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Homilía Corpus Christi

Celebramos este domingo la fiesta de Corpus Christi, la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor que se hace
presente en el altar en cada misa. Cuando termina la consagración el Sacerdote dice Este es el “Misterio de la Fe”,
a lo que el pueblo repite “Anunciamos tu muerte, Proclamamos tu Resurrección, Ven Señor Jesús”, palabras que
muchas veces decimos mecánicamente sin detenernos a pensar lo que estamos diciendo. La Eucaristía es el
misterio centrar de nuestra fe, porque es Jesús Mismo substancialmente, cuerpo, sangre, alma y divinidad, Él de se
hace presente realmente bajo la apariencia del Pan y del Vino.

Frente a este misterio de fe, lo que siempre debemos cultivar como cristianos es un espíritu de Adoración, lo
expresamos con los gestos, por eso nos ponemos de rodillas en el momento de la consagración, pero la adoración
es poner la vida y corazón de rodillas, y al mismo tiempo llenarse de un profunda alegría por Quien es el que se
vuelve a hacer presente por nosotros. Adoramos el Amor de Dios que se hace Pan, más allá de nuestras dudas,
frente a nuestra frialdad, frente a nuestra indiferencia e incluso frente a nuestro pecado, Jesús igual sea hace
presente y se pone en nuestras manos.

Adoramos el Amor de Dios que se hace pan, que se hace nuestro alimento. Y en la adoración de la Eucaristía
empieza nuestra sanación, empieza a sanarse nuestra soberbia, nuestro egoísmo, nuestra falta de paz, en la
adoración empieza inclusive la sanación de nuestros pecados. La Adoración nos ordena, nos ubica, poner por
encima el Amor de Dios por nosotros, Real, Concreto, Su grandeza en el silenció y la pequeñez, nos debes
estremecer…

Además de Adorar el amor de Dios, debemos dar gracias, “eucaristía” significa acción de gracias, muchas son la
razones que podemos encontrar para no ir a Misa, el sacerdote, el coro, la personas que participan de misa que no
me caen bien… pero si por encima de eso entendemos que en la misa venir a Adorar el Amor de Dios en la
Eucaristía y a darle Gracias, entonces no hay razón para no venir. Los invito a imaginarse la última cena, ese
encuentro íntimo del Señor, con sus discípulos y que ustedes hoy están ahí. Y Jesús nos dirige personalmente esas
palabras, “Tomen y coman esto es mi cuerpo”, “tomen y beban esta es mi sangre”. Muchos son los Milagros
eucarísticos a lo largo de la historia donde el pan se convierte en Carne y el vino de convierte en Sangre, desde el
siglo VII hasta el Siglo XXI se han registrado milagros de este tipo, y eso nos ayuda a creer, pero por encima de los
milagros están las palabras de Jesús, “Tomen y coman esto es mi cuerpo” “Tomen y coman esta es mi Sangre”,
pero en esa palabra Jesús no expresa un milagro externo a nosotros, sino que nos integra, Él se hace pan para
nosotros, por amor a nosotros, para salvarnos a nosotros. Que en cada Eucaristía se eleve en nosotros una
profunda acción de Gracias.

Por último, en cada eucaristía se nos da la clave para transformar el mundo porque en la Eucaristía Jesús se partió y
se dio, se parte y se reparte, y ese gesto concreto está la vida de todo Cristiano, partirse y repartirse no es fácil
cuesta. Pero en eso se realiza la comunión. Partir nuestro orgullo y darnos con generosidad y humildad a nuestros
hermanos, ahí está le fuerza la Eucaristía para transformar el mundo. Ayer un sacerdote decía que a la Eucaristía se
le llama también sacrificio y comunión. Sacrificio eucarístico y comunión, pero estos nombres están relacionados
porque en nuestra vida cuando falta la comunión es porque alguien no estuvo dispuesto a hacer el sacrificio, es
decir, si nos devolvemos siempre con la misma monera, no hay comunión posible, pero si estamos dispuestos
hacer un sacrificio por Dios, en el callarnos, en el ofrecer, en el tomar la iniciativa, en el entregarnos, de allí nace la
comunión.

En el Evangelio Jesús manda a sus discípulos a “preparar” la comida pascual, Dios nos de la gracia de siempre
prepararnos para vivir el Misterio de Nuestra Fe en cada misa, que nos preparemos para Adorar y dar Gracias al
Amor de Dios que se hace Pan, y nos enseñe a partirnos y darnos, entregarnos y sacrificarnos por otros, como Él lo
hizo por nosotros.

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