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de Rudolf Laban
Iraitz Lizarraga
DIAGONAL.40 (2015) | Anàlisi i crítica
Uno de los elementos de conexión que existe entre las diferentes disciplinas artísticas es
el espacio. A lo largo de la historia del arte, el espacio ha sido objeto de estudio de
manera recurrente y es a través del espacio que podemos establecer una relación entre
danza y arquitectura: ambas disciplinas son modelos básicos de definición del espacio
presentes en la vida diaria; cada una de ellas inscribe en el espacio su vocabulario, su
expresión y un orden concreto. Danza y arquitectura comparten su visión espacial y su
proceso creativo. Ambas trabajan el espacio como materia prima, se complementan en
su discurso y han acompañado permanentemente a la humanidad desde sus inicios,
debido a la necesidad de alojamiento y significado. En el siguiente artículo, resumiré el
trabajo realizado por Rudolf Laban en torno al espacio en danza y la correspondencia
que podemos encontrar con el tratamiento del espacio arquitectónico.
Rudolf Laban fue instruido en el pensamiento clásico y, tal y como señala Kurt Joos,
[8] fue el Timaeus de Platón la obra que más le influyó en cuanto a la concepción del
espacio se refiere: Platón sostenía la idea de la existencia de una unión fundamental
entre el macrocosmos y el microcosmos, es decir, entre el universo y el ser humano.
Laban también consideró la relación entre la parte y el todo. En el mismo libro, Platón
distinguió cuatro tipos de sólidos geométricamente perfectos. Laban también se interesó
por el estudio de los cristales y consideró el icosaedro la figura mediante la cual el
cuerpo humano puede expresar mejor las relaciones espaciales y proyectar todas las
tensiones posibles. La anatomía humana, la estructura celular y el cosmos se unen y
relacionan en el icosaedro.
Uno de los conceptos fundamentales al hablar del espacio en el caso de Laban es
la kinesfera: se trata de una especie de esfera tridimensional imaginaria que rodea el
cuerpo. Su circunferencia se alcanza con las extremidades del cuerpo estiradas sin
cambiar el punto de apoyo. La esfera se traslada con la persona, la persona nunca sale
de ella, la lleva como caparazón. Dentro de la kinesfera, el cuerpo del bailarín es una
forma claramente delimitada, extendida como superficie, alejada del suelo verticalmente
y en la que se da una clara división entre centro del cuerpo y periferia. La materialidad
del cuerpo y la gravedad están muy presentes en Laban; el cuerpo del bailarín se orienta
por razones físicas según las escalas de la geometría euclidiana y la perspectiva central.
La kinesfera constituye un espacio y una forma de desarrollar la experiencia espacio-
temporal que sirve para la generación del movimiento. El movimiento es arquitectura
viva, gracias al movimiento humano el bailarín traza formas en el espacio.
Dentro de la Kinesfera ocurren los cambios que crean una serie de formas. Laban cita
los siguientes factoresque inciden en dichas formas:
– Dimensión: se toman en cuenta la altura, la anchura y la profundidad. Según estos
factores pueden predominar en el movimiento las siguientes direcciones que forman la
cruz dimensional: hacia arriba/hacia abajo; hacia la derecha/ hacia la izquierda; hacia
delante/hacia detrás.
– Proximidad en relación al cuerpo: se toma en cuenta si el movimiento se da cerca
del centro del cuerpo o lejos del mismo.
– Planos: identifica tres planos en relación a las dimensiones antes citadas:
◦ Plano puerta o plano frontal.
An intensive study of the relationship between the architecture of the human body and
its pathways in space facilitates the finding of harmonious patterns (…).We have to
experience harmony in real bodily-mental participation.[9]
Laban buscaba la armonía del movimiento en el espacio lo cual significa que el cuerpo
coopere con los patrones de la naturaleza en el espacio. En la búsqueda de la armonía,
diseñó las “escalas de movimiento”: la estructura anatómica del cuerpo determina
secuencias de movimientos naturales que unen las diferentes partes del cuerpo
siguiendo una estructura lógica. Las escalas surgen a partir del estudio de las funciones
físicas y mentales incluidas en acciones cotidianas y de la danza. Mediante la selección,
el orden y el establecimiento de relaciones de los movimientos en el espacio, se
consigue la armonía. Laban diseñó varias escalas y las planteaba para el entrenamiento
diario del bailarín; son herramientas válidas para explorar y experimentar la armonía y
también para descubrir la relación e interacción entre el cuerpo y el espacio.