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El yo encarnado y no encarnado.

Todas las personas se consideran ligadas inextricablemente a su cuerpo o en su cuerpo. Lo que se


considera la normalidad es sentir que nuestro cuerpo está vivo y real, y eso nos hace sentirnos
vivos y reales. Pensamos que empezamos a existir cuando nació nuestro cuerpo y que dejaremos
de existir cuando este muera. Esto se denomina como un cuerpo encarnado, pues existe una
conciencia del cuerpo de manera que mente-cuerpo conviven en equilibrio.

Las personas “comunes” pueden llegar a sentirse divorciadas de su cuerpo en momentos de


cansancio o estrés; pero también existen personas que están constantemente en desequilibrio
entre su mente y su cuerpo, estas son personas “no-encarnadas” y pueden hablar de sí mismas
como si no tuviesen cuerpo o no existieran en él.

La encarnación y la no-encarnación podrían llegar a ser dos formas de ser humano, la encarnación
es considerada como normal y saludable, pero también existen teorías que llaman a retraerse del
cuerpo y con esto alcanzar una espiritualidad no encarnada.

El hecho de reconocerse o no en un cuerpo implica criterios de identidad importantes, como que


está bien o mal, la vida, la muerte, la realidad, la irrealidad; desde estás concepciones es que
nacen las relaciones con otros y por tanto la construcción de mundo. Una persona encarnada se
guía a partir del cuerpo, de sus impulsos, deseos, peligros y desde ahí construye un punto de
partida para lograr relacionarse con otros.

Una persona no-encarnada tiene tendencia a rasgos esquizoides, puesto que el hecho de verse
divorciada de su cuerpo hace que este se vea en una constante pugna al intentar encontrar su
identidad. Al no tener el cuerpo como punto de partida, la mente no logra alinearse con el cuerpo
y por ende el individuo estructura otro yo, un “yo falso”, el cual no tiene el punto de partida
sensitivo del cuerpo y por tanto teme a la relación con personas vivas y reales, viéndose preso de
compartir solo con cosas, animales o personas despersonalizas, fantasmas de sus propias
fantasías.

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