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La esquizofrenia:

diario de un viaje

Colección

Preguntas & Experiencias


Miguel González Purroy "Urbegi"

La esquizofrenia:
diario de un viaje

Desclée De Brouwer
Miguel González Purroy "Urbegi", 2004
urbegi@ole.com

©
EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2004
c/Henao, 6 - 48009 Bilbao
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ISBN: 84-330-1837-X
Depósito Legal: BI-3235/03
Impresión: RGM, S.A. - Bilbao
Í n d i c e

Prólogo del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9


PRIMERA PARTE: QUÉ ES LA ESQUIZOFRENIA

i. Qué es la esquizofrenia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
A quién afecta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Cómo se detecta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Síntomas de la enfermedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Qué hacer ante un nuevo caso . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Cómo me he recuperado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Importancia de la medicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
El enfermo no es peligroso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Problema del trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Situación actual de mi enfermedad . . . . . . . . . . . . . . . 25
SEGUNDA PARTE: VIAJE REAL CONTADO POR UN ESQUIZOFRÉNICO

ii. Un reto en mi vida: hacer el camino


de Santiago . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Para que sepáis quién soy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Me planteo la idea y decido intentarlo . . . . . . . . . . . . 32
¿Quién era el Apóstol Santiago? . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Andando se puede llegar lejos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Me entra algo de miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
iii. Me pongo en marcha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Santiago... mi pequeña locura . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Tres peticiones para el Santo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
Mario y Jason, los primeros conocidos del Camino . . . 39
Las primeras dificultades; mi rodilla . . . . . . . . . . . . . . 41
La primera reflexión teológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
Para disfrutar del camino es necesario cambiar el chip . . 44
La esquizofrenia: diario de un viaje

iv. Camino en mi tierra con ambiente internacional 47


Algunos peregrinos van a caballo . . . . . . . . . . . . . . . . 48
Mi éxito con las chicas no crece . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Estancia en Viana con los curas . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
Caminar no es tan fácil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Demasiado vino en el camino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
v. Castilla: aprendo a disfrutar del camino . . . . . . 57
Los peregrinos parecemos Don Quijote . . . . . . . . . . . 57
Un poco de historia y cultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Me da una insolación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Hablando con los que me encuentro . . . . . . . . . . . . . 62
El viejo palentino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Segundos pensamientos filosóficos . . . . . . . . . . . . . . . 64
Hago los cálculos para llegar el 25 a Santiago . . . . . . 66
Paranoias... lo paso mal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Discusiones entre peregrinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
8 La ninfómana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
Rezando me acerco a Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Recuerdos de San Fermín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Con las mujeres se pierde el control . . . . . . . . . . . . . . 72
Hago una promesa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Un templario en el s. XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
vi. Galicia: la meta está cerca . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Etapa reina; subida al Cebreiro . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Un violador en el camino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Ante los restos del Apóstol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Prólogo del autor

Mi obra es claramente autobiográfica y gira alrededor de


la esquizofrenia, enfermedad que padezco desde 1991. Una
de las cosas que me llaman la atención es que cuando se
habla de esta enfermedad se generaliza y se alude sólo a los
pasajes en los que la persona sufre una crisis o está mal. No
se tienen nunca en cuenta las largas temporadas en las que no
hay síntomas y el afectado lleva una vida normalizada. A
pesar de la cronicidad de la patología, mi evolución ha sido
favorable y ahora puedo llevar una vida normal tomando
poca medicación.
Si un médico tiene un paciente con cáncer de pulmón,
mira los aspectos técnicos de la enfermedad, si el tumor se ha
extendido a los ganglios, cómo responde el enfermo a la qui-
mioterapia, pero lo que más importa es la vida del afectado,
que es un valor en sí mismo. Esta vida enferma está cargada
con seguridad de sentimientos, vivencias, recuerdos, reaccio-
nes a lo desconocido o de relación con los demás. Si no fuera
porque está de por medio la curación, quizás lo que menos
importa es lo que sabe el médico sobre su patología. Con la
esquizofrenia pasa lo mismo. Lo que importa es la vida del
afectado y no una clasificación de los síntomas que padece.
El libro que tenéis en las manos consta de dos partes cla-
ramente diferenciadas. La primera es una explicación de lo
que es la enfermedad, necesaria para mostrar lo que le pasa
a un enfermo. La segunda es un pasaje de mi vida en el que
hago un viaje y sólo al final se descubre que quien realiza la
La esquizofrenia: diario de un viaje

aventura padece esquizofrenia. Este viaje a Santiago está he-


cho en una fase de remisión de la enfermedad y no se puede
descubrir nada anómalo en el comportamiento del protago-
nista. Quizás algún pequeño desvarío, pero que se admite
dentro de la normalidad.
Para elaborar la primera me limité a responder a las pre-
guntas que me hicieron los periodistas tras la publicación de
mi primer libro Diario de un esquizofrénico, que trata de los
momentos más duros de mi vida. Decidí hacer su presenta-
ción en la Clínica Universitaria de Pamplona. Convoqué una
rueda de prensa y avisé a los medios de comunicación. Me
acompañaban el Dr. Cervera, catedrático de psiquiatría, y el
Dr. Pla, mi médico y autor del prólogo del libro. Me hicieron
un montón de preguntas. Cada vez que me movía sonaban
los flases de las cámaras. De vez en cuando se acercaba un
periodista para colocar mejor la grabadora. A los médicos les
10 hacían las preguntas técnicas. Yo contaba mi experiencia
como enfermo. Esos días salí en la prensa, la radio y la tele-
visión de toda España. El teléfono sonaba continuamente
para felicitarme. En cierta manera, descubrí lo que era ser
famoso. Después, las entrevistas disminuyeron y volvió la
normalidad. Entonces recapacité sobre lo que había pasado
y lo intenté analizar.
Recogiendo los recortes de periódicos y grabaciones de
radio y televisión, descubrí que las preguntas de los periodis-
tas eran muy parecidas. Casi todos me pedían que describie-
ra lo que es “la locura” y qué se siente al padecer esquizo-
frenia. También me preguntaban cómo había superado la
enfermedad y cómo me encontraba en ese momento. Esto es
lo que intento responder aquí, a todas las cuestiones que pue-
den interesar a quien ignora qué es esta enfermedad.
La segunda parte trata de mi vida dando a la enfermedad
la importancia que tiene, que no es tanta. Es mi experiencia
Prólogo del autor

haciendo el Camino de Santiago. Ahora lo que importa es


lanzarme a la aventura, conocer una chica y superar el reto
de hacer mas de 700 kilómetros andando sin que la esquizo-
frenia sea un problema. Es la historia de un tipo que se lanza a
hacer un viaje con la mochila a la espalda. Yo mismo me pre-
paré para el viaje y tomé el llamado camino francés que parte
de Saint-Jean-Pied-de-Port (frontera con España), saliendo el
día 17 de junio y llegando a la tumba del Apóstol cuarenta
días después. Fueron días de aventura y casi ochocientos
kilómetros recorridos que se convirtieron en la mejor expe-
riencia de mi vida. Mientras hacía el viaje, decidí escribir este
libro y tomé unas notas en los albergues donde pernoctaba.
La idea me entusiasmó y durante los fríos días de invierno me
documenté en la Universidad sobre las peregrinaciones. Al
verano siguiente recorrí de nuevo el camino. Este fue un viaje
nuevo e igual de emocionante donde conocí a otra gente y me
ocurrieron otros sucesos. Para ultimarlo me encerré para 11
escribir en una casa de Orbaitzeta (Navarra). Durante dos
meses viví en este cerrado valle pirenaico. Trabajaba cada día
y al atardecer salía del txoko para airearme, visitando una
vaca enferma que se hizo mi compañera. En este bucólico
paraje, con algunas moscas sobrevolando, terminé el texto
que ahora os presento. Solo falta que lo leáis y os guste.
Primera Parte
Qué es la esquizofrenia
1
Qué es la esquizofrenia

Todos tenemos momentos de tristeza, decaimiento, días


de mal humor... pero esto es normal y no significa padecer
una enfermedad mental. Se convierte en patología cuando
esta situación no se puede resolver y se vuelve habitual e
insuperable, afectando a la relación normal con el resto de
las personas. Uno de estos casos es la esquizofrenia, quizá la
enfermedad mental más llamativa.
Antes no era reconocida como una patología. La gente
que padecía este trastorno era calificada de lunática, ende-
moniada o simplemente loca. Los esquizofrénicos de antaño
eran apedreados, quemados y tomados por malditos. Se pen-
saba que espíritus malignos se habían apoderado de ellos.
Se tiene noticia de esquizofrénicos en todas las épocas de
la humanidad. Existieron locos famosos que influyeron en su
tiempo: filósofos, músicos, poetas... Pero mi experiencia me
dice que esta enfermedad no aporta nada positivo. Quizás, una
visión diferente de la realidad. Con seguridad, incapacidad para
realizar ciertas actividades, obsesiones, desvaríos, conflictos,
angustias... En fin, podría definir la locura como un estado en
el cual “la cabeza no funciona bien”, aparte de que se siente un
sufrimiento muy similar al que puede haber en el infierno. Hay
un decaimiento total, apatía generalizada, irritabilidad, la
voluntad aniquilada y se siente dolor del alma. Es como si el
pensamiento patinara. Uno no puede controlar lo que piensa y
sufre paranoias y delirios que le hacen vivir en otra realidad. En
definitiva un caos, un plato de mal gusto. Ciertamente es como
si un espíritu maligno habitase en ti.
La esquizofrenia: diario de un viaje

A quién afecta

Esta enfermedad aparece en todas las naciones y en todas


las clases sociales, tanto en hombres como en mujeres. Se
calcula que la padece un 1% de la población total. Existe
desde siempre y aunque puede afectar a cualquiera, hay
estudios que afirman que cuanto más cercano es el paren-
tesco con un esquizofrénico, mayor es la probabilidad de
padecer la enfermedad. Así, los hijos de un padre o madre
esquizofrénicos tienen aproximadamente un 10% de proba-
bilidad de desarrollarla. Si ambos padres están afectados, la
cifra se eleva al 36%. Si son hermanos gemelos idénticos y
uno de ellos está afectado, el otro tiene un 50% de padecer-
la. Aun así, el factor genético no es determinante. Según eso,
por ejemplo, en el caso de dos hermanos gemelos idénticos,
si uno tiene esquizofrenia, el otro debería padecerla necesa-
16 riamente. La enfermedad se tiene que desencadenar por
otros factores como puede ser un golpe fuerte en la cabeza,
una situación de estrés continua, una infección... o incluso
una intoxicación. Sobre este punto cabe señalar que hay más
casos de psicosis en los jóvenes por causa de las drogas que
por la genética.
Lo que sí está claro es que se trata de una enfermedad. Se
ha descubierto un desequilibrio en los neurotransmisores del
cerebro, aunque se ignora si esto es una causa o consecuen-
cia de la enfermedad. También se han detectado ciertas ano-
malías en el cerebro del paciente, observándose que algunas
partes son más pequeñas o tienen limitadas sus funciones. Se
está incluso estudiando la influencia de infecciones por virus
en el feto durante el embarazo, relacionándose la gripe en
este aspecto. En realidad se sabe poco, pero hay que pensar
que las nuevas tecnologías facilitarán a los científicos el estu-
dio de esta patología.
Qué es la esquizofrenia

Cómo se detecta

Según Enriqueta de Río Martín e Irene Muñoz Muñoz,1


los síntomas para reconocer la llegada de un brote esquizo-
frénico serían:
– El afectado pasa varias noches de insomnio.
– Pierde peso.
– Evita comer con los demás.
– Se muestra irritado y se aísla.
– Tiene excesiva inactividad.
– Es probable que se fugue de casa.
– Su comportamiento se vuelve vulgar e incivilizado.
Curioso pero cierto: me siento identificado. A mí me
pasaba lo mismo antes de cada brote , lo que demuestra que
es una enfermedad perfectamente catalogable.

Síntomas de la enfermedad 17

Según Jordi Obiols,2 algunos de los síntomas más carac-


terísticos son la falta de voluntad, la apatía, el aislamiento
social, la pobreza de habla y pensamiento, la dificultad para
disfrutar de placeres normales como la comida, el sexo o la
música. También se sufren alucinaciones, delirios, cambios
en los afectos y en la forma de comportarse. El pensamiento
suele sufrir desajustes a la hora de elaborar frases. Estos sín-
tomas son serios y casi inutilizan a la persona en los momen-
tos de crisis. Muchos esquizofrénicos tienen dificultades para

1. DE RÍO MARTÍN, Enriqueta e Irene MUÑOZ MUÑOZ, Quisiera


saber... Manual de acercamiento a la enfermedad. Asociación Sego-
viana de enfermos mentales, familiares y amigos “AMANECER”.
Segovia, 2000.
2. OBIOLS, Jordi, Una mente escindida, Barcelona: Océano, 2000, p.
15.
La esquizofrenia: diario de un viaje

llevar una conversación normal y su cara se muestra inex-


presiva y vacía. Algunos se aíslan y pierden todo contacto
con el exterior. Se deteriora la capacidad de concentrarse y de
hacer operaciones relativamente sencillas. La esquizofrenia
está catalogada como una enfermedad grave que produce un
sufrimiento implacable.
Estos síntomas aparecen expuestos en la película “Una
mente maravillosa”, y forman parte también de mi propia
experiencia. Yo “oía” voces. Mejor dicho, mi oído no las
registraba pero era como si se grabasen frases directamente
en mi cerebro. Pero no sucedía de una forma clara sino mas
bien confusa. Yo dudaba de que fuera cierto y nunca les hice
caso, aunque otros acaban creyéndoselas. En el campo visual
pasaba algo parecido. Nash, matemático galardonado con el
premio Nobel, tenía alucinaciones visuales y creía ver a la
misma niña a lo largo de su vida. Probablemente eran perso-
18 nas distintas a las que su mente identificaba con su persona-
je ficticio. De la misma manera, yo pensaba que estaba sien-
do investigado y habían sido contratados detectives para
controlarme. Mi mente no inventaba personajes pero a indi-
viduos normales de la calle les atribuía una labor detectives-
ca. Si uno esperaba en una tienda mirando el reloj de muñe-
ca interpretaba que estaba esperando el relevo de otro detec-
tive. Si veía un autobús lleno de gente, todos eran detectives
que iban a cubrir una parte de la ciudad.
Cuando tenía delirios, pensaba que era un personaje
famoso y todo lo que hacía y decía se retransmitía en los
medios de comunicación de todo el mundo.

Qué hacer ante un nuevo caso

Las enfermedades mentales deberían abordarse de lleno,


sin miedos. Yo aporto lo que me toca, intento demostrar, que
Qué es la esquizofrenia

a pesar de tener esquizofrenia es posible la integración y no


hay motivos para ocultarse ni para darse por vencido.
Cuando una persona tiene los síntomas descritos ante-
riormente, debe acudir al médico de familia. Este derivará al
paciente al especialista. Si el afectado no quiere acudir, los
facultativos dirán a la familia cómo actuar.
Una vez hablé con una chica a la que a su hermano le
habían diagnosticado esquizofrenia hacía pocos días. Me
empezó a hacer preguntas nerviosa, no entendía que a su her-
mano le pasase “eso”. Quería saber qué tenían que hacer
para que se recuperase inmediatamente y pudieran olvidarse
inmediatamente del suceso. Yo no la quería desanimar, pero
tenía que hacerla comprender que su hermano iba a tener la
enfermedad para el resto de su vida. Hay recuperación, yo la
he encontrado, pero la enfermedad es crónica. La chica se
puso a llorar. No quería ver a su hermano así, no entendía la
nueva situación. Ciertamente es una situación trágica y me 19
recordaba a mis hermanos y padres cuando me diagnostica-
ron a mí la enfermedad. La familia de este chico va a pasar
momentos duros. No va a ser fácil, eso lo aseguro. Lo único
positivo es que tendrían la ocasión de demostrar cuanto quie-
ren al familiar afectado.
La enfermedad es destructiva y rompe familias. Dialogar
conmigo era imposible y la convivencia conmigo se hacía
difícil. Reconozco el mérito de los míos. Aunque hubo mo-
mentos tensos, los que me rodeaban no me dejaron de lado.
Fue una lucha de todos.
Hasta hace poco tiempo, cuando había un enfermo en la
familia, no se hablaba de él. Era vergonzoso. Esto era debi-
do a la desinformación total que había. Ahora los especialis-
tas explican en qué consiste la enfermedad y la sociedad está
más familiarizada con este tipo de patologías. Este conoci-
miento de la enfermedad es imprescindible para afrontar el
La esquizofrenia: diario de un viaje

problema con realismo y eficacia. Se debe partir de que el


esquizofrénico no tiene ninguna culpa y que lo que padece es
una enfermedad como la diabetes o la gripe. Para empezar
conviene comprender al enfermo, intentando darle lo que
pueda necesitar pero sin sobreprotegerle. Sus capacidades
están mermadas y el afectado es consciente de ello. Por eso
está pendiente de los que le rodean y es fundamental que se
sienta apoyado. No se deben tener en cuenta sus salidas y
reacciones absurdas pues son producto de la enfermedad y
no se le puede hacer responsable de ellas.
La esquizofrenia produce una falta de voluntad que los
familiares suelen identificar como pereza. Es un síntoma de
la enfermedad y es necesario entender que este cansancio y
esta abulia no son fáciles de superar por parte del enfermo.
Por eso no se le debe criticar por pequeños errores o su acti-
tud pasiva. Es como el que critica a un cojo porque no corre.
Cuando el paciente es objeto de disputas y continuas recri-
20
minaciones, su evolución empeora. Aunque es difícil, los que
le rodean tienen que quitar importancia a “lo que hace mal”.
Es comprensible la desesperación de los familiares. Tener una
persona en casa que se levanta a las doce del mediodía, por
las noches no duerme y mete ruido, que se muestra impasible
ante los problemas de la casa, que algunas veces se agita y
provoca discusiones y que muestra una actitud indiferente
desespera a cualquiera. Por eso hay que tener siempre en
cuenta que es una enfermedad y tratar de ver el problema sin
culpabilizar al enfermo.
Este necesita estar tranquilo y tener un espacio vital para
desenvolverse. Además, hay que tener en cuenta que aunque
tenga dificultades para llevar una conversación, la enferme-
dad no le ha vuelto tonto. Cuando un conocido de la carre-
ra leyó unos textos míos me dijo que se había quedado
impactado, que pensaba que no me enteraba de nada. De
todas maneras no es bueno pedir al enfermo más de lo que
Qué es la esquizofrenia

puede dar. Presionar para que trabaje si, en realidad, no


puede atender sus necesidades básicas como asearse o mane-
jar la medicación, es someterlo a un estrés adicional. El
enfermo ya se considera un inútil, no hay que recordárselo.
Pero es bueno animarle delicadamente a que haga cosas, a
que esté ocupado. Lo mejor es que el paciente se desenvuel-
va en la sociedad normal, que vaya a comprar, que salga con
sus amigos y que haga actividades con gente sana. Lo con-
traproducente es que se quede en casa tirado en la cama.
Con la reforma psiquiátrica, iniciada en 1982, se le in-
tentó dar un trato más humano al enfermo y se apostó por
sacarlo de los manicomios. Para esos años ya había medica-
ciones que funcionaban y se pudo depositar la confianza en
los pacientes. El hecho de poder desenvolverse en la socie-
dad normal, y no permanecer constantemente ingresado
como si se estuviera en la cárcel, fue muy positivo para los
enfermos. Actualmente existen plantas psiquiátricas donde 21
se recuperan durante un espacio de tiempo relativamente
corto mientras sufren una crisis fuerte. Luego pueden acudir
al médico en régimen ambulatorio y se ha desarrollado una
red asistencial, con hospitales de día, en los que el enfermo
duerme en su casa y acude para desarrollar actividades tera-
péuticas. Para aquellos que se han quedado solos existen
residencias y pisos tutelados. En estos últimos viven varios
pacientes con la supervisión de un tutor que regularmente
visita la casa. Hace poco estuve dando una conferencia en la
UNED y una señora contó los problemas que tenía con un
hijo esquizofrénico. Explicó como el hijo dependía total-
mente de ella y cuando ella faltase su hijo se convertirá en
un transeúnte por no tener quien le cuidase. El problema es
serio y aunque hay ayudas, muchas veces son insuficientes.
La mayoría de mendigos son antiguos enfermos que no tie-
nen forma de subsistir.
La esquizofrenia: diario de un viaje

Cómo me he recuperado

Cuando me vino la enfermedad no sabía por donde ve-


nían los tiros. No podía identificar lo que me pasaba. Tardé
mucho tiempo en tener capacidad de reacción contra mis
desequilibrios. Ya os he comentado que creía que me perse-
guían y me conocían las personas de la calle.
Mi lucha se inició encontrándome en otra ciudad. Sentía,
como siempre, que los que pasaban por la calle me conocían
y me hacían muecas de complicidad. Entonces se encendió
una luz: ¡En esta ciudad no me pueden conocer! Me había
ido sin avisar a nadie y los detectives no podían saber que
había cambiado de sitio. Faltaba lógica en todo esto. Enton-
ces empezó la lucha mental. Tenía que desterrar todo pensa-
miento anómalo y darme cuenta de que la gente de la calle
¡no me podía conocer!
22 Para superar la esquizofrenia hace falta una gran capaci-
dad de autocrítica, tanto es así que me he convertido en un
experto en reírme de mi mismo y de las situaciones en las que
a veces me encuentro. No sé si el humor se puede cultivar o
forma parte de uno, pero la mejor forma de salir de las situa-
ciones dramáticas es con un golpe de humor y yo tengo la
suerte de tenerlos frecuentemente.
No sé si he tenido suerte o la superación ha sido gracias
a mí. Lo que sí sé es que he puesto de mi parte para la recu-
peración. Mi familia y amigos intentaban ayudarme en estos
años largos y duros y aunque parecía que no avanzaba, en
realidad daba pasos para la recuperación.
Cuando estaba ingresado en la planta psiquiátrica tení-
amos terapia. Pintábamos, jugábamos al ping pong, oíamos
música y escribíamos nuestras experiencias. Nosotros ten-
díamos a tumbarnos en la cama, pero en el hospital nos for-
zaban a estar activos. Cuando salí de la planta, la pintura
Qué es la esquizofrenia

me sirvió de terapia. Todas las tardes iba a la Escuela de


Artes y Oficios de Pamplona. Conseguí aprobar los cursos
y esto sirvió para mi autoestima, tan deteriorada en esa
época. De todas maneras era consciente de que mis amigos,
con los que había estado siempre en el colegio, terminaban
sus carreras, tenían novia o trabajaban. Impensable para
mí, que me había quedado tremendamente limitado. Tenía
dificultad para hablar sin que me patinaran las ideas, esta-
ba agarrotado y me sentía torpe hasta al andar. Decidí no
compararme con ellos y luchar por pequeñas cosas y, cuan-
do las conseguía, me sentía orgulloso. Si lograba pasar una
mañana sin tomar tranquilizantes ya había conseguido al-
go. Lo mismo que cuando me iba a andar o hacer deporte.
Eran grandes avances. Sé que si no hubiera caído enfermo
podría haber acabado la carrera, y ahora estaría trabajan-
do con normalidad, pero me ha tocado esto y lo tengo que
afrontar. 23
No me siento con autoridad para dar consejos a nadie,
pero creo que sí puedo animar a otros enfermos a iniciar un
camino de vuelta a la normalidad.

Importancia de la medicación

Existe mucha polémica con el tema de la medicación por-


que a veces los efectos secundarios son fuertes. En mis pri-
meros años de convalecencia las medicaciones que me daban
eran pésimas, con unos efectos secundarios terribles. Llegué
a caerme al suelo derribado por una de ellas. No sé hasta que
punto me compensaba tomar esas pastillas. A veces pienso
que era mejor tener alucinaciones en vez del anulamiento
total que producían este tipo de fármacos. Entiendo que los
médicos no tenían otra cosa que recetar, y me imagino que
muchos de ellos dudaban de esos tratamientos. Ahora es dis-
La esquizofrenia: diario de un viaje

tinto y las medicaciones de nueva generación tienen menos


efectos secundarios y son mucho más llevaderas.
Es imprescindible que el enfermo sea tratado inmediata-
mente. Si se espera a iniciar el tratamiento o se deja la medi-
cación, el pronóstico es peor. La enfermedad es crónica y
aunque se haya pasado el brote, la mayor parte de las veces
se debe tomar una pequeña dosis para prevenir.
Muchos suelen dejar los fármacos. Para evitar esto es muy
importante la confianza en el médico y seguir sus indicacio-
nes. Mi médico ha conseguido que vea que el bien de la medi-
cación supera el mal de los efectos secundarios. De hecho,
llevo varios años tomando un tratamiento de mantenimiento
sin problema y puedo realizar una vida normal. Según
Obiols, si dejase de tomar la medicación tendría un 100% de
posibilidades de recaer en el plazo de dos años. No quiero
correr este riesgo.
24 La esquizofrenia aparece por brotes o crisis. Algunos sólo
tienen uno de estos episodios a lo largo de su vida. Esto les
ocurre a la tercera parte. Otros, como yo, tenemos varios
brotes. Estos somos otra tercera parte. En el último tercio
que queda la enfermedad persistirá y la medicación no hará
el efecto deseado.

El enfermo no es peligroso

Mucha gente cree que el esquizofrénico es peligroso. Nada


más lejos de la realidad. Solo el 3% puede llegar a cometer
delitos de sangre y entre estos, la mayoría está desatendido y
sin tratamiento alguno. Este porcentaje es similar a los actos
violentos entre las personas sin enfermedad mental. Tened en
cuenta que hay asesinatos cometidos por personas sanas por
puro odio. Si se produce una agresión por parte de un esqui-
zofrénico, estos suele ser porque la enfermedad acorrala al
Qué es la esquizofrenia

enfermo y le hace pensar que quieren hacerle daño. En este


caso hay que actuar con calma, hablarle sin ambigüedades y
sin provocarle. Lo que es más frecuente entre los esquizofré-
nicos es el suicidio, ya que acaban así el 10% de ellos.
Nunca he sido peligroso ni agresivo, ni siquiera en los
peores momentos de la enfermedad. En mis ingresos tampo-
co he visto ningún comportamiento violento por parte de mis
compañeros. La gente ingresa para recuperarse y para que en
el hospital lleven mayor control sobre la evolución de la
enfermedad. Rara vez es porque suponen un peligro para la
sociedad. Por eso no se puede tener a los enfermos mentales
como violentos.
Y sin embargo suscitamos temor. Creo que el motivo es la
dificultad en comprender la enfermedad y al propio enfermo.
Al no entenderle, suponemos que tiene intenciones ocultas y
que está tramando algo pero no hay motivos para asustarse.
En realidad, los esquizofrénicos, si están en lucha con alguien 25
es consigo mismo y con su enfermedad. Si fuéramos peligro-
sos la población española lo tendría claro, porque hay
350.000 esquizofrénicos sólo en nuestro país.

Problema del trabajo

Es llamativo lo mal que el esquizofrénico aguanta el estrés.


Tanto es así que los enfermos de las grandes ciudades evolucio-
nan peor que los del mundo rural. Este problema se agudiza
cuando nos referimos al mundo laboral. La sociedad exige que
el trabajador sea efectivo y rentable y si no es así se le cambia
por otro. Ya no hay casi contratos fijos, y aunque te den uno,
en cualquier momento estás en la calle. Los niveles de com-
petitividad son altos y se trabaja a contra reloj. Este ambiente
estresante incide de manera especialmente negativa en los es-
quizofrénicos, por eso muy pocos trabajan con normalidad.
La esquizofrenia: diario de un viaje

Situación actual de mi enfermedad

Después de un tiempo largo de convalecencia, en total


catorce años, me encuentro bastante recuperado. Durante
estos dos últimos años he leído y escrito mucho, aunque no
me siento con fuerzas para retomar la carrera. Pero sí puedo
desarrollar una tarea medianamente intelectual: leo, escribo,
e incluso tengo un método de trabajo. Mi primer libro está
siendo un éxito y aunque lógicamente no da para poder vivir,
demuestra que a pesar de estar loco puedo hacer muchas
cosas.

26
Segunda Parte
Viaje real contado por un
esquizofrénico
Mi intención no es inventarme un dios
a mi medida, sino conocer el que Existe.
ii
Un reto en mi vida:
hacer el camino de Santiago

Para que sepáis quién soy

Vivo en la casa familiar con una hermana y cuando se


corte el chorro de dinero proveniente de mi padre (día que
ha de llegar) no sé qué será de mí. He llegado a pensar que
en un futuro viviré en la calle porque mi experiencia laboral
hasta la fecha ha sido nefasta. No sirvo para trabajar y ya
no busco trabajo. Cuando se me habla del tema me pongo
tenso. Mi familia ve que chupo del bote y ya no sé cómo
evadir sus ironías.
Antes era un joven apuesto (o por lo menos eso es lo
que pienso ahora) y alguna se fijaba en mí. De complexión
atlética, batí el récord de velocidad en el colegio. Después
jugué a balonmano en Maristas en un equipo que un año
ganó todos los partidos de liga. La distorsión del tiempo
me hace pensar que era imprescindible en mi puesto, pero
la verdad es que me sacaban lo justo. En COU pesaba 70
kilos y ahora, trece años más tarde, 110. Y no comprendo
cómo he ganado tanto porque siempre he sido delgado. Me
ato los zapatos con resoplidos y no sin grandes dificulta-
des. Estoy mal de salud. Aparte de la obesidad, tengo coles-
terol, tensión alta y ácido úrico. La gota me ataca en la
rodilla izquierda y cuando me sobrepaso con la comida lo
pago con dolores fuertes que tardan mucho en desaparecer.
Estoy convencido de que si me pusiese a correr sin parar,
caería al suelo con un infarto. Cocino la comida que como
La esquizofrenia: diario de un viaje

y lavo lo que ensucio, pero no plancho las camisas porque


es un coñazo.
Con este panorama gasto el tiempo en leer y tomarme
todas las tardes un poco de whisky ¡Con agua!, que no pre-
tendo emborracharme sino pasar la tarde un poco más feliz.
Entonces me vienen mis inquietudes religiosas y espirituales.
Aunque sin demasiada idea de las cosas, hablo y no tengo
problema en decir lo que me da la gana.

Me planteo la idea y decido intentarlo

Estoy caminando por los caminos de Zizur... Un, dos,...


un, dos... esto de andar es sano... un, dos... y se me ocurre
una idea brillante.
¿Por qué no hago el Camino de Santiago? Llevo una vida
de lo más trivial. ¡Qué leches! No sé por qué se me ocurre esto,
32 pero tiene que ser una auténtica aventura. Voy a romper el
modelo de vida normal y me voy a lanzar a recorrer los cam-
pos y pueblos de España. Seguro que tengo tiempo de refle-
xionar sobre la vida. Este sacrificio me vendrá bien y seguro
que me pasan cosas interesantes. No tengo ni idea de cómo
hacer el camino y no estoy preparado para hacerlo, pero me
voy a informar. No lo pienso más, porque si no, seguro que
me arrepiento. Esta misma mañana me acerco a una tienda de
expediciones y me compro mapas para elaborar rutas hasta
Santiago, mi meta. También me agencio una gorra.
Leyendo los libros que compro después me entero de que
los peregrinos antiguos llevaban sombrero de ala ancha,
abrigo amplio, un buen calzado y un bordón con una cala-
baza para llevar el agua o el vino. La comida y los ducados
los llevaban en el zurrón y de vuelta de Compostela se traían
la concha de peregrino. Yo voy a llevar la mochila, el saco de
dormir, algo de ropa y el neceser.
Un reto en mi vida: hacer el camino de Santiago

Me pongo a entrenar todos los días nueve kilómetros con


la mochila cargada de patatas. Aguanto muy bien las mar-
chas y las botas no me hacen rozaduras. El otro día llamé a
un amigo a ver si me acompañaba a andar y me dijo que eso
es de viejos, que si quería íbamos a jugar a pelota mano.
Parece que andar es fácil pero me doy buenas palizas. Me voy
a pegar más de un mes con la casa a cuestas y andando 25
kilómetros diarios.

¿Quién era el Apóstol Santiago?

No tengo muy claro de dónde ha surgido la idea de hacer


el camino, pero me atrae la figura del Apóstol Santiago. Es-
tudiándolo descubro que fue un pescador israelita que nació
hace dos mil años y que era pariente del mismo Jesucristo,
me imagino que por parte de la Virgen María. No me extra-
ña que mueva a tanta gente después de tanto tiempo porque
33
es uno de los apóstoles predilectos del Señor, compañero fiel
de Jesús en su paso por la tierra. El mismo Jesucristo lo
apodó “Boanerges”, hijo del trueno, porque enseguida que-
ría que cayeran rayos sobre los infieles.
Actualmente son muchos los peregrinos que van a San-
tiago, pero antes no eran menos. En la Edad Media, época
dorada del camino, se calcula que fueron de 200.000 a
500.000 peregrinos en un año. A la catedral llegaban mil
peregrinos al día y estaba abierta incluso por la noche.

Andando se puede llegar lejos

Pensando, descubro que dos mil años no son nada. Mi


abuelo nació en 1875, y el de éste es posible que en 1750, en
tiempos de la revolución francesa, y con el abuelo del abue-
lo de este último estamos en 1525, en los que todavía faltan
22 años para que nazca Miguel de Cervantes Saavedra y
La esquizofrenia: diario de un viaje

pueda escribir el libro del famoso hidalgo D. Quijote de la


Mancha. En unos pocos abuelos de sus abuelos estamos en la
época de Jesús de Nazaret.
También me han prestado unos libros antiguos que son
muy interesantes y leyéndolos descubro lo que andaban los
peregrinos de antes. Domenico Laffi recorría de 12 a 15 kiló-
metros diarios, pero había otros que andaban de 50 a 70. Las
guías actuales recomiendan de 25 a 30.
Andando se hacen grandes distancias. Calculo que si se
pudiese andar por el espacio, a un ritmo normal y sin des-
cansar, se llegaría a la Luna en menos de nueve años porque
sólo estamos a 384.403 km. Son 512 veces el viaje que voy a
hacer. La Luna está al lado.

Me entra algo de miedo

34 Es una distancia muy larga y es posible que no pueda ter-


minar. Me vienen recuerdos de los libros del Camino como el
de Aymeri Picaud, monje de Poitou, del primer tercio del s.
XII, que habla de los peligros al cruzar ríos, porque los bar-
queros hacían subir a tanta gente que la balsa volcaba “en-
tonces se regocijan innoblemente después de haberse apro-
piado de los despojos de los muertos”. También San Juan de
Ortega decía en su testamento que “los bandidos esperan a
los Jacobeos para asesinarlos de día y de noche” antes de lle-
gar al monasterio de San Juan. Está claro que está lleno de
cuatreros y asaltadores, incluso los lobos atacan a los pere-
grinos.
Una vez en casa, cuando sólo faltan dos días para irme,
escribo un e-mail a los compañeros que dice así: “El próxi-
mo martes me voy a Santiago, así que hasta dentro de algo
más de un mes no nos veremos. Si tenéis alguna petición, yo
tengo muchos kilómetros para ofrecer y os cedo unos cuan-
Un reto en mi vida: hacer el camino de Santiago

tos. Decidme qué queréis que pida y cuántos kilómetros re-


quiere, que yo haré lo que pueda”. Al poco rato veo en la
pantalla: “Pídeme una buena torda. Requiere veinte kilóme-
tros”. Antes de partir estoy anotando peticiones y kilometra-
jes en la agenda. Mis amigos confían en mí, pero mis herma-
nos piensan que no voy a llegar. Tengo que demostrar que
soy hombre de una pieza y no voy a descansar hasta llegar a
la tumba del Apóstol.

35
iii
Me pongo en marcha

Santiago... mi pequeña locura

Aunque vivo en Zizur, a cien metros del Camino de


Santiago, decido subir a Roncesvalles por lo emblemático del
lugar. Cojo un autobús a las seis de la tarde en la casi derrui-
da estación de autobuses de Pamplona. En la estación me
encuentro con varios peregrinos. Cuando llego, dejo la mo-
chila en el albergue y me dan la credencial por la que disfru-
taré de los albergues y menús del peregrino en cada sitio que
pase. Estoy contento, hoy es mi primera noche fuera de casa.
Voy merodeando por la colegiata hasta que veo a unos cami-
nantes esperar en una puerta. Me acerco y allí un individuo
nos explica a todos las reglas del albergue. Rellenamos un
cuestionario. Está todo pensado, desde la guía que compré en
la que pone lo que tengo que llevar, a la señalización de cami-
nos para no perdernos atravesando la península. La mochila
la tengo preparada y la tarjeta de crédito con fondos para
unos dos meses. Sólo puedo fallar yo y no pienso hacerlo.
Todo ser humano debe realizar una locura. No me refie-
ro exactamente a ésta, pero sí algo como por ejemplo ir al
Polo Norte. O lo que hizo mi hermano Genaro cuando ter-
minó los estudios. Se fue a los 22 años a Seattle (USA) y estu-
vo seis meses trabajando poniendo tejas en las casas. Cuando
tuvo algo ahorrado se compró una Honda 600 y recorrió
Estados Unidos con la moto. Fue bajando por la costa oeste
hasta California y se metió por Arizona y Nuevo México
La esquizofrenia: diario de un viaje

hasta Texas. Después subió por la costa este hasta Montreal,


vendió la moto en Nueva York y se vino para casa. Mi locu-
ra es Santiago.

Tres peticiones para el Santo

Desde el primer momento se entablan conversaciones


entre nosotros, la situación es propicia para abrirse. Voy a
tener muchas oportunidades de estar con gente nueva y cam-
biar impresiones. A las seis me acerco a la bendición del pere-
grino. Hay Misa solemne, hoy día del Corpus Cristi. En el
momento de la comunión va todo el mundo. Observo pas-
mado que Roncesvalles es el lugar donde se celebran más pri-
meras comuniones en toda Navarra. Los peregrinos quieren
participar y se acercan curiosos para ver qué reparten.
Muchos de ellos no saben ni lo que están haciendo. Alguien
38 les debería explicar antes las condiciones de comulgar y decir
a los que no son católicos que no pueden hacerlo hasta que
no se bauticen. Que sepan, por lo menos, que están recibien-
do al mismo Jesucristo. En ese momento pido tres cosas a
Santiago: que viva siempre santamente, que consiga un tra-
bajo y, si es posible, que encuentre una chica en mi vida. Se
lo pongo difícil al Apóstol, pero Dios dijo “pedid y se os
dará”;

Oh Dios, te pedimos que te dignes guardar a estos


siervos tuyos que, por amor de tu nombre, peregrinan a
Compostela. Sé para ellos compañero en la marcha, guía
en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en
los peligros, albergue en el camino,.. Amen.

Henchido por esta bendición, salgo fuera y me siento en


un banco de piedra antes de cenar. Está nublado y hace frío.
Parece increíble que sea junio. La televisión ha anunciado
Me pongo en marcha

nieve en el Pirineo y yo sólo tengo un jersey de abrigo y un


chubasquero capa. Entro dentro de un restaurante para
tomar el menú del peregrino y me sientan con tres señoras de
unos 65 años.
–Ya pueden disculpar, pero me han puesto en esta mesa–
les digo.
–No tenemos nada–. Me dice una de ellas pensando que
estoy pidiendo.
Estoy tan desarrapado que me confunden con un mendigo.
Me conozco ese tono de cuando estuve haciendo retratos
por las calles de Madrid, así que no me ofendo sino que me
tomo a risa el malentendido. Cuando todo se aclara, la seño-
ra se pone roja y no habla en toda la cena.

Mario y Jason, los primeros conocidos del Camino


39
Nos levantamos todos muy pronto. A las 7,00 de la maña-
na empiezan a hacer ruido y encender las luces. Me pongo a
andar enseguida, de los primeros, mientras la lluvia cae ince-
santemente. El camino es tranquilo, entre bosques y prados.
Observo de vez en cuando pueblos y construcciones recias, de
piedra, preparadas para las inclemencias del tiempo. Este
invierno han muerto dos peregrinos extraviados en la nieve. La
climatología es dura en esta zona. Me va alcanzando gente y
me uno a los retrasados. La mayoría son extranjeros: una de
Colorado, otra de Canadá, alemanes, franceses, vascos... de
todo. Somos muy variopintos. Me paro y me adelantan, se
paran y los adelanto. En Biscarret olvido el bastón de peregri-
no y se me hace difícil seguir el paso. Después de varias horas
andando, la selva de hayas empieza a admitir pino y boj, apa-
reciendo una zona de más arbustos, seca.
• • •
La esquizofrenia: diario de un viaje

En el refugio de Zubiri encuentro un indio brasileño que


se llama Mario hablando con un inglés bajo y simpático al
que llama Jason. El inglés tiene unas siete ampollas en los
pies, “Blisters” las llama. El indio es un tipo extraño, con
cara de tortuga. Habla como si tuviera poca fuerza en la gar-
ganta. Da mucha importancia a todo, incluso a la ropa que
llevaba puesta que es de excelente calidad. También le ha
salido una ampolla y se la explota con misterio. Es escritor y
su tema es la espiritualidad oriental. Está escribiendo en el
viaje su tercer libro y le pregunto por su técnica de escribir.
Primero toma notas de lo que le interesa, después ordena esas
notas y finalmente lo redacta en el ordenador. Tras muchos
repasos, pasa los textos a una filóloga para que los corrija.
Más o menos como yo. A pesar de la primera mala impre-
sión, Mario me parece majo. Esa noche nos vamos los tres a
cenar a las afueras del pueblo. También se apuntan otros
40
peregrinos. Corre el alcohol y mientras circula la botella
intercambiamos opiniones. A mitad de la cena les explico un
poco botijo:
–Now you are in Spain. You are going to discover that all
is different. For example the hour to go to bed is different. In
Spain is frecuently to go at twelve o´clock in the night.
La gente me mira y sin saber si me han entendido, lleno
las copas y levanto la mía.
–¡POR SANTIAGO!
–¡POR SANTIAGO!– responden todos.
Brindamos y después un matrimonio de ingleses se levan-
ta educadamente “very good”, “sorry” y se van sonriendo
pero sin pagar.
Me pongo en marcha

Las primeras dificultades; mi rodilla

La siguiente mañana me levanto bastante bien. Pensaba


que el primer día iba a pegarme una paliza, pero ha sido bas-
tante asequible. Al principio debo ir poco a poco hasta que
coja fuerza y costumbre. Ya noto la rodilla de la gota hecha
polvo, y decido cuidar mi alimentación para poder continuar.
El siguiente paso es conseguir otro bastón y encuentro uno
casero en Larrasoaña. Ha sido arrancado de un árbol sin más
pero resulta bastante recto y de altura cómoda.
De momento el camino lo conozco porque está en las cer-
canías de mi ciudad, pero no lo puedo disfrutar por los dolo-
res de la rodilla. De hecho cuando me acerco a Pamplona
tengo que parar. Mientras estoy tumbado pensando qué
hacer, se acerca un grupo de gente con un pollino bien car-
gado. Es una familia de franceses que viajan con burro. El
animal se desvía para morder las hierbas altas del camino 41
mientras el dueño recrimina a la bestia el retraso de la mar-
cha. Es una escena muy graciosa, sacada de otro tiempo.
Decido continuar y voy cojo y dolorido hasta Villaba, a cua-
tro kilómetros del fin de etapa, pero al final no puedo más y
tengo que coger el autobús hasta Pamplona. Una vez en casa
me planteo qué hacer. No he hecho más que empezar y ya
estoy en dificultades. No vacilo en parar en casa los días que
sean necesarios hasta que se recupere la rodilla.
• • •

Son tres días en los que llueve torrencialmente sobre la


ciudad de Pamplona. Aprovecho para ir a hacer varios reca-
dos con el coche mientras espero también que amaine el
tiempo. Voy a cenar con los amigos y en la cena aparece
Mónica, mi gran amor de toda la vida. En las copas, me dice
que necesito una mujer que me quite las manías de soltero.
La esquizofrenia: diario de un viaje

–¿Por qué no eres tú?


Ese órdago la desconcierta ¿Qué pierdo echándole los
tejos? Aunque nunca he sido su tío le vacilo para ver qué
hace. Ella busca un individuo que tenga cierto nivel, educa-
do y cariñoso. No es lo mismo vivir en una buena casa, con-
ducir un buen coche e ir a la moda. No es lo mismo tener
cierto prestigio social que estar tirado con problemas como
yo. Pero han pasado muchos años y ya no es lo mismo, ahora
la veo de otra forma. Ahora no me molesta tanto que me
rechace. Solamente quiero ver su reacción
Mónica se queda callada.
Después de la cena voy a casa y suena el teléfono. Es mi
cuñado que se queda extrañado al oírme.
–¿No te habías ido?
–Sí
42 –¿Y ya estás de vuelta?–. Me dice en tono irónico.
–Oye, oye... –le paro– que el camino pasa por aquí. Sólo
estaba descansando unos días.
–Ah, bueno, entonces me callo– contesta el cuñado un
poco defraudado por no haberme pillado en deserción.
A éste le voy a llamar cuando esté en Santiago. ¡Tengo
que llegar!

La primera reflexión teológica

Decido retomar la marcha en un día triste. Meto las cosas


en la mochila y me despido de mi hermana. Me siento solo,
aunque poco a poco me voy animando; cuando corono el
monte del Perdón aprovecho para cantar a pleno pulmón. El
ascenso es duro pero decido no hacer caso a la rodilla. Ba-
jando del puerto coincido con un tipo muy inteligente y edu-
cado, y hablamos. El tipo tiene cuarenta y cinco años, está
Me pongo en marcha

casado y es padre un hijo adolescente. Se dedica al mundo


audiovisual y es de buena conversación. Nos preguntamos
los motivos de hacer el Camino. El suyo es personal y cultu-
ral; el mío religioso. Sale el tema de Dios en la conversación.
Encuentra la religión como un retroceso en la persona, que
además infunde sentimientos de culpabilidad en quien lo
practica. A mí la práctica religiosa me da seguridad en mí
mismo, justo lo contrario, aunque es cierto que en mi vida he
tenido momentos de menos fe.
–Tú me hablas de cosas inventadas por unos cuantos. El
concepto de Dios no es demostrable y sólo puedes hablarme
por la fe. Yo creo en lo que toco, veo y experimento. Y ade-
más no te puedes apropiar del bien, porque no es exclusivo
de la religión.
El tema se pone serio y me doy cuenta de que el que tengo
al lado es más inteligente que yo. Después de una larga con- 43
versación en la que no sacamos nada en claro, llego al alber-
gue un poco preocupado. Voy a la antigua iglesia templaria de
Puente la Reina a rezar y veo al Cristo alemán del s. XIV. Aun-
que está crucificado lo siento como un Dios Todopoderoso y
justo, un Dios que ha dado su vida por nosotros y por eso me
arrodillo ante Él sin dudar. Aunque no lo pueda demostrar,
estoy seguro de que Dios existe y además considero a Jesucris-
to un buen Dios, el mejor que podemos tener.
Después, más tranquilo, me acerco al albergue. Allí encuen-
tro a Mario y al inglés pequeño y simpático. Observan a una
familia de norteamericanos que quieren sobornar al hospitale-
ro porque no están conformes con algo. Los yankees resuelven
todo con dinero. Al final se van y el pobre hombre del alber-
gue les mira con resignación. Parece que no se ha enterado ni
de qué le hablaban, pero no ha aceptado el soborno.
La esquizofrenia: diario de un viaje

Para disfrutar del camino es necesario cambiar el chip

El plan consiste en andar por la mañana y hacer lo que


quieras por la tarde. Tras la ducha viene el momento del
relax y muchos aprovechan para escribir y anotar sus expe-
riencias en los albergues. A algunos se les ve inexpertos y no
saben qué poner, pero otros, como Mario, están más sueltos
y escriben con un halo de sabiduría. Viene gente culta por la
ruta. Jason es un tipo muy majo, tiene esa gracia británica
que tanto me gusta y hablando me dice que es hijo de Paul
Young, cantante que conozco pero al que no pongo cara en
ese momento. Jason me dice que su padre ha muerto hace
poco y le doy el pésame. Al recordarlo el inglés se quiere que-
dar un rato solo y se va. Antes de la cena me entretengo con
un panfleto de publicidad que habla de un albergue nuevo en
el pueblo. Pone “GRATIS PARA PEREGRINOS”. El juego es des-
44 cubrir dónde está la trampa y la encuentro enseguida, leyen-
do la letra pequeña. Hay que pagar 9 euros.
Después, mientras lavo la ropa a mano pienso en cómo se
desplazaban hace siglos, y considero que no era tan traumá-
tico. Si uno cambia el chip del espacio y el tiempo parece nor-
mal ir a los sitios andando. Con coche, avión o tren el viajar
es llegar en el mínimo tiempo y de la forma más cómoda.
Pero andando uno se impregna del sitio por donde pasa,
conoce cada pueblo, cada fuente y cada repecho; se fija en los
campos cultivados y los productos de la tierra. Había estado
hacía dos semanas en el mismo sitio, en Puente la Reina, en
la boda de un amigo. Vinimos todos elegantemente vestidos.
Ahora descubro que no vi nada. De estar con las mejores
galas he pasado a ver a una extranjera en bragas y a un
madrileño dormir en calzoncillos roncando.
Me vuelvo loco al oír hablar en tantos idiomas, no sé
como dirigirme a la gente porque cada uno habla diferente.
Me pongo en marcha

Dos austriacas muy majas invitan a todos a una merienda de


queso y embutidos. Aparece un barcelonés que lo primero
que dice es que “lo que más me jode es que los ingleses no
quieren hablar nunca en otra lengua que no sea el inglés. Son
unos cabronazos. Ahora están en España ¡que se esfuercen en
hablar español!”. Este tío me parece un jilipollas de entrada,
pero tiene razón. En la cena sale el tema de la antiglobaliza-
ción y la discusión es muy acalorada aunque no nos enten-
demos bien. No quiero calentarme y desconecto. Mientras
como el postre, me digo que esto es un caos y hay que poner
orden. ¡No se puede hablar!
Me levanto al día siguiente con la intención de tener una
jornada tranquila, alejado del barullo.

45
1v
Camino en mi tierra
con ambiente internacional

Empiezo a andar de nuevo hacia Estella y pronto me quedo


solo en medio del campo. El paisaje cambia rápido: la tierra se
vuelve roja y se ven los primeros viñedos. Un zorro cruza cam-
pante desapareciendo después entre la vegetación. El camino
transcurre por distintas anchuras. Unas veces es la carretera
general, otras sendas pequeñas y también el firme pasa de tie-
rra a asfalto. El trigo de los campos huele bien. Aparecen cons-
trucciones antiguas, como puentes o la antigua calzada roma-
na. El trayecto es muy rico en cultura e historia. Es indudable
la importancia de esta vía durante tantos siglos. Las autovías
y carreteras pasan por otros sitios y son muchos los monu-
mentos que han quedado escondidos entre los campos. Aun-
que las grandes construcciones e iglesias tienen acceso en
coche, hay ruinas olvidadas y zonas que parecen estar por des-
cubrir. Jason encuentra una moneda antigua en la calzada.
Estella es una tierra con personalidad. Su tierra es suelta
y oscura, su vegetación abrupta y con grandes montículos y
sierras. ¡Además Estella nos recibe con unas bodegas que dan
vino gratis al peregrino!
• • •

Para este tiempo ya tengo consideraciones sobre las distin-


tas nacionalidades. A los alemanes los considero muy indivi-
dualistas e intransigentes, pero les salva la generosidad. Los
ingleses suelen ser también muy independientes, pero son des-
prendidos sólo con lo que no es suyo. El humor inglés es hirien-
La esquizofrenia: diario de un viaje

te, aunque a mí me gusta. Los brasileños mezclan todo con la


magia y las mujeres. Los americanos son prácticos e infantiles...
Se suceden las noches y las caminatas, pero los días nunca
son monótonos. En el refugio de Villamayor de Monjardín
los dueños son holandeses. No se distingue si es un refugio,
un bar o una casa particular. Enseguida me percato de que
son evangelistas. La leña está ardiendo y cerca del fuego, en
una mesa, un hospitalero hace souvenirs de madera con un
Cristo pintado y una concha en el revés. El evangelista no
sabe qué texto poner y le doy varias ideas: “Cristo, ayúdanos
en el camino”, “muéstranos el camino”, “ayúdanos a cono-
certe”. El holandés lo va apuntando para la producción de
souvenirs. Aunque no coincidamos en nuestras creencias
intentamos entendernos y hablamos amigablemente. En defi-
nitiva Cristo es uno y los dos somos seguidores suyos. A la
mañana siguiente me preparan un desayuno estupendo y me
48 dan vitaminas y el evangelio de San Juan. Me empiezan a
gustar estas jornadas internacionales.
• • •

El camino por Navarra está siendo frío. Son momentos de


soledad y de encuentro con uno mismo. Voy recreando men-
talmente escenas bíblicas. Así, veo ovejas y las relaciono con
la parábola del Buen Pastor; vides y me recuerdan que Cristo
es la vid y los demás los sarmientos; olivos como el de la ora-
ción en el huerto o espigas como las que desgranaban los dis-
cípulos en el campo mientras andaban. También hay pozos
de agua... no falta nada de lo que sale en los evangelios.

Algunos peregrinos van a caballo

Los refugios suelen ser casas o caserones antiguos aclima-


tados para el peregrino con duchas, habitaciones con literas y
Camino en mi tierra con ambiente internacional

un sitio para reunirse y descansar. Algunos incluso tienen coci-


na. En uno de ellos, al anochecer, oigo ruido de cascos acer-
carse. Tres jinetes vienen con las caballerías que echan espuma
blanca por el pecho. Llevan un caballo pardo de raza árabe y
dos hispanoandaluces, uno alazán y otro también pardo. El
árabe es muy nervioso y tiene en el casco una herida. Pregun-
tan al hospitalero por un veterinario. Como la herida sangra
sus dueños le hacen una cura rápida de agua y sal atándole
unos trapos mojados en la caña derecha. Los caballos están
destrozados. Con una manguera les mojan las articulaciones y
los consiguen relajar. Es impresionante lo que impone un
caballo a un peregrino de a pie como yo, y estos tres lo saben
y chulean con ello. Pero no tienen consideración con sus mon-
turas; las tratan mal. Mientras sueltan las cinchas me acerco a
acariciar a uno de ellos. Mueve la cabeza de arriba a abajo.
Parece que esta contento con el refresco que le han dado. Los
jinetes preguntan por un abrevadero y un sitio cubierto para 49
que los animales pasen la noche. Mientras entro en el albergue
oigo relinchar a uno de ellos. Si pudiera iría a caballo.

Mi éxito con las chicas no crece

Llevo el móvil y de vez en cuando llamo a Mónica, que


siempre parece tener prisa por cortar y en muchas ocasiones
comunica. Me entero por un amigo que a la chica no le agra-
da que la llame. Me siento despreciado y más sólo que la
una, pero confío en que Santiago resuelva mis problemas...
seguro que encuentro otra chica mejor en el camino.
Decido disfrutar del camino; cuento con tiempo y no hay
razón para ir deprisa. Me relajo y convenzo a Mario y Jason
para ir hasta la ciudad de Viana, donde vive mi hermano,
párroco de la Iglesia de Santa María. Le hago una visita y
decido quedarme unos días. Mario y Jason también se que-
La esquizofrenia: diario de un viaje

dan. Me acomodo en casa de mi hermano, pero ellos se van


al albergue, así que los acompaño. Están cogiendo sitio cuan-
do llega una morena solitaria a eso de las siete de la tarde. De
unos veinticuatro años, es de esas que a primera vista son
explosivas. Es extranjera y habla en inglés a la hospitalera. La
miro por detrás y observo que tiene un cuerpo bonito, quizás
un poco desproporcionado, como si estuviera un poco torci-
da. Es de mediana estatura y complexión normal. Lleva un
top y unos pantalones negros ajustados. El pelo es negro y
rizado, bastante largo. Las piernas bonitas. La peregrina se da
la vuelta y me descubre “in fraganti”. Tiene unos ojos azules
y penetrantes en una cara joven. Al verme sorprendido miro
a otro lado disimulando. Ella coge la mochila y sale fuera, a
otro departamento. Mario también se ha fijado en ella y toma
una determinación rápida. Coge sus cosas y la sigue detrás
como si él tampoco tuviera sitio. Si no viene nadie más, esta-
50 rán solos. Jason y yo nos miramos sonriendo ¡Hay que ver
que peregrinas! Mario ha sido rápido.

Estancia en Viana con los curas

De vuelta en la parroquia mi hermano me pone tarea en


los archivos. Mientras le ayudo a ordenarlos, veo bulas y
pergaminos antiguos, muy bien conservados. También hay
una carta de la mismísima Santa Teresa de Ávila fechada en
1574 y que la monja había mandado al arzobispo de Évora,
Don Teutonio de Braganza. Cojo las llaves de la iglesia a mi
hermano y paseo a oscuras y solo por este edificio gótico tan
monumental que recuerda a la catedral de Pamplona. En los
asedios medievales y también durante las guerras carlistas
del s. XIX sirvió de fortaleza. Este es el destino de mi herma-
no. Aquí vive solo al mando de la parroquia. Esa misma
tarde celebra una boda y observo a los invitados esperar con
Camino en mi tierra con ambiente internacional

impaciencia a que salgan los novios. Es un acontecimiento y


da gusto verlo. A la salida de la celebración sueltan unos
petardos grandes como bombas y meten a los novios en un
coche nuevo forrado de celofán y globos. La pareja sale de
allí entre vítores. Ahora falta la gran cena y el baile, mien-
tras mi hermano se retira a preparar las catequesis del día
siguiente.
Esa noche vienen siete curas a cenar y me uno a ellos. En
el cuarto de los archivos, rodeada de una librería repleta de
libros de espiritualidad, hay una mesa maciza de madera
oscura con sillas para trece personas. Allí se forma una cena
improvisada y pronto empiezan a bromear entre ellos de
sucesos de sus respectivas parroquias.
“Hay un feligrés de 83 años que se llama Perico. Va a
Misa los domingos, pero este invierno faltó en plena ola sibe-
riana, y como pasaron varios días sin verlo me preocupé y
pregunté a los vecinos por él. No lo había visto nadie. Es un 51
anciano que vive solo con su pensión. Su mujer murió hace
seis años y sus hijos trabajan lejos. El caso es que me extra-
ñó ver todos los días su persiana bajada y decidí llamar a la
puerta. No abrió nadie, pero se oyó una voz moribunda.
Tomé una decisión rápida y acelerada y con varios vecinos
casi tiramos su puerta. Perico estaba en su habitación tum-
bado y con toda la ropa posible cubriéndole. Su cara estaba
blanca y me dio la impresión de que iba a morir. Temblaba.
–¡Desde cuándo llevas ahí!
–¡Por qué no has avisado!– le preguntamos.
–Estoy un poco mal pero me recuperaré –dijo.
–¡Vamos a llevarte al hospital!
Lo cogimos y lo metimos en mi furgoneta con dos mantas
mientras uno del pueblo llamaba a sus hijos. Cuando llegamos
a urgencias lo pusieron en una camilla y las enfermeras empe-
zaron a quitarle ropa. Un jersey, otro jersey, camisa, otra cami-
La esquizofrenia: diario de un viaje

sa, pijama y camiseta. Le expliqué al médico que últimamente


Perico estaba muy abandonado y no sabía cuanto tiempo lle-
vaba encerrado en casa. Las enfermeras seguían con su labor:
un pantalón, otro pantalón y dos pijamas. Una no aguantó la
risa y él dijo tumbado desde la camilla, como disculpándose.
–Ciertamente, estaba un poco abandonado.
Después de varias pruebas lo ingresaron. Los días que
podía iba a visitarle y mejoraba, pero había algo que le pre-
ocupaba.
–Perico, ¿qué te pasa?
–Que soy impotente.
Su verdadero problema, lo que realmente le preocupaba a
sus 83 años y a punto de morir, era su impotencia”.
Esa noche me acuesto cansado. Están las ventanas del
cuarto abiertas y se oye ruido de voces y coches que van por
52 la callejuela. La noche ha refrescado y entra una corriente
fría en el cuarto. Me acurruco en la manta y me quedo medio
dormido. La chica del albergue me ha dejado impactado.

Caminar no es tan fácil

Estoy al lado de la Rioja, tierra del vino. El camino se


hace sin prisa pero sin pausa. La cantimplora va pegando en
la mochila... clon, clon... y me entretengo contando mental-
mente los pasos. Se ven hileras de hormigas cruzando el ca-
mino, hormigas grandes que transportan semillas. Gusanos,
mariposas, escarabajos y moscas zumbonas. Las golondrinas
vuelan rasas, alimentándose. Antes de empezar el camino
pensaba que me podía aburrir, pero me entretengo con cual-
quier tontería. El terreno es ondulado, subiendo y bajando
continuamente cerros. Al fondo, en el horizonte, se ve la
atmósfera sucia. Es Logroño y si todo sigue como pienso, lo
Camino en mi tierra con ambiente internacional

pasaré rápido. Mientras canto canciones populares a pleno


pulmón calculo que llegaré a la población al día siguiente
para desayunar. El bastón va pegando en el suelo... toc, toc...
no me puede parar nadie.
La mañana del día siguiente entro en Logroño y paso el
puente de piedra sobre el río Ebro. Mientras cruzo por enci-
ma de los arcos de medio punto el agua baja turbia, forman-
do grandes remolinos. Son las 8,30 de la mañana de un
domingo en la capital riojana. De vez en cuando se ve algún
grupo de jóvenes que no han dormido con cara de alucinados.
Desayuno tranquilamente en un bar. A mi lado me encuentro
una adolescente sola que pide un cubata. Ésta se sienta en mi
mesa sin decir nada. Le pregunto si le pasa algo, pero no
puede decir una palabra. La joven se levanta y cae de morros
contra el suelo. Intento ayudarle, pero me manda a la mierda.
Más que borracha esta empastillada. Le malsaco que es de
fuera y que ha perdido a sus amigos. La chica no sabe ni 53
dónde está y no tiene ninguna dirección ni teléfono. Le digo
que si quiere la llevo a una pensión para que pueda dormir,
pero se ofende. El camarero opta por echarla del bar a empu-
jones. Cruza la carretera zombie y se sienta en un jardín. La
casi niña llora tapándose la cara, una cara sin pizca de expre-
sividad. Después se tumba en el césped. Como ya empieza a
pegar el sol y no hace frío, la dejo. Este mediodía se desperta-
rá queriéndose morir y mañana será otro día.
• • •

Me pongo la mochila y continúo. Cuando en mi guía


pone que el trayecto es fácil imagino que está chupado y se
me hace largo. Cuando pone que es difícil pienso que va a ser
la leche y se hace corto. Hay que jugar con el factor psicoló-
gico. Llevo una semana andando y todavía faltan seiscientos
kilómetros. No debo desesperar.
La esquizofrenia: diario de un viaje

En Navarrete decido tomar un menú en condiciones. Des-


pués de la ducha, con ropa limpia y curadas las ampollas de
los pies, me siento a plato puesto sin mayor preocupación
que la de estar sentado. Ponen un mantel blanco, cubiertos y
a esperar. Al lado hay un grupo en torno a un pintor que vi
también en Viana. Es exactamente igual a cuando yo hacia
retratos en Madrid. Habla de lo mismo y los demás le dicen
lo mismo que me decían a mí. Incluso se me parece física-
mente.
–¡Mira Van Gogh que no vendió ningún cuadro!
–¡Cuando seas famoso te veremos en la tele!
El pintor necesita aceptación, pero dice:
–Yo sólo quiero buscar mi camino y aunque no sea famo-
so es importante para mí hacer algo cada día. Tengo inquie-
tud por hacer algo nuevo.
54 Yo no triunfé y por eso le deseo suerte. Quién sabe si él
va a tener éxito en el mundo del arte. De todas maneras la
vida de los artistas es dura. Lo más normal es que cuando no
tenga qué comer, se ponga a trabajar en una fábrica olvidán-
dose de este ramalazo artístico.

Demasiado vino en el camino

Después de comer se acercan Mario, Jason, el barcelonés


y la chica morena. Saludan efusivamente y se sientan. Los
tenía perdidos desde Viana. La chica se pone a mi lado y ha-
blando descubro que es de Londres y se llamaba Alice. Parece
independiente, segura de sí misma. Tiene un puesto de rela-
ciones públicas en Londres. Viene de una ciudad triste y bus-
ca el sol de España. El barcelonés intentaba cortejar a Alice
sin rodeos. Le deja claro que si quiere le paga un hotel. Es
extraño que se lo diga delante de todos. Es un tío impresen-
Camino en mi tierra con ambiente internacional

table, pero ella, conocedora del mundo, lo lleva bien. Una


chica de una ciudad como la mía se habría escandalizado. Al
final, cogiéndole del moflete, le dice:
–Manolo, you and me are non-compatible.
El tonto del pueblo, que pasa por allí, es el primero en
reírse.
• • •

El camino se hace entre viñedos. Si en vez de bastón los


caminantes llevásemos escopeta tendría a estas alturas varias
perdices y tórtolas en el morral. La tierra de esta zona es roji-
za y suelta, excelente para el vino. Voy cantando canciones
del Oeste:
“Cabalgando por el Oeste
un caballo me encontré
como no tenía nombre
José Antonio le llamé.
55
Oh Susana, no llores
más por mí...”
Si no sé la letra, me la invento. Mientras, los labriegos y
paseantes me miran pensando que estoy chalado. Llego a
Nájera y el pueblo está en fiestas, con las calles negras olien-
do a alcohol. Como en una calleja, a la sombra, un bocadi-
llo como una flauta. Después, para hacer rato voy a tomar
un vino. En la Rioja hay buena gente. Me acerco a la verbe-
na, donde toca una orquesta que para dar efectos especiales
suelta una nube blanca en el escenario. Tras pasear por las
calles históricas termino en el refugio. En la cama todo me da
vueltas y para no marearme miro las filas de literas con los
peregrinos descansando. Siempre acabo medio cocido. En el
camino estoy bebiendo con generosidad.
• • •
La esquizofrenia: diario de un viaje

No tengo prisa en levantarme por las mañanas. Salgo de


los últimos. A veces, cuando abro el ojo no hay nadie. Suelo
andar solo, a mi ritmo, aunque al final del día nos juntamos
espontáneamente el brasileño, Jason, Alice y el barcelonés,
aparte de mí. Solemos quedar para cenar todos en el final de
etapa y los empiezo a conocer en profundidad. Alice es una
chica con mucha personalidad, pero muy sociable. En el viaje
da compañía, espera a los demás y no habla mal de nadie. A
la hora de fregar no se escaquea, aunque se ve que no tiene
mucha experiencia. Yo friego mejor. La chica tiene aspectos
muy positivos que me hacen pensar que mi idea de las muje-
res está equivocada. Me empieza a atraer, pero en las con-
versaciones me doy cuenta de que no me toma como posible
candidato. No es que sea un mal partido para ella, es que no
soy partido. Mario y ella se han enrollado y me duele.
Manolo el barcelonés me empieza a caer mejor con el trato.
56 Un día me lo encuentro tumbado en la cama. Se ha tomado
una botella de vino y un Whisky.
–“Me duelen los pies”– dice el catalán.
Alice tiene analgésicos, pero el viejo no quiere tomarlos.
–¿Por qué no los tomas?
–Porque no se puede tomar vino con las pastillas.
Manolo se encarga de saber en qué pueblos hay bares y
distribuye la caminata pensando en ello.
v
Castilla: aprendo a
disfrutar del camino

Los peregrinos parecemos Don Quijote

El siguiente pueblo, Cirueña, tiene construcciones pobres.


Algunas paredes son de ladrillos bastos, sin lucir. Es un ade-
lanto de lo que vamos a encontrar en Castilla. Empieza a
hacer calor y algunos días el sol te parte. Es fácil deshidra-
tarse y tenemos que llevar las cantimploras repletas de agua.
Lo más seguro es que vengan etapas peores.
En Viloria de Rioja, pueblo donde nació Santo Domingo
de la Calzada en 1019, se ha abierto la tasca municipal por
ser San Isidro. Están reunidas todas las mujeres y una de
ellas, la más vieja, canta a San Isidro. Estamos en Castilla y
se respira austeridad. El bar carece de adornos y cuadros y
los clientes del bar llevan ropa negra o gris. En una nota ale-
gre, el alcalde comunica que el ayuntamiento paga la ronda.
Las mujeres apuran sus Bitter Kases y los hombres sus vinos.
El albergue de Santo Domingo es de monjas. Allí encuen-
tro una persona que me da mala espina y me llevo la cartera
a la ducha. La pego con un esparadrapo y me ducho tran-
quilo. El presunto ladrón está colocado en una posición
estratégica controlando las mochilas y tumbado boca arriba
con los ojos semicerrados. La picaresca del camino es digna
de tener en cuenta. Hay muchos mangantes.
En este albergue hay un zaragozano, escritor aficionado
que ha hecho siete veces el camino. Cuenta historias antiguas
de los santos y sucesos del camino. Pasamos el rato escu-
chándole y mientras nos habla del milagro del gallo de Santo
La esquizofrenia: diario de un viaje

Domingo y de otros, como cuando “estaban construyendo


un puente para el paso de peregrinos y una arcada se derrum-
bó matando un obrero. El Santo se acercó y lo resucitó para
que siguiera trabajando añade jocoso el maño.
Castilla tiene su encanto, y algunos refugios pueden ser de
hace siglos. En una casona antigua me imagino a Don Qui-
jote y Sancho entrando para que les den de comer y les cui-
den a Rocinante y al burro. El viaje del hidalgo no puede ser
muy diferente a lo que hacemos los peregrinos actuales. Re-
corrían estos campos y posadas compartiendo sus víveres
como lo hacemos ahora con el jamón ahumado que tenemos.
El olor rancio del jamón se mezcla con el olor del refugio. La
conversación es tranquila y en inglés. Manolo también habla
en este idioma.
La siguiente mañana, en el desayuno, veo a una nortea-
mericana que desayuna kas de naranja con magdalenas y
zumo de tomate. La americana no sabe ni lo que ha compra-
58
do por la dificultad de entenderse con la dependienta. Esta-
mos sentados y Mario habla de la energía iónica que se con-
centra en el Camino de Santiago. Me pregunta si conozco un
sitio de culto al demonio en el camino.
–No, pero no te recomiendo que vayas– contesto.
–Todo es experiencia.
–Conocí a un amigo que le gustaban estas cosas en la ado-
lescencia y que se llegó a creer que conseguía cosas del demo-
nio. Parece como si Satanás se hubiera encargado de arruinar
su vida y el chico acabó mal.
Mario se ríe.
–No tienes que tener miedo a las fuerzas negativas.
–Si vas a dar culto a Satanás el problema es tuyo.
El tema se zanja y espero por su bien que no vaya, porque
el demonio no se anda con tonterías cuando se le invoca.
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

Castilla es una tierra seria. Estamos a bastante altura aun-


que el paisaje es llano. Los caminos están secos y el frío de la
mañana se convierte rápidamente en un calor tórrido. Una de
las etapas termina en San Juan de Ortega, un monasterio per-
dido y con mucho encanto. Al santo enterrado allí se le atri-
buyen milagros en la fecundidad de las parejas. Pido por una
amiga que tiene dificultades en quedarse embarazada (durante
el viaje la amiga quedó en estado). La Misa es en una iglesia
luminosa pintada de blanco. El párroco habla de una forma
decidida y convincente. Sus palabras recuerdan la llamada de
Dios para hacer el camino. Algunos nos emocionamos un poco
y después vamos a tomar la sopa de ajo a la que invita el cura.
Muchos quieren guardar la emoción sacando fotos. Flash,
flash, “padre, sonría”... El anciano lo hace con resignación.

Un poco de historia y cultura


59
Cuando llego a Atapuerca intento ver el yacimiento.
Parece que va a ser complicado. En el bar me pongo a hablar
con un vecino del pueblo que me quiere enseñar la historia
del lugar. En la casa del lugareño hay recortes de periódicos
y un vídeo de Antena 3 televisión sobre el tema.
–En las cuevas han encontrado restos humanos de hace
800.000 años –me explica. Yo mismo encontré un cuerno de
reno prehistórico estando con las ovejas. Se lo di a un inves-
tigador que estaba tan cocido que no sabía ni de qué le
hablaba. Aquí cada uno tiene su forma de excavación, tú
mismo puedes encontrar algo.
Entre sus fotos sale una con el príncipe Felipe, dándole la
mano.
–Me puse muy nervioso. ¡Tú sabes lo que es tenerlo
delante! era un visita no oficial en la que vino en helicópte-
La esquizofrenia: diario de un viaje

ro. Le preparamos morcilla y costillas. Estaba lleno de poli-


cías controlando todo, incluso el pan que compramos en el
pueblo. La ministra de cultura confundió el Homo-antecesor
prehistórico con el ferrocarril minero– concluye.
• • •

El camino hasta Burgos es bastante llano, aunque hay que


subir por una loma al lado de un campo militar de tiro.
Arriba se ve la Meseta con una ciudad en la lejanía. El hori-
zonte está despejado como el mar. Se oye cantar a unas per-
dices y mientras veo a un gavilán vencer al viento, pienso
¡Soy libre! La entrada a la ciudad es interminable. Es una
autovía plagada de camiones y coches. Los conductores no
tienen la cara saludable de los peregrinos. Están estresados.
En la catedral metropolitana lo que más me llama la atención
es que los escultores del medievo no sabían hacer leones. Les
60 ponían cara de personas con barba. Supongo que no tenían
modelos. Mientras tomo un almuerzo en las escaleras de la
catedral veo a Mario con un péndulo midiendo las fuerzas
que se concentran en este sitio. Hay unas mujeres parando a
la gente para leer la mano. Una de ellas, bizca, se acerca a mí
fijándose donde tengo la cartera. Les aviso a los compañeros
y nos vamos todos comentando la jugada.

Me da una insolación

El siguiente día ando solo. Me gusta ir a mi aire y por eso


a veces me separo del grupo. El paisaje es interminable. No
hay nada entre pueblo y pueblo, sólo campos de cebada y trigo
que todavía están sin cosechar. Los kilómetros se hacen con
dificultad, el sol pega en el cuello y brazos, quemando, y el
sudor se pega en la espalda. No tengo agua desde hace tiempo
y estoy deshidratado. Estoy desprotegido, sin sombras. Llevo
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

seis horas andando y es pleno mediodía, estoy mareado. Veo


ondulaciones de terreno con poca altura pero muy extensas,
como olas mastodónticas de cereal. Una sombra se dibuja en
el suelo y al mirar cegado hacia arriba aparece la silueta de un
buitre leonado. Los buitres esperan a los animales moribundos
hasta que caen. Miro adelante y no se ve nada; atrás, nada, y
lo mismo a este y oeste. ¡Por lo menos que encuentren mis res-
tos! Exclamo. Cuando ya pienso en mi fin, de pronto, encuen-
tro una hondonada con la iglesia de un pueblo a la vista.
¡Estoy salvado! nada más llegar me meto en un bar. Dentro
hay un hombrecillo castellano con un porrón, que no sabe que
he estado a punto de morir, y me dice:
–Te recomiendo que vayas a Castrojeriz. Es un camino
muy bueno.
–Pero, ¿aquí hay albergue?
–Sí, pero en este pueblo no hay tienda.
61
–Me voy a quedar.
–¿Pero no te he dicho que te vayas a Castrojeriz?
–Coño, ¿no ves que llevo andando desde Burgos?, llevo
29 kilómetros ya.
–Está a ocho kilómetros ¿qué son ocho kilómetros para
un muchacho fuerte como tú?
Me doy cuenta de que el castellano está enemistado con
los del albergue. Pero eso me trae sin cuidado.
–¿Tienes algo para beber?
–Sí, CocaCola y Fanta naranja.
Pido tres vasos de agua y cuando ya estoy menos sofoca-
do me tomo un vino y un bocadillo de jamón. Me ponen un
vaso con rayas blancas de suciedad y el viejo vierte el tinto
como si fuera agua, desbordándose. Cae un chorro de vino
sobre la madera. Está a ras y si se mueve se derramará.
La esquizofrenia: diario de un viaje

–Ahora dale un sorbito– dice el viejo.


Me inclino y bebo sin mover el vaso del mostrador.
Cuando ya no se va a manchar las manos, el lugareño levan-
ta el vaso para limpiar. El trapo está negro y huele mal.
Entonces me fijo en la mugre que hay por todos lados.
–¡A ver si me cojo un virus aquí!– Digo en bajo y pienso
que si viniese un inspector le llevarían a la cárcel.
El viejo castellano, sin darse por aludido, coge una hoga-
za de pan y dice sujetando el pan en el pecho y con el cuchi-
llo preparado para partir:
–¿Cuánto?

Hablando con los que me encuentro

62 Al día siguiente, camino de Castrojeriz, en el amanecer de


un día tranquilo, veo salir varios conejos por el campo.
Después de 300 km. el camino se hace de forma automática.
Cuesta poco esfuerzo hacer diariamente veinte o veinticinco
km. El único momento malo es el de la mañana, pero cuan-
do encuentro sitio para desayunar y me templo, me puedo
poner en marcha. Cuando me siento a descansar en una
terraza, soy dichoso. Aquí se aprecian más los pequeños pla-
ceres. El mero hecho de tomar café a las 9.00 de la mañana
con sombra se convierte en un momento intenso de satisfac-
ción. Como encontrar una fuente fresca de agua, que es un
acontecimiento. Tengo tiempo para reciclarme espiritual-
mente y la experiencia está siendo muy positiva. Rezo mucho
y estoy descubriendo una España desconocida para mí. En
Frómista descubro el canal de Castilla, una obra de ingenie-
ría hidráulica del s. XVIII. Hecho para la mejora de las comu-
nicaciones internas y el regadío, esta obra tardó casi un siglo
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

en realizarse. El canal recorre 207 km por las provincias de


Valladolid y Palencia fundamentalmente. Me imagino a las
barcazas arrastradas por mulas que tiran desde las orillas.
Ahora las reclusas y casetas están llenas de vegetación.
• • •

He aprendido a no fiarme de las distancias y tiempos de


los aldeanos porque nunca aciertan. Cuando le pregunto a
uno cuánto hay hasta Itero de la Vega me contesta:
–Estás al lado.
Luego encuentro dos horas y media de camino sin agua y
con una sierra de por medio.

El viejo palentino

En la provincia de Palencia me encuentro a un viejo con 63


una bicicleta negra bajo un árbol, tomando la fresca. Me
acerco para hablar con él e intentar que cuente cosas del
lugar. Es un anciano flaco y enjuto, ajado por el sol y con
unos pelillos blancos de barba no afeitada. Tiene muy pocos
dientes. Mientras habla hay cosas que no entiendo, pero al
fin me rindo ante la evidencia; es gay. Un anciano gay de pue-
blo que a sus ochenta años aún es promiscuo. Uno ya no sabe
qué esperar en el camino.
• • •

También en la provincia de Palencia, en Villalcázar de


Sirga, paro para hablar con uno en un bar. Hablamos del
camino de Santiago y el palentino dice que tiene un libro de
un peregrino alemán de 1813, inédito y forrado con unas
tapas de piel de gato. Lo quieren declarar patrimonio y qui-
társelo, y el hombre está con abogados. Cuenta que el autor
La esquizofrenia: diario de un viaje

es un presidiario que mató a su mujer y se fue hasta Finis-


terre, tardando unos treinta años en hacer el viaje. Salió de
Alemania con una libra de tocino y un pedazo de pan. El
resto lo consiguió limpiando establos. Me intereso por el dia-
rio antiguo y pregunto si puedo echarle un vistazo. Se hace el
sueco, dejándome con la duda de si me ha tomado el pelo.
• • •

En uno de esos refugios coincido de nuevo con el grupo.


Una noche hablamos Mario, Jason y yo de tener hijos en la
sociedad actual. La conclusión que saco es que las personas
no demuestran nada hablando sino con los actos. Nosotros
somos once hermanos. Si con el décimo hijo mis padres
hubiesen dicho basta, hubiesen sido muy generosos, pero yo
no habría nacido porque fui el undécimo. Parece que ahora
tener un hijo en la sociedad española es una tragedia. La
64 gente que más se queja es la que tiene menos hijos, es como
si las familias numerosas tuvieran que dar explicaciones a los
demás.

Segundos pensamientos filosóficos

Al día siguiente decidimos salir todos juntos de madruga-


da. Sobre las cuatro preparamos las mochilas y salimos del
pueblo ayudados de linternas. Tenemos dificultades para ver
las señales amarillas del camino. La noche es clara y estrella-
da, sólo unas nubes cambiantes tapan de vez en cuando el
cielo e intento poner en práctica mis precarios conocimientos
de astronomía. En toda esa mancha de estrellas se ve la Vía
Láctea, una franja blanca de oeste a este, indicadora del
camino de los peregrinos. Si me fijase mejor, podría distin-
guir las distintas constelaciones, hechas con la unión imagi-
naria de varias estrellas. Allí debe estar Perseus o Casiopea.
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

La contemplación del Cosmos me hace acordarme de la filo-


sofía de COU en mi época de estudiante. Recuerdo una vía de
Santo Tomás. ¿Cómo se puede demostrar la existencia de
Dios? Pongo la mente en blanco para fijarme en lo que me
rodea... vivo en la Tierra, un planeta del Sistema Solar que a
la vez forma parte de un Galaxia. En el Universo existe un
orden que lo ha puesto un ser inteligente y poderoso. Todo
tiene su lógica. Desde lo más grande a lo más pequeño, desde
las galaxias a los virus microscópicos. La persona, por ejem-
plo, es complicadísima. Cuando tienes un corte, ¿Cómo
saben las células de la mano, que son seres vivos indepen-
dientes, organizarse para cerrar la herida? Este orden de la
materia podría ser otro, pero la probabilidad de que los áto-
mos se suelten al azar y se ordenen por sí solos es tan remo-
ta como imposible. Este orden lo ha puesto Dios, si no sería
el caos.
El espectáculo va desapareciendo con la primera claridad 65
del día, disolviendo los pensamientos filosóficos que sugiere
la contemplación del Cosmos.
• • •

Un día entro en una casa de adobe mal arreglada y sucia.


Una señora mayor está en la cocina. No hay nadie más, por-
que este albergue tiene mala fama y todos han pasado de
largo. Me siento a comer en la mesa y la señora empieza un
soliloquio. No espera que escuche, habla sola, de una forma
que parece estar acostumbrada a no tener interlocutor. A
veces se ríe y cuando intento intervenir es inútil. Durante
unos momentos pienso que está loca, pero razona bien.
Algunos comentarios hacen ver que esta señora vive en la
más absoluta soledad. En un momento dado se levanta y se
va sin despedirse, hablando. Me quedo solo en la cocina anti-
gua, pensando en la señora y los tipos de soledad. Hay una
La esquizofrenia: diario de un viaje

de la que puedes salir cuando quieras con una llamada, y otra


en las que no tienes más remedio que estar dentro. Esta mujer
ha ingeniado un mecanismo en el que su propia voz le hace
pensar que está acompañada.
• • •

Cuando llega julio empiezan las fiestas de San Fermín.


Estoy en León pero puedo imaginarme a mis amigos en el
almuerzo antes del chupinazo. Me entra cierta nostalgia y los
llamo por el móvil. No me importa estar en el camino por-
que San Fermín se celebra todos los años y no es fácil hacer
el camino otra vez. Pero cada vez siento más añoranza. Tanto
que estoy mareado y tengo que parar al nublarse la vista.
Esto no puede ser, debo haber cogido algún virus. Estoy
débil. En el siguiente pueblo desayuno bien y decido quedar-
me. Durante dos días estoy machacado, pero recupero las
66 fuerzas sin necesidad de ir al médico. Nunca se sabrá si ha
sido pura añoranza o un virus real, porque San Fermín es San
Fermín y perdérselo para un pamplonés es algo muy duro.

Hago los cálculos para llegar el 25 a Santiago

En el refugio donde estoy hay un madrileño medio hip-


pie con un esguince en el tobillo. Lleno de amuletos, encien-
de unas barritas olorosas que apestan la habitación. De vez
en cuando se fuma un porro. Pretende convencer a los
demás para que le lleven la mochila. ¡Qué huevos! a pesar
de la camaradería se mantiene cierta independencia entre
todos porque es mejor. Cada uno se pone sus etapas y hace
lo que quiere. Si se coincide, mejor, si no, no pasa nada.
Además, de la gente no te puedes fiar. Con el tío de Santo
Domingo de la Calzada, el que se situaba tumbado en una
posición estratégica para controlar las mochilas, están desa-
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

pareciendo cosas y todos sabemos que es él aunque nadie lo


ha cazado.
Una vez recuperado continúo y hago los cálculos para lle-
gar el 25 a Santiago. Puedo ir cómodamente, dormir la noche
del 24 en la ciudad y estar allí el día del patrón de España
para celebrarlo.

Paranoias... lo paso mal

Un día, después de la caminata, voy a un bar a media


tarde. Los jóvenes del pueblo se han reunido para tomar unas
cervezas hablando animadamente y riendo con estruendo.
Han puesto la música del bar alta. Hileras de botellas... Mar-
tini, Marie Brizard, Magno, Habana Club... y muchas más
me animan la vista. Estoy en bañador con una camiseta y
unas chancletas pero no desentono. Están acostumbrados a
los peregrinos con pantalón corto y sandalias. Entra Alice 67
muy maja que ha estado viendo el pueblo. Le acompaña
Mario. Los utensilios del bar brillan, la luz un poco baja y la
puerta abierta al verano. Una especie de pecera echa burbu-
jas y dos máquinas tragaperras encienden y apagan sus luces.
Miro a Alice que sonríe con una expresión extraña. También
la camarera me mira de forma rara. Todos los del bar se han
puesto a hablar de mí. En la calle una señora con su hijo me
mira con cara de complicidad. No puede ser que también me
conozca. Voy a las literas, me tumbo y tiritando se me viene
el mundo encima. Estoy asustado y paso hora y media de
angustia. Estoy así hasta que llega la hora de dormir y va lle-
gando la gente para acostarse. Esa noche no puedo dormir y
escucho los ruidos del albergue. Cuando todos están tumba-
dos, se oye una cajita de música de las que van a cuerda...
tlin, tlan, tlon... un alemán la tiene para entretenerse. Luego
se oye un pequeño ruido, como si la cajita se hubiese caído al
La esquizofrenia: diario de un viaje

suelo. Seguido de un gran golpe. El teutón se ha caído redon-


do desde la litera de arriba. La gente ríe, pero él no hace caso,
mascullando palabras en alemán e incorporándose rápida-
mente. A eso de las dos de la madrugada, cuando la cajita ya
no suena, se oye de nuevo un golpe seco en la habitación. El
alemán ha caído de nuevo. Esta vez no se queja acomodán-
dose de nuevo y roncando a los diez minutos como un jaba-
lí. Paso una noche de angustia. A veces me sucede esto.

Discusiones entre peregrinos

Algunos pueblos están igual que hace 200 años, con casas
de barro, caminos de tierra y nada de industria. Por eso tie-
nen mucho encanto para el caminante. Al peregrino no le
gusta andar entre fábricas y polígonos industriales. Busca la
68 paz y la tranquilidad, lo sencillo y lo auténtico, si podemos
decir que en lo antiguo está lo auténtico.
En el refugio del Burgo Ranero, de adobe, suceden muchas
cosas. Un hospitalero muy majo de Córdoba da conversación
en la sobremesa. Su voz es ronca y dos francesas que quieren
dormir, se quejan.

–Perdonen ustedes, no sólo no me voy a callar sino que


estamos en la hora de la guitarra– dice el cordobés.

Saca una guitarra y se pone a cantar. Las francesas se


enfurecen y se arma una discusión general. Yo defiendo al
hospitalero. Las francesas quieren descansar porque se han
levantado a las 5.30 para coger sitio, y después exigen silen-
cio a los que se han levantado a una hora normal pero duer-
men en el suelo. La situación se vuelve cómica; mientras el
cordobés rasga su guitarra se cruzan gritos.
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

La ninfómana

Cuando el conflicto acaba me fijo en una chica alemana


que ha estado de mediadora. Maja muchacha. Le doy un
codazo al que tengo al lado.
–Está buena, ¿eh?
–Te equivocas completamente, es ninfómana. Ya se ha lle-
vado a dos a la cama. Los lleva a un hostal y les mete caña
por la noche. Al día siguiente se levanta y se pone a andar
más fresca que una lechuga mientras el tío no se recupera en
dos días.
Efectivamente, esa noche se arrima a mí en la cena, pero
al ver que no hay tema por mis principios cristianos, la nin-
fómana pierde todo interés en mi persona y ataca a otro.
• • •
69
Tras la cena, mientras estoy fregando, se me acerca uno
para hablar.
–Do you speak English?
–A little bit– contesto en mi inglés macarrónico.
El extranjero comienza a hablar de una forma rápida y de
carrerilla, como si estuviera recitando una lección. No me
entero ni de la mitad, pero entiendo que es escocés y va a
hacer un viaje alrededor del mundo.
–I think is a good idea– le digo y sigo fregando. Es lo
menos interesante que me han dicho en todo el viaje.
• • •

Después de la cena salimos fuera. Toda la chiquillada del


pueblo está jugando en el trigal. Los niños han dejado las
bicis en el suelo y se divierten en la campa. Esto es mucho
La esquizofrenia: diario de un viaje

más divertido que Internet y los videojuegos. Los chavales


miden sus fuerzas y las niñas cuchichean. Un viejo castellano
les observa sentado en un banco.

Rezando me acerco a Dios

El camino hasta Reliegos es nuevo, cómodo, sin pérdida.


La calima no deja entrar al sol y sopla una ligera brisa. Es
el mejor día que he tenido hasta el momento. Decido rezar
el rosario y después empiezo a hablar espontáneamente con
Dios, contándole mi vida y pidiéndole por la familia y ami-
gos. También por los peregrinos, para que sepan aprovechar
la llamada de hacer el camino. Es uno de los momentos que
más cerca he sentido a Dios a la hora de rezar. En esa hora
y media intensa de oración me imagino a la Santísima
Virgen María no como un ente espiritual al que se le reza,
sino como la madre de Jesucristo, verdadero Dios y verda-
70 dero hombre, y madre mía en el orden de la gracia. Es hija
de Dios Padre, madre de Dios Hijo y esposa de Dios
Espíritu Santo. Cristo me regala unos momentos en los que
veo todo claro y sin dudas. Dios es un apoyo firme que
nunca falla.
Un tren de mercancías, largo y ruidoso, pasa por la mese-
ta leonesa y yo, lleno del Espíritu Santo, avanzo emociona-
do hacia la tumba de Santiago. Llego a Mansilla para la
Misa del domingo. Allí me confieso con la alegría de ser per-
donado y me propongo ser mejor en adelante. Todos los
cristianos pecamos, el truco está en saber pedir perdón a
Dios. Además Cristo no se escandaliza de nuestras faltas.
Los que nos escandalizamos somos nosotros, y a veces no
tenemos la valentía de ir al confesionario. Tened en cuenta
que Dios conoce a fonde todos los pecados que se han come-
tido en la Historia de la humanidad. ¿Se va asustar de los
nuestros?
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

Recuerdos de San Fermín

En la cena coincido con una sueca que es muy receptiva y


maja. Saco el tema de los sanfermines y explico como son las
fiestas y el encierro. Para ella aquello es como cazar bisontes con
flechas. La chica pone mucha atención y curiosidad. Le explico
que un toro impone mucho porque puede pesar 600 Kg y al
principio de la carrera corre más que un hombre. Le cuento la
sensación de correr hasta oír las pisadas de los morlacos, con-
tundentes, y como aparecen subiendo y bajando la cabeza, reso-
plando.
–Entonces se te ponen los huevos de corbata.
Creo ser de una sociedad civilizada, aunque ahora me veo
como un ser básico y salvaje. Le estoy explicando cómo me
juego la vida porque sí. Lo que es normal en Pamplona se
convierte en exótico para la sueca. 71
• • •

Al día siguiente me levanto para ver el encierro en la tele-


visión. En el bar hay una pamplonesa con el pañuelo rojo.
Los toros son de Cebada Gago y hacen peligroso el trayecto
al estar el suelo mojado. Se separan por los resbalones pero
no hay ninguna cogida grave.
• • •

Empieza a haber más vegetación. El acento de los leoneses


me recuerda al gallego. Llegando a León rozo la carretera
general, donde hay mucho tránsito. Los camiones dejan a su
paso una atmósfera oscura de gasoil quemado. La catedral de
León, que no la conocía, me impresiona más que la de Burgos.
Tiene una estructura sobria y esbelta. Son dos catedrales de
cuidado. Es increíble cómo se pueden construir estas cosas.
La esquizofrenia: diario de un viaje

Con las mujeres se pierde el control

Voy hasta las piscinas municipales para refrescarme des-


pués de tanto trigal. Pago y una vez dentro no me puedo
bañar, porque es obligatorio llevar gorro. A Jason le pasa lo
mismo y nos quedamos con el paraíso a los pies y sin poder
zambullirnos. Jason está animado y me convence para que
organicemos una cena al final de la siguiente etapa. Me com-
prometo a preparar el segundo plato y el día indicado cena-
mos en Villar de Mazarife. Para beber compramos tetra bricks
de vino tinto y botellas de Coca cola. Preparo el kalimotxo
con muchos hielos y pongo el barreño en el frigorífico. Todo
está listo y les doy a probar la bebida principal de sanfermi-
nes. Me animo enseguida. Voy cogiendo confianza en las con-
versaciones y empiezo a hablar con voz grave y sin dudar de
nada. Me siento en plenas facultades y suelto piropos a la
72 estudiante sueca de días anteriores. Se queda azorada y me
mira con docilidad, está impresionada por mi salvajismo his-
pano. Pero la que me importa es Alice, que habla con Mario.
Hablo apoyado con gestos y así les explico el suceso real del
pastor madrileño que derribó un helicóptero militar de una
pedrada. Jason, que ha trabajado en la armada inglesa no
puede parar de reírse. Alice me mira sonriendo desde la otra
mesa pero le besa a Mario. Alice tiene postura erguida, dando
feminidad y sensualidad a sus movimientos y mirada.
Empiezo a beber deprisa y sin control y el exceso de alcohol
me bloquea, perdiendo el hilo de las conversaciones. Antes de
decaer me acerco a la pareja de enamorados para tantear un
poco. Me siento en su mesa y les pregunto qué tal están. La
mirada seductora de Alice se congela como el hielo y me mira
despreciativa. Les estoy molestando. Me doy perfecta cuenta
de que sobro y en vez de ser diplomático me levanto.
–¡Qué cojones! me voy de aquí.
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

Digo en alto y en español y antes de dirigirme a las habi-


taciones de arriba me lleno medio vaso de kalimotxo y lo
bebo de un trago. De la pareja salen oleadas de desaproba-
ción, aunque Jason encuentra graciosa la situación. Al fin me
acuesto en el colchón y duermo mareado mientras oigo a los
demás charlar en el patio de abajo. Mi fiesta ha terminado.
• • •

Al día siguiente me levanto medio sonámbulo dando gol-


pes a los que están en el suelo. Quiero beber agua. No sé qué
he dicho y hecho el día anterior. Cuando bebo me convierto
en un animal. Me duele la cabeza. La mezcla de alcohol con
el azúcar del kalimotxo da una de las peores resacas. Cuando
salgo me encuentro a Alice en la puerta y me saluda gracio-
sa. Me voy a aclarar las ideas de una vez por todas. Le salu-
do a Alice haciendo un gesto de disculpa por lo pasado la
noche anterior y me propongo no dejarme llevar por el 73
ambiente de alcohol de este camino. Es una peregrinación y
no me puedo dedicar a estar siempre borracho. Para empezar
Mario y Alice están juntos y yo no pinto nada. Que a mi la
chica me haga gracia es evidente pero voy a ser elegante y los
voy a dejar en paz.

Hago una promesa

Decido dejar de beber hasta llegar a Compostela para que


el Señor vea mi buena disposición. Los primeros días de abs-
tinencia son duros, pero enseguida me hago a la nueva forma
de vida sin vino. Empiezo a sentir la proximidad de las mon-
tañas leonesas. En Astorga hay casas con tejados inclinados.
Estoy acercándome a Galicia. Estos días coincido con Alice
algunas veces. Parece como si la inglesa me buscase. En una
de esas llegamos a un bar que parece del oeste americano. Se
La esquizofrenia: diario de un viaje

llama el bar Cow-boy, e imita a un salón de vaqueros. Plantan


un vaso sobre la mesa y cuando echan orujo, invitación de la
casa, lo tengo que apartar por la promesa de no beber. Alice,
que está conmigo, se extraña de que no beba y me pregunta
el por qué. Le comento mi propósito de llegar a Santiago sin
vino. Se alegra y me anima a seguirlo. Aprovechando que
estamos solos le pido perdón de mi borrachera anterior y le
digo que no se va a repetir. Me escucha con interés. “Antes de
llegar a Santiago quiero purificarme en el sentido de tener un
trato más cercano con el Señor”. “¿Y cómo lo vas a conse-
guir?” me pregunta. “Para empezar no estar todo el día borra-
cho y después frecuentar las iglesias que están en el camino
para rezar un poco y asistir a Misa”. Me dice que ella también
está buscando a Dios y la relación con Mario le está entur-
biando la peregrinación. Quiere dejarlo y no sabe cómo. Le
agobia que esté detrás con el tema de que se acuesten.
74
• • •

Sintiendo la meta cerca, recapacito sobre el trecho anda-


do. Ahora veo las cosas de diferente forma, con más sencillez
y menos exigencias. He conocido mucha gente y todos tienen
algo importante que contar. Lo que antes consideraba una
pérdida de tiempo ahora lo veo como fundamental. Estar
sentado con la mirada puesta en el vacío durante diez minu-
tos es importante. En la sociedad actual parece que estamos
perseguidos, estresados y solos. La tecnología y la comodi-
dad en exceso me parecen absurdas. Se necesita poco para
vivir. También estoy aprendiendo a no juzgar a la gente.
Generalmente de lo que juzgas es de lo que careces. No tengo
más que mirarme a mí mismo para darme cuenta de que no
hay que criticar.
• • •
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

Me considero una persona paciente que no se enfada con


facilidad. No me molesta que me despierten por la noche.
Aguanto el mal olor de los pies de los demás y que me qui-
ten el sitio en el lavabo, pero no aguanto la filosofía de que
el peregrino tiene que estar agradecido y debe recibir las
cosas con humildad. ¡Si pagamos todo! Después de una etapa
larga llego a un albergue exhausto y sudando. Pregunto si
hay sitio y al hospitalero no le gusta mi tono, saliendo con la
historia de que no puedo exigir nada. Esto me termina de
tocar los cojones. Me planto y le digo:
–Me parece muy bien que yo no pueda exigir nada, pero
tú a mí no me exijas tres euros por un colchón de mierda.
No me contesta y todavía me pregunto cómo esta noche no
voy a dormir fuera, bajo las estrellas. Los albergues cobran y
no ofrecen grandes servicios.
• • •
75
Manolo se ha cogido una infección en el pie y no puede
continuar. Quiere subir al menos la Cruz de Hierro, pero el
médico se lo desaconseja. Va a continuar en autobús. Des-
pués del desayuno decidimos hacer una foto para el recuerdo
y cada uno saca su cámara. La hospitalera nos va inmortali-
zando... click... decir patata, click... click... patata... click...
click... a mí se me ha olvidado la cámara en casa. Estamos en
las montañas leonesas. La Cruz de Hierro es una cima de
1.500 m de altura, donde hay una gran cruz en la que los
peregrinos depositan piedras traídas de su lugar de origen
como símbolo de penitencia y para pedir un deseo al Após-
tol. Ascendemos y después de echar un guijarro de Zizur, me
encuentro a Alice y Mario discutiendo. Les saludo y me dis-
pongo a continuar, pero la inglesa me convence para que me
quede. El brasileño está mosca y no me gusta la situación.
Alice le ha dicho que lo tienen que dejar y busca apoyo por-
La esquizofrenia: diario de un viaje

que la reacción de Mario es desproporcionada. Está enfure-


cido y es evidente que le tengo que ayudar a la inglesa por-
que está asustada. Le digo al brasileño que se tranquilice. “Si
Alice no quiere salir contigo está en su derecho”. Mario no
puede asimilar el golpe. La chica me pide que le acompañe.
Continuo la marcha con ella intentando quitar hierro al
asunto. Después de echar la piedra andamos con la lluvia
arreciando contra el chubasquero. En las botas empieza a
entrar agua. El viento sopla fuerte contra la cara y las gafas
están opacas por el vapor de agua. Estamos cubiertos en
plástico pero no podemos hacer nada para no calarnos. Alice
me dice que por primera vez se ha dado cuenta de que está
andando sola en un país extranjero. Tiene miedo a la reac-
ción de Mario y le prometo que estaré pendiente para que no
pase nada.

76 Un templario en el s. XXI

Entre la niebla aparece un poblado abandonado en el que


vive un personaje que se dice templario. En la cabaña de pie-
dra también vive un discípulo suyo. Llama la atención una
torreta de madera para la vigilancia. En la puerta está la
espada y el caballo del templario pasta en las cercanías. Los
dos comen tacos enormes de tocino crudo con pan basto y
vino. Su refugio de montaña no tiene ni luz ni agua corrien-
te, es genuinamente medieval. Se supone que están sonados,
pero el trato es normal y los considero unas personas muy
inteligentes. Es mejor ser templarios en el camino que carni-
ceros en Madrid, como parece que eran sus antiguos oficios.
• • •

Llegando al Acebo encuentro un pueblo montañés donde


las casas son de piedra y los tejados de pizarra. Durante el
Castilla: aprendo a disfrutar del camino

trayecto veo señalizaciones para la nieve, así que en invierno


deben caer buenas nevadas. Al final llego a Molinaseca.
Ahora viene el agua caliente, la ropa seca y la comida. Todos
los esfuerzos tienen su recompensa y decido comer en un res-
taurante. Me doy una vuelta por el pueblo. Está todo moja-
do, pero a veces entra el sol por las nubes. Unos críos juegan
debajo del puente a futbolín. Uno de ellos retransmite el par-
tido y los gritos infantiles retumban en el silencio.
Voy a una bodega y pienso si tomar un vino o un café.
Tomo café, una promesa es una promesa.
• • •

En un bar de trabajadores a la hora de desayunar, Los


clientes fuman puros de par de mañana. Están todos resigna-
dos antes de empezar la jornada y uno pequeñito y con cara
de mala leche se toma una copa de Brandy. La camarera
exhibe músculo. Estamos casi tocando Galicia, en el Bierzo, 77
zona de paisajes verdes y mucha agua. Faltan pocos días de
viaje. Lo siguiente es subir O Cebreiro, etapa reina del cami-
no a 1.300 m de altitud. La última noche un peregrino al que
tengo catalogado como un poco miserable, roncaba en exce-
so y no dejaba dormir. La alemana ninfómana, enfadada, lo
despertó. Así pudimos descansar durante media hora. Esta
mañana este hombre se ha dirigido a la chica amenazándole
que de ahora en adelante va a tener problemas, que por qué
le despertó. La chica le dijo que no le hablase de esa forma,
porque no era una empleada suya. El tema se zanjó pero hace
poco he visto al hombre muy amable con ella, queriéndole
hacer masajes en los pies, no se sabe si para disculparse o por
puro deseo sexual. Es el único tipo del que pasa la ninfóma-
na. No quiero impregnarme de este ambiente. Para mi una
chica es mucho más que la atracción sexual. El sentido del
humor, la generosidad, simpatía, sinceridad... o incluso sere-
La esquizofrenia: diario de un viaje

nidad de tu pareja es necesaria para llevar una relación sin


que el sexo sea lo fundamental, aunque no puedo negar que
este es un complemento importante. Estoy de acuerdo con la
Iglesia en reservarte hasta el matrimonio aunque parezca una
idea descabellada en estos tiempos. El sexo no te hace libre si
no que te esclaviza. Es libre el que sabe controlar este aspec-
to. Si cada vez que se te presenta una posible relación sexual
no puedes hacer otra cosa que irte con la tía, te comportas
como un animal que satisface sus necesidades. Los manda-
mientos de Dios dignifican a la persona.

78
vi
Galicia: la meta está cerca

Etapa reina; subida al Cebreiro

La subida es fuerte. Los montes gallegos son grandes


moles. Después de varios kilómetros veo a una señora a lo
lejos y me acerco. Al intentar alcanzarla ella aumenta el paso.
Freno y vuelvo a acelerar, pero ella hace lo mismo mirándo-
me por el rabillo del ojo. ¡No deja que le pase! Es como los
piques con el coche. Al final la dejo y encuentro a dos chicos
que hacen lo mismo. Voy tocado de las rodillas porque estoy
forzando. Es la etapa de más kilómetros y con peores subi-
das. Los paisajes me recuerdan a la zona norte de Navarra:
montañas verdes en las que se aprovecha el terreno inclinado
como pasto para las vacas. Pequeñas huertas y casas con leña
apilada y corrales para las gallinas. Desde luego no tiene
nada que ver con Castilla. En la subida hay que coger ritmo
y aguantar. Dos kilómetros antes de coronar el Cebreiro, a
una señora le da un síncope y viene un helicóptero y una
ambulancia a la zona. Ayudamos a subir a la señora por la
ladera de la montaña y el helicóptero se eleva formando gran
estruendo. Continúo, esperando no ser el siguiente. Al final
llego de atardecida a la que parece una aldea celta resguar-
dada del viento de la cima. Las chimeneas están encendidas
y se huele el humo entre las casas. Las adegas tienen cacero-
las con caldos y comida caliente para los visitantes. Todo está
completo, pero puedo dormir en el suelo y usar una ducha
para limpiarme. Estoy en la Galicia salvaje, tierra de meigas
La esquizofrenia: diario de un viaje

y de leyendas. Aquí, en este poblado, en contraposición a la


magia, sucedió un milagro hace ocho siglos. Un vecino de
Barxamaior subió en una tormenta de nieve para asistir a la
celebración de la Eucaristía y el monje celebrante, con menos
fe, pensó en lo exagerado de la acción. En ese momento la
Sagrada Hostia y el Cáliz se aparecieron visiblemente como
el cuerpo y la sangre de Cristo. La patena y el Cáliz se guar-
dan en la misma iglesia, a la vista de todos.
• • •

Cuanto más me acerco a Santiago, más gente encuentro.


Algunos empiezan aquí su viaje y se les ve con botas relu-
cientes y sin estar tostados por el sol. Decido no ir a la carre-
ra, aunque me quede sin sitio en el albergue. Desde hace
algunos días la masificación es evidente y la camaradería no
es tanta. Caminar en Galicia es emocionante. Cuando se des-
peja la niebla aparece un paisaje verde y frío como si fuese
80
invierno. Este año ha sido especialmente lluvioso, tanto, que
a las vacas les dan pienso por estar los campos encharcados.
Estoy en un riachuelo descansando cuando llega Alice.
–¿No bebes agua?
–¿Se puede?
–Llevo veinte años bebiendo agua de las montañas y toda-
vía estoy esperando que me pase algo1.

• • •

Al llegar a Triacastela, aparece la inglesa medio llorosa en


el albergue. Ha tenido otro encuentro con el brasileño. No
queda ninguno del grupo y se siente sola. Para animarla le
invito a cenar. Lamentablemente aparece Mario en medio de
la cena celoso. Se forma un número que termina con un por-

1. Bebimos y los dos tuvimos diarrea durante tres días.


Galicia: la meta está cerca

tazo de Mario. Le ofrezco mi amistad a la inglesa. Alice me


lo agradece y tenemos una charla en la que nos reímos y
hablamos de mil sucesos de nuestras vidas. Me cuenta inclu-
so anécdotas de su infancia. La chica necesita una conversa-
ción sin presión para olvidarse de su relación nefasta con el
brasileño. Pasamos una velada agradable. Quiere que le
cuente cosas de mi religión ya que ella es protestante. Se fija
en que me mantengo firme en mi promesa de no beber. Hace
tiempo que no ha estado cenando con uno que no se quiera
acostar con ella a toda costa y la chica lo agradece. No que-
remos otra cosa que charlar y conocernos.
• • •

El camino por Galicia se desarrolla entre niebla y una llu-


via fina que termina calando todo. El sudor se pega a la ropa
y el vapor del agua hace pesada la respiración. Ando con la
mochila pensativo, mirando las losas del suelo y esquivando 81
el fiemo de las vacas, que desprende un olor que me parece
agradable. De vez en cuando aparece un ganadero con buzo
azul y botas de agua, dirigiendo con la vara a un grupo de
vacas que taponan el camino, teniendo que esperar a que
pasen los animales con sus torpes y pesados movimientos. En
vez de sumar días, resto los que quedan hasta Santiago. Estoy
terminando el viaje y un suceso me ha dejado traumatizado.
En Castilla encontré a un francés, con su esposa, que me dijo
que había venido a Santiago a morir. Esta broma no la enten-
día bien, y cuando el galo la decía, la mujer se quedaba muy
seria. Efectivamente, en Sarria le ha dado un infarto por la
noche y se ha quedado muerto tumbado en la cama hasta que
han venido el forense y la Guardia Civil para levantar el
cadáver de madrugada. Tenía 68 años y estaba mal del cora-
zón. De alguna manera había decidido terminar sus días de
esta forma. Su esposa lo sabía, pero tenía la esperanza de que
La esquizofrenia: diario de un viaje

no pasara nada. El esperado infarto ha llegado y cuando lo


he visto tumbado inerte en la cama, he pensado que todos
vamos a morir. Me imagino mi muerte y pienso que me gus-
taría tener tiempo para prepararme.

Un violador en el camino

En el término de Sarria, en un camino estrecho, me pasa


un coche Ford gris rozándome y le suelto una palabrota.
Diez minutos más tarde me encuentro al conductor hablan-
do con una peregrina de una forma agitada. Al verme, la
mujer corre hacia mí y el hombre se escapa. La señora, que
tiene unos sesenta años, me habla asustada y me dice que la
acompañe, que la han intentado violar. El individuo la ha
amenazado con un destornillador. ¡Era un violador! La
acompaño por un camino por el monte hasta que llegamos a
82 la carretera con un bar en la orilla. Allí unas peregrinas ado-
lescentes nos cuentan que ese individuo las había invitado a
subir al coche, insistiendo en ello. ¡Entonces es verdad lo que
dice la señora! Llamo con mi móvil a la Guardia Civil y espe-
ramos a que lleguen. La señora no sabe si hacer una denun-
cia y le digo que ella ha tenido suerte, pero a otra le puede
pasar algo grave. Vamos al cuartelillo y actúo de testigo.
Después los guardias, muy majos, nos dejan en el mismo
sitio. Espero que Alice no se entere de esto, ya está asustada
por su antiguo compañero.
• • •

El día anterior a Compostela duermo en Monte do Gozo.


En mi cuarto encuentro tres chicas hablando con un joven de
unos 17 años. No observo nada anormal hasta que el chico
se pone en pelotas delante de ellas mientras se cambia. Las
chicas se quedan sorprendidas. Después el chico les dice que
Galicia: la meta está cerca

“es anormal”. Me hace gracia su franqueza y contesto: “no


te preocupes, yo tengo esquizofrenia”. Las chicas no dicen
nada, pero al salir se ríen en el pasillo con estruendo.
–¿Pero naciste así o te diste un golpe?
–Comenzó cuando tenía 19 años.
Este es el mal mayor de mi vida, la esquizofrenia, y no la
puedo esquivar como si no pasase nada. Ha condicionado mi
vida y por eso he fracasado en el trabajo. Es el punto princi-
pal de referencia en mi historia y tengo que acostumbrarme
a vivir de esta forma. ¿Qué me queda? Mi lucha contra algo
tan complicado como la locura. Cuando muera me gustaría
que piensen que he luchado contra mi enfermedad.
• • •

No hay descanso, lluvia, lluvia y más lluvia. Algunos no


lo aguantan y se retiran. Yo continúo, no puedo abandonar
ahora. Voy eliminando días hasta llegar al último. Esa noche 83
duermo inquieto y me levanto con la seguridad de que, si no
ocurre nada extraño, al mediodía estaré en Santiago. Me
pongo a caminar, un dos... un, dos... aparece el sol radiante
entre las nubes, dando alegría a la última etapa, la del triun-
fo. Unas horas después entro en la ciudad y veo las agujas de
la catedral sobresaliendo en las callejas. ¡Estoy a diez minu-
tos! Cuando llego, la catedral brilla por el sol y el agua caída
de tantos días. Se elevan lenguas de vapor de agua por el
suelo y las paredes del edificio. La humedad gallega está
metida en todos sitios. Ya he llegado. Solo cruzo el llamado
Pórtico de la Gloria de la catedral.

Ante los restos del Apóstol

En la Misa Mayor converso con Santiago. El Apóstol fue


el primer cristiano que bebió del Cáliz del Señor y sé que no
La esquizofrenia: diario de un viaje

me puedo quejar ante él. Le agradezco el sentido que he


encontrado haciendo este camino. De las tres peticiones que
hice en Roncesvalles no se ha cumplido ninguna, pero he
encontrado el sentido de las tres. La primera era que viviese
santamente y aunque no soy un santo, acostumbro a vivir en
gracia de Dios. También he aprendido a no culparme por mi
fracaso laboral, porque con la enfermedad ya tengo suficien-
te, y me doy cuenta de que las mujeres son el complemento
ideal del hombre y viceversa, no unas víboras como lo que
pensaba antes de partir. Sin trabajo ni novia, sólo me queda
afrontar mis limitaciones y tirar adelante, como cuando
camino. Comprendo a Mónica y a Alice. Es normal que no
quieran salir con un esquizofrénico como yo. Pero entre
tanta autonegación hay una luz, una cosa que nunca me ha
fallado, mi condición de cristiano. Mi vida tiene lógica gra-
cias a Cristo, que es un apoyo firme que nunca falla. A pesar
84 de no tener nada, al seguir al Señor me siento lleno de todo.
Santiago ha cargado de sentido a mi vida y la convivencia
con los peregrinos me ha enriquecido mucho. Estoy en deuda
con Santiago.
• • •

La noche del 24 escucho mi nombre entre el gentío. Alice


se acerca radiante y casi gritando me da un abrazo aprisio-
nándome. Pegada a ella noto su cuerpo diminuto comparado
al mío. ¡Madre mía! Dejo de abrazarla. “¡Al fin estamos
aquí!” digo y le doy una palmada de fraternidad en el hom-
bro. Los ojos de Alice están húmedos. Las charangas y gaite-
ros suenan en la calle. Observo que la inglesa se ha pintado
y lleva unos pantalones tipo hippie morados que son nuevos.
Está espléndida. Se me ocurre que se ha puesto guapa por mí.
Salimos todos esa noche. La saco a bailar. Cada vez se acer-
ca más y en una de esas la chica me dice
Galicia: la meta está cerca

–Nunca me has dicho a qué te dedicas.


–Los dos últimos años me he dedicado a leer y escribir.
–¿Has escrito algún libro?
–Sí, se titula Diario de un esquizofrénico.
–¡Ah! Entonces eres médico.
–No, soy esquizofrénico.
–No me lo creo –y se ríe.
–Ríete, pero es verdad.
Seguimos bailando hasta que no podemos más de cansan-
cio. En una de esas la chica se para y me dice con ojos llenos
–You make me laugh! (Me haces reír).

85
Colección Preguntas
Director: José Pedro Manglano Castellary
www.manglano.org
preguntas@manglano.org
1? ¿Puedo estar seguro de algo?
Responde: Javier Aranguren (2ª edición)
2? Hacia el año 2000: ¿Qué nos espera en el siglo XXI?
Responde: Raúl Berzosa
3? ¿Sigue vivo Dios?
Responde: José Pedro Manglano
Mikel Gotzon Santamaría Garai (4ª edición)
4? ¿Se puede aprender a sufrir?
Responde: José Pedro Manglano (4ª edición)
5? ¿Adicciones… sin drogas? Las nuevas adicciones.
Juego, sexo, comida, compras, trabajo, internet.
Responde: Enrique Echeburúa (2ª edición)
6? ¿Necesita Dios de un hombre para perdonarme?
La penitencia, un sacramento contestado
(90 preguntas sobre la confesión)
Responde: Santiago Cañardo (4ª edición)
7? ¿Es la Filosofía un cuento chino?
Responde: José Ramón Ayllón (3ª edición)
8? ¿Dios en OFF? Trampas en las que perdemos a Dios
Responde: José Pedro Manglano (7ª edición)
9? ¿Síndrome de Peter Pan? Los hijos que no se marchan de casa
Responde: Aquilino Polaino-Lorente (2ª edición)
10? ¿Anoréxica… Yo? ¿Anoréxica… Mi hija?
Responde: Pilar Gual
11? ¿Qué es eso de las tribus urbanas?
Responde: Raúl Berzosa
12? ¿Qué pasa por fabricar hombres?
Responde: Juan A. Martínez Camino (3ª edición)
16? ¿Medios de comunicación? Guía para padres y educadores
Responde: José Francisco Serrano Oceja

Serie Experiencias
13? ¿Cómo transmitir la fe? Cartas a los nietos
Responde: Julio Jauregi
14? ¿Por qué esperar a estar casados?... si ya nos queremos
Responde: Mar Sánchez Marchori (3ª edición)
15? Diario de un esquizofrénico
Urbegi (5ª edición)
17? La esquizofrenia: diario de un viaje
Miguel Gozález Purroy “Urbegi”
Este libro se terminó
de imprimir
en los talleres de
RGM, S.A., en Bilbao,
el 8 de enero de 2004.

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