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Leyva, G-La Teoria Critica y Las Tareas Actuales
Leyva, G-La Teoria Critica y Las Tareas Actuales
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LA TEORÍA CRÍTICA
Y LAS TAREAS ACTUALES
DE LA CRÍTICA
Bibliografías
ISBN 84-7658-755-4
«La publicación de este libro fue apoyada por la Alexander von Humboldt
Stiftung y el Goethe-Institut México»
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,
ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma
ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por foto-
copia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
Gustavo Leyva
1. Para este contexto histórico-intelectual véanse: Martin Jay (1973): The Dialecti-
cal Imagination: A History of the Frankfurt School and the Institute of Social Research
1923-1950, University of California Press, Berkeley-Los Angeles (traducción castella-
na: La imaginación dialéctica: historia de la escuela de Frankfurt y el Instituto de Investi-
gación Social, 1923-1950. Taurus, Madrid, 1974); Helmut Dubiel (1978): Wissenschafts-
organisation und politische Erfahrung. Studien zur frühen Kritischen Theorie, Suhrkamp,
Frankfurt am Main [una selección de ensayos del propio Dubiel sobre estos temas se
encuentra en Helmut Dubiel (2000): La Teoría Crítica: ayer y hoy, Universidad Autóno-
ma Metropolitana-Iztapalapa / Plaza y Valdés / Instituto Goethe / DAAD, México]; Al-
fons Söllner (1979): Geschichte und Herrschaft. Studien zur materialistischen Sozialwis-
senschaft 1929-1945, Suhrkamp, Frankfurt am Main [de Söllner pueden verse en
castellano los estudios dedicados a Franz Neumann y Otto Kirchheimer en Alfons Söll-
ner (2001): Crítica de la Política, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa /
Miguel Ángel Porrúa / Instituto Goethe / DAAD, México]; y, sobre todo, Rolf Wiggers-
haus (1988): Die Frankfurter Schule. Geschichte. Theoretische Entwicklung. Politische
Bedeutung, C.H. Beck, München.
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7. Cfr. Christoph Menke y Martin Seel (eds.) (1993): Zur Verteidigung der Vernunft
gegen ihre Liebhaber und Verächter, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1993.
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1. Para ello, es importante ver la distinción que hace Wolgang Bonß —en el artículo
que aquí se incluye— entre crítica empírica, inmanente y normativa. Como bien seña-
la, aunque las tres pueden estar interrelacionadas, no son iguales.
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Albrecht Wellmer
* Traducción directa del alemán por Peter Storandt. Revisión realizada por Gusta-
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6. Adorno/Horkheimer, 1944.
7. Adorno/Horkheimer, 1944: 80.
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Wolfgang Bonß
* Traducción directa del alemán por Peter Storandt. Revisión realizada por Gusta-
vo Leyva.
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dos por el joven Marx en la vertiente ofrecida por Lukács (Geschichte und Klassenbewußt-
sein, Berlín, 1923) —esfuerzos análogos desarrollados por Herbert Marcuse echarán
mano de la reflexión de Martin Heidegger (por ejemplo en su trabajo Neue Quellen zur
Grundlegung des Historischen Materialismus, 1932). En uno y otro caso se argumenta
mostrando las presuposiciones no tematizadas de la ciencia, el modo en que las cien-
cias empíricas están determinadas —incluso en sus aspectos metodológicos— por exi-
gencias que provienen de la praxis social para mostrar así el contexto práctico de su
constitución. Y es justamente en este punto donde Horkheimer localizará el problema
fundamental no sólo del positivismo de la época sino, aún más, de la comprensión
moderna de la teoría en general.
9. Cfr. Horkheimer, 1937a: 171.
10. Horkheimer, 1937a: 208.
11. Horkheimer, 1937a: 213.
12. Horkheimer, 1937a: 208. Es en este sentido que diversos estudiosos han insisti-
do con razón en que las reflexiones desarrolladas por Horkheimer, Adorno, Benjamin y
Marcuse pueden ser comprendidas en forma más adecuada si se las considera como
problematizaciones y actualizaciones de propuestas inscritas en la tradición de la críti-
ca marxista (cfr. por ejemplo: Fetscher, 1986). Es en este sentido que se remite una y
otra vez al profundo influjo ejercido por las obras de Karl Korsch y, sobre todo, Georg
Lukács en los trabajos de los exponentes de la primera generación de la Teoría Crítica.
Habría, sin embargo, que realizar una serie de precisiones en torno a esta afirmación.
Así, en primer lugar, si bien es cierto que se retoman motivos provenientes de la «críti-
ca de economía política», éstos aparecen ahora, no obstante, desprovistos de su «sus-
trato social», es decir de la «realización del emancipación» que debía ser llevado a cabo
por una clase social determinada, a saber: la del proletariado. En segundo lugar, la
crítica al capitalismo se desplaza desde una crítica a su pretendido estancamiento —tal
como parecía vislumbrarlo Marx en sus análisis sobre la «caída tendencia de la tasa de
ganancia» desarrollados en el tercer volumen de El Capital (ver especialmente el volu-
men III de Karl Marx: Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie en: Karl Marx/
Friedrich Engels: Werke (MEW), Dietz Verlag, Berlín, 1956 y ss. Para este punto, espe-
cialmente: MEW 25: 269 y ss.)— hacia una crítica a su dinámica expansiva que lo lleva
no a la paralización en el desarrollo de las fuerzas productivas, sino más bien a una
creciente y funesta destrucción tanto de la naturaleza como del propio hombre —una
crítica que alcanzará una expresión culminante en las llamadas Tesis sobre filosofía de
la historia de Walter Benjamin (Über den Begriff der Geschichte, escrito publicado en
foma póstuma en 1942) lo mismo que en una obra como la Dialektik der Aufklärung
(1947). En tercer lugar, los instrumentos de la crítica —desarrollada en forma de una
crítica de la ideología— a la moral y a la cultura de la sociedad burguesa se desarrollan,
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actualizan y afinan ahora con ayuda de un instrumental teórico proveniente del psicoa-
nálisis. En cuarto lugar, se procede a realizar una corrección en las interpretaciones
marxistas ortodoxas del fascismo para analizar en forma diferenciada el enigma del
apoyo masivo de un movimiento orientado a la autodestrucción, los mecanismos psí-
quicos entre los cuales se producen el odio y la crueldad, mostrando así cómo pudo
tener lugar una canalización de energías pulsionales inconscientes que llevó a los hom-
bres a experimentar su opresión como una «liberación» y a afanarse por ella (véase por
ejemplo: Max Horkheimer, 1936). Estos análisis encontraron un desarrollo y aplica-
ción práctica en Autorität und Familie (París, 1936) y The Authoritarian Personality
(Nueva York, 1950). Véase respecto a todo lo anterior: Fetscher, 1986.
13. Horkheimer, 1937a: 181. Es en este mismo sentido que más adelante Horkhei-
mer señala que la «naturaleza» se entiende aquí como «el compendio de los factores en
cado caso aún no dominados con los que tiene que ver la sociedad (nämlich die Natur
als Inbegriff der jeweils noch unbeherrschten Faktoren, mit denen die Gesellschaft es zu
tun hat)» (Horkheimer, 1937a: 184). La naturaleza aparece aquí entonces como un
concepto orientado a expresar la «exterioridad [Äußerlichkeit]» con que se presentan
los productos de la actividad humana ante el sujeto (cfr. ibíd.). Esta suerte de «omnipo-
tencia de la naturaleza» lleva, según Horkheimer, a que las relaciones entre los hom-
bres se consideren no como el resultado de la acción de éstos, sino más bien como
resultado de la propia naturaleza, de modo que la actividad humana y el resultado de
ella —es decir, la historia misma— se vean como producto de la naturaleza. Esta suerte
de «naturalización» de la actividad social, de las relaciones del hombre y de su historia,
esta «omnipotencia de la naturaleza» es solamente, de acuerdo a Horkheimer, el anver-
so de la «impotencia humana» en las sociedades actuales (cfr. Horkheimer, 1937a: 184).
14. Horkheimer, 1937a: 183.
15. Cfr. nota de pie de página en Horkheimer, 1937a: 180.
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36. Pienso especialmente en Richard Rorty: Contingence, Irony and Solidarity (1989).
37. Cfr. Walzer, 1987. Ver a este respecto también Honneth, 2000a.
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38. Ver a este respecto la Antrittsvorlesung de Axel Honneth Die soziale Dynamik vom
Mißachtung. Zur Ortsbestimmung einer kritischen Gesellschaftstheorie en el Otto-Suhr-
Institut de la Freie Universität Berlin de noviembre de 1993 en Honneth, 2000b: 88-109.
39. Horkheimer, 1937b: 223.
40. Cfr. Horkheimer, 1937a: 190.
41. Sabemos, no obstante, que posteriormente el propio Horkheimer, en el emble-
mático año de 1968, antepondría un prólogo más bien distanciado a la reimpresión de
sus ensayos de la Zeitschrift. En particular señalará entonces que las «ideas políticas y
económicas» que habían sido rectoras en sus reflexiones en los años treinta no podían
considerarse válidas sin realizar las mediaciones correspondientes. Su relación y rele-
vancia para el presente exigía, según Horkheimer, una «reflexión diferenciada» (Hork-
heimer, 1968: 14).
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46. Cfr. Foucault, 1971; al igual que: Michel Foucault: Was ist Kritik donde se ofrece
una lectura genealógica del concepto kantiano de Aufklärung.
47. Pienso en este punto, desde luego, en el modo en que Friedrich Nietzsche
considerara su propia reflexión sobre la moral en el marco de una «Escuela de la
sospecha [Schule des Verdachts]», de un «filosofar histórico [historisches Philosophie-
ren]» que, imbuido por la virtud de la modestia, se esfuerza por mostrar nuestro
horizonte moral como algo devenido y, por ello, relativo y contingente (cfr. por ejem-
plo: Nietzsche, 1878: 13 y 24-25).
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51. Ver a este respecto lo ya señalado anteriormente en la nota de pie de página 22.
Algunos como Honneth han destacado en este punto la importancia de la localización
de Neumann y Kirchheimer en una vertiente de interpretación del marxismo distinta a
la de Horkheimer y Adorno, a saber: la del austromarxismo (cfr. Honneth, 1990: 48 y
Storm/Walter, 1984). Por lo demás, el propio Honneth constata que sus esfuerzos no
pudieron ejercer por desgracia ninguna influencia sobre el programa de investigación
del Institut (cfr. Honneth, 1990: 56 y s.). Al término de la Segunda Guerra Mundial fue
disuelto el vínculo institucional de trabajo con los miembros del «círculo externo» que
habían sobrevivido al nacionalsocialismo. Posteriormente, cuando en el año de 1950 el
Institut reabre nuevamente sus puertas en Frankfurt y retoma su actividad de investi-
gación, los estudios empíricos que en lo sucesivo se desarrollan en su interior no se
vinculan más con las reflexiones de crítica filosófica y cultural desarrolladas por Ador-
no, Horkheimer y Marcuse en los años treinta y durante su exilio en los Estados Unidos
de Norteamérica. Horkheimer desarrolló una actitud marcadamente pesimista influi-
da por Schopenhauer que lo llevará a una suerte de teología negativa; Adorno, por su
parte, se desplaza en dirección de una crítica del pensamiento y del concepto en gene-
ral desarrollada desde el horizonte normativo de una racionalidad mimética que se
encuentra articulada en la obra de arte; finalmente, Marcuse intenta salir al paso a toda
suerte de diagnóstico pesimista intentando replantear la idea misma de la revolución
desplazándose desde el ámbito de la razón y aun de la sociedad al de la naturaleza
libidinosa del ser humano (cfr. Marcuse, 1979).
52. Véase a este respecto los trabajos que aparecen en Honneth, 1990, especialmen-
te Kritische Theorie. Vom Zentrum zur Peripherie einer Denktradition.
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53. Como lo sostenía también, por ejemplo, Marcuse (cfr. Marcuse, 1941: 414 y ss.).
54. Véase Neumann, 1977.
55. Cfr. por ejemplo: Adorno: 1955 y Marcuse 1955 y 1965.
56. Cfr. Fromm, 1942. Como se sabe, en esta renuncia a la teoría freudiana de la
libido vieron Adorno y Marcuse el núcleo de un revisionismo del psicoanálisis que
criticaron con dureza (véase: Adorno, 1952, Marcuse, 1979, especialmente pp. 203 y
ss.) para enfatizar y reafirmar, en contra de ella, el contenido de la teoría freudiana de
las pulsiones.
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66. Es en este sentido que se ha expresado Honneth en su Kritik der Macht. Cfr.
Honneth, 1986: 334 y ss. Y es a partir de esta idea que puede ser comprendida su obra
posterior, especialmente Kampf um Anerkennung. Zur moralischen Grammatik sozialer
Konflikte (1992).
67. Cfr. Franz Neumann: The Governance of the Rule of Law (1936) y Zum Begriff der
politischen Freiheit (1953) lo mismo que Otto Kirchheimer: Politische Herrschaft. Fünf
Beiträge zur Lehre vom Staat (1967).
68. Véanse a este respecto J. Habermas, Diskursethik-Notizen zu einem Begründ-
ungsprogramm y Moralbewubtsein und kommunikatives Handeln en Habermas, 1983.
Véanse también, en general: J. Habermas, Faktizität und Geltung. Beiträge zur Diskurs-
theorie des Rechts ud des demokratischen Rechtsstaats (1992) y Die Einbeziehung des
Anderen. Studien zur politischen Theorie (1996). Ver además la Parte I Negative und
Kommunikative Freiheit de Albrecht Wellmer, Endspiele: Die unversöhnliche Moderne.
Essays und Vorträge (1993).
69. Cfr. Dubiel/ Rödel/ Frankenberg: Die demokratische Frage (1989), Helmut Du-
biel, Ungewißheit und Politik (1994) y Günter Frankenberg, Die Verfassung der Repu-
blik. Autorität und Solidarität in der Zivilgesellschaft (1997).
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70. Ésta es la estrategia de lectura propuesta por Söllner en: Söllner, 1982. Tanto en
Neumann como en Kirchheimer se advierte, por un lado, una lectura afirmativa de la
tradición liberal, ponderando, por ejemplo en el caso de Kirchheimer, la barrera de
protección que el liberalismo erigió frente al soberano estatal y su monopolio de la
violencia a partir de dos dispositivos: la idea del Estado de Derecho o del rule of law y la
competencia que diversos grupos establecen entre sí para la conquista y mantenimien-
to del poder político que había sido tematizada en la teoría del pluralismo. Al mismo
tiempo, por otro lado, en ellos se encuentra un análisis de lo que algunos han denomi-
nado una «Dialéctica política de la Ilustración [politische Dialektik der Aufklärung]»
(Söllner) que, en el caso de Neumann, siguiendo el procedimiento ya mencionado de la
Ideoloiekritik, busca atender la distancia que se abre entre la mera proclamación de
la libertad y los fenómenos sociales que impiden la realización de la misma. De acuer-
do a esto, en uno y otro se advierte un análisis preocupado por establecer las posibilida-
des de regresión de la democracia que amenazan a ésta a pesar de todos los diques
establecidos a través del Estado de Derecho (rule of law).
71. Para esto y para lo que a continuación sigue, véase: Wellmer, 1989.
72. La comprensión «individualista» y la comprensión «comunalista», como lo ad-
vierte Wellmer, aparecen tematizadas en la filosofía política no siempre en el marco de
una oposición irresoluble. Ambas comprensiones mantienen una relación más bien
de complementariedad —y tal vez un ejemplo de ello pueda verse en las reflexiones de
Hegel lo mismo que en las de Mill o Tocqueville. Así por ejemplo, las teorías individua-
listas de la libertad se ocupan también de desarrollar un concepto de autoorganización
democrática de la sociedad —incorporando así en ellas una dimensión «comunalis-
ta»—; en forma análoga, las teorías comunalistas se proponen replantear y superar la
concepción individualista de la libertad —así, por ejemplo, en el caso de Marx la idea
del reino de la libertad se entiende al modo de una suerte de anticipación comunalista
de una libertad de los individuos prácticamente ilimitada. Un individualismo radical o
un comunalismo radical serían entonces más bien casos extremos —en el primer caso
podría pensarse, como lo señala Wellmer, en un autor como el primer Robert Nozick y
en el segundo en alguien como Lenin. (cfr. Wellmer, 1989: 16 y s.).
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75. Cfr. Honneth, 2000a: 7 y ss. Es en este sentido que Honneth habla de «lo Otro de
la justicia [das Andere der Gerechtigkeit]». Es éste el título de su compilación de ensayos
aparecida en el 2000. Véase: Honneth, 2000a.
76. Literalmente traducido al castellano el título de esta obra es Cambio estructural
del Espacio Público. Investigaciones sobre una categoría de la sociedad burguesa. Por
extrañas razones le fue colocado a la versión española el título Historia y Crítica de la
Opinión Pública. La transformación estructural de la vida pública (Barcelona, 1981).
77. Me he referido a este conjunto de problemas en el marco de la obra de Haber-
mas en: Leyva, 2005.
78. Cfr. Habermas, 1962: 195 y ss. Se trata, en el caso de Hegel, de las Grundlinien
einer Philosophie des Rechts, y en el de Marx, de la Kritik des Hegelschen Staatsrechts.
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79. Ver a este respecto lo que el propio Habermas señala en su Vorwort zur Neuafla-
ge de: Strukturwandel der Öffentlichkeit de 1990 al referirse retrospectivamente a su
obra de 1962: «La perspectiva de teoría de la democracia desde la que investigué el
cambio estructural del espacio público era deudora del concepto de Abendroth de un
desarrollo del Estado de Derecho social y democrático hacia la democracia socialista»
(Habermas, 1990: 35).
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81. Cfr. Habermas, 1992: 436. Este espacio público puede asumir la forma de en-
cuentros episódicos y casuales o de contactos continuos y regulares. Puede aparecer en
la forma de un gran público concentrado en asambleas o en el pequeño formato de
grupos de discusión y reflexión; puede estar vinculado a la presencia física directa de
los agentes o a su presencia virtual a través de los medios que enlazan agentes espacial-
mente dispersos y ausentes: el público lector, los espectadores cinematográficos, televi-
sivos, los radioescuchas, etc. El espacio público abarca así un amplio espectro que va
desde las interacciones más simples, inmediatas y directas face to face hasta aquellas
otras entre personas separadas local y temporalmente para el que se han ofrecido las
metáforas arquitectónicas de foros, arenas, escenarios, etc. Él constituye entonces una
compleja red que se ramifica espacialmente en una multiplicidad de arenas comuna-
les, regionales, nacionales e internacionales que se divide según perspectivas, ámbitos
de problemas, etc., en diversos espacios públicos más o menos especializados (espa-
cios públicos literarios, eclesiásticos, artísticos, feministas, de política cultural, etc.)
que se diferencian entre sí en diversos planos de acuerdo a su densidad de comunica-
ción, su complejidad organizacional y su extensión: desde los encuentros episódicos en
bares, cafés, hasta los más abstractos a través de los medios de comunicación como la
prensa, la radio o la televisión. Sin embargo, a pesar de estas diferenciaciones, todos
estos espacios públicos son porosos y se encuentran por principio abiertos los unos a
los otros; entre unos y otros es posible siempre construir puentes hermenéuticos.
82. Cfr. Habermas, 1992: 435. Esta comprensión del espacio público se enlaza —y
esto es muy importante— con el redescubrimiento de la sociedad civil que ahora se
discute en una constelación histórica y conceptual distinta a la de Hegel. En efecto, en
las discusiones actuales no se trata más de la «sociedad civil [bürgerliche Gesellschaft]»
de la tradición liberal que Hegel comprendiera como «sistema de necesidades», es
decir como sistema del trabajo social y del intercambio de mercancías. Hoy en día la
sociedad civil se comprende más bien como el conjunto polimorfo de aquellas asocia-
ciones no-estatales y no-económicas que se constituyen sobre una base voluntaria y
que permiten el anclaje de las estructuras de comunicación del espacio público en el
componente social del mundo de la vida. La sociedad civil se encuentra entonces deli-
mitada con respecto al Estado, la economía y otros sistemas funcionales de la sociedad
y se encuentra enlazada más bien con los ámbitos nucleares del mundo de la vida. Así
comprendida, la sociedad civil se compone de aquellas organizaciones, asociaciones y
movimientos —surgidos de manera más o menos espontánea— que perciben, retoman
y condensan los problemas sociales que se encuentran en los ámbitos de vida privados
y los encauzan y redirigen al espacio público político (cfr. Habermas, 1992: 443 y ss.).
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83. En este punto pienso en la distinción planteada por el propio Habermas entre
movimientos de emancipación, movimientos de resistencia y movimientos de repliegue.
Los movimientos norteamericanos por los derechos civiles, incluidos en ellos los que
más tarde expresarían la autoafirmación de las subculturas afroamericanas al igual
que el movimiento feminista, se comprenden en el marco de los movimientos de eman-
cipación burgués y socialista. En el caso específico del movimiento feminista, apunta
Habermas, su lucha es «… la lucha contra la represión patriarcal y por el cumplimiento
de una promesa que está anclada en los fundamentos universalistas de la moral y el
Derecho reconocidos desde hace mucho» (Habermas, 1981 vol. 2: 578). Es este carác-
ter lo que imprime al movimiento feminista un rasgo «ofensivo» a diferencia del ca-
rácter «defensivo» que define a otros movimientos. Así, a diferencia de un movimiento
como el feminista, los movimientos de resistencia y de repliegue no se proponen tanto
la conquista de «nuevos territorios» como la contención [Eindämmung] del avance de
ámbitos de acción organizados formalmente sobre y en contra de ámbitos de acción
estructurados comunicativamente. En el interior de los movimientos de resistencia
específicamente pueden ser distinguidos aquellos que se orientan a la defensa de for-
mas de vida y solidaridad tradicionales de aquellos otros que surgen en un mundo de
vida modernizado y racionalizado y que, desde el interior de éste, se proponen desarro-
llar otras formas de convivencia, relaciones sociales y proyectos de vida (cfr. Haber-
mas, 1981, vol. 2: 478 y ss.)
84. Cfr. Habermas, 1990: 16.
85. Thompson, 1966. Véase también: Kluge/Negt, 1970.
86. Cfr. Bajtin, 1965 y Habermas, 1990: 17.
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87. Remito en este punto a los análisis realizados por Negt y Kluge en Negt/Kluge,
1970, 1981 y 1992. En ellos aparece, sin embargo, la expresión que hoy en día se antoja
poco feliz de «espacio público proletario [proletarische Öffentlichkeit]» que aunque apunta
—y ello me parece positivo— a especificar el concepto de espacio público al incorporar
en él al ámbito de la producción considerada en su sentido más amplio y al de la socia-
lización, termina por recortar la dimensión del concepto de «espacio público» al com-
prenderlo tendencialmente a partir de la lógica de las clases sociales. Habermas por su
parte ha remitido más bien a los ejemplos paradigmáticos del movimiento obrero y del
feminismo contemporáneo. Uno y otro han tematizado críticamente los derechos a
inclusión e igualdad irrestrictas anclados en la autocomprensión del espacio público
liberal, retomaron esta autocomprensión, la hicieron suya y, desde su interior, cuestio-
naron los mecanismos de exclusión de ese espacio público y, de este modo, contribuye-
ron a transformarlo, a ampliarlo (cfr. Habermas, 1990: 20).
88. Quizá sea en este sentido que puedan ser desarrollados los señalamientos del
propio Habermas sobre la imagen de una «sociedad descentrada [dezentrierte Gesell-
schaft]» que en él aparece asociada a la proceduralización de la soberanía popular y al
enlace del sistema político con las redes periféricas del espacio público político
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JUSTICIA Y DEMOCRACIA
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I. Derechos humanos
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IV. Tolerancia
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María Herrera
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2. La mayoría de los países han firmado al menos alguno de los acuerdos o conven-
ciones sobre el tema. Véase Belden, 2003: 42.
3. Belden, 2003: 71.
4. Korsgaard, 2000: 29.
5. Estas consideraciones aparecen en la discusión sobre la esclavitud y la servidum-
bre: Kant, 1994: 164-165.
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15. Citado por Andrew Norris (2004: 249), en Carl Schmitt, Der Begriff des Politis-
chen (Munich: Dunker y Humblodt, 1932).
16. Además de las flagrantes violaciones por parte de los soldados y autoridades
militares estadounidenses al derecho de guerra (Convención de Ginebra) y a los míni-
mos de decencia y reglas humanitarias en el trato a prisioneros y a la población civil
que resiste la invasión militar, evidentes en los centros de detención en la base de Guan-
tánamo o en Abu-Ghraib en Irak, y en otras acciones que pueden ser consideradas
como crímenes de guerra. Véase Susan Sontag, «What have we done?», Guardian Un-
limited, Special reports (28 mayo, 2004).
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17. Para la conexión entre derechos humanos y pobreza véase Pogge, 2002.
18. Dworkin, 2003: 38.
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25. Me he ocupado de estos temas con más detalle en: Herrera, 1993 y 2005.
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Bibliografía
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Christoph Menke
* Traducción directa del alemán por Peter Storandt. Revisión realizada por Gusta-
vo Leyva.
1. Las citas de Dialéctica Negativa han sido realizadas cotejando en lo posible con la
traducción castellana de José María Ripalda revisada por Jesús Aguirre (taurus, Ma-
drid, 1975). Las que provienen de Kulturkritik und Gesellschaft se ajustaron en la medi-
da de lo posible a la traducción en español publicada por la editorial Ariel (Barcelona,
1969). Las citas provenientes de otras obras como Probleme derMoralphilosophie en
Nachgelassene Schriften, sección IV, vol. 10), Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1996 han
sido traducidas por mí (PS). A lo largo del presente artículo Christoph Menke emplea
en diversas formas el sustantivo Glück (que significa a la vez fortuna y, también, felici-
dad) y los verbos Glücken (que se traduce aquí por «tener-fortuna») y Gelingen (lograr).
El lector no debe perder de vista estos señalamientos para poder comprender adecua-
damente el sentido de la reflexión desarrollada por el autor (GL).
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Así como antes Adorno había dicho con respecto al arte que «es-
cribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie»,2 y
ahora, en cambio, plantea «la cuestión, menos cultural, de si se pue-
de seguir viviendo después de Auschwitz, de si le estará totalmente
permitido al que escapó casualmente teniendo de suyo que haber
sido asesinado» (Adorno, 1966: 363), así consiste tanto el primer paso
como el centro motor de las Meditaciones sobre metafísica en la cons-
tatación respecto de la filosofía que lo ocurrido —Auschwitz— había
«paralizado» su pensamiento metafísico especulativo porque le sus-
trajo, e incluso «le deshizo», a éste su «base», a saber, la «compatibi-
lidad con la experiencia». Éstos son los dos elementos, a primera
vista incompatibles, del concepto de filosofía de Adorno: el pensa-
miento filosófico quiere ser, e incluso debe querer ser, metafísica; es
«solidario» con ésta. Para ello —Adorno lo muestra en las Meditacio-
nes— el pensamiento debe referirse a la experiencia. Pero por lo que
experimenta el pensamiento filosófico —Auschwitz como el «infier-
no real»— ya no es capaz de producir ideas metafísicas. Como el
pensamiento filosófico es posible sólo en cuanto metafísica y ésta
sólo en cuanto experiencia, después de Auschwitz el pensamiento
filosófico como metafísica ha devenido, al mismo tiempo, imposible.
La conexión entre la parálisis de la metafísica y la experiencia
de Auschwitz puede entenderse en un sentido psicológico obvio. En
él, esta conexión se refiere al pensamiento metafísico de un autor
que como «pago» por la «frialdad» de su supervivencia padece de
«sueños... como el de quien ya no vive, sino que fue pasado por la
cámara de gas en 1944, cuya existencia posterior entera es mera
imaginación, emanación del deseo delirante de un asesinado hace
2. Th.W. Adorno, 1977. Adorno revoca en las Meditaciones sobre metafísica esta
afirmación sólo en apariencia al escribir: «La perpetuación del sufrimiento tiene tanto
derecho a expresarse como el torturado a gritar; de ahí que quizá haya sido falso decir
que después de Auschwitz ya no se pueda escribir poemas» (Adorno, 1966: 355 s.).
Pues a Adorno le pareció bárbaro escribir poemas después de Auschwitz porque no
podía haber poemas sobre Auschwitz; por ende, la frase no se refiere a poemas como
meros fenómenos de expresión sino como modos de expresión de la «conciencia de
fatalidad» (Adorno, 1977: 30). Ante esta exigencia los poemas tienen que fracasar, se-
gún el diagnóstico de Adorno. Los poemas sobre Auschwitz no pueden lograrse porque
el «logro» significa para ellos algo necesariamente incompatible: ser poemas estética-
mente perfectos y decir la verdad sobre Auschwitz. Logro estético y contenido de ver-
dad se excluyen mutuamente; la no-verdad (Unwahrheit), afirma Adorno —siguiendo a
Hegel y Nietzsche—, es la condición de la belleza.
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3. «Te asemejas al espíritu que tú comprendes, no a mí» (Fausto, v. 512 s.). El moti-
vo de la diferencia entre el espíritu finito y aquello a lo que éste se refiere está en el
centro del argumento de Adorno. Uwe Justus Wenzel lo refiere también a la necesidad
metafísica misma. Él entiende a Adorno de tal modo que éste quiere «impedir [...] que
la necesidad [Bedürfnis] en el pensamiento coincida sin más y sin resto con la necesi-
dad [Bedürfnis] del pensamiento» (Wenzel, 1998: 16). Esta diferencia frente al pensa-
miento que subraya Wenzel se refiere al origen de la necesidad (Bedürfnis) metafísica:
ésta se presenta en el pensamiento pero no es la propia del pensamiento. En cambio,
para mí se trata a continuación del modo y del lugar de la satisfacción de la necesidad
metafísica: ésta es la propia del pensamiento pero su satisfacción no puede ser alcanza-
da por el pensamiento mismo.
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6. Véase al respecto como ejemplar la interpretación que hace Pierre Aubenque del
concepto de la phrónesis de Aristóteles como reconocimiento de la contingencia
del logro: Aubenque, 1963: 106 ss.
7. Adorno, 1932: 345-365.
8. Este nivel en la argumentación de Adorno señala su concordancia con la decons-
trucción que hace Derrida de la «posibilidad» de justicia.
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10. Incluso el hecho de que «aun allí, entre las chimeneas, [...] en el descanso entre
las penas [hubo] algo que se parecía a la felicidad» (Kertész, 1996: 287), no contradice
la afirmación de Adorno de que la experiencia metafísica del logro está puesta en duda
a raíz de Auschwitz.
11. Kertész, 1996: 287.
12. Véase Kertész, 1996: 97 y 283 s.
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Bibliografía
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Enrique Dussel A.
1. Mis más de diez años de diálogo con Karl-Otto Apel (que se publica en castellano
próximamente en Debate entre la Ética del Discurso y la Ética de la Liberación (1989-1997)
(Dussel, 2005), me han enseñado que es bueno definir claramente los puntos de partida.
2. En el año 2003 nos reunimos los fundadores de este movimiento en Córdoba
(Argentina) para conmemorar los treinta años de su origen (aunque naciera en el II
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mittels derer der Herrscher die Welt durch Macht und Militär kontrolliert […] Deshalb
kommt es darauf an, den Raum, den geopolitischen Raum ernstzunehmen […] Es ist
nicht dasselbe ob einer am Nordpol oder in den Slums von New York geboren wird»
(Dussel, 1989: 15-16). Anoto que el traductor alemán no incluyó el «Chiapas» del texto
español. El texto fue escrito en México en 1975; conocía la pobreza de Chiapas..., estu-
ve en el Congreso Indígena de 1974... ¡Presagios! Además, el traductor no entiende que
no estoy hablando de los «Slums» de New York, sino de los banqueros de Wall Street.
La contradicción se establecía en la globalidad mundial entre un pobre indio mexicano
en relación al centro del Poder económico mundial. ¡La tradición del traductor!
6. Por ejemplo, en la obra On Horkheimer. New Perspective (Benhabib, 1993), aun-
que se toca la cuestión económica no se llega a definir claramente la negatividad en su
sentido material radical.
7. «Wer unmittelbar, ohne rationale Beziehung auf Selbsterhaltung dem Leben sich
überläßt, fällt nach dem Urteil von Aufklärung wie Protestantismus ins Vorgeschichtli-
che zurück» (Horkheimer, 1971: 30).
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8. «Darum konvergiert das spezifisch Materialistische mit dem Kritischen, mit gesell-
schaftlich verändernder Praxis. Die Abschaffung des Leidens […] Eine solche Einrich-
tung hätte ihr Telos an der Negation des physischen Leidens noch des letzten ihrer
Mitglieder […]» (Adorno, 1966: 201).
9. El término «Liberación» se inspiraba en los movimientos de liberación del África y
Asia de los años de 1960, de la Revolución cubana, pero teóricamente se inspira en la
expresión «Befreiungspraxis» de Marx y Horkheimer. Su concepto es muy distinto a «Eman-
cipación» (véase mi ponencia de 1989 en el diálogo con K.-O. Apel, «Die Lebensgemei-
schaft und die Interpellation des Armen. Die Praxis der Befreiung», en Fornet, 1990: 88-91).
La «segunda» y «tercera generación» de la Teoría Crítica habla sólo de «Emancipación».
10. Véase Jay, 1984.
11. Además de mis ocho años en Europa (de 1957 a 1967), estuve dos en Israel,
estudiando hebreo, para poder criticar al «pensamiento latino-germánico» (Dussel, 1969).
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tuna, porque fue el primer filósofo que, con una reconstrucción completa de la historia
mundial desde un punto de vista eurocéntrico, dio sus clases después del derrumbe de
la China, que pudo antes que el Reino Unido comenzar la revolución industrial a me-
diados del siglo XVIII, y que no lo hizo, contra las hipótesis erradas de Max Weber, por
falta de carbón y una crisis ecológica que retuvo a los campesinos en la labores del
campo, no pudiéndose volcar a la industrialización ya naciente en el valle del Yang-ze
(Pomeranz, 2000). Estas cuestiones las tratamos en nuestra historia de la filosofía po-
lítica que estamos concluyendo en este momento.
15. Su contacto con los populistas rusos, como Danielson lo despertó de su sueño
«oeste-europeo» (Dussel, 1988).
16. Alemania, Francia, Dinamarca, países escandinavos son «[...] das Herz Euro-
pas» (Hegel, 1955: 240). Aquí se olvidó de Inglaterra, pero de ella escribe, en el colmo
del fetichismo cínico y eurocéntrico: «Die Engländer haben die große Bestimmung
übernommen, die Missionare der Zivilisation in der ganzen Welt zu sein» (Hegel, 1970:
538). Es interesante que no hay que esperar hasta George W. Bush para llegar a la
sacralización («misioneros») de una «civilización» (la propia, como para Huntington)
con pretensión de universalidad. Es la «Cristiandad» (Löwith, 1964: II, cap. V: «Das
Problem der Christlichkeit»: 350). Las expresiones de Hegel causan horror: «Gegen
dies sein absolutes Recht, Träger der gegenwärtigen Entwicklungsstufe des Weltgeistes
zu sein, sind die Geiste der anderen Völker rechtlos» (Rechtsphilosophie, § 347; Hegel,
1970, vol. 7: 506). Puede imaginarse un filósofo europeo lo que siente un latinoameri-
cano ante tamaña «desmesura» (diría S. Kierkegaard).
17. Esta visión de De Pauw es adoptada por Hegel.
18. Doble insulto que muestra un Hegel eurocéntrico y racista: África es la barbarie
como tal; por lo tanto, si en los Pirineos termina Europa termina igualmente «el ser»,
más-allá está el «no-ser».
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19. «Figuras (Gestalten) que vagan fuera (ausserhalb) de su ámbito» (Marx, 1956:
523-524). ¡Fantasmas!
20. El tema lo expuse en mi primer curso universitario, de regreso de Europa en los
años sesenta: Latinoamérica en la historia universal (véase la obra en Internet, en la
«Biblioteca virtual» de la Federación Latinoamericana de Ciencias Sociales [www. clacso.
org], en «Obra filosófica de E.D.», la primera en la lista).
21. Los encuentros anuales han sido editados en alemán por Raúl Fornet-Betan-
court en Augustinus Buchhandlung, Aachen, desde 1990. Como he indicado, aparecerá
en castellano todo el debate en Trotta, Madrid y en italiano (Apel, 1999).
22. Ya había concluido mi trilogía: La producción teórica de Marx. Comentarios a los
Grundrisse (Dussel, 1985); Hacia un Marx desconocido. Un comentario a los Manuscri-
tos de 1861-1863 (Dussel, 1988); El último Marx (Dussel, 1990).
23. Apel explícitamente criticó oralmente estando con nosotros que hubiera una
«segunda» Escuela de Frankfurt, por ello, como lo indica Helmut Dubiel, es mejor
hablar de «generaciones» (Helmut, 2000).
24. Sobre todo sus artículos del tomo 2 de Transformation der Philosophie (Apel,
1973), que fueron escritos desde 1967 a 1971. El más programático fue ciertamente el
último: «Das A priori der Kommunikationsgemeinschaft und die Grundlagen der Ethik»
(vol. 2, pp. 358-435), y la «Introducción» (vol. 1, pp. 6-76). (Dussel, 1998: § 2.3.)
25. Dussel, 1998: § 2.4.
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26. Claro que, por su parte, el intento apeliano de una fundamentación última tras-
cendental de la racionalidad procedimental será criticado como un racionalismo extre-
mo, un fundacionalismo, contra el que se levantarán los postmodernos.
27. «Aber an den mimetischen Leistungen läßt sich der vernünftige Kern erst freile-
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gen, wenn man das Paradigma der Bewußtseinsphilosophie […], zugunsten des Para-
digmas der Sprachphilosophie, der intersubjektiven Verständigung oder Kommunika-
tion aufgibt und den kognitiv-instrumentellen Teilaspekt einer umfassenderen kom-
munikativen Rationalität einordnet» (Habermas, 1981: 523).
28. «Der Wahrheitsanspruch empirischer Aussagen enthält den Bezug dieser Aus-
sagen auf eine —in enim gewissen Sinne— sprachunabhängige Realität» (Wellmer,
1986: 203).
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32. Dicho sea de paso, el argumentante no vive para argumentar, sino que argu-
menta para vivir. El viviente tiene a la razón como su «astucia», y no es que la «astucia
de la razón» tiene la vida como su mera condición.
33. Véase el desarrollo de este argumento que Franz Hinkelammert presentó a
K.-O. Apel en el encuentro de São Leopoldo (Brasil): «La ética del discurso y la ética de
la responsabilidad: una posición crítica» (Hinkelammert, 1995: 225-272).
34. Véase mi artículo «La vida humana como criterio de verdad» (Dussel, 2001: 103 ss).
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Quizá esto sea válido, y habría hoy que discutirlo, para el «centro»
(el «Grupo de los Siete», es decir, algo más del 15% de la humanidad),37
pero como latinoamericanos nos escandalizó la parcialidad provincia-
na de este juicio filosófico. Es importante advertir que Habermas cons-
truye su discurso sobre Durheim, Mead, Weber, Parsons, sociólogos;
pero no sobre Smith, Ricardo, Marx, Jevons, Marshall, Keynes o Ha-
yek. ¿A que se deberá la ceguera con respecto a la economía? ¿No se
habrá perdido el sentido material de la reflexión filosófica? Y si no hay
consideración de la materialidad de la existencia humana, de la negati-
vidad del hambre como punto de partida (como lo hace Ernst Bloch o
Horkheimer), entonces el sentido crítico (que para la primera Escuela
era esa «negatividad material») real, histórico, se ha esfumado.
La «segunda generación», al perder el sentido material, y por
ello crítico negativo (no en relación a una comunidad de comunica-
ción discursiva, sino a una comunidad de seres humanos corpora-
les vivientes), cayó en un cierto formalismo moralista.38
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39. «Die lebendige [Arbeit...] als Abstraktion [...]; diese völlige Entblößung, aller
Objektivität bare, rein subjektive Existenz der Arbeit. Die Arbeit als die absolute Armut
[…] kann diese Gengenständlichkeit nur eine nicht von der Person getrennte: nur eine
mit ihrer unmittelbaren Leiblichkeit zusammenfallende sein» (Marx, 1974: 203). Véanse
mis comentarios en la trilogía citada en nota 23.
40. Véase mi artículo «The reason ot the Other: Interpellation as speech-act» (Dus-
sel, 1996: 19-48).
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41. Véase Habermas, 1992. Esta obra, que sería «la política» de la «segunda genera-
ción», sólo llega a ser una excelente filosofía del Derecho, del «Estado de Derecho», y
nada más. Muestra cómo el formalismo le impide desarrollar una política de la acción
estratégica, de las instituciones materiales y del Estado, de los principios políticos
materiales y de factibilidad (feasibility) (ya que sólo desarrolla el «Principio democráti-
co»), y, sobre todo, una política crítica, desde la negatividad material de las víctimas. La
«segunda generación» ha fracasado en la construcción de una política compleja con
validez mundial. Es válida, parcialmente, para Europa occidental y Estados Unidos,
donde la sobrevivencia del ciudadano está garantizada (por un sistema globalizado de
extracción gigantesca de plusvalor de la periferia).
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Esquema 1
Lo «social», lo «civil» y lo «político»
III Estado
Sociedad restringido
Estado Política
ampliado ................................
Sociedad civil
II
Lo social
I
47. Como he vivido en Israel durante años, y he escrito varios trabajos sobre la
tradición semita, y me inspiro en ella, podría arriesgarme a exponer todavía un ejem-
plo más polémico: ¿Son los palestinos, que defienden su pequeño territorio constituido
como un ghetto (con los inmensos muros que lo encierran como una prisión) por el
sionismo antisemita de A. Sharon, un grupo de terroristas?, o ¿son patriotas que de-
fienden su comunidad que enfrenta el genocidio del vaciar un espacio según la teoría
de la Lebensraum? Ante esta cuestión Michael Walzer, por ejemplo, no sabe qué decir;
sus argumentos se desordenan. Véase mi colaboración sobre «Lo político en Levinas»
(Dussel, 2004).
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48. Aquí puede verse una lamentable confusión, ya que la constitución «biológica»
en el ser humano es inevitablemente histórica, cultural, política.
49. El «ámbito» es un espacio de articulación de muchos «campos materiales» (por
ejemplo, ecológico, económico, cultural, etc.) que dicen relación a la «vida humana»
(como lo intuye de manera no analítica Arendt, bajo el rubro ambiguo de «biología»).
50. El «campo» es más amplio (en el sentido existencial de «Welt» heideggeriano, o
sociológico de «champ» de un Pierre Bourdieu. Un «campo» puede tener varios «siste-
mas» (aproximadamente este último en el sentido de un N. Luhmann).
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53. El «sujeto social» funda materialmente al «sujeto civil», pero ése subsume for-
mal o políticamente a aquél. La reivindicación social da la base a las exigencias de la
organización civil (le da el contenido), pero la asociación civil es más compleja que el
movimiento social (lo subsume), porque conserva su reivindicación pero la transmuta
en política, en un «Estado de derecho».
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auf dem Recht der Menschen und Staaten gegründete Aufgabe ist, allerdings ausführ-
bar» (Metaphysik der Sitten, I, § 61, A 228, B 258, Kant, 1968: 474). Para un tratamiento
completo del tema véase mi obra de próxima aparición Política de Liberación. Primera
parte, Historia, cap. 2, § 7, 4.1.
69. En el mismo texto de El capital.
70. Es decir, trascendental a la razón instrumental, a la acción económica empírica.
71. «Aber es bleibt dies immer ein Reich der Notwendigkeit. Jenseits desselben be-
ginnt die menschliche Kraftentwicklung, die sich als Selbstzweck gilt, das wahre Reich
der Freiheit, das aber nur auf jenem Reich der Notwendigkeit als seiner Basis aufblühn
kann. Die Verkürzung des Arbeitstags ist die Grundbedingung» (continuación del texto
citado de Das Capital).
72. Escribe Marx: «El comunismo es la figura necesaria, el principio energético del
próximo futuro, pero el comunismo en sí no es el fin del desarrollo humano, la figura de
la sociedad humana» (Marx, 1956: 546).
73. Se trata de un horizonte utópico, de un «postulado de la razón económica».
74. «Stellen wir uns endlich, zur Abwechslung, einen Verein freier Menschen vor,
die mit gemeinschaftlichen Produktionsmitteln arbeiten und ihre vielen individue-
llen Arbeitskräfte selbstbewußt als eine gesellschaftliche Arbeitskraft verausgaben»
(Kant, 1989: 109).
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78. Véase la diferencia entre «reforma» y «transformación» en Dussel, 1998: cap. 6, § 6.4.
79. La acción transformadora o liberadora no siempre es revolucionaria (que sólo
alguna vez cada siglo puede realizarse), pero no es tampoco reformista. La diferencia
estriba tanto en el contenido de la acción (que puede coyunturalmente ser igual al del
reformista) como en su orientación o criterio estratégico y táctico, de los medios y
fines, a corto y largo plazo. El que «transforma» construye hacia un polo que le permite
avanzar, corregir errores, modificar tácticas, sin perder el horizonte estratégico: el pos-
tulado político crítico.
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Bolívar Echeverría
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1. «La intención de Benjamin apunta hacia un estado de cosas en el que las expe-
riencias esotéricas de la felicidad se hayan vuelto públicas y universales» (Habermas,
1972: 199).
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2. Eva Geulen (2002: 88 y ss.) examina con agudeza la presencia de la idea hegelia-
na de la «muerte del arte» en este ensayo. Véanse también: Eco 2002: 261 y ss.; Gada-
mer 1989: 63 y ss.
3. Brecht especula acerca de un tipo desconocido de obra de arte que aparecerá pro-
bablemente cuando el mercado deje de ser la instancia que determina la validez social de
los objetos. Entretanto, mientras esto aún no sucede, aquello que se produce y se consu-
me como mercancía en lugar del antiguo tipo de obras de arte sería algo que podemos
llamar simplemente una «cosa». De esa «cosa», cuando su consistencia se desvanezca
junto con la centralidad determinante del mercado, en la nueva obra de arte que podrá
aparecer no quedará, según él, ni el recuerdo. Ya antes de él, Flaubert (en una carta a
Louise Colet) especulaba también: «La belleza llegará tal vez a convertirse en un senti-
miento inútil para la humanidad, y el Arte ocupará entonces (abriéndose un espacio en el
quadrivium) un lugar intermedio entre el álgebra y la música».
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5. Nada más errado, por ello, que la observación de G. Vattimo de que «con el texto
de WB se completa el paso de la significación utópico revolucionaria a la tecnológica
del fin del arte» (Vattimo 1989: 59).
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8. La lejanía de este texto para los lectores que le hubieran correspondido tiene
además no poco que ver con el hecho de que fuera elegido por Horkheimer para apare-
cer primero en francés, antes que en alemán, en el que fue escrito originalmente, en
señal de reciprocidad al hospedaje que la Librairie Félix Alcan había brindado a las
ediciones del Instituto, una vez que éste se vio obligado a huir de su sede natural en
Frankfurt como resultado de la represión nazi. La versión francesa de Pierre Klossows-
ky es admirable en muchos aspectos, aunque tiende a suavizar la radicalidad política y
a simplificar en ocasiones el significado muchas veces enrevesado del texto. Se trata de
una versión retrabajada por la redacción de la revista en medio de fuertes discrepan-
cias con el autor, y en la que se observa, como dice otro de los biógrafos de Benjamin,
que «la censura [ejercida por Horkheimer y Adorno] desde New York funcionó impla-
cablemente» (Witte, 1985: 111).
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Bibliografía
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Eduardo Sabrovsky
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7. Para una relación entre Benjamin y Wittgenstein en esta línea, ver: Graciela Ba-
rranco, «Los límites del mundo», en D. Trapani, R.M. Ravera, G. Barranco, M. Salvato-
ri (eds.), Wittgenstein. Decir y Mostrar, Argentina, 1989.
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9. R.M. White, «Can whether one proposition make sense depend on the truth of
another? (tractatus 2.0211-2)». En Godfrey Vesey (ed.), Understanding Wittgenstein,
Cornell University Press, NY, 1976.
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12. «[…] la libertad de creer lo que el hombre quiera es muy perjudicial y dañosa,
porque es libertad para errar, y errar es una cosa peligrosísima. Porque como la verdad
verdadera no puede ser sino una, todo lo que discrepa y se desvía de ella es engaño,
ceguedad y error; y el corazón del hombre sin esta verdadera fe, es como una nave sin
gobierno que cualquier viento la arrebata y cualquier ola se la lleva...» («El príncipe
cristiano», 1595, caps. XVII y XVIII).
270
13. «La invocación del sol es idolatría. Sólo en la mirada al árbol secado por su
fuego vive el presentimiento de la majestad del día en que ya no tenga que quemar al
mundo que ilumina». «Para Voltaire», en Dialéctica de la Ilustración, op. cit., p. 262.
14. Habría también que atender a la resonancia de palabras como «austeridad»,
«censura», «sacrificio», «accesis», «sacrilegio», a las cuales recurre Monod para expo-
ner su «ética del conocimiento».
271
Alfons Söllner
* Traducción directa del alemán por Peter Storandt. Revisión realizada por Gusta-
vo Leyva.
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273
1. Adorno, 1954-1958.
2. Véase mi artículo: «Adornos “Einsatzstelle” im kulturellen Konzert der deutschen
Nachkriegsgeschichte» en Söllner, 2004.
274
3. Se cita la versión publicada en: Octavio Paz, Obras completas, vol. VIII, Fondo de
Cultura Económica, México, 1994.
275
4. Adorno, 1951.
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277
5. Adorno/Horkheimer, 1947.
6. Recientemente y en forma aún más detallada en: Müller-Dohm, 2003.
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Bibliografía
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PARADOJAS DE LA GLOBALIZACIÓN
CAPITALISTA Y EXCLUSIÓN SOCIAL
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Jorge Galindo
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5. Arendt afirma allí que «la novedad de la historia y el significado más profundo de
la trama que relata se hace manifiesta a actores y espectadores por igual» y, por tanto,
«resulta crucial para cualquier intento de comprender la revolución en la época moder-
na que la idea de libertad y la experiencia de un nuevo comienzo deban coincidir»
(Arendt, 1965: 29).
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6. Arendt señala que «ambas facultades permanecen unidas en tanto una de ellas, el
perdonar, nos sirve para deshacer los actos del pasado, cuyos «pecados» penden como
la espada de Damocles sobre cada nueva generación; y la otra, la de comprometerse
uno mismo a través de las promesas, sirve para establecer en medio del océano de la
incertidumbre —que el futuro es por definición— islas de seguridad fuera de las cuales
ni siquiera la continuidad —mucho menos la estabilidad de cualquier clase— sería
posible en las relaciones que tienen lugar entre los seres humanos» (Arendt, 1958: 236).
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8. En relación con este tema, estoy en deuda con Vanna Gessa-Kurotschka, cuyas
sugerencias sobre la forma de desarrollar la originalidad de este punto me aclararon la
importancia que tiene el papel del acto discursivo.
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A manera de conclusión
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Bibliografía
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Miguel Giusti
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9. Noam Chomsky (El Comercio, Lima, 8. 9. 02, pp. 8-9) ha utilizado y aplicado esta
expresión al problema del terrorismo internacional.
10. Chomsky, 2001: 96.
11. Chomsky, 2001: 44.
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Thomas Pogge, Blackwell, 2001, p. 101; Wolfgang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und
demokratische Tugend, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1997, p. 278. Sobre la doctrina
clásica del Derecho internacional, véanse I. Kant, Zum ewigen Frieden. Ein philosophis-
cher Entwurf, Werke in zwölf Bänden, edit. W. Weischedel, Frankfurt, Suhrkamp, 1997,
vol. XI (edición en castellano: La paz perpetua, Espasa-Calpe, Madrid, 1982); John Rawls,
The Law of Peoples, Cambridge, Mass., 1999.
6. Véase: Stéphane Chauvier, «Justice and Nakedness», en Global Justice, edit. por
Thomas Pogge, Blackwell, 2001, p. 91.
324
1. El liberalismo nacionalista
7. John Rawls, «The Law of Peoples», Cambridge, Mass., 1999, pp. 116-118. William
Nelson, «Especial Rights, General Rights, and Social Justice», Philosophy and Public
Affairs n.º 3, 1974, pp. 410-430. Wolfgang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und demokra-
tische Tugend, Suhrkamp, Frankfurt am Main,1997, pp. 253, 278.
8. Wolfgang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und demokratische Tugend, Suhrkamp,
Frankfurt am Main,1997, pp. 290 y ss.
9. Wolfgang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und demokratische Tugend, Suhrkamp,
Frankfurt am Main,1997, pp. 303 y ss.
325
10. I. Kant, Zum ewigen Frieden. Ein philosophischer Entwurf, Werke in zwölf Bän-
den, edit. W. Weischedel, Frankfurt, Suhrkamp, 1997, vol. XI (edición en castellano: La
paz perpetua, Espasa-Calpe, Madrid, 1982).
326
11. Véanse: Jürgen Habermas, «Das Kantische Projekt und der gespaltene Wes-
ten», en Der gespaltene Westen, Frankfurt, Suhrkamp, 2004, pp. 120 y ss; Thomas
McCarthy, «On Reconcilicing Cosmopolitan Unity and National Diversity», en Pablo
de Greiff y Cioran Cronin (eds.), Global Justice and Transnational Politics. Essays on
the Moral and Political Challenges of Globalization, The Mit Press, Cambridge, Mas-
sachusetts, 2002, 235-274.
12. Charles R. Beitz, Political Theorie and International Relations, Princenton, N.J.,
1999, pp. 136 y ss.
327
13. Thomas Pogge, «Rawls and Global Justice», Canadian Journal of Philosophy,
n.º 18, p. 238.
14. Charles R. Beitz, «Justice and international Relations», en H. Gene Blocker / Eli-
zabeth H. Schmith (eds.), John Rawls´ Theory of Social Justice, Athens, 1980, pp. 141 y ss.
15. Véanse: Miller David, «Justice and Global Inequality», en Andrew Hurrel y Ngaire
Woods (eds.), Inequality, Globalización and World Politics, 187-210, Oxford University
Press, p. 190; Christine Chwaszcza, «Politische Ethik II. Ethik der Inernationale Bezie-
hungen», en Julian Nida-Rümelin (ed.), Angewandte Ethik, Die Bereichsethiken und
ihre theorethische Fundierung. Ein Handbuch, Alfred Kröner Verlag, Stuttgart, 1996,
p. 173; Wolfgang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und demokratische Tugend, Suhrkamp,
Frankfurt am Main,1997, p. 289.
16. John Rawls, The Law of Peoples, Cambridge, Mass., 1999, pp. 116-118.
328
17. John Rawls, The Law of Peoples, Cambridge, Mass., 1999, p. 61. En relación con
esta postura de Rawls escribe Pogge: «Rawls strongly rejects the difference principle as
a requeriment of global justice on the ground that it is unacceptable for one people to
bear certain cost of decisions made by another». Y más adelante pregunta de forma
crítica: «the difference principle ist the most reasonable one for us to advocate in regard
to the domestic economic order, then why is it not also the most reasonable one for us to
advocate in regard the global economic order? Rawls provides no answer». Thomas
Pogge, World Poverty and Humans Rights, Polity Press, Cambridge, 2002, p. 105.
18. En relación con esto escribe Stéphane Chauvier: «I habe already argued that a
global analogue of the Difference Principle is incompatible with a plurality of states;
329
thus, to defend such a principle is to reject political pluralism and to mantain that the
political responsability of distinct peoples should be subordinated to an egalitarian
principle of distributive justice». «Justice and Nakedness», en Global Justice, edit. por
Thomas Pogge, Blackwell, 2001, p. 96. Wolfgang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und
demokratische Tugend, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1997, p. 255.
19. Véase Stéphane Chauvier, «Justice and Nakedness», op. cit., pp. 95 y ss; Wolf-
gang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und demokratische Tugend, Suhrkamp, Frankfurt
am Main, 1997, p. 273.
20. Véase R. Nozick, Anarchy, State and Utopia, Oxford, Basil Blackwell, 1974; F.
Hayek, The Constitution of Liberty, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1960; W. Kers-
ting, Kritik der Gleichheit. Über die Grenzen der Gerechtigkeit und der Moral, Velbrück
Wissenschaft, 2002, Göttingen.
21. I. Kant, Die Metaphysik der Sitten, Werke in zwölf Bänden, edit. W. Weischedel,
Frankfurt, Suhrkamp, 1997, vol. VIII (cito conforme a la edición en castellano: La Me-
tafísica de las costumbres, Tecnos, Madrid, 1989, pp. 39-230).
22. Ésta es la formulación de Rawls, véase John Rawls, Liberalismo Político, «Las liber-
tades básicas y su prioridad», Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pp. 270-340.
330
23. Es importante destacar que Rawls si considera a los derechos de bienestar so-
cial como objeto de la justicia distributiva en el nivel interno, aunque no los reconoce
en el nivel externo. W. Kersting, Kritik der Gleichheit. Über die Grenzen der Gerechtigkeit
und der Moral, Velbrück Wissenschaft, 2002, Göttingen, p. 124
24. Wolfgang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und demokratische Tugend, Suhrkamp,
Frankfurt am Main,1997, pp. 292 y ss.
25. F. Hayek, The Constitution of Liberty, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1960, p. 103.
26. Véase Stefan Gosepath, Gleich Gerechtigkeit. Grundlagen eines liberalen Egalita-
rismus, Surhkamp, Franffurt/M., 2004, pp. 108-214.
331
2. El globalismo universalista
27. I. Kant, Zum ewigen Frieden, op. cit. Jürgen Habermas, «Das Kantische Projekt
und der gespaltene Westen», op. cit., p. 125. Thomas McCarthy, «On Reconcilicing Cos-
mopolitan Unity and National Diversity», op. cit., pp. 235-274.
28. Michael Walzer, «The Moral Standing of Staates», Philosophy and Public Affairs,
9, 1989, pp. 224-225. John Rawls, The Law of Peoples, Cambridge, Mass., 1999, pp. 105
y ss. Para más detalles, véanse: Landes David, The Wealth and Poverty of Nations: Why
Some Are so Rich and Some so Poor, Nueva York, Norton, 1998; Harrinson Lawrence E.
y Samuel Huntigton (eds.), Culture Matters. How Values Shape Humane Progress, Nue-
va York, Basic Books, 2001.
332
29. Véase Jürgen Habermas, «Kant Idee des ewigen Friedens —aus dem historis-
chen abstand von zweihundert Jahren», en Mattias Lutz-Bachmann y James Bohman
(eds.), Frieden durch Recht. Kants Friedensidee und das Problem einer neuen Weltord-
nung, Suhrkamp, Frankfurt/M., 1996, pp. 7-24.
30. Charles R. Beitz, Political Theorie and International Relations, Princenton, N. J., 1979.
pp. 143 y ss. Thomas Pogge, Realizing Rawls, Ithaca/Londres, 1989. pp. 241 y ss. Stefan
Gosepath, «Die globale ausdehnung der Gerechtigkeit», en R. Schmücker y U. Steinvorth
(eds.), Gerechtigkeit und Politik. Philosophische Perspektiven, Akademie Verlag, 2002, p. 204.
31. Véase Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, Polity Press, Cam-
bridge, 2002, caps. 2 y 4.
333
334
35. Stefan Gosepath, «Zu Begründung sozialer Menschenrechte», op. cit., p. 178.
«Die globale ausdehnung der Gerechtigkeit», op. cit., p. 197.
36. Henry Shue, Basic Rights, op. cit., p. 131. Thomas Pogge, World Poverty and
Humans Rights, op. cit., pp. 94 y ss.
37. Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, op. cit., cap. 5. Stefan Gose-
path, «Die globale ausdehnung der Gerechtigkeit», op. cit., p. 197.
38. Charles R. Beitz, Political Theorie and International Relations, op. cit., pp. 125 y
ss. Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, op. cit., pp. 112 y ss, 199 y ss.
39. Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, op. cit., pp. 112 y ss, 162 y ss.
335
336
42. Véase Onora O´Neill, Bounds of Justice, Cambridge University Press, 2000, p. 121.
337
43. Véase Thomas McCarthy, «On Reconcilicing Cosmopolitan Unity and National
Diversity», op. cit., 240.
44. Además de Kant, otros clásicos de la filosofía política han señalado los peligros
inherentes a la idea de un supra-Estado. Véanse, Aristóteles, Politics, ed. y trad. H.
Rackham, The Loeb Classical Library, Cambridge, MA: Harvard University Press, 1944,
pp. 553-559; Charles-Louis Montesquieu, De l´esprit des lois, 1951, en Ouvres Comple-
tes, vol 2., París: Gallimard/Biblioteque de la Pléiade, p. 365; Alexis de Tocqueville, De la
démocratie en Amérique, 1979, en Ouvres, vol. 2, París: Gallimard/Biblioteque de la
Pléiade, p. 179; John Rawls, The Law of Peoples, op. cit., p. 36.
45. Véanse Pablo de Greiff y Cioran Cronin (eds.), Global Justice and Transnational
Politics. Essays on the Moral and Political Challenges of Globalization, The Mit Press,
Cambridge, Massachusetts, 2002. Thomas Pogge (ed.), Global Justice, Oxford: Black-
well Publishers, 2001.
46. Otfried Höffe, Demokratie im Zeitalter der Globalisierung, C.H. Beck, 1999,
pp. 411 y ss.
338
339
47. Véase Axel Honneth, «Universalismus als moralische Falle? Bedingungen und Gren-
zen einer Politik der Menschenrechte», en Axel Honneth, Das Andere der Gerechtigkeit.
Aufsäatze zur praktischen Philosophie, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 2000, pp. 268 y ss.
48. Stefan Gosepath, Gleiche Gerechtigkeit. Grundlage eines liberalen Egalitarismus,
Suhrkamp, Frankfurt am Main, 2004, cap. 2.
49. Según Reiner Forst, ésta es la pretensión basal y universal de cualquier hombre,
y a partir de ésta es posible realizar una fundamentación constructivista de los derechos
humanos. Véase Reiner Forst, «Das Grundlegende Recht auf Rechtfertigung. Zu einer
konstruktivistischen Konzeption von Menschenrechten», en , Hauke Brunkhorst, Wol-
fgang R. Köhler y Mathias Lutz-Bachmann, Recht auf Menschenrechte. Menschenrechte,
Demokratie und internationale Politik, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1999, pp. 66-105.
50. Stephan Gosepath, «Zu Begründung sozialer Menschenrechte», op. cit., 149.
340
51. Al respecto véanse J. Habermas, Faktizität und Geltung. Beiträge zur Diskurs-
theorie des Rechts und des demokratischen Rechtsstaats, Suhrkamp, Frankfurt/M, 1992,
cap. 3 (hay edición en castellano: Facticidad y validez, Trotta, Madrid, 1998); J. Rawls,
«Replay to Habermas», The Journal of Philosophy, 1995, pp. 132-180. Reiner Forst,
«Das Grundlegende Recht auf Rechtfertigung», op. cit., pp. 81 y ss.
341
52. Reiner Forst, «Das Grundlegende Recht auf Rechtfertigung», op. cit., 90.
53. Reiner Forst, «Das Grundlegende Recht auf Rechtfertigung», op. cit., 90.
54. Reiner Forst, «Zu einer kritischen Theorie transnationaler Gerechtigkeit», en
R. Schmücker y U. Steinvorth (eds.), Gerechtigkeit und Politik. Philosophische Perspek-
tiven, Akademie Verlag, 2002, p. 229.
342
343
58. Véase: Reiner Forst, «Das Grundlegende Recht auf Rechtfertigung», op. cit., 101.
59. David Held, Democracy and the Global Order, Polity Press, Cambridge, 1995.
344
60. Thomas Pogge, «Eradicating Sistemic Poverty: Brief for a Global Resources
Dividend», en World Poverty and Humans Rights, op. cit. pp. 196-215. Otras propuestas
similares son la de un salario básico incondicional de Philiphe Van Parijs y la de un
impuesto a las transacciones de valores del premio Nobel de economía James Tobin.
61. Thomas McCarthy, «On Reconcilicing Cosmopolitan Unity and National Diver-
sity», op. cit., 240.
62. Una muy interesante caracterización de esta posición la hace Pogge en su aná-
lisis de las causas de la pobreza. Él denomina la posición de quienes atribuyen la res-
ponsabilidad de la pobreza a factores internos existentes en las sociedades subdesarro-
lladas como explicación nacionalista (nationalist explanation). Véase Thomas Pogge,
World Poverty and Humans Rights, op. cit., pp. 110 y ss.
345
346
65. Thomas Pogge, «Eradicating Sistemic Poverty: Brief for a Global Resources
Dividend», op. cit., p. 201.
66. Véase Thomas Pogge, «Eradicating Sistemic Poverty: Brief for a Global Resour-
ces Dividend», op. cit., pp. 199 y ss.
347
67. Thomas Pogge, «Eradicating Sistemic Poverty: Brief for a Global Resources
Dividend», op. cit., p. 210.
68. Otro argumento desarrollado por Pogge para demostrar la relación causal entre
348
349
Bibliografía
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Klaus Günther
* Traducción directa del alemán por Peter Storandt. Revisión realizada por Gusta-
vo Leyva.
1. Kant, Zum ewigen Frieden (Hacia la paz perpetua), BA 46.
353
354
355
356
4. Acerca del desarrollo de un «Derecho Penal para el enemigo» orientado por cate-
gorías militares, en virtud de los (presuntos) peligros globales causados por le crimina-
lidad, cfr. Jakobs, 2000: 46 y ss.
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364
16. Para obtener un panorama más amplio cfr. Grimm, 1987; Böckenförde, 1976.
17. Acentuando claramente la oposición a la concepción de libertad de la antigüe-
dad: Constant, 1819. El que la concepción antigua de libertad juega, sin embargo, un
papel central para la autoconsitución de la sociedad civil republicana moderna en con-
tra del Estado de atención paternalista, lo demuestra Skinner, 1998.
18. Cfr. el resumen preciso de Rudolf Wiethölter, en Wiethölter, 1974: 47-54.
365
366
22. Ibíd.: 9.
23. Cfr. los artículos en Honneth, 2002.
24. Bobbitt, 2003.
25. Ibíd.: 229.
367
26. Ibíd.
368
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1. Max Horkheimer (1969-1972): Kritische Theorie gestern und heute, en: Max Hork-
heimer: Gesammelte Schriften, ed. de Alfred Schmidt y Gunzelin Schmid-Noerr, vol. 8:
Vorträge und Aufzeichnungen 1949-1973, Fischer Verlag, 1985, pp. 338-353. Todas las
traducciones de citas de Horkheimer son mías — MMSM.
375
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377
378
II
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Carlos Pereda
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I) vulnerabilidad.
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Gracián. Filosofía y literatura en el barroco, Universidad de Grana-
da, Granada.
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Blanco (ed.), Madrid, Cátedra.
HOBBES, Thomas (1940): Leviatán. O la materia, forma y poder de una
república eclesiástica y civil (trad. Manuel Sánchez Sarto), Fondo
de Cultura Económica, México.
423
424
* Agradezco al profesor doctor Ramón Peña Castro esta cuidada traducción. (Revi-
sión de la traducción por Gustavo Leyva, N. del E.)
425
426
[...] Lo que debe mudar es la vida real de cada uno de los seres
humanos. Sin embargo, una tal transformación, aquí y ahora,
no sería necesariamente un cambio en la vida de los hombres
sin una mediación, ya que la vida de los hombres no es inmedia-
ta, sino que viene determinada por los momentos de una totali-
dad social. Reconocer tales momentos, reconocer su constitu-
ción que, a pesar de representar experiencias instantáneas,
difícilmente traducibles en hechos, constituye la tarea mas im-
portante de la sociología de hoy [Adorno, 1997d: 580].
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Axel Honneth
* Traducción directa del alemán por Peter Storandt. Revisión realizada por Gusta-
vo Leyva.
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pp. 533-555. Respecto de Michael Walzer cfr. íd., Kritik und Gemeinsinn, Berlín, 1990
(trad. cast.: Interpretación y Crítica social, Nueva Visión, Buenos Aires, 1993). Intenté
desarrollar una crítica a este modelo de crítica social en Axel Honneth, «Idiosynkrasie
als Erkenntnismittel. Gesellschaftskritik im Zeitalter des normalisierten Intellektuellen»,
en Uwe Justus Wenzel (coord.), Der kritische Blick, Frankfurt am Main, 2002, pp. 61-79.
446
447
448
8. Max Horkheimer, Traditionelle und kritische Theorie, l. c., pp. 186 y ss.
449
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18. Karl Marx, Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie. Erster Band, en Karl
Marx / Friedrich Engels, Werke, t. 23, Berlín, 1971, pp. 85-98 (trad. cast.: El Capital.
Crítica de la Economía Política, Siglo XXI Editores, México, 1975); un excelente análi-
sis lo proporciona Georg Lohmann, Indifferenz und Gesellschaft. Eine kritische Aus-
einandersetzung mit Marx, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1991, esp. cap. V.
19. Cfr. en su orden: Max Horkheimer / Theodor W. Adorno, Dialektik der Aufklärung,
S. Fischer, Frankfurt am Main, 1969 (trad. cast.: Dialéctica de la Ilustración, Trotta,
Madrid, 1998); Herbert Marcuse, Der eindimensionale Mensch. Studien zur Ideologie
der fortgeschrittenen Industriegesellschaft, l. c.; Theodor W. Adorno, «Einleitung», en: íd.
et al., Der Positivismusstreit in der deutschen Soziologie, Luchterhand, Neuwied / Berlín,
1969, pp. 7-80 (trad. cast.: La disputa del positivismo en la sociologia alemana, Grijalbo,
Barcelona, 1973); Jürgen Habermas, Technik und Wissenschaft als «Ideologie», Suhr-
kamp, Frankfurt am Main, 1968 (trad. cast.: Ciencia y Técnica como «Ideología», Tec-
nos, Madrid, 1986).
455
456
21. Georg Lukács, «Die Verdinglichung und das Bewusstsein des Proletariats», en
íd., Geschichte und Klassenbewusstsein, en Frühschriften, t. II, Luchterhand, Neuwied/
Berlín, 1968, pp. 257-397 (trad. cast.: Historia y consciencia de clase: Estudios de dialé-
ctica marxista, Grijalbo, México, 1969); acerca de la relevancia del análisis que hizo
Lukács de la cosificación para la Teoría Crítica temprana cfr. Jürgen Habermas, Theorie
des kommunikativen Handelns, t. 1, l. c., Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1981, cap. VI.
22. Max Horkheimer, «Traditionelle und kritische Theorie», l. c.; sobre esta proble-
mática cfr. Axel Honneth, Kritik der Macht, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1986, cap. 1.
23. Theodor W. Adorno, «Ideen zur Musiksoziologie», en íd., Gesammelte Schriften,
t. 16, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1978, pp. 9-23.
457
24. Herbert Marcuse, Triebstruktur und Gesellschaft, l. c., esp. cap VI.
25. Jürgen Habermas, «Technik und Wissenschaft als “Ideologie”», l. c., pp. 48-103;
íd., Theorie des kommunikativen Handelns, t. 2, l. c., cap. VI.
26. Cfr. Pierre Bourdieu / Jean-Claude Passeron, Grundlagen einer Theorie der sym-
bolischen Gewalt, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1973.
458
459
29. Axel Honneth, «Unsichtbarkeit. Über die moralische Epistemologie von Aner-
kennung», en Unsichtbarkeit. Stationen einer Theorie der Intersubjektivität, Suhrkamp,
Frankfurt am Main, 2003.
30. Max Horkheimer, Traditionelle und kritische Theorie, l. c., p. 187.
31. Max Horkheimer, «Autorität und Familie in der Gegenwart», en íd., Kritik der
instrumentellen Vernunft, S. Fischer, Frankfurt am Main, 1967, pp. 269 y ss.; Horkhei-
mer desarrolla el mismo motivo con matices claramente religiosos en íd., «Die verwal-
tete Welt kennt keine Liebe, Gespräch mit Janko Muselin», en íd., Gesammelte Schrif-
ten, t. 7, S. Fischer, Frankfurt am Main, 1985, pp. 358-367.
32. Theodor W. Adorno, Minima Moralia, l. c., aforismos n.os 10 (pp. 39 y ss.), 11
(pp. 40 y ss.), 107 (pp. 313 y ss.), 110 (pp. 322 y ss.).
460
33. Herbert Marcuse, Triebstruktur und Gesellschaft, l. c., cap. IV; cfr. Johànn
P. Arnason, Von Marcuse zu Marx, Luchterhand, Neuwied/Berlín, 1971, esp. cap. V.
34. Jürgen Habermas, Theorie des kommunikativen Handelns, t. 2, l. c., cap. VIII.
35. Cfr. por ej. Anthony Giddens, Modernity and Self-Identity. Self and Society in the
Late Modern Age, Cambridge, 1991, esp. pp. 196 y ss.
461
III
36. En este contexto son de relevancia ya sea estudios que siguen a Max Weber (Wil-
helm Hennis, Max Webers Fragestellung, Tübingen, J.C.B. Mohr / Paul Siebeck 1987) o los
escritos de Cornelius Castoriadis (Gesellschaft als imaginäre Institution, Suhrkamp,
Frankfurt am Main, 1984. Trad. cast.: Cornelius Castoriadis: La institución imaginaria de
la sociedad, 2 vols., Tusquets Editores, Barcelona , 1983 y 1989). Como estudio más re-
ciente cabe mencionar: Luc Boltanski / Eva Chiapello, Le Nouvel Esprit du Capitalisme,
Gallimard, París, 1999 (trad. cast.: El nuevo espíritu del capitalismo, Akal, Madrid, 2002).
37. Cfr. como ejemplo: Judith Butler, Psyche der Macht. Das Subjekt der Unterwer-
fung, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 2001, caps. 2, 3 y 4.
462
38. Cfr. Karl Löwith, Von Hegel zu Nietzsche. Der revolutionäre Bruch im Denken des
19. Jahrhunderts, Meiner, Hamburg, 1978, I Parte, II (trad. cast.: De Hegel a Nietzsche:
La quiebra revolucionaria del pensamiento en el siglo XIX: Marx y Kierkegaard, Sudame-
ricana, Buenos Aires, 1974); Jürgen Habermas, Der philosophische Diskurs der Moder-
ne, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1985, cap. III (trad. cast.: El Discurso filosófico de la
Modernidad: Doce Lecciones, Taurus, Madrid, 1989).
39. Cfr. como ejemplo: Theodor W. Adorno, «Resignation», en íd., Gesammelte Schrif-
ten, 10/2, Suhrkamp, Frankfurt am Main 1977, pp. 794-799.
40. Cfr. Erich Fromm, Arbeiter und Angestellte am Vorabend des Dritten Reiches.
Eine sozialpsychologische Untersuchung, Deutsche Verlags-Anstalt, Stuttgart, 1980.
463
464
465
466
467
51. Jürgen Habermas, «Noch einmal: Zum Verhältnis von Theorie und Praxis» [Otra
vez: Acerca de la relación entre teoría y praxis], en: íd., Wahrheit und Rechtfertigung,
Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1999, pp. 319-333, por ej. p. 332 (trad. cast.: Verdad y
justificación, Trotta, Madrid, 1999).
468
469
470
471
472
473
SECCIÓN I
LOS PARÁMETROS DE LA CRÍTICA
SECCIÓN II
JUSTICIA Y DEMOCRACIA
475
SECCIÓN III
UTOPÍA, MITO Y MODERNIDAD
SECCIÓN IV
PARADOJAS DE LA GLOBALIZACIÓN CAPITALISTA
Y EXCLUSIÓN SOCIAL
SECCIÓN V
PRESENTE Y FUTURO DE LA CRÍTICA FILOSÓFICA Y SOCIAL
476