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Ciencias Sociales

.1

L ambiva)ente pensamiento de
CARL SCHMITI fascina por la radicalidad' teórica y la agudeza de
sus análisis, suscitando al mismo tiempo un justificado temor debido
al reduccionismo que para la teoría y el Derecho constitucionales
pueden implicar sus propuestas de solución. La presente edición de
EL CONCEPTO DE LO POLITICO -en su versión de 1932, con los
añadidos de una conferencia pronunciada en Barcelona en 1929 y de
unos Corolarios- no es difícil de justificar y resulta de enorme
actualidad. Esta obra -traducida y prologada por RAFAEL
AGAPITO- sirve de estímulo para la reflexión sobre lo político en
nuestro contexto histórico y constitucional; reflexión siempre
necesaria, ya que es el único medio de actualizar las exigencias
constitucionales de uno de los componentes básicos de la Constitución:
la dimensión político-democrática. Una reflexión sobre Jo político es
hoy tanto más oportuna cuanto que, pese a lo evidente de su necesidad,
choca con el obstáculo de un extend_ido y consolidado escepticismo, 1
.......
1-<

sustentado en parte en actitudes subjetivas de resignación o cinismo U


respecto a la posibilidad de disciplinar el poder que opera en la p.oJ.ítu;a,--- , f"
pero también basado en una concepción reductora de la polí ica como
mera estrategia para imponer objetivos prefijados. Del mis o autor BIBLIOII
en Alianza Editorial: «La dictadura» (AU 425) y «Teo ía de la
Constitución» (AUT 57).
----
LUIS VIVI

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\ Alianza Editorial SCII

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Cl!bierta: Angel Uriarte 9 788420 1, r ¡'-�8'
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Alianza Editorial
Título original: Der Begrijf des Politischen. Text von 1932 mit einem Vorwon und drei
Corollarien. INDICE

Introducción, por Rafael Agapito ...... ............ ....... 11


PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Intento de respuesta ... .. ........ ......... . .. ........ 42
Prosecución de la respuesta .... . .. . .. ..... . .. ......... 46
EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO (Texto de 1932) .... ...... .. .. 49
LA ERA DE LAS NEUTRALIZACIONES Y DE LAS DESPOLITIZACIONES. 107
l. Los desplazamientos del centro de gravedad y su se-·
cuencia ............. . . ... .... . . . ... . ... .. ..... .. 109
2. 1::s etapas de la neutra!jzación y d_:spolitización . ..... ... 115
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art.534-bis del _
Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y Pi:ivaci?n de li�rtad EPÍLOGO A LA EDICIÓN DE 1932 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra hterana, artísnca o
científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización. . es del
Corolario l. Resumen de los div�r�o.:; significados y fu_t1ciQn
concep.t;2 <!f�
neutralidad política interna del Estado (1931). 125
Corolario II. Sobre la relación entre. los coni;eptos de guerra y ene-
,tqigo (1938)_ ..... ......... ..... .. .. .... ...... ..... .. 131
Corolario III. Sobre las posibilidades y elementos no estatáles del
© 1987 Duncker & Humblot GmbH , Berlín 41
© Ed.cast.: Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1991 Derecho internacional 141
Calle Milán, 38; 28043 Madrid; teléf.200 00 45 Referencias ............................................. 145
ISBN: 84-206-2688-0
Depósito legal: M.35.076-1991
Impreso en Lave!. Los Llanos, nave 6.Humanes (Madrid)
Printed in Spain
38 Rafael Agapito
PROLOGO
tos de una convivencia ciudadana mínimamente estable. Y las pro­
puestas de Carl Schmitt no sólo no pudieron prevenir la barbarie en
que desembocó esa crisis histórica, sino que incluso contribuyeron,

'
con la abstracción de su planteamiento, a restar fuerza a las barreras
que la razón jurídica constitucional intentaba oponer a la sinrazón
política.
Pero también es cierto que ha permitido a la reflexión introdu­
cir una mayor complejidad en el planteamiento, y hacer producti­
vos para ella los logros críticos de la historia y el pensamiento de los
últimos siglos. Y en ese sentido no puede dudarse de que ha contri­
buido a que en el constitucionalismo posterior a la Segunda Guerra
Mundial haya sido posible un planteamiento en el fondo más radi­
cal, más veraz y más cercano a la vida constitucional diaria de los
pueblos y de los hombres.

RAFAEL AGAPITO
Esta reimpresión del escrito sobre el «concepto de lo político»
contiene el texto completo y sin modificaciones de la edición de
1932. En el epílogo de 1932 se pone de relieve el carácter estricta­
mente didáctico del trabajo, y se insiste expresamente en que todo

--- ____
lo que aquí se dice sobre el concepto de lo político tiene como úni­
-
lrata, en otras palábras,-de esta ecer un --
co objetivo «encuadrar teóricamente un problema inabarcable». Se
_,_marco para
�eterminadas
cuestiones de la ciencia jurídica con el fin de poner orden en una te­
mática confusa y hallar asfuna tópica de sus conceptos. Es un tra­
bajo que no puede comenzar con determinaciones intemporales de
la esencia de lo político, sino que tiene que empezar por fijar crite­
rios que le permitan no perder de vista la materia ni la situación. De
lo que se trata fundamentalmente es de la relación y correlación de
los conceptos de lo estatal y de lo político por una parte, y de los de
)¡11e,ra_y_enemigq_ eor la otra, para de este modo obtener la informa­
ción que unos y otros pueden aportar a este dominio conceptual.

El desafío

El campo de relaciones de lo político se modifica incesante­


mente, conforme las fuerzas y poderes se unen o separan con el fin
de afirmarse. Partiendo de la antigua polis Aristóteles determina lo

39
40 Carl Schmitt El concepto de lo político 41

político de un modo distinto del de los escolásticos medievales, que los descontentos, en una palabra, las «alteraciones». Claro está que
toman literalmente las formulaciones artistotélicas y piensan sin también se puede utilizar así el término «política», y discutir sobre
embargo en algo completamente distinto, en la oposición entre lo su propiedad o impropiedad no dejaría de ser un mero debate termi­
espiritual-eclesiástico por un lado y lo mundano-político por el nológico. Conviene recordar que ambas palabras, tanto política
otro, o dicho de otro modo, en una relación de tensión entre dos or­ como policía, derivan de la misma palabra griega polis. La política
denamientos concretos. Cuando en el siglo xv1 se rompe la unidad de gran estilo, la alta política, era entonces únicamente política ex­
eclesiástica de Europa occidental, y la unidad política queda des­ terior, y la realizaba un Estado soberano como tal respecto de otros
truida por las guerras civiles entre las diversas confesiones cristia­ Estados soberanos a los que reconocía como tales, actuando sobre
nas, en Francia se da el nombre de politiques justamente a aquellos ju­ la base de este reconocimiento y en forma de decisiones sobre amis­
ristas que en la guerra fratricida entre los partidos religiosos se ha­ tad, hostilidad o neutralidad recíprocas.
bían puesto de parte del Estado como unidad neutral y superior. Jean ¿Qué hay de clásico en este modelo de unidad política que se
Bodin, el padre del derecho europeo internacional y del Estado, fue presenta cerrada hacia fuera como soberana y hacia dentro como
uno de estos típicos políticos del momento. pacificada? Lo clásico es la posibil,idad de IJeyac acaba distinciones
La porción europea de la humanidad ha vivido hasta hace poco claras, unívoCas: entre interior y exterior, entre guerra y paz, y du­
en una época cuyos conceptos jurídicos han estado íntegramente rante la guerra entre militar y civil, entre neutralidad y no neutrali­
acuñados desde el Estado, y que lo presuponen como modelo de la dad. Cada término puede reconocerse por separado y no se desdibu­
unidad política. La éeoca de la estatalidad toca ahora a su fin.• No ja de forma intencionada. Incluso en la guerra todos tienen claro su
vale la pena desperdiciar mas palabras en ello. Termrna así toda una status en cada lado. En la figura de la guerra, tal como ésta se con­
superestructura de conceptos referidos al Estado, erigida a lo largo templa en el derecho internacional entre Estados, el enemigo es re­
de un trabajo intelectual de cuatro siglos por una ciencia del dere­ conocido también al mismo nivel como Estado soberano. En este
cho internacional y del Estado «europacéntrica». El resultado es derecho internacional el reconocimiento como Estado implica ya,
que el Estado como modelo de la unidad política, el Estado como en tanto mantiene aún algún contenido, el reconocimiento del de­
portador del más asombroso de todos los monopolios, el de la deci­ recho a la guerra, y con ello el reconocimiento del otro como ene­
sión política, esa joya de la forma europea y del racionalismo occi­ migo conforme a derecho. También el enemigo tiene su propio sta­
dental, queda destronada. Sin embargo se mantienen sus conceptos, tus, no es un criminal. La guerra puede ser limitada y circunscrita
que quedan incluso como conceptos clásicos. Bien es verdad que en mediante regu laciones del derecho internacional. De acuerdo con
la actualidad el término clásico suena en general un tanto equívoco y esto la guerra podía ser concluida con un tratado de paz, que nor­
ambivalente, por no decir irónico. malmente incluía una cláusula de amnistía. Sólo así es posible una
Hubo de hecho un tiempo en el que tenía sentido identificar los clara distinción entre guerra y paz, y sólo así cabe una posición de
conceptos de estatal y político. El Estado clásico europeo había logra­ neutralidad clara y unívoca.
do algo completamente inverosímil: instaurar la paz en su interior y La regulación y la clara delimitación de la guerra supone una re­
descartar la hostilidad como concepto jurídico. Había conseguido lativización de la hostilidad. Toda relativización de este género re­
eliminar el instituto jurídico medieval del «desafío»; poner fin a las presenta un gran progreso en el sentido de la humanidad. Desde
guerras civiles confesionales de los siglos xv1 y xvn, entendidas de luego no es fácil de lograr, ya que para los hombres resulta difícil no
un lado y de otro como particularmente justas; establecer de fronte­ considerar a su enemigo como un criminal. Sin embargo el derecho
ras adentro paz, seguridad y orden. Es sabido que la fórmula «paz, internacional europeo referente a las guerras territoriales entre paí­
seguridad y orden» constituía la definición de la policía. En el inte­ ses consiguió dar este sorprendente paso. Queda por saber hasta qué
rior de este tipo de estados lo que había de hecho era únicamente punto lograrán algo semejante otros pueblos cuya historia tan sólo
policía, no política, a no ser que se consideren política las intrigas conoce guerras coloniales y civiles. Lo que no constituye en modo
palaciegas, las rivalidades, las frondas y los intentos de rebelión de nlguno un progreso para la humanidad es proscribir la guerra regu-
42 Carl Schmitt 1 (1 concepto de lo político 43

lada por el derecho iqternacional europeo como reaccionaria y cri­ tonces- sino también de la Sociedad de las Naciones de Ginebra.
minal, y desencadenar en su lugar, en nombre de la guerra justa, Este escrito responde al desafío de una situación entre dos aguas. El
hostilidades revolucionarias de clase o raza que no están ya en con­ reto que emerge de ella se dirige en primer término a los expertos
diciones de distinguir entre enemigo y criminal, y que tampoco lo constitucionales y a los juristas internacionales.
desean. Mi primer axioma dice: «El concepto del Estado presupone el
El Estado y la soberanía constituyen la base y el fundamento de de lo político.» ¿Quién podría entender una tesis formulada tan en
las acotaciones realizadas hasta ahora por el derecho internacional abstracto? Todavía ahora sigo dudando sobre el sentido de empezar
respecto de la guerra y la hostilidad. En verdad una guerra correcta­ con una abstracción a primera vista tan opaca, puesto que la prime­
mente llevada a cabo, de acuerdo con las reglas del derecho interna­ ra frase decide en medida no pequeña sobre el destino de una publi­
cional europeo, contiene más sentido del derecho y de la reciproci­ cación. No obstante tal aseveración, formulada en conceptos casi
dad, y también más procedimiento jurídico, más «acción jurídica», esotéricos, no está fuera de lugar precisamente ahí. Su misma forma
como se decía antes, que un proceso-espectáculo escenificado por de tesis provocativa contribuye a poner de manifiesto cuáles son sus
modernos detentadores del poder para la aniquilación política y fí­ destinatarios principales, a saber: los conocedores del ius pubficum
sica del enemigo político. El que echa abajo las distinciones clásicas Europaeum, los conocedores de su historia y de su problemática con­
y las acotaciones de la guerra entre Estados establecidas a partir de temporánea. En realidad es por referencia a estos destinatarios
ellas tiene que saber lo qué está haciendo. Revolucionarios profe­ como adquiere verdadero sentido el epílogo, ya que pone de relieve
sionales como Lenin y Mao lo sabían. Pero más de un jurista profe­ tanto la intención de«encuadrar un problema inabarcable» como el
sional lo ignora. Ni siquiera se dan cuenta del modo como se utili­ carácter estrictamente didáctico de la exposición.
zan los conceptos tradicionales clásicos de la guerra regu lada como Un informe sobre el efecto de este escrito en el seno de ese
armas para la guerra revolucionaria, armas de las que se hace un uso círculo profesional tendría que incluir también publicaciones pos­
puramente instrumental, con plena libertad y sin obligación al guna teriores que han desarrollado el concepto de lo político esbozado
de reciprocidad. aquí y han intentado saturar con contenidos el encuadre ofrecido.
Así están las cosas. Una situación tan confusa de forma y falta Entre ellas hay que contar Die Wendung z¡¡m diskriminierenden Kriegsbe­
de forma, de guerra y paz, plantea interrogantes incómodos pero griff (Ef giro hacia un concepto discriminador de /a guerra) (1938) y el libro
que no pueden pasarse por alto y que suponen un genuino desafío. sobre el Nomos der Erde (El nomos de la tierra) (1950). Tal informe de­
El término alemán Herausforderung contiene, por cierto, tanto el sen­ bería abarcar también las concepciones del delito político y del asi­
tido de un challenge como el de una provocación. lo político, de la justiciabilidad de los actos políticos y de las deci­
siones sobre cuestiones políticas a través de la vía judicial; tendría
incluso que integrar la cuestión fundamental del proceso judicial,
Intento de respuesta esto es, una investigación sobre el grado y la medida en que, en su
calidad de procedimiento, el proceso judicial modifica su materia y
El escrito sobre el concepto de lo político representa un intento objeto y le confiere una contextura diferente. Todo esto sobrepasa
de hacer justicia a los nuevos interrogantes sin infravalorar ni el ampliamente el marco de un prólogo y sólo puede ser presentado
momento de challenge ni el de provocación. Así como la conferencia aquí como tarea pendiente. También entraría aquí el problema de
sobre Hugo Preuss (1930) y las monografías sobre «El defensor de la unidad política -no sólo económica o técnica- del mundo. No
la Constitución» (1931) y«Legalidad y Legitimidad» (1932) se ocu­ obstante me gustaría mencionar en este punto, de entre la multitud
pan de la nueva problemática constitucional intraestatal, aquí con­ de tomas de posición al respecto, dos artículos de derecho interna­
fluyen temas de teoría del Estado con otros del derecho internacio­ cional que representan una posición crítica y negativa respecto de
nal entre Estados; no se habla únicamente de la teoría pluralista del mis ideas, sin por eso dejar de tomar en consideración el tema de un
Estado -todavía desconocida por completo en la Alemania de en- modo objetivo: me refiero a las dos intervenciones del profesor
45

¡
Car! Schmitt 7

11111 crt_antes, así como a la moderna .w , 1:�.:


erra revol"!:!s:io_

Hans Wehberg, de Ginebra, en su revista Friedenswarte, en 1941 todo esto teonca-
y 1951. , ,,.,-rt11anos. ¿Cómo es posllile aprenenoer L-
111 11 1 iÍÑé-repnme y arro
ja de la conciencia científica la realidad de y
. El escrito sobre el concepto de lo político, como todo trata­ bres? No es éste el lugar
mJento de concep�os c�>n�r�tos desde el punto de vista jurídico, se f 1 1 111cncia de la hostilidad entre los hom ie­
ocupa ?e u? matenal h1ston�o, y se dirige en consecuencia también 1 1 i profundiz ar en la
discusión sobre estas cuestiones. Pero sí quis 1-
que el reto para el que buscamos un a resp uest a
a los h1stonadores, en primer término a los conocedores de la época ' 11 al menos recordar LÍ
ha intensific ado su viole ncia
de los Est�dos europeos y de la transición del sistema feudal de la no sólo no ha perdido fuerza sino que e
otra p a rte el coro lario añad ido en 1938 proporciona
Ed ad Med1a �l Estado territorial soberano, con su distinción entre y urgencia. Por
conceptos de guerra y
Estado y soc�edad. En este contexto debe mencionarse el nombre una panorámica sobre la relación entre los s
de un gran h1stonador, Otto Brunner, que en su obra pionera Land enemigo. s
s los que se han ocu-
u�1 H�m:b�ft (1.• e�., !93?), ha aportado una importante verific a­ Pero no son sólo los juristas e historiadore a
hech o también importan­
c1�n h1stonca de �� cnteno d� lo político. Dedica a mi pequeño es­ . pado del concepto de lo político: lo han informe cr�tico
e
s rio un buen
cnto algu n� atenc10n, por mas que lo consigna únicamente como tes teólogos y filósofos, y sería nece a
de la s1t1;1�­
ian a e?-te co pleto
u? «punto frnal», el de la evolución de una cierta doctrina de la ra­ que proporcionase un cuadro med rl:1 � )
se anadeo nuevas d16-
zon d� Estado. Presenta además l a objeción crítica de que en él es el ción. Lo que ocurre es que en este dommto i
entendimiento recíproco,
enem1g� � no el amigo el que representa realmente el rasgo concep­ cultades particularmente complejas de
un modo convincente la '{
tual pos1t1vo. cosa que hace casi imposible encuadrar de
sil te t eologi! la_nzado a co­
Caracterizar el escrito como «punto final» tiene el efecto de vin­ problemática común. Sigue en vigor el_ � � rnac1onal contra
ta mte
cularlo a la época imperialista, y califica a su autor de epígono de mienzos de la era de los Est ados por un Juns
regación a que ha da_do
Max �e�er. La v�rdadera relación de mis conceptos con los de una los teólogos de ambas confesiones. La disg
de la enseñanza y la m­
doct �rna 1nternac10nal y del Estado típicamente imperialista queda lugar la división del tra bajo en el dominio
vuel to confusa la le?gua
sufic1e1:t �mente clara en la nota 9 de p. 63, que se refiere a un pro­ vestigación de las ciencias del espíritu ha
epto s como el de am1go y
ducto t1�1co de ;sa era. El re�roche de haber primado el concepto común, y justamente a propósito de conc
una itio in partes.
de enemigo esta �u� extendido y es un estereotipo. No tiene en enemigo se hace casi imprescindible en ese s1/ete de co­
que se expr esa
c�enta _qu; e ! mov1m1ento �� un concepto jurídico parte, con nece­ La orgullosa autoconciencia
cayendo de las manos a
s1dad d�alect1ca,_ de la_ �egac10n. En la vida del derecho, igual que en mienzos de la edad de los Estados se les está
buscan hoy día apoyos y
su �eona, la 1ntegrac10n de la negación es todo lo contrario de un los juristas del final de la misma. Muchos
corte teológico y moral o
«pnmado» de lo negado. Un proc�so como acción jurídica sólo pue­ revalorizaciones en un derecho natural de
ofía de los valores. Ya no
de pensarse cuando se ha producido la negación de un derecho. La incluso en cláusulas generales de una filos
XIX, y a nadie se le oculta
pen� y el derecho penal no tienen en su origen una acción cualquie­ basta con el positivismo jurídico del siglo
a de los conceptos de una
r�, smo u�� acción del�ctiva. ¿Debe tomarse esto como una acep­ lo abusivo de la utilización revolucionari
gía y a la filosofía por
cion «po�1t1va» del delito y como un «primado» del crimen? idea clásica de la legalidad. Frente a la teolo
técnico-sociales, el /urista
Con mdependencia de �sto el historiador para el que la historia un lado, y por el otro frente a los reajustes
media y a la defens1va; ya
,
no se� solo el pasado tendra que tomar en consideración también el público se encuentra en una posición inter
autó ctona de su posición, y l_a
�esafJo act�al y concreto que plante a nuestra explicación de lo polí­ no puede contar con la intangibilidad
icion es está en suspenso. Una s1-
tJco, te?d �a _ que te?�r en cuenta la confusa equivocidad de los con­ información contenida en sus defin
sí mism a la reimpresión de un
ceptos ¡und1cos clas1cos y revolucionarios, y no equivocar el senti­ tuación tan caótica justificaría por
e el concepto de 1� P<:>lí­
do de nuestra res �uesta a este desafio. El desa.uollo de las categorias escrito, agot ado hace ya muchos años, sobr
un documento autentico
de �m�enem1�ue�i;;Amenzó en 1939 ha conducido a nuevas tico, aunque no sea más que por rescatar
una expresión auténtica
fot.t¡gs dq�ue.uª-.f�<!a_v�mi_sj�tensivas y a conceptos de paz total- de sus falsas mitificaciones y hacer posible
46 Car! Schmitt 1 1 , 001·opto de lo político 47

de la información precisa que contenía en su momento origi­ 111 ,·scnte el fenómeno y someter las cuestiones que brotan incesan-
nario. 1 c 111(.'.flte de situaciones siempre nuevas y tumultuosas a la verifica­
El interés por el sentido literal de un enunciado de este tipo se ' 1c'm de sus criterios. Así un conocimiento enlaza con el anterior y
justifica de forma aún más patente en médios extracientíficos como r1npic:i:a a formarse una cadena de corolarios. Entretanto dispone-
la vida pública diaria y la publicística de los medios de masas. En 111os ya de un buen acopio de ellos, pero no sería demasiado prácti­
estos dominios se suele supeditar todo a los objetivos inmediatos de t o recargar con ellos la reimpresión de una obra del año 1932. Aquí
la lucha política cotidiana o del consumo. Aquí cualquier intento NÓlo puede entrar en consideración una categoría muy especial de
de encuadrar algo científicamente resulta sin más absurdo. Y es en tales corolarios, la que proporciona una panorámica sobre las rela­
este medio donde, lo que fue en su momento un primer y cauteloso c iones internas de un determinado campo conceptual. Su objeto es
intento de demarcar un cierto campo conceptual, se ha visto trans­ acotar un terreno en el que los conceptos se informan unos a otros
formado en un slogan primitivo, una denominada «teoría de amigo en virtud de su posición dentro de aquél. Una panorámica de esta
y enemigo» conocida sólo de oídas y endosada siempre al partido índole puede ser la mayor utilidad para el objetivo didáctico de este
contrario. En esto el autor no puede hacer mucho más que tratar de escrito.
poner a salvo el texto en su conjunto. Por lo demás tiene que ser La reimpresión de 1932 presenta el texto tal como estaba, como
consciente de que los efectos y consecuencias de sus publicaciones un documento con todas sus deficiencias. Su defecto principal está
escapan a su control. Sobre todo los escritos menores acostumbran en que en él no se deslindan y diferencian con suficiente claridad y
a tomar su propio derrotero, y lo que el autor ha hecho realmente precisión los diversos tipos de enemigos: convencional, real o abso­
con ellos «sólo lo revela el día siguiente». luto. Debo una indicación de esta laguna a un francés, Julien
Freund, de la Universidad de Estrasburgo, y a un americano, Geor­
ge Schwab, de la Columbia University de Nueva York. La discusión
Prosecución de la respuesta sobre el problema sigue su curso imparable y se está produciendo
un genuino progreso en la conciencia del mismo. Pues las nuevas
La situación de partida sigue siendo la misma, y ninguno de sus fot_mas Y.,!E�t:sidos contem__¡::¡QJA!!e,o.iui� la guerra30s fu_erz�n a re­
desafíos puede considerarse superado. La contradicción entre el uso considerar el fenómeno de la hostilidad. He intentado mostrar esto
oficial de los conceptos clásicos y la realidad efectiva de los objeti­ de a mano de un ejempitn:ie especial actualidad y agudeza en una
vos y métodos revolucionarios universales no ha hecho sino agudi­ obra independiente sobre la Teoría delpartisano, que se ha publicado
zarse. La reflexión sobre este reto no puede ser abandonada; hay al mismo tiempo que esta reimpresión. Un segundo ejemplo no me­
que seguir intentando desarrollar una respuesta. nos expresivo es el que proporciona la llamada guerra fría.
¿Pero cómo se podría hacer esto? El tiempo de los sistemas ha En la moderna guerra de partisanos, tal como se inició en la
pasado. En la época en la que los Estados europeos tuvieron su má­ conflagración chino-japonesa a partir de 1932, luego en la segunda
ximo auge, hace unos trescientos años, surgieron también magnífi­
guerra mundial y finalmente, desde 1945, en Indochina y otros paí­
cos sistemas de pensamiento. Pero ahora ya no se puede seguir edi­ ses, se unen dos procesos de sign o opuesto, dos modalidades com­
ficando de esa manera. Hoy día sólo cabe ya volver la vista hacia la pletamente distintas de guerra y hostilidad: por una parte, una resis­
historia, en una reflexión que cobre conciencia de la gran época del tencia autóctona que es en esencia defensiva y que la población de
ius pub/icum europaeum y de la sistemática de sus conceptos de Estado, un país opone a un invasor extranjero, y por la otra, el apoyo y utili­
guerra y enemigo justo. Es lo que yo he intentado en mi libro sobre zación de tal resistencia por terceras potencias interesadas y de acti­
el Nomos der Erde (1950). tud agresiva hacia el resto del mundo. El partisano, que para la ma­
Una posibilidad distinta y alternativa sería pasarse al aforismo. nera tradicional de hacer la guerra era un simple «irregularn, una fi­
Pero a mí, como jurista que soy, eso me resulta imposible. En el di­
gura marginal, se ha convertido entre tanto, si no en figura central,
lema entre sistema y aforismo sólo conozco una salida: mantener sí desde luego en pieza clave de la manera de hacer la guerra en
48 Carl Schmitt
1 ,:1, CONCEPTO DE LO POLITICO
nombre de revoluciones de ámbito mundial. Baste recordar la má­ ('l'cxto de 1932)
xima con la que los ejércitos alemanes prusianos esperaban vencer
al partisano: la tropa combate al enemigo, pero al merodeador lo
elimina la policía.
"""
También en esa otra forma moderna de hacer la guerra ahora, la
llamada guerra fría, se quiebran todos los ejes conceptuales que so­
portaban antes el sistema tradicional de delimitar y regular la gue­
rra. La guerra fría se buda de todas las distinciones clásicas entre
guerra, paz y neutralidad, entre política y economía, entre militar y
civil, entre combatiente y no combatiente; lo único que mantiene es
la distinción entre amigo y enemigo, cuya estricta consecuencia
constituye su origen y esencia.
No es de extrañar que la vieja palabra inglesafoe haya desperta­
do de su largo letargo arcaico de cuatrocientos años, y que en los
dos últimos decenios haya empezado a volver a usarse junto a enemy.
¿Y cómo podría mantenerse viva una reflexión sobre la distinción
entre amigo y enemigo en una época que produce medios nucleares
de aniquilación y desdibuja al mismo tiempo la distinción entre
guerra y paz? El gran problema es y sigue siendo la delimitación de
1
la guerra, la cual no será sin embargo más que un juego cínico, una
representación de dogfigbt, o un autoengaño sin contenido, si no se El conce¡;zto 9,el E_stad,9 �u_pone el de lo polític?.. P,e acuerdo con
la vincula por ambas partes con una relativización de la hosti­ el.uso actual del termino, el ,§ao es-el-;rtatusp0ht1céJde u ttP�ebJo
lidad. organizado en el interior de unas fronteras territoriales. Esto es tan
El prólogo a la reimpresión de un escrito breve no puede pro­ sólo una primera aproximación, que no intenta determinar concep­
ponerse tratar exhaustivamente de estos problemas ni compensar tualmente el Estado, cosa que tampoco hace falta, pues lo que inte­
las obvias lagunas y deficiencias de un texto de hace treinta años. resa aquí es la esencia de lo político. Por el momento podemos dejar
Tampoco vale la pena que intente reemplazar a un libro que está en suspenso cuál es la esencia del Estado, si es una máquina o un or­
por escribirse. Es mejor contentarse con ofrecer algunas indicacio­ ganismo, una persona o una institución, una sociedad o una comu­
nes sobre las causas que explican que se haya mantenido vivo el in­ nidad, una empresa, una colmena o incluso una «serie básica de
terés por esa obra y que han hecho aconsejable su reimpresión. procedimientos». Todas estas definiciones y símiles presuponen o
anticipan demasiadas cosas en materia de interpretación, sentido,
Marzo 1963 ilustración y construcción, y esto las hace poco adecuadas como
CARL ScttMITT punto de partida para una exposición sencilla y elemental. Por el
sentido del término y por la índole del fenómeno histórico, el �sta­
do representa un determinado modo de estar de un pueblo, esto es,
el modo que contiene en el caso decisivo la pauta concluyente, y
por esa razón, frente a los diversos status individuales y colectivos
teóricamente posibles, él es el status por antoriomasia. De momento
no cabe decir más. Todos los rasgos de esta manera de representár­
selo -status y pueblo- adquieren su sentido en virtud del rasgo

49
50 Car! Schmitt 1, 1 mncepto de lo político 51

a_dicional de lo político, y se vuelven incomprensibles si no se en­ • rnno algo.político, pero a �u vezJo..._R9lítico se muestra como algo
tiende adecuadamente la esencia de lo político. 1·�1 fltal, y éste es un círculo vicioso q_ue obviamente"no� puede
_..,,. satis-
--'- - -- ·
Es raro encontrar una definición clara d�_lo olítico. En gene­ f accr a nadie.
ral la palabra se utiliza sólo negativamente, en oposición a otros En la15ffiliografía jurídica se encuentran muchas aproximacio­
conceptos diversos, por ejemplo en antítesis como la de política y nes a lo político de carácter análogo. Pero cuando no persiguen un
economía, política y moral, política y derecho, y a su vez, dentro del ubjetivo político polémico, suele haber que entenderlas desde el in­
derech�, entre derecho político y derecho civil etc. 1• Es cierto que, terés práctico-técnico propio de las sentencias jurídicas o adminis­
dependie°:d? del conte _xto y de la situación concreta, este tipo de trativas sobre casos individuales. Por regla general su significado
contraposiciones negativas, en general más bien polémicas, pueden deriva del hecho de que presuponen que el Estado en cuyo marco se
llegar a arrojar un sentido suficientemente claro. Pero esto no equi­ mueven no es problemático. Existe por ejemplo jurisprudencia y bi­
vale todavía a una determinación de lo específico. Q!sj_ sie,!llpre lo bliografía sobre el concepto de «asociación política» o de la «reu­
«E?lítico» suele_squiparai,:se de un modo u otro c;on lo «estatal>� o af nión política» en el derecho de asociaciones 3 ; y por otro lado la
me�o� s� lo suele referir al EstadQLCon ell_o el_Esta�<?._S�� práctica del derecho administrativo francés ha intentado fundar un

1 La contraposición de derecho y política se confunde frecuentemente con la política consiste justamente en calificar al adversario de político y a uno mismo de
de derecho civil y derecho público, por ejemplo, Blunstschli, Allgemeines Staatsrecbt apolítico (lo que en este contexto sign ifica algo así como científico, justo, objetivo,
(18?8), p. 219:_ «L_a prop_iedad �s. un concepto del derecho privado, no un concepto no partidista, etc.).
poltttco.» La s1gmficac1on p_olit1ca de esta antítesis quedó de manifiesto con parti­ 3 De acuerdo con el artículo 3, parte 1 del Deutsches Reichsvereinsgesetz del
cular nmdez en las explicaciones que se _ dieron de la expropiación del patrimonio 19 de abril de 1908, es asociación política «toda asociación que tiene por objeto in­
_ fluir en las cuestiones políticas». En la práctica, tales cuestiones políticas vienen a
de las casas antes remant�s en Alemania en 1925 y 1926; sirva de ejemplo la si­
_
guiente frase tomada del discurso del diputado Dietrich (Sesión del Reichstag del 2 ser aquellas que se refieren a la conservación o modificación de la organización es­
de d1c1e�bre de 1925 m�ormes 4717): «Somos de la opinión de que de lo que se tatal, o a la influencia sobre las funciones del Estado o sobre las corporaciones de
: derecho público integradas en él. En el marco de este tipo de especificaciones se
�rata aqm no es en nmgun caso de cuestiones propias del derecho privado, sino
untcamente de cuestiones políticas» (Gritos de «¡muy bien!» entre los demócratas y produce habitualmente una transición sin solución de continuidad entre las cues­
la izquierda). tiones políticas, las estatales y las públicas. Hasta 1906 (Sentencia del Kammerge­
2 También en las definiciones de lo político que utilizan el concepto del «po­ richt del 12 de febrero de 1906,jobow 31 C. 32-24) en Prusia la práctica judicial
der,, como rasgo decisivo, este poder aparece en general como poder del Estado, contempló bajo la VO. del 13 de marzo de 1850 (CesS, p. 277) toda actividad de
por eJemp!o en Max Weber: aspiración a participar en el poder o a influir sobre su asociaciones eclesiásticas y religiosas sin cualidad corporativa, incluso las sesiones
distr !buc1on, bien _ entre Estados, bien dentro del estado entre los grupos humanos de meditación religiosas, como influencia sobre cuestiones públicas o e�plicitación
que este abarc_a; o bien: «La dirección e influencia sobre una asociación política, o de las mismas; sobre el desarrollo de tal práctica, cfr. H. Geffcken, «Offentliche
lo que es lo mismo en la actualidad: de un Estado».(Politik als Beroj, 2.• ed., 1926, p. Angelegenheit, politischer Gegenstnd und politischer Verein nach preul3ischem
7), o bien (en Pa;lament und Regierong im neugeordneten Deutscbland, 1918, p. 51): «La Recht», Festscbrift f E. Friedber, 1908, pp. 287 y ss. Cuando se produce el reconoci­
esencia de la polit1ca, como seguiremos teniendo que recordar con frecuencia, es miento judicial del carácter no estatal de las cuestiones religiosas, culturales, socia­
lucha, competencia por hacerse con aliados y con seguidores voluntarios.» H. Trie­ les, etc., ello proporciona un indicio importante, incluso decisivo, de que determi­
pel, Staatsrecbt und Politik, 1927, p. 16, dice: «Hasta hace pocos decenios la política nados ámbitos quedan apartados del Estado y su dominio en calidad de esferas de
se ha entendido lisa y llaname ?te �omo teoría del Estado... Waitz, por ejemplo, ca­ influencia e interés de determinados grupos y organizaciones. Lo cual, en el len­
_ _ guaje del siglo XIX, significa que la «sociedad» se enfrenta con el «Estado» como
lifica a la polmca de eluc1dac1on c1ent1fica de las relaciones y circunstancias del Es­
tado por refer �ncia tanto a la evolución histórica de los Estados en general como a ámbito autónomo respecto de él. Si la teoría del Estado, la ciencia jurídica y las ex­
'. presiones al uso siguen partiendo de que político es lo mismo que estatal, hay que
_
las c1rcunstanc1as y necesidades del Estado actual.» Triepel procede a continuación
a cri �1car co? argumentos válidos y comprensibles la apariencia de apoliticidad, de llegar a la conclusión (no por lógicamente imposible menos inevitable, al parecer,
cons1derac1on «puramente» Jurídica, de la escuela de Gerber y Laband, así como en la práctica) de que todo lo que no es estatal, luego todo lo «social», ¡es por lo tan­
los mte_ �tos de prnsegu1rla en la postguerra (Kelsen). No obstante, Triepel no llega to apolítico! Esto es en parte un error debido a la ingenuidad, y que contiene toda
a advertir el sentido puramente político de tal pretensión de «pureza apolítica» ya una serie de ejemplos ilustradores de la doctrina de V. Pareto sobre residuos y deri­
que sigu e aferrado a la ecuación político = estatal. De hecho, y como veremos �ás vaciones (TbéorietfeSociologiegénérale, ed. francesa de 1917 y 1919, I, pp. 450 y ss., II,
adelante una y otra vez, una manera particularmente típica e intensiva de hacer pp. 785 y ss.); pero es también, en unión apenas discernible con ese error, un me-
52 Carl Schmitt 111 concepto de lo político 53

concepto del «móvil político» (mobile politique) con el fin de poder de los diversos supuestos de hecho que se producen dentro de un
distingu ir con su ayuda entre actos gubernamentales «políticos» (ac­ Estado en el marco de su práctica jurídica. Su objetivo no es una de­
les de gouvemement) y actos administrativos «no políticos», y sustraer finición general de lo político. Por eso su referencia �l Est�d2._o lo
así los primeros al control de la justicia administrativa 4• estatal no causa mayor�roblemas mientras siga siendo posible
Este tipo de determinaciones conceptuales, que deben su origen con�era1.��if.2.X �us !!1sHméio" ;s"":Tuffi:wggJJrm"e -��Y
a las necesidades de la práctica jurídica, no pretenden en el fondo natural. Lo mismo ocurre con las determtnac1ones conceptuales ge-
otra cosa que proporcionar un asidero práctico para la delimitación nerales de lo político que se agotan en la referencia al «Estado»; se
entienden, y tienen en esta medida su justificación científica, en
tanto en cuanto el Estado constituye de hecho una magnitud clara e
dio táctico de la mayor utilidad y eficacia dentro de la lucha política interna con el
estado vige nte y su organización específica.
inequívocamente determinada, en neta contraposición a los grupos
4 Jéze, Les príncipes généraux d11 droit administratif I, 3.• ed., 1925, p. 392, para e instancias «no políticos», es decir, en tanto en cuanto el Estado
quien toda esta distinción no es sino cuestión de opportunité politique. También R. mantenga el monopolio de lo político. Así ocurría allí donde, como
Alibert, Le controle jurisdictionne/ de l'administration, París, 1926, pp. 70 y ss. Más bi­ en el siglo XVIII, el Estado no reconocía «sociedad» algu na como
bliografía en R. Smend, Die politische Gewa/t im Verf assungsstaat 11nd das Prob/em der antagonista, o al menos donde (como en Alemania durante el XIX y
parte del xx) el Estado, como poder estable y distinto, se encontra­
Staatsfarm, Festschrift Kahl, Tübingen, 1923, p. 16; también Verfassung 11nd Verfas­
sungsrecht, pp. 103, 133, 154, y el informe contenido en las publicaciones del Insti­
tut International de Droit Public, 1930; allí también los informes de R. Laun y P. ba por encima de la «sociedad».
Duez. Del de Duez (p. 11) tomo una definición particularmente interesante en re­ Por el contrario la ecuación estatal= político se vuelve inco­
rrecta e induce a error en la precisa medida en la que Estado y socie-
J
lación con el criterio de lo político (orientación según amigos y enemigos) pro­
puesto en estas páginas: la del acle de gouvemement específicamente político, y que
procede de Dufour («a l'époque le gran constructeur de la théorie des actes de gou­
dad se interpenetran recíprocamente; en la medida en que todas las
vernement»), Traité de Droit Administratif appliqué V, p. 128: «ce qui fait l'acte de instancias que antes eran estatales se vuelven sociales y, a la inversa, [;
gouvernement, c'est le but que se propose l'auteur. L'acte qui a pour but la défense todas las instancias que antes eran «meramente» sociales se vuelven
g
de la societé prise en elle-méme ou presonnifié dans le gouvernement, contre ses estatales, cosa que se produce con carácter de necesidad en una co- 4"'
ennemis intérieurs ou extérieurs, avoués ou cachés, présents ou a venir, voila l'acte munidad organizada democráticamente. Entonces los ámbitos an-...¡¡ 1
tes «neutrales» -religión, cultura, educación, economía- dejan ,1,
de gouvernement». La distinción entre «actes de gouvernement» y «actes de simple
administration» obtuvo una nueva sigoificación cuando en junio de 1851, en la
Asamblea Nacional francesa, se discutió sobre la responsabilidad parlamentaria de ser naturales en el sentido de no estatales y no políticos. Como' t
del Presidente de la República, y el Presidente pretendía asumir la responsabilidad concepto opuesto a esas neutralizaciones y despolitizaciones de im- J
propiamente política, esto es, la de los actos de gobierno; cfr. Esmein-Nézard, Droit Cons­ portantes dominios de la realidad surge un Estado total basado en la
identidad de Estado y sociedad, que no se desinteresa de ningún do- 1

titutionnel, 7.• ed. I, p. 234. Distinciones análogas en la elucidación de las competen­
cias y atribuciones de un «Geschaftsministerium» según art. 52, parte 2 de la Cons­
titución Prusiana a propósito de la cuestión de si tal «ministerio ejecutivo» sólo de­ minio de lo real y está dispuesto en potencia a abarcarlos todos. De
acuerdo con esto, en esta modalidad de Estado todo es al menos po-
tencialmente político, y la referencia al Estado ya no está en condi­ J
bería evacuar los asuntos «corrientes» en el sentido de asuntos políticos; cfr. Stier­
Somlo, Arch. of. R. 9 (1925), p. 233; L. Waldecker, Kommentar zµr Preef,Jischen Verfas-
111ng, 2.• ed., 1928, p. 167, y la sentencia del Staatsgerichtshof del Deutsches Reich
ciones de fundamentar ninguna caracterización específica y distin-
del 21 de noviembre de 1925 (RGZ 112, Apéndice, p. 5). No obstante, aquí se
prescinde en última instancia de toda distinción entre asuntos corrientes (no polí­ tiva de lo «político».
ticos) y otros (políticos). Sobre la contraposición entre asuntos corrientes (admi­
nistración) y política reposa el artículo de A. Schaffles, «Über den wissenschaftli­ Este desarrollo tiene su punto de partida en el Estado absoluto del
chen Begriff der Politik», Zeitschrift fiir die gesamte Staatswissenschaft 53 (1897); Karl
Mannheim, ldeologie 11nd Utopie, Bonn, 1929, pp. 71 y ss., recoge esta contraposición
xvm, pasa por el Estado neutral (no intervencionista) del XIX y llega al
como «punto de partida y orientación». De naturaleza análoga son también distin­ Estado total del xx (cfr. Carl Schmitt, Der Hiiter der Verfassung, Tübingen,
ciones como la de que la ley (o el derecho) es política solidificada, que la política es 1931, pp. 78-79). La democracia se ve obligada a cancelar todas las distin­
ley (o derecho) en curso de producción, que lo uno es estático y lo otro dinámi­ ciones que caracterizan al liberalismo decimonónico, y al eliminar la opo­
co, etc. sición entre Estado y sociedad (entre lo político y lo social) tiene que dejar
\

54 Car! Schmitt 55
El concepto de lo político

también en suspenso las contraposiciones y escisiones correspondientes a restricciones, reservas y compromisos no deja en último extremo de segu ir
la situación del x1x: el paso del desarrolJo histórico hacia una identificación democrática de
Estado y sociedad.
religioso (confesional) ....... en oposición a político . .
En A. Haenel puede advertirs e un interesante estadio mtermed10, de
.
cultural . . . . . . . . . . . ........ en oposición a político corte nacional-lib eral, dentro de este proceso. En sus Studien zum deutschen
económico . . . . . . . . . ........ en oposición a político Staatsre,ht II (Estudios sobre el derecho político alemán), 1988, p, 219, y en Deuts­
jurídico . . . . . . . . . . . . ........ en oposición a político ches Staatsrecht I (Derecho político alemán), 1892, p. 11O, habla del «evidente
científico . . . . . . . . . . ........ en oposición a político error de generalizar el concepto de l Estado hasta hacer de él un conce pto
de la sociedad humana en general». Para él el Estado constituye una «orga­
así como otras muchas antítesis desde luego polémicas y por eso mismo a nización social de naturaleza peculiar», que se suma a otras organizaciones
su vez políticas. Los pensadores más profundos del x1x advirtieron esto de naturalezas dive rsas existentes en la sociedad, pero «que se eleva por en­
tempranamente. En las Weltgeschichtliche Betrachtungen de Jacob Burckhardt cima de ellas y las abarca»; y si el objetivo común a todas ellas es cierta­
(de alrededor de 1870) se encuentran una serie de frases sobre la «demo­ mente «universal», lo es sin e mbargo tan sólo por referencia al cometido
cracia, esto es, sobre una ace pción del mundo en la que confluyen mil concreto de delimitar y articular las fuerzas y voluntades que actúan en la so­
fuentes diversas, y que posee a su vez un contenido muy diferente según el ciedad, esto es, en la función específica qu e conviene al derecho. Haenel des­
estrato d el que proceden sus adictos, pero que e s consecuente en un punto:
califica también por incorrecta la idea de que, al menos en potencia, el Esta­
nunca le parece suficiente el poder del Estado sobre el individuo. De ese do tendría también como objetivo propio todos los objetivos sociales de la
modo desdibuja lafrontera entre Estadoy sociedad, asigna al Estado todo cuanto humanidad; el Estado es pues para él en efecto universal, pero en modo al­
supone que no va a hacer la sociedad, pero se empeña en que todo sea siem­ guno total.
pre discutible y móvil, y acaba reivind icando para ciertas castas un dere­ El paso más importante en esta evolución es la teoría de la Genoss en­
cho espe cial al trabajo y a la subsistencia». Burckhardt advierte también schaft de Gierke (el primer volumen de su Deulsches Genossenschajtsrecht apa­
con claridad la contradicción entre democracia y Estado constitucional li­ reció en 1868). Aquí e l Estado se concibe como una corporación de natu­
beral: «Así pues el Estado debe ser por una parte la realización y la expre­ raleza esencialmente igual a la de las demás corporaciones. Bien es ve rdad que
sión de la idea de cultura de cada partido, pero por la otra sólo debe consti­ junto a los elementos corporativos tenían que integrarse en el Esta�o tai:n­
tuir el ropaje visible de la vida civil y ser ciertamente omnipotente, ¡pero bién e ementos de dominio, y que éstos aparecen unas veces con mas relie­
sólo ad hoc! Tiene que poder todo lo imaginable, pero nada le debe estar per­ ve y otras con menos. e·ro como se trataba en cualquier caso de una teoda
mitido; en particular no le debe estar p ermitido defender su propia forma de la corporación, no de una teoría del Estado como estructura de domi­
vigente contra crisis alguna..., pero eso sí, todo el mundo quisiera tomar nio, las consecuencias democráticas de su posición se imponían por sí mis­
parte en su ejercicio del poder. Y así, mientras la forma del Estado se vuel­ mas. En Alemania extrajeron esas consecuencias Hugo Preuss y K. Wol­
ve cada vez más discutible, el ámbito de su poder es cada vez más e xtenso» zendorff; en Inglaterra en cambio condujeron a teorías del pluralismo (cfr.
(Ed. de Kroner, pp. 133, 135, 197). sobre esto inf., p. 40).
En un rinci i��eorí�delEstad..Q.alemana.$.e atuv..p (bajo la influen- • A propósito de la doctrina de Rudolf Smend sobre la integración del
cia de s1ste ;i.Jfü�.:¡ofja_deLE&.tado he.gellaQ.a..;.,�de;i_de que el Esta­ Estado, y a reserva de ulteriores investigaciones, creo pod�r afirmar que se
do ��alit¡¡tiv�we n,te di.§.ti,l)tR,,de.�� Y:!g���,t�lla..Un Es­ _
corresponde con una situación política en la que ya la sociedad no es obJ e -
tado situado por encima de la sociedad podría calificarse de universal, 10 de integración en un Estado preexiste nte (como ocurre con la burguesía
pero no de total en el sentido contemporáneo de la negación polémica de alemana en el Estado monárquico del x1x), sino que es ella misma la que
un Estado neutral (respecto de cultura y economía), para el cual la econo- \] debe integrarse en el Estado incorporándose a él. Que una situación de
. mía y su derecho son literalmente y eo ipso algo apolítico. Sin embargo a esta naturaleza lleva consigo la exigencia de un Estado total qued a de ma­
partir de 1848 la distinción cualitativa entre Estado y sociedad, que sostie­ nifiesto con la mayor claridad en la observacíón de Smend (Verfassung und
nen aún Lore nz von Stein y Rud olf Gneist, empieza a perder su nitidez Verfasaungsrecht, Constitución y Derecho Constitucional, 1928, p. 97, nota 2) a
original. En mi tratado Hugo Preuss, sein Staatsbegriff und seine Stellung in der propósito de una fras e de H. Trescher (en la tesis doctoral de éste sobre
deutschen Staatslehre v-1�,:euSS:.!,'f C2!!.f!Pfº d�l&./Ad�-Ju-pos-ición e�la,teoriardel­ Montesquieu y Hegel, 1918), que dice que la teoría de la división de po�e­
Estrfio alemana, Tübmgen, 1930), he mostrado las ]meas fundamentales de rcs de Hegel representa «la más viva penetración de todas las esferas socia­
la evohi"c"íóñ de la teoría del Estado en Alemania, que a despecho de ciertas ks por el Estado, con el objetivo general de ganar para la totalidad de éste
r
56 Car! Schmitt 1 · I , onccpto de lo político 57

todas las fuerzas vitales del cuerpo del pueblo». Pues bien, Smend afirma Si la distinción entre el bien y el mal no puede ser identificada
que éste es «exactamente el concepto de integración» de su libro sobre la más con las de belleza y fealdad, o beneficio y perjuicio, ni ser
Constitución. En realidad es el Estado total, que ya no conoce nada que
8111
mlucida a ellas de una manera directa, mucho menos debe poder
J pueda considerarse como absolutamente apolítico, el que tiene que elimi­ , mi fundirse la oposición amigo-enemigo con aquéllas. El sentido
�ar la desp?�itización del XIX, pon�endo así fin al axioma de una economía dr la distinción aqiig�eEemjgo_!s ma.!car el grado máxim de in-
o
libre (apohttca) y de un Estado libre respecto de la economía. 1,•nsíaad de una unión o separaci_én� 9e una asociación o__ disocia­
, Hm. este criterio puede sostenerse tanto en la teoría como en la
2 prrlctica sin necesidad de aplicar simultáneamente todas �quellas
111 ras distinciones morales, estéticas, económicas y demás: El�-
�i se aspira a obtener una determinación del concepto de lo po­ 111i d político no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente
lítico, la única vía consiste en proceder a constatar y a poner de ma­ ft-o; no fiace falta que se erija en competidor económico, e incluso
fl

nifi��to c����,.s:c!ficamente ol�. Pues lo 1 ,ucde tener sus ventajas hacer negocios con él. Simplemente es el
/
polittco tiene sus propios cntenos, y estos operan e una manera Olro, el ex_!raño, y P..ªr� d�ter'!.11�r su esencia l?�stacon que sea e�is­
(muy peculiar en relación con los diversos dominios más o menos• tcncialmente distinto y extraño en un sentido particularmente m­
�ndep�ndientes del pensar y �l hacer humanos, en particular por re-' tcnsiv�último extremo púeáért producirse conflicto cóñ él
s

I
-x.erencia a lo moral, lo- estético y lo económico. Lo político tienef que �puedan resolverse ni desde algu na normativa general previa
iue hallarse en �na serie de distinciones propias últimas a las cuales ni en virtud del juicio o sentencia de un tercero «no afectado» o
pueda reconducirse todo cuanto sea acción política en un sentido} «imparcial».
kspecífico. En esto la posibilidad de conocer y comprender adecuadamen­
\ Supongamos que en el dominio de lo moral la disti'nción última ic, y en consecuencia la competencia para intervenir, están dadas
1es la del bien y el mal; que en lo estético lo es la de lo bello y lo feo; tan sólo en virtud de una cierta participación, de un tomar parte en
en lo económico la de lo beneficioso o lo perjudicial, o tal vez la de sentido existencial. Un conflicto extremo sólo puede ser resuelto
lo rentable y lo no rentable. El problema es si existe alguna distin­ por los propios implicados; en rigor sólo c31� uno de ellos pu!;de
ción específica, comparable a esas otras aunque, claro está, no de la decidir por sí mismo si la alteriaacídel extraño repr�senta en el co,n­
misma o parecida naturaleza, independiente de ellas, autónoma y íl icto concreto y a�l la-ii'egación del propio modo de existencia,
que se imponga por sí misma como criterio simple de lo político; y y en consecuenéia sí iay qué rechazarlo o combatirlo para presepi-ar
l

si existe, ¿cuál es? la propia forma esenciál de vida. En el plano de la realidad psicoló­
Pues bien.Ja disti�ciég_p2li!ica específica, aquella a la que pue­ gica es fácil que se trateal enemigo como si fuese también malo y
d� rét'ondÜc.irsetoctas las �Í9nruJñotiv;os pblffiTh� es1a-distin­ feo, ya que toda distinción, y desde luego la de la política, que es la
cióE,j_e am�o y enem�o. Lo que ésta proporciona no es desde füego más fuerte e intensa de las distinciones y agrupaciones, echa mano
,
una delimc16nexlfallstiva de lo político, ni una descripción de su de cualquier otra distinción que encuentre con tal de procurarse
contenido, pero sí una determinación de su concepto en el sentido apoyo. Pero esto no altera en nada la autonomía de esas oposi­
4e un criterio. En la medida en 91}$! !_10 deriva de otros criterios, esa ciones.
d�_ ncióo.se..corresnonde_en.rljo�inio de lópolruco con oscrite'.:. Y esto se puede aplicar también en sentido inverso: lo que es
nos relativamente autónomos que proporcionan distincíones como moralmente malo, estéticamente feo o económicamente perjudicial
ládel bien i'elmal �ñlo mor¡il, la. de belleza� feald(ld en lo estético, no tiene por qué ser también necesariamente hostil; ni tampoco lo
� Es desde luego una distinción autónoma, pero n�n el sentido que es moralmente bueno, estéticamente hermoso y económica­
de definir por sí misma un nuevo campo de la realidad, sino en el mente rentable se convierte por sí mismo en amistoso en el sentido
sentido de que ni se funda en una o varias de esas otras distinciones específico, esto es, político, del término. La..,.objetiyidad y autono­
ni se la puede reconducir a ellas. mía Eropias�e!..de lo político qu_ed_a n de manifiesto en es!�
,.

;I
1
58 Car! Schmitt El concepto de lo político 59

---
�ad de aislar un,a,.gis_tinció[!..�pecí6q..s.o_m o la de ªf'Q!: � el enel!!igsMb/iceL pues todo cuanto hace referencia a un conjun­
g�emigo resP.ecto qe cualesquit;rn.otJM,-Y de concebir!Lf.2_.mo to tarae personas, o en términos más precisos a un pueblo entero,
dotada 3e consistencia
. . propia. adquiere eq_ipso carácter público. EQf.�4g9�4&�SJl.tO�SQ4,ARim'micus
en sentido amplio; es 'ltOAɵLO<;, no EX'ÍJpór;-5. A semeianza de lo que
ocurre también en muchas otras lenguas, la alemana no distingue
3 entre «enemigos» privados y políticos, y ello da pie a multitud de
malentendidos y falseamientos. La famosa frase evangélica «amad a
Los conceptos de amigo y enemigo deben tomarse aquí en su vuestros enemigos» (Mt. 5, 44; Le. 6, 27) es en original «diligite ini­
sentido concreto y existencial, no como metáforas o símbolos; tam­ f!licos vestros», <iyamJ:tE "tOU<;" EXfipou r;- úµwv, y no «diligite hostes
poco se los debe confundir o debilitar en nombre de ideas económi­ vestros»; aquí no se habla del enemigo político. En la pugna mile­
cas, morales o de cualquier otro tipo; pet,��qdo no �o.§_c;le�� naria entre el Cristianismo y el Islam jamás se le ocurrió a cristiano
reducir a una instancia psicológica privada e individualista, tomán­ alguno entregar Europa al Islam en vez de defenderla de él por
do�s como'"éxn,cs.sió,n :a�tni�o:tos o tena,�liciaf�ados. o se amor a los sarracenos o a los turcos. A un enemigo en sentido polí­
trata nÍde una oposición normativa ni de una distinción «pura­ l ico no hace falta odiarlo personalmente; sólo en la esfera de lo pri­
mente espiritual». En el marco de un dilema específico entre espíri­ vado tiene algún sentido amar a su «enemigo», esto es, a su adversa­
tu y economía (y del cual nos ocuparemos en el ap. 8), el ljb¡aalis­ rio. La cita bíblica en cuestión tiene menos que ver con la distin­
mo intept_a.gisQ!.y:_e.i;..eL�qp_ceRto d��migo, p,or � lado deJQ..@­ ción política entre amigo y enemigo que con un eventual intento de
ñ'wfc¾!J. �lA_�p,.Wdor, y p9r e! ladq�del espírit4, en el .�e cancelar la oposición entre bueno y malo o entre hermoso y feo. Y
un �onente en la discusión. Bien es verdad que en el dominio eco­ desde luego no quiere decir en modo alguno que se deba amar a los
nómico ño ex�n eriem�s sino únicamente competidores, y que enemigos del propio pueblo y apoyarles frente a éste.
en un mundo moralizado y reducido por completo a categorías éti­ La oposición o el antagonismo constituye la más intensa y ex­
cas quizá ya no habría tampoco otra cosa que oponentes verbales. trema de todas las oposiciones, y cualquier antagonismo concreto
En cualquier caso aquí no nos interesa saber si es rechazable o no el se aproximará tanto más a lo político cuanto mayor sea su cercanía
que los pueblos sigan agrupándose de hecho según que se conside­ al punto extremo, esto es, a la distinción entre amigo y enemigo.
ren amigos o enemigos, ni si se trata de un resto atávico de épocas /)entro del Estado como unidad política organizada, que decide por
de barbarie; tampoco vamos a ocuparnos de las esperanzas de que sí misma como un todo sobre amigo y enemigo, yjunto a las decisio-
algún día esa distinción desaparezca de la faz de la tierra, ni de la po­
sible bondad o conveniencia de hacer, con fines educativos, como
s En Platón, Politeia V, XVI, 4 70, se pone un fuerte acento sobre la oposición
si ya no hubiese enemigos. No estamos tratando de ficciones ni de . <'lltre 1toAɵ1oc; y ix8p6c;, y se la correlaciona además con la que existe entre 1t6A.E·
normatividades, sino de la realidad óntica y de la posibilidad real de 110c; (guerra) y O"tácnc; (revuelta, revolución, rebelión, guerra civil). Para Platón, la
esta distinción. Sc...AP@án com�ir_QJNSliªS e§_8eraqzav�os ob-_ 11,ucrra propiamente dicha sólo puede ser entre griegos y bárbaros ( que son «enemt­
jetivos pedagógicos; pe�e no se p_!lecle ne�uª'zonab}e/ll.t;f,l!;� �os por naturaleza»); las luchas entre griegos, por el contrario, son para él o-'t'ácmc;
es.s¡Ue·1os guebtüs se agtlipa_n.mmruupjg� �migos y q���!ª (lo que Otto Apelt, en su edición de la Philosophische Bibliothek, traduce por «Zw1e-

" ·�
,,_ 1rnclm, disensión). Lo que opera aquí es la idea de que un pueblo no puede hacer la
oposición sigue estando en vigor, y está dada como posibilidad real, 11,uerra contra sí mismo, y que una «guerra civil» sólo puede ser automasacre, no en
--
par 2._q�_e_x¿�a'I?i!!t�·ª';_?�t�.
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, "111bio formación de un nuevo Estado o incluso de un nuevo pueblo. Para el con­

Enemigo no es pues cualquier competidor o adversario. Tam­ < rp10 de hostis acostumbra a citarse un pasaje del Digesto, 50, 16, 118, _de Pompo-
poco es el adversario privado al que se detesta por cuestión de senti­ 11111. La definición más clara es la que se encuentra, junto con otros testtmontos, en
mientos o antipatía. En�o es sól_o uD. conj!±!}!.,_(2..d� l:Jombres que rl /,exicon totius Jatinitatis de Forcellini, III, 320 y 511: Hostis is est cum quo publi-
1 r lx:llum habemus ... in que ab inimico differt, qui est is, quocum habemus pri­
siquiera eventuel112ente, esto <;s, de acuerdo cop._ una posibilidad v"1;1 odia. Distinguí etiam sic possunt, ut inimicus sit qui nos odit; hostis qui
real, s: opone combativamente a otro conjunto análogo. Sólo es..enemi- ,,ppugnat.
60 Car! Schmitt 11,1 concepto de lo político 61

nes políticas primarias y en su apoyo, surgen numerosos conceptos también soberanía, estado de derecho, absolutismo, dictadura, plan,
secundarios adicionales de lo «político». Esto ocurre en primer lugar estado neutral, estado total, etc., resultan incomprensibles si no se
con ayuda de la equiparación de lo político y lo estatal que mencio­ sabe a quién en concreto se trata en cada caso de afectar, de comba­
nábamos más arriba. Entre sus consecuencias está el que se oponga tir, negar y refutar con tales términos 8•
por ejemplo una actitud de «política de Estado» a otra de naturaleza El carácter polémico domina sobre todo el uso del propio tér­
partidista, o que se pueda hablar de una política religiosa, educati­ mino «político», ya sea que se moteje al adversario de «apolítico»
va, comunal, social, etc., del propio Estado. Sin embargo también (en el sentido de estar fuera del mundo, de no tener acceso a lo con­
en estos casos el concepto de lo político se sigue construyendo a creto), ya que se lo pretenda a la inversa descalificar y denunciar
partir de una oposición antagónica dentro del Estado, aunque eso <'Omo «político», con el fin de mostrarse uno mismo por encima de
sí, relativizada por la mera existencia de la unidad política del Esta­
do que encierra en sí todas las demás oposiciones 6• Y finalmente 8 También aquí son posibles numerosas formas y grados dentro del carácter
llegan a producirse también formas ulteriores de «política», aún polémico, pero siempre resulta reconocible la condición esencialmente olémica
' · ·
más debilitadas, degradadas hasta extremos parasitarios y caricatures­ de la o mación de lo cos. e es e mo o cues 10nes
cos, en las cuales de la agrupación original según el criterio de ami­ terminológicas se �onvierten en instancias altamente politizadas; una palabra, una
forma de expresarse, puede constituir al mismo tiempo un reflejo, una señal, una
go y enemigo no queda más que un momento de antagonismo cual­ 1·11racterización y hasta un arma de la confrontación hostil. Un socialista de la Se­
quiera, que se expresa en tácticas y prácticas de todo género, en for­ gunda Internacional, Karl Renner, en un estudio científico del máximo interés
mas diversas de competencia e intriga, y que acaba calificando de realizado sobre los «institutos jurídicos del derecho privado» en Tübingen, 1929, p.
«políticos» los más extravagantes negocios y manipulaciones. Sin }.9, califica de «tributo» la renta que paga el inquilino al propietario de una vivien­
dn. La mayoría de los profesores de derecho, jueces y abogados alemanes conside­
embargo la convicción de que la esencia de las relaciones políticas rnrfan esa denominación como una «politización» inaceptable de las relaciones de
se caracteriza por la presencia de un antagonismo concreto si gu e vi­ derecho privado, y las rechazarían como distorsión de lo que debe ser elucidación
gente en la forma usual de emplear el lenguaje en este terreno, in­ «puramente jurídica y científica», pues para ellos la cuestión está ya decidida en el
cluso en aquellos casos en los que falta toda conciencia de hablar «derecho positivo», y la decisión política del Estado que subyace ha sido reconoci­
«en serio». d11 por ellos. Y a la inversa: numerosos socialistas de la Segunda Internacional
muestran un positivo interés en que no se llamen «tributos» a los pagos a los que la
Hay dos fenómenos que cualquiera puede comprobar y en los 11rancia armada obliga a una Alemania desarmada, y que se hable únicamente de
cuales puede advertirse esto a diario. En primer lugar: todos los con­ «reparaciones». «Reparaciones» suena más jurídico, más legal, más pacífico, menos
ceptos, ideas y palabras poseen un sentido polémico; se formulan con polémico y menos político que «tributos». No obstante, a una mirada más atenta
vistas a un antagonismo concreto, están vinculados a una situación resultará patente que «reparaciones» posee un carácter más intensamente polémico
concreta cuya consecuencia última es una agrupación según amigos y en consecuencia político, pues es un término que se sirve políticamente de un jui­
, 10 de valor negativo, jurídico e incluso moral, con el fin de someter al enemigo
y enemigos (que se manifiesta en guerra o revolución), y se convier- v1•11cido, por medio de pagos coactivos, a una descalificación simultáneamente ju­
ten en abstracciones vacías y fantasmales en cuanto pierde vigencia rídica y moral. En la actualidad la cuestión de si se debe hablar en Alemania de
esa situación. Palabras como estado, república 7, sociedad, clase, o «I ributos» o de «reparaciones» se ha convertido en toma de controversia intraesta-
1111. En siglos anteriores se produjo en cierto sentido una controversia inversa entre
,•l emperador alemán (rey de Hungría) y el sultán de Turquía sobre si lo que debía
6 Existe una «política social» únicamente desde el momento en que una clase p,,gar el emperador al sultán era una pensión o un «tributo». Aquí el deudor tenía in­
con suficiente significación política planteó sus exi gencias «sociales»; la anti gua trrés en pagar, no un tributo, sino una «pensión», en tanto que el acreedor prefería
asistencia a los pobres y miserables no se entendía como problema político, ni te­ 'l'll' fuese un «tributo». Por aquella época parece que las palabras, al menos en las
nía esa denominación. Del mismo modo, sólo había una política eclesiática allí rrli1ciones entre cristianos y turcos, eran más abiertas y objetivas, y que los concep­
donde la Iglesia funcionaba como interlocutor político relevante. l11N jurídicos no se habían convertido aún en medios de coacción política en un
7 Maquiavelo, por ejemplo, llama república a todo Estado que no es una mo­ 11rndo comparable. Ahora bien, Bodino, que es el que menciona esta controversia
narquía; esta forma de expresarse ha condicionado las definiciones hasta la actuali­ ( /.u six livres de la république, 2.• ed., 1580. p. 84), añade: en ge neral «pensión» se
dad. Richard Thoma define la democracia como Estado sin privilegios, con lo que paw1 únicamente para protegerse, no de otros enemigos, sino del protector mismo,
todo Estado que contempla privilegios queda calificado como no democrático. y para evitar mediante rescate una invasión (pour se racheter de l'invasion).
62 Car! Schmitt 1 1 , oncepto de lo político 63

él en su calidad �e «apolítico» (en el sentido de puramente objetivo, 111,1rse la palabra «lucha» en su sentido esencial y originario. No sig-
_
purament� �ientif1co,_ puramente moral, puramente jurídico, pura­ 11 tf ica competencia, ni la pugna «puramente intelectual» de la discu­
�1011, ni una «porfía» simbólica que en realidad todo el mundo lleva
mente estet1co, puramente económico, o en virtud de cualquier
otra de estas purezas polémicas). 11 < abo de una u otra forma, ya que toda vida humana no dei_e de.s.<:.r
1111:� «�c�a», Y c�a hombrees.un « ÜCliadorn. Lo�o;ceptos de
En segundo lugar: en la manera usual de expresarse en el marco de _
las polémicas cotidianas intraestatales el término político aparefe 11n1go, enemigo y lucha adquieren su sentido real por el hecho de
_ 111c están y se mantienen en conexión con la posibilidad real de ma-
�uc�as veces como e9u�v�lente a propio de la política de partidos; la
Inevitable <'.falta de. ob1et1v1dad» de toda decisión política, defecto "' ílsica��nt �. �a guerra proc�de de la enemistad, ya que ésta es
_
l
que no es smo refle10 de la distinción entre amigo y enemigo inhe­ t11H1 negac1on ontlca de un ser d1st10to. La guerra no es sino la reali-
ren �e a toda conduc_ta política, se expresa en las penosas formas y 1,H·ión extrema de la enemistad. No necesita ser nada cotidiano ni
horizontes que domman la concesión de pucst;os y política de sine­ 11ormal, ni hace falta sentirlo como algo ideal o deseable, pero tiene
1 ksde luego que estar dado como posibilidad efectiva si es que el J
curas de los _p �rti??s políticos. Cuando por referencia a esto se pide
un� :<despolittzacion», lo que se está buscando no es sino una supe­ , oncepto del enemigo ha de tener algún sentido.
racion d e� aspecto p�rtidista de lo político, etc. La ecuación políti­ No hay que entender por lo tanto que la existencia política no
_ Sl'll sino guerra sangrienta, y que cada acción política sea una acción
ca = polt�ica de partido se hace posible cuando empieza a perder
fuerza la idea de una unidad política (del «Estado») capaz de relati­ 1nilitar de lucha, como si cada pueblo se viese constante e ininte-
_
vizar a todos los partidos que operan en la política interior con sus 11 umpidamente enfrentado, respecto de los demás, con la alternati­
c?rrespond�entes rivalidades, con lo cual éstas adquieren u�a inten­ v.1 de ser amigo o enemigo; y mucho menos aún que lo política-
sidad superior a la de la oposición común, en la política exterior, 11wote correcto no pueda consistir precisamente en la evitación de
l.1 guerra. La,_gs(iajción.dej�_R�_gue da_vios aquí no es belicista

I
f�specto de otros Esta�<;>s. Cuancfo �entro de un Estado las diferen- , 1 mi litaris�_,�i j,mperialista ni _pacif. i�ta:... Tu.mpoco P�Ede esta:
rns entre partidos poltttcos se convierten en «las» diferencias «polí­ _
11lcccr como «1.deal socgl» la guerra yictoriosa ni el éxito de uña re­
icas a secas», es que se ha alcanzado el grado extremo de la escala de
a «política interior», esto es, que lo que decide en materia de con­ volución, pues la guerra y la revolución no son nada «social» ni
«tdcal» 9• La lucha'militar no es en sí misma la «prosecución de la.

ll
rontación armada ya no son las agrupaciones de amigos y enemi­
política con otros medios», como acostumbra a citarse de modo in­
¡sos propias de la política exterior sino las internas del Estado. Esa ' nrrccto la frase de Clausewitz 10 , sino que, como tal guerra, posee
fposibilidad efectiva de l ��ha que tiene que estar siempre dada para
ue quepa hablar de pohtt�a, cuando se da un «primado de la políti­ '1 A la tesis de Rudolf Stammler, apoyada en argumentos kantianos, de que «el
� mterior» como el descrito, ya no se refiere con plena consecuen­ 1, Ir.ti social» es «la comunidad de hombres dotados de libre voluntad», Erich Kauf-
ta a l � gue�ra entre dos unidades populares organizadas (Estados o 1,11111n, Das Wesen des Volkerrechts und die clausula rebus sic stantibus, 1911, p. 146, le opo-
mpenos) smo a la guerra civil. 111 111 siguiente propuesta: «El ideal social no es la comunidad de los hombres dota­
, 1, •� de libre voluntad, sino la guerra victoriosa: la guerra victoriosa como último
. Pues es constitutivo del concepto de enemigo el que en el domi­ 1111 dio para ese fin supremo» (que es la participación del Estado en la historia uni­
mo de lo real se dé la �:7entualidad de una lucha. Y en este punto " 1 �al y su afirmación dentro de ella). Esta frase se sirve de la idea típicamente li­
hay que hacer abstracc10n de todas las modificaciones en la técnica l 11 1,1 1 y neokantiana dd «ideal social», con la que sin embargo las guerras en gene­
_ _ _
de la guerra y del armamento, que, al hilo del desarrollo histórico , d, 1nclu1das las v1ctor1osas, son tan inconmensurables como incompatibles, y la
se han ido produciendo al azar. Guerra es una lucha armada entr� e , wia con la idea de la «guerra victoriosa», procedente del mundo de ideas de la fi­
l, •�111 la de la historia de cuño hegeliano y kantiano, dentro del cual no existe a su
unidades políticas organizadas, y guerra civil es una lucha armada , , , ningún «ideal social». De este modo la antítesis, a primera vista tan llamativa,
en el seno de una unidad organizada (que sin embargo se vuelve jus­ • dt•shace en dos porciones inconexas, y ni la agresividad retórica del oxímoron
tamente por ello problemática). Lo esencial en el concepto del ar­ l11g11111 ocultar la incoherencia estructural ni sanar la fractura teórica.
mamento es que se trata de medios para producir la muerte física de 111 Clausewitz, Vom Kriege III, Berlín, 1934, p. 1400, dice: «La guerra no es sino
personas. Igual que en el caso de la palabra«enemigo», aquí debe to- 1, ¡11osecución de la política con otros medios.» Para él la guerra es «mero instru-
64 Carl Schmitt 1 • 1 wncepto de lo político 65

sus propias reglas, sus puntos de vista estratégicos, tácticos y de dt• la evit�ción de la lucha, si dejase de existir la posibilidad de una
otros tipos, y todos ellos presuponen que está dad�previamente la 111< ha en general. Lo decisivo es pues siempre y sólo la posibilidad
decisión políticasóbre quiéñ es el enemigo. En la gu erra lofadver-­ , lt· ,·stc caso decisivo, el de la lucha real, así como la decisión de si se
sarios suelen enfrentarse abiertamente como tales; incluso es nor­ , l,1 o no se da ese caso.
mal que aparezcan caracterizados por un determinado «uniforme», 1 �I que este caso sólo se produzca excepcionalmente no afecta a
de modo que la distinción entre amigo y enemigo no sea ya ningún �ll rarácter determinante, sino que es lo que le confiere su naturale-

problema político que tenga que resolver el soldado en acción. En 111 de fundamento. Aunque las guerras actuales ya no son tan nume-
esto estriba la razón de la frase que dijo una vez un diplomático in­ 1 osas y cotidianas como antes, puede decirse que se han vuelto tan-
glés: que el político está mejor entrenado para la lucha que el solda­ 111 más arrolladoras y totales cuanto más han perdido en frecuencia
do, porque se pasa la vida luchando, mientras que el soldado sólo lo numérica y cotidianidad. La situación de gu erra sigue siendo hoy
hace excepcionalmente. La guerra no es pues en modo alguno obje- d1,1 el «momento de las veras». También aquí, como en tantos otros
, ,,�os, puede decirse que lo excepcional posee una significación par-
\\ tivo o incluso contenido de la política, pero constituye el presupuesto �·
que está simpre dado como posibilidad real, que determina de una 11111larmente decisiva, que es la que pone al descubierto el núcleo de
manera peculiar la acción y el pensamiento humanos y origina así 1 " rnsas. Pues sólo en la lucha real se hace patente la consecuencia
una conducta específicamente política. , \1r,·ma de la agrupación política según amigos y enemigos. Es por
Por eso el criterio de la distinción entre amigo y enemigo tam­ 1rlt.:_rencia2_ esta posibilidad extrema como..Ja..v:ida..del.Jtombre! _ cl:...
poco sign ifica en modo alguno que un determinado pueblo tenga 'lllll'íC su tensión específicamente política.

que ser eternalJlente amigo o enemigo de otro, o que la neutralidad IJn munclo en el que se hubiese elimtnado por completo la posi-
no sea posible, o no pueda ser políticamente sensata. Lo que ocurre 1,llulad de una lucha de esa naturaleza, un planeta definitivamente
es que el concepto de la neutralidad, igual que cualquier otro con­ I'�' tricado, sería pues un mundo ajeno a la distinción de amigo y
cepto político, se encuentra también bajo ese supuesto último de la , 111111igo, y en consecuencia carente de política. Es posible que se
posibilidad real de agruparse como amigos o enemigos. SiJob,r.da. cl11 �t·n en él oposiciones y contrastes del mayor interés, formas muy
tierra no hubiese más que neutralidad, no sólo se habría terminado 1 111.1Clas de competencia e intriga, pero lo que ya no tendría sentido

la �!ra smo que se habría acabado también la neutralidad misma, 1 1 l.1 una oposición en virtud de la cual se pudiese exigir a los hom-

del l'll��o modo que desai:.arecería cualqu�er pol�a, inclui�la h11, d sacrificio de sus vidas, dar poder a ciertos hombres para de-
f 1 1111ar sangre y matar a otros hombres. Tampoco en este caso afec-
111 1 l.1 determinación conceptual de lo político el que uno se imagi-

11
mento de la política». Y ciertamente la guerra es también eso; lo que ocurre es que 111 e, no que vale la pena desear un mundo de esas características, li-
su significación para el conocimiento de la esencia de lo político no se agot3 con 1,tr de política, como estado ideal. El fenómeno de lo político sólo
esa proposición. Y si se mira más atentamente, tampoco para Clausewitz es la gue­
rra uno más entre los diversos instrumentos de la política, sino que constituye la drJn aprehender por referencia a la posibilidad real de la agrupa-
«última ratio» de la agrupación según ami gos y enemigos. La guerra posee su pro­ \ ' 11111 según amigos y enemigos, con independencia de las conse-
pia «gramática» (sus propias reglas técnico-militares), pero la política es y sigue u,ud,s que puedan deúv,,se de ello pa,a la v,lo,ación ,eligiosa,
siendo su «cerebro»; la guerra no posee ninguna «lógica propia». Pues tan sólo po­ 11111ml, estética o económica de lo político.
dría obtenerla de los conceptos de amigo y enemigo, y es este núcleo de todo lo po­
lítico lo que queda de manifiesto en la sigu iente frase: «Si la guerra forma parte de l .a guerra como el medio político extremo revela la posibilidad
la política, adoptará su carácter peculiar. Cuanto más importante y poderosa se rM a distinción entre amigo y enemigo que subyace a toda forma
haga aquélla, mayor será también la guerra, y esto puede proseguirse hasta el punto re-presentarse lo político, y por esa razón sólo tiene sentido mien-
en el que la gu erra alcance su faz absoluta.» Numerosas otras frases demuestran 11• c-sa distinción tiene realmente lugar en la humanidad, o cuando
hasta qué punto toda consideración específicamente política reposa sobre esas ca­ 1111s es realmente posible. Por el contrario, una erra llevada a
tegorías políticas, sobre todo también las afirmaciones concernientes a guerras de
coalición y a pactos, op. cit., pp. 135 y ss.; cfr. también H. Rotfels, Carl von Clause­ '"' por motivos �uramente» re 1g10sos, «puramente» mora es,
witz, Politik und Krieg, Berlín, 1920, p. 202. 1 u 1\mcnte» juricticos o «p,_üramente» económicos sería un contra':.
66 Car! Schmitt I • 1 ronce pto de lo político 67

sentido. De las distinciones específicas que configur a n estos ámbi­ 4


tos'cte" la vida humana no es posible derivar la agrupación según
amig os y enemigos ni en consecuencia la guerra . Una guerra no ne­ Todo antagonismo u oposición religiosa, mor al, económica, ét-
cesita ser cosa piados a, mor almente buena o rentible; probable- · 111cn o de cualquier clase se transforma en oposición política en
mente hoy en día no sea ninguna de estas �res cosas. , 11:tnto gana la fuerza suficiente como para agrupar de un modo \ ,.
Esta verdad tan elemental acostumbra sm embargo a tergiver­ , kctivo a los hombres en amigos y enemigos. Lo político no estriba
sarse cuando antagonismos religiosos, morales o �e algún �tw tipo 1 11 1 �ucha m� s a; ..ésta posee a su vez sus propia
� � s leyes técnicas, psi-
se hipertrofian hasta entenderse como confront ac10nes pol1t1ca� ca­ ' 11logicas y milit ares. Lo político está, como decíamos, en una con-
paces de llevar a la agrup ación deci�iva de amigo� y enemigos 1 l11rta determinada por esta pos ibilidad real, en
_ la clara compren­
orientada ha cia la lucha. Ahora bien, s1 llega a pro ducirse esta agru ­ •.iqn de l a propia situación y de su manera de estar determi
nada por
pación combativa, la oposición d�cis�va no será ,Y� de naturale�a 1 l lo, así como en el cometid
o de distinguir correctamente entre
mer amente religiosa, moral o economica, sino pol1t1c�: La cues:10n ,1111igos y enemigos. Una comunidad religiosa que haga la guerra
no es entonces otra que la de si se da o no tal a�pac1on d� amigos , 111110 tal, bien contra miembros de otras comunidades religiosas,
y enemigos como posibilidad re al o como realidad, con m?epen­ l1u·11 en general, es, más allá de una comunidad religiosa, también ),
dencia de los motivos humanos que han bastado a producirla. 111111 unidad política. Sería también una magrütud P.Olítica con sólo
Nada puede sustraerse a esta consecuencia de lo político. Y si la - 1 llll' ejerciese de un modo1i'ltí'llffl'e"ni'e negativ0"'�-1�;;:T�fluencia so-
1 oposición pacifista contra la guerra llegase a ser tan fuerte _ que pu­ l 111• ese proceso decisivo, si estuviese por ejemplo en condiciones de
diese arra strar a los pacifistas a una guerr a contra los no pacifistas, a 1 vllnr guerras por medio de la corresp
ondiente prohibjción a sus se-
una «guerra contr a la guerra», con ello quedaría demostrada la fuer­ H" id ores, esto es, s! I:'�ese)a �1:1toridf¾d _gecesa!!!_par��g

¡ za política de aquella oposición, porque habría demostrado tener 1 1 v:1 ment7 la condic�?� ae enemigo de 1:1,!: deJ..ermin.aclo
�ane o.
r suficiente fuerza como para agrup ar a los hombres en amigos y ene- Lo mismo se aplica para una asociación de personas basaaa n
1 miga s . Si la voluntad de evitar la guerra se vuelve tan m:ensa que 1111 fundamento económico, por ejemplo un consorcio industrial o
1 no retr ocede ya ante la mism a guerr a, es que se ha convertido en � n 1111 sindicato. También una «clase» en el sentido marxista del térmi-
mo tivo político, esto es, que ha acabado afirmando la guerra e m­ 1111 deja de ser algo puramente económic o
y se convierte en una
cluso el sentido de la guerra, aunque sólo sea como eventu alidad ex 111,1gnitud política desde el momento en que alcanza el punto decisi-
trema . 1 11 ele tomar en serio la lucha de clases y tratar al adversa
rio de clase
::,.

En la actualidad ésta se ha convertido en una de las más prome- 1 111110 verd adero enemigo y comba tirlo, bien
de Estado a Estado,
tedoras manera s de justificar la guerra. Cada guerra adopta así la 111«·11 en una guerra civil dentro de un mismo Est ado. La lucha real
forma de «la guerra última de la humanidad». Y �sta c� as� �e gue­ 1111 podrá ya discurrir según leyes económicas, sino que, junto a los
rras son necesariamente de intensid ad e inhumamd ad msohtas, ya 111t·1odos de lucha en el sentido técnico restrictivo del término, po-
que van más allá de lo politico y degrad an al en�migo al �is�o tiemp� 1 t 1 :\ sus propias necesid ades
y orientaciones políticas, y realizará
por medio de categorías morales y de otros tipos, convirttend _ olo as1 l 1\ t·orrespondientes coaliciones, compromisos, etc. Si el proleta-
en el horror inhumano que n o s ólo h a y que rech a zar sm o que h ay 11,ulo se apodera del poder político dentro de un Estado, h abrá na-
que aniquilar definitiva mente; el enemigo ya no es_aquel que d be
� _�s r recha­ ' 11 lo un Es�ado proletari , que no será una unidad menos política
z¡¡do al interior de sus propias fronteras. Ahora bien, la pos1b1hdad de 'l"l' �u alqmer �stad� nac10nal, s acerdotal, comercial o militar, que
<:>

guerras de esta índole demuestra con p��icu lar claridad que �oda­ 1111 1 \Sta�o func10nanal o que cualquier otra categoría de unidad po-
vía hoy la guerra está dada como p�sib1hdad re_al, que es lo umco i II lt a . Si�e llep,tª-. a�grupar de.,J..cu� ..cl9•.�,!?,!JJI, criter� amigo/
. �
que importa para la distinción de amigos y enemigos y para el cono- • 11nn1go a la humanid ad entera partiendo de la oposición entré
cimiento de lo político. li111g�eseS"}1"g-t'·9tst[rios, fo a1!!_o Estad proletario� y est
� ��
pll :.11stas,eí1mi�ando con e!,!g. t�cfas las emá� i p aci,o �s ca--_
� nes-�1,e_
68 Car! Schmitt 1 1 , uuccpto de lo político 69

amigos y enemigos, el resultado sería que se pondría de manifiesto 11,1 I rn ap�riencia; y no es raro que el poder, en un Estado aparente-
1111•11 tc neutral en lo confesional, tropiece con su propio límite en
la, R ena realidad de lo político_que contenían estos conceptos en _
1 1111111.0 entran en ¡uego las convicciones religiosas. Lo que decide es
apariencia «puramente» económicos. Y si la fuerza política de una
clase o cualquier otro grupo dentro de un pueblo tiene entidad sufi­ 11 rnpre y sólo el caso de conflicto. Si los antagonismos económi-
1 11N, culturales o religiosos llegan a poseer tanta fuerza que determi- .-
ciente como para excluir cualquier gu erra exterior, pero ese grupo

1
carece por su parte de la capacidad o de la voluntad necesarias para 11,111 por sí mismos la de�isión en el caso límite, quiere decir que
1 llos son la nueva sustancia de la unidad política. Y si carecen de la
asumir el poder estatal, para realizar por sí mismo la distinción en­
tre amigo y enemigo y, en caso de necesidad, para hacer la guerra, la 1111 rza necesaria para evitar una gu erra acordada en contra de sus
unidad política quedará destruida. propios intereses y principios, eso sign ifica que no han alcanzado l
Lo político puede extraer su fuerza de los ámbitos más diversos 1rnl11vía el punto decisivo de lo político. Si poseen fuerza suficiente \
11 11110 p ra evit r una
de la vida humana, de antagonismos religiosos, económicos, mora­ � � gu erra deseada por la dirección política pero
11 1111 ana a sus rnt reses o principios, pero no tanta como para
les, etc. Por sí mismo lo político no acota un campo propio de la � _ � de-
realidad, sino sólo un cierto grado de intensidad de la asociación o di- 1, 11111�ar por si mismos una gu erra por propia decisión, es que ya
sociación de hombres. Sus motivos pueden ser de naturaleza reli­ 1111 c·xiste una magnitud política unitaria. Sea ello como fuere: como
"-i. giosa, nacional (en sentido étnico o cultural), económica, etc., y te­ 1 1 ' 1 s cuencia de la refe encia a la posibilidad límite
'. � � �e la lucha
.
r 11 < _ llva contra un enemigo efectivo,
ner como consecuencia en cada momento y época uniones y separa­ _ una de dos: o la untdad políti- )
J'é'iones diferentes. La agrupación real en amigos y enemigos es en el ' 1 c·s la que dec�de la agrupación de amigos y enemigos, y es sobera-
� J plano del ser algo tan fuerte y decisivo que, en el momento en que 11.1 c·n_este sentido (no en algún sentido absolutista), o bien es que
una oposición no política produce una agrupación de esa índole, 111 i c·x1ste en absoluto.
Cuando_se ?escubrió �as�a qué punto poseen importancia polí­
/ pasan a segu ndo plano los anteriores criterios «puramente» religio­
sos, «puramente» económicos o «puramente» culturales, y dicha t 11 ,1 las asociaciones economicas dentro del Estado, y se advirtió en
_
/ agrupación queda sometida a las condiciones y consecuencias total- l 1•1111cular la expansión de los sindicatos, constatando que contra su
mente nuevas y peculiares de una situación convertida en política, 111st rumento de poder político, la huelga, las leyes del Estado resul­
on frecuencia harto inconsecuentes e «irracionales» desde la óptica / t ,iltan un tant� impotentes, se proclamó con algu na precipitación la
e aquel punto de partida «puramente» religioso, «puramente» eco- 11111crte y el fmal del Estado. Como doctrina propiamente dicha
\ ,,,10.no_aparece, que yo sepa, hasta los años 1906-1907, entre los
ómico o fundado en cualquier otra «pureza». En cualquier caso es .J
olítica siempre toda agrupación que se orienta por referencia al N111d1caltstas franceses 11• De los teóricos d�l Estado que habría que
caso «decisivo». Por eso es siempre la agrupación humana que marca
la pauta, y de ahí qúe, siempre que existe uQ_a unjdad olítÍC��a 11 «Cecc chose énorm ... la more e cet étre fantastique, prodigieux, qui a tenu
� � �
la aecisiva, y sea «soberana» en el sentido de que siempre, por nece­ l 111� 1 h1sto1re une place s1 colossale: 1 Etat est more» (E. Berth, cuyas ideas proce­
1

siáact conceptual';'"p?>sea la"competencia para decidir en el caso deci­ ,1, 11 tic Geor&es Sorel, en Le ll/011�enm1I socia/is/e, octubre, 1907, p. 314). Léon Duguit
1 11 1 «·ste pasa¡e en sus conferencias sobre Le droit social, le droit indi11id11al et /a transfor•
sivo, aunque se trate de un caso excepcional. 1//1111 de l'Etal, L• ed., 1908; se limitaba a afirmar que el Estado soberano, pensado
El término «soberanía» tiene aquí su sentido correcto, igual que '""'º personahd�d, estaba muerto _ o agonizante (p. 150: L'Etal personal et so11verain
el de «unidad». Ninguna de las dos cosas quiere decir que cada deta­ '' 11/urt 011 s11r le pomt de lllo11nr). En la obra de Duguit, L'Etat, París, 1901, no se en­
' 111 111 ran aún esta dase de afirmaciones, a pesar de que la crítica al concepto de so­
lle de la existencia de toda persona que pertenece a una unidad polí­
loo 1,11�ía es ya del mismo tenor. Otros ejemplos interesantes de este diagnóstico sin­
tica tenga que estar determinado por lo político o sometido a sus ór­ , 111 ,1 l 1sta del Estado contemporáneo pueden hallarse en Esmein Droit constit11tionnel
denes, ni que un sistema centralista haya de aniquilar cualquier otra 1 • t·d. de Nézard), 1921, 1, pp. 55 y ss., y sobre todo en el inter�antísimo libro de
organización o corporación. Puede ocurrir que las consideraciones ¡\l.1x1mc Leroy, Les transfor,nations de la puissancep11bliq11e, 1907. La doctrina sindica-

de naturaleza económica estén por encima de cualquier otra cosa 11 1.1 debe mantenerse diferenciada de las construcciones marxistas también en lo
que pueda querer el gobierno de un Estado económicamente neu- ,¡11,• Nl' refiere a su diagnóstico sobre el Estado. Para los marxistas· el Estado no es
Car! Schmitt 1 1 nmcepto de lo político 71
70

mencionar aquí el más conocido es Duguit. Desde 1901 estuvo in­ purde i�aginar por ejemplo que un sindicato difunda entre sus
tentando refutar el concepto de soberanía y la idea de que el Estado 111tt'mbros la consigna de no volver a la Iglesia, y que éstos lo hagan
posee una personalidad propia, y aportó algunos argumentos atina­ • pesar de todo, pero que a su vez se nieguen a obedecer un requeri-
dos contra una metafísica acrítica del Estado y contra ciertas perso­ 111 it·nto a abandonar el sindicato emanado de la Iglesia.
, _
nificaciones de éste que, en definitiva, no eran sino residuos del 1 �ste e¡emplo muestra con especial nitidez la coordinación entre
mundo de los príncipes absolutos. Sin embargo en lo esencial pasó 111'icdades religiosas y asociaciones profesionales, que a raíz de su
de largo ante el sentido propiamente político de la idea de sobe­ • • 1mún oposición al Estado pueden llegar a dar pie a una alianza en-
ranía. 111· Iglesia y sindicatos. Esta forma de coordinación es típica del na­
_j. Algo parecido puede decirse de la llamada teoría pluralista del ' 1c11te pluralismo en países anglosajones; su punto de partida teóri­
� Estado, formulada algo más tarde en los países anglosajones por ' • 1 fue, ap�rte de la teoría de las corporaciones ( Genossenschaften) de
G. D. H. Cole y Haro/dJ Laski 12• Su pluralismo consiste en negar la 1 ,1rrke, el libro de J Nevi//e Figgis sobre las iglesias en el Estado mo-
unidad soberana del Estado, esto es, la unidad política, y poner una 1 h 111? (1913) 13. El proceso histórico al que una y otra vez se refiere
y otra vez de relieve que cada individuo particular desarrolla su 1 ,1sk1, Y q�� p�oduce e� él evidentemente la más fuerte impresión,
.
vida en el marco de numerosas vinculaciones y asociaciones socia­ 1111 las m1c1at1vas de Btsmarck, contemporáneas e igual de vanas,
les: es miembro de una comunidad religiosa, de una nación, de un 1 e 1111 ra la Iglesia católica y los socialistas. En la «guerra cultural»
sindicato, de una familia, de un club deportivo y de muchas otras 1 • 1111 ra la Iglesia romana se puso de manifiesto que ni siquiera un
«asociaciones», que lo determinan en cada caso con intensidad va-
Áable y lo vinculan a una «pluralidad de obligaciones y lealtades», 11 Figgis, Churches in the Modero State, Londres, 1913, quien por cierto cuenta en
efS_\n que quepa decir de alguna de estas asociaciones que es la incon- I' 1¡,11111 249 que Maitland, cuyas investigaciones sobre historia del derecho influye­
-..> icionalmente decisiva y soberana. Al contrario, cada una de las di- '''" 1umbién sobre los pluralistas, dijo una vez a propósito del libro de Gierke
versas «asociaciones» puede resultar ser la más fuerte en un domi­ I 1 111rrbes Genosse11schaftsrecht (cfr. supra p. 25), que la disputa medieval entre Iglesia y
1 1.1110, esto es, entre Papa y Emperador, o más exactamente entre el estamento
nio diferente, de modo que el conflicto entre los diversos vínculos, • 1, , 11 .ti y el secular, no fue una lucha entre «Gesellschaften» (societis), sino una
obligaciones y lealtades sólo puede resolverse de caso en caso. Se , '" , r .1 c1v1l en el seno de una misma unidad civil; hoy en cambio serían dos socie-
� 1111,·�. duo populi, las que se hallarían enfrentadas. En mi opinión, esto es correcto.
1'111 ,1sl como en la época anterior al cisma la relación entre Papa y Emperador po-
algo muerto o agonizante, sino que constituye un medio necesario para alcanzar la 11, 11·,umirse en la fórmula de que el Papa poseía la auctoritas y el Emperador lapo­
sociedad sin clases y sin estado, motivo por el cual goza de una realidad provisio­ ,111, esto es, que había una distribución de funciones en el marco de una misma
nal; en el Estado soviético, y con ayuda de la doctrina marxista, justamente ha ex­ 11111,ilul, desde el siglo x11 la Iglesia Católica se ha mantenido en la doctrina de que
perimentado un nuevo empuje y vitalidad. 11 1 , ,1,1 y Estado son dos societates, y que incluso ambas son societates perfectae (cada
12 Una compilación manejable y plausible de las tesis de Cole (formulada por él 111, rn su ámbito soberana y autárquica); del lado de la Iglesia, obviamente sólo se
• 1 111Ucc esta condición de societas perfecta a una única, en tanto que del lado estatal
mismo) se ha impreso en las publicaciones de la Aristotelian Society, vol. XVI
(1916), pp. 310-25; la tesis central es también aquí que los Estados no difieren por 'I, 11,•cc hoy día una pluralidad (si no incluso una absurda dispersión) de societates
su esencia de otros tipos de asociaciones humanas. De entre los escritos de Laski , f,, t,,e, cuya «perfección» resulta no obstante algo problemática por el solo hecho
mencionemos aquí: Studies in the Problem of Sovereignty, 1917; Authority in the Modero 1 11 rnntidad numérica. Paul Simon, en su artículo «Staat und Kirche» (Deusches
State, 1919; Fo1mdations of Sovereignty, 1921; A Grammar ofpolitics, 1925; «Das Recht I llr11�111, Hamburgo, agosto, 1931, _ pp. 576-596), proporciona una excelente pa­
und der Staat», Zeitschriftfiir d[fentliches Recht X (1930), pp. 1-25. Más bibliografía en ""' í1111ca resumida de la doctrina católica al respecto. Claro está que en Ja Iglesia
Kung Chuan Hsiao, Política/ Pluralism, Londres, 1927; sobre la crítica a ese pluralis­ 1 111ltr� resulta impensable esa coordinación de iglesias y sindicatos tan típica de
mo: W. Y. EIIiott, American Política/ Science Revitw XVIII (1924), pp. 251 y ss., y The 1 d111 1rma plural1sta anglosajona; la Iglesia Católica tampoco podría aceptar que
pragmatic Revolt in Politics, Nueva York, 1928; Car! Schmitt, «Staatsethik nnd plura­ 1, nltendiese como esencialmente equiparable a ninguna internacional sindica­
listischer Staat», Kant-Studien XXXV (1930), pp. 28-42. Sobre la disgrega ción ¡¡ 11 Y es cierto que, como advierte Elliot, la Iglesia sólo le si rve a Laski de stalking
pluralista del Estado alemán contemporáneo y el desarrollo del parlamento como , , p.ira los sindicatos. Por lo demás, falta tanto por el lado católico como por el
teatro de un sistema pruralista: Car] Schmitt, Der Hiiter der Ve,fassun g, Tübingen, ,11¡11dlos pluralistas una discusión clara y en profundidad de las teorías de uno y
1931, pp. 73 y SS. 1111 y de sus relaciones recíprocas.
'V'
72 Car! Schmitt
1' 1 roncepto de lo político 73

Estado dotado de una fuerza tan inconmovible como la del Reich


�t1f!ciente· pa ra fundamentar un c oncepto racional de soberanía y
de Bismarck era absolutamente soberano ni todopoderoso; ese mis­
11111d ad. No hay que darle más vuel ta s: la unidad olítica es or su
mo Esta do no venció tampoco en su lucha contra las organizacio­
1 Sl·n c� la que
nes socialistas de tra baja dores, del mismo modo que no habría esta­ �a���u�a.$�n-:,cuales,siiFJis fuer�a�c!$la� que -<
e xi rae sus motivos sicolo cos ultimas. Cuando existe, es la unidad
do en sus manos, en el dominio económico, arrebatar a los sindica­
-t1prema, esto es, la ue marca a auta en e · caso ec1s1vo.
tos el poder que ponía en sus manos el «derecho de huelga».
ec o e que el stado sea una unidad, y que sea justamente
Es�a crí�ica es en su �ayor parte atinada. Los quiebros a los que
h1 que _marca la pauta, reposa sobre su carácter político. Unaf teoría
se ha ido viendo sometida la «omnipotenc ia» del Estado no han
¡ 11 u ralista es,...9J¡¡.�o.r4.a,de un E;,tado_que alcanza sq_,u_!}idac eñ vii-
1 wl dé'"üñtécférahsmoi<: f!ocias
s�do de hecho muchas veces otra cosa que secularizaciones superfi­
ciales de las fórmulas teológicas sobre la omnipotencia divina; la
_ on� o bi�n siw,leñi_�
1111'.1 t��eJF'cl�1:1;!qr.,. o ref��.!,?:!:.�� .�stado. Si discute su
do5=trina alemana del siglo xrx sobre la «personalidad» del Estado es
11111clad y pretende equipararlo en esencia en calidad e «asociación
en parte una antítesis polémica dirigida contra la pe;sonalidad del
políti:a», a otras asociaciones de tipo r�ligioso, económico, etc.,
príncipe «absoluto», y en parte una manera de eludir el dilema entre
l<'ndra 91:1� dar 1:1na respuesta al problema del contenido específico
soberanía del monarca y soberanía del pueblo, atribuyéndosela al
e Ir lo poht1co. Sm embargo en ninguno de los cua tro libros de Laski
Estado como a un «tercero superior». Pero aún así sigue sin respues­
e· encuentra una defini ción clara de lo político, aunque no se deje
ta la cuestión de cuál es la «unidad social» (si se me permite echar
1 l1· h ablar una y otra vez de Estado, políti ca , soberanía y govemment.
rr:ano aquí del poco pre ciso concepto liberal de lo «social») que de­ ,
l •,I E_stado se trans�orma simplemente en una asociación en compe-
cide en ca so de conflic to y determina la agrupación decisiva de ami­
11 11cia con otras; viene a ser una sociedad junto a y entre otras, que se

1
g�s y enemigos. La guerra qu e quería hacer el Reich alemán bajo
e lc-senvuelven dentro o fuera del Estado.
Bisrr:arck n� habría po�ido ser evitada ni por una Iglesia, ni por un
Este es el �<i:luralismo» de esta teoría del Estado, que vuelca toda
si�dicat?, m p_or una alianza entre ambos. Claro está que Bismarck
t1 agudeza cntlca contras las viejas hipertrofias del Estado, contra
) habna podido decl ararle la guerra al Papa, pero tan sólo porque 1
no
\ti «maiestad» y su «personalidad», contra su «monopolio» de la uni-
éste carecía ya de todo ius belli; y tampoco los sindi catos socialistas
1 l,1d supre�a , y_ que deja en penumbra qué es entonces lo que toda­
nían _la menor intenc�ón �e apa_ recer_ como fartie be/Jigérante. En>
\' i:1 puede considerarse la unidad política. Esta apare ce unas veces
ualquier caso no es posible imagmar nmguna mstancia que hubie-/
• 11 el más rancio estilo liberal, como mera servidora de una socie�
querido o podido oponerse a un a decisión del Gobierno alemán
1 l,1cl determina da n lo esencial por la economí a; otras, al modo plu-
e entonces, sobre un caso realmente serio, sin c onvertirse al mis- _ �
o tiempo en el enemigo político y quedar afectado por el conjunto 1.il 1sta, como un ttpo espec ial de soc iedad, esto es, como una asocia­
pe las consecuencias que habrían derivado de ello, y a la inversa, ni ) ' 11,� entre _otras; o aparece finalmente también como el producto de
Ja Iglesia ni ningún sindicato estaban por una guerra civil 14_ Esto es 1111 federalismo de asoc iaciones (Verbiinde) sociales o como una aso-
1 1,1ción-techo de otras asocia ciones. Pero lo�que_ h abría que acla r ar

14 Dado que Laski toma postura también ante la controversia de los católicos �11hre t�o es por qué razón los hombres forman, junto a sus asocia-

mg leses con Gladstone, permítaseme aducir aquí algunas frases del que más tarde 1 iones �eligiosas, éülturales;--económica s, et c ., ta mbi¿n una asocia-
_
sena cardenal Newman al duque de Norfolk en carta privada (1874, y a propósito 1 le 1n �� liti�a , una govemmeníal 'ássociation, Y en q�é consiste el sentido
del escnto �e �ladstone «Los decretos del Vaticano y su significación para la leal­ .
tad de los_ subd1tos»): «Supongamos que Inglaterra decide enviar sus barcos en apo­
• �pcc1ficament_e políficóde"esra·última. No se advierte aquí una lí-
111·.1 de pensa miento clara y segura; como conc epto último, abarcan­
yo de !taha contra el Papa y sus aliados; los católicos ingleses se sentirían a buen se­
gu ro � esmoralizados, aun antes de iniciarse la gu erra tomarían partido p'.)r el Papa,
", dc�de luego mo1:1ista-universal y na da pluralista, aparece en Cole
y. hanan �so de t<;>dos los _ medios constitucionales para impedir la gut;rra; ahora l I roCtety y en Lask1 la humanity.
bien: ¿quien creena que, s1 la guerra estalla pese a todo, su acción iba a consistir en Esta teoría pluralista del Estado es sobre todo pluralista en sí
otra cosa que en oraciones y en esfuerzos por lograr su terminación? ¿Qué motivo
habría para suponer que se unirían para dar algún paso traicionero?»
1111sr�a, est� es, carece de un centro propiamente dicho y toma sus
11111t 1vos e ideas de los más diversos dominios conceptuales (reli-
74 Car! Schmitt HI concepto de lo político 75

gión, economía, liberalismo, socialismo, etc.); ignora ese concepto que el desarrollo actual de la técnica militar va a acabar haciendo
central de toda teoría del Estado que es el de lo político, y ni siquie­ que sólo queden unos pocos Estados con suficiente poder industrial
ra se ocupa de la posibilidad de que el pluralismo de las asociaciones rnmo para hacer la guerra con al guna perspectiva de éxito, mien­
pueda conducir a una unidad política de naturaleza federalista; se tras que Estados más pequeños o más débiles prescindirán o ten­
queda pura y simplemente en un individualismo liberal, ya que en drán que prescindir del ius be/Ji, a no ser que cónsigan salvaguardar
el fondo se limita a confrontar una asociación con otra, al servicio Nu autonomía por medio de una política de alianzas acertada. Esta
del individuo libre y de sus libres asociaciones, y confía la resolu­ c·volución no demuestra que se hayan terminado la guerra, el Esta­
ción de todo problema o conflicto a la decisión del individuo. do y la política. Todas las innumerables modificaciones y vuelcos
En�alidad no existe ninguna «sociedad» o «asociación» políti­ ,k· la historia y de la evolución humanas han hecho surgir nuevas
ca· lo ue hay es sólo una unidad política, una «comunidad» políti­ formas y nuevas dimensiones de la agrupación política, han aniqui­
ca. La posibilidaa real deagñipirse comoamigos y enemigos basta l.1do viejas construcciones políticas, han concitado guerras exterio-
para crear una unidad que marca la pauta, más allá de lo meramente 1t·s y civiles, y han acrecentado unas veces, y reducido otras, el nú-
social-asociativo, una unidad que es específicamente diferente y 111cro de las unidades políticas organizadas.
que frente a las demás asociaciones tiene un carácter decisivo 15. Si El Estado, en su condición de unidad política determinante,
1 1 >11centra en sí una competencia aterradora: la posibilidad de de-
1
ésta se degrada como algo eventual, se elimina también lo político.
Sólo la ignorancia o inadvertencia de la esencia de lo político hace • Ltrar la guerra, y en consecuencia de disponer abiertamente de la
posible esa concepción pluralista de una «asociación» política junto , tda de las personas. Pues el ius belli implica tal capacidad de disposi-
1 ton: significa la doble posibilidad de requerir por una parte de los
a las de tipo religioso, cultural, económico y demás, incluso en
111 H'mbros del propio pueblo la disponibilidad para matar y ser
-competencia con ellas. Es cierto que del concepto de lo político (
como mostraremos más adelante (en 6), derivan consecuencias plu­1 11rnt·rtos, y por la otra de matar a las personas que se encuentran del
ralistas, pero no en el sentido de que dentro de una misma unidad 1 tilo del enemigo. Sin embargo la aportación de un Estado normal
política, y en lugar de la distinción decisiva entre amigos y enemi­ , 1111siste sobre todo en producir dentro del Estado y su territorio una'
gos, pueda darse un pluralismo que, al acabar con la unidad, des;:J 1 111 1ficación completa, esto es, en procurar «paz, seguridad y orden»
truiría también lo político. \ 1 rcar así la situación normal que constituye el presupuesto necesa-
\
1111 para que las normas jurídicas puedan tener vigencia en general,
1 1 que toda norma presupone una situación normal y ninguna nor-
'-
.... ..,,,.�. -l ..
1111 puede tener vigencia en una situación totalmente anómala por
r, frrrncia a ella.
5

\1 Al Estado, en su condición de unidad esencialmente política, le l •:sta necesidad de pacificación dentro del Estado tiene como
1 t 11'1·cuencia, en caso de sjtuación crítica, que el Estado como uni-
atribución inherente el i1'LJ7!f!.!., esto es, la posibilidad real de, lle­
Edo el caso, determinar por propia decisión quién es el enemigo y 1111 política, mientras exista como tal, está capacitado para determi-.
ombatirlo. Los medios técnicos de combate, la organización de los 11111 por sí mismo también al «enemigo interion>. Tal es la razón po
ejércitos, las perspectivas de ganar la guerra no cuentan aquí mien- 1 'lll<' en todo Estado se da una forma u otra lo que en el derech
tras el pueblo unido políticamente esté dispuesto a luchar por su 1 111,1 tc·o de las repúblicas griegas se conocía como declaración d
existencia y por su independencia, habiendo determinado por pro­ ).{¡uoc;, y en el romano como declaración de hostis: formas d .
pia decisión en qué consisten su independencia y libertad. Se diría 1111�1 ripción, destierro, ostracismo, de poner fuera de la ley, en un
1 l11hra, de declarar a alguien enemigo dentro del Estado; formas
15 «Podernos decir que el día de la movilización la sociedad vigente hasta en­ 11111111áticas o de eficacia regulada judicialmente por leyes especia­
tonces se transformó en una comunidad», E. Lederer, Aríhivfür S�alwissenschaf, 39 formas abiertas u ocultas en circunloquios oficiales. Según sea
1 • 11111portamiento del que ha sido declarado enemigo del Estado,
l
(1915), p. 345.
76 Car! Schmitt El concepto de lo político 77

" t�l declaración será la señal de la guerra civil, esto es, de la disolu­ cienes, prohibiciones de organización y asociación, exclusiones de cargos
-
rc10n públicos, etc. El pasaje de Lorenz ven Stein citado más arriba se encuentra
del Estado como unidad política organizada, internamente
l apaciguada, territorialmente cerrada sobre sí e impermeable para en su descripción de la evolución político-social de la Restauración y de la
Monarquía de Julio en Francia, en Geschichte der sozia/en Bewegung in Frank­
lexttaños. La gueua civil decidici entonces sobre el destino ultedo, ¡ reich, vol. I, Der Begriff der Gesellschaft, ed. de G. Salomon, p. 494.
de esa umdad.
_ Y a despecho de todas las ataduras constitucionales
que vinculan al Estado de derecho burgués constitucional, tal cosa
vale para él en la misma medida, si no en medida aún mayor, que La competencia para disponer de la vida y muerte de un hom­
_ bre bajo la forma de una sentencia capital, el ius vitae ac necis, puede
para cualquier otro Estado. Pues, siguiendo una expresión de Lo­
renz von Stein, «en el Estado constitucional» la constitución es «la ex­ estar atribuida a alguna entidad distinta de la unidad política y exis­
presión del orden social, la existencia misma de la sociedad ciuda­ tente en su seno, por ejemplo a la familia o al cabeza de familia,
dana. En cuanto es atacada, la lucha ha de decidirse fuera de la pero en tanto subsiste la unidad política, el ius belli o el derecho a de­
constitución y del derecho, en consecuencia por la fuerza de las ar­ darar a alguien enemigo le corresponde a ella sola. Y en rigor tam­
mas)). bién el derecho a la venganza de sangre entre familias o clases debe­
rla quedar suspendido en caso de guerra, si es que la unidad política
ha de mantener alguna consistencia. Una asociación humana que
�l c�so d�l psefisma de Demofanto es tal vez el ejemplo más famoso de prescindiese de estas consecuencias de la unidad política no sería
la h1stona gnega. Esta resolución del pueblo, adoptada por los atenienses
en el año 41 O a. C. a raíz de la expulsión de los Cuatrocientos, declaraba una asociación política, pues estaría renunciando a la posibilidad de
que todo aquel que pretendiese disolver la democracia ateniense «sería un 111arcar la pauta en la decisión de quién ha de ser considerado y tra-
enemi d_e los �tenienses» (1tOA-ɵ�oi:;- fo,w' A{h1va.Cwv); vid. otros ejem­ 1.,clo como un enemigo. Este poder sobre la vida física de las perso-
plos y W:>
btbhografia en Busolt-Swoboda, Griechische StaaJskunde, 3.• ed., 1920, 11 as eleva a la comunidad política por encima de todo otro tipo d�

pp. 231, 532. Sobre la declaración anual de guerra de los eforos espartanos 1 omu'illclaaoa.e socieaia. Dentroae la cümubidaa·puede"n a su vez
contra l<?� ilotas q�e residían dentro del Estado, cfr. ibíd., p. 670. Sobre la 111:tnl:ehei.'se subgrupós'& carácter político secundario, con compe-
declarac1on de hoshs en el Derecho Público romano ibíd., y II, pp. 735 y ss. 11·ncias propias o delegadas, incluso con un ius vitae ac necis limitado a
Sobre Friedlosigkeit (anulación del derecho del individuo a las condiciones le ,s miembros del grupo.
de vida «en paz») y destierro, además de los manuales de Historia del Dere­ Una comunidad religiosa, una iglesia, puede pretender de sus
cho alemán, vid. sobre todo E. Eichmann, Acht und Bann il!I Reichsrecht des \1·guidores que mueran por su fe y que se sometan al martirio, pero
Mittelalters, 1909. Entre las prácticas de los jacobinos y del Col!lité de salut pu­
blzc se encuentran numerosos ejemplos de declaraciones de hors-la-loi en
�olo por la salvación de su alma, no por la comunidad eclesial como
Aulard, Geschichte der franzosischen Revo/ution. Vale la pena mencionar un in­ ni ructura de poder sita en el más acá; en caso contrario se transfor-
forme del Comité de salut public citado por E. Friesenbahn, Der politische Eid, 11111 en magnitud política; sus gu erras santas y sus cruzadas son ac-

1928, p. 16: «Depuis le peuple frarn:;ais a manifesté sa volonté tout ce qui lui 1 Iones que reposan sobre una declaración de hostilidad como cual­

est opposé est hors le souverain; tout ce qui est hors le souverain, est ennel!li ... Entre le 'lllll'r otra guerra. En una sociedad determinada a partir de criterios
peuple et ses ennemis il n'y a plus rien de commun que le glaive.» La Fried­ r< onómicos, cuyo orden y cuyo funcionamiento, en la medida en
loslegung (expulsión «fuera de la paz interna») puede llevarse a cabo también 11111· sean calculables, se desenvuelvan en el dominio de las catego­
atribuyendo a los seguidores de determinadas religiones o partidos ausen­ rl,,s l·conómicas, no se podría pretender bajo ningún punto de vista
cia de actitud pacífica o legal. Hay de esto ejemplos incontables en la histo­ 1t11,1ginable que un miembro cualquiera de la sociedad sacrificase su
ria -�olítica �e l�s herejes, de los que es característica la siguiente argumen­ vida en interés del no estorbado funcionamiento de aquélla. Querer
tac1on de N1colas de Vernuls (De una et diversa religione, 1646): «Al hereje no
se le deberá tolerar en el Estado ni siquiera si es pacífico, pues hombres 1111111:tmentar semejante pretensión desde la racionalidad económi-
como los hereies no pueden ser pacíficos» (citado en H. J. Elias, «L'Eglise 111 rl•presentaría una contradicción frontal con los principios indi­
et l'Etat», Revue beige de philologie et d'histoire, V, 2/3). Existen múltiples y va­ v1dualistas de un ordenamiento económico liberal, y jamás se lo po­
riadas formas atenuadas de declaración de hostis: confiscaciones, expatria- ilrh1 justificar a partir de las normas e ideales de una economía pen-
78 Car! Schmitt 79

sada como autón oma. El ser humano individual puede morir vo­
l•I concepto de lo político

Que la justicia no forma parte del concepto de la guerra es una


l untariamente por lo que le parezca; esto, co mo todo lo esencial en idea que se reconoce de mod o general desde Gr otius 16• L a� cons­
un a sociedad liberal individualista, es desde lu ego «c uestión priva­ trucciones conceptuales desde las que se pr oclama � a. necesidad ?e
da», esto es, cuestión de resolución personal libre, no controlada, y 11 na guerra justa están habit ualmente a s u ".ez al servic1� de un ob¡e-
que no concierne a nadie más que al que toma su propia y libre de­ ,
t Ivo político. Pretender de un pueblo pohucamente unido que �aga
cisión. t.1 guerra sólo p or razones justas, una de dos: o es pura tautolog1a, Y
L a sociedad que funciona desde criterios económicos posee des­ �•gnifica simple y llanamente que sólo h ay �� e hac�� la guerra con-
de luego medios s uficientes para dejar fuera de sus circuitos a qu ien t rn enemig os reales, o bien oculta la pretensi on pohuca de pon�r e?
haya caíd o víctima de l a competencia económica o n o h aya tenido , 1 t ras manos la c ompetencia del ius belli, y de hallar normas de ¡u st1-
éxito en ella, así como a cualquier «perturbado rn, y puede también 1 1 11 sobre cuy o c o ntenido y aplicación al caso indiv �dual no dec ida
onvertirlo en inofensivo de una manera «pacífica» y sin violencia; _ _ _
d propio Estado sino un tercero cualqu iera, que sena el que decidi-
icho más concretamente, sj_ no se adapta por las b uenas puede de- _
1 í:l de ese modo quién es enemig o. Mientras un pueblo exista en la
arlo morir de hambre. Un sistema social puramente c ultural o civi­ , ,fcra de lo político, tendrá que decidir_ por sí mism�: au rn:iue no
lizatono no carecera nunca de «indicaciones sociales» sobre cómo ,
�ni más que en el caso extremo -pero si�? do el tam�ien qui�� de-
librarse de amenazas o de desarrollos indeseados. Pero no existe , ula si está dado tal caso extremo-, quien es el amig o y quien el
programa, ideal, norma ni racionalidad que otorguen el derecho a , 11cmigo. En ello estriba la esencia de su exist�n_ cfa pol_ítica. S� �o
disponer de la vida física de otras personas. Pretender seriamente de posee ya capacidad o voluntad de tomar !ªl deci� 1? n, de¡a de e�1st1r
las personas que maten a otras personas y estén dispuestas a morir
1 11 ,trticamen e. S1 se deja ecir por un extrañ o quien es el enemigo Y
con el fin de que florezcan el neg ocio y la industria de los supervi­ , , ,ntra quién debe o no debe combatir, es que y a no es � n pueblo
vientes, o de que crezca la capacidad adquisitiva de los nietos, sería políticamente libre, sino que está integrado en ? sometido a otr o
cruel y disparatado. Renegar de la guerra como asesinato para pren­ ,1stcma polític o. El sentido de una guerr a no esta en que se la haga
tender luego que los hombres hagan guerras, maten y se dejan matar \
1 ,, ,r ideales o según normas j u� ídi�as, sino en que se la _ haga coi:itra
en ellas, para «que nunca más haya guerra», es un engaño manifies­ 11 11 enemigo real. Todo enturbiamiento de esta categ o na de amigo-
to. L� guerra, la disposición de lo� h o��bres que combaten a matar y ' 11cmigo se explica únicamente como resultado de haberla confun­
ser muertos, l a muerte física infligida a otros seres humanos que es­ dulo con abstracciones o normas de algún tipo.
tá�éilaao enemig o, t oao esto no tiene un sentido normativo sin o De modo que un pueblo que existe políticamente no p�ede
exi�encial, y_ lo tiene justamente en la realidad de una situación de prescindir de distinguir por sí mismo, llegad? el caso, e�tre amigo Y
guerra real contra un enemigo real, no en ideales, programas o es- 1 nt·migo, y de asumir el riesg o correspondiente. Podr a h �cer una
. tru�ras norma ivas c ualesq uiera. N o existe objetivo tan racional, , kdar ación solemne de que condena la guerra como medio de re­
ni �a tan elevada, ni programa tan ejemplar, no hay ideal social �1,I ver los conflictos internacion ales, y de que ren uncia a ella «como
,t
i an hermoso, ni legalidad ni legitimidad alguna que puedan justifi- mstrumento de política nacional», como se ha hecho en el llamado
car el que determinados hombres se maten entre sí por ellos. L a 1el'acto Kellogg» de 192817. Pero con ello ni ha renunciado a la gu e-
estrucción física de l a vida hu mana no tiene j ustificación posible, a ,
�no ser que se produzca, en el estricto plano del ser, como afirma-'
ión de l a propia forma de existencia contra una negación i ual-¡ 1
mente óntica de esa forma. Una guerra no puede justificarse tampo-
16 De iure belli a c pacis I, c. I, N. 2: «Justitiam in defin!tione (se. belli) non inclu-
1111.» En la escolástica medieval la guerra contra los infieles era cons1derada be//um

eo a base de argumentos éticos y normas ju rídicas. Cuando h ay r


g _

f enemi
¡111tum (por Jo tanto como guerra, no como «ejecución de acuerdos», «medida de

gos verdaderos, en el sentido óntico al que se está haciendo


p�lll o «sanción»).
. ..

referencia aquí, tiene sentido, pero sólo políticamente, rechazarlos


11 La traducción oficial alemana (Rerchsgeser.dJ/att 1929, 11, p. 97) utiliza
1 1
la ex-


fsicamente, y si h ace falta, combatir con ellos.
prrsión «verurleilen la guerra como medio para la resolución de los confltctos J�ter-

'
1111 1onales», en tanto que el texto inglés-americano habla de condem� , el francc� de
,.,,,Jamner. El texto del pacto Kellogg del 27 de agosto de 1929 esta reproducido,
� '
p � � � � � �
-e-........� r--·
80 Carl Schmitt El concepto de lo político 81

1
rra como instrumento de política internacional (y una guerra al ser­ guerra» no cancela rues la distinción amigo-enemigo, sino que le
vicio de la política internacional puede ser peor que la que sirve proporciona µn nuevo contenido y una nueva vida a través de las
sólo a una política nacional), ni ha «condenado» o «desterrado» la nuevas posibilidades de la declaración internacional de alguien
guerra en general. En primer lugar, una declaración de esa índole se como hostis.
encuentra por entero bajo una determinada serie de reservas que, 1 y-si desaparece esa distinción, desaparece la vida política en ge­
expresa o tácitamente, se entienden por sí solas, por ejemplo la re­ neral. Ningún pueblo con existencia política es libre de sustraerse a
serva de la propia existencia como Estado y la de la legítima defen­ esa fatal distinción por la vía de las proclamaciones solemnes. Si
sa, la reserva de los pactos y alianzas contraídos, del derecho a sub­ una parte del pueblo declara que ya no conoce enemigos, lo que está
sistir libre e independientemente, etc. En segundo lugar, estas re­ haciendo en realidad es ponerse del lado de los enemigos y ayudar­
servas, por lo que hace a su estructura lógica, no constituyen meras les, pero desde luego con ello no se cancela la distinción entre ami­
excepciones a la norma, sino que son realmente las que confieren a gos y enemigos. Y si los ciudadanos de un Estado afirman de sí mis­
la norma su contenido concreto; no son restricciones que limiten mos que persona.lmente no tienen enemigos, eso no tiene nada que
las obligaciones, que impliquen reservas excepcionales, sino reser­ ver con nuestro problema, pues una personalidad privada no tiene
vas que marcan la norma y sin las cuales las obligaciones permane­ c•nemigos políticos. Con una declaración de esa naturaleza podrá a
cerían vacías de contenido. En tercer lugar, mientras exista un Es­ lo sumo querer decir que su intención es apartarse de la totalidad
tado de modo independiente, éste decidirá siempre por sí mismo, política a la que pertenece por su existencia y vivir únicamente
en virtud de su independencia, si se da o no uno de esos casos de re­ e orno personalidad privada 18• Sería además equivocado creer que
serva (legítima defensa, agresión por el adversario, ruptura de pac­ 1111 pueblo cualquiera está en condiciones de apartar de sí la distin-
tos existentes, incluido el propio Pacto Kellogg, etc.). Y finalmen­ 1 ión entre amigos y enemigos por medio de una declaración de
te, en cuarto lugar, no es posible «desterran> «la guerra» en general, 11mistad universal o procediendo a un desarme voluntario. No es así
sino sólo a ciertas personas, pueblos, Estados, clases sociales, reli­ 1 orno se despolitiza el mundo ni como se lo traslada a un estado de
giones, etc., a los que se trata de declarar enemigos mediante la de­ 1111>ralidad pura, juridicidad pura o economicidad pura. Si un pue­
claración de destierro. La declaración solemne de «condena de _la blo tiene miedo de los riesgos y penalidades vinculados a la existen­
, 1.1 política, lo que ocurrirá es que aparecerá otro pueblo que le exi-
junto con las reservas más importantes (Inglaterra: honor nacional, autodefensa, 11111 de unos y otras, asumiendo su «protección contra los enemigos
estatutos de la Sociedad de las Naciones y de Locarno, bienestar e integridad de te­ , l<tcriores» y en consecuencia el dominio político; será entonces el
rritorios como Egipto, Palestina, etc.; Francia: autodefensa, estatuto de la Sociedad protector el que determine quién es el enemigo, sobre la base del
de las Naciones, Locarno y pactos de neutralidad, sobre todo también manteni­
miento del propio pacto Kellogg; Polonia: autodefensa, mantenimiento del pacto
111·xo eterno de protección y obediencia.
Kellogg, estatuto de la Sociedad de las Naciones) en el libro de fuentes Der Volker­
bund und das politische Problem der Friedenssicherung, en la Quel/ensamm/ung für den Ge­ No es sólo que el ordenamiento feudal y la relación de señor y vasallo,
schichtsunterricht de la Ed. Teubner, IV, 13, Leipzig, 1930. El problema jurídico ge­ ti, llder y seguidores, de patrón y clientela, repose sobre este principio, y
neral de las reservas no ha sido todavía objeto de un tratamiento sistemático, ni si­ • •11• <'Stas relaciones simplemente lo reflejen con singular nitidez y publici-
quiera en los comentarios pormenorizados referentes a la santidad de los pactos y 1
1 11d. Es que no hay subordinación ni jerarquía, no hay legitimidad ni lega- \ ¡4
al principio pacta sunt servanda. No obstante se encuentra un inicio particularmente lld11d racionales fuera del nexo de protección y obediencia. El protego ergo
digno de atención para el tratamiento de esta laguna científica en Carl Bilfinger,
«Betrachtungen über politisches Rech», Zeilschrift fiir ausliindisches offentliches Recht I,
Berlín, 1929, pp. 57 y ss. Sobre el problema general de la pacificación de la huma­ IH Es luego cosa de la comunidad política regular este tipo de dominios parti-
nidad, cfr. lo expuesto en el texto en el apartado 6; sobre el hecho de que el pacto 11l111t·s, no públicos ni interesados políticamente, de un modo u otro (mediante
Kellogg no prohíbe, sino que sanciona, cfr. Borchardt, «The Kellogg Treaties 111vikgios del derecho de extranjería, organización de regulaciones especiales, ex­
sanction warn, Zeitschrift fiir ausliindisches offentliches Recht, 1929, pp. 126 y ss., así tr•lrrritorialidad, permisos y concesiones de residencia, legislación de metecos,
como Arthur Wegner, Einführung in die Rechtswissenschaft II (Góschen, núm. lt ). Respecto de la aspiración de vivir apolíticamente y sin riesgos (definición del
1048), pp. 109 y SS. ,_,-.,,,is), cfr. la afirmación de Hegel, infra, p. 63.
Carl Schmitt 111 concepto de lo político 83
82
sostenga un pluriverso, no un universo. En consecuencia, toda teoría del Es-
obligo es el cogito ergo sum del Estado, y una teoría del Estado que lado es pluralista, si bien esto posee aquí un sentido diferente del de
ente y
'/ \ una ignorancia sistemática de este principio será siempre insufici del l 1 teoría pluralista intrae�tatal comentada más arriba (bajo 4). Por
fragmentaria. En la conclusión de la edición inglesa de 1651, p. 396, :_ _ _ _
de poner NU esencia la urndad polit1ca no puede ser universal en el sentido de
Leviathan Hobbes califica de verdadero objetivo de su tratado el

1
de manifiesto nuevam ente ante los hombr es la «mutua l relation between u na unida? que c�mprendiese el conjunto de la humanidad y de la
e estaría exigida . .
Protection and Obedience»; su observancia inqueb rantabl 1 �erra. Y si la totalidad de los diversos pueblos, religiones, clases sa­
.

1
tanto por la naturaleza human a como por el 'derech o divino rtales Y grupos humanos en general llegara a unirse y acordarse has-
gue­
Hobbes tuvo experiencia de esta verdad en los duros tiempos de la
1

ta el ex�remo de que hiciese imposible @ impensabJe una lucha entre ¡:,?


ilusion es legitim istas y
rra civil, que es cuando se desvanecen todas las los
dios; si en el seno de un imperio que abarque toda la tierra se hicie-
normativistas con las que en tiempo s de segurid ad no estorba da gustan _

11¡
si �c ef�c�iva �ente 1mposibl � e impensable para todo tiempo una gue-
hombres de engañarse a sí mismos acerca de las realidades políticas. Y ' ra �ivt!; �:• en consecuencia, desapareciese hasta la eventualidad de
dentro de un Estado existen partidos organizados capace s de propor cionar
a la distrnci?:1 entre amigo y enemigo, en tal caso lo que habría sería •· -
a sus miembros más protección que el Estado, éste se reducirá a lo sumo a una acepcion del mundo, una cultura, una civilización, una econo-
un mero apéndi ce de tales partido s, y cada ciudada no sabe siempr e bien
rnfa, una mo�al, un derecho, un arte, un ocio, etc., químicamente li-
quién tiene que obedecer. Esto puede justificar una «teoría pluralista del _
Estado» como la que hemos tratado más arriba (cfr. 4). En las relaciones 1,rcs ?e pohtica, pero no habría ya ni política ni Estado. Y o no sé si
ad
de política exterior y entre Estados aún es más clara la elemental veracid �nne¡ante ?stado de la humanidad y del mundo se producirá alguna
de este axioma de protección y obediencia: el protect orado interna cional, wz, rn cuando. De m?mento no lo hay. Y sería una ficción poco
ga­
la liga o federación hegemónica de estados, los tratados de protección y 1,onr�da darlo por existente, y una equivocación que se desharía
rantía de todo tipo hallan en él su fórmul a más simple. por si s?la creer que, po�q�e hoy en día una guerra entre las grandes �
pote��ias se convierte fact!mente en una «guerra mundial», la fina-
Sería una torpeza creer que un pueblo sin defensa no tiene más l 1,-:ac10n de esa gu erra tendría que representar en consecuencia la
que amigo s, y un cálculo escandaloso suponer que la falta de resis­ _
•<IHIZ mundial» y con ella ese idílico Estado final de despolitización
tencia va a conmover al enemigo. Nadie creería posible que el mun­ 1 nmpleta y definitiva.

do entre en un estado de moralidad pura por renuncia a toda pro­


¡J
La humanidad como tal no puede hacer una guerra' pues carece ..1
ductividad estética o económica, por poner un ejemplo; pues bien, .
1 1r enemigo, a 1 menos sobre este planeta. El concepto de la humani-
l
a
aún es mucho menos imaginable que un pueblo, por renunciar 1 l11CI excluye el del enemigo, pues ni siquiera el enemigo deja de ser

toda decisión política, pueda llevar a la humanidad a un estado pu­


l,,.,mbres, de modo que no hay aquí ninguna distinción específica;
ramente moral o puramente económico. P,2!9ue v.r._,eue� l?..,haya 1 ,I que se hagan guerras en nombre de la humanidad no refuta esta
e !eE�rse_e ..n, l��§iep ae l9 polí­
P:;illc!,9,Ja...fqsJ.H�Pli!..,Y.gi�m_a...iii, ,,,w,§.el vrrd ad dementa�, sino que posee meramente un sentido político
que . desa- _
tic�<¡> va,,%,._,�S�ªPíltece.r lo PPJ.í!.l\?,9,,d mu�po. �o ' ·úri_ico 1 1 ,1 r� 1cularmente mtenso. Cuando un Estado combate a su enemigo
par� en,_��,s;a§..0.,,,$,�.�11.Pueb!<?._débil. ¡u1l1t1c � en n�mbre de la humanidad, no se trata de una guerra de la
l1111na01dad smo de una guerra en la que un determinado Estado
.....
4' -�

pr<'tcnde apropiarse un concepto universal frente a su adversario


6
11111 el fin de identificarse con él (a costa del adversario), del mism�

11111�1 o que se p�ede ha�e� un mal uso de la paz, el progreso, la civili-


Del rasgo conceptual de lo político deriva el pluralismo en el 11 10, � con el fm de r�ivmdicarlos para uno mismo negándoselos al
mundo de los Estados. La unidad política presupone la posibilidad I IIC'ITI1go. «LJJlurnanJ,S�d» resulta ser un instrumento de lo más útil
real del enemigo y con ella la existencia simultánea de otras unida­ p111 a las .ez¡;. . f!.ª,,U iQ.,QSS im2erialistas, y en su arma ettco- umamtaria
,
des políticas. De ahí que, mientras haya sobre la tierra un Estado l 11ll�tituye. UlJ v:ehíqifo especíh�--a�r Imeeriañ;��Ó�o.
habrá tamhis;n o'tros...y n&l B.1r1$de hapet. .U!L$5E stad� ..!¾!).oia l �que
idad. El mundo político es l\quí se podría, con una modificación muypimslSk,'"ap iCa� una
abarque toda la tierra
' . 71P ....
human
¡ a toda lla nll« T _..,_...._

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""" �F ...., ,_.....; ,� ü \; .; } . .

\f'l.,�� �..
84 Carl Schmitt El concepto de lo político 85

fórmula acuñada or Proudhon: el ue dice humanidad está inten- de todo esto la fundación de una liga de los pueblos que abarcase al
ta;dé/ éngafu'T""' · · ucir e noniore de la «humanidad», apelar a la
. ....
N,...�·� ....,, 1,1,

conjunto de la humanidad podría responder a la tendencia, hasta


� · .

hiimá"rñiil'ct�t'onfiscar ese término, habida cuenta de que tan excel­ ahora comprensiblemente muy imprecisa, de organizar un Estado
so nombre no puede ser pronunciado sin determinadas consecuen­ ideal apolítico en el seno de una sociedad universal de la «humani­
cias, sólo puede poner de manifiesto la aterradora pretensión de ne­ dad». Por eso casi siempre que se habla de esa liga de los pueblos, se

1
gar al enemigo la calidad de hombres, declararlo hors-la-loi y hors suele reivindicar, de forma bastante acrítica, que debe ser «univer­
l'humanité, y llevar así la guerra a la más extremada inhumanidad 19, sal»; esto es, que todos los Estados de la tierra han de ser miembros
Pero al margen de esta manipulación tan política del nombre apolí­ de la misma. Tal universidad implicaría sin embargo una completa
tico de la humanidad, no existen guerras de la humanidad como tal. despolitización, y con ello, si se ha de ser mínimamente consecuen­
La humanidad no es un concepto político, y no le cor_responde tam­ te, la falta de Estados.
p�Có" unict'áct ;;-C'omuriidaa poliifé•a ni'pOse'é�slatus p,._olítico� El con­ Desde ese punto de vista la organización q·1e nace en Ginebra
cep o mí"'manrtarÍb a_e 1.i humanidad·cÓnstituyó �� el�iglo XVIII una en 1919 como resultado de las conversaciones :le paz de París, de­
negación polémica del ordenamiento aristo�r�tic�-feudal o est�­ nominada en Alemania Volkerbund pero a la que cuadra mejor la
mental vigente en aquel momento y de sus pnv1leg1os. La humani­ designación oficial francesa e inglesa (Société aes Nations, League of
dad de las,doctrinas iusnaturalistas y liberal-individualistas es uni­ Nations), constituye un montaje contradictorio. Se trata de una or­
versal, esto es, una construcción social ideal que comprende a todos ganización interestatal que presupone Estados como tales, regula
los seres humanos de la tierra, un sistema de relaciones entre los algunas de sus relaciones recíprocas e incluso garantiza su existen­
hombres singulares que se dará efectivamente tan sólo cuando la cia política. No sólo no es una organización universal sino que ni
posibilidad real del combate quede excluida y se haya vuelto impo­ siquiera es propiamente internacional, si se mantiene la distinción,
sible toda agrupación de amigos y enemigos. En semejante sociedad usual al menos en el ámbito alemán, entre internacional e interesta­
universal no habrá ya pueblos que constituyan unidades políticas, tal. Esta distinción es en ese ámbito correcta y veraz, y restringe la
pero tampoco habrá clases que luchen entre sí ni grupos hos­ significación de lo internacional a aquellos movimientos que, atra­
tiles. vesando las fronteras entre Estados y los muros entre ellos, ignoran
La idea de una liga de los pueblos tuvo un perfil claro y preciso el carácter de territorio cerrado, impenetrable e impermeable de los
mientras se mantuvo como un concepto polémico que se oponía al Estados vigentes, como ocurre por ejemplo con la Tercera Interna­
de la liga de los príncipes. Así es como surgió el término alemán cional. Este ejemplo muestra con claridad la oposición elemental
Volkerbund en el siglo xvm. Este carácter polémico desapareció entre internacional e interestatal, entre sociedad universal despoli­
cuando la monarquía adquirió un significado político. Una «liga de tizada y ga rantía interestatal del status quo de las actuales fronteras
los pueblos» puede ser también el instrumento ideológico del impe­ nacionales, y en el fondo apenas resulta comprensible cómo un tra­
rialismo de un Estado o coalición de Estados dirigido contra otros tamiento científico de la «liga de los pueblos» ha podido pasar esto
Estados. En tal caso se le aplica la totalidad de lo expuesto a propó­ por alto y contribuir incluso a incrementar la confusión.
sito del uso político del término «humanidad». Ahora bien, aparte La Sociedad de las Naciones de Ginebra no suprime la posibili­
dad de que haya guerras, en la misma medida en que no cancela los
19 Sobre el «de stierro» de la guerra, cfr. supra p. 51. Pufendorff (Dejure Naturae Estados. Introduce nuevas posibilidades de guerras, permite las
et Centium VIII, c. VI, parte 5), cita aprobatoriamente la afirmación de Bacon de guerras, favorece las guerras de coaliciones y aparta una serie de in­
que determinados pueblos «e stán proscritos por la propia naturaleza», por eiemplo
los indios de América, porque comen carne humana. Y en efecto, los rnd10s nor­
hibiciones frente a la guerra desde el momento en que legitima y
teamericanos fueron aniquilados. A ida ue ro esa la civilización se incre­ sanciona determinadas guerras. Tal como existe hasta la fecha,

m� nta l! lfloral!�ª dz.l!e� n ser sufident� s c�a�, astañres"� ipo ensihs que el
¿
constituye una instancia de negociación que puede ser muy útil, un
ca����111crnara,.me�� Ut.!,ª proscr!prn� :1 de � s_a c!as�; �n,_ algun momento puede sistema de conferencias entre diplomáticos que se reúnen bajo las

�... �I, h�� :.(
,�-w.:1�-�.;Lt r�
_ ,
qu e aste el q ue u n p ueblo no._ esté en cond1c1ones de paga ; s.us deudas.
" " • designaciones «Consejo de la Liga de los Pueblos» y «Asamblea de la
86 Car! Schmitt El concepto de lo político 87

Liga de los Pueblos», en combinación con una oficina técnica lla­ ría Estado, reino ni imperio, república ni monarquía, aristocracia
mada Secretaría General. Como he mostrado en otro lugar 20 , no se ni democracia, ni protección ni obediencia: habría perdido todo ca­
trata de una liga, aunque tal vez sí de una alianza (Biindnis). El con­ rácter político.
cepto auténtico de la humanidad se muestra en él operativo tan sólo Lo que hay que preguntarse es a qué hombres correspondería el
en el hecho de que su verdadera actividad se desarrolla en el domi­ tremendo poder vinculado a una civilización económica y técnica
nio humanitario y no político, de modo que, siquiera como comu­ que comprendiese el conjunto de la tierra. La pregunta no se puede
nidad administrativa entre Estados, posee una «tendencia» a la uni­ desvirtuar con la esperanza de que para entonces todo «iría solo»,
versalidad. Claro que teniendo en cuenta su verdadera constitu­ que las cosas «se administrarían a sí mismas» y que ya no haría falta
ción, así como el hecho de que incluso en el seno de esa llamada que unos hombres gobernasen a otros, ya que todos los hombres se­
«liga» sigue siendo posible la guerra, la «tendencia» en cuestión tam­ rían absolutamente «libres». La pregunta es justamente «libres para
poco es mucho más que un postulado ideal. Y una liga de pueblos qué>>. Y se podrán ofrecer respuestas basadas en conjeturas optimis­
que no sea universal sólo puede tener un significado político en la tas o pesimistas, pero todas dependerán en último extremo de una u
medida en que represente una alianza potencial o efectiva, una coa­ otra confesión de fe antropológica.
lición. Con eso no se habría eliminado el ius belli, sino que habría
quedado trasladado más o menos, por completo o parcialmente, a
la «liga». En cambio una liga de los pueblos entendida en el sentido 7
de una organización universal de la humanidad y como dotada de
existencia concreta, tendría que llevar a cabo la difícil tarea, en pri­ Se podría someter a examen la antropología subyacente a todas
mer lugar, de arrebatar el ius belli a la totalidad de las agrupaciones las teorías políticas y del Estado, y clasificarlas según que conscien­
humanas subsistentes, y en segundo lugar, de no asumir a su vez te o inconsciente partan de un hombre «bueno por naturaleza» o
ningún ius belli, pues en caso contrario volvería a desparecer la uni­ «malo por naturaleza». La distinción habrá de tomarse en su sentido
versalidad, la humanidad, la sociedad despolitizada, en una palabra, más genérico, no en algún sentido específico moral o ético. Lo im­
todos los rasgos esenciales. portante es si el hombre se toma como presupuesto problemático o
Si un «Estado mundial» llegara a abarcar a toda la tierra y a to­ no problemático de cualquier elucubración política ulterior, esto
dos los hombres, no sería ya una unidad política, y llamarlo «Esta­ c.:s, si el hombre se entiende como un ser «peligroso» o inocuo, si
do» no sería más que una figura retórica vacía. Si toda la humani­ constituye un riesgo o una amenaza, o si es enteramente inofen­
dad y todo el mundo quedasen unidos sobre la base de una unidad �ivo.
únicamente económica y de tráfico, esto no se traduciría en más
«unidad social» de lo que puedan serlo los inquilinos de un bloque No vale la pena entrar aquí a examinar las innumerables variaciones y
de viviendas, o los usuarios conectados a una misma red de gas, o modificaciones de esta distinción antropológica entre el bien y el mal. La
los pasajeros de un mismo autobús. Mientras tal unidad se mantu­ «maldad» puede entenderse como corrupción, debilidad, cobardía, estupi­
viese como sólo económica o de tráfico, a falta de adversario no po­ dez, o también como «salvajismo», instinto, vitalidad, irracionalidad, etc.;
dría ni siquiera elevarse a la condición de partido económico y de la «bondad» será correlativamente racionalidad, perfectibilidad, ductili­
tráfico. Y si, yendo más lejos, pretendiese llegar a formar también dad, educabilidad, pacífica simpatía, etc. Es llamativa la facilidad con la
una unidad cultural, ideológica o «más elevada» en algún sentido, que las fábulas sobre animales se dejan interpretar en un sentido político;
casi todas pueden relacionarse con algu na situación política actual: el pro­
pero sin dejar de ser estrictamente apolítica, lo que sería en tal caso blema de la «agresión» en la del lobo y el cordero; la cuestión de la culpa en
es una corporación de consumo y producción a la busca del punto la fábula de La Fontaine sobre la peste, la culpa de la cual naturalmente se
de indiferencia entre las polaridades ética y económica. No conoce- hace caer sobre el asno; la cuestión de la justicia entre Estados en las fábu­
las sobre asambleas de animales; la cuestión del desarme en el discurso
20 Die Kemfrage des Volkerbundes, Berlín, 1926. <'iectoral de Churchill en octubre de 1928, donde se muestra cómo cada
El concepto de lo político 89
88 Car! Schmitt

animal presenta sus dientes, garras o cuernos como medios al servicio del Plessner 1� característica primaria del hombre reside en que es «un ser que
_
mantenimiento de la paz; los peces grandes que se comen a los peces chi­ se d1sta?cia» '. y que en su esencia permanece indeterminado, inescrutable y
cos, etc... Todo esto se explica por la estrecha conexión entre la antropolo­ «cuest10n abierta)>. Traducido esto al lenguaje ingenuo y primitivo de las
gía política y Jo que los filósofos políticos del xvn (Hobbes, Spinoza, Pu­ antropologías políticas que trabajan con la distinción entre «bueno y
fendorff) llamaban el «Estad��' la situación en la que viven los di­ «malo», esa «apertura permanente» y dinámica de Plessner, con su cerca­
versos Estad'ts entre sí, y que lo es de peligro y amenaza constantes, moti­ nía a las cosas y a la realidad y su disposición a arriesgar algo, ya por el
vo por el cual los sujetos que actúan en su seno son «malos» igual que los mero hecho de tener una relación positiva con el peligro o con lo peligro­
animales que Jo hacen movidos por sus instintos (hambre, rapacidad, mie­ so debería caer más cerca del «mal» que del bien. Concuerda con esto el he­
do, celos). cho de que también Hegel y Nietzsche estén del lado «malo», y que, en fin,
Por eso, para las consideraciones que se están haciendo aquí, no tene­ el «poden, en general sea algo malo (según la famosa frase de Burckhardt,
mos necesidad de echar mano de la siguiente distinción de Dilthey que de todos modos tampoco es inequívoca).
(Schriften II, 1914, p. 31): «Según Maquiavelo el hombre no es malo por
naturaleza. Algún pasaje en él parece afirmarlo... Pero lo que quiere decir . . :a se ha señalado en más de una ocasión que justamente la opo­
una y otra vez es que el hombre posee una irresistible inclinación a pasar sic10n entre las llamadas teorías autoritarias y anarquistas puede re­
del deseo al mal, si no hay algo que lo estorbe: animalidad, instinto, afecto trotraerse a estas fórmulas 21 • Parte de las teorías y construcciones
constituyen el núcleo de la naturaleza humana, y más aún el amor y el te­ que �resuponen que el hombre es «bueno» en la forma ya enunciada
mor. Maquiavelo resulta inagotable en sus observaciones psicológicas so­ s?n hber�les y se orientan polémicamente contra la injerencia del
bre el juego de los afectos... Es de este rasgo fundamental de la naturaleza Estado, sm por eso ser propiamente anarquistas. En el caso del
humana de donde él extrae la ley fundamental de toda vida política.» Muy anarquismo puro resulta evidente hasta qué punto la fe en la «bon­
acertadamente dice Ed. Spranger en el capítulo «El hombre de poden> de dad natural» está en conexión con la negación radical del Estado,
sus «Formas de vida»: «Es natural que para el político la ciencia del hom­
que la una denva de la otra y ambas se apoyan recíprocamente. Para
bre ocupe el primer plano de su interés.» Me parece sin embargo que aquí
Spranger entiende ese interés demasiado unilateralmente como interés los liberales en cambio la bondad del hombre no es otra cosa que un
técnico por el manejo táctico del «mecanismo instintivo de los hombres». argumento con cuya ayuda se pone el Estado al servicio de la «so­
En el desarrollo ulterior de ese mismo capítulo, tan extraordinariamente ciedad», y no. quiere decir sino que la sociedad posee un propio
,
fecundo en ideas y observaciones, se reconocen también una y otra vez los orden en s1 misma y que el Estado le está subordinado; ella lo con-
fenómenos específicamente políticos, y la existencialidad toda de lo políti­ 1 rola con más desconfianza que otra cosa, y lo sujeta a límites estric­
co, en forma abrumadoramente cercana. Por ejemplo su frase «la dignidad tos.
del llamado "hombre de poder" parece crecer con su esfera de influencia» La formulación clásica de esta idea se encuentra en Thomas
hace referencia a un fenómeno que tiene su sede en la esfera de lo político f>aine: la sociedad (sociery) es el resultado de la regulación racional de
y que, por lo mismo, sólo puede ser entendido políticamente, como caso nuestras necesidades, el Estado (government) es el resultado de nues-
de aplicación de la tesis de que el punto de lo político se determina según
1 �os vicios 22• s!,.radicalisr,n.0J1ostil�l.E�H9º crece en la misma me­
la intensidad del distanciamiento por el que se orientan las asociaciones y
disociaciones que marcan la pauta; tampoco la fórmula hegeliana del vuel­ ,IJ��nJ.a.handad.r,adical ge,.la,JJ:<\tll�����.Er�fíibe-
co de la cantidad a la cualidad puede entenderse más que como política ralismo hurgues no fue nunca radical en un sentido pofítico. Pero es
(cfr. nota sobre Hegel en p. 62). evidente que sus negaciones del Estado y de lo político, sus neutra-
H. Plessner, el primer filósofo moderno que se ha atrevido a montar 1 iiaciones, despolitizaciones y declaraciones de libertades poseen
una antropología política de altura (en su libro Macbt und menscbiicbe Natur,
21 Politische Theologie, 1922, pp. 50 y ss.; Die Diktatur, pp. 9, 109, 112 y ss.,
Berlín, 1931 ), dice con toda razón que no existe fiiosofía ni antropología
que carezca de relevancia política, del mismo modo que no existe tampoco 12 3, 148.
22 Cfr. Die Dikt tur, op. cit., p. 114. La formulación del Tribun du peuple de Ba­
ninguna política filosóficamente irrelevante; reconoce en particular que la � _
hcuf: Toute mst1tut1on qw ne suppose pas le peuple bon et le magistrat corruptible
filosofía y la antropología, como formas de saber que se refieren a la totali­ .. (es condenable) no es liberal, smo que posee el sentido de la identidad democrá-
dad, y a diferencia de las disciplinas que se limitan a «ámbitos» determina­ 11ra de gobernantes y gobernados.
dos, no pueden neutralizarse frente a decisiones vitales «irracionales». Para

.......
90 Car! Schmitt El concepto de lo político 1¡¡

también un sentido político determinado y se orientan polémica­ En el siglo x1x el caso al que se aplica esa frase es en rigor el ámhl10
mente, en el marco de una cierta situación, contra un determinado económico; en ese ámbito «autónomo», presuntamente neutral en cuanto
Estado y su poder político. Lo que ocurre es que en realidad no son a lo político, que era la «economía» estuvo produciéndose de continuo ese
una verdadera teoría del Estado ni una idea política. Pues si bien es salto, la transformación en político de lo hasta entonces apolítico y pura­
el.
cierto gue libs;r,,a�h.¡¡.,tieg�o..,.i-a.di!:ajmente �l_]B'a9 �?, �o
mente «objetivo». La posesión económica por ejemplo, al alcanzar un de­

l
_ terminado quantum, se convertía con toda evidencia en poder «social» (o
lo es menos que tam oco ha h�pa_do una te:,gf.Í.iU2.2§.Á!,l);:a..!l,ÜljJ.�
más correctamenté, en poder político), la proprieté se hace pouvoir, la oposi­
forma propia e sta o,..�ino 9µe tf}}J..,.s.9¡0,b.,a..9.t:Q&J;u;..a..dP�ar ción de clases, motivada al comienzo sólo socialmente, se transformó en
lo...J?.ofí'fre6'":1'
'"
'ttffll'. ��ometerlo a lo econórn,ico; ha creado un lucha de clases entre grupos hostiles. Es también en Hegel donde se en­
f docmí�t� Jra'i�eq"Uil!b;tc;ct';i���:S», esto es, un sis]: cuentra la primera definición polémico-política del burgués como el hom­
\\tema de trabas y controles del Estado que no es posible calificar d bre que no desea abandonar la esfera de lo privado, como apolítica y libre
teoría del Estado o de principio de construcción política. de riesgos, que en la posesión y en la justicia de la posesión privada se com­
En consecuencia queda en pie un hecho sin duda notable y que porta como individuo frente al todo, que halla la sustitución y compensa­
no dejará de inquietar a muchos: que todas las teorías políticas pro­ ción de su nulidad política en los frutos de la paz y de la adquisición de bie­
piamente dichas presuponen que el hombre es «malo», y lo conside­ nes y sobre todo «en la perfecta seguridad del disfrute de los mismos», y que,
ran como un ser no sólo problemático sino «peligroso» y dinámico. como consecuencia de lo anterior, quiere quedar eximido de la necesidad
de ser valeroso y de los peligros de una muerte violenta ( Wissenschaftliche
No es difícil documentar esta posición en cada uno de los pensado­
Behand/ungen des Naturrechts, 1802, Ed. Lasson, p. 383, Glockner, I,
res específicamente políticos. Por muy diversos que sean el tipo, el p. 499).
rango y la significación histórica de esos pensadores, en la medida Por último Hegel nos proporciona también una definición del enemigo,
en que son pensadores específicamente políticos, están todos de algo que los pensadores de la Edad Moderna tienden más bien a evitar: el
acuerdo en concebir la naturaleza humana como cosa problemática. enemigo es la diferencia ética (sittlich) (no en el sentido moral, sino como
Bastará con mencionar aquí los nombres de Maquiavelo, Hobbes, pensada desde la «vida absoluta» en lo «eterno del pueblo»), diferencia que
Bossuet, Fichte (cuando deja de lado su idealismo humanitario), De constituye lo ajeno que ha de ser negado en su totalidad viva. «Tal diferen­
Maistre, Donoso Cortés, H. Taine; y también Hegel, que en esto no cia es el enemigo, y la diferencia, contemplada como relación, es al mismo
deja de mostrar de vez en cuando su doble faz. tiempo oposición del ser a los opuestos, es la nada del enemigo, y esta
nada, atribuida por igual a ambos polos, es el peligro de la lucha. Para lo
No obstante Hegel se mantiene en todo momento como político en el ético este enemigo sólo puede ser un enemigo del pueblo, y a su vez no
mejor de los sentidos. También aquéllos de entre sus escritos que se ocu­ puede ser sino un pueblo. Y porque aquí se muestra la singularidad, es
pan de cuestiones actuales de su momento, en particular y sobre todo el ge­ para el pueblo como el individuo se entrega al peligro de la muerte.» «Esta
nial escrito de juventud «La Constitución de Alemania», no son sino docu­ guerra no lo es de familias contra familias, sino de pueblos contra pueblos,
mentación lógica y natural -que no pierde nada de su transparencia por­ y con ello el odio queda indiferenciado en sí mismo, libre de toda persona­
que aquí o allá muestre aciertos o errores efímeros- de la verdad filosófi­ lidad.»
ca de que todo espíritu es espíritu actual, presente, no algo que haya de Habría que pregu ntarse cuánto tiempo residió realmente en Berlín el
buscarse o encontrarse en una representación barroca o en una coartada espíritu de Hegel. En cualquier caso la tendencia que se impuso en Prusia
romántica. Este es el hic Rhodus hegeliano, y ésta la autenticidad de una fi­ desde 1840 prefirió hacerse obsequiar con una filosofía «conservadora»
losofía que no se abandona a la mera fabricación de redes de pesca intelec­ del Estado, la de Friedrich Julius Stahl, mientras que Hegel emprendió su
tual desde una «pureza apolítica» que es puro y simple apoliticismo. Tam­ peregrinación, a través de Marx y de Lenin, hacia Moscú. Allí su método
bién es de carácter específicamente político su dialéctica del pensar con­ dialéctico reveló su fuerza concreta en un nuevo concepto concreto del
creto. La tantas veces citada fórmula del salto de la cantidad a la cualidad enemigo, el del enemigo de clase, y lo transformó todo, a sí mismo -al
posee un sentido indefectiblemente político y expresa el conocimiento de método dialéctico-, la legalidad y la ilegalidad, el Estado, incluso el com­
que desde cualquier «ámbito de la realidad» se llega al punto de lo político,
y con ello a una intensidad cualitativamente nueva de la forma humana de
agruparse.
(Historia y conciencia de clase, 1932, Lemn, 1924) doQ.SJ� .9™
promiso con el adversario, en un «ar�a» de esa lucha. E?cien G�Lukács ,

gel muestra su máxima vitalidad. Lukács cita también un dicho de Lenin,


( toQ ll!U • t Ia--
92

/l
Carl Schmitt 1 •.I concepto de lo político 93

atribuido por éste a Hegel, no sobre las clases sino sobre la unidad política mina en ú�,W.<;;ÍJ J?g!,.l_g pqsibilid.act. i:tal. de� que e:i;:ista un
de un pueblo en lucha: «Las personas», dice Lenin, «que entienden la polí- c•ne11:i��.!�J,:f��!,��igli},s;�"¼,ªrgum,t;�UºP.:���9l;?re.J�p�J.ltic;:o
tica como pequeños trucos que en ocasiones lindan con el engaño, tienen v , 1 iQc,ilme��,.E2 fJª ar CO!l_?-<?...Punto ����.,�A�2?.l!W.J.S�º»
que ser resueltamente rechazadas por nosotros. No se puede engañar a las �
clases».
;mtropclo�o. Junt o a a"p�silftlia�l enemigo tendnan que re-
nu�ffi!'fimoién a toda consecuencia específicamente polít ica.
La co nexión entre las teorías políticas y los dogmas teológicos;
La cuestión no se resuelve con calificaciones psicológicas como concernientes al pecado, tan llamativa en pensadores com o Bos­
«optimismo» y «pesimismo »; y tampoco se llega a ningu na parte suet, Maistre, Bonald, Donoso Cortés y F. J. Stahl, pero que no es
con tergiversacio nes como la del anarquismo, que sostiene que sólo menos operativa en otros innumerables teóricos, se explica por la
son malos l os hombres que consideran malo al hombre, ya que la afinidad existente entre los supuestos de unas y otros. Mientras la
consecuencia es que los que lo consideran bueno, esto es, los anar­ te ología no se diluya en una mera moral normativa o en pedagogía,
quistas, quedan así facultado s para ejercer algun a clase de dominio y mientras la dogmática no se quede en pura disciplina, el dogma
o control so bre los malos, con lo que el problema comienza de nue­ teológico fundamental del carácter pecaminoso del mundo y del
vo. Lo que hay que hacer, por el con trario, es ser co nsciente de has­ hombre obliga, ig ual que la distinción entre amigo y en emigo, a cla­
ta qué punto so n diversos los supuestos «antropo lógicos» que sub­ sificar a los hombres, a «tomar distancia», y hace impo sible el opti­
yacen a cada ámbito del pensamiento humano . Un pedagogo se en­ mismo indiscriminado de un c oncepto del hombre igual para to­
cuentra bajo la necesidad metodológica de tener al hombre por edu­ dos. Claro está que en un mundo bueno habitado por hombres bue­
cable y susceptible de recibir una formación. Un jurista de derecho nos gobernarían la paz, la segu ridad y la armonía de todos con
privado parte del aforismo unus quisque praesumitur bonus 23• Un teólo­ todos; en él los curas y teólogos harían tan poca falta como los po lí­
go dejaría de serlo si dejase de tener al hombre por pecaminoso y ticos y estadistas. La significación que para la psico logí::t individual
precisado de redención, y no fuese ya capaz de distingu ir entre redi­ y social adquiere la negación del pecado original ha sido puesta de
midos y por redimir, entre elegidos y no elegidos, mientras que el relieve po r Tr oeltsch (en sus Sozial/ehren der christlichen Kirchen) y por
moralista presupone que existe libertad de elección entre el bien y el Seilliere (en numero sas publicaciones sobre el romanticismo y los
mal 24 • Y d�_el_m.ome�tQ, e,.Q,...Q��.la�esfg; de1)�Ja?lítico se deter- románticos) con el ejemplo de muchas sectas, herejes, románticos y
anarquistas.
� r,,;,I'- ...

Queda pues claro el nexo metódico que existe entre los supues­
23 El liberal Bluntschli, Lehre vom modemen Staat II, «Politik als Wissenschaft», tos del pensamiento teo_lpgic<2..y po_lJtt�P- Lo que ocurre es que el so­
Stuttgart, 1876, p. 559, opone a la teoría de los partidos de Stahl que la jurispru­
dencia (de la que por cierto no hace cuestión en ningún momento en esta teoría de porte teo lógico contribuye con frecuencia a embrollar los concep­
los partidos) no parte de la maldad de los hombres, sino de la «regla de oro del ju­ tos político s, ya que acostumbra a desplazar toda distinción al do­
rista» quivis praesumitur bonus, en tanto que Stahl hace suya la actitud teológica de si­ minio de la teología moral, o al menos la confunde co n él, y co n
tuar en la cumbre de su argumentación la condición pecadora de los hombres. Ju­ ello u n cierto ficcionalismo normativista, o peor aún, un o portu­
risprudencia es para Bluntschli naturalmente procedencia del derecho civil (cfr. nismo pedagógico-práctico, acaba po r enturbiar el conocimiento
supra, nota 1 ). La regla de oro del jurista tiene su sentido en la regulación de la car­
ga de la prueba; presupone por lo demás la existencia de un Estado que ha puesto de los enfrentamientos existenciales. Teóricos de la golítica como
las «condiciones externas de la moralidad» por medio de un ordenamiento pacifi­ Maquiavelo, Hobbes, frecuentemente tahlbién Fiypte, lo vniq.z.g':!$
cado y garantizado frente a los peligros que pudieran amenazarlo, y que ha creado hacetÍ. con su « 'ésimls o» es ; resu oner la realidad o osibil,m_�
una situación de normalidad dentro de la cual el hombre puede ser «bueno». rea e a 1stinción entre ami o enemi o. En este sentido hay que
24 En la medida en la que la teología se convierte en teología moral, pasa a pri­
mer plano este punto de vista de la libertad de elección y palidece la doctrina de la edtenctel- 'é'l!ifiol5 es, pensa or po 1t1co grande y sistemático donde
pecaminosidad radical del ser humano. «Homines !iberos esse et eligendi facultate los haya, en primer lugar, la concepción «pesimista» del hombre; en
praeditos; nec proinde quosdam natura bonos, quosdam natura malos», Irenaeus, segundo lugar, su correcta comprensión de que lo que desencadena
Contra haereses IV, c. 37, Migne VII, p. 1099. las más terribles hostilidades es justamente el que cada una de las
- 1

94 Car! Schmitt El concepto de lo político 95

partes está convencida de poseer la verdad, la bondad y la justicia; y Lable. Pero al igual que sucede con todas las esferas de la vida y el
finalmente, en tercer lugar, que el bellum de todos contra todos no es pensar humanos, puede ser utilizado en apoyo o en contra..,de algu ­
na otra esfera. Desde el punto de vista del pensamiento político es
�un engendro de una fantasía obcecada y cruel, ni tampoco una mera natural, y no tiene nada de ilegal o de inmoral, atender al sentido
¡ilosofía de una sociedad bur gu esa que se está construyendo sobre la
fase de la libre «competencia» (Tonnies), sino que se trata de presu- político de esas utilizaciones del derecho o de la moral, y en particu­
Jl. :ruestos elementales de un sistema de ideas específicamente po­
lar, frente a expresiones como la del «imperio» o incluso la sobera­
nía «del» derecho, plantear simpre algunas preguntas de naturaleza
�ítico. más concreta: en primer lugar, si «derecho» designa en este caso las
Como estos pensadores mantienen siempre ante sus ojos la exis-
J
..:;.....) encialidad concreta de un posible enemigo, con fecuencia procla­ leyes positivas vigentes y los métodos legislativos correspondientes
...¡ t¡ue han de seguir estando en vigor. Pues en tal caso el «imperio del
man un tipo de realismo capaz de provocar el terror en las personas
· ,.-1( i ,:
1f.ecesitadas de seguridad. Sin querer ahora tomar partido respecto
derecho» no sign ifica otra cosa que la legitimación de un determi­
$ M,d_e la cuestión de la dotación natural del hombre, se puede afirmar
nado status quo en cuyo mantenimiento están lógicamente interesa­
dos todos aquellos cuyo poder político o ventaja económica poseen
�sm duda que los hombres en general, al menos mie�tras la vida les
---� resulta soportable o mientras les va bien, aman la ilusión de una su estabilidad en el seno de ese derecho.
� ;f }quietud no amenazada y no soportan a los «pájaros de mal agüero». En segundo lugar la apelación al derecho podría significar que
� ;, . Así pues a los adversarios políticos de una teoría política clara no ni derecho del status quo se le opone un derecho superior o más co­
� ; ; les resulta difícil oponerse a un conocimiento y descripción claros rrecto, lo que acostumbra a denominarse derecho natural o de ra-
i
: .,,, de los fenóm�nos y de la� verdades p�líticos, descalificarlos, desde
1
1/.Ón. Para un político será entonces evidente que el «gobierno» o la
«soberanía» de esta clase de derecho significa gobierno y soberanía
-; una perspectiva cualquiera, como inmorales, no económicos,
.. acientíficos, y sobre todo -que es lo que importa políticamente- de los hombres que pueden apelar al derecho superior y decidir so­
1
_. "t ideclararlos hors-la-loi en calidad de obra diabólica que hay que com­ bre cuál es su contenido, y sobre quién y cómo tiene que aplicarlo.
1 lobbes ha extraído estas simples consecuencias del pensamiento
batir.
} ,,I !
.l:9
Tal es el destino que tuvo Maquiavelo, el cual, si llega a ser un político con más claridad que cualquier otro y sin dejarse inducir a
nror en ningún sentido, afirmando una y otra vez que la soberanía

¡J
j/¿,,_. �aquiave�ista, en lugar de escribir El príncipe habría escrito más
1 _ del derecho significa únicamente la soberanía de los hombres que
" ,¡ ;¡ bien un libro plagado de sentencias conmovedoras. En realidad

";) ti Maquiavel� estaba a la defensiva, como lo estaba también su patria, imponen las normas jurídicas y se sirven de ellas, que el imperio de
que en el siglo xvr estaba expuesta a las invasiones de alemanes, 11n «ordenamiento superior» no es más que una frase vacía si no po­
fran��ses, españoles y turcos. Esta posición ideológica defensiva se �cc el sentido político de que determinados hombres pretendan go­
., _ bernar, sobre la base de este ordenamiento superior, sobre personas
rep1t10 a COI,!Uenzps del XIX en Alemania, durante las invasiones re-
ele un «ordenamiento inferiorn. Aquí el pensamiento político resul-
.1
_j v?lucionar�as y napb'"™'óittcás'at'ío'rfrari:ceses. EsJ..a ép�,fª ,ep. la qu�
1 a irrefutable dentro de su esfera autónoma y cerrada, pues siempre
Ftc�g_cl. d,e�elvw fil! c;::�dito a Maquiavelo, cuando_lo_im­
""- por,m��IJ,wepjp. al�U1tn;;,.r._a. def�nd.f,S,¡e,de _ug.�níigique �crán grupos concretos de personas los que combatirán contra otros
estaba b_µ�q�Q... e�p::i,f!,§,jp.{l, con,-:1,1.J?.a)d�glogí,a ,b}!,t�!!lM!ia. grupos igualmente concretos de ellas en nombre del «derecho» o de
La peor de las confusiones es la que se produce cuando concep­ la «humanidad» o del «orden» o de la «paz», y el observador de los
tos como derecho y paz son esgrimidos políticamente para obstacu­ fenómenos políticos, si se atiene consecuentemente al pensamiento
lizar un pensamiento político claro, legitimar las propias aspiracio­ político, no podrá ver nunca en los reproches de inmoralidad y de
nes políticas y descalificar o desmoralizar al enemigo. El derecho, 1 inismo otra cosa que un medio político al servicio de personas que

ya sea público o privado, posee su propio ámbito relativamente au­ libran combates concretos.
tónomo como tal, más seguro cuando se encuentra a la sombra de Tanto el pensamiento político como el instinto político se ava­
una gran decisión política, por ejemplo en el marco de un estado es- l.in teórica y prácticamente en la facultad de distinguir entre amigo
96 Carl Schmitt El concepto de lo político
97
y enemigo. Los puntos álgidos de la gr� n política son al mismo como síntoma del acabamiento político. En Rusia las clases en de­
tiempo los momentos en los que el enemigo es contemplado como clive interpretaron románticamente al labrador ruso antes de la Re­
tal en la mayor y más completa claridad. volución como el mujik bueno, leal y cristiano. En una Europa de­
sorientada, una burguesía relativista estaba procurando convertir
En mi opinión la irrupción más poderosa de semejante hostilidad en la en objeto de su consumo estético todas las culturas exóticas imagi­
Edad Moderna -más fuerte aún que el écrasez /'infame del siglo xvm, que
con todo tampoco puede subestimarse; más fuerte también que el odio a
nables. Antes de la Revolución de 1 789 la sociedad aristocrática
los franceses del Freiherr von Stein y que la expresión de Leist «�s, francesa soñaba con el «hombre bueno por naturaleza» y con un
el ¿icio def ?,1�,P..,2.2S..¼U..P�tª¡: B?r}os motivos»; más fuerte in­ pueblo conmovedoramente virtuoso. Tocqueville describe esta situa­
cluso que as aniquilado;as frases de Lenin c;ntrnrourgués y �ontra d ción en su exposición del Ancien Régime (p. 228) en frases cuya ten­
capitalismo occidental- es la lucha de Cromwell contra la Espana papis­ sión soterrado procede en él también de un pathos específicamente
ta. En su discurso del 17 de septiembre de 1656 (ed. de Carlyle, III, 1902, político: nadie notaba nada de la Revolución; es curioso ver con
pp. 267 y ss.) dice: «The first thing t�erefore, that I sh_all speak to, is That, qué seguridad, con qué incapacidad para percibir las cosas hablaban
that is the first lesson of Nature: Bemg and Preservatlon ... The conserva­ estos privilegiados sobre· la bondad, mansedumbre e inocencia del
tion of That "namely our National Being" is first to be viewe� with res­ pueblo, cuando 1793 estaba creciendo ya bajo sus pies: «spectacle ri­
pect to those who seek to undo it, and so m�ke it no to �e>_> («La pnmera cosa clicule et terrible».
de la que tengo que hablar es ésta, y es la pnmera leccion de la Naturaleza:
el ser y ]a preservación ... La conservación de lo que es "nuestro ser nac10-
nal" debe contemplarse en primer lugar por referencia a qmenes mtentan
aniquilarlo, y hacer que no sea». Consideremos pu� s como nuestros ene­ 8
migos a «the Enemies to the very Being of these (src) Nat1on («los enemi­
gos del verdadero ser de esta Nación») (una y otra vez repite estas expres1�­ El liberalismo del último si lo ha arrastrado consi o una sin
nes de «verdadero sern o «ser nacional»): «Why, truly, your great Enemy is �;is_x s1stemªt!.,<;a,,&Fans mw.a.c,l.�1fl-<;�n.��ra !�acton _ e to as as
the Spaniard. He is a natural enemy. He is n�turnlly so; he is naturally so 1cl�,v.,regr.esentaCJ.on�<k,.Lo e,olflf.\t, �mo reafffl� 1stór1H' q�·
throughout -by reason of that ene�ity t� at is m him agamst whatsoever •s, el liberalismo ha podido sustraerse a lo político en la misma es­
is of God. Whatsoever is of God wh1ch is m you, or wh1ch may be 1Il you» ·asa medida que cualquier otro movimiento humano de considera­
(«Porque en verdad vuestro gran enemigo es el español. Es un enemigo ión, y también sus neutralizaciones y despolitizaciones (de la edu­
natural. Lo es de una manera natural; lo es de una manera natural y cabal
·ación, de la economía, etc.), poseen un sentido político. En todos
-en razón de esa enemistad que le es inherente contra todo lo que es de
Dios. Todo Jo que es de Dios es lo que está en vosotros o lo que puede estar os países los liberales han hecho política i gual que las demás perso-
en vosotros»). Y luego repite: el español es vuestro ene'.11igo, su «ene�ity 11as, y se han coaligado en las formas más diversas con elementos e
_ ideas no liberales, formando nacional-liberalismos, social-liberalis­
is put into him by God» («enemistad ha sido puesta en dpor Dios»); el es
«the natural enemy, the providential enemy», y el que lo tiene por un «ene­ mos, conservadores libres, católicos liberales, etc. 25• En particular
migo accidental» es que no conoce las E_scrituras ni las cosa� de Dios, qu�
_
dijo que pondría enemistad entre tu simiente y la de ella (Genes!s Ill, 15),
25 La serie podría ampliarse sin dificultad. El romanticismo alemán de 1800 a
con Francia se puede concluir una paz, no en cambio con Espana, pues es
un Estado papista y el Papa sólo mantiene la paz cua�do quiere. (La htera­ 1 H ,O es un liberalismo tradicional y feudal, o en términos sociológicos, un movi-
_ 1111cnto burgués moderno en el cual la burguesía carecía aún de la fuerza necesaria
lidad de la expresión inglesa difícilmente puede refle¡arse en la traducc10n ¡wn eliminar el poder político de la tradición aún vigente, motivo por el cual in-
a otras lenguas.) 111116 con él una alianza semejante a la que buscaría más tarde el nacionalismo de-
11111crático con el socialismo. Pues desde un liberalismo burgués consecuente no es
Pero también se aplica lo inverso: por doquier en la historia p�­ p11�ible llegar a una teoría política. Esta es la razón última por la que el romanticis-
lítica, tanto de la política exterior como de la interna, la mcapac1- 1111> no puede poseer una teoría política, sino que tiene que adaptarse continua-
dad O la falta de voluntad para llevar a cabo esa distinción aparece 11wnte a las energías políticas dominantes en cada caso. Los historiadores que,
, 111110 G. von Below, pretenden ver en el romanticismo siempre y sólo «conserva-
Carl Schmitt El concepto de lo político 99
98
neas, las de ética y economía, espíritu y negocio, educación y p ro­
. que no son nada
lado con las fuerzas de la democracia, piedad. La des confianza cr ítica frente al Estado y a la política se ex­
Y c
��b�;�� ;��ue son esenci�l?1ente polít _ ���:=;��; �� plican a partir de los principios de un sistema para el cual el indivi­
1

� ~�
icas

a estados tota1es . . a uest t n . duo es y debe seguir siendo tanto terminus a quo como terminus ad
. ta ¡;wede lkgar a obten.�
2 6
,, ra t smo- md.. 1�1dualis�
o es e

nte del }1�


c

y � onse (; ue-� quem. Una unidad política tiene que poder pedir en caso extremo el
se uñafcl'ea esp ec1 fi�cam - e- nte " 2ohtt ",.c·:-
a. sacrifi cio de la pro pia vida. Para el individualismo de l p en samiento
secu

La re pTI'é's fa'9:r en� _ n �tt v_a. Pues la negación de lo poh- liberal semejante preten sión no es ni asequibl e ni susceptible de
sde
.
tico que contie.ne .todo indi vidualismo consecuente conduce de
ser e

fundamentación. Un individualismo que pusiese en otras manos


s
. d p o­
· desconfianza contra t
luego a una practica po1tt tca, 1 de la que las propias la capacidad de disp osición sobre la propia vida, no
ª. . una t a
ble, pe�o nunca a
o o

der olítico y forma del Estado tmagma lí i a pasaría de ser una palabra vacía, c omo lo sería igualmente una li­
eorí

. lítica. E�Hi Q�es U!t Rr .....


post_Pt1va propia del Estado y de la po a 1m - bertad liberal cuyos contenidos y alcance fuesen determinados por
c
a
t

lémica
o

ro™-t ª�po�--;--
liberal en el sentido de uoa contra2
.,..- - .,, ........_.. otro distinto del propio ser libre. Pai;_a el jgdj�iduo como taLQ..o

l
r
s 1ta

ct�-;;
ones tatales ecle;iástic as o de citaJqpie otrq,J1ep � 1WP..H!:#MA c�iste enemigq, �Lgu�flY��QY.��iu-..-yjd,ª..Q.tnJJ�� �ln .o lQ.
��""'� e tament e µpa ,c1e rta�p u.1,4Wa,
e

la Ii6ertaaJUfl.!�JW.��q..,q);!����..H-. r,;,.,..Í. p(r"0 lo que no hay e quiere personalmente; obligarle a combatir contra su voluntad se-
1tura
coril���iástíca, educ� ría;]esde� ef"'�üD1_oa��ruñ?!E�J.ii'§d�,J�J
ct r g n ra , sm· o s�· e_mpre úni . cament
. . €]�]fefta_d,
�lítica 11�� d l hb er 1s
violencia. Toao el paj&_os.lil>.�_ral.se di,;,1� CQP.t¡:a Ia.vJolencia y Ja fal­
ti a. La t r í� �i �m 1 t1
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�:a frítica lib ral ta e libti:ta . �tricción o amenaza a la libertad individual/


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se refiere
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1or principio ilimitada, o a la propiedad privada o a la libre compe-l
da una sene de metodos para m h1 ir.y
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tcncia, es «violen cia» y por lo tanto eo ipso algo malo. Lo que este li-1
c

ción de la _lib r�� :��1 ;::b


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· d d rivada S e tr a d e convertir a netido de garantizar las condiciones de la libertad y de aparta¡¡7


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;�/ iin� � g�1::<! cuanto pueda estorbarla.


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e 0 i
contrapo ner m D e este modo se va edificando todo un sistema de conceptos
��: ;;�; �o ue en tie�pos críticos -en partícula .
un
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tab e
\ i:� orias que tto
desmilitarizados y �s litizados. Enumeramos aqu1 eii'lo que s1gÜe
��:bó rrroja�do�ctitudes tan contradict �iquiera algunos deel ro; os, con el fin de poner de manifiesto la asom­
: Lorenz on Stem, ar
v
�is buenos observadores de la situación allar e
brosa congruencia de la sistemática d el.,e�nsa21iento libe.r,al1 .gue a..
Marx, Fr · Julius S ta hl, D onoso Cortés, d esespera�on �e- h 1 lcspec h o de tantos re trocesos si
. ' . l cong ruen cia te n a. gue sin ser �eempl ¡¡.zadQ_e.!1.Eu_,.tQpa
· ello . o l por nm�n sistema a tematlvo. Conviene"'no Ólvidar que estos con-
al Estado y a la política d�
o c

�i�� s�: ;��� lib� r�t� fu�/ }l�� �ra • ('pto�oeral es se mueven si empre típic amente entre la ética («espi-
e su lugar se mueve en
n �
n modo enuinamente sistemático, y f a h ter g e-
111 ualidad») y la economía (los negocios), e int entan, desde estos
nt d
;eno de un� polaridad típica y recurrent dos polos, aniquila r lo político c om o esfera de la «violencia invaso-
e e re os es er s e o

1,1». El concepto de l Estado de «derecho», entiéndase: del «derecho


. alto los nexos más evidente
s. Los tres gran- privado», sirve en esto de palanca, mientr as que el de la propiedad
du ri smo», están obligados a pasar por smo tí icamente liberal son los tres ro-
des héroes lite rari os de un p arlam ent n. I" ivada constituye el centro del globo cuy os polos -ética y econo-
11,ía- no son sino las irradiaciones contrapue stas de ese centro. El
·�
n_d y Ben min Constant.
a

mánticos típicos: Burk�, Chateaubna ocracia, cfr. Car! Schmitt, IJ_ie


¡111/bos ético y la objetividad económica materialis ta se unen en toda
e hber hsm o dem
26 Sobre la opos1c10n entr ed" l926 ' PP· 13 y ss.; tambien
·
1 ,pre sión típicamente liberal y c onfieren un rostro difer ente a
Y
m1us, 2,
a
10 Parfam.entan
cada
geistesgeschrc. htlrc. he L age des heut•oen ]ahrbuch
tie und parlamentari smus»' Schmollers
11 ,ncepto político. Así el concepto político d e la lucha s e transforma
el artículo de F• T..onm· es, <<Demokra t mbi é n l estri ct a sep aración de 1.bJ era-
51 (abril 1927), PP· 173 y ss., q ue recon oce
1 11 el pen samiento liberal, por el lado ec onómico , en competencia,
fele en la
y
í rt í culo de H. Hc
a
. · . cfr. fin a lmente el mteres nt simo
a

hsmo y democrac1a, • sta-


E
I" ,r el otro, el lado «espiritual», en discusión. En lugar de la distinción
e dem oc cia y
a

bre de 19 24· S0bre l a conexión ent


a

revista Hochland de novi.ero


r ra

do total, cfr. supra, P· 24.


100 Car! Schmitt El concepto de lo político
101
clara entre los dos estados opuestos de «guerra» y «paz» aparece aquí por esto� órdenes ni por series de normas
abstractas, sino que lo que
la dinámica de la competencia eterna y de la eterna discusión. El Estado se ocurre siempre es que hombres o asoc
iaciones concretos dominan
to rna sociedad: d el lado ético-espiritual, como representación ideoló­ sob�e otr os hombres o asociac� one
s i almente concretos, también
gico-humanitaria de la humanidad; del lado contrario como unidad ª�1.t desde un punto de vista políticogu, el «dominio» de la moral del
técnico- económica de un sistema unitario de producción y tráfico. La de re�ho, de la economía y de la «nor
ma» poseen si empre y sól¿ un
voluntad lógica y natural de rechazar al enemigo, dada dentr o de la scntiio político concreto.
situación d e lucha, se convierte en la c onstrucción racional de un
ideal o programa social, en una tendencia o un cálculo económic_o. El
_ . . Nota (sin modificación respecto de la ed. de 1927): la estructura ideo­
logi
pueblo como unidad política s e convierte, por un lado, en público m- c� del Pacto de Versalles responde exac
_
hi¡¡ etico Y cáicu o económ
tamente a esta polaridad de pat­
teresado culturalmente, por el otro en personaf laboral o empresarial y ! � o. En el artículo 231 se obli a al Reich alem
•1 rc onocer su «resp g án
i en masa de consumidores. Dominio y poder se convierten en propaganda y 1 � onsabl11dad» sobre
nrasi�na?�s por la guerra, con lo cual el conjunto de los daños y pérdidas
• manipulación de masas, por lo que se refiere al aspecto espir itual, y en se establece la base para un juicio de
v.tlor ¡und1co Y mor !. Se eluden concepto
1 control po r lo que se refiere al aspecto ec onómico. �
�•ones»; el desga¡am1ento de Alsacia y s políticos como el de las «ane­
T odas estas transformaciones se orientan del modo más cer tero rs10 es, de reparación de una injusticia Lore na se califica de «desanexión»
hacia el objetivo de someter el Estado y la política en parte a una _ . La entrega de territorios polacos;
d.tneses se pone �l serv1C10 de la exigenci
m oral individualista, y por eso mismo iusprivatista, y en parte a ca­ ' lud; el despo¡am1ento de las colonias quea ideal del principio de nacionali­
_ se recoge en el
tegorías económicas, despojándolos de su sentid? específico. Resul­ ' � 'ma mclu
.:, ; olo s� c�mo una obra dictada or un humanis artículo 22 se pro­
ta llamativo con qué naturalidad reconoce el lib eralismo, fuera de
.t econom1co opuesto a est 1dealis o lo cons mo desinteresado.

1 · de guerra, esto es,
�- � tituyen las reparacio-
la p olítica, la «auton omía» de los diversos ámbitos de la vida huma­ '' 11 neud _ la explot�c1on econom1_ ca, sostenida e ilimitada, del
na, especializándolos y llegando incluso a exagerar aquélla hasta el o. Resultado: que seme¡ante pacto no estab
11·r realidad un conc
a en condiciones de ha-
c omplet o aislamiento. Le parece totalmente natural que el arte �ea epto político como el de la «paz» Jo que
hijo de la libertad, que los juici os de valor estéticos hayan de ser m­
''11 :t vez a nuevos
tratados de paz «verdaderos»: el Pro:ocolo obligó una y
de Lon
condici onalmente autónom os y el geni o artístico soberan o. En al­
•1 H0 sto d 1924 (Plan
� Dawes), el de Locarno de octubre de 1925 dres de
' 11 l:t S c1edad de
las Naciones en septiembre de 1926... la , el ingreso
gunos países no se produj o un pathos genuinamente liberal hasta que ?
, , 111clu1do. ' seria aún no ha
esa libertad autónoma del arte no se sintió amenazada por el mora­
lismo de los «apóstoles de la moralidad». A su vez la moral se auto­
nomizó respecto de metafísica y religión, la ciencia se desligó de re­ Desde sus comienzos el pensamiento liberal utilizó contra el Es-
ligión, arte y moral, etc. 1 ulo ! la política el r�proche de la «viol encia». Esto no habría pasa­
Eso sí, el ámbito autónomo considerado como más relevante en _
tl11 de s�r uno _de �sos msultos mas o menos inocuos propios de la lu-
el dominio de l o real, la autonomía de las normas y leyes de l o eco­ _
1 hu p olttica si su im bricación en una gran construcción metafísica y
nómic o, se impuso con la resolución del que no se deja inducir a _ _
l 1 11 1 orresp ondiente Interpretación de la historia no le hubiesen c on­
err or por nada ni por nadie. Que p roducción y co�s��o, pr�cios y le r rdo un horizonte más vasto y una mayor fuerza de convicción.
mercado poseen su _rrop�a e sfera, y�'? pue? en ser dir�gidos ni por la 1 t Ilustración di eci ochesca veía ante sus ojos una línea simple y cla-
,
ética ni por la estética, 01 por la reltgion ni, menos aun, p or la polt­ 111 de progreso ascend ente de la humanidad. Tal progreso consisti-
tica, ha sid o el dogma más infalible de la era lib eral, uno de los po­ 1 ha ,lnte t od o en la perfección intelectual y moral de la humanidad· la
cosver daderamente indiscutibles. Eso hace tanto más interesante el 1111<·a se movía entre dos puntos, conducía del fanatismo a la libe�ad
mod o como s� dtsP.0? de toda valid_ ez a tod ? punto de vista políti�o Y 11t.1du ��z espirituale
_ �, del dogma a la crítica, de la superstición a la
que se presente con pathos particularmente mtenso, y se lo somete a lhaNI rac1on, de las tmieblas a la luz. El siglo x1x muestra sin embar -
las normas y al «orden» morales, jurídicos y económic?s. Dado q�e, 11 rn su prime ra mitad algunas construcciones trimembres d e la más
_ _
c omo queda dicho, la realidad conc reta del ser poltttco no se nge lr11 significación, en particular la secuencia hegeliana dialéctica de
102 Carl Schmitt
El concepto de lo político 101
las tres fases (por ejemplo, comunidad na tural, sociedad hurgues� y
Estado) y la famosa ley de los tres e s_tadi?s de <;�mte (d_e la teolog1a, racionalización pasaban por ser aliados, y a de specho de su agresiva
pasando por la metafísica, _h�st a l� cienci� P?sitiva). Sin em?ar�o a implantación frente a los sistemas feudales, reaccionarios y policia­
_ les, se los ent endía como fund amentalme nt e p acíficos en opo sición
estas tríadas l es falta el incts1vo vigo r p olemico de la ant1tes1s b_ipo­
lar. Tal es· la razón por la que, pasados los tie mpos de � a l a vi olencia guerrera. Es así co mo nace lo que serían las agrupa­
_ al�a, fatiga e
intentos de restaur ación, y reanudada la lucha, volvio a impone�se ciones de conceptos típicas del siglo XIX:
de inmediato la simple contraposición dual. I ncluso �n Alemama,
donde dualidades como la de O. Gierke entre do�inio Y corpo�a­ libertad, progreso y razón contra feudalismo, reacción y violencia
} junto con junto con
1
ción O como la de F. Tonnies entre comunidad y sociedad, no teman
economía, industria, técnica contra Estado, guerra y política
el m�nor sentido combativo, en la segunda mital del XIX acabaron
{
..
º
relegando el esquema trimembre de Hegel. . ) parla::�arismo contra dicta��:
'
El ejemplo más llamativo, y de más abultada_ s consecuencias
históricas, es la antítesis entre burgués y pr oletario formulada_ por
Karl Marx, con su intento de concentrar todas las lu_chas de la ?1sto­ En el escrito de Benjamín Constant mencionado más arriba, del
_ año 1814, se encuentra ya el inventario completo de estas antítesis y
ria universal en una única lucha final contr� el ultimo e nemi?o de
la hum anidad. En ella se reúnen todas las diferentes burgues1as de de sus combinaciones posible s. Allí se dice: nos encontramos en la
la ti err a en una sola y todos los proletariados igualme?�e en �no era que habrá de reempl azar por fuerza a la de las guerras, del mis­

solo, y se obtiene de este modo una gr�nd�osa air1pac1on am�go- mo modo que la era de las guerras tenía por fuerza que preceder a
\ ésta. Sigue entonces la caracterización de ambas épo cas: ll\ una in­
enemigo. Ahor a bien, su fuerza de conv1cc10� rad�c aba p ara el � 1glo
XIX sobr e todo en que h abía seguido al enemig o hberal-bur gues en tenta obtener los bienes necesari os para la vida por medio del en­
su pr opio dominio de lo económico y lo ha�ía afr ont ado, como teñclirñiénto pacífico ( obtenir de gré a gré), la otra l o intenta por la
quien dice, en su propio territorio y con sus mm�as armas. Esto . se guérra y la violencia ; ésta es la impulsion sauvage, aquélla e n cambio le
1
hizo n ecesari o des.de el moment o en que, con el triunfo de la «socie­ ca/cu/ civilisé. Dado que ni la guerra ni la conquista violenta están en t
dad industrial», h abía quedado consolidado y consagrado e: vuelco condici ones de aportar las satisfacciones y el confort que nos pro­
hacia lo económico. Se puede señalar, como fecha_ de es� t�mnfo, �l porcionan el comercio y la industria, l as guerras no reportan ya
1
a ño 1814 e l d e la victoria de Ingla t erra contra el 1�peri ahsmo mi­
entaja alguna, y hasta la guerra victoriosa es para el vencedor un
litarist a d� N apo león. Su formulación teórica más s1�pl� Y tra �spa­ ¡m al negocio. Por otra parte el inaudito desarrollo de las técnicas de
rente es la interpretación que H. Svencer hace d� la historia, segun la jguerra contemporáneas (C onstant menciona sobre todo la artille­
, ría, que era el fundamento sobre el que reposaba la superioridad del
cual la historia d e la humanidad es una � volucwn que con�uce des­
de la sociedad militar y feudal hasta la industrial y_comercial. Y fi­ ejército napol eónico) ha privado de sentid o a todo cuanto en épocas
nalmente su expresión documental primera pero �a � abal se en­ anteri ores resultaba h eroico en la s guerr as y proporci onaba fama y

cuentra en el tr atado sobre «el espíritu de la _ vio:enc1a invasor�», el honor, el valor personal y el gusto por el combate . De modo que ,
esprit de conquete, publicado en 1814 por Ben¡ amin Cons:ant, el mau­ siempre según Constant, la guerra ha perdido hoy en día toda utili­
1\ dad y todo encanto; l'homme n'est plus entraíné a sy livrer, ni par interét, ni
gurador de la espiritualid ad liberal del XIX en su coniunto. . par passion. Antes los pueblos guerre ros sojuzgaban a los que se dedi­
1

Lo decisivo es aquí la vinculación de la fe en el pr ogreso, ba¡<:> la


forma que adoptó en el xvm, esto �s fundament almente humamt�­ caban al comercio, hoy día es a la inv ersa.
'. Entre tanto esa coalición tan complej a de economía, libertad,
1
ria, moralizante e intelectual, «espiritual», con �l desarr oll_o econo­
mico, industrial y técnico del XIX. La «econom1a» era sent1d_a co mo técnica, ética y parlamentarismo ha acabado h ace ya ti empo con su
la p ortado ra de esa �agnit�d, verdad�rame?te muy c<:>mpl�¡a . Eco­ adversario, con todo resto del Est ado absolutist a y de su aristocracia

nomía, com ercio e industria, perfecc1onam1ento tecmco, libertad y feudal, y ha perdido con ello la actualidad de su sentido . Otras agru­
paciones y coaliciones aparecen en su lugar. La economía ya no es eo

Car! Schmitt El concepto de lo político 105
104
morales, oponiendo un intercambio bueno, justo, pacífico, en una palabra:
la técnica no está t�n sólo al servicio del conf�rt, sin�
, ipso libertad; simpático, a una política salvaje, depredadora y criminal. Con semejante
que sirve tam�a producir armas e _ms� rumentos peligr?sos,JJ método se podrían igualmente invertir los términos y declarar la política
su progreso no comporta tampoco por_ s1 mismo un perfecciona­ esfera de la lucha noble, y entender la economía en cambio como el mun­
miento humanitario y moral, como el siglo xvm gu staba de _repre­ do del engaño, pues en última instancia la política no posee una relación
sentarse, y una racionalización técnica puede llegar a convertirse en \ más específica con el robo y la violencia que la economía con la astucia y
lo opuesto a una racionalización económica. A pesar �e todo, la at- el engaño. Cambio y cambiazo suelen quedar cerca. Un dominio sobre se­
mósfera espiritual de Europa sigu e estando cond1c1onada ha�ta res humanos que reposa sobre un fundamento económico, si se mantiene
fahora mismo por esta interpretación que el siglo XIX hacía de la his- apolítico en el sentido de sustraerse a toda responsabilidad y supervisión
1 toria, y hasta hace poco al menos sus fórmulas y conceptos han co_n-, políticas, tiene que aparecer justamente como un terrible engaño. El con­
cepto del cambio no excluye como tal concepto en modo algu no que una
servado una energía que parece rebasar con creces la muerte del vie-
! jo adversario. de las partes quede en desventaja, ni que un sistema de contratos recípro­
cos acabe por convertirse en un sistema de la más salvaje explotación y re­
A este respecto resultan singu larmente significativas en los �lümos de­ presión. Y si los explotados y sometidos intentan defenderse en la situa­
cenios las tesis de ranz O e e· er. Proclama que su ob¡et1vo es la ción en la que se encuentran, es evidente que no podrán hacerlo con me­
«erradicación del Esta o». Tan radical es su liberalismo que no quiere de­ dios económicos. No menos evidente es sin embargo que quienes detentan
jar el Estado ni siquiera como servidor armado de la a�m_i� istración. Esa el poder económico considerarán cualquier intento «extraeconómico» de
.
«erradicación» se pone en marcha por medio de una defm1c1on �argada de modificar su posición de poder como un acto de violencia criminal, y que
elementos valorativos y afectivos. El concepto del Estado debena estar ?e­ intentarán impedirlo. Pero claro está que con esto se derrumba aquella
terminado por el «medio político», el concepto de la � oCiedad (es� ncial­ construcción ideal de una sociedad que reposaría sobre el intercambio y
mente apolítica) por el «medio econó�ico». _Ahora bien, }os predicados los contratos recíprocos y que sería por eso mismo pacífica y justa. Lamen­
_
con los que se definen luego los medios poht1cos y econom1cos no son tablemente a la santidad de los pactos y al principio pacta sunt seroanda acos­
sino aquellos rodeos tan característicos de un pathos que bascula entre l�s tumbran a apelar también los especuladores y los extorsionadores. La esfe­
. polos de la ética y de la economía, que se orienta contra el Esta� o Y la poh­ ra del cambio posee sus propios límites estrechos y su propio dominio es­
tica, y constituyen antítesis apenas veladas que refle¡a� la polem�ca rela­ pecífico, y no todas las cosas poseen un valor de cambio. No existe por
ción entre Estado y sociedad, entre política y econom1a, que gob1e_rna e� ejemplo ninguna equivalencia justa de la libertad y de la independencia
la Alemania del x1x. El medio económico es el intercamb10; es rec1proc1- políticas, por muy elevada que sea la suma del soborno.
dad de servicio y contraprestación, en consecuencia re�iprocidad, igual­
_
dad, justicia y paz, y finalmente nada menos que «el espmtu c_omumtano ""
_ Con la ayuda de esta clase de definiciones y construcciones, que
de la armonía, fraternidad y justicia» mismas ; el medio poh�1co en � am­
bio es «la violencia extraeconómica invasora», expolio, conquista y cnme­ no son en definitiva sino rodeos en torno a la polaridad de ética y
27

nes de todas clases. Se mantiene una jerarquía de valores en la relación en­ economía, no es posible erradicar ni el Estado ni la política, y no es
tre Estado y sociedad. Pero así como la concepción del Estado del x�x, tal así como se despolitizará el mundo. El que los antagonismos econó­
como la sistematiza Hegel, construía el Estado como algo que esta muy micos se hayan vuelto políticos, y el que haya podido surgir el con-
por encima del «reino ani�al» de una sociedad _ «egoísta»! com<;> reino de la cepto de «posición de poder económica», no hace sino demostrar
moralidad y de la razón ob¡euva, los valores estan ahora mvert1dos, y la so­ que el punto de emergencia de lo político puede ser alcanzado a par-
ciedad, como esfera de una justicia pacífica, queda muy p�r enc1_ma del Es­ tir de la economía exactamente igu al que a partir de cualquier otro
tado, degradado por su parte a región de inmoralidad y v10lencia. Se cam- ámbito. Es bajo esta impresión como nació la tan citada afirmación
bian los papeles, pero la apoteosis permane� e. _ de Wa/ther Rathenau de que hoy el destino no es la política sino la \
, _
Sin embargo no parece lícito, ni moral m ps1colog1cament�, y mucho
economía. Sería más correcto decir que la política ha sido, es y se-
menos científicamente, montar definiciones a base de descahf1cac10nes
j
gu irá siendo el destino, y que lo único que ha ocurrido es que la eco- , \
nomía se ha transformado en un hecho político y se ha convertido lJ
así en «destino».
27 Cfr. la recopilación de F. Sander, «Geselleschaft und Staat, Studie zur Ge­
sellschaftslehre von Franz Oppenheimern, Arch. f Soz. W,ss. 56 (1926), p. 384.
106 Car! Schmitt

Por �so era también equivocado pensar que una posición políti­ LA ERA DE LAS NEUTRALIZACIONES
ca obtenida con ayuda de la superioridad económica tendría que ser Y DE LAS DESPOLITIZACIONES
«es�ncialmente no belicosa» (como afirmaba J. Schumpeter en su
Socrología del Imperialismo de 1919). Lo único esencialmente no belico­
so es aquí la terminología, y ello por la esencia misma de la ideolo-
g�a liberal. U..u,..imperialismo de b�,e,,s_conirr,iic.um,eq¡�,.,.c o..m...Q..es,
_
l(?g�o, llevaral mundo a un estado en el cu':tl él pueda a licar sin

'v
obstaculo aíguno sus medíos de poder económico, talescomo blo-
c
�j queo de réa'ilos,""erñoargor ele'inaténaspnmas, 5 .Ündimi�e la
dix.,isaex"franjáá,'etc., y_éi el que fodó esto pi.ieaa7 astarle. Coñ1ide.:')
rará «viofenc1a extraéconómica» cualq�ier i;tento a�•�ustraerse al

'1
efecto de estos métodos «pacíficos» realizado por cualquier pueblo o
grupo humano distinto. Hará uso de medios de coacción más seve­
ros, aunque desde luego aún «económicos», medios que según esta
terminología seguirán siendo apolíticos y esencialmente pacíficos,
como los enumerados por ejemplo en las «directrices» de la Socie­
dad de Naciones de Ginebra para la ejecución del artículo 16 del
Tratado (núm. 14 de la Resolución de la Segunda Asamblea de
1��1): bloqueo _ de la aportación de medios de vida a la población
c�vil y asedio p�r hambre. Finalmente el imperialismo económico Nosotros los centroeuropeos vivimos sous l'oetl des Russes. Hace
dispone de medios técnicos para infligir la muerte física por la vio- 1 ya un siglo que su penetración psicológica ha traspasado nuestras
lenc�a, armas modernas de gran perfección técnica puestas a punto grandes palabras y nuestras instituciones. Poseen suficiente vitali­
mediante una inédita inversión de capital y conocimientos científi­ dad �orno para apoderarse de nuestros conocimientos y de nuestra
,
cos, con el fin de que en caso de necesidad se pueda disponer efecti- tecmca y usarlos como armas. Su coraje para el racionalismo y su
vamente de ellas. Eso sí, para la aplicación de tales medios se crea , �ontrario, su vigor para la ortodoxia en lo bueno y en lo malo, son
un nuevo' vocabulario esencialmente pacifista, que no conoce ya la 1 imponentes. Han hecho realidad la vinculación de socialismo y es­
, ' ' ' ' lav1smo que ya en 1948 Donoso Cortés anunciaba proféticamente
e
gu � ra smo m
_� � amente eJecu �! ones, sanciones, expediciones de /
castigo, pac1ficac10nes, protecc1on de los pactos, policía internacio­ como el acontecimiento decisivo del siglo venidero.
nal, medidas para garantizar la paz. El adversario ya no se llama Esa es nuestra situación. Y no se podrá decir nada digno de
enemigo, pero en su condición de estorbo y ruptura de la paz se lo mención sobre la cultura ni sobre la historia si no es desde la con­
�- ciencia de nuestra propia situación cultural e histórica. Que todo
� declara hors-la-loi y hors l'humanité; cualquier guerra iniciada para la
C01.J:Se�ac¿ón o �u;ipliación de una �e pod�r e_Eo�nómis_o irá conocimiento histórico es conocimiento del presente, que no obtie­
prs:cediaa de una oferta propagandística capaz de convertirla en ne su luz e intensidad más que de éste y que en un sentido profundo
'«cr1r12�da>> y e� '.<última guet:ra de la Humanidad». Es lo que exige la no está sino a su servicio, porque todo espíritu no es sino espíritu
polaridad de etica y economía. Esta exhibe, qué duda cabe, una sis­ presente, es algo que sabemos a partir de Hegel por boca de mu­
temática y una consecuencia asombrosas, pero también este siste­ chos, y quizá sobre todo de Benedetto Croce. Numerosos historia­
ma: presu°:t�mente apolít_ico y en apariencia incluso antipolítico, , dores famosos de la última generación ponen ante nosotros esta
esta al se�1c10 de agrupac1one� de amigos y enemigos, bien ya exis- \ ve_rdad pura y simple, y ya no queda nadie capaz de engañarse a sí
tentes, bien nuevas, y no podra tampoco escapar a la consecuencia 1 mismo, a base de acumular materiales, sobre el hecho de que toda
interna de lo político. ,..-J exposición y construcción histórica está saturada de proyecciones e
identificaciones ingenuas.

107
El concepto de lo político 109
108 Carl Schmitt

1. Los desplazamientos del centro de gravedad


. , Lo primero tiene que ser pues la conciencia de la propia situa­ y su secuencia
cion presente. Es a lo que venía esa observación preliminar sobre
los rusos. Hacer las cosas simultáneamente conscientes y presentes
resulta hoy día difícil, pero por ello mismo tanto más necesario. Hagamos un repaso de las etapas que ha recorrido el espíritu eu­
T_odos los indicios apuntan a que en la Europa de 1929 estamos vi­ ropeo en los últimos cuatro siglos, así como de las diversas esferas
viendo una época de cansancio y de intentos de restauración cosa espirituales en las que encontró en cada caso el centro de su existen­
tan habitual como comprensible después de una gran guerra.' Tras cia humana. Son cuatro grandes pasos simples, seculares. Se corres­
las guerras de coalición contra Francia, que duraron veinte años, la ponden con los cuatro siglos y van de lo teológico a lo metafísico,
humanidad europea del siglo XIX se ha hallado a partir de 1815 en de allí al moralismo humanitario, y de éste a la economía. Vico y
ui:a constelación espiritual que cabría reducir a la fórmula «legiti­ Comte, esos dos grandes intérpretes de la historia de la humanidad,
midad del status quo». Todos los argumentos que produce una época generalizaron este proceso europeo, único en su género, y lo con­
de estas características contienen en realidad menos la revitaliza­ virtieron en ley u!1iversal de la evolución humana; al cabo de mil
ción d� �osas pasadas, o que están pasando, que un rígido aferrarse, banalizaciones y vulgarizaciones la idea se difundió como la famosa
en p�htica �anto externa como interna, al <<Status quo: ¿qué si no?». «ley de los tres estadios»: del teológico al metafísico, de éste al «cien­
Al mismo tiempo la calma que proporciona el ambiente de restau­ tífico» o «positivismo». En realidad lo único positivo que cabe afir­
ración contribuye a que se desarrollen con rapidez y sin obstáculos mar es que, desde el siglo XVI, la humanidad europea ha ido dando
co_sas y relaciones nuevas cuyo sentido y orientación quedan am­ pasos de un centro de gravedad a otro, y que todo lo que constituye
pliamente ocultos por detrás de la fachada restaurada. Y en cuanto el contenido de nuestra evolución cultural se halla bajo los efectos
suena la hora, el rostro legitimista se desmorona como un fantasma retardados de esos pasos. En los últimos cuatro siglos de la historia

¡
vacío. europea la vida espiritual ha tenido cuatro centros de gravedad dis­
tintos, y el pensamiento de la élite activa que ha constituido en cada
. Los rusos se tomaron el XIX europeo al pie de la letra, recono­ caso la avanzada ha estado moviéndose en esos siglos en torno a di­
cieron lo que constituía su núcleo mismo y extrajeron de sus premi­
sas culturales las últimas consecuencias. Siempre se vive bajo la mi­ versos núcleos de ideas.
rada del hermano más radical, el que le obliga a uno a llegar hasta Los conceptos que elaboran las diversas generaciones sólo re-
las últimas consecuencias prácticas. Con entera independencia de sultan comprensibles a partir de estos deplazamientos del núcleo
lo que se pronostique para la política interior y exterior, una cosa al central. Tales desplazamientos -de la teología a la metafísica, al
menos es segura: que sobre el solar ruso se tomó en serio la antirre­ moralismo humanitario y finalmente a la economía- no hacen
ligión tecnicista, y que en él ha nacido un Estado que es más estatal aquí referencia -permítaseme repetirlo- a una «teoría de domi­
de lo que pudo serlo jamás el Estado del más absoluto de los prínci­
pes, desde Felipe II hasta Federico el Grande pasando por Luis
p nantes» de la �istoria cultural y espiritual, y_tampoco constituyen una
lry en el sentido de la ley de los tres estad10s o de construcciones
.

XIV. Esta situación en su conjunto no resulta comprensible más análogas. No estoy hablando de la cultura de la humanidad en su
que desde lo que ha sido la evolución de Europa en los últimos si­ conjunto, ni del ritmo de la historia universal, ni estoy en condicio­
glos. Representa la conclusión y aun rebasamiento de unas ideas es­ nes de decir nada sobre los chinos, los indios o los egipcios. Por eso
pecíficamente europeas y muestra, en su versión más extrema, lo mismo la secuencia de desplazamientos de los centros de gravedad
que constituye el núcleo de la historia moderna de Europa. no debe pensarse tampoco como una línea ascendente e ininte­
rrumpida de «progreso», ni como lo contrario. Querer ver aquí una
escala de arriba a abajo o de abajo a arriba, un ascenso o un declive,
es otra cuestión. Sería también un malentendido interpretar la se­
cuencia de etapas como si en cada uno de esos siglos no hubiese ha­
bido nada más que ese centro de gravedad. Lo que existe siempre es
El concepto de lo político 1I1
110 Car) Schmitt

más bi:n una cierta coexistencia pluralista de etapas que ya han sido ca». Cada una de las palabras que forman la conjunción «crítica de
recorr�das. Pers??ªs �el mfsmo tiempo y el mismo país, incluso de la razón pura» -crítica, razón, pura- es una polémica contra el
una n:iisma familia, �wen ¡untas �ada una en una etapa diferente, y dogma, la metafísica y el ontologicismo.
_
por e¡emplo el Berlm actual esta mas cerca, medido en distancia Con el siglo x1x lo que aparece es la era en la que se establece
cultural, de �ueva York o de Moscú que de Munich o de Tréveris. una conexión al parecer híbrida e imposible entre tendencias estéti­
El desplazamiento de los ámbitos centrales se refiere pues tan sólo co-románticas y económico-técnicas. En realidad el romanticismo
al hecho concreto de q�e en e�t?s cuatro siglos de historia europea del XIX -si no queremos utilizar ese término algo dadaísta del ro­
_ _ .
h_an ido cambiando las elites dmgentes; la evidencia de sus convic­ manticismo a la manera romántica, como vehículo de confusio­
nes- no significa sino la etapa intermedia de lo estético entre el
�10nes Y.ª!gumentos se ha ido modificando sin cesar, como se ha moralismo del xvm y el economicismo del xrx, una mera transi­
ido "?º�i�icando también el contenido de sus intereses espirituales,
e! 1?�1ncip10 de su actuar, el secreto de _ sus éxitos políticos y la djspq­
ción que se logró introduciendo la estética en todos los dominios
del espíritu, y por cierto que con gran facilidad y éxito. Pues el ca­
siq.�n de las grandes masas a de¡arse impresionar por una determi-
nada,J:J.�se de sugestiones. · · mino que va de la metafísica y la moral a la economía pas�por la es­
Muy claro, y de perfiles particularmente nítidos, es ese giro úni­ tépc�y 1a via del consumo y disfrute est¿ticos, todo lo sublime que
co en la _h_istoria que se produce con el paso de la teología del xv1 a se .9.üiera, es la más cómoda y segura para llegara una «eéonomifica­
la metafisica del XVII, uno de los siglos más grandes de la historia de ción» °
general de la vida espiritual y a una constelación del espíritu
Europa no sólo por la metafísica sino también por la ciencia, y que quc? &alle l�s categorías cent�ales de.la existencia"'Humana e,n la pro­
cab� considerar como la verdadera época heroica del racionalismo duc�ión,Y, �Lconsumo. En ef�lterior desarrollo espiritual el e'si:etVt
ocetdental._ Esta época de saber científico sistemático abarca por cismo romántico se pondrá al servicio de lo económico y constitui- l
igual a Sua rez y a Bacon, a Galileo, Kepler, Descartes, Grotius, rá un fenómeno concomitante típico. Pero en el x1x la técnica apa­
_
Hobbes, Spmoza, Pascal, Leibniz y Newton. Todos los asombrosos recerá aún en la más estrecha asociación con la economía, como
con?cimientos ma�emáticos, astronómicos y de ciencia natural de «industrialismo». El ejemplo más característico de esto lo constitu­
esa epoca estaban mtegrados en un grandioso sistema metafísico 0 ye la conocida construcción teórica de historia y sociedad del siste- �
«natural»; todos esos pensadores fueron metafísicos del más alto es­ ma marxista. Para ella la economía es la base y el fundamento, la
tilo_, e i�cluso la superstición propia de esa época era cósmico­ «infraestructura» de todo lo espiritual. Es cierto que sitúa la técnica
r��10nalista: era la astrología. El siglo xvm desplazó luego la meta­ en el núcleo de lo económico, y que define las épocas económicas
f1S1ca con �yu�� de las construcciones de una filosofía deísta, y fue de la humanidad de acuerdo con sus medios técnicos específicos.
una vulganzacion de gran estilo, ilustración, apropiación literaria No obstante el sistema como tal es económico, y los elementos de la
de ��s grandes acontecimientos del XVII, humanización y racionali­ técnica sólo pasarán a primer plano en vulgarizaciones posteriores.
zacion. Se puede recons�ruir en detalle cómo se perpetúa por ejem­ n su conjunto el marxismo quiere pensar en términos económicos
_
plo la_ obra de Suarez en mnumerables escritos populares; por lo que . se mantiene en ello hijo del siglo XIX, que es esencialmente econó­
_ ICO.
s� refiere a mas de un concepto fundamental de la moral y de la teo­
na del Estado, Pufendorff no es más que un epígono de Suárez, y fi­ Eso sí, durante el siglo XIX el progreso técnico es tan asombro­
_
nalmente el propio contrato social de Rousseau no es a su vez más so, las situaciones sociales y económicas se modifican en conse­
que una vulgariza�ión de Pufendorff. Pero el patbos específico del cuencia con tal rapidez, que la realidad de este desarrollo técnico
?�
xvm es el la «virtud», su palabra mágica vertu, deber. Ni siquiera acaba afectando a la totalidad de los problemas morales, políticos,
sociales y económicos. Bai9 �l tm_B3:ct9 arrollagor de inventos y rea­
el romanticismo de Rousseau logra romper conscientemente el
marco de las categorías morales. Expresión característica de este si­ li�aciones cada vez más nove�osos y sorprendentes se ve nacer una
glo es el con�epto kantiano de Dios; en su sistema éste no es ya, religión del pro$reso técnico para la. cual cualq�ier ?tro problema
como se ha dicho algo groseramente, más que un «parásito de la éti- habrá de resolverse por sí solo gracias a aquél. Para las grandes ma-
11 .,;. """'" �
112 Car! Schmitt El concepto de lo p olítico 113

sa�:-2 los países industrializados esta creencia fue tan evidente raleza análoga no tendría mayores consecuencias en el dominio in­
· como natural. Ellas se saltaron todas las etapas intermedias que telectual. Una catástrofe económica en cambio, una caída o incluso
marcaron el pensamiento de las élites dirigentes, y entre ellas la re­ un derrumbamiento de la bolsa, ocuparía el interés teórico de estra­
'
1
j
ligión de los milagros y del más allá se convirtió,. sin solución de
continuidad, en una religión del milagro técnico, de las conquistas
humanas y del dominio sobre la naturaleza. Una religiosidad mági-
tos muy amplios con la máxima intensidad.
También los conceptos específicos de cada siglo obtienen su
sentido característico a partir de lo que en cada caso constituye el
ca da paso a una técnica no menos mágica. Y así el siglo xx mostra- � dominio o ámbito central. Permítaseme aducir un ejemplo ilustra­
rá ser en sus comienzos no sólo la era de la técnica sino también la dor. En el siglo xvm se impuso como idea dominante la de un pro­
de una fe religiosa en ella. Se lo designa con frecuencia como era de greso, esto es, de una mejora o perfeccionamiento que en lenguaje
la técnica, pero esta designación sólo sirve para caracterizar al con­ moderno denominaríamos racionalización; era una época que se
junto de la situación de un modo provisional: la pregu nta por el sig­ basaba en un credo humanitario y moral. De acuerdo con éste, pro­
nificado de esta tecnicidad arrolladora queda por el momento greso significaba entonces básicamente progreso en la ilustración,
abierta. Pues en realidad la fe en la técnica no es sino el resultado en la cultura individual, en el autodominio y la educación, en una
del modo concreto como se ha producido el último desplazamiento 4Jalabra, perfeccionamiento moral. En una época de pensamient�
económico o técnico el progreso se entenderá directa y naturalmen­
, del centro de gravedad; como fe es producto de las consecuencias de
. tal desplazamiento. te como progreso económico o técnico, y el humanitario y moral, si
,
_ Todos los conceptos de la esfera del espíritu, incluido el con- es que aún suscita algún interés, aparecerá como subproducto del
cepto mismo de espíritu, son en sí mismos pluralistas, y se entien­ progreso económico. Cuando un cierto ámbito ha pasado a ocupar
den únicamente a partir de la existencia política concreta. Del mis­ una posición central, los problemas de los demás dominios son re­
mo modo que cada nación posee su propio concepto de nación, y sueltos a partir de él y obtienen a lo sumo la calificación de proble­
encuentra los rasgos constitutivos de la nacionalidad en sí misma y mas de segundo orden, cuya solución vendrá sola con tal que se re j
en ninguna otra parte, también cada cultura y cada época cultural suelvan los del ámbito central.
poseen su propio concepto de cultura. Todas las ideas esenciales en Para una era teológica, por ejemplo, todo saldrá bien con tal que
la esfera espiritual del hombre son algo existencial, no normativo. se ponga orden en las cuestiones teológicas; todo lo demás se les
Si� lo largo de los últjmos cE�ro siglos ha estado desplazándose sin dará a los hombres «por añadidura». Y algo análogo sucede en las
cesar el centro de gravedad de la vida espiritual, con él han tenido demás épocas: en una época humanitario-moralista lo único impor­
qüe1r mo ífiéánaose también Incesantemente la totalidad ele los tante será educar y formar moralmente a los hombres, y todos los
coñce'ptos y ae las palabras, y es necesario tomar conciencia de la problemas se tomarán educativos; para una era económica bastará
polivaléncia de caaa palabra y de cada concepto. La mayoría de los con organizar correctamente la producción y la distribución de los
malentendidos, y ciertamente los más grosérós ele entre ellos (de los bienes, y las cuestiones morales y sociales dejarán de dar problemas;
cuales viven por cierto muchos estafadores), se explican como tras­ para un pensamiento meramente técnico los nuevos inventos técni­
lación incorrecta de un concepto cuya raíz está en un cierto campo cos bastarán a su vez para resolver también el problema económico,
(sólo en la metafísica, o sólo en la moral, o sólo en la economía) a y toda otra cuestión, incluida la económica, habrá de pasar a segun­
los demás dominios de la vida espiritual. No es sólo que los proce­ do plano frente a la tarea del progreso técnico.
sos y acontecimientos que producen alguna impresión en la vida in­ Otro ejemplo, esta vez sociológico, del pluralismo inherente a
terior del hombre, y que se convierten así en objeto de su reflexión y tales conceptos: la manifestación típica del representante de la espi­
de sus conversaciones, se orienten de continuo por el dominio que ritualidad y de lo público, el e/ere, obtiene su singularidad específica
en cada caso se instaura como central. Por ejemplo el terremoto de en cada siglo a partir del ámbito que aparece como central. Al teó­
Lisboa en el siglo xvm tuvo el efecto de suscitar una riada de litera­ logo y predicador del siglo xv1 le sigue el erudito sistemático del si­
tura moralizante, en tanto que hoy día un acontecimiento de natu- glo xvn, que vive en una verdadera república de los sabios y se en-
114 Carl Schmitt 115
El concepto de lo político

cuentra muy alejado de las masas; siguen a esto los escritores ilustra­ dos europeos pequeños y medianos, sino que es algo que se va_ adap­
dos de un siglo xvm todavía aristocrático. En lo que hace al siglo tando con el tiempo a los diversos centros de gravedad de la vida es­
XIX, no hay que dejarse inducir a error por el «intermezzo» del genio
piritual y al cambio de dimensiones de los reinos autárquicos del
romántico ni por los muchos sacerdotes de una religión privada. El mundo. Lo esencial de este fenómeno es que un Estado de econo­
e/ere del siglo XIX (el máximo exponente es K. Marx) se convierte en
mía homogénea se corresponde con un determinado pensamiento
experto económico, y la única cuestión es ya hasta qué punto el económico. Un Estado de esta naturaleza pretender ser moderno,
pensamiento económico en general sigue haciendo posible el tipo entender correctamente la propia situación temporal y cultural. Tie­
sociológico del e/ere y hasta qué punto los economistas nacionales y ne que hacer suya la pretensión de reconocer correctamente el con­
los síndicos con formación de economistas pueden representar una junto de la evolución histórica. Es ahí donde estriba su derecho a
élite espiritual con capacidad de dirección. Al menos para el pensa­ gobernar. Un Estado que en plena era económica renunciase a
miento tecnicista el e/ere no parece ya posible; volveremos a hablar comprender y guiar apropiadamente por sí mismo las circunstan­
de ello·más adelante, cuando nos ocupemos de esta era de la tec­ cias económicas tendría que declararse neutral respecto de las cues­
nicidad. No obstante deberían bastar estas breves indicaciones tiones y decisiones políticas, con lo cual abandonaría también su
para mostrar con claridad fa pluralidad que alberga la categoría del pretensión de gobernar.
e/ere.
No deja de ser un fenómeno curioso que el Estado liberal euro­
Como decíamos: todos los conceptos y representaciones de la ·1 peo del siglo x1x pudiera plantearse a sí mismo como stato n�utraie ed
esfera espiritual, Dios, la libertad, el progreso, las ideas antropoló- Í agnostieo, y contemplara la justificación de su existencia precisamen­
gicas de lo que es la naturaleza humana, la publicidad, lo racional y te en esa neutralidad. Subyacen a ello diversos motivos, y no es po­
la racionalización, y en último término tanto el concepto de la na­ t sible explicar este hecho con una sola palabra ni desde una sola cau­
turaleza como el de la cultura misma, todo esto obtiene su conteni- sa. Lo que aquí nos interesa es su condición de síntoma de una ne�­
do histórico concreto por su posición respecto del ámbito central, y iI tralidad cultural general; pues la doctrina del Estado neutral del si­
no se puede entender si no es por referencia a él. ....-l glo xrx se da en el marco de una tendencia general a un neutralismo
Ahora bien, es sobre todo el Estado el que adquiere su realidad y espiritual que es característico de la historia europ�a d� los �lt�°:os
su fuerza a partir de lo que en cada caso constituye ese ámbito cen­ _
siglos. Creo que es aquí donde se encuentra la exp!tcac10n htstonca
tral, ya que los temas en litigio que marcan la pauta para las agrupa­ de lo que se ha calificado como era de la técnica. Pero esto requiere
ciones de amigos y enemigos se determinan igualmente por referen­ al menos una breve explicación.
cia al ámbito de la realidad que es el decisivo en cada caso. Mientras
lo teológico-religioso ocupó una posición central, la frase euius regio
eius religio tuvo un sentido político. Cuando lo teológico-religioso
2. Las etapas de la neutralización
dejó de ser el dominio central, también esta frase perdió su interés y despolitización
práctico. Entretanto se ha desplazado primero al estadio cultural de
la nación y del principio de la nacionalidad (euius regio eius natio), La serie de etapas expuestas más arriba -de lo teológico, pa­
para terminar en el reino de lo económico, donde lo que quiere de­ sando por lo metafísico y lo moral, hasta lo económico- represen­
cir es que en el interior de un mismo Estado no pueden existir dos ta al mismo tiempo una serie de progresivas neutralizaciones de los
sistemas económicos contrarios. Los ordenamientos económicos ámbitos a partir de los cuales se produjo el desplazamiento del cen­
comunista y capitalista se excluyen uno a otro. El Estado soviético tro de gravedad. El.giro gp ..j_!üual g_�:. °:e parece más int�pso y car­
ha hecho realidad la frase euius regio eius oeeonomia, en un grado que gado de copsecuencias en toctala'histona europea es,el paso que se
demuestra que la conexión entre un territorio compacto y una ho­ proaµjo en el siglo XVII de la teol�gía cristiana tradicional al s1zte131a
mogeneidad espiritual igualmente compacta no es privativa de las de unae cientificidad.imatural)>. Ese ·paso�ha condicionado hasta el
guerras de religión del siglo XVI ni de las dimensiones de los Esta- día d -ho"y la dÍrección que se vería obli gado a tomar todo desarro-
tINlVER�
116 Carl Schmitt El concepto de lo político
t' mosoro1_' 117

llo ulterior. Todas las «leyes» de la historia de la humanidad, la ley hace realidad un capítulo de la teología política en el que el proceso
de los tre s estadios de Comte, la teoría de Spencer sobre el desarro­ de la neutralización encuentra sus fórmulas clásicas porque se ha
llo de la era militar a la era industrial, y en general todas las cons­ hecho con lo decisivo, con el poder político. Sin e!.1.1��&º..!,a 2,i��
trucciones teóricas de este tipo que se han producido en torno a la tica de una evolución de esta clase hace� ca<fi'v.9_que ��.d��plll;Za
filosofía de la historia, se encuentran bajo la magna impresión de el centro de gravedad surja un nuevo terreno de disputa. En este
aquel proceso. nuevoaoiñi1r.lU';""tñiC"'flflmenre-tentdc:Jpór neutral, se desarrolla de
En el núcleo de tan asombro so cambio de rumbo se encuentra inmediato y con renovada intensidad el antagonismo entre hom­
un motivo fundamental, en sí mismo simple pero que determinó el bres y entre intereses , con tanta más virulencia cuanto más firme­
cur so de los siglos venideros : la bús ue<¡la de.µna �fera neutral. Al mente se tome posesión de él. En Europa la humanidad está siem­
cabo de tanta s disputa s y litigios teo�ógicos sin per spectiv''a'ae solu­ pre saliendo de un campo de batalla para entrar en un terreno neu­
ción en el siglo XVI, la humanidad se lanzó en Europa a la búsqueda tral, y una y otra vez el recién alcanzado terreno neutral se vuelve
de un terreno neutral en el que cesase la lucha y en el que fuese posi­ nuevamente campo de batalla y hace necesario buscar nueva s esfe­
ble entenderse, ponerse de acuerdo y convencerse unos a otros. Por ras de neutralidad. Tampoco la ciencia natural pudo traer la paz.
ese motivo los hombres apartaron la vista de lo s debatidos concep­ Las gu erra s de religión se convirtieron en las guerra s nacionale s del
tos y argumentaciones de la teología cristiana tradicional y constru­ s iglo XIX, todavía en parte culturale s, pero ya también determinadas
yeron un si stema «natural» de la teología, la metafísica, la moral y el en parte por la economía. Al final fueron puras y simples guerras
derecho. E ste proces o de la hi storia del espíritu ha sido de scrito por económicas.
Dilthey en una exposición que con toda razón se ha hecho famo sa, La evidencia de la extendida fe contemporánea en la técnica re­
y en la cual se pone de relieve sobre todo la gran significación que po sa únicamente sobre el hecho de que en algún momento se ha po­
corresponde en esto a la tradición estoica. No obstante, creo que �o dido creer que con la técnica se había hallado un suelo absoluta y
esen<:;_ial es que.se abl!,ndonó lp, 9,!le había constituido ha sta entonces definitivamente neutral. Pues en apariencia no hay nada má s neu­
e�ntro de.,gravedacl, la teologí�, porque c�nstituia un terreno tral que la técnica. E stá al servicio de cualquiera, al modo como la
co�ctivo, Y, gue por eso se �usco otro terreno que fuese ne��ral. radio puede utilizar se para difundir noticias de cualquier cla se y
UJ;! 2,_ominio gue des�m�eñ.a ull-<"papel-central hasta un momento contenido, o como Correos transmite los envíos con independencia
determinado se neutraliza por el hecho de que deja.de ser..central; se de su contenido, de modo que de la técnica de Correos no puede ex­
tieneia �eranza . e que sobre la base del nuevo centro de gravedad traerse criterio alguno para la valoración y enjuiciamiento de los
pueda hallarse un mínimo de coincidencia y de premisas comunes envíos que gestiona. Fq¡qte,aJ� s cues tiopt,;s,t��1 t:n.,S!�f si,9-§,
que pueda garantizar seguridad, evidencia, entendimiento y paz. mo¡ales ,e . i,U,cl':!.§,Q.S.S911.Ó..rni9s, s21lE.�J�s,cuªlc;�s� P,.Qdrí¡i. dispu�at.
Con ello se ponía en marcha una orientación hacia la neutraliza­ eterna1;1,Y,��,l��pr.,9.��ffiªS.JlUr_a,me!l,t�..�cnico �,sq11 � J,1J:!,.8Jli_ftj­
ción y minimalización, y se aceptaba la ley por la que la humanidad vii!r<f����e�c;¡�g,tr Se dan en ellos soluciones evidente _ s, y no e s s mo
europea «inició su camino» para los próximos siglos y formó su con­ comprensible el intento de huir de la problemática inextricable de
cepto de la verdad. todas las demás esfera s a la de la tecnicidad. Se diría que aquí pue­
Los conceptos elaborados en el cur so de muchos siglos de pen­ blo s y naciones, clases y confesione s, personas de cualquier genera­
samiento teológico pierden ahora interés y se convierten en cues ­ ción y sexo, pueden ponerse rápidamente de acuerdo, ya que todos
tión privada. Dios mismo se ve expulsado del mundo en la metafísi­ s e sirven con idéntica naturalidad de las ventajas y comodidades del
ca deísta del siglo xvm, y convertido en instancia neutral frente a confort técnico. Parece pues que se halla aquí la base para el estable­
lo s combates y antagonismos de la vida real; como arguye Hamann cimiento de un equilibrio generalizado; y Max Scheler, en una con­
contra Kant, se convierte en un concepto y deja de ser un ser. En el ferencia del año 1927, se erigió en preconizador del mismo. Toda
siglo x1x la magnitud neutral es primero el monarca y má s tarde el disputa y confu sión procedentes de la s peleas confe sionales, nacio­
E stado, y en la doctrina liberal del pouvoir neutre y del stato neutra/e se nales y sociales, quedan aquí acalladas en un terreno totalmente
El cor.cepto de lo político 119
118 Car! Schmitt
que como la r epresentación de una sociedad carente de dirección y
ne utral. La esfera d e la técnica parecía ser una esfera de paz, enten­
guí a. Georges Sorel no siguió sie ndo ingeniero: s e convirtió en un
dimiento y reconciliación. La r elación, de otro modo inexpli�able, e/ere. Ningún invento técnico importante ha permitido evaluar cuá­
e ntre los credos pacifista y tecnicista se explica desde esta orienta­
les van a ser sus efectos obje tivos políticos. Los inventos de los si­
ción hacia la neutralización por la que optó el espíritu europ eo en el glos xv y xvr tuvieron un efecto de liberación, individualismo y re­
siglo xvu, y a la que se atuvo como a su propio destino hasta entra­ belión; el invento de la impr enta condujo a la libertad de prensa.
do el siglo xx. H�.Jliwinventos, técnisos son..�l�l p_�a �udita domi­
Sin embargo la n eutralidad de la técnica no se parece a la neu­ nación de las masas; la radio se ha vuelto monopolio, el eme a ge­
tralidad de ningu no de los ámbitos anteriores. La técnica es siempr e n erTcíOfa'�efisura. La decisión entre libertad y se rvidumbre no está
sólo instrumento y arma, y porque sirve a cualquie�� �o es neutral en la técnica como tal. La técnica puede ser revolucionaria y reac­
:
De la inmanencia de lo técnico no sale una sola decis10n humana 01 cionaria, servir a la libertad y a la opr esión, a la centralización y a la
espiritual, y mucho menos la de la neutralidad. Cualq�ier clase de descentralización. De sus principios y puntos de vista puramente
cultura, cualqui er pu eblo y cualquier religión, cualqmer gu erra y técnicos no nacen ni preguntas ni respuestas políticas.
cualquier paz pu ede se rvirse de la técnica como de un arma. El que La generación alemana que precede a la nuestra estaba do[; :ina­
los instrumentos y las armas sean cada vez más efectivos no hace da por una sensación d e ocaso cultural que se puso de manifiesto ya
;no incrementar la verosimilitud de que se los utilice efectivamen antes de la Guerra Mundial, y que en modo alguno tuvo que esperar
e. Un progreso técnico no necesita se r progreso metafísico ni mo
al hundimiento de 1918 ni a la decadencia de Occidente de Spen­
ral, ni siquiera económico. Y si muchos hombres siguen esp era?do gler. En Ernst Troeltsch, Max Weber X Walter Rathenau se en­
_
hoy día del perfeccionamiento técnico un progreso human�t�no y cuentran numerosas ma"im"esi:aciones ae ese sentimiento. El J?,�er
moral, es que están vinculando técnica y moral de forma magi�a, y irr-.i�.2�El,ca �erecía aquí como �i�r�� ?e la fart�e
además de esto están pr esuponiendo con no pequeña ingenuidad espl_gt�sobr��.P��U �<?T� w,,ec:w.sa_,tai�e�.m.o �a eer�. c;.a­
que el grandioso instrumental de la técnica contemp?ránea sólo :'ª :,,
rente de alma. A uri siglo europeo que gime por la ma/ad1e du s1ec/e y
a ser utilizado en el sentido que ellos le darían. En termmos socio- .
espera el gobierno de Calibán o «After us the Savage God», se le
, gicos esto significa que creen que ellos van a ser los señores de e asocia una generación alemana que gime por la falta de alma de una
tas armas te rribles, y qu e pueden por lo tanto recabar el tr emendo era de la técnica e n la que en el alma se siente inerme e impotente .
poder vinculado a ellas. La técnica misma se �antiene sin embargo, En la metafísica de l Dios impotente d e Max Scheler, o en la cons­
si se me permite la expresión, culturalmente ciega. De modo que de trucción teórica de Leopold Ziegle r de una élite ya sólo ocasional,
«la técnica y nada más» no se pued e extraer ninguna de las conclu­ fluctuante y en definitiva impotente, se documenta la inanidad del
siones qu e acostumbran a extraerse de los otros dominios c�ntr�les alma o del e spíritu ante la era de la técnica.
de la vida espiritual: ni un concepto de progreso cultural, 01 el tipo La angustia estaba justificada, pues nacía de un oscuro senti­
del e/ere o del dirigente espiritual, ni un sistema político determi­ miento sobre las consecuencias de un proceso de neutralización
nado. llevado hasta el final. Con la técnica la neutralidad espiritual había
La esperanza de qu e los inventor es técnicos ac�barán generan­ accedido a la nada espiritual. Tras habe r abstraído primero de la re­
do un estamento polí tico dirigent e no se ha cumplido hasta ahora. ligión y de la teología, luego de la metafísica y del Estado, ahora pa­
Las construcciones teóricas de Saint Simon y otros sociólogos que recía que se había abstraí do de todo lo cultural en general y que se
esperaban una sociedad 1<industrial», o no son purame nt e te cni is­
� había alcanzado la n eutralidad de la muerte cultural. Mientras uníl
tas, sino que exhiben una muestra �e elementos en part� huma01ta­ religi,ó,LLQS:..l]lí!.Sa,s �1Mr..s�-�ªbí.l.de la,.,Q..�,¡¡i""_u;,ote,.d�¡¡.
rio-moralistas y en parte económicos, o son p:ura y simplemen!e
fantasía. Ni siquiera la dirección y gu ía económicas de la e�onomta
t�ic.ª �? .P;,�ísz q,pman<?, ª.9!!.�Pº� g�an�
. , . . _ e�. �?c!��º�?s.,..,�su.tJ..an
qu.��nctencia -�e n�Ji!: g���..�?2.tr��uen:;1�,.!:�as
actual están en manos de los técnicos, y hasta la fecha nadie ha po­ d<;LTª�;LQP�fl?i.QP¾,,..e�op.eo ���"#¡JilirJ �_la
dido imaginar un ordenamiento social dirigido por técnicos más "
120 Car! Schmitt El concepto de lo político 121

idnº
,..c�. Se añadía a esto el miedo a las nuevas clases y masas· 1
JJtgidas de la tabula rasa de una tecnificación sin la nas. Del abis-·/
gu
que esa Gonexión con los comienzos secretos e inaparentes comien­
za a estar amenazada.
de una nada cultural y social surgían una y otra vez nuevas ma-1
sas ajenas y hasta hostiles a la cultura y al gu sto tracionales. Pero e� 1 El proceso de neutralización progresiva de los diversos ámbitos
de la vida cultural ha llegado a su fin porque ha llegado a la técnica.
miedo no era en definitiva otra cosa que un desesperar de la propia J La técnica no es ya un terreno neutral en el sentido de aquel proce­
capacidad de poner a su servicio el grandioso instrumental de la so de neutralización, y toda política fuerte habrá de servirse de ella.
nueva técnica, a pesar de que éste no espera otra cosa que alguien Por eso concebir nuestro siglo en sentido espiritual como la era téc­
que se sirva de él. Tampoco es admisible motejar pura y simplemen­ nica no puede tener más que un sentido provisional. El sentido de­
te de cosa muerta y sin alma al resultado del entendimiento y de la finitivo se hará patente cuando quede claro qué clase de política ad­
disciplina humanas, que es lo que es toda té_cnica y muy en particu­ quiere suficiente fuerza como para apoderarse de la nueva técnica, y
lar la moderna, y confundir la religión de la tecnicidad con la técni­ cuáles son las verdaderas agrupaciones de amigo y enemigo que
ca misma. El espíritu de la tecnicidad que ha conducido al credo prenden sobre este nuevo suelo.
masivo de un activismo antirreligioso en el más acá, es espíritu; Grandes masas de pueblos industrializados siguen hoy apegados
puede que sea un espíritu maligno y demoníaco, pero lo que no se a una �religión de la tecnicidad porque, como todas las masas,
puede es rechazarlo como mecanicista y atribuírselo a la técnica. buscanYconsecuencia radical y creen inconscientemente haber
Puede que sea algo cruel, pero en sí mismo no es ni técnico ni cosa allado aquí la despolitización absoluta que se estaba buscando des­
de la máquina. Es la convicción de una metafísica activista, es fe en e hacía siglos, y con la cual cesa la guerra y empieza la paz univer­
un poder y dominio sin límites ·del hombre sobre la naturaleza, in­ sal. Sin embargo la técnica no puede hacer otra cosa que incremen-
cluso sobre la physis humana, en un ilimitado «retroceso de las ba­ tar la paz o la guerra; está dispuesta a ambas cosas por igual, y el que
rreras naturales», en posibilidades ilimitadas de modificación y feli­ una y otra vez se nombre y se conjure la paz no cambiará nada. Hoy
cidad de la existencia humana natural en el más acá. A esto se lo po- • día vemos a través de la niebla de los nombres y las palabras con la
drá llamar fantástico o satánico, pero no simplemente muerto, ca­ que trabaja la maquinaria psicotécnica de la sugestión de masas.
rente de espíritu o mecánica sin alma. Conocemos incluso la ley secreta de ese vocabulario, y sabemos
El miedo a la nada cultural y social fue en parte más bien pro­ que hoy día la guerra más aterradora sólo se realiza en nombre de la {\
ducto de un terror pánico ante las amenazas al status quo que de un ' az, la opresión más terrible sólo en nombre de la libertad, y la in­
conocimiento ecuánime sobre la peculiaridad de los procesos espi­ umanidad más atroz sólo en nombre de la humanidad. Compren­
rituales y de su dinámica. Todos los nuevos y grandes impulsos, demos, en fin, también el sentimiento de aquella generación que
toda revolución y toda reforma, toda nueva élite nace de la ascésis y sólo vio en la era de la tecnicidad la muerte del espíritu o una mecá-
de una carencia deliberada o involuntaria, y aquí carencia significa nica sin alma. Reconocemos el pluralismo de la vida espiritual y sa­
sobre todo renuncia a la seguridad del status quo. El primer cristia­ bemos que el centro de gravedad de la existencia humana no puede
nismo y todas las reformas en profundidad que se produjeron en su ser un dominio neutral, y que es incorrecto querer resolver un pro­
interior, las renovaciones benedictina, cluniacense, franciscana, los blema político mediante la antítesis entre mecánico y orgánico, en­
anabaptistas y los puritanos, así como todo auténtico renacimiento tre muerte y vida. Una vida que no tenga frente a sí más que la
con lo que tiene de retorno al principio simple de la propia especie, muerte ya no es vida, no es sino impotencia e inanidad. Quien no
todo genuino ritomar al principio (sic), toda vuelta a una naturaleza conoce ya otro enemigo que la muerte, ni contempla en su enemigo
intacta y no corrompida, se muestra frente al confort y bienestar del otra cosa que una mecánica vacía, está más cerca de la muerte que
status quo vigente como una nada cultural o social. Crece callada­ de la vida, y la cómoda antítesis de orgánico y mecánico es en sí
mente en las tinieblas, y en sus primeros comienzos un historiador misma crudo mecanicismo. Una agrupación que vea de su lado sólo
o un sociólogo no reconocería más que una nada. El momento de espíritu y vida, y del otro sólo muerte y mecánica, no significa ni
su representación resplandeciente es ya también el momento en el más ni menos que la renuncia a la lucha, y no posee otro valor que
1
i
11 122 Car! Schmitt EPILOGO A LA EDICION DE 1932
el de una queja romántica. Pues la vida no lucha con la muerte, ni el
espíritu con la falta de él. El espíritu lucha contra el espíritu, la vida
contra la vida, y es de la fuerza de un saber íntegro de donde nace el
orden de las cosas humanas. Ab integro nascitur ordo.

El tratado sobre el «concepto de lo político» apareció por pri­


mera vez en el He1delberger Archiv für Sozialpolitik, vol. 58, I (pp.
1-33,) en agosto de 1927¡ previamente había tratado el mismo tema
con idént1eas tesis en una conferencia organizada por la Deutsche
Hochschule für Politik en Berlín, en mayo de 1927. La conferencia
sobre «la era de las neutralizaciones y despolitizaciones» fue pro­
nunciada en octubre de 1929 en un Congreso del Europaischer
Kulturbund en Barcelona, y se publicó en la Europaische Review en
diciembre de 1929.
Lo que se dice aquí sobre el «concepto de lo político» pretende
«encuadrar» un problema teórico de magnitud incalculable. Cada
una de sus proposiciones está pensada como punto de partida para
un desarrollo ulterior del tema, y se trata de que sirvan de base para
aquellas sesiones de trabajo teóricas y prácticas del quehacer cientí­
fico que puedan permitirse entrar a considerar una res dura como
ésta. Frente a las publicaciones mencionadas más arriba, la presente
edición contiene toda una serie de formulaciones, anotaciones y
ejemplos nuevos, pero no presenta ninguna modificación ni desa­
rrollo ulterior del razonamiento mismo. Para hacerlo preferiría es­
perar a las indicaciones y puntos de vista que sin duda irán surgien­
do con significación decisiva en el curso de la discusión sobre el
problema de lo político que se ha iniciado aproximadamente hace
un año con nueva vitalidad.
Berlín, octubre_ de 1931.
CARL SCHMITT

123
Corolario I
RESUS1EN DE LOS DIVERSOS SIGNIFICADOS
Y FUNCIONES DEL CONCEPTO
DE LA NEUTRALIDAD POLITICA INTERNA
DEL ESTADO (1931)

Teniendo en cuenta la pluralidad de significados del término


«neutralidad» y la confusión que deriva de ella, que amenaza con
hacer inservibl.::: o inaplicable un concepto de suyo imprescindible,
convendría proceder a una aclaración tanto del término como del
asunto rr.1smo. Intentaremos pues, en lo que sigue, ofrecer de un
modo ústemático una exposición completa de sus diversos signifi­
cado!':, funciones y sentidos polémicos.

l. Significaciones negativas del término «neutralidad»: neu­


tralidad como actitud inhibidora de la decisión política
(
1. Neutralidad en el sentido de no interoención, desinterés, laisser passer, to­
lerancia pasiva, etc.

Es en esta significación como la neutralidad política interna del Esta­


do entra por primera vez en la conciencia histórica, justamente como neu­
tralidad del Estadofrente a las religionesy confesiones. Federico el Grande de Pru­
sia, en su testamento, dice: je suis neutre entre Rome et Geneve. Se trata, por
cierto, de una vieja fórmula que se encuentra ya en un retrato de Hugo
Grotius y que reviste la máxima significación para el proceso de neutrali­
zación que se inicia en ese siglo. La consecuencia última de este principio
lleva inevitablemente a una neutralidad general respecto de cualquier

125
126 Car! Schmitt El concepto de lo político 127

punto de vista y problema imaginable, y a un trato absolutamente igu al no se conciba al modo consignado en el apartado 2 (como igualdad de uti­
para todos. No cabría por ejemplo proteger mejor a quien piensa como lización de la ley). Todos tienen la posibilidad de alcanzar mayoría, y si al­
creyente que al ateo, ni a quien se siente unido a una nación más que al que
guien queda en minoría, sometido a la superioridad de votos del otro, se le
la desprecia o le es hostil. También se sigu e de ello la más completa liber­ recordará que ha tenido y sigue teniendo la posibilidad de llegar a ser ma-
tad de propaganda, tanto religiosa como antirreligiosa, tanto nacional yoría. También esto es una idea liberal de la justicia.
como antinacional; o incluso una «consideración» absoluta hacia todo el Esta manera de concebir la neutralidad como igualdad de oportumda­
que «piensa distinto», aunque se burle de la moral y de las costumbres, des en la formación de la voluntad estatal subyace también, aunque obvia­
aunque intente minar una forma de Estado y actúe como agitador al servi­ mente de modo poco consciente, a la interpretación dominante del artícu­
cio de un Estado extranjero. Este «Estado neutral» es el stato neutrale ed lo 76 de la Constitución del Reich. De acuerdo con ella el artículo 76 no
agnostico que ya no distingue nada, relativista, el Estado sin contenido, o de contiene tan sólo una regulación de la modificación de la constitución
contenido reducido a un mínimo. Su constitución será también ne11tral sobre (como parecería por el tenor literal del artículo), sino también el reconoci­
todo frente a la economía, en el sentido de no injerencia (libertad económica y miento de un estatuto de plenos poderes, sin límite ni frontera, y en suma
de contrato), con la «ficción de un Estado libre de economía y una econo­ de un poder constituyente. Así es como lo interpretan por ejemplo G.
mía libre de Estado» (F. Lenz). Aun así, también este Estado puede llegar a Anschütz en su comentario al artículo 76 (10.• ed., pp. 349 y ss.), Fr. Giese
ser político, ya que cuando menos cabe pensar en la posibilidad de que (Kommentar, 8.• ed., 1931, p. 190), y Thoma (Handbuch des deutschen Staats­
reconozca a un enemigo, aquel que no cree en este género de neutra­ rechts, II, p. 154 ), que llega incluso a calificar las opiniones de C. Bilfinger
lidad. y las mías como de «propias de un derecho desiderativo», un calificativo
que expresa de forma poco usual una insinuación de banalidad.
@Jveutralidad en el sentido de una concepción instrumental del Estado, en la Esta acepción dominante del artículo 76 despoja a la Constitución de
que éste es un medio técnico que debe funcionar con objetividad calculable y Weimar de su sustancia política y de su «fundamento» y la convierte en un
ofrecer a todos las mismas oportunidades de utiliZPrfo procedimiento de cambio neutral, indiferente a todo contenido, neutral incluso res­
pecto de la forma de Estado vigente en cada caso. Lo justo es en tal caso re­
Esta concepción instrumental del Estado es la que suele subyacer a ex­ conocer a todo partido la misma posibilidad de alcanzar la mayoría nece
presiones tales como: el aparato estatal de la justicia y la administración, la saria para, con ayuda del procedimiento previsto para la modificación d
«maquinaria gubernamental», el Estado como empresa burocrática, la maqui­ la constitución, alcanzar su objetivo, ya sea la instauración de una repúbli­
naria legislativa, la manivela legislativa, etc. La neutralidad del Estado ca soviética, ya un reino nacional socialista, un Estado sindical de demo­
como instrumento técnico es concebible en el terreno del ejecutivo, y se cracia económica, un Estado corporativo de estamentos profesionales,
podría tal vez imaginar que el aparato de la justicia o el de la administra­ una monarquía al viejo estilo, una aristocracia de cualquier clase, etc., con
ción puedan llegar a funcionar de la misma manera y estar a disposición de su correspondiente nueva constitución. Cualquier preferencia otorgada a
cualquier usuario, con idéntica objetividad y tecnicidad, con tal que haga la forma de Estado vigente o a al guno de los partidos que ostenten el go­
de él el uso previsto por las normas, de la misma forma que el teléfono, el bierno en cada caso, ya sea mediante subvenciones para propaganda, me­
telégrafo, el correo y otras instituciones técnicas semejantes, que están al diante distinciones a la hora de utilizar la radio, Boletín Oficial, censura ci­
servicio de todos con indiferencia al contenido de lo que comunican, nematográfica, restricciones a la actividad de los partidos políticos o a la
siempre que el usuario se atenga a las normas de uso de las mismas. Un Es­ afiliación política de los funcionarios -en el sentido de que el partido en
tai,q, de e�:!!_�za estaría ��_2.l��jzado por completo �no el gobierno no acepte en cada caso más que la afiliación de éstos a su pro­
- poseería pio partido o a aquellos otros que no le sean excesivamente lej�n<?s-, pro­
por sí mismo capacioaa pára d1st111gu1r entre amigo y enemigo.
��>(o,-.......,,,.�����' �.......� hibición de reunión a partidos radicales, distinción entre partidos legales y
' ,#3) Neutralidad en el sentido de igualdad de oportunidades en laformación de la
� -...... r>,;l¡..1,

revolucionarios de acuerdo con sus programas respectivos: todo esto sería,


./ voluntad estatal si se lleva hasta el final la acepción dominante del artículo 76, conculca­
ciones groseras e irritantes de la constitución. Y a la hora de tratar el pro­
blema de si la ley de protección de la República del 25 de marzo de 1930
Aquí el término neutralidad tiene una significación que subyace a de­ (RGBI. I, p. 91) es inconstitucional o no, se suele descuidar por completo
terminadas interpretaciones liberales del derecho general de igualdad de la conexión sistemática de esa cuestión con el artículo 76.
sufragio, así como de la igualda9,_general ante la ley, en tanto esa igualdad
..___._-..._.,......,.
128 Car! Schmitt El concepto de lo político 129

4. Neutralidad en el sentido de paridad, esto es, admisión de todo grupo 11 orien­ cada partido pondrá a buen recaudo aquella parte de la sustancia estatal
tación susceptibles de entrar en consideración, bajo condiciones iguales y· con que le interesa en especial, y estará dispuesto a aceptar, por vía de compro­
idéntica consideración a la hora de servirse de las ventcyasy demás aportacio­ miso, que el otro partido haga lo propio con otras porciones. Ninguno de
estos dos métodos -igualdad aritmética e itio in partes- posee el sentido
nes del Estado
de una decisión política, sino que ambas se apartan de ella.
Esta paridad posee relevancia histórica y práctica para sociedades de
carácter religioso o ideológico en Estados en lo que no se ha producido
una estricta separación respecto de toda cuestión religiosa o ideológica,
II. Significados positivos del término «neutralidad», esto es,
sino que se mantienen vinculados a una pluralidad de grupos religiosos y significados que favorecen la toma de decisiones
similares existentes, bien por obligaciones patrimoniales de algún tipo,
bien por cooperación en el sistema educativo, o por el bienestar público, .if:\Neutralidad en el sentido de ol!}etividad sobre la base de una norma
etc. La paridad suscita aquí una cuestión que, dependiendo de las circuns­ V reconocida
tancias, puede llegar a ser extraordinariamente difícil y compleja, la de cuá­
les son los grupos que han de ser tenidos en cuenta a efectos de la paridad. Se trata de la neutralidad del juez cuando sentencia sobre la base de una
Así, por ejemplo, si se piensa en la neutralidad de la radio respecto de los ley reconocida y de contenido determinable. Sólo la vinculación a una ley
partidos a base de un uso paritario de los tiempos de emisión, el problema que posea a su vez un contenido vinculante hace posible la objetividad, y
es a qué partidos políticos se con.cederá ese acceso paritario, pues no es po­ con ella esta clase de neutralidad, así como la relativa autonomía del juez
sible otorgárselo mecánicamente a cualquier partido que aparezca. Una contra el resto de la voluntad del Estado (esto es, frente a formas de dicha
cuestión análoga se suscita a propósito de la libertad de ciencia (Art. 142 voluntad que se expresan por procedimientos distintos del de la regula­
R V) cuando se la entiende como paridad de toda orientación científica y ción legal). Esta neutralidad es fuente de decisiones, pero no de decisiones
se exige que todas ellas obtengan la misma consideración a la hora de dotar políticas.
y ocupar plazas docentes. Max Weber pretendía que, si se aceptan valora­
ciones en la Universidad, entonces hay que hacer lugar para todas las valo­
raciones. Esto puede fundamentarse teóricamente tanto desde la lógica del 2. Neutralidad sobre la base de un conocimiento ol!)etivo y no egoísta de las
Estado relativista y agnóstico como desde la exigencia liberal de igu aldad cosas
de oportunidades, pero que en la práctica (a la hora de conceder las plazas)
de un Estado pluralista, se traduce en paridad entre los partidos que domi­ Esta es la neutralidad del experto que dictamina y asesora, del conseje­
nan el Estado en cada caso. ro experto, en la medida en que no actúa como representante de intereses
Ahora bien, la neutralidad en sentido de paridad sólo es viable en la o exponente del sistema pluralista. Sobre esta neutralidad reposa también
práctica por referencia a un número relativamente limitado de grupos le­ la autoridad del mediador y del árbitro, a no ser que se encuadre en el tipo
gitimados y, en caso de que exista una distribución de poder e influencia, siguiente.
más o menos aceptada por todos, entre los interlocutores legitimados para
acceder a la paridad. Si el número de grupos que plantean la exigencia de
trato paritario es demasiado elevado, o si no hay suficiente segu ridad a la
hora de evaluar su poder e importancia, esto es, de calcular la cuota que les 3. Neutralidad como expresión de una unidady totalidad que abarca en su in­
corresponde, se hace imposible la puesta en práctica del principio de la pa­ terior agrupaciones antagónicasy que por lo tanto relativiza en su seno esos
ridad y disminuye también la evidencia del propio principio subyacente. antagonismos
Una segunda reserva que suscita la idea de una paridad llevada hasta su
última consecuencia es que una de dos: o conduce a una igualdad indiscri­ Se trata aquí de la neutralidad de la decisión estatal sobre conflictos in­
minada (como ocurre por ejemplo con frecuencia con la paridad de traba­ ternos al Estado, frente a la disgregación y división del Estado en partidos
jadores y empresarios), o bien, cuando existen grupos fuertes e inequívoca­ e intereses particulares, cuando la decisión hace valer el interés conjunto
mente determinados, lleva a una itio in partes como la que se dio entre cató­ del Estado como tal.
licos y protestantes desde el siglo xvr en el viejo Reino alemán. En tal caso
130 Carl Schmitt
Corolario II
4. Neutralidad del que se mantiene al margen,y que como tercero puede, en caso
de necesidad, dar cauce a la decisión y lograr la unidad SOBRE LA RELACION ENTRE
LOS CONCEPTOS DE GUERRA
Es la objetividad del protector respecto del Estado que se encuentra Y ENEMIGO (1938)
bajo su protectorado, y frente a sus antagonismos políticos internos; la del
conquistador frente a los diversos grupos en una colonia, de los ingleses
frente a hindúes y musulmanes en la India, de Pilato (quid est veritas?) frente
a las querellas religiosas de los judíos.

1. Hoy día el enemigo constituye el concepto primario por referencia a la


guerra. Claro está que esto no se aplica a torneos, peleas de gabinete,
duelos u otras modalidades de guerra sólo «agonales». Las luchas
agonales suscitan más la idea de una acción que la de una situación
o Estado. Si hacemos pues uso de la vieja y aparentemente insosla­
yable distinción entre la «�erra como acción» y la «guerra como
Estado», en el caso de la primera, cuandohay una batalla o una ope­
raci'óñ militar, esto es, en la acción misma, en las «hostilidades», el
enemigo está tan inmediata y visiblemente presente como adversa­
rio (como lo que se enfrenta con uno), que no hace falta además
presuponerlo. Distinto es el caso de la guerra como Estado (status).
Aquí existe un enemigo, incluso aunque hayan cesado las hostilida­
des abiertas y directas y las acciones bélicas. Bellum manet, pugna cessat.
� A uí la hostilidad es con toda evidencia el resu uesto del estado de
guerra. En la idea global de o que es una «guerra» puede predomi­
nar lo uno o lo otro, la guerra como acción o como Estado. Ahora
bien, ninguna guerra puede agotarse en la pura y simple acción in­
mediata, del mismo modo que tampoco puede mantenerse siempre
como un «Estado» sin acción.
La llamada guerra total tien� 9.,ue ser total como acción y como
r
Estado, si es qUeh'adeser rea·mentetotaCSu sentictoresioe p'o lo
tantoeñüña 11.osfilidad�presupUesta:Co§ée ptualmen�,..pi:eria. Por

131
132 Car! Schmitt El concepto de lo político 133

eso s e la uede com render y definir desde la hostilidad. Gue­ más profundo de todos estos esfuerzos por definir al «agresoo>, así
rra en este sentido total es to o o que nace e a ost1 1 ao('accio­ como por precisar el hecho de la «agresión», estriba en construir un
nes y Estados). No tendría sentido pensar que la hostilidad nace de enemigo y otorgar así un sentido a una guerra que de otro modo care­
la guerra o de su carácter total, ni reducirla a mero fenómeno con­ cería de él. Cuanto más automática y mecánica se vuelve la guerra,
comitante de la totalidad de la guerra. Se suele decir, utilizando una más automáticas y mecánicas se tornan también tales definiciones.
expres16n frecuente, que en el verano de 1914 los pueblos europeos En la época de las genuinas guerras de combatientes declarar la
«se precipitaron a la guerra de un traspiés». Lo que sucedió en reali­ guerra no tenía que ser por fuerza una vergüenza ni una torpeza po­
dad es que fueron deslizándose poco a poco hacia la totalidad de la lítica; podía incluso ser cuestión de honor, si uno tenía motivos
guerra; la guerra continental, militar y de combates, y la guerra in­ para sentirse amenazado u ofendido (como ocurrió por ejemplo con
glesa, extramilitar, guerra marítima, de bloqueo y económica, se la declaración de guerra del emperador Francisco José a Francia e

ID
fueron empujando la una a la otra (por la vía de las represalias has- Italia en 1859). Ahora, en el derecho internacional de postguerra de
ta llegar a una involucración tota , a guerra tota no nació aquí de Ginebra, se trata de definirlo como hecho criminal porque hay que
una hostthdad total preexistente. Fue más bien, a la inversa, �a hos­ convertir al enemigo en un delincuente.
tilidad total la que nació y se alimentó de una guerra que se iba ha­ 3. Amigoy enemigo poseen una estructura lingüística y lógica di­
ciendo cada vez más total. Su conclusión no podía ser un «tratado» ferente dependiendo de las diversas lenguas y grupos lingüísticos.
ni una «paz», menos aún un «tratado de paz» en el sentido del dere­ De acuerdo con el sentido de la lengua alemana (pero también del
cho internacional, sino una sentencia de condena del vencedor de otras muchas) «amigo» es en origen tan sólo el que pertenece al
contra el vencido. Este adquiere luego una impronta tanto más acu­ mismo tronco familiar. E�s originalmente amigo de sangre, pa­
sada de enemigo cuanto más vencido está. rl!:nte o «emparentado» por matrimonio, por juramento de her­
2. En el sistema de pactos de la política de postguerra de Gi­ mandad, adopción o instituciones análogas. Es probable que la pri­
nebra se define como enemigo al agresor. Agresor y agresión son expli­ vatización y psicologización contemporáneas del concepto de ami­
cados por la vía de los hechos: el que declara la guerra, el que tras­ go, típicas del XIX pero muy extendidas también en la actualidad,
pasa una frontera, el que no se atiene a un determinado procedi­ sean resultado del pietismo y movimientos semejantes, que en la
miento o a unos determinados plazos, etc., es el agresor y el que búsqueda del «amigo de Dios» hallaron de paso al «amigo del alma».
rompe la paz. Aquí los conceptos del derecho internacional se De este modo la amistad se transformó en una instancia privada de
constituyen desde una óptica visiblemente criminalista y penalista. sentimientos de simpatía, e incluso acabó adoptando rasgos eróti­
En el derecho internacional el agresor viene a ser lo que en el actual cos en el marco de una atmósfera a lo Maupassant.
derecho penal es el delincuente, el «autoo>, que en realidad más que Etimológicamente resulta más difícil explicar la palabra alema­
«autorn debería llamarse «no-autorn, ya que su presunta acción es en na para «enemigo», Feind. El diccionario de Grimm dice que su raíz
verdad un «crimen» 1 *. Los juristas de la política ginebrina de post­ «está aún 1iin esclarecern. De acuerdo con los diccionarios de Paul,
guerra entendieron esta criminalización del agresor y esta reduc­ Heyne y Weigand estaría en relación confijan «odiarn y sign ificaría
ción de la agresión a un supuesto de hecho, un Tatbestand, como un «el que odia». No pretendo entrar en polémicas con los lingüistas,
progreso jurídico del derecho internacional. Ahora bien, el sentido sino que quisiera atenerme simplemente a la idea de que por su sen­
tido lingüístico originario el Feind es aquél contra el cual se inicia
U!!,a Fehde (dislllúa . uerella, contienda . Fehde y Feind van juntos
t El intento de hallar «tipos de autores» criminales conduciría a la paradoja de desde el principio. Según el Grun · es Germamschen Rechts de karl
los «tipos de no autores» (Cfr. N. del T.). von Am1ra (3.ª ed�, 1913, p. 238) FehdesJesign a «en principio única­
* En alemán «mala acción» es Untat, literalmente «no acción»; el término
Untiiter, que traduzco como «el no autor», acoge el sentido de una negación
mente el estado de guien queda expuesto a una enemjs,ta_d..a...qmer­
moral tan total y absoluta que hasta es lingüísticamente lo contrario de «acción». te». Con el desarrollo de los diversos tipos y formas de la Fehde va
(N. del T.) caiYJ.biando también la idea del enemigo, esto es, del adversario en
134 Carl Schmitt El concepto de lo político 135

la Fehde. La distinción medieval entre contienda caballeresca y no nes que ha proporcionado hasta ahora el derecho internacional so­
caballeresca (cfr. Claudius Frhr. von Schwertin, Grundziige der deuts­ bre cóm_o dete�1;1inar si una cierta acción es o no es guerra aarten de
chen Rechtsgeschichte, 1934, p. 195) lo pone de relieve con la mayor �e la d1.s�nc109 entr��erra az es exhaustiva iu.y.en.te, esto
claridad. La contienda caballeresca adopta formas fijas y conduce es, que h�y_.que admitit.,gue siemRre gue no está dado lo uno está
también a una aceptación agonal del adversario. dado lo otro, y ue iste una tercera osibilidad. lnter acem et
En otras lenguas el enemigo sólo se determina negativamente lz!llu m ni i est medium 3 • Así por ejemplo so re la actitud que adoptó
,
como el no-amigo. Así ocurre en las lenguas románicas, desde que, a Japon contra Chtna en 1931-32, y con el fin de delimitar unas re­
raíz de la Pax Romana universal, el concepto de hostis se fue desdi­ presalias militares (que no eran aún guerra) respecto de la guerra
bujando en el interior del Imperio Romano o convirtiendo en propiamente dicha, se estuvo trabajando de continuo con este me­
una cuestión de política interior: amicus-inimicus, amico-nemico, etc. canismo conceptual. Y no obstante este nihil medium es justamente lo
En las lenguas eslavas el enemigo es también el no amigo: que cuestiona la situación. Un planteamiento correcto de la cues­
prijat'el'-neprijat'el', etc. 2• En inglés el término enemy ha hecho caer tión desde el punto de vista del derecho internacional sería éste:
completamente en desuso la palabra germánica Joe (que en origen ¿son o no son compatibles con la paz las medidas de fuerza milita­
designaba únicamente al adversario en la lucha a muerte, y más tar­ r_s!, en particular las represalias? Y si n� entqru:�gue­
de al enemigo en general). rra? Este sería un planteamiento que partiría de la paz como un or­
4. Allí donde la guerra y la hostilidad constituyen procesos o aeñamiento concreto. El mejor intento en esta dirección lo veo en
manifestaciones de identificación segura y fácil comprobación, Arrigo Cavaglieri, en un artículo de 1915 4• En él viene a decir lo si­
todo lo que no es guerra puede ser eo ipso paz, y todo el que no es guiente: las medidas de fuerza militares no son compatibles con un
enemigo puede ser eo ipso amigo. Y a la inversa: allí donde la paz y la Estado de paz, luego son guerra. Lo interesante de su razonamiento
amistad son lo lógico y natural, lo que está dado, todo lo que no sea es su. :oncepción de la paz como un orden concreto y cerrado, y
paz puede ser guerra, y todo lo que no sea amistad puede ser enemis­ tamb1e,n como el c�ncepto más fuerte, el que marca la pauta. La
tad. En el primer caso es la paz lo que se determina negativamente mayona de las explicaciones de otra procedencia resultan menos
por referencia a lo que está dado como cosa determinada, en el se­ claras en su planteamiento y se mueven en la palabrería vacía de
gundo lo es la guerra. En el primer caso, y por idéntica razón, el una alternativa conceptual de positivismo puramente aparente.
amigo es el no enemigo, mientras que en el segundo el enemigo es Ya se decida, pues, que hay guerra porque no hay paz, o que hay
el no amigo. Por ejemplo la acepción penal de las «acciones hostiles paz porque no hay guerra, en uno y otro caso habría que empezar
contra Estados amigos» (cap. 4 de la Segunda Parte del Deutsches por pregunta� si re�lmente no existe algún tercero, alguna posibili­
Reichsstrafgesetzbuch pars. 102-104) parte de la noción de amigo como dad 10termed1a, o s1 no hay nihil medium. Sería desde luego algo anó­
simple no enemigo: se entiende que es un Estado amigo todo aquel malo, pero es que justamente existen situaciones anómalas. Y en la
con el cual el propio Estado no está en guerra. ¡Según esto el Estado actualidad se da ,Y.rul..de..esas situlliOQ.es intg,!Iledias.._entr-e..guerra y
checoslovaco bajo la presidencia de Benesch habría sido en mayo y paz, en la que ambas cosas están mezcladas. Tres son las causas·. en
septiembre de 1938 un Estado amigo del Deutsches Reich! -pnmer lugar, íi]llct� de paz de París;en segundo lugar el siste-
Este planteamiento (¿qué concepto está tan bien determinado
3 Cicerón en la 8.• Filípica, citado por Hugo Grotius, Dejure be/li ac pacis III, 21,
que sea posible determinar otros conceptos por referencia negativa
parte 1.
a él?) se hace necesario ya por el hecho de que todas las explicacio-
• . 4 _ «Note critique su la teoría dei mezzi coercitivi al difuori della gu erra», Rivista
dr dmtto mten:az¡o�ale IX (1915), pp. 23 y ss., 305 y ss. Más tarde Cavaglieri modifi­
2 Más tarde Qulio de 1939) mi coleg.i indólogo de la Universidad de Berlín, co_ su opin1on ba¡o la 1mpres1ón de la praxis: Corso di diritto intemazionale, 3.• ed.,
profesor Breloer, me comunicó algu nos ejemplos del sánscrito, en particular la ex­ 1934, p. 555; Recueil des Cours de I'Académie Internationale de Droit Internatio­
presión característica «a-mithra» (el no amigo = enemigo) (N. del T.: error de trans­ nal (1919 I), pp. 5 76 y ss. Lo decisivo en relación con nuestro planteamiento es tan
cripción. La grafía correcta es a-mitra). sólo el hecho de que para el suyo él parte de un concepto fuerte de la paz.
136 Car! Schmitt
El concepto de lo político 137

ma de prevención de la guerra organizado durante la postguerra tre guerra y paz resulta tanto más importante cuanto que todo en
con el pacto de Kellogg y.E_ So�d_d� las �aciones 5; y en �ercer _ ella se convierte en presunción de derecho y ficción, ya se entienda
lugar la expansión d0� idea de la _gyerra a activ.íaa es...de.hostilidad que todo lo que no es paz es guerra, ya a la inversa, que cualquier
tambitn extramilitares (�_onómicas ¡:1ropagand���c. ). Pues cosa que no sea guerra es ya por eso mismo paz. Es el conocido
os �ncionados dictados de paz pretendían convertir la paz en una «bastón de dos extremos». Todo el mundo puede argumentar en
«prosecución de la guerra con otros medios». Llevaron tan lejos el ambas direcciones y agarrar el bastón por cualquiera de los dos ex­
concepto del enemigo que acabaron no sólo con la distinción entre tremos. Todo intento de proporcionar una definición de la guerra
combatiente y no combatiente, sino incluso con la de guerra y paz. tiene que terminar aquí a lo sumo en un decisionismo por entero
Pero al mismo tiempo intentaron legalizar por medio de pactos este subjetivista y voluntarista: hay guerra cuando una de las ,12:rtes en
estado intermedio, tan indeterminado y deliberadamente manteni­ accJ2,.1J..,!f,Uiere g� haya_��!#· «El único ras�o dis�i tivo fi a6fe"que
do en suspenso, y hacer como si jurídicamente fuese el status quo de ;1 _
queda», se dice en una meticulosa monografia recten publicada so­
la paz normal y definitivo. bre el concepto de la guerra en el derecho internacional, «es ya sólo
A este anómalo estado intermedio se le injertaron a viva fuerza la voluntad de las partes en litigio. Si esa voluntad lo es de desarro­
la lógica jurídica propia de la paz, las presunciones jurídicas y típi­ llar las medidas de fuerza como belicosas, habrá guerra, en caso
cas de las que todo jurista puede y debe partir en una situación au­ contrario habrá paz» 6. Lamentablemente este «en caso contrario habrá paz»
ténticamente pacificada. En un primer momento pareció que esto no es verdad. Basta la voluntad de un2910 !',st�o pa_f.a_que se curppla
reportaría ventajas a las potencias vencedoras, pues les permitió du­ el concepto ele guerra, incte endie�temente d..u;.uálsea..ellaQQe_ n el
rante algún tiempo jugar a deux mains, y según que asumieran la gue­ g_"iii_se· halle 7• Tal decisionismo responde desde luego a la situación.
rra o la paz podían pretender que la legalidad de Ginebra estaba de Se pone por ejemplo de manifiesto, de manera correlativa, en el he­
su lado en cualquier caso, endosando al adversario aquellos concep­ cho de que el carácter político de un litigio de derecho internacio­
tos suyos de ruptura del pacto, agresión, sanciones, etc. En semejan­ nal se determina ya tan sólo desde el decisionismo inherente a la
te estado intermedio entre guerra y paz se desvanece el sentido razo­ voluntad de cada litigante, con lo que también aquí la voluntad se
nable que en otras circunstancias podría tener la determinación de convierte en el «criterio inmediato de lo político» 8•
un concepto por el otro, de la guerra por la paz y viceversa. Y a no es ¿Pero qué significa esto para nuestra pregunta por la relación
sólo que la declaración de guerra se torne peligrosa p�rq�� sitúa entre guerra y paz? f2L!...� de manifiesto ue l!. host�,sumim�s
fuera del derecho a quien la hace, sino que toda caracter1zac1on de­ hostilis, se ha convertido en el copcepto prifnE!.9· 'r en la actual s1-
limitadora de las acciones, tanto militares como no militares, como tüa'Cfó���edia entre guerra y paz esto posee consecuencias que
«pacífica» o «belicosa» pierde sentido, ya que acciones no militares van mucho más lejos que las de los anteriores conceptos de guerra
pueden ser hostiles de la manera más eficaz, inmediata e intensa! en «subjetivos» o formados desde la «teoría de la voluntad». En todas
tanto que, a la inversa, acciones militares pueden ser emprendidas las épocas han existido «medias» guerras, guerras «parciales», «im­
desde la más solemne y enérgica pretensión de actitud pacífica. perfectas», «limitadas» y «encubiertas», de manera que la expresión
En la práctica, para esta situación intermedia la alternativa en- utilizada por el informe Lytton sobre el proceder de los japoneses,
el de war disguised, no constituye en sí mismo ninguna novedad. Lo
inédito es que este estado intermedio entre guerra y paz está monta-
s «Se diría que lo que se pretende que sea el efecto del pacto de la Sociedad de
las Naciones y del pacto Kellogg es que ciertamente en el futuro ya no se hagan
más guerras, pero que acciones militares de gran estilo se �endan como «meras
6 Georg Kappus, Der viilkerrechtliche Kriegsbegriff in seiner Abgrenvmg gegenüber mi­
hostilidades», Jo que no constituye progreso alguno, smo mas bien un retroceso»
litiirischen Represalien, Breslau, p. 5 7.
Oosef L. Kunz, Kriegsr-echt und Neutralitiitsrecht 1935, p. 8, nota 37. Excelente Frh.
7 G. Kappus, op. cit., p. 65.
von Freytag-Loringhoven, Zeitschr. d. Akad. f Deutsches Recht 1, marzo, 1938,
8 Onno Oncken, Die politischen Streitigkeiten im Viilkerrecht: ein Beitrag zu den Gren­
p. 146.
zen der Staatengerichtbarkeit, Berlín, 1936.
Car! Schmitt El concepto de lo político 139
138

do j�rídicamente, in�titucionalizado a �ase del pacto Kell<:>�� de l !.,_ te aguí en�ámbitos de la realidad de suyo no militares (econo­
S�c1edad de las Nac10nes, y que ha temdo el �deJar sm va­ rrlía, p�opagancfa,"energfás'psíq�iTas y moril.esoelOs"é¡Ue no com­
baten) se ven involucrados en la confrontación hostil. El paso más
loi'toctas aq&llár'ó�ri'st'ataciones negativas, ya concluyesen la gue­
rra de la falta de paz, ya lo contrario. allá de lopüiañieñie ñü11iarño ré¡,resenta.1:añ'sólo
una expansión
El pacifista Hans Wehberg decía en 1932, a propósito del con­ cuantitativa; es también un incremento cualitativo. Por eso no su­
flicto de Manchuria, que lo que no es guerra, en el sentido jurídico pone una atenuación sino una intensificación de la hostilidad. La
del derecho internacional, es paz. En la práctica esto significaba en­ mera posibilidad de este incremento de intensidad hace que tam­
tonces que lo que hicieron los japoneses en China no era guerra, bién los conceptos de amigo y enemigo se transformen de nuevo y
que ellos no «habían dado el paso hacia la guerra» conforme al Tra­ por sí mismos en políticos y que, incluso allí donde su carácter polí­
tado de la Sociedad de las Naciones, de modo que no estaban dados tico había palidecido por completo, se aparten de la esfera de las ex­
los supuestos que habrían legitimado la imposición de sanciones presiones privadas y psicológicas 10•
por parte de dich�. Sociedad (como las que se tomaron en otoño de 6. El concepto de la neutralidad para el derecho internacional
1935 contra Italia). Más tarde Wehberg modificaría su opinión y su está en función del de la guerra. Por eso la neutralidad se modifica
formulación 9, pero hasta el día de hoy no se ha dado cuenta de cuál cuando lo hace la guerra. Desde una perspectiva práctica cabe dis­
es la verdadera lógica de la relación entre estos conceptos a base de tinguir hoy cuatro significados distintos de la neutralidad, a los que
tales determinaciones negativas. No se trata de teorías ni «subjeti­ subyacen otras tantas situaciones diversas:
vas» ni «objetivas» del concepto de la guerra en general, sino del
problema específico de una situación intermedia entre la guerra y la a) equilibrio de poder entre neutrales y beligerantes: aquí tie­
paz. Y es típico del pacifismo ginebrino el estar haciendo de la paz ne pleno sentido la idea «clásica» de neutralidad, que consiste en
una ficción jurídica: paz es todo lo que no es guerra, pero sólo se re­ «auser:,..:ia de toma de partido» y conducta paritaria. Se trata de una
conoce como guerra la vieja guerra militar con su animus belligerandi. ..ctitud posible e incluso probable; el que es neutral sigue siendo
¡Qué paz tan mezquina! P�ª...quienes están en CQOdiciones de impo­ amigo -amicus- de cada una de las partes en guerra: amitié impar­
n� su voluntad y quebrar la de los demás con 111,..edjos extraiñilita­ tiale;
res, por ��19. 'iñooiante----0-Sib'IITdttd� de influenci;y�cción b) inequívoca superioridad de poder de los beligerantes frente
ec,Of2Ó I?ic.as, r�ulta un ju�g_o de niños evitar la 81:lerra militar al vie­ a los neutrales: aquí la neutralidad se convierte en un compromiso
j<?_e �t_i�_sil'.roceaen-militarmente, no !ie�c:n más g�e �Qrmar con tácito entre los que hacen la guerra, una especie de tierra de nadie o
SJ,![.i
_ .c¿enteJirm�z� qll,e les falta toda voluntad �errera, todóanimus de exclusión de lo bélico aceptada por acuerdo tácito, de acuerdo
- · ...__ con el equilibrio de fuerzas entre los beligerantes (guerra mundial
belligcrandi.��
5. Lq_ llamada /f,uerra!:J,f.Í cancela
la distinción entre comba­ 1917/18);
. c) inequívoca superioridad de poder de los neutrales sobre los
tientes y no"ee-mbat1entes y conoce, junto a la guerra militar, otra
no militar (guerra económica, propagandística, etc.), como emana­ beligerantes: aquí la fuerza de los neutrales puede conceder a los be­
ción de la hostilidad. Pero aquí la cancelación de la distinción entre ligerantes más débiles un cierto campo de juego para su guerra. En
co1Epati�n�_y_no �omb�tiente e�JLrnfl��a�jón dialéctica (en señti­ el caso más puro éste sería el concepto del dogftght introducido por
do hegeliano). No significa pues que, por ejemplo, los'que"'áñte'sño Sir John Fischer Williams en la doctrina del derecho internacio­
eraO"coñffiatientes se hayan convertido pura y simplemente en nal 11;
combatientes de los de antaño. Son las dos partes las que cambian, y

------ -�
la guerra se hace ahora en un plano nuevo, intensificado, como ac­ 10 Cuando el dentista que le trataba le dijo: «no es usted ningún héroe», W.

tivación ya no sólo militar de la hostilidad. El carácter total co»sis- Gueydan de Roussel le replicó: «Es que usted tampoco es mi enemigo.»
11 Cfr. el artículo «Das neue Vae Neutris», impreso en Positionen und Begri.ffe,
9 Cfr. Die Friedenswarte, enero, 1932, pp. 1-13, con 3/4 de 1938, p. 140. p. 251.

j
140 Car! Schmitt
Corolario III
d) completa falta de relación entre unos y otros (por gran dis­
tancia geográfica o porque se dispone de un poder suficientemente
SOBRE LAS POSIBILIDADES Y ELEMENTOS
autárquico que permite el aislamiento): este caso demuestra que NO ESTATALES DEL DERECHO
neutralidad no es lo mismo que aislamiento, y que el aislamiento (el INTERNACIONAL
completo apartamiento y falta de toda relación) es distinto de la
neutralidad. El que se aísla no quiere ser ni amigo ni enemigo de
ninguno de los que hacen la guerra.

En el estado intermedio entre guerra y paz del que nos ocupába­


mos más arriba (apdo. 4) la decisión objetiva sobre si se da o no un
caso de neutralidad, con todos los derechos y deberes vinculados a
ella, depende de si guerra es lo que no es paz, o a la inversa. Y si esta
resolución es tomada por cada uno para sí, en puro dicisionismo,
no se entiende por qué ha de ser puramente decisionista sólo el beli­
gerante y no también el neutral. Con la ampliación del contenido de la
guerra se amplía también el de los deberes vinculados a la neutrali­
dad. Pero si ya no es posible distinguir la guerra de la paz, más difí­
cil aún será entender qué es neutralidad.
El derecho internacional entre Estados en eljus publicum Euro­
paeum no es sino una de las posibilidades del derecho internacional
recogidas en la historia del derecho. En su propia realidad contiene
también elementos no estatales del mayor relieve. Lo interestatal no
significa por lo tanto en modo alguno que cada sujeto de derecho
internacional sea en este tipo de ordenamiento algo aislado. Al con­
trario. El carácter interestatal no se comprende a su vez si no es des­
de un ordenamiento espacial más abarcante y que soporta a los pro­
pios Estados.
Desde 1900 se hizo usual distinguir de un modo estricto y dua­
lista entre el interior y el exterior. Ello ha enturbiado la realidad del
derecho internacional entre Estados. En particular se descuidó el
hecho de que el Estado que reconoce el derecho internacional euro­
peo, en su acepción clásica, contiene en sí mismo un nuevo dualismo,
el de derecho públicoy privado. Y no se deberían aislar estas dos duali­
dades 1. No obstante eso es lo que se viene haciendo con toda natu­
ralidad en la práctica superespecializada de la moderna ciencia jurí-

1 Car! Schmitt, «Über die zwei groBen Dualismen des heutigen Rechtssystems.
Wie verhalt sich die Unterscheidung von Volkerrecht und staatlichem Recht zu
der innerstaatlichen Unterscheidung von offentlichem und privatem Recht?, en
Festschrift fiir Georgios Streit, Atenas, 1940 (Positionen 11nd Begriffi, p. 261 ).

141
142 Car! Schmitt El concepto de lo político 143

dica. Se añadía a esto que el common law inglés rechazaba el dualismo viene proceder a una serie de distinciones que hagan conscientes
público/privado, del mismo modo que rechazaba el concepto de también las posibilidades y elementos no estatales de un derecho in­
Estado propio de los Estados europeos continentales. A pesar de ternacional que por lo demás discurre entre Estados.
todo sigu e vigente lo que expuso de una vez por todas el maestro de La exposición que sigu e pretende dirigir la atención hacia algu ­
nuestra ciencia, Maurice Hauriou, en sus Príncipes de Droit public (2. • nas manifestaciones del derecho internacional que quedan fuera de
ed., 1916, pp. 303 y ss.): que todo régimen estatal, en el sentido es­ los conceptos referentes al Estado y que pertenecen al vasto domi­
pecífico e histórico del término estado, reposa sobre una separación nio del derecho internacional no interestatal. Lamentablemente el
de centralización pública y economía privada, de Estado y so­ término estado ha acabado por convertirse en un concepto genérico
ciedad. e indiscriminado; es ésta una utilización abusiva que ha generado
La separación dualista de derecho internacional y derecho del una confusión generalizada. En particular determinadas ideas con­
Estado no es aquí, como en tantos otros casos, más que pura facha­ cernientes al ámbito espacial y procedentes de la época más especí­
da. En el fondo, a lo largo de todo el siglo x1x hasta la guerra mun­ ficamente estatal del derecho internacional, la que media entre los
dial de 1914-18, una pauta constitucional común ha estado ten­ siglos XVI y xx, se ha visto traspolada a ordenamientos del derecho
diendo un puente sobre el abismo de la contraposición, aparente­ internacional de naturaleza esencialmente distinta. Por ello vale la
mente tan estricta, entre fuera y dentro, con lo que todo este dualis­ pena recordar que el derecho internacional interestatal se limita a
mo ha acabado apareciendo como una cuestión de segundo orden, una serie de formas y manifestaciones de la unidad política y del or­
de interés jurídico meramente formal. Y allí donde falta ese standard denamiento del espacio mundial que están vinculadas a un tiempo
constitucional común europeo, tampoco el instituto jurídico de la determinado, y que incluso dentro de esta época interestatal, y junto
occupatio bellica puede acceder a la práctica. Cuando en 1877 Rusia a las relaciones, reglas e instituciones puramente interestatales, han
ocupó territorio otomano, en las zonas ocupadas se procedió a eli­ tenido un papel decisivo otras que no lo eran.
minar de inmediato las viejas instituciones islámicas, y nada menos
que H. Martens, el que en la Conferencia de Bruselas de 1873 se ha­ I. El derecho internacional, el jus gentium en el sentido de jus
bía erigido en adalid del instituto jurídico de la occupatio bellica, justi­ inter gentes, depende obviamente de la manera como están organiza­
ficó la introducción inmediata de un ordenamiento social y jurídico das las gentes en cuestión, y puede significar:
nuevo y moderno diciendo que no tendría sentido que se mantuvie­
sen en pie, por la fuerza de las armas rusas, justamente las anticua­ 1) derecho entre pueblos (entre familias, linajes, clanes, troncos
das regulaciones y estados de cosas cuya eliminación había consti­ familiares, troncos étnicos, naciones);
tuido uno de los principales objetivos de aquella guerra ruso­ 2) derecho entre ciudades (entre poleis y civitates autónomas; dere­
turca 2. cho intermunicipal);
Pues bien, cuanto más herméticamente se cerraban desde lo pú­ 3) derecho entre Estados (entre ordenamientos territoriales cen­
blico las puertas de la distinción entre el interior y el exterior, más tralizados de formaciones soberanas);
importante se hacía mantenerlas bien abiertas en el dominio priva­ 4) derecho vigente entre autoridades eclesiástico-religiosas y pode­
do, y sostener en este ámbito, en particular en lo económico, una res seculares (papa, califa, buddha, Dalai-Lama en sus rela­
permeabilidad por encima de toda frontera. De ello dependía el or­ ciones con otras estructuras de poder, en particular como so­
denamiento espacial del jus publicum Europaeum. Por eso, si se quiere portes de guerra santa);
entender la realidad del derecho internacional entre Estados, con- 5) derecho entre imperios, jus ínter imperia (entre grandes poten­
cias con soberanía territorial que rebasa el territorio de un
Estado), y que debe ser distinguido del que es vigente dentro
2 E. A. Korowin, Das Viil/eemcht der Über;gangcyit, versión alemana, Berlín, de un imperio o espacio grande entre sus pueblos, Estados u
1930, p. 135, ed. por Herbert Kraus. otros grupos .
.... -_ ......,_ '.
144 Car! Schmitt
REFERENCIAS
II. Junto al jus gentium en el sentido de un jus inter gentes (que
será diverso según sea la forma de estar estructuradas las gentes) pue­
de haber también un derecho común global que rebase el ámbito cerrado
de las gentes (ya sean pueblos, Estados o imperios). Puede consistir
en un cierto standard constitucional común, o en unos supuestos mí­
nimos de organización interna, en acepciones e instituciones comu­
nes de carácter religioso, civilizatorio y económico. El ámbito de
aplicación más importante es el derecho de los hombres libres, re­
conocido más allá de las fronteras de Estados y pueblos, a la propie­
dad y a un mínimo procesal (due process of law).
En el siglo XIX, por ejemplo, en el marco del derecho interna­
cional europeo, y junto al derecho interestatal propiamente dicho,
con su distinción dualista entre lo interior y lo exterior, existía un
derecho económico común, un derecho internacional privado cuyo stan­
dard constitucional común (la constitución) era más importante
que la soberanía política de cada uno de los territorios política pero
no económicamente cerrados en sí mismos. Sólo cuando la sobera­
nía política empezó a convertirse en autarquía económica desapare­ Las referencias que siguen no son sino anotaciones bibliográficas y observacio­
ció, con el standard constitucional presupuesto, también la ordena­ nes destinadas a completar la lectura de un texto reimpreso al cabo de treinta años.
ción territorial común. Las cifras, salvo indicación en contra, se remiten a la bibliografía de Piet Tommis­
Lorenz von Stein tiene en cuenta estos dos derechos diversos (el sen, 2.• ed., que acompaña a la «Festschrift zum 70. Geburtstag» (Duncker & Hum­
blot, 1959), pp. 273-330. En dicha bibliografía, cuya meticulosidad y fiabilidad
interestatal y el común) cuando distingue entre derecho de los pueblos o son conocidas, aparecen bajo el núm. 19 las diversas ediciones de «El concepto de
interestatal, y derecho internacional, que es el derecho económicoy de extran­ lo político», así como sus diversas traducciones a otras lenguas y las discusiones y
jeros común. respuestas a la obra, de modo casi exhaustivo hasta 1958. Desde esa fecha han apa­
Este derecho internacional del comercio y de la economía libres recido muchas nuevas tomas de postura y discusiones sobre el libro. Se trata de un
se unió en el siglo XIX con la libertad de los mares, tal como se la in­ material tan abundante que su enumeración excedería los límites de una mera
reimpresión, cuyo sentido y finalidad consiste justamente en volver a hacer oír la
terpretaba en el Imperio Británico. Inglaterra, que no había desa­ voz propia de un texto que había quedado en cierto modo sofocado por la masa de
rrollado por sí misma el dualismo continental estatal de derecho las refutaciones de que ha sido objeto.
privado y público, podía entrar en contacto directo con los elemen­
tos privados, no estatales, de cualquier Estado europeo. La unión de
ambas libertades determinó la realidad del derecho internacional Sobre el prólogo
europeo del siglo x1x en medida. muy superior a la de la soberanía P. 9. Sobre polisy política en Aristóteles: Joachim Ritter, Naturrecht bei Aristoteles;
interestatal de los Estados en igualdad de derechos. A ella pertene­ ZJ{m Problem des Naturrechts, Stuttgart, 1961; serie «Res Publica», núm. 6 (Ed. Kohl­
cen las dos grandes libertades de esa época: la libertad de los mares y hammer). Karl Heinz Ilting, Hegels AuseinandersetZJ{ng mil Aristoteles (que aparecerá
la del comercio mundial. en el Jahrbuch de la Gorres-Gesellschaft de 1963) alude al hecho de que Hegel
acostumbra a traducir el término polis por pueblo. Sobre el Estado como concepto

concreto, vinculado a una determinada época histórica: Car! Schmitt, Verfassungs­
rechtliche Aufsiitze (1958), pp. 375-85, con tres glosas. Sobre los politiques en el siglo
xv1: Roman Schnur, Die fran:;;osischenJuristen im konfessionellen Bürgerkrieg des 16. Jahr­
hunderts; ein Beitrag ZJ{r Entstehungsgeschichte des modemen Staates, Berlín, 1962 (Ed.
Duncker & Humblot), cfr. tomo núm. 207.

145
- ·------,

146 Car! Schmitt El concepto de lo político 147

P. 11. Todavía Robert von Mohl, en su libro Die Polizei-Wissenschaft nach den
Sobre el texto
G_rundsatzen des Rechtsstaales (1932-33) comprende bajo policía la vieja «buena poli­
cia», srn cuya «labor sensi�le» los ciudadanos, como dice Mohl, «no podrían pasar
tranquila una hora de su vida»; sobre esto Erich Angermann, Robert von Mohl, Leben P. 22. Sólo es un avance aparente en la despolitización el que se omita lisa y lla­
namente toda referencia a Estado y estatahdad, no se haga ni mención del presu­
und Werk eines altlibera/en Staatsgelehrten, Política, 8 (Ed. Hermann Luchterhand,
Neuwied), 1962, p. 131. Sobre politic o police power en el derecho constitucional puesto de la unid�d política y se presuponga en su lugar un procedimiento pura­
_ _ _
mente tecn1co-1und1co, como superación «puramente jurídica» de lo político. A
americano: Wilhelm _Hennis, «Zum Problem der deutschen Staatsanschauung,,,
este respecto tiene toda la· razón Charles Eisenmann, Verfassungsgerichtbarkeit der Ge­
Vzertel¡ahreshefte fiir Ze1tgesch1chle (Deutsche Verlagsanstalt, Stuttgart, 1959), vol. 7,
genwart, Max Planck Institut für Auslandisches Recht und Volkerrecht, ed. por
P: 9: «Esta (se. competencia de velar por el bienestar público, por una vida humana
l�erma?;n Mosler, Ki:iln-Berlín, 1962, p. 875. Sobre despolitización por la admi-
digna) alcanza mucho más lejos que nuestro poder policial. !''o designa otra cosa
01strac1on y la tecnología, cfr. nota a pp. 84 y· ss.
que la eterna tarea de la polis de garantizar las posibilidades de una buena vida.» So­
P: 23-24. Estado total, vid. Verfassungsrechtliche Aufsatze 1958), p. 366, glosa 3;
bre la despolitización por la administración en Cournot: Roman Schnur, Revista de _
tamb1en Hans Buchheim, Totalitare Herrschaft, Wesen 11nd Merkmale, Munich, 1962
Estudios Políticos, 127 (1963), Madrid, pp. 29.47. Junto a las dos derivaciones de la
(Ed. Kosel).
polis (políüca ha c_i� fuera, policía hacia dentro) aparece como tercera la politesse
como «petlte pohtique» del ¡uego social, cfr. nota a p. 84 (Leo Straul3). P. 26. El pasaje de Rudolf Smend citado en el texto, ahora Staatsrechtliche Ab­
ha �d/11nf:�n, Berlín, 1955 (Duncker & Humblot), p. 206; sobre esto Hanns Mayer,
P. 12. Las teorías de Lenin y Mao, en la medida en que revisten importancia
D� e Krnrs der deutschen_ Staatslehn 11nd die Staatsaujfassung Rudolf Smends, Kolner Jur.
para est� tema, han sido explicadas en un volumen de aparición simultánea, Theorie
des 1:�rtisanen. El revolucionario profesional transforma nuevamente la policía en
D1ss., 1931; prosecución de la doctrina de Ja integración en el artículo de Smend
polmca y desprecia la polttesse como mero jucg-,. en H. W. B. Soz. Wiss. Bd. 5 (1956), p. 266.
P. 14. Los dos artículos de Hans Wehberg en i.:. Friedenswa,-te en tomo núm. 397 . �- . 26-28. La. autonomía de nuestro criterio posee un sentido práctico­
y 420. ·-. d1dact1co: el de de¡ar expedito el camino hacia el fenómeno eludiendo tantas cate­
- 14. Otro Brunner, Land und Hemchaft, Grundfragen der territorialem Verfassungs­ gor!a� y distinciones preconcebidas, tantas interpretaciones y valoraciones, presu­
� posiciones y presunciones que controlan ese camino y no dejan pasar más que a sus
gesch1chte Siidost-Deutschlands im Mittelalter, 1. ª ed., 1939 (ed. Rudolf M. Rohrer Baden _ visados. Qmen pelea con un enemigo absoluto -ya sea el enemigo de cla­
bei Wien); también el artículo «Moderner Verfassungsbegriff und mittelal;erliche propios
Verfassungsgeschichte», en Mitteilungen des osterreichischen Instituis fiir Geschichtsfor­ se, ya el de raza, ya el intemporal y eterno- no tendrá de todos modos interés al­
schung, Erg. Bd. 14, 1939 (resumen). Numerosos ejemplos de la referencia al Estado
guno por nuestro esfuerzo en torno al criterio de lo político; al contrario, verá en
ello una amenaza para su fuerza directa de combate, un debilitamiento producido
en el pensamiento de los historiadores constitucionales hasta la fecha pueden ha­
por la reflexión, hamletización y relativización sospechosa, al modo como Lenin
Uarse en Ernst Wolfgang Bockenforde, Die deutsche verfassungsgeschichtliche Forschung rechaza el «objetivism�»> de Struve (cfr. a este respecto Theorie des Partisanen, cap.
1m 19. Jahrhundert, ze1tgebundene Fragestellungen 11nd Leitbilder, en Schri.ften zur Verfas­
«De Clausewitz a Lenrn»). Y a la inversa, las neutralizaciones destinadas a restar
J11ngsgeschichte BD. I, Berlín, 1961 (Ed. Duncker & Humblot).
fuerza al tema dejan al enemigo en mero interlocutor (en un conflicto o en un jue­
P. 15. Silete Theologi! Cfr. Der Nomos der Erde, pp. 92, 131 (Albericus Gentilis) so­
bre la separación de juristas y teólogos. Si en este y otros lugares (Ex captivitate Sa­ go ), y condenan nuestro conocimiento de una realidad tangible como incitación a
lus, p. 70) muestro una comprensión particular hacia la exhortación de Albcricus la guerra, maquiavelismo, maniqueísmo y -hoy día ya inevitablemente- nihi­
Gentilis,_ eso no sign ifica que no esté agradecido a los teólogos, cuya participación lismo._ Dentro de las alternativas fosilizadas de las facultades y de las asignaturas
tradicionales, amigo _ y enemigo se ven demonizados o normativizados o bien se
ha contnbmdo esencialmente a profundizar y estimular la discusión sobre el con­
los integra en una filosofía de los valores y se los reinterpreta como valo� y «desva­
ce r.to de lo político: por�¡- lado evangélico sobre todo Friedrich Gogarten y Georg
lorn. Y con el desmenuzamiento progresivo de las especializaciones, dentro de un
Wunsch, por el lado catohco P. Franciscus Strathman O. P., P. Erich Przywara S.
ajetreo científico vuelto funcional a base de divisiones del trabajo, amigo y enemi­
J., Werner Schollgen y Werner Becker. Los teólogos actuales no son como los del
siglo xv1, y lo mismo hay que decir de los juristas. go son ob¡eto, bien de un desenmascaramiento psicológico, bien -y con ayuda de
Jo que G. Joos denomina «la increíble capacidad de adaptación de la expresión ma­
P. 19. dogfight vid. Corolario Segundo, p. 131.
temática- de una conversión en alternativas aparentes entre interlocutores, que
P. 18. Julien Freund está trabajando en una tesis sobre el concepto de lo políti­
co; ha publicado, e?tre �tras cosas, una «Note sur la raison dialectique de J. P. Sar­ deben llegar a poder ser calculadas y manipuladas. Lectores atentos de nuestro tra­
tado, por ejemplo Leo StrauB en 1932 (tomo núm. 356) y Helmut Kuhn en 1933
tre» (Archives de Philosoph1e d11 Dro1t, 6 (1961], pp. 229-236), y un artículo «Die De­
(tomo núm. 361), han comprendido de inmediato que a nosotros lo único que po­
mokratie und das Politische» (en Der Staat, 1 [ 1962), pp. 261-288).
día importarnos es despejar el camino para no quedar atascados antes de empezar,
y que de lo que se trataba aquí era de algo distinto de la «autonomía de los domi­
nios del conocimiento» o ii1cluso de los «ámbitos de valoración».
P. 29-30. No es sólo qu� en el Nuevo Testamento Feind sea inimie11s (en lugar de
_ tambien _ _ d,lrgere (no ai,,. •re), en griego agapan (no philein). A propó-
hostts): amar se dice
148 Car! Schmitt El concepto de lo político 149

sito de la observación de Helmut Kuhn, que considera «extremado» que se «diri­ ral y teológico con el liberal-individualista y el sindical-socialista) no puede sino
jan» a una misma persona el amor privado y el odio público, cfr. Werner hacerlas aún más incompatibles. En esto puede servir de piedra de toque el princi­
Schollgen, Aktuelle Moralprobleme, Düsseldorf, 1955 (Ed. Patrnos), pp. 260-63, así pio de subsidiaridad, justamente porque presupone una unidad última (y no una
como la frase de Alvaro D'Ors: bate is no term of law. También en el Tractatus theologi­ pluralidad última) de la sociedad, y porque es esa unidad la que se vuelve proble­
co-politicus de Spinoza, cap. XVI, habría podido leer que hostem enim imperii non odium mática en cuanto se pone en cuestión la homogeneidad o no homogeneidad con­
sed jll! facit. cretas de los diversos portadores de la ayuda social. Joseph H. Kaiser proporciona
P. 32. Sobre guerra civil y stasis: la conclusión de Maurice Duverger, Les partis un excelente tratamiento sistemático y conjunto del problema en el capítulo «Plu­
politiques, París, 1951 (Ed. Armand Colin), p. 461: «Le développernent de la science ralistische Diagnosen und Konstruktionen» de su libro Die Representation organisierter
des partís politiques ne pourrait-on l'appeler stasiologie?» No obstante añade que Interessen, Berlín, 1956 (Duncker & Hurnblot), pp. 313 y ss. Sin embargo aquí el
hoy día la democracia no está amenazada por la existencia de partidos como tales principio de subsidiaridad no aparece aún como piedra de toque. En cambio el ar­
sino sólo por la naturaleza militar, religiosa y totalitaria de ciertos partidos. Esto tículo de Trutz Rendtorff, «Kritische Erwagungen zuro Subsidiaritatsprinzip», en
debería haberle inducido a investigar las diversas clases de distinción entre amigo y Der Staat, 1 (1962), pp. 405-430, termina hablando del pluralismo (pp. 426-28:
enemigo. P. 33, nota 9: sobre el imperialismo corno solución de la cuestión social reinterpretación del principio de subsidiaridad y del pluralismo).
cfr. el artículo «Nehrnen / Teilen / Weiden» en los Ve,fassungsrechtliche Auftiitze P. 47. En la fórmula «tout ce qui est hors le souverain est ennerni» queda de
(1958), p. 495, con 5 glosas. Sobre Clausewitz: continuación en Theone des Partisa­ manifiesto la coincidencia de la construcción de la idea de Estado de Rousseau con
nen, sobre todo el capítulo «Der Partisan als preuflisches Ideal 1813 und die Wen­ la de Th. Hobbes. La coincidencia se refiere al Estado como unidad política, que
dung zur Theorie». en su interior no conoce sino la paz, y no reconoce enemigo más que fuera de ella.
P. 37. El final de este capítulo 3 es decisivo para el concepto de enemi go presu- En la conclusión al capítulo 8 del libro IV del Contrato Social, más tarde omitida,
puesto en el tratado, en particular la afirmación: Rousseau dice a propósito de la guerra civil: «ils deviennent tous ennemis; alterna­
tivamente persécutés et persécuteurs; chacun sur tous et tous sur chacun; l'intolé­
esa clase de guerras son por necesidad especialmente intensivas e inhu­ rant est l'homme de Hobbes, l'intolérance est la guerre de l'humanité». A este res­
manas, porque, rebasando lo político, tienen que degradar al enemigo tam­ pecto, advierte Reinhart Koselleck, Kritik und Krise. Ein Beitrag zur Pathogenese der
bién en categorías morales y de otras clases, y convertirlo en un mons­ biirgelichen Welt, Freiburg-Munich, 1959, ed. Karl Albert, pp. 22 y ss., nota 48, que
truo inhumano al que no se trata sólo de rechazar sino también de este giro asombroso anuncia la conexión soterrada entre la guerra civil religiosa y
aniquilar, esto es, ya no basta con confinarlo dentro de sus propias la revolución francesa.
fronteras. P. 51-53. El texto de 1932 responde a la situación de entonces de acuerdo con
el derecho internacional; falta en particular una distinción clara y explícita entre el
Con ello queda expresado con toda claridad que el concepto de enemigo que presu­ concepto de guerra clásico (no discriminador) y el propio de la justicia revolucio­
ponemos aquí tiene su sentido no en su aniquilación sino en su rechazo, en un me­ naria (o discriminador), tal como aparece por primera vez en Die Wendung zum
dir las fuerzas respectivas y obtener una frontera común. Lo que ocurre es que exis­ diskriminiereden Kriegsbegriff, 1938 (tomo núm. 40), cfr. también al Corolario segun­
te también un concepto absoluto del enemigo, que aquí rechazamos expresamente do de 1938 (supra, p. 102) y la prosecución del tema en «Nomos der Erde» (1950),
por considerarlo inhumano. Es absoluto porque -y cito aquí formulaciones de así como el capítulo «Blick auf die volkerrechtliche Lage» de Tbeorie des Partisa­
un importante artículo de G. H. Schwabe del año 1959- exige «un reconocimien­ nen (1963).
to incondicional como lo absoluto y al mismo tiempo el sometimiento del indivi­ P. 54. «Die Einheit der Welt», en la publicación mensual Merkur, Munich, ene­
duo a su ordenamiento», motivo por el cual pide no ya eliminación sino incluso ro de 1952 (tomo núm. 229); también Hanno Kesting, Geschichtsphilosophie und Welt­
«autoeliminación del enemigo por autoacusación pública». H. H. Schwabe piensa biirgerkrieg, Heidelberg, 1959 (Car! Winter), pp. 309 y ss.
que esta autoelirninación del individuo está ya dada «en la esencia de la civilización P. 54. «Concepción del mundo, cultura, civilización, economía, moral, dere­
avanzada» («Zul" Kritik der Gegenwartskritik», Mitteilungen der List�Gesellschfat, 10, cho, arte, Unterhaltung (ocio, conversación), etc.» En su comentario de 1932 (tomo
febrero de 19 59). núm. 356), p. 745, Leo StrauB pone el dedo en la llaga subrayando el término Un­
P. 37 y ss. (Pluralismo). HaroldJ. Laski (fallecido en 1950) se pasó justamente terhaltung. Con razón. El término resulta aquí completamente insuficiente y res­
en la época crítica de 1931-32 de su individualismo liberal originario al marxismo; ponde al inmaduro estado de la reflexión en aquel momento. Hoy día yo utilizaría
sobre él cfr. la monografía de Herbert A. Deane, The Política/ Ideas efHaroldJ Laskl; más bien el término de juego, con el fin de poner más expresamente de relieve el
Nueva York, 1955, Columbia University Press. En la República Federal Alemana contraste con el antónimo Emst (seriedad) (correctamente detectado por Leo
el pluralismo alcanzó a partir de 1949 un reconocimiento tan extendido y generali­ StrauB). Ello contribuiría también a hacer más nítidos los tres conceptos de política
zado que sería obligado calificarlo de doctrina política dominante, si no fuese por­ procedentes del término polis, acuñados y diferenciados por la imponente capaci­
que tras la fachada del término común de «pluralismo» se perpetúan las mismas dad de ordenación desarrollada por los Estados europeos de entonces: política ha­
profundas contradicciones que convierten la obra conjunta de Laski en algo tan cia fuera, policía hacia dentro, y politesse como juego de corte y «pequeña política»;
contradictorio; una Gran Coalición ideológica _(la del pluralismo eclesiástico, mo- cfr. sobre esto mi escrito Hamlety Hécuba; irrupción del tiempo en e/juego (1956, tomo
150 Car! Schmitt El concepto de lo político 151

núm. 56), en particular el capítulo «Das Spiel im Spiel» y el «Excurs über den bar­ reason, y del culto público en el que toma parte el ciudadano del Estado. En boca de
barischen Charakter des Shakespeareschen Dramas». En todos estos escritos ha­ Thomas Hobbes no se trata de una mera afirmación táctica de autoprotecc1ón, no
bría que traducir Spiel por play, y quedaría abierta una cierta enemistad, aunque es una mentira motivada por la necesidad o por sus objetivos, destinada a evitar
sólo fuese convencional, entre los «antagonistas en el juego». Otra cosa es la teoría persecuciones y censuras. Es también distinta de la mora/e par provis1ón con _la que
matemática de los «juegos», que es degames y de su aplicación a la conducta huma­ Descartes se atuvo a la fe tradicional. En la transparente construcc1on del sistema
na, como queda de manifiesto en el libro de John von Neumann y O. Morgen­ político de «Matter, Fom and Power of a Commonwealth ecclesiastical and civil»
stern, Theory of Games and Economic Behavior, Princeton University Press, 1947. Amis­ _
esta verdad constituye más bien la piedra angular, y la frase Jesus 1s the Chnst lla­
tad y enemistad quedan aquí simplemente embrollados y dejan de tener consisten­ ma al Dios presente en el culto público por su nombre. No obstante, la atroz guerra
cia propia, del mismo modo que la oposición de blanco y negro en el ajedrez no tie­ civil entre las confesiones cristianas arroja inevitablemente la cuestión de quién es
ne la menor relación con amistad y enemistad. En mi expresión de circunstancias, el que interpreta esta verdad siempre necesitada de nueva interpretación, y lo hace
Unterhaltung, se ocultan, sin embargo, también referencias al deporte, a la ocupa­ _ _
de modo jurídicamente vinculante. ¿Quién decide cuál es el verdadero cnst1an�s­
ción del tiempo libre y a los nuevos fenómenos de una «sociedad de la abuqdan­ mo? Este es el inevitable Quis interpretabitur? y el incesante Qurs ;udrcabrt? ¿Quien
cia», referencias que en aquella época, en la atmósfera que dominaba en aquel mo­ acuña la verdad en moneda corriente? A esta pregunta responde la proposición:
mento la filosofía del trabajo en Alemania, no me eran aún suficientemente cons­ Auctoritas, non veritas, facit legem. La verdad no se realiza sola, sino que necesita de
cientes. instrucciones que la hagan realizable. Proceden éstas de una potestas directa que, a �1-
P. 59-66. (Hobbes). Dos trabajos de Heinz Laufer han vuelto a poner sobre el ferencia de la potes/as indirecta, es responsable de la ejecución de la orden, exige
tapete la cuestión de la «naturaleza» humana como ser político: la tesis doctoral en obediencia y está en condiciones de dispensar su protección a quien obedece. De
derecho del Estado y ciencia política presentada en Würzburh con el título Das este modo se produce una serie vertical, de arriba a abajo, que se exuende desde la
_
Kriterium politischen Handelns (Microficha J. Bernecker Antiquariat, Frankfurt a.M., verdad del culto público hasta la obediencia y protección del ind1v1duo. S1 por el
1962), y la contribución al homenaje a Eric Vegelin Homo Homini Homo, Munich, contrario recorremos esa serie de abajo a arriba, partiendo del sistema de las necesi­
1962 (Ed. C. H. Beck). Laufer se remite a Aristóteles, Platón y la teología cristiana dades materiales de los individuos, en tal caso la serie comienza con la necesidad de
para obtener un «tipo normal» de ser humano que luego contrapone al «tipo degra­ protección y seguridad del ser humano individual, «por naturaleza» necesita�o de
_
dado» de Hobbes. Respecto del gran tema de Hobbes -cfr. el informe de Bernard ayuda y consejo, y con la obediencia que resulta de ello, y c_onduce �n d1recc1on in­
Willms «Einige Aspekte der neueren englischen Hobbes-Literaturn, Der Staat 1 versa, y por la misma vía, hasta la puerta de la trascendencia. Es as1 como se_ llega a
(1962), pp. 93 y ss.-, valdría la pena señalar que el uso de fórmulas como la de un diagrama que en sus cinco ejes -con el eje 3-3 como centro- arroia el s1gu1en­
bueno o malo «por naturaleza» no implica de suyo una confesión de fe en el con­ te <<cristal sistemáticoJ>:
cepto de physis de Aristóteles (cfr. Karl Heinz Iltinf, op. cit., p. 116), en el de Platón,
distinto de aquél, o en el concepto de naturaleza propio de la teología cristiana. Por
lo demás, y en el marco de esta anotación, habremos de contentarnos con hacer arriba
tres observaciones. abierto a la trascendencia
Primera: En Hobbes, bueno o malo en el sentido de normalidad o degradación Veritas: Jesucristo
están referidos a la situación: el Estado natural constituye una situación anómala, y Quis interpretabitur
su normalización se logra únicamente en el Estado, esto es, en la unidad política. Autoritas, non veritas facit legem 3
El Estado es un reino de la razón (esta fórmula la inventó Hobbes, no Hegel), un
Potestas directa, non indirecta 2
imperium rationis (De cive, 1 O, parte 1), que transforma la guerra civil en coexistencia
pacífica de los ciudadanos del Estado. Lo anómalo es la «situación degradada», la 5 Oboedientia Oboedientia 1
guerra civil. En la guerra civil ningún ser humano puede comportarse normal­ et et
mente; cfr. el pasaje de R. Schnur citado más arriba sobre los juristas en las guerras protectio protectio
civiles confesionales del siglo xv1. abajo
Segunda: Cuando Hobbes habla de la naturalCZJI en sentido de physis, está pen­ cerrado: sistema de necesidades
sando en términos de la Antigüedad Clásica, pues presupone la constancia de las
especies. Está pensando como preevolucionista y predarwinista. No es tampoco
Este «cristal de Hobbes» (fruto del trabajo de una vida sobre el magno tema en su
un filósofo de la historia, y no lo es sobre todo por referencia a esta naturaleza inal­
conjunto, y sobre la obra de Thomas Hobbes en particular) merece u� instante d�
terable del ser humano, que jamás cesará de inventar nuevas armas y con ello
atención y reflexión. Evidentemente, la primera frase, el eje 1-5, contiene ya en SI
-por su obsesión de seguridad- de crear nuevas amenazas.
la neutralización de los antagonismos de las guerras de religión cristiana. Y surge
Tercera: El tan admirado sistema de Thomas Hobbes deja abierta una puerta a
de inmediato la cuestión de si tal neutralización podría ser llevada más allá del
la trascendencia. La verdad de quejesús es el Cristo, tantas veces expresada por Hob­
marco de la fe común en Jesucristo, por ejemplo a una fe compartida en Dios, en
bes abiertamente como su fe y su credo, es una verdad de la fe pública, de la public
cuyo caso la primera frase podría ser también «Alá es grande», o más lejos aún, has-
El concepto de lo político 153
152 Car! Schmitt

Epílogo
ta cualquiera de las muchas verdades necesitadas de interpretación, ideales socia­
les, valores supremos y principios fundamentales en· cuya ejecución y puesta en P. 82. La expresión res dura remite a mi libro de 1931 El defensor de la Constitución,
práctica se producen las disputas y las guerras, por ejemplo la libertad, la igualdad y cuyo prólogo concluye con la cita
la fraternidad; o «el hombre es bueno», o «a cada uno según sus méritos», etc. No
creo que estuviese en la intención de Hobbes una neutralización tan total. Pero no Res dura et regni novitas me tafia cogunt
se trata aquí tampoco de la cuestión psicológica individual de cuál era la convic­ Molin·...
ción subjetiva de Hobbes, sino que nos estamos planteando el problema funda­
mental y sistemático que soporta su doctrina política, y que en modo alguno cierra La cita procede de Virgilio, Eneida I, 563-64, y significa: «La dureza de la situación
la puerta a la trascendencia. Es la cuestión de la intercambiabilidad o no intercam­ política y la novedad del régimen (de la Constitución de Weimar) me fuerzan a ta­
biabilidad de la frase that Jesus is the Christ. les cavilaciones.» Entretanto, hace ya tiempo que he llegado a la conclusión de que
P. 60. Sobre la expresión de Burckhardt del poder «malo en sí»: «Gesprach über ni una expresión diáfana ni las citas de los clásicos logran impedir que la gente
die Macht und den Zugang zum Machthabern, 1954 (tomo núm. 53), que se mueve vuelva su vista atrás con espíritu tendencioso.
en la dialéctica del poder humano. La palabra «demoníaco» no aparece en esa con­
versación. Corolarios
P. 65. Si Maquiavelo hubiese sido un maquiavélico, en lugar del «Príncipe» ha­
bría escrito un libro edificante, quizá directamente un anti-Maquiavelo. Esta frase Bibliografía: Tomos núms. 23, 42, 50. Sobre p. 105, enemy-fae: en el volumen
es citada por Manuel Fraga Iribarne en una conferencia del 21 de marzo de 1962 colectivo Power and CiviíiZJJtion, Politicaf Thought in the Twentieth Century, ed. por David
(Revista de Estudios Políticos 122, p. 12), que añade con distanciada ironía: «Lo digo Cooperman y E. W. Walter, Nueva York, 1962 (Thomas Y. Crowell Company),
con pudor, ahora que estoy a punto de publicar El nuevo Anti-Maquiavelo.» El nuevo pp. 190-98, los pasajes del «Concepto de lo político» allí reproducidos contienen el
Anti-Maquiavelo de Fraga se ha publicado entre tanto en la Colección Empresas término fae como traducción habitual de Feind. Es de esperar que George Schwad
Políticas, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1962. (cfr. Verfassungsrechtfiche Aufiatze, 1958, p. 439) realizará una investigación más por­
P. 73. «Der Gege nsatz von Gemeinschaft und Gesellschaft als Beispiel einer menorizada al respecto. Sobre el problema lingüístico «Feind-Freund»: considero
zweigliedrigen Unterscheidung; Betrachtung zur Struktur und zum Schicksal sol­ actualmente imaginable que en Freund la letra R sea un infijo, por más que en las
cher Antithesen», en el homenaje a Luis Legaz y Lacambra, Santiago de Composte­ lenguas indoeuropeas tales infijos son raros. Pero tal vez sean menos infrecuentes
la, 1960, I, pp. 165-176. El destino ulterior de la antítesis de comunidad y sociedad de lo que acostumbra a suponerse. R en Freund podría ser un infijo (sobre Feind),
contiene a su vez un ejemplo instructivo sobre los efectos del pensamiento valora­ del mismo modo que en Frater (sobre Vater) o en la cifra drei (sobre zwe,). Expuse
tivo sobre cualquier antítesis imaginable. Al poner en práctica la lógica del pensa­ esta suposición a un excelente conocedor del tema, el Vortrage nder Legationsrat
miento de valores -que es siempre una lógica del pensamiento sobre lo que no Dr. H. Karstien, el cual no la encontró indiscutible, de modo que quisiera haberla
vale-, esto significa para nuestro tema que el amigo se registra como «valorn, y el comunicado aquí siquiera como hipótesis jeurística. (N. del T: la hipótesis carece
enemigo en cambio como «no valon>, de modo que su aniquilación parece un valor de todo fundamento lingüístico: ni existe el infijo mencionado, ni hay la menor re­
positivo, de acuerdo con el conocido modelo de la «aniquilación de la vida indigna lación etimológica entre los pares de palabras aducidos por el autor).
de ser vivida». P. 111. dogflght. Tomo esta palabra de un artículo de Sir John Fischer Williams
(sobre las sanciones contra Italia promovidas por la Sociedad de las Naciones en el
conflicto con Abisinia, 1936), publicado en el British Yearbook ofInternationai Law
La era de las neutralizaciones XVII, pp. 148-49. Se dice allí que la generación venidera pondrá probablemente
en primer plano antes los deberes que los derechos del neutral. Podrían, sin embar­
P. 81/82. En cuanto a la ubicación de Berlín (más cerca de Nueva York o de· go, producirse guerras en las cuales -si no de obra, sí al menos de pensamiento­
Moscú que de Munich o de Tréveris), en el año 1959 una de las cabezas dirigentes resultase impensable para cualquier ser huamno con ideas morales no tomar postu­
de la economía social de mercado me preguntó dónde caería Bonn en ese mapa. ra. En semejante guerra mundial, que no sería un dog.ftght y se llevaría a cabo reu­
Sólo pude remitirle a la sentencia sobre televisión del Tribunal Constitucional de niendo la totalidad de las energías morales, la neutralidad, por respetable que sea,
Karlsruhe en febrero de 1961. no podría hallar un respeto excesivamente extendido. A los ángeles que se mantu­
P. 84 y ss., 89 y ss. A propósito de la teoría política de la tecnocracia: Hermano vieron neutrales en el gran combate entre Dios y el Diablo, Dante les hace objeto
Lübbe, op. cit. Sobre el intento de alcanzar la unidad política de Europa mediante la de singular desprecio y los entrega a un castigo correspondiente, no sólo porque
despolitización (la llamada integración), Francis Rosenstiel, Le principe de supratio­ delinquieron al lesionar su obligación de combatir por el derecho, sino también
nalité, Essai sur les rapports de la Politique et du Droit, París, 16962 (Ed. Pedone). porque ignoraron su interés más propio y genuino; a los neutrales en semejante
confrontación -así afirma el conocido jurista inglés de la Sociedad de las Nacio­
nes- les correspondería un destino con el que no sólo estaría de acuerdo Dante,
sino también Maquiavelo.

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