
Así es que el agravamiento de las penas no tiene la frecuencia esperada con sus
respuestas, ni tampoco la pena de muerte o la baja en la edad de inimputabilidad. Las
percepciones e imaginarios juveniles no son reflejo de las de los adultos, distorsionado
por la edad, o de los medios de comunicación. Sus opiniones e imaginarios son
singulares. En este sentido, la mayoría no desconoce que el crecimiento del número de
actos delictivos en nuestra sociedad tiene directa relación con el desempleo y la
pobreza.
Por otra parte, la mayoría de los alumnos sostiene que las razones de la
inseguridad son causa de factores socioeconómicos; en tanto que las soluciones
implicarían políticas que tiendan a modificar estas circunstancias. Por otro lado, los
delincuentes son caracterizados mayoritariamente por su condición social, por sus
características de personalidad, y por ser víctimas de la sociedad. Para finalizar la autora
argumenta que se suele subestimar a los adolescentes y que esta subestimación es parte
de los estereotipos sociales.
La investigación efectuada por la Dirección Nacional de Política Criminal del
Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, coordinada por
Daniel Pedro, aborda las situaciones de violencia, acoso y victimización en el ámbito
escolar del nivel medio de la Ciudad de Buenos Aires durante el año 2002.
El informe pretende dar cuenta de si se produjo un aumento de la violencia escolar
en las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires, más específicamente, se busca medir la
presencia y participación de los adolescentes y jóvenes en peleas con intercambio de
golpes y otro tipo de agresiones físicas, y el haber sido atacados o golpeados
físicamente. Se midió además si los encuestados han sido victimizados en dos hechos
específicos: hurtos de bienes o pertenencias y robo con violencia, entendido como robo
al contacto visual con el agresor y por ende con amenaza o uso efectivo de la fuerza.
Las hipótesis giran en torno a los siguientes ejes: la mutación en los sentidos sobre
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lo que es considerado violento o no, puede estar ligado a un cambio valorativo generado
por las transformaciones en la formas de socialización e integración en nuestra
sociedad. Además, se argumenta que el fenómeno de las violencias en el ámbito escolar
puede ser considerado como una manifestación más del proceso de deterioro y declive
de las instituciones.
La violencia escolar es entendida como la reproducción, en el interior de la
escuela, de formas violentas de resolución de conflictos que se dan en el medio social,
entrecruzándose así agresiones que afectan tanto a docentes y directivos, como a
alumnos, familiares y aún las vinculadas a las instalaciones y al equipamiento. Además
los autores señalan la necesidad de redefinir el concepto de violencia, para hablar de
violencias, de manera tal de no limitar el concepto y de trabajar pensando en la
multiplicidad de significaciones asociadas al mismo, en la diversidad de
representaciones que presenta, y en el carácter cultural que poseer; en el sentido de que
la explicación de las violencias debe centrase en las distintas formas de cultura y
sociedad.
El trabajo arroja las siguientes conclusiones preliminares: casi la mitad de los
adolescentes y jóvenes menciona la existencia de peleas frecuentes con agresiones
físicas en la escuela. También expresan la existencia de actos vandálicos contra las
escuelas y con una frecuencia relativamente menor señala el haber sido víctimas de
hurto dentro de la escuela. Un resultado interesante es que un porcentaje mínimo de
alumnos reconoce haber llevado armas a la misma; sin embargo éste asciende cuando se
los interroga sobre su percepción acerca de que algunos de sus compañeros ingresan con
armas a la escuela. Por otra parte, una proporción importante de encuestados sostiene la
posibilidad de acceder con facilidad a sustancias adictivas en la escuela y en los
alrededores de las escuelas.
Para terminar este apartado, dentro de las iniciativas relevantes en materia de
producción de investigación por parte de los organismos públicos, es dable incluir al
Observatorio Argentino de Violencias en las Escuelas, que comenzó de manera formal a
ejercer funciones en el año 2004. El Observatorio se constituyó a partir de una iniciativa
conjunta entre el Ministerio de Educación, la Universidad Nacional San Martín y la
UNESCO – sede Brasil – con el objeto de sumar esfuerzos para el estudio de la temática
de la violencia en las escuelas.
Los objetivos, vinculados a la investigación, que persigue el Observatorio son:
integrar un núcleo de investigación en el área de la violencia en las escuelas,
consideradas sus diferentes naturalezas y modalidades; promover una red entre
investigadores sobre la violencia en las escuelas y estudiar esta temática desde el punto
de vista multi e interdisciplinario,
encontrado con determinado perfil ambiental (clima social escolar y del aula y clima
familiar) y un determinado perfil individual (actitudes existenciales básicas y estados
psicológicos.
La violencia es conceptualizada como situaciones, hechos o personas que expresan
conductas consideradas como desaforadas o excesivas por el o los individuos a los que
van dirigidas, y que son manifestaciones de un poder no legitimado consensualmente.
En el ámbito escolar, las conductas denominadas como violentas son las
siguientes: impertinencia, uso del lenguaje obsceno, manifestaciones de burlas,
violación marcada de los códigos de vestimenta, peleas entre personas y grupos,
acciones de vandalismo y robo.
Las principales conclusiones a las que se arriba dan cuenta de lo siguiente: en
primer lugar, de acuerdo a la tipología que se elaboró sobre las manifestaciones de
violencia escolar vinculadas con los tipos de escuelas, se constató que las
manifestaciones de violencia que se dirigen hacia la autoridad (conductas de agresión
verbal, cuestionamiento hacia los adultos) se encuentran mayormente en la escuela de
clase media alta en tanto que aquellas dirigidas hacia la institución escolar (agresión
verbal, cuestionamiento de las normas, disrupción en las aulas) se presentan en mayor
medida en la escuela de clase media. En tanto que las manifestaciones de violencia
dirigidas hacia las personas y la propiedad privada (peleas y robos) se encuentran más
frecuentemente en la escuela de clase baja. Por otra parte, en lo referente al clima social
de la escuela, éste se correlaciona mayormente con las formas de violencia hacia la
autoridad y hacia las normas escolares, en tanto que el clima familiar se correlaciona
con las manifestaciones de violencia contra las personas y la institución, presentes en
mayor medida en la escuela de clase baja.
También dentro de la década del 90 se debe destacar el trabajo llevado a cabo por
equipos de investigación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires entre los que se encuentran los estudios dirigidos por Graciela Morgade,
Marta Souto, Carina Kaplan, María Luján Bertella, sumados a los dirigidos por maría
Inés Bringiotti y Graciela Batallán.
Morgade, en el marco del proyecto “La problemática del poder y la autoridad en la
perspectiva de la transformación escolar. Mujeres y varones en cargos de decisión en las
escuelas”, analiza la estructura del poder subyacente en organizaciones educativas,
respecto a las relaciones sociales de subordinación, dominio y permanencia de las
desigualdades de género. Souto, aborda las relaciones en la escuela desde el campo de
lo grupal. El trabajo da cuenta de la existencia de “formaciones grupales”, noción que
remite a construcciones peculiares, propias de las interacciones entre los sujetos y la
realidad institucional. “El propósito es el de describir, analizar e interpretar las
formaciones grupales halladas y mostrar su lugar de intermediación entre los sujetos y
la institución”. También considera pertinente hablar de violencias en plural, debido a la
multiplicidad de fenómenos que remiten a dicho concepto.
Por otra parte, las violencias son clasificadas como objetivas, es decir observables,
o bien como subjetivas, dando cuenta de las formas de sufrimiento de quien es objeto de
ellas.
Del análisis de los registros pudieron establecerse las manifestaciones de la
violencia más frecuentes y sus objetos: la agresión hacia los objetos escolares, la
agresión a las personas, la agresión en la relación docente – alumno y los juegos de
violencia mutuas en situación de desborde y caos. A su vez, la tipología de las
formaciones grupales elaborada en torno a la violencia distingue entre: la caricatura
pedagógica, la violencia sitiada, los grupos antagónicos o de ataque, el chivo expiatorio
y la contracultura. Estas formaciones grupales son analizadas desde tres perspectivas: la
social, la psicológica, y la pedagógico – instrumental. Desde lo social, estas
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dicho y lo hecho por los actores implicados, en especial los docentes; la falta de
consensos institucionales, ya que muchas veces se observan fracturas entre el cuerpo
docente en relación tanto a sus prácticas, como a sus discursos; la continuidad de
prácticas autoritarias, que son disimuladas u opacadas por la instauración de los nuevos
sistemas de convivencia y su discursividad democratizadora. Asimismo, se evidencia la
existencia de figuras, como el caso de los directores, que estarían por sobre las pautas.
Al mismo tiempo, la no acreditación como sanción o castigo implica la utilización
de la evaluación como sistema punitivo, expresado en las amenazas de enviar a los
alumnos a examen ante problemas de indisciplina. Asimismo, la impunidad instaurada
es uno de los factores que resulta relevante en la escalada de la tensión y el conflicto
entre docentes y alumnos.
Los nuevos sistemas de regularización escolar no logran eliminar prácticas que
pertenecen a sistemas anteriores, generándose así, un marco regulatorio híbrido, que no
sólo no resuelve las tensiones, sino que en algunas circunstancias las aumenta.
En Sociología del delito amateur, Gabriel Kessler, indagó sobre jóvenes que han
cometido delitos violentos contra la propiedad. El mencionado libro fue realizado en el
marco del proyecto “Trabajo, sociabilidad e integración social” inscripto en el Área de
Sociología de la Universidad Nacional de General Sarmiento. El delito es entendido
como parte visible de otros procesos menos evidentes y como manifestación de un
proceso de mayor alcance como es la descomposición de la sociedad salarial, la
desestabilización y crisis laboral y la segregación socioespacial. A través de entrevistas
se describe quiénes son estos jóvenes y qué características poseen sus acciones. El
investigador alude al término delito amateur porque los jóvenes estudiados se alejan de
las situaciones delictivas que referencian esa imagen clásica del delito profesional con
códigos precisos. En éstos no se verifica separación tajante entre actividades legales e
ilegales, entre trabajo y delito.
Las hipótesis generales que atraviesan el trabajo giran en torno a la precariedad
laboral vivenciada y la alternativa entre y trabajo y delito, que
“Reduce el espectro temporal en el cual proyectarse imaginariamente. Cuando el
mediano y largo plazo se desdibuja, el horizonte en el que evalúan las acciones a
realizar se limita a lo inmediato. De este modo, si la inestabilidad laboral impide
imaginar alguna movilidad ascendente futura, en el presente lleva a que el trabajo se
transforme en un recurso de obtención de ingresos más entre otros, como el robo, el
pedido en la vía pública, el “apriete” y el “peaje” (bloqueo de una vía de pasaje
obligado en un barrio para exigir dinero a los transeúntes a cambio de dejarlos pasar),
entre los cuales se opta según la oportunidad y el momento”.
En consonancia, en tal contexto, las acciones de un segmento particular de jóvenes
se caracterizan por estar precedidas y, a su vez, por reforzar el desdibujamiento de
ciertas fronteras, en particular, las que separaría lo legal de lo ilegal
Dentro de los interrogantes específicos se puso la mirada sobre el tipo de
escolaridad que habían recibido y la relación que establecían con la educación.
Las preguntas que guían la indagación con respecto a las trayectorias escolares se
orientan hacia las marcas que ha dejado la experiencia escolar, los vínculos con lo
docentes y los compañeros, los motivos de la deserción y la relación entre escuela,
violencia y delito. En cuanto a la experiencia personal se observa la dificultad de
encontrarle un sentido general a la educación y de articular los aspectos educativos con
otros aspectos de su vida. Es por ello que se plantea que la escolaridad es de baja
intensidad entendida como el desenganche de las actividades. La baja intensidad no
implica ausencia de tensión o conflicto, por el contrario se trata de una baja intensidad
muy conflictiva, de una relación en parte débil por lo poco que hacen en la escuela, pero
que al mismo tiempo es un vínculo muy tenso, siempre al borde de la ruptura y la
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implosión violenta.
El desenganche presenta dos variantes: una disciplinada caracterizada por una
actitud ausente en clase con bajo nivel de conflictividad y la otra disciplinada vinculada
a los jóvenes designados como barderos, y que manifiestan problemas disciplinarios
graves.
Entre los factores del desenganche se encuentran, en primer lugar, la participación
en hechos delictivos, considerada una experiencia de alta intensidad (armas, riesgo,
dinero) en contraposición al bajo nivel de expectativas que encuentran en la escuela. En
segundo lugar, aparecen la repitencia y el rezago que los obliga a integrar nuevos
grupos con compañeros de menor edad. Según Kessler, “si algún suceso tiene el poder
de interrumpir la escolaridad, es porque el apego a la escuela no es muy sólido, ya que
en – general – no se trata de problemas irresolubles ni tampoco sería justo decir, en
muchos casos, que la escuela lo excluye, al menos no abiertamente”.
En cuanto a la relación con los docentes y compañeros, básicamente se observa la
dificultad de establecer vínculos fuertes con ellos. Con los primeros parecería
establecerse un pacto implícito de no interferencia en los objetivos de cada uno, con el
fin de evitar conflictos en el aula. Por su parte, las amistades de los entrevistados no
son escolares sino más bien se encuentran en el barrio. Por lo general, con sus
compañeros se establecen prácticas de amedrentamiento con el objeto de que les hagan
la tarea o de obtener dinero.
“En síntesis, en el aspecto relacional la escuela no constituye en los casos
analizados un ámbito de sociabilidad importante en cuanto al vínculo con los
compañeros; y tampoco se han establecido relaciones beneficiosas con los profesores,
más bien, se trata de un vínculo signado por la indiferencia, por la tensión y la
angustia”.(Kessler)
El autor plantea que no es fácil sostener que la escuela excluye a estos jóvenes,
pareciera que la desidia y la resignación de la escuela si bien no excluye, tampoco
incluye. Lo cual puede dar pie para preguntarse qué rol debería asumir la escuela en
estos casos. De hecho, no se manifiesta una exclusión deliberada de estos sujetos,
reconociéndose que las instituciones son muchos más tolerantes que en el pasado. Lo
que sí parece existir son los mecanismos informales dentro de las escuelas “buenas”, de
los barrios donde viven los entrevistados, para no aceptar o desembarazarse de los
alumnos problemáticos.
En relación a los procesos de etiquetamiento y estigmatización, éstos erosionan
vínculos de por sí débiles, y contribuyen a la deserción y el abandono. Las fuentes de
estigmatización no aparecen necesariamente ligadas al delito: en algunos casos se
vinculan al uso de drogas y se observa que uno de los mayores estigmas es la entrada en
el sistema penal, que dificulta la reinserción escolar.
La Universidad de Córdoba también lleva a cabo un número importante de
indagaciones sobre la temática, considerando el problema desde diferentes enfoques y
disciplinas.
Nora Alterman y Ana María Foglino analizan la incidencia de los Centros de
Actividades Juveniles (CAJ) en torno a las estrategias para el mejoramiento de la
convivencia escolar. Las autoras señalan que la expansión de los CAJ prevista para el
2005 en las escuelas de Córdoba, representa una respuesta desde el Ministerio de
Educación Nacional a innumerables problemas que afectan al nivel medio: fracaso,
abandono, indisciplina y violencia.
Las principales conclusiones dan cuenta de que los CAJ están dotados de un
potencial capaz de generar una mejora en los vínculos de convivencia, reduciendo los
problemas de violencia e indisciplina. A su vez puede hablarse de un “efecto CAJ”,
indirecto y no inmediato, vinculado a la construcción de una subjetividad ligada al
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profesores, destacando las formas de trato por parte de éstos, así como su capacidad
como docente expresada en la enseñanza de contenidos. De la forma que adopten estas
“cualidades” dependerá que se establezca una relación amistosa o de confrontación.
Por último, los autores mencionan el ámbito de las relaciones entre alumnos. Aquí
el conflicto pasa fundamentalmente por el tratamiento de la diferencia, manifestándose
desde formas de convivencia tolerante con los otros hasta situaciones de dominación,
confrontación o indiferencia. “Ese tratamiento de la diferencia asume dos
características, por un lado, por la diferenciación social a nivel de las diferencias
económicas, étnicas y culturales, y por otro por diferencias por las construcciones
identitarias singulares, es decir, por las formas de ser de la presentación personal
(timidez, introversión o extroversión, popularidad por atributos estéticos, o sociales,
etc.)”
Diferencias que están presentes en las representaciones de los alumnos. Desde la
perspectiva de los directivos prevalece una concepción igualitarista – homogeneizadora
de las relaciones entre alumnos que en muchos casos impide la comprensión de
conflictos derivados de las diferencias sociales y personales entre los alumnos.
Con relación a las conclusiones se destaca que en la perspectiva de los directivos
predomina una concepción “disruptiva y contingente del conflicto”, que en algunos
casos, remite a la individualidad de los alumnos y en otros a los factores contextuales.
“Esta concepción del conflicto inferida como tendencia en los casos estudiados es
la predominante, tanto en el conjunto de la sociedad en general como en el sistema
educativo en particular: aquella que lo califica como algo negativo, indeseable, asociado
a la violencia, disfunción o patología y, en consecuencia, como una situación que hay
que corregir y evitar. Por consiguiente, el conflicto es considerado como un elemento
que perjudica gravemente el normal funcionamiento de la organización educativa ya
que lo asocia a las distorsiones no esperadas que lo contraponen a la pretendida eficacia
de los procesos educativos”.
Por parte de los alumnos, la jerarquía u el sentido otorgado a las normas dista
mucho del de los adultos de las instituciones. El seguimiento de las normas por parte de
los alumnos, que la mayoría de las veces no son las pautadas por la escuela, está dado
en muchos casos por el deseo de aceptación de sus compañeros. Estas normas brindan a
los alumnos un sentido de pertenencia y lealtad respecto al grupo de pares generando
prácticas de oposición y resistencia contra las normas escolares.
Otra línea de trabajo sobre la temática en el seno de esta misma universidad es la
desarrollada por Lucía Garay. La investigadora ha estudiado la violencia en las escuelas
medias cordobesas, particularmente las agresiones que se dan entre pares. Para Garay,
se produce una mutación en el sentido de la violencia: si en los años 70 la violencia en
las escuelas medias tenía generalmente un claro sentido político, en la actualidad las
formas de violencia se tornan más difusas y difíciles de comprender para el mundo
adulto y “no tiene un sentido de resistencia ni de creación de otra alternativa en el
ámbito institucional”
Según la autora las manifestaciones de violencia se relacionan con la fuerte crisis
social que atraviesa la Argentina. A su vez, la desaparición de instancias de
socialización por fuera de la escuela se presenta como un factor que incide sobre el
problema. Se menciona la creciente inestabilidad y rotación de alumnos y docentes por
las instituciones, lo que genera un mundo escolar inestable donde existe mayor
propensión a la aparición de conflictos y conductas violentas.
observar el aumento de sanciones después de 1984, cambiando a su vez las razones del
castigo. Por otra parte, no se obtuvieron evidencias que demuestren que las
amonestaciones eliminen la indisciplina. Entre los principales motivos de sanción se
destacan las faltas de respeto, aplicando mayor número de amonestaciones cuanto el
sujeto destinatario de la falta ocupa un rol de mayor jerarquía institucional. Las
sanciones relativas al aprendizaje o al estudio son significativamente bajas.
Dicho estudio sostiene que la eficacia del dispositivo radica en la producción de
un sujeto que calcula costos y beneficios, administrando el "crédito disponible" de
amonestaciones de manera adecuada.
Según Narodowski, “La disciplina en la escuela secundaria tanto a nivel de los
dispositivos de poder como en el de los saberes que allí se generan son educativos por
dos razones. Por un lado (...) por su centralidad en el diagrama institucional (...) Pero
además este funcionamiento es socialmente eficaz: la especulación (...) es también un
conocimiento socialmente significativo aunque esto suponga la contravención de ciertos
valores por algunos estipulados como legítimos”.
Por su parte, Oviedo de Benosa analiza la representación social del conflicto
presente en las prácticas escolares -tanto en forma manifiesta y oculta- en una escuela
primaria de un pueblo de la provincia de San Luís que atiende a población de sectores
populares-marginados. Respecto a lo metodológico, el trabajo se centró en
observaciones de clases escolares y entrevistas a docentes focalizando la mirada en tres
dimensiones institucionales sobre las cuales emerge el conflicto: el aula, como espacio
pedagógico en donde se producen conflictos en relación con el conocimiento; los
maestros con sus prácticas; y los procesos institucionales.
La autora señala que pensar el conflicto como algo negativo obstruye la
posibilidad de participación de los actores educativos. Ésta representación del conflicto
obstaculiza el funcionamiento de sistemas de negociación y mediación, que serian
propicios para atenuar los fenómenos de violencia producidos por las dinámicas
institucionales. La negación del conflicto por parte de la institución cosifica lo social.
En cuanto a las tesis más recientes se puede mencionar la de Horacio Paulin
titulada "Disciplinamiento y escuela media: un análisis de la experiencia de los
Consejos de Convivencia".
El propósito general que se plantea este estudio es establecer marcos de
comprensión de los procesos de cambio que se producen cuando las organizaciones
escolares intentan implementar mecanismos participativos para la gestión de la
convivencia de sus miembros. De esta manera, interesa partir del análisis de la
producción disciplinaria particular que se establece en la escuela media actual en
aquellas experiencias que se pretenden como innovación del sistema tradicional.
Las principales conclusiones a las que arribó el autor dan cuenta de las siguientes
cuestiones: La implementación de los Consejos de Convivencia, desde el discurso de la
política educativa enmarcado dentro de las “propuestas de convivencia escolar” intenta
desplazar a las prácticas de disciplinamiento habituales en la escuela. Pese a esto, la
investigación muestra “que subsisten formas de reproducción de aquello que se dice
combatir, a la vez que se instauran prácticas instituyentes de deliberación democrática y
de circulación del poder inéditas en la relación con los adolescentes”.
El problema de la convivencia escolar se aborda desde una perspectiva de carácter
prescriptivo-normativo y promoviendo una implementación aplicacionista y
generalizada de los organismos colegiados en las escuelas.
Según Paulin, en pocas ocasiones, esta lógica disciplinaria se desplaza hacia la
consideración de situaciones de conflicto de la dinámica escolar en la que los alumnos
no son vistos en primera instancia como culpables, con posibilidad de incluir otras
variables en el análisis de la indisciplina, como por ejemplo, la inadecuación de ciertas
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Éstos supuestos giran en torno a la peligrosidad del barrio como atributo omnipresente.
Esta se encuentra asociada a las actividades delictivas de sus habitantes y al desorden y
la falta de códigos de convivencia. El otro supuesto descriptivo presente es el de
precariedad de las condiciones de vida de la población. Esta precariedad produce
efectos diferenciales: sí se piensa en los niños o jóvenes se actúa de forma
compareciente debido a sus carencias. Si la precariedad se asocia a los adultos esta
actitud deja lugar a la censura, responsabilizando a los sujetos por su propia condición.
El otro orden es el de los supuestos normativos que engloban las suposiciones
sobre lo que un niño o joven de determinada edad debería saber y hacer, aquello que
entraría dentro del orden de la socialización primaría. Así la escuela espera que los
alumnos lleguen con ciertas disposiciones tales como el respeto a la autoridad,
capacidad de sostener la atención, ciertas pautas de convivencia con los pares, entre
otras.
El barrio también tiene una mirada sobre la escuela, pero esta lejos de ser
homogénea, puede agruparse en dos grandes grupos según las diferencias sociales,
culturales y morales de los habitantes del barrio. El primer tipo de actores, comprende a
aquellos vecinos con trayectorias de ascenso social truncadas o a aquellos que forman
parte de los sectores medios empobrecidos. Para éstos, la educación y el trabajo son
valores en sí mismos, más allá de su utilidad; la escuela debe educar a sus hijos y
asegurar un medio escolar seguro, disciplinando a los hijos del segundo grupo. La
escuela es considerada buena en la medida en que exige a sus hijos y castiga a lo
indisciplinados; en contraparte, cuando el desorden es continuo y la exigencia es baja
ésta parece a los ojos de dicho grupo como mala. En el segundo tipo de actores, se
incluyen sujetos con trayectorias escolares intermitentes, fragmentadas o inexistentes.
Además, su trayectoria familiar y ocupacional es sumamente irregular. El grupo incluye
mayoritariamente menores de 35 años. Para estos sujetos la institución es una
proveedora de bienes y servicios, en donde se incluyen la indumentaria, los útiles y el
cuidado de los chicos y su alimentación. La escuela se considera buena cuando provee
sus necesidades y mala cuando rehúsa cumplir sus requerimientos.
Estos supuestos cruzados operan sobre las prácticas de ambos actores en su
cotidianeidad. Un ejemplo de este funcionamiento se ve en cómo los supuestos de
peligrosidad y de desorden se expresan en un sentimiento de temor a ser agredido,
inhibiendo las intervenciones de los docentes destinadas a regular el desorden. A su vez,
las prácticas de los estudiantes refuerzan estos supuestos; los alumnos se muestran
concientes de los miedos y prejuicios de los docentes y lo utilizan en su provecho a
través de amenazas que rara vez se hacen efectivas.
Por su parte, la precariedad deviene en un principio explicativo de cualquier tipo
de desviación de los alumnos respecto al rendimiento deseado. Esto lleva a redefinir los
objetivos de la institución desplazándose de la enseñanza a la contención. Es decir, si
las condiciones de precariedad desvían la atención de la enseñanza a la asistencia, esto
se ve reforzado por las expectativas que tienen los miembros del grupo II. En tanto, esta
mirada refuerza los supuestos del grupo I, que identifican una escuela que no cumple
con sus funciones: enseñar y disciplinar, volviéndose una mala escuela y apartando a
estos sectores de las mismas. La mirada homogénea que tiene la escuela del barrio pasa
por alto la diversidad de actores y de supuestos que éstos tienen. Sumado a esto, se
observa cómo en cierto sentido esta diversidad se vincula con las desigualdades
materiales, de las cuales son responsabilizados los propios sujetos.
Desde una perspectiva distinta, la tesis de maestría de Ana Lía Passarotto, titulada
"Entre la incivilidad y la violencia. Estrategias preventivas utilizadas en las escuelas de
la provincia de Santa Fe", se propuso conocer las estrategias de gestión para prevenir o
minimizar lo hechos de violencia en el ámbito escolar que utilizan las escuelas del tercer
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Una recapitulación
Capitulo 6
Violencias y escuela:
Análisis de las políticas vigentes en la Argentina
Kaplan, Carina y Mutchinick, Agustina
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los alumnos, renovando las culturas institucionales para que puedan sostener estos
acuerdos.
La tercer propuesta es el "Observatorio Argentino de Violencia en las
Escuelas", iniciativa conjunta entre el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología
de la Nación Argentina, la Universidad Nacional San Martín y la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) - Sede Brasil.
Tiene por propósito:
4. El nivel municipal
Americanos (OEA). Integran este portafolio, entre otros, dos programas del Ministerio
Nacional de Educación, Ciencia y Tecnología:
1. El "Programa Nacional de Fortalecimiento Profesional de
Capacitadores en Formación Ética y Ciudadana" que pretende: a)
contribuir al fortalecimiento de equipos de capacitadores encargados del
desarrollo de acciones de capacitación docente enfocadas en la enseñanza
de las distintas áreas curriculares (entre las que se encuentra Formación
Ética y Ciudadana); b) conformar una red de capacitadores que garantice
calidad con equidad en la capacitación; y c) promover la elaboración y
puesta en marcha de acciones de capacitación docente que contribuyan al
desarrollo curicular continuo, que atiendan a las necesidades y demandas
de los docentes y enfoquen en las prácticas de la enseñanza en las
instituciones educativas.
2. El "Programa Normas de Convivencia Escolar"
La iniciativa del Portafolio se desarrolla en un marco donde los Estados Miembros
expresan su creciente interés en la educación para la democracia, la educación cívica y
la educación para la paz con el fin de hacer frente a los niveles cada vez mayores de
inestabilidad, violencia y desconexión política dentro y fuera de las escuelas.
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monocausal que sostiene que los adolescentes son los que han cambiado y se han
tornado violentos no permite desarrollar herramientas capaces de contrarrestar la
problemática.
Por último, el "Centro Interdisciplinario de Cuidados para Educación" (CICE)
sostiene que el aumento de ciertos actos violentos que los jóvenes generan para con los
otros y para con ellos mismos, tales como intentos de suicidio y agresiones, abusos y
malos tratos entre adolescentes, se conciben como resultantes del hecho de estar
creciendo en un clima no saludable, producto de la violencia que implica vivir en
hogares necesitados y excluidos.
Así, se pone de relieve el contexto social a la hora de dar cuenta de las situaciones
de violencia sobre las cuales se pretende intervenir. Ello es altamente significativo en la
medida en que contrastaría con la retórica neoliberal que disocia las causas sociales de
la responsabilidad individual. Tal como señala Wacquant para el caso de las violencias
y la miseria social: “…la nueva doxa penal que se difunde hoy desde Estados Unidos
por el continente europeo postula un corte claro y definitivo entre las circunstancias
(sociales) y el acto (criminal), las causas y las consecuencias, la sociología (que explica)
y el derecho (que regula y sancionar)”.
Este tipo de racionalidad punitiva e individualizante no parece ser la tendencia que
se advierte en los programas relevados en el contexto nacional.
Si bien se destacan estos factores denominados habitualmente como "exógenos",
los mismos generalmente se articulan con dimensiones intrínsecas a la institución
escolar. Junto con las determinaciones del contexto social, las iniciativas expresan, en
sus enunciados, la singularidad de los procesos y prácticas escolares. Varios programas
hacen mención a los factores denominados "endógenos", al intentar explicar las
situaciones de violencia que observan en el contexto escolar. Cuestiones inherentes a la
institución educativa y a la manera de insertarse en ella que tienen los actores son
considerados como generadores de hechos de violencia en la escuela: la escasa
significatividad de los contenidos escolares para los alumnos; la falta de estrategias
didácticas que promuevan su compromiso con el aprendizaje; la poca atención dada a
las diversas problemáticas que ellos atraviesan; los modos de relación autoritarios entre
docentes y estudiantes; el uso de la nota para controlar la conducta en clase; las
discriminaciones encubiertas vinculadas a diferencias de cultura, nivel social, género,
etnia, religión; los marcos regulatorios del comportamiento y la disciplina que apelan
únicamente al castigo de la falta; el malestar de los docentes por el desprestigio social
de su profesión y el deterioro de sus condiciones de trabajo e ingresos; entre otras
cuestiones.
El Programa de Mediación Nacional comenta que la aparición e incremento de la
violencia se vincula no sólo con las condiciones externas a la escuela, presentes en el
ámbito social general, sino también con las diversas formas en que la institución elabora
los conflictos, con el grado de participación de los diferentes actores en esa elaboración
y con la diversidad de abordajes para trabajar esta problemática. Si bien existen factores
de origen externo que causan la violencia en la escuela, también se encuentran
componentes internos a la institución escolar que contribuyen a través de ciertas
prácticas institucionales a obstaculizar una convivencia democrática, promueven la
aparición de conflictos y, a la vez, se dificulta su manejo y/o resolución a través de
instancias de diálogo y cooperación.
El "Programa de prevención y asistencia de la violencia social en el ámbito
escolar" sostiene, por su parte, que la escuela como transmisora de saberes socialmente
útiles se ha transformado, especialmente en la concepción de los adolescentes del Nivel
Medio, en una institución de paso obligado, otorgadora de certificaciones. La
decadencia de los valores y los conocimientos de los "adultos" ha empujado a la escuela
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A modo de cierre
llevadas a cabo tengan realmente algún tipo de injerencia en los escenarios escolares.
Es preciso avanzar en la superación de aquellas formas estructurales de la exclusión y
fragmentación social que permiten interpretar gran parte de la relación entre escuela y
violencias.
Capítulo 7
Violencias de género en las escuelas
Fainsod, Paula
Las relaciones entre los géneros, tanto en la escuela pública como en la privada,
no han sido ajenas al ejercicio de las violencias. Aún con lo que se ha avanzado en la
superación de obstáculos materiales y simbólicos para la construcción de relaciones más
igualitarias entre varones y mujeres, persisten en las instituciones condiciones que
refuerzan estereotipos, desigualdades y violencias de género. En tanto sociales, los
vínculos entre los géneros se erigen como producto de la historia a la vez que
productores de lo social. Junto a los procesos de reproducción y dominación, se
reconoce que en las grietas de la hegemonía masculina, nuevos sentidos y prácticas se
construyen.
La institución escolar está atravesada por estos procesos. En las escuelas se dan
procesos diferenciales de socialización y subjetivación de varones y mujeres
generadores y legitimadores de violencias de distinto tipo que van desde la violencia
física a modos más sutiles. Sin embargo, las violencias de género en las escuelas como
interrogante investigativo no se ha instalado como una de las preocupaciones fuertes del
campo socioeducativo.
Los modos en que mujeres y varones organizan sus vidas y sus relaciones
responden a diferencias socio-históricas-económicas, políticas, simbólicas, eróticas- que
constituyen estrategias de la producción de las desigualdades de género. Estas
diferencias que se presentan como únicas posibilidades, operan violencia en tanto
construyen consenso respecto de la inferioridad “natural y esencial” de las mujeres y de
los varones diferentes al varón hegemónico. Así, a la vez que, estas estrategias
invisibilizan la discriminación y violencia al colocar en el orden de lo natural las
desigualdades sociales; legitiman un orden social injusto.
Los vínculos que entretejen los varones entre sí, las mujeres con otras mujeres y
los que entrelazan a ambos sexos conforman un particular circuito donde desigualdad,
discriminación y violencia se retroalimentan. La discriminación hacia todos aquellos
“diferentes” se constituye en un anclaje para otras prácticas de violencia. Según
Morgade la discriminación ofrece justificaciones para ciertas prácticas que, de no
mediar estereotipos, resultarían injustificables. Se vive violencia que no es sólo un
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en el patriarcado. Tanto en uno, como en otro caso, se denuncia una escuela que lejos de
ser neutral e inigualitaria en términos de género, reproduce una estructura desigual e
injusta que debe ser el objeto de lucha, en tanto, hasta que no se modifique esa
estructura, continuarían las relaciones desiguales y violentas.
Estas concepciones han sido posteriormente cuestionadas por su esquematismo y
su incapacidad de comprender los cambios históricos, como así también la participación
de los distintos actores sociales en los procesos de creación, reproducción y
transformación de las pautas culturales.
Tanto en las tradiciones de los estudios con perspectiva de género que abordan el
espacio educativo como así también aquellos que desde esta perspectiva incursionan en
otras esferas sociales y culturales, se entrelazan diversos modos de concebir la tensión
igualdad-diferencias. Esta tensión se constituye en un campo epistémico, en supuestos
de partida desde los cuales se construyen posibilidades de saber. La tensión igualdad-
diferencias se anuda con la cuestión del poder: qué es lo que se constituye en lo uno, en
lo idéntico y qué en los otros, en los diferentes, discute la instauración de un
determinado orden social y sus modos de clasificación y nombramientos que tienen
efectos subjetivos devastadores con su cuota de violencia.
Desde los nuevos enfoques inscriptos en las teorías de género, se propone una
ruptura en el modo desde el cual tradicionalmente se ha pensado la igualdad; la
búsqueda de la igualdad refiere a la igualdad en el campo de los derechos y no al de la
identidad, donde las otras y los otros devengan en el uno, dominante.
Los ´70:
Las violencias de género irrumpen en las escuelas
Los ´80:
Estudios que abren “la caja negra”
las aulas, como en otros espacios escolares, se evidencia una diferencia de trato hacia
varones y mujeres y entre ellos. Estos trabajos mencionan cómo la violencia,
referenciando a la violencia física y verbal, se expresa diferencialmente según los
géneros; observando como modo de comportamiento la agresividad para los varones y
la afectividad para las niñas. Una importante producción investigativa pone de relieve
como en la socialización masculina se produce una asociación directa entre la
masculinidad y agresividad, mientras que en las de las niñas la feminidad tiende a
constituirse a partir de la afectividad.
Algunos estudios señalan el vínculo entre esta socialización con los distintos
valores que estos comportamientos obtienen en lo social y cómo ellos no hacen más que
legitimar y legitimarse en las jerarquías sostenidas por el orden patriarcal, colocando a
la escuela como reproductora y productora de este orden. Otros, proponen un plano
descriptivo en el cual se señala la socialización diferencial que en las escuelas se da y lo
perjudicial de esta estereotipación en la construcción de relaciones más igualitarias y
menos violentas al interior de la escuela. Desde este último enfoque, el cambio de los
patrones de género en los actores educativos devendría en sí mismo en relaciones más
democráticas.
Otra línea investigativa desarrolla una serie de estudios que analizan los desiguales
rendimientos de niños y niñas en las escuelas, el desempeño de los mismos en las áreas
curriculares, las diferencias en las elecciones vocacionales y de carreras superiores y la
relación que existe entre estas situaciones y las expectativas de género de los docentes,
las familias y de los propios niños.
Estos estudios han estado ligados a una línea de investigación educativa cuyos
trabajos han tenido como preocupación central la de determinar el impacto de las
expectativas y actitudes del maestro sobre el desarrollo intelectual, el comportamiento
en clase y el aprendizaje de sus alumnos. Entre sus resultados, señalan que en la sala de
clase, los docentes reproducen de modo activo el sistema jerárquico de divisiones y
clasificaciones de género que se pone en juego en las representaciones y expectativas
que construyen en torno a sus alumnos y alumnas, que impactan en los resultados
educativos de unos y otras.
Otra línea investigativa avanza en la construcción de una mirada crítica hacia la
formación del profesorado y a la organización de las instituciones escolares, la gestión
en ellas y el lugar de las mujeres. En la primera línea de estudios se observa que el
trabajo docente tiende a la reproducción de los modelos de género dominantes a través
de una serie de procesos cotidianos construidos en la apropiación que los docentes
efectúan de los sistemas de usos y expectativas constitutivos de la institución escolar.
Respecto a la segunda línea existe consenso en afirmar que los discursos acerca de la
estructura y dinámica de las organizaciones han sido particularmente receptivos de
ciertos rasgos de la cultura masculina. En particular los de aquellos del tipo
heterosexual, burgués, blanco, racional occidental y técnicamente capaz.
Los estudios que se enmarcan en este grupo focalizan en el nivel institucional de
las violencias de género en las escuelas; argumentando que si bien pensar
institucionalmente es un paso importante hacia la comprensión del género en las
escuelas, no se deben desconocer sus vinculaciones con la cultura más amplia y a las
restricciones del sistema educativo local. Frente al pesimismo de las miradas
reproductivistas, los aportes construidos desde los 80 comienzan a visualizar no sólo a
la escuela como espacio de producción y dominación sino también como espacio de
producción y de resistencias. Poco a poco se va dibujando el mapa de la discriminación
sexista en el sistema educativo que anteriormente era desconocido, y a la vez se señalan
espacios desde los cuales construir espacios contrahegemónicos que favorezcan la
construcción de relaciones más democráticas y menos violentas entre los géneros. El
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Los ´90:
El aporte de los estudios sobre masculinidad
Conclusiones
Aún con las dificultades presentadas, los estudios educativos con perspectiva de
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