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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

F.C.G. ASAMBLEAS DE DIOS DE VENEZUELA


MINISTERIO NACIONAL DE EDUCACION CRISTIANA
INSTITUTO BIBLICO METROPOLITANO

LOS NOMBRES Y ATRIBUTOS DE DIOS

Autor: César David González Pérez


Tutora: Alexis José Vásquez Rodríguez
Materia: Teología Sistemática I

Caracas, Febrero de 2.021


TABLA DE CONTENIDO

LOS NOMBRES Y ATRIBUTOS DE DIOS ........................................................................ 1

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................. 1

LOS NOMBRES Y ATRIBUTOS DE DIOS ........................................................................ 2

Nombres Atribuidos a Dios en el Antiguo Testamento .................................................... 3

Nombres Atribuidos a Dios en el Nuevo Testamento ..................................................... 13

CONCLUSIONES ............................................................................................................... 18

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................................................. 19


INTRODUCCIÓN

El presente trabajo se realiza como parte de las asignaciones de la Materia


Teología Sistémica I, y tiene su importancia en que los diferentes nombres con que se
conoce a Dios, están relacionados con Sus atributos, que son lo mejor y lo más noble
del conocimiento, porque el nivel de honor alcanzado en cada tipo de conocimiento
tiene que ver con el sujeto a conocer, y el sujeto a conocer en este caso es Dios,
glorificado y exaltado sea, a través de Sus nombres, actos y atributos.

Conocer los nombres de Dios hace que el creyente lo ame y le tema, y ponga su
confianza en Él, y sus acciones sean más sinceras. Esta es la esencia de la felicidad
humana. No hay camino para conocer a Dios excepto conocer Sus atributos
contenidos en Sus bellos nombres, y comprender apropiadamente sus significados.

Conocer los nombres de Dios, entonces, incrementa nuestra fe, y creer en ellos
incluye tres tipos de fe en la unidad absoluta de Dios: la unidad absoluta de Su
señorío divino, la unidad absoluta de Su divina naturaleza, y la unidad absoluta de
Sus divinos nombres y atributos.

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LOS NOMBRES Y ATRIBUTOS DE DIOS

El primer paso para conocer más íntimamente a Dios es estudiar los nombres
bíblicos de la deidad. Estos arrojan luz sobre su personalidad. El papel de los
nombres divinos, Las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos son únicas entre
los documentos religiosos en el sentido de que los nombres de la deidad son
autorrevelados. Filósofos y teólogos no cristianos designan a menudo a Dios según
alguna cualidad central.

Por ejemplo: Paul Tillich le denomina como el “fundamento de todo ser, es


decir, como la fuerza o poder dentro de todas las cosas que les causa existir. Los
nombres bíblicos de Dios, en contraste, revelan progresivamente las facetas del ser y
personalidad divinos; a través de momentos decisivos en la historia de su pueblo.

Los israelitas antiguos daban mucho más significado que nosotros a los nombres
que ponían a sus hijos. Para ellos, un nombre no era una mera etiqueta, sino a
menudo “una expresión de la personalidad, naturaleza o futuro del individuo o al
menos, una declaración por parte de quien se lo ponía, con respecto a lo que esperaba
del que lo recibía.

Los hebreos consideraron que los nombres divinos eran casi equivalentes a la
expresión de la esencia, carácter y personalidad de Dios, y que le manifestaban tal
como él quería ser conocido por sus criaturas. Así que, “todo lo que se puede conocer
acerca de Dios, por virtud de su autorrevelación, la Escritura lo llama “el nombre de
Dios”

Aunque las Escrituras registran varios nombres divinos, hablan también del
nombre de Dios en el singular. Por ejemplo, se usa en el sentido genérico en las
siguientes declaraciones: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano” (Éx.

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20:7), “Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra” (Sal. 8: 1), “En Israel es
grande tu nombre” (Sal. 76: 1), “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá
el justo, y será levantado” (PI. 18:10). En estos ejemplos “el nombre” da a entender
la plena manifestación de Dios en las relaciones con todo su pueblo, o con una sola
persona, de manera que se convierte en sinónimo de Dios.

Puesto que Dios es infinitamente superior a todo lo que es temporal, él se


acomoda al nivel del entendimiento humano revelándose con nombres
antropomórficos. O sea, se derivan de relaciones humanas y terrenales y señalan un
condescendiente acercamiento de Dios al hombre. Por lo tanto, los nombres
principales de Dios en la Biblia proclaman los aspectos de su naturaleza y de su
relación con la humanidad.

NOMBRES ATRIBUIDOS A DIOS EN EL ANTIGUO


TESTAMENTO

En el Antiguo Testamento hay tres nombres atribuidos a Dios. El primer nombre,


“Jehová” o “Yavé”, es el nombre de Dios aplicado sólo al verdadero Dios. El
primer nombre aparece en conexión con la creación en el Génesis 2:4, y el significado
del nombre se define en el Éxodo 3:13-14 como “Yo soy el que soy”, es decir, el
existente por sí mismo, el eterno Dios.

Cuando Moisés se enfrentó al dilema de convencer a los esclavos hebreos para


que lo recibieran como mensajero de Dios, le preguntó su nombre. La forma que
toma la pregunta indica en realidad que busca una descripción de su personalidad, y
no un título (Éxodo 3:11–15). Moisés no estaba preguntando: “¿Cómo te puedo
llamar?”, sino “¿Cuál es tu personalidad, ¿cómo eres?” Dios le respondió: “Yo soy el
que soy”, o “Yo seré el que seré” (v. 14). La forma hebrea ehyé asher ehyé indica
que es y está en acción.

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En la siguiente oración, Dios se identifica como el Dios de Abraham, Isaac y
Jacob, que deberá ser conocido como YHWH. Esta expresión hebrea con cuatro
consonantes es conocida como el “tetragrámmaton”, y en muchas traducciones
aparece traducida como “el Señor”, aunque en realidad, su señorío no es un aspecto
esencial del término. Es más bien una declaración de que Dios es un ser que existe
por sí mismo (el Yo Soy o Yo Seré), que hace que existan todas las cosas, y ha
decidido estar realmente presente en medio de un pueblo que ha llamado para sí.

En los tiempos del Antiguo Testamento, los israelitas pronunciaban este nombre
con libertad. El tercer mandamiento (Éxodo 20:7): “No tomarás el nombre de Jehová
tu Dios en vano”, esto es, no lo usarás de una forma vacía de sentido, o como una
forma de darte importancia, para adquirir prestigio o influencia, originalmente habría
tenido más que ver con la invocación del nombre divino en la fórmula de un
juramento que con el uso de dicho nombre en una maldición.

No obstante, a lo largo de los siglos, los escribas y rabinos desarrollaron una


estrategia para mantener vigente esta estipulación. Inicialmente, los escribas escribían
la palabra hebrea Adonai, “amo”, “señor”, al margen del rollo cada vez que aparecía
YHWH en el texto inspirado de las Escrituras. Por medio de señales escritas, se le
indicaba a todo el que leía en público el rollo que leyera el Adonai que había en la
nota marginal, en lugar de leer el nombre santo en el pasaje bíblico.

La teoría detrás de esto era que no se podía tomar en vano el nombre, si ni


siquiera se pronunciaba. Sin embargo, este mecanismo no estaba a prueba de errores,
y algunos lectores pronunciaban sin darse cuenta el nombre durante la lectura pública
de la Biblia en la sinagoga. Con todo, la gran reverencia que tenían por el texto,
impidió que los escribas y fariseos se decidieran a quitar el nombre hebreo YHWH y
lo reemplazaran por el término inferior Adonai. Algunas Biblias transliteran esta
palabra como “Jehová”, perpetuando de esta forma una expresión que se ha

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convertido en vocablo aceptado, a pesar de tener, como tiene, las consonantes de un
nombre personal y las vocales de un título.

El nombre más común para Dios en el Antiguo Testamento es Elohim, una


palabra que es utilizada tanto para el verdadero Dios como para los dioses del mundo
pagano. Este nombre aparece en el Génesis 1:1. Se ha debatido mucho este nombre,
pero parece incluir la idea de ser el Uno y Fuerte, el Ser que tiene que ser temido y
reverenciado. A causa de estar en una forma plural parece incluir a la Trinidad,
aunque pueda ser usado también en las Personas individuales de la Trinidad.

El tercer nombre de Dios en el Antiguo Testamento es Adonai, que


comúnmente significa “dueño o señor”, y es utilizado, no solamente de Dios como
nuestro Dueño, sino también de los hombres que son amos sobre sus siervos. Con
frecuencia se une a Elohin, como en Génesis 15:2; y cuando es usado así, recarga el
énfasis del hecho de que Dios es nuestro Amo o Señor. Muchas combinaciones de
estos nombres de Dios se encuentran a lo largo del Antiguo Testamento. El más
frecuente es Jehová Elohim, o Adonai Elohim.

A estas combinaciones de los tres primitivos nombres de Dios hay que añadir
muchos otros compuestos y que se encuentran en el Antiguo Testamento como
veremos a continuacion.

Yahvéh Sebaot (Jehová de los ejércitos). La expresión hebrea “ejércitos”


puede referirse a las huestes israelitas, 1 S. 17:45; a los astros, el sol, la luna y en
general todos los elementos del universo, Gn. 2:1; Dt. 4:19; (3) seres celestiales tales
como los ángeles, Job 5:14; 1 R. 22:19. El título se entiende mejor como una
referencia a la soberanía de Dios sobre todos los poderes en el universo.

Yahvéh Jireh (Jehová aparece o proveerá, Gn. 22:14). Cuando Isaac le


preguntó a su padre: “He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el
holocausto?”, Abraham le aseguró a su hijo que Dios proveería de uno (22:7-8).

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Después de ver la mano de Dios proveer un sustituto, el anciano llamó aquel lugar
Yahvéh Jireh, “Jehová proveerá” (Gn. 22:14). El nombre señala la provisión divina
de un sacrificio infinitamente mayor: el de Jesucristo que es el cordero sustituto para
“todo aquel que crea”. A través de los siglos, creyentes en Dios interpretan este título
como una promesa de que él “suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en
gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:19).

Yahvéh Rofka (Jehová tu sanador, Éx. 15:26). En el desierto Dios se reveló


como el sanador de los que le escuchen y obedezcan. Dios sanador aparece en
numerosos textos (Dt. 7:15; 32:39; Jer. 17:14; 30:17; Sal. 41:3-4) y se refiere tanto a
la curación de las enfermedades físicas como al perdón de los pecados y a la
salvación en el pleno sentido del término. Dios provee sanidad, como la madre ama a
sus hijos por inclinación, así Dios sana a su pueblo pues está en su naturaleza sanar.

Yahwé Osenu, “Jehová nuestro Hacedor”, es una declaración de su


capacidad y disposición para tomar las cosas que existen y hacerlas útiles (Salmo
95:6).

Yahvéh Nisi (Jehová es mi bandera o estandarte, Éx. 17:15). Después de la


derrota de Amalec, Moisés edificó un altar, al que puso por nombre “Jehová Nisi”.
Los antiguos emplearon estandartes sobre largos palos para dirigir las tropas en
combate. Así Moisés reconoció que el Señor mismo era su libertador y capitán. Ese
término se relaciona con la malicia de su pueblo. Los creyentes deben luchar contra
sus enemigos espirituales, pero deben recordar también que luchan bajo la bandera
del Señor y en el “poder de su fuerza” (Ef. 6:10-20l). Los términos Yahvéh jirjeh y
Yahvéh nisi técnicamente no son nombres de Dios sino modos de conmemorar
acontecimientos.

Yahvéh tsid'kenu (Jehová, justicia nuestra, Jer. 23:6). Hay dos posibles
explicaciones de este nombre. En este nombre simbólico se resumen todos los bienes

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prometidos para los tiempos mesiánicos. La palabra hebrea traducida por justicia,
incluye las ideas de rectitud y justicia, salvación y liberación. Cf. Is. 9: 7; Miq.5:4.17
Es probable que se refiere a su fidelidad al pacto con su pueblo. La segunda idea tiene
que ver con el actuar de Dios en justicia para colocarnos en una posición correcta con
respecto a sí mismo. Sería profética. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en éln (2 Ca. 5:21 l. Es decir, Dios
nos proveyó la justicia suya por la obra de su Hijo en la cruz, “por él estáis vosotros
en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación,
santificación y redención” (1 Ca. 1:30).

Los eruditos procuran a menudo determinar el significado de los vocablos


estudiando las raíces de ellos en el idioma en El único Dios verdadero: Sus
nombres que se escriben o en otra lengua semejante. Aunque la etimología es una
disciplina valiosa, sus conclusiones por sí mismas no son suficientes para precisar el
significado de los nombres divinos. Es necesario con frecuencia considerar el uso de
cada uno en su contexto.

Todos los pueblos semíticos del antiguo Oriente lo empleaban para identificar la
deidad, y los musulmanes todavía llaman a Dios “Alah”, una forma del antiguo “El”.
Para los hebreos, sin embargo, solo existía un Dios verdadero El Elohí Yisra'e1
“Dios, el Dios de Israel” (Gn. 33:20). Esto lo separaba de los muchos dioses (elohim).
Se cree que este nombre se deriva de un término cuyo significado es “poder”, o
“preeminencia”. El término Elohim es la forma plural de “El”, sin embargo, cuando
se hace referencia a Dios, se usa siempre un verbo singular, el cual nos indica que
Dios es uno. En el idioma hebreo, la forma plural expresa a veces intensidad o
plenitud.

Así que, la palabra “Elohim” indicaría su majestad, poder infinito y excelencia.


Ciertos pensadores cristianos, sin embargo, rechazan la idea de que el nombre
“Elohim” se refiere primordialmente a tales características. Sostienen que indica

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pluralidad en la deidad, algo que apoya la doctrina de la Trinidad. Sin embargo, esto
parece ser un visualizar más que de lo que hay en el término. En las Escrituras los
nombres “El” y “Elohim” pertenecen “a un solo ser, que contiene en sí mismo todos
los pensamientos expresados por los nombres y descripciones bíblicas de Dios”.

Esto incluye la idea de un ser trascendente, moral, infinitamente poderoso que es


la fuente de toda vida y esta depende de él para su existencia. En la Biblia, “elohim”,
como ya dijimos, no se refiere siempre al Ser supremo o dioses de otros pueblos, sino
también a ídolos (Éx. 34:17), a los jueces (Éx. 22:8) ya los ángeles (Sal. 8:5). Eloáh
es sinónimo en forma singular de “Elohim”; se traduce sencillamente como “Dios”. A
menudo, Dios revela aspectos de su personalidad proporcionándonos frases
descriptivas o cláusulas en conjunción con sus diversos nombres.

Los importantes nombres compuestos con “El” son los siguientes: El Shadai
(Dios Todopoderoso u Omnipotente), antiguo título de Dios revelado especialmente a
los patriarcas (Gn. 28:3; 35:11; 48:3; Éx. 6:3) y siempre en relación con la promesa
de una numerosa descendencia. Algunos eruditos creen que el significado primitivo
de este nombre pudo haber sido “Dios de la montaña” en “el sentido simbólico de
inmutabilidad y fortaleza perenne, en contraste con la incapacidad del hombre”.

Sin embargo, es necesario consultar los contextos respectivos para determinar


exactamente lo que el nombre significa. En relación con los patriarcas, es el Dios del
pacto, el “todo suficiente” para cumplir sus promesas (véase Gn. 17:1-2). El libro de
Job usa este título como nombre general de Dios: “El Shadai” es el Dios que
disciplina (5: 17), ha de ser temido (6: 14), es justo (8:3), escucha la oración (8: 5); y
es dador de vida (33:4). Con todo, es poderoso tanto para bendecir como para
devastar.

El Elyón (Dios Altísimo, Gn. 14:22; Nm. 24:16; Dt. 32:8) sugiere su cualidad
como “el exaltado”. Hay una connotación superlativa en el adjetivo “elyón”. En cada

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caso donde ocurre, significa lo más alto de todos o exaltado. Esto es evidente en su
uso en el Salmo 97:9 donde indica la supremacía de Jehová sobre otros dioses. Otros
términos descriptivos que están añadidos al nombre “El” contribuyen a revelar la
naturaleza de Dios. Su atributo de eternidad se destaca en el nombre El Olam, “Dios
eterno” (Gn. 21:33; véase Sal. 90:2); “olam” significa “perpetuo” o “perdurable”. El
papel salvador del Ser supremo se expresa por el nombre Elohim yishenu “Dios
salvación nuestra” (1 Cr. 16:35; Sal. 65:5; 68:19; 79:9).

Ciertos teólogos como Herman Bavinck piensan que es el único “nombre” de la


deidad que incluye toda su revelación es Yahvéh, y que especialmente fue
desplazando poco a poco a los otros primeros nombres, pues en este Dios se reveló
como el Dios de gracia. Siempre se ha considerado que este es el más sagrado y el
más característico de los nombres de Dios, el nombre incomunicable.

Este nombre aparece en la Biblia desde los primeros tiempos y de tal forma que
da a entender que los hombres lo conocían y lo invocaban (véase Gn. 4:26¡ 12:8¡
13:4¡ 26:25). Sin embargo, críticos liberales ponen en tela de juicio el uso de Yahvéh
hasta el tiempo de Moisés. Preguntan, ¿cómo pudo Dios decir: “Yo soy Jehová. Yo
me aparecí a Abraham, a Isaac ya Jacob corno Dios Omnipotente, pero con mi
nombre Jehová no me di a conocer a ellos” (Éx. 6:2-3)? ¿Cómo es que Moisés
preguntó a Dios, “cuál es tu nombre,,? (Éx. 3:13).

La palabra traducida “conocer” en Éxodo 6:2-3, “con mi nombre Jehová no me


di a conocer a ellos”, refiriéndose a los patriarcas, significa más que conocer el
nombre como etiqueta o rótulo. Conocer” en el Antiguo Testamento va, más allá de la
mera posesión de información, hasta el disfrute activo de comunión con la persona
conocida.

La forma de dirigirse a Dios adquiere significado como afirmación de carácter


que tenía el Dios que recibía ese nombre, que es el Redentor y Juez Santo,

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siempre presente entre su pueblo. Dios explica a Moisés el significado de su nombre
personal “Yo soy el que soy” (Éx. 3: 14). Se asocia Yahvéh con el verbo hebreo
hayah que quiere decir “ser”, “existir”. Algunos intérpretes consideran que la frase
explicativa refuerza el significado del vocablo Yahvéh y adquiere mayor intensidad,
de manera que yo soy el que soy equivale a Yo soy el que existe realmente y por sí
mismo, no como los falsos dioses que no son ni pueden nada.

Esto significaría que Dios tiene existencia en sí mismo, es eterno y


autodeterminante. Él es como la zarza que ardía pero no se consumía. También indica
que es legado a su pueblo, cumplirá sus promesas y redimirá a su pueblo. Otros
intérpretes toman en cuenta la situación en la cual Dios se aclara a sí mismo. Motyer
señala: Como palabra, Yahvéh tiene relación con el verbo hebreo “ser”. Este verbo va
más allá de existir, significa más bien “ser activamente presente”. Yahvéh (Éxodo
3:13-16) es el Dios activamente presente en medio de su pueblo. Pero el momento
que escogió para dar a conocer esto fue cuando ellos, como esclavos sin remedio,
necesitaban la redención.

En otras palabras, la idea de “presencia activa” nos dice que Dios está con
nosotros, pero no qué clase de Dios es. Al escoger el momento del éxodo para revelar
el significado de su nombre, se identifica como el Dios que salva a su pueblo y
derrota a sus adversarios. Las promesas divinas que siguen la revelación del nombre
de Dios, parecen confirmar la interpretación: “Yo os sacaré de la aflicción de Egipto
a la tierra del cananeo ... yo extenderé mi mano y heriré a Egipto ... Yo haré que este
pueblo halle gracia a los ojos de los egipcios” (Éx. 3:17,20,21).

Entonces la frase significaría: “Yo soy el que estará siempre con ustedes para
salvarlos”. Desde los encuentros con Moisés en adelante, Yahvéh se revela como el
Salvador de su pueblo. Varias versiones modernas traducen el nombre propio divino
como “el Señor”. En cierta ocasión, Dios proclama su personalidad: ¡Jehová!
¡Jehová! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en

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misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, pero de
ningún modo tendrá por inocente al malvado; que castiga la maldad de los padres en
los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación (Dt. 34:6:-7).

Además de los nombres ya mencionados hay otras designaciones que arrojan luz
sobre la naturaleza y personalidad divinas. El nombre Tsur (roca) ocurre cinco veces
en el cántico de Moisés (Dt. 32:4,15,18,30,31) y también se usa en los Salmos e
Isaías. Es una figura rica que sugiere el papel de Dios como protector de su pueblo,
pues cuando los enemigos atacaban, la gente subía a lugares altos para defenderse. El
nombre Qadhosh (El Santo) aparece en los Salmos y especialmente en Isaías (treinta
y dos veces). Significa tanto la trascendencia del Ser supremo sobre la tierra como su
relación especial con su pueblo. Exalta su majestad, bondad y poder infinitos, que
están por encima de todo lo creado. Por otra parte, realza la condescendencia divina
hacia su pueblo.

El título Anciano de Días (Dn. 7:9), es “un hebraísmo con el que se designa a
una persona de edad y aspecto venerables”. En el contexto de Daniel 7, “se refiere a
Dios, el Juez universal que va a juzgar los reinos de este mundo”.lil El Gibbor
(Dios fuerte o poderoso, Is. 9:6; 32: 18; 42: 13) recalca el poder militar de Dios
(véase Sal. 24:8). El nombre Ebhir (el fuerte o poderoso) se usa en conexión con los
nombres de Israel o de Jacob, corno un título poético (véanse Gn. 49:24; Sal.
132:2,5).

Al huir de la casa de sus amos, la sierva Agar fue hallada por el Ángel de Jehová
y recibió la promesa de un hijo y numerosa descendencia. Fue la ocasión de formular
un nuevo nombre para Dios: El Roi (Dios que me ve, Gn. 16:13). Significa que Dios
ve la aflicción de sus criatu.ras y actúa para ayudarlas. El nombre Qanna (celoso,
Éx. 34: 14) indica que “el intenso amor del Señor hacia su pueblo no tolera una

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lealtad a medias, ni la rivalidad de otros dioses u objetos de culto” (Éx. 20:5).
Debernos amarle y servirle de todo corazón.

Cuando Gedeón fue llamado a ser un libertador en Israel, tuvo temor de morir
porque había visto al ángel de Jehová cara a cara. Pero Dios le aseguró: “La paz sea
contigo”. Entonces Gedeón edificó un altar y lo llamó Yahvéh-Shalom (Jehová es
paz, Jue. 6:24). El término hebreo shalom significa más que paz; incluye también los
aspectos de “seguridad, concordia, prosperidad, bienestar y vida en plenitud”.

El salmista David nos ha dado un nombre divino que habla de confianza y amor
al corazón de todo creyente: Yahvéh roi (Jehová es mi pastor} Sal. 23:1). Todos los
aspectos positivos del pastoreo en el antiguo Oriente Medio se pueden encontrar en el
Señor fiel: guiar, alimentar, defender, cuidar, sanar, adiestrar, corregir y estar
dispuesto a morir en el intento, si es necesario.

El examen de los pasajes bíblicos sugiere que este nombre toma un nuevo
significado: el de reflejar la capacidad de Dios para proteger o destruir, según el
contexto particular, usando términos descriptivos como los que siguen: “El de la
gloria” (Salmo 29:3); “El del conocimiento” (1 Samuel 2:3); “El de la
salvación” (Isaías 12:2); “El de la venganza” (Salmo 94:1); y “El grande y
temible” (Nehemías 1:5; 4:14; 9:32; Daniel 9:4). La forma plural Elohim se
encuentra casi tres mil veces en el Antiguo Testamento, y por lo menos dos mil
trescientas de estas citas se reservan al Dios de Israel (Génesis 1:1; Salmo 68:1).

El último nombre para Dios que se encuentra en el Antiguo Testamento es


Yahvéh-shama (Jehová está, Ez. 48:35). Se emplea como el nombre decisivo de la
ciudad santa que el profeta había descrito} pero su cumplimiento probablemente
espera el descenso del cielo de la Nueva Jerusalén (Ap. 21). La gloria de esta, corno
la de Ezequiel, consiste en la presencia de Dios (21:11,22,23). Esto es la garantía de
que todas las promesas del Señor y los anhelos de su pueblo serán cumplidas

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plenamente. Corno ya hemos dicho, Dios se revela progresivamente por los títulos en
el Antiguo Testamento, cada uno contribuye con alguna faceta de verdad acerca de su
personalidad y gracia.

NOMBRES ATRIBUIDOS A DIOS EN EL NUEVO


TESTAMENTO

En el Nuevo Testamento se encuentran títulos adicionales en donde la Primera


Persona se distingue por “el Padre”, la Segunda como “el Hijo” y la Tercera como
“el Espíritu Santo”. Estos títulos, por supuesto, se encuentran también en el
Antiguo Testamento, pero son más comunes en el Nuevo.

El Nuevo Testamento emplea también nombres divinos para revelar la


personalidad de Dios, pero simplifica el uso, usa pocos y pone menos énfasis en ellos
como indicaciones de su carácter.

Cristo y sus discípulos heredaron la idea de Dios revelada en el Antiguo


Testamento. Aunque dejaron algunos de los conceptos más antropomórficos de este,
presentaron fielmente la noción acerca del Ser divino que había sostenido los
salmistas y los profetas. Todas las ideas más dignas de la deidad que se encuentran en
el Veterotestamento se hallan en el Nuevo, pero sin añadir nuevos atributos.

Muchos de los nombres veterotestamentarios de Dios, continúan en el Nuevo


Testamento pero son simplificados y adaptados al evangelio. Por ejemplo, no se
llama a Dios “el Santo de Israel” o el Dios de una cierta persona corno Jacob o
Abraham. El mensaje de salvación es para toda gente y todas naciones; así que Dios
es el Señor de todos.

El nombre que ocurre con más frecuencia es Theos (Dios, más de mil veces).
Corresponde en general a los nombres El y Elohim y a sus formas compuestas.

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Expresa la deidad esencial, con énfasis sobre su autosuficiencia, autodeterminación y
justicia absoluta. El vocablo griego Kyrios (Señor) es otro nombre que ocurre a
menudo en el Nuevo Testamento. Parece combinar el significado de los dos títulos,
Yahvéh y Adonay, traducidos en la Septuaginta con esta palabra.

En la época de Jesús se usaba para designar al “dueño” o “señor” de esclavos o


propiedades; también corno un término de respeto hacia un superior. Los
emperadores romanos tornaban este título para expresar su dominio absoluto sobre
sus súbditos. Un distintivo del Nuevo Testamento en el uso de los nombres divinos,
es la manera en que el nombre de Jesús es sustituido por el nombre de Dios.

Se aplica Kyrios a Jesús cada vez más. Este mismo declara ser “el Alfa y
Omega, principio y fin ... el Todopoderoso” (Ap. 1:8,11). En la fórmula trinitaria,
Cristo está colocado al mismo nivel que el Padre y el Espíritu, de modo que la
designación tripersonal, “Padre, Hijo y Espíritu Santo”, ha llegado a ser, “el nombre
cristiano de Dios”. El más importante desarrollo de los nombres divinos en el Nuevo
Testamento es la introducción por Jesús del concepto de Dios como Padre, padre
suyo en el sentido único como “unigénito Hijo de Dios” (véase Jn. 5:18), y padre de
todos los creyentes por virtud de haber recibido al Espíritu de adopción (Ro. 8: 15;
véanse Mt. 7:7-11; Lc. 11:13).

Por eso podía decir: “Subo a mi Padre ya vuestro Padre” (Jn. 20:17). Como
Creador y Sustentador de la humanidad, Dios es el padre de todos los hombres. Pero
en el sentido espiritual, sus hijos se limitan a los que no nacen por la naturaleza o
deseos humanos sino porque Dios los ha engendrado. Y esto por medio de creer y
recibir al Verbo encarnado (Jn. 1: 12-13). De gran ayuda en oración es el uso por
Jesús del nombre Abba Padre (MI. 14:36; Lc. 11:2).

Una nota en una Biblia de estudio explica el significado. Abba es “una palabra
usada por los hijos al dirigirse a sus padres, y que equivale a “papá”. Según los

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testimonios existentes, ni en el A.T. ni en el judaísmo se usaba este término tan
familiar para invocar a Dios. En boca de Jesús, expresa una intimidad con él. El
apóstol Pablo extiende su uso a los creyentes en general (Ro. 8:15). En el Antiguo
Testamento, se refiere a veces a Dios como Padre, pero generalmente como expresión
de su señorío y no de un padre cariñoso que se deleita en cuidar a sus hijos, y de
ninguna manera como un padre accesible.

No existe evidencia alguna de que en el judaísmo palestino durante el primer


milenio a.C., algún judío se dirigiera a Dios llamándolo “Padre”. Pero Jesús lo hizo y
empleó la palabra aramea Abba, término tan familiar que la mente judía lo hubiera
considerado irreverente e impensable. Sin embargo, Jesús recoge este concepto y lo
hace parte esencial de la revelación de la naturaleza divina.

A través de su ministerio el Hijo perfecto manifestó el corazón del Padre,


descubriendo ante los ojos de los hombres el deseo redentor que imperaba la
encarnación de su Hijo. Así que la comunidad cristiana comenzó muy pronto a hablar
de Dios como el “Padre de nuestro Señor Jesucristo”.

El centro de interés neotestamentario en los nombres divinos se encuentra en


Jesús de Nazaret, el libertador prometido y exaltado Señor encarnado. A él se le
aplican muchos nombres que reflejan la gloria de su deidad y su papel indispensable
en la salvación.

La autorrevelación de Dios está relacionada con su intención de habitar en medio


de los humanos. Él desea que esta realidad y este esplendor sean conocidos, pero esto
sólo es posible cuando las personas toman en consideración la asombrosa calidad de
su santidad (en la que se incluye todo el peso de sus atributos) y se proponen hacer en
fe y obediencia que esa personalidad se manifesté en ellas.

Los párrafos que siguen se centrarán en los nombres y títulos que hablan más
directamente sobre el único Dios verdadero. Zeós era también el término genérico

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para hablar de los seres divinos, como cuando los malteses dijeron que Pablo era un
dios después de haber sobrevivido a la mordida de la víbora (Hechos 28:6). El
término se puede traducir como “dios”, “dioses” o “Dios”, según el contexto literario,
de manera muy parecida al término hebreo El (Mateo 1:23; 1 Corintios 8:5; Gálatas
4:8). No obstante, el uso de esta palabra griega no significa concesión alguna a la
posibilidad de que existan otros dioses, puesto que el contexto literario no equivale al
contexto espiritual. Dentro de la realidad espiritual, sólo hay un Ser Divino
verdadero: “Sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un
Dios [Zeós]” (1 Corintios 8:4).

El apóstol Pablo resume su propia teología, centrándose en nuestra necesidad de


recibir un favor y una integridad inmerecidos. Así, abre la mayor parte de sus
epístolas con esta declaración en forma de invocación: “Gracia y paz a vosotros, de
Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Romanos 1:7; véanse también 1
Corintios 1:3; 2 Corintios 1:2; Gálatas 1:3; etc.). En la filosofía griega se describe a
los seres divinos como “motores inmóviles”, “la causa de todo ser”, “el ser puro”, “el
alma del mundo” y otras expresiones que indican una distante impersonalidad. Jesús
permaneció firmemente dentro de la revelación del Antiguo Testamento y enseñó que
Dios es personal.

Aunque habló del Dios de Abraham, Isaac y Jacob (Marcos 12:26); del
Señor (Mateo 11:25); del Señor de la mies (Mateo 9:38); del Dios único (Juan
5:44); del Altísimo (Lucas 6:35); del Rey (Mateo 5:35), su título favorito al hablar
de Dios era el de “Padre”, presentado en el Nuevo Testamento griego como patér
(de donde se derivan palabras como “patriarca” y “paternal”).

Encontramos una excepción a esto en Marcos 14:36, donde se retiene abbá, el


término arameo original que era en realidad el que usaba Jesús para dirigirse a Dios.2
Pablo llama a Dios abbá en dos ocasiones: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a
vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abbá, Padre!” (gr. ho patér)

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(Gálatas 4:6). “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos; ¡Abba,
Padre!

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”


(Romanos 8:15–16). Es decir que, en la Iglesia Primitiva, los creyentes judíos
invocarían a Dios llamándolo Abbá, ¡Padre! y los creyentes gentiles clamarían a él
llamándolo Ho Patér, “¡Oh, Padre!”. Al mismo tiempo, el Espíritu estaría
revelándoles que Dios es verdaderamente nuestro Padre. Este término resulta único
por el hecho de que Jesús le dio un calor y una ternura que no se suelen encontrar. No
sólo caracterizaba bien su propia relación con Dios, sino también el tipo de relación
que quería que llegaran a tener sus discípulos.

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CONCLUSIONES

Los nombres dados a Dios en la Biblia tienen una importancia particular.


Cuando Dios daba nombres a las personas, definía quiénes eran, en quiénes se
convertirían, qué harían e incluso lo que pasaría con la nación de Israel. El nombre de
Abram fue cambiado por Abraham que significa “padre de multitud”. El nombre de
Simón fue cambiado por Pedro que significa “roca”.

Cuando se trata del nombre de Dios, los significados de sus nombres tienen una
extraordinaria importancia para nosotros. Dios es tan maravilloso, tan complejo, tan
grande e impresionante, que un solo nombre simplemente no puede describirlo. Es
más, existen cientos de nombres en la Biblia que describen quién es Dios, es por ello
que conocemos los atributos de Dios

Al enfocar nuestros pensamientos en el nombre de Dios, nuestro Señor nos está


enseñando que su nombre significa mucho más que sus títulos; representa todo lo que
es: su carácter, plan y voluntad.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Hoff, Pablo (2005) Teología evangélica. Miami: Editorial Vida.


Joyner, Russell E. (1996) “El Dios unico y verdadero”, en Horton, Stanley M.(ed.)
Teología Sistemática: una perspectiva pentecostal. Miami: Editorial Vida.
Pearlman, Myer (1992) Teología Bblica y Sistemática. Editorial Vida.
Sperry Chafer, Lewis. (2010). Teología Sistemática. Madrid: Editorial Clie.

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