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DE ACÁ, DE ESTE LADO


 
 

Guillermo Sergio Alanís Ocaña


 
 
 
 
PERSONAJES:
 
MADRE
HIJA
HIJO
VECINA
 
Poblado de un país subdesarrollado, fronterizo, con una potencia mundial.
Época actual.
 
El escenario presenta el primer cuarto de una humilde casa, semi vacía. Los
muebles no deberán ser más que los necesarios para los juegos escénicos que
se marcan.
En escena aparecen la Madre y la Vecina.)
 
MADRE: Todo va a salir mejor, ya verá.
VECINA: Pos ojalá, tan mal que les ha ido.
MADRE: No podía ser para toda la vida, yo estaba segura que tarde o
temprano las cosas tenían que cambiar, y ya ve.
VECINA: Bueno, pero todavía no hay seguridad.
MADRE: ¿Cómo no? Ya se fue, que es lo más importante; logró pasar según
me dicen, y ya con eso, lo demás viene por sí solo.
VECINA: Pero no a todos les ha ido bien.
MADRE: Usted parece ave de mal agüero, por eso está como está, yo tengo
una fe ciega en mi'jo, él nos sacará de apuros.
VECINA: Dios quiera.
MADRE: ¡Y aunque no quiera, faltaba más!
VECINA: ¿Pero cómo dice eso?
MADRE: Dicen que Dios no puede con los del otro lado por que allá son más
poderosos. Así que mi'jo se fue a un lugar donde ni Dios las puede.
VECINA: No se crea de todo lo que le digan.
MADRE: No me creo, estoy segura; allá por cada jornada le pagan a cada
quien lo que aquí no ganarían en toda una vida.
VECINA: Pos yo no sé, pero como que a mí no se me antoja ir a otro lugar a
trabajar con gente extraña, y que lo hablen en una lengua que sabrá Dios que
te están diciendo y una sin poderse defender.
MADRE: A usted le falta espíritu aventurero, a mí cuando el muchacho me
dijo: "me voy pa'1 otro lado", yo inmediatamente pensé: "esto nos va a sacar
de apuros", le preparé sus cosas, le eché la bendición y listo.
VECINA: Ay, ¡qué miedo!
MADRE: ¿Cuál miedo? Si bien dicen que el que no arriesga no gana; nosotros
arriesgamos, vamos a ganar.
VECINA: Ay sí, qué chiste. ¿Usté qué arriesga? Su hijo el que se fue, ése sí es
el arriesgado.
MADRE: ¿Cómo que yo no? Pos si se me va él, ¿quién me trae el gasto? Si él
era el que me traía el dinero de todos los días, ¿y ahora?
VECINA: ¿Cómo le hace?
MADRE: Pos ahí está el riesgo. ¿Cómo le hago? ¿A ver?
VECINA: Oiga, y sus otros chamacos, ¿qué dicen?
MADRE: La muchacha estaba trabajando de sirvienta en una casa, pero ya la
saqué. Si vamos a tener dinero, ya no quiero que trabaje, y menos de gata.
VECINA: Pero todavía no lo tiene, ¿o ya le mandó algo su hijo?
MADRE: Todavía no, pero no tarda.
VECINA: Pos yo diría que no se atuviera, porque...
MADRE: Oiga, si mi'jo se acaba de ir hace apenas tres meses, tampoco es de
que me mande las miladas de pesos, ya de ya.
VECINA: No tanto, yo nomás decía de algo, aunque sea pa' comer.
MADRE: ¿Algo? ¿Para eso lo mandé al otro lado? Algo me daba aquí, yo no
quiero algo, ¡yo quiero mucho!
VECINA: ¿Y mientras?
MADRE: Dios dirá.
VECINA: ¿Y su otro muchacho?
MADRE: Ahí está dormido en el otro cuarto.
VECINA: ¿Pero no está trabajando?
MADRE: Si es una criatura, apenas tiene dieciséis años, ¿cómo quiere que
trabaje?
VECINA: ¿Y ya no está estudiando tampoco?
MADRE: ¿Pa' qué? Él nació pa' ser rico, y su hermano se va a encargar de
eso.
VECINA: Pos yo no entiendo cómo le ha hecho pa' mantenerse todo este
tiempo; tres meses sin recibir nada.
MADRE: Ya vendí algunas cosillas, al cabo que ya no me iban a servir, como
ya vamos a comprar todo nuevo y mejor, más vale irse deshaciendo de ellas
desde ahorita, y pos que
sirvan para algo, ¿no cree?
VECINA: Con razón como que le veía la casa medio vacía. Ya no tiene el
radio ¿verdad?
MADRE: ¿Pa' qué? Si me voy a comprar uno de esos grandototes que tienen
unas bocinas que ni caben en este cuarto.
VECINA; ¿Desde cuándo lo vendió?
MADRE: Pos ni me acuerdo, hace ya rato.
VECINA: Ay, ¡qué lástima! Entonces se está perdiendo de todas las novelas.
MADRE: Ni crea, al principio me dolió, usté sabe que si alguien oye novelas
soy yo, pero después pensé: "al cabo que una cuando sea rica voy a mandar
pedir a los del radio que me las pasen todas otra vez".
VECINA; ¿De veras? ¡Ay! Mande pedir: La obsesión es mi destino. ¿Se
acuerda? ¡Tan bonita novela!
MADRE: Ya veremos, primero las que me perdí, y después vendrán las
complacencias.
VECINA: A propósito, ¿no va a irse a las fiestas patrias?
MADRE: No.
VECINA: Pero si todos los años va, ¡tan bonito que se pone!
MADRE: Sí, pero ora no puedo. Si llega carta de mi' jo el mayor, ¿quién la
recibe?
VECINA; Pos aquí se la deja el cartero.
MADRE: No ve que trae dinero, luego quién firma.
VECINA: Ay, yo no sé, como a mí no se me ha ido nadie pa'1 otro lado.
MADRE: No. Ni se le irán, si ustedes siempre han sido una bola de miedosos.
VECINA; Oiga no, que mis hijos son muy entrones.
MADRE; Pero muy conformistas.
VECINA: ¿Qué quiere decir eso?
MADRE: Que no quieren mejorar.
VECINA: ¡Ah, no!, de mejorar, sí. Pero aquí, yo no los mando a otra parte.
¿Mis hijos extranjeros? Jamás, aquí nacieron, aquí viven y aquí morirán.
MADRE: Qué poca ambiciosa es usté.
VECINA: No es eso. Sí quiero que mejoren, pero si nacieron aquí, están
obligados a trabajar aquí, para mejorar Lo que es nuestro. ¿No cree?
MADRE: No. Si hay más posibilidades allá, que se vayan allá.
VECINA: Si tan sólo hubiera una seguridad.
MADRE: La hay, allá siempre les va mejor a todos. Mi'jo ni lo pensó dos
veces; vinieron sus amigos una noche por él, alborotaron y arriaron con él, sin
saber pa'onde, por dónde o con quién o con qué, se fueron. Así de simple.
VECINA: No, yo no, yo ahorita me voy con mis gentes a la plaza a las fiestas
patrias, a ver las luces y los cuetes, ¡es bonito!
MADRE: Pa' que se le emborrachen todos.
VECINA: Sí, pero aqui en su casa, no van a dar lástimas a otras partes donde
nomás se andan burlando de ellos.
MADRE: Usté sabe que mi'jo toma muy poco.
VECINA: No importa que tome mucho o no, lo bueno es que tomara aquí, en
su tierra.
MADRE: ¿Sabe qué? Usté y yo nunca nos vamos a entender, así que mejor
ahí le paramos.
VECINA; Como quiera, pero yo digo que debería ir a las fiestas.
MADRE: Que no puedo, ¿no entiende? Váyase usté, que se le va a hacer
tarde.
VECINA: ¿Y sus hijos, no van?
MADRE: No.
VECINA: ¿No? Fíjese, yo me voy con toda la familia, porque usté sabe que
en estas fechas la familia debe estar junta...
MADRE: Vamos a estar juntos y no vamos a ir.
VECINA; ¡Ay pobres! Buena, no importa, yo mañana le platico cómo estuvo
todo, compermisito. (Sale.)
MADRE: Adiós. ¡Vieja metiche! (Entra la hija.)
HIJA: ¿Qué quería la vieja esa?
MADRE; Nomás fisgando pa' ver cómo nos está yendo.
HIJA; Ya se enteró que no tenemos con qué tragar y ahora les va a platicar a
todos.
MADRE: Es una chismosa.
HIJA: Traigo tanta hambre. ¿No hay nada para comer?
MADRE; Yo también, pero será por poco tiempo.
HIJA: ¿Que si no hay nada para comer?
MADRE: ¡No!
HIJA: ¿Y no te  ha escrito mí hermano?
MADRE: ¡El pobre! Ha de tener tanto trabajo, que ni tiempo para escribirnos.
HIJA: Se ha de estar dando la gran vida, mientras nosotras aquí, todas
hambreadas.
MADRE: ¿Y qué querías? Ser rico cuesta, y ora estamos pagando.
HIJA: No debió haberme sacado de la casa donde estaba trabajando, ahí al
menos tenía comida y me pagaban para comprar lo que quisiera.
MADRE: ¿Es que quieres trabajar de criada toda tu vida?
HIJA: Si no hay más, ¿qué puedo hacer?
MADRE: ¡Claro que hay más! Tienes un hermano que ha ido a traer dinero.
¡Mucho! Y tú todavía quieres seguir trabajando de gata.
HIJA: Es que tengo hambre.
MADRE: Pues te aguantas.
HIJA: Usted está tan segura.
MADRE: Mi instinto no me falla.
HIJA: No dudo de su instinto, dudo de mi hermano. ¿Qué tal que una vez que
ya le fue bien, se olvida de nosotros?
MADRE: ¿Por qué dices eso? ¿A poco no los he criado bien? ¿Me harías tú
eso?
HIJA: ¿Cómo cree?
MADRE: Ahí está. Por eso mismo no me pueden traicionar; él sabe que tiene
una madre, una familia que está esperando y no lo creo capaz de olvidarnos.
Hay que darle tiempo.
HIJA: Ojalá que no tarde mucho. Ayer vi en unos aparadores un vestido de lo
más lindo, tan chula que me vería yo con ese vestido. Estoy segura que
conseguiría novio luego luego.
MADRE: Ya verás la de vestidos que nos vamos a comprar.
HIJA: Como la hija de mi patrona, ¡tiene tantos vestidos! En las tardes que me
quedaba sola, jugaba con ellos y me los ponía todos, y me decía: "algún día
todos estos vestidos serán míos". Estaba segura que ella me los tenía que
regalar cuando ya no le sirvieran.
MADRE: Nada de vestidos usados, muy pronto podrás comprarte todos los
que quieras. ¡Y nuevos!
HIJA: Y yo seré la que se los regale a ella cuando ya no me van.
MADRE: Eso. Humíllala, pa' que se le quite, mira que querer conformarnos
con sus trapos viejos.
HIJA: Y yo que ya le había echado el ojo a uno azul con bolitas blancas.
MADRE: Que vas a comprar puros nuevos, ¿no entiendes? Voy a batallar
mucho pa' quitarte esa forma de pensar del pobre. ¡Piensa como rica!
HIJA: Entonces me voy a comprar muchos vestidos azules con bolitas
blancas.
MADRE: ¡Así se habla!
HIJA: Me gustaría que nos cambiáramos de barrio, ¡la gente de por aquí es tan
pobre!
MADRE: ¡Claro! Imagínate, ricos y con esta gente, ni pensarlo.
HIJA: Tendremos una casa tres veces más grande que en la que yo trabajaba,
y muchas, muchas sirvientas.
MADRE: Eso es pensar en grande, ora que escriba tu hermano nos ponemos a
buscar casa luego luego.
HIJA: ¿Y habrá mucha comida?
MADRE: Hasta para hartarse.
HIJA: Qué bueno, porque tengo tanta hambre.
MADRE: Trata de no pensar en eso, así se nos pasará. (Entra el Hijo.) ¿Ya
despertaste?
HIJO: También con los gritos que traen, ¿quién puede dormir? ¿Ya está la
comida?
HIJA: No hay comida.
HIJO: ¿Otra vez? ¿Hasta cuándo vamos a comer?
HIJA: Hasta que a tu querido hermano se le ocurra escribirnos.
HIJO: ¡Ese güey!, si ya la hizo, ya se olvidó de nosotros.
MADRE: No hables así de tu hermano, él será quien nos saque del atolladero.
HIJO: ¿Cuándo?
MADRE: Con calma y nos amanece, verán cómo muy pronto estaremos
riéndonos de cuando teníamos hambre.
HIJO: Sí, mucha risa, tengo hambre y eso con risa no se me quita.
MADRE: Piensa en otra cosa para distraer el estómago.
HIJA: Ponte a trabajar.
HIJO: Ay sí, trabaja tú.
HIJA: Eso estaba haciendo, pero mamá me sacó.
HIJO: Y tú muy obediente, dejaste la chamba, sabiendo que aquí no teníamos
ni un quinto para tragar.
HIJA; ¿Y qué querías que hiciera?
HIJO: Que siguieras trabajando.
HIJA: Y tú aquí de güevón, ¿verdad?
MADRE: ¡Sosiéguense! Estamos todos muy nerviosos por el hambre, pero no
nos dejemos vencer.
HIJO: ¿Cómo se lucha contra el hambre?
HIJA: Trabajando.
MADRE: ¡No! ¡Esperando! Nosotros no tenemos que trabajar, sólo tenemos
que esperar.
HIJO: ¿Cómo se espera sin tener hambre?
MADRE: Ése será nuestro quehacer; debemos encontrar la forma de esperar
sin tener hambre.
HIJO: Comiendo.
HIJA; Pero no hay comida.
MADRE: Tenemos que inventar algo que nos mantenga firmes el tiempo que
dure la espera, que no ha de ser mucho.
HIJA: Mamá, no le entiendo.
HIJO: Yo mejor me voy antes que se vuelvan locas.
HIJA: ¿A dónde vas?
HIJO: Por ahí, ora son las fiestas patrias, seguro que me voy a encontrar a la
raza, y les voy a pedir que me disparen algo de cenar.
MADRE; No puedes salir. ¿Si llegan noticias de tu hermano?
HIJO: ¿El cartero?, ¿de noche?
MADRE: Bueno ¿Qué tal si mandó noticias con alguien y nos viene a buscar
y no estamos?
HIJO: ¿Y quién las estaba invitando? Me voy yo solo. (Silencio.)
MADRE: Hijo, no te vayas. No nos dejes solas a tu hermana y a mí.
HIJO: Pues qué escándalo, ¿qué tiene que ver si me voy?
MADRE; Debemos estar unidos, ora más que nunca, en la espera, no
podemos salir.
HIJO: Pero yo quiero ir a la plaza a las fiestas patrias.
MADRE: Las podemos pasar juntos aquí, es que no podemos movernos,
¡óiganme!: las cosas no vienen solas si no las esperamos, y esperar es toda una
ceremonia en la que debemos estar todos, si no, nunca llegará lo que estamos
deseando.
HIJA: No entendí.
MADRE: No importa, tú cállate y quédate aquí.
HIJO: Está bien, ¿y qué se supone que vamos a hacer si me quedo?
MADRE: Muchas cosas, lo que quieras.
HIJO: Mis amigos me echan burlas porque ya no estoy en la escuela, creen
que me salí por burro. Pobre.
HIJA: Pos si es cierto, las dos cosas.
HIJO: ¡Tú cállate!
MADRE: Cuando todo cambie, a ver si a alguno de esos idiotas se le ocurre
volver a llamarte pobre.
HIJA: Pobre no, pero burro sí.
HIJO: Más vale que le vayas parando, ¿eh?
MADRE: Mientras se tenga dinero, no importa si eres inteligente o no, eres
rico, con eso basta.
HIJO: ¿Cómo para cuándo cree que recibiremos el dinero de mi hermano?
MADRE: Estoy segura que muy pronto.
HIJA: Yo no entendí eso de que teníamos que esperar sin hambre y sin comer,
¿pos cómo?
MADRE: Lo que más trabajo cuesta, más se goza, y nuestro trabajo es ése:
esperar.
HIJA: Pos estuvo pior, ora le entendí menos.
MADRE: Podemos ir pensando lo que vamos a hacer ora que seamos ricos.
HIJO: Comprar mucha comida.
MADRE: Todo un restorán, si quieres, pa' ti solito.
HIJA: ¿Y yo puedo entrar a ese restorán, o tengo que comprar otro?
MADRE: Si no te gusta, compras otro.
HIJO: Sí, porque ni creas que te voy a dejar entrar al mío.
HIJA: Ni quien quiera ir, con la. mugre de comida que vas a dar; en cambio,
en mi restorán será pura comida de lo mejor, yo misma escogeré todo.
HIJO: ¡Ya estuvo! Ni loco que voy a comer ahí.
HIJA: No había pensado invitarte.
HIJO: No necesitaba, con mi dinero puedo entrar a pagar lo que quiera.
HIJA: No en mi restorán.
MADRE: ¡Qué suerte la mía! Mis hijos, los dueños de los mejores restoranes
de la región. HIJA: Si quiere puede invitar a la vieja chismosa de al lado a mi
restorán, pa' que se le quite y no ande hablando de que no teníamos ni con qué
comer.
MADRE: ¡Eso es! ¡Qué buena idea! Pero nomás una vez, pa' que vea, porque
mis amigas que son muy ricas no me van a dejar que ande con esa gente.
HIJO: Yo voy a hacer muchos bailes.
HIJA: ¿A los bailes sí me invitas?
HIJO: ¡N'ombre! Estás bien fea, nadie quiere bailar contigo.
HIJA: Mire, mamá... Dígale que ahora soy bonita.
MADRE: Tu hermana es el mejor partido, todos andan por ella.
HIJO: Pues que haga sus propios bailes y nos deje en paz a mi raza y a mí.
HIJA: No los voy a invitar a mis bailes nunca.
HIJO: Mejor, cada quien por su lado.
MADRE: (Haciendo ademanes como si estuviese jugando con billetes.)
¡Jamás había visto tantos billetes juntos!
HIJA: (Siguiendo el juego.) Y pensar que fuimos pobres.
HIJO: (También sigue el juego.) Y que pasamos hambre.
MADRE: Esto es vida. Y la vieja zonza de al lado que quería que fuéramos a
la plaza.
HIJO: Las fiestas. ¡Yo quería ir!
HIJA: ¡Y yo!, tantos hombres que van, y los cuetes y las luces y luego cuando
sale él y grita: ¡Por nuestra patria! Y todos entusiasmados gritamos: ¡Viva!
¡Viva!
HIJO: Es una vez al año y no vamos a ir.
MADRE: Ahí va pura gente pobre, nosotros somos ricos.
HIJO: ¿Y qué? Los ricos también tenemos patria; necesitamos gritarle vivas,
si no, ¿con qué derecho podemos seguir viviendo aquí?
HIJA: Tiene razón. ¡Viva la patria!
HIJO: Aquí no, estúpida, hay que ir donde están todos para que se den cuenta
que tenemos respeto por la patria, ahí gritamos, y que nos vean: mientras más
fuerte gritemos, más patriotas vamos a ser.
MADRE: Pero no podemos dejar la casa.
HIJO: Es un deber.
MADRE: Los ricos son patriotas de otra forma; ellos muestran cuánto dinero
tienen y lo que pueden hacer con él.
HIJO: ¿Puedo llegar a ser presidente?
MADRE: ¿Presidente? ¿Por qué no? Rey, si quieres.
HIJA: Mi hermano el presidente. ¿Yo qué vendría siendo?
HIJO: Ya veremos qué puesto te doy para mantenerte ocupada, lo primero es:
¿qué voy a hacer yo?
HIJA: (A la MADRE.) ¿Nos tenemos que arrodillar ante él?
MADRE: Nosotras no, somos parientes, que se hinquen los demás.
HIJO: ¡Ya sé! Vamos a hacer la ceremonia de la Independencia aquí mismo.
MADRE: Buena idea. (Mueven los muebles de tal manera que simulan un
balcón; los tres arriba, de pie viendo hacia abajo.)
HIJO: (Viéndolas a ellas.) Y ustedes ¿qué hacen aquí?
MADRE: Soy la mamá del presidente.
HIJA: Y yo la hermana, somos influyentes.
HIJO: Qué influyentes ni qué ocho cuartos, abajo las dos.
HIJA: Pero ¿por qué?
HIJO: ¿Quién va a ser el pueblo si todos estamos en el balcón?
HIJA: Yo quería estar acá arriba.
HIJO: No. ¿Quién va a oír mi discurso?
MADRE: Pues... si no hay nadie más, nosotras;
HIJO: Tienen qué gritar vivas y aplaudirme mucho, ¿entendieron? (Asienten
con la cabeza.) Órale, bájense de mi balcón y pónganse en la plaza. (Las dos
se bajan.) Y sonriendo, que quiero ver a mi pueblo contento. ¿Listas? Pueden
echar confeti, aplaudir y gritar todo lo que quieran.
HIJA: ¿No va a haber cuetes?
HIJO: No.
HIJA: ¿Por qué no? Siempre hay.
HIJO: Pos ahora no, estamos en austeridad. Bueno, vamos a empezar; ustedes
como que están distraídas platicando, luego entro yo, me ven, aplauden y se
entusiasman mucho. ¡Vamos!
 
Hacen todo lo indicado, él saluda desde el balcón.
 
LAS DOS: ¡Bravo! ¡Viva el presidente! ¡Viva!
 
La HIJA sigue muy emocionada; grita, salta, aplaude, etc. La madre y el Hijo
la observan.
 
HIJO: ¡Ya cállate! (Le avienta algún objeto que encontró cerca.)
HIJA: ¿Por qué me pegas?
HIJO: No me dejas hablar.
HIJA; Tú dijiste que nos entusiasmáramos.
HIJO: Sí, pero no tanto.
HIJA: (A la Madre.) A éste nomás lo nombraron presidente y nos ha dado una
desconocida...
HIJO: Te oí, ya párale o te mando a la cárcel.
HIJA; ¡Ay sí! ¡Inténtalo!
HIJO; Mamá, dígale que se controle porque luego no respondo.
MADRE: Hija, más respeto por el señor presidente.
HIJA: Está bueno, ya que empiece.
HIJO: (Adoptando una pose muy solemne.) Pueblo mío, estamos reunidos aquí
para conmemorar una fecha muy importante.
HIJA: (Acordándose de pronto.) ¡Falta la campana!
HIJO: Mamá, que no me interrumpa.
MADRE: Hija, sosiégate.
HIJA: Pero es que si no hay campana, ¿cómo le vamos a hacer?
MADRE: Es cierto, hijo.
HIJO: (Desesperado.) No hay campana porque la están arreglando, cuando
llegue la hora hacemos así: ¡tan!, ¡tan!, ¡tan! ¿Está bien?
HIJA: Bueno, así sí. ¡Ah! pero tampoco hay bandera.
HIJO: Mamá, ¿me quieres pasar el mantel de esa mesa? (La Madre quita el
mantel y se lo da; él lo coloca sobre la "barandilla" del balcón.) ¿Ahora sí?
HIJA: Sí, ya no falta nada.
HIJO: ¿Puedo continuar? '
HIJA: Sí.
HIJO: (Gritando.) ¡Celebramos el aniversario de nuestra Independencia!
(Pausa.) (Por abajo, a las dos.) Aplausos.
LAS DOS: ¡Bravo! ¡Viva! ¡Bravo!
Hijo: ¡Viva nuestra patria!'
LAS DOS: ¡Viva!'
HIJO: ¡Viva la Independencia!
LAS DOS: ¡Viva!
HIJO: ¡Vivan nuestros héroes!
LAS DOS: ¡Vivan!
HIJO: ¡Viva yo!
LAS DOS: ¡Viva! ¡Viva el presidente! ¡Arriba mi hermano!
HIJO: (Recibiendo aplausos, pide calma, ellas se tranquilizan.) Quiero
aprovechar esta solemne ocasión para promulgar las nuevas leyes que serán de
mucha utilidad para todos los ciudadanos; de ahora en adelante, ¡todos serán
ricos!
LAS DOS: ¡Bravo! ¡Viva!
HIJO: En mi pueblo no consentiré que haiga ni gente pobre ni gente más rica
que yo.
LAS DOS: ¡Bravo! ¡Viva!
HIJO: Tengan dinero. ¡Tomen, bola de pobres! (Hace ademanes como si
aventara billetes; las dos se pelean por recogerlos.) ¡Qué espectáculo! (Ríe.)
Ahora vayan a sus casas `destruyan todo rastro de pobreza: muebles, cosas,
que no quede nada, ¡vamos!
LAS DOS: ¡Sí, ¡si!
 
Entusiasmadas empiezan a destruir los muebles de la casa, él baja del balcón
y las sigue animando a destruir  los muebles y objetos que hay en la casa,
todo es grito y confusión, la escena se debe ir manejando en crecendo hasta
llegar a un clímax en el que todos queden estáticos. Entra la Vecina,
abrigada y con velo.
 
VECINA: Buenas... (Los hijos se descongelan, salen del escenario.)
MADRE: (Con la mayor naturalidad posible.) Buenas. ¿Cómo está?
 
Han pasado casi tres meses, su expresión de be notar el cambio de una mujer
que lleva esperanzada se' meses y casi sin comer.
 
VECINA: Bien, y usté ¿cómo amaneció hoy?
MADRE: Ahí, pasándola.
VECINA: Qué, ¿todavía no hay noticias de su hijo?
MADRE: No hay que desesperarse, apenas han pasado seis meses.
VECINA;  Pos como que ya es hora, ¿no?
MADRE: Él sabrá cuándo.
VECINA; (Mientras la MADRE recoge el tiradero de muebles.)No es por
desanimarla, pero pa' mí que éste ya agarró por su cuenta y se olvidó de
ustedes.
MADRE: ¡Imposible!
VECINA; Ni crea, una se entusiasma tanto con sus hijos, pa'que luego éstos
salgan re mulas y nos avienten por ahí, olvidadas en un rincón.
MADRE: Aquí todos mis hijos me dan mi lugar.
VECINA: Es Lo que yo digo en mi casa también, pero no, una ni sabe, a 1'ora
de 1'ora...
MADRE: Yo sé lo que puedo esperar de mis hijos.
VECINA; Pos yo diría que no se atuviera tanto a su hijo del otro lado,
porque...
MADRE; Ése es mi asunto, y yo sabré lo que hago.
VECINA: Ay, perdón. No quise meterme en lo que no me importa, lo que
pasa es que estoy con tanto pendiente por ustedes. ¡Figúrese!, seis meses casi
sin comer, no lo puedo creer.
MADRE: La prueba es que aquí estamos.
VECINA: No sé cómo le hacen, pero eso no se aguanta, no está bien, o comen
a escondidas sin que yo me dé cuenta, o la virgencita les está haciendo un
milagro.
MADRE: Ni una cosa, ni la otra.
VECINA: Pos entonces no puede ser, ¿qué comen, si todo lo que les traigo me
lo desprecian?
MADRE: No es comida de ricos.
VECINA; ¿Cuáles ricos?, ¡por el amor de Dios!, baje de esas nubes y ponga
los pies en la tierra, no son ricos y necesitan comer pa' seguir viviendo.
MADRE: No comeremos hasta no tener la comida que nos merecemos.
VECINA: ¿Qué los ha mantenido vivos durante seis meses?
MADRE: ¡La esperanza!
VECINA: Eso no llena el estómago.
MADRE: Pero sí el espíritu.
VECINA: Eso le toca llenarlo a la virgencita, nuestra santísima patrona, que
hoy es su día, y lo que debería hacer usté y sus hijos es irse inmediatamente al
Santuario a dar gracias por el milagro recibido, y además, a pedir porque le
lleguen noticias del Mojado ése de su hijo, y acabe de una vez por todas con
esta situación tan angustiante.
MADRE: ¿Santuario? ¿Hoy es el día de la Virgen?
VECINA: Hoy. Pero mire nada más, ya no sabe ni en qué día vive, le digo que
no anda bien. ¿No se acuerda que cada año nos íbamos juntas usté y yo a dar
gracias al Santuario, y luego nos quedábamos un rato, viendo la feria; ahí
cenábamos y comprábamos muchas cosas? ¿Ya se le olvidó?
MADRE: Ya no me interesan esas cosas.
VECINA: No diga eso. Hínquese, que ahorita mismo van a rezar un rosario.
MADRE: ¡No, aquí no!
VECINA: Pos entonces nos vamos al Santuario.
MADRE: ¿Y si llega carta de mi'jo?
VECINA: No va a llegar.
MADRE: Claro que va a llegar.
VECINA: Pero no ahora, ándele, vámonos.
MADRE: ¡No! No me puedo mover de aquí.
VECINA: ¡Dios mío! Usté está muy mala, ahorita voy a traer un doctor.
MADRE: ¡Ni se le ocurra!
VLCINA: Pero es que...
MADRE: Me siento muy bien, lo único que necesito es que se vaya y me deje
tranquila.
VECINA: ¿Yo?, pero...
MADRE: Haga lo que le digo.
VECINA: Nunca me perdonaré si algo malo les pasa.
MADRE: Me pasa algo malo sólo cuando viene usté.
VECINA: ¡Virgen santísima! Ahora mismo voy al Santuario a pedir por
ustedes. (Sale.)
MADRE: Vieja entrometida. (Gritando hacia el otro cuarto.)¡Hija! ¡Hija!
(Entra la Hija, , su expresión igual que la de la Madre.) ¿Dormías?
HIJA: ¿Y qué más se puede hacer?
MADRE: Hay que estar despiertos, alertas para cuando lleguen las noticias.
Falta poco, estoy segura.
 
HIJA: Todos los días nos dice lo mismo: "falta poco", "ya no tarda" y no pasa
nada.
MADRE: Estamos esperando, eso pasa.
HIJA: Seguimos sin comer.
MADRE: Nada puede caernos del cielo así como así, tenemos que merecer lo
que ganemos.
HIJA; ¿Qué hemos hecho para merecer el dinero que nos va a enviar mi
hermano?
MADRE: Esperar.
HIJA: Yo podría entrar de nuevo a trabajar, y mi hermano también, mientras
vengan noticias del otro; así podemos mantenernos.
MADRE: No seas tonta, sería una estupidez darnos por vencidos a mitad del
camino, estamos muy avanzados.
HIJA: Pues yo ya no aguanto esta hambre, y usted no hace nada por
quitármela. Tengo que ver por mí misma. (Se dirige a la salida.) Voy a buscar
trabajo.
MADRE; (Interponiéndose.) ¿A dónde crees que vas? De aquí no sales.
HIJA; Mamá, por favor, déjeme salir.
MADRE: No sales, y quítate esa idea de trabajar.
HIJA; Tengo ganas de salir, quiero ir al Santuario.
MADRE: ¿A qué?
HIJA: Hoy es el día de la Virgen, todos los años vamos.
MADRE; Esta vez no.
HIJA: Eso es pecado, ¡mamá!
MADRE: Luego te confiesas, al cabo que con la confesión todo se perdona.
Reza aquí si quieres.
HIJA: No es lo mismo, en el Santuario es otro ambiente.
MADRE; La Virgen es la misma aquí y en todo lugar.
HIJA: Pero no es igual.
MADRE: Claro, allá no vas a rezar, nomás vas a ver pelados.
HIJA: ¡Mamá!
MADRE: Si te tengo bien vigilada, ¿creías que no me daba cuenta? ¿Cómo les
pasabas cerca para rozarles con la mano? Y cuando estábamos paradas atrás,
dejabas que se te acercaran, sin moverte, esperándolos, según tú muy atenta en
misa, ¡y nada! Sólo pensando a ver quién más se te acercaba.
HIJA: Mamá, no diga eso, ¡no es cierto!
MADRE: No me digas que no es cierto, siempre te vi, a una madre no se le
puede engañar.
HIJA: ¿Y por qué nunca dijo nada?
MADRE: Pa' ver si alguien te embarazaba.
HIJA: ¿Qué?
MADRE: Mírate, eres una mujer muy fea, así al menos lo podíamos obligar a
que se casara contigo. ¿Y me iba a meter yo pa' que lo ligaras al pelado?
HIJA: ¡Cállese!
MADRE: La verdad es que saliste a tu padre: fea y güila.
HIJA: ¡Quiero salir!
MADRE: Y con lo fea que eres ¿todavía quieres salir?
HIJA: ¡Me voy a matar! (Intenta salir al otro cuarto.)
MADRE: Tú no vas a hacer nada. ¿Oíste? (La jala de un brazo.)
HIJA: ¡Suélteme! Me lastima.
MADRE: Aquí, sentada. (La sienta a fuerza en una silla.)
HIJA: Nunca me habían insultado tanto.
MADRE: (Cariñosa.) Vamos, hija, alguien tenía que decírtelo, y qué mejor
que tu mamá.
HIJA: Ya no quiero vivir.
MADRE: No seas tonta, ahora que seamos ricos, tendrás muchos
pretendientes.
HIJA: ¿De veras?
MADRE: No dudes de mí, sólo hasta que yo te diga.
HIJA: ¿Y no vamos a ir al Santuario? Aunque sea a la feria...
MADRE: No podemos.
HIJA: Primero uno y luego otro, para que alguien se quede siempre aquí.
MADRE: He dicho que no, ¡y basta! (Entra el Hijo.)
HIJO: ¿Todavía no están listas para ir al Santuario?
MADRE: No vamos a ir.
hijo: No empiece con sus cosas, mamá, esta vez yo quiero ir y usted no me lo
va a impedir.
MADRE: Lo siento mucho, hijo, pero es que...
HIJO: No dé excusas, llevamos encerrados aquí más de seis meses, esperando
que al baboso de mi hermano se le ocurra escribir.
MADRE: Es el acto de...
HIJO: No me hable de actos y ceremonias cuando no ha sido capaz de darnos
de tragar, no tiene derecho a mantenernos aquí encerrados...
MADRE: No le hables así a tu madre.
HIJO: Pues no trate así a sus hijos.
MADRE: Es por el bien de ustedes.
HIJO: Deje que nosotros mismos nos procuremos nuestro bien. Voy a salir al
Santuario, como todos los años, a rezarle a la Virgen primero, y después a
ponerme un cuete como nunca.
HIJA: ¿Con las bolsas vacías?
HIJO: Mis cuates me pagan.
HIJA: ¿Tus cuates? Hace más de seis meses que no ves a nadie, ¿crees que
alguno de ellos te seguirá llamando cuate? ¿Que después de haberlos
abandonado tanto tiempo, van a estar ahí esperándote a que a ti se te ocurra
hablarles? ¿No te has dado cuenta? ¡Ya no tienes cuates!
 (Recapacitando.) Por su culpa, mamá.
MADRE: Mejor, hay que irlos cortando de una vez, recuerda  que muy pronto
tendrás otra clase de amigos.
HIJO: ¡No me importa! ¡Quiero salir! ¡Quiero comer! ¡Quiero ver gente!
MADRE: Aquí estamos nosotras.
HIJO: Ya me cansaron ustedes.
HIJA: A mí también.
MADRE: Pos inventen más gente, porque de aquí no sale nadie.
HIJO: ¡Yo me voy! (Pretende salir.)
MADRE: Tú to que necesitas es esto. (Lo intercepta y le da una cachetada.)
¡Toma, infeliz! (El Hijo asombrado, se sienta.) No permitiré que por sus
caprichos me echen a perder todo mi
trabajo, ¿entendieron? (Los dos callados y asustados asienten con la cabeza.)
Así está mejor, que no vuelva pasar... Y ahora, ¿qué quieren hacer?
HIJO: Yo quiero tragar.
MADRE: Ya tienen un restorán cada uno, piensa otra cosa.
HIJA: Yo me quiero divertir en la feria del Santuario.
MADRE: No está bien que una muchacha rica como tú ande por esos lugares.
HIJA: Pero a mí me gusta, o ¿de qué manera veneran a la virgen los ricos?
MADRE: Los ricos no la veneran, ¡la compran!
HIJA:¡Ya sé! Voy a poner un puesto de tiro al blanco en la feria.
HIJO: Mejor es vender comida.
HIJA: Toda la feria será mía.
HIJO: ¿Y si mejor compro el Santuario?
MADRE: El dinero lo puede todo.
HIJA: ¿Y para qué quieres el Santuario?
HIJO: Para cobrarles el alquiler a todos los de la feria. Te imaginas lo que
sacaría? Además con las limosnas... ¡Si poner un Santuario es todo un
negocio!
MADRE: ¿No te gustaría ser cura mi'jito?
HIJO: ¿Cura? Nunca lo había pensado.
MADRE: Siempre quise tener un hijo cura; decir "Mi'jo el cura" no lo dice
cualquiera.
HIJO: No es mala idea. ¿Cómo me vería yo de sotana?
 
MADRE toma el mantel y se lo enreda en el cuerpo a manera de sotana.
 
MADRE: ¡Qué bien te ves!
HIJA: Mi hermano, el Padre. ¡Danos la bendición!
MADRE: Sí, dánosla.
HIJO: No puedo, no sé si están en pecado o no.
HIJA: Pero tú nos puedes confesar.
MADRE: Confiésame, hijo.
HIJO: No me llames hijo, hija.
MADRE: Perdón, Padre.
HIJA: Mamá es la hija de su hijo. (Riéndose.)
HIJO: No te rías, que esto es muy serio. (Ella se calla.)Antes de confesarlas,
depositen su limosna, les suplico que generosas, el templo tiene muchos
gastos y yo no puedo solo. El cielo se los premiará. (Las dos simulan
depositar una limosna y pasan a arrodillarse. Él se sienta en la silla.) Que
pase la primera. (Se acerca la madre y se hinca a su lado.) ¿Hace cuánto que
no te confiesas?
MADRE: No recuerdo, hace mucho.
HIJO: ¿Has comulgado sin confesarte? (Ella asiente.) Eso es pecado. ¿Por qué
lo hiciste?
MADRE: Iba con mi vecina, ella comulgaba y yo, pos tenía que hacerlo
también, no podía decide que no me había confesado.
HIJO: ¿Por qué no te habías confesado?
MADRE: Por mis pecados... me daba vergüenza.
HIJO: Dímelos.
MADRE: Acúsome, padre, de haber sido una mala esposa y una mala madre.
HIJO: Te escucho.
MADRE: Mi viejo me abandonó hace tiempo, era un borracho y un
mujeriego, y yo... yo no lo podia aguantar, una vez le reclamé y trató de
pegarme, fue cuando le pedí que se largara; después me arrepentí. No quería
estar sola con mis hijos, además, fue cuando me di cuenta que tenía otra vieja
más joven y buena que yo... y entonces pensé hacerle un mal, y le pagué a una
mujer pa' que le hiciera un trabajo.
HIJO: ¿Y qué pasó?
MADRE: No sé que enfermedá rara le vino a la mujer, pero todavía está tirada
en la cama, como podrida por dentro; él ha batallado mucho, pos parece que sí
la quiere y todo este tiempo no la ha dejado, y a mí me da más coraje, porque
nunca volvió a visitarnos, ni siquiera me pasó nada, lo único que logré quitarle
fue esta casita, tan pobre.
HIJO: ¿Por qué te acusas también de ser mala madre?
MADRE: Quiero que mis hijos sean lo que yo no fui, quiero que todo lo que
hagan sea para mí, sin importarme lo que ellos quieran.
HIJO: Eres mala, mujer.
MADRE: Por eso me confieso, quiero el perdón, para estar más tranquila.
HIJO: La penitencia será muy grande: oirás misa todos los días.
MADRE; No puedo salir de mi casa.
HIJO: Esa es la penitencia, y si quieres el perdón habrás de cumplirla.
MADRE: No me perdones entonces, seguiré cargando con mis culpas hasta
mi muerte.
HIJA: (Después de haber escuchado la confesión.) No se preocupe, mamá.
Acuérdese que tenemos un cura en casa, ahí que le diga misa todos los días.
MADRE: Es cierto, mi' jo el cura.
HIJO: (A la hija) ¿Por qué estás oyendo lo que no te importa? ¿No sabes que
es pecado oír la confesión de otra persona?
HIJA: Al cabo que ahorita me voy a confesar.
MADRE: (Al hijo.) ¿Ya fue todo? ¿Me puedo levantar?
HIJO: Está bien, yo te absuelvo. (Le da la bendición; es evidente que no sabe
darla.) La que sigue. (La madre se para y se retira, la hija se hinca frente a
él.) ¡Ave Maria!
HIJA: Ruega por nosotros.
HIJO: ¡Tonta! Así no se dice. Bueno, dime tus pecados.
HIJA: He desobedecido a mi mamá, me peleo muy seguido con mi hermano,
hace como seis meses que no voy a misa, ¡ah!, y acabo de oír la confesión
ajena.
HIJO: ¿No has tenido malos pensamientos?
HIJA: ¿Ésos también los tengo que decir?
HIJO: ¡Claro! Se peca de obra y pensamiento.
HIJA: ¡Híjole! Entonces sí tengo muchos pecados.
HIJO: Ve diciéndomelos.
HIJA: Es que... muy seguido pienso en los hombres.
HIJO: ¿Qué piensas de ellos?
HIJA: Muchas cosas, que se me acercan, y que... me tocan, y que... me
hacen... cosas.
HIJO: ¿Qué cosas?
HIJA: Usted sabe, no le puedo decir todo.
HIJO: ¡Dímelo!
HIJA: Pues... que me quitan la ropa y me acarician y...
HIJO: ¿Qué más?
HIJA: ¡Todo! ¡Que me hacen todo!
HIJO: ¿No puedes reprimir esos pensamientos?
HIJA: Son más fuertes que yo, no lo puedo evitar, tengo seis meses encerrada.
A veces... a veces sueño con... mi hermano, es el único hombre que tengo
cerca.
HIJO: ¿Y que piensas de él?
HIJA: Que se me acerca y... ¡es él! ¡Es él al que deseo!
HIJO: ¡Hermana! (Se pone de pie, se quita el mantel y la abraza fuertemente.)
MADRE: ¿Qué hacen?
HIJO: Déjenos, tenemos que hacerlo. (Los dos acariciándose frenéticamente.)
MADRE: Mis pobres hijos.
HIJO: (Avienta al suelo a la hija y se dispone a saltar sobre ella. Ambos
jadeando, gritando.) Hermana, ¡por fin una mujer!
 
Cuando va a saltar, la escena ha llegado a un nuevo clímax. En un punto
todos quedan congelados. Entra la vecina.
 
VECINA: Buenas... (Los dos hijos se levantan y salen.)
MADRE: Buenas.
 
Ha pasado un año de la partida del hijo mayor. La inanición debe marcarse
fuertemente en la Madre.
 
VECINA: ¿Cómo sigue?
MADRE: Ni mejor ni pior, igual.
VECINA: Pos ora yo soy la que está malita, ando suelta del estómago.
MADRE: Se le ve buen semblante.
VECINA: No, si no estoy mala del semblante, estoy mala de la panza, pero
pos ¿qué le vamos a hacer? Es por tanto tragar.
MADRE: No me hable de eso.
VECINA: Ni crea, la admiro mucho, ya corrí la voz por todos lados y nadie
me quiere creer que ustedes llevan más de un año sin comer. ¡Son unos
santos!, digo yo, porque eso no se le puede llamar de otra manera. ¡Es un
milagro!
MADRE: Ya no sabemos lo que es comer.
VECINA: ¡Ay, pobres!
MADRE: Es como una purificación.
VECINA: Yo el otro día me la quise pasar así sin comer, pero en la tarde, ya
nomás empezó a parpadear, y el gruñidero de tripas, no me aguanté. No, dije,
éstos son unos santos. ¿Cómo le harán? ¡Sólo Dios!
MADRE: La esperanza nos mantiene.
VECINA: ¿Y su hijo? Ya ni pa' qué pensar en él, ¿verdá?
MADRE: Es por él que seguimos así.
VECINA: Pos yo digo que ya ni vale la pena esperar. ¿Pa' qué quiere a ése?
Hágame caso, si les hacemos propaganda viene mucha gente y les cobramos
pa' que entren a verlos: el milagro viviente: se nos llenaría todo esto, déjeme
hacerlo, le digo que es un buen negocio.
MADRE: No estamos así pa' que nos vean, no me interesa.
VECINA: Entonces aunque no haga yo el negocio, ustedes mismos cobran, y
yo me conformo con vender tacos y tostadas allá afuera.
MADRE: Usté quiere sacar provecho de nosotros.
VECINA: ¿Cómo cree? ¿Quién se ha apurado por ustedes todo este tiempo?
¡Yo! ¿Quién les vino a traer la comida al principio? ¡Yo! Pa' que luego nunca
me la aceptaran.
MADRE: Ahí está, usté quería que comiéramos.
VECINA: ¿Y yo cómo iba a saber que estaban preparando un milagro?
MADRE: ¿Cuál milagro? Cualquiera puede hacerlo, sólo tiene que creer en lo
que espera.
VECINA: ¿Y no se le antoja así de pronto una comida bien rica?
MADRE: Me da asco la comida, y usté también, que nomás: viene de fisgona
pa' ver si ya estamos muertos o seguimos vivos.
VECINA: No diga eso, vengo porque me preocupan en serio, pero si quiere,
hablemos de otra cosa pa' que no se enoje. ¿Ya sabe qué día es mañana? (La
madre niega.) ¡Es el día de las madres!
MADRE: ¿Mañana?
VECINA: Estoy emocionadísima tratando de adivinar qué me van a regalar
mis hijos, ¡el año pasado fue tan bonito Cuatro regalos recibí. Usté ahora
nomás va a recibir dos ¿verdá?, ¡qué lástima! Siempre le daban tres. Pos como
en estas fechas se le fue aquél, ¿verdá? ¿y sí le dejó regalo año pasado? No me
acuerdo...
MADRE: Su regalo fue la promesa de regresar con mucho dinero.
VECINA: ¡Ay, no! Yo por eso les digo a mis hijos: a mí no anden con
promesas de regalo, yo quiero ver el bulto envuelto con moño y todo. Oiga ¿y
qué cree que le van a regalar los dos que le quedan?
MADRE: Su cariño.
VECINA: Uy, no. Ése se lo tienen que dar como quiera, el regalo es aparte.
MADRE: No me interesan regalos, estoy bien así.
VECINA: Si bien que se animaba cuando le traían sus regalotes.
MADRE: Pero ahora todo ha cambiado, ¡no se da cuenta que no soy la
misma?
VECINA: Pos sí, la veo más flaca, pero...
MADRE: No sólo es el cuerpo, es todo. Cuando viene usté me pone enferma.
VECINA: Si ya decía yo que no la veía bien, ¿quiere que le traiga algo de
comer, o que le llame al doctor?
MADRE: ¡Váyase! Quiero estar sola.
VECINA: Le traeré a un cura.
MADRE: No lo necesitamos, ¡váyase ya!
VECINA: Dios mío, ¿cuánto durará esto? (Sale.)t
MADRE: ¿Cuánto? Eso mismo me digo yo, eso mismo me preguntan mis
hijos: ¿cuánto? No me quedes mal mi'jo, puse todas mis esperanzas en ti, y de
paso, me llevé a mis hijos, nomás por esperar tu regreso y el cambio, el gran
cambio que nos ibas a traer. Mira cómo estamos y lo que dejamos de hacer
por ti, sólo por ti, ¿y nos vas a olvidar? Ahora no estoy tan segura, por primera
vez estoy pensando que ya no vas a venir y que nos has condenado a seguir
siendo pobres siempre. Y ora pior; no trabajamos, no estudiamos, no
comemos, no salimos... Si tú no vienes, ¿qué vamos a hacer? (Entra el Hijo.)
Tienes que regresar, y !pronto!
HIJO: ¿Con quién está hablando, mamá?
MADRE: (Sorprendida.) ¿Eh? No, nada, conmigo misma.
HIJO: A mí también la debilidad me hace decir estupideces.
MADRE: ¿Qué hacías?
HIJO: Vagar
MADRE: ¿Saliste de la casa?
HIJO: Vagaba en mi mente... los ladrillos de mi cuarto se están derritiendo.
MADRE: Ya compraremos otros.
HIJO: Es el calor, la espera me da tanto calor...
MADRE; Pronto acabará, ya me comuniqué con tu hermano
HIJO: ¿Le escribió?
MADRE: No, mentalmente, y me dice que muy pronto nos sacará de esta
situación.
HIJO: Usté está más alucinada que yo; no me explico cómo hemos aguantado
todo un año y sin comer.
MADRE: Es la fe la que nos mantiene unidos.
HIJO: Es usté la que nos tiene amarrados. (Se oye un grito afuera. La hija
entra corriendo, asustada, en las mismas condiciones de alucinamiento que
los demás.)
HIJA: ¡Ay! Se está cayendo el cielo y nadie hace nada por levantarlo.
MADRE: Déjalo que se caiga, al cabo que nadie se lo merecía.
HIJA: ¿Y las estrellas?
MADRE: Que brillen las que quedan, si es que todavía pueden.
HIJA: Si ya no hay cielo, ¿qué más puedo esperar?
MADRE: ¡Dinero! ¡Dinero! ¡Dinero!
HIJA: (En un grito desgarrador.) ¡Noooo! ¿Para qué lo quiero si ya no sé ni
lo que es comer? ¡Ya no tengo amigos, ya no tengo nada!
MADRE: El dinero nos lo va a dar todo.
HIJA: Yo todavía no lo tengo y ya me quitó lo poco que tenía.
MADRE: Pos bonita cosa. ¿Así es como me tratan, justo vísperas del día de
las madres? Yo que le presumía a la babosa de al lado que su cariño era el
mejor regalo, ¿y salen con esto?
HIJO: ¡Usté no merece ser madre!
MADRE: ¡Infeliz! ¿Cómo te atreves...? (De una cachetada lo tumba.) Más
respeto para tu madre. (Lo sigue golpeando en e! piso mientras él trata de
cubrirse.) ¡Malnacido ¡Desgraciado!
HIJO: ¡No! ¡Déjeme! ¡Suélteme!
 
Él, tirado en el suelo, ella lo toma en su regazo y lo sigue cacheteando con
furia. pronto sus cachetadas se tornan en caricias. Él sollozando, ella
cariñosa.
 
MADRE: Hijo mío.
 
Lo abraza, lo besa, lloran juntos.
HIJA: No le voy a regalar nada mañana, mamá, no tengo qué comprarle.
MADRE; Después me lo repones. (Se levanta.)
HIJO: Yo aunque no sea rico, como quiera le compraré su regalo... cuando
pueda salir de aquí.
MADRE: Te agradezco la intención, de todos modos no podrás salir de aquí,
hasta que seamos ricos.
HIJA; Y todo por el idiota que se le ocurrió irse al otro lado, si nunca se
hubiera movido de aquí.
HIJO: Voy a servir comida gratis en mi restorán.
MADRE: Eso no es negocio.
HIJO: Pensaba en los que van a estar como estamos ahora, a ellos les voy a
mandar la comida gratis a su casa.
HIJA; Yo les voy a contratar un detective pa' que les localice a sus hermanos
en el otro lado y les diga que no se hagan pendejos, que acá tienen gentes que
los está esperando.
HIJO: Tengo que ir pensando en el regalo que le voy a hacer a usté por el día
de las madres.
MADRE: ¡Ay, hijo, no te hubieras molestado!
HIJO: No es ninguna molestia, se merece eso y más. ¿Le gustó la serenata que
le traje?
MADRE; No me dejaron dormir, pero cómo me hicieron recordar mis tiempos
de cuando era una jovencita.
HIJA: ¿Papá nunca le trajo serenata?
MADRE: ¡No! Pero siempre me lo imaginaba que llegaba a la ventana de mi
cuarto y me cantaba.
HIJA: ¿Nunca vino a su ventana?
MADRE: Por ahí cruzó el día que se metió, nomás pa' embarazarme de tu
hermano el mayor, luego a la fuerza nos tuvimos que casar. Pero ¿por qué
estoy hablando de estas cosas? Mejor vengan, miren todo lo que preparé de
comer para festejarme, siéntense. (Los tres se sientan a la mesa, simulando
que están comiendo.) ¡Qué rico está todo!
HIJO: Estamos incompletos, falta mi hermano.
HIJA: Y papá.
MADRE: ¿Pa' qué quieres a ese hombre en esta casa?
HIJA: Cuando era una niña siempre estábamos todos juntos en este día.
MADRE: Tu padre ya no forma parte de esta familia.
HIJA: Falta ver lo que dice él.
MADRE: ¿No te basta con lo que yo digo? ¡Se fue! ¿Se te hace poco? Nos
dejó por otra.
HIJA: La dejó a usté, a nosotros nos quería seguir viendo, pero usté nunca
quiso.
MADRE: Sí, ¡qué fácil! Yo los mantengo y él nomás viene a visitarlos.
HIJO: ¿Nos mantiene? ¿Sin darnos de comer?
MADRE: (Reflexiona, no halla qué decir; por fin suelta una carcajada.) No
me hagan caso, ya ni sé lo que digo, miren toda la comida que tenemos
enfrente. Coman.
HIJA: Si me hubieran dado a escoger, me hubiera ido con papá.
MADRE: Pero no fue así. Estás conmigo y aquí te aguantas. ¡Malagradecida!
HIJA: Posiblemente papá hubiera querido llevarme con él. ¿Sabe mi papá en
qué estado nos tiene? ¿Sabe él que llevamos un año sin comer? (Se dirige al
hijo.) ¿Lo sabe usted, papá? ¡Papá! ¿Por qué nos abandonó?
HIJO: (Transformándose.) Hija, no fue mi culpa, ella me corrió.
MADRE: Diles por qué, ¡tenías otra vieja!
HIJO: No era más que una aventura; cuando tú me corriste, tuve que irme con
ella, no me quedaba otra.
MADRE: Y tus borracheras, ¿también eran una aventura?
HIJO: Una sola vez llegué tomado a la casa y armaste un escándalo tremendo;
los niños lloraban.
HIJA: (Llorando.) No se peleen, me asustan.
 
En la escena siguiente, los actores deberán hacer énfasis en el cambio de
tiempo que se marca en cada parlamento.
 
MADRE: Mira lo que hiciste, has despertado a los niños.
HIJO: Fuiste tú, con tus gritos.
MADRE: Viejo borracho, ¿para eso me casé contigo?
 
La hija para de llorar.
 
HIJO: ¡Me obligaron, no lo olvides!
MADRE: (Pausa.) ¡Poco hombre! ¿Pretendes no cumplir tu promesa, después
que me has dejado embarazada?
HIJO: (Pausa.) Al cabo que sí me caso contigo. (Intentando seducirla.)
¡Ándale!, ¡déjate!
MADRE: ¡Shh! Silencio, que nos pueden oír.
HIJO: Quítate la ropa, te va a gustar. (Se abrazan.)
MADRE: (Separándose.) Voy a tener un hijo.
HIJO: (Pausa.) ¿Otro? ¿Se te hizo poco tener uno para obligarme a que nos
casáramos?
MADRE: (Pausa.) ¡Que no grites! ¿No me oyes?
 
La hija llora de nuevo.
 
HIJO: (Borracho.) Nunca antes te había llegado así, perdóname, mujer.
MADRE: No me hables, ¡lárgate! ¡No te quiero ver!
HIJO: (Sobrio.) Tú me corriste, yo nunca me quise ir.
MADRE; Bonito ejemplo ibas a ser para las criaturas. (A la Hija.) ¡Y tú ya
cállate, que me tienes harta! (Le pega en la boca. La hija se calla.)
HIJO: Nunca le pegues a mis hijos.
MADRE: Yo los voy a volver ricos.
HIJO: Ya me habían dicho que andabas en esas loqueras, pero no lo quería
creer.
MADRE: Ya veremos... cuando vengas de rodillas a pedirme que te ayude
para salvar a la podrida vieja, ésa que tienes.
HIJO: ¿Qué sabes tú de ella?
MADRE; Más de lo que te imaginas.
HIJO: Tú tienes algo que ver con su enfermedad, ¿no?
HIJA: (Transformándose.) Sí. Ella me embrujó.
MADRE: Puerca. ¡Tú me quitaste a mi marido!
HIJA: Él me prefirió a mí, porque soy más mujer que tú.
MADRE; ¿Y qué? No puedes hacer nada, estás embrujada.
HIJA: ¡Maldita! Maldita como esposa y como madre, no mereces ser mujer.
HIJO: (Abrazando a la hija.) No te metas con esa fiera, no vale la pena.
MADRE: ¿Tú me hablas sobre lo que debe ser una mujer? ¿Tú que sólo
serviste para desbaratar mi hogar?
HIJA: Tú nunca tuviste un hogar, no quisiste tenerlo, tus hijos fueron
accidentes.
HIJO: A mí nunca me quisiste, sólo te casaste conmigo por el qué dirán, como
ya estabas embarazada.
HIJA: Por eso lo corriste, alguien debía tener la culpa del fracaso, y tú no
podías serlo.
HIJO; Como no supiste manejar tu hogar sola, quisiste inventar uno nuevo.
HIJA: Primero mandaste lejos al mayor de tus hijos, al culpable de tu
matrimonio.
HIJO: Después encerraste a los demás y ahí los tienes muertos de hambre.
HIJA: ¡Pobres de tus hijos!1
HIJO: Qué bueno que logré escapar de ti.
MADRE: ¡Noooo! (Acorralada.)
HIJA: (Pausa.) Mamá, ¿es verdad todo lo que dicen ellos?
HIJO: (Pausa.) ¿Está usted jugando con nosotros?
MADRE: No, hijos, créanme, es por el bien de ustedes
HIJO: No merece vivir.
HIJA: Ya no puedo soportar más esta situación, hay que hacer algo.
MADRE: No se desesperen.
hijo: Sólo hay una solución.
MADRE: Esperar, esperar, esperar.
HIJO: Acabar con ella.
MADRE: Pero, ¿qué dices? Calma.
HIJO: Sólo con su muerte lograremos liberarnos.
MADRE: ¡Están locos! (Ambos la siguen.) ¡Atrás!, ¡atrás!, no se me acerquen,
lejos. ¡Soy su madre! No lo olviden, hijos, ¡No!, ¡hijos!
 
Los dos la estrangulan lentamente entre gritos victoriosos. Ella muere
sentada en una silla.
 
HIJOS: ¡Libres! ¡Al fin, libres!
 
Se abrazan y salen corriendo. El escenario queda vacío. Un momento
después entra la vecina; observa la habitación.
 
VECINA: ¡Ave María!
 
No obtiene respuesta, entra y descubre a la MADRE en la silla.) ¡Vecina!,
¡Vecina! (La sacude suavemente.
 
MADRE: (Despertándose.) ¿Eh? ¿Qué? ¿Qué pasó?
VECINA: ¿Estaba dormida?
MADRE: ¿Dormida? ¡Ah...! (Suspirando en un alivio.) Yo creo que sí.
VECINA: ¿Cómo le hace pa' dormir en las tardes? Yo por más que le hago la
lucha, no puedo.
MADRE: Es... el cansancio, yo creo.
VECINA: ¡Qué envidia, lo que ha de descansar! (Entra la hija de la calle.)
HIJA: Buenas tardes.
VECINA: Buenas tardes.
MADRE: ¿Cómo te fue ora?
HIJA: Bien.
VECINA: ¿Estás a gusto ahí con la señora que estás trabajando?
HIJA: Sí, me tratan muy bien. Oiga, mamá, ¿no ha llegado mi hermano de la
escuela?
MADRE: Yo creo que no.
HIJA: ¡Qué lata!, quería que me prestara unos pantalones. Bueno, luego se los
pido. Compermiso. (Sale.)
VECINA: ¡Tan chula su hija! Y tan bien que se llevan todos. Oiga, y de su
hijo el mayor, qué ha pasado. ¿Siempre lo va a mandar pa'1 otro lado?
MARE: Tuve un sueño muy raro...
VECINA: ¿No me diga que cree en los sueños?
MARE: ¡No!, lo que pasa es que... Sí, sí lo voy a mandar, total. Todo sea por
mejorar, que se vaya y que Dios nos asista.
VECINA: Que lo asista a él que es el que se va.
MADRE: No, a nosotros, a los que quedamos acá de este lado, que Dios nos
asista...
 
 
FIN

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