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El sicariato etimológicamente está formado por el latín 

sica, significante que
hace referencia a un puñal de punta muy aguda y filo curvo usando en la
antigua Roma, de allí que el nombre de esa arma se formó a partir
de secare,  que se traduce como “cortar” (Peña Cabrera, A. 2017, p. 141).
Atendiendo al nomen iuris,  ésta es una figura delictiva compleja, en tanto que,
a nivel de criminalización primaria, como acto formal, describe una forma de
homicidio que atañe a por lo menos los tres pilares fundamentales del sistema
penal, esto es, a la Criminología, a la Política Criminal y, de manera
concomitante a la Dogmática penal.

En el mes de julio del 2015, a la alta inseguridad ciudadana, entró en vigencia


el Decreto Legislativo 1181, mismo que incorporó en nuestro cuerpo punitivo el
delito de sicariato como tipo autónomo, añadiendo al Código Penal el mentado
artículo 108 – C. que textualmente señala:

El que mata a otro por orden, encargo o acuerdo, con el propósito de


obtener para sí o para otro un beneficio económico o de cualquier otra
índole, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de
veinticinco años y con inhabilitación establecida en el numeral 6 del
artículo 36, según corresponda. Las mismas penas se imponen a quien
ordena, encarga, acuerda el sicariato o actúa como intermediario. Será
reprimido con pena privativa de libertad de cadena perpetua si la
conducta descrita en el primer párrafo se realiza:
1. Valiéndose de un menor de edad o de otro inimputable para ejecutar
la conducta
2. Para dar cumplimiento a la orden de una organización criminal
3. Cuando en la ejecución intervienen dos o más personas
4. Cuando las víctimas sean dos o más personas
5. Cuando las víctimas estén comprendidas en los artículos 107 primer
párrafo, 108-A y 108-B primer párrafo.

6. Cuando se utilice armas de guerra.”

según Salinas Siccha (2015) “se puede conceptualizar como todo delito de
homicidio cometido por una persona en contra de otra por orden, disposición o
acuerdo de un tercero, todo a cambio de un dinero o bienes de carácter
patrimonial”; desde una perspectiva de lege data, a nuestro entender,
estaremos ante un delito de sicariato toda vez que un ejecutor material se
disponga a eliminar a su congénere por iniciativa de carácter pecuniaria, u otra
con dicha connotación, de un tercero; v. gr. cónyuge que manda a ultimar por
un cuantificable monto de dinero a pareja estimando actos de infidelidad,
comerciante reacio a su desplazamiento laboral que encarga a un sicario
asesinar a su compañero, etcétera.

Líneas atrás se indicó que la incorporación del sicariato al catálogo de delitos


trajo consigo una senda de implicancias tanto teóricas, como funcionales; pues
se cuestiona si el Decreto Legislativo referido significa una verdadera novedad
legislativa orientada a cubrir un vacío punitivo, o simplemente, como refiere
Hurtado Pozo (2015) acarrea confusión en su aplicación, dado que ya existía
una figura que contenía dicha descripción típica bajo la denominación de
“homicidio calificado por lucro”.

Cabe precisar que, anterior a la vigencia del sicariato como delito autónomo en
el Código Penal, la doctrina y jurisprudencia consideraba como una modalidad
del asesinato por lucro al denominado homicidio sicarial, por promesa
remuneratoria o también llamado homicidio asalariado (López Céspedes, 2018,
p. 51), como muestra de ello, el RN 1192-2012 Lima, antes de la entrada en
vigencia del artículo 108 – C, en el caso Abencia Meza f. j. 4, señala que:

                     (…) En lo atinente al homicidio por lucro, este se refiere al


homicidio cometido por orden y cuenta ajena; esto es, al evento punible
deseado por una persona y ejecutado por otra distinta; así, el fin del autor es
lucrar con la vida ajena, (…) el fundamento de dicha agravante está en el
acuerdo infame entre mandante y mandatario, es decir, uno paga para que otro
mate y el autor acepta o recibe la promesa para matar (…)

En ese mismo sentido, Salinas Siccha (2015) al describir el tipo in examine,


refiere que para nuestro sistema jurídico existen hasta dos formas de
verificarse el asesinato por lucro, a saber: por un lado, cuando una persona
actuando por una compensación económica y a pedido de un mandante, da
muerte a su víctima (resáltese la existencia del mandante), y por otro, cuando
el sujeto activo guiado por la obtención de un beneficio patrimonial,
unilateralmente, toma la decisión de segar la vida de su víctima.

Ahora bien, aun cuando la descripción típica del artículo 108 – C es precisa, la
doctrina no es unánime al momento de referirla. En principio, hay quienes
sostienen que existen dos normas penales con el mismo contenido prohibitivo y
con marcos abstractos de penas disímiles; entrando a tallar el artículo 139
inciso 11 de la Constitución que prevé la aplicación de la ley más favorable al
procesado en caso de duda o de conflicto entre leyes penales; y, por otro lado,
los que avalan la figura del sicariato como tipo autónomo ante la presencia de
ciertas particularidades. En la hipótesis que nos ocupa, al propósito de la
segunda posición, la exposición de motivos del decreto en mención realiza una
diferencia, en tanto que el sicariato se configura por la presencia de por lo
menos tres agentes: el que busca al sicario, el sicario y la víctima; y por el
contrario, el homicidio calificado por lucro, se referiría únicamente al móvil que
motiva al sujeto activo dar muerte, directamente, al sujeto pasivo.

Dado el escenario, encontramos autores nacionales como Salinas Siccha


(2015), Hurtado Pozo (2015), Hugo Álvarez (2015), Pérez López (2015);  que
casi uniformemente hacen mención a que actualmente en nuestro sistema
jurídico, tenemos dos artículos del Código Penal que regulan y sancionan con
penas diferentes una misma conducta delictiva. Y que ha entendido de Salinas
Siccha (2005) el buen operador jurídico, aplicando el principio de favorabilidad,
sin mayor explicación seguirá invocando la fórmula del artículo 108 (p. 40).

En segunda posición, Rivas La Madrid (2015) sostiene que si nos encontramos


ante la modalidad de comisión por motivación bilateral, debe de recurrirse al
artículo 108-C del Código Penal, mientras que de encontrarse ante la modalidad
del agente que actúa por una motivación unilateral, debe de ser tipificada la
conducta en el inciso 1 del artículo 108 del Código Penal (p. 182). Posición
parcialmente compartida por Francisco Heydegger (2015), Delgado Castro
(2015), entre otros.

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