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John Wayne Gacy, el payaso asesino.

Amigo, payaso, ser malévolo

Gacy era un buen tipo, muchos lo consideraban como “un vecino modelo”. Atento, amable,
siempre dispuesto a colaborar de forma desinteresada con las asociaciones para la mejora de la
comunidad. Todo un ejemplo de ciudadano, a no ser, claro está, por las decenas de cadáveres que
aparecieron, como el que no quiere la cosa, bajo su casa…

Casado, con dos hijos y homosexual reprimido, a los 26 años intentó abusar de un jovencito al que
maniató. Todavía inexperto en esto de los asesinatos, el jovencito se escapó, lo denunció a la
policía y el bueno de Wayne fue a parar con sus huesos en la cárcel. Lo condenaron a diez años de
prisión, pero al igual que en su vida pública, Gacy fue en recluso modelo y consiguió que a los 18
meses de estar en prisión lo dejaran en libertad. Salió el 18 de junio de 1970.

Tras salir de prisión volvió a sus quehaceres, se reintegró, levantó un negocio próspero que daba
trabajo, como no, a los jovencitos del barrio. Daba fiestas en su jardín multitudinarias a las que
acudían las almas más piadosas de los alrededores, gente de las asociaciones en las que Gacy
trabajaba, como la Defensa Civil de Chicago o los Jaycees, una especie de cámara de comercio para
la juventud, y si todo esto es poco, se enfundaba su disfraz de Pogo, un payaso más terrorífico que
divertido, y acudía en sus ratos libres a entretener a los niños de los hospitales y orfanatos
cercanos. Un buen disfraz sin duda: ¿Quién iba a pensar que tras aquel payaso se escondía un
violador, asesino y maníaco en potencia?

En 1972 se casó de nuevo con una tal Carole Hoff, divorciada y con dos hijas, que pese a conocer el
motivo por el que Gacy fue encarcelado, no le dio más importancia pensando que fue algo
pasajero y que aquel buen hombre no volvería a cometer los mismos errores. Craso error de
Carole, por supuesto, pues ese mismo año, Wayne Gacy cometería su primer asesinato.

Un joven con el que se había acostado en su propia casa, por la mañana, según relató Gacy, lo
encontró con un cuchillo en la mano, pensando que el joven quería robarle, entablaron una lucha
y Gacy lo mató… éste seguro que no lo denunciaba como el anterior.

A Gacy siempre le gustaron los negocios. El padre de su primera mujer era director de zona de las
filiales del Kentucky Fried Chicken, y uno de estos restaurantes fue el primer negocio que dirigió.
Tras varios intentos fallidos, en 1974 creó la empresa de constructores, Painting, Decorating and
Maintenance Contractors, Inc. De nuevo, la particularidad de la empresa es que toda la plantilla
eran jovencitos apuestos. El comentaba que así menos impuestos, aunque la realidad era bien
distinta, pues la verdadera finalidad era usarlos para sus prácticas sexuales. Muchos de estos
trabajadores se convirtieron en sus víctimas y acabaron a un par de palmos bajo el suelo del
sótano de su casa.
John Wayne Gacy no era ningún portento de la belleza, era un tipo más bien gordo y bajo, afable
y, eso sí, con pinta de una muy buena persona. Cuando no se hallaba ocupado en abusar y en
hacer desaparecer a alguno de sus trabajadores, salía de caza. Acudía a lugares de encuentros
homosexuales, donde seleccionaba a sus víctimas. Los llevaba a su casa, donde los maniataba,
torturaba, sodomizaba y al final, estrangulaba.

El sótano de Gacy ya estaba repleto de cadáveres. El buscar un hueco libre para enterrarlos llegó a
convertirse en todo un problema, de modo que comenzó a arrojar cadáveres al cercano rio Des
Plaines.

Ciertamente, a Gacy tampoco parecía preocuparle demasiado la discreción en aquellos tiempos y


nunca fue un lince ocultando sus atrocidades. Los rumores y los dedos acusadores no tardaron en
señalarle cuando comenzó a llevar a casa a sus víctimas a plena luz del día, y más cuando un buen
número de sus empleados habían desaparecido sin dejar rastro.

La desaparición de Robert Piest, su última víctima, fue la que puso a la policía sobre su pista. La
madre de Piest le estuvo esperando el 11 de diciembre de 1978, el día de su cumpleaños, pero
Gacy se anticipó y realizó su macabra celebración. La madre, cuando denunció su desaparición,
dijo que el chico había ido a un aparcamiento a verse con un contratista para un empleo de
verano. Pies trabajaba en un Drugstore y allí informaron a la policía de que Gacy había estado en la
tienda realizando un presupuesto de reformas. Tirando del hilo poco a poco, todo condujo a Gacy.

En su casa encontraron 33 cuerpos y todo un catálogo de efectos personales para identificarlos. El


payaso asesino había conservado trofeos de casi todas sus víctimas, aunque ni tan siquiera
recordaba el nombre de la mayoría. En su desfachatez, incluso llegó a vender el coche de uno de
sus asesinados a un empleado. Nunca se ha sabido a ciencia cierta a cuantas personas mató
Wayne Gacy.

Algunos jóvenes tuvieron la suerte de escapar de la casa de Gacy, quizás porque colaboraron
voluntariamente en los temas sexuales, quizás porque Gacy no tenía ese día en concreto ganas de
matar, incluso uno de ellos, con el que si que lo intentó, escapó y lo denunció a principios de 1978.
Se trataba de Jeff Rignall, de 26 años, había aceptado subir al coche de Gacy y éste lo durmió con
cloroformo en un descuido. Rignall despertó maniatado en el sótano de Gacy. Allí lo violó y lo
volvió a dormir con anestésico en varias ocasiones. Finalmente, no se conocen los motivos, Rignall
despertó en un parque cercano con el hígado destrozado por el cloroformo. Lo denunció a la
policía que, increíblemente, dictaminó que no habían pruebas suficientes para inculpar a Wayne
Gacy sin tan siquiera sospechar ni relacionarlo con las frecuentes desapariciones en la zona en los
últimos años.

El pasado de Gacy coincide con el perfil de la mayoría de psicokillers de la historia. Una familia
desestructurada, un padre alcohólico que maltrataba a todos sus hijos y a su mujer, que incluso
una vez mató de un tiro al perro de John como castigo por algo que había hecho. Según el mismo
Gacy contó, a los cinco años una muchacha había abusado de él y a los ocho años fue un
contratista quien se propasó.

John Wayne Gacy fue un psicópata sin ningún tipo de remordimientos, frio y despiadado y con una
gran capacidad de convicción para hacer creer a todo el mundo lo que querían. Su doble vida fue
el papel de su vida, una actuación perfecta que mantuvo casi indemne hasta que lo atraparon. Fue
ejecutado por inyección letal el 9 de mayo de 1994, sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento
sobre ninguno de sus asesinatos. Sus últimas palabras fueron: «Besadme el culo».

Dos frases en una entrevista en la cárcel retratan muy bien su forma de ver la vida:

-¿Qué está permitido hacer?

–Todo lo que pueda sin ser pillado.

-¿Qué es bueno?

–Todo lo que es bueno para mí.

Gacy pintó una serie de dibujos y cuadros, de factura más bien patética, y como también suele
ocurrir en estos casos, una panda de enfermos que consideran a este tipo como una especie de
héroe místico han llegado a pagar sumas considerables por estas basuras. Portada de algunos de
cd´s de algún grupillo pseudosatánico e inspirador de alguna que otra película de serie B.

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