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Alejandro Toledo

(Cabana, 1946) Político peruano que fue el primer presidente de origen indígena del Perú.
0cupó la presidencia de la república entre 2001 y 2006.

Alejandro Celestino Toledo Manrique nació el 28 de marzo de 1946 en la aldea de Cabana,


provincia de Pallasca, departamento de Ancash, de un matrimonio indígena, campesinos sin
tierras, que tuvo dieciséis hijos. Cuando tenía seis años, la familia, atraída por la
prosperidad generada por la pesca, se trasladó a la localidad costera de Chimbote, donde el
padre fue peón de la construcción, y la madre, vendedora de pescado.

El joven Alejandro contribuyó a los parcos ingresos familiares trabajando como limpiabotas
y vendedor ambulante de lotería, al tiempo que cursaba el bachillerato en el colegio de San
Pedro. Gracias a la beca de una orden religiosa, estudió en la Universidad de San Francisco,
en la que se graduó en economía (1970), y se licenció y doctoró en la Universidad
estadounidense de Stanford con estudios sobre gestión empresarial y una tesis sobre
recursos humanos en 1976.

La llegada al gobierno

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el 8 de abril de


2001, Toledo obtuvo el mayor número de votos (36,6 %), seguido por
Alan García -populista de la Alianza Popular Revolucionaria Americana
(APRA)-, con el 25,8 %, y Lourdes Flores (Unidad Nacional, de derecha),
con el 24,1 %. La campaña de descalificaciones se mantuvo hasta la
segunda vuelta, celebrada el 3 de junio, en la que Toledo se impuso con
el 52,6 % de los votos. García logró el 47,4, % y los votos en blanco y
nulos sólo alcanzaron el 13,2 %, por debajo del 15 % habitual.

En el Congreso, Perú Posible se convirtió en la primera fuerza (40


diputados), pero muy lejos de la mayoría absoluta (61). Alejandro
Toledo tomó posesión de la jefatura del Estado en Lima el 28 de julio,
con un llamamiento a todas las fuerzas políticas para aplicar un
programa de reconstrucción nacional y de entendimiento con las
instituciones financieras internacionales, comprometiéndose a combatir
la pobreza y a ser implacable con la corrupción. Al día siguiente se
trasladó a la ciudadela andina de Machu-Picchu, donde dio gracias a los
espíritus, entroncó simbólicamente el comienzo de su mandato con el
pasado inca y proclamó «el nuevo amanecer» de Perú. Fue la
consagración de un indio que supo triunfar en el mundo de la cultura
estadounidense, la alta tecnología y la globalización económica.

La popularidad de Toledo y el respaldo de la base social que lo aupó a la


presidencia comenzó a fragmentarse poco antes de cumplir su primer
año de Gobierno, cuando tuvo que enfrentar una grave crisis política por
las violentas protestas que se desencadenaron en Arequipa, tras el
anuncio de privatización de dos compañías eléctricas. Durante la
campaña electoral, Toledo se había comprometido con la población
regional a no privatizar Egasa y Egesur si alcanzaba la presidencia pero,
finalmente, la empresa belga Tractebel formalizó la compra.

Para frenar la revuelta social, el máximo mandatario del país decretó el


estado de excepción en el departamento sureño y finalmente tuvo que
firmar un acuerdo con las autoridades locales -Acta de Arequipa- en el
que se comprometía a suspender las privatizaciones hasta que el poder
judicial resolviera los recursos interpuestos. No obstante, la solución de
la crisis provocó la dimisión del ministro del Interior y obligó a Toledo a
poner en marcha una nueva etapa de recomposición de su proyecto
político.

También los pequeños productores madereros del departamento de


Madre de Dios iniciaron una campaña de protestas contra el Gobierno
para exigir la anulación de las concesiones forestales otorgadas a la
empresa privada. Las manifestaciones se prolongaron durante una
semana y se saldaron con numerosos incidentes. Para retomar la
iniciativa política y mejorar la deteriorada popularidad de su mandato,
Toledo optó finalmente por una remodelación de su Gobierno.

El presidente peruano volvió a enfrentar una nueva situación crítica en la


primavera de 2003. Los gremios de maestros, agricultores, empleados
de la sanidad pública y del poder judicial se declararon en huelga
indefinida para reclamar mejoras salariales y paralizaron la actividad del
país durante varias semanas.

El balance del quinquenio (2001-2006) presidencial de Alejandro Toledo en Perú

presenta un cuadro de resultados inobjetables, al que sin embargo deslucieron una

interminable sucesión de escándalos y claras contradicciones económicas. Primer

mandatario mestizo del país con acusados rasgos indígenas y economista de

profesión con ideas liberales, el Cholo Toledo preservó la constitucionalidad de las

instituciones democráticas tras la década autoritaria del fujimorismo, de la que

había sido el más enérgico denunciante, lanzó iniciativas concertadoras, saneó las

cuentas públicas e impulsó un crecimiento fuerte ligado a la expansión comercial

que tuvo como grandes estrategias los acuerdos de libre cambio con Estados
Unidos y el MERCOSUR. Ahora bien, la nueva riqueza no se tradujo en una

reducción tangible del paro, la pobreza y las desigualdades sociales. Toledo vio

hundirse su popularidad al ritmo que marcaban los casos de corrupción, que

salpicaron a decenas de familiares y colaboradores, y a él mismo, así como las

crisis de Gobierno y diversas agitaciones internas, dejándole varias veces en la

cuerda floja. En cuanto a la política regional, alentó la integración del subcontinente

y fue el inspirador original de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN, futura

UNASUR), que él consideraba compatible con el ALCA deseada por Estados Unidos,

lo que le enfrentó al venezolano Chávez.

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