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·
El conflicto
sociología del antagonismo

GEORG SIMMEL

--- r
fndice
sequi111r [sic: sdkwitut]:
Tercera persona del presente indicativo del verbo latino soquor.
procede, prosigue. resulia, sigue.
lnfen:ocia que se deduce de lu premisas:
secuencia cooforme, movimiento acorde, dinámica en cauce.

"Dcr Streit",
publicado en el volumen
Soziologie. Untcrsuchu1,gcn übcr die
Formen der Vergesi:llscl111ñung. Bcrlfn, 1908;
previamente publicado con el tftulo de
'The Sociology of Conflict"
en el American Joumal of Sociology ( 1904)

Georg Simmel, anticipador de la polemología


Jerónimo Malina Cano 9
Edición y traducción de Javier &aso Ceballos

El conflicto, sóciología del antagonismo


Georg Simmel 17
C Ediciones scquitur, Madrid, 2010
www.sequitur.es

ISBN: 978-84-95363-80-0
Depósito leg"I: M-36600-2010
Impccso en España
Georg Simmel, anticipador de la polemología

Denn das Leben ist die unaufhorliche Relativitat der Gegensiitze,


die Beslimmung des einen durch das andere und des anderen durch das eine,
die flutende Beweglheit, in der jedes Sein nur als ein Bedingtsein bestehen kann.

Así pues, la vida consiste en la inagotable polaridad de los contrnrios,


en la recíproca detenninaci6n de unos elementos por otros,
en una fluctuosa agitación en la que únicamente
como ser limitado se puede perdurar.
G. Simmel, "Die Alpen", Philosophische Kultur (Leipzig 1911).

In jedem Friedenszustand die Bedingungcn für den künfligen Kampf,


! in jedem Kampf ~ie für den künftigen Frieden (sich] herausbifden.

En una situación de paz cualquiera se encuentran


en germen las condicionc;s de una lucha futuriza,
como en la guerra existen ya (as de una paz futuriza.
G. Simniel, "Der Streit", Soziologie (Berlín 1908).

En "La cocina de Heráclito", artículo de Eugenio Montes pubiicado en


un folletón de El Sol (19 de julio de 1931), se dice que con Georg
Simmel "la Sociología pasa de ser un Rastro a ser una ciencia". A pesar
de su casticismo, este discutible modo de epitomar raya literariamente a
la altur~ del sociólogo, filósofo y ensayista nacido en Berlín en 1858 y
muerto en Estrasburgo en 1918, pocos meses antes del final de la Gran
guerra: "Rastro era, colmado de abigarradísimos residuos de objetos
- carcomidos de puro viejos la mayoría- , expulsados a golpe de escoba
de todas aquella disciplinas que, en oposición a las de la naturaleza, han
solido llamarse morales. Problemas emigrantes, se habían posado en

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bandadas promiscuas sobre el alcor recién tendido. Temas mal avenidos 1 menos posibilidades habrá de que encajen y se armonicen con las de los
con sus vecinos poblaban en confusión la ciudad abierta, protegida por demás individuos". Como Jo piensa lo escribe Simmel en su obra póstu-
todas las franquicias. En una olla podrida se mezclaran todas las cien- ma Cuestiones fundamentales de la Sociología (Grundfragen der
cias históricas, psicológicas, normativas, y se le pusiera a la olla una eti- Soziologie, 1918). El individuo ha de encontrar su medida en la coexis-
queta: Sociología". tencia, pues sólo esta, viene a decir Simmel, es capaz de engendrar en
Simmel, de genio penetrante e inquieto, discurrió sobre las más varia- cada hombre lo que no se podría explicar tan sólo a partir de él mismo.
das parcelas de la vida cotidiana: el erotismo y la coquetería, el amor y La dialéctica individual-social le lleva a considerar la Socioiogía como
la muerte, la moda, la pobreza, el marco, el puente y la puerca, etcétera. un método genético, aplicable a todas las disciplinas, en cuanto que
Urgido por la diversidad de la vida y la movilidad del espíritu, su acti- todos sus objetos científicos están producidos por la vida soGial.
tud es lo que a veces denominó "metafísica como vida". Su obra tiene, Sobre estas consideraciones Sinunel asentó dos concepciones com-
además de una inagotable riqueza temática, un sello esteticista que le plementarias de la Sociología como disciplina científica. La primera es
distingue de los otros padres fundadores de la sociología (Durkheim, la Sociología general, "principio heurístico que puede aplicarse a una
Mead, Weber, Worms). Lo mismo que sus lecciones como Privatdozent, infinidad de dominios diferentes del saber, sin llegar a constituir, en sí
que seguramente le hicieron el objeto de envidias y le malmetieron con misma, uno autónomo". La Sociología formista o pura es algo distinto.
el mundo universitario de Berlín, impidiéndole alcanzar la cátedra allí y Simrnel habló de una formal Soziologie, no de una formell Soziologie.
forzándole ·a trasladarse a Estrasburgo, en donde fue nombrado catedrá- Julien Freund, divulgador e intérprete de Simmel y traductor minucioso,
tico de sociología con más de cincuenta años. Acusado de diletante por ha recalcado que mientras forma/ hace _referencia a la fonna, fonnell
la pedantería erudita, la supuesta mundanidad y llaneza de muchos de califica aquello que es fo1mal, es decir, Jo que respeta las formas. Así,
sus escritos es en realidad todo lo contrario a la impremeditación. Desde esta es una ciencia de las formas, no una ciencia meramente formal o
lufgo, la sociología y la filosofía de S immel no son algo .que se impro- formalista. Dejemos a un lado que la traducción del concepto a lenguas
vise. como la española, la italiana o la francesa, que no tienen ese matiz,
puede producir equívocos.
*** Según Simmel, "dada la característica fundamental de la sociedad,
debería hablarse más bien de socialización (Vergesellschaftung). La
Simmel, por principio, se negó a ver en la Sociología un mero criterio sociedad sólo es el nombre dado a una conjunto de individuos ligados
de investigación según el cual el hombre tiene la naturaleza de un "ser entre sí por acciones recíprocas, razón por la que se considera como una
social", afirrnación que desde la fundación de la sociología no ha deja- unidad". Lo que Simmel denominó formas de socialización, es decir,
do de operar como una petitio principii. Contrario, por considerarlo arbi- "las diversas clases de acción recíproca", es el contenido de lo social, "la
trario, a lo que después se ha denominado individualismo metodológico, sociedad sensu strictissimo" . La sociología forrnista debe pues consa-
no admitió tampoco una representación de lo social poblada de concep- grarse, según Simmel, al estudio de todas las formas de socialización,
tos colectivos. No obstante, en la escisión individuo-masa está la trage- sin despreciar ninguna.
dia biográfica de los individuos refinados: "por más cultura o educación La piedra angular de la sociología de Simmel es el dualismo : entre lo
que tenga un individuo, resulta que cuanto mayores sean estas, muchas objetivo y lo subjetivo, entre la asociación y la disociación, entre la con-

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tinuidad y la discontinuidad, entre la forma y la materia. Toda esta ten- da en la experiencia visual del lleno, coetánea del desarrollo del sistema
sión o antagonismo entre contrarios es analizado bajo la especie de las industrial a lo largo del siglo XIX. O el hecho de las aglomeraciones,
formas de socialización, de ahí que el magno proceso de la cultura se vea dicho con la literalidad de Ortega y Gasset, nuestro discreto y, hasta cier-
culminado cuando la conciencia (subjetiva) de los individuos interioriza to punto, disimulado lector de Simmel.
las formas (objetivas). La forma, como principio de diferenciación que Mucho debe al filósofo madrileño la divulgación del ensayismo de
introduce la discontinuidad en el flujo de lo vivido, tiene una existencia Simmel entre los lectores españoles. Sus artículos son traducidos y
autónoma según su lógica inmanente. Estos productos del espíriru sin publicados en la Revista de Occidente ya desde el primer número. Se
productor particular, Jo humano sin el hombre, expresión que utiliza dan así a conocer su "Filosofía de Ja moda" y "Lo masculino y Jo feme-
Ortega y Gasset en El hombre y la gente, son, sin embargo, los medios nino" (1923), "E1 asa" y "Las ruinas" (1924), "Cultura femenina", "El
por los que la vida se expresa. Precisamente, "la tragedia de la cultura", problema de la situación religiosa" (1925), "Fidelidad y gratitud"
título de un conocido ensayo simmeliano, es que la vida individual sub- (1926), "Concepto y tragedia de la cultura", "Rodin" (1933) y ''La per-
jetiva se realiza al quedar petrificada su energía en las formas objetiva- sonalidad de Dios" (1934). Para entonces habían aparecidó los seis
das del espíritu: así se resuelve la polaridad y "profunda enemistad" tomos en los que Estudios sobre las formas de socialización quedó
existente entre "el alma subjetiva y el producto espiritual objetivo". incorporado entre 1926 y 1927 a la colección "Nuevos hechos, nuevas
ideas" de la Biblioteca de la Revista de Occidente, y estaba a punto de
*** imprim(rse Cultura femenina y otros ensayos, Ese mismo veranó de
1934, en la Universidad Internacional de ~fantander hablaron sobre la
La pluralidad temática de la obra de Sirnmel, su curiosidad intelectual formal Soziologie de Simmel el orteguiano Luis Recaséns Siches y José
y la originalidad de su perspectiva han ampliado el campo de visión de Gaos en sus cursos sobre "Crisis de método y objeto en la sociología" y
la sociología contemporánea. En sus Estudios sobre las formas de socia- "La filosofía en el siglo XX". La Guerra cancelará la primera etapa de la
lización (Soziologie. Untersuchungen über die Formen der Vergesell- recepción hispana de Simmel, inaugurada con la traducción de su
sachftung) de 1908 hay varias sociologías particulares in nuce: las de la Schopenhauer y Nietzsche, publicado en Madrid en 1915, y las glosas
moda, el poder, Ja pobreza, el conflicto. También una sociología del periodísticas de algunos de sus discursos o "sermones de guerra".
número en las relaciones sociales, inspirada por la misma razón que aci- A partir de los años 40 se registra un interés por Simmel más limitado
cateó a los sociólogos de las muchedumbres (Tarde, Le Bon): el impac- o relativo, generalmente vinculado a la lectura que de la obra de Hans
to de lo cuantitativo sobre las formas establecidas o tradicionales de la Freyer se hace en el círculo del Instituto de Estudios Políticos, centro
vida humana colectiva. Sirrunel lo sugiere al discurrir sobre "El proble- desde el que se irradiaron a la sociología española las pautas de su pro-
ma de la sociología": las exigencias formuladas por la ciencia socioló- pia institucionalización. A pesar de que algunas obras de SimmeJ se ree-
gica, viene a decir, son corno el reflejo de la posición que, frente al indi- ditaron e incluso se tradujo alguna nueva -asf, en 1946, los Problemas
viduo, ha llegado a ocupar la masa en el siglo XIX. Conviene aclarar que fundamentales de la filosofía-, únicamente desde fin;les de los años
no se trata, al menos en la conceptualización de Simmel, de una diatri- 1970 renace en España el interés por Simmel del primer tercio del siglo
ba elitista contra las doctrinas de las democracias masivas; sino, en un pasado. Ca~i veinte títulos, eventualmente reeditados, han aparecido
sentido elemental, de una pregnante cuestión de espacio físico, decanta- desde 1977, año de la traducción de La filosofía del dinero, hasta 2010,

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cuando llega al lector una nueva traducción del conocido ensayo sobre (general) de la guerra o polémologie, término acuñado por Gastan
El conflicto. Bouthoul en 1945 para denominar el estudio científico de las guerras
Una de las imágenes que mejor representan el dualismo del pensa-
* ** miento de Simmel es la contraposición del puente (Briicke) que une y la
puerta (Tür) que separa. La vida es, para Sirrunel, una "fluctuosa agita-
La primitiva traducción española de Der Streit la .realizó el krausista ción" de contrarios siempre en precario equilibrio. Semejante polaridad
asturiano José Ramón Pérez Bances y constituye, junto con "El secreto le parece un dato puramente fáctico, por de pronto irreductible a una
y la sociedad secreta", el tomo m de Sociología: estudios sobre las for- transformación dialéctica de los contrarios en otra cosa. El dualismo
mas de socialización. Puede sorprender que en 1926 se tradujera Der asociación-disociación, que Simrnel reproduce en los más variados con-
Streitcomo La lucha. Desde luego, aunque la alteración del título origi- textos: desde sus consideraciones sobre la crisis de la cultura a las medi-
nal es discutible desde un punto de vista filológico, no es menos cierto taciones sobre los Alpes o las ruinas, permite comprender la centralidad
que la conversión de Streit (=conflicto) en Kampf (=lucha) pudiera pare- del antagonismo en toda su obra.
cerle oportuna al traductor, y tal vez también al mismo Ortega, ante un De:;de un punto de vista trascendental, el conflicto, expresión de la
texto que ananca así: ''Da() der Kampf soziologísche Bedeutung hat, intimidad del antagonismo y el ser, constituye una forma de socializa-
índem er Jnteressengemeinschaften, Vereinheitlichungen, Organisatio- ción cuya importancia difícilmente se podrá exagerar. Con Simmel el
nen verursacht oder modifiziert, ist prinzipiell nie bestrítten. Dagegen conflicto ingresa entre las categorías positivas, pues consiste en "una
mu/3 der gewohnlichen Anschauung die Frage paradox vorkommen, ob protección frente al dualismo que separa y en una vía hacia cierta uni-
nicbt der K11mpf selbst schon, olme Riicksicht auf seine Folge- oder dad, sea la que sea y aunque suponga la destrucción de una de las par-
Begleiterscheinungen, eine Vergesellschaftungsform ist ". Por lo demás, tes". La caricia y la agresión, en cierto modo el revés de aquella, son dos
el lector comprobará que Simmel, apegado a su método de flaQeur de la formas de la coexistencia humana, las dos caras de la misma sociabili-
cuhura, no se preocupa en estas páginas de establecer con precisión las dad. Probablemente los hombres tienen las mismas razones, nimias o
lindes del conflicto (der Streit), la concurrencia (die Konkurrenz), la graves, para amarse que para odiarse. ¿Por qué valorar distintamente las
lucha (der Kampf) y la guerra (der Krieg) . En cualquier caso, el título formas de sociabilidad cooperativa y l~s conflictivas? ¿No son unas y
bajo el que ahora aparece esta obrita es el adecuado. Adecuado y opor- otras susceptibles de promover, en 1,m agregado humano, las pautas que
tuno es también el subtítulo editorial: "sociología del antagonismo", permiten hablar de sociedad o comunidad de hombres, y no de una mera
pues uno de los aspectos más interesantes del ensayo es precisamente la coincidencia espacial (coterraneidad) y temporal (coetaneidad) de los
incoación de una sociología del conflicto a partir qel antagonismo o la individuos?
hostilidad como un aspecto central no ya de la vida o la existencia huma- Sobre el fondo de la posilividad del conflicto o, como dirá más tarde
na, sino de la propia experiencia del ser. Ello hace de Simmel, en con- el sociólogo norteamericano L. A. Coser, su funcionalidad, Simmel se
currencia con Tarde, autor de L'opposition universelle: essai d'une lhéo- ocupa en estas páginas de dos grandes asuntos: la hostilidad y el modo
rie des cont.raires (1897), el precursor de una "polernología trascenden- en que finalizan los conflictos. En un segundo plano destacan también
tal", incluso de una "conflictología". Anticipador asimismo de una sus consideraciones sobre el conflicto jurídico, el juego, la concurrencia
sociología general del conflicto (Lewis A. Coser) y de la sociología económica o el "combate latente" entre mujeres y hombres.

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Para Simmel, la hostilidad consiste en una pulsión autónoma que de EL CONFLICTO
forma natural se desarrolla entre los hombres. Tiene mucho de reflejo,
sobre todo cuando se manifiesta como un instinto de lucha a páori.
¿Cómo no ver en estas notas, como sugería Freund, a un heraldo de los
esrudios etológicos de Konrad Lorenz sobre el "supuesto mal de la agre-
sividad"? ¿O tal vez de los de René Girard sobre la "rivalidad miméti-
ca"? La hostilidad, cuya intensidad es a veces excitada por circunstan-
cias banales, tiene un señalado efecto centrípeto, pues si no sobrepasa
cierto umbral sirve para reforzru- la identidad del grupo. Ello no impide,
sin embargo, que las motivaciones más peregrinas, de repente, desacti-
ven un antagonismo que parecía conducir ineluctablemente a la aniqui-
lación de una de las partes. Tiene todo proceso conflictivo algo de epi- Que el conflicto tiene relevancia sociológica, por cuanto genera o
demia mental colectiva que enciende los ánimos o los apaga sin justifi- modifica comunidades de intereses, unidades y organizaciones, no es
cación racional aparente. Así pues, la terminación de un conflicto no es algo que se ponga en duda. Sí puede, sin embargo, resultar más paradó-
una conclusión lógica, sino un proceso autónomo merecedor de un apén- jico a la opinión común, preguntarse si el conflicto en sí rrúsrno, con
dice especial. Desde el momento en que no se puede establecer la ante- independencia de sus efectos sucesivos o inmediatos, es una forma de
cedencia de la situación conflictiva (guerra, lucha) o la no-conflictiva, el socialización. De entrada, puede parecer una simple cuestión de pala-
paso de una a otra únicamente puede contemplarse, con todos sus mati- bras. Si toda interacción entre los hombres es socialización, entonces, el
ces, en el continuo indiferenciación-diversidad, proceso rítmico en el conflicto, que no puede reducirse lógicamente 3; Lln sólo elemento, es
que ciertamente puede desempeñar un papel central la polaridad amigo- una forma de socialización, y de las más intensas. Los elementos que sí
enemigo que según Carl Schrnin caracteriza la política, aspecto del que pueden disociarse son las causas del conflicto: el odio y la envidia, la
no se ocupa Sirnmel salvo para recordar que hay guerras y luchas polí- necesidad y el deseo. Cuando por estas causas estalla, el conflicto se
ticas, y otras que no lo son. Entre las formas de finalización de un con- convierte en una protección frente al dualismo que separa y en una vía
flicto destaca Sirnrnel en su tipología la victoria (y su correlato: la derro- hacia cierta unidad, sea la que sea y aunque suponga la destrucción de
ta), la reconciliación (puramente subjetiva) y el compromiso, "uno de los una de las p~es -viene a ser algo parecido a los síntomas más violen-
grandes inventos de la humanidad". en cuya naturaleza objetiva se des- tos de las enfermedades: representan el esfuerzo del organismo por
cubre el tertius genus de las formas superiores de cultura, junto al don y librarse de sus desajustes y dolores-. Esto no equivale al si vis pacem
al robo. para bellum, esta trivialidad no es sino una opción puntual del principio
general. El conflicto en sí mismo ya es una resolución de la tensión entre
Jerónimo Molina Cano los contrarios; el que pretenda la paz, no es sino una expresión particu-
Universidad de Murcia lar, y obvia, del hecho de ser síntesis de elementos, ya sea contra otro o
con otro, bajo un concepto superior. Este concepto se caracteriza por
diferenciarse de la simple indiferencia. El rechazo y la disolución de la

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relación social también son negaciones; pero el conflicto representa el a toda evolución; la santa asamblea .de los Padres de la Iglesia, la repre--
elemento positivo por cuanto teje, desde la negatividad, una unidad que senta Rafael, en la Disputa, si no como un conflicto, sí corno una plura-
sólo conceptualmente, pero no en los hechos, es disyuntiva. lidad de temperamentos e ideas en contraposición de la que nace toda la
Es, sin embargo, más correcto decir que toda unidad conocida contie- vivacidad y cohesión orgánica de esa reunión de personas. Al igual que
ne, además de los factores que la unen, otros que obran contra su uni- el cosmos, para tener forma, necesita "amor y odio", fuerzas de atracción
dad. Desde el punto de vista de la positividad sociológica del conflicto, y de repulsión, la sociedad necesita un combinado de armonía y diso-
todas las formas sociales se estudian de modo específico: pareciera que, nancia, de asociación y lucha, de simpatía y antipatía para definir su
cuando se analizan las relaciones entre los hombres, los objetos tradi- forma . Y estos binomios en modo alguno son meros pasivos sociológi-
cionales de la sociología no serían sino una subdivisión de la ciencia del cos, factores negativos, que la sociedad habría de superar para poder
hombre, más amplia y efectivamente determinada por un principio, el de e'Xistir; la sociedad es, efectivamente, el resultado de la interacción entre
unidad. Para la ciencia del hombre, sólo existirían dos objetos primarios las dos categorías. Es decir, tanto las tendencias unitarias como las dis-
o unitarios de estudio: el individuo y la unidad formada por los indivi- gregadoras son constitutivas de la sociedad y, en este sentido, son posi-
duos, la sociedad, no cabiendo lógicamente ningún otro. De esta forma, tivas.'
el conflicto no podría analizarse en sí mismo, es decir, con independen-
cia de su efecto sobre esas dos formas unitarias de la sociedad. El con- [ambigüedad del concepto de unidad]*
flicto es, sin embargo, un hecho sui generis, y subordinarlo al concepto Pensar que unas tendencias destruyen lo construido por otras, quedan-
de unidad resulta tan forzado como vano, toda vez que significa la nega- do como resultado el fruto de la sustracción (cuando, ea verdad, sería
ción de la unidad. más correcto hablar de suma), es un error extendido que se asienta sobre
Conviene, por lo tanto, ampliar el análisis distinguiendo las relaciones la ambigüedad del concepto de unidad. Este térmÍflO' sirve para referirse
entre los hombres constitutivas de una unidad, es decir, las relaciones al acuerdo y cohesión entre elementos sociales, en contraposición a su
sociales slictu sensu, de las relaciones que actúan contra la unidad. Hay separación y disociación; pero la unidad también es la síntesis de las per-
que tener, no obstante, presente que toda relación históricamente verifi- sonas, de las energías y las formas constitutivas del grupo consideradas
cada suele participar de ambas categorías. Para que el individuo logre la en su globalidad final, es decir, incluye~do los factores tanto unitarios
unidad de su personalidad, no basta con que los contenidos de la misma como dualistas. Solemos _considerar que la unidad del grupo depende
se armonicen conforme a unas normas específicas, ya sean religiosas o exclusivamente de sus elementos específicamente unitarios, y asf exclui-
éticas; la contradicción y el confli_c;to también intervienen, no ya sólo mos el otro sentido, más amplio, de la palabra. La misma ambigüedad
precediendo la unidad sino en cada momento de la vida del individuo. se da con la desunión u oposición: puesto que éstas operan de manera
Del mismo modo, los movimientos convergentes de la unidad social negativa o destructiva entre los distintos elementos, pensamos que ope-
están inseparablemente entrelazados con los divergentes. Un grupo ran igual sobre la globalidad de la relación, cuando, en V!;!rdad, nada de
exclusivamente centrípeto y armónico, una pura y sencilla "reunión", no lo que, entre los individuos, puede ser negativo, dañino, disgregador
sólo no existe en los hechos sino que no encarnaría ningún auténtico tiene necesariamente que tener el mismo efecto en la sociedad en su con-
proceso vital: la sociedad de los santos que Dante describe en el Paraíso, junto. El ejemplo de la competencia económica es una clara ilustración:
será una "reunión" pero, en cuanto tal, permanece ajena a todo cambio, la competición entre individuos tiene un efecto positivo sobre la unidad

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econórrúca de la que participan. Entre los ejemplos más complejos, cabe individuos. Por ejemplo, la oposición entre individuos vinculados por la
mencionar dos de tipo opuesto. Por un lado, las comunidades exterior- socialización no es un factor social exclusivamente negativo, aunque
mente estrechas, que incluyen muchas relaciones de vida, como el sólo sea porque a menudo es el único modo de coexistir con individuos
matrimonio. No sólo en los matrimonios fracasados sino también en los insoportables. Si no tuviéramos la capacidad y el derecho de oponemos
que han dado con un modus vivendi soportable -o, cuando menos, a la tiranía, a las personalidades volubles, obstinadas o toscas, no sopor-
soportado-, el desacuerdo, el distanciamiento y las discusiones están taríamos relacionamos con ellas y nos abocaríamos a soluciones deses-
orgánicamente unidos a todo lo que, en resumidas cuentas, permite sub- peradas que pondrían fin a la relación, sin entrar siquiera en conflicto. Y
sistir a la relación y le confiere unidad en cuanto forma sociológica. Si esto no sólo porque, como se sabe, la opresión suele aumentar cuando
es cierto que pasado determinado umbral de conflicto ya no cabría se padece con resignación y sin protesta, sino porque la oposición pro-
hablar de matrimonio, no es menos cierto que cierto grado de conflicto porciona satisfacción interior, diversión, alivio; oponerse nos permite no
forma ineludiblemente parte de la caracterización del mismo. Por otro sentirnos completamente aplastados en la relación, nos permite afirmar
lado, la función integradora del antagonismo resulta evidente en aque- nuestras fuerzas, dando así vida y reciprocidad a unas situaciones de las
llas estrUcturas caracterizadas por una clara y mantenida división o jerar- que, sin este correctivo, habríamos huido.
quización sociales. Así, el sistema social indio no descansa sólo en la Y este efecto de la oposición se produce incluso si no logra resultados
jerarquía de las castas sino, también, en su mutua repulsión. La animo- visibles o si no se manifiesta exteriormente y se queda en lo puramente
sidad no sólo impide que se desdibujen los límites del grupo (de ahí que interior: permite restablecer el equilibrio interior -incluso en los dos
se puedan incluso recalcar, para preservar la estructura social) sino que polos de la relación-, aportar un sosiego con el que soportar una rela-
es directamenle productiva sociológicamente: a veces, es lo único que ción que, observada desde fuera, parece insostenible. La oposición
asigna a las clases y a las personas sus respectivas posiciones -algo que forma entonces parte de la relación, con el mism? derecho que los otros
00 habrían encontrado, o habrían encontrado de otro modo, si las causas elementos de la relación: no sólo es un medio para conservar la relación,
objetivas de la animosidad, aún estando presentes y activas, no se com- es una de las funciones en que ésta se concreta. Cuando las relaciones
plementaran con el sentimiento de animosidad-. son puramente exteriores y sin incidencia práctica, es la forma latente
·del conflicto lo que les presta virtualidad: la aversión, la sensación de ser
[energías de la vida colectiva] extraños y enemigos uno de otro -sensación que, en caso de contacto,
No es cierto que la vida colectiva sería más rica y plena si se elimina- mutará inmed~atamente en odio efectivo y lucha-. Sin esta aversión, la
ran las energías repulsivas que, co1:sideradas aisladamente, son también vida en las grandes ciudades, que permanentemente nos pone en con-
destrUctivas: el resultado sería tan distorsionado e irrealizable como el tacto con infinidad de individuos, no sería pensable. Toda la organiza-
que resultaría de pretender eliminar las energías cooperativas, la sim- ción de la vida urbana descansa en una gradación extremadamente varia-
paúa, la solidaridad o la convergencia de intereses. da de simpatías, indiferencias y aversiones, tanto momentáneas como
y esto vale no sólo, en sentido general, para la compete_ncia -que, más duraderas. La esfera de la indiferencia es relativamente pequeña; nues-
allá de sus resultados concretos, determina la forma del gn1po, las res- tra actividad psíquica, en efecto, responde, con sensaciones más o
pectivas posiciones y la distancia de los elementos entre ellos-, sino, menos definidas, a casi todas las impresiones que recibe de los demás, y
también, para las unidades que dependen del estado de ánimo de los que entendemos como indiferencia sólo en la medida en que son sensa-

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...L
ciones subconscientes, efímeras o cambiantes. En realidad, la indiferen- mar la imagen de la realidad que la misma realidad ha generado de 1ma
cia sería tan poco natural, como insoportable sería la confusión de manera más sencilla y unitaria pero que nuestro entendimiento no puede
impresiones no deseadas. De estos dos peligros típicos de la gran ciu- comprender directamente.
dad, nos protege la antipatía, preludio del antagonismo práctico. La anti- Lo mismo ocurre con los procesos psíquicos: son tan complejos, tan
patía produce las distancias y las repulsas sin las que la vida en la ciu- ricos de variaciones y contradicciones que resulta insuficiente, y en defi-
dad sería imposible. Los grados de la misma, el ritmo de su aparición y nitiva inexacto, designarlos con uno sólo de nuestros conceptos psicoló-
desaparición, las formas en que se manifiesta, constituyen, junto con los gicos. Los momentos de la vida psíquica de cada individuo no están vin-
factores unificadores strictu sensu, un todo propio del estilo de vida en culados entre sí por un sólo hilo, aunque así tienda a representarlos el
las grandes ciudades. Lo que puede parecer como un elemento de diso- pensamiento analítico para poder aproximarse a la comprensión de la
ciación es, en realidad, una de las formas elementales de socialización impenetrable unidad del alma. Seguramente, en lo que estamos abQCa-
en la ciudad. dos a representar como sentimientos mezclados, como yuxtaposición de
varias pulsiones, como convergencia de impresiones opuestas, habrá
[complejidad de la unidad] unidad efectiva, pero nuestro entendimiento no alcanza a ver la estruc-
Si, por lo tanto, las relaciones conflictivas no producen por sí solas una tura de esa unidad y acaba reconstruyéndola como el resultado de ele-
forma social sino que operan siempre en conjunción con energías crea- mentos múltiples ..
doras de unidad, cabe concluir que para·constituir una unidad viva se Cuando algunas cosas nos atraen y repelen al mismo tiempo; cuando
necesitan ambos tipos de tendencias y, también, que las de tipo antagó- la nobleza y la mezquindad parecen mezclarse en una misma acción,
nico no son muy distintas de aquellas que la sociología acostumbra a cuando el sentimiento que nos inspira una persona combina respeto y
subrayar en el estudio de la complejidad de la existencia real. Ni el amor, amistad, o también impulsos paternales o matem~les, o eróticos, o valo-
ni la división .del trabajo, ni la amistad, ni la pertenencia a un partido, ni raciones éticas y estéticas: todo esto, propio de la vida psíquica, suelen
la subordinación, pueden por sí solos generar o mantener una unidad ser hechos unitarios, pero, al no ser capaces de definirlos directamente
histórica; y si esto, no obstante, ocurre es porque el proceso así definido como tales, recurrimos a todo tipo de analogías, de motivos previos o
ya contiene una variedad de. formas de relación distinguibles. Por su consecuencias externas para representamos el conjunto de los múltiples
misma esencia, el alma humana no consiente vincularse a los demás por elementos psicológicos. Por ejemplo, la distancia que caracteriza la rela-
un sólo hilo. Aunque el análisis científico se detiene en las unidades ele- ción entre dos personás vinculadas entre sí puede parecemos · fruto de
mentales para estudiar su capacidad. de unión, dichas unidades no ope- una inclinación que debiera haber producido mayor intimidad entre
ran aisladas. Es más, cabe pensar que el análisis sociológico no sea más ellas, o de una repulsión que debiera separarlas completamente, pero, al
que una actividad subjetiva y que los vínculos entre los distintos ele- contrarrestarse mutuamente ambas tendencias, el resultado es la distan-
mentos serían en efecto unitarios, aunque propios de un tipo de unidad cia propia de la relación. Y esta consideración puede, sin embargo, estar
que escapa a nuestra comprensión (en las relaciones más ricas, polifacé- equivocada, por cuanto dicha distancia también podría surgir del interior
ticas y vivas podemos llegar a tener conciencia de esa unidad mística) y mismo de la relación, y no como resultado de compensaciones.
i· ! que debemos representar como la acción conjunta de distintas energías Solemos pensar que el grado de superioridad o sugestión que se esta-
de unión. Estas energías se limitan y modifican mutuamente hasta for- blece entre dos personas se debe al poder de una de ellas, cuando en ver-

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dad dicha fuerza es simultáneamente compensada por la debilidad de la una inicial unidad indiferenciada en sus tendencias convergentes y
otra persona en otro ámbito; así, puede haber fuerza y debilidad pero divergentes, tendencias que sólo posteriormente se separan. Hasta el
esta dualidad no necesariamente se manifiesta en la relación tal y como siglo XIII, en las cortes de Europa central, existían asambleas perma-
existe realmente; una relación definida por la totalidad de sus elementos nentes de nobles, una especie de Consejo del príncipe, que en represen-
que sólo a posteriori podemos escindir para entender los factores pre- tación de la nobleza podía tanto administrar los intereses del príncipe
sentes en la unidad. Las relaciones eróticas son un buen ejemplo. A como defender los intereses de· la nobleza contra el príncipe: dos fun-
menudo, las vemos como un entramado de amor y respeto, o desprecio; ciones diferenciadas y yuxtapuestas que se entremezclaban y se per-
o de amor y sentimiento de armonía entre dos seres, al rrúsmo tiempo cibían como una unidad, por mucho que ahora nos parezcan funciones
que de consciencia de unas contradicciones complementarias; o de amor incompatibles. En Inglaterra, el parlamento de los barones era por enton-
y necesidad de dominar al otro, o de apoyarse en el otro. Las dos ten- ces tan sólo un Consejo del rey, en ~l que se combinaban en una unidad
dencias convergentes -que el observador e, incluso, el propio sujeto de embrionaria la adhesión al rey y la oposición critica a la política regia.
la relación distinguen- forman en verdad una sola corriente. En la rela- Mientras se trate de instituciones aún en desarrollo, que aún deben
ción tal como existe, la personalidad global de uno actúa sobre la del resolver el problema siempre más complejo del equilibrio interno del
otro, Ysu realidad es independiente de la consideración de que, si la rela- grupo, la decisión sobre el mejor modo de defender los intereses del
ción no existiera, las dos personas se inspirarían, cuando menos, aprecio colectivo, ya sea mediante la oposición, la rivalidad y la crítica, o
o desprecio. Solemos pensar esta combinación como una mezcla de rela- mediante la unidad y la armonía inmediatas, permanecerá indefinida.
ciones o sentimientos, porque construimos intelectualmente los efectos Habrá, por tanto , un estado primario de indiferenciación, en apariencia
que las cualidades de una de las partes producirían en la otra si actuaran lógicamente contradictorio con la posterior diferenciación, pero que se
aisladas, cosa que justamente no hacen; la idea de "mezcla", por otro explica por el estado inicial de desarrollo de la o~ganización.
lado, por legítima que sea, es siempre problemática pues connota una En el pasado, las relaciones subjetivas entre personas se desarrollaban,
espacialidad de la que nada participan las relaciones psicológicas. por el contrario, en un sentido opuesto. En las épocas culturalmente pri-
Lo rrúsmo cabe decir, en no pocos casos, de la llamada mezcla de mitivas; la adhesión y la hostilidad estaban mejor definidas. Son propias
corrientes convergentes y divergentes en el seno de una comunidad. La de las épocas maduras o decadentes, y no de las juveniles, las relaciones
relación es o bien de antemano sui generis, es decir, que su motivación personales borrosas e indefinidas, con sentimientos crepusculares que
y forma son en sí mismas completamente unitarias -y sólo para descri- pueden significar tanto amor como odio o incluso oscilar indeferencia-
birlas, distinguimos ex post una corriente monista de otra antagonista-, das entre ambos sentimientos.
o bien ambas corrientes existen de entrada, y, por así decir, antes de que
se establezca la relación, para acabar confundiéndose en una unidad [el antagonismo como factor de socialización]
orgánica en la que dejan de ser componentes con energías específicas Aunque el antagonismo por sí sólo no constituye una socialización, no
diferenciables. No debemos, sin embargo, obviar las muchas relaciones es menos cierto que (salvo en casos marginales) es un elemento socioló-
en las que interacciones parcialmente antagónicas pueden darse real y gico de los procesos de socialización y que su función puede crecer
separadamente de modo que siempre pueden distinguirse dentro de la hasta el infinito, es decir, hasta excluir todos los factores de unidad. El
relación. En su desarrollo histórico, algunas relaciones se entablan desde abanico de relaciones resultante también debe describirse desde la cate-

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gorías éticas, aunque se trate de unas categorías que no ofrecen base tilidad entre las partes. Tras conquistar Italia en el siglo VI., los longo-
sólida desde la que analizar, plena y neutralmente, la dimensión socioló- bardos impusieron a los vencidos el tributo de un tercio del producto de
gica de los fenómenos. Los juicios de valor que atribuimos a las accio- la tierra, tributo que debía pagarse personalmente a los vencedor~ asig-
nes voluntarias de los individuos dan pie a unas categorizaciones que nados. Quizás el odio del vencido al vencedor era más intenso en esta
sólo accidentalmente guardan relación con sus formas y motivaciones situación que durante la misma conquista y quizás el vencedor respon-
reales. Pretender usar la ética como una especie de sociología sería pri- diese con la misma intensidad, bien porque el odio al que nos odia es una
varla de su contenido más profundo y propio: la actitud del alma en y medida instintiva de prevención, bien porque acostumbramos odiar al
hacia sí misma, actitud que no forma parte de sus manifestaciones exte- que hemos causado daño. Y, sin embargo, en esta relación había cierta
riores; sus afanes religiosos, su compromiso con los valores objetivos comunidad debido a que la hostilidad y la impuesta participación de los
de 1 conocimiento, con la belleza, con la dignidad de las cosas, no perte- longobardos en las actjvidades económicas de los autóctonos creaban
necen al ámbito de sus relaciones con los otros seres humanos. La com- intereses paralelos. Y; así, la divergencia y la armonía se entremezclaban,
binación de relaciones armónicas y relaciones hostiles, sin embargo, siendo la primera el germen de la futura comunidad. La esclavización
hace que coincidan la secuencia sociológica y la ética. Una secuencia del vencido -en lugar de su muerte- es un ejemplo úpico de esta forma .
que parte de la acción de A en beneficio de B; pasa luego por la acción La esclavitud, sin duda, puede manifestar un caso extremo de enemistad
de A por su propio provecho y sin perjudicar ni beneficiar a B y acaba interior, pero de ella surge una relación sociológica que, a menudo,
en la acción egoísta en perjuicio de B. Y como B responde a las distin- acaba atenuando la hostilidad. En este sentido, la hostilidad puede agu-
tas acciones de A, aunque casi nunca del mismo modo y en la misma dizarse, justamente, para disminuirla; y no sólo aumentando la violen-
medida, surge una infinidad de mezclas de corrientes convergentes y cia, confiando en que el antagonista acabará renunciando. Algunas
divergentes en las relaciones humanas. monarquías permitieron que príncipes lideraran !ª oposición; así lo hizo
Sin duda, algunos conflictos -por ejemplo entre el bandido o el matón Gustavo Wasa, rey de Suecia. Esto, sin duda, fortalece la oposición, que
y su víctima- parecen excluir la intervención de otros factores. Cuando aúna nuevos apoyos, pero, al mismo tiempo, la mantiene dentro de
el conflicto busca la muerte del otro, el elemento creador de unidad determinados límites. Aunque parezca que el Gobierno fortalece la opo-
queda completamente destruido, pero basta una limitación de la violen- sición, en realidad la debilita.
cia, una mínima consideración del otro, para que se de un momento de
socialización, aunque sólo sea por contención. Kant sostiene que toda (la lucha por la luéba]
guerra en que las partes no se impongan ciertas reservas en cuanto al uso Otro caso extremo parece darse cuando el conflicto se origina exclusi-
de los medios posibles, se convierte, por motivos psicológicos, en una vamente por el placer de luchar. El motivo u objeto, el deseo de poseer
guerra de exterminio. Si los hombres no se abstienen, al menos, de ase- o dominar, la cólera o la venganza, que espolean el combate, también lo
sinar, de traicionar e incitar a la traición, destruyen la confianza mínima someten a una serie de normas, condiciones y contenc;:iones ya sea de
en el modo de pensar del enemigo, confianza sin la que no cabe concer- una como de la otra parte. Cuando lo que está en juego está más allá del
tar una paz. Es casi inevitable que un elemento relacional común se combate mismo, la posibilidad de lograr el fin mediante distintos
entremezcle con la hostilidad una vez que la etapa de violencia descar- medios confiere al combate un carácter peculiar. El deseo de poseer o de
nada da paso a otro tipo de relación, sin que disminuya por ello la hos- dominar, o de destruir al enemigo, puede lograrse con otras estrategias

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que no sean la lucha. Cuando el combate es sólo un medio, determina- en su época estaba establecido". Todos estos casos de "oposición pura",
do por su tenninus ad qt1em, no hay motivo para no limitarlo o evitarlo, en verdad, no lo son, o no lo son necesariamente, pues a menudo se trata
puesto que otro medio puede lograr el mismo resultado. Pero si está de personas que obran así en defensa de causas objetivamente justas,
determinado exclusivamente por su subjetivo tenninus a quo, cuando como caballerescos defensores de las minorías. Algunos fenómenos
existen energías interiores que sólo pueden satisfacerse mediante el mucho menos llamativos sí manifiestan, a mi entender, más claramente
combate, entonces nada lo sustituye, es su propio fin y razón de ser y el afán abstracto de oposición: por ejemplo, la tentación, apenas cons-
ninguna otra forma puede condicionarlo. Estas luchas por el placer de ciente y evanescente, de oponer la negación a una afirmación o a una
luchar parecen estar determinadas por un impulso formal de hostilidad, solicitud, sobre todo si es formulada en modo categórico. Incluso en
que la observación psicológica puede percibir y diferenciar. relaciones armoniosas y en personalidades dóciles, este instinto de opo-
Está, por ejemplo, esa enemistad natural de la que hablan los moralis- sición aparece con la necesidad de un movimiento reflejo, que se inte-
tas escépticos: el homo homini lupus o el "hay algo en la desgracia de gra, aun sin efectos perceptibles, en la situación global. Podríamos con-
nuestros mejores amigos que no nos desagrada" . Pero la filosofía moral siderarlo como un instinto de protección -semejante al de muchos ani-
opuesta, la que deduce de los fundamentos trascendentes de nuestro ser males que se ponen a la defensiva tan pronto se les toca- , lo cual demos-
una moral altruista, no está en definitiva muy alejada de ese pesimismo, traría el carácter primario, fundamental de la oposición; pues significaría
pues admite que, en la experiencia conocida de nuestros actos volunta- que la persona, ante la expresión objetiva de los otros y aún sin ser ata-
rios, no existe tal devoción por el prójimo. La experiencia y la razón cada, se relaciona primariamente oponiéndose y que su primer instinto
indicarían, por tanto, que el hombre es simplemente egoísta: sólo el deus de afirmación está en la negación del otro.
ex machina de un ser metafísico que anida en nuestra alma, y no la Parece, por otro lado, a tenor de las cosas nimias, fútiles, que han pro-
misma naturaleza, puede modificar este hecho natural. Existiría por vocado grandes combates, que existe un instinto de,lúcha a priori. Un his-
tanto una hostilidad natural entre los hombres que, junto con la simpatía toriador inglés refiere que, no hace mucho tiempo, dos clanes irlandeses
entre los hombres, conforma o fundamenta las relaciones humanas. El se pelearon con furia por todo el país por causa de una enemistad que sur-
sorprendente empeño que el hombre suele poner en interesarse por el gió por una disputa sobre el color de nna vaca. Y como pueriles y absur-
sufrimiento ajeno, por ejemplo, se explicaría por una combinación de das son las causas del conflicto así pueden serlo sus resultados. En la
esas dos motivaciones. India, musulmanes e hindúes viven en· una permanente enemistad laten-
También en esa antipatia natural radicaría un fenómeno común: el del te que manifiestan así: los musulmanes abrochan sus vestidos a la dere-
"espíritu de contradicción" que n9 sólo manifiestan aquellos que por cha y los hindúes a la izquierda; en las comidas en común, los primeros
principio dicen no a todo, para desesperación de los que les rodean, ya se sientan en círculos y los segundos en filas; los musulmanes pobres
sea en los círculos de amistades o familiares, como en los comités o en usan como plato un lado de cierta hoja y los hindúes el otro. En las riva-
los teatros. Tampoco es, necesariamente, en el ámbito de la política lidades entre hombres suele ocurrir que no haya relación ni proporción
donde mejor se manifiestan, si bien no falten ahí ejemplos clásicos, entre la causa y el efecto y que resulte difícil entender si el pretexto del
como el descrito por Macaulay refiriéndose a Robert Ferguson: "Su hos- conflicto es su verdadera causa o sólo la prosecución de una hostilidad
tilidad no era contra el Papado o el Protestantismo, contra el gobierno ya existente. Las disputas en tomo a las ideas de omousios (consustan-
monárquico, contra los Estuardo o los Nassau, sino contra todo cuanto cial) y omoiusíos (semejante), la guerra de las Dos Rosas, las luchas de

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güelfos y gibelinos, son ejemplos de rivalidades que no parecen tener una dad psicológica durante la juventud, define su espontaneidad, su deter-
causa rrúnimanente racional. En general, se desprende que los hombres minación a partir de su terminus a quo. El instinto de odio, sólo excep-
se pueden odiar, y amar, por las cosas más nimias y absurdas. cionalmente, alcanza esos grados de intensidad que lo hagan tan subje-
Por último, me parece que la tremenda facilidad con que se trasmite el tivo, espontáneo y consciente.1
clima de hostilidad también indica que se trata de un sentimiento pri-
mario. En general, es mucho más difícil hacer que otro tenga con.fianza [la pulsión antagonista)
y simpatía por un tercero que hasta entonces desconocía a que tenga des- Si existe entonces en el hombre una puJsióa formal de hostilidad,
confianza y antipatía. Lo característico aquí es que la diferencia suele ser simétrica a la necesidad de simpatía, me parece, no obstante, que dicha
bastante clara cuando los sentimientos son aún incipientes, en las pri- hostilidad surge históricamente de uno de esos procesos de decantación
meras manifestaciones del prejuicio favorable o desfavorable para con por los que distintos movimientos subjetivos acaban dejando en el alma
alguien; a medida que el sentimiento se desarrolla, y produce una pra- una forma común a todos, como una pulsión autónoma. Es tan·corrien-
xis, ya no importa tanto esta tendencia inicial, reveladora de un instinto te que intereses de todo tipo nos obliguen a luchar por determinados bie-
fundamental, como las reflexiones más conscientes. nes, a enfrentarnos a los demás, que es posible que un estado de irrita-
Este mismo instinto se percibe en que el prejuicio contrario hacia una ción residual puede haber quedado inscrito en la transmisión hereditaria
tercera persona puede transmitirlo cualquiera mientras eJ prejuicio de nuestra especie. Sabido es que las relaciones entre los grupos primi-
favorable sólo lo transmite la persona por la que tenemos respeto o con tivos son casi siempre relaciones hostiles. El ejemplo más claro es
la que tenernos afinidad. Esta facilidad en reaccionar antes las suges- quizás el de los indios, donde toda tribu se considera por principio en
tiones desfavorables explica la verdad a veces trágica del semper ali- guerra con todas aquellas con las que no haya concertado un tratado de
quid haeret (el siempre queda algo). La observación de las antipatías, paz. Y no hay que olvidar que, en las civilizaciones más antiguas, la gue-
polémicas, intrigas y peleas puede invitamos a incluir la hostilidad en rra era prácticamente la única forma de contacto con otros grupos .
la categoria de las energías primarias del hombre, energías que no se Mientras el comercio ínter-territorial estuvo poco desarrollado , los via-
liberan en virtud de un objeto exterior sino que crean ellas mismas ese jes individuales no existían y los comunidades espirituales no traspasa-
objeto. En este sentido hay·quien sostiene que el hombre es religioso no ban las fronteras del grupo, no había ena::e los distintos grupos otra posi-
porque crea en Dios sino que cree en Dios porque su alma tiene una dis- ble relación sociológica q).le la guerra. Por entonces, las relaciones den-
posición religiosa. Y del amor, ya se sabe: sobre todo en los años tro del grupo y entre los grupos tenían un carácter bien diferenciado.
mozos, no es una reacción del arpa provocada por un objeto, como el Dentro del grupo, la hostilidad significaba ruptura de relaciones, aisla-
color provoca una sensación óptica, sino que el alma necesita amar y miento y repliegue sobre sí mismo y, junto con esto, un apasionamiento
escoge, e incluso adorna, el objeto que satisfaga su necesidad. Nada en la lucha. Entre los grupos, la indiferencia mutua era la norma de con-
impide pensar que lo mismo puede darse en el desarrollo del afecto vivencia, mientras hubiera paz, y, sólo con la guerra, los.grupos se acti-
opuesto, es decir, que el alma tendria un necesidad de odiar y combatir, vaban y se prestaban atención. En consecuencia, el afán de expansión y
revistiendo también con las cualidades que suscitan odio al objeto esco- afirmación fomentaba dentro del grupo una paz absoluta que favorecía
gido. Y si esto no se manifiesta de un modo tan patente como en el caso la interacción y reciprocidad de intereses mientras promovía tendencias
del amor, es porque el instinto amoroso, debido a su tremenda intensi- belicosas en la relación con otros grupos.

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Aunque consideremos que la pulsión antagonista tiene existencia pro- la lucha por la lucha se van mezclan.do, por un lado, los intereses obje-
pia en la psique, esta autonorrúa oo basta para dar cuenta de todas las tivos, por otro, pulsiones que también podrían satisfacerse por otros
manifestaciones de hostilidad. Una pulsión, por espontánea que sea, medios, y que en la praxis tienden puentes hacia otras formas de inte-
contiene siempre su soberanía, en el sentido de que no se proyecta sobre racción. Sólo conozco un caso en el que el placer de la lucha y la victo-
cualquier objeto sino sólo sobre los que le convienen: el hambre surge ria son motivo exclusivo y no, como suele ocurrir, un elemento más del
dentro del sujeto, sin ser reactiva a un objeto, y, sin embargo, no hará que antagonismo: la lucha lúdica o, más exactamente, aquella en la que el
nos abalancemos sobre las piedras o las ramas, sino que buscará algo vencedor no saca otra satisfacción que ganar el juego. Aquí el atractivo
comestible. Así, el amor y el odio, aunque no respondan a una solicita- puramente sociológico del predominio y de la superioridad sobre el otro
ción exterior, necesitarán que sus objetos reúnan determinadas carac- se combina, en los juegos de destreza, con el placer puramente indivi-
terísticas para poder proyectar sobre ellos amor u odio. Por otro lado, es dual del movirrúento ad~cuado y certero; y, en los juegos de azar, el
.¡ probable que la pulsión antagonista, debido a su carácter formal, sólo favor de la suerte nos concede la alegría de una relación de armonía mís-
venga a ser un complemento, una palanca, de los conflictos originados tica con fuerzas que están más allá del acontecer individual y social. En
por causas materiales. Y cuando el mero placer formal de luchar -un estos casos, la lucha lúdica no tiene otra motivación sociológica que la
placer, por tanto, completamente impersonal, es decir, indiferente a la misma lucha. La ficha sin valor, por la que se lucha con la misma pasión
causa y al adversario-, está en el origen del conflicto, lo normal es que que si de una moneda de oro se tratara, refleja bien el carácter formal de
éste, con su desarrollo, se vaya cargando de odio y rabia contra el adver- esta pulsión que, también en la lucha por la moneda de oro, va más allá
sario, al que personalizará, como también identificará el premio de la del intérés material.
victoria, por cuanto la delimitación de estas pasiones alimentará y Pero lo notable aquí es que este dualismo perfecto requiere para poder
aumentará la energía anímica en la lucha. Conviene odiar al adversario realizarse de unas formas sociológicas slrictu sens~. de unos procesos de
contra el que, por el motivo que sea, se lucha, al igual que conviene amar unificación: uno se junta para jugar, las partes aceptan, y se someten a,
a aquellos con los que se está vinculado y debemos convivir. La verdad unas mismas reglas de juego. Como se ha dicho, estos procesos de uni-
del dicho berlinés: "lo que se hace por amor, se hace doblemente mejor", ficación son ajenos a la motivación del juego y, sin embargo, sin ellos el
también vale para lo que se hace por odio. juego no puede formalizarse: son la técni!=a sin la que el juego, con in.de-
pendencia de sus motivaciones, sería imposible. Es más, las reglas de un
[unión en la lucha] juego suelen ser más rigurosas y más escrupulosamente respetadas por
La interacción humana se enti~nde a menudo tan sólo porque una los jugadores -mucho más que en las asociaciones cooperativas-; son
capacidad interna de adaptación nos genera los sentimientos adecuados como un código de honor.
a la situación, ya sea para usarla o combatirla, para aguantarla o despa- Este ejemplo refleja la coexistencia del principio de lucha con el de
charla; estos sentimientos nos proporcionan, mediante procesos psíqui- unión - combinándose, casi con la pureza de los conceptos abstractos,
cos, las fuerzas necesarias para realizar la tarea y para paralizar las pul- las contradicciones en una unidad-, y demuestra que sendos principios
siones contrarias a la acción. Una lucha seria no puede durar mucho sin logran ser relevantes y activos sociológicamente sólo complementándo-
el auxilio de un conjunto de impulsos psíquicos, que se va generando se. Lo mismo ocurre en la contienda jurídica, aunque los elementos no
durante la lucha. Esto tiene gran relevancia sociológica: a la pureza de sean aquí tan puros, tan claramente diferenciables. En los pleitos tam-

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bién hay un objeto, pero, a diferencia de la lucha por el placer de la y limitación de la contienda jurídica a su dimensión como lucha. Y pre-
lucha, si se renuncia al mismo, se puede poner satisfactoriamente fin al cisamente por esta su estricta objetividad, este tipo despiadado de con-
litigio. También en los procesos judiciales cabe hablar del placer o flicto, porque prescinde de las posiciones subjetivas de compasión y
pasión de las partes, pero no se trata aquí de las sensaciones del juego, crueldad, presupone necesariamente una unidad, una comunidad de las
sino de la defensa del derecho, de la imposibilidad de soportar una afren- partes, que casi ninguna otra relación puede determinar con semejante
ta real o supuesta a la justicia. La obstinación con que las partes litigan- grado y constancia. El común sometimiento a la ley, la aceptación por
tes pueden rechazar todo compromiso y empecinarse en los procesos, las partes de que la decisión se basará tan sólo en el peso objetivo de los
poco tiene de ofensivo y sí, incluso en el demandante, de defensivo: está motivos, el respeto a unas formas que las partes consideran absoluta-
en juego la salvaguardia de la persona, de sus bienes y derechos . Es pues mente vinculantes, la consciencia de que todo el proceso se desarro_lla
la pulsión individualista, y no la sociológica, la que incide en los proce- dentro del marco de un poder y orden sociales que le dan sentido y lo
sos: se trata de contrarrestar las afrentas que dañan la propia existencia. avalan: todo esto hace que el conflicto jurídico descanse sobre una
Pero si nos atenemos exclusivamente a la forma del conflicto, al pro- amplia base de unidad y consenso entre los adversarios. Análogamente,
ceso judicial en sí mismo, éste es, sin duda, absoluto: es decir, las peti- aunque en menor grado, en las transacciones y contrataciones comer-
ciones de las partes se defienden ciñéndose estrictamente al asunto y a ciales, las partes también constituyen una unidad en la medida en que
los medios permitidos, sin que interfieran factores personales o externos: reconocen y acatan, aunque sus intereses sean opuestos, unas normas
el pleito jurídico es el conflicto por antonomasia, en la medida en que que les unen y obligan. Los presupuestos comunes, que excluyen del
sólo cabe lo que interesa al conflicto como tal. En cualquier otro com- debate jurídico todo lo exclusivamente personal, revisten ese compro-
bate, incluso el más rabioso, siempre puede caber algo subjetivo, alguna miso con lo puramente objetivo, y esto concuerda con el carácter des-
pericia más o menos fatal o la intervención de un tercero. La exclusión piadado, encarnizado, absoluto del combate. E~ conflicto jurídico, al
de todo, salvo de su objeto, del litigio jurídico lleva, sin duda, al forma- igual que el lúdico, manifiesta la interacción recíproca entre dualidad y
lismo del conflicto, que puede incluso adquirir autonomía con respecto unidad de la relación social; y, justamente porque se circunscribe a, y
a su contenido material; es lo que ocurre con las argucias jurídicas, cuan- procede mediante, la rigurosa unidad de las normas y obligaciones
do ya no son factores concretos los que se oponen sino conceptos que se comunes, el combate adquiere ese caráctet extremo y absoluto.
confrontan de manera completamente abstracta. Por otra parte, el litigio Por último, lo mismo ocurre siempre que las partes se mueven por un
se desplaza a veces hacia terrenos que ya nada tienen que ver con el interés objetivo, es decir, cuando el interés del conflicto, es decir, el con-
objeto a dilucidar. Si, en las civili:z;aciones desarrolladas, la confronta- flicto mismo, queda diferenciado de las personas involucradas. En estos
ción jurídica corre a cargo de abogados profesionales es, sin duda, para casos pueden darse dos alternativas: bien el conflicto gira en torno a
sustraer el conflicto de todas las asociaciones personales que no guardan cuestiones puramente objetivas, sin interesarse por, ni modificar, las
relación con el mismo. Pero cuando Otón el Grande dispuso que la con- situaciones personales; bien, por el contrario, puede apelar al lado sub-
troversia jurídica ,se resolviera mediante un juicio singular, el de Dios, a jetivo de las personas pero sin alterar los intereses objetivos comunes a
través del combate entre luchadores profesionales, ya no quedaba del las partes. Esta segunda situación queda ilustrada en la expresión de
conflicto de intereses sino su forma: el que haya confrontación, y uno Leibniz: "seguiría a mi enemigo mortal, si de él pudiera aprender" . Es
gane. Este caso manifiesta, con caricaturesca exageración, la reducción tan evidente que esto puede calmar y atenuar la enemistad, que sólo tra-

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taremos aquí el resultado inverso. No cabe duda de que la hostilidad que tud del cual quedó excluida toda personalización. Más allá de las
se expresa en un ámbito objetivo y en comunidad de normas adquiere muchas diferencias, así operan las luchas sociales desde Marx: si se con-
mayor definición y seguridad; y la consciencia de esta delimitación evita sidera que la situación de los obreros está determinada por las condicio-
que la antipatía personal distorsione un ámbito en el que no debe entrar, nes y formas objetivas de producción, con independencia de la voluntad
y da una tranquilidad de ánimo que puede, ocasionalmente, intensificar y las capacidades de los individuos, entonces las luchas por unos princi-
la hostilidad. Porque, cuando la hostilidad se concentra en st~s propios pios se tornan menos personales y menos encarnizadas. El patrono ya no
límites, podemos entregarnos a ella con más pasión y eficacia que cuan- es un egoísta vampiro condenado al infierno, y el obrero ya no es un per-
do intervienen animosidades secundarias que sólo entorpecen la princi- verso codicioso: las partes dejan de achacarse mutuamente maldades
pal. A la inversa, cuando esta delimitación separa el conflicto de los inte- personales. Esta objetivación de la lucha de clases se ha conseguido, en
reses personales, se evitan los enconos y exageraciones inútiles que sue- Alemania por el camino de la teoría y, en Inglaterra, con el trabajo de los
len acompañar a la personalización de las disputas; por otra parte, la sindicatos: el carácter individual y personal del antagonismo se ha supe-
conciencia de no ser más que el representante de intereses supra-indivi- rado, en el primer caso, gracias una abstracción de las luchas históricas
duales, de luchar por la causa y no por uno mismo, puede conferir al y de ciase, en el segundo, gracias a la unidad estrictamente supra-indi-
conflicto un carácter radical y despiadado, sirtúlar al comportamiento de vidual que rige las acciones de sindicatos y asociaciones patronales. Y la
las personas muy altruistas e idealistas: al no pensar en ellas mismas, violencia del conflicto no ha disminuido por ello, antes al contrario: se
tampoco piensan en los demás, y se creen en el derecho de negar a los ajusta mejor a sus fines, está más concentrada, es más amplia y agresi-
otros en nombre de la idea por la que ellos se sacrifican. Este tipo de va, porque los individuos son conscientes de que poco o nada luchan por
combate, en el que la persona empeña todas sus fuerzas pero al servicio ellos mismos y sí por una causa grandiosa que está más allá de sus per-
de una causa ideal, suele tener un carácter elitista, distinguido: pues el sonas. Un buen ejemplo fue el boicot al que los ob;reros berlineses some-
distinguido es el que, siendo completamente personal, expresa su perso- tieron a las fábricas cerveceras en 1894: fue una de las luchas locales
nalidad con reserva; de ahí que la objetividad produzca la impresión de más violentas que se recuerdan, en la que las partes empeñaron todas sus
la nobleza. Pero una vez hecha la separación y objetivado el combate, energías pero sin ningún odio personal de unos para con otros. Al excluir
éste ya no tiene freno, pues sería pecar contra el interés específico del el elemento subjetivo y personal, conteoiéndo así cuantitativamente el
conflicto. Más allá de este elemento común a las partes - el que ambas antagonismo, se instaura un respeto personal que permite el diálogo y el
defiendan tan sólo la causa y renuncien a todo lo personal y egoísta-, el reconocirtúento de la causa del adversario; pero esta base unitaria en
conflicto procederá con toda crudeza, obedeciendo tan sólo a su lógica nada disminuy~ la intensidad y determinación del conflicto, al contrario.
inmanente y sin que intervengan consideraciones personales para agra- El hecho de que los adversarios tengan algo común también puede
varlo o atenuarlo. manifestarse en conflictos mucho menos nobles: es lo que ocurre cuan-
Este contraste entre unidad y antagonismo se manifiesta de modo más do lo que se comparte no es una norma objetiva, un interés supra-indi-
acusado cuando ambas partes persiguen un único y mismo fin; por ejem- vidual, sino un acuerdo secreto para un fin egoísta común a las partes.
plo, en las controversias científicas. En este caso, toda condescendencia, En cierto sentido, así procedieron los dos grandes partidos ingleses del
toda renuncia por cortesía a humillar al adversario, toda paz firmada siglo XVIII: sus convicciones políticas no eran claramente antagónicas,
antes de la victoria total significaría traicionar el respeto al objeto en vir- pues ambos pretendían salvaguardar el régimen aristocrático y, en virtud
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de este pacto tácito, no se combatían de modo radical; es más, la corrup- somos seres de diferenciación: el sentimiento de hostilidad turba la
ción parlamentaria era frecuente: nada había de grave en vender el apoyo consciencia más profunda y violentamente sí las partes enfrentadas se
al partido no tan contrario. Así, la lucha política perdía vigor y su senti- asemejan. Cuando imperan la paz o el afecto, la disonancia protege la
do, objetivamente necesario, perdía pureza. asociación, es como una señal de alarma, como el dolor que advierte de
En otros casos más puros, la síntesis de monismo y antagonismo de las una enfermedad: invita a eliminar la causa del conflicto para evitar que
relaciones puede producir el resultado opuesto, cuando la unidad es el acabe afectando a los cimientos de la relación. Pero si el propósito fun-
punto de partida y la base de la relación. Entonces, el conflicto suele ser damental de preservar la armonía llega a faltar, la consciencia del anta-
más apasionado y radical que cuando lo precede o acompaña algún vín- gonismo será más aguda, ahí donde impera la semejanza. Entre perso-
culo entre las partes. La antigua ley judaica, aunque permitía la bigamia, nas que tienen mucho en común, las injusticias suelen ser más graves,
prohibía el matrimonio con dos hermanas (aunque, tras la muerte de una más inicuas que para con. los extraños. En la medida en que el ámbito
de ellas, el viudo podía casarse con la otra): ¡porque hubiera fomentado que se comparte es grande y habitual, el menor antagonismo adquiere
los celos! Presuponía, por tanto, que los vínculos familiares podían una importancia relativa muy distinta que entre personas distantes, que
generar antagonismos más enconados que entre extraños. El odio que se dan por descontadas las diferencias. De ahí esas disputas familiares pro-
profesan los pequeños estados vecinos suele ser más apasionado y feroz vocadas por menudencias que pueden acabar siendo trágicas, al separar
que el que se dispensan las grandes naciones alejadas unas de otras en el personas que vivían en annonía. Esto no demuestra, necesariamente,
espacio y los hechos. Los intereses locales suelen ser semejantes, cuan- que la armonía ya había empezado una decadencia, sino que puede ocu-
do no idénticos, y esta fue la maldición de la antigua Grecia, de Italia rrir que, precisamente por la igualdad de cualidades, inclinaciones y
tras la caída del Imperio o de Inglaterra antes de la invasión normanda: convicciones, el desacuerdo sobre un nimiedad se sienta corno absoluta-
un odio más enconado, por el hecho mismo de compartir el territorio y mente insoportable, por la violencia del contraste q_ue introduce. Por otro
los intereses. Las iglesias son otro ejemplo, por cuanto la menor diver- lado, respecto del extraño, con el que no se comparten ni cualidades ni
gencia, al referirse necesariamente al dogma, adquiere de inmediato tin- intereses, nuestra aproximación es más objetiva y, también, más conte-
tes feroces . Así ocurrió entre los luteranos y los reformados, especial- nida y reservada, de ahí que la diferencia no comprometa toda nuestra
mente en siglo xvn: apenas producida la separación del catolicismo, personalidad; además la relación con el extraño será por asuntos o inte-
estallaron, por las causas más nimias, conflictos confesionales, hasta el reses puntuales y a éstos se circunscribirá el eventual conflicto.
extremo de que algunos decían que era más fácil entenderse con los Cuanto más compartimos nuestra persona con otra, tanto más fácil-
papistas que con otros reformados. Y aún en 1875, en Berna, el Papa mente empeñar~mos toda nuestra personalidad en la relación. De ahí la
ordenó que la misa católica se celebrara en una iglesia reformada, antes desproporcionada violencia a la que, a veces, se dejan arrastrar frente a
que en una iglesia de "viejos católicos". sus íntimos personas por lo demás moderadas. La felicidad y profundi-
dad en las relaciones con una persona que, por así decir, sentimos como
[unidad e intensificación del conflicto] nuestro igual y el que todos los elementos de la interacción involucren
Entre los elementos comunes que agudizan particularmente el conflic- el alma, es lo que hace que una pequeña desavenencia pueda crecer con
to, destacan dos : el compartir unas mismas .cualidades y la pertenencia una pasión tan expansiva como fatal . Las personas que han estado muy
a un mismo contexto social. El primero se explica sencillamente porque unidas tienen la costumbre de proyectar en la disputa todo su ser y toda

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.. 1. J
· su sensibilidad, hasta provocar la ruptura. Esto lo evita una mayor madu- relevante-, cuando la hostilidad nai::e de viejas solidaridades. Y si per-
rez espiritual, que sabrá discernir y delimitar la disputa evitando que sisten identidades que pueden generar confusión, se tenderá a subrayar
afecte a la armonía de la relación. Pero si esa madurez no se da, la sen- las diferencias: el mencionado caso de Berna lo ilustra -el catolicismo
sibilidad ante la diferencia será más aguda y hará tanto más apasionados romano no sentía su especificidad amenazada por un contacto exterior
los afectos y las repulsiones, y tanto más irrevocables las decisiones, con una iglesia completamente heterogénea como la reformada, pero sí
cuanto más contrasten con la experiencia previa de la relación. Entre por una que le era, no obstante el conflicto, próxima, como la de los
hombres y mujeres, a veces, el primer paso hacia la pasión amorosa es "viejos católicos"-.
una aversión instintiva, incluso un injustificado sentimiento de odio, una Este ejemplo se adentra ya en el segundo de los tipos a tratar y que, en
recíproca repulsión de todo el ser. Cabría pensar que entre seres desti- la práctica, coincide más o menos con el primero: la hostilidad cuya
nados a una estrecha relación afectiva, estañamos ante un instinto de efi- virulencia se alimenta de la pertenencia común, de la unidad, aunque no
cacia, ante una anticipación paradójica -como dar un paso atrás para necesariamente de la igualdad o semejanza. Si merece un análisis pro-
tomar impulso- que permite luego vivir con más pasión e intensidad la pio es porque antes que la sensibilidad ante las diferencias lo que aquí
relación. Y 1o mismo ocurre a la inversa: el odio más profundo nace del se manifiesta es el fenómeno más específico del odio social, es decir, el
amor roto. Aquí no es tanto la sensibilidad ante los contrastes como la odio proyectado contra el miembro de un grupo, no por motivos perso-
negación del propio pasado lo que azuza el odio: admitir que un amor nales, sino por representar un peligro para la salvaguarda del grupo. Si
profundo -y no sólo sexual- fue un error, nos humilla de tal manera y ese peligro nace por una disputa dentro del grupo, se odia al otro no sólo
atenta de tal modo contra la seguridad y unidad de nuestra identidad que, por la causa material que motiva la disputa sino por una razón socioló-
inevitablemente, cargamos la culpa sobre el objeto de ese sentimiento gica: se odia al enemigo del grupo por el mero hecho de serlo. Y en la
insoportable. Oportunamente, escondemos el sentimiento íntimo de medida en que las partes pertenecen a la misma unidad, al mismo grupo,
nuestra propia culpa detrás del odio, que nos permite echar la culpa al el antagonismo será más virulento. Los casos más marcados son aque-
otro. llos en los que nó acaba produciéndose una ruptura del grupo, es decir,
Esta mayor virulencia del conflicto en relaciones cimentadas en la cuando se mantiene una tensión activa entre· antagonismo y unidad (si
armonía adquiere otras tonalidades cuando la separación no nace del" hay ruptura, la diferencia entre las personás se vacía sociológicamente
conflicto sino, a la inversa, el conflicto de la separación: entonces, el hablando y la irritabilidad de las rnisnias será menor). Es terrible estar a
odio es el odio del renegado o al renegado. El recuerdo del consenso que mal con otro con el qué se mantiene, no obstante, un vínculo -exterior
se perdió está aún tan presente q~e el antagonismo es mucho más vio- o, en los casos más trágicos, interior-, del que uno no puede ni quiere
lento y cruento, y global: la disidencia teórica o teológica, por ejemplo, separase, para no sacrificar el valor que representa la pertenencia a la
acaba desbordando sus confines originales hasta convertirse en una ana- unidad. Ejemplos son los enfrentamientos dentro de los partidos políti-
tema recíproco que abarca los ámbitos éticos y personales, tanto interio- cos, los sindicatos o las familias. También los desgarros- del alma guar-
res como exteriores -algo que no se da cuando la diferencia es entre dan cierta analogía: la sensación de un conflicto entre aspiraciones sen-
extraños-. Es más probable que una diferencia en torno a convicciones suales y ascéticas, o egoístas y morales, o prácticas e intelectuales den-
acabe en odio si antes había una armonía esencial entre las partes. No tro de nosotros mismos, no sólo debilita una, o sendas, tendencias sino
suele haber "respeto por el enemigo" -un fenómeno sociológicamente que amenaza la unidad, equilibrio y fuerza del alma en su conjunto; y el

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-"- ·
conflicto, más allá de su motivo inmediato, tendrá algo de amargo y creer que el otro le robó la fama. Más allá de la combinación psíquic3.
desesperado, algo de fatalista, al estar en riesgo la unidad del yo. En el que los provocó, los celos son un sentimiento de una naturaleza y fuer-
seno de un grupo estrechamente unido, el conflicto puede crecer hasta za tan específicas que se construyen a sí mismos la situación interna que
desbordar tanto la cuestión puntual que lo originó e.orno el interés inme- los justifique.
diato de las partes, porque se entiende que, por encima de esto, está en Entre la envidia y los celos, cabe hablar de un tercer sentimiento, que
juego el grupo como tal, que cada parte pretende defender enfrentándo- podemos llamar despecho, es decir, el deseo envidioso de un objeto, no
se a la otra no sólo por ser un adversario puntual sino un peligro para la por ser particularmente deseable para el sujeto, sino porque otro lo
unidad superior. posee. Este sentimiento se desarrolla hacia dos extremos, que coinciden
en la negación del objeto por el sujeto. Por un lado, está el despecho vio-
[los celos y la envidia] lento, por el que se renuncia al objeto, incluso se destruye, antes de con-
Por último, existe un fenómeno, aparentemente individual, pero de sentir que lo tenga otro. Por otro, se desprecia o ignora el objeto, pero
gran relevancia sociológica, por el que quedan vinculados el sentimien- no se tolera que lo tenga el otro. Este rechazo a conceder un bien a otro
to de pertenencia con la violencia del antagonismo: los celos. El len- está presente, con infinidad de variaciones y grados, en las relaciones
guaje corriente no es muy preciso en la definición de este término y a humanas por cuanto cubre una parte importante del problemático ámbi-
menudo lo confunde con el de envidia. Tanto ésta como los celos son de to de las relaciones entre los hombres y las cosas y de la consiguiente
la mayor importancia en la configuración de las relaciones humanas. En causa o efecto de esta relación sobre las relaciones humanas. No se trata
ambos casos, se trata de un valor que un tercero, efectiva o simbólica- tan sólo de desear dinero o poder, amor o posición social, en el sentido
mente, nos impide conseguir o conservar. Cuando se trata de conseguir, de una competencia, en el sentido de superar o vencer a una persona,
hablaremos más bien de envidia, y de celos, si se trata de conservar. Pero como se supera un obstáculo físico . Los sentimie~tds concomitantes que
más allá de la definición de las palabras, lo importante es distinguir sus acompañan este tipo exterior y secundario de relación entre personas se
respectivos procesos psíquicos y sociológicos. La diferencia principal desarrollan, con el despecho, hacia formas sociológicas autónomas,
radica en que el sujeto celoso cree tener un derecho legítimo sobre lo donde el deseo del objeto es sólo el contenido; de modo que, como se
que tiene o anhela, mientras que el envidioso no se plantea si tiene dere- ha dicho, puede llegar a prescindir del objeto en sí, manteniéndolo como
cho sino si lo que no tiene y se le niega es deseable y, de hecho, poco le material indiferente alrededor del cual cristaliza la relación personal.
importa si se le niega porque un tercero lo posee y si lo conseguirá cuan- Sobre este tr~fondo general se perfila la importancia de los célos para
do el tercero lo pierda o renuncie a él. Los celos, por el contrario, están nuestro problema particular, es decir, cuando su contenido es una perso-
determinados por el hecho de que no poseemos un bien precisamente na o la relación de un sujeto con ella. Por lo demás, parece que el len-
porque está en poder de otro y que, de no ser por ese otro, el bien sería guaje corriente no reconoce la existencia de celos provocados por un
nuestro. La envidia se proyecta sobre el objeto, y los celos, sobre su objeto puramente impersonal. Lo que aquí interesa es la relación entre
poseedor. Se puede tener envidia de la fama de otro, aunque uno no pre- el celoso y la persona por la cual surgen sus celos frente a un tercero. La
tenda ser famoso; pero se tendrá celos del famoso, si pensamos que relación con este tercero tiene otro carácter sociológico, completamente
merecemos tanta o más fama que él. Lo que amarga y corroe al celoso distinto, menos peculiar y complicado: pues, si este tercero se convierte
es la idea o ficción -injustificada y absurda, poco importa- que le hace en objeto de rabia y odio, es precisamente porque se presupone la exis-

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tencia de una pertenencia o derecho, interno o e:icterno. real o supuesto A menudo, este derecho que acompaña a los celos es reconocido por el
al amor, a la amistad, al respeto o a la cercanía con la persona por la cual otro y, como codo derecho entre dos personas, representa o produce una
surgen los celos. El antagonismo, ya sea bilateral o unilateral, resulta unidad, demuestra la e:icistencia ideal o legal de un vínculo, de una rela-
tanto más fuerte y amplio cuanto más incondicion~l es la unidad sobre ción o, cuando menos, de una anticipación subjetiva de la misma. La
la cual ha surgido y más ansiosamente se desea superar. El que la cons- existencia y desarrollo de esta unidad generará también su propia nega-
ciencia del celoso parezca a menudo oscilar entre el amor y el odio, es ción, propiciando justamente así los celos. En este caso, a diferencia de
porque estos dos sentirrúentos se solapan y alternan. otros en que se conjugan, combinándose o enfrentándose, unidad y anta-
La condición antes mencionada es importante: creer que se tiene dere- gonísmo en el ánimo de las partes, una de las partes niega la existencia
cho a la posesión espiritual o física, al amor o a la veneración de la per- de una unidad que aún pervive de algún modo, interior o externo, para la
sona que constituye el objeto de los celos. Un hombre puede envidiar a otra parte. Los celos extienden entre los seres humanos una amargura sin-
otro la posesión de una mujer; pero sólo el que crea tener algún derecho gular, cegadora, irreparable, precisamente porque lo que les separa se ba
a poseerla será celoso. Esta pretensión puede, por otro lado, confundir- apoderado de lo que les unía y que la consiguiente tensión entre las dos
se con la fuerza del deseo, por cuanto es un rasgo humano universal deri- partes endurece y subraya el momento negativo de la separación. Esta
var del deseo un derecho: el niño justifica una infracción diciendo "pero relación formal sociológica domina toda la situación interior, lo que
tenia tantas ganas"; el amante no desafiaría en duelo al marido ofendido explica la notable variedad, realmente infinita, de los motivos que ali-
sino no creyera que su amor por la mujer le da un derecho más legítimo mentan los celos, y el absurdo de su contenido. Cuando la estructura de
que el derecho simplemente legal del marido. Al igual que el hecho de la relación se presta de entrada a esta síntesis de síntesis y antítesis, o
poseer se suele considerar corno un derecho a poseer, el paso previo, es cuando el alma del individuo presenta esa estructura en sus propias dis-
decir, el deseo de poseer también acaba convirtiéndose en derecho. El posiciones, las consecuencias se desarrollan con la primera oportunidad,
doble sentido de la palabra "demanda", "pretensión" o "reivindicación" y con mayor facilidad cuantas más veces esas disposiciones ya hayan
-que sirve para expresar tanto un deseo simple como un deseo basado operado con anterioridad. Toda palabra o acción humana es susceptible
en derecho- indica que la voluntad, además de disponer del derecho de de varias interpretaciones sobre su intención y tenor, lo cual permite a los
su fuerza, se da a sí misma -la fuerza del derecho. Y es justamente cuan- celos, que sólo quieren ver una sola interpretación, un instrumento muy
do invocan ese derecho cuando los celos despliegan sus espectáculos cómodo. En la medida en que los celos permiten odiar apasionadamente
más lamentables: reivindicar unos derechos sobre unos sentimientos, es sin dejar de amar apasionadamente, mantener el vínculo más íntimo entre
proceder con medios totalmente inadecuados. Derechos y sentimientos las dos partes ·- pu~ el celoso destruye tanto la relación como al otro- es
nada tienen en común: pretender entrelazarlos en nombre del derecho es quizá el fenómeno sociológico en el que la construcción del antagonismo
tan absurdo como conminar al pájaro que escapó volando a que regrese desde la unidad adquiere su forma más subjetivamente radical.
a su jaula. Es la vana reivindicación del derecho al amor lo que acaba
dando lugar a ese fenómeno propio de los celos: aferrarse a las mani- [la competencia]
festaciones externas del sentimiento, que también pueden provocarse, Los distintos fenómenos que caben bajo el concepto de competencia
contentándose miserablemente con ellas, engañándose a uno mismo de son tipos particulares de esta síntesis. Lo que determina ante todo la
que el continente denota contenido. naturaleza sociológica de la competencia es que se trata de una lucha

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indirecta. Cuando se perjudica directamente, o se aparta del carrúno, al adquiere un carácter exclusivamente formal que va más allá del obJetivo
adversario, se deja ipso facto de competir con él. El lenguaje corriente común de los adversarios y que, paradójicamente, incluso puede hacer
suele usar la palabra para referirse a esfuerzos paralelos de las partes por de la victoria del adversario una ventaja para el vencido. Durante el ase-
conseguir uno mismo objetivo. Lo que distingue esta forma de lucha es, dio de Malta por los turcos, en 1565, el Gran Maestre repartió los fuer-
más o menos, lo siguiente: la forma pura de la competencia no es, de tes según las distintas nacionalidades de los caballeros, de modo que la
entrada, ofensiva ni defensiva, toda vez que el objetivo d~l combate no competencia por determinar quién resistía mejor beneficiaba la defensa
está en posesión de ninguna de las partes. El que lucha con otro para de todos: un caso de genuina competencia, en la cual, sin embargo,
arrebatarle su dinero, su mujer o su gloria, procede con una técnica muy queda excluido perjudicar al adversario, impedirle hacer uso de todas
distinta de la empleada por el que compite con otro por hacerse con el sus fuerzas en el conflicto. Se trata de un ejemplo muy puro, porque si
dinero del público, los favores de una mujer o el reconocimiento social. bien el honor de vencer la competencia es el acicate que desencadena el
Como en otras luchas, la victoria sobre el adversario, aunque sea un uso de las fuerzas, la victoria también beneficia al vencido.
logro, no trae necesariamente consigo el premio: aunque vencer al com- Análogamente, la competencia por ambición en al ámbito científico se
petidor sea un primer paso, el premio se dará posteriormente y más allá manifiesta en una lucha que no va contra el adversario, sino hacia un fin
de la lucha. Por ejemplo, el comerciante que logra hacer correr la voz de común, sabiendo, de entrada, que los descubrimientos que logre el ven-
que su competidor es insolvente, no tiene por ello garantizado que cedor serán un bien del que participará el vencido. En las competencias
aumentará sus propias ventas; el pretendiente que ridiculiza o elimina a artísticas esta sublimación suele faltar porque prima, en la consciencia
su rival, no tiene por ello ganado el favor de la dama deseada; el prose- de los artistas, el carácter individual de la creación artística sobre el valor
litista podrá convencer de las flaquezas de otras religiones pero no por total objetivo de la producción artística. Aún menos presente está en la
ello habrá ganado nuevos fieles para la suya. Lo característico de este consciencia de los competidores comerciales, aunque el principio tam-
tipo de lucha es que la conclusión de la misma no basta para lograr su bién opere: mejorar la eficacia y la riqueza generales. Se entremezcla así
finalidad -a diferencia, por ejemplo, de la cólera o la venganza, que la subjetividad del objetivo de las partes con la objetividad del resultado
logran su fin al concluir, al lograr el castigo de, o la victoria sobre, el final: una unidad supra-individual, ya sea específica o sociológica, abar-
adversario-. ca a las partes y sus rivalidades; se luc~a contra el adversario pero sin
El segundo tipo de competencia se diferencia también de las otras enfrentarse directamente a él, y el impulso subjetivo del antagonismo
luchas: aquí el competidor persigue el objetivo sin usar la fuerza contra persigue valores objetivos: la victoria, en definitiva, no acaba en el com-
el adversario. El corredor que cuen~ con su propia velocidad, el comer- bate sino en los valores que genera.
ciante que confía en la competitividad de sus precios o el propagandista En esto radica el enorme valor de la competencia para el círculo social,
en la fuerza persuasiva de su doctrina, son ejemplos de este sorprenden- cuando los competidores permanecen dentro del círculo. A diferencia de
te tipo de combate, que, visto desde fuera, parece que no tiene adversa- los combates en los que el premio de la victoria está en manos del adver-
rios sino tan sólo objetivos y que, sin embargo, puede ser tan violento y sario o los motivados por la hostilidad subjetiva y no por~! logro del pre-
apasionado como otros combates, precisamente por la consciencia de la mio, donde los competidores agotan mutuamente sus valores y fuerzas ,
interacción con el adversario. Al obcecarse en su objetivo, este tipo de no quedando para el entorno social más que la retirada del más débil en
competencia puede abarcar contenidos en los que el antagonismo favor del más fuerte, en este tipo de lucha la competencia suele tener por

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T
efecto aumentar el valor mediante un combinación notable: a través de malgasten luchando contra competidores mientras podrían destinarse a
medios subjetivos, produce valores sociales objetivos, para el grupo, y un trabajo positivo o, también, que incluso un trabajo positivo y valioso
produce valores objetivos para lograr satisfacciones subjetivas, para la no redunde en nada, no sea usado ni recompensado, tan pronto un com-
parte en lucha. petidor más válido, o quizá sólo más atractivo, entre a competir.
Pero esta potenciación del valor del contenido en virtud de esta singu- Pero en el balance social, todos los aspectos negativos de la compe-
lar combinación puede tener también una relevancia más directamente tencia son secundarios respecto a la inmensa fuerza de síntesis que
sociológica, un efecto de socialización. En la medida en que el objetivo representa el hecho de que, para la sociedad, la competencia sigue sien-
de la competencia entre las partes sea ganarse el favor de una o muchas do una lucha por el hombre, una lucha por gustar y prestar servicio, por
personas, obljga a las partes a acercarse a esos terceros. Más allá de los lograr concesiones y sacrificios de todo tipo, una lucha de unos pocos
posibles efectos corruptores, destructores o devastadores de la compe- para muchos y de muchos para unos pocos. En definitiva, al concentrar
tencia, siempre está ese inmenso efecto de socialización: obliga a cada la consciencia en la voluntad, el sentimiento y el pensamiento de los
competidor a estrechar lazos con terceros, a seducirlos, a conocer sus demás, al adaptarse los que ofrecen a los que piden, al multiplicar con
fuerzas y flaquezas, a unir su propio trabajo con el de los demás. Bien ingenio las posibilidades de gustar a los demás y de vincularse con ellos,
es cierto que este acercamiento a terceros puede hacerse en menoscabo la competencia teje una red de miles de hilos sociológicos. Desde que la
de la dignidad personal y del valor real de la producción, especialmente solidaridad estrecha e ingenua de las organizaciones primitivas cedió el
cuando se trata de una competencia entre los que trabajan en el nivel paso a la descentralización, fruto del crecimiento cuantitativo de los gru-
intelectualmente más alto para guiar a las masas: acaban sometiéndose pos, parece que los esfuerzos de los hombres por los otros, la adaptación
a ellas. Para ejercer con eficacia sus funciones de maestros o de jefes de de unos a otros, sólo son posibles gracias a la competencia, es decir,
partido, de artistas o periodistas, deben obedecer a los instintos y capri- luchando por eliminar a un rival y seducir a un tercero -que bien puede,
chos de la masa, en la medida en que ésta pueda elegir entre varios com- en otra relación, convertirse en rival para ganarse el favor del primero-.
petidores. El contenido resultante es una inversión de las jerarquías y de Considerando el tamaño y la individualización de la sociedad, parece
los valores sociales vitales, aunque no por ello disminuye la importancia que no pocos intereses, que, en definitiva, mantienen la cohesión social,
formal de la competencia para la síntesis de la sociedad. La competen- permanecen vivos sólo si la lucha competitiva es lo suficientemente
cia logra reiteradamente aquellos que sólo el amor puede conseguir: adi- desesperada y violenta para imponerse sobre el sujeto. La fuerza socia-
vinar los deseos más íntimos de las personas, antes incluso de que éstas lizadora de la competencia no sólo se da en los casos más evidentes y,
sean conscientes de ellos. La ten~ión antagónica contra el competidor por así decir, oficializados: la vida familiar como la vida amorosa, la
afina la sensibilidad del comerciante para intuir las inclinaciones del conversación mundana como los debates proselitistas, la amistad como
público y anticipar las oscilaciones del gusto, de las modas. Lo mismo la satisfacción de la vanidades, son otras tantas combinaciones en las
ocurre con los periodistas, los artistas, los editores o los parlamentarios. que compiten dos personas por una tercera, a veces incluso apenas esbo-
Pues la competencia moderna, que suele caracterizarse como una lucha zada, a veces tomada como excusa pronto abandona, como un fenóme-
de todos contra todos, es, también, una lucha de todos por todos. Nadie no secundario y parcial de un proceso global. Pero ahí donde aparece la
puede negar que hay algo de trágico en que los elementos de la sociedad competencia, al antagonismo de las partes sigue un ofrecimiento, una
trabajen unos contra otros y no juntos; que innumerables energías se seducción, una promesa, una alianza que pone a las partes en relación

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con un tercero. Para el vencedor, sobre todo, esa relación adquiere una siempre más importancia, muluplicando y aumentando así las inter3c-
intensidad que sólo puede proporcionar la particular y continuada con- ciones que, ya sea como medio o como fin en sí mismas, reúnen a los
frontación de su propio trabajo con el de su rival. hombres.
Cuanto más ha· ido penetrando el liberalismo, no sólo las relaciones
económicas y políticas, sino también las familiares y mundanas, las reli- [los círculos sociales y la comptencia)
giosas y amistosas, las relaciones jerárquicas como el trato general entre Esto indica cómo el carácter sociológico de los círculos sociales se
personas, tanto menos estas relaciones están predeterminadas y marca- distingue según la cantidad y naturaleza de las competencias que permi-
das por normas universales de tipo histórico y tanto más quedan a mer- ten en su seno: existe una relación entre la estructura de cada círculo
ced de un equilibrio inestable, que se establece a cada momento, según social y la cantidad admisible de conflictos entre sus elementos. En los
se vayan desplazando las fuerzas: en definitiva, más dependerá su forma conjuntos políticos, el código penal fija el limite más allá del cual el con-
de continuas competencias. Y el resultado de estas constantes compe- flicto y la venganza, la violencia y el fraude, son incompatibles con la
tencias dependerá, a su vez, en la mayoría de los casos, de los distintos existencia del conjunto. Pero el mínimo ético que marca la ley penal no
grados de interés, amor, esperanza, que los competidores sabrán suscitar bastaría, pues las disputas, agresiones y perjuicios no prohibidos por la
en el tercero o terceros, corno centros convergentes de los movimientos misma bien podrían acabar disolviendo el Estado. Todos los códigos
enfrentados. penales se basan en el hecho de que la gran mayoría de las energías des-
Tanto directa como indirectamente, el objeto más valioso para el hom- tructoras se verán obstaculizadas por determinados frenos que nada tie-
bre es el hombre: en él radican las energías de la naturaleza infra-huma- nen que ver con la ley. El comportamiento ético y pacífico mínimo, sin
na, como ea el animal que comemos o que hacemos trabajar están acu- el que la sociedad y el Estado dejarían de existir, va más allá de las cate-
muladas las del reino vegetal, y en éste las del sol y la tierra, las del aire gorías garantizadas por la ley penal; simplemente, se parte del supuesto
y el agua. El hombre es el ser más condensado y el más susceptible de empírico de que las perturbaciones no castigadru; no llegarán a rebasar
aprovechamiento y, al desaparecer la esclavitud, es decir, el apodera- unos limites socialmente soportables.
miento mecánico del otro, aumenta la necesidad de adueñarse de él psí- Cuanto más estrechamente unido esté un grupo, más significaciones
quicamente. La lucha contra el otro era antes una lucha para conquistar- opuestas podrá tener la hostilidad entre .sus elementos: por un lado, jus-
lo y esclavizarlo, ahora es ese fenómeno complejo de la competencia, en tamente por su cohesión, el grupo podrá soportar sin disolverse antago-
la que un hombre lucha contra otro, pero para conquistar a un-tercero. Y nismos internos;al ser sus fuerzas sintéticas suficientes para contrarres-
la conquista de este tercero, conq~sta que puede lograrse con medios tar las antitéticas. Por otro, cuando el principio vital del grupo radica en
sociológicos, como persuadir o convencer, aumentar o reducir una ofer- su fuerte unidad y solidaridad, cualquier disensión interna representa
ta, sugerir o amenazar, es decir, por medio de un contacto psíquico, a para él una amenaza seria. Es decir, el carácter centrípeto del grupo lo
menudo no hace más que eso, también en caso de éxito: crear un víncu- hace más o menos resistente a las disputas entre sus miembros.
lo, desde el momentáneo de una compra-venta hasta el vínculo del Una unión tan estrecha como el matrimonio, muestra esos dos extre-
matrimonio. Como en nuestra cultura los contenidos de la vida son cada mos: no hay otra unión que pueda soportar, sin estallar también exte-
vez más intensos y están cada vez más condensados, necesariamente, la riormente, odios tan enconados, antipatías tan radicales, choques y ofen-
lucha por el más condensado de los bienes, el alma humana, adquiere sas tan continuos. Pero, el matrimonio es también una de las pocas for-

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mas de relación en las que una pequeña fisura imperceptible desde fuera debilitaban, y podían desaparecer, por las luchas intestinas. En general,
o una simple palabra hostil pueden deshacer toda la belleza de la rela- cuanto más grande sea un grupo más podrá combinar los dos métodos :
ción, sin que ni la más apasionada voluntad de sus partes pueda resta- haciendo que las partes resuelvan entre ellas los daños primarios causa-
blecerla. En los grupos más grandes, dos estructuras, aparentemente dos por el conflicto mientras que los efectos secundarios, que afectan a
opuestas, permiten tolerar una cantidad considerable de antagonismos la vida del conjunto, podrán ser paliados con las reservas de que dispo-
internos. En primer lugar, aquellas en la que se establecen con facilidad ne el todo -combinación, ciertamente, improbable en los pequeños· gru-
vínculos de solidaridad entre sus elementos: aquí los daños ocasional- pos, donde los elementos están muy próximos entre sí-.
mente causados por los enfrentamientos hostiles se reparan con relativa
facilidad, por cuanto los elementos del grupo confieren a éste un valor o [la exclusión de la competencia]
una fuerza que permite y compensa acciones aisladas y antagónicas de Retomando la cuestión de la relación particular entre la competencia
sus miembros, y suple eventuales separaciones de los mismos con nue- y la estructura del círculo en que se produce, conviene hacer una distin-
vas incorporaciones. De ahí que colectivos bien organizados puedan ción básica relativa a los intereses que constituyen el contenido del
soportar· más rupturas y fricciones que las agrupaciones más mecánicas, grupo: puede ocurrir que esos intereses prohfban o limiten la competen-
que carecen de cohesión interna. La unidad grande, que aúna a grandes cia o que la permitan y que, entonces, sólo la impidan circunstancias
masas con mecanismos de organización más flexibles, puede equilibrar históricas particulares o principios universales superiores. En el primer
con mayor facilidad los activos y pasivos de su vida global y destinar supuesto, deben reunirse también dos condiciones. Si la competencia es
parte de sus fuerzas ahí donde desacuerdos u otras pérdidas hayan pro- por un bien escaso o restringido que sólo puede poseer el vencedor del
ducido alguna debilidad. En segundo lugar, la estructura exactamente conflicto, entonces dicha competencia quedará excluida cuando los ele-
inversa, también tiene este efecto: es como la bodega de un barco, divi- mentos del grupo no aspiren a poseer ese bien o .cuando se trate de un
dida en compartimentos estancos, de modo que si el casco se daña el bien que a todos agrada y al que todos acceden. Catla vez que la socia-
agua no penetra en toda la estructura. El principio social que rige aquí lización no parte de un terminus ad quem común, sino de un cerminus a
es el del aislamiento relativo de las partes, de modo que los eventuales quo, de una sola raíz, suele verificarse la primera hipótesis. Es lo que
conflictos quedan circunscritos a las mismas sin dañar al todo. Elegir ocurre, sobre todo, con la familia, en cuanto a su principio se refiere y
pertinentemente entre estos dos métodos, y sus combinaciones -la soli- más allá de eventuales conflictos debidos a la personalidad de los invo-
daridad orgánica en la que el todo restaña los daños causados por los lucrados (conflictos entre hermanos por el amor o patrimonio de los
conflictos parciales, o el aislamien~o de las partes de modo que el todo padres, por ejemplo). Es el principio de la vida orgánica propia de un
no tenga que intervenir-, es una cuestión vital para toda asociación, organismo que es fin en sí mismo, y no medio para un fin externo por el
desde la familia hasta el Estado, desde la agrupación económica hasta la que podrían competir los miembros de la familia. La enemistad estricta-
estrictamente espiritual. En los extremos tenemos, por ejemplo, de un mente personal, por antipatías entre familiares, contradice el principio
lado, el Estado moderno, que no sólo soporta las luchas entre los parti- de paz sin el que una familia no puede pervivir; y, sin embargo, los vín-
dos políticos, no obstante el desperdicio de energías que pueden supo- culos estrechos de la vida en común, la solidaridad social y económica,
ner, sino que las usa para asegurar su propio equilibrio y su desarrollo y, la presunción de unidad, es decir, todas estas, en cierto modo, coaccio-
del otro, las Ciudades-estado de la Antigüedad y La Edad Media que se nes que se imponen a sus miembros propician las fricciones, las tensio-

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nes, las oposiciones; cabe incluso decir que el conflicto familiar es una esfuerzos realizados son independientes unos de otros, los competidore::.
forma sui generi_s de conflicto. Sus causas, su intensidad, su capacidad están más alejados entre sí, son más indiferentes a priori que en las c?m-
de involucrar a los no directamente enfrentados, las modalidades de sus petencias económicas o deportivas, donde precisamente, al ser merecido
disputas y reconciliaciones son todas específicas e incomparables por- el fracaso, será más fácil que surja ese odio caracteristico que consiste
que se dan dentro de una unidad ·orgárúca creada éon miles de lazos en proyectar sobre el ganador el sentimiento de la propia insuficiencia.
internos y externos que, de por sí, no. genera antagonismos: el conflicto Al tratarse de una gracia electiva ejercida por instancias divinas o fata-
nace entre los familiares, no de la familia como principio. les, ~l vínculo -siempre laxo- que une al círculo está entretejido de indi-
La comunidad religiosa es un ejemplo del otro tipo sociológico que ferencia y de envidia latente que eclosiona en la distribución del premio.
excluye la competencia. Hay aquí aspiraciones comunes a todos y cen- Aunque estos sentimientos se diferencian mucho de los de la competen-
tradas en un objetivo común a todos, pero no por ello hay competencia cia interactiva, no es menos cierto que puede haber también en este últi-
porque el que uno logre el objetivo no impide que los demás puedan mo tipo -el genuino- de competencia, una porción variable de esa rela-
lograrlo. Al menos en la concepción cristiana, hay sitio para todos en la ción basada en el interés compartido por el azar, una especie de apela-
casa de Dios; y la gracia divina, que priva a uno de ese sitio y se lo con- ción a un poder superior a las partes que decide por si mismo y no en
cede a otro, confirma la perfecta inutilidad de toda competencia. Se trata virtud de los esfuerzos de las partes. Al ser esta porción de fatalismo
más bien de una forma o proceder ligado a aspiraciones paralelas, que muy variable, también variará el modo en que afecta a las distintas rela-
puede calificarse como una competencia pasiva; de los que la lotería o ciones de competencia, siendo uno de los extremos el de la gracia elec-
los juegos de azar son ejemplos puros. Hay concurrencia por obtener el tiva, que elimina completamente el momento activo de diferenciación
premio, pero falta lo esencial de la competencia: la diferenciación entre propio de la competencia.
energías individuales que determina que se gane o se pierda. Sin duda, Otra fonna aparente de competencia en los grupos religiosos es la de
el resultado va vinculado a una actividad previa pero los diferentes resul- la pasión celosa por superar a los demás en la conquista de los bienes
tados no dependen de las diferencias ea los esfuerzos previos. Esto gene- supremos, pasión que puede suscitar obras meritorias, obediencia a los
ra entre los individuos que comparten este azar una relación muy parti- preceptos, devociones, ascetismos, oraciones, limosnas. Pero aquí-falta
cular, con una mezcla específica de igualdad y desigualdad. Cada vez la otra característica de la competencia, es decir, que la ganancia no
que unas mismas personas hacen una misma apuesta con las mismas pueda compartirse. Se trata de una diferencia importante sociológica-
posibilidades de ganar, pero sabiendo que la victoria depende de una mente, que di~üngue la competencia de la emulación. En toda competi-
potencia sobre la que no tienen ningún poder, por un lado, habrá entre ción, aunque se trate de obtener bienes ideales como el honor o el amor,
esas personas indiferencia, al revés que en la competencia donde el pre- el valor del esfuerzo realizado se define respecto al realizado por el com-
mio se gana comparando los esfuerzos de cada uno; pero, por otro lado, petidor; el esfuerzo del ganador, siendo el mismo, habría tenido otro
el hecho de saber que se gana según el esfuerzo empeñado tiene un efec- resultado si el del perdedor hubiera sido mayor. Es decir, el éxito abso-
to apaciguador, que objetiva el sentimiento que tenemos hacia el otro, luto depende del éxito relativo -dicho en otras palabras: el éxito en la
mientras que en los juegos de azar ocurre lo contrario: suelen imperar la contienda depende del éxito de la persona)-, algo muy presente en la
amargura y la envidia. El elegido por la gracia divina o el ganador de la competencia pero no así en la emulación religiosa. Aquí, la actividad
rifa no será para el perdedor objeto de odio, sino de envidia; como los aislada del individuo produce inmediatamente sus frutos; sería impropio

54 SS
de la justicia absolut.a dispensada por la instancia suprema recompensar exclusivamente ligada al principio.individua¡,ista, según el cual el indi-
la actividad individual en función de los méritos relativos de los distin- viduo aislado, su dicha, su trabajo, su satisfacción, constituyen el senti-
tos individuos: antes al contrario, cada cual es recompensado por sus do y la finalidad absolutos de toda vida histórica. Considerado desde el
propias obras, medidas según normas transcendentales. La competencia, punto de vista del resultado de la competencia, el principio individualis-
en cambio, recompensa en función de las obras del otro, comparándo- ta no es más que una técnica. En este sentido, lo contrario a, o la nega-
las. En la medida en que la posibilidad religiosa es ili.mitada e indepen- ción de, la competencia, no es el principio de hegemonía del interés
diente de la relación entre los miembros del círculo religioso y que cada social (sobre el individual) sino sencillamente otra técnica que el interés
miembro puede alcanzar el objetivo religioso, no habrá ninguna compe- social se da a sí mismo, y que se designa con el nombre de socialismo,
tencia. Y lo mismo ocurre con todas aquellas asociaciones que tan sólo en el sentido estricto de la palabra.
desempeñan una función de acogida y que no conceden ninguna impor- En general, la prevalencia del todo sobre la suerte del individuo, la ten-
tancia a las actividades individuales en cuanto ejercicios de diferencia- dencia de las instituciones o ·de las ideas a favorecer lo común, al servi-
ción: ateneos literarios y científicos que se limitan a organizar conferen- cio del cual estarían todos los elementos individuales no es más que un
cias, grupos turísticos, sociedades con fines estrictamente epicúreos. modo de organización del trabajo de todos los individuos: es decir, que
se intenta determinar ese trabajo individual desde un proyecto unitario,
[el socialismo] racional, que excluye las fricciones entre los elementos, el desperdicio
Si en todos estos casos los fines particulares del grupo dan origen a de energías en la competencia y el azar de la iniciativa personal. El éxito
formas sociológicas que excluyen la competencia, puede ocurrir tam- para el todo vendrá entonces, no de antagonismos que empeñan espontá-
bién que determinadas razones impongan la renuncia, bien a la compe- neamente energías, sino de una dirección centralizada que organiza las
tencia misma, bien a algunos de sus medios. El primer supuesto se da energías para que se combinen y complementen\ tal y como ocwre con
ahí donde impera el principio socialista de organización unitaria del tra- los funcionarios del Estado o los obreros de una fábrica . Esta forma
bajo y el principio más o menos comunista de igualdad en los productos socialista de producción no es más que una técnica con la que se logran
del trabajo. La competencia, desde un punto de vista formal, depende fines materiales como la felicidad y la civilización, la justicia o la reali-
del principio del individualismo, pero, en la medida en que se produce zación personal -de atú que deba ceder él paso a la libre competencia
dentro de un gmpo, depende también de un principio social: la subordi- allí donde ésta resulte ser más apropiada como técnica-. Y la elección
nación de lo individual al interés unitario de la colectividad. El compe- de técnica no es· tan s6lo una cuestión partidista: se trata de confiar la
tidor, individualmente considerado, es, sin duda, un fin para sí mismo, satisfacción de una necesidad, la creación de un valor, bien a la compe-
empeña sus energías para servir a sus propios intereses, pero, en la tencia entre fuerzas individuales, bien a una organización racional, bien
medida en que la lucha competitiva se manifiesta a través de realizacio- al enfrentamiento bien a la cooperación; cuestión que puede suscitar
nes objetivas y que sus resultados pueden interesar a· terceros, el interés miles de respuestas, parciales o tajantes, ya se trate de nacionalizaciones
estrictamente social -es decir, el resultado como producto final y no o de cárteles, de la determinación de los precios o de los juegos infanti-
como, para los competidores, epifenómeno de la lucha- puede no sólo les, de la relación entre ciencia y religión (si han de complementarse
aceptar la competencia sino alentarla directamente. Por consiguiente, a armoniosamente o competir radicalizándose) o de las decisiones de un
diferencia de lo que comúnmente se piensa, la competencia no está director de escena (que el todo sea suma de la libre interpretación de

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cada actor o se imponga sobre las actuaciones del elenco). El mismo [los gremios]
problema se plantea en el interior del individuo, cuando sentimos un Algo parecido cabe decir , no ya de la unidad orgánica del todo, sino
conflicto entre impulsos éticos y estéticos, entre decisiones intelectuales de la igualdad mecánica de las partes. Aquí el tipo puro es el de las cor-
e instintivas o cuando sometemos esas fuerzas contradictorias a un sis- poraciones o gremios, en cuanto se basan en el principio de que cada
tema unitario de vida dirigido por una sola tendencia. artesano ha de "tener el mismo sustento" . La esencia de la competencia
Difícilmente podrá comprenderse el socialismo, en cuanto propuesta implica que la igualdad entre los elementos se modifica continuamente
político-económica, si no se entiende que se trata de elaborar autóno- a mejor o a peor: en la competencia, los productores preferirán asumir
mamente una técnica de vida que, al igual que su contrario, pretende el riesgo de diferenciarse en lugar de repartir íos beneficios de una ofer-
resolver, de manera más o menos completa, más o menos evidente, el ta idéntica; al ofrecer otro producto se arriesgan a atraer menos, o más,
problema de la articulación de lo plural. Siendo tan sólo eso, una reso- consurrúdores que los que ya tenían ofreciendo el rrúsmo producto que
lución de carácter técnico, la organización socialista no puede pretender los demás. El principio del riesgo, propio de la competencia, es tan con-
ser un fin que se justificada por sí misma o por un valor superior, sino trario al de igualdad que los gremios hicieron todo lo posible para atajar
que debe contrastarse con la competencia individualista, en la medida en la competencia, prohibiendo a los artesanos tener más de una tienda y
que ésta también es un medio para lograr fines supra-individuales. No más de determinado número de oficiales, vender productos que no
cabe duda, sin embargo, de que este cotejo, debido a nuestras limitacio- hubieran fabricado ellos mismos u ofrecer cantidades, calidades y pre~
nes intelectuales, no suele hacerse por cálculo sino por instinto. Pero cías distintos a los fijados por el grerrúo. Estas limitaciones fueron, sin
desde un punto de vista estrictamente abstracto, sólo los fines últimos embargo, pronto transgredidas, demostrando que no se compaginaban
parecen imponerse por sí mismos, mientras que los medios deben -pue- con las exigencias de las condiciones concretas. En efecto, ·e1 principio,
den Y deberían- determinarse en función de una reflexión objetivamen- al mismo tiempo abstracto y personal, de la igualdad de beneficios no es
te teórica. Sabemos que, en los hechos de la práctica, no sólo la refle- compatible con la forma de la competencia en la producción. La alter-
xión objetiva es tan imperfecta que cede ante las pulsiones subjetivas nativa -combatir por poseer o compartir amigablemente-, que se plan-
sino que suele ser tan impotente que no puede contrarrestar la fuerza tea en incontables ámbitos y conductas se da también dentro de la forma
persuasiva de esas pulsiones. De ahí que, más allá de toda justificación específica de la competencia: como las partes no luchan directamente
racional, el principio socialista de organización no se impondrá como entre ellas sino por el éxito respectivo de sus esfuerzos ante terceros, el
principio sublimado sino desde la seducción inmediata que pueda ejer- reparto del valor se hace mediante una igualdad previa y libremente
cer sobre el grupo, ofreciéndole U.Q modo unitario y equilibrado de orga- aceptada en los esfuerzos realizados. Esta decisión no depende de un
nización que resulte más ventajoso que la improvisación, el desperdicio, cálculo de probabilidades que demuestre cuando conviene optar por la
el carácter proteiforme y aleatorio de la forma competitiva de produc- competencia del todo o nada y cuando por la seguridad, más austera, de
ción; en la medida en que los individuos se sientan atraídos por esta la igualdad de esfuerzos sino que suele depender, por el contrario y más
atmósfera socialista, excluirán la competencia en aquellos ámbitos que allá de cualquier cálculo racional, de la disposición de ánimo en las dis-
lo permitan. tintas sociedades y de los temperamentos de los individuos: una decisión
de carácter sentimental y general que puede optar por excluir la compe-
tencia también en aquellos ámbitos que no lo reclamaban.

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[limitación de los medios] los medios puede prolongarse indefinidamente, hasta descargar a la
Otras modificaciones de la acción social recíproca nacen de eliminar, competencia de todo aque1lo que no es verdadera competencia: de todo
no la competencia en sí, sino algunos de sus medios. Se trata de un esta- aquello que, por neutralizarse recíprocamente, no produce efectos. Pero
do de evolución en el que la competencia absoluta de la lucha animal por como los medios de la competencia consisten principalmente en ofrecer
la vida se transforma en una competencia relativa, es decir, que se van ventajas a un tercero, será en detrimento de este último que se acordará
excluyendo de la lucha todas aquellas fricciones y parálisis innecesarias. renunciar a esos medios; en el ámbito económico, por un lado, el con-
Ni el resultado ni la intensidad de la competencia se ven por ello altera- sumidor sale perctien_do y, por otro, se extiende la cartelización. Es decir
dos: se trata tan sólo de que la intensidad se ciña Lodo lo posible al resul- que, una vez que se entiende la conveniencia de evitar los inconvenien-
tado Y no se extravíe por derroteros que debilitan las fuerzas de ambas tes de algunas prácticas competitivas, se puede lograr una competencia
partes y, por tanto, la utilidad tanto objetiva como subjetiva de las fuer- más intensa y pura pero también lo contrario: acabar eliminando toda
zas enfrentadas. competencia, organizando a las empresas no ya para conquistar por
Se pueden dar dos formas de limitación de los medios de la compe- separado el mercado sino para controlarlo conforme a un plan compar-
tencia: la ínter-individual y la supra-individual. La primera surge cuan- tido. Esta renuncia a la competencia tiene una significación sociológica
do un número de competidores acuerdan voluntariamente renunciar a completamente distinta de lo que hemos señalado a propósito de los gre-
ciertas prácticas gracias a las cuales unos pod1ían aventajar a otros; la mios: en la medida en que los agremiados eran autónomos, era necesa-
renuncia sólo es válida en tanto que todos 1a mantienen. Un ejemplo es rio, para respetar la igualdad, que el más capaz de ellos bajara al nivel
el de los libreros, que acuerdan no dar descuentos mayores al 10 o 15 al que el menos capaz pudiera también competir; así es como elementos
por ciento sobre el precio de catálogo, o el de los tenderos que convie- autónomos pueden lograr una igualdad mecánica. En el cartel, el punto
nen cerrar sus es tabl ecimientos a la misma hora. Es evidente que estas de partida no es la situación de los sujetos, sino la eficacia objetiva de la
dec isiones se fundamentan en la utilidad egoísta: uno renuncia a ciertos empresa: se eliminan los medios que no sirven a los fines de la compe-
medios de atraer la clientela, porque sabe que, si los aplicara, otro le imi- tencia y se acaba eliminado a los competidores, en la medida en que al
taría en seguida, y que la facturación añadida que se repartirían no com- dominar completamente el mercado, la competencia acaba siendo
pensaría los gastos añadidos que ambos tendrían que hacer. En es te sen- superflua.
tido, no es estrictamente a la competencia -q ue exige siempre desigu al- Los medios de la competencia también pueden limitarse sin impedir
dad- a lo que renuncian sino a aquellos aspectos imitables por los que que la misma continúe mediante instancias situadas más allá de los com-
la competencia deja de ser posibJ~. porque de inmediato se igualan las petidores y de sus intereses: el derecho y la moral . En general, el dere-
condiciones de todos los competidores. cho no prohíbe a la competencia sino aquellos actos que también pres-
Este tipo, aunque no se da con toda pureza, es de la mayor importan- cribe en las demás relaciones humanas: la violencia contra las personas
cia: demuestra que los coiñpetidores pueden asociarse en el ámbito y las cosas, el fraude y la difamación, la amenaza y el falso. Por lo
mismo de la competencia, sin por ello reducirla en modo alguno; la exis- demás, la competencia es el tipo de antagonismo cuyas formas y conse-
tencia de una convergencia de intereses permite encauzar con mayor cuencias se encuentran relativamente menos limitadas por prohibiciones
intensidad el antagonismo hacia aqueUos puntos en los que la compe- jurídicas. Si se destruye la existencia económica, social, famil iar, inclu-
tencia se despliega con más libertad; y esta limitación ínter-individual de so física de alguien, en el grado en que ello acontece en la competencia,

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el código penal jntervjene de jnmediato. ¿Por qué, sin embargo, la ley Este es, en definitjva, el princjpio latente sobre el que se basa el códi-
no protege los bienes expuestos a la ruina por la competencia? Parece go civil francés para delimitar jurídicamente la competencia desleal :
claro: en primer lugar, porque los competidores no obran con dolo. "todo hecho cualquiera del hombre que causa a otro un daño, obliga a
Ninguno ele ellos pretende otra cosa que conseguir el premio gracias a repararlo a aquel por cuyo error ha ocunido" . La sociedad no aceptaría
sus propios esfuerzos, y el que esto pueda traer la ruina del otro no es que un individuo perjudique a otro directamente y sólo para su propio
más que una consecuencia secundaria, que nada interesa al vencedor provecho; y, sin embargo, lo tolera cuando ese daño es un efecto secun-
(como mucho, podrá lamentarlo) . En segundo lugar, la competencia no dario de una realización objetiva que tiene valor para un número inde-
es propiamente violenta; la victoria y Ja derrota son tan sólo el reflejo terminado de individuos -al igual que el Estado no toleraría el duelo
exacto y equitativo de las fuerzas que compiten: el vencedor ha asumi- entre oficiales, si se tratase simplemente del interés personal de un indi-
do los mismos riesgos que el perdedor y éste debe su derrota a su pro- viduo que reclama la destrucción de otro y si ese concepto de honor no
pia insuficiencia. También es cierto que muchos delitos perseguidos sirviera para reforzar la cohesión interna del cuerpo de oficiales: una
penalmente no implican dolo - en realidad sólo los cometidos por ven- ventaja para el Estado, que compensa el sacrifico de un individuo- .
ganza, maldad o crueldad-. El comerciante en quiebra, que se guarda Las legislaciones de Francia y Alemania, desde hace algún tiempo,
parte de su patrimonio, tan sólo pretende salvar alguno de sus bienes, y han optado por limitar los medios de la competencia, en beneficio de los
eJ que esto perjudique a sus acreedores le representa una lamentable propios competidores. La intención fundamental es proteger al comer-
conclilio sine qua non. El borracho que de noche alborota será castigado ciante aislado de las ventajas que su competidor pueda lograr por medios
por alterar el descanso público, aunque sólo pretendiera manifestar su moralmente inaceptables. Así, por ejemplo, se prohfüe toda publicidad
exuberancia y en modo alguno impedir el sueño de la gente. El hombre engañosa que pueda inducir al comprador a la creencia errónea de que
que presenta su candidatura a un puesto, arruinando con ello la vida de tal comerciante ofrece condiciones más ventajosas que todos los otros,
olro, ¿debería acaso ser acusado de negligencia culpable? La similitud y esto aunque no haya engaño real al público; se prohíbe hacer creer que
de las condiciones, el carácter voluntario de la acción, el que la victoria se está ofreciendo mayor cantidad por el mismo precio, aunque el pre-
premie de manera equitativa las energías empeñadas, son argumentos cio se corresponda efectivamente con la cantidad; o se prohíbe usar el
que bien podrían invocarse para justificar todas las formas de duelo. Si nombre comercial de un competidor para ofrecer un mismo producto, y
dos partes se enzarzan voluntariamente y en condiciones parejas en una poco importa si la mercancía es mejor o peor.
pelea, y una de ellas acaba gravemente herida, y el que inílige la herida Lo relevante de estas medidas es el punto de vista, completamente
es castigado, ¿no debería operar esta misma lógica en el caso de un nuevo en apariencia, desde el que se dictan : se trata de proteger al com-
comerciante que provocó la ruina de otro con medios leales? Si en este petidor de buena fe frente al que usa medios desleales para atraer clien-
caso no hay castigo se debe, en parte, a tecnicismos jurídicos, pero, tela. Las demás limitaciones de las prácticas comerciales tratan de impe-
sobre tocio, a una razón de utilidad social: la sociedad no puede renun- dir que el público salga excesivamente beneficiado. Pero analizadas de
ciar a determinadas ventajas que deriva de la competencia entre indivi- cerca, estas prohibiciones no dejan de ser extrapolaciones de la norma-
duos, ventajas que son muy superiores a las pérdidas que le puede repre- tiva contra la estafa; esta extrapolación resulta interesante no sólo jurí-
sentar la eventual destrucción de individuos inmersos en la lucha com- dica sino también .formal y sociológicamente. El Código penal alemán
petitiva. considera estafa el hecho de que alguien, para obtener una ventaja en su

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pat~oru?, "pe1ju~ique el patrimonio de otro, induciendo a en-or por vista social, es un ejemplo de competencia leal, es decir, encauzada a
medio de rnforrnac1ón engañosa". Se entiende que la persona inducida a través del hecho objetivo de la mercancía y para beneficio de un terce-
_error y la persona dañada materialmente son Ja misma; y, sin embargo, ro, el público. Y los reclamos pueden considerarse informativos, es
la letra de la ley nada dice acerca de esta idenLidad, por lo que Ja norma decir, prestan un servicio al consumidor. Ahora bien, si esos reclamos
tam~ién pennitiría perseguir a quien engañe a A pero perjudique el patri- trasmitieran información engañosa, aunque la falsa información no
monio de B, es decir, la competencia desleal: el público es inducido a cause perjuicios al público, sí se considerará como algo que no benefi-
~rror, sin que sufra su patrimonio, pero en perjuicio mate1ial del compe- cia al público, que n~. le es útil, y precisamente sólo a partir de esto se
tidor'. al que no se ha dado información engañosa. El comerciante que, protegerá al competidor de la violencia: para que las fuerzas competi-
aduciendo moLivos falsos, liquida sus mercancías estará incluso benefi- doras se ciñan a la forma pura de la competencia, es decir, a la forma
ciando los intereses materiales del comprador, pero reducirá la clientela socialmente útil. Por tanto, las limitaciones específicas que la ley impo-
de su com_pe_tidor, cosa que no habría logrado sin mentir. La ley, por ne sobre los medios de la competencia acaban revelándose como limita-
tanto, n_o hm1ta los medios de competencia como tales, no protege los ciones de las limitaciones que la competencia sufre como consecuencia
competidores unos de otros. Lo que determina la actitud de la sociedad de prác_ticas subjetivas e individualistas.
ante la competencia no es que decida ahora limitar esos medio , sino el Cabe pensar que aquí, como en tantos otros supuestos, el derecho es
que no ~o haya hecho basta ahora, cuando, además, bastaba aplicar la ley completado por la moral, en la medida en que ésta no está. vinculada a
penal vigente. A esto cabe añadir lo siguiente: si la motivación de estas la utilidad social, sino que regula la conducta de los hombres según nor-
leyes i_ndic~, en todo momento, que no pretenden limitar la competencia mas que a menudo están más allá de los intereses de la sociedad: por
l~al, smo solo la de~leal y de mala fe, entonces, dicho en palabras más ejempio, las conductas que responden a pulsiones de un sentimiento
ªJustadas a nuestro propósito, estas medidas elimjnan de la competencia inmediato que sólo pretende quedar en paz consigo mismo y que, a
aquello que no es competencia en un sentido social. Recordemos que la menudo, encuentra esa paz precisamente oponiéndose a las exigencias
coµ,petencia es un combate que se manifiesta a través de realizaciones sociales (siguiendo, por ejemplo ideas metafísicas y religiosas rechaza-
objetivas que benefician a terceros. Esta proyección objetiva desaparece das por la sociedad). Del derecho y la moral brotan entre los hombres
en los reclamos, ganchos y maniobras fraudulentas que no generan nada imperativos que rigen sus conductas recíprocas; imperativos, que no son
concreto y que representan una especie de combate más inmediato sociales en el sentido tradi9ional -aunque sí en el sociológico-, gracias
puramente egoísta y que en nada beneficia a la sociedad. Lo que la juris~ a los cuales la naturaleza humana acomoda en la forma ideal el deber
prndencia designa con el calificatjvo de competencia "leal", se corres- moral. No es necesario señalar que las morales ascéticas, altnüstas o
ponde siempre, en definitiva, con el concepto puro de competencia. Un fatalistas reducen todo lo posible la competencia y sus medios. La moral
addenda de la ley alemana excluye expresamente el siguiente supuesto: típica .europea, sin embargo, es más tolerante con la competencia que
que un gran establecimiento abra al lado de una pequeña tienda y venda con muchas otras clases de antagonismo. Esto se debe a una combina-
a precios mínimos, anunciados con reclamos llamativos, hasta aniquilar ción particular de los rasgos caracteriales propios de la competencia. Por
al pequeño comerciante. Es un ejemplo de violencia brntal y, considera- un lado, como seres morales, tendremos tanto menos reparo en emplear
das la partes, la relación entre ambos competidores es parecida a la del nuestra fuerza contra un adversario cuanto mayor sea la rustancia entre
despiadado ladrón ante su indefensa víctima. Pero desde un punto de nuestra personalidad subjetiva y la tarea que hemos realizado y por la

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que nos empeñamos en la lucha. En cambio, en las luchas directas entre [centralización del empeño]
fuerzas personales inmediatas somos más propensos a contenemos, a Hasta aquí nuestro análisis ha revelado distintos modos de unificación
acordar; nos resulta más difícil obviar una petición de compasión; inclu- entre las partes implicadas en un conflicto: distintas mezclas de antítesis
so, una especie de pudor nos impide, en el antagonismo inmediato, des- Y_sí~tesis, que se construyen unas sobre otras, con limitaciones y poten-
plegar todas nuestras energías, descubrir todo oueslro juego, empeñar c~ac1o~es mutuas. Pero además de esto hay que tener en cuenta otra sig-
toda nuestra personalidad. En las contiendas que se desarrollan median- n1ficac1ón sociológica del conflicto: la que deriva, no ya de la relación
te realizaciones objetivas, por el contrario, desaparecen estas contencio- recíproca entre las partes, sino de la estructura interna de cada una de
nes ético-estéticas; de ahí que podamos competir con personas con las ell~s. ~~ experiencia cotidiana enseña que.el conflicto puede modificar
cuales evitaríamos toda controversia personal. al 10d1vtduo, no ya sólo en su relación con el otro, sino en sí mismo, en
Al proyectarse sobre el objeto, la competencia tiene esa crneldad pro- la medi_da en que se producen condiciones previas, modificaciones y
pia de lo objetivo, de todas las formas de objetividad: no es que se dis- adaptact0nes para la mejor prosecución del conflicto. La lengua alema-
frnte del dolor ajeno, sino que quedan eliminados todos los factores sub- na ofre~e un~ fórmula ciertamente llamativa para designar ese proceso
jetivos. Esta indiferencia ante lo subjetivo, que caracteriza también la d_e mod1ficactón : sich zusammennehmen, hacer acopio de Jas propias
lógica, el derecho o las finanzas, hace que personas en nada crneles fuerzas, concentrar las energías, por así decir, en un punto, a fin de poder
cometan, no obstante, todas las brutalidades de la competencia, y aún usarlas en todo momento en la dirección pertinente. En períodos de paz
con la conciencia tranquila, sabedoras de que no pretenden hacer ningún uno puede "dejarse ir", esto es, dejar que las energías e intereses varia-
mal : escondiéndose detrás de la objetividad de la práctica, tranquilizan dos de su yo se desarrollen cada uno en su propia dirección. Pero en
sus conciencias. Este mismo efecto se consigue con otro elemento de la perí~dos de a~esión y defensa, sería una pérdida de tiempo y energías
competencia, exactamente opuesto al mencionado: la exacta proporción reumr Y orgamzar en cada momento las di sposiciones, de modo que la
entre el éxito de la competencia y las energías empleadas por los suje- concentración e convierte en un requisito de la posición interior de
combate y de la posibilidad de vencer.
tos; el resultado de la competencia es el indicador infalible de las capa-
Y esto vale también, en el plano formal, para el grupo: se impone la
cidades personales, objetivadas en la tarea realizada. Las ventajas sobre
centralización, la concentración de todos los elementos, como única
otros que debemos a favores personales, a la coyuntura, al azar, al desti-
garantía de que, en cada momento y sin pérdida de energías ni tiempo,
no intuido como predestinación, no las aprovechamos con la misma con-
pueda usarse esos elementos debidamente. Esto puede ser así incluso en
ciencia que las ventajas que sacamos exclusivamente de nuestra propia
tiempos de paz y en sociedades democráticas, como demuestran nume-
actividad. Pues junto a la moral d':! la renuncia, está la de la afirmación
rosos ejemplos históricos: los indios norteamericanos, según se hallen
del propio yo; y ambas tienen como enemigo común el hecho de que
en paz o en guerra, o los oficiales de sastrería londinenses que, a princi-
nuestra relación con los otros dependa de fuerzas exteriores, indepen-
pios del siglo XIX, se organizaban distintamente según estuvieran o no en
dientes del yo. Cuando en último término, como ocurre en la competen-
conflicto con su patronos . En períodos de paz, estos oficiales se organi-
cia pura, el yo determina el resultado, un sentimiento de satisfacción y
zaban en unas treinta pequeñas asambleas autónomas; en tiempos de
justicia viene a compensar nuestro instinto moral respecto de las cruel-
conflicto, se formaba un comilé con un representante de cada asamblea
dades de la competencia -y no sólo en caso de victoria, a veces también
que, a su vez, elegía un comité más restringido al que debían obediencia
en la derrota-. 1

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incondicional. Por entonces, las asociaciones obreras solían profesar el decretó que la estricta organización de los obreros beneficiaba a los
principio de que el interés de todos debía ser decidido por todos, pero en patronos y viceversa. Es cierto que, con organizaciones centralizadas, las
situaciones de urgencia, se imponía un órgano, rigurosamente eficaz y huelgas pueden ser más generalizadas y duraderas, pero siempre será
autocrático, cuya autoridad reconocían los obreros. más ventajoso y menos costoso para las partes que la multiplicación de
La conocida interacción entre constitución despótica y tendencias gue- negociaciones y mezquinos enconos locales y sectoriales. Lo mismo vale
rreras se basa en la siguiente razón formal: la guerra exige reforzar la para la guerra entre los Estados modernos: por destructora y costosa que
forma del grupo medjante la centralización, y el despotismo es quien resulte, es más con"'.eniente que la suma de incontables e interminables
~ejor puede garanlizarla. Inversamente, una vez implantado el despo- rencillas y rusputas de cuando los gobiernos estaban menos centraliza-
tismo y reforzado el grupo, las energías acumuladas tienden natural- dos. También en Alemania, los obreros reconocieron las ventajas de con-
mente a descargarse en una guerra exterior. Sirva el caso de los esqui- tar con una organización estrecha y eficaz de los patronos como contra-
males de Groenlandia como ejemplo a contrario : se trata de una de las parte en el arreglo de los conflictos de intereses, pues sólo una organiza-
etnia más anárquicas, sin jefaturas. En la pesca, siguen las inrucaciones ción de este género pue~e nombrar representantes con quienes tratar con
del más experimentado, pero éste carece de autoridad y de capacidad la seguridad de que lo acordado será respetado, incluso por los patronos
para sancionar al que se aparte de la faena común. Al parecer, estas gen - no adscritos. La posible desventaja de que el adversario rusponga de una
tes recurren como único método para resolver sus disputas a un comba- organización unitaria se ve compensada de sobra por el hecho de que,
'. e singular, al combate cantado : el que se cree perjudicado por otro, siendo ambas partes unitarias, el conflicto estará más concentrado, será
inventa versos denostándole que recita ante una asamb lea popular, con- más fácil de controlar y podrá con más probabilidad asegurar una paz
vocada al efecto, tras lo cual, el adversario responde de la misma mane- efectiva y general. Frente a una masa confusa de enem.igos, por el con-
ra . A la fa lta absoluta de instinto guerrero corresponde una absoluta falta trario, es más fácil ganar batallas puntuales, pero difícilmente se logran
de centralización. No en vano, entre las distintas organizaciones socia- acciones decisivas que fijen la verdadera relación de fuerzas . La eficacia
les, el ejército suele ser siempre la más centralizada: una organización de la forma unitaria, en definitiva, supera las ventajas inmediatas que
que, _en_ virtud de la autoridad absoluta del mando central, excluye todo cada parte puede sacar de la no-centralización de su adversario: la fuer-
movaruento autónomo de sus elementos e impone un movimiento coor- za centrípeta permite lograr los objelivos concretos del combate por la
dinado in pérdida de fuerzas. Por otro lado, lo que caracteriza a las vía más segura y corta; esta teleología, que en cierto modo está por enci-
alianzas entre Estados, es su unidad como potencia beligerante; en tocio ma de las partes, hace que cada parte saque en definitiva ventaja median-
lo demás, cada Estado mantiene sµ autononúa. te una aparente paradoja: sacar ventaja de la ventaja del adversario.
Considerando la incontestable utilidad bélica de la organización unita-
ria, cabría pensar que toda p~te debería tener el mayor interés en que su [momento, elasticidad y grado de la unidad]
parte contraria carezca de esa unidad (el divide et impera). Y, sin embar- El sentido sociológico de la formación cambiará segtfo sea el todo el
go, hay casos de lo contrario: por el impulso centralizador, una parte que entable una relación antagonista con una fuerza exterior - reforzará
puede ll~gar a desear que su adversario también se centralice. Es lo que sus vínculos y su unidad unitaria tanto de acción como de consciencia-
ha ocumdo en las últimas décadas en los conflictos entre obreros y º si se trata de elementos separados que coinciden frente a un mismo
patronos. En 1894, la Real Comisión de Trabajadores de Inglaterra enemigo, motivo por el cual, ex post, acuerdan organizarse. En el pri-

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mer supuesto, podemos añadir que el conflicto no sólo facilitará que el Para organizaciones de este tipo, cierta elasticidad en la forma resulta
todo supere divergencias internas y distanciamientos entres sus miem- de suma importancia, Y no para poder transigir y reconciliarse con las
bros, sino que sus relaciones internas ganarán en claridad y firmeza. fuerzas antagonistas, sino para enfrentarse a ellas con mayor violencia
Esto se observa en las agrupaciones que aún no acceden al grado de sin prescindir de ningún elemento aprovechable. La elasticidad no con~
objetivación del Estado moderno o en los partidos políticos coa distin- siste en la capacidad de rebasar los propios límites; los cuerpos elásticos
tas corrientes internas que se ven compelidos a asumir una posición tienen límites no menos claros que los rígidos. Esa elasticidad caracteri-
determinada y unilateral en favor de la guerra, momento en que se za, por ejemplo, a las órdenes monásticas, y les permite dar cauce a los
podrán producir secesiones, como paso previo a la relegación de los i~p~lsos místicos o fanáticos que surgen en todas las religiones y que,
antagonismos internos o a la exclusión de las voces discordantes. En una siguiendo sometidos, no podrán en peligro a la Iglesia. La intolerancia
familia con individualidades en fuerte discrepancia, aún latente, un peli- do~ática _q~e caracterizó al Protestantismo en determinadas épocas
gro o una agresión la obligará a unirse todo lo posible, y será justamen- acabo convlftiendo las disidencias en rupturas.
te entonces cuando se tenga la medida de su pervivencia o destrucción, ~o mis_mo podría decirse de algunos comportamientos especí.ficamen-
Ja medida de la posibilidad de una cooperación entre sus miembros. En te femenmos . Entre los muy variados elementos que conforman la rela-
definitiva, el estado de paz del grupo permite a los elementos antagonis- ción total entre hombres y mujeres, se da una hostilidad típica que brota
tas en su seno convivir en una situación de indeterminación, ya que cada de dos fuentes : las mujeres, por un lado, al ser físicamente más débiles
uno puede seguir su propio camino y evitar los roces; el estado de con- están siempre más expuestas al riesgo de ser explotadas económica ;
flicto, por el contrario, reúne de tal manera los elementos y les somete a personaJmente Y privadas derechos• y, por otro, al ser objeto del deseo
una pulsióo tan unitaria que bien deben soportarse, bien deben separar- sensual del hombre, deben mantenerse a la defensiva. Es muy raro que
se definitivamente. De ahí que para los Estados con fuertes disensiones ~st~ lucha, que recorre la historia interna y personal del género humano,
internas, una guerra exterior puede ser un medio para superarlas, pero 1nc1te a una coalición inmediata de las mujeres contra los hombres; pero
también la causa de su derrumbe. ~ay una forma supra-personal que las protege de esos dos peligros, e
Esto explica también por qué los grupos que, de un modo u otro, se rnteresa, por así decir, al sexo femenino incorpore : la moralidad. Una
encuentran en estado de guerra apenas pueden tolerar desmarques indi- personalidad fuerte sabe protegerse por sí misma de las agresiones O le
viduales respecto a la unidad del principio de cohesión. Eso no les impi- puede bastar la protección de la ley; pero una personalidad más débil
de practicar de la tolerancia aparente: como técnica para eliminar con estaría perdida, a pesar de la ley, si los individuos más fuertes no se
mayor contundencia aquellos elementos que no quieren integrarse defi- prohibieran a ~í ~_ismos, de un modo u otro, hacer uso de su superiori-
nitivamente. La Iglesia Católica siempre ha estado de hecho doblemen- dad. _Esta proh1b_1~ión es en parte posible por la moralidad: ésta no pro-
te en estado de guerra: contra las varias opiniones _doctrinales que cons- porcio~a l~ ~rec1s1ón y seguridad de la ley, pero está garantizada por un
tituyen la herejía y conlra los demás intereses y poderes de la vida, que temor 1nstu1t1vo y por las consecuencias desagradables que pueden deri-
pretenden tener una esfera de acción independiente de la suya. Y man- v~se de s~ i~cumplimiento. La moralidad es, así, la verdadera protec-
tiene su forma unitaria cerrada mientras pueda tolerar a los disidentes; a ción del, d~bil, que no podría resistir fuerzas desatadas. De ahí que su
los que seguirá tratando como miembros; pero tan pronto entienda que c~ract~nstJca sea esencialmente la de prohibir, limitar: establece una
no puede seguir tolerándolo, ]os expqlsa con una energía sin igual. cierta 1gualdad entre los fuertes y los débiles, inhibiendo relaciones

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que se justifica, no tanto por razones morales, sino por la convenie~cia
puramente naturales, y llega incluso a favorecer al débil, como en el caso de que el partido que se enfrenta a otro exija a sus elementos una unidad
del espíritu caballeresco. En la medida en que en el conflicto latente indestructible.
entre los hombres y las mujeres, aquéllos son los más fuertes y los agre- De ahí que, para los partidos políticos, pueda ser ventajoso reducir el
sores, las mujeres se ven obligadas a buscar el amparo de la moralidad, número de sus miembros, en la medida en que con ello se deshacen de
y convertirse en guardianas de ésta. Naturalmente, esto les compromete elementos proclives a las mediaciones y compromisos; algo que puede
a cumplir con el conjunto de prescripciones de la moralidad, incluso ocurrir si coinciden dos condiciones: un estado de conflicto abierto Y
cuando no se trate de impedir transgresiones masculinas: todas las nor- que el gropo comb~tiente sea relativamente reducido, es decir, _el parti-
mas de la moralidad están solidariamente relacionadas, transgredir una do minoritario, especialmente cuando no es meramente-defens1vo, este
debilita el principio y, por tanto, todas las demás. De ahí que las muje- sería el tipo. La historia parlamenlaria inglesa lo ha demostrado varias
res suelan ser unánimes en esto: una unidad concreta se corresponde así veces. Así, por ejemplo, en 1793, el pai1ido whig, que se hallaba ya muy
con esa unidad ideal en la que los hombres las reúnen cuando hablan de mermado, salió fortalecido justamente por la salida de los elementos
"las mujeres" en general, en una contraposición similar a la oposición de tibios partidarios de negociar. Las pocas personas que quedaron e~. el
pare.ido; es esa solidaridad que les atribuyen los hombres, y que se partido, entusiastas y resueltas, pudieron entonces p~acticar una P?ht1ca
expresa en el viejo dicho alemán: "el hombre lleva sólo su vergüenza, unitaria y radical. Los grupos mayoritarios no necesitan ser tan taJantes:
pero si una mujer cae a todas se censura" . Esta solidaridad se basa en el los elementos vacilantes no le suponen un gran peligro, por cuanto pue-
interés que sienten las mujeres por la moralidad, que es su medio común den tolerarlos en sus márgenes sin que afecten al centro. Pero cuando el
de lucha. gnipo es poco extenso y, por tanto, sus márgenes están muy p~óximos al
Y de ahí que se verifique la forma sociológica en cuestión: frente a centro, la inseguridad de cualquier elemenlo amenaza en seguida al cen-
otra mujer, las mujeres optan entre incluirla completamente en el ámbi - tro mismo, poniendo con ello en peligro la cohesión del conjunto. Por la
to de la moralidad o excluirla totalmente. Y cuando trasgreden, tienden escasa distancia entre sus elementos, el grnpo carece de la condición
a ésconderlo, en la medida de lo posible, a no confesarlo, salvo que el previa para la tolerancia, para la elasticidad.
amor al escándalo u otros motivos personales lo impidan, y entonces la Por eso, algunos grupos, especialmente las minorías aguerridas Yper-
sentencia será inapelable y severa: son excluidas de la "buena sociedad". seguidas, suelen rechazar la condescendencia y tolerancia de sus a_d:~r-
Si hay ofensa a las buenas costumbres, entonces la culpable es radical- sarios, porque hacerlo podría debilitar el radicalismo de su opos1c10n,
mente eliminada de esa unidad cuya cohesión salvaguardá el interés sin el cual no podrían seguir luchando. Esto ha ocurrido en más de una
común en la moralidad. Así vemos que las mujeres condenan del mismo ocasión, por ejemplo, en las disputas confesionales en Inglaterra. Tanto
modo a Margarita que a la Dama de las Camelias, a Stella que a en el reinado de Jacobo TI, como en los de Guillermo Y María, los
Mesalina, sin establecer matices intermedios entre las que están dentro oobiernos mostraron hacia los no-conformistas e independientes, bap-
y las que están fuera de la moralidad. La posición defensiva de las muje- ºListas y cuáqueros, una benevolencia que éstos rechazaron, por cuanto
res no permite rebajar en lo más mínimo el muro de la moralidad; por daba opción a los elementos menos decididos y más conciliadores a
principio, el partido de las mujeres no acepta ningún término medio, o constituir formaciones intermedias o, cuando menos, suavizar su oposi-
incluye resueltamente en la comunidad ideal de Las "mujeres decentes" ción. Toda concesión por parte del enemigo, concesión siempre parcial,
o excluye con idéntica resolución de la misma. Una alternativa radical
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muchas veces basta que unos elementos se reúnan sin tener in tención
amenaza la igualdad de oposición de los miembros, es decir, la ur_udad
alguna de agredir o luchar para que otros los perciban como hostiles. El
en la cohesión que ha de tener una minoría combativa. De ahí que
despotismo del Estado moderno se oponía, sobre todo, al principio
muchos grupos pierdan su unidad: porque dejan de tener adversario. El
medieval de la agremiación, hasta el extremo que acabó considerando
protestantismo es buena prueba de ello: siendo su _esenc~a la ."protesta",
cualquier unión (de ciudades, clases sociales, caballeros u otros) como
si su adversario desaparece de su mira, pierde su energía y su unidad
una rebelión, como una forma latente de oposición al Estado.
interior, hasta el punto de perpetuar el conflicto trasladándolo a su i~te-
Carlomagno prohibió a las guildas en cuanto asociaciones juramenta-
rior, escindiéndose en un partido ortodoxo y otro liberal. Algo semeJan-
das y sólo permitió expresamente las asociaciones para fines caritativos
le se ha dado en los Estados Unidos: cu·ando uno de los dos grandes par-
y que no prestaran juramento. Aunque se autorizaran los fines, se
tidos se desdibujaba, el otro se descomponía de inmediato en sub-gru-
prohibía el juramento por lo que de intención hostil para con el Estado
pos enfrentados entre sí. .
pudiera implicar. La constitución morava de 1628 estipula que: "consti-
y si la existencia de herejías perjudica la unidad del protestantismo,
tuir pactos o alianzas, cualquiera que sea su fin y contra quienquiera que
no puede decirse lo mismo de la Iglesia católica, cuya unidad salió for-
vayan dirigidos, corresponde exclusivamente al rey". Que el poder
talecida por la existencia de, y la lucha contra, la herejía. La hostilidad
dominante pueda fomentar o crear directamente asociaciones, en nada
contra la herejía ha sido para los elementos de la Iglesia un elemento de
contradice lo dicho, antes por el contrario, lo confirma, y no sólo en el
unión por encima de sus intereses divergentes. De ahí que la victoria
caso evidente de asociaciones que operen contra un partido de oposi-
total sobre el enemigo no siempre sea una buena noticia desde el punto
ción, sino en el más interesante de encauzar la pulsión asociativa por
de vista sociológico: rebaja la energía que preserva la cohesión Y ganan
terreno las fuerzas disolventes, nunca ociosas. La ruptura de la Liga lati- caminos inofensivos. Cuando los romanos hubieron disuelto ~odas las
na en el siglo v antes de Cristo, se ha explicado como una consecuencia ligas griegas, Adriano fundó una asociación pan-helénica (koinón suné-
de la derrota de los enemigos comunes: Cabe, por tanto, pensar que para
drion tón 'Ellenon) con fines ideales : celebrar juegos y ceremonias con-
algunos grupos les convenga disponer siempre de enemigos para asegu- memorativas para alimentar un panhelenismo virtual y completamente
apolítico.
rar su unidad consciente y activa, es decir, supervivencia. ,·
Este último ejemplo subraya esa intensificación de la función de uni- Los casos históricos son tan numerosos y evidentes que sólo queda
constatar el grado de unificación al que se puede llegar por el conflicto.
ficación que suscita el conflicto: no sólo permite que una unidad se con-
Sin duda, en lo más alto figura la creación del Estado unitario. Francia
centre más decididamente sobre sí misma, eliminado los elementos que
debe su conciencia nacional, sobre todo, a su guerra contra los ingleses.
pueden desdibujar los límites que Ja separan del enemigo, s~o que per-
Sólo con la Reconquista, las provincias españolas se unieron en un solo
mite reunir personas y grupos que, de no ser por el conflicto, no se
pueblo. El siguiente grado está represen lado por los Estados federales o
unirían. La conexión entre la situación de lucha y _la unificación se da
uniones de Estados, con distinta gradación según sea la coherencia y
pues en los dos sentidos. En general, la fuerza de las asociaciones psi-
autoridad del poder central. Los Estados Urúdos necesitaron su guerra
cológicas también es retroactiva: por ejemplo, cuando presentamos
de ü1dependencia; Suiza, la guerra con Austria; los Países Bajos, el alza-
como héroe a una persona y acabarnos asociando el concepto de héroe
con esa persona, entonces el vínculo entre las dos ideas adquiere plena miento contra España; la Liga Aquea, la guerra contra Macedonia, y lo
vigencia. Así, la asociación entre unión y combate es tan frecuente que mismo cabe decir de la fundación del nuevo Imperio alemán. La forma-

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ción de las clases sociales unitarias también pertenece a este grado: el Cabe distinguir aquí dos tipos. Primero, la alianza para una acción
~omento de conflicto, las contradicciones latentes o notorias, tienen una puntual pero que exige todas las energías de sus elementos, caso de las
1mportanc!a tan evidente que me limitaré a dar un ejemplo a contrario. guerras strictu sensu: se produce una unidad absoluta, pero tras lograr su
La aus~nc1a de u_na aristocracia constituida como clase parece que debie- objetivo específico, los elementos vuelven a su anterior existencia sepa-
ra haber favorecido un amplio y fácil desarrollo de la burguesía. El caso rada; es el caso de los griegos tras eliminar el peligro persa. En el segun-
ruso demuestra exactamente lo contrario. De hab'er tenido Rusia una do tipo, la unidad es menos completa pero, también, menos efímera: el
aristocracia poderosa, ésta se habría opuesto ocasionalmente al zar el objetivo del conflic.to que suscita la coalición se caracteriza menos por
cual, a su vez, habría buscado aliados en la burguesía urbana fav~re- su momento que por su contenido y no implica conjunción de todas las
ciendo así su desarrollo. Y los elementos burgueses nunca enc~ntraron energías. Un ejemplo, es la Federacion oíAssociated Employers Labour,
motivos de conflicto, es decir, razones para unirse y constituirse en fundada en 1873 en Inglaterra para conlrarrestar la influencia de las
clase, porque, al no haber conflicto entre nobleza y poder central no Trade Unions. En los Estados Unidos, algunos años después, se consti-
podían aliarse con una u otro y sacar partido del conflicto. ' tuyó una federación de patronos, que sin tener en cuenta las distintas
ramas industriales, se defiende colectivamente frente las huelgas de los
[persistencia de la unidad] trabajadores.
~o característico, en todos los casos positivos de este tipo, es que la El carácter de estos dos tipos de unión ad hoc será tanto más marcado
urudad, aunque se constituyó gracias al conflicto y a los fines de éste cuanto más indiferencia, o incluso hostilidad, pueda haber en otros
persi~te más allá del conflicto, aunando otros intereses y.otras energía~ momentos o ámbitos entre los miembros; el poder unificador del com-
relac10nales que ya nada tienen que ver con el conflicto inicial. En este bate aparece tanto más cuando perfila una asociación temporal o especí-
sentido, el confticto activa una relación latente, propicia la unidad: es la fica en el contexto de unas relaciones de competencia o animosidad. En
causa antes que el fin de los procesos de unificación interna_·y dentro determinadas circunstancias la contradicción entre el antagonismo habi-
def interés por la umón que suscita el conflicto también hay gradación: tual y la solidaridad momentánea en el combate, puede llegar al punto
según se trate de una lucha agresiva y defensiva o sólo defensiva. Este de ser justamente la enemistad absoluta entre las partes la causa de su
tíltim~ caso queda reflejado en las coaliciones de grupos ya existentes, coalición. En el parlamento inglés, má¡; de una vez, la oposición se ha
especialmente si son numerosos y heterogéneos. El objetivo defensivo constituido entre los radicales del partido de gobierno, insatisfechos con
representa un minimun de comunidad, es la manifestación más básica la acción del Gobierno, y los adversarios declarados del partido gober-
del instinto de supervivencia, tanto del individuo como del grupo. nante, en común animosidad contra el gobierno. Así fue como los whigs
Cuanto más numerosos y heterogéneos sean los grupos coaligados, extremistas liderados por Pulteney acabaron aliándose con los tories,
menor será el número de int~eses compartidos que, en el caso extremo contra Walpole. El radicalismo de la oposición contra los tories, que
se l~mitarán al instinto más primitivo: la pervivencia. Frente a la prolon~ amalgamaba a los whigs, es lo que permitió aliarse con los tories para
ga~1ón el~ los efectos unificantes del conflicto más allá del fin y momen- provocar la caída de un gobierno que estii:naban demasiado poco whig.
to inmediatos (lo que puede también ocurrir con el mencionado mini- Es decir, el adversario común unió a bandos enemigos; los odios más
mum), está la continua erosión de esos efectos, que queda bien refleja- persistentes no impiden alianzas contra un adversario común, especial-
da en el caso de las asociaciones ad hoc. mente si éste representa un obstáculo para sendas partes en la consecu-

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ción de sus objetivos. En Francia, desde los hugonotes hasta Ricbelieu [la distancia]
bastaba que un partido se declarara hostil a España, a Inglaterra, ~ Cuando la fuerza sintética de la hostilidad compartida no depende del
Saboya o a Holanda, para que el otro se aliara inmediatamente con la número de intereses coincidentes, sino de la duración e intensidad de la
correspondiente potencia extranjera, sin importarle contradecir sus ten- asociación, la amenaza constante de un enemigo, antes que el combate
dencias positivas. Pero estos partidos franceses tenían objetivos perfec- real, le resultará particularmente favorable. En la primera época de la
tamente asequibles que podían alcanzar con sólo quitarse de en medio a Liga aquea, hacia el año 270 antes de Cristo, la Acaya se encontraba
los adversarios; de ahí que se aliaran con cualquier adversario de su rodeada de enemigos, aunque ninguno atacaba, y esta amenaza real pero
adversario. Cuanto más puramente negativo o destructivo es el carácter diferida propició que se reforzara el senfimiento de unidad entre los
de una hostilidad, más fácil será llegar a una alianza entre elementos aqueos aunque no lo pusieran en práctic?. Cierta distancia entre los ele-
que, sin ese motivo, en modo alguno formarían una comunidad. mentos que van a unirse y, también, respecto al interés que les une, per-
Por último, el grado inferior de esta escala, la forma menos marcada, mite establecer vínculos, especialmente sj se trata de círculos extensos.
está representada por las asociaciones basadas tan sólo en un sentimien- Algo parecido ocurre en el ámbito religioso: frente a las divinidades clá-
to común. Se comparte una misma aversión por un tercero O un mismo nicas o nacionales, el Dios universal del cristianismo está infinitamente
interés, pero esto no lleva necesariamente a una lucha conjunta. También alejado de los fieles, nada le emparenta con la naturaleza específica de
aquí hay que distinguir dos tipos. La gran industria, que opone masas de los pueblos e individuos y, sin embargo, esta misma lejanía permite a)os
trabajadores frente a unos pocos patronos, no sólo ha producido distin- más heterogéneos elementos unirse en una comunidad religiosa -sin
tas asociaciones eficaces de obreros, sino que ha fomentado también ese igual. También en el ámbito de la moda : el vestido señala siempre la per-
sentimiento general de que todos los asalariados están de algún modo tenencia a determinada capa social, y al parecer lo señala tanto mejor si
unidos, porque t0dos luchan contra los patronos. Este sentimiento cris- viene de .fuera. Vestirse en París, significa pertenecer a una capa social
taliza a veces en fonnaciones de partidos o en luchas salariales, pero, por reducida y exclusiva en el país de origen; el profela Sofonías ya habla-
lo general, no logra por su misma esencia convertirse en una realidad ba de los ricos y poderosos que visten galas extranjeras.
práctica; es un sentimiento de solidaridad abstracta, basado en la hosti- Los muy variados significados que encierra el símbolo de la "distan-
lidad común frente a un enemigo abstracto. Si en este primer tipo ef sen- cia" tienen distintas afinidades psicológicas. Así, por ejemplo, el objeto
timiento de unidad es abstracto pero duradero, en el segundo, es coq- que se representa como "distante" parece provocar reacciones más
creto pero efímero. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando personas que impersonales; el individuo reacciona de manera menos intensa, menos
no se conocen pero pertenecen a la~ capas altas de la sociedad coinciden inmediatamente subjetiva y, por tanto, de manera parecida a otros indi-
en un lugar junto a otras personas de maneras ordinarias y vulgares. Sin viduos. Y cuanto más abstracto es un concepto general más elementos
necesidad de intercambiar palabra o mirada, aquéllas sentirán que for- abarcará, y, al mismo tiempo, generará entre elementos muy heterogé-
man un grupo, unido por la común aversión contra la agresión, al menos neos un punto social común con más facilidad cuanto más distante esté,
en sentido abstracto, de la vulgaridad de los otros. Este sutil y delicado, ya sea en sentido espacial o figurado, de los elementos que une. Las uni-
pero claro sentimiento común representa el último grado en que un anta- ficaciones propiciadas por un peligro más crónico que grave, por un
gonismo común lleva a elementos extraños entre sí a unirse. combate latente pero no efectivo, serán tanto más eficaces para unir
duraderamente elementos con tendencia a disociarse. Lo refleja el meo-

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camino abierto por el conflicto propio o de terceros. ~to eitpli~a el que,
cionado ejemplo de la Liga aquea y asf lo señala Montesquieu cuando especialmente en épocas remotas, las circunstancias que hgaba~ a
sostiene que si la gloria y seguridad de la monarquía dependen de la paz poblaciones enteras siempre estaban relacionadas ~on _la guerra, IDJen-
y la confianza, una república necesita temer a alguien. Esto se explica tras que otros motivos, como el comercio, la hospitalidad o el ~onnu-
por la constelación antes referida: como tal, la monarquía mantiene por bium, eran más propios de las relaciones individua~es'. que _las alianzas
sí misma La cohe'sión de los elementos eventualmente antagónicos; pero entre unidades étnicas podían favorecer aunque no incitar duectameote.
si éstos no tienen por encima una autoridad que les imponga la unidad,
sino que cuentan con una soberanía relativa, tenderán a disociarse, salvo [secuencia y fin)
que un peligro compartido por todos les mantenga unidos; peligro que Cuando una evolución histórica consiste en una alternancia rítmica ~e
preservará esa unión en la medida en que no sea una amenaza puntual dos períodos, ambos con idéntica importancia y que ad~uie~en su propio
sino constante. sentido por su relación u oposición al otro, la imagen umtana q_ue_de este
Aunque, en la relación entre colectividad y sentimiento de hostilidad, proceso nos formamos raras veces reproduce el equili?~º o_bJetlvo y el
hemos analizado la cuestión del grado, el estudio no seóa completo sin nivel ~onstante en que se suceden los períodos. ~as1 inevitablemente
lo que sigue. Las empresas combativas propenden mucho más que las vemos en esa alternancia un movimiento teleológico. de m~do que el
pacíficas a asegurar, ya desde su nacimiento, la cooperación del mayor primer período seóa paso previo del segundo y el retomo al prunero, una
número posible de elementos normalmente separados. En las acciones . . , Es decir que nuestra necesidad de comprender nos lleva a
1egres1on. , . . ·f · d
pacíficas, la tendencia es a contar con los elementos más cercanos; pero deducir la diversidad de la unidad, a considerar el estado md1 erencia ~
para tener "aliados"-concepto en sf mismo neutro pero al que el uso como el estado primero; y, sin embargo, quizá sería más .correcto consi-
corriente da una copnotación belicosa- se suele contar con elementos derar que se trata de un ritmo infinito, de una alternanc1~ eterna donde
con los que poco se tiene en común, ni se quiere tener. Esto se debe, en las etapas no deben considerarse a priori por sí mismas smo en su rela-
primer Jugar, a que la guerra, y no sólo la lucha política, sue1e·ser presa ción con la precedente. . .
de.:trna urgencia que no permite ser exigente a la hora de buscar refuer- Lo mismo cabe decir de los principios de quietud y mov1m1ento: a~n-
zos; en segundo lugar, el objetivo de la acción está fuera de los ámbitos que se alternan sin fin, tenemos, no obsta.nte, la impresión de q~e el pnn-
o esferas de interés inmediatos de los aliados, de modo que éstos, una cipio de quietud es el original, o, también, el definiti_vo; es dew. que ~o
vez terminada la lucha, pueden recuperar sus distancias; en tercer lugar, precisa ser deducido de otro principio. Cuando consideramos dos peno-
el premio de la victoria. más allá de los tiesgos que implica, es rápido e dos secuenciados, siempre uno nos parece más esclarecedor y otro
intenso y ejerce, por tanto, una atn1cción formal que las acciones pacífi- menos relevante y. por otro lado, sólo clasificándolos así creemos poder
cas sólo ejercen merced a sus contenidos particulares; en cuarto lugar. la comprender el sentido de su alternancia: no . nos ~onform~m~s con
lucha relega a un segundo término lo propiamente personal de cada observar simplemente el fenómeno de la sucesión, sin que nm~un _ele-
combatiente, permitiendo as(la unión de elementos heterogéneos. Por mento sea primo o derivado. El ser humano opera con categonas mte-
último, las actitudes hostiles se alimentan entre sí: al estallar un conflic- lectuales, con juicios de valor que favorecen las distinciones, de ~odo
to, todos los odios lat~qtes o medio-olvidados resurgen, ya sea en el seno que connota esas alternancias interpretándolas conf~1~e a una _1~g1ca de
del grupo, como en un tercer grnpo ante la gueffa iniciada por otros: vie- descontrol/control, preparación/realización , trans1tono/defirut.1vo. Lo
jas malquerencias y resentimientos son espoleados de nuevo gracias al
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El primer motivo de terminación del conflicto es el deseo de paz, algo
mismo con la paz y la guerra: dos hechos sucesivos y simultáneos de la
mucho más complejo que le mero cansancio del combate: es ese 1itmo
vida social, tan imbricados que las condiciones del próximo combate se
que nos hace desear la paz corno un estado concreto, que no significa
gestan en la paz, y viceversa. Dos estados que se refieren siempre uno a
sólo cesación de la lucha. Pero este ritmo no ha de entenderse de un
otro, de modo que ninguno seria principio o degeneración del otro. Y, sin
modo simplemente mecánico. Se dice que las relaciones íntimas, como
embargo, intuitivamente, distinguimos entre los elementos de la secuen-
el amor o la amistad, necesitan disputas ocasionales bien para adquirir
cia y creemos que el combate es provisorio y que la paz es tanto el fin
consciencia de la felicidad que proporcionan, bien para ampliar una rela-
como el contenido del conflicto. Pero lo cierto es que, objetivamente, el
ción que puede resultar demasiado estrecha y opresora. Las relaciones
ritmo de estos dos elementos se desarrolla sobre el mismo nivel, aunque
más profundas no necesitan de estos artificios; son las relaciones más
nuestro sentimiento o valoraciones convierta la guerra en thesis y la paz
toscas las que necesitan contrastes groseros que, desde la inmediatez,
en arsis. Así, en la antigua Roma, el rey tenía que solicitar el consenti-
van de un extremo al otro, según el dicho popular del "golpes hoy, cari-
miento de los ciudadanos para iniciar una guerra, pero no así para con-
cias mañana", y que buscan la discordia para mantener la relación. Una
cluir la paz: el consentimiento se daba por desco.ntado. Paradójicamente,
la relación profund_¡vpoorá prescindir de esos episodios antagónicos Y
esto indica que el paso de la guerra a la paz plantea un problema más
saber de la paz q~~ pr~cura si':1plement~ _conlrastándos_e con el mundo
esencial que el paso inverso. De hecho, el inicio de una guerra no exige
circundante y con \ªs disonancias y hosulidades de la vida. :
mayores análisis, pues, en un estado de paz, las situaciones que generan
Pero el deseb de paz tiene otros motivos indirectos que conviene dis-
luchas abiertas ya son una guerra, aunque en forma difusa, encubierta y
tinguir de los mencionados: por un lado, el agotamiento de las fuerz~s
latente. Así, antes de la guerra de Secesión, la prosperidad económica de
que puede marcar una necesidad de paz sin negar el deseo de luchar; por
los Estados del Sur, que, gracias a la esclavitud, superaba a la de los
otro, que el interés del conflicto se vea superado por' un interés superior
Estados del Norte, ya era causa de la guerra, pero mientras permanecie-
dirigido a otro objeto. Este último caso da paso a toda una serie de hipo-
ra latente, sin desencadenar antagonismos definidos no entraba en la
cresías y auto-engaños: se cree, o se aparenta creer, que se entierra el
lógica de la paz y la guerra. Pero tan pronto surgió el estado de ánimo
hacha de guerra por idealismo, por la paz, cuando en verdad ocurre que
guerrero, los antagonismos ya estaban perfilados: odios, polémica~ en la
el objeto de la lucha dejó de interesar y :¡e quiere reunir las fuerzas para
prensa, roces entre personas y en las fronteras, sospechas morales. El
otros fines.
estado de paz no parece, por tanto, estar definido por una determinada
En las relaciones más profundamente motivadas, el conflicto acaba
situación sociológica, puesto que desde determinadas circunstancias de
cuando su pulsión sale a la superficie y apacigua las pulsiones contrarias
paz se van desarrollando antagoni~mos, aunque no sean abiertos. Y lo
que lo suscitan. En cambio, cuando el antagonismo acaba en virtud de
mismo cabe decir de la secuencia inversa: la paz no surge directamente
la desaparición del objeto del conflicto, los matices son distintos. Todo
del conflicto; la terminación del conflicto es una cat~goria propia que no
conflicto que no sea absolutamente impersonal, moviliza las fuerzas
pertenece ni a la guerra ni a la paz, lo mismo que un puente no tiene la
individuales disponibles, obra como un punto de cristalización en torno
misma naturaleza que las dos orillas que une. De ahí que la sociología
al cual las fuerzas se ordenan de mayor o menor distancia, y confirien-
del combate precise, cuando menos como apéndice, de un análisis de las
do a la personalidad que entra en conflicto una estructura singular.
formas en que acaba el conflicto, formas que revisten características
Terminado el conflicto -en victoria o derrota, reconciliación o compro-
muy específicas.
83
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miso-, esa estructura psíquica se transforma en una estructura de paz· el connotan la paz subsiguiente, tan sólo me referiré a aquella que no resul-
punto central comunica a las energías movilizadas el paso de 1 .' ta exclusivamente del predominio de una de las partes, sino de la resig-
ción 1 1 a excita-
. a a ca ma. ~ero a veces, en lugar de este proceso de terminación nación, al menos parcial, de la otra. Esta resignación, este declararse
rnte~a Y_progres1va del conflicto, vemos aparecer un proceso turbulen- vencido, este inclinarse ante la victoria del otro, sin haber agotado todas
to e mac1onal, cuando el objeto del conflicto desaparece repentinamen- las fuerzas y posibilidades de resistencia, no es un fenómeno simple.
te: todo el movimiento parece entonces ba lancearse en el vacío y esto se Quizá opere cierta tendencia ascética: el placer de la propia humillación
debe a que nuestra sensibilidad es más conservadora que nuest . y de la renuncia; uqa tendencia, no tan fuerte como para rendirse antes
nal"d d ra rac10-
. t a y que, por tant~, la excitación no se calma tan pronto lo dicte la de luchar, que aparece tan pronto el ánimo de la derrota se apodera del
tazón. s~ produce confusión y daño cada vez que movimientos psíqui- alma. La sensación de que es más noble rendirse antes que aferrarse a un
cos suscitados por determinado contenido se ven privados del mismo, de improbable cambio en las circunstancias, inspira la misma decisión:
modo_ que ya no pueden desarrollarse y desplegarse naturalmente y aca- obviar la suerte y aceptar la derrota como un hecho innegable; hay algo
ban bte~ devorándose entr~ ellos de manera anárquica, bien adoptando grande y noble en esto, es el estilo de los hombres que conocen tanto sus
otro ~bJeto, a~surdo, qu~ suva de sustituto. Así, si el azar o una fuerza fuerzas como sus debilidades y que no necesitan demostrárselas.
supen~r d_esvian el conflicto de su objeto mientras se está desarrollando Además, en este declararse libremente vencido, el sujeto da una última
-una nv~1dad amorosa en que la persona cortejada elige a un tercero muestra de su poder: es un acto positivo que muestra, ante el vencedor,
una contienda por un premio del que acaba apoderándose otro o , lo que aún era capaz de hacer. De ahí que, a veces, en los conflictos per-
co lr . , . una
n oversia teonca de pronto disuelta por una inteligencia superior que sonales, cuando un adversario cede antes de que el otro haya podido
demuestra el error. de las teorías enfrentadas-, suele ocurrir que la dis- imponerse, este último se siente como ofendido, como si él fuera el débil
p,uta ~e~dure en _vano, que se crucen acusaciones estériles, que reaparez- al que se le concede la victoria sin motivo ni necesidad alguna. 1
c.m v_,eJas y olvidadas rencmas: es el último asalto de los movimientos Entre los medios para poner fin a un conflicto está, lo contrario de la
confüctuales que deben agotar sus fuerzas tamb1ºé d victmia, el compromiso. Una manera de clasificar los conflictos es en
, , n e manera absurda
y desordenada, antes de cal~arse. Los casos más llamativos son quizá función de la posibilidad de que, por su naturaleza, puedan o no resol-
nq~ellos. en que los contendientes advierten que el objeto del conflicto verse mediante un compromiso. Saber si el objeto del combate es indi-
es llusono, que no merece la pena luchar por el. Entonces, la vergüenza visible o puede repartirse no es el único elemento a considerar. Para
del error puede llevar a proseguir el combate, a seguir injustificada y determinados objetos, el compromiso no se plantea: entre rivales, que se
penosa~e~te gastando energías contra un adversario que nos obliga a disputan los favores de una mujer, entre los que pretenden comprar un
este qu1Jot1smo. objeto único e indivisible, o en las luchas originadas por el odio o la ven-
ganza. Sin embargo, algunas luchas por objetos indivisibles sí pueden
~

. [la victoria y el compromiso] avenirse a compromiso: cuando la pérdida del objeto puede ser com-
El modo más senc1llo y radical de pasar de la guerra a la paz 1 . pensada por otro distinto, para el supuesto de bienes fungibles que evi-
t · " , . es a v1c-
ona: ienomeno ciertamente singular de la v1·da q Jentemente no tendrán el mismo valor pero que, en virtud de una com-
. . , ue se presenta en
mco~tables fomrns y medidas, y que no liene semejanza alguna con los pensación, pueden poner fin al antagonismo. Esta posibilidad se mueve
ciernas fenómenos de la vida humana. De todas las clases de victoria, que entre dos casos extremos: desde el simple capricho, por el que se recha-

84 85
evitar el combate o ele ponerle .fin antes de que lo hagan las fuerzas de
za toda compensación aún razonable y generosa simplemente por venir
los sujetos.
del adversario, hasta la aceptación de una compensación que tan poco
tiene que ver con el objeto del conflicto que deja al adversario perplejo.
[la reconciliación]
En general, el compromiso, especialmente el fungible, es uno de los
La reconciliación, un modo puramente subjetivo, contrasta que el
mayores inventos de la hu~anidad, además de ser una técnica recurren-
carácter objetivo del compromiso. No me refiero aquí a la reconciliación
te en nuestra vida cotidiana. El hombre primitivo, ·como el niño, sigue
que se produce corno consecuencia del co1!1promiso o de cualquier ~tra
sus impulsos y coge todo aquello que le gusta sin preguntarse si perte-
terminación del conflicto, sino a la reconciliación que es causa de esta
nece a otro. Además del regalo, el robo es la forma más natural en que
última. El espíritu dé conciliación es un sentimiento primario que, más
cambia la propiedad· de las cosas, de ahí que, en las sociedades primiti-
allá de toda razón objetiva, busca poner fin al conflicto, con el mismo
vas, rara vez el cambio se de sin lucha. Comprender que la lucha puede
empeño y careciendo también de motivos concretos con que el espí~tu
evitarse ofreciendo al propietario del objeto deseado otro objeto del que
belicoso quiere prolongarlo. En los incontables casos en que el conflic-
uno es propietario, de modo que el gasto final es menor que el que supo-
to termina no como consecuencia de la despiadada relación de fuerzas
ne empezar o proseguir un conflicto, es, en definitiva, el principio de la
entre los contendientes, lo que suele intervenir es esa tendencia elemen-
economía civilizada, de la circulación reglada de las mercancías. Todo
tal e irracional a la reconciliación, que nada tiene que ver con la debili-
intercambio es un compromiso, de ahí que las cosas sean más pobres
dad, la bondad, la moral social o el amor al prójimo. Ni siquiera coinci-
que todo lo psíquico: el intercambio siempre supone privación, renuncia,
de con el espíritu de paz, pues éste evita de antemano el conflicto y, si el
mientras que puede intercambiarse amor o saberes sin tener que pagar
combate se le impone, conserva siempre el deseo de paz. El espíritu de
ese enriquecimiento con un empobrecimiento. Cuando se oye decir que
reconciliación suele surgir en toda su específica expresión sólo después
en detenninadas condiciones sociales, robar y luchar por robar es algo
de haberse empeñado plenamente en el conflicto . El carácter psico-
digno, mientras que comprar e intercambiar son actos viles, ~s por el
sociológico que más se le avecina es el del perdón, que tampoco presu-
compromiso que acompaña todo intercambio, por la concesión, la
pone laxitud de la reacción o falta de ímpetu antagónico, sino que brilla
renuncia, que lo sitúan en radical oposición a ]a lucha y la victoria; Todo
con toda su pureza sólo después de soportar injusticias y de luchar apa-
intercambio implica que los valores y los intereses se han objetivado. Ya
sionadamente. Por eso hay en la reconciliación, como en el perdón, algo
no importa la simple apetencia, subjetiva y apasionada, que llama al
irracional, como un desmentido de lo que poco antes se era. Este miste-
combate, sino que los interesados reconocen el valor de un objeto, un
rioso ritmo del alma, según el cual las actitudes contrapuestas determi-
valor que, sin apenas cambiar, p11ede expresarse con otros objetos. La
nan la particularidad del proceder, tiene en el perdón su expresión más
renuncia al objeto apreciado, a cambio de otro de similar valor, es un
fuerte: pues es sin duda la única actitud afectiva que suponemos plena-
medio verdaderamente prodigioso de expresar in~ereses opuestos sin
mente sometida a la voluntad - de lo contrario, no tendría sentido pedir
necesidad de luchar. Esto es el resultado de una larga evolución históri-
perdón-. Una petición no puede sino estar dictada por la voluntad. El no
ca que ha permitido realizar la operación psicológica de desligar de cada
rematar al enemigo vencido, el renunciar a la venganza, son cosas que
objeto específico su valor universal, de ir más allá de la fascinación de
pueden depender de una petición, a la que se atiende haciendo un ejer-
la apetencia inmediata. El compromiso por sustitución, representado en
cicio de voluntad. Ahora bien, el perdonar, esto es, que el sentimiento de
el trueque, manifiesta la posibilidad, aunque se realice sólo en parte, de
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ar.tagonismo, de odio, de escisión, sea sustituido por otro sentimiento, una relación íntima, se debe a que conservamos parte de la emoción pro-
no parece poder d:pend~r sólo de la voluntad, por cuanto los sentimien- vocada por la catástrofe. Emoción que despenó todas nuestras energías;
tos no se sometenan fácilmente al dictado de la voluntad p energías que nos siguen impulsando y sosteniendo durante un tiempo.
l'd d . ero, en rea-
l a , oc_u1re lo contrario: pocos son los casos en que no podamos per- La muerte del ser querido, por ejemplo, no desvela de inmediato toda su
donar, aun con la mejor voluntad. Analizando a fondo este sentimie t crudeza: el tiempo sigue su curso, recreando las situaciones en las que
se ~onstata que hay ~n el perdón algo que se escapa a la comprens:ó~ el otro estaba presente, situaciones que hemos de vivir, amputados pero
r~:1~nal, y Jue también encontramos en cierta medida en la reconcilia- perplejos. Lo mismq ocurre con el fin de una relación preciosa: ésta no
cwn ,_ d~ ah1 ~u~ estos dos procesos sociológicos estén tan presentes en acaba de inmediato, pues las razones de su fin ocupan las primeras fases
la rrust:Ica re~g~osa: porque, siendo fenómenos sociológicos, contienen de la separación; sólo con el transcurrir del tiempo, nuestra sensibilidad,
elementos JTIJsticos y religiosos. que parecía inicialmente soportar con cierta indiferencia la ausencia,
Por otro lado, la relación "reconciliada" plantea un problema específi- acaba reaccionando. De ahí que, cuanto más prolongada haya sido la
co, comparada con la relación que no ha conocido ruptura No r ruptura, más profunda y apasionada sea la relación surgida de la recon-
. , . . nos rete-
n mos aqu1 ~ las relaciones antes mencionadas, cuyo ritmo interior osci- ciliación. Y de ahí también la importancia del tiempo de la reconcilia-
la entre la disputa y la reconciliación, sino a las que han sufrido una ver- ción, de la rapidez con que se "perdona y olvida", para el desarrollo
dadera ruptura y ~an vuelto a restablecerse sobre una base nueva. Un estruclural de la nueva relación. Las energías que se movilizaron con el
rasgo que caractenza las relaciones es el de su intensidad; en este senti- conflicto necesitan agotarse de alguna manera, y sólo después, con
~o cab~ pregunlarse, tras la reconciliación, ¿la relación es más o menos mayor apertura o al menos mayor consciencia, podrán posibilitar la
mtensa .. Esta p:egunt~ se la plantean las personas de naturaleza más reconciliación. Al igual que no conviene aprender demasiado deprisa si
profunda y sensible .. St una relación que ha sufrido una ruptura radical se quiere asimilar Jo aprendido, no conviene olvidar demasiado deprisa
se rest~blece com_o ~'. nada hubiera pasado, cabe presumir que los impli- si queremos que el olvido adquiera toda su importancia sociológica.
cagos tienen se~s1b1ltdades frívolas o groseras. La pérdida de intensidad Por el contrario, el que la relación reconciliada supere en intensidad a
no ~arece necesitar de mayores explicaciones: se entiende que no pueda la que no ha conocido ruptura, tiene su explicación. La principal es que,
o~v1darse completamente el hecho de que hubo ruptura, aunque el con- gracias a la reconciliación, se crea un fondo que permite destacar con
fücto__que _la generó haya sido completamente superado. Por otro lado, la mayor consciencia todos los valores de la unión y todos los elementos
expeuencia de,la rupt.ura_ p_asada añade otro elemento: se pudo compro- que contribuyen a mantenerla. Además, la discreción con la que se suele
bar que se pod1a segrnr v1v1endo sin el otro, aunque fuera con tristeza y evitar mencionar el pasado, añade a la relación una nueva ternura, una
e~to no sólo disminuye el valor de la relación recobrada sino que el in~- nueva connivencia implícita. Pues evitar mencionar hechos delicados
~1duo ~e lo echará a sí rnism_o en cara como una especie de traición o puede reforzar la intimidad y la mutua comprensión. Por último, si el
mfidehdad, que ya no puede remediarse y que añade a la relación reno- deseo de preservar la relación renacida es tan intenso no es sólo por
vad~ u~a desazón y desconfianza de los individuos para con sus propios haber sufrido una rnptura, sino por tener consciencia de que una segun-
sentimientos. da ruptura sería aún más difícil de reparar, pues, para las mentes sensi-
También es cierto que, en esto, tendemos a engañarnos a nosotros mis- bles, la relación acabaría convertida en caricatura. Hasta la relación más
mos. La sorprendente facilidad con la que a veces soportamos el final de arraigada puede sufrir una ruptura trágica y una reconciliación, pero se

88 89
trata de un proceso que sólo puede producirse una vez, pues de lo con- propia de los temperamentos muy unitarios y rígidos; en los espíritus
trario pier~e su dignidad y su relevancia. A una primera repetición, más diferenciados interionnente se da otra forma: el conflicto, sus moti-
puede segut'. ~na_ segunda y tercera, que baoalizan la conmoción del pro- vos y sus consecuencias perduran en la consciencia y no se olvidan, al
ceso hasta frival1zarlo. La sensación de que una segunda ruptura sería mismo tiempo que el amor y la ternura perviven: los recuerdos, la resig-
~efi~tiva es quizá el vínculo más fuerte, el que más contribuye a dis- nación no cercenan el sentimiento para con el otro, sino que se integran
t10gu1r la relación reconciliada de la que no conoció ruptura. en la imagen que tenemos del otro, como el pasivo en el balance global
Del mismo modo que la medida de la reconciliación tras el conflicto de la relación con él (al igual que amamos a otro con todos sus defectos:
~as los s~frim.ientos padecidos por una o ambas partes, tiene gra~ podernos desear que no los tenga ~l mismo tiempo que no podemos ima-
1~-port~cia para el desarrollo de las relaciones entre las personas, tam- ginarlo sin ellos). El conflicto enconado, aquello en que el otro nos
b1en la tiene para su contrario, la no-conciliación. Como la reconcilia- decepcionó, instauran en la relación una renuncia permanente o una irri-
ción, la ~econciliación puede ser una disposición psíquica formal, que tación constante, que la reconciliación no puede borrar definitivamente
no nec~stta de una situación exterior para manifestarse, sino que surge pero que queda como un elemento, circunscrito, de una relación que
espontanea y autónoma de otras emociones. Ambas tendencias forman podrá ser más intensa.
esos elementos bipolares, cuyas mezclas determinan las relaciones Entre estos dos casos específicos de no-conciliación, claramente dis-
human~~- ~e suele decir que sin olvido no hay perdón, es decir, plena tintos de lo que común.mente se entiende como irreconciliación, .está
reconciliación. Pero a lo que esta opinión apunta en verdad es a lo con- toda la gamá de los otros casos: en el primero, la consecuencia del ~on-
trario, a la más terrible no-conciliación: pues significa .que no habría flicto, separada de todos sus motivos y contenidos, se asienta en el
reconciliación sin perder consciencia de su contrario, pero entonces, corazón del alma, modificando en su misma base la personalidad. En el
como todo proceso basado en el olvido, esa supuesta reconciliación segundo, ·por el contrario, el legado psicológico del 'conflicto queda, por
siempre podría ponerse en discusión. Sí· esa opinión tiene algún sentido así decir, aislado, como un elemento parcial que se añade a la imagen del
es justamente el inverso: en la medida en que la reconciliación es el otro y forma parte de la relación global con él. Entre el primer caso, el
hecho primario, la ruptura y el dolor padecidos podrán quedar relegados más grave, y el segundo, el más leve, están todos los distintos grados de
en la consciencia, podrán olvidarse. Por lo tanto, la verdadera no-cbnci- no-conciliación, que proyectan, con di~tinta intensidad, sobre la paz la
liación no radica en la imposibilidad de superar viejos conflictos, sino sombra del conflicto.
que esta imposibilidad es fruto de aquella. La no-conciliación significa
que el alma ha sufrido en el confljcto una modificación irreversible de
su ser, comparable no a una herida cicatrizada, sino a la amputación de
un miembro. En esto consiste la no-conciliación más trágica: 110 es
amargura, reproche o acalJado rencor lo que erige ~na barrera infran-
queable ante el otro, sino la muerte de algo durante el conflicto, algo que
no renacerá aún con todo el esfuerzo. En este punto, la impotencia de la
voluntad ante el ser efectivo aparece claramente, en perfecta oposición,
en el nivel psicológico, al perdón. Esta es la forma de no-conciliación

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tenece a sí misma, por encima de los prejuicios sociales u otros. La fonna de la com-
Notas pelencia parece eslar hecha para esta consciencia tan diferenciada del yo y de las
cosas. Es la pura objetividad de la práctica, que debe su eficacia a la cosa misma y a
*. Epígrafes del traductor sus consecuencias legales, y que es indiferente respecto a la persona que está detrás .
1. Este es un caso sociológico de contradicción en la manera de concebir la vida en gene- Pero al mismo tiempo se da la plena responsabilidad de la persona, el éxito depende
ral. Para la opinión común, la vida es siempre una oposición entre dos panes, una de de las fuerzas individuales, precisamente porque son instancias impersonales las que
c~~tenido posi_tivo, verdadero, incluso la esencia misma de la yida, y el otro, por prin- miden y comparan las capacidades de las personas. Las tendencias más profundas de
c1p10, lo negallvo, lo que debe ser eliminado para que los elementos positivos puedan la vida moderna, la concreta y la personal, tienen en la competencia uno de sus pun-
construir la verdadera v~da: así, por ejemplo, la felicidad y el dolor, la virtud y el vicio, tos de convergencia, pe modo que sus contradicciones se complementan constituyen-
la fuerza y la debilidad, el éxito y el fracaso, los contenidos efectivos y las pausas en do una unidad.
el curso de la vida. Pero, a mi entender, la mejor manera de entender estas oposicio- 4. Hablo acquí de esta relación tal y como se ha dado en la historia, sin entrar a analizar
nes, es concibiendo estas diferencias diametrales como unidad de la vida, incluyendo si dicha relación está cambiando o cambiará en el futuro en virtud del desarrollo de
eso, que según cierto ideal, es puramente negativo y entender que el sentido olobal de los derechos y capacidades de las mujeres.
nuestra existencia nace de esas partes, de modo que, en el conjunto de la :ida, latu 5. Esto pertenece al ámbito formal de las relaciones donde todo gesto hacia otro puede
sensu, también el elemento que se antoja molesto o destructivo, es positivo, aporta, ser percibido corno hostil. Hay cortesías que ofenden, regalos que humillan, compa-
complementa, ejerce su función. Que la oposición en las categorías o en los sistemas siones que enojan o aumentan los sufrimientos de la víctima, favores que imponen
de valores, como un más y un menos, como contradicción o incompatibilidad, puede, pesadas gratitudes. Si semejantes constelaciones sociológicas son posibles, es porque
no obstante, entenderse como unidad homogénea de la vida quizá no sea fácil. suele darse una profunda discrepancia entre el contenido objetivamente comunicable
Solemos pensar y sentir que nuestro ser esencial, lo que en verdad somos en última y su realización individual, entre la manifestación de un estado o comportamiento y
instancia es idéntico a una de las partes, ya seamos optimistas o pesimistas, siendo la su percepción corno simple elemento de una vida global compleja: por ejemplo, según
otra parle algo superficial, casual, como algo a eliminar o alejar para poder lograr la se trate la enfermedad o al enfermo, se castigue el delito o al delincuente, si la misión
plena unidad de la verdadera vida. Este dualismo está siempre presente, ya sea en las del maestro es transmitir conocimientos o educar al alumno. Así muchas cosas son
más estrechas como en las más amplias regiones de nuestra vida, tanto personal como beneficiosas si se consideran objetivamente, por su contenido conceptual, pero pue-
social: somos o tenemos una totalidad, una unidad, que se divide en dos partes opues- den ser todo lo contrario en cuanto realidades vividas individualmente.
tas lógica y concretamente, e identificamos esa totalidad con una de las partes, rnien-
tr~s tenemos a la otra por extraña, ajena a nosotros y que niega nuestro ser esencial y
glob~l. La vid~ evoluciona constantemente entre esla tendencia y la otra, la otra que
permite al conJunto ser una verdadera totalidad, que da vida a la unidad, una unidad
que, en resumidas cuentas, engloba esos contrarios. Y, ante el carácter aparentemente
destructivo que en lo social puede tener el fenómeno sociológico del contlicto, con-
viene no olvidar que la unidad engloba los contrarios.
2. Todas las actitudes del hombre con los demás se caracterizan en su raíz más profun-
da en función de la respuesta a la siguiente pregunta (que también petmite mlÍltiples
marices entre el sí y el no): el fundarnel)lQ de esas actitudes, ¿es una pulsión del suje-
to que se desarrollo por sí misma sin impulsos externos o es una reacción ante el ser
o la acción de otro?
3. ~te es, sin duda, uno de los pu;tos en que se manifiesta la relación de la competen-
cia con los rasgos decisivos de la vida moderna. Antes de los tiempos modernos, el
hombre y su función en la vida, su individualidad y el contenido práctico de su acción,
parecían más solidarios, más entrelazados, por así decir, más libremente asociados
entre ellos . En las últimas décadas, hemos visto, por un lado, desarrollarse la civiliza-
ción malerial con una fuerza y autonomía inéditas y, por otro lado, se ha desarrollado
igualmente la subjetividad del yo, el sentimiento de que el alma individual sólo se per-

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