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La Herencia de Hermenegildo Sega.
La Herencia de Hermenegildo Sega.
movimientos torcía su cuerpo en afán de desperezarse y de esa manera que las piernas
pensamientos. No fue fácil esperar el atisbo del sol de la mañana. Cada tanto miraba las
tipo de excusas. Con insistencia pensaba que el encuentro sería difícil. Rechazaba la
posibilidad de presentarse y no tener nada para decir. Pensaba que las presentaciones
Todo le indicaba que no podía eludir la situación. Con estos pensamientos llegó
Creyó que visitar sin anunciarse no había sido una buena decisión, aunque ya era
tarde para lamentarse. Al fin de cuentas era solo un trámite y como tal los preámbulos
serian innecesarios.
encontraba con una batería de utensilios que poco servían, pero que había tenido que
por San Fernando; una hilera de casas estilo inglés con techos pizarra a dos aguas y un
Jamás se habían visto, así imaginó que quizás encontraría en su figura alguna
similitud; tenía vagos recuerdos del rostro en aquella vieja foto, convencida estaba de no
Cuando bajó del tren, y descendió las escalinatas recordó que la dirección la
había anotado en un pequeño papel. Lo encontró estrujado y pasó sus dedos en afán de
mujer anciana y de cabellos teñidos de rojo furioso salió por una puerta lateral; llevaba
lentes.
— ¿Me busca? Aquí nadie me conoce. No recibo visitas. ¿Qué viene a cobrar?
—Buena presentación, y se cree que tengo tiempo para adivinar a qué vino.
—Tampoco creo saber a qué vine. Qué más da. Estoy aquí y usted tiene que
escucharme. Hubo una muerte, me buscaron por el padrón electoral; tampoco sabía de
— ¿De modo que yo la tengo que invitar a mi casa para que usted pague sus
a usted y a mí.
— ¿Sólo dejó deudas? Venga. Entre que esto se está poniendo lindo. ¿Sólo
deudas? ¿No habrá algún resto? Podemos arreglarlo ¿Somos hermanas? Qué hermoso.
Siempre deseé tener una hermana. Venga. Entre, con confianza. ¿Una taza de té?