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La Biblia deja en claro que muchas pruebas fueron impuestas por Dios.

Él fue quien
permitió a los israelitas tener hambre y sed en el desierto. él los introdujo en una
prueba, pero no para martirizarlos si no con un propósito específico: Dios queria
prepararlos para que confiaran en su Palabra.

Pero ¿Por qué? Por que Dios dijo al pueblo en Deuteronomio 8:2-3 Y te acordarás de
todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el
desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías
de guardar o no sus mandamientos. Deu 8:3 Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te
sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido; para
hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Jehová vivirá el hombre.

Bueno Dios estaba a punto de conducirlos a una tierra donde necesitarían absoluta
confianza en sus promesas. Ya que tendrian grandes y dificiles batallas, por asi decirlo
Dios preparaba al pueblo para lo que se avecinaba, las pruebas siempre tienen un
proposito de parte de Dios, por eso es importante que cuando estemos en medio de la
prueba no preguntemos por que estoy pasando por esto; si no para que? Ese debe ser
tu cuestionamiento. Para que?

Cuando leo este pasaje, me pregunto cuantas personas que seguimos a Dios hemos
experimentado la liberación de Dios, solo para ser llevados rápidamente a un lugar de
prueba. El hecho es que toda fe verdadera, es nacida en aflicción. Grabatelo bien toda
fe verdadera, es nacida en aflicción. De ninguna otra manera surgirá de nosotros.
Cuando estamos en medio de una prueba y nos volvemos a la Palabra de Dios–y vemos
en retrspectiva el resultado es fe.

Ciertamente, así es como crece la fe: de prueba a prueba, hasta el dia que nuestras
palabras a testificar son: “Nuestro Dios es fiel.” Eso es fe activa

Mas tarde, cuando Israel vino a Cades, al Río del Jordán, estaba a las miras de la Tierra
Prometida. Dios les dijo que era el momento de ir y poseer la tierra. Ellos escogieron
enviar doce espías a Canaán, para verificar de antemano.

El pueblo no lo sabia, pero, la paciencia de Dios con ellos se estaba agotando. El ya les
había prometido que iría delante de ellos. Les había declarado que ningún enemigo
podría pararse frente a ellos y que el pelearía sus batallas.

Sin embargo
Dios sabia que el pueblo estaba atado en
Incredulidad y despojados de fe.

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Diez de los doce espías regresaron con un mensaje desconcertante, que infectó a toda
la congregación. Esos hombres informaron: “Sí!!!!, Canaán es un maravilloso lugar. Es
todo lo que Dios dijo que seria. PERO la tierra está llena de gigantes capaces de
destruirnos, las ciudades son impenetrables, sus murallas alcanzan al cielo. No somos
suficientemente fuertes para enfrentar estos enemigos. Simplemente no podemos
entrar.” (estoy citando Números 13).

Que no Dios ya había dado la orden de ir adelante y poseer la tierra.? Sin embargo,
¿cuál fue el efecto del informe de los espías? Bueno la escritura menciona en
(Números 14:1). “que toda la congregación gritó y dio voces; y el pueblo lloró aquella
noche” fijemonos bien El pueblo hizo caso a los espías malos, en vez de confiar en la
palabra que Dios había hablado. Y pasaron toda la noche angustiados y deseando la
muerte.

Pero hubo personas de un espiritu diferente: Josué y Caleb ellos habían estado entre
esa tropa de espías y objetaron el informe. Ellos hablaron en fe: “El Señor dijo que nos
había dado la tierra. No debemos caer en miedo ni revelarnos contra su Palabra.
¡Podemos vencer! La protección de nuestros enemigos se ha ido. El Señor los ha
desmantelado y su presencia está con nosotros. ¡Vamos adelante!”

¿Cuál fue la reacción del pueblo? “¡Vamos a apedrearlos!” A este límite Dios había
tenido suficiente. “El Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo?
¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?
(Números 14:11). Dios estaba preguntando: “¿Cuántos milagros más deberán
efectuarse ante ellos para que crean en mí? ¿Qué tomará para que ellos acepten mi
Palabra?”

Trágicamente, aveces tu y yo atrevesamos por la misma condicion. Por que Vivimos en


un tiempo en que la Palabra de Dios está a nuestro alcance.

Sin embargo, ¿Cuántos de nosostrosnos olvidamos de Dios cuando estamos en medio


de una crisis?

Y sabes que paso con el pueblo que penso asi??: dice (Números 14: 20, 22-23). “Yo lo
he perdonado, conforme a tu dicho… ya que moises intercediio por ellos. Pero ninguno
de los que vieron mi gloria y las señales que he hecho en Egipto y en el desierto,… y no
han oído mi voz, verá la tierra que juré dar a sus padres, ninguno de los que me han
irritado la verá.”

¿Puedes ver lo que Dios está diciendo aquí? Cada israelita de veinte años de edad o
más, debería morir en el desierto. Lo dice el el (14:29, 33). “En este desierto caerán
vuestros cuerpos,… Vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años,
… hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto.”

Dios suspendió su propósito eterno para Israel, por otros treinta y ocho años. Y en esas
cuatro décadas, la iglesia en el desierto consistió de dos generaciones distintas:
aquellos sobre veinte años que no tuvieron visión y los más jóvenes que esperaron en
el Señor.
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¡Que poderoso cuadro nos es dado sobre


el eminente peligro de la incredulidad!

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pensemos en las palabras de Dios, para esa generación incrédula. En efecto, él está
diciendo: “No entrarán. No puedo usarlos más. Los he probado una y otra vez, y se han
mostrado totalmente infieles en cada situación. Podría probarlos otras cien veces, aún
así, en cada oportunidad todavía no creerían en mí.

“Me han traído al término de mi trato con ustedes. Son perdonados, pero ya no tienen
futuro en mi obra y propósitos. Ahora vivirán solamente para morir. Ese era ahora su
proposito “vivir solamente para morir”

Personalmente he sido testigo de esta clase de decaimiento en las vidas de grandes


hombre de Dios que una vez fueron fieles. La esposa de un misionero en África, falleció
mientras servía al Señor, dejando afligido a su esposo y a su hija siendo una bebe. El
esposo no pudo manejar esta situación. Él dijo: “Dios, si esta es la manera como tratas
a tus hijos, entonces yo no puedo servirte.” Ese hombre dejó su criatura en África con
sus amigos, y volvió a su país de origen. Murió alcohólico. He visto como una persona
que servia a Dios con el corazon se suicido.

Esa generacion no pudo posicionarse en el lugar de la promesa, en el lugar destinado


por Dios para ellos, no pudieron entrar a causa de su incredulidad.

Hebreos advierte a la iglesia del Nuevo Testamento: “Presten atención al ejemplo de


Israel. Si no lo consideran, pueden caer de la misma manera como ellos cayeron.
Descenderán hasta llegar a tan maligna incredulidad. Y volverán sus vidas en un largo y
continuo desierto.”

Consideremos lo que sucedió a la generación incrédula, quienes fueron devueltos al


desierto. Desde entonces, todo lo que ellos conocerían seria la depresión y amargura
de alma. Ellos no verían su gloria. En cambio, empezarían a concentrarse en sus
propios problemas y consumidos por sus propios deseos.

Eso es exactamente lo que sucede con toda la gente incrédula: terminan consumidos
con su propio bienestar. No tienen visión, ni sentido de la presencia de Dios ni vida de
oración. En cambio, el centro total de sus vidas está en sus problemas, sus situaciones,
sus enfermedades. Van de una crisis a otra, encerrados en sus propios dolores y
sufrimientos. Y sus días están llenos de confusión, contienda, rivalidad y división.

Por treinta y ocho años, Moisés observó como uno por uno de esa generación
incrédula de israelita moría. Mientras el miraba atrás sobre aquellas vidas que
decayeron en el desierto, el observó que cada cosa que Dios advirtió, sucedió. “La
mano del Señor vino sobre ellos para exterminarlos, hasta hacerlos desaparecer del
campamento” (Vea Deuteronomio 2).

Asimismo hoy, algunos estamos algunos de nosotros, estamos contentos con


meramente existir hasta que mueramos. No desean arriesgar nada, para creer a Dios,
para crecer o madurar. Rechazan creer en su Palabra y se han obstinado en su
incredulidad. Ahora sólo viven para morir.

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La incredulidad de Israel comenzó con


una pequeña vacilación, la cual aventó
una llama que envolvió una
congregación completa.

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Déjenme demostrarles donde la incredulidad de Israel entra con impetuosidad en un


fuego furioso. Esto sucede precisamente después que aquellos diez espías infieles
trajeron el informe maligno. El pueblo tuvo temor de culpar a Dios, por lo tanto, se
culparon así mismos: “Somos débiles, desvalidos. No tenemos lo que esto demanda.
Aquellos enemigos gigantes son demasiado poderosos para nosotros. Nos harán
pedazos.”

Lloraron toda la noche. Al día siguiente, cuando salieron de sus tiendas, su actitud fue:
“Nos damos por vencidos. Hasta aquí llegamos, no vamos más lejos de aquí. Dios no ha
contestado nuestras oraciones. Debe haber algo malo en nosotros. El camino es
demasiado duro.”

A veces todos somos culpables de esta misma incredulidad. A menudo, cuando


enfrentamos alguna otra lucha, permitimos que el enemigo nos desanime. Somos
dominados por una inexplicable soledad y experimentamos un sentido de insuficiencia.
Empezamos a convencernos que el Señor no nos oye. E irrumpe un clamor en nuestros
corazones: “¿Dios, dónde estás tú? Oro, ayuno y estudio tu Palabra. Todo lo que deseo
es caminar en comunión contigo. ¿Por qué no me liberas de esto?”

Todo lo que Dios oye de nosotros en tales ocasiones, es cuan lo improductivos e


inútiles que somos ante sus ojos. Sin embargo, eso no es humildad. Muy por el
contrario, esto es un inmerecido insulto al Padre quien nos adoptó con un pacto en el
que promete amarnos y cuidarnos por toda nuestra vida. Cuando le decimos cuán
malos somos – cuán débiles, vacíos e inútiles que somos para él – despreciamos todo
lo que él ha logrado en nosotros.
En esencia, le estamos diciendo a Dios: “Padre, todos tus tratos pasados conmigo –
todas las revelaciones que me has dado, toda la dulce comunión que hemos tenido,
todo lo que me has dirigido para hablar y testificar a otros – ha sido en vano.

Todas tus bendiciones y milagros en mi vida, no han tenido impacto en mí.” ¡Cuán
doloroso para Dios! Y todo esto es porque no nos sentimos bien. Permitimos que
nuestro desanimo nos convenza que todo el trabajo de amor de Dios, todas sus
increíbles obras en nuestras vidas, han sido como nada para nosotros.

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Dos cosas estuvieron sucediendo


simultáneamente durante
los treinta y ocho años de Israel,
en el desierto.

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Mientras una generación de israelitas, estaba muriendo día a día, sin gozo y miserable,
Dios estaba levantando una nueva “generación de fe.” Esta generación más joven, vio
lo que le pasó con sus padres y madres, y decidieron: “No deseamos vivir de esa
manera – gruñones, vacíos, centralizados en ellos mismos. Ellos no tienen fe ni visión.
Han Perdido su mismo propósito para vivir.”

Considere lo que dijo Moisés de esta nueva generación: “Porque el Señor, tu Dios, te
ha bendecido en todas las obras de tus manos; él sabe que andas por este gran
desierto, y durante estos cuarenta años el Señor, tu Dios, ha estado contigo sin que
nada te haya faltado.” (Deuteronomio 2:7).

Vea usted, viene un tiempo en la vida de cada creyente – como también en la iglesia –
cuando Dios nos pone en la última prueba de fe. Es la misma prueba que Israel
enfrentó en el lado del Jordán hacia el desierto. ¿Cuál es esta prueba?

Esta es fijar nuestra atención en todos los peligros al frente – los asuntos gigantes que
nos enfrentan, los altos muros de aflicción, los principados y potestades que buscan
destruirnos – y lanzarnos totalmente sobre las promesas de Dios. La prueba es
comprometernos a una vida de confianza en su Palabra. Es un compromiso a creer que
Dios es más grande que todos nuestros problemas y enemigos.

Puedimos haber sido probado una y otra vez. Ahora ha llegado el tiempo para que
tomar una decisión. Dios quiere fe que resista la última prueba. Esta es una fe que no
permitirá que nada lo mueva de creer y confiar en la fidelidad de Dios.
Cuando el tiempo de Moisés con Israel termino, llegamos al libro de Josué. Ahora toda
la generación vieja e incrédula se ha ido. Y la nueva generación de fe está parada en el
mismo lugar de decisión en que estuvieron sus padres, el Jordán. ¿Qué sucedió? El río
se abrió ante ellos, de la misma manera como había ocurrido con el Mar Rojo. Y ellos
caminaron a través del río hasta el otro lado.

Aún así, inmediatamente que llegaron, esta nueva generación enfrentó un poderoso
enemigo. Se encontraron contemplando una poderosa Jericó, una ciudad con muros
macizos e impenetrables. Usted sabe el resto de la historia; ¡esos muros se
desplomaron por la fe!

Entondces ¿Qué es fe, realmente?

Hay tanta teología alrededor de este tópico de la fe. Simplemente, sabemos que no
podemos invocarla. No podemos crear fe repitiendo: “Yo creo. Yo realmente creo….”
No, fe es un compromiso que hacemos para obedecer a Dios. La obediencia refleja fe.

Como Israel enfrentó a Jericó, el pueblo fue advertido a no decir una palabra, sino
simplemente marchar. Estos fieles creyentes no murmuraron ni susurraron: “Señor,
ayúdame a creer. Yo deseo creer.” No, ellos se concentraron en la única cosa que Dios
les pidió: obedecer su Palabra e ir adelante. “Así que le fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios” (Romanos 10:17). Oír la Palabra implica hacerla, obedecerla.

Les fue dicho que marcharan en cierto orden, y hacer sonar sus instrumentos un cierto
número de veces. ¿Qué nos dice todo esto a nosotros? Ante los ojos de Dios, fe era
simplemente un asunto de obedecer su Palabra.

Piénselo. Cuando se le dijo a Josué, “No has pasado por este lugar antes,” Dios le
estaba diciendo, “Este es un tiempo para que te comprometas a una confianza total.
Hasta este punto, has vivido de pan solamente. Ahora, va a tomar fe. No puedes
depender en tus sentimientos y habilidades. Tendrás que confiar en cada palabra que
yo te diga.”

Cuando la Palabra vino, este fue el mensaje: “Mira que te mando que te esfuerces y
seas muy valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo
dondequiera que vayas” (Josué 1:9).

Amados, eso es fe. Esto significa disponer el corazón para obedecer todo lo que está
escrito en la Palabra de Dios, sin cuestionarla ni tomarla livianamente. Y sabemos que
si nuestros corazones están determinados para obedecer, Dios se asegurara que su
Palabra a nosotros sea clara.

Llega un tiempo cuando todos tenemos que decir: “Jesús, quiero caminar contigo en
fe. Estoy cansado de subir y bajar, de cuestionarte cada vez que las luchas vienen. Has
trazado una línea. Y yo estoy dando un paso sobre la línea, en fe. Has prometido pelear
la batalla por mí. Y yo confío en ti.”

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