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En general, todos los 

informes siguen una misma estructura, aunque el contenido


sea distinto. Si vas a hacer un informe, es muy importante que definas con claridad
la finalidad del mismo y conozcas previamente cuáles son las partes de un
informe. 

La estructura de un informe se divide principalmente en tres partes:


la introducción, en la que justificaremos la elaboración de este escrito;
el desarrollo, en el cual detallamos los procedimientos y la metodología empleada
para recopìlar la información y la conclusión, en la cual presentamos los resultados
obtenidos y las valoraciones.

A continuación, te explicamos cada una de las partes de un informe:

o Portada de un informe: deberá incluir los datos de autor del informe, así como
el título del informe y el lugar y la fecha de elaboración.

o Título: debe dar una idea clara y relacionada con el tema del documento.
o Índice: en esta parte deberemos señalar todos los apartados del informe y el
total de páginas que contiene.
o Introducción de un informe: se trata de una breve reseña de lo que trata
el tema del informe y lo que vamos a estudiar.
o Desarrollo o cuerpo: es la información principal y completa del tema del
informe. Se complementará con gráficas, diagramas, notas al pie de página,
extractos, etc.
o Conclusiones en un informe: en esta parte se presentan los resultados del
informe más importantes y que, en definitiva, permiten responder los interrogantes
planteados en la introducción.
o Bibliografía: aquí detallaremos por orden alfabético y por fecha de consulta
todos los documentos consultados (libros, enciclopedias, artículos de prensa, medios
audiovisuales, etc.) para responder todas las preguntas del informe y concretar las
ideas del trabajo.
Aporte mas importante del cercano oriente:

Las civilizaciones de Cercano Oriente fueron importantes en la historia de la humanidad,


por el legado cultural que nos han dejado.  El aporte más significativo fue sin lugar a
dudas el de la escritura que permitió registrar y preservar los conocimientos que antes se
tansmitían en forma oral. 

sumen de la Unidad

En esta unidad, hemos hecho un recorrido por el Cercano Oriente y la Antiguedad


Clásica.

El Cercano Oriente constituye una zona de gran importancia para el hombre, pues
fue allí dónde se originó la escritura, medio fundamental para la preservación y
transmisión de la cultura. Fue habitada por una serie de pueblos y civilizaciones  
que nos han dejado un legado cultural de gran valor. Éstas presentan una
característica en común: todas se desarrollaron en torno a grandes ríos. A la
región en que se desarrollaron se conoce como "Medianluna Fértil", en ella se
disttinguen: Mesopotamia, Egipto, Palestina, Fenicia.

Las civilizaciones de Cercano Oriente fueron importantes en la historia de la


humanidad, por el legado cultural que nos han dejado.  El aporte más significativo
fue sin lugar a dudas el de la escritura que permitió registrar y preservar los
conocimientos que antes se tansmitían en forma oral. Originada en Súmer y
perfeccionada por fenicios y egipcios ha sido una contribución invaluable. A la vez,
los avances en la Astronomía fueron notables, en especial con los egipcios. Los
tesoros arquitectónicos, las esculturas y metales trabajados sobre todo en Egipto
constituyen verdaderas joyas de arte. Los fenicios aportaron grandes progresos en
los conocimientos geográficos, el comercio y el arte de la navegación. Para los
cristianos la cultura hebrea significó la preparación para la venida de Jesucristo y
por lo tanto el inicio de una nueva etapa en la historia del mundo, a tal punto que
dividimos la historia en antes y después de Cristo.
 En la Antiguedad Clásica encontramos a Grecia y a Roma.

jetivos

        EN ESTA UNIDAD PRETENDEMOS QUE:


 

o caracterices las primeras civilizaciones comparando los modos de vida de los diferentes pueblos de
la Antigüedad.
o reconozcas las principales características (sociales, económicas, políticas, culturales y religiosas) de
la Antigüedad Clásica: Grecia y Roma

Esquema de la Unidad 3
 

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En esta unidad te vas a introducir en el surgimiento de las primeras civilizaciones, que aparecen a fines del
período Neolítico y alcanzaron un gran desarrollo técnico, que crearon ciudades, la división social del trabajo y
elaboraron complejos sistemas de organización política, como los Estados.
Con estas primeras civilizaciones entramos en la Edad Antigua que abarca la historia de pueblos del Cercano
Oriente y más tarde la historia Clásica.

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Mesopotamia

Antes de empezar a estudiar cualquier civilización, lo primero que tenemos que


hacer es ubicarla geográficamente por lo que te invitamos a que mires con
detenimiento el siguiente mapa:
La Mesopotamia se extiende entre los ríos Tigris y Éufrates. La historia de los pueblos instalados en esta
región la conocemos a través de los relatos bíblicos y de las referencia proporcionadas por el historiador
griego Herodoto. Recién en el siglo pasado se pudieron manejar fuentes históricas directas, al poder descifrar
la escritura grabada en tablillas de arcilla.

 el desarrollo encontrarás los aspectos más significativos de este pueblo


Desarrollo
Las ciudades y los Imperios de la Mesopotamia  

La Mesopotamia es la zona comprendida entre los rios Tigris y Éufrates. La región


del sur, el Sinear, es llana; el norte, Asiria, es montañoso. Los primeros
pobladores del Sinear fueron los sumerios. Desarrollaron una escritura cuneiforme
y utilizaron el cobre y el hierro. Fueron invadidos por los acadios. El dominio pasó
de una ciudad a otra hasta que fueron unificadas por Sargón de Agadé, cuyo
imperio precedió al imperio babilónico. Hammurabi, de Babilonia recolpiló el
famoso código que lleva su nombre. Luego de una invasión de tribus arias los
asirios tomaron el poder y expandieron su soberanía hasta Egipto. Con capital en
Babilonia surgió el imperio de los caldeos que fue incorporado al imperio de los
persas en el año 538 aC.

Sumerios y Acadios habitaron ciudades independientes unidas por una cultura


común. Eran gobernados por un "ishakku" o un "pátesi", delegado del dios, que
era el dueño de las tierras y del templo con sus granero, almacenes y talleres. El
templo era el centro de una gran actividad agrícola e industrial. En la ciudad
existían comerciantes y trabajadores libres. Cuando se formaron los imperios
aumentó el número de artesanos y comerciantes independientes.

El código de Hamurabi nos informa de la existencia de nobles, hombres libres de


distinto nivel social y esclavos. La legislación trata además del matrimonio y de los
contratos.
La creencia en la vida después de la muerte no alcanzó gran desarrollo. Sus
dioses cosmogónicos fueron Apsú, Tiamat y Ea, dioses del agua dulce, del agua
salada y del fango. Ea y su hijo Marduk fueron los creadores del hombre.
Agrupaban sus dioses en tríadas; una de ellas estaba integrada por Sin, la luna,
Schamash, el sol, e Istar, el planeta Venus.

Los mesopotámicos crearon un sistema numérico decimal, uno sexagecimal, un


sistema de medidas y un calendario lunar. Hicieron observaciones astronómicas y
desarrollaron la medicina.

Los palacios no tenían ventanas al exterior y sus techos eran cupulares. En las
puertas colocaban toros alados con cabeza humana. En la parte inferior de las
paredes ponían rellieves de piedra y en la parte superior frisos de cerámica. En un
templo sumerio se encontraron frisos en piedra caliza o cobre sobre asfalto. En las
tumbas reales de Ur fueron hallados abundantes objetos realizados en piedras y
metales preciosos.
Sumerios y acadios hicieron esculturas que sobrepasan sus rasgos étnicos y
estelas en relieve que narran las hazañas de sus reyes. Los asirios llevaron el arte
del relieve a un gran nivel y aquellos que representan leones heridos son
considerados obras maestras. En los templos sobresalían el Zigurat o torre
escalonada de varios pisos.

Las ciudades y los Imperios de la Mesopotamia  

Se llama Mesopotamia (del griego  meso: medio y potamos: ríos, es decir, "entre ríos") a la región del
Cercano Oriente ubicada entre los ríos Tigris y Éufrates.  Por ser una zona de fácil acceso desde África, Asia
y Europa, se convirtió en un lugar de paso y establecimiento de muchos pueblos.  Se trata de una región
"abierta" porque:

- al oeste limita con los desiertos de Siria y Arabia, zona recorrida por pueblos seminómadas que luego
cruzaron el Éufrates;

- al Norte, con los montes de Armenia.  El Tigris y el Éufrates forman una especie de embudo que "invita" a los
pueblos montañeses a bajar;

-al Este se encuentra la meseta de Irán, donde vivieron pueblos que codiciaron la riqueza de la Mesopotamia;

- al Sur se encuentra el Golfo Pérsico.

En la Mesopotamia se puede distinguir dos zonas con diferencias históricas y geográficas:

- al Sur la Baja Mesopotamia, llanura cuyas tierras son fértiles gracias a las inundaciones que producen los
ríos.  En la Antigüedad, esta zona fue habitada por varios pueblos..  En la zona de la Baja Mesopotamia, se
asentaron los sumerios, y esta región tomó entonces el nombre de Súmer.  luego en la zona media  de la
Mesopotamia se instalaron los acadios y su territorio se llamó Akkad.  Posteriormente llegaron otros pueblos,
como los amorreos y los caldeos (de estos últimos, la región tomó el nombre de Caldea);

- al Norte, la Alta Mesopotamia o Asiria, zonas de montañas, con clima muy riguroso y poca vegetación.  En
esta región vivieron los Asirios.

 Economía, Sociedad y Cultura


La agricultura es la base de la economía, aunque sólo era posible con la ayuda del riego artificial; el Tigris y el
Éufrates crecen por deshielo. Los sumerios construyeron una red de diques para contener la inundación de
los ríos y canales para dirigir el agua hacia las zonas desérticas.  Los productos de cultivo más importante
fueron los cereales como el trigo y la cebada, y los frutos de la palmera, como los dátiles.

La población estaba obligada a pagar tributo a sus reyes y lo hacían con productos de la tierra o mediante la
realización de trabajo.  En tiempo de los sumerios, el Templo era el núcleo de las actividades económicas: era
el centro de la administración de las tierras, el lugar de recepción de las caravanas comerciales y dónde se
reunían los artesanos.  En el templo también se llevaban a cabo las ceremonias religiosas y la administración
de justicia. Posteriormente, cuando los príncipes se independizaron del templo y rigieron su propio palacio,
éste se transformó en el centro de las funciones económicas y políticas.

La Mesopotamia carecía de materias primas básicas, como la madera, las piedras y los metales; para
obtenerlas se valían del comercio: la madera de Fenicia, la piedra de Elam y los metales de Anatolia.  Las
transacciones comerciales se hacían mediante el trueque, ya que ellos no conocían la moneda.

 La sociedad mesopotámica se divide entre hombres libres y los esclavos. Estos últimos eran numerosos y
generalmente prisioneros de guerra.  Entre los hombres libres existían varios grupos sociales, que se
distinguían por su poder, sus recursos económicos y actividades.  Los grupos Dirigentes: el rey, los
funcionarios importantes, los sacerdotes y los jefes militares; los Comerciantes y Artesanos: los comerciantes
trabajaban al servicio del rey o el templo y también en forma particular, los artesanos realizaban los objetos
necesarios para la vida; los Agricultores: formaban el grupo social más numeroso, ya que la economía de la
Mesopotamia estaba basada en la agricultura.

 Religión y Conocimientos

Los sentimientos religiosos impregnaban toda la vida de los habitantes de la Mesopotamia Antigua. Adoraban
a muchos dioses, representados como fenómenos naturles o con características antropomórficas. Entre los
numerosos dioses mesopotámicos, cabe señalar a Enlil, señor del viento y la tempestad, conductor de
destinos y señor de las tablas de la suerte; Marduk, dios creador y bienhechor de Babilonia, que se convirtió
en el dios de toda la Mesopotamia; Inanna, diosa madre de la tierra, la fecundidad y el amor; Dumuzi, el
pastor divino, protector de los rebaños y dios de la vegetación. Los poemas sobre los héroes constituyeron un
aspecto original de la religión mesopotámica. Una costumbre muy extendida en la Mesopotamia fue la
adivinación y entre las ceremonias rituales que se practicaban se encuentran las procesiones, las fiestas
estacionales y las consultas a los oráculos.  

Los conocimientos científicos de los mesopotámicos eran patrimonio de los sacerdotes, la mayor parte de la
población no accedía a ellos.  Los babilonios desarrollaron la Astronomía, debido a la importancia que
asignaban a los astros en el destino de los hombres; crearon un calendario dividido en 12 meses lunares.
También inventaron un sistema de pesas y medidas sexagesimal, que tenía como base el número 60.
Actualmente se conserva este sistema en la manera de medir el tiempo en horas y minutos.  Pero el gran
aporte fue la escritura Cuneiforme.

Cierre

En la Mesopotamia Asiática se desarrollaron algunas de las culturas urbanas más


antiguas de la humanidad. Allí se modelaron algunas organizaciones de vida que
dejaron su impronta en las sociedades futuras y brindaron, junto con Egipto, los
primeros testimonios escritos de la historia.

 
La condición de "región abierta" de la Mesopotamia favoreció las invasiones e
incursiones militares de un sinnúmero de pueblos, pero también ofreció a todos
ellos la alternativa de un rico intercambio cultural. De esta manera, aquellos
adelantos alcanzados por algunos de los pueblos instalados en la zona pasaron
por imitación, conquista o saqueo a los otros. Así, la escritura cuneiforme de los
sumerios, se convirtió en la escritura de todos los pueblos de la mesopotamia.

Fenicia

Si obsevamos el mapa de Fenicia, pronto comprenderemos porqué este pueblo es


considerado uno de los grandes navegantes de la antigüedad. En la región que
actualmente ocupa la república del Líbano, se instalaron tribus semitas que dieron
origen al pueblo Fenicio.  Sus ciudades se levantaron en una estrecha franja, de
unos 200km de extensión de norte a sur y alrededor de 30 km de ancho, sobre la
costa del Mar Mediterráneo, al norte del monte Carmelo.
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Encerrados entre los Montes del Líbano y la costa, los fenicios se volcaron hacia el mar. Los montes de cedro,
por otra parte, les proporcionaban buena madera para la construcción de navíos. La navegación y el comercio
fueron, entonces, sus actividades fundamentales.

Con este pueblo “viajaremos” y entrarás en contacto con los diferentes pueblos con los que los Fenicios
comerciaron y entablaron relaciones sociales y culturales. Nos centraremos principalmente en lo que lo
caracterizó a este pueblo: el comercio y sus implicancias .
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LOS FENICIOS: Hábiles Marineros y Mercaderes 

Los ocupantes de Fenicia fueron tribus semitas que se hicieron expertas en el arte
de navegar. Surcaron el Mediterráneo en todas las direcciones en búsqueda de
plazas para su comercio. Sirvieron así de nexo entre los distintos pueblos de la
antigüedad.

La historia de Fenicia es la historia de sus puertos-ciudades. Los principales


fueron: Arad, Simyra, Biblos, Berito, Acco, Tiro y Sidón. Eran independientes y se
agrupaban en una confederación. Biblos, Tiro y Sidón ejercieron una hegemonía
sobre las restantes.

Los fenicios no llegaron a constituir un Estado unificado. Diversas ciudades


independientes ejercieron sucesivamente cierta hegemonía en el país. La
organización política era oligárquica: grupos surgidos entre los principales
comerciantes formaban un consejo que junto con un rey resolvían todos los
asuntos relacionados con la organización de la ciudad.

Los fenicios no tuvieron una cultura original. Su obra más importante fue la
creación de un alfabeto fonético con 22 letras,que fue el resultado de la
combinación de la escritura demótica egipcia y la cuneiforme súmera. El alfabeto
fonético fenicio, dio origen al alfabeto griego y al latino del cual deriva el que
utilizamos actualmente.

Fueron navegantes y fundaron Factorías en tierras extranjeras. Sus principales


industrias fueron el vidrio, la  metalurgia y el teñido. Se destacaron como diestros
artesanos y lograron trabajar los metales con singular maestría.

          
Eran politeístas. Cada ciudad tuvo su Baal (dios) "señor de todo lo que existe, que
casi siempre era el sol. El dios de Bublos fue Adonis, el de Tiro, Melkart; el de
Cartago, Moloch. Baalit, la luna, era en Biblos el símbolo de la fecundidad y por
influencia mesopotámica se la llamó Astarté.

LOS FENICIOS: Hábiles Marineros y Mercaderes 

El pueblo Fenicio, de origen semita, se estableció en la costa de Siria, región de Asia occidental comprendida
entre los montes del Líbano y el mar Mediterráneo, durante el segundo milenio antes de Cristo.  Ocuparon
una estrecha franja litoral de 200 km de largo por 35 o 40 km de ancho, llamada luego Fenicia.  Gracias a esta
ubicación, los fenicios estuvieron entre los primeros navegantes de la historia y dieron origen a una de las
"primeras civilizaciones marítimas".  El mar Mediterráneo fue fundamental para el desarrollo de su cultura.

Los Fenicios nunca formaron un estado unificado; en cambio, se organizaron en ciudades-estados


independientes entre sí y en ocasiones incluso enfrentadas. Para luchar contra un enemigo en común solían
unirse en una confederación.  Tres ciudades lograron, en distintas épocas, la supremacía sobre las
demás: Biblos (hacia el 2000 aC), Sidón (cerca de 1600 aC.) y Tiro (alrededor de 1200 aC.).   El período de
mayor esplendor de los Fenicios tuvo lugar durante la supremacía de Tiro, cuando sus navegantes se
aventuraron por el Mediterráneo y recorrieron el sur de Italia y el norte de África.  Esta supremacía duró hasta
el 900 a.C., aproximadamente.  Navegaron también por las costas atlánticas y según testimonios egipcios,
realizaron la hazaña de dar vuelta a África.  Luego, las ciudades fenicias sufrieron diversas dominaciones
extranjeras. 

Política y Sociedad

Cada ciudad - Estado fenicia estaba gobernada por un rey, de carácter divino, cuyo poder estaba limitado por
un aristocrático Senado o Consejo de ancianos, con el que debía compartir sus decisiones.  Este consejo
estaba integrado por cien miembros, que eran ricos mercaderes.  Su función era asesorar al monarca en
cuestiones de política y economía.

En la cúspide de la sociedad fenicia estaban los comerciantes adinerados, que ocupaban los cargos de
gobierno y manejaban los resortes de poder, el resto de la población lo componían los artesanos, los
cargadores y los tripulantes de las naves. También había esclavos.

Religión 

Los fenicios eran politeístas. Adoraban a los astros y sobre todo a las estrellas que en las noches los guiaban
en la navegación. Reconocían como dios supremo al Sol, al que llamaban Baal (señor) y consideraban el
protector del comercio, era la divinidad masculina; Baalit (señora), diosa femenina representada por la luna.
También adoraban a dioses de la vegetación, que morían en invierno y resucitaban en primavera. 

 Un pueblo orientado al mar

Los Fenicios, hábiles navegantes, desarrollaron una importante actividad mercantil.  Fueron los intermediarios
entre Oriente y Occidente. Comerciaban metales de la Península Ibérica, cereales y lana de Sicilia,marfil, oro
y papiros de África y maderas, tintes, tejidos y cerámicas que ellos mismos producían.  Los fenicios utilizaban
el trueque porque los pueblos con los que intercambiaban productos no conocían la moneda.

Este pueblo obtuvo permisos para residir y vender en barrios de ciudades extranjeras. Además
fundaron Colonias que eran territorios conquistados o adquiridos donde una parte de la población fenicia se
establecía en forma permanente. También contaron con Factorías que eran depósitos o almacenes
custodiados por guardias, a las que acudían los barcos paro renovar su cargamento y para ser reparadas,
constituían sitios de refugio para recuperarse y recoger proviciones en las largas travesías. Desarrollaron todo
tipo de industrias, pero sobresalieron en la fabricación del vidrio y la industria tintorera alcanzó prestigio
universal debido al descubrimiento de la púrpura.
Para registrar sus operaciones comerciales, los fenicios simplificaron los signos del sistema cuneiforme y
crearon una forma de escritura más sencilla, de pocos caracteres: el alfabeto. Contaba con puntos para las
vocales y algo más de 20 signos que representaban los sonidos simples de las consonantes. Los mercaderes
fenicios llevaron al alfabeto por todo el mundo conocido y este fue adoptado por muchos de los pueblos con
los que tomaron contacto. La mayoría de los alfabetos de Asia Central y Europa, inclusive el griego, recibió la
influencia del fenicio, y puede decirse que también es una de las bases del abecedario occidental actual.

Cierre

Ningún pueblo del Oriente tuvo tanta influencia sobre el mundo antiguo como los
Fenicios, navegantes atrevidos y habiles, que dejaron huellas de supaso en todo
los rincones del Mediterráneo.  Mientras los demás pueblos se aislaban por
seguridad, los Fenicios se vincularon con todos ellos sirviéndoles de intermidarios,
del Oriente al Occidente.  Les enseñaron a explotar, no solo los productos de la
propia tierra, sino también las riquezas de lejanas colonias, verdadera expansión
de la patria.  Les hizo comprender los beneficios de la navegación y del comercio,
dándoles el ejemplo de su imperio económico en todos los ámbitos del Mar
Mediterráneo.

                                            

En su continuo trato con los pueblos cultos llegaron a apropiarse su cultura,


haciéndose luego los misioneros del progreso hasta el confín del mundo conocido.
Hebreos

 Otro de los pueblos de la antigüedad que estudiaremos es el Hebreo y tiene como característica fundamental
su gran fe Monoteísta. Ubiquémonos  para poder entender la idiosincracia de este pueblo.

Palestina, lugar  en el cual se asentaron los Hebreos, es una angosta región
situada al sur del Monte Carmelo, entre el Mar Mediterráneo y el Río Jordán, de
aproximadamente 25000 km2.  ¿Sabías que es una superficie ligeramente inferior
a la de la provincia argentina de Tucumán?
 

 
                                                                                                                                    Descarga aquí el contenido
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Conozcamos ahora su historia.

Introducción

Cada pueblo o civilización tiene sus características pero siempre hay algo, un
aspecto, que lo diferencia de los demás. El pueblo Hebreo, cuyo nombre significa
"los que vienen del otro lado del río" (refiriéndose al Éufrates), se caracterizó por
sus creencias, su religión monoteísta que impregnó los diferentes aspectos de la
vida.

 Los Hebreos, pueblo de nómades semitas, aparecieron en el Asia Anterior


alrededor del Siglo XIII aC. En esa época, ya el Cercano Oriente ya había visto
surgir y desaparecer a varios imperios.

Aprendamos un poco de su historia

LOS HEBREOS: un pueblo en movimiento

En el borde occidental de Asia que da sobre el Mediterráneo se encuentra el


territorio de Palestina, que se extiende hacia el este pasando el Río Jordán y el
mar Muerto, y linda con Siria en el norte y por el sur con la península del Sinaí y el
Mar Rojo.  Ese fue el antiguo asiento de los reinos de Israel y de Judá fundados
por los Hebreos.  El clima no es muy benigno y el suelo no es tan generoso que
permita hacer cosechas muy abundantes.  El valle del Jordán se encuentra
rodeado de montañas, campos de pastoreo y tierras agrícolas.  En el sur los
pastos crecían únicamente en épocas de lluvias.  

Historia

 Los Hebreos, un pueblo semita originario de la península Arábiga, migraron hacia


el siglo XIX a.C. hacia la Baja Mesopotamia.  Este pueblo estaba organizado en
tribus de pastores, bajo las órdenes de jefes o patriárcas. Tiempo después, hacia
el siglo VIII a. C., al mando de uno de estos patriarcas, Abrham, los Hebreos se
desplazaron hacia el sur de Canaán, que era la "Tierra Prometida" para ellos por
su único Dios, Yahvé (Jehová).  luego, cuando los hicsos invadieron Egipto, los
hebreos ingresaron en aquel territorio y se instalaron allí, pero cuando los Egipcios
lograron expulsar a los hicsos, los hebreos fueron esclavizados.  Esta época es
conocida como el "cautiverio en Egipto"

Después de permanecer en Egipto alrededor de 400 años, hacia el Siglo XIV a.C.,
los Hebreos pudieron salir del país guiados por el patriarca Moisés.  Según la
biblia, Moisés guió a su pueblo por el desierto de Sinaí para llevarlo nuevamente a
la "Tierra Prometida".  Durante ese trayecto, la Biblia relata que Moisés, recibió de
dios, las "Tablas de la Ley" o "Diez Mandamientos" (También conocidos como
"Ley Mosaica").  Una vez en Canaán, los Hebreos sometieron a los pueblos que
se encontraban allí y se organizaron en doce trìbus, cada una de ellas dirigidas
por un juez que era, al mismo tiempo, jefe político, militar y religioso.

El gobierno descentralizado compuesto por jueces, fue reemplazado hacia fines


del siglo XI a.C., por un sistema centralizado, la monarquía.  El primer rey de Israel
fue Saúl, quien gobernó durante cuarenta y dos años y murió en combate contra
los filisteos.  Su sucesor, David conquistó la ciudad de Jerusalén y la convirtió en
la capital del reino. Durante el reinado de su tercer rey, Salomón (973 a 933 a. C.),
el país alcanzó su apogeo.  Cuando murió Salomón, el reino sufrió un cisma o
división.  Diez tribus conformaron el reino de Israel, que mantuvo su
independencia hasta el 722 a.C., cuando fueron vencidos por los Asirios.  Las dos
tribus restantes formaron el reino de Judá, con capital en Jerusalén, que subsistió
hasta 586 a.C. cuando cayó en manos de los neobabilonios de Nabucodonosor.
En el año 538 a.C., los persas destruyeron el imperio neobabilónico y se les
permtió a los israelitas regresar a sus tierras y reconstruir el templo, aunque
integrando una provincia del imperio persa.

Sociedad, Economía, Cultura

La sociedad israelita estaba íntimamente relacionada con su religión. Su núcleo


era la familia patriarcal:  en ella el padre representaba la máxima autoridad.
Existían también los esclavos, estos podían obtenerse por compra y también caían
en esta condición los prisioneros de guerra.  

Establecidos en Palestina, los hebreos se dedicaron a la agricultura y a la


ganadería.  Los cultivos característicos fueron el olivo y la vid, aunque también
obtuvieron legumbres como habas y lentejas.  El pastoreo de ovejas, asnos,
bueyes, cabras, caballos y camellos acompañaba la actividad agrícola. También
trabajaron la cerámica y confeccionaron numerosos tejidos de lana y lino.  Pero su
actividad económica más importante fue el comercio, ya que su lugar de
asentamiento, Palestina, era una tierra puente, un lugar de tránsito de mercaderes
entre varias regiones, como Mesopotamia y Egipto.  Los Hebreos vendían aceite y
vino y compraban metales (cobre de Chipre, hierro de Anatolia, oro de Arabia),
marfil y especias.

La religión dominó todos los aspectos de la cultura hebrea.  La prohibición de


representar a la divinidad desalentó la creatividad en escultura y pintura.  Como
contrapartida, la religión estimuló el desarrollo de la literatura, que se tradujo en el
esfuerzo de generaciones para la redacción y la transmisión de los textos, las
creencias y las tradiciones religiosas.  El resultado fue la Biblia.  La "Biblia" deriva
del griego biblia:  libros, e indica "el libro por excelencia".  Este texto también
recibe el nombre de "Sagradas Escrituras": sagradas porque se creen inspiradas
por Dios y contienen su revelación a los hombres y escrituras, en plural, porque su
origen es variado, de distintas épocas y diferentes autores.

Religión 

 Los Hebreos dieron origen a la primera religión monoteísta del Cercano Oriente, porque ellos tenían la
convicción de que el único Dios era Yahvé o Jehová, creador del mundo y de los seres humanos.  Su Dios es
justo, sumamente bueno y clemente. No puede ser representado, es inmaterial, por lo que no toma
características antropomórficas ni se identifica con las fuerzas de la naturaleza.  El anuncio de la llegada del
Mesías en las épocas de crisis es otra particularidad de la religión hebrea.  Vislumbra un futuro feliz, en el que
el bien y la justicia reinan en la tierra.  La religión de los israelitas tuvo también un "matiz moral o ético". Yahvé
exige a su pueblo el cumplimiento de una moralidad, dicta en primer lugar las obligaciones del creyente para
con su Dios y luego, las obligaciones de los hombres entre sí.

Todas las creencias de este pueblo se encuentran en el Antiguo Testamento o Biblia hebrea.  La
Biblia no
es solo un texto religioso.  También proporciona información histórica que puede
ser confirmada por investigaciones arqueológicas y documentos escritos por otros
pueblos.  Contiene relatos tradicionales sobre los orígenes de la humanidad y
sobre el pueblo hebreo desde la Creación hasta la construcción del Segundo
Templo, e incluye normas de conducta moral y religiosa.  Se pueden encontrar,
también, aspectos de la vida cotidiana como la vestimenta o la comida.
 

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El legado fundamental de los Hebreos fue la religión monoteístas.  Creyeron en un


Dios único, espiritual y eterno, infinito y todopoderoso.  La Biblia es el libro
sagrado que da testimonio de su fe y relata su historia.

Además de un Dios único los hebreos aportaron a la religión la experiencia de la fe


que no necesita recompensa ni explicación. La religión hebrea, monoteísmo de
contenido moral y profundo vínculo con la historia de su pueblo, fue la primera
religión "sin fronteras", lo que la convirtió en vínculo permanente entre sus
creyentes y en razón de ser para su supervivencia como pueblo.

Por sus principios religiosos, los hebreos ejercieron gran influencia en la


civilización occidental.

Egipto
En nuestros días, Egipto se denomina República Árabe de Egipto y está poblado
por 45000000 de personas, cuya lengua oficial es el árabe. Pero nosotros
conoceremos el Egipto de antes, el de los tiempos antiguos y para ello primero
nos ubicaremos geográficamente.
 

                                                                                                                                     Descarga aquí el
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La civilización egipcia tiene como marco geográfico el Valle del Nilo. Atraídos por la fertilidad del valle,
numerosos grupos de diverso origen (semitas, norafricanos, negroides del sur) invadieron la región.  Así
dieron origen al pueblo egipcio, el cual muy pronto aprendió a valorar las condiciones del suelo que habitaba y
al cual, pasaremos a estudiar.

Introducción

A lo largo de su historia, que ocupó más de 25 siglos, Egipto vivió varios períodos.
épocas de esplendor en la que se formaban reinos o imperios y épocas de
decadencia o períodos intermedios en los que se desintegraban reinos, para luego
resurgir en una etapa posterior con nuevas fuerzas.  Hay una alternancia entonces
entre períodos de "centralización y períodos de descentralización".

                                                                                                                                     Descarga aquí el
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A lo largo de estos períodos anañizaremos sus costumbres, gobierno, creencias, cultura.

Desarrollo

EGIPTO: Un Imperio junto al Nilo

 Egipto está situado al nordeste de África. Todo el territorio sería un desierto si el


Nilo no lo atravesara.  Los primeros egipcios estaban agrupados en trìbus y clanes
que luchaban entre sí. Luego formaron provincias o nomos y más tarde dos reinos,
el Alto y el Bajo Egipto.
El faraón era el amo de Egipto y gobernaba ayudado por visires. Los nomos o
provincias eran controlados por nomarcas que servían al faraón y hacían su
fortuna cobrando impuestos al pueblo. Las clases sociales estaban constituidas
por nobles, sacerdotes, escribas, artesanos y campesinos.

Fue un pueblo politeísta y Ra, simbolizado por el sol, era el principio supremo,
creador del universo a través de Nut y Geb, el cielo y la tierra. Osiris e Isis,
esposos, eran genios civilizadores. Toda la cultura egipcia está penetrada por la
ambición de inmortalidad; creían en juicio de las almas y su correspondiente
premio o castigo. Primero enterraban a sus muertos en Mastabas, luego en
Pirámides e Hipogeos. Construyeron templos monumentales y realizaron pinturas
y grabados.

 
                                                                                                       Descarga aquí el contenido de este cuadro

Habían creado un calendario de 365 días y un sistema de numeración que


ignoraba el 0, la astronomía y la medicina estaban adelantadas aunque mezcladas
con supersticiones y tenían tres tipos de escrituras: la jeroglifica, la hierática y la
demótica.

GIPTO: un Imperio junto al Nilo

Hacia el 3000 a.C., a lo largo del río Nilo, en el nordeste de África, comenzó a
desarrollarse la cultura egipcia. Los egipcios llamaban a su país, "país de la tierra
negra", que eran las márgenes del Nilo que cada verano, cuando el río inunda el
valle, queda cubierta por limo negro, una especie de barro fertilizante. Este río
nace en una serie de lagos y arroyos de áfrica oriental y llega finalmente a Egipto.
En total recorre más de 6500 km.  el valle, por la altura, se llama "Alto Egipto",
mientras que el delta es el "Bajo Egipto".  Sus inundaciones anuales se deben a
lluvias que hacen crecer su caudal en el macizo de Etiopía, al sur del país.

También se ha descripto a Egipto como una región aislada por barreras naturales:
- al Este la rodea el desierto de Arabia; - al Oeste el desierto Líbico; - al Norte, el
mar Mediterráneo, por el cual eran pocos los que se aventuraban, debido a las
rudimentarias técnicas de navegación de la época; - al Sur, el valle del Nilo
formaba una "garganta" estrecha, que los egipcios controlaban fácilmente.

Evolución Política

La historia de Egipto, luego del período Arcaico (3000 a 2700 a.C.), tuvo tres
épocas centrales: el Reino Antiguo (2700 a 2200 a.C.), el Reino Medio (2200 a
1785 a.C.) y el Imperio (1550 a 1085 a.C.).  En estas tres épocas, Egipto estuvo
unificado y gobernado por una monarquía fuerte. Entre ellas se produjeron dos
períodos de crisis del sistema político (llamados períodos intermedios) que se
caracterizaron por la fragmentación del poder, las dificultades económicas y
sociales y la penetración de grupos de extranjeros.

 durante el Reino Antiguo, el sistema político muy centralizado, alcanzó su


madurez y plenitud en la época de las pirámides. El Estado contaba con
una organización capaz de planear y ejecutar obras monumentales y con
una población puesta al servicio de sus objetivos.
 Durante el Reino Medio, el Estado recobró la centralización perdida durante
el Primer Período Intermedio, aseguró sus fronteras para evitar nuevas
invasiones y el acceso de Egipto a las rutas comerciales más importantes.
 Durante el Imperio, Egipto, a través de campañas militares, extendió sus
fronteras hacia el este, hasta abarcar Palestina y parte de Siria, y hacia el
sur, hasta incorporar Nubia (el Sudán actual). 

A comienzos del primer milenio Egipto tuvo nuevamente un largo período de crisis
política y cayó en sucesivas dominaciones hasta que finalmente se produjo su
conquista por los romanos (siglo I a.C).

El Gobierno

El Estado egipcio se distinguió, desde sus orígenes, de otros Estados, por el


carácter divino de su realeza.  Estaba gobernado por por un rey-dios, el faraón,
que era la cabeza de todo el sistema social, político y económico. Su sola
presencia aseguraba el orden, la justicia y la prosperidad.  se lo identificaba con el
dios Horus (el halcón) y, después de su muerte, con Osiris (el dios de los muertos
y la resurrección).

El faraón tenía diversos colaboradores para el ejercicio del poder:  VISIR:


supervisaba los trabajos hidráulicos, las tareas agrícolas y el comercio, era la
mano derecha del faraón, su funcionario principal; NOMARCAS: gobernaban las
provincias donde se habían agrupado las antiguas aldeas, eran designados
directamente por el farón y se ocupaban de inspeccionar los canales, de su
mantenimiento y funcionamiento, luego, también se ocuparon del cobro de
impuestos; SACERDOTES: se dedicaban al culto de los dioses y a las ceremonias
funerarias, no formaban una casta especial, los nombraba el faraón y podían
pasar luego a otro servicio, es decir, que no todos eran sacerdotes de por vida y
tampoco exclusivamente por vocación; ESCRIBAS: leían y escribían los
documentos, eran considerados funcionarios muy importantes, ya que la escritura
era un secreto y no se pretendía expandirla.

Economía, Sociedad y Cultura

La economía egipcia estaba basada especialmente en la agricultura, la mayor


parte de la población se dedicaba a ella.  El cultivo de la tierra dependía del Nilo,
que con sus crecidas irrigaba y fertilizaba el suelo. El Estado regulaba la irrigación
y controlaba el nivel de la inundación para tomar las medidas necesarias en el
caso de muy bajas o de muy altas crecidas. La organización económica era
tributaria, ya que los súbditos estaban obligados a entregarle al estado cierta
contribución, el Tributo; esta práctica surgió en la creencia de que toda la tierra
pertenecía al monarca. Los tributos se utilizaban para diversos fines: el reparto de
granos entre la población de malas cosechas, el pago de los funcionarios y el
intercambio con otras regiones.  Las grandes obras públicas, como la construcción
de los templos y de las monumentales tumbas de los reyes, eran realizadas
mediante el "sistema de corvea" o trabajo obligatorio. Cada año, todo individuo
estaba obligado a efectuar tareas en beneficio del Estado. Esta mano de obra
también se utilizaba para el mantenimiento del sistema de irrigación, el trabajo del
campos del Estado, , en las expediciones comerciales y en el servicio militar,
cuando éste era necesario.  El comercio a larga distancia estaba destinado a la
obtención de materias primas de las que carecía Egipto; de Siria se traían
maderas para la construcción y resinas, de la costa del sur del Mar rojo incienso,
ébano, marfil, pieles y piedras semipreciosas.

El faraón estaba en la cúspide social: era el rector de la sociedad. Por debajo se


encontraba un grupo privilegiado integrado por la familia del faraón, los
sacerdotes y los funcionarios, este sector estaban sometidos a una justicia
especial y ocupaban los cargos de gobierno. Por debajo se ubicaban
los artesanos y comerciantes, que conformaban un grupo social intermedio;
generalmente cumplían sus tareas en la casa del faraón o los templos, trabajaban
la piedra o la madera, o se dedicaban a la alfarería, los tejidos y la metalurgia (los
más hábiles gozaban de mejor posición). En la base de la sociedad estaban
los campesinos, encargados de producir los alimentos, se los consideraba
hombres libres, trabajaban parcelas que les asignaba el Estado y también las
tierras del faraón, los funcionarios y los templos; ayudaban en la construcción de
grandes obras públicas como las pirámides, los diques, los palacios, etc. También
había esclavos: eran extranjeros, prisioneros de guerra u obtenidos por compra.
Aunque las diferencias entre las personas eran muy pronunciadas,, en Egipto no
existía un sistema de castas rígido, sino que había movilidad social y había
posibilidades de ascender socialmente. 

Los egipcios lograron alcanzar sólidos conocimientos de matemática, química,


astronomía, medicina, etc. Conocían la importancia del corazón para el organismo
humano; en matemática la operación fundamental con la que trabajaron fue la
suma, y de ella derivaron la multiplicación; utilizaron un sistema decimal de
numeración; también calcularon superficies, como las del rectángulo, el cuadrado
y el círculo.  La invención del calendario fue una realización importante, el año
tenía 365 días, dividido en 3 estaciones de 4 meses cada una y el año se
completaba con 5 días de fiestas religiosas. La escritura egipcia era
jeroglifica pero como el sistema era muy lento posteriormnte se desarrolló un tipo
de escritura más veloz llamada hierática, mucha más tarde surgió una variante
aún más estilizada, la demótica. El arte egipcio está íntimamente relacionado con
la importancia que tenían el faraón y la religión en la sociedad. La búsqueda de la
vida eterna es el motivo fundamental de casi toda la creatividad. Las
características generales del arte egipcio
son: religiosidad, majestuosidad, tradicionalismo, monumentalidad. La
monumentalidad es el rasgo primordial de la arquitectura egipcia, ejemplo de ello
son las pirámides, edificadas para tumbas de los reyes. Las más destacables son
las tres pirámides de Gizeh, dedicadas a loa faraónes Keops, Kefrén y Micerino.
En los primeros tiempos las tumbas de los faraones eran simples fosas, luego se
construyeron "Mastabas": construcciones de base rectangular y paredes
inclinadas.  Como etapa intermedia se cita la "pirámide escalonada". Por último, se
construyeron las pirámides propiamente dichas, que comprendían la tumba con el
sarcófago, un templo y una cámara funeraria falsa, realizada para confundir a los
saqueadores. en el nuevo Imperio los faraones mandaron construir nuevas
tumbas, los "hipogeos", lugares subterráneos cavados generalmente en una roca.
La escultura egipcia presenta también obras de gran monumentalidad como la
Efinge de Gizeh, la estatua de Ramsés II. La pintura constituía un importante
elemento decorativo, se encontraba inclusive en las tumbas; sus temas eran
variados: fiestas, ceremonias, escenas de la vida cotidiana. Los pintores no
utilizaban la perspectiva, las figuras humanas siempre se representaban en la
misma forma: la csaveza de perfil, con un ojo de frente mirando al espectador, el
torso también de frente y las piernas de perfil. 

 Religión 

La religión ocupó en la vida del pueblo egipcio un lugar importante. En ella se puede observar una evolución,
desde el totemismo primitivo (divinidad protectora del clan, que podía ser un animal sagrado que los protegía
y gobernaba) hasta el politeísmo, es decir, la creencia en varias divinidades.  La forma de
representación de estos dioses variaba; era frecuente verlos representados como
mezclas de hombre y animal (antropozoomorfismo) por ejemplo, con cabeza de
animal y cuerpo de hombre, o con forma humana directamente (antropomorfismo).
El único momento en que aparece una tendencia monoteísta es en el reinado de
Amenofis IV, época del Imperio Nuevo, cuando se pretende imponer el culto de
Atón como único dios, pero el nuevo culto no sobrevivió a su fundador.

Los dioses más importantes fueron:

 HORUS: dios halcón, gran dios de los espacios vacíos y del cielo; se lo representaba con cabeza de
halcón y con el cuerpo de hombre; también se lo consideraba sol naciente.
 ISIS: la luna.  Era esposa de Osiris; se la representaba como una mujer que llevaba en su cabeza
dos cuernos enmarcando un disco solar o un asiento.
 THOT: dios de la palabra, la verdad y la sabiduría; representado como un hombre con cabeza de
ave, defendía al muerto en el "Juicio".
 OSIRIS: dios del más allá; se lo representaba con figura humana; cuando presidía el "Juicio de los
Muertos", llevaba un látigo para castigar y un gancho para detener; también se lo consideraba el sol
poniente, el dios de la vegetación y los desvalidos; era la divinidad que gozaba de mayor
popularidad.
 ANNUBIS: dios de los muertos y señor de los embalsamadores; representado con figura humana y
cabeza de chacal, controlaba la balanza en los "juicios del más allá".
 AMON: dios de Tebas, el misterioso, el oculto; dios de la luz y del aire, también de la fecundidad.

El culto de los muertos: los egipcios creían que existía a otra vida después de la muerte, y que sería feliz o no,
según la conducta que la persona hubiese tenido mientras vivía. Para ellos el alma era sometida a un severo
juicio ante un tribunal de 42 dioses, presidido por Osiris. El dios Thot actuaba como escriba y el alma era
colocada en el platillo de una balanza, en el otro platillo se colocaba una pluma. Un alma tanto o más liviana
que la pluma merecía la vida eterna junto a los dioses, pero si era más pesada, un ser monstruoso, que
esperaba junto a la balanza, la devoraba.  Para que el alma pudiera asistir al juicio, el cuerpo debía ser
conservado por medio del embalsamamiento y luego colocado en una tumba.

 

P RESENTACIÓN DEL ÁREA DEL CONOCIMIENTO


 Módulo Historia
 Unidades del Módulo
o Unidad 1: La Historia
o Resumen de la Unidad
o Autoevaluación de la Unidad 1
o Unidad 2: Prehistoria
o Unidad 3: Edad Antigua
 Contenidos de la Unidad 3
 Resumen de la Unidad
 Autoevaluacion unidad 3
o Unidad 4: Edad Media
 Resumen del módulo
 Autoevaluación del módulo
 Actividades para enviar al Tutor
 Referencia
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Resumen de la Unidad

En esta unidad, hemos hecho un recorrido por el Cercano Oriente y la Antiguedad


Clásica.
El Cercano Oriente constituye una zona de gran importancia para el hombre, pues
fue allí dónde se originó la escritura, medio fundamental para la preservación y
transmisión de la cultura. Fue habitada por una serie de pueblos y civilizaciones  
que nos han dejado un legado cultural de gran valor. Éstas presentan una
característica en común: todas se desarrollaron en torno a grandes ríos. A la
región en que se desarrollaron se conoce como "Medianluna Fértil", en ella se
disttinguen: Mesopotamia, Egipto, Palestina, Fenicia.

Las civilizaciones de Cercano Oriente fueron importantes en la historia de la


humanidad, por el legado cultural que nos han dejado.  El aporte más significativo
fue sin lugar a dudas el de la escritura que permitió registrar y preservar los
conocimientos que antes se tansmitían en forma oral. Originada en Súmer y
perfeccionada por fenicios y egipcios ha sido una contribución invaluable. A la vez,
los avances en la Astronomía fueron notables, en especial con los egipcios. Los
tesoros arquitectónicos, las esculturas y metales trabajados sobre todo en Egipto
constituyen verdaderas joyas de arte. Los fenicios aportaron grandes progresos en
los conocimientos geográficos, el comercio y el arte de la navegación. Para los
cristianos la cultura hebrea significó la preparación para la venida de Jesucristo y
por lo tanto el inicio de una nueva etapa en la historia del mundo, a tal punto que
dividimos la historia en antes y después de Cristo.

 En la Antiguedad Clásica encontramos a Grecia y a Roma.

Los griegos han dejado a la humanidad y en especial a Occidente un legado


cultural enorme e invalorable. La filosofía y en especial el amor a la verdad,
encarnado por Sócrates, Platón y Aristóteles, fue y es un tesoro que ha sido clave
para la formación ética, política y moral de nuestra civilización. Los valores que
atenienses y espartanos transmitían a sus ciudadanos, el amor a la Patria, a su
ciudad, el respeto a las leyes y a la justicia y el heroísmo de figuras como
Alejandro Magno, son un ejemplo a seguir. Los sistemas políticos y formas de
gobierno nacidas en Grecia constituyen la base de los existentes en la mayoría de
los Estados en la actualidad.

El aporte de Roma a la historia universal fue realmente impresionante: ha dejado


un legado cultural que, unido al de Grecia constituyen los pilares fundamentales
del mundo occidental. Sus sistemas políticos, sus instituciones, sus leyes, sus
obras de arte y su desarrollo científico significaron un progreso enorme para la
humanidad. Los romanos esparcieron su cultura por todos los lugares con los que
tuvieron contacto, enriqueciéndose y asimilando a la vez los aportes de otros
pueblos. El valor y el respeto que el romano daba a la religión, la tierra, la
agricultura, la patria, los antepasados y el deber ser son un modelo a seguir.

¿Tiene sentido estudiar historia antigua del cercano


Oriente hoy? Tres razones y algunas reflexiones
RESUMEN
En líneas generales, el estudio de la Historia del Cercano Oriente Antiguo se cuestiona bajo
el pretexto de que no responde a los intereses “nacionales”, esto es, que tales saberes son
fútiles, absurdos o innecesarios por estar lejos tanto de la historia latinoamericana como - y
más específicamente - de la realidad y las necesidades del presente. Sin embargo, la
historia antigua de Próximo Oriente puede volverse un campo de estudio e investigación
sumamente fértil y operativa si se evita su delimitación a partir de ciertos prejuicios
historiográficos y antropológicos aún vigentes en los medios académicos. En este trabajo
planteamos algunas consideraciones alrededor de la relevancia de la enseñanza y la
investigación de la historia antigua del Cercano Oriente como una suerte de “laboratorio”
desde el cual es posible pensar desde una perspectiva histórica todo un conjunto de
diferencias socioculturales respecto de los modos de experiencia social más afines a nuestra
contemporaneidad y reconocer la diversidad de formas en que puede materializarse la
experiencia humana a lo largo de la historia.

Palabras clave: historia; Antiguo Cercano Oriente; importancia social

ABSTRACT

In general terms, the study of Ancient Near East History is questioned under the pretext
that it does not respond to ‘national’ interests, that is, such knowledge is futile, absurd or
unnecessary because it is far from Latin American history as well as - and more specifically
- of the reality and the needs of the present. However, Ancient Near East History can
become an extremely fertile and operational field to study and research if we avoid its
delimitation based on certain historiographic and anthropological prejudices that are still
present in academic media. In this paper, we propose some considerations about the
relevance of the study of Ancient Near East History as a kind of ‘laboratory’ from which it is
possible to think a whole set of sociocultural characteristics different from our
contemporaneity modes of social experience and to recognize the diversity of ways in which
human experience can materialize throughout history.

Keywords: Ancient Near East; History; social relevance

No les falta razón a quienes dicen que de vez en cuando hay que saber ver el mundo a
través de los ojos del otro. De hecho, es entonces cuando uno empieza a comprender
el misterio del mundo y el del ser humano.

Orhan Pamuk

A MODO DE INTRODUCCIÓN

“¿Qué sentido tiene estudiar la Historia del Cercano Oriente Antiguo hoy en
día?”1 Podríamos contestar tal interrogante simplemente con un monosílabo. Sin
embargo, en este artículo no nos interesa responder esa pregunta de esta manera,
sino abordarla desde una perspectiva de análisis que permita que, a nuestro juicio,
ponderar las claves explicativas con que resultaron pensados los múltiples modos de
abordar tal cuestión tanto en el pasado como en el presente, de manera de observar
los cambios en los registros argumentales. En tal dirección, uno de nuestros propósitos
es señalar que la historia antigua de Próximo Oriente puede volverse un campo de
estudio sumamente fértil y operativo si se evita su delimitación a partir de una serie de
prejuicios aún vigentes en los medios académicos. En efecto, a lo largo de las páginas
que siguen argumentaremos que para avanzar en una visión mucho más rica y
compleja del pasado de las primeras sociedades y culturas afroasiáticas es preciso
distanciarse de aquellos clichés historiográficos que retrataban los estudios de historia
antigua oriental como si se trataran de una serie de saberes inmóviles, propios de un
“quehacer de anticuarios”. De acuerdo a ciertas percepciones, tales investigaciones
resultarían totalmente innecesarias a nivel local - esto es, en el contexto de nuestras
realidades sociales latinoamericanas -, ya sea porque aquí habrían otros escenarios
históricos más legítimos y útiles (como las denominadas “Historias americanas” o las
“Historias nacionales”), ya sea porque se trataría de un conjunto de saberes
improductivos por estar alejados de las necesidades del presente.

Distanciándonos de tales visiones y también de la célebre idea de que el estudio del


pasado permitiría extraer ciertas “lecciones” de orden moral, ofrecemos al lector
algunas razones y reflexiones orientadas a sugerir un posicionamiento teórico
alternativo sobre la historia del Cercano Oriente Antiguo. En tal sentido, esbozamos
una serie de proposiciones críticas alrededor de la idea de tomar tal contexto espacio-
temporal como una suerte de “laboratorio” con potencialidad heurística para afianzar
ciertas competencias que, a nuestro entender, resultan sumamente vitales para el
presente y de cara al futuro. Por un lado, un laboratorio desde el cual es posible
pensar y reconocer la enorme diversidad de formas socioculturales en que puede
materializarse la experiencia humana a lo largo de la historia, condición necesaria para
desarrollar la comprensión, la tolerancia y el respeto. Y, por otro, un laboratorio que
-remitiendo a las aspiraciones del historiador francés Marc Bloch ([1944]2001) - fortalezca un
modo crítico de aproximación a nuestra propia realidad social que permita pensarla,
reconocer su carácter transitorio y transformarla.

PRIMERA RAZÓN

¿Qué valor podemos atribuir al estudio histórico de las


sociedades afroasiáticas de la antigüedad? El estudio del
Cercano Oriente antiguo es relevante porque, en primer lugar,
recapitular su historia significa, nada más y nada menos, que
acceder al conocimiento del origen de numerosos artefactos,
instituciones e ideas que siguen existiendo en nuestra vida
cotidiana e integran el gran acervo cultural vigente. Existen
en efecto numerosos elementos -unos de orden material,
otros de orden simbólico - de nuestra civilización actual, tan
engreída e inmodesta, cuyas raíces llegan hasta los principios
organizacionales de las antiguas sociedades originadas en las
riberas de los ríos Nilo, Tigris y Éufrates y también en sus
áreas circundantes.

Al señalar este aspecto no deseamos ampararnos en el


paradigma de Ex Orient Lux para fundamentar la
trascendencia del estudio del Cercano Oriente, paradigma
según el cual ciertos pueblos de la antigüedad (como los
egipcios, babilonios, asirios, persas, fenicios y hebreos)
fueron tomados en conjunto como la “cuna de la civilización”
(Bahrani, 1998, p. 162-163; Liverani, 2012
, p. 19-22; Liverani, 1999
, p.
5) y valorados en función de sus aportes a la cultura
universal, el cual incluía - entre otras cosas - el Estado, las
ciudades, la escritura, el derecho, la metalurgia, las ciencias y
las artes. Desde este punto de vista, por ejemplo, a los
sumerios se les debía la escritura, a los fenicios el alfabeto,
los códigos legales a los babilonios y el monoteísmo a los
hebreos. Descriptas en virtud de su particular legado cultural,
las grandes civilizaciones originadas en Egipto y Próximo
Oriente eran tenidas como verdaderas “áreas nucleares” del
Viejo Mundo - esto es, como los únicos centros de invención e
irradiación cultural de ideas y tecnologías -, mientras que sus
poblaciones vecinas eran apenas culturas inferiores que,
habiendo permanecido sin alteraciones significativas por
largos períodos de tiempo, por lo cual imitaban pobremente a
aquéllas (Rubio de Miguel, 2001). Conforme a estas ideas, la invención
de la agricultura habría sucedido sólo una vez en el Creciente
Fértil, desde donde se difundió por África, Asia y Europa, o
bien la adopción del carro de guerra por las poblaciones
semíticas era producto de la ola de invasiones de tribus
indoeuropeas que tuvieron lugar en diferentes partes del
Mediterráneo. En resumen, según esta visión historiográfica
originada en Europa a mediados del siglo XIX y que aún
permanece vigente en diversos centros académicos y
sistemas educativos del mundo (Zapata, 2015, p. 305-316; Pfoh, 2018,
p. 5-8), la relevancia de estudiar la historia de las sociedades
antiguas del Próximo Oriente radicaría en acercarse a los
orígenes más profundos de la historia universal.

Sin embargo, no podemos continuar argumentando la


relevancia del estudio de las sociedades del Cercano Oriente
antiguo desde tal perspectiva. Si bien es cierto que una serie
de hechos significativos para la historia de la humanidad han
tenido lugar en Oriente (como las primeras manifestaciones
de la vida aldeana, el inicio de la urbanización, el surgimiento
de Estados, la aparición de la escritura, etc.), aquella visión
historiográfica conduce a plantear el problema de la dinámica
histórica desde una percepción eurocéntrica - o, con más
precisión, occidentocéntrica - y su interpretación a partir de
enfoques claramente evolucionistas y difusionistas. Por un
lado, es preciso que impugnemos el hecho de que la historia
de la humanidad siga siendo identificada con la llamada
Historia de la Cultura Occidental, abordada como una sinopsis
histórica bastante esquemática, plagada de lugares comunes
y prejuicios etnocéntricos y representada a partir de una gran
línea temporal que, según la tradicional periodización
cuadripartita, lineal y universalista, comenzaba con aquella
“primera fase” de la Edad Antigua centrada en el Cercano
Oriente (la cual iniciaba con los primeros textos escritos y
finalizaba con la conquista alejandrina), una fase más próxima
en términos espacio-temporales y culturales a la sociedad
occidental, pero distante respecto de un “Lejano” Oriente.
Cada vez más al poniente, esa historia proseguía con su
recorrido incluyendo a la democracia griega, el imperio
romano, la Europa medieval y cristiana, el Renacimiento, la
modernidad ilustrada, la Belle Epoque burguesa y el mundo
contemporáneo. Si bien esta modalidad de secuenciación
histórica continúa vigente, ha sido objeto de varias objeciones
críticas (Castellán, 1958; Chesneaux, [1976]2005, p. 97-105; González; Porta, 1997,
p. 49-57), así como algunos de sus conceptos centrales -
como la idea de “antigüedad” (Guarinello, 2013
, p. 17-28). Sin
embargo, aquí quisiéramos concentrarnos en denunciar la
influencia que posee sobre ambas cuestiones una forma de
colonialismo profundamente etnocéntrico, denominado
“colonialismo epistemológico” (Lander, 2000
), que lleva a
considerar las experiencias - del pasado y del presente -
conectadas pura y exclusivamente con las de Occidente y, por
ende, termina estigmatizando e invisibilizando cualquier
forma histórica de alteridad no-occidental (Preiswerk; Perrot, 1979; Amin,
1989
; Wallerstein, 2001; Pfoh, 2018, p. 8-9).

A partir de esta crítica, también es preciso que reformulemos


las periodizaciones que, amparadas en metáforas biologicistas
y en la idea decimonónica de progreso, ven en las antiguas
civilizaciones de Egipto y Mesopotamia al primer gran
“eslabón” de una larga cadena evolutiva en la medida que en
su seno abrigaban a las formas más primigenias y/o
“embrionarias” de los logros culturales y tecnológicos más
trascendentes del hombre, los cuales iban perfeccionándose
con el correr del tiempo hasta llegar a sus versiones más
desarrolladas, “adultas” y/o “superiores” (Liverani, 2012, p. 728) a
través de una secuencia imaginada de forma lineal,
ascendente y cronológica, cuyo inicio suele ubicarse en el
Oriente exótico, glorioso y monumental y su desenlace en el
actual Occidente blanco, cristiano y capitalista. En
consecuencia, es preciso evitar retratar al Cercano Oriente
como el “punto de partida” de una prolongada trayectoria
unilineal de conocimientos y materiales que son recuperados
y perfeccionados como si se trataran de una especie de
antorcha que se pasa en una corrida de postas y relevos.
Además, dado que el evolucionismo traduce la noción de
unidad del género humano a una línea temporal única de
desarrollo histórico inevitable, las diferencias sociopolíticas y
culturales son necesariamente concebidas como diferencias
evolutivas, por lo que la diversidad de modos de vida que no
se ajustaban al concepto etnocéntrico y occidental de
civilización son consideradas básicamente una expresión del
atraso de las sociedades. Por lo que no resulta casual que a
pesar de personificar el vórtice histórico del cual emanaron los
principales elementos civilizatorios que sentarían las bases del
futuro de la humanidad, los pueblos próximo-orientales
fueron apreciados como antípodas de los valores y creencias
culturales de Occidente, haciendo que se volvieran frecuentes
las oposiciones entre el despotismo oriental y la democracia
occidental; entre el palacio oriental y la polis griega (o
la civitas romana); entre el inmovilismo técnico-cultural de
Oriente y el progreso acumulativo de las civilizaciones
europeas; entre una sabiduría mística, oculta y mágica de
Oriente y la reflexión laica, racional y científica de Occidente
(Liverani, 2012
, p. 20; Hobson, 2006, p. 25-49). Finalmente,
resulta discutible la noción difusionista de que los rasgos
culturales más significativos tenían su único origen - exacto
en términos cronológicos y espaciales - en esas civilizaciones
evolucionadas, a partir de las cuales se dispersaban
geográficamente y eran adoptados pasivamente por otras
sociedades con menor grado de desarrollo. Dicha postura
desconsidera y obstaculiza la identificación de las distintas
resignificaciones que las ideas, prácticas y/o artefactos
experimentan cuando efectivamente son incorporados por una
sociedad que no los ha inventado de forma independiente.

No tomar distancia de estos esquemas significaría, en


consecuencia, dos cuestiones: por un lado, adherir sin más
tapujos al postulado de que “la humanidad se ha lanzado a
una carrera mundial en pos del triunfo universal de la razón y
los valores occidentales, y que las antiguas costumbres son
reemplazadas por otras nuevas y mejores” (Kemp, 1992, p. 13). Y,
en segundo lugar, quedar enfrascados en la tendencia que
Marc Bloch llamó “ídolo de los orígenes” ([1944]2001, p. 59-64)
consistente en pensar que al hallar los antecedentes
temporales de un determinado proceso hemos logrado
también descubrir los fundamentos que lo explican
integralmente. Cuando esbozamos este tipo de idea, en el
fondo estamos aceptando la existencia de ciertas leyes
sociológicas generales detrás de la historia que explicarían los
diversos procesos de cambio, quitando por tanto la posibilidad
de reconocer el carácter contingente de las fuerzas locales y
globales que configuran a las sociedades en un momento
determinado. Más allá de las consecuencias teóricas que
conlleva esta visión para el análisis de los procesos históricos,
sus contenidos tienen además consecuencias de peso sobre
los terrenos actuales de la política y la ideología. La expresión
más potente y extrema de tales percepciones - especialmente
en sus versiones tecnocráticas y neoliberales - es lo que
puede describirse como la “naturalización de las relaciones
sociales”, noción según la cual las características de una
sociedad son la expresión de tendencias espontáneas y
naturales de la evolución histórica. Dentro de ese horizonte,
la sociedad occidental, moderna y capitalista aparece
retratada no sólo como el orden social deseable, sino - y
básicamente - como el único modelo civilizatorio posible,
imponiendo la “falsa coartada” (Borón, 1999) de que la política y el
debate intelectual son elementos innecesarios en la medida
en que ya no hay alternativas posibles a ese modo de vida.

Ahora bien, la verdad es que ni el mundo contemporáneo -


capitalista y globalizado - ni tampoco las diversas realidades
latinoamericanas existentes en la actualidad han nacido en el
vacío. Si deseamos conocer el presente en su integridad, es
preciso y conveniente que lo hagamos partiendo de los
múltiples pasados que han construido nuestro presente y la
historia del Cercano Oriente es justamente uno de esos tantos
pasados que nos proporciona el conocimiento global de las
primeras experiencias de los hombres viviendo en sociedad.
Hasta qué punto esas sociedades vivieron dichos procesos de
transformación de forma propia o si -en todo caso -
capitalizaron viejas ideas y prácticas en un nuevo contexto
sociocultural son, en todo caso, preguntas interesantes y
cruciales, pero cuya discusión no corresponde a este lugar.
Sin embargo, es innegable que en aquel período, que se
extiende a lo largo de varios milenios y que ocurre en un
marco geográfico tan extenso y diverso, han tenido lugar una
serie de procesos de cambio de carácter decisivo para la
humanidad. Evitando las anteriores concepciones
etnocéntricas, el estudio de estas antiguas sociedades ofrece
la oportunidad de explorar las “formas simples” de las
grandes invenciones materiales e intelectuales que
conformaron una suerte de “gramática elemental de la
historia” y así conseguir una mejor percepción de la
naturaleza humana (Liverani 2012, p. 726), aunque ello no significa
que no ocurriesen en otros contextos espacio-temporales y
culturales. A la luz de estas metáforas conceptuales, la
historia del Próximo Oriente puede constituirse en una suerte
de “laboratorio histórico privilegiado en el que ciertos
fenómenos pueden ser estudiados en estado puro (por así
decirlo), al no existir las interferencias que dificultan su
reconocimiento y análisis en fases más avanzadas de la
historia. Las formas simples son más fáciles de descubrir en
su estadio inicial y a nivel ingenuo, pero una vez descubiertas
es fácil seguirles la pista como elementos de construcciones
mucho más sofisticadas” (Liverani, 2012
, p. 727). Y, en tal
dirección, la historia del Cercano Oriente puede además abrir
un espacio para la reflexión y el debate porque, en rigor de
verdad, nada está preescrito y todas las sociedades continúan
elaborando su presente y pensando en el futuro a partir de las
decisiones que toman en el marco de estructuras legadas por
el pasado.

SEGUNDA RAZÓN

Anteriormente hemos señalado que una primera razón para


estudiar la historia de las sociedades antiguas del Próximo
Oriente radicaba, en efecto, en que la misma posibilita
adentrarse en alguno de los principales cimientos de la
humanidad, aquellos elementos que fueron macerándose con
el tiempo y sin los cuales el mundo actual no puede llegar a
ser comprendido en su integridad y complejidad. Los
poblados, las ciudades, los Estados, los impuestos, los
sistemas de escritura, las redes de comercio, los tratados
diplomáticos, así como un conjunto variopinto de
instituciones, objetos y costumbres existentes en nuestras
vidas tuvieron, en efecto, su temprana génesis a orillas de
varios ríos que actualmente continúan fluyendo - si bien
mucho más contaminados -, y en el marco de sociedades
sumamente diversas y complejas, cuyas culturas, lejos de ser
estáticas e inmutables, no estaban exentas de cambios ni
eran herméticas a los contactos e influencias del mundo
exterior.

Ahora bien, ¿qué otra importancia puede tener conocer


procesos socioculturales tan remotos en tiempo y espacio
para la vida en el presente? Comprobar que en aquella lejana
región ya existían elementos y procesos fácilmente
reconocibles en la actualidad permite advertir que el mundo
tal cual lo conocemos hoy en día comenzó a gestarse hace
más de cinco mil años y, a partir de allí, tomar conciencia de
una de las muchas vertientes históricas que componen
nuestra realidad social. En efecto, el conocimiento histórico de
las sociedades orientales antiguas es importante porque abre
la posibilidad de situar la multiplicidad de estructuras y
procesos que caracterizaron tal período histórico dentro de un
panorama más amplio y examinarlos desde un enfoque
histórico comparado (Detienne, 2001
; Hannick, 2000
, p. 301-327; Kocka,
2002
, p. 43-64). La comparación histórica resulta ser una vía
hermenéutica sumamente rica para entrar en contacto con
una gran diversidad de sociedades - del pasado y del presente
- y así percibir las múltiples formas de organización social y
cosmovisiones existentes en distintas situaciones desde sus
semejanzas y diferencias culturales (Trigger, 2003
, p. 3-14),
incluso aquellas que otorgan relevancia al Cercano Oriente
antiguo.

Habiendo planteado esa cuestión, no podemos afirmar simple


y categóricamente que “la historia empieza en…” - por
parafrasear el título de un libro clásico retomado
recientemente (Kramer, [1956]2010
; Parra Ortiz, 2011
) - y, por tanto,
implicar que la génesis de toda nuestra civilización tenga
lugar en Egipto y Asia occidental. Esos pueblos no fueron en
absoluto los únicos autores de realidades y pensamientos
fundamentales para el género humano. En la actualidad,
historiadores y arqueólogos subrayan la existencia de
distintos asentamientos humanos localizados en otros puntos
del planeta que gestaron de forma autónoma verdaderos
“procesos civilizatorios”, materializados en novedosos modos
de adaptación al medio ambiente y aprovechamiento de sus
recursos, sistemas de organización social, económica y
política, formas de adquisición, registro y transmisión de los
conocimientos, expresiones culturales y concepciones
ideológicas que pasaron a componer, en última instancia,
parte importante de las grandes creaciones culturales. Fuera
de Egipto y Próximo Oriente, pero continuando en el ámbito
asiático, pueden identificarse dos núcleos civilizatorios:
aquellos con centro en los valles del río Indo y del río Amarillo
respectivamente. No podemos decir lo mismo de Grecia y
Roma, ya que ambas culturas no emergen de una forma
espontánea sino que lo hacen dentro del marco más amplio
de interacciones con las demás civilizaciones mediterráneas
que fueron sus contemporáneas. Y, del otro lado del océano
Atlántico, en el actual continente americano, surgieron otros
dos importantes núcleos: Mesoamérica y el área andina. Cabe
mencionar que estas últimas civilizaciones, así como la india y
la china, no lograran influenciar sino hasta más adelante a las
demás sociedades, debido a su aislamiento geográfico e
histórico, pero no hay duda que lo hicieron y de formas muy
decisivas.

Por tanto, las culturas antiguas del Cercano Oriente pueden


ser comparadas con otras sociedades contemporáneas que
habitaron la actual porción occidental de la cuenca del mar
Mediterráneo, tales como las civilizaciones greco-romanas.
Paralelamente, sobre la base de esas mismas dinámicas
sociohistóricas, es posible plantear enfoques comparativos
que permitan la integración teórica de otras experiencias
distantes en tiempo y espacio, como aquellas gestadas en la
América precolombina, particularmente en Mesoamérica y el
área andina. Dichas analogías históricas permitirán identificar
problemas que difícilmente podrían plantearse o reconocerse
en absoluto sin tal hermenéutica. Al proponer ejes de
comparación analítica, no buscamos establecer alguna
contigüidad espacio-temporal entre las distintas sociedades
que devele la supuesta existencia de leyes universales detrás
de sus periplos históricos y legitime la idea de “lo inevitable”
en el decurso histórico, ni tampoco concebir la diversidad
básicamente como la expresión cultural del desarrollo
desigual o asincrónico de las sociedades, reduciendo la
explicación a secuencias simplistas y/o esquemáticas. Mucho
menos presentar la divergencia entre las dinámicas estatales
del mundo oriental y prehispánico, por un lado, y del mundo
greco-romano, por el otro - divergencia que podría
sintetizarse bajo la fórmula “coerción sobre el súbdito frente a
la libertad-igualdad del ciudadano” - como una prueba
transhistórica de la aparente supremacía de las formas
sociales de Occidente sobre otras, reduccionismo superficial
cuyo peso ideológico sigue siendo importante más allá de los
escenarios académicos, en especial en aquellos donde se
trazan muy diversas políticas que rigen en las sociedades
actuales. Al contrario, esas comparaciones tornan viable abrir
la visión a diferentes situaciones a partir de un campo de
problemas comunes (que las articula y otorga su
“equivalencia conceptual”) y conlleva la oportunidad de
comprender de otra manera la especificidad de las
instituciones, dinámicas e imaginarios de las sociedades
antiguas. Tal fue el planteo del arqueólogo Bruce Trigger: “Un
estudio comparativo de los aspectos comunes a todas, o
incluso algunas, de las civilizaciones tempranas nos puede
ayudar a comprender mejor al antiguo Egipto. Al mismo
tiempo, los caracteres distintivos del antiguo Egipto son
igualmente importantes para comprender todas las demás
civilizaciones tempranas” (Trigger, 1995, p. 5, traducción nuestra).
En definitiva, la comparación de diversidad de situaciones
históricas - que en la mayoría de aspectos son
suficientemente parecidas a la vez que diferentes - resulta
ventajosa para perfilar más claramente las especificidades de
cada una y corroborar que los sucesos históricos comunes que
vivenciaron, adquirieron configuraciones únicas y singulares.

De este modo, la constatación que las formaciones políticas y


sociales del Próximo Oriente antiguo constituyen el producto
de una configuración cultural localizable y contingente, nos
ayuda a reconocer más las diversas expresiones en las que
puede manifestarse la existencia social a lo largo de la
historia así como también la gran diversidad de culturas que
existen en nuestro presente. Ello se debe a que,
innegablemente, las dinámicas de las sociedades del Cercano
Oriente Antiguo forman parte de una historia mucho más
profunda y extensa que llega hasta nosotros, plasmando de
manera casi imperceptible, las experiencias que definen la
vida de los hombres en sociedad, coexistiendo en ella
elementos del pasado (continuidades) con otros nuevos
(cambios) (Liverani, 2008, p. 49). Por ello, la consideración de esos
procesos ocurridos en lejanas geografías hace milenios resulta
muy útil para contrastarlos con los modos de modos de vida
propios de nuestra época, sistematizar las pervivencias y
mutaciones a través del tiempo y, a través de esta vía,
entender más exactamente esa condición compleja, voluble e
inasible que solemos definir como naturaleza humana. En esta
dirección, no debemos obviar que detrás de lo que
entendemos por historia antigua oriental, se asoma
indefectiblemente lo que fuera la experiencia social de las
primeras comunidades humanas afroasiáticas, esto es, la
“vida histórica” (Romero, 2008
) transitada habitualmente por
mujeres y varones y que se manifestó en una dimensión
material (un modo de producción a partir de la interacción con
la naturaleza) y otra simbólica (un sistema de
representaciones que dichas comunidades tienen de sí
mismas y de las demás). Tal caracterización comulga
notablemente con la posición teórica que queremos enfatizar
aquí, al estar convencidos de que ocuparse de la historia de
las sociedades del Cercano Oriente antiguo (o, incluso, de la
historia antigua en general) no es un ejercicio ni ocioso ni
fútil, sino un esfuerzo legitimo por asir una historia que, como
cualquier otra, sigue siendo “historia contemporánea” según
el bien conocido y clarificador dictum de Benedetto Croce (1971, p.
11).

Por más remotos - o, inclusive, remotísimos - que parezcan


en términos cronológicos los hechos que presenta “la vida
material, social, económica, intelectual e incluso emocional de
las personas” del Próximo Oriente antiguo, es inevitable no
sentirse identificados con “sus afanes, anhelos, dolores,
luchas, miserias y grandezas”, como acertadamente afirman
Cristina De Bernardi y Eleonora Ravenna ( 2006, p. 23,
traducción nuestra). Esta sensación que experimentamos al
indagar en los modos a través de los cuales las distintas
personas y grupos elaboraron, escenificaron y dieron sentido
a su experiencia cotidiana se debe a que tanto las sociedades
antiguas como las modernas arrancan de un mismo núcleo de
nociones y conductas primarias que pueden traducirse en lo
que Ernest Gellner llamó “un capital cognitivo fijo” (citado
en Candau, 2001
, p. 23). Sobre esta cuestión, el egiptólogo
Barry Kemp (1992, p. 7) ha apuntado que a lo largo de la historia
los hombres compartimos, por pertenecer a la misma especie
(Homo Sapiens), unos mismos fundamentos psicobiológicos y
antropológicos; dado que nuestra estructura cerebral no ha
sufrido alteraciones físicas desde que nuestra especie
apareció en el planeta y lo pobló, poseemos el mismo bagaje
intelectual de aquellos varones y mujeres del pasado. Es
precisamente sobre esa base común - y en virtud de múltiples
factores externos - que las comunidades humanas se han
hecho tan heterogéneas, dando lugar a la extraordinaria
diversidad de culturas que existieron y existen a nivel
planetario.

Por ello, es preciso recordar que cuando hablamos de “el


pasado” estamos refiriéndonos a múltiples vidas vividas,
extinguidas sin duda, pero que persisten como
sedimentaciones actuantes en la memoria colectiva y se
expresan a través de la cultura, entendiendo esta última
como el conjunto de acervos materiales e intelectuales
creados, compartidos, transmitidos y modificados social y
temporalmente con que los miembros de las sociedades
hacen frente de manera individual o colectiva, mental o
conductualmente, a las distintas situaciones que se les
presentan en la vida. No se trata simplemente de un conjunto
cristalizado y uniforme de objetos, ideas, representaciones y
formas de acción que se transmiten de generación en
generación, sino de la forma propia que tiene una sociedad en
particular para responder intelectualmente ante cualquier
circunstancia. Esta definición de cultura resulta muy operativa
para entender a las sociedades del pasado como la expresión
de “soluciones a los problemas de la existencia individual y
colectiva que podemos sumar a la diversidad de soluciones
manifiestas en el mundo contemporáneo” ( Kemp, 1992
, p. 13).
Desde esa óptica, es posible sostener que el mundo histórico
del Cercano Oriente es, al mismo tiempo, la historia de cómo
inicia la preocupación por zanjar los problemas propios de una
humanidad que acababa de salir de la etapa de la caza y la
recolección y se adentraba en el neolítico. Allí donde el
hombre organizó su vida en sociedad por vez primera,
encontramos pues los testimonios más antiguos de personas
preocupadas por hallar respuestas a desafíos que se han
mantenido, con caracteres bastante semejantes, hasta la
época actual. Sin que se pueda tildar dicho argumento de
despropósito histórico, acordamos con Kemp cuando indica
que los seres humanos “nos seguimos enfrentando a la misma
experiencia básica que en el pasado” (1992, p. 7), por lo que
existen todo un conjunto de conductas básicas que
cimentaron la base de la idiosincrasia humana en todos los
tiempos y constituyen “matrices de experiencia” (De Bernardi;

Ravenna, 2006
, p. 24, traducción nuestra). Considerar estas
matrices en el estudio del universo del Cercano Oriente
antiguo nos permitirá identificar ciertas correspondencias
entre los procesos antiguos y actuales.

Ahora bien, si valoramos una determinada institución o


proceso de tales sociedades desde la diferencia o semejanza
con lo que nosotros hacemos o pensamos, es importante no
correr el riesgo de interpretar la lejanía o la similitud como
una prueba de modernidad o no de tales hábitos o
manifestaciones culturales. Más allá de que podamos
asombrarnos con tantos problemas existenciales que
justifican la impresión de la proximidad de esos milenios tan
lejanos, es indiscutible que estamos examinando sociedades
con arreglos institucionales, estructuras sociales, sistemas
económicos e ideológicos que presentan diferencias
sumamente significativas respecto de los modos de
organización que existen en la actualidad (Liverani, 2008
, p. 49).
Analizar esas diferencias con nuestras implica muchos y
complejos problemas que en el caso de las culturas de
Cercano Oriente se agravan a causa de la influencia del marco
conceptual en el que hemos sido educados. Solemos pensar
que por vivir en sociedades en las que predominan ciertas
costumbres, instituciones, valores y modalidades de
conocimiento y significación, éstas son las únicas formas
válidas, objetivas y universales; en consecuencia, tendemos a
concebir aquellas provenientes de sociedades del pasado
como formas anacrónicas o perimidas, superadas con el
tiempo a partir de los profundos cambios en la educación y la
cultura. No obstante, debemos aceptar el hecho de que el tan
mentado progreso no nos ha vuelto seres superiores respecto
de aquellas civilizaciones “cuyo único pecado, en muchas
ocasiones, es ser mucho más antiguas que las nuestras” ( Pérez
Largacha, 2004
, p. 19-20). En todo caso, es posible que ciertas
habilidades humanas hayan mejorado (como la capacidad
para resolver problemas) a lo largo de la historia, pero - como
ya apuntamos supra - la capacidad cognitiva subyacente del
hombre no lo ha hecho. Esto significa que los hombres que
vivieron en aquellos mundos antiguos, diferentes en muchas
maneras, eran tan (o tan poco) inteligentes como nosotros
(Kemp, 1992, p. 8).

La variedad de instituciones, prácticas y representaciones


gestadas por las antiguas culturas próximo-orientales tenían
por finalidad satisfacer unas preocupaciones básicas e
inherentes a toda la humanidad, pero es indudable que se
encontraban conectadas con otro tipo de lógicas sociales,
diferentes de aquellas que estructuran las dinámicas
socioculturales contemporáneas. En la medida que los
principios ordenadores de cada cultura son, sin duda, diversos
a la vez que únicos e irrepetibles, no necesariamente
compatibles unos con otros o con los nuestros, las sociedades
del Cercano Oriente antiguo resultan ser “alteridades
históricas”. Lo son porque la misma sensación de ajenidad
que genera al historiador ese universo de prácticas culturales
del pasado es, por cierto, similar a la experiencia de lo
extraño que experimenta el antropólogo cuando lleva
adelante su trabajo de campo etnográfico dentro de un grupo
o comunidad con pautas culturales diferentes a las suyas
(Rockwell, 2009
, p. 143-156). Pensar las sociedades afroasiáticas
del pasado en términos de “otredad” no conlleva suponer que
se trata de mundos “ilógicos” o “irracionales”, sino buscar
“comprender y hacer comprender” (Febvre, [1953]1975, p.
133) que los antiguos habitantes de Egipto y del Asia
occidental realizaron, construyeron y expresaron su mundo de
una manera que desde nuestra perspectiva pueden parecer
“exóticas” y “raras”, pero que poseen una razón de ser o
significado que es válido para el conjunto de miembros de sus
respectivas sociedades (Campagno, 1998
, p. 12; Cervelló Autuori, 1996
, p.
17-20). Alcanzar una aproximación histórica a esas lógicas de
organización social que nos resultan “extrañas” y elaborar
registros explicativos acerca de los caracteres culturales de
esa otredad objeto-sujeto implica, como primera condición,
aceptar que las mismas eran “diferentes” (en el mejor sentido
del vocablo), por lo que las sociedades antiguas deben ser
concebidas y reconocidas como “otras” culturas: ni mejores ni
peores; ni primitivas ni arcaicas; ni más ni menos civilizadas,
simplemente, “distintas” (Flammini, 2005, p. 14).

En el caso de las culturas del Próximo Oriente antiguo, es


factible comprobar como uno de sus principales rasgos
distintivos la imposibilidad de diferenciar los campos que - en
la actualidad - identificamos con el nombre de “política”,
“economía”, “arte” y “religión” como esferas independientes.
En efecto, tales esferas se presentaban como una realidad
inextricablemente unida y no una simple interconexión o
superposición de diferentes capas. Con ello no queremos
indicar simplemente que las prácticas y representaciones
asociadas a lo político, lo religioso o lo económico aparecían
como caminos paralelos o coincidentes, sino que la propia
experiencia histórica de las formaciones sociales antiguas nos
muestra que tejieron numerosos vínculos y construyeron
escenarios comunes al punto de confundirse y llegar a
semejar un único plano de la realidad social. En íntima
relación con este último aspecto, será preciso no olvidar que
cuando hablamos de las sociedades antiguo-orientales lo
hacemos desde nuestra experiencia histórica y, por tanto,
desde nuestra visión científico-positivista del mundo, sin
darnos cuenta que de ese modo definimos el todo desde una
pequeña parte o contemplamos un universo de discurso desde
otro que le es ajeno. En consecuencia, resultará importante
no sólo entender la escisión entre dimensiones (tal como
sucede en nuestra realidad contemporánea) es acertada sólo
en términos analíticos cuando el objetivo pase por
comprender formaciones sociales en las que ni la ideología, ni
la política, ni la economía constituían ámbitos discernibles.

Lo expresado nos lleva, inevitablemente, al problema de los


conceptos que resultan pertinentes o no lo suficientemente
adecuados para interpretar las distintas relaciones sociales
que guardan una lógica propia y singular en el contexto
sociocultural concreto de cada una de las sociedades antiguas
próximo-orientales. Todos y cada uno de esos fenómenos
históricos que caracterizan a las mismas plantean una serie
de desafíos intelectuales de primera magnitud pues no sólo
involucran debates historiográficos, sino que además
requieren extremar la precisión de las categorías de análisis
utilizadas y recurrir a los desarrollos de otros campos
disciplinares (como la antropología, la sociología, la filosofía
política, la economía, el análisis del discurso y/o de las
imágenes). Es muy importante que al adentrarnos en las
distintas experiencias históricas de dichas poblaciones
sepamos asimismo la relevancia de no caer en anacronismos
que resultan de extrapolar categorías conceptuales de un
desarrollo histórico de Occidente posterior a la antigüedad o
bien de aplicar conceptos que rigen nuestro universo
discursivo y experiencia sociohistórica a la hora de explicar
estos fenómenos tan “diferentes” - ese tropiezo que
Wenceslao Roses (1987
, p. 17) denominó el “vicio del
modernismo” -, dos tendencias bastante comunes dentro de
los estudios de historia antigua. Dicha premisa obliga a
efectuar una lectura crítica de las obras de distintos
egiptólogos y orientalistas, en las que solemos observar
emplear, de forma abusiva y sin ningún tipo de recaudo,
palabras como “absolutismo”, “feudalismo”, “vasallaje”,
“mercado”, “mercaderes”, “burguesía”, “propiedad privada”,
“espacio público”, “espacio privado”, “código jurídico”, entre
otras. Como contraparte, será necesario “calibrar” los
distintos conceptos empleados en función de cada situación
histórica y resignificarlos como una constelación de
herramientas conceptuales que contribuya, de acuerdo a G.
de Ste. Croix, a renunciar “a todo deseo de realizar un cuadro
orgánico de una sociedad histórica, iluminando por toda
perspectiva de la que hoy día podemos disponer” y no nos
conformemos simplemente con “reproducir de la manera más
fiel posible algún rasgo en particular o algún aspecto de dicha
sociedad, estrictamente en sus términos originales” ( De Ste. Croix,
1988
, p. 102).2

En resumen, son estas premisas y proposiciones


hermenéuticas las que, en definitiva, permiten sostener que la
historia antigua oriental constituye un saber relevante que
además de situar a cualquier persona frente al estudio de un
conjunto de sociedades con patrones organizativos
semejantes pero a la vez distintos de los nuestros, contiene
un significativo potencial pedagógico expandir nuestros
propios horizontes de comprensión e interlocución cultural en
el presente.

TERCERA RAZÓN

Si la historia del Cercano Oriente antiguo suministra una serie


de conocimientos que invitan a contemplar nuestra realidad
desde una perspectiva histórica y, a la vez, desde un tipo de
percepción lo suficientemente ontológica como para alentar
que nos conduzcamos a partir de una suerte de ética
intercultural, cabe preguntarnos ¿qué otro tipo de beneficio
puede detentar el conocimiento de las diversas experiencias
sociohistóricas protagonizadas por las antiguas culturas que
poblaron algunas de las regiones de los actuales continentes
de Asia y África?

Como primera aproximación histórica a las sociedades del


mundo de afroasiático, el estudio de la historia del Antiguo
Próximo Oriente resulta ser un camino sumamente
provechoso para incentivar un mayor interés por las actuales
realidades demográficas, políticas, sociales, económicas y
culturales de ambos continentes. Al respecto, Mario Liverani
señala que tales historias “nos obligan a salir del cascarón
egocéntrico para conocer experiencias y recorridos que hasta
ahora habían sido objeto de otros etnocentrismos” ( Liverani, 2012
,
p. 22). En efecto, siendo protagonistas de una época en la
que diversos países del mundo afroasiático han venido
imponiéndose como actores de peso en la sinuosa dinámica
política y económica internacional, el conocimiento
sociohistórico puede propiciar claves para un mejor
entendimiento de los caracteres de las diversas sociedades
que habitan tales regiones no occidentales en la actualidad.
En igual sentido, la historia de estas antiguas sociedades
podría fomentar una perspectiva crítica y generar nuevos
entendimientos y acercamientos sobre ciertos procesos
socioculturales de aquellas regiones que nos resultan extraños
por ignorancia o por estar “fosilizados” en la percepción
generalizada de la cultura occidental y cristiana, como por
ejemplo, el entramado entre política y religión en las
sociedades islámicas, así como las formas en las que aún se
expresa una dinámica social e histórica que claramente no
pierde vigencia a lo largo del tiempo.

Sin embargo, la importancia de las realidades africanas y


asiáticas en la historia y la cultura mundial contemporánea ha
quedado parcialmente relegada no sólo por el relato que ha
hecho la historiografía occidental al asociar el pasado de dicho
macro-región con una época esplendorosa (durante la cual los
territorios actuales de Egipto, Irak, Siria, Jordania y el
Levante palestino constituyeron núcleos civilizatorios de
referencia) y su presente con las ideas de decadencia, de
banalidad o lujo estéril y de conflictividad permanente. A esta
última imagen ha contribuido, sin duda, la historia más
reciente de esas zonas, famosas desgraciadamente por
haberse convertido en una zona tremendamente castigada
por todo tipo de conflictos (políticos, sociales, religiosos y
lingüísticos) que, por cierto, se debe muchas veces a la
intromisión de grandes potencias occidentales con intereses
políticos y económicos en el tablero político local y que en
todo ignoran el milenario valor histórico y cultural de esos
territorios y sus sociedades.

Ciertamente, la secuela de guerras, muertes y violencia que


han venido sufriendo países como Irak, Egipto, Siria y otros
de Medio Oriente ha suscitado - y suscita - numerosos
debates y polémicas, pero nosotros quisiéramos concentrar la
mirada en una problemática puntual derivada de situaciones
que han ocupado el centro de la escena política internacional:
el impacto negativo de tales conflictos sobre el patrimonio
arqueológico y cultural y sus efectos sobre las posibilidades
de reconstrucción histórica a partir de los distintos materiales
conservados. Nos interesa abordar esta cuestión porque si
bien en las últimas décadas se observa un aumento de la
información sobre la significación histórica que tienen los
bienes culturales del pasado, asistimos paradójicamente a la
destrucción de los mismos o, más bien, a la progresiva
supresión de los mecanismos sociales y soportes materiales
que vinculan la experiencia contemporánea de las personas
con la de las generaciones anteriores, tendencia que un
historiador de la talla como Eric Hobsbawm no dudó en
catalogar como “uno de los fenómenos más característicos y
extraños de las postrimerías del siglo XX” (Hobsbawm, 2001, p. 13).
Y entendemos que ello se debe a que la preservación
patrimonial no es una política universal, sino que, como
cualquier otra práctica social, cobra sentido dentro de
concepciones culturales particulares acerca del valor del
pasado.

Si bien la mayoría de los medios de comunicación ha


focalizado su atención más en la cobertura y condena de las
acciones de apropiación, vandalismo y destrucción de diversos
bienes culturales, la crisis humanitaria hace parecer menos
significativo el daño que los cañones, los bombardeos y los
saqueadores han hecho a los objetos materiales frente a los
sufrimientos y las pérdidas humanas. Desde ya que las vidas
humanas siempre serán más importantes que cualquier
artefacto, tal es nuestra posición y la queremos dejar en
claro; pero a la vez deseamos plantear el interrogante de por
qué no interesaron esas mismas vidas antes de las
invasiones, masacres y genocidios. Sin embargo, tampoco
deja de ser cierto que esas acciones atentan paralelamente a
las vidas humanas y a todos los productos del pensamiento
que, en rigor de verdad, conforman el invaluable patrimonio
cultural de tales pueblos. Como quedó demostrado desde el
incendio de la biblioteca de Alejandría, la guerra no solo
acaba con la vida de las personas, sino también con el
conocimiento que pertenece a toda la humanidad. El saqueo
de sitios arqueológicos, los robos de piezas de museos, la
mutilación de estatuas, la destrucción de archivos, bibliotecas
y otros reservorios documentales, los grafiti en las paredes de
edificios considerados monumentos históricos, entre otras
actitudes, forman parte de los desafíos a los que se
encontraron - y encuentran - expuesto los bienes
patrimoniales. En el fondo de dichas prácticas existe un
común denominador: de acuerdo con las circunstancias
sociohistóricas e ideológicas del momento que se vive, cada
grupo humano asigna un valor determinado a los objetos. En
efecto, la atribución de algún tipo de connotación particular -
positiva o negativa - es preponderante para la
fundamentación de las prácticas que resguardan o amenazan
los referentes culturales que resultan más significativos de
una comunidad para la construcción de su identidad y la
validación dela memoria de un pasado común, elementos
siempre cambiantes, dinámicos y adaptables a los
acontecimientos históricos contemporáneos.
Aunque no existe un consenso total acerca de la cantidad de
piezas extraviadas o mutiladas, pero seguramente se trata de
varios miles, haciendo que la pérdida patrimonial sea muy
importante; la misma ha sido una mezcla de robo de arte
profesional, motín popular y vendettas ideológico-religiosas,
aunque no está todo dicho e materia de las causas motoras.
Pero no es difícil admitir que para ciertas personas esos
elementos pueden resultar un gran negocio, en la medida en
que aún hoy el mercado negro de objetos arqueológicos es el
tercero en volumen de negocios - después del tráfico de
armas y drogas - produce el enriquecimiento ilícito de muchos
comerciantes y gran parte de los materiales con que trafican
están destinados al turismo, a los salones de subastas de
“antigüedades” y en particular a coleccionistas privados,para
quienes, además de una buena inversión, es un signo de
distinción coleccionar y exhibir el botín de los despojos;
mientras que para otras personas tales bienes constituyen
una ofensa o bien un grave peligro para determinadas
creencias, en tanto representan un conjunto de ideas que
entran en tensión con una ideología considerada como la
única y válida. Sin embargo, distanciándonos de cualquier
presupuesto de cuño etnocéntrico que postula una única
manera de aproximarse al pasado, 3 no puede negarse que
para determinadas sociedades, entre las que se encuentra la
nuestra, los objetos saqueados y/o destruidos son
considerados testimonios del pasado, obras de arte u
artefactos que dan cuenta de la historia de la humanidad, que
merecen ser valorados, conservados y estudiados y, por ello,
constituyen pérdidas irreparables. Quien excava
clandestinamente, saquea, roba o destruye documentos,
obras de arte y piezas arqueológicas comete un delito, no sólo
en el sentido de un acto que atenta contra la propiedad. Es
también un crimen que daña de modo irrecuperable la
memoria histórica que esos mismos objetos portan en sus
coordenadas de espacio-tiempo y en relación con otros
testimonios; gracias a ellos se escribe y transmite la historia.

Si todo este drama deja una enseñanza, ésta es que los


conflictos no sólo destruyeron una cantidad aún no estimada
de vidas humanas, sino también de múltiples vidas vividas en
un pasado remoto, materializadas en los restos arqueológicos
y cuya única forma de recuperarlas es estudiando dichos
materiales. En efecto, otros muchos hombres y mujeres del
pasado, que habían dejado el secreto de sus acciones escrito
en papiros, tallado en el barro y las piedras o impreso en los
edificios, han sido condenados a una segunda y definitiva
muerte con la destrucción de esas piezas arqueológicas. A
pesar de que pueda parecer algo insignificante, cada material
destruido es una voz acallada, una historia silenciada. Sobre
esta última cuestión, Mario Liverani indicó que “además de la
ya creciente conciencia ecológica, precisamos también de una
conciencia histórica todavía ausente con el objetivo de evitar
errores irreparables en las decisiones políticas y económicas
que afectan a todo el mundo y a su supervivencia” ( Liverani, 1999,
p. 9, traducción nuestra). De ese modo, la significación de los
estudios históricos sobre el Cercano Oriente Antiguo pueden
legítimamente engarzarse con la necesidad contemporánea
por generar políticas culturales atentas a democratizar el
pasado colectivo y a promover la participación de las
comunidades en la gestión de los distintos artefactos
correspondientes a su herencia cultural, incentivando que sus
integrantes se involucren de forma activa, opinando y
tomando decisiones por sí mismos acerca de qué hacer con
los bienes patrimoniales, cómo protegerlos, mantenerlos y
usarlos.

Por tanto, mirada desde el presente, es innegable que la


divulgación de la historia antigua de las sociedades del
Cercano Oriente representa una posible vía hacia un mejor
conocimiento de las realidades vigentes de Asia y África, pero
también para estructurar la convivencia pacífica, la tolerancia
y la conciencia ética sobre el irrenunciable valor de su riqueza
y producción cultural como patrimonio altamente significativo
para construir la historia de la humanidad y la identidad de un
pueblo. Además, como latinoamericanos, no somos - ni
podemos sentirnos - ajenos a tales realidades en absoluto.
Las sociedades en las que vivimos en este hemisferio son
ineludiblemente complejas y plurales, producto de diferentes
corrientes migratorias y situaciones de mestizaje, por lo que
no sorprende que en el seno de las mismas sea posible
identificar la presencia de numerosos ciudadanos de orígenes
asiáticos, africanos o de Oriente Medio, cuyas experiencias e
identidades - al igual que la de otros grupos étnicos - son
parte constitutiva de nuestras idiosincrasias nacionales en
toda América Latina.

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

Pese a la enorme y significativa renovación académica que ha


alcanzado hoy en día el campo de la historia antigua oriental,
una problemática que no ha sido suficientemente trabajada
dentro del mismo es la relevancia que presenta su estudio.
Cabe advertir que no se trata de un asunto exclusivo de
quienes se dedican a este período de la historia de la
humanidad, sino más bien una tendencia bastante
generalizada entre los historiadores - y otros especialistas en
el estudio del pasado. Este trabajo ha sido un intento por
abordar esta cuestión, en el cual - sin pretender dar una
respuesta definitiva a la cuestión - propusimos más bien
algunos argumentos y reflexiones que pueden ser pensados
como una primera vía de acceso a responder el interrogante
acerca de cuáles podrían ser las distintas aportaciones de
estudiar tal etapa histórica.
En esa dirección, sostuvimos que el estudio histórico de
sociedades tan distantes de la propia - en términos
espaciales, temporales y culturales - demanda una operación
historiográfica compleja que soporta tres procesos
fundamentales y complementarios. En primer lugar, al tomar
en cuenta las múltiples circunstancias históricas que
promueven la organización y desarrollo de la vida en
comunidades dotadas de un profundo sentido de identidad,
destacar la naturaleza profundamente social de los seres
humanos. Fue así que partimos de una definición del Cercano
Oriente como una entidad global - conceptual antes que
histórica o geográfica - en la que una amplia diversidad de
formaciones sociales se nos aparecen como un especie de
“laboratorio histórico” que, desde un pensamiento histórico
situado, permitían demostrar las invariantes de la conducta
humana a través de los siglos sin dejar de ubicarnos en las
coordenadas espacio-temporales de los actores o fenómenos
estudiados.

En segundo lugar, con el estudio del antiguo Cercano Oriente


es posible advertir los diversos elementos socioculturales que
- desde los tiempos más remotos - contribuyeron a soldar los
lazos sociales, lo que a su vez nos lleva a percibir la
regularidad y diversidad de los procesos históricos y nos hace
percatarnos de los rasgos generales y singulares que los
caracterizan. En virtud de ello, señalamos que al formar parte
de la gran corriente de la historia humana, de un proceso que
se inició hace miles de años, resulta imposible no sentirse
identificados con las distintas experiencias de aquellos
varones y mujeres del pasado cuando descubrimos que
debieron enfrentar los mismos problemas sociopolíticos,
económicos y filosóficos que siguen aquejándonos en tanto
miembros de la misma especie. Al mismo tiempo, recordamos
que tales problemas existenciales indujeron a esas antiguas
comunidades a buscar respuestas que se materializaron en
modalidades de organización que presentaron configuraciones
concretas y específicas, resultado de su inscripción en “otras”
lógicas culturales.

Y en tercer lugar, al no dejarse llevar por una lectura


etnocéntrica del pasado oriental preclásico y comenzar a
entender a las distintas sociedades de la antigüedad como
otras experiencias socioculturales, dispondremos de más
elementos no sólo para replantear las narrativas históricas
canonizadas sino también para interrogar el mundo en que
vivimos y contraponer una perspectiva hermenéutica
intercultural a cualquier forma de neutralización y
descalificación esgrimida hacia todo modo alterno de concebir
la existencia humana. Desde esa perspectiva, sugerimos que
estudiar la historia de las antiguas culturas próximo-orientales
tiene la potencialidad de hacernos personas menos
dogmáticas y más reflexivas sobre la realidad que nos rodea,
capaces de sospechar de la supuesta racionalidad de tantos
lugares comunes, de batallar contra falsedades involuntarias o
deliberadas sobre la supuesta inevitabilidad de una sociedad
fundada en principios neoliberales (tales como el
individualismo, la competencia y la acumulación) y de
cuestionar las distintas prácticas que amenazan con
reducirnos a una pieza más en el engranaje del sistema. Al
sostener esto, no sólo estamos planteando la urgencia de
criticar un mundo diseñado a partir de la ideología del
mercado, sino también la necesidad de suscitar el desarrollo
de una verdadera ética intercultural que ayude a las nuevas
generaciones a construir un mundo más justo y solidario. Una
tarea a la que, ciertamente, puede contribuir el estudio de la
historia del Cercano Oriente antiguo.

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NOTAS
1
El presente trabajo se basa en una versión revisada y ampliada de la conferencia que
impartí en el marco del VII Congreso de Educación Superior “La enseñanza de la
historia en la Formación Superior”, organizado por la Dirección de Nivel Superior del
Ministerio de Educación de la Provincia de Corrientes (Argentina). Fue elaborada como
parte de las actividades de docencia e investigación que desarrollo en el marco del
Proyecto CIUNSa N° 2608 “Prácticas sociales y configuraciones culturales en las
sociedades antiguas del Mediterráneo oriental: una aproximación histórica y didáctica”
bajo la dirección de la profesora Perla Rodríguez, financiado por el Consejo de
Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta (CIUNSa).

2
Un ejemplo de esta opción son los esfuerzos dirigidos a precisar los conceptos de
“jefatura”, “patronazgo”, “Estado”, “ciudad-Estado”, “Estados regionales” e “Imperios”
al momento de indagar las diversas formas de organización sociopolíticas (CAMPAGNO,
2009 DI BENNARDIS, 2013 PFOH, 2018 PFOH; THOMPSON, 2019
;  ;  ;  ). En igual sentido deben leerse las distintas
pesquisas histórico-arqueológicas que emplean las categorías de “centro-periferia” y
“sistema-mundo” - acuñadas por el historiador Immanuel Wallerstein -, con los
debidos ajustes terminológicos a las condiciones históricas y culturales específicas, en
el análisis de las esferas de interacción y vínculos intersocietales del Próximo Oriente
antiguo (ROWLANDS; LARSEN; KRISTIANSEN, 1987; AUBET, 2007, p. 77-90; DI BENNARDIS; D’AGOSTINO; SILVA
CASTILLO; MILEVSKI, 2010
).

3
No es nuestra pretensión adoptar una actitud que pudiera corresponderse a una
sensación de perplejidad y de rechazo hacia la apropiación y destrucción de
testimonios del pasado amparada en un discurso que opone un Occidente sensible y
culto versus un Oriente fundamentalista y brutal. Antes bien, otra serie de factores
pueden evocarse para explicar los saqueos, robos y destrucciones. Tales actitudes
pueden deberse, como ha postulado cierta tesis, a la existencia de modos de relación
con el pasado que no requieren de una colección de objetos materiales para entrar en
contacto con él (CAMPAGNO, 2007). Pero también pueden explicarse como respuestas de
poblaciones que padecen las condiciones derivadas de varias adversidades,
desigualdades y otras tensiones que, impuestas desde otro lugar y aprovechadas
impunemente por ciertos sectores, están latentes como un riesgo que detona el
conflicto ante cualquier “oportunidad”. En efecto, las invasiones, derrumbe de
gobiernos y guerras civiles crearon una situación imposible de controlar: se
contrabandearon antigüedades a cambio de comida y bienes de primera necesidad, y
aquéllas llegaron rápidamente a las manos de los coleccionistas privados y también a
las galerías de los grandes museos del mundo, los cuales pretenden - amparados en
cierta versión de la historia y del rol de Occidente en ella - “educar” con su ejemplo
(PFOH, 2007).

Recibido: 28 de Febrero de 2020; Aprobado: 25 de Mayo de 2020

Los griegos han dejado a la humanidad y en especial a Occidente un legado


cultural enorme e invalorable. La filosofía y en especial el amor a la verdad,
encarnado por Sócrates, Platón y Aristóteles, fue y es un tesoro que ha sido clave
para la formación ética, política y moral de nuestra civilización. Los valores que
atenienses y espartanos transmitían a sus ciudadanos, el amor a la Patria, a su
ciudad, el respeto a las leyes y a la justicia y el heroísmo de figuras como
Alejandro Magno, son un ejemplo a seguir. Los sistemas políticos y formas de
gobierno nacidas en Grecia constituyen la base de los existentes en la mayoría de
los Estados en la actualidad.

El aporte de Roma a la historia universal fue realmente impresionante: ha dejado


un legado cultural que, unido al de Grecia constituyen los pilares fundamentales
del mundo occidental. Sus sistemas políticos, sus instituciones, sus leyes, sus
obras de arte y su desarrollo científico significaron un progreso enorme para la
humanidad. Los romanos esparcieron su cultura por todos los lugares con los que
tuvieron contacto, enriqueciéndose y asimilando a la vez los aportes de otros
pueblos. El valor y el respeto que el romano daba a la religión, la tierra, la
agricultura, la patria, los antepasados y el deber ser son un modelo a seguir.

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Cuadros comparativos entre
Fenicios , Hebreos y Persas
A continuación en nuestro blog les vamos a contar características de los Fenicios,
Hebreos y los Persas, para que puedan aprender a cerca de estas civilizaciones, y
puedas comprender mas a cerca de quienes fueron cada uno de ellos. Les vamos a
mostrar cuadros comparativos donde se explican características de cada uno de
ellos para que puedas conocerlos y saber de ellos. Solo debes prestar atención a lo
que te contamos en este blog, y ya sabrás a cerca de estas civilizaciones tan
especiales.

Tabla de contenidos [ocultar]
 1 ¿Quiénes fueron los Fenicios?
 2 ¿Qué características tienen los Fenicios?
 3 ¿Quiénes fueron los Hebreos?
 4 ¿Quiénes fueron los Persas?
¿Quiénes fueron los Fenicios?

Los Fenicios fueron un pueblo originario del Medio Oriente que estaban ubicados
en Siria, Palestina y en el Libano, y son denominados Asiáticos occidentales. La
cultura Fenicia se desarrolló aproximadamente desde el año 3200 antes de Cristo
hasta el 400 después de Cristo. Esta cultura era llamada fenicios por los griegos,
cananeos por ellos mismos, y púnicos por los romanos.
¿Qué características tienen los Fenicios?

Los fenicios se caracterizaban por ser un pueblo cosmopolita en donde tenían una
forma de mirar la realidad amplia, una capacidad de adaptarse a los diferentes
climas y regiones, se relacionaban con muchos pueblos, y tenían una cultura de paz
y de desarrollo. Los Fenicios fueron una cultura basada en el conocimiento ya que
era un pueblo con bibliotecas, libros, inventos, descubrimientos, y gran desarrollo
del pensamiento cientifico, religioso y filosófico. Tambien eran un pueblo
civilizador ya que crearon ciudades que siguen en la actualidad, y lograron hacer
grandes aportes a la organización de la vida social, política, económica y religiosa
del mundo.

Fueron una cultura que logró expandirse por toda la cuenca del mar mediterráneo
y la costa del océano Atlántico. Los Fenicios dieron una gran identidad a esta zona
a través de compartir el alfabeto, ideas políticas, filosóficas, religiosas, y el
comercio.

 
¿Quiénes fueron los Hebreos?

Los hebreos eran un pueblo nómade que estaban organizados en clanes que eran
dirigidos por un patriarca que era el mas grande del grupo. Los hebreos estaban
ubicados en las orillas del mar mediterráneo desde los montes del Libano hasta la
peninsula de Sinai. Cerca del año 1500 antes de Cristo, llegaron tribus a este lugar
que eran de origen ario, filisteos y eran denominados philistina. Luego se asentaron
los hebreos que mas adelante consiguieron lograr un imperio. Fue Abraham uno
de los patriarcas elegidos por Dios Jehová que le indico ir a Canaán que sería la
tierra prometida. Fue entonces que este patriarca marchó con sus seguidores y se
estableció en Palestina. Los hebreos comenzaron a llamarse israelitas o hijos de
Israel. Muchos hebreos fueron emigrando hacia Egipto donde fueron perseguidos y
esclavizados, y fue moisés quien los condujo a la tierra prometida. Moises muere
antes de entrar en la tierra prometida, y durante dos siglos los hebreos se
enfrentaron a los cananeos para controlar la región.
Fue a finales del siglo XI antes de Cristo cuando las tribus se organizaron en un
estado llamado el reino de Israel, y fue hacia el siglo X antes de Cristo que se
expandieron territorialmente. Los hebreos se dedicaban a la agricultura y la
ganadería, y tambien trabajaban la ceramica y el tejido. Su actividad principal era el
comercio ya que estaban asentados en un lugar de transito. La religión dominaba
toda la cultura hebrea y la principal característica en esta área era que eran
monoteístas, es decir que tenían un solo Dios, Jehová.

¿Quiénes fueron los Persas?

Los persas fueron un pueblo étnico y nómade que habitaba principalmente en la


meseta iraní, que se caracterizan por hablar el idioma persa. Fueron un pueblo de
origen indoeuropeo que se fusionaron con los pueblos que conquistaron en esa
época. Los persas eran una antigua civilización que crearon un gran imperio entre
los siglos VI y IV antes de Cristo, que hoy en día es Iran, Irak, Palestina, Turquía y
Egipto. Esta civilización tenia un sistema de gobierno que era una monarquía
absoluta, en donde el rey era considerado la forma antropomórfica de Dios en la
tierra.
El imperio persa se caracteriza por mantener las estructuras administrativas locales,
por dividir el territorio en satrapias, facilitamiento del comercio mediante la
creación de caminos y canales de navegación, desgravamiento impositivo del
comercio y baja de los impuestos, creación de un sistema unificado de pesos y
medidas. Los persas tenían un gran ejercito y no tenían ningún rival religioso, pero
Grecia se unió con otras potencias y creo un ejercito grande que enfrento a los
persas acabando con su imperio. Mas adelante los persas volvieron a renacer y a
caer varias veces.

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