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Homilía III Domingo de Cuaresma

¿Está el Señor realmente entre nosotros o no? Así termina primera lectura, esa es la pregunta que se hace el
pueblo de Israel en el camino por el desierto cuando siente Sed. Es una pregunta inquietante, cuestionadora…
y no brota solo desde el plano teórico, es la experiencia de Sed, de necesidad, de impotencia, de vacío lo que
lleva al pueblo a cuestionar a Moisés.
En el evangelio también aparece el tema de la sed de la mujer samaritana… que se dirige sola a un pozo a
sacar agua… Una imagen muy particular, el horario en que va es el de más calor, se ve que quería estar sola…
detrás de esa búsqueda de agua, había existía el deseo de algo más.
Es importante que en la cuaresma le pongamos nombre al deseo, a la necesidad, a la Sed que podemos sentir.
Pero no abrume el mundo o la superficialidad, pensemos en esa sed bien onda del corazón. Un sacerdote se
encontró con una chica que había viajado, estaba en la universidad, empezaba una nueva etapa… y entonces
le dice que etapa más emocionante. Y la chica la responde si muchos me dicen que tengo que salir, divertirme,
ir a fiestas… pero yo solo deseo una cosa… ¿Qué? (le pregunta el sacerdote)… Quisiera estar con mi mamá.
Por eso vallamos a los deseos más profundos, más hondos, esa sed de una compañía para no sentirnos solos,
esa sed de verdad y de certeza frente a la dudas y miedos, la sed de fortaleza al tomar contacto con nuestra
caídas y flaquezas, la sed de alegría si nos sentimos tristes, la sed de perdón, de compresión, de cariño...
¿De qué tengo Sed en esta cuaresma?... Ponerle nombre, pensarlo, rezarlo…
En el evangelio aparece algo curioso, es Jesús el que está cansado, es Jesús el que se sienta y le dice a la
samaritana “Dame de beber”… ¿Por qué arranca así el dialogo? podríamos pensar… “Yo tengo sed, y el Señor
me pide de beber”…
A ver lo primero que tenemos que saber es que Jesús conoce nuestra sed más profunda, que Jesús conoce esa
sed que nosotros ni siquiera sabemos ponerle nombre. Que Jesús comprende… pero nosotros no
comprendemos… luego de entrar en dialogo de corazón a corazón, Jesús le dice a la Samaritana: Si conocieras
el Don de Dios… si supieras quien te dice dame de beber… él te daría agua viva…
La propuesta de Jesús es “busca otro agua”, “busca un agua distinta que sacie el deseo más hondo de amor
que todo tenemos”… agua que permanece para la vida eterna… un agua que saciedad la sed de eternidad.
Ese Don de Dios, es su mismo Espíritu, es el Espíritu Santo. Esa agua viva que tenemos que pedir, esa agua viva
que puede colmar la sed más profunda. Es ese Esíritu que nos da la certeza de sabernos amados por Dios,
como dice la primera lectura: “la prueba de que Dios nos ama, es que murió por nosotros, cuando aún éramos
pecadores”.
Pero volvamos ¿de qué tiene Sed Jesús? Va a decir San Agustín, de nuestra Fe. Esa Sed de que realmente y a
pesar de todo creamos en su amor. Son las palabras de Jesús en la Cruz, tengo Sed.
Que podamos contemplarlo, rezarlo, entrar en la dinámica de nuestra sed y la sed de Jesús, que podamos
entrar en dialogo con Jesús como lo hizo la samaritana.

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