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Recopilación: Psic. Rebeca Retamales Rojas (Universidad de Alcalá) y Psic. Valeria Sabater
(Universidad de Valencia).
Es muy posible que la teoría del arquetipo de la sombra de Jung nos resulte interesante a nivel
teórico, que tenga su encanto, su esencia metafórica y misticismo. Todos vemos en esta figura la
representación más clásica del tabú, de la maldad y de esa dimensión tenebrosa de la personalidad
humana que siempre suscita un alto interés. Sin embargo, ¿podemos sacar de ella alguna
aplicabilidad práctica en nuestro día a día?
La respuesta es “sí”. Tal y como el padre de la Psicología analítica nos recuerda en libros como
“Arquetipos e inconsciente colectivo”, nuestra tarea en la vida es aceptarnos en plenitud e integrar
“nuestra sombra” en la personalidad para hacerla consciente y trabajar con ella, afrontándola cara
a cara. Descuidarla, permitir que siga en su universo inconsciente puede robarnos el equilibrio y la
oportunidad de ser felices.
No podemos olvidar qué tipo de dinámicas conforman ese concepto al que denominamos sombra:
ahí están nuestros miedos, esos traumas del pasado, las decepciones que nos envenenan, los sueños
no realizados por indecisión y que se convierten en “tiburones frustrados”, navegando en nuestra
personalidad. Si los escondemos, esos demonios internos adquieren mayor ferocidad, y si los
silenciamos, nos acabarán controlando, proyectando sobre los demás, en muchos casos, una imagen
de nosotros mismos que no nos gusta.
Por tanto, no podemos olvidar que nuestro crecimiento personal y nuestro bienestar psicológico
dependerán siempre de nuestra capacidad para sacar a la luz esas sombras. Tras ese acto de valentía
se iniciará un delicado, pero valioso trabajo para sanarnos, para hallar la calma y el bienestar.
Desde el budismo se postula que el ser humano es bueno por naturaleza, así que nuestra sombra
estaría compuesta por todo nuestro historial de aprendizaje y condicionamiento. Sin embargo, no
califiquemos la sombra como algo bueno o malo. En el budismo se habla de acciones afortunadas o
desafortunadas. Así pues, si queremos observar “nuestro lado oscuro”, deberemos aprender a
meditar para observar nuestra mente.
Se trata de una observación sin juicio y sin reprimir ningún pensamiento; observando todo aquello
que atraviese nuestra mente sin juzgarlo. De esta forma, observamos pensamientos e ideas que ni
sabíamos que estaban ahí.
Carl Jung decía: "Nadie se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente su
oscuridad".
Si quieres conocerte más profundamente, observa todo aquello que juzgas en los demás, observa
las situaciones repetitivas en tu vida, mira aquello que crees que nunca harías, todo aquello que
hiciste y de lo cual, posiblemente, ahora te arrepientes; mira aquello valioso que perdiste sin razón
aparente, pero que, sin lugar a dudas, fue por causa tuya. En todo ello encontrarás a tu sombra.
Cuando nos encontramos con algo que nos molesta, ¿te paras y piensas: "Es simplemente una
proyección de mi sombra, voy a mirar dentro de mí, a ver qué puedo aprender de esto"? Creo que
no, ¿verdad? Aunque tendría mucho sentido. Lo que abunda, cuando nos encontramos con algo que
nos molesta es enfadarnos, juzgar, sentirnos mal, tomarlo como algo personal, culpar, manipular o
querer que el otro cambie. Sí, sí... querer que el otro cambie. ¿O no?
El primer paso del encuentro con la sombra se origina en una necesidad de cambio que surge de
una crisis personal. En ese momento, el individuo tiene vivencias de estancamiento, depresión, falta
de sentido de la existencia. Se siente frecuentemente angustiado, aislado o incomprendido. Es el
momento de enfrentarse consigo mismo. De preguntarse qué papel juegan sus actuaciones y su
forma de ser en las dificultades que está viviendo. Esta confrontación es difícil realizarla en soledad,
se necesita la comprensión o empatía con el otro. Un amigo, un profesional de la Psicología, un
grupo pueden ayudar a crear el espacio psicológico adecuado para comenzar el proceso de
transformación. Dentro de este espacio protegido es posible hacer el camino para conectar con los
sentimientos de malestar, de miedo, angustia, culpa etc. Estas condiciones son necesarias para
tomar contacto con vivencias tan poco agradables y establecer una vía de comunicación con el “lado
oscuro” de la psique.
No cabe duda que el encuentro con la sombra es un trabajo individual, enmarcado en una relación
humana significativa; en este sentido la presencia del otro es indispensable. Finalmente, sus efectos
se proyectarán en nuestro entorno más próximo, pero también en el aparentemente más lejano, el
colectivo.