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Toda la Ciudad Fortaleza estaba en alerta máxima.

Un avión militar aterrizaba en el aeropuerto internacional de Ciudad


Fortaleza.
Cientos de soldados de las fuerzas especiales se alinearon formando filas
ordenadas en el aeropuerto. Todos los soldados vestían el equipo de combate
completo y ninguno de ellos podía apartar sus ojos aduladores del avión que
acababa de aterrizar. En el aire se respiraba una sensación de expectación.

Nataniel Cruz bajó las escaleras del avión después de salir. Sus botas negras
de combate crujían a cada paso que daba.

—¡Atención!
—Saludar, ¡ya!

La voz estridente del oficial atravesó el aire con una nota de autoridad y
disciplina. La tropa levantó su mano derecha al unísono para dar su saludo
mientras lo recibían de forma organizada:

— ¡Bienvenido a Ciudad Fortaleza, Señor!

Era su general, cuyo nombre real era Nataniel Cruz, aunque les gustaba
referirse a él como «Ares del Norte». Esto se debía a que nunca había
perdido
una batalla en su distinguida carrera militar, desde el día en que se incorporó
al
ejército siendo un jovencito. Su historial de los últimos cinco años había sido
asombroso, ya que había conducido a las tropas a varias victorias
importantes
en el norte. Había defendido en repetidas ocasiones las fronteras de los
enemigos invasores. La paz y la prosperidad de las que el país disfrutaba en
la
actualidad se debían a su genio táctico y a su astucia estratégica.

El alto y musculoso físico de Nataniel Cruz lo hacían un hombre atractivo.


Sus
brillantes ojos destellaban como diamantes bajo la deslumbrante luz del sol.
Sin embargo, parecía un poco disgustado. Frunció el ceño y murmuró a
César
Díaz, capitán de la Guardia Nacional:

—¿No te dije que pasaras desapercibido?

—Eso es lo que les he dicho a las autoridades de Ciudad Fortaleza, Señor.


Nunca esperé que hicieran tanto alboroto al respecto —respondió César
avergonzado.
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—Envía a las tropas de vuelta y ordénales que levanten el estado de alerta
roja,
volviendo todo a su curso habitual. También aplica para ti, no necesito que
me

sigas. Tengo mis propios asuntos.

—¡Sí, señor! —César Díaz dio una palmada y saludó.

Nataniel Cruz salió del aeropuerto por su cuenta, solo lo acompañaba por
una
repentina miríada de extrañas emociones que le estrujaban el corazón, lo que
suponía una enorme diferencia con su habitual comportamiento tranquilo.

Cinco años atrás, el dolor del fallecimiento de su madre lo había sumido en


una
borrachera que lo dejó durmiendo en la calle. Una mujer de buen corazón se
apiadó de él y trató de echarle una mano. Pero sus deseos, excitados por la
embriaguez, se apoderaron de él y la obligó a tener relaciones sexuales con
él.
Cuando se despertó, la mujer se había marchado.

Fueron cinco años agotadores para Nataniel, ya que agotó todas las
posibilidades de encontrar a la mujer. Desgraciadamente, todos sus
esfuerzos
fueron en vano. Hasta hacía poco, no había conseguido la información que
buscaba. Sus fuentes le informaron de que se llamaba Penélope Sosa y que
aún no estaba casada. Había dado a luz a una hija, Reyna Sosa, como
resultado
de su aventura de una noche. Le dolía pensar en la espantosa vida que ambas
habían tenido que afrontar en los últimos años.

«Penélope, Reyna, sé que debe haber sido duro para ambas. Ya que sé de
ustedes, les aseguro que a partir de ahora solo habrá alegría y felicidad en
sus
vidas, juró solemnemente. Les daré las maravillosas vidas que ambas se
merecen».

En la sala de juntas de Diva Ltd., Penélope Sosa estaba en medio de una


discusión con su cliente, Darío Alcázar. Penélope iba vestida con un elegante
traje y tenía un porte de negocios, pero era impresionantemente atractiva.

Sin embargo, su rostro estaba lleno de rabia mientras miraba al hombre


gordo y
rollizo que tenía delante.

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—Lo siento, señor Alcázar, pero no puedo atender su petición. No soy de las
que
se entregan solo por un contrato —lo rechazó indignada. Dicho esto, se
levantó
y se dio la vuelta para abandonar la sala de juntas, pero Darío Alcázar
extendió
sus flácidos brazos para impedir que saliera.

—No se enfade, Señorita Sosa. —Sus labios se ensancharon en una sonrisa


nauseabunda, como la de un lobo hambriento que enseña los colmillos—. Lo
único que le pido es que se ponga el último diseño de su empresa, el de
lencería para parejas, así podré hacerme una mejor idea de cómo quedan en
el
cuerpo de una. —Con una mirada lasciva, trató de persuadirla—: Solo será un
pequeño festín para mis ojos, es todo lo que pido. ¿Por qué no los modela
para
mí? Haré un pedido de cincuenta millones inmediatamente si me gusta lo
que
veo. Esa es mi postura, lo toma o lo deja. Y para rematar, le daré una gran
propina de un millón también. ¿Qué le parece?

—¡Por favor, deje de acosarme y muéstreme algo de respeto, Sr. Alcázar!

—¿Respeto para usted? —Darío Alcázar lo gritó a pleno pulmón.

—¿Quién respetaría a alguien como usted después de haber descubierto su


sucio pasado, la querida hija de la Familia Sosa? Todos los miembros de la
clase alta de Ciudad Fortaleza cubrirían su boca y se reirían ante este secreto
a
voces. ¡Deje de fingir que es una mujer virgen, pura e inocente frente a mí!

Un escalofrío recorrió la espalda de Penélope. Su rostro palideció de


inmediato
cuando él sacó a relucir aquel feo incidente. Eso sería el fantasma que la
perseguiría durante el resto de su vida, una vergiienza perpetua que asolaría
para siempre la reputación de la Familia Sosa. La sola mención de ese hecho
era una tortura para ella. Nunca había esperado que Darío lo utilizara para
pisotear su dignidad.

—No tengo ninguna necesidad de explicarle mi vida personal. —Su bello


rostro
se tornó gélido—. Además, he decidido suspender nuestra colaboración
empresarial con usted. No hay nada más que discutir, ¡adiós!

Con los ojos clavados en el seductor cuerpo de Penélope, Darío se negó a


ceder. Dirigió sus ojos hacia las muestras de lencería que había sobre la mesa
y
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amenazó:

—Ninguna mujer puede escapar de mí una vez que tengo mis ojos puestos en
ella, Señorita Sosa. No me culpe por ponerme rudo si insiste en desafiarme.

Sus palabras aún resonaban en sus oídos, Penélope se vio acorralada al
instante por dos guardaespaldas con sonrisas retorcidas en sus rostros.

—¿Qué estás intentando hacer? —Penélope se puso inmediatamente en


alerta.
Su voz estaba llena de rabia y miedo.

—Solo intento divertirme con usted, Señorita Sosa. ¿No sabe lo mucho que la
adoro? —Darío Alcázar esbozó su odiosa y lasciva sonrisa—. Sin embargo,
como eres una mujer tan tonta y obstinada, me temo que tendré que recurrir
a
medios físicos para someterte a mis exigencias.

Una punzada de horror recorrió a Penélope cuando él pronunció esas


palabras,
lo que hizo que su mejilla se estremeciera de miedo. De forma brusca, se
lanzó
hacia la puerta en un intento de escapar. Los dos guardaespaldas la
sostuvieron por las muñecas y la retuvieron.

—¡Ayuda! Que alguien me ayude, por favor —Penélope gritó a todo pulmón.
—Ja, ja, ja, ahorra tu aliento, querida. Elegí esta hora para nuestra reunión
ya

que todo tu personal se fue a casa. —Darío Alcázar esbozó una sonrisa
grotesca—. Puedes gritar todo lo que quieras, nadie vendrá a salvarte.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Penélope mientras se sumía en la


desesperación, sintiéndose como un animal atrapado. Nunca había esperado
que Darío fuera un monstruo tan despiadado.

—Oh, cariño, ¿por qué lloras? Papá está aquí... —Darío se acercó a ella con
una
mueca en su repugnante rostro, al tiempo que la rodeaba con sus brazos,
pues
había sido inmovilizada por sus guardaespaldas.

¡Bang! Un gran estruendo resonó en la sala.

La puerta de la sala de juntas se abrió con tal fuerza que salió volando de su
bisagra y aterrizó con un golpe justo debajo de las narices de Darío Alcázar y
sus hombres, causándoles conmoción y dejándolos con la boca abierta.
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Un hombre entró en la habitación. Su fuerte y delgado cuerpo parecía tan en
forma como el de un atleta profesional, mientras que su aspecto exquisito
parecía ser lo suficientemente bueno como para adornar la portada de las
revistas. Se trataba de Nataniel Cruz.

Penélope se sobresaltó en cuanto vio a Nataniel.


«¡Es éll».

Había contenido sus lágrimas incluso cuando Darío estuvo a punto de abusar
de ella, pero la visión de Nataniel hizo que sus lágrimas brotaran y corrieran
como riachuelos por sus mejillas. Un dolor agudo punzó el corazón de
Nataniel
al ver a Penélope llorar como un bebé, lo que derritió las capas de hielo en su
interior. Cinco años atrás, ella lo había salvado en un encuentro fortuito. Sin
embargo, en su estado de embriaguez, la había tomado por la fuerza y había
tenido relaciones sexuales con ella sin su consentimiento. Durante los
últimos
cinco años, Nataniel no había dejado de buscarla. Su rostro llenaba sus
sueños
cada noche; era sin duda la mujer más inolvidable que había conocido.
Ahora
que se encontraban de nuevo, la inexplicable mirada de sus ojos decía mil
palabras.

La voz de Darío Alcázar les devolvió a los dos la razón.

—¿Quién demonios eres tú? —Sus ojos estaban entrecerrados y llenos de


amenaza mientras evaluaba a Nataniel, quien estaba vestido de civil.

—¡Ven conmigo! —Nataniel le hizo una seña a Penélope con la mirada fija en
ella. No respondió a la pregunta de Darío, ni le dedicó una mirada.

Penélope sacudió la cabeza con fervor. Sus lágrimas caían como cascadas.
Este era el hombre que la violó cinco años atrás y le trajo vergilenza a su
familia mientras la convertía en el hazmerreír de toda la Ciudad Fortaleza.
Su
propia resistencia la sorprendió, sobrevivió a la mordaz diatriba de burlas e
insultos que los demás le lanzaron. Sin embargo, el mismo hombre que
ahora

estaba frente a ella no había mostrado la más mínima compasión ante su


situación. La primera frase que había pronunciado era una orden
condescendiente para que se fuera con él. «¿Por quién me tomas, crees que
soy una esclava?».

Darío Alcázar había estado muy cerca de ponerle las manos encima a
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Penélope, pero la repentina aparición de Nataniel frustró su gran plan. Sus
ojos
se abrieron de par en par mientras su flácida barbilla temblaba de rabia al oír
que Nataniel iba a llevársela con él.

—¡Cómo te atreves a meterte en mis asuntos, estúpido! —gruñó—. ¡Camilo,


Lucas, rómpanle las piernas y asegúrense de que nunca más pueda caminar!

—¡SÍí, jefe!

Los dos imponentes guardaespaldas extendieron sus brazos y se abalanzaron


sobre Nataniel Cruz.

¡Zas!¡Tras!

Nataniel les dio dos patadas firmes y los mandó a volar hacia atrás e hizo que
aterrizaran de forma pesada en el suelo. La fuerza les había roto las costillas
y
les dejó dos enormes hendiduras en el pecho. Ambos cayeron inconscientes.

Tras encargarse de los dos guardaespaldas, Nataniel se dirigió hacia Alcázar


con su fría mirada asesina.

—¿Cómo te atreves? ¿Qué crees que estás haciendo? —Darío trató de poner
un
frente valiente, aunque sabía que había sido completamente dominado por
Nataniel—. ¿No sabes quién soy? Soy Darío Alcázar, el jefe de Grupo
Mingida.
Nadie en toda Ciudad Fortaleza se atreve a tocarme, sabiendo que les daré
una
paliza como me toquen un cabello.

Nataniel se colocó directamente frente a él con una mirada desinteresada.


—¿Ya terminaste de decir estupideces?

Su respuesta asombró a Darío Alcázar, quien tenía la impresión de que todo


el
mundo huiría con miedo al oír su nombre. Pero este tipo parecía
impermeable a
su amenaza. Sin pensarlo, Nataniel levantó la pierna y con una fuerza brutal
pisó la pierna izquierda de Darío Alcázar.

¡Crac! Fue el sonido de su hueso fracturado.

Nataniel había roto el peroné izquierdo de Darío, lo que lo hizo rodar y


retorcerse de dolor en el suelo, lamentándose como una bestia.

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Con una mirada despreocupada, Nataniel se dio la vuelta y se dirigió hacia
Penélope, quien lo observaba con ojos grandes como platos.

—¿Vienes conmigo? —Su tono se había suavizado.

—¡De ninguna manera! —Ella se mordió el labio con decisión; era imposible
perdonar a un monstruo como él que había arruinado por completo su vida.

—Te he buscado por todas partes desde que te conocí hace cinco años. No
volveré a perderte de vista —habiendo dicho esto, la tomó entre sus brazos y
salió de la habitación.

Penélope no se resistió en sus brazos era como si hubiera perdido la voluntad


de luchar. El único signo de desafío eran las lágrimas que se derramaban por
las comisuras de sus ojos. Durante los últimos cinco años, había vivido su
vida
como un zombi, anestesiándose ante los incesantes insultos y humillaciones
que le dirigían. Había pensado en acabar con su vida varias veces para
escapar
del dolor y la miseria, pero cada vez, el rostro de su hija aparecía en su
mente.
Con su hija como única ancla, Penélope apretó los dientes y siempre siguió
adelante.

Todo se debía a ese demonio que había destrozado su vida. Nataniel era
quien
había provocado la miseria y la desesperación implacables sobre ella y su
hija.
Por lo que ella juró que se esforzaría por trabajar duro y permanecer soltera
el
resto de su vida. Su único propósito era compensar los sufrimientos de su
hija
dándole un futuro dichoso y prometedor.

No sabía que el hombre que había iniciado la tragedia cinco años atrás y que
había provocado los momentos más tortuosos de su vida, había vuelto para
atormentarla. Era como echar sal a la herida. Con su reaparición, todos los
recuerdos conmovedores que habían estado enterrados durante mucho
tiempo
volvieron a la vida, pasando por su mente como fantasmas indelebles.

Cómo anhelaba un descanso. Rezó a Dios por un poco de salvación, rogando


encarecidamente a los cielos que dejaran de amontonar sus penas. La visión
del estado lastimero de Penélope era insoportable para Nataniel. La bajó
suavemente y la dejó ponerse de pie.

—¿Puedes darme una oportunidad de resarcirme contigo y con nuestra hija,


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por
favor? —Una criatura de corazón pétreo como él era completamente ajena a
la
ternura, pero le rogó por primera vez de la manera más gentil que pudo
encontrar—. Por el bien de nuestra hija y también tuyo, por favor, dame una
oportunidad —suplicó.

Penélope se estremeció incontrolablemente cuando él pronunció «nuestra


hija». La dotó de un destello de esperanza mientras levantaba lentamente los
ojos.

—Créeme, sé el infierno por el que pasaron las dos a lo largo de los años —

continuó suplicando Nataniel con su voz suave—, sé que tú también me


odias,
pero por favor, dame una oportunidad para enmendar mi error. Los niños de

familias monoparentales son más propensos a sufrir trastornos de la


personalidad, lo que puede afectar a su bienestar general. Por favor, dame
una
oportunidad, Penélope.

Los ojos de Penélope reflejaban un torbellino de emociones mientras


escudriñaba sus palabras. Reyna crecía rápidamente y se volvía más sensata
cada día. Una familia sin padre nunca podría estar completa y mucho menos
ofrecer una sensación de normalidad y unidad al niño.

Se le partía el corazón cada vez que veía la mirada lastimera de Reyna


cuando
preguntaba por su papá. Sin embargo, solo podía apartar la vista y secarse
las
lágrimas al no tener respuesta para su querida hija. «Sí, Reyna necesita un
padre».

La determinación en los ojos de Nataniel no hizo más que alimentar su


convicción. Le costó mucho decidirse, pero finalmente aceptó:

—De acuerdo, te daré la oportunidad de reunirte con tu hija. Te doy la


oportunidad porque ella necesita un papá en su vida. Sin embargo te daré
una
severa advertencia, no hagas nada que pueda molestarla. Y para que quede
claro, el hecho de que Reyna te llame papá no significa que seas mi marido,
¿lo
entiendes?

—¡Síl —Nataniel afirmó con un movimiento de cabeza.

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Nataniel sabía bien que Penélope le daba la oportunidad de reunirse con
Reyna
porque quería que la joven tuviera un futuro brillante. Le costaría toda la
vida
perdonarle el dolor que le había infligido y todavía más que llegara a
aceptarlo
como marido.

Aquellos años de sufrimiento en silencio habían tejido una red invisible


dentro
de ella, creando un enredo mortal de problemas. Sabía que le llevaría tiempo
deshacer y desenredar esos problemas de dolor y agravios.

Mientras tanto, en el aula de primer nivel del Jardín de Niños la Manzana de


Oro, la profesora no estaba por ningún lado.

Un niño regordete, vestido con ropa de diseñador, se regodeaba tirando de


una
cuerda. El otro extremo de la cuerda estaba atado al cuello de una niña que
era
remolcada como un cachorro. El niño gordo tiró de la correa improvisada
con
impaciencia y le gritó:

—¿No sabes que eres mi perro, Reyna? Se supone que los perros ladran,
¡ladra
yal

La víctima se arrastró sobre sus extremidades como un cachorro, con la cara


mugrienta manchada de polvo de tiza. Era una niña de unos cuatro años.
Bajo
la mugre y el polvo había una cara bien definida con los atractivos rasgos de
una niña bonita e inocente. El niño gordo seguía tirando de la cuerda que le
rodeaba el cuello, lo que la dejaba sin aire. Insatisfecho con su inacción, el
gordo volvió a molestarla:

—Reyna, te lo advierto, ladra o haré que todos te den una paliza. Eres una
estúpida p*rra que ni siquiera tiene padre...

Con los ojos enrojecidos, Reyna sollozó lastimosamente:

—No, no me llames p*rra, no lo soy...

—Mira, yo soy el rey de este lugar y cuando digo que eres un p*rra, más vale
que
lo seas. Ahora, haz lo que te digo y ladra como un perro. —El niño gordo era
implacablemente cruel y exigente.
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El resto de los niños se reían de lo que veían, como si estuvieran viendo
cómicos dibujos animados. Nataniel y Penélope acababan de llegar a la
entrada del aula. La visión de su hija atada como un cachorro dejó a
Penélope
en conmoción. Se apresuró a levantar a Reyna entre sus brazos. Desató la
cuerda del cuello de Reyna y la aventó como si fuera una repulsiva víbora.

—¿Qué te pasó, Reyna? —preguntó preocupada, con los ojos llenos de ira.

Reyna no pudo contener las lágrimas por más tiempo al ver a su madre.
Como
una presa que se desbordó, ella sollozó hasta que su cuerpecito se
estremeció:

—Mamá, Maximiliano Zárate ha dicho que soy una p*rra y que quiere que
ladre
como un perro porque si no, hará que todos los de la clase me peguen...

«¿Qué?»

La furia corrió por las venas de Penélope, haciéndola temblar llena de rabia.
Conocía bien a ese gordo abusivo llamado Maximiliano Zárate. Siempre
escogía a Reyna como su objetivo. Se quedó atónita cuando vio el trato
inhumano que Reyna estaba recibiendo de él. Penélope abrazó a Reyna
mientras la consolaba:

—Tienes un papá, Reyna. Se equivocan al llamarte p*rra.

Reyna sollozaba y respondía entre hipos:

—No, Reyna no tiene papá...

—No, Reyna, tú sí tienes un papá. ¡Yo soy tu papá! —exclamó Nataniel, cuyo
corazón se hizo trizas al escuchar los desgarradores llantos de Reyna.

Reyna dejó de sollozar y se volvió inquisitivamente hacia su madre.


—Mamá, ¿es realmente mi papá?

—SÍ, él es tu papá, Reyna. Acaba de retirarse del ejército —Penélope asintió


fervientemente.

—Papá... —Reyna se sintió desbordada de alegría mientras corría hacia


Nataniel, quien la tomó entre sus brazos mientras su corazón se llenaba de
un
amor incandescente. Con sus bracitos rodeando su cuello, Reyna estaba
consumida por una felicidad tan intensa que no podía dejar de llamarlo—:
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¡Papá, papá!

Nataniel estaba igualmente inundado de ternura y amor mientras respondía


a
sus gemidos con pasión y cariño.

Penélope observaba la interacción entre la pareja, llena de risas y carcajadas,


desde la barrera. Se estremeció de alegría al ver que todo parecía tan cálido y
acogedor, aunque era increíblemente real.

Era la primera vez que Reyna sentía el calor y el amor de un padre. Todavía
acurrucada junto a su padre, Reyna lo llamó repetidamente «papá» hasta
que su
voz se volvió ronca. Su aparición llenó su pequeño mundo de júbilo y le dio
una
sensación de orgullo que nunca antes había experimentado en su joven vida.
Se
dio la vuelta y sonrió al niño gordo:

—Mira, no soy una p*rra, también tengo un papá.

El niño gordo refutó con sarcasmo:

—Él no es tu papá. Mi mami dice que tú eres una p*rra porque tu madre es
una
perdida que anda durmiendo con todos los hombres que se encuentra. Se
embarazó y así es como tú llegaste. Por eso no tienes papá.

Una expresión sombría se proyectó en el rostro de Nataniel tan pronto


escuchó
esas palabras. Penélope no pudo contenerse más y le advirtió al niño gordo
en
un tono severo:

—Oye, «amiguito», cuida tus palabras. Si sigues siendo malvado y faltándole


al
respeto, le diré a tu maestra al respecto y me aseguraré de que te den un
buen
sermón.

—¡Aaaah! —el niño gordo chilló con temor al escuchar a Penélope decir eso.

—¿Qué te pasó, princesa? ¿Alguien te molestó?

Justo entonces, una VOZ aguda y penetrante atravesó el aire como los
chillidos
de una bruja.
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Una mujer regordeta entró a toda prisa en el aula; su furia era tan evidente
que
uno podía imaginar que le salía vapor por las orejas. Parecía de mediana
edad y
estaba vestida de pies a cabeza con ropa de diseñador. Las lujosas joyas y los
diamantes pesaban sobre sus rechonchos dedos, haciéndola ver ostentosa.

La mujer vulgar era la madre del niño gordo. Había venido a recogerlo
después
del colegio. En cuanto vio a su madre, el niño gordo señaló a Penélope y
gritó:

—Es ella, mamá. Me acosó y me pegó.


—¡Cómo te atreves a pegar a mi hijo, p*rra! ¡Te daré una paliza!

Sin dar a Penélope tiempo para dar explicaciones, la Señora Zárate levantó
su
carnoso brazo y lo blandió hacia el delicado rostro de Penélope.

Penélope Sosa trató de explicar la situación a la Señora Zárate, pero el


comportamiento de la Señora Zárate era simplemente prepotente, hasta el
punto de ser bárbaro. La Sra. Zárate parecía ser el tipo de mujer que
levantaría
la mano por un capricho.

Tomó a Penélope por sorpresa y esta no pudo esquivar la agresión a tiempo.


El
carnoso brazo de la Señora Zárate se sacudió por la fuerza y su palma estuvo
a
punto de golpear el rostro de Penélope.

Nataniel intervino en el momento justo. Sujetaba a Reyna con su brazo


izquierdo, cuando al instante extendió su brazo derecho para agarrar la
muñeca
de la Señora Zárate.

La rechoncha palma de la Sra. Zárate estaba a escasos centímetros del rostro


de Penélope. Aun así, quedó inmóvil en el aire como si se hubiera congelado.
Su palma era incapaz de avanzar.

¡Zas! Antes de que ella siquiera lo notara, Nataniel retiró su mano en un


instante
y al siguiente le dio una dura bofetada en la cara. Nataniel la abofeteó como
si
estuviera aplastando a un molesto mosquito. La bofetada fue de tal magnitud
que casi la hizo ver las estrellas.
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Su cabello, que había sido arreglado en un elegante peinado, estaba ahora
despeinado.

Miró incrédula a Nataniel mientras se cubría la mejilla hinchada con la


mano.
—¿Cómo te atreves a abofetearme de esa manera? —gritó.

—Te lo mereces por ser un pésimo modelo para tus hijos. ¿Cómo puedes
tratar
a los demás con tanta insolencia, sin siquiera molestarte en descubrir la
verdad

del asunto?

Mientras tanto, la profesora volvía de su receso en el baño.

Estupefacta por el repentino estallido de los acontecimientos, se apresuró a


acercarse con presteza y trató de aplacar a todos:

—¿Está usted bien, Señora Zárate?

La Señora Zárate apenas se recuperaba de la conmoción que le produjo la


bofetada de Nataniel. Se quitó de encima a la profesora y le gritó
histéricamente a Nataniel:

—¿Tienes el valor de abofetearme? ¿Intentas morir? Espera a ver qué será de


ti.
Dicho esto, sacó su teléfono y marcó un número.

Al cabo de unos minutos, el chirrido de los neumáticos de varios autos llegó


desde el exterior del salón. Dos Mercedes Benz entraron a toda
velocidad en el recinto de la guardería y atravesaron la entrada a una
velocidad
relámpago. Se detuvieron de repente al llegar al edificio de las aulas.

Cinco hombres vestidos con trajes elegantes se bajaron de ambos autos. Su


líder era un hombre corpulento con un rostro contorsionado por la amenaza
y la
crueldad. Irrumpió en el aula, flanqueado por cuatro guardaespaldas y rugió
como una bestia salvaje:

—¿Quién era el idiota que había intimidado a mi mujer y a mi hijo?

—¿Por qué tardaste tanto en llegar, cariño? —La Sra. Zárate se emocionó al
ver
su repulsivo rostro. Se acercó a él como un pavorreal inflado, con sus gordas
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caderas balanceándose de un lado a otro—. ¿No sabes que de haber tardado
más podría habernos matado a golpes?

El hombre lanzó una mirada bestial alrededor de la habitación y exigió:

—¿Quién es el idiota que tuvo el valor de golpear a mi esposa? ¿Acaso no


sabe
quién soy? Soy Guillermo Zárate.

«¿Este hombre es Guillermo Zárate?».

La mirada de preocupación en los ojos de Penélope se intensificó al escuchar


el nombre. Notorio en Ciudad Fortaleza por su riqueza y estatus, era un
personaje despiadado y cruel.

La Señora Zárate señaló hacia Nataniel y Penélope.

—Esa es la enfermiza pareja que nos intimidó, cariño —se burló—: Exijo que
los
hagas compensarme con una fuerte suma o me iré con nuestro hijo y te
dejaré

para siempre.

Guillermo Zárate entornó los ojos y se burló:

—Eso es pan comido para mí, querida. Abofetearé a la mujer hasta que
pierda
todos los dientes. En cuanto al hombre, le cortaré la mano que le pegó.

El niño gordo gritó emocionado:

—Papá, no te olvides también de su hija, Reyna. Quiero que le des una paliza
por
acosarme.

Guillermo Zárate sonrió mientras acariciaba la cabeza de su hijo.

—Claro, mi niño. La ataré con una correa y la haré arrastrarse por el suelo
para
que la trates como a un perro.

Como si las palabras de Guillermo Zárate fueran las más bellas arias para sus
oídos, su esposa se desmayó de alegría mientras su gordo hijo aplaudía
extasiado.

Todos en el jardín de niños, incluidos los profesores y los padres que habían
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venido a buscar a sus hijos observaban con horror desde la distancia. Todos
sintieron pena por Nataniel y su familia al escuchar la declaración de
Guillermo.

Como si hubiera quedado tallado en piedra: «no ofenderás a Guillermo


Zárate a
menos de que te sientas suicida».

Incluso Penélope se estaba preocupando. Dio un paso adelante y trató de


explicar:

—Por favor, déjeme explicarle el asunto, Sr. Zárate. Mi nombre es Penélope


Sosa, soy de la familia Sosa. Todo esto es un malentendido.

—No me vengas con esas tonterías, no necesito ninguna explicación —


Guillermo Zárate resopló—: Nadie se atreve a desafiarme. Lo que cuenta es
mi
palabra. Además, ¿qué es la familia Sosa para mí? No pierdas el tiempo
tratando de intimidarme con esa patética familia tuya. Y no creas que yo
también desconozco tu deshonroso pasado. Eres la hija desvergonzada de la
familia Sosa, que se acostó con tantos hombres quiso y sin estar casada, dio a
luz a una malcriada. Deberías agradecer la bendición de que tu viejo aún te
considere de la familia. ¿Cómo te atreves a hacer que un imb*cil como este
intimide a mi mujer? Hoy voy a darte una maldita lección en nombre de tu
familia, ¡y me aseguraré de que sea la más dolorosa de tu vida! —Guillermo
Zárate gritó a sus cuatro guardaespaldas—: ¿Qué están esperando?
¡Muévansel

—¡Entendido, jefe!

Los cuatro dieron una respuesta sincronizada y se abalanzaron ferozmente


sobre Nataniel y su familia.

—¡Vete al infierno! —gritaron.

Una fría chispa brilló en los ojos de Nataniel mientras se dirigía a Penélope:
—Cubre los ojos de Reyna, no dejes que vea esto.

Penélope se quedó con el significado de su instrucción, pero pronto se dio


cuenta de lo que iba a hacer. De inmediato cubrió los ojos de Reyna con su
mano. Nataniel se adelantó y le dio un golpe de gracia al primer hombre que
se
abalanzó contra él.

¡Bum!
¡Zas!
¡Cataplún!
··························································································································· ®
Con unos cuantos golpes, los hombres cayeron al suelo sucesivamente, como
fichas de dominó. Todos los presentes jadearon asombrados por la agilidad y
la agresividad de Nataniel. Luego se dirigió directo hacia Guillermo Zárate.
Apretando su mano en el hombro de Guillermo, ordenó con dureza:

—¡Arrodíllate!

Su mano pareció pesar como una tonelada de ladrillos sobre el hombro de


Guillermo y éste cayó de rodillas.

¡Tras! Las rodillas de Guillermo Zárate se estrellaron contra el suelo y sus


facciones se retorcieron de agonía.

¡Zas! Antes de que pudiera gritar, Nataniel le propinó una serie de


estruendosas
bofetadas en ambas mejillas. La cara de Guillermo Zárate comenzó a
hincharse
mientras que de las comisuras de sus labios escurría y goteaba sangre.

—¡Tienes mucho valor para golpearme así! —Miró fijamente a Nataniel con
una
mirada venenosa—. ¡Espera a saber con quién te enfrentas, pequeño
monigote!
—escupió—. ¿No sabes quién es mi jefe? Es alguien que puede aplastarte
como
a una cucaracha por ponerme una mano encima, ¡es Tomás Dávila! ¡Créeme,
puedo hacer que tu mujer y tu hija perezcan con una sola llamada!

«¡Sí, Tomás Dávila! ¡El todopoderoso Tomás Dávila!»

Tomás Dávila era el capitán de las Fuerzas Armadas del Distrito Este. Se
podría
decir que lo consideraban el jefe militar del Distrito Este. Despiadado y
rapaz,
era infame por hacer la vista gorda ante los vicios de los asquerosos ricos.
Guillermo Zárate siempre se había congraciado muy bien con él. Por ello,
Tomás lo consideraba uno de sus hombres de confianza.

Todos le lanzaron una mirada de simpatía a Nataniel cuando oyeron la


mención
de Tomás Dávila, temiendo lo peor para Nataniel y su familia. Estaban

convencidos de que Nataniel pronto estaría condenado mientras


murmuraban
una oración por él.

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Aunque estaban impresionados por las sublimes habilidades de Nataniel,
simplemente no había manera de que pudiera defenderse contra un ejército.
Se
lamentaron del triste destino de Nataniel. En lugar de perder una pierna,
ahora
le costaría la vida. Penélope no estaba menos preocupada que el resto
mientras lo observaba desde lejos con Reyna en brazos. El giro de los sucesos
reflejó la inquietud que invadía su hermoso rostro. Nataniel seguía sin
intimidarse ante las amenazas de Guillermo y sus ojos adoptaron una mirada
gélida mientras se burlaba:

—Suena demasiado bien para ser verdad.

—¿Crees que miento? —Los ojos de Guillermo se volvieron saltones en sus


cuencas y pareció que se saldrían por completo mientras miraba de forma
amenazadora a Nataniel—. Déjame hacer esa llamada, y apuesto a que
estarás
llorando como un bebé dentro de diez minutos. ¡Haré que desees no haber
nacido!

¡Bum! Apenas había terminado la frase cuando le lanzaron algo a la cara. Era
un
teléfono móvil robusto y resistente a los golpes. Guillermo miró al teléfono y
luego a Nataniel, con cara de sorpresa.

—Tienes diez minutos para pedir ayuda —dijo Nataniel con indiferencia—.
Moviliza a todos tus hombres y muéstrame lo que tienes. Asegúrate de traer
todas tus grandes armas para defenderte. Ya sea que vengas contra mí o
contra mi familia, ¡dame tu mejor tiro!

«¡Maldito escandaloso y pretencioso!»

Maldecía furioso Guillermo mientras tomaba el teléfono y llamaba a Tomás


Dávila para pedir ayuda. Su voz sonaba como una sirena de niebla.

—¡Pronto vivirás el infierno en vida! —Sonrió a Nataniel de forma grotesca


después de hacer la llamada.

Todos sacudían la cabeza al tiempo que lamentaban la locura de Nataniel.


Para
los espectadores, Nataniel había cometido un acto suicida. En lugar de
aprovechar la oportunidad para escapar, acababa de enviarse a sí mismo a la
horca cuando permitió que Guillermo Zárate pidiera ayuda a Tomás Dávila.

La ansiedad se reflejó en su rostro cuando Penélope se acercó corriendo con


Reyna en brazos.

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—Deberíamos irnos ya, Nataniel —lo persuadió—, Tomás Dávila es el pez
gordo

del Distrito Este. Él es un tipo despiadado que se pone del lado de gente vil
como Guillermo Zárate.

—Déjamelo a mí, Penélope —dijo él con frialdad—. Nos ahorrará la molestia


de
enfrentarnos a ellos de uno en uno. Deja que me encargue de ellos de una vez
por todas.

Pasaron menos de diez minutos antes de que la segunda ronda de conmoción


estallara de nuevo en él, por lo demás, armonioso jardín de infancia. Esta
vez,
fue uno aún mayor.

Alguien miró por la ventana y gritó asombrado:

—¡Vaya, qué espectáculo! Miren a todas esas tropas de soldados que están
fuera, ¡hasta los camiones militares llegaron por docenas!

Uno a uno, decenas de camiones militares entraron de forma estridente en el


jardín de niños con la grandeza de una procesión militar.

—¡Rápido, rápido!

Mario de soldados con uniformes militares de camuflaje se bajaron de los


camiones cuando se detuvieron y se formaron de manera organizada. Poco
después, un hombre musculoso con gruesas patillas bajó de un Jeep
militar. Era Tomás Dávila, la persona a la que Guillermo Zárate había pedido
ayuda.

—Escuadrón Uno y Escuadrón Dos, cierren las calles. Quiero que esta
guardería
esté totalmente rodeada. Sin mi permiso, ni siquiera un pájaro puede entrar
o
salir de los alrededores.

La rotunda voz de Tomás Dávila resonó como un gong al pronunciar las


órdenes.

—¡Entendido, señor! Haremos todo lo posible para garantizar el


cumplimiento
de la misión.

El Escuadrón Uno y el Escuadrón Dos respondieron de forma sincronizada y


entraron en acción al instante. En un abrir y cerrar de ojos, la guardería
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estaba
rodeada.

Tomás Dávila sacó una pistola de su cinturón e hizo un gesto hacia el resto
de
su escuadrón:

—¡Síganme! Averigúemos quién tiene la audacia de tocar a mis hombres. Me


aseguraré de darle una paliza.

Uno a uno, los soldados irrumpieron en el aula. Estos empuñaban armas que
iban desde bayonetas hasta ametralladoras e incluso llevaban granadas.
Rodearon todo el jardín de niños en un abrir y cerrar de ojos, con todos los
rincones vigilados por soldados.

—¡Alto ahí

La visión de Tomás Dávila bastó para que todos sintieran escalofríos y


sintieran
cada vez más pena por Nataniel y su familia. Ahora que contaba con el apoyo
de Tomás Dávila, Guillermo Zárate volvía a ser el mismo arrogante.

—Ja, ja, tu fin está cerca —se regodeó con maligno placer.
A continuación, se dirigió hacia Tomás Dávila y lo aduló:

—Me alegro mucho de que por fin esté aquí, señor Dávila. Por favor, acepte
mi
más sincera gratitud por ayudarme a buscar justicia. Por favor, apiádese de
mi
familia y no le deje escapar impune.

—En efecto, Sr. Dávila. —La Señora Zárate se unió a la súplica junto con su
gordo hijo y lloró lágrimas de cocodrilo—: mire qué cruel es, ¡nos tortura!
Por
favor, denos la justicia que merecemos.

Tomás Dávila frunció el ceño al ver a los guardaespaldas de Guillermo Zárate


tirados en el suelo, retorciéndose de dolor.

—¿Qué ha pasado? —Se volvió hacia Guillermo, cuyo rostro estaba


manchado
de sangre.

—Todo gracias a él. —Guillermo Zárate señaló a Nataniel con mordaz


resentimiento—. Este mald*to salvaje no solo intimidó a mi mujer y a mi
hijo,
sino que agredió a mis guardaespaldas y me hizo arrodillarme ante él.
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La mirada de Tomás Dávila siguió el dedo de Guillermo. Sus ojos se
encontraron con la mirada fija de Nataniel. Hubo un cambio discernible en
su
conducta y sus ojos parpadearon.

—Nunca me habían humillado de tal manera, Señor Dávila. —Guillermo


Zárate
se enfurruñó derrotado mientras se ponía al lado de Tomás Dávila—. Me
convirtió en el hazmerreír de Ciudad Fortaleza. Por favor, ayúdeme a buscar
venganza.

Los ojos de Tomás Dávila se detuvieron en Nataniel durante un rato antes de


volverse hacia Guillermo Zárate:

—Entonces, ¿qué quiere que haga?


Como si estuviera a punto de recibir un premio honorífico, Guillermo Zárate
enderezó la espalda y levantó la cabeza con el pecho hinchado. Miró

burlonamente de reojo a Nataniel y a su familia antes de dirigirse a todos con


su fuerte y desagradable voz:

—Bueno, todos en Ciudad Fortaleza saben que soy un hombre de palabra.


Como he prometido romperle el brazo, tengo que cumplir mi palabra. Pero el
número ha cambiado: quiero romperle los dos brazos en lugar de solo uno.

La Señora Zárate intervino:

—No debemos dejar que esa p*rra salga ¡ilesa. Abofetéenla hasta que se
quede
sin dientes.

—¡Bien dicho! —Tomás Dávila parecía impresionado.


Dicho esto, se volvió hacia sus soldados y ordenó:

—Derríbenlos. —Señaló a Guillermo Zárate y a su mujer—: Rompedle los dos


brazos al hombre y abofetead a la mujer hasta que se quede sin dientes.

«¿Qué?»

Todo el mundo en la escena se quedó paralizado, con los ojos y la boca muy
abiertos, pues nadie lo vio venir. Todos esperaban que Nataniel y su familia
perecieran en lugar de Guillermo Zárate y su esposa.

Estaban totalmente aturdidos: «¿qué acababa de pasar?».

Guillermo Zárate y su esposa también estaban muy sorprendidos. Los


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soldados
entraron en acción una vez que Tomás dio sus órdenes, listos para lanzar un
ataque contundente contra la pareja.

—¿Qué está pasando aquí, Señor Dávila? —Guillermo Zárate se tambaleó


mientras luchaba en vano por liberarse.

—¡Se trata de un error, Señor Dávila! —La voz de la Señora Zárate temblaba
de
miedo—. ¿No debería apuntar a la infeliz pareja en vez de a nosotros?

—¡Cállate! —bramó Tomás Dávila antes de señalar a Nataniel, que


permanecía
ocioso a cierta distancia con las manos a la espalda—. ¿Saben quién es este
hombre en realidad? ¿Y lo mucho que significa para mí? Es mi Dios, mi fe y
mi
credo, todo en uno. Le juré con mi vida y mi alma y que nunca lo desafiaría.
Además, juré servirle de todo corazón, con cada gramo de mis fuerzas.
¿Quién
se creen que son para insultar a mi héroe? Solo son unos lacayos míos
prescindibles.

Guillermo Zárate y su esposa se quedaron perplejos. Miraron a Nataniel con


desesperación, el horror era evidente en sus ojos. Sabían que estaban en
graves problemas por ofender al amado ídolo de Tomás. Él había dejado en
claro que adoraba a Nataniel como a su propio Dios, por eso sus rostros
palidecieron.

Con un fuerte empujón de sus piernas, los soldados de Tomás Dávila


patearon
a Guillermo Zárate al suelo antes de que pudiera abrir la boca para suplicar
por
su vida.

¡Crac, crac! Le rompieron ambos brazos.


—¡Aaaah!

La habitación se llenó con los gritos espeluznantes de Guillermo Zárate. Dos


hombres trajeados agarraron a la Señora Zárate por los brazos mientras otro
hombre desataba una serie de bofetadas implacables en sus mejillas. Uno a
uno, sus dientes salieron de su boca, manchados de sangre.

¡Bum! ¡Zas! Ambos quedaron postrados frente a Nataniel; Guillermo Zárate


con
los brazos rotos y la Señora Zárate, quien había perdido todos los dientes.
Tomás Dávila se acercó rápidamente a Nataniel. Comenzó a ponerse de
rodillas en un gesto de respeto.
··························································································································· ®
—Soy Tomás Dávila, General...

—En sí, ya no estás bajo mis órdenes, así que no son necesarias las
formalidades. —Nataniel estiró el brazo y le impidió arrodillarse. Al
principio, el
nombre «Tomás Dávila» no le sonó familiar a Nataniel. Pero tan pronto vio
su
rostro, se dio cuenta de quien era. Él era uno de los guardias personales de
Nataniel.

«¿En sí?».

Tomás Dávila se sobresaltó cuando escuchó la extraña respuesta de Nataniel,


pero tardó menos de dos segundos en descifrar la intención de su respuesta.
Nataniel Cruz quería mantener su identidad en secreto. Por lo que respondió
con seriedad:

—Es un honor para mí haberle servido en el Norte, señor. Siempre estaré


bajo
sus órdenes.

Tomás Dávila había sufrido una lesión mientras era guardia personal del
General, de ahí que lo hubieran trasladado al Distrito Este hasta entonces.
Dada
su cercanía con Nataniel, su admiración por el general era sin duda mucho
mayor que la de los demás soldados. Él idolatraba a Nataniel hasta el punto
de
adorarlo como un pilar de su fe. Volver a encontrarse con su héroe era como
un
sueño hecho realidad para él. Sus emociones agitadas casi le hicieron llorar
al
ver a Nataniel.

Una sensación de derrota inundó a Guillermo Zárate y a su esposa cuando

vieron a Tomás Dávila arrodillarse ante Nataniel. Parecía un león


domesticado
inclinándose ante su majestuoso amo. Ambos sabían que no era su día.

Atrás quedaba su engreída y prepotente insolencia. Hasta el más mínimo


matiz
de odio se había desvanecido de sus ojos, dejando en sus rostros miedo,
desesperación y arrepentimiento...

Nataniel miró a Guillermo Zárate y a su esposa, que yacían medio muertos


en el
··························································································································· ®
suelo.

—¿Son tus subordinados? —preguntó a Tomás Dávila.

—SÍí, trabaja para mí —reconoció Tomás Dávila con vergúenza—. Se llama


Guillermo Zárate.

Nataniel montó en cólera al instante:

—Dígame, ¿quién le dio la autoridad para enviar a las fuerzas armadas sin
ninguna razón válida, más que para hacerlas desfilar como tropas?

—Ese fue mi error, Señor. Aceptaré cualquier castigo. —Tomás Dávila estaba
lleno de remordimientos.

—Presente su dimisión una vez que haya regresado al campamento. Usted no


es apto para el puesto —ordenó Nataniel.

Sí, señor. Gracias por su consejo. Reflexionaré sobre mi error —dijo Tomás
Dávila con humildad y reverencia.

—Es bueno escuchar eso. — Tomás Dávila se ganó un gesto de aprobación de


Nataniel por su actitud positiva.

Tomás Dávila se volvió entonces hacia la pareja que estaba en el suelo.


—¿Qué están esperando? —gritó—: ¡Pónganse de rodillas y pidan perdón! Si
vuelven a molestar a mi Señor, me aseguraré de que no vivan para ver el

siguiente amanecer.

Guillermo Zárate y su esposa se pusieron de rodillas, arrastrándose para


pedir
perdón a los pies de Nataniel.

—Vayan y discúlpense con mi mujer y mi hija. —Nataniel se mostró


impasible
ante su petición.

Se apresuraron a arrodillarse frente a Penélope y su hija mientras sollozaban


de
dolor:

—Señora Cruz, Señora Cruz, todo fue culpa nuestra. Simplemente estábamos

cegados por nuestra propia tontería. Por favor, tengan piedad de nosotros y
déjennos ir, se lo rogamos.

··························································································································· ®
Penélope se había recuperado de la conmoción y el miedo del principio. Su
naturaleza bondadosa se dejaba influir fácilmente. Al mirar a la patética
pareja
que tenía delante, sugirió a Nataniel:

—¿Por qué no les damos una oportunidad? Parece que sí se arrepintieron de


verdad. Además, ya recibieron el castigo que se merecen.

—Claro, siempre que te haga feliz, querida. —Los labios de Nataniel se


curvaron
en una extraña y tierna sonrisa.

Su descarada respuesta la hizo enrojecer. Tomás Dávila pudo comprobar,


por la
suavidad de los ojos de Penélope, que ya los había perdonado.

—¿Qué siguen esperando? —les gritó a Guillermo Zárate y a su esposa—:


¡Lárguense de aquí!

La frenética pareja aprovechó la oportunidad y se dirigió a la puerta a


tropezones junto con su gordo hijo a cuestas, como si huyeran de una
enorme
catástrofe. Tomás Dávila se ofreció a organizar una lujosa fiesta de
bienvenida
para Nataniel, quien rechazó su oferta, al dar a conocer su deseo de pasar
algún tiempo de calidad con su familia en su lugar. Con una mirada de
complicidad, Tomás Dávila desapareció con rapidez y dejó a Nataniel estar
con
su familia.

Nataniel llevaba a Reyna en brazos mientras el trío salía de la guardería.


—Eres increíble, papá. —dijo la pequeña Reyna mientras sonreía con orgullo
y
miraba a su padre—. Ahora que has vuelto, estoy segura de que nadie se

atreverá a intimidarnos a mamá y a mí de nuevo.

—Así es, mi princesa —dijo Nataniel en un tono lleno de indulgencia—. Papá


no
dejará que nadie vuelva a intimidarlas ni a ti ni a mamá.

Penélope escuchaba en silencio desde un lado con las lágrimas rodando por
sus mejillas. La cara de euforia de Reyna era un espectáculo para la vista.

En el Barrio Oriental, ubicado en el centro de la ciudad.

Penélope vivía en un edificio viejo y derruido situado en el Barrio Oriental.


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No
había ascensores en el edificio. Con Reyna en brazos, Nataniel subió seis
pisos
para llegar a la casa de Penélope.

—Pasa, el lugar es bastante estrecho y está desordenado —invitó Penélope a


Nataniel al abrir la puerta.

En la sala, Bartolomé Sosa, el padre de Penélope, leía el periódico con las


gafas
puestas. Su madre, Leila Sosa, preparaba la cena en la cocina. A Bartolomé le

sorprendió ver que su hija traía a un hombre a casa, pues era la primera vez
que
Penélope llevaba a un hombre a casa. Había jurado permanecer soltera y
había
insistido en criar a Reyna ella sola, negándose abiertamente a asistir a las
sesiones de búsqueda de pareja que habían organizado para ella. Bartolomé
dejó sus papeles y se acercó a saludarlos.

—Hola, ¿quién es este señor? —Puso cara de desconcierto al ver a Reyna en


brazos de Nataniel.

Penélope trató de formular una respuesta adecuada, pero la pequeña Reyna


ya
había contestado con su alegre y pequeña voz:

—Es mi papá, abuelo. ¡Mi papá ha vuelto!

—¿Eso quiere decir que tú eres la miserable bestia que violó a mi hija hace
cinco años? Así que fuiste tú quien convirtió nuestras vidas en un verdadero
infierno.

Bartolomé Sosa era un hombre de voz suave y humilde que apenas levantaba
la
voz. Se sumió en un raro ataque de ira cuando descubrió que el hombre que
tenía delante no era otro que el culpable que había violado a su hija cinco
años
atrás. Fue él quien le arruinó la vida al dejarla embarazada y al permitirle
criar a
su hija por su cuenta.

—¡No puedo creer que tengas el descaro de venir a buscarla! ¡Juro que te
cortaré la cabeza!

Una voz estridente penetró en el aire cuando una mujer salió corriendo de la
cocina, blandiendo una macheta con locura. El cuerpo de Leila Sosa
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temblaba
de rabia.

«¡Aaay!l». La súbita indignación de sus abuelos conmocionó a la pequeña


Reyna
hasta el fondo y empezó a lamentarse.

Penélope contuvo a su madre con todas sus fuerzas.

—Mamá, por favor, no... —suplicó.

Con Penélope aferrada a su cuerpo, Leila no pudo ceder.

—Es tu culpa que el padre de Bartolomé nos echara de la mansión familiar.



Leila apuntó con su macheta a Nataniel mientras escupía—: Has arruinado
por
completo la vida de Penélope y no le has traído más que dolor. Eres peor que
una bestia, ¡eres un monstruo!

A Bartolomé le agravó ver que su habitual mundo tranquilo y ordenado


había

sido trastocado por la repentina reaparición de Nataniel. Los lamentos de


Penélope y Reyna casi lo vuelven loco.

—¡Ya basta! —Bartolomé soltó un rugido poco característico de su naturaleza


de voz suave.

Su bramido logró controlar las emociones salvajes de Leila. Bartolomé


aprovechó la oportunidad para quitar el cuchillo de las manos de Leila. La
atrajo
hacia sus brazos para calmarla.

—¡Sal de nuestra casal! No quiero ver tu cara por aquí de nuevo —gritó con
desprecio a Nataniel—: el daño que has infligido a mi hija es irreparable. Ya
estamos hartos del dolor y la tortura. Déjanos en paz.

—No me iré. —Nataniel se encontró con su mirada decidida. Con Reyna en


sus
brazos, su insistencia en compensar a su familia se reflejaba en su tono
solemne y sincero—. Créame, sé el tormento por el que pasó Penélope todos
estos años. No dejaré que sigan sufriendo en silencio. Merecen una vida feliz
y
dichosa y su futuro será un camino cubierto de diamantes. Son mi familia,
mi
reina y mi princesa y me aseguraré de que tengan el mundo entero bajo sus
··························································································································· ®
pies.

«¿Una vida feliz y dichosa? ¿Un camino cubierto de diamantes? ¿El mundo
entero bajo sus pies?».

A Bartolomé le parecían meras promesas vacías. Para él, solo un tipo lleno de
mierda diría tales cosas, y ése era el tipo de gente que más le desagradaba.
Solo las jóvenes y vulnerables damas como Penélope caerían en sus melosas
palabras.

—Oye tú, ¿no has oído lo que acaba de decir mi marido? Te ha pedido que te
vayas. —Leila le gritó a Nataniel—: ¡Ahora lárgate de mi casa! —Su tono era
duro
e implacable.

—Así es. Llamaré a la policía si insistes en quedarte —advirtió Bartolomé.

La verdad era que Bartolomé ya lo habría hecho cuando se enteró de que


Nataniel era el vagabundo que había violado a su hija. Sin embargo, se
abstuvo
de hacerlo porque no podía soportar que Penélope volviera a pasar por ese
tormento.

En ese momento, Penélope se limpió las lágrimas de la cara y dijo con calma:
—Papá, mamá, por favor, permitan que se quede.

«¿Qué?».

Tanto Bartolomé como Leila miraron incrédulos a su hija.

—¿Estás loca, Penélope? —preguntó Leila preocupada.

—No, mamá. Estoy bien —Penélope negó con la cabeza—. Lo hago por
Reyna.
Ella está empezando a entender todo lo que ocurre y necesita un padre.
Papá,
mamá, por favor, denle una oportunidad y permitan que se quede con
nosotros
por el momento.

Sus palabras llevaron a Bartolomé a considerar qué sería lo mejor para


Reyna.
Además de no creer en las atrevidas afirmaciones del vagabundo, Bartolomé
también dudaba seriamente de su capacidad para llenar el vacío de Reyna.
Sin
embargo, le resultaba imposible hacer oídos sordos a la mirada suplicante de
su hija y a los sollozos desgarradores de su nieta. Al final, sucumbió ante sus
··························································································································· ®
ruegos y sollozos, dando su aprobación con un suspiro de impotencia.

Su aprobación provocó un fuerte grito de incredulidad de Leila, quien ya no


pudo controlar su rabia. Volvió furiosa a su habitación y cerró la puerta con
un
estruendoso golpe. Sus llantos y gemidos se oían desde el otro lado de la
puerta. Leila se negó a salir de la habitación cuando llegó la hora de la cena.

Sin prestar mucha atención, Bartolomé dio unos cuantos mordiscos a su


comida antes de servir algo de comida en el plato de Leila y dirigirse a su
habitación para reunirse con ella.

Solo quedaban Nataniel, Penélope y Reyna en la mesa del comedor.


Penélope
lo miró mientras le daba de cenar a Reyna.

—Solo hay dos dormitorios en la casa —explicó—, Reyna duerme conmigo en


mi
habitación. Puedes compartir la misma habitación con nosotros, pero solo
puedes dormir en el suelo.

—Claro. —Aceptó Nataniel con despreocupación.

Después de la cena, Penélope eligió un nuevo juego de ropa de Bartolomé y


se
lo dio a Nataniel para que se lo pusiera después de tomar un baño. Poco
después de que Nataniel entrara en el baño, alguien golpeó la puerta.

—¡Abran la puerta!

Los fuertes golpes hicieron que Bartolomé y Leila salieran de su habitación.

—Parece que es Samuel —dijo Bartolomé mientras aguzaba el oído para


escuchar—. Rápido, abran la puerta.

Al abrir la puerta, fueron recibidos por un hombre de mediana edad de


aspecto
mezquino que parecía tener unos cincuenta años. El hombre era alto y de
complexión ancha. Tenía el cabello muy gris y una expresión escrutadora. Su
rasgo más prominente eran sus ojos de halcón que los miraban con astucia.

Se llamaba Samuel Sosa y era el líder interino del negocio de la familia Sosa.
Bartolomé se alegró mucho cuando vio que Samuel se había presentado de
forma inesperada en su puerta.

—¿Qué te trae por aquí, Samuel? Pasa.

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—No, me quedaré aquí. —Samuel echó un vistazo a la desvencijada y
estrecha
casa mientras rechazaba con descaro la oferta de Bartolomé—: Está
demasiado sucia por dentro.

Sus crueles comentarios fueron como una daga que apuñalaba directo a los
corazones de Bartolomé y Leila, lo que los dejaba muy avergonzados. Aparte
de
su apellido compartido, los hermanos no tenían absolutamente nada en
común.
Había un mar de diferencias en cuanto a su riqueza, estatus y casi todo lo
demás. En cuanto vio a Penélope, los ojos de Samuel se volvieron fríos:

—He oído que te has reconciliado con el vagabundo que te violó. Y que
incluso
le instruiste para que golpeara al señor Alcázar, nuestro cliente más
importante.

—No, tío Samuel, por favor, deja que me explique. —Penélope intentó aclarar
la
situación.

—Mira, no estoy aquí para escuchar tus explicaciones. "Samuel cortó su


plática con brusquedad—: Bastante vergúenza has traído a nuestra familia
por
involucrarte con ese vagabundo y dar a luz a una niña sin padre. Fui yo quien
se
apiadó de ti y le rogué a tu abuelo que no te desterrara de nuestra familia.
Incluso te dejé conservar tu trabajo en nuestra empresa. ¿Cómo pudiste
tener el
descaro de dejar que ese vagabundo sin hogar se aprovechara de ti como un
parásito? Que no puedas encontrarte un marido no significa que tengas que
actuar de una manera tan ignominiosa. ¿No sabes que acabas de convertir a
nuestra familia en el mayor hazmerreír de la ciudad? Te exijo que te
disculpes
con el señor Alcázar en persona y le pidas perdón. Si no lo haces, puedes
olvidarte de volver a la empresa. ¡Toda tu familia tendrá que vivir de migajas
si
pierdes el trabajo!

Después de soltar su perorata de insultos, Samuel se dio la vuelta con


rapidez y
caminó hasta alejarse. Penélope se quedó revolcándose en la desesperación
mientras las lágrimas se formaban en sus ojos. Bartolomé bajó la cabeza y
dio
una calada a su cigarrillo.

··························································································································· ®
Leila golpeó con los puños el pecho de Bartolomé como una niña petulante:

—i¡Mírate, lo débil que eres! —Despotricó—: Eres un inútil comparado con


tu
hermano. Él lleva el timón del imperio familiar y es dueño de todo. ¿Pero
qué
hay de ti? Ni siquiera tienes el valor de pedirle tu parte. Has guardado
silencio
incluso cuando acusó a nuestra hija y habló mal de nosotros delante de tu
padre. ¡Incluso nos echó de la mansión familiar! Pero lo único que hiciste fue
hacer oídos sordos a todo. Y sigues siendo tan tímido como siempre, incluso

cuando viene a pisotearnos como si fuéramos basura. ¿Qué clase de hombre


eres? ¿Cómo puedes ser tan cobarde? ¡Aaargh! —Dejó escapar un gemido
lastimero.

Nataniel estaba desconcertado cuando salió de su baño. Parecía que se había


producido un gran tumulto mientras se duchaba. Frunció el ceño en señal de
preocupación mientras intentaba preguntar por lo sucedido. Lo único que
pudo
distinguir fueron las miradas hoscas y los sollozos apenados.

Fue su hija, Reyna, quien se acercó a él por fin. Tirando de su manga, le dijo
con
timidez:

—El tío Samuel estuvo aquí, papá. Quiere que mamá se disculpe con alguien
o
la despedirá de su trabajo y nos desterrará de la familia Sosa.

Nataniel hizo una mueca de disgusto al escuchar las palabras de Reyna. La


crueldad de esta gente de la familia Sosa era abominable. Juró hacer pagar a
esta gente por tratarlas con tanta frialdad.

Nataniel levantó a Reyna en sus brazos y consoló al resto:

—No nos alteremos por ello. ¿Quién sabe? Darío Alcázar podría aparecer en
nuestra casa de repente y ofrecernos sus disculpas.

Sus palabras no hicieron más que agravarlos y provocar una serie de


comentarios airados.

—¡Qué cara tienes para decir semejante cosa! —Leila descargó toda su rabia
contra él—: ¿Acaso no sabes que todo es culpa tuya? Si no hubieras golpeado
al señor Alcázar y a Míriam, ¡Samuel no habría venido a nuestra casa a
armar
un gran escándalo!
··························································································································· ®
Penélope no podía culpar a Nataniel ya que sabía que lo había hecho por su
culpa.

—Debes estar loco para decir semejante cosa, Nataniel —soltó un suspiro
frustrado—: ¿por qué diablos el señor Alcázar se disculparía con nosotros?
Agradeceré a los cielos si no nos responsabiliza por haberle dado una paliza,
y
será un milagro si continúa su relación comercial con Diva.

—Tranquilos, todos —dijo Nataniel con aire de despreocupación—. Estoy


seguro
de que mañana aparecerá para disculparse. Pueden creer en mi palabra.

Penélope y el resto no podían creer en su palabra. Ofrecer disculpas era, en


concreto, algo que iba en contra de la naturaleza insolente de Darío Alcázar,
pues él había sido humillado de forma tan devastadora. ¡Los cerdos volarían
si
eso se hiciera realidad!

Aunque encontrara su conciencia y se arrepintiera, era en sí, imposible que


se
presentara en su casa y se disculpara, al menos desde el punto de vista físico.

Esto se debía a que Darío Alcázar seguía en el hospital cuidando su pierna


rota,
todo gracias a Nataniel. ¿Sería posible que el Sr. Alcázar saliera del hospital
con muletas y se arrastrara hasta ese lugar para ofrecer una disculpa? Era
por
completo inconcebible.

Los labios de Bartolomé se curvaron con desdén ante los caprichosos


parloteos de Nataniel.

—No es momento de ideas fantasiosas —bromeó con sobriedad—, vayamos


al
grano y pensemos en cómo ofrecer una disculpa que agrade al señor Alcázar.
Penélope, mañana iremos al hospital a visitar al señor Alcázar y buscar su
perdón. Nataniel, será mejor que nos acompañes.

Con esas instrucciones, Bartolomé esperaba que pudieran apaciguar al señor


Alcázar cuando lo visitaran mañana en el hospital. Pronto, él y Leila se
retiraron
para pasar la noche.

Mientras tanto, Penélope llevó a Reyna al baño para que se bañara. Nataniel
aprovechó para salir al balcón y llamó a César Díaz:
··························································································································· ®
—César, quiero que te pongas en contacto con Tomás Dávila y te asegures de
que...

Esa noche, Penélope se esforzó por acostumbrarse a que Nataniel durmiera


en
su habitación con Reyna, a pesar de que solo dormía en el suelo.

Le informó de algunas normas de la casa antes de acostarse.

—He oído hablar de los desagradables comportamientos de los hombres al


dormir. Te agradecería que te comportaras y mostraras algo de decencia
básica.

—¿Ah? —Nataniel se quedó sin palabras—. ¡Claro! —contestó divertido.

Reyna observó con curiosidad cómo Nataniel extendía un colchón en el


suelo.
—Mamá, ¿por qué papá no duerme contigo?

Penélope se sonrojó ante la pregunta, intentando hacerla pasar por enfado.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —reprendió—: ¿Qué te hace pensar que


mamá
y papá tienen que dormir juntos? Es tonto...

—¿No es eso lo que siempre hacen en la televisión? —Reyna parpadeó con


sus
ojos inocentes.

—Esos programas están teniendo una mala influencia en ti —Penélope


amonestó—: nada de televisión para ti durante dos días.

Reyna hizo un mohín con los labios y se enfurruñó, preguntándose qué había
hecho para merecer eso.

A la mañana siguiente, los Sosa se despertaron con un maravilloso aroma.


Cuando se dieron cuenta de la deliciosa comida que Nataniel había
preparado,
los adultos intercambiaron miradas entre sí mientras Reyna se desbordaba
de
alegría:

—¡Guaul! ¡Qué rico!

Era un desayuno repleto de nutrientes. La mesa estaba llena de cereales,


huevos, leche y frutas.
··························································································································· ®
Bartolomé mantuvo la compostura mientras miraba furtivamente a Nataniel.

—Acérquense todos. —Sacó una silla y se sentó—: nos espera un largo día.
Tenemos que dejar a Reyna en la guardería y comprar algunas frutas y flores
antes de visitar al señor Alcázar en el hospital —murmuró—: recemos para
que
nos perdone y no siga con el asunto.

Apenas había terminado de murmurar cuando alguien llamó a la puerta:

—Hola, ¿hay alguien en casa? —Llegó una voz educada desde el exterior de la
casa.

—¿Quién puede ser a estas horas? —dijo Leila mientras fruncía el ceño.

—¿Probablemente algún vendedor que quiere vender purificadores de agua?


Yo
abro —ofreció Penélope mientras se dirigía a la puerta—. Pero... ¡cómo puede
ser...! —Penélope abrió los ojos como platos al abrir la puerta—: ¿Qu... qué
hace
usted aquí? —Dejó escapar un fuerte grito de sorpresa.

—¿Qué pasa, Penélope? ¿Quién está en la puerta?

Bartolomé y Leila se preocuparon al oír el jadeo de Penélope. Dejaron sus


platos con presteza y se precipitaron hacia la puerta. Ambos se quedaron
inmóviles frente a la puerta con la boca abierta.

Un hombre calvo, de mediana edad, con una bata blanca de paciente, se


encontraba en la puerta. Se apoyaba en unas muletas con la pierna izquierda
enyesada. Detrás del calvo había unos cuantos hombres trajeados. Parecían
ser sus guardaespaldas.

Los rostros de Bartolomé y Leila estaban llenos de confusión, ya que todavía


estaban asimilando lo que estaba sucediendo.

—Hola, soy Darío Alcázar, presidente de Corporativo Oceana. —El calvo se


presentó con una sonrisa cursi en la cara—. Lamento profundamente haber
ofendido ayer al señor Cruz y a la señora Sosa. Me ha golpeado este fatal
remordimiento que apenas si puedo dormir o comer. Por eso estoy aquí esta
mañana para ofrecerles mis más sinceras disculpas.

«¿Qué?».

Sus palabras dejaron a los Sosa mirándolo con ojos incrédulos. Como si algo
obstruyera su mente y el desconcierto les hizo un nudo en la garganta,
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apenas
sabían qué decir.

Les golpeó una punzada al recordar lo que Nataniel les había dicho la noche
anterior. Sus palabras se habían hecho realidad: «Darío Alcázar se
presentará
en su casa para ofrecer sus disculpas».

Al unísono, los tres se volvieron para mirar a Nataniel, quien estaba sentado
a
un lado de la mesa dando de comer a Reyna de su tazón de cereales. La
misma
pregunta surgió en sus mentes: «¿podría ser él quien hiciera esto?».

Penélope tragó del susto mientras intentaba recomponerse. Se volvió con


desconfianza hacia Darío Alcázar y preguntó:

—¿Habla usted en serio, señor Alcázar?


Darío Alcázar se estremeció de miedo cuando Penélope formuló la pregunta.

—Por supuesto que hablo en serio —contestó nervioso—, estoy aquí hoy para
expresar mi más profundo arrepentimiento por haberle causado tantas
molestias a usted y a su familia. Para demostrar mi sinceridad, me negué a
que
me ayudaran a subirlas escaleras hace un momento. Necesité de toda mi
fuerza y determinación para dar cada paso a la vez con mis muletas, hasta
que
finalmente llegué a su casa.

Sus palabras solo hicieron que los Sosa sintieran como si una avalancha de
ondas de choque les golpeara la cabeza.

Sin embargo, a juzgar por el enrojecimiento de su rostro, su túnica


empapada y
su fuerte jadeo, era evidente para ellos que Darío Alcázar no decía más que la
verdad.

«¿Cómo es posible?».

El infierno debía estar congelado para que alguien tan altivo como Darío
Alcázar, que se comportaba como si llevara un halo de superioridad sobre su

cabeza, subiera seis pisos de escaleras con muletas para ofrecer sus disculpas
en persona.

¡Esto era casi tan imposible como pedirle que el sol saliera por el oeste!

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La muda respuesta de Penélope agravó la ansiedad y el miedo de Darío
Alcázar. Necesitaba que lo perdonara con desesperación. Apretando los
puños,
recurrió a su método más persuasivo.

—Parece que la Señorita Sosa sigue sin estar convencida de mi sinceridad —


anunció entre dientes apretados. No la culpo en absoluto, Señorita Sosa —
explicó con humildad—, mi arrogancia y esnobismo le han hecho dudar de
mi
seriedad. Por favor, créame, Srita. Sosa. Ahora me arrodillo para rogarle, por
favor.

Como si estuviera decidido a cumplir sus promesas, Darío Alcázar tiró sus
muletas a un lado e intentó ponerse de rodillas, sin tener en cuenta el pesado
yeso de su pierna izquierda. Su movimiento dejó a Penélope y a su familia en
un
estado de profunda conmoción.

—Por favor, no lo fuerce, jefe. "Sus guardaespaldas se acercaron a él y le


suplicaron—: Podría convertirse en un lisiado si se arrodilla sobre su pierna
rota.

Darío Alcázar desechó sus súplicas con un chorro de rabia:

—¡Aléjense de mí, tontos! ¿Acaso no saben que estaré muerto si no consigo


que
la Señorita Sosa me perdone?

Darío Alcázar casi se puso histérico cuando se encogió de hombros ante la


ayuda de sus guardaespaldas, insistiendo en ponerse de rodillas.

Mientras tanto, Nataniel se acercó a la puerta con Reyna en brazos sin


preocupación alguna.

—Parece que el señor Alcázar está en verdad arrepentido de su fechoría,


cariño
—le sugirió a Penélope—: ¿Por qué no le damos una oportunidad entonces?

Su sugerencia la golpeó como un rayo y agudizó su mente al instante.

SÍ, lo perdono, señor Alcázar. —Ella le hizo un gesto—: Por favor, no se


arrodille y se haga daño, solo me metería en más problemas.

—¿Es eso cierto, Señorita Sosa? —preguntó Darío Alcázar con su voz
temblorosa—. ¿Quiere decir que aceptó mis disculpas?

—SÍí, acepté sus disculpas.


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En realidad, Penélope estaba temiendo que él se hiciera daño y la metiera
más
en problemas. Estaba más que contenta de aceptar sus disculpas.

—¡Hurra! ¡Lo conseguí! La Señorita Sosa aceptó mis disculpas. —Darío


Alcázar
estaba en un estado de euforia mientras aplaudía como si acabara de ganar la
lotería más grande de la ciudad.

Riendo y carcajeándose de éxtasis, recogió sus muletas y se dio la vuelta para


marcharse. Sus hombres se apresuraron a bajarlo con frenesí por las
escaleras
y lo apartaron de la vista de Penélope y su familia.

—¿Crees que se ha vuelto loco? —se preguntó Penélope.


—No lo creo —Nataniel esbozó una enigmática sonrisa—: Solo está eufórico.

Penélope y su familia intercambiaron miradas de incredulidad entre sí.


Parecía
un misterio que nunca podrían descifrar.

La inesperada aparición de Darío Alcázar dejó a Penélope y a su familia


boquiabiertos ante el repentino e inexplicable giro de los acontecimientos.

La curiosidad se apoderó de Bartolomé cuando volvieron a la mesa del


comedor, continuando con el desayuno.

—Se cumplieron sus palabras cuando dijo que el señor Alcázar se presentaría
hoy para disculparse en persona. —Lanzó una mirada inquisitiva a
Nataniel—:
¿Tiene usted algo que ver con esto?

—¿Cómo es posible? Estoy seguro de que es una mera coincidencia. —Leila


resopló—: apenas si salió de casa en toda la noche. Es imposible que tenga
que
ver en esto —insistió—. Además, ¿qué te hace pensar que un vagabundo
como
él podría lograr que el señor Alcázar se presentara a ofrecer disculpas? Estoy
segura de que se debe a que su conciencia lo ha estado persiguiendo con
horribles pesadillas, recordándole lo que el karma le depararía si hubiera
seguido con sus vicios. Por eso apareció a esas horas de la madrugada. —Se
encogió de hombros—: Solo seguía su conciencia, eso es todo.

Leila era una creyente devota que nunca se había saltado una oración a lo
largo
de su vida. De ahí que atribuyera todos los sucesos inexplicables al karma, al
··························································································································· ®
destino y a la retribución.

Bartolomé se mostraba escéptico ante la explicación de Leila y le parecía que


era muy supersticiosa. Sin embargo, no podía estar más de acuerdo con Leila
quien proclamó que Nataniel era incapaz de realizar una hazaña tan heroica
cuando lo único que había hecho era holgazanear sin hacer nada. «¿Cómo es
que él lograría que Darío Alcázar se presentara y ofreciera disculpas? ¡Mucho
menos si ni siquiera puede conseguirse un trabajo formal!».

Especuló que todo se había reducido a la propia conciencia de Darío Alcázar,


que le había impulsado a sentir remordimientos. A Penélope le pareció que
el
asunto era diferente. Pensó que era probable que hubiera sido planeado por
Nataniel y ejecutado por Tomás Dávila.

Se necesita un monstruo para matar a otro monstruo. No habría ningún


candidato adecuado para el trabajo, aparte de Tomás Dávila, que era cien
veces
más despiadado y diabólico que Darío Alcázar.

Aunque se alegró de salir indemne de aquel tumulto, sabía que todo se debía
a
la influencia de Tomás Dávila, al que Nataniel ya había ayudado en dos
ocasiones.

Ella creía que sería por completo imposible que Tomás Dávila volviera a
ayudarles por tercera vez. Su suerte se acabaría pronto y era vital que
Nataniel
frenara su temeridad.

Mientras tanto, en la mansión de la familia Sosa ubicada en las Residencias


Villa Real.

Alfredo Sosa, el patriarca de la familia Sosa, junto con Samuel y Pablo Sosa,
su
hijo mayor y el tercero, mantenían una conversación en el estudio.

—Me pareció simplemente indignante —se quejó Pablo—. ¿Cómo es posible


que
el señor Alcázar dejara escapar a Penélope y, además, nos llamara para
informarnos que seguiría siendo socio nuestro?

—El señor Alcázar es un astuto hombre de negocios. Apuesto a que no


querría
meterse con el novio lunático de Penélope. Un tipo loco y sin dinero como él
no
tiene nada que perder. El señor Alcázar sabía que no debía perder el tiempo
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con
ese infeliz y someterse a un riesgo innecesario —Samuel explicó—: Es mejor
que abandonemos por completo ese asunto y dejemos que se resuelva.

Alfredo expresó una mueca de desprecio en cuanto escuchó a Samuel hablar


de Penélope y Nataniel.

—Me enferma hasta la médula cada vez que escucho su nombre. ¿Qué he
hecho para merecer una nieta tan desvergonzada como ella? Ha arruinado
por
completo el nombre de nuestra familia.

A Samuel se le ocurrió una sugerencia nefasta:


—Papá, ya que mañana haremos el banquete de celebración de tu
septuagésimo cumpleaños, ¿por qué no desterramos a Bartolomé y a su
familia

y evitamos que asistan a la fiesta? Así, aprovechamos esta oportunidad para


desheredarlos de la familia Sosa.

Pablo le siguió el juego:

—SÍí, papá. ¿No sería una absoluta humillación ante nuestros amigos y
familiares dejarles asistir a tu fiesta de aniversario?

—Que vengan. —Alfredo agitó las manos en señal de desacuerdo—. Ahora


que
el señor Alcázar tuvo la indulgencia de dejarlos libres, ¿qué pensarían los
demás de nosotros si los expulsamos de nuestra familia? Quedaría mal y nos
haría parecer mezquinos e insensibles si nos comparan con un forastero
como
el señor Alcázar.

Por la tarde, Penélope y su familia se alegraron al saber que habían sido


invitados al banquete del septuagésimo cumpleaños de su abuelo, que se
celebraría en el hotel Grand Hyatt .

Eso significaba que seguían siendo considerados como parte de la familia


Sosa, ya que Alfredo les había dado luz verde para asistir al banquete. Sin
embargo, pensar en un regalo de cumpleaños adecuado para Alfredo era un
tema complicado.

—Sé que no podemos permitirnos algo fastuoso, pero tampoco deberíamos

darle algo demasiado barato, o podría quedar mal con nosotros. —Penélope

sugirió—: Deberíamos pensar en un regalo de precio moderado, pero que sea


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útil y tenga cierto significado para él.

Se quemaron el cerebro al pensar en uno, pero era más fácil decirlo que
hacerlo.

Fue Nataniel quien finalmente se atrevió a decir:

—¿Por qué no me lo dejas a mí? Te aseguro que le haremos a Alfredo un


regalo
extraordinario que significaría el mundo para él.

—Nataniel, ¿estás seguro de esto? —Penélope lo miró con escepticismo—:


¿De
verdad crees que puedes encontrar un regalo que complazca al abuelo en su
septuagésimo cumpleaños?

—Confía en mí, sé lo que hay que hacer. —Nataniel le ofreció una sonrisa de
confianza.

Poco después, salió al balcón y llamó a César Díaz:

—Necesito un regalo para Alfredo Sosa, quien mañana celebra su


cumpleaños.
El regalo no tiene que ser el más lujoso, pero debe ser lo mejor para él.

—¡Entendido, señor! —respondió César Díaz con absoluta sumisión.

Al día siguiente.

Era un gran día para Penélope y su familia, ya que se preparaban para el


banquete de cumpleaños de Alfredo.

Justo cuando estaban a punto de salir de casa, Penélope le preguntó a


Nataniel
si tenía el regalo preparado, pues ella casi había olvidado el tema.

—Aquí está. —Nataniel sonrió, sacando una pequeña caja.


Era una caja discreta y desgastada.

Lo que había dentro de la caja era una píldora, toda sellada en plástico. Era
casi
del tamaño de una canica. Penélope y su familia se preocuparon por el
miedo.
Temían pensar en la respuesta de Alfredo al ver un regalo tan absurdo en el
banquete de su septuagésimo cumpleaños.

—¿Cómo puede ser esta pequeña píldora nuestro regalo de cumpleaños?


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¿Estás loco, Nataniel? —Penélope estaba a punto de arrancarse el cabello.

—No es una píldora cualquiera, Penélope —Nataniel explicó con gentileza—:


Esta píldora fue cultivada hace más de sesenta años, su nombre es Fenixia.
Fue
elaborada con las más raras y preciosas hierbas medicinales e ingredientes
que tienen un efecto milagroso sobre las enfermedades causadas por lo que
en
general llamamos las tres enfermedades altas: hipertensión, glucosa en
sangre
y colesterol altos. Se trata de los tres asesinos nocivos que pueden provocar
las típicas enfermedades crónicas, como la apoplejía.

Sin saberlo, se trataba de un regalo cuidadosamente elegido por César Díaz,


tal
y como exigía Nataniel. Tras realizar un sesudo análisis sobre Alfredo Sosa,
César Díaz supo que éste tenía mucho dinero; nunca le faltaba. Su mayor
preocupación era su salud, ya que estaba envejecido y aquejado de las tres
enfermedades altas: hipertensión, glucosa y colesterol altos.

Estas tres enfermedades altas eran asesinas en potencia que podían derivar
en
enfermedades como la apoplejía, la diabetes y otras enfermedades crónicas.
César Díaz invirtió una enorme cantidad de dinero para conseguir píldora
milagrosa que podía hacer maravillas en el tratamiento de dichas
enfermedades crónicas. Así fue como acabó siendo el regalo de cumpleaños
de Alfredo Sosa.

Penélope y su familia se vieron sorprendidos cuando se enteraron del efecto


milagroso de esta antiestética píldora. Además, con ese presupuesto tan
apretado no podían permitirse darle algún regalo lujoso, por no hablar de
que se
les estaba acabando el tiempo para conseguir otro regalo.

—¿Estás completamente seguro de esto, Nataniel? ¿Esta píldora podría en


verdad hacer maravillas? —Penélope necesitó una doble confirmación para
disipar sus dudas.

—Absolutamente —Afirmó Nataniel.

Así que le concedieron el beneficio de la duda e hicieron de la píldora su


regalo
de cumpleaños. Lo único que podían hacer era rezar con fuerza para que lo
que
había dicho Nataniel fuera cierto, que se tratara en realidad de una píldora
milagrosa. De lo contrario, podrían volver a casa con el rabo entre las patas.

··························································································································· ®
Con Reyna en brazos, Nataniel y compañía se presentaron puntualmente en
la
entrada del popularidadel Grand Hyatt , lugar donde se celebraba el
banquete de cumpleaños de Alfredo.

Todo el Salón Acacia del hotel había sido reservado para la gran ocasión del
banquete del septuagésimo cumpleaños de Alfredo. Había cincuenta mesas
repartidas por el salón, que bullía de actividad.

Ataviado con un clásico traje a medida, Alfredo se ocupaba de dar la


bienvenida
a sus invitados en la zona de recepción, acompañado por sus dos hijos,
Samuel
y Pablo.

—Cortesía del Sr. Joel Jauregui, Presidente de Corporativo El Cultivo, una


obra
maestra de Monet con su mensaje, «Feliz cumpleaños al Sr. Alfredo
Sosa».

—Este pino bonsái centenario con su mensaje, Todo lo mejor para el Sr.
Alfredo
Sosa en su septuagésimo cumpleaños es cortesía del Sr. Zaid Téllez,
Presidente de Grupo Propiedades Cielo Azul.

El personal de la recepción anunció los nombres de los invitados que iban


llegando e incluso la naturaleza de sus regalos y mensajes de cumpleaños.

Cuando llegó a Nataniel y compañía, el personal leyó en voz alta:

—Cortesía de Bartolomé Sosa y su familia, una píldora rota y hecha jirones


con
su mensaje, «Mis mejores deseos y feliz cumpleaños, papá».

«¡Una píldora rota y hecha jirones!»

Las palabras provocaron un estallido de carcajadas entre los cientos de


invitados presentes en la sala.

Esto hizo que Alfredo se sonrojara. Sus mejillas se hincharon, como dos

manchas de pintura roja mientras miraba enardecido a Bartolomé, quien


justo
se acercaba a Alfredo para punto de saludarlo.

—¿Qué clase de m*erda me estás dando como regalo de cumpleaños,


Bartolomé? —escupió Alfredo furioso hacia Bartolomé.
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—No te pongas tan nervioso, papá —Bartolomé explicó con nerviosismo al
ver la
rabia en los ojos de Alfredo—. Se trata de una píldora llamada Fenixia. Se
dice
que es una píldora milagrosa contra las enfermedades crónicas causadas por
las tres enfermedades altas en...

—¿Qué quieres decir con eso, Bartolomé? —Samuel le cortó con una sonrisa
socarrona—. ¿Intentas decir que no puedes esperar a que papá contraiga esas
enfermedades crónicas? ¿Es esa la razón por la que le has regalado la
píldora?

—¡No! Papá, Samuel, no es eso lo que quiero decir... yo... —La cara de
Bartolomé
se tornó de un tono papel.

¡Pas! Una caja de aspecto viejo y desgastado fue lanzada al suelo, justo
delante
de Bartolomé y su familia. La caja casi se hizo añicos. Una pequeña píldora
redonda salió rodando de la caja rota, era Fenixia.

Mario Sosa, el hijo de Samuel Sosa, era quien había tirado la caja al suelo.
—Mira la píldora rota que nos das aquí —se burló Mario—. ¡Guárdatela para
ti!

La rabia y la vergiienza se reflejaban en los rostros de Bartolomé, Leila y


Penélope, quien llevaba a Reyna en brazos.

Nataniel les dirigió una gélida mirada y severa antes de agacharse y recoger
la
pildora.

—Espera a que descubras las gigantescas habilidades de esta pequeña


píldora.
Volverás suplicando de rodillas por ella —pronunció impasible—: Y vivirás
para
lamentar haber desechado un pequeño de tesoro como este.

—¿Ah sí? ¿Cómo es que una píldora rota como esta es un tesoro tan único?
Guárdala para ti, ¡nunca te rogaremos por ella! ¡Ja, Jal —Samuel resopló,
mientras el resto de sus hombres se reían burlonamente.

Alfredo lanzó una mirada despectiva a Bartolomé y su familia y anunció:

—No hay mesa para ustedes en el salón principal, pero hay una pequeña
mesa
··························································································································· ®
en el pasillo que sería suficiente para toda su familia. Acomódense ahí, están
a
punto de servir la cena.

Todas las miradas de la sala se volvieron hacia Bartolomé y su familia como


si

fueran unos extraterrestres de aspecto extraño que acababan de descender a


la tierra.

Mientras todo el mundo se sentaba en el salón principal, que era el Salón


Acacia, Bartolomé y su familia tuvieron que apretujarse para sentarse todos
a la
miserable y diminuta mesa del pasillo.

Nada podía ser más humillante que ser tratados como unos parias abatidos.
Cuántas ganas tenían de irse del banquete y evitar todos los insultos. Sin
embargo, Bartolomé y su familia soportaron la vergiienza con los dientes
apretados y los puños cerrados, pues no querían que los demás los vieran
como impertinentes y maleducados al solo alejarse del banquete de
cumpleaños de su padre. Así que se dirigieron a la única mesa del pasillo y se
sentaron, bajo la mirada burlona de sus invitados y familiares.

Era oficial, ¡el banquete había comenzado!

Los invitados al banquete fueron recompensados con un suntuoso festín en


el
que se sucedieron deliciosos y apetitosos platillos gourmet. Todos, excepto la
mesa solitaria del pasillo. Esperaron a que los invitados terminaran la última
ronda de postres, pero aún no había comida servida en su mesa. Cuando la
cena estaba casi terminada, Samuel se acercó y ordenó a los camareros que
sirvieran las sobras a Bartolomé y su familia.

Como si fuera la gota que colmó el vaso, Bartolomé y su familia no pudieron


contener más su rabia y resentimiento. «¿Por quiénes nos toman? ¿Creen
que
somos mendigos o los perros que solo tienen derecho a las sobras?».

Como si hubiera llegado al punto de inflexión, Bartolomé frunció el ceño y se


levantó bruscamente de la mesa.

—Vamos —instó con firmeza—. El banquete se acabó.

Alfredo chocaba alegremente las copas con algunos de los invitados más
distinguidos de su banquete cuando Samuel se acercó a él y le susurró al
oído:

··························································································································· ®
—Papá, Bartolomé y su familia se han saltado la cena y han abandonado el
banquete. Parecían bastante disgustados.

—¡Vaya! Pues se lo merecen por haberme regalado una píldora podrida para
mi
cumpleaños. ¿En qué están pensando? ¿En realidad vinieron a celebrar o
maldecirme? ¿Por qué debo alimentarlos con toda esta deliciosa y
maravillosa
comida? Prefiero alimentar a los perros.

En cuanto salieron del hotel, Leila, amargada, arremetió contra Nataniel.


—Mirate a ti y a tu estúpida idea. Te habíamos asignado la tarea de encontrar

un regalo de cumpleaños adecuado para Alfredo. ¿En qué demonios estabas


pensando al regalarle una vergonzosa píldora? Gracias por hacernos quedar

como tontos delante de todo el mundo. Gracias a ti nos alimentaron con las
sobras como si fuéramos una especie de mendigos. ¡Qué idea tan ingeniosa
la
tuya!

Penélope intentó aplacar a su madre:


—Estoy segura de que Nataniel no tenía esa intención, mamá.

—Dejemos de discutir —sugirió Bartolomé con pesadumbre—. Hoy nos


avergonzamos por completo delante de nuestros amigos y familiares. Estoy
seguro de que papá solo nos encontrará más repulsivos que nunca. Nuestra
situación solo podía empeorar.

—Cálmense todos. Pronto estarán llamando a nuestra puerta, rogándonos la


pildora —afirmó Nataniel.

Penélope le dirigió una sonrisa de disgusto:

—Vamos, Nataniel. Ya estamos hartos de tus tonterías. ¿Cómo es posible?


¿No
tiraron la píldora delante de todos? ¿Qué te hace pensar que se comerían sus
palabras y nos rogarían por ella? Aunque el abuelo enfermara, tiene tanto el
dinero como los medios para buscar el mejor tratamiento médico. No
necesita
tu píldora para nada.

Pero Nataniel no tuvo reparos en su predicción:

—Tranquilos, estoy convencido de que admitirá sus errores y volverá a


pedirnos
la píldora.
··························································································································· ®
Su conducta tranquilizadora no era diferente de cuando predijo la aparición
del
señor Alcázar para su disculpa. Penélope y su familia estaban desconcertados
por sus palabras. «¿Por qué está tan seguro de su predicción?».

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Reyna masculló de forma


lastimosa:

—Reyna tiene hambre, papá. ¿Cuándo podremos comer? Hace rato vi que
había
tanta comida en la mesa. Tengo mucha hambre.

Reyna se refería a la suculenta y apetitosa comida que se sirvió durante el


banquete del septuagésimo cumpleaños de Alfredo. La exhaustiva lista
estaba
compuesta por platillos glamurosos y caros que incluían cortes de carne
90/10,
hígado de pato, caviar, abalón, langostas y muchos más. Cualquier platillo
podía costarles desde un mes hasta el total de un año de salario, lo que les
hacía un agujero en el bolsillo.

—Esos platillos son demasiado caros, Reyna. No nos los podemos permitir —
explicó Penélope a su hija—: Mamá te cocinará otra cosa cuando lleguemos a
casa.

Pero Nataniel insistió:

—¿Y qué te hace pensar que no podemos pagarlos? Vamos a regalamos una
buena comida hoy.

—Pero no tenemos dinero, Nataniel... —Penélope se interrumpió en un tono


tímido.

—No te preocupes, yo pagaré la comida. Para eso tengo algunos centavos —la
tranquilizó Nataniel.

Aunque nunca se había obsesionado con el dinero y la riqueza, Nataniel


estaba
bastante seguro de que tenía un patrimonio de hasta decenas de millones.
Nada de eso significaba algo para él, ya que solo eran cifras.

En el Palacio Celestial, el restaurante más caro de Ciudad Fortaleza.

Estaba situado en el nivel más alto del edificio más alto de Ciudad Fortaleza:
La
Cumbre.
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El restaurante de lujo tenía las vistas panorámicas más impresionantes de
Ciudad Fortaleza y contaba con los ingredientes más selectos y los más
expertos chefs que preparaban platos capaces de deleitar todo paladar.

El Palacio Celestial era exclusivo y solo estaba al alcance de los que podían
presumir de excesiva riqueza, poder y estatus. Aquellos que eran
asquerosamente ricos pero carecían de prestigio y posición en la sociedad
serían desairados en el Palacio Celestial.

Nataniel llevó a Penélope y a su familia La Cumbre y tomaron el exclusivo


ascensor hasta la cima del edificio.

Penélope y su familia se sintieron intimidados por lo lujoso del lugar cuando


se
enteraron de que Nataniel los iba a llevar a comer al Palacio Celestial.

—Este lugar parece tan lujoso y fastuoso, Penélope —interceptó Bartolomé


con
nerviosismo—. Supongo que costaría una millonada cenar aquí.

—Este lugar es extremadamente costoso; un simple platillo podría costar


hasta
decenas de miles —afirmó Penélope taciturna—: Es uno de los restaurantes
más caros de Ciudad Fortaleza, pero no solo atiende a los ricos, en verdad
hay
que ser alguien de renombre para poder cenar en él.

Sus palabras dieron a Leila escalofríos mientras jadeaba:

—¡Santo cielo! Esto es tan buena idea como un robo a plena luz del día. ¿De
dónde sacaríamos el dinero para cenar aquí? Nos costaría el sueldo de toda
una vida tan solo una comida aquí. Vámonos de aquí.

Nataniel trató de disipar sus preocupaciones con una sonrisa tranquila:

—Vamos, chicos. No sean exagerados, ¿cuánto puede costar una simple


comida? Dejen que me encargue de la cuenta.

Con esas palabras, Nataniel y compañía se dirigieron al restaurante.

En la entrada fueron detenidos por unos hombres con trajes bien


confeccionados, que parecían ser la seguridad del restaurante. Un hombre
que
parecía ser su supervisor les dirigió una mirada poco amistosa y les anunció:

—Lo lamento, según nuestro código de vestimenta, no tienen permitida la


··························································································································· ®
entrada aquellas personas que no están adecuadamente vestidas.

Nataniel y compañía se quedaron perplejos ante lo que había dicho. A pesar


de
no estar vestidos con Gucci, Armani o alguna marca de diseño, ciertamente
habían aparecido presentables y bien vestidos para la ocasión.

Un hombre vestido con una camiseta de tirantes arrugada, pantalones cortos


sueltos y chanclas pasó junto a ellos y entró en el restaurante de forma
casual,
como si entrara en un supermercado. Nataniel lo señaló y preguntó al de
seguridad:

—¿Qué le hace decir que vamos mal vestidos? ¿Y qué pasa con él? ¿Por qué
no
se le prohibió la entrada?

—Ese hombre es un magnate inmobiliario que posee decenas de


propiedades.
¿Y qué si va vestido con camisetas de tirantes y chanclas? —el supervisor se
mofó—: ¿Qué le hace pensar que está al mismo nivel que él? ¿Sabe cuánto
cobramos por nuestros platillos? Una simple comida podría costar
fácilmente
más de cien mil. Este no es un lugar para que cenen indigentes como
ustedes.

Los ahorros de toda la vida de Penélope apenas superaban los cien mil, lo
que
significaba que apenas podía permitirse una comida decente en este lugar.

—Olvídalo, Nataniel. Busquemos otro lugar para cenar.

—No, no hay razón para que nos vayamos —Nataniel insistió—: es la primera
vez que los invito a cenar. Insisto en invitarles una buena comida. Oye, tú,
quiero ver a tu jefe. Tráelo aquí.

El supervisor y sus hombres soltaron una carcajada.

Tenemos una docena de jefes aquí, ¿a cuál te refieres? —el supervisor soltó
una
carcajada sin gracia.

—Al que tiene la última palabra —respondió Nataniel, indiferente. Le cerraré


el
restaurante si su jefe no se presenta ante mí dentro de diez minutos —
advirtió.

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—¡Qué montón de tonterías! —el supervisor se rio—: ¿cómo te atreves a
hablarnos de esa manera? ¿Sabes quién es nuestro gran jefe? ¡Es Tomás
Dávila! ¡Mejor váyanse antes de que los aviente por la ventana!

Sin que Nataniel lo supiera, Tomás Dávila ya había presentado su dimisión


según sus instrucciones de y ya no era el jefe de las fuerzas armadas del
Distrito Este.

Tras su dimisión, compró el Palacio Celestial y se convirtió en empresario y


propietario de un restaurante.

Afortunado y de gran corazón, seguía siendo un hombre con gran influencia,


dado su anterior puesto en las fuerzas armadas y su red de recursos. Seguía
siendo el indiscutible pez gordo del Distrito Este.

Cuando se enteró de que Tomás Dávila era el propietario del Palacio


Celestial,
Nataniel sacó su teléfono y marcó el número de Tomás Dávila.

—Soy yo, Tomás. Estoy en la puerta de tu restaurante.


«¿Tomás?»

El supervisor y sus hombres estallaron en una segunda ronda de risas. Les


parecía ridículo que a Nataniel se le ocurriera una idea tan idiota como la de
fingir que estaba hablando por teléfono con el señor Dávila.

Sus risas resonaban como las de quienes estaban viendo una comedia en
extremo divertida en el interior de un cine. De repente, un hombre descalzo
salió corriendo de la oficina de dirección del restaurante hacia ellos. El
hombre
era alto y corpulento, con prominentes quemaduras laterales en la cara. Era
Tomás Dávila.

Una mujer corrió gritando detrás de Tomás Dávila con un par de zapatos en
las
manos. Era su secretaria y masajista de pies:

—¡Sus zapatos, señor Dávila! No se puso los zapatos...

Tomás Dávila se estaba consintiendo con un masaje de pies cuando Nataniel


lo
llamó. Se levantó de su silla como un resorte elástico en el instante en que
escuchó la llamada de Nataniel, saliendo a toda prisa de su despacho, sin
molestarse siquiera en ponerse los zapatos. Abrumado por la repentina
aparición de Nataniel, le saludó con una sonrisa untuosa:

— ¡Bienvenido al Palacio Celestial, Señor!


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El supervisor y sus hombres se quedaron paralizados al ver que el descalzo
Tomás Dávila se dirigía a Nataniel como «Señor».

Se quedaron boquiabiertos como si fueran roscas y los ojos casi se les


salieron
de las órbitas.

—Sí, he venido a conocer su restaurante —Nataniel murmuró con tono


desinteresado—, pero su personal de seguridad me ha prohibido la entrada
porque me dijeron que soy un indigente.

Al momento de escuchar las palabras de Nataniel, la expresión indiferente de


Tomás Dávila se interrumpió, su rostro se puso rojo como una manzana y
sus
fosas nasales se abrieron. Entonces se giró y miró al supervisor de seguridad
y
a sus hombres:

—¡Qué montón de idiotas! Están todos despedidos, lárguense. —Los despidió


en
el acto y los echó inmediatamente. Luego se dirigió a Nataniel y reanudó su
sonrisa aduladora—: Por favor, sígame, señor.

Nataniel le echó un vistazo a sus pies descalzos y le recordó:

—Será mejor que te pongas los zapatos primero. — Tomás Dávila se quedó
aturdido cuando bajó los ojos y vio sus dos pies descalzos. Se dio cuenta, con
una punzada, de que se había olvidado por completo de sus zapatos cuando
se
precipitó en el acto, pero su secretaria se acercó y se puso en cuclillas para
ayudarle a ponérselos.

Cuando los tuvo puestos, ahogó una sonrisa incómoda antes de invitar a
Nataniel a entrar en el restaurante:

—Señor, por aquí, por favor.

Tras un cómico encuentro, Nataniel y sus acompañantes entraron por fin en


el
Palacio de las Nubes y como si entraran en un verdadero palacio, quedaron
maravillados por su interior, exquisitamente amueblado y de lujo
exuberante.

—Por favor, venga por aquí, Señor. Esta es nuestra mejor sala VIP. —Tomás
Dávila los condujo a una gran sala.

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Leila se inquietó y sugirió:

—¿Por qué no cenamos en el salón principal? No vayamos a la sala VIP. —


Ella
sabía que costaría mucho más cenar en una sala VIP: era la norma no escrita
en todos los lugares de entretenimiento o restaurantes. Además, la
exuberante
decoración de este lugar hacía palidecer a los palacios que había visto en la
televisión y por ello, temiendo que no pudieran pagar la cuenta, ella sugirió
no
entrar a esa sala.

—A mi suegra no le gusta cenar en una sala VIP —Nataniel le comunicó su


sugerencia a Tomás.

—Oh, ya veo. ¿Le gusta un ambiente más acogedor? Entonces sentémonos en


el salón principal. Les conseguiré una mesa junto a la ventana para que
también puedan disfrutar de la vista. —Tomas Dávila les mostró una sonrisa
empalagosa.

—Eso estaría bien —aceptó Nataniel. Entonces se acomodaron en una mesa


cerca de la ventana mientras Tomás pedía el menú a su capitán. El les
tomaría
personalmente la orden.

Penélope y los demás contuvieron la respiración al ver los precios del menú:
«Corte de res 90/10, a ocho mil por medio kilo, caviar a treinta mil el medio
kilo,
atún rojo a nueve mil...»

Como si estuviera sentado en un caldero hirviente, Bartolomé estuvo a punto


de
saltar asustado de su asiento:

—Son demasiado caros para gente como nosotros. No hay manera de que
podamos pagarlo. No deberíamos quedarnos más tiempo, vámonos ya.

—Espere, no se alarme por los precios. — Tomas explicó—: ¿Cómo voy a


dejar
que paguen un solo centavo por la comida? ¿No ve lo que significa para mí
que
el Señor Cruz y su familia cenen en mi restaurante? Es un honor que ningún
dinero puede comprar... Señor y Señora Sosa, nunca tendrán que gastar un
solo
centavo para cenar aquí por el resto de su vida. Tomen esto como su casa.
Vengan a cenar cuando les apetezca. No hay necesidad de las formalidades
conmigo, por favor.
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«¿Está él bromeando? ¿Gratis por el resto de nuestras vidas?»

Bartolomé y Leila intercambiaron una mirada estupefacta entre sí, con la


boca
abierta como si la hubieran amordazado con un pañuelo invisible:

—Papá, Nataniel tiene muy buena relación con el señor Dávila, por eso...
Penélope se esforzó por hacerles entender, pero Nataniel intervino y explicó:

—Tomás solía ser mi subordinado, por eso nos trata como su familia, no hay
necesidad de sentirse incómodos por eso.

Tomás estuvo a punto de llorar cuando escuchó a Nataniel mencionar que


era
como su familia:

—Sí, oh sí, eso es tan cierto... —Se estremeció con su voz estridente—: Somos
una familia, pues fue el Señor Cruz quien se apiadó de mí cuando estaba

deprimido. No sería lo que soy hoy si no fuera por él. Por favor, póngase
cómodo, no sea tan formal aquí.

A pesar de su discurso tranquilizador, los Sosa seguían dudando en sí pedir o


no su comida. Tomás Dávila se tomó la libertad y ordenó a sus capitanes que
les sirvieran los platos más suntuosos del restaurante, incluyendo langostas,
cortes de res costoso tipo 90/10 y muchos otros.

Tomas pidió incluso helados y postres para la pequeña princesa Reyna y para
rematar, abrió una botella del gran vino Chateau Lafite , que podía costar
hasta cien mil por botella.

Nataniel levantó su copa y brindó con Tomás:

—No quiero que me molesten cuando estoy comiendo con mi familia.


¿Entiendes lo que quiero decir, Tomás? —le exigió.

Acalorado por el vino, el rostro de Tomás Dávila se enrojeció de alegría


extasiada. La posibilidad de tomar una copa con Nataniel le llenaba el
corazón
de orgullo y satisfacción:

—Claro que sí, Señor. Los dejaré a usted y a su familia para que disfruten de
una comida tranquila —respondió mientras asentía con gratitud.

Tras levantarse de la mesa, Tomás Dávila dio instrucciones a Javier, su


ayudante, para que nadie molestara a Nataniel y a su compañía mientras
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disfrutaban de su comida.

A Penélope y su familia les sirvieron una sucesión de exquisitos platillos que


costarían más de tres años de sus ingresos juntos...

—¡Qué comida tan maravillosa tenemos aquí! —Reyna dejó escapar un


gritito de
euforia—: ¡Todos están riquísimos! Mira, papá, incluso hay helado. ¿No
crees
que son mejores que los que vimos en el banquete del bisabuelo? ¡Te quiero,
papá, eres mi héroe!

—¿Estás seguro, Nataniel? —Bartolomé le lanzó una mirada escéptica—:


¿Que tu
vínculo con Tomás Dávila es tan profundo como dijo?

—Absolutamente. —Nataniel asintió con energía.


—¿Y no nos va a cobrar por esta comida? —Leila quiso confirmarlo dos
veces.

—No solo por esta comida, Leila. Todas las comidas serán gratuitas cuando
cenes aquí —le prometió Nataniel.

—Parece que Tomás Dávila realmente atesora el vínculo que tiene contigo. —

Penélope sonrió con pesar—: Como lo ayudaste cuando más lo necesitaba, se


sentía en deuda contigo para el resto de su vida. Pero creo que no debemos

confiar en que nos saque de apuros siempre. Además, es mejor que


cocinemos
nosotros mismos en lugar de comer fuera, deberíamos resolver las cosas con
nuestro propio esfuerzo. Es demasiado el estar molestándolo todo el tiempo.

—SÍí, claro —sonrió Nataniel con calidez.

Había sido un día muy revuelto para Nataniel y compañía y aunque salieron
del
otro banquete con el estómago vacío, terminaron con una comida mucho
más
suntuosa de lo que aquél había ofrecido. Eso hizo que fuera aún más alegre y
tuvieran mayor apetito cuando por fin pudieron sentarse y disfrutar de su
comida, pues, por fin, sus almas deprimidas encontraron un poco de
consuelo.

Pero mientras Nataniel y su compañía disfrutaban de los platillos, algo


desastroso ocurrió en el banquete. Después de que ellos salieran del lugar
varios altos funcionarios del gobierno llegaron a ese sitio sin previo aviso: se
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trataba de funcionarios de gran autoridad a los que Alfredo y sus hijos no se
atreverían a contradecir. Sin embargo, su inesperada aparición en el
banquete
de cumpleaños de Alfredo hizo que éste se sintiera orgulloso y encantado.

Como gesto de agradecimiento, él ofreció a cada uno de ellos una ronda de


brindis y acabó bebiendo casi veinte botellas de vino. De ese modo, los
funcionarios abandonaron el banquete solo cuando se hartaron de la bebida.

No obstante, poco después de que éstos se marcharan, Alfredo sintió un


fuerte
malestar en su cuerpo. Previamente su médico le había aconsejado con
insistencia que no tomara ni una sola gota de vino, ya que padecía las
enfermedades conocidas como «las tres altas»: hipertensión, hiperglucemia
e
hipercolesterolemia.

Sin embargo, ese día había hecho caso omiso de los consejos de su médico y
se había bebido la enorme cantidad de veinte botellas de vino, solo para
complacer a los funcionarios del gobierno y como resultado, sufrió un
derrame
cerebral justo en el escenario del banquete.

Ahora, lo que se suponía que iba a ser una ocasión alegre se había convertido
en algo desastroso y espantoso a la vez. El acontecimiento, sin dudas,
aterrorizó a todos los presentes en el lugar. Afortunadamente, a Samuel Sosa
le
habían informado de que un famoso profesor de cardiología, Abel León,
estaba
cenando en la habitación contigua a su salón de baile y en lugar de esperar a
que llegara la ambulancia, corrió a buscar la ayuda inmediata de éste.

Abel León se apresuró a comprobar el estado de Alfredo y tras un breve


examen, sacudió la cabeza y concluyó:

—Me temo que su estado no tiene muy buenas apariencias y teniendo en


cuenta que estaba sufriendo las tres altas, no debería haber bebido. Hay que
llevarlo al hospital y ver cómo evoluciona. Pero le aconsejo que se prepare
mentalmente para lo peor. —Sus palabras dejaron caer una bomba sobre

Samuel y compañía, ¡que pudieron comprobar que su padre estaba en estado


crítico!

—¿Es realmente tan grave, profesor Lynch? ¿Hay alguna forma de salvar a
mi
padre? ¿O hay algún tipo de medicamento especial para él? —preguntó
Samuel
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Sosa, que se había estremecido por el estado de su padre.

Abel León suspiró:

—Los derrames cerebrales son una de las enfermedades más complicadas de


la medicina moderna —explicó—, solo podemos confiar en las medidas
preventivas para evitar que se produzca un derrame cerebral, dando un
tratamiento pasivo para tratarlo. Las posibilidades de recuperación de este
estado están más determinadas por la suerte que por el tratamiento. En
cuanto
a la medicación —el profesor se detuvo mientras parecía recordar algo—hay
una especie de píldora que podría hacer maravillas.

—¿De verdad? —Sus palabras fueron una verdadera inyección de ánimo para
Samuel y los suyos—. ¿Qué tipo de píldora es? Haremos lo que sea necesario
para conseguir la píldora, sin importar el precio.

—La llamaban «Fenixia» —describió el profesor—. Era una píldora cultivada


hace
más de medio siglo con nueve de los ingredientes más exóticos y raros,
incluyendo hierbas medicinales silvestres y partes de animales como tigres,
rinocerontes y otros que tienen un efecto maravilloso sobre los derrames. Se
elaboró en la época en que aún no se había prohibido el uso de estos
ingredientes raros para su creación y con fines medicinales y eso es lo que
hace la Fenixia una píldora tan preciosa y milagrosa. Sin embargo, apenas
terminaron de crear esta píldora, impusieron la prohibición de usar sus
ingredientes y eso marcó el fin de la producción de ella también. Ahora,
obviamente, es extremadamente raro encontrar muestras de esa medicina y
a
decir verdad, solo una persona llegó a pagar diez millones por ella hace unos
años en una subasta. En este caso, yo sé que no tiene sentido que sepas todo
sobre ella ya que es casi imposible encontrar una de las pastillas hoy en día.

Samuel reflexionó sobre las palabras del profesor, y el nombre, Fenixia, le
resultaba a muy conocido.

Todo volvió a él ahora, mientras gritaba una pregunta en voz alta a sus
hombres:

—¿No acaba de traer Bartolomé una píldora llamada Fenixia para el regalo
de
cumpleaños de papá? —Su pregunta hizo que Mario Sosa corriera por la
habitación, recogiendo una vieja y desgastada caja en el suelo, la cual se
utilizaba para guardar la píldora.

El nombre de ésta seguía sonando vagamente a Fenixia, según recordaba

··························································································································· ®
Mario y la había tirado al suelo y Abel León gritó sorprendido cuando el
hombre
le mostró la caja desgastada:

—Es... Esta es la caja que almacena la Fenixia. ¿Tienes la píldora


milagrosa?...
Dásela a tu padre ahora, estoy seguro de que mejoraría su estado de forma
espectacular. Necesita consumir la pildora dentro de las veinticuatro horas
siguientes a la ocurrencia del derrame, o su efecto disminuiría
significativamente.

De vuelta en el Palacio de las Nubes, Nataniel disfrutaba de la comida junto a


Penélope y los suyos, gozando de un maravilloso tiempo de familia de
calidad.
Pero, de repente, el teléfono de Bartolomé emitió un fuerte estruendo y no
pudo
creer lo que veían sus ojos cuando observó el número en la pantalla:

—Espera, es Samuel quien llama. ¿Por qué me llama de repente?

—Mi instinto me dice que debe haber llamado para pedir la pildora —
subrayó
Nataniel, con una disimulable curva en los labios. Luego, sobre la mesa, puso
la
pildora; la cual sido sellada para preservar su frescura y efecto.

Bartolomé y su familia se dieron cuenta de que Nataniel lo había predicho


correctamente cuando había afirmado que sería cuestión de tiempo que
Samuel y sus hombres fueran a pedir la pildora. Entonces, con una pizca de
incredulidad en los ojos, Bartolomé puso la llamada en modo altavoz:

—¿Hola? —La voz de Samuel resonó al otro lado de la llamada—. Bartolomé,


papá está en un estado terrible ahora y necesita de Fenixia para salvar su
vida.
Trae la píldora ahora, de inmediato.

Los ojos sorprendidos de Bartolomé se agrandaron y redondearon cuando


escuchó la voz temblorosa de Samuel pidiendo la píldora: «¡Es verdad!
Nataniel
ha vuelto a dar en el blanco».

Lanzó una mirada de incredulidad a Nataniel y estuvo a punto de abrir la


boca
para acceder a la petición de Samuel, ya que nunca se atrevía a desafiarlo y
siempre había desconfiado de su hermano mayor. Sin embargo, Leila le
arrebató el teléfono antes de que pudiera decir una palabra:

··························································································································· ®
—¿Eh? ¿Así que ahora pides a Fenixia? —le gritó con desprecio—: ¿No la
tiraste
al suelo y dijiste que era una pastilla podrida? E incluso nos comentaste que
la
reserváramos para nosotros... ¿Qué les hace pensar que pueden recuperarla
ahora ya que la han tratado como basura?... Ni creas que te será tan fácil
recuperarla así como así. Ven a rogarnos si realmente la quieres. —Con un
gruñido de enfado, colgó la llamada, pero el teléfono volvió a sonar en el
momento en que colgó; era Samuel de nuevo. Al ver esto, decidió apagar el
teléfono por completo, junto con el suyo y el de Penélope—. ¿No acaban de
avergonzarnos delante de nuestros amigos y familiares cuando tiraron
nuestro
regalo al suelo? —La cara roja de Leila habló agitada—: Por no hablar de
cómo
nos señalaron haciéndonos sentar fuera del banquete, para alimentarnos con
las sobras. Pero ahora sí tienen el valor de exigirnos que les entreguemos la

pildora como si tuvieran todo el derecho a tenerla. De ninguna manera voy a


ceder a menos que vengan a nosotros y nos lo pidan: ¡sobre mi cadáver!

Penélope no podía apartar los ojos de Nataniel. Le resultaba imposible


comprender cómo podía decir las cosas con absoluta exactitud. Esto fue igual
que la ocasión anterior, cuando esperaba que el señor Harvey se presentara
en
su puerta con una disculpa y había resultado ser cierto.

Ahora su profecía parecía materializarse de nuevo cuando decía que Samuel


y
sus hombres volverían a por la píldora, y volvía a acertar: Samuel acababa de
llamar a Bartolomé preguntando por Fenixia.

Penélope se dio cuenta de que Nataniel siempre había cumplido su palabra


pues su predicción nunca resultaba errónea:

—Será mejor que seas sincero conmigo y me digas a qué se debe todo esto —
exigió Penélope con un tono exigente.

—¿De qué estás hablando? —reprendió Nataniel con una sonrisa


desenfadada,
mientras le daba de comer a Reyna.

—No me mires así. —Penélope le recriminó—: ¿Qué te hizo pensar que


Samuel
vendría a rogarnos por esa píldora? ¿Cómo lo supiste desde el principio? —
Sus
palabras hicieron que Bartolomé y Leila fijaran sus ojos sospechosos en él.

··························································································································· ®
—Cuando reflexionaba sobre cuál sería el mejor regalo de cumpleaños para
Alfredo, me enteré de que tenía la condición médica de «las tres altas», que
era
propensa a enfermedades como el derrame cerebral —explicó Nataniel—. Por
eso quise regalarle la píldora. En cuanto a lo que me hace estar tan seguro de
que volverán a suplicarnos la píldora, todo empezó en el banquete cuando lo
vi
ofrecer rondas de brindis a sus invitados. La bebida es la mayor causa que ha
llevado a la gente con tales condiciones médicas a enfermar, de ahí que en
secreto haya temido lo peor para Alfredo. Estaba seguro de que Samuel y el
resto se enterarían de lo de la Fenixia por el médico, en caso de que le
ocurriera
algo a Alfredo. Por eso dije que vendría a nosotros y pediría la pildora para
salvarlo.

Como si acabaran de descubrir el mayor misterio de la tierra, Bartolomé y


Leila
pusieron una expresión de sorpresa tras escuchar la explicación de Nataniel
y
aunque Penélope aún se sentía incrédula sobre todo el asunto, la explicación
de
éste le pareció razonable:

—Entonces, ¿es cierto que la Fenixia puede hacer maravillas con las
enfermedades causadas por «las tres altas»? —preguntó Bartolomé,
asombrado por la píldora milagrosa.

—Sí, realmente lo hace. —Nataniel asintió con firmeza.

—¿Supongo que costará un dineral? —argumentó Leila.

—Sería extremadamente difícil encontrar una píldora tan antigua hoy en día

reconoció Nataniel con una sonrisa—. La última vez que vieron una fue en
una
subasta y se vendió por diez millones.

«¡Diez millones!» Penélope y su familia se quedaron boquiabiertos al oír su


precio.

—Ya que es algo tan valioso —Bartolomé le devolvió inmediatamente la


píldora
a Nataniel—, será mejor que la guardes en un lugar seguro.

—Esta cosa solo costaba unos pocos billetes en los viejos tiempos —explicó
Nataniel—: Ahora su precio se ha disparado hasta una cifra astronómica,
gracias a esos hombres ricos que se han enterado de sus efectos milagrosos y
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la quieren para su propia salud.

SÍ, pero incluso unos pocos billetes en los viejos tiempos seguían siendo una
buena suma de dinero para esta píldora. ¿Cómo la conseguiste, Nataniel? —
preguntó Penélope.

—Siempre la había tenido mi familia. —Nataniel hizo un guiño seductor—:


No
era costosa cuando la tuvimos en un principio...

—Pero se ha vuelto muy valiosa ahora. Será mejor que la devuelvas y te


asegures de conservarla bien —recalcó Leila.

—Desde que Samuel le pidió la píldora a Bartolomé, creo que tiene que ver
con
la condición de Alfredo. ¿Por qué no dejamos que Bartolomé decida qué
hacer
con ella? —sugirió Nataniel con una sonrisa amistosa. —Su mensaje era
evidente para Penélope y su familia.

Sabiendo que Alfredo necesitaba la píldora con urgencia para su condición,


Nataniel quería que Bartolomé la tuviera, dándole el poder no solo de elegir
entre dar o guardar la píldora, sino de elegir salvar la vida de Alfredo:

—SÍí, esto era lo que queríamos darle a Alfredo como regalo de cumpleaños,
pero él la tiró al suelo e hizo una escena con ella. Piensa en cómo nos hizo
sentar en una mesa solitaria fuera del banquete, alimentándonos con las
sobras. —Leila miró a su marido con reproche—: Si te atreves a darles la
píldora
así, me aseguraré de que no tengas un día de paz en el resto de tu vida —
advirtió.

Nataniel intervino para ofrecer su apoyo:

—Mi suegra tiene razón, Bartolomé. A veces tenemos que mostrar de qué
estamos hechos y hacerles saber que también tenemos nuestro orgullo.

Sus palabras fueron música para los oídos de Leila, que normalmente habría
regañado a Nataniel por llamarla suegra, ya que apenas tenía una impresión
favorable de él. Sin embargo, las cosas parecían haber cambiado para bien
para él a los ojos de Leila, ya que empezaba a verlo de forma más positiva.

Una ambulancia llegó al hotel Grand Hyatt y llevó a Alfredo al hospital.


Samuel
envió a su mujer y a sus hijos junto con el resto de los familiares a esperar en
el
hospital, mientras hacía señas a Pablo, su joven hermano, para que lo
··························································································································· ®
siguiera a
un rincón discreto del hotel para platicar en secreto:

—Llamé a Bartolomé para pedirle que me enviara la píldora, Fenixia, pero


me
colgó —refunfuñó Samuel—, y ahora incluso apagó el teléfono.

—Seguro que ahora está enojado con nosotros —replicó Pablo, de mala
gana—,
ni siquiera le importa el estado de papá.

—Papá está envejeciendo. Esta puede ser lo último que pase en su vida y
podría
dejarnos para siempre.

—¿Pero no es eso algo bueno para ti, Samuel? Al no estar papá, podrías
asumir
el papel de líder de nuestra familia.

—El problema es que papá no ha hecho testamento, Pablo. —Samuel sacudió


la
cabeza con frustración—. Si papá falleciera de forma tan repentina en
ausencia
de un testamento, Bartolomé obtendría también hasta un tercio de la fortuna
de
la familia, según las leyes interestatales.

—¿Qué? ¿Qué le da derecho a semejante reclamación? —gritó Pablo muy


exaltado.

—Al ser hijo de Alfredo Sosa, tiene derecho a la fortuna de papá, igual que tú
y
yo —explicó Samuel.

—¿Qué debemos hacer ahora, Samuel? —A Pablo se le estaba acabando la


paciencia.

—Tenemos que asegurarnos de que papá siga vivo para poder conseguir que
haga un testamento. Solo deberíamos incluirnos a ti y a mí como
beneficiarios
de su herencia —dijo Samuel con voz grave—: Estoy seguro de que puedo
conseguir que papá haga eso ya que me hace caso, pero necesitamos la
pildora para salvarlo. A como dé lugar, necesito que vayas a buscar a
Bartolomé ahora y la consigas.

—Eso es fácil. —Pablo mostró una sonrisa tenebrosa—: Me llevaré a Dani y a

··························································································································· ®
sus chicos conmigo, ellos le darán una paliza a Bartolomé si se niega a
entregar la píldora.

Pablo descubrió que Nataniel y la familia de Bartolomé estaban cenando en


el
Palacio de las Nubes. Con Dani y su banda de maleantes, Pablo Sosa y los
suyos estaban a punto de irrumpir en el lugar para buscar al hombre. Sin
embargo, una docena de guardias de seguridad vestidos con trajes se
colocaron frente a la entrada como barreras humanas, impidiéndoles entrar
en
el restaurante. Por ello, agitado, Pablo Sosa rugió al grupo de guardias...

—¡Apártense de mi camino! —Un hombre con una gran marca de nacimiento


verdosa en el lado izquierdo de la cara se acercó—. Nuestro jefe, el señor
Tomás Dávila, nos ordenó que no aceptáramos a ningún cliente en nuestro
restaurante por el momento. Unos invitados muy importantes están cenando
en
nuestro restaurante ahora mismo, y él no quiere que se les moleste —anunció
con frialdad.

—Fuera de mi vista, monstruo de cara verde —le gritó Dani a Javier con una
mirada amenazante—: Estamos aquí con el señor Sosa para buscar a alguien,
no para cenar y beber, hazte a un lado.

—¿Qué valor tienes para venir al territorio del Señor Dávila y hacer una
escenita
aquí? ¿Quién te crees que eres? — Javier sacudió la cabeza—: Te doy una
última
oportunidad para que te largues o me aseguraré de que te lleven en camilla.

Era un secreto a voces en el Distrito Este que Tomás Dávila era el
indiscutible
mandamás de la ciudad y que Javier era su hombre de confianza, conocido
por
ser extremadamente cruel y despiadado.

Cuando Pablo miró por encima del hombro de Javier, pudo ver a Nataniel
cenando con Bartolomé y su familia dentro del Palacio de las Nubes y dado
que
éste era el territorio de Javier, Pablo sabía que los hombres de éste le
superaban en número. Además, lo único que quería era la píldora, no un
enfrentamiento con Javier y sus hombres.

—Mira, Javier. El tipo que estoy buscando está sentado justo dentro.
¿Puedes
hacerme un favor y dejarme entrar? —Pablo Sosa se dirigió a un enfoque
más
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educado.

Pero la respuesta seguía siendo la misma por parte de Javier, que mantenía
su
tono inaccesible:

—No. Nuestros invitados del señor Dávila siguen comiendo ahora. No se


permitirá a nadie entrar en el restaurante. Mueve tu trasero de aquí o te haré
pagar por tu terquedad.

—¿Cuál es el plan ahora, Señor Sosa? —murmuró Dani a Pablo.

Pablo respiró hondo para despejar su mente:

—Bien, salgamos de aquí antes —ordenó—, pero deja a un tipo aquí para que
los
vigile de cerca, y que nos llame en cuanto Bartolomé ponga un pie fuera del
lugar.

Sabiendo que no era competencia para Javier y sus hombres, Pablo no se


atrevió a provocar problemas en el territorio de Tomás Dávila. Así que se
marchó con sus hombres y dejó a un tipo atrás para que vigilara de cerca, a
Bartolomé y su familia.

Con Pablo y la mayoría de sus hombres fuera del camino, a Javier no le


importó
dejar que un solo tipo se quedara atrás para que vigilara a Pablo, ya que
sabía
que el objetivo de éste era un cliente del restaurante, y no el restaurante en
sí.
Después de terminar su almuerzo, la familia de Nataniel y Penélope salieron
del
lugar y en seguida, el espía de Pablo, que estaba de pie a cierta distancia del
restaurante, lo llamó:

—Señor Sosa... Dani, ¡están saliendo del restaurante!

¡Pum! ¡Pum! En un instante, Pablo y Dani, junto con una docena de sus
hombres, salieron furiosos por la escalera de emergencia y se dirigieron
hacia
el restaurante.

Bartolomé saludó a Pablo con una mirada ligeramente sorprendida:

—¿Qué te trae por aquí, Pablo? —le preguntó.

Pablo nunca había tratado a Bartolomé con respeto y ahora que éste lo había
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hecho esperar media hora afuera del restaurante, su resentimiento hacia él
no
hacía más que aumentar:

—¡Deja de fingir y dámela ya! —le exigió Pablo.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —Bartolomé frunció las cejas, con cara de
desconcierto.

—Devuélveme mi Fenixia y te dejaré ir —lo amenazó Pablo—: No me hagas


usar
mis puños contigo.

—¿Desde cuándo la Fenixia te pertenece? —Su insolencia enfureció a Leila—.


Cuida tu actitud, Pablo. ¿Así es como pedirías un favor a alguien?

—La Fenixia se la dieron a papá como su regalo de cumpleaños. Tenemos


todo
el derecho a reclamarla. —Pablo contestó y sonrió satisfecho.

—Pero ya no les pertenece, ya que la tiraron al suelo —le gritó Leila.

—Nos la regalaron y tenemos derecho a hacer lo que deseemos con ella —


insistió Pablo—: Podemos elegir tomarla o tirarla, ¿eso a ti que te importa?
Será

mejor que hagan caso a mi petición y entreguen la Fenixia de inmediato, o de


lo
contrario, les haré pagar un precio muy alto por no escucharme.

—¿No hemos visto suficiente de tu abuso y burla? ¿Crees que nos vamos a
dejar intimidar por eso? —Sus palabras solo aumentaron la rabia de Leila al
máximo, mientras se arremangaba y gritaba—: ¡Muéstrame! No puedo
esperar a
ver qué otros trucos tienes en la manga.

Su enfrentamiento se estaba volviendo desagradable, y en el aire había un


olor
a violencia que hizo que Reyna se hundiera en los brazos de Nataniel:

—Tengo miedo, papá. —Nataniel se volvió hacia Penélope y su familia y les


dijo—: Hay un patio de juegos en el nivel nueve, Penélope, Bartolomé y Leila.
¿Por qué no llevan a Reyna con ustedes allá y me dejan ocuparme de esto?

Dado el importante valor de la Fenixia, tanto Bartolomé como Leila


estuvieron
de acuerdo en que Nataniel debía tener la última palabra sobre ésta, ya que
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había sido de su familia. Las cosas solo se complicarían si tuvieran que tratar
con Pablo, que les culparía por negarse a salvar a Alfredo, acusándolos de ser
poco filiales. Por ello, dejaron el asunto en manos de Nataniel y llevaron a la
niña con ellos al patio de juegos del nivel nueve. Penélope, por su parte, se
quedó con Nataniel, pues estaba preocupada por él...

—¡Quédense donde están! —les gritó Pablo a Bartolomé y a Leila mientras


les
prohibía salir.

—La píldora la tengo yo. —Nataniel le mostró la píldora—: Ellos no tienen


nada
que ver con ella, es mía. Habla conmigo si la quieres —le explicó con calma.

Como lo que buscaba era la píldora, Pablo dejó que Bartolomé y Leila se
llevaran a Reyna al patio de juegos, pero sus ojos no se apartaron de la
píldora
desde que Nataniel la sacó, colocándola en la palma de su mano:

—¡Oye, tú! Dame esa píldora ahora.


Penélope se negó a ceder:

—¿Qué es esto, Pablo? Ustedes rechazaron la píldora e incluso la tiraron


cuando
se la regalamos al abuelo. ¿Cómo pueden tener la cara de volver a pedirla?

—¿Y qué si la tiramos? Nos pertenece una vez que la regalaste y podemos
hacer lo que queramos con ella. —Pablo rechazó con suficiencia—: Ahora les
dejo dos opciones, entreguen la píldora y les pagaré cien mil, o los entregaré
a
Dani y sus seguidores.

—Sabes hacer un buen negocio, ¿no? —Nataniel comentó con sarcasmo—:

¿Pagar cien mil por una píldora que cuesta más de diez millones? Qué gran
expectativa.

Sus palabras tomaron a Pablo por sorpresa pues no esperaba que Nataniel
conociera el precio de la píldora y temblando de furia y miedo, le respondió:

—¡He tratado de ser amable contigo, chico, pero estás buscando tu propia
muerte!... ¡Dani, agarra la píldora!

Su grito sonó como una campana que indicó a Dani y a su banda a entrar en
acción. Pronto una docena de ellos rodearon a Nataniel y Penélope y Dani
mostró sus encías con una sonrisa grotesca:

··························································································································· ®
—¡Es hora de romper algunos huesos aquí, chico! Je, je...
Nataniel no se sobresaltó cuando mandó a sus hombres con su actitud fría:
—Atrápenlo.

Javier, que había estado quieto como una estatua, entró en acción en el
instante en que Nataniel dio su orden. Se desató una violenta pelea que
convirtió la entrada del Palacio de las Nubes en un sangriento campo de
batalla. El aire se llenó de gruñidos salvajes y nauseabundos, y el olor de la
sangre se hizo más intenso.

Penélope temblaba de miedo mientras se tapaba la boca para no gritar en


medio de la oleada de alaridos y gritos salvajes. Uno a uno, vio con horror
cómo
Javier y sus hombres derribaban a Dani y su banda como si fueran fichas de
dominó. La pelea terminó en un instante y Pablo se quedó solo cuando todos
sus hombres estaban en el suelo, empapados en un charco de su propia
sangre.

—Us...tedes... u...ustedes.... —La voz de Pablo tembló mientras sus ojos


parpadeaban entre Nataniel, Penélope y Javier y su rostro estaba desprovisto
de todo color, tan frío como un cadáver.

—No perdonaremos a nadie que se haya atrevido a ser grosero con los
invitados del señor Tomás —señaló Javier con su tono frío y amenazante—.
Llévenselo. —Sus hombres se acercaron y agarraron a Pablo.

Penélope intervino en el último momento:

—Dejémoslo tranquilo, Nataniel. Después de todo, es mi tío.

Nataniel respondió con una suave sonrisa:

—Claro, cariño. —Se volvió hacia Javier y le ordenó—: Déjalo ir, Javier. ¿No
escuchaste lo que dijo mi esposa?

—SÍí, Señor Cruz. —Javier detuvo a sus hombres y respondió servilmente.

—Haz que Samuel venga a suplicar a Bartolomé y Leila en persona si quiere


la
pildora para salvar a tu padre —dijo Nataniel a Pablo, que seguía temblando
incontroladamente de horror—. Y asegúrate de decirle que hay que ser
humilde
cuando se pide un favor. —Dicho esto, tomó la mano de Penélope y se alejó.

Un rubor se abrió paso en las mejillas de Penélope cuando se dirigió a ella


como su esposa y su corazón se puso a cien cuando él le agarró la mano.

··························································································································· ®
Nataniel y Penélope llegaron al patio de juegos del noveno piso y
encontraron a
Reyna jugando en los toboganes y disfrutando mucho. Bartolomé, al otro
lado,
parecía meditar y estar sumido en sus pensamientos.

Pero ansiosos, Bartolomé y Leila preguntaron por el asunto cuando Nataniel


y
Penélope aparecieron en el patio de juegos:

—Los eché. —Nataniel respondió con una sutil sonrisa—: Les dije que
trajeran a
Samuel para que les suplique a los dos si quiere conseguir esa píldora para
Alfredo.

—¡Bien hecho, Nataniel! —Leila estaba muy contenta pero a continuación, se


volvió y le recordó a Bartolomé, que seguía pensativo—: Permíteme que te
advierta de nuevo, Bartolomé. Esta no es una píldora cualquiera, ya que
cuesta
la enorme cantidad de diez millones. No te atrevas a regalársela a Samuel
como si no costara nada. Piensa en cómo nos ha intimidado todo este
tiempo.
No esperes que yo te permita escapar fácilmente si te atreves a ir en contra
de
mis palabras. "Bartolomé abrió la boca, buscando una respuesta, pero todo
lo
que pudo emitir fue un gemido apagado.

El tiempo pasó rápidamente mientras se entretenían viendo cómo Reyna se


divertía en el patio de juegos y pasó media hora cuando un grupo de
hombres
vestidos de forma impecable con trajes se acercaron a ellos.

Encabezando el grupo estaba nada menos que Samuel Sosa, el líder que
dirigía
el imperio de la familia Sosa. Pero éste no era el arrogante de siempre, ya que
estaba radiante de amabilidad cuando se acercó con pasos rápidos:

—¡Hola, mis queridos Bartolomé y Leila, me alegro mucho de verlos a todos


aquí! —los saludó con fingido afecto.

—¿Desde cuándo somos tan amigos tuyos, Samuel? —Leila parecía no estar
impresionada.

—Hola, Samuel. —Bartolomé le correspondió con tensión.


—Sé que papá y yo hemos sido demasiado duros con los dos durante estos

··························································································································· ®
años, mi querido hermano y mi cuñada —Samuel se disculpó—, me da
mucha
pena. Permítanme ofrecerles mi más sincera disculpa a los dos.

Dicho esto, Samuel parecía estar a punto de arrodillarse con la esperanza de


que le perdonaran. Sin embargo, Bartolomé se apresuró a impedir que lo
hiciera:

—No, Samuel. Por favor, no...

—¡Ja!l —Leila enfureció ante su farsa—. ¿Qué le ha hecho volverse humilde y


amable con nosotros de repente? Debe haber algo que quiere de nosotros.

—Vamos, Leila. Ya que Samuel se ha disculpado con nosotros, ¿no puedes


dejar de fastidiarlo? —Bartolomé se encontró en un aprieto, mientras
intentaba
tranquilizar a su mujer.

Eso solo hizo que Leila se pusiera roja:

—¿Te parece que soy mezquina y prepotente? ¿Es para que puedas hacerte el
santo mientras yo soy la villana? —Se retorció las manos y le gritó—: ¡Bien,
me
quitaré los problemas de encima y te dejaré hacer lo que quieras! —Leila se
dio
la vuelta y se alejó furiosa hacia Reyna, quedándose con ésta en el patio de
juegos.

El comportamiento caprichoso de Leila hizo que Bartolomé se sintiera


incómodo frente a Samuel, que se apresuró a ofrecerle su simpatía:

—No puedes culparla, Bartolomé; ha sido culpa nuestra lo que ha provocado


que nos aborrezca y nos guarde rencor. Sé que papá, Pablo, y yo mismo,
hemos
sido demasiado duros contigo y con tu familia en el pasado. —Sus palabras
solo provocaron la empatía de Bartolomé, que siempre había sido una
criatura
de corazón blando.

—No te enfades con ella, Samuel. Leila puede parecer una amargada, pero en
el
fondo tiene un corazón muy tierno y amable. —Bartolomé trató de hablar en
nombre de su esposa.

—Por supuesto, lo entiendo. ¿Cómo podría enfadarme con Leila? —Samuel


dijo
en tono comprensivo—: Todos somos familia, ¿verdad? Somos hermanos de
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la
misma sangre y carne, nuestro vínculo es irrompible. ¿No estás de acuerdo
con
lo que digo?

Bartolomé asintió con diligencia:

—SÍí, estoy de acuerdo.

—Lo mismo ocurre con nuestro padre, Bartolomé. —Samuel insistió al ver
que
Bartolomé se ponía sentimental —. Aunque haya sido poco amable contigo,
sigue siendo nuestro padre. Se suponía que iba a ser un día muy alegre para
él

para celebrar su cumpleaños número setenta. Pero bebió un trago de más y


acabó en el hospital con un derrame cerebral. El médico nos advirtió, que su

vida está en peligro. A pesar de sus defectos, sigue siendo nuestro padre,
quien
nos trajo a este mundo. ¿Quieres que te persiga la vergúenza el resto de tu
vida
por ver a nuestro padre sufrir en el dolor y no hacer nada al respecto?... Te
ruego que me des la píldora, Bartolomé. ¿No ves que la vida de él pende de
un
hilo y que necesita la píldora con urgencia?

Sus palabras tocaron el corazón de Bartolomé, que siempre había sido una
persona sentimental y bondadosa. El amor que sentía por su padre eclipsaba
todos los recuerdos desagradables de cómo lo habían maltratado a él y a su
familia en el pasado y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas:

—No, no tienes que rogarme, Samuel. Es mi padre y haré todo lo que pueda
para
salvarlo. —Agarró la mano de Samuel y gritó lastimero—: Le pediré a
Nataniel la
pildora y se la daremos a papá en el hospital.

Una expresión de satisfacción brilló en los ojos de Samuel, que asintió con
entusiasmo:

—¡Claro, claro!

Nataniel observó con sus ojos fríos y firmes la falsa actuación de Samuel, que
se había aprovechado con maldad de la naturaleza sensible de Bartolomé con
todas esas charlas empalagosas y sentimentales. Era un monstruo astuto y
desvergonzado, en opinión de Nataniel. Bartolomé se secó finalmente las
··························································································································· ®
lágrimas y se dirigió hacia Nataniel y Penélope:

—Necesito un favor de los dos, Nataniel, Penélope... —comenzó con timidez.

—Claro, Bartolomé, ya sé lo que me vas a pedir. Haré todo lo que quieras. —


Nataniel intervino—: No es más que una píldora.

Nataniel sabía perfectamente que Samuel solo estaba montando un


espectáculo para engañar a Bartolomé para que le diera la píldora. Sin
embargo, no podía ignorar las consecuencias si éste se negaba a dársela,
pues
solo conseguiría que pareciese insensible y egoísta, y todo el mundo en
Ciudad
Fortaleza lo ridiculizaría como un hijo sin filiación que se había negado a
salvar
a su padre moribundo dejándole la píldora.

Si le daba la píldora a Alfredo, Nataniel era consciente de que eso redundaría


en
beneficio de Bartolomé al evitar que lo atacaran esas críticas. Además, podría
ayudar a reconstruir la relación entre éste y Alfredo, permitiéndole volver a
quedar bien con él al ofrecerle la píldora. A los ojos de Nataniel, todo parecía
un
buen negocio.

Aunque la píldora tenía un precio asombroso de diez millones, no significaba

nada para éste. Bartolomé estaba temblando de gratitud inexplicable cuando


la
recibió:

—¡Qué buena persona eres, mi querido yerno! —exclamó. La cara de


Penélope
se enrojeció hasta el cuero cabelludo mientras echaba una mirada de reojo a
Nataniel. «Este tipo parece estar lleno de trucos», murmuró para sí misma,
«¡mira cómo se ha ganado fácilmente a mi padre!»

Con la píldora, Bartolomé iba con Nataniel y a Penélope, mientras seguían a


Samuel al hospital. Leila se enfadó al descubrir que su marido había regalado
la
pildora para salvar a su padre y enfureció tanto que se negó a ir con ellos al
hospital. En lugar de eso, se llevó a Reyna a casa.

En el Primer Hospital de Ciudad Fortaleza, Bartolomé entregó la píldora al


médico que atendía a Alfredo Sosa. Con la ayuda de las enfermeras, el
médico
que lo atendía le dio la pildora a Alfredo para que la tomara de inmediato,
··························································································································· ®
pues
era consciente de sus efectos milagrosos.

Samuel, Pablo, Bartolomé, Penélope y los demás se paseaban fuera de la sala


de la Unidad de Cuidados Intensivos, esperando con impaciencia que el
médico
les pusiera al corriente del estado de Alfredo. De pronto, las puertas de la
sala
se abrieron:

—¿Cómo está, doctor? ¿Funcionó la píldora para mi padre? —Samuel y los


demás esperaron su respuesta con la respiración contenida.

—¡Es un milagro, es simplemente milagroso! —El médico anunció con


entusiasmo—: El estado de Alfredo mejoró drásticamente después de tomar
la
píldora, y aunque no es realista esperar una recuperación instantánea
después
de tomar la píldora, todavía se necesitaría algún tiempo para que se recupere
de una enfermedad crítica como el derrame cerebral. Pero no se preocupe
demasiado, estimo que Alfredo solo tardaría entre diez y catorce días en
estar
bien. El paciente aún está en un estado delicado y necesita guardar reposo
después de tomar la píldora. Les aconsejo que no lo molesten y que lo dejen
descansar bien —aconsejó el médico y todos le agradecieron y tomaron nota
de
su consejo.

—Te lo debemos, Bartolomé —explicó Samuel con una sonrisa fingida


después
de que el médico los dejara y volviera a su despacho.

—Está bien, Samuel. Mientras papá esté bien. "Bartolomé estaba realmente
contento de que Alfredo hubiera salido adelante.

—Pero debe haber alguna recompensa a cambio de tu ayuda —insistió


Samuel—. Hablando de eso, ¿no se graduó Penélope en ingeniería civil? ¿No
sería una desgracia hacerla trabajar en Diva, esa empresa subsidiaria
nuestra?
Sé que en los últimos años ha estado pidiendo un traslado al Grupo Mega...
¿Qué tal esto? Como soy el director general de Grupo Mega, aprobaré que
Penélope sea transferida para que sea nuestra directora general. ¿Qué te
parece? — Tanto Bartolomé como Penélope no podían estar más
sorprendidos y
encantados con su sugerencia, pues entrar en el Grupo Mega era la única

manera de tener acceso al núcleo central del poder del imperio de la Familia
··························································································································· ®
Sosa.

—¿Estás seguro de esto, tío Samuel? —Penélope gritó con deleite hasta que
su
VOZ se quebró.

—¿Parece que estoy mintiendo, niña tonta? —Samuel soltó una carcajada—.
Aunque papá sigue siendo el presidente de la empresa y yo solo soy el
director
ejecutivo, está dentro de mis facultades nombrar a un director general.

Bartolomé y Penélope se alegraron mucho cuando escucharon su propuesta,


aunque por razones diferentes: Con Penélope ahora dentro del núcleo
central
de poder, Bartolomé, su padre, lo interpretó como un reconocimiento de su
estatus dentro de la dinastía Sosa. Sin embargo, desde la perspectiva de
Penélope, era la oportunidad que había estado esperando para demostrar su
talento y sus habilidades.

Bartolomé aún estaba demasiado feliz, cuando salió del hospital con
Nataniel y
Penélope. Todo le parecía tan irreal que simplemente era demasiado bueno
para ser verdad:

—¿No te parece que Samuel es un tipo tan agradable? —bromeó mientras se


dirigían a casa.

De vuelta al hospital, los pocos que había, incluidos Mario y Míriam, se


reunieron en torno a Samuel con una mirada de preocupación.

—¿Cómo pudiste hacerme esto, papá? —Mario levantó la voz con rabia—: Ya
es
bastante malo que hayas dejado que Penélope se una a nuestra compañía.
¿Pero cómo pudiste dejar que se hiciera cargo de mi puesto? ¿Qué esperas
que
haga ahora?

—Tiene razón, papá. —Míriam intervino—: ¿Cómo has podido dejar que esa
p*rra
ocupe el importante puesto de gerente general? Penélope trajo una gran
vergiienza a nuestra familia. ¿No crees que solo nos pondría en ridículo
hacerla
directora general del Grupo Mega? —Pablo se resintió.

—Eso es exactamente lo que pienso hacer, chicos. —Samuel respondió a sus


quejas con una sonrisa sarcástica—: ¡Que haga el ridículo! —Todos miraron a
Samuel con desconcierto, como si estuviera hablando en griego—. Tengo el
··························································································································· ®
guion preparado, así que vamos a dar un buen espectáculo. —Samuel explicó
su perverso plan—: Esperemos a que papá vuelva en sí y simplemente le
diremos que Bartolomé utilizó la pildora para amenazarnos para que le
diéramos a Penélope el puesto de gerente general del Grupo Mega, o se
negaría
a darnos la píldora para salvarlo.... Y nosotros, sin más remedio, tuvimos que
dar un trago amargo y ceder a su escandalosa exigencia de permitir que
Penélope adquiriera ese puesto en el Grupo Mega. —Su malvado plan fue
música para sus oídos, lo que les hizo regocijarse con sonrisas perversas.

—Esta es una idea tan brillante, papá. —Se acercó Mario—. Estoy seguro de
que
hará que el abuelo los deteste aún más.

Samuel le dio una palmada en el hombro y mostró una sonrisa gratificante:

—Ten paciencia y deja que la p*rra ocupe tu lugar durante unos días, Mario.
Pronto la echaremos de la empresa cuando tu abuelo regrese. Bastará una
palabra para echarla.

—Me temo que no ignoraría el asunto tan fácilmente, dado el carácter feroz
del
abuelo. —Mario se rio—: No solo la echaría de la empresa, sino que también
echará a toda su familia.

Bartolomé seguía desbordando alegría cuando volvió a casa desde el hospital


y
no podía ocultar su alegría. Era lo más gratificante ver que el estado de su
padre había mejorado drásticamente después de que le administraran la
Fenixia.

Lo que le complacía aún más era que la relación con sus hermanos había
dado
un giro a mejor, cuando Samuel le ofreció a Penélope el puesto de directora
general en el Grupo Mega.

Significaba su aceptación en el núcleo central del poder de la dinastía


familiar y
le daba el reconocimiento que siempre había anhelado. La serie de buenas
noticias le dio un buen motivo para que Leila preparara unos cuantos
platillos
para poder hacer una pequeña celebración con su familia.

Por si fuera poco, sacó una botella de su vino añejo para tomar una copa con
Nataniel.

—Tengo que agradecerte todo lo que has hecho por nosotros, Nataniel. —
··························································································································· ®
Bartolomé agradeció con una sonrisa de oreja a oreja—. Ante todo, es tu
píldora
la que salvó a mi padre, lo que le ha dado a Penélope la oportunidad de
incorporarse al Grupo Mega como directora general: te lo debo a ti, Nataniel,
tomemos una copa.

—Claro, Bartolomé. Brindemos. —Nataniel pudo sentir la gran alegría que


emitía
Bartolomé.

Leila también estaba totalmente encantada:

—Bartolomé tiene razón. Es Nataniel quien nos ha devuelto el orgullo y la


dignidad.

—Te debemos un gran favor, Nataniel —asintió Penélope en señal de


reconocimiento.

—Vamos, ¿a qué vienen todas estas formalidades? —Leila miró a su hija con
reproche—: ¿No se supone que un marido y una mujer se ayudan
mutuamente?

Penélope se esforzó por ocultar su rubor, que había hecho que sus mejillas se
volvieran tan sonrosadas como dos cerezas pequeñas. Su corazón se llenó de
timidez y se quedó sin palabras. Cuando echó una mirada a Nataniel, que
estaba sentado a su lado, éste estaba muy sonriente, levantó los talones y le
dio un golpecito en la pierna.

«Oye, ¿de qué te ríes? ¿Acaso acepté ser tu esposa?»

La cadena de buenas noticias les había levantado el ánimo, pero no estaban


seguros de que Samuel fuera a cumplir su palabra. Sin embargo, no tuvieron
que preocuparse por mucho tiempo, ya que Penélope recibió el aviso de
traslado la mañana siguiente, en el que se le informaba de que sería la
directora
general del Grupo Mega.

Penélope se había especializado en ingeniería civil, mientras que la actividad


principal de Grupo Mega era la promoción inmobiliaria y al trabajar ahí, la
chica
se sentiría realmente en su elemento.

Durante años, la habían ignorado, hasta el punto de despreciarla y ella


estaba
decidida a aprovechar la oportunidad para demostrar su capacidad y su
talento.
Quería que todos los miembros de la familia Sosa se sintieran orgullosos de
··························································································································· ®
ella y que no la vieran como la vergijenza de la familia.

Penélope había estado trabajando muy duro durante la semana siguiente,


pasando largas horas en la oficina, e incluso cuando volvía a casa,
continuaba
con su trabajo hasta tarde.

Era más de medianoche cuando Penélope finalmente apiló sus archivos, se


estiró y sonrió con satisfacción: «¡Por fin! La propuesta está hecha».

La puerta se abrió con un suave crujido; era Nataniel y mientras entraba


Penélope vio el tazón de fideos calientes y humeantes en sus manos y se le
alegró el corazón.

Había sido lo mismo durante las últimas noches, en las que Nataniel le había
preparado la cena mientras ella trabajaba hasta tarde. Su atento gesto hizo
que
su corazón se llenara de alegría y gratitud.

—¡Huele delicioso! —Penélope olió profundamente y soltó una risita.

—Sé que te gustan los fideos. Agregué un huevo y verduras también. —


Nataniel

se acercó cariñosamente mientras colocaba el cuenco de fideos en su mesa—:


Vamos a comer antes de que se enfríe la comida.

—Es hora de dar por terminada la noche —ordenó con un tono ligero y
cariñoso—, date un baño cuando termines los fideos y vete a la cama. Ha sido
una semana larga y dura. Te enfermarías antes de poder demostrar tu
talento.

Sus órdenes hicieron que su corazón se alegrara de nuevo, ya que era tan
reconfortante como su comida:

—Sabes que es la oportunidad que he estado esperando, durante tanto


tiempo
—le dijo mientras sorbía sus fideos—. Ahora que soy la directora general del
Grupo Mega, tengo que dar lo mejor de mí en este trabajo. Lo tengo ya todo
planeado, pues necesito mostrar algunos resultados mientras el abuelo aún
se
recupera en el hospital. Así podré darle una enorme sorpresa para cuando lo
den de alta.

—¿A qué tipo de resultados te refieres? —preguntó Nataniel.

—¡A eso me refiero! —Penélope le entregó la propuesta mientras comía más


··························································································································· ®
fideos.

Era un documento titulado en la portada: «Documento de licitación para el


proyecto de construcción del Centro Comercial Asiático».

—Pronto habrá una propuesta de licitación. Penélope explicó—: Van a


derribar la
Villa Asiática y construir un nuevo centro comercial llamado Centro
Comercial
Asiático y dado que el Grupo Mega es una empresa de desarrollo
inmobiliario,
se trata de un proyecto de gran magnitud que no podemos dejar pasar... Voy
a
licitar este proyecto, con el que estoy seguro de que el abuelo estaría
encantado si lo ganara, pero no será tan fácil —suspiró con una mirada
melancólica—. Todo el mundo tiene en el punto de mira este proyecto,
incluidos
los gigantes de nuestra industria. Estoy bastante preocupada por nuestras
posibilidades de ganar el proyecto.

Nataniel curvó sus labios en una enigmática sonrisa mientras sus ojos
deslumbraban con un encanto misterioso:

—No te preocupes, cariño —dijo con aire despreocupado—. Estoy seguro de


que
ganarás la licitación y te llevarás el proyecto.

—SÍ, ¡yo también deseo lo mismo! —murmuró Penélope.

Nataniel salió al balcón y marcó el número de César Díaz:

—Quiero que averigiles sobre el proyecto del Centro de Comercio de Oriente


en
Ciudad Fortaleza. ¿Están convocando ofertas para el proyecto? Quiero que

dejen que Penélope lo gane.

—¡Sí, señor! —respondió César con reverencia.

Diez días después, el proceso de licitación del proyecto del Centro de


Comercio
de Oriente se llevó a cabo según lo previsto. Valentín Zúñiga, director del
Departamento de Desarrollo de Oriente, junto con varios funcionarios de
Ciudad
Fortaleza asistieron al proceso de licitación.

Tras varias rondas de evaluación y eliminación, el Señor Zúñiga anunció que


··························································································································· ®
el
proyecto de Desarrollo Asiático había sido asignado a la Señorita Penélope
Sosa del Grupo Mega.

El proyecto consistía en derribar la Villa Asiática para dar paso a un nuevo


centro comercial llamado Centro Comercial Asiático, y la señorita Penélope
Sosa estaría a cargo de todo el proyecto y su anuncio fue recibido con un
estruendoso aplauso:

—Enhorabuena, señora Sosa, usted ha ganado la licitación del proyecto. —El


Sr.
Zúñiga le dedicó una amplia sonrisa mientras daba la bienvenida a Penélope
al
escenario.

Como si se tratara de un sueño, la chica no podía creer que hubiera ganado la


licitación y se hubiera hecho con un proyecto tan grande como el Centro de
Comercio de Oriente. Con el contrato firmado en sus manos, Penélope estaba
embriagada por el inesperado triunfo del proyecto:

—Pellízcame, Nataniel. ¿Esto está ocurriendo de verdad o es solo un sueño?


—le
preguntó a Nataniel con una expresión poco convencida.

—Es verdad, Penélope. No estás soñando. —Nataniel le dedicó una sonrisa


tranquilizadora de confianza—: Ahora es el momento de desplegar tus alas,
el
cielo es tu límite.

Samuel estaba jugando al golf cuando recibió una llamada de su hijo, Mario
Sosa:

—¿Qué? ¿Penélope consiguió el proyecto del Centro de Comercio de Oriente?



dejó escapar un grito de sorpresa al escuchar la noticia—: ¿Estás
absolutamente seguro?

—Es absolutamente cierto, papá. —Mario confirmó con su voz alborozada—:


Penélope firmó el contrato en el acto. El proyecto está ahora oficialmente
bajo
nuestra compañía.

—¡Vaya! ¡Eso es algo grande! —Samuel se frotó las palmas de las manos con
emoción. Su corazón casi estallaba en un revuelo de euforia—. Completar el
proyecto podría dispararnos en las filas para codearnos con las élites más
acaudaladas de Ciudad Fortalezas. Incluso podríamos ver multiplicada la
fortuna de nuestra familia.
··························································································································· ®
—Lo sé, papá. Pero fue Penélope la que cerró el proyecto, ¿se llevaría el
mérito
de todo si la dejamos seguir como directora general? —Mario percibió una
probable preocupación en medio de su mar de alegría—. ¿Crees que eso haría
que el abuelo le tomara cariño a ella y a su familia cuando se enterara de sus
capacidades?

—¡Ajá! —La risa franca de Samuel se transformó en una oscura sonrisa—. La


dejamos saborear el dulce éxito como directora general, es hora de quitárselo
y
echarla de la empresa.

En el hospital, Alfredo dio dos vueltas al patio con la ayuda de Pablo y


Miriam.
Luego se tomó un descanso en un banco. Alfredo pensó que estaba a punto
de
encontrarse con la muerte cuando le dio el ataque de la bebida pero estaba
encantado de haber sobrevivido a ese episodio.

De repente, aparecieron dos figuras conocidas que se acercaban corriendo,


eran su hijo Samuel y su nieto Mario. Alfredo los saludó con una sonrisa:

—Me alegro de verlos aquí.

Samuel llevaba un profundo sentimiento de queja:

—Papá. He intentado ocultarte esto pero no puedo hacerlo más.

Alfredo frunció las cejas:

—¿Qué pasa?

Samuel le dijo con agitación:

—Te dije que mi hermano te cedió la Fenixia cuando te dio un ataque,


¿verdad?
Alfredo asintió con la cabeza con el rostro rígido. Recordó cómo se negó a
aceptar las píldoras, dando la espalda a la familia de Bartolomé aquella
noche y
se sintió ligeramente avergonzado porque al final se salvó gracias a esas
pildoras. Samuel reveló:

—En realidad, no estaba dispuesto a dártelas.

Alfredo se quedó atónito:

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—¿Qué?

Pablo añadió:

—Puedo confirmarlo, papá. El médico dijo que la Fenixia era lo


suficientemente
potente como para salvar tu vida, así que fui a verlo con los míos. No solo no

estaba dispuesto a entregarla, sino que además golpeó a mis hombres.


Después pidió hacer un trato con Samuel.

La culpa de Alfredo por Bartolomé se disipó. En su lugar, fue reemplazada


por
la rabia:

—¿Qué clase de trato?


Samuel vociferó:

—Quería que su hija fuera la directora general del Grupo Mega. Solo
entonces
nos daría la Fenixia.

Alfredo explotó:
—iIncreíble!
Mario echó leña al fuego con los ojos llorosos:

—Abuelo, Penélope es de lo peor. Después de conseguir el puesto, ganó la


licitación del Proyecto de Oriente robando mi propuesta.

Alfredo agarró las manos de Mario sorprendido:

—¿De verdad, conseguimos el proyecto del gran complejo comercial?

Las lágrimas de Mario caían:

—Sí. Es una buena noticia para la familia, y no debería llorar por ello. Sin
embargo, la propuesta fue mi sangre, sudor y lágrimas. Quería tener éxito en
la
propuesta por ti para poder celebrarlo contigo después de que te dieran el
alta.
No puedo creer que me haya robado eso.

Alfredo estaba echando humo en ese momento:

—¡Bartolomé y su hija se pasaron de la raya esta vez!

Samuel añadió:
··························································································································· ®
—Ella robó tanto el puesto como el crédito de Mario. Tienes que hacer algo al
respecto, papá. Si esto continúa, me temo que pronto perderemos el poder
en
la empresa.

Alfredo entornó los ojos y declaró con frialdad:

—Ellos no pueden controlar nada. ¡No nuestra familia, y definitivamente no


Grande! Sam, haz el papeleo. Necesito ir a casa y resolver este asunto hoy

mismo.

Samuel, Pablo, Mario y Míriam estaban secretamente encantados por su


reacción. Poco después, Samuel se encargó del papeleo, mientras todo el

grupo conducía de vuelta a Residencias Villa Real. Lo primero que hizo


Alfredo
fue convocar a toda la familia de Bartolomé a su casa.

Bartolomé, Leila y Penélope se apresuraron a llegar a la casa, pero al entrar


en
el salón, Bartolomé vio que muchos familiares estaban presentes. Se alegró
de
ver a Alfredo en casa:

—Papá, ¿te dieron de alta del hospital?

Alfredo se sentó en su trono de una silla y se burló:

—Sé que quieres que me quede allí más tiempo, incluso que me muera allí.
¿Verdad?

Penélope se defendió:

—Abuelo, eso no era lo que quería decir papá.


Alfredo gritó:

—j¡Tú, cállate!

Penélope se congeló al sentir que la sangre se le escurría de la cara. No


entendía la ira de su abuelo y Bartolomé compartía la misma confusión:

—Papá, ¿qué está pasando?

Alfredo dirigió a la familia de Bartolomé una mirada severa:

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—Me enteré de que no estabas dispuesto a salvarme cuando Pablo te pidió la
Fenixia. También hiciste que Nataniel golpeara a los hombres de Pablo. ¿Es
eso
cierto?

El rostro de Bartolomé se hundió en la ansiedad:

—Por favor, escúchame...

—No quiero una explicación. Solo contéstame sin rodeos.

Bartolomé admitió vacilante:

—SÍ, pero...

Alfredo le interrumpió de nuevo:

—Eso es todo lo que necesito saber. ¿Le entregaste la medicina solo después
de que Samuel te lo suplicara?

Bartolomé se mordió los labios y luego respondió en voz baja:

SÍ...
¡Tras! Alfredo golpeó la mesa y rugió:
—¡Ustedes son unos malditos!

Bartolomé cayó al suelo de rodillas y su familia lo imitó, luego con voz


temblorosa, imploró:

—Por favor, permíteme explicarte.


Alfredo se negó fríamente:

—¡No! ¡Yo te criel Admito que nunca te había mostrado mucho afecto, pero
eso
es debido a lo poco que ha hecho tu familia. Ni en un millón de años
esperaría
que me odiaras tanto como para quererme muerto. Incluso te aprovechaste
de
la situación para convertir a tu hija en la gerente. ¿No era eso lo que habías
pedido en tu trato? ¡Sí! ¡Penélope fue aún más descarada! Tuvo la audacia de
robar la propuesta de oferta de Mario para su propio uso, ¡con la esperanza
de
beneficiarse ella sola! —¡Bartolomé y Penélope no podían creer lo que
acababan
de escuchar!

—¡Papá, escúchame!
··························································································································· ®
—¡Abuelo, eso no es lo que pasó!

Sabían que era necesario aclarar todo, pero por desgracia, Alfredo no estaba
interesado:

—No quiero oír ni una palabra más de ti. Como presidente del Grupo Mega,
anuncio que Penélope Sosa está despedida. Además, como jefe de esta
familia,
expulso a ustedes, los de Bartolomé de nuestro linaje. Todos ustedes serán
removidos de todos los documentos legales: ¡A partir de ahora, ya no somos
parientes!

Bartolomé gritó:

—No... —Leila y Penélope estaban pálidas como fantasmas, y al ver que todo
su
mundo se desmoronaba, las lágrimas caían a mares.

Por otro lado, Samuel, Pablo, Mario y Míriam curvaron los labios con
sarcasmo
pues estaban aparentemente contentos con este giro de los acontecimientos.

Un trueno retumbante, de pronto soltó un salvaje y fuerte aguacero y


Bartolomé
y su familia salieron de la mansión como muertos. Dejaron que las agresivas
gotas de lluvia golpearan sus cuerpos inertes y siguieron caminando
desesperados.

De repente, Penélope dejó de sentir la lluvia y levantó la vista para ver a


Nataniel, sosteniendo un paraguas con una mano y a su hija con otra. El
sonrió:

—¡Hola, cariño!
Su hija también saludó calurosamente a Penélope:
—¡Mamá! —Penélope miró a su ronco y cariñoso hombre y a su hija.

Eso la hizo estallar en lágrimas mientras enterraba su rostro en el amplio


pecho
de Nataniel. Los padres de Penélope explicaron con una sonrisa amarga:

—La familia nos desheredó y Penélope perdió su puesto.

Nataniel parecía tranquilo. De hecho, casi parecía que lo había previsto y


mostró otra sonrisa:

—¡Felicidades! —Penélope y sus padres se quedaron atónitos al escuchar


eso—.
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Esa gente es tóxica para ustedes —explicó Nataniel—. No han hecho más que
controlar sus vidas, pero por fortuna, por fin los han liberado. Ahora pueden
dejar el nido, volar y no volver jamás.

Nataniel expuso la situación de tal manera que fue impactante escucharla,


Penélope y sus padres tardaron en asimilarlo. Al mismo tiempo, dos Rolls-
Royce encabezaban treinta autos Audi negros por la calle, antes de
detenerse frente a ellos.

Tomas y un centenar de hombres uniformados salieron de sus coches con


paraguas negros y alineados junto a sus coches como soldados, gritaron en
sincronía:

—¡Felicidades por su nueva libertad! —Este saludo exagerado tomó por


sorpresa de la familia que estaba frente a ellos.

En la casa, los familiares se asomaron, esperando ser espectadores de la


patética desgracia de la familia de Bartolomé y para su mala suerte, vieron a
todo un ejército de personas felicitándolos, dispuestas a recogerlos con
coches
de lujo. Toda la familia estaba asombrada, por no decir otra cosa, pero de
pronto Tomás se acercó cordialmente a Bartolomé:

—Señor, estamos aquí para llevarlo a casa. —Bartolomé y Leila


comprendieron
inmediatamente que se trataba de un montaje de Nataniel para quedar bien
ante sus familiares.

El mensaje oculto de este acto era que sus vidas solo iban a ir cuesta arriba a
partir de ahora y con ello en mente, Bartolomé y Leila enderezaron la
espalda y
levantaron la cabeza:

—Muyy bien. Vamos.

Nataniel se volvió hacia Penélope con una sonrisa:

—Cariño, vamos. —Apretando su cuerpo contra el de Nataniel, era la primera


vez que Penélope se daba cuenta de lo segura y apoyada que podía hacerla
sentir ese hombre.

Levantó la vista y se secó las lágrimas, sonriendo, Penélope dijo:

—Gracias, Nataniel. Nunca pensé que diría esto, pero siento que las cosas
pueden mejorar a partir de ahora.

Después de que Nataniel y Penélope regresaran a su casa en Ciudad Oriental,


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Tomás se marchó con sus hombres y la chica volvió a expresar su gratitud:

—No puedo agradecerte lo suficiente por hacer esto. Al menos no hemos


quedado como unos perdedores delante todos ellos.

Nataniel sonrió:

—No fue nada, je, je. Recuerda que esto no es una derrota, sino un nuevo
comienzo.; resurgirás de las cenizas.

Penélope estaba desconcertada:

—¿De qué estás hablando? Ya no tenemos el apoyo de ellos. Además, ahora


no
tengo trabajo. ¿Cómo podría resurgir de esto?

Nataniel sugirió casualmente:

—Quieres decir que ya no trabajas para Grupo Mega, pero eso no significa
que
estés sin trabajo. Todavía tienes el proyecto del complejo comercial. ¿Por qué
no abres tu propia empresa? Cuando termines el proyecto, seguro que tu
patrimonio personal superará al de ellos.

Penélope se quedó sorprendida:

—Nataniel... Lo entendiste mal. Yo había firmado el contrato en nombre de


la
empresa. Este es su proyecto ahora.

Nataniel respondió de forma relajada:

—No. Decía claramente que tú eras la parte B, no el Grupo Mega. También


hablé
con el director de su departamento de desarrollo, el señor Zúñiga. Me dijo
que
solo te reconocían a ti como promotor en lugar de a Grande. En otras
palabras,

¡solo Penélope Sosa puede construir el complejo comercial!

Ni que decir tiene que Penélope y sus padres estaban encantados de saber
eso,
ella incluso llamó a Valentín Zúñiga para confirmarlo y la respuesta de éste

coincidió con la declaración anterior de Nataniel. Penélope dio las gracias a


Valentín emocionada antes de terminar la llamada.
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Sin embargo, la emoción no duró mucho, ya que Penélope tenía que
enfrentarse
ahora al reto de terminar el proyecto ella sola.

«¿Podré lograrlo? Si hago lo que sugiere Nataniel y fundamos nuestra propia


empresa, ¿de dónde sacaré los fondos?».

Nataniel le leyó la mente:

—No te preocupes. Yo me ocuparé del dinero y tú solamente concéntrate en


el
proyecto. ¿De acuerdo? —Penélope y sus padres estaban fuera de sí, ya que
pensaban que ese era el día más oscuro de sus vidas, al haberlo perdido todo.
Pero gracias a Nataniel, ahora veían el lado positivo.

Penélope miró a Nataniel con gratitud:

—Estamos en deuda contigo. No sé qué haríamos sin ti esta vez.

Nataniel miró a Reyna, que estaba abrazada a él:

—Calabacita, ¿qué te parece que mamá me dé las gracias?

Reyna se rio:

—Mamá y papá son familia. No tenemos que dar las gracias a nuestra familia
por ayudarnos porque amar y ser amado son igualmente gratificantes.

Ese discurso alegró a Nataniel y a sus suegros y el delicado rostro de


Penélope
se puso rojo. Miró de reojo a Reyna:

—¿Dónde aprendiste eso?

Reyna admitió con orgullo:

—De los programas de televisión, je, je.

Penélope replicó:

—Pues entonces tienes prohibido ver la televisión durante los próximos dos
días. —Reyna se quedó boquiabierta y su cara hinchada se desmoronó de
inmediato.

Residencia Villa Real.

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Alfredo estaba consumido por la furia y miró fijamente a Samuel, Pablo,
Mario y
Miriam:

—¿Qué quieres decir con que te expulsó el Señor Zúñiga? A ver si lo


entiendo.
¿Le preguntaste cuándo empezar la construcción y te dijo que Grande no era
el
promotor, sino Penélope?

Samuel estaba tan molesto como su padre:

—¡Síl No sé qué les pasa.

Pablo se sinceró con una cara larga:

—Releí el contrato y solo encontré el nombre de Penélope en él. Grande no se


mencionaba en absoluto.

Alfredo golpeó la mesa:

—Pff. Ellos tramaron esto todo el tiempo. Esos desagradables e ingratos


desgraciados. Por el bien de tu salud, intenta calmarte —le recomendó
Samuel.

Alfredo continuó:

—Es imposible que me calme. Estamos hablando de un proyecto


fundamental
que podría convertirnos en la familia más importante de la ciudad. No solo
nos
quedamos en blanco, sino que dejamos que esos inútiles se salgan con la
suya.
Samuel consoló:

—No te preocupes. No ganarán. Penélope no es nada sin Grupo Mega. No


hay
manera de que ella pueda seguir adelante con un proyecto tan trascendental.
Penélope cederá con un empujoncito de nuestra parte.

Alfredo estaba intrigado:

—¿Qué tienes en mente?

Samuel se burló:

—¿Su querida hija no va al Jardín de Niños la Manzana de Oro? Puedo


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ponerme
en contacto con unos cuantos delincuentes para que la secuestren y pidan un
rescate de diez millones. Cuando Penélope venga a mendigar dinero,
haremos
que nos entregue el proyecto. Fácil, muy fácil.

Alfredo se mostró satisfecho:

—Genial. Dejaré que te encargues de ello. Tenemos que recuperar el


proyecto,
pase lo que pase.

—Te escucho, papá.

Nataniel reunió cinco millones de capital inicial en pocos días y Penélope


supuso que era un favor de Tomás hacia él. Por lo tanto, se prometió a sí
misma hacer todo lo posible para no decepcionarlo.

Con un millón, Penélope registró una empresa con el nombre de Grupo Cruz,
como homenaje al apoyo de su marido. Ella utilizó el resto del dinero para
alquilar una oficina y contratar personal y los fundamentos de su
establecimiento se concretaron en poco tiempo.

Al anochecer, Penélope y Nataniel salieron de su oficina para ir a buscar a su


hija y cuando llegaron al jardín de niños, una profesora les avisó de que
Reyna
ya se había ido.

La maestra preguntó preocupada:

—¿No mandaste a alguien a recogerla?

Penélope se tensó:

—¡No, yo no lo hice!

—Yo tampoco lo hice. ¿Podrían ser tus padres? —Nataniel bajó las cejas.
Penélope sacó rápidamente su teléfono para preguntar a sus padres, pero su
respuesta fue la misma. La cara de la mujer se puso blanca como yeso y sus
ojos estaban llenos de lágrimas:

—Dijeron que no... Señorita, ¿quién se la llevó? —La maestra temblaba de


pies a
cabeza, pues la norma del jardín de niños era que solo los padres podían
llevarse a los niños.

Sin embargo, Nataniel dejó una impresión asombrosa la última vez que
··························································································································· ®
dominó
a Guillermo y a su esposa. Por eso, cuando un hombre llegó a recoger a
Reyna,
la maestra supuso que se trataba de un subordinado del padre de la niña y no
se atrevió a interrogarlo.

Nataniel intuyó el peligro de esta situación y se volvió para tranquilizar a


Penélope, pero antes de que pudiera decir una palabra, el teléfono de la
mujer
sonó. Era de un desconocido.

Penélope se sintió desconcertada, pero aun así contestó y al momento


escuchó
los lamentos de Reyna. A Penélope se le destrizó el corazón y se le quebró la
VOZ:

— ¡Reyna!

Penélope escuchó entonces el tono frígido de un hombre:

—Seguro que reconoces la voz de tu hija.

Penélope se quedó helada:


—¿Quién es usted...? ¿Qué quiere?
El hombre dejó escapar una risa maliciosa:

—Dinero, por supuesto. Diez millones para su hija. Si le falta un centavo, o


llama
a la policía, será la última vez que sepa de su hija.

Penélope se atragantó:
—Te equivocaste de persona. No somos ricos.
El hombre lo encontró divertido:

—¿Es así? ¿Me estás diciendo que la princesa de la familia Sosa no puede
permitirse ni siquiera diez millones?

Penélope suplicó:

—La familia nos expulsó. No hay manera de que pueda darles tanto dinero,
aunque vendamos todo lo que tenemos. Déjala ir, ¡te lo ruego!

El hombre amenazó con indiferencia:

—No me importa cómo consigas el dinero, pero tienes tres horas. Ve a


pedírselo a tu abuelo o consíguelo tú misma. No me importa. O bien, sin
dinero,
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no hay hija. Has dado a luz a una niña tan bonita. Estoy seguro de que
conseguiré un buen precio en cualquier lugar donde la venda.

—¡No!

—Sueña con eso entonces. —El hombre colgó.

Cuando Penélope volvió a llamar, se mostró que su teléfono ya estaba


apagado. Sintió que el mundo entero daba vueltas a su alrededor. Con el
cuerpo
temblando horriblemente, Penélope transmitió el mensaje a Nataniel:

—Reyna fue secuestrada. Exigió diez millones para dentro tres horas o no
volveremos a verla. —Penélope hizo una pausa, mordiéndose el labio
inferior,
antes de continuar—: Es imposible que podamos reunir esa cantidad. Creo
que
podemos pedir el dinero prestado a mis parientes. Si aceptamos que se
queden
con el proyecto asiático, estoy segura de que les parecerá bien.

Nataniel negó con la cabeza, ya que esto le parecía sospechoso:

—No lo hagas. Puedo encargarme de esto.

Entonces, Nataniel llamó a Díaz:

—Mi hija desapareció. Necesito saber dónde está en diez minutos.

Una fábrica abandonada se encontraba en los suburbios de Ciudad Fortaleza.


Varios hombres de aspecto feroz descansaban dentro con cerveza y
aperitivos.

Todos ellos rodeaban a una niña que estaba atada a una silla y su rostro
empapado de lágrimas salió a la luz: era Reyna.

Aquellos hombres pertenecían a una banda de delincuentes, en la cual el


líder
era Cobra, que también quien había llamado antes a Penélope. Uno de los
hombres con la cara llena de cicatrices se acercó a Cobra:

—Jefe. ¿Realmente Penélope Sosa nos dará el dinero?

Cobra entrecerró sus ojos brillantes y se rio:

—¿A quién le importa? Con esos asesinatos en Ciudad Fortaleza, tenemos


que
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estar preparados de todos modos. Nos llevaremos a su hija con nosotros si
no
paga. Podemos conseguir fácilmente un millón o dos, vendiendo a esa niña
bonita a algún burdel de prestigio.

Unos cuantos hombres se rieron con malicia:

—¡Inteligente! Escuché que muchos hombres ricos tienen un fetiche por las
vírgenes, seguro que nos hará ricos. "Cobra mantuvo una sonrisa impasible
en

su rostro mientras miraba a Reyna.

Tras el intenso llanto y la lucha, el rostro de la niña estaba desarreglado. Sin


embargo, todavía había una mirada esperanzada en su rostro y les avisó:

—Mi padre es muy poderoso. No dejará que te salgas con la tuya.

Cobra resopló:

—¿Ah, sí? Si es tan poderoso, ¿cómo es que no está aquí salvándote?

En el momento en que Cobra terminó de burlarse, escuchó una voz:

—¡Estoy aquí! —Cobra y su gente se levantaron nerviosos para mirar a la


puerta
y vieron dos figuras caminando hacia ellos: una era Nataniel y la otra era
Penélope

Díaz había ordenado a sus equipos que localizaran a Reyna inmediatamente


después de recibir la llamada de Nataniel. Esas unidades, compuestas por
unos
cuantos miles de personas, se pusieron a trabajar de inmediato y filtraron

numerosos datos antes de enviar la información y la ubicación de la banda al


papá de Reyna en menos de diez minutos.

Cobra no esperaba que le encontraran poco después de llamar a Penélope y


la
cara de Reyna se iluminó:

— ¡Papá! ¡Mamá!
El corazón de Penélope se rompió al ver a su hija en ese estado:
— ¡Reyna!

Antes de que Penélope pudiera correr hacia Reyna, el hombre con cara con
cicatrices arrastró a Reyna hacia él y le puso una daga en el cuello y
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amenazó:

—¡Quédate donde estás!

Penélope se congeló y suplicó con voz temblorosa:

—De acuerdo. Lo que usted diga. Por favor, no le hagas daño.


Aparentemente nervioso, Cobra entrecerró los ojos:

—Bueno, bueno. Mírate. No esperaba a ningún invitado. ¿Qué les hiciste a


mis
hombres afuera?

Nataniel no se preocupó de responder y en su lugar, lanzó una mirada aguda


al
hombre de la cara con cicatrices:

—Suéltala si quieres vivir. Es tu última oportunidad.

Cobra y sus hombres compartieron una mirada y soltaron una carcajada


como
si acabaran de escuchar un chiste ridículo, y el primero se dio la vuelta para
mirar fijamente a Nataniel:

—Claro, podemos dejarla ir. ¿Y los diez millones que pedí?

Nataniel dijo con suavidad:

—Tengo unos cientos de millones conmigo. Espero que no te parezca


excesivo.

Cobra se burló:

—No existe tal cosa como demasiado dinero. Si es así, tengo mis medios para
lavarlo sin dejar rastro. Podemos vivir a gusto con eso.

El hombre con cara llena de cicatrices se dio cuenta de que Nataniel y


Penélope
tenían las manos vacías:

—Cobra, no caigas en su juego. Ya estamos huyendo de todos modos.

Podríamos matar al hombre y llevarnos a la niña. —Evaluó a Penélope con


una
sonrisa obscena—: Maldita sea. Mira su cara bonita y su cuerpo asesino.

Podemos hacer lo que queramos con ella antes de venderla por un buen
··························································································································· ®
dinero.
¿Qué dicen? —Toda la pandilla estuvo de acuerdo con la misma sonrisa
obscena.

Cobra negoció despreocupadamente con Nataniel:

—¿Escucharon eso? Muéstranos el dinero ahora. Si no... je, je.

Nataniel emitió una fuerte vibración asesina mientras el aire se tornaba


pesado
y preguntó con frialdad:

—¿Estás seguro?
Cobra respondió directamente:
—Por supuesto.

Nataniel les dijo a Penélope y a Reyna que cerraran los ojos. Luego, levantó
su
puño derecho y fue entonces cuando Cobra comprendió el peligro que corría.

Antes de que las palabras salieran de la boca del líder de la pandilla, un


fuerte
golpe lo interrumpió. Una enorme bala penetró a través de una ventana para
golpear el brazo derecho del hombre con cara con cicatrices:

—¡Ah! —El brazo se desprendió de su cuerpo y el hombre se desplomó en el


suelo.

Junto con los demás hombres, Cobra se esforzó por reaccionar ante este giro
inesperado. Siguieron unos cuantos golpes estruendosos, y su techo de
lámina
se derribó. La fuerte luz del sol los inundó y los maleantes levantaron la vista
para ver tres helicópteros fuertemente armados sobre ellos.

Cuatro tanques militares se estrellaron contra las paredes podridas desde el


exterior y tras abrirse paso, entraron de inmediato. Avanzaron hacia el
centro de
la fábrica y rodearon a Cobra y a los suyos. Eso fue más de lo que esperaba.

Dos mil hombres fuertemente armados y uniformados marcharon desde


todas
las direcciones, cubriendo el perímetro:

—Primera y segunda tropa bloqueen este lugar. No se permite salir ni a una


mosca —ordenó un hombre con uniforme de coronel, tras bajar de un
vehículo
todoterreno.
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—¡Señorl! ¡Sí, señor! —Sesenta soldados gritaron en señal de afirmación y
sus
ensordecedoras voces resonaron.

Inmediatamente después, el coronel sacó una pistola:

—¡Todos los demás, síganme! —Los soldados entraron corriendo y llenaron


cada centímetro del espacio.

—¡Quieto! Arrodíllense y pongan las manos sobre la cabeza. —Los soldados


ordenaron mientras cargaban hacia adentro.

¡Clang! Los matones soltaron sus armas involuntariamente y presas del


pánico,
sus rostros cayeron, con los ojos desorbitados. «Santo cielo... ¿el ejército?
¿Esto es de verdad?»

Nunca habían visto nada parecido, y menos aún estaban preparados para
ello,
naturalmente, no les quedó más remedio que rendirse. Todas las miradas
estaban puestas en el coronel cuando se acercó a Nataniel y lo saludó
solemne
y respetuosamente.

—César Díaz, coronel de las Fuerzas Especiales Furia de Dragón. He reunido


a
dos mil combatientes aquí. A su orden, señor.

Nataniel observó con apatía a los delincuentes:

—Prepárense para el combate. Abran fuego sobre cualquiera que intente


huir.
—¡Señor! ¡Sí, señor!

Otra respuesta estremecedora, Cobra se dio cuenta de que esto era el final.
Por
fin comprendió lo que Nataniel quería decir con unos cientos de millones:
eran
unos cientos de millones de armas y personal. Entonces se acercó, levantó a
Reyna y la interrogó:

—¿Quién está detrás de esto?

Cobra confesó con voz temblorosa:

—Un mafioso apodado «La Sombra» nos habló de este trabajo... No


··························································································································· ®
conocemos
al contratante.

—Genial. —Nataniel respondió con un tono gélido, luego se dio la vuelta con
Reyna en brazos.

Díaz se acercó a Nataniel y preguntó en voz baja:


—General, ¿qué hacemos con ellos?

—Ejecuten a esas escorias.

Díaz respondió en voz alta:

—¡Señor! ¡Sí, señor!

Después de que Nataniel se fuera con Penélope y Reyna, Díaz miró a los
bandidos, que en ese momento estaban temblando:

—¿Alguna última palabra?

Ya de rodillas, los hombres inclinaron la cabeza:

—Por favor, ten piedad de nosotros. No lo volveremos a hacer.


Díaz mantuvo una cara de piedra:

—Supongo que no tienes ninguna última palabra entonces. —Cobra se dio


cuenta de que no podía escapar de eso.

Levantó la vista con ojos de odio:

—¿Puedes concederme un deseo antes de que me vaya? Dime quién es


Nataniel Cruz.

—Claro. Tienes derecho a saber quién te hizo esto. Es «Ares del Norte», el
general más joven de la nación, con trescientos mil hombres a sus órdenes —
reveló Díaz y la noticia los golpeó como una tormenta.

Díaz agitó entonces su mano con frialdad:

—¡Fuego!

El regreso de Nataniel con su mujer y su hija tranquilizó por fin a Bartolomé


y
Leila. Penélope entregó a Reyna a los abuelos de la niña y mientras la
bañaban,
Penélope llevó a Nataniel a su habitación y asegurándose de que la puerta
estaba bien cerrada, le preguntó en tono serio:
··························································································································· ®
—¿Qué fue eso?

—¿Qué fue qué? —Nataniel parpadeó inocentemente.

Penélope lo fulminó con la mirada:

—No. No te hagas el tonto conmigo. Miles de hombres acudieron al rescate


de
Reyna. ¿No crees que me debes una explicación?

—¡Ah! Te refieres a la tropa. —Nataniel sonrió.


Penélope resopló:
—¿Qué otra cosa podría querer decir? ¡Vamos, confiesa!

—Eso no fue nada. Soy el «Ares del Norte», después de todo. Por supuesto,
podría movilizar a algunos hombres si quisiera.

Nataniel le dijo toda la verdad, pero Penélope respondió poniendo los ojos
en
blanco:

—¡Nataniel Cruz! Deja de exagerar las cosas, quiero la verdadera historia. —


A
Nataniel le hizo mucha gracia, aunque se sintió incomprendido.

Por lo tanto, mintió para que la historia fuera creíble para Penélope:

—De acuerdo, de acuerdo. Serví en el ejército durante algunos años y todavía


mantengo contacto con un oficial superior. Resulta que estaba realizando
simulacros antiterroristas en Ciudad Fortaleza. Así que le llamé para probar
suerte. No esperaba que estuviera dispuesto a ayudar, para ser honesto.
Pensó
que sería una gran oportunidad para entrenar a sus hombres en una
situación
real, así que los trajo.

Penélope se quedó boquiabierta:

—¡Caramba! Debemos ser las personas más afortunadas del mundo. Gracias
a
Dios, tu antiguo jefe tuvo la amabilidad de ayudarnos. Si no, ¿cómo íbamos a
salvar a Reyna? Tienes que agradecérselo como es debido cuando tengas la
oportunidad.

—¡Lo haré! —Nataniel guiñó un ojo y se dirigió al balcón y llamó a Díaz como
sugirió Penélope, solo que no fue para agradecerle—: ¡Encuentra al culpable
··························································································································· ®
del
secuestro!

—¡Entendido!

Bartolomé y Leila les preguntaron por el incidente durante la cena.


Entonces,
Penélope narró emocionada toda la historia con detalle. Los señores se
angustiaron al escuchar la historia aunque ya estaba en el pasado. Estaban
de
acuerdo con Penélope y se sentían afortunados de que el antiguo líder de
Nataniel estuviera por allí.

El Grupo Cruz se estableció rápidamente en los días siguientes. Penélope


estaba casi lista para iniciar el proceso de demolición de la Villa Asiática.

Al mismo tiempo, Díaz puso a Nataniel al corriente de su descubrimiento.

La Sombra se había metido en una pelea de bar con unos cuantos maleantes.
Se había golpeado la cabeza con un tubo de hierro y ahora estaba en coma en
un hospital. Por lo tanto, no pudieron extraer ninguna información de éste.
Nataniel dejó escapar un suspiro:

—Está bien. Tengo una idea aproximada de quién está detrás de esto. Espero

que no me provoquen de nuevo, no me importa acabar con toda su familia.


Además, envía algunos guardias para que vigilen a mi hija discretamente.

Díaz asintió con la cabeza:

—SÍ, General.

Casa de la familia Sosa.

Alfredo desató su ira contra Samuel:

—¿Qué está pasando? Han pasado días y aún no sabemos nada de esos
delincuentes. Penélope ya montó una nueva empresa y en cualquier
momento
va a derribar el Barrio.

Samuel estaba perdido, ya que había contratado a los delincuentes a través


de
«La Sombra» con la comisión de un millón. Sin embargo, no recibió ninguna
noticia hasta que se enteró de que el hombre había sido ingresado en un
hospital, entonces dejó escapar una sonrisa agria:

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—Papá, no sabía que «La Sombra» fuera tan poco confiable.

—Es demasiado tarde para decir eso ahora. Penélope ya está iniciando el
proyecto.

—Todavía no es demasiado tarde.

—¿Por qué? ¿Tienes otra idea? —Alfredo frunció las cejas, confundido.

—He oído que Penélope pidió una segunda hipoteca sobre su casa para
conseguir cinco millones como fondo inicial de Grupo Cruz. El Centro
Comercial de Oriente podría costarle miles de millones. No hay manera de
que
ella pueda proceder sin problemas. Todo lo que tenemos que hacer es
debilitarla con un obstáculo y ofrecernos a sacarla de apuros, de ese modo
nos
transferirá el proyecto.

Alfredo se interesó:

—¿Qué tipo de obstáculo?

—El Barrio de Oriente pertenece a Ciudad del Oeste. Resulta que tengo una
buena relación con su jefe clandestino, Dante Huerta, también conocido
como
el Dragón Noel. Con un poco de dinero, provocará una escena y detendrá la
demolición.

Alfredo se sorprendió:

—¿Te refieres al legendario Dios de la Guerra de Ciudad Oeste? ¿El que mató
a
nueve hombres con un cuchillo en una pelea?

Samuel sonrió:

—Exactamente. Esa es una historia de sus primeros días. Ahora maneja toda
una banda detrás de las cortinas y ya no necesita meterse en peleas. Tiene
cientos de personas trabajando a sus órdenes.

—Bien. Ve a hablar con él. No me importa cuánto cueste, solo sabotea el


proyecto de Penélope.

—¡Considéralo como hecho!

Esa noche, Samuel se reunió con Dante en un club de entretenimiento.


Huerta
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era un hombre fornido y de aspecto rudo y se adornaba con un enorme reloj
de
oro en la muñeca y una gruesa cadena de oro alrededor del cuello. Dejaba
desabrochados dos botones de su camisa de flores para dejar al descubierto
un tatuaje de nueve dragones en el pecho. Al escuchar el plan de Samuel,
Dante
le aseguró:

—Ah, eso es pan comido. Puedo hacerlo por diez millones.

Samuel apretó las cejas:

—¿No es un poco alto?

Dante lo miró de reojo:

—Señor Sosa, el pueblo está en Ciudad del Oeste. Es mi territorio, lo que


significa que soy el único hombre que puede hacer este trabajo. Además,
usted
vino a mí primero, si se va sin hacer un trato, me hace perder el tiempo. Eso
es
algo que me molesta mucho, nunca dejo que la gente se salga con la suya.
Dante sonaba intimidante pero a Samuel le parecía satisfactorio, pues esa
era
precisamente la actitud que buscaba. Solo un maleante del nivel de Dante
Huerta podía destrozar el proyecto lo suficientemente bien. De ahí que
Samuel

sonriera satisfecho:

—Me gusta lo dominante que eres. Bien, tienes el trabajo. Transferiré cinco
millones ahora y cinco más cuando esté hecho.

Dante se rio y levantó su copa:

—¡Por nuestro éxito! —Samuel levantó también su copa y se lanzaron al aire.


Al día siguiente.

Nataniel llevó a Penélope y a su familia a una tienda de BMW , con la


intención de regalarle un auto nuevo. Penélope era ahora la presidenta de
una

empresa, pero seguía conduciendo un viejo y fastidioso Polo.

Nataniel consideró que ese auto no se ajustaba a la situación actual de la


chica
pues, si una presidenta no podía permitirse un auto adecuado, se podía
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subestimar la prosperidad de su empresa. Para Penélope, sin embargo, era
una
extravagancia poseer un BMW , le parecía un lujo excesivo.

Leila no sabía mucho de coches de lujo y al entrar en la sala de exposiciones,


se quedó sorprendida por todo y por nada. Su cuerpo se puso rígido al
sentirse
abrumada, entonces le susurró a su marido:

—Estos coches tienen que ser caros, ¿no?


Bartolomé contestó:

—Sí. Van de doscientos mil a dos millones.


Leila jadeó:

—¿Dos millones? ¡Señor! Yo solo gano dos mil al mes limpiando casas.
Tendré
que trabajar cien años para poder comprar eso.

El equipo de ventas había visto a la familia desde el momento en que


entraron,
sin embargo, habían visto gente de todo tipo. Por la forma de vestir de los
Sosa,
los vendedores supusieron que la familia no era muy acomodada y tras
escuchar la conversación de Bartolomé y Leila, éstos compartieron una
mirada
mientras torcían los labios. En lugar de atender a los clientes, decidieron
sentarse en sus sillas mientras jugaban con sus teléfonos. Penélope, mientras
tanto, escudriñó la variedad de tipos y formas de coches, y luego se dirigió a
Nataniel:

—Solo tengo cien mil de presupuesto. Ni siquiera puedo permitirme el


modelo
más barato de aquí. ¿Por qué no buscamos en la tienda de al lado?

Nataniel le aseguró con una sonrisa:

—Yo te traje aquí hoy. Está claro que lo pago yo, creo que esta es una buena
marca. Vamos a mirar a ver si encuentras algo que te guste.

Nataniel señaló un auto BMW Serie 5 y sugirió:


—Esto se ve bien. ¿Podemos tener un vendedor aquí?

A pesar de haber mirado en su dirección, ninguno de ellos se levantó y una


vendedora hizo un mohín:

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—Tch. Odio cuando actúan como si pudieran permitirse cualquier cosa aquí.
Aquí no tenemos tiempo para charlatanes. —Hablo despacio, pero la familia
había escuchado cada palabra.

Los Sosa estaban tan avergonzados que todos bajaron la cabeza. Por el

contrario, los ojos de Nataniel estaban llenos de furia, bajó la mirada y vio la
etiqueta con su nombre: «Lilia Z.».

El hombre se enfrentó a ella:


—¿Qué quisiste decir con eso?

Lilia estaba escribiendo en su teléfono. Levantó la vista tranquilamente y le


lanzó a Nataniel una mirada grosera:

—Quise decir que un BMW no es para todo el mundo. Les sugiero que
sigan limpiando casas hasta que puedan pagarse un auto aquí.

La cara de Leila se sonrojó, sabiendo que Lilia debía de haber oído lo que
había
dicho de ganar apenas dos mil mensuales. Penélope y Bartolomé se irritaron
por la intencionada humillación de Lilia, y una joven vendedora se apresuró
a
acercarse y le ofreció amablemente:

—Hola, señor. ¿Podría mostrarle algunos modelos? Si no le importa que una


becaria sea su vendedora, estoy a su servicio.

Nataniel declinó con indiferencia:

—No, gracias. Prefiero que Lilia me diga el precio de esta Serie Cinco.
Aunque Lilia se sintió sorprendida, continuó burlándose de ellos:

—¿Qué sentido tiene saber el precio? No es que tu presupuesto te lo permita.

La respuesta de Nataniel fue agarrar una silla y lanzarla contra el auto...


¡Pas! El
parabrisas se estrelló y dejando una telaraña en él.

Todo el mundo estaba conmocionado, incluso los demás clientes se


quedaron
inmóviles mirando a Nataniel. Era como si el tiempo se hubiera detenido.
Entonces, el hombre se preguntó despreocupadamente:

—¿Puedo saber ya el precio?

Lilia se esforzó por recuperarse del susto, pero la idea de que podría perder
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su
trabajo no la ayudaba y gritó:

—¡Cuesta quinientos mil! ¿Cómo pudiste romperlo? Estás acabado...


Nataniel la interrumpió sacando su tarjeta de crédito y entregándosela a
Mía:
—Ahora es de mi propiedad.

Mía tartamudeó:

—Señor... Ya está dañado. ¿Está seguro? ¿Qué tal si buscamos una


compensación? Sería una opción más barata.

—No hay necesidad de eso.

Todos los demás seguían asombrados y Lilia se quedó sin palabras, mientras
permanecía con la boca abierta. No podía creer cómo Nataniel no tuvo que
pensar dos veces antes de destrozar el auto, solo para pagarlo en su
totalidad.
Mía, por su parte completó la compra enseguida.

Lilia podría haberse beneficiado de la comisión de la venta de un Serie 5 y el


resto del equipo de ventas lamentó no haber hablado antes con la familia de
Penélope. Y así, todos observaron cómo la suculenta comisión caía para la
becaria. Ni que decir, que lo más divertido y satisfactorio de ver era la cara
de
Lilia. Mía devolvió la tarjeta de crédito a Nataniel mientras sugería:

—Señor Cruz, tendremos que arreglar el parabrisas. ¿Qué le parece si lo deja


aquí? Le avisaré cuando esté listo.

Nataniel respondió en tono neutro:

—No hace falta arreglarlo. ¿Puedes ayudarme a encontrarle a mi mujer un


auto
mejor?

Los ojos de Mía se abrieron de par en par:


—Entonces este...
—Está dañado. Ya no lo quiero, puedes quedártelo si quieres.

«¿Qué? ¿De verdad está tirando un auto de medio millón solo porque el
parabrisas está destrozado?»

El resto de los vendedores estaban cada vez más asombrados y le lanzaron a


Mía una mirada de envidia y a la vez de resentimiento, en especial Lilia que a
esas alturas estaba verde de rabia.
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El corazón de Mía palpitaba rápidamente mientras su rostro se sonrojaba,
pues
esto era lo máximo que había ganado hasta el momento. Después de dar las
gracias a Nataniel en repetidas ocasiones, le recomendó a Penélope un auto
de
una gama superior:

—Señor Cruz, este es nuestro modelo más lujoso, M760Li xDrive . Cuesta
2 millones 650 mil ¿Qué le parece?

Nataniel comentó:
—Parece regular, pero lo aceptaremos.
Nataniel dejó que Mía volviera a pasar su tarjeta, pero la forma en que
compró

dos coches seguidos llamó la atención del gerente, considerando además que
uno de ellos era un Serie Siete con accesorios de lujo.

Benjamín, el gerente, se puso al lado de Mía para supervisar la transacción.


Fue
entonces cuando se dio cuenta de que la tarjeta de Nataniel era en realidad
una
tarjeta negra suprema y que solo doce personas en el país poseían una de
ellas. Sin duda, los doce propietarios eran extremadamente ricos e
influyentes.
La tarjeta sorprendió a Benjamín demasiado y la sostuvo con ambas manos
como si fuera una biblia, luego se acercó a Nataniel con Mía. Al entregarle la
tarjeta a Nataniel, el gerente lo saludó:

—Encantado de conocerlo, Señor Cruz. Soy el gerente, Benjamín. Es un


honor
tenerlo aquí. Me preguntaba si podríamos intercambiar contactos.

Lilia era la persona más desconcertada entre todos, pues creía que no tenía
sentido que Benjamín, que valía más de 1000 millones, se inclinara ante
Nataniel. Este último guardó la tarjeta negra:

—No creo que eso ocurra, pero estaría bien que la despidieras. —
Evidentemente, se refería a Lilia.

Benjamín se apresuró a hacerlo:

—Estás despedida. Cobra tu sueldo en contabilidad y vete. —Lilia no pudo


contener las lágrimas por más tiempo, pues sabía que no podía hacer nada
para revertir la situación. Estaba en un callejón sin salida.

··························································································································· ®
Por otra parte, Mía se encargó del procedimiento y les dio una matrícula
temporal y al final, salieron en un M760Li xDrive mientras Benjamín los
despedía.

En el camino de vuelta, se hizo un silencio incómodo en el auto, pues tanto


Penélope, en la parte delantera, como el resto de la familia, en la parte
trasera,
se dudoso reticentes a hablar del elefante en la habitación.

Nataniel sonrió a Penélope mientras conducía:

—Parece que tienes algo que decir.

Penélope dejó escapar un zumbido juguetón:

—¿Qué más nos estás ocultando?

—Nada. Siempre respondo a sus preguntas con sinceridad.

—Bien, deja que te pregunte esto. ¿De dónde sacaste todo ese dinero?

Nataniel le hizo un guiño descarado:

—Ah. Soy el gran General del Norte. El dinero no es nada más que números
para
mí.

Nadie se tomó en serio esa afirmación y todos pusieron los ojos en blanco,
Penélope puso una cara larga:

—No vuelvas a ser tan exagerado. Dinos la verdad sin rodeos.

—Bueno, está bien... Como todos saben, estuve en el ejército durante unos
años. Una vez salvé la vida de un multimillonario en una misión. Así que me
dio
la tarjeta como muestra de gratitud. No estoy seguro de cuánto dinero puedo
gastar con ella, pero pensé que comprar un BMW no debería ser un
problema.

«¡Ya veo!» Era demasiado bueno para ser verdad, la familia se quedó atónita
al
saberlo. Si podía pagar este auto, tenía que haber cien millones... incluso mil
millones de crédito en la tarjeta.

Siempre habían percibido a Nataniel como un amo de casa sin trabajo, pero
ese
incidente les hizo darse cuenta de lo adinerado que era en realidad. Leila
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miró
al hombre con simpatía mientras se mordía el labio inferior:

—Aun así, espero que no lo despilfarres todo en nosotros. ¿De acuerdo?


Bartolomé asintió:

—Sí. No estamos acostumbrados a deber favores a los demás. Además, ya te


debemos mucho por haber dado a mi padre la Fenixia.

Nataniel se detuvo suavemente para orillarse antes de volverse hacia


Bartolomé y Leila:

—Mamá, papá, Peni. Sé que les he hecho la vida imposible estos años y no
puedo agradecerles lo suficiente por perdonarme. No solo me permitieron
estar
con Penélope y Reyna, sino que me aceptaron en su familia. Por eso, ser un
padre, marido y yerno responsable es lo menos que puedo hacer. Mi trabajo
es
protegerlos y eso significa que nadie puede abusar de ustedes o humillarlos,
nunca.

Bartolomé y Leila le habían guardado rencor a Nataniel cuando se presentó


por
primera vez, sin embargo, su percepción de él cambió después de que salvó
la
vida de Alfredo. Y ahora, con esa declaración, no hacía falta decir que
estaban
contentos de que él fuera ahora parte de la familia. Leila fue sincera con él:

—Tal vez teníamos prejuicios contra ti, pero me alegra saber lo amable y
generoso que eres de verdad. A partir de ahora, somos una familia.

—Sí. Estoy segura de que harás muy feliz a Penélope —añadió Bartolomé.

Penélope empezó a sonrojarse, pues sus padres finalmente reconocían a


Nataniel como su yerno oficial después de conocerlo. Se giró entonces con
timidez hacia Nataniel, que no dejaba de sonreír:

—¿Por qué te pones así? Nunca dije que quisiera ser tu esposa.

Lilia inclinó la cabeza hacia arriba y se cruzó de brazos con una mirada de
suficiencia. Creía que ese era el territorio de Manuel y era un hecho conocido
que él gobernaba este lugar, y nadie los desafiaría allí. Los labios de Nataniel
se
curvaron y estudió a Manuel y a Lilia como si se divirtiera:

—La gente se arrodilla ante mí, no al revés. ¿Quiénes son ustedes para
··························································································································· ®
obligarme a que lo haga? —Cuando Lilia les contó antes la identidad de
Manuel,
había interpretado mal la expresión facial de Nataniel y por lo tanto, no
esperaban el tono despectivo del hombre.

Manuel estaba acostumbrado a dominar a los demás y esperaba que le


hicieran caso. Ordenó con frialdad:

—Quizá necesita ayuda. Guardias, enséñenle a arrodillarse.


Varios guardias corpulentos se acercaron a Nataniel:

—¡No se atrevan! —Los guardias se quedaron clavados en el suelo y todos se


detuvieron y se volvieron hacia la entrada.

Un hombre de mediana edad, con una línea de cabello en retroceso, entró en


una silla de ruedas. Además de tener un hombre con traje que lo empujaba,
también iba acompañado por un escolta.

Lilia acababa de conocer a Manuel hacía poco tiempo y a pesar de haber oído
hablar de Darío, nunca lo había visto. Y estaba dispuesta a disfrutar del
momento en que los guardias pudieran atormentar a Nataniel, sin embargo,
para su consternación, se detuvo antes de que pudiera ocurrir. Exaltada la
mujer gritó:

—Estúpido lisiado. Esto no es asunto tuyo. —¡Una bofetada! ¡Lilia recibió


una
bofetada en la cara!

Cubriéndose la mejilla, Lilia miró a Manuel con incredulidad y


estupefacción,
mientras el chico la reprendía:

—¿Cómo diablos lo llamaste? ¿Tienes idea de quién es? Es mi padre, el


presidente de Grupo Océano. —Lilia se quedó paralizada y un profundo
sentimiento de remordimiento y desesperanza la reinaba. Ella pensaba que
Manuel era su pasaje de entrada a la clase alta, pero acababa de cometer un
gran error al insultar a su futuro suegro. Ahora sabía que había echado a
perder
la única oportunidad que tenía de casarse con un rico.

Después de abofetear a Lilia, Manuel se acercó corriendo a Darío y agachó el


cuerpo hacia su padre:

—Papá, ¿qué te trajo aquí desde el Cuartel General? —¡Una bofetada!


¡Manuel
recibió lo que le había dado a Lilia antes y estaba sorprendido hasta los
huesos!
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No estaba solo, pues la emoción era mutua entre el personal. El chico se
cubrió
la mejilla mientras sus ojos se abrían de par en par—: Papá... me pegaste...

—¿Y qué si lo hice? Mocoso descerebrado y sinvergilenza.


Darío estaba más que furioso, buscó un bastón a un lado de la silla de ruedas
y
empezó a atacar a su hijo con él. A Manuel lo tomó por sorpresa el repentino

arranque de su padre y tenía la piel amoratada y le salía sangre.

Después de un rato, Gina y los guardias finalmente se recuperaron de su


impacto y corrieron hacia Darío:

—Por favor, cálmate. Lo estás matando.

Darío no estaba dispuesto a escuchar:

—¡Aléjate! Prefiero matarlo yo mismo a que el Señor Cruz se ensucie las


manos.
Los guardias sacaron luego a Manuel, pero ya estaba muy herido. Era la
primera vez que éste experimentaba este tipo de violencia por parte de su
padre y estaba demasiado perturbado para saber cómo reaccionar. Sintiendo
que no merecía el castigo, preguntó:

—¿Por qué me pegaste?

Lilia aprovechó el momento y se adelantó:

—Señor Alcázar. Fue un error por mi parte ofenderle. Todo fue culpa mía.
Por
favor, no lo culpe por ello.

La respiración de Darío seguía siendo irregular debido a su enfado, señaló a


Nataniel y luego aclaró en voz alta:

—Ese hombre es el Señor Cruz. Es el jefe de Tomás Dávila y la persona a la


que
más respeto. Ha sido terrible ver cómo le faltaron al respeto. O se disculpan
ahora o los mataré a golpes.

«¡Tomás Dávila!»

Manuel se alarmó. Tomás Dávila era el jefe clandestino del Distrito Este,
conocido por su brutalidad y operando con puño de hierro, se había
convertido
en el mandamás en dos años. A pesar de haber dejado su puesto en las
··························································································································· ®
Fuerzas Armadas durante años, eso no lo hacía menos poderoso. Además
Tomás Dávila también era conocido como «Hades el Aniquilador». La
historia

que había detrás era escalofriante: Un grupo de delincuentes lo provocó y,


como resultado, todos fueron eliminados. A partir de entonces, nadie quería
ponerse en su contra. Manuel también fue informado del episodio en el que
su
padre había ofendido al jefe de Tomás Dávila y así fue como éste había
quedado discapacitado. Incluso después de su lesión, tuvo que visitar a la
familia para pedir clemencia.

Mirando a Nataniel, Manuel finalmente se dio cuenta de su verdadera


identidad:
Ese era el hombre que estaba detrás de la miseria de su padre.

La cara del chico parecía haber visto un fantasma, sus rodillas se sintieron
débiles y cayó de al suelo arrodillándose. Al borde del llanto, Manuel tuvo
que
extraer las palabras de su garganta cerrada:

—Señor Cruz... Yo... Fui demasiado ignorante. Sé que merezco el peor


castigo...
pero... por favor, perdóneme esta vez...

Lilia fue testigo de cómo su poderoso mentor se hundía en lágrimas, pues ese
hombre se había convertido en alguien que ella ni siquiera conocía. Sin
embargo, eso también le dio una idea de lo influyente que era Nataniel. Éste
último, por su parte, parecía no preocuparse por esto, miró a Manuel y a
Lilia sin
emoción, y luego sonrió:

—¿No me exigieron una disculpa?

Lilia se quedó sin palabras, pero antes de que pudiera decir algo, Manuel la
empujó para que se arrodillara a su lado y se arrastró más cerca de Nataniel:

—Lo siento mucho. Lo lamento de verdad. —Lilia estaba temblando sin


control—
: Por favor, acepta nuestras más sinceras disculpas... No volverá a ocurrir.

Darío los observaba nervioso. Había castigado a su hijo con la esperanza de


que Nataniel lo dejara más fácilmente y esperaba con desesperación que
funcionara así. Sin embargo, la actitud de Manuel y Lilia hacia Nataniel era
vergonzosa, pero nunca fue el estilo de éste último perdonar y olvidar. No
obstante, él se sintió conmovido por la mirada sincera de Darío, pues ni en
un
··························································································································· ®
millón de años su padre sin amor actuaría así.

El susurro de Penélope también ayudó a la situación:

—Nataniel, son conscientes de su mal comportamiento. Dejémoslo así.


Nataniel se volvió hacia Penélope con una mirada amable:

—De acuerdo, cariño. Como quieras.

Darío y Manuel sintieron como si se hubieran quitado un enorme peso de


encima e inclinaron la cabeza para expresar su agradecimiento.

Comprendiendo que Nataniel estaba allí por una nueva propiedad, Darío le
ordenó a Gina:

—Muéstrale al señor Cruz las mejores casas que tenemos. Sea cual sea la que
elija, inicia los trámites inmediatamente. Será un regalo de mi parte.

Darío dejó caer otra bomba. Nadie podía entender esto, teniendo en cuenta
que
cada casa podría venderse por diez millones como mínimo.

Nataniel comprendía el gesto de Darío, pero no era un hombre que se


aprovechara de los demás y se negó con indiferencia:

—Gracias por tu amable gesto. Sin embargo, prefiero pagar mi propia casa.
De
todos modos, solo se trata de una casa de campo, no necesito ayuda para eso.
—Nataniel lanzó una intensa mirada a Lilia.

Darío era lo suficientemente observador como para captar la indirecta: La


chica
debió burlarse de Nataniel por no poder comprar una casa de campo, así que
ordenó a los guardias:

—¡Llévensela! —Los guardias se abalanzaron sobre Lilia como si fueran a


devorarla y la sacaron a la fuerza.

La mejor agente de la oficina, Gina, les dio el mejor servicio y acompañó a la


familia de Nataniel y Penélope a diferentes casas hasta que se decidieron por
una de ellas y el hombre pagó la totalidad de su compra anterior.

La mayor ventaja de mudarse a Jardines del Río era que sus propiedades
estaban listas para ser utilizadas. Su eslogan era: «Lo único que falta eres
tú».
«Una casa completa de cinco estrellas a la que te puedes mudar con una
maleta».
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Nataniel había sugerido mudarse allí porque necesitaban urgentemente un
nuevo lugar. El precio de mercado de la casa de campo era de ochenta
millones, pero solo le cobraron diez.

La familia de Nataniel y Penélope tenía claro que el descuento procedía de


Darío. Después de los dos incidentes, Darío había aprendido a comportarse
de
manera muy prudente con Nataniel, ya que no podía permitirse el lujo de
volver
a hacerle daño.

A Nataniel le gustaba manejar los asuntos con rapidez y decisión. Además, la


demolición del Barrio Oriental iba a comenzar en unos días. Era el mejor
momento para mudarse.

Inmediatamente después de haber comprado la casa, Nataniel se puso en


contacto con los encargados de la mudanza y empezó a hacer las maletas.
Esa

misma tarde se instalaron en su nuevo hogar. Penélope, junto con sus padres
y
su hija, se sintieron como si fuera un sueño.

Habían empezado el día en un viejo apartamento y habían salido a comprar


en
un auto destartalado y en cuestión de horas, acabaron en una lujosa casa de
campo con un llamativo auto estacionado en el exterior.

Prepararon una elaborada comida para celebrarlo, pero su fiesta de


inauguración fue sencilla. No incluyeron a ningún invitado, solo estaba la
familia que saboreaba ese dulce momento, juntos. Después de tomar unas
copas con Nataniel, Bartolomé anunció con alegría:

—Todo esto es gracias a ti, Nataniel. No puedo imaginar cómo estaría


nuestra
familia sin tu ayuda.

—Siempre fui muy solitario hasta que te conocí. Ahora solo tengo una familia
porque tú me has aceptado, como tu familia, me aseguraré de que nunca más
sufras.

Leila miró suavemente a Nataniel mientras recordaba haber querido matarlo


inicialmente, pero se alegró de haberse equivocado con respecto a él.
Siempre
había estado de su lado, ya fuera cuando se ofreció a salvar a Alfredo con la
Fenixia o cuando defendió la dignidad de la familia en múltiples ocasiones.
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Se
sentía cada vez más bendecida por tener a Nataniel como yerno.

Leila le dio un consejo a Nataniel:

—Nataniel, has estado gastando dinero en la empresa de Penélope, en los


coches y ahora en esta casa. Me imagino que no queda mucho crédito en la
tarjeta negra de multimillonario. Sería mejor que intentaras controlar tus
gastos. Actualmente no estás ingresando nada, pero has estado sacando
mucho de esta tarjeta.

Bartolomé añadió:

—No esperamos que hagas una fortuna. Pero esperamos que puedas tener
una
fuente de ingresos estable y no tener que preocuparte nunca por llegar a fin
de
mes.

Bartolomé y Leila no eran el tipo de padres que apreciaban mucho el dinero,


pero su deseo para Nataniel era que no viviera a costa de la riqueza ajena,
por
no decir que la malgastara.

Habían visto a numerosos individuos obtener una riqueza repentina,


gastándola
de manera frívola y ninguna de sus historias acabó bien. Lo decían para
animar
a Nataniel y ahora que era su yerno, se preocupaban por él, pero éste miró a
Penélope con su habitual sonrisa cálida:

—No te preocupes. Mientras Penélope y yo trabajemos juntos, nada podrá


detenernos. Nos convertiremos en una pareja poderosa, nos aseguraremos
de
que esta empresa prospere y demostraremos que todos se equivocan.

Las mejillas de Penélope se pusieron rosadas. «¿Quién dijo que somos una
pareja? Todavía no he dado mi consentimiento».

La mayoría de los residentes se mudaron de Villa Asiática en los dos días


siguientes y la Corporación Cruz también iba a comenzar el proceso de
demolición por esas fechas. Sin embargo, algo falló en cuanto llegó el equipo
de demolición.

Más de treinta hombres de aspecto despiadado salieron y rodearon al equipo


con armas y su intención era muy clara. Sin previo aviso, destruyeron las
excavadoras, los camiones e incluso hirieron a muchos trabajadores. Cuando
··························································································································· ®
terminaron, esos mafiosos declararon:

—Como residentes del Barrio Oriental, nos negamos a movernos hasta que
estemos contentos con nuestra compensación. Quien se atreva a derribar los
edificios será nuestra próxima víctima.

Penélope se sintió preocupada cuando escuchó la noticia, pues sabía que casi
todos los residentes habían firmado sus acuerdos. Los pocos que no
consiguieron volver a la ciudad también habían dado su consentimiento
verbal
y aceptado las condiciones de indemnización. «Entonces, ¿por qué aparecen
estas personas de la nada?» Nataniel se mostró tranquilo:

—Me parece que alguien está montando una escena a propósito. Vamos a
comprobarlo. —Penélope nunca se había encontrado con una tensión tan
difícil.
Pensó que Nataniel podría ser útil en un conflicto violento, además, tenerlo a
su
lado la ayudaba a estar tranquila.

Llegaron a la entrada de Barrio Oriental para ver ocho excavadoras y más de


diez camiones destrozados. Las piezas rotas cubrían el suelo, dejando a los
vehículos sin nada más que sus marcos.

Fumando y charlando, los pandilleros se paseaban con indiferencia entre los


restos de los automóviles. Su líder era un hombre de cabello amarillo
apodado
«Aliento de Perro», quien era la mano derecha de «Dragón Noel».

La forma en que aquellos trabajadores se escondían en un rincón le subió el


ego a Aliento de Perro, por no hablar de la multitud que habían atraído y del
asombro en las caras de todos. Así, embriagado por la arrogancia, ordenó:

—Vigílalos. Rómpeles las piernas si lo vuelven a intentar.

De repente, un M760Li xDrive pasó a toda velocidad antes de detenerse


bruscamente y de él bajó una atractiva pareja: eran Penélope y Nataniel. El
jefe

del equipo de construcción, Bruno Hurtado entonces, se acercó con sus


hombres:

—Señorita Sosa. Gracias a Dios que está aquí.


Penélope observó rápidamente los alrededores y enarcó las cejas:
—Bruno, ¿alguna novedad?

—Esas son las personas que causaron el problema. Algunos heridos fueron
··························································································································· ®
enviados al hospital.

—¿Llamaste a la policía?

Bruno susurró:

—Lo hice. Dijeron que estarían aquí, pero ya pasó una eternidad.

—Déjame hablar a mí. —Antes de que Penélope terminara su frase, Aliento


de
Perro y su banda ya habían avanzado hacia ellos y el último, miró a la mujer
de

arriba abajo con suficiencia—: ¿Eres la presidenta de Cruz?

SÍ, lo soy, y estoy abierta a la negociación. Estaré encantada de cumplir tus


condiciones siempre que las mantengas sensatas.

Aliento de Perro sonrió:

—Somos residentes desde hace mucho tiempo aquí y nos negamos a que nos
deshagan con un poco de comida para pollos. Nuestra demanda es simple,
¡diez millones más para cada uno de nosotros!

Las cejas de Penélope se bajaron en este momento:

—La Oficina de Demolición ya había llegado a un acuerdo con todos y cada


uno
de ustedes. Nuestra empresa solo es responsable de la construcción del
centro
comercial. Si no están satisfechos con la compensación, pueden volver a
hablar con la oficina. No hay necesidad de tanto daño.

Aliento de Perro se burló:

—Deja que quitarte la responsabilidad. No me importa de quién sea la


responsabilidad. Solo quiero el dinero. Antes de eso, no se sabe qué haremos

para detener esto. Incluso podrías perder una o dos vidas.

Penélope estaba muy nerviosa. Hizo una pausa para formar un argumento
adecuado y Nataniel la ayudó:

—Ustedes dicen ser los residentes, pero la mayoría de ellos ya firmaron los
contratos. ¿Realmente viven aquí?

Penélope se mostró ¡igual de desconfiada:


··························································································································· ®
¡Claro! Déjenme registrar sus identificaciones. Puedo negociar con la Oficina
de Demolición en su nombre. ¿Qué les parece?

Los ojos de Aliento de Perro se desviaron antes de soltar una mueca:

—No hay manera de que te demos nuestra información personal. ¿Quién


sabe
lo que harás con ella?

Luego se dirigió a Bruno amenazadoramente:

—Déjame ser extremadamente claro aquí. ¿Ves nuestras armas? No son solo
para aparentar. Así que ni se te ocurra seguir adelante con esto. O si no...

Penélope estaba tan enfurecida que se quedó sin palabras por un momento,
entonces, Nataniel prosiguió:

—Te sugiero que uses esa amenaza de matón con otra persona.
Aliento de perro inspeccionó a Nataniel y dejó escapar un bufido
irrespetuoso:

—¿Quién eres tú para decirme eso? Veo que estás ansioso por ser el héroe de
tu jefe. Pero ya sabes, nosotros gobernamos la Ciudad Oeste de Ciudad
Fortaleza. —Hizo un gesto con la mano—: ¡Tú, rómpele las piernas! A alguien
le
vendrá bien una buena lección.

Un hombre fornido, Tánatos, apareció en primer plano con una barra de


hierro
en la mano y se abalanzó hacia Nataniel como un león que se abalanza sobre
su víctima, pero Penélope le advirtió:

—¡Cuidado! —Nataniel reaccionó al mismo tiempo que Penélope gritaba y


dio
una patada a su pierna en alto, a la que siguió un fuerte golpe. La cabeza de
Tánatos giró hacia un lado, mientras un diente roto salía volando junto con
algo
de sangre y su fornido cuerpo se desplomó: fue un golpe mortal.

Todo el mundo se quedó perplejo al ver cómo Nataniel aplastaba con


facilidad
a Tánatos, que pesaba ciento cincuenta kilos, pero antes de que Aliento de
Perro se diera cuenta, Nataniel se había acercado a él, golpeando su cara...
¡Una
bofetada!

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Desorientado, Aliento de Perro tropezó mientras daba vueltas. Su mejilla se
hinchó y acabó cayendo al suelo, al momento que Nataniel dio un paso más y
colocó su pie en el pecho del hombre.

Aliento de Perro era un hombre de constitución sólida, sin embargo, no pudo

resistir la fuerte presión de Nataniel. Su caja torácica sonaba como si se


rompiera. El hombre así parecía un pez indefenso en la orilla, ya que abrió

mucho la boca pero no se atrevió a emitir ningún sonido. La expresión de su


rostro indicaba que estaba agonizando.

Nataniel entonces bajó la mirada con indiferencia:

—Así que gobiernas Ciudad del Oeste, ¿eh? Siento darte la noticia, pero no
eres
nada para mí. —Aliento de Perro estaba aterrorizado de que su caja torácica
pudiera romperse en cualquier momento.

Con todas sus fuerzas, soltó una orden:

—Chicos... muévanse... ¡mátenlo! —Los matones finalmente salieron de su


estado de asombro—. ¿Cómo se atreve a golpear a nuestro jefe? ¡Vamos! —
Todos fueron tras Nataniel frenéticamente para rodearlo. Éste por su parte,
soltó un bufido frío como si fuera un juego de niños y después de decirles a
Penélope y a Bruno que retrocedieran, se acercó a ellos.

¡Pas! Nataniel inició su ataque golpeando el pecho de un matón.

El matón parecía haber sido golpeado por un tren. Su cuerpo salió disparado
hacia atrás, pero la sangre de su boca viajó en dirección contraria.

¡Tras, tras! Una barra de hierro apuntaba a la cabeza de Nataniel, sin


embargo,
éste, se movía como un rayo. Agarró la barra con la mano izquierda y golpeó
la
barbilla del hombre con la derecha. Sonaba como si los huesos se hubieran
fracturado y entonces el hombre gimió y cayó al suelo.

Nataniel le quitó la barra de hierro y la utilizó para bloquear tres machetes.


En
un momento, lanzó una patada voladora hacia sus cabezas y el impacto los
levantó del suelo.

Por muy grande que fuera la banda de Aliento de perro, Nataniel no se dejó
intimidar y ninguno de los hombres pudo acercarse a él, quien los derribó
con
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gracia y sofisticación. Esta era su danza y los gritos de los oponentes eran su
música: nadie estaba a su altura.

En menos de dos minutos, treinta y tantos cuerpos heridos estaban en el


suelo
y los quejidos y los gemidos llenaban el aire. Los trabajadores de la
construcción, los peatones y Penélope estaban llenos de asombro e
incredulidad.

Aliento de Perro agitó su cuerpo en un intento de levantarse, pero Nataniel


se
acercó a él. La mirada del hombre en el suelo viajó desde la barra de hierro
hasta el rostro apático de Nataniel y una profunda sensación de miedo surgió
cuando se encontró con sus ojos. Entonces, con voz temblorosa, se puso en
evidencia:

—Oye... ¿qué crees que estás haciendo? Soy el hombre del Gran Hermano
Draco. Si me pasa algo, hará que lo pagues.

Leo Huerta se burló y sacó su teléfono para llamar a su hermano Dante y


pronto, éste último descolgó y su intimidante voz retumbó al otro lado de la
línea:

—¿Terminaste? —Leo Huerta bajó la voz y dijo—: Todavía no, hermano.


Dante estaba molesto:

—¿Ni siquiera puedes resolver un asunto tan pequeño?

Leo miró a Nataniel Cruz antes de susurrar:

—Hermano, hay un tipo del Grupo Cruz que está golpeando a todo el mundo.
Noqueó a treinta de mis hombres y le rompió la pierna a Aliento de perro
delante de mí, a pesar de mis advertencias. Incluso quiere que vengas a
arrodillarte ante él.

Dante se enfureció:

—¡Está buscando problemas! —Hacía años que nadie en Ciudad Fortaleza se


atrevía a cruzarse con Dante, y mucho menos a pedirle que se arrodillara.
Nataniel Cruz era la primera persona que se había atrevido a intentarlo.

Leo miró a la multitud desde Grupo Cruz y sonrió:

—¡Mi hermano va a ir personalmente a por ti, ya que tienes tantas ganas de


morir!

Penélope Sosa y Bruno Hurtado, como lugareños, sabían exactamente cómo


··························································································································· ®
hacía las cosas el Dragón de los Nueve Tatuajes. Cuando se enteraron de que
Dante iba a dar una paliza a Nataniel Cruz en persona, el miedo real apareció
en
sus rostros. Entonces Penélope Sosa le susurró a Nataniel Cruz:

—Dante es muy conocido en el Distrito Oeste y los mafiosos solo responden a


sus órdenes. Si quiere que alguien desaparezca, se evaporará de la faz de la
tierra. Si le enfadamos, seguro que estamos muertos.

Nataniel Cruz no se alteró:

—La Corporación Cruz está a cargo del proyecto del Centro de Comercio
Oriental. Ellos son los que estropean las cosas antes de que la construcción

haya empezado.

—Si no les damos una lección ahora, van a ser una molestia para nosotros
para
siempre.

—No te preocupes, yo lo arreglaré. —Penélope Sosa seguía preocupada, pero


sabía que Nataniel Cruz se llevaba bien con el jefe mafioso del Distrito Este,
Tomás Dávila, sin embargo, éste ya lo había molestado demasiadas veces.

Además, la persona con la que estaban tratando esta vez era Dante, el jefe
clandestino del Distrito Oeste, quien pudiera ser más fuerte que Tomás
Dávila
en todos los sentidos posibles, ya que había existido más tiempo.

Penélope Sosa pensó que Tomás Dávila no podría ayudarles aunque


apareciera
en la escena. Después de que Leo hiciera su llamada, los mafiosos de la
ciudad
acudieron desde todas las direcciones, ya fuera en camionetas o en
motocicletas. Se agolparon alrededor de la entrada del Barrio Oriental.

En un par de minutos, cientos de delincuentes se habían reunido en el lugar,


luciendo cabellos con los colores del arcoíris, tatuajes intimidatorios y un
millón
de tipos de armas en sus manos. Todos ellos eran hombres de Dante Huerta,
agrupados en torno a Leo, y estaban gritando y provocando un alboroto.

La cara de Penélope Sosa palidecía por momentos, ya que ya había llamado a


la policía varias veces en los últimos minutos, pero no estaban a la vista.

Bruno Hurtado y su grupo de trabajadores de la construcción estaban cada


vez
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más desesperados. Si no fuera por la barrera humana que les rodeaba, se
habrían ido de inmediato, el único que estaba tranquilo era Nataniel Cruz.
Leo lo
miró fijamente:

—¿Por qué no te doblegas ante mí, antes de que llegue mi hermano? Tal vez
te
perdone la vida, solo tal vez, ja, ja.

Nataniel Cruz miró al ejército de mafiosos revoltosos que rodeaban a Leo,


mientras se burlaba:

—¿Crees que puedes obligarme a inclinarme ante ti con estos inútiles?


Leo se rio:

—Bueno, mis inútiles pueden matarte un millón de veces hoy.

De repente, alguien gritó:

—¡El Gran Hermano Draco está aquí! —La multitud de pandilleros dio un
rugido
colectivo y se apartaron para formar un pasillo en el centro.

Un Mercedes Benz S600L negro apareció ante la multitud. La matrícula


del auto no tenía nada más que el número «6» repetido, que era como se
identificaba el paseo del Dragón de los Nueve Tatuajes. Leo Huerta se
apresuró
inmediatamente a abrir la puerta del auto, saludando a su hermano:

—Bienvenido, Gran Hermano. —Un hombre alto con una camisa de vestir
roja y
un traje negro se bajó del Mercedes Benz . Llevaba el cabello corto y una
cicatriz en el párpado izquierdo.

Dos botones de la parte superior de su camisa de vestir estaban


desabrochados, dejando a la vista el inconfundible tatuaje de nueve dragones
en su cuerpo. Esto había confirmado su identidad como el «Dragón de los
Nueve Tatuajes», Dante Huerta, líder de la mafia en el Distrito Oeste. El
hombre
miró fijamente a Leo y a su ejército:

—Si no hubiera venido, mi reputación habría sido arruinada por todos


ustedes.
—Leo bajó la cabeza en silencio y Dante Huerta miró a su ejército de
quinientos
hombres. Nataniel Cruz, Penélope Sosa y los demás del Grupo Cruz estaban
atrapados en el centro.
··························································································································· ®
En el suelo había varios heridos que tenían un aspecto absolutamente
miserable y en ese momento, Aliento de Perro se arrastró hasta el lado de
Dante Huerta. A pesar del dolor insoportable en su pierna derecha, logró
pronunciar:

—¡Hermano mayor Draco, por fin estás aquí! Ese tipo de ahí golpeó a treinta
de
nuestros hombres sin ayuda y hasta me rompió la pierna derecha.

Dante Huerta miró a Aliento de Perro, que luchaba por sentarse, en el suelo:
—¿Tienes la pierna derecha rota? —preguntó, sin emoción.
—¡Síl —respondió Aliento de Perro.

—¿Y la pierna izquierda? —Aliento de perro se quedó paralizado un


momento
antes de responder—: ¡Mi pierna izquierda está bien!

Al oír eso, Dante Huerta levantó inmediatamente su pie y lo hizo caer sobre
la
pierna izquierda de Aliento de Perro, con un crujiente sonido de huesos
rompiéndose.

—¡Aaaah! —El escalofriante grito de Aliento de Perro atravesó el aire una vez
más, y todos se sobresaltaron.

Dante Huerta se limitó a dirigirse a sus ayudantes y les ordenó:

—¡Llévense a este pedazo de basura inútil! —En un segundo, Aliento de


Perro
fue arrastrado fuera de la escena por algunos de los asistentes de Dante
Huerta
de aspecto agresivo. Cuando Penélope Sosa y compañía presenciaron eso, no
pudieron evitar sentir pena por el hombre. Entonces Dante Huerta se dio la
vuelta y miró al grupo de Nataniel Cruz—: ¿Quién golpeó a mis hombres y
me
dijo que compense sus pérdidas? Muéstrate. —Los ojos de todos se volvieron

hacia Nataniel Cruz y Dante Huerta también lo miró, pero el primero, se


limitó
hacerlo con una expresión ilegible, mientras se acercaba:

—Soy yo. —El cuerpo de Nataniel Cruz era esbelto y delgado, del que uno se
enamora poco a poco después de algún tiempo.

Dante Huerta pudo percibir la firmeza de Nataniel Cruz, y supuso que tenía
antecedentes en el ejército, de lo contrario, no habría sido capaz de herir a
··························································································································· ®
treinta personas de una sola vez, entonces se burló:

—Es muy valiente, aunque también es muy estúpido de tu parte. "Después de


eso, Dante Huerta se dirigió a sus quinientos hombres y gritó con orgullo—:
¡Hermanos! ¿Qué debemos hacer con este hombre que golpeó a nuestros
hombres?

—¡Pelear!... ¡Pelear!... ¡Pelearl

Como dios de la guerra del Distrito Oeste, a Dante Huerta no le faltaban


guerreros sedientos de sangre a sus órdenes. En este momento, todos ellos
estaban reunidos en la entrada de la zona, dando gritos de guerra y agitando
sus armas en el aire.

Dante Huerta levantó la mano derecha para que sus subordinados se


calmaran
y luego, se giró para mirar a Nataniel Cruz y a sus compañeros de rostro
pálido:

—¿Quieren pelear? —preguntó, con los labios curvados hacia arriba,


formando
una sonrisa desagradable.

Nataniel Cruz le devolvió la sonrisa:

—¿Estás seguro? —Dante Huerta estaba a punto de decir algo sarcástico,


pero
fue cortado por el sonido de las sirenas en la distancia. Pronto, varios
vehículos
antisecuestro que transportaban a los miembros de élite de la policía
llegaron
al lugar, con las sirenas a todo volumen.

Mientras Dante Huerta y sus subordinados observaban con los ojos abiertos,
la
policía los rodeó con sus vehículos, sin dejarles espacio para escapar.
También,
un ejército de paramilitares vestidos de negro salió rápidamente de sus
vehículos, cada uno de ellos con metralletas. En cuestión de segundos, Dante
Huerta y sus fuerzas fueron completamente rodeados por ellos.

Mientras todos observaban con asombro, un coronel se acercó a Nataniel


Cruz
y saludó con elegancia:

—Oficial superior César Díaz, de las Fuerzas Especiales Furia de Dragón, se

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presenta al servicio, señor. Tenemos mil combatientes de la élite listos para
la
operación.

Nataniel Cruz miró a Dante Huerta y a los suyos, que estaban


completamente
congelados de miedo:

—¡Peleemos! —gritó.
Mil paramilitares de élite se enfrentaron a los mafiosos y gritaron al unísono:
—¡Peleemos!

¡Clang! La barra de metal en la mano de un mafioso cayó al suelo con un


fuerte
estruendo, luego levantó la mano y admitió con voz temblorosa:

—Me rindo...

Clang, clang, clang... Los mafiosos comenzaron a tirar sus armas como si
éstas
estuvieran ardiendo, antes de levantar las manos en una muestra colectiva
de
derrota.

¡Clang! El machete en la mano del Dragón de los Nueve Tatuajes cayó


también
al suelo y con miedo en los ojos, levantó también las manos, admitiendo la
derrota junto con sus subordinados.

Él tenía una presencia aterradora en el territorio de Ciudad Fortaleza y podía


hacer que alguien se evaporara de la faz de la tierra si así lo quería. Sin
embargo, cuando se enfrentaba a una fuerza de élite totalmente equipada,
estaba indefenso. Podría haber mojado los pantalones al ser retenido con
una
pistola, por no hablar de la pelea pues esto último significaría una muerte
segura.

No solo Dante Huerta y sus pandilleros estaban asombrados, Penélope Sosa


y
los demás de la Grupo Cruz no pudieron evitar mirar con la boca abierta.

Bruno Hurtado y sus trabajadores miraron a Nataniel Cruz mientras


intentaban
adivinar su historia de fondo: «¿Cómo consiguió que los oficiales superiores
de
las fuerzas de élite respondieran a sus órdenes?»

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Penélope Sosa se había fortalecido mentalmente después de participar en la
operación para salvar a su hija, y supuso que Nataniel Cruz debía de haber
conseguido la ayuda de su antiguo jefe. Pensó que él tenía mucha suerte de
conservar el cariño del viejo jefe incluso después de haber dejado las fuerzas
armadas.

Pero por su parte, al ver que Dante Huerta se había rendido, Nataniel Cruz lo
fulminó con la mirada:

—¿Qué quieres decir con esto? ¿No estabas pidiendo una pelea hace un
momento?

Dante Huerta se obligó a hablar:

—Lo siento, lo subestimé. Déjeme ir, se lo ruego. Lo compensaré en su


totalidad, señor.

¡Paf! Nataniel Cruz abofeteó a Dante Huerta en la cara justo cuando terminó
su
frase. Fue una bofetada tan fuerte que se le cayeron dos dientes de la boca y
sus mejillas se hincharon como un globo llenándose de gas.

Nataniel Cruz se burló y dijo:

—¿Qué hay de esas vidas de gente corriente que has arruinado? No puedo
creer
que ahora me pidas clemencia.

Dante Huerta estaba aterrorizado por Nataniel Cruz y sus fuerzas, pero eso
no
cambiaba el hecho de que había acabado sin piedad con innumerables vidas.
Aun así, estuvo a punto de enloquecer cuando Nataniel Cruz lo abofeteó,
aunque el brillo malicioso de sus ojos desapareció tan rápido como llegó.

Se cubrió la cara con las manos y bajó la cabeza en silencio: «Bien, esta vez te
dejaré salirte con la tuya. De todos modos, probablemente solo me condenen
a
tres años de cárcel por alterar el orden público». «Dentro de tres años
volveré a
perseguirte», pensó.

Los labios de Nataniel Cruz se curvaron hacia arriba mientras miraba a


Dante
Huerta:

—Déjame adivinar, ¿estás pensando en cómo vas a volver y asesinar a mi


familia después de un par de años de cárcel por alterar el orden público?
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Dante Huerta levantó la vista sorprendido, pero se negó a admitirlo:
—No me atrevería...
Nataniel Cruz miró fijamente a Dante Huerta y se burló:

—No importa si lo admites o no. Olvídate de tener alguna vez la oportunidad


de
hacerlo.

Dante Huerta se estremeció al oír esas palabras, como si hubiera llegado a


comprender algo:

—¡Sé que eres rico y poderoso y todo eso, pero no puedes castigarme por
asuntos privados delante de todos los presentes! —gritó desesperado.

De repente se dirigió a los trabajadores de Grupo Cruz y a los espectadores y


gritó:

—¡Me está castigando por rencores privados! ¡Apresúrense y graben esto!


Necesito que alguien sea mi testigo. ¡Quiere que muera por alterar el orden
público! Si me pasa algo, ¡alguien tiene que buscar justicia para míl

Nataniel Cruz miró a Dante Huerta, que seguía gritando como un payaso:

—¿Ya terminaste? —Dante Huerta se congeló, antes de lanzar una mirada


asustada a Nataniel Cruz—. No quiero ni intentar contar el número de
crímenes
que has cometido a lo largo de los años. Probablemente sea suficiente para
que te den la pena de muerte diez veces más. Lástima que hayas acabado en
mis manos —explicó Nataniel Cruz con calma.

Dante Huerta palideció al oír eso. Sus ojos se llenaron de miedo, pero siguió
luchando contra la realidad:

—No sé de qué estás hablando. ¿Estás tratando de chantajearme?

—¿Chantajearte? —Nataniel Cruz se burló—: ¿Es necesario? Puedo


desenterrar
todos tus crímenes con una sola llamada telefónica —anunció, antes de
llamar
a César Díaz a su lado.

Comprendiendo lo que había querido decir, César Díaz sacó inmediatamente


su
teléfono para hacer una llamada y a los cinco minutos, el teléfono de éste
sonó.
Entonces respondió y pulsó el botón del altavoz, del cual una voz fuerte y
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clara
llegó, cortando el aire quieto como un cuchillo:

—En el 2003, Dante Huerta fue a apostar a Distrito Alameda, pero perdió.
Sospechó que el inversionista Benito Gálvez había hecho trampa durante el
juego, así que envió a un sicario tras éste para que lo mataran... Ese mismo
año,
Dante Huerta escapó a Ciudad Fortaleza y reunió a una banda de lugareños
para provocar problemas en toda la ciudad. Una vez mató a nueve personas
con un cuchillo sin ayuda. En el 2005, fue sobornado por un comerciante
local
para que matara a la familia de Cristian Lagos, que era un empresario
extranjero...

El rostro de Dante Huerta estaba pálido mientras los miraba con los ojos
abiertos. Sus crímenes pasados habían sido barridos bajo la alfombra hace
mucho tiempo y, sin embargo, alguien había conseguido desenterrarlos para
que el mundo los viera. La persona que hablaba leyó cada una de sus
fechorías
en voz alta, y la desesperación crecía para él con cada minuto que pasaba.

Fue entones, cuando miró a Nataniel Cruz con auténtico miedo en los ojos y
se
dio cuenta que una simple orden de éste era suficiente para descubrir todos
los
crímenes sin resolver que había cometido a lo largo de los años, lo que no
hacía
más que demostrar lo poderoso que era.

Todos los que estaban a su alrededor miraron a Dante Huerta, y la mayoría


sabía que no era un buen ciudadano, pero habían subestimado lo
monstruoso
que era en realidad... La voz siguió exponiendo sus atroces crímenes.

De repente, Nataniel Cruz interrumpió a la persona que hablaba por


teléfono:

—Muyy bien, basta. Todo esto es suficiente para mandarlo al infierno.

Dante Huerta se quedó sin huesos y se desplomó en el suelo con un fuerte


golpe, se volvió hacia Nataniel Cruz y suplicó piedad como un animal
moribundo:

—Por favor, déjame ir...


Nataniel Cruz se limitó a burlarse y pronunció:
—¿Por qué no le dices eso al propio Hades?

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—Envía a estas personas y las pruebas de sus crímenes a la policía, y
asegúrate
de que nadie se escape. Serán tratados con severidad —dijo Nataniel Cruz a
César Díaz.

—¡Sí, señor!

César Díaz dijo de manera sonora a Nataniel Cruz, antes de ordenar a sus
fuerzas que se llevaran a Dante Huerta y sus matones. Bruno Hurtado y sus
trabajadores solo se recuperaron de la conmoción cuando las fuerzas
especiales abandonaron la escena. Penélope Sosa susurró entonces a
Nataniel
Cruz:

—¿Puedes explicar esto? ¿Por qué necesitas tantos combatientes de élite para
detener a Dante Huerta?

Nataniel Cruz parpadeó y sonrió:

—¿No ya te había dicho? Yo era militar. Mi antiguo jefe estaba casualmente


en
Ciudad Fortaleza con sus tropas para una operación antiterrorista, así que
Dante Huerta tuvo muy mala suerte.

—Entonces... ¿por qué ese oficial acaba de dirigirse a usted como su


superior?
—preguntó Bruno Hurtado con curiosidad.

Penélope Sosa miró también a Nataniel Cruz, esperando una respuesta pero
la
sonrisa de éste era inquebrantable:

—Probablemente estaban siendo amables conmigo por el bien del jefe. —Eso
logró convencer a los demás de que Nataniel Cruz era un simple soldado
retirado.

Dante Huerta y su banda, habían tenido muy mala suerte al toparse de frente

con una operación antiterrorista, que había acabado deteniéndolos. Ese era
el
castigo por todos sus crímenes.

Sin embargo, Penélope Sosa siguió mirando a Nataniel Cruz con expresión
de
duda, pues a pesar de que su historia parecía bastante razonable, pero no
podía
evitar preguntarse si había algo más.
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Nataniel Cruz cambió de tema:

—Muy bien, los alborotadores ya se han ido, así que volvamos al trabajo, ¿de
acuerdo?

Cayó la noche y comenzó la transmisión de las noticias del día. Mientras


tanto,
en la mansión de la familia Sosa, estaban sentados alrededor de la mesa del
comedor para cenar mientras veían las noticias en la televisión:

—Samuel, si no recuerdo mal, la Corporación Cruz está demoliendo el Barrio


Oriental hoy, ¿sí? ¿Cómo está el asunto del Dragón de los Nueve Tatuajes? —
preguntó Alfredo Sosa.

Samuel Sosa sonrió:

—Recibí información del Gran Hermano Draco esta mañana. Ya había


enviado
gente para destrozar la maquinaria que Cruz iba a utilizar, así como para
golpear a los trabajadores del proyecto. Eso debería ser suficiente para
asustarlos. No conseguí obtener más información después de eso debido a
mi
reunión de esta tarde.

Alfredo Sosa estaba satisfecho con su respuesta:

—Muyy bien. Llámalo ahora, y dile que arme todos los problemas posibles,
Penélope Sosa tiene que entender que es incapaz de gestionar este proyecto
por sí misma.

Samuel Sosa asintió y sacó su teléfono para llamar a Dante Huerta, sin
embargo, se congeló en el momento en que inició la llamada. Todos en la
mesa
miraron a Samuel Sosa confundidos:

—¿Qué pasa?

Samuel Sosa estaba tan desconcertado como ellos:

—Dice que su teléfono está apagado. ¿Su teléfono se habrá quedado sin
batería
o algo así?

De repente, Mario Sosa señaló su enorme televisor con pantalla LCD


montado
en la pared.
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—¡Mira! ¡Es el Gran Hermano Draco! — Todo el mundo se giró para mirar la
pantalla, solo para ver a las tropas de paramilitares cargando a los mafiosos
en

sus vehículos. La cámara cortó entonces a uno de ellos, que resultó ser el
auténtico Dragón de los Nueve Tatuajes.

La voz del locutor resonó:

«Hoy se llevó a cabo una operación contra el crimen en la ciudad, que dio
como
resultado la captura de un grupo de peligrosos delincuentes. Están
encabezados por Dante Huerta, que ha cometido varios delitos graves en los
últimos años. Será tratado con severidad...»

Los Sosa tardaron en recuperarse de su sorpresa:

—El Gran Hermano Draco... ¿fue atrapado? —Samuel Sosa murmuró


después de
un largo momento.

Los Sosa no pudieron más que sentarse en silencio y conmocionados,


después
de ver en la televisión el arresto del Dragón de los Nueve Tatuajes. Pronto,
Samuel Sosa se las arregló para averiguar qué le había pasado exactamente
utilizando sus conexiones, y así, después de colgar la última llamada, dedicó
una sonrisa de dolor a su familia:

—Al parecer, un jefe militar estaba en la ciudad con sus tropas para una
operación antiterrorista, y el Gran Hermano Draco cayó por casualidad en su
trampa.

Los miembros de la familia intercambiaron miradas entre ellos al escuchar


eso:
—¡No es de extrañar que Penélope Sosa pudiera convocar a los combatientes
de élite para enfrentarse al Gran Hermano Draco! ¡Parece que tuvieron
suerte! —
dijo Pablo Sosa de repente.

Alfredo Sosa frunció el ceño:

—¡Pequeño bastardo! ¿Cómo es que tuvo tanta suerte?

—Papá, creo que es hora de aumentar el nivel de presión sobre Penélope —


dijo
Samuel Sosa.
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Alfredo Sosa frunció el ceño:

—Con Dante Huerta en la cárcel, ¿de qué otra manera van a obligar a
Penélope
Sosa a entregar el proyecto?

—José Miranda, de la Corporación Cumbre Central, ha expresado su interés


en
este proyecto —explicó Samuel Sosa con una sonrisa—. Puedo intentar
convencerlo para que presione a Penélope Sosa para que se lo entregue.

Los ojos de Alfredo Sosa se iluminaron de inmediato:

—Cumbre Central es una empresa sólida, por eso dudo mucho que Cruz
tenga
alguna posibilidad si ellos entran en acción. Sin duda volverá con nosotros
cuando se dé cuenta de que está en graves problemas y si eso ocurre, el
proyecto regresará a nosotros en definitivo. —Samuel Sosa asintió antes de
continuar—: Así es. Una vez que recuperemos la propiedad del proyecto,
podremos trabajar en conjunto con la Cumbre Central para completarlo. Tal
vez
incluso podamos proponer el matrimonio entre nuestros hijos y los suyos
para
que podamos unirnos a las filas de la familia Myers.

Alfredo Sosa se quedó ligeramente sorprendido:


—¿Matrimonio? ¿Qué quieres decir?
Samuel Sosa le dedicó una sonrisa desagradable:

—José Miranda ha expresado su interés en casarse con Penélope Sosa, papá.


—Todos se sorprendieron al escuchar eso.

José Miranda era un hombre de cincuenta años que se había casado tres
veces, solo para que todas sus esposas murieran antes de tiempo. Aun así,
seguía ocupando un lugar destacado entre la nobleza de Ciudad Fortaleza,
ocupando el puesto de director general del Grupo Cumbre Central.

Alfredo Sosa frunció el ceño:

—Penélope Sosa tuvo un hijo fuera del matrimonio, y ni siquiera sé qué hay
entre ella y ese imbécil de Nataniel Cruz. ¿Acaso el señor Myers estaría de
acuerdo con esto?

La sonrisa de Samuel Sosa era inquebrantable:

—No tienes que preocuparte por eso, papá. Al señor Miranda, le gustan
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especialmente las jóvenes como Penélope Sosa.

Samuel Sosa lanzó un suspiro de alivio:

—Bien entonces. Si eso es cierto, entonces supongo que esa pequeña


bastardo
puede agradecer a los dioses.

Durante los días siguientes, los obreros del Grupo Cruz trabajaron
incansablemente para demoler los viejos edificios de la Villa Asiática, y cada
pala de tierra que echaban era como el dinero que se había invertido en este
proyecto. Desde el inicio de éste, los fondos del Grupo se agotaban
constantemente en sus inventarios.

Penélope Sosa había tomado cinco millones de Nataniel Cruz como fondos
iniciales cuando creó el Grupo y éste aportó otros veinte millones poco
después

de que empezaran con el proyecto. Pero, aun así, el presupuesto de Grupo


Cruz
seguía siendo bastante ajustado.

Penélope empezó a preocuparse por el dinero, pero no lo mencionó delante


de
Nataniel Cruz. Pensaba que éste ya había gastado mucho en coches, casas y
el
mismo Grupo, así que no quería agobiarlo más. Sin embargo, el proyecto de
construcción del Centro Comercial Asiático estaba todavía en sus primeras
etapas, y necesitarían una tonelada de dinero para pagar los gastos actuales y
futuros.

La mujer lo meditó durante mucho tiempo, y pensó que la única manera de


resolver ese problema sería conseguir patrocinio. Buscó entonces
activamente
varias fundaciones de renombre y les presentó los planes de negocio que
había
elaborado cuidadosamente previamente. Sin embargo, para su horror, todas
rechazaron su propuesta. A la mayoría les gustaba el proyecto, pero les
preocupaba la inexperiencia de Penélope Sosa en la gestión de una empresa
tan joven y como resultado, no pudo conseguir ni un solo socio.

Por la noche, Penélope Sosa arrastró su cuerpo cansado de vuelta a casa.


Bartolomé y Leila acababan de preparar una magnífica cena para todos,
mientras Nataniel Cruz jugaba con su hija en el sofá. Cuando la niña vio a su
madre, corrió inmediatamente hacia ella y soltó una risita:

—¡Bienvenida a casa, mamá! ¡Vamos a jugar!


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Penélope Sosa se inclinó para dar un beso en la cara de su hija:

—Mamá está muy cansada del trabajo. ¿Podemos jugar el fin de semana? —
susurró.

Reyna asintió:

—De acuerdo entonces. ¿Puedes sentarte, mamá? Le pediré a papá que te dé


un masaje. —La niña llevó a Penélope Sosa hacia el sofá y comenzó a darle
un
masaje en los hombros—: Papá, ¿puedes masajear los pies de mamá? Mamá
ha estado muy ocupada ganando dinero para nosotros —pidió Reyna.

La cara de Penélope Sosa estaba roja y trató de rechazar la propuesta, sin


embargo, antes de que pudiera protestar, Nataniel Cruz ya le había quitado
los
tacones de los pies. Colocó los pies vestidos con medias en sus piernas y los
masajeó con suavidad:

—Reyna tiene razón. Mamá ha estado muy ocupada, así que papá tiene que
ser
amable con ella. —La cara de Penélope Sosa se oscureció un poco, mientras
intentaba librarse sin éxito.

Para su alivio, Leila Sosa salió de la cocina y gritó:

—¿Qué están haciendo? Es hora de cenar.

Penélope Sosa sacó las piernas del regazo de Nataniel Cruz apresuradamente
y
se puso de nuevo los tacones:

—SÍ, vamos a comer. —Leila Sosa sonrió cariñosamente y fingió no ver lo


que
estaba pasando, levantó a su nieta y se dirigió al comedor.

Penélope Sosa se sintió humillada y le susurró a Nataniel Cruz:


—¡Todo es culpa tuya! Seguro que ahora mamá piensa que somos raros.
Nataniel Cruz se limitó a reírse:

—Pareces muy ocupada estos días. ¿Salió algo mal? ¿Por qué no me lo
cuentas?

Penélope Sosa negó con la cabeza:

—No es gran cosa. Es solo que estábamos teniendo algunas dificultades para
encontrar patrocinadores para este proyecto, ya que ninguno de ellos nos
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tiene
demasiado cariño.

Nataniel Cruz comentó:

—No te preocupes. Dentro de un par de días rogarán por conseguir un


acuerdo
con ustedes.

Penélope Sosa no sabía cómo debía sentirse al respecto:

—SÍí, sigue soñando.

Poco después, la familia se sentó a disfrutar de su deliciosa comida, sin


embargo, Penélope solo consiguió dar unos pocos bocados antes de que su
teléfono sonara de repente. Entonces, se dirigió al balcón para contestar, y
cuando volvió, su expresión era sombría:

—¿Qué pasa? —preguntó Nataniel Cruz en voz baja.

—Es José Miranda, del Grupo Cumbre Central. Dice que quiere invertir en
este
proyecto, y que le gustaría tener una discusión al respecto en el
popularidadel

Juno.

—¿No estabas desesperado por conseguir patrocinadores? ¿Por qué la cara


larga? —preguntó Nataniel Cruz.

—Pero, no es que les haya pedido ayuda en primer lugar, así que ¿por qué se
ponen en contacto conmigo para hablar de eso? —Hizo una pausa durante
un

segundo antes de continuar—: Además, he oído que José Miranda es un


hombre bastante... turbio. ¿Debería ir a conocerlo?

—Si ese es el caso, entonces te llevaré allí y comprobaré si va en serio —


ofreció
Nataniel Cruz.

En realidad, Penélope Sosa estaba siendo amable con él cuando lo describió


como «turbio». El hombre tenía fama de pervertido, por lo que muchas
mujeres
de negocios hacían todo lo posible por mantenerse alejadas de él.

Penélope Sosa se sintió aliviada al escuchar el ofrecimiento de Nataniel Cruz


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de llevarla a la reunión:

—Claro, aunque debo recordarte que mantengas tu carácter bajo control. No


puedes estar golpeando a la gente a tu antojo.

Nataniel Cruz sonrió:

—No te preocupes. No iré por ahí buscando peleas, y tampoco me pelearé sin
razón.

Cámara Jade, popularidadel Juno.

Un hombre cincuentón y regordete llamado José Miranda disfrutaba de un


vino
con Mario y Míriam Sosa mientras un par de guardaespaldas uniformados
montaban guardia con las manos a los lados.

La mujer se levantó para servir vino a José Miranda:

—Soy su subordinada, señor Miranda, así que sería estupendo que me


ayudara
en el futuro como sénior.

José Miranda estudió el vestido ceñido al cuerpo de Miriam Sosa mientras


aceptaba la copa de vino de ella. Acarició su mano y rio de forma coqueta:

—No hay nada como estar rodeado de gente joven que me haga feliz. Me
gustan especialmente las guapas como usted, Señorita Sosa.

—¡Tonto! —dijo Míriam Sosa y Mario Sosa ofreció una sonrisa tonta desde
donde estaba sentado.

De repente, alguien llamó a la puerta, la cual en seguida se abrió para revelar


una hermosa pareja, guiada por un camarero:

—La señora Sosa está aquí, señor Myers —anunció el camarero, agachando la
cabeza.

Resultó que la pareja que acababa de llegar era Nataniel Cruz y Penélope
Sosa,
pero ésta última solo se dio cuenta de que el señor Myers tenía compañía
cuando entró en la habitación.

Ella perdió todo el respeto por la familia Sosa después de ser expulsada de
ella
y cuando vio a Mario y Míriam Sosa, se quedó paralizada por un momento
antes de decir:
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—Así que ustedes también están aquí. Supongo que ya no es necesaria mi
presencia. —Se dio la vuelta para marcharse.

Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Mario Sosa se levantó y


preguntó:
—¿Qué estás haciendo, Penélope?
Miriam Sosa se acercó también:

—Estás aquí para discutir el patrocinio con el Señor Miranda esta noche,
¿me
equivoco? No está bien involucrar tus rencores personales cuando se habla
de
negocios.

José Miranda sonrió:

—Señorita Sosa, no nos distraigamos con nuestras emociones cuando


estamos
hablando de negocios. Espero que no me avergijence marchándose cuando
ya
le he ofrecido una gran suma de dinero por el patrocinio.

Penélope Sosa consideró sus palabras durante un segundo. En efecto, sería


bastante insensato por su parte marcharse cuando su empresa ya estaba
desesperadamente escasa de fondos. Después de todo, los Miranda se
encontraban entre los más ricos de Ciudad Fortaleza, y el propio José
Miranda
se metía a menudo en negocios legales y clandestinos. Si él se metía en su
lista
negra, podía olvidarse de volver a hacer negocios en dicha ciudad. Se obligó
entonces a mantener la calma y esbozó una sonrisa:

—Tiene usted razón, señor Miranda. No debería dejar que mis emociones se
interpusieran. Entonces, ¿empezamos las discusiones?

José Miranda sonrió:

—Así se hace. Vamos, sentémonos. —Extendió la mano hacia la cintura de


Penélope Sosa para guiarla hacia su regazo, sin embargo, antes de que su
mano pudiera alcanzarla, Nataniel Cruz alargó la suya y la agarró en un
apretón
de manos.

Nataniel Cruz miró a José Miranda con una sonrisa fingida:

—Encantado de conocerlo, señor Miranda.


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José Miranda le lanzó una mirada fulminante:

—¿Quién es usted?

Penélope Sosa ya había notado que la mano de José Miranda se acercaba a


su
cintura y estaba a punto de esquivarla, por lo que no esperaba que Nataniel
Cruz detuviera antes el intento de acoso. Miró a José Miranda con
desconfianza y anunció:

—Éste es Nataniel Cruz, mi marido.

José Miranda miró fijamente a Nataniel Cruz y forzó una sonrisa en su


rostro:
—Así que usted es el marido de la señora Sosa. ¿A qué se dedica?

—Protejo el país —dijo Nataniel Cruz con ligereza.

Los ojos de José Miranda se abrieron de par en par:

—¿Qué?

—No lo escuche, señor Myers. Antes era un pobre soldado que renunció hace
poco. Ahora está desempleado —replicó Mario Sosa con una sonrisa.

José Miranda se burló al oír eso:

—Nunca he visto a un pobre soldado hablar tan bien de sí mismo. —Después


de
eso, retiró su mano del agarre de Nataniel Cruz, ya que no quería estrechar la
mano de un maleante desempleado.

Mario y Míriam Sosa miraron burlonamente a Nataniel Cruz y a Penélope


Sosa y
la última, miró al hombre con ansiedad, esperando que entrara en cólera y
empezara a golpear a la gente por herir su ego. No era el tipo de persona que
dejaba pasar el más mínimo insulto, sin embargo; Penélope Sosa agarró a
Nataniel Cruz y habló por él:

—Sin soldados no hay paz. Su deber es proteger el país por todos nosotros.
No
veo nada malo en lo que acaba de decir Nataniel Cruz y, además, ¡ser soldado
es un gran honor en sí mismo!

José Miranda estaba demasiado distraído por la curvilínea figura de


Penélope
··························································································································· ®
Sosa como para continuar la discusión:

—Así es, así es. Estoy convencido. Sentémonos, ¿de acuerdo? —Los cinco
tomaron asiento en la mesa.

José Miranda le dijo a su ayudante que les trajera una botella de vino, y
resultó
ser un La Romanee-Conti de primera categoría que podía costar más de

un millón la botella. Este vino, era considerado como el mejor del mundo, e
incluso el afamado Lafite palidecía en comparación con él.

José Miranda quería claramente demostrar su riqueza a Penélope Sosa, pues


pensó que ninguna mujer sería capaz de resistirse a un despliegue de riqueza
tan extravagante, y mucho menos alguien como ella, cuya empresa
necesitaba
dinero desesperadamente.

Tanto Mario como Míriam Sosa se sorprendieron cuando se les entregó la


botella de Romanee-Conti . No faltaba gente en el mundo que tuviera
coches caros, pero era raro encontrar a alguien que pudiera disponer del
dinero
para una botella de vino que costaba millones.

Míriam Sosa se encargó de abrirla y verter el vino en un decantador, antes de


servir a todos los comensales. José Miranda levantó su copa de vino y sonrió:

—Hagamos un brindis por la señora Sosa, Mario, Miriam y este... ¿quién es


ese?
—¡Nataniel Cruz! —exclamó Penélope Sosa.

José Miranda sonrió disculpándose:

—SÍí, por Nataniel Cruz. Bueno, ¡mira eso! Me falla la memoria. —Todo el
mundo
se dio cuenta de que José Miranda solo se burlaba de Nataniel Cruz por ser
una
figura menor demasiado insignificante para él.

Nataniel Cruz sonrió:

—No pasa nada. No me olvidarás después de esto.

José Miranda percibió una especie de ferocidad en las palabras de Nataniel


Cruz, y se burló:

—Probablemente lo haré. Después de todo, he conocido a innumerables


··························································································································· ®
figuras
prominentes y he conseguido muchos tratos, así que probablemente no me
acordaré de una persona común después de una reunión

Penélope Sosa pudo sentir la tensión en el aire y decidió intervenir:

—¡Bebamos! —Ella levantó su copa y la acabó de un solo trago, mientras que


José Miranda sonrió y recogió su copa de vino junto con Mario y Miriam
Sosa.

Sin embargo, se giró repentinamente hacia Nataniel Cruz después de un


ligero
sorbo y preguntó:

—Déjame adivinar. Nunca habías probado un vino tan fino, ¿tengo razón? —
Mario y Míriam Sosa miraron con desprecio a Nataniel Cruz al oír eso pues
se
dieron cuenta de que José Miranda lo había dicho a propósito... Mostrar su
riqueza frente a Penélope Sosa y degradar a Nataniel Cruz al mismo tiempo.

Eso afectaría definitivamente la opinión de Penélope Sosa sobre su esposo y


José Miranda.

José Miranda, así, sería capaz de desplazar a Nataniel Cruz de su lugar en su


corazón y ganársela con seguridad: ¡Es un verdadero maestro de esto!

La mirada de todos se dirigió a Nataniel Cruz, esperando verlo hervir de ira y


desesperación. Penélope Sosa empezó a preocuparse por el ego de su marido,
y consideró la posibilidad de abandonar el negocio para salvarle la cara. Se
decía que aunque perdiera el trato, no permitiría que su marido fuera
pisoteado.
Sin embargo, Nataniel Cruz estaba extrañamente tranquilo y con los ojos de
todo el mundo puestos en él, levantó su vaso de vino y tomó un sorbo, antes
de
escupirlo sin contemplaciones y volver a golpear el vaso:

—Es falso.

Todos miraron a José Miranda con sorpresa e incredulidad y el rostro de


José
Miranda se ensombreció mientras gruñía:

—Ahora, muchacho, puedes comer mierda, pero no te atrevas a hablar


mierda.
Saqué mi mejor vino para esta reunión, ¿y lo llamas falso? Si no puedes
demostrarlo hoy, me aseguraré de meterte la botella por la garganta. "Nunca
era buena idea enfadar al señor Miranda.
··························································································································· ®
El matrimonio Sosa miró a Nataniel Cruz con suficiencia: «¿Cómo se atrevía
a
acusar al Señor Miranda de hechos tan espantosos?»

Si Nataniel Cruz no respaldaba sus acusaciones, los guardaespaldas que


estaban a su alrededor le obligarían a tragar toda la botella. Penélope Sosa
empezó a sentir pánico cuando vio que José Miranda entraba en cólera. El
proteger a su marido de los planes de venganza de José Miranda le
importaba
más que el propio acuerdo de patrocinio. Fue entonces que se levantó
inmediatamente y tiró de Nataniel Cruz por el brazo:

—Lo siento, señor Miranda. Mi marido no bebe mucho vino, así que
probablemente no esté tan informado al respecto. ¿Puedo disculparme en su
nombre?

—Cariño, no tienes que hacerlo. Prefiero los vinos nacionales a los


extranjeros,
aunque debo decir que es bastante obvio que este La Romanee-Conti es
falso —aseguró Nataniel Cruz con calma.

Se volvió para mirar a José Miranda con su fría mirada:


—Si quiere invertir en este proyecto, estoy más que encantado de aceptar su
oferta, aunque tenga motivos ocultos. Lo que no puedo aceptar es cómo has

intentado engañar a todo el mundo con ese vino falso, y ni hablar de lo


grosero
que has sido conmigo desde el principio.

—¡Bien entonces! Si sigues insistiendo en que el vino aquí es falso, ¿por qué
no
lo demuestras? —gruñó José Miranda.

—Si puedes demostrar que es real, te dejaré hacer lo que quieras conmigo —
cedió Nataniel Cruz.

José Miranda le dedicó una sonrisa cruel:

—De acuerdo. Si puedo demostrar que este vino es real, tendrás que tragarte
la
botella. Y si te resistes, ¡haré que mis guardaespaldas te obliguen a tragarla!

—¿Y si consigo demostrar que es falso? —preguntó Nataniel Cruz con una
sonrisa.

Un indicio de miedo brilló en los ojos de José Miranda, aunque se


··························································································································· ®
desvaneció
tan rápido como apareció:

—Te dejaré hacer lo que quieras conmigo —declaró.


Nataniel Cruz sonrió:

—Claro. Si puedo demostrar que este vino es falso, entonces te romperé la


cabeza con esta botella.

El matrimonio Sosa se sentó al margen como testigo y observó el desarrollo


del
drama con enormes sonrisas en sus rostros. Penélope Sosa no había
esperado
que Nataniel Cruz empezara a desafiar a José Miranda, ni tampoco vio venir
esta apuesta, pero era demasiado tarde para detenerlo. Agarró, pues las
manos
de Nataniel Cruz con ansiedad:

—¿Cómo es posible que el vino del Señor Mirandas sea falso? ¿Por qué te
metes en un conflicto con él por esto? Estaremos muertos si pierde.

—Que tenga o no dinero para patrocinarnos no tiene nada que ver con la
autenticidad de esta botella de vino. Por cierto, no vamos a perder. Esto es
definitivamente una imitación —anunció Nataniel Cruz con confianza.

—¡Qué matón tan arrogante! Esta noche haré que te arrepientas de tus
decisiones de vida —se burló José Miranda. —Luego se dirigió a uno de sus
ayudantes—: ¡Tú! Ve a buscar al jefe sumiller de este hotel. Quiero que
demuestre que este vino es de verdad.

—¡Sí, señor! —dijo el asistente, antes de salir de la habitación.


En pocos minutos, el asistente regresó con el jefe sumiller del popularidadel
Juno, Noa Baldomero. Ese hotel era uno de los hoteles de cinco estrellas más

conocidos de Ciudad Fortaleza y Noa Baldomero era su Jefe de camareros


especializado en la degustación de vinos tintos.

José Miranda agitó la mano en cuanto vio que Noa Baldomero se acercaba a
él:
—Señor Baldomero, muchas gracias por venir. Esta persona me acusa de
traer
a la mesa un falso »Romanee-Conti . ¿Por qué no lo prueba y nos dice si es
genuino o no?

Noa Baldomero se acercó rápidamente y estrechó la mano de José Miranda:

—Un »Romanee-Conti, ¡el mejor vino tinto del mundo! Me lo tomaré muy
··························································································································· ®
en serio.

Míriam Sosa ya había preparado una pequeña copa de vino con el


decantador y
se la entregó a Noa Baldomero:

—He visto los talleres de cata de vinos del Señor Baldomero en la televisión.
Estoy muy impresionada por su experiencia en este campo, y sería un gran
honor verlo en acción —anunció con una sonrisa.

Noa Baldomero tomó el vino y sonrió:

—Estás siendo demasiado amable.

José Miranda empezó a impacientarse:

—Señor Baldomero, por favor, pruébelo. Quiero que estos delincuentes


ignorantes sepan que hoy se han metido con la gente equivocada. —Noa

Baldomero asintió mientras daba vueltas al vino durante unos instantes.

Mario Sosa levantó la botella y en ella había una línea impresa en francés
que
demostraba que había sido producida en 1990:

—¡Vaya! El Señor Baldomero es todo un profesional. Esto es, sin duda,


Romanee-Conti de primera categoría de 1990.

Después, cerró los ojos y se puso la copa bajo la nariz para percibir su aroma.
Una expresión de satisfacción apareció inmediatamente en su rostro. Tomó
un
ligero sorbo de la copa e inmediatamente se mostró encantado con su sabor y
en seguida abrió los ojos:

—¡Es el inconfundible sabor del Romanee-Conti de 1990! —exclamó


emocionado.

En el momento en que Noa Baldomero dijo eso la expresión de ansiedad de


Penélope Sosa se convirtió en una de horror, pero Míriam Sosa sonrió:

—Entonces, parece que perdiste la apuesta, Nataniel Cruz.

José Miranda y compañía dirigieron colectivamente sus miradas hacia


Nataniel:

—Perdiste. Ahora trágate la botella, antes de que haga que mis


guardaespaldas
··························································································································· ®
te ayuden —se burló José Miranda.

Penélope Sosa entró en pánico y estaba a punto de pedir clemencia, pero


Nataniel Cruz habló antes de que pudiera decir una palabra:

—¿Es en serio? —preguntó, sonriendo.


El rostro de José Miranda se ensombreció:

—Ya conseguí que un profesional pruebe este vino, ¿y ahora te retractas del
trato?

Nataniel Cruz miró a Noa con burla:

—Tu supuesto «profesional» tomó un sorbo, te miró como si acabara de


limpiar
sus intestinos después de días de estreñimiento y dijo que es real. ¿Vas a
creerle?

Noa estalló en cólera:

—¡Mocoso ignorante! ¡Cómo te atreves a insinuar que no conozco mi vino!

José Miranda se burló:

—Parece que no vas a admitir la derrota. ¿Puede venir alguien y meterle esta
botella por la garganta?

Pero justo después de pronunciar esas palabras, la puerta de la habitación se


abrió de golpe. Un grupo de personas, encabezadas por un anciano regordete
y
con la cara roja, vestido con una túnica de estilo antiguo, entraron en hileras
en
la habitación. El anciano sostenía una botella de vino, y comenzó a mirar a
su
alrededor en el momento en que entró en la habitación:

—¿Señor Cruz? ¿Está el Señor Cruz aquí?

—¡Vaya, mira quién está aquí! ¡Es el multimillonario de Ciudad Fortaleza, el


Señor Zacarías Soler! —exclamó José Miranda, sorprendido.

—¡Oh, tú también estás aquí, Miranda! —anunció Zacarías Soler.

José Miranda podría ser una figura prominente en Ciudad Fortaleza, pero no
era
nada comparado con Zacarías Soler:

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—Así es. ¿Por qué está aquí, señor Soler? —preguntó José Miranda con una
sonrisa forzada.

Antes de que Zacarías Soler pudiera abrir la boca, un hombre de rostro


cuadrado que estaba a su lado habló con voz alta y clara:

—Me ordenaron enviar esta botella de vino al señor Nataniel Cruz junto con
el
señor Soler. —José Miranda se congeló al ver al hombre de cara cuadrada.

No era otro que Erick Jirón, el jefe de la Oficina de Inspección


Agroalimentaria y
Farmacéutica de Ciudad Fortaleza.

José Miranda miró incrédulo a Soler y a Jirón:


—¿Vinieron a entregarle vino a Nataniel Cruz? —tartamudeó.

Todos los demás en la sala también estaban sorprendidos, pues el hombre


más rico de Ciudad Fortaleza, junto con el líder de la autoridad de inspección
de
alimentos y medicamentos, se habían encargado de entregarle vino a
Nataniel
Cruz: «¿Qué tan poderoso era realmente el esposo de Penélope?»

—Así es. Estamos aquí para entregar este vino al Señor Cruz. ¿Dónde está? —
preguntó Soler.

—Ese soy yo —respondió Nataniel Cruz, sonriendo.

La multitud se acercó inmediatamente a él, y Soler le entregó con cuidado el


vino que tenía en las manos como si fuera un tesoro:

—Señor Cruz, me enteré de que quería un La Romanee-Conti de primera


calidad, así que permítame obsequiarle con esta botella. Es de 1990, y la he
guardado durante mucho tiempo.

Zacarías Soler y Erick Jirón habían recibido una llamada de un oficial


llamado
César Díaz que les había pedido, que le llevaran una botella de Romanee-
Conti al señor Cruz.

Cuando se enteraron de que éste último había servido como capitán a las
órdenes del general de la Guardia Nacional y era muy querido por éste, se
pusieron en marcha inmediatamente con la botella de vino a cuestas.
Nataniel
Cruz tomó el vino que Zacarías Soler le entregó y lo estudió durante unos
segundos:
··························································································································· ®
—Señor Soler, Señor Jirón, han llegado justo a tiempo. José Miranda estaba
presumiendo de su botella de Romanee-Conti hace un momento, así que
les agradecería mucho que me ayudaran a determinar si es una imitación o
no.

El rostro de José Miranda palideció en el momento en que Nataniel Cruz dijo


eso y Zacarías Soler frunció el ceño:

—Solo se produjeron siete mil cuatrocientas cuarenta botellas de Romanee-


Conti en 1990. Dudo mucho que muchas de ellas sigan existiendo ahora, ya
que han pasado tres décadas. Yo colecciono vino de alta gama por afición, así
que si realmente existe otra botella de este vino, sin duda estaría en mi
bodega.

—No necesito ni mirar esa botella para saber que es falsa.


Nataniel Cruz sonrió:

—No, insisto. Tenemos una apuesta aquí, así que, por favor, inspecciónela a
fondo.

Los dos hombres inspeccionaron cuidadosamente la botella de vino de José


Miranda. Zacarías Soler tenía una amplia colección de los mejores vinos
tintos
de Ciudad Fortaleza guardados en sus bodegas, por lo que sus habilidades de
cata eran bastante indiscutibles.

En cuanto a Erick Jirón, había ascendido desde lo más bajo en la autoridad


de
inspección y llevaba décadas encargándose de olfatear el vino y los
medicamentos falsos que se vendían en el mercado. Era muy capaz de
determinar la autenticidad del vino de José Miranda. Llegaron a una
conclusión
muy pronto y entonces Zacarías Soler miró fijamente a José Miranda y a Noa
Baldomero:

—¿Están diciendo que esta porquería es verdadera?


Noa Baldomero tembló de miedo y tartamudeó:

—Se... Señor Soler, me dijeron que mintiera cuando el asistente del señor
Miranda vino a buscarme... Me dio treinta mil para que lo hiciera. Lo siento.

La dignidad de José Miranda estaba hecha trizas y su rostro se volvía cada


vez
más pálido. Luego miró a Nataniel Cruz con temor:

—Bien, esta vez ganas tú. ¿Quién iba a saber que podrías conseguir la ayuda
··························································································································· ®
de
Soler y Jirón? La próxima vez te ganaré.

Después de eso, hizo un movimiento para irse con su asistente, sin embargo,
Nataniel Cruz lo detuvo en su camino:

—Espera. ¿Te irás después de la gran demostración?

José Miranda abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera decir
nada, Nataniel Cruz ya había levantado la botella de la mesa y la arrojó sobre
su
cabeza de un golpe. ¡Con un fuerte estallido, la botella de vino se hizo añicos
y
la sangre corrió por la cara de José Miranda!

Nataniel Cruz tiró la botella rota a un lado y se burló:

—Solo quería darte una pequeña lección. Si te atreves a meterte con mi


mujer
de nuevo, tendrás una muerte horrible.

Los médicos acababan de terminar de remendar la herida de la cabeza de


José
Miranda en el hospital y el matrimonio Sosa y algunos de los ayudantes de
José Miranda estaban a un lado, encogidos de miedo.

José Miranda nunca había sido tan humillado en su vida y si el público se


enteraba de que un desempleado le había roto una botella en la cabeza, su
reputación quedaría arruinada para siempre.

De repente, un hombre con un traje Arman i irrumpió en la sala junto con


algunos de sus subordinados, era Jonathan Moreno, el joven dueño del
popularidadel Juno.

Resulta que Jonathan Moreno había entrado en pánico cuando se enteró de


que José Miranda había recibido una paliza entre las paredes de dicho lugar,
así que se apresuró a visitarlo. Lo último que quería era que él empezara a
culpar al hotel. Pero, por desgracia, José Miranda seguía furioso cuando éste
entró:

—Señor Moreno, ¿cómo va a compensarme por esto?

—Señor Miranda, por favor, cálmese. Ya tengo los antecedentes de Nataniel


Cruz —dijo Jonathan Moreno apresuradamente.

—En efecto, era un pobre soldado, pero también resultó ser el salvador de
Tomás Dávila. Este último le llama «Jefe» y le proporciona toda la ayuda que
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necesita. Creo que fue éste quien pidió a Soler y Juan que ayudaran a ese
hombre.

José Miranda frunció el ceño al escuchar las palabras de Jonathan Moreno:


—¿Tomás Dávila?

Los Sosa también intervinieron:

—Así es, Nataniel Cruz no es nada por sí mismo. Resulta que está en buenas
relaciones con Tomás Dávila, del Distrito Este, así que debe haber sido él
quien
envió a esas dos personas a ayudarlo.

En los ojos de José Miranda parpadeó una llama furiosa:

—Parece que ese tipo depende de Tomás Dávila.

—Señor Miranda, puede que Tomás Dávila sea un novato en lo clandestino


de
Ciudad Fortaleza, ¡pero sí que da miedo! —exclamó Mario Sosa

—Así es. Uno de nuestros hombres incluso recibió una paliza de sus

subordinados en el Palacio de las Nubes. Es demasiado arriesgado meterse


en
sus asuntos, así que desistamos, Señor Miranda —sugirió Miriam Sosa.

José Miranda se burló:

—¿Qué le hace pensar a Tomás Dávila que puede ser tan fanfarrón delante de
mí? ¡Me desharé de Nataniel Cruz cueste lo que cueste! Será mejor que
Tomás
Dávila no intervenga en esto. Si se atreve a meterse en mis planes, no dudaré
en arrastrarlo a él también.

—Asumo toda la responsabilidad de este incidente, señor Miranda —se


disculpó
Jonathan Moreno.

—Puedo ayudarle a deshacerse de Nataniel Cruz si puede evitar que Tomás


Dávila le envíe ayuda.

José Miranda asintió en señal de aprobación:

—Muy bien. Encontraré a alguien lo suficientemente respetable en lo


clandestino como para evitar que Tomás Dávila se entrometa. En cuanto a
Nataniel Cruz, te lo dejaré a ti y espero que no me decepciones.
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Jonathan Moreno sonrió:

—Le daré una lección a Nataniel Cruz por usted, señor Miranda. Le prometo
que
pondré fin a esto según su petición.

—Eso sería estupendo. Consideraré la posibilidad de ampliar la asociación


comercial con su familia si tiene éxito —dijo José Miranda, visiblemente
contento.

—¡Oh! Gracias de antemano, señor Miranda — Jonathan Moreno agradeció


emocionado.

Mientras tanto, Nataniel Cruz y Penélope Sosa estaban sentados en su auto y


se dirigían a casa:

—Nataniel, ¿qué es lo que pasa con Jirón y Soler? —preguntó Penélope Sosa
de
repente.

Nataniel Cruz sonrió:

—Miranda se estaba descontrolando, así que envié a alguien para que trajera
una botella de La Romanee-Conti auténtica para que se callara.

Penélope Sosa supuso que fue Tomás Dávila quien les ayudó. Le dedicó una
sonrisa tensa y suspiró:

—Sé que esta vez le has dado una lección, pero ahora que lo hemos enfadado
al
máximo, de ahora en adelante solo vamos a sufrir.

—¿Y qué? No creo que sea digno de mi atención —confesó Nataniel Cruz.
Penélope Sosa suspiró:

—Su patrimonio es de muchos millones y trabaja tanto en el mercado


convencional como en el clandestino. También tiene una amplia red de
contactos. Todos los ricos de Ciudad Fortaleza se toman muy en serio sus
palabras, así que si se niega a invertir en Grupo Cruz, estamos perdidos.

Nataniel Cruz sonrió ligeramente:

—No te preocupes. Él no es el que manda entre los aristócratas de Ciudad


Fortaleza. Solo confía en mí. Nuestra empresa se verá inundada de
inversores
que rogarán por patrocinarnos dentro de solo tres días.
··························································································································· ®
Penélope Sosa no pudo evitar preguntarse si Nataniel Cruz había
subestimado
la ira de José Miranda y sintió el impulso de decirle que reaccionara, pero no
se
atrevió a regañar a su marido. Suspirando, empezó a considerar la
posibilidad
de pedir un préstamo al banco, pero de no poder conseguirlo, no le quedaría
más remedio que tragarse su orgullo y pedir ayuda a los Sosa.

Ella pensaba que aunque éstos la habían echado de la familia,


probablemente
aceptarían invertir en su empresa para obtener beneficios. Sin embargo,
conociendo la forma de hacer las cosas de su abuelo y su tío, seguro que le
pondrían una serie de condiciones estrictas si volvía a pedirles ayuda.

A la mañana siguiente, muy temprano, Nataniel Cruz y Penélope Sosa


llevaron a
su hija al jardín de niños, como de costumbre. Estacionaron el auto cerca de
la
entrada de la escuela y llevaron a su hija a las puertas personalmente,
tomándose un momento para hablar con su profesora sobre el
comportamiento de su hija en la escuela.

Cuando volvieron al auto, se encontraron con la horrorosa sorpresa de que


su
querido »BMW M760Li xDrive había quedado destrozado. El espejo
retrovisor, los faros delanteros y las ventanillas habían quedado reducidos a
fragmentos de cristal que estaban esparcidos por el suelo.

Una multitud se había formado alrededor del auto roto y sus charlas
silenciosas
llenaban el aire y el rostro de Nataniel Cruz se ensombreció al ver aquello:

—¿Qué pasó? ¿Quién le hizo esto a nuestro auto? —gritó desesperadamente


Penélope Sosa.

En ese momento, el teléfono de la mujer sonó; era un número desconocido,


pero aun así, frunció el ceño y contestó la llamada:

—¿Hola?

—Es la Señora Sosa, ¿tengo razón? Seguro que se han percatado de que su
auto está destrozado, ¿no? —Una voz masculina retumbó desde el otro
extremo
de la línea.

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—Usted lo hizo, ¿verdad? —gritó Penélope Sosa.

—Yo no he dicho eso —respondió el hombre, burlándose.


Nataniel Cruz tomó su teléfono y lo apretó contra su oído:
—¿Quién es usted?

—¿Eres Nataniel Cruz? Bueno, no es que puedas hacerme nada, así que te
diré
quién soy. —El hombre se burló al escuchar la voz de Nataniel—. Soy
Jonathan
Moreno, presidente del popularidadel Juno y quiero decirte que destrozar tu
auto es solo un aperitivo. Si no vas a casa del señor Miranda a pedir
misericordia en veinticuatro horas, prepárate para recibir el menú completo

amenazó.

—No es necesario. En medio día estarás suplicando mi clemencia o perderás


tu
negocio —advirtió Nataniel Cruz con frialdad.

— ¡Ja! ¿Perder mi negocio en medio día? Qué tontería... —Antes de que


Jonathan
Moreno pudiera terminar su frase, Nataniel Cruz ya había colgado.

Después de eso, llamó a Mía, la becaria de la sala de exposiciones de


BMW , y le dijo que enviara un auto idéntico para sustituir el suyo
destrozado. Ella también le ayudaría a solucionar el papeleo y los restos que
tenía delante. La chica se había alegrado mucho cuando Nataniel Cruz le
había
regalado un BMW serie 5 la última vez, por lo que se puso nerviosa de
emoción cuando ahora le decía que le daría lo que quedaba de su »BMW
M760Li xDrive destrozado. Ella se lo agradeció ampliamente.

Nataniel Cruz y Penélope Sosa abandonaron el lugar con el nuevo auto que
Mía
había enviado y pronto llegaron a la entrada de un banco. Al parecer,
Penélope
Sosa se había puesto en contacto con David Navarro, el director del Banco de
Ciudad Fortaleza, después de no haber conseguido el patrocinio de otras
empresas importantes. Ellos habían acordado reunirse y discutir los detalles
de
un posible préstamo del banco.

Los dos entraron en el Banco de Ciudad Fortaleza y fueron recibidos


inmediatamente por Linda Baltazar, la directora del vestíbulo del banco:

—¿En qué puedo ayudarle? —preguntó sonriendo.


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—Hola, soy Penélope Sosa. Tengo una cita con el director Navarro hoy en
relación con un préstamo del banco —respondió de inmediato la mujer.

—Ah, ¿usted es la señora Sosa? El director Navarro nos ha dicho que la


llevemos ante él en cuanto llegue. Por aquí— dijo Linda Baltazar.

—¡Gracias! —exclamó Penélope Sosa, sonriendo.

Pronto llegaron al despacho privado de David Navarro, el cual, tenía unos


cincuenta años y cuya panza cervecera se meneaba bajo la camisa. Estaba
regando la planta para el dinero cerca de la ventana de su despacho cuando
entraron.

Cuando vio a Penélope Sosa, inmediatamente se le escapó una sonrisa:

—Vaya, hola, Señorita Sosa.

—Director Navarro, estamos aquí para hablar del préstamo que estoy
considerando para mi empresa —explicó Penélope Sosa, sonriendo.

David Navarro observó la curvilínea figura de Penélope Sosa y sonrió:

—Claro que sí. Linda, puedes retirarte. Además, ¿puede decirle a su


guardaespaldas que espere afuera también?

—Oh, me olvidé de presentárselo. Director Navarro, este es mi marido


Nataniel
Cruz, no es mi guardaespaldas —explicó Penélope Sosa apresuradamente.

La expresión de David Navarro se volvió repentinamente fría:


—No importa si es su marido o su guardaespaldas. No puede quedarse aquí,
ya
que no me gusta que haya otras personas cerca durante las negociaciones

comerciales.

—Señora Sosa, si no está aquí para hablar del préstamo, entonces por favor
váyase.

Penélope Sosa frunció el ceño al escuchar eso:

—Cariño, ¿por qué no me esperas fuera? —le preguntó a Nataniel Cruz en


voz
baja.

Nataniel Cruz miró a Navarro:


··························································································································· ®
—De acuerdo —aceptó.
Linda Baltazar y Nataniel Cruz salieron del despacho de David Navarro y la

primera cerró la puerta detrás de ella y le dijo al hombre que la acompañaba


que no se entrometiera, sin importar lo que sucediera:

—El director Navarro odia que se interrumpan sus reuniones de trabajo —


explicó Linda Baltazar. Después se marchó, dejando a Nataniel Cruz solo en
el
pasillo.

De vuelta al despacho, David Navarro le dijo a Penélope Sosa que se sentara,


la
miró de forma coqueta y le dijo:

—Hice mi tarea sobre su proyecto, señora Sosa. El Centro de Comercio de


Oriente es crucial para el desarrollo de la ciudad, por lo que los bancos
locales
como nosotros debemos darle nuestro máximo apoyo.

Penélope Sosa sonrió y preguntó:

—¿Puedo preguntar cuánto me puede prestar el banco para este proyecto?


Estamos bastante escasos de dinero.

David Navarro le dedicó una sonrisa desagradable:

—Eso depende de mí. En cuanto a los detalles, bueno... eso dependerá de lo


apasionada que sea.

Penélope Sosa se quedó inmóvil:

—¿De lo apasionada que sea?

David Navarro le miró el cuello de la camisa con nostalgia y se rio:

—Para ser sincero, cuando te conocí, pensé que eras la más sexy de todas.
—En cuanto al préstamo, serían diez millones por cada pieza de ropa que te
quites delante de mí. Cuando te quites todo, probablemente sumaría unos
cien
millones.

Se quedó mirando su alta figura mientras continuaba:

—Si te acuestas conmigo una noche, te daré trescientos millones de golpe.


¿Qué te parece?

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Penélope Sosa se sonrojó al oír eso y se levantó de inmediato:

—Lo siento, director Navarro, no soy el tipo de mujer que busca. Adiós. —
Después de eso, se dio la vuelta para salir del despacho.

David Navarro sabía que todo lo que quería era Penélope Sosa desde el
momento en que había puesto sus ojos en ella y al ver que estaba a punto de
desaparecer de su vida, corrió hacia la mujer y le agarró la mano:

—¡Espera! —Pero apenas la había alcanzado cuando la puerta de la oficina se


abrió de una patada con un fuerte golpe.

David Navarro se quedó helado en su lugar, asustado por el repentino sonido


y
Nataniel Cruz estaba de pie en la puerta con una expresión tormentosa.
Tardó
un rato, pero el director finalmente se recuperó de su sorpresa y estalló en
cólera:

—¿Quién te permitió entrar así? ¿No tienes ganas de vivir? ¡Seguridad!


¡Seguridad...! —Los gritos de David Navarro fueron cortados abruptamente
por
un fuerte golpe que Nataniel Cruz le dio en la cara, y el sonido que se produjo
fue estridente y penetrante.

De la boca de David Navarro brotó sangre que transportaba trozos de dientes


rotos y su cuerpo hinchado dio un par de vueltas antes de caer al suelo:

—¡Estás... estás buscando problemas, muchacho! Tengo treinta años de


entrenamiento en artes marciales en mi cinturón... —David Navarro se
levantó
del suelo y se arremangó, preparándose para iniciar una pelea con Nataniel
Cruz, sin embargo, antes de que pudiera ponerse en posición, éste ya le había
lanzado una patada voladora al pecho.

Su cuerpo, con sobrepeso, salió volando por los aires como una bomba,
aterrizando con un fuerte golpe sobre la mesa que la hizo caer y se esforzó
por
volver a ponerse en pie. Los empleados y los guardias de seguridad del banco
acudieron corriendo a comprobar el alboroto.

Leonel Hernández, el presidente del banco, se sorprendió al ver a David


Navarro
tirado en el suelo y fue entonces cuando se dirigió a los guardias de
seguridad y
les ordenó:

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—¡Rápido! Detengan a esos dos.

Los guardias de seguridad del lugar sacaron sus bastones eléctricos y se


acercaron a Nataniel Cruz, pero éste último se limitó a mostrarles su teléfono
en la cara:

—¡Es muy valiente! Señor Presidente, venga aquí y responda a la llamada.

—¿Qué llamada? ¿Vas a atrapar a nuestro presidente y tomarlo como rehén?



contestó inmediatamente Linda Baltazar.

Sin embargo, la expresión de Leonel Hernández se tornó sombría cuando vio


el
número en la pantalla del teléfono de Nataniel Cruz. Sabía exactamente a
quién
pertenecía ese número de teléfono pero, sin pensarlo, se volvió hacia Linda
Baltazar y le gritó:

—¡Cállate!

Después de eso, se dirigió al lado de Nataniel Cruz, ante la incredulidad de


los
demás empleados presentes en el lugar, agarró el teléfono de y pronunció un
suave

—¿Hola? —Todos observaron en un silencio asombroso cómo Leonel


Hernández afirmaba profusamente con la cabeza durante toda la
conversación—. Sí, sí señor, por supuesto. Me disculparé con el señor Cruz.
Sí,
me encargaré de ello.

Leonel Hernández devolvió el teléfono a Nataniel Cruz una vez terminada la


llamada, con la cabeza baja por el miedo:

—Señor Cruz, los superiores me acaban de decir que tenemos que proteger
sus
intereses. ¿Puedo saber qué pasó? Resolveré los problemas personalmente.

Nataniel Cruz señaló a David Navarro, que seguía inconsciente y en el suelo:


—Este viejo loco quiere intimidar a mi mujer. ¿Qué va a hacer con él?

—Tenga la seguridad, señor Cruz. Se le tratará con severidad según sus


deseos
—aseguró apresuradamente Leonel Hernández.

Mientras Leonel Hernández y los demás altos cargos del Banco de Ciudad
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Fortaleza, se disculpaban profusamente con Nataniel Cruz, las cosas también
se estaban complicando en el popularidadel Juno de Jonathan Moreno.

Todo empezó con un equipo del Departamento de Emergencias que se


presentó inesperadamente para comprobar el equipo de extinción de
incendios
del lugar. Llegaron a la conclusión de que la calidad de los equipos no estaba
a
la altura, lo que suponía un peligro para la seguridad.

Después, otro grupo de inspectores del Departamento de Sanidad se


presentó
para realizar una investigación sobre la seguridad alimentaria del
popularidadel
Juno, que solo arrojó resultados cada vez más sombríos.

Finalmente, los dos departamentos se unieron para emitir una orden de


suspensión y cancelación del inmueble.

Jonathan Moreno se quedó sorprendido cuando se enteró de todo aquello y


antes de que pudiera entrar en razón, su padre Jesús Moreno entró en la
casa y
gritó:

—¡Pequeño basta*do! ¡Mira lo que has hecho!

Jonathan Moreno intentó explicarse:

—Papá, esto no tiene nada que ver conmigo, es la ley...

¡Pas! Antes de que Jonathan Moreno pudiera terminar su frase, Jesús


Moreno
ya le había dado una bofetada en la cara.

Jesús Moreno le puso un dedo en la nariz a su hijo y le gritó:

—¿Te atreves a contestarme? Ya me puse en contacto con las autoridades en


secreto y me dijeron que te habías metido con la persona equivocada. Si no
vas
y te disculpas ahora, perderemos el popularidadel Juno para siempre.

—¿Ahora a quién dem*nios hiciste enojar? —La mente de Jonathan Moreno


se
dirigió inmediatamente a Nataniel Cruz y su amenaza de aquella mañana.
No se
lo había tomado en serio entonces, y lo lamentaba demasiado.

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El rostro de Jonathan Moreno palideció mientras decía con los labios
temblorosos:

—Papá, enfadé a un tipo llamado Nataniel Cruz, y me dijo que le pidiera


disculpas antes de que cerrara el popularidadel Juno.

Jesús Moreno se sorprendió:

—¡Imbécil! ¿Por qué te metes en problemas donde quiera que vayas? Ahora
ve y
discúlpate con Nataniel Cruz antes de que nuestras vidas se arruinen para
siempre.

Nataniel Cruz y Penélope Sosa salieron del Banco Fortaleza y regresaron a la


oficina de la Corporación Cruz después de recibir la cálida despedida del
personal de la misma.

Una vez que entraron en el despacho de Penélope Sosa, la pregunta que le


había estado molestando durante todo el viaje hasta allí salió por fin de su
boca:

—¿A quién llamaste? ¿Por qué el presidente Herrera parecía tan asustado
después de contestar?

Nataniel Cruz había llamado directamente al administrador de la ciudad, por


lo
que sería lógico que Leonel Hernández se asustara al oír su voz. Además, el
administrador de la ciudad fue excepcionalmente severo esta vez con las
advertencias y órdenes para proteger los intereses de éste y si Leonel
Hernández se resistía, perdería su trabajo en un segundo.

Nataniel Cruz sonrió y explicó:


—Llamé a mi antiguo jefe para que arreglara las cosas por mí. —Penélope
Sosa
tuvo un momento de comprensión, sin embargo, aun así le dio su opinión—.

Nataniel, tu antiguo jefe va a dejar Ciudad Fortaleza cuando termine la


operación. No puedes confiar en él para que resuelva tus problemas, ni

tampoco debes lanzar un ataque cada vez que ocurra algo. Nataniel Cruz
sonrió:

—Sí. Haré todo lo posible. —Penélope Sosa puso los ojos en blanco, y pensó
que necesitaría mucho esfuerzo para aprender a controlar su carácter.

De repente, la asistente de Penélope Sosa, Mariana Laguna, llamó a la


puerta:
··························································································································· ®
—Presidenta Sosa, alguien vino a disculparse con usted. Dice que es el
director
del Banco de Ciudad Fortaleza.

Resulta que David Navarro recibió una llamada de atención de su superior


Leonel Hernández en el momento en que se despertó. No tardó en darse
cuenta
de que se había metido con la persona equivocada y que si no conseguía que
Nataniel Cruz y Penélope Sosa lo perdonaran, perdería su trabajo y hundiría
a
Leonel Hernández con él.

Entró en pánico en el momento en que se dio cuenta del problema en el que


se
había metido y se apresuró a ir al Grupo Cruz después de curarse para buscar
a
Nataniel Cruz y a Penélope Sosa.

Ésta última, se sorprendió un poco al escuchar eso y lanzó una mirada a


Nataniel Cruz antes de dirigirse a su secretaria y decirle:

—Que pase. —Pronto, David Navarro entró con dificultad en la habitación y


su
mejilla se había hinchado al doble de su tamaño y le faltaban un par de
dientes,
lo que le dificultaba hablar. Tenía una mirada de absoluto terror cuando
entró
en el despacho de Penélope Sosa. Ella por su parte, le dirigió una mirada fría
en
cuanto entró en el despacho—. ¿Qué está haciendo aquí, director Navarro?
David Navarro pasó la mirada de la enfurecida Penélope Sosa a Nataniel
Cruz,
que hojeaba tranquilamente algunos periódicos. Entonces forzó una sonrisa
en
su rostro y dijo:

—Señor Cruz, Señora Sosa, estoy aquí para...

Antes de que pudiera terminar la frase, Mariana Laguna volvió a llamar a la


puerta:

—Presidenta, hay otro hombre fuera que quiere verla con urgencia. Dice que
es
Jonathan Moreno del popularidadel Juno. ¿Quiere verlo?

Penélope Sosa se sobresaltó por un momento... «¿Por qué está aquí?»...


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Nataniel Cruz dejó sus periódicos y se burló:

—Escogió el momento adecuado para venir. Que pase.

—¡Sí, señor! —respondió Mariana Laguna.

Pronto regresó con Jonathan Moreno detrás de ella, vistiendo un traje


blanco
de Armani, con un maquillaje excesivamente grueso. Mariana Laguna salió
de
la habitación en silencio después de llevar a Jonathan Moreno a la
habitación y,
como era de esperar, él también estaba allí para disculparse.

Pero él no sabía que iba a tener compañía: «¿Qué hace este viejo arrugado
aquí? Voy a avergonzarme delante de él, pensó, después de lanzar una
mirada
incómoda a David Navarro».

David Navarro también le dirigió una mirada de desconcierto: «¿Acaso este


imbécil no sabe que tengo asuntos que tratar con el Señor Cruz y la Señora
Sosa en este momento? ¿Cómo voy a pedirles clemencia ahora?»

Mirando a los dos hombres que tenía delante, la furia se apoderó de


Nataniel.
Golpeó la mesa con la mano y rugió:

—De rodillas.
¡Tras! ¡Tras!

Totalmente sorprendidos por los gritos de Nataniel, Jonathan y David


cayeron
de rodillas inmediatamente. Penélope se quedó boquiabierta al contemplar

sorprendida la escena que tenía ante sí. Uno de ellos era el joven dueño de
los
popularidadeles Juno, mientras que el otro era el gerente del Banco
Fortaleza.

Por lo que ella sabía, estos dos hombres eran personas influyentes en la
ciudad, sin embargo, con una sola palabra de Nataniel, se habían arrodillado
ante él. Los dos estaban avergonzados por su respuesta automática a su
orden
y sus rostros mostraban una expresión de desilusión mientras se miraban
disimuladamente de reojo.

Cuando Jonathan cayó de rodillas, pensó que se moriría de vergúenza. Para


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su
sorpresa, el viejo golpeado que estaba a su lado también se había puesto de
rodillas y parpadeando, pensó para sí mismo: «¿Eh? El Señor Cruz quería
que
me arrodillara. ¿Por qué se arrodilla él también?»

David compartió los mismos pensamientos: «¡Oye!, mocoso, eres muy leal».
Aunque cada uno estaba sorprendido por el motivo por el que el otro se
arrodillaba, también se sintieron aliviados por el acto. Al fin y al cabo, como
se
trataba de un momento vergonzoso para ambos, ninguno de ellos dejaría que
se filtrara la noticia.

La voz de Nataniel era fría cuando preguntó:

—¿Ahora reconocen sus errores?

—Sí. —Los hombres respondieron a coro antes de mirarse el uno al otro,


pero
como dos estudiantes que se pelean por responder a la pregunta del
profesor,
había un ligero rastro de rencor en sus ojos.

Nataniel preguntó:
—¿Qué hicieron mal?

En el momento en que las palabras salieron de sus labios, la mano de


Jonathan
se disparó en el aire mientras intentaba ser el primero en responder. David
también quiso levantar la mano, pero fue demasiado lento y señalando con
un
dedo a Jonathan, Nataniel gruñó:

—¡Tú primero!

Lanzando una mirada de suficiencia a David, Jonathan permitió que una


sonrisa educada cruzara sus labios mientras respondía:

—Señor Cruz, fui un tonto al interferir en sus asuntos, así como en los de
José
Miranda. Tampoco debí destrozar su auto y amenazarlo.

David miró al otro hombre con los ojos muy abiertos. «Estoy muy golpeado
por
simplemente molestar un poco a la señora Cruz. ¿De verdad te atreviste a
destrozar su auto y amenazarle? Eres muy valiente. O eso o ganas de morir».

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Jonathan comenzó a suplicar con pena:

—Señor Cruz, sé que me equivoqué. Por favor, ¡tenga piedad de mí! Le


prometo
que no volveré a hacer algo así nunca más.

—¿Qué vas a hacer con mi auto?

—¡Te compensaré! Ya he encargado un Rolls-Royce . Cuando llegue, te lo


entregaré personalmente. —Destruir un BMW pero compensar con un
Rolls-Royce era más que suficiente para demostrar su sinceridad.

Al darse cuenta, David habló rápidamente:

—Señor Cruz, Señora Sosa, yo también sé que me equivoqué. No debería


haber
hecho comentarios tan groseros a la Señora Sosa, ni haber intentado ir a por
alguien que está por encima de mi rango como ella. Me equivoqué. Por favor,
Señor Cruz, ¡tenga piedad de este viejo perro!

Mientras hablaba, empezó a golpearse con dureza como castigo y Jonathan


solo pudo mirar al anciano con una mirada de sorpresa que se convirtió en
una
de respeto a regañadientes: «Realmente no se está conteniendo, ¿verdad?»
Pues, David, cuya cara ya estaba hinchada por la paliza anterior, se estaba
abofeteando con tanta fuerza que la sangre le salía por la comisura de los
labios. Sin embargo, no se atrevía a parar sin el permiso de Nataniel.

Penélope era una mujer bondadosa en el fondo y no era de las que no


razonan y
al ver que David y Jonathan ya estaban arrodillados mientras pedían
clemencia,
giró la cabeza y le susurró a Nataniel:

—¿Qué tal si los dejamos ir?


Nataniel le dedicó una pequeña sonrisa mientras respondía:

—Como quieras, querida. —Penélope se sonrojó mientras un sentimiento


cálido
surgía en su interior, pues, aunque Nataniel era impulsivo y se enfadaba con
facilidad, estaba dispuesto a escucharla—. Dirigiéndose a los hombres
arrodillados, Nataniel habló con un tono duro—: Esta vez, los dejaré libres y
más
vale que no haya una próxima vez, por su bien.

Inmensamente aliviados, balbucearon al instante su agradecimiento antes de


huir del lugar con el rabo entre las piernas. Sin embargo, después de que se
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fueran, una mirada preocupada apareció en la cara de Penélope, mientras los
pensamientos se mezclaban en su mente. Seguía sin saber qué hacer con los
problemas financieros a los que se enfrentaba Grupo Cruz.

La sonrisa de Nataniel la reconfortó mientras le hablaba suavemente:

—Confía en mí, las cosas se arreglarán. No deberías preocuparte tanto.


Alguien
vendrá a invertir en nosotros tarde o temprano.

Poniendo los ojos en blanco, le dijo con amargura:

—Al menos uno de nosotros está siendo positivo. Hemos ofendido a José
Miranda y muchas empresas no invertirán en nosotros por culpa de él... La
solicitud de un préstamo al banco también fue rechazada... «¡Argh!» si no
conseguimos fondos pronto, la empresa estará en graves problemas. —En
ese
momento, sonó el teléfono fijo de la oficina y Penélope contestó al
teléfono—:
¿Hola?

La voz de la recepcionista de la recepción sonó desde el otro lado del


teléfono:
—Presidenta Sosa, hay un Samuel que pide verle. —Inicialmente sorprendida
por
la repentina visita de su tío Samuel, su rostro pronto decayó al recordar que
su
familia había sido expulsada de la familia Sosa. Su voz era fría cuando

respondió—: No quiero verlo.

Dicho esto, se preparó para colgar cuando la recepcionista la llamó con


urgencia:

—Quiere que le diga que está aquí para invertir en la empresa. Pregunta si
está
usted interesada ahora.

«¿El tío vino a invertir?»

Penélope se encontró en un dilema: Desde un punto de vista emocional, no


le
quedaban sentimientos positivos hacia la familia Sosa. De hecho,
probablemente era más exacto decir que estaba resentida con ellos. No
obstante, como líder de una empresa, no podía permitir que sus
sentimientos
personales se interpusieran en el interés de la empresa.
··························································································································· ®
Dudando un momento, finalmente cedió:
—¡Bien, llévenlos a mi despacho!

Poco después, la recepcionista entró con Samuel, Mario, Míriam y varios


hombres más. Antes de que llegara Samuel, ya se había enterado de que
Penélope y Nataniel habían ofendido a José Miranda. Había sabido que
tenían
problemas para conseguir inversores y que su solicitud de préstamo había
sido
rechazada y no solo eso, incluso sabía que habían tenido un enfrentamiento
con el director Navarro, siendo expulsados del banco.

Al oírtodos estos rumores, no se había molestado en averiguar la verdad que


había detrás de ellos. En cambio, ya había llegado a la conclusión de que
Penélope se estaba quedando sin recursos en este momento. Por eso había
ido
a hablar de su inversión en su empresa. Estaba seguro de que ella no tendría
más remedio que aceptar todas sus condiciones.

Vestido con un traje negro, Samuel entró en el despacho de Penélope con un


grupo de personas que le seguían, miró a su alrededor y finalmente se fijó en
Nataniel y Penélope. Había un tono ligeramente burlón en su voz cuando
felicitó:

—¡Penélope, tu nuevo despacho es muy bonito!

La cara de Penélope era dura y preguntó con frialdad:

—¿Qué haces aquí?

Sacando una silla, Samuel se sentó de manera imponente mientras Mario,


Miriam y sus guardaespaldas se colocaban detrás de él con las manos
entrelazadas detrás de la espalda. Una sonrisa astuta se dibujó en sus labios
mientras respondía:

—¡Para hablar de negocios con usted, por supuesto! Por lo que sé, Grupo
Cruz
necesita urgentemente fondos. Está buscando algunos inversionistas,
¿verdad?

Penélope frunció el ceño mientras preguntaba:


—¿De verdad estás aquí para invertir en nuestra empresa?
Samuel se rio mientras respondía:

—¡Por supuesto! ¿Para qué otra cosa podríamos estar aquí?

··························································································································· ®
Todavía desconfiada, su tono fue cauteloso al preguntar:

—¿Cuánto piensan invertir y cuáles son las condiciones?

Una estruendosa carcajada escapó de los labios del hombre.

—Siempre me ha gustado hacer negocios con gente tan directa como tú. No
te
distraes ni un momento... He investigado sobre su empresa y sé que quieres
completar el proyecto del Centro de Comercio de Oriente, y teniendo en
cuenta
el anticipo y otros gastos, necesitarás al menos quinientos millones. Debes
saber que quinientos millones no es precisamente una cifra pequeña, pero
tampoco es una cantidad que la familia Sosa no pueda permitirse.

Penélope se quedó visiblemente sorprendida por sus palabras:

—¿Quieres invertir quinientos millones en nosotros?

Samuel sonrió:

—SÍ.

Quinientos millones era exactamente la cantidad que Grupo Cruz necesitaba


para el proyecto. Si Samuel realmente quería invertir en ellos ahora, serían
unos
fondos muy necesarios. Sin embargo, ella sabía que la familia Sosa nunca
sería
tan amable como para ayudarla en sus horas de necesidad. Así, mirándolo

fijamente, pronunció sus siguientes palabras con cuidado:

—Qué generoso es usted, señor Sosa. Pero tal vez deberíamos discutir
primero
sus condiciones; me preocupa que no pueda aceptarlas.

—Chica lista. Mis condiciones son sencillas. Quiero el noventa por ciento de
los
beneficios y que todo su personal del Departamento de Finanzas sea
sustituido
por el mío.

Mirándolo con furia, le respondió:

—¡Eso es absurdo!

La respuesta del hombre fue tranquila:


··························································································································· ®
—Te estoy dejando el diez por ciento de los beneficios, ¿no?

Mario eligió ese momento para hablar, con una mueca de desprecio en su
rostro:

—Penélope, realmente deberías echar un vistazo a la situación en la que te

encuentras ahora mismo. Sin nuestra inversión, completar este proyecto


sería
un punto discutible, ya que tu empresa probablemente quebrará antes.

Miriam también intervino:


—¡Exactamente! Intentamos ayudarles, no sean tan desagradecidos.
Sus palabras habían dejado a Penélope sin palabras.

Por desgracia, no se equivocaba y tuvo que admitir la fría y dura verdad para

misma: su empresa estaba en una situación desesperada. Sin su dinero, no
podría continuar con el proyecto, ya que los gastos eran demasiado elevados,
el
cual además, era uno de los más importantes de la ciudad. Si había un
retraso
o si estropeaban la construcción, las consecuencias serían terribles.

En todo caso, las condiciones que pedían los Sosa eran demasiado exigentes.
El noventa por ciento de los beneficios era mucho y, si aceptaba, el Grupo
Cruz
habría hecho todo ese trabajo a cambio de apenas nada. Prácticamente
habrían realizado un trabajo gratuito. Entonces, respirando profundamente,
suspiró:

—Señor Sosa, sus condiciones son demasiado duras. No puedo aceptar que
se
quede con el noventa por ciento de los beneficios. Si usted invirtiera
quinientos
millones en nosotros, lo máximo que podría darle es el sesenta por ciento de
los beneficios.

Samuel señaló con un dedo a uno de los hombres que estaban detrás de él,
sin
molestarse en girar la cabeza. El subordinado sacó rápidamente un contrato
del
maletín que llevaba, antes de entregárselo a su jefe, y como si arrojara dinero
a
un mendigo, Samuel aventó el contrato al suelo ante los pies de Nataniel y
Penélope. Su voz era tranquila mientras pronunciaba:
··························································································································· ®
—Si firman el contrato ahora, aún puedo dejarles el diez por ciento. Sin
embargo, si insisten en ser tercos, sin firmarlo hoy, solo les daré el cinco por
ciento mañana. Sé que no han encontrado a nadie dispuesto a invertir en
ustedes y que tu solicitud de préstamo fue rechazada. En toda Ciudad
Fortaleza, solo yo estoy dispuesto a salvarte ahora. La elección es tuya.

Mirando el contrato en el suelo, Penélope se mordió el labio mientras


discutía
consigo misma: Si no firmaba el contrato, el proyecto se paralizaría por falta
de
fondos y Grupo Cruz podría quebrar, pero si lo firmaba, Grupo Cruz
sobreviviría
y podría terminar el proyecto en Oriente. Por otro lado, técnicamente
estarían
trabajando como esclavos para la familia Sosa, permitiendo que esos
codiciosos se enriquecieran con su duro trabajo. Al notar que ella se
esforzaba
por tomar una decisión, Nataniel dijo perezosamente:

—Ustedes son como una manada de perros, que se aprovechan de los débiles
en sus momentos de necesidad. Querida, no aceptes sus condiciones.

Ella se giró para mirarle, susurrando:

—Pero si no lo hacemos, nuestra crisis financiera...

Sonriendo, él respondió en un volumen normal para que todos pudieran


escuchar:

—¿Ya olvidaste lo que te dije? Este proyecto tiene buenas perspectivas, y


además eres una persona competente. Muchos jefes vendrán a invertir en
nosotros. Ya verás.

Las caras de los Sosa se torcieron de rabia ante sus palabras. Habían visto
cómo Penélope había estado a punto de ceder, a sus demandas, y, sin
embargo
ahora él le estaba aconsejando que no aceptara sus condiciones. Poniendo
una
fachada dura, Samuel amenazó:

—Penélope, será mejor que lo pienses bien. Si rechazas mis condiciones


ahora,
seguro que volverás arrastrándote hacia mí cuando te des cuenta de que no
tienes otra opción. Y si no, cuando eso ocurra, no obtendrás ni una pizca de
beneficio.

··························································································································· ®
Al terminar, la voz de un hombre sonó desde la puerta de la oficina:

—No hace falta que amenaces así a la señora Sosa. Ella no necesita tu penosa
inversión. —Ante las miradas atónitas de todos, excepto la de Nataniel, un
grupo de hombres entró en el despacho con dificultas. El hombre que había
hablado era el director del Banco de Ciudad Fortaleza, Leonel Hernández. Le
seguían varios hombres de mediana edad, cada uno de ellos vestido de forma
elegante con ropa cara, no había duda de que todos eran multimillonarios.

Entre ellos había otras tres figuras notables. El propietario del popularidadel
Juno, Jesús Moreno; el jefe de la Sociedad de Inversiones Cardoso, Valerio
Cardoso; y el presidente de Inmobiliaria Bella Vista, Claudio Gómez.

Al entrar en el despacho, se apresuraron a saludar respetuosamente a


Nataniel
y Penélope, la cual, sorprendida por el hecho de que gente tan importante la
saludara, respondió casi de forma automática. Nataniel, en cambio, tenía
una
mirada tranquila cuando estos hombres mayores se dirigían a él, limitándose
a
murmurar su agradecimiento. Pero, sin alterarse por su arrogancia, ellos casi
lo
adulaban.

Samuel y su compañía tenían miradas de asombro en sus rostros., ya que no


esperaban que aparecieran de repente tantos peces gordos. Finalmente, sin
poder contenerse más, habló con dificultad:

—Director Hernández, ¿qué quiso decir con sus anteriores palabras?

Leonel miró al hombre con frialdad, antes de responder:

—He dicho que no es necesario que amenace a la señora Sosa. El Banco de


Ciudad Fortaleza le prestará esos quinientos millones, sin intereses.

«¿Qué?»

Penélope, Samuel y su familia se quedaron en silencio y por el contrario, sus


palabras hicieron que quienes habían ido con él se sintieran profundamente
enojados, ya que empezaron a gritar en voz alta. Jesús Moreno resopló
disgustado mientras anunciaba:

—Director Hernández, ¿qué quiere decir con eso? La familia Moreno está
dispuesta a invertir doscientos millones en la señorita Sosa, sin condiciones.

La voz de Valentín Kent era ansiosa cuando gritó:

··························································································································· ®
—La sociedad de Inversiones Cardoso invierte trescientos millones en la
señorita Sosa. No necesitamos ningún reembolso.

Incluso Claudio Gómez, de setenta años, gritó:

—|Inmobiliaria Bella Vista también invierte quinientos millones. Tampoco


aceptaremos ningún reembolso.

Todos los demás en la oficina estaban asombrados de que estos hombres


trataran de superarse unos a otros. Habían visto a gente pelearse por
artículos
en venta, pero nunca habían visto a gente pelearse por la oportunidad de
invertir en alguien, sin cobrar intereses y sin llevarse también un porcentaje
de
los beneficios. Al darse cuenta de que Penélope parecía estar un poco
perdida
ante el entusiasmo de los distintos presidentes, Nataniel tosió ligeramente
para
llamar su atención:

—No hay necesidad de pelear. Todos ustedes solo pueden invertir cien
millones, nada más. Además, no puede ser una inversión gratuita, todos
ustedes tienen que llevarse la ganancia que les corresponde.

Leonel asintió enérgicamente con la cabeza:


—SÍ, sí. Tiene razón, señor Cruz, haremos lo que usted dice.

Mirando a los hombres alineados ante ella esperando para invertir, Penélope
se
preguntó si estaba soñando. Samuel, por su parte, estaba a punto de
desmayarse de rabia mientras su presión arterial se disparaba, pero,
recuperando la compostura, se adelantó para encargarse de los contratos de
las inversiones. En un abrir y cerrar de ojos, tenía setecientos millones y la
crisis
financiera de Grupo Cruz estaba resuelta.

Observando todo esto desde afuera, Samuel tenía una mirada oscura en su
rostro. En un principio, había planeado entrar en escena cuando Penélope

estuviera más desesperada para poder exigirle unas condiciones ridículas.


Luego aprovecharía esta oportunidad para arrebatarle la riqueza que
surgiera
de este proyecto.

En un sorprendente giro de los acontecimientos, todos estos presidentes de


empresas estaban ahora clamando por invertir en ella y sus duras
condiciones
··························································································································· ®
anteriores se habían convertido en una mera broma. Avergonzado de
quedarse
más tiempo, se marchó sintiéndose profundamente decepcionado.

Una vez que Leonel y los demás hombres terminaron de firmar sus
contratos,
rechazaron educadamente la oferta de Penélope de almorzar. Antes de
marcharse, se despidieron de Nataniel.

Varios segundos después de que los hombres salieran de la oficina, el Jefe de


Finanzas, Jacobo Flores, entró corriendo en su despacho y tenía una
expresión
de regocijo cuando le dijo a Penélope:

—Presidente Sosa, ¡esos presidentes sí que trabajan rápido! Acaban de


firmar
los contratos y los fondos ya han sido transferidos a nuestra cuenta. Ya no
tenemos que preocuparnos por el dinero.

Una vez más, Penélope se preguntó si iba a despertar de este sueño. No


podía
creer que el problema por el que había estado agonizando durante tanto
tiempo
se resolviera tan fácilmente. Le sonrió a Jacobo:

—Ahora que tenemos los fondos, tenemos que trabajar duro para que este
proyecto se haga bien. No podemos defraudar a nuestros inversionistas.

El hombre dio un emocionado:


—SÍí, señora —antes de salir de la oficina.

Ahora que solo quedaban ella y Nataniel, se giró para mirarlo con
detenimiento
y sintiéndose éste incómodo por su mirada, preguntó:

—¿Qué?

Ella respondió:

—¡Nataniel Cruz! ¿Me vas a dar una explicación o qué?

Sus labios se movieron ligeramente mientras preguntaba:

—¿Te refieres a lo que acaba de ocurrir con la repentina llegada de


inversores?
Poniendo los ojos en blanco, le lanzó una mirada de «Dah»:

··························································································································· ®
—¿Tú crees? —Encogiéndose de hombros, explicó—: En realidad, es sencillo.
Hace un par de días visité personalmente a varios de ellos y les hablé de las

perspectivas de nuestro proyecto. Una vez que terminaron de escuchar lo


que
tenía que decir, se mostraron bastante interesados. Tras pensarlo
detenidamente, decidieron venir a invertir. Aunque debo decir que no
esperaba
que vinieran el director Herrera y Jesús Moreno.

Todavía no convencida del todo, lo miró dudosa:

—¿Realmente lograste convencerlos? Eso es imposible. La última vez que los


visité, no parecían tener ningún interés en invertir.

Nataniel se rio mientras respondía:


—Eso es porque te equivocaste de estrategia.
Al ver las dudas en el rostro de Penélope, Nataniel habló una vez más.

—¿No crees que este proyecto tiene mucho potencial, que sea una buena
inversión?

Ella ni siquiera necesitó pensarlo.

¡Claro! Este proyecto es uno de los más importantes de la ciudad. Si lo


hacemos bien, la recompensa será inmensa, en definitiva.

Los ojos del hombre se iluminaron al sonreír mientras exclamaba.

— ¡Exacto! Esos hombres no se hicieron tan ricos siendo imb*ciles. ¡¿Quién


no
ama el dinero?!

Aunque sentía que las cosas no eran tan simples como él las pensaba, sus
palabras tenían mucho sentido.

Sin importar el caso, decidió no husmear más. En cualquier caso, era algo
bueno.

Mientras tanto, la familia Sosa no estaba tan de buen humor como Penélope.
En el estudio de la mansión de la familia Sosa.

Alfredo estaba sentado en su silla, su rostro estaba tan sombrío como un


trueno mientras miraba hacia adelante. Frente a él estaban Samuel, Pablo,
Mario y Miriam.

Su tono sonaba furioso mientras los regañaba:


··························································································································· ®
—Samuel, ¿acabas de decir que esta pequeña p*rra, Penélope, logró
encontrar
muchos inversionistas?

Samuel contestó con amargura en su voz.

—No tengo idea de lo que sucedió tampoco. Esos hombres, a efectos


prácticos
estaban ofreciéndosele para invertir en su compañía.

Al lado suyo, Miriam estalló.

—¡Síl Eran como ancianas peleando en el mercado por artículos en remate.


Uno
decía que invertiría trecientos millones, otro decía que quinientos millones,
nunca he visto nada tan impactante pasar en toda mi vida...

—¡Basta! ¡Cállense! —rugió Alfredo mientras su rostro se ensombrecía.

La mandíbula de la mujer se cerró con un sonoro «clac». Todos parecían


molestos mientras pensaban sobre el asunto que tenían en sus manos.

Pablo escupió con desprecio.

—¿Qué sucedió con exactitud? ¡Estábamos tan cerca de obtener el proyecto


del
Centro Comercial Oriental! ¿Por qué querrían estos jefes de pronto invertir
en
ella?

Elucubraron sobre la pregunta mientras el silencio los rodeaba.

Por fin, Samuel habló con lentitud.

—En realidad, no es tan difícil de entender. Este proyecto constituye una


enorme
inversión, la cual daría un considerable lucro cuando esté terminado. Incluso
si
«nosotros» sabemos esto, esos empresarios también lo saben. Por lo que
tiene

sentido que quieran una parte de las ganancias.

Todos asintieron indicando así que estaban de acuerdo con sus palabras,
Pablo
exhaló un suspiro.
··························································································································· ®
—Si tan solo nos hubiéramos reunido con Penélope antes para discutir una
inversión en su compañía. Qué lástima.

Alfredo gruñó.

—No vale la pena llorar por el pasado. Ahora que ya no necesita más dinero,
¿cómo se supone que le robaremos el proyecto?

Al decir esto, una sonrisa diabólica cruzó por el rostro de Samuel.

—Papá, no necesitas preocuparte por eso, puede que Penélope tenga los
fondos necesarios ahora, pero el grupo Cruz sigue siendo relativamente
pequeño y débil. Además, ella y Nataniel hicieron enojar a José Miranda ya
que
Nataniel le rompió una botella en su cabeza. Saben que no lo dejará pasar.
En
definitiva, encontrará una manera de arruinarlos.

»Todo lo que debemos hacer ahora es esperar. En cuanto las fuerzas del
señor
Miranda los arrinconen, saldremos en el último momento y seremos los
buenos. Le rogaremos al señor Miranda que perdone a Penélope, pero a
cambio deberá darnos el proyecto.

Los labios de todos mostraron una sonrisa al oír la sugerencia de Samuel. No


había ninguna duda de porque era él mayor. Asintiendo de satisfacción,
Alfredo
le recordó a su hijo mayor.

—Tómate tu tiempo para acercarte al señor Miranda. En cuanto obtengamos


el
proyecto oriental, por fin podremos obligar a Penélope a divorciarse de ese
inútil Nataniel Cruz. Después de eso, la casaré con el señor Miranda.

Samuel sonrió mientras replicaba:

—¡Sí señor!

Esa noche, Samuel, Mario y Míriam visitaron a José Miranda, y llevaban


muchos
regalos costosos.

Vestido con una túnica, el hombre estaba en ese momento en su sala de estar
junto a Enrique López, tramando su venganza contra Nataniel Y Penélope.

Al ver a Samuel y a su familia, sus ojos se entrecerraron y dijo con


··························································································································· ®
indiferencia.
—Sosa.

Samuel les hizo un gesto a Mario y a Míriam para que presentaran sus
regalos.
Mientras forzaba una sonrisa en su rostro, dijo.

—Señor Miranda, escuché que ese hombre loco lo lastimó. Por lo que le traje
algunos suplementos, espero que se mejore pronto.

Al oír que lo habían atacado, el rostro de José se ensombreció. Nadie se


había
atrevido nunca romperle una botella en «su» cabeza.

—¡Nunca perdonaré a esa p*rra!


Enrique se movió un poco y su camiseta con estampado de flores se movió
por
un momento, revelando los tatuajes que cubrían su pecho, sonrió de oreja a

oreja mientras le aseguraba a José.

—Señor Miranda, ¡déjemelo a mí! Le prometo, ¡se arrepentirán del día en el


que
se atrevieron a ofenderlo!

Samuel miró al fornido hombre que se encontraba ante él impactado. Su voz


era débil al preguntar.

—Eres el dueño del bajo mundo de Ciudad Fortaleza, ¿Enrique López?

Enrique respondió de forma presumida.


—Ese soy yo.
Se volteó para mirar a José mientras decía.

—Señor Miranda, Nataniel Cruz es un hombre muerto si tiene al señor López


ayudándolo.

Ignorando al hombre que estaba hablando, José miró a Enrique.

—Señor López, quiero que Nataniel se arrepienta del día en el que nació.
Quiero
su compañía destruida y su vida arruinada. Y quiero que me traiga a su
esposa.
¿Puede hacerlo?

Enrique sonrió, revelando brutalidad en su expresión.

··························································································································· ®
—Eso es fácil.

Como si quisiera probar la declaración que acababa de hacer, llamó de


inmediato al director del banco de Ciudad Fortaleza, Leonel Hernández, para
que pudiera juzgar a Nataniel Cruz. Después de eso, planearía su siguiente
movimiento.

Aveces, había deudas que no podían ser recolectadas por el banco. Cuando
esto sucedía, el banco tenía la costumbre de contratar hombres como
Enrique
para recolectar esas deudas. Por ende, al ser el director del banco, Leonel
tenía

conexiones con el bajo mundo. Era así como se habían conocido.

Cuando Leonel escuchó que Enrique quería darle una lección a Nataniel, su
expresión se oscureció. Y su voz era firme mientras le advertía:

—Harry, te recomiendo que no tomes este rumbo. El señor Cruz no es


alguien
que quieras poner en tu contra.

Ya que Enrique había puesto su teléfono en altavoz, todos los presentes


escucharon sus palabras.

Enrique se burló.

—Director Hernández, ¿me está diciendo que no debería hacer enfadar a


Nataniel? ¿a mí, el rey del bajo mundo?

Leonel replicó con seriedad.

—SÍí. Le sugiero que lo deje en paz. Si no, podría sufrir una derrota por parte
suya.

Le había advertido lo mejor que pudo considerando el orgullo de Enrique.

En realidad, si Nataniel así lo deseara, una orden suya podría hacer que
Enrique
López desapareciera de la ciudad.

Sin importar lo bienintencionadas que fueran las palabras de Leonel, aun


así,
sonaron bastante ofensivas para Enrique.

Él no podía permitirse perder contra alguien como Nataniel. ¡Qué buen


chiste!
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Replicó con una burla.

—Lo entiendo, escuché que usted y un montón de viejos decrépitos


invirtieron
no hace mucho en la corporación Cruz. No quiere que me meta con Cruz
porque tiene miedo de que afecte sus ganancias, ¿o no?

Leonel se rio con amargura.

—Como un amigo, le digo que perderá su vida si insiste en hacer esto. Si no


quiere creerme, es su problema.

Entrecerrando sus ojos, Enrique preguntó.

—Entonces dígame. Además de Tomás Dávila, ¿tiene Nataniel a alguien para


respaldarlo?

—No —respondió con honestidad. Técnicamente, «estaba» diciendo la


verdad.
Nataniel Cruz era el Ares del Norte, un general por derecho propio. ¿Por qué
necesitaría que alguien lo respaldara?

Sin embargo, la identidad de Nataniel como un general era secreto del más
alto
nivel y Leonel no ese atrevería a revelarlo. No quería ser arrestado por haber
desvelado sin autorización secretos del estado.

La réplica de Leonel hizo que Enrique se sintiera aliviado. A este punto se


sintió
seguro de que él estaba tratando de asustarlo, no había duda de que estaba
preocupado por su inversión.

—Se que es lo que debo de hacer, no necesita preocuparse por mí.

Al darse cuenta de que estaba determinado a vengarse en nombre de José


Miranda, Leonel sacudió su cabeza y suspiró.

—No digas que no te advertí, ¡estás cavando tu propia tumba!


Al colgar, Enrique se giró hacia José y dijo de modo engreído.
-El director Hernández me dijo que Nataniel Cruz no tiene a nadie que lo
apoye
además de Tomás Dávila. Por fortuna, sé de una buena fuente que el padre
de

Dávila acaba de fallecer. Lo que significa que regresó a su hogar para


ocuparse
del funeral. Y no regresará aquí pronto.
··························································································································· ®
Los ojos de José se entrecerraron mientras sonreía de oreja a oreja.

-Lo que significa que Nataniel estará solo y sin protección. ¡Perfecto! Señor
López, parece que puede ir y enseñarles a esos granujas una lección.

Riendo de forma bulliciosa, Enrique replicó.

-No se preocupe señor Miranda, en definitiva, haré que se arrepientan de


haberlo ofendido.

-Asegúrate de que sepan que «yo» soy el que está detrás de su sufrimiento.
Quiero que Penélope Sosa venga arrastrándose para rogarme por
misericordia.

-¡Entendido!

De esta manera, José le prometió a Enrique que lo recompensaría con treinta


millones cuando terminara el trabajo.

Sintiéndose incentivado, Enrique llamó a su mano derecha, Carlos al día


siguiente.

Quien escuchó con atención las instrucciones de su jefe y asintió.

-De acuerdo jefe, comprendo, lo haré.

Ese día era aún fin de semana, por lo que la familia Cruz, había decidido
hacer
senderismo en Mount Blanc, Además de Nataniel, Penélope y Reyna, sus
suegros iban con ellos.

La familia estaba divirtiéndose en un parque cercano a la montaña cuando


Penélope recibió una llamada de Bruno Hurtado, el líder del equipo de
construcción. Su voz gritaba de pánico.

-Presidente Sosa, jalgo sucedió!

--Bruno, cálmate. Dime, ¿qué sucedió?

-Cuando nuestro equipo de demolición estaba transportando los


desperdicios
del sitio de construcción, fuimos detenidos por un grupo de personas. Y no
solo
eso, sino que los demás camiones también fueron detenidos. Cuando los
conductores trataron de razonar con ellos, recibieron una golpiza a cambio.

··························································································································· ®
Penélope frunció el ceño.

-¿Quiénes son estas personas y por qué bloquean nuestros camiones? ¿Quién
les dio el derecho para detenerlos y golpear a nuestra gente?

- Dicen que viven en esa calle y nos acusaron de destruir su camino con
nuestros camiones pesados Además nos culparon por tirar mucha basura y

otros desperdicios al pasar. Por eso nos prohíben usarlo. Dicen que, si nos
atrevemos a usar su camino otra vez, dañarán nuestros camiones y les darán
una golpiza a nuestros hombres.

Ella preguntó desconcertada.

-¿Nuestros camiones estaban violando alguna norma? ¿Llevaban peso de


más
o no le pusieron lonas encima?

-¡Por supuesto que no! Soy muy estricto respecto al cumplimiento de las
normativas de trabajo. Además, no se ven como residentes de esa calle. En
realidad, parecen rufianes dispuestos a causar problemas. Jefe, ¿qué
hacemos?

--Hay alguna manera de evitar ese camino en el futuro? Y respecto a los


conductores heridos y los camiones detenidos, ¿quizás podríamos negociar
con esta gente?

Bruno suspiró y replicó.

-No, no hay manera de evitar ese camino si queremos llegar al sitio de la


construcción, en definitiva, tenemos que pasar por ahí.

Penélope frunció su delicado ceño.

-¿Llamaste a la policía?

-Sí, pero no parece que vayan a venir. Este es un embrollo engañoso, si no


arreglamos esto pronto, puede que no podamos continuar con la demolición
y
los camiones no serán capaces de transportar el desperdicio,

-De acuerdo, iré de inmediato.

Al notar la mirada preocupada en el rostro de Penélope al colgar, Nataniel le


preguntó con gentileza.

--¿Sucedió algo en la construcción?


··························································································································· ®
Ella respondió con un amargo tono en su voz.

-Sí, unos rufianes están causando problemas. Detuvieron varios de nuestros


camiones y les propinaron una golpiza a algunos conductores. Además, se
rehúsan a dejar pasar a nuestros camiones en el futuro. Si no resolvemos
este
problema pronto, puede que tengamos que posponer el proyecto

Una expresión calmada apareció en su rostro y se ofreció:

- Iré contigo!

Ella asintió.
Dejaron a su hija con sus abuelos y se apresuraron a ira su auto.
Al acercarse a la carretera que ¡ba al sitio de construcción, vieron un

conjunto de camiones estacionados en la intersección. Alrededor de treinta


rufianes se encontraban de pie con arrogantes sonrisas en sus

rostros. Bruno se encontraba tratando de razonar con su líder, un hombre de


cabello rizado.

Carlos le dio a Bruno una fuerte bofetada en el rostro y grito,

-¿Quién te crees que eres? Ya les dije que ninguno de sus camiones puede
pasar por aquí en el futuro. Si lo hacen, destruiré todos los camiones y le
daré
una golpiza a todo hombre que vea.

La mejilla de Bruno se estaba hinchando y la sangre emanaba de una de las


comisuras de sus labios. Por desgracia, no podía más que rabiar con
impotencia.

Al ver que esto sucedió, Nataniel le ordenó a Penélope.

—Quédate aquí, no tardo.

Aunque en realidad, en el momento en el que el BMW se detuvo en la


cercanía, los rufianes los notaron. Después de todo, cualquier persona
normal
no podría costearse un auto tan lujoso.

Sabían que el presidente del Grupo Cruz había llegado.

En ese momento, Nataniel salió de su auto.

··························································································································· ®
Carlos intercambió miradas con sus hombres antes de girarse para ver a
Nataniel, la hostilidad se reflejaba en sus rostros.

Bruno se apresuró para saludarlo, había respeto en el tono de su voz.


—¡Señor Cruz, está aquí! Estos hombres no están siendo razonables.
Mientras veía al hombre herido, Nataniel dijo.

—Lo sé. Deberías limpiarte la sangre en tus labios, antes que nada.
Bruno hizo una mueca y se limpió con su manga.

Nataniel se giró para mirar a los feroces rufianes y con una dura voz les
preguntó.

—¿Quién los envió a causar problemas?

La réplica de los hombres fue solo una burla.

Carlos se abalanzó hacia él antes de dejar escapar una malvada risa.


—¿Tratas de ser el héroe ante tu bonita jefa? ¡Veamos de lo que eres capaz!
Diciendo eso, levantó su mano para estamparla contra el rostro de Nataniel.
Nunca había fallado un golpe.

Sin embargo, antes de que su mano hubiera tocado el rostro de Nataniel, el


hombre había sujetado su muñeca con fuerza y rapidez.

¡Tú!

Carlos sintió que su muñeca estaba siendo sujetada por una garra de hierro.
Sin
importar lo mucho que tratara de moverla, no conseguía apartarse ni un
centímetro. Le lanzó una mirada a Nataniel tanto impactada como furiosa.

Antes de que pudiera hacer algo Nataniel le dio un fuerte revés con su mano.
¡Pum!

La fuerza tras ese golpe era inmensa y por un breve instante, Carlos se
preguntó si «alguien» sería capaz de soportar ese terrible poder, en ese
instante, su cara pareció explotar de agonía y la sangre se derramó en todas
direcciones.

Su fornido cuerpo voló hacia atrás como un saco de patatas, tropezándose


con
dos de sus hombres, lo que causó que todos cayeran al suelo enredados uno
con el otro.

Todas las personas presentes perdieron el aliento al contemplar la escena.


Aunque el golpe se lo había dado a Carlos, la aterradora y absoluta fuerza
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podía
ser vista por todos. Los rufianes sintieron como si dedos helados recorrieran
sus columnas debido al miedo al ver la facilidad con la que había caído su
líder
con un solo golpe.

Uno de los rufianes se recuperó por fin de su sorpresa y gritó con ira.

—¿Cómo te atreves a atacar a Carlos? ¡A él muchachos!

De inmediato, los rufianes sacaron sus armas. Cuchillos y fierros destellaron

bajo la luz del sol mientras se abalanzaban hacia Nataniel con muecas
crueles
en sus rostros.

Penélope Bruno y la multitud que se había formado solo podían mirar con
ansiedad, preguntándose como podría él salir de esta. Ya que lo superaban
en
número por mucho.

Nataniel bufó y dio un paso al frente para recibir al primer rufián con un
duro
golpe en el rostro.

Con un ruidoso «crac» el hombre colapsó en el suelo sin emitir ni un sonido.


Como un feroz tigre, Nataniel se abalanzó hacia la multitud de hombres, sus
puñetazos eran brutales y precisos. Cada uno de sus golpes era sucedido por
un grito agónico de uno de los rufianes, que entonces colapsaba en el suelo.

Ninguno estaba a su altura.

En menos de dos minutos, cada uno de los treinta rufianes estaba en el suelo,
gruñendo y sollozando de dolor.

Aunque no era la primera vez que Penélope y Bruno veían a Nataniel en


acción,
seguían sorprendidos por su habilidad.

Penélope preguntó con preocupación al acercarse a su esposo.


—Nataniel, ¿estás bien?

Él sonrió al replicar.

—Advenedizos como ellos no pueden lastimarme.

Bruno habló.
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—Jefe, señor Cruz, ¿qué hacemos ahora?

La respuesta de Nataniel fue rápida.

—Llama a la policía de nuevo y diles que vengan a lidiar con estos


pendencieros. Y contacta a los conductores del sitio de construcción y diles
que se lleven estos camiones. Todo procederá como lo hacía antes.
—¡Sí señor!

Después de eso, Penélope y Nataniel se dirigieron a su auto para regresar al


parque en Mount Blanc para recoger al resto de la familia.

Cuando llegaron a casa, Bartolomé y Leila se ofrecieron a cocinar un


delicioso
festín para todos.

En ese momento, el timbre de la puerta sonó.

Penélope abrió la puerta, solo para ver a varios hombres de mirada sería en
uniformes de policía en la puerta.

Un hombre de edad media con una mirada severa en su rostro preguntó.

—¿Es usted la señorita Penélope Sosa?

Impactada, Penélope respondió de manera automática.

—SÍ, ¿qué sucede?

—Soy el vicecapitán de la policía, Gustavo Alonso. ¿Se encuentra su esposo?


Es
sospechoso de herir a otros de forma intencional y necesitamos llevarlo con

nosotros para interrogarlo.

Justo en ese momento, Nataniel apareció a su lado. Entrecerró sus ojos al ver
a
los hombres en la puerta y preguntó.

—Yo soy Nataniel Cruz. ¿Están seguros de que están aquí para arrestarme?
Gustavo lo miró con desdén.

—No venimos a arrestarlo, solo queremos pedirle que venga con nosotros
para
que nos ayude con esta investigación.

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Sus labios se curvearon en una sonrisa y respondió.

—De acuerdo. Iré con ustedes, me gustaría ver como conducen esta
investigación.

Penélope le explicó de manera apresurada a sus padres lo que estaba


pasando,
debido a que estaba entrando en pánico al ver que la policía se llevaba a su
esposo. Dejó a su hija con ellos de nuevo y se apresuró a la estación de
policía
con Nataniel.

Cuando llegaron a la estación, Carlos y sus hombres se encontraban sentados


ahí con osadía. El hombre de cabello rizado estaba armando un alboroto y
gritó
con arrogancia.

—¡Oigan, que alguien me traiga medicina para mis moretones!

Enojada por el hecho de que los causantes del problema no estaban tras las
rejas mientras que a su esposo lo estaban tratando como a un criminal,
Penélope se giró para mirar a Gustavo, preguntándole:

—¿Qué sucede aquí? ¡Estos hombres detuvieron los camiones de


construcción

de mi compañía sin permiso, e incluso les dieron una golpiza a mis


conductores! ¿Por qué no los ha encerrado?

El hombre se burló en respuesta.


—Señorita Sosa, ¿está diciéndonos como hacer nuestro trabajo?

Se sonrojó al darse cuenta de lo ofensivas que habían sonado sus palabras y


sacudió su cabeza.

—No quería decir eso. Ellos...

Gustavo la interrumpió.

—Son inocentes. Solo estaban protestando debido a que sus camiones usan y
destruyen sus caminos. Su esposo, por otra parte, los lastimó a propósito.
Los
trajimos a ambos para investigar este asunto.

Justo en ese momento, Carlos se pavoneó, con una mano sujetando su


malherido rostro. Sus ojos tenían una expresión engreída y cargada de odio
mientras miraba a Nataniel.
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—¡Tú, pequeña mi*rda! ¿Cómo te atreves a golpearnos? ¿Deseas morir?

Se giró hacia Gustavo y continuó.

—Vicecapitán, esta pareja atacó a treinta de mis hombres. Les exijo al menos
un millón por cada hombre que lastimó como compensación.

Penélope se puso furiosa de inmediato, así como estupefacta por la audacia


de
este hombre y gritó.

—¿Qué? Ustedes causaron problemas a propósito en primer lugar, ¿y ahora


demandan treinta millones por parte nuestra? ¡¿Por qué deberíamos
pagarles?!

Gustavo comentó con frialdad.

—Su esposo lastimó a muchos hombres, por supuesto que querrán algún tipo
de compensación. Ahora les daré a ambos bandos la oportunidad de
negociar.
Si usted y su esposo no aceptan el trato, tendré que hacer lo que dicta la ley.
Su
esposo con toda seguridad terminará en la cárcel por esto.

Los labios de Nataniel se curvaron formando una sonrisa.

—No es ninguna sorpresa entonces que respondieran con tanta lentitud


cuando
nuestro trabajador llamó a la policía. ¡Trabajan juntos!

Con su temperamento ahora exaltado, el policía gruñó.


—Parece que no se ha dado cuenta aún de la gravedad de la situación.

Hombres, ¡lleven a este criminal a las celdas! Veamos si está más consiente
de
la situación cuando se haya podrido ahí por 24 horas.

Al oír que su esposo sería encerrado, Penélope entró en un visible estado de


pánico, mientras que Carlos y el resto de los rufianes se reía con malicia y
felicidad ante su infortunio.

Entonces Nataniel dijo con una extraña sonrisa en su rostro.


—Si quieren encerrarme, está bien, solo déjenme hacer una llamada primero.
Gustavo entrecerró sus ojos.

—¿Llamarás a tu abogado? ¡Ja! ¿En verdad crees que alguien te puede salvar
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de
tu destino?

Nataniel lo ignoró y llamó a César Díaz. Tras decirle al viejo hombre que
estaba
en la estación de policía colgó.

Entonces se dio la vuelta y siguió a los policías quienes lo escoltaron a las


celdas. Apenas había dado dos pasos cuando el teléfono de Gustavo sonó.

El vicecapitán vio el identificador de llamada tras sacar su teléfono. Su


expresión cambió en cuanto aceptó la llamada y habló con tono cortés.

—¿Qué puedo hacer por usted jefe? Es muy extraño que me llame en
persona.

—¡¿Ya te cansaste de vivir?! ¡Mald*to pedazo de basura! ¿Tienes idea de


quién
es el señor Cruz? ¿Cómo te atreves a arrestarlo? Tú, pequeña mi*rda, no me
arrastres contigo en este desastre. Me retiraré en unos cuantos meses, ¡será
mejor que no lo arruines! Si cualquier cosa, ¡cualquier cosa!, le sucede al
señor
Cruz, ¡te voy a j*der!

Gustavo hizo una mueca mientras su superior continuaba reprendiéndolo.


Su
rostro se puso pálido y sudor frío corría por su frente. Al final, el jefe de
policía
le exigió que se disculpara con el señor Cruz, de lo contrario, enfrentaría las
consecuencias.

En cuanto colgó, el capitán Jaime lo llamó y al igual que el jefe, le dio una
dura
regañina.

Cuando terminó la llamada, su oído podía percibir un silbido debido a los


ruidosos gritos a los que había sido sometido. Sentía algo horrible en sus
entrañas al saber que había enojado a alguien a quien «no» debía.

Al notar el terror en los ojos del vicecapitán al mirarlo, una ligera sonrisa
surgió
en sus labios.

—¿Aún me encerrará?

Gustavo le imploró con una temblorosa voz.

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—Señor Cruz, estaba equivocado. Por favor, deme otra oportunidad. Le
ruego,
por favor disculpe mis acciones...

El resto de los policías miraban fijamente a Gustavo con una mezcla de


preocupación y sorpresa. Hace solo unos minutos, estaba siendo autoritario
y
agresivo, sin embargo, tras solo dos llamadas telefónicas más tarde, se volvió
tímido y servil. ¿Qué había pasado?

Nataniel lo miró con frialdad.

—¿Sabe por qué estaba equivocado?

Gustavo se apresuró a responder.

—Fui ignorante y demasiado grosero con usted. Eso fue est*pido de mi parte.

—¡No! No fue porque fuiste grosero ¡Te equivocaste porque estás


protegiendo a
los culpables y castigando a los inocentes!

El sudor corría por los lados del rostro de Gustavo.

—S... sí. Ahora lo sé. Por favor, señor Cruz deme una oportunidad de
enmendar
mis errores. Alguien de su alcurnia no debería estar aquí; ¿por qué no vamos
al
salón VIP y hablamos?

—No. Quiero quedarme aquí. Traigan al hombre de cabello rizado, Carlos,


aquí
conmigo.

Al escuchar las palabras de Nataniel, el vicecapitán pareció un poco


confundido. Sin embargo, algo pareció por fin encajar en su mente y replicó
algunos segundos después.

—SÍ, señor. De inmediato.

En cuanto lo dijo, él y los otros policías salieron de las celdas.

En el vestíbulo, Penélope casi se estaba volviendo loca mientras trataba de


conseguir un abogado para Nataniel.

Aunque Carlos y sus hombres estaban heridos, seguían de buen humor


debido
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a su «victoria».

Con una lasciva sonrisa en su rostro, Carlos provocó a la mujer.


—¡Oyel Hermosa dama, deberías rendirte; ningún abogado puede ayudarte

ahora. Sin embargo, si aceptas dormir conmigo por una noche, puede que le
diga al vicecapitán que deje ir a tu esposo.

El resto de los rufianes estallaron de risa al escuchar las palabras de su jefe, y


sus codiciosos ojos recorrieron la curvilinea figura de Penélope.

La ira y la ansiedad la invadieron, pero no había nada que pudiera hacer.


En ese momento, Carlos se dio cuenta de que Gustavo y varios policías salían
de la sala de detención. El se regodeó por ello y adoptó un tono de voz más
alto

mientras decía.

—Vicecapitán, mire lo mucho que esa p*rra que es Nataniel me lastimó.


¡Encerrarlo es muy poco castigo por sus crímenes!

La expresión de Gustavo permaneció inmutable al preguntar.


—Entonces, ¿qué quisiera que le hiciera?

Con una risa malvada, Carlos replicó.

—Darle una golpiza en venganza, por supuesto.

Una mirada cargada de desdén apareció en los ojos de Gustavo, pero


desapareció en un instante.

—Bien, diríjase a las celdas entonces.

Los ojos de Carlos destellaron. Que Gustavo le permitiera entrar era, a


efectos
prácticos, entregarle a Nataniel en bandeja de plata. Después de todo, si
estaba
en las celdas de detención significaba que lo más probable era que estuviera

encadenado en ese momento. «¿Cómo podría rehusarme?».

Una expresión de júbilo apareció en el rostro de Carlos, quien le agradeció de


forma obsequiosa antes de dirigirse a las celdas.

Los dos policías que lo habían llevado ahí se detuvieron frente a la puerta,
haciéndole gestos para que entrara. Era claro que no tenían intenciones de
entrar con él.
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Carlos sonrió y asintió para mostrar que comprendía.

—Cierto, ustedes dos no pueden estar presentes cuando le dé una golpiza a


Nataniel. Negación creíble y todo eso.

Abrió la puerta y entró.


En cuanto pasó por la puerta, escuchó un sonoro «clic» de algo que se
cerraba

detrás de él. Su corazón se saltó un latido debido al ominoso sonido y un


sentimiento de incomodidad surgió dentro de él.

Barrió el cuarto con la mirada y detectó a Nataniel sentado en una silla, lucía
como si tuviera la situación bajo control por completo. Y no estaba esposado
como Carlos lo había imaginado.

«¡Algo anda mal!».

La engreída sonrisa en el rostro de Carlos se congeló y no apartaba su


aterrada
mirada de Nataniel. Dio varios pasos hacia atrás, se giró y aporreó la puerta.

—¡Abran! ¿Por qué no está encadenado? Rápido, ¡déjenme salir! ¡Déjenme


salir
de aquí! ¡Ay!

Aunque sonaron dolorosos gritos, los dos policías seguían de pie fuera de la
habitación, sin expresión alguna en sus rostros, ignorándolos por completo.

Al mismo tiempo, Gustavo Y Penélope estaban en el cuarto de control,


mirando
a través de las cámaras de vigilancia como Nataniel golpeaba con crueldad a
Carlos.

La sonrisa del vicecapitán al hablar con Penélope era empalagosa.

—Como dije señorita Sosa, el señor Cruz está perfectamente bien. ¿Ahora me
cree?

Penélope se quedó sin habla al ver el cambio de 180 grados que había tenido
la
actitud de Gustavo y los demás policías. Nataniel estaba siendo muy brutal
en
su proceder, lo cual no mejoraba las cosas en lo absoluto.

Cuando por fin terminó de enseñarle a Carlos una dolorosa lección, Gustavo
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y
sus hombres acompañaron a Penélope a las celdas.

El vicecapitán apenas y le lanzó una mirada a Carlos antes de girarse hacia


Nataniel.

Señor Cruz, ¿tiene alguna otra instrucción para nosotros?


La voz de Nataniel era dura al replicar:

—Castigue a estos criminales con severidad. Además, Carlos confesó que


fueron enviados aquí por Enrique López para causar problemas. Dígale al
señor
López que nos pague 30 millones en compensación o sufrirá las
consecuencias. —Su mirada penetró a Gustavo mientras continuaba—. En lo
que a usted respecta, no creo que sea digno de su rango actual. Debería de
regresar a entrenamiento básico.

Toda la sangre se fue del rostro de Gustavo, sin embargo, no se atrevió a


mostrar su descontento. Solo sonrió con docilidad y complacencia.

Nataniel y Penélope acababan de irse cuando recibió una llamada del jefe de
la
policía.

—Alonso, prepárate para dejar tu puesto. Hay una vacante en Colina Búfalo y
serás transferido ahí mañana.

Gustavo sentía como si quisiera llorar. Ese lugar estaba en el campo, con
densos bosques y no había nadie en varios kilómetros a la redonda. Su única
compañía serían los bichos y las serpientes. ¡Lo estaban exiliando!

Mientras la pareja Cruz conducía a casa, un escuadrón de patrullas los


escoltaba.

En el asiento del conductor, Penélope miró a su esposo y abrió su boca para


hablar. Sin embargo, pareció cambiar de opinión, ya que la cerró con fuerza.

No estaba segura si debía llorar o reírse, entonces, Nataniel dijo.


—Puedo ver que te mueres por preguntarme algo. Hazlo.
Su esposa se mordió su labio por un largo rato antes de espetarle.

—Nataniel, ¿qué sucedió con Gustavo y los demás? ¿Por qué cambiaron su
actitud de pronto?

Él pestañeó con lentitud y replicó.

—¿Me creerías si te dijera que solo tuve que hacerle una llamada a mi
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antiguo
jefe para que él lo resolviera todo por mí?

Sospechando sobre su identidad, se burló con delicadeza.

—Este antiguo jefe tuyo siempre te ayuda sin importar los problemas en los
que
te encuentres. Es un poco extraño lo bien que te trata, ¿no crees?

El la vio y lo pensó por varios segundos antes de decir.

—De acuerdo, dejaré de fingir. En realidad, no hay ningún antiguo jefe, en


realidad soy el general de...

Antes de que pudiera explicar su verdadera identidad ella puso los ojos en
blanco. Su tono era gruñón y lo interrumpió.

—Deja de alardear y dime la verdad.

Una amarga sonrisa pasó por sus labios. Sin tener otra opción dijo.

—De acuerdo. Era parte de la guardia nacional la cual estaba a cargo de la


seguridad de mi jefe. Somos muy cercanos, por lo que siempre me ha
cuidado,
en especial cuando estoy en problemas.

Eso, ella sí podía creerlo. Después de todo ella lo «había» visto en acción
antes.
No era que todos los días uno pudiera alardear de haber derrotado a un
grupo
de hombres por su cuenta. Sus habilidades para combatir eran en verdad
asombrosas.

Por lo que el hecho de que fuera parte de la guardia personal de su antiguo


jefe
tenía sentido. Era lógico que su jefe estaba dispuesto a cuidarlo.

Todas sus dudas se evaporaron y habló con voz suave.

—Nataniel, no es la primera vez que tu antiguo jefe nos ha ayudado a salir de


una situación complicada. Asegúrate de agradecerle la próxima vez que lo
veas.

Él le sonrió.

—Lo haré.

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Se hizo silencio entre ellos mientras Penélope se perdía entre sus
pensamientos. Cuando recordó su exigencia ante Enrique de que les
reembolsara 30 millones, la preocupación la corroyó desde adentro.
—Nataniel, he escuchado cosas sobre este tal Enrique López; dicen que no es
alguien a quien quieras hacer enojar. Estoy preocupada que nuestro proyecto
se vea afectado si continuamos encontrándonos con estos bandidos.

La voz de Nataniel era calmada y la tranquilizó.

—No te preocupes, me ocuparé de este asunto.

En Jardín Ribera, frente a la más lujosa casa.

Reyna Sosa estaba acuclillada frente a la casa, con sus manos pegadas a sus
mejillas y el ceño fruncido por la preocupación.

A pesar de los mejores esfuerzos de Bartolomé y Leila, la pequeña niña se


rehusó a regresar a la casa. Había querido esperar a que regresaran sus
padres.

De pronto, vio el auto de sus padres acercándose, con un escuadrón de


policías
escoltándolos. Sus ojos se abrieron de par en par mientras miraba
impactada.

Bartolomé y Leila tenían una expresión de sorpresa y alegría en sus rostros


también. Se habían preocupado cuando se enteraron de que habían
arrestado a

Nataniel. Por suerte, su hija y su yerno habían regresado, con todo y una
escolta
de policías.

Mientras Nataniel y Penélope descendían del auto, Jaime, el jefe de policía se


apresuró hacia ellos. Había una educada sonrisa en su rostro mientras
hablaba.

—Señor Cruz, señorita Sosa, están en casa. Si no requieren otra cosa, ya nos
vamos.

Nataniel gruñó en respuesta, mientras que Penélope dijo con gratitud.

—Gracias por escoltarnos de regreso.

Había sido sugerencia de Penélope que la policía los escoltara de vuelta, ya


que
ellos se los habían llevado en primer lugar. Esto le mostraría a su hija que
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sus
padres no eran criminales y no habían sido arrestados.

Jaime respondió con rapidez.

—No hay problema señorita.

—¡Papá, Mamá! —exclamó Reyna emocionada mientras corría hacia ellos a


toda
velocidad.

Nataniel se dobló para levantar a su hija en sus brazos y la frialdad de su


rostro
se derritió dando paso a una adorable sonrisa. Su voz era cálida y canturreó.

—¡Hola corazón!

Bartolomé y Leila fueron con ellos a un paso más calmado. Asegurándose de


que Nataniel y Penélope estuvieran bien, estaban felices de que hubieran
regresado a salvo. Se giraron para mirar a los policías y los invitaron a tomar
un

poco de té, pero Jaime se rehusó.

—No será necesario señor, señora. Solo escoltamos al señor Cruz y a la


señorita Sosa de vuelta a casa. Debemos regresar al trabajo ahora.

Reyna explotó.

—Señor, creía que los policías solo arrestaban a personas malas. ¿Por qué se
llevaron a mi mamá y a mi papá?

Jaime tragó saliva de forma nerviosa y empezó a sudar frío.

—Niña, tu papá y tu mamá no son malas personas, les pedí que me ayudaran
a
atrapar a algunos malhechores.

—Tus padres son héroes. No les digas, pero estamos planeando darles el
premio al buen ciudadano.

La mirada sospechosa en el rostro de Reyna se evaporó y rodeó el cuello de


su
padre con sus brazos apretándolo con fuerza.

—¡Siempre supe que mi papá era un gran héroe! ¡Es el mejor!

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Todos se rieron un poco por lo que decía la niña y Jaime aprovechó esta
oportunidad para disculparse e irse junto con sus hombres.

La feliz familia regresó al interior de la casa para cenar, aunque ya fuera


tarde,
riendo y charlando con alegría.

En el Club de la Primavera Celestial.

Enrique López, José Miranda, Samuel y Mario sosa estaban relajándose en el


club mientras charlaban.

Samuel halagó a Enrique con una sonrisa en su rostro.

—Contigo a cargo, este trabajo ya está hecho. Ese Nataniel Cruz tiene
muchas
agallas, dándoles una golpiza a tus hombres de esa magnitud. Que mal que
no
sabe de tu relación con Gustavo Alonso. Estoy seguro de que ya debe de estar
en la cárcel, ¡arrepintiéndose mucho de sus acciones!

Enrique replicó con una expresión engreída.

—Gustavo y yo somos buenos amigos. Ya le dije a Carlos que exigiera treinta


millones como compensación médica. Si se rehúsa, irá a prisión.

José habló con lentitud.

—López, treinta millones es muy poco.

Enrique rio y respondió.

—No se preocupe, señor Miranda, treinta millones es solo el comienzo. En


cuanto los paguen, cambiaré de opinión y pediré cincuenta, seguiré pidiendo
más y más hasta que se les acabe el dinero. Tras lo cual, Cruz será enviado a
prisión.

José entrecerró los ojos y asintió.

—Aceptable.

Enrique continuó.

—Aún tengo algunos amigos en prisión. En cuanto Cruz entre, me aseguraré


de
que se ocupen de él. Cuando esté a punto de romperse su espíritu, lo
mataremos.
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Una sonrisa apareció en el rostro de José.

—¡Bien!

—Cuando Cruz esté muerto, Penélope Sosa estará sola e impotente. Seguiré
enviando hombres para que causen problemas en el sitio de construcción.
Eventualmente, no tendrá otra opción más que detener el proyecto. Los
inversores estarán, a efectos prácticos, echando su puerta abajo, exigiendo
de
vuelta su dinero. Es entonces cuando usted, señor Miranda, entrará a
salvarla.
Para ese entonces, no tendrá otra opción más que aceptar los términos que
usted dicte. Y por fin se la llevará a la cama.

La sonrisa en el rostro de José se ensanchó.

—¡Excelente!

Giró su cabeza a propósito hacia los Sosa.

—¿Tú qué crees Sosa?

Samuel le lanzó una sonrisa boba.

—Penélope sería muy afortunada si se casara con alguien como usted señor
Miranda. La familia Sosa está ansiosa de ser sus parientes políticos.

El hombre en cuestión se rio con fuerza y dijo.

—Muyy bien. En cuanto tenga a Penélope, compartiré el proyecto asiático


con
ustedes. De esa manera, todos se benefician.

Samuel le dirigió una mirada de deleite a su hijo antes de que dijeran a coro.
—¡Gracias, señor Miranda!

En ese momento, un hombre que llevaba una chaqueta de cuero negra


caminó
hacia los cuatro hombres. En su rostro había ansiedad y susurró.

—Jefe, hay noticias de la policía

Ya que no había notado la expresión en el rostro de su subordinado, Enrique


preguntó de forma engreída.

—¿Qué sucede? ¿Cruz y su esposa aceptaron su derrota y están dispuestos a


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pagar los treinta millones?

Su subordinado agachó su cabeza mientras murmuraba.

—No. Fueron liberados. Carlos y los otros chicos fueron arrestados y serán
castigados con severidad por sus crímenes.

Estupefacto, Enrique gritó:

—¿Qué? ¡Llama a Gustavo! ¡Consígueme una explicación, ahora! ¡¿Está


jugándome una p*ta broma?!

Su subordinado replicó con amargura.

—Gustavo Alonso ha sido retirado de su cargo y ha sido exiliado a Colina


Búfalo, por lo que no puede realmente ayudar a nadie en este momento.
Además, Cruz me dijo que le diera un mensaje jefe.

Ya que no había esperado que las cosas se pusieran tan mal tan pronto,
gruñó.

—P*rra insolente. —Estas noticias tan repentinas habían arruinado su plan


que
había trazado con tanta meticulosidad.

José y los Sosa también estaban impactados.

José frunció el ceño y dijo con enojo.

—López, ¿qué significa todo esto?

Sintiéndose frustrado, Enrique hizo que su subordinado le llevara su


teléfono.
Llamó a Gustavo, quería llamarle para preguntarle qué había pasado con
exactitud.

Contestó de inmediato.

Justo en ese momento, Gustavo estaba empacando sus pertenencias


sintiéndose abatido mientras se preparaba para ir a su nuevo puesto. Cuando
vio quien lo llamaba una ola de odio explotó en él.

Si no hubiera tratado de ayudar a Enrique en su lucha contra Cruz, no


hubiera
ofendido a este último y no hubiera sido exiliado a la mitad de la nada por su

superior.
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A pesar de la rabia que hervía en su interior, su voz estaba calmada al
contestar.

—Señor López, ¿qué necesita?


—Alonso, ¿qué demonios sucede? Cruz fue liberado y mis hombres
arrestados.

¡Incluso escuché que te transfirieron a otro puesto! ¿Quién es en realidad


este
Nataniel Cruz?

Siendo honesto, ni siquiera Gustavo sabía quién era Cruz. Lo que «sí» sabía
es
que quienquiera que fuera, no era alguien que debería tomarse a la ligera.
Ese
hombre tenía conexiones y poder más allá de su imaginación; no podría
haber
ninguna otra razón por la que sus superiores estuvieran tan asustados si no
lo
fuera.

Sin embargo, con el vengativo odio ardiendo en él, no tenía intención de


decirle
esto a Enrique. Solo replicó de forma vaga.

—Lo que hice fue contra los procedimientos estándar. Mis superiores
lograron
obtener evidencia, por lo que me quitaron mi rango.

Enrique había pensado que Cruz tenía algún tipo de poder especial. Y resultó
ser que el problema fue Gustavo Alonso. Si no hubiera tenido evidencia de
sus
acciones ilegales, las cosas no hubieran resultado como lo hicieron.

Sus nervios se calmaron. Siempre y cuando Cruz fuera una persona normal,
había muchas maneras de lidiar con él. Cuando el plan A fallaba, debía
comenzar a ejecutar el plan B y así sucesivamente.

Continuó charlando un rato con Gustavo, ofreciendo falsas promesas de


ayuda
si necesitase algo en el futuro.

A pesar de que sabía que Enrique solo estaba fingiendo que le importaba,
Gustavo no dijo nada para exponerlo. Solo se burlaba en su mente y pensó
«Y
una m*erda, si no te hubiera ayudado, no estaría en este desastre. ¿Ni
··························································································································· ®
siquiera
me recompensarás un poco? No seas tan engreído aún tu pequeña m*erda.
Estaré esperando para ver como el señor Cruz acaba contigo.

Enrique colgó por fin y los otros tres hombres lo veían sin apartar sus
inquisitivas miradas.

Enrique suspiró.
—Cruz tuvo suerte. Lo que hizo Gustavo era contra las reglas y sus superiores
lograron obtener evidencia de eso. Le quitaron su rango, por eso fueron

liberados Cruz y su esposa.

Cuando terminó de explicar, los tres hombres se miraron el uno al otro.


Entonces José explotó; enojado.

—López, ¡tu plan fue un rotundo fracaso!


Enrique se apresuró a tranquilizarlo.

Señor Miranda, por favor, no se preocupe. Reuniré a mis hombres e iré en


persona a la construcción mañana, ¡yo mismo me encargaré de Cruz!

José entrecerró sus ojos y gruñó.

—Bien, estaré esperando las buenas noticias.

Enrique López sintió como si lo hubieran abofeteado en el rostro al no lograr


lo
que quería.

En ese momento, todo lo que podía hacer era apelar a José y Samuel.
—Señor Miranda, señor Samuel, nos dirigiremos al hotel para comer algo
bueno,
después, los llevaré al Centro de Boxeo Hierro para que vean una pelea. Por

favor, disfruten. Les aseguro que me ocuparé de Nataniel Cruz mañana.

El más grande cuadrilátero del bajo mundo de Ciudad Fortaleza; Centro de


Boxeo Hierro, lo poseía nada menos que Enrique López.

Muchos individuos adinerados de la alta sociedad disfrutaban la emoción y


brutalidad de las peleas del bajo mundo, ya que los ayudaba a descubrir sus
más profundos y oscuros deseos.

Tanto José como Samuel estaban en extremo interesados y emocionados por


el boxeo del bajo mundo y estuvieron de acuerdo con los planes de Enrique.

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Anocheció y la luz de la luna brilló con intensidad.

Nataniel y Penélope acabaron su cena y estaban mirando una caricatura en


la
televisión con su hija.

De repente, el timbre sonó. Penélope abrió la puerta y vio a Tomás Dávila,


quien
lucía un poco nervioso. Sorprendida, preguntó:

—Señor Dávila, ¿qué está haciendo aquí?

Por lo general, Tomás actuaba como si fuera invencible. Sin embargo, en ese
momento, se comportaba de manera cautelosa y reservada, como si fuera un
estudiante visitando la oficina de algún profesor querido.

Habló con cortesía.

—Señora, estoy aquí para ver al señor.

La voz de Nataniel resonó desde el interior de la casa.

—¿Vino Tomás? Déjalo pasar.

Tomás siguió a Penélope y Nataniel le entregó a su hija e indicó a Tomás de


forma calmada.

—Vayamos al estudio.

Después de haberse acomodado en el estudio, Penélope les llevó dos tazas de


té y se fue.

La mirada de Nataniel se posó en Tomás y preguntó.

—Escuché que tu padre falleció. ¿Ya organizaron el funeral?

Tomás estaba conmovido por la preocupación que mostraba y replicó.

—Señor, ya está organizado el funeral de mi padre. Agradezco su


preocupación.
—Después de dudar por un momento, continuó—. Señor, escuché que
Enrique
López y Pascual Barocio enviaron hombres a la construcción de la señora
para
causar problemas mientras yo estaba fuera de Ciudad Fortaleza. El capitán
me

··························································································································· ®
pidió que le preguntara, ¿quiere que destruyamos la banda de Enrique?

Tomás Dávila era un miembro de la unidad de Nataniel en la guardia


nacional. Y
por supuesto estaba refiriéndose al capitán de la guardia nacional, César
Díaz.

Nataniel replicó de forma casual.

—No hay necesidad de desperdiciar los recursos del país. Es más, yo confío
en
ti. ¿No crees poder destruir a López y a sus hombres?

En realidad, Enrique había dominado ya el bajo mundo de Ciudad Fortaleza


por
muchos años y era mucho más fuerte que Tomás. Sin embargo, este último
no
quería lucir débil ante el hombre que tanto idolatraba. Y sin pensar, aseveró.

—¡Por supuesto que puedo! Reuniré un grupo de hombres como dice y los
destruiré.

Tramó un plan en su mente, el cual era reunir todos los hombres posibles
para
derrotar a la banda de López. Sin importar lo que costara, no podía perder a
los
hombres del general.

Sin embargo, Nataniel cros era muy observador y detectó de inmediato que
Tomás estaba siendo obstinado. Con una débil sonrisa sugirió.

—No te preocupes. Sígueme, vayamos al territorio de López después y le


daremos una lección.

—¡Señor, López es solo otro rufián callejero! No tiene que ir usted en persona

exclamó Tomás con los ojos abiertos como platos.

Con calma, Nataniel respondió.

—Bueno, parece haber muchos bufones en estos últimos días. Por lo que
fingiré
ser uno, ya que, de cualquier manera, tengo tiempo libre.

El cuadrilátero de boxeo más grande del bajo mundo de Ciudad Fortaleza


estaba ubicado en el Club de la Primavera Celestial.

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El estacionamiento del club estaba lleno de varios autos de lujo debido a la
pelea de esa noche.

Muchas personas adineradas habían ido a ver la pelea en busca de emoción y


entretenimiento.

De pronto un ejército de autos llegó a la entrada del club. Era una fila de
Rolls Royce y tres Audi negros.

La puerta del auto se abrió y un alto y fornido hombre salió de él, junto con
una
delgada figura. El dúo estaba rodeado por diez guardaespaldas.

La delgada figura era nada menos que Nataniel Cruz y la alta y fuerte silueta
era
Tomás Dávila.

La primera impresión que uno tendría de Nataniel Cruz es de un hombre que


impresiona. Y cuanto más tiempo pasara, uno aprendería a apreciar su aire

masculino y su carisma.

Había muchas mujeres ricas, tanto solteras como casadas, quienes casi se

desmayaban en cuanto vieron a Nataniel salir del auto e incluso le lanzaban


besos.

Si no fuera por Tomás y sus guardaespaldas, varias mujeres ya hubieran


empezado a conversar con él.

Una hermosa gerente, vestida con un vestido estilo Cheongsam , les dio
la bienvenida con entusiasmo al llegar. Con una amplia sonrisa les dijo.

—Soy la gerente de este lugar, Maya Torreblanca. ¿Puedo ayudarlos en algo


hoy?

Nataniel permaneció en silencio mientras Tomás le decía en voz baja.


—Está aquí por la pelea.

Maya los acompañó con una sonrisa.

—¡Por favor, adelante!

Los guio hacia el elevador y subió con ellos.

Esto era debido a que el Centro de Boxeo Hierro estaba ubicado bajo tierra.

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Era tan largo como un campo de futbol, con el centro decorado con un
octágono el cual fungía como arena de boxeo. Cuatro enormes pantallas LED

colgaban del techo, las cuales transmitían la pelea a la audiencia que se


encontrase sentada hasta las últimas filas.

Había más de cien personas presentes cuando llegaron. Los hombres vestían
de traje y las mujeres llevaban vestido. Esto era en efecto, la alta sociedad.

Todos estaban discutiendo a que boxeador le apostarían.

Maya Torreblanca llevó a Nataniel y compañía a un cuarto VIP, el cual tenía


una
pared de vidrio, de hecho, esta era un espejo de una sola dirección. Nadie
fuera
de ese cuarto podría saber lo que sucedía dentro de este, mientras que los
que
se encontraran dentro podrían ver lo que sucedía en el exterior, incluyendo
la
pelea.

Ya que la habitación era pequeña, los guardaespaldas de Tomás esperaban


afuera. Maya le dio instrucciones al personal de inmediato para que les
sirvieran té y aperitivos. Mientras que ponía una sonrisa en su rostro.

—Señor, creo que no lo había visto antes, ¿es la primera vez que nos visita?

—En efecto. ¿Por qué no me explicas las reglas? —preguntó Nataniel


sonriéndole.

—Bueno como puede ver, estamos aquí para presenciar una pelea del bajo
mundo. El precio de entrada es de 1,000 por persona, pero estoy feliz de
informarle que su cuenta de admisión no será cobrada —explicó Maya.

Ya que eran doce, incluyendo a Nataniel el total sería de doce mil. Y Maya en
realidad no les había cobrado nada.

Sin embargo, Nataniel y Tomás sabían que ella pensaba que eran clientes en
extremo ricos, por lo que no se había molestado en cobrarles la miserable
cantidad de la entrada.

Con algo parecido a una sonrisa, Nataniel preguntó una vez más.

—¿Qué más se puede hacer aquí?

Maya buscó una página después de haber sacado un dispositivo electrónico


que parecía una tableta y lo informó.
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—Puede mirar la información de los boxeadores en esta página. Y también
puede apostar antes de que la pelea comience.

—Oh, apuestas, ¿algo más? —dijo él.

Ella vio a Nataniel con una mirada cargada de afecto, se le acercó y le


anunció
de manera seductora y coqueta.

—Nuestros VIP de nivel más alto pueden hacer lo que quieran aquí,
incluyéndome.

Nataniel dijo, alzando sus cejas:

—Entonces, ¿puedo hacer que hagas cualquier cosa?

—Sí. —Maya se le acercó una vez más y quería sentarse en su regazo. Hizo un
puchero con sus labios y preguntó con voz seductora—. ¿Qué quiere que haga

señor?

Antes de que pudiera sentarse en su regazo, Nataniel apuntó a una esquina


del
cuarto y le dijo.

—Muyy bien, entonces, ve hacia allá y haz doscientas flexiones para mí.

Tanto la sonrisa como su cuerpo se congelaron debido a la incredulidad. Ella


sabía que Nataniel era alguien extraordinario, al ver que había llegado en un
Rolls Royce . Ella estaba dispuesta a hacer todo por él, incluyendo usar su
propio cuerpo para complacerlo.

¡Sin embargo, no esperaba que le pidiera que hiciera flexiones!

En ese momento, sintió como si la estuviera humillando. Se mordió su labio


y
preguntó.

—Señor, ¿está hablando en serio?


Nataniel dijo con frialdad.

—Pensé que habías dicho que te podía pedir que hicieras cualquier cosa. Te
daré diez mil por una flexión. ¿Es muy difícil para ti?

Maya abrió aún más sus ojos. Aunque se sentía humillada, ya que él le estaba
pidiendo a una mujer hermosa y pequeña como ella que hiciera flexiones,
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sucumbió ante la tentación monetaria. ¡Diez mil por cada flexión!

Arrastrando los pies a una esquina, empezó a contar.

Al lado suyo, Tomás estaba haciendo su mejor esfuerzo por contener su risa.
Mientras tanto, la mirada de Nataniel estaba fija en el exterior. Había un
grupo
de personas vestidas de colores brillantes, quienes habían aparecido fuera de

la habitación. Eran José Miranda, Enrique López, Samuel Sosa y su padre.

Ese grupo fue acomodado en otro cuarto privado en cuanto llegaron.

La primera pelea de la noche estaba a punto de comenzar. Los nombres


artísticos de los dos peleadores eran Toro de Fuego y Sabueso Gris
respectivamente.

Ya que ambos tenían un físico y porte muy similares, las apuestas estaban
divididas a la mitad.

La audiencia apostó con mucho entusiasmo en el que consideraban como el


mejor boxeador.

José Miranda y los Sosa estaban muy emocionados por este tipo de
sangrientas peleas. Y cada uno apostó más de diez mil.

En el cuarto privado de al lado, Maya alentó su ritmo después de solo


cincuenta
flexiones. Estaba empapada de sudor y miró a Nataniel con desesperación en
sus ojos.

Por supuesto, esperaba que cumpliera su palabra y le pagara quinientos mil.


Tomás le preguntó.

—¿Señor, apostaremos en esta pelea?

—Bueno, si no lo hacemos, será aburrido y sin importancia. Apostemos solo


un
poco —replicó de forma casual.

Al oír esto, Tomás sacó una tarjeta de crédito y se la arrojó a Maya,


pidiéndole
que apostara diez millones a que Sabueso Gris ganaba la pelea.

Él era un profesional también y podía apreciar que Sabueso Gris era por
mucho
el mejor peleador de la pelea.
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Al principio, Maya estaba preocupada de que no pagara. Sin embargo, ¡no
esperaba que apostara diez millones de un tirón!

Ella estuvo deleitada al instante al mirar al generoso hombre frente a ella. Ya


que estaba segura de que pagaría los quinientos mil por las flexiones que
había
hecho.

En ese momento, la pelea empezó.

Apenas habían pasado dos minutos cuando Sabueso Gris le lanzó una patada
a
la cabeza de Toro de Fuego.

Como una bestia a la que le hubieran disparado, Toro de Fuego colapsó en el


octágono sin siquiera poder expresar su agonía.

La audiencia estaba enardecida y empezó a vitorear ruidosamente.

En el cuarto Maya miraba a Nataniel impactada.


En solo dos minutos, había ganado diez millones.

Incluso tomando en cuenta el diez por ciento de comisión, ¡seguían siendo


nueve millones!

Él seguía sentado de forma calmada y le indicó a Tomás.

—No te olvides de la propina a la señorita Torreblanca aquí presente.

Con solo unas palabras, se le sumaron quinientos mil a su cuenta bancaria.


Antes, cuando Nataniel le había pedido que hiciera flexiones, pensó que la
estaba humillando. No obstante, en ese momento, quería pedirle que la
dejara

hacer más.

En la arena del Centro de Boxeo Hierro, aquellos que ganaban las apuestas
atraían la atención de la gerencia.

En el momento en el que Nataniel ganó los diez millones, alguien fue a


reportárselo a Enrique López. Quien, cuando escuchó que alguien había
ganado
tanto dinero, frunció el ceño.

Sin embargo, eligió no decírselo al señor Miranda y a los Sosa, por lo que
solo
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ordenó a sus hombres que vigilaran la situación y se la reportaran.

La segunda pelea era entre el Dragon Monje volador de País C contra el


campeón de boxeo Buda de los ocho rostros de País T. El primero era
promocionado como un boxeador famoso, mientras que el otro era en verdad
el
campeón del mundo del boxeo.

Todos lo sabían y le apostaron a este último.

En el cuarto, Maya fijó su mirada e Nataniel y preguntó.

—Señor Cruz, ¿apostará en esta pelea?

El replicó.

—Las probabilidades de Buda de los Ocho rostros son menores en esta pelea,
quizás de 1 a 0.5. Apostaré más, por favor, anote doscientos millones.

Los ojos de Maya Torreblanca se abrieron de par en par y se quedó


boquiabierta, así como sin palabras.

Ella llevaba trabajando ahí mucho tiempo, pero nunca había presenciado
que

alguien tan generoso como el señor Cruz apostara doscientos millones de un


sentón.

Tomás le susurró en voz baja.

—Señor, está bien si quiere que su apuesta sea más pequeña. Las cosas irán
mal si perdemos una apuesta tan grande.

Después de todo, Tomás Dávila pertenecía al bajo mundo y comprendía


como
eran las apuestas en las peleas de boxeo en ese lugar.

En cuanto los peleadores entraran en la arena, el ganador sería quien el


organizador indicara.

Si Nataniel le apostaba doscientos millones al Buda de los Ocho Rostros, el


organizador en definitiva le ordenaría que perdiera la pelea.

Sin embargo, Nataniel seguía inmutable y remarcó.

—Está bien. Siempre y cuando yo diga que él gane, él tendrá que hacerlo.

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De inmediato, Tomás entendió.

«¡Los ganadores y perdedores serán determinados por el General!».


Doscientos millones estaba por encima del límite de la tarjeta de crédito de
Tomás. Por lo que Nataniel sacó una tarjeta centurión para que Maya
pudiera
realizar su apuesta.

Por tercera vez esa noche, Maya estaba estupefacta. La tarjeta Centurión era
una que solo podía ser obtenida si recibías una invitación y podía ser usada
en
todo el mundo. Solo había un grupo limitado de personas que podían usarla
y
no había límite de crédito para esta tarjeta.

En definitiva, quienes poseyeran esa tarjeta eran individuos extraordinarios.


¡Alguien había apostado doscientos millones!

Las noticias le llegaron rápido a Enrique López, quien era el jefe de la arena.

—¿Qué? ¿Alguien del cuarto de al lado apostó doscientos millones a que


Buda
de los Ocho rostros ganaría la pelea?

Sí, señor —respondió el hombre de forma respetuosa


Los Sosa y José Miranda se quedaron sin palabras también.

Habían conocido a mucha gente que apostaban en este tipo de peleas, pero
era
la primera vez que se encontraban con alguien con bolsillos tan profundos.

Enrique preguntó con suspicacia.

—¿Quiénes son los invitados en el cuarto de al lado?

—Hay dos personas. Uno de ellos es Tomás Dávila el jefe del bajo mundo del
Distrito del Éste. El otro es Nataniel Cruz.

¡Nataniel Cruz!

Enrique miró a José y a los Sosa a los ojos.

Con mucha rapidez, recuperó la compostura y se burló.

—Me estaba preguntando quien podría apostar tales cantidades. Bueno,


resulta
que son Nataniel Cruz y Tomás Dávila. Estos dos en definitiva quieren
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quedarse
con todo.

El hombre preguntó con cautela.

—Jefe, ¿qué hacemos ahora? ¿Aceptamos su apuesta?

—¿Por qué no? ¡Nos están regalando dinero! —Enrique sonrió de forma
siniestra—. Ve y diles a los organizadores que el Buda de los Ocho rostros
debe
de perder esta pelea. Le daré el doble de lo que le había prometido antes.
¡Ah! Y
un millón más por su arduo trabajo.

SÍ, jefe —respondió el hombre en voz alta.

Entonces procedió a los bastidores para informarle al Buda de los Ocho


rostros
el momento en el que tendría que rendirse.

En el otro cuarto Nataniel sacó su teléfono y le envió un mensaje de texto con


tranquilidad a César Díaz diciéndole que quería que el Buda de los Ocho
rostros
ganara la pelea.

El Buda ya había hecho un acuerdo con Enrique y estaba a punto de entrar al


octágono para la pelea.

No obstante, justo antes de entrar, su teléfono sonó de pronto, ¡su mentor lo


estaba llamando!

Le respondió con rapidez y escuchó lo que tenía que decirle. Aunque estaba
muy sorprendido asintió y replicó.

—SÍ señor, sé lo que debo hacer.

Con rapidez los dos combatientes se enfrentaron en la arena. La audiencia


estaba exaltada y gritaban a todo pulmón.

Mientras tanto, Enrique le marcaba al número de Nataniel y se burló cuando


contestó.

—Joven hombre, como se atreven tú y Tomás Dávila a entrar a mi territorio y


causar problemas. En definitiva, ganaré la apuesta de doscientos millones
que
acabas de hacer. ¡Solo espera! ¡Ja, ja, ja, ja!

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—Esta noche, perderás todo lo que tienes, confía en mí —replicó Nataniel sin
miedo alguno.

Colgó en cuanto lo dijo, ya que no quería molestarse en hablar con Enrique,


quien, enojado por la actitud de Nataniel, maldijo en voz baja.

«¡Qué se vaya a la mi*rda ese hombre!».

La intensa pelea de grandes apuestas comenzó.

El Buda de los Ocho Rostros era agresivo en extremo. Atacó con fieros
puñetazos, poderosas patadas y aterradora velocidad. Mientras que Enrique
observaba la pelea, su ceño no hacía más que fruncirse mientras se

murmuraba a sí mismo.

—Pensé que le había pedido que fingiera la pelea, ¿por qué está siendo tan
agresivo?

Samuel especuló.

—¿Quizás solo quiere que parezca realista?

Enrique asintió.

—Quizás...

Antes de que pudiera continuar hablando, el Buda de los Ocho Rostros lanzó
tres fuertes puñetazos que rompieron la defensa del Dragón Volador y con
una
impresionante velocidad le lanzó una poderosa patada a la cabeza.

¡Pum! Al impactar, la sangre brotó del dragón volador como una sandía que
hubiera explotado. ¡Colapsó en el piso con un ruidoso «Bum»! ¡como un
árbol
que hubiese sido cortado!

—¡¿Qué?! —exclamó Enrique gritando al colapsar su mundo.

En el otro cuarto, Tomás miró con admiración a Nataniel mientras


comentaba.

—Señor, es en efecto como usted dijo. Quién usted decía que iba a ganar, lo
hizo. Mire, el Buda de los Ocho rostros acaba de ganar.

Nataniel sonrió un poco, sin embargo, la expresión en su rostro permaneció


en
··························································································································· ®
su mayor parte indiferente.

¡Había apostado doscientos millones y ganado la mitad de eso en solo unos


cuantos minutos!

El rostro de Maya se sonrojó por la emoción y sus ojos destellaron, su


corazón
palpitaba muy rápido. ¡Tenía su mirada fija en Nataniel, tenía tantas ganas
de
decirle que haría flexiones incluso con una sola mano solo por una propina
suya!

Enrique no esperaba que el peleador desobedeciera sus órdenes. ¡Y como


resultado, había perdido cien millones solo contra Nataniel!

Furioso, reunió un grupo de hombres y se dirigió hacia el Cuarto privado de


Nataniel.

En cuanto llegaron a la puerta, Javier y su equipo de guardaespaldas les


bloqueó el paso. Con un tono calmado, Javier preguntó:

—Señor López, ¿sucede algo?


Enrique se burló y replicó.

—Quítense de mi camino. Díganles a sus jefes Tomás Dávila y Nataniel


López
que salgan a verme.

En cuanto lo dijo, la puerta del cuarto privado se abrió y Nataniel se quedó


de
pie frente a Tomás y Maya.

Entrecerró sus ojos y preguntó en voz fría.


—Enrique López, eres el retrasado número uno de Ciudad Fortaleza.

Enrique dirigió su mirada a los dos hombres y su expresión se volvió cada


vez
más ominosa. Apretando sus dientes, lo amenazó:

—Nataniel Cruz, Tomás Dávila, los mataré hoy.


—¿Matarnos? ¿Tú? ¿Con esos hombres? —Se burló Nataniel mientras veía
con
atención el feroz grupo de guardaespaldas que se encontraban detrás de

Enrique. Quien se mofaba.

—Mis hermanos tras de mí y yo los derrotaremos a todos ustedes, una y otra


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vez.

Nataniel se giró para ver a Tomás y le preguntó.


—¿Tú qué crees?

—Señor, no son más que presas para nosotros —aseveró con orgullo.

Enrique no esperaba que ellos dos se comportaran o hablaran con tanta


arrogancia estando rodeados por sus hombres. ¡Había más de tres filas de
hombres por los que tendrían que pasar si querían salir de ahí con vida!
Alzó su mano y les ordenó a sus hombres.

—Destrúyanlos, luego iremos al Distrito Este y nos apoderaremos del


territorio
de Tomás.

En cuanto dio la orden, los cientos de hombres tras de él comenzaron a


atacar
a Nataniel y compañía, rodeándolos como lobos.

Tomás Dávila reaccionó con rapidez. Les dio órdenes de proteger a Nataniel
antes de abalanzarse contra sus enemigos junto con la docena de
guardaespaldas. Había ido preparado, ya que había traído a sus mejores
peleadores esa noche.

Por lo que, aunque Enrique tuviera más hombres, no podría derrotar a la


banda
de Tomás con tanta facilidad como había anticipado, además, Tomás era
excepcionalmente bueno en las artes marciales y en pelear. Sus puñetazos
eran crueles y derrotaba a docenas de hombres de Enrique uno tras otro.

Al notar las habilidades de Tomás, gritó.

—¡Serpiente de Cascabel!

—¡Sí señor!

Un hombre de dos metros, calvo y fuerte apareció frente a todos ellos.

¡Era nada menos que el mejor peleador del Centro de Boxeo Hierro,
Serpiente
de Cascabel!

Una cicatriz parecida a un miriápodo era visible en la cabeza calva de


Serpiente
de Cascabel, lo que lo hacía verse muy fiero y rudo.

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Con una voz baja preguntó.

—Jefe, ¿qué quiere que haga?

Enrique apuntó a Tomás, quien estaba en medio del caos y le dijo.


—Destrúyelo.

—SÍ jefe.

De inmediato, Serpiente de Cascabel se sumergió en la multitud, empujando


a
sus hermanos y acercándose a Tomás con una mirada asesina en su rostro.
El

cual al notar que este extrañamente fuerte hombre se acercaba a él,


reaccionó
con rapidez y le envió una patada voladora a su pecho.

¡Zas! El pie de Tomás aterrizó en el pecho de Serpiente de Cascabel.

Por lo general la fuerza de esta patada era suficiente para romper un grueso
árbol. No obstante, no tuvo efecto alguno en Serpiente de Cascabel quien
parecía como si estuviera enraizado al piso.

Los ojos de Tomás se abrieron de par en par debido a la sorpresa y antes de


que pudiera reaccionar, Serpiente de Cascabel lo sujetó de uno de sus
tobillos y
lo arrojó al piso como si de un saco de patatas se tratase.

¡Pum! Tomás colapsó en el suelo y tiró a dos hombres con el impacto. A


pesar
de ser un hombre grande y fuerte, sus movimientos eran veloces en extremo.
En cuanto arrojó a Tomás comenzó a correr con largas zancadas. Usando el
momento que había ganado, saltó en el aire y aplastó a Tomás con su cuerpo
pesado como piedra. Pesaba más de ciento cincuenta kilos y ese era peso
suficiente como para aplastar a cualquiera.

Cuando Javier y los demás vieron esto, gritaron.


—¡Tomás, cuidado!

Tomás quería esquivarlo, pero estaba muy débil como para poder hacerlo.
Todo
lo que podía hacer era mirar como la silueta de Serpiente de Cascabel se le
acercaba.

—¡Vete a la mi*rda!

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Un grito muy fuerte se escuchó y una figura apareció junto a Tomás, la cual
envió una patada lo suficientemente fuerte como para sacudir la tierra hacia
Serpiente de Cascabel.

Pum. La suela de unos zapatos de piel había golpeado a Serpiente de


Cascabel
de lleno en el pecho, un sonido ruidoso reverberó.

De forma inesperada, el cuerpo de más de ciento cincuenta kilos de


Serpiente
de Cascabel salió volando hacia atrás tan rápido como un rayo, tirando a una
docena de personas. En un instante, el suelo estaba repleto de cuerpos
inmóviles.

Su pecho se había hundido y sus costillas se habían roto. Sus labios estaban

abiertos como los de un pez muerto y sangre brotaba de su boca, parecía que
Serpiente de Cascabel no sobreviviría esta batalla.

«¿Quién había salvado a Tomás Dávila en ese momento tan crucial? ¿Quién
podía patear con tanta fuerza como para causarle heridas fatales a un
hombre
de más de ciento cincuenta kilos?».

Todas las miradas estaban dirigidas a la figura junto a Tomás.

El hombre vestido con pantalones negros y una camisa blanca. Estaba de pie,
era alto y larguirucho. Una expresión furiosa estaba escrita en su rostro. ¡Era
nada más y nada menos que Nataniel Cruz!

¡Todo mundo estaba impactado! Incluso Maya Torreblanca lo miraba con la


mayor incredulidad posible. Este hombre que lucía tan gentil, quien había
gastado dinero solo para poder obligarla a hacer flexiones... ¡Tenía una
aterradora habilidad para pelear!

Enrique y los demás estaban con la boca y los ojos abiertos de par en par. No
podían creer lo que acababan de presenciar. La patada de Nataniel casi había
matado al mejor peleador del Centro de Boxeo Hierro. El mismo boxeador al
que Enrique había entrenado en persona.

Los hombres de Enrique lo miraron pasmados y retrocedieron unos cuantos


pasos por instinto. Al notar esto, Enrique gritó a todo pulmón:

—¿De qué tienen miedo? ¡Solo es un hombre! ¡Somos más que él! ¡Todos,
destrúyanlo!

Nataniel le lanzó una fría mirada a Enrique y preguntó.


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—¿Ya terminaste de decir tonterías? —Se movió con gran velocidad mientras
hablaba. Nataniel era tan rápido que solo se podía ver su silueta al moverse.
Tomás, Javier Maya y los demás lo miraron con admiración en sus ojos.

¡Bum! Se escuchó un fuerte ruido.

Enrique vio una sombra tras de él en un instante, y Nataniel apareció frente


a él
en ese momento. Antes de que pudiera contratacar, Nataniel ya lo había
abofeteado sin misericordia. La fuerza de su golpe fue tal, que le dio una
vuelta

a su cuerpo completo. Su mejilla derecha se hinchó y enrojeció.

—¡Arrodíllate! —ordenó Nataniel mientras ponía su mano en el hombro de


Enrique, quien, por instinto trató de resistir.

Sin embargo, era como si la mano de Nataniel fuera una fuerza invisible que
empujaba sus hombros hacia abajo.

Enrique fue empujado hacia abajo y sus rodillas golpearon el piso.

Se escuchó como se rompían sus rótulas desde lejos.

¡Sus rótulas en verdad se rompieron!

Enrique dejó escapar un aterrado grito de agonía y los que los rodeaban se
estremecieron debido al horror.

Nataniel lo miró y le preguntó con voz fría.

—¿Sabes lo que hiciste mal hoy?

Con sus ojos abiertos como una presa herida, habló con una ronca voz.
—Nataniel, te reto a matarme en este momento. Mi hermano es una de las
personas más conocidas en el distrito. Si te atreves a ponerme un dedo
encima,

te garantizo que él matará a toda tu familia.

Nataniel alzó su pierna y le lanzó una patada al cuello de Enrique. Se pudo


escuchar un «crac» al romperse debido al impacto.

Antes de poder siquiera gritar de dolor, colapsó en el piso como un pollo


sacrificado.

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Todos estaba estupefactos al ver la escena. ¡El jefe del bajo mundo del
Distrito
Sur había sido asesinado por Nataniel Cruz de una manera tan cruel!

¡Como si hubiera sido una presa!


¡Que desconcertante e impactante!

Los hombres de Enrique miraron a Nataniel con temor y respeto. Luego se


miraron unos a otros, tiraron sus armas y escaparon frenéticamente.

Por su parte, Javier, y los demás miraban a Nataniel con fanatismo.

Antes de esto, lo conocían como el hombre por el Tomás Dávila sentía más
respeto. Esta noche era la primera vez que habían sido testigos de su proeza.

Sus habilidades de combate, y sus modos refinados dejaron una profunda


marca en ellos.

«¡Es un grandioso hombre! ¡No es ninguna sorpresa que Tomás o respete


tantol».

Había asesinado al jefe del bajo mundo del distrito sur de forma
inmisericorde,
sin siquiera parpadear. ¡Como si estuviera cazando a otra presa!

La mirada de Nataniel siguió a los hombres de Enrique, quienes habían


escapado con miedo. De forma tranquila le dijo a Tomás.

—Tú te apoderarás del territorio de Enrique.

—¡Sí señor! —replicó Tomás con respeto.

Nataniel revisaba sus alrededores mientras hablaba. Sin embargo, no vio a


José Miranda ni a los Sosa.

Resultó que habían encontrado una excusa para irse al darse cuenta de que
Enrique y Tomás se habían embrollado en una pelea.

Para ellos, la gente como Enrique y Tomás eran bandidos, quienes solo
podían
sobrevivir en el bajo mundo.

Estaba implícito que no querían estar implicados con ninguno de estos


grupos
de bandidos. Por lo que se fueron a toda prisa.

No obstante, y por fortuna, se perdieron la mejor parte de la pelea. Y por


··························································································································· ®
supuesto, se fueron sin un rasguño.

Nataniel le dio a Tomás algunas instrucciones para la limpieza y se fue.


Eran ya más de las diez cuando llegó a casa.

Sus suegros, Penélope y su hija estaban viendo televisión. Al ver que su


esposo
había llegado a casa, Penélope dejó escapar un suspiro de alivio.

— ¡Papi está en casal!


Su hija vitoreó y se abalanzó hacia él con alegría.

Nataniel sacó un helado de la nada como si fuera magia, cargó a su hija y la


acurrucó.

—Papi te trajo esto.

—¡Guau! ¡Helado! —exclamó y su rostro se iluminó—, gracias papi —añadió.


Penélope se le acercó y le preguntó en voz baja.

—¿Sucedió algo cuando saliste con el señor Dávila hace un rato?

—No pasó nada, ya me encargué de Enrique López y nunca más volverá a


causar problemas en la construcción.

Penélope, quien pensaba que el trío había acordado una tregua después de
discutirlo asintió y dijo sorprendida.

—¡Eso es bueno! ¡Bueno en verdad!

Sin embargo, no sabía que, ahora que Enrique López era un cadáver. Por
supuesto que no podría causar más problemas.

Tras pasar tiempo con su familia, Nataniel se dio una ducha. Y cuando salió
del
baño, sus suegros ya se habían ido a dormir.

Penélope también estaba arropando a su hija en su dormitorio.

Sin embargo, la pequeña estaba haciendo una rabieta y se rehusaba a


dormir.
Todo el tiempo preguntaba por su padre e insistía en que durmiera con ella
en
la misma cama.

Cuando Nataniel entró al cuarto, Penélope hizo un puchero y le dijo a su hija.

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—De acuerdo. Papá está aquí ahora. Puedes venir y puedes dormir con él en
su
dormitorio.

No obstante, la joven niña sacudió su cabeza y exclamó.


—No, quiero dormir con ambos, con mamá y papá.

Nataniel no pudo evitar estallar de risa mientras que el rostro de Penélope se


sonrojó.

—Papá y mamá no pueden dormir juntos.


—Pero les pregunte a mis amigos en el jardín de niños. Dicen que mamá y
papá
deberían dormir juntos. Dicen que solo duermen separados si están peleados

dijo su hija, indignada.

Tanto Nataniel como Penélope comenzaron a sudar al escuchar las palabras


de su hija.

«¿Cómo saben tanto en estos tiempos los niños del jardín de niños?».
Después de decirlo entrecerró sus ojos y miró a sus padres con recelo.
—Papá, mamá, ¿están peleados?

Penélope la consoló con rapidez.

—Claro que no, estamos bien.

La joven niña los miró con duda. Se mordió su labio y comenzó a especular.
—¿Entonces por qué no duermen juntos? ¿Se van a divorciar?

La frente de Nataniel estaba perlada de sudor y Penélope no sabía si reír o


llorar
por la pregunta de su hija. Pero, con calma, le aseguró.

—Pequeña, ¿de qué hablas? No nos divorciaremos, ¿por qué lo haríamos?

—¡Pero así es como sucede en la televisión! Mamá y papá duermen en


diferentes cuartos cuando pelean y entonces se divorcian... —gritó su hija
mientras hacía pucheros.

—¡Estás castigada, no puedes ver televisión por una semana! —le advirtió
Penélope sintiéndose irritada.

Por lo general, cuando castigaba a su hija así, esta hacía muecas como si la
hubieran ofendido. Sin embargo, esta vez no hizo eso, sino que les rogó de
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una
manera lastimera.

—Papá, mamá. Ya no veré la televisión y no pediré helado tampoco. Haré mi


tarea a tiempo y me dormiré temprano. También ayudaré a la abuela con las
tareas del hogar y a lavar los platos. Por favor ¡no se divorcien! No quiero ser
una huérfana...

Penélope sintió compasión al ver a su hija actuar así. Sabía que ella había
crecido sin uno de sus padres. Y ahora que tenía un nuevo padre, era natural
que tuviera miedo de perder a cualquiera de ellos.

Abrazó con fuerza a su hija y le aseguró con voz gentil:

—Tontita. Papá y mamá no se divorciarán nunca. No te volverás huérfana,


¿de
acuerdo? ¿por qué no le preguntas a tu papá si eso es cierto?

Reyna alzó su cabeza y miró a Nataniel, él estaba junto a ella y le prometió.


—Papá jura nunca divorciarse de mamá. Siempre estaremos aquí para ti.
—¿Entonces no se divorciarán? —preguntó Reyna mientras parpadeaba.
Nataniel y Penélope replicaron al unísono.

—Nunca quisimos divorciarnos, ¿de acuerdo?

—Entonces pueden dormir en el mismo cuarto, como los padres de mis


amigos
—dijo Reyna con rapidez.

Nataniel no pudo decir nada en este asunto. Mientras que el rostro de


Penélope
estaba un poco sonrojado ya que estaba a punto de decirle que no a su hija.
Pero, si lo hacía, ella pensaría que sí estaban peleando y acercándose a un
divorcio. Al final, solo pudo decir con una suave voz:

—De acuerdo, dormiremos juntos en el mismo cuarto esta noche. ¿Estás feliz
ahora?

Reyna saltó de alegría y exclamó.

—¡Oh sí! Por fin puedo dormir con papá y mamá de nuevo.

La palabra de nuevo hizo que Penélope y Nataniel recordaran que, cuando se


quedaron en el viejo departamento en la casa del Barrio Oriental, solo había
dos
cuartos. Habían dormido en el mismo cuarto, pero Nataniel había dormido
en el
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piso.

Sin embargo, las cosas eran diferentes ahora. La actitud de Penélope hacia él
había cambiado desde que Bartolomé y Leila lo habían reconocido como su
yerno. Nataniel había contribuido mucho a su familia y había hecho muy
buena
impresión en Penélope también. Y sin importar su relación con él en ese
momento. Penélope no le permitiría dormir en el piso.

Con su rostro un poco sonrojado, y un tono avergonzado le dijo a Nataniel.

—¿Por qué no duermes con nosotros en la cama esta noche? Reyna puede
dormir en medio y nosotros en los lados. Recuerda no cruzar ese límite o si
no...

Penélope era una mujer obstinada y capaz, por lo que era raro que Nataniel
viera este lado avergonzado e incómodo de ella. Por lo que preguntó
bromeando.

—¿0 si no?, ¿qué?

Penélope abrió sus ojos y fijó su mirada en Nataniel. Al notar su traviesa


mirada, bufó.

—Si cruzas el límite te echaré de la cama.


Aunque Penélope estaba un poco avergonzada por la situación, confiaba en
él.

Si él quisiera tocarla lo habría hecho cuando durmieron en la casa del Barrio


Oriental. No era necesario que hubiera esperado hasta hoy.

Se acomodaron con rapidez, apagaron las luces y se dirigieron a la cama.

Reyna durmió en medio y Penélope y Nataniel a cada uno de sus lados


respectivamente.

Aunque por lo general, Penélope sufría de insomnio, este día se sumergió en


la
tierra de los sueños con mucha rapidez al tener a Nataniel a su lado. Este
último también dormía profundamente. Entre sueños, sintió que un par de
manos rodeaban su cuello.

Pensó que era su hija y continuó durmiendo.

Al siguiente día, Nataniel despertó en cuanto el primer rayo de sol entró en el


cuarto. Y al abrir los ojos se dio cuenta con sorpresa de que la mujer en su
pecho era Penélope, no su hija.
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Dormía como un gatito entre sus brazos.

En cuanto a Reyna, ella estaba roncando de forma ruidosa en un extremo de


la
cama, con sus extremidades extendidas.

«¿Qué pasó?»
¿Penélope se acurrucó con él mientras dormía? Nataniel vio que las pestañas
de Penélope se movían, estaba a punto de despertar. Para evitar que las
cosas

se pusieran incómodas, cerró sus ojos y pretendió dormir.

Poco después, ella se estiró aún en sus brazos. Era obvio que había
despertado.

Nataniel pudo sentir que se detuvo por un momento por la sorpresa al abrir
sus
ojos, escuchó una exclamación de su parte. Tras lo cual, escapó de su abrazo
como un ciervo asustado. También pudo escuchar que suspiró de alivio.

—¡Fiu! Por suerte aún no se ha despertado. ¡Si no, sería muy vergonzoso!

La noche anterior, Tomás Dávila y sus hombres no habían dormido en lo


absoluto. Habían perseguido a los seguidores de Enrique y se habían
apoderado de sus negocios.

En la mañana, Tomás fue a ver a Nataniel con los libros de contaduría.

Mientras se reunían en el estudio, Tomás puso los libros en el escritorio con


respeto y reportó.

—Señor, hemos derrotado a los hombres restantes de Enrique y nos


apoderamos de todos sus negocios. Todas las cuentas están aquí. Hay
doscientos millones en efectivo, nueve millones en acciones. Por favor,
écheles
un vistazo.

Sin siquiera mirarlos, le dijo a Tomás.

—La próxima vez, no me los enseñes.

Tomás había creído que lo mejor sería reportarle a Nataniel los territorios y
negocios que había obtenido de Enrique López. Después de todo. Fue una

fructífera cacería.
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Sin embargo, su frente comenzó a sudar frío cuando escuchó que el tono de
Nataniel no era del todo feliz.

«Nataniel era una figura tan omnipotente. ¿Por qué le interesaría algo tan
insignificante? ¿Siquiera necesitaba este tipo de dinero sucio en sus manos?»

Tomás inclinó su cabeza y admitió con terror.

—SÍí señor. Sé que lo que hice estuvo mal.


Nataniel miró a Tomás y le dijo.

—Aunque ya no pertenezcas a la milicia, debes recordar tus orígenes. Si


renuncias a tus principios, nunca serás capaz de recuperarlos. Lo mismo va
para tus límites. Por ende, debes de saber con exactitud cuales son y apegarte
a ellos, debes ser un hombre con principios.

—Entiendo lo que dice, señor —respondió, tras lo cual se paró con la espalda
recta.

—Debes de dejar todos los negocios que violen la ley, incluyendo los que le
arrebataste a Enrique López. Ya no puedes involucrarte con ellos, solo
mantén
los que estén dentro de la ley —instruyó Nataniel.

Tomás sufriría entonces grandes pérdidas si lo hacía, ya que muchos de sus


negocios no eran del todo legales. No obstante, estuvo de acuerdo sin
dudarlo
y replicó.

—SÍí señor, como usted diga.

Las noticias de que el jefe del bajo mundo del Distrito Este, Tomás Dávila
había
atacado a Enrique López, el jefe del Distrito Sur y que todos los hombres de
López habían sido destruidos, sacudió el bajo mundo de Ciudad Fortaleza.

Era el chisme de muchos en la cena y la hora de tomar té.

No obstante, solo repetían lo que habían escuchado a pesar de no saber la


verdad.

No sabían que era Nataniel quien había asesinado a Enrique y pensaban que
había sido un ataque estratégico por parte de Tomás.

En la mansión de José Miranda, Samuel y Pablo Sosa se sentaban junto a


José
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y discutían la destrucción de López por parte de Tomás.

Hasta ahora Samuel estaba incrédulo y expresaba sus dudas con el ceño
fruncido.

—Enrique gobernó el bajo mundo de Ciudad Fortaleza por muchos años.


Debería de haber estado en mejor posición que Tomás Dávila. ¿Cómo pudo
haberlo derrotado con tanta facilidad?

Al principio, todas sus esperanzas de José para obtener su venganza


descansaban en Enrique López. Había esperado que este castigara a Nataniel
y
a Penélope. Sin embargo, todo se fue cuesta abajo cuando el imperio de
López
había sido destruido en tan solo una noche.

—Tomás Dávila es un astuto y despiadado hombre. En definitiva, estaba


preparado en esta ocasión. Supongo que atacaron por sorpresa a Enrique y
por
eso fueron derrotados con facilidad —comentó intrigado.

Mientras tanto, Pablo añadió con ira.

—Tomás lo destruyó y ahora, Nataniel y su esposa están a punto de ganar


mucho. Recuerden que queríamos que López se encargara de ambos. ¿Qué
haremos ahora?

—Exacto, Natán y su esposa tienen tanta suerte —suspiró Samuel Sosa.


—Ja, ja, ¿y por qué creen otra cosa? —dijo José con sus ojos entrecerrados.
Los hermanos Sosa lo miraron y preguntaron con sus ceños fruncidos.
—¿A qué se refiere señor Miranda?

Se mofó y les explicó.

—Nataniel le pidió a Tomás que lo ayudara a derrotar a Enrique. Sin


embargo,
¿saben quién es el hermano de Enrique? Es El Relámpago.

Pablo lucía confundido, era evidente que no sabía quién era ese hombre.

Por otra parte, una expresión de sorpresa apareció en el rostro de Samuel al


exclamar.

—¿Habla de «El Relámpago»? ¿El despiadado hombre que tomó al bajo


mundo
por sorpresa en los últimos años? Está diciéndome que el hombre que hace

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que todos en el bajo mundo palidezcan, El Relámpago, ¿es el hermano de
Enrique López?

—Exacto, ¿por qué crees que Enrique tenía su propia parte del bajo mundo?
Era
solo por su hermano.

—El Relámpago es frío e inmisericorde en extremo y también es muy


protector.
—Tengan por seguro que estará furioso al descubrir que fueron Nataniel
Cruz y
Tomás Dávila quienes asesinaron a su hermano. ¿Creen que los perdone con
tanta facilidad?

Los Sosa se llenaron de júbilo al escuchar las palabras de José Miranda.

—Y bueno, una vez comí con El Relámpago, le informaré de lo que sucedió y


de
quien mató a su hermano.

El día terminó fuera del Club de la Suerte. Ubicado en una calle en Alameda.

En el primer piso del club había un gran salón y cubículos. El segundo piso
tenía
cuartos VIP mientras que el tercero era la guarida del Relámpago. En ese
piso
había un altar con una estatua de Zeus.

El Relámpago estaba sentado en una silla con brazos y tenía una atrevida e
imponente postura. Había un gran mastín tibetano a su lado, quien sacaba la
lengua de manera feroz.

Detrás de él, había una docena de hombres, y todos tenían una mirada cruel
en
sus ojos. Uno podía saber que cada uno había en algún momento tenido
sangre

en sus manos.

Mientras tanto, un hombre con gafas se encontraba arrodillado frente al


Relámpago. Llevaba una bolsa en sus manos y habló con una voz
temblorosa.

—Relámpago, traje el dinero que le debo, incluyendo los intereses, es un total


de
trecientos mil. Seguí sus instrucciones y todo está en efectivo.

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El Relámpago apretó sus labios con una expresión indiferente en su rostro.
Uno
de sus hombres entendió de inmediato, se acercó y le quitó la bolsa al
hombre
de las gafas, lo contó con rapidez y asintió.

—Relámpago, es la cantidad correcta —reportó.

El hombre arrodillado en el suelo suspiró de alivio, se limpió el sudor frío de


su
frente y murmuró con suavidad.

—Relámpago, le regresé su dinero. Si no hay nada más, con su permiso, me


voy.
Estaba preparado para escabullirse. No obstante, El Relámpago lo detuvo.

—¡Alto ahí! —Su voz era ronca y grave, sonaba como un demonio que
hablaba
de entre las sombras.

El hombre de las gafas se congeló en donde estaba, se dio la vuelta y sus ojos
lo miraron con terror al preguntarle.

—¿Puedo ayudarle con otra cosa?

El Relámpago acarició la cabeza del mastín y le preguntó con frialdad.


—¿Recuerdas la hora a la que te dije que regresaras el dinero?

La expresión del hombre cambió mientras replicaba.

—Antes de las nueve en punto de esta noche.

—¿Y qué hora es? —preguntó El Relámpago.


El hombre de las gafas comenzó a sacudirse y replicó con una voz
temblorosa.
—Son las diez en punto.

El Relámpago alzó su fría mirada y la dirigió hacia el tembloroso hombre


frente
a él.

—¿Recuerdas lo que dije? ¿Que si me regresabas el dinero, aunque sea un


segundo más tarde, te arrojaría del balcón? —añadió.

Al oír esto, el hombre se arrodilló de nuevo. Se inclinó ante El Relámpago


mientras le rogaba.

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—Relámpago, por favor, perdóneme. Lo entregué tarde porque estaba
recolectándolo para regresárselo...

Sin un ápice de compasión en su voz dijo:

—Debes de tener credibilidad si quieres sobrevivir en este mundo. Debes de


hacer lo que prometes. Vamos, tráiganlo al balcón y arrójenlo.

En ese instante, el hombre comenzó a gritar de manera agónica y palideció,


pero fue arrastrado hacia afuera por los monstruosos hombres.

Mientras tanto, El Relámpago miró a José Miranda y a los hermanos Sosa.


—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó con indiferencia.

—Relámpago, algo le sucedió a tu hermano en Ciudad Fortaleza. Estamos


aquí
para decirte lo que pasó —replicó José de manera cautelosa.

Al escuchar esto, la expresión del Relámpago cambió de forma drástica, al


mismo tiempo un grito de terror se escuchó desde fuera de la ventana.

El hombre de las gafas cayó del balcón y lo siguiente que se escuchó fue un
fuerte sonido antes de que se detuviera el grito.

El trío palideció hasta parecer sábanas.


El Relámpago continuó hablando con agudos ojos y tono frío.
—¿Qué le sucedió a mi hermano?

—Lo mataron Nataniel Cruz y Tomás Dávila —dijo José con incomodidad y
murmuró en una suave voz.

El mastín gruñó al escucharlo, El Relámpago, quien tenía su mano en la


cabeza
del mastín, cerró sus dedos aplastando su cabeza, y este dejó escapar un
gemido y murió en el acto.

Poco a poco, una expresión asesina apareció en el rostro del Relámpago.


Incluso el aire en el cuarto se había vuelto frío.

Miró al trío y les preguntó.


—¿Están diciéndome la verdad?

José Miranda no tuvo opción más que explicar.

—Sí, Nataniel y su hermano tenían una trifulca debido a un proyecto de


construcción. Él buscó a Tomás Dávila, el jefe del bajo mundo del Distrito
del
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Este y unieron fuerzas para asesinar a su hermano. Ahora, Dávila se ha
apoderado de todos los negocios de su hermano.

El rostro del Relámpago se ensombreció. Nadie sabía si le estaba hablando al


trío o a sí mismo.

—¿Quién mi*rda se cree que es Tomás para matar a mi hermano? Nunca lo


perdonaré. —Al terminar de hablar, se dio la vuelta y le dijo a uno de sus
hombres—. Cicatriz, haz que alguien fabrique dos ataúdes rápido. ¡Los
llevaré a
Ciudad Fortaleza y pondré los cuerpos de Nataniel y Tomás en ellos!

—¡Sí señor! —respondió Cicatriz con una voz profunda.

Se decía que las buenas acciones no se difundían pasando una puerta,


mientras que las malas se esparcían hasta miles de kilómetros.

En cuanto El Relámpago supo que su hermano había sido asesinado, las


noticias de que él había ido a Ciudad Fortaleza en persona para cobrar
venganza por su hermano se difundieron con rapidez.

Tomás Dávila lo supo también e incluso uno de sus hombres más capaces,
Javier, se puso frenético.

—Tomás estamos condenados. El hermano de Enrique, El Relámpago, viene


a
cobrar venganza.

El Relámpago había gobernado el bajo mundo por muchos años. Su


reputación
por su sangre fría y falta de misericordia era conocida en todo el sur. Muchos
palidecían solo al escuchar su nombre.

Estaba implícito que Tomás Dávila no podía compararse con él. Por eso
Javier
había entrado en pánico al recibir la noticia.

Tomás frunció el ceño también. Al saber que venía a cobrar venganza. No


obstante, permaneció inmutable y le dijo con calma.

—¿De qué tienes miedo? ¿Quién es este Relámpago? Él debe de arrodillarse


ante el señor. Si el señor quiere que se arrodille, él no estará de pie.

Javier y los demás recordaron al instante como Nataniel Cruz había matado
a
Enrique López. No obstante, se sentían ansiosos de todos modos.

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Estaban preocupados de que Nataniel no fuera un buen oponente para
enfrentar al Relámpago, debido a la impresionante reputación de este.

Tomás llevó a Javier a la casa en los Jardines del Río mientras se preparaba
para informarle a Nataniel de esto.

Tras oírlo que Tomás tenía que decirle, Nataniel se inclinó hacia atrás
sentado
en su estudio y sonrió un poco.

—¿Cómo se atreve ese retrasado a venir aquí? Está buscando su propia


muerte
dentro de esos ataúdes.

Tomás pensó que las palabras de Nataniel tenían sentido. Sin embargo,
Javier
y sus hombres permanecieron estoicos. Todos pensaban. «¡Este hombre a
quien Tomás llama “señor” es ridículo! ¿Cómo puede no asustarse por el
Relámpago?».

Mientras tanto, Tomás respondió con respeto.

—Señor. Relámpago llegó a Ciudad Fortaleza esta mañana. Se está quedando


en el Complejo turístico Manto Solar. Ha dado a conocer que ambos
moriremos
esta noche o si no...

—¿0 si no qué? —preguntó con frialdad Nataniel.

Tomás agachó su cabeza y replicó en voz baja.

0 si no, no seremos solo nosotros los que moriremos. Incluso quiere que
nuestras familias paguen por la muerte de su hermano.

De inmediato, un aire asesino emanó de Nataniel. Entrecerró sus ojos y dijo.

—El Relámpago es muy osado en verdad. Tomás prepara un viaje hacia


donde
se hospeda esta noche.

Él respondió en voz alta.

—Sí Señor.

La noche llegó unas cuantas horas más tarde.

Las luces brillaban en el Complejo turístico, el cual estaba ubicado en Ciudad


··························································································································· ®
Fortaleza.

Todos sabían que el señor del bajo mundo Relámpago estaba en Ciudad
Fortaleza y se hospedaba en ese complejo turístico.

Muchas figuras del bajo mundo, así como individuos adinerados, trataban de
congraciarse con él.

Por supuesto, también había varios que lamentaban su llegada.

Esto era porque todo el mundo sabía que había ido a Ciudad Fortaleza para
vengarse por su hermano Enrique.

Muchos pensaban que este sería el final de Nataniel Cruz y Tomás Dávila.

El salón principal del complejo turístico estaba adornado por los dos ataúdes
que había traído El Relámpago.

Él había garantizado que los cadáveres de Nataniel y Tomás estarían dentro.

Mientras tanto, él se encontraba sentado en una silla de madera junto a


Cicatriz, acompañado también de un montón de hombres quienes lo
rodeaban.

Cicatriz miró a los hermanos Sosa y a José miranda, así como a los demás
que
fueron a visitarlos. Les dijo a todos con una mirada fría.

—Relámpago vino para cobrar venganza por su hermano. No recibirá a


ningún
visitante. Por favor váyanse o provocarán su ira.

El grupo no pudo hacer otra cosa más que dejar el lugar.

Mientras salían, especulaban sobre si Nataniel y Tomás aceptarían sus


muertes
e irían ahí.

—¿Cómo se atreverían a no venir si Relámpago se los pidió? Si no lo hacen,


destruirá a las familias de ambos, basándose en su carácter y en como hace
las cosas. —Se burló José

A las nueve, un Rolls Royce , seguido de dos Audi, llegaron al


estacionamiento del complejo turístico Manto Solar.

Nataniel, Tomás Javier y otros ocho hombres estacionaron sus autos y


salieron, en cuanto un grupo de feroces hombres vestidos de traje los
··························································································································· ®
rodearon
con discreción.

Al mismo tiempo, uno se apresuró al vestíbulo del complejo y gritó a todo


pulmón.

—¡Jefe! ¡Nataniel y Tomás están aquí! ¡Ya llegaron!


Sin embargo, Nataniel estaba calmado al entrar al complejo con los demás.

Detectó de inmediato los ataúdes en el vestíbulo, así como al Relámpago,


quien
se encontraba en la silla de madera, rodeado por una docena de hombres.

En cuanto entraron, una docena de hombres más entró tras ellos y cerraron
las
puertas.

El Relámpago los miró con desprecio y los provocó.

—Tomás, es suficiente que tú y Nataniel estén aquí. Pero incluso trajeron


algunos hombres con ustedes. ¿Están aquí para llevarse sus cadáveres? —El
pensaba que habían ido porque tenían miedo. El miró a Nataniel y preguntó
de
manera siniestra—. Entonces, ¿tú eres Nataniel? ¿El hombre que uso medios
despreciables para atacar a mi hermano por sorpresa, matándolo en el
proceso?

Nataniel sacudió su cabeza.

—Estás equivocado, maté a tu hermano a plena luz del día con muchos
testigos. No fue un ataque sorpresa como dices.

Todos abrieron los ojos como platos ante las palabras de Nataniel. No podían
creer que se comportara y hablara de forma tan indignante cuando estaba
tan
cerca de la muerte.

Un aura asesina emanó del Relámpago de forma abrumadora. Erizando el


cabello de todos.

Lanzándoles una mirada mortal. El Relámpago ordenó.


—¡Cicatriz, envíalo a su muerte!

Su asesino número uno Cicatriz, miró de forma presumida a Nataniel


mientras
avanzaba hacia él.

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—Joven, deberías haberlo pensado antes de agraviar al Relámpago. ¡Incluso
te
preparamos un ataúd! ¡Morirás en mis manos!

Él era uno de los mejores peleadores del Relámpago. Había matado a más de
diez personas y, al recibir la orden, se abalanzó hacia Nataniel.

¡Tras! En cuanto se acercó a Nataniel, alzó su pierna y le lanzó una patada a


su
cabeza. Era obvio que quería matarlo justo en ese lugar y momento.

Atacó con tanta velocidad y fuerza que se podían oír sus movimientos.
Todos sus camaradas lo animaban.

—¡Muy bien!

—¡Buena patada!

—¡Excelente! ¡Acábalo!

En ese momento Nataniel se burló de forma ruidosa y le lanzó una patada


voladora. Era mucho más rápido que cicatriz y su ataque parecía ser muy
fuerte.

Extendió sus piernas y le dio una patada a Cicatriz directo en sus rodillas.
Sus
rótulas de este se rompieron. Ahora parecía que los hombres estaban
animando a Nataniel.

—¡Ay! —gritó de agonía cuando Nataniel le lanzó una segunda patada, ahora
hacia su cabeza.

En ese instante, Cicatriz perdió su vida. Su cuerpo voló por los aires y
aterrizó
encima de uno de los ataúdes, inmóvil.

Todos los hombres del Relámpago abrieron sus ojos de par en par y
quedaron
boquiabiertos. Algunos miraron a Nataniel con incredulidad. ¡No podían
creer
que Cicatriz fue asesinado por él en medio segundo!

Tomás lo miraba con orgullo. ¡Esta era la mirada de un hombre que


estuviera
viendo a un dios!

Mientras tanto, Javier y sus hombres también estaban asombrados por la


··························································································································· ®
proeza de Nataniel, aunque no era la primera vez que lo veían pelear. Era tan
rápido y fuerte que fue una muerte instantánea.

La adrenalina corrió por sus venas y se sintieron aturdidos por tanta


emoción.
¡él era en verdad grandioso!

Ni siquiera El Relámpago esperaba que Nataniel pudiera derrotar a Cicatriz.

Aunque estaba aún un poco en shock, se levantó con lentitud y mantuvo su


mirada en él. Con mayor conocimiento de la situación, se burló.

—Parece ser que te he subestimado. Pudiste derrotarlo. Bueno, entonces


tendré
que ser yo quien te envíe al infierno.

—¡Felicidades! ¡Ganaste la oportunidad de que te derrote en persona! —dijo


con
una sonrisa.

El Relámpago se puso furioso al escuchar sus palabras.

—¿Cómo te atreves? En verdad tienes una boca muy grande. Bueno, veamos
si
sigues igual después de que te saque la mi*rda a golpes —dijo mientras se
aproximaba a Nataniel.

Aunque no estaba yendo ni rápido ni lento, cada paso que daba hacía que los

demás sudaran frío. Todos sentían como si una bestia estuviera atacando, sin
tener misericordia.

Nataniel curveó sus labios en una ligera sonrisa. Puso su mano en uno de los
ataúdes a su lado y lo empujó.

Este voló como si fuera una bala hacia El Relámpago.

Sorprendido, se agachó con rapidez y el pesado ataúd pasó justo por encima
de
su cabeza.

No obstante, cuando esquivó el primer ataque, vio una sombra que pasó a su
lado. En ese instante, Nataniel estaba justo enfrente de él.

Estiró su mano y agarró el cuello del Relámpago, levantándolo del suelo,


quien
en ese instante se sintió como si fuera un pollo, estrangulado por Nataniel
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con
una sola mano. Su agarre era tan poderoso como una garra de un tigre. Sin
importar cuanto luchara, no había manera de escapar.

Sintiendo pánico, trató de atacar el rostro de Nataniel, queriendo dejarlo


ciego
para liberarse de su agarre.

Pero él solo bufó y apretó aún más su cuello. Se escuchó el sonido de algo
rompiéndose en todo el vestíbulo y así, el cuello del Relámpago se partió en
dos.

El Relámpago estuvo muerto en un instante. Parecía como un saco que


Nataniel hubiera agarrado.

Arrojó su cuerpo sin vida a un lado, el cual aterrizó en el otro ataúd.

—Sé que hay algunos que buscan la muerte, pero esta es la primera vez que
alguien trae un ataúd para cuando la encuentran. ¡Muy bien!

Los hombres del Relámpago estaban llenos de desesperación y sorpresa.

Los dos ataúdes que habían traído ahora contenían los restos de Cicatriz y
del
Relámpago.

De no ser porque las puertas estaban cerradas, todos sus subordinados


hubieran huido despavoridos.

Tomás, Javier y el resto de ellos miraban a Nataniel con fanatismo en sus


rostros una vez más.

Nadie sabía quién era El Relámpago ahora. «¿Una persona importante del
bajo
mundo? ¿un hombre que hacía palidecer a todos en el bajo mundo del sur?».

A los ojos de Nataniel, él era solo una presa que podía ser asesinada en
cualquier momento.

Tras esta limpia y rápida muerte, Nataniel alzó sus dos brazos y miró con
atención a la multitud a su alrededor mientras los desafiaba.

—¡Vamos! ¿no hay nadie más que quiera mandarme a mi tumba antes de
tiempo?

Todos se sintieron incómodos al escuchar esto.

··························································································································· ®
«¿Era un desafío? ¿Para qué? Cicatriz murió en medio segundo, aunque era
el
peleador número uno del Relámpago, quien en sí mismo era un caudillo del
bajo
mundo, famoso por su habilidad en combate. ¡Y también había muerto en

segundos! ¿Cómo podríamos nosotros, sus subordinados, desafiarlo?».

Los hombres tiraron sus armas y se arrodillaron uno a uno. Le rogaron al


unísono.

—¡Señor Cruz! ¡Cometimos un error, ahora lo sabemos! Por favor,


perdónenos.

Tomás y Javier, así como los demás hombres, miraron a Nataniel y le


preguntaron con respeto.

—Señor, ¿qué hacemos con ellos?

Si esto fuera una guerra y un enemigo hubiera atacado el norte, Nataniel


nunca
los hubiera perdonado.

Sin embargo, esto no era el norte, ni era una guerra. Por lo que replicó.
—Dejen que se vayan y se lleven los cuerpos y los ataúdes.

Al oír estas palabras, los hombres actuaron como si Dios mismo hubiera
perdonado sus pecados. Limpiaron todo con rapidez, se llevaron los dos

ataúdes y se fueron sintiéndose abatidos.

—Señor, ¿por qué dejó que se fueran? Si ellos hubieran ganado esta noche no
nos hubieran tan solo perdonado —preguntó Tomás

—Ya matamos a sus jefes. Estos subordinados no importan —dijo Nataniel


con
calma—. Además, pueden difundir la noticia de la muerte del Relámpago.
Cuando esta se esparza, todos tendrán miedo y no quedará nadie que
perturbe
nuestros pacíficos días.

—Entendido señor. —Tomás asintió y agachó su cabeza.

En la mansión de José Miranda, este y los hermanos Sosa estaban a punto de


festejar las muertes de Tomás y Nataniel con champaña.

No obstante, pronto recibieron la noticia de que habían salido sin un rasguño


··························································································································· ®
del complejo turístico, así como de que Nataniel había matado al Relámpago
en
combate singular. Sus hombres ya habían regresado su cuerpo a Alameda.

Todos ellos estaban atónitos e incrédulos ante la noticia.


Después de un largo rato, José habló por fin.

—Mi*rda. Pensé que el Relámpago era lo suficientemente capaz, parece que


solo es un recipiente vacío.

—Tenía muchísimos hombres, Si los hubiera empleado, es seguro que


Nataniel
hubiera muerto. Pero eligió enfrentarse a él en combate singular. Y por eso
murió, que retrasado. —Samuel dijo con una sonrisa.

—Escuché que El Relámpago era muy buen peleador. Supongo que fue un
error
inesperado. Bueno, Nataniel tuvo suerte de poder derrotar a un maestro con
esos patéticos puñetazos suyos.

El trío continuó hablando sobre cómo había sido derrotado con tanta
facilidad
por Nataniel Cruz porque había decidido pelear uno a uno.

En ese momento el mayordomo entró e informó.

—Señor, hay un hombre llamado Fernando Lemes afuera que desea hablar
con
usted.

—Ese loco, ¿por qué está aquí de nuevo? —preguntó disgustado y frunció el
ceño.

—Señor Miranda, ¿qué sucede? —preguntó Samuel con curiosidad.

—Era uno de mis hombres. Escuché que estuvo en la milicia africana y que
no
siente nada cuando mata —replicó de forma casual—. Vi que era un buen
peleador y decidí contratarlo como mi guardaespaldas. Sin embargo, causaba
problemas. El último mes, peleó con alguien en un bar y mató a tres
personas.
Después de ese incidente, vino a pedirme ayuda. Le di algo de dinero y le
pedí
que se fuera de inmediato. No sabía que seguía aquí en Ciudad Fortaleza. Y
ahora viene a buscarme de nuevo, ¿cree que soy una caridad?

José le indicó al mayordomo que lo corriera.


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No obstante, Samuel Sosa lo detuvo y le sugirió.

—Señor Miranda, dado que Fernando es tan despiadado y que está huyendo,
¿por qué no hacemos uso de sus servicios?

—¿A qué te refieres? —preguntó José, su confusión estaba dibujada en su


rostro.

Con una astuta sonrisa, Samuel continuó.

—Fernando Lemes es solo un bandido. Matar a una o dos personas más no le


importa, teniendo en cuenta el número de personas que ha matado. ¿Por qué
no solo le da algo de dinero y le pide que mate a Nataniel Cruz?

—Exacto. Después de todo, ya ha trabajado para usted. Ahora que está en


problemas, podría odiarlo si lo echa. Por lo que solo dele algo de dinero y
pídale
que haga algo por usted. Es una situación donde no se puede perder —añadió
Pablo.

José pensó en sus consejos con una expresión sombría y al fin, asintió.
—Tienen razón. Dígale al loco que puede pasar.

—SÍí señor —respondió el mayordomo.

Con rapidez, entró un hombre con aspecto corriente, pero muy musculoso.
Era
Fernando Lemes.

Cuando estaba a punto de entrar en la sala de estar, algunos de los


guardaespaldas de José lo detuvieron. Escanearon su cuerpo con un detector
de metales para asegurarse de que no llevara ningún arma antes de
permitirle
que se acercara a José Miranda.

Fernando parecía tener una mirada sincera, sin embargo, uno podía detectar
una pizca de crueldad en sus ojos de vez en cuando.

Permitió que los guardaespaldas lo revisaran, pero cuando pasaron el


detector
de metales, se escuchó un sonido de este.

—¡ Tiene un armal
—Entrégala, ¡ahora!
Los guardaespaldas miraban a Fernando en alerta.

Incluso José y los hermanos Sosa, quienes estaban sentados en el sofá los
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miraron.

Fernando dejó escapar una sonrisa y se desabrochó su camisa, revelando su


cuerpo repleto de cicatrices. Las cuales no eran solo de cuchillos, sino
también
de heridas de bala e inclusive de granadas. Por lo que era una imagen
aterradora.

Los guardaespaldas lo miraron impactados y varios de ellos tragaron saliva


ante la imagen.

¡Debieron de haber pensado en las incontables batallas en África por las que
este hombre tuvo que pasar para lucir así!

Al notar las expresiones impactadas de todos, Fernando se sintió satisfecho.


Con un tono un poco arrogante, les aseguró.

No se preocupen, no tengo ningún arma. Solo algunas balas y granadas


dentro
de mí.

Al oír esto, todos quedaron estupefactos.

José hizo contacto visual con los hermanos Sosa, de pronto, se dieron cuenta
de que necesitarían a alguien que fuera feroz en verdad como Fernando
Lemes,
y no alguien que solo lo era de nombre como lo era El Relámpago.

José se puso de pie y se acercó a Fernando con una sonrisa al recibirlo.

—¡Oye, loco, por fin llegaste!

—¡Señor Miranda! —respondió él de manera automática.

José lo miró de arriba abajo varias veces y se rio antes de proseguir.

—No los culpes por lo que han hecho. Ofendí a alguien recientemente y casi
me
dan una patada en la cabeza por ello. Estos guardaespaldas están aquí para
protegerme, son muy estrictos con respecto a quien trate de acercarse a mí,

trata de entender eso por favor.

Fernando le lanzó una mirada a José y al detectar la venda en su cabeza,


abrió
sus ojos como platos y gritó furioso.

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—¡¿Quién se atrevió a golpearlo?! ¡Dígame ahora y ajustaré cuentas con él!
—¿Lo dices en serio, Fernando?

—Señor Miranda, ¡ni siquiera debería preguntar eso! —exclamó Fernando


disgustado—, usted es mi benefactor. ¡Quienquiera que le ponga un dedo
encima me está atacando a mí! ¡Y no me importa si es Dios o un rey, lo

acuchillaré hasta matarlo!

José estaba muy feliz por su respuesta. Le dio unos golpecitos en el hombro.
Y
le dijo:

—No te preocupes por eso, charlemos un poco antes.

—Si te vengas por mí, te daré diez millones para que huyas.

Los ojos de Fernando se iluminaron al escucharlo. Apenas y había ganado


veinte mil al mes cuando estaba trabajando con la milicia en Africa.

Aunque su salario podía aumentar si formaba parte de una operación


peligrosa,
¡solo le darían como máximo un millón!

y José le estaba ofreciendo diez millones por un trabajo. Era muy cercano a
lo
que recibiría trabajando un año en el campo de batalla africano.

Tras sentarse, José le sirvió un vaso de champaña y le contó de su enemistad


con Nataniel Cruz.

Fernando escuchó con atención de principio a fin. Tras lo cual, sus labios se
curvearon en una torcida sonrisa y comentó.

—He pensado en quien es este hombre. Parece ser un don de nadie que
aprendió un poco de las artes marciales tras retirarse de la milicia. Señor
Miranda, le aseguro que hare lo que usted quiera. Tengo dos hermanos,
mañana en la noche, mataremos a Nataniel Cruz por usted. Y
secuestraremos a
esa hermosa mujer Penélope Sosa y se la traeremos.

—Jo jo, esperaré por las buenas nuevas entonces —dijo José al escuchar eso.

En la tarde del siguiente día, Penélope y Nataniel salieron de la oficina y


condujeron a casa.

Cuando el auto dio una vuelta, de pronto una silueta se abalanzó frente a
··························································································································· ®
ellos,
Nataniel pisó el freno con rapidez.

—¿Lo golpeaste?, bajemos a darle un vistazo —exclamó Penélope.

Estaban a punto de estacionar el auto para revisar al hombre al que habían


arrollado, cuando de pronto, las puertas traseras se abrieron al mismo
tiempo y
dos hombres se escabulleron al interior.

Apuntaron sus armas a Nataniel y a Penélope y con una voz grave dijeron.

—No se muevan o los mataremos.

Nataniel frunció el ceño, mientras que Penélope se puso tan pálida como una
sábana.

Al mismo tiempo, el peatón que había sido atropellado se levantó con


rapidez y
se sentó en el asiento trasero del auto. Con una astuta sonrisa se presentó.

—Hola, soy Fernando Lemes. Será mejor que sigan mis instrucciones, de lo
contrario, no puedo garantizar que las armas no dispararán.

Nataniel le lanzó una mirada al trio y dijo con frialdad.

—Como se atreven a jugar con armas frente a mí. Deben de ser muy osados.
—Usted también lo es. ¿Cómo se atreve a ofender al señor Miranda? —
replicó
Fernando, apuntándole a la nuca—, conduzca ahora, siga la dirección hacia
los

suburbios, si se atreve a hacer algo extraño, le dispararé.

Con un dejo de sonrisa en su rostro, Nataniel arrancó el auto en dirección a


los
suburbios. Su »BMW aceleró.

En camino, el auto fue cada vez más rápido, El velocímetro mostraba que
estaban yendo a más de 100 kilómetros por hora y seguía acelerando.

En unos segundos, la velocidad era de más de 200 kilómetros por hora. Era
tan
rápido y aterrador como volar en un avión. Mientras conducía, Nataniel le
dijo a
Penélope con gentileza.
—Cariño, cierra tus ojos.
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Ella lo hizo y su cuerpo se tensó.

Dos de los hombres en el asiento trasero comenzaban a entrar en pánico.


Cualquiera lo haría a esa velocidad.

Por otra parte, Fernando había estado en el ejército y había pasado


experiencias de vida o muerte. Por lo que permaneció inmutable y solo se
aferró con fuerza a su arma sin entrar en pánico.

Sus ojos se dirigieron al velocímetro al acelerar a 250 kilómetros por hora.


Apretó sus labios y comentó:

¿A quién tratas de asustar conduciendo tan rápido? ¡Nunca había estado tan
asustado!

—¿A sí? —dijo Nataniel aún con su dejo de sonrisa.

Fernando notó esta expresión y supo que algo andaba mal. ¡Tras lo cual vio
que
Nataniel soltaba el volante!

Todos en el auto morirían si este se salía de control a velocidades tan altas.


Sin
embargo, Nataniel quitó las manos del volante y las alzó.

Fernando abrió los ojos de par en par y sus dos hombres perdieron el aliento.

—¿Estás asustado ahora? —preguntó mientras los miraba.

Antes de que pudieran responder, Nataniel alzó sus puños de repente y los
azotó en el parabrisas frente a él, el cual se rompió al instante formando un
patrón parecido al de una telaraña.

¡Crac!

Nadie podía ver el camino frente a ellos ahora.

—Dime, ¿ahora sigues sin tener miedo? —dijo con una sonrisa siniestra.
Fernando siempre había estado orgulloso de ser un hombre salvaje y
alocado.
Sin embargo, el color se fue de su rostro en ese momento. Apuntó su arma

hacia Nataniel y gritó con miedo.

—Maldición, tú estás aún más loco que yo. ¡Detén el auto! ¡Mi*rda! ¡Detén el
p*to
··························································································································· ®
auto ahora!

En ese momento el temerario Fernando tenía muchísimo miedo.

Seguía sonriendo cuando preguntó.

—¿Seguro que quieres que frene ahora?

No hacía falta decir que Fernando estaba en extremo preocupado al rugir.


—¡Apresúrate y frena! O si no, te dispararé...

Antes de que pudiera terminar su amenaza, Nataniel pisó el freno sin


advertencia de ningún tipo.

Él y Penélope estaban a salvo, ya que tenían sus cinturones de seguridad,


pero
Fernando y sus dos amigos no se los habían puesto al subirse al auto.

A tal velocidad, cuando pisó el freno, la enorme inercia arrojó al trio hacia
enfrente y entre los sonidos de los frenos el BMW giró algunas veces en
la carretera.

El auto golpeó el muro de contención y se detuvo con un ruidoso «¡Pum!».

Todos en el auto rebotaron de un lado a otro y las bolsas de aire se inflaron


en
automático.

Gracias a los cinturones de seguridad, Nataniel y Penélope estaban


relativamente ¡lesos.

No obstante, las cosas se veían muy mal para Fernando y sus amigos. Los
cuales fueron noqueados al instante. El mismo Fernando había salido
despedido del auto, destrozando en el proceso el parabrisas. Cuando el auto
se
detuvo por completo, él ya estaba dando sus últimos suspiros.

Mientras tanto, Nataniel, quien era extremadamente fuerte, en cuanto el


auto se
detuvo, se desabrochó su cinturón y con la velocidad de un rayo rompió el
cuello de los otros dos hombres. Tras lo cual salió del auto y se dirigió hacia
Fernando.

El hombre estaba determinado a vivir a base de pura fuerza de voluntad. Aún


con un lado de su cuerpo empapado de sangre y destrozado, intentaba
arrastrarse hacia el arma junto a él.

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No obstante, antes de que pudiera siquiera moverse, Nataniel se encontraba
ya
de pie frente a él.

Al alzar su cabeza, vio que tenía un aura asesina emanando de él. Su fría
expresión era suficiente para hacer que a uno se le pusieran los pelos de
punta.

—Déjame preguntarte. ¿José Miranda te envió a matarme? —le preguntó


Nataniel con una voz desprovista de compasión.

—¿Me dejarás ir si te lo digo? —gruñó Fernando con debilidad.


Él sacudió su cabeza y respondió.
—No, pero te daré lo que quieres.

—José Miranda me prometió diez millones a cambio de que te matara y


secuestrara a tú esposa. —Fernando rio con amargura y le reveló esto.

Nataniel alzó su pierna y dividió el cuello de Fernando en dos, tras lo cual


regresó al auto y vio que Penélope estaba inconsciente.

—Cariño, ¿cariño?...

Los ojos de Penélope se abrieron poco a poco. Sorprendida, abrazó a


Nataniel y
lloró en sus brazos.

Él acarició su cabello y la reconfortó de manera gentil. No te preocupes. Todo


está bien ahora. Estoy aquí.

Nataniel le marcó a César Díaz cuando todo se tranquilizó un poco. En poco


tiempo, él envió a una docena de jeeps que llevaban hombres de
vestimenta sencilla.

Nataniel le pidió que arreglara el desastre mientras que él tomó uno de los
jeeps y condujo a Penélope a casa.

Ella seguía en shock y no advirtió que César y sus hombres se comportaban


de
forma bastante extraña. Pensó que solo eran amigos de Nataniel.

En casa, Bartolomé y Leila habían cocinado la cena y estaban viendo


televisión
con Reyna.

En cuanto vieron que Penélope había regresado y vieron su pálida expresión.


De
··························································································································· ®
inmediato se le acercaron y preguntaron que le había sucedido. Lo que ellos
respondieron con rapidez para reconfortarlos asegurándoles que no se
encontraban heridos.

La familia se sentó a cenar.

Nataniel comió un poco antes de apartar sus cubiertos. Se levantó de la mesa


con el pretexto de que tenía que resolver lo del accidente del auto.

Después se puso su chaqueta y salió de la casa.

Había dos jeeps estacionados fuera de la casa de Jardín Ribera. Eran


César Díaz y otros soldados del norte quienes lo estaban esperando.

Le abrió la puerta del auto a Nataniel, quien subió y preguntó.


—¿Dónde está José Miranda en este momento?

—Señor, José Miranda está en su mansión, esperando la llegada de usted y la


señorita Sosa —le reportó César en voz baja.

Un dejo de sentimientos asesinos pasó por su rostro mientras se lo decía.


—Llévanos ahí.

—¡Sí señor!

¡Pum! ¡Se escuchó un fuerte ruido! Las puertas de la mansión de Miranda


fueron destruidas por los dos Jeeps</¡i>, los cuales funcionaron como

arietes, y condujeron directo al centro.

En ese momento, el líder de los guardias de la mansión, Yair Hinojosa se


apresuró a las puertas con un grupo de guardias.

—¿Quiénes son? —preguntó con una expresión sombría.

César Díaz y cinco soldados del norte salieron del auto con rapidez. César le
abrió la puerta del auto a Nataniel, el cual se bajó de este y anunció su
presencia con calma.

—¡Estoy aquí para quitarle la vida al señor Miranda!

Yair se burló y su voz resonó con fuerza.

—Veo que vienes en busca de tu muerte. ¡Todos, sáquenle la mi*rda a golpes


a
estas personas!

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En ese instante, los demás guardias siguieron sus órdenes, sacaron sus
porras
y se abalanzaron para atacar.

Por su parte, Nataniel permaneció inmutable. Mantuvo sus manos detrás de


él
y caminó hacia la entrada de la mansión como si el grupo de violentos
guardias
fuera invisible.

Mientras tanto, César gritó con fuerza y se defendió de los ataques de los
guardaespaldas.

Al ser capitán en la guardia nacional bajo el mando de Nataniel. Era claro


que
era muy bueno para pelear. Los guardaespaldas no eran rivales para este
grupo
de muy bien entrenados soldados de la guardia nacional. Y, en poco tiempo
un
baño de sangre se derramó...

César y sus hombres pelearon con las habilidades estándar de los militares. Y
mientras que no querían matar de forma directa, algunas de las heridas que
pudieran infligir podrían ser fatales. La habilidad de estos hombres era como
la
que tenían en el campo de batalla.

Los guardaespaldas que formaron parte en esa escena colapsaron en un


instante.

Incluso el más capaz, su líder Yair, salió volando por una patada de César.
Sus
costillas se rompieron y aterrizó junto a Nataniel.

Yair había estado en la milicia por siete años antes de ser obligado a retirarse
debido a un error.

Cuando lo hizo, comenzó a trabajar como guardaespaldas de individuos


adinerados debido a su habilidad para pelear. Y, había terminado siendo el
líder
de los guardaespaldas de José Miranda.

Siempre había estado orgulloso de su habilidad, pero ahora, había sido


derrotado por completo por primera vez en su vida.

Con su mano presionada contra su pecho, miró a Nataniel, César y al resto


de
··························································································································· ®
ellos con temor y sorpresa. Y de pronto le espetó.

—Es... ¡Usted es el Ares del Norte! ¡Es el general Cruz!

Al escuchar estas palabras, Nataniel quien se dirigía a la mansión se detuvo


en
seco.

—Puedes reconocerme. Es en verdad extraño

De hecho, Yair no estaba tan seguro cuando lo dijo.

Pero al oírlo ahora, sabía que el hombre frente a él era el general más joven
del
país C. El caudillo más misterioso de todo el país. ¡Nataniel Cruz!

Yair luchó un poco y por fin se arrodilló frente a Nataniel mientras decía.
—Antes estaba en la milicia y, aunque no era parte de los guardias del norte,
escuché su nombre en reportes militares. No esperaba que nos conociéramos
así, por favor, perdóneme general.

—Ya que alguna vez fuiste un recurso del país, ¿cómo puedes permitirte ser
empleado de un retrasado como José Miranda? Te dejaré ir esta vez, ya que
también eres un soldado. Saca a tus hombres de aquí y no le reveles mi
identidad a nadie.

Yair y sus hombres asintieron con seriedad y dijeron.

—SÍí señor, entendido.

José Miranda ignoró por completo la intensa pelea que había sucedido en el
patio ya que estaba en la sala de estar del segundo piso.

Tragó dos píldoras importadas y se sintió en extremo vigorizado y


rejuvenecido.

Se frotó sus palmas en anticipación, esperaba a los bandidos que le habían


prometido que matarían a Nataniel y le llevarían a Penélope.

En ese momento, pudo escuchar pasos en la escalera.

José sonrió con júbilo. Estaba a punto de preguntar si Fernando ya había


regresado.

Sin embargo, lo que vio fue a Nataniel y a algunos de sus hombres subiendo
las
escaleras.
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Abrió sus ojos en shock y le espetó.

—¡Eres túl

Con calma y determinación, Nataniel se acercó y se sentó en el sofá como si


fuese el amo de la casa. Examinó los distintos frascos de pastillas que había
sobre la mesa. Luego miró hacia José y le preguntó:

—¿Estás sorprendido?

—Fernando y sus hombres... —José quiso preguntar por ellos, pero se dio
cuenta de que no era el momento. De inmediato, cambió de tema y preguntó:

—¿Qué está haciendo aquí?


Nataniel respondió sonriente:

—Pensé que quería preguntar dónde estaban Fernando y sus amigos. Bueno,
están de camino al infierno y, como es natural, vine aquí para enviarte
también
con ellos. Contigo allí, no se sentirán tan solos en ese lugar.

Al escuchar esas palabras, José se puso blanco como el papel y su rostro


reflejó una mirada de asombro y terror. Tomó rápidamente el radio de mano
que estaba encima de la mesa y ordenó:

—¡Guardias! ¡Vengan al segundo piso ahora!


Nataniel resopló:
—No hay necesidad de llamarlos. Todos se fueron.

Las pupilas de José se dilataron y sus ojos se abrieron de par en par en señal
de sorpresa. Le temía a la muerte y por eso tenía una docena de
guardaespaldas para protegerlo. ¿Cómo pudo Nataniel enfrentarse a ellos
tan
fácilmente?

Nataniel lo miró con frialdad, como observando a su presa antes de


devorarla.
Entonces le dijo en un tono despreocupado:

—Te advertí aquella noche en el popularidadel Juno que, si alguna vez le


ponías
un dedo encima a mi mujer, tendrías una muerte horrible. ¿No lo recuerdas?

—Nataniel, no te atreverás a matarme. ¿Sabes quién soy? —le gritó José. En


realidad, ya había notado sus intenciones de asesinarlo y estaba aterrorizado.
Todo era puro teatro, pero en el fondo tenía mucho miedo de lo que pudiera
··························································································································· ®
sucederle—. Soy uno de los hombres más ricos de Ciudad Fortaleza. Tengo
muchos amigos, tanto en el bajo mundo como en el mundo de los negocios.
Me consideran un invitado incluso en la casa del alcalde. ¿Cómo te atreves a
intentar matarme? —continuó—: Te juro que, si me pones un dedo encima,
nunca más podrás vivir en Ciudad Fortaleza. ¿Quieres que toda tu familia sea
destruida y perjudicada?

—¿Tienes algo más que decir? —preguntó Nataniel con frialdad.

José quedó boquiabierto. No esperaba esa reacción, ¡sobre todo por cómo lo
había amenazado!

Nataniel se puso de pie, le tiró de las mangas y le dijo:

—Ya que no tienes más nada que pedir antes de morir, César, llévalo a dar su
paseo. —Tras dejar a José con aquellas palabras, se dio la vuelta y salió de la

habitación. Justo cuando llegó a las escaleras, se escuchó un escalofriante


grito y luego de un fuerte chasquido, el grito cesó.

Eran más de las diez cuando Nataniel volvió a casa.

Penélope había conseguido por fin convencer a su hija para que se durmiera
y
estaba lavando la ropa sucia de Nataniel. Las prendas interiores se lavaban a
mano, el resto en la lavadora. Durante todo ese tiempo, solo ella lavaba la
ropa
interior de Nataniel.

Él la observaba toda sudada mientras lavaba su ropa. Ni siquiera se dio


cuenta
de que él había vuelto. Inconscientemente, dejó escapar una sonrisa y sus
ojos
dibujaron una expresión inusual y dulce.

Después de un largo rato, terminó de lavar. Cuando se volteó para estirarse,


notó que Nataniel estaba parado en la puerta del baño, mirándola con una
ligera sonrisa en los labios. Entonces exclamó asombrada con el rostro un
poco molesto:

—¿Cuándo volviste?

—Acabo de entrar —respondió con la misma sonrisa amable.

Ella siguió hablando mientras enjuagaba la ropa en agua fría:

—¿Por qué me mirabas?


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—Nada, solo quería hacerlo —respondió Nataniel en voz baja.

Las mejillas de Penélope se sonrojaron al oír sus palabras. Se mordió los


labios
y lo miró contenta.

Nataniel pensó que se trataba de una escena conmovedora, mientras que ella
creyó que él estaba intentando seducirla.

Después de colgar la ropa, ella le preguntó:

—ARh, por cierto, ¿ya está todo bien? —Era obvio que se refería al secuestro
y al
accidente de la tarde. Sin embargo, recordó que él la había llevado lejos de
allí
en cuanto se despertó. No sabía que los secuestradores ya habían sido

eliminados; pensaba que aún estaban en coma.

—Tengo algunos amigos de la guardia. Se ocuparon rápido del asunto, así


que
no te preocupes —respondió con toda tranquilidad.

Ella suspiró aliviada y asintió:

—Qué bueno entonces.

De repente, Nataniel se acordó de algo y la miró con preocupación.

—Recuerdo que tenías el brazo y la pierna derecha heridos. ¿Ya te sientes


bien?
Penélope negó con la cabeza:

—No es grave. No me atreví a decirles a mamá y a papá la verdad antes


porque
tenía miedo de que se preocuparan. Me aplicaré un poco de pomada yo
misma.

—Deja que te ayude —se ofreció Nataniel con firmeza.


Penélope abrió un poco más los ojos y tartamudeó:
—Está bien, puedo hacerlo yo sola.

—Déjame ayudarte. Voy a buscar la pomada ahora mismo —afirmó con tono
dominante. Se dio la vuelta y buscó la pomada en el armario.

Mientras tanto, las mejillas de Penélope seguían enrojecidas y, con la mirada


··························································································································· ®
fija en su espalda, murmuró para sí misma:

—Este hombre sigue siendo tan prepotente como siempre.

Penélope no quería que Nataniel la curara en la sala de estar y, por lo tanto,


se
dirigió primero al dormitorio. Poco después, él entró con un frasco de
medicamento.

Los dos se sentaron junto a la cama mientras él le subía las mangas. Le


aplicó
la pomada sobre los moretones. Luego, le levantó la pierna derecha y la
colocó
sobre su regazo. Con cuidado, le subió los pantalones y dejó escapar un leve
suspiro al ver los rasguños y los hematomas en su pierna. Se puso un poco de
pomada en las palmas de las manos y la frotó con delicadeza sobre la pierna
lastimada.

Penélope observó de cerca su expresión. Parecía serio y a la vez dolido. Dicen


que los hombres son más atractivos cuando están serios y ella no podía estar
más de acuerdo con esa afirmación. Además, se dio cuenta de que cuanto
más
lo miraba, más varonil y apuesto parecía, aunque a primera vista no fuera
así.
Tal vez era a lo que llamaban «guapo». Sus ojos estaban clavados en su
rostro,
mientras su mente seguía divagando en su fantasía.

—¿Te duele? —preguntó Nataniel, que levantaba la cabeza de vez en cuando.

Como si la hubieran sorprendido con las manos en la masa, sus mejillas se


pusieron muy rojas y de inmediato contestó como aturdida:

—No... No me duele.

Él sonrió y dijo:

—Muy bien, ya está. Me voy a bañar. Tú deberías irte a la cama primero.


Justo cuando estaba a punto de irse, Penélope sugirió de repente:
—Deberías volver a dormir con Reyna esta noche.

Al oír esto, Nataniel le lanzó una mirada elocuente.

Con las mejillas sonrojadas, Penélope dijo un tanto avergonzada:

—No me malinterpretes. Solo me preocupa que le vuelva a dar una rabieta si


se
··························································································································· ®
entera de que dormiste en la habitación de huéspedes.

—De acuerdo entonces —asintió Nataniel con una amplia sonrisa.

A la mañana siguiente.

Mia, la chica del salón de exposiciones de BMW , estacionó un nuevo


M760Li xDrive frente a la casa de Nataniel. Ya había hecho todos los
trámites y
le había conseguido un permiso de conducción temporal. Era el cuarto
BMW que Nataniel le compraba este mes. Ahora, solo tenía una
impresión de él: que era un hombre rico y generoso.

Después de pagar el auto, Nataniel tomó las llaves y llevó a su hija a la


escuela
antes de dirigirse al Corporativo Cruz con Penélope.

Una vez resueltos los problemas de la línea de crédito, la empresa entró en


pleno funcionamiento. La mayoría de las viviendas del Barrio Asiático
habían
sido demolidas y la construcción estaba por comenzar su segunda etapa.
Iban
a empezar a reunir un equipo de ingenieros para construir el Centro
Comercial
Asiático.

Por la tarde, la pareja fue a almorzar a un pequeño restaurante. Aunque


Penélope había nacido en el seno de una familia adinerada, no le había ido
bien
en los últimos años y, por tanto, le gustaba economizar. Pidió algunos platos
sencillos e incluso tomó la sopa gratuita que ofrecía el restaurante, como lo
haría un trabajador de oficina. Del mismo modo, Nataniel no era
escrupuloso
con los alimentos. Durante su vida militar, comía lo mismo que sus soldados
y,
a veces, incluso plantas y frutas silvestres. Aunque fue una comida barata y
rápida, los dos almorzaron hasta hartarse. Sin embargo, justo cuando
estaban
absortos en su momento de luna de miel, se escuchó la voz de una mujer que
decía:

—¡Caray!, ¿esa no es Penélope Sosa? ¿La reina de nuestra universidad? ¿Por


qué estás aquí comiendo una comida tan barata?

Nataniel frunció el ceño al instante. Sus ojos siguieron la mirada de Penélope


hacia la mujer que había hablado. Tenía el cabello rizado, llevaba gafas de sol
y
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lucía un lujoso vestido de marca. Aunque era bien parecida, su rostro estaba
cargado de maquillaje y de ella emanaba un fuerte perfume. En fin, se veía
pasada de moda y poco agraciada.

No era otra que la archienemiga de Penélope en la universidad: Lulú


Maldonado.

Cuando Penélope la vio, sus ojos se llenaron de emociones encontradas. No


obstante, la saludó con calma:

—Lulú, ¡qué casualidad!

Lulú sacó un asiento y se sentó sin pedir permiso.

SÍ, ¡qué casualidad! ¿Y quién es él?

Penélope procedió a presentárselo:

—Es mi esposo, Nataniel Cruz.

Los examinó con la mirada y preguntó con aire despreocupado:


—Ah, ¿y a qué se dedica el Señor Cruz?

Él respondió con sinceridad:

—En este momento estoy desempleado.

Lulú se burló al escuchar la respuesta.

—Por eso no me extraña que estén aquí comiendo una comida tan barata.

Nataniel sonrió sin negar su afirmación. Penélope se mostró algo molesta y


preguntó:

—Lulú, ¿no estás aquí para comer?


Esta pegó un grito exagerado.

—¿Comer? ¿Aquí? Por Dios, ¡nunca comería en un sitio de mala muerte


como
este!

Sus palabras atrajeron las miradas de los demás clientes alrededor. Nataniel
y
Penélope fruncieron el ceño. Entonces ella preguntó:

—Si no viniste a comer, ¿por qué estás aquí?

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Lulú respondió con petulancia:

—Mi novio va a hacer una inversión en esta zona. Vino a echar un vistazo y lo
acompañé. Por lo general, solo ceno en restaurantes Michelín. Nunca
comería
comida rápida y barata como esta.

Nataniel se levantó.

—Penélope, ya terminé de comer. Dame un segundo y traigo el auto.

Ella asintió:

— ¡Está bien!

Lulú lo miró mientras se marchaba y dijo con indiferencia:

—Vaya, querida Penélope. Antes eras la chica más bella de la escuela. ¿Cómo
fue que terminaste así? Escuché que tuviste un hijo fuera del matrimonio
antes
de que te echaran de tu familia. Aun así, no tenías necesidad de conformarte
y

casarte con un vago desempleado.

Justo en ese momento, un hombre de mediana edad con un traje Armani


se acercó, mientras miraba a Penélope con ojos brillantes.

—Lulú, ¿esta preciosa dama es tu amiga?


Esta vio al hombre y de inmediato se inclinó hacia Penélope cariñosamente.

—Humberto, déjame presentarte a Penélope. Es mi amiga de la universidad.


Penélope, este es mi novio, Humberto Solano.

La joven lo saludó con la cabeza y respondió con amabilidad:

—Parece que al Señor Solano le va bien en su carrera. Lulú encontró un buen


hombre.

Humberto recorrió su cuerpo de arriba a abajo con una mirada sórdida y le


dijo
fingiendo modestia:

—No, no. Acabo de empezar mi negocio.

Su novia no tardó en intervenir.

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—¡Humberto, a ti te va estupendo! Fuiste presidente de Diva Ltd. y has
acumulado toda esa experiencia en gestión, así como millones en riqueza y
bienes. Ahora te estás preparando para crear tu propia empresa, ¡y
compraste

un Mercedes carísimo! ¡Eso es ser una persona exitosa! —Se volvió y


miró a Penélope—. ¿No estás de acuerdo, Penélope?

Ella asintió:

—¡Supongo!

Lulú estaba alardeando a propósito delante de ella para ver si podía hacerla
sentir celos o resentimiento. Sin embargo, para su decepción, no había ni
rastro
de ello en su expresión. De repente, cambió el tema.

—¡Ah, verdad! Penélope, ¿no dijiste que tu esposo iba a buscar el auto? ¿Por
qué
tarda tanto? ¿Qué auto estará conduciendo? ¡No me digas que es una especie
de furgoneta! Jaja, ¡debe ser! Si están comiendo en un lugar tan barato, no es
posible que tengan un buen auto.

No había terminado su frase cuando un BMW M760Li xDrive se detuvo


frente al restaurante. Se quedó estupefacta al ver a Nataniel salir de él.

Abrió la boca sin poder creer lo que veía. Nataniel conducía un BMW que
era diez veces más caro que el Mercedes de Humberto.

Nataniel se acercó y sonrió con cortesía.

—Señorita Maldonado. ¿De qué hablaban usted y mi esposa? Parecía


interesante.

Tanto Lulú como su novio se sonrojaron. Ella enseguida agitó las manos:

—Nada, nada. —Entonces, agarró a su novio del brazo y salieron de allí


abochornados.

En la sala de estar de los Sosa.

Alfredo, junto con Samuel y Pablo, y algunos otros familiares estaban


sentados
alrededor de un invitado muy importante. Tenía unos veintisiete años y
llevaba
puesto un traje Armani hecho a la medida y un par de lentes de armazón
dorada sobre la nariz. Lo rodeaba un aura sublime y regia. No era otro que
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Félix
Lobaina, el tercer hijo de la Familia Lobaina.

Los Sosa tenían cierto prestigio en Fortaleza. Sin embargo, en la región sur y
en
toda la nación, eran casi desconocidos. En cambio, los Lobaina eran una
familia
aristocrática, de las élites. Estaban muy por encima de los Sosa.

En ese momento, Alfredo le sonrió a Félix:

—Señor Lobaina, ¿por qué ha venido hasta Fortaleza?

El joven sonrió también.

—Fortaleza es una ciudad agradable y está llena de potencial. Me estoy


preparando para expandirme por aquí.

Alfredo abrió los ojos asombrado.

—Puede que Fortaleza sea buena, pero no tiene comparación con Alameda.
Los
Lobaina son muy prominentes en Alameda y tienen acceso a todo tipo de
recursos. ¿Por qué desestima todo eso?

Félix contestó en un tono apagado:

—No quiero depender de mi familia. Quiero intentar labrar mi propio


camino,
probarme a mí mismo ante mi padre.

Alfredo volvió a sonreír.

—¿Ah sí? Parece que el Señor Félix se convertirá en una persona a la que
habrá
que tener en cuenta y traerá un tsunami de cambios para el mundo de los
negocios en Fortaleza.

Este respondió con reserva:

—Exagera demasiado. Vine con ganas de aprender y de poner en práctica lo


que he aprendido. Además, la razón por la que elegí este lugar fue porque
hay

alguien aquí a quien no puedo olvidar.

Esto despertó el interés de Alfredo y los demás, que estaban deseosos de


··························································································································· ®
saber quién era esa persona.

Félix sonrió.

—Estudié en la Universidad de Fortaleza junto a Penélope. Salí al extranjero


para continuar mis estudios durante estos años, pero no he podido olvidarla.
Hablando de eso, ¿dónde está ella? No la he visto.

Todos los Sosa abrieron los ojos impresionados al escuchar lo que Félix
había
dicho. ¡Quién lo iba a decir, la persona que el señor Félix no podía olvidar era
nada más y nada menos que Penélope Sosa!

Alfredo se sentía emocionado e incómodo a la vez. Emocionado porque el Sr.


Félix estaba interesado en Penélope e incómodo porque ella había sido
expulsada de la familia.

Samuel aprovechó para responder:

—Sr. Félix, hay algo que no sabe. Penélope se empeñó en casarse con un vago
inútil, incluso a costa de romper los lazos con nuestra familia.

Pablo también respondió con pesar:

—Así es. Ahora está con Nataniel Cruz y hasta tiene una hija suya. Ya no
merece su consideración.

Alfredo y los demás se llenaron de pesar. Si Penélope no hubiera estado con


Nataniel, podrían haberla casado con Félix. Emparentarse con una familia
aristócrata como los Lobaina era algo que la gente ni siquiera soñaba.
Intentaba hacerle saber al joven que él y Penélope no eran el uno para el otro
y
que ya no tenían la oportunidad de estar juntos.

No obstante, las palabras de Félix sorprendieron a todos.

—He oído hablar de la situación de Penélope en estos años. Fue violada por
un
borracho y dio a luz a su bebé fuera del matrimonio. Tenía la intención de
criarlo sola, pero el borracho, Nataniel Cruz, la buscó cuando nadie lo
esperaba.
Ella tiene un alma bondadosa. Por el bien de su bebé, se comprometió y se
conformó con ese inútil de Nataniel. —Su mirada se enturbió—. No me
importa
su pasado. Me desharé de ese bueno para nada y le daré la felicidad que se
merece. También espero que su relación con la familia Sosa pueda
restablecerse.
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Cuando Alfredo y el resto de los miembros de la familia escucharon sus
palabras, todos se exaltaron de manera obvia.

Alfredo le tomó la mano, entusiasmado.

—¡Sí, sí, síl Señor Félix, si consigue deshacerse de ese inútil de Nataniel Cruz,
toda nuestra familia está dispuesta a aceptar a Penélope y a su bebé de
vuelta.
También prometo casarla con usted. Los Sosa y los Lobaina nos
convertiremos
en parientes políticos.

Samuel estaba preocupado.

—Nataniel es bastante inepto, pero de alguna manera tiene a la familia de


Bartolomé comiendo de su mano. Me preocupa que Penélope no acepte
dejarlo.

Félix entrecerró los ojos y respondió:

—No se preocupe. Me encargaré de deshacerme de él y de ganarme el


corazón
de Penélope.

Los Sosa no podían ocultar sus amplias sonrisas mientras asentían con
fervor.
Félix siguió conversando con Alfredo y su familia. Después de un rato, él y
sus

hombres salieron de la casa de los Sosa. Al salir, Espectro, uno de sus


hombres
más capaces, no pudo contenerse:

—Señor Lobaina, Penélope es una mujer «usada». ¿Está seguro de que vale
la
pena?

Félix se ajustó sus lentes dorados y entrecerró los ojos.

—No me casaría con ella, pero hace poco tomó el control de un importante
proyecto en Fortaleza. Este proyecto tiene un buen margen de beneficios.
Una
vez que la tenga, el proyecto será mío también.

Espectro abrió los ojos como platos.


—¿Entonces, el Sr. Félix en realidad solo pretende usarla?
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Los labios de Félix dibujaron una sonrisa:

—Vine aquí para establecerme. Necesito obtener los mejores resultados en el


menor tiempo posible para probarme ante mi padre. Penélope Sosa será un
buen trampolín. Una vez que tenga su compañía y el proyecto, ¿quién va a
interferir en que me case con ella o no? Además, es muy bonita. No me
vendría
mal un poco de diversión con una mujer joven y casada como ella.

Espectro sonrió con complicidad:

—Entonces, permítame ser el primero en felicitarlo por haber conseguido


tanto
la mujer como el dinero.

En la planta baja del Corporativo Cruz.

En el suelo había nueve mil novecientas noventa y nueve rosas frescas


dispuestas en forma de un enorme corazón. Delante del corazón, estaba
estacionado un Maserati convertible de aspecto caro. Delante del
Maserati , se encontraba un hombre apuesto con un traje blanco y lentes
con armazón dorada. Un aura regia lo envolvía. También llevaba un ramo de
rosas en la mano y sonreía mientras esperaba frente a la entrada del
Corporativo Cruz.

Todo el que pasaba se detenía a contemplar la escena y muchas mujeres


suspiraban en voz baja:

—¡Mira, un hombre rico de una familia de élite! ¡Parece que va a confesar su


amor! ¡Es tan romántico!

—¡Debe ser de una familia muy rica! ¡Mira ese Maserati ! ¡Debe costar por
lo menos más de dos millones!

—¡Es tan raro que alguien no solo sea tan joven y rico, sino que además sea
tan
romántico! ¡Mira cómo ha preparado nueve mil novecientas noventa y nueve
rosas! ¡Es tan detallista!

El hombre del traje blanco no era otro que Félix Lobaina. En ese momento,
estaba esperando a que Penélope saliera de su oficina. Era la hora de salida
del
personal. Estaba preparado para conquistarla con aquella escena romántica.

Muy pronto, Penélope salió del edificio elegantemente vestida. Su hermoso


cabello estaba recogido y dos mechones sueltos enmarcaban su rostro.
Parecía una diosa. Vio las rosas en forma de corazón en el suelo, el
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Maserati y el hombre del traje blanco sosteniendo un ramo de flores. Se
sintió un poco desconcertada y pensó que había una pareja profesando su
amor. De inmediato, se apartó de en medio.

Sin embargo, el hombre del traje blanco se dirigió hacia ella con su ramo de
rosas. Lo reconoció enseguida y exclamó sorprendida:

— ¡Félix Lobaina!

—¡Penélope, soy yo! —Félix se acercó y la miró con cariño—. Acabo de


regresar
de estudiar en el extranjero. En todos estos años que estuve fuera, no he
podido olvidarme de ti. Vine a buscarte en cuanto volví. Penélope, me gustas.
¿Quieres ser mi novia?

La joven se quedó atónita. Cuando estaban en la universidad, Félix era el


presidente del Consejo Estudiantil y ella era miembro del consejo. Fuera de
ahí,
no habían tenido ningún otro tipo de interacción. Entonces, ¿por qué le decía
de
repente que no podía olvidarse de ella y le confesó su amor? Pretendía
rechazarlo de inmediato y decirle que no sentía nada por él, pues tenía un
esposo y una hija. No obstante, antes de que pudiera pronunciar una
palabra, el
sonido de un auto deportivo la interrumpió.

Todos los presentes miraron al instante hacia dónde venía el ruido y


quedaron
boquiabiertos y sorprendidos, sin poder dar crédito a lo que veían.

Un Pagani Zonda , un auto deportivo valorado en más de treinta millones,


apareció a la vista de todos. El Maserati se encogió de vergilenza ante él.
Lo más sorprendente fue que el Pagani Zonda no disminuyó su
velocidad y arrasó con las rosas que había en el suelo, justo antes de
detenerse
frente a Penélope y Félix.

Félix estaba sorprendido, con los ojos de llenos de ira.

Cuando se bajó la ventanilla, la joven se sorprendió al descubrir que la


persona
que conducía el Pagani Zonda no era otra que su esposo.

Nataniel frunció el ceño hacia Félix y luego miró a Penélope.

—Cariño, sube. Vamos a casa.

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—¡Está bien! —Subió al auto y se marcharon mientras todos los que pasaban
la
miraban con envidia.

No fue hasta que el auto deportivo desapareció de la vista, cuando Félix


recuperó la compostura. Miró las rosas aplastadas en el suelo y percibió las
extrañas miradas que le dirigían los que le rodeaban. Su rostro se tornó de
color bermellón, mientras que sus ojos se llenaron de resentimiento.

Penélope, que estaba sentada en el asiento del pasajero, tardó un buen rato
en
recuperarse del susto. Se volvió hacia Nataniel y le preguntó con recelo:

—¿De dónde salió este auto deportivo?


Él respondió con calma:

—Solo había un auto en casa. Tus padres salieron en él a comprar comida e


iban a recoger a Reyna a la escuela. Yo no tenía en qué venir a buscarte, así
que
le pedí a un amigo que me enviara un auto para utilizarlo por un tiempo. No
podía imaginar que iba a enviarme este.

Al parecer, Bartolomé y Leila habían salido en el auto a hacer compras y


recoger a Reyna de la escuela. Entonces, le pidió a César que le enviara un
auto
para usarlo mientras tanto.

Cuando César se enteró de que necesitaba un auto para recoger a su mujer


del
trabajo, de inmediato le envió el Pagani Zonda . Al verlo, Nataniel puso los
ojos en blanco pues pensó que era demasiado llamativo. Sin embargo, como
Penélope ya estaba a punto de salir del trabajo, no hizo que César cambiara
de
auto y decidió irse en él. Quién iba a decir que de casualidad se encontraría
con
un tipo adinerado profesando sus sentimientos a Penélope. Por eso, pasó por
encima de todas esas rosas en el suelo sin dudar un segundo cuando fue a
buscarla.

Tras escuchar la explicación de Nataniel, ella creyó erróneamente que el auto


era de Tomás Dávila y, por lo tanto, no hizo ninguna otra pregunta. Lo miró
y
preguntó en voz baja:

—¿No quieres hacerme ninguna pregunta?

Nataniel respondió con indiferencia:


··························································································································· ®
—¿Sobre qué?

Ella respondió resignada:

—Sobre lo que pasó hace un rato.

Nataniel sonrió:

—Te creo. De todos modos, nadie puede apartarte de mí.

Las palabras de Nataniel hicieron que Penélope se sintiera un poco


avergonzada y también un poco molesta. «¿Por qué está tan seguro?». Aun
así,
decidió explicarle su relación con Félix y le aseguró que no albergaba ningún
sentimiento por él.

Nataniel sonrió y la miró burlonamente.

—Penélope, ¿te enamoraste de mí? ¿Por eso te apresuras a explicarme las


cosas”, ¿porque no quieres que te malinterprete?

La cara de Penélope se sonrojó bastante y replicó molesta:

—¡¿Quién se enamoró de ti?! ¡Eres muy engreído!

Nataniel y Penélope se fueron felices hacia su casa mientras que Félix se


quedó allí con la mirada sombría. Había creído que alguien tan joven, rico,
romántico y de familia tan ilustre como él podría conquistar a Penélope con
facilidad. Sin embargo, Nataniel arrasó por completo, con su Pagani
Zonda, la escena de su propuesta que había preparado con esmero, y lo
puso en ridículo.

Lívido de rabia, se dirigió a Espectro:

—|Investiga a ese Nataniel Cruz. ¿Cómo diablos puede conducir un auto


deportivo tan caro?

—Señor Félix, ya lo hice —contestó Espectro con respeto.

Félix frunció el ceño.

—¿Qué averiguaste?

—Apenas hay un puñado de Pagani Zondas en el país. El que vimos no


está registrado a nombre de una persona, sino de una compañía del Norte.
Es
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un auto de alguna empresa —respondió.

Félix estaba confundido.

—Entonces, ¿por qué lo conducía Nataniel Cruz?

Espectro se rio.

—La única explicación razonable es que lo hubiese rentado en alguna agencia

de alquiler. Hay mucha gente que no puede comprar autos de lujo, pero
quiere
impresionar a sus amigos y familiares. ¡Así que los alquilan! Los precios de

alquiler diarios, incluso para los autos deportivos de alta gama, no son
demasiado altos. Cualquier persona podría hacerlo si estuviera decidida de
verdad.

La confusión y la indignación se borraron de la cara de Félix e hizo un gesto


despectivo con la boca.

—Jeje. Sabía que mi investigación sobre él no estaba equivocada. No es más


que un holgazán que acaba de ser dado de baja del ejército. ¿Cómo podría
conducir un auto deportivo tan caro? Así que fue a alquilarlo, ¿eh?

Espectro eligió con cuidado sus siguientes palabras:

—Pero... Señor Félix, la Señorita Sosa parece un poco distante.

Este respondió con desdén:

—Incluso el caballo más salvaje se puede domar. Cuanto más salvajes son,
más gratificante es domarlos.

—¿Cuál es su siguiente paso? —preguntó Espectro.


Félix se acomodó sus lentes dorados en la nariz y luego respondió con
frialdad:

—Parece que no será fácil ganarse a Penélope. Supongo que tendré que
esforzarme más.

Sacó su móvil y buscó un número entre los contactos de los exalumnos de la


Universidad de Ciudad Fortaleza para hacer una llamada. La persona al otro
lado del teléfono era nada menos que Lulú Maldonado.

La llamada le causó una grata sorpresa y contestó con su voz de niña rica:
—¡Félix Lobainal! ¡Eres tú de verdad! Estoy muy asombrada por tu llamada.
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Él no tenía intención de andarse con rodeos con Lulú. De inmediato le dijo
que
quería organizar una reunión entre los antiguos alumnos de la universidad.
Necesitaba que ella se pusiera en contacto con ellos. En cuanto a los gastos,
él
se encargaría de todo.

Ella se sonrió.

—Señor Félix, puede confiar en mí. Voy a organizar todo muy bien.

Félix continuó:

—Recuerdo que cuando estudiábamos, tú y Penélope solían ser compañeras


de
cuarto. La echo bastante de menos, así que asegúrate de invitarla también.

Lulú asintió:

— ¡Claro!

Hablaron un poco más y luego colgaron.

Humberto, el novio de Lulú, preguntó celoso:

—¿Quién era ese tipo? ¡Mira qué emocionada estás!

Ella sonrió.

—Es el tercer hijo de la Familia Lobaina. Pero no hace falta que te pongas
celoso. Me llamó para que me ponga en contacto con algunos exalumnos de
la

universidad para una reunión y sospecho que lo hace por Penélope.

Humberto recordó que el día anterior había conocido a Penélope y su esposo


en el restaurante y que le había sorprendido el BMW de Nataniel.

Al llegar a casa, averiguaron más detalles sobre ella. Al final descubrieron


que
había fundado el Corporativo Cruz y conseguido uno de los mayores
proyectos
de la ciudad. Tenía un futuro brillante por delante. En cuanto a Nataniel
Cruz, no
era más que un zángano que siempre había dependido de ella. El BMW=
que habían visto el día anterior probablemente era de ella también.
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Cuando Humberto se enteró de que el objetivo de Félix era Penélope, se
relajó y
sonrió.

—Entonces, deberíamos encontrar la forma de juntarlos. Si lo logramos, el


Señor Lobaina nos estaría muy agradecido y estaría dispuesto a lanzarnos
algunas migajas. Eso nos beneficiaría mucho.

Lulú se rio.

—¡Sí, lo haremos!

Por la noche, Nataniel y Penélope estaban jugando con Reyna cuando la


joven
recibió de repente una llamada de Lulú.

—Penélope, no puedo creer que hayas montado tu propia compañía y que te


hayas convertido en la presidenta, ¡incluso que formes parte de uno de los
proyectos más importantes de la ciudad! ¿Y aun así fingías ser pobre
comiendo
comida rápida barata? ¿Cómo pudiste engañar a tu vieja amiga de esa
manera?
—le reprochó Lulú.

Penélope se rio con ironía.

—Lulú, entendiste mal. Mi compañía acaba de empezar a funcionar y todavía


le
falta mucho para ser un negocio sólido. Aún queda mucho camino por
recorrer.

Además, la empresa tiene muchas deudas que pagar. No estaba fingiendo ser
pobre ni trataba de engañarte.

Lulú se rio.
—Está bien, solo estaba bromeando contigo. ¡Ah, verdad! Mañana por la
noche
hay una reunión de exalumnos de la universidad en el popularidadel
Imperio.

Muchos de nuestros compañeros van a estar allí. ¡Tienes que ir!

Penélope quedó desconcertada. No estaba acostumbrada a asistir a ese tipo


de reuniones, por lo que rechazó la invitación de manera automática:

—No sé si tengo tiempo...


··························································································································· ®
Lulú la interrumpió de inmediato:

—La reunión es por la noche, no durante el día. ¿Por qué no ¡ibas a estar
libre? A
no ser que nos desprecies a nosotros los pobres porque ganaste la lotería.

Penélope refutó enseguida:

—¡Claro que no!

—Entonces está decidido. Recuerda, es mañana a las nueve de la noche, en el


popularidadel Imperio. No llegues tarde. —Sonrió antes de colgar
rápidamente,
sin dar a Penélope otra oportunidad de rechazar la invitación.

Nataniel vio la mirada desanimada de su esposa.

—¿Qué pasa?

—Era Lulú Maldonado, la chica de ayer. Me dijo que mañana por la noche
hay
una reunión de exalumnos de la universidad e insiste en que debo ir porque,
de
lo contrario, sería como hacerles un desaire —respondió con resignación. De
repente, sus ojos se iluminaron y miró a Nataniel expectante—. ¿Por qué no
me
acompañas?

—Es tu reunión. ¿Sería apropiado que yo fuera? —preguntó Nataniel.

—Eres mi marido. ¿Qué hay de inapropiado en que vayamos juntos? —


respondió
Penélope.

Por lo general, a él no le interesaba ese tipo de reuniones sociales, pero como


era ella quien se lo pedía, aceptó.

—De acuerdo, voy contigo mañana por la noche.

La noche siguiente, fueron en su »BMW M760 al encuentro en el


popularidadel Imperio.

El enorme Salón Acacia estaba majestuosamente iluminado. Había una torre


de
copas de champán y un conjunto profesional que interpretaba música suave
y
relajante. Cientos de hombres y mujeres vestidos de manera elegante en
··························································································································· ®
grupos de dos o tres sostenían en sus manos una copa de champán o de vino
tinto mientras conversaban.

De todos los presentes, el que más llamaba la atención era un hombre


apuesto
que vestía un traje blanco y llevaba un par de lentes de armazón dorada
sobre
su nariz. No era otro que el antiguo presidente del Consejo Estudiantil y
tercer
hijo de los Lobaina de Alameda: Félix Lobaina.

Lulú Maldonado y un grupo de hombres y mujeres estaban a su alrededor,


adulándolo.

—¡Félix! ¡De verdad eres nuestro orgullo!

—¿Cómo te atreves a llamarlo por su nombre? ¡Para ti es el Señor Félix o el


Señor Lobaina!

—¡Ja, ja! Señor Félix, tengo una prima que regresó hace poco del extranjero.
Es
muy bonita. ¿Qué tal si le doy su número más tarde? Podrían conocerse.

Lulú interrumpió enseguida al ver que alguien intentaba presentarle una


chica a
Félix.

—¡Basta, Juan! ¡El Sr. Félix ya tiene el ojo puesto en alguien y es una de
nuestras
excompañeras! ¡Así que olvida lo de tu prima!

Todos pusieron cara de sorpresa al escucharla. Se preguntaban cuál de sus


compañeras había tenido tanta suerte como para despertar el interés de Félix
Lobaina.

Él no respondió de inmediato a sus preguntas. En cambio, mostró una


sonrisita
y preguntó:

—¡Eh!, ¿por qué no he visto a Penélope Sosa esta noche?

«¡Penélope Sosal!».

Muchos lo escucharon, incluso los más torpes habían entendido. La persona


en
la que había puesto sus ojos no era otra que la chica más guapa de la
Universidad de Ciudad Fortaleza en su época: Penélope Sosa. Acababa de
··························································································································· ®
mencionar su nombre cuando escuchó que alguien exclamó sorprendido:

—Hablando del rey de Roma. ¡Llegó Penélope!

Félix, Lulú, Humberto, Juan y todos los demás miraron hacia la puerta y
vieron a
una pareja que entraba al salón. La mujer llevaba un vestido largo y el
cabello
recogido, que dejaba al descubierto su esbelto y sensual cuello. Aquella
joven,
tan elegante como un cisne blanco, era nada menos que Penélope Sosa.

El hombre que estaba a su lado era Nataniel Cruz. Era como el buen vino: La
primera impresión que causaba era normal, pero cuanto más se le miraba,
más
fascinante se volvía. Sus encantos no se notaban a simple vista. Por eso,
cuando la mayoría de las personas lo veía, aparentaba no estar a la altura de
la
bella y encantadora Penélope.

Además, casi todos los presentes ya habían oído que Félix estaba interesado
en ella. Todos querían complacerlo; por eso, cuando vieron Penélope, ya
estaban predispuestos. Algunos incluso murmuraron:

—¡Caramba, son como la Bella y la Bestia!

Cuando la pareja llegó al salón, Félix y los demás se aglomeraron para


recibirla
y los saludaron con afecto. Algunos estaban de verdad contentos de ver a su
antigua compañera Penélope. No obstante, también había muchos otros
cuyo
entusiasmo tenía otro objetivo.

La joven sonrió y saludó a cada uno, luego presentó a su esposo.

—¡Casi lo olvido! Él es mi esposo, Nataniel Cruz.

Él sonrió e inclinó ligeramente la cabeza.

Félix entrecerró los ojos y lo miró con rencor. «¡Este era el canalla que
conducía
el Pagani Zonda y que me humilló ayer!l». Entonces preguntó a propósito:

—¿Dónde trabaja el Señor Cruz?


Nataniel guardó silencio y Penélope respondió por él.

··························································································································· ®
—A mi esposo le acaban de dar la baja del ejército hace poco. Así que, de
momento, está descansando en casa.

Acababa de terminar de explicarlo cuando el fortachón Juan Cabrera hizo un


comentario burlón:

—¡Así que solo es un vago desempleado!

De inmediato, la joven frunció el ceño al escuchar lo que dijo Juan. Él era


uno
de los lacayos de Félix en la época de la universidad y siempre encontraba
alguna forma de lisonjearlo. Muchos de sus compañeros de escuela incluso
se

referían a él en secreto como el perro faldero de Félix.

Penélope refutó su afirmación:

—No está desempleado, solo está descansando un tiempo. Si desea trabajar,


puede empezar cuando quiera.

Juan continuó burlándose:

—Es cierto. Escuché que ahora eres la presidenta de tu propia compañía. Si


tu
marido quisiera trabajar, podrías conseguir algo para él con facilidad. Pero
no
sé. ¿Eso no lo convierte en el tipo de hombre que se aprovecha de una
mujer?
Los ojos de Penélope se llenaron de ira. También le preocupaba que Nataniel
se enfureciera demasiado y golpeara a Juan en la cara. No obstante, él
mantuvo la calma, mientras que Félix se lanzó a hacerse el bueno y fingió
reprender a Juan:

—Te estás pasando, Juan.

Félix era quien había empezado todo y él le había seguido el juego. Sin
embargo, ahora aparentaba ser una buena persona.

Los labios de Nataniel dibujaron una sonrisa elocuente.

Lulú se apresuró a suavizar las cosas.

—¡Eso es! Aquí todos somos compañeros. Esta reunión es una oportunidad
para que nos pongamos en contacto con viejos amigos, ¡así que las bromas
están permitidas! ¡Vamos, anda! Vamos a sentarnos y a tomar un poco de
vino.
··························································································································· ®
Pronto, todo el mundo había conseguido una bebida y un lugar para
sentarse.

Félix le lanzó a Juan una mirada penetrante que este comprendió de


inmediato.
Le sonrió a la joven y se disculpó:

—Penélope, ya sabes cómo soy. Hace un momento fui muy imprudente con
mis
palabras, así que quiero disculparme.

Ella estaba sentada junto a su esposo y respondió con calma:

—No me lo tomé a pecho.

Juan continuó:

—¡Qué bueno! Y en realidad no puedes culparme. Solo siento que mereces


algo
mejor. Eras la chica más bella de la Universidad de Ciudad Fortaleza y ahora
eres la presidenta de una compañía, y aun así estás casada con un holgazán
inútil. ¿Sabes lo que pienso? Creo que solo alguien tan alto, apuesto y rico

como el Señor Félix es digno de ti.

Todos guardaron silencio al escuchar aquellas palabras. Félix sonreía y


miraba
a Penélope con cariño, sin preocuparse por ocultar sus intenciones hacia ella.

Penélope era en secreto muy protectora con Nataniel. Después de ver cómo
Juan lo había insultado repetidas veces, se había enfadado mucho hasta casi
perder los estribos. Sin embargo, él la tomó de la mano para calmarla y
hacerle
saber que no tenía que seguirles el juego.

Nataniel dijo en voz alta:

—Penélope, esta reunión parece poco interesante. Si no hay nada más, ¿por
qué
no nos vamos pronto a casa a descansar?

Félix se inquietó al ver que tenían la intención de marcharse. Tenía planes


para
esa noche; por lo tanto, no podía permitir que ella se fuera tan temprano. Si
se
marchaba, ¿cómo iba a conquistarla? Entonces, se apresuró a dirigirse a ella.
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—Penélope, no te vayas tan rápido. Recuerdo que en la universidad te
gustaba
mucho la música clásica y casi idolatrabas a la pianista Lucero. Según mis
fuentes, ella está en Ciudad Fortaleza por estos días. Ya envié a alguien a
invitarla para que toque algo para nosotros. ¿No quieres ver una
presentación
en vivo de tu ídolo?

Lucero era una pianista clásica muy famosa. Su maestría era conocida en
todo
el mundo. Rara vez había tocado para cualquiera y solo hacía giras
internacionales de vez en cuando.

A Penélope siempre le había gustado la música desde niña, en especial la


clásica. Ya era aficionada de Lucero cuando aún estudiaba. Su corazón se
agitó
al escuchar que su ídolo iba a venir a tocar en vivo; pero al final, decidió
marcharse. Aunque habría deseado escuchar su presentación, no podía
soportar que Nataniel se quedara y continuaran insultándolo.

Nataniel se dio cuenta de que ella en verdad quería escuchar a la pianista,


por
eso se dirigió a ella y le dijo con calma:

—Peni, sé que quieres escuchar la presentación, podemos quedarnos un rato


más.

—Así es. Cuando me enteré de que Lucero estaba en Ciudad Fortaleza,


mandé a
invitarla a venir de inmediato. Debe estar al llegar —añadió Félix.

En ese momento, Espectro, uno de sus hombres, se acercó a él. Félix se


apresuró a preguntarle:

—Espectro, ¿conseguiste localizar a Lucero?


Todos se volvieron para mirarlo. Se sentían orgullosos de que iban a tener la

oportunidad de escuchar a Lucero en vivo, por lo que esperaban expectantes


la
respuesta del hombre.

Espectro parecía avergonzado:


—Sr. Félix, lo siento. No pude traer a la Señorita Lucero.
Félix estaba desconcertado e indignado.

—¿Qué estás diciendo? ¿No dije que estaba dispuesto a pagarle lo que fuera?
··························································································································· ®
¿Y le dijiste quién era yo?

¡Félix Lobaina, el tercer hijo de la prominente familia Lobaina, que estaba


dispuesto a gastar una pequeña fortuna, fue rechazado por Lucero! ¡No
podía
soportar semejante humillación!

Espectro inclinó la cabeza y dijo en voz baja:

—No se trata de dinero. También le hablé de usted. Sin embargo, la Señorita


Lucero está en una presentación ahora mismo, por eso no puede venir.

Félix dijo molesto:

—¿Quién es esa persona? ¿Cómo se atreve a negarse a liberar a Lucero para


que venga aquí a tocar?

Espectro susurró:

—Señor, ella está tocando en una cena en la que están el alcalde y el resto de
los líderes.

Félix se sintió avergonzado de inmediato. Aunque pertenecía a la prestigiosa


familia Lobaina, en realidad eso no significaba nada comparado con el
alcalde
de Ciudad Fortaleza. No había nada que pudiera hacer para que Lucero
dejara
esa fiesta y viniera a tocar para él. Humillado y un tanto decepcionado, dijo:

—Ya veo, así que está tocando para el alcalde y los otros dirigentes de la
ciudad. Es una pena. ¡Qué decepción! Será en otra ocasión entonces.

Los invitados se sintieron un poco desencantados, pues pensaban que iban a


disfrutar de la magnífica presentación de una maestra del piano, pero todo
resultó ser un gran chasco. Penélope también estaba desilusionada. Sabía
que
Lucero pasaba la mayor parte del tiempo en el extranjero y no tenía idea de
si
tendría otra oportunidad de escucharla en vivo.

Al notar su decepción, Nataniel sonrió de repente y dijo:

—Peni, si realmente quieres escuchar a la pianista, la llamaré para que venga


a
tocar para ti.

Félix, Espectro, Lulú, Humberto y Juan, junto con todos los demás,
··························································································································· ®
quedaron
anonadados al escucharlo y comenzaron a reír a carcajadas.

«¡Por el amor de Dios! Ni siquiera el Señor Félix pudo convencer a Lucero


para
que viniera; ¿cómo iba a conseguir Nataniel Cruz, un holgazán desempleado,
que ella dejara al alcalde y al resto de los líderes?».

Félix y todos los del grupo se burlaron, mientras que Juan lo hizo de forma
directa.

—Jo, jo. ¿Te has mirado al espejo últimamente? Ni el Sr. Félix consiguió
traer a
Lucero, ¿por qué un inútil como tú lo lograría?

Esta no era la primera vez que lo insultaba, pero Nataniel hasta ahora solo lo
había visto como un simple payaso y nunca se había molestado por su causa.
Sin embargo, Juan se estaba pasando de la raya. El rostro de Nataniel se
transformó y dijo con frialdad:

—¿Qué vas a hacer si consigo que Lucero venga?

Juan no podía creer que un vago como él le estuviera hablando en ese tono.
De
inmediato comenzó a reírse. Tomó el cenicero que había en la mesa delante
de
todos, vació las colillas y las cenizas en una copa de vino tinto y escupió en la
mezcla. Luego, señaló el asqueroso «coctel» y lo desafió:

—Si traes a Lucero, no solo me beberé hasta la última gota de esta copa, sino
que también me largaré de aquí. Pero, si no lo consigues, entonces tú te la
tomarás y te irás al diablo. ¿Te atreves a aceptar el reto?

Nataniel contestó con frialdad:

—Tú mismo te lo estás buscando. Te lo digo ahora, estoy seguro de que te vas
a tragar la copa.

Todos los presentes miraron a los dos hombres y al asqueroso brebaje con
gran interés. «Ese no era un reto para cualquiera. Quien perdiera aquella
noche
pasaría sin duda a la historia de la vergiienza».

Todo el mundo estaba allí como espectador. De hecho, muchos se reían


mientras miraban a Nataniel, pues asumían que iba a perder definitivamente
la
apuesta. «Después de todo, Lucero estaba tocando para el alcalde y los
··························································································································· ®
demás
dirigentes. El Sr. Félix tenía una posición social prominente, y ni siquiera él,
con
una generosa recompensa, pudo conseguir que viniera. ¿Cómo sería posible
que alguien como Nataniel Cruz lo hiciera?».

Félix le lanzó a Juan una mirada de aprobación por su buen trabajo.


Penélope parecía muy preocupada y estaba a punto de decirle a su esposo
que

no fuera tan agresivo. Si perdía, nunca más podría volver a levantar la


cabeza.
Sin embargo, él le aseguró sonriente:

—No te preocupes. Si dije que conseguiría que Lucero viniera a tocar para ti,
es
porque estoy seguro de que así será.

Félix, Juan y los demás dejaron escapar unas risitas mientras que Juan le
advirtió en tono de burla:

—¡Sigue vanagloriándote! Te doy una hora. Si la pianista no aparece para


entonces, pierdes.

Nataniel respondió con calma:


—¿Una hora? Solo tengo que hacer una llamada telefónica y vendrá
corriendo.

Félix y sus amigos volvieron a estallar en carcajadas mientras se burlaban de


Nataniel por fanfarronear. Incluso Penélope se puso nerviosa al sentir que su
esposo estaba alardeando demasiado.

«Lucero estaba tocando para el alcalde y un grupo de líderes. ¿Cómo era


posible que una llamada telefónica de Nataniel la hiciera dejarlos plantados y
venir corriendo? Incluso si estuviera dispuesta a hacerlo, el alcalde y los
demás
líderes nunca permitirían que eso sucediera».

Sin embargo, Nataniel sacó su teléfono móvil con confianza y llamó a César.
Lo
único que dijo fue:

—Por favor, haz que la Señorita Lucero, la pianista, venga al popularidadel


Imperio en diez minutos a tocar una canción para mi mujer. —Después de
eso,
colgó.

··························································································································· ®
Todos comenzaron a reírse a carcajadas de nuevo y Juan continuó
ridiculizándolo:

—Je, je. Este señorito es bastante bueno fingiendo, ¿verdad? Podría


habernos
engañado fácilmente. ¿Dijiste que traerías a la Srta. Lucero en diez minutos?
¿No sabe que esta es hora de mucho tráfico? Aunque viniera corriendo,
tardaría
al menos media hora.

Félix se rio y dijo:

—Ya que quiere presumir sin importar las consecuencias, que lo haga;
siempre
que cumpla su promesa cuando pierda la apuesta.

Entonces, Juan miró a Nataniel con odio y dijo:

—Si se atreve a echarse para atrás, le haré tragar la m*erda que hay en esta
copa con mis propias manos.

Todo el mundo estaba alrededor dispuesto a reírse de Nataniel mientras que


Penélope se iba poniendo cada vez más nerviosa. El tiempo corría, y los diez

minutos iban a terminar pronto. Juan miró hacia Nataniel con los ojos
entrecerrados y dijo:

—Jo, jo. Los diez minutos casi se acaban. Nataniel Cruz, ¿dónde está esa
Señorita Lucero de la que hablas? —Mientras hablaba, se escuchó un enorme
zumbido desde el exterior. Parecía un tractor, pero venía desde el cielo.

Todo el mundo se sorprendió. Corrieron hacia la ventana y vieron un


helicóptero
volando hacia el edificio. Alguien exclamó:

—Parece que es el helicóptero del alcalde. ¿Qué hace aquí?

Muy pronto, todos vieron cómo la aeronave descendía despacio y aterrizaba


en
el helipuerto del popularidadel Imperio. Entonces, dos guardaespaldas bien
vestidos acompañaron a una elegante y hermosa mujer que bajó del
helicóptero a toda prisa. Los que tenían la vista aguda reconocieron al
instante
que aquella dama era la pianista de fama internacional, la Señorita Lucero.
De
inmediato gritaron:

··························································································································· ®
Sí, es ella. La maestra de piano Lucero. ¡Cielos! ¡Está aquí de verdad!

De repente, casi todas las miradas se posaron en Nataniel sorprendidas.


Efectivamente, había conseguido que la Señorita Lucero abandonara el
evento
y viniera de prisa en el helicóptero del alcalde con una sola llamada
telefónica.
«Vaya, ¿cómo lo hizo? ¡Debía ser alguien extraordinario!». Incluso Félix se
quedó mirando a Nataniel con los ojos muy abiertos. Apenas podía creer lo
que
estaba pasando delante de él.

La preocupación en el rostro de Penélope desapareció. Ahora se notaba su


mirada de asombro. Miró a Nataniel sin poder dar crédito a lo que sucedía y
le
dijo emocionada:

—Nataniel, la Señorita Lucero está aquí de verdad.

Él respondió sonriente:

—¿No te dije que la haría venir a tocar para ti todo el tiempo que quisieras?

La joven apenas podía borrar su radiante sonrisa de su hermoso rostro.

Muy pronto, no solo apareció la Señorita Lucero, sino también el gerente del
popularidadel imperio, Raúl Santiesteban, y la acompañó hasta el salón con
sus
hombres. En cuanto ella llegó, sus primeras palabras fueron:

—¿Puedo saber quién es el Sr. Cruz, por favor?

Los ojos de todos se posaron en Nataniel, que respondió en voz baja:

—Soy Nataniel Cruz.

La Srta. Lucero, que siempre había sido elegante y recatada, de repente se


emocionó, como una admiradora al conocer a su celebridad favorita.
Enseguida
se acercó, le hizo una respetuosa reverencia y extendió las manos para
saludarlo con un nudo en la garganta:

—Señor Cruz, es un honor conocerlo por fin.

Nataniel le estrechó la mano con aire despreocupado y le dijo con serenidad:


—Señorita Lucero, me siento halagado. —Luego dijo—: Ella es mi mujer,
Penélope Sosa. Es una gran admiradora suya y le encantaría escuchar su
··························································································································· ®
presentación en vivo.

La pianista sonrió mientras estrechaba la mano de la joven.

—Eso es fácil. Estoy aquí especialmente para tocar para ustedes, Señor y
Señora Cruz.

Raúl también se dirigió con respeto a Nataniel.

—Señor Cruz, me llamo Raúl Santiesteban y soy el dueño de este hotel. Por
favor, hágame saber si puedo ayudarlo en algo.

Resultó que tanto Raúl como Lucero conocían la verdadera identidad de


Nataniel. El alcalde incluso había hecho una llamada personal a Raúl para
recordarle que debía atenderlo bien. Debía ofrecer un buen servicio y
mantener
su identidad en absoluto secreto.

Nataniel se limitó a decir con calma:

—Solo consiga un piano para la presentación de la señorita.

Raúl contestó de inmediato:

—SÍí, me ocuparé de eso enseguida.

Muy pronto, instalaron un piano blanco en el salón. La pianista se sentó y


tocó
para Penélope varias de sus piezas favoritas, como «Claro de Luna»,
«Matrimonio de Amor» y «Para Elisa». Penélope estaba totalmente
encantada y
halagada.

La presentación recibió una estruendosa ovación. Sin embargo, el grupo de


Juan y Félix se mostró horrorizado en todo momento. De hecho, Juan estaba
intentando escabullirse. Sin embargo, Nataniel lo llamó cuando estaba a
punto

de levantarse.

—Oye Juan, perdiste. ¿Intentas irte sin cumplir tu promesa?

Todas las miradas se posaron en Juan. Al instante, recordaron que había


perdido. Según la apuesta, tendría que tragarse hasta la última gota de aquel
repulsivo brebaje que había sobre la mesa y desaparecer de allí.

Juan se llenó de valor y dijo:


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—Nataniel, viejo amigo, ¡solo estaba bromeando contigo! ¡No me digas que
hablabas en serio!

Nataniel respondió con frialdad:

—Pues sí.

La cara de Juan se transformó y se burló de él:

—Bueno, no me lo voy a beber. Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto?

Todos sacudieron la cabeza con desdén al ver cómo Juan había faltado a su
palabra. Entonces Nataniel se dirigió a Raúl:

—Ya que se niega a beberlo, échele una mano.

El hombre respondió con respeto:

—SÍí, Señor Cruz. —Luego ordenó a sus subordinados—: ¡¿Qué esperan?!

Los guardaespaldas se abalanzaron de inmediato sobre Juan y le dieron unas


cuantas bofetadas estruendosas antes de inmovilizarlo en el suelo. A
continuación, le hicieron tragar la repugnante mezcla ante todos los
presentes
que quedaron boquiabiertos. Por último, lo arrastraron a la calle como a un

perro. En efecto, Juan se había buscado todo eso.

Ahora todos miraban a Nataniel con otros ojos. Incluso Félix estaba
desconcertado. «¿Quién es este Nataniel Cruz?».

Después de que escucharon la interpretación al piano y que Juan recibió su


lección, Nataniel y Penélope abandonaron el lugar. Raúl y Lucero los
acompañaron y los observaron mientras se marchaban. Después, la pianista
se
preparó para irse también. Sin embargo, Félix aprovechó la oportunidad
para
acercarse a ella y le dijo:

—Señorita Lucero, por favor, espere un momento.

—¿Y usted es...? —preguntó Lucero extrañada.

Espectro respondió de inmediato:

—¡Es el Señor Félix Lobaina, de la familia Lobaina!


··························································································································· ®
Félix preguntó entonces:

—Señorita Lucero, me pregunto quién es ese Nataniel Cruz. Es decir, ¡usted


dejó
al alcalde y a los demás líderes para venir aquí solo para tocar para él!

La pianista respondió impasible:

—Ah, ya casi había terminado la presentación para el alcalde. No suelo


actuar
dos veces en un día, pero el Sr. Cruz es mi ídolo y mi héroe. Fue todo un
honor
saber que quería verme tocar, así que... ¿cómo no iba a venir?

Félix, Espectro, Lulú, Humberto y los demás abrieron los ojos al escuchar las
palabras de Lucero. «Ella siempre había sido idolatrada, pero ¿quién iba a
pensar que Nataniel Cruz era su ídolo? Y no solo eso, sino que también lo
veía
como un héroe. ¿Quién es este Nataniel Cruz?». Todos se pusieron más
nerviosos al darse cuenta de que Nataniel era más de lo que parecía a simple
vista.

Félix aún quería averiguar más sobre él por medio de Lucero. Sin embargo,
ella
dijo con indiferencia:

—Bueno, estoy cansada después de dos presentaciones seguidas. Por favor,


no
me haga más preguntas. Ya me voy a descansar. —Entonces se marchó con el
séquito de guardaespaldas.

El joven frunció el ceño mientras los veía partir. Luego murmuró para sí
mismo:
—¿Quién es ese Nataniel Cruz?

Entonces Lulú dijo:

—Señor Lobaina, yo también soy admiradora de Lucero y me he fijado


bastante
en su trayectoria. Lo que sé es que su padre fue salvado por unos soldados
durante un terremoto. Por lo tanto, ¡ella siente el mayor respeto hacia el
ejército! Nataniel Cruz acaba de retirarse de las tropas de la frontera norte.
¿Será que ella lo admira por su trayectoria como soldado?

Todos empezaron a hablar a la vez cuando Lulú terminó.

··························································································································· ®
—Ah, sí, ella siempre ha participado en muchos conciertos de piano
benéficos
para el ejército. Es muy conocida por su respeto al ejército.

—SÍ, he visto en la televisión que ella también ha visitado a los veteranos.

—Ella siempre ha dicho públicamente que siente un profundo respeto hacia


los
soldados. Cada soldado es un gran héroe para ella.

Félix volvió a sonreír confiado al escucharlos. ¿Así que eso era todo? Lo que
hizo fue aprovecharse de la admiración de Lucero por el ejército. A
continuación, se marchó en silencio con Espectro y sus otros hombres.

Al subir a su Mercedes , se rio triunfante:

—Y yo que pensaba que Nataniel Cruz era un pez gordo. Todo lo que hizo fue
utilizar los intereses de Lucero. Espectro, ¿cómo va lo que te pedí que
hicieras?

Este respondió con respeto:

—Señor Félix, le ordené a unos cuantos hombres que se disfrazaran de


pandilleros para seguir el auto de Penélope y Nataniel. ¿Los mando a entrar
acción?

Félix sonrió:

Sí, que lo hagan ya. Esta vez voy a hacer el papel del príncipe azul que salva a
la damisela en peligro.

Después de salir del hotel, la pareja se dirigió a casa. Penélope seguía


perpleja
porque Nataniel había invitado a Lucero a tocar para ella. Entonces le
preguntó
con gran interés:

—¿Cómo lo hiciste?

Nataniel miró el espejo retrovisor y se dio cuenta de que había un auto


desvencijado que los seguía desde hacía tiempo. Luego le contestó con
calma:

—Salvé a la Señorita Lucero de un accidente cuando estaba en el ejército.


Ella
está muy agradecida, por eso vino enseguida cuando la llamé.

··························································································································· ®
Penélope exclamó sorprendida:

—¡No me extraña!

En ese momento, Nataniel se dio cuenta de que el auto destartalado había


acelerado de repente para alcanzarlos. De pronto, se detuvo frente a ellos.
Como ya estaba preparado, pisó los frenos de inmediato y el BMW se
detuvo bruscamente para evitar un accidente.

Penélope quedó consternada ante lo sucedido:

—¿Qué le pasa a ese auto?

Antes de que Nataniel pudiera decir una palabra, cinco hombres se bajaron
de
aquel auto. Todos eran musculosos y corpulentos: parecían vándalos. El líder

del grupo medía casi dos metros y tenía grandes ojos saltones en su fornido
rostro. Se acercaron al »BMW y el jefe golpeó el techo mientras señalaba
a Nataniel y gritaba:

—¡Eres un conductor terrible! ¡Bájate del auto antes de que te dé una


lección!
«¿Están buscando problemas?».

Nataniel sonrió desconcertado mientras se desabrochaba el cinturón de


seguridad y abría la puerta del auto. Al ver el aspecto feroz de aquellos tipos,
Penélope también se bajó por miedo a la seguridad de su esposo. Los ojos de
Búfalo se iluminaron al ver a la cautivadora Penélope con su vestido de
noche
de hombros descubiertos. De hecho, incluso silbó y gritó con lujuria:

—¡Vaya, esta mujer está divina!

Al instante ella demostró su repugnancia.

Nataniel entrecerró los ojos y les preguntó:

—¿Quién los mandó a venir a causar problemas aquí?

Los ojos de Búfalo delataron un atisbo de pánico que se disipó enseguida y


dijo
con una sonrisa malvada:

—Oye, no tengo ni idea de lo que estás hablando. Podrías habernos matado a


todos con tu forma de conducir. ¿Cómo vamos a arreglar esto ahora?

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La joven dijo de inmediato:

—Oye, fuiste tú quien no puso el intermitente y giró de golpe. Mi marido


tuvo
que pisar el freno para evitar un accidente. ¡Está claro que la culpa fue tuya!

Búfalo sonrió.

—Tonterías. Tu marido era el que intentaba atropellarnos solo porque


conduce
un auto lujoso. Si no me dan una solución que me convenza, después no me
culpen de ser rudo.

Al mismo tiempo, él y la pandilla ya habían sacado sus afiladas cuchillas.

La cara de Penélope se puso pálida y dijo enseguida:

—Vamos a resolverlo hablando. Di la cantidad y te la daremos.

Búfalo, que observaba con lascivia la curvilínea figura de Penélope, dejó


escapar una risita:

—¡Nos gustan las mujeres bonitas, no el dinero! —A continuación, jugueteó


con
su afilada cuchilla delante de Nataniel y lo amenazó con saña—: No quiero
verte, así que desaparece de mi vista ahora mismo. Vamos a discutir la
indemnización con tu mujer. Si no te vas, te haré unos cuantos agujeros en el
cuerpo.

Habían sido enviados por Félix a darle un susto a Nataniel para que dejara a
Penélope atrás y ellos comenzaran a abusar de ella. Todo era parte de una
farsa para que él pudiera salvar a la damisela en peligro. Así, no solo podría
mostrarle a Penélope una buena imagen suya, sino que ella también podría
ver
el «lado feo» de Nataniel. ¡Esto le permitiría ganarse su corazón!

Búfalo y su grupo miraban a Nataniel con furia y lo amenazaban con


apuñalarlo
si no se marchaba en ese instante.

Sin embargo, Nataniel no salió corriendo como Búfalo esperaba; en cambio,


se
quedó ahí plantado mientras su risa disimulada se ensanchaba.

—¿Ya acabaste con tus p*ndejadas? —Nataniel sonrió de manera burlona.

Ellos simplemente habían planeado darle un susto a Nataniel para que se


··························································································································· ®
fuera,
pero él no huyó asustado, sino que no les hizo caso. Esta reacción sacó de
quicio por completo a Búfalo, y la furia que lo incendiaba por dentro hizo
que
sus pensamientos malévolos se enardecieran.

«Ya que él es enemigo del Señor Félix, y que el plan de asustarlo no parece
estar dando resultado, pues voy a matar a este tipo y punto».

Con esto en mente, Búfalo sonrió con un asomo de maldad en sus ojos y dijo:

—Te di una oportunidad, pero no la quisiste aprovechar. ¡Ya no puedes


culparme!

Entonces, arremetió contra el abdomen de Nataniel mientras empuñaba su


cuchillo. A su lado, Penélope estaba tan asustada que dejó escapar un grito.

Nataniel extendió sus manos y se aferró a sus muñecas a la velocidad de un


rayo. Búfalo sintió cómo las palmas de sus manos se encontraban apresadas
entre lo que parecía las garras de un tigre; intentó mover su cuchillo con
todas
sus fuerzas, pero fue en vano. Luego, levantó la mirada hacia Nataniel con
asombro, y este le dijo con serenidad:

—Te lo preguntaré una vez más. ¿Quién les dijo que vinieran aquí a causar
problemas?

—¡Vete a la m*erda! —gritó Búfalo mientras intentaba patear a Nataniel.

Nataniel gruñó y le rompió la pierna derecha a su oponente de una patada, a


la
vez que le torcía la muñeca derecha hasta rompérsela también.

—¡Aaaah!

Búfalo cayó al suelo y rodó aullando de dolor. Sus compañeros se quedaron


todos con la boca abierta al ver esa escena. «¿Cómo alguien puede ser tan
cruel?».

Luego los ojos de Nataniel se enfocaron en el grupo.

—Muyy bien, ¿quién de ustedes me va a decir quién los envió?

Los cuatro integrantes del grupo entraron en pánico, pero se miraron los
unos a
los otros y dijeron a coro:

··························································································································· ®
—¡Acabemos con él todos juntos!

Entonces, los cuatro arremetieron contra Nataniel mientras empuñaban sus


cuchillos.

¡Pam, pam, pam, pam! En cuanto se le acercaron, Nataniel comenzó a patear


sus pechos sin parar. Los lanzó a todos por los aires y cayeron al suelo con
sangre fresca manando de sus bocas. Nataniel recogió uno de los cuchillos y
caminó hacia Búfalo, quien aún se retorcía de dolor por la pierna y el brazo
derechos que le había roto. Aun así, el líder del grupo le dijo con terquedad:

—¡Aunque me rompas la otra pierna, nunca te lo diré!

Nataniel levantó sus cejas, y le preguntó:

—¿Y si te hago pedazos la tercera pierna?

Al decir esto, soltó de repente el cuchillo que llevaba en la mano, y este


comenzó a caer justo en la entrepierna de Búfalo. El afilado cuchillo atravesó
sus pantalones de inmediato. A pesar de que no cortó su tercera pierna, el
hombre podía sentir el frío de la hoja. Estaba tan asustado que se orinó en
sus

pantalones y perdió su determinación.

—Te lo diré, te lo diré todo. ¡Quien nos ordenó que viniéramos aquí fue el
Señor
Félix

«¡Félix Lobaina!». Nataniel ya lo sabía.


—¿Por qué él haría algo así? —Penélope estaba confundida.
—Él quería que le diéramos una lección al Señor Cruz. Si lográbamos asustar
al

Señor Cruz para que saliera huyendo y dejara aquí sola a la Señora Sosa,
entonces el Señor Félix aparecería en el momento adecuado para salvar a la

damisela en peligro, e intentaría conquistar a la Señora Sosa al mismo


tiempo
—dijo Búfalo entre lamentos.

—ildiota asqueroso! —recriminó Penélope.

Búfalo les rogó que los perdonaran:

—Nosotros sabemos que cometimos un error. ¡Por favor, déjennos ir!

··························································································································· ®
En ese momento, un Maserati y otros dos sedanes de color negro
aceleraron en su dirección. Los tres autos frenaron de golpe, y Félix salió con
prisa junto a Espectro y unos cuantos de sus hombres. Félix ni siquiera
estaba

cerca de ellos, cuando comenzó a gritar como un santurrón:

—¡Bestias! ¿Cómo se atreven a intimidar a una mujer en público? Penélope,


no
tema. Yo estoy aquí para salvarla.

Félix gritaba airado mientras sus hombres lo seguían. Sin embargo, se


pararon
en seco cuando por fin lograron ver bien lo que estaba sucediendo en
realidad;
quien estaba en el suelo no era Nataniel, sino Búfalo y su pandilla. Penélope
tampoco estaba ofendida y lo miraba furiosa desde su lugar al lado de
Nataniel.
«¿Qué está sucediendo? ¿Por qué no salió como lo planeé?».

Félix forzó una sonrisa y dijo con torpeza:

—Peni, estás bien. ¡Qué bueno!

—Vaya, Félix, tal parece que posees la habilidad de adivinar el futuro. ¿Cómo
supiste que habría vándalos acosándome, si no estabas lo bastante cerca
como para ver lo que estaba sucediendo? —le respondió Penélope con
frialdad.
Félix se enojó un poco.

—¿Qué quieres decir con eso, Penélope? Vi que tu auto estaba aparcado al
borde de la carretera y sospeché que algo andaba mal. ¡Todo lo que quería
hacer era venir a salvarte; pero, en cambio, ahora sospechas de mis
intenciones!

Penélope apuntó a Búfalo y su grupo, y le dijo a Félix con frialdad:

—Ya ellos admitieron que tú eres la mente maestra detrás de todo esto, así
que
puedes dejar de intentar defenderte.

Félix estaba sorprendido y miró con rabia a los hombres que estaban en el
suelo.

—¿Cómo se atreven a traicionarme?

—Señor Félix, no tuvimos elección. El Señor Cruz nos habría quitado la vida
··························································································································· ®
de
no haber dicho la verdad —dijo Búfalo con el poco aliento que le quedaba.

Al ver que Félix estaba a punto de perder los estribos, Nataniel dijo con
tranquilidad:

—Dejemos a un lado su pequeña riña. Félix Lobaina, me parece que tenemos


asuntos pendientes que debemos resolver.

Félix dejó de mirar a Búfalo y se enfocó en Nataniel. Ya no tenía ningún


sentido
intentar guardar las apariencias; su maldad ya era obvia para todos.

—Viejo, te he subestimado. No obstante, no hay mujer en el mundo que yo


no
pueda tener. Esta vez tuviste suerte, pero ya veremos cómo son las cosas de
ahora en adelante...

—Esta es la tercera vez que me ofendes. ¡A partir de ahora, ya no tendrás otra


oportunidad para hacerlo! —le respondió Nataniel con tranquilidad.

Al principio, Félix estaba sorprendido por su respuesta. Sin embargo, luego


de
cruzar miradas con Espectro y algunos de sus subordinados, el hombre
rompió
a reíra carcajadas. De repente, dejó de reír mientras miraba a Nataniel y le
gritó:

—¡Vaya, alguien aquí se cree que es la octava maravilla! Me gustaría ver de lo


que eres capaz. ¿Crees que puedes acabar conmigo?

Luego, Nataniel le dijo a Penélope:


—Cariño, espérame en el auto. ¡Sin importar lo que suceda, no mires hacia
acá!

Penélope titubeó al escucharlo y le recordó que tuviese cuidado. Luego,


siguió
sus instrucciones y fue hacia el BMW para esperar por él.

Cuando Penélope se marchó, Félix no vaciló más y le dio instrucciones de


inmediato a Espectro y sus hombres.

—Mátenlo. ¡Pase lo que pase, yo estoy aquí!

¡Fuuu! Espectro se movió como una ráfaga de viento y atacó al hombre. Con
su
mano derecha, intentó atrapar la cabeza de Nataniel, como la garra de un
··························································································································· ®
águila
que busca desgarrar a su presa.

¡Pam! Nataniel lanzó un fuerte puñetazo al pecho de su oponente. Al


momento,
a Espectro le pareció como si lo hubiesen golpeado con un martillo; pudo
sentir
cómo todas sus costillas se hacían añicos. La boca del hombre comenzó a
soltar chorros de sangre escarlata mientras su cuerpo volaba por los aires y
aterrizó inmóvil a los pies de Félix. La muerte le llegó de manera
instantánea.
Espectro era el mejor guardaespaldas de Félix y tenía fama de poseer

habilidades extraordinarias. Félix y sus hombres se quedaron pasmados, sin


poder creer lo que acababa de suceder.

Luego, Nataniel caminó hacia Félix y le dijo:

—En la próxima vida, si es que eso existe, recuerda no ofenderme nunca.

Félix estaba aterrorizado, pero aun así le gritó:

—¡Yo soy Félix Lobaina, de la familia Lobaina! ¿Cómo te atreves...?

Antes de que pudiera terminar de hablar, el cuchillo de Nataniel tajó el


cuello de
Félix con un movimiento rápido y preciso. La voz de Félix se apagó al
momento,
mientras su cuerpo caía al suelo poco a poco.

Nataniel miró a los hombres de Félix y les dijo de manera despiadada:

—Lleven el cuerpo de vuelta a la familia Lobaina. A partir de ahora, nadie de


esa
familia puede poner un pie en Ciudad Fortaleza. Quien se atreva, morirá.

Luego de esto, Nataniel se dio la vuelta y se marchó con Penélope en su auto.


Más tarde, en Alameda, el hogar de la familia Lobaina.

El patriarca Gabriel Lobaina tenía sentimientos encontrados mientras


miraba el
cuerpo de Félix, su tercer hijo. Él era el producto de su relación con su
amante y
también su tercer hijo. En la familia Lobaina, todos siempre veían a Félix
como

un hijo bastardo y Gabriel nunca le prestó mucha atención al chico. Félix


··························································································································· ®
quería
probarse a sí mismo, así que había partido hacia Ciudad Fortaleza con el
sueño
de lograr algo por sus propios méritos. Sin embargo, apenas pasó unos
cuanto
días en la ciudad y ya había muerto.

A pesar de que nunca le prestó mucha atención a su hijo, Gabriel se sintió


encolerizado al saber que alguien lo había asesinado así como así. Su mirada
se posó en Samuel Sosa, quien había traído el cuerpo de su hijo de vuelta a
casa, y le dijo con frialdad:

—Dime lo que sucedió.

Samuel hizo una reverencia con su cabeza y dijo:

—El Señor Félix se enamoró de una mujer llamada Penélope Sosa. Él tuvo
una
discusión con el esposo de la mujer, Nataniel Cruz, quien luego golpeó al
Señor
Félix hasta matarlo.

Entonces, Gabriel apuntó a uno de los guardaespaldas de Félix.

—¡Tú! ¡Dímelo tú!

El guardaespaldas le respondió con voz temblorosa:

—Señor, Penélope Sosa pertenece a la familia Sosa, y ella le gustaba mucho


al
Señor Félix. No obstante, los Sosa también tuvieron parte de la culpa de que
esto sucediera, pues ellos incitaron al Señor a que cortejara a Penélope. De
no
ser por su incentivo, el Señor Félix quizás no hubiese acabado de esta
manera.

—Tú... —Samuel estaba anonadado y furioso por la divulgación del


guardaespaldas.

Entonces, Gabriel dijo con frialdad:

—¿Cómo te atreves a usar a mi hijo? ¡Vengan y mátenlo en este instante!


¡Que le
haga compañía a mi hijo dos metros bajo tierra!

En cuanto Gabriel dijo esto, varios hombres temibles avanzaron sobre


Samuel
··························································································································· ®
mientras se preparaban para matarlo en ese mismo momento.

Samuel estaba tan aterrado que gritó:


—¡Señor Lobaina, espere!

Gabriel levantó sus manos para indicar a sus hombres que se detuvieran.
Luego, dijo con indiferencia:

—Me gustaría escuchar tus últimas palabras.

Samuel tenía pequeñas gotas de sudor en su cabeza, cuando dijo con


inquietud:

—Señor Lobaina, la disputa del Señor Félix con Nataniel Cruz de veras no
tiene
nada que ver con mi familia. Sus deseos de tener a Penélope se debían a que
él
seguía la carrera de la mujer. El quería que ella fuera el trampolín que
impulsara
su propia carrera, solo para probarle a usted su valía.

Gabriel frunció el ceño y dijo lentamente:

—A pesar de eso, no puedes negar el hecho de que tu familia, con sus


perversas
intenciones, se aprovechó de mi hijo. Esta explicación no te va a salvar en
absoluto.

La preocupación de Samuel se hizo cada vez mayor y dijo con premura:


—Señor Lobaina, por favor, perdónenos. Es un hecho que esta vez
cometimos
un error. Señor Lobaina, incluso si tomara mi vida, eso no solucionaría nada.

Nosotros estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para compensarlo.

Por fin, esto despertó el interés de Gabriel.

—¿Cómo propones compensarme por mi pérdida?

—¡Le ayudaremos a vengar la muerte de su hijo! ¡Para ello, le arrebataremos


el
proyecto a la compañía de Penélope Sosa y se lo ofreceremos a usted! —dijo
Samuel de inmediato.

Gabriel sabía que la muerte de su hijo se debía a que este deseaba obtener
ese
proyecto. A él también le interesó el proyecto y preguntó:
··························································································································· ®
—¿Es un proyecto muy lucrativo?

Samuel asintió de inmediato.

Sí, es un proyecto insignia en Ciudad Fortaleza, el Centro Comercial Asiático.


Si el proyecto se termina dentro de la ley, la ganancia mínima es de diez mil
millones. Si se interfiere un poco con el proceso de construcción y los
materiales, podría ganar mucho más que eso.

De repente, los ojos de Gabriel se encendieron de interés.

«¿Diez mil millones? Ese sí que es un proyecto enorme». Ya estaba


interesado.
Su tono de voz se suavizó al decir:

—Cuéntame acerca de tu plan.

El tono de Gabriel le demostró a Samuel cuán interesado estaba. Esta era su


oportunidad de luchar por sobrevivir. Se secó el sudor frío de su frente y
sonrió.

—Los Sosa todavía tenemos algo de influencia en Ciudad Fortaleza. Nataniel


Cruz no es más que un bruto que pelea bien, eso es todo. En cuanto regrese a
casa, haré que lo exterminen como venganza por la muerte del Señor Félix.
Cuando él ya no esté, podré arrebatarle el proyecto de las manos a Penélope
Sosa. Entonces, le ofreceremos a usted toda la ganancia del proyecto como
una muestra sincera de disculpa de nuestra parte.

De inmediato, Gabriel le lanzó una profunda y astuta mirada a Samuel y le


dijo:
—Muyy bien. Te daré un mes. Si no logras matar a Nataniel Cruz y tomar el
proyecto en un mes, no puedes culparme por lo que sucederá como

consecuencia.

—SÍí, Señor Lobaina, no se preocupe. Puede dar por hecho que voy a arreglar
esta situación —dijo Samuel de inmediato.

Gabriel le frunció el ceño.

—Ver para creer. Haz lo que debas hacer.

Samuel salió de Alameda todo desaliñado y, al llegar a casa, le contó todo a la


Familia Sosa.

—¿Qué? ¿Los Lobaina nos culpan por la muerte del Señor Félix? —dijo
··························································································································· ®
Alfredo
Sosa preocupado.

Samuel se rio con amargura y dijo:

—SÍí, y es probable que para estas alturas yo estuviese muerto si no le


hubiese
prometido que vengaríamos la muerte de Félix y que le entregaríamos el
proyecto de Penélope.

Todos sabían que los Lobaina eran una familia con la que nadie querría tener
problemas. Dado que la situación había llegado a este punto, no tenían más
opción que ayudar a los Lobaina en su búsqueda de venganza y entregarles el
proyecto de Penélope Sosa a modo de disculpa. De no ser así, los Lobaina
contaban con los medios para borrar a todos los Sosa de la faz de la Tierra.

Alfredo suspiró y dijo:

—Estoy agotado, voy a descansar. Dejaré que ustedes dos lidien con este
asunto. Recuerden que de esto depende la supervivencia de nuestra familia,
así
que deben encargarse muy bien de todo y no permitan que nadie cometa
ningún otro error.

—No se preocupe, papá — dijeron Samuel y Pablo.

Luego, toda la familia se retiró y solo quedaron Samuel y Pablo en la sala de


estar. Pablo le preguntó a Samuel con preocupación:

—Sami, Nataniel Cruz estuvo en el ejército en el pasado y tiene grandes


habilidades como luchador. Ya hemos enviado a varias personas a matarlo y
ninguna lo ha logrado. ¿Qué debemos hacer ahora?

—Ninguna de esas personas que enviamos tenía las habilidades necesarias


para la tarea. Sin embargo, ahora he encontrado a una persona que seguro
nos
ayudará a acabar con Nataniel Cruz de una vez y por todas —dijo Samuel con
desagrado.

—¿Quién? —preguntó Pablo con curiosidad.

—¡Noel! —respondió Samuel con tono despreocupado.

—¿Noel? ¿Te refieres al emperador del bajo mundo en Ciudad Fortaleza, el


Rey
de Reyes, el mismísimo Noel? —gritó Pablo sorprendido.

··························································································································· ®
Samuel le respondió con tono triunfante:

—¿Quién si no? Cada zona de Ciudad Fortaleza tiene su propio líder del bajo
mundo, pero todos saben que el verdadero emperador del bajo mundo es
Noel.
El puede acabar con cualquiera de estos líderes con solo levantar un dedo. Si
él
decide actuar, Nataniel Cruz puede considerarse hombre muerto.

Pablo asintió con la cabeza, pero luego dijo de inmediato:

—Hace tiempo que nadie sabe de Noel. Me parece muy probable que en esta
ocasión tengamos que pagar una gran cantidad de dinero para lograr que él
nos ayude, ¿no lo crees?

Samuel se mordió los labios e hizo una mueca de dolor.

—Ya he hablado de este asunto con él y me pidió mil millones. Sin embargo,
he
aceptado, ya que se trata de un asunto de vida o muerte para nosotros.

Pablo suspiró y dijo:

—Si tenemos suerte, esta pérdida monetaria nos ayudará a librarnos de


nuestra
mala suerte, así que espero que Noel actúe rápido y nos libre de Nataniel
Cruz.

Jardines del Río, en el hogar de Nataniel Cruz.

La familia de Nataniel acababa de cenar y él estaba jugando con su hija


Reyna.
De repente, alguien tocó a la puerta. Penélope se sorprendió cuando la abrió.
—Señor Dávila, pase, por favor.

Era nada más y nada menos que Tomás Dávila. Él le obsequió una bolsa de
regalo a Penélope de manera respetuosa antes de seguirla al interior de la
casa. Penélope le respondió con vergúenza:

—¡Señor Dávila, usted no tenía necesidad de traer un obsequio!

Tomás sonrió y le dijo:

—Bueno, es una formalidad.

—Estás aquí —dijo Nataniel con tranquilidad cuando vio a Tomás.

··························································································································· ®
—¡Señor! —le respondió Tomás con respeto.

Nataniel sabía que algo había sucedido en cuanto vio a Tomás, pues este

nunca lo hubiese molestado de no ser así. Nataniel le entregó su hija a


Penélope, luego se levantó y le dijo a Tomás:

—Nuestra sala de estar es un lío con todas las cosas de la niña. Vayamos a
sentarnos a mi estudio.

Poco tiempo después, ya estaban en el estudio. Penélope les trajo un


refrigerio
y los dejó a solas. Nataniel tomó un sorbo de su té y preguntó con serenidad:

—¿Qué sucedió?

—Algo ha ocurrido, así que he venido a informarle, Señor —respondió Tomás


en
voz baja.

—Dígame lo que ocurrió.


—Noel ha enviado a alguien a buscarme —dijo Tomás.
—¿Quién es Noel? —preguntó Nataniel con calma.

—Noel es el verdadero emperador del bajo mundo en Ciudad Fortaleza.


También se le conoce como el Rey de Reyes —explicó Tomás.

Nataniel no estaba impresionado.

—¿Un matón insignificante como ese se hace llamar Rey de Reyes? Pfff...
¿Por
qué te estaba buscando?

—Al parecer, él quiere vengar la muerte de Félix Lobaina. —Tomás continuó


explicándole en voz baja—: El dice que quiere matarlo a usted y me advirtió
que
no me involucrara o yo también moriría.

En el rostro de Nataniel se dibujó una pequeña sonrisa.


—¡Ya veo que es un poco presumido!
Tomás continuó con su explicación.

—Noel envió a alguien para que me dijera que lo llevara en persona a la


Mansión Draco mañana en la noche. De no ser así, también me matará.

La Mansión Draco era uno de los lugares más misteriosos de Ciudad


Fortaleza
··························································································································· ®
y también era el lugar donde residía Noel. En ese preciso momento, Noel, de
cincuenta años, estaba en su estudio decorado con manera detallada y
practicaba sus habilidades en los dibujos a tinta, mientras vestía un traje de
lino
negro. Una figura folklórica de un feroz tigre apareció en el fino trozo de
papel,
con gran velocidad e ímpetu. Al terminar, el delgado rostro de Noel
expresaba
satisfacción. Dragón Negro, que había estado parado a su lado por un buen
tiempo, dijo de manera respetuosa:

—Señor, hay algo que debo informarle.

Noel dejó a un lado su pincel para admirar su trabajo, mientras le respondía


con
tranquilidad:

—¿Qué sucede?

—He seguido sus instrucciones y le he dicho a Tomás Dávila que se olvide de


proteger a Nataniel Cruz. Le he ordenado que traiga a Nataniel Cruz a la
Mansión Draco mañana, para que usted le dé su escarmiento. Sin embargo,
Tomás Dávila parece haber ignorado este mensaje, así que no sabemos si
seguirá sus instrucciones —dijo Dragón Negro.

Los ojos de Noel brillaron mientras decía con tono calmado:

—A lo largo de la historia, siempre ha habido un líder en cada zona de


Ciudad
Fortaleza. Sin embargo, luego de que murieran los líderes de la Ciudad
Oriental
y del Distrito del Sur, Tomás Dávila se ha encargado de las tres zonas.
¿Quién
se cree que es?

—Ciudad Fortaleza está dividida en cinco áreas: la del Norte, la del Sur, la
Oriental, la Occidental y la Central. Tomás Dávila se ha adueñado de tres de
esas áreas. Debe creerse alguien muy importante como para ignorar sus
palabras, Señor.

Noel rio con entusiasmo.

—¡Las personas que son desobedientes merecen una azotaina en la espalda!

Los ojos de Dragón Negro se iluminaron.

—Entonces, Señor, ¿usted quiere decir que no solo debemos hacer algo
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contra
Nataniel Cruz, sino que también deberíamos darle una lección a Tomás
Dávila?

Noel le respondió con tono sosegado:

—¿Qué motivos tengo para quedarme con un perro desobediente? Dragón


Negro, infórmales sobre esto al líder del Norte, Rodolfo Estévez, y también al
del Centro, Pedro Dumas. Pídeles que vengan mañana en la noche para que
planeen conmigo cómo vamos a acabar con Tomás Dávila. Entonces, cuando
nos libremos de él, el Sur puede ser de Rodolfo Estévez y el Occidente de
Pedro
Dumas. Tú puedes quedarte a cargo de la Ciudad Oriental.

Dragón Negro se exaltó en cuanto escuchó las palabras de Noel y dijo con
entusiasmo:

—¡Sí, Señor!

El día siguiente al anochecer.

Las luces brillaban sobre la Mansión Draco. La pintura del tigre blanco
rugiendo
que estaba colgada en la pared parecía más poderosa y autoritaria que
nunca.
Noel, que vestía un traje de lino como de costumbre, estaba sentado de
forma
erguida en su trono bajo la pintura. Su hombre de confianza, Dragón Negro,
estaba parado a su lado con porte imponente. Los dos distinguidos invitados
de la noche, Rodolfo Estévez y Pedro Dumas, estaban sentados a ambos
lados
de la habitación. Los dos habían traído consigo a docenas de sus hombres,
que
estaban parados tras sus líderes. Cada uno de ellos tenía porte amenazante y
se podía ver de inmediato que eran sus respectivos luchadores de élite.

Noel, Rodolfo y Pedro ya habían acordado matar a Tomás Dávila esa misma
noche, antes de comenzar a repartirse sus territorios y sus negocios.

—Noel, he oído que Tomás Dávila es muy cercano a Nataniel Cruz. Dudo que
lo
traiga esta noche a que reciba su sentencia de muerte —dijo Rodolfo con un
tono bajo y atenuado.

Pedro Dumas rio.

—Apuesto a que ese tipo está tan c*gado de miedo que ni se atreverá a venir.
··························································································································· ®
Noel tomó un sorbo de té y dijo con tono calmado:

—¡Si Tomás Dávila y Nataniel Cruz no vienen hoy, cuando pase la


medianoche,
tomaremos todos los territorios de Tomás y los liquidaremos a ambos de una
vez!

—Noel, no creo que Tomás Dávila y Nataniel Cruz tengan las agallas de venir
esta noche. No esperemos más por ellos y comencemos a actuar de
inmediato
—dijo Dragón Negro muy entusiasmado.

En cuanto terminó de hablar, se escuchó un grito que venía de afuera.

—¡Están aquí! ¡Tomás y Nataniel están aquí!

Noel y el resto se miraron los unos a los otros sorprendidos.

«Tomás y Nataniel vinieron de verdad. ¿Será que Tomás se dio cuenta de


que
ya no podía proteger más a Nataniel y; por tanto, decidió traerlo para que el
mismo Noel le diera su merecido? ¡Tiene que ser esol!».

Mientras estos pensamientos invadían las mentes de todos los presentes,


Nataniel Cruz entró en la habitación muy calmado, acompañado por dos
inmensos y fornidos hombres, y otros ocho que los seguían. Los dos hombres
eran César Díaz y Tomás Dávila, mientras que los otros ocho parecían estar

hechos de metal sólido. Ellos se movían en total armonía, lo que daba la


sensación de que estaban realizando un ataque militar. ¡Estos ocho hombres

eran los miembros más estelares de la Guardia Nacional de Nataniel Cruz y


se
les conocía como la Elite 8 del Ejército del Norte!

A pesar de que el grupo de Nataniel Cruz tenía una apariencia


extraordinaria,
Noel y el resto de su grupo no estaban impresionados. Después de todo, ya
tenían a más de ciento cincuenta hombres formados en línea en la
habitación, y
otros quinientos afuera listos para entrar y matar en cualquier momento. ¡El
equipo de once hombres de Nataniel no era nada en comparación con el
suyo!

Todas las miradas se posaron sobre Nataniel Cruz y Tomás Dávila.

Noel se burló.
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—Tomás Dávila, ya veo que aún sabes lo que te conviene y has seguido mis
instrucciones de traer a Nataniel Cruz a este lugar. Por ese motivo, estoy
dispuesto a perdonar tu insignificante vida. En ese caso, entrégame todos tus
negocios y tus territorios y luego lárgate de Ciudad Fortaleza para siempre.

¿Tienes alguna objeción?

Dragón Negro, Rodolfo Estévez, Pedro Dumas y los demás miraron fijo a
Tomás.

«Tomás Dávila había peleado mucho y durante mucho tiempo antes de


alcanzar todo lo que poseía en Ciudad Fortaleza, y ahora Noel quería quitarle
todo lo que tenía. ¡Tomás no las entregará así de fácil, de ninguna manera!».
Sin embargo, ellos no se esperaban que Tomás sonriera y dijera:

—No tengo ninguna objeción.

Todos estaban anonadados. Nadie esperaba que él se rindiera sin luchar. No


obstante, Tomás añadió:

—¡Sin embargo, eso ya no depende de mí, sino de mi jefe, el Señor Cruz!


«¡Jefel».

Entonces, todas las miradas se dirigieron a Nataniel Cruz. Noel se rio entre
dientes y dijo:

—Tu jefe ya tiene un pie puesto en su tumba, así que no creo que tenga
ninguna
autoridad. Acaben con Nataniel Cruz.

En cuanto Noel terminó de hablar, dos cuerpos oscuros arremetieron contra


Nataniel. Ambos lucían sanguinarios y amenazadores. No obstante, antes de
que pudieran acercarse a Nataniel, César y Tomás los golpearon a ambos al
mismo tiempo.

¡Pum, pum!

Los dos hombres de Noel volaron por los aires hacia atrás y cayeron con
fuerza
en el suelo. Tomás había golpeado tanto el rostro de uno de ellos que el
hombre estaba irreconocible, y la patada de César hizo que el pecho del otro
hombre se hiciera pedazos por completo. Ambos hombres murieron al
instante.
Noel estaba que escupía fuego.

—¿Cómo se atreven a matar a mis hombres?


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—No solo a tus hombres, pues yo te mataré a ti también. ¿Acaso no me
crees?
—dijo Nataniel con una pequeña sonrisa en su rostro.

Noel puso sus ojos como platos y pronto su furia se convirtió en una risa
ahogada.

¡Fantástico! ¡Ya que todos ustedes han vivido durante mucho tiempo, no me
dejan otra alternativa que matarlos a todos! ¡Mátenlos, ahora!

Dragón Negro, Rodolfo y Pedro reaccionaron de inmediato y marcharon


contra
Nataniel, mientras el grupo de hombres los seguían. Los hombres que
estaban
afuera del salón entraron empuñando sus enormes hachas.

A pesar de la gran cantidad de enemigos frente a él, la expresión de Nataniel


permaneció imperturbable y solo se limitó a decir con frialdad:

— ¡Élite 8!
—¡Aquí! —gritaron los ocho guardias juntos.
—¡A matar! —gritó Nataniel.

Los ocho guardias salieron juntos con una determinación letal, mientras
gritaban:

—¡A matar!

A pesar de que ellos eran solo ocho, no se quedaban por debajo del vasto
ejército en ningún sentido.

Tomás se desbordaba de emoción. Esta era la primera vez que luchaba junto
a
César y el resto del equipo desde que se había retirado del ejército. Él miró a
César y le dijo:

—Capitán Díaz, usted solía ser mi objetivo. Sin embargo, cuando todavía
formaba parte de las tropas, nunca logré ganarme un desafío contra usted
hasta el día que me marché.

César frunció el ceño y respondió:

—¿Por qué? ¿No está feliz por eso?

Tomás se frotó las manos.

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—Un buen soldado nunca rechazaría la oportunidad de convertirse en un
líder. A
pesar de que ya no tengo posibilidades de vencerlo, igual me gustaría ganar

esta vez.

—Si nunca pudo vencerme en el pasado, ahora será absolutamente imposible


que lo logre.

Tomás apuntó hacia Dragón Negro y su grupo, mientras decía:


—Veamos quién puede acabar con más hombres.

—¡Está bien! —César accedió mientras se dirigía hacia Pedro con la agilidad
de
un tigre salvaje.

Pedro Dumas era famoso por sus habilidades como luchador. Él guio al
grupo
de hombres junto a Dragón Negro y Rodolfo Estévez, mientras atacaban a
Nataniel Cruz y sus hombres. Sin embargo, él no se esperaba que César
apareciera frente a ellos tan rápido. César se le abalanzó como una fiera sin
darle tiempo para esquivarlo.

¡Pum!
El golpe de César lo mandó a volar. Pedro sintió como si hubiese chocado
contra un tren en marcha y a toda velocidad. Murió en cuanto cayó al suelo
con

un ruido sordo y se quebró todos y cada uno de sus huesos.

Una vez que terminó con Pedro, César no perdió tiempo y les lanzó un
puñetazo
y una patada a otros dos hombres, mientras gritaba a viva voz:

—¡Tres!

Tomás abrió los ojos sorprendido.

—Oiga, ¿cómo pudo comenzar antes? ¡Eso es trampa!

A pesar de eso, Tomás arremetió como un rayo contra Rodolfo Estévez, el


líder
de la Ciudad del Norte. Rodolfo, que era fornido y musculoso, levantó sus
manos para golpear a Tomás. Este no se pensaba esconder y lo enfrentó listo
para golpearlo también. De hecho, Tomás fue más rápido y le lanzó un golpe
más potente que fue a parar al pecho de Rodolfo antes de que este pudiera

··························································································································· ®
ponerle un dedo encima.

¡Pum!

El puñetazo hundió sobremanera el pecho de Rodolfo y este cayó al suelo


mientras la sangre le salía a borbotones por la boca. Luego, Tomás gritó con
tono triunfante:

—¡Uno!

Al mismo tiempo, los de Élite 8 estaban inmersos en una intensa pelea


contra
los otros hombres que estaban en la habitación. A pesar de que Noel y su
pandilla contaban con un gran número de hombres, estaba claro que ellos no
eran una amenaza para los guardias de Élite 8, que iban aniquilando con
facilidad a sus enemigos uno a uno, como si fueran ocho tigres feroces.
Ninguno de los hombres de Noel podía hacerle frente a los ocho de Nataniel,
y
cada uno de ellos terminaba malherido o moría al momento.

Noel lo observaba todo boquiabierto desde su trono.

«¿Cómo es posible que Nataniel Cruz y sus hombres sean tan fuertes? Pedro
Dumas y Rodolfo Estévez eran famosos entre los clanes por ser luchadores
crueles y salvajes. ¿Cómo es que Tomás y su pandilla pudieron matarlos con
tal
facilidad?».

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Noel mientras miraba cómo sus hombres


caían ante Tomás Dávila, César Díaz y su equipo. «¡No importaba cuántos
hombres tuviera, ellos simplemente iban a matarlos a todos!».

Noel estaba anonadado y furioso al mismo tiempo, y le gritó de inmediato a


Dragón Negro, su hombre de confianza:

—¡Acaba primero con su líder! ¡Mata a Nataniel Cruz!

La pelea se intensificó mientras los matones entraban de manera constante y


precipitada al salón para atacar al grupo de Nataniel Cruz. Sin embargo,
nadie
había logrado acercarse ni un poco al líder. En cuanto Dragón Negro escuchó
las órdenes de Noel, se lanzó de inmediato con sus hombres hacia Nataniel.
El
enorme grupo de Dragón Negro formó una barrera para impedir que los
guardias de Élite 8 fueran a proteger a Nataniel Cruz. Dragón Negro fue
hacia
Nataniel con una sonrisa siniestra dibujada en su rostro. Desde su
··························································································································· ®
perspectiva,
él podía ver que Nataniel estaba arraigado al suelo y llegó a la conclusión de
que el líder debía ser un debilucho.

Como Nataniel era el jefe de Tomás y su grupo, era evidente que ellos se
rendirían si tomaban a su líder como rehén. Por fin, Dragón Negro se dirigió
hacia Nataniel y le apuntó con su puño.

—Je, je. ¡Pequeño, ahora te voy a hacer caer!

Nataniel soltó una pequeña risa.

—Estás abarcando más de lo que puedes —dijo Nataniel mientras ponía sus
puños en alto también.

¡Bum! Sus puños chocaron entre sí.

Dragón Negro era un hombre gigantesco y musculoso, con puños enormes


que
se notaba que eran más grandes que los de Nataniel. Él pensó que podría
acabar con Nataniel de un solo golpe. Sin embargo, se sorprendió al ver el
inmenso poder que irradiaba de los puños de su oponente cuando chocaron
con los suyos.

¡Crac...! Se podía escuchar el constante sonido de huesos rompiéndose. La


mano derecha de Dragón Negro estaba rota por completo y colgaba de su
cuerpo como si no tuviese vida.

—¡Aaah!

En el momento en que Dragón Negro comenzó a aullar, ya Nataniel había


lanzado una patada voladora hacia su cabeza. Los lamentos de Dragón Negro
cesaron de pronto cuando su cuerpo salió volando y aterrizó frente a Noel.
Para
ese entonces, el hombre ya estaba muerto.

«¿Qué?». Noel comenzó a temblar por dentro y se levantó de inmediato,


mientras miraba el cuerpo de Dragón Negro sin dar crédito a lo que veía.
Este
era su hombre de confianza, quien lo había acompañado en todas sus
conquistas durante veinte años, y en todo ese tiempo no había tenido ni un
rival
digno. Sin embargo, aquí estaba, ¿muerto en manos de Nataniel Cruz?

El cuerpo de Nataniel se desenfocó y apareció frente a Noel en un abrir y


cerrar de ojos. Noel
comenzó a temblar cuando su mirada se cruzó con la de Nataniel; era como
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estar mirando un
oscuro y profundo abismo que, sin saber por qué, lo hizo sentir minúsculo.
La expresión en su
rostro reflejaba terror y sorpresa, mientras preguntaba:

—¿Quién eres, exactamente?


Nataniel le respondió en un tono gélido:

—Tú no mereces saber quién soy; ¡considéralo como un gran honor que un
criminal como tú
muera por mi mano!

Cuando las palabras de Nataniel dejaron sus labios, su mano izquierda salió
disparada y agarró
la garganta de Noel. Luego lo levantó por el cuello con facilidad hasta que sus
pies no tocaron
el suelo, como si el hombre no pesara nada. Antes de que Noel pudiera decir
nada, Nataniel
apretó su agarre hasta que escuchó el «crac» sonoro de su tráquea al
romperse.

Luego de tirar el cadáver a un lado, Nataniel se dio la vuelta con el ceño


fruncido para ver el
campo de batalla a sus espaldas. El suelo de la Mansión Draco estaba
plagado de más de
doscientos hombres muertos o heridos, todos del bando de Noel. El resto de
los subordinados
de Noel, que ya estaban atemorizados por la violenta conducta de César Díaz
y su equipo,
perdieron su deseo de seguir luchando al presenciar la muerte de su jefe.
Todos tiraron sus
armas, mientras se ponían de rodillas para pedir clemencia. César, Tomás y
los otros ocho
miembros de su equipo estaban rodeados de los cuerpos sin vida de sus
enemigos, y parecían
diez demonios parados en medio del infierno.

El rostro de Nataniel no mostraba ninguna expresión, mientras sostenía sus


manos detrás de
su espalda, parado bajo el cuadro del dragón. Parecía un emperador que
escrutaba a sus
súbditos.

Durante la batalla, César había eliminado a 58 hombres, mientras que


Tomás había acabado
con 29. Tomás le dijo a César con admiración:

··························································································································· ®
—No por nada es usted el capitán. Admito mi derrota con humildad.

César optó por no hacer ningún comentario sobre esto, mientras se volteaba
para mirar a
Nataniel y preguntarle con un tono respetuoso:

—General, ¿qué debemos hacer con los hombres que quedaron?

—Deja que Tomás se encargue de ellos. De ahora en adelante, él estará a


cargo del bajo
mundo de Ciudad Fortaleza. ¡No quiero que ningún sicario presuntuoso
vuelva a causar
problemas! —respondió Nataniel con gentileza.

Tomás escuchó las palabras de su general y le respondió con solemnidad:


—'¡Sí, Señor!

Los matones del bajo mundo le habían traído muchos problemas a Nataniel
en varias
ocasiones, y hoy, por fin, él se había cansado y había cortado la cabeza del
dragón líder. El
próximo rey del bajo mundo sería Tomás Dávila. Con Tomás como líder,
Nataniel no tendría
que preocuparse de que surgiera ningún problema de este tipo en el futuro.
Además, él le
había ordenado a Tomás que eliminara todos los mercados grises y los
negocios sospechosos.

Esta regla, más rigurosa y nueva, haría que Ciudad Fortaleza fuera un lugar
mucho más seguro
para todos.

— ¿Qué? ¿Noel está muerto?


En la Villa de la Familia Sosa, esta noticia tomó a Samuel por sorpresa.

—Hermano, yo tampoco lo podía creer. Sin embargo, en las calles se


comenta que anoche
Tomás Dávila llevó a sus hombres a la Mansión Draco para enfrentarlo y él
mató a Noel —dijo
Pablo mientras sonreía con amargura.

El rostro de Samuel se contrajo con incredulidad y dijo de pronto:


—¿Cómo fue que Dávila pudo ganarle a un hombre tan poderoso como Noel?

—No fue a él solo. Al parecer también acabaron con Rodolfo Estévez y Pedro
Dumas. Todos
comentan que ahora Dávila va a ser el nuevo rey del bajo mundo.
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Samuel se dejó caer en una silla que tenía cerca, mientras murmuraba con
frustración:

— ¿Quién iba a saber que Dávila era tan poderoso? Si él es quien está a cargo
ahora, será casi
imposible ponerle un dedo encima tanto a Cruz como a Penélope.

—Sin embargo, si no matamos a Cruz para vengar la muerte del Señor Félix,
la Familia Lobaina
vendrá a por nosotros. Sami, ¿qué hacemos ahora?

Una mezcla complicada de emociones se adueñó del rostro de Samuel


mientras reflexionaba. Al final, dijo:

—Ya no nos será posible ir tras Cruz y Penélope mientras Dávila los proteja.
Creo que deberíamos dejar que la familia Lobaina se encargue de ese asunto.
Dejemos que «ellos» sean los que luchen contra Cruz ahora.

Pablo se rio con amargura.

—Pero el Señor Lobaina nos especificó que nosotros, los Sosa, teníamos que
vengar la muerte del Señor Félix.

Samuel expresó con una sonrisa:

—Gabriel Lobaina siempre ha sido un hombre terco y autoritario; aunque le


roguemos, él no cambiará de parecer. Sin embargo, he escuchado que su
favorito es su segundo hijo, Carlos. Creo que debería hacerle una visita a
Carlos
y llevarle algunos obsequios extravagantes. Con suerte, eso le agradará lo
suficiente como para hablar bien de nosotros con su padre. Quizás eso pueda
hacer que Gabriel cambie de parecer y nos libere de nuestra tarea.

—¡Esa es una idea grandiosa! ¡Hagámoslo, entonces! —exclamó Pablo,


mientras
sus ojos brillaban de emoción.

La habitación privada más lujosa del Cubo Rojo en Alameda estaba llena de
hermosas y jóvenes mujeres. Los hermanos Sosa estaban intentando adular
a
un joven de aspecto arrogante, que era nada más y nada menos que Carlos
Lobaina. Carlos, al contrario de Félix, era el heredero de Gabriel y su hijo
favorito. Además, él tenía un rango mucho más alto en la familia Lobaina
que el
de su hermanito bastardo. En ese momento, lo acariciaban dos mujeres
mientras él las abrazaba. Ellas eran las chicas más populares que allí se
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ofertaban. Carlos vio a los hermanos, frunció el ceño y les dijo aburrido:

—¿Y bien? ¿Qué quieren? Estoy seguro de que no vinieron hasta aquí solo
para
tomar par de tragos conmigo.

Los hermanos se miraron el uno al otro. Samuel sacó la llave de un carro de


su
bolsillo y la puso frente a Carlos, y le dijo con una sonrisa complaciente:

—Señor Carlos, estábamos un poco apurados por llegar aquí, así que no
tuvimos tiempo de comprarle un buen obsequio. No obstante, escuchamos
que
usted estuvo interesado en comprar un LaFerrari , pero no había ninguno
en el almacén de Alameda, así que pensamos en comprarle uno en otra
ciudad
de inmediato. Esperamos que acepte nuestra pequeña ofrenda.

Cuando las mujeres que estaban en la habitación divisaron el logo de


Ferrari en las llaves del carro, sus ojos se iluminaron. Esta era una marca
de autos deportivos muy reconocida, y LaFerrari , que costaba más de
veinte millones, era el modelo más sensacional de todos los que tenía la
marca.

Sin embargo, solo porque tengas el dinero para comprarlo no significa que
puedas hacerlo. La lista de espera para obtener uno de estos autos es larga, y
no existen muchos ejemplares disponibles en el mercado. Tener unos de
estos
autos deportivos súper lujosos era el sueño de la mayoría de los hombres, y

también de algunas mujeres que le daban más importancia a los intereses


materiales.

Carlos siempre había sido un gran admirador de los autos deportivos; por
esta
razón, tenía una colección de alrededor de veinte modelos diferentes de este
tipo de vehículos en su garaje. Él siempre había querido un LaFerrari ,
pero nunca había podido comprarlo. Carlos no se esperaba que los hermanos
Sosa le obsequiaran algo tan extravagante la primera vez que se reunían.
Levantó un poco las comisuras de sus labios, pero no se movió para recoger
las llaves, sino que se quedó mirando fijo a los hermanos mientras les decía
en
tono burlón:

—Los almuerzos gratis son un cuento de camino. Seguro hay algo que
necesitan de mí, así que ya pueden decirme qué es.

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Samuel y Pablo se sorprendieron al escuchar las palabras de Carlos. Ellos
pensaban que él era uno de esos ricachones que perdían la cabeza cuando se
les ponía enfrente algo que quisieran. En cambio, Carlos mantuvo la
compostura mientras se preguntaba el motivo de ese regalo.

Samuel soltó una risita incómoda y dijo:


—No queremos mucho, solo ser su amigo.

—¿Es en serio? ¿De verdad esperan que me crea que ustedes vinieron hasta
aquí y me dieron un obsequio tan caro solo porque querían ser mis amigos?
Sin
embargo, ya no necesito que me lo diga, pues ya sé por qué están aquí. Si no
me equivoco, esto tiene algo que ver con mi maldito hermano, ¿no es así?

A pesar de que Carlos y Félix eran hermanos, en realidad tenían madres


diferentes. Carlos era el hijo legítimo de la familia Lobaina, mientras que
Félix
era el hijo bastardo que su padre tuvo con la amante. Este era el motivo por
el
cual Carlos menospreciaba a su hermanito. Era evidente que entre ellos no
existía ese amor fraternal, pues Carlos no parecía lamentar la muerte de su
hermano cada vez que se hablaba de él. De hecho, en su voz se podía apreciar
incluso un ápice de desprecio.

Los hermanos Sosa estaban un poco sorprendidos por la honestidad de


Carlos
y se movieron con torpeza. Entonces, Samuel respondió:

—Señor Carlos, usted fue muy astuto al deducir el motivo de nuestra visita.
Sentimos mucho la muerte de su hermano. ¡Nosotros ansiábamos vengarlo!
Sin
embargo, ahora el bajo mundo le pertenece a Tomás Dávila, y él dejó muy
claro
que estaba prohibido tocar a Cruz. Ya no sabemos qué más hacer, así que,
¿usted podría hablarle bien de nosotros a su padre? ¡Por favor, convénzalo
de
que nos deje irl

—¡Sí, eso! Lo recompensaremos en gran medida si hace esto por nosotros. —


Pablo también hizo su aporte para intentar convencerlo.

Carlos frunció el ceño mientras miraba a los dos hombres.

—La familia Sosa siempre ha sido una muy buena aliada de los Lobaina.
¿Quién
iba a decir que los Sosa caerían tan bajo en estos últimos años? ¡Ni siquiera
pueden encargarse de alguien tan insignificante como el rey del bajo mundo
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de
Ciudad Fortaleza! Les propongo algo, yo me encargaré personalmente de
eliminar a Nataniel Cruz y Tomás Dávila, y ustedes preparan cien millones
para
que me los entreguen como recompensa. Cuando mate a Cruz, ustedes le
entregarán a mi padre el proyecto de Penélope Sosa, como ya habían
acordado.
Entonces, yo le hablaré a mi padre de ustedes, y así nos aseguraremos de que
él los perdone.

Los hermanos se quedaron anonadados con la respuesta del hombre.

—Señor Carlos, le informo que Cruz y Dávila no son los debiluchos con los
que
usted lidia a menudo. ¿Está seguro de que quiere encargarse de ellos
personalmente?

—Cuando el gato no está en casa, los ratones hacen fiesta. ¿Qué son ellos
comparados con el poder de la familia Lobaina? —dijo el heredero de los
Lobaina con arrogancia.

Los hermanos lo volvieron a pensar y tuvieron que aceptarlo. La familia


Lobaina
era una de las más poderosas e influyentes en Alameda; librarse de Cruz y de
Dávila sería tan fácil para ellos como quitarle un caramelo a un niño.

—Entonces, los Sosa deberíamos agradecerle, Señor Carlos —dijo Samuel


con
una sonrisa ladina en sus labios, mientras levantaba su copa para brindar.

Los tres hombres brindaron y los hermanos bebieron hasta dejar sus copas
vacías. Carlos, por otro lado, solo tomó un pequeño sorbo antes de volver a
dejar su copa en la mesa. Luego, se volvió para hablar con el hombre que
estaba parado detrás de él.

—Bernardo, deja todo listo y acompáñame mañana a Ciudad Fortaleza.


Vamos
a matar a esos dos payasos.

Bernardo, que vestía un sobre todo negro, no reflejó ninguna expresión en su


rostro mientras respondía:

—¡Sí, Señor!

Ciudad Fortaleza, Jardines del Río, Villa de Nataniel Cruz.

Nataniel se despertó en cuanto el primer rayo de luz se coló por la ventana.


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Reyna, que había estado durmiendo en el medio de la cama, rodó hacia el
otro
lado y abrazó con fuerza su osito de peluche mientras dormía. A pesar de que
Penélope había «insistido» en que ella y Nataniel durmieran separados a
ambos
lados de la cama con su hija entre ellos, ahora la mujer estaba muy contenta
enroscada con él; sus manos estaban abrazadas al cuello del hombre
mientras
ella dormía profundamente. Los ojos del hombre tenían un leve matiz de
satisfacción.

Ya él había perdido la cuenta de cuántas veces esto había sucedido. Todas las
noches, sumida en un profundo sueño, ella rodaba en la cama hasta llegar a
su
lado y abrazarlo. Él siempre fingía que se despertaba después que ella para
evitar que la mujer se enfadara por la vergienza.

Él estaba observando el hermoso rostro que tenía a solo unos cuantos


centímetros, cuando su mirada se posó en los exuberantes labios rosados de
Penélope. Su corazón comenzó a latir desbocado mientras sentía la urgente y
repentina necesidad de besarla. Luego se dio cuenta de que, por desgracia,
las
pestañas de Penélope comenzaron a temblar antes de que tuviera
oportunidad
de saciar sus deseos. «¡Ella se está despertando!». Nataniel cerró sus ojos
con
rapidez para fingir que aún estaba dormido. La mujer se movió en sus
brazos,
justo como él anticipó, y luego la escuchó murmurando,

—0h no, ¿por qué volví a rodar hasta sus brazos mientras dormía? Por
suerte, él
tiene el sueño bastante pesado, pues siempre me estaría recordando este
momento de no ser así.

Penélope se separó de él con cuidado y luego suspiró aliviada. Ella no


alcanzó
a ver la sonrisa que se formó en los labios del hombre que supuestamente
seguía dormido.

Como era fin de semana, la familia Cruz decidió ir de compras al Centro


Comercial Lago Celestial.

Al llegar al centro comercial, Nataniel mandó a Penélope a que entrara


primero
con sus padres y con Reyna, mientras él estacionaba el auto. Penélope
decidió
··························································································································· ®
llevarlos al tercer piso, donde estaban todas las tiendas de marcas famosas
como Gucci , Chanel y LV . Nataniel había ido de compras
con ella no hace mucho, así que no necesitaba comprar nada. El principal
motivo por el que ella había ido al centro comercial hoy era para comprarle
ropa
a sus padres. Ellos siempre habían trabajado mucho para ella. A pesar de que
ahora tenían una calidad de vida mucho mejor, aún vestían las mismas ropas
viejas que usaban hace alrededor de una década.

Penélope los llevó a una tienda Gucci , mientras cargaba a Reyna en sus
brazos. Bartolomé y Leila casi nunca iban a tiendas de marcas lujosas como
esta. El padre estaba echando un vistazo por la iluminada tienda de ropa de
alta
calidad, cuando le preguntó a su hija en voz baja:

—Peni, esta ropa parece ser muy cara.

—Está bien. Yo quiero comprarles unas buenas prendas de vestir a ambos —


respondió la hija con una sonrisa.

Ellos se quedaron anonadados cuando escucharon que su hija estaba allí


para
comprarles ropa. Ellos casi nunca habían comprado prendas de vestir lujosas
como las que se exhibían en esta tienda. Leila miró de reojo la etiqueta de
uno
de los trajes que estaban en las perchas. Cuando vio el número que tenía la
etiqueta, casi se le salieron los ojos de las órbitas de lo alarmada que estaba.
Entonces, tiró de su esposo a un lado de la tienda y le susurró:

—¡Dios mío! ¡Este traje cuesta casi treinta mil!


Su esposo estaba ¡igual de sorprendido que ella y le dijo al instante:

—¡Eso es indignante! Nosotros no podemos pagar esa cantidad. Creo que


deberíamos regresar a La Casa de Elena. ¡Una prenda de vestir aquí es
probable
que equivalga a cientos de prendas allá!

Penélope abrió su boca para decirles que todo estaba bien y que ellos podían
pagarlo; pero, antes de que ella pudiera decir nada, escuchó la voz chillona
de
una mujer que decía:

—¡Oiga! ¡Saque sus mugrientas manos de la ropa! ¡No toque nada si no


puede
pagarlo!

Una mujer con un rostro enojado y lleno de maquillaje caminó rápido hacia
··························································································································· ®
ellos. La etiqueta que llevaba en su pecho con su nombre decía «Gerente de
la
Tienda, Petunia».

Leila soltó la etiqueta que tenía en su mano al momento, como si le hubiese


dado una descarga eléctrica. Ella lucía avergonzada y dijo:

—Lo siento, no era mi intención. Tuve cuidado de no tocar el traje. Solo


quería
ver la etiqueta del precio.

Petunia emitió un sonido arrogante con su nariz y luego comenzó a dar un


sermón.

—¿Quién les dijo que podían tocar las etiquetas como si nada? ¡Yo detesto a
los
aldeanos inmundos como ustedes; son tan salvajes y sucios como un cerdo!
¿Qué hacen en un lugar como este, si de todas formas es muy probable que
no
puedan pagar nada? Vayan a la Casa Feliz de Elena o algo así. ¡Qué molestos!

Bartolomé y Leila se sonrojaron avergonzados mientras le ofrecían mil


disculpas. Ellos querían salir de la tienda de inmediato y comenzaron a tirar
de

Penélope, pero ella no iba a aguantar este acto sin sentido. El rostro de
Penélope expresó su enojo mientras les decía a sus padres:

—¡Papá, mamá, no podemos dejar pasar esta acción!


Petunia se puso sus manos en las caderas y dijo con desprecio:

—¡Jal ¿Acaso no quieres aceptar la cruda realidad? En ese caso, ¿por qué no
me
demuestras que estoy equivocada? Si de verdad no son unos pueblerinos,
entonces compren el traje. ¡Yo dudo mucho que ustedes puedan
permitírselo!

Petunia ya había notado la forma de vestir de Penélope y al momento dedujo


que ella era una trabajadora de oficina con sus padres del campo. Si ella
hacía
un esfuerzo, quizás pudiese comprar una o dos prendas de ropa de la tienda.
Este era el motivo por el cual Petunia los había provocado adrede.

Si Penélope no tenía cómo comprar nada, Petunia tendría la oportunidad


perfecta para echar a estos miserables desgraciados. En cambio, si Penélope
se veía forzada a comprar algo, entonces Petunia podría obtener una buena
comisión. Ella tenía todas las de ganar.
··························································································································· ®
Petunia retaba con su mirada a Penélope, pues no tenía nada que perder.
Penélope estaba enfurecida por las palabras de la gerente de la tienda y
estaba
a punto de comprar el traje, cuando Nataniel entró en el local. Al ver el
furioso
rostro de su mujer, él preguntó en voz baja:

—¿Qué sucedió?

Al verlo, Bartolomé, Leila y Penélope se relajaron un poco. Por alguna razón,


su
presencia siempre les proporcionaba seguridad y comodidad. Reyna, que
estaba en los brazos de su madre, dijo:

—Papá, esta señora de aquí dice que somos muy pobres para permitirnos la
ropa que venden en esta tienda. Está intentando echarnos.

Nataniel miraba fijo a Petunia, quien, a su vez, lo miraba con arrogancia; ella
no
tenía miedo. Las comisuras de los labios del hombre se elevaron, formando
una
pequeña sonrisa, cuando notó que la mujer quería provocar una discusión.
Sacó de su bolsillo una tarjeta Centurión y, con una sonrisa burlona, la agitó
frente al rostro de la gerente.

—Me pregunto si esta tarjeta será suficiente para comprar toda la ropa que
hay
en esta tienda.

La tarjeta Centurión de American Express se podía usar en cualquier


lugar del mundo y, más importante aún, no tenía límite de crédito. Cuando

Petunia vio la tarjeta negra que Nataniel tenía en su mano, su expresión de


arrogancia se transformó en una de sorpresa y luego volvió a cambiar para

expresar alegría. En el rostro de la mujer apareció una sonrisa aduladora que


¡iba muy a tono con sus palabras.

—¡Por supuesto, Señor! Es probable que con esa tarjeta que tiene en su mano
pueda comprar cien de estas tiendas sin ningún problema.

Luego se giró hacia Penélope, Bartolomé y Leila para disculparse de


inmediato
por la forma en que actuó antes. Su forma de ser y de actuar eran muy
despreciables, y la familia Cruz no pudo evitar menospreciarla.

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Petunia le preguntó a Nataniel con mucho atrevimiento:

—Señor, ¿qué tipo de ropa está buscando? Yo estaría más que feliz de
ayudarlo.
Él apuntó a varias filas de manera aleatoria mientras le respondía:

—¡Esta fila, esta fila y aquella fila!

Las mejillas de la gerente se sonrojaron de la alegría. ¡La comisión que


obtendría por todo lo que él estaba comprando sería de cientos de miles!
Emocionada por el prospecto, y, sin perder un segundo más, le ordenó al
resto

de los empleados del local:

—¿Qué demonios están esperando, tontos? ¡Traigan para acá todas esas
prendas, rápido!

El personal retiró de las perchas casi la mitad de las prendas de la tienda,


formando un gran desorden en el proceso. Cuando terminaron, la gerente se
volteó hacia Nataniel, y le comunicó:

—Señor, hemos traído toda la ropa que usted seleccionó. ¿Le gustaría
pagarla
ahora?

En vez de responderle, Nataniel le hizo otra pregunta.


—¿Está feliz?

—¡SÍ, por supuesto! ¡Estoy extasiada! —respondió ella con una gran sonrisa
en
sus labios.

Lo próximo que él dijo fue como una aguja que reventó la burbuja de
felicidad
de la gerente.

—No te alegres tanto todavía. Yo no voy a comprar esa ropa.

Petunia abrió tanto los ojos que parecía que se le iban a salir de las órbitas y
gritó con voz ronca:

—¿Qué?

—¿Por qué deberíamos comprar tu ropa si ni siquiera nos permites ver las
etiquetas con sus precios? —respondió él con un bufido.

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Cuando dijo esto, Nataniel se dio la vuelta hacia su familia y le dijo:

—Mamá, papá, Peni, vamos a la tienda del frente. No tenemos que comprar
nada de aquí.

Los rostros de todos ellos reflejaban la satisfacción que sentían al mirar el


rostro estupefacto de la gerente. Después de esto, la familia salió de esa
tienda
sin mirar atrás y se dirigió a la del frente, Hermes . Menos de media hora
después, salieron cargados con bolsas de compras. El personal del
establecimiento se alineó en la entrada para agradecerles sobremanera por
su
visita.

Hermes era una marca mucho más exclusiva que Gucci . ¡A juzgar
por la cantidad de bolsas que llevaban, ellos habían gastado por lo menos

varios cientos de miles en la compra! En la tienda Gucci , Petunia los


observaba escondida y su rostro se puso rojo de rabia.

En Ciudad Fortaleza, en el Palacio Celestial.

En el espacioso restaurante, solo había una mesa con clientes. Carlos


Lobaina,
que vestía un traje hecho a la medida, estaba sentado a la mesa mientras
comía con elegancia su filete. Detrás de él estaban dos hombres: Bernardo,
que
vestía su largo sobre todo como siempre, y un hombre con la cabeza afeitada
llamado Germán. A las espaldas de estos dos hombres, había un grupo de
treinta hombres más vestidos de traje, que también le pertenecían a Carlos.
Carlos cortaba su filete con un cuchillo, cuando gritó:

—¡Gerente!

El gerente del Palacio Celestial, Vicente, fue hacia él con prisa.

—¿En qué puedo ayudarle, Señor?

Carlos pinchó un pequeño pedazo de filete y se lo llevó a la boca. Lo masticó


y
se lo tragó, y luego dijo con un tono casi amistoso:

—Me gustaría ver a su jefe, Tomás Dávila.

Vicente parpadeó sorprendido por un momento y luego se disculpó con una


sonrisa.

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—Señor, nuestro jefe viene muy pocas veces al restaurante a resolver
asuntos, a
menos que sea por algo muy importante. Si usted no está satisfecho con la

calidad de la comida o con el servicio que se le ha brindado, me lo puede


decir
a mí. Yo estaré más que feliz de servirle.

Carlos dejó de cortar su filete y levantó la cabeza para mirar al gerente con el
ceño fruncido.

—¿Estás seguro de eso?

A pesar de que Carlos vestía como un caballero, cuando Vicente lo miró a los
ojos pudo experimentar cómo un poderoso sentimiento de inquietud se
apoderaba de él. Vicente se obligó a mostrar una sonrisa y respondió:

—¡Sí, Señor, estoy seguro!

Esas dos últimas palabras apenas habían salido de su boca, cuando se vio un
destello del cuchillo que Carlos tenía en su mano. La afilada hoja cortó la
garganta del gerente y la abrió al momento.

Con los ojos muy abiertos por el terror, Vicente se llevó las manos al cuello
para
tapar la herida en vano. El hombre se tambaleó hacia atrás, mientras la
brillante
y roja sangre salía a chorros sin parar por los espacios entre sus dedos.
Finalmente cayó al suelo en un charco rojo que se había formado a su
alrededor, ante los ojos horrorizados del resto del personal del restaurante.
Los
empleados huyeron deprisa y uno de los meseros gritaba mientras corría:
—¡Rápido, llamen al jefe! ¡Algo malo ha sucedido! ¡Han matado a alguien!

La expresión de Carlos transmitía calma mientras limpiaba la sangre de su


cuchillo con una servilleta. Luego comenzó a cortar su filete de nuevo con el
mismo cuchillo.

—¡Germán!

El hombre calvo dio un paso al frente y respondió de manera cortante:

—¡Sí, Señor!

—Bernardo y yo podemos ocuparnos de esta situación. Toma a veinte


hombres
y tráiganme la cabeza de Nataniel Cruz. ¿Una hora es tiempo suficiente? —
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ordenó su jefe con una voz apacible.

Germán se jactó con una sonrisa burlona.

—¡Más que suficiente!

Cuando dijo esto, hizo un gesto para que veinte de los hombres lo siguieran y
se marcharon.

En el restaurante, solo quedaron Carlos, el inmutable Bernardo y otros diez


hombres.

Unos minutos después, Tomás Dávila entró con Javier y diez de sus
hombres.
—¡Rápido! ¡Rodeen a esos buscapleitos!

En cuestión de segundos, Carlos y sus hombres estaban rodeados. Una vez


que
terminó de comer su filete, Carlos puso sus cubiertos sobre la mesa y usó una
servilleta para limpiarse la boca. Luego, levantó la cabeza para mirar a
Tomás
con una sonrisa en sus labios.

—¿Usted es Tomás Dávila?

Tomás le echó un vistazo al cuerpo sin vida de Vicente antes de pasar a mirar
a
Carlos y a sus hombres. Cuando su mirada cayó sobre el hombre que estaba
parado detrás de Carlos, sus ojos se le entrecerraron.

A pesar de que Bernardo estaba parado sin moverse, a su alrededor se


percibía
un aura amenazador y agobiante. «¡Es evidente que él es uno de los
fuertes!».
Luego, volvió a mirar a Carlos y le respondió:

—SÍí, así es. ¿Quién es usted? ¿Por qué mató a mi hombre?

El hombre que estaba sentado a la mesa tenía una sonrisa extraña en su


rostro.

—¿Usted y Cruz mataron al inútil de mi hermano y aun así no me ha


reconocido?

Los ojos de Tomás se abrieron mucho al comprender la situación.

—¡Usted es de la familia Lobaina!


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—¡Felicitaciones, usted ha acertado! Como premio, obtendrá un oponente —
dijo
Carlos dando palmadas de aprobación. Luego se giró y le dijo a Bernardo—:
Mátalo. Tómate tu tiempo.

—¡Sí, Señor!

Bernardo comenzó a caminar hacia Tomás con un rostro que no dejaba ver

nada. Entonces, una daga negra se deslizó de su manga y cayó en su mano


derecha.

Centro Comercial Lago Celestial

Cuando la familia Cruz salió de Hermes , ellos decidieron poner sus


bolsas en los casilleros para de esta manera poder seguir haciendo más

compras. Después de esto, Bartolomé y Leila llevaron a Reyna al noveno piso


para comprar algunos juguetes, mientras que Nataniel y Penélope se
dirigieron
al quinto piso, donde vendían otros artículos lujosos. Penélope quería
comprarle algo lindo a Nataniel. Después de pensarlo bien, se decidió por un
reloj, así que fueron a Vacheron Constantin . Mientras ella miraba las
opciones, su naturaleza selectiva no le permitía encontrar algo que le
gustara.
Por fin, encontró uno que ella pensó que le quedaría bien a Nataniel. El reloj
era
simple, pero mientras más lo miraba, más creía que le pegaba a Nataniel.
Solo
había un pequeño detallito que le molestaba. El reloj era parte de un juego
de
relojes de pareja, lo que significaba que no lo venderían de manera
individual.

Ella estaba en una encrucijada; le gustaba mucho el reloj, pero tendría que
comprar el juego completo. Si le regalaba el reloj de hombre a Nataniel, sería
raro regalarle el reloj femenino a cualquier otra mujer. Sin embargo, si ella
decidía usarlo, Nataniel podría malinterpretarlo, y la molestaría con ese
tema
sin piedad.

Al ver la indecisión de Penélope, la vendedora sonrió de manera encantadora


mientras decía:

—Señora, Vacheron Constantin es una marca de relojes muy famosa en


todo el mundo. Le aseguro que son de la mejor calidad. Este par de relojes
··························································································································· ®
les
quedarían perfectos a usted y su esposo.

Las mejillas de Penélope se encendieron y ella comenzó a tartamudear.


—Yo... yO...

A la vendedora le preocupaba que Penélope desistiera de comprar los relojes


y
sacó un hermoso paraguas de repente.

—Si compra ahora los relojes, usted podrá llevarse como regalo este
paraguas
de edición limitada. Este paraguas negro lo elaboraron a mano algunos de
los
mejores paragileros del mundo; solo el costo de manufactura es de diez mil
cada uno. A pesar de que no se puede comparar con un paraguas Rolls-
Royce de cien mil, el nuestro es de muy alta calidad.

Penélope, que no pudo resistirse a la persuasión de la vendedora, compró los


relojes. Se sonrojó intensamente por la vergiienza. A ella le gustaba mucho el
reloj de hombre y quería regalárselo a Nataniel.

Después de pagar la cuenta, Nataniel tomó el paraguas mientras Penélope


llevaba la bolsa con los relojes y salieron juntos de la tienda. Él tenía
dibujada
una leve sonrisa burlona en el rostro, mientras que ella seguía con su cara
encendida y avergonzada.

«¿Por qué compré esos relojes de pareja? ¡Esto es todo lo que me faltaba;
ahora este idiota no va a parar de molestarme!».

Ambos continuaron caminando por el pasillo hacia el elevador, para


encontrarse con los demás en el noveno piso. De repente, Nataniel paró su
marcha y se quedó inmóvil. Penélope lo miró con curiosidad, preguntándose
qué era lo que estaba sucediendo. Antes de que ella pudiese emitir cualquier
sonido, notó que un hombre fornido y de cabeza rapada había aparecido en
el
medio del pasillo. Detrás de este señor, se podía ver un grupo de hombres
vestidos con trajes negros, todos con una mano metida dentro del saco de
sus
trajes. Al ver el tamaño de los bultos, ella supo que tenían cuchillos bajo las
chaquetas.

«¿Son asesinos?». En cuanto pensó esto, la sangre abandonó su rostro y se


puso tan pálida como una hoja de papel.

Nataniel, en cambio, parecía estar muy calmado cuando le dijo:


··························································································································· ®
—No tengas miedo. Cierra los ojos y sígueme con cuidado.

Sus palabras la reconfortaron y ella cerró sus ojos con obediencia. La mujer
lo
agarró por la punta de la camisa y siguió su paso sosegado.

El tipo calvo era Germán, el hombre de confianza de Carlos Lobaina. Al ver


el
movimiento de Nataniel, Germán frunció el ceño y, con una sonrisa de
indiferencia, les hizo un gesto con la mano a sus hombres.

—i¡Mátenlo!

Al recibir esta orden, los veinte hombres que estaban detrás de Germán
arremetieron contra Nataniel. El que guiaba la emboscada levantó su
cuchillo
con la intención de hacerlo caer sobre la cabeza de su oponente. ¡Zas!

Nataniel dio un paso hacia adelante y la sombrilla negra en su mano salió


disparada como una flecha; enterró así la punta en la garganta del hombre
que
lo embestía.

Dos hombres más se le acercaron. Él avanzó dos pasos y con la sombrilla


golpeó sus rótulas, las cuales quedaron destrozadas al instante. Los dos
hombres cayeron al suelo gritando de dolor.

Como si estuvieran paseando por el parque, Nataniel condujo con gentileza a


Penélope a través de la multitud de hombres, sin siquiera tambalearse por
un
momento. A cada paso que él daba, uno de los asesinos se hacía un ovillo en
el
suelo gimiendo de dolor.

Germán, con ojos de asombro, contemplaba la escena sin poder creerlo. Los

hombres que había traído eran los mejores luchadores de la familia Lobaina.
«¿Cómo era posible que ninguno pudiera igualarse a Cruz?».

Se puso sus adoradas manoplas, rugió como un león y con gran estruendo se
lanzó hacia Nataniel, cuya pierna saltó como un resorte.

¡Zas!

Pateó a Germán en el pecho y el hombre voló por los aires varios metros.
¡Paf!
Chocó contra la pared junto al elevador antes de deslizarse hasta el suelo sin
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fuerzas. Era evidente que tenía varias costillas rotas.

El calvo, horrorizado por completo, miró a Nataniel. Nunca habían


penetrado
sus defensas; ni siquiera un golpe en el pecho con un mazo lo hubiera
lastimado tanto. Sin embargo, una patada de este hombre lo había lastimado
muchísimo.

Sin poder hacer nada, veía a Nataniel y a Penélope acercarse. Las gotas de
sangre provenientes de la punta de la sombrilla aún caían con lentitud y
dejaban un rastro de sangre detrás de la pareja. El miedo lo abrumaba a
medida
que Nataniel se acercaba, era como si la parca viniera a reclamar su alma.

Germán quería arrastrarse hasta un agujero oscuro y profundo donde


Nataniel
nunca lo encontrara. Sin embargo, la mirada dura de este hombre lo
inmovilizó
en el lugar.

«Estoy muerto», era el mantra que pasaba por la cabeza de Germán.


—¡Disculpe, por favor, llame al elevador! —dijo Nataniel con voz apática.
Germán, sorprendido, se puso tenso antes de entender lo que le pedía.
Ignoró el
dolor de sus costillas rotas y se esforzó por levantarse y estirar la mano para

presionar el botón del elevador.

Varios segundos después, llegó el elevador y las puertas se abrieron con


lentitud.

Nataniel y Penélope pasaron junto a Germán y entraron al elevador.

Una vez que le dieron la espalda, el miedo de Germán desapareció. Dar la


espalda al enemigo fue lo más tonto, pues era la mejor oportunidad que tenía
de matar al hombre.

«¿Lo hago? ¡Ay, a la m*erda!».

Sabía lo cruel y sádico que podía ser Carlos Lobaina. Si regresaba y le


informaba que había fallado en su misión, se vería sumergido en un mundo
de
dolor. Así que, ¿por qué no arriesgarse?

Sacó una daga de la espalda y atacó con el objetivo de atravesar el corazón de

Nataniel quien, sin voltear a mirar, contraatacó con la sombrilla que tenía en
··························································································································· ®
sus manos.

¡Chof! La punta de la sombrilla apuñaló a Germán justo en el centro de la


frente,
lo que provocó que este se tensara.

En cuanto Nataniel retiró la sombrilla, Germán se fue de bruces y murió.


Presionaron el botón del noveno piso y las puertas comenzaron a cerrarse.
Después que se cerraron por completo, Nataniel se dirigió a Penélope, quien
aún tenía los ojos cerrados.

—De acuerdo, ya puedes abrir los ojos.

Su rostro estaba pálido cuando abrió los ojos y preguntó con voz temblorosa:
—¿Quiénes eran?

—No tienes por qué preocuparte. Yo me ocuparé. —La tranquilizó con voz
firme.

Llegaron al noveno piso y se reunieron con Bartolomé y los otros. Después


de
eso, la familia entera tomó otro elevador hasta el estacionamiento.

—Peni, adelántense y vayan para la casa. Aún tengo que ocuparme de


algunos
asuntos —le dijo Nataniel.

Ella sabía que iba a encargarse de los asesinos. Asumió que los habían
enviado
de nuevo los que estaban detrás del proyecto de construcción. Con tono
preocupado, le pidió:

—Por favor, ten cuidado.

—Lo tendré. —Nataniel le sonrió con dulzura.

Mientras Penélope se alejaba en el auto, un 4x4 negro salió desapercibido de


un espacio más lejano del estacionamiento y los siguió. César había asignado
a
aquellos hombres en la furgoneta para proteger a la familia Cruz desde la

distancia.

Cuando perdieron de vista el auto, un Jeep manejado por César se detuvo


delante de Nataniel, quien subió y murmuró:

—¿Cuántas personas de la familia Lobaina vinieron?


··························································································································· ®
César, quien había averiguado todo lo que pudo antes de venir, respondió en
voz baja:

—El heredero de la familia Lobaina está aquí con Bernardo y Germán, dos de
sus mejores hombres. También trajo a treinta de sus luchadores élite con él.

Ya Nataniel había derrotado a Germán y a veinte de esos hombres élite.


Algunos tuvieron la suerte de escapar heridos, pero otros no.

—¿Dónde está Lobaina ahora?

—Está en el Palacio Celestial ahora causándole problemas a Tomás —


informó
César mientras salía del estacionamiento.

—Llega allá lo antes posible.

—¡Sí, señor!

Palacio Celestial, Ciudad Fortaleza.

El restaurante estaba patas arriba. Javier y sus hombres yacían en el suelo en


sus propios charcos de sangre, todos gravemente heridos y al borde de la
muerte.

Entre las ruinas del que una vez fuera un restaurante ordenado, Bernardo
tenía
una expresión algo petulante en el rostro al mirar a Tomás con sus crueles
ojos. La daga negra en sus manos estaba manchada de sangre.

El cuerpo de Tomás presentaba cientos de cuchilladas con suficiente


profundidad como para que brotara sangre de las heridas. Miraba a
Bernardo y
respiraba con dificultad.

Aunque formaba parte de la guardia de Nataniel, lo habían obligado a


retirarse
antes debido a una herida. Ya no era tan diestro en el combate como cuando
estaba en su mejor momento. Para empeorar las cosas, no había entrenado
mucho en los últimos dos años y sus habilidades de combate se habían
deteriorado con rapidez.

Por otra parte, Bernardo fue criado específicamente por la familia Lobaina
para
ser una máquina asesina. Cada día, pasó incontables horas practicando
diferentes formas de matar.
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De más estaba decir que Tomás estaba en desventaja a la hora de luchar
contra un oponente como él. Si no hubiera sido por las órdenes de Carlos de
alargar esto lo más posible, hubiera muerto a manos de Bernardo hacía
mucho
rato.

En cambio, tenía que sufrir una muerte lenta y agonizante mientras


Bernardo lo
cortaba poquito a poquito.

Carlos estaba fumando un cigarro con garbo sentado en una silla cerca. Sus
diez guardaespaldas estaban parados en fila detrás de él. Miró el cuerpo
ensangrentado de Tomás y sus labios esbozaron una sonrisa.

—Pensé que el hombre que mató a mi hermano y eliminó a Noel sería mucho
más impresionante. ¡Qué decepción!

A pesar de las heridas en todo su cuerpo, Tomás no había perdido su espíritu


de lucha. Escupió saliva ensangrentada y los insultó:

—Montón de payasos, no serán así de arrogantes por mucho más tiempo.


Cuando el Señor llegue, ¡limpiará el piso con su sangre! —En sus ojos brilló
la
admiración al mencionar a Nataniel Cruz.

Javier y los otros que seguían en el suelo se animaron al escuchar el nombre


de
Nataniel. Se esforzaron por ponerse de pie y gritaron:

—¡Tomás tiene razón! Cuando el Señor llegue aquí, ¡los aplastará como los
insectos que son!

Carlos frunció el ceño ligeramente preguntándose por qué estos hombres


adoraban con tanto fanatismo a Nataniel Cruz.

—A estas alturas, estoy seguro de que Germán ya le cortó la cabeza a Cruz y


viene en camino. En cuanto a ustedes, basura... Bernardo, envíalos al
infierno.
No podemos permitir que su preciado «Señor» esté solo allá —se burló con
desdén.

—¡Sí, señor! —respondió Bernardo y se precipitó hacia Tomás.

Tomás gruñó al lanzar un puñetazo a la cara a Bernardo. Este esquivó con


agilidad el golpe y movió su daga hacia arriba. Justo antes de que la punta
penetrara el cuerpo de Tomás, un destello incandescente golpeó la hoja
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como
una bala.

¡Tin! Hubo destellos como fuegos artificiales y el ataque letal de Bernardo


fue
desviado.

Estupefacto, miró hacia el suelo y se quedó asombrado por lo que vio. Nada
más que una colilla de cigarro.

¿Quién pudo lanzar una colilla de cigarro con tal fuerza que se convirtió en
una
bala capaz de mover su hoja? Todos miraron hacia la dirección de donde
había
volado la colilla: la entrada del restaurante.

Vieron entrar a un hombre alto y delgado con otro hombre corpulento


detrás.
Eran Nataniel Cruz y César Díaz.

Tomás y los otros gritaron sorprendidos como si hubieran visto la luz al final
del túnel:

—¡Señorl
Carlos se quedó boquiabierto mirando a Nataniel.

—¿P... por qué estás aquí...? Germán... —tartamudeó con aire vacilante.

—Está muerto y tú serás el próximo —respondió Nataniel con frialdad.


Carlos soltó una carcajada antes de contestarle con un gruñido:

—¡Cuánta arrogancia! ¡Veamos si tus habilidades están acordes! Bernardo,


¡mátalo!

Una expresión severa apareció en el rostro de Bernardo mientras hacía girar


su
daga como un experto. En un segundo, arremetió contra Nataniel.

Se sintió una leve ráfaga de viento; era la hoja de Bernardo intentando


perforar
la cabeza de Nataniel en un movimiento tan rápido como el rayo.

Nataniel, con una sonrisa en los labios, tomó al azar unos cubiertos de la
mesa
a su lado y los utilizó como una espada para embestir.

La hoja de Bernardo estaba a solo unos centímetros de la frente de Nataniel


··························································································································· ®
cuando los cubiertos atravesaron su garganta; esto paró en seco su
movimiento.

«¿Qué? ¿Mató a Bernardo en un solo movimiento?».

Los ojos de Carlos salieron de su órbita al preguntarse si lo que acababa de


ver
era real.

Nataniel sacó los cubiertos y la daga de Bernardo cayó al suelo con un


estruendo.

—¡E... eres tan fuerte! D... dime, ¿cuánto de tu verdadero poder utilizaste
para
matarme? —masculló Bernardo mientras apretaba su garganta que
sangraba.

—Diez por ciento —respondió Nataniel con frialdad.

Bernardo cayó al suelo con una expresión de shock grabada para siempre en
su
rostro.

Carlos miró a Nataniel sorprendido. Bernardo era uno de los mejores


asesinos
de su familia, ¡y lo mató en segundos!

—Creí haber dejado bien claro que la familia Lobaina no podía poner un pie
en
Ciudad Fortaleza nunca más. Sin embargo, se aparecieron aquí; así que no
pueden decir que no se los advertí —dijo Nataniel mirando con ojos
penetrantes
a Carlos.

—¡¿Te atreves a matarme «a mí»?! —gritó Carlos al darse cuenta de lo que


implicaban sus palabras.

—¡Mátenlo! —ordenó Nataniel.

—¡Soy Carlos Lobaina, el heredero de la familia Lobaina! ¡Quién se atreve a


tocarme! —gritó Carlos haciéndose el valiente aun cuando el terror y la furia
impotente lo invadían.

Sus diez guardaespaldas formaron un círculo a su alrededor para protegerlo.

César y Tomás saltaron hacia los guardaespaldas con salvajes gruñidos como
demonios liberados de las puertas del infierno.
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Después de algunos momentos, los sonidos de batalla cesaron y reinó la
calma
de nuevo en el restaurante. El olor a cobre de la sangre impregnaba el aire.

Carlos y sus hombres estaban todos muertos navegando en sangre. Los ojos
del joven heredero estaban bien abiertos con una expresión de incredulidad
grabada para siempre en su rostro. Era evidente que no esperaba que
Nataniel
lo matara así.

Justo entonces, una multitud de personas irrumpió en el restaurante. Menos


mal que eran todos hombres de Tomás.

Nataniel miró la mancha carmesí que estaba por todo el cuerpo de Tomás.
—¿Tus heridas son graves?
El hombre bajó la cabeza y masculló avergonzado:

—No moriré, pero mis habilidades se han deteriorado mucho en los últimos
años. Soy una deshonra para usted, señor.

Nataniel entendía la razón por la cual las habilidades de su subalterno se


habían degradado y no lo culpó para nada.

—Lo más importante es que estés bien. Manden el cuerpo de Carlos Lobaina
a
su familia en Alameda. Asegúrense de hacerles otra advertencia.

—¡Sí, señor!

—Señor, tengo que informarle una cosa más —murmuró vacilante César,
quien
hasta ahora había permanecido en silencio.

—¿Qué pasa?
—Según mis fuentes, Carlos Lobaina fingió estar aquí buscando venganza
por
su hermano, pero en realidad vino en nombre de la familia Sosa. Los
hermanos

Sosa le prometieron una gran recompensa por matarlo a usted y a Tomás.

Los ojos de Nataniel se tornaron fríos.

—La familia Sosa debe tener deseos de morir. Si no fuera por el hecho de que
son parientes de sangre de Peni, los hubiera matado hacía mucho tiempo.

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—¿Les enseñamos una lección? —preguntó César.

—Tomen medidas drásticas con los Sosa. Quizás si tienen suficientes


pérdidas,
¡por fin capten el mensaje y aprendan la lección!

—¡Sí, señor!

El mismo día, enviaron el cuerpo de Carlos a su familia en Alameda. La


noticia
de la desafortunada muerte del joven heredero se propagó como el fuego.

En la casa de la familia Sosa, los Sosa hicieron una reunión familiar de


emergencia.

Resulta que todas las compañías de los Sosa comenzaron a presentar


problemas después de la muerte de Carlos. Los mercados de valores de
algunas de las compañías se desplomaron, lo que causó una caída rápida de
los precios de las acciones; se investigaron de manera repentina algunas
compañías, lo que conllevó a enormes multas y se dictaron órdenes para
revisar ciertos departamentos en un corto período de tiempo.

En resumen, estaban experimentando grandes pérdidas en todos los frentes.


Alfredo estaba tan furioso que sus labios temblaron al exigir:

—¡¿Quién me puede decir que m*erda está pasando?! ¡¿Por qué nuestras
compañías tienen tantos problemas y están sufriendo pérdidas tan grandes?!

En dos días, los Sosa habían perdido varios cientos de millones, lo que
representaba casi la mitad de sus activos.

Samuel sonrió con amargura al expresar sus pensamientos:


—Papá, no hay ni que pensarlo. Alguien nos está presionando.
—¿Quién se atrevería a hacer semejante cosa? —rugió Alfredo iracundo.

—¿Quién más sino la familia Lobaina? ¡Probablemente nos culpan por la


muerte
de Carlos Lobaina! —respondió el hijo mayor con cara de llanto.

—Te dejé manejar este asunto porque pensé que podías hacerlo bien. ¡Mira
lo
que has hecho ahora! ¡Por tu culpa murió el queridísimo hijo de Gabriel
Lobaina!
La familia Sosa está en graves problemas esta vez —le gruñó a su hijo
furiosamente.

—¡No podemos quedarnos sin hacer nada mientras los Lobaina nos hacen
··························································································································· ®
esto!
—dijo Samuel con los dientes apretados.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó Alfredo levantando una ceja.


—Papá, ¿conoces a la familia Zulueta de las Cuatro del Sur?
Los ojos del anciano se abrieron.

—Por supuesto que sé quiénes son. La familia Lobaina es prácticamente una


familia de tercera categoría comparada con la familia Zulueta.

—¿Recuerdas a Noel, el último rey del bajo mundo de Ciudad Fortaleza?


También era parte de la familia Zulueta —explicó Samuel sonriendo con
picardía—. Cuando Dávila eliminó a Noel y se apoderó de su imperio,
prohibió
que el bajo mundo de Ciudad Fortaleza formara parte de cualquier negocio
turbio. No sé si sabes esto, pero la familia Zulueta tiene las manos metidas
en
casi todos los negocios turbios del Sur. Lo que Dávila hizo fue básicamente
cortarles la fuente de ingreso en Ciudad Fortaleza. Escuché que la familia
Zulueta ya mandó a alguien a ocuparse de Cruz y Dávila.

—¿Y qué tiene que ver que la familia Zulueta vaya tras Dávila y Cruz con que
la
familia Lobaina vaya tras nosotros? —dijo Alfredo frunciendo el ceño
confundido.

—Papá, ya que no podemos hacer nada contra la familia Lobaina nosotros


mismos, quizás podamos buscar protección con la familia Zulueta. Aunque
tengamos que entregarles una porción de nuestras ganancias anuales, por lo
menos estaremos bajo su protección —respondió Samuel riendo entre
dientes.

Un silencio meditabundo descendió sobre Alfredo mientras analizaba esta


idea.
Por fin, suspiró.

—De todos modos, parece que no tenemos ninguna otra opción. Puedes ir a
hablar con la familia Zulueta sobre este asunto.

Samuel se sorprendió de obtener el permiso de su padre, así que accedió a


toda prisa.

—De acuerdo. Sé que Jorge Zulueta ya debe estar aquí en Ciudad Fortaleza.
Iré
a visitarlo ahora.

En un yate de lujo en el medio de la Bahía Claro de Luna en Ciudad


··························································································································· ®
Fortaleza.
Jorge Zulueta, vestido solo con una bermuda de playa, estaba relajándose en

una silla de playa en la cubierta con sus gafas colgadas en la nariz mientras
sostenía su copa de champán.

Varias mujeres bellas masajeaban su espalda y sus piernas mientras algunos


de sus intimidantes guardaespaldas se encontraban a una corta distancia.

Samuel estaba parado delante de Jorge de manera respetuosa con una pila
de
libros de contabilidad en sus manos.

Jorge estrechó los ojos al mirar al hombre delante de él.

—Si la familia Zulueta los aceptara, tendrían que pagarnos la mitad de sus
ganancias anuales. Como es natural, recibirían a cambio nuestra protección.
Puedo garantizarles que nadie se atreverá a molestarlos en el futuro.

Una sonrisa tonta apareció en el rostro de Samuel cuando le agradeció.

Jorge hizo una seña a uno de sus hombres quien, en un instante, trajo un
contrato para que Samuel lo firmara. Una vez firmado el contrato, era oficial
que la familia Zulueta tomaba bajo su ala a la familia Sosa.

—¡Felicidades! ¡Por nuestra cooperación futura! —exclamó Jorge mientras


brindaban.

—¡Por nuestra cooperación futura! —repitió Samuel. Este se dio un trago de


champán y habló con cuidado—: Sr. Zulueta, Gabriel Lobaina culpa a mi
familia
de la muerte de su hijo y ha jurado vengarse de nosotros. ¿Qué cree que
deberíamos hacer?

—Relájate. Escuché que se dirige hacia Ciudad Fortaleza con sus mejores
luchadores para matar a Dávila y a Cruz. Dejaré que haga el trabajo sucio por
mí. Una vez que se deshaga de ellos, pasaré a saludar. No los molestará más
una vez que sepa que están bajo nuestra protección —respondió Jorge sin
apartar la vista.

Samuel estaba encantado e hizo una reverencia.

—¡Gracias, Sr. Zulueta!

En aquel momento, Gabriel Lobaina había salido de su casa en un convoy de


autos negros con más de trescientos de sus mejores luchadores hacia Ciudad

··························································································································· ®
Fortaleza. Solo tenían en mente una cosa: venganza.

Las noticias viajan rápido, en especial cuando están relacionadas con una
familia influyente como la Lobaina.

Pronto, la noticia de que Gabriel Lobaina tenía como misión exterminar a los
asesinos de sus hijos llegó a los oídos de Nataniel.

El convoy de Gabriel solo había llegado a las afueras de Ciudad Fortaleza


cuando Nataniel los detuvo con sus hombres a la zaga.

Los hombres salían del convoy de autos como hormigas de un hormiguero


revuelto. En menos de un minuto, trescientos hombres de la élite de la
familia
Lobaina se reunieron en la amplia y vacía carretera.

La imponente figura de Gabriel apareció frente al grupo con dos hombres


más
parados algunos pasos detrás. Él miró con ojos de lince al pequeño grupo de
hombres que tenía delante que estaba constituido por Nataniel Cruz, César
Díaz, Tomás Dávila y Élite 8.

Aunque todos ellos llevaban ropa informal, un aire de confianza y fuerza los
rodeaba.

—Cruz, Dávila, ¿ya se resignaron a morir? ¿Si no por qué se me entregarían


así?
Muy bien, les daré la oportunidad de matarse ustedes mismos pues son
bastante inteligentes como para saber lo que les caerá encima —gritó el jefe
de
la familia Lobaina.

Nataniel solo había detenido a Gabriel aquí en las afueras de la ciudad para
no
asustar a su familia.

¿Quién iba a saber que este hombre arrogante pensaría que se habían
entregado para morir?

—Les advertí una vez que no pusieran un pie en Ciudad Fortaleza o los
mataría
atodos. Dado que técnicamente aún no han llegado a la ciudad, ¡les daré una
última oportunidad! —respondió Nataniel con las manos agarradas en la
espalda.

Gabriel estaba furioso. Había venido con la intención de matar a Cruz, a


Dávila y
··························································································································· ®
a Samuel Sosa para vengar la muerte de su pobre Carlos. Le había dado a
Cruz
una última oportunidad de matarse y así salvarse de la muerte agonizante
que
tenía en mente para él. Sin embargo, ¿qué balbuceaba Cruz sobre darle una
oportunidad a él?

—¿Oportunidad? ¿Qué oportunidad?

—La oportunidad de que salgan de aquí con vida.

Gabriel empezó a reír a carcajadas mientras hervía de rabia.

—¡Ya veo que tienes deseos de morir! ¡Traje a mis mejores hombres hoy para
poder exterminarlos a todos como los indeseables que son! ¡Solo habrá un
resultado hoy y será su muerte!

Esto le puso el dedo en la llaga a Nataniel y su voz se volvió fría al decir:

—Te di una oportunidad, pero la rechazaste. Lo que pase de ahora en


adelante
será culpa tuya enteramente.

—Marfil, Ébano, mátenlo. Una vez que terminemos aquí, ¡nos dirigiremos a
Ciudad Fortaleza a matar a sus familias para vengar la muerte de mis hijos!

ordenó Gabriel con desdén.

—¡Sí, señor! —respondieron a coro los dos hombres detrás de él y avanzaron.


Estos dos hombres resaltaban por cómo vestían. El vestido de negro era
Ébano
y el otro vestido de blanco, Marfil. Eran la mano derecha de Gabriel y habían
matado a cientos de personas. Tenían fama de ser implacables y nunca nadie
había sobrevivido su ataque.

«Ellos» eran la razón por la que Gabriel Lobaina había alcanzado su


posición.

— ¡Prepárate para morir, cretino! —Ébano sonrió de manera salvaje.

—¡Hora de morir! —gruñó Marfil con una expresión igual de cruel en su


rostro.

Al instante siguiente, los dos asesinos arremetieron contra Nataniel,


flanqueándolo en un movimiento de tenazas.

¡Aficionados! —gruñó Nataniel burlándose.


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Saltó en el aire y pateó con ambas piernas. Dos golpes sordos impactaron a
Ebano y a Marfil en el pecho. De inmediato, salió sangre salpicando de sus
bocas mientras volaban por los aires como marionetas al cortarles los hilos.
Aterrizaron a los pies de Gabriel y tosieron vaciando así por última vez sus
bocas llenas de sangre. Sus cuellos se descolgaron sin fuerzas.

Estaban muertos.

«¿Qué?».

Gabriel y sus trescientos hombres estaban asombrados mientras miraban


incrédulos los cuerpos.

¿Los dos asesinos despiadados que nunca habían sido derrotados murieron
de
una patada de Nataniel?

Gabriel volvió en sí, sacó una pistola y apuntó a Nataniel. Como si lo hubiera
visto por primera vez, masculló:

—¡Maldito cretino! ¿Quién hubiera sabido que eras tan fuerte? Ni siquiera
Ébano
y Marfil estaban a tu altura. ¿Pero de qué sirve tu fuerza frente a mi pistola?

En cuanto César, Tomás y la Élite 8 vieron a Gabriel tomar su pistola, se


pusieron delante de Nataniel a toda prisa. Como su guardia personal,
estaban
dispuestos a protegerlo con sus vidas.

Gabriel notó cómo los hombres se habían movido para protegerlo y se burló:

—Cruz, solo tienes diez guardaespaldas y yo tengo doce balas en mi pistola.


Además, aún tengo a 300 de mis mejores luchadores conmigo. ¿En verdad
crees que no puedo llegar a ti?

No hubo ni una pizca de miedo en el rostro de Nataniel cuando vio el arma.


Ordenó a sus hombres que se hicieran a un lado y avanzó para ponerse
delante
de ellos.

—¿Te atreves a agitar esa arma en mi cara? ¿Te estás metiendo conmigo
porque crees que no tengo hombres ni armas? —preguntó con una expresión
divertida en el rostro.

—¿Y qué pasa si lo estoy haciendo? —Gabriel esbozó una sonrisa maliciosa.
Luego, apretó el gatillo.
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—Parece que nunca has usado un arma, ¡ni siquiera le quitaste el seguro!
¿Cómo esperas matarme si no sabes lo básico?! —se burló Nataniel con
desdén.

El jefe de la familia Lobaina parpadeó sorprendido antes de mirar su arma.


En
efecto, el seguro estaba puesto y aún no había cargado el arma. Se maldijo
por
su tontería antes de maldecir a Nataniel por recordárselo.

Los ojos de Nataniel se estrecharon y habló de nuevo:

—Si estás intentando quedar como un tonto, está funcionando. ¡Deja que mis
hombres te enseñen la forma adecuada de usar un arma!

Al decir eso, levantó la mano derecha y cerró el puño. Se parecía mucho a


una
señal de ataque.

Desconcertado por la señal, Gabriel se apresuró a retirar el seguro y a cargar


la
pistola. Entró en pánico, debido a que solo pensaba en dispararle primero al
otro. Justo cuando terminó de cargar su arma, se escuchó un ¡clic!
proveniente
de un francotirador. Una bala impactó en la mano derecha de Gabriel.
¡Chorros
de sangre roja salpicaron para todos lados pues le habían volado el brazo
completo!

—¡Aaah! —gimió de dolor mientras se agarraba el muñón ensangrentado.

Sin embargo, un estruendo pronto ahogó sus gritos de dolor. Cuatro tanques
aparecieron en la distancia como bestias de metal gigantes con sus cañones
apuntando hacia adelante mientras se acercaban.

Detrás de los tanques, venían varios camiones blindados. Y más atrás de esos
camiones venían filas y filas de soldados marchando armados hasta los
dientes. El ritmo staccato de su marcha sincronizada se escuchaba como el
fuerte sonido de un tambor.

A unos mil metros de distancia, una docena de francotiradores encendieron


los
láseres de sus rifles. De inmediato, puntos rojos cobraron vida apuntando al
corazón o a la cabeza de Gabriel y sus hombres.

Era obvio que, si alguien tan siquiera movía un músculo, no perdería tan solo
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un
brazo.

Aún más aterrador eran los dos helicópteros blindados que aparecieron en el
cielo con sus ametralladoras apuntándoles también. Si alguien se atrevía a
intentar escapar en un auto, no llegaría lejos.

Desde uno de los tanques, un coronel en uniforme militar ordenó por un


auricular inalámbrico:

—¡Aseguren la zona! ¡Ni siquiera un ave puede salir de este lugar!

En unos instantes, los más de dos mil soldados habían rodeado por completo
a
los hombres de la familia Lobaina.

El coronel bajó de un salto del tanque y avanzó trotando hasta Nataniel antes
de saludarlo. Con una voz sonora reportó:

—¡Reportando, señor! Las Fuerzas Especiales Furia de Dragón han rodeado


al
enemigo y todas las unidades importantes están en posición. ¡Esperamos sus
órdenes, señor!

¡Clic! ¡Clic!

Se escuchó el escalofriante sonido de miles de armas cargándose.


—¡Esperamos sus órdenes, señor! —dijeron a coro los soldados.

El hedor a orina ondulaba en el aire, pues los hombres de la familia Lobaina


se
habían orinado del miedo. Incluso Gabriel había olvidado el dolor de su
brazo
perdido, pues estaba estupefacto y boquiabierto. Con voz temblorosa
preguntó:

—¿0... quién e... eres?

Mirando el lívido rostro de Gabriel y los temblorosos hombres detrás de él,


Nataniel dijo con brusquedad:

—¡No eres digno de saber mi identidad! Intenté darte la oportunidad de


vivir,
pero no la aceptaste. ¡Acábenlo!

Bajo sus órdenes, dos soldados lo arrastraron hacia un lado y lo ejecutaron


de
··························································································································· ®
inmediato. Ese fue el fin de Gabriel Lobaina.

Los hombres de Gabriel, que ya estaban aterrorizados, se quebraron al ver a


su
jefe morir. Se arrodillaron pidiendo piedad lastimosamente.

César se acercó a Nataniel y le susurró al oído:


—¿Qué hacemos con ellos?

—Arréstenlos a todos y verifiguen sus antecedentes. Castíguenlos según sus


crímenes —respondió Nataniel con voz fría.

Había una razón por la que la familia Lobaina tenía tantos hombres; los
utilizaban para intimidar a las personas de la ciudad. Estaba seguro de que
todos estos hombres tenían que ser encarcelados por un crimen u otro.

A pesar del funesto prospecto de futuro que les esperaba, los hombres de
Gabriel se sintieron muy aliviados por no haber muerto ese día. Después de
todo, estar vivo y encarcelado era mejor que estar muerto y bajo tierra.

Después de dar instrucciones a César de asegurarse de que no se filtrara su


identidad, Nataniel dejó que sus subalternos limpiaran todo mientras él
regresaba a la ciudad.

En un yate de lujo en el centro de la Bahía Claro de Luna en Ciudad


Fortaleza.

Jorge Zulueta estaba tomando unos tragos con los hermanos Sosa y algunas
de las figuras prominentes de Ciudad Fortaleza.

En ese momento, un hombre con una coleta larga se aproximó a zancadas.


Era
Esteban Trujillo, la mano derecha de Jorge. Cuando estuvo cerca de él,
inclinó
la cabeza y le susurró al oído.

—¡¿Qué?! —gritó Jorge frunciendo el ceño.

Su grito llamó la atención de los otros hombres que voltearon a mirarlo con
curiosidad.

—Sr. Jorge, ¿pasó algo? —preguntó Samuel.

No vio necesidad de esconder la verdad, así que contó a todos la noticia que
había recibido.

—Gabriel Lobaina trajo sus hombres a Ciudad Fortaleza para vengarse de


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Cruz
por sus hijos. Desafortunadamente, se tropezó con Las Fuerzas Especiales
Furia de Dragón que estaban realizando ejercicios antiterroristas —
respondió
con voz tristona—. Con el número de hombres que había traído, llamó la
atención del ejército. Como se sospechaba que era terrorista, ejecutaron a
Lobaina en el lugar y capturaron al resto de sus hombres. ¡La familia
Lobaina ha
caído!

Todos los presentes estaban en silencio impactados por la noticia.

—¡Qué desgracia para la familia Lobaina! —Tmurmuró alguien después de


varios
segundos.

Samuel estaba a la vez eufórico y arrepentido cuando escuchó que la familia


Lobaina ya no estaba. Eufórico porque con Gabriel muerto, ya nadie iría tras
los
Sosa. Sin embargo, ¡lo lamentó, porque su esfuerzo de salvar a los Sosa fue
en
vano!

¡Se habían puesto a merced de la familia Zulueta por gusto! Por si fuera
poco,
¡los Sosa tendrían que pagarles una «contribución» anual que representaba
la
mitad de sus ganancias!

—Podría decirse que fue mala suerte, pero también se lo buscaron. Nunca
fueron la familia más transparente y aun así proclamaron con audacia su
intención de vengarse. Los militares solo aprovecharon la oportunidad que
cayó
en sus manos —comentó Jorge con benevolencia.

—¡Dávila y Cruz escaparon ilesos otra vez! —dijo Samuel malhumorado.

—No te preocupes. Mataron a Noel, quien era uno de nuestros hombres.


También prohibieron que se hicieran negocios turbios en Ciudad Fortaleza,
lo
que significa que también nos cortaron nuestros ingresos. La única razón por
la
que estoy aquí esta vez es para ocuparme de ellos —planteó Jorge en un tono
calmado—. Mi plan inicial era que Lobaina eliminara a Cruz y a Dávila por
mí; sin
embargo, resultó ser un inútil. Parece que tendré que ocuparme de ellos
personalmente.
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Cuando Samuel escuchó las palabras de Jorge, lo halagó:

—¡Ja! ¡Con «usted» dándoles caza, Sr. Zulueta, de seguro están muertos!

Jorge tenía una expresión complacida en el rostro, pero lo que salió de su


boca
fue:

—Aunque no pienso que Cruz y Dávila sean tan buenos, el hecho es que cada
vez que alguien declara sus malas intenciones hacia ellos, los arrestan. Por
tanto, tendré que ser reservado y operar en la oscuridad.

Samuel estaba ansioso porque la familia Zulueta se deshiciera de Nataniel.


Para él, aquel hombre deplorable era la razón por la que la familia Sosa se
encontraba en la situación actual.

—¿Puedo preguntar qué planea hacer, Sr. Zulueta?

—¿Esta mujer es de la familia Sosa? —En respuesta, Jorge le lanzó una foto.

Samuel recogió la foto, la miró y vio que era Penélope.

—Es mi sobrina. Sin embargo, exiliamos a su familia hace mucho tiempo. La


familia Sosa ya no tiene nada que ver con ella.

—¿En serio? Muy bien. Es muy linda y me gusta —dijo Jorge con una
sonrisita.

Samuel y el resto de los hombres se quedaron desconcertados con sus


palabras. Unos instantes después, recordaron otro aspecto importante sobre
este hombre.

El apodo de Jorge Zulueta era el Picaflor, pues tenía fama de acostarse con
muchas mujeres hermosas. Una vez que posaba sus ojos en una mujer, hacía
cualquier cosa por tenerla. Cualquier cosa.

Con una sonrisa malvada continuó:


—Pensé que debía decírtelo antes, ya que es tu sobrina. Sin embargo, no
tendré
que contenerme más, pues no tiene nada que ver con la familia Sosa. En
menos

de dos semanas, me aseguraré de que Cruz y Dávila sufran muertes horribles


como corresponde, mientras Penélope Sosa grita de placer debajo de mí.

Nataniel llegó a su casa en la tarde. Como era domingo, Peni y Reyna estaban
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ahí.

Cuando la pequeña lo vio, salió corriendo con sus piernas cortas diciendo un
dulce «Papá».

Se agachó para cargarla y le dio un beso fuerte en cada una de las mejillas
regordetas.

—¿Ya terminaste la tarea?

—La terminé hace siglos. Papá, ¡prometiste sacarme a jugar si terminaba la


tarea! —respondió Reyna de inmediato con una expresión de
autocomplacencia
en el rostro.

Peni escogió el momento para hablar y regañar a su hija.

—Si no fuera porque te prohíbo ver televisión y superviso tu trabajo, ¡lo más
probable es que ni siquiera ahora hubieras terminado la tarea! Por eso no

puedes salir a jugar. ¡Quédate en casa y revisa tu tarea!

—¡Pero papá dijo que me sacaría una vez que terminara mi tarea! —se quejó
la
pequeña haciendo un mohín.

—¿Adónde te gustaría ir? —preguntó Nataniel mientras le sonreía con


indulgencia.

— ¡Quiero ir a nadar!

Era verano y el calor era sofocante. Por tanto, la solicitud de la pequeña era
razonable, en especial porque a todos los niños les encanta jugar con agua.

De inmediato accedió sin siquiera dudarlo.

—De acuerdo. Papá y mamá te llevarán a la piscina ahora.

Al escuchar sus palabras, de inmediato Peni se rehusó.

—No quiero ir. Pueden ir los dos y pasar un buen rato como padre e hija.
Reyna miró a su madre con ojos suplicantes y le rogó:

—Mamá, ¡deberías venir! Últimamente has estado tan ocupada con el trabajo
que es extraño que estés aquí un fin de semana conmigo y con papá.

Nataniel se rio entre dientes y metió la cuchareta.


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—Sí. Soy hombre, hay ciertas cosas que sería mucho más conveniente que tú
las manejaras. Por ejemplo, cuando Reyna se pone su traje de baño o tiene
que
ir al baño. Una mujer tiene que llevarla, pues estoy seguro de que yo no
puedo.

Para ser honesta, Peni pensaba que era una buena idea que su hija practicara
natación en la piscina. Después de todo, no está de más tener una habilidad
extra. Quizás un día saber nadar podría ser vital para su supervivencia.

Por tanto, decidió ir con Nataniel y su hija al Complejo de Piscinas Buenos


Tiempos.

El Complejo de Piscinas Buenos Tiempos era uno de los más conocidos en


Ciudad Fortaleza. Tenía piscinas bajo techo, al aire libre, para niños y
algunos
locales VIP con piscinas privadas.

Cuando Nataniel y su familia llegaron al complejo, lo primero que hicieron


fue
dirigirse a la tienda para comprar los trajes de baño. Aunque por lo general
eran
más caros ahí, tenían muchas opciones. Nataniel y Reyna encontraron algo,
pero Peni no encontró nada que fuera de su agrado.

La mayoría de las mujeres hubieran escogido algo sexy; pero para Peni,
mientras más conservador mejor. Incluso su ropa de dormir cubría todo su
cuerpo. Le daba vergiienza tan solo pensar en usar traje de baño delante de
Nataniel; por tanto, estaba decidida a encontrar el más conservador. Sin
embargo, casi no había ninguno como ella deseaba, así que tuvo que rendirse
y
escoger uno.

Nataniel había reservado uno de los locales VIP. La piscina no era demasiado
grande, un poco más que un manantial de aguas termales bajo techo. Era el
tamaño perfecto para una familia pequeña.

Una vez que Nataniel, Peni y Reyna se pusieron sus trajes de baño, se
metieron
en la piscina.

Reyna llevaba un salvavidas y estaba encantada jugando en el agua.

Por otra parte, Nataniel le sonrió a Peni quien se veía tan tímida y nerviosa
como una joven recién casada.

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—Cariño, acabo de darme cuenta de la figura tan linda que tienes.

Ella se sonrojó, pero disfrutó el cumplido y respondió con recato:

—Ay, por favor. No está tan bien.

Nataniel sonrió.

—Eres alta y delgada. Y al parecer tienes las medidas ideales del cuerpo.
«¿Medidas ideales del cuerpo?».

Nataniel le explicó que para que una mujer tuviera las medidas ideales la
longitud del cuerpo, midiendo del cuello a los pies, tenía que ser nueve veces
la
longitud de la cabeza. Sonrió y luego se ofreció:

—¿Quieres que te mida a ver si reúnes los requisitos?

—No es una buena idea... —tartamudeó Peni aún más ruborizada.

—¿Por qué no? Vamos, déjame medirte. —Rio y utilizó sus manos para medir
la
longitud de la cabeza de Peni, luego prosiguió a medir sus piernas.

Uno, dos, tres... La mano de Nataniel subió con delicadeza por la pantorrilla
y
llegó al muslo.

—Nataniel... —susurró ella nerviosa.

Los labios de Nataniel esbozaron una sonrisa y con dulzura la convenció de


relajarse. Justo cuando su mano llegó al muslo, el celular de ella comenzó a
sonar a todo volumen.

Peni se hizo a un lado.

—Mi teléfono está sonando. ¡Debería contestar!

Nataniel soltó una risa exasperada. «¿Quién diablos es?».

La llamada era de la mamá de Peni quien claramente había estado llorando.


—Peni, ¡tu padre está en problemas!

Peni dio un grito ahogado de la impresión y enseguida le preguntó qué había


pasado.

—Tu padre y yo salimos a hacer las compras. No sé cómo pasó, pero de algún
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modo chocamos con otro auto —sollozó Leila.

Peni estaba tan nerviosa que casi perdió la voz.

—¿Papá está bien?

—Tu padre está bien, igual que el conductor del otro auto. Pero el problema
es
que con el choque se rompió una antigiedad que traían en el otro auto —le
aseguró Leila de inmediato.

Peni se sintió aliviada al saber que nadie había resultado herido.

—Gracias a Dios todos están bien. Les pagamos el jarrón roto y ya.

—¡No podemos pagarlo! ¡Dijeron que la antigijedad es un jarrón de


porcelana de
la dinastía Yuan y vale alrededor de doscientos millones! —sollozó aún
más—.
¡Fueron muy agresivos! Agarraron a tu padre y amenazaron con matarlo si
no
les pagamos.

«¿Una antigiiedad con un valor de doscientos millones?».

Peni palideció. Su compañía aún debía cientos de millones, ¡no podrían dar
doscientos millones ni vendiendo la casa!

Le dijo a su madre que no entrara en pánico, que Nataniel y ella irían para
allá a
ocuparse de ese asunto.

Nataniel notó que la cara de Peni estaba apagada después de la llamada.


Frunció el ceño y le preguntó qué había pasado. Peni le explicó la situación
intentando contener las lágrimas.

—Y me tenías todo preocupado creyendo que era algo espantoso. Todo estará
bien mientras nadie haya resultado herido. Arriba, vamos a ver —respondió
él
calmado.

Los tres dejaron el complejo de piscinas y se dirigieron al mercado. Podían


ver
una multitud reunida afuera.

Peni se bajó del carro y se dirigió hacia allá con Reyna en sus brazos y
Nataniel
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justo detrás. Al llegar, vieron dos vehículos dañados. Uno era el Mercedes-
Benz Clase E que Nataniel le había comprado a Bartolomé y el otro

era un monovolumen Toyota Alphard que costaba un poco más de un


millón.

Había muchas personas merodeando y comentando, pero Leila y Bartolomé


no
estaban por todo aquello. Peni llamó a su madre enseguida y supo que la otra
parte los había llevado a una casa de subastas que estaba cerca. Al escuchar
esto, los tres se dirigieron hacia allá a toda prisa.

Al entrar a la casa de subastas, notaron un montón de hombres en traje con


un
aspecto feroz. Cuando vieron a Nataniel y a su familia entrar, uno se les
acercó.

—¿Quiénes son ustedes? Estamos cerrados por hoy y no estamos recibiendo


clientes. Regresen otro día —gruñó.

Peni iba a explicarle cuando escuchó gritos intensos provenientes de una de


las
habitaciones.

¡Viejo! ¡Esta porcelana de la dinastía Yuan vale doscientos millones! Si no


me
pagas el precio total, no dudaré en matarte.

Por encima de los gritos, también se podía escuchar el débil sonido de los
sollozos de Leila. La expresión de Peni se ensombreció, empujó a un lado al
hombre delante de ella y corrió en dirección a los gritos. Nataniel tomó a
Reyna
de la mano y la siguió enseguida.

Cuando Peni entró en la habitación, en el centro había una caja de sándalo al


parecer costosa que contenía fragmentos de porcelana. Había un hombre con
el cabello amoldado hacia atrás, una cadena de oro gruesa en el cuello y un
Rolex en la muñeca sentado cómodamente en una butaca de piel. Varios
hombres con apariencia agresiva estaban parados a su alrededor.

Bartolomé estaba de pie frente a ellos. Se veía pálido y derrotado. Junto a él,
Leila lloraba sin poder hacer nada.

Ambos habían caído en un estado de desesperación. Sin embargo, cuando


vieron a Nataniel y a Peni, fue como si hubieran visto la luz otra vez.

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Ambos dijeron al unísono el nombre de Peni e intentaron llegar hasta ella,
pero
los lacayos de Pelo Amoldado lo impidieron.

Cuando Pelo Amoldado vio a Nataniel y a Peni, un destello de frialdad


recorrió
sus ojos, pero se deshizo de él pronto. Miró a ambos con una expresión seria.

—¿Son la hija y el yerno del viejo? Llegaron justo a tiempo. Tu padre iba en
reversa y chocó nuestro auto, lo que resultó en la ruptura de una porcelana
antigua. Por tanto, ¡ahora tienen que pagarnos doscientos millones en
daños!

Penélope estaba abrumada, pero Nataniel habló calmado.

—Ya que fue un accidente, debemos notificar a la policía para que lo


investigue.
Después que analicen quién fue el culpable, podremos decidir quién será
responsable de los daños. Aun cuando mi suegro sea el culpable, debemos
seguir el procedimiento adecuado dictado por la ley. Luego, debemos evaluar
los daños antes de discutir la indemnización. El accidente acaba de ocurrir y
ni
siquiera sabemos de quién fue la culpa. Por tanto, no es razonable que le
exija
a mi suegro que pague por los daños.

Los ojos de Pelo Amoldado se ensancharon al escuchar las palabras de


Nataniel. No esperó que permaneciera calmado o que pudiera tener una
línea
de pensamiento tan clara y precisa.

—¿Quieres seguir la ley? ¡Así lo haremos! ¡Pero no vengas llorando cuando


vayan a la quiebra! —dijo con desdén. Luego sacó de inmediato su celular
para
hacer una llamada.

Poco después, llegaron dos policías quienes revisaron las fotos del accidente
que tenía Pelo Amoldado y se dirigieron a la escena para investigar.
Entonces,
determinaron que Bartolomé había sido el responsable de los daños
ocasionados a Pelo Amoldado, Ramón Bermúdez.

Los rostros de Peni y sus padres se tornaron pálidos cuando escucharon el


dictamen de la policía. Sus ojos se llenaron de desesperación y se sintió como
el fin de los días para ellos.

Ramón Bermúdez agitó con petulancia el dictamen de la policía en su mano


··························································································································· ®
y
les dijo con desdén a Nataniel y a su familia:

—La policía determinó que son responsables de todos los daños. ¿Qué más
tienen que decir ahora? Denme mis doscientos millones ahora mismo. De lo
contrario, averiguarán por qué me dicen Rex.

Nataniel frunció el ceño al escuchar las palabras de Rex y planteó con


frialdad:

—No dejas de repetir que la antigiiedad vale doscientos millones. ¡Seguro no


te
importará que tome un fragmento para que lo tasen!

Rex rio con frialdad.

—Esta casa de subastas es la más grande y respetable tasadora de


antigúedades en toda Ciudad Fortaleza. ¿Cómo te atreves a cuestionar la
autenticidad de mi porcelana? Muy bien —se enfadó—, llévate un fragmento.
Y

cuando termines, puedes dejar de intentar escaparte de esta.

Rex tomó un pequeño fragmento de porcelana y se lo entregó a Nataniel.


Luego
le advirtió a él y a su familia:

—Les daré solo un día para que lo tasen y me indemnicen por mi pérdida. Si
no
tengo mis doscientos millones mañana en la tarde, entonces más vale que se
cuiden.

Miró con sus crueles ojos a la familia de Nataniel con toda tranquilidad.

Reyna, asustada por el comportamiento de Rex, se ocultó detrás de su papá


rápidamente.

El rostro de Nataniel se ensombreció, pero se controló y sacó a Peni y a sus


padres de allí.

Cuando llegaron a casa, Peni enseguida preguntó los detalles del accidente.
Las manos de Bartolomé aún temblaban.

—Tu madre y yo habíamos terminado de hacer las compras, así que


regresamos al auto. ¡Estaba sacando el auto en reversa cuando de repente un
auto apareció detrás de mí! No pude frenar a tiempo y choqué con ellos. De
inmediato salieron del auto, me agarraron y me acusaron no solo de
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chocarlos
sino también de haber hecho añicos la antigiiedad que traían en el auto.

Nataniel frunció el ceño. No le parecía que el accidente hubiera sido tan


grave.

Por lógica, el impacto de un auto en reversa no sería tan fuerte como para
hacer añicos una antigijedad. «Algo no huele bien».

Nataniel le pidió a César que mandara a tasar el fragmento de porcelana. Esa


noche, César llamó para informarle que sus expertos habían determinado
que
el fragmento era auténtico.

Ese resultado lo sorprendió.

Penélope y su familia se quedaron ahí sentados, con sus rostros lívidos y


desprovistos de toda esperanza.

Nataniel notó su comportamiento y consoló a Peni con dulzura.

—No te preocupes. Es un pequeño problema. Déjamelo a mí y mañana me


ocuparé de él.

Peni se sintió mejor con las palabras de Nataniel. No obstante, aunque él era
muy bueno peleando, ella sabía que esto no lo podía resolver con los puños.

Ella lo instó a no actuar precipitadamente mientras en secreto planeaba ir a


ver
a su tío para pedirle un préstamo.

Quería asegurarse de que su padre sobreviviera a esta crisis aun cuando eso
significara hipotecar su compañía.

Al día siguiente, Tomás Dávila en persona fue a recoger a Nataniel. Fue con
él a
encontrarse con Ramón Bermúdez para discutir la indemnización. Sin
embargo,
antes de que llegaran a la casa de subastas, recibieron una llamada de César.

—Señor, los expertos omitieron algunos detalles anoche. Aunque el


fragmento
de porcelana en sí es auténtico, también detectaron señales de que fue pulido
—informó César.

—¿Qué significa eso? —Nataniel frunció el ceño.

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Significa que el jarrón de porcelana no se rompió recientemente, pues ya
estaba roto incluso antes de ser excavado —explicó César.

—Entonces, ¿me estás diciendo que alguien encontró un pedazo de porcelana


rota, pulió los bordes y luego lo mezcló con otros fragmentos falsos para
estafar a mi suegro?

Sí, señor. Parece que el Sr. Sosa es el blanco de una estafa —confirmó César.
Nataniel entrecerró los ojos.

—Muyy bien. Entiendo. —Colgó el teléfono y dijo con frialdad—: ¡Malditos


delincuentes! ¿Cómo se atreven a intentar estafar a mi suegro?

—Señor, investigué los antecedentes de Ramón Bermúdez. Lo llaman Rex y


también tiene el respaldo de la familia Zulueta que es una de las Cuatro del
Sur
—dijo Tomás enseguida—. Simón Pardo, de quien nos encargamos la última
vez, era un seguidor de los Zulueta y también su vocero en Ciudad Fortaleza.
¿Estarán relacionadas las acciones de Rex con los Zulueta?

Nataniel sonrió al escuchar el análisis de Tomás.

—Según los rumores, la familia Zulueta está detrás de la mayoría de los


negocios turbios en el Sur. Si este incidente tiene algo que ver con ellos, ¡ja,
ja!,
no me importará prestarles un poquito de atención.

En la casa de subastas, había cincuenta guardaespaldas que vestían


fantásticos trajes. Sus miradas penetrantes y sus posturas firmes indicaban
que eran hombres muy bien entrenados.

Ramón Bermúdez, Rex, no formaba parte del círculo del bajo mundo ni del
círculo de la alta sociedad. Era un hombre poderoso que hacía negocios
legales
e ilegales y prosperaba en las zonas intermedias. Y como también era un
seguidor de la familia Zulueta, las personas a ambos lados de la ley eran
corteses con él.

Rex estaba sentado en su butaca de piel fumando un tabaco sin hacer nada,
cuando sus hombres trajeron a Nataniel y a Tomás.

Entrecerró los ojos.


—Asumo que verificaste la autenticidad del fragmento.

Nataniel sacó una silla y se sentó con toda tranquilidad como si fuera él
quien
estuviera al mando. Tomás estaba parado diligentemente detrás de él.
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—Así es. El fragmento de porcelana es en efecto auténtico —respondió
Nataniel
indiferente.

Los ojos de Rex se iluminaron.

—¿Entonces viniste a discutir la indemnización?


—Correcto —asintió Nataniel.

Rex miró fijo a Nataniel.

—¿Estás preparado para pagarme doscientos millones?


Nataniel sacudió la cabeza.

—Doscientos millones me parece demasiado.

—Ese jarrón de porcelana valía doscientos millones y tu suegro lo hizo


añicos.
Entonces dime, ¿cuánto me estás ofreciendo? —preguntó Rex con frialdad.

Nataniel levantó dos dedos. El rostro de Rex se contrajo y su voz se volvió


áspera.

—¿Veinte millones? ¿Me tomas por tonto?


—Veinte millones no. ¡Dios, no! —Rio Nataniel.
La expresión de Rex se suavizó un poco.
—¿Entonces cuánto?

Nataniel levantó dos dedos otra vez.

La ira invadió a Rex, quien fulminó a Nataniel con la mirada. Dio un


puñetazo
sobre la mesa y rugió:

—¿Dos millones? ¿Car*jo, te estás burlando de mí? ¿Los dejo lisiados a los
dos
ahora mismo?

Los hombres entrenados que estaban cerca se pusieron en posición con los

rugidos de Rex. Con sus miradas letales, parecían una manada de lobos
ansiosos por despedazar a Nataniel y a Tomás.

Nataniel miró al enfurecido Rex y esbozó una pequeña sonrisa.

—No me has entendido. Dos millones, no. Solo dos monedas. Te has
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esforzado
mucho para conseguir fragmentos auténticos y falsos para estafar a mi
suegro.
Por tanto, te recompensaré por tu esfuerzo y con gusto te pagaré dos
monedas.

Rex estaba indignado y boquiabierto. «¿Es en verdad un idiota o piensa que


Tomás Dávila puede protegerlo?».

Rex recordó las órdenes del Sr. Zulueta y dijo con desdén:

—Si quieres morir, Nataniel, con gusto accederé a tu deseo. ¡Rómpanles las
extremidades! —ordenó Rex.

Al recibir la orden, enseguida los guardaespaldas se pusieron en acción. Rex


había gastado una pequeña fortuna para contratarlos. Estaban muy bien
entrenados y eran muy diferentes al típico hombre forzudo. Cualquiera de
ellos
equivalía a diez hombres. Eran una manada de lobos con intenciones
asesinas
acercándose a Nataniel y a Tomás. Parecía que podían acabar con ellos dos
en
segundos.

No obstante, Nataniel se quedó sentado en su silla sin siquiera inmutarse.


—¡Ya basta! —gruñó.

Golpeó la mesita de cristal templado que tenía delante y la hizo añicos.


Luego
agitó los brazos y los pedazos de vidrio volaron hacia los guardaespaldas que
avanzaban hacia ellos. Al momento, espantosos gritos inundaron la
habitación.
Los entrenados guardaespaldas colapsaron al suelo, pues habían atravesado

una lluvia de balas.

Tomás neutralizó con destreza a los pocos que no resultaron heridos, incluso
antes de que pudieran acercarse a Nataniel.

«¿Qué?». Los ojos de Rex se llenaron de miedo y desconcierto. Estos


guardaespaldas eran tan diestros que siempre habían garantizado su
seguridad, incluso cuando se habían enfrentado con cientos de hombres. Sin
embargo, hoy Nataniel los había eliminado en un solo movimiento.

Mientras Rex seguía estupefacto, Nataniel se paró y arregló los puños de su


camisa con lentitud.

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Su mirada fría se posó en Rex.
—Entonces, ¿tienes algo más que decir sobre la indemnización?

Rex estaba temblando y sudando frío.

—No, no. Estamos bien. ¡La indemnización no será para nada necesaria!

Justo cuando terminó la oración, Tomás, de baja estatura y fornido, se le


acercó y le dio dos bofetadas bien fuertes.

El rostro de Rex se hinchó y le salió un pequeño hilo de sangre por una


esquina
de la boca.

—¿Quién te crees que eres? No puedes pedir lo que el Sr. Cruz no quiera
darte, y
no puedes rechazar lo que sea que quiera darte —dijo Tomás bruscamente.
Abrió su billetera, sacó dos monedas y las tiró al suelo—. ¡Tómalas!

Para ese entonces, Rex ya era un infeliz llorón. Se agachó y recogió el dinero
con cuidado mirando a Nataniel con miedo en sus ojos.

—Soy una persona comprensible. Si alguien tiene algo que decir, me lo puede
decir a la cara; pero ¡por supuesto, de un modo gentil o de lo contrario
pensaré
que están intentando provocarme! —dijo Nataniel calmado.

—¡Sí, síl —Tembló Rex.

—Ahora respóndeme, ¿por qué estafaste a mi familia? ¿Quién te lo ordenó?



preguntó Nataniel con frialdad.

Rex pretendía mentir, pero se detuvo en cuanto vio la frialdad en los ojos de
Nataniel. Él era un hombre despiadado que había visto la crueldad de este
mundo; sin embargo, en cuanto miró a Nataniel a los ojos, sintió que lo
había
impactado un rayo. Su corazón latió con fuerza, el miedo se apoderó de sus
sentidos y le caló hasta los huesos como un animalito indefenso cuando se
encuentra con el rey de la selva. Se dio cuenta de que no se atrevía a mentir.

—Fue... fue el Sr. Zulueta el que me lo ordenó —susurró con dificultad.


Nataniel entrecerró los ojos.
—¿El Sr. Zulueta?

Rex no tenía nada más que perder después de haber traicionado a su jefe, así
que decidió agarrar el toro por los cuernos.
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—El mayor de la familia Zulueta, Jorge Zulueta. Como yo, Noel era un
servidor
de la familia Zulueta, pero tenía un rango mayor y también era su vocero en
Ciudad Fortaleza. Cuando mataron a Simón, se afectaron mucho las
ganancias
de la familia. Por tanto, el Sr. Zulueta quiso saldar cuentas contigo.

—¿Saldar cuentas conmigo? —Sonrió Nataniel.

—Así es. Dijo que debía divertirme contigo; ya sabes, el tipo de diversión
mortal.
También dijo...

—¿Qué dijo? —Nataniel frunció el ceño.

Rex decidió soltarlo todo.

—Lo llaman el Picaflor porque le gusta tener relaciones con todo tipo de
mujeres hermosas. Puso sus ojos en la señorita Penélope y quiere que se
meta
en su cama por voluntad propia para hacer de las suyas con ella.

Los ojos de Nataniel se estrecharon y su voz se tornó sepulcral y fría.

— ¡Bastardo!

Nataniel comenzó a sentir pavor. Sacó su teléfono y llamó a Peni, pero esta
no
contestó. Abatido, llamó de inmediato a su suegra. Cuando se comunicó con

ella, Leila habló con voz muy baja.

—Penélope me dijo que no te lo dijera. Después de que te fuiste, fue a casa de


los Sosa a pedir un préstamo a su tío.

Nataniel colgó y volteó hacia Tomás.

—¡Tenemos que llegar a casa de los Sosa de inmediato!

Penélope se armó de valor y condujo hasta la residencia de los Sosa,


consciente de que quizás le cerraran la puerta en la cara.

Sin embargo, parecía como si su tío y su familia la estuvieran esperando. De


hecho, la recibieron.

Cuando entró en la sala de estar, notó que solo Samuel, Pablo y varios más
··························································································································· ®
estaban ahí, pero su abuelo Alfredo no estaba por ninguna parte.

Penélope fue directo al grano y les dijo la razón de su visita.

Samuel esbozó una amplia sonrisa.

—Peni, somos familia. Aunque tu abuelo echó a tu familia, siempre serás mi


sobrina. El préstamo no es un problema, pero estás pidiendo doscientos
millones. Nuestras compañías han sufrido algunas pérdidas recientemente;
por

tanto, no tenemos esa cantidad de dinero.

En cierto modo, Penélope esperaba semejante respuesta por parte de su tío.


Le
causó una grata sorpresa que él no la insultara como antes y sonrió.

—Entiendo que es inapropiado venir a pedir dicha suma de dinero, pero es


que

en verdad no tengo ninguna otra opción. Igualmente les agradezco por su


calurosa hospitalidad. Me retiro.

—¡Espera! —Samuel evitó enseguida que se fuera.


—¿Algo más? —preguntó Penélope con tono socarrón.
Samuel sonrió.

—Nosotros no contamos con ese dinero para ayudarte, pero conozco a


alguien
que sí. Solo tienes que pedírselo y de seguro te dará el préstamo.

—¿Quién es? —preguntó Penélope sorprendida.


Samuel sonrió de manera misteriosa.

—Casualmente, esa persona vino de visita hoy y ahora mismo está arriba en
el
estudio. Siéntete libre de subir y ver por ti misma de quién se trata.

Antes de asentir, ella titubeó un segundo.

—Está bien. —Penélope se puso de pie y se dirigía hacia las escaleras cuando
Miriam, quien estaba sentada a su lado, la detuvo.

—Esa persona es maniática. No le gusta que suene el teléfono ni que lo


interrumpan cuando está reunido o hablando de negocios. Es mejor que
dejes
tu teléfono aquí antes de subir.
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Penélope le dio su cartera y su teléfono y prosiguió a subir las escaleras.

Había dos guardaespaldas frente al estudio de Samuel. Uno de ellos le abrió


la
puerta cuando la vio acercarse.

—Señorita Sosa, adelante, por favor.

Penélope frunció un poco el ceño antes de entrar en el estudio. Una vez


dentro,
vio un hombre de apariencia maliciosa sentado en una silla de cuero detrás
del
escritorio. Sostenía una copa de vino tinto y le sonreía con ambigijedad.
Penélope no lo reconoció.

—Perdón, ¿usted es...?

El hombre esbozó una sonrisa pícara.

—Soy Jorge Zulueta, el hijo mayor de la familia Zulueta de las Cuatro del
Sur.
Penélope había escuchado sobre la familia Zulueta con anterioridad. Eran
considerados una de las familias de la élite más acaudaladas e influyentes del

Sur. Nunca hubiera pensado que este hombre fuera miembro de ella.

Penélope miró a Jorge con recelo.

—No tengo ningún vínculo con el Sr. Zulueta; entonces, ¿por qué mi tío dijo
que
estaría dispuesto a darme el préstamo si se lo pedía?

Jorge recorrió con su vista le esbelta figura de Penélope y respondió con voz
seductora:

—Porque estoy interesado en ti.

El rostro de Penélope se tensó y su voz se tornó fría.

—Creo que se equivoca. No soy el tipo de mujer que se vende por dinero. Le
está rezando al santo equivocado. Ahora, si me disculpa. —Se dio la vuelta y
caminó hacia la puerta, pero cuando intentó abrirla, se percató que la habían
cerrado por fuera.

Penélope se puso lívida y se volteó a mirar a Jorge.

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—Usted...

Jorge sonrió con descaro.

—Me apodan el Picaflor. Cuando me fijo en una mujer, siempre la consigo,


ya
sea de sociedad o virgen; y contigo no es diferente.

Penélope, asustada, corrió hacia la mesa, agarró una pluma estilográfica y


apuntó a Jorge con la parte afilada.

—Te lo advierto. No vayas a hacer una estupidez.


Jorge aún reflejaba en su cara una sonrisa sutil.

—¿No quieres el dinero para salvar a tu padre? Necesitas doscientos


millones.
Además de mí, ¿quién más te podría prestar esa cantidad de dinero?

—Estoy bastante seguro de que tu esposo Nataniel fue a ver a Rex. Me


pregunto si le darán una buena paliza.

Penélope abrió los ojos sorprendida.


—¿Cómo es que sabes tanto? Tú...

—Así es. Yo fui quien planeó todo. Yo fui quien mandó a que estafaran a tu
padre y le pedí a Rex que lo extorsionara y le quitara doscientos millones —
confirmó Jorge presumiendo—. La policía determinó que tu padre es el único
responsable por todos los daños. Además, yo tengo pruebas de la
autenticidad
del jarrón de porcelana. Así que, si llevas esto a los tribunales, tu familia
seguiría teniendo las de perder. No tienen más opción que pagar los
doscientos
millones. Claro, si ahora estuvieras dispuesta a entregarte a mí, yo podría
decirle a Rex que los deje tranquilos.

Penélope, molesta, gritó:


—¡Eres un ser repugnante! Sigue soñando con eso.

—¡Tch, tch! —continuó Jorge burlonamente—. Entonces, ¿no vas a hacer


nada?,
¿vas a dejar que Rex demande a tu padre y luego lo mande a prisión? Incluso
si
estuvieras dispuesta a quedarte de brazos cruzados y dejar que tu padre vaya
a
prisión, ¿qué pasaría con tu marido? Me imagino que a esta hora ya se debe
haber encontrado con Rex. Con solo una llamada puedo hacer que Rex y sus
hombres le den una gran paliza.
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Penélope, que estaba casi al borde de un ataque de histeria, gritó:

—¡Estás muy enfermo!

A Jorge no parecían afectarle las palabras de Penélope y continuó


observando
su figura por debajo del traje entallado que llevaba puesto. Luego, sonrió con
indiferencia.

—Si no quieres que tu padre pase el resto de su vida en prisión o que tu


esposo
termine lisiado, ¡suelta la pluma que tienes en la mano, arrodíllate y
arrástrate
hasta aquí!

En cuanto Jorge terminó de hablar, afuera se escucharon dos gritos muy


altos.

Jorge, molesto por la interrupción, gritó a los guardaespaldas que estaban


afuera:

—¿Acaso no dije que quería absoluto silencio y que nada ni nadie me


interrumpiera? ¿Quién diablos está haciendo ese ruido?

¡Bam! La puerta se abrió de par en par con un solo golpe. Los dos
guardaespaldas que estaban cuidando la puerta cayeron desplomados en el
piso delante de Jorge. Los dos estaban tosiendo sangre antes de perder la
conciencia.

Jorge, sorprendido, miró hacia la puerta y vio a Nataniel y a Tomás entrando


al
estudio indiferentes.

Nataniel, al ver que Penélope se encontraba bien, sin darse cuenta de que
había
estado conteniendo la respiración, finalmente suspiró aliviado. Luego se
volteó
y miró a Jorge de manera fulminante.

—Me parece que tengo que interrumpir.

Penélope, indefensa y al borde de un colapso, se lanzó a los brazos de


Nataniel
y lo apretó con fuerza.

Nataniel acarició su cabello con delicadeza y la consoló.


··························································································································· ®
—Todo está bien. Estoy aquí.

Él cargó a Penélope en sus brazos y se volteó para irse, pero antes de hacerlo,
le dijo a Tomás:

—Este desgraciado está excitado. ¡Cástralo!


Tomás respondió:
—¡Sí, señor!

Jorge veía como el inmenso Tomás, despiadado, avanzaba hacia él. Entonces
chilló aterrorizado:

—¡Yo soy el primogénito de la familia Zulueta! ¡Pertenecemos a las Cuatro


del
Sur! ¡Cómo te atreves...

Nataniel ya había salido del estudio con Penélope cuando escucharon los
gritos
de dolor detrás de ellos.

Samuel solo reaccionó cuando Nataniel ya se había marchado. Irrumpió en


el
estudio con su familia y sus hombres. Samuel solo veía a Jorge inmóvil y
sangrando por la entrepierna.

«¿Qué? ¿Nataniel en verdad castró a Jorge Zulueta?».


Samuel sentía cómo su presión aumentaba y casi se desmaya.

«¡Mi*rda! ¡Él es el heredero de la familia Zulueta, miembro de las Cuatro del


Sur!
¿¡Cómo ese temerario de Nataniel Cruz se atrevió a hacerle semejante
cosa!?».

Los Sosa sentían como si el cielo les fuera a caer encima. Ese era el
primogénito de la familia Zulueta, una familia que estaba conectada a la
mayoría de los negocios turbios del Sur. Con solo mover un dedo, fácilmente
podían hacer desaparecer una familia tan insignificante como los Sosa.

El corazón de Samuel estaba lleno de odio hacia Nataniel y Penélope; pero,


por
el momento, solo podía apartar ese y cualquier otro sentimiento de temor.
Entonces él gritó por sus hombres para que llevaran a Jorge al hospital
rápidamente.

De inmediato, los médicos se concentraron en salvarle la vida y después de


un
··························································································································· ®
rato, finalmente notificaron que Jorge estaba a salvo. Sin embargo, Tomás
había aplastado la parte más preciada del cuerpo de Jorge; esa parte ya no le
funcionaría más y no estaría a la altura de su apodo.

Un rato después, trasladaron a Jorge hacia uno de los mejores hospitales de


Alameda.

En ese preciso momento, en la mansión de los Zulueta en Alameda, el jefe de


la
familia Zulueta, Carlos Zulueta, vestido con ropa tejida, estaba sentado en
una
butaca de madera sosteniendo un rosario.

Mientras él miraba a su familia y a sus seguidores, se notaba solemne.


Entonces profirió dolido:

—Hirieron gravemente en Ciudad Fortaleza a mi más amado nieto, Jorge. El


doctor me informó que ya él no será capaz de tener descendencia como
cualquier otro hombre saludable. No sé bien cómo describir mis
sentimientos
en este momento, pero sí sé que estoy furioso. Ahora, ¿quién puede decirme
qué demonios le pasó a Jorge en Ciudad Fortaleza?

Federico Zulueta, el hijo mayor de Carlos y padre de Jorge, se puso de pie y


reflejaba un gran dolor en su rostro.

—Padre, Jorge fue a Ciudad Fortaleza para darle una lección a Nataniel y a
Tomás. Sin embargo, sintió deseos por la esposa de Nataniel, Penélope Sosa,
y
quiso saciar sus ganas con ella. ¡Nadie se podía imaginar que ese hombre de
las cavernas lo iba a lastimar tanto!

Jorge se llamaba a sí mismo con orgullo «El Picaflor». La familia Zulueta


conocía muy bien su carácter promiscuo.

Carlos dejó escapar un suspiro:

—Siempre le dije que la lujuria sería su perdición y que dejara los jueguitos.
Ahora míralo, él mismo perdió su masculinidad.

Federico imploró:

—Padre, la situación de Jorge es terrible. ¡No podemos dejar esto asíl

—¿La policía de Ciudad Fortaleza detuvo a Nataniel? —preguntó Carlos.


Federico negó con la cabeza.

··························································································································· ®
—No. Ellos nos dijeron que Jorge estaba intentando estafar a la familia de
Penélope Sosa, así que él era el único culpable de lo ocurrido. Nos
recomendaron que olvidáramos todo y que no hiciéramos empeorar las
cosas.
Carlos gritó con rabia:

—¡Eso es absurdo!

La familia Zulueta era poderosa en el Sur. Tenía seguidores en toda el área


del
Sur y su poder se extendía tanto a lo legal como a lo ilegal.

¿Cómo se atrevía la policía de Ciudad Fortaleza a decirle a la familia Zulueta


que olvidaran algo semejante, especialmente siendo el futuro jefe de la
familia
quien había quedado lisiado?

Federico vio que su padre estaba furioso, así que aclaró de inmediato:

—Padre, la policía de Ciudad Fortaleza no está protegiendo a Nataniel Cruz,


ni
está queriendo ofender a nuestra familia. Dicen que un jefe y sus tropas han
estado haciendo operaciones militares en Ciudad Fortaleza. Hasta el
momento,
ya han eliminado dos bandas que controlaban el comercio ilegal. Es probable
que a la policía de Ciudad Fortaleza le preocupe que si intervenimos para
vengarnos de Nataniel, podamos llamar la atención del jefe y entonces los
Zulueta terminaríamos perdiendo.

La expresión de Carlos se suavizó después de escuchar el análisis de su hijo.


—Ya que hay un jefe llevando a cabo operaciones militares en Ciudad
Fortaleza,
sería imprudente de nuestra parte hacer un alboroto. Supongo que entonces
tendremos que tomarlo con calma para poder vengarnos —dijo Carlos con

desdén.

Miró a sus familiares, a sus hombres y a sus seguidores; entonces, con voz
solemne, dijo:

—¿Quién está dispuesto a aceptar esta misión y vengar a Jorge? ¿Quién está
dispuesto a ir a Ciudad Fortaleza y reclamar las cabezas de Nataniel Cruz y
Tomás Dávila?

Al momento, un hombre con porte de estatua se levantó y anunció en voz


alta:
—Señor, ¡yo lo vengaré!l
··························································································································· ®
Todos voltearon a ver a Julián Quesada, huérfano recogido por la familia
Zulueta cuando era niño. Creció en la casa de los Zulueta y cuando se hizo
mayor se fue del país y se unió a un grupo mercenario por tres años. Cuando
regresó, la familia Zulueta le dio dinero y él creó la compañía de seguridad
más
grande que había en Ciudad Fortaleza, en el mismísimo lugar en que lisiaron
al
señor Jorge. Por tanto, él se ofreció sin titubear para vengarlo.

Carlos miró a Julián orgulloso y asintió:

—Tienes una compañía de seguridad en Ciudad Fortaleza y, teniendo en


cuenta
que posees hombres muy bien entrenados, te encargo esta misión.

Julián respondió solemne:

—¡Sí, señor!

—Recuerda, todo el que haya tenido algo que ver en esto tiene que morir.
Mientras más cruel sea mejor.

—¡Entendido señor!

Nataniel llevó a Penélope a casa. Cuando estaban en camino, Penélope se


veía
angustiada. Sin embargo, para no preocupar a sus padres, ella pidió a
Nataniel
que no dijera nada sobre la paliza a Jorge.

Al llegar a casa, Bartolomé, Reyna y Leila corrieron a saludarlos.


Rápidamente
preguntaron a Nataniel y Penélope cómo había salido todo.

Nataniel dijo con una gran sonrisa:

—Todo está arreglado. Ya no tienen por qué preocuparse.


Bartolomé aún estaba tratando de recuperarse del susto.
—¿Cómo lo hiciste?

Nataniel respondió muy natural:

—Hice la denuncia a la policía y descubrieron que esos hombres eran


timadores. Así que, como es lógico, no tenemos que pagarles nada.

Bartolomé y Leila estaban muy contentos con la noticia y agradecían a los


··························································································································· ®
cielos por el yerno que tenían. Si no fuera por él, ellos hubieran estado en
serios
problemas. Solo Penélope tenía un nudo en el estómago. Ella tenía miedo de
que la familia Zulueta quisiera vengarse.

Al día siguiente, era el cumpleaños de Leila. Ellos habían reservado un salón


privado en el Restaurante Corazón de Rubí para celebrar su cumpleaños. No
ordenaron muchos platillos, pero los que pidieron se veían exquisitos.

Leila, que por lo general se vestía de forma modesta, esa noche se puso un
vestido Chanel que su hija le había regalado. Leila era muy bonita y había
tenido una hija muy linda también, Penélope. Sin embargo, ella siempre
pasaba
desapercibida porque le gustaba vestirse sencilla. Así que cuando se arregló
esa noche, ella irradiaba una elegancia y un encanto que hipnotizaba a todos,
en especial a Bartolomé.

Leila se ruborizó cuando notó la mirada intensa de su esposo. Ella entornó


los
ojos y le dio un manotazo jugando.

—¿Qué estás mirando? Ya somos un matrimonio de años. ¡No hay nada que
no
hayas visto antes!

Bartolomé sonrió.
—Querida, esta noche te ves preciosa.

Nataniel, Penélope y hasta Reyna se estaban riendo al ver cómo un simple


negociante como Bartolomé finalmente había aprendido a hacerle un
cumplido
a su esposa.

Como Leila sentía un poco de pena por tener toda la atención sobre ella, su
cara se sonrojó bastante.

—¿Cuándo aprendiste a decir esas cosas? Te advierto: ¡la adulación no te va a


llevar a ninguna parte! Nataniel y Penélope ya me dieron su regalo. Hasta
Reyna
me hizo un dibujo de las dos juntas. Entonces, ¿dónde está tu regalo?

Bartolomé se quedó pasmado en el lugar. Su situación financiera no había


sido
la mejor en los últimos años; habían estado viviendo del día a día. Él y Leila
rara
vez celebraban sus cumpleaños y habían dejado de darse regalos. Así que, en
realidad, él no había pensado en lo absoluto en un regalo de cumpleaños
··························································································································· ®
para
Leila.

Leila, al mirar a Bartolomé, supo que él no tenía ningún regalo para ella y no
pudo ocultar la decepción que reflejaban sus ojos.

A decir verdad, Leila no esperaba que él le diera un gran regalo, pero ya


había
pasado mucho tiempo sin que él le obsequiara nada. A ella le hubiera
gustado
que le regalara, al menos, un perfume barato o un vestido sencillo, más él no
tenía ningún regalo para ella.

Bartolomé era un hombre honesto, pero no era tonto. Él podía percibir que
su
esposa estaba decepcionada. Estaba tan arrepentido, que en ese momento
hubiera deseado ser mago y hacer aparecer un regalo para ella.

Fue entonces cuando Nataniel, que estaba sentado al lado de Bartolomé, con
discreción le alcanzó una cajita por debajo de la mesa.

Al principio Bartolomé se sorprendió y luego se emocionó. «¡Qué yerno tan


bueno!».

Nataniel sabía que él era un olvidadizo, así que le preparó un regalo con
antelación.

Bartolomé lo miró agradecido y agarró la caja con cuidado. Entonces, miró a


su
esposa con una gran sonrisa.

—¡Jeje! Aquí está tu regalo querida. ¡Casi se me olvida dártelo!

En ese momento, los ojos de Leila brillaron.

—¿Qué es? —preguntó ella emocionada.

Por supuesto, Bartolomé no sabía, así que creó una atmósfera de misterio
cuando le entregó el regalo a Leila.

—¿Por qué no lo abres?


Leila abrió la caja y quedó sorprendida al ver un collar de rubí adentro.

La cadena en sí era de platino, mientras que la piedra de rubí pesaba


alrededor
de setenta quilates.

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Leila no pudo evitar gritar asombrada:
—¡Es hermoso!

Entonces, sacó el collar y miró el rubí; era inmenso. Por lo general, las
mujeres
conocen los precios de las joyas. Ellas siempre se fijan en las joyas, aunque
no
puedan comprarlas. Esta teoría también aplica para los hombres cuando se
trata de autos deportivos; aunque no los puedan comprar, siempre saben
cuánto cuesta cada uno.

Lo primero que le vino a la mente a Leila fue que ese rubí de setenta quilates
debió haber costado más de cien millones. Sin embargo, el salario de su
esposo era de solo mil al mes. ¿Cómo podía comprar un regalo tan caro? Por
tanto, llegó a la conclusión de que la cadena de platino era real, pero la
gigantesca piedra de rubí de seguro era una copia.

Sin embargo, ella igual estaba muy emocionada con la acción de Bartolomé.
—Querido, yo sé que este rubí no es real, pero solamente esta cadena de
platino
te debe haber costado mucho, ¿cierto? Me encantó de verdad. ¡Gracias! —
Ella

se inclinó y le dio un beso.

Cuando Bartolomé vio el collar de rubí quedó boquiabierto también. En


realidad,
él se sintió aliviado cuando su mujer dijo que el rubí era falso.

Después de que su esposa lo besara, Bartolomé estaba radiante; entonces


hizo
un gesto con la ceja para expresar su gratitud a Nataniel.

Desde donde Leila estaba sentada, no pudo ver cuando Nataniel pasó el
regalo
a Bartolomé; pero Penélope, que estaba sentada justo al lado de Nataniel, vio
todo. Entonces, ella dio una patadita a Nataniel por debajo de la mesa y le
hizo
una mueca arrugando la nariz.

—¡Eres una mala influencia para mi padre!

Nataniel sonrió y dijo en voz baja:

—¡No es cierto! Mira qué enamorados se ven tus padres. Eso es algo bueno.

En ese momento, el sonido de las sirenas interrumpió la noche. Dos


··························································································································· ®
furgonetas
negras aparecieron estrepitosamente y se parquearon frente al restaurante
Corazón de Rubí. Los dos vehículos pertenecían nada más y nada menos que
a
los Servicios de Seguridad Impecable.

Esos vehículos se parecían a los que utilizaban las fuerzas especiales de la


policía, así que de inmediato llamaron la atención de los transeúntes y los
clientes del restaurante. Entonces, los transeúntes vieron al enorme Julián
Quesada bajarse del auto y entrar al restaurante con otros cinco hombres.

Julián y los cinco hombres que iban con él estaban vestidos de negro,
parecido
a como visten en las fuerzas armadas. Se podía ver en las mangas de sus
chaquetas la insignia de Servicios de Seguridad Impecable. La mayoría de las
personas se podían dar cuenta de que eran un equipo de seguridad, pero
asumieron que eran de las fuerzas especiales.

Al parecer, lo primero que hizo Julián cuando salió de Alameda y llegó a


Ciudad
Fortaleza fue localizar a Nataniel y Penélope. Cuando se enteró que ellos
estaban cenando en el restaurante Corazón de Rubí, reunió a sus hombres de
inmediato y se dirigió hacia allá decidido a buscar venganza.

Los cinco hombres que estaban con él eran los mismos que trabajaron a su
lado como mercenarios hace años y ahora eran miembros clave de su equipo.
Ellos y sus habilidades letales eran la razón principal por la cual los Servicios
de
Seguridad Impecable se habían convertido en la compañía de seguridad más
grande en Ciudad Fortaleza. Así que como era de esperar, para esta misión,
Julián trajo a estos cinco que eran los mejores.

Al bajarse de las furgonetas, ellos entraron al restaurante.

Los clientes del restaurante los miraron sorprendidos. Hasta un niñito


regordete preguntó a su padre:

—Papá, ¿qué hacen estos señores? ¡Se ven muy bien! Además, ¡los carros
están
geniales también!

Entonces, su padre le explicó:

—Esos son vehículos del ejército, así que deben ser las fuerzas especiales.

Los ojos del niñito sorprendido brillaban; entonces miró a Julián y sus
hombres.
··························································································································· ®
—¡Señor! ¿Ustedes son soldados? ¡Creo que se ven geniales!

Julián y sus hombres en realidad no eran soldados. Sin embargo, ellos


fueron
mercenarios por un tiempo y ahora trabajaban en el área de seguridad, así
que

no eran tan diferentes a los soldados. Por eso, Julián no se molestó en dar
ninguna explicación. En cambio, se acercó y pasó la mano por el cabello del
niño.

—Sigue esforzándote y cuando crezcas podrás ser como nosotros.

El niño estaba tan impresionado por la respuesta de Julián, que dejó escapar
una exclamación emocionado.

Julián guio a sus hombres a través del pasillo y subieron las escaleras en
busca
de Nataniel. En poco tiempo, llegaron al salón Acacia que estaba en el
segundo
piso y Julián pateó la puerta, lo que provocó un gran estruendo.

Nataniel y su familia estaban felices disfrutando la cena cuando se


sobresaltaron por el estruendo de la puerta al abrirse. Entonces, Nataniel
miró a
los hombres que estaban entrando y su rostro se tensó.

—Hoy es el cumpleaños de mi suegra, así que preferiría no perder el control.


Quienesquiera que sean, tienen tres segundos para largarse de aquí.

Julián, burlándose de Nataniel, dijo:

—Tú lastimaste al señor Zulueta, así que estoy aquí para vengarlo. Me temo
que
el punto aquí no es que tú puedas perder el temperamento, sino cómo vas a
lidiar con el mío.

Justo cuando había terminado de hablar vio una gran sombra aparecer
frente a
él y de pronto tenía a Nataniel parado delante.

«¡Así de rápido!».

Julián abrió los ojos atemorizado. Lo peor aún estaba por llegar; él no tuvo
ni
tiempo para reaccionar y Nataniel ya había levantado la mano y lo había
golpeado directo en la cara.
··························································································································· ®
¡UfI

Julián cayó hacia un lado adolorido escupiendo sangre y algunos dientes


partidos. Él era un mercenario muy bien preparado pero no pudo defenderse
de
Nataniel. Los hombres que venían con Julián estaban indignados al ver el
estado de su compañero y arremetieron contra Nataniel. Sin embargo, ellos
también quedaron incapacitados en cuestión de segundos.

—Teniendo en cuenta que hoy es el cumpleaños de mi suegra, les voy a


perdonar la vida. Sin embargo, pueden estar seguros de que si los vuelvo a
ver
no voy a ser tan bondadoso.

Nataniel empujó a Julián y a los demás, luego los arrastró hacia la escalera y
los lanzó.

En el salón principal, el padre del niñito regordete sostenía un tazón y


trataba de
hacer que su hijo comiera un poco más.

—Si quieres crecer para verte tan bien como esos soldados, debes comerte
toda la comida. ¿Sabías que esos soldados son tan valientes, fuertes y buenos
luchadores que nadie puede ponerles un dedo encima...?

El padre no había terminado la oración cuando se escucharon gritos de dolor


en
el salón. Miró hacia arriba y vio a Julián y a sus hombres cayendo uno a uno
por
las escaleras.

El padre, el niñito y todos los demás en el restaurante quedaron


boquiabiertos
del asombro mientras miraban sin decir una palabra.

El niño notó que estaban inflamadas las caras de Julián y los demás que
habían lanzado por las escaleras. Su carita reflejaba mucho miedo y movió la
cabeza exaltado.

—¡Ya no quiero ser un soldado! —dijo el niño con alteración mientras Julián,
escuchándolo, trataba de levantarse.

Julián sentía que su cara ardía de dolor y humillación. Sus compañeros se


veían igual de mal y avergonzados. Se ayudaron entre sí para levantarse y
luego
miraron a Julián.
··························································································································· ®
—Quesada, Nataniel es mucho más hábil de lo que pensábamos. ¿Qué
hacemos ahora?

Julián inclinó su cabeza y miró hacia el segundo piso furioso.

—Retirarnos. Necesitamos otro plan.

Bartolomé y Leila todavía estaban atónitos. Ellos se voltearon hacia Nataniel


y
preguntaron:

—¿Qué acaba de ocurrir?


Nataniel respondió calmado:

—Un ricachón pretensioso intentó aprovecharse de Peni, así que le di una


paliza. Esos idiotas seguramente lo estaban ayudando a vengarse.

Peni sabía que Julián y sus hombres estaban ahí buscando venganza por lo

ocurrido con Jorge Zulueta. Por suerte, Nataniel se había podido encargar de
ellos.

Bartolomé y Leila solo pudieron hablar con voz entrecortada sobre el


horrible
comportamiento del despiadado ricachón. Luego, regañaron a Peni y a
Nataniel
y les pidieron que se cuidaran y que llamaran a la policía en caso de que algo
similar volviera a ocurrir.

Finalmente, su noche de celebración se había arruinado con la llegada de


Julián
y sus hombres. Así que decidieron marcharse; además, ya casi habían
terminado de cenar.

Cuando llegaron a casa, Nataniel salió al balcón y llamó a César Díaz para
pedirle que reforzara la seguridad de su familia.

De inmediato, César asintió y de pronto recordó algo.

—General, ¿usted se acuerda de aquella batalla en el Norte? ¿La batalla en


Paso
Serpiente?

Después de escuchar a César, los recuerdos de aquella batalla pasaron como


un relámpago por su mente.

··························································································································· ®
Fue una de las batallas más violentas en el Norte en los últimos treinta años
contra un grupo grande de invasores; esa batalla se llamó la Batalla en Paso
Serpiente. Fue en ese momento que Nataniel se hizo famoso por sus
habilidades, lo cual hizo que fuera promovido a General y que le otorgaran el
nombre de Ares.

Como dice el refrán, el éxito de un general se construye sobre la base de sus


víctimas.

En esa batalla, Nataniel lideró a cien mil hombres contra quinientos mil
invasores. Él recibió el título de Ares, pero ocho mil soldados del Norte
perdieron su vida en esa guerra. Esa batalla para Nataniel significaba orgullo
y
dolor a la misma vez. Su subordinado más querido, Adrián Fuentes estaba al
frente de un batallón de infantería de dos mil hombres y ninguno de ellos
sobrevivió.

Los ojos de Nataniel se humedecieron, pero su voz permaneció firme.

—Por supuesto que sí. Sin embargo, casi se me había olvidado de que tanto
Adrián como algunos de sus hombres eran de Alameda.

La mayoría de los hombres en el Regimiento de Hierro, incluido Adrián,


habían
nacido y crecido en Alameda.

Luego César dijo cuidadosamente:

—Los sureños son muy sentimentales. Mañana es el Día de los Muertos y


todos
encenderán hogueras para quemar papel Joss como ofrenda a sus

muertos. Yo sé que el Capitán Fuentes fue uno de sus más queridos


subordinados. Así que, ¿me pregunto si usted quisiera seguir la tradición y
hacer lo mismo por los compañeros caídos en esa guerra?

Los ojos de Nataniel reflejaban dolor.

—Todos saben cómo comenzó la guerra y cómo terminó, pero nadie le ha


prestado atención al sufrimiento y la agonía de los sureños durante el
proceso.
Ven conmigo mañana a Alameda. Voy a visitar a las familias de Adrián y sus
compañeros. Después encenderemos una hoguera cerca del río en honor a
todos los valientes que hemos perdido.

Sí, señor —respondió César.

··························································································································· ®
Al día siguiente, después de informarle a Peni y al resto de la familia,
Nataniel y
Tomás tomaron un vuelo hacia Alameda. Mientras que César, Elite 8 y las
Fuerzas Especiales Furia de Dragón volaron en un avión militar.

Cuando Julián escuchó que Nataniel y Tomás iban en camino a Alameda,


estaba sorprendido y no lo podía creer.

No podía creerlo porque Nataniel y Tomás habían provocado a la familia


Zulueta y aun así tenían las agallas de ir a Alameda. ¿Acaso ellos no sabían
que
la familia Zulueta vivía en Alameda?

También estaba sorprendido por que estarían en terreno de los Zulueta y


sería
más fácil encargarse de ellos.

Julián, de inmediato, reunió a trecientos hombres de los Servicios de


Seguridad
Impecable y se dirigieron a Alameda.

Se moría de ganas por tener una buena actuación y vengar al señor Jorge.

Después de que Nataniel y Tomás llegaron a Alameda, buscaron las


direcciones de los soldados y fueron a visitar a las familias de sus
compañeros
caídos.

Cuando se encontraron con sus familiares, Nataniel se aseguró de observar


con discreción si ellos tenían alguna necesidad. De ser así, él lo tendría en
cuenta para mandar después a César a encargarse de eso.

Por la tarde, Nataniel y Tomás llegaron a la casa de Adrián Fuentes. Cuando


Adrián murió, Nataniel solicitó que su compensación por muerte se
duplicara, lo
cual hizo que la suma fuera de dos millones y además de eso, también le dio
a
César otro millón de su propio bolsillo para que se lo entregara a los padres
de
Adrián.

Sin embargo, cuando ellos llegaron a la casa de Adrián, quedaron


sorprendidos
por la condición deplorable en que se encontraba la casa que estaba frente a
ellos.

El objetivo de la compensación a los familiares por la muerte de un soldado


··························································································································· ®
en
la guerra era para que pudieran vivir con menos preocupaciones sobre su
situación financiera.

Sin embargo, ¿por qué la familia Fuentes estaba viviendo en un lugar en tan
mal
estado?

Nataniel frunció el ceño y caminó con Tomás hasta la puerta principal. La


puerta estaba abierta de par en par y se podía escuchar vagamente a unas
personas discutiendo en la sala.

Resulta que, los padres de Adrián, Eduardo y Blanca Fuentes estaban


discutiendo con su sobrino, Alejandro Fuentes.

Adrián era el único hijo de Eduardo y Blanca. Así que después de su muerte,
su
linaje también pereció.

La pareja no podía dejar de pensar en que cuando ellos murieran, no


tendrían
quién se encargara de su funeral y otros asuntos. Por esa razón, ellos
consideraron adoptar a su sobrino y tenerlo como su hijo sustituto.

Se suponía que eso fuera algo bueno, pero resultó que Alejandro era un vago,
bueno para nada y además jugador. En los últimos años, Alejandro había
perdido millones y cada vez que necesitaba dinero iba a visitar a sus padres
sustitutos. Por eso, todo el dinero de la compensación por la muerte de
Adrián
se había utilizado para pagar las deudas de juego de Alejandro.

Sin embargo, Alejandro no aprendía la lección. Hace poco había adquirido


otra
deuda de alrededor de trecientos mil y, entre la espada y la pared, vino a
visitar
a los Fuente para pedirles dinero otra vez.

Mientras Blanca trataba de controlar su tristeza, se lamentaba:

—¿Qué hicimos para merecer todo esto?

Alejandro apretó los labios y respondió:

—Madre, no hay razón para llorar. Yo estoy jugando para poder tener dinero
para encargarme de ustedes cuando estén mayores. No es mi culpa que haya
tenido un mal día. Solo apúrate y dame el dinero.

··························································································································· ®
Eduardo estaba furioso.

—¡Debemos haber estado ciegos para haberte adoptado! ¡Ya no queda


dinero!
¡Ahora piérdete!

128

Alejandro frunció el ceño.


—Padre, puede que no sea tu hijo biológico, pero aun así soy tu hijo.
Eduardo se veía molesto.

—Tú apostaste todo nuestro dinero. ¡Estamos en la ruina! ¡Sal de esta casa
ahora mismo!

—¡Esta vez le debo al Gran Belisario! Si no le pago a tiempo me matarán —


gritó
Alejandro nervioso.

—Tú te lo buscaste.
Alejandro estaba desesperado.
—¡Papá! ¡Mamá! ¡Piensen en esto! Si algo me pasa, entonces no tendrán
quién

se ocupe de sus funerales y otros asuntos. ¡Ni siquiera tendrán un entierro


digno!

Cuando Nataniel y Tomás escucharon eso, sus ojos se llenaron de


rabia.

Eduardo y su esposa estaban temblando.

—Ese no es nuestro problema. De todas formas, ya no nos queda


dinero. ¡El dinero de la compensación por la muerte de Adrián se
acabó hace tiempo gracias a ti! —gritó Eduardo.

—¿El Gran Belisario no dijo que esta área está designada como zona
de desarrollo? —gritó también Alejandro—. Ellos nos van a pagar un
par de millones si nos mudamos de aquí, ¿por qué no hacemos eso?
Así no solo pagaríamos nuestras deudas, sino que también
podríamos quedarnos con una buena cantidad de dinero.

Los señores Fuentes comenzaron a temblar cuando escucharon


eso.

—¡Desgraciado! ¿Cómo te atreves a decir eso?


Alejandro no iba a ceder tan fácil.
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—Yo soy su hijo adoptivo. Esta casa será mía cuando ustedes
mueran, ¿por qué no podemos venderla ahora?

Antes de que pudiera terminar de hablar, entraron dos


desconocidos. Uno de ellos era alto con ojos brillantes, mientras
que el otro era musculoso y fornido. Eran nada más y nada menos
que Nataniel y Tomás.

Alejandro frunció el ceño.


—¿Quiénes rayos son ustedes? —preguntó Alejandro bruscamente.

—Somos compañeros de Adrián, vinimos a visitar a su familia —


respondió Nataniel sin una pizca de delicadeza.

De inmediato, los señores Fuentes se limpiaron la cara al escuchar


que ellos eran amigos de Adrián. Se acercaron a los visitantes y
dijeron:

—¿Ustedes son compañeros de Adrián? Bienvenidos. Por favor,


siéntense.

De pronto, Eduardo Fuentes sintió un poco de vergilenza.


—No tenemos nada que ofrecerles. Espero que no les importe.
Nataniel sonrió.

—Mi nombre es Nataniel Cruz y él es Tomás Dávila. Adrián era como


un hermano para nosotros, así que, por favor, no nos vea como
desconocidos.

Alejandro se molestó al ver que sus padres lo ignoraron para recibir


a Nataniel y a Tomás.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Dejen de atender a esos soldados! ¿Podemos al


menos hablar sobre cómo vamos a hacer para pasar la casa a
nombre del Gran Belisario?

—No tenemos nada más qué hablar sobre eso —dijo Eduardo
fríamente.

Luego, Eduardo anunció que iría al viñedo a recoger unas uvas y


Blanca fue a preparar té para los invitados.

Alejandro se puso furioso al darse cuenta de que los señores


Fuentes no ¡ban a ceder.

— ¡Viejos desgraciados! —gruñó Alejandro.


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Nataniel lo miró fríamente y cuando Alejandro se dio cuenta dijo:
— ¿Qué estás mirando?

Nataniel frunció los labios mientras señalaba un cenicero que


estaba en una mesita cerca de Alejandro.

—Si no te molesta, alcánzame eso.

Alejandro estaba un poco sorprendido. «¿Él me está pidiendo un


cenicero para fumar? Caramba, no esperaba que él se pudiera
preocupar tanto por la limpieza». Entonces, tomó el cenicero y se lo
alcanzó a Nataniel.

— ¡Aquí tienes!

Nataniel tomó el cenicero y golpeó a Alejandro en la frente con él.

El cenicero se rompió en pequeños pedazos y se escuchó un fuerte


ruido.

Alejandro comenzó a soltar sangre por la frente y cayó al suelo


gritando. Luego, mientras se levantaba del piso, Nataniel lo miró.

— ¡Adrián era como un hermano para mí, así que sus padres también
son mis padres! No tienes ningún derecho a jugar con el dinero que

él dejó para sus padres. ¿Por qué piensas que ellos deberían vender
su casa para pagar «tus» deudas?

Nataniel agarró a Alejandro y lo golpeó en la cara varias veces, lo


llenó de moretones e hizo que le saliera sangre por la boca.

Eduardo y Blanca regresaron rápido después de escuchar el ruido.


Sin embargo, no hicieron nada al ver a Nataniel golpeando a
Alejandro varias veces mientras lo regañaba. Estaban tan
impactados, que ni siquiera intervinieron.

Nataniel le dio un último golpe y dijo fríamente:

—Te voy a dar una oportunidad para que digas algo razonable. Si
dices algo que no me guste, me voy a encargar de ti personalmente.

Alejandro no era más que una escoria inservible, así que la actitud
de Nataniel lo atemorizó hasta los huesos. De inmediato, comenzó
a llorar y a murmurar.:

—i¡Lo siento! No debí involucrarme en el juego y no debí utilizar el


··························································································································· ®
dinero de la compensación por la muerte de Adrián para pagar mis
deudas, ni forzar a mis padres para que vendieran su casa...

—¿Qué más? —gruñó Nataniel.


Alejandro lo miró confundido sin saber a qué se refería con eso.

Nataniel golpeó a Alejandro en la boca y con el golpe soltó un par de


dientes.

—¿A quién estabas maldiciendo ahora mismo?

—Ah sí, cuando mamá y papá mueran, yo me encargaré de todo para


que ellos puedan descansar en paz.

Nataniel lo tiró fuera de la casa con una patada sin previo aviso.

—Tú no mereces ser hijo de estos señores. Adrián era como mi


hermano, así que sus padres también son los míos. A partir de

ahora, yo seré quién los atenderá y me encargaré de ellos en su


lecho de muerte. Ahora, ¡lárgate!

Alejandro no tuvo más opción que salir corriendo de la casa con la


mano en el pecho lastimado y cuando ya estaba lejos, se volteó y
gritó:

—Viejos arrugados, ¿de verdad creen que ese hombre está aquí para
hacer el papel de hijo? El solo quiere su dinero y esta casa, pues
debe haber escuchado sobre el aviso de desalojo. ¡Esperen y verán!

Después de decir eso, se fue corriendo.

Eduardo miró a Nataniel como buscando algún tipo de


confirmación.

Nataniel no pudo evitar sonreír con amargura.


—Señor, yo no soy un estafador.
De pronto, Eduardo se puso inquieto de emoción.

—;¡Tú eres el General! ¡El General del Norte! ¡Eres el jefe de Adrián! ¡Él
me mostró una foto tuya la última vez y me dijo que tú eras su gran
héroe!

Nataniel no esperaba que Eduardo supiera quién era él. Luego, negó
con la cabeza y susurró:

—No soy ningún héroe. Nosotros compartimos la gloria de nuestras


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victorias con todos, incluidos esos que cayeron en combate. Yo
hablo en serio. Madre, Padre, puede que Adrián ya no esté, pero yo
siempre seré como su hijo.

Los señores Fuentes comenzaron a llorar y cada uno sostuvo una


mano de Nataniel.

—¡Qué bueno! ¡Otra vez tenemos un hijo! ¡Tú eres el indicado!

Mientras tanto...

Julián llegó al aeropuerto de la ciudad de Alameda, justo después


de que el sol se pusiera en el horizonte, y detrás de él venían
trescientos hombres.

Un gran número de aviones militares pasaron volando por el cielo y


todos los que estaban mirando el panorama quedaron
sorprendidos.

Alameda era la capital del estado y el aeropuerto de ahí se utilizaba


tanto para vuelos comerciales como militares, así que ver unos
cuantos aviones militares de vez en cuando no era nada raro. Sin
embargo, sí era raro ver dos docenas de aviones militares aparecer
a la misma vez.

Julián vio aterrizar los aviones uno tras otro. Luego, se abrieron las
puertas y salieron del avión, bien organizados, hordas de soldados
de élite.

Él no pudo evitar murmurar:

—Rayos, ¡cuánta gente! Probablemente son de las Fuerzas


Especiales de Furia de Dragón. Al parecer, alguna figura importante
del Ejército del Norte está de visita en Alameda.

Apenas había terminado de hablar, cuando un oficial robusto


apareció delante de él. Para su sorpresa, el oficial se volteó de
pronto y sus miradas se encontraron; el ambiente a su alrededor se
tornó intimidante.

Esa persona era, nada más y nada menos, que César Díaz, Capitán
de la Guardia Nacional al servicio de Nataniel Cruz.

Al hacer contacto visual con César Díaz, Julián reaccionó de


inmediato. Algo se estremeció dentro de él e hizo que se sacudiera
bruscamente como si lo hubieran electrocutado. Luego apartó la
mirada.
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Julián podía percibir que el oficial que tenía en frente había estado
en muchas batallas, pues se podía sentir el olor a muerte y
desesperación al estar cerca de él.

A pesar de que Julián había sido mercenario durante algunos años,


no podía evitar encogerse de miedo delante de César Díaz. Era
como un pequeño cachorro que veía un león por primera vez. Julián
no podía luchar contra el gran poder que avistaba frente a él.
Entonces, guio a sus subordinados hasta la salida del aeropuerto y
sacó su teléfono.

Él había descubierto que Nataniel y Tomás habían ido al Barrio del


Lago, ubicado a las afueras de la ciudad, para visitar a Eduardo
Fuentes, que era familia de alguien.

Julián esbozó una sonrisa retorcida.

—Barrio del Lago, ¿eh? Bueno, hoy es el Día de los Muertos, quizás
alguno de esos muertos decida reclamar a Nataniel y a Tomás.

Julián fue con sus hombres a ver a Carlos Zulueta antes de dar la
orden de que mataran a Nataniel esa noche.

Mientras tanto, César llevó a cenar a los dos mil hombres de las
Fuerzas Especiales de Furia de Dragón al centro de acogida militar
antes de ir a donde estaba Nataniel en Barrio del Lago.

Era una noche sin luna. Las nubes negras descendían sobre el
oscuro cielo y de vez en cuando se veía la luz de un relámpago. Se
acercaba una tormenta.

Nataniel, César, Tomás, Élite 8 y los dos mil soldados de Furia de


Dragón estaban parados al lado del río, completamente armados.

Había velas e inciensos por toda la orilla, además de ofrendas de


comida y vino. Ellos estaban llevando a cabo un ritual para honrar a
los soldados caídos en batalla. Los ojos de Nataniel se
humedecieron cuando pensó en sus compañeros caídos. Tomás
estaba quemando papel Joss en una hoguera que habían
encendido en una vasija.

César y Élite 8 estaban parados en fila detrás de ellos, mientras que


los dos mil soldados de Furia de Dragón estaban al final, envueltos
en la oscuridad de la noche.

Hasta César, que rara vez dejaba ver sus emociones, tenía lágrimas
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en los ojos. Su voz temblaba mientras levantaba una copa de vino
hacia las calmadas aguas del río.

—¡Adrián Fuentes! ¡El General vino a visitarte con nuestros


hermanos! ¡Bebamos! —Inclinó su vaso hacia atrás y se bebió el
vino. Luego continuó—: ¡Braulio Kindelán! ¡Vinimos a verte! ¡Salud! —
Entonces vació otra copa de vino—. ¡Víctor Ledesma! ¡Vinimos a
verte! ¡Salud! ¡Waldo Heredia! ¡Vinimos a verte! ¡Hasta el fondo!
¡Álvaro Sánchez! ¡Vinimos a verte! ¡Bebe con nosotros!

César se tomó una copa de vino después de cada nombre que


mencionó. Por tanto, ya estaba empezando a sentirse un poco
mareado. Él sentía como si sus antiguos compañeros de batalla
hubieran regresado a su lado.

Tomás tuvo que morderse los labios con fuerza para evitar que
brotaran lágrimas de sus ojos mientras continuaba lanzando al
fuego el papel Joss.

Nataniel, Élite 8 y los soldados de Furia de Dragón se quedaron en


silencio con los ojos cerrados. Cada nombre que César mencionaba
traía la imagen de su compañero frente a sus ojos. De esta forma,
recordaban cómo perdieron la vida, de forma tan despiadada, en el
campo de batalla.

El viento rugía en sus oídos, era una escena perfecta para que
tuviera lugar un asesinato.

A lo lejos, un grupo de personas se movía sigilosamente a través de


la oscuridad de la noche. Eran Julián y sus hombres que venían a
matar a Nataniel.

Cuando llegaron a la casa de Eduardo Fuentes, ya Nataniel se había


ido hacía rato. Sin embargo, se las arregló para que Eduardo le diera
la ubicación de Nataniel; le dijo que eran amigos.

Entonces, al caer la noche, guio a sus trescientos hombres hasta el


río.

—¡Mira Quesada! ¡Hay alguien quemando papel Joss al lado del río!

Julián miró a lo lejos, pero lo único que podía ver era el brillo de las
velas y el fuego. Solo podía definir la silueta de Nataniel y de
algunos más, pero no podía definir con exactitud el número de
personas que estaban ahí.

Entonces Julián sacó su cuchillo y dijo:


··························································································································· ®
—Tomen sus cuchillos y síganme. ¡No dejen un hombre en pie!

De inmediato, los subordinados de Julián sacaron sus afilados


cuchillos. Ellos solo usaban dos tipos de armas, la porra para las
peleas y el cuchillo para matar.

Nataniel, César y Tomás estaban recordando los buenos tiempos,


cuando de pronto escucharon ruidos raros a lo lejos.

Nataniel abrió los ojos y miró hacia la oscuridad. Estaba tan oscuro
que era difícil ver bien, pero pudo distinguir las siluetas de personas
que venían hacia ellos.

La expresión de Nataniel se oscureció.


—¡Esos idiotas!
Tomás se levantó y miró hacia la multitud que se estaba acercando.

César agarró con fuerza la copa de vino con los ojos entreabiertos.
No había ni un rastro de embriaguez en sus ojos, solo reflejaban su
instinto asesino.

Élite 8 y los dos mil hombres de las Fuerzas Especiales Furia de


Dragón estaban firmes detrás de Nataniel y cada uno de ellos
sostenía con fuerza su arma de fuego.

Julián y sus hombres se dirigían desafiantes hacia ellos.

—¡No dejen que Nataniel y Tomás escapen! ¡Los quiero vivos o


muertos! —gruñó Julián—. ¡Vamos!

Sus trescientos hombres corrieron hacia la orilla del río como una
manada de lobos hambrientos, todos armados con sus cuchillos.
Sin embargo, segundos después, frenaron el impulso. El ejército de
personas que estaba alrededor de Nataniel apareció ante su vista
cuando estuvieron dentro del rango de combate.

Julián y sus hombres tenían un miedo de muerte. ¿Qué diablos


pasó?

¡Me! ¡Tic! ¡Tic!

Se encendieron varias luces y de repente la orilla del río estaba tan


clara como el día. No fue hasta ese momento que Julián y sus
hombres se dieron cuenta de que estaban rodeados por vehículos
militares. Las luces que alumbraban el lugar eran los faroles de
esos vehículos.

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Ellos comenzaron a encogerse del miedo cuando se dieron cuenta
de que Nataniel y Tomás estaban con César Díaz y dos mil
soldados. ¡Esos eran los soldados de Furia de Dragón que ellos
habían visto antes esa noche!

Nataniel escudriñó con la mirada a Julián y sus hombres que


estaban paralizados por el miedo.

—Así que, ¿quieres matarme? ¡Vamos!


Julián y sus hombres palidecieron al escuchar eso.

«¿Matarlo? ¿Cómo? ¿Qué tipo de broma era esa?», se preguntaba


Julián.

—Soldados, ¡prepárense para combatir! —gritó César.

Los dos mil soldados que estaban detrás de Nataniel se pusieron en


posición de combate de inmediato. Después de un clic que se
escuchó bien alto, todas las armas quedaron amartilladas.

—Señor, el pelotón Furia de Dragón está listo para combatir.


Esperamos sus órdenes, Señor.

Nataniel puso su mano detrás de la espalda.

—A la batalla. Maten a todo el que trate de escapar o resistirse.

¡Zas! Los dos mil soldados levantaron sus armas al mismo tiempo y
apuntaron a los hombres de Julián.

¡Clanc! ¡Clanc! ¡Clanc! Los cuchillos en las manos de Julián y sus


hombres sonaron estrepitosamente al caer al piso mientras
levantaban los brazos en señal de rendición.

Era evidente que Nataniel no estaba bromeando. Al más mínimo


movimiento, les dispararían en el acto.

Aunque Julián fue criado por la familia Zulueta y tenía algo de


experiencia en el campo de batalla como mercenario, él no estaba
preparado para algo así. Entonces, miró a Nataniel sorprendido y
desesperado, mientras comenzaba a sentir un sabor amargo en su
boca. En ese momento, se hubiera suicidado por arrepentimiento.

A la misma vez, estaba confundido. De acuerdo con lo que sabían


los Zulueta, Nataniel Cruz era solo un soldado retirado. Entonces,
¿cómo era posible que pudiera estar al mando de ese inmenso
ejército?
··························································································································· ®
Sin embargo, lo que él no sabía era que la información privada de
Nataniel era confidencial y solo pocas personas en este país tenían
acceso a ella. Incluso la información sobre Tomás Dávila, que era
miembro de la Guardia Nacional al servicio de Nataniel, era
confidencial. La información que la familia Zulueta tenía sobre
Nataniel era falsa; había sido creada para despistar a las personas.

Nataniel miró a Julián.


—¿Quieres matarme?

Julián tenía la voz temblorosa.


—Yo...

Él quería negarlo, pero no podía. Después de todo, él había guiado


hasta ahí a esos trescientos hombres y había jurado matarlo.

¡Paf!

Nataniel le dio una buena bofetada y a Julián se le empezó a


inflamar el rostro mientras sangraba.

—Respóndeme —gruñó Nataniel fríamente.

Julián dudó por un segundo y Nataniel le dio otra bofetada. Con el


golpe, se le partieron un par de dientes y comenzó a ponerse
nervioso.

—i¡Lo siento señor Cruz! ¡Lo subestimé! Por favor, ¡déjeme ir! No lo
volveré a hacer...

Nataniel lo miró impasible.

—Anoche en el cumpleaños de mi suegra ya te había dado una


oportunidad. ¿Por qué no la aprovechaste?

En ese momento, parecía que Julián se había dado cuenta de algo.


Su cara se puso blanca como un papel y cuando ¡ba a implorar
clemencia, Nataniel ya se había volteado para decirle a César:

—Liquídalo.

Las manos de César se movieron con rapidez y con su espada cortó


el cuello de Julián.

¡Crac!

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En todo el lugar se escuchó el desagradable sonido que hicieron los
huesos del cuello de Julián al romperse y su cuerpo cayó al suelo
como si fuera un pollo muerto. ¡Habían matado a Julián!

Los trescientos hombres que venían con Julián estaban parados a


un lado temblando y de pronto se empezó a sentir un extraño olor a
amoniaco. Al parecer, algunos de esos hombres se habían orinado
en sus pantalones por el miedo, tras haber presenciado la muerte de
su jefe.

Nataniel los miró y ordenó:

—Arresten a estos hombres por revelar información clasificada de


manera ¡legal y envíenlos a trabajar a las minas por diez años.

Nataniel sabía muy bien que la «agencia de seguridad» de Julián no


era más que una fachada para las tropas mercenarias. Sus hombres
no solo brindaban servicios de seguridad a ricos y celebridades,
sino que también se involucraban en peleas de pandillas, asesinatos
y ajustes de cuentas.

Por tanto, no había motivos para tener piedad; los enviaría a las
minas para que al menos contribuyeran al país.

Rápidamente, los soldados de Furia de Dragón reunieron a los


hombres de Julián y los metieron en los camiones.

De pronto, se vieron unas luces a lo lejos; unas furgonetas se


acercaban. Eran los pandilleros de la zona dirigidos por un hombre
llamado Belisario y a su lado estaba Alejandro Fuentes, a quien
Nataniel había golpeado unas horas antes.

Resulta que Alejandro había pedido dinero prestado a Belisario y le


debía algunos miles. Él había ido a ver a los señores Fuentes para
convencerlos de que vendieran la casa para poder pagar su deuda;
pero, por el contrario, lo que recibió fue una paliza de manos de
Nataniel.

Por esa razón, Alejandro estaba muy resentido y corrió a ver a


Belisario con la esperanza de que él pudiera darle una lección a
Nataniel. A cambio de eso, Alejandro prometió que pondría la casa
de los Fuentes a nombre de Belisario.

Belisario sabía que las casas en Barrio del Lago serían demolidas.
Por tanto, aceptó de inmediato la propuesta de Alejandro, pues un
terreno en esa zona ¡ba a costar bastante.

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Esa era la causa de este enfrentamiento.

Guiados por Alejandro, Belisario y alrededor de veinte miembros de


su pandilla fueron rápido al lugar. Ellos manejaron tan rápido como
pudieron cuando se enteraron de que Nataniel estaría quemando
papel Joss cerca del río.

Sin embargo, el chofer se percató de que algo no estaba bien y pisó


el freno de repente cuando estaban a solo unos metros de distancia
de Nataniel.

—¿Qué diablos pasa? ¿Por qué frenaste? —gritó Belisario, pues no


sabía qué estaba pasando.

—¡G... Gran Belisario! Algo no está bien... —tartamudeó el chofer.


Belisario se pasó al frente de la furgoneta y miró por la ventanilla.
—¿Qué pasa?

—¡Hay un grupo de soldados y parece que están arrestando a


algunas personas! —dijo el chofer con voz temblorosa.

Belisario y Alejandro se sorprendieron con lo que dijo el chofer.


Miraron bien lo que estaba sucediendo frente a ellos y se percataron
de que en realidad había hordas de soldados completamente
armados arrestando a un gran grupo de personas.

Belisario, pálido y con voz temblorosa, ordenó:


—¡Dios mío! ¡Vámonos de aquí! No quiero que me disparen.

Sin embargo, ya los habían visto. César se lanzó sobre ellos con un
grupo de hombres y rodeó las furgonetas. Tocó en la ventanilla y
cuando la bajaron vio a un grupo de pandilleros con el cabello de
colores y tatuajes.

—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó César fríamente.

Belisario y su pandilla nunca antes se habían sentido tan


atemorizados. Estaban petrificados al ver a César Díaz y su ejército
en posición de combate.

Nataniel caminó hasta donde ellos estaban y cuando vio a Alejandro


en la furgoneta su mirada se volvió fría.

—¡Ya veo que eres tú otra vez!

Alejandro ya tenía miedo de Nataniel por la paliza que le había dado


un rato antes, así que cuando lo vio otra vez, se puso muy nervioso y
··························································································································· ®
comenzó a disculparse.

—i¡Lo siento! No debí pedir al Gran Belisario que viniera por ti y no


debí ofrecerle la casa de mis padres...

Belisario casi se muere de miedo al escuchar las palabras de


Alejandro.

Nataniel frunció los labios después de escuchar la disculpa de


Alejandro y luego miró a Belisario.

—¿Tú eres Belisario?

La sonrisa de Belisario era más fea que una mueca.


—Así es...

Nataniel asintió con la cabeza.

—Llegaron justo a tiempo. Estamos haciendo una redada


antiterrorista ahora mismo. Así que como ya están aquí, vengan con
nosotros.

«¿Qué? ¿Quieres decir que vamos a las minas con los demás?».

Alejandro y los otros pandilleros bajaron de la furgoneta


tambaleándose y los arrastraron hasta los vehículos del ejército
para llevarlos a las minas del Distrito Norte.

A diferencia de Belisario y sus pandilleros, los hombres de Julián


suspiraron muy aliviados cuando escucharon que los mandarían a
hacer diez años de trabajos forzados. Ya Nataniel estaba siendo
condescendiente con ellos al perdonarles la vida. Los «guardias de
seguridad» miraron a Belisario y sus pandilleros y dijeron en forma
de burla:

—¿Por qué están llorando? Apúrense y prepárense, hay que trabajar.

De esta forma, los soldados de Furia de Dragón se llevaron en sus


vehículos a los hombres de Julián, Belisario, Alejandro y los
pandilleros.

Mientras tanto, Nataniel, Tomás, César y Élite 8 fueron a ver a los


Fuentes otra vez.

El Barrio del Lago estaba cerca del río y el alboroto hizo que varios
vecinos salieran de sus casas asustados. Los Fuentes también
salieron y se preguntaban qué estaba pasando.
··························································································································· ®
Eduardo estaba feliz de ver a Nataniel e inmediatamente se acercó
a él con una sonrisa amable en el rostro.

—¿Qué pasó Natán? Alguien te estaba buscando hace un momento


y le dijimos que estabas quemando papel Joss cerca del río.

Como Nataniel los veía como sus padres, entonces los señores
Fuentes decidieron llamarlo por su apodo. Ellos sabían que Nataniel
y Adrián se querían mucho, así que no podían evitar sentirse
emocionados cada vez que veían a Nataniel.

Nataniel sonrió.

— Mamá, papá, esos no eran más que matones problemáticos.


Alejandro, Belisario y los pandilleros. Al parecer, se los llevaron a
todos a las minas.

Blanca estaba asombrada.

—¿Alejandro y ese desgraciado de Belisario van para las minas?


¡Malhechores!

Eduardo también estaba un poco sorprendido, pero suspiró y dijo:


—Bueno, ese es el karma. De cualquier forma, se lo merecen.
Los otros vecinos también murmuraron entre ellos.

Eduardo llevó a Nataniel a su casa, pero no se atrevió a preguntar


por el ejército de personas que ¡ba tras de él. Sin embargo, al notar
la incertidumbre de Eduardo, Nataniel explicó:

— Mamá, papá, este es César Díaz. ¡Los demás eran compañeros de


batalla de Adrián!

Eduardo estaba encantado.

—¡Hola a todos! Adrián tuvo mucha suerte de tenerlos a ustedes


como compañeros.

César y sus hombres no podían evitar sentirse un poco tristes.


Después de todo, Adrián ya no estaba entre ellos.

— Mamá, papá, por ahora vivo en Ciudad Fortaleza. Como su casa va


a ser demolida, ¿por qué no vienen con nosotros a la ciudad? Yo me
ocuparé de ustedes —dijo Nataniel.

Los Fuentes sonrieron felices, pero Eduardo no estuvo de acuerdo


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con esa idea.

—Muchas gracias por la propuesta Natán —dijo Eduardo—, pero no


podemos aceptarla; eso te causaría muchos problemas.

Nataniel ¡ba a insistir, pero Eduardo lo interrumpió antes de que


pudiera decir ni una sola palabra.

—Escucha hijo. Seguro nos va a costar mucho acostumbrarnos a la


vida en la ciudad. Además, los vecinos han estado hablando de
mudarse a Cuidad Q después de la demolición. Podemos seguir en
contacto.

Nataniel hizo silencio por un momento antes de responder:

—No es mala idea tampoco. El clima en Ciudad Q es muy bueno y es


un buen lugar para descansar. Los visitaré siempre que pueda. Por
cierto, estos son los números de teléfonos de César y Tomás en
caso de que algo suceda y necesiten localizarme.

Nataniel y sus hombres regresaron a Ciudad Fortaleza esa misma


noche.

Al día siguiente, en el despacho de la mansión de los Zulueta...

Carlos Zulueta, vestido con camisa y zapatos grisáceos, soltó el


mantra que tenía en su mano y alzó la vista para mirar a su hijo que
estaba delante de él.

—Escuché que Julián fue anoche con trescientos hombres a matar a


Nataniel y Tomás. ¿Tienes alguna notica?

Federico, nervioso, dijo:


—Papá, él...
Carlos estaba impaciente.

—¿Por qué tartamudeas? ¡Acaba de hablar!

Federico no tenía más opción que decir la verdad:


—Julián y sus trescientos hombres desaparecieron.

— ¡Qué tontería! Trescientos hombres y, ¿desaparecen, así como así?


¿Qué hay de sus cuerpos? —gritó Carlos angustiado.

Federico frunció el ceño.

—Desaparecieron sin dejar rastro. Yo movilicé a varios de nuestros


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hombres para buscarlos, pero desaparecieron totalmente.

Carlos estaba tratando de calmarse.


—¿Qué diablos está pasando?

—Yo me las ingenié para conseguir una información importante de


los vecinos del Barrio del Lago —dijo Federico.

—¡Acaba de decirme! —ordenó Carlos.

—Al parecer, anoche los militares se llevaron un gran grupo de


pandilleros incluido su líder, Belisario.

—¿Qué tiene que ver eso con la desaparición de Julián? —dijo Carlos
mientras fruncía el ceño.

—Escuché que ayer aterrizaron en el aeropuerto unas docenas de


aviones con soldados del Distrito Norte. Probablemente estén aquí
por alguna misión —respondió Federico—. Yo creo que Belisario, sus
pandilleros y Julián se deben haber cruzado en su camino y los
capturaron.

Carlos Zulueta estaba sorprendido.

—Eso es demasiada coincidencia. ¿Esto tendrá algo que ver con


Nataniel?

Federico negó con la cabeza:

—Es imposible. Ya investigamos a Nataniel y no es más que un


simple soldado retirado. El no tendría la autoridad para movilizar un
ejército tan grande para deshacerse de Julián. Además, si él

estuviera al mando de esos soldados, ¿por qué iba a desaparecer a


otras personas como los pandilleros de la zona y a Belisario?

Carlos asintió:

—Tiene sentido lo que dices. Si desaparecieron otras personas


también, no debe tener nada que ver con Nataniel.

—Quizás ellos interfirieron en las misiones secretas del Ejército del


Norte y por eso los capturaron.

Carlos alzó la vista de pronto.


—¿Deberíamos usar nuestros contactos para rescatar a Julián?

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—Ni pienses en eso papá. Estamos hablando del Ejército del Norte.
Nosotros no representamos nada para ellos, así que no hay forma
de que lo podamos rescatar.

Carlos suspiró.
—¡Qué mala suerte la de Julián!

—Papá, yo sé que Julián está en problemas; sin embargo, ¡no


podemos olvidarnos de vengar lo que le hicieron a Jorge! ¡Él aún
está en el hospital! ¡El doctor ha sugerido que se haga una
operación de cambio de sexo, debido a que ha perdido su miembro
viril! —gruñó Federico mientas rechinaba los dientes.

Carlos frunció el ceño cuando escuchó mencionar el nombre de


Jorge.

—¿Podemos buscar a alguien más para vengar a Jorge?

—¿El «Noveno Dragón» no está muerto? Necesitamos a alguien que


ocupe su puesto como vocero clandestino en Ciudad Fortaleza.

—¿Tienes a alguien en mente? —preguntó Carlos.

—Pedro Gálvez, el jefe del grupo clandestino de la vecina Ciudad


Sombría. Las personas lo llaman el «Tirano del Sur». Él es uno de
nuestros seguidores y no está satisfecho con ser simplemente el
jefe del grupo clandestino de Ciudad Sombría. ¿Por qué no lo
usamos contra Nataniel? Si pudiera matar a Nataniel y deshacerse

de Tomás, podemos nombrarlo vocero clandestino de nuestro


territorio también.

Carlos bajó la cabeza para pensarlo por un momento y luego


asintió:

—Dile a Pedro Gálvez que debe vengar a Jorge.


—Está bien, papá.

Nataniel regresó a su casa alrededor del mediodía. Su familia


estaba almorzando cuando él llegó. Cuando Reyna lo vio, se lanzó a
sus brazos.

¡Papá! ¡Papá!

Nataniel cargó a su hija con una sonrisa amplia.


—¿Me extrañaste?

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Reyna asintió:

—Sí, y mamá también.

Penélope estaba caminando hacia ellos con una sonrisa en su cara,


pero al escuchar las palabras de su hija, su expresión se congeló.

Nataniel frunció los labios.


—¿Ah sí? ¿Cómo tú lo sabes?

— Mamá dijo tu nombre algunas veces cuando estaba durmiendo —


dijo Reyna con inocencia.

Penélope se sonrojó de inmediato.

— ¡Qué tontería! Ve y termina de comer o no te voy a dejar ver


televisión más tarde.

Al escuchar a su madre, Reyna hizo un mohín.

Por la noche, en Ciudad Fortaleza.

El viento silbaba en el último piso del Edificio Oriental.

Un grupo de hombres violentos llevaron a Ramón Bermúdez, el


dueño de la compañía de subasta de antigiledades Bóveda del
Tesoro, al último piso del edificio.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Acaso saben quién soy yo? ¡Todo el que
me conoce me llama Rex! ¡También soy seguidor de la familia
Zulueta! ¡No tienen derecho a hacer esto! —gritó mientras
tropezaba.

—¡Hola Rex! ¡Cuánto tiempo sin verte! —resonó una voz con un tono
alto y seco.

Rex, sorprendido, miró hacia donde provenía la voz y se dio cuenta


de que había otras personas en el último piso esperando por él.

La persona que habló estaba parada en la verja y miraba el cielo


estrellado de Ciudad Fortaleza. Rex lo miró mientras trataba de
componerse.

— ¿Quién es usted?

De pronto, el hombre se volteó. Cara cuadrada, ojos hundidos,


pómulos sobresalientes, labios finos..., desprendía un aire bastante
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intimidante.

—¿Tú eres Pedro Gálvez? ¿El jefe del grupo clandestino de Ciudad
Sombría, el Tirano del Sur? —gritó Rex.

Pedro sonrió.
—Parece que sabes quién soy.
Rex sonrió sinuosamente.

—Los dos somos seguidores de la familia Zulueta, pero tú eres más


importante que yo, eres el vocero de la familia Zulueta en Ciudad
Sombría. ¿Cómo no habría de saber quién eres? Hombre, ¡pensé que
me estaban secuestrando! No esperaba encontrarlo aquí arriba,
Señor Gálvez. De hecho, no tiene que molestarse. Solo tiene que
llamarme si necesita algo y yo estaré con usted en un instante.

Pedro continuaba impasible.

—El señor Zulueta me pidió que viniera hasta aquí para vengar al
señorito Jorge. Rex, ¿tú lo traicionaste?

El miedo se apoderó de los ojos de Rex. Había sido precisamente él


quien había guiado a Nataniel y Tomás hasta donde estaba Jorge
Zulueta.

Se obligó a sí mismo a mantener la calma mientras respondía:


—No, por supuesto que no. Siempre he sido leal al Señor.
Pedro sonrió.

—¿Estás seguro?

Antes de que Rex pudiera responder, Pedro Gálvez le clavó una daga
directamente en el abdomen.

Rex no lo vio venir.


—¡Tú! —dijo con voz áspera y una expresión de dolor en su rostro.
Pedro se limitó a girar la daga en el abdomen de Rex y gruñó:

—Sé que no lo admitirás, pero está bien. Mi presencia aquí significa


que hay suficientes pruebas para confirmar nuestras sospechas. El
Señor me dijo que te hiciera una visita en su nombre.

La cara de Rex se retorció de dolor.


—¡Yo no traicioné al Señor! Yo...

—¡El Señor no piensa así! —dijo Pedro antes de clavar el cuchillo en


el corazón de Rex.
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Rex se agarró con fuerza a la ropa de Pedro.
—Yo0... yo no...

—¡Yo tampoco lo creo! —gritó Pedro y lo apuñaló una vez más.

Empujó el cadáver de Rex al suelo y entregó el cuchillo a su


asistente. Tomó el pañuelo que le dio su ayudante y mientras se
limpiaba las manos de sangre, preguntó:

— ¿Quién es el siguiente objetivo?

—Samuel Sosa. Es el que orquestó todo este complot contra el


Señor por orden de Nataniel Cruz y Tomás Dávila.

Pedro asintió:
— Muy bien.

Al día siguiente, Nataniel y Penélope volvían a casa desde la oficina


cuando se encontraron a Bartolomé y a Leila que los esperaban.

En cuanto los vio entrar a la casa, Bartolomé les dijo:

—Han vuelto en el momento justo. Hay algo que tenemos que


discutir con los dos.

—¿Qué pasa? —preguntó Penélope mientras Nataniel la miraba con


curiosidad.

—¿Aún recuerdas a tu segundo tío abuelo? —preguntó Bartolomé.


Penélope asintió:

—Por supuesto, es el hermano menor del abuelo. Escuché que


estuvo trabajando en el Gran Consejo del Norte. El abuelo también
lo adora. Ya hace más de una década que no viene de visita y
tampoco ha estado en contacto con nosotros.

—Así es, pero ¿sabes qué? Volvió ayer —dijo Bartolomé.


—¿Eh? ¿El tío abuelo ha vuelto? —exclamó Penélope.
Bartolomé asintió:

—Reprendió a tu abuelo por echarnos de la familia. Es probable que


el tío no quiera que se divida la familia. Me llamó esta misma
mañana y nos invitó a comer a las dos de la tarde. Quiere hablar de
esto con nosotros.

Leila se mordió el labio:


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—El Señor Anciano ya nos echó de la familia; así que, ¿de qué hay
que hablar?

Bartolomé suspiró:
—Papá nos echó, no el tío.

—El tío es nuestro superior y trabaja en el Gran Consejo, así que no


hay razón para que no vayamos. Ya que le interesa y quiere hablar
de ello, ¿por qué no aprovechar la ocasión para explicárselo todo? —
preguntó Penélope.

—De hecho, si conseguimos llegar a un acuerdo con el abuelo y


nuestros otros tíos abuelos, todos saldríamos ganando.

Esa tarde, Nataniel y la familia llegaron al popularidadel Centuria


para almorzar. Se encontraron con el segundo tío abuelo de
Penélope en el Salón Acacia.

El hombre parecía tener más de sesenta años. Aun así, sus patillas
canosas no impedían que se mostrara su poderosa aura.

El resto de la familia Sosa estaba allí también, excepto el propio


Señor Anciano Alfredo Sosa.

— ¡Tío! —Bartolomé saludó con cortesía a su tío Sebastián.

Sebastián miró a su familia desde su asiento, en la sala estaban


también los demás miembros de la familia Sosa.

—Ya están aquí, tomen asiento —dijo sin una pizca de emoción.
Bartolomé y su familia se apresuraron a tomar asiento.

—Ya que todos están aquí, haré que la camarera sirva la comida
ahora. Podemos hablar mientras comemos —dijo Sebastián.

La comida llegó en pocos minutos, todos los platos estaban


cuidadosamente elaborados y dispuestos de la manera más
extravagante.

Sebastián sacó una caja con su propio vino en lugar de elegir del
menú del hotel.

—Puede que solo sea el tipo de los recados en el Gran Consejo, pero
tengo que disfrutar de los mejores vinos, especialmente los que se
entregan a mi jefe. Si les soy honesto, no soporto el sabor del vino
corriente.
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Diciendo eso, sacó una botella de vino de edición limitada.

Los ojos de Samuel y de los miembros de su familia se iluminaron al


ver la botella.

«¡Esto era algo de lo que solo los altos rangos podían disfrutar!».
Todos comenzaron a alabarlo.

Sebastián se alegró de los halagos, aunque su felicidad se vio


ligeramente empañada al notar la falta de entusiasmo de Penélope
y su familia.

Bartolomé era un tipo honesto que no creía en la adulación. De ahí


que no se percatara del disgusto de Sebastián.

Pronto, las copas de todos se llenaron de vino. Sebastián levantó su


copa para brindar. Bartolomé y su familia siguieron su ejemplo.

Después del brindis, Samuel inició una nueva oleada de elogios:

— ¡Una excelente bebida! ¡No es de extrañar que esté hecho


especialmente para los altos mandos! Gracias por esta oportunidad
de probarla, tío.

Sebastián miró a Bartolomé.

—Bartolomé, ¿supongo que nunca antes habías probado un vino tan


fino? —preguntó con una sonrisa falsa.

Bartolomé se quedó paralizado un segundo, con las mejillas un


poco sonrojadas.

—Sí, lo he probado. Mi yerno Nataniel trajo una vez a casa un par de


cajas para que lo probáramos. Dijo que su antiguo jefe se las había

regalado y que no le interesaban, así que me las quedé yo —


respondió.

Todos los demás comensales comenzaron a burlarse de él.

—Oh, Bartolomé, ¿morirías si dejas de presumir aunque sea un


segundo? —preguntó Samuel al sonreír—. ¿Quién no sabe que
Nataniel es un pedazo de basura inútil? ¿Cómo es posible que
consiga esos vinos de edición limitada? Al menos podrías haber
intentado hacerlo convincente diciendo que es un funcionario o algo
así.
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Sebastián entrecerró los ojos.

—Hay mucho vino falso circulando en el mercado ahora mismo.


Podría estar mintiendo sobre esos vinos de edición limitada. No te
estoy culpando de nada, Bartolomé. Tal vez no pudiste distinguir el
verdadero del falso, debido a que no tienes la experiencia. No me
importa si bebes vino falso o no, pero no voy a tolerar que hagas
alarde de ello delante de mí.

Las palabras de Sebastián fueron como bofetadas en la cara de


Bartolomé. Sus mejillas estaban enrojecidas. Deseaba que el suelo
se abriera bajo él para poder esconderse de esos monstruos de la
mesa.

La cara de Nataniel también empezó a oscurecerse. No podía


soportar que Sebastián presumiera y reprendiera a su suegro. Sin
embargo, se obligó a sí mismo a mantener la calma porque sabía
que Sebastián era un superior en la familia Sosa.

Bartolomé se sintió totalmente humillado. A pesar de ello, no pudo


discutir debido a que ignoraba la diferencia entre el vino real y el
falso.

Por otro lado, Sebastián cambió de tema de inmediato.

—No sé qué cosas inaceptables han hecho para que los echen de la
familia —dijo mirando a Bartolomé fijamente—. Si me preguntas a
mí, sigue siendo tu padre, el abuelo de tus hijos y tu Señor Anciano.
¡Deberías pedirle perdón en lugar de ser tan terco!

Sebastián hizo una pausa antes de continuar.

—Mi hermano da miedo por fuera, pero tiene un buen corazón. Así
que, Bartolomé, ve y discúlpate con él. Quizá los perdone ati y a tu
familia por lo que han hecho.

—¿Qué? —exclamó Leila antes de que Bartolomé pudiera hablar—.


¡No hicimos nada malo! ¿Por qué somos nosotros los que tenemos
que pedir perdón?

La mirada de Sebastián se volvió fría.


—Los hombres están hablando. Deberías callarte.
Leila se calló aunque su enfado era evidente.

—Bartolomé, contéstame. ¿Estás dispuesto a arrodillarte ante tu


padre y pedirle perdón? —preguntó Sebastián mientras se volteaba
··························································································································· ®
para mirar a Bartolomé.

Bartolomé mantuvo la cabeza baja y respondió:

—No hicimos nada malo. Además, papá no me perdonaría aunque


me disculpara.

—¡Entonces, te quedas ahí hasta que lo haga! —exclamó Sebastián


al señalar con la barbilla a Bartolomé—. Tres días arrodillado
deberían ser más que suficientes para que cambie de opinión.

¿Arrodillarse frente a la mansión de la familia Sosa tres días


seguidos?

Tanto la bondadosa Penélope como el simplón Bartolomé


fruncieron el ceño en señal de protesta por el abuso de poder de
Sebastián.

Leila comenzó a molestarse.

—Bartolomé, si lo vas a hacer, ¡estás por tu cuenta! ¡He estado


sufriendo desde que me casé contigo! No voy a ceder lo que me
queda de dignidad por esto.

Sebastián la fulminó con la mirada.

— ¡Otra vez tú! Bartolomé, ¿qué sentido tiene conservarla? Quiero


que te divorcies de ella cuanto antes.

Bartolomé estaba a punto de protestar cuando Nataniel levantó la


voz de repente.

— ¡Basta ya!
Todos se voltearon a mirarlo conmocionados.
—¿Qué has dicho? —preguntó Sebastián molesto.

—Estás asumiendo una postura moralista. Eso es sobrepasar los


límites —dijo Nataniel con calma.

Sebastián lo fulminó con la mirada:

—Joven, si vas a hablarme, al menos hazlo con algo de respeto.


Nataniel mantuvo la compostura.

—Debería haberlo hecho, pero no pude.

Sebastián golpeó con una mano la mesa y apuntó con el dedo a la


··························································································································· ®
nariz de Nataniel.

—¡Cabr*n imprudente! ¿Dónde es que trabajas?


Samuel y familia comenzaron a burlarse de Nataniel.

—Tío, este inútil ni siquiera tiene trabajo. Solo se siente engreído


porque consiguió algo de dinero del proyecto de construcción de
Penélope —dijo Samuel.

—¿Engreído? —Sebastián resopló—. ¡Puedo desinflarlos con una


sola llamada!

Samuel y su grupo se entusiasmaron, mientras Penélope y su


familia comenzaban a entrar en pánico.

Aunque no sabían cuál era el puesto de Sebastián en el Gran


Consejo, supusieron que no era un lugar para gente corriente.

Tal vez Sebastián podría quitarle el proyecto a la empresa de


Penélope con solo llamar al alcalde de Ciudad Fortaleza. Eso podría
significar el fin del mundo para su familia.

Penélope se acercó rápidamente a Nataniel y le rogó:

—Nataniel, el tío no es alguien con quien debamos meternos. Por


favor, discúlpate con él.

Sin embargo, Nataniel se limitó a sonreír:

—No te preocupes, deja que llame al alcalde. Voy a llamar a su jefe


en el Gran Consejo.

Se volvió hacia Sebastián:

—Como trabajas en el Gran Consejo, creo que tienes el número de


teléfono del jefe, ¿no? Si no lo tienes, bueno... te lo puedo dar.

Para sorpresa de todos, recitó un número de teléfono con mucha


seguridad. Sebastián observó a Nataniel con miedo en los ojos, casi
convencido de que estaba acabado.

Sin embargo, cuando escuchó el número de teléfono que Nataniel


recitó, una cara de satisfacción sustituyó al horror en sus ojos.

Nunca había conocido al Jefe del Gran Consejo, cuyo nombre era
Horacio Quiñones. Después de todo, no era nadie importante en el
Gran Consejo. Sin embargo, podía recordar el número de teléfono de
··························································································································· ®
la oficina del Jefe.

El número que Nataniel había dado no coincidía con el que él


recordaba. Por eso, pensó que Nataniel lo estaba engañando.

—¿Ah? ¿Te llamas a ti mismo cazador solo porque has cazado una
rata? Bien entonces, ¡llamaré a este número! Vamos a ver si estás
mintiendo —dijo Sebastián mientras se burlaba.

Por desgracia para él, Nataniel acababa de darle el número de


teléfono personal de Horacio Quiñones.

Ante la mirada de todos, marcó el número en su teléfono y comenzó


a llamar.

Cuando la otra persona atendió la llamada, Sebastián habilitó el


modo altavoz de su teléfono y preguntó con una sonrisa de
satisfacción:

— ¿Quién demonios es usted?

—Soy Horacio Quiñones —contestó la persona, con un toque de


confusión en su voz—. ¿Quién es usted? ¿Por qué tiene mi número
de teléfono personal?

—¡Vaya, se te da muy bien imitarlo! Incluso tu tono suena


exactamente ¡igual que el de nuestro Jefe —se burló Sebastián.

La molestia se empezó a escuchar en la voz de Horacio Quiñones.


—¿Eres del Gran Consejo? ¿En qué departamento trabajas?

—Eso no importa. Te lo advierto, ¡robar la identidad de un alto


funcionario es un delito muy grave! Será mejor que coopere con las
investigaciones o si no...

—¿Si no qué? —Horacio Quiñones gruñó.

—0 si no, los meteré a ti y a tus cómplices en la cárcel —amenazó


Sebastián.

—¡Bien entonces! ¡Ven a buscarme! —gruñó Horacio Quiñones.

Sebastián abrió los ojos, incapaz de creer que pudieran existir


estafadores tan desvergonzados como este.

—¡Dime tu nombre y tu dirección! Voy a enviar a alguien a por ti


ahora mismo.
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—¡Horacio Quiñones, calle Real número 5!
Colgó justo después.

Sebastián se quedó boquiabierto de horror, debido a que solo los


que tenían mucho poder podían vivir en la calle Real. Además, el
Jefe del Gran Consejo residía en realidad en el número 5 de la calle
Real.

Su mano empezó a temblar sin control. Todo empezó a encajar en


su mente. La voz, el tono, el aura de aquella persona eran; de hecho,
de Horacio Quiñones del Gran Consejo.

En efecto, ¡había estado hablando con el Jefe!

La presión sanguínea de Sebastián subió a medida que el pánico


aumentaba, hasta el punto de que su visión se oscureció y se
desplomó al suelo. Gritos de horror llenaron el aire, mientras el
cuerpo de Sebastián caía como una roca.

También lanzaron miradas de disgusto a Nataniel. ¿No le había


dado Nataniel un número falso? ¿No era un impostor? ¿Qué ocurrió
en realidad para que el tío se desmayara?

Samuel y su familia llevaron a Sebastián al hospital de inmediato.

Mientras tanto, Penélope apartó a Nataniel y lo interrogó en voz


baja. Nataniel simplemente sonrió y dijo:

—Ese número de teléfono es real.


«¡Oh, Dios mío!».

¡Así que se trataba efectivamente de Horacio Quiñones, el hombre


que la mayoría de la gente solo podía vislumbrar en la televisión!

Todo el mundo estaba sorprendido. Con el desconcierto escrito en


su rostro, Penélope balbuceó:

—¿Cómo has conseguido el número de teléfono del Señor


Quiñones? No me digas que...

Todos los que seguían en el lugar, Bartolomé y Leila así como Mario
y Míriam Sosa, refinaron el oído para escuchar su conversación.

La verdad era que Nataniel conocía a Horacio Quiñones desde hacía


mucho tiempo y se llevaban muy bien. Sin embargo, prefirió mentir:

··························································································································· ®
—Lo conozco, pero él no me conoce.
Penélope no estaba convencida.
—Entonces, ¿cómo conseguiste su número de teléfono personal?

—Durante una misión de búsqueda y rescate hace algún tiempo, el


Señor Quiñones bajó él mismo a la zona afectada para consolar a

los residentes allí. Les dio su número de teléfono personal a todos


para que llamaran si necesitaban algo. Me lo aprendí de memoria

después de eso.

Todos tuvieron un momento de comprensión al escuchar eso.


Después de eso, sus expresiones comenzaron a cambiar una a una.

Penélope y los miembros de su familia sabían que Nataniel no tenía


nada que ver con Quiñones, así que no podían evitar preocuparse de
que Sebastián volviera para vengarse.

Al otro lado de la habitación, Mario y Míriam miraban con total


desconcierto.

—i¡Lo sabía! Un desempleado como él no podría ponerse en


contacto con alguien como el Señor Quiñones. No hace más que
aprovecharse de los logros del Señor Quiñones —se burló Mario.

Miriam sonrió:
—Espera a que el tío se despierte. Va a sufrir la ira del tío.

Sebastián despertó con lentitud de su profundo sueño mientras


estaba en el hospital.

Samuel y Pablo corrieron de inmediato a su lado.


—¡Tío, estás despierto!

Sebastián los miró y casi se desmayó de nuevo. El recuerdo de


haber llamado a Horacio Quiñones en el restaurante lo golpeó como
una piedra.

—No hay que preocuparse, tío. Nataniel consiguió el número del


Señor Quiñones por casualidad. El Señor Quiñones no lo conoce —
dijo Samuel.

Sebastián no estaba convencido. Horacio Quiñones no era de los


que entregaban su número de teléfono personal a cualquiera que
conociera. Solo unos pocos funcionarios de alto rango y su familia
sabían cuál era su número de teléfono, pues era ultrasecreto.
··························································································································· ®
Incluso si tuviera que dar un número de teléfono al público, sería el
de su oficina y nunca el personal.

Sebastián no pudo evitar preguntarse si había subestimado a


Nataniel Cruz. Podía tener buenas relaciones con Quiñones, aunque
no formara parte de la nobleza.

Además, él había sido muy irrespetuoso con Quiñones durante la


llamada telefónica y Quiñones podría tomar represalias al averiguar
todos los detalles de su pasado con una sola orden.

Definitivamente, sufriría una vez que volviera al trabajo.

Sebastián hizo un gesto con la mano a sus sobrinos nietos para


echarlos de la habitación. Necesitaba un tiempo de tranquilidad.

Esa noche, Sebastián recibió un aviso de investigación del Gran


Consejo. Se apresuró a volver a la capital para ayudar en la
investigación, sin detenerse siquiera a despedirse de los Sosa.

De vuelta a la mansión de la familia Sosa...

La cara de Alfredo Sosa estaba llena de rabia mientras miraba


fijamente a Samuel y a Pablo.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué su tío se fue sin siquiera despedirse
de nosotros? ¿Qué han hecho? —preguntó Alfredo, muy furioso.

—i¡La culpa es de Penélope y su familia! El tío se fue porque Nataniel


lo puso de los nervios —respondió Pablo indignado.

—Queríamos conseguir algunos beneficios del tío para nuestra


familia, pero ese plan se ha ido al garete ahora —añadió Samuel.

Alfredo solo se enfadó más.

—Samuel, ve a casa de Bartolomé y oblígalo a disculparse o tendrá


que atenerse a las consecuencias.

Samuel reunió de inmediato a sus guardaespaldas y corrió a Jardín


Ribera para discutir con Penélope y su familia.

Sin embargo, justo cuando su auto dobló la esquina de la calle


Novel, una furgoneta sin matrícula apareció de la nada y se detuvo
con un chirrido ante ellos. Antes de que pudiera maldecirlos, un
grupo de hombres armados se bajaron de la furgoneta. Rompieron
las ventanillas del auto de Samuel y apuntaron con sus armas a los
··························································································································· ®
pasajeros.

—¡No se muevan! Dispararemos si lo hacen.


Samuel estaba aterrorizado, pero puso cara de valiente y gritó:

— ¿Quiénes son ustedes? ¡Tienen la osadía de atacarme! ¿Saben


siquiera quién soy?

Un hombre vestido de traje se acercó a él y sonrió:

—Usted debe ser Samuel Sosa. Nuestro jefe quiere verlo, así que, o
bajas tú mismo o arrastraremos tu cadáver hasta él.

Samuel levantó las manos y bajó con obediencia. Inmediatamente


lo arrastraron hacia la furgoneta, que se alejó a toda velocidad del
lugar.

El hombre de la coleta y sus hombres miraron a los guardaespaldas


que estaban dentro del auto de Samuel Sosa.

—No llamen a la policía o ustedes y sus familias sufrirán.


Después de eso, abandonó la escena junto con sus hombres.

A las 10 de la noche, Nataniel, Penélope y su hija se preparaban


para ir a la cama cuando, de repente, Penélope recibió una llamada
de su abuelo.

— ¡Penélope Sosa! ¡Eres muy cruel! ¿Envío a tu tío para que hable
contigo y lo secuestras? —gritó Alfredo al teléfono.

Penélope se sorprendió:
—¡No, abuelo, no lo hice!

—¿No lo hiciste? Tu tío fue secuestrado de camino a tu casa, ¡así


que definitivamente tiene algo que ver contigo y Nataniel! ¡Si tu tío
no regresa a casa sano y salvo mañana por la mañana, traeré a toda
la familia para que se arrodille en tu puerta y le diga a toda Ciudad
Fortaleza lo cruel que es tu familia!

Penélope comenzó a entrar en pánico.

—Abuelo, esto realmente no tiene nada que ver con nosotros. No


secuestraríamos al tío bajo ninguna circunstancia...

Sin embargo, Alfredo no estaba convencido. Colgó el teléfono antes


de que pudiera terminar la frase.

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Nataniel frunció el ceño y preguntó qué había sucedido.

—Alguien secuestró al tío y el abuelo cree que fuimos nosotros.


Incluso ha dicho que traerá a toda la familia a arrodillarse ante
nuestra puerta y hará que toda Ciudad Fortaleza se vuelva contra
nosotros si no enviamos al tío de vuelta mañana al amanecer. ¿Qué
debemos hacer, Nataniel? —le contó Penélope con rostro
preocupado.

Nataniel miró a su esposa:

—No entres en pánico. Deberías irte a descansar con Reyna. Yo me


encargaré.

Sacó su teléfono y salió al balcón a llamar a César.

—Han secuestrado a Samuel y los Sosa creen que he sido yo.


¿Puedes averiguar qué ha pasado?

—¡Sí, señor! —respondió César.

En cuestión de minutos, varios grupos entraron en acción, incluidos


los hackers que trabajan para el país.

Utilizaron todos los métodos disponibles, desde el hackeo de


cuentas en línea hasta la comprobación de las grabaciones de las
cámaras de seguridad públicas y privadas, y el rastreo de la
localización de todos los vehículos y personas que pasaban por allí.

Bastaron diez minutos para que César obtuviera una respuesta.


Llamó a Nataniel de inmediato:

—Señor, lo hemos descubierto. Un hombre que responde al alias de


El Coletas secuestró a Samuel con unos cuantos pistoleros.

—¿A dónde lo llevaron? —preguntó Nataniel.

—Según la información, lo llevaron a un edificio abandonado en el


suburbio del este —respondió César—. ¿Lo rescatamos?

La vida de Samuel no era importante para Nataniel. Aun así, tenía


que intervenir esta vez porque podría afectar de forma grave la vida
de Penélope.

Si Samuel moría y Alfredo conseguía que toda la familia se


arrodillara ante su puerta, se convertirían definitivamente en el
blanco de los chismes maliciosos de los residentes de Ciudad
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Fortaleza.

—Mi esposa se verá involucrada si algo sale mal. Iré a comprobarlo


yo mismo —dijo.

Nataniel colgó y regresó del balcón para tomar su abrigo.

—Se han llevado a tu tío a un edificio abandonado. Iré a echar un


vistazo. Deberías dormir.

Penélope empezó a preocuparse por su seguridad. Sabía que


Nataniel no era una persona corriente, pero no podía evitar sentirse
inquieta.

—Déjame ir contigo —dijo.


Nataniel rechazó su petición al decir que sería demasiado peligroso.
Penélope insistió:

—Es mi tío, así que déjame ir contigo. Si me quedo en casa, no seré


más que un manojo de nervios.

Nataniel sabía que Penélope solo se preocupaba por él y su corazón


se llenó de calidez.

—De acuerdo entonces. Quédate cerca de mí y no seas imprudente.


—¡Sí, Señor! —dijo Penélope mientras agarraba su mano con fuerza.

Los dos salieron de la casa después de pedir a Bartolomé y a Leila


que acostaran a Reyna.

Justo cuando salieron del barrio, tres furgonetas les cortaron el


paso y se detuvieron justo delante. Eran César y la Octava Elite.

—¡Buenas noches, Señor, Señora! —César y la Élite 8 saludaron a


Penélope.

Penélope pudo sentir que enrojecía de vergilenza.

—Encantada de conocerlos a todos —dijo y asintió con la cabeza


cortésmente. Después de eso, miró a Nataniel con confusión.

Penélope lo miró confundida: «¿Por qué esas personas, al igual que


Tomás, se dirigían a Nataniel como "Señor"?».

Nataniel sonrió:

—Yo era sargento de pelotón en el ejército y ellos eran mis


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soldados. Puede que yo me haya retirado, pero ellos no, así que los
he llamado para que nos ayuden a rescatar al tío.

Penélope se dirigió inmediatamente a los demás y se los agradeció.

—No perdamos más tiempo. Debemos ponernos en marcha —dijo


Nataniel.

Subieron a las furgonetas y partieron a toda velocidad en dirección a


los suburbios del este.

Mientras tanto, en un edificio abandonado en los suburbios...


El Coletas y sus hombres arrastraron a Samuel dentro del edificio.

Había unos cuantos hombres más esperando dentro... El líder era


alto y tenía una cara cuadrada, ojos profundos y pómulos salientes.
Se respiraba a su alrededor su sed de sangre. No era otro que el
Señor de los subterráneos de Ciudad Sombría, Pedro Gálvez.

Samuel miró a Pedro con miedo.


— ¿Quién es usted? ¿Por qué me han traído aquí?

—No importa quién soy. Lo que importa es que has traicionado al


Señor a pesar de haber jurado tu lealtad a los Zulueta —dijo Pedro
con frialdad.

Samuel pudo notar que Pedro tenía algún tipo de conexión con la
familia Zulueta.

—¡No estoy involucrado en el complot contra el Señor Jorge! —dijo


Samuel, tratando de escabullirse.

Pedro solo sonrió:

—No lo creo. Incluso el Señor Anciano piensa que tiene algo que ver
contigo debido a que ocurrió en tu casa.

Samuel comenzó a temblar.

—¡En realidad no es mi culpa! Nataniel irrumpió en mi casa y golpeó


al Señor Jorge. Por favor, déjeme ir —sollozó.

Pedro Gálvez observó cómo Samuel pedía clemencia de rodillas,


antes de inclinarse para acariciar sus mejillas.

—No te preocupes. Rex está muerto, así que es hora de que tú


también mueras —dijo con frialdad—. En cuanto a Nataniel y Tomás,
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ellos tampoco van air a ninguna parte. Cualquiera que haya estado
involucrado en este caso tiene que morir. Esa es la orden del Señor
Anciano.

Los ojos de Samuel se hundieron en la desesperación.

Pedro se dio la vuelta y se alejó con sus hombres, no sin antes dar
más órdenes a El Coletas.

—No te deshagas de él tan rápido. El señor Zulueta quiere que sufra.


—¡Sí, señor! —dijo El Coletas.

Después de que Pedro se fuera con sus guardaespaldas, las únicas


personas que quedaban en el edificio eran El Coletas, sus hombres
y Samuel, que para entonces había perdido toda esperanza.

El Coletas sacó su pistola y dedicó a Samuel una sonrisa retorcida.

—Prepara una cámara. Quiero que el Señor Zulueta y el Señorito


sean testigos de su muerte más tarde —dijo a sus hombres.

Sus hombres hicieron lo que él dijo, colocaron cámaras desde


varios ángulos mientras miraban con desprecio a Samuel.

—Oye, ya que vas a morir pronto, ¿por qué no sonríes a la cámara?


Samuel se arrastró a los pies de El Coletas con desesperación.

— ¡Señor Coletas, por favor, déjeme ir! Si lo hace, le daré todo el


dinero que quiera. También puedo darle a mi sobrina Penélope, ella
es muy bonita... —suplicó mientras sollozaba.

Cuando la amenaza de muerte se hizo más real, Samuel se volvió


aún más patético. Usaría cualquier cosa con tal de seguir vivo.

El Coletas y sus hombres permanecieron en silencio.


De repente, una voz masculina retumbó detrás de ellos.

—Bueno, Samuel Sosa, eres más sinvergúenza de lo que pensaba.


Probablemente no debería haber venido a salvarte después de todo.

Todos se sobresaltaron y se viraron hacia la voz. Dos sombras se


acercaban a ellos en la oscuridad. Una de ellas era Nataniel, la otra
era Penélope.

El Coletas y sus hombres apuntaron sus armas hacia ellos.


El Coletas miró a Nataniel con miedo:

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—¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo han encontrado este lugar tan
rápidamente?

Nataniel empujó a Penélope detrás de él y devolvió su mirada.

—Yo soy Nataniel Cruz y, por cierto, la tumba de la última persona


que me apuntó con un arma aún está fresca.

— ¡Así que tú eres Nataniel Cruz! —exclamó El Coletas sorprendido—.


¡Jajaja! ¡Qué fácil de atrapar! Se supone que nuestro próximo
objetivo eres tú, ¡pero supongo que nos has ahorrado el trabajo!

Un hombre escuálido que estaba al lado de El Coletas miró a


Penélope de una forma asquerosa.

— ¡Señor Coletas, este tipo se ha metido él mismo en nuestra trampa


y ha traído a una chica caliente para que la disfrutemos!

El Coletas apuntó con su pistola a Nataniel y gritó:


—¡Arrodíllate!

—¿Me estás amenazando con esas armas? —preguntó Nataniel sin


un ápice de miedo.

—Es más que suficiente para matarlos a todos. ¿Te arrodillas o no?
—gruñó El Coletas.

Nataniel se limitó a entrecerrar los ojos.

—Jugar con armas es un acto muy peligroso. Espero que estés


preparado para las consecuencias.

El Coletas se sintió provocado al escuchar sus palabras. Puso el


dedo en el gatillo y se preparó para disparar a Nataniel. De repente,
un grupo de hombres salió de la oscuridad de atrás del edificio
abandonado y el sonido de las armas de fuego rompió el aire.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Samuel se desplomó en el suelo, aterrorizado. Penélope se


escondió detrás de Nataniel, abrazándolo con fuerza.

Hubo un momento de calma tras el corto tiroteo.

Para entonces, ya El Coletas y sus matones yacían en medio de


charcos de sangre. No tuvieron oportunidad de disparar ni un solo
tiro.
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César y la Élite 8 se acercaron a ellos, cada uno con una pistola en
la mano y apartaron con cuidado las armas de los matones para
garantizar la seguridad de todos.

El cuerpo de El Coletas estaba ensangrentado y su brazo derecho


estaba fracturado sin remedio, aunque todavía se aferraba a su
último aliento. Su respiración era poco profunda y entrecortada
mientras miraba a Nataniel con los ojos muy abiertos.

—Te lo dije, jugar con armas puede ser peligroso —dijo Nataniel con
calma.

Después de eso, la cabeza de El Coletas se inclinó hacia un lado al


dar su último aliento.

Nataniel y Penélope llevaron a Samuel fuera del edificio y subieron a


su furgoneta. César se encargaría de lidiar con las consecuencias
del tiroteo, así que no tenía que preocuparse por nada.

Mientras tanto, Samuel miraba a Nataniel y a Penélope con una


expresión de terror en su rostro. Todavía estaba conmocionado por
haber visto cómo los hombres de Nataniel aniquilaban a las bandas
enviadas por los Zulueta.

¡Había sido todo tan violento! Al mismo tiempo, un millón de


preguntas surgieron en su cabeza. ¿Cuál era la verdadera identidad
de Nataniel? ¿Cómo tenía autoridad sobre esa gente del ejército? A
pesar de todo, mantuvo la boca cerrada y siguió mirando a Nataniel
con asombro y temor.

Pronto llegaron a la mansión de la familia Sosa en su furgoneta.


Todos los que estaban allí seguían despiertos. No había manera de
que se durmieran después de saber que Samuel había sido
secuestrado. Sin embargo, no se atrevieron a llamar a la policía por
si los secuestradores lo mataban. No quedó más remedio que
quedarse despiertos y preocuparse por ello.

—¡El tío ha vuelto! —El hijo de Pablo, Pedro, entró corriendo y


gritando feliz.

La cara de Alfredo se iluminó al oírlo. Toda la familia se levantó para


recibir a Samuel en la puerta. Samuel, con muy mal aspecto, estaba
de pie justo fuera de la sala de estar con Nataniel y Penélope.

Alfredo se alegró mucho al ver que Samuel volvía sano y salvo.


—0Oh, mi querido hijo, bienvenido. Me has dado un susto de muerte.
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Samuel también se sintió aliviado.

—¡Hombre, hoy casi muero!

De repente, Penélope llamó desde detrás de ellos.


— ¡Abuelo!
La mirada de Alfredo se volvió fría inmediatamente.

—¡C*brones! ¿Cómo se atreven a secuestrar a su tío? Si no te


hubiera amenazado, ¿qué habrías hecho? ¿Se atreven a venir a
verme? ¡Que alguien los eche ahora!

Al ver esto, Samuel decidió dejar de lado su ego e intervenir.


—Papá, esto no tiene nada que ver con Nataniel y Penélope.
Alfredo frunció las cejas.

—¿En serio?

—Así es. Nataniel encabezó un grupo de soldados para acabar con


los secuestradores. El me salvó.

Todos abrieron los ojos para mirar a Nataniel. ¿Podía comandar a


los militares?

—En realidad, no comandó a nadie. Nataniel solo pidió ayuda a los


militares para ayudar a salvar al tío —añadió Penélope.

¡No era de extrañar! ¡No había forma de que un tipo sin trabajo como
Nataniel pudiera comandar soldados del ejército a su antojo!

Sabían que había tropas estacionadas en Ciudad Fortaleza para una


misión antiterrorista. Desde los Nueve Dragones hasta Gabriel
Lobaina, las tropas acababan con todos los alborotadores que se
encontraban.

Los secuestradores de Samuel eran demasiados para que Nataniel


pudiera manejarlos por sí solo, así que envió una señal de socorro a
las tropas para que lo ayudaran. Los Sosa se negaban a creer que
Nataniel era más poderoso de lo que pensaban, en su lugar, dieron
el crédito a la represión imperante.

Nataniel y Penélope se dieron cuenta de la falta de entusiasmo por


parte de ellos y decidieron no insistir. Al fin y al cabo, habían

rescatado a Samuel y la prueba de que no estaban implicados en el


secuestro era bastante sólida.

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Se marcharon poco después.

Alfredo llamó a Samuel y a Pablo a su cuarto de estudio para


preguntar sobre lo sucedido. Samuel contó todo de principio a fin,
sin atreverse a omitir ni el más mínimo detalle. Los rostros de
Alfredo y Pablo se volvieron más y más pálidos a medida que
pasaba el tiempo.

— ¡Así que son los Zulueta! —dijo al fin Alfredo después de un largo
rato, mientras la preocupación se grababa en su rostro.

—El Señor Zulueta cree que nosotros somos los culpables del
problema del Señor Jorge —dijo Samuel con amargura.

—¡Eso es indignante! ¿No habíamos acordado ayer dar una de


nuestras filiales como muestra de disculpa? ¿Quién ¡ba a decir que
serían tan desagradecidos? —exclamó Alfredo.

—Papá, hermano mayor, los Zulueta son parte de los Cuatro del Sur
y tienen mucha influencia sobre esta parte del país. ¿Qué vamos a
hacer si deciden venir a por nosotros?

La expresión de Samuel cambió varias veces antes de que


finalmente gruñera:

—Al ver la situación actual, supongo que no tenemos más remedio


que encontrar un chivo expiatorio.

—¿Cómo pretendes que alguien asuma el costo de los daños? —


preguntó Alfredo.

—¿No prometimos entregar nuestra filial, Diva Ltd., a la familia


Zulueta? —dijo Samuel con una fría sonrisa.

—Dado que la familia Zulueta pretende acabar con nosotros, no


deberíamos entregar Diva Ltd. En su lugar, ¡debemos dejar que la
familia de Bartolomé la tenga!

El anciano se quedó atónito:

—¿Qué? ¿Dar Diva Ltd. a ese ingrato de Bartolomé?

—Así es. No solo daremos Diva Ltd. a Bartolomé, sino que también
lo invitaremos a volver a la familia —explicó Samuel.

Alfredo lo miró con los ojos muy abiertos:

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—¿Los eché, pero vamos a pedirles que vuelvan ahora e incluso
ofrecerles una filial?

—Ahora lo entiendo, papá —dijo Pablo con una sonrisa—. A esto se


refería Samuel cuando dijo que alguien asumiera el costo de los
daños.

—Dijimos que daríamos Diva Ltd. a la familia Zulueta, así que es


muy probable que envíen a alguien a reclamarla.

—Pero si también ofrecemos la empresa a Bartolomé, hay muchas


posibilidades de que él y los Zulueta inicien una pelea por Diva Ltd.

Samuel sonrió:

—Así es. ¡Vamos a hacer que Bartolomé cargue con el costo de los
daños en nuestro nombre! Además, Bartolomé puede compartir
algunas de nuestras cargas si lo invitamos a él y a su familia a
volver.

La idea finalmente comenzó a entrar en la cabeza de Alfredo.

—Ahora entiendo lo que quieres decir —dijo con una sonrisa—. De


acuerdo. Mañana invitaremos a Bartolomé a volver a la familia y
dejaremos que tengan Diva Ltd.

A la mañana siguiente, Alfredo y el resto de la familia visitaron la


residencia de Bartolomé en Jardines del Río y les llevaron varios
regalos. Bartolomé y su familia estaban tan sorprendidos que se
apresuraron a invitar a todos a entrar a la casa.

Alfredo agradeció a Nataniel y a Penélope por haber salvado a


Samuel la noche anterior y luego se dirigió a Bartolomé:

—He cometido algunos errores en el pasado, Bartolomé. Hoy estoy


aquí para invitarte a ti y a tu familia a volver al clan Sosa.

Bartolomé estaba lleno de emoción e incredulidad, pero Leila tenía


dudas al respecto.

—Esto es demasiado para asimilar. Podrían echarnos de nuevo si


los hacemos enojar un día.

—Papá está siendo completamente honesto esta vez, Leila —dijo


Samuel con una sonrisa.

—Así es — intervino Pablo—; Papá ha decidido incluso entregar


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nuestra mayor filial, Diva Ltd., a ti y a tu familia. A partir de ahora,
cada céntimo que gane Diva Ltd. será de ustedes.

Bartolomé y Leila no fueron los únicos que se sorprendieron.


Incluso Nataniel y Penélope intercambiaron miradas. «A este paso,
¡a las ranas les saldrá cabello!».

Bartolomé era honesto y bondadoso por naturaleza. Sus ojos se


aguaron al ver que su padre había venido a disculparse
personalmente y a invitarlo a volver a la familia. El anciano incluso le
había regalado Diva Ltd., ¡que valía más de quinientos millones!

—Te estoy eternamente agradecido, papá. No quiero Diva Ltd., pero


volveré al clan Sosa.

Alfredo se rio mientras sostenía la mano de Bartolomé:

—No, tengo que compensarte. Diva Ltd. será tuya a partir de ahora.
Sin embargo, debo recordarte que la administres bien. No arruines
una empresa tan buena, ¡o me sentiré muy decepcionado de ti!

Bartolomé solía pensar que su padre nunca le daba la oportunidad


de demostrar su valía, pero ahora había llegado su momento. Se
sintió abrumado por la emoción y declaró en voz alta:

—Por supuesto que gestionaré bien Diva Ltd., papá. La mantendré


arriba hasta el día de mi muerte.

—De acuerdo. Esperaré y veré —dijo Alfredo con una sonrisa


ambigua.

Alfredo organizó esa misma noche una gran celebración en la


mansión de la familia Sosa para dar la bienvenida al clan a la familia
de Bartolomé. Todos brindaron por Bartolomé y bebieron con
alegría. Todo el clan parecía unificado y armonioso.

Bartolomé y su familia estaban encantados. Incluso Leila pensaba


que la familia Sosa había cambiado para bien y que quería llevarse
bien ahora; pero Nataniel, que daba de comer a su hija en un rincón,
se mantuvo sereno todo el tiempo. No pudo evitar pensar que el
mono aunque se vistiera de seda, mono se queda.

El clan Sosa estaba lleno de zorros viejos y astutos. Por lo tanto, no


había forma de que un milagro los transformara en buenas
personas de la noche a la mañana.

Además, los Sosa eran codiciosos por naturaleza; ¿por qué iban a
··························································································································· ®
entregar una empresa de cientos de millones a Bartolomé así como
así?

«Hay algo sospechoso. ¡También debe haber algo que no va bien en


Diva Ltd.!».

No obstante, al ver lo feliz que estaba su suegro, no podía defraudar


al hombre. «Solo acabaría siendo yo el enemigo de todos».

Además, no importaba si en realidad había algo sospechoso. En lo


que concernía a Nataniel, nada era jamás un problema. ¡Si Diva Ltd.
fuera una bomba recubierta de oro, Nataniel simplemente arrancaría
el oro y lanzaría la bomba de vuelta a los Sosa!

Al día siguiente, Bartolomé era el director general de Diva Ltd. de


manera oficial.

Llegó a Diva Ltd. en compañía de Leila, Nataniel y Penélope.


—¡Bienvenido, Señor Sosa!

Un grupo de ejecutivos de alto rango de Diva Ltd. se situó en la


entrada del edificio con pancartas para dar la bienvenida a
Bartolomé.

Bartolomé provenía de una familia prominente y había estudiado


alguna vez administración de empresas. Además, Diva Ltd.

funcionaba con normalidad. Incluso si se hiciera cargo de la


empresa ahora, no debería haber ningún problema.

Saludó con entusiasmo a los ejecutivos y recorrió todos los


departamentos antes de llegar al fin al despacho del director
general.

—Acabo de llegar, así que no estoy muy familiarizado con el


funcionamiento de la empresa. Por favor, dígales a todos que sigan
trabajando como siempre —le dijo a Miriam, la directora general
adjunta—. ¡Sí, Señor! —dijo Miriam asintiendo con la cabeza.

Miriam y el grupo de ejecutivos se retiraron. Solo Bartolomé, Leila,


Nataniel y Penélope se quedaron en el despacho del director
general.

Bartolomé estaba muy animado.

—Esto es como un sueño. Nunca pensé que tendría la oportunidad


de ser el Director General de Diva Ltd. y dirigir toda la empresa.
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— Tenemos que dar las gracias a nuestro querido yerno, Nataniel —
sonrió abiertamente Leila.

Bartolomé se volvió para mirar a Nataniel, que estaba de pie junto a


Penélope.

—Tienes razón —dijo riendo—. Si Nataniel no hubiera rescatado a


Samuel de los secuestradores, papá y los demás nunca habrían
dejado de lado el pasado. Es gracias a Nataniel que llegué a ser el
Director General de Diva Ltd.

Nataniel sonrió.
—Eso no es cierto, papá. Te mereces todo esto.

En efecto, era justo que Bartolomé, el segundo hijo del clan Sosa,
dirigiera esta empresa.

Penélope también sonreía de oreja a oreja.

—Papá, ya que el abuelo te ha dado semejante responsabilidad,


tienes que gestionar bien Diva Ltd. y demostrar tu valía.

Antes de que Bartolomé pudiera decir nada, Miriam irrumpió de


repente en el despacho con el rostro pálido.

— Tenemos un gran problema, Señor Sosa.


Bartolomé se quedó helado.
—¿Qué ocurre?

— ¡Afuera hay un grupo de hombres con actitud violenta diciendo


que están aquí para tomar la empresa! —dijo Miriam mientras
temblaba.

Bartolomé estaba enfadado y sorprendido a la vez.


—¿Qué está pasando?
Miriam bajó la cabeza y dijo tímidamente:

—Yo tampoco lo sé. Dicen que Diva Ltd. es un regalo de los Sosa a
los Zulueta, ¡así que han venido a reclamarlo hoy!

Bartolomé y los demás fruncieron el ceño y quisieron saber más. De


repente, un hombre grande y corpulento irrumpió en la oficina
acompañado de un grupo de hombres vestidos de traje y con
aspecto vigoroso.

Bartolomé gritó asustado:


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—¿Quiénes son ustedes? ¿Quién les dio permiso para entrar?
¡Seguridad!

—No te molestes en llamar a seguridad —interrumpió el hombre que


lideraba el grupo—. A todo el que intentó detenernos ya le han roto
las piernas. No vendrá ningún guardia de seguridad.

Los ojos de Bartolomé se agrandaron.


—¡Tú...!

—Soy Calavera y Pedro Gálvez es mi jefe. Estoy aquí bajo sus


órdenes para reclamar lo que le pertenece a la familia Zulueta.

—¡Eso es mentira! —Bartolomé estaba que echaba humo—. Diva Ltd.


pertenece a los Sosa. ¿Desde cuándo es de los Zulueta?

Calavera sonrió con frialdad.

—Eso se lo tendrás que preguntar a Alfredo Sosa. Tu familia le hizo


algo al Señor de la familia Zulueta, así que Alfredo Sosa prometió
entregarnos Diva Ltd. Estoy aquí hoy para ocuparme de Diva Ltd. en
nombre de la familia Zulueta. Todos ustedes, Sosas, entreguen los
sellos de la empresa y váyanse de aquí.

Bartolomé estaba desconcertado.

—¡Eso es imposible! —exclamó—. ¿Por qué me iba a pedir mi padre


que gestionara la empresa si se la ha dado a los Zulueta?

Leila y Penélope también se hicieron la misma pregunta.

Nataniel suspiró para sí. «¿No es obvio, mi tonto suegro? Tu padre


solo te está utilizando para tratar con la familia Zulueta».

Calavera sacó un papel y lo tiró sobre la mesa del despacho.

—Abre bien los ojos. Esta es una carta escrita por el viejo de tu
familia en persona —se burló.

Bartolomé la tomó y le echó una ojeada. En efecto, era una carta de


compromiso escrita por su padre. En el interior de la carta, Alfredo
Sosa expresaba su arrepentimiento por lo sucedido a Jorge Zulueta
y se comprometía a entregar Diva Ltd. como compensación.

Bartolomé se quedó boquiabierto tras leer la carta.


Miriam se inclinó y susurró:
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—No te creas sus tonterías, Bartolomé. Tu padre había pensado en
entregar Diva Ltd. a los Zulueta, pero estos contrataron a gente para
secuestrar a tu hermano. Tu hermano Samuel habría muerto si
Nataniel no hubiera acudido a su rescate. Tu padre se negó a
entregar Diva Ltd. después de ver lo despreciable que son los
Zulueta, ¡así que no dejes que se apoderen de la empresa tan
fácilmente!

Bartolomé asintió tras escuchar la explicación de Miriam.


—Ya veo. Entonces no renunciaré a la empresa.
Bartolomé se volvió hacia Calavera y sus hombres.

—Diva Ltd. está actualmente a mi nombre. Todavía no he recibido en


persona la confirmación de mi padre ni he encontrado un acuerdo
de transferencia legítimo, así que no entregaré la empresa a la
familia Zulueta. Por favor, no crucen la línea.

Los ojos de Calavera brillaron con frialdad tras escuchar que


Bartolomé se negaba a dejar la empresa.

— ¡Eh! Así que la insignificante familia Sosa se atreve a jugar con los
Zulueta. Veo que deben tener ganas de morir. No me culpes por
hacer las cosas por la fuerza entonces. ¡Ustedes, derriben esta
oficina y muéstrenles de lo que somos capaces!

En el momento en que Calavera terminó de hablar, los treinta


hombres que estaban detrás de él levantaron sus machetes y barras
de hierro y comenzaron a destrozar el lugar. El edificio se convirtió
en un caos en un instante y los gritos resonaban en todas partes.

Bartolomé temblaba de rabia.

— ¡Malditos matones! ¿Cómo se atreven a destrozar mi empresa?


Calavera caminó hacia él con una sonrisa malvada.

—No solo voy a destrozar la empresa. También te voy a golpear a ti.

Después de decir eso, Calavera levantó su brazo derecho y lo giró


hacia la cara de Bartolomé, con la intención de darle una bofetada.
No obstante, antes de que su mano entrara en contacto con la cara
de Bartolomé, Nataniel se adelantó y lo detuvo.

—¿Cómo te atreves a golpear a mi suegro? —preguntó Nataniel con


frialdad, mientras agarraba la muñeca de Calavera.

Calavera miró a Nataniel sorprendido. Intentó liberarse de su agarre,


··························································································································· ®
pero no pudo moverse.

—¡Arrodíllate ahora! —gritó Nataniel.

Entonces, levantó un pie y pateó a Calavera en ambas rodillas.

¡Crac! ¡Crac! El sonido de los huesos al romperse hizo que todos se


estremecieran. Nataniel rompió al instante las dos piernas de
Calavera con una patada.

Calavera gimió de dolor y cayó pesadamente de rodillas frente a


Bartolomé. El hombre sentía tanto dolor que sus lágrimas y sudor se
unieron.

Bartolomé, Leila y los demás se quedaron mirando a Nataniel


conmocionados, sin poder creer lo que veían. Nataniel parecía tan
grácil y elegante, pero ¿quién iba a imaginar que podía ser tan
despiadado?

—¿Este mocoso realmente golpeó a Calavera? Matémoslo.

Los hombres que estaban destrozando el lugar empezaron a correr


hacia Nataniel mientras gritaban con rabia.

—¡Ten cuidado, Nataniel! —Penélope y Leila gritaron con miedo.

Calavera pensó que podía contar con sus secuaces para


deshacerse de Nataniel. Sin embargo, se decepcionó muy pronto.
Nataniel era rápido como un rayo y fuerte como una montaña. Cada
movimiento que realizaba hacía que sus enemigos gritaran de dolor.
Ninguno de sus secuaces era rival para Nataniel.

En menos de dos minutos, sus treinta hombres estaban en el suelo,


gimiendo y llorando de dolor.

Penélope conocía desde hacía tiempo las habilidades de Nataniel,


así que pudo tomárselo con calma. Mientras tanto, Bartolomé, Leila,
Miriam y el grupo de ejecutivos miraban a Nataniel con incredulidad.

«¡Este tipo es demasiado bueno en la lucha!».


Penélope se acercó con rapidez y preguntó preocupada:
—¿Estás herido, Nataniel?

Al ver el rostro preocupado de Penélope, Nataniel sintió calidez.

—Estoy bien —dijo con una sonrisa—. Las alimañas como ellos no
pueden hacerme nada.
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Bartolomé y su esposa se acercaron también.

—¿Qué deberíamos hacer con estos tipos? ¿Dejamos que la policía


se encargue de esto? —preguntaron confundidos.

—No hay necesidad de desperdiciar los recursos de la policía —dijo


Nataniel con calma—. Haz que Tomás se lleve a estos hombres. Al
mismo tiempo, informaremos a su jefe, Pedro Gálvez, que si quiere
que sus hombres sean liberados, tendrá que compensar nuestras
pérdidas. El rescate será de un millón por cabeza, así que serán
treinta millones en total.

Miriam y los demás miraron desconcertados a Nataniel al escuchar


sus palabras.

La familia Zulueta, que formaba parte de los Cuatro del Sur había
contratado a estos hombres y Nataniel no solo los había atacado,
sino que incluso quería exigir a los Zulueta una indemnización tan
elevada. «¡Esto es como sacar sangre de una piedra!».

Mientras tanto, Pedro Gálvez pasó la noche en el Club Esencia


después de haber llegado a Ciudad Fortaleza en el último momento.
Se había emborrachado tanto la noche anterior, que solo pudo
despertarse alrededor de las 10 de la mañana del día siguiente.

Una expresión de triunfo se formó en su rostro al contemplar a


aquellas hermosas mujeres que yacían a su lado. A pesar de tener
más de cuarenta años, ¡todavía estaba lleno de vigor!

Mientras se ponía una bata blanca, Pedro salió descalzo del


dormitorio y entró en el salón. Justo cuando se sentó, entró un
hombre muy musculoso vestido de negro. El hombre medía más de
dos metros y ni siquiera el traje negro que llevaba podía ocultar su
fornido físico. Solo de mirarlo, se veía que poseía una fuerza
insólita.

El tipo tenía una mandíbula marcada y ojos afilados, pero tenía una
cicatriz en medio de su ceja izquierda. Este hombre era Cicatriz, el
luchador más poderoso de Pedro Gálvez.

Cicatriz se paró frente a Pedro y dijo en voz baja:

—Hay un problema, jefe.

Pedro sacó un cigarrillo y le dio una calada con despreocupación.


—¿Qué ocurre? —preguntó mientras entrecerraba los ojos.
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—Tanto El Coletas como Calavera tienen problemas.

Pedro frunció el ceño.

—Espera un momento. ¿Calavera y los demás no fueron enviados a


deshacerse de Samuel Sosa y filmar su muerte? ¿En qué se ha
metido?

—El Coletas y sus hombres no han regresado hasta ahora.


Prácticamente hemos perdido el contacto con ellos —respondió
Cicatriz.

—Entonces, ¿dónde está Samuel Sosa?

—He hecho que alguien investigue. Samuel Sosa está a salvo en su


casa, así que es posible que hayan derribado al Coletas y a sus
hombres.

—¡Mi*rda! —Pedro se enfureció—. ¿No pueden hacer nada bien?


Merecen morir entonces.

De inmediato continuó:

—Entonces, ¿qué pasa con Calavera? ¿No le dije que se hiciera


cargo de la compañía Diva Ltd. de la familia Sosa? ¿Qué pasó con
él?

—Calavera fue a Diva Ltd. esta mañana con unas pocas docenas de
hombres y la carta de compromiso de Alfredo Sosa, pero el director
general, Bartolomé Sosa, se negó a entregar la empresa. Por esa
razón, ambas partes pelearon. Al final, Calavera y todos los demás
fueron golpeados y han sido capturados por Tomás Dávila.

Los ojos de Pedro se agrandaron.

—Así que El Coletas la fastidió y permitió que Samuel Sosa


escapara. Ahora, los Sosa han faltado a su palabra y se han negado
a dejar que Calavera se haga cargo de Diva Ltd. ¡Estamos en un
aprieto solo por un mala jugada! —dijo furioso.

Cicatriz añadió:

—Lo peor es que Tomás Dávila tiene cautivos a Calavera y a varias


docenas de hombres. Nataniel Cruz ha exigido un rescate de treinta
millones para dejarlos ir.

Pedro Gálvez sonrió con frialdad.


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—¡Je! Debe tener ganas de morir para pedirme dinero de esa
manera. ¡No obtendrá ni un solo centavo de mi parte! ¡Qué Nataniel
Cruz espere mi venganza!

Cicatriz sonrió con amargura.

—Jefe, todo el bajo mundo de Ciudad Fortaleza está bajo el control


de Tomás Dávila y este recibe órdenes de Nataniel Cruz. Me temo
que no será tan fácil deshacerse de esos dos en tan poco tiempo.

—Reuniré miles de hombres de Ciudad Sombría. Veremos si


Nataniel Cruz y Tomás Dávila pueden con eso —se burló Pedro.

—Ciertamente sería fácil que todos nuestros hombres de Ciudad


Sombría acabaran con esos dos hombres, pero no olvide que
parece que ahora hay un jefe entrenando a sus soldados en Ciudad
Fortaleza —recordó Cicatriz—. ¡Si causamos demasiado alboroto y
llamamos la atención de ese jefe, se podría repetir la triste historia
del Dragón Noel y Gabriel Lobaina!

Pedro frunció el ceño al escuchar las palabras del hombre.


—Eso sí que es motivo de preocupación.

Cicatriz continuó:

— Además, Calavera y todos sus secuaces están heridos. Sus


ánimos se verán disminuidos si no los salvamos a tiempo y puede
que tengas problemas para conseguir nuevos hombres en el futuro.

Los ojos de Pedro se entrecerraron.

—¿Eso es todo lo que puedo hacer? ¿Dar treinta millones a Nataniel


Cruz así sin más? ¿Dónde voy a esconder mi vergúenza?

Cicatriz dijo con la cabeza levantada:

—Puedo llevarme treinta millones y reunirme con Nataniel Cruz.


Usted conoce mejor mis habilidades, Jefe. Mataré a ese hombre
siempre que me deje acercarme a él en un radio de tres metros.

Pedro estaba eufórico al escuchar eso.

—i¡Ja! Así que apuntaremos directo al rey. Destruiremos a Nataniel


Cruz y luego tomaremos a Tomás Dávila. Con eso, podré reclamar el
trono del bajo mundo de Ciudad Fortaleza. Cicatriz, te dejaré
supervisar todos los negocios de la zona gris de Ciudad Fortaleza si
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matas a Nataniel Cruz.

—¡Gracias, jefe! —dijo Cicatriz con los ojos llenos de emoción.

Pedro preparó con rapidez treinta millones en efectivo, nueve


maletines llenos hasta el tope.

Cicatriz salió por la noche con nueve subordinados competentes


que llevaban los nueve maletines. Llegaron al último piso del
Palacio Celestial de Ciudad Fortaleza para reunirse con Nataniel
Cruz y Tomás Dávila.

El Palacio Celestial estaba en reformas y no aceptaba clientes de


momento.

Cicatriz entró en el restaurante con sus nueve subordinados.


Nataniel estaba disfrutando de un filete en una mesa junto a la
ventana, con Tomás de pie a su lado.

Calavera y su grupo de matones yacían en el suelo, inmóviles y al


borde de la muerte, con Javier y un grupo de hombres que los
vigilaban.

Cicatriz se acercó, pero Javier lo detuvo rápidamente antes de que


pudiera acercarse a Nataniel.

Javier utilizó un detector de armas para inspeccionar a Cicatriz y a


cada uno de sus hombres y permitió que se acercaran a Nataniel
solo después de asegurarse de que estaban desarmados.

Cicatriz entrecerró los ojos al llegar ante Nataniel.


—He traído el dinero que pediste, Nataniel Cruz.
Nataniel sonrió débilmente.

—Enhorabuena por haber tomado la decisión correcta. Ahora


puedes marcharte con tu grupo de incapaces. Pero cuando digo
«marcharte», me refiero a que deben salir de Ciudad Fortaleza

Le estaba diciendo a Pedro Gálvez que no debían volver a pisar


Ciudad Fortaleza.

Cicatriz entrecerró los ojos.


—¿Y si mi jefe se niega?

—Esta es tu única oportunidad de vivir —dijo Nataniel con


indiferencia—. Si no te vas ahora, te quedarás aquí para siempre.

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Los ojos de Cicatriz brillaron.
—¡No si te mato primero! ¡Hombres, ataquen!

En el momento en que Cicatriz pronunció esas palabras, los nueve


subordinados que estaban detrás de él lanzaron al aire los
maletines que sostenían.

Los maletines se abrieron e innumerables billetes volaron en el aire.


Dentro de cada maletín había una daga, que ahora comenzaba a
caer al suelo junto con los billetes.

Los nueve subordinados recogieron rápidamente las dagas y


cargaron contra Nataniel.

—¡Protejan al Señor Cruz! —gritó Tomás.

Contuvo a tres hombres, pero los seis restantes siguieron a la carga


contra Nataniel. Seis dagas afiladas se dirigían hacia la garganta de
Nataniel al mismo tiempo.

—¡Qué insolencia! —comentó Nataniel con desdén mientras comía


su filete. A continuación, los golpeó con el cuchillo que tenía en la
mano.

¡Zas!

Seis manos cayeron al suelo con un destello de luz. Los seis


asesinos que cargaban contra Nataniel gemían de dolor y
retrocedían al mismo tiempo. Nataniel se había deshecho de seis
enemigos con un solo movimiento, pero Cicatriz ya había
aprovechado la oportunidad para atacar. Corría hacia Nataniel para
darle un puñetazo.

Cuando cerró el puño, los huesos de su mano hicieron un ruido


crepitante. Sonaba bastante aterrador. Nataniel entrecerró los ojos
mientras miraba a Cicatriz en medio de aquellos sonidos.

—Es el Petardo —dijo con asombro—. Al ejercer su poder, cada


articulación del cuerpo hace un ruido crepitante como el de un
petardo. Se dice que la fuerza de uno se intensifica con cada sonido
crepitante y los resultados son infinitos... Este movimiento es muy
elegante.

En cuanto Nataniel terminó de hablar, levantó un brazo y dirigió su


propio puño contra el de Cicatriz.

¡Pum! —Se escuchó un fuerte ruido, pero Nataniel permaneció


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inmóvil.

Por otro lado, Cicatriz gritó de dolor cuando todos los huesos de su
brazo derecho se hicieron añicos. Se tambaleó hacia atrás y se
desplomó en el suelo con expresión de dolor. Miró a Nataniel con
desconcierto. «Nunca había conocido a un adversario tan temible
como Nataniel Cruz».

Al mirar de nuevo a Cicatriz, Nataniel se fijó en el tatuaje de un


águila en el dorso de la mano del hombre.

—Te acaban de dar otra oportunidad de vivir debido a tus orígenes.

Los ojos de Cicatriz se agrandaron. Antes, era el líder de las Fuerzas


Especiales Águila, pero se había visto obligado a retirarse tras
cometer un grave delito. Entonces, comenzó a trabajar para Pedro
Gálvez para poder llegar a fin de mes. Sin embargo, estaba
sorprendido de que Nataniel conociera sus antecedentes con solo
mirar la marca de su mano.

Se quedó mirando a Nataniel con asombro. Este tipo debe ser un as


militar. Al ver a Nataniel, el recuerdo de la silueta de un valiente
guerrero apareció en la mente de Cicatriz. La imagen se hizo cada
vez más vívida y la silueta acabó por coincidir completamente con
la de Nataniel. Se le dilató la pupila mientras decía tembloroso:

SPA.
Nataniel extendió la mano para levantar a Hernán del suelo.
— ¿Estás bien, camarada?

Desde el momento en que Hernán miró los ojos tenaces de Nataniel,


se dio cuenta de que este hombre también era un soldado.

—Gracias por su preocupación. Estoy bien —dijo agradecido.

El corazón de Nataniel se apretó al ver cómo este veterano retirado


se esforzaba por mantenerse erguido a pesar de estar lisiado.

—Te han agraviado, camarada.

Nataniel era soldado y General del Norte, así que como era de
esperar, se compadeció de ese hombre. Pero la mujer de las gafas
de sol detrás de ellos no estaba impresionada de ver a estos dos
hombres impidiéndole pasar. Se veía contrariada y uno de los
guardaespaldas con un corte de cabello militar les salió al paso.

Mientras le ponía la mano en el hombro a Nataniel, dijo:


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—¡Oye mocoso, tú y este lisiado no dejan pasar a la señora Jiménez!

Con un brillo en los ojos, Nataniel lo agarró, lo levantó y lo tiró por


encima de su hombro.

¡Bam! En instantes, el guardaespaldas de 170 libras cayó al piso y


empezó a retorcerse de dolor.

La mujer de las gafas de sol era Zoé Jiménez, una artista en


ascenso. Estaba sorprendida y furiosa al ver a su guardaespaldas
ser atacado.

—¡Cómo te atreves! ¡Atrápenlo, todos ustedes!

En un instante, el resto de los guardaespaldas se abalanzó sobre él.


Nataniel levantó los puños y golpeó la cara del primero de ellos. El
golpe tuvo tanto impacto que ni un árbol alto y robusto podría
haberlo resistido. Nataniel con un solo golpe hizo que el
guardaespaldas saliera volando. El guardaespaldas escupió un
buche de sangre, cayó hacia atrás de manera violenta y dio contra la
pared antes de desplomarse en el suelo.

Todos quedaron boquiabiertos. «¿De dónde salió esa fuerza tan


monstruosa? ¿Mandó a un hombre a volar con solo un golpe?».

Nataniel cargó contra la multitud veloz como un rayo y feroz como


un trueno. Dirigió cada golpe a las áreas vitales de sus oponentes, lo
que provocó que cayeran al suelo gritando de dolor. En un abrir y
cerrar de ojos, todos los guardaespaldas de Zoé Jiménez estaban
tirados en el suelo. Zoé miró a Nataniel con miedo.

—¿Qué estás haciendo? —gritó Zoé—. Te advierto que soy una


artista de la Televisión de Ciudad Fortaleza. ¡Te demandaré si me
tocas! ¡Perderás todo tu dinero! ¡Además, mi novio es un reconocido
Maestro de Go del país K, Patricio Suárez! Él no te dejará ir tan fácil
si me pones un dedo encima.

¡Plaf!
Nataniel le dio una firme bofetada.
—¡Hablas mucho!

Las gafas de Zoé cayeron al suelo. Su cabello, que había tomado


tanto tiempo peinar, al instante quedó todo revuelto. La multitud
quedó anonadada, pero no pudo evitar aclamar en voz baja. «¡Qué
buena técnica!».

Zoé puso su mano sobre su mejilla mientras miraba a Nataniel


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incrédula.

—¿Te atreviste a golpearme?

—No te lastimé —dijo Nataniel—. Tú no eres nadie. ¿Cómo te atreves


a insultar a un veterano herido? ¡Este hombre quedó lisiado
protegiendo la nación! No tuvieras un escenario donde actuar si no
fuera por personas como él, que sacrifican su vida para
salvaguardar nuestras fronteras. ¡Una p*ta como tú no tiene
derecho a insultar a un soldado de élite! ¡Desaparece de mi vista!

Las palabras de Nataniel resonaron por todo el lugar. En el


momento que le dijo a la actriz de tercera categoría que se fuera,
ella corrió aterrorizada. La multitud comenzó a ovacionar a Nataniel.

—¡Bien dicho!

Nataniel se viró hacia donde estaba Hugo y se paró firme en


posición de saludo militar.

—¡Has servido bien camarada! —dijo con solemnidad.

Reyna y los otros niños también se pararon en posición de saludo


militar.

—¡Gracias por su servicio, Señor!

Penélope y el resto de los ciudadanos que se encontraban en el


lugar estaban conmovidos. Todos dijeron al unísono.

—¡Gracias por su servicio, Señor!

Hugo sintió tanta gratitud que las lágrimas comenzaron a rodar por
sus mejillas. Se enderezó y les devolvió a todos el saludo.

— ¡Gracias a todos! —dijo con la voz entrecortada por la emoción.

Después de la conmoción, Nataniel y Penélope llevaron a su hija a la


Academia de Go.

La Academia estaba desbordante de algarabía y agitación. La causa


era que un prodigio del Go del país K, Patricio Suárez, había venido a

retar a cada experto de Go en este país para demostrar que el mejor


jugador de Go era del país K.

En ese instante, el surcoreano había acabado de derrotar a Leandro


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Chávez, el mejor jugador de Go de Ciudad Fortaleza.

Leandro Chávez tenía décadas de experiencia en el Go y había sido


profesional en su juventud. Llegó a ser tercero en la clasificación
mundial. Había escuchado las declaraciones de un arrogante
extranjero jugador de Go de sacudir el círculo de Go y derrotar a sus
mejores jugadores. Luego de recibir el título de experto, Leandro
había aceptado el reto de Patricio Suárez en el Centro de
Actividades Infantiles de Ciudad Fortaleza.

Sin embargo, Leandro no esperó que Patricio Suárez fuese tan


formidable a pesar de su corta edad. Patricio había acorralado a
Leandro desde el mismo inicio del juego y el experimentado jugador
perdió al final tras una larga y dura batalla.

Una vez obtenida su victoria, Patricio comenzó a reír a carcajadas.

—He vencido a su mejor jugador. ¡Es la tercera victoria consecutiva


contra su país! ¡Jajaja! Ustedes han estado alardeando todo este
tiempo de que su país inventó el Go. ¡Qué farsa!

Las palabras de Patricio Suárez provocaron en la audiencia un


ataque de rabia. Todos enfurecieron y no reprimieron sus
comentarios.

—¿Qué quieres decir con alardear? ¡Es un hecho que inventamos el


Go!

—M*ldita sea, ¿este tipo está afirmando que fueron ellos los que
inventaron el Go?

—¡Cuán desvergonzado puede ser!


— ¡Fuera de nuestro país!

Las miles de personas que se encontraban allí comenzaron a


insultar a Patricio.

—Señor Suárez, por favor, modere sus palabras —le recordó Wilfredo
Herrera, director del Centro de Actividades Infantiles—. Su partida
con el señor Chávez ha terminado, así que hablemos en otro lugar.

Patricio Suárez negó con la cabeza.

—¡No! Yo he venido por dos razones. Para vencer a los mejores


jugadores de Go del país C y para hacer saber al mundo que mi país
inventó el juego. ¡Si quiere que me retire, entonces deberá declarar
que el Go fue inventado por los surcoreanos!
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Wilfredo Herrera estaba furioso también pero no podía expresarlo.
La audiencia se enfureció aún más. Algunos querían eludir a los
guardaespaldas de Patricio Suárez para atacarlo.

Patricio Suárez dijo de manera arrogante mientras miraba a la


multitud:

—Están molestos porque no pueden hacer nada. Si su país fue el


que inventó el Go, ¿por qué no pueden vencerme? ¡Quien se atreva,
que venga y juegue conmigo! Pero si pierde, deberá admitir en
público que el Go es un invento surcoreano. ¿Alguien?

Patricio Suárez parecía insolente; pero, de hecho, estaba siendo


muy astuto. Quien respondiera a su provocación y aceptara el reto,
perdería y se vería forzado a declarar que el país K había inventado
el Go. Para entonces, cada medio de comunicación del mundo
lucharía por cubrir este incidente.

El país K podría entonces declarar con más orgullo que nunca ser
los creadores del Go.

—¡Yo competiré contigo Patricio Suárez!

Una voz clara se escuchó entre la multitud. Los presentes no


pudieron contenerse y dirigieron sus miradas hacia el origen de la
voz, solo para ver a un hombre alto y corpulento.

¿Quién más podría ser sino Nataniel Cruz?

Todos miraron a Nataniel en estado de shock.

—¿Quieres enfrentarte a Patricio Suárez? ¿De verdad puedes


hacerlo, amigo?

Incluso el mejor jugador de Ciudad Fortaleza, Leandro Chávez,


acababa de perder ante él.

Por lo tanto, no era una sorpresa que la multitud no tuviera mucha


fe en Nataniel.

«A este tipo seguro no le importa perder, pero sería un gran


problema si tuviera que declarar que el Go fue inventado por el país
Ko».

Hasta Penélope miró a Nataniel con asombro.


—¿Sabes cómo jugar Go, Nataniel?
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—Un poco —sonrió Nataniel—, pero derrotar a este bromista es pan
comido.

Lo que Penélope y la audiencia no sabían era que Nataniel había


aprendido a jugar Go desde joven y tenía mucho talento.

Mientras estuvo en el ejército, Nataniel compitió contra varios


jugadores profesionales de Go de primera clase, incluso contra
grandes maestros. De hecho, nunca había perdido ni un solo
partido. En ocasiones, muchos se referían a él como un campeón
que estaba siendo retenido por los deberes militares.

Una sonrisa triunfante se deslizó por el rostro de Patricio Suárez al


darse cuenta de que alguien había caído en sus provocaciones e iba
a enfrentarse a él. En ese momento, su novia, Zoé Jiménez, apareció
junto a él y le susurró:

—¡Ese es, cariño! ¡Él es quien lastimó a mis guardaespaldas y me


abofeteó!

Patricio Suárez frunció el ceño.


—Yo te vengaré.

Sonrió de forma sutil mientras Nataniel caminaba con paso


calmado hacia él.

—¿Quieres competir conmigo?


— ¡Así es! —dijo Nataniel con calma.

—Patético. Podemos enfrentarnos, pero si pierdes, no solo tienes


que admitir que mi país inventó el Go. También tendrás que salir de
aquí. ¿Estás preparado para ello?

Nataniel se frotó las manos en sus mangas.


—¡Muéstrame lo que tienes!

Poco después, Nataniel y Patricio se sentaron uno frente al otro


ante un tablero en blanco. Patricio le preguntó a Nataniel:

—¿Blancas o negras?

Todos miraron a Nataniel. Los que jugaban Go sabían que las


negras movían primero y tenían ventaja. Si dos jugadores con igual
habilidad compitieran entre sí, las negras siempre serían una mejor
opción. Pero Nataniel no pareció aprovechar esto.

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—Yo soy el anfitrión y tú eres el invitado extranjero. Te dejaré
escoger primero —dijo con calma.

Patricio Suárez estaba bastante sorprendido de que Nataniel no


aceptara su oferta, sino que lo dejara mover primero. Con gusto
tomó una piedra negra.

¡Clac! Colocó su primera piedra.

Nataniel tomó una piedra blanca y la colocó en el tablero de una


manera tranquila. Los dos hombres jugaron rápido. La siguiente
piedra se colocaba en el tablero inmediatamente después de que la
otra persona hubiera hecho su jugada.

En poco tiempo, ya habían realizado varias docenas de


movimientos. Sin embargo, Patricio se veía cada vez más nervioso.
Nunca había logrado obtener una ventaja real sobre Nataniel. De
hecho, las cosas se estaban volviendo cada vez más desafiantes
para él. «¡Voy a perder si no cambio el rumbo del partido!».

Penélope no sabía jugar Go, pero podía observar las expresiones de


los jugadores. Veía lo tranquilo y natural que estaba Nataniel.
Mientras, Patricio sudaba bastante y parecía desaliñado. Por tanto,
Penélope podía deducir que Nataniel estaba dominando el juego.

Con la frente llena de sudor, Patricio Suárez de repente pidió un


descanso.

— ¡Tiempo! Necesito usar el baño.


Nataniel lo miró y dijo con calma:
—Está bien.

Patricio Suárez se retiró enseguida con algunos subordinados y


regresó diez minutos después. Al regresar, usaba un par de gafas
de sol. Ya no estaba nervioso y parecía que también había
recuperado su confianza.

Nataniel estaba un poco asombrado. «¿Su confianza volvió justo


después de un descanso por razones fisiológicas?».

Mirando con cuidado, algo llamó la atención de Nataniel. Había un


pequeño orificio en las gafas de sol de Patricio Suárez.

Nataniel sonrió. Con tan solo mirarlo, se dio cuenta de que Patricio
Suárez estaba haciendo trampa.

«Debe estar utilizando un dispositivo de alta tecnología para que un


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experto lo guie. Con razón recobró su confianza al regresar del
baño».

Pero en vez de desenmascarar a su oponente, Nataniel reanudó el


juego. Tenía una actitud despreocupada y movía las piedras con
rapidez. Era como si un maestro jugase contra un discípulo.

Mientras tanto, a miles de kilómetros de allí, en Seúl, en el país K, el


prodigio surcoreano del Go, Álvaro Benítez, estaba reunido en un
salón privado junto a una docena de reconocidos jugadores
surcoreanos de Go. Álvaro y los otros expertos estaban utilizando
equipamiento de alta tecnología para observar el partido de Patricio
Suárez contra Nataniel Cruz.

Ademéás, el maestro de Go, Álvaro Benítez, estaba asesorando a


Patricio Suárez sobre los movimientos a realizar. Al parecer, Patricio
era su discípulo.

Para Álvaro, algo tan increíble como el Go tenía que haber sido
inventado por los surcoreanos en lugar de los chinos. Estaba
decidido a anunciar al mundo que el Go era un invento del país K. De
hecho, él fue el de la idea de que Patricio se enfrentara a los
mejores jugadores de Go del país C.

Álvaro miró el tablero que se mostraba en la pantalla, así como a


Nataniel. «Este joven me resulta bastante familiar, pero no logro
recordar de dónde lo conozco».

Nataniel se veía en extremo calmado y no sentía en absoluto


ninguna presión. A veces, incluso se le podía escuchar cantando
una melodía de una serie de televisión.

Al mirar el partido en la pantalla, Álvaro le dio a Patricio sus


instrucciones con calma usando un micrófono. Los otros expertos
de Go sonrieron de oreja a oreja.

—¡Mmmm...! ¡Apuesto a que este no tiene idea de que en realidad


está jugando contra nuestro maestro de Go!

—¿Cuánto tiempo crees que pueda aguantar contra el maestro de


Go del país K?

—Jajaja, supongo que todo terminará para él en menos de diez


movimientos.

Álvaro Benítez sonrió y se mantuvo sereno. «Es un privilegio para


este mocoso competir contra un maestro de Go como yo. Es una
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lástima que no tenga idea de lo que está pasando».

Tanto Nataniel como Álvaro hicieron sus movimientos con rapidez.


Al principio, Álvaro parecía relajado, como si su victoria estuviera
asegurada. Sin embargo, no pudo evitar gritar de sorpresa después
de hacer algunos movimientos. Nataniel era mucho más hábil de lo
que esperaba y comenzó a ponerse nervioso. Varios movimientos
más tarde, se dio cuenta a qué tipo de oponente se enfrentaba.

Las venas comenzaron a aparecer en su frente y estaba en estado


de shock. El aire acondicionado hacía que todo el salón se sintiera
fresco y cómodo. Sin embargo, Álvaro estaba empapado en sudor y
ya no parecía tan relajado como antes.

Mientras tanto, Nataniel mantuvo la compostura y continuaba


cantando de vez en cuando. El grupo de jugadores de Go del país K
observó lo indiferente que se veía Nataniel. Luego, miraron a Álvaro,
cuya frente ahora estaba llena de sudor. Los hombres estaban
estupefactos. «¡Pensar que nuestro maestro está en tal estado por
culpa de un simple mocoso!».

Álvaro Benítez dio lo mejor de sí y realizó cada movimiento que


tenía bajo la manga. Sin embargo, todas sus tácticas fueron en vano
contra las inconmensurables habilidades de Nataniel.

No pasó mucho tiempo antes de que Álvaro sufriera una aplastante


derrota. El maestro de Go del país K se desplomó en su silla
desesperado.

En ese mismo momento, el sonido de la risa fría de Nataniel se


escuchó en la pantalla.

—Álvaro Benítez, te derroté con facilidad en Isla J hace tres años,


pero ¿estás aquí haciendo el ridículo en lugar de practicar?

Las palabras de Nataniel golpearon a Álvaro como un rayo y una


expresión de puro terror se reflejó en su rostro. Solo había perdido
en una ocasión tras ser nombrado maestro de Go en el país K.
Sucedió tres años atrás en la Isla J; había perdido contra un joven.

En ese entonces, Álvaro pensó que perdería su título y su reputación


tras ser derrotado por ese joven. Sin embargo, el joven nunca habló
del incidente, lo que permitió a Álvaro mantener su ostentoso título.
Habían pasado tres años y casi había olvidado lo sucedido hasta
que Nataniel mencionó el incidente en público.

Álvaro miró al hombre en la pantalla del televisor.


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—Es él. Es él después de todo —dijo temblando—. ¡Con razón me
resultaba familiar! ¡Nataniel Cruz fue el joven que me derrotó en la
Isla J hace tres años!

Las palabras de Álvaro hicieron que los otros expertos en Go


quedaran boquiabiertos. Mientras tanto, la presión arterial de Álvaro
se disparó. Vomitó un buche de sangre antes de perder el
conocimiento y caer al piso...

—¡Maestro! ¿Qué sucedió? — gritaron horrorizados los expertos.


Mientras tanto, de regreso en Ciudad Fortaleza.

Leandro Chávez vitoreaba como un maniaco por la victoria de


Nataniel.

—¡Ganaste!
Pero a su vez no pudo evitar aclararle a Nataniel.

—Él se llama Patricio Suárez, Señor Cruz. No es el maestro Álvaro


Benítez, se ha equivocado.

—No me he equivocado —respondió Nataniel con una sonrisa—.


Hasta el día de hoy todavía puedo reconocer el estilo y los
movimientos de Álvaro Benítez. Este sujeto tiene una pequeña
cámara en las gafas de sol y auriculares diminutos en sus oídos.
Álvaro Benítez estaba guiándolo durante el juego.

Luego de escuchar las palabras de Nataniel, Leandro quedó


sorprendido, lleno de alegría y de furia al mismo tiempo. Estaba
sorprendido de que Patricio Suárez hubiese tenido el descaro de
hacer trampa y alegre porque Nataniel había derrotado a Álvaro
Benítez, el Maestro de Go del país K.

Sin embargo, estaba furioso de que un rival hubiese utilizado tales


métodos y artimañas para ganar el juego. Cada ciudadano en ese
lugar se sentía indignado. Al instante, le arrancaron de la cara las
gafas de sol a Patricio, los auriculares y demás dispositivos que
había utilizado para hacer trampa.

—¿Cómo te atreves a hacer trampa?

—¡Es una pena que ni siquiera tu Maestro de Go sea rival para el


señor Cruz!

—Es hora de cumplir tu promesa. ¡Diles a todos quién inventó el Go!

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Patricio, abatido, bajo su cabeza y dijo:
—¡Admito que el Go fue inventado por los habitantes del país C!

Leandro y el resto de la audiencia ovacionaron y miraron a Nataniel


con admiración.

Patricio tenía una mirada abatida y estaba tratando de escabullirse.


Sin embargo, Nataniel lo llamó.

— ¡Espera! Te olvidaste de algo.

Los miles de espectadores replicaron.

—Es cierto. Él dijo que el perdedor debería irse de aquí humillado.


—No puedes salir caminando tan tranquilo.

Patricio quedó inmóvil y le gritó a Nataniel:

— ¡No te extralimites o presentaré una queja en la embajada!

En ese momento, Nataniel se percató que Tomás Dávila había


llegado con un grupo de hombres.

—¡Tomás, este sujeto es un terrible perdedor. ¡Ayúdalo y enséñale a


salir con el rabo entre las patas!

—¡Sí, señor! —dijo Tomás con una sonrisa.

A un gesto de Tomás, algunos de los hombres que se encontraban


cerca se abalanzaron sobre Patricio de forma agresiva. No pasó
mucho tiempo y ya había sido golpeado y sacado a patadas del
lugar. El bromista fue expulsado del Centro de Actividades Infantiles
junto con su novia, la actriz de tercera.

Wilfredo y Leandro se acercaron a Nataniel y elogiaron sus


habilidades en el Go y su moral.

¡Nataniel había ayudado a restaurar el honor de la nación y le había


enseñado una lección a ese payaso!

Penélope cargó a su hija mientras veía cómo todos elogiaban a


Nataniel. Su corazón estaba lleno de orgullo. Muchas veces

menospreciaban a su marido. Le decían que era un vagabundo


desempleado o un mantenido por su esposa.

Ahora que todos los que rodeaban a Nataniel lo estaban colmando


··························································································································· ®
de admiración, Penélope no pudo evitar querer regañar a esos
parientes que solían burlarse de Nataniel, «¡miren lo increíble que es
mi hombre!».

Su hija, Reyna, también se sintió abrumada por la alegría y la


emoción. La forma en que ella miraba a Nataniel era como si las
palabras «Mi papá es el mejor» estuvieran escritas en su frente.

Leandro, que estaba vestido con una túnica, le dijo a Nataniel con
una sonrisa:

—Sus habilidades en el Go son formidables, Sr. Cruz. Sumió a ese


payaso en una total confusión. Fue realmente asombroso.

Nataniel mostró una ligera sonrisa.

—Acepté su desafío por capricho. Por fortuna, la suerte estuvo de mi


lado y no terminé humillando a nuestro país.

—Es muy modesto, Sr. Cruz. Pude ver con claridad que usted estuvo
imparable, como un general comandando un ejército de millones.
Cada obstáculo que enfrentaba era como si no tuviese relevancia.
Sus habilidades son como las de un Gran Maestro. Está siendo
modesto al decir que tuvo suerte.

—Soy un jugador promedio. Vine al Centro a matricular a mi hija en


la clase de Go. Quiero encontrar alguien que le enseñe.

Leandro miro a Nataniel perplejo. «¿Existen aún personas tan


modestas? ¿Alguien como el Sr. Cruz que se refiera a sí mismo
como jugador promedio?»

Sin embargo, Leandro sabía por el desempeño de Nataniel que sus


habilidades eran de nivel mundial. El propio Leandro era un jugador
formidable, pero le sería difícil seguir mejorando sin un buen
oponente contra quien jugar.

Quería mantener el contacto con Nataniel, por lo que aprovechó la


oportunidad para hablarle después de escuchar que él estaba
buscando a alguien que le enseñara a su hija.

—Su talento es único, Sr. Cruz. No obstante, como debe estar tan
ocupado con su trabajo, si a usted no le importa, yo estaría
dispuesto a aceptarla como mi estudiante.

Nataniel asintió sin dudarlo.


—¡Por supuesto!
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Así, Leandro Chávez se convirtió en el maestro de Reyna. Él tenía un
club de Go en Ciudad Fortaleza, El Metro Cuadrado.

A partir de entonces, Reyna iría al club para aprender Go durante las


vacaciones.

Leandro Chávez era una figura reconocida, por lo que aceptar a


Reyna como discípula no era algo sin importancia. Nataniel tuvo que
invitar al hombre a una cena elegante.

La familia de Nataniel, junto a Tomás Dávila, invitó a Leandro y a


Wilfredo a un restaurante llamado Moreira.

Cenaron en un gran salón privado y Leandro seleccionó


personalmente una serie de platos. Incluso le pidió al gerente que
trajera una botella de licor añejo 30 años.

Leandro estaba de buen humor y dijo:

—Esto no es un placer para el maestro, esta es una comida para


celebrar la acogida de un nuevo discípulo. Hoy yo invito y no
intenten pagar la cuenta, ¡o me enojaré!

Por la expresión en su rostro, todos sabían que hablaba en serio.

Nataniel sonrió porque sabía que los platos y el alcohol que Leandro
había ordenado no eran nada baratos. Leandro no quería causar una
carga para la familia de Nataniel, así que declaró desde el principio

que pagaría la comida. No quería que pensaran que se estaba


aprovechando de ellos.

Nataniel tuvo una muy buena impresión de él por este pequeño


gesto.

La comida se sirvió en breve y también se abrieron dos botellas de


licor.

—¡Brindemos por el Sr. Chávez, por aceptar un nuevo discípulo!


¡Salud!

— ¡Salud!

Todos se pusieron de pie y brindaron. Hasta Penélope levantó su


copa y bebió un poco.

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Sin embargo, Nataniel frunció el ceño al levantar su copa. Leandro y
los otros quedaron perplejos al ver la expresión de Nataniel.

—¿Qué sucede Sr. Cruz? —preguntó Leandro confundido.


Nataniel negó con la cabeza y dijo:

—Nada. Es solo que hay algo raro con este licor.

«¿El licor era falso?».

Todos quedaron atónitos al escuchar las palabras de Nataniel.


Leandro con escepticismo se sirvió otra copa y lo degustó. No era
un experto, pero podía diferenciar el licor auténtico y la bebida
destilada de forma ilegal.

No pasó mucho tiempo hasta que su expresión se volvió


cadavérica. Con mirada nefasta, llamó al mesero que estaba cerca y
le dijo con frialdad:

—Trae a tu jefe aquí. Estoy agasajando a mis distinguidos invitados,


pero ustedes me están humillando al venderme esto. Voy a mandar
cerrar este lugar si no me dan una explicación convincente.

Al escuchar eso, el mesero de inmediato salió y mandó llamar a


alguien. Poco tiempo después, un joven de apariencia insidiosa
entró en el salón con un grupo de hombres. Eran matones armados

con barras de metal, guardias de seguridad con palos y algunos


chefs con cuchillos en las manos.

— ¿Cuál de ustedes tuvo el valor de calumniar a nuestro restaurante


y acusarnos de vender bebida destilada de manera ilegal? ¡Le
romperé las piernas! —dijo al entrar el joven de apariencia insidiosa.

Al ver al joven, Wilfredo exclamó:

—¡Aaah! ¡Es Héctor Aragón! ¡El hijo de Félix Aragón, el Director de la


Oficina de Industria y Comercio!

Héctor se rio con ironía.

— Mmmm... al menos uno de ustedes me reconoce.


Wilfredo de inmediato lo saludó y le ofreció un cigarrillo.
—Estoy muy apenado. ¡Esto es una terrible equivocación!
Héctor le dio un tirón al cigarrillo y dijo con frialdad:

—No me vengas con esa m*erda. ¿Quién vino contigo? ¿Cuál de


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ustedes dijo que la bebida no es auténtica? ¡Que se pronuncie!

Leandro no tuvo más remedio que ponerse de pie.

—Fui yo. Esta bebida es falsificada. ¡No puedes hacer lo que te


plazca solo por ser hijo del Sr. Aragón!

—Jajaja, el restaurante no es solo mío —respondió Héctor con una


sonrisita de complicidad—. Tenemos muchos accionistas, incluido
Camilo Gutiérrez, hijo del Capitán Gutiérrez de la Unidad de
Investigación; Matías Laguardia, hijo del Jefe de la Oficina de
Gestión de Tráfico; e incluso el hijo del Alcalde, Ramiro Carmona.
¿Cómo te atreves a acusarnos?

La expresión de Leandro cambió al instante. Él nunca esperó que


este restaurante fuera dirigido por un grupo de hijos de altos
dirigentes. Con razón el lugar seguía lleno de clientes aun vendiendo
bebida destilada de manera ilegal. Leandro no tendría miedo de
Héctor si solo estuviera el Sr. Aragón involucrado, pero ya no se

atrevía a causar líos sabiendo que había otras figuras importantes


detrás del restaurante. De hacerlo, estaría en problemas.

Leandro forzó una sonrisa y cedió.


—El licor está bien. Al parecer me equivoqué, todo está bien.
Al ver la reacción de Leandro, Héctor se envalentonó aún más:

—Estará bien para ti, pero no para mí. Me acusaste de vender bebida
destilada de manera ¡legal y hasta amenazaste con mandar cerrar el
lugar.

Incómodo, Leandro no se atrevió a decir nada más.


Héctor agarró las dos botellas y las colocó delante de Leandro.

—Uno debe siempre enmendar sus errores. Bébete estas dos


botellas y te dejaré tranquilo.

Este arrogante estaba forzando a un señor mayor como Leandro a


beberse dos botellas de licor. Leandro estaba más que furioso, pero
no se atrevía a decir nada.

—El Sr. Chávez es una persona de avanzada edad, Sr. Aragón. No


hay forma de que pueda beber dos botellas de licor. ¡Por favor tenga
piedad de él! —pidió Wilfredo.

— ¡Vete a la m*erda! ¿Te dije que podías hablar? —le gritó Héctor—.
El deberá beber estas dos botellas. De lo contrario, ni piensen en
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irse.

Los rostros de muchos de los que estaban en el salón palidecieron


de miedo. De repente, una voz resonó en el lugar.

—yJaja, qué insecto tan ignorante.

Todos miraron al origen de la voz. Era Nataniel con su


acostumbrada expresión de calma.

—¿Qué dijiste? —preguntó Héctor furioso con mirada de odio hacia


Nataniel.

Nataniel sonrió.

—He probado bastante bebida destilada de manera ¡legal en mi vida,


pero es la primera vez que pruebo una tan mala. Tal vez deba llamar
a sus padres para ver qué dicen de todos ustedes.

Héctor y sus subordinados jadearon. No porque estuvieran


asustados, sino porque pensaron que Nataniel estaba
fanfarroneando demasiado. Héctor rio con todas sus fuerzas.

—Nuestros padres son directores, comandantes y hasta el alcalde, y


quieres llamarlos. ¡Jaja! Adelante llámalos. ¡Tienes mucho coraje al
alardear así! ¡Jajaja!

Leandro y Wilfredo miraron a Nataniel con una sonrisa incómoda.

«No hay necesidad de ir tan lejos para asustar a Héctor Aragón.


¿Quién crees que eres al querer llamar a un montón de altos
dirigentes?».

Con una sonrisa forzada, Nataniel sacó de inmediato el teléfono e


hizo una llamada.

—César, quiero a todos los accionistas del Restaurante Moreira y a


sus padres frente a mí en diez minutos.

Héctor y sus subordinados empezaron a reír de nuevo. Hasta


Leandro y Wilfredo pensaron que Nataniel había llevado las cosas
demasiado lejos.

«¿Cómo puede hacer que el alcalde y todos los demás dirigentes se


presenten aquí en diez minutos?».

Héctor y sus hombres no podían dejar de reír.


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—iJajaja! Este tipo se gana un premio Óscar. ¿Quién se cree que es?

Penélope también estaba preocupada. «Este lugar está dirigido por


un grupo de funcionarios y Nataniel, ¿quiere convocarlos a todos
aquí? ¡Eso es imposible! ¡Estamos hablando de altos funcionarios e
incluso del alcalde de Ciudad Fortaleza!».

¡Estas personas no eran los matones a los que Nataniel golpeaba


con frecuencia! Penélope tiró de la manga de Nataniel mientras
cargaba a su hija.

—Nataniel, estos tipos son una banda de matones. Deberíamos


comer en otro lugar. ¡Vámonos todos! —dijo en voz baja.

Al escuchar las palabras de Penélope, el rostro de Héctor se


oscureció al instante.

—Si tienen el coraje para montar una escena en nuestro local, ni


siquiera piensen en irse antes de resolver este problema —dijo con
frialdad.

Al instante, sus ojos brillaron mientras miraba a Penélope. «¡Esta


mujer se ve deslumbrante!».

Penélope tenía un vestido largo de estilo bohemio y un par de


tacones de exquisito diseño. Se veía elegante y hermosa. Una
sonrisa insinuante apareció en el rostro de Héctor.

—Sírveme un beso y bebe conmigo, lo tomaré como una disculpa y


los dejaré ir. ¡Jajaja!

Beso y bebida se refería a una mujer que con su boca ponía alcohol
en la boca de un hombre.

El rostro de Penélope se sonrojó de ira.

— ¡Eres despreciable!

Los ojos de Nataniel brillaron de enojo.

—¿Quieres morir?

—¡Tú eres el que quiere morir —respondió Héctor.


Mirando su Rolex, entrecerró los ojos y rio con disimulo.
—Han pasado nueve minutos. ¿Dónde están?

Tan pronto como terminó de hablar, el sonido de pasos apresurados


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se escuchó desde afuera. Al mismo tiempo, se sintió una voz.

—¡Muévanse! ¿Por qué están todos parados en el pasillo? ¿Dónde


está el señor Cruz?

Las personas dentro del salón privado estaban tan horrorizadas que
al instante abrieron paso. Un hombre de mediana edad vestido con
una chaqueta gris entró con un grupo de hombres. Héctor quedó
impactado al ver al hombre vestido de gris. Este hombre de aspecto
elegante no era un tipo cualquiera, era el alcalde de Ciudad
Fortaleza, Rogelio Carmona.

Detrás de Rogelio Carmona estaban varios altos funcionarios, como


el Jefe de la Unidad de Investigación y el de la Oficina de Gestión de
Tráfico. El padre de Héctor, Félix Aragón, también estaba entre ellos.

Héctor solía acompañar a su padre a visitar a Rogelio Carmona, así


que se conocían. Se quedó estupefacto al verlo junto al grupo de
directores.

—¡Sr. Carmona! ¿Qué hace aquí?

Rogelio de inmediato pasó junto a Héctor sin siquiera mirarlo y se


paró frente a Nataniel, y se disculpó con temor.

—Me enteré de todo lo sucedido aquí, Sr. Cruz. Me disculpo por el


inconveniente.

«¡Dios! ¡El alcalde Rogelio Carmona está tratando a Nataniel Cruz


con demasiado respeto!».

Muchos en el salón quedaron perplejos, incluidos Leandro y Herrera.


Hasta Penélope miró a Nataniel con desconcierto. Sin embargo,
Nataniel no se mostró nada comprensivo con Carmona.

—¡Como ya está enterado del asunto, me gustaría ver cómo


pretende enmendarlo y dar a sus ciudadanos la justicia que
merecen!

Rogelio asintió con fervor.


—SÍí, señor. Me encargaré de esto de inmediato.
Héctor y sus hombres estaban del todo anonadados.

—¿Qué diablos está pasando papá? —preguntó con dificultad


mientras miraba a su padre.

Félix Aragón abofeteó a su hijo con fuerza y le gritó:


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—¡C*brón problemático! Dijiste que tú y tus amigos querían abrir un
restaurante y lo permití. Sin embargo, en lugar de administrar bien el

lugar, aquí estás vendiéndole licor destilado de manera ¡legal al Sr.


Cruz.

El más viejo de los Aragón se ponía cada vez más furioso. Levantó
una silla de madera y se la lanzó a su hijo.

—¡Te mataré por esto!

Héctor se arrodillo en el piso cubriéndose la cabeza y gritando por


piedad. Sin embargo, Félix no se detuvo. Continuó golpeando a su
hijo con la silla mientras le gritaba:

—¡Es mejor que yo te mate, a que te maten a palos otros por todos
los problemas que has causado!

Félix sonó en extremo severo y levantó la silla en lo alto, pero la dejó


caer con suavidad. Rogelio frunció el ceño.

—¡Sr. Aragón!
Félix colocó la silla en el piso mientras jadeaba.

—No trate de detenerme Sr. Alcalde. Tengo que matar a este


pequeño vándalo por los problemas que le causó al Sr. Cruz.

Nataniel se limitó a observar el espectáculo que Félix había


montado, pero al escuchar sus últimas palabras, no pudo evitar
reírse en voz alta. Todos en la habitación se viraron hacia donde
estaba Nataniel, sin entender por qué se reía. Nataniel hizo una
mueca con los labios y sonrió levemente mientras miraba con
intensidad a Félix y a los otros.

—¡Así no es como se mata a alguien a palos!


«¿Qué?».
Todos se preguntaron.

Nataniel caminó y levantó la misma silla que estaba al lado de Félix.

— ¡En realidad, no debe necesitar más de un golpe! —dijo con una


sonrisa.

Al decir esto, levantó la silla y la tiró de manera violenta contra la


pierna izquierda de Héctor.

¡Bum!
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La silla se rompió y también lo hizo la pierna de Héctor.
¡Aaaaaah!

Los gemidos de dolor de Héctor resonaron por todo el salón. Eran


mucho más fuertes que cuando su padre lo estuvo golpeando.
Nataniel se frotó las manos mientras miraba a Héctor que gritaba
en el piso.

—Eso fue por propasarte con mi esposa. El asunto del licor, lo dejo
en las manos del Alcalde.

Rogelio Carmona aprovechó al instante la oportunidad para hablar y


dijo:

—Vender licor destilado de manera ¡legal es un delito. Por lo tanto, el


Restaurante Moreira será clausurado por tiempo indefinido.

Tiempo indefinido en esencia significaba que el Restaurante estaba


acabado.

Todos quedaron impactados de que el Alcalde hubiera sido tan


severo. Rogelio sintió que no había hecho suficiente y agregó:

—En segundo lugar, noto que varios de los accionistas del Moreira
son funcionarios públicos, entre los que me incluyo. Tal incidente
tendrá nefastas consecuencias. Por lo tanto, quiero que todos los
hijos de los dirigentes abandonen el negocio y no vuelvan a
inmiscuirse en el manejo de este restaurante. ¡Asimismo, estarán
sujetos a presentar autoevaluaciones de su comportamiento de
manera semanal!

Al terminar Rogelio y sus subordinados, miraron a Nataniel con


expectativa.

—¿Está satisfecho con este proceder, Sr. Cruz?


Nataniel asintió.
—¡Que se haga como usted ha dicho!

Una vez dicho esto, Nataniel se retiró con su familia, Leandro y


Wilfredo.

Una vez fuera del restaurante, Penélope no pudo evitar preguntar:

—¿Cómo lo hiciste Nataniel? ¿Cómo pudiste convocar al Alcalde y al


resto de ellos con solo una llamada telefónica? Ellos incluso te
trataron con tanto respeto y arreglaron el asunto de inmediato.

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Leandro Chávez y Wilfredo Herrera miraron a Nataniel con ¡igual
curiosidad.

Nataniel sonrió.

—Están tomando muy en serio la mala conducta de los hijos de los


funcionarios públicos estos días, ¿no es cierto? Es por eso que los
dirigentes han mantenido una estricta vigilancia sobre ellos, por
miedo a que estos mocosos consentidos pudiesen causar
problemas. El Alcalde creó hace poco un canal dirigido a los
ciudadanos, con el objetivo de que si alguno se encontraba con
problemas similares podía comunicarse de forma directa con el
Alcalde. Él toma muy en serio estos asuntos y les da solución al
instante. Así que decidí llamar a la línea directa gratuita, pero nunca
esperé que el Alcalde viniera en persona y resolviera el asunto.

Penélope creyó en las palabras de Nataniel, pero Leandro y Wilfredo


estaban un poco escépticos.

Mientras tanto, en un salón privado del Club Esencia.

Pedro Gálvez brindaba con un hombre del sudeste. El sujeto medía


más de 170 cm de altura y llevaba un colmillo de lobo colgando del
cuello. Tenía la piel bronceada y los músculos tonificados. A
primera vista, parecía un granjero que trabajaba el campo.

Pero era, de hecho, una persona poderosa. Lobo Temerario


comandaba un grupo mercenario que había estado realizando
actividades en varios pequeños países del sudeste durante todo el
año.

Sus principales funciones eran actuar como sicarios y proteger a los


narcotraficantes que querían cruzar los puestos de control.

El país C era muy estricto en lo que respecta a mercenarios,


dejándoles pocas oportunidades de sobrevivir en un país tan
próspero y estable. Los mercenarios, por lo general, tampoco
querían arriesgarse a realizar sus actividades allí, las sanciones a
enfrentar en caso de ser atrapados eran extremas. Pero esta vez,
Pedro Gálvez le había ofrecido al equipo de Villalobos ochenta
millones para venir y matar a Nataniel Cruz.

Villalobos se sintió muy tentado; por eso había aparecido en Ciudad


Fortaleza y ahora estaba brindando con Pedro Gálvez en el Club
Esencia.

Villalobos visitaba con frecuencia varios países y hablaba con


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fluidez muchos idiomas.

—Sr. Gálvez, sería fácil matar a una persona tan común como
Nataniel Cruz; pero ahora estamos en el país C —dijo con un
marcado acento local—. Es un gran riesgo para nosotros estar aquí,
en especial si tenemos en cuenta lo estricto que es este país a la
hora de cazar mercenarios. Llevaré a mis hombres a matar a
Nataniel esta misma noche si paga la mitad de lo acordado ahora.
Puede pagar el resto cuando el trabajo esté terminado. Eso no es un
problema para usted, ¿verdad?

—Me parece bien —respondió Pedro Gálvez—. Págale, Hades.

Hades era otro empleado muy capaz de Pedro. Su verdadero


nombre era Lucifer Valparaíso y era casi una máquina de matar.
Todos en los sectores más marginales de Ciudad Sombría lo
conocían y se referían a él como Hades.

—SÍí, jefe —respondió Hades.

Varios minutos después, 40 millones fueron transferidos a la cuenta


de Villalobos.

Al comprobar la transferencia, Villalobos dijo complacido:

— Muy bien. Siempre es un placer hacer negocios con personas tan


decididas como usted Sr. Gálvez.

Pedro levantó su copa y le dijo a Villalobos:


—Le deseo éxito en quitarnos de encima a Nataniel Cruz. ¡Salud!

— ¡Salud! — respondió el gesto Villalobos.

En la noche, Nataniel y Penélope llevaron a su hija al Parque de


Diversiones Fantasía. Ellos querían que la niña pudiese montar la
rueda de la fortuna y el carrusel, pero unos fuertes vientos
comenzaron a soplar tras su llegada al parque, aunque cuando
salieron de casa el cielo estaba despejado.

Ahora el cielo se había cubierto de nubes de lluvia, y los destellos de


los relámpagos y el ruido de los truenos confirmaban que se
acercaba una tormenta.

—Va a llover. El parque cerrará pronto, así que deberíamos regresar


—les dijo Nataniel a Penélope y a Reyna.

Reyna estaba un poco triste, pero sabía que no podía disfrutar del
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parque con ese clima aunque quisiera.

—Está bien —dijo de mala gana.

Nataniel cargó a la niña y se dispuso a caminar hacia la salida del


parque con Penélope. De repente, sintió un escalofrío en su espalda.
Esta era una intuición que había desarrollado después de estar en
los campos de batalla por tanto tiempo.

Nataniel sentiría esto solo si alguien le estuviera apuntando con un


arma por detrás.

Sin titubear, atrajo a Penélope mientras sujetaba a su hija y se


escondieron detrás de una gran estatua de Blancanieves. El sicario
le había estado apuntando con un rifle de francotirador a Nataniel a
quinientos metros de distancia. Cuando estaba a punto de apretar el

gatillo, no pudo evitar manifestar su indignación al ver moverse a


Nataniel.

El francotirador, Rodolfo Cuevas, vio como Nataniel desaparecía de


repente de su campo de visión.

—¿Qué está pasando? —murmuró.

Silvestre Zambrano, el asistente que estaba tendido junto a Rodolfo


y observaba el objetivo con un par de binoculares, quedó
desconcertado de igual forma.

—Tal vez estén tratando de esconderse porque está a punto de


llover —dijo mientras miraba a través de los binoculares.

—¡M*erda! —dijo Rodolfo irritado—. Ya había apuntado y habría


disparado si hubiera tenido un segundo más.

Silvestre Zambrano dijo con calma:

—Había un viento bastante fuerte; nivel cinco desde el sudeste.


Habría sido difícil controlar la trayectoria de la bala. Incluso si
hubieras disparado, no creo que habrías podido matar al objetivo
con un solo disparo. Ahora se esconden detrás de la estatua de
Blancanieves, que como mucho puede protegerlos del viento, pero
no de la lluvia. Supongo que pronto saldrán de detrás de la estatua.
Espera con paciencia y acaba con él de un solo tiro.

Rodolfo movió su rifle mientras se acomodaba en una mejor


posición tendido en el suelo y apuntó a los alrededores de la
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estatua. Tarareó una canción popular entre los cazadores mientras
mantenía los ojos entrecerrados, listo para disparar a su presa en el
momento en que apareciera dentro de su rango de tiro.

Después de haber sido arrastrada de improviso detrás de la estatua


de Blancanieves, Penélope preguntó confundida:

—¿Qué está pasando?

—Creo que hay alguien merodeando y espiándonos —respondió


Nataniel con calma.

Una expresión de preocupación apareció en el rostro de Penélope al


recordar el incidente del secuestro de su tío hacía dos días.

—¿Podría haber alguien tramando algo contra nosotros?


—No te preocupes —dijo Nataniel—. Me haré cargo.
Sacó su teléfono y llamó a César Díaz.

—Estoy en el Parque de Diversiones Fantasía. Hay un pequeño


problema.

César se sorprendió al escuchar esto.


—Enviaré un equipo de inmediato.
— Mantén un perfil bajo. No queremos causar revuelo.

—Entendido —dijo César—. Número Tres y Paulo de Élite 8 vigilan a


su hija desde las sombras hoy. De hecho, también están dentro del
parque. Les enviaré una orden para que se muevan de inmediato.
Estaré allí con un equipo de apoyo en breve.

— ¡Está bien!
En el punto más alto del parque.

Los dos francotiradores, Rodolfo y Silvestre, fruncieron el ceño


mientras miraban la gran estatua de Blancanieves a través de sus
respectivos visores.

—¿Qué están haciendo escondidos detrás de la estatua? ¿Crees que


nos han visto? —preguntó Rodolfo irritado.

Silvestre lo negó de inmediato.


—Eso es imposible. ¿Cómo pudo saber que estamos aquí?

Rodolfo pensó que Silvestre tenía razón, pero comenzaba a sentirse


inquieto al ver que Nataniel no había salido después de tanto
tiempo.
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—¿Qué tal si cambiamos nuestras posiciones?

Justo cuando Silvestre estaba a punto de responder, una voz fría se


escuchó detrás de ellos.

—¡No hay necesidad!


«¡Hay alguien detrás de nosotros!».

Rodolfo y Silvestre estaban desconcertados por completo. Eran


mercenarios entrenados con rigor, por lo que habían desarrollado
sentidos en extremo sensibles y estaban siempre muy alertas de su
entorno. Sin embargo, alguien había aparecido detrás de ellos sin
ser visto.

Los dos francotiradores estaban más que aterrorizados. Sin


titubear, Silvestre sacó la pistola que llevaba en su cintura y se viró
hacia atrás. Rodolfo también apuntó su rifle de francotirador hacia
atrás con un gruñido. Pero en el momento en que se dieron vuelta,
una daga les cortó el cuello con un movimiento rápido.

La sangre comenzó a brotar de sus gargantas mientras caían al


suelo como dos pollos muertos. La vida en sus ojos comenzó a
desvanecerse mientras yacían en el suelo. Murieron con los ojos
fijos en el sujeto que estaba frente a ellos. El sujeto en cuestión no
era otro que Paulo de la Élite 8 de Nataniel.

Paulo tomó el rifle de francotirador y se hizo cargo de la situación.


De inmediato, otra persona apareció junto a Paulo. Era Número Tres,
otro miembro de Elite 8.

Número Tres miró a los dos cadáveres y le dijo a Paulo:

—Acabo de revisar los alrededores. No hay otros personajes


sospechosos en el parque.

—Entonces, le enviaremos un mensaje de texto al General y le


diremos que el peligro ha sido eliminado por el momento.

Justo cuando Paulo terminó de hablar, sonó el teléfono de uno de


los cadáveres. Número Tres registró el cadáver y encontró el
teléfono. Miró la llamada entrante y miró hacia Paulo en lugar de
contestarla. Paulo frunció el ceño.

— ¡Parece que los asesinos tienen cómplices! ¡Tenemos que


informar de esto al General de inmediato!

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Nataniel recibió al instante el mensaje de texto de Número Tres: «El
peligro ha sido eliminado por ahora, pero los enemigos tienen
refuerzos. Por favor, no salga del parque de diversiones por el
momento. Estamos listos para ofrecer asistencia y protección en
cualquier momento».

La lluvia comenzó a caer cuando Nataniel leyó el mensaje en su


teléfono. Sonrió a Penélope y su hija.

—Todo está bien ahora. Vayamos al restaurante y quedémonos allí


hasta que deje de llover.

Siete u ocho camionetas viejas se detuvieron junto a la carretera a


las afueras del Parque de Diversiones Fantasía. Villalobos y sus 28
mercenarios iban armados y estaban escondidos dentro de las
camionetas. Villalobos había preparado dos planes para matar a
Nataniel.

El primer plan era enviar un pequeño equipo de francotiradores al


parque de diversiones para asesinar a Nataniel. Esta era la
estrategia más rápida y menos costosa. La segunda opción era que
Villalobos y todo su equipo se abriera paso a tiros en el parque de
diversiones y acabaran con Nataniel. Una vez terminada la acción,
Pedro Gálvez los ayudaría a escapar.

Al no recibir comunicación alguna de parte de los dos


francotiradores, la paciencia de Villalobos se estaba acabando. Los
llamó por teléfono, pero no hubo respuesta.

—¿Qué están haciendo estos dos imb*ciles? —gritó Villalobos—.


Olvídenlo. Vamos a empezar con el plan B ahora mismo. No es
seguro para nosotros permanecer más tiempo aquí. Tenemos que
acabar con esto enseguida.

Mientras Villalobos ordenaba a sus hombres revisar las armas y las


municiones, unos camiones portacontenedores poco llamativos
entraban al parque de diversiones.

Dentro de los contenedores se encontraban soldados élite de las


Fuerzas Especiales Furia de Dragón, armados y sentados en filas.

El sonido de los truenos desató un fuerte aguacero.

Una vez dentro del Parque de Atracciones Fantasía, los cinco


camiones portacontenedores se desplegaron de manera ordenada.
Dentro de cada transporte había pelotones de soldados de las
Fuerzas Especiales Furia de Dragón casi sin expresión en sus
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rostros. Con cinco pelotones de soldados por contenedor, su
número total alcanzaba los doscientos soldados. Era un equipo a
gran escala.

Seguía lloviendo a cántaros.

Los cinco camiones se detuvieron en silencio en la plaza central del


parque. En vez de comenzar el despliegue, los soldados esperaron
la orden de su jefe. Sin embargo, los soldados especializados en
tecnología y comunicaciones de cada pelotón ya estaban en
movimiento. Cada camión tenía cámaras de imágenes térmicas, así
como otros equipos electrónicos utilizados en combate.

En ese momento, todas las comunicaciones dentro del parque


estaban siendo monitoreadas. Además, las actividades de cada
individuo en un radio de dos kilómetros eran rastreadas por las
cámaras de imágenes térmicas. En otras palabras, las Fuerzas
Especiales Furia de Dragón tenían acceso a todos los medios de
comunicaciones en el lugar y estaban atentos a cada movimiento
realizado en un radio de dos kilómetros.

Muchos visitantes no pudieron abandonar el parque antes de que


comenzara a llover tan fuerte y ahora estaban varados dentro del
restaurante. Nataniel, Penélope y Reyna estaban comiendo unas
hamburguesas y unas alitas de pollo. Nataniel miró por la ventana y
pudo ver a través de la lluvia siete u ocho camionetas que entraban
al parque. Los vehículos se detuvieron en el medio de la plaza del
parque y un sujeto corpulento y con apariencia extranjera se bajó.
¡Era Villalobos, el jefe del grupo mercenario Los Lobos!

Villalobos era también conocido como Lobo Temerario. Los


veintiocho miembros del grupo mercenario descendieron de los
vehículos y se colocaron a ambos lados de Villalobos bajo la lluvia.

La mayoría de los soldados solo tenían pistolas o dagas, mientras


que algunos portaban ametralladoras. La fuerza mercenaria Los

Lobos solía estar muy bien equipada con armas y municiones


cuando realizaban sus misiones. A veces, incluso tenían vehículos
blindados y helicópteros. Sin embargo, el país C, donde se
encontraban ahora, era el equivalente al infierno para los
mercenarios.

No era fácil reunir armamento en el país C en tan corto período de


tiempo. Además, para Villalobos, Nataniel Cruz era nada más que
una persona común. Como tal, no vio la necesidad de derrochar en
equipo militar para su misión.
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Confiaba en que con las pistolas y las dagas que tenían los
soldados sería más que suficiente para el éxito de su misión.

Villalobos se quitó la lluvia de la cara con el dorso de la mano y dijo


con un tono despiadado:

—El auto de Nataniel Cruz aún no ha salido del parque de


diversiones, así que aún debe estar dentro. Formen equipo en
parejas y despliéguense para buscarlo. ¡Tenemos que encontrar a
este tipo en quince minutos y deshacernos de él!

—¡Sí, señor!

Los veintiocho mercenarios respondieron al unísono y se


dispusieron a partir en diferentes direcciones.

Sin embargo, en ese momento, un gran número de soldados


comenzaron a salir de los cinco camiones portacontenedores que
habían estado estacionados de forma discreta en los alrededores
de la plaza. Había al menos cientos de ellos.

El ayudante de Villalobos, Antonio, exclamó:

—¡M*erda, nos están tendiendo una emboscada! ¡Hay un gran


número de soldados del país C aquí!

Antonio levantó su ametralladora de inmediato para iniciar un


ataque contra los numerosos soldados de las Fuerzas Especiales
Furia de Dragón, que ya los estaban acorralando. Sin embargo, en
ese instante, un disparo de un rifle de francotirador se realizó desde
el punto más elevado del parque, que estaba a unos cientos de
metros de distancia.

¡Bang!
La bala impactó a Antonio en el pecho y cayó muerto al instante.

El impacto del disparo del rifle de francotirador no solo le quitó la


vida al instante a Antonio, sino que también provocó que su cuerpo
fuera lanzado a unos siete u ocho metros de distancia.

— ¡Hay francotiradores! —gritaron llenos de pánico los soldados de


la fuerza mercenaria Los Lobos.

A esas alturas, César Díaz y los doscientos soldados de las Fuerzas


Especiales Furia de Dragón a los que comandaba, ya habían
rodeado a Villalobos y a sus hombres.
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—Dejen caer sus armas y ríndanse de inmediato, de lo contrario,
todos ustedes serán ejecutados —dijo César con frialdad.

Después de que César terminó de hablar, el traductor de las Fuerzas


Especiales repitió en voz alta las palabras del capitán a Villalobos y
a los mercenarios en varios idiomas. Al sentirse rodeados por las
Fuerzas Especiales del país C, Los Lobos estaban muy tensos.

—Capitán, ¿cuál es nuestro plan? ¿Nos abrimos paso? —le preguntó


a Villalobos uno de ellos con voz temblorosa.

¡Bum!

Un relámpago iluminó el cielo seguido por un fuerte trueno que


retumbó sobre sus cabezas. Mientras el rayo ¡iluminaba el área,
Villalobos pudo ver con claridad a los doscientos soldados del lado
enemigo. Eran soldados armados de las Fuerzas Especiales que
portaban ametralladoras. También notó una insignia cosida en las
mangas de uno de los soldados.

La mitad superior de la insignia tenía la palabra NORTE en rojo,


mientras que la segunda mitad era una imagen de un dragón feroz.
Solo entonces, Villalobos se dio cuenta, para su horror, de que estos
soldados no eran soldados comunes. Por el contrario, eran las
Fuerzas Especiales Furia de Dragón del Ejército del Norte.

Inicialmente, el jefe de la fuerza mercenaria había planeado luchar


de manera feroz e intentar romper el estado de sitio al que estaban

sometidos. Sin embargo, después de darse cuenta de quién era su


enemigo, su rostro palideció. El Ejército del Norte era famoso a nivel
mundial. Y las Fuerzas Especiales Furia de Dragón eran la joya del
Ejército del Norte.

Lobo Temerario maldijo a Pedro Gálvez en voz baja.

«¿Por qué me dijo que Nataniel Cruz era un don nadie? ¿Cómo
alguien que puede movilizar a las Fuerzas Especiales Furia de
Dragón, puede ser un don nadie? ¡M*erda! ¡Es un m*ldito idiota!».

Lobo Temerario sabía muy bien que, dados los antecedentes


penales de Los Lobos y su notoria reputación a nivel mundial, no
terminarían nada bien si eran capturados por las tropas militares del
país C.

—¡Avancemos y luchemos para salir del cerco! —gruñó Villalobos.


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Levantó su ametralladora como si se dispusiera a realizar el primer
tiro.

Una vez que Paulo, que estaba posicionado en el punto más elevado
del parque, vio que Villalobos había hecho ese movimiento para
rebelarse contra las tropas del país C, apretó el gatillo una vez más.

¡Bang!

Villalobos cayó muerto de inmediato.


—¡Fuego! —ordenó entonces César.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Una serie de disparos surcaron el aire.

Los doscientos soldados de las Fuerzas Especiales Furia de Dragón


dispararon al mismo tiempo. Con todos ellos disparando un tiro
cada uno, el efecto fue como un disparo prolongado. Si no se
escuchaba con atención, se podría haber confundido con facilidad
con el sonido de un trueno. Los disparos individuales de cada uno
de los doscientos soldados Furia de Dragón fueron más que
suficientes para abatir a todos los hombres de Villalobos.

Los hombres cayeron muertos casi al unísono cuando sonaron los


disparos. Todos tenían más de una herida de bala en el cuerpo. Los
miembros de la fuerza mercenaria Los Lobos ni siquiera tuvieron la
oportunidad de apretar el gatillo antes de que todos murieran
baleados.

César miró de reojo los cuerpos de sus enemigos y habló sin


ninguna emoción en su voz:

— Tenemos tolerancia cero con aquellos que se atreven a ofender a


nuestro país. No dejen rastro de lo sucedido y repliéguense con
prontitud. Asegúrense de no alarmar al General ni al resto de los
visitantes.

—¡Sí, Capitán! —respondieron al unísono los soldados de las Fuerzas


Especiales Furia de Dragón.

Los cuerpos de Villalobos y sus hombres fueron arrastrados con


rapidez. También limpiaron los rastros de sangre que había en el
piso. César y sus subordinados abandonaron el lugar en los
camiones portacontenedores sin demora, como si la noche lluviosa
bañada de sangre hubiera sido solo una ilusión.

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Nataniel, que había terminado de cenar en el restaurante de comida
rápida con su mujer y su hija, recibió un mensaje de César:
«Despejado. Todo de vuelta a la normalidad».

La lluvia empezó a ceder.

Nataniel sonrió a Penélope y a Reyna y les dijo:

—La lluvia no es están fuerte ahora, vayámonos a casa.


— ¡Viva! Podemos irnos a casa —aclamó la niña.

Nataniel llevó a su familia a casa. Cuando llegaron a Jardines el Río,


las dejó en la puerta y le dijo a su esposa que tenía que encargarse
de algo y que demoraría un poco.

Penélope no le dio mucha importancia y entró con su hija a la casa,


justo antes de entrar, le recordó a su esposo que no regresara tan
tarde.

—¡Sí, regresaré pronto! —le respondió Nataniel en tono cariñoso.

Una vez que Penélope y su hija entraron a la casa, Nataniel caminó


fuera de la residencia. Había tres vehículos, un Mercedes-
Benz</ ¡> negro y dos Jeeps esperándolo en la puerta
principal de Jardines del Río.

Tomás estaba sentado en el Mercedes-Benz negro, mientras


que en los Jeeps estaban César y la Elite 8.

—¡General!

Tomás, César y la Élite 8 bajaron de inmediato de sus respectivos


vehículos cuando vieron a Nataniel y lo saludaron de manera
respetuosa.

—¿Sabemos quién contrató a los mercenarios? —preguntó Nataniel.

—Ya nos hemos enterado de que fue Pedro Gálvez, el Tirano del Sur,
quien los contrató —respondió César.

—i¡Lo quiero delante de mí! —gritó Nataniel.

—¡Sí, señor! ¡Me ocuparé de ello de inmediato! —respondió César


con un saludo.

Dentro de uno de los salones privados del Club Esencia, Pedro


Gálvez se estaba besando con una joven. La música llenaba la
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habitación, mientras una torre de copas de champán reflejaba las
brillantes luces que giraban encima de ellos.

Gálvez recostó a la joven en el sofá y despidió con un gesto a sus


subordinados que se encontraban en la habitación.

—No me molesten ni permitan que nadie entre aquí, a menos que


sea Villalobos que venga con buenas noticias para decirme que ha
matado a Nataniel Cruz —instruyó a sus hombres Gálvez.

—¡SÍí, jefe!

Marcelo y los otros pocos hombres que estaban en el salón se


retiraron con rapidez.

Con una sugerente sonrisa en su rostro, Gálvez le dijo a la joven


actriz:

—¡Cariño, aquí voy!

Como un lobo hambriento, Gálvez se abalanzó sobre la bella


muchacha y comenzó a besarla por todas partes. La habitación
pronto se llenó de los gemidos de la actriz.

Sin embargo, apenas unos minutos después de que Marcelo y los


otros se retiraran, regresaron al salón; se comportaban como si
estuvieran bajo algún hechizo.

Cuando Gálvez se dio la vuelta y vio a sus hombres dentro de la


habitación, en su rostro se reflejó una evidente expresión de
disgusto.

—¿No dije que nadie podía entrar? —gritó enojado.

Justo al terminar de decir estas palabras, Gálvez notó que sus


subordinados no estaban solos. Había otro hombre con ellos y
estaba apuntándole a Marcelo a la cabeza. Ese hombre era Tomás
Dávila.

Tomás estaba acompañado por un grupo de sus subordinados,


todos armados con pistolas. En total, había más de diez pistolas
apuntando a Pedro Gálvez y a sus hombres.

La expresión de Gálvez cambió de forma drástica cuando se dio


cuenta de que Marcelo y el resto estaban siendo obligados a
retroceder a punta de pistola por el grupo de Tomás Dávila.

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La mirada de Tomás se centró en Gálvez y vio que este había
inmovilizado a la joven. Tomás hizo una mueca con los labios y dijo
con total tranquilidad:

—Pedro Gálvez, mi jefe quiere verlo.

Después de que Tomás hablara, echó un vistazo a la mujer que


estaba inmovilizada debajo de Pedro Gálvez y arqueó las cejas.

—Debido a que no hay prisa, puede terminar lo que estaba haciendo


antes de irse con nosotros. Nuestro jefe es muy comprensivo. Estoy

seguro de que no le importará esperar unos minutos más —agregó


Tomás.

Gálvez se levantó de encima de la mujer y miró a Tomás con las


mejillas enrojecidas. A pesar de que por dentro se sentía bastante
asustado, mostró una expresión firme y dijo:

—Tomás Dávila, ¡cómo te atreves! ¿Tú sabes quién es mi patrón?


Soy el protegido de la familia Zulueta, uno de los Cuatro del Sur.
Estoy seguro de que ya conoce el poder de la familia Zulueta en el
Sur. Voy a dejar esta habitación con mis hombres ahora mismo.
Intenta detenerme si te atreves. El Sr. Zulueta aniquilará a toda tu
familia si te atreves a ponerme un dedo encima.

Después de que Gálvez terminó de hablar, le guiñó un ojo a Marcelo


y al resto de sus hombres, indicándoles que salieran de la
habitación con él.

«Con la familia Zulueta protegiéndonos, Tomás Dávila no se


atreverá a lastimarnos en realidad». Con ese pensamiento en la
mente, Marcelo y sus subordinados siguieron a Gálvez.

Con la intención de hacer una salida enérgica, los hombres


extendieron los brazos para apartar a Tomás y a sus hombres. Sin
embargo, antes de que Marcelo y el resto pudieran tocar a sus
adversarios, el grupo de Tomás ya había apretado el gatillo sin
dudarlo.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Marcelo y los otros subordinados fueron acribillados a tiros. En un


instante, la sangre se esparció por toda la habitación. Gálvez en ese
mismo momento palideció.

La joven, que había presenciado la sangrienta escena, gritó de


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horror.

Tomás la miró y se llevó el dedo a los labios en señal de que


mantuviera silencio.

—No viste nada aquí hoy —le dijo.

—S... S... SÍ, por supuesto, no vi nada, no estuve aquí hoy en


absoluto...

La mujer, aterrorizada, se tapó la boca con las manos después de


decir eso.

Tomás Dávila centró su atención en Gálvez y dijo con indiferencia:


—Entonces, ¿podemos irnos ahora?

Gotas de sudor frío caían por la frente de Gálvez mientras miraba a


Tomás con pavor. Era incomprensible para él que estas personas
no parecieran temerle a la familia Zulueta.

Hacía dos noches, Gálvez había ordenado a sus hombres que


secuestraran a Samuel Sosa y lo dejaran en un edificio abandonado
situado en los Suburbios del Este. Sin embargo, lo que no se
esperaba era que Tomás Dávila dos días después lo apresara y lo
llevara al mismo edificio abandonado.

¡Qué ironía en verdad!

Nataniel, César y la Élite 8 habían estado esperando por la llegada


de Gálvez desde hacía un rato. Tomás empujó a Gálvez hasta
delante de Nataniel y dijo de manera respetuosa:

—Jefe, aquí tiene a Pedro Gálvez.


—Así que, ¿fuiste tú quién contrató mercenarios para asesinarme?
Nataniel miró a Tomás.

El pecho de Pedro Gálvez se llenó de miedo. Nataniel Cruz estaba


ileso, así que Villalobos y sus hombres debían haber fracasado en
su misión y probablemente estuvieran ya muertos. Pedro no lograba
entender la derrota de Villalobos. En lugar de matar a Nataniel, este
había eliminado a los mercenarios. No solo eso, sino que además él
había acabado en manos de Nataniel Cruz.

Pedro sabía que Nataniel Cruz debía haber recolectado evidencias


suficientes antes de venir a él. Así que no veía otra salida que no
fuera la muerte. En un último intento por sobrevivir, cayó de rodillas
y suplicó con voz temblorosa:
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— ¡Señor Cruz, lo siento! ¡Por favor, perdóneme! Fue el Señor Zulueta
¡¡

quien me ordenó que lo matara a usted. Yo solo soy un peón en su


juego; ignoro cuál es su plan. Considerando que usted está sano y
salvo, y que yo no he cometido ningún pecado irreversible, ¿podría
dejarme ir esta vez? ¡Le prometo que no me volverá a ver y que no
regresaré jamás a Ciudad Fortaleza!

—Claro, puedes irte —le respondió Nataniel imperturbable.

Los ojos de Pedro Gálvez se abrieron incrédulos. «¿Acaso acaba


este hombre de decir que me puedo ir?». Aunque sonaba
demasiado bueno para ser verdad, no tenía sentido que se quedara
allí, puesto que Nataniel le había dado permiso para irse. Pedro se
levantó y echó a correr.

Escapó del edificio abandonado y llegó a la autopista. Justo


entonces, vio que se acercaba un taxi. Le hizo una señal, el taxi se
detuvo, Pedro abrió la puerta del asiento trasero y se sentó.

—Por favor, al Aeropuerto Internacional de Ciudad Fortaleza, gracias


—le dijo al conductor.

Dejó al fin escapar un suspiro de alivio y se recostó al asiento del


auto. Miró por la ventanilla y comenzó a mascullar:

—Imbéciles. Nataniel Cruz y Tomás Dávila, ¡cab**nes! ¡Ya verán! En


cuanto salga de Ciudad Fortaleza, le contaré todo al Señor Zulueta y
les haré pagar. ¡Mataré a todos los miembros de sus familias y se
arrepentirán de haberme tratado así!

Pedro Gálvez se dio cuenta entonces de que algo no iba bien. El taxi
no se había movido. Curioso por saber qué ocurría, miró inquieto al
conductor y le preguntó:

—Oiga, ¿por qué no ha...?

Antes de que pudiera terminar su pregunta, el conductor lo


amenazaba a punta de pistola. El conductor del taxi resultó ser
Javier, el brazo derecho de Tomás Dávila. Javier presionó el revólver
contra la frente de Pedro Gálvez y le dijo con sorna:

—Te oí decir que te vengarás del Señor Cruz y de Tomás después de


que escapes, ¿no es así?

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Pedro se había quedado mudo y solo podía mirar a Javier. Al mismo
tiempo, Nataniel Cruz, Tomás Dávila y César Díaz habían salido
también del edificio abandonado.

El auto de Nataniel Cruz se detuvo junto al taxi. Bajó la ventanilla y


miró a Pedro Gálvez, a quien la desesperación le inundaba el rostro.
Nataniel le dijo en tono llano:

—Como querías, te di una oportunidad, pero no la aprovechaste.


Recuerda ser mejor persona en tu próxima vida.

Fue todo lo que le dijo y volvió a subir la ventanilla.


—Vamos —le ordenó a César, que ¡ba al volante.

La hilera de autos de Nataniel aceleró a medida que se alejaba.


Segundos después, se escuchó el estruendo de un disparo en el
taxi. A la luz de la luna, Nataniel podía ver, por el retrovisor, cómo
Javier sacaba a rastras el cuerpo de Pedro Gálvez y lo metía en el
maletero. Mientras conducía, César le preguntó con respeto:

—Señor, parece que esto fue obra de la familia Zulueta.


¿Deberíamos enviarles alguna advertencia?

—Vamos a seguir observando —le respondió Nataniel


despreocupado—. Si con esto la familia Zulueta no aprende la
lección y se les ocurre volver a intentar algo, no me importaría
exterminar a la familia completa.

Mientras tanto, Jorge Zulueta yacía en su cama de la sala VIP en el


hospital Alameda, sin expresión en su rostro. Sus padres, Federico
Zulueta y Georgina Quintana, estaban junto a él y lo miraban con
pesar.

—¿No se supone que el tal Pedro Gálvez sea el tirano del Sur? —
Federico Zulueta ardía de ira mientras le hablaba a su hijo—. No se
merece esa reputación. Tu abuelo le ordenó que eliminara a
Nataniel Cruz y a Tomás Dávila, pero no solo falló en su misión,
¡sino que se las arregló para terminar muerto! Pero no te preocupes,
Jorge, ¿bien? Nuestra familia tiene hombres en todo el Sur. Tu
abuelo dijo que encontraría a alguien más confiable para vengarte.

Jorge Zulueta, en su bata blanca de paciente, abrió al fin la boca


para hablar. Su voz no retumbó como antes, sino que tenía un tono
más agudo y afeminado.

—Papá —habló sin emoción-—, dile al abuelo que yo mismo buscaré


mi venganza.
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Las palabras de su hijo aturdieron por un momento a Federico.
Georgina trató de persuadir a su hijo:

—Jorge, amor, ¿por qué rebajarnos a pelear contra esos locos?

— ¡Exacto! —añadió Federico—. Deja que tu abuelo se ocupe. De


todas formas, nuestro objetivo es ver muertos a Nataniel Cruz y a
Tomás Dávila.

—¿De qué sirve la venganza —dijo Jorge con voz ronca y una mirada
amenazadora— si no puedo sentir la satisfacción de vengarme? Voy
a torturar a Nataniel Cruz con mis propias manos. Va a desear estar
muerto y me suplicará clemencia. Y no solo eso. ¡Me aseguraré de
que a su esposa la violen muchas, muchas veces!

Federico Zulueta y su esposa trataron de calmar a su hijo.

—De acuerdo, está bien. Haremos lo que te parezca, lo que tú


decidas. Le diré al abuelo que no haga nada contra el hijo de p**a de
Nataniel Cruz, que lo deje vivir un poco más. Podrás encargarte de
él personalmente cuando salgas del hospital, dentro de dos meses.

Los dos meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos. A la familia


Sosa, sobre todo a Alfredo Sosa, le preocupaba que la familia
Zulueta les creara problemas. Incluso, Alfredo le había cedido Diva
Ltd. a Bartolomé Sosa, aunque inicialmente había planeado
obsequiársela a la familia Zulueta. La razón había sido dejar que
Bartolomé sufriera el primer golpe, en caso de que la familia Zulueta
buscara venganza.

Sin embargo, ya habían pasado más de dos meses desde que


Bartolomé se había hecho cargo de la empresa. Más allá de enviar a
Pedro Gálvez a montar una escena, la familia Zulueta no había
hecho nada más.

Esa tarde, Alfredo Sosa había citado a su hijo mayor, Samuel y su


tercer hijo, Pablo, para una reunión en su estudio. El objetivo era
debatir un plan para volver a hacerse con el control de Diva Ltd. Los
hermanos habían estado de acuerdo al escuchar a su padre
proponer que recuperaran la empresa.

—Papá, al parecer la familia Zulueta ha dejado correr el asunto.


Parece que no tienen intención de ajustarnos cuentas. Siendo así,
no hay razón para que Bartolomé siga dirigiendo Diva —dijo Samuel
con desdén.

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Pablo Sosa estuvo de acuerdo.

—Exacto —dijo—. Bartolomé y su familia ya no tienen ningún valor


para nosotros. Es hora de recuperar la empresa.

El padre entrecerró los ojos y respondió:

—Pues de acuerdo entonces. Como presidente del Grupo, removeré


a Bartolomé de su cargo y, en su lugar, volveré a nombrar a Míriam
para que dirija Diva.

Al día siguiente, Bartolomé Sosa llegó a la oficina como de


costumbre, listo para trabajar. Sin embargo, cuando llegó a su
despacho, fue abordado por Miriam, quien iba acompañada de otros
altos directivos de la empresa. La mujer llevaba en la mano su carta
oficial de despido. Cuando se la entregó a Bartolomé, le dijo con una
risa fría:

—Tío, has sido liberado de tu cargo. El presidente me ha nombrado


como directora general de Diva Ltd., con efecto inmediato. Debes
recoger tus cosas y abandonar la oficina a la mayor brevedad.

Bartolomé miró la carta y no podía creerlo. Luego de un momento,


volvió en sí y dijo alterado:

—¡No puede ser! Hace poco, papá me felicitó por mi buen trabajo.
¿Cómo es posible que ahora, de pronto, me despida?

Acto seguido, sacó su teléfono y llamó a su padre, Alfredo Sosa.


Alfredo respondió después de unos pocos timbrazos y habló
relajado:

—Bartolomé, escucha. Míriam estuvo durante mucho tiempo a cargo


de Diva y conoce mejor la industria de la moda. Después de
pensarlo detenidamente, decidí que ella sigue siendo la mejor
persona para dirigir la empresa.

Bartolomé todavía se negaba a aceptarlo.

—Pero, papá, yo... —dijo con voz temblorosa.

Alfredo Sosa lo interrumpió con un tono de disgusto evidente:


—Bartolomé, no seas egoísta. Debemos tener una visión más global.
El rostro de Bartolomé se oscureció.

—Está bien, papá —le respondió en voz baja—. Entiendo. Haré lo que
me dices y le entregaré la empresa a Míriam.
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— ¡Perfecto! —exclamó Alfredo, complacido con la respuesta de su
hijo.

Después de colgar, Bartolomé comenzó a recoger sus pertenencias


en una caja de cartón, que cargó en sus brazos mientras salía de la
oficina. Mientras caminaba, muchos empleados lo señalaban con el
dedo. Fue una despedida miserable.

Leila estaba viendo la televisión con Reyna cuando Bartolomé llegó


a casa. Al ver su rostro abatido, se levantó y caminó hacia él.
Confundida y preocupada, le preguntó:

—Bartolomé, ¿no se supone que estés en el trabajo? ¿Por qué


regresaste tan temprano?

Bartolomé dejó escapar una risa amarga y le contó a su esposa lo


que había sucedido esa mañana, sin omitir ningún detalle. Cuando
terminó, Leila temblaba de furia.

—¿Ves? ¡Te dije que no nos iban a tratar bien! Seguro estaban
preocupados porque la familia Zulueta tratara de apoderarse de la
empresa por la fuerza y no querían enfrentarlos directamente. Su
plan era que tú dirigieras la compañía para que fueras tú quien
sufriera el golpe. Ahora que Nataniel se ocupó del rufián ese que

mandó la familia Zulueta, están quemando las naves, porque ya no


les sirves para nada. ¡Esto es demasiado!

Nataniel y Penélope llegaron al mediodía para el almuerzo.


Penélope se dio cuenta de que su papá no estaba bien e indagó al
respecto. Leila les contó todo a su hija y a Nataniel. La ira se
apoderó de Nataniel cuando se enteró de la injusticia que había
sufrido su suegro. Después de haberlo usado, se habían deshecho
del pobre hombre sin piedad, como basura.

—Papá, trata de que no te afecte tanto. —Penélope trató de consolar


a su padre—. Si la decisión del abuelo de dejarte dirigir la empresa
no era sincera, estamos mejor así.

Nataniel estuvo de acuerdo y agregó:

—Exacto. Bartolomé, mañana cumples cincuenta. Penélope y yo ya


reservamos el Salón Acacia del popularidadel Indigo. Reservamos
cerca de cincuenta mesas para tu fiesta de cumpleaños.

—Suena bien —respondió Bartolomé, más consolado—. Son los dos


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muy considerados.

Bartolomé Sosa no solía celebrar sus cumpleaños, pero cumplir


cincuenta se consideraba un hito y, en sí, uno bastante especial.
Primeramente, había planeado también celebrar una cena e invitar a
algunos amigos cercanos y familiares. Quería una celebración por
todo lo alto, para que todos supieran que al segundo hijo de la
familia Sosa le iba muy bien.

Luego de enterarse de que su hija y su yerno ya se habían ocupado


de organizar su cumpleaños, Bartolomé pasó el resto del día
llamando a amigos y familiares para invitarlos a su celebración en el
Salón Acacia del popularidadel Índigo, al mediodía del día siguiente.
Sin embargo, cuando llamó a su hermano mayor, Samuel, lo que
escuchó lo desconcertó. Con una risa irónica, Samuel le dijo:

—¡Qué casualidad! Yo también voy a celebrar mis cincuenta y cinco


años mañana en el Salón Flor de Loto del popularidadel Indigo.

—Samuel —le respondió Bartolomé confundido—, ¿tu cumpleaños


no es dentro de tres días?

—Bueno, mañana es fin de semana —respondió el hermano en tono


ligero—, así que decidí adelantar la celebración. Para mis invitados,
sería más difícil asistir si fuera entre semana, porque estarían
trabajando.

Bartolomé no podía articular ninguna palabra y no sabía cómo


reaccionar.

—Si los dos celebramos nuestros cumpleaños a la misma vez,


¿cómo van a hacer nuestros amigos y familiares para estar en
ambos lugares simultáneamente? —preguntó.

Samuel sonrió y le dijo:

—Aunque escogimos el mismo hotel, no debe haber conflicto


alguno. Tú vas a estar en el Salón Acacia y yo, en el Salón Flor de
Loto. Nuestros familiares y amigos escogerán entre tu fiesta y la
mía. ¿Entiendes?

Bartolomé no podía hacer nada al respecto. Cuando terminó la


conversación con su hermano, se quedó preocupado.

Al día siguiente, Bartolomé y Samuel Sosa celebraron sus


cumpleaños en los salones Acacia y Flor de Loto del popularidadel
Índigo, respectivamente. Alfredo, Pablo y el resto de los miembros
··························································································································· ®
de la familia Sosa estaban reunidos en el Salón Flor de Loto, donde
se celebraba el almuerzo de Samuel. Los familiares y amigos que
llegaban pasaban por el Salón Acacia a entregarle algún pequeño
regalo a Bartolomé antes de dirigirse a la celebración de Samuel
con los regalos más caros.

Cerca del mediodía, el Salón Flor de Loto ya estaba lleno de


invitados que habían venido a celebrar el cumpleaños de Samuel y
más personas seguían entrando. Por su parte, el Salón Acacia
estaba frío y triste. Además del personal de servicio del hotel, los
únicos presentes eran Bartolomé, Leila, Nataniel, Reyna y Penélope.
Ni un solo invitado.

De repente, entró un hombre vestido de traje. Era Julio Hernández, el


primo de Bartolomé. Era extraño que alguien fuera de la familia de
Bartolomé hubiera asistido. Por supuesto, Bartolomé y su familia le
dieron una cálida bienvenida.

—Julio, ¡qué bueno verte!

Julio les respondió con una amplia sonrisa, sacó una caja de regalo
y se la dio a Bartolomé.

— ¡Felices cincuenta, Bartolomé! Te traje un regalito. ¡Que todos tus


deseos se cumplan!

Bartolomé le entregó el regalo a Penélope y le dijo alegremente a su


primo:

—Julio, no tenías por qué molestarte. Estoy feliz con que te hayas
tomado el tiempo de venir. Ven, siéntate y tómate algo conmigo.
¡Tenemos que ponernos al día! Por cierto, ¿cómo está tu esposa?
¿No vino contigo?

Julio rechazó amablemente la invitación con un gesto de la mano. A


modo de disculpa, le dijo:

—Mi esposa y mis hijos están en el Salón Flor de Loto. Solo vine a
darte el regalo. Voy a almorzar con Samuel. Pero gracias por tu
hospitalidad, Bartolomé.

Así diciendo, Julio salió y se dirigió al Salón Flor de Loto, donde


estaba Samuel. Bartolomé no tuvo siquiera oportunidad de
persuadirlo. Aunque Bartolomé había experimentado las vicisitudes
de la vida, hoy por fin entendía la inconstancia de la naturaleza
humana. El marcado contraste entre el atestado Salón Flor de Loto
de su hermano y su vacío Salón Acacia era la representación
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perfecta del esnobismo social. Herido en su orgullo, Bartolomé
culpaba a su hija y a su yerno por su situación.

—¡¿Ven?! Les dije que no hicieran nada por mi cumpleaños. Ahora


tenemos cincuenta mesas vacías y ni un solo invitado. ¡Qué
verguenza!

Justo en ese momento, la gerente del hotel se acercó y le preguntó


en un susurro:

—Señor Sosa, solo falta media hora para el mediodía, pero ninguno
de sus invitados ha llegado. ¿Planea continuar con el almuerzo?

Bartolomé sentía las miradas de burla de la gerente y del personal


de servicio. La vergúenza le quemaba por dentro y tenía pensado
cancelar el almuerzo y ofrecerse a correr con las pérdidas
resultantes. Sin embargo, antes de que pudiera declarar sus
intenciones, Nataniel habló:

—Por supuesto que continuamos. Por favor, traiga más personal de


servicio. Me temo que el que tiene aquí no será suficiente para
servir a todos nuestros invitados.

La gerente del hotel recorrió con la vista el salón desierto y adoptó


un aire despectivo, pero accedió indiferente a la petición de
Nataniel. «¿Este personal no es suficiente para servir mesas vacías?
¡Qué chiste! ¡Qué fanfarrón! Por lo que se ve, aunque esperaran
media hora más, la situación no cambiaría mucho».

Penélope comenzaba también a inquietarse. En voz baja, le dijo a su


esposo:

—Nuestros amigos y familiares están todos con el tív Samuel. Nadie


va a venir aquí. ¿Qué hacemos?

Leila pensaba igual.

—Reservamos cincuenta mesas, pero no logramos llenar ni una.


¡Qué humillación!

Sin embargo, Nataniel no parecía preocupado.

—No se preocupen. Les garantizo que todas estas mesas estarán


llenas dentro de media hora.

Penélope y sus padres lo miraron con sospecha.

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—Nataniel —le preguntó Penélope a su esposo—, estás pensando en
traer a los indigentes de la calle para que sean nuestros invitados,
¿no? Si haces eso, seremos el hazmerreír de nuestros amigos y
familiares.

Nataniel sonrió y respondió:

—Hoy es el cumpleaños cincuenta del Señor Bartolomé. ¿Cómo


vamos a traerle invitados desconocidos? Tenemos que conseguir

personas importantes. ¡Lo tengo! ¿Por qué no invitamos a los


líderes de Ciudad Fortaleza a que celebren el cumpleaños del Señor
Bartolomé?

«¿Qué? ¿Los líderes de Ciudad Fortaleza?». Bartolomé, Leila y


Penélope miraron a Nataniel como si hubiera enloquecido.
Bartolomé suspiró y dijo:

—Nataniel, estás delirando. Ya casi es mediodía. ¿Cómo vamos a


lograr que los líderes de Ciudad Fortaleza vengan? Ya que estamos,
¡podrías invitar también al alcalde!

— ¡Claro que sí! —respondió Nataniel—. De hecho, cuando dije «los


líderes de Ciudad Fortaleza», me refería también al alcalde.

Los demás no pudieron evitar poner los ojos en blanco al escuchar


el absurdo que proponía Nataniel. Puesto que fanfarronear no
costaba dinero, parecía que Nataniel se estaba aprovechando.

El Salón Acacia estaba ubicado en el Ala Este de la segunda planta


del popularidadel Índigo, mientras que el Ala Oeste albergaba el
Salón Flor de Loto. En comparación con el desolado Salón Acacia, el
Salón Flor de Loto rebosaba de actividad. Amigos y familiares de la
familia Sosa habían decidido asistir a la celebración del cumpleaños
cincuenta y cinco de Samuel, en lugar del cumpleaños cincuenta de
Bartolomé. Aquellos más cercanos a Bartolomé se habían tomado
la molestia de pasar a dejarle algún regalo y a agradecerle por la
invitación.

Sin embargo, la mayoría de los invitados ni siquiera se habían


molestado en pasar por el Salón Acacia. Habían ido directamente al
Salón Flor de Loto. Todos sabían que Samuel Sosa era quien se
ocupaba de los asuntos familiares, sin importar la magnitud. Era un
secreto a voces que Samuel sería el futuro jefe de la familia. Junto a
él, Bartolomé deslucía; hasta su propio padre lo menospreciaba.

Vestido con un traje a la medida y acompañado por su familia,


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Samuel recibía a sus invitados cuando llegaban. Alfredo Sosa
estaba satisfecho con la asistencia a la celebración de cumpleaños
de su hijo mayor. Era una demostración de su amplia influencia y de
su red de contactos.

Sin embargo, faltaba algo. Los presentes en la fiesta de Samuel


eran o bien miembros de la familia Sosa o altos directivos del Grupo
Mega. Entre los invitados, había también socios del Grupo y amigos
del círculo de Samuel. No había un solo político en el evento.

Alfredo Sosa sabía muy bien cómo funcionaba el mundo de los


negocios. Si uno aspiraba a triunfar, era vital contar con el apoyo de
un político. Así que le decepcionaba un poco no contar con
representantes de la arena política entre los invitados de su hijo
mayor.

Al ver el descontento de su padre, Samuel no pudo evitar preguntar:


—¿Qué ocurre, papá?
Alfredo le respondió en voz baja:

—Estoy feliz de ver a tantas personas en tu cumpleaños, pero


estaba pensando que sería aún más perfecto si hubiera políticos
también. Me preocupa que se lleven la impresión de que nuestra
familia no tiene influencia política.

Sorprendido por el comentario de su padre, Samuel miró alrededor.


Los invitados más distinguidos eran los pocos socios del Grupo
Mega. Fuera de ellos, no había líderes ni personas importantes.

Mario, que escuchaba junto a su padre y su abuelo, habló de pronto:

—Papá, abuelo, déjenme esto a mí. He tratado en varias ocasiones


con el secretario del alcalde, Rodrigo Torres. Puedo tratar de que el
Señor Torres venga al almuerzo.

Alfredo Sosa y sus dos hijos, Samuel y Pablo, quedaron


sorprendidos por las palabras del joven.

—Mario, hijo mío —dijo Alfredo complacido—, no sabía que


conocieras al secretario del alcalde. ¡Admirable!

— ¡Rápido! —le dijo Samuel a su hijo, sin poder contener el


entusiasmo—. Contacta inmediatamente al Señor Torres.

—Ahora mismo —añadió Pablo—. Y recuerda ser educado y sonar


más sincero, ¿sí? El Señor Torres es el secretario del alcalde y su

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subordinado de mayor confianza. Todo el mundo le muestra
deferencia, incluyendo magnates de los negocios y jefes de varios
departamentos del gobierno. Sería un honor inmenso si lográramos
tenerlo como invitado.

Muy satisfecho consigo mismo, Mario sacó enseguida su teléfono.


En un tono sumamente lisonjero, le informó al secretario del alcalde
que era el cumpleaños de su papá y que tenía la esperanza de que
los honrara con su presencia.

Cuando concluyó la breve llamada y con una sonrisa de oreja a


oreja, Mario le dijo a su familia:

—El Señor Torres dice que quizás no esté libre hoy, pero que, si
encuentra el tiempo, vendrá, aunque solo sea un momento.

Todos asentían sin parar, incluyendo a Alfredo, quien respondió:

—Es totalmente comprensible. El Señor Torres no es un hombre


común. Como secretario del alcalde, debe tener muchísimas tareas
cada día. Sería completamente lógico que no pudiera venir.

En ese momento, Míriam se acercó y le dijo a Alfredo:

—Abuelo, las cincuenta mesas que reservamos ya están llenas, pero


todavía estamos esperando más invitados. No tenemos dónde
acomodar a los que llegarán más tarde. ¿Qué hacemos?

Alfredo frunció el ceño y respondió:

—¿Podemos pedir que alisten más mesas en el pasillo, a la entrada


del salón?

—¡Papá! —objetó Samuel sacudiendo la cabeza—. ¿Cómo vamos a


permitir que nuestros invitados almuercen en el pasillo? ¡Seríamos
malos anfitriones!

—Tengo una idea —dijo Miriam—. ¿El tío Bartolomé no está


celebrando su cumpleaños en el Salón Acacia, aquí enfrente? Fui
ahora a mirar y el salón está desolado. No hay ni un solo invitado.
¿Y si le pedimos que nos deje el salón? Si acepta, resolveríamos
nuestro problema de espacio.

A Samuel le encantó la idea.

— ¡Una idea genial! —exclamó con un brillo en la mirada—. Hagamos


eso.
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Alfredo Sosa, junto con Samuel, Pablo, Mario y Miriam, se dirigieron
inmediatamente al Salón Acacia. Cuando llegaron, Bartolomé
estaba culpando a Nataniel y a Penélope por haber organizado su
almuerzo de cumpleaños. Al ver a su padre y hermanos, Bartolomé
se les acercó con emociones encontradas. Les preguntó
débilmente:

—Papá, Samuel, Pablo, ¿qué los trae aquí?

Alfredo entrecerró los ojos y dijo:

—Solo vinimos a mirar.

Samuel recorrió el salón con la vista.

—Bartolomé —le dijo pausado—, parece que no tienes invitados.

—Es que no han llegado todavía —respondió Bartolomé, rojo de


verguenza.

—Nuestros amigos y familiares están todos en mi fiesta —le dijo


Samuel con una risa burlona—. ¿A quién más estás esperando?

Leila todavía estaba molesta por el despido de su esposo de Diva


Ltd. Le dijo con frialdad:

—Samuel, si viniste a ridiculizarnos o a burlarte de nosotros, ya


cumpliste tu objetivo. Si no tienes nada más que decir, por favor,
vete.

—No vine por eso, Leila —le respondió Samuel con una sonrisa
irónica—. Ya estoy harto de hacer eso. No es nuevo.

—¡Tú! —Leila le apuntó con el dedo, temblando de ira.


Samuel se volteó hacia su hermano y le dijo:

—Bartolomé, vine a discutir algo contigo. Te conviene.

—¿Qué cosa? —le preguntó Bartolomé dudoso.

—Ya que nadie va a venir a tu cumpleaños hoy, sería un desperdicio


dejar el Salón Acacia sin usar. Pero ya se me ha ocurrido una
solución. ¿Por qué no me dejas el salón? No tenemos asientos
suficientes para nuestros invitados en el Salón Flor de Loto y sería
genial que pudieran almorzar aquí. Te compensaré por el espacio,
por supuesto.
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Con los ojos muy abiertos, Bartolomé no creía lo que estaba
oyendo.

—Eh... Samuel, creo que sería inapropiado.


Mario soltó un frío bufido y dijo:

—¿Inapropiado por qué? Te estamos haciendo un favor, ayudándote


a recuperar parte de los gastos que vas a sufrir con todas estas
mesas vacías que reservaste. —Luego, se volteó hacia la gerente del
hotel y le dijo—: ¡Usted! Desmonte la pancarta de la entrada que dice
«Feliz cumpleaños cincuenta, Señor Bartolomé Sosa» y en su lugar
cuelgue una que diga «Feliz cumpleaños cincuenta y cinco, Señor
Samuel Sosa».

Cuando la gerente se disponía a cumplir con las instrucciones de


Mario Sosa, Nataniel la detuvo.

—¡No! Yo reservé el Salón Acacia para el cumpleaños cincuenta de


mi suegro. ¿Quién se va a atrever a usurpar nuestro local? —gruñó.

El rostro de Samuel se oscureció al oír las palabras de Nataniel.


Como no se atrevía a confrontar a aquel hombre más joven que él,
se dirigió a Bartolomé.

—¿En serio, Bartolomé? —le dijo a su hermano con resentimiento—.


¿Prefieres acaparar este salón y desperdiciarlo antes que dejar que
lo use yo?

Alfredo Sosa se unió también a la reprimenda de su hijo menor.

—Bartolomé, eres demasiado egocéntrico y tienes la mente


demasiado estrecha. Me alegro de haberte despedido de la

empresa. Alguien como tú, incapaz de pensar más allá de sí mismo,


jamás triunfará en nada.

Con desdén, Mario dijo:

—Ya hemos invitado al secretario del alcalde, Rodrigo Torres, al


cumpleaños de mi papá. Tío, deberías cedernos rápidamente el
Salón Acacia; así tendremos espacio suficiente para acomodar a los
invitados, que no paran de llegar. Si el Señor Torres no tiene donde
sentarse cuando llegue, será culpa tuya. Y te lo advierto: no puedes
darte el lujo de ofender a un hombre como él.

Samuel y los suyos se habían ensañado tanto con Bartolomé que él


··························································································································· ®
y su familia temblaban de ira.

Y, hablando del rey de Roma, justo cuando Mario se jactaba de la


presencia de Rodrigo Torres, secretario del alcalde, un hombre de
aspecto autoritario, vestido con una cara chaqueta, entró al Salón
Acacia.

Tenía alrededor de treinta años y llevaba un portafolios de cuero.


Iba acompañado por un séquito. No era otro que el secretario del
alcalde, Rodrigo Torres, a quien Mario acababa de mencionar.

— ¡Señor Torres! ¡Ha venido! ¡Es un privilegio recibirlo como nuestro


invitado de honor!

Mario Sosa recibió cálidamente al distinguido invitado y su abuelo y


su padre se apresuraron a hacer lo mismo. Para mayor sorpresa de
la familia Sosa, acompañaban a Rodrigo Torres los jefes de varios
departamentos del gobierno. Estaban presentes los líderes de casi
todas las divisiones del gobierno de Ciudad Fortaleza. ¡Incluso el
líder mayor estaba allí! ¡El alcalde Rogelio Carmona!

Alfredo Sosa y su familia no podían creer la suerte que tenían y


temblaban de entusiasmo. Lograr contar con la presencia del Señor
Torres, secretario del alcalde, era ya una gran proeza. ¡No se habían
imaginado que también vendrían varios líderes políticos y hasta el
propio alcalde! ¡Era un honor inmenso!

Todos los miembros de la familia Sosa miraban ahora a Mario con


otros ojos. No imaginaban que el joven pudiera ser tan capaz. Ni
siquiera Mario sabía bien lo que estaba sucediendo. De hecho, solo

había visto a Rodrigo Torres brevemente en un par de ocasiones.


Cuando llamó al secretario del alcalde, no estaba seguro de que
vendría. Mario jamás se habría atrevido siquiera a imaginar que
tendría el poder de reunir a los más poderosos políticos de Ciudad
Fortaleza en un mismo lugar a la misma vez. Su rostro estaba rojo
de euforia. No le importaba la razón real de su presencia. Lo
importante para Mario era que se había colmado de gloria ante su
familia.

Cuando Rodrigo Torres vio que Mario Sosa y su familia se


acercaban, asintió cortésmente antes de guiar a Rogelio Carmona y
al resto de los líderes hacia el Salón Acacia.

—Señor Carmona, por aquí, por favor. El cumpleaños del Señor Sosa
se celebrará en el salón de enfrente.

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Al ver que Rodrigo Torres llevaba al alcalde y demás líderes hacia el
salón donde estaba su hermano menor, Samuel se apresuró a
corregirlos.

—Es por aquí. El Salón Acacia es donde se celebra el cumpleaños de


mi hermano. El mío es en el Salón Flor de Loto, justo aquí. Señor
Carmona, Señor Torres, estimados líderes, tengan la amabilidad de
seguirme.

Alfredo y Mario también sonrieron servilmente y añadieron:


—SÍí, sí, por favor. Acompáñennos al Salón Flor de Loto.

Rodrigo Torres le lanzó una fría mirada a Samuel y a su familia, y


dijo con indiferencia:

—Sabemos dónde es, no hay ningún error. El Señor Carmona vino al


cumpleaños cincuenta del Señor Bartolomé Sosa.

«¡¿Qué?!». La revelación del secretario del alcalde atravesó a Samuel


y a su familia como un rayo inesperado. Más impactante aún fue
que Rogelio Carmona, habitualmente tan comedido y con un aire tan
serio, apuró sus pasos y caminó hacia Nataniel y Bartolomé en
cuanto los vio. El alcalde los saludó con una amplia sonrisa:

—Señor Cruz, Señor Sosa, vine especialmente a felicitar al Señor


Sosa en su día especial. ¿Podría tener el honor de tomarme un trago
o dos con usted hoy?

Samuel y su familia no lo podían creer. La escena que estaban


viendo les parecía irreal y les hacía desear que solo se tratara de
una pesadilla de la que podrían despertar si se pellizcaban.
Bartolomé, Leila y Penélope estaban igual de sorprendidos. Habían
asumido que Nataniel estaba alardeando. Ninguno se esperaba que
los líderes de Ciudad Fortaleza asistieran como invitados suyos.

Bartolomé se sentía sumamente halagado. Puesto que no se


esperaba aquella repentina felicidad, les dio la bienvenida a Rogelio
Carmona y a los demás peces gordos con una ráfaga de cumplidos:

—¡Por supuesto, por supuesto! Poder beber con el alcalde será para
mí un honor inmenso. Señor Carmona, distinguidos líderes, ¡por
favor, pasen!

—Quisiera obsequiarle al Señor Sosa una muestra de mi caligrafía —


le dijo Rogelio Carmona con una sonrisa en la mirada—. Me fue
imposible preparar un regalo de antemano, así que, por favor,
acéptelo como mi regalo para usted.
··························································································································· ®
Bartolomé y los demás habían oído decir que Rogelio Carmona era
también el presidente de la Sociedad Occidental de Caligrafía en
Ciudad Fortaleza y que era un maestro en aquel arte. Sin embargo,
debido a sus responsabilidades como alcalde, muy rara vez le
obsequiaba su trabajo a alguien. En la ciudad, sus obras podían
cotizarse a un mínimo de cien mil o incluso más. El dinero era lo de
menos. Lo más valioso era el aumento inmediato de estatus para
cualquiera que pudiera exhibir en su oficina o salón la caligrafía del
alcalde.

Bartolomé estaba encantado y los demás líderes políticos alentaban


al alcalde. Era una magnífica oportunidad de ver personalmente a
Rogelio Carmona en acción. Hasta el dueño del popularidadel Índigo
acudió corriendo cuando se enteró de que el alcalde iba a escribir
unas palabras. Ya había ordenado que el personal del hotel trajera
materiales de escritura para que el alcalde hiciera gala de su
habilidad.

Rogelio Carmona escribió las palabras «Cuando el camino es


pedregoso, solo los fuertes avanzan» en un trozo de papel de
caligrafía. La fuerza de los trazos y los contrastes en cada punto
eran perfectos.

—¡Asombroso!
—¡Qué gran trabajo!
—¡Qué majestuosa obra de arte!

Los líderes se deshacían en cumplidos sobre la creación del alcalde.


Mientras Rogelio Carmona disfrutaba la atención que estaba
recibiendo, se fijó de pronto en Nataniel Cruz, de pie junto a
Bartolomé. Inmediatamente, se contuvo un poco.

—Señor Sosa —le dijo a Bartolomé, mientras su rostro recuperaba su


expresión cortés—, ¿le gusta mi regalo?

¿Cómo podía Bartolomé decir que no? Le agradeció efusivamente al


alcalde, dando muestras de inmensa gratitud. Luego le pidió a su
hija que pusiera el papel a salvo, pues tenía planeado enmarcarlo y
colgarlo en el salón en cuanto llegaran a casa.

Los demás líderes políticos también le entregaron a Bartolomé los


presentes que habían traído. No eran caros, pero todos eran
exclusivos o significativos. Alfredo Sosa y sus otros dos hijos
observaban al alcalde y demás líderes políticos colmar a Bartolomé
de atención y de preciados regalos. No podían hacer nada, excepto
sentir envidia. Desalentados, se apartaron discretamente y
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regresaron al Salón Flor de Loto.

Sin embargo, a Alfredo y a Samuel les esperaba una sorpresa mayor


cuando regresaron. Sus amigos y familiares se habían enterado de
que el alcalde y otros líderes habían venido a la fiesta de Bartolomé
Sosa y casi todos se habían ido ya al Salón Acacia. Al ver a las
personas abandonar en masa el salón, Samuel entró en pánico.

—Oigan, por favor, no se vayan —les pidió angustiado—. Por favor,


quédense un rato más. Vamos a tomarnos algo...

En un abrir y cerrar de ojos, las cincuenta mesas del Salón Flor de


Loto habían quedado vacías. Todos habían corrido al cumpleaños

de Bartolomé. Todos querían cosechar el favor del alcalde. De


hecho, ¡el solo hecho de estar en el mismo almuerzo que aquel
hombre, era suficiente para jactarse durante años!

—¡Son todos unos aduladores! —exclamó Samuel confundido y


exasperado.

Pablo, Mario y Míriam también parecían frustrados. No hacía mucho


se jactaban del fantástico número de asistentes al banquete de
Samuel y se burlaban del patético Bartolomé. No esperaban que la
situación se revirtiera en un instante.

Sin saber qué hacer, Samuel se volteó hacia su padre y le preguntó:

—Papá, ¿qué hacemos? El banquete ya va a empezar. ¿Buscamos


gente cualquiera para llenar las mesas? ¿Quizás los empleados de
nuestras empresas del Grupo Mega? ¿O sería más rápido buscar
gente en la calle?

Alfredo Sosa pestañeó y dijo:

—Samuel, haz lo que quieras. Pablo, ven conmigo a la fiesta de


Bartolomé. Quiero tomarme algo con los líderes.

—Sí, papá —respondió Pablo.

Samuel no podía hacer nada para impedir que su padre y su


hermano menor se pasaran al lado de Bartolomé. El y su familia,
incluyendo a Mario y a Míriam, solo podían verlos partir.

Muy pronto, peces gordos de toda Ciudad Fortaleza recibieron la


noticia de que el alcalde y varios líderes políticos estaban en el
cumpleaños de Bartolomé Sosa. Aunque no conocían a Bartolomé,
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se invitaron solos a su almuerzo de cumpleaños. El banquete por el
cumpleaños cincuenta de Bartolomé acababa de convertirse en el
evento más popular y espléndido de la ciudad.

La concurrencia fue tal que las cincuenta mesas que habían


reservado no eran suficientes para acomodar a todos los presentes.
Ante este problema, Alfredo tomó inmediatamente una decisión. Le
ordenó a Samuel que liberara el Salón Flor de Loto para que
Bartolomé recibiera a sus invitados. Aquello fue un golpe brutal para
Samuel. Durante décadas, había aprovechado cada oportunidad

para humillar a su hermano menor. Jamás se habría imaginado que


sufriría el mismo destino.

Era sin duda el día más feliz de la vida de Bartolomé. Se paseaba


prodigándoles atenciones al alcalde y a los líderes, y acabó
borracho como una cuba al final del banquete. Al final de la tarde,
Nataniel llevó a su familia a casa. Ayudó a su ebrio suegro a entrar
por la puerta, mientras Leila, Penélope y Reyna venían detrás.

Aunque estaba borracho, Bartolomé pensaba con claridad. Con un


aliento que apestaba a alcohol, dijo:

—¡Nataniel, estoy muy orgulloso de ti! Hoy ha sido el día más feliz de
mi vida.

Ayudándolo a entrar a la casa, Nataniel sonrió y le respondió:

—Suegro, eso no está bien. El día más feliz de su vida debería ser el
día de su boda. Este debería ser el segundo.

Bartolomé rio y miró a su esposa. Arrastrando las palabras, le dijo a


Leila:

—Mi amor, Nataniel tiene razón. El día más feliz de mi vida fue el día
en que me casé contigo.

Leila se sonrojó y, avergonzada, rezongó:


—¡Ya estamos muyy viejos! ¿Por qué te pones tan sensible?

Aunque refunfuñaba, Leila tomó a su esposo del brazo, lo


acompañó a la habitación y atendió personalmente a aquel hombre
ebrio.

Cuando Nataniel, Penélope y Reyna estuvieron solos en el salón,


Penélope decidió que era buen momento para hablar con su
esposo.
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—Nataniel, ¿cómo te las arreglaste para que el alcalde y los líderes
fueran al cumpleaños de papá?

Nataniel sonrió y le respondió:

—El alcalde fue por ti, no por mí.

—¿Cómo es posible? —preguntó Penélope perpleja y con los ojos


muy abiertos.

—¿Por qué no va a ser posible? —le respondió Nataniel con una


amplia sonrisa—. El proyecto del Centro Comercial Asiático, que tú
estás dirigiendo, es un proyecto de construcción clave para la
ciudad. La economía no va muy bien este año y Ciudad Fortaleza
depende de los grandes proyectos de infraestructura para aumentar
el PIB del país. Así que el alcalde está siguiendo muy de cerca tu
proyecto. ¿Ya entiendes por qué digo que fue al cumpleaños de
papá por ti?

Tras escuchar la explicación de Nataniel, Penélope estaba


confundida. Tratando todavía de entender, le preguntó:

—¿Y el resto de los líderes?

—Todos vinieron a adular al alcalde, obviamente —le respondió


Nataniel con una chispa en la mirada.

Penélope estaba totalmente anonadada. No acababa de


convencerse de que todo fuera tan simple como parecía. Sin
embargo, el razonamiento de su esposo le parecía plausible. Como
no se le ocurría una justificación mejor, lo aceptó por el momento.

..Cuando Alfredo Sosa regresó a la mansión familiar, todavía lo


inundaba la alegría que había sentido hacía un rato, mientras bebía
con los líderes. Animado, el patriarca dijo:

—¡No puedo creer que Bartolomé haya sido tan modesto! ¡Hasta el
alcalde honró su fiesta de cumpleaños! Parece que tendré que
reconsiderar mi decisión de destituirlo como director general de
Diva. Su influencia con los políticos será de mucho beneficio para la
prosperidad de la familia Sosa.

Justo después de que Alfredo hiciera aquella declaración, Samuel


entró a la casa con Mario y Míriam. Sin perder el aplomo, refutó a su
padre:

··························································································································· ®
—Papá, estás pensando demasiado. A decir verdad, Bartolomé no
los conoce de nada.

Alfredo estaba perplejo por las palabras de su hijo mayor.


—¿Por qué dices eso? —le preguntó confundido.

—Hijo, dile al abuelo lo que sabes —le dijo Samuel a Mario.


Con una sonrisa sardónica, Mario le dijo a Alfredo:

—Abuelo, acabo de llamar al Señor Torres para averiguar por qué el


alcalde y los líderes habían asistido al cumpleaños del tío
Bartolomé.

—Continúa —le pidió Alfredo, insistente y curioso.

—Según el Señor Torres —prosiguió Mario—, el alcalde fue hoy a


inspeccionar la construcción con los líderes. Al tratar de reunirse
con Penélope para que ella le respondiera algunas preguntas sobre
el avance de las obras, se enteró del cumpleaños del tío Bartolomé.
Por eso es que fue al almuerzo esa tarde.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Alfredo totalmente desconcertado.

—Papá —le respondió Samuel con una sonrisita de superioridad—,


fue una coincidencia que el alcalde estuviera hoy en el cumpleaños
de Bartolomé. ¿En serio crees que un bueno para nada como él
podría asociarse con el alcalde o con cualquiera de igual calibre?

Las esperanzas de Alfredo se derrumbaron. Frustrado, dijo:

— ¡Sabía que un deshecho humano como Bartolomé no sería capaz


de codearse con todos esos líderes! Así que, en realidad, el Señor
Carmona simplemente fue a almorzar de gratis por conveniencia.

Los labios de Samuel se torcieron en una sonrisa amarga.

—Papá —dijo—, la familia de Bartolomé siempre nos ha guardado


rencor por no tratarlos bien. Si logran adquirir poder, ¡la mala racha
la sufriríamos nosotros!

Alfredo asintió y respondió:

—Tienes razón. Pero el proyecto del Centro Comercial Asiático ya se


lo han adjudicado a Penélope, así que es solo cuestión de tiempo
para que la familia de Bartolomé ascienda.

—Ya se me ha ocurrido una manera. Papá, deberías hablar mañana


··························································································································· ®
con Penélope y decirle que te interesa invertir en su empresa —
sugirió Samuel—. Así, aunque no podamos quitarle el proyecto,
podemos beneficiarnos de él.

—¡Qué gran idea! —aplaudió Alfredo. La propuesta de su hijo mayor


le había traído un rayo de esperanza.

La luna creciente dominaba el cielo nocturno y su luz se veía


elegante y clara en la noche silenciosa. Jorge Zulueta, con su bata
de paciente, estaba de pie y solo en la azotea del Hospital Alameda.
Tenía un cigarrillo entre los labios. La brisa nocturna le agitaba el
cabello, que no se recortaba desde hacía tres meses. Esto, junto con
su piel inusualmente pálida y tersa, le daba un encanto afeminado.
De perfil, era fácil confundir a Jorge con una mujer.

Los doctores y su familia le habían prohibido fumar, pues no


ayudaba con su recuperación. Sin embargo, Jorge Zulueta subía a la
azotea todas las noches a fumar. Recuperarse ya no significaba
nada para él, sobre todo porque Nataniel Cruz le había arrancado su
hombría. En su opinión, nunca volvería a ser la persona que había
sido.

Un aterrador destello apareció en los ojos de Jorge. Mientras lo


absorbía su sed de venganza, otro hombre subió sigilosamente a la
azotea. Llevaba una bata como la de Jorge, así que era fácil deducir
que se trataba de otro paciente del hospital. Tendría unos cuarenta
años, era alto y delgado.

Cuando el paciente vio que no estaba solo en la azotea, se le


iluminaron los ojos y masculló para sí:

—Sabía que había visto a alguien subir por la escalera hace un


momento. Supuse que era otro paciente que ¡ba a esconderse para
fumar en la escalera o en la azotea.

Era evidente que el paciente también era un fumador con ganas de


un cigarrillo. Se le acercó con avidez a Jorge. Sonriendo
servilmente, le dijo:

—Nena, ¿me regalas un cigarrillo? Llevo mucho tiempo en el hospital


y me muero por fumar.

Jorge se dio la vuelta. Con mirada maliciosa, le dijo bruscamente:

—¿Te parezco una «nena»? ¿Te burlas de mí e insinúas que no soy


hombre?

··························································································································· ®
El paciente se quedó pasmado y respondió tartamudeando:

—No, n... no, no, lo siento. No fue en serio. Es que, de perfil, parece
un poco femenino. No vi barba ni bigote ni nuez de Adán. Por eso lo
confundí con una mujer. Lo siento mucho.

La boca de Jorge se retorció en una sonrisa indescifrable y


respondió:

—No tienes que disculparte. Simplemente, ten más cuidado en tu


próxima vida, ¿sí?

—¿Eh? —El hombre miró fijamente a Jorge sin comprender.

De súbito, Jorge levantó al hombre en peso y lo lanzó del edificio.


—¡Aaaaaah!

Un grito penetrante desgarró el tranquilo cielo nocturno.

¡Paf!

El grito se detuvo abruptamente al impactar el hombre contra el


suelo.

Parado sobre el borde de la azotea, Jorge Zulueta miraba al hombre,


que yacía muerto junto a un parterre. Luego, sacó su teléfono e hizo
una llamada.

—Prepara mi alta para mañana. Es hora de que comience mi


venganza contra Nataniel Cruz.

Al día siguiente, Alfredo Sosa, Samuel y Pablo fueron a visitar a


Penélope. Alfredo inició la conversación alabando a Penélope y a su
padre, diciendo que el futuro brillante de la familia Sosa dependía de
ellos. Inmediatamente después, cambió el tema de la conversación

y mostró su interés en invertir en la empresa de su nieta, el


Corporativo Cruz.

La repentina petición de su abuelo aturdió momentáneamente a


Penélope. Sin saber cómo responder, solo repitió lo que había oído:

—Abuelo, tío Samuel, tío Pablo, ¿dicen que están interesados en


invertir en el Corporativo Cruz?

—SÍí —le respondió Alfredo con una sonrisa—. Debes estar


atravesando un momento difícil, pues acabas de fundar tu empresa
··························································································································· ®
y ya está en números rojos. Después de todo, somos familia, así que
queremos ayudarte invirtiendo en tu empresa. Así podremos
también ganar dinero juntos.

Penélope veía claramente las intenciones de su abuelo y de sus


tíos. A su empresa le ¡ba bien y, por ahora, no necesitaba ningún
financiamiento adicional. Además, el Corporativo Cruz tenía un
futuro prometedor y un enorme potencial de crecimiento. Al ver que
le ¡ba bien, querían una participación en su empresa para cosechar
los beneficios de su trabajo.

Penélope quería rechazar la propuesta, pero no sabía cómo decirlo.


Le lanzó una mirada de súplica a Nataniel para que la rescatara. Sin
embargo, Nataniel se ocupaba de su hija y no parecía interesarle la
conversación. Estaba esperando a que su esposa tomara una
decisión.

Alfredo se dio cuenta enseguida de que a Penélope no le hacía


gracia dejarles invertir en la empresa. Repasó mentalmente sus
opciones y dirigió su atención a su segundo hijo.

—Bartolomé —le dijo—, ya te permití regresar a la familia. Ayer, en tu


cumpleaños, estuve también a tu lado, ayudándote a agasajar a tus
invitados, en lugar de estar con tu hermano. Te he tratado bien, ¿no?
¿Qué te parece nuestra idea de invertir en la empresa de Penélope?

Por su carácter honesto y apocado, Bartolomé vaciló un momento


antes de responder:

—Somos familia. Suena bien eso de ganar dinero juntos.

Alfredo estaba muy complacido con la respuesta de su hijo. En


cambio, a Leila se le oscureció el rostro y se levantó abruptamente.
Con voz fría, dijo:

—Me quedan platos por lavar en la cocina. Los dejo con su


conversación.

Luego, caminó con fuertes pasos hasta la cocina y abrió el grifo. Se


escuchaba el ruido del agua salpicando mientras Leila descargaba
su frustración contra la vajilla. Bartolomé sabía que su respuesta
había disgustado a su esposa. No quería agravar su enojo, así que
paró de hablar y guardó silencio.

A Alfredo no le preocupaba el repentino silencio de Bartolomé y


miró a Penélope con una sonrisa.

··························································································································· ®
—Peni, ya escuchaste a tu papá. Además, cuando comenzaste,
aceptaste inversiones de otros. Debido a que estás dispuesta a
pagarles dividendos a esos extraños, no hay razón para que le
impidas a tu abuelo participar en tu empresa, ¿o sí? A menos que
me guardes rencor por algo.

Penélope recibió sus palabras como una injusticia. Le parecía que


su abuelo la atacaba sin razón.

—Abuelo, no te guardo rencor por nada —le aclaró enseguida


Penélope.

—Entonces, ¿qué te parece mi idea de invertir en el Corporativo


Cruz? —insistió Alfredo.

Penélope vaciló un momento y le preguntó:


—¿Cuánto tienen pensado invertir ustedes tres?
Con una sonrisa en su rostro, Alfredo le respondió:

—No queremos aprovecharnos de ti. Así que tus tíos y yo tenemos


pensado invertir trescientos millones cada uno, a cambio de un
veinte por ciento de las acciones de tu empresa para cada uno.

Ese por ciento de las acciones del Corporativo Cruz por trescientos
millones parecía una propuesta justa. Sin embargo, Nataniel, que
había estado a un lado jugando con su hija, intervino de repente.

—Veinte por ciento es demasiado —dijo con desenfado—. Por


trescientos millones, un diez por ciento sería más apropiado.

La respuesta de su esposo sorprendió a Penélope. Sin embargo,


enseguida comprendió el significado de sus palabras. Si su abuelo y
sus dos tíos tenían cada uno un veinte por ciento de las acciones de
la empresa, entre los tres serían dueños de un sesenta por ciento en
total. Eso los convertiría en accionistas mayoritarios y tendrían el
voto decisivo en cualquier asunto del Corporativo Cruz.

Según la contrapropuesta de Nataniel, las acciones que recibirían


Alfredo y sus hijos solo equivaldrían a un treinta por ciento de las
acciones totales de la empresa. Eso significaba que la decisión final
en los asuntos de la empresa seguiría estando en manos de
Penélope.

Alfredo, Samuel y Pablo abrieron mucho los ojos y dijeron


insatisfechos:

—¿Quieres decir que nuestros novecientos millones solo pueden


··························································································································· ®
comprar un treinta por ciento de las acciones de tu empresa?

—Si creen que salen perdiendo —les respondió Nataniel con


indiferencia—, no están obligados a aceptarlo. Además, aunque se
conviertan en accionistas, solo serían accionistas comunes.
Recibirían dividendos, pero no estarían implicados en la toma de
decisiones.

El plan original de Alfredo y de sus hijos era adueñarse de más de la


mitad de la empresa entre los tres y tener así una participación de
control en el Corporativo Cruz. De esa manera, les sería más fácil
apoderarse completamente de la empresa. No se esperaban que
Nataniel adivinara su ardid.

Aunque los tres hombres detestaban a Nataniel, escondían sus


sentimientos, pues tenían la mirada puesta en la fortuna del
Corporativo Cruz. Con amplias sonrisas, respondieron:

—De acuerdo. Hagamos lo que dices entonces.

El mismo día, Penélope firmó un contrato con su abuelo y sus dos


tíos, donde constaba que los tres hombres invertirían novecientos
millones en total y recibirían a cambio un treinta por ciento de las
acciones totales del Corporativo Cruz.

Esa noche, Nataniel y Penélope cenaron con los padres de ella. La


expresión de Leila mostraba claramente su disgusto por lo que
había sucedido aquella tarde. Al mismo tiempo, sus ojos estaban
llenos de preocupación. En su opinión, el padre de su esposo nunca
se había ocupado de su familia ni les había brindado la oportunidad
de compartir los beneficios que disfrutaba el resto de la familia
Sosa. Se habían ofrecido a invertir solo después de ver el potencial
del Corporativo Cruz y los buenos resultados que la empresa estaba
alcanzando. Simplemente, no querían quedarse fuera cuando se
repartiera el pastel.

Bartolomé y Penélope sabían que a Leila le disgustaba que Alfredo


se hubiera aprovechado de su familia. Sin embargo, ninguno se
atrevía a decir nada, pues no querían despertar la furia de Leila. El
padre y la hija le lanzaban miradas a Nataniel, pidiéndole que
calmara a Leila.

Últimamente, Leila se había encariñado con su yerno y era probable


que fuera a él a quien único escucharía. Con una sonrisa, Nataniel le
preguntó a su suegra:

—Mamá, ¿estás disgustada por algo?


··························································································································· ®
La mujer le respondió indignada:

— ¡El abuelo siempre se está aprovechando de nosotros! Ahora


quiere un pedazo de nuestra empresa, porque ha visto lo bien que le
va. ¿No te parece demasiado?

—Eso no es problema —le dijo Nataniel para consolarla—. Nos viene


bien el dinero extra. No importa quiénes sean los inversionistas.
Aunque el abuelo y los tíos sean dueños de algunas acciones, su
inversión le da más recursos a Peni para trabajar sin tener que
preocuparse por el dinero. También podrá lograr más y llevar la
empresa a cimas más altas.

—Sí, mamá —lo apoyó Penélope en voz baja—. Déjame hacerte una
analogía. Con más recursos, yo puedo hacer un pastel más grande.

Aunque tengamos que darle un pedazo de ese pastel al abuelo y a


los tíos, el pedazo con que nos quedamos seguirá siendo más
grande que el que teníamos antes de contar con más recursos.

—¡Cállate, Penélope! —gruñó Leila, todavía de mal humor.

En contra de su voluntad, Penélope guardó silencio. Su madre volteó


la mirada hacia Nataniel, con ojos mucho más tiernos y con voz
suave, le dijo:

—Yo no sé nada de negocios, pero sí sé que tu abuelo y tus tíos no


traman nada bueno. Bartolomé y Peni se dejan llevar con facilidad
por sus sentimientos. Me preocupa que se aprovechen de ellos.
Nataniel, tienes que estar pendiente de la situación, ¿sí? No
podemos permitir que sigan explotando a nuestra familia.

Con una sonrisa reconfortante, Nataniel respondió:

— Mamá, no te preocupes. Nunca permitiré que nadie abuse de


nuestra familia.

Las palabras de Nataniel eran absolutamente ciertas. Desde su


boda con Penélope, nadie se había atrevido a ofender a la familia, a
menos que quisiera arriesgarse a que Nataniel Cruz le diera una
lección.

Finalmente, Leila sonrió y dijo:


—Confío en ti, Nataniel. Siempre se puede contar contigo.

Padre e hija cruzaron miradas cómplices y, al unísono, soltaron una


risa amarga. «Parece que Nataniel es ahora el favorito de Leila.
··························································································································· ®
Confía en él más que en su propio esposo e hija».

Tres días después, en la obra del Centro Comercial Asiático, los


constructores se habían retirado al dormitorio hecho de
contenedores apilados. Algunos revisaban sus teléfonos, mientras
otros jugaban a las cartas. La mayoría había salido a cenar o a
beber y a divertirse.

En ese momento, sin que nadie se diera cuenta, una persona


misteriosa había escalado la cerca y había entrado a hurtadillas en
la obra. Con movimientos ágiles, corrió hasta la grúa. Unos diez
minutos después, la enorme grúa colapsó con un estruendo.

¡Bum!

Se escuchó un tremendo estrépito cuando la grúa se estrelló contra


el dormitorio improvisado de los obreros. Al instante, los
contenedores ocupados por los constructores quedaron en ruinas.
Mientras los gritos y lamentos llenaban el lugar, la persona
sospechosa se escabulló.

Luego de escapar, lo primero que hizo el hombre fue llamar a Jorge


Zulueta.

—Señor Zulueta, ya está hecho. Por lo que vi, debe haber numerosos
daños. La persona a cargo de este proyecto, Penélope Cruz, está
acabada sin lugar a dudas.

En un edificio a unos cientos de metros de la obra del Centro


Comercial Asiático, Jorge Zulueta estaba de pie frente a un
ventanal, en una habitación de la última planta. Con el teléfono en la
mano, miraba hacia la construcción. Entrecerró los ojos y habló por
el teléfono, con rostro satisfecho:

—Ya lo vi, Miguel. Ya te transferí un millón a tu cuenta. Por ahora, sal


de Ciudad Fortaleza y escóndete.

—¡Sí, Señor Zulueta! —le respondió Miguel ansioso.

Luego de colgar, Jorge Zulueta vio vehículos de la policía y


ambulancias pasar a toda velocidad por delante del edificio. Con
una sonrisa despectiva, pensó en voz alta:

—Nataniel Cruz, Penélope Sosa, este no es todavía el final. Me


ocuparé de los dos sin prisa.

A las nueve de la noche, cuando Penélope ayudaba a su hija con los


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deberes, recibió una llamada sobre el accidente en la obra. Palideció

de inmediato. Cuando Nataniel salió de su estudio, vio la expresión


en el rostro de su esposa.

—¿Qué pasa? —le preguntó frunciendo el ceño.


Sin color en el rostro y con voz temblorosa, Penélope le respondió:

—Nataniel, ha sucedido algo en la obra. La grúa colapsó de pronto y


se estrelló sobre los contenedores donde duermen los obreros.
Todavía no sabemos cuántos muertos o heridos hay.

El rostro de Nataniel ensombreció por la mala noticia. En tono serio,


dijo:

—Vamos corriendo para allá a ver cuál es la situación.

Penélope estuvo de acuerdo. Luego de dejar a Reyna al cuidado de


sus padres, Penélope y Nataniel salieron de prisa de la casa.
Cuando llegaron a la obra, ya había coches de la policía y
ambulancias por todas partes. El lugar era un caos de camillas con
obreros heridos a los que montaban en las ambulancias.

Lo que más sorprendió a Nataniel y a Penélope fue la presencia de


reporteros de varios medios. Cuando los periodistas vieron a
Penélope Sosa, presidenta del Corporativo Cruz y la persona a cargo
del proyecto del Centro Comercial Asiático, se aglomeraron a su
alrededor y comenzaron a tomarle fotos. Aprovecharon también la
oportunidad para acribillarla con preguntas:

—Presidenta Sosa, ¿piensa asumir la responsabilidad por lo que ha


pasado aquí?

—Presidenta Sosa, sabemos que, antes de fundar esta empresa,


estaba en la industria de la moda. Ahora que ha ocurrido un
accidente en el proyecto que usted dirige, ¿cree que se debe a su
falta de experiencia?

—Presidenta Sosa, ¿tiene algún mensaje para los obreros heridos o


para sus familias?

Ante las incesantes preguntas de los periodistas, Nataniel


respondió solemnemente:

—Lo sentimos, no tenemos nada que decir en este momento.


Estamos aquí para ocuparnos del accidente y les agradeceríamos
que nos dejaran pasar. —Entró entonces en las instalaciones de la
··························································································································· ®
construcción, se abrió paso con fuerza y rapidez mientras protegía a
Penélope de la multitud.

La policía ya había acordonado el lugar del accidente. Doctores,


enfermeras y paramédicos subían a los heridos a las ambulancias
sin darse el lujo de perder ni un instante.

A Penélope se le llenaron los ojos de lágrimas al ver la grúa torre


caída, el improvisado dormitorio de los trabajadores en ruinas y los
trabajadores heridos, cubiertos de sangre.

Justo en ese momento, Bruno Hurtado, el supervisor de la obra,


corrió hacia ella empapado de sudor.

—¡Presidenta Sosa! —la saludó con voz temblorosa.

Penélope sabía que no era el momento para llorar y se secó


rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano. Tenía que
ocuparse primero de las consecuencias del accidente. La prioridad
en ese momento era salvar a los trabajadores heridos. Recobró
entonces la compostura y le preguntó al supervisor:

—Bruno, ¿qué sucedió?

—No estoy seguro de lo que ha sucedido. Todo estaba bien cuando


revisamos, pero la grúa torre se desplomó de repente, justo sobre el
dormitorio de los trabajadores —respondió con la mirada afligida.

—¿Cuál es el número de víctimas? —preguntó Penélope.

—Todavía no tenemos los datos; pero, por lo que sabemos, no hay


fallecidos. Sin embargo, algunos heridos graves han sido
trasladados al Hospital de Ciudad Fortaleza para recibir atención
médica urgente y tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir —le
informó Bruno con aspecto pálido.

«¡Oh, Dios mío!».

La situación era mucho peor de lo que Penélope esperaba.

— Haremos todo lo posible para salvar y tratar a nuestros


trabajadores heridos. Los gastos médicos correrán íntegramente a
cargo de la empresa. También tenemos que calmar a los familiares
de los heridos y asegurarles que la empresa asumirá toda la
responsabilidad del accidente —afirmó Penélope.

—De acuerdo, ya sé lo que debemos hacer, Presidenta Sosa —


··························································································································· ®
agregó Bruno.

En ese momento, un directivo con chaqueta negra llegó al lugar del


accidente con un grupo de sus subordinados y varios policías. No
era otro que Juan Mogena, el segundo al mando en Ciudad
Fortaleza, solo por debajo del alcalde en jerarquía.

Con una expresión sombría, Juan Mogena le dijo a Penélope:

—Presidenta Sosa, este proyecto de construcción es de su empresa.


Ahora que ha ocurrido este grave accidente, usted tendrá que
asumir la responsabilidad.

—Asumiré toda la responsabilidad. Estoy dispuesta a afrontar


cualquier consecuencia. No importa si tengo que ir a la cárcel o
compensar por los daños —respondió Penélope mordiéndose los
labios.

Cuando Juan vio a Nataniel junto a Penélope, midió mucho más sus
palabras y dijo:

—Todavía estamos investigando este asunto. Solo sabremos la


causa y quién debe asumir la responsabilidad cuando la
investigación haya concluido.

—No tenga dudas de que cooperaré con su investigación —asintió


Penélope con la cabeza al responder.

Juan dejó escapar un suspiro y dijo:

—Nunca imaginamos que un accidente tan desafortunado como


este pudiera ocurrir en la obra. Supongo que solo podemos hallar
consuelo en el hecho de que no hay víctimas mortales. Sin embargo,
hay algunos trabajadores heridos de gravedad que han recibido
tratamiento de urgencia en el hospital. Si no consiguen salir
adelante, la situación se agravará mucho más, sobre todo si el

número de muertes aumenta a más de tres. Eso es lo que más me


preocupa. También se me podría imputar la responsabilidad.
Presidenta Sosa, debe prepararse mentalmente.

—No me asusta reconocer mi error si hiciera falta. Mi mayor deseo


es que los trabajadores lesionados puedan recuperarse y salir
adelante. De lo contrario, sería demasiado sufrimiento para sus
familias —afirmó Penélope segura de sí misma.

Nataniel y Penélope no descansaron en toda la noche, estuvieron


··························································································································· ®
ocupados ayudando en las investigaciones, visitando a los heridos
en el hospital y consolando a las familias afectadas.

De los cinco trabajadores de la construcción que resultaron más


gravemente heridos, dos estaban fuera de peligro gracias a los
cuidados de urgencia. No obstante, otros tres seguían en coma en
la unidad de cuidados intensivos y podían perder la vida en
cualquier momento.

Al día siguiente, Nataniel y Penélope, que habían pasado la noche en


vela, visitaron a las tres víctimas en coma en la unidad de cuidados
intensivos. Al salir, los enfurecidos familiares de las víctimas se
dirigieron hacia Penélope y arremetieron contra ella. Los familiares
lloraban y la llamaban asesina. Solo querían que sus hijos y maridos
volvieran a casa sanos. Nataniel logró contener a las enfurecidas
familias con gritos de que se detuvieran.

—Estamos en la UCI. ¿Creen que montar este espectáculo ayudará a


que los pacientes mejoren? Eso solo agravará su estado.

—Es fácil para usted decir eso. ¿Sabía que el médico acaba de
informarnos que mi hermano puede fallecer en cualquier momento?
—dijo llorando un hombre alto.

—Tiene razón. El médico ya nos ha dicho que nuestros familiares


están al borde de la muerte y que debemos estar preparados
emocionalmente cuando ocurra. —El resto de los familiares y
parientes afectados asintieron con tristeza.

—No debemos rendirnos mientras haya esperanza, traeré a los


mejores médicos para salvarlos —dijo Nataniel con voz grave.

—El director del hospital acaba de hablar con nosotros. Mi hermano


y los otros dos heridos tienen coágulos en el cráneo, por eso deben
someterse a una segunda operación para eliminar los coágulos. Sin
embargo, ni siquiera los mejores cirujanos de Ciudad Fortaleza se
atreven a realizar esa operación. Dicen que solo el Doctor Ronda, a
quien llaman «el talento incomparable», es capaz de realizar ese
tipo de cirugía —contestó de inmediato el hombre alto.

Cuando Penélope escuchó que el Doctor Ronda podría salvar a esos


tres pacientes que estaban en la UCI, vio un rayo de esperanza, pero
sus ojos se oscurecieron una fracción de segundo después. El viejo
Doctor Ronda era el director del Hospital General del Ejército del
Norte y estaba casi retirado. Por lo tanto, a menos que fueran los
altos dirigentes del país o soldados que hubieran realizado una
hazaña heroica los que necesitaran de sus servicios, era casi
··························································································································· ®
imposible que Ronda realizara personalmente una operación. Una
persona común nunca podría solicitar sus servicios. Si todo el país
requiriera de sus servicios, no sería realista pensar que pudiera
atenderlos.

Penélope pudo ver en las miradas esperanzadas de la multitud que


confiaban en ella para traer al Dr. Ronda y así salvar a sus familiares
al borde de la muerte. Aunque no le resultaba fácil, decidió ser
sincera y dijo:

—Sé que todos ansían salvar a sus familiares, ese es también mi


deseo. Si el problema se resolviera con dinero, ayudaría con gusto,
pero realmente no está dentro de mis posibilidades conseguir que el
Dr. Ronda realice la cirugía.

Tras escuchar la confesión de Penélope, los familiares de los tres


trabajadores accidentados no pudieron ocultar la decepción en sus
rostros. Incluso hubo algunos que sollozaban y gritaban que, sin
Ronda, no quedaba ni una sola esperanza para sus seres queridos.

Mientras Penélope se sentía culpable y los familiares lloraban


desconsolados por la situación tan miserable en la que se
encontraban, Nataniel habló de repente:

—Deberías haber dicho antes que el problema podría resolverse si


logramos que el Doctor Ronda realice la cirugía. ¡Eso es sencillo!

«¿Sencillo?».

Penélope y los familiares miraron asombrados a Nataniel,


sorprendidos por sus palabras.

—Llamaré al Dr. Ronda para que venga del Hospital General del
Ejército del Norte a operar a los pacientes —continuó diciendo
Nataniel.

Los familiares sonrieron con alegría e intervinieron en la


conversación:

—¿Habla en serio?, no intente engañarnos. Le haremos cumplir con


su palabra.

—Nataniel, no les prometas demasiado, no es fácil traer al Dr.


Ronda. Penélope se había puesto nerviosa al escuchar sus
palabras.

—Se rumorea que Ronda no operó a un magnate, ni siquiera


··························································································································· ®
después de que le ofreciera mil millones.

Nataniel sabía que aquel magnate era poco caritativo con su


riqueza y, por eso, Ronda se había negado a operarlo. En cambio,
Nataniel era el General del Ejército del Norte y Ronda había sido el
encargado de suturar sus heridas en cada ocasión. No sería
exagerado decir que Ronda era su médico personal.

—Aunque otros no puedan disponer de los servicios del doctor ni


por mil millones, yo puedo hacer que por solo diez acuda
rápidamente a ayudarme. —Sonrió Nataniel.

Los familiares se quedaron boquiabiertos. Se dieron cuenta de que


no solo estaba exagerando, sino que los estaba engañando.

«El Doctor Ronda no operó al magnate ni siquiera por mil millones,


¿y tú nos dices que podrías conseguirlo con sólo diez billetes?
¿Quién te crees que eres, el General del Norte?».

Penélope entró en pánico y añadió:

—Nataniel, te ruego que dejes de decir tonterías. Por favor, no


empeores las cosas. —Después, lo echó de la UCI. No quería que los

alterara aún más y que acabara recibiendo una paliza. Nataniel solo
pudo sonreír con amargura después de que Penélope lo echara.

Cuando no tenía nadie a su alrededor, sacó su teléfono para llamar


a Ronda, quien estaba a miles de kilómetros de distancia y le pidió:

—Doctor, por favor, venga a Ciudad Fortaleza y ayúdeme a salvar a


unos pocos heridos graves.

Cuando terminó de hacer la llamada, Nataniel volvió a la UCI donde


Penélope intentaba calmar a los familiares en el pasillo. Aunque ella
no podía conseguir al insustituible Ronda, haría todo lo posible para
que el cirujano más conocido de toda Ciudad Fortaleza, el Doctor
Roger Sarmiento, operara a los pacientes.

Se comprometió a salvar la vida de los tres trabajadores en coma,


sin importar el precio.

El Doctor Sarmiento no era un don nadie. Se decía que había sido


alumno del Dr. Ronda y que era un excelente especialista. Sin
embargo, era el cirujano principal de un hospital privado, sus
honorarios eran exorbitantes y fácilmente llegaba a cobrar millones;
por lo que lo apodaban «el médico de los ricos».
··························································································································· ®
Los familiares se quedaron finalmente tranquilos al saber que
Penélope le pediría a Sarmiento que hiciera las cirugías. Al fin y al
cabo, Sarmiento era un médico reconocido, cobraba una cantidad
considerable y además era alumno de Ronda. Todos saldrían
ganando si se le pidiera que realizara esa cirugía.

—Cariño, no es necesario que busques al cirujano de precios


exorbitantes, ya llamé al Doctor Ronda para que venga a Ciudad
Fortaleza y realice la cirugía —le dijo de cerca Nataniel.

—¡Por favor, cállate! —intervino Penélope sin esperar a que


terminara. Se lo llevó a rastras, con temor a que pudiera causar un
alboroto con sus exageraciones.

Nataniel solo llegó a sonreír con amargura, mientras su esposa lo


arrastraba fuera del hospital. Cuando ambos subieron al auto, le
preguntó a Penélope hacia dónde se dirigirían. Ella respondió:

—Al Hospital Adventista Privado, vamos a buscar al Doctor


Sarmiento para que opere a los tres trabajadores.

Nataniel, impotente, añadió:

—Cariño, ya te dije que llamé al Doctor Ronda para que venga a


Ciudad Fortaleza...

—Claro. Deja de fanfarronear y conduce hasta el Hospital


Adventista. —Penélope no le creyó en absoluto y no pudo evitar
sentirse frustrada por su delirio.

Nataniel se sintió impotente ante el comportamiento de su mujer,


pero pensó que como Ronda había envejecido, podría ser bastante
agotador para él operar a tres personas de forma consecutiva.

«Dado que el tal Sarmiento había sido alumno de Ronda, no sería


mala idea pedirle que fuera su ayudante y aliviara así la carga de la
cirugía».

Entonces accedió y condujo hacia el Hospital Adventista.

En un despacho privado del Hospital Adventista, un hombre barrigón


y ligeramente calvo de unos cuarenta años conversaba
respetuosamente con un hombre de aspecto femenino. Aquel
hombre de aspecto femenino no era otro que Jorge Zulueta, quien
jugaba con el cortapapeles que sostenía mientras hablaba con tono
impasible.
··························································································································· ®
—Me he enterado de que tres trabajadores de las obras del Centro
Comercial siguen en estado crítico debido al accidente. Deben
someterse a cirugías craneales para salvar sus vidas.

Sí, ni siquiera varios médicos de diferentes hospitales de Ciudad


Fortaleza han podido operarlos —intervino Roger.

—|magino que Penélope Sosa vendrá a buscarlo pronto. Es muy


probable que le pida que sea el cirujano principal. Quiero que las
operaciones fracasen y que los tres trabajadores se conviertan en
víctimas del accidente.

Roger quería rechazar de manera intuitiva la petición, pues su


reputación se vería afectada si los tres pacientes morían en su

mesa de operaciones. Sin embargo, cuando estaba a punto de


negarse, sus ojos se encontraron con la mirada mortífera de Jorge.
Pensó en la crueldad y la brutalidad de Jorge y en la influencia de su
familia. Bajó entonces la cabeza.

—Sí, Señor Zulueta, lo entiendo.

—No te preocupes, remuneraré tu trabajo. Te daré mil millones


cuando esté hecho —le dijo Jorge complacido—. Además, podrás
aprovechar la oportunidad para sacarle dinero a Penélope. Esa zorra
seguro te pedirá que realices la cirugía, cueste lo que cueste.

Los ojos de Roger brillaron de placer. Hizo algunos cálculos y se dio


cuenta de que esta vez podría hacer una gran fortuna.

—Je, je, entiendo, señor. —Sonrió.

En ese momento, la asistente de Roger llamó a la puerta, y este le


dio permiso para que entrara.

—Doctor Sarmiento, el Señor Nataniel Cruz y la Señora Penélope


Sosa están aquí para verlo —informó la asistente educadamente.

Roger y Jorge intercambiaron miradas antes de que Sarmiento le


indicara a la asistente:

—Llévalos a la sala de recepción, iré para allá en un minuto.


—¡De acuerdo! —respondió la asistente.

Con su bata blanca y sus gafas de montura dorada, Roger llegó a la


sala de recepción unos minutos después. Vio a Nataniel y a
··························································································································· ®
Penélope en cuanto entró. Sus ojos brillaron al ver a Penélope.
«Vaya, qué sorpresa. Esta descarada es toda una escultura con sus
seductoras curvas y su bonita cara». Penélope no se percató de su
lasciva mirada, se le acercó con rapidez y lo saludó con cortesía.

—Hola, Doctor Sarmiento. Soy Penélope Sosa, Directora General del


Centro Comercial Diva Ltd. Este es mi marido, Nataniel Cruz.

Roger no se molestó en mirar a Nataniel, pero sí observó


detenidamente la figura de reloj de arena de Penélope y sonrió.

—Señora Sosa, he oído hablar mucho de usted desde que sucedió el


accidente en las obras del Centro Comercial Asiático ayer en la
noche.

—¡Ah!, es una pena que las malas noticias viajen más rápido que el
viento. —Penélope sonrió con torpeza.

—¿Puedo preguntar qué la trae hoy por aquí? —Roger la miró con
una sonrisa de oreja a oreja.

—En realidad, tanto mi marido como yo requerimos su ayuda esta


vez. Los tres trabajadores implicados están en estado crítico. —
Penélope no se anduvo con rodeos—. Nos gustaría pedirle que sea
el cirujano principal de esos pacientes.

—SÍí, me enteré del estado de los trabajadores por mis conocidos en


el Hospital de Fortaleza. Es una situación bastante complicada. —
Roger trató de ser evasivo al escuchar su petición.

—Por eso hemos venido a pedirle ayuda en este asunto. Usted fue
alumno del Doctor Ronda, seguro puede encargarse perfectamente.
Por supuesto, soy consciente de sus honorarios. El dinero no es un
problema —continuó apresurada.

—Entonces debo pedirle a su esposo que espere fuera un rato. —


Roger sonrió con maldad y observó con avidez los pechos de
Penélope, que llevaba un traje formal, pero que resaltaba sus
curvas.

Nataniel se había dado cuenta hacía tiempo de las miradas poco


respetuosas de Roger. Como hombre, sabía muy bien lo que estaba
pensando. Su rostro se ensombreció con solo pensarlo.

—¿Por qué tiene que esperar mi esposo fuera? —preguntó perpleja


al oír su petición.

··························································································································· ®
—Porque no me gusta tener una tercera persona cerca cuando estoy
discutiendo asuntos con alguien. Otra opinión solo complicaría las
cosas y, al final, la discusión no sería productiva. —Roger apenas
sonrió—. Si usted no se siente cómoda con mi estilo de trabajo,
entonces no me parece lógico siquiera que tengamos una
conversación. Por favor, busque a alguien mejor cualificado para el
trabajo.

—Nataniel, ¿por qué no me esperas fuera? —Ella pensaba en el bien


de los trabajadores en estado crítico y le habló en tono bajo.

—Claro —respondió él mientras clavaba la mirada en Roger.

Al marcharse Nataniel, Roger y Penélope se quedaron a solas en la


habitación. Ella tomó la iniciativa y preguntó:

—Doctor Sarmiento, ¿cuál es el precio que tengo que pagar para que
se encargue de la cirugía? —Roger levantó entonces dos dedos y
Penélope preguntó—: ¿Dos millones? Eso se corresponde bastante
con lo que pagan sus clientes ricos. Puedo pagarle dos millones.

—¿Quién ha dicho dos millones? Estoy hablando de dos mil millones


por cirugía. Serían seis mil millones en total. —Sonrió con maldad.

—¿Seis mil millones? — Penélope abrió los ojos con incredulidad


mientras su voz se entrecortaba—. ¿No está exagerando un poco?

—Seis mil millones es justo. Usted está bajo el escrutinio de los


medios por el accidente en la obra. Todos en Fortaleza tienen los
ojos puestos en usted, se preguntan si los trabajadores heridos
sobrevivirán —replicó Roger—. Estoy arriesgando mi reputación al
realizar esas cirugías para usted. Seis mil millones es un precio
justo si tenemos en cuenta el riesgo que corro. Por supuesto, si no
quiere pagar ese precio, hay otra opción. —Sus razones causaron
asombro en ella. Roger reparó en la piel de porcelana que asomaba
debajo del cuello de la camisa y sonrió con maldad—. Es decir, si
tienes sexo conmigo sobre este escritorio, entonces salvaré a los
tres trabajadores sin cobrar.

—¡Sinvergúenza! —Apretó los dientes y el rostro se le tornó rojo


carmesí. Se dio la vuelta para marcharse.

—Señorita, no se marche tan rápido. Debería tener en cuenta que, en


toda Ciudad Fortaleza, e incluso en todo el Norte, soy el único que
puede ayudarla. —Roger la detuvo y la miró con lujuria—. Si me
rechaza y sus trabajadores mueren a causa de lo sucedido, será
considerado un accidente laboral muy serio. Su empresa sufrirá las
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consecuencias y usted, como presidenta del proyecto, irá a la cárcel
—entonces añadió—: Así que mi consejo es que abra las piernas y
me complazca.

Penélope estaba a punto de abofetearlo y dejar claro su rechazo


rotundo cuando, de repente, Nataniel abrió la puerta de la sala de
recepción de una patada y entró con una expresión sombría en el
rostro. Al Roger reconocer sus intenciones instintivamente se
retrajo con miedo.

—¿Qué... qué intentas hacer?

Nataniel levantó la mano y le dio una bofetada tan fuerte que le


arrancó unos dientes y le dejó el rostro ensangrentado. El escritorio
se desplomó al caer Roger encima.

—¿Cómo puede un degenerado como usted haber sido alumno del


Doctor Ronda? Le doy la oportunidad de que se arrepienta. Vaya al
Hospital de Ciudad Fortaleza en la tarde y discúlpese ante mí, de
rodillas. De lo contario, estará condenado de por vida. —Nataniel lo
miraba impertérrito.

Nataniel tomó a Penélope de la mano y se fueron enseguida.

Algunos empleados entraron corriendo luego de que la pareja se


marchara. De inmediato, lo levantaron y le preguntaron:

—Doctor Sarmiento, ¿está bien?

La mitad de la cara de Roger estaba hinchada por el golpe, incluso


se le habían caído algunos dientes. Era la primera vez que recibía
una paliza así. Sin embargo, no pensaba en el dolor, estaba
indignado por el comentario de Nataniel. «¿Cómo se atreve a
pedirme que me disculpe de rodillas? ¿Quién se cree que es?».

—De todo Fortaleza, soy el único capaz de salvar a esos pacientes.


¿Cómo se atreve ese desgraciado a amenazarme? —dijo con una
mueca horrible en el rostro—. De acuerdo, le seguiré el juego e iré al
hospital por la tarde. Más vale que esos dos perros se arrodillen
ante mí o no operaré a los tres pacientes.

Roger había tramado un plan aún más perverso en su mente.


«Aunque me supliquen, dejaré que los pacientes mueran». Juró
hacer que Penélope sufriera las consecuencias del accidente en la
obra.

Finalmente salieron del Hospital Adventista. Penélope dejó escapar


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un suspiro profundo y dijo:

—Ahora que lo has golpeado, no creo que vaya a llevar a cabo la


cirugía, aunque le paguemos seis mil millones.

—Calma, Ronda se encargará de la cirugía. Me aseguraré de que ese


degenerado sufra un destino peor que la muerte si no se disculpa
ante mí arrodillado. —Nataniel la tranquilizó.

Ella solo negó con la cabeza y pensó que su marido tenía la mente
en las nubes de nuevo.

Nataniel acompañó a Penélope hasta la casa. Ella estaba muerta de


cansancio porque no había pegado ojo la noche anterior. Los padres
de Penélope, Bartolomé y Leila Sosa prepararon el almuerzo y la
familia se reunió para comer. Los Sosa estaban algo desanimados a
diferencia de Nataniel. En tanto, en la televisión, un reportero
informaba sobre el accidente en el Centro Comercial Asiático en
Fortaleza:

—El accidente en la obra ha dejado 32 personas heridas. Tres


trabajadores se encuentran actualmente en estado crítico. Se dice
que la responsable es Penélope Sosa, una joven de solo veinte
años. Además, se ha descubierto que no tiene ninguna experiencia
en proyectos de construcción. Es muy probable que este accidente
sea fruto de su negligencia. Después de que se investigue a fondo la
causa del siniestro, será acusada y encarcelada por su descuido —
reprobaba el reportero.

Las expresiones de Bartolomé y Leila cambiaron de forma radical


tras escuchar la noticia. Enseguida apagaron el televisor. Penélope
sonrió con amargura. «La difamación y la fama son dos caras de la
misma moneda».

Mucha gente se puso verde de envidia cuando ganó la licitación


para el proyecto del Centro Comercial y ahora, después del
accidente en la obra, le daban la espalda y desesperaban por verla
entre rejas. Además, sabía que había una investigación en curso. Si
realmente se debía a una negligencia suya y los trabajadores morían
por el accidente, entonces sí que tendría que ir a la cárcel. Cuando

aquellos pensamientos cruzaron por su mente, perdió el apetito.


Puso a un lado el plato y se fue a su habitación a tomar una siesta.

—Despiértame en media hora —le recordó a Nataniel antes de ir a


acostarse—. Aunque no hayamos conseguido que Roger opere a los
tres trabajadores, tenemos que hacer lo posible por conseguir la
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segunda mejor alternativa.

—No te preocupes, tengo mis planes —respondió él calmado.

Penélope arrastró su cuerpo exhausto hasta la habitación.


Bartolomé y Leila no pudieron aguantar más, cuando Penélope se
fue, le preguntaron a Nataniel:

—¿Es cierto que nuestra hija podría ir a la cárcel por ese accidente
en la obra? Está en todas las noticias.

—Papá, mamá, no se preocupen. Algunos trabajadores resultaron


heridos, pero no hubo víctimas. El accidente no se considera grave.
Penélope estará bien. —Nataniel los tranquilizó. Se relajaron
visiblemente con la explicación, pero seguían preocupados, pues el
reportero había mencionado que había tres trabajadores en estado
crítico.

—Papá, no puedes dejar que mamá vaya a la cárcel, tengo miedo de


no volver a verla. —Reyna tiró de una punta de la camisa de Nataniel
y lo miró nerviosa.

—No digas tonterías. Papá no dejará que mamá vaya a la cárcel. —


Nataniel cargó a su hija y bromeando le pellizcó ligeramente la
nariz.

—¿De verdad? —Los ojos de Reyna brillaron de alegría.


—¿Te ha mentido papá alguna vez? —Nataniel sonrió.

—¡No!, siempre haces lo que dices, eres el mejor — respondió Reyna


que sonrió emocionada.

Penélope estuvo media hora intentando dormir; pero, cuando


despertó, se dio cuenta de que ya eran las cuatro de la tarde.

«¡Dormí cuatro horas seguidas!¡Nataniel no me despertó como le


pedít».

Penélope se enfureció y se levantó con prisa de la cama. Salió de la


habitación y lo vio en el salón. Quería preguntarle por qué no la
había despertado, pero su sonrisa la detuvo.

—Cariño, te despertaste justo a tiempo, tenemos que ir al hospital. El


médico que va a operar a los tres trabajadores llegará pronto al
Hospital de Fortaleza. —Penélope se quedó perpleja.

«¿Buscó a otro cirujano famoso mientras dormía?». Su enfado se


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esfumó y se sintió bastante conmovida al mirar a Nataniel.

«¡Qué considerado es! ¡Como anoche no dormí, organizó todo en


secreto para que yo descansara!».

Penélope no pudo evitar mirarlo con ternura. «Tonto, tú tampoco


pegaste ojo anoche. Querías que descansara cuando ni siquiera
descansaste tú».

—Nataniel, ¿qué cirujano contrataste? ¿Es de confianza? —le


preguntó con suavidad mientras salían de la casa.

—Le confiaría mi vida. Sabrás quién es cuando lleguemos al hospital


—contestó él sonriendo.

Llegaron al Hospital de Fortaleza enseguida. La Unidad de Cuidados


Intensivos era un caos.

Uno de los pacientes en coma había empeorado y debía someterse


a la cirugía inmediatamente. El jefe del departamento de cirugía,
Benito Gálvez, explicaba a los familiares que el paciente solo tenía
un diez por ciento de posibilidades de sobrevivir e intentaba
convencerlos de que firmaran el formulario de consentimiento para
que pudieran intervenir quirúrgicamente de inmediato. Los
familiares estallaron en sollozos y se negaron a firmar el formulario.

El Doctor Gálvez y los familiares se abalanzaron sobre Nataniel y


Penélope Sosa cuando los vieron acercarse. El doctor tomó la
iniciativa de hablar con Penélope.

—Señora Sosa, el estado de uno de los pacientes ha empeorado y


debe entrar al salón de operaciones de inmediato.

—Presidenta Sosa, el Doctor Gálvez nos ha dicho que la posibilidad


de éxito de la operación es de solo un diez por ciento. Así no
podemos firmar el formulario de consentimiento —intervino uno de
los familiares del paciente—. Usted prometió traer al Doctor
Sarmiento para que realizara la cirugía, ¿no? ¿Dónde está?

Penélope tartamudeó y no pudo responder aquellas avasalladoras


preguntas. Miró con impotencia a Nataniel, pues también sentía
curiosidad por el famoso cirujano que supuestamente había traído.
Antes de que él pudiera responderle, se escuchó una voz
procedente de la multitud. Todos giraron la cabeza para ver quién
era. No era otro que el vil Doctor Roger Sarmiento a quien Nataniel
había arrancado unos cuantos dientes y le había dejado la cara
hinchada. Roger se acercó a Nataniel y Penélope, mirándolos con
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desprecio. Los ojos del Doctor Gálvez brillaron por la grata sorpresa
de ver a Roger.

—¡Dios mío, es el Doctor Sarmiento, exalumno del Doctor Ruperto


Ronda del Hospital Privado Adventista! —gritó emocionado—. ¡Con
el Doctor Sarmiento en la cirugía, creo que es seguro decir que
tenemos un cincuenta por ciento de posibilidades de éxito!

Los familiares murmuraron emocionados cuando se dieron cuenta


de que era Roger.

«¡Es estupendo que la Señora Sosa haya conseguido que realice la


cirugía!».

—Lo siento señores, solo estoy de paso, no vine para encargarme de


la cirugía —aclaró para no alimentar las expectativas. El entusiasmo
de todos se extinguió al escuchar sus palabras.

—Señora Sosa, usted dijo que el Doctor Sarmiento se encargaría de


la cirugía, ¿no? ¿Entonces qué sucede? —Todos la miraron con
recelo.

—Doctor Sarmiento, le prometo que pagaré seis mil millones por los
tres —se apresuró a decir Penélope, a quien le desbordaba la
ansiedad.

Todo el salón enmudeció al escuchar la cifra. Sabían que Roger era


«el médico de los ricos», pero no imaginaban que llegara a pedir
semejante cifra por sus servicios. Todos quedaron en silencio. Se
dieron cuenta de que ella estaba siendo sincera, al ver que estaba
dispuesta a desembolsar seis mil millones para salvar a sus seres
queridos. No obstante, se iban a sorprender aún más con lo que
Roger estaba a punto de decir.

—¡Ajá!, seis mil millones es lo que vale mi esfuerzo. —Roger la miró


con desdén—. Sin embargo, no estuvo satisfecha con el precio y su
esposo me dio una paliza e incluso, tuvo el descaro de decirme que
viniera a ofrecerle disculpas de rodillas. — Añadió además con
petulancia—: Ahora tengo otra condición: no solo cobraré seis mil
millones.

—¿Qué condición? —Penélope hizo una mueca al escucharlo.


Roger le lanzó una mirada a Nataniel.

— Además de los seis mil millones, quiero que Nataniel se arrodille


ante mí y me pida perdón. No solo eso, ¡quiero que me lama los
zapatos mientras se disculpa!
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La multitud reunida condenaba en silencio la actitud de Sarmiento.
La cara de Penélope se puso blanca como el papel al verse en
aquella encrucijada. No podía decir que sí a las condiciones de
Roger y al mismo tiempo era imposible pedirle a Nataniel que se
disculpara arrodillado y, mucho menos, que le lamiera los zapatos.
Sin embargo, nadie más podía salvar a los tres pacientes en estado
crítico. Sería como si ella los dejara morir si tomaba la decisión
incorrecta. «La culpa me perseguirá eternamente».

El rostro se le puso de todos los colores, el cuerpo le temblaba por


la tremenda presión y se sentía abrumada ante tal dilema. En ese
momento, Nataniel la tomó de la mano y le procuró la fuerza que
necesitaba.

—¿Cómo se atreve un charlatán como tú a exigirme que le suplique?


—le espetó impávido mirando a Roger que abrió los ojos al oírse
insultado.

Nataniel se volvió en ese instante hacia los familiares de los


pacientes y dijo con voz tranquila:

—Señores, el Corporativo Cruz ha solicitado la ayuda de la persona


más competente para realizar las cirugías de sus seres queridos. Se
trata del director del Hospital del Ejército del Norte, Ruperto Ronda.

La multitud enmudeció ante su anuncio.

Por un momento, Roger se quedó atónito y soltó una carcajada


burlona.

—¡Ja!, no trate de engañarme. ¿Quién eres para pedirle a mi maestro


que venga a Ciudad Fortaleza a operar a tres humildes obreros?
Juro que me arrodillaré, te pediré disculpas y renunciaré para
siempre a ser médico si eres capaz de traer a mi maestro.

Todos centraron su atención en Nataniel. Esperaban que fuera


cierta su afirmación. No obstante, sabían que las posibilidades de
que el Doctor Ronda realizara las cirugías eran remotas.

—¿Qué haces? ¿Intentas todavía tomarnos el pelo? —le preguntó


Penélope en voz baja.

—No estoy jugando. Hoy, este charlatán me va a pedir disculpas


arrodillado y va a dimitir como médico para siempre. —Nataniel
sonrió.

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—Si has solicitado la ayuda del Doctor Ronda, ¿dónde está
entonces? —Penélope no soportaba más las insensateces de
Nataniel a quien se le curvaron los labios en una leve sonrisa
mientras señalaba con un dedo hacia el cielo.

La multitud se quedó perpleja y Roger se burló al instante.

— ¿Quieres decir que está a miles de kilómetros? ¡Qué ridículo


sujeto!

—No digo que esté a miles de kilómetros, sino que el Doctor Ronda
ya está aquí y que pronto descenderá del cielo —respondió muy
seguro de sí.

Roger se echó a reír mientras los demás sacudían la cabeza en


señal de reproche.

«¿Está loco? Ronda no es un Dios, ¿cómo podría descender del


cielo?».

En ese momento, se escuchó un fuerte ruido procedente de lo alto.


Una multitud desconcertada salió corriendo del edificio para ver de
dónde venía. Al levantar la cabeza y, para sorpresa de todos, tres
helicópteros armados sobrevolaban el edificio. Aterrizaron en el
helipuerto lentamente. Un anciano de barba blanca salió de uno de
los helicópteros acompañado de varios soldados del Norte. Tenía
una complexión imponente a pesar de su avanzada edad.

La multitud volvió a agitarse.

—¡Dios mío, es realmente el Doctor Ronda, el director del Hospital


General del Ejército del Norte!

Muchos se emocionaron al ver al doctor. Algunos incluso querían


acercársele y saludarlo; pero, antes de que pudieran acercarse al
doctor, los soldados que lo custodiaban los detuvieron en seco.

Ruperto Ronda distinguió enseguida a Nataniel y a Penélope entre la


multitud. No pudo evitar mirarlo a él con gran admiración y sonrió al
verla a ella a su lado.

Como médico personal del General, se preocupó por él como si


fuera su familia cuando decidió formar un hogar. Nataniel no era un
don Juan libertino y no perdía la cabeza por las mujeres. Al Doctor
Ronda le preocupaba que se pareciera a un gran General que solía
jurar que no formaría una familia hasta haber aniquilado al enemigo.
Estaba alegre de ver qué buena pareja había encontrado.
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El Doctor Ronda prestó atención a la multitud; en cambio, se dirigió
directamente hacia Nataniel y Penélope.

—Señor Cruz, Señora Sosa, salí directamente del Aeropuerto


Internacional de Ciudad Fortaleza en un avión privado y llegué aquí
en un helicóptero privado. Supongo que llego a tiempo para salvar a
los pacientes, ¿verdad? —dijo sonriendo.

Los soldados del Norte se emocionaron al ver a Nataniel. Tanto, que


enderezaron sus espaldas como postes.

—Doctor Ronda, llega justo a tiempo. Un paciente ha empeorado de


repente y necesita ser operado con urgencia —le informó.

Penélope no podía creer lo que veían sus ojos. Su habitual


comportamiento sereno desapareció e incluso tarttamudeó cuando
lo saludó:

—D... Doctor Ronda, en verdad es usted.

—SÍí, soy yo. —Se rio—. Me enteré de que Nataniel y usted requerían
mi ayuda, así que traté de llegar lo más rápido posible.

Todos los presentes observaban intrigados a Nataniel. Se


preguntaban quién era. «¿Cómo fue capaz de traer a Ronda?».

Ni siquiera el alcalde de Ciudad Fortaleza había sido capaz de


encontrar a alguien como el Dr. Ronda.

Sin duda, Roger fue quien se llevó la peor parte. Su cara se tornó
blanca como un papel y casi se orinó encima al ver a Ruperto
Ronda. Quería que se lo tragara la tierra para que Ronda no lo viera.
Conocía muy bien a su profesor quien, a pesar de ser un médico
comprensivo, detestaba la maldad. Si Ronda se enteraba de sus
fechorías, realmente estaría acabado en la comunidad médica.

Aunque Ronda ya lo había visto, Sarmiento rezaba con fervor para


poder pasar desapercibido. El doctor ya se había enterado de lo
ocurrido durante el viaje hasta el hospital. Sabía que Roger
Sarmiento había intentado aprovecharse de la situación tratando de
extorsionar a Penélope y que había exigido un pago astronómico
por las cirugías. Incluso sabía sobre la indecente propuesta que le
hizo a Penélope y la repulsiva petición de que Nataniel le lamiera los
zapatos.

El Doctor Ronda se reunió rápidamente con los jefes de


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departamento del Hospital de Ciudad Fortaleza que se prepararon
para anestesiar al paciente y para la cirugía. Cuando todo estuvo
listo para operar al obrero que había empeorado, cambió
repentinamente el tono de su voz:

—Antes de empezar, debo encargarme de algo —dijo con firmeza y


seguridad.

Roger Sarmiento parecía haber sido golpeado por un rayo cuando


escuchó las palabras de su exprofesor.

Se giró entonces y miró a Roger con frialdad.


—Sinvergienza, ¿eres consciente de tus fechorías?
— ¡Profesor! —A Roger le temblaba la voz.
—¡Arrodíllate! —bramó Ronda.

Ronda no sólo había sido el profesor de Roger, sino que era también
un héroe en la comunidad médica de Ciudad Fortaleza y ocupaba
además una posición inmejorable en el ejército.

Su orden hizo que las piernas de Roger temblaran como si fueran de


gelatina; se arrodilló de inmediato.

El Doctor Ronda, enfurecido, miró a Roger y le gritó:

—¿Aún recuerdas mi primera lección? Debemos ser virtuosos para


estudiar medicina. Hace tiempo que sé que utilizas las habilidades
que aprendiste de mí con fines de lucro, pero no quise interferir.
¿Quién iba a pensar que te rebajarías tanto por dinero? A partir de
ahora, ya no eres mi alumno. También pediré a la Asociación
Médica que invalide tu licencia médica.

—Profesor, por favor, perdóneme, todo es culpa mía... —contestó


Roger tembloroso al escuchar las palabras de Ronda. Llorando
rodeó con sus manos las piernas del Doctor Ronda.

—Mejor pídale perdón al Señor Cruz —dijo el Doctor Ronda sin hacer
caso a sus súplicas.

Roger lanzó una mirada a Nataniel y abrió los ojos con


incredulidad. «¿Está diciendo que sólo puedo sobrevivir si Nataniel
me perdona?».

Roger apartó a un lado su dignidad y se arrastró hasta Nataniel y


Penélope, se arrodilló ante ellos mientras suplicaba su clemencia.

—Señor Cruz, señora Sosa, lo siento mucho. Les ruego que


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intercedan por mí ante el Profesor Ronda y que me perdonen.

—Te di una oportunidad, pero la desperdiciaste —dijo Nataniel con


parquedad.

—Me disculpo, me disculpo ahora mismo... —La voz de Roger aún


temblaba.

—¿No me pediste hace un rato que me arrodillara y te lamiera los


zapatos? ¿Por qué? ¿Te arrepientes ahora? —replicó impertérrito.
Roger no pudo responderle—. Sé consecuente y mantén tu actitud
villana. Tu amaneramiento me asquea. Desaparece. Espero que
esta vez aprendas la lección y pases página.

Tan pronto como Nataniel terminó la última oración, dos soldados


se acercaron para llevarse al lacrimoso Roger.

El hospital había hecho todos los preparativos para la cirugía


mientras Roger montaba su escena.

El Dr. Ronda entró entonces al quirófano y operó al paciente. Había


estudiado el historial médico de cada uno de camino al hospital
para poder intervenir de inmediato. La cirugía duró apenas media
hora y fue un éxito. Drenaron apropiadamente el hematoma craneal
del paciente y redujeron la presión sobre el cerebro, por lo que ya no
se encontraba en estado crítico.

Los médicos y los familiares que esperaban fuera del quirófano


aplaudieron con alegría cuando se les informó que la cirugía había
concluido satisfactoriamente.

El Doctor Ronda hizo honor a su reputación. Pidió de inmediato que


prepararan a los otros dos pacientes para operarlos después de
haber terminado con el primero.

Al cabo de otras dos horas, las cirugías de los otros dos pacientes
también fueron todo un éxito y ya no corrían peligro de muerte. La
noticia fue ampliamente difundida por los medios de comunicación
que elogiaron, sobre todo, la pericia del Doctor Ronda.

Tanto líderes de entidades gubernamentales, del ámbito médico,


como miembros de la alta sociedad, expresaron su deseo de
agasajar al doctor por el éxito de las cirugías. Sin embargo, él los
rechazó a todos y prefirió ir a la casa de Penélope para una simple
comida casera.

Todos se quedaron boquiabiertos con su decisión y se desató un


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acalorado debate sobre el posible parentesco del Doctor Ronda con
Nataniel y Penélope.

Incluso Jorge Zulueta, que había conspirado contra ellos, quedó


impresionado, por lo que ordenó rápidamente a su subordinado que
averiguara sobre el parentesco entre el Doctor Ronda y la pareja. La
respuesta llegó casi al instante. Supieron que Nataniel había sido
soldado en el Ejército del Norte y que era maestro de ajedrez.
Ruperto Ronda jugó contra él, pero no pudo derrotarlo. El Doctor, al
perder la partida, le concedió a Nataniel un deseo sin condiciones.
Por eso, él pudo pedir esta vez su ayuda.

Zulueta comprendió al leer el informe y resopló:

—Me preguntaba cómo habían conseguido que el Doctor Ronda


realizara la cirugía. Lo hizo para cumplir su promesa.

—Ahora que el Dr. Ronda ha cumplido su promesa, ya no tiene


compromisos con el Señor Cruz —añadió su subordinado—.
Nataniel Cruz y Penélope Sosa tuvieron suerte esta vez, dudo que
vuelvan a tener tanta suerte de nuevo. —Juan sonrió con malicia.

Después de la cena, el Doctor Ronda se despidió de Nataniel,


Penélope y los Sosa. Subió a un avión privado y regresó al Norte.

Cuando el Doctor Ronda partió, Alfredo Sosa, el abuelo de Penélope,


llegó acompañado por sus hijos Samuel y Pablo.

El rostro de Penélope se ensombreció al verlos llegar. Su expresión


era difícil de interpretar, pero sabía que algo grande iba a suceder
pronto. Alfredo se sentó y fue directo al grano. Le preguntó:

—¿Por qué en cuanto ocurrió el accidente no hablaste con nosotros?


Al fin y al cabo, somos accionistas.

—Abuelo, tíos, desde que el accidente ocurrió anoche he estado


ocupada encargándome de todo —explicó ella—. Acordamos que
ustedes no participarían de ninguna manera en la administración de
la empresa. Por eso decidí ocuparme primero del asunto antes de
convocar a la junta de accionistas.

—Entonces, ¿cómo va todo? —Alfredo entornó los ojos.

—Los trabajadores heridos ya no están en estado crítico. El


incidente está ahora bajo control —le informó Penélope—. Tendré
que hacer un seguimiento del tratamiento de los obreros; además,
debo discutir con ustedes la indemnización que les daremos.
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—No hace falta que me cuentes los detalles de los gastos médicos,
las indemnizaciones y demás, solo dime cuánto perderá el
Corporativo Cruz esta vez —comentó Alfredo irritado con la
explicación de Penélope.

—Después de un cálculo aproximado, estimamos que la pérdida


sobrepase los mil millones —contestó en voz baja.

Los Sosa pusieron cara de preocupación al oír la cifra. Eran los


principales accionistas y si el Corporativo Cruz perdía más de mil
millones, entonces cada uno de ellos perdería millones.

—He oído que la Unidad de Respuesta a Emergencias de Ciudad


Fortaleza ha creado un equipo de investigación para indagar sobre
la causa del accidente —añadió con indiferencia Samuel—. Si la
culpa es de la administración del Corporativo Cruz, entonces
tendrás que asumir toda la responsabilidad.

—SÍ —asintió ella con la cabeza.

— Además, he oído que el ayuntamiento cree que, tras el incidente, el


Corporativo Cruz ya no es lo suficientemente competente como
para encargarse de la construcción del Centro Comercial Asiático.
¿De verdad están pensando en dejar que otras empresas se
encarguen del proyecto? —añadió también Pablo.

Penélope abrió los ojos desmesuradamente al oír la noticia y negó


con la cabeza.

—Es solo un rumor. Al menos, no se me ha informado nada al


respecto.

—Penélope, esta vez has armado un buen lío. No solo has hecho
que la empresa pierda dinero, sino que nos harás perder la gallina
de los huevos de oro —resopló Alfredo—. Tus tíos y yo somos
inocentes en este asunto, ¡no pagaremos por tu error!

—Abuelo, ¿qué quieres decir? —Penélope frunció el entrecejo.

—Nada. Es que creemos que esta vez deberías responsabilizarte por


tu error. Queremos entregar nuestras acciones y que nos devuelvas
los nueve millones que invertimos —explicó Alfredo con rostro
impasible.

—¿Qué? Fueron ustedes quienes pidieron ser accionistas y, hora que


hemos tenido pérdidas, ¿no están dispuestos a que las afrontemos
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juntos, incluso quieren retirar todo el capital invertido? —les dijo
sorprendida.

—Sí, vamos a devolverte las acciones y tú nos darás el capital


íntegro, ni un céntimo menos —respondió entonces el abuelo.

Bartolomé y Leila estaban indignados por la escena que


presenciaban. Los tíos y el abuelo pisoteaban a Penélope.

El accidente de la obra era bastante grave, sería una gran pérdida


para la empresa. Si se retiraban en ese momento, la empresa
enfrentaría serios problemas de liquidez y se vería en una nefasta
situación.

—Abuelo, no deberían hacer eso. Incluso si lleváramos el caso a los


tribunales, ustedes estarían en desventaja —añadió Penélope
apresuradamente.

—¡Cómo te atreves! ¿Estás diciendo que vas a demandar a tu abuelo


y a tus tíos? —preguntó Alfredo enfurecido al escuchar a su nieta.

— ¡Ja! ¡Penélope, cómo te atreves a rebelarte contra el abuelo y


nosotros! —añadió Samuel.

Ella realmente no pretendía demandar a sus tíos y a su abuelo.


Aunque ganara el caso, los Sosa se convertirían en el hazmerreír del
círculo empresarial de Ciudad Fortaleza. Además, de todos modos,
retirarían sus acciones; solo que obtendrían un capital menor que
nueve millones, ya que la cantidad se calcularía sobre la base del
precio actual del mercado.

—Abuelo, tíos, no se enfaden. No estoy diciendo que quiera


demandarlos. —Penélope los tranquilizó—. Solo les pido que
esperen para retirar sus acciones. ¿Pueden dar tiempo a que se
calmen las aguas por el incidente y que la empresa vuelva a
funcionar con normalidad?

Los tres habían oído decir que el ayuntamiento, a causa del


accidente de la obra, estaba considerando dejar que otra empresa
se encargara del proyecto del Centro Comercial Asiático. El
Corporativo Cruz desaparecería si perdía aquel proyecto. Ninguno
de los tres estaba dispuesto a correr ese riesgo; por eso querían
retirar sus acciones cuanto antes. No les preocupaba Penélope,
solo querían recuperar el dinero invertido. Aunque ella les rogara
fervientemente, no cederían.

—Abuelo, si insisten en retirar sus acciones ahora, me dejarán sin


··························································································································· ®
opciones. —Aquella actitud comenzaba a angustiarla y un destello
de lágrimas se dejó ver en sus ojos.

—No nos importa. Después de todo, solo hace unos días que somos
accionistas. Es mejor que hagas como que nunca lo fuimos. —
Alfredo permanecía impasible.

A Bartolomé y Leila les atormentaba ver que la tenían acorralada,


pero no podían hacer nada. Mientras tanto, Nataniel ayudaba a
Reyna a hacer las tareas escolares. Casi sollozando, la niña le dijo
en voz baja:

—Papá, el bisabuelo y los tíos están molestando a mamá otra vez.

—Cariño, no hace falta rogarles. —Nataniel los miró—. Déjalos retirar


sus acciones si quieren. Te garantizo que se arrepentirán toda la
vida si toman esa decisión.

—Devolverles los nueve millones alterará por completo el flujo de


caja de la empresa. —Penélope lo miró con incredulidad y su voz
temblaba—. Puede que ni siquiera tengamos suficiente para
compensar a los obreros.

—No importa. Vendrán otros inversores cuando retiren sus acciones


—respondió Nataniel con parquedad y sin más tardar hizo una
llamada telefónica a César Díaz—. Pasa este mensaje a los
inversores de Ciudad Fortaleza: Diva Ltd. está buscando
inversionistas. Los interesados deben reunirse conmigo en media
hora. La oferta es limitada, así que deben apurarse. —Colgó al
terminar.

Los tres rieron con sarcasmo. Antes del accidente, muchos estaban
dispuestos a invertir en el Corporativo Cruz; sin embargo, después

del incidente y de los rumores de que el ayuntamiento de la ciudad


pasaría el proyecto a otros inversores, ¿cuántos seguirían
interesados?

Nataniel había pedido incluso que los interesados se pusieran de


inmediato en contacto con él. «¡Menuda broma!».

—¿De verdad vamos a devolverles los nueve millones y recuperar


nuestras acciones? —Penélope dudaba aún.

—Por supuesto. Ellos saldrán perdiendo. ¿Por qué deberíamos


preocuparnos? —respondió y al verla indecisa le dijo sonriendo—:
Cariño, después de todo lo que he hecho, ¿todavía no me crees? Si
··························································································································· ®
confías en mí, deberías llamar al abogado y pedirle que nos
transfiera el 48% de sus acciones.

Se mordió los labios al oír su propuesta. Finalmente, decidió confiar


en él.

Entonces miró a su abuelo y a sus tíos que estaban frente a ella.

—De acuerdo, les compraré las acciones que tienen en su poder por
nueve millones.

Penélope llamó entonces al abogado para que viniera. Los tres se


mostraban arrogantes después de conseguir lo que querían. Al
principio pensaron que iban a perder una gran parte de su capital y
que no liquidarían sus acciones. Sin embargo, no imaginaron que
Nataniel y Penélope serían tan ingenuos como para aceptar
devolverles los nueve millones.

El abogado del Corporativo Cruz llegó poco después. El borrador del


acuerdo estaba listo para que Penélope y los tres Sosa lo firmaran.
Después de rubricar el acuerdo, unos hombres impecablemente
vestidos de traje llamaron a la puerta. Eran Zacarías Soler, el
hombre más rico de Ciudad Fortaleza; Leonel Hernández, director
del banco; Jesús Moreno, propietario del popularidadel Juno;
Walfrido Collazo, presidente del Grupo Collazo y; por último, Carlos
Guerra, presidente de la Inmobiliaria Avances.

Los tres Sosa quedaron asombrados ante la presencia de aquellos


acaudalados señores. Cada uno de sus patrimonios netos
sobrepasaría con facilidad el de los Sosa. No sería exagerado

apuntar que los Sosa parecían mendigos frente a Zacarías Soler.


Los tres quedaron impresionados. «¡Dios mío! ¿Estos señores están
aquí realmente para invertir en el Corporativo Cruz?». Confirmaron
sus sospechas al verlos acercarse directamente a Penélope y
Nataniel.

—Señora Sosa, hemos oído que algunos imbéciles han decidido


retirar sus acciones, lo que ha puesto a su empresa en una difícil
situación financiera; también, que está buscando inversores —
preguntaron sonrientes Zacarías Soler y los demás.

«¿Imbéciles?». Alfredo, Samuel y Pablo se miraron entre


sí. «¿Hablan de nosotros?».

Penélope quedó igualmente atónita. Se dio la vuelta y vio a un


Nataniel sonriente. Era evidente que estaba nerviosa en presencia
··························································································································· ®
de aquellos señores.

—Señor Soler, señores. ¡Saludos! Mi empresa ha enfrentado algunas


dificultades últimamente y ahora más, al vender mi abuelo y mis tíos
sus acciones. Es cierto que presentamos algunos problemas de
liquidez.

—Me pregunto cuánto necesita Señora Sosa —dijo Zacarías con una
sonrisa.

—Dos mil millones, no... con mil millones bastará —contestó ella—.
Solo necesito mil millones para que el Corporativo Cruz supere este
obstáculo. ¿Estarían dispuestos a invertir mil millones en mí?

— ¿Necesita solo mil millones? —Zacarías y los demás se rieron de


su pregunta. Soler fue especialmente generoso—. ¿Qué le parecen
diez mil millones? Nosotros cinco aportaremos dos mil millones
cada uno. —Penélope abrió los ojos desmesuradamente al no poder
creerlo.

«Hace un momento, mi abuelo y mis tíos me presionaban para


liquidar sus acciones, y ahora estos multimillonarios están
desesperados por invertir en el Corporativo Cruz».

—Cariño, ya que fueron tan amables de venir hasta aquí para


ofrecerte invertir sus capitales, ¿por qué no aceptas la oferta? —

Nataniel sonrió rodeando con sus manos la delgada cintura de


Penélope.

Ella recuperó entonces la compostura, respiró profundamente para


calmar la tormenta que se desataba en su corazón y contestó
agradecida:

—Gracias, Señor Soler. Gracias a todos. Gracias por creer en mí,


especialmente en este momento. No los decepcionaré. Les prometo
que sus inversiones serán rentables.

Los cinco estaban incluso más felices que Penélope al ella aceptar
que invirtieran en el Corporativo Cruz.

—Claro, claro. —Todos sonreían.

Los tres Sosa estaban anonadados. No eran tontos y sabían que


aquellos señores tampoco lo eran. Al contrario, eran tan astutos
como zorros; así que no estaban invirtiendo a ciegas.

··························································································································· ®
La noticia de que el ayuntamiento no planeaba pasar el proyecto del
Centro Comercial Asiático a otra empresa fue bien recibida. El
futuro del Corporativo Cruz permanecía tan brillante como un día de
sol.

Los Sosa se dieron cuenta entonces de que habían cometido un


error y lo lamentaron enormemente. Ya no había vuelta atrás. Solo
podían marcharse derrotados.

Sin embargo, lo que sucedería dos días después haría que se


sintieran más que arrepentidos. Nunca debieron haber retirado sus
acciones.

Zacarías Soler y los demás señores se marcharon poco después de


que los Sosa se fueran. Al cabo de unos instantes, en la casa
quedaron solo Nataniel y su familia. Penélope lo observaba con una
evidente mirada de sospecha.

—Nataniel, ¿cómo, con solo una llamada, logras que tantos


magnates de los negocios se peleen por invertir en mí?

Bartolomé, Leila y Reyna también lo miraban con recelo. Después de


lo que había pasado, Penélope no era la única con sospechas. Con

el incidente en la obra, los protocolos de seguridad del Corporativo


Cruz habían quedado en entredicho. Se decía que el alcalde de la
ciudad quería ceder el proyecto a otra empresa. Ante tan
preocupante situación, los Sosa habían insistido en retirar su
inversión para protegerse. Por el contrario, Zacarías Soler y los
demás estaban dispuestos a invertir. Definitivamente, aquí había
gato encerrado y el hombre que tenían delante parecía tener todas
las respuestas.

—El Señor Soler y los demás invirtieron en el Corporativo porque


creen que somos capaces. No obstante, hay otra razón —replicó
apenas sonriendo.

—¿Cuál razón? —inquirió Penélope ansiosa.


—¡El Doctor Ronda!

Al darse cuenta de que todos lo miraban con cara de desconcierto,


Nataniel se explicó:

—¿No llamé al Doctor Ronda para que viniera a operar a los obreros
heridos en el incidente? Él rechazó la invitación del alcalde y de
tantos magnates de los negocios y vino a comer a nuestra casa,
¿recuerdas? Es natural que crean que soy muy amigo de él...
··························································································································· ®
Peni lo interrumpió y retomó donde él se detuvo:

—El Doctor Ronda es el director del Hospital del Ejército del Norte y
se supone que es el médico personal del General del Ejército del
Norte. Obviamente, su posición social es bastante alta. Eso basta
para que esos señores hayan deducido el grado de amistad de
ustedes dos. El Señor Soler y los demás esperan congraciarse con
Ronda, así que están tratando de engatusarte. ¿Estoy en lo cierto?

—Algo así —respondió Nataniel con una sonrisa.

Penélope y sus padres no sabían si reírse de la situación. Sabían


que Nataniel había derrotado al Doctor Ronda en una partida de
ajedrez y como premio este prometió ayudarlo.

—Sea lo que sea, todo es gracias a ti —dijo Bartolomé a Nataniel con


una sonrisa.

—¡Sí, así es! Nataniel, realmente eres nuestro amuleto de la suerte.


Desde que llegaste a nuestra casa, todos los problemas que se nos
presentan parecen cambiar para bien y resolverse con facilidad. —
Leila asentía con una amplia sonrisa en el rostro.

Al oír las palabras de sus padres, Penélope no pudo evitar alegrarse


también. Tenían razón, Nataniel siempre hacía algo inesperado y
lograba resultados insospechados. Por eso, casi siempre quedaba
asombrada.

Aquella noche, Nataniel les dijo a Penélope, que lucía pálida, y a su


hija que fueran primero a la cama. Él tenía algunos asuntos que
atender fuera de casa. Al salir, Tomás Dávila ya lo esperaba en un
Volkswagen Phaeton .

—¿Encontraste a ese tal Miguel? —le preguntó con calma, mientras


se acomodaba en el asiento trasero del auto.

—Sí. Pensé que ese rufián ya habría abandonado la ciudad, pero


resulta que sigue en Fortaleza con su amante —contestó Tomás.

—Vamos a por él entonces.


—¡Sí, señor!

El auto avanzó despacio, se dirigía a la parte más sombría de la


ciudad.

Nataniel había estado hablando sobre el incidente con Bruno, el


··························································································································· ®
supervisor de la obra. Bruno consideraba que el desplome de la grúa
torre no había sido un accidente laboral en toda regla, sino obra de
un saboteador.

Por eso, Nataniel había llamado a Tomás. Le había encargado que


realizara sus propias averiguaciones sin esperar a que el Ministerio
de Gestión de Emergencias (MGM) terminara su propia
investigación. Después de todo, Tomás era el rey del bajo mundo en
Ciudad Fortaleza. Cualquiera que hiciera negocios turbios de esa
clase tenía que responder ante él.

Por orden de Tomás, toda la mafia se dispuso a trabajar en la


investigación. Después de un tiempo, se le informó que un individuo
llamado Miguel, probablemente estaría detrás del incidente en la

obra. Por desgracia, sus razones continuaban siendo un misterio.


Por eso, Nataniel y Tomás se dirigían a verlo, querían llegar al fondo
del asunto.

En el Imperial, en el monumental Salón Privado El Diamante, vestido


con una chaqueta de cuero, un hombre alto y delgado rodeaba con
sus brazos a una mujer mientras se divertía acompañado de sus
amigos.

El hombre era Miguel, quien se había colado en la obra del Centro


Comercial Asiático la noche anterior por órdenes del Señor Zulueta
y había recibido un millón como recompensa por sabotearla.

Sin embargo, no abandonó la ciudad una vez terminado el trabajo


como le habían ordenado, sino que se quedó para celebrar con sus
amigos y con su amante María. En el festejo, no solo gastó cien mil
para reservar la habitación privada más lujosa en El Imperial, sino
que también pidió una docena de Remy Martin, y cada botella
cuesta cinco mil ochocientos ochenta y ocho.

Entonces, exclamó con tono petulante:

— ¡Vamos a embriagarnos esta noche, chicos!

María se le aproximó y susurró:

—Migue, no quiero beber brandy esta noche. ¡Quiero beber vino!


Miguel gritó con arrogancia:

—¡Pídele al encargado que traiga una botella de Lafite 1982 para mi


chica!

··························································································································· ®
¡Estaba haciendo alarde de su riqueza!

Su mujer, complacida, se acurrucó más cerca de él, con su cuerpo


cálido y suave apretado contra el suyo. Por otra parte, sus amigos
aplaudían y gritaban con fuerza, y uno de ellos exclamó:

—¡Miguel, esta vez sí te has ganado la lotería si estás dispuesto a


beber un vino que cuesta al menos ochenta mil la botella! ¡No te
olvides de nosotros la próxima vez que tengas un trabajo tan
ridículo!

Muy satisfecho con la adoración y admiración que estaba


recibiendo, Miguel, orgulloso, respondió:

—¡No hay problema!

Enseguida entró un joven camarero con la botella de Lafite y todo el


mundo aplaudió aún más ante la llegada de la legendaria botella. El
camarero la abrió con diligencia y sirvió vino para ellos. Con un
gesto muy respetuoso, repartió las copas individualmente. Al
entregarle una a Miguel, aprovechó la escasa iluminación de la
habitación para echar en el vino un poco de polvo que tenía bajo la
uña. Sin sospechar nada, Miguel aceptó la copa de vino y la alzó
para brindar.

— ¡Salud!
—¡Salud!
Todos los presentes bebieron el vino.

Una expresión fría pasó por los ojos del camarero cuando vio que
Miguel había terminado de beber el vino que contenía la droga y,
con una sutil sonrisa en el rostro, salió de la habitación.

Todos los presentes en la habitación privada se divertían, festejaban


y bebían.

De repente, la puerta se abrió y entró un hombre robusto. Extendió la


mano para apagar la música antes de encender todas las luces. Al
instante, la habitación quedó tan iluminada que parecía de día.

Después de que Tomás terminara de encender las luces, Nataniel


entró con las manos unidas detrás en su espalda.

Miguel y sus amigos se quedaron atónitos al ver a los dos hombres


que acababan de entrar a la habitación.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Quién los dejó entrar?


··························································································································· ®
Sid, el más musculoso de los amigos de Miguel, se acercó furioso a
los dos hombres y alargó el dedo para golpear a Nataniel en el

pecho mientras hablaba. Antes de que su dedo pudiera tocar el


pecho de Nataniel, la mano de este último se abrió de golpe para
agarrar su dedo y retorcerlo.

¡Crac!
El dedo de Sid se dobló hacia atrás y se partió.
—¡Ah...!

Apenas había empezado a gritar de dolor cuando una patada del


otro hombre lo hizo volar hacia atrás. Se estrelló contra la mesa de
cristal y la hizo pedazos.

Cuando Sid aterrizó ante ellos, Miguel y el resto de sus amigos


pudieron ver una profunda hendidura en su musculoso pecho. Era
evidente que tenía todas las costillas rotas. Entonces enfocaron sus
miradas horrorizadas en Nataniel. ¿Quién habría imaginado que
sería tan poderoso?

Mientras recorría la sala con la vista, la voz de Nataniel parecía


calmada al preguntar.

—¿Quién de ustedes es Miguel?

El color del rostro de Miguel se desvaneció al escuchar su nombre.


No era tonto; sabía que los agresivos hombres que tenía delante
estaban aquí seguramente debido al accidente en la obra. Sus ojos
recorrieron la habitación en busca de una vía para escapar y trató de
dirigirse hacia la ventana.

Apenas había dado dos pasos cuando Nataniel tomó una botella y
se la lanzó. La botella giró en el aire y golpeó la nuca de Miguel
antes de romperse en pedazos. El hombre se desplomó en el suelo
y no volvió a moverse.

Nataniel frunció las cejas al ver lo sucedido. Se había contenido al


lanzar la botella; por lo tanto, sabía que la fuerza no había sido
suficiente para matarlo.

Tomás se acercó, tiró de Miguel hasta ponerlo de pie y le dijo


gruñendo:

—Soy Tomás Dávila, patético pedazo de m*erda. Ahora dime, ¿quién


te envió a la construcción del Centro Comercial Asiático?
··························································································································· ®
Se alejó al ver la espuma blanca que salía de los labios de Miguel.
Había sangre también goteando de todos los orificios de su cabeza.
El hombre estaba muerto.

Aturdido, se giró hacia Nataniel.


—¡Señor, está muerto!

María comenzó a gritar y esto provocó que los demás en la


habitación la siguieran. Todos vociferaban que los dos hombres
habían matado a Miguel.

—¡Cállense!

El grito de Nataniel los hizo guardar silencio. Se acercó al cadáver y


lo examinó con detenimiento durante varios segundos. Finalmente,
murmuró:

—Lo envenenaron. Parece que alguien se encargó de él antes de que


llegáramos.

En la estación de policía.

El agente de policía señaló la pantalla del ordenador y dijo a


Nataniel y a Tomás:

— Hemos revisado las cintas de vigilancia de El Imperial. Esta


persona noqueó al camarero y se hizo pasar por él mientras servía
alcohol en la habitación privada. El análisis preliminar del forense
mostró que Miguel murió por envenenamiento, así que la policía
sospecha que este hombre sea el asesino.

Nataniel preguntó:
—¿Pudieron identificarlo?
Marcos negó con la cabeza.

—No está en ninguno de nuestros sistemas, así que es probable que


sea un ciudadano de la nación no registrado.

Nataniel asintió con la cabeza antes de salir de la comisaría con


Tomás.

Cuando salieron del edificio, Tomás no pudo contenerse más.

—Señor, ¿quién cree que está causando todos estos problemas a


nuestras espaldas?

··························································································································· ®
—Es obvio que no es alguien de las otras naciones o del Norte, pues
ellos no causarían estos pequeños incidentes nada más.

Tomás comprendió que Nataniel tenía muchos enemigos del Norte


y de las otras naciones colindantes con la suya. Sabía que su
verdadera identidad era la de General del Ejército del Norte y que
muchas personas influyentes del Norte tenían ideales diferentes a
los de su general. Iban constantemente en su contra y estarían más
que contentos si alguien se encargara de él.

Su general tenía razón. Si se tratara de un ataque de estos


enemigos, este sería a una escala mucho mayor. Por lo tanto, los
problemáticos solo podían ser de la propia Ciudad Fortaleza o del
Sur.

Debido a que el grupo de enemigos se había reducido tanto, la


respuesta era bastante clara. Lo más probable era que fuera la
familia Zulueta, los más recientes enemigos de Nataniel.

Como parte de los Cuatro del Sur, la familia Zulueta era muy
poderosa en esta región. Después de lo que Nataniel le había hecho
a Jorge Zulueta, no había duda de que la familia estaba furiosa y
quería que pagara con su vida.

Tomás entrecerró los ojos mientras decía:


—¡La familia Zulueta se lo está buscando!
La voz de Nataniel parecía más tranquila que nunca al responder:

—Si en realidad esto es obra de la familia Zulueta, ni la policía ni tú


podrán encontrar alguna prueba. Me pondré en contacto con César
para que investigue.

—Una vez que se confirme que la familia Zulueta está detrás de


esto, habrá que borrarlos de la faz de la tierra.

—¡Sí, Señor!

Cuando Nataniel llegó a su casa, ya eran más de las once de la


noche. Peni y Reyna se habían dormido hacía tiempo.

Desde el accidente en la obra, Peni había estado muy ansiosa y


preocupada y apenas había pegado ojo en los dos últimos días.
Ahora que todo parecía estar bajo control, lo único que podían hacer
era esperar el informe de los investigadores. Así, por fin, ella podría
dormir bien.

Cuando Nataniel entró con sigilo a su dormitorio, Peni gritó de


··························································································································· ®
repente:

—¡Nataniel!

Este dio un pequeño grito de sorpresa. Estaba seguro de que había


sido muy silencioso cuando entró, pero aun así la había despertado.

Mientras la observaba, la mujer se puso en una posición más


cómoda antes de que un suave ronquido saliera de sus labios, era
señal de que todavía estaba profundamente dormida. ¡Había sido un
sueño!

Sus labios dibujaron una sonrisa. El hecho de que ella gritara su


nombre mientras dormía, significaba que por fin había empezado a
sentir algo por él también. La miró fijo durante unos segundos antes
de que su mirada se centrara en sus rosados labios. Luego se
inclinó hacia adelante para darle un beso mientras murmuraba:
«Buenas noches, cariño». Después, se acomodó junto a Reyna antes
de cerrar los ojos con una sonrisa de satisfacción en los labios.

A la mañana siguiente, después de desayunar, Nataniel dejó a Reyna


con Leandro Chávez para sus clases de Go y Peni se dirigió al
Corporativo Cruz, pues debía gestionar el reembolso de los gastos
médicos de los trabajadores accidentados. No llevaba mucho
tiempo en su despacho cuando llegó el equipo de investigadores del
MGM.

Recibió a los investigadores con ansiedad junto a su equipo de


personal ejecutivo.

Cuando todos se sentaron en la sala de reuniones, el jefe del equipo


de investigación, Eduardo Mederos, lanzó una carpeta sobre la
mesa con un fuerte golpe.

Su voz sonaba fría cuando dijo:

—Después de nuestras investigaciones, hemos llegado a la


conclusión de que el accidente en la obra del Centro Comercial
Asiático ocurrió debido a la negligencia en los protocolos de
seguridad por parte de su empresa.

En realidad, Peni y el personal ejecutivo ya habían previsto este


resultado. Después de todo, un accidente que ocurriera en la obra
era responsabilidad absoluta de la persona a cargo, que en este
caso era ella.

Mientras hablaba, miraba al enojado Eduardo:


··························································································································· ®
—Señor Mederos, no voy a eludir mis responsabilidades. Nuestra
empresa ya ha preparado un plan para reembolsar a los
trabajadores lesionados. Esperamos que todo se calme pronto para
poder volver al trabajo cuanto antes.

Eduardo se burló:

—¿Volver al trabajo? Debes estar bromeando. No solo tienen que


reembolsar a los trabajadores, sino que la construcción quedará en
pausa indefinida.

¡Interrupción indefinida!

Peni y los ejecutivos se quedaron sorprendidos y sin palabras.


Aunque en la obra había ocurrido un accidente y varios trabajadores
habían resultado heridos, nadie había muerto. No se trataba de un
incidente especialmente grave, pero tampoco de poca envergadura.

En circunstancias normales, la empresa tendría que indemnizar a


los trabajadores heridos, pero eso sería todo, el MGM no los habría
castigado tan con tanta severidad. Al fin y al cabo, todas las obras

de construcción tienen algún que otro percance menor. Mientras se


resolviera el problema, todo estaba bien.

Sin embargo, en realidad, Eduardo estaba exigiendo al Corporativo


Cruz que hicieran una pausa indefinida.

Peni enseguida trató de explicar:

—Señor Mederos, el proyecto del Centro Comercial Asiático es un


proyecto de desarrollo muy importante. Hacer una pausa indefinida
obstaculizará mucho nuestro progreso.

Eduardo la cortó:

—No se preocupe, presentaré una propuesta a nuestro director y al


alcalde para cancelar el acuerdo con el Corporativo Cruz y
entregarle el proyecto a otra empresa. La suya ha perdido el
derecho de continuar con él.

El rostro de Peni palideció y dijo con voz temblorosa:


—Señor Mederos...

Antes de que pudiera decir nada más, el hombre ya se había


levantado. Molesto, lanzó una última frase:
··························································································································· ®
— ¡Será mejor que tengas cuidado!
Después de haber dicho esto, se marchó con su equipo.

Los ejecutivos y Peni sintieron que el mundo se desmoronaba


mientras se preguntaban qué hacer a continuación. En ese
momento, entró Nataniel.

Al ver el desánimo reflejado en la cara de todos, frunció el ceño y


preguntó:

—¿Qué pasó?

Cuando Peni le terminó de explicar lo que había sucedido, se quedó


boquiabierto.

—Nadie murió en este incidente y es un accidente laboral bastante


común. El MGM está siendo un poco duro, ¿no? A no ser que

Eduardo Mederos venga a por nuestra empresa deliberadamente. —


Sus ojos se entrecerraron ante esa idea.

Peni dudó antes de susurrar:

—El rumor que escuchó el abuelo sobre que el alcalde quería


entregar el proyecto a otra empresa era supuestamente de Eduardo
Mederos.

Nataniel recogió y hojeó con rapidez la carpeta que estaba sobre la


mesa. El informe confirmaba en esencia lo que Peni le había dicho.

Una sonrisa de desprecio apareció en sus labios. Aquellos c*brones


ni siquiera se habían molestado en investigar la verdadera razón del
accidente. En lugar de eso, exageraron a propósito un asunto menor
e iban a castigar fuertemente a la empresa por ello.

Se dirigió a todos los demás y los tranquilizó:

—Déjenme este asunto a mí. Hablaré cara a cara con el director del
MGM.

Entró a su despacho después de abandonar la sala de reuniones.


Aunque no tenía un cargo real en la empresa, Peni le había dado el
título de Asesor Jefe y le había reservado un despacho personal
para su uso.

Sacó su teléfono y marcó el número de Rogelio Carmona.


··························································································································· ®
—¿Quién está a cargo del MGM?

La voz de Rogelio parecía nerviosa al responder:

— ¡Danilo del Valle!

—Pídele que venga a verme al Corporativo Cruz y dile que quiero


tomar el té con él. —Luego colgó.

Cuando el director del MGM, Danilo del Valle, recibió la llamada del
alcalde diciéndole que Nataniel Cruz quería tomar el té con él, quedó
extasiado. De inmediato, seleccionó el mejor té que tenía en su
colección e hizo que su chofer lo llevara al Corporativo Cruz. Era una
de las pocas personas de Ciudad Fortaleza que conocía la

verdadera identidad de Nataniel. ¡Qué honor para él tomar el té con


el General del Ejército del Norte!

El pobre hombre pronto se daría cuenta de que no se trataba


necesariamente de algo bueno.

Nataniel acababa de terminar su llamada, cuando Peni llamó a la


puerta y entró. Las delicadas facciones de su rostro la hacían
parecer preocupada. Había venido a persuadirlo para que dejara de
ser demasiado imprudente y no causara un problema mayor al
discutir con el director del MGM. Estaba claro que Eduardo tenía en
su punto de mira al Corporativo Cruz; así que, si Nataniel también
ofendía al director, la empresa se vería en serios problemas.

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al afirmar:


—Llegas demasiado tarde; ya he llamado a Danilo del Valle.
Los ojos de ella se abrieron de par en par:

—Espera, ¿qué? ¿Qué le has dicho?

—No mucho, sólo le he dicho que quería que viniera a tomar el té y


que habláramos sobre el rencor que su equipo de investigadores le
guarda a nuestra empresa.

Peni sintió que sus rodillas se debilitaban al oír esto y gritó, su voz
llena de pánico:

—¡Nataniel Cruz, tú! ¡Ah, olvídalo! Tengo que idear una manera para
resolver todo esto. Tal vez debería disculparme con el Señor del
Valle personalmente.

Se dio la vuelta y se preparó para conducir hasta la casa de Danilo


··························································································································· ®
del Valle y disculparse.

En ese momento, Jenni, su secretaria, entró corriendo al despacho.


Su rostro mostraba preocupación al informar:

—Presidente Sosa, hay alguien del MGM aquí otra vez.


Desconcertada, Peni preguntó:

—¿Es otra vez el Señor Mederos?

Su secretaria negó con la cabeza.

—No es él. Es el Director del Valle. Dice que está aquí porque el
Señor Cruz lo invitó a tomar el té.

El rostro de Peni palideció por completo. Pensó que Danilo estaba


ahí para vengarse porque Nataniel lo había hecho enojar. Se
apresuró a salir del despacho con Jenni para recibir a Danilo.

Acababa de llegar a la recepción del Corporativo Cruz cuando


apareció un hombre gordo de mediana edad con una caja de hojas
de té en sus gruesas manos, este sonrió y preguntó:

— ¿Dónde está el Señor Cruz?

Peni se dirigió rápidamente hacia él y lo saludó:

—Buenos días, Director del Valle. ¡Qué sorpresa verlo por aquí!
Una sonrisa se dibujó en sus labios al preguntar:

—Presidente Sosa, ¿dónde está el Señor Cruz?

Ella se inquietó y respondió:

—Director del Valle, le pido disculpas si mi marido ha dicho algo que


lo ofendiera. Por favor, no se enfade con él.

Danilo parpadeó confundido.

—¿Ofenderme? ¿Disculparte? ¡Jajaja, Presidente Sosa, creo que ha


habido un malentendido! Estoy aquí para tomar el té con el Sr. Cruz.
¿Entiende? Incluso traje las mejores hojas de té que tengo.

Todos los que estaban cerca y habían escuchado sus palabras se


quedaron sorprendidos. Hacía apenas media hora, Eduardo había

venido aquí con un tono agresivo para anunciar que el Corporativo


··························································································································· ®
Cruz tenía que hacer una pausa indefinida. Sin embargo, el propio

director estaba aquí, comportándose como un cachorrito ansioso

ante la posibilidad de tomar el té con Nataniel.

¿Qué estaba pasando?

Impaciente por reunirse con Nataniel, Danilo reiteró su pregunta:

—¿Dónde está el Señor Cruz?

Sin importar cuantas veces sucediera, Peni seguía sin entender


cómo una llamada de Nataniel podía hacer que la gente reaccionara
con tanto respeto hacia él y, por extensión, también hacia ella.

Con un poco de dificultad consiguió decir:


—Está en su despacho. Por favor, sígame.

Al llegar al despacho de Nataniel, Danilo se sintió intimidado y


emocionado a la vez.

—Señor Cruz, soy el director del MGM, Danilo del Valle. Cuando me
enteré de que quería tomar el té conmigo, le traje las mejores hojas
de té que tengo.

Dicho esto, colocó con respeto la caja de hojas de té en la mesa


delante de Nataniel.

Este se levantó y le extendió la mano. Con una sonrisa educada le


respondió:

—Gracias por venir, Director del Valle. Tenemos algunas preguntas


sobre los resultados que nos ha dado su equipo de investigadores y
también sobre la forma en la que han llevado nuestro caso. Espero
que no le importe abordar algunas de nuestras preocupaciones.

Danilo no esperaba que el estimado General le estrechara la mano y


encantado le respondió:

—¡Por supuesto!

Nataniel invitó al director a sentarse en el sofá y Peni fue a preparar


un té con las hojas que él había traído. Enseguida regresó con dos
tazas de té caliente y las colocó con cuidado frente a ellos.

Danilo no dejaba de moverse en su asiento, parecía no sentirse del


··························································································································· ®
todo a gusto. Eligió con cuidado sus próximas palabras.

—Señor Cruz, estaba en una reunión del consejo municipal esta


mañana por lo que aún no he podido ver el informe de mi equipo.
¿Me puede decir cuáles son sus interrogantes?

Nataniel tomó el informe que Eduardo había dejado y se lo entregó.


—No tengo prisa. Podemos hablar luego de que lo haya revisado.

Danilo tomó el informe y lo leyó con prisa. Cuando llegó a la parte


que abordaba las medidas adoptadas, los ojos se le querían salir. La
conmoción y la rabia luchaban por dominarlo mientras maldecía en
su mente:

«¡Eduardo Mederos, qué imb*cil! ¡Cualquiera podría darse cuenta de


que vas a propósito en contra de la empresa al tomar medidas tan
serias por una falta tan insignificante! De todas las empresas con
las que te podías haber metido, ¡tenías que hacerlo con la de la
mujer de Nataniel Cruz! ¡Si tienes ganas de morir es tu problema,
pero no me arrastres contigo!».

Empezó a maldecir a Eduardo Mederos en voz baja. Volvió a centrar


su atención en Nataniel y Peni e hizo una promesa:

—Señor Cruz, Señora Sosa, no se preocupen. Lo que Eduardo


Mederos hizo con su empresa fue un abuso de poder. Me encargaré
de que se tomen las medidas pertinentes.

Nataniel añadió:
—Ese no es el único problema, también hay algo mal en su informe.
Peni y Danilo quedaron confundidos, pero este último preguntó:

—Entonces, ¿el accidente laboral no se debió a la negligencia en los


protocolos de seguridad?

Nataniel sacó su teléfono y reprodujo un video para que lo vieran.


Era una grabación de una de las cámaras de vigilancia de una tienda
cercana a la obra.

En el video se podía ver a un hombre alto y delgado subiendo por la


reja para colarse en la obra. Varios minutos después, una de las
grúas torre se estrelló contra el suelo con un fuerte estruendo y se
vio al mismo hombre, asustado, trepar de nuevo por los muros
antes de escabullirse.

Cuando terminaron de ver el video, Nataniel explicó:

··························································································································· ®
—El hombre se llama Miguel. Como han podido comprobar, la
policía y yo pudimos encontrar pruebas contundentes que apuntan a
que fue él quien saboteó el equipo de construcción. Por desgracia,
cuando lo encontramos, ya lo habían asesinado.

Los ojos de Peni se abrieron de par en par y exclamó:

—Eso explicaría cómo una grúa en perfecto estado podría funcionar


mal. Alguien intentó sabotearnos.

Su esposo asintió con la cabeza y luego se dirigió a Danilo:

—El equipo que dirigía Eduardo Mederos no solo ha sido negligente


en sus obligaciones, sino que él ha abusado de su autoridad para
intimidar a nuestra empresa. Espero que el Director Danilo del Valle
pueda darme una respuesta satisfactoria hoy.

Las gotas de sudor rodaban por el rostro de Danilo. No esperaba


que este accidente laboral fuera un sabotaje al Corporativo Cruz.
Por otra parte, tampoco había pensado que Eduardo fuera tan
insensato como para ir en contra de esta empresa.

—Tenga la seguridad, Señor Cruz, de que le pediré que venga ahora


mismo para que le ofrezca una explicación.

Dicho esto, sacó su teléfono para llamar a Eduardo. Por desgracia,


se quedó sin batería justo en el momento que había encontrado el
número correcto.

Nataniel le mostró su teléfono y dijo:

—Use el mío. Su número de contacto está en el informe. —Sin


esperar a que el otro hombre aceptara, marcó el número que
aparecía en el informe y llamó.

En realidad, la única razón por la que Eduardo se había atrevido a ir


en contra del Corporativo Cruz era porque había recibido
instrucciones de Jorge Zulueta. Le había ordenado que aprovechara
la oportunidad del accidente laboral para detener la obra.

El influyente hombre le prometió que obtendría una gran suma de


dinero una vez terminado el trabajo. También le dijo que podría
utilizar las conexiones de la familia Zulueta para conseguir un

ascenso. Eduardo no pudo resistirse ante una oferta tan tentadora y


aceptó sin pensarlo mucho.

··························································································································· ®
En ese momento, Eduardo iba camino a reunirse con Jorge para
obtener su recompensa. Su teléfono sonó de repente y, al notar que
era Nataniel Cruz, contestó con desprecio.

—¿Por qué me llamas? ¿No estás satisfecho con mi investigación o


vas a rogar clemencia? Si no estás de acuerdo es una pena.
Aguántate y lidia con eso. Si es piedad lo que buscas, pídele a tu
bonita esposa que venga a hablar conmigo. Solo hablo con mujeres
hermosas, ¿entiendes?

El teléfono de Nataniel estaba en altavoz y todos pudieron escuchar


lo que dijo Eduardo. Peni se sonrojó de la vergiienza y se enfadó por
sus palabras babosas, y Danilo se enfureció por completo.

Nataniel respondió con frialdad:

—¡Qué arrogancia! Actúas como si fueras la única persona que


puede manipular al MGM. ¿Acaso el Director Danilo del Valle no
significa nada para ti?

Eduardo se rio de forma burlona.

—¡No me amenaces con nuestro director! Déjame decirte algo, en el


MGM, inclusive él tiene que escucharme, ¡yo soy el que manda ahí!

La verdad es que Danilo solo era muy competente en sus


habilidades para el liderazgo. La mayoría de las veces aceptaba
consejos de subordinados como Eduardo y, por lo general, estaba
de acuerdo con lo que este decía. Debido a esto, mucha gente le
había adulado a Eduardo para lograr sus propios objetivos y como
consecuencia él se había vuelto un poco engreído con el paso del
tiempo. Aunque parecía que respetaba a Danilo, en realidad lo
despreciaba a sus espaldas. A su juicio, él era el verdadero jefe y no
Danilo del Valle.

Un grito furioso se escuchó en su teléfono y lo tomó por sorpresa.

—Eduardo Mederos, ¡cómo te atreves!

Sus dedos se crisparon y casi dejó caer el teléfono al oír esa voz tan
familiar, una voz que en ese momento estaba llena de ira. La mirada
engreída de su rostro se congeló antes de entrar en absoluto terror.
Con voz temblorosa, tartamudeó:

—¿Director del Valle?

El rostro de Danilo se retorció de ira y le dijo con rabia:


··························································································································· ®
—¿Solo ahora me llamas director?

Eduardo tragó en seco y le respondió:

—Por favor, Director del Valle, puedo explicarlo. Todo esto es culpa
de ese bastardo de Cruz que me tendió una trampa.

Las palabras de su subordinado sólo sirvieron para enfurecer más a


Danilo, quien gritó:

—¡Cállate! Fuiste negligente en tu investigación, lo que condujo a un


significativo error en los resultados. También abusaste de tu poder
al imponer un castigo tan severo al Corporativo Cruz. Después de
analizar los hechos, he decidido despedirte y entregarte a las
autoridades pertinentes para que te investiguen. ¡Toma esto como
una advertencia!

A Eduardo se le aflojaron las piernas y cayó al suelo de rodillas. Sus


ojos se llenaron de desesperación mientras se repetía en su cabeza:
«Ahora estoy muerto».

En Delicias del Mar.

La familia Cruz decidió degustar un poco de marisco en la


marisquería más reconocida de Fortaleza para celebrar que la
empresa había logrado esquivar otra bala. Leila insistió en comer en
el salón principal del restaurante, pues se sentía incómoda en una
habitación privada. Después de elegir un lugar, la familia se sentó y
pidió que les llenaran la mesa de deliciosos mariscos.

Sin que lo supieran, en ese momento, un hombre los observaba en


silencio desde uno de los salones privados. Vestido con un traje
blanco, solo podía ser Jorge Zulueta.

A través del cristal unidireccional de la habitación, Jorge observaba


cómo la feliz familia estaba disfrutando. No esperaba que Cruz y
Sosa fueran capaces de resolver sin mucho esfuerzo todos los
problemas que les estaba causando.

Sus labios hicieron una mueca de desdén y murmuró para sí:

—Parece que los he subestimado a los dos, pero eso no es malo.


¿Dónde está la diversión si los dejo morir a los dos tan fácilmente?

Justo en ese momento, un hombre apuesto con un traje negro


Armani empujó la puerta de la habitación y entró. Dos
hombres más lo seguían. Con el entrecejo fruncido, el hombre del
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traje negro comenzó a hablar y se percibía un poco de molestia en
su VOZ:

—Señor Zulueta, ¿por qué ha elegido un lugar tan humilde para


cenar?

Cuando Jorge vio al hombre del traje negro, la mirada de


preocupación desapareció de su rostro. En su lugar, una sonrisa
adornó sus labios y respondió:

—Ah, por fin está usted aquí, Señor Robles. A pesar de lo


descuidado que parece este lugar, la comida es bastante buena.

El hombre era Gerardo Robles, de la familia Robles, otro miembro de


los Cuatro del Sur.

Aunque la familia Robles y la familia Zulueta formaban parte de los


Cuatro del Sur, esta última se dedicaba principalmente al bajo
mundo de la zona y la mayor parte de su riqueza provenía de
negocios turbios.

Por otro lado, los integrantes de la familia Robles eran los


verdaderos empresarios magnates del Sur. Varios miembros de la
familia eran también oficiales de alto rango en las Fuerzas Armadas
de algunas ciudades. Por ello, la familia Robles ostentaba una

mayor jerarquía que la familia Zulueta y hasta Jorge tenía que ser
respetuoso y educado cuando hablaba con Gerardo Robles.

Cuando los dos jóvenes se sentaron, Jorge le indicó con un gesto al


camarero que comenzara a servir la comida. De inmediato, la mesa

estuvo servida con todo tipo de mariscos de primera calidad y Jorge


inclusive abrió una botella de vino blanco que costaba cien mil para

beber con Gerardo.

Los dos hombres eran amigos de la infancia y solían jugar juntos


con frecuencia. Sin embargo, Gerardo se había enterado hacía poco
tiempo de que Jorge había perdido su virilidad y con una voz llena
de pesar le dijo:

—Señor Zulueta, uno de los jefes de la industria del entretenimiento


me regaló hace poco un par de preciosas hermanas gemelas. Iba a
pedirle que las probara conmigo, pero parece que está pasando por
la peor pesadilla de un hombre. ¡Qué pena!

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Jorge había estado muy susceptible por el incidente desde que Cruz
lo castró. Aunque sabía que Gerardo no tenía malas intenciones al
decirle eso, sus palabras lo habían molestado. Sin embargo, no
mostró sus verdaderos sentimientos, se limitó a esbozar una falsa
sonrisa y le dijo:

—Sí, extraño los días en los que buscábamos mujeres juntos. Puede
que yo ya no sea capaz de hacerlo, pero me pregunto si usted
todavía puede, Señor Rompecorazones.

Gerardo se rio orgulloso al escucharlo hablar con tanto tacto.

—No te preocupes. Nunca he tenido ningún problema cuando se


trata de mujeres.

Jorge vio la oportunidad de retarlo y le propuso:


—¿Quieres hacer una apuesta?
—¿Qué apuesta? —preguntó Gerardo.

Entonces Jorge señaló a Peni, que estaba sentada afuera


almorzando con su familia. Sonrió con picardía y le dijo:

—¿Ves esa belleza de allí?


Cuando el otro hombre la vio, sus ojos se abrieron de par en par.
—¡Vaya, es una verdadera belleza!

— Hagamos una apuesta. Si puedes acercarte y tocarle el trasero sin


que te abofetee, yo pierdo. Puedes usar todos los trucos que tengas
bajo la manga.

Gerardo aceptó y le dijo mientras reía:


—Eso es un juego de niños. ¿Qué nos jugamos?
La respuesta de Jorge fue calmada:

—Si pierdes, tienes que darme tu McLaren P1 . Si pierdo, te


quedas con mi LaFerrari .

—Así que estás detrás de mi McLaren , ¿eh? Qué pena me da


contigo pero voy a ganar esta apuesta. ¡Ese LaFerrari tuyo
pronto será mío!

En ese momento, Peni se levantó para dirigirse al baño.

Al ver eso, Gerardo miró a su alrededor con arrogancia y se levantó


también.

— ¡Observa! —le dijo a Jorge Zulueta antes de salir de la habitación y


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seguir a Peni.

Los labios de Jorge simularon una sonrisa al ver al otro hombre salir
pavoneándose y una mirada de desprecio pasó rápido por sus ojos.

Peni se dirigía al baño cuando escuchó unos pasos que venían


detrás de ella y luego los sintió a su lado. Con el rabillo del ojo vio a
un hombre con traje negro que se dirigía hacia ella. Al principio
pensó que ¡ba al baño como ella, pero se llevó un susto cuando el
estiró una mano y trató de tocar su trasero.

Se apartó con rapidez, lo miró furiosa y le gritó:

— ¿Qué estás haciendo?

Gerardo no contaba con que Peni estuviera tan alerta y se maldijo


internamente por fracasar. Sin embargo, no se permitió entrar en
pánico. Pensó rápido en una solución, sacó una cartera y se la
ofreció con una sonrisa.

—Señorita, acabo de ver esta cartera en el suelo, quería preguntarle


si se le había caído.

Al ver una expresión sincera en su rostro, Peni no pudo saber si


estaba tratando de salirse con la suya o si de veras trataba de
ayudar y respondió despacio, pues todavía sospechaba:

—Eso no es mío.

En ese momento, Nataniel se acercó. Al notar la inquietud de su


esposa, frunció el ceño y le preguntó:

—Cariño, ¿pasa algo?


Ella negó con la cabeza.
—Nada, seguro es un malentendido.

Después de eso, se dio la vuelta y continuó caminando hacia el


baño. Nataniel Cruz se giró para mirar a Gerardo y con una mirada
áspera y un tono frío le dijo:

— Mantén tus trucos sucios lejos de ella. Si vuelvo a ver esto, te


aseguro que perderás el brazo.

Gerardo se quedó atónito mirando al hombre que tenía delante.


«¿Cómo se atreve a hablarme así?».

Se enfureció y le dijo a Nataniel:


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—¿Sabes quién soy? ¿Cómo te atreves a amenazarme? En el Sur, le
pasan cosas malas al que se atreve a ser tan grosero conmigo.

Apenas había dicho estas palabras cuando llegaron sus dos


guardaespaldas. Los dos hombres miraron a Nataniel con hostilidad
y uno de ellos le preguntó a Gerardo:

—Señor Robles, ¿todo está bien?

—Bien, llegaron en el momento indicado. Esta persona ha tenido el


valor de amenazarme. Rómpanle un brazo como castigo —ordenó
Gerardo.

—¡Sí, Señor Robles!

Los dos guardaespaldas se acercaron a Nataniel con sonrisas


despiadadas en el rostro.

—Pequeña m*erda, ¡cómo te atreves a ofender al Señor Robles!


¡Estás muerto!

¡Nataniel no podía creer la audacia de este hombre! Había ordenado


a sus hombres golpearlo después de que no pudo coquetear con su
mujer.

Su expresión se endureció antes de que su pierna se flexionara para


propinar dos rápidas patadas. Con dos fuertes golpes, los
guardaespaldas salieron volando varios metros antes de caer al
suelo. Tenían las costillas rotas, pero no estaban muertos.

Gerardo no pudo hacer más que mirar la escena atónito. Había


gastado una cantidad exorbitante de dinero para contratar a esos
dos guardaespaldas y; sin embargo, ¿habían sido derrotados con
solo dos patadas de Nataniel?

Trató de disimular el miedo y dijo con tono arrogante:

—¿Cómo te atreves a atacar a mis hombres? ¡Soy Gerardo Robles,


de la familia Robles, uno de los Cuatro del Sur! Si sabes lo que te
conviene, te romperás el brazo y te arrodillarás ante mí para suplicar
piedad.

A pesar de lo que Gerardo se había imaginado, Nataniel seguía tan


tranquilo como siempre y sentenció:

—i¡La familia Robles no significa nada para mí!


··························································································································· ®
Gerardo no podía creer lo que oía. «¿De verdad alguien se atreve a
tratar a la familia Robles como si no significara nada?».

La voz de Nataniel sonaba amenazante cuando le dijo casi con


indiferencia:

—Ya que querías romperme el brazo antes, seguro debería


devolverte el favor y ahora romperte la mano. ¿No es un trato justo?

La voz de Gerardo se quebró al gritar:


—¡¿Cómo te atreves?!

Las acciones hablan más alto que las palabras. La mano de


Nataniel salió disparada y rompió el brazo derecho de Gerardo
Robles con un fuerte tirón.

—¡Aaaah!

El gemido de dolor de Gerardo se escuchó en todo el restaurante.

Un rato después.
En la sala VIP del Hospital Privado Adventista.

Gerardo tenía un yeso en el brazo partido, pues acababa de ser


operado. En el rostro se le notaba una mirada furiosa, por ser la
primera vez que le ocurría algo tan insultante. Alrededor de su cama
estaban Jorge y otros miembros de la familia Robles. Todos
estaban enfurecidos de igual manera por la desgracia del joven.

Entre las personas que se encontraban en la habitación, el tío de


Gerardo, Denis Fernández, era el Capitán de la Guardia Civil y esto lo
convertía en la persona de mayor rango dentro de la sala.

Gerardo miró fijamente a su tío y le dijo con tono desesperado:


—Tío, tienes que ayudarme con esto.
Denis asintió con la cabeza y trató de tranquilizarlo:

—Lo sé. Por supuesto que haré algo al respecto o nunca podré
volver a enfrentarme a tu madre.

Entonces, Denis se dirigió a su hijo, Octavio, y le indicó:

—Dejaré este asunto en tus manos. Cobra venganza por tu primo.

Octavio también trabajaba en las Fuerzas Armadas y era


Comandante por derecho propio.
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En voz baja les prometió:

—Papá, primo, no se preocupen. Le enseñaré a ese cretino una dura


lección que no olvidará pronto. Le haré pagar por el sufrimiento y la
humillación que ha hecho pasar a Gerardo.

Denis le hizo un gesto con la mano.

—Adelante entonces. Será mejor que te dediques a eso ahora


mismo.

Después de responderle a su padre, Octavio salió de la habitación


con Alberto Pereda, su hombre de confianza.

Al llegar al parqueo del hospital, Octavio y Alberto se subieron a un


Jeep .

—¿Has averiguado quién le hizo esto a mi primo? —preguntó Octavio


con frialdad.

Alberto se apresuró a responder:


—¡Es un tipo llamado Nataniel Cruz!
Octavio entrecerró los ojos y gruñó:
—¿Quién es?

—Su mujer es la presidenta del Corporativo Cruz, pero él no tiene


trabajo. Parece que vive de ella.

Una fuerte burla salió de los labios de Octavio y dijo incrédulo:


—¿Es solo un vagabundo y se atreve a ser tan arrogante?

—Se dice que es muy cercano a Tomás Dávila, el rey del bajo mundo
de Ciudad Fortaleza —explicó Alberto.

—Tomás Dávila no es más que un rufián con categoría de «rey».


¡Prácticamente no es nada! ¿De qué está tan orgulloso? Reúne a un
equipo de hombres y hagamos una visita a ese Nataniel Cruz.

—¡Sí, Señor!

Diez de la noche en el Palacio Celestial.

Nataniel, César, Tomás y la Élite 8 estaban juntos tomándose unas


copas.

Cuando Nataniel supo que hoy era el cumpleaños de Tomás, llamó


··························································································································· ®
a César y a los demás para que vinieran a celebrarlo. Como es
natural, Tomás se sintió muy emocionado por el gesto.

César fue el encargado del alcohol y trajo algunos de los más


fuertes que pudo conseguir. Estas bebidas alcohólicas eran tan
potentes que la gente común no podía tolerarlas.

Varias rondas más tarde, el rostro de Tomás estaba enrojecido por


completo y César y la Elite 8 ya estaban un poco borrachos. Solo
Nataniel parecía no estar afectado.

César le dijo a Nataniel al recordar algo de repente:

—Señor, ¿recuerda que quería que le averiguara quién estaba detrás


de los problemas a los que se enfrentaba el Corporativo Cruz?

Los ojos de Nataniel se entrecerraron y le dijo:

—Es la familia Zulueta, ¿no es así?

César parpadeó y respondió en tono de sorpresa:


—Señor, si ya lo sabía, ¿por qué me pidió que investigara?
Nataniel respondió calmado:

—Porque quería estar seguro.

El resto de los hombres intercambiaron miradas al escuchar a su


General. Sabían que la familia Zulueta había traspasado los límites
con sus acciones esta vez, y que su General estaba decidido a
acabar con ellos.

En ese momento, se produjo un alboroto en la entrada del


restaurante. Nataniel frunció un poco las cejas y se giró para ver de
dónde venía el ruido.

—¿Qué pasa ahí?


Tomás se levantó.
—Ustedes quédense aquí. Yo iré a verificar.

Se dirigió hacia la entrada del restaurante y los hombres que habían


hecho guardia lo siguieron de inmediato. Al acercarse a la puerta,
vio a Javier y a una docena de sus hombres enfrentarse a otro
grupo de treinta.

El grupo contrario iba vestido con chalecos negros y pantalones de


camafeo. Todos eran de complexión fuerte y parecían muy
disciplinados, pues permanecían en filas ordenadas con la espalda
··························································································································· ®
recta. Estaba claro que no eran gente corriente.

Tomás bramó con el ceño fruncido:

—El Palacio Celestial aún está en proceso de renovación, así que no


aceptamos clientes por ahora, ¿por qué están aquí?

Octavio se burló y replicó:

—No estamos aquí para comer o beber. Estamos aquí porque


buscamos a alguien. ¡Quítate del medio, mald*to idiota!

Tomás siempre había sido un hombre orgulloso. El hecho de


escuchar a alguien llamarlo idiota lo enojó mucho y estuvo a punto
de explotar de ira. Sin embargo, al examinar a los hombres que tenía
delante se dio cuenta de que le recordaban a los militares por su
disciplina. Aplacó su ira y lanzó una mirada sombría a Octavio.

—¿A quién buscas?


Octavio levantó la barbilla con arrogancia y exigió:
—¡Que salga Nataniel Cruz!

Las palabras apenas habían salido de su boca cuando Nataniel y la


Elite 8 salieron.

Los labios de Nataniel se movieron casi de manera imperceptible al


pronunciar:

— ¿Quiénes son ustedes?


La mirada de Octavio se centró al instante en él y le dijo con dureza:

—¿Eres el que le rompió el brazo a mi primo? Muy bien. ¿Vas a venir


por tu cuenta o tenemos que romperte todos los huesos y
arrastrarte como el perro que eres?

Al escuchar eso, Nataniel supo que el motivo de la visita de esos


hombres era el enfrentamiento que había tenido con aquel
arrogante esa misma tarde y con tono indiferente dijo:

—Ya puedo adivinar quiénes son al ver su comportamiento. Sus


antecedentes les han salvado la vida. Si se marchan ahora mismo,
no me ofenderé por lo que han hecho hasta ahora.

Octavio quedó un poco sorprendido, pues no esperaba que Nataniel


supiera quiénes eran. Sin embargo, estalló en carcajadas al
escuchar su discurso.

··························································································································· ®
— ¡Jajaja! Parece que no entiendes tu situación, ¿verdad? ¡Ahora
mismo estás a nuestra merced, y no al revés! —Al decir eso, Octavio
hizo un gesto a sus hombres—. ¡Tomen a Cruz y destruyan este
lugar! ¡A quien vaya en su contra le rompen los huesos!

—¡Sí, Señor! —respondieron sus hombres con mucho ánimo.

Octavio estaba muy seguro de la capacidad de sus hombres. En su


mente, si Cruz y los suyos decidían ir contra ellos sería en vano,
como un niño enfrentándose a un gigante.

Nataniel, enfurecido por el descaro de Octavio, ordenó a sus


hombres:

—Veamos si su mordida corresponde a su ladrido. César, Tomás,


¡vamos a darles una lección!

—¡Sí, Señor!

Con ese grito, César y Tomás lideraron al resto de los hombres que
se preparaban para encontrarse con sus oponentes. Los dos
bandos chocaron de forma violenta y el infierno se desató. En un
instante, terribles gritos de dolor y el penetrante olor a cobre de la
sangre inundaron el restaurante.

Octavio había pensado que se trataría de una masacre de un solo


bando, pero la escena que tenía delante lo dejó boquiabierto. Era
cierto que se trataba de una masacre, pero los derrotados eran sus
hombres y no al revés, como había imaginado.

En ese momento inicial, más de una docena de sus hombres había


caído al suelo y aullaban del dolor. Unos segundos más tarde, todos
estaban en el suelo. Por un momento, se preguntó si estaba
soñando. ¿Cómo era posible que sus hombres no estuvieran a la
altura de Dávila y su grupo? ¿Cómo podían haber fracasado de esa
manera?

Cuando Tomás y el resto terminaron con los hombres de Octavio,


dirigieron sus miradas hostiles hacia el propio líder. No le quitaron
los ojos de encima cuando César preguntó:

—Señor, ¿qué deberíamos hacer con él?

Nataniel respondió con tranquilidad:

—Puede compartir el destino de su primo.

··························································································································· ®
En un instante, la mano de Tomás salió disparada.

Octavio levantó de manera instintiva las manos para defenderse,


pero por desgracia para él, sus habilidades de combate eran
insignificantes con respecto a las de Tomás, quien solía formar
parte de la Guardia Nacional de Nataniel.

Tomás aguantó el puño que Octavio había lanzado y le retorció el


brazo con dureza. Después de eso, el brazo del Comandante de la
Milicia se rompió con un fuerte crujido.

—¡Aaaah!

El alarido de dolor que lanzó Octavio fue desgarrador.

Al mismo tiempo, en la sala VIP del Hospital Privado Adventista,


Denis, Jorge y los demás se mantenían junto a la cama de Gerardo.

Denis lo consolaba:

—Gerardo, relájate. Tu primo ya juntó a sus hombres para ocuparse


de Cruz. Pronto recibiremos buenas noticias.

Apenas había terminado de hablar cuando la puerta de la habitación


se abrió de golpe y un hombre con aspecto desaliñado entró casi
sin poder caminar: era Octavio.

A Denis le cambió el semblante y regañó a su hijo:

— Muestra un poco de decoro. Creía que ibas a vengar a tu primo.


¿Cómo fue todo?

Octavio apretó los dientes y respondió:

—¡Papá, me dieron una paliza!

Su padre sorprendido le preguntó:

— ¿Quién fue?

Señaló el brazo derecho que le colgaba sin fuerzas y gruñó molesto:

—Cruz le ordenó a Dávila que lo hiciera. Todos los hombres que


llevé terminaron heridos en una pelea contra ellos y también me
partieron el brazo como al querido primo Gerardo.

Denis enfurecido casi rugió:


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—Contacta a Ernesto y pídele que reúna al equipo. ¡Vamos a ir tras
esos bastardos!

—¡Sí, Señor!

Nataniel, César y la Élite 8 se dirigían hacia el parqueo cuando


Nataniel se detuvo frente a su »BMW y le indicó a César:

—Averigua de qué departamento eran esos hombres y habla con su


superior. Es mejor informarles con antelación para que las cosas no
empeoren.

—¡Sí, Señor! —afirmó César con seriedad.

Luego, Nataniel subió a su auto y se fue a casa. Cuando llegó, ya


todos dormían. Después de ducharse, se preparó una taza de té con
la intención de relajarse un poco antes de ir a dormir. Por desgracia,
el destino tenía otros planes para él esa noche. Ni siquiera había
terminado su taza de té cuando recibió una llamada de Javier.

Resultó que cuando Nataniel, César y la Élite 8 se marcharon, llegó


un hombre llamado Ernesto García con todo un escuadrón de
soldados de la reserva y golpearon a Tomás y a sus hombres hasta
dejarlos casi moribundos. Luego, Ernesto se llevó a Tomás a punta
de pistola.

Javier había ido al baño justo en el momento en el que llegaron y


eso lo salvó de la golpiza. El pobre hombre parecía haber estado
llorando y le dijo con voz ahogada:

—Señor, a Tomás se lo llevaron las Fuerzas Armadas, ¡a estas


alturas ya podría estar muerto! ¿Qué hacemos?

Nataniel no esperaba que esa gente fuera tan insolente. La rapidez


con la que venían a vengarse le resultaba también bastante
chocante.

—Cálmate, pasaré a buscarte ahora e iremos juntos a salvar a


Tomás.

Después de terminar la llamada, recogió las llaves de su auto y salió


de la casa por segunda vez. Enseguida recogió a Javier y se dirigió
directamente al cuartel general de las Fuerzas Armadas; durante el
camino, le hizo una llamada a César. Un rato después, los dos
llegaron por fin al Cuartel General de las Fuerzas Armadas.

··························································································································· ®
Había dos guardias en la puerta y uno de ellos gritó al ver a Nataniel
y Javier:

—¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué están aquí?

Nataniel, con los ojos entrecerrados, habló en tono cortante:

—Soy Nataniel Cruz. Dígale a su superior de mayor rango que venga


a verme ahora.

Los guardias se quedaron sorprendidos por la actitud imponente del


hombre que tenían delante. Sin saber qué hacer, pero sin querer
ofender a un hombre tan poderoso, uno de los guardias corrió al
interior para informar a sus superiores.

El jefe de las Fuerzas Armadas era Bruno Osorio, pero no se


encontraba esa noche. En su lugar, el oficial que estaba de guardia
era Denis Fernández.

En el vestíbulo del edificio, Denis, lleno de tensión, esperaba en el


sofá a que Nataniel llegara. Gerardo y Octavio estaban con él,
sentados uno a cada lado suyo, con los brazos derechos
enyesados. Esparcidos por el lugar, también se encontraban Jorge,
Ernesto y otros diez soldados.

Denis se quedó mirando a la ensangrentada figura de Tomás de pie


ante ellos. Entonces le preguntó a su hijo:

—Octavio, ¿es éste el hombre que te rompió el brazo?


Octavio respondió con odio:

—Él fue quien lo hizo, pero bajo las órdenes de Nataniel Cruz.
Denis se dirigió a Ernesto y le ordenó:

—Lleva a algunos hombres contigo y tráeme a Cruz. Mi hijo y mi


sobrino cobrarán venganza esta noche.

Antes de que Ernesto pudiera responder, un guardia entró corriendo


desde el exterior.

—¡Sinópsisrme, Señor! Hay un hombre afuera que dice ser Nataniel


Cruz.

Una sonrisa de desprecio se reflejó en los labios de Denis al


escuchar la noticia.

—Estaba a punto de enviar a algunos hombres a buscarlo, pero se


··························································································································· ®
ha entregado personalmente, ¡tráiganlo!

Poco después, Javier y Nataniel entraron.

Tomás, que tenía un aspecto bastante desmejorado, se animó al ver


a Nataniel y exclamó en tono áspero:

—¡Señor!

Nataniel frunció el ceño al ver las heridas de Tomás.


—Todo va a estar bien. Te llevaré al hospital de inmediato.
Denis se burló y le preguntó:

—¿Eres Nataniel Cruz, el hombre que hirió a mi hijo y a mi sobrino y


que además ordenó a sus hombres atacar a los míos?

Nataniel miró fijo a Denis y le preguntó con firmeza:


— ¿Quién eres tú?
Ernesto alzó la voz y le respondió:

—¿Cómo te atreves? ¡Debes estar ciego! Es Denis Fernández, el


Capitán de la Guardia Civil. ¡Es también el tío del Señor Robles y el
padre de Octavio Fernández!

Nataniel Cruz dijo calmado:

—No me importa quién seas, pero tienes que ser razonable.


Recuerda, ser razonable es la clave del éxito, sin eso no puedes
hacer nada.

—¿Estás aquí para predicar? —se burló Denis Fernández—. Está bien,
¿por qué no me dices lo racional que es para ti golpear así a mi
sobrino y a mi hijo? —añadió.

Con tono frío, Nataniel le respondió:

—Su sobrino es frívolo y trató de seducir a mi mujer. Inclusive


ordenó a su guardaespaldas que me golpeara. Es justo, seguro
estoy, que le rompa al menos un hueso. Su hijo, por otra parte, trajo

a una docena de hombres para destruir un restaurante que no es

suyo y hasta amenazó con golpear a quien protestara. ¿No crees

que se merecía lo que le pasó? A pesar de todo, sólo le he roto un


brazo.

··························································································································· ®
Al instante, Denis se mostró contrariado:

—Entonces, según tu lógica, ¿yo también debería ser castigado?


Después de todo, fui yo quien ordenó destruir el restaurante de
Tomás y golpear a sus hombres.

Nataniel le dijo con una sutil sonrisa en el rostro:

—Parece que eres bastante inteligente. Te daré otra oportunidad.


Deja ira Tomás, compénsalo y luego discúlpate. Si lo haces,
olvidaré todo lo que ha pasado.

Al escuchar sus palabras, Denis, Ernesto y Octavio se echaron a reír.


Jorge Zulueta y los demás los siguieron.

«¡Este joven era realmente intrépido! ¡Seguía alardeando!».


Una sonrisa irónica apareció en el rostro de Denis y contestó:

—Pff, tú podrás olvidar lo que pasó, pero no creo que yo sea capaz
de hacerlo. —Después de decir esto, giró la cabeza para mirar a
Octavio y Gerardo y les preguntó—: Ustedes dos, diganme cómo
quieren descargar sus frustraciones. ¿Debería matarlos a golpes y
después arrojar sus cuerpos a la basura? ¿O tal vez debería
enviarlos a las minas y hacerlos trabajar hasta la muerte?

Con una expresión siniestra en su rostro, Gerardo respondió:

—Tío, no tengo paciencia para las torturas prolongadas. Prefiero que


las cosas sean rápidas, sencillas y violentas. Vamos a matarlos esta
misma noche.

—¡Papá, yo también pienso lo mismo! ¡Esta noche será la última de


sus vidas! —intervino Octavio.

Al oír esto, Denis le dijo a Ernesto:

—¿Los escuchaste? Mata a estos tres idiotas ahora.

Mientras tanto, Nataniel tenía una expresión indiferente en el rostro


y Tomás ni se inmutaba. Por otro lado, Javier, que desconocía la
identidad y las proezas de Nataniel, se desplomó en el suelo con la
cara pálida como una sábana y entró en pánico.

Nataniel entrecerró los ojos y dijo:


—Resulta que no aceptas la oportunidad que te estoy dando.
Denis se burló:

··························································································································· ®
— ¡Jaja! Sigues siendo orgulloso incluso al borde de la muerte.
¡Ernesto, date prisa! ¿Estás esperando a que lo haga yo mismo?

Justo cuando terminó de hablar, Ernesto sacó una pistola, apuntó a


Nataniel y, con una sonrisa maliciosa, le preguntó:

—Joven, ¿por qué eres tan arrogante?

En ese momento, un fuerte estruendo se escuchó desde el exterior y


se percataron de que las ruidosas sirenas de emergencia de las
Fuerzas Armadas se acercaban al lugar.

Denis y el resto quedaron sorprendidos y se preguntaron acerca de


qué podría estar ocurriendo allá afuera.

De repente, uno de los guardias llegó y exclamó:


—¡Señor, afuera sucedió algo!

—¿Qué está pasando? ¡No entren en pánico! No olviden que ustedes


son soldados de la reserva. ¿A qué le tienen tanto miedo? —le gritó
Denis al guardia.

Este respondió muerto de pánico:

—Señor, las fuerzas especiales están afuera. Nos han rodeado por
todas partes.

— ¿Qué acabas de decir? —exclamó Denis.

Aterrorizado, el guardia continuó:

—Son las Fuerzas Especiales del Norte, Furia de Dragón. Acaban de


rodearnos de forma muy agresiva. ¡Inclusive han venido en tanques
y carros de combate, y han dicho que destruirán este lugar si algo
les pasara a Nataniel Cruz y a Tomás Dávila!

Nataniel Cruz dijo calmado:

—No me importa quién seas, pero tienes que ser razonable.


Recuerda, ser razonable es la clave del éxito, sin eso no puedes
hacer nada.

—¿Estás aquí para predicar? —se burló Denis Fernández—. Está bien,
¿por qué no me dices lo racional que es para ti golpear así a mi
sobrino y a mi hijo? —añadió.

Con tono frío, Nataniel le respondió:


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—Su sobrino es frívolo y trató de seducir a mi mujer. Inclusive
ordenó a su guardaespaldas que me golpeara. Es justo, seguro
estoy, que le rompa al menos un hueso. Su hijo, por otra parte, trajo
a una docena de hombres para destruir un restaurante que no es
suyo y hasta amenazó con golpear a quien protestara. ¿No crees
que se merecía lo que le pasó? A pesar de todo, sólo le he roto un
brazo.

Al instante, Denis se mostró contrariado:

—Entonces, según tu lógica, ¿yo también debería ser castigado?


Después de todo, fui yo quien ordenó destruir el restaurante de
Tomás y golpear a sus hombres.

Nataniel le dijo con una sutil sonrisa en el rostro:

—Parece que eres bastante inteligente. Te daré otra oportunidad.


Deja ira Tomás, compénsalo y luego discúlpate. Si lo haces,
olvidaré todo lo que ha pasado.

Al escuchar sus palabras, Denis, Ernesto y Octavio se echaron a reír.


Jorge Zulueta y los demás los siguieron.

«¡Este joven era realmente intrépido! ¡Seguía alardeando!».

Una sonrisa irónica apareció en el rostro de Denis y contestó:

—Pff, tú podrás olvidar lo que pasó, pero no creo que yo sea capaz
de hacerlo. —Después de decir esto, giró la cabeza para mirar a
Octavio y Gerardo y les preguntó—: Ustedes dos, diganme cómo
quieren descargar sus frustraciones. ¿Debería matarlos a golpes y
después arrojar sus cuerpos a la basura? ¿O tal vez debería
enviarlos a las minas y hacerlos trabajar hasta la muerte?

Con una expresión siniestra en su rostro, Gerardo respondió:

—Tío, no tengo paciencia para las torturas prolongadas. Prefiero que


las cosas sean rápidas, sencillas y violentas. Vamos a matarlos esta
misma noche.

—¡Papá, yo también pienso lo mismo! ¡Esta noche será la última de


sus vidas! —intervino Octavio.

Al oír esto, Denis le dijo a Ernesto:


—¿Los escuchaste? Mata a estos tres idiotas ahora.

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Mientras tanto, Nataniel tenía una expresión indiferente en el rostro
y Tomás ni se inmutaba. Por otro lado, Javier, que desconocía la
identidad y las proezas de Nataniel, se desplomó en el suelo con la
cara pálida como una sábana y entró en pánico.

Nataniel entrecerró los ojos y dijo:


—Resulta que no aceptas la oportunidad que te estoy dando.
Denis se burló:

— ¡Jaja! Sigues siendo orgulloso incluso al borde de la muerte.


¡Ernesto, date prisa! ¿Estás esperando a que lo haga yo mismo?

Justo cuando terminó de hablar, Ernesto sacó una pistola, apuntó a


Nataniel y, con una sonrisa maliciosa, le preguntó:

—Joven, ¿por qué eres tan arrogante?

En ese momento, un fuerte estruendo se escuchó desde el exterior y


se percataron de que las ruidosas sirenas de emergencia de las
Fuerzas Armadas se acercaban al lugar.

202

Denis y el resto quedaron sorprendidos y se preguntaron acerca de


qué podría estar ocurriendo allá afuera.

De repente, uno de los guardias llegó y exclamó:


—¡Señor, afuera sucedió algo!

—¿Qué está pasando? ¡No entren en pánico! No olviden que ustedes


son soldados de la reserva. ¿A qué le tienen tanto miedo? —le gritó
Denis al guardia.

Este respondió muerto de pánico:

—Señor, las fuerzas especiales están afuera. Nos han rodeado por
todas partes.

— ¿Qué acabas de decir? —exclamó Denis.


Aterrorizado, el guardia continuó:

—Son las Fuerzas Especiales del Norte, Furia de Dragón. Acaban de


rodearnos de forma muy agresiva. ¡Inclusive han venido en tanques
y carros de combate, y han dicho que destruirán este lugar si algo
les pasara a Nataniel Cruz y a Tomás Dávila!

Bruno estaba a punto de estallar de ira. Tenía muchas ganas de taparle la


··························································································································· ®
boca
a Denis Fernández para que no dijera más tonterías.

«¿Sinópsisrmar sobre esto a los superiores? Nataniel Cruz era el General del
Ejército del Norte, ¡el Ares del Norte del País C! ¿Quieres que lo castiguen?
¡Ya
es suficiente con que él no te esté castigando ahora!».

Bruno resopló y se limpió el sudor frío de la frente. Luego, con cara de


lástima,
continuó explicando a Nataniel y César:

—Estoy seguro de que hubo algunos malentendidos aquí...


César se burló:

—No lo creo. Este hombre quiere informar sobre los hechos a los superiores.
¿Por qué no se adelanta y lo hace? Si no recuerdo mal, ustedes están a las
órdenes del General Franco Aragón en la División Naval de Fortaleza. ¡Si no
tienes su número, puedo llamarlo por til —dijo César mientras sacaba su
teléfono y llamaba a Franco delante de todos.

Justo después de que contestaran, habló por teléfono:

—General Aragón, creo que el puesto de Denis Fernández de la Fuerza


Armada
de Fortaleza necesita algunos ajustes. ¿Lo degradamos a soldado raso y lo
mandamos a entrenar?

A Denis se le aceleró el corazón al escuchar las palabras de César y supo de


inmediato que algo malo estaba a punto de ocurrir.

César puso el teléfono en altavoz y se lo entregó a Denis, quien estaba


temblando de pies a cabeza. Se trataba de una llamada a Franco Aragón, así
que no se atrevió a rechazarla. Solo pudo tomar el teléfono que le daba el
otro
lo antes posible.

Saludó con cautela a Franco, cuya poderosa y fuerte voz resonó desde el
teléfono.

— ¡Fernández!

—Señor, estoy aquí —dijo Denis con voz temblorosa al comprobar que era el
propio Franco Aragón.

—Fernández, ¿por qué no vuelves al entrenamiento básico? Le pediré a


Bruno
··························································································································· ®
que te traslade al Departamento de cocineros del Ejército y allí podrás
trabajar
como capitán. Pronto recibirás la notificación de tu degradación.

Denis no podía creerlo, quedó paralizado y aturdido mientras sentía su


mundo
derrumbarse. Era el Capitán de la Guardia Civil, ¿y ahora lo habían
degradado a

cocinero del ejército? ¡Tal vez un oficial como Bruno sería degradado a
sargento también! ¡Esto lo estaba mandando literalmente al infierno!

Denis tartamudeó atónito:

—Señor, yo...

Franco Aragón lo interrumpió:

—Muy bien, estoy agotado y quiero descansar ahora. Haz lo que se te dice.
También trae contigo a Ernesto García y a Octavio Fernández, así no estarás

tan solo.

Esta vez, incluso Ernesto y Octavio sufrirían. ¡Los dos fueron arrastrados a
esto
también!

Lo que no sabían era que Franco Aragón había sido subordinado de Nataniel
en
una ocasión y no estaría donde se encontraba hoy sin su entrenamiento. No
importaba si se trataba de Denis Fernández o de Bruno Osorio, Franco no
dudaría en castigarlos si contrariaban a Nataniel.

Colgó de inmediato sin darle ninguna oportunidad a Denis de objetar, y este


solo pudo mirar a César. Sus ojos estaban llenos de desesperación, ira y
miedo
a la vez. César le devolvió la mirada y le dijo con frialdad:

—¿No vas a aceptar la derrota? Soy un hombre benevolente. Puedes


plantearme
tus objeciones.

¿Plantear sus objeciones? Denis fue degradado al nivel más bajo cuando
intentó hacerlo antes. ¡Había muchas posibilidades de que César los matara
a
todos si lo intentaban de nuevo!

··························································································································· ®
Reconoció su derrota mientras bajaba la cabeza.

—No. Me doy por vencido. Estoy totalmente satisfecho con este puesto.

—¿Y tú? —preguntó César mientras se giraba para mirar a Bruno.

La mirada de Bruno se desvió hacia Nataniel durante un segundo antes de


responder:

—Creo que este acuerdo es razonable. Coincido y no hay ninguna objeción


por
mi parte.

Denis abrió los ojos y miró a Bruno con sorpresa e incredulidad.

«Este hombre era famoso por ser protector y dominante. ¿Por qué había
cedido
tan fácil hoy?».

César observó los alrededores y anunció:

—Bueno, ya que nadie está en desacuerdo, me llevaré a Nataniel y a Tomás


conmigo ahora. ¡Vamos!

Los soldados de Furia de Dragón se pusieron firmes al unísono, bajaron sus


rifles y se prepararon para abandonar el lugar.

Mientras tanto, Nataniel no tenía prisa por irse. Miró a Jorge y a Gerardo,
que
estaban temblando en la esquina.

—¿No te dije que te mantuvieras alejado la última vez que nos vimos? No
puedo
creer que te atrevas a ofenderme. Bueno, felicidades, has logrado
provocarme
con éxito —dijo con indiferencia mientras sus ojos se enfocaban en Jorge.
Asombrado y aterrorizado, Jorge lo miró.

Con tono apático, Nataniel dijo:

—Le daré un mes a la familia Zulueta para que abandone por completo el
negocio clandestino. De lo contrario, yo mismo destruiré a tu familia.

Las palabras de Nataniel dejaron a Jorge desconcertado y sin palabras.


Incluso
Denis y Gerardo tuvieron la misma reacción.

··························································································································· ®
«En realidad, él quería que mi familia se retirara por completo de la escena,
o de

lo contrario, ¿destruiría todo el imperio y el negocio él mismo? ¡Qué


amenaza
tan despiadada!».

Luego, Nataniel ignoró al resto y salió con César y Tomás. Cuando estos
condujeron a las Fuerzas Especiales de Furia de Dragón fuera del lugar, la
multitud en la sala suspiró aliviada y comenzó a murmurar. En ese
momento, lo
único que querían saber era quién era Nataniel Cruz. ¿Por qué César lo
protegía
tanto, hasta el punto de convocar a las Fuerzas Especiales de Furia de
Dragón
para que atacaran a las Fuerzas Armadas? Todos centraron su atención en
Bruno Osorio. Creían que debía saber algo, puesto que le temía tanto a
Nataniel
y a César.

Por desgracia, Nataniel había dado instrucciones a los de arriba para que no
revelaran su identidad secreta. Por ello, Bruno no se atrevía a revelar quién
era
en realidad. Al ver la cantidad de preguntas de la multitud, solo pudo
responder
con vaguedad:

—He oído que Nataniel y Tomás formaban parte del Ejército del Norte.
Deben
ser soldados de César Díaz, así que es natural que sea tan protector con ellos.

Gerardo y Jorge suspiraron aliviados al escucharlo, pues temían que


Nataniel
fuera un personaje importante. Resultó ser simplemente uno de los soldados
de César. Por muy arrogante que fuera, César solo era un oficial militar.

Por otra parte, la familia Zulueta tenía conexiones en todos los ámbitos,
incluidos el político y el militar. ¡No era tan fácil destruirla como pensaba
César!
No era más que un simple soldado, ¡así que debía ser una bromal

Nataniel se encargó de que Tomás fuera tratado en un hospital y dejó a


Javier y
a un par de hombres para que hicieran guardia. Después regresó a casa. Ya
casi había amanecido. Se fue de inmediato a la cama y cuando despertó ya
era
por la tarde. Tras asearse con rapidez, encontró a Bartolomé sentado en el
··························································································································· ®
salón viendo la televisión.

Leila estaba en la cocina preparando el almuerzo, mientras Peni acababa de


regresar de la oficina. Todo el letargo y la desesperación habían
desaparecido,
parecía renovada y no podía ocultar su felicidad. Al ver a Nataniel, le dijo con
alegría:

—Nataniel, hemos conseguido averiguar lo que ha pasado en la obra. Alguien


nos saboteó, por eso la policía llevará a cabo una investigación más profunda
al respecto. La compañía de seguros también pagó los gastos del hospital y
las
facturas médicas de esos trabajadores de la construcción. Todas las
indemnizaciones se han contabilizado y completado. ¡Las autoridades nos
han
notificado que podemos reanudar nuestras actividades!

Nataniel asintió con una leve sonrisa en el rostro.

—Eso es bueno. Por fin se ha solucionado todo. También tengo una buena
noticia para todos.

Bartolomé y Peni lo miraron con curiosidad. Incluso Leila salió de la cocina


con
los platos y le preguntó de qué se trataba la buena noticia.

—Antes, la empresa del abuelo intentaba eludir su responsabilidad y no


quería
asumir los costos de las pérdidas de la empresa. ¿Recuerdas que cuando
intentaron vender sus acciones al precio original les dije que se
arrepentiriían? —
dijo Nataniel con una sonrisa.

Los tres mostraron una amplia sonrisa en sus rostros. Ahora que el
Corporativo
Cruz había resuelto todos sus problemas, el abuelo probablemente se
arrepentiría mucho de sus decisiones.

—Esto es solo el principio —continuó Nataniel—. Tengo previsto sacar al


Corporativo Cruz a bolsa. Una vez que tenga éxito, el valor de nuestras
acciones
llegará al cielo. Ese será el momento en el que de verdad se arrepentirán de
sus
actos.

Salir a bolsa era el sueño de la mayoría de las empresas.


Peni abrió los ojos muy sorprendida y preguntó:
··························································································································· ®
—Es difícil salir a bolsa. ¿Podemos tener éxito?

Nataniel explicó con una sonrisa:

—Las regulaciones para salir a bolsa han cambiado. En el mercado Estrella,


las
empresas pueden salir a bolsa siempre que cumplan los requisitos. No te
preocupes, yo me encargaré de todas las solicitudes. Solo tienes que preparar
los documentos necesarios para el proceso.

—¡De acuerdo! —asintió Peni entusiasmada.

Una semana después, el Corporativo Cruz salió a bolsa con éxito en el


mercado
Estrella. El proceso se desarrolló sin dificultades, en gran parte gracias a la
ayuda de Nataniel detrás de escena. Luego de esto, el precio de sus acciones
subió un 81.5%, y la empresa pasó a estar valorada en cuatro mil millones. A
medida que se difundía la noticia, muchas de las grandes figuras del círculo
comercial de Fortaleza envidiaban al Corporativo Cruz.

Entretanto, Alfredo, Pablo y Samuel se frustraron mucho al escuchar estas

noticias y lamentaron profundamente sus actos. Alfredo no tuvo más


remedio
que actuar de forma insensible. Llevó a toda su familia, con lujosos regalos, a
la

casa de Peni una vez más. Admitió sus errores y quiso volver a tener acciones
del Corporativo Cruz.

Sin embargo, Nataniel respondió con indiferencia:

—Ya somos una empresa pública. Es fácil que ustedes compren nuestras
acciones. Solo tienen que comprar nuestras acciones en la bolsa. ¡Entonces
serán nuestros accionistas!

Alfredo y su familia permanecieron perplejos al escuchar la respuesta de


Nataniel. Se quedaron sin palabras. Leila también se alegró en secreto. ¡Su
yerno había manejado la situación a la perfección!

Poco tiempo después, al no conseguir lo que quería, Alfredo Sosa abandonó


el
lugar con una expresión sombría en su rostro.

Desde que el Corporativo Cruz se hizo público, Peni estaba más ocupada en
el
··························································································································· ®
trabajo. Una tarde llamó a Nataniel y le dijo que su prima iba a venir a
Fortaleza
por unos días. No podía salir de la oficina por motivos de trabajo, por lo que
quería que Nataniel fuera a recogerla. Se llamaba Carmen Tovar y llegaría al
aeropuerto internacional de Fortaleza sobre las tres de la tarde. Peni incluso
le
dio su número para que la contactara.

Nataniel aceptó de inmediato y se preparó para buscarla. Sin embargo, se


preocupó cuando llegó a su garaje.

En total tenían cuatro autos. Uno era un Pagani Zonda , otro un


BMW Serie 7 , el tercero un BMW Serie 5 y el último
era el Polo que Peni había conducido anteriormente.

Hoy, Peni llevó el BMW Serie 7 al trabajo, mientras que Bartolomé


el BMW Serie 5 . Por lo que Nataniel tuvo que elegir entre el
Pagani Zonda y el Polo . Como no le gustaba ostentar, pensó que
conducir un Zonda para recoger a la prima hermana de Peni sería un
alarde. Finalmente, decidió conducir el viejo Polo hasta el aeropuerto.

Eran las tres de la tarde cuando llegó a la entrada del aeropuerto. Marcó el
número de Carmen y se puso en contacto con ella.

Carmen era tres años más joven que Peni, tenía 26 años. Llevaba el cabello
corto, lo que acentuaba su esbelta figura y sus bonitos rasgos. Aunque no era
tan guapa como Peni, se le podía considerar una belleza absoluta. Su mejor
amiga, Karla Pérez, también la acompañaba.

Nataniel bajó las ventanillas y dijo a las dos chicas que estaban en la
carretera:

—Hola chicas, soy Nataniel, el marido de su prima hermana. Ella no está


disponible y me pidió que las recogiera. Vamos, suban.

Carmen frunció el ceño al ver el viejo y oxidado Polo que Nataniel


condujo para recogerla. Karla también le murmuró en voz baja:

—Carmen, tu cuñado es... bueno, no tiene nada de especial. Este auto está
muy
viejo y oxidado, sería vergonzoso subirnos ahí.

Carmen miró a Nataniel con desdén al escuchar esto. Aprovechando la


oportunidad, Karla añadió:

—Carmen, ¿te acuerdas de nuestro antiguo compañero de clases, Roberto?


Prometió recogernos hoy cuando supo que estábamos en Fortaleza. ¿Por qué
··························································································································· ®
no le pides a tu cuñado que regrese mientras nosotros vamos a nuestra
reunión
de la universidad?

Justo al decir esto, un Maserati entró en la escena a toda velocidad. El


chofer conducía muy rápido y se detuvo delante de Carmen y Karla. Un
hombre
con un traje Armani se bajó del auto. Iba vestido de blanco y de manera
impecable, incluso llevaba un Rolex Wraith . Definitivamente parecía un
joven exitoso.

Este hombre no era otro que Roberto, el antiguo compañero de clases que
Karla
había mencionado.

Los ojos de Roberto se iluminaron en cuanto vieron a la esbelta y elegante


Carmen. De inmediato, su mirada se desvió hacia su trasero. Con una sonrisa
irónica, dijo:

—Mis dos hermosas compañeras, siento la espera. He reservado una sala


privada en el Club Indigo y algunos de nuestros compañeros ya las están
esperando. Por favor, suban al auto.

Mientras tanto, Karla miraba con atención el Maserati mientras


exclamaba:

—¡Vaya, un Maserati que vale más de un millón! ¡Y además es presidente!


Jeje, solo esos autos pueden estar a la altura de la belleza de nuestra facultad
de medicina, Carmen Tovar. ¡Subamos entonces! —Rápidamente enganchó
sus
brazos alrededor de los de Carmen y la empujó con suavidad.

Roberto las instó también con una amplia sonrisa:

—SÍ, por favor, entren. Hace mucho tiempo que no nos vemos. Es un buen
momento para ponernos al día.

Carmen se encontraba en un dilema mientras miraba hacia el viejo


Polo</¡i>
de Nataniel y el Maserati nuevo de Roberto. Al fin le dijo a Nataniel:

—Oye, ¿por qué no te vas a casa primero? Yo iré a la reunión antes de pasar
por
casa de la prima. Por favor, vete sin mí.

Después, subió al Maserati de Roberto junto con Karla. Cuando este miró
a las dos mujeres que entraban en su auto, una sonrisa de satisfacción se
··························································································································· ®
dibujó en su rostro. Se acercó al auto de Nataniel e inclinó la parte superior
de
su cuerpo hacia la ventanilla antes de decirle en voz baja:

—Amigo, no te avergilences con este Polo viejo. Pediré prestada a tu


hermana durante la noche, ¿sí?

Después de terminar de decir esas palabras, se marchó con arrogancia en su


Maserati . Justo después de que el auto de Roberto arrancara, Nataniel
escuchó a dos hombres que por allí pasaban susurrar entre ellos:

—¿No es ese el c*brón de Roberto? Escuché que violó a una chica hace poco,
ella incluso se suicidó después. No puedo creer que no haya ido a la cárcel
por
esto. Miralo, acaba de encontrar una nueva presa.

El otro hombre dijo:

—Bueno, es rico y poderoso. Esa mujer de cabello corto era tan hermosa.
¡Qué
penal

Nataniel no quería inmiscuirse en la vida personal de Carmen. Sin embargo,


frunció el ceño al escuchar lo que esos dos hombres decían acerca de
Roberto.
Su teléfono sonó en ese momento y era Tomás Dávila quien llamaba:

—Señor, han pasado diez días. A la familia Zulueta le importó una m*erda su
advertencia. No hubo ninguna señal de retirada por su parte. La semana
pasada
incluso abrieron un club de lujo en Fortaleza. Se llama el Club Índigo. He
oído
que quieren volver a meterse en el bajo mundo de Fortaleza e intentar tomar
el
control.

De casualidad, Carmen y sus amigos también se dirigían hacia allí.

Los labios de Nataniel dibujaron una sonrisa mientras respondía a Tomás


por
teléfono:

—Bueno, de repente me apetece beber. Vamos al Club Índigo a tomar unas


copas esta noche.

Carmen, Roberto y Karla llegaron al Club Índigo muy pronto. Unos cuantos
compañeros de la facultad de medicina estaban esperando en una sala
··························································································································· ®
privada.
Roberto pidió unas cuantas botellas de vino tinto para celebrar su
reencuentro.

Cuando estaban en la escuela, él estaba enamorado de Carmen.


Desafortunadamente, ella era un genio y se le daban muy bien los estudios.
Aunque Roberto procedía de una familia rica y poderosa, ella siempre lo
despreciaba por su bajo rendimiento académico. Por ello, nunca consiguió
cortejarla durante la universidad. Sin embargo, él se dedicaba a pasar el
tiempo
con mujeres y después de graduarse sabía cómo ganarse el corazón de una.

Organizó esta reunión a propósito, tras enterarse por Karla de que Carmen
vendría a Fortaleza de visita. Los pocos compañeros de clase en la sala
privada, incluyendo a Karla, fueron todos sobornados por él. Ellos solo
tenían
un motivo, embriagar a Carmen lo más posible para que Roberto tuviera la
oportunidad de acostarse con ella.

Por lo tanto, en cuanto llegaron, Roberto y el resto intentaron de varias


maneras
hacer que bebiera.

Después de obtener su doctorado en la universidad, Carmen se incorporó a


una
empresa de investigación de vacunas y trabajó en una vacuna contra el
cáncer
junto a los mejores especialistas del campo de la medicina. Aunque no estaba

tan expuesta al lado oscuro de la humanidad, tampoco era tonta. Pronto se


dio
cuenta de que algo andaba mal, sobre todo después de notar cómo los ojos de
Roberto se clavaban en ella con deseo y lujuria. De inmediato, se dio cuenta
de
que él tenía malas intenciones.

Se arrepintió de haber venido y de no haber subido al auto de su cuñado para


ir
a casa. Ahora era una presa fácil para él.

Se puso de pie y le dijo a Roberto y al resto:

—Lo siento, pero creo que ya he bebido bastante. Ya debería volver.

Sin embargo, en el momento en el que se puso de pie, una sensación de


mareo
la invadió y se desplomó sin fuerzas en el sofá. Roberto se acercó
··························································································································· ®
inmediatamente a ella con una sonrisa maliciosa y fingió estar preocupado:
—Carmen, ¿estás bien?

Ella sintió un punzante dolor de cabeza y una sensación de adormecimiento


en
todo el cuerpo, mientras su visión se volvía borrosa y poco a poco perdía la
conciencia. Mirando la cara desagradable de Roberto, habló con voz

temblorosa:

—Tú... tú has echado algo en mi bebida.

Con una sonrisa lasciva, Roberto respondió:

—Bueno, parece que no eres tan tonta después de todo. Por desgracia, te has
dado cuenta ahora y es demasiado tarde. Carmen, mi belleza, he esperado
mucho tiempo para que llegara este día. —Luego, indicó al resto—: Todos
ustedes salgan ahora. Es hora de divertirme con Carmen.

Aunque ella se sintió enfurecida y aterrorizada, no había manera de que


pudiera
defenderse, pues perdió el control de sus extremidades e incluso comenzó a
sentirse somnolienta. Una lágrima corrió por su mejilla.

—Pero ¿por qué lloras? No me digas que todavía eres virgen. Jeje, si ese es el
caso, entonces seré mucho más delicado. No te preocupes —comentó
Roberto
mientras se frotaba las palmas de las manos y mostraba otra sonrisa lasciva.

Karla y los demás se miraron y sonrieron con complicidad. Estaban a punto


de
dejar a Roberto y a Carmen solos en aquel lugar, pero la puerta de la
habitación
privada se abrió de golpe. ¡Alguien la había derribado de una patada! Fue
una
patada muy fuerte y la puerta de la habitación se desencajó y salió volando.
¡Aterrizó con fuerza frente a Roberto y todos saltaron sorprendidos por el
impacto!

Las miradas se giraron hacia la entrada de la habitación. Incluso Carmen,


que

se estaba quedando inconsciente poco a poco, se volvió también hacia la


puerta. El afrodisíaco le había hecho efecto y su visión se fue nublando. Sin

embargo, aun así pudo notar que la figura de la puerta era un hombre alto y
esbelto, pero no pudo distinguir su rostro.
··························································································································· ®
No era otro que Nataniel Cruz.

En definitiva, Carmen era la prima hermana de Penélope y esta le había


pedido
a Nataniel que la recogiera en el aeropuerto. Si le ocurría algo a Carmen, él
no

podría mirar a su mujer a los ojos de nuevo. Por tanto, los siguió hasta el
club.
No esperaba que Roberto pusiera algo en su bebida tan rápido. Así que
derribó
la puerta e irrumpió en la habitación al verlo.

Roberto también estaba muy furioso cuando vio a Nataniel:


—Amigo, ¿has venido a estropear la diversión?
Nataniel respondió con frialdad:

—Suéltala y te dejaré libre, pero si luego ella te denuncia a la policía, no es


asunto mío.

Con una sonrisa malintencionada, Roberto dijo:

—Jaja, ¿así que quieres ser el héroe? Echa un vistazo, ¿sabes dónde estás?
Este
club está protegido por el Escorpión de Ciudad Fortaleza. Ese hombre es mi
hermano jurado, pero si quieres morir, está bien. ¡Estoy más que feliz de
concederte ese deseo!

Al decir esto, un grupo de personas entraron desde el pasillo exterior. El


líder
era un hombre que parecía tener unos treinta años y llevaba puesta una
chaqueta de cuero negra. Tenía un tatuaje de un horrible escorpión en el
cuello.
Estaba claro que se trataba de Escorpión, seguidor de la familia Zulueta en
Alameda. Detrás de él había una docena de hombres armados con cuchillos y
tubos. El hombre echó un vistazo a la puerta y cambió su mirada asesina
hacia
Nataniel.

—¿Has venido a destruir este lugar?


Roberto trataba a Escorpión como su salvador y enseguida se acercó a él.

—Escorpión, este hombre intentó estropear mi diversión e incluso destrozó


tu
local. Tienes que castigarlo por mí.

··························································································································· ®
Todos miraron a Nataniel con odio, pero él actuó como si no estuvieran allí.
Se
acercó y cargó a Carmen, que estaba drogada y adormecida, mientras la
consolaba con calma:

—Todo está bien ahora. Te sacaré de aquí.

Carmen solo alcanzó a emitir un suave gemido en medio de su somnolencia.


Aunque no podía distinguir el rostro de Nataniel, se sentía tranquila y en paz
mientras apoyaba la cabeza en su robusto pecho. Tenía la impresión de que
el
hombre que la llevaba en brazos era muy confiable.

Con ella en brazos, Nataniel se acercó a la puerta y advirtió:

—Si te interpones en mi camino, pagarás el precio.

Escorpión se burló y agitó la mano.


—Muchachos, destruyan a este imb*cil arrogante.

De inmediato, los hombres que estaban detrás de él fueron tras Nataniel de


manera agresiva.

Aunque Carmen recuperaba y perdía la conciencia, sabía lo que estaba


pasando y por instinto se agarró a la camisa de Nataniel. Uno de los hombres
se le acercó, levantó el tubo en sus manos e intentó golpearlo en la cabeza.
Nataniel alzó la pierna y le pateó la rótula para defenderse. ¡Crac! Le fracturó
la
rodilla, el hombre se desplomó en el suelo agonizando y se arrodilló frente a
Nataniel. Entretanto, este continuó caminando hacia la salida.

Otros dos hombres armados con cuchillos se le acercaron. En un abrir y


cerrar
de ojos, Nataniel les dio dos patadas en el pecho a cada uno y salieron
volando
mientras la sangre brotaba de sus bocas. Era como un depredador en su
propio
hábitat a medida que salía despreocupadamente de la habitación con
Carmen
en brazos. A cada paso que daba, alguien terminaba gritando de agonía.

Escorpión no esperaba que fuera un luchador experto. ¡Ninguno de sus


hombres era rival para Nataniel! Sacó una daga afilada, soltó un gruñido de
rabia y se lanzó hacia él. Este respondió con una patada alta que alcanzó a
golpear a Escorpión en la barbilla. Tras el impacto, un sonido de huesos que
se
quebraban resonó en toda la sala.
··························································································································· ®
El cuerpo de Escorpión salió volando como la cuerda de un cometa que
acaba
de romperse. Con un fuerte estruendo, aterrizó en la pared del pasillo y se
deslizó hasta el suelo. Nadie sabía si sería capaz de sobrevivir a esta terrible
prueba.

Roberto y el resto miraban con una expresión de asombro en sus rostros. Por
mucho que quisieran correr, les temblaban las piernas y sólo podían
permanecer paralizados en su sitio. No podían reunir las fuerzas para correr
debido al miedo.

En el momento en el que Nataniel le lanzó la patada a Escorpión, se detuvo


frente a Roberto y lo miró directamente. Cuando este le devolvió la mirada,
sintió como si un rayo lo alcanzara, pues su cuerpo se estremecía sin control.
Cayó al suelo y se arrodilló frente a Nataniel. Sus labios temblorosos querían
pedir clemencia, pero lo único que pudo hacer fue tartamudear.

Con una expresión indiferente, Nataniel bajó la mirada hacia Roberto, que
estaba temblando, y le dijo:

—Por favor, limpia la sangre de mis zapatos.

Roberto se quedó perplejo por un momento mientras miraba el zapato de


cuero
de la pierna izquierda de Nataniel. Había una mancha roja de sangre, de
cuando
Escorpión fue pateado.

—SÍí, sí, te la limpiaré...

Quiso agarrar su pañuelo, pero no pudo encontrarlo en su estado de pánico.


Desesperado, se inclinó hacia adelante y usó su camisa para limpiar la
mancha
de sangre del zapato de Nataniel.

—¡Gracias!

Nataniel le agradeció con rapidez y se marchó con Carmen en brazos.


Roberto
solo pudo respirar aliviado cuando se aseguró de que aquella figura
omnipotente había desaparecido de su vista. Sin embargo, acto seguido,
sintió
una cálida sensación entre sus piernas. Se había orinado en los pantalones.

Mientras tanto, Carmen se aferraba a la ropa de Nataniel y lo rodeaba con


sus
··························································································································· ®
brazos. De manera general, podía comprender la situación, aunque
continuaba
somnolienta y no pudo ver con claridad lo que sucedió. Era igual a un
hombre
cuando estaba algo ebrio, pero seguía consciente de su entorno. Sabía que un
hombre poderoso y valiente la había salvado arriesgando su vida. Él era su
héroe.

Nataniel la sacó del Club Índigo. Luego, abrió la puerta de su auto y la colocó
en
el asiento trasero. El afrodisíaco estaba haciendo efecto en Carmen. Ella
continuaba halando la camisa de Nataniel, tenía la cara sonrojada y no solo
eso, sino que seguía gimiendo y retorciéndose en el asiento.

Él se sintió muy avergonzado, así que se liberó de su agarre con rapidez y


cerró
la puerta del auto. Fue hacia el asiento del conductor para arrancar y llevar a

Carmen al hospital. En el momento en el que el auto se puso en marcha,


Tomás
llegó con casi cien hombres e irrumpió en el Club Índigo.

Con voz grave, ordenó:


—¡Destruyan este lugar!

En un instante, el interior del Club Índigo quedó destrozado. El suelo estaba


lleno de pedazos de cristal, los muebles estaban volcados y las paredes
destrozadas. Era un espectáculo verdaderamente desolador.

Nataniel condujo hasta el Hospital Central de Fortaleza y llevó a Carmen a la


sala de urgencias. Encontró a una doctora y le dijo:

—Doctora, pusieron algo en su bebida. Por favor, sálvela.

La doctora llamó de inmediato a otras enfermeras y la trasladaron hacia una


cama para llevar a cabo el procedimiento necesario. Poco después de que
Nataniel pagara las facturas, la doctora se acercó para informarle que
Carmen
estaba bien y que podría recibir el alta media hora después, cuando se
despertara.

Le preocupaba que Carmen se sintiera avergonzada por lo ocurrido, así que


decidió desentenderse del asunto y le dijo a la doctora que no revelara quién
era. Luego, se marchó.

Al salir del hospital, se dio cuenta de que uno de los botones de su camisa
había desaparecido. Quizás alguien se lo había arrancado antes. Sacudió la
··························································································································· ®
cabeza con una sonrisa amarga. «¿Qué está pasando esta noche?».

Entretanto, Carmen despertó y se encontró en una sala de hospital. Se sentía


bastante débil, pero empezaba a recobrar el sentido y a estar más lúcida. Lo
primero que hizo fue revisarse. Miró hacia abajo para comprobar su ropa, vio
que estaba limpia y ordenada y, lo que era más importante, no había nada
malo
con su cuerpo, además de sentirse débil.

Respiró aliviada tras confirmar que no la habían violado. Al hacerlo, recordó


al
heroico hombre que arriesgó su vida y la salvó en medio de los ataques de un
grupo de feroces y agresivos mafiosos.

Miró alrededor de la sala, pero no había rastro de ese hombre. Sin embargo,
tenía un botón de camisa en la palma de las manos. Recordó habérselo
arrancado por accidente, pues se agarró a él con mucha fuerza.

En ese momento, la doctora entró sonriendo con sus compañeras de


enfermería para revisarla:

—Ah, estás despierta. ¿Te sientes bien?

—Estoy bien. ¿Puedo saber quién me trajo al hospital? ¿Dejó algún contacto?

preguntó Carmen con rapidez.

La doctora recordó las instrucciones de Nataniel y respondió con una


sonrisa:

—Fue un hombre de buen corazón, pero no dejó su nombre ni número de


contacto.

Carmen parecía muy decepcionada después de saberlo. Miró el botón que


tenía
en las manos. De repente, levantó la mirada y preguntó a la doctora con
curiosidad:

—Doctora, ¿ese hombre es... guapo?

La doctora pareció entender sus intenciones y le dijo:

—Bueno, parecía tener más o menos su misma edad. En cuanto a su aspecto,


yo diría que es bastante guapo y encantador.

Los ojos de Carmen brillaron de emoción. «Me pregunto cuándo podré


volver a
··························································································································· ®
verlo».

Nataniel regresó a casa por la noche. Leila estaba ocupada preparando la


cena
en la cocina. Penélope ayudaba a su hija con los deberes. Cuando vio que
Nataniel volvía solo a casa, le preguntó sorprendida:

—Nataniel, ¿por qué llegas solo? ¿Dónde está Carmen?

Este respondió con calma:

—Dijo que quería asistir a una reunión con sus compañeros de clase, así que
no
era necesario que la recogiera. Volverá por su cuenta cuando termine la
reunión.

Peni y los demás asintieron tras escuchar su explicación.

Al cabo de media hora, la cena estaba preparada y Leila pidió a todos que se
reunieran en la mesa del comedor. El timbre sonó y Peni fue a abrir la puerta
deprisa. En efecto, era Carmen, pero parecía estar algo exhausta. Peni pensó
que se debía a las largas horas que había pasado viajando. Sin pensarlo
mucho,

la saludó con entusiasmo:

— ¡Carmen! ¡Ya estás aquí! Pasa.

Bartolomé y Leila trajeron a Reyna también y la saludaron de forma cálida y


acogedora.

—¡Tíal —la saludó Reyna cariñosamente agitando la mano.


—Qué buena chica. —Carmen la levantó y le dio un beso.

Sin embargo, la joven no tardó en darse cuenta de que todos los demás la
recibían con agrado; excepto su cuñado, quien se sentó a la mesa en silencio
y
bebió de su sopa sin saludarla en la puerta. Solo le asintió con la cabeza
cuando la vio.

Hace mucho tiempo, Carmen se enteró de que Peni había sido acosada por
un
indigente alcohólico. Después de eso, quedó embarazada y fue
menospreciada
y acosada por el resto de los Sosa. Incluso se enteró de que este hombre vino
a
buscarla hacía poco tiempo y volvieron a estar juntos. Como mujer educada,
··························································································································· ®
Carmen pensó que esto era ridículo y sintió que Peni no debería estar
atrapada
en tal encrucijada.

No es necesario decir que Nataniel le causó muy mala impresión a Carmen.


Sin
embargo, no podía comprender por qué la familia de Peni lo trataba tan
bien.

Leila se dio cuenta de que Carmen no dejaba de mirar a Nataniel y se


apresuró
a presentarlo:

—Este es tu cuñado, Nataniel Cruz. Fue al aeropuerto a recogerte esta tarde.


Seguro que se conocen.

Ella comentó con indiferencia:

—SÍí, nos conocimos antes, pero no diré que es mi cuñado. No está a la


altura de
mi prima hermana.

Penélope estaba confundida, así que le preguntó sin saber qué más decir:
—Carmen, ¿qué estás diciendo?

Carmen le afirmó:

—Solo estoy diciendo la verdad. Tú ya eres la presidenta de una empresa que


salió a bolsa. ¿Y él? No quiero ni hablar de lo que te hizo en aquel momento.
¡Sigue siendo el mismo después de tanto tiempo! Además de eso, está
desempleado y vive a costa tuya.

Peni, Bartolomé y Leila se quedaron sin palabras y boquiabiertos.

Al escuchar a Carmen hablar mal de su padre, Reyna fue la primera en


mostrarse disgustada, así que se bajó de sus brazos, corrió hacia Nataniel y

extendió las manos para protegerlo mientras decía enfadada:

—¡Tía Carmen, no me gusta que hables mal de mi papá! ¡Es el mejor papá
del
mundo!

Peni añadió enseguida:

—Carmen, Nataniel y yo tenemos una relación bastante complicada. Es


difícil
··························································································································· ®
que comprendas todo de momento. No obstante, puedo asegurarte de que
Nataniel no es tan malo como crees. Encontraré el momento para
explicártelo
todo, ¿de acuerdo?

Bartolomé también intervino:

—Venga, vamos a comer o pronto la comida se enfriará.

Así que la familia se sentó a cenar.

Mientras comían, Peni le preguntó a Carmen por qué había venido de visita a
Fortaleza.

Carmen le dijo con orgullo:


—¿Recuerdas que trabajo en el Instituto de Investigaciones Médicas Aurora?
Hemos conseguido producir la primera vacuna para curar el cáncer de
hígado,

es por eso que el Doctor Lunático nos dio un mes de descanso.

Peni y el resto la aclamaron con alegría.

Todos sabían que el cáncer era una de las enfermedades terminales más
complicadas en el campo de la medicina, y el de hígado era uno de los más
comunes.

En este momento, solo había una vacuna contra el VPH disponible en el


mercado. Si el Instituto de Investigaciones Médicas Aurora lograba producir
una vacuna que pudiera curar el cáncer de hígado, ¡sin duda sería un gran
avance en el campo de la investigación médica!

Todos estaban de acuerdo en que el trabajo de Carmen era noble en verdad y


también ella estaba muy orgullosa de sus logros. Sin embargo, nadie notó
que
los ojos de Nataniel brillaban de emoción. Ninguno sabía que Nataniel fue
quien
invirtió en el Instituto de Investigaciones Médicas Aurora y lo fundó.
Durante
todos estos años, fue él quien le dio todo tipo de apoyo, desde las sombras.
Cuando necesitaban apoyo financiero, aportaba dinero. Cuando necesitaban
mano de obra, buscaba y contrataba a los mejores talentos y adquiría
tecnologías en el extranjero.

Había una razón por la que Nataniel empleó todos sus recursos para apoyar
al
instituto en la investigación para crear una vacuna contra el cáncer de
··························································································································· ®
hígado.

Lo hizo por su madre, que había fallecido a causa de esta enfermedad hacía
ya
muchos años. Por ello, estaba decidido a apoyar la producción de esta
vacuna.
Durante todos estos años, había invertido casi diez mil millones en el
instituto.
¡Al fin escuchaba buenas noticias!

Después de la cena, Nataniel salió solo al balcón. Sacó su teléfono y llamó al


presidente del instituto, el profesor Noé Vásquez, también conocido como el
Doctor Lunático. Este respondió con rapidez. Nataniel reaccionó y le
preguntó
con calma:

—Vásquez, ¿he oído que has conseguido producir una vacuna para curar el
cáncer de hígado?

El Doctor Lunático exclamó asombrado:

—Señor, ¿cómo se ha enterado tan rápido? Quería decírselo dentro de dos


meses, en el aniversario de la muerte de su madre, como una sorpresa.

Nataniel respondió con una sonrisa en el rostro:

—Bueno, resulta que me enteré por uno de los miembros del instituto.
¡Enhorabuena, profesor Vásquez!

Sin embargo, el doctor replicó:


—Señor, no lo habríamos conseguido en tan poco tiempo sin su apoyo. Esto
es

sin duda un gran logro. Lo he pensado bien y me gustaría pedirle que se


encargue de la producción, la comercialización y la venta de la vacuna.

—¡No! —rechazó Nataniel la propuesta al instante.

Noé continuó:

—Señor, habrá muchas potencias locales y extranjeras que irán tras la


vacuna
una vez que la noticia salga a la luz. Si llega a manos de aquellos que son
astutos y poco éticos, seguramente subirán los precios para obtener
beneficios
después de que se produzca. Esto va en contra de nuestra misión inicial de
salvar a miles de pacientes que padecen esta enfermedad. Señor, estoy
··························································································································· ®
seguro

de que no quiere que se abuse de la vacuna a tal punto que solo las familias
ricas puedan pagarla y muchos pacientes mueran.

Nataniel negó con la cabeza y exclamó:


—¡Claro que no!

Noé continuó:

—Por lo tanto, tiene que hacerse cargo de la producción, la comercialización


y
la venta de la vacuna, Señor. No puedo confiar en nadie más. Además, usted
ha
invertido miles de millones en este proyecto. No dejaré que se lleve la peor
parte. Tiene que recuperar sus inversiones.

Nataniel asintió:

—Bien. Entonces mi esposa creará una empresa farmacéutica que se dedique


a
la venta y comercialización de la vacuna.

Noé sonrió y respondió:

—Eso estaría bien. Después de todo, no podemos precipitarnos. Este es el


momento adecuado para que la Señora Sosa cree una empresa y elabore un
plan para comercializar la vacuna.

Antes de finalizar la llamada, siguieron conversando durante un rato y


decidieron reunirse en persona en algún momento del próximo mes para
ultimar los detalles.

Nataniel se fue del balcón y regresó a la sala de estar. Vio a Carmen haciendo
una llamada en el salón.

Ella tenía un botón especial en sus manos y tomó una foto para su amigo
mientras le decía:

—Vladimir, tú eres un sastre famoso y sabes mucho de botones. Por favor,


ayúdame a averiguar qué tipo de camisa tendría un botón así... Sí, es de
suma
importancia para mí. Lo dejó un hombre muy valiente que me salvó hace
poco...
Por desgracia, no pude ver su rostro, pero espero encontrarlo por medio de
este
botón.
··························································································································· ®
Al oír las palabras de Carmen, Nataniel entró de inmediato en el baño, se
cambió la camisa que tenía el botón que ella le había arrancado y la
escondió.

Después de terminar su llamada, miró hacia Nataniel y murmuró para sí


misma:

—Mmmm... este hombre huye cada vez que me ve. ¿Tendrá miedo de que le
llame perdedor?

Por la noche, inventó la excusa de que quería ponerse al día con Peni e
insistió
en dormir en su misma cama. Echó a Nataniel del dormitorio principal y le
pidió
que pasara la noche en el estudio.

Aunque él sintió impotencia, guardó sus pensamientos para sí mismo y no se


opuso.

Al día siguiente, era fin de semana. Carmen recibió una llamada en la


mañana y
salió de casa a toda prisa como si de algo urgente se tratara.

Peni no tenía que trabajar hoy. Resulta que su BMW M760 Li


xDrive necesitaba una revisión y fue al taller con Nataniel. Mia, que antes
era solo una pasante, ya había sido ascendida a gerente. Se lo debía a Peni y a
Nataniel. Por eso, los recibió personalmente a los dos y dispuso que les
revisaran el auto primero para que terminaran en el menor tiempo posible.

Con una sonrisa, les dijo a Nataniel y a Penélope:

—Señor y Señora Cruz, la revisión durará unos cuarenta minutos. ¿Les


apetece
tomar un refresco en el comedor para empleados o dar una vuelta por el
lugar?

—No hay necesidad de tanta molestia. Esperaremos aquí —dijo Peni


mientras
Nataniel permanecía callado.

Mia respondió:
—Bueno, entonces el comedor está por allí. Hay una exhibición de autos a la
izquierda. Por favor, pónganse cómodos. Pueden llamarme en cualquier

momento si necesitan algo.

··························································································································· ®
Mientras ella les mostraba las diferentes áreas del lugar, Nataniel y Peni
notaron una figura conocida. Era Carmen Tovar.

Peni dijo sorprendida:

—Parece que Carmen está con un hombre. ¿Será su novio?

Nataniel se dio cuenta de que el hombre que acompañaba a Carmen tenía


unos
cuarenta años, era más bien grueso y calvo. No era un buen partido para

Carmen por su aspecto y edad.

—¿Nos acercamos y echamos un vistazo? —dijo Nataniel con tranquilidad.

Peni sabía que su prima hermana era muy orgullosa y tenía altas
expectativas,
por eso nunca había tenido una relación con ningún hombre, pero ahora
estaba
con un hombre de aspecto corriente en una sala de exhibición de autos. ¿Qué
estaba sucediendo? Para averiguarlo, se dirigió a la zona de la exhibición con
Nataniel.

Carmen y su acompañante estaban mirando un BMW <i¡> X7 que valía


cerca de un millón. Ella le dijo:

—Francisco, esta camioneta tiene mucha clase. Es adecuada para un hombre


grande como tú.

Así que este hombre de mediana edad era Francisco.

Desde que Carmen salió ¡lesa el día anterior, había estado buscando al
valiente
hombre que arriesgó su vida para salvarla a pesar de la riesgosa situación.

Por desgracia, el afrodisíaco le hizo efecto y esa noche se encontraba


adormecida, por lo que no pudo distinguir quién era el hombre. La única
pista
que tenía era el botón que arrancó de su camisa cuando se agarró a él. El
botón
era muy especial y tenía un significado único. Pensó que tal vez procedía de
una marca famosa o incluso podía ser una edición limitada, así que buscó a
un
famoso sastre que conocía y se lo mostró. Incluso le contó el porqué de su
desesperación al no encontrar al dueño para que su amigo utilizara sus
conocimientos y conexiones y lo encontrara por ella.

··························································································································· ®
Esa misma mañana, su amigo el sastre la llamó de repente y le dijo que había
encontrado al dueño del botón. ¡No es necesario decir que estaba más que
sorprendida! El sastre le explicó que el botón procedía de una camisa
Armani de edición limitada y que sólo había diez disponibles en el
mundo. Una de ellas pertenecía a Francisco Bravo, quien la ganó en un
sorteo.

Carmen consiguió de inmediato el número de Francisco gracias a su amigo.


Se
puso en contacto con su heroico salvador con entusiasmo, solo para darse
cuenta de que era un hombre de cuarenta años, calvo y grueso.

Sin embargo, Francisco continuaba soltero y parecía un hombre honesto.


Esto
reavivó las esperanzas de la joven.

Según Francisco, ella también le gustaba, pero se sentía inferior, así que el
día
anterior se había marchado en silencio sin esperar a que ella recuperara la
conciencia. Además, afirmó que había tirado la camisa porque se había roto
mientras peleaba e incluso se le había desprendido un botón.

Carmen se sintió conmovida por las palabras de Francisco y pensó que era
un
hombre auténtico y de buen corazón. También pensó que no debía juzgarlo
por
su apariencia. Cuando se enteró de que Francisco ni siquiera tenía un auto
para
transportarse, lo trajo sin dudarlo y se ofreció a comprarle uno.

Los ojos de Francisco se ¡iluminaron por un momento cuando Carmen le


mostró
el BMW X7 . Sin embargo, continuó engañándola y fingió:

—Carmen, este auto es demasiado caro. Solo gano unos pocos miles al mes,
es
imposible que pueda permitirme esto...

Ella lo detuvo al instante y le dijo:

—¿De qué estás hablando? Ayer arriesgaste tu vida para salvarme. Te traje
aquí,
así que definitivamente seré yo quien te compre el auto.

Francisco insistió en rechazar su oferta, pero Carmen siguió persuadiéndolo:

—Francisco, sé que eres un hombre orgulloso, pero estoy viva gracias a ti. Lo
··························································································································· ®
que es mío será tuyo. Solo te voy a regalar un auto.

Él inclinó la cabeza y murmuró en voz baja:

—Carmen, ¿has dicho que tienes un mes de descanso antes de ir al Norte a


trabajar?

Carmen se mordió los labios y le dijo:

—Si no quieres que me vaya, puedo quedarme aquí por ti.

Al escuchar las palabras de Carmen, el corazón de Francisco palpitó de


emoción y un rastro de astucia se percibía en sus ojos. Sin embargo, cuando
levantó la mirada, volvió a actuar como un hombre honesto y preguntó
despacio:

—¿De verdad?
—¡Por supuesto! —asintió ella.

No se atrevió a mirarlo, pues ella misma se sentía incrédula ante su


respuesta.
Siempre pensó que lo mejor del mundo sería dedicar su vida al héroe que la
salvó del peligro. Tras despertar ayer en el hospital, se puso a buscarlo sin
descanso; pero a pesar de estar contenta, sintió que algo estaba mal cuando
se
encontró con Francisco. Sin embargo, no sabía con exactitud qué sucedía.
Así
que cambió rápido de tema y señaló el BMW X7 que tenía a su
lado.

—Francisco, ¿te gusta este auto? Si es así, te lo compraré —dijo.

Él estaba a punto de hacerse de rogar cuando, de repente, se escuchó una voz


burlona por detrás:

—Carmen, ¿has venido a comprar un auto?

Carmen y Francisco se sorprendieron y giraron la cabeza al unísono cuando


vieron a Nataniel y Peni acercarse.

La persona que hablaba era Nataniel. Ambos se habían acercado en silencio


y
habían escuchado su conversación. Nataniel supo enseguida que Carmen
había confundido a un canalla con una buena persona. Este hombre calvo no
era su salvador.

La noche anterior, cuando Peni y Carmen durmieron en la misma


··························································································································· ®
habitación, le
había contado a su prima lo sucedido en el Club Indigo.

Peni observó al hombre que estaba de pie junto a Carmen y llegó a la


conclusión de que era imposible que fuera el salvador al que se refería. No
parecía alguien capaz de enfrentarse a una docena de mafiosos y derrotarlos
con tanta facilidad, así que le preguntó preocupada:

—Carmen, ¿es este el hombre del que me hablaste ayer? ¿El que te salvó?

Acto seguido, Carmen se puso roja de vergúenza. Asintió con la cabeza y


admitió en voz baja:

—SÍí, fue Francisco quien luchó contra esos mafiosos y me salvó.

Francisco se sintió un poco culpable, pero mantuvo la frente en alto y se paró


erguido como si fuera un luchador experto de verdad.

Los labios de Nataniel se torcieron en una sonrisa irónica y comentó:

—¿Este gordo? Seguro se sofoca solo al dar unos pasos. ¿De verdad crees que
pudo luchar contra esos mafiosos y salvarte?

Carmen abrió los ojos sorprendida y le lanzó una mirada mientras se


burlaba:

—¿Te ríes de él solo porque tú eres un perdedor? Francisco es mucho mejor


que
tú. Estoy segura de que puede derrotar a cien perdedores como tú.

Entretanto, Francisco sentía odio porque Nataniel estaba estropeando sus

planes. Así que aprovechó la oportunidad y dio un paso adelante para


mostrar
sus brazos fofos mientras lo amenazaba:

—Jovencito, no me importa quién seas, pero ya que intentas calumniarme,


me
aseguraré de darte una paliza tan grande que no puedas caminar después.
¿Te
atreves a luchar contra mí?

Aunque no era un maestro experto en lucha, pensó que sería capaz de


derrotar
a Nataniel con facilidad porque era mucho más grande. Por tanto, como
estaba
seguro de ganar esta batalla, no retiró la amenaza.
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Los ojos de Nataniel recorrieron su gruesa figura y le dijo con tranquilidad:

—¿No sé por qué le mientes a mi cuñada”, pero te daré la oportunidad de


decirnos la verdad y disculparte.

—Por favor, no le hables así —intervino Carmen mientras seguía mirando a


Nataniel.

Al mismo tiempo, Francisco también lo miraba con atención mientras le


advertía:

—Jovencito, si quieres continuar con esto, no me culpes por hacerte daño.


Nataniel se limitó a sonreír y le preguntó a Carmen:

—¿Me estás diciendo que este hombre fue el que mató a una docena de
mafiosos y te salvó ayer en medio del caos?

—SÍí, ¿hay algún problema? —Carmen levantó la barbilla al responder.


Nataniel continuó diciendo mientras sonreía:
—No creo que sea tan bueno como dice ser. Solo temo que lo hayas
confundido

con tu salvador y termines perdiéndote a ti misma y también tu fortuna. He


venido a verificar lo que dice para ver si fue él en realidad quien te salvó.

Carmen pensó que Nataniel estaba actuando de manera irracional y estaba a


punto de reprenderlo por entrometerse.

No obstante, Penélope la detuvo y le susurró:


—Carmen, a Nataniel y a mí nos preocupa que te engañen. Creo que este
hombre está demasiado regordete para ser bueno en la lucha. Es mejor que

Nataniel lo ponga a prueba.

Aunque Nataniel no era de su agrado, Carmen tenía que ser objetiva ante lo
que
Peni le decía. Se burló mientras le lanzaba una mirada severa a Nataniel.

—Bien. ¿Por qué no lo desafías si quieres ponerlo a prueba? Pero no te


arrepientas si Francisco te golpea y te hiere gravemente.

—¡De acuerdo! —respondió Nataniel con confianza.

Al ver esto, Francisco supo que Carmen dudaría de él también si no luchaba


o si
no lograba derrotarlo, por lo que fijó su mirada en Nataniel y lo amenazó:
··························································································································· ®
—Joven, ya que has decidido hacer el ridículo no me voy a contener.

—¡Ven entonces! —Nataniel le hizo un gesto de invitación.

Todos los vendedores querían detenerlos al ver que comenzarían una pelea.
En ese instante, Mia volvió y los detuvo, mientras decía con calma:

—El Señor Cruz es VIP en nuestra tienda. Puede hacer lo que quiera. No
importa
si se pelea o destroza el lugar, porque él se puede dar ese lujo.

Todos se miraron entre sí sin comprender y se volvieron hacia Nataniel


sorprendidos.

Francisco lanzó un grito y arremetió contra Nataniel mientras levantaba sus


puños en dirección a la cara de su oponente. Este esquivó su ataque y lo hizo
tropezar. Como era de esperar, Francisco, al tropezar con su pie, se desplomó
boca abajo en el suelo. Se veía realmente abatido.

Carmen frunció el ceño al ver esto.

Peni le susurró de nuevo:

—Carmen, dijiste que había derrotado a una docena de personas para


salvarte,
pero mira esto. ¿Se parece en algo a lo que me has contado? ¿Estás segura de

que es él?

Por otro lado, Francisco se levantó con dificultad y gritó enfurecido y sin
vergilenza alguna:

—Cretino, ¿cómo te atreves a hacerme caer? ¡Hoy vas a morir!

Al decir esto, reunió todas sus fuerzas y apretó los puños para volver a atacar
a
Nataniel, pero una vez más este esquivó todos sus golpes con mucha
facilidad.
Para Nataniel era como dar un paseo por el parque.

Mientras tanto, los ataques y los puñetazos de Francisco eran confusos. Ni


siquiera podía rozar la camisa de Nataniel y, al cabo de un rato, comenzó a
jadear con fuerza y a intentar recobrar el aliento con dificultad.

Peni negó con la cabeza y miró a Carmen. Ella, a su vez, se mordió los labios
y
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permaneció en silencio. Por supuesto, se dio cuenta de que Francisco era
probablemente un impostor.

Francisco se puso nervioso e irritado, las venas del cuello se le hinchaban y le


gritó con furia a Nataniel:

—¡Mald*ta sea, no esquives mis golpes si eres valiente en verdad! ¡Pelea


conmigo si te atreves!

—¡De acuerdo! —contestó Nataniel.

En ese mismo instante, se dirigió hacia Francisco y le dio un puñetazo. El


ataque fue rápido como un relámpago y fuerte como una tormenta eléctrica.
¡No había forma de que Francisco pudiera esquivarlo! Solo podía ver el puño
de
Nataniel acercándose.

¡Pum!

Acto seguido, sintió como si lo golpearan con un pesado martillo. Tras el


impacto, cayó de espaldas al suelo con un estruendo. El golpe le fracturó la
nariz. La sangre corría por su cara y estaba a punto de quedar inconsciente.
Nataniel se acercó mientras lo miraba de arriba abajo.

—¿Cómo te atreves a montar un espectáculo con tus escasas habilidades?

Dinos la verdad ahora, ¿cómo has conseguido engañar a mi cuñada? —


preguntó con frialdad.

Francisco mantenía su terca actitud y continuaba negando sus fechorías:

—Puede que seas muy bueno en la lucha y que no pueda vencerte. Pero ayer

intenté hacer lo correcto y actué con coraje para salvar a la Señorita Tovar...

Antes de que pudiera terminar, Nataniel le dio otra patada en la pantorrilla.

Se escuchó un fuerte crujido y la pierna de Francisco se fracturó mientras


gritaba con intensa agonía:

—¡Aaaargh!
Nataniel continuó de manera indiferente:

—Será mejor que dejes de jugar conmigo. Te lo preguntaré una vez más,
¿cómo
has conseguido engañar a mi cuñada?

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Francisco finalmente se dio cuenta de que el hombre que tenía delante era
despiadado y violento. Si no decía la verdad, podría acabar en el hospital con
todos los huesos rotos. Las gotas de sudor corrían por su cara cuando al fin
reveló con voz temblorosa:

—¡Lo siento! Fue mi primo, Vladimir Noguera. Me dijo que una dama
adinerada y
hermosa buscaba a un hombre valiente y decidido, así que me pidió que me
hiciera pasar por esa persona para poder conquistar a la dama y su fortuna...

Al oír esto, Nataniel miró a Peni y a Carmen.

En voz baja, Peni le dijo una vez más:

—Carmen, no cabe duda de que este no es el hombre que buscas.

Al escucharla, la joven se acercó a Francisco con una mirada muy fría.

Él suplicó en tono culpable:

—Carmen...

—¡Deja de llamarme así! ¡No tienes derecho a llamarme por ese nombre! ¡No
puedo creer que Vladimir te haya pedido que me mintieras! ¡Qué vergiienza!

Al terminar de decir esto, levantó el pie y le dio una patada en la otra pierna.
Puede que no fuera tan fuerte como Nataniel y no pudiera fracturársela, pero
llevaba tacones, así que fue una patada muy dolorosa.

Como es lógico, Francisco gritó una vez más agonizando de dolor.

Después de esto, Carmen abandonó furiosa el lugar con Peni.

Nataniel negó con la cabeza y soltó una carcajada. Se agachó y le dijo a


Francisco:

—¿Dejo que te vayas solo? ¿O llamo a la policía?


—Me iré solo... —dijo con voz temblorosa.
Después, salió del lugar a duras penas con su pierna herida.

Nataniel se dirigió al comedor para empleados y vio a Peni y a Carmen


sentadas en el sofá. Peni la consolaba:

—No te preocupes. Aunque Francisco sea un impostor, puede que el


verdadero
hombre sea muy guapo. Lo encontrarás rápido.

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Antes de que pudiera responder, Nataniel se acercó y dijo:
—En mi opinión, el hombre no dejó su nombre ni su contacto por una razón,
tal
vez no deberías buscarlo. Quizás ya tenga una esposa y un hijo, así que no le

vas a agradar.

Carmen abrió los ojos de par en par y gritó:

—¡Nataniel, no seas ave de mal agúero!

Penélope lo golpeó enseguida por debajo de la mesa con los tacones y dijo
con
voz enfadada:

—Nataniel, ¡¿no puedes cerrar la boca?!

Nataniel quería explicarles que solo decía la verdad, pero tuvo que callarse al
ver la mirada asesina de Carmen y la cara enojada de Peni.

Por la tarde, los tres volvieron a casa. Bartolomé estaba cocinando. A su vez,
Reyna veía la televisión en la sala y Leila cosía el botón de una camisa.

En cuanto entraron, Peni exclamó:

—¡Vaya! ¡Qué bien huele! Papá, ¿qué estás cocinando? —Se dirigió a la
cocina
emocionada mientras decía esto.

Carmen estaba a punto de saludar a Leila, cuando de repente vio la camisa


que
estaba cosiendo, en especial los botones. Sus ojos se abrieron de par en par y
una expresión de sorpresa inundó su rostro. Aparte del botón que Leila
acababa de coser, el resto de los botones eran idénticos al que ella
conservaba.
Al recapacitar, trató de preguntar con curiosidad:

—Tía Leila, ¿de quién es la camisa que estás cosiendo?

Con una sonrisa amable, Leila le dijo:

—Es de tu cuñado, Nataniel. Es muy torpe y la dejó en un rincón de la casa.


La
encontré cuando estaba limpiando. Mira, hasta un botón le falta, así que
decidí
ponerle otro.

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Carmen, incrédula, miró a Nataniel.

Él se quedó serio y levantó ligeramente la voz en dirección a la cocina.

—¡Papál! ¡Cariño! ¿La cena estará lista pronto? ¡Tengo mucha hambre!

Carmen miró al perdedor desempleado que solo sabía holgazanear. Pensó


otra
vez: «¿Cómo puede ser este el hombre valiente que arriesgó su vida para

salvarme? ¡No tiene sentido! ¿Podría ser todo esto una coincidencia? Tal vez
solo tiene una camisa con los mismos botones y también le falta uno».

Nataniel salió solo después de la cena. Mientras sacaba el Polo del


garaje, vio una figura escondida detrás de uno de los árboles del patio.
Detuvo
el auto, bajó la ventanilla y resopló.

—Carmen, te vi. No te escondas.

Carmen salió de detrás del árbol y reviraba los ojos mientras hablaba furiosa:
—¿Quién ha dicho que me escondo? No seas tan idiota.

Nataniel dejó escapar una pequeña carcajada. Sabía que Carmen sospechaba
de él y quería seguirlo para ver qué más podía averiguar sobre él. Sin
embargo,
decidió no exponerla y, con una sonrisa en los labios, le dijo:

—Vamos. Hay algo que quiero pedirte.

Esto la tomó por sorpresa; no obstante, tras dudar un instante, Carmen


subió al
auto y se sentó en el asiento del acompañante. Dubitativa, preguntó:

—¿Qué pasa? Si lo que quieres es mi ayuda para ponerte en contacto con el


Profesor Vásquez y así obtener los derechos de fabricación de la vacuna
contra
el cáncer de hígado, no te puedo ayudar.

—No te preocupes, yo me encargo de la vacuna —dijo Nataniel mientras

conducía el auto fuera del condominio—. Te necesito para otra cosa; de


hecho,
cualquier mujer me podría ayudar.

Se percató de que sus palabras eran más bien coquetas y que otras personas
podrían malinterpretarlas con facilidad; en efecto, Carmen se puso en alerta
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enseguida.

—¿Para qué necesitas mi ayuda? —preguntó.

—Penélope cumple años dentro de unos días y quiero comprarle un collar


como
regalo de cumpleaños —dijo Nataniel—. Ayúdame a elegir uno.

Carmen estuvo de acuerdo en el acto. Incluso fingió estar entusiasmada:

—¡Mira nada más, así que un collar como regalo! Bueno, eso es fácil. Tengo
un
amigo que dirige una joyería en Ciudad Fortaleza. Puedes conseguir un
descuento si vas a su tienda. ¿Le hacemos la visita?

Nataniel adivinó que Carmen quería gastarle una broma al ver la picardía
dibujada en su rostro. Sin embargo, no se inmutó y preguntó por el nombre
de
la tienda.

—Amor Eterno. Está en el número 3 de la Avenida Fortaleza —comentó


Carmen.

Nataniel asintió con la cabeza y condujo en dirección a la tienda. Era


evidente
que quería visitar el lugar que Carmen le había recomendado.

Carmen, por su parte, lo miró con asombro. Había otro motivo por el cual
ella le
había recomendado la tienda, amén de que conocía al hijo del dueño de
Amor
Eterno. Resulta que todas las joyas que allí se exhibían eran carísimas y no
todo
el mundo podía darse el lujo de comprarlas.

Carmen siempre había tenido la idea de que Nataniel era un holgazán sin
dinero
propio. Así que lo había animado a visitar la tienda para poder burlarse de él.
Sin dudas, lo pondría en una situación incómoda si al final no pudiera pagar.
Sin
embargo, no esperaba que Nataniel estuviese de acuerdo con su sugerencia.
¿Acaso no estaría al corriente del precio de las joyas en Amor Eterno?

Pronto llegaron a la tienda, que estaba decorada con todo tipo de oro, plata y
joyas, lo mismo que un palacio. Al ver que ellos venían conduciendo un
Polo bastante viejo, nadie los recibió en la entrada cuando llegaron. Al
cabo de un rato, una vendedora, Leandra Alvarado, se les acercó de mala
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gana
y les preguntó qué buscaban.

—Nos gustaría ver los collares —respondió Carmen.

Leandra, revirando un tanto los ojos, señaló una de las vidrieras expositoras
de
uno de los laterales mientras les decía:

—Todosí están. Echen un vistazo y me llaman en caso de que tengan la


intención de comprar algo.

Carmen recorrió con los ojos toda la vidriera. Al percatarse de que todos los
diseños eran bastante antiguos, detuvo a Leandra de inmediato:

—Espere. ¿No tiene otros mejores?

Leandra pensaba que se trataba de una pareja sin recursos, a juzgar por lo
viejo
de su auto Polo . Ni siquiera quería atenderlos. Imaginaba que solo
mirarían un poco y luego se irían, de modo que en sus expectativas no cabía
la

posibilidad de que Carmen preguntara por otros mejores.

Su rostro se nubló al instante cuando los llevó a ver el artículo más valioso de
la
tienda. Les enseñó un collar de diamantes rosa y les dijo con sarcasmo:

—Vean esto. ¿Lo pueden pagar?

Nataniel frunció el ceño y Carmen ya se estaba molestando con la actitud de


Leandra.

—¿Qué formas son esas? Quiero ver a su jefe —reclamó Carmen.

En ese momento, se acercó un hombre bien vestido con un séquito de


gerentes. Al ver a Carmen exclamó con asombro:

—¡Carmen, eres túl


Carmen, en cuanto lo vio, no tardó en quejarse con disgusto.

—Basilio Quiroga, llegas justo a tiempo. Mira la actitud de tu empleada. De


seguro no podrá seguir desempeñándose como vendedora.

Se trataba del mismísimo Basilio Quiroga, amigo de Carmen e hijo del


propietario de Amor Eterno. Basilio era un playboy y siempre le había
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gustado
Carmen. Por desgracia, sus cortejos hacia ella no surtían efecto, lo que para
él
era un continuo pesar. No esperaba encontrarse con ella hoy aquí. Fue una
sorpresa y una conmoción.

—¿Qué está pasando aquí? —miró a Leandra y preguntó con expresión


sombría.

Leandra, que no se esperaba que Carmen y su jefe se conocieran, se puso


blanca como un papel.

—Señor Quiroga —trató de explicar con desespero—, esta pareja vino


buscando
un collar. Les recomendé los más baratos, pero no les gustan. Ahora que les
recomiendo los mejores de la tienda, reclaman que mi actitud es mala solo
porque no pueden pagarlos.

«¡Están juntos!».

La sonrisa de Basilio se congeló enseguida al ver por fin a Nataniel, que


estaba
de pie junto a Carmen. Aunque Basilio era bastante guapo, se veía a las
claras
que carecía del aura firme y reservada de Nataniel. Sus ojos se llenaron de
envidia, celos y rabia al mirar a Nataniel. Al mismo tiempo, comenzó a mirar
a
Carmen con desdén también. Siempre había lamentado no haber podido
estar
con Carmen. Era ridículo que viniera a presumir su novio en su tienda.

Entretanto, Carmen era ajena a las complicadas emociones de Basilio. Había


traído a Nataniel para gastarle una broma; no esperaba que la vendedora la
menospreciara.

—Basilio, solo mira su actitud. ¿Cómo puede decir que no lo podemos pagar?

Carmen estalló de ira contra Basilio.

Sin embargo, Basilio había perdido su entusiasmo.

—Me parece que lo que la vendedora dijo fue una apreciación objetiva. No se
trata de su actitud —le dijo con indiferencia.

Al decir esto, Nataniel frunció el ceño profundamente y Carmen se quedó de


piedra. Hasta la propia Leandra abrió los ojos en señal de extrañeza. Basilio
los
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miró y se burló:

—Solo les digo la verdad. En realidad ustedes no pueden pagar este collar de
diamantes rosa Inmortal. En mi opinión, Leandra también les decía la
vedad. No
veo nada de malo en eso.

—Basilio Quiroga, tú... —dijo Carmen y se sonrojó.

En cambio, Nataniel permaneció impertérrito y preguntó con tranquilidad:

—¿Cuánto cuesta?

—¿Eh? —inquirió Basilio intempestivo al escuchar la pregunta de Nataniel,


quien
continuó hablando con toda tranquilidad.

—Este collar me parece bien, puede ser el regalo de cumpleaños para mi


esposa. ¿Cuánto cuesta?

«¿Le parece bien el collar? ¿Puede servir como regalo de cumpleaños?».

Todos jadearon al escuchar sus palabras. Les impresionó más su jactancia


desvergonzada que cualquier otra cosa. Basilio fue el primero en
recomponerse
mientras se reía.

—Ja, ja. Hablas como si pudieras costearlo.

Carmen también sintió que la situación se estaba saliendo de control. Había


traído a Nataniel aquí para burlarse de él porque pensaba que no podía
pagar

joyas caras. Sin embargo, no solo la trataron con desprecio; sino que,
además,
Nataniel y Basilio estaban a punto de pelearse. Creía imposible que Nataniel
pudiera disponer de cien millones. Incluso su prima hermana podría no
estar en
condiciones de pagar ese collar. Si esto continuaba, la situación se tornaría
aún
más incómoda.

Mientras Carmen tiraba de las mangas de la camisa de Nataniel, le sugirió en


voz baja:

—Nataniel olvídalo. No nos rebajemos a su nivel. Busquemos otro lugar.

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—¿Por qué deberíamos ir a otro sitio? Podemos comprarlo. Creo que este
collar
es bonito y podemos dárselo a Penélope como regalo de cumpleaños —le
aseguró Nataniel calmado.

Basilio y los demás lo miraron y se burlaron.

—Este collar vale cien millones. Te voy a dar una oportunidad para que
pagues

ahora. Si lo haces, te vendo este collar de diamantes rosas con un noventa


por
ciento de descuento.

Todos los vendedores, gerentes y clientes se quedaron perplejos cuando


escucharon las palabras de Basilio. Todos miraban a Nataniel con envidia.
Podía comprar el collar en diez millones siempre que pudiera demostrar que
poseía cien millones. Era una oportunidad única.

Aunque era la envidia de todos, ninguno pensaba en realidad que Nataniel


pudiera desembolsar esa suma de dinero con facilidad. Ellos mismos no
podían hacerlo, así que era imposible que este hombre, que había llegado en
un
Polo viejo, pudiera reunir esa cantidad de dinero. Estaban seguros de que
Basilio se había atrevido a hacer esa propuesta porque tenía certeza de que
Nataniel era pobre.

Carmen también se sentía impotente. ¡Ella podía reunir tres millones, pero
diez
millones era demasiado! ¡Sería una inversión estupenda si ella pudiera
comprar
el collar para él!

Basilio fijó su mirada en Nataniel y continuó con su burla:

—Creí entender que querías comprar este collar. ¿Dónde está el dinero? No
me
irás a decir que ni siquiera puedes reunir diez millones. Pobrecito, ¡qué pena
que seas tan incapaz!

Basilio no se contuvo en su burla. Estaba seguro de que Nataniel no llevaba


tanto dinero encima. Nataniel se limitó a esbozar una sonrisa y sacó su
tarjeta
Centurión mientras decía:

—Estaba dispuesto a pagar cien millones por este collar; pero, ya que me lo
ofrece por diez millones, le acepto la oferta.
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Se trataba de la tarjeta American Express Centurión, de acceso mundial,
infinita y por invitación. Basilio y los otros se quedaron atónitos. Los ojos de
Leandra se le querían salir de sus órbitas cuando vio la tarjeta Centurión en
las
manos de Nataniel. Luego, le preguntó a Basilio:

—Señor Quiroga, ¿le va a vender Inmortal?

Basilio se retractó en el acto de sus palabras cuando se dio cuenta de que el


tiro le había salido por la culata. Hirviendo de ira, replicó:

—¡Sigue soñando! ¿Comprar este collar con diez millones? No se lo vendería


a

él ni siquiera en cien millones. ¡Echalos de aquí inmediatamente! ¡No los


quiero
en mi tienda!

Carmen vio que era un sinvergilenza que renegaba de su oferta. Le apuntó


con
el dedo y le dijo enfadada:

—Basilio Quiroga, tú eres el director general de Amor Eterno. ¿Cómo puedes


retractarte de tus palabras delante de tanta gente?

A Basilio también le hervía la sangre.

—Carmen, tan zorra —le espetó—. Intenté cortejarte durante tanto tiempo y
nunca quisiste estar conmigo. Ahora que estás con un hombre rico, vienes
aquí
para alardear de tu riqueza. ¿Comprar mi collar en diez millones? Bueno, si
duermes conmigo una noche, podría considerarlo.

Carmen estalló de rabia.

— ¡Qué sinverguenzal

Luego, Nataniel habló con frialdad.

—Basilio Quiroga, eres repugnante. Te voy a dar una última oportunidad


para
que me vendas el collar al precio que me habías propuesto y dejaré pasar este
incidente. Si no...

—¿Si no qué? —se burló Basilio.

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Nataniel sacó su teléfono y marcó el número de César Díaz.

—Quiero que en diez minutos traigas un contrato de compra para adquirir la


joyería Amor Eterno.

«¿Comprar Amor Eterno en diez minutos?».


Basilio, los dependientes y los gerentes estallaron en carcajadas.

Cuando un grupo de seguridad quiso venir a echarlos, Basilio los detuvo y


dijo
con orgullo:

—No se preocupen por eso. Quiero ver cómo, en diez minutos, van a comprar
mi
tienda.

El reloj avanzó y los diez minutos pasaron en un santiamén.

De repente, un grupo de personas irrumpió en la joyería. Justo cuando


Basilio
se disponía a anunciar que los diez minutos habían concluido, apareció César
Díaz vestido de traje negro, acompañado de ocho hombres más con idéntico
atuendo y un contrato para la adquisición de Amor Eterno. Su figura robusta
hacía que el traje que llevaba puesto luciera más bien como un chaleco.

Se acercó a Nataniel y le dijo con voz grave:

—Señor, este es el contrato de compra de Amor Eterno. Rigoberto Quiroga


ya ha
firmado los documentos. Por favor, firme aquí y la tienda será suya.

Todos los presentes se quedaron estupefactos. Carmen también se quedó


pasmada y miraba a Nataniel con incredulidad. «¿Cuánto necesitaría él para
comprar este lugar? ¿Cómo lo hizo?».

Basilio sintió que su mundo se había derrumbado. Estaba sorprendido y


enfadado a la vez, mientras gritaba incrédulo:

—¡Esto no puede ser! ¡Esta tienda nos pertenece! ¡Es nuestra máquina de
hacer
dinero! ¿Cómo puede mi padre vender la tienda? Incluso firmó los papeles
en
diez minutos. ¿Quiénes creen ustedes que son?

Justo cuando estaba ventilando sus frustraciones, sonó su teléfono. Era su


padre, Rigoberto Quiroga. Dubitativo, Basilio respondió la llamada. Al otro
lado
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del teléfono, se escuchó la voz temblorosa de Rigoberto.

—Hijo mío, ¿a quién ofendiste esta vez? ¡Has destruido a nuestra familia!
¡Alguien acaba de comprar Amor Eterno! Te voy a descuartizar...

El rostro de Basilio palidecía mientras miraba a Nataniel con miedo. Se


percató
al fin de que Nataniel había comprado la tienda en diez minutos. En ese
preciso
momento, César le había pedido a Nataniel que firmara el contrato. Sin
embargo, Nataniel sugirió con tranquilidad:

—¿Yo? No, que lo firme mi cuñada.

Antes de volver en sí, ya Carmen había firmado los documentos a las órdenes
de Nataniel. Solo se dio cuenta de lo que pasó después de estampar su firma
en los papeles. Ya Nataniel la estaba felicitando con una sonrisa.
—Felicidades. De ahora en lo adelante tú eres la dueña de Amor Eterno. Él es
Basilio Quiroga, el gerente general, y ella, Leandra Alvarado, la dependiente.

¡Estas personas trabajarán para ti!

Todos estaban todavía aturdidos. En un abrir y cerrar de ojos, Carmen


Trovar se
había convertido en su jefa porque había comprado la tienda.

Al fin, Carmen se recompuso y estaba más serena, mientras miraba a Basilio


Quiroga y a Leandra Alvarado. Acto seguido, dijo:

—Como dueña de Amor Eterno, voy a hacer mi primer anuncio. El gerente


general, Basilio Quiroga, y Leandra Alvarado quedan despedidos por sus
malos
tratos a los clientes. Esto perjudica la tienda, así que, por favor, váyanse ya.

Basilio y Leandra estaban visiblemente abatidos cuando se dieron la vuelta


para marcharse, pero César levantó una mano y los detuvo mientras les
recordaba con expresión impávida:

—La Señorita Trovar los ha despedido, pero no les ha dicho que puedan salir.

Las expresiones en sus rostros cambiaron drásticamente. Basilio miró a


Nataniel y a Carmen y gritó:

—¡No pueden humillarme así!

—Los que humillan a los demás terminan siendo humillados también —


comentó Nataniel—. ¿No pensaste en las consecuencias cuando nos
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humillaste
hace un rato?

Basilio sintió vergiienza al instante. Pensaba que tenía poder y categoría;


todos
lo conocían, los gerentes, los dependientes, el personal de seguridad, los
clientes. ¡Prefería la muerte antes que salir humillado de allí!

—Al parecer no entendieron lo que les dije —dijo César con frialdad y
ordenó—:
¡Muchachos, ayúdenlos!

Tan pronto como terminó de dar la orden, dos hombres del Élite 8
avanzaron.
Uno de ellos le asestó dos buenas bofetadas a Basilio, seguidas de una patada
que lo hizo salir volando de la tienda. El otro agarró a Leandra y la lanzó
como
si fuera basura.

Carmen por fin se sentía aliviada y satisfecha después de ver a Basilio y a


Leandra cosechar lo que habían sembrado. Se volvió hacia Nataniel y lo miró
con respeto y admiración.

—¡Eres increíble!

Carmen Trovar despidió al gerente, Basilio Quiroga, y a la dependiente,


Leandra
Alvarado, pero no afectó a ninguno de los otros empleados. Prometió
también
que, si todos hacían bien su trabajo, recibirían un incremento del diez por
ciento
el mes siguiente. Todos los empleados de Amor Eterno estallaron en vítores
y
aplausos, y recibieron a su nueva jefa con los brazos abiertos.

Carmen miraba a Nataniel Cruz con curiosidad. Aunque él le había


permitido
firmar el contrato, ella era la jefa solo de nombre o jefa en funciones.
Después
de todo, Nataniel se había gastado quinientos millones en comprar la joyería.
¿Por qué ¡ba a regalarla así sin más? Lo que Carmen ignoraba era que
Nataniel
no estaba realmente interesado en la joyería.

Nataniel le indicó a César y a los demás que regresaran, mientras él y


Carmen
recuperaban el collar de diamantes rosa Inmortal, ya con una envoltura
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hermosa. Luego, regresaron a casa en el viejo Polo .

Por el camino, Carmen no pudo evitar preguntarle a Nataniel:


—¿Cómo tienes tanto dinero, si no trabajas?

Nataniel esbozó una sonrisa.

—Dije que no trabajaba, pero nunca he dicho que no tengo dinero.

Su respuesta sorprendió a Carmen, aunque percibió que era cierta. Estar


desempleado y tener dinero no eran nociones contradictorias. Carmen sentía
curiosidad.

—Por lo que sé, Amor Eterno es la máquina de hacer dinero de los Quiroga y
está valorada en más de ochocientos millones. ¿Cómo te las ingeniaste para
comprarle la joyería a Rigoberto Quiroga solo por quinientos millones y en
menos de diez minutos?

—Es que le hice una oferta que no pudo rechazar —respondió Nataniel.

Carmen reviró los ojos. Las respuestas de Nataniel solían ser tan ambiguas
que
apenas respondían a nada. Pero también advirtió que Nataniel tendía a
ocultar
sus verdaderas habilidades. Él podía parecer un holgazán desempleado;
pero,
en realidad, era como un iceberg que esperaba ser descubierto por completo.
Sospechaba cada vez más de Nataniel. Tenía la fuerte sensación de que había
sido él el hombre que la había salvado en el Club Índigo el día anterior. Por
desgracia, Nataniel lo negaba.

Contemplaba el perfil de Nataniel y, cuanto más lo miraba, más atractivo le


parecía. «¿Por qué no lo había visto antes?». Cuando llegaron a Jardines del
Río, Nataniel le pidió que no le contara nada a Penélope sobre la compra de
la
joyería y que le dijera que el Inmortal, que había costado un precio
exorbitante,
era una mera imitación.

Carmen le abrió los ojos sorprendida.

—¿Por qué?

—Ni a tu prima ni a tus tíos les gusta que gaste demasiado dinero —explicó
Nataniel—. Si se enteran del precio real de este collar, se enfadarían
conmigo.

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—¡Eres tan amable y cariñoso con Penélope! —suspiró Carmen.
Nataniel sonrió.
—Es mi esposa y ha sufrido mucho por mi causa, así que debo darle lo mejor.

Cuando Nataniel y Carmen entraron a la casa, Reyna corrió hacia ellos


emocionada.

— ¡Papá! ¡Tía Carmen!

Nataniel se agachó para cargar a su hija. Fue entonces cuando Reyna vio la
caja de regalos que envolvía la joya y sintió curiosidad.

—Papá, ¿qué es eso? ¿Me trajiste chocolates?

Al escuchar la pregunta de Reyna, Penélope, Bartolomé y Leila se volvieron


para
ver a Nataniel. Puesto que todos habían visto la caja, Nataniel decidió que no
tenía sentido mantener el secreto. Sonrió y lo enseñó.

—Mañana es el cumpleaños de mamá. Este es el regalo de papá para mamá.

Esto atrajo la atención de Reyna, de Bartolomé y de Leila. Hasta Penélope


sentía curiosidad por ver el regalo que Nataniel le había comprado.

Cuando Penélope abrió la caja, todos se quedaron boquiabiertos al ver el


deslumbrante collar de diamantes rosa.

—¡Es precioso!
Penélope admiró el exquisito collar y luego miró a Nataniel con recelo.

—Nataniel, este collar de diamantes rosa parece auténtico. ¿Cuánto te ha


costado?

Tanto Bartolomé como Leila fijaron su atención en Nataniel. Ellos también


pensaban que no era una buena idea que gastara tanto en joyas. Sería
razonable que gastara un poco más de diez mil, pero todo lo que superara esa
cifra sería excesivo.

Nataniel soltó una carcajada.

—El diamante es una imitación. No es real, así que no vale nada. Puedes
preguntarle a Carmen si no me crees. Ella fue conmigo a comprarlo.

Carmen se apresuró a corroborar las afirmaciones de Nataniel.

—¡Es cierto! Solo es una imitación, aunque no es tan barato tampoco.


Nataniel
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pagó decenas de miles por él.

Penélope acepto de buen gusto el collar cuando supo que solo era una
imitación barata. De hecho, cuanto más lo miraba, más le gustaba. Se
sonrojó
ligeramente y dijo:

—No me importa si es real o falso. Lo adoro si viene de Nataniel.

Bartolomé y Leila se miraron con visible regocijo en sus ojos. Podían ver que
su
hija y Nataniel estaban cada vez más unidos. Leila sentía curiosidad.

—Si el collar fuera auténtico, ¿cuánto costaría en realidad?

Penélope no podía dejar de contemplar su regalo y respondió distraída:

—No sé, probablemente más de cien millones. Pero me hubiera resistido a


aceptarlo si Nataniel se hubiera gastado tanto en joyas para mí. Prefiero que
sea algo como esto, que es precioso y asequible.

Bartolomé y Leila dieron un grito ahogado de asombro.

—¿Más de cien millones? ¡Es absurdo! ¡Nadie puede permitirse eso!

Carmen, que sabía la verdad y le resultaba difícil esconderla, hacía todo lo


posible para no dejar escapar que el collar que Penélope contemplaba en sus
manos valía, en efecto, más de cien millones.

Penélope puso el collar en el joyero y se volvió hacia Nataniel.

—¡Ay, casi lo olvido! El abuelo llamó hace un rato.

—Por lo general, no es para nada bueno. ¿Qué quieren ahora? —preguntó


Nataniel con recelo.

Bartolomé esbozó una sonrisa.

—En realidad, se trata de algo bueno esta vez. Papá sabe que el cumpleaños
de
Penélope es mañana. Ha decidido organizar una cena de cumpleaños en la
mansión e invitar a todos nuestros amigos y familiares para celebrarlo.

La familia de Bartolomé nunca había gozado del favor del resto de los Sosa.
Esta era la primera vez que Alfredo se ofrecía a organizar una fiesta tan
grande
para el cumpleaños de Penélope. También sería la primera vez que ella
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disfrutara las ventajas de ser hija de la acaudalada familia Sosa.

Bartolomé y Leila eran personas que valoraban mucho la familia, así que
quedaron encantados con la noticia. No obstante, Leila veía a Alfredo y a su
familia como un zorro en un gallinero, que probablemente no estaba
tramando
nada bueno. Pese a todo, a su esposo y a su hija les había gustado la idea, de
modo que prefirió no decir nada y dejarlos que la disfrutaran. A Nataniel,
por su
parte, no le interesaba en lo absoluto. Lo único importante para él era la
felicidad de Penélope.

Al día siguiente, en su mansión, Alfredo Sosa ofreció un banquete de lujo.


Invitó
a todos los amigos y parientes de la familia Sosa para celebrar el cumpleaños
de Penélope.

Penélope era la estrella de la noche. Carmen la persuadió para que se pusiese


un vestido de gala de Chanel , que combinó con unos elegantísimos
tacones. Para el toque final, puso en su cuello a Inmortal, el collar que
Nataniel
le había regalado. Penélope parecía una princesa salida de un cuento de
hadas,
con una belleza y elegancia inigualables. Bartolomé y Leila también se
esforzaron por vestir de punta en blanco. Leila incluso se puso el collar de
rubíes que Bartolomé le había regalado por su cumpleaños.

La familia se dirigió a la mansión Sosa con mucho entusiasmo. Cuando


llegaron, Alfredo, Samuel, Pablo y sus familias salieron a recibirlos. Todos se
saludaron con afecto, como las familias bien llevadas.

Los invitados comenzaron a llegar poco a poco. Nataniel estuvo con Penélope
y
con los Sosa atendiendo a los invitados. De repente, Miriam vino corriendo
desde la entrada y anunció con entusiasmo:

—¡Ya llegó! Silvia Lemes, presidenta del Grupo H. ¡La Señora Silvia Lemes
de la
familia Lemes por fin está aquí!

«¡Silvia Lemes!».

Penélope adoptó una expresión rígida al escuchar el nombre. Hacía diez


años,
ella y Silvia Lemes habían sido elegidas entre las diez jóvenes más ilustres de
Ciudad Fortaleza. Como ambas eran mujeres sensacionales, los medios
circulaban publicaciones sobre ellas y las habían bautizado como «las diosas
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de Ciudad Fortaleza».

Sin embargo, las dos tenían personalidades muy diferentes. En una ocasión,
los
paparazzi habían sorprendido a Silvia Lemes cuando entraba a un hotel con
un
hombre casado. La noticia había salido en primera plana y había destrozado
la
imagen de Silvia. Pronto, todos en la ciudad sabían que Silvia no era más que
una mujer de la alta sociedad que disfrutaba de la compañía de hombres
casados. Silvia, en lo personal, estaba convencida de que había sido Penélope
quien había hecho que los paparazzi la siguieran y filtraran la noticia. Desde
entonces, le guardaba mucho rencor.

Esa era la razón por la cual Silvia había estado frecuentando los círculos
sociales de la alta sociedad y hablando mal de Penélope y de su condición de
madre soltera. Ella había esparcido el rumor de que a Penélope le gustaba
acostarse con cualquiera y que su hija había nacido fuera del matrimonio.
¡Ni
siquiera la propia Penélope sabía quién era el padre de su hija!

Penélope, por su parte, no esperaba que la única persona que ella no quería
ver
estuviera en su fiesta de cumpleaños. Se volvió hacia la persona que tenía a
su
lado y preguntó:

—¿Quién invitó a Silvia Lemes?

—Fui yo —dijo Alfredo—. En el Grupo Mega, nos interesa trabajar con la


Señora
Lemes y su empresa. No obstante, la Señora Lemes cree que no estamos a su
altura, de modo que todavía no ha aceptado trabajar con nosotros. Se me
ocurrió que tu cumpleaños sería una magnífica oportunidad para invitar a la
Señora Lemes a tomar unas copas y luego conversar sobre el comienzo de
una
sociedad.

Fue entonces cuando Penélope, Nataniel, Bartolomé, Leila y hasta Carmen se


dieron cuenta del motivo oculto de la fiesta. Alfredo tenía segundas
intenciones
con la fiesta de cumpleaños de Penélope. Él quería trabajar con Silvia Lemes,
pero las habilidades de los Sosa no la habían impresionado mucho. Así que
Alfredo había decidido utilizar a Penélope para ganarse el favor de Silvia.

Penélope estaba bastante molesta. «Abuelo, está bien que quieras mi ayuda,
pero ¿cómo es posible que no sepas que Silvia y yo no nos llevamos bien?».
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Alfredo era completamente ajeno a los sentimientos de Penélope y condujo a
su familia al porche para recibir a la Señora Lemes.

Poco después, la multitud recibió a una hermosa dama con un vestido de


escote pronunciado. Se trataba ni más ni menos que de Silvia Lemes. Iba
vestida de arriba abajo con marcas famosas y de su cuello colgaba un
deslumbrante collar de diamantes rosa. El collar de diamantes parecía de al
menos nueve quilates y su diseño era exactamente igual al de Penélope.
Según
rezaba el refrán, «todos los que entraban por la puerta eran invitados». Así
que
Penélope y Nataniel se acercaron a ella y la saludaron con cordialidad.

—Señora Lemes, sea bienvenida.


Silvia soltó una risilla

—Miren como ella recibe a los invitados. ¿No te recuerda a esas chicas que
dan
la bienvenida en la puerta de los clubes nocturnos?

Las expresiones en los rostros de los presentes denotaban incomodidad. Solo


el séquito de Silvia compuesto por Alfredo, Samuel y Pablo la miraron, como

pidiendo perdón. Penélope y Nataniel se pusieron tensos ante el comentario,


pero fue Reyna la que perdió los estribos y exclamó:

—¡Eres más malvada que la Reina del Mal! ¡No puedes decir cosas malas de
mi
mamá!

—Jovencita, solo estaba bromeando con tu madre —dijo Silvia con una
sonrisa
y se volteó a ver a Penélope—. Estoy segura de que no le diste importancia a
mi
broma, ¿verdad?

Mientras la miraba, advirtió que Penélope llevaba un collar de diamantes


rosa
idéntico al suyo. De repente, se sintió ansiosa. «Me dijeron que Inmortal
pertenecía ahora al nuevo dueño de Amor Eterno. ¿Cómo es posible que ella
lo
lleve puesto?». Penélope también se había percatado de que el collar que
llevaba era idéntico al de Silvia. Ella pensaba que su collar era una imitación,
así
que el de Silvia tenía que ser auténtico. El instinto hizo que Penélope, un
poco
turbada, levantara su mano para tapar el collar.
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—No pasa nada. No me lo tomé en serio.

Silvia notó que el comportamiento de Penélope no era normal. Esto al


principio
la confundió, pero luego sintió un extraordinario placer al darse cuenta de
que
el collar de Penélope también era una imitación. Recuperó la confianza en sí
misma y volvió a mirar a Penélope con desdén.

—¡Pero miren esto! ¡Penélope, tú también tienes un Inmortal! Aunque no


debiste
haberte conformado con una copia, incluso si no podías pagar el auténtico. Y
aquí estás, usando el falso mientras yo luzco el original. ¡Me da tanta pena
contigo!

Las provocaciones de Silvia y la mirada curiosa de los presentes afectaron a


Penélope, quien se sentía tan avergonzada que ni siquiera podía levantar la
cabeza. Tenía unas ganas tremendas de arrancarse el collar del cuello y
esconderse en un agujero donde nadie la encontrara; pero, en ese momento,
Nataniel, que estaba a su lado, habló:

—Bah —dijo Nataniel con frialdad—, he visto perros tratar de pasar por
lobos,
pero esta es la primera vez que veo uno tan arrogante como la Señora Lemes.

Todos se sorprendieron y pusieron su atención en Silvia. Se veía el pánico en


sus ojos, pero se mantuvo firme.

—¿Qué dices? ¿Sabes quién soy? —preguntó agitada—. Yo soy la presidenta


del
Grupo H, la hija de la familia Lemes. ¿Por qué diablos iba yo a llevar una
imitación? —Se giró para mirar con desprecio a Penélope una vez más—. Por
otro lado, ¿crees que una libertina como tu esposa merece lucir un collar tan
exquisito como Inmortal?

Silvia no había acabado de pronunciar la última palabra, cuando Nataniel


levantó la mano y le propinó una bofetada que le hinchó la cara al instante y
le
desordenó el cabello, hasta entonces impecablemente arreglado. Silvia se
llevó
una mano al rostro, que le latía con un dolor punzante, y gritó atónita:

—¡¿Cómo te atreves a pegarme?!

—¿No es lo que estaba buscando con esa repulsiva boca suya?

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Silvia se recuperó del susto y gritó enfadada:

—¡Guardias! ¿Dónde están mis guardaespaldas? ¡Atrápenlo! ¡Acaben con él!


Alfredo y el resto de los Sosa agarraron de inmediato a los guardaespaldas
para detenerlos. Alfredo trataba de calmar a Silvia, al tiempo que le pedía

desesperado a Nataniel que se disculpara.

—¿Cómo te atreves a levantarle la mano? Discúlpate con la Señora Lemes


ahora mismo y pídele perdón

Nataniel se cruzó de brazos y sonrió.

—¿Por qué debería disculparme? Si alguien debe ofrecer disculpas es ella a


mi
esposa. Ha estado esparciendo por ahí todo tipo de rumores y criticando a mi
esposa. Hace tiempo que lo sé. ¿Ahora se atreve a venir aquí y presumir con
ese collar falso? Penélope tiene buen corazón; por eso no la expuso delante
de
todos. ¿Y aún se atreve a insultar a mi esposa? Por supuesto que la abofeteé.
Penélope se había sentido bastante cohibida por las burlas de Silvia, pero
después de ver cómo Nataniel la defendía, sus ojos se empañaron de
gratitud.
Tomó la mano de Nataniel y la apretó con fuerza. Penélope decidió que, pese
a
que su collar era falso, aunque esa fuera la causa de la burla de todos, ella ya
no sentiría verguenza. Era un regalo de su esposo y era el mejor obsequio del
mundo.

Los ojos de Silvia ardían de rabia cuando le lanzó una mirada feroz a
Nataniel.
—Dices que mi collar es falso y el de ella auténtico. ¿Qué pruebas tienes?

Nataniel resopló burlón:

—Si puedo demostrar que el collar auténtico es el que lleva mi esposa y no el


suyo, ¿qué haría usted?

Silvia apretó los dientes.

—Si el suyo es el auténtico, me disculparé con ella; pero, si es falso, quiero


que
me pidas perdón de rodillas. ¿Estás dispuesto a hacerlo?

Penélope, Bartolomé y Leila miraron ansiosos a Nataniel y le susurraron:

—Déjalo así. No discutas con ella. No la tomes en serio.


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Silvia, al ver que Penélope y los demás trataban de persuadir a Nataniel para
que no aceptara el reto, se convenció aún más de que el collar que llevaba
Penélope era falso. Soltó una carcajada y le dijo:

—¿Qué? ¿Te estás acobardando porque sabes que tu collar es falso?


Las comisuras de los labios de Nataniel se alargaron en una sonrisa.

—Silvia Lemes, nunca he conocido a nadie que le guste tanto cavar su propia
tumba como a usted. Acepto sus condiciones. Si el collar de mi esposa es
falso, entonces me hincaré de rodillas para pedirle perdón. Por el contrario,
si el
de ella es auténtico, entonces usted se disculpará con ella. No le voy a pedir
que se arrodille ante mí. Solo tiene que ir al canal de Ciudad Fortaleza y
hacer
un anuncio público en el que se disculpe con mi esposa por todas las
calumnias que ha levantado contra ella en todos estos años. Imagino que no
tendrá usted ningún problema con eso.

«¿Pedir perdón a los ojos de todos en televisión?». Silvia comenzó a sentir el


aguijón de su conciencia. Nataniel levantó las cejas.

—¿Qué pasa? ¿Tiene miedo porque sabe que puede perder?

Silvia estaba segura de que el collar de Penélope era una imitación, así que
dijo
entre dientes apretados:

—¿Qué razón tendría yo para pensar que voy a perder? ¡Que sea como tú has
dicho, si tanto lo deseas! Todos los presentes pueden servir de testigos. Así
que dime, ¿cómo vas a probar que su collar es auténtico?

Nataniel se volvió para mirar a Alfredo.

—Abuelo, de todos los aquí presentes, tú eres quien más sabe. En tu opinión,
¿quién es el mejor tasador de joyas de Ciudad Fortaleza?

Alfredo pensó antes de responder:


—Sin duda, el dueño de Amor Eterno, Rigoberto Quiroga, es un joyero de
renombre en esta ciudad y un tasador de joyas muy respetado también.

Inmortal siempre ha sido el collar insignia de Amor Eterno.

Nataniel asintió con la cabeza.

—En ese caso, invitemos a Rigoberto Quiroga para que determine la


autenticidad de estos collares.
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Nataniel llamó a César Díaz. Un rato después, César llegó con el estimado
tasador de joyas, Rigoberto Quiroga. Cuando este vio a Nataniel se
estremeció
y lo saludó con cortesía.

—Buenas noches, Señor y Señora Cruz.

Nataniel retiró personalmente el collar de diamantes rosa del cuello de


Penélope y se lo entregó a Rigoberto.

—Señor Quiroga, gracias por venir. Han acusado a mi esposa de llevar una
imitación. Quisiera que usted diera fe de su autenticidad aquí mismo,
delante
de todos nosotros.

Rigoberto puso manos a la obra de inmediato. Se colocó los guantes blancos


y
los espejuelos, y se dispuso a examinar detalladamente el collar. Finalmente,
levantó la cabeza y, con voz muy seria, dijo:

—Señor y Señora Cruz, les juro por mi vida que este collar Inmortal es
auténtico.
Está valorado en unos cien millones.

Las palabras de Rigoberto provocaron exclamaciones ahogadas entre la


multitud presente. La propia Silvia sintió como si la hubiera alcanzado un
rayo.
Un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo y su rostro palideció.

—¡No! ¡No es posible!

Rigoberto no se dejó amedrentar por la insistencia de Silvia.

—¿Está usted cuestionando mi pericia?

Nataniel esbozó una sonrisa.

—Señor Quiroga, la Señora Lemes también tiene un collar de diamantes rosa


como el Inmortal. Ella insiste en que el suyo es auténtico también. ¿Por qué
no
lo examina para que podamos zanjar este asunto de una vez?

Rigoberto dio un vistazo al collar que llevaba Silvia en el cuello.

—El de ella es una imitación y barata, por demás. Los supuestos diamantes
no
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son más que espinelas artificiales. Se lo puedo jurar por mi nombre y mi
reputación.

Esta vez, todos miraron a Silvia Lemes asombrados. Ya ella tenía fama de
disfrutar de la compañía de hombres casados y, ahora, la habían sorprendido

calumniando a Penélope, aun cuando ella misma llevaba un collar falso. Su


actitud era atroz y la multitud la despreciaba por su mal comportamiento.

Nataniel dirigió su mirada a la temblorosa Silvia.

—Queda claro que la que ha estado inventando mentiras y difundiendo


rumores
ridículos es usted. La quiero ver esta noche ofreciendo disculpas en la
televisión. Ahora, salga de aquí.

Hacía un momento, cuando Silvia había llegado a la mansión, había hecho su


entrada con elegancia, con la frente en alto. Sin embargo, ahora todos podían
ver lo avergonzada que estaba, mientras salía corriendo con su séquito,
sumida
en la humillación.

—¡Señora Lemes! Señora Lemes... —la llamó Alfredo Sosa, desesperado y


molesto por su partida. Luego, les gritó a Nataniel y a Penélope—: ¿Cómo
pudieron echarla así? Ahora, olvídense de la sociedad con los Lemes. ¿Se dan
cuenta de lo que han hecho?

Nataniel miró a Alfredo con frialdad.

—Ya que no fuiste sincero sobre la celebración del cumpleaños de Penélope,


no
veo razón alguna para que la fiesta continúe aquí.

Luego, dirigió su atención a los invitados y dijo:

—Señoras y señores, ha habido un cambio de planes. La cena de cumpleaños


de mi esposa se celebrará en el Palacio Celestial. Para nosotros sería un
honor
que pudieran acompañarnos y continuar con las celebraciones allí. Gracias.

Y así, sin más, Nataniel, Penélope y su familia se fueron. Algunos de los


invitados querían ser corteses con Penélope y los acompañaron al Palacio
Celestial. Otros estaban más preocupados por tranquilizar a Alfredo Sosa, así
que se quedaron.

Alfredo no se esperaba que las cosas resultaran de esta manera. Lo peor era
que, encima de que los Sosa no habían tenido suerte con los Lemes, ahora
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acababan de perder su simpatía. La rabia y la indignación se apoderaron de
él y
soltó un montón de palabrotas maldiciendo a Nataniel, a Penélope y al resto
de
la familia.

En ese momento, el alcalde Rogelio Carmona entró a la casa, a la cabeza de


un
grupo de funcionarios públicos de la ciudad. Alfredo se alegró de verlos y, de
inmediato, llevó a su familia a darles la bienvenida.

—Señor alcalde, ¿a qué debemos el placer?

Rogelio se sonrió.

—He venido a desearle a la Señora Cruz un feliz cumpleaños y a brindar con


ella. ¿Dónde están el Señor y la Señora Cruz?

Alfredo y su familia cruzaron miradas incómodas sin saber qué decir.


Rogelio
frunció el ceño y no tardó en darse cuenta de lo que había pasado. Le lanzó
una
mirada gélida a Alfredo y a su familia, dio media vuelta y se marchó junto
con
los funcionarios públicos que lo acompañaban. Alfredo se apresuró a
detenerlos:

—Señor alcalde, ya hemos preparado un banquete. ¿Le apetece comer algo


antes de marcharse?

—Vine solo por el Señor y la Señora Cruz. ¿Por qué me quedaría, si ellos no
están? —respondió Rogelio.

Alfredo y su familia se quedaron sin palabras

Dicho esto, Rogelio Carmona se marchó con sus compañeros del


ayuntamiento.

Silvia Lemes salió de la mansión de los Sosa muy humillada. Mientras más lo
pensaba, más enfadada y agraviada se sentía. ¿Por qué tenía que ir a la
televisión y ofrecer disculpas públicas a Penélope Sosa? Si seguía adelante
con
esto, ya nunca más podría frecuentar los círculos de la alta sociedad. De
repente, cuando estaba a punto de cancelar su comparecencia en la
televisión,
sintió el tono de su teléfono móvil. Se trataba nada menos que de Jorge
Zulueta, el primogénito de los Zulueta, una familia muy prominente con
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influencia en todos los rincones del Sur, una de las Cuatro del Sur. Silvia se
apresuró a contestar la llamada y lo hizo con su voz más melosa.

— ¡Señor Zulueta!
Mientras hablaba, la voz de Jorge se fue haciendo cada vez más aguda.

—Ayer te comenté que esta noche tengo una cena con el Señor Robles y que
quería que estuvieras para que le sirvieras de compañía. Espero que no lo
hayas olvidado.

Al parecer, Jorge había encontrado casualmente un centro de investigación


privado, donde un longevo profesor, apodado «Doctor Lunático», había
dirigido
un equipo de expertos médicos y había encontrado una vacuna que podía
curar
el cáncer de hígado. Cuando Jorge se había enterado de la noticia, supo que
sería una tremenda oportunidad de negocios. Había pensado que, si se las
ingeniaba para que el Doctor Lunático le cediera los derechos de la vacuna
contra el cáncer de hígado, obtendría dividendos extraordinarios. Sin
embargo,
sabía que conseguir esos derechos no sería tarea fácil. Este era el campo de
especialización del Doctor Lunático; por tanto, de seguro sabría el valor de la
vacuna.

Entonces, Jorge había decidido invitar a Gerardo Robles a cenar. Le había


propuesto asociarse con él para intentar obtener los derechos de la vacuna
que
había creado el Doctor Lunático. De ese modo, ambos ganarían mucho
dinero.

La influencia de la familia Robles ganaba fuerza, sobre todo en los círculos


del
bajo mundo de las ciudades sureñas. En el Sur, los Robles eran influyentes
en
todos los ámbitos, entre ellos, el comercio, el ejército y la política. Jorge
necesitaba a Gerardo de su lado para poder asegurar esos derechos. De lo
contrario, aunque los Zulueta se hicieran con ellos, no podrían conservarlos
por
mucho tiempo.

Jorge sabía perfectamente que Gerardo era un mujeriego. Por eso se había
puesto en contacto con Silvia Lemes, famosa en la alta sociedad por sus
conocimientos en materia de hombres. Quería asegurarse de que Gerardo
Robles lo pasara bien y, para eso, contaba con ella.

En ese momento, Silvia fingía estar compungida y disgustada.

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—Señor Zulueta, me temo que esta noche no podré acompañarlo en la cena,
ni
a usted ni al Señor Robles.

La voz de Jorge se tornó fría de inmediato.

Silvia Lemes, ¿estás segura de que quieres rechazar mi invitación? Estás


jugando con fuego. ¿Puedes creer que basta una llamada mía para destruir a
los Lemes?

—Señor Zulueta —gimoteó Silvia—, me ha entendido mal. No es que no


quiera ir
a cenar. De hecho, mi sueño es conocerlos a los dos, pero me he visto
obligada
a hacer otra cosa esta noche. Créame, a mí tampoco me agrada...

Jorge dijo con sorna:

—¿Quién demonios se atreve a desafiarme?

—Nataniel Cruz, el marido de una p*ta. El muy cabr*n cree que he estado
esparciendo rumores por ahí sobre su mujer. Me ha mandado a ofrecer
disculpas en público en el canal de televisión de Ciudad Fortaleza a las siete
de

la tarde.

Por fin se había develado la verdadera intención de Silvia. La mujer continuó


tratando de dar pena:

—Señor Zulueta, tanto usted como el Señor Robles son hombres con
influencia
en el Sur. ¿Podrían ayudarme, por favor? Haré lo que sea para compensar su
amabilidad.

Jorge resolló con disgusto al escuchar el nombre de Nataniel Cruz.

—Entonces, ¡se trata del cabr*n de Cruz otra vez!


—Señor Zulueta, ¿usted también lo conoce? —le preguntó Silvia
sobresaltada.
Jorge no respondió a la pregunta. En su lugar, le dio algunas indicaciones:

—No tienes que disculparte en la televisión esta noche. Tú solo ocúpate de ir


al
Club Fortuna y hacerle compañía al Señor Robles. Yo me encargaré del resto.
No te preocupes.

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Las garantías de Jorge eran música para los oídos de Silvia. Con él y Gerardo
Robles de su lado, podía volver a tener la frente en alto.

—Sí, Señor Zulueta. Seré puntual y le garantizo que el Señor Robles lo pasará
bien —prometió entusiasmada.

Cayó la noche y la ciudad estaba brillantemente alumbrada. En el Palacio


Celestial, acababa de comenzar una cena de cumpleaños con casi mil
invitados, que ocupaban más de cien mesas. Penélope, con Nataniel a su
lado,
pronunció un discurso de agradecimiento a los que habían asistido a celebrar
su cumpleaños, para luego convidarlos a un brindis. Los invitados
respondieron
con entusiasmo y el ambiente se animó mucho. Nataniel y Penélope
volvieron a
sentarse y la cena comenzó entonces de manera oficial.

Una enorme pantalla de televisor LCD cubría una de las paredes del
vestíbulo
del Palacio Celestial. Era tan grande que emulaba la de los cines. Tomás
Dávila
ya le había ordenado al gerente encender el televisor y sintonizar el canal
local
de Ciudad Fortaleza. Todos los invitados esperaban la alocución pública de
Silvia Lemes donde le ofrecería disculpas a Penélope.

Penélope se volvió hacia Nataniel y le susurró:

—Esto no me parece correcto. ¿Por qué no apagamos el televisor?

Nataniel respondió despreocupado:

—Seguro fue idea de Tomás encender el televisor. No veo nada malo en ello.
Penélope se mordió los labios con impotencia y no dijo nada más.

Pronto, el reloj marcó las siete de la tarde. El canal local de la ciudad


comenzó
a dar las noticias, pero Silvia Lemes no aparecía por ningún lado. Al
principio,
los invitados a la cena intercambiaron miradas, pero luego comenzaron los

susurros y el cotilleo.

—¿Por qué Silvia Lemes no está disculpándose en televisión como había


prometido?

—Es probable que encontrara alguna manera de librarse. A fin de cuentas, es


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hija de los Lemes, presidenta del Grupo H y una figura reconocida en ciudad
Fortaleza.

—Es cierto, parece que se ha librado de esta. Es probable que ni Penélope ni


Nataniel puedan hacerle nada.

Nataniel frunció el ceño, confundido. Estaba a punto de pedirle a César que


llamara a la cadena de televisión para saber qué estaba pasando, cuando la
imagen de la pantalla cambió.

De repente, se cortó la trasmisión del noticiario que estaba saliendo al aire y


en
su lugar apareció la foto de una mujer desaliñada y ligera de ropa. La mujer
de
la foto era Penélope. Todos quedaron tan conmocionados por la foto que un
silencio sobrecogedor inundó el salón. Penélope fue la primera en ponerse de
pie indignada.

—¡La mujer de la foto no soy yo! ¡Quizás nuestros rostros se parezcan, pero
su
cabello y su figura son distintos por completo a los míos! Además, miren su
mano y su cintura. ¡Ella está tatuada y yo no! ¡Es obvio que la imagen está
trucada!

Cuando los invitados vieron la foto por primera vez, enseguida pensaron que
se
trataba de una foto lasciva de Penélope. Sin embargo, después de escucharla,
miraron con detenimiento a la mujer de la foto y se dieron cuenta de que, en
efecto, no era Penélope Sosa.

La mujer de la foto era rubia y tenía tatuada una rosa en el dorso de la mano
y
una cobra en la cintura. Era más gruesa que Penélope y su piel era mala, con
poros muy grandes. Los más perspicaces notaron enseguida que habían
pegado la cara de Penélope en el cuerpo de otra mujer.

Las imágenes continuaron apareciendo en la pantalla, cada una más


reveladora
que la anterior. Penélope estaba tan disgustada que todo su cuerpo comenzó
a
temblar. La expresión de Nataniel se tornó sombría.

—¿Por qué sigue encendido el televisor?

Rápidamente, Tomás volvió en sí y ordenó con furia a un camarero que


apagara
el televisor. Bartolomé y Leila también estaban indignados. Leila estalló:
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—¡¿Qué demonios hemos hecho para merecer esto?! ¡¿Quién es esa persona
tan despreciable que quiere arruinar así la reputación de mi hija?!

Bartolomé apretó los puños con rabia y sus ojos brillaron de furia.

—Cuando descubra quién ha hecho esto, acabaré con él, aunque me cueste la
vida.

Carmen abrazó a Penélope para darle apoyo y consuelo. Todas las miradas
estaban fijas en Penélope y Nataniel. Los presentes en el salón sabían que las
imágenes mostradas en la pantalla eran fabricadas, pero el espectador
promedio, que también había sintonizado el canal, no lo sabría. Verían las
imágenes y creerían que la muchacha de las fotos era Penélope, tal y como
aparecía. Sin duda, la reputación de Penélope iba a caer en picada.

Nataniel miró a la familia de Penélope y les transmitió seguridad.

—No se preocupen. Me aseguraré de que esto no la afecte. Penélope, voy a


encontrarle una explicación a todo esto y limpiaré tu nombre.

Penélope sacudió la cabeza y dijo con voz temblorosa:

—Salió en la televisión. Ninguna explicación puede borrar eso. Aunque


vayamos
por ahí dándole explicaciones a todo el mundo, las personas solo pensarán
que
estamos intentando tapar lo sucedido.

Nataniel le replicó con seguridad:

—No te preocupes. Te prometo que me voy a encargar de esta situación y que


te devolveré una reputación intachable.

César Díaz, que llevaba ropa informal, se acercó a Nataniel y le habló en voz
baja:

—Señor, hablé por teléfono con los encargados del canal de televisión de
Ciudad Fortaleza. Afirmaron que fueron hackeados y, como resultado, se
transmitieron esas imágenes. Ya han recuperado el control y han reanudado
su
programación habitual.

La voz de Nataniel estaba llena de frialdad cuando le dijo:

—Tienes diez minutos para encontrar al culpable. ¡Y haz una declaración que
limpie el nombre de mi esposa!
··························································································································· ®
—¡Sí, señor! —respondió César en voz alta.

La familia de Penélope y todos los invitados miraban estupefactos a


Nataniel.
«Diez minutos para encontrar al culpable y hacer una declaración. ¿Será
posible?».

Entretanto, en un lujoso salón privado del Club Fortuna, Jorge Zulueta,


Gerardo
Robles, Silvia Lemes y algunas personas más hablaban y se regocijaban de
las
fotos que hacía un rato se habían transmitido por el canal local de la ciudad.
Jorge le sonrió a Silvia con picardía.

—Nada más peligroso que una mujer despechada. Magnífica tu idea de


transmitir fotos trucadas de Penélope por televisión.

Gerardo también reía gozoso.

—Supongo que la reputación de la esposa de Nataniel ya no sirva para nada.


No
hay manera de que salga ¡lesa de esta.

Silvia tomó una uva y se la dio a Gerardo.

—Puede que haya sido yo la de la idea, pero fue el Señor Zulueta quien hizo
el
trabajo pesado. Si él no hubiera encontrado un hacker para entrar en el
sistema de la cadena de televisión, no habríamos podido sacar las fotos al
aire
—dijo Silvia en un arrullo. Luego, miró al televisor, que había reanudado su
programación habitual y se lamentó—: Qué pena que haya sido tan breve.
Duró
menos de un minuto. Sin embargo, creo que es suficiente. Me habría
encantado
ver la cara de Penélope cuando, en lugar de escuchar mis disculpas, vio sus
fotos lascivas.

En el justo momento en que Silvia se deleitaba con su venganza, el


presentador
de las noticias en la televisión dio una información de último minuto:

—Hace unos instantes, nuestra transmisión fue pirateada. Esto provocó la


difusión de ciertas imágenes manipuladas con la intención maliciosa de
sabotear a la Señora Sosa. Los departamentos pertinentes han conducido
una
··························································································································· ®
investigación y han llegado a la conclusión de que la persona responsable de
lo
sucedido es la Señora Silvia Lemes. La mujer que ven en pantalla es la
Señora
Silvia Lemes. Fue ella quien contrató a un hacker para difundir fotos
lascivas de la Señora Sosa.

Silvia, Jorge, Gerardo y los demás que estaban con ellos se sumieron en un
silencio de sorpresa al escuchar la noticia. Silvia se quedó pálida y pegó un
chillido:

—¡¿Qué sucede?! ¡¿Qué está pasando?! ¡Cambia el canal! ¡Ahora!

Frenética, agarró el control remoto y cambió el canal, pero descubrió que en


el
otro también informaban sobre sus crímenes. Su rostro, ya sin color, se
volvió
aún más pálido. Rápidamente, buscó otros canales, pero se horrorizó al ver
que
todos transmitían a la vez la misma noticia. En una de las televisoras, la
locutora decía:

—La Señora Silvia Lemes está implicada en múltiples cargos de calumnia y


actos maliciosos, así como en otros varios delitos. La policía ya está en
camino
para detenerla y la Señora Lemes tendrá que responder ante la justicia.

Entumecida por el miedo, Silvia se dejó caer de nuevo en el sofá. La


desesperación le había invadido el rostro.

Mientras tanto, Penélope, su familia y todos los invitados en el Palacio


Celestial
quedaron atónitos tras ver la noticia de última hora. ¡Todos los canales
transmitían lo mismo! ¡Increíble!

Para entonces, todo el mundo se había enterado de que las fotos mostradas
habían sido manipuladas y que la mano de Silvia Lemes estaba detrás de
todo.
Penélope y los invitados recordaron la orden de Nataniel de encontrar al
culpable y hacer una declaración en diez minutos. Todos se giraron a mirar a
Nataniel asombrados y se preguntaban cómo había sido capaz de lograr
semejante hazaña.

Silvia Lemes cayó en el sofá muerta de miedo. «¿Cómo han podido


descubrirme en tan poco tiempo? ¿Cómo lograron Nataniel Cruz y Penélope
Sosa movilizar a todas las cadenas de televisión para desmentir los rumores
y
··························································································································· ®
difundir todos mis crimenes? ¿Cuáles son sus trucos?». Hasta Jorge Zulueta
y

Gerardo Robles estaban boquiabiertos. «¿Cómo logró Nataniel Cruz hacer


esto?».

Jorge fue el primero en recuperar la compostura y exclamó:

—Yo creo que Nataniel Cruz lo está inventando. No creo que haya realizado
ninguna investigación antes de llegar a la conclusión de que tú eras la autora
intelectual.

Gerardo lo secundó:

—Es cierto. Al fin y al cabo, no cumpliste sus órdenes de disculparte en


público.
Y en tu lugar, aparecieron las fotos trucadas de Penélope Sosa en la
televisión.
Con seguridad, Nataniel pudo adivinar que eras tú quien estaba detrás de
todo.

Jorge asintió con la cabeza.

—Sí, estoy convencido de que debe haberlo adivinado. Es que necesitaría


alguna habilidad sobrenatural para poder investigar todo a fondo en tan solo
unos minutos. Es imposible que sea tan capaz.

Silvia agregó con voz temblorosa:

—Pero todas las televisoras del país están desmintiendo los rumores.
Nataniel
Cruz solo pudo haber hecho esto utilizando su tremenda influencia y su
inmenso poder.

Esto era algo que Gerardo tampoco podía entender, así que se volvió hacia
Jorge, quien tenía una leve sonrisa dibujada en el rostro, como si ya lo
hubiera
entendido todo.

—No fue la habilidad de Nataniel Cruz lo que hizo que todas las televisoras se
movilizaran a la vez —dijo con desdén.

Jorge y Silvia quedaron desconcertados.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Silvia ansiosa.

Jorge comenzó a analizar la situación con aplomo:


··························································································································· ®
—Por lo que sé, la jefa de la cadena de televisión de Ciudad Fortaleza, Marlén
Izquierdo, llegó transferida desde el Norte. Al parecer, viene de un entorno
bastante distinguido y no está aquí por su capacidad. El hecho de que
piratearan el canal para difundir las fotos trucadas de Penélope Sosa de
seguro
la enfureció. Supongo que Marlén utilizó sus contactos familiares para
aclarar

este incidente con todas las cadenas de televisión.

Gerardo pensó que el análisis de Jorge tenía mucho sentido. Aliviado de sus
preocupaciones, sonrió y dijo:

—Ahí tienes. Ya dije que era imposible que un soldado retirado como
Nataniel
tuviera habilidades tan asombrosas.

Silvia se vio presa de emociones contradictorias cuando escuchó el análisis


de
Jorge. Se sintió aliviada y feliz al saber que Nataniel Cruz y Penélope Sosa no
eran tan capaces como ella pensaba. Sin embargo, estaba preocupada,
porque
fue su idea la que enfureció a Marlén Izquierdo, la jefa de la cadena de
televisión de Ciudad Fortaleza. Por eso, la policía iba detenerla. Silvia sentía
que
su única oportunidad ahora eran Jorge y Gerardo. De inmediato, se dirigió a
ellos:

—Señor Zulueta, Señor Robles, ahora que he quedado expuesta, cuento con
que
ustedes me protejan.

Ahora que todo había salido al aire por la televisión nacional, Gerardo no
tenía
ninguna intención de involucrarse, así que estableció sus límites:

—Yo no tengo nada que ver con esto, así que no me involucren.

El ánimo de Silvia se desplomó. Solo podía depositar su última esperanza en


Jorge. Ella era la autora intelectual, pero Jorge fue quien encontró al
hacker para piratear el canal de televisión. No había forma de que Jorge
la dejara abandonada de esa manera. No obstante, Jorge parecía distante y le
dijo con indiferencia:

Silvia, no es que no quiera protegerte, pero ahora que esto ya se ha hecho


público, alguien tiene que asumir las consecuencias. En mi opinión, tú eres
··························································································································· ®
la
candidata perfecta.

Silvia resolló:

—Señor Zulueta, ¿cómo puede decir eso? Es verdad, yo tuve la idea, pero fue
usted quien contrató al hacker para piratear la señal de televisión...

Antes de que pudiera terminar de hablar, Jorge le lanzó una feroz mirada
que la
asustó al punto de hacerla callar. Con su influencia, podía acabar con la
familia
y hasta con la vida de Silvia.

El rostro de Jorge se tornó horripilante en ese momento. Se acercó a Silvia


como una serpiente venenosa y le dio unas ligeras palmaditas en la cara
mientras decía:

—¿Qué dijiste hace un momento? ¡Dilo otra vez!

Ella lo miró atemorizada. Estaba temblando.

—N... nada... fui yo quien lo hizo todo. Se me ocurrió la idea y busqué al


hacker . Esto no tiene nada que ver ni con el Señor Zulueta ni con el Señor
Robles.

Entonces él dijo en tono siniestro:

—¿Estás segura?

Silvia asintió de inmediato y dijo:

—Sí, estoy segura, estoy muy segura.

Jorge se dio por satisfecho y le dijo:

—Entonces, deberías saber qué decir si te atrapan. Si das información


errónea,
no solo tú vas a morir, sino también muchos otros Lemes. ¿Me he explicado
bien?

Ella lo miró fijamente con miedo reflejado en los ojos:

—SÍí, sé lo que tengo que hacer.

Jorge se volvió hacia Gerardo y le dijo:

··························································································································· ®
—Señor Robles, creo que deberíamos tomar una copa en otro lugar para
seguir
analizando cómo podemos colaborar para conseguir los derechos de venta de
la vacuna contra el cáncer de hígado del Doctor Lunático.

¡Claro! —respondió Gerardo.

Entonces, los dos se marcharon enseguida con sus hombres.

Silvia se quedó sola en la habitación. Después de todas las maldades que


había
hecho, por fin esa noche le habían hecho probar su propia medicina. No
pudo
evitar romper en sollozos. Por desgracia, tendría que cargar con las
consecuencias sola, pues se lo había buscado.

No pasó mucho tiempo antes de que un equipo de policías irrumpiera en la


habitación junto con algunos reporteros de la Estación de Televisión de
Ciudad
Fortaleza. Estaban allí para transmitir en directo todos los detalles de la
detención.

El capitán de la Unidad de Investigación le dijo a Silvia con seriedad:

—Señorita Lemes, usted es sospechosa de estar involucrada en varios casos,


entre ellos la infiltración de la señal de transmisión para intervenir un canal
por

cable y la calumnia a la Señorita Penélope Sosa. Por favor, acompáñenos a la


comisaría para que colabore en nuestra investigación.

En ese mismo instante, Penélope y su familia estaban viendo el arresto en la


televisión junto con las demás personas que había en el restaurante Palacio
Celestial. Todos estallaron en vítores al ver que la policía detenía a Silvia
Lemes
mientras miraban a Nataniel con mayor admiración. Penélope no pudo
contenerse más y le preguntó:

—¿Cómo lo hiciste?
Él sonrió.

—Presenté una queja a Marlén Izquierdo, la jefa de la Estación de Televisión


de
Ciudad Fortaleza y ella se lo tomó muy en serio. Entonces logré investigar de
manera rápida el asunto de principio a fin. Además, también colaboramos
con
la policía en la detención de Silvia Lemes.
··························································································································· ®
Después de escucharlo, se dieron cuenta de que todo tenía sentido.

—Eso lo explica todo. He oído que Marlén Izquierdo es del Norte y que
proviene
de una familia muy poderosa. Viéndolo así, los rumores eran ciertos. Su
familia
es en verdad muy influyente.

Creían lo que Nataniel les había dicho y pensaban que Marlén lo había hecho
todo, mientras seguían hablando de lo poderosa que era. La familia de
Penélope también confiaba en la Sra. Izquierdo por su esfuerzo e influencia
que
ayudaron a resolver todo tan rápido.

Sin embargo, Carmen era la única que todavía tenía sus reservas porque
sabía
un poco más sobre Marlén y su familia. Para empezar, los Izquierdo no eran
tan
poderosos como todo el mundo imaginaba y era imposible que consiguieran
que todas las estaciones de televisión trabajaran juntas al mismo tiempo. Por
eso, Carmen creía con firmeza que era muy posible que su cuñado estuviera
detrás de todo. Por lo que había observado durante todo este tiempo,
Nataniel
parecía ocultar sus verdaderas habilidades y su poder. De ahí que lo mirara
con
más admiración que nunca.

Para entonces, Nataniel ya se había dirigido al pasillo, donde estaba César.


Este
le susurró:

—Señor, Silvia ya fue capturada y la ley se encargará de ella. Sin embargo,


aunque ella organizó todo, parece que fue Jorge Zulueta quien encontró al
hacker para hacer la fechoría.

Nataniel dijo con frialdad:

—Otra vez los Zulueta. Ahora que lo pienso, solo quedan unos diez días para
el
límite de un mes que les di para retirarse de todos sus negocios ilícitos. Ya
que

no le hicieron caso a mi advertencia, ¡más vale que se preparen para que los
elimine!

Club Azul
··························································································································· ®
Al mismo tiempo, Jorge y Gerardo estaban bebiendo mientras discutían en el
Club Azul, la manera de obtener los derechos de distribución de la vacuna
contra el cáncer de hígado del Doctor Lunático.

Jaime sonrió y dijo:

—De acuerdo a mi última información, el Doctor Lunático, el profesor


Vásquez,
visitará Fortaleza mañana. Revisé y encontré que el centro de investigación
médica del profesor Vásquez es una entidad privada sin antecedentes
gubernamentales. En otras palabras, el profesor Vásquez no tiene ningún
respaldo político, por lo que definitivamente tenemos que poner nuestras
manos en su vacuna.

Los ojos de Gerardo se iluminaron y dijo emocionado:

—Señor Zulueta, ¿qué propone que hagamos?

Jorge rio y dijo:

—Planeo atacar mientras el hierro está caliente, ya que la noticia sobre su


vacuna contra el cáncer de hígado no se ha extendido en el mundo médico.

Gerardo dijo con entusiasmo:

—Genial. Si nuestras familias obtienen la distribución completa de esta


vacuna,
nadaremos en dinero en poco tiempo. No solo nos convertiremos en las
mejores familias de la ciudad C, sino que también seremos reconocidos
internacionalmente. ¡No puedo esperar!

Al día siguiente, el Doctor Lunático, el profesor Vásquez, apareció puntual en


el
Aeropuerto Internacional de Fortaleza con un solo asistente junto a él. Había
dos razones por las que estaba en Fortaleza. Primero, estaba ahí para discutir
la distribución de la vacuna de cáncer de hígado con Nataniel Cruz, ya que
estaba listo para entregarle dicha distribución. También estaba ahí para
visitar
a su nieta, Raquel Vásquez, quien estudiaba en la Universidad de Fortaleza.

No le avisó a Nataniel con antelación sobre su viaje. Planeaba encontrarse


con
su nieta primero y después ir a verlo a él. Sin embargo, en el momento en el
que
llegó al aeropuerto con su asistente, dos hombres jóvenes bien vestidos los
detuvieron en seco junto con decenas de hombres detrás de ellos. Estos dos
··························································································································· ®
jóvenes eran nada más y nada menos que Jorge, que vestía un traje blanco
Versace y Gerardo, en un traje negro Armani .

Jorge estiró la mano para saludar al profesor Vásquez y le dijo:

—Buenas tardes, profesor Vásquez. Hemos esperado su llegada


ansiosamente.

En vez de tomar su mano para saludarlo, el profesor Vásquez le preguntó


confundido:

—¿Quiénes son ustedes? ¿Nataniel Cruz se enteró que vendría a Fortaleza y


los
envió a recibirme?

«¿Nataniel Cruz?».

Jorge y Gerardo no pudieron evitar intercambiar una mirada de sorpresa.


Rápidamente entendieron que Nataniel también sabía acerca de la vacuna
para
el cáncer de hígado del profesor Vásquez y ya había estado en contacto con él

para obtener los derechos de distribución.

Ambos sintieron una punzada de amenaza, pero todavía no trataban a


Nataniel
en serio.

Después de todo, sus familias eran pilares de los Cuatro del Sur y su
influencia
era esparcida por todo el Sur. Nataniel Cruz no era nada en comparación con

ellos. Por eso, estaban aún más determinados a obtener los derechos de
distribución de la vacuna del profesor Vásquez.

Jorge sonrió vagamente y dijo:


—Profesor Vásquez, nosotros no estamos con Nataniel Cruz.
Gerardo sonrió.

—Permítame presentarnos. Él es Jorge Zulueta de la familia Zulueta, y yo soy


Gerardo Robles de la familia Robles.

Ambos, los Zulueta y los Robles eran conocidos por todo el Sur.

Noé Vásquez había escuchado un poco de éstas dos familias.

Entonces dijo calmado:


··························································································································· ®
—Ya veo. Son el señor Zulueta y el señor Robles. Deben tener el suficiente
poder e influencia como para averiguar mi itinerario y esperar mi llegada.
Me
pregunto en qué puedo serles útil.

Gerardo sonrió.

—Por favor señor, esto no es un servicio. Descubrimos que ha creado con


éxito
una vacuna para el cáncer de hígado. Estamos aquí especialmente para
discutir
con usted los derechos de distribución de esta vacuna.

El profesor Vásquez frunció el ceño y dijo:

—Mis disculpas, pero ya tengo el posible candidato para los derechos de


distribución en mente. Lamento decepcionarlos a los dos.

Jorge y Gerardo se pasmaron mientras Jorge preguntaba sospechosamente:


—De casualidad su candidato no es Nataniel Cruz, ¿cierto?
Gerardo dijo de mala manera:

—¿Quién es Nataniel Cruz en comparación con nuestras familias? Nosotros


podemos ofrecerle un mejor precio o incluso más dinero.

Jorge continuó:

—Así es, solo díganos un precio y nuestras familias podrán pagarlo


definitivamente, profesor Vásquez.

El profesor negó con la cabeza y dijo:

—No se trata de dinero, solo Nataniel puede tener la distribución de ésta


vacuna. No estoy obligado a compartir la razón con ustedes dos. Buen día.

Entonces intentó irse con su asistente.

La sonrisa de Gerardo se desvaneció y fue reemplazada por una mirada


siniestra.

—Noé Vásquez, estamos hablando con amabilidad aquí. ¡Por favor, no se


confíe
de su suerte!

Noé se veía un poco molesto por eso pero no perdió la compostura. Solo
resopló e intentó irse de nuevo.
··························································································································· ®
Entonces, Jorge dijo de modo amenazador:

—Vaya, profesor Vásquez, usted tiene una nieta estudiando en la


Universidad de
Ciudad Fortaleza, ¿no es así?

El profesor detuvo abruptamente sus pasos. Volvió la cabeza y miró furioso a


Jorge.

—¿Qué quieres decir con eso?


Jorge sonrió ominosamente y dijo:

—No mucho, solo que ya mandé a alguien a la Universidad de Ciudad


Fortaleza
para que recogiera a su nieta hace una hora. Debe estar esperándolo en el
Club
Azul ahora.

—¿Secuestraron a mi nieta? —el profesor gritó furiosamente.


Jorge sonrió:

—No se preocupe. Mientras acceda a venir con nosotros y cooperar, no


lastimaremos a su nieta. Y lo que es más importante, usted no perderá ni un
centavo de su comisión. —Entonces, su sonrisa se volvió horrible—. Sin
embargo, si no coopera con nosotros, crearemos cualquier posibilidad para
que
su nieta desaparezca de este mundo. Estoy seguro de que está al tanto de la
influencia que tienen nuestras familias en el Sur. ¿Dónde cree que ella estará
después de que se desvanezca de este mundo? Para que se lo imagine, piense
en los sucios marineros del puerto o en un callejón oscuro en la ciudad que
está atestado de hombres lujuriosos o incluso un dormitorio perteneciente a
un
hombre de sesenta años en el pueblo rural...

El profesor Vásquez fulminó con la mirada a Jorge y a Gerardo y dijo


claramente:

—Liberen a mi nieta en este instante y todavía tendrán la oportunidad para


redimirse. De lo contrario, ambas familias estarán condenadas.

«¿Condenadas?».

Gerardo y Jorge se echaron a reír cuando escucharon esto.

Ya habían investigado a fondo los antecedentes del profesor Vásquez y


sabían
··························································································································· ®
muy bien que no tenía el respaldo del gobierno y que era simplemente un

investigador médico excéntrico.

Además, los Zulueta y los Robles dominaban el Sur, así que con su poder e
influencia, nadie podía derribarlos fácilmente.

Jorge y Gerardo dejaron a un lado las palabras del profesor mientras Jorge
decía con frialdad:

—¡Hombres, por favor, hagan que el profesor Vásquez suba al auto y


envíenlo al
Club Azul!

El profesor los miró a todos y dijo:


—¡Están condenados!

Era lunes y Penélope estaba por irse al trabajo mientras Reyna se dirigía al
jardín de niños.

Por lo tanto, Peni tuvo que pedirle a Nataniel que hiciera de guía turística y
llevó
a Carmen a recorrer todos los lugares turísticos alrededor de Ciudad
Fortaleza.

Nataniel accedió de mala gana y llevó a Carmen al principal lugar turístico de


Fortaleza, la Iglesia del Angel Misericordioso.

Sin embargo, antes de que pudieran entrar a echar un vistazo, Nataniel


recibió
una llamada de César.

La expresión en el rostro de Nataniel decayó luego de tomar la llamada.


Confundida, Carmen preguntó:

—¿Qué pasa, Nataniel?

Nataniel dijo calmado:

—El profesor Vásquez llegó a Ciudad Fortaleza hace una hora. Alguien
secuestró a su nieta para amenazarlo y se lo han llevado por la fuerza.

—¿Qué? —gritó Carmen.

Nataniel dijo tranquilo:

—Carmen, me temo que no puedo acompañarte a los otros sitios turísticos


··························································································································· ®
hoy.
No pudo evitarlo y preguntó:

—Nataniel, ¿a dónde vas ahora?

—Recogeré al profesor Vásquez y me desharé de algunas basuras al mismo


tiempo.

En ese momento, Jorge y Gerardo descansaban en el sofá del opulento salón


de negocios del Club Azul.

Frente a ellos, se encontraba sentado el profesor Vásquez junto con su nieta


Raquel y su asistente Jonás Mancilla.

Estaban rodeados por aproximadamente treinta hombres en traje y todos


ellos
miraban intimidantes al profesor y compañía.

Jorge apuntó a los documentos en la mesa y le lanzó una mueca a Noé.

—Profesor Vásquez, ahora que está con su nieta, puede firmar el contrato,
¿cierto?

Gerardo agregó:

—Profesor, le estamos ofreciendo una tasa de distribución de mil millones y


firmaremos un nuevo contrato cada cinco años. En estos cinco años, recibirá
mil millones en tarifas de distribución. ¿No cree que sea una buena
cantidad?
Al escuchar esto, Noé casi se echa a carcajadas.

Su Instituto de Investigación Médica Aurora había estado recibiendo la


inversión secreta de Nataniel de más de diez mil millones a lo largo de los
años. Les tomó tres años antes de que finalmente lo lograran.

«¿Son ignorantes o solo son codiciosos?».

No quería gastar su aliento ni esfuerzo con ellos y apenas respondió


fríamente:

—Lo lamento pero como ya les dije antes, ya tengo un posible candidato
como
distribuidor de la vacuna.

Gerardo respondió de inmediato furioso:

—Oiga anciano, ¡no se fíe de su suerte!


··························································································································· ®
Jorge agitó una cuchilla y dijo cruelmente:

—Anciano Vásquez, ¿cree que ya todo está bien por haber visto a su nieta?
Usted está en Ciudad Fortaleza y esto es el Sur. Nuestras familias, los
Zulueta y
los Robles, tenemos control absoluto aquí. Y aunque no lo crea, ustedes no
podrán irse caminando del Club Azul cuando acabemos.

Noé protegió a su nieta detrás de él inconscientemente y dijo con frialdad:

—Ja, ja, no tienen ni idea de los problemas en los que se están metiendo solo
por retenernos aquí. ¿Y ahora me están amenazando? ¡De verdad que no
tienen
idea de que la muerte los está mirando a la cara en este momento!

Jorge y Gerardo se miraron y echaron a reír.

«¿La muerte nos está mirando?».

«¿Quién podría ser tan poderoso e influyente como para ordenar nuestras
muertes?».

Jorge hizo un gesto con la mano y les ordenó a sus hombres:

—Chicos, el anciano Vásquez no está dispuesto a dejar su firma ni huella


digital
en el contrato. ¿Por qué no le dan una mano?

Inmediatamente, dos musculosos y fuertes hombres se aproximaron hacia


Noé.

Viendo que los hombres iban a tomar acción contra Noé, su asistente no
pudo
resistirlo y se paró frente a los Vásquez. Los condenó severamente.

—¿Cómo se atreven ustedes, vándalos, a hacer algo como esto a plena luz del
día? ¡Seré el primero en prohibirles hacer algo tan irrespetuoso contra el
señor
Vásquez!

—¿Cómo te atreves? ¡Arrodíllate! —Jorge resopló.

Los altos guardaespaldas inmediatamente se fueron contra Jonás.

Lo abofetearon con violencia un par de veces, dejándolo con el rostro


ensangrentado. Finalmente, le dieron patadas en las pantorrillas y se vio
··························································································································· ®
obligado a arrodillarse en el suelo mientras perdía el equilibrio.

Raquel no lo pudo evitar y soltó un grito.

Noé apenas podía mirar y les gritó furioso:

—¡Deténganse!

Jorge le lanzó una sonrisa.

—Anciano, si no quieres que le pase nada a tu nieta o a tu asistente, solo


firma
el documento.

Noé lo fulminó con la mirada.

—¡Nunca haré eso!

Jorge soltó una risilla.

—¿Con que eso crees?

Mientras hablaba, su mirada cayó en Raquel. Vestía una playera blanca y


pantalones azules, junto con un par de zapatillas blancas y una coleta en la
cabeza, era imagen de una colegiala inocente.

Con una sonrisa siniestra, les dijo a sus hombres:

—La señorita Vásquez se ve bonita, ¿cierto? ¿Quién de ustedes está


interesado
en jugar un rato con ella?

De inmediato, los ojos de todos los hombres se ¡iluminaron y algunos no se


resistieron y empezaron a silbarle mientras decían:

—Señor Zulueta, estamos muy interesados...

Jorge sonrió satisfactoriamente y amenazó a Noé:

—Última oportunidad para que firme el contrato ahora. De no hacerlo,


elegiré a
diez de mis más fuertes hombres para divertirse con su nieta enfrente de

usted...

El profesor Vásquez temblaba furioso, pero antes de hablar, una fría voz
retumbó desde la entrada del salón de negocios.
··························································································································· ®
—Basándome solo en esa oración, ¡eres hombre muerto!

Todos se sorprendieron cuando escucharon eso, y giraron las cabezas hacia


la
entrada solo para ver a Nataniel Cruz allí.

Detrás de Nataniel se encontraba Carmen, César y la Élite 8, todos los cuales


entraban audazmente en la habitación.

Noé estaba extremadamente feliz de ver a Nataniel y dijo emocionado:


—Nataniel, ¡por fin estás aquí!

Arrodillado en el suelo con el rostro ensangrentado, los ojos de Jonás


también
se iluminaron. Siendo el asistente personal del profesor Vásquez, era uno de
los pocos que conocían la real identidad de Nataniel.

Cuando lo vio, Jonás estaba tan emocionado que luchó por ponerse de pie.

Jorge dijo fríamente:

—¿Quién te permitió ponerte de pie? ¡Arrodíllate de nuevo! ¿Tantas ganas


tienes
de morir?

El temperamento de Jonás se lo había quitado a golpes antes. Sin embargo,


ver
a Nataniel le provocó la rebelión dentro de él.

Se limpió la sangre en su rostro y rio disimuladamente.

—Ja, ja, el señor Cruz está aquí, ¡así que creo que los que morirán más tarde
son ustedes!

Jorge abrió sus ojos como platos.

—¿Tratas de rebelarte? ¿No lo has entendido? ¿Quién tiene la última palabra


aquí en el Sur? ¡Golpeen a este niño!

El momento en el que habló, los guardaespaldas trataron de golpearlo de


nuevo.

Sin embargo, en ese preciso momento, César corrió hacia a los


guardaespaldas
de inmediato con una velocidad impensable.

··························································································································· ®
Con solamente un golpe y una patada, César sacó volando a dos de ellos.

¡Bum, bum!Ambos guardaespaldas cayeron al suelo con un fuerte golpe seco.


El rostro de uno de los hombres se curvó en un lío ensangrentado, mientras
que
el otro encontró su caja torácica completamente rota. Ambos perdieron el
conocimiento de inmediato.

El momento en el que César tomó acción, lastimó de forma severa a dos


hombres, lo que pasmó a todos en ese lugar.

Nataniel entonces caminó con compostura al lado de Carmen y la Élite 8,


dijo
despreocupado:

—Tienes agallas, ¿cierto? Con tu diminuta fuerza, ¿quién crees que eres para
ser tan mandón?

Gerardo se sorprendió y enfureció al mismo tiempo. Al final del día, seguía


temiéndole a Nataniel. Después de todo, el brazo que le había roto Nataniel
aún
tenía que sanar.

Jorge fulminó con la mirada a Nataniel y gritó:

—¡Miguel Tapia!

—¡Aquí estoy!

Una fuerte y clara voz se escuchó y un hombre alto entró lentamente.

Usaba solo una chaqueta de piel negra, su musculoso pecho y abdomen


estaban expuestos para que todos lo vieran. Usaba un simple par de

pantalones y botas militares, rebosando un aura extraordinaria sobre él.

Él era Miguel Tapia, uno de los mejores y de los miles de seguidores de la


familia Zulueta.

Cuando Jorge vio a Miguel, miró a Nataniel como si de un cadáver se tratase.


Le ordenó triunfante:

—¡Miguel! ¡Mata a Nataniel Cruz!

—¡Sí, señor!

Un fuerte estruendo sonó bajo los pies de Miguel, creando una pequeña
··························································································································· ®
grieta
en el suelo de mármol debajo de él.

Como una bala de cañón, corrió hacia Nataniel de inmediato.

Todos jadearon de miedo cuando Carmen y el resto miraban a Nataniel con


preocupación.

Nataniel dijo con indiferencia:


—Veo que ladra más de lo que muerde.
Con eso, salió y levantó el puño.

¡Bum!jLos puños de Miguel y de Nataniel chocaron! En una serie de sonidos


desgarradores, el fuerte brazo de Miguel se rompió en pedazos.

Escupió una bocanada de sangre roja brillante y fue enviado volando por el
aire
como una cometa antes de aterrizar pesadamente sobre la mesa de café,
rompiéndola en pedazos. Mientras yacía en medio de los fragmentos de
vidrio,
dejó de respirar. ¡Miguel Tapia murió en ese momento!

Los ojos de Jorge se sobresaltaron mientras que su boca estaba abierta al no


poder creerlo. Todos en el lugar también estaban estupefactos.

Miguel era uno de los diez mejores combatientes de la familia Zulueta.

Dado que Jorge quedó discapacitado por Nataniel, la familia había hecho
arreglos para que Miguel fuera su guardaespaldas, lo protegiera y evitara que
cometiera más errores.

¡Jorge no esperaba que el mejor combatiente elegido por su familia hubiera


sido asesinado en ese lugar por Nataniel Cruz!

Él miró a Nataniel con ojos temerosos. El miedo que experimentó en la


mansión
la última vez resurgió dentro de él.

Gerardo fulminó a Nataniel con una mirada igualmente sorprendida. Sabía


que
el guardaespaldas de Jorge era definitivamente fuerte, pero incluso él fue
derrotado por Nataniel con un solo golpe. ¡Nataniel era demasiado fuerte!

Carmen también abrió los ojos como platos mientras veía a Nataniel.
Además
de sorprendida, estaba entusiasmada. En su mente, estaba gritando.

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«¡Es él! ¡Fue él! ¡Definitivamente fue éll».

¡El héroe que había golpeado a docenas de mafiosos y la salvó el otro día en
el
Club Azul era su cuñado Nataniel!l Carmen pudo finalmente juntar todas las
piezas. La borrosa imagen de su héroe se emparejó con la erguida figura de
Nataniel. Aunque no había admitido, Carmen estaba ahora 100% segura de
que
la persona que la había salvado sin esfuerzo el otro día era nada más y nada
menos que su cuñado, Nataniel.

Después de haber matado a Miguel con solo un golpe, Nataniel corrió hacia
Noé, Raquel y Jonás al instante mientras les preguntaba con preocupación:

—Profesor Vásquez, ¿están todos bien?

Noé agitó la cabeza y dijo:

—Estoy bien, pero esta gente me colma la paciencia.

Jonás se limpió la sangre en su rostro y gritó furioso:

—Así es, señor Cruz. Usaron a la señorita Vásquez para amenazar al profesor
Vásquez, diciendo que la violarían si no les entregaba la distribución de la
vacuna. Además de eso, incluso proclamaron que no saldríamos vivos del
club
si no se les concedía la distribución.

Nataniel miró a Noé, quien asintió de acuerdo.

—Esos Robles y Zulueta de verdad dijeron eso.

Los ojos de Nataniel se volvieron más fríos por segundo y un aura mortal
inexplicable comenzó a irradiar a través de sus ojos.

Su entorno parecía haberse enfriado de inmediato.


—¡Protejan al señor Zulueta y al señor Robles!

Los hombres de negro sobrantes en el lugar parecieron darse cuenta de que


algo pasaría y de inmediato se alertaron los unos a los otros.

Todos se apresuraron a rodear y proteger a Jorge y a Gerardo.

Nataniel fulminó con la mirada a los dos que se escondían detrás de sus
guardaespaldas.

—¿De verdad son tan inocentes como para pensar que estos guardaespaldas
··························································································································· ®
protegerían sus vidas?

Tanto Jorge como Gerardo habían sido testigos de la destreza física de


Nataniel.

Además, estaban aún más asustados de César. Sabían que César era coronel
del Ejército del Norte y que antes había dirigido una tropa para salvar a
Nataniel.

Sin embargo, también siempre asumieron que Nataniel era un soldado de


bajo
rango en la tropa que César lideró en ese entonces. También habían asumido
que César solo estaba cuidando a sus propios hombres cuando trajo a toda la
tropa para salvar a Nataniel. Pero ¿por qué en vez de eso, parecía que César
era
amigo de Nataniel?

Cuando ambos empezaron a sentir pánico, una voz autoritaria retumbó


desde
la puerta:

—Si este par de guardaespaldas no pueden proteger al señor Zulueta ni al


señor
Robles, ¿podría yo ayudar de alguna forma?

Todos dirigieron su mirada hacia la puerta.

Vieron a un extraordinario hombre musculoso entrando a la habitación con


docenas de hombres detrás de él, todos listos para matar.

Entró rápido, con pasos ágiles y un aire de fuerza a su alrededor.


¡Definitivamente era del ejército!

Lo que era más alarmante era la herida de bala en el lado izquierdo de su


cabeza.

La herida comenzaba en la esquina de su ojo izquierdo, todo el camino hasta


su
sien y formaba una línea recta hacia la parte izquierda de su cabeza.

Esta herida parecía contar una historia de cómo fue el vencedor en medio de
cadáveres en el campo de batalla.

Se trataba del Lobo Torres, quien era uno de los famosos oficiales de menor
rango en el ejército.

El Lobo Torres fue bastante famoso en el ejército en algún momento e


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incluso
lo ascendieron a coronel a la joven edad de 35 años, lo cual era una hazaña
bastante admirable para una persona normal.

Por desgracia, sus aventuras privadas eran un desastre en comparación a su


brillante boleta de calificaciones. Beber, apostar y ser mujeriego eran su
fuerte.

Cuando tenía 36, se metió en problemas por beber y fue degradado de la


línea
del frente a las tropas de respaldo, donde dirigió a los soldados de menor
rango.

Sin embargo, en menos de dos años, se metió en problemas de nuevo por las
mujeres. Esta vez, ¡fue expulsado de inmediato! Aunque fue expulsado, se
hizo
muy cercano a la familia Robles a lo largo de sus dos años en las Fuerzas
Armadas. A pesar de ser expulsado, trabajó para la familia Robles como su
subordinado.

Gerardo estaba extasiado al ver a Lobo llegando al rescate. Normalmente, le


decía solo Torres, pero esta vez, de verdad lloró de alegría:

—Tío Torres, ¡estás aquí esta vez! Alguien aquí confía en el apoyo de un
oficial
del ejército del Norte y dice que quieren matarnos al señor Zulueta y a mí.
¡Por
favor, sálvanos!

Lobo irrumpió con sus hombres y miró a todos mientras resoplaba:

—¡Me gustaría ver quién es el idiota arrogante que se atreve a afirmar que va
por las vidas del señor Zulueta y del señor Robles! De hecho, ¡quiero ver
quién
es este oficial del ejército que lo está apoyando!

Jorge y Gerardo estaban emocionados por escuchar su tormentosa


declaración. Al Lobo se le conocía como el Rey del Ejército y le tomaría poco
esfuerzo vencer a Nataniel Cruz. El Lobo solía ser coronel en el Norte y al
parecer, fue el propio Mariscal del Norte quien lo nombró.

A pesar de que el Lobo ya no se encontraba en el ejército, aún tenía cierto


nivel
de influencia en las tropas. Así que, incluso César tenía que mostrar respeto
ante él.

Gerardo y Jorge se sintieron esperanzados con la aparición del Lobo. De


··························································································································· ®
hecho,
él realmente podría matar a Nataniel. Ambos estaban tan emocionados de
que
podrían cantar en voz alta. Gerardo señaló a César triunfante y dijo en voz
alta:

—Tío Torres, él es el que ha estado protegiendo a Nataniel Cruz. Tendrás que


arreglarlo hoy, pase lo que pase.

Lobo miró hacia donde apuntaba Gerardo y su mirada cayó en César.

Sus ojos se abrieron inmediatamente y la expresión arrogante en su rostro


fue
reemplazada por una mirada de sorpresa mientras graznó:

—Capitán Díaz, ¡es usted!


César sonrió:

—Lobo Torres, no te he visto en un par de años pero mírate. Estás muy bien,
¿no
es así?

Si antes se podía comparar con un lobo feroz, ahora era un perro


ansiosamente
obediente frente a César.

Con sudor goteándole de la cabeza, sonrió y dijo:

—Por supuesto que no. ¿Cómo me atrevería a lucirme frente a ti? Díaz, estoy
seguro de que ha habido muchos malentendidos. Por mi bien, ¿no podría
involucrarse más en este asunto? Haré que los Zulueta y los Robles te envíen
un gran regalo después de esto.

César sonrió de nuevo.

—Yo fui quien escribió tu reporte para que te degradaran de soldado regular
cuando cometiste ese enrome error en ese entonces. Lo único que quería era
dejarte una pequeña oportunidad para redimirte y regresar al frente algún
día.
Sin embargo, no esperaba que fallaras no solo como soldado regular sino que
también te expulsaran. Y ahora estás aquí, juntándote con la basura de la

sociedad mientras tratas de arrastrarme a mí también. Por tu bien, dime,


bueno,
¿qué respeto por ti me queda? —Lobo sudó frío, pero antes de poder hablar,
César continuó—. Querías que te hiciera un favor, pero no tengo la última
palabra hoy. Puedes preguntarle a mi jefe si está dispuesto a dejarlos ir,
··························································································································· ®
chicos.
«¿Jefe? ¿Qué jefe?».

Cuando Lobo escuchó lo que César dijo, se confundió. «¿No era César el
capitán de la Guardia Nacional?».

«¿Será el hijo del General?».

«Eso no es posible. El General es muy joven para tener un hijo».

Lobo estaba completamente confundido mientras veía a la dirección en la


que
César señalaba. Sólo entonces notó que Nataniel Cruz estaba parado en una
de
las esquinas del enorme salón. Cuando vio a Nataniel, fue como si lo hubiera

golpeado un rayo y tembló de miedo. Entonces, sus piernas se rindieron y se


arrodilló frente a Nataniel Cruz.

El Lobo se estremeció y tartamudeó.

—Señor...

Nataniel lo interrumpió y dijo fríamente:

—No eres hombre mío, así que no hay necesidad de que me digas «señor».
Temblando de pies a cabeza, el Lobo tartamudeó de nuevo.

—¡S... Síl

Nataniel le preguntó fríamente:

—Quiero matarlos a ambos. ¿Tienes algo qué decir acerca de eso?

Lobo inclinó su cuerpo aún más, al punto de casi tocar el suelo. Continuó
haciendo una reverencia y tartamudeó.

—N... No, para nada. Incluso si quisieras matarme, terminaría con mi vida yo
mismo, sin ninguna opinión.

Jorge y Gerardo abrieron los ojos como platos en sorpresa mientras veían la
escena desarrollarse.

No podían entender cómo el Lobo se transformó de una bestia arrogante a


un
pequeño ratón en el momento en el que vio a Nataniel Cruz.

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Carmen también estaba completamente pasmada. Su corazón no paraba de
palpitar mientras su rostro se llenaba de emoción. Mientras veía a Nataniel,
sus
ojos brillaron. «Esto es genial. ¡Nataniel en verdad es increíble!».

Ignorando completamente a Lobo que estaba tirado en el suelo, Nataniel


miró a
Jorge y a Gerardo y les preguntó de mala manera:

—¿Cuáles son sus últimas palabras?

Jorge lo miró con miedo.

—¿Te atreverías a matarme? ¿No sabes que la influencia de mi familia cubre


el
Sur entero? El líder de Ciudad Fortaleza, Fabio Torices, es amigo de nuestra
familia y el Gobernador Rogelio Carmona es otro amigo cercano. Si me
matas,
nunca podrás pisar Fortaleza de nuevo.

Gerardo reclamó también.

—Mi familia es una de las Cuatro del Sur y tenemos contactos en todas
partes
del Sur; en la industria del negocio, los círculos políticos, el ejército, incluso
en
el inframundo. ¿No sabes que mi abuelo es muy cercano al General Aragón?
Tócame y no sobrevivirás.

César, la Élite 8, junto con el profesor Vásquez y el resto de las personas


sonrieron misteriosamente cuando escucharon a los dos mocosos jactarse de

sus contactos familiares.

Incluso Lobo trató de encontrar una pizca de poder dentro de sí mismo para
evitar que dijeran algo más.

«¡Éstos dos de verdad no saben con quién están hablando!».


Nataniel fulminó con la mirada a Jorge y Gerardo con una sonrisa vaga.

—No sabía que los Zulueta y los Robles tenían tanto respaldo y tantos
amigos.

Ambos se sorprendieron a escuchar a Nataniel. «¿Qué quiere decir con


eso?».
Nataniel entonces les aventó un móvil y les dijo con frialdad:

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—Llámenlos ahora. A todos esos amigos y apoyo que tienen. ¡Tráiganlos!
Jorge y Gerardo estaban petrificados.

«¿Por qué Nataniel nos está pidiendo que le llamemos a esta gente?».

Como ninguno de los dos tomó el móvil, Nataniel giró hacia César y dijo:

—Tú, haz las llamadas dado que ellos no lo harán. ¡Trae a Franco Aragón,
Fabio
Torices y a Rogelio Carmona aquí y ahora!

César contestó en voz baja:


—¡Sí, señor!

Con solo una llamada, una gran tropa de soldados rodearon el Club Azul en
aproximadamente 10 minutos.

Entonces, un hombre alto de mediana edad entró con prisa junto a sus
hombres
y Un par de otros líderes. Se trataba de Franco Aragón.

Los otros líderes que lo acompañaban eran Fabio Torices y Rogelio Carmona
con sus chaquetas obscuras, todos y cada uno de ellos ignorando a Jorge y
Gerardo por completo.

En vez de eso, se inclinaron con rapidez ante Nataniel y lo saludaron con una
reverencia:

—¡Buen día, señor Cruz!

Todos quedaron estupefactos al ver su actitud tan respetuosa.

Fabio Torices y Rogelio Carmona eran el par más poderoso de toda Ciudad
Fortaleza, mientras que Franco Aragón era un líder del ejército
prácticamente
intocable. Era inefable que fueran tan respetuosos ante Nataniel.

Cuando Jorge y Gerardo vieron lo modesto que era Franco con Nataniel, sus
rostros se volvieron de un tono gris ceniza mientras perdían toda esperanza.
Al

final, se percataron de la gravedad de su error.

Nataniel les explicó a los tres con toda tranquilidad la razón por la que les
llamaron.

Franco dijo en voz baja:


··························································································································· ®
—Esto no debería involucrarlo personalmente, señor Cruz. ¡Déjeme manejar
esto en su nombre!

Entonces hizo un gesto de inmediato y le ordenó a su tropa:

—Hombres, tomen a Jorge Zulueta y a Gerardo Robles, ¡y ejecútenlos de


inmediato!

De inmediato, ambos fueron levantados por los hombres.

Con dos balazos, tanto Jorge Zulueta como Gerardo Robles cayeron al suelo
en
un charco de sangre.

Los soldados entonces le reportaron a Franco Aragón.


—Señor, ya completamos la misión, señor.
Franco dijo entonces con frialdad:

—Envíen sus cuerpos a las familias Zulueta y Robles como advertencia a los
demás.

Rogelio Carmona no pudo evitar intervenir.


—General Aragón, Jorge Zulueta y Gerardo Robles en definitiva se buscaron
su
fin. Sin embargo, siento que sería mejor que alguien más enviara de regreso

sus cuerpos. Sólo en caso de que las dos familias hicieran un gran escándalo
por esto...

Franco dijo de forma seca:

—Nunca he tomado a estas familias en consideración. ¿Cómo se atreven a


ofender al señor Cruz? Deberían sentirse agradecidos de que no los borré.

Rogelio continuó:

—General Aragón, sé que para usted y el señor Cruz, los Zulueta y los Robles
no
significan nada. Pero si se esparcen las noticias de esto, tendría un impacto
negativo en su buen nombre.

Franco resopló.

—¿Qué es una pequeña abolladura en mi reputación comparada con la


necesidad de defender la dignidad del señor Cruz?

··························································································································· ®
Fabio y Rogelio se giraron hacia Nataniel con impotencia.

Nataniel les sonrió y entendió que sentían que la identidad de Franco era
muy
sensible para tal acción.

Si las noticias salían a la luz, el efecto dominó podría ser incontrolable, por lo
que solo estaban sugiriendo que las acciones deberían llevarse a cabo de una
manera más moderada.

Nataniel no le dio oportunidad a Franco de responder cuando de inmediato


le
ordenó a César:

—Haz que Tomás venga aquí y envía ambos cuerpos a sus respectivas
familias.
Al mismo tiempo, recuérdales que tienen una sola semana para ir a la
reclusión,
como lo ordené.

—¡Sí, señor! —respondió César.

Nataniel echo un vistazo a los guardaespaldas de Jorge y Gerardo antes de


ordenarle a Franco:

—Dejaré a todos estos criminales en sus manos. Haga arreglos para que
vayan
a algún lugar para volver a capacitarse durante unos años.

Franco respondió:

—¡Sí, señor!

Rápidamente, los cuerpos de Jorge y Gerardo fueron enviados de vuelta a los


Zulueta y Robles.

«¡Jorge Zulueta y Gerardo Robles fueron asesinados al mismo tiempo en


Fortaleza!».

Estas noticias crearon una gran explosión en la Alameda.

Toda esa gente escuchó que fueron asesinados por Nataniel Cruz en un
intento
de pelear por la distribución de la vacuna para el cáncer de hígado.

Sin embargo, todos eran solo rumores y nadie sabía lo que de verdad había
sucedido, porque la autoridad en Ciudad Fortaleza había establecido un
··························································································································· ®
embargo sobre las noticias.

Dentro del estudio de la casa de los Zulueta.

Carlos se aferró con fuerza a su rosario con expresión preocupada.

Sus dos hijos, Federico y Adrián, estaban parados detrás de él con las
cabezas
bajas.

Carlos murmuró con los dientes apretados:

—Nataniel Cruz no solo asesinó a mi nieto, ¿sino que nos quiere recluir por
completo durante siete días?

Adrián permaneció con la cabeza agachada.


—SÍ, esa fue su orden.

El pecho de Carlos se sintió pesado y con enojo. Tomó una respiración


profunda y volvió a preguntar:

—El chico de los Robles también fue asesinado. ¿Qué harán al respecto los
Robles?

—No han hecho nada hasta ahora —contestó Adrián.


Federico dijo con seriedad:

—Papá, a los Robles les gusta planear por adelantado antes de tomar acción.
Sin embargo, es solo Nataniel Cruz de quien estamos hablando. ¿De verdad
necesitamos esforzarnos tanto? No los esperemos más y actuemos por
nuestra cuenta. Eliminemos a Nataniel y a su familia entera para vengar la
muerte de Jorge.

Carlos permaneció en silencio pero sus dedos volaban de un lado a otro en su

rosario. Cuanto más rápido se movían las cuentas, más feroces se volvían sus
ojos.

¡Plaf! Carlos estrelló su Rosario contra la mesa y se paró mientras le


ordenaba
a sus hijos con tristeza:

—Esparzan mis palabras y llamen a mis ocho mil hombres de todo el mundo.
¡Todos deberán reunirse en la Ciudad Fortaleza para matar de inmediato a
Nataniel Cruz!

Tanto Federico como Adrián se emocionaron y gritaron:


··························································································································· ®
—¡Esparcir tus palabras, llamar a los hombres, reunirse en Ciudad Fortaleza!

Nataniel planeaba hospedar al profesor Vásquez en su casa luego de salvarlo


en el Club Azul.

Sin embargo, el profesor estaba ahí no solo para entregarle la distribución de


la
vacuna contra el cáncer de hígado a Nataniel, sino también para reunirse con
su nieta Raquel.

El profesor Vásquez también era conocido como el Doctor Lunático y había


dedicado su vida entera a hacer investigaciones médicas. Había investigado
sobre el cáncer por décadas antes de alcanzar tal éxito. Sin embargo, apenas
había pasado tiempo con su familia durante esos años. Ni siquiera tuvo el
tiempo para arreglar el funeral cuando su hijo y nuera fallecieron. Raquel era
su
única familiar que vivía, pero rara vez la veía y se limitaba a enviarle
puntualmente los subsidios de subsistencia todos los meses. Además de eso,
tenía una relación un tanto distante con su nieta.

Era por eso que quería pasar más tiempo con su única familia en ese viaje.
Por
lo tanto, no visitó la casa de Nataniel ni aceptó la invitación para quedarse
con
ellos.

Nataniel no lo presionó más y apenas le ordenó a César guiar al profesor y a


algunos otros de regreso a sus viviendas, y solicitó a César y a su equipo que
los protegieran.

Nataniel y Carmen entonces condujeron el viejo Polo de regreso a Jardines


del
Río. Durante el viaje, Carmen miraba con admiración a Nataniel, como si
fuera
una pequeña fanática que había ido a conocer cara a cara a su ídolo.

No pudo evitar preguntarle:

—Nataniel, ¿quién eres en realidad?


Nataniel respondió con tranquilidad:
—Soy Nataniel Cruz, tu cuñado. ¿Quién más podría ser?

—Me refiero a que, ¿tienes algún secreto que no nos estás contando? ¿Por
qué
te trataron con tanto respeto el Alcalde y el General? —preguntó Carmen.

··························································································································· ®
Él respondió con calma:

—Cuando era un soldado, le salvé la vida al General. Siempre me ha


protegido
desde que me ve como su salvador. El resto de ellos se comportan de la
misma
manera por el General.

Carmen no le creyó del todo. Sospechó que Nataniel debía ser una figura
importante. Sin embargo, su explicación sonaba completamente creíble, así
que no tuvo otra opción más que creerle. De inmediato le preguntó algo más
relevante:

—Nataniel, tú eres el que me salvó en el Club Índigo la vez pasada, ¿no es


así?
Nataniel continuó concentrándose en manejar y le respondió calmado:
—No.

Carmen se quedó sin palabras. Sus observaciones e intuición le dijeron que


fue
Nataniel el héroe que la salvó el otro día. Pero él lo negó. Ella resopló.

—Nataniel, no lo admitirás, ¿cierto? En definitiva encontraré la evidencia


para
que ya no puedas negarlo.

Nataniel estaba un poco entretenido y le respondió:

—Para empezar, permíteme reiterarte que no fui el que te salvó. En segunda,


ya
que el hombre que te salvó no dejó ni su nombre ni sus detalles de contacto,
eso muestra que fue algo insignificante para él. Tal vez tiene esposa e hijos,
así
que deja de desperdiciar tus esfuerzos en tratar de hallarlo. —Carmen abrió
la
boca para seguir argumentando con Nataniel cuando se percató que habían
llegado. Nataniel estacionó el auto y le recordó mientras descendían—: Oh,
sí.
No le digas a Peni y al resto sobre lo que pasó hoy en el Club Azul. No quiero
que se preocupen.

«Todo lo sucedido en el Club Azul hoy de hecho fue un poco sorprendente.


Además, ¡murieron algunas personas también!».

Ella asintió.

239
··························································································································· ®
—Está bien, guardaré tu secreto esta vez y en verdad no diré una palabra
sobre
ello.

Nataniel frunció el ceño. Fue un poco extraño que ella dijera que sería su
secreto.

Era la hora de la cena cuando llegaron a casa.


Peni y la familia estaban esperando que Nataniel y Carmen llegaran para
cenar.

Peni se acercó a ellos y ayudó a Nataniel con su abrigo mientras lo reprendía


con suavidad:

—Vaya, ¿de verdad se divirtieron tanto como para regresar apenas?


Nataniel sonrió.

—Me enteré de pronto de que el profesor Vásquez llegó esta tarde a la Ciudad
Fortaleza, así que lo fuimos a recoger de inmediato. Nos tomó la mitad del
día.

Peni le preguntó sorprendida:

—¿Te refieres al profesor Vásquez de la facultad de investigación donde


trabaja
Carmen?

Nataniel asintió.

—Sí, nos hemos estado preparando para arreglar la compañía de


manufactura
de medicina, ¿verdad? Planeo obtener los derechos de distribución de la
vacuna
contra el cáncer de hígado del profesor. Sería el mejor momento para
discutirlo
con él.

Peni se sorprendió y tartamudeó:

—¿Podemos obtener la distribución del profesor Vásquez? Me preocupa que


nuestra compañía no sea lo suficientemente fuerte. Y tampoco tenemos el
dinero para comprar esa distribución.

Nataniel sonrió.

—El éxito está dentro del esfuerzo de uno. Lo sabremos en dos días cuando
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te
lleve a conocer al profesor Vásquez. En cuanto a los recursos económicos,
mientras tengamos buenos proyectos en nuestras manos, muchos jefes
estarán dispuestos a invertir en nosotros. Por lo tanto, no tienes que
preocuparte demasiado por eso.

Peni se inspiró y asintió.

—0h sí, prepararé toda la información estos dos días. Para entonces, jle
haremos una visita al profesor para intentarlo!

Si esto fuera el pasado, Carmen en definitiva se burlaría de Nataniel por sus

nobles sueños. Sin embargo, solo se quedó parada y fulminó con la mirada a
Peni con envidia.

Oteamklay md

«¡Nataniel en serio consiente a Peni! Él pudo haber conseguido la


distribución
por sí mismo con facilidad pero todavía la está animando a que lo pruebe
solo
para que pueda recibir la distribución en su propio nombre. ¿Así es como se
ve
consentir a alguien hasta el final?».

Al día siguiente, las noticias sobre la aparición del profesor Vásquez en


Fortaleza comenzaron a esparcirse. Muchos jefes de compañías
farmacéuticas
corrieron a la casa a visitar al profesor en un intento de obtener la
distribución
de la vacuna contra el cáncer de hígado.

Pero ya había un grupo de soldados protegiendo el alojamiento temporal del


profesor Vásquez. Todos aquellos que fueron a visitarlo fueron recibidos por
armas. Aunque nadie conoció al profesor con éxito, tampoco los defraudó.

El profesor Vásquez anunció que invitaba a todos los jefes y representantes


de
empresas farmacéuticas a una fiesta de cóctel en el Palacio Celestial la noche
siguiente.

Al mismo tiempo, anunciaría al distribuidor de su vacuna contra el cáncer de


hígado. Sólo había 200 invitados a dicha fiesta y era Jonás Mancilla quien
estaba encargado de decidir sobre la lista de invitados.

El momento en el que Peni recibió las noticias, de inmediato presentó una


··························································································································· ®
solicitud como directora ejecutiva del Grupo Cruz.

Pero para el final del día, no había recibido ninguna respuesta ni siquiera
una
invitación a la fiesta de cóctel. Peni jadeó.

«Supongo que para el profesor Vásquez, el Grupo Cruz ni siquiera estaba


calificado para asistir a esta fiesta, qué más por ofrecer para la distribución.
Parece que Nataniel y yo no tenemos más esperanzas de obtener los
derechos
de distribución de la vacuna».

Estaba tan decepcionada que dejó la oficina y se fue a casa.

Estaba esperando junto a la acera a que Nataniel la recogiera cuando un


Bentley negro se detuvo de repente frente a ella. La ventana bajó y reveló a
un
hombre de unos treinta años que se parecía un poco a Silvia Lemes.

Era el hermano de Silvia, Genaro Lemes, el nuevo director ejecutivo de


Farmacéutica Ángeles.

Genaro fulminó con la mirada a Peni y le sonrió.


—Hola, señorita Sosa.

Peni lo miró a la defensiva.

Oteamklay md

—¿Puedo ayudarte?

Genaro siguió sonriendo y le dijo:

—No se preocupe, señorita Sosa, vengo con buenas intenciones. Le debo


agradecer. No hubiera logrado ser director ejecutivo si usted no hubiera
enviado a mi hermana a la cárcel.

Peni respondió con frialdad:

—Tu hermana se la buscó, nadie tuvo nada qué ver en eso.

Genaro continuó sonriéndole.

Él miró con avaricia su voluptuoso pecho y dijo:

—Escuché que el Grupo Cruz quiere hacerle una oferta a la distribución de la


vacuna. Aunque también escuché que ni siquiera recibieron una invitación
··························································································································· ®
del

profesor Vásquez.

Peni se preguntó cómo es que Genaro se había enterado, pero aun así le
respondió con tranquilidad:

—Creo que esto no te concierne.


Genaro seguía rebosante de alegría.

—La Farmacéutica Ángeles es considerada la líder de la manufactura en


medicina del Sur. Tengo dos invitaciones del profesor, te podría dar una.

Peni estaba sorprendida pero de inmediato se tranquilizó.

—No tengo ningún tipo de conexión con los Lemes. De hecho, somos de
alguna
forma enemigos por tu hermana. Dime qué tienes en mente para que me des
esa invitación.

Genaro sonrió:

—SÍ que eres inteligente como para saber que nada es gratis en este mundo.
Como ya dije, gracias por quitar a mi hermana de en medio, finalmente pude
ser
director ejecutivo de Farmacéutica Ángeles. Además, no te odio del todo. Al
contrario, siempre he guardado un lugar para ti, señorita Sosa. Me intrigaba
cada que escuchaba a mi hermana hablar sobre tu vida privada. Todo este
tiempo, he querido saber si eres tan buena en la cama como mi hermana
decía.
Así que, pasa una noche conmigo y te daré una de las invitaciones. ¿No crees
que es un buen trato?

Peni estaba tan ofendida que su rostro se tornó blanco.

Oteamklay md

—Genaro Lemes, tu hermana inventó todo eso y ahora lo está pagando caro.
Espero que aprendas a respetarme tú también.

En ese momento, Nataniel llegó con su »BMW m760li.


Miró a Peni y luego a Genaro en el Bentley mientras fruncía el ceño.
—Peni, ¿qué está pasando?

Genaro le pidió a su conductor que se fueran cuando vio llegar a Nataniel.


Antes de irse dijo:

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—La fiesta es mañana en la noche. Avísame cuando cambies de parecer.
Peni entró al auto de Nataniel con el rostro pálido.

Nataniel le preguntó con calma:

—¿Qué sucedió?

Peni nunca le había ocultado nada a Nataniel, siempre le decía todo lo que
ocurría. Nataniel resopló.

—Los Lemes están cansados de vivir, ¿cierto?

Peni dijo de inmediato:

—Nataniel, son una familia muy poderosa y la Farmacéutica Ángeles vale


más
de veinte billones. Silvia fue capturada y enviada a la cárcel solo porque
ofendió
a la señorita Izquierdo. No podemos permitirnos ofender a los Lemes, así
que
solo ignorémoslos.

Nataniel lo ignoró y llamó a Tomás.

—Dile a los Lemes que Genaro debe disculparse de rodillas con nosotros en
los
siguientes tres días. Sino, pueden decirle adiós a sus días de gloria.

Peni miró a Nataniel sin esperanza.


Era el esposo perfecto, sobre todo cuando se trataba de protegerla.

Sin embargo, a veces podía ser realmente dominante. Esta vez, ¿en realidad
quería que Genaro Lemes se disculpara con él de rodillas dentro de tres días?

A pesar de sentirse conmovida, estaba más preocupada de que Nataniel


enfureciera a Genaro. Rápidamente cambió de tema.

—0h sí, el profesor Vásquez se niega a recibir a muchos invitados. Sin


embargo,
ha decidido celebrar una fiesta de cóctel de negocios mañana por la noche y
ha

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invitado a muchas empresas farmacéuticas establecidas. También anunciará


mañana el distribuidor de la vacuna. No tenemos experiencia en la
fabricación
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de medicamentos en el Grupo Cruz y realmente no somos tan fuertes como
Genaro y el resto de la competencia. Por eso ni siquiera recibimos una
invitación. Supongo que ese es el final de nuestro viaje en lo que respecta a la
distribución.

Nataniel sonrió y dijo:

—¿La fiesta del profesor? Iremos directamente mañana. No necesitamos


ninguna invitación.

Peni estaba boquiabierta.


—¿Cómo podemos ir sin una invitación? Sólo nos echarían.

—¿Cómo sería posible eso? Es un gran honor para él que aparezcamos en su


fiesta de cóctel —dijo Nataniel sonriendo.

Peni no pudo evitar ponerle los ojos en blanco a Nataniel.

—¡Qué poco sensible eres! Hay tantos peces gordos y corporaciones


extranjeras que asistirán mañana a la función. No somos nada a sus ojos, ¿y

nos llamas invitados de honor?

Nataniel solo sonrió sin explicarle más.

Al día siguiente al anochecer.

A pedido de Nataniel, Peni vestía un elegante vestido blanco y un collar de


diamantes rosas él le regaló. Ella miró su hermoso reflejo en el espejo y
también a Nataniel quien tenía una sonrisa en su rostro. No pudo evitar
preguntarle con suavidad:

—Nataniel, ¿de verdad iremos a la fiesta de cóctel del profesor Vásquez?


—¡Por supuesto! —dijo y sonrió.

Peni le preguntó preocupada:

—¿Cómo entraremos sin ninguna invitación?

Nataniel le respondió con confianza:

—¿Qué invitación? No te preocupes, seguro que podremos entrar.

Nataniel y Peni se dirigieron hacia el lugar para asistir a la fiesta de cóctel. El

profesor Vásquez decidió tener la fiesta en el nivel superior del edificio, en el


Palacio Celestial.
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Oteamklay md

En realidad, había once soldados armados en la entrada para admitir a los


invitados que tenían una tarjeta de invitación con ellos. Resultó que César
Díaz
estuvo a cargo de la seguridad del profesor Vásquez durante todo este
tiempo.
César también había organizado la presencia de más de treinta soldados en
el
lugar para garantizar el orden y la seguridad durante la noche.

Un teniente subalterno estaba revisando sombríamente las tarjetas de


invitación de los invitados. Se giró hacia una pareja bien vestida y les dijo:

—Su invitación está bien, por favor entren.

Peni no pudo evitar volverse hacia Nataniel cuando vio lo estrictos que eran.
Ella susurró:

—Nataniel, no esperaba que hubiera fuerzas especiales aquí para mantener


el
orden en la fiesta del profesor Vásquez. No vamos a poder entrar sin una
invitación.

Una voz burlona se escuchó detrás de ella.

—Ja, ja, y aquí estaba pensando que la señorita Sosa se había encontrado
una
invitación cuando no me buscó anoche. ¿Quién hubiera pensado que estabas
planeando chocar la puerta?

Nataniel y Peni voltearon las cabezas para ver a Genaro Lemes detrás de
ellos.
Genaro vestía un impecable Dior con un par de guardaespaldas detrás de
él. Luego sacó dos tarjetas de invitación recubiertas de oro y se jactó
triunfalmente:

—Señorita Sosa, ya que no puede ingresar sin una invitación, ¿se arrepiente
de
su decisión ahora?

—¿Qué invitación? Nosotros no necesitamos una —le dijo mientras lo


miraba.
Genaro resopló.

—¿No necesitan una? ¡Eso es porque planean colarse al lugar! ¡Que no los
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atrapen estos soldados!

Peni se puso un poco nerviosa. Genaro soltó una carcajada cuando dio un
paso
adelante y entregó una de las tarjetas de invitación para que el teniente
subalterno verificara.

Luego dijo con alegría:

—Estoy aquí para la fiesta del profesor Vásquez, y también soy uno de los
invitados de honor que está compitiendo por la distribución de la vacuna.

Oteamklay md

El teniente subalterno miró el nombre de la invitación antes de decir sin


expresión alguna:

—Lo siento, pero su invitación ha sido cancelada.

—¿Qué dijiste? —preguntó Genaro con los ojos abiertos como platos.
Rápidamente le dio la otra invitación—: ¿Qué hay de ésta?

El teniente subalterno echó un vistazo a la otra tarjeta y continuó


respondiendo
con frialdad:

—Lo siento, pero las dos invitaciones que se enviaron a los Lemes han sido
canceladas.

Genaro gritó en voz alta.

—¿Como puede ser esto posible?

El teniente subalterno habló con frialdad:

—Nada es imposible. El profesor Vásquez descubrió hoy que los Lemes no


han
sido personas amables a pesar de su fortuna. Esto va en contra de sus
principios cuando creó esta vacuna contra el cáncer para beneficiar a la
humanidad. Por lo tanto, el profesor me ha ordenado personalmente que
cancele la invitación de los Lemes a la fiesta. ¡Váyase ahora, señor!

Todos a su alrededor no pudieron evitar empezar a charlar sobre las malas


acciones de los Lemes y cómo finalmente habían recibido su lección esa
noche.

Avergonzado, Genaro le gritó al teniente subalterno:


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—¡Eso no es posible! Soy el director ejecutivo de Farmacéutica Ángeles,
Genaro
Lemes, y el profesor Vásquez me había enviado la invitación personalmente.

¡Será mejor que me dejes entrar ahora mismo!

Y de pronto, los diez guardias junto al teniente subalterno levantaron sus


rifles
automáticos calibre 95 al mismo tiempo y apuntaron a Genaro y su grupo.

El teniente subalterno dijo entonces sin comprender.


—Esta es mi primera advertencia. Váyase ahora.

Gotas frías de sudor comenzaron a aparecer en la frente de Genaro. En el


fondo, sabía que tenía que rendirse.

Si no fuera por todos los rostros famosos que lo rodeaban, junto con Nataniel
y
Peni mirándolo de cerca, habría huido con miedo antes.

Oteamklay md

Pero tenía que aguantar un poco más en orden para preservar su reputación.
«De todos modos, esta fue solo la primera advertencia. En general, solo
tomarían medidas si tres advertencias no funcionaban, por lo que no había
nada que temer».

Luego reunió el coraje para interrogar al subteniente:

—¿De qué departamento eres? ¿Quieres que le ponga una queja al


Gobernador y
los meta a todos en problemas?

Tan pronto terminó de hablar el subteniente lo golpeó en el rostro con su


arma.
Genaro profirió un grito antes de caer al suelo con el rostro ensangrentado.

No fue sino hasta ese momento que preguntó:

—¿Qué está pasando? ¿No toman acción solo después de la tercera


advertencia?

¡ClaclEra el sonido de una pistola amartillando. El subteniente apuntó con


su
arma a Genaro quien estaba en el suelo.

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—Esta es su última oportunidad. ¿Se va a ir de aquí?

Genaro estaba tan asustado que se orinó en los pantalones y respondió de


inmediato:

—Está bien, me iré ahora. Pero no dispares...

Con el apoyo de sus hombres, se marchó atropelladamente.

Cuando pasó a Nataniel y a Peni, miró a Nataniel sonreírle a ella y decir:

—Muyy bien, entremos.

Genaro se detuvo y vio a ambos con total incredulidad.

«Ni siquiera pude entrar con una invitación en la mano, ¡incluso me


corrieron de
mala gana! Y aquí están ellos pensando en entrar sin una invitación.

¡Seguramente los ejecutarán en el lugarl!».

Con ese pensamiento, Genero decidió no irse todavía. Se aferró a su herida


de
la frente y les sonrió, esperando ansioso ver sus destinos.

Peni también se sorprendió cuando escuchó a Nataniel. Ella tarttamudeó:


—Na... Nataniel, no creo que esto funcione, ¿cierto?

Nataniel sonrió y dijo:

Oteamklay md

—¿Por qué no? Ya te he dicho que no necesitamos una invitación y lo digo en


serio. ¿No confías en mí?

Peni dijo con dificultad:

—Confío en ti pero...

—No hay pero que valga. Vamos, entremos —Nataniel sonrió.

Peni no objetó y simplemente lo siguió dócilmente.

Se aferró al brazo de Nataniel con fuerza y cerraba sus ojos mientras


caminaban juntos hacia la entrada. Genaro, junto con todos los invitados ahí,

los miraban a ambos de cerca.


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El momento en el que Nataniel y Peni llegaron a la entrada, el subteniente y
los
otros soldados les abrieron camino de inmediato.

Todos ellos los saludaron de una manera militar.


—¡Bienvenidos a la fiesta, señor y señora Cruz!
«¿Qué?».

Genaro y el resto de los invitados quedaron atónitos.

Sin embargo, este sería solo el inicio para los Lemes si Genaro no suplicaba
perdón de rodillas como se le indicó.

Nataniel y Peni entraron en el lugar de la fiesta decorado a detalle. Bajo los


reflectores, había una torre de exquisita champaña y una banda en vivo que
tocaba música tranquila.

Muchos hombres y mujeres bien vestidos hablaban entre ellos en grupos


pequeños con copas de vino en las manos.

Todos estaban muy curiosos de saber quién sería eventualmente el


distribuidor
de la vacuna contra el cáncer de hígado. Cada uno de ellos había presentado
sus propuestas para obtener de sus manos la distribución de esta vacuna.

Todos habían asumido que, en definitiva, el profesor Vásquez tomaría


ventaja
de la situación, permitiendo que las ofertas se elevaran y elevaran antes de
elegir por fin la mejor oferta para convertirse en el distribuidor.

Sin embargo, nadie esperaba que eligiera una ciudad sureña tan común
como
Ciudad Fortaleza para celebrar una fiesta de cóctel y hacer el anuncio.

La mayoría de las empresas no lo veían venir, por lo tanto, los que asistieron
esa noche fueron en su mayoría compañías locales y menos compañías

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extranjeras. De estas compañías locales, había más empresas sureñas que


norteñas.

De todos los representantes de los grupos del Sur, el más destacado de todos
tendría que ser Sonia Robles. Esa noche, estaba vestida con un vestido de
cóctel color vino y se veía tan deliciosa como una rosa floreciente. Había
muchos otros jefes y directores ejecutivos rodeándola con impaciencia esa
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tarde.

Peni la había visto desde lejos en el momento en que entró en el lugar y


parecía
preocupada de inmediato. Nataniel notó el cambio en su expresión y le
preguntó con curiosidad:

—¿La conoces?
Peni respondió en voz baja:

SÍ, es la hija de los Robles, que es una de las Cuatro del Sur. Es Sonia Robles,
directora ejecutiva de la Farmacéutica Carey.

Tres años atrás, Peni había asistido a un evento de recaudación para la


caridad
en nombre de su familia y Sonia también estuvo allí.

Esa noche, Sonia donó ocho millones y los otros jefes donaron menos de eso
a
propósito para no robarle el foco.

Sin embargo, Peni no fue lo suficientemente inteligente y donó diez millones


según las instrucciones de su abuelo. Su acción involuntaria había ofendido a
Sonia en el acto.

Sonia ya había estado celosa de la belleza de Peni. Ahora que había donado
más dinero que ella, lo vio como un desaire total y un intento directo de
arrebatarle el protagonismo.

Por lo tanto, en la sesión de fotos de grupo, Sonia se negó a tomarse una foto
con Peni, e incluso pidió al organizador del evento que la echara del lugar.

Sonia era de la familia Robles que ejercía la mayor influencia en el sur. El


organizador no se atrevió a ofenderla y de inmediato despidió a Peni. Esa
noche, Peni fue expulsada del lugar desarreglada. Sonia incluso se había
burlado de ella.

—Sólo eres una madre soltera sin valor. ¿Quién eres tú para pelear conmigo
frente a los medios? ¡Piérdete!

Los ojos de Nataniel se tornaron fríos al escuchar sobre el pasado entre Peni
y
Sonia. Al mismo tiempo, Sonia también había notado la presencia de ellos
dos.

Oteamklay md

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No había forma de evitarlo, ya que Nataniel era demasiado guapo y Peni era
increíblemente hermosa. Esta pareja de aspecto brillante estaba muy por
encima de los demás en el cóctel y sería difícil no notarlos.

Cuando Sonia vio a Nataniel, un destello de odio brilló en sus ojos. Gerardo
Robles era su hermano. Nataniel Cruz lo había asesinado y ella nunca le
perdonaría esa amarga disputa contra su familia.

Sin embargo, su principal objetivo en este viaje no era vengar la muerte de su


hermano, sino luchar por los derechos de distribución de la vacuna.

Esa era la diferencia entre los Robles y los Zulueta. Los Robles eran más
racionales y se enfocaban más en los beneficios financieros. Para los Robles,
la
venganza no era tan importante como obtener la distribución que los haría
ganar grandes billetes.

Por el contrario, los Zulueta sintieron que la venganza era más importante
que
hacer dinero. Por eso, luego de que enviaran los cuerpos de Jorge y Gerardo
a
sus respectivas familias, los Robles mandaron de inmediato a Sonia para
pelear
por los derechos de distribución de la vacuna, mientras que los Zulueta
llamaron a todos sus seguidores para ir a asesinar a Nataniel Cruz.

Sin embargo, Sonia no pudo evitar hablar con frialdad cuando vio al asesino
de
su hermano:

—Así que tú eres Nataniel Cruz.

En ese preciso momento, todos los ojos cayeron en Nataniel.

Nataniel respondió con una actitud fría:

—Claro que sí.

Sonia dijo:

—Los Robles siempre nos vengamos. Será mejor que tengas cuidado.

Nataniel sonrió.

—Dijiste lo mismo que yo les diría a los Robles. ¿Qué más puedo decir?

Sonia no esperaba que Nataniel fuera tan salvaje. Había matado a su


··························································································································· ®
hermano

y estaba a punto de decirle a los Robles que tuvieran cuidado. ¿Quién más en
el
mundo podía ser tan arrogante como ese tipo?

Sonia sintió que su pecho se agitaba con violencia, pero siguió reprimiendo
sus
emociones. Su principal misión esa noche no era deshacerse de Nataniel
Cruz.

Su mirada se posó en la mujer que estaba a su lado. Apenas pudo ocultar los
celos en su mirada al contemplar su belleza.

Oteamklay md

—Nos conocemos, ¿verdad?

Penélope dijo en voz baja:

—Soy una persona común y corriente. ¿Cómo iba a conocerla, señorita


Robles?
Sonia suspiró.

—Deja de fingir porque tengo una excelente memoria. Tu llamaste la


atención
en mi lugar en el evento para reunir fondos para la caridad de hace tres años.
Recuerdo cómo te eché del evento durante la sesión de fotos.

Penélope se mordió el labio.

—No esperaba que todavía se acordara de eso, señorita Robles.

Sonia soltó una risita.

—Ninguna mujer del Sur puede llamar la atención más que yo y mucho
menos
una zorra como tú. Solo con verte me dan ganas de vomitar.

Nataniel se puso furioso de inmediato al oír cómo Sonia insultaba a Penélope


sin parar, así que levantó la mano y le propinó a Sonia una fuerte bofetada.

¡Zas! Fue una bofetada violenta, ya que al instante le sacó sangre de la


comisura de los labios y le arruinó el maquillaje. Incluso transformó su
delicado
peinado en un desorden que parecía un nido de pájaros.

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—¿Cómo te atreves a pegarme?

Agarrándose la mejilla en llamas, Sonia miró a Nataniel con incredulidad.


Sus
guardaespaldas y el resto de los invitados se quedaron boquiabiertos.
«¿Cómo
se atreve alguien a golpear a la señorita Robles?». Incluso Penélope estaba
petrificada. Nataniel había abofeteado a la señorita Sonia Robles por su
culpa.

Por otro lado, Nataniel estaba completamente calmado y le dijo a Sonia con
indiferencia:

—Tú te lo buscaste con lo que dijiste, ¿verdad?

Sonia, tan egoísta, no podía sentirse peor después de la bofetada de Nataniel


en público. Cuando por fin recuperó la compostura, rugió como un león
herido.

—¡Me pegó! ¿Cómo se atreve a pegarme? ¡Guardias, golpeen a este imbécil


hasta matarlo!

Los guardaespaldas que se encontraban detrás de ella reaccionaron de


repente
y golpearon con rabia a Nataniel. En ese momento, un anciano gritó con
furia:

Oteamklay md

—¡Alto!

Enseguida, todos vieron al profesor Vásquez, que iba escoltado por Raquel
Vásquez, Jonás Mancilla, Carmen Tovar y algunas otras personas. También
había otra docena de guardias armados detrás de él, todos en estado de
alerta
para protegerlo.

Cuando Sonia vio al profesor Vásquez, gritó en voz alta como si viera un rayo
de esperanza.

—Profesor Vásquez, llegó justo a tiempo. El marido de esta z*rra se atrevió a


pegarme. Ayúdeme a hacer algo.

Penélope se apresuró a decir con ansiedad:


—No, no fue así. Hay un malentendido.
Sonia se burló de ella.

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—¿Crees que fue un malentendido cuando le pediste a tu marido que me
golpeara?

Penélope estaba muy preocupada pero no encontraba las palabras para


defenderse. Lo único que pudo hacer fue dejar que las lágrimas aparecieran
en
sus ojos.

Entonces, el profesor Vásquez dijo con calma:

—¿Cómo quiere que arregle esto, señorita Robles?

Sonia señaló a Nataniel y lo amenazó.

—Quiero que este sinvergilenza se arrodille y me pida perdón mientras le doy


diez bofetadas. Por último, quiero que los dos se larguen de aquí, ¡y que no
estén en la fiesta!

Muchos invitados negaron con la cabeza mientras veían a Nataniel y a


Penélope con pena. ¡Una bofetada impulsiva a la señorita Robles se pagaba

diez veces más caro!

Penélope también bajó la cara de inmediato. Ya había sido humillada por


Sonia
Robles hacía tres años e iba a ser humillada junto con su marido una vez
más.

El profesor Vásquez inclinó la cabeza ante Sonia antes de darles


instrucciones
a sus guardias.

—¡Agarren a Sonia Robles, denle diez bofetadas antes de echarla y no dejen


que
ponga un pie en mi fiesta después de eso!

Oteamklay md

«¡¿Qué?l». Todos se quedaron boquiabiertos ante las palabras del profesor


Vásquez.

Sonia chilló:

—Vásquez, ¿me estás tomando el pelo? ¡Soy Sonia Robles, de la familia


Robles,
la presidente de Farmacéutica Carey! Deberías darle una lección a esa
maldita
··························································································································· ®
pareja, no a mí.

El profesor Vásquez rugió enfadado:

—¡Cállate la boca! El señor y la señora Cruz son mis invitados de honor esta
noche; ¡cómo te atreves a ser tan grosera con ellos! ¡Golpéenla!

Tras su orden, los soldados del Ejército del Norte entraron en acción.
Algunos
de ellos sujetaron a los guardaespaldas de Sonia, mientras que dos de ellos la
sujetaron a ella. A continuación, uno de los soldados levantó la mano y
comenzó a darle fuertes bofetadas en la cara.

Esos soldados eran todos súbditos de Nataniel. Para ellos, era como un dios
de
la guerra. Tenían ganas de darle una lección a Sonia desde la última vez que
había sido grosera con Penélope y con Nataniel. Por eso el soldado no se
contuvo en absoluto y la abofeteó sin piedad. En unos momentos, su cara
estaba muy hinchada y tenía el rostro manchado de sangre.

Poco después, expulsaron a Sonia y a sus hombres de allí. Los invitados


restantes no podían creer lo que veían, no esperaban que el profesor Vásquez
castigara a Sonia con tanta severidad ni creían que de verdad la fuera a echar
de la fiesta. Al fin y al cabo, ella seguía siendo parte de la familia Robles y eso
le
daba derecho a un cierto estatus en el Sur. Un estatus que el profesor había
ignorado por completo.

Por otra parte, haber echado a Sonia significaba un oponente menos para el
resto de los invitados en la fiesta. Se sintieron aliviados y felices con eso.

Tomando el micrófono, el profesor Vásquez sonrió mientras decía:

—Señor y señora Cruz, mis queridos invitados, ofrezco mis disculpas


sinceras
por el desafortunado incidente.

Después de eso, anunció el comienzo oficial de la fiesta de esa noche. A


continuación, el alcalde de Ciudad Fortaleza y varios otros médicos notables
subieron al escenario para pronunciar sus discursos.

Al terminar el último discurso, sonó un estruendoso aplauso que animó el

ambiente. Entonces, el profesor Vásquez anunció que el Instituto de


Investigaciones Médicas Aurora le iba a ceder a Farmacéutica Cruz, una filial
de

··························································································································· ®
Oteamklay md

Grupo Cruz, los derechos de distribución de la vacuna contra el cáncer de


hígado que habían investigado.

En el momento en que esas palabras salieron de sus labios, todos los


presentes se quedaron boquiabiertos, incluso Penélope se quedó atónita.
Farmacéutica Cruz era la nueva empresa farmacéutica subvencionada por
Grupo Cruz.

En comparación con todas las demás empresas importantes presentes,


Grupo
Cruz era tal vez la más insignificante de todas, por lo tanto, eso significaba
que
Farmacéutica Cruz era también el competidor más débil.

Aunque Penélope había puesto todo su empeño en la preparación de la


propuesta, no esperaba conseguir los derechos de distribución de la vacuna.

Nataniel le dio un codazo a Penélope para que saliera de su asombro y le


dijo:
—Penélope, deja de soñar. ¿No vas a subir al escenario para dar un discurso?

Recuperando la compostura, subió al escenario y estrechó la mano del


profesor. Agarro el micrófono y apenas pudo contener su emoción al decir:

—Gracias. Gracias por creer y confiar en nosotros, profesor Vásquez. Le doy


mi
palabra de que Farmacéutica Cruz hará lo correcto con esta vacuna. No
defraudaremos a la sociedad.

Cuando terminó su breve discurso, las demás personas de la sala volvieron


en
sí. Se escuchó un murmullo, ya que algunos representantes estaban bastante
insatisfechos con el anuncio del profesor. No podían comprender lo que
estaba
sucediendo. «¿Cómo es posible que el derecho de distribución de la vacuna
se
lo entreguen a alguien tan insignificante como Penélope Sosa?»

—Es evidente que su empresa es inferior a la nuestra; ¿por qué le cedieron a


ella
los derechos de la vacuna?

—¡SÍ, así es! Nuestra empresa es mucho más grande que la suya y tenemos
más fondos. ¡Nuestro capital es al menos tres veces mayor que el de ella!

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—¡Nuestra empresa farmacéutica es la más grande de Ciudad Fortaleza! Ella
ni
siquiera tiene una planta de producción; ¿qué derecho tiene para conseguir
la
vacuna?

—¡Eso es! Profesor Vásquez, ¿no se está precipitando en su decisión?


Mientras todos seguían gritando y protestando, el profesor Vásquez hizo un

gesto para pedir silencio. Una vez que la sala volvió a estar en silencio,
explicó
con calma:

Oteamklay md

—Estoy seguro de que todos ustedes saben que le retiré mi invitación al


presidente Genaro Lemes de la Farmacéutica Ángeles por su
comportamiento
indecente. Y como acaban de ver ustedes mismos, también descarté a la
presidente Sonia Robles de Farmacéutica Carey. Por estos dos incidentes,
algunos de ustedes ya sabrán que valoro la decencia de la gente por encima
de
todo. La capacidad de una empresa siempre estará en segundo lugar para mí.

El profesor hizo una pausa y miró a Penélope antes de continuar con una
sonrisa:

—El señor Cruz es un querido amigo que siempre ha apoyado mis


investigaciones. En cuanto a la señorita Sosa, sé qué clase de persona es y es
más que fiable. Confío y creo en ambos con todo mi corazón, por eso decidí
cederles los derechos. Espero que todos ustedes lo entiendan.

Aunque muchos de los empresarios presentes seguían sin estar contentos


con
la decisión del profesor, realmente no tenían otra opción que aceptarla.

Mientras Penélope se alegraba por obtener los derechos de la vacuna,


alguien
más se retorcía de furia: esa persona era Sonia Robles. A Sonia le acababan
de
curar las heridas. Aunque no estaba demasiado malherida, sus mejillas
seguían
bastante hinchadas. Sus rasgos, que siempre lucían hermosos y delicados,
habían desaparecido, dejando en su lugar una cara de cerdo hinchada. En
ese
momento estaba gritando como una loca, maldiciendo a Nataniel Cruz, a
Penélope Sosa y a Noé Vásquez. Con voz temblorosa de rabia y odio, ordenó:
··························································································································· ®
—Caín, haz que la familia envíe algunos hombres. Quiero matar a esa
maldita
pareja, Cruz y Sosa, además de darle una lección a Vásquez.

Caín era uno de los subordinados más leales de Sonia. Era un hombre de
más
de cuarenta años, de carácter firme. Habló de manera calmada para
tranquilizar
a Sonia.

—Señora Sonia, por favor, cálmese. Creo que no es necesario decírselo a la


familia todavía.

Sonia gritó furiosa:

—Mi hermoso rostro ahora parece el de un maldito cerdo, ¡¿cómo puede


decirme que me calme?!

—Cruz y Sosa son personas horribles, sí, pero pronto estarán muertos. No
tiene
sentido alterarse tanto por ellos —respondió Caín con respeto.

Una mirada confusa apareció en el rostro de la mujer.

—¿Qué quieres decir?

Oteamklay md

Con una sonrisa maquiavélica, respondió:

—Señorita Sonia, ¿recuerda la amenaza de la familia Zulueta? Están


reuniendo a
todos sus seguidores en Ciudad Fortaleza para matar a Cruz y a su familia.

Ante sus palabras, los ojos de Sonia se iluminaron.

—¡Lo había olvidado por completo! Se supone que el hijo mayor de Carlos
Zulueta, Federico, llega mañana a Ciudad Fortaleza con todos sus hombres.

—¡Exacto! Por eso dije que el matrimonio Cruz pronto estará muerto. No hay
necesidad de hacer nada.

Asintió despacio con la cabeza.

—Según las últimas noticias, Vásquez le entregó los derechos de la vacuna a


esa p*rra, Penélope Sosa. Bien, esperaré a que la familia Zulueta los mate
··························································································································· ®
antes
de tener una pequeña charla con el profesor. Esa vacuna es mía.

Haciendo una ligera reverencia, Caín murmuró:

—Sabia elección, señorita Sonia.

Sonia gruñó con sed de venganza de Alfredo:

—Me muero por ver cómo Federico Zulueta asesina a toda la familia Cruz.

Mientras tanto, en el aeropuerto de Alameda, varios »Mercedes Benz


negros atravesaron las puertas del aeropuerto antes de detenerse en la pista.

—¡Rápido! ¡Rápido!

Los autos se detuvieron y varios hombres con trajes negros salieron de ellos
como un enjambre de hormigas. En unos momentos, cientos de hombres se
reunieron en dos filas ordenadas.

Del auto que ¡ba al frente, un Mercedes Benz S600L , salió un hombre de
mediana edad, alto y con muy buena condición física. El hombre tenía rasgos
finos y ojos penetrantes. Era el hijo mayor de Carlos Zulueta y padre de
Jorge
Zulueta, Federico Zulueta.

Un anciano delgado y de aspecto sospechoso apareció junto a Federico. En


tono respetuoso, dijo:

—Señor, el avión con destino a Ciudad Fortaleza está listo.

Asintiendo, Federico preguntó con indiferencia:

Oteamklay md

—Arturo, ¿se han reunido todos nuestros hombres en Ciudad Fortaleza?


Una amplia sonrisa apareció en los labios de Arturo mientras respondía:

Sí, señor. Miles de seguidores de la familia Zulueta ya están en Ciudad


Fortaleza. Están esperando su llegada y sus instrucciones para vengarse.

Satisfecho, Federico ordenó:

—Suban al avión. Es hora de matar a Nataniel Cruz y vengar a mi hijo.

248-1

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Después de que el profesor Vásquez y Penélope
firmaran el acuerdo, la vacuna contra el cáncer de
hígado se le entregó de manera oficial a

Farmacéutica Cruz. Una vez hecho esto, ella subió al


escenario para pronunciar un discurso en el que
expresaba su gratitud por la confianza del profesor.
Prometió hacer todo lo posible para beneficiar a la
sociedad con esta vacuna e incluso dio la bienvenida
a los expertos en el campo de la medicina para que la
vigilaran.

Desde abajo del escenario, Nataniel miraba a


Penélope con una sonrisa en los labios. Le encantaba
verla sonreír así, su rostro se iluminaba y parecía diez
años más joven, estaba tan radiante y hermosa como
un ángel en la Tierra.

César, que había aparecido en silencio a su lado,


susurró:

—Señor, la señora parece muy feliz.

Nataniel le respondió:

—Ella y Reyna han pasado por muchas cosas estos


últimos años. Quiero que sea tan feliz como lo es
ahora por el resto de su vida.

Cambiando de tema, César informó:

—Acabo de recibir la noticia de que Carlos Zulueta


convocó a todos los seguidores de la familia Zulueta
para reunirse en Ciudad Fortaleza. Están aquí para
vengarse de lo que le hizo a Jorge.
—¿Venganza? —preguntó Nataniel con indiferencia.
—Sí. Los Zulueta juraron matar a toda su familia.

El rostro de Nataniel se ensombreció al instante al


mencionar a su familia.

—Tontos, descarados y pretenciosos. El plazo de un


mes que les di para retirarse está a punto de
acabarse. Ya que insisten en tirar sus vidas por la
borda, los complaceré. Que sufran las consecuencias
de sus actos.

··························································································································· ®
—Señor, tengo algo más que informarle.
—i¡Dilo!

—Tiene que ver con Franco Aragón. Su equipo asistirá


mañana a una ceremonia de entrega de premios de
sus tenientes coroneles y espera que usted pueda
asistir. Dice que su equipo lo idolatra a usted y
siempre han querido conocerlo en persona. Si tiene
tiempo para asistir a la ceremonia, estoy seguro de
que las tropas se sentirán honradas y animadas.

—Por supuesto que apoyaré a Franco. Es del Ejército


del Norte, lo que lo convierte en uno de los nuestros.
Además, no importa la división, los tenientes
coroneles siempre serán el pilar del ejército. Dile que
estaré allí —dijo Nataniel.
Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de César.

—¡Ja, ja, ja! Cuando Franco se entere de esto, seguro


que se pondrá muy contento.

Nataniel se apresuró a recordarle al otro hombre:

—Recuerda que no quiero que se conozca mi


identidad, lo que significa que en la ceremonia solo

puede estar nuestra gente. Asegúrate de que no


inviten a nadie de fuera.

—Si, señor. Se lo haré saber a Franco.

Al día siguiente, la noticia de que Grupo Cruz había


obtenido derechos de distribución de la vacuna hizo
que las acciones de la empresa se dispararan. En
cuanto Penélope llegó a su oficina, se puso a trabajar

para preparar la producción y distribución de la


vacuna.

En los últimos días, Carmen había descubierto


bastantes secretos sobre el hombre con el que se
había casado su prima. Sin embargo, cuanto más
descubría, más sentía que había algo más, por lo
tanto, su admiración y curiosidad por Nataniel
aumentaban.

Por la mañana, se acercó a Nataniel y le preguntó:


··························································································································· ®
—Nataniel, Penélope me ha dicho que me
lleves a conocer la ciudad. ¿Estás libre hoy?

—Estoy ocupado. Tengo que asistir a una ceremonia


más tarde —respondió Nataniel con suavidad.

Incapaz de ocultar su decepción, ella suplicó:

—¿Qué ceremonia? ¿Puedes llevarme? Me aburro


mucho aquí en casa de la tía Leandra.

Él se negó al instante, diciendo:

—No puedes venir a esta función; no es adecuado


que te lleve.

Eso solo sirvió para aumentar la curiosidad de


Carmen. «¿De qué se trata esa ceremonia tan
misteriosa?

Al notar que él parecía decidido a no dejarla ir con él,


sus ojos se movieron hacia arriba mientras
reflexionaba. Varios segundos después, una sonrisa
malévola apareció en sus labios.

—Si no me llevas contigo, me voy a aburrir en casa.


Mirándola con un poco de recelo, le preguntó:

EN?

—Y si me aburro, podría hablar con la tía Leandra. Si

por casualidad le cuento todos tus secretos, ¿crees


que va a hacer un escándalo?

El rostro de Nataniel se puso serio.

—¿Me estás amenazando?

Invencible 249-1

Carmen contuvo la risa mientras respondía con un


tono inocente:

—Por supuesto que no. Es que hoy me siento muy


aburrida. Llévame contigo.
··························································································································· ®
Los dos se quedaron mirando, ninguno de los dos
estaba dispuesto a ceder. Para la frustración de
Nataniel, la mujer no le tenía ni un poco de miedo.
Por fin, cedió:

—Bien, tú lo pediste. No vengas a llorarme cuando te


arrepientas de tu decisión.

Las palabras del hombre la tenían un poco inquieta,


pero su curiosidad pudo con ella. Fingió valentía y
dijo:

—No tengo miedo, ni que fueras una mala persona.

Nataniel no sabía si reír o llorar ante la declaración de


la mujer.

Al salir de la casa, subieron al viejo Volkswagen Polo.


En el momento en que el auto salió del vecindario de
Jardín Ribera, dos vehículos lo siguieron desde lejos.
Uno era una motocicleta discreta y el otro era un
Lexus.

Mirando por el espejo retrovisor, Nataniel observó


que los dos vehículos los seguían. Sus labios
mostraron una sonrisa de satisfacción. Al notar la
mirada divertida en su rostro, Carmen preguntó con
curiosidad:
—¿Qué pada?

—Alguien nos está siguiendo. Y de dos facciones


diferentes —respondió él con indiferencia.

En tono de pánico, ella preguntó:

—¿Quién es? ¿Es la familia Zulueta y la familia Robles


que están aquí por venganza?

—Es posible. ¿Tienes miedo? ¿Quieres que te deje en


el cruce más adelante?

El corazón de Carmen latía en su pecho con furia


mientras la adrenalina recorría su cuerpo. Estaba
nerviosa, pero al mismo tiempo, sentía que eso era
bastante emocionante. Sacudiendo la cabeza, se
negó.
··························································································································· ®
—No. Contigo cerca, no tengo miedo de nada.

Nataniel sonrió con ironía. ¿Quién iba a decir que su


cuñada confiaba tanto en él? En realidad, no se
equivocaba. Los dos vehículos que le seguían
pertenecían a dos facciones diferentes.

Al motociclista lo había enviado Genaro Lemes.


Después de que le negaron la entrada a la fiesta la
noche anterior y lo humillaran delante de todo el
mundo, el odio hacia Nataniel y Penélope brotó en él.
Ese día había enviado al motociclista para matar a
Nataniel.

Al Lexus, en cambio, lo había enviado Federico


Zulueta. En ese momento, Federico ya había llegado
a Ciudad Fortaleza. Había solicitado información en
tiempo real sobre el paradero de Nataniel para que
fuera más fácil planear sus movimientos.

El Polo condujo por la carretera, dejando poco a poco


la ciudad y adentrándose en el campo. Por fin, se
acercaron a una base militar secreta escondida en
lejos en el campo. Desde el exterior, la base parecía
mucho una fábrica abandonada, con altos muros y
puertas bien cerradas. Sin embargo, cuando Nataniel
se acercó con el auto, las puertas se abrieron
despacio para permitirles la entrada. Una vez que
entraron, las puertas se cerraron tras ellos y todo
volvió a quedar en silencio.

Al darse cuenta de que Nataniel había entrado en una


fábrica que parecía abandonada, los dos vehículos
que lo seguían se dieron la vuelta al instante. Tenían
que informarles a sus respectivos jefes sobre la
ubicación actual de Nataniel.

En las fuentes termales de Monte Nova, la sala


estaba abarrotada con más de tres mil hombres.
Todos esos hombres pertenecían al Clan del Sur, eran
distintos jefes y maleantes. Con tantos hombres
violentos reunidos en un espacio tan pequeño, la
atmósfera que los rodeaba se sentía tensa y pesada.
Justo cuando aumentó la tensión, Federico Zulueta
apareció con varios de sus hombres.

··························································································································· ®
—¡El gran jefe está aquí!
Toda la sala estalló en fuertes aplausos y gritos
antes de calmarse poco a poco. Todas las miradas
de la sala se centraron en Federico. Con un tono
arrogante, dijo:

—Recibí noticias de que Cruz entró a una fábrica


abandonada en el campo. ¡Vengan conmigo! Lo
vamos a capturar y todos ustedes tendrán una
oportunidad de desquitar su furia con él. Quiero que
tenga una muerte horrible y agónica.

Tres mil voces rugieron:


—¡Sí, señor!
Con eso, los hombres se amontonaron en sus

vehículos y la enorme caravana avanzó hacia el


campo, todos con un solo destino en mente.

Invencible 250-1

En la base militar secreta, la ceremonia de entrega de


premios estaba en curso. En el campo de
entrenamiento, veinte mil soldados con equipo de
combate completo estaban de pie en filas ordenadas.
Junto a ellos había tanques, autos blindados y otros
vehículos de combate. En los hangares cercanos,
estaban estacionados varios helicópteros militares y
aviones de combate.

En ese momento, todos esos soldados observaban


con entusiasmo los procedimientos en el escenario.
La razón de su incesante atención era Nataniel Cruz.
Al fin y al cabo, no todos los días aparecía ante sus
ojos el mismísimo General del Ejército del Norte, alias
el Ares del Norte. Era el ídolo de muchos soldados y
todos se asombraron al verlo asistir a la ceremonia.
El hombre demostraba admiración y respeto al
entregarles las insignias a los tenientes coroneles.

Vestido con ropa informal, Nataniel pronunció un


breve discurso:

—Compañeros, es un honor ser un soldado de País C.


Nunca olviden su deber y vayan siempre adelante
soportando el peso de su responsabilidad. Protejan a
su país con todo el corazón y, si es necesario, con la
··························································································································· ®
vida.

Franco, César y los veinte mil hombres respondieron


a sus palabras con un fuerte rugido.

De pie bajo el escenario, Carmen miraba a


Nataniel con una mirada de asombro. No había forma
de describir lo que sentía en ese instante.

«¿De verdad es solo un soldado retirado? ¿Por qué


los otros soldados parecen fans con su ídolo?
¡Incluso parece que es incluso más impresionante
que el General Aragón!»

Mientras ella se perdía en sus pensamientos,


Nataniel bajaba del escenario. César, Franco y los
demás oficiales de mayor rango caminaban junto a
él. Franco le preguntó de manera amable:

—¿Quieres comer con los hombres antes de irte?


Antes de que Nataniel pudiera responder, un
centinela apareció de repente en el recinto. Corrió
hacia el grupo de altos mandos, gritando al acercarse
a ellos:

—ilnforme, señor!

Furioso por la interrupción, Franco gritó:

—¿Qué es todo esto?

El centinela saludó y dijo en voz alta:

—Señor, hay un gran número de vehículos afuera de


las puertas con miles de hombres. Parece que

intentan invadir nuestra base.

Asombrado, Franco repitió incrédulo:


—¿Hay miles de hombres afuera amenazando las
puertas de nuestro recinto?

Nataniel intervino:

—Me siguieron cuando venía hacia aquí. Si estoy en


lo cierto, esos hombres de fuera son tal vez de la
familia Zulueta. Están aquí para vengarse de mí.
··························································································································· ®
—¡La familia Zulueta debe tener ganas de morir!
Movilicen a los equipos Alfa y Beta para capturar a
todos esos idiotas. ¡Es una orden! —gritó Franco.
Sus subordinados salieron de inmediato a cumplir
sus órdenes. Apenas habían dado dos pasos cuando
Nataniel gritó:

—¡Esperen! No salgan. Dejen que entren.

Franco tardó unos segundos en comprender lo que


quería decir el otro hombre. Una sonrisa malvada
apareció en sus labios mientras asentía.

—Sí, déjenlos entrar. Podremos ocuparnos de ellos


una vez que hayamos cortado su ruta de escape.

Dirigiéndose al centinela, ordenó:

—Dígales a los guardias en turno que se retiren y


dejen entrar a esos hombres.

—¡Sí, señor!
En la amplia zona frente a las puertas de la base,
había varios cientos de vehículos estacionados. Entre
ellos, había una variedad de autos caros como BMW,
Bentley y Mercedes Benz. Incluso había algunos
microbuses repartidos por toda la zona.

Tres mil hombres de aspecto despiadado salieron de


sus autos con miradas sedientas de sangre. En sus
manos brillaban todo tipo de armas: cuchillos, tubos
de metal e incluso pistolas. Federico apareció a la
cabeza del grupo de hombres. Estrechando los ojos
al ver las puertas cerradas de la fábrica
«abandonada», le preguntó al hombre que estaba a
su lado:

—Arturo, ¿estás seguro de que Cruz está escondido


ahí dentro ahora mismo?

Arturo asintió con la cabeza.

—Sí, está ahí dentro.

—¿Qué fábrica es?

··························································································································· ®
Arturo vio su teléfono y sonrió al responder:

—El mapa dice que esto era una farmacéutica. Sin


embargo, la abandonaron hace más de una década.

Arrugando las cejas, Federico murmuró:

—¿Una farmacéutica abandonada? ¿Qué demonios


hace Cruz aquí?
—Los Cruz adquirieron recientemente los derechos
de distribución de la vacuna contra el cáncer de
hígado del profesor Vásquez. Supongo que Cruz está
aquí para ver el lugar y ver si es adecuado para su
fábrica.

Federico suspiró y comentó:

—No es adecuado para una fábrica, pero para una


tumba es más que perfecto.

Agitando la mano, gritó:

—¡Adelante, muchachos! ¡Tráiganme a Cruz, vivo!


Quiero hacerlo sufrir antes de que muera por lo que le
hizo a mi hijo.

Invencible 251-1

¡Bang! Abrieron las puertas a la fuerza y los tres mil


hombres tomaron el lugar. Federico avanzó entre la
multitud de hombres, con un paso tranquilo mientras
se agolpaban a su alrededor. Después de todo, no
había forma de que Cruz escapara de la muerte ese
día.

Lanzando gritos de guerra que helaban la sangre, los


hombres entraron al recinto. De repente, la primera
fila de hombres que lideraba el batallón se detuvo sin
previo aviso, ya que los gritos de guerra que habían
lanzado cesaron.

La segunda fila de hombres empujó a sus


compañeros, preguntándose qué estaba pasando.

—Eh, ¿qué pasa? ¿Por qué se detienen? Muévanse.

Pasaron por delante de la primera fila, pero se


··························································································································· ®
detuvieron en seco ante el espectáculo que tenían
delante. Respiraron hondo y se congelaron en el sitio
con miedo.

Federico se quedó perplejo ante las acciones de sus


hombres. ¿Qué había pasado para que se quedaran
allí, quietos como una estatua y callados como un
ratón?

—¡Muévanse, muévanse! ¿Qué pasa ahí? Déjenme ver.

Abriéndose camino entre sus hombres, caminó hasta


el frente. Cuando vio lo que tenía a sus
hombres congelados como un ciervo asustado, se
quedó boquiabierto. Se quedó perplejo mientras
miraba con asombro.

Varias filas de soldados con el equipo de combate


completo estaban de pie ante ellos. A su alrededor,
podía ver tanques y vehículos blindados. Más atrás,
incluso podía ver helicópteros militares y aviones de
combate. Habían entrado en una base militar secreta.

La voz de Franco retumbó con fuerza:


—¡A sus puestos, hombres!

Al instante, los soldados rompieron filas y tuvieron a


Federico y a sus hombres rodeados en unos
momentos.

¡Clic!El fuerte chasquido de las innumerables armas


que se cargaban sonó mientras los cañones
apuntaban directo a los hombres de Federico. No
solo eso, los tanques y vehículos blindados también
rugieron, los cañones oscilaron para apuntar hacia
ellos también.

—¡Ríndanse de inmediato! Cualquiera que se resista o


huya será fusilado.

Cuando la poderosa voz de Franco volvió a sonar,


Federico y sus hombres volvieron en sí. Se
apresuraron a arrojar sus armas al suelo, levantando
las manos en señal de rendición. La desesperación
se reflejaba en el rostro de Federico, que miraba a
Franco con las manos levantadas en señal de
rendición. Tenía un sabor amargo en la boca
··························································································································· ®
mientras gritaba:

—General Aragón, esto es un malentendido.


Nataniel se acercó con César y Franco detrás.

—¿Malentendido? Creo que no. Escuché claro algo


sobre capturarme vivo para hacerme sufrir antes de
morir.

La voz de Federico tembló mientras explicaba con


debilidad:

—Solo estábamos bromeando.

—Pero yo lo tomé en serio —respondió Nataniel en


seco —. Ejecuten a Federico Zulueta de inmediato. En
cuanto al resto, métanlos en una prisión militar. A ver
si los trabajos forzados les hacen ver el error de sus
actos.

A su orden, dos soldados se adelantaron para


arrastrar a Federico. Volviéndose hacia Franco, que
era una especie de conocido, Federico suplicó:

—¡General Aragón, por favor! Perdóneme.


Franco lo ignoró y lo interrumpió:

—El general Cruz ya le dio muchas oportunidades a la


familia Zulueta. Su familia no solo le echó en cara su
misericordia una y otra vez, sino que sus ofensas
fueron cada vez peores. Te sugiero que seas mejor
persona en tu próxima vida.
Ante sus palabras, todo el cuerpo de Federico
empezó a temblar con violencia. Con una voz llena de
incredulidad, murmuró:

—General Cruz...

—¡Así es! Este es mi benefactor, Nataniel Cruz,


también conocido como el General del Ejército del
Norte. ¿Ahora entiendes la gravedad de tus
crímenes?

Las rodillas de Federico se debilitaron mientras se


desplomaba en las garras de los soldados. La
desesperación y la impotencia se reflejaban en su
rostro mientras miraba fijo a Nataniel.
··························································································································· ®
—Imposible, eso es imposible.

Haciendo un gesto a los dos soldados, Franco


ordenó:

—¡Llévenselo!

Arrastraron a Federico con rapidez. Varios segundos


después, sonó la fuerte explosión de un disparo, que
significó el fin de Federico Zulueta.

Carmen tenía los ojos muy abiertos mientras trataba


de asimilar lo sucedido. Su delicado rostro estaba
enrojecido por la desesperación y su corazón latía
con furia en su caja torácica mientras fijaba su
mirada en Nataniel. Una pequeña voz dentro de su
cabeza gritaba: «Mi cuñado es el General del Ejército
del Norte. ¡Mi cuñado es el General del Ejército del
Norte! Oh, Dios mío, ¡eso es tan increíble y genial!»

Invencible 252-1

Con la muerte de Federico, los rostros de sus


hombres se volvieron grises al darse cuenta de su
futuro sombrío. Todos ellos eran de la mafia y habían
violado la ley inúmeras veces.

Esta vez, su detención implicaría varios años de


cárcel, como mínimo. Algunos de los hombres,
tendrían que estar encarcelados más de diez años y,
lo que es peor, los iban a enviar a una prisión militar,
en lugar de una prisión ordinaria. Sin embargo, fue un
acto misericordioso en comparación con lo que
podrían haber sufrido. Al fin y al cabo, habían
irrumpido en una base militar e intentado atacar al
General del Ejército del Norte.

Justo cuando Franco ordenó a sus hombres que


acorralaran a los criminales, otro grupo de invitados
no deseados llegó a las puertas de la base. No era
otro que Genaro Lemes y un grupo de delincuentes.

Después de haber sido humillado en la fiesta, había


utilizado una pequeña fortuna para contratar a varios
delincuentes para matar a Cruz por lo que había
hecho. Ese mismo día, había enviado a uno de sus
··························································································································· ®
hombres a seguir a Cruz para saber a dónde iba.
Cuando supo que el hombre estaba en una
«farmacéutica abandonada», llevó a varios bandidos
con él.

Su ayudante, Gilberto Lovera, se quedó mirando los


cientos de autos estacionados ante las puertas.
Incapaz de contener su asombro, exclamó:

—Señor, ¿por qué hay tantos autos aquí en medio de


la nada? Solo es una fábrica abandonada.

Genaro sonrió y respondió:

—Son los autos del heredero de la familia Zulueta,


Federico Zulueta, y de sus diversos seguidores. He
oído que la familia Zulueta convocó a todos sus
seguidores en Ciudad Fortaleza y que el mismo
Federico los lidera para vengarse de Cruz. Con todos
estos autos, estoy seguro de que están ahí dentro
ahora mismo, dándole una paliza a Cruz.

Gilberto parpadeó sorprendido antes de afirmar:

—Si la familia Zulueta ya está aquí para vengarse de


Cruz, ¿qué hacemos aquí? Más vale que volvamos y
esperemos noticias de su muerte.

Sacudiendo la cabeza, Genaro gruñó:

—No. ¿Dónde está la satisfacción de vengarse si no


soy yo quien lo hace? Además, los Lemes son
amigos de los Zulueta. Deberíamos ir nosotros
también. Tal vez el señor Zulueta esté dispuesto a
dejar que me enfrente a Cruz antes de matarlo.

Y agitando la mano, ordenó:

—Vamos a entrar antes de que Cruz muera.

Enseguida, el grupo de hombres se apresuró a entrar


en la base. Genaro avanzó gritando:

—¡Señor Zulueta, Señor Zulueta! ¿Ya está muerto el


imbécil de Cruz? Si no lo está, ¡déjeme ir por él!

En el amplio campo de entrenamiento, los soldados


··························································································································· ®
estaban reuniendo en orden a los hombres de la
familia Zulueta. Cuando oyeron los gritos de Genaro,
voltearon al mismo tiempo. Al darse cuenta de que
algo no iba bien, Genaro y su grupo de bandidos
dieron la vuelta y se detuvieron de golpe, mirando con
los ojos muy abiertos la escena que tenían delante.
«Esto es una base militar secreta».

Al ver cómo decenas de soldados parecían reunir a


los hombres de la familia Zulueta como si fueran
ganado, a Genaro casi se le doblan las piernas. Hizo
un gran esfuerzo para no caer de rodillas. Con un
rostro que pálido, se dio la vuelta dispuesto a huir.
Por desgracia, para él ya era demasiado tarde. Dos
equipos de soldados ya se habían apresurado a
rodearlo a él y a sus hombres, reteniéndolos a punta
de pistola.

Más lejos, dos helicópteros blindados se elevaron en


el aire, haciendo que los que habían querido escapar
lo pensaran mejor. Después de todo, cualquiera que
intentara huir tendría que correr de un helicóptero.
Incluso si lograban esa milagrosa hazaña, también
tendrían que ser más rápidos que las ametralladoras
de alta velocidad de los helicópteros.

Mientras Genaro y sus hombres levantaban las


manos para rendirse, él dijo con voz temblorosa:

—Señores, parece que hay un malentendido. Creímos


que era una fábrica abandonada y vinimos a
divertirnos, eso es todo.

Invencible 253-1

En ese momento llegó Nataniel con Franco, César y


Carmen.

—¡Otra vez tú!

La voz de Nataniel era fría al ver a Genaro. Al ver


cómo los distintos comandantes y coroneles se
colocaban detrás de Nataniel con respeto, Genaro se
quedó completamente boquiabierto y tartamudeó:

—¿Quién eres?

··························································································································· ®
—No eres digno de conocer mi verdadera identidad.
Volviéndose hacia los soldados, Nataniel ordenó:
—¡Arréstenlos a todos! Al igual que los demás,
llévenlos a la prisión militar para que realicen trabajos
forzados.

Cayendo de rodillas ante el otro hombre, Genaro


comenzó a suplicar con dolor y con lágrimas
cayendo por su rostro:

—Señor Cruz, sé que me equivoqué. Me arrodillo ante


usted y le pido clemencia. Por favor, deme una

oportunidad.

La voz de Nataniel era dura cuando respondió:

—La última vez, cuando fuiste grosero con mi esposa,


ya te había dado la oportunidad de disculparte. La
culpa es tuya por no aprovechar la oportunidad que se te dio.

Hizo una pausa y su voz se endureció aún más al


continuar:

—Estás aquí hoy porque planeabas matarme. Si


estuviera a merced de ti y de Federico Zulueta, ¿me
habrías dejado ir?

Genaro hizo un gesto de duda, pero fue incapaz de


dar una respuesta concreta. La verdad era que había
gritado que se había ensañado con Cruz y que lo
quería muerto. No había forma de negarlo.

No queriendo perder más tiempo con el hombre,


Nataniel hizo un gesto para que los soldados los
capturaran a todos. La más absoluta desesperación
se hizo evidente en el rostro de Genaro. Para un
hombre mimado y consentido como él, ir a la cárcel
sería un destino peor que la muerte.

Nataniel le indicó a Franco que se ocupara de los dos


grupos de hombres, recordándole que debía ser
discreto. No quería que se descubriera su verdadera
identidad, ya que no quería perturbar la pacífica vida
de su familia.

Con un fuerte saludo, Franco respondió:


··························································································································· ®
—¡Sí, señor! Me encargaré de todo aquí, no te

preocupes. No expondré su identidad ni permitiré que


le ocurra ningún problema a su familia.

Al fin, las cosas terminaron. Nataniel y Carmen se


volvieron a subir al Polo y dejaron atrás la base.
César y la Élite 8 los siguieron en sus Jeep, sirviendo
de protección en caso de que ocurriera algo más.

Desde el momento en que subieron al auto, los ojos


de Carmen se centraron en Nataniel y permanecieron
allí. La mirada emocionada y de admiración de esos
ojos era tal como la de una fanática mirando a su
ídolo.

Incapaz de soportar su mirada, Nataniel refunfuñó:

—¿Por qué sigues mirándome? Deja de hacerlo. Mira


hacia adelante si tienes que mirar algo.

Riendo, Carmen se negó:


—No. Quiero mirarte a ti.
—¿Qué me ves? —preguntó exasperado.

Una amplia sonrisa apareció en sus labios mientras


decía:

—¡Mucho! Cuanto más te miro, más siento que eres


varonil, no te pareces en nada a esos jóvenes
famosos de hoy en día. ¡Son tan afeminados
comparados contigo! No me extraña que el médico
del hospital dijera que el hombre que me salvó era
muy guapo.

Él rechazó todo de inmediato:

—Deja de intentar engañarme con palabras. No soy el


hombre que te salvó aquel día.
Como no esperaba que fuera tan cauteloso, ella dijo:

—¿Sigues negándolo? Bien. Algún día encontraré


pruebas concretas, ¡espera!

En ese mismo momento, en una sala VIP de la Clínica


Cosmética Dalila, Sonia se sometía a un tratamiento
de belleza cuando Caín se apresuró a entrar en la
··························································································································· ®
habitación. En voz baja, susurró:

—Señora Sonia, le tengo una noticia.

Sonia hizo un gesto para que la esteticista saliera de


la sala y preguntó:

—¿Por fin los Zulueta mataron a los Cruz?


Inclinando la cabeza, murmuró:

—Los Cruz están bien, pero Federico Zulueta está


muerto.

Sonia, que estaba acostada en la camilla con una


máscara en la cara, se incorporó como un rayo. La
máscara se le resbaló de la cara y cayó al suelo.
Ignoró la máscara y fijó su mirada en Caín. En tono de
sorpresa, preguntó:

—¿Qué pasó?
Sonriendo con amargura, aclaró:

—Se dice que Federico Zulueta cometió un costoso


error. Llevó a sus más de tres mil hombres e irrumpió
en la base militar secreta de Ciudad Fortaleza. En ese
momento, había más de veinte mil soldados allí, ya
que estaban celebrando una ceremonia de entrega de
premios. Por irrumpir en una base militar, Zulueta fue
ejecutado en el acto. El resto de sus hombres eran
todos notorios delincuentes de la mafia y fueron
todos detenidos y enviados a prisión.

Sin palabras ante lo que escuchó, pasaron varios


latidos antes de que la mujer pudiera hablar.

—¡Qué idiota! ¡Cómo pudo Federico ser tan


descuidado como para cometer un error tan garrafal!

—Señorita Sonia, ahora que Federico Zulueta está


muerto y todos sus hombres capturados, la familia
Zulueta se verá muy afectada por esta enorme
pérdida. Parece que nuestro plan de esperar a que
mataran a Cruz ha sido un fracaso total.

Burlándose, murmuró enfadada:

—¡Qué inútiles! Parece que tendré que ensuciarme las


··························································································································· ®
manos si quiero que Cruz y su mujer mueran.

Invencible 254-1

En la casa de la familia Zulueta, cuando Carlos


Zulueta se enteró de la muerte de su hijo y de la
detención de miles de seguidores de la familia, se
desmayó enseguida. Después de despertarse, dio un
profundo suspiro.

—El poder de nuestra familia proviene de estos


seguidores que controlan la mafia de todas las
ciudades del Sur. Con Federico muerto e
innumerables hombres capturados, la familia Zulueta
se dirige a la ruina.

Adrián Zulueta, su segundo hijo, lo tranquilizó:

—Papá, la familia Zulueta aún nos tiene a mí y a ti.


Mientras sigamos vivos, la familia estará bien.

Sintiéndose reconfortado, Carlos miró a los ojos de


su hijo y le dijo:

—Mi cuerpo ya no es el de antes. Ahora que tu


hermano murió, tienes que hacerte cargo de los
asuntos de la familia al menos un tiempo.

—Por supuesto, papá. Descansa un poco. Primero


voy a organizar los funerales de Federico y Jorge
antes de vengarlos.

Asintiendo despacio con la cabeza, el anciano le


recordó:

—Ten cuidado. La familia Zulueta no puede permitirse


más problemas.

Adrián salió de la habitación de su padre y


cerró la puerta con suavidad. Dirigiéndose a su
subordinado, le ordenó:

—Reúne a todos los mejores combatientes que


tenemos para que se dirijan a Ciudad Fortaleza
conmigo. Quiero reunirme con Sonia Robles, de la
familia Robles. Con los dos trabajando juntos, no hay
forma de que ese bastardo, Nataniel Cruz, pueda
··························································································································· ®
sobrevivir.

—¡Sí, señor!

Cuando Carmen y Nataniel llegaron al Jardín Ribera,


ya era de noche. Al entrar a la casa, se dieron cuenta
de que la sala estaba llena de gente. Era la familia
Sosa que había venido de visita. Alfredo había llevado
a Samuel, a Pablo y a los demás. Penélope tenía una
mirada incómoda mientras decía:

—Abuelo, tío Samuel, tío Pablo, al Grupo Cruz no le


faltan fondos en este momento. Me temo que no
puedo acceder a su petición de comprar nuestras
acciones a precios más bajos.

Cuando Nataniel escuchó las palabras de Penélope,


su rostro se endureció al instante. Cada vez que ese
grupo de hombres llegaba, era siempre con malas
intenciones. O bien intentaban aprovecharse de la
situación, o bien iban a agravar las cosas.

Desde que se filtró la noticia de que el Grupo


Cruz había obtenido los derechos de distribución de
la vacuna, las acciones de la empresa no habían
dejado de aumentar cada día. Siendo así, ninguno de
los accionistas estaba dispuesto a vender, ya que
estaban obteniendo grandes beneficios.

Antes, los Sosa poseían el 48% de las acciones de la


empresa. Cuando la empresa tuvo algunas
dificultades, vendieron todas sus acciones sin
pensarlo dos veces. Ahora que los precios de las
acciones se han disparado, estaban demasiado
arrepentidos de haber tomado una decisión tan
precipitada. Era evidente que el objetivo principal de
la visita era conseguir que Penélope les vendiera las
acciones a un precio más bajo.

Al entrar a la sala, Nataniel dijo con un tono serio:


—¿Por qué estás aquí otra vez? Creí que ya te había
dicho que, si quieres las acciones del Grupo Cruz,
puedes comprarlas en la bolsa como todo el mundo.
Al darse cuenta de que Nataniel estaba en casa,
Alfredo y los suyos intercambiaron miradas
nerviosas. Sabían que sería difícil salirse con la suya
si él estaba cerca.
··························································································································· ®
Reyna se lanzó hacia su padre, gritando:

—¡Papá! ¡Tía Carmen!

Una sonrisa apareció en el rostro del hombre


mientras se agachaba para abrazar a su hija.

—¿Ya regresaste de la guardería? ¿Te portaste bien


hoy?

La niña se rio mientras respondía con alegría:

—¡Claro que sí! Mi profesor hasta me dio una


estrellita.

Acarició su cabeza y la elogió:

—¡Eso es genial!

Penélope, Benedicto y Leila también se le acercaron.


Todos estaban aliviados de verlo en casa. Los Sosa
habían usado como pretexto el hecho de ser
parientes para obligar a Penélope a hacer lo que ellos
querían. No dejaban de acusarla de ser egoísta por
guardarse los beneficios para sí misma. ¿Por qué no
podía compartir con su querida familia?

Por suerte, Nataniel había llegado a casa antes de


que ella se derrumbara y aceptara. Acercándose a él,
murmuró:

—Nataniel, abuelo...

Agitando la mano, él respondió:

—No tienes que explicarme nada, ya sé por qué están


aquí.

255-1

Reprendiendo a su familia a manera de llamar la


atención, Alfredo volteó para sonreírles a Nataniel y a
Penélope:

—Nataniel, Penélope, sus tíos han sido bastante poco


razonables en sus peticiones. Espero que no se lo
··························································································································· ®
tomen a pecho.

Nataniel le devolvió la mirada, preguntándose qué


pretendía esta vez el astuto y viejo zorro. Penélope se
apresuró a decir:

—Por supuesto que no. Solo me alegra que puedas


entender de dónde venimos.

—SÍ, SÍ.

Alfredo se rio y dijo:

—Por supuesto que lo entiendo.

Después, se levantó y se preparó para salir, sin


embargo, cuando llegó a la puerta principal, se
detuvo de golpe como si acabara de recordar algo.

Volteó a ver a Penélope y preguntó:

—Por cierto, oí que tu empresa farmacéutica quiere


construir una fábrica. ¿Es cierto?

Asintiendo con la cabeza, Penélope respondió:


—Sí. Por desgracia, aún no hemos encontrado un
lugar adecuado. O el precio es demasiado alto o el

lugar es demasiado pequeño.

Una sonrisa apareció en el rostro del anciano


mientras le hacía una oferta:

—Los Sosa compraron un terreno el año pasado en


Fénix; son más de cuatrocientas hectáreas. Ya
presentaron todos los documentos necesarios. Si
quieres ese terreno, te lo podemos vender.

Su cara se iluminó de alegría y exclamó sorprendida:

—¿Fénix? ¡Eso es perfecto! Abuelo, ¿por cuánto


estarías dispuesto a vendérmelo?

—Las otras parcelas que estabas mirando eran


bastante caras, ¿no?

—SÍ, la mayoría de ellos querían al menos mil


··························································································································· ®
quinientos millones y medio por una parcela bastante
pequeña.

Con una gran sonrisa, Alfredo dijo:

—Bueno, somos familia, así que no te lo voy a vender


a un precio tan alto. ¿Qué te parecen mil millones por
las más de cuatrocientas hectáreas?

—¿De verdad? ¡Eso sería estupendo! Mañana voy a ir


con los ejecutivos a echarle un vistazo al terreno. Si
todo está bien, ¡voy a firmar el contrato contigo al
momento!

—¡Bien!

La sonrisa no abandonó los labios de Alfredo


mientras los Sosa salían de la casa.

Al día siguiente, Penélope llevó con ella a un equipo


de ejecutivos que se dirigieron a los suburbios del
este para echarle un vistazo a la parcela de Fénix.

Como había dicho Alfredo, eran cuatrocientas


hectáreas de terreno plano. El entorno remoto lo
hacía más que adecuado para construir una fábrica.
Una vez comprobados los documentos necesarios y
al no poder encontrar un precio mejor, Penélope
estaba más que feliz de firmar un contrato con
Alfredo. Después de eso, transfirió instantáneamente
mil millones a la cuenta de la familia Sosa.

Por desgracia, el Grupo Cruz tuvo problemas varios


días después de cerrar el trato. La directora general,
Elena Mares, entró a la oficina de Penélope. Tenía
sudor en su frente mientras decía tartamudeando:

—¡Presidente Sosa, pasó algo malo! ¡Hubo un


problema con la parcela que les compramos a los
Sosa!

Asombrada, Penélope exclamó:

—¡Imposible! Aquel día examinamos a fondo el


terreno y todo parecía estar bien. Además, todos los
documentos necesarios ya estaban preparados y
archivados.
··························································································································· ®
—Los documentos sí estaban archivados, pero el
gobierno designó esa zona como reserva
ecológica hace dos años. No se nos permite
urbanizar ese terreno —explicó Elena.

El cuerpo de Penélope se estremeció mientras


balbuceaba:

—¿Qué?
La gerente, al borde de las lágrimas, respondió:

—Acabo de enterarme de que los Sosa fueron


engañados para comprar ese terreno por
ochocientos millones. Solo después de comprarlo se
dieron cuenta de que los habían estafado. Al no
poder desarrollarlo, lo dejaron allí.

Por un momento, el mundo giró a su alrededor. Su


abuelo sabía obviamente que el terreno no era
urbanizable, pero aun así se lo había vendido. Era un
intento deliberado de tenderle una trampa. «Mil
millones, a la basura».

Mientras ella se perdía en su desesperación, Nataniel


entró con un contenedor térmico.

Invencible 256-1

Nataniel, que había venido a entregarle el almuerzo a


Penélope, observó las miradas perplejas de las dos
mujeres. Frunciendo el ceño, preguntó:

—¿Qué pasa?
Arrojándose a sus brazos, Penélope sollozó:

—¡Nataniel, el abuelo nos engañó! El terreno que nos


vendieron es una reserva ecológica, por lo que no
podemos construir. Estamos condenados...

Comprendiendo por fin lo que ocurría, la consoló:

—No es de extrañar que otros vendan un terreno del


mismo tamaño por dos mil millones mientras él lo
vende a mil millones. ¡Él sabía que no se podía
construir! Está bien, voy a hablar con el alcalde. Quizá
pueda conseguir que lo cambie a un terreno normal,
··························································································································· ®
así podremos construir.

Sacudiendo la cabeza, dijo con lágrimas en los ojos:

—Es inútil. No es tan fácil cambiar la función del


terreno. El alcalde no va a estar de acuerdo.

—Deja que lo intente de todos modos. Nunca se sabe,


puede que las cosas funcionen. Espera buenas
noticias —afirmó con una sonrisa.

Dirigiéndose a su propia oficina, Nataniel marcó el


número del alcalde. Una vez que pudo enlazar la
llamada, interrogó a Rogelio acerca de esa parcela de
tierra en Fénix.

Aunque sentía una gran curiosidad por saber por qué


Nataniel se interesaba por un asunto tan
insignificante, Rogelio le respondió con respeto:

—Señor Cruz, antes había un magnate de los


negocios que quería invertir en Fénix, ya que quería
convertir el lugar en una atracción turística. Por ello,
designamos Fénix como reserva ecológica y después
descubrimos que la inversión era lavado de dinero de
ese hombre. Sin embargo, no había invertido su
dinero en el terreno de manera oficial y lo
descubrieron por fraude financiero, por eso, lo
condenaron a cadena perpetua. Poco después, el
asunto de convertir Fénix en una atracción turística
se olvidó. Por eso nunca se volvió a cambiar la
función del terreno.

Nataniel preguntó:

—Si Fénix ya no se desarrolla como atracción


turística, ¿es posible cambiarla de nuevo a suelo
urbanizable?

Con una carcajada, el alcalde respondió:

—¡Claro! En realidad, Fénix no es más que un lugar


con un nombre bonito, no hay potencial para
convertirlo en una atracción turística o se habría
hecho hace tiempo. Me pondré en
contacto con los departamentos correspondientes
para hacer el cambio. A fin de cuentas, el Grupo Cruz
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es una de las empresas locales de Ciudad Fortaleza.
Además, ha obtenido los derechos de distribución de
la vacuna. Estoy seguro de que su empresa será uno
de los mayores contribuyentes de Ciudad Fortaleza
en el futuro. Tenemos que cuidar de los nuestros.

—¡Entonces voy a dejar este asunto en sus manos,


señor! —respondió Nataniel con una leve carcajada.

Al colgar, no se apresuró a comunicarle a Penélope


las buenas noticias. Quería estar seguro de que todo
había salido bien y de que el terreno había vuelto a
ser urbanizable antes de decírselo. No quería que se
alegrara por nada.

Esa decisión de Nataniel era la razón por la que


Penélope había estado intranquila toda la mañana. Al
final, decidió ir a visitar a su abuelo por la tarde. Con
suerte, podría razonar con él y estaría dispuesto a

devolverle el dinero. Sabía que Nataniel era un


hombre dominante y propenso a la violencia cuando

se enfadaba, por eso no le contó sus intenciones. En


lugar de eso, fue sola a la casa de la familia Sosa.

En el salón de la casa de la familia Sosa, toda la


familia estaba charlando y riendo con alegría. La
razón de su buen humor era evidente: estaban
eufóricos por haberle vendido aquel terreno inútil a
Penélope.

Entre risas, Samuel dijo:

—El año pasado nos engañó Ramón para comprar


ese terreno por ochocientos millones. Descubrir que
era una reserva ecológica y que no se podía construir
fue una gran pérdida. Pensamos que ese dinero se
había desperdiciado. Papá, ¿quién iba a decir que te
las arreglarías para vendérselo a la tonta de
Penélope? Y además conseguimos un beneficio neto
de doscientos millones.

Pablo se rio:

—¡Ja, ja, ja! ¡Papá, eres increíble!

··························································································································· ®
Riendo, Maya también intervino:

—Claro que el abuelo es más inteligente que todos


nosotros. Pero esa z*rra, Penélope, es tonta en
verdad, en serio cree que la vemos como familia.
Como si fuéramos a venderle un buen terreno a tan
bajo precio. ¡Qué ingenua e ilusa!

Penélope, que había llegado justo a tiempo para


escuchar todo lo que habían dicho, se puso pálida
mientras la furia brillaba en sus ojos.

Exclamó:

—¡Esta vez fueron demasiado lejos!

Invencible 257-1

Ante el grito furioso de Penélope, los Sosa voltearon


a verla.

Al contrario de lo amigable y gentil que parecía días


atrás cuando le había vendido el terreno, el rostro de
Alfredo era ahora frío e indiferente. En tono
despreocupado, dijo:

—Penélope, ¿por qué no saludaste a tus mayores al


encontrarlos? Perdiste el control como una niña, ¡qué
falta de respeto!

Enfurecida, Penélope respondió:

—Abuelo, está claro que sabes que la parcela de


Fénix no se podía utilizar, así que ¿por qué me la
vendiste? ¿No me estás engañando al hacer esto?

—¿Por qué no se puede utilizar? No sé nada de eso —


respondió Alfredo encogiéndose de hombros.

—Ese terreno es una reserva ecológica y no se puede


urbanizar. No me digan que ninguno de ustedes sabe
de esto.

Parpadeando, el anciano respondió:

—¿Ah, sí? Sinceramente, no sé nada de eso.


Penélope se quedó sin palabras ante lo
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despreciables y desvergonzados que estaban siendo.

Incluso ahora, insistían en no saber la verdad sobre


aquella parcela.

Respirando profundo, se esforzó por contener su


furia. Se esforzó para calmarse lo más que pudo y
dijo:

—Abuelo, como ese terreno no puede ser


desarrollado, deseo cancelar de manera formal el
trato que hicimos. Te devolveremos el terreno y tú le
devolverás el dinero a nuestra empresa. ¿Qué te
parece?

En un instante, la expresión de Alfredo se


ensombreció.

—Un trato es un trato. Ahora no hay lugar para


arrepentimientos.

—Pero el terreno...

La cortó:

—Ese es tu problema. Yo solo me encargué de


venderte el terreno, nunca te di ninguna garantía de

que fuera un terreno urbanizable.

A Penélope se le saltaron las lágrimas y gritó


desesperada:

—¡Abuelo, me engañaste y lo sabías!


Harto de fingir, respondió burlándose:

—¿Y qué si lo hice? Los negocios son los negocios.


No puede haber sentimientos personales de por
medio, ni siquiera consideración por la familia.
Además, nunca me has caído bien. Yo quería algunas
Acciones de tu empresa, pero tú seguías rechazándolas. ¿Qué

hay de malo en que te engañe entonces? Si estás tan


indignada por ello, puedes intentar demandarme. Sin
embargo, te puedo asegurar que no ganarás un juicio
contra mí. ¡Ja, ja, ja!

··························································································································· ®
Todos los demás presentes estallaron en una
carcajada arrogante.

Samuel se burló:

—Oh, nuestra dulce y crédula Penélope. De verdad, no


puedes culparnos por lo que hicimos, solo puedes
culparte a ti misma por ser tan tonta. Por cierto,
ganamos doscientos millones con el trato, así que
tendremos una cena de celebración esta noche en el
Salón de Jade. ¿Te gustaría venir?

Los Sosa volvieron a reírse. Penélope temblaba de


rabia, impotente. No podía hacer nada más. Justo
cuando estaba a punto de huir humillada, una voz

familiar sonó desde fuera.

—Cariño, me preguntaba a dónde habías ido.


Penélope y los Sosa voltearon a ver de dónde venía la
voz. Mientras miraban, alguien atractivo entraba. Era
Nataniel. Al ver a su marido, la frustración y el dolor
que había estado conteniendo se desbordaron y se
lanzó a sus brazos.

—¡Nataniel! —gritó.

La calidez de su pecho la calmó y el dolor que


había sentido disminuyó un poco. La rodeó con sus
brazos y acarició su sedoso cabello mientras
murmuraba:

—¿Qué pasa?
—¡Me están acosando!

Se atragantó. Eso hizo estallar a los Sosa, que al


instante comenzaron a gritar que se trataba de un
trato consensuado y que era injusto llamarlo acoso.
Sonriendo, Nataniel comentó:

—Cariño, tienen razón. Lo que firmaste fue un


acuerdo comercial consensuado. Ya es demasiado
tarde para arrepentirse.

Encantado al oírle decir esas palabras, Alfredo se rio


mientras alardeaba:

··························································································································· ®
—¡Sí, exacto! Al menos uno de ustedes está siendo
comprensivo, Nataniel.

La cabeza de Penélope se levantó de golpe mientras


miraba sorprendida a Nataniel. Con voz temblorosa,
exigió:

—Nataniel, ¿por qué los defiendes?

Invencible 258-1

Con un ademán, Nataniel sacó una carpeta y se la


entregó a Penélope. Había una sonrisa en su rostro
cuando dijo:

—El alcalde consideró que la parcela de Fénix no


tiene potencial para ser una atracción turística y por
eso la cambiaron a suelo urbanizable hace un
momento. Mira, estos son los documentos
correspondientes.

Todos quedaron sorprendidos por sus palabras.


Penélope sintió que la alegría brotaba en su interior,
pero no se atrevió a esperar y tomó la carpeta.

—¿De verdad?

—Nunca te mentiría, Penélope —respondió Nataniel


con una cálida sonrisa.

Terminó de leer rápido todos los documentos.


Eufórica, dijo con lágrimas en los ojos:

—¡Oh, Dios mío! No estabas mintiendo. De verdad


podemos construir nuestra fábrica en Fénix. Gracias
a Dios.

Con la boca abierta, los Sosa se apresuraron a


rodearla, empujándose unos a otros mientras
intentaban leer los documentos por sí mismos. Una
vez que confirmaron que la parcela de Fénix se había
convertido en suelo urbanizable, se quedaron
estupefactos.

Si el terreno hubiera seguido siendo una reserva


ecológica, no habría tenido mucho valor desde el punto de vista económico.
Incluso
··························································································································· ®
vendiéndolo al bajo precio de quinientos millones, no
era redituable. Sin embargo, al designarse como
suelo urbanizable, se podía desarrollar y ¡valía como
mínimo dos mil millones! Habiéndolo vendido por mil
millones hace unos días, eso significaría que Alfredo
estaba sufriendo una pérdida neta de mil millones.

Los rostros de los Sosa se pusieron horribles al darse


cuenta de lo que habían dejado escapar. Estaban
más que arrepentidos en ese momento.

Decidido a detener la bala con los dientes, Alfredo


dijo:

—Penélope, ¿podríamos cancelar nuestro trato? Yo te


devuelvo el dinero y tú me devuelves el terreno.

Burlándose, Penélope no dudó ni un segundo en


negarse:

—¡No!

Rechazando con frialdad aquella petición irracional,


arrastró a Nataniel con ella mientras salía de allí. Las
miradas avergonzadas y a la vez furiosas de sus
rostros fueron demasiado satisfactorias para ella.

Al salir de la casa de la familia Sosa, regresaron al


Grupo Cruz. En el camino de vuelta, Penélope apenas
podía contener su alegría mientras le preguntaba a Nataniel:

—¿Cómo lo hiciste?
Sonriendo, él respondió:

—Solo le hice una llamada al alcalde. Él estaba más


que feliz de resolver este asunto.

Con los ojos muy abiertos, ella lo miró con


fascinación e incredulidad. Su voz titubeaba cuando
dijo:

—¡No puede ser! ¿Una llamada tuya y el alcalde ha


hecho todo esto? No cualquiera puede hacer esto,
¿sabes? ¿Hay algo que no me has contado?

—Es cierto que no cualquiera puede hacerlo. De


hecho, el alcalde lo hizo gracias a ti.
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Aún más confundida ahora, ella pronunció:
—¿Yo?
Riéndose, él asintió mientras respondía:

—Sí, tú. Como has obtenido los derechos de


distribución de la vacuna, tu empresa pronto será uno
de los mayores contribuyentes de Ciudad Fortaleza.
Por lo tanto, el alcalde tiene que velar por esa
empresa. Además, no tenía sentido mantener ese
terreno como reserva ecológica cuando no hay
potencial para que sea una atracción turística. Sería
mejor convertirlo en suelo urbanizable y construir una
fábrica en él. Así, al menos se saca algún provecho
del lugar.

Ante su explicación, una mirada de comprensión


apareció en su rostro. «¿Quién iba a decir que el
alcalde era tan considerado con las empresas
locales?»

Ella le lanzó una sonrisa deslumbrante mientras


decía:

—Bueno, el mérito de todo esto es tuyo. Si no fuera


porque te pusiste en contacto con el alcalde tan
rápido, este asunto no se habría resuelto tan fácil.

Tras llegar de nuevo a la empresa, Penélope se


apresuró a convocar una reunión con todos los
ejecutivos para darles la buena noticia. La nube
oscura que estaba sobre la empresa desapareció y
todos se alegraron.

Todos pensaban que la empresa estaba condenada


después del engaño al comprar un terreno inútil. En
un sorprendente giro de los acontecimientos, el
terreno se iba a convertir en uno de sus negocios
más rentables.

Cuando se supo que la empresa había comprado un


terreno de dos mil millones por solo mil millones, las
acciones de la empresa volvieron a dispararse. Una
vez resuelta la cuestión del terreno, era hora de
preparar la construcción de la fábrica farmacéutica.

··························································································································· ®
Invencible 259-1

Aquella noche, cuando la familia Cruz se sentó a


cenar, Benedicto sacó el tema del terreno de Fénix.
La preocupación y la ansiedad nublaron su rostro.

Riéndose, Penélope respondió:


—Todo está resuelto.

Con eso, explicó lo que había sucedido antes.


Escuchando con atención, la familia se sintió aliviada
al escuchar la gran noticia. Las sonrisas aparecieron
en los rostros de todos.

Mirando a Nataniel, los pensamientos aparecieron


como un torbellino en la mente de Carmen. «El

alcalde está pendiente de las empresas locales, ¿eh?


Dudo mucho que esa sea la verdadera razón. Si no
me equivoco, esto debe ser obra suya. El alcalde no
se atrevería a ignorar tus deseos. ¡Eres increíble,
cuñado!»

Riendo un poco, Penélope comentó:

—Mañana comenzaremos la construcción de la


fábrica farmacéutica. Aunque todavía no tengo idea
de a quién debo nombrar como director de la fábrica.

Al instante, Nataniel respondió:

—¿Qué quieres decir? El candidato perfecto


está delante de ti.

Pensando que se ofrecía, ella lo miró sorprendida.


—¿TÚú?
Él negó con la cabeza mientras respondía:

—No, no. No puedo dirigir una fábrica. Sería


demasiado estricto.

No estaba equivocado, si él fuera el director, la


fábrica acabaría siendo dirigida como un campo de
entrenamiento militar y ninguno de los trabajadores
duraría mucho.

—Si no eres tú, ¿quién? —preguntó.


··························································································································· ®
Señalando a su suegro, Benedicto, sugirió:

—¿Qué tal papá? Estudió administración de empresas


y fue director general de Diva Ltd. Tiene el
conocimiento y la experiencia necesaria. Estoy
seguro de que podrá encargarse.

El corazón de Benedicto dio un salto en el pecho ante


las palabras de su yerno. «Me conoces bien, chico.

¿Cómo sabías que todavía tengo ambición?»

Sin embargo, cuando se dirigió a su hija, su voz


era incómoda:

—Todavía no soy tan mayor, así que no me importaría


tener algo que hacer. Pero ¿ser director de una
fábrica? No estoy seguro de poder soportar esa
responsabilidad.

Leila intervino:
—¿Por qué no dejas que tu padre lo intente?

Una carcajada salió de los labios de Penélope


mientras asentía:

—Como su hija, por supuesto que creo que papá


puede hacerlo. Es bueno saber que los demás
también creen en sus capacidades. Papá, el puesto
es tuyo.

Todo el mundo aplaudió con alegría y Reyna se puso


a cantar:

—¡El abuelo va a ser director de una fábrica! El abuelo


va a ser director de una fábrica.

Con una sonrisa de satisfacción, Benedicto se acercó


a Nataniel e insistió en que se tomaran unas copas.

Después de la cena, Benedicto y Leila sacaron a


Reyna a pasear, como era su costumbre. Menos de
media hora después, Penélope y Nataniel recibieron
una llamada de Leila. La voz de la mujer sonaba triste
y ella sollozaba:

··························································································································· ®
—Penélope, golpearon a tu padre. Está cubierto de
sangre. Por favor, ven aquí lo antes posible.

En el fondo, podían oír a Reyna llorando también.


Conmocionada, Penélope preguntó rápido cuál era su
ubicación y ella, Nataniel y Carmen salieran a toda
velocidad de la casa.

Cuando llegaron a la avenida San Juan, vieron a Leila


de pie junto a Benedicto, que estaba sentado en un
banco junto a la carretera. El rostro del anciano
estaba ensangrentado mientras su esposa lo veía
con preocupación. Reyna estaba de pie junto a ellos,
llorando a mares. También había varios transeúntes
señalando y murmurando entre ellos.

Apresurándose, Nataniel fue a ver las heridas de


Benedicto mientras Penélope preguntaba:

—Mamá, papá, ¿qué pasó?


Leila respondió:

—Pasábamos por allí cuando vimos a un grupo de


hombres que intentaba causar un accidente de
tráfico. Enfadado por la injusticia, tu padre los
reprendió por sus acciones inmorales. Eso enfureció
a los hombres y lo golpearon antes de huir.

A Penélope se le llenaron los ojos de lágrimas al


contemplar a su padre malherido. Ella lo regañó:

—Papá, ya no eres tan joven. Deberías haber llamado


a la policía y no querer resolver las cosas por tu
cuenta.

Con voz ansiosa, Leila se lamentó:

—¡Exacto! Mirate ahora, tal vez tendrás que ir al


hospital por tus heridas. Los hombres que te
golpearon hace tiempo que se fueron, incluso el
conductor que estuvo a punto de ser estafado ya se
fue.

Al terminar de revisar sus heridas, Nataniel levantó la


cabeza mientras decía:

—Tal vez tenga la nariz rota y un montón de golpes


··························································································································· ®
por todo el cuerpo. Tendremos que llevarlo a un
hospital.

Enfurecido, Benedicto agarró el brazo de Nataniel


mientras gruñía:

—¡Nataniel, que me golpeen así delante de mi propia


casa es inaceptable! ¿Podrías encontrar a esos
bastardos que me hicieron esto y castigarlos?

Invencible 260-1

Sonriendo con amargura, Penélope dijo:


—Papá, Ciudad Fortaleza es enorme, ¿cómo es que

Nataniel va a encontrar a los delincuentes que te


golpearon?

—Es cierto. Solo podemos denunciarlos a la policía,


pero dudo que se molesten en un caso tan pequeño
como éste —dijo Leila.

Frustrado, Benedicto murmuró:

—¿Entonces se supone que debo dejar pasar esta


paliza y seguir adelante?

—Papá, no te preocupes. Deja que Peni te lleve


primero al hospital mientras yo busco a esos
hombres. Una vez que los encuentre, te los traeré
para que puedas descargar tu ira —dijo Nataniel. Los
ojos del anciano se iluminaron.

—¡Genial! Te tomo la palabra, Nataniel.

Así, Penélope llevó a Benedicto al hospital con Leila y


Reyna mientras Carmen se quedaba con Nataniel.

Nataniel sacó su teléfono y le llamó a César:

—Ayúdame a revisar el Sistema de Vigilancia Ojo de


Águila para ver quién atacó a mi suegro.

—¡Sí, señor!

En menos de tres minutos, César le devolvió la


llamada. Tenía noticias: los hombres que
··························································································································· ®
habían herido a Benedicto eran una pequeña banda
formada por siete miembros que se hacían llamar
Los Sabuesos y su líder era un hombre llamado Hugo
Hernández, cuyo apodo era «El Doberman».

César le envió toda la información que pudo


conseguir sobre la banda, incluidas sus fotos. Antes
de colgar, le dijo a Nataniel que en ese momento
estaban cerca del centro comercial Cielo Azul.

Entrecerrando los ojos, Nataniel murmuró:


—Vale, entendido.

Le hizo un gesto a Carmen para que entrara en el


auto y los condujo al centro comercial Cielo Azul en
un abrir y cerrar de ojos. Justo cuando se preguntaba
cómo iba a encontrar a la banda, una alguien
apareció de repente delante de su auto. Carmen gritó
y Nataniel frenó por instinto. El auto se detuvo a
tiempo, pero la persona cayó al suelo delante del
parachoques. Nataniel y Carmen intercambiaron
miradas de sorpresa. ¿También se habían topado con
los estafadores? Mientras pensaban eso y antes de
que pudieran bajar del auto, varios hombres ya los
habían rodeado con miradas feroces.

El líder, un hombre de complexión robusta y piel


oscura, golpeó duro la ventanilla del auto gritando:

—¡Baja del auto! ¿Cómo puedes manejar tan


mal? Atropellaste a mi amigo.

Cuando Nataniel y Carmen salieron del auto, él se dio


cuenta de que había siete hombres, incluido el que
estaba en el suelo. Mirándolos bien, se dio cuenta de
que eran los hombres que habían golpeado a
Benedicto: eran Los Sabuesos.

El hombre de cabello blanco que estaba en el suelo


era «El Perro», mientras que el que había golpeado la
ventanilla del auto era «El Doberman». Se habían
entregado solos y justo en la puerta de su casa.

Había una expresión extraña en el rostro de Nataniel


cuando dijo:

—Dices que golpeé a tu amigo, ¿dónde está herido?


··························································································································· ®
Ante sus palabras, El Perro gritó al instante con
fuerza:

—¡Mi pierna! Mi pierna izquierda está rota.

Los Sabuesos se colocaron alrededor de Nataniel en


un círculo, mirándolo y echándole la culpa. El
Doberman señaló a El Perro mientras insistía:
—¡Mira, le rompiste la pierna!

—¿De verdad? Déjame ver entonces.

Enseguida, Nataniel caminó hacia el hombre


que yacía en el suelo. Le levantó la pierna y le dio una
patada.

A pesar de que parecía una patada ligera, había sido


potente. El hueso de la pierna izquierda de El Perro se
rompió al instante y gritó de dolor:

—¡Ah! ¡Duele! Duele demasiado... ¡Aaaah, ahora sí, mi


pierna está rota!

Los Sabuesos estaban desconcertados ante las


acciones de su compañero. Todos vieron la ligereza
con la que Nataniel lo había pateado, ¡era imposible
que su pierna se hubiera roto por eso! Todos
pensaron lo mismo: que las habilidades de actuación
de El Perro estaban mejorando. ¡Parecía que de
verdad tenía la pierna rota!

Invencible 261-1

El Doberman entrecerró los ojos para mostrarle


peligro a Nataniel.

—Miralo. Lo atropellaste y ahora tiene la pierna rota.


¿Cómo propones que arreglemos esto?

Carmen respondió indignada:

—¡Estábamos conduciendo de manera correcta! Tu


amigo fue el que salió de repente en la carretera.

Además, se cayó antes de que lo atropelláramos.


¿Intentas estafarnos?
··························································································································· ®
El Doberman miró de reojo a la Carmen y sonrió con
maldad.

—¡Qué mi*rda! Ustedes chocaron con él. Admítanlo


ahora o créanme que me voy a divertir con tu cuerpo.

La cara de Carmen se puso blanca como una sábana.


La multitud que antes tenía la intención de defender a
Nataniel se calló al instante al ver lo groseros y poco
razonables que eran El Doberman y su pandilla.

La comisura de los labios de Nataniel se movió hacia


arriba mientras miraba a El Doberman.

—Entonces, ¿cómo sugieres que resolvamos esto?

El Doberman señaló a El Perro, que seguía


lamentándose en el suelo.

—Atropellaste a mi amigo y está herido. No voy


a ser codicioso. Dos mil serán suficientes. Páganos
los dos mil y no diré nada más. Si es menos,
tendremos que recurrir al viejo método del «ojo por
ojo» y te vamos a romper una pierna.

La multitud suspiró y gruñó. «Al parecer, alguien


estaba a punto de ser estafado una vez más».
Alguien incluso le susurró a Nataniel:

—Joven, págueles y acabe con esto. Si no lo hace, le


darán una paliza y lo más probable es que también
destrocen su auto.

La multitud observó a Nataniel con curiosidad,


preguntándose si elegiría denunciar a la policía o
elegiría el camino más fácil de pagarles. Enseguida,
vieron a Nataniel sacando su cartera justo delante de
El Doberman para sacar todos los billetes. Era una
gran pila de billetes. Debía haber al menos siete u
ocho mil. Nataniel le entregó el montón de dinero a El
Doberman sin ninguna preocupación.

—Tómalo.

El Doberman se quedó perplejo. «Solo lo estoy


estafando con dos mil. ¿Por qué me da siete u ocho
··························································································································· ®
mil?». La verdad es que no era que no quisiera más
dinero, pero la experiencia le decía que, si exigía
demasiado, iban a acudir a la policía.

Para los que conducían autos de lujo como Nataniel,


dos mil era una buena cifra. La gente solía elegir la
opción más fácil y pagarles, en
lugar de causar más problemas. Lo que El Doberman
no esperaba era que Nataniel le diera mucho más de
lo que pedía. «Parece que es un cobarde que le teme
a los problemas».

El Doberman le arrebató el montón de billetes a


Nataniel y lo felicitó por haber hecho lo correcto. A
continuación, les hizo una señal a sus compañeros
para que ayudaran a El Perro a levantarse y pudieran
seguir su camino. Sus compañeros se adelantaron, lo
tomaron de los brazos e intentaron levantarlo, pero le
dolía tanto que el sudor le caía por la cara. No podía
dejar de lamentarse:

—¡Deténganse, no me muevan! Tengo la pierna rota.

El Doberman se dio cuenta de su comportamiento y


rápido le susurró:

—Perro, está bien, ya nos dieron el dinero, así que ya


puedes dejar de actuar. Vámonos.

Sin embargo, El Perro tenía tanto dolor que sus


dientes castañeaban en ese momento y chilló:

—No estoy actuando. Mi pierna está rota de verdad.


El Doberman abrió los ojos con sorpresa.
—¿Qué?

El Perro miró fijo a Nataniel con resentimiento.

—¡Fue ese tipo! Me dio una patada y esa patada de


alguna manera me rompió el hueso de la pierna
izquierda.

«¿Qué?». El Doberman y sus compañeros parecían


sorprendidos y enfadados por las palabras de El
Perro. Uno de los hombres, El Lobo, se agachó y le
quitó los pantalones a El Perro. Se quedó atónito al
ver su pierna doblada en un ángulo antinatural.
··························································································································· ®
También eran visibles los hematomas y la hinchazón,
que sin duda indicaban que había una fractura ósea.

El Lobo miró a El Doberman con incredulidad.

—¡La pierna de El Perro está rota de verdad!

El Doberman se enfureció. Él y sus hombres sacaron


sus navajas de inmediato y rodearon a Nataniel y a
Carmen. El Doberman miró con desprecio a Nataniel.
—Hijo de p*ta. ¿Cómo te atreves a romperle la pierna?
Nataniel se rio.

—Bueno, ya te pagué. Yo le rompí la pierna, así que


estoy pagando los gastos médicos. ¿Por qué crees
que te di todo ese dinero?

El Doberman y su pandilla se quedaron sin palabras.

—Además, me pediste dos mil. ¿Sabes por qué


te di mucho más? —preguntó Nataniel. El Doberman
aún no le había respondido cuando Nataniel siguió
explicando—. El dinero adicional es para cubrir los
gastos médicos del resto de ustedes.

Los ojos de El Doberman se abrieron el doble.


—¿Qué quieres decir?
El Lobo se inclinó más hacia él y le susurró al oído.

—¿No entiendes? Está diciendo que no solo rompió la


pierna de El Perro, sino que va a hacer lo mismo con
nosotros. Está pagando por adelantado.

El Doberman se llenó de rabia mientras miraba a


Nataniel.

—ilmbécil! ¿Te estás metiendo con nosotros? Le


rompiste la pierna a El Perro, ¡eso te costará al
menos un millón! Si no pagas, no nos culpes si te
hacemos unos cuantos agujeros en el cuerpo.

Nataniel se puso de pie con las manos en la espalda


y una expresión de aburrimiento en su rostro.

—Así es. Estoy jugando contigo y debo decir que lo


estoy disfrutando bastante. Media hora antes, cerca
del río, un grupo de personas golpeó a un anciano.
··························································································································· ®
Fueron ustedes, ¿no?

4 261-6

59

AA ALAS

Invencible

—¿Cómo lo sabes? —dijo El Doberman.


Nataniel lo miró fríamente.

—Ese anciano es mi suegro.

Invencible 262-1

El Doberman y su pandilla se miraron incrédulos unos


a otros. Miró con desprecio a Nataniel.

—¡Así que nos buscaste a propósito! ¡Sabuesos,


vayan por él! ¡Vamos a vengar al Perro!

El Lobo, con una navaja en la mano, fue el primero en


lanzarse contra Nataniel.

—¡Siente mi navaja! —gritó mientras la navaja iba


directo al torso de Nataniel.

La multitud jadeó asustada mientras Carmen gritaba:


—¡Nataniel, cuidado!

Nataniel levantó el brazo, rodeó con la mano la


muñeca que sostenía la navaja de El Lobo y la
retorció un poco. Así, el hueso de la muñeca de El
Lobo se quebró con un fuerte y escalofriante
chasquido y sus gritos penetraron en el aire. Otros
dos miembros de la banda se precipitaron hacia
Nataniel. Él levantó la pierna y dio unas cuantas
patadas rápidas. Las patadas alcanzaron sus caras y
cayeron hacia atrás con un fuerte golpe. Los
miembros de la banda no eran en absoluto rivales
para Nataniel. Ellos avanzaron y él los incapacitó. De
··························································································································· ®
pronto, El Doberman era el último hombre en pie.

El Doberman gruñó de rabia y saltó hacia Nataniel.


Nataniel levantó su mano y le dio una
bofetada a El Doberman en la cara. Esa bofetada de
Nataniel golpeó tan fuerte como un rayo
estruendoso. Un fuerte aplauso estalló.

Era como un rayo cayendo sobre un árbol; por muy


robusto y grande que fuera el árbol, no sería capaz de
soportar esa fuerza, así fue exactamente para El
Doberman. Escupió con la boca llena de sangre y los
dientes rotos mientras todo su cuerpo volaba a unos
metros de distancia antes de caer al suelo con
fuerza. La multitud estaba muy conmocionada. No
dejaban de ver al hombre que parecía tranquilo y
reservado, pero que resultó ser despiadado y letal.

Carmen también miraba a Nataniel, sus ojos brillaban


de asombro. Sentía que Nataniel era tan seductor
como el misterioso héroe que la había salvado en el
Club Índigo. Ciertos sentimientos brotaban en ella al
confirmarse sus sospechas. «¡Y dijiste que no eras
especial!»

Nataniel miró rápido a la manada de Sabuesos


esparcidos por el suelo. Entrecerró los ojos y resopló:

—¿Están todos muertos? Si no lo están, levántense


ahora y vengan conmigo al hospital a pedirle
disculpas a mi suegro.

En ese mismo momento, apareció un auto de la


policía. Un hombre de mediana edad vestido con
ropa informal salió del auto, seguido por unos
cuantos policías. El hombre de mediana
edad resultó ser el capitán de policía, Isaac Bosques,
que de casualidad pasaba por allí. Isaac Bosques
estaba a punto de preguntarle a la multitud lo que
había sucedido cuando se dio cuenta de que Nataniel
estaba cerca. Se sorprendió por su presencia y no
pudo evitar preguntarse por qué un personaje tan
destacado estaba de pie junto a la carretera.

Anteriormente, después de que Nataniel fuera


estafado cuando cenaba en el Restaurante Moreira,
defendió a Isaac Bosques y a otros altos mandos.
··························································································································· ®
Desde entonces, Isaac sentía un sano respeto por
Nataniel.

Isaac estaba a punto de acercarse a Nataniel para


saludarlo cuando El Doberman corrió hacia él
ensangrentado y balbuceó:

—¡Capitán Bosques, menos mal que está aquí! ¡Ese


bastardo nos atacó! Rápido, arréstenlo.

El Doberman acababa de terminar de reclamar


cuando Isaac levantó la mano y le dio una fuerte
bofetada. La bofetada fue tan fuerte como para
aturdirlo durante unos segundos.

Señalando a Nataniel, Isaac reprendió a El Doberman.


—¿Sabes quién es el señor Cruz? ¡Incluso el alcalde
debe ser respetuoso cuando ve al señor Cruz! ¿Cómo
se atreve a hablar mal de él un infeliz como tú?

A continuación, se volvió hacia sus hombres y

262-4

INVENCIBLE

Invencible

les ordenó:
—¡Arréstenlos!

Los Sabuesos temblaron de miedo al mirar a


Nataniel. Sus rostros se llenaron de desesperación y
sus corazones se hundieron de impotencia. Esta vez
sí que se habían metido en problemas. Y ahora no
solo serían golpeados hasta estar casi muertos, sino
que era probable que también acabaran en la cárcel.

Isaac se acercó trotando a Nataniel y le mostró una


sonrisa persuasiva.

—Señor Cruz...

Nataniel miró a Isaac y le dijo:

··························································································································· ®
—Estos hombres atacaron antes a mi suegro. Llega
usted justo a tiempo para llevarlos al hospital para
que puedan pedirle disculpas en persona.

Isaac asintió.

—SÍí, por supuesto. Haré eso ahora mismo.

Nataniel acababa de ordenarle al capitán Bosques

que llevara a Los Sabuesos al hospital cuando su


teléfono sonó de repente.

Invencible 263-1

La llamada era de Penélope. Cuando Nataniel


contestó, escuchó que Penélope sonaba angustiada.

—¡Nataniel, ven enseguida al hospital! ¡Los médicos


de aquí son terribles!

Nataniel frunció las cejas y luego le dedicó a


Penélope unas palabras de consuelo para calmarla.
Después de saber que Penélope y su familia estaban
en el segundo Hospital Popular de Ciudad Fortaleza,
le dio instrucciones al capitán Bosques para que
llevara a los Sabuesos al hospital. Enseguida, él y
Carmen se subieron a su auto y se dirigieron hacia
allá. Poco después, Nataniel y Carmen llegaron al
segundo Hospital Popular de Ciudad Fortaleza.

Para entonces, la noche había caído y las calles


estaban iluminadas. Los médicos y las enfermeras
que trabajaban en el turno de día ya habían salido del
trabajo y no había muchos que trabajaran en el turno
nocturno. Tampoco había muchos pacientes en el
servicio de urgencias, por lo que todo el hospital
parecía desierto.

En uno de los bancos de la sala de espera, Penélope,


Leila y Reyna estaban sentadas junto a Benedicto,
quien estaba ensangrentado y golpeado. La puerta
del servicio de urgencias estaba cerrada, lo que
explicaba por qué Penélope y el resto parecían
bastante enfadados.

Nataniel se acercó y preguntó:


··························································································································· ®
—¿Qué pasa?

Cuando Penélope vio a Nataniel, sintió que


recuperaba su fuerza y se calmó bastante. Le dijo a
Nataniel:

—¡Los médicos de aquí son terribles! ¡Dijeron que las


heridas de papá no son graves! Después, me dijeron
que, como en teoría no había comenzado su turno,
tenemos que esperar aquí hasta que sea tiempo.

Leila también estaba furiosa.

—¡Eso es! Llevamos mucho tiempo pulsando el botón


de emergencias. Salió una enfermera, nos vio rápido
y luego nos dijo que el médico quiere que esperemos
porque no ha empezado su turno.

Nataniel frunció el ceño. «¿Qué pasa con la calidad


de los médicos de este hospital?». Aunque su turno
no hubiera empezado, es su deber atender las
heridas de los pacientes de inmediato.

—¿Dónde está el médico? Iré a preguntarle yo mismo


—dijo Nataniel.

Penélope respondió.

—Al final del pasillo. En la sala de guardia de los


médicos.

En ese momento, en la sala de guardia de los


médicos, el médico que trabajaba en el turno
de noche, Jeremías Herdez, estaba ocupado
coqueteando con la enfermera Leticia Flores.

Jeremías acariciaba las manos de Leticia y su voz


estaba llena de lujuria.

—Leticia, ¿tendrás un día libre dentro de dos días? Yo


también me tomaré un tiempo libre. Los dos
podemos ir a divertirnos unos días.

La cara de Leticia se sonrojó mientras ronroneaba:


—Dr. Herdez, tengo marido.

Jeremías la miró y se rio:


··························································································································· ®
—Solo vamos a jugar unos días. No es que vaya a
destruir a tu familia.

Leticia no aceptó su sugerencia, pero tampoco la


rechazó. Solo cambió de tema.

—Dr. Herdez, en cuanto al paciente que vino antes,


sus heridas parecen bastante graves. Le dieron un
puñetazo en la nariz y hay sangre por todas partes.
¿Seguro que no quiere echarle un vistazo rápido?

La cara de Jeremías se puso rígida cuando escuchó


a Leticia mencionar al paciente de fuera. Optó por ser
sincero con Leticia.

—No puedo atender a ese paciente.

—¿Por qué? —preguntó Leticia extrañada.


Jeremías explicó:

—Cuando venía camino al hospital antes, unos


delincuentes causaron un accidente y actuaron como
si hubieran chocado con mi auto. Luego me
estafaron con dos mil. El paciente que está afuera
fue el que se cruzó con nosotros y se dio cuenta de lo
que estaba pasando, se precipitó y los reprendió por
sus acciones, pero estaba muy lejos de su alcance,
así que le dieron una paliza. Me di cuenta de que las
cosas se ¡ban a poner mal, así que me metí rápido a
mi auto y salí de allí.

Los ojos de Leticia se abrieron demasiado por la


sorpresa.

—¿Así que ese anciano está herido porque intentaba


ayudarte?

Jeremías frunció los labios y los apretó.

—¿Qué quieres decir con que me estaba ayudando?


Estaba en aprietos. ¿No sabía lo viejo que era o lo
que su cuerpo podía o no podía hacer? Nadie le pidió
que se hiciera el héroe. Así que la culpa es suya por
recibir una paliza.

—No es de extrañar que no quieras salir a curar sus


··························································································································· ®
heridas, pero no podemos dejarlo ahí.

A Jeremías no le importaba.

—Otro médico debería estar aquí dentro de una hora.


Si están dispuestos a esperar, pueden
esperar al otro médico; si no, pueden ir a otro
hospital.

De repente, Jeremías jaló a Leticia hacia su regazo y


la miró con deseo.

—No vamos a hablar más del viejo que está fuera.


Qué tal si te hago un chequeo y veo si has ganado o
perdido peso.

Leticia soltó una risita tal sugerencia y siguió


jugueteando con él, haciéndose la dura. Mientras se
reían y coqueteaban, la puerta de la sala de guardia
se abrió de repente con un fuerte golpe. Esto asustó
tanto a Jeremías y a Leticia que se separaron de un
salto. Jeremías se quedó mirando con rabia la puerta
donde estaban Nataniel y Penélope. Gritó:

—¿No saben tocar la puerta? Qué poco civilizados


son para irrumpir sin permiso.

Nataniel resopló:

—No me digas que tú sí eres civilizado.

Invencible 264-1

Penélope fulminó con la mirada a Jeremías.

—¡No me extraña que sigas inventando excusas para


no atender a mi padre! ¡Tú eres el conductor del
accidente de antes! ¡Mi padre recibió una paliza por
tu culpa! ¡Mi padre te defendió, pero cuando esos
pandilleros lo atacaron, tú saliste corriendo! ¡Y ahora
mi padre está en el hospital y te niegas a verlo o a
tratarlo! ¿No tienes conciencia?

Al oír los reproches de Penélope, Jeremías se


enfureció.

—Tu padre se entrometió en algo que no le


··························································································································· ®
correspondía. ¿Qué tiene que ver eso conmigo?

Penélope estaba tan exasperada que quiso discutir


un poco más con él, pero Nataniel le puso una mano
encima para detenerla y luego se dirigió a Jeremías
con respeto.

—Dejemos este asunto por ahora. Lo más importante


es que atiendan las heridas de mi padre. Tú, como
médico, deberías cumplir con tus responsabilidades y
tratarlo.

A Jeremías no le importaba nada en ese momento y


se negó a ceder, cruzó los brazos y miró fijamente a
Nataniel y a Penélope.

—¿Quién te crees que eres? ¿Mi jefe? ¿Por qué tengo


que escucharte?

—Escucha con atención. En este hospital, todo


lo que yo diga es válido.

—Sálganse y esperen afuera como niños buenos.


Puede que le eche un vistazo cuando esté de mejor
humor. Si no quieren, entonces piérdanse.

Los ojos de Penélope se abrieron demasiado con


rabia y conmoción. «¡Cómo puede alguien ser tan
desalmado y arrogante!»

Los ojos de Nataniel se oscurecieron.

—Te di una oportunidad, pero parece que no te


interesa.

—¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Quejarte con mis


jefes?

Jeremías se rio.

—Debo decirte que mi jefe inmediato es como un


hermano para mí y a menudo me reúno con mis
superiores para beber, así que no me sorprendería
demasiado que ignoraran tus quejas.

Entonces, para sorpresa de Jeremías, Nataniel sacó


su teléfono para llamarle al alcalde Rogelio Carmona.
··························································································································· ®
—¿Quién es el jefe del segundo Hospital Popular?
Que se reúna conmigo en el servicio de urgencias en
cinco minutos.

Jeremías rompió a reír cuando escuchó la


llamada de Nataniel.

—¡Qué estupidez! Aunque nuestro jefe se queda en


las viviendas del personal, a menos que le des un
jetpack, no hay forma de que llegue aquí en cinco
minutos. Y lo que es más importante, ¿crees que
nuestro jefe te dedicaría tiempo?

Jeremías se volvió a reír. Nataniel arqueó una ceja y


sonrió.

Pronto, los cinco minutos estaban a punto de


terminarse.

Jeremías cruzó los brazos y se burló bastante de


Nataniel.

—Oye, idiota, ¿no dijiste que nuestro jefe iba a llegar


en cinco minutos? ¿Dónde está?

Ni siquiera había terminado la frase cuando escuchó


unos pasos frenéticos que golpeaban el suelo del
pasillo. Al poco tiempo, un hombre de mediana edad,
descalzo y barrigón apareció a la vista de todos,
jadeando con desesperación mientras los demás
miraban atónitos. Este hombre no era otro que el jefe
del segundo Hospital Popular, Heriberto Olivo.

Al parecer, Heriberto estaba comiendo cuando recibió


una llamada del alcalde. Se sobresaltó tanto que
salió corriendo de inmediato con las pantuflas
puestas. Mientras iba en camino, se dio cuenta de
que las pantuflas hacían que caminara mucho más
lento, así que se las quitó de una patada y siguió
corriendo, con miedo de llegar tarde. Por fortuna,
había llegado a tiempo.

Cuando vieron a Heriberto cubierto de sudor y


tratando de recuperar el aliento, los ojos de Jeremías
y Leticia se abrieron tanto que los globos oculares
casi se salieron de sus órbitas.
··························································································································· ®
—Director Olivo —dijeron todos.
Heriberto Olivo ni siquiera los volteó a ver. Se acercó
corriendo a Nataniel y trató de ser lo más respetuoso

posible mientras seguía jadeando.

—Me alegro de verlo, señor Cruz. Espero no haber


llegado tarde.

—No, llega justo a tiempo.


Nataniel sonrió.

—Me gustaría presentar una queja sobre uno de sus


médicos.

—Señor Cruz, por favor, continúe. Dígame qué médico


lo ofendió o fue irresponsable de alguna manera.
Puede estar seguro de que le daré un castigo severo.

La cara de Jeremías se puso pálida de inmediato

Invencible 265-1

Nataniel le hizo un rápido resumen de los


acontecimientos a Heriberto. Heriberto estaba
indignado por lo que había oído y estaba a punto de
repartir castigos, cuando oyeron fuertes ruidos que
venían del exterior. Nataniel, Penélope, el director
Olivo y los demás se quedaron helados. Salieron de
la sala de guardia para ver qué pasaba. Cuando
siguieron por el pasillo hacia abajo, vieron a
Benedicto Sosa de pie, con el pecho hinchado y con
aspecto de león enfadado. Frente a Benedicto, se
arrodillaban El Doberman y el resto de Los Sabuesos.
Unos cuantos policías estaban de pie al lado,
mientras el propio capitán de la policía, Isaac
Bosques, hablaba con Benedicto.

—Señor Sosa, estos fueron los hombres que le


atacaron. Su yerno Nataniel Cruz nos pidió que los
trajéramos aquí para que usted decidiera qué hacer
con ellos.

Benedicto se llevó una grata sorpresa. No creía que


su yerno fuera tan poderoso como para encontrar a
los delincuentes que lo habían atacado. Sin dudarlo
··························································································································· ®
ni un poco, le dio a cada uno de los delincuentes una
buena bofetada. Así, Benedicto pudo desahogar por
fin su ira y su frustración. Se levantó con la cabeza
bien alta y se burló:

—A ver si se atreven a meterse conmigo otra vez.

El Doberman y el resto de Los Sabuesos sollozaban


de manera patética.

—¡Ya no! ¡Ya no lo haremos!

Jeremías, que estaba viendo la escena, sintió que su


frente se llenaba de sudor frío. «¿Esto es lo que pasa
con los miembros de la banda por meterse con
Benedicto Sosa? ¿Esto es lo que me va a pasar a mí
también? ¿O algo peor?». De verdad sintió que podía
ponerse a llorar en cualquier momento.

Leila y Carmen se acercaron a Benedicto y se


aferraron a él, diciéndole que no malgastara su rabia
con ellos, ya que no valían la pena. Nataniel y
Penélope también se acercaron y Penélope parecía
confundida.

—Papá, ¿qué pasa?

Benedicto se emocionó bastante al ver a su hija y a


su yerno. Explicó con ánimo:

—¡Cariño, Nataniel es increíble! Dijo que iba a


arrastrar a quien me atacó hasta aquí y hacer que me
pidiera disculpas, ¡y he aquí que lo hizo de verdad!
Penélope volteó a ver a Nataniel y le preguntó:

—¿Cómo pasó?

Nataniel señaló a Isaac Bosques y a los otros


policías que estaban de pie a un lado.

—Lo denuncié a la policía. El muy capaz capitán


Bosques y su equipo pudieron detener a esos
delincuentes de inmediato.

Penélope y su familia le creyeron a Nataniel, por lo


que enseguida dieron las gracias a Isaac y a su
equipo.
··························································································································· ®
—No, no nos des las gracias, solo hicimos nuestro
trabajo —dijo Isaac.

Carmen por su parte, no pudo evitar poner los ojos en


blanco ante Nataniel. «Ya está otra vez haciéndose el
humilde y fingiendo que no ha hecho gran cosa».

De todas las personas que se encontraban en la sala


de espera, Jeremías Herdez era el que se veía más
pálido. Isaac Bosques y sus policías solían llevar a
los criminales al hospital para que los revisaran. Y
como todos ya se habían visto antes, era evidente
que Jeremías ya conocía a Isaac y sabía que era
alguien importante. Sin embargo, esa vez acababa de
ser testigo de lo corteses y respetuosos que eran
tanto Isaac Bosques como su jefe, Heriberto Olivo,
con Nataniel y también de cómo habían acabado con
los delincuentes que atacaron a su suegro.

Jeremías no pudo evitar que su cuerpo temblara y


sudara demasiado. Sentía un inmenso pesar. Si
pudiera volver atrás en el tiempo, no hubiera huido
cuando atacaron a Benedicto. Si pudiera retroceder el
tiempo, no se negaría a tratar a Benedicto y, desde
luego, no le habría dicho todas esas groserías a
Nataniel. Por desgracia, no existía la posibilidad de
retroceder en el tiempo. Deseó que la tierra se abriera
y lo tragara entero para
que nadie pudiera encontrarlo nunca. Por desgracia
para él, en ese mismo momento, la mirada de
Nataniel estaba puesta en él.
Nataniel tenía un tono gélido.

—¿No vas a venir a disculparte con mi padre?

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de


Jeremías.

SÍ, sí, sí, ¡me disculparé con el señor Sosa ahora


mismo!

Se acercó a Benedicto y, con voz inestable, le suplicó:

—Señor Sosa, cometí un error, lo siento mucho. Por


favor, perdóneme esta vez.

··························································································································· ®
Invencible 266-1

Benedicto no había reconocido a Jeremías al


principio. Cuando por fin se dio cuenta de que era el
conductor que estaba en el lugar del accidente, se
puso furioso al instante. Señaló a Jeremías y le gritó:

—¡Hijo de p*ta! Intentaba ayudarte, pero huiste


cuando me atacaron. Y lo que es peor, ¡te negaste a
verme cuando llegué al hospital! Solo me hiciste
sentarme aquí y esperar mientras estoy lleno de
heridas ¿Acaso eres humano?

Jeremías berreaba y pedía perdón. Benedicto era un


hombre bondadoso en el fondo, así que después de
un rato, le hizo un gesto para que se fuera.

—Olvídalo. Voy a tomar el camino correcto y te voy a


perdonar.

Jeremías se alegró mucho al oír esto, pero antes de


que pudiera decir nada, el director Olivo intervino.

—Puede que el señor Sosa te haya perdonado, pero


yo no —dijo con severidad —. Este incidente afectó
demasiado la reputación de nuestro hospital. Usted
ha demostrado una grave mala conducta tanto en lo
personal como en lo profesional, por lo que no parece
apto para seguir trabajando en este hospital. Le
comunico que está despedido de manera oficial.

El rostro de Jeremías se opacó. Ser despedido


por mala conducta profesional significaba que la
mayoría de los hospitales serían cautelosos a la hora
de contratarlo. En pocas palabras, significaba que su
futuro como médico estaba acabado.

Después de que el director Olivo anunciara su


despido, ya no lo volteó a ver. Después, el director
Olivo se dirigió a Benedicto y le dijo de manera muy
cortés:

—Señor Sosa, déjeme ver sus heridas. Sígame.


—Sí, gracias.

··························································································································· ®
Era la primera vez que Benedicto recibía un trato así.
El capitán de policía arrastrando él mismo a los
delincuentes para disculparse con él y el jefe del
hospital atendiendo sus heridas. Había una mirada
de orgullo en su rostro y también un sentimiento de
gratitud cuando miró a Nataniel, que se aferraba a su
brazo. «Dicen que un yerno es como medio hijo. Pero
este yerno mío es mejor que cualquiera de mis hijos».

Al día siguiente, la fábrica farmacéutica del Grupo


Cruz celebró una ceremonia de colocación de la
primera piedra en Fénix y anunció el inicio de las
obras de manera oficial. A la ceremonia de
colocación de la primera piedra asistieron varios
funcionarios de la ciudad, así como numerosas
personalidades de los círculos sociales de clase alta
de Ciudad Fortaleza. Los medios de comunicación se peleaban
entre sí para conseguir el mayor titular.

En una sala VIP de la Clínica Cosmética Dalila, Adrián


Zulueta y Sonia Robles veían las noticias de la
ceremonia de inauguración en la televisión. Sonia
tomó el control remoto y apagó el televisor, molesta.

—¿En qué demonios estaba pensando el profesor


Vásquez? Hay tantas empresas farmacéuticas con
experiencia y, sin embargo, no elige a ninguna de
esas. En lugar de eso, se da la vuelta y le cede los
derechos de la vacuna contra el cáncer de hígado a
Penélope Sosa.

Adrián curvó sus labios hacia arriba mostrando una


pequeña sonrisa.

—Penélope Sosa es un bombón. Ni siquiera las


famosas y las modelos que vemos en la tele se
comparan con su belleza.

Sonia se sobresaltó.

—¿Qué estás diciendo?

Adrián se encogió de hombros.

—La belleza de una mujer es su mayor activo. Los


hombres no suelen ser capaces de decirle que no a

··························································································································· ®
una mujer guapa, así que ¿quién sabe? Penélope bien
podría estar involucrada con el profesor Vásquez.

—A veces los hombres hacen tonterías solo para


ganar una sonrisa de sus mujeres. Así que supongo
que es comprensible que el profesor Vásquez le haya
cedido a Penélope los derechos de distribución.

Sonia se quedó con la boca abierta.

—¿Estás diciendo que la p*ta de Penélope utilizó su


apariencia para seducir al profesor Vásquez para que
le diera los derechos de distribución?

Adrián sonrió:

—Si no es eso, no veo ninguna otra razón para que el


profesor Vásquez le dé los derechos de distribución a
Penélope y al Grupo Cruz.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que no había otra forma de que la


p*ta consiguiera los derechos de distribución! ¡Y Noé
Vásquez siempre fue muy atento con ella! Ahora todo
tiene sentido.

Sonia le dirigió la mirada a Adrián.

—Ah, sí, se me olvidó preguntar. ¿Por qué vino a


buscarme hoy el señor Adrián?

Adrián respondió:

—Los Zulueta queremos trabajar con ustedes, los


Robles, para acabar con Nataniel Cruz y arrebatarle a
Penélope los derechos de distribución de las
vacunas.
Sonia sonrió.

—Federico Zulueta está muerto. Todos los


seguidores de la familia Zulueta también fueron
detenidos. ¿Qué tienes todavía que ofrecer para que
queramos trabajar contigo?

Adrián maldijo en voz baja, pero eso era lo único que


podía hacer. Las capacidades de la familia Zulueta
siempre habían sido las peores entre Los Cuatro del
Sur. Después de haber sufrido tanto en los últimos
··························································································································· ®
tiempos, no estaba en condiciones de desafiar a los
Robles.

Adrián aseguró:

—Aunque hemos tenido algunos tropiezos en


tiempos recientes, puedo garantizar que los
cimientos de la familia Zulueta siguen siendo muy
sólidos. No somos tan fáciles de derrocar. Para
demostrar nuestra sinceridad, estaré feliz de acabar
con Nataniel Cruz. Voy a vengar a mi hermano y al
tuyo.

Esto despertó el interés de Sonia. De inmediato

—De acuerdo —asintió—. Si puedes matar a Nataniel,


entonces podemos hablar de trabajar juntos para
conseguir los derechos de distribución de Penélope.

—Trato hecho

Adrián sonrió.

Invencible 267-1

Nataniel y Penélope se encontraban en Aguja e Hilo,


una de las sastrerías de mayor prestigio en Ciudad
Fortaleza, especializada en la confección de ropa
femenina a la medida. Estaban allí para que el
famoso Horus León hiciera dos trajes con falda a la
medida para Penélope.

Horus León sonrió mientras le pedía a Penélope sus


medidas. Penélope se sonrojó y negó con la cabeza.

—Hace tiempo que no me las tomo.

—Necesitaremos medidas específicas para


confeccionar tus trajes a la medida. Sin embargo,
todo el personal femenino de la tienda salió a comer.
No hay mujeres para tomarte tus medidas ahora
mismo, así que necesitaremos la ayuda de tu marido.
Eso está bien, ¿verdad?

La cara de Penélope se sonrojó aún más al escuchar


la sugerencia de Horus. Horus condujo a Nataniel y
Penélope a un probador y le entregó a Nataniel una
··························································································································· ®
cinta métrica y luego salió.

Penélope y Nataniel se quedaron solos en el gran


probador. Penélope se sentía tan nerviosa como una
joven novia en su noche de bodas, con las mejillas
rojas como tomates. Por suerte, Nataniel se
comportaba como de costumbre, con una sonrisa en
los labios y una mirada firme que la reconfortaba.
Habló con suavidad.

—¿Empezamos por la cintura?

Penélope bajó la mirada a sus pies, pues estaba


demasiado nerviosa para mirar a Nataniel.

—De acuerdo —respondió con timidez.

Nataniel estiró los brazos y le midió la cintura con la


cinta. Penélope se sentía nerviosa y tímida, su cuerpo
se tensaba cada vez que Nataniel la tocaba sin
advertirle.

—Nataniel, ¿no hemos terminado todavía? —preguntó


Penélope con voz temblorosa.

Nataniel se inclinó por detrás y se rio justo al lado de


su oído.

—Ya terminé. Vamos a ver. Cariño, tu cintura mide


sesenta centímetros. ¡Qué delgada!

Penélope se mordió el labio. Realmente no podía


ponerse más roja en ese momento.

—Esa es la media. ¿Ahora puedes darte prisa, por


favor?

—De acuerdo. Entonces, ¿pasamos a la cadera?


Nataniel asintió. Penélope deseaba que la tierra se

abriera y la tragara entera en ese mismo momento.


Arrugó la nariz e hizo muecas:

—¡Date prisa en medir y deja de hacerme preguntas!


Las comisuras de los labios de Nataniel se movieron
hacia arriba y estaba a punto de seguir midiendo
cuando de repente oyeron fuertes ruidos procedentes
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del exterior.

—¿Quiénes son ustedes? Solo pueden entrar los


miembros. ¿Quién los dejó entrar aquí? —exclamó
Horus.

¡Zas! Sonó como si se hubiera volcado una mesa,


acompañado de los gritos de Horus. Entonces oyeron
una voz amenazante que gritaba con fuerza:

—¡Dime! ¿Dónde está Nataniel Cruz? Si no me lo


dices, te mataré aquí mismo.

La voz de Horus temblaba de miedo.

—Está... está en ese probador.

Al instante, se oyeron los sonidos de pasos fuertes


que se dirigían hacia ellos. Estaba claro que un gran
grupo de personas había rodeado el probador.
Penélope agarró con ansiedad al brazo de Nataniel.

—¡Parece que alguien está aquí para capturarte!

El estado de ánimo de Nataniel en ese


momento era de absoluta indignación. Se había
topado con una gran oportunidad para conocer mejor
el cuerpo de su mujer, pero tenían que venir unos
idiotas a estropearlo todo. Le aseguró a Penélope:

—Todo va a estar bien. Es solo un grupo de perros


rabiosos de quién sabe dónde. Yo me encargo de
ellos.

Nataniel y Penélope salieron del probador y vieron


que había diez o más hombres de aspecto
malintencionado de pie en la sastrería. Todos los
hombres parecían musculosos y transmitían una
energía de muerte, lo que indicaba que todos estaban
muy bien entrenados. Un hombre con barba que
parecía ser el líder del grupo miró a Nataniel con
frialdad.

—¿Nataniel Cruz? El señor Adrián quiere conocerte.


Tienes dos opciones: o sales tranquilo con nosotros
o sacamos tu cuerpo sin vida.

··························································································································· ®
Invencible 268-1

Tobías Jacobo acababa de dar su ultimátum cuando


los dos hombres más cercanos a Nataniel se
lanzaron hacia él y Penélope. Uno pretendía agarrar el
brazo de Penélope, mientras que el otro sostenía una
navaja en dirección a Nataniel. Nataniel levantó la
pierna y dio dos rápidas patadas. Con dos fuertes
golpes, los dos hombres salieron volando hacia atrás,
estrellándose uno contra un perchero y el otro contra
la pared antes de caer al suelo. Ambos escupieron
sangre y se rompieron las costillas. Las pupilas de
Tobías se dilataron por el impacto.

—Así que tienes algunos trucos bajo la manga, ¿eh?


No me extraña que hayas sido tan intrépido y
presumido. Agárrenlo.

Todos los demás hombres saltaron hacia Nataniel


como una manada de lobos. Nataniel se aferró a la
mano de Penélope y avanzó sin preocupación, con la
misma apariencia de una pareja que da un paseo. En
la otra mano llevaba la cinta métrica de tela, que
agitó un par de veces.

¡Zas!La estrecha cinta de tela aterrizó en la cara de


uno de los hombres y el dolor que produjo no fue
menor que el de un látigo de acero. La piel de la cara
se abrió de golpe y la sangre brotó de inmediato. El
hombre cayó al suelo gritando.

Otro hombre sostenía un machete cuando se


abalanzó sobre Nataniel, pero su machete ni siquiera
se había acercado cuando la cinta
métrica le rodeó el brazo. Nataniel le dio un tirón y el
hombre voló por los aires, llegando a derribar a
algunos de sus compañeros al aterrizar.

Cada vez que Nataniel daba un paso adelante, uno de


los hombres acababa lamentándose en el suelo,
muerto o herido de gravedad. Cada paso que daban
los acercaba más a su muerte.

Los pocos hombres que quedaban en pie estaban


demasiado asustados para avanzar más. Miraron a
su líder, Tobías Jacobo. Tobías también había
quedado muy sorprendido por las habilidades de
··························································································································· ®
Nataniel y su imponente presencia. No solo era letal,
sino que estaba tranquilo, sin preocupaciones en
todo momento. Era como si no se lo tomara en serio.
Se comportaba de manera tan despreocupa como si
solo se acercara al sastre para hablarle de los trajes.
Apenas miraba los obstáculos que se interponían en
su camino y los incapacitaba al instante.

Tobías Jacobo había participado en cientos de


peleas a lo largo de su vida, e incluso lo apodaban «El
Cazador de Cien» por haber matado a más de cien
hombres, pero ahora, de pie frente a Nataniel Cruz, se
sentía inseguro por primera vez. Y eso que el señor
Adrián le había dado órdenes muy claras de traer a
Nataniel de vuelta, vivo o muerto,

Tobías soltó un fuerte rugido para armarse de valor y


agarró con fuerza su navaja. Como un
tigre al acecho, se abalanzó sobre Nataniel. Nataniel
levantó la pierna y le dio una patada demoledora.

¡Chas!La patada de Nataniel aterrizó justo en medio


del pecho de Tobías. Salió volando hacia atrás y
aterrizó con un fuerte golpe frente a Horus. El pecho
de Tobías estaba hundido y no había duda de que sus
costillas habían sido destrozadas. Vomitó un charco
de sangre mientras miraba a los ojos de Nataniel con
absoluto horror. No podía comprender cómo alguien
tan poderoso podía existir en la tierra.

Horus también miraba a Nataniel con total


incredulidad. «¡Maldita sea, el señor Cruz tiene
algunas habilidades! Diablos, ¡incluso podría ser
mejor que esos boxeadores del mercado negro en las
peleas clandestinas!

Penélope y Nataniel se acercaron a Horus mientras


sus ojos veían el caos. Al fin, la mirada de Nataniel se
posó en Tobías. Cuando Tobías vio que Nataniel lo
miraba, su rostro se puso pálido de inmediato y sus
ojos se llenaron de desesperación. «Oh Dios, oh Dios,
¡va a matarme!»

Pero Nataniel se limitó a decir con calma:

—Disculpe, ¿podría poner el asiento en posición


vertical?
··························································································································· ®
Tobías se quedó helado durante unos segundos y
luego se fijó en las dos sillas caídas que tenía a su
lado. Ignoró el
insoportable dolor que sentía en el pecho y se
esforzó por levantarse. Con el sudor brotando de su
frente, tartamudeó:

—Sí, sí. Enseguida, enseguida.

Tobías apretó los dientes para adormecer el dolor,


luego levantó las sillas y las enderezó. Estaba
sudando a mares y su cara estaba por completo
torcida de dolor, pero no se atrevió a quejarse,
temiendo que un solo chillido provocara la ira de
Nataniel y lo matara.

Nataniel dirigió su atención a Horus León.

—Señor León, tiene que utilizar las medidas


corporales estándar para una modelo de 175 cm de
altura y hacer dos trajes con falda para mi esposa. Sí
va a poder, ¿verdad?

Horus León volvió a la realidad y enseguida asintió


con la cabeza.

Así, recibió un depósito de cinco mil de Nataniel y


luego le emitió un recibo. Le informó de que los trajes
estarían listos en dos semanas y le pidió a Nataniel
que regresara a recogerlos. Nataniel le entregó el
recibo a Penélope para que lo guardara y luego los
dos se dieron la vuelta para salir de la sastrería.

Tobías, quien estaba herido de gravedad, se alegró de


que Nataniel, la máquina asesina, saliera por la
puerta. Pero justo cuando estaba a punto de dar un
suspiro de alivio, ya que había estado conteniendo la
respiración,

aterrorizado de que Nataniel fuera a aplastarlo hasta


la muerte, Nataniel se detuvo de repente en su
camino. Se dio la vuelta y miró directo a Tobías con
una expresión gélida. A Tobías se le heló el corazón y
le tembló la voz al preguntar:

—Señor Cruz, ¿qué más puedo hacer por usted?


··························································································································· ®
Nataniel respondió con severidad.

Hoy se cumple el plazo que establecí para que la


familia Zulueta se fuera. Si quieren retirarse sin que
les pase nada, Adrián Zulueta tiene que venir en
persona a pedirme perdón. De lo contrario, me
aseguraré de que los Zulueta sean borrados de la
historia por completo.

Tras lanzar esa advertencia, Nataniel acompañó a


Penélope fuera de la sastrería.

Capítulo 269-1

En un spa de Monte Nova, Adrián Zulueta


se relajaba en una fuente termal con dos
hermosas mujeres a su disposición. Miró
fijo a Tobías Jacobo, quien estaba herido
de gravedad, y preguntó con rabia:
-iNataniel Cruz dijo que hoy es la fecha
limite para que los Zulueta se retifen? ¿Y
quiere que me arrodille ante él y me
disculpe?
Tobías estaba de pie con los hombros
encorvados.
-Sí, señor. Eso es lo que dijo Nataniel
Cruz
Adrián estaba tan enfadado que no pudo
evitar gruñir.
-Qué imbécil tan arrogante. Nunca me
voy a arrodillar ante él. Y nosotros, los
Zulueta, nos retiraremos jamás.
En ese mismo momento, una voz
escalofriante llegó desde el exterior de la
sala privada.
-Entonces hoy será el último día en la
tierra para usted y la familia Zulueta.
Adrián, Tobías y los guardaespaldas que
estaban alrededor se quedaron
sorprendidos por la intromisión tan
repentina. Adrián gruñó:
-¿Quién es?
La puerta de la sala privada del spa se
abrió y entró Nataniel, con Cesar Díaz,
Tomás Dávila y la Élite 8 detrás de él. Los
ojos de Adrián se abrieron demasiado
la sorpresa.
··························································································································· ®
por
-iEres tú! Nataniel Cruz.
Nataniel le mostró una pequeña sonrisa.
-Oí que querías verme, así que aquí estoy.
Adrian siguió mirando a Nataniel con
incredulidad. Había enviado un equipo
para atrapar a Nataniel, vivo o muerto. Sin
embargo, ese mismo equipo que había
enviado, había recibido una severa paliza y
luego había vuelto corriendo con el rabo
entre las piernas y, lo que es más
importante, no esperaba que el propio
Nataniel apareciera ante él. Varia$
emociones pasaron por su rostro antes de
gritar en voz alta:
-jAtrápenlo! Atrápenlos a todos.
Adrián había reunido a todos los
luchadores de élite de su familia. Así que
en ese mismo segundo, había más de cien
hombres muy hábiles y fuertes en el spa.
Sin embargo, incluso después de gritar
hasta quedarse sin aliento, no apareció ni
uno solo de esos hombres.
-Puedes dejar de gritar. Ya nos ocupamos
de ellos cuando entramos por primera vez.
Ahora mismo están todos tumbados en el
suelo y echando una siestecita -dijo
Nataniel, despreocupado.
¿Qué?». Los ojos de Adrián se abrieron
aún más. Aquellos hombres suyos
estaban muy entrenados y eran muy
competentes. Eran los pilares de la familia
Zulueta. Entonces, ¿cómo era posible que
Nataniel y sus diez hombres se
enfrentaran a cien de los suyos sin hacer
ruido?
Con terror en los ojos, Adrián míró fijo a
Nataniel.
-¿Qué quieres?
Nataniel respondió con calma.
-Desde que Jorge Zulueta me provocó, no
le he dejado de dar oportunidades a tu
familia. Por desgracia, los Zulueta
disfrutan cavar sus propias tumbas. Una y
otra vez, vienen a poner a prueba mis
limites e incluso le intentan hacer daño
mi familia. Ahora sí te pasaste de la raya,
··························································································································· ®
este es el final del camino para los
Zulueta,
A Adrián se le ocurrió algo de repente.
Puso su cara más valiente y gritó:
-¿Te atreves a matarme? ¿Quieres acabar
con los Zulueta? Ja! ¿No sabes quién es
la
persona que está detrás de los cuatro
del Sur?
Es el Rey del Sur, el mismísimo Daniel
Talavera! -gritó Adrlán-. Las cuatro
familias le pertenecemos al señor Talavera
y recibimos órdenes de él. Si se atreven a
tocarnos a los Zulueta, van a enfurecer al
señor Talavera y van a recordar mis
palabras, las calles de Ciudad Fortaleza se
van a manchar de sangre.
El Rey del Sur, por supuesto, no significaba
que fuera un rey de verdad, en esta época
no existían los reyes. Pero Daniel Talavera
tenía una reputación muy formidable en el
sur. Había ocupado varios puestos
importantes durante unos veinte años y,
gracias a él, el sur prosperó sin parar.
Aunque e había retirado hace muchos
años, los sucesores a los que instruyó y
preparo, así como sus contactos más
cercanos, eran abundantes y abarcaban
todo el sur. En la región del sur, todo lo que
decía era ley. Daniel Talavera era el Rey del
Su.
Se rumoraba que hubo una vez un
gobernador que deseaba construir un tren
de alta velocidad en uno de los distritos
del sur. Al solicitar los derechos del
terreno, no importaba lo que intentara los
lugareños no estaban de acuerdo. Al final,
entre la espalda y la pared, le hizo una
llamada a Daniel Talavera para pedirle
ayuda. Daniel le aseguró al gobernador
que se trataba de un asunto menor y le dio
instrucciones a su personal para ocuparse
del asunto. Al día siguiente, el problema
estaba resuelto.
Quedaba claro que Daniel. Talavera era una
figura muy poderosa en el sur. Nadie de
los circulos clandestinos, ni nadie de la
··························································································································· ®
alta sociedad se atrevia a enfrentarse al
señor Talavera. Incluso cuando la policía o
la gente de los departamentos de justicia
eran trasladados al sur para trabajar,
tenían que asegurarse de establecer una
buena relación con Daniel, de lo contrario,
sus planes o proyectos no podrían
funcionar tan bien. Así que la persona que
estaba detrás de las cuatro familias
principales, los cuatro del Sur, no era otra
que Daniel Talavera.
Adrián mencionó el nombre de Daniel
Talavera para asustar a Nataniel. Serie
con arrogancia:
|-Los Cuatro del Sur están todos bajo la
protección del señor Talavera. Si intentas
hacernos algo a los Zulueta, será el dia en
que dejes esta tierra. Ahora, ponte de
rodillas y haz que tu mujer me entregue
los derechos de distribución de la vacuna
Podría considerar dejarte vivir después de
eso... tal vez.
Nataniel miró a Adrián, quien parecía
satisfecho con lo que había dicho, y
levantó una ceja.
|- ¿Ya terminaste de decir tonterias?

Capítulo 270 El Rey del Sur

Adrián se quedó boquiabierto ante la


actitud de Nataniel. No solo no se asustó
Nataniel al mencionar al Rey del Sur, sino
que era como si no le molestara en
absoluto esa información. «¿Será que no
tiene miedo porque es ignorante?»,

—¿Y el Rey del Sur? Aunque estuviera aquí


en persona, si le pidiera que se arrodillara,
no estaría de pie.

Nataniel encogió los hombros. Adrián,


Tobías y el resto de sus hombres estaban
estupetfactos ante las atrevidas
afirmaciones de Nataniel. Era el primero
que mostraba un desprecio tan absoluto
por el señor Talavera en el Sur,

··························································································································· ®
—¡Por lo que acabas de decir, tus días en
Ciudad Fortaleza están contados! —chilló
Adrián.

Nataniel se rio de él:

—¿Alguna última palabra tuya? ¡Si no hay

Capítulo 270 El Rey del Sur

ninguna, que te lleven a donde perteneces!


—ordenó Nataniel, antes de darse la vuelta
con apatía y salir.

Justo cuando se dio la vuelta, César y


Tomás entraron en acción. Tobías les
ordenó a sus hombres que protegieran al
señor Adrián y los guardaespaldas se
lanzaron a luchar contra Tomás y el resto,
Pronto, los gritos y los lamentos llenaron
la sala.

Para cuando Nataniel llegó a la puerta, las


peleas detrás de él habían terminado. El
cuello de Adrián estaba roto y su cuerpo
¡inerte flotaba en las aguas termales, sus
hombres estaban desperdigados por el
suelo, las dos mujeres que entretenían a
Adrián tenían las manos apretadas
alrededor de la boca por el miedo, tratando
de evitar gritar. Tomás, César y el resto se
sacudieron el polvo y siguieron
tranquilamente a Nataniel.

Para cuando la noticia de la muerte de


Adrián Zulueta llegó a la familia Zulueta en
Alameda, el propio distrito había puesto en
marcha un grupo de trabajo para
Investigar todos los crímenes en los que la
familia Zulueta había estado involucrada a
lo largo de los años. Muchos de los
Zulueta fueron detenidos y muchos de sus
negocios fueron clausurados.

Las cuatro grandes familias del Sur


dejaron de ser tan grandes de repente. En
tan poco tiempo, fueron destruidas por
··························································································································· ®
completo. Carlos Zulueta no pudo
soportar los golpes consecutivos y cayó
enfermo.

Justo cuando la familia Zulueta se estaba


dispersando y distanciando, un Maybach y
tres Range Rovers se acercaron a la
mansión Zulueta. Un hombre musculoso
con botas de combate guiaba a más de
diez hombres fuera de los autos. El
hombre no era otro que el hijo ilegítimo de
Carlos Zulueta, Sandro Zulueta. Sandro
Zulueta era el hijo ilegítimo de Carlos
Zulueta. En más de una ocasión, Carlos
había tenido la intención de incorporar a
Sandro a la familia -
e inscribirlo en el registro familiar de
manera oficial, pero cuando Sandro era
pequeño, Carlos había ignorado por
completo a su madre, por lo que desde
entonces le guardaba rencor y por ello
rechazaba siempre el deseo de Carlos de
volver a la familia Zulueta.

Sandro creció en los barrios bajos. Había


aprendido a pelear desde pequeño y tenía
un temperamento violento y cruel. Cuando
era más joven, quiso demostrar que podía
vivir igual de bien sin necesidad de
integrarse en la familia. Así, se fue solo al
sudeste para abrirse camino.

En los últimos diez años, había recorrido


los países del sudeste y había reunido una
banda de delincuentes. En una zona donde
los grupos de narcotraficantes eran una
docena, se las arregló para ganarse un
nombre. Se volvió conocido como Hades.

En la desolada mansión de los Zulueta, un


viejo mayordomo advirtió la llegada de

Sandro, que se parecía mucho a su padre.


Exclamó sorprendido:

—¡Cielos! Señor Sandro, ¡por fin ha vuelto!


Sandro preguntó:
··························································································································· ®
—¿Dónde está mi padre?

—Han golpeado a la familia una y otra vez


en tiempos reciente. El señor Zulueta no
ha podido soportar y está enfermo —
respondió el mayordomo.

Un escalofrío pasó por los ojos de Sandro.

—Mientras yo esté cerca, la familia Zulueta


no caerá. Quien tenga sus ojos puestos en
mi familia, yo diezmaré la suya primero.

El mayordomo condujo a Sandro y a sus


hombres a la habitación de Carlos, donde
lo vieron tumbado en la cama con un
aspecto muy frágil. Pero entonces Carlos
ya había visto a Sandro. Su obstinado hijo,
que le había negado una y otra vez, estaba
de repente ante él, justo cuando la familia
Zulueta se estaba desmoronando., Se
sintió tan abrumado por las emociones
que se sentó de inmediato.

—¡Sandro! ¡Eres tú de verdad!


Sandro reprimió su llanto.

—Papá, no he sido un buen hijo, pero ya


regresé.

Carlos se aferró a la mano de su hijo, lleno


de alegría.

—¡Volviste, eso es lo único que importa!

Aunque Sandro se negaba a inscribir su


nombre en el registro familiar, en su
corazón ya había aceptado a Carlos como
su padre, solo estaba siendo obstinado
para no volver a casa con él. Ahora que los
Zulueta estaban en problemas, sabía que
era su deber volver a casa. Sandro le
aseguró con seriedad,

—Papá, ya regresé. Ten por seguro que no


permitiré que nadie vuelva a hacerle daño
a nuestra familia. Junté mucho dinero,
··························································································································· ®
armas y un gran grupo de hombres en el
sudeste. Ahora que regresé, prometo que
mataré a todos y cada uno de los que nos
han hecho daño.

—Hijo, sé que eres muy poderoso. Pero


todo ese poder que has acumulado está
en gran medida en el sudeste. Si quieres
buscar venganza, es mejor que tengamos
el apoyo de alguien local. Ve a visitar al
Rey del Sur, el señor Talavera, esta noche.
Dile que nuestra familia está dispuesta a
darle la mitad de nuestros bienes si nos

ayuda a vengarnos de Nataniel Cruz.

Sandro asintió y estuvo de acuerdo con su


padre.

—De acuerdo, ¡iré a visitar al señor Talavera


esta noche.

Capítulo 271 ¿Quién te envió aquí?

La mansión de los Talavera estaba


construida frente al mar y de espaldas a
una montaña. En el interior del gran salón,
que estaba tan lujosamente engalanado
como un palacio, se encontraba un
hombre algo regordete que no llegaba a
los 170 centímetros de altura. Este
hombre con una presencia inusual no era
otro que el propio Daniel Talavera, estaba
sentado en una silla de palisandro
bellamente tallada mientras le sonreía a
Sandro Zulueta. Tenía un aspecto
compasivo y amable. Quien no lo conocía,
no podía relacionar su imagen con la de
alguien que podía hacer temblar al sur con
un simple pisotón.

Sandro fue muy respetuoso.

—Señor Talavera. Todo el mundo sabe que


usted fue quien convirtió a los Cuatro del
Sur en lo que son hoy. Nataniel ha sido
cruel con nosotros, los Zulueta, e incluso
··························································································································· ®
pretende aniquilarnos por completo.

—La familia Zulueta está dispuesta a


ofrecerle a usted, señor Talavera, la mitad
de nuestros bienes a cambio de su ayuda.

Daniel Talavera respondió con


indiferencia.

—No me importa su oferta. Nataniel Cruz,


que apareció de repente en Ciudad
Fortaleza, se ha convertido en una
pesadilla. Los malcriados arrogantes
como él se merecen unos azotes.

Y con la promesa de Daniel Talaveras de


darle una zurra al muchachito, Ciudad
Fortaleza estaba destinada a una
tormenta de caos y derramamiento de
sangre.

Los ojos de Sandro se llenaron de alegría y


emoción.

—i¡Gracias, señor Talavera! Gracias por


hacer esto por nuestra familia. Pero los
rumores dicen que uno de los hombres de

Nataniel Cruz, Tomás Dávila, tiene el


control de la mafia en Ciudad Fortaleza. El
propio Nataniel también tiene muchas
conexiones personales con los lideres de
Ciudad Fortaleza. Así que acabar con
Nataniel podría no ser tan fácil como
parece.

Daniel se rio.

—Como tiene conexiones con ambos


lados de la ley en Ciudad Fortaleza,
entonces enviaré a alguien del distrito.
Dudo que los de Ciudad Fortaleza se
atrevan a cruzar a sus altos mandos
enviados desde la propia Alameda.

Daniel volteó entonces para darle


instrucciones a su asistente personal:
··························································································································· ®
—Llama al capitán de la policía. Que el

propio Hermenegildo Carballo reúna un


equipo, se dirija a Ciudad Fortaleza con
Sandro y se encargue de Nataniel Cruz.

Sandro estaba extasiado. Ya tenía una


banda de delincuentes del sudeste
asiático con él. Y ahora también tenía la
ayuda del mismísimo capitán de la policía,
Hermenegildo Carballo. «¡No hay manera
de que Nataniel se nos escape indemne
ahora!».

En Ciudad Fortaleza, Nataniel, Penélope y


Carmen acababan de terminar de
inspeccionar las obras de su fábrica
farmacéutica en Fénix y se dirigían de
nuevo a la ciudad. Acababan de entrar en
la ciudad cuando, de repente, aparecieron
un puñado de autos que acorralaron su
BMW por todos lados. Entonces, una
docena de hombres saltaron de los autos
con gran agilidad. El que ¡iba en cabeza,
con aspecto alto y delgado y mirada
afilada, era Hermenegildo Carballo.
Hermenegildo sacó su credencial y se la
mostró a Nataniel.

—Somos de la Unidad de Investigación de


Alameda. Nataniel Cruz, estás bajo
sospecha por estar relacionado con
muchos de nuestros casos abiertos.
Necesito que nos sigas para investigar.

Penélope se sorprendió y se angustió al


escuchar esto.

—¿Estás seguro de que no te equivocas de


persona?

Hermenegildo ignoró por completo a


Penélope y fijó su mirada en Nataniel.

—¿Vas a salir de tu auto por voluntad


propia o tendremos que esposarte?
··························································································································· ®
Justo cuando el auto de Nataniel estaba
siendo encajonado, dos SUV de color
negro que se encontraban en la distancia
se percataron de inmediato de la
situación. Cesar Díaz y la Élite 8 salieron
de sus autos y se dirigieron hacia ellos,
pero los detuvo una señal de Nataniel.

Nataniel les dirigió una mirada mordaz,


indicándoles que no estaba en peligro y
que debían mantener distancia. Luego
volvió a centrar su atención en
Hermenegildo.

—Si fuera sospechoso, la policía de Ciudad


Fortaleza podría haber venido a
detenerme, Sin embargo, ¿viniste hasta
aquí solo por mí?

Nataniel sonrió.

—Déjame adivinar. ¿Fueron los Zulueta


quienes te enviaron, o fue el Rey del Sur,
Daniel Talavera?

La expresión de Hermenegildo Carballo se


puso rígida, al igual que la de sus
hombres. Nadie esperaba que Nataniel se
enterara de eso tan fácil.

Capítulo 272 Nataniel está en problemas

Cuando Penélope escuchó lo que dijo


Nataniel, de inmediato recordó las
rencillas entre él y los Zulueta. Ella
también se dio cuenta de que los hombres
que estaban frente a ellos habían sido
enviados por los Zulueta con la única
intención de hacerle daño a Nataniel. Se
puso aún más nerviosa y se puso delante
de Nataniel para protegerlo,

—¡No puedes abusar de tu autoridad por


un rencor personal! No permitire que te lo
lleves.

··························································································································· ®
La mirada de Hermenegildo se volvió fría.
Se burló:

—Nataniel Cruz. Ya que no quieres


cooperar con nosotros, tendremos que
usar la fuerza para hacerte venir,

Entonces les ordenó a sus hombres que


detuvieran a Nataniel. Nataniel empujó a
Penélope con cuidado y le sonrió a
Hermenegildo.

—No hace falta. Yo voy con ustedes. Estoy


muy interesado en ver qué juegos se traen
entre manos.

Penélope estaba frenética.


—¿Nataniel?
Nataniel bajó la voz y le dijo con suavidad:

—Penélope, no te preocupes. Estaré bien.


Incluso volveré para la cena esta noche.

Hermenegildo se burló de la seguridad de


Nataniel.

«¿Crees que podrás volver a cenar


después de que te llevemos? ¡Ja! La
verdad es que no vas a cenar más a partir
de ahora. ¡Porque los muertos no
comen!».

Antes de que Nataniel se fuera con


Hermenegildo, no se olvidó de recordarle a
Carmen que cuidara a su prima y que no la
preocupara. Carmen conocía la verdadera
identidad de Nataniel, pero también juró
guardarle su secreto a Penélope. Así que,
aunque no estaba preocupada por la
seguridad de Nataniel, tampoco sabía
cómo calmar los temores de su prima.
Aunque se sentía frustrada, accedió a la
petición de Nataniel.

—De acuerdo, lo haré.

Nataniel siguió a Hermenegildo hasta su


··························································································································· ®
auto y abandonaron el lugar. Penélope
solo pudo ver cómo se llevaban a Nataniel.
Empezó a asustarse y enseguida hizo
llamadas a otros para pedir ayuda. Por
desgracia, sus contactos eran limitados.
No conocía a ningún superior influyente y
los de menor rango que conocía estaban
demasiado asustados e impotentes para
hacer algo cuando se enteraron de que la
policía del distrito se había llevado a
Nataniel.

Penélope caminaba ansiosa y nada de lo


que Carmen dijera podía consolarla o
calmarla.

Justo cuando Carmen se sentía


impotente, un Passat Sedan se detuvo
junto a ella, Las ventanillas estaban abajo
y en su interior había un hombre de unos
cuarenta años. Ese hombre tenía una línea
de cabello hacia atrás y un par de ojos
pequeños. Daba la impresión de ser un
tiburón, de aspecto feroz, pero también un
poco extraño. Se sorprendió al ver a
Penélope y a Carmen.

—¡Hola, señorita Sosa!


Penélope se sintió algo sorprendida por el
hombre y tardó unos segundos en

reconocerlo.

—¡Eres Héctor Portugal, el vicecapitán de


la Unidad de Investigación de Alameda!

Héctor Portugal le mostró una gran


sonrisa.

—i¡La señorita Sosa se acuerda de mí! ¡Me


siento muy honrado!

Resulta que hace unos años, cuando


Penélope se quedó embarazada fuera del
matrimonio, los Sosa pensaron que estaba
avergonzando a la familia. Durante
bastante tiempo, Alfredo Sosa tuvo la
··························································································································· ®
intención de presentarle a Penélope a
alguien y luego casarla.

Y el hombre que Alfredo había dispuesto


para que Penélope conociera no era otro
que Héctor Portugal, un hombre de unos
cuarenta años, viudo y que trabajaba
como vicecapitán de la Unidad de
Investigación.

Penélope no sabía que se trataba de una


cita a ciegas y por eso aceptó ir al
restaurante para conocer a Héctor. Los
dos no habían coincidido más de diez
minutos antes de que Penélope encontrara
una excusa para escabullirse, pero la
hermosa y seductora Penélope había
hipnotizado a Héctor por completo y le
había dejado una muy buena impresión.

Héctor estaba en Ciudad Fortaleza de


vacaciones y nunca hubiera esperado
encontrarse con Penélope en la calle.
Sabía que tenía que acercarse a ella de
inmediato. En ese momento, su mirada se
deslizó por la esbelta figura de Penélope,
Sonrió demasiado:

—Señorita Sosa, ¿qué está haciendo aquí?


¿Se le ha estropeado el auto? ¿Necesita
ayuda?

Penélope quería decirle que estaba bien y


alejarse de él, pero de repente recordó que
Héctor era el vicecapitán de la Unidad de
Investigación, el mismo que acababa de
inculpar y llevarse a Nataniel.

«Quizá Héctor pueda ayudarme». Asi que


le contó a Héctor de manera breve lo que
había sucedido y le suplicó que la ayudara.

—Vicecapitán Portugal, mi marido fue


incriminado. Usted trabaja en la misma
unidad que ellos, ¡así que por favor
ayúdeme! Ayúdeme a salvar a mi marido.

··························································································································· ®
Los engranajes de la mente de Héctor
comenzaron a girar cuando escuchó las
súplicas de Penélope. Se sentía bastante
engreído. «¡Ja! ¡Mira que ignorarme antes
y pedirme ayuda ahora...! ¡Esta vez no te
escaparás de mí! ¡Espera a que te tenga
retorciendote debajo de mil». En su mente,
Héctor ya estaba planeando formas de
llevar a Penélope a su cama, pero seguía
fingiendo ser educado en la superficie.

—No se preocupe, señorita Sosa. Me


ocuparé de ella como si fuera mi propio
problema. Venga. Reunámonos primero
con el capitán Carballo y averigúemos la
gravedad de los problemas de su marido.
Le prometo que le ayudaré en todo lo que
pueda.

Capítulo 273 Caos en la cárcel

Hermenegildo Carballo no había llevado


de inmediato a Nataniel con él a Alameda,
sino que fue primero al centro de
detención de Ciudad Fortaleza.
Hermenegildo hizo encerrar a Nataniel en
una celda de detención y luego le dio
órdenes al encargado, Gilberto Lovera.

—Quiero que pongas a algunos hombres


en la misma celda de detención que
Nataniel.

—¿Qué clase de hombres tiene en mente,


capitán Carballo? —preguntó Gilberto
sorprendido. Justo en ese momento, entró
el altísimo, musculoso y bronceado
Sandro Zulueta, con ocho hombres de
aspecto despiadado siguiéndolo.

Hermenegildo señaló a los hombres.


—A ellos. Solo tienes que hacer que estén

en la misma celda que Nataniel; no te


preocupes por nada más.

Gilberto miró a los hombres que acababan


··························································································································· ®
de entrar. Á la cabeza estaba Sandro
Zulueta, con aspecto firme y tranquilo,
pero con unos ojos que denotaban que iba
a haber un asesinato sangriento. Podía ver
que Sandro era alguien que estaba
huyendo de la ley y era muy probable que
tuviera mucha sangre en sus manos.

Poner a estos hombres que no tenían nada


que perder en la misma celda que
Nataniel, indicaba que el capitán Carballo
no tenía ninguna intención de llevar a
Nataniel de vuelta a Alameda con vida. Iba
a hacer que lo mataran allí mismo. Esa
constatación lo alarmó.

—Capitán Carballo, esa gente no parece


ser amigable. Si los pongo en la misma
celda que Nataniel y le pasa algo,
entonces tendré un gran problema.

Hermenegildo entrecerró los ojos.

—¿Sabes por qué vine hasta aquí desde

Alameda solo para ocuparme del mísero


Nataniel Cruz?

Gilberto negó con la cabeza.

—No lo sé.

—¡Porque el señor Talavera me lo ordenó!


—contestó Hermenegildo con una actitud

distante.

Los ojos de Gilberto se abrieron mucho y


le tembió la voz,

—¿El señor Talavera? ¿Qué señor Talavera?


Hermenegildo suspiró.

—¿Quién más crees? Solo hay un señor


Talavera y es el Rey del Sur.

Gilberto se tambaleo hacia atrás, perplejo.


··························································································································· ®
«¿Así que este bandido de Nataniel se
metió con el Rey del Sur, el señor Talavera?
No me extraña que Hermenegildo y sus

eu

hombres hayan venido hasta Ciudad


Fortaleza desde Alameda. No es de
extrañar que Hermenegildo quiera colocar
a los hombres dentro de la celda de
Nataniel de manera descarada. ¡Está
trabajando bajo las órdenes del señor
Talaveral».

Eso significaba que, si Nataniel terminaba


muerto en esa celda, nadie iba a decir
siquiera una palabra, porque en el sur, las
palabras del señor Talavera eran ley. Y
aunque el cielo se cayera, el señor
Talavera iba a estar allí para limpiar el
desastre. Al llegar a esta conclusión,
Gilberto se dio cuenta de que no tenía que
preocuparse más.

Sonrió disculpándose con Hermenegildo.

—No me había dado cuenta. En ese caso,


me ocuparé de inmediato.

Se dirigió a Sandro y a sus hombres:

—Siganme. Los voy a llevar a la celda de


Nataniel.

Sandro entrecerró los ojos mientras


guiaba a sus ocho hábiles hombres tras
Gilberto. Nataniel estaba sentado en un
simple catre en su celda vacía. Tenía una
expresión de curiosidad en su rostro,
como si estuviera esperando algo, Cuando
escuchó unos pasos que se dirigían hacia
él, la comisura de sus labios se movió
hacia arriba. «Sabía que no solo me
mantendrían aquí. Uy... me pregunto qué
otros trucos tienen bajo la manga».

¡Zas! La puerta de acero de la celda se


··························································································································· ®
abrió. Gilberto y los otros guardias
hicieron entrar a Sandro y sus hombres. Le
dirigió a Nataniel una mirada de lástima
exagerada antes de dirigirse a Sandro.

—Estarán todos detenidos en esta celda.


Pórtense bien y no peleen. ¿Me oyen?

Sandro miró a Nataniel, que estaba


sentado tranquilo en el catre.

—Si, señor. No se preocupe, vamos a jugar


bonito con este nuevo amigo —sonrió.

—Bien —asintió Gilberto—. ¡Cierren la


puerta!

¡Zas! La puerta de la celda se cerró de


nuevo, Nataniel, Sandro y sus hombres se
quedaron solos en la pequeña celda.
Nataniel miró a Sandro y se dio cuenta de
que compartía algunos de los rasgos de
Federico y Adrián.

—¿Un Zulueta? Nataniel se rio.

Sandro sacó de su bolsillo unas vendas


blancas para las manos y comenzó a
envolver con cuidado su mano derecha.
Sus ojos brillaban con hambre y malicia.

—Carlos Zulueta es mi padre. Y hoy es el


día en que te mueres, infeliz.

Los ocho hombres que acompañaban a


Sandro también sacaron sus armas, entre
ellas dagas y nudillos de latón, armas
ideales para el combate cuerpo a cuerpo.
Era obvio que estaban preparados y
decididos a acabar con Nataniel allí
mismo.

Nataniel se levantó, con cara de


desinterés.

—Estos imbéciles. ¿Creen que pueden


matarme?
··························································································································· ®
Capítulo 274 No hay nada como el almuerzo gratis

Cuando Sandro terminó de vendar su


mano, se estiró para aflojar los músculos.

—Estos imbéciles podemos matarte diez


veces y más —se burló—. Sé un buen chico
y arrodíllate ante mí ahora mismo, así
podré darte una muerte más rápida.

Nataniel se rio:

—No eres lo suficientemente digno como


para que me arrodille ante ti.

La mirada de Sandro se convirtió en hielo


mientras gruñía:

—¡Entonces muérete!

Saltó a la acción con una velocidad que


haría caer la mandíbula de cualquiera.
Solo se pudo ver una sombra fugaz
mientras se lanzaba hacia Nataniel, esto
hizo que sus hombres se enfurecieran y lo
aclamaron.

—¡Eso es increíble!
—¡El Sr. Sandro es malvado!
—¡Acabe con él, Sr. Sandro!

Sandro no se estaba conteniendo. Estaba


usando todo lo que tenía y pretendía
acabar con Nataniel lo más rápido posible.
Cuando se acercó a Nataniel, se impulsó
hacia adelante y levantó el puño para
golpearlo. Sus puñetazos eran invencibles
y solían ser tan ensordecedores que
alarmaban incluso a los muertos.

Nataniel observó sin expresión alguna


cómo Sandro se acercaba a él. Dio un
paso adelante y levantó el puño con
indiferencia. Sandro vio cómo Nataniel lo
subestimaba. Su sonrisa se hizo más
grande y ya podía imaginar lo que estaba a
··························································································································· ®
punto de suceder: iba a sacar volando a
Nataniel con su puño...

¡Zas! Los dos puños chocaron entre sí.

Justo cuando sus puños entraron en


contacto, la sonrisa de Sandro
desapareció, su expresión cambió, se
quedó estupefacto y luego demostró
terror.

«Crac. Crac. Crac». El sonido de los


huesos rompiéndose resonó en toda la
celda. Los huesos del brazo derecho de
Sandro se habían roto. El resultado de la
batalla entre los dos puños fue que el
único golpe de Nataniel destruyó todo el
brazo de Sandro. Nataniel levantó la pierna
y descargó una rápida patada en el pecho
de Sandro.

¡Zas! El voluminoso cuerpo de Sandro voló


hacia atrás y se estrelló de manera
estrepitosa contra la puerta de acero y el
resto de los hombres de Sandro respiraron
profundo y miraron con incredulidad.

Dentro de la sala de espera del centro de


detención, Penélope esperaba ansiosa a
Héctor Portugal. Cuando lo vio entrar, se

apresuró a preguntar:
—Señor Portugal, ¿cómo está mi marido?
Hector negó con la cabeza.

—Acabo de hablar con el capitán Carballo.


No tiene buena pinta. Lo encerraron de
manera temporal con unos criminales
atroces. Si no lo separan pronto de ellos,
podría morir en sus manos.

Penélope estaba tan horrorizada que casi


se quedó sin palabras.

—¿Qué?
Se atragantó.

··························································································································· ®
Héctor miró a Carmen, que estaba de pie
fuera de la sala de espera. Se acercó a
cerrar la puerta para que solo él y
Penélope estuvieran solos dentro. Volteó
para mirar a Penélope, con lujuria visible
en sus ojos.

—He trabajado muchos años con el


capitán Carballo y tenemos una buena
relación. Puedo pedirle con facilidad que
separe a su marido de los otros criminales
despiadados.

—Entonces, por favor, tiene que ayudarme,


señor Portugal. Por favor, no deje que mi
marido se quede encerrado con esos
criminales —dijo Penélope desesperada.

Héctor se rio.

—Puedo ayudar. Pero, ¿qué me ofrecerá a


cambio la señora Sosa?

Penélope se quedó paralizada durante


unos segundos antes de continuar:

—Me aseguraré de recompensarle con un


buen pago, señor Portugal.

—Eso no es necesario. No necesito dinero.

La mirada hambrienta de Héctor se posó


Un en los amplios pechos de Penélope
mientras su voz se volvía espesa de
lujuria.

—Me ocuparé de los problemas de tu


marido en cuanto aceptes acostarte
conmigo.

Penélope se encendió de rabia y sorpresa.


—¡Sr. Portugal, usted...!

—Seguro que no pensabas que te iba a


ayudar gratis.

Héctor se rio con cinismo.


··························································································································· ®
—OÍ que tu marido está encerrado con
esos criminales empedernidos en este
mismo momento. ¿Quién sabe? Puede que
a estas alturas ya lo estén torturando sin
sentido. Por qué no te pones a pensar si
quieres salvar a tu marido o no. Pero debo
recordarte que cada minuto que dudes, tu
marido estará más cerca de la muerte.

Capítulo 275 ¿No te preocupa que te castiguen?

El rostro de Penélope perdió todo el color y


las lágrimas se acumularon en sus ojos.
Por fin, apretó los dientes y se rindió.

—Está bien. Estoy de acuerdo, pero


primero quiero ver a mi marido.

Héctor sabía que Nataniel estaba


encerrado con Sandro y sus hombres, así
que era muy probable que para entonces
Nataniel ya estuviera medio muerto.
Pensó que era una buena idea que
Penélope viera por sí misma el estado de
Nataniel para que cumpliera con el trato,
así que asintió con la cabeza.

—De acuerdo. Te llevaré a ver a tu marido,


aunque puede que esté irreconocible a
estas alturas.

Héctor y Penélope salieron de la sala de


espera y Carmen corrió de inmediato hacia

ellos. Preguntó con cautela:

—Penélope, ¿qué te dijo? ¿Se aprovechó

de ti?
Penélope negó con la cabeza.

—Tu cuñado está en peligro. Vamos a


verlo ahora,

Héctor condujo a Penélope y a Carmen a


la celda de Nataniel. Hermenegildo y
··························································································································· ®
Gilberto también se unieron a ellos, ya que
tenían curiosidad por ver lo mal que había
sido golpeado Nataniel. Muy pronto, el
grupo llegó a la puerta de la celda.

Héctor comentó sorprendido:

—¿Por qué hay tanto silencio dentro? ¿Ya


está muerto Nataniel?

El rostro de Penélope se puso blanco y


Carmen se sujetó rápido a ella para evitar
que se cayera. Incluso ella empezaba a
preocuparse por la seguridad de Nataniel.
Gilberto bajó la voz y ordenó a sus
hombres que desbloguearan la puerta.

¡Zas! La puerta se abrió y todos se


asomaron al interior de la celda. Quedaron
sorprendidos por lo que encontraron. El
suelo estaba cubierto de sangre y alguien
yacía en un charco. Penélope se quedó
mirando al hombre bañado en sangre que
yacía en el suelo.

—¡Nataniel! —gritó,

Entonces, una voz sonó desde un rincón


inadvertido de la celda.

—Cariño, estás aquí —dijo la voz con


pereza. Penélope y los demás se quedaron
helados al mirar en dirección a la voz.
Vieron a un hombre sentado tranquilo en
el borde del catre del fondo. De aspecto
alto y fuerte, con ojos centelleantes, el
hombre no era otro que Nataniel. Junto a
Nataniel había un puñado de hombres
muy heridos que le daban masajes con
cuidado y Nataniel estaba sentado
disfrutando.

Penélope y los demás se quedaron


boquiabiertos. «¿Acaso no eran criminales
empedernidos? ¿Por qué se mostraban
tan dóciles e incluso le daban masajes a
··························································································································· ®
Nataniel? Y si el hombre que yace en el
charco de sangre no es Nataniel, entonces
¿quién es?».

Las emociones de todos oscilaban entre la


conmoción y la curiosidad mientras
miraban de cerca el cuerpo en el suelo.
Hermenegildo fue el primero en
reconocerlo.

—¡Es Sandro Zulueta! El que yace en el


charco de sangre no es Nataniel, ¡es
Sandro! —dijo jadeando.

Esta revelación aturdió aún más al grupo.


Todos se quedaron con la boca abierta al
ver la escena. Estaba claro que no era lo
que esperaban. Tendría que haber sido
Nataniel el que yaciera en el charco de
sangre, así que ¿cómo le pasó eso a
Sandro en su lugar?

Hermenegildo fue el primero en recobrar el


sentido común.

—¿Todavía eres arrogante? Bastardo —


gritó indignado, antes de ordenarles a sus
hombres que lo esposaran.

Gilberto escuchó las órdenes de


Hermenegildo y estaba a punto de entrar
en acción cuando Nataniel despidió a los
hombres que le estaban dando masajes.
Entonces, se levantó y se rio.

—Me arrastraron hasta aquí, así que tengo


que decir que esperaba un poco más de
ustedes. Resulta que es lo mismo de
siempre. Ya me cansé de estos juegos
tuyos, así que ya terminé de jugar. Se
acabó el juego.

Hermenegildo no pudo evitar reírse.


—Todavía no se acaba, de hecho,

acabamos de empezar. Estás acabado,


··························································································································· ®
criminal.

Gilberto siguió el ejemplo de


Hermenegildo y les gritó a sus hombres:

—¡Guardias, espósenlo!

Nataniel entrecerró los ojos y miró fijo a


Gilberto.

—No tienen órdenes de arresto y sin


embargo me detuvieron. Eso es ilegal. Es
claro que lo sabes, pero aun así violaste la
ley y los ayudaste. ¿No te preocupa que te
castiguen?

Capítulo 276 Todo lo que digo es válido

Los ojos de Gilberto se movieron


nerviosos al escuchar las palabras de
Nataniel, pero de inmediato recordó quién
era Hermenegildo, así como la persona
que lo respaldaba, el Rey del Sur, Daniel
Talavera, y agarró valor de nuevo. Incluso
ignoró el hecho de que los Penélope y
Carmen estaban allí mismo y se burló de
Nataniel.

—¿Castigo? Yo soy el jefe aquí, todo lo que


yo digo es válido. ¿Me crees cuando te
digo que, aunque te matara aquí mismo,
ahora mismo, nadie me señalaría con el
dedo?

—¡No te creo!

Gilberto acababa de terminar su frase


cuando una voz severa apareció detrás de
ellos.

El y todos los demás dieron un salto de


sorpresa. Se dieron la vuelta y vieron a un
gran grupo de hombres de pie detrás de

ellos. El que hablaba era el que estaba al


frente, un hombre de cara cuadrada y que
llevaba una chaqueta negra.
··························································································································· ®
Gilberto abrió mucho los ojos cuando vio
al hombre de cara cuadrada.

—¡Subjefe Núñez! ¿Qué está haciendo


aquí?

Resultó que el hombre no era otro que el


segundo al mando de la oficina de policía,
Joaquín Núñez. Joaquín era técnicamente
el supervisor inmediato de Gilberto.
Gilberto acababa de presumir que él era el
jefe allí y que todo lo que dijera era válido,
sin embargo, ahí estaba Joaquín Núñez.

Joaquín había dirigido un equipo de


hombres armados hasta el centro de
detención. Miró Gilberto que estaba
aterrorizado y sonrió.

—No sabía que fueras un tipo tan duro,


¿insistiendo en que tienes el poder de
matar a quien quieras? Suenas incluso
más capaz que yo.

Gilberto empezó a sudar frío mientras le


temblaba la voz:

—Subjefe Núñez, eso fue solo una broma


que hice en el calor del momento.

Hermenegildo intervino rápido y le sonrió a


Joaquín.

—Señor Núñez, soy Hermenegildo Carballo


de Alameda.

Hermenegildo extendió la mano al


presentarse, queriendo estrechar la mano
de Joaquín. Ambos trabajaban en el
mismo sistema y, desde el punto de vista
del rango, eran técnicamente iguales, pero
como Hermenegildo pertenecía al distrito
y Joaquín Núñez trabajaba a nivel local, se
sentía superior a Joaquín y por eso debía
tratarlo con respeto. Lo que no esperaba
era que Joaquín no le dedicara ni una
··························································································································· ®
mirada. De hecho, pasó por delante de él y
se dirigió a Nataniel.

—Señor Cruz, espero que esté bien —dijo


Joaquín con respeto.

La sonrisa de Hermenegildo se congeló en


su rostro y su brazo extendido se quedó en
el ajre con una actitud torpe. «¿Cómo se
atreve Joaquín Núñez a ser tan descortés
conmigo? ¿Y por qué es tan respetuoso
con Nataniel?».

Nataniel sonrió y estrechó la mano de


Joaquín.

—Estoy bien, gracias por preocuparte, pero


me trataron de una manera bastante
injusta, así que espero que usted, subjefe
Núñez, pueda ayudarme a hacer justicia.

Joaquín no se esperaba un apretón de


manos de alguien tan poderoso como
Nataniel, así que eso le dio vértigo y lo
hizo sonrojarse.

—Señor Cruz, le aseguro que me tomaré


este asunto muy en serio.

Nataniel sonrió mientras le explicaba


cómo Hermenegildo Carballo lo había
detenido sin orden de arresto y también
cómo Gilberto Lovera lo había ayudado en
todo momento. El rostro de Joaquín se
ensombreció tras escuchar toda la
historia. Se dio la vuelta y miró fijo tanto a
Hermenegildo como a Gilberto.

—¿Es cierto todo lo que dijo el señor Cruz?

Gilberto ya estaba cubierto de sudor y


estaba tan nervioso que no le salía una
palabra. Así que Hermenegildo respondió
en su lugar.

—Señor Núñez, Nataniel Cruz es una


persona interesada. En cuanto a la orden
··························································································································· ®
de detención, estaré encantado de
explicárselo en privado. Se trata de un
asunto interno que debe tratarse de
manera interna y no delante de un público.

¿No está de acuerdo?

Esta era la forma en que Hermenegildo le


recordaba con discreción a Joaquín que
no exagerara los asuntos, Los asuntos
internos debían tratarse entre ellos y en
privado, pero Joaquín no le iba a dar a
Hermenegildo ni un poco de libertad para
actuar. Lo reprendió:

—No te andes con rodeos, solo


contéstame. Cuando arrestaste al Sr. Cruz,
¿tenías o no una orden de arresto?

Hermenegildo se estaba poniendo


nervioso.

—¡No, no la tenía! Joaquín Núñez, ¿no


sabes que hay que ser flexible al detener a
los delincuentes? Arrestarlos cuando no
se ha emitido una orden es una práctica
común...

Joaquín lo interrumpió.

—¡Eso va contra la ley y lo sabes!

Hermenegildo abrió los ojos sorprendido,


pues se dio cuenta de que Joaquín estaba
hablando muy en serio. Y justo a tiempo,
Joaquín declaró:

—Has infringido la ley en mi jurisdicción


sabiendo que lo hacías.

Luego miró a sus hombres y les hizo una


señal:

—¡Llévense a Hermenegildo Carballo y a su


equipo!

Hermenegildo y sus hombres


··························································································································· ®
retrocedieron indignados.

—¿Cómo te atreves?

Capítulo 277 Te atreves a incumplir

Joaquín resopló.

—Estamos haciendo las cosas de acuerdo


al pie de la letra. ¡Así que sí, nos
atrevemos! ¡Arréstenlos!

Había llegado preparado junto con


cincuenta tropas armadas por completo
detrás de él. Sus órdenes acababan de ser
emitidas cuando decenas de hombres
saltaron a la acción y a toda velocidad
apresaron a Hermenegildo y a sus
hombres.

Hermenegildo gritó con desesperación:


—¡Joaquín Núñez! ¡Te pasaste de la raya!
¿Te atreves a tocarnos aun siendo del
distrito? ¡Te acabas de meter en un gran
problema!

Joaquín puso los ojos en blanco.

—Encuentren una celda de retención más


grande y métanlos a todos ahí por ahora.

En un momento, Hermenegildo Carballo y


sus hombres fueron detenidos en una
celda cercana. En el momento en que la
puerta de la celda se cerró con llave, ocho
hombres corpulentos de traje aparecieron
frente a ellos. Estos ocho hombres eran
los más fuertes y poderosos de entre los
guardias de Nataniel, se les conocía como
«Élite 8».

Élite 8 eran todos altos y corpulentos, con


músculos que les contorneaban todo su
cuerpo. Con los trajes negros que llevaban
incluso daban la impresión de estar
··························································································································· ®
usando una armadura negra. Cuando los
ocho se acercaron, dieron una sensación
impenetrable como si fueran un ejército de
miles de guerreros. Todos los ahí
presentes miraron asombrados a estos
ocho hombres mientras trataban de
adivinar por qué estaban allí.

Haciendo un ademán de indiferencia con


su mano, Joaquín ordenó:

—Encierren a estos ocho hombres con


Hermenegildo Carballo y los demás.

Los ojos de todos se abrieron de par en


par, los de Gilberto en particular. «¡M*erda!
¿No es el mismo truco que Hermenegildo
utilizó con Nataniel antes? ¡El subjefe
Núñez está vengando a Nataniel!».

No solo encerró a Hermenegildo y a su


grupo, sino que también les ¡iba a dar una
cucharada de su propia medicina. Pero
Hermenegildo tenía un buen número de
hombres a su lado que estaban bien
entrenados por trabajar en la Unidad de
Investigación de Alameda.

«¿Acaso estos ocho hombres serán


capaces de someter a Hermenegildo y a
su equipo?». Las preguntas de Gilberto
fueron respondidas muy pronto.

La Élite 8 acababa de entrar en la celda


cuando se escucharon sonidos de pelea
de inmediato. Simultáneo a esto, se
escucharon los gritos devastadores de
Hermenegildo, así como los constantes
lamentos de sus hombres. Los que
supieran que Hermenegildo y sus hombres
eran los que estaban siendo golpeados,
podrían haber pensado que los gritos
venían de unos cerdos que estaban siendo
sacrificados.

El grupo que estaba afuera de la celda


hacía diferentes expresiones. Por ende, el
··························································································································· ®
que se veía más perturbado era Gilberto
Lovera. Después de ver el terrible destino
que le había tocado a Hermenegildo y a su
equipo, ahora estaba temblando de
preocupación por el suyo, en especial
porque había estado del lado de
Hermenegildo todo el tiempo. Deseaba
con ahínco poder volverse invisible para
que Joaquín y Nataniel no lo pudieran ver.
Pero para su mala suerte, la mirada de
Joaquín ya estaba fija en el.

—Gilberto Lovera —gruñó Joaquín.

Gilberto se estremeció al oír su nombre,


—¡Si, señor!
Joaquín lo miró sin expresión.

—He oído que el centro de detención ha


estado buscando contratar personal de
limpieza hace poco tiempo. Pero al
parecer, no tendrán que seguir buscando,
¡Entrégale tu trabajo a otra persona y ve a
reportarte en Recursos Humanos!

Las órdenes de Joaquín golpearon a


Gilberto como un rayo dejándolo inmóvil
en el acto. Joaquín lo había despojado de
su rango y título y lo había degradado al
nivel más bajo. No podía creer que lo
estaban asignando como personal de
limpieza, ¡un trabajo sin pensión ni nada
semejante! Estaba muy cerca de estallar
en lágrimas.

—Subjefe Núñez, esto... —se lamentó.

Joaquín lo miró fijamente.


—¿No quieres cumplir?

Gilberto no se atrevió a decirle nada más.


En ese momento, Joaquín solo quería
degradarlo. Si hubiera llevado más lejos el
asunto, habría podido terminar con el peor
resultado si asumía toda la
responsabilidad de todo lo que había
sucedido.
··························································································································· ®
Y peor aún, Joaquín podría incluso haber
hecho una investigación sobre todas las
cosas inescrupulosas en las que había
estado involucrado a lo largo de los años.
Si llegaba a ese punto, no sería tan simple
como ser degradado. Diablos, incluso una
condena en la cárcel sería considerada
como un castigo ligero.

Los hombros de Gilberto se hundieron


mientras susurraba:

—Me atengo por voluntad a sus reclamos, señor.


Joaquín refuntuñó y apartó su atención de
Gilberto. Miró a Nataniel y sonrió:

—Señor Cruz, aquellos que merecían un


castigo han sido sometidos. No debería
estar en un lugar como este. Vamos a otro
lado para hablar.

Nataniel asintió con la cabeza. Pero justo


cuando estaba a punto de dar un paso,
Carmen se le atravesó y le susurró:

—Nataniel, mientras estabas detenido,


alguien amenazó a Penélope...

Con voz baja, Carmen le contó a Nataniel


todo lo que había escuchado de la
conversación entre Héctor Portugal y
Penélope. Aunque Héctor no podía oír lo
que Carmen estaba susurrando, se dio
cuenta de que lo señaló unas cuantas
veces. Supo de inmediato que algo
andaba mal. En ese mismo instante,
también notó que la expresión de Nataniel
se ensombrecía por completo.

Capítulo 278 Darle una lección al pervertido

Después de que Nataniel terminó de


escuchar la información de Carmen, lanzó
su mirada helada sobre el muy poco
atractivo Héctor Portugal».

··························································································································· ®
—¿Cómo te atreves a amenazar a mi
esposa? —gruñó entre dientes.

Héctor se quedó inmóvil tarttamudeando,


incapaz de encontrar las palabras
apropiadas. Era alguien que tenía cierto
estatus en la sociedad, así que rara vez
parecía tan patético. Pero no pudo
evitarlo. Acababa de ver lo que le había
pasado a Sandro, Hermenegildo y Gilberto
con sus propios ojos. Había quedado muy
claro para él que, en Fortaleza, lo que
Nataniel decía era la ley. Nataniel frunció
el ceño al ver al patético humano que
estaba frente a él tartamudeando hasta
que perdió la paciencia después de unos
segundos.

—¡Respóndeme! —rugió, mientras


levantaba la mano y le propinaba a Héctor
una dura bofetada justo en la cara.

«¡Pam!t»Un lado de la cara de Hector se


hinchó de inmediato. Héctor nunca había
sufrido de tal manera ene el pasado, pero
entendía que tenía que comportarse bien
frente a Nataniel. Se agarró la cara y gritó:

—Señor Cruz, señora Sosa, sé que he


cometido un error. Por favor,
perdónenme...

—¿No fueron ustedes unos arrogantes y


engreídos cuando amenazaron a mi
esposa? ¿A dónde se fue toda esa
arrogancia? —Nataniel se burló.

Héctor miró hacia sus pies.

— YO o

Nataniel se volteó para mirar a Joaquín.

—Pervertidos como él necesitan que les


den una lección. Organízate y asegúrate
de que sea una lección que nunca olvide.

··························································································································· ®
Joaquín excavó en su cabeza tratando de
pensar en una «lección inolvidable» para
Hector. Pronto, sus ojos se iluminaron al
tener una brillante idea. Sonrió con astucia
a Nataniel.

—Señor Cruz, viejos pervertidos como él


son los adecuados para tener en la celda
Número 070.

Nataniel y el resto de los presentes


quedaron perplejos. «¿Por qué la celda
Número 0107». Joaquín se rio mientras
bajaba la voz y explicaba.

—La celda Número 010 tiene un puñado de


hombres muy grandes y corpulentos que
vinieron de Occidente. Homosexuales para
ser exactos. Fueron detenidos porque
estaban poniendole las manos a las
manos de otros clientes hombres en un
bar.

—Hace unos días, un hombre bajo


sospecha por múltiples cargos de robo fue
detenido. No había celdas vacias, así que
lo ingresaron a la celda número 010. ¡Lo
siguiente que supimos, fue que había sido
obligado a servir a todos y cada uno de
esos hombres homosexuales!

Penélope, Carmen y el resto parecían


horrorizados con esa noticia. En cuanto a
Héctor, permaneció congelado en el suelo
sin una gota de color en su rostro.
Nataniel miró a Héctor y frunció el ceño.

—Este idiota es tan feo que los


homosexuales ni siquiera podrían
interesarse en él.

Joaquín sonrió:

—Es probable que ni lo piensen. Después


de todo, vienen de Occidente, así que tal
vez no tengan los mismos estándares de
belleza que tenemos nosotros aquí. De
··························································································································· ®
hecho, es posible que ni siquiera miren

Capítulo 278 Darle una lección al pervertido

dos veces a las personas que no les


parecen atractivas.

Nataniel asintió con la cabeza.


—Eso es cierto,
Joaquín continuó:

—Y esos hombres son bastante


promiscuos, así que dudo que sean
demasiado exigentes en lo absoluto. Es
probable que cualquier hombre en la
misma habitación que ellos sea devorado.

Nataniel no soportaba escuchar una


palabra más, así que agitó la mano con
impaciencia.

—Adelante, entonces. Encierren a ese viejo


pervertido con ellos.

—Envienlo a la celda número 010 y


enciérrenlo allí durante veinticuatro horas
—instruyó Joaquín a sus hombres.

—¡Sí, señor!

De inmediato, dos policías fuertes


caminaron hacia donde estaba Héctor.
Todo el cuerpo le temblaba mientras
gritaba:

—¡Alto! ¡Les ordeno a todos que se

detengan! ¡No quiero estar encerrado con


esos homosexuales! ¡No! No...

Héctor hizo todo lo posible para zafarse


de las garras de los dos policías, pero
había tenido tantas comodidades en su
vida durante tanto tiempo que no era un
rival para esos dos policías fuertes que
estaban en su mejor momento. A toda
··························································································································· ®
velocidad, fue arrastrado a la celda
número 010 y encerrado,

«¡Pumb». La puerta de acero detrás de él


fue cerrada con llave.

Poco a poco levantó la cabeza y para su


horrífica sorpresa, vio a varios hombres
muy altos y musculosos sentados en sus
catres. Sus ojos estaban vidriosos del
hambre, como lobos mirando a un cordero
indefenso. Uno por uno interrumpieron el
silencio en sonrisas malvadas. Poco a
poco se dirigieron hacia él y lo rodearon en
un círculo, mientras lo llamaban y le
silbaban.

—¿Qué creen que están haciendo? ¡No se


acerquen! ¡No se acerquen más!...

Los sonidos de esos hombres riéndose y


divirtiendose se podían escuchar desde la
celda número 101, mezclados con los
gritos y los lamentos de Héctor Portugal
por todas partes. Nataniel y las demás
personas que estaban paradas afuera
sacudieron la cabeza y abandonaron el
área de inmediato, reacios a escuchar algo
más.

Capítulo 279 Paralizado

Después de salir del centro de detención,


Nataniel rechazó la oferta de Joaquín de
llevarlos a casa, en lugar de eso se fue con
Penélope y Carmen. El auto de Nataniel
acababa de desaparecer de su vista
cuando llegó César Díaz. Joaquín se puso
de pie y se dirigió hacia César con respeto.

—¡Coronel Díaz!

—Lleva a Hermenegildo Carballo y al resto


de sus miserables hombres de vuelta a
Alameda. ¡Y recuerda mantener la
identidad del señor Cruz en secreto! —
instruyó César.
··························································································································· ®
Joaquín asintió con la cabeza.

—Si, señor. Me aseguraré de que sus


órdenes sean acatadas.,

Nataniel, Penélope y Carmen regresaron a


casa. En el camino, Penélope no pudo
evitar preguntar:

—Nataniel, ¿desde cuándo conoces al


subjefe Núñez? Si no fuera por su ayuda,
habríamos estado en muchos problemas.

Nataniel le lanzó una pequeña sonrisa.

—En realidad, apenas conozco a Joaquín


Núñez.

Los ojos de Penélope se abrieron de par


en par.

—Entonces, ¿por qué te estaba ayudando


tanto?

Encerrar a Hermenegildo Carballo y a sus


hombres y degradar a Gilberto Lovera
fueron decisiones de alguna manera
justificables que cayeron en sus manos.
Pero su estilo de justicia «ojo por ojo»
como encerrar a la Élite 8 con
Hermenegildo y poner a Hector en la
misma celda que unos hombres
homosexuales era obvio que solo lo hacía
para vengar a Nataniel. ¡Sí Joaquín y

Nataniel no fueran cercanos, entonces no


habría razón para que él hiciera alguna de
esas cosas! Nataniel se rio.

—Cuando me detuvieron, pedí una llamada


telefónica. No se dieron cuenta de que
estaba llamando para presentar una queja
··························································································································· ®
con el propio alcalde.

—¿Y eso funcionó? —exclamó Penélope.

—Nuestras alianzas corporativas se


consideran un negocio clave aquí. Y ahora
que hemos obtenido los derechos de la
vacuna contra el cáncer de hígado, hay
muchas posibilidades de que nos
convirtamos en una compañía reconocida
en todo el mundo.

—Los funcionarios de la ciudad de


Fortaleza valoran mucho nuestro negocio.
Así que es seguro que no mirarán hacia
otro lado cuando los Zulueta envíen a
Hermenegildo Carballo y al resto hasta
aquí para sabotearnos.

Penélope tomó las palabras de Nataniel


con un gesto sintiéndose muy agradecida.

—Los oficiales han sido muy amables con


nosotros. Tenemos que trabajar más duro
para contribuir a la comunidad y
demostrarles a todos que su confianza en
nosotros está bien depositada.

Penélope creía de manera firme en la


explicación de Nataniel, pero Carmen, que
estaba sentada en el asiento trasero,
estaba blanqueando los ojos seguido. Ella
sabía que Hermenegildo Carballo y el resto
no representaban ninguna amenaza para
Nataniel en lo absoluto. Era como si
fueran pequeñas moscas de la fruta
tratando de morder más de lo que podían
masticar, todos los planes que había
ideado con cautela eran por completo
inútiles.

Al día siguiente, Hermenegildo Carballo y

··························································································································· ®
sus hombres fueron enviados de vuelta a
Alameda por las autoridades de Fortaleza.
Todos tenían las extremidades rotas, lo
que era probable que tardara muchos
meses en sanar e incluso después de
sanar, no podrían permanecer en la Unidad
de Investigación y en su lugar se les dieron
labores de oficina.

Héctor Portugal también fue uno de los


hombres enviados de vuelta a Alameda.
También había sufrido mucho ese día. Y
se podría decir que algunas de sus partes
del cuerpo nunca volverían a ser las
mismas. De hecho, durante mucho tiempo,
solo podría acostarse boca abajo o de lo
contrario se arriesgaba a autolesionarse
de nuevo.

En cierto sentido, sus lesiones físicas no


eran tan graves como las de Hermenegildo
Carballo y sus hombres. Pero
emocionalmente, Héctor de verdad sentía
que había sufrido un destino horrible. Y
desde entonces, se estremecía sin control

cada vez que un hombre alto y musculoso


lo miraba.

En Dico, un lago en medio del patio trasero


de Talavera. Daniel Talavera se podía ver
sentado en una palapa pescando con una
caña de pescar de alta calidad. En ese
momento, el mayordomo de Daniel, Lucio,
se apresuró para entregarle un recado.

Pero antes de que pudiera decir algo,


Daniel levantó la mano y le indicó que se
mantuviera callado. Un segundo más
tarde, Daniel golpeó su caña de pescar
hacia arriba y un pez emergió colgando al
final del hilo de pesca.

«¡Un salpicónt»Sacó del lago un pez carpa


del tamaño de una mano. Daniel tomó el
··························································································································· ®
pez y trató de zafarlo del gancho. Después
de intentarlo y fracasar dos veces,
entrecerró los ojos . Tiró de manera
brusca del pez carpa y lo separó por la
fuerza del gancho quebrando la boca del
pez. La sangre se derramó por todas
partes.

«¡Otro salpicón!».

El pez carpa fue arrojado de vuelta al lago


y se fue nadando lejos a toda velocidad.
Pero Lucio sabía que un pez con la boca
desgarrada no iba a sobrevivir, Una criada
que esperaba a un lado llevaba una cubeta
de agua y una toalla para que Daniel
pudiera lavarse las manos. Se secó las
manos antes de dirigirse a Lucio, sin
expresión.

—¿Qué querías decirme?

—Señor, Hermenegildo Carballo y Sandro


Zulueta han regresado —informó Lucio
con delicadeza.

Daniel se mantuvo sin expresión.

—¿Sandro mató a Nataniel Cruz? ¿Los


Zulueta habrán cobrado su venganza?

Lucio parecía incómodo.

—Nataniel Cruz sigue sano y salvo. Son


Hermenegildo Carballo y sus hombres los
que resultaron heridos de gravedad. Y
Sandro Zulueta está peor. Está lisiado por
completo.

Daniel se quedó pasmado.

—¿Qué?

··························································································································· ®
Capítulo 280 La estrella en ascenso de la familia Robles

Lucio le informó todo lo que sabía a Daniel


Talavera.

—Se rumorea que la corporación Cruz y


Cruz es un negocio valioso en Fortaleza. Y
por eso Nataniel está en muy buenos
términos con los funcionarios de la
ciudad,

—Las autoridades de Fortaleza no


mostraron ninguna clase de respeto a
Hermenegildo Carballo, en cambio,
continuaron protegiendo a Nataniel Cruz.
Y en cierta medida no esperaba que los
castigaran tan duro.

Daniel frunció el entrecejo.

—oh, pequeña, pequeña Fortaleza, ¡qué


arrogante de tu parte! ¿No sabían que
Hermenegildo Carballo estaba allí bajo

mis órdenes?

Lucio le aseguró a Daniel.

Capítulo 280 La estrella en ascenso de la familia Robles

—Estoy seguro de que los más altos


funcionarios de Fortaleza no eran
conscientes de esto. De lo contrario, no se
habrían atrevido a tocarle un solo cabello
a Hermenegildo.

—Nadie en el sur sería lo suficiente


valiente como para ir en su contra, señor
Talavera. ¡Nadie!

La expresión de Daniel se calmó un poco.

Así que no sabían que Hermenegildo fue


enviado por mí. No es de extrañarse que
se atrevieran a tocarlo.

··························································································································· ®
—Pero al haberle dado mi palabra a Carlos
Zulueta sobre darle una lección a Nataniel
Cruz, no podría dejar que esto termine
aquí. ¿Quién crees que sería un buen
candidato para enviar a Fortaleza a
asesinar a Nataniel?

Lucio se rio.

—Señor, no necesitamos enviar a nadie


desde aquí. Por lo que sé, hay un potencial
candidato en Fortaleza en este momento.
Solo tenemos que darle la orden.

Esto alcanzó su punto máximo en el


interés de Daniel.

—¿Quién?

—Es una miembro de la familia de uno de


los Cuatro Del Sur. Sonia Robles de la
familia Robles.

Daniel tenía un vago recuerdo de Sonia


Robles. Ella tenía tanto la apariencia como
el cerebro y sus ademanes intrigantes la
convertían en una de las estrellas
emergentes entre las generaciones más
jóvenes de la familia Robles.

Daniel preguntó con curiosidad:

—¿La hija de los Robles? ¿Qué hace ella en


Fortaleza? Y es una mujer después de
todo, ¿sería capaz de llevar a cabo el
asesinato de Nataniel?

Lucio se rio mientras le explicaba.

—Señor, puede que no lo sepa, pero el hijo


de los Robles murió hace poco tiempo a
manos de Nataniel. Es muy probable que
Sonia quiera ir a Fortaleza para vengar a
su hermano.

Daniel primero se sorprendió por esta


noticia y de inmediato se sintió satisfecho
··························································································································· ®
de saberlo.

—Muy bien. Irás y le notificarás a Sonia


Robles que tiene un mes para entregarme
la cabeza de Nataniel en bandeja de plata.
Una vez hecho esto, ella será muy bien
recompensada.

—Si, señor. ¡De inmediato!

Desde que Adrián Zulueta también había


muerto a manos de Nataniel, Sonia Robles
supo que Nataniel no iba a ser un
oponente fácil. Lo que no esperaba era
recibir una buena noticia. Al parecer
Nataniel de alguna manera había hecho
enfadar al Rey del Sur, Daniel Talavera.

Los hombres del señor Talavera le dieron


sus órdenes, querían que matara a
Nataniel dentro de un mes y que tendría
una recompensa si cumplía con ello.
Talavera siempre había sido el
patrocinador de los Cuatro Del Sur, así que
su recompensa sería de lejos excepcional.
Lo que era aún más importante, era que
con el señor Talavera de su lado, Sonia se
sentía mucho más segura. Sonia miró al
hombre imponente, sin expresión y con
apariencia peligrosa de pie frente a ella.

—Federico, tengo algo que necesito que


hagas.

Esta persona, Federico Cortés, era un


hombre muy entrenado que trabajaba para
su familia. Federico Cortés fue conocido
alguna vez como el Rey de los Asesinos.
Después de retirarse, se quedó en casa de
los Robles como invitado porque les
quedó debiendo un favor.

Desde entonces, cada vez que se


encontraban con objetivos más
problemáticos, lo enviaban a hacerse
cargo de ellos. Esta vez, para tratar con
Nataniel, Sonia decidió contar con
··························································································································· ®
Federico, el arma secreta de los Robles.
Federico miró a Sonia sin expresión.

—¿Cuáles son sus órdenes, señora Sonia?

—Dentro de tres días, vas a organizar una


recepción en un hotel bajo el nombre del
señor Talavera, el Rey del Sur. Invita a
todas las personas más prestigiosas, no
importa si son del mundo de los negocios
o de la política o en cualquier lado de la ley
en la que estén operando.

—Además, asegúrate de enviar una


invitación a Penélope y Nataniel Cruz.

Una mirada de sorpresa brilló en los ojos


de Federico.

—Señora Sonia, ¿por qué invitar a Nataniel


cuando tiene la intención de matarlo?

Sonia se burló:

—Nataniel mató a mi hermano y me


humilló. Quiero vengarme de él y quiero
hacerlo frente a toda la alta sociedad de
Fortaleza. De esa manera, todos sabrán
qué destino les espera si se llegan a
cruzar en mis asuntos.

de

+Y

Capítulo 281 El entrenamiento que desemboca en una muer...

Federico finalmente entendió que la fiesta


era solo un pretexto. El verdadero objetivo
de la Señora Sonia era destruir a Nataniel
Cruz frente a las personas más
importantes de Fortaleza en todos los
··························································································································· ®
ámbitos de la vida. Esa era su idea al
invitar a todas las personas de alto perfil.
Sin embargo, Federico tenía sus
preocupaciones.

—Señora Sonia, si organizamos una


recepción de negocios en nombre del
señor Talavera, todos los personajes
distinguidos de la ciudad de seguro
asistirian. ¿No cree que Talavera se
enojaría si usamos su nombre y su buena
reputación?

Sonia Robles respondió altiva:

—El señor Talavera tampoco puede


esperar para deshacerse de Nataniel Cruz.
Si la fiesta está organizada en su nombre y
logramos matar a ese hombre durante la
fiesta, todo el mundo pensará que era el
señor Talavera es quien está detrás de
esto. ¿No crees que el señor Talavera
estaría satistecho en lugar de sentirse
ofendido?

Después de que Federico escuchó el


análisis de Sonia Robles, respondió:

—¡Me encargaré de inmediato!

La noticia de que Daniel Talavera, Rey del


Sur, estaba convocando a una recepción
de negocios en el Hotel Fortaleza fue
esparcida por toda la ciudad de Fortaleza
en un abrir y cerrar de ojos.

Fue la charla más importante del círculo


social de la clase alta de Fortaleza. Todo
el mundo estaba enloquecido por un
boleto para entrar en aquella fiesta y se
sentían orgullosos al recibir uno. No había
duda de que Daniel Talavera era una gran
personalidad en el Sur.

Penélope Sosa estaba encantada de haber


recibido una invitación también y le
transmitió las buenas noticias a Nataniel
··························································································································· ®
Cruz en primera instancia, apenas podía
contener su emoción.

—¡Nataniel! ¡Daniel Talavera está


organizando una recepción de negocios
en Fortaleza y hemos sido invitados! ¡Dios
mío! Estamos de suerte.

Un destello insondable brilló a través de


los ojos de Nataniel Cruz. Según su fuente,
Daniel Talavera fue quien instigó a
Hermenegildo Carballo a causarle
problemas en el pasado. Después de que
Hermenegildo Carballo había sido
derrotado en Fortaleza, era bastante
extraño que Daniel Talavera de repente
estuviera celebrando una fiesta allí.

Independiente de la autenticidad de la
información que recopiló, Nataniel Cruz
estaba seguro de que este grupo
empresarial había sido creado como una
trampa para él y Penélope, así que le
respondió a su esposa con indiferencia:

—Es solo una recepción de negocios. ¿Por


qué estás tan entusiasmada con eso? No
creo que sea tan importante para nosotros
asistir a esa fiesta.

Tambaleándose aún por la sorpresa de la


invitación, Penélope Sosa dijo:

—Nataniel, ¿eres consciente de que el


señor Talavera es un hombre muy
influyente y poderoso en el Sur? Si
podemos entrar en su circulo de
amistades, sería una buena oportunidad
para nosotros en términos de negocios o
tratos políticos en la zona. Todo el mundo
está ansioso por asistir a ese coctel que
está organizando.

Penélope notó que a Nataniel parecía


importarle poco todo lo que acaba de
decir. Incapaz de obtener una respuesta
favorable de su marido y sintiéndose
··························································································································· ®
frustrada, la mujer dijo:

—De todos modos, no todos los días


podemos asistir a una fiesta del señor
Talavera. Nataniel, por favor ve conmigo
mañana por la noche.

Nataniel respondió con desdén:

—Claro que sí cariño. Vamos mañana a


divertirnos allá.

Como el hombre sabía que el verdadero


propósito de la recepción de negocios del
día siguiente era atacarlo, sintió que era
muy probable que el propio Daniel
Talavera estuviera presente en el evento.
Sin embargo, no veía a ese hombre como
una amenaza. Nataniel había declarado
desde hacía tiempo que, aunque Daniel
Talavera estuviera de pie frente a él,
todavía tendría oportunidad de hacer su
oferta. Como sea, Nataniel Cruz no se
quedaría paralizado si la fiesta en realidad
era una trampa para él.

Nataniel y Penélope no fueron a cenar a

casa esa noche. En su lugar, la pareja optó


por cenar en un restaurante cerca del
parque Viento, porque había pasado
mucho tiempo desde la última vez que
ambos salieron juntos a cenar.

Como el Parque Viento estaba a pocas


cuadras del edificio del grupo Cruz,
Nataniel y Penélope no tenían que ir en
auto. En su lugar, caminaron hasta el
restaurante. La pareja de esposos caminó
por un camino bordeado de árboles de
cerezo. Cuando pasaron por el Parque
Viento, observaron que había mucha gente
haciendo ejercicio en el parque.

Había un anciano en particular que se veía


en forma y fuerte como un roble; estaba
practicando Kung Fu y parecía ser un
··························································································································· ®
maestro en ello. Estaba rodeado de varias
personas que lo animaban. Cuando
Nataniel y Penélope pasaron por la
multitud, Penélope dijo asombrada:

—¡Este viejo es tan hábil y magistral! Sus


movimientos son tan precisos y
poderosos.

El anciano escuchó lo que Penélope Sosa


dijo y esbozó una expresión engreída en
su rostro. «Ni siquiera sabe que este
conjunto de movimientos que estoy
practicando es el primer arte marcial
utilizado por el Ejército del Norte en
combate. ¡El Puño dragón fue inventado
para matar, por supuesto que es
poderoso!» pensó para sí mismo
sintiéndose complacido.

Sin embargo, cuando escuchó la


respuesta de Nataniel Cruz a Penélope, el
anciano abrió los ojos de par en par.

—Tiene que dejar de practicar esa serie de


movimientos de inmediato. Ya está
sufriendo algunas lesiones internas por
ello. Si continúa con ese entrenamiento, en
definitiva, caerá muerto dentro de dos
años —dijo Nataniel.

Capítulo 281 El entrenamiento que desemboca en una muer...

Aparte del anciano que se sorprendió al


escuchar eso, Penélope y el resto de los
espectadores también lo miraron con
incredulidad.

Capítulo 282 Puño de Dragón

El viejo estaba furioso, Nataniel no solo lo


había maldecido, sino que también había
difamado el puño del dragón que había
estado entrenando. Mientras la ira
emanaba de todo su ser, el anciano detuvo
lo que estaba haciendo y se acercó a
Nataniel y Penélope, obstruyendo su
··························································································································· ®
camino. En un tono fuerte y con una
expresión sombría, le preguntó a Nataniel:

—Joven muchacho, ¿qué acaba de decir?

Penélope Sosa se sorprendió por la


pregunta del anciano y se disculpó de
inmediato.

—Señor, mi marido es un ignorante, no


quiso decir lo que dijo. Por favor, acepte
mis disculpas en su nombre, Espero que
no lo tome en serio.

Después de la disculpa de Penélope, la


expresión del viejo pareció suavizarse un
poco. Sin embargo, Nataniel Cruz volvió a
hablar. Con voz fría y dijo:

Capítulo 282 Puño de Dragón

—Cariño, no tienes que disculparte con él.


Lo que dije fue la verdad. Incluso si parece
estar en buen estado de salud ahora, sus
órganos internos ya han sido dañados. Si
sigue entrenando así, en definitiva, perderá
la vida dentro de dos años.

El viejo temblaba de rabia por las palabras


de Nataniel Cruz.

—Joven, ¿sabe lo que es este conjunto de


movimientos que estoy practicando?
¿Cómo se atreve a decir esas tonterías y
decir esas patrañas? Ni siquiera piense en
irse si no me aclara las cosas ahora.

El anciano era Homero Ortiz. Solía ser el


hombre más rico de Fortaleza y había
servido en el Ejército del Norte durante
tres años. El Puño del Dragón, que estaba
practicando, fue el primer arte marcial
utilizado por el ejército en combate.
También fue este conjunto de
movimientos lo que llevó a Homero Ortiz a
recibir dos premios militares. Así que tenía

··························································································································· ®
un valor sentimental para el viejo. No iba a
tolerar que alguien difamara el Puño del
Dragón, incluso afirmando que este
conjunto de movimientos le costaría la
vida a quien lo practicara. Homero Ortiz se
enfureció y exigió una explicación a
Nataniel.

Nataniel Cruz dijo de manera indiferente


cuando se enfrentó al agresivo anciano:

—Si no me equivoco, este conjunto de


movimientos que está practicando es el
primer arte marcial utilizado en combate
por el Ejército del Norte, el Puño del
Dragón.

Homero Ortiz se sorprendió por su


respuesta,

—¡Así que en realidad ya sabía sobre el


Puño del Dragón! Si reconoce este
conjunto de movimientos, ¿no debería
defender el buen nombre de este arte
marcial en vez de calumniarlo? —preguntó

el viejo.
Nataniel Cruz respondió con calma:

—Mi intención no es calumniarlo de


ninguna manera. Solo estoy diciendo lo
que sé.

Homero Ortiz no estaba convencido. Por


lo tanto, prosiguió con el tema.

—Por favor ilústreme con más hechos. Si


no puede justificarse, me aseguraré de que
se arrepienta de lo que dijo.

Sin mayor emoción en su voz, Nataniel


Cruz respondió:

··························································································································· ®
—Ya que conoce el Puño del Dragón, debió
de haber servido en el Ejército del Norte.
Teniendo eso en cuenta, le daré algunos
consejos que espero que le salven la vida.
—Homero Ortiz todavía no estaba
dispuesto a ceder en este tipo de cosas.
Detestaba la arrogancia que mostraban

los jóvenes en la actualidad. Todos


hablaban, pero no eran capaces de hacer
algo. Nataniel se tomó su tiempo para
responder—: El Puño del Dragón es el
primer arte marcial combativo del Ejército
del Norte. Es más conocido por su
velocidad, fuerza y poder explosivo.

Homero Ortiz asintió con la cabeza de


manera inconsciente mientras exclamaba:

—jAsi es!

—Cuando se formó el Ejército del Norte, lo


primero que llamó mucho la atención de
los enemigos que los rodeaban, fue que,
como medida necesaria para defenderse,
el ejército hubiera desarrollado el Puño del
Dragón, porque era intensivo, eficiente y
poderoso. Este conjunto de movimientos
combativos había jugado un papel
importante en las victorias del Ejército del
Norte.

»Sin embargo, más tarde se descubrió que

a pesar de que esta técnica aseguraba un


éxito instantáneo y era poderosa, si se
entrenaba durante un período prolongado
de tiempo, era capaz de causar un daño
irreparable en los órganos internos de
quien lo practicara. Aquellos que lo
practicaban de manera regular, a menudo
caían muertos de repente en su vejez —
continuó Nataniel Cruz. La boca de
··························································································································· ®
Homero Ortiz se abrió un poco mientras
miraba a Nataniel Cruz con incredulidad.
Las palabras de Nataniel habían traído
recuerdos de sus antiguos hermanos
alzados en armas que habían fallecido sin
razón aparente. Nataniel Cruz tenía una
expresión un tanto melancólica mientras
continuaba:

»Debido a esto, el Ejército del Norte


prohibió el uso del Puño del Dragón solo
unos años después de su formación y
desarrolló un segundo arte marcial
combativo. El arte marcial combativo que
emplea el Ejercito del Norte ya es el
noveno. —Nataniel hizo una breve pausa

para mirar a Homero Ortiz. Luego,


continuó—: El Puño del Dragón fue omitido
durante mucho tiempo por el Ejército del
Norte. Por eso los superiores nunca
advirtieron a los veteranos que una vez
habían servido en el ejército que dejaran
de practicar este movimiento.

Homero Ortiz miró a Nataniel con ojos de


sorpresa y todavía sintiéndose dudoso,
preguntó:

—¿Cómo puede probar que lo que dijo es


verdad?

Nataniel Cruz respondió:

—Cuente su séptima costilla de arriba

hacia abajo y presione sobre ella. A ver si


duele,

Capítulo 283 No les gusta estar en deuda con los demás

—¡Aaaay! —Homero Ortiz exclamó cuando


apretó su séptima costilla siguiendo las
instrucciones de Nataniel Cruz. El anciano
··························································································································· ®
sufrió tanto dolor que su frente estaba
llena de sudor frío,

La multitud que estaba presente expresó


su asombro por la exactitud de las
palabras de Nataniel Cruz que continuó
preguntándole al viejo:

—¿También experimenta dolor agudo en


las articulaciones en días lluviosos?

Homero Ortiz asintió con la cabeza de


manera continua mientras respondía:

—¡Síl Eso es justo lo que he estado


experimentando. Había asumido que se
trataba solo de artritis reumatoide...

—Usted ya ha sufrido graves lesiones


internas. Atienda mi consejo y deje de
practicar el Puño del Dragón esta vez.
También debe buscar atención médica de

inmediato antes de que su condición


empeore. Vaya al Hospital General del
Ejército del Norte y busque al director del
hospital, el doctor Ronda. Si le dice que va
de parte de Nataniel Cruz, lo atenderá
gratis —dijo Nataniel.

El director del Hospital General del Ejército


del Norte, el doctor Ronda, también era
conocido por su talento inigualable. ¡Era
único el doctor Ronda!

Las dudas que Homero Ortiz tenía sobre


Nataniel Cruz fueron esclarecidas de
inmediato. El doctor Ronda, era autoridad
en el campo de la medicina, además era
selectivo en extremo con los pacientes a
los que atendía, nunca se asociaría con un
mentiroso sin escrúpulos. Homero Ortiz se
había convencido por completo de que
Nataniel Cruz le había dicho la verdad. El
anciano estaba muy agradecido con
··························································································································· ®
Nataniel y seguía expresando su gratitud
hacia él, También se ofreció a pagar la
amabilidad de Nataniel Cruz.

Capítulo 283 No les gusta estar en deuda con los demás

—No se preocupe por eso. Es su derecho


saber esto por ser un veterano del Ejército
del Norte. —Nataniel rechazo de manera
cortés las buenas intenciones de Homero
Ortiz y se fue con Penélope.

Después de que la pareja se alejó, Homero


Ortiz permaneció en el lugar, lleno de
sincero agradecimiento con Nataniel Cruz.
La multitud persistente también había
disfrutado de la entretenida escena que
acababa de presenciar.

Justo en ese momento, un Porsche se


detuvo a un lado de la carretera. Yadira
Ortiz, la hija de Homero Ortiz, había
llegado a recoger a su padre. Al darse
cuenta de la inusual expresión en el rostro
de su padre, la mujer de inmediato
preguntó qué le había sucedido. Homero
Ortiz relató su encuentro con Nataniel
Cruz a su hija, sin escatimar en ningun
detalle y entonces agregó:

—Me dirigiré al Hospital General del

Capítulo 283 No les gusta estar en deuda con los demás

Ejército del Norte para buscar un


tratamiento con el doctor Ronda mañana.
¿Puedes ayudarme a saber más sobre
Nataniel Cruz? También trata de averiguar
si hay algo en lo que necesite ayuda.
Nunca me gustó deberle favores a nadie,
Si Nataniel Cruz tiene alguna dificultad,
nos dará la oportunidad de pagarle este

favor ayudándolo.

Yadira Ortiz asintió con la cabeza y


respondió:
··························································································································· ®
—Papá, sé qué hacer.

Homero Ortiz fue alguna vez el hombre


más rico de Fortaleza. La familia Ortiz
también se había destacado por ser uno
de los clanes más ricos, poderosos e
influyentes de Fortaleza. En fin, esta
familia era considerada como una fuerza
formidable en la ciudad.

Yadira Ortiz logró recoger información


sobre Nataniel Cruz un tiempo después.

Capítulo 283 No les gusta estar en deuda con los demás

Se enteró de que él era el esposo de


Penélope Sosa, la presidenta del Grupo
Cruz. La mujer también se enteró de la
disputa de Nataniel con la familia Zulueta
y la familia Robles. Incluso se había
enterado de una información muy
confidencial: la fiesta que Daniel Talavera
iba a celebrar en el Hotel Fortaleza la
noche siguiente, era en realidad una
trampa para Nataniel Cruz. Había
escuchado el rumor de que Nataniel Cruz
había enfrentado a Daniel Talavera de la
manera equivocada y Daniel Talavera tenía
la intención de terminar con la vida de
Nataniel Cruz en esa fiesta.

Yadira Ortiz le contó a su padre lo que


había descubierto de inmediato. Cuando
Homero Ortiz se enteró de la noticia,
frunció el ceño y dijo:

—Nunca imaginé que Nataniel Cruz


también había sido un veterano del
Ejército del Norte. No es de extrañarse que
el hombre estuviera tan familiarizado con

Capítulo 283 No les gusta estar en deuda con los demás

la historia de las técnicas combativas


empleadas por el ejército. Incluso sabía de
las consecuencias de practicar el Puño del
··························································································································· ®
Dragón.

Yadira Ortiz soltó una amarga risa y dijo:

—Daniel Talavera está conspirando para


matar a Nataniel Cruz y aquel hombre está
por completo inconsciente de que la
muerte lo está esperando.

Homero Ortiz suspiró y respondió:

—La familia Ortiz siempre ha devuelto la


bondad que se nos había mostrado. No
nos gusta estar en deuda con los demás.
Nataniel Cruz no solo se percató de mis
lesiones internas, sino que también
persuadió al director del Hospital General
del Ejército del Norte, el doctor Ronda,
para tratarme. Le debemos un gran favor a
Nataniel Cruz por esto. Hace muchos
años, Daniel Talavera tuvo un capricho por
un proyecto de desarrollo de nuestra
familia y quería que se lo entregara. Sin
embargo, también nos prometió un favor a
cambio. Dijo que cada vez que lo
necesitaba, podía redimir el favor que nos
pidió y él cumpliría su promesa.

Capítulo 284 Estamos a mano

Yadira Ortiz se sorprendió por la historia


de su padre y lo miró con los ojos bien
abiertos.

—Papá, no estarás pensando en usar el


favor de Nataniel Cruz pidiéndole al señor
Talavera que lo deje salir vivo, ¿verdad?

Homero Ortiz asintió con la cabeza y


respondió:

—Tú me conoces. Siempre he sido firme y


muy transparente con mis asuntos,
Nataniel Cruz me salvó la vida, no puedo
dejarlo solo después de saber que está en
grave peligro.

··························································································································· ®
Yadira Ortiz fue clara sobre el carácter de
su padre. El hombre era tan terco como
una mula, Una vez que decidía algo, nadie
era capaz de persuadirlo de lo contrario.
Por eso, Yadira Ortiz no tuvo más remedio
que apoyar su decisión.

Homero Ortiz se puso en contacto con

Daniel Talavera esa misma noche. Daniel


Talavera se sorprendió al recibir la llamada
de Homero Ortiz.

Después de conocer la razón de la llamada


de su viejo amigo, estaba aún más
desconcertado. Cuando Daniel Talavera se
recuperó de su aturdimiento le preguntó:

—Homero, ¿estás seguro de que quieres


usar ese valioso favor que te debo para
salvar a Nataniel Cruz?

Homero Ortiz respondió con


determinación:

—Sí, espero que usted, señor Talavera,


pueda concederme mi deseo.

Daniel Talavera reflexionó por un tiempo y


estuvo de acuerdo.

—Muy bien, entonces, voy a perdonarle la


vida. De ahora en adelante, tú y yo
estamos a mano.

—Gracias por cumplir su palabra, señor


Talavera —respondió Homero Ortiz.

Nataniel Cruz desconocía por completo


que el viejo a quien había salvado por
casualidad fue en realidad el hombre más
rico de Fortaleza en el pasado. Se hubiera
sorprendido aún más si se hubiera
enterado de que a cambio de su buena
voluntad, Homero Ortiz había salvado su
··························································································································· ®
vida tras bambalinas.

Nataniel y Penélope tuvieron una cena


romántica a la luz de las velas en el
restaurante el Cordero Parisino antes de
regresar a casa. Cuando la pareja llegó a
casa, Bartolomé, Leila, Carmen y Reyna
estaban pasando el rato en la sala de estar
viendo un programa de televisión.

—¡Papá, mamá! —Reyna se levantó y corrió


hacia sus padres apenas los vio.

Nataniel se inclinó y levantó a su hija.


Penélope puso las frutas que había

comprado sobre la mesa y preguntó con


curiosidad:

—Mamá, ¿de qué están charlando? ¡Se ven


muy felices!

Bartolomé Sosa sonrió de oreja a oreja y


respondió:

—Tu mamá recibió un dinero hoy, por


supuesto que está feliz.

Penélope Sosa quedó aún más intrigada.

—Guau, ¿qué clase de ganancia? Parece


que tuviste un día de suerte, mamé. Por
favor, ¡dime qué pasó!

Leila le dio un golpecito en el brazo a su


marido, culpándolo de ser un hombre
entrometido y les explicó a Nataniel y a
Penélope:

—¿Recuerdas que tu padre me había


comprado un collar de rubí falso para mi

cumpleaños? Lo usé hoy y me encontré


··························································································································· ®
con Miriam. A ella le encantó y le dije que
era solo una imitación. Pero me dijo que le
gustaba y se ofreció a comprármelo.

Sintiendo que había pasado un evento


desafortunado, Nataniel Cruz le preguntó a
Leila:

—Mamá, ¿de verdad le vendiste ese collar?


Leila respondio:

—En un inicio me había ofrecido tres mil,


pero no estaba dispuesta a separarme de
él porque era un regalo de tu padre. Pero
ella me siguió insistiendo para dejar que lo
comprara, expresándome su deseo por las
piezas de joyería. ¡Incluso elevó el precio a
diez mil! Al ver que Miriam estaba tan
obsesionada por el collar, decidí ceder.
Pero me sentí mal de pedirle diez mil, así
que terminé vendiéndolo por cinco mil.

Nataniel Cruz guardó silencio después de

escuchar el resumen de su suegra sobre lo


sucedido. En realidad, Nataniel había
comprado ese collar para que Bartolomé
se lo regalara a Leila.

Sin embargo, no le había dicho a nadie que


era un collar de rubí real valorado en más
de cien millones. Leila fue muy astuta para
darse cuenta de que algo andaba mal por
el silencio de Nataniel. Sintiéndose
nerviosa, les preguntó a Nataniel y
Bartolomé:

—¿Por qué? ¡No me digas que lo vendí a


muy bajo precio!

Nataniel sonrió y respondió:

—No te preocupes, mamá. Es un precio


bastante razonable.

··························································································································· ®
Leila no estaba convencida y se volteó
hacia su marido para preguntarle:

—Bartolomé, dime con honestidad.

¿Cuánto costó ese collar?

Bartolomé Sosa refunfuñó y dudó antes de


responder:

—El collar... fue Nataniel quien me lo


compró. No le pregunté cuál era el precio.

En ese mismo instante, todos dirigieron su


mirada hacia Nataniel Cruz.

Capítulo 285 El collar costó cien millones

Toda la familia sabía que Nataniel siempre


era muy dedicado al momento de elegir
regalos para los demás. Por ejemplo, el
anillo de diamantes rosas que compró
para Penélope también valía cien millones.
¡Incluso la pildora que Nataniel había
conseguido en el pasado para Alfredo
Sosa valía cientos de miles!

Nadie en la familia creería que Nataniel,


aunque hubiera insistido, hubiera elegido
una imitación barata de un collar de rubí
rojo como regalo de cumpleaños para
Leila. Penelope fijó su mirada en Nataniel
y le preguntó con seriedad:

—¿Nataniel, el rubí rojo de mamá era real o


falso? ¿Cuánto pagaste por ello?

Antes de que Nataniel pudiera responder,


Leila le dijo con una mirada severa:

—Tienes que decirnos la verdad. ¡No nos


mientas!

··························································································································· ®
En vista de su insistencia, Nataniel Cruz
solo podía obligarse a hablar con
franqueza.

—La verdad es que ese collar de rubí rojo


es real. Es un rubi rojo de 70 quilates
valorado en más de cien millones.

Toda la familia miró a Nataniel en estado


de aturdimiento. Al enterarse de eso, el
mundo de Leila parecía estar dando
vueltas al punto de casi desmayarse por la
revelación de Nataniel. Con los labios
temblando, murmuró:

—¡Se acabó! ¿Cómo pude haber sido tan


estúpida para vender un collar valorado en
cien millones por solo cinco mil! Pero
claro... Es seguro que Miriam no sería tan
amable para comprar un collar falso.
¡Incluso siguió subiendo el precio! ¡Ahora
sé que es porque sabía cuál era el
verdadero negocio y todo el tiempo me
estuvo engañando!

Leila estaba devastada por su insensatez


y se sentía mareada. Bartolomé y Carmen
de inmediato dieron un paso adelante para
apoyarla y consolarla. ¡Aquella mujer
estaba inconsolable por haber vendido un
artículo tan preciado por solo cinco mil!
¿Cómo podía no estar angustiada? No
podía dejar de culparse a sí misma por
haber hecho algo tan estúpido. Sentía que
había hecho algo imperdonable.

—i¡Todo es culpa tuya! Debiste habernos


dicho el verdadero valor del collar desde el
principio. ¿Qué debemos hacer ahora? No
hay manera de que Miriam devuelva el
collar cuando consiguió robarlo de esta
manera. —Penélope Sosa reprendió a su
marido, mientras se acercaba para
consolar a su madre,
··························································································································· ®
La razón por la que Nataniel Cruz decidió
no decirle a su familia el precio del collar,
era para evitar que le reprocharan gastar
en cosas extravagantes. Pero no esperaba
que un episodio así, se desarrollara. Sin

embargo, consoló a su familia con una


sonrisa en la cara, diciendo:

—No se preocupen, este collar pertenece a


mamá. A nadie más se le permite tenerlo.
Tengo mis maneras de hacer que lo
devuelvan por voluntad propia.

Cuando Penélope y el resto escucharon la


declaración de Nataniel, todos sacudieron
la cabeza. Ninguno de ellos creía que los
miembros de la codiciosa familia Sosa
devolverían el collar por voluntad propia,
en especial si ya había caido en su poder.

Mientras tanto, en la mansión de la familia


Sosa, un exquisito y precioso collar de rubí
rojo estaba tirado sobre la mesa. Ese rubí
de 70 quilates en el collar brillaba bajo la
luz. Alfredo Sosa y su familia, incluyendo
Samuel, Pablo, Mario y Miriam, formaron
un círculo alrededor de la mesa,
expresando su asombro por el collar de
rubí rojo. Miriam se llenó de orgullo al
decir:

Capítulo 285 El collar costó cien millones

—i¡Leila es una campesina! Tenía un


tesoro, pero lo trató como basura. Me las
arreglé para comprarle esto por solo cinco
mil. ¡Ja, ja!

Todos elogiaron a Míriam por ser astuta.


Era una hazaña que ella fuera capaz de
poseer algo que valía cien millones por
solo cinco mil. En este momento, Alfredo
Sosa habló de repente con un brillo en los
··························································································································· ®
ojos:

—Como todos ustedes saben, nuestro


negocio ha estado en su peor momento en
los últimos meses. Recibi la noticia de que
Sonia Robles, la hija mayor de la familia
Robles, tiene planes de expandir sus
negocios a Fortaleza. Es una buena
oportunidad para nosotros poder sacar
provecho de ello. Sin embargo, ahora
carecemos de un regalo adecuado para
darle a la señora Sonia en nuestra primera
reunión. Creo que ese collar de rubi rojo
sería perfecto para ese propósito.

Después de escuchar las palabras de


Alfredo Sosa, era obvio por la expresión de
Miriam que ella no estaba muy de acuerdo
con esa idea. Estaba reacia a separarse de
su nuevo collar y sintiéndose indignada,
dijo:

—Abuelo, ¡compré este collar para míl ¿Por


qué debería renunciar a él solo por la
señora Sonia?

Samuel Sosa soltó un gruñido frío y dijo:

—¿No eres también un miembro de la


familia Sosa? Si logramos asociarnos con
la familia Robles, ¿no te beneficiarás
también de eso?

Aunque era obvio que Miriam todavía se


resentía por la idea, no se atrevió a discutir
más. Sin embargo, Alfredo Sosa rompió el
silencio con una sugerencia.

—Miriam, no te preocupes. Sonia, como


sea lo recompensaremos. ¿No tenían tú y

Mario los ojos puestos en el

··························································································································· ®
Mario y Miriam estaban encantados con
las palabras de su abuelo. Sin embargo,
Miriam todavía no estaba satisfecha y dijo
con suavidad:

—Abuelo, ese auto solo vale como máximo


veinte millones, pero mi collar vale más de
cien millones,

Alfredo Sosa respondió con una sonrisa:

—Pero no olvides que pagaste por este


collar cinco mil solo con engañar a Leila.
Si Nataniel Cruz viene en busca de
problemas, ¿crees que podrías manejarlo
sola?

Capítulo 286 Todo saldrá de acuerdo al plan

Miriam tenía mucho miedo de enfrentar a


Nataniel Cruz, en especial después de
saber cómo había derrumbado la hombría
de Jorge Zulueta en la mansión de la
familia Sosa en el pasado. Después de
pensar en esa escena, la mujer aceptó la
propuesta de Alfredo Sosa de inmediato.

—Abuelo, por favor haz lo que creas mejor.


Te dejaremos la decisión a ti.

Alfredo Sosa estaba satisfecho con la


respuesta de Miriam, así que dijo:

—Entonces, haz lo que te sugiero. Vamos a


presentarle este collar a la señora Sonia
como un regalo de la familia Sosa. Y como
recompensa, les daré el Rolls-Royce
Fantasma a ti y a Mario, Puede ser una
gran oportunidad para nuestra familia si
somos capaces de ganarnos la
aprobación de la familia Robles.

Samuel, Pablo, Mario y Miriam sonreían de


oreja a oreja ante las palabras del viejo

Capítulo 286 Todo saldrá de acuerdo al plan


··························································································································· ®
señor Sosa. Ya habían empezado a
imaginar la recompensa de los negocios
que la familia podría tener con la familia
Robles. Mientras todos seguían de buen
humor pensando en el brillante futuro que
tendían por delante, sonó el teléfono.

Era Leila quien llamaba. El propósito de su


llamada era pedirle a Míriam que le
devolviera el collar. Estaba dispuesta a
ofrecer el doble de dinero para comprarlo
de vuelta. Sosteniendo la bocina en su
mano, Miriam soltó una risa fría y le dijo a
Leila:

—Leila, si tienes la intención de comprarlo


por el doble de esa cantidad, entonces
págame doscientos millones y te lo
devolveré.

Leila se sentía tan nerviosa como una gata


acorralada y respondió:

—Miriam, solo pagaste cinco mil por el


collar. ¿Cómo podría ser el doble de esa
cantidad doscientos millones?
Miriam resopló y dijo:

—Ese es el precio por el que me lo


vendiste. Este collar está valorado en cien
millones, así que, si lo he de vender así, ¡es
obvio que el doble de la cantidad serían
doscientos millones! O me pagas esa
cantidad si lo quieres de vuelta o dejas de
llamar para molestarnos, id*ota.

Leila estaba tan enojada que las lágrimas


corrían por sus mejillas. ¡No solo fue
engañada, sino que también la habían
llamado «id*ota»! Nataniel Cruz y el resto
de la familia estaban a su lado cuando
realizó la llamada.

Todo el mundo pudo más o menos


reconocer el tono arrogante en las
palabras de Miriam por teléfono y se
··························································································································· ®
llenaron de ¡ra. Nataniel le arrebató el
teléfono a Leila y le dijo con frialdad:

—Te daré 24 horas para devolverle el collar


de rubí rojo a mamá. De lo contrario,
prepárate para atenerte a las
consecuencias.

Cuando Míriam escuchó la voz de


Nataniel, de inmediato le pasó el teléfono
a Alfredo Sosa quien se burló y dijo:

—Joven, ¿a quién estás tratando de


asustar? —Alfredo Sosa colgó la llamada
justo después de decir eso y la breve
conversación telefónica terminó con una
nota infeliz.

Por la noche del día siguiente, el cielo


empezaba a reflejar las luces brillantes de
la ciudad mientras el sol se estaba
ocultando. El segundo piso del Hotel
Fortaleza ya había sido preparado y
decorado para darle lugar a la fiesta de
cócteles, que iba a celebrarse más tarde
allí.

Sonia Robles, quien iba vestida con un

vestido rojo de gala, se veía muy hermosa.


Sin embargo, su expresión facial era de
duda e incertidumbre. Para ese momento
ella ya había recibido las indicaciones de
Daniel Talavera de que él había decidido
perdonarle la vida a Nataniel Cruz.

Sonia Robles no podía entender por qué el


señor Talavera, que estaba de acuerdo en
matar a Nataniel Cruz, de repente había
cambiado de opinión. Federico, que
estaba de pie junto a ella y vestido con un
traje negro, tenía un destello afilado en los
ojos y dijo:
··························································································································· ®
—Se dice que el señor Talavera le debía un
favor a Homero Ortiz y este lo quiso usar a
favor de Nataniel Cruz. Le pidió al señor
Talavera que dejara con vida a Nataniel
Cruz y el señor Talavera aceptó.

Una mirada de discernimiento se extendió


por la cara de Sonia Robles mientras
exclamaba:

Capítulo 2865 Todo saldrá de acuerdo al plan

—¡Ya veo! ¡Así que esa es la razón!


Federico respondió:

—Señora Sonia, el lugar para la recepción


ya ha sido preparado y los asesinos a los
que hemos contratado para hacer el
trabajo también han sido informados.
Ahora solo estamos esperando a que
Nataniel Cruz y el resto de los invitados
lleguen para tomar cartas en el asunto.
Talavera ha cambiado de opinión,
¿deberíamos seguir adelante esta noche
con nuestro plan original?

Con la barbilla un poco inclinada hacia


arriba, Sonia Robles respondió:

—El señor Talavera ha aceptado perdonar


la vida de Nataniel Cruz, pero la familia
Robles no lo ha hecho. Talavera tiene una
emergencia y no se presentará esta noche,
También asegúrate de decirles que el
organizador principal de la fiesta de esta
noche ha sido cambiado por la familia

Capítulo 286 Todo saldrá de acuerdo al plan


Robles.

—¡Sí, señora Sonia! —Federico respondio.

Capítulo 287 Una arrogancia como tal

A medida que se acercaba la noche,


personajes distinguidos de todos los
··························································································································· ®
ámbitos de la vida, que había sido
invitados a la fiesta de cócteles,
comenzaron a reunirse en el Hotel
Fortaleza. La mayoría de los invitados solo
sabrían cuando llegaran que el
organizador del evento había sido
cambiado por la familia Robles y que
Daniel Talavera no estaría presente.

La familia Robles era una de «Los Cuatro


del Sur» y era muy apreciada en el sur.
Aunque para la mayoría de los invitados
significaba una decepción saber que
Daniel Talavera no iba a presentar, optaron
por quedarse en la fiesta, como una señal
de respeto por Sonia Robles.

Entre los invitados estaban Alfredo Sosa y


su familia, que habían llegado a simpatizar
con Sonia Robles. Nataniel y Penélope
estaban entre los que acababan de
enterarse de la ausencia de Daniel
Talavera y sobre el cambio de organizador
principal a la familia Robles, cuando
llegaron al hotel.

Penélope tenía una mirada de angustia y


se sentía inquieta cuando se enteró de la
noticia. No solo no estaba en buenos
términos con Sonia Robles, sino que
Nataniel además la había abofeteado en el
pasado. Como esa noche ya se había
convertido en la fiesta de Sonia Robles,
aparecer en la recepción sería buscar
problemas.

Por lo anterior, Penélope quería irse con


Nataniel, sin llamar la atención de nadie.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un
paso adelante, un grupo de personas
vestidas con colores brillantes se pararon
frente a ella, bloqueando su camino.

Esas personas no eran otras que Alfredo


Sosa y el resto de los miembros de la
familia Sosa. Con una sonrisa astuta,
Alfredo Sosa dijo:
··························································································································· ®
—Nataniel, Pen, ¿no acaban de llegar? ¿Por
qué se van tan pronto?

Sorprendida al ver que su abuelo y el resto


de sus parientes también llegaban a la
fiesta, Penélope exclamó:

—Abuelo, ¿por qué están todos aquí


también?

—Estamos aquí para asistir a la fiesta de la


señora Sonia, por supuesto —respondió
Alfredo Sosa, manteniendo la sonrisa en
su rostro.

El anciano hizo una breve pausa y miró


hacia Nataniel Cruz, antes de continuar
con una expresión ilegible:

—Ah, por cierto, con respecto a ese collar


de rubí rojo, ya se lo he ofrecido a la
señora Sonia como un regalo.

Nataniel Cruz y Penélope Sosa fruncieron


el ceño al oír eso. Con una sonrisa en la
cara, Miriam se unió a la conversación y
dijo:

—También he recibido noticias de que la


cabeza superior del ejército Fortaleza,
Franco Aragón, también asistirá a la fiesta
con su esposa. Sonia tiene la intención de
darle ese collar a la señora Aragón.
Nataniel, deberías olvidarte de recuperar
ese collar. Es imposible.

Penélope se sintió aún más abatida con


las palabras de Miriam.

Tomando el brazo de su marido, Penélope


Sosa dijo con una mirada de dolor:

—Franco Aragón es el Mayor General en el


ejército. No creo que podamos recuperar
el collar si se lo dan a su esposa.

—No te preocupes, no importa en qué


··························································································································· ®
manos haya caido. Me aseguraré de que
nos sea devuelto —respondió Nataniel
Cruz sin tapujos.

Alfredo Sosa y su familia estallaron de risa


al escuchar las palabras de Nataniel.
Samuel Sosa dijo:

—¡Eres tan arrogante! ¿Por qué no nos


cuentas cómo planeas recuperarlo?

Nataniel se limitó a responder:

—Franco Aragón me va a entregar el collar


por voluntad propia.

Todo el mundo soltó un suspiro ante las


palabras de Nataniel Cruz, asombrados
por su habilidad de ufanarse de él mismo.
Los otros miembros de la familia Sosa se
rieron de huevo y empezaron a ridiculizar a
aquel hombre.

—Si estás diciendo que el Mayor General


Aragón te entregará el collar por su propia
voluntad, ¿por que no dices que eres su
jete?

Mientras la familia Sosa estaba ocupada


burlándose de Nataniel Cruz, de repente
hubo una conmoción entre los cientos de
invitados en la recepción. Un hombre de
constitución fuerte, vestido con un traje
hacho a la medida negro, impecable y
nítido, acababa de hacer su entrada. Una
hermosa y elegante dama venía tomada
de su brazo al entrar en la habitación.
Detrás de ellos había más de diez
miembros de la Guardia Nacional, todos
armados.

La pareja que acababa de llegar era el


mayor general Franco Aragón y su esposa,
Yanet Palacios. Franco Aragón no asistía
muy a menudo a eventos como ese, pero
··························································································································· ®
había hecho una extraña aparición en el
hotel esa noche. Por eso, el resto de los
asistentes estaban muy emocionados y
especulando las razones de la llegada de
ese hombre a la fiesta.

Se rumoreó que la familia Robles estaba


muy bien conectada en todas partes,
tenían conexiones en la fuerza policial, en

tríadas, en sectores corporativos, arenas


políticas e incluso militares. Parece que
era verdad. ¡Incluso el Mayor General
Aragón, que casi nunca hacía una
aparición pública, estaba allí en la fiesta
de la señora Sonia!

El resto de los invitados al evento se


apresuraron a saludar a Franco Aragón.
Sin embargo, antes de que pudieran
acercarse al General de División, se vieron
obligados a retirarse amenazados por las
armas de la Guardia Nacional que rodeaba
a aquel hombre.

Alfredo Sosa y su familia se quedaron


perplejos al ver el prestigioso operativo y
el poder que desplegaba Franco Aragón.
Mientras se burlaba de Nataniel Cruz, el
anciano señor Sosa dijo:

—¿Viste eso? ¡Ese hombre que está ahí es

el primero al mando en el ejército, el Mayor


General Aragón! Incluso los magnates que
trataron de acercársele han sido obligados

por la Guardia Nacional a mantener su


distancia. ¿Todavía tienes las agallas para
decir que el señor Aragón te va a entregar
el collar de rubí rojo él mismo?

Incluso Penélope Sosa quería esconderse


··························································································································· ®
por la vergúenza después de escuchar las
burlas de su abuelo. También había
sentido que su marido estaba yendo muy
lejos solo por presumir. Sin embargo,
Nataniel sonrió mientras habló con
desentado:

—Bueno, hablo en serio cuando dije que él


mismo me entregará ese collar. ¡Solo
espera y observa!

Capítulo 288 Primero necesito resolver una disputa personal

Alfredo Sosa y su séquito sacudieron la


cabeza, expresando su incredulidad ante
la desverglienza de Nataniel, Penélope
Sosa también estaba un poco sonrojada
por la vergúenza. Incluso tenía ganas de
cubrir la boca de Nataniel para evitar que
siguiera presumiendo.

Después de que Franco Aragón y su


esposa entraron en la sala de recepción,
escudriñaron toda la habitación como si
estuvieran tratando de encontrar a alguien.
Nataniel Cruz estaba parado no muy lejos
de Franco Aragón, así que este pudo
ubicarlo muy rápido y una mirada de
éxtasis brilló en sus ojos.

Franco Aragón nunca habría asistido a


este tipo de eventos de redes de negocios,
si no hubiera sabido que Nataniel Cruz
estaría presente. Justo cuando Franco
Aragón quería llevar a su esposa a saludar
a Nataniel Cruz, la pareja fue abordada por
Sonia Robles.

La mujer ¡iba vestida con un vestido rojo,


largo, de noche y con de lentejuelas.
Estaba acompañada por Federico y
algunos de sus subalternos. Los tacones
altos de Sonia Robles se apresuraron
camino hacia Franco Aragón y su esposa.
Con una sonrisa brillante en su rostro, dijo:
··························································································································· ®
—¡Es en verdad un honor tener al señor y a
la señora Aragón aquí en mi fiesta!

Franco Aragón, que había sido


interrumpido por Sonia Robles cuando se
dirigía a saludar a Nataniel Cruz, respondió
con frialdad:

—La verdad no estoy acostumbrado a


asistir a un evento de este tipo. Solo estoy
aquí hoy porque escuché que alguien a
quien respeto mucho vendría. Así que vine
aquí con mi esposa para saludarlo de
manera especial.

Todos los que escucharon su


conversación quedaron estupefactos.

«¿Quién podría ser el hombre por el que el


Mayor General Aragón tendría un gran
respeto?». Sonia Robles también quedó
sorprendida por la respuesta de Franco
Aragón. Sin embargo, se dio cuenta de
inmediato y dijo:

—La persona a la que se refiere debe ser el


señor Talavera. Por desgracia no pudo
asistir al evento de esta noche, pues tuvo
un cambio de planes a última hora.

El resto de los invitados de repente cayó


en cuenta después de aquella explicación
de la anfitriona de la fiesta. Tendría
perfecto sentido si Daniel Talavera fuera el
que estaba siendo admirado por Franco
Aragón. «Talavera fue un factor
determinante del frente sur».

No importaba si uno tuviera tratos en los


ambitos empresariales o políticos; con el
fin de ganar un punto de apoyo en el sur,
era menester estar en buenos términos
con el Señor Talavera. Sin embargo,

··························································································································· ®
todavía era bastante sorprendente para la
mayoría, que alguien como Franco Aragón
que era una estrella en el ejército,
mantuviera al señor Talavera en tan alta
estima.

Franco Aragón solo respondió con una


ligera burla. Sabía que todo el mundo se
había equivocado, pero no quería
molestarse con ninguna explicación para
esas personas. Sonia Robles dijo con una
sonrisa gratificante:

—Como una disculpa por la decepción del


Señor Aragón a causa de la ausencia del
señor Talavera esta noche, he preparado
un regalo muy especial para usted. Por
favor, acepte esta pequeña pieza de mi
parte.

Cuando la mujer terminó de hablar, uno de


sus subalternos se acercó a Franco
Aragón y a su esposa, con una caja de
joyas que posó con cautela en sus manos.
Luego, abrió la caja mientras la multitud

observaba expectante. Un maravilloso


collar de rubí rojo que reposaba dentro de
la caja se hizo visible. ¡No se necesitaba
un experto para reconocer que el rubí era
un sólido de 70 quilates y valía al menos
cien millones!

—¡Dios mío, qué collar tan hermoso!

—¡La señora Sonia es muy generosa para


regalarle un tesoro tan valioso a su
invitado! ¡Esa pieza de joyería debe de
haber costado al menos cien millones!

—¿Cree que el Mayor General Aragón


aceptará un regalo tan caro?

··························································································································· ®
El resto de los invitados susurraban entre
sí. Incluso la propia Sonia Robles estaba
un poco nerviosa mientras lanzaba una
mirada esperanzadora sobre Franco
Aragón y la señora Aragón.

Si el Mayor General aceptara este


obsequio, significaría que aquel hombre

estaría dispuesto a estar en buenos


términos con la familia Robles y si Sonia
Robles pudiera asegurar el fuerte respaldo
de Franco Aragón, le daría confianza para
resolver el asunto con Nataniel Cruz más
tarde. No había nada por qué temer si
aseguraba este apoyo.

Franco Aragón se sorprendió cuando vio la


valiosa pieza de joyería con la que Sonia
Robles estaba tratando de comprar su
afecto. Justo cuando estaba a punto de
rechazarlo, el alcalde de Fortaleza, Rogelio
Carmona, que estaba de pie junto al Mayor
General, le susurró algo al oído.

Los ojos de Franco Aragón se abrieron de


par en par a la vez cuando escuchó lo que
Rogelio Carmona le dijo. Después de echar
un vistazo discreto en dirección a Nataniel
Cruz, dijo:

—Si ese es el caso, debo mantener a salvo


este collar.

Capítulo 288 Primero necesito resolver una disputa personal

Diciendo eso, Franco Aragón instruyó a la


Guardia Nacional para hacerse cargo de la
caja de joyas que sostenía el subalterno
de Sonia Robles que junto al resto de los
invitados estaban confundidos con lo que
había dicho el Mayor General. «¿Qué habrá
querido decir con mantener a salvo este
collar?».

··························································································································· ®
Sin embargo, la mujer había dejado que su
pensamiento evadiera un poco la realidad.
En su opinión, si Franco Aragón estuviera
dispuesto a aceptar un regalo tan caro,
significaría que había aceptado ponerse
del lado de la familia Robles.

Parecía que estaba convencida de que


Franco Aragón ya estaba «comprado» por
ella, así que Sonia Robles había asumido
que podía hacer todo lo posible para lograr
sus objetivos. La mujer aplaudió para
atraer la atención de todos, antes de
anunciar en voz alta:

—General Aragón y nuestros distinguidos

invitados esta noche, la fiesta está a punto


de comenzar. ¡Sin embargo, por favor
permitanme resolver una disputa personal
antes de empezar!

Una vez que Sonia Robles terminó de


hablar, se podían escuchar los murmullos

entre la multitud y algunos de los invitados


lucían sobresaltados.

Capítulo 289 ¿Todavía necesitas que me arrodille?

La fría mirada de la anfitriona se posó en


Nataniel y Penélope.

—Nataniel, Penélope, ¿quién hubiera


pensado que algún día estarían en mis
manos? Apuesto a que nunca esperaron
que esto sucediera —dijo Sonia,
levantando la barbilla con altivez.

De inmediato, cincuenta hombres con


trajes negros aparecieron en la sala de
recepción. Estos rodearon a Nataniel y
Penélope, estaban armados y parecían
haber sido entrenados. La atención de
··························································································································· ®
todos estaba en Nataniel y Penélope. La
mayoría de los otros invitados tenian
miradas de simpatía en sus rostros
mientras miraban a la pareja.

En cuanto a Alfredo y los demás


miembros de la familia Sosa, ya se habían
distanciado lo más que podían, fingiendo
no estar asociados con Nataniel o
Penélope.

El rostro de Penélope empalideció cuando


agarró con fuerza el brazo de su esposo, al
ver que habían sido rodeados por los
hombres armados.

Nataniel no se inmutó. Con un destello de


desdén en sus ojos, en un tono normal,
dijo:

—Sonia, parece que incluso después de


que te abofeteé, aún no has aprendido tu
lección.

Sonia ardió de resentimiento cuando


Nataniel sacó a relucir ese vergonzoso
incidente. Miró a Nataniel con odio y dijo:

—¡Cómo te atreves a mencionarlo de


nuevo! Nadie había tenido el valor de
hacerme pasar por tal humillación. Sin
embargo, ya no me importa, ¿sabes por
que? Porque llegará el día en el que todo
será mejor, pero por hoy, me aseguraré de
que ambos rueguen por misericordia.
¡Quiero que te arrodilles frente a mí ahora
mismo!

—Sonia, tienes cerebro porque es natural


que todas las personas lo tengamos, pero
es evidente que el tuyo o no sirve o no
sabes usarlo. ¿Acaso crees que le tengo
miedo a tus inútiles hombres y sus armas?
Y, además, ¿quieres que me arrodille ante
ti? ¿Estás bromeando? —respondió
··························································································································· ®
Nataniel con una sonrisa.

Al escuchar la provocación de Nataniel,


Sonia se puso furiosa, luego gritó con
brusquedad:

—¡Federico, ayúdalo! ¡Rompe sus piernas y


haz que se arrodille!

—¡Sí, señora Sonia!


El fornido Federico, que también estaba
vestido con un traje negro, caminó hacia

Nataniel con una cruel sonrisa en el rostro.

Había personas entre la multitud que

habian reconocido a Federico y dejaron


escapar un grito de sorpresa.

—¡Dios mío! ¡¿Es Federico, el matón tan


famoso de hace tiempo?!

—¡Nadie ha sobrevivido a sus ataques!


—¡Parece que este es el final de Nataniel!

Federico aceleró sus pasos y saltó hacia


Nataniel. Con una mueca
condescendiente, dijo:

—¡Amigo, ponte de rodillas!

El hombre levantó la pierna mientras decía


eso y con un movimiento rápido, pateó
hacia las rodillas de Nataniel. Tenía la
intención de romper la rótula de Nataniel
para que éste se arrodillara. Federico fue
tan rápido como un rayo, tanto que
muchos creyeron ver un fantasma y no a
una persona.

Nataniel dejó escapar una sonrisa y


levantó la pierna casi al mismo tiempo que
··························································································································· ®
Federico.

Sin embargo, su patada fue incluso más


rápida y poderosa que la de Federico.

«¡Zas!»,

Las piernas de ambos quedaron


entrelazadas. En una fracción de segundo,
la pierna de Federico estaba rota.

—¡Aaaay! —Federico dejó escapar un grito


ensordecedor.

Nataniel le había fracturado la pierna y


antes de que Federico pudiera procesar
completamente el dolor, Nataniel volvió a
levantar la pierna y dirigió otra patada a la
cabeza de Federico,

«¡Plafl»

El golpe de Nataniel le atinó directo a

Federico en la nuca. Federico de


inmediato se quedó en silencio, mientras
se desplomaba inconsciente en el suelo.

El salón quedo en silencio. No hubo una


sola persona que no se quedara
estupefacta después de presenciar la
escena.

Nataniel se mantuvo erguido con las


manos cruzadas a la espalda. Dirigió su
mirada a la atónita Sonia y preguntó con
indiferencia:

—Entonces, ¿todavía tengo que


arrodillarme?

Sonia salió de su aturdimiento de


inmediato y sacó un revólver de su bolso,
Sonriendo con tristeza, apuntó con el arma
a Nataniel.
··························································································································· ®
—Eres un buen luchador y fue evidente que
Federico no es competencia para ti. Sin
embargo, no importa lo hábil que seas, es

imposible para cualquiera vencer a un


arma, ¿no lo crees? —preguntó la mujer.

Nataniel sonrió y respondió:

—¿Te refieres a ese pésimo revolver que


estás sosteniendo? No me hagas reír.

Sonia soltó una carcajada y respondió:

—ilncluso un arma tan mala como estaes


suficiente para matarte mil veces!

—¿Ah, eso crees? ¿Por qué no miras a tu


alrededor y ves cuántas armas te están
apuntando ahora? —dijo Nataniel y rio a
carcajadas.

Mientras Sonia intentaba procesar lo que


había escuchado, se volvió y vio que los
diez Guardias Nacionales que estaban
apostados alrededor del General Aragón
habían levantado sus metralletas al
unísono y le estaban apuntando.

Capítulo 290 Parece que ustedes no saben apreciar sus vidas

Sonia quedó atónita ante la inesperada


situación. No era la única, todos los
presentes estaban en un estado similar.

Sonia miró al General Aragón con


incredulidad y dijo:

—Sr. Aragón, usted...

Antes de que la mujer pudiera terminar su


frase, el General Aragón ya había dado un
paso adelante para quitarle con apatía el
··························································································································· ®
revólver que tenía en su mano. Después de
pasarle el revólver a uno de los Guardias
Nacionales que estaba junto a él, el
General tomó el joyero que contenía el
collar de rubíes rojos de manos de su
esposa y caminó con rapidez hacia
Nataniel.

Sosteniendo la caja, hizo una floritura y


con respeto, el General Aragón le dijo a

MNataniel:

—$Sr. Cruz, ahora le devolveré este collar,

que por ley le pertenece a su suegra. Por


favor, le ruego que lo acepte.

«¿Qué diablos está pasando?». Sonia y


todas las demás personas quedaron
atónitas por las acciones del hombre.

Por supuesto, también lo estaban


Penélope, Alfredo y los demás miembros
de la familia Sosa, al punto de quedarse
sin palabras. ¡Nunca hubieran imaginado
que de lo que Nataniel se jactó antes
realmente se hubiera hecho realidad!

De hecho, el General Aragón había


entregado por voluntad propia el collar de
rubíes rojos a Nataniel.

La mayoría de los invitados tenían la boca


abierta y miradas de desconcierto en sus
rostros, Aparte de la familia Sosa, el resto
de los invitados no conocían el origen del
precioso collar, pero se sorprendieron por
la actitud que tuvo el General hacia
Nataniel. Después de todo, el General

Aragón fue parte del Ejército del Norte


antes de que lo transfirieran al Sur hacía
··························································································································· ®
dos años. Era bien sabido que, además de
la fuerza y las habilidades, los que
pertenecían al Ejército del Norte se
distinguían por su arrogancia.

Aunque el General Aragón era muy capaz,


también era muy altivo así que era inusual
verlo tratar a alguien de una manera tan
educada y respetuosa. Por lo tanto, todos
estaban tratando de adivinar la identidad
de Nataniel.

Sin embargo, de todos los presentes, la


familia y los parientes de Nataniel,
incluidos Penélope y Alfredo, fueron los
más sorprendidos.

Los miembros de la familia Sosa conocían


muy bien el valor y la historia del collar.

Tiempo atrás, cuando Nataniel les había


dicho que el General Aragón
personalmente le devolvería el collar, lo

ridiculizaron y se burlaron de él por ser un


fanfarrón que solo podía pensar en sí
mismo.

Nadie había esperado que las cosas


salieran justo como lo había mencionado
Nataniel antes. ¡El General Aragón había
devuelto el collar de rubíes rojos a
Nataniel por su propia voluntad!

El corazón de Alfredo latía con tanta


fuerza que se sentía como si fuera a salir
de su pecho. Su presión arterial también
se había disparado y este estaba a punto
de colapsar en el suelo.

Miriam también estaba murmurando para


sí misma, con los labios temblando:

—Esto es imposible. Definitivamente se


necesitaría un hombre mucho más
··························································································································· ®
poderoso para que el General Aragón
mostrara tal actitud.

Incluso Penélope estaba asombrada por el

logro de su esposo y lo miraba con


expresión de desconcierto. «¿Cómo
diablos logró eso?», pensaba.

El propio Nataniel parecía tranquilo y


relajado, como antes.

Tomó el joyero de manos del General


Aragón y se lo entregó a Penélope, que
estaba a su lado.

—Lamento haberle molestado, señor


Aragón —le expresó Nataniel con
agradecimiento y una sonrisa cortes al
General Aragón.

Después de devolver el collar a su dueño


original, el General Aragón se dio la vuelta
y vio a los asesinos contratados por la
familia Robles.

—¿No van a bajar sus armas? ¿ Tienen la


intención de llevar a cabo el asalto en mi
presencia? —les gritó el general,

Todos esos asesinos habían querido dejar


las armas y rendirse, pero también tenían
miedo de ser castigados por hacerlo.
Todos los hombres habían mirado hacia
Sonia en busca de más instrucciones.

Al estar en su situación, es decir, apuntada


por tantas armas, Sonia tenía la intención
de ordenar a los asesinos que se rindieran.
Sin embargo, antes de que pudiera hablar,
el General Aragón, ofendido porque
aquellos hombres no se rindieron incluso
después de que él les había dado la orden,
··························································································································· ®
gruñó con ira:

—¡Parece que ustedes no saben apreciar


sus vidas!

Dicho esto, dos equipos de soldados,


armados hasta los dientes, irrumpieron en
el salón. ¡Había al menos un centenar de
ellos!

Los soldados llevaban sus armas listas


para atacar y rodearon a los subordinados

de Sonia de inmediato. Les apuntaron sin


esperar una orden más.

Sin esperar más instrucciones de Sonia,


los asesinos de la familia Robles arrojaron
sus armas al suelo y retrocedieron.

Para todos estaba claro que el General

Aragón hablaba en serio y no bromeaba


con la familia Robles.

Capítulo 291 Un delito grave

En poco tiempo, el General Aragón y sus


hombres tuvieron el control de la
situación. Luego, el General comenzó a
despejar la escena.

Escudriñó los rostros de los invitados en el


salón y con voz insensible dijo:

—Aquellos que no están involucrados en


este asunto pueden abandonar el lugar a
la brevedad.

Todo el mundo huyó por orden del General


Aragón, aun cuando tenían curiosidad por
conocer el desenlace de la situación, pero
a juzgar por la forma en que estaban las
cosas, era obvio que lo que podría pasar
después no iba a ser agradable. Si no se
··························································································································· ®
marchaban ahora, era posible que
después no tuvieran la misma
oportunidad.

No quedó ni un solo invitado.

Incluso Alfredo y su familia se marcharon

apresurados con la multitud.

En menos de unos minutos, las únicas


personas que quedaron en el espacioso
salón de recepción fueron Nataniel,
Penélope, el General Aragón y sus
soldados, la señora Aragón, Sonia y sus
subordinados.

Nataniel miró a Sonia, que parecía estar


todavía procesando la situación y
preguntó:

—Entonces, ¿todavía quieres que me


arrodille frente a ti?

A Sonia le apuntaban al menos diez armas


y sus subordinados ya se habían rendido.
Cualquier otra persona se habría asustado
muchísimo. Sin embargo, Sonia no era
como cualquier otra persona. Mientras se
recuperaba lentamente de su conmoción,
la mujer miró a Nataniel. Era como si lo
estuviera reevaluando y dijo con frialdad:

—Nataniel, parece que te he subestimado.


Es una sorpresa que tengas al General
Aragón de tu lado, es un movimiento muy
inteligente de tu parte —despues de hacer
una pausa, Sonia continuó con una mueca
de desprecio—. Esta vez, he fracasado de
manera estrepitosa y aceptaré las
consecuencias.

»La policía me acusará de intento de


asesinato, pero con el poderoso nombre e
··························································································································· ®
influencia de la familia Robles, estoy
segura de que me liberarán en poco
tiempo, incluso si tengo que ir a la cárcel
—mientras la mujer hablaba, caminó hacia
Nataniel sin prisa. Se detuvo frente a él, se
inclinó hacia adelante y le susurró al oído,
con un dejo de amenaza en su voz—: Este
no es el final. Recuerda, el que ríe al
último, ríe mejor.

»En el sur, donde viven tú y tu familia, está


el territorio de la familia Robles. ¿Crees
que siempre tendrás la suerte de contar
con la protección del General Aragón? —En
este punto, Sonia dejó de hablar y miró a
Penélope, que estaba de pie junto a
Nataniel. La mujer soltó una carcajada
estridente y malvada antes de decir—:
Tienes una esposa bonita. Recuerda
cuidarla bien porque si no haces eso; ella
podría terminar en un prostíbulo.

»¡Por cierto! Acabo de recordar que tienes


también una hija, es una cosita adorable,
cuídala bien también...

Sonia pronunció sus amenazas en voz


baja, pero había logrado generar
escalofríos por la columna vertebral de
Penélope. Penélope podía sentir el miedo
en sus entrañas, sus manos estaban frías
y húmedas.

Sabía que con el poder y la influencia que


tenía la familia Robles, era pan comido
destruir a su familia. También era
consciente de que esas no eran solo
amenazas vacías y Sonia hablaba en
serio. Mientras esos pensamientos

desagradables corrían en la mente de


Penélope, Nataniel de repente tomó su
mano.

Ese oportuno y cálido gesto de su marido


··························································································································· ®
le dio fuerzas y se calmó en ese mismo
instante. Penélope sabía que podía confiar
en que Nataniel manejaría la situación y se
sentía segura con él cerca. Recuperó la
compostura y el miedo que había sentido
antes se disipó poco a poco.

Nataniel fijó su mirada en Sonia.


Permaneció inexpresivo cuando dijo con
indiferencia:

—Sonia, podrías haber salido viva de aquí.


No teníamos que llegar a esto, pero parece
que tu misma te lo buscaste.

Un frío generalizado pesó en el ambiente.

Sonia notó un brillo asesino en los ojos de


Nataniel y se puso ansiosa.

—¿Qué quieres decir? Solo quería que


estos hombres te dieran una lección, pero
no quería asesinarte. Creo que, por eso, la
policía solo me llevará unos días, no fue
un delito grave. Pero te daré un consejo.
Antes de hacer algo en mi contra, piensa
bien lo que harás. Si te atreves a ponerme
un dedo encima, la familia Robles no lo
olvidará.

—¿No crees que fue un delito grave? —


Nataniel soltó un grito fríio—. Dios sabe en
qué otros actos similares se ha
involucrado una mujer de tu clase. Y ya
que lo estás pidiendo, concederé tu deseo
y me aseguraré de que pagues por todos
los crímenes que has cometido. Veremos
entonces si alguno de ellos puede
considerarse como un delito grave.

Capítulo 292 Su momento ha llegado

Nataniel sacó su teléfono de inmediato e


hizo una llamada a César Díaz. Le ordenó
a César que obtuviera toda la información
disponible sobre Sonia en diez minutos,
··························································································································· ®
especialmente la relativa a posibles
delitos en los que había estado
involucrada.

César se puso a trabajar de inmediato.


Había movilizado a decenas de
departamentos para esta operación de
emergencia. Aparte de los pocos
departamentos clave de la fuerza policial,
también se desplegaron el Ministerio de
Seguridad del Estado y organizaciones de
piratas informáticos profesionales para
recopilar información sobre Sonia,
exactamente diez minutos después, César
estaba listo con las pruebas sobre la
culpabilidad de la mujer y se las había
enviado a Nataniel.

Nataniel le pasó su teléfono al General


Aragon.

El General Aragón miró la información en


el teléfono de Nataniel y comenzó a leer:

—Hace trece años, Sonia estaba


compitiendo por el lugar de la niña más
popular en la escuela con una compañera
de escuela llamada Ximena Gutiérrez, para
asegurar su triunfo, le ordenó a su
subordinado que la matara y lo disfrazara
de accidente automovilístico.

»Hace diez años, Sonia tuvo una aventura


extramarital con el famoso músico Dante.
Para mantenerlo en secreto, Sonia había
ordenado a sus subordinados que
incendiaran la casa de la familia de Dante;
siete miembros de la familia murieron en
ese incendio.

»Hace ocho años, Sonia había pagado al


entonces alcalde Noé Lara por un trato
clandestino. Sin embargo, Noé no
completó la tarea acordada entre ellos.
Enfurecida porque el hombre no había
··························································································································· ®
cumplido su parte de la promesa, Sonia

contrató a un sicario para matarlo.

El General Aragón continuó leyendo todos


los delitos cometidos por Sonia.

Todos habían sido ocultados muy bien.


Los miembros de la propia familia de
Sonia también se mantuvieron al margen
de muchos de esos actos. De hecho,
incluso la propia Sonia se había olvidado
de la mayoría de ellos. Esos eran crímenes
que se suponía desaparecerían para
siempre y que estuvieron muy bien
escondidos hasta la llamada telefónica
hecha por Nataniel. Conseguir tal hazaña
hablaba de que él tenía unas habilidades
impresionantes. Sonia miró a Nataniel con
inquietud. Conforme el General Aragón
recitaba cada uno de sus delitos, el terror
crecía en su interior.

La mayoría de ellos eran tan aterradores


que incluso Nataniel no pudo soportar
escucharlos. Detuvo a el General Aragón,
diciendo:

—No creo que sea necesario escuchar


más, lo que acaba de leer basta para
sentenciarla a diez cadenas perpetuas, Sr.
Aragón, dejaré que usted decida qué hacer
con ella.

Eso fue lo último que dijo Nataniel antes


de salir del salón de recepción con
Penélope. La actitud arrogante mostrada
por Sonia hace un tiempo había
desaparecido por completo. Su rostro
estaba pálido cuando se arrodilló y
suplicó:

—Sr. Aragón, por favor, le pido que me


··························································································································· ®
perdone por esta vez. Me aseguraré de
que la familia Robles recompense su
amabilidad.

El General Aragón se limitó a responder


con frialdad:

—Usted misma provocó esta situación. Su


destino quedó sellado desde el momento
en que conspiró contra el Sr. Cruz. No me

corresponde a mí dejarla ir.

Sonia abrió mucho los ojos y con la voz


temblorosa, dijo:

—¿Por qué? ¿Quién diablos es ese Nataniel


que incluso lo hace atreverse a ofender a
la familia Robles solo para defenderlo?
¿No tiene miedo de provocar la ira del
señor Talavera?

El General Aragón respondió con un tono


impaciente:

—Dado que usted se encuentra en su


lecho de muerte, la dejaré ir en paz
diciéndole el por qué. Nataniel es mi
mentor, tengo una gran deuda con él, pues
fue muy importante para que pudiera
alcanzar mis logros.

Sonia miró al General con incredulidad.


Luego, exclamó a todo pulmón:

—¡Eso es imposible! Usted es mucho


mayor que él. ¿Cómo puede ser su
mentor? ¿Cómo es posible que él le haya
ayudado asi?

—Aunque es muy joven, era el General del


Ejercito del Norte. Se le conocía por el
sobrenombre de «Ares». Tuve la suerte de
haber trabajado bajo la dirección del Sr.
Cruz y de que él reconociera mis talentos.
··························································································································· ®
Por él, soy lo que soy hoy en día —explicó
el General Aragón con un tono de respeto.

«¡Ares, General del Ejército del Norte!».


Sonia estaba atónita. Para ella, la noticia
fue muy inesperada. Con una voz apenas
audible, dijo:

—¿Nataniel era el General del Ejército del


Norte? Eso no es posible, está mintiendo...

El General Aragón miró a la mujer que


estaba completamente devastada y que
había perdido el equilibrio. Sin más
preámbulos, ordenó a sus soldados con
voz profunda:

—¡Su momento ha llegado!

Capítulo 293 Esfuerzos en vano y falsas alarmas

Con un disparo de revólver, Sonia cayó al


suelo, Su corta vida, llena de pecados,
había terminado.

—Al resto de los cómplices de la señora


Sonia, envíelos a la prisión militar y
háganlos trabajar para cumplir sus
condenas —ordenó el General Aragón.

—¡Sí, señor!

Como siempre, las malas noticias viajaban


rápido y esta no sería la excepción, la
noticia de la muerte de Sonia se había
extendido por la ciudad.

Todos tenían una versión diferente de lo


que había sucedido.

Una de las versiones más difundidas fue


que el que fuera el hombre más rico de
Ciudad Fortaleza, Homero Ortiz, le habia
pedido a Talavera un favor para salvar la
··························································································································· ®
vida de Nataniel, a lo que Talavera había
accedido. Sin embargo, Sonia se había
opuesto a Talavera e insistió en matar a
Nataniel, lo que había enfurecido a éste.
Hubo graves consecuencias por haber
provocado a Talavera. Así que, para
castigar a Sonia, Talavera buscó al General
Aragón y le quitó la vida a la mujer.

Eso también sirvió como advertencia para


que el resto de la gente nunca pensara en
traicionar a Talavera.

Mientras tanto, en la mansión de la familia


Sosa, Alfredo y el resto de los miembros
de su familia también participaron en una
discusión sobre este tema.

—Bueno, ¡resultó que este asunto no tiene


nada que ver con ese id*ota de Nataniel!
Deberíamos haber sabido muy bien que no
hay forma de que ese id*ota fuera tan
formidable —Samuel Sosa no podía dejar
de quejarse y maldecir.

—¡Exactamente! Si no fuera por Homero


Ortiz, quien usó el favor que el Señor

Talavera le debía por Nataniel; ese tipo ya


estaría en su tumba ahora —coincidió
Pablo con su hermano mayor.

Alfredo soltó un bufido frío y dijo:

—Fue una tontería de nuestra parte haber


pensado tan bien de Nataniel. Al final
resultó que, fue pura suerte que se las
arreglara para sobrevivir esta vez. Pero es
una pena que hayamos perdido el collar de
rubíes rojos. Si tan solo hubiéramos
sabido antes que Sonia llegaría a un final
tan trágico, no le habríamos dado tal
tesoro.

Miriam asintió y dijo:

—Así es. Ni siquiera obtuvimos nada, ni un


··························································································································· ®
solo beneficio. Fueron esfuerzos en vano.
Sin embargo, lo sucedido con Nataniel fue
también para nosotros una falsa alarma.

Al mismo tiempo, en el Jardín Ribera,


Bartolomé y Leila admiraban el collar de
rubíes rojos que habían perdido y
recuperado. Ambos llenaron de elogios a
su yerno por cumplir su palabra y
recuperar el collar.

Penélope, que acababa de terminar una


llamada telefónica, se acercó y le dijo a su
familia:

—Muchos de nuestros amigos han


llamado para preguntar por nuestra
seguridad y me han contado algo
interesante.

Nataniel parpadeó y preguntó:

—¿Qué?

—Dijeron que Sonia había molestado al


Señor Talavera y eso también había
involucrado al Señor Aragón. Eso quiere
decir que ella misma fue quien provoco

todo lo sucedido —explicó Penélope.

Penélope, Bartolomé y Leila estaban


asombrados por la imparcialidad de
Talavera y pensaron que era algo que
quizá lo habría equiparado a un dios de la
justicia.

Las comisuras de la boca de Nataniel se


curvaron en una leve sonrisa mientras
escuchaba la conversación de su familia
en silencio sin interrumpir,

El día siguiente era fin de semana y Reyna


tenía una clase de ajedrez en el club de
ajedrez. Después de dejar a su hija,
Penélope y Nataniel fueron de compras.
Como en fechas recientes Penélope había
··························································································································· ®
estado bastante ocupada, ellos no habían
podido pasar tiempo juntos.

La pareja llegó al Centro comercial Cielo


Azul y estaban mirando las tiendas piso
por piso. El tercer piso del centro
comercial estaba ocupado en su totalidad
por gimnasios y nutrición. Penélope nunca
se había inscrito en clases de
acondicionamiento físico. Para hacer
ejercicio, había estado practicando yoga
por su cuenta en casa y días atrás,
mientras usaba redes sociales, habia visto
videos en .

Penélope quería ver los gimnasios y


observar cómo la gente hacía ejercicio.
Quería saber si hacer ejercicio en el
gimnasio era suficiente para mantener una
buena figura.

A pesar de que eran las 10 de la mañana,


ya había mucha gente entrenando en el
gimnasio. Algunos incluso tenían
entrenadores personales. Sin embargo,
Nataniel había notado que esos
entrenadores personales solo estaban al
pendiente de las mujeres y que además se
estaban saliendo con la suya. Pero ellas
no parecían haberse dado cuenta. O
quizás no les importaba.

No había forma de que Nataniel permitiera


que su esposa se inscribiera en un
gimnasio como ese.

Justo cuando Nataniel estaba a punto de


irse con Penélope, un hombre corpulento,
vestido con una camiseta blanca,
pantalones cortos de ejercicio y un par de
zapatos deportivos de marca, se les
acercó. Parecía ser un entrenador del
gimnasio.

Capítulo 294 Un abusador

Con una amplia sonrisa en su rostro, el


··························································································································· ®
entrenador se presentó ante Nataniel y
Penélope.

—Hola, ¿están pensando en unirse a


nuestro gimnasio? ¡Mi nombre es
Francisco Leandro y soy el mejor
entrenador del lugar!

Cuando Francisco habló, se centró en


Penélope todo el tiempo y apenas le
prestó atención a Nataniel. Era obvio que
Penélope era la única persona a la que le
estaba promocionando su servicio.
Penélope no se había dado cuenta de que
el entrenador la veía de forma lasciva pues
asumía que era normal que los
entrenadores del gimnasio se
comportaran con tanto entusiasmo con
todos sus alumnos. Sintiéndose
incómoda, respondió:

—No, no, en realidad solo estamos aquí


para echar un vistazo.

Fijando su mirada en la figura bien


formada de Penélope y como si la
estuviera evaluando, Francisco dijo con
una sonrisa lasciva:

—Señora, está en muy buena forma, pero


en definitiva podemos ayudarla a lucir aún
mejor. Si se apunta a nuestras clases de
fitness, conseguirá una figura perfecta en
poco tiempo. Por ejemplo, puede lograr
tener un trasero más grande y firme.

Cuando el entrenador dijo eso, extendió su


mano hacia el trasero de Penélope,

Sin embargo, Nataniel notó las intenciones


del hombre y antes de que Francisco
lograra tocar a Penélope, él ya la había
alejado. Después, Nataniel gritó:

—¿Qué estás tratando de hacer?


··························································································································· ®
A pesar de que había mantenido una

expresión seria en su rostro, había un


destello de arrepentimiento en los ojos de

Francisco. Era como si él no supiera que


había hecho mal.

Con una mirada de disgusto, el entrenador


dijo:

—Señor, solo le comenté a la señora que


existe la posibilidad de que ciertas partes
de su cuerpo estén más tonificadas. No
tengo malas intenciones. ¿Por qué lo ha
malinterpretado?

—¿Cómo puede comportarse así, como un


abusador y luego hacernos creer que es
todo un moralista? —respondió Nataniel
con frialdad.

Eso enfureció a Francisco. El entrenador,


que medía más de dos metros de altura,
pasó por alto a Nataniel y lo fulminó con la
mirada.

—¡Repitalo! ¿Quién se está comportando


como un abusador? ¡Cómo se atreve a
calumniarme! ¿Cree que no puedo darle su
merecido?

Después de que Francisco dijo eso,


algunos otros entrenadores robustos y de
hombros anchos se reunieron a su lado y
miraron a Nataniel con el ceño fruncido.

Al ver lo sucedido, Penélope se dio cuenta


de que no era una regla que los gimnasios
fueran lugares sanos, a pesar de su
apariencia.

Agarró la mano de su marido y dijo en voz


baja:

··························································································································· ®
—Nataniel, no nos rebajemos a su nivel.
No creo que este lugar nos convenga.
Vámonos ahora.

No obstante, Francisco se paró frente a la


pareja y les impidió irse. Cambió cómo se
dirigía a el.

—Amigo, tu no vas a abandonar este lugar


sin antes aclarar las cosas. ¿Qué quieres

decir con llamarme abusador? Si no te


disculpas o te explicas, le daré sentido a
tus palabras y verás cómo me arreglo con
tu esposa... —exigió.

Los otros entrenadores que estaban


alrededor de Francisco se reían mientras

miraban a Penélope con lujuria.

El rostro de Nataniel se ensombreció de


inmediato y dijo:

—Ustedes de verdad lo están pidiendo.


Los demás entrenadores se rieron de las
palabras de Nataniel y le dijeron a
Francisco:

—Mira nada más a este arrogante.


Francisco, parece que está ansioso por
pelear contigo.

Francisco se burló y dijo:

—¡Ja!, ¿este flacucho quiere pelear


conmigo? Entonces supongo que primero
tendré que pedir una ambulancia.

El hombre sacó su teléfono y marcó el 911


mientras decía.

—Hola, hablo del Club Draco en el Centro


comercial Cielo Azul. Mi nombre es
Francisco, soy entrenador en el club. Estoy
··························································································································· ®
a punto de herir a alguien con gravedad.
¡Envíe una ambulancia aquí de inmediato!

Después de que Francisco colgó, se volvió


hacia Nataniel y le dijo en tono
provocativo:

—Te daré una última oportunidad para


disculparte antes de que llegue la
ambulancia.

Capítulo 295 Sergio Herrera

Nataniel dijo con una sonrisa en el rostro:

—Parece que conoces tus limitaciones. Es


inteligente de tu parte llamar primero a
una ambulancia, porque la vas a necesitar.

Francisco se sorprendió por el desafío


lanzado. La rabia latía por sus venas
mientras gritaba:

—¡Pedí la ambulancia para ti! Te di una


oportunidad y la rechazaste, ahora no me
culpes.

El entrenador levantó el puño y lo lanzó


hacia Nataniel. Nataniel le lanzó un
puñetazo a Francisco al mismo tiempo.

«¡Plafl».

Los puños de los dos hombres chocaron y


el sonido de los huesos de Francisco
hechos añicos retumbó en los oídos de los
presentes. El dorso de la mano también se
veía hinchado.

—¡Aaaaah!

Antes de que el grito de agonía de


Francisco se calmara, Nataniel ya había
levantado la pierna y le había dado a este
hombre una patada en la cabeza.

«¡Zaaas!».
··························································································································· ®
La patada de Nataniel fue suficiente para
que el hombre se estrellara contra el
equipo del gimnasio y que encima cayeran
al suelo. Era evidente que Francisco había
sufrido heridas graves por ese golpe.

Los otros entrenadores, así como el resto


de los asistentes al gimnasio que
presenciaron la escena, quedaron
atónitos.

Nataniel soltó un bufido frío y estaba a


punto de irse con Penélope. En ese
momento, un equipo de personal médico
llegó al lugar con una camilla. Un médico,
que parecía liderar el equipo, preguntó en
el momento en que entraron por la puerta;

—Señor Francisco, fue usted quien llamó a


la ambulancia. ¿Dónde está la víctima?

Nataniel sonrió al equipo de médicos y


enfermeras que acababan de llegar, luego
señaló a Francisco, que estaba tendido en
el suelo haciendo una mueca de dolor.

—Ese hombre que yace allí, Francisco, es


el que requiere atención médica.

El personal médico quedó boquiabierto al


escuchar lo que dijo Nataniel. Confundido,
el médico preguntó:

—¿Qué está pasando? ¿No es Francisco

quién nos llamó? ¿Por qué terminó en este


estado?

Nataniel y Penélope se fueron después de


todo el alboroto en el gimnasio a hacer
compras en otro piso.

De repente, un hombre con traje blanco,


flanqueado por dos guardaespaldas,
persiguió a la pareja mientras gritaba:

··························································································································· ®
—¡Por favor, espere!

Nataniel y Penélope creyeron que era


alguien del gimnasio, que no estaba
dispuesto a dejarlos ir. Sin embargo, al
darse la vuelta, Penélope descubrió que el
hombre le resultaba muy familiar. Después
de una breve pausa, dijo sorprendida:

—¡Sergio Herrera!

Sergio Herrera había estudiado en la


misma universidad que Penélope y estuvo
con ella en el Consejo Estudiantil, así que
se conocían muy bien.

—¡Eres tú, Penélope! No estaba seguro de


si eras tú... —Sergio estaba encantado de

ver a Penélope.

Sosteniendo el brazo de Nataniel, la mujer


sonrió con dulzura y dijo:

—Te presento a mi esposo, Nataniel Cruz.


Nataniel, él es Sergio Herrera, mi
compañero del último año de universidad.

Sergio había escuchado que Penélope era


madre soltera, por lo que se sorprendió de
verla casada y al percatarse de alguien se
le había adelantado, un destello de
arrepentimiento se vislumbró en su
mirada.

Mirando a Nataniel con animosidad,


Sergio preguntó sin rodeos:

—¡Vayal Es un placer conocerlo, señor


Cruz. ¿A qué se dedica?

Nataniel respondió con indiferencia:


—Hace un tiempo me dieron licencia en el

ejercito, así que por ahora descanso en


casa.
«¡Ah, entonces está desempleado y
··························································································································· ®
además es holgazán!».

Sergio se sintió aún peor al saber que la


chica más popular en la universidad se
había casado con un desempleado inútil.
Pensó que el marido de Penélope no era
digno de ella.

—¿Qué hay de ti, Sergio? Parece que te va


bien. ¿Dónde estás trabajando ahora? —
preguntó Penélope.

—Estoy bien. Soy el presidente de la


Fundación de Caridad de Ciudad Fortaleza
—respondió el hombre con modestia.

—Ah, entonces estás dirigiendo la


Fundación. Es un trabajo con mucho
impacto, muy admirable —elogió
Penélope.

Sintiéndose complacido con el cumplido,


Sergio respondió:

—Desde que era joven, he disfrutado


ayudar a los menos afortunados y también
tengo la suerte de pertenecer a una familia
acomodada, así que trato de donar a
causas benéficas siempre que puedo.

»La gente de la comunidad filantrópica


comenzó a identificarme por mis diversas
contribuciones y recientemente me
eligieron presidente de la Fundación —
Sergio se detuvo en este punto y sacó una
invitación del bolsillo de su traje y se la
entregó a Nataniel y Penélope—. Esta
noche hay una subasta benéfica en el
Hotel Grand Hyatt. El propósito de la
subasta es recaudar fondos para que la
Universidad de Fortaleza construya un
área de investigación. Los que asistirán al
evento de esta noche son en su mayoría
emprendedores y empresarios que
también fueron alumnos de la escuela. Si
les interesa, les extiendo la más cordial de
las invitaciones.
··························································································································· ®
—Dado que es una subasta de caridad
para la Universidad y nuestros antiguos
compañeros estarán allí para contribuir a
la escuela; en definitiva, podrás contar con
nosotros —dijo Penélope con entusiasmo.

Ante la respuesta de Penélope, un destello


de gratitud apareció en los ojos de Sergio,
pues suponía que podría conquistar a
Penélope, siempre y cuando ella asistiera
a la subasta benéfica de esa noche.

Capítulo 296 El mayor filántropo de Fortaleza

A las 7 de la tarde, cuando cayó la noche y


la ciudad estaba iluminada, Nataniel y
Penélope llegaron al hotel. La pareja había
traído consigo a Carmen Tovar.

Penélope se veía elegante y lucía


espectacular. Por otro lado, Carmen se
veía dulce y adorable.

Al momento de su entrada al recinto y


debido a la compañía de las dos
hermosas mujeres, Nataniel era el centro
de atención de los demás invitados.

Sergio se adelantó para darles la


bienvenida acompañado de dos
asistentes, sus ojos brillaban con deseo
mientras veía a Penélope con su hermoso
vestido de noche. Con una amplia sonrisa,
el hombre dijo:

—¡Bienvenidos, señor Cruz, señora Sosa!


Me da gusto que hayan venido.

Penélope respondió con una sonrisa:

Capítulo 296 El mayor filántropo de Fortaleza

—Estamos recaudando fondos para


nuestra alma mater esta noche. ¡No podía
faltar!
··························································································································· ®
Hubo una buena asistencia en la subasta,
en su mayoría empresarios y hombres de
negocios, todos antiguos alumnos de la
Universidad de Fortaleza. Todos los
invitados fueron asignados a diferentes
mesas y cada mesa tenía una tarjeta con
un número único que levantarían para
indicar su interes en los artículos en
subasta.

Naturalmente, Nataniel, Penélope y


Carmen estaban sentados en la misma
mesa, mientras que Sergio y sus dos
subordinados se sentaron en la mesa de al
lado.

El maestro de ceremonias de la subasta


benéfica de la noche fue Gael Bustamante,
uno de los subastadores más conocidos y
experimentados de la ciudad. Se decía que
él podía evaluar con precisión cualquier

artículo con solo echarle un vistazo, fueran


reliquias antiguas o artículos de lujo
modernos. No obstante, además de ser el
maestro de ceremonias, Gael también fue
nombrado el principal subastador del
evento.

Después de anunciar el inicio de la


subasta, Gael invitó a Sergio, el
organizador de la subasta y al presidente
de la Fundación, al escenario para decir
algunas palabras. El segundo orador de
apertura fue el director de la Universidad
de Fortaleza.

La subasta benéfica dio inicio después de


los discursos de los dos hombres.

Los empresarios comenzaron a aportar


artículos para la subasta, eran artículos
ordinarios o invaluables, como trabajos de
caligrafía personal, antiguedades baratas,
··························································································································· ®
relojes viejos o incluso bolsos de marca
no deseados que pertenecian a las
esposas de esos exalumnos. Algunos

fueron subastados por unos pocos miles,


mientras que otros, que valían un poco
más, se vendieron por decenas de miles.

Nataniel finalmente entendió que no


siempre las personas que asistían a tales
eventos eran sinceras acerca de hacer
donaciones para la caridad. En cambio, su
principal objetivo para asistir a un evento
de este tipo era ampliar su red y ampliar
sus círculos sociales empresariales,

La mayoría de los asistentes habían


compartido el mismo objetivo, que era
establecer algunos contactos comerciales
útiles y, con suerte, divertirse.

Nadie se tomó en serio la donación de


grandes sumas de dinero para obras de
caridad. Después de todo, todos habían
trabajado duro para acumular su riqueza y
no tenían la intención de gastarla de esa
manera.

Cuando Gael notó la respuesta mediocre,

dijo con humor:

—Estimados invitados y exalumnos, dado


que a todos parece que les falta
entusiasmo, ¿por qué no hago una
sugerencia? La persona que done el
artículo con más ganancias en la subasta
de esta noche podrá disfrutar de un baile
con una hermosa dama. ¿Qué piensan
todos de esta idea?

Después de que Gael hizo la propuesta, los


invitados y Sergio comenzaron a vitorear.
··························································································································· ®
Mientras estaba de pie en el escenario,
Gael observó el salón hasta encontrar a
Penélope con la mirada, quien estaba
sentada junto a Nataniel. Señalando a la
mujer, el maestro de ceremonias dijo:

—Por lo que veo, la señora Penélope es la


dama más hermosa presente en nuestra
subasta de esta noche. La pista de baile
se abrirá después de que tabulemos las
ganancias de la subasta y el donante
principal será el que tenga el primer baile
con la señora Sosa.

Penélope se sorprendió por la idea del


maestro de ceremonias y se puso
nerviosa.

Estuvo a punto de rechazar, pero Gael


estaba un paso por delante de ella.

—Señora Sosa, mire lo emocionados que


están todos después de saber que tienen
la oportunidad de bailar con usted. Estoy
seguro de que todos comenzarán a
participar más activamente en la subasta
a partir de ahora y podremos recaudar
más fondos para la Universidad de
Fortaleza. De verdad espero que acepte,
en beneficio de su alma mater —dijo el
hombre.

Penélope se quedó sin palabras. No quería


bailar con otros hombres, especialmente
bailes de salón, que requerían contacto
corporal. Sin embargo, el baile era una
actividad social bastante común en los
círculos de élite. Además, la propuesta del
maestro de ceremonias pareció ejercer
una influencia positiva en los invitados y
parecieron estar más entusiasmados. Esto
significa que su participación permitiría
recaudar más fondos.

Como tal, aunque Penélope no estaba

dispuesta a participar, se sentía bastante


··························································································································· ®
mal por rechazar esa propuesta. Por ello,
miró a su marido en busca de un consejo.

Nataniel le dijo en voz baja:

—No te preocupes, de cualquier forma,


seré yo el primero en bailar contigo.

Penélope se calmó al escuchar a Nataniel.


A lo sumo, le pediría a Nataniel que donara
más dinero más tarde. Después de todo, la
persona con la que Penélope estaría
bailando sería el donante principal de la
subasta benéfica.

Sergio puso manos a la obra al donar un


Bentley, que fue subastado por cinco
millones. Las ganancias irían a la
Universidad de Fortaleza. El hombre se
había convertido al instante en el principal
donante del evento.

Hubo vítores silenciosos y susurros entre


la multitud, aplaudiendo a Sergio por ser el
mayor filántropo de Fortaleza con su
generosa donación. Todos habían
asumido que el primer baile con Penélope
sería para Sergio. De hecho, Sergio lo
había hecho con la intención y esperanza
de impresionar a Penélope y de
enamorarla con su encanto.

No evitó burlarse de Nataniel mientras


trataba de ganarse a Penélope.

—Nataniel, has estado viendo la subasta


durante bastante tiempo. ¿Donarás algo?
¿Estás tan mal en todo sentido que no
tienes nada para contribuir? —preguntó
Sergio.

Nataniel se convirtió de inmediato en el


centro de atención. Todos estaban
esperando a ver qué haría a continuación.

Penélope también se puso nerviosa. Era la


primera vez que ella y Nataniel asistían a
··························································································································· ®
una subasta benéfica y la pareja no había
llevado nada como contribución. Eso los
puso en esa situación.

Capítulo 297 Todo sea por verla sonreír

Nataniel miró a Sergio y sonriendo con


indiferencia, dijo:

—Salimos de la casa a toda prisa y no


contemplamos traer alguna contribución.
Pero dado que el propósito del evento de
esta noche es recaudar fondos para el
alma mater de mi esposa y al ver que el
señor Herrera también me lo ha pedido, es
justo que yo también muestre algo de
apoyo —Nataniel se arrodilló frente a su
esposa después de decir eso. Bajo la
atenta mirada del resto de los invitados,
Nataniel quitó el tacón de diamantes de
imitación del pie izquierdo de Penélope y
lo colocó sobre la mesa—. ¡Este tacón será
mi contribución a la subasta! —declaró
Nataniel con una sonrisa ganadora en su
rostro.

Penélope se sonrojó de vergijenza y


contuvo su deseo de patear a Nataniel en

ese mismo instante.

Todos quedaron atónitos por el gesto de

Capítulo 297 Todo sea por verla sonreír

Nataniel. Gael, soltó una risa incómoda y


dijo:

—Señor Cruz, me temo que tendremos


problemas para evaluar este artículo.

Mostrándose relajado, Nataniel respondió:

—Está bien, no necesitamos tener una


oferta mínima. Los tacones irán al mejor
postor.

··························································································································· ®
Sergio no había esperado que Nataniel
actuara tan descaradamente. Sin nada que
donar a la subasta, incluso había recurrido
a usar los tacones altos de su esposa
como escudo.

«Ya que tienes la valentía de poner los


tacones de tu esposa como artículo de
subasta, ¡los compraré solo para
avergonzarte!», pensó Sergio, resoplando
en silencio.

Así, Sergio levantó su tarjeta numérica y

dijo:
—¡Empezaré con mil!

Los peces gordos del mundo empresarial


ignoraron la absurda elección de donación
de Nataniel y se unieron a la diversión
cuando escucharon la oferta de Sergio.

En poco tiempo, la oferta por los tacones


altos de Penélope se elevó a cien mil.

Sergio, quien estaba empeñado en ganar


el baile con Penélope, volvió a levantar su
tarjeta numérica y gritó:

—¡Un millón! ¿Alguien tiene una oferta más


alta?

Gael nunca había esperado que unos


tacones altos gastados pudieran alcanzar
un millón. Abrumado por la emoción,
comenzó a contar:

Un millón a la una, un millón a las dos,

¿tenemos una oferta más alta? Si no la


hay, declararé que estos tacones altos son
para el señor Herrera...

Antes de que Gael terminara el conteo y


··························································································································· ®
golpeara el atril para terminar la subasta,
Carmen levantó la tarjeta con el número.
Siguiendo las instrucciones de Nataniel,
anunció en voz alta:

—¡El señor Cruz ofrece cien millones para


comprar de vuelta los tacones altos de su
esposa!

«¿Qué?».,

«¿Ella acaba de decir cien millones?».


«¡Por Dios!¿Este chico habla en serio?»,
Después de observar las reacciones de los
otros invitados, Nataniel pensó para sí
mismo «mira la forma en que estas

personas están tan asombradas por mi


oferta, eran las mismas que se reían de mi
por presentar los tacones altos de Peni
para una subasta.

Con voz temblorosa, Gael hizo el anuncio


oficial:

—Declaro que el señor Cruz ha adquirido


con éxito los tacones altos de su esposa
por cien millones y todas las ganancias se
destinarán a la construcción de un centro
de investigación en la Universidad de
Fortaleza.

El director de la Universidad de Fortaleza,


así como todos los demás invitados, le
dieron una ovación de pie a Nataniel y
felicitaron a Penélope por haberse casado
con un esposo tan extraordinario. Todo el
mundo estaba tratando de acercarse a
Nataniel, con la esperanza de conocerlo.
Sin embargo, Sergio fue la única
excepción. Tenía una expresión sombria
en su rostro, como si su última esperanza
de éxito se hubiera hecho añicos.

El hombre tenía la intención de lucirse


frente a Nataniel, pero terminó trayendo la
desgracia sobre sí mismo. Había
··························································································································· ®
subestimado por completo las habilidades
de Nataniel. Nataniel sacó una tarjeta
American Express Centurion y pagó cien
millones en ese instante. Luego, recogió
los tacones altos de la mesa y regresó al
lado de Penélope. Poniéndose de rodillas,
el hombre le puso suavemente los tacones
altos a su esposa.

Penélope estaba emocionada y sus ojos


se llenaron de ternura mientras miraba a
su esposo. En ese momento, se sintió
como una princesa de cuento, una
princesa que estaba viviendo su propio
«felices por siempre» con su príncipe,
quien siempre la protegía.

Mientras tanto, en la Mansión Talavera en


Alameda, Daniel Talavera estaba
holgazaneando en el sofá. Su mayordomo,
Lucio, lo estaba ayudando a afeitarse el
vello facial. Fuera de la puerta, un hombre
corpulento de unos cincuenta años
esperaba ansioso en el pasillo. Después
de un tiempo, Lucio finalmente terminó
con el arreglo personal de su jefe.

Daniel se sentó derecho e instruyó a Lucio


con una voz sencilla:

—Déjalo entrar.

—¡Sí, señor Talavera! —Lucio recogió las


herramientas de aseo que había usado y
salió de la habitación. Cuando vio al
hombre formado fuera del pasillo, le dijo—:
Señor Robles, el señor Talavera dijo que ya
puede pasar.

El hombre de mediana edad, que había


estado esperando con ansias una
audiencia con Daniel, no era otro que uno
de los Cuatro del Sur. Era Camilo, quien
había tomado las decisiones de la familia
Robles.

Camilo dio grandes pasos en el estudio y


··························································································································· ®
saludó a Daniel con respeto

—¿Cómo está, señor Talavera? Gracias por


concederme esta audiencia.

Daniel respondió con indiferencia:


—Camilo, ¿supongo que la razón por la
que solicitaste verme con tanta urgencia
es por tu hija?

Camilo bajó los ojos y dijo con gravedad:


—Asi es. Mi hijo acababa de fallecer hace
un tiempo y ahora mi hija ha sufrido la
misma suerte. No he podido aceptar eso.
Es muy difícil de soportar.

Daniel entrecerró los ojos y dijo:

—Entonces, ¿estás aquí para buscar una


respuesta?

Capítulo 298 El tiene un don con las mujeres

Camilo bajó la cabeza y respondió:

—Por favor, no lo diga de esa manera.


Escuché rumores de que el señor Talavera
había decidido perdonar la vida de
Natanie!, pero Sonia insistió en matarlo. En
realidad, el señor Talavera había ordenado
al General Aragón que ejecutara a mi hija
como castigo. El propósito de mi visita de
hoy es simplemente averiguar si esos
rumores son ciertos.

—¿Y si los rumores fueran ciertos, que


cambiaría? Y si fui yo quien le pidio al
General que terminara con la vida de su
hija, ¿qué harías? —preguntó Daniel.

Camilo se arrodilló de inmediato y dijo:


—Mi hija se había opuesto a los deseos del
señor Talavera y, por eso, obtuvo lo que se

merecía. No tengo objeciones.

Al ver que Camilo estaba dispuesto a


··························································································································· ®
humillarse de esa manera a pesar del
fallecimiento de su hija, Daniel se relajó y
dijo:

—Acepté salvar la vida de Nataniel, pero


no dije que Sonia no tenía permitido
buscar venganza. No tenía intenciones de
castigar a Sonia y no fui yo quien le ordenó
al General su ejecución. Pero no puedo
asegurarte de que el General haya tomado
esa decisión para complacerme.

Después de escuchar el relato de Daniel,


Camilo levantó la cabeza y respondió:

—Eso mismo pensé. Si el señor Talavera


quería castigar a mi hija, todo lo que tenía
que hacer era pedirme que lo hiciera. No
era necesario que el General Aragón se
involucrara.

—En los últimos dos años, el General


Aragón ha sido la estrella en ascenso
dentro del ejército. También escuché que
es un seguidor del General del Ejército del
Norte. Si tiene la intención de vengarse de
él, me temo que no será tan fácil —dijo
Daniel.

En realidad, Camilo no tenía la valentía


para meterse con el General Aragón. Sin
embargo, ahora que sus hijos estaban
muertos, tenía que desquitarse con
alguien y vengarlos.

Como no era posible apuntar al General


Aragón, Nataniel era la única opción que
quedaba. En opinión de Camilo, Nataniel
fue el principal culpable de la muerte de
sus hijos. Como tal, era el enemigo
número uno de la familia Robles.

Camilo respondió:
—No se preocupe, señor Talavera, no
involucraré señor Aragón. Pero Nataniel

tiene que morir.


··························································································································· ®
Daniel asintió con la cabeza y dijo con
indiferencia:

—Recién escuché que la esposa de


Nataniel, Penélope, ha asegurado los
derechos de la vacuna contra el cáncer de
hígado que el profesor Vásquez desarrolló
con éxito y sin mucho esfuerzo.

Camilo se sorprendió momentáneamente


cuando Daniel sacó a relucir ese tema.
Sabía que el hombre no haría eso a la
ligera, así que debía haber una buena
razón detrás de eso. Supuso que el señor
Talavera también estaba interesado en los
derechos de distribución de la vacuna,
porque era un negocio lucrativo.

Al comprender las intenciones de Daniel,


Camilo respondió de inmediato:

—Si, también escuché que Penélope es


una belleza deslumbrante, pero también
una mujer coqueta y de moral algo
relajada. Debió haber seducido al profesor
Vásquez con su apariencia para así
asegurar los derechos de la vacuna. Señor
Talavera, después de deshacerme de
Nataniel, me apropiaré de los derechos de
distribución y le daré una parte igual de los
ingresos derivados de ello. Es mi forma de
mostrarle mi respeto.

Daniel sonreía de oreja a oreja cuando


dijo:

—Sabía que, de tantos protegidos, eras el


más confiable.

Camilo respondió con una sonrisa seca:

—Es mi responsabilidad como su


protegido. Sin la guía y los esfuerzos del
señor Talavera, la familia Robles no estaría
disfrutando de nuestro estatus en el Sur
hoy.
··························································································································· ®
La sonrisa de Daniel se hizo más amplia al
escuchar a Camilo. Sin embargo, hizo
caso omiso las palabras del hombre y dijo:

—Aunque eres mi protegido, no puedo


cosechar las recompensas sin tener
ninguna contribución. Tengo una
sugerencia. Puedes lidiar con Nataniel y
vengar a tus hijos de la forma que quieras
y yo no interferiré con eso. En cuanto a
Penélope y los derechos de la agencia
sobre la vacuna, podemos dejárselo a
Josué Quirarte. Él tiene un don con las
mujeres.

Justo después de que Daniel terminara de


hablar, un hombre de complexión delgada
y atractivo entró al estudio. Era Josué
Quirarte, a quien Daniel acababa de
mencionar.

Josué era el ahijado de Daniel, era


increíblemente atractivo y tenía mucha
labia. Pero, su mayor fortaleza era
endulzarle el oído a las mujeres. Así que
se había ganado el apodo de «Don Juan».

Josué hizo una respetuosa reverencia a


Daniel una vez que entró en la habitación,
antes de sonreír a Camilo.

—Señor Robles, puede concentrarse en


lidiar con Nataniel y yo me ocuparé de
Penélope. Le garantizo que estará tan
enamorada de mí que no podrá pensar en
otra cosa que no sea estar conmigo. Y sin
que se dé cuenta, me estará entregando
los derechos de forma voluntaria —dijo.

Daniel se rio de buena gana y dijo:

—Josué y Camilo, esperaré sus buenas


noticias. No me decepcionen.

Capítulo 299 Mi nombre es Josué Quirarte

··························································································································· ®
Mientras tanto, se estaba llevando a cabo
una gran recepción en la Universidad de
Fortaleza para mostrar el agradecimiento
por los fondos recaudados de la subasta
benéfica.

Sebastián Salas, director de la Universidad


de Fortaleza, Fabio Torices, alcalde de
Ciudad de Fortaleza, Luis Bracamontes,
director de la Comisión de Bolsa y Valores,
Sergio, presidente de la Fundación de
Caridad Fortaleza, habían avalado la
ceremonia.

Nataniel y Penélope, así como los


miembros del personal, el cuerpo docente
y los estudiantes de la universidad,
también estuvieron presentes.

Los cien millones donados por Nataniel


también se utilizaron para establecer un
fondo de becas para los estudiantes de
alto rendimiento, además de la
construcción de la nueva área de
investigación.

Sergio rabiaba por la atención que todos


estaban dando a Nataniel y Penélope.
Antes de que pudiera ver el dinero, los cien
millones donados por Nataniel fueron
presentados a la Universidad de Fortaleza.
Además, el Director de la Comisión de
Bolsa y Valores ya había propuesto que se
auditara el fondo de la beca con
regularidad; así, cualquiera que se
atreviera a utilizar ese dinero para otros
fines tendría que enfrentarse a graves
consecuencias legales.

Al terminar la recepción, ya era mediodía.


Nataniel se dirigió al club de ajedrez para
recoger a su hija, mientras que Penélope
se dirigió al trabajo.

Cuando Penélope pasó por Avenida


··························································································································· ®
Cumbres, una camioneta se cruzó
repentinamente en su camino y rozó su
auto. Penélope de inmediato estacionó su
auto, esperando que pudiera negociar el
costo de las preparaciones con el
conductor de la camioneta. Sin embargo,

Capítulo 299 Mi nombre es Josué Ouirarte

alrededor de cinco o seis personas


salieron de la camioneta y la rodearon con
una actitud hostil.

Al ver eso, Penélope decidió que debería


llamar a Nataniel para buscar ayuda, por lo
que sacó su teléfono. Pero, antes de que
pudiera hacer la llamada, uno de ellos, el
que tenía teñido el cabello de amarillo, le
arrebató el teléfono a Penélope y lo golpeó
contra el suelo, rompiéndolo.

El chico señaló a Penélope y la reprendió


con agresividad:

—¿Te crees tan importante porque


conduces un BMW y así es como
conduces, mald*ta?

Penélope comenzó a entrar en pánico y


respondió:

—Yo iba en mi carril y ustedes lo


invadieron. Ustedes debieron haber
reducido su velocidad antes de dar la

vuelta. No había forma de que reaccionara


a tiempo para evitar este accidente. Es su
error, ¿cómo pueden culparme a mí?

El chico de cabello amarillo y su pandilla


de amigos se enfurecieron y gritaron:

—No solo te culpamos a ti, sino que

también podemos golpearte. ¿Quieres


··························································································································· ®
eso?

Penélope estaba casi enloqueciendo y


estaba cada vez más preocupada. Ella ya
se estaba preparando para lo peor, ya que
era inútil comunicarse de forma educada
con ese grupo de vándalos.

Justo cuando los vándalos estaban a


punto de atacar a Penélope, un Mercedes-
Benz negro se detuvo de repente junto a
ellos y un hombre salió del auto. Estaba
muy bien arreglado y tenía un encanto
juvenil único.

¡Era Josué Quirarte!

Después de que Josué se bajó del auto,


les guiñó un ojo discretamente a los
vándalos, antes de confrontarlos con un
tono fuerte:

—¡Deténganse ahora! Debería darles


vergúenza intimidar a una dama a plena
luz del día. ¡Discúlpense con ella de
inmediato! De lo contrario, no los dejaré
escapar.

El chico de cabello amarillo le lanzó a


Josué una mirada comprensiva, antes de

maldecirlo e irse.

Cuando Penélope vio que las cosas


empeoraban, le dijo a Josué de inmediato:

—Señor, no se debe jugar con esta gente,


debe irse de inmediato.

Josué le dio a Penélope una sonrisa


reconfortante y respondió:

—Nena, no tengas miedo. Nadie podría

··························································································································· ®
hacerte daño conmigo cerca.

Antes de que Penélope pudiera responder,


el hombre ya había comenzado a lanzar
patadas y puñetazos a los vándalos.

Penélope estaba asombrada. A pesar de


ser superado en número, Josué se las
había arreglado para derrotarlos sin ayuda.
Ellos huyeron en su camioneta.

Josué se acercó a Penélope de nuevo y


dijo con una sonrisa:

—Cariño, ¿estás bien?

Penélope estaba llena de gratitud por el


hombre y respondió:

—Estoy bien. Muchas gracias por tu ayuda.

—Mi nombre es Josué Quirarte, ¿Cómo


puedo llamarte? — Josué se presento,
manteniendo la encantadora sonrisa en su
rostro.

Penélope respondió:

—Soy Penélope Sosa y tengo mucha


suerte de contar con tu ayuda. Realmente
no puedo imaginar lo que hubiera pasado
si no hubieras llegado.

Josué dijo riendo entre dientes:

—¿Supongo que esto es a lo que la gente


llama destino? Tuviste un accidente y yo
pasé por el mismo lugar. ¿No es esto sino
una señal divina? Yo creo que estábamos
destinados a conocernos, así que quisiera
saber si puedo tener el honor de invitar a
la señorita Sosa una taza de café.

Penélope estaba a punto de responder


··························································································································· ®
cuando un BMW Serie 5 aceleró hacia ella
y se detuvo junto a ella. Nataniel, que
llevaba a Reyna en brazos, salió del auto.

Capítulo 300 Atiéndelo bien

Resultó que Nataniel había enviado a dos


guardaespaldas para proteger a Penélope
en secreto, Los dos hombres tenían la
intención de darle una lección a los
vándalos que estaban molestando a
Penélope, pero Josué se les adelantó y los
ahuyentó.

De cualquier forma y aunque Penélope


estaba a salvo, los guardaespaldas
informaron del asunto a Nataniel.

Así que Nataniel no dudo en correr a la


escena con su hija.

Encantada de ver a Nataniel y Reyna,


Penélope corrió hacia ellos en el momento
en que los vio. Ella narró el relato del
accidente automovilístico a su esposo y
cómo Josué la había rescatado.

—El señor Quirarte es un hombre muy


amable —agregó Penélope, después de
que terminó de contar los eventos.

Nataniel miró a Josué y con una mirada,


se dio cuenta de que este hombre de
cabello liso y rostro color crema no era
precisamente alguien que supiera pelear.
Además, a juzgar por su caminar, no fue
difícil concluir que Josué era un hombre
decadente que solo se entregaba a la
bebida y a las mujeres.

¿Cómo era posible que un Don Juan, que


se deleitaba con las mujeres y el alcohol, y
no se había entrenado en artes marciales,
pudiera derrotar a esos vándalos por sí
mismo?
··························································································································· ®
Nataniel curvó sus labios en una sonrisa
insondable y respondió:

—¿Un hombre amable? ¡Dudo que sea así!


Josué se sintió en extremo ofendido por
las palabras de Nataniel. Incluso Penélope

le dijo a su esposo en voz baja:

—¡Nataniel! ¿Cómo puedes decir eso?

Logré escapar gracias a él.

Nataniel dejó escapar una sonrisa pálida y


dijo:

—La evidencia habla por sí misma.


Naturalmente, he reunido pruebas para
respaldar mi afirmación de que en
definitiva no es un tipo amable. Mi
evidencia llegará pronto.

Justo después de que Nataniel dijera eso,


una Land Rover y tres minivanes se

dirigieron hacia ellos y se detuvieron junto


al BMW de Nataniel.

Casi diez hombres, todos vestidos de traje,


salieron de los autos.

Cinco vándalos cubiertos de sangre y con


muecas de dolor fueron arrojados al suelo
por esos hombres de traje. ¡Esos cinco
hombres eran las mismas personas que
habian intentado amedrentar a Penélope!

En ese momento, un hombre corpulento,


que vestía una camisa hawaiana y tenía un
cigarro colgando de los labios, salió del
Land Rover. Era Tomás Dávila.

··························································································································· ®
Tomás pasó por alto a los cinco vándalos
que estaban jadeando en el suelo. Con
una sonrisa espantosa dijo:

—Ustedes estúpidos b*stardos, debieron


haber investigado un poco antes de hacer
esto. ¿No saben que Ciudad Fortaleza es
mi territorio? Estoy seguro de que no
valoran su vida porque tuvieron las agallas
para aprovecharse de la señora Cruz aquí.

Penélope fijó la mirada en los vándalos


que se encontraban en un estado
miserable y se sintió sorprendida. Con un
ligero temblor en su voz, preguntó:

—Señor Dávila, ¿qué está pasando?

Tomás pateó al chico de cabello amarillo,


que estaba herido de gravedad y yacía en

el suelo. Le ordenó:

—Debería ser usted quien responda a la


pregunta de la señora.

El chico de cabello amarillo levantó su


rostro ensangrentado y dijo con voz débil:

—Él es Josué Quirarte. Nos pagó a cada


uno cien mil para que chocáramos su auto
y él quedara como un héroe ante usted. Su
plan era causar una buena impresión y
lentamente convencerla para que se
acostara con él,

Penélope abrió los ojos con incredulidad,


se dio la vuelta y miró a Josué.

Aunque Josué estaba lleno de


resentimiento, se sorprendió de que
Nataniel tuviera la capacidad de movilizar
recursos y hubiera atrapado a los vándalos
en tan poco tiempo.

··························································································································· ®
¡Estaba aún más consternado de que lo

hubieran delatado!

Mientras hacía todo lo posible por ocultar


su nerviosismo, Josué reprendió al
vándalo con severidad:

—¡Tonterías! ¡Solo están tratando de


incriminarme!

El chico de cabello amarillo, quien parecía


estar a punto de desfallecer, le dijo a
Josué:

—Señor Quirarte, no tuve otra opción. Esas


personas fueron tan despiadadas que ni
siquiera parpadearon cuando nos
rompieron las extremidades. Si no lo
hubiera delatado, nos habrían matado. Lo
siento mucho...

Antes de que Josué pudiera defenderse


aún más, Nataniel dijo con voz fria:

—Ya no tienes más excusas. No estamos


en la corte en este momento y no hay juez.

Lo único que importa es que te he


descubierto y eso es más que suficiente.

Después de decir eso, Nataniel subió al


auto y se fue con su familia.

Antes de retirarse, Nataniel le dijo a


Tomás:

—Toméás, atiéndelo bien.


—¡SÍ, señor Cruz!

Tomás volvió su atención a Josué y sonrió


··························································································································· ®
con tristeza. El color ya había
desaparecido del rostro de Josué y sus
ojos estaban llenos de pánico y
desesperación.

Capítulo 301 Envialo al infierno

En ese momento...

Un Maybach negro apareció al lado del


camino. Carlos Robles estaba dentro de
este auto, sus patillas, tan blancas como
la nieve y sus ojos, parecidos a los de un
halcón, destellaban bajo la luz. Estaba
vestido con un traje negro y se encontraba
sentado en el asiento del pasajero. Había
dos personas a su lado:

Uno era Jair Landa, quien tenía un cuerpo


bastante fornido, ojos rasgados y un aire
agresivo.

El otro era Fabián Huéscar, quien tenía una


hirsuta y corta barba y sus ojos brillaban
como los de un tigre. Él apenas se
acercaba al metro setenta, pero su cuerpo
era muy fuerte. Sus manos estaban muy
bronceadas y tenía enormes músculos,
eso lo hacía parecer un feroz tigre que
podría hacer que las piernas de cualquiera
temblaran como gelatina. Los dos eran los
hermanos juramentados de Carlos. Así

como sus ojos y oídos.

Jair entrecerró los ojos al mirar a los autos


que pasaron ante ellos como una ráfaga y
se burló:

—Parece que sobrestimamos a Josué.


¡Cayó en las manos de Tomás con mucha
facilidad!

—Olvidémonos de él y pensemos en cómo


··························································································································· ®
matar a Nataniel. Tenemos que vengar al
joven y a su Señora —dijo Fabián.

—No te emociones mucho. La familia


Zulueta cayó en desgracia porque se
confiaron demasiado. Necesitamos
conocer a nuestro enemigo antes de hacer
cualquier cosa —replicó Carlos con calma.

Jair era un hombre arrogante, mientras


que Fabián era temperamental. Ninguno
de ellos era del tipo paciente, pero
respetaban mucho a Carlos.

—¡Sí, hermano mayor! —exclamaron al


unísono.

—Respecto a ese desgraciado de Josué...


Él es el hijo adoptivo del Señor Talavera,
después de todo. Nataniel es nuestro
enemigo en común. No sería apropiado de
nuestra parte que lo abandonáramos solo
así, Tenemos que responderle al Señor
Talavera.

Fabián estaba iracundo.

—¿Qué? ¿Tenemos que salvar a ese bueno


para nada? ¡Qué asco!

—Cálmate Fabián. Podría ser que por fin


seamos capaces de acabar con Tomás.
En cuanto hagamos eso, Nataniel perderá
a uno de sus hombres que conforman su
mano derecha —explicó Jair.

—Eso suena razonable —dijo Carlos con


una sonrisa—. Ni siquiera tenemos que
matarlo. Si logramos capturarlo, podremos

atraer a Nataniel para que venga a


nosotros, podremos deshacernos de él de
una vez por todas. —Sus dos hermanos
··························································································································· ®
juramentados lo miraron con respeto.

—¡Eres tan inteligente hermano!

Tomás llegó al edificio abandonado con


Josué y su banda.

No había nada más que hierba por todos


lados. No se podía ver a nadie
merodeando cerca del área.

Era el lugar perfecto para torturar y matar


a alguien.

Sacaron a Josué y a su banda a rastras de


la camioneta, cada uno de ellos lucía
como si tuvieran un pie en la tumba.

Tomás miró a Josué con los ojos


entrecerrados.

—Dime, ¿quién te envió aquí a causar


problemas?

Josué estaba asustado, pero se había


decidido.

Desvió su mirada a un lado antes de


responder:

—Nadie, yo solo era uno de los


admiradores secretos de la Señora Sosa.
Ni siquiera sabía que tenía esposo. ¡Lo
siento! ¡No lo volveré a hacer...

Antes de que pudiera terminar la frase,


Javier alzó su mano y abofeteó con fuerza
el rostro de Josué,

Comenzó a brotar sangre de las


comisuras de su boca.

—¿Te atreves a mentirme frente al Señor


Dávila? Ciudad Fortaleza le pertenece a él
ahora, ¡así que no necesita preguntarte
··························································································································· ®
sobre la información de los miembros de

an

las pandillas de la ciudad! —gritó Javier—.


Según lo que investigué, ustedes y sus
pandilleros no son de por aquí.

—El auto en el que conducían esta


registrado como uno de Alameda. ¿Los
Zulueta los enviaron aquí? ¿O fueron los
Robles? ¿Quizás fue Daniel Talavera? —
preguntó Tomás con calma.

Los ojos de Josué se abrieron de par en


par. Había subestimado demasiado las
habilidades de Tomás para averiguar
todos los detalles de él.

No obstante, de ninguna manera


traicionaría al Señor Talavera.

Si seguía leal a él, al menos podría vivir un


poco más.

Si no lo hacía, moriría en segundos.

Cerró su boca, rehusándose a decir otra


palabra.

Tomás resopló.

—Si no hablas, podemos sacar tus


secretos de la tumba. Javier, ¡envíalo al
inferno!

Capítulo 302 Oponentes dignos

Josué no esperaba que Tomás dictara su


sentencia de muerte tan rápido. Comenzó
a gritar y a luchar por su vida.

No obstante, Javier lo empujó al suelo con


su pie antes de que pudiera liberarse de
··························································································································· ®
sus ataduras.

Alzó su daga, listo para apuñalar el


corazón de Josué. Pero antes de poder
hacerlo, una chispa cruzó el aire y golpeó
la muñeca de Javier.

—¡Auch! —gritó él, mientras la daga en su


mano caía al suelo.

Vio con incredulidad su piel, la cual


comenzó a inflamarse y ámpulas

comenzaron a crecer,

Miró al suelo y se sorprendió al ver que el


arma había sido una colilla de cigarrillo.

—¿Quién está ahí?

Tomás y Javier se dieron la vuelta y vieron


a tres personas en la entrada.

El que los guiaba llevaba un traje negro y


sus patillas eran blancas como la nieve,
tenía la apariencia de un poderoso halcón
y su cuerpo era tan recto como un tronco
de árbol.

A su izquierda, había un hombre alto de


ojos rasgados y a su derecha, un hombre
fornido con ojos de tigre.

Eran nada menos que el trío: Carlos, Jair y


Fabián.

Fabian fue quién le había arrojado la colilla


de cigarrillo a Javier, tirando su arma.

Una mirada de emoción apareció en el


rostro de Josué al ver al trío.

—i¡Señor Robles! ¡Por favor, sálveme!

¡Pum!
··························································································································· ®
3

—¡Cállate! —gritó Tomás mientras que su


puño aterrizaba en la mejilla de Josué,
tirándolo al piso.

Carlos solo miró a Tomás y preguntó:

—Entonces, ¿tú eres Tomás, la mano


derecha de Nataniel Cruz?

Él le apuntó a Carlos con su barbilla.

—Entonces, ¿tú eres uno de los cuatro


mejores matones de Daniel Talavera? ¿No
viste lo que le sucedió a los Zulueta?
¿Cómo es que tienes el valor para venir
aquí y causar problemas?

Los ojos de Carlos destellaron por la ira,


pero su voz siguió calmada.

—Nataniel mató a mis hijos, por ende,


vengo por su alma. Tú solo eres la carnada

para que él venga.

—¡Qué absurdo! ¡Prepárate para morir!

Hombres, ¡acaben con ellos!

Sin dudar, los hombres se abalanzaron


hacia el trío.

Javier y sus subordinados también


lanzaron su grito de batalla y se
apresuraron a entrar en la lucha,

—¡Estás provocando a la gente


equivocada! —bramó Fabián al mirarlos.

—¡Se encontraron con oponentes dignos!


··························································································································· ®
—añadio Jair.

Tras lo cual se abalanzaron para repeler


los ataques de Tomás y sus subordinados.

¡Pam!

Fabián y Tomás chocaron el uno con el


otro, mientras que Fabián resultó
relativamente ¡leso, Tomás retrocedió,
haciendo una mueca de dolor.

3:31

Al mismo tiempo, Jair lanzó un potente


puñetazo.

¡Bum! ¡Tras!

Dos de los subordinados de Tomás


volaron por los aires y cayeron en el suelo
con un sonoro ¡Pum! Salía sangre de sus
bocas. Para cuando aterrizaron, ellos ya
no eran más que cadáveres.

Tomás aulló y entró de nuevo en la pelea.


Carlos se movió en el campo de batalla
para llegar con Josué y preguntarle si
estaba bien. Cuando por fin lo logró, la

batalla ya había terminado.

Fabian y Jair se tenían de pie en medio del


campo de batalla.

Tomás yacía en el suelo, cubierto de


heridas.

Los cuerpos de sus subordinados estaban

esparcidos a su alrededor, algunos de


ellos apenas con vida.

··························································································································· ®
Josué no apartaba la mirada de la escena
ante él, aturdido y en silencio, antes de
darse la vuelta para mirar a Carlos y
agradecerle de corazón:

—¡Gracias Señor Robles! ¡De no ser por


usted, habría muerto!

Él solo se dio la vuelta y sonrió.


—Fabián, Jair, asegúrense de que Tomás
siga vivo. Diganle a Nataniel que se reúna

conmigo a cambio de la vida de Tomás.

—¡Sí hermano! —dijeron Fabián y Jair al


unísono.

Capítulo 303 Sufrirás pronto

Esa tarde, Penélope se fue al trabajo de


nuevo tras almorzar.

Nataniel decidió quedarse en casa y


hacerle compañía a sus suegros y a su
hija.

De pronto, recibió una llamada de Javier.

—¡Señor, estamos en problemas! —le


susurró él en tono débil.

—¿Qué sucede? ¿Dónde está Tomás? —


respondió él, un poco preocupado.

—¡Está herido! —dijo Javier con voz ronca.

Entonces le contó a Nataniel lo que


sucedió:

—Carlos dijo que tendría que reunirse con


él en el campo de disparos al atardecer,

¡de lo contrario matará a Tomás!

—¡Entendido! —respondió con el ceño

··························································································································· ®
-,

fruncido—, Cuidate y a quien quiera que


esté herido. —Tras colgar llamó a César
Diaz.

Le informó de la situación antes de decir:

»lré a los suburbios del Este. Encárgate del


resto.

Entonces colgó y salió del pueblo


conduciendo. Iba solo.

El campo de disparos de los suburbios del


Este también se conocía como El Club de

los Francotiradores. Y el jefe de ese lugar

se llamaba Hermenegildo Zepeda.

Quedaban muy pocos campos de disparo


en el país, ya ni hablar de los que
permitían el uso de munición real.

Los suburbios del Este tenían el único


campo de tiro que permitía que las
personas practicaran usando un arma
corta, pero no había ninguno de ese tipo

-,

en el Sur.

Eso no habría sido posible de no ser por el


interesante pasado de Hermenegildo.

El era un seguidor de Carlos y había


logrado establecer ese campo de tiro en
Ciudad Fortaleza gracias a las conexiones
de la familia Robles,
··························································································································· ®
Mientras tanto, en el campo de tiro,
Hermenegildo y sus subordinados estaban
de pie en la puerta y le daban una cálida
bienvenida a Carlos y a los demás.

Carlos miró a Tomás, quien estaba


cubierto de sangre y atado con cuerdas. El

entrecerró los ojos y le preguntó:

—¿Crees que Nataniel Cruz caerá en esta


trampa tan fácil?

Hermenegildo sonrió.

—Señor Robles, su presencia en Ciudad

mn

Fortaleza y la derrota de Tomás debería de


ser suficiente para asustarlo. ¿Por qué
tendría entonces siquiera el valor para
venir aquí?

—¿No estaría desperdiciando mi tiempo


entonces? —preguntó Carlos con el ceño
fruncido.

—Hermano, el cuerpo de su hija descansa


en el Salón Funerario de Ciudad Fortaleza.
Esperan a que la vea por última vez y que

autorice su cremación —dijo Jair.

—Hermano, no creo que Nataniel se atreva


a venir de todos modos. ¿Por qué no
vamos primero al salón funerario y nos
encargamos del funeral de su hija? —
preguntó Fabian.

—Sí, Señor Robles. Nos encargaremos de


todo aquí —añadió Hermenegildo.

Carlos miró a este último con evidente


··························································································································· ®
duda en sus ojos.

—¿Estás seguro Hermenegildo?

—¡Por supuesto! —exclamó él un poco


disgustado—. No solo me conocen bien en
Ciudad Fortaleza, sino que la mayoría de la
gente del Sur me conoce por mi
reputación. Además, tengo veinte
subordinados leales e incontables armas
cortas aquí. Si Nataniel se atreve a poner
un pie aquí hoy, me aseguraré de que se
arrepienta,

Eso convenció a Carlos de que las cosas


resultarían como él quería. Después de
todo, veinte feroces luchadores y cientos
de armas no eran para tomarse a la ligera.

Ese chico, Nataniel, no podría sobrevivir


una lluvia de balas, ¿o sí?

—Si viene, mátalo. Si no, mata a Tomás —


le ordenó a Hermenegildo.

—¡Si Señor Robles! —gritó él a todo


pulmón.

Carlos se fue entonces en su Maybach y


sus dos hermanos juramentados lo
siguieron. Ellos fueron hacia el salón
funerario a toda velocidad.

Cuando el trío se fue, Hermenegildo miró a


Tomás.

—¡Cielos Tomás! Apuesto a que nunca


esperaste caer en desgracia de forma tan
súbita, ¿no? No importa si Nataniel viene o
no. ¡Morirás hoy! ¿Tus últimas palabras?

Tomás escupió una flema sangrienta y se


burló.
··························································································································· ®
—Hermenegildo, sufrirás esta noche.

—¿Queé? ¿Sufriré esta noche? —Sus ojos se


abrieron como platos.

—Asi es, cuando mi Señor venga, todos


sufrirán —le espetó él de nuevo.

Capítulo 304 Un secreto que no tengo miedo de revelar

Hermenegildo se burló:

—¡Qué fe tan ciega! Lo diré de una vez por


todas: Si Nataniel viene, morirán juntos; si
no viene, ¡te enviaré primero al infierno!

Él les ondeó sus manos a sus


subordinados.

—Aten a este tipo a los blancos de la


galería de disparos. Cuando Nataniel
llegue, quiero que practiquen su tiro
usando a los dos como blancos vivos.

Sus seguidores eran sanguinarios, cuando


escucharon que usarian blancos vivos,
comenzaron a rugir por la emoción.

Entonces empujaron a Tomás hacia la


galería de tiro y lo ataron a uno de los
blancos.

Hermenegildo sacó su amada pistola


Desert Eagle y se paró a cien metros de
distancia de Tomás. Alzó su pistola y le
apuntó a la cabeza, entonces sonrió y
preguntó:

Capítulo 304 Un secreto que no tengo miedo de revela!

—¿Quién de ustedes cree que puedo abrir


su cabeza de un solo tiro?

Sus subordinados lo vitorearon con


entusiasmo.

··························································································································· ®
—¡Hágalo jefe! ¡Queremos ver que su
cabeza explote! ¡Ja, ja, ja, ja!

Hermenegildo estaba punto de quitarle el


seguro a la pistola cuando uno de sus

subordinados se le acercó.

—Jefe, hay un BMW estacionado afuera. El


conductor dice ser Nataniel.

Hermenegildo guardó su pistola, lucía


impactado.

—¿Wino? ¿Está solo?

—¡ Asi es jefe! —replicó su subordinado.

Capítulo 304 Un secreto que no tengo miedo de revelar

Hermenegildo sonrió.

—¡Qué santurrón de su parte! Llegó en el


momento idóneo. Sí nos deshacemos de
él y de Tomás, en definitiva, el Señor
Robles me recompensará de forma
generosa. Dile que pase.

Entonces, un alto y atractivo hombre con


ojos soñadores entró al campo de tiro.

Nataniel se tomó su tiempo para caminar


a través del campo, admirando la
instalación.

No obstante, en cuanto vio que Tomás


estaba atado a un blanco en la galería de

tiro, su semblante se volvió adusto.

Fijó su fría mirada en Hermenegildo y en


sus hombres.

¡Clic!

Hermenegildo y sus subordinados alzaron

··························································································································· ®
sus armas al unísono y le apuntaron.

Hermenegildo cruzó sus brazos en su


pecho, su mano derecha aún sostenía su
Desert Eagle dorada.

—¿Eres Nataniel Cruz? —preguntó con un


dejo de burla.

Nataniel le lanzó una mirada a


Hermenegildo y supo que no era a quién
buscaba.

—No tienes el derecho de hablarme,


entonces, lárgate. Dile a Carlos que venga
en este momento.

Hermenegildo sintió cólera.

—¡Deja de creerte mucho! ¡No mereces


reunirte con el Señor Robles! Él está
ocupado, por lo que me dijo que los
enviara a ti y a Tomás al infierno en su
nombre.

«¿Robles se fue?».,

Nataniel se sorprendió un poco por las


noticias. Sus labios se curvearon hacia
arriba mientras miraba a Hermenegildo y a
la multitud detrás de él.

—¿Te dijo que nos mataras? ¿Alguna vez


has asesinado a alguien?

Hermenegildo intercambió miradas con


sus subordinados antes de reirse de forma
estridente.

—Jefe, ¿nos está menospreciando?

—i¡Ja, jal ¿En verdad cree que no tenemos


sangre en nuestras manos?
··························································································································· ®
—¡Quizás no sabe que somos un montón
de asesinos despiadados, por eso vino a
este campo!

Hermenegildo dejó entrever sus dientes,


formando una horrenda sonrisa.

—No hay nadie aquí además de mi y mis


subordinados. Irás al infierno pronto de

todos modos, por lo que no me importa


revelarte mi secreto.

—¿0Oh? ¿Qué secreto? —preguntó él


ladeando su cabeza.

Capítulo 305 El Lobo de Aguas Internacionales

Hermenegildo lo miró con arrogancia,

—¡Soy al que llaman: «El Lobo de Aguas


Internacionales»! Hace diez años, abordé y
hundí el crucero de la princesa en aguas
internacionales junto con mis
subordinados. ¡Claro que he asesinado a
personas antes!

Hace diez años, un crucero registrado


como local, el cual llevaba a varios
millonarios, navegó por aguas
internacionales por motivos relacionados
con apuestas.

No obstante, la nave fue abordada por


piratas y se hundió, matando a todos a
bordo.

Había sido la noticia del año.

Sin embargo, ya que el incidente sucedió


en aguas internacionales, faltó mucha
evidencia, por eso los culpables nunca
habían sido arrestados.

··························································································································· ®
Nataniel nunca esperó encontrarse con
esos piratas en persona.

—De acuerdo, eso lo decide —asintió él.

—¿A que te refieres con «eso lo decide»? —


preguntó Hermenegildo confundido.

Nataniel alzó su mano y dobló sus dedos


para hacer la forma de una pistola. Le
apuntó a Hermenegildo y a sus
subordinados.

—En vista de que todos son criminales,


merecen morir, no dudaré en terminar con
sus vidas.

Hermenegildo y sus subordinados se


congelaron por un momento antes de
desternillarse de risa de nuevo.

—¿Jefe, nos está amenazando?

—¿Qué va a usar? ¿Sus dedos?

—¿Este tipo es estúpido?


Hermenegildo sonrió.

—¡Chicos! ¡Carguen sus armas!


¿Mueéstrenle lo que hacen las armas de
verdad!

¡Clic, clic, clic!

El sonido de armas siendo cargadas


reverberó por todo el lugar.

Entonces, la multitud se preparo para


disparar.

No obstante, Nataniel solo movió el pulgar


de su mano en forma de pistola y susurró:

··························································································································· ®
—¡Bang!
El sonido apenas y fue audible.

A mil metros de distancia, soldados de las


Fuerzas Dragón apostados en las colinas
dispararon sus armas al unísono.

Hermenegildo y sus subordinados cayeron


al suelo, algunos de ellos literalmente se
partieron en pedazos mientras una niebla
sanguínea permeaba el aire.

En segundos, los subordinados de


Hermenegildo se habían convertido en
cadáveres, cubiertos de sangre y vísceras.

«¿Qué?».,

Parecía como si Hermenegildo hubiera


visto un fantasma, sus ojos estaban
abiertos de par en par y su cuerpo estaba

tenso.

No podía creer lo que acababa de


presenciar.

Entonces miró a Nataniel, sus piernas


temblaban sin control.

Una corriente líquida comenzó a

descender por su pierna hacia el suelo,


El olor a amoniaco comenzó a inundar el
aire, junto con el metálico hedor de la

sangre.

¡Hermenegildo se orinó solo por la


impresión!

Nataniel le apuntó con su dedo.

—¡No! —chilló él.

··························································································································· ®
Al mismo tiempo, alzó la Desert Eagle en
su mano intentando hacer el primer
movimiento.

Por desgracia, era demasiado tarde.

A mil metros de distancia, César ya había


apretado el gatillo de su rifle de

francotirador.

¡Pum!

un

La cabeza de Hermenegildo explotó,


convirtiéndose en una nube sangrienta, su
cuerpo decapitado se tambaleó y cayo al
piso.

Sin siquiera molestarse en mirarlo por


segunda vez, Nataniel se dirigió a la
galería de tiro dando zancadas y liberó a
Tomás de sus ataduras.

—¿Estás bien?
Tomás estaba cubierto de sangre y algo
tembloroso, pero se forzó a pararse

derecho.

—¡Estoy bien, Señor!

—¿Qué? ¿Hermenegildo está muerto? ¿El


campo de tiro está clausurado y bajo
investigación?

Carlos se enteró de las noticias de la

muerte de Hermenegildo en cuanto llegó


al salón funerario y esto lo impactó en
··························································································································· ®
sobremanera.

Incluso sus hermanos juramentados lo


encontraron intrigante.

Josué solo pudo forzar una sonrisa.

—Parece ser que Hermenegildo fue el


perpetrador de la tragedia del crucero de
la princesa hace diez años. El campo de
tiro está repleto de policías en este
momento y nadie puede entrar. Ni siquiera
los periodistas.

Capítulo 306 Invencible en Ciudad Fortaleza

Carlos frunció el ceño.

—¿Cómo pudo arruinarlo? ¿Qué tiene que


ver Nataniel con todo esto?

—Los culpables de la tragedia habían sido


un misterio por mucho tiempo. Incluso si
Nataniel lo investigó, no debería de
haberlo descubierto tan rápido —dijo Jair.

—Eso suena congruente. La policía debe


de haber investigado el caso por mucho
tiempo y deben de haber descubierto que
el culpable era Hermenegildo, por lo que
su operación de hoy puede haber sido una
coincidencia —añadió Fabián.

Carlos asintió con seriedad por las


palabras de su hermano.

Lo más seguro era que la policía hubiera


estado investigando ese caso por mucho
tiempo, por ende, no había manera en la
que Nataniel pudiese estar involucrado.

—¡Qué suerte tienen! ¿Cómo lograron


escapar de una trampa tan perfecta y
letal? —gruñoó.

··························································································································· ®
Jair miró la urna en sus manos.

—Hermano, su familia en Alameda sigue


esperando las cenizas de su hija. ¿Qué
haremos?

Antes de que Carlos pudiera decir algo,


Fabián bajó su voz y susurro.

—Llevenlas de regreso a Alameda. Yo me


encargaré de Nataniel.

—¿Estás seguro? —preguntó Carlos, su


renuencia para dejar solo a Fabián en
Ciudad Fortaleza era evidente.

Él se sintió indignado.
—¿De qué habla hermano? Soy un

peleador experto. He terminado con


incontables vidas. Nataniel solo será uno

más de mi lista.

—Yo estoy de acuerdo, ¡Señor Robles! —


chilló Josué—. Con mi cerebro y la fuerza
del Señor Huéscar, seremos invencibles en
Ciudad Fortaleza. Matar a Nataniel será
fácil. ¡Se lo aseguro Señor Robles!

Carlos miró a los dos y sonrió.

—De acuerdo, llevaré las cenizas de Sonia


a Alameda junto con Jair para darle un
funeral adecuado. Regresaré en unos
cuantos días, mientras tanto, solo vigilen a
Nataniel. No hagan nada precipitado hasta
que regrese,

—¡Sí Señor! —dijeron los dos a coro.

No obstante, Fabián se sentía bastante


impaciente. «¿Por qué debería esperar a
que el Gran Hermano y Jair regresen?
¡Nataniel no es nada a mi lado!».
··························································································································· ®
Para cuando Nataniel llevó a Tomás al
hospital y regresó a casa, ya eran las 5 de
la tarde.

Penélope ya estaba en casa también y


estaba preparándose para salir con sus
padres, con Carmen y con Reyna.

—¿A dónde van? —preguntó él un poco


sorprendido.

—¡Oh, llegaste en el momento justo


Nataniel! Los padres de Carmen están
aterrizando en el aeropuerto, ¡iremos a
recogerlos!

¡La madre de Carmen, que era la hermana


de Leila, llegaba la ciudad!

—¡Entonces iré con ustedes! —dijo


Nataniel con una sonrisa.

La familia se subió a sus BMW y se dirigió


al Aeropuerto Internacional de Ciudad
Fortaleza.

Capítulo 305 Invencible en Ciudad Fortaleza

Hubo mucho tráfico porque era la hora de


mayor afluencia. Para cuando llegaron al
aeropuerto, ya iban retrasados por cinco
minutos. En la entrada, una pareja de
mediana edad con ropa a la moda estaba
de pie en las puertas, con descontento
evidente en sus ojos. Ellos eran los padres
de Carmen: Hilario y Petra Tovar. Hilario se
giró para mirar a su esposa y resopló:

—¿Por qué no ha llegado la familia de tu


hermana? El servicio del aeropuerto es
horrible y la decoración es asquerosa,
¡Todos aquí viven como mendigos! ¡Y
están retrasados por cinco minutos!

··························································································································· ®
Petra estaba igual de irritada:

—Mi hermana insistió en casarse con ese


inútil hace muchos años a pesar de la
renuencia de mis padres. ¡Apuesto a que
vendrán en autobus a recogernos! —se
burló Hilario—. No pondría nunca un pie
aquí de no ser por nuestra hija. ¡Odio lidiar
con mendigos!

—¡Por supuesto! De no ser por Carmen,


nunca querría verlos de nuevo —dijo Petra.

Capítulo 307 Este auto también es suyo

Mientras que los Tovar seguían


quejándose de su situación, dos BMW se
estacionaron junto a ellos.

Carmen y la familia de Nataniel


descendieron de los autos.

—¡Papá, mamá! —gritó Carmen.

—¡Oh cielos, Carmen! ¡Te hemos extrañado


tanto!

Hilario y Petra abrazaron a su hija con


fuerza.

—Hilario, Petra. ¡Cuánto tiempo sin vernos!

Leila y Bartolomé se acercaron a los Tovar


con cautela.

Ellos tenían que ser cuidadosos, después


de todo, tanto los Tovar como los Duque

eran familias prominentes en Nortanía.

Leila Sosa, quien en ese entonces era Leila

··························································································································· ®
Duque había insistido en casarse con
Bartolomé Sosa en contra de los deseos
de su familia.

Ella había sufrido mucho después e


incluso su propia familia se había vuelto
en su contra. Incluso después de todos
esos años, era difícil para ella enfrentar a
sus familiares cuando Bartolomé estaba a
su lado.

Los rostros de Hilario y Petra se


ensombrecieron cuando vieron a

Bartolomé y a su familia acercándose.

Petra miró a los BMW estacionados a su


lado y se burló:

—¡Con razón llegaron tan tarde! ¿Tratan de


demostrar algo con esos pedazos de
basura?

Bartolomé y Leila trataron de explicarles.

Carmen jaló a sus padres a otro lado y les

susurró.

—Papá, mamá, ¡no es culpa de Penélope!


¡Todos nos quedamos atorados en el
tránsito pesado de camino hacía acá!

Petra hizo un puchero.

—¡Niña, eres muy inocente! ¿No sabes lo


rápido que los mendigos desperdician su
dinero? ¿No sabes lo insistentes que son
para alardear sobre su inexistente riqueza?

—¡Apuesto a que solicitaron un prestamo


solo para comprarse esos BMW! No los
merecen —añadió Hilario.

Penélope y su familia solo pudieron


··························································································································· ®
quedarse parados sintiendo verguenza,
mientras que el rostro de Nataniel se
ensombrecía.

No había esperado que los familiares de


su suegra fueran unos idiotas arrogantes.

Lal

Carmen se sentía avergonzada por sus


descaradas palabras y ver el molesto
semblante de Nataniel solo hizo que se
sintiera más ansiosa.

—Mamá, papá, Penélope compró su propio


auto sin la necesidad de un préstamo.
¡Viven bien ahora!

—¡Penélope creó una compañía y eso nos


permitió ganar bastante dinero! —dijo
Leila.

—¡Vayamos a casa! La cena está lista —


añadió Bartolomé con entusiasmo.

Los Tovar subieron a uno de los autos,


aunque con cierta renuencia.

—Iremos, pero si no nos gusta, ¡nos


quedaremos en un hotel! ¡No aceptaremos
algo menor a un alojamiento de cinco
estrellas!

Carmen sintió que se sonrojaba por ese

comentario.

Bartolomé asió el volante del BMW Serie 7


en el que estaban él y los Tovar.

Natanie!, Penélope y su hija condujeron el


otro hacia su casa.

··························································································································· ®
Petra se quejó con Leila durante todo el
viaje.

—¡ Tener un poco de dinero y dos BMW no


los hace ricos! Nosotros, los Tovar
tenemos cosas mucho mejores que
ustedes.

Los dos autos se estacionaron en la


cochera que estaba detrás de la casa
después de un rato,

Incluso entonces, Petra no dejó de


sermonearlos.

—i¡Los BMW y los Mercedes son para los


pobres en Nortania!

un

»¿Saben lo que los ricos conducen?


¡Conducen Rolls-Royce y Bentley!

»¡Los más ricos conducen autos


Lamborghini, Ferrari, Pagani... Tenemos de
todo!

Los Sosa asintieron con seriedad.

—Sí, ya entendimos.

Los Tovar les sonrieron de forma engreida


al ver la impresión en sus rostros.

No obstante, cuando descendieron del


auto, un Pagani Zonda estacionado en la
esquina de la cochera les llamó la
atención.

Hilario tembló.

—¡Oh cielos! ¡Ese es un Pagani Zonda!


¡Cuesta millones!

Petra estaba en verdad impactada.


··························································································································· ®
Capítulo 308 Idiota inútil

—Es de Nataniel. Ni siquiera sabíamos que


fuera tan caro... —les explicaron ellos con
humildad.

Los Tovar se giraron para ver con


incredulidad absoluta a Nataniel, quien
acababa de descender del auto que
estaba estacionándose a su lado.

Él había escuchado todo lo que los Tovar


habían dicho y no estaba muy feliz al
respecto.

Sin embargo, les habló como si no hubiera


pasado nada antes y preguntó:

—Señor, Señora, ¿de qué hablan?

Los Tovar sacudieron su cabeza con


verguenza.

—De nada. Solo de que tus suegros


parecen vivir muy bien.

Los Sosa se dieron cuenta de que el

costoso auto los aturdió por la impresión.

Miraron a Nataniel de forma aprobatoria,


¡no esperaban que él los impresionara con
tan solo un auto!

Los Tovar se sintieron como si el tiempo


se hubiera congelado cuando vieron el
Pagani Zonda estacionado cerca de la
cochera.

También notaron que Penélope y su


familia vivían en un bungaló.

Aunque Ciudad Fortaleza no era nada


comparada con las mejores ciudades del
··························································································································· ®
Norte, tenían una población bastante
grande y rica.

Una casa de ese tipo en los mejores


rumbos costaba decenas, a veces cientos
de millones.

Los Tovar comenzaron a reconsiderar la


imagen que tenían de la familia de

Penélope.

Petra se giró para ver a Leila cuando


entraron a la casa y dijo:

—¡Guau! ¡No sabía que te habías mudado


de ese condominio barato! Por supuesto,
esto no es nada comparado con mi
mansión, ¡pero es bastante impresionante!

Leila se había rebelado contra su familia y


se había casado con Bartolomé, lo que
causó que la aislaran del resto de la
familia y que siempre se burlaran de ella.

Eso la hacía sentir inferior siempre que se


reunía con sus familiares, porque le habían
dado la impresión de que ella era una hija
desleal que había sacrificado a su propia
familia por sus propios intereses.

Por eso trataba a su familia como si


fueran de la realeza.

—¡Sí, iodo gracias a Nataniel y a Penélope!

—respondió ella con una sonrisa.

—¿En que trabaja tu yerno? —preguntó


Hilario,

Ya habían hablado de la compañía de


Penélope en el aeropuerto, pero aún no
··························································································································· ®
habían preguntado la profesión de
Nataniel.

Ellos imaginaban que solo un director


ejecutivo de alguna gran compañía podría
costearse un Pagani Zonda.

—Él estaba en el ejército, pero se acaba de


retirar, Está ayudando a Penélope con su
trabajo ahora —replicó Leila sin pensarlo
mucho.

Aunque no estaba equivocada, en efecto,


Nataniel estaba desempleado.

Su único trabajo ahora era ser la mano


derecha de Penélope y ayudarla a ganar
renombre en Ciudad Fortaleza.

No obstante, los Tovar pensaban otra


cosa,

Para ellos, estar desempleado era igual a


ser un idiota inútil.

Ellos miraron intrigados a Nataniel.

—Hum, ¡parece que tuve razón todo el


tiempo! ¡Eres un mendigo! No espera, ¡eres
un parásito! —se burló Hilario.

Petra se giró para mirar a Carmen y le dijo:


—Carmen, ¡tu próximo novio tiene que ser

alguien con trabajo estable! ¡No seas


como tu prima!

Capítulo 309 El no la merece

La familia de Penélope se sentía


incómoda, no sabían que explicación dar.
Carmen se obligó a permanecer calmada
en lugar de darles una bofetada a sus
padres en la boca. Nataniel tenía el poder
para comprar millones de negocios en
··························································································································· ®
minutos y la autoridad para convocar a
millones de soldados con una sola
llamada telefónica.

¡Sus padres le estaban diciendo parásito a


alguien que era, literalmente un Dios de la
Guerra!

De no ser porque le había prometido a


Natanie! que nunca revelaría su verdadera
identidad, ella se lo hubiera espetado a
sus padres en ese momento.

Ella se giró para verlos y gruñó:

—Papá, mamá, ¿no pueden quedarse


callados por una vez en su vida?

Penélope y su familia se pusieron rígidos

también, temiendo que hubiera un


conflicto entre Nataniel y los Tovar.
Penélope deslizó una mano por el brazo
de Nataniel y le recordó que se mantuviera
tranquilo.

Sin importar lo que la gente dijera, él


siempre sería lo que más quisiera en el
mundo.

Los Sosa comenzaron a dirigir a todos


adentro de la casa.

—¡Entremos para sentarnos!

Los Tovar dejaron de burlarse de Nataniel


por el momento al ver que su hija se
alteraba.

No obstante, eso no impedía lo


consideraran como un idiota que estaba
aprovechándose de Penélope.

Ellos pensaron que había sido ella quién


había comprado el Pagani Zonda.
··························································································································· ®
Los Tovar miraron a Nataniel, su odio por
él se hacía cada vez más intenso. «¡Qué
idiota tan inútil! ¡No la merece!».

La cena ya estaba lista y esperándolos en


la mesa.

Había platillos muy suntuosos, todos ellos


habian sido cocinados con mucho
esfuerzo por Leila, recordando la comida
favorita de su hermana.

Para su sorpresa, Petra solo hizo un


puchero y apartó la mirada.

—¿Qué son estos? ¿Estás diciendo que


puedes tolerar estos platos tan baratos y
corrientes? Sabes, además de cocinar en
casa, por lo general comemos en
restaurantes. Tenemos que comer los
mejores filetes de res y caviar, además, lo
que bebemos por lo general es Lafitte de
1982. ¡No puedo comer algo como esto!

Ya que eran los anfitriones, los Sosa solo


pudieron mirar a los Tovar en silencio,
incómodos mientras despotricaban.

Nataniel frunció el ceño. ¿Cómo era


posible que una chica tan dulce como
Carmen tuviera padres tan irracionales?

Reyna miraba a los Tovar con sus grandes


e inocentes ojos.

—¿Tío abuelo, tía abuela, están diciendo


que solo comen la mejor comida y no
platillos sencillos como estos?

—¡Claro! —resopló Petra con una sonrisa


arrogante.

—¡Pero la tía Carmen parece muy feliz con


la comida de aquí! —chilló ella.
··························································································································· ®
Las palabras de la niña fueron como una
fuerte bofetada en el rostro de los Tovar.

No solo sus rostros se volvieron rojos cual


rábano, sino que Carmen pudo ver que sus
mejillas se calentaban.

—¡Carmen solo está siendo educada! ¡Solo


comeremos lo mejor cuando ella se queda
con nosotros! —exclamó Petra con
insistencia, su rostro tenía un color
escarlata intenso.

—Bueno, ya que la comida aquí no está a


la altura, ¿qué tal si vamos al Hotel Dragón
Oriental para cenar? ¿Eh? —sugirió Hilario
—, Conozco al jefe de ese lugar y es la
oportunidad perfecta para reunirme con
mi sobrino Gerónimo, ¡él es un soldado de
Ciudad Fortaleza!

Gerónimo Tovar era el hijo del hermano


mayor de Hilario. Él había entrado a la
milicia en cuanto se graduó de la
universidad y diez años después se volvió
un respetable capitán. Era conocido como
«El Versátil Peleador» en la ciudad y se
rumoraba que tenía el favor del General
Franco de la base militar de Ciudad
Fortaleza y que estaba siendo impulsado

al éxito en su carrera militar.

No obstante, solo un problema molestaba


a los Tovar: Gerónimo ya tenía treinta
años, pero seguía soltero.

A Hilario le había agradado Penélope en


particular, quien se había convertido en la

jefa de su propia compañía a tan corta


edad.

Se sentía indignado en extremo de que


··························································································································· ®
hubiera elegido a alguien tan inútil como
Nataniel Cruz en lugar de otra persona

Eso le dio la idea de presentarle su sobrino


a Penélope para distraerla de Nataniel.
Sentía que ese era el mejor regalo que le
podría dar.

Además, creía que ella le agradecería


mucho y que los ancianos esposos Sosa

sentirían gratitud hacia él por siempre.

Respecto a Nataniel... Quería que se

largara lo antes posible,

Petra comprendió lo que su esposo quería


hacer cuando les anunció que invitaría a
su sobrino a cenar al Hotel Dragón
Oriental.

—¡Claro! ¡Vamos! ¡Lo llamaré!

Penélope y su familia habían decidido complacer a


sus invitados en esta ocasión y partieron hacia el
Hotel Dragón Oriental.

No tardó mucho para que llegaran a las


deslumbrantes torres del hotel. Consiguieron una
habitación privada y una enorme cantidad de
platillos.

Un hombre vestido con un uniforme militar entró a


la habitación al mismo tiempo que sus platillos.

—¡Hola! Lo siento por llegar tarde.

Era nada más y nada menos que Gerónimo Tovar.


Él se había mostrado muy reacio a ir cuando
escuchó que su tío y tía querían que tuviera una
cita a ciegas.

Era porque acababa de llegar de un difícil


··························································································································· ®
concurso en Nortania que duró un mes, en el que
representó a Ciudad Fortaleza.

No obstante, sus ojos se iluminaron y su corazón


se aceleró cuando vio a Penélope sentada en la
mesa.

«¡Oh cielos, qué hermosa! ¡Tengo que cortejarla!».

Hilario se puso de pie, feliz, cuando vio que


Gerónimo entraba a la habitación.

—¡Llegaste Gerónimo! 310-2


Petra se dio la vuelta para ver a su hija y dijo:

—Carmen, cámbiate de lugar y cede el asiento a tu


primo.

Ella se sintió confundida, pero hizo lo que le dijo y


dejó que su primo se sentara junto a Penélope, la
cual quedó entre Nataniel y Gerónimo.

«Hay algo sospechoso aquí».

«¿Qué están tratando de hacer los Tovar


acomodando a Gerónimo junto a Penélope?».

—Él es Gerónimo, el hijo de mi hermano mayor. Es


un capitán en la milicia y ha sido soldado desde
que se graduó de la universidad. ¿No es genial?

—¡Es un hombre joven y talentoso! —dijeron los


Sosa a coro, forzándose a sonreír.

Petra miró a Nataniel con arrogancia y continuó:


»¡Por supuesto! Apuesto a que tu yerno ni siquiera
logró ser sargento en ese entonces, ya ni hablar de
ser un capitán, ¿no? ¡Esa es la diferencia entre un
prodigio y un imbécil!

Penélope y su familia tragaron saliva de forma

disimulada, impactados por la falta de educación

de Petra.
No obstante, a Nataniel se interesó un poco en
Gerónimo.
··························································································································· ®
Imaginó que lo reconocería porque había asistido
a la ceremonia de premiación de la base militar de
Franco Aragón.

Sin embargo, no sabía que Gerónimo había estado


en Nortania todo ese tiempo, por ende, no había
manera de que supiera quién era Nataniel en
realidad.

Entonces los Tovar presentaron a Penélope para


que ella y Gerónimo pudieran conocerse mejor.

Hilario le sonrió.

—Ella es Penélope. Puede que ya sea madre, pero


aún no está casada de manera oficial. Y no solo
eso, ¡sino que también es la jefa de su propia
compañía! ¿Qué opinas Gerónimo?

Él se había enamorado de Penélope a primera


vista. No había experimentado el amor por más de
una década y ahora se había quedado sin habla
por ella.

Por eso, no escuchó en absoluto las palabras de


Hilario respecto a que ella ya era una madre.

—Creo que la Señora Sosa es muy hermosa. Si ella


está dispuesta a salir conmigo, me aseguraré de
protegerla y darle lo mejor que pueda —anunció en
voz alta.

Eso hizo que Penélope y su familia se congelaran.

Nataniel no pudo tolerarlo más. Se giró hacia los


Tovar y les gruñó:

—¿Es en serio? ¿Cómo se atreven a presentarle a


mi esposa a alguien más?

Nataniel le lanzó a Gerónimo una mirada


desaprobatoria.

—Y tú, ¡deberías reflexionar sobre tus acciones!


¡No debes de perder la cordura cuando conozcas a
··························································································································· ®
una mujer! Penélope es mi esposa y yo la
protegeré, por eso tú no eres necesario.

Las palabras de Nataniel impactaron a los Tovar.


Hilario lo miró indignado y gruñó:

—¡No te estoy hablando a ti! ¡Le hablo a Penélope y


a su familia!

—¡Así es! ¡Deberías de quedarte callado! Leila,


¡deberías correrlo! ¡Nuestro Gerónimo es cien

veces mejor que él! ¡Es mucho mejor partido para


ella!

Bartolomé y Leila no se rendirían así de fácil. Ellos


hicieron su mejor esfuerzo para apaciguar a los
Tovar, pero no cedieron.

No obstante, ellos eran implacables.

—Leila, ¡¿no recuerdas lo mucho que sufriste


cuando te casaste con ese Bartolomé bueno para
nada?! Tu hija se merece a alguien mejor, como
Gerónimo. ¡Él es mucho mejor que ese inútil
Nataniel Cruz!

Así los Sosa y los Tovar se enzarzaron en una

acalorada discusión. Gerónimo se burló de


Nataniel mientras se pavoneaba.

—Ni siquiera tienes un acta de matrimonio con la


Señora Sosa, ¿o sí? Tengo derecho a cortejarla, si
insistes, podemos competir como iguales.

Un ápice de ira cruzó por los ojos de Nataniel.


«¿Este tipo es tonto?».

De pronto, alguien abrió la puerta de la habitación


de forma brusca. Un grupo de hombres de traje
entró sin advertencia alguna.

Se dividieron en dos filas, formando así un pasillo

al entrar, entonces, de pronto, un hombre fornido y


··························································································································· ®
musculoso entró.

El hombre tenía ojos parecidos a los de un tigre,

una barba hirsuta y un aura dominante que haría a


cualquiera temer por su vida.

Era nada más y nada menos que uno de los


hermanos juramentados de Carlos, Fabián. Hilario
se puso lívido de ira.

—¿Quién eres? ¿Quién te dio permiso de entrar?


¡Conozco al jefe de este lugar en persona! ¿No
tienes miedo de que te corra?

—¿Cómo te atreves? ¡Denle una golpiza! —El rostro


de Fabián se ensombreció.

Sus subordinados se abalanzaron y tiraron a


Hilario de su silla, jalando su cuello, antes de alzar
sus palmas y abofetearlo en la mejilla. 311-3

Tras unas cuantas bofetadas, el rostro de Hilario


era una masa sangrienta. ¡Qué paliza tan
espontanea! Todos en la mesa se quedaron en
shock. La mirada de Fabián barrió la habitación y
dijo:

—Estoy aquí por dos cosas: La primera, necesito


que la Señora Penélope Sosa firme este contrato
en el que transfiere los derechos de manufactura
de la vacuna, para que la patente pueda ser
transferida a la familia Robles. La segunda,
necesito que Nataniel Cruz venga conmigo.

Penélope podía ver que estaba ahí para robarle la


patente y para vengarse de Nataniel. Ella palideció
en ese instante.

—¡Deténganse o llamaré a la policía!

Fabián se desternilló de risa.

—¿Llamar a la policía? ¡Ellos no se atreverían a


interferir con mis asuntos! ¡Ja, ja!

··························································································································· ®
Gerónimo vio esto como una oportunidad para
probarse a sí mismo. Dio un paso al frente y alzó
su VOZ.

—¡Entonces, yo me encargaré de ti

Fabián lo miró.
—¿Quién eres tú?

—Soy el capitán de la base militar de Ciudad


Fortaleza, ¡Gerónimo Tovar! ¡El General Franco
Aragón en persona me ha reconocido como un
peleador muy versátil! ¡Será mejor que se arrodille
ante mi tío y la Señora Sosa y les pida perdón, de
lo contrario...!

Los Tovar estaban en extremo orgullosos de su


sobrino.

No obstante, Fabián solo sonrió y dijo:

—¿Quizás lo haría si fuera el General, pero tú?


¿Quién eres tú para darme órdenes?

—¡Tú lo pediste! —gritó Gerónimo.

Sin advertencia alguna, se abalanzó a través de la


habitación y embistió el pecho de Fabián con su
puño.

Los hombres de trajes se pusieron alerta, listos


para taclearlo. No obstante, Fabián se veía
inmutable:

312

—Déjenlo.

En segundos, el puño de Gerónimo conectó con su


pecho. Pero Fabián se quedó de pie, sin moverse.

¡Pum!

Gerónimo sintió como si hubiera golpeado un


tronco. Fabián ni siquiera pestañeó. Por desgracia
para Gerónimo, un agudo dolor se esparció desde
··························································································································· ®
su puño hasta su brazo, casi inmovilizándolo. Lo
miró, temeroso.

Sus puñetazos podían dejar fuera de combate a


cualquiera que fuera lo bastante estúpido

como para desafiarlo. «¿Cómo es que Fabián ni


siquiera cerró los ojos?».

—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló.

De pronto, se estiró y sujetó la muñeca de


Gerónimo, rompiéndola con un rápido giro de su
brazo. Antes de que pudiera gritar, Fabián ya lo
había mandado a volar a través de la habitación
con una poderosa patada. Brotó sangre de sus
labios cuando chocó con la mesa,
despedazándola. Estaba inconsciente por
completo.

Todos comenzaron a gritar de horror.

»¡Cállense! —El rugido de Fabián sacudió la


habitación y todos se cubrieron sus bocas por el
miedo.

Satisfecho, Fabián se giró hacia Penélope.

»Señora Sosa, le estoy dando una última


oportunidad para firmar el contrato. De lo
contrario, mataré a todos los miembros de su
familia, ¡comenzando por su hija!

Penélope abrazó a su hija por la impresión.


Mientras tanto, Nataniel, quien había estado
sentado a la mesa dándole sorbos a su vino en
silencio todo ese tiempo, le lanzó una fría e
inmisericorde mirada a Fabián.

—Bueno, quería dejarte vivir porque mi familia

está aquí, pero creo que renunciaste a esa


oportunidad.

Él tomó su copa de vino y fue hacia Fabián dando


zancadas.

··························································································································· ®
—¿Tú eres Nataniel Cruz? ¡Entonces, prepárate
para morir! —lo amenazó Fabián.

Con un feroz rugido, se abalanzó hacia Nataniel


como un tigre rabioso.

Su enorme puño voló hacia él como si pudiera


convertirlo en una masa de carne.

—¡Nataniel, cuidado! —gritó Penélope.

El puñetazo de Fabián conectó con el pecho de


Nataniel. No obstante, él ni siquiera parpadeó. Se
quedó quieto, plantado en el suelo como si fuera
una dura roca.

Ni siquiera el poderoso puño de Fabián logró hacer


mella en el sólido cuerpo de Nataniel. El ni siquiera
había derramado una gota de vino.

Los ojos de Fabián se abrieron como platos


mientras lo miraba con asombro, Se parecía
mucho a la expresión de Gerónimo de hacía un
rato.

—T... Tú... —tartamudeó.

—¿Eso es todo? —preguntó Nataniel con una débil


sonrisa.

El rostro de Fabián se puso pálido y retrocedió


para lanzar otro puñetazo.

No obstante, los reflejos de Nataniel eran más


rápidos y su pierna voló para golpear el cuerpo de
Fabián. Sus movimientos eran veloces como un
relámpago.

¡Pam!

El masivo cuerpo de Fabián salió volando cuando


su pie conectó con su pecho.

Tras!

313

··························································································································· ®
El cuerpo de Fabián se estrelló con un muro fuera
de la habitación, el impulso de la colisión creó un
patrón parecido al de una telaraña en el muro.

Tras lo cual, se deslizó hasta el suelo con lentitud,

su piel producía horribles sonidos rechinantes al


hacerlo.

Había un enorme cráter en su pecho y emanaba


sangre de su boca. Cuando su espalda tocó el
piso, su cabeza cayó hacia un lado, sin fuerzas.

«¡Está muerto!».,

¡Nataniel se había encargado del hombre que


había herido de gravedad al versátil peleador
Gerónimo!

La mirada de todos estaba fija en él, algunos lo


veían con temor, otros impactados y otros con
respeto.

No obstante, Nataniel parecía no darle importancia


al asunto, como si nada hubiera pasado. Alzó su
copa y la vació en su garganta antes de ver a los
hombres de traje temblando en la puerta.

—Lárguense y llévense al p*rro muerto con


ustedes.

Los hombres obedecieron su orden de inmediato.

Todos vieron cómo se apresuraban a llevarse el


cuerpo de Fabián, antes de suspirar de alivio.

Continuaron con la mirada fija en él, aunque había


una gran cantidad de emociones en sus mentes:
Asombro, celos, preocupación, orgullo, reverencia...

Penélope era la que estaba preocupada. Temía


una venganza. La orgullosa era Carmen. «¡Nataniel
es increíble! ¡Se deshizo de un hombre con el que
Gerónimo no pudo siquiera competir!».

El impactado y celoso era nada menos que


··························································································································· ®
Gerónimo. Miró a Nataniel con incredulidad. «¡Es
tan huesudo! ¿Cómo mató al sujeto de una
patada? ¡No... algo está mal, no puede ser real!».
Recordó como había golpeado a Fabián en el
pecho antes. «¿Nataniel solo le dio el golpe de
gracia?».

Mientras más lo pensaba, más lo creía. Después


de todo, él era el mejor peleador de la academia
militar de Ciudad Fortaleza, el mismísimo General
Aragón lo favorecía.

«Podría matar a alguien más débil que él de un


solo golpe».

Entonces pensó que Fabián apenas y sequía


con vida después de un golpe suyo.
«¡Nataniel debió aprovecharse de eso!».
Frunció el ceño con lentitud cuando lo pensó.
«¡Yo debería de ser el centro de atención!».

Los Sosa rodearon a Nataniel, revisando que no


tuviera heridas.

Él solo sacudió su cabeza y sonrió.

—Yo era un soldado. Ese rufián no tenía la más


mínima oportunidad contra mí —dijo esas palabras
sin pensarlo mucho, pero sonó como un

estruendoso rechinido para los Tovar.

Ellos se acababan de burlar de Natanliel hacía tan


solo unos momentos, incluso habían especulado
que no era nada comparado con Gerónimo.

No obstante, los papeles se habían intercambiado


hacía tan solo unos momentos. El capitán
Gerónimo fue noqueado en minutos, mientras que
Nataniel había surgido victorioso.

—¡Oh cielos! Gerónimo está herido. Debemos


llamar a una ambulancia —exclamó Leila.

No tardó mucho para que estuviera internado en


un hospital. Los Tovar habían intentado separar a
Nataniel y a Penélope para que su
··························································································································· ®
sobrino pudiera tomar su lugar.

Habían hecho todo lo posible para calumniar a


Nataniel y hacer que luciera mal. Pero la súbita
aparición de Fabián había causado que les saliera
el tiro por la culata.

No solo Penélope se rehusó a dejar a Nataniel,


sino que no parecía interesada en Gerónimo en lo
absoluto.

Los Tovar se sentían por completo humillados.


Después, se registraron en un hotel de cinco
estrellas cerca del hospital, diciendo que nunca
pondrían un pie en casa de la familia Sosa en sus
vidas.

Leila había tratado de persuadirlos de que se


quedaran, pero no tuvo éxito, por ende, los Sosa no
tuvieron otra opción, más que regresar a casa sin
ellos.

Capítulo 314

Cuando los Sosa se fueron, los Tovar visitaron a


Gerónimo en el hospital.

Hilario comenzó a reprenderlo casi de inmediato:

—Gerónimo, ¿qué te pasa? ¿Ni siquiera pudiste


derrotar a un rufián ordinario?

—Sí. ¿Cómo te ganarás el corazón de Penélope


ahora? —añadió Petra.

—¡Nataniel hizo trampa! —gruñó él con su rostro


sonrojado.

Todos se quedaron atónitos por su repentina


declaración.

—¿Por qué? —dijeron todos al unísono.

—Le di un puñetazo a Fabián, eso debió de herirlo de


gravedad —resopló él—. Si yo no lo hubiera golpeado
primero, ¡Nataniel no hubiera podido rematarlo!

··························································································································· ®
Carmen estaba escéptica sobre lo que decía su
primo. Incluso después de que lo golpeara, Fabián
logró romper la muñeca de su primo y arrojarlo a
través de la habitación. De ninguna manera podría
haberlo hecho de haber estado herido de gravedad.

No obstante, los Tovar se creyeron su cuento

—iLo sabía! ¡Tiene mucha suerte esa escoria!

—¡Tú eres el que lo lastimó! ¡Nataniel solo terminó lo


que empezaste!

—¡Te robó el centro de atención!

Las palabras de los Tovar hicieron que la llama de ira


en el corazón de Gerónimo brillara con más
intensidad.

—¡No lo perdonaré así de fácil! ¡Expondré a ese


payaso y me ganaré a Penélope!

—Nataniel es más poderoso de lo que crees! En


definitiva, no fue una coincidencia. Creo que tú
también eres un excelente peleador, Gerónimo, pero
no eres nada comparado con él. —En ese momento,
Carmen decidió intervenir.

—¿Traicionas a tu propia familia? —preguntaron los


tres al unísono.

Carmen no sabía cómo responder a eso, al final, solo


se rindió y les sonrió con amargura.

Se fue del hospital después de poco tiempo. Dejando


a Gerónimo bajo el cuidado de sus padres.

En cuanto se fue, un hombre alto que llevaba


uniforme de teniente entró a la habitación. Su nombre
era Faustino Jofré y él había ido al concurso de
Nortania junto a Gerónimo, donde habían ganado el
mismo título de: «El Peleador más Versátil».

Él era su mejor amigo y sabía de su cita a ciegas de


esa noche. Por ende, estaba sorprendido de que se
hubiera lastimado.

··························································································································· ®
Había subido a su Jeep militar y se había apresurado
a llegar al hospital, violando un millón de reglas de
tránsito en el camino.

Tras escuchar a detalle el predicamento de


Gerónimo, frunció el ceño, enojado.

—¡Cómo se atreve ese Nataniel a aprovecharse de ti!


¡Iré a darle una golpiza en este momento! Si no puede
derrotarme, ¡lo castigaré con severidad por robarte el
centro de atención!

Entonces llamó a algunos de sus amigos y sacó a


Gerónimo del hospital. Subieron a su auto y se
dirigieron a los Jardines del Rio.

Mientras tanto, la plaza en ese lugar estaba en paz y


silencio, había varias personas dando un tranquilo
paseo vespertino.

De pronto, dos Jeeps militares se estacionaron frente


a la entrada, atrayendo la atención de muchas
personas que paseaban.

Nataniel estaba sentado en el sofá viendo televisión


cuando alguien aporreó la puerta con su puño y gritó:

—¡Sal y enfrenta las consecuencias Nataniel Cruz!

Penélope palideció de inmediato, pensando que


alguien de Alameda había ido por el alma de
Nataniel.

Capítulo 315

Nataniel parecía tranquilo cuando salió por la puerta,


dispuesto a enfrentar a Gerónimo, Faustino y a un
grupo de sanguinarios hombres.

Él se congeló por un momento antes de sonreír un


poco.

—¿Están aquí para agradecerme por salvarte? Eso no


será necesario.

—¡Hum! ¡La única razón por la que lo derrotaste, fue


porque yo lo golpeé primero! ¡Debo de probarme ante
··························································································································· ®
la Señora Sosa! —lo retó Gerónimo.

Faustino salió de entre la multitud y miró a Nataniel


con los ojos entrecerrados.

—Mi nombre es Faustino Jofré y soy un buen amigo


de Gerónimo. Soy un luchador versátil, al igual que él.
¡Estamos aquí para recuperar la gloria que le
pertenece!

—¿Eh? —preguntó él frunciendo el ceño.

Faustino infló su pecho y dijo:

—Soy igual de poderoso que Gerónimo, por ende,


pelearé contigo en su nombre. Tengo que derrotarte,
así tendrás que disculparte con él por lastimarlo y por

robarte el centro de atención.

Leila y los demás salieron de sus habitaciones en ese


momento.

—Nataniel, solo cierra la puerta —le advirtió ella, su


ansiedad crecía.

—Lo siento, ¡mi suegra dice que no! —asintió él y se


giró para ver a la multitud.

Tras lo cual, azotó la puerta en sus rostros.


El grupo solo pudo mirarlo impactado.

—¡No está siendo razonable! —El rostro de Gerónimo


estaba cenizo por la ira.

Faustino estaba furioso también, nunca nadie le


había faltado al respeto así.

—¡No me iré hasta que se haga justicia esta noche!

Entonces, les hizo un gesto a sus amigos con sus


ojos. Ellos se abalanzaron hacia la puerta y
comenzaron a aporrearla con sus palmas.

—¡Nataniel! ¿No se supone que eres muy poderoso?


··························································································································· ®
¿Entonces por qué actúas como un gatito asustado?
¿Crees que puedes esconderte de mí? ¡Contaré hasta
tres! Si te rehúsas a salir, ¡destrozaré tu casa! —
Comenzó a contar—. ¡Uno... Dos... Tres!

La puerta no se movió incluso cuando terminó de


contar. Faustino se giró para ver a uno de sus amigos
más fuertes y dijo:

—¡Abre la puerta de una patada!

—¡De acuerdo! —asintió un hombre musculoso muy


en forma.

Tras lo cual le lanzó una patada a la puerta.

No obstante, antes de que pudiera tocarla, esta se


abrió y Nataniel salió.

El hombre grande estaba a punto de patear a


Nataniel.

—¡Genial! —gritaron Faustino y Gerónimo al unísono.

No obstante, subestimaron los reflejos de Nataniel.


Antes de que se dieran cuenta, él ya había esquivado
la patada del hombre y había alzado su pie para
contratacar.

¡Pam!

El enorme cuerpo del hombre voló por los aires y


aterrizó con un fuerte estruendo a los pies de
Faustino y Gerónimo.

Los dos comenzaron a arrepentirse de haber


vitoreado antes de que el gran hombre le hubiera

dado la patada en verdad.

Nataniel puso sus manos detrás de su espalda y se


les acercó con lentitud.

—Bueno, no quería hacer esto, pero creo que no


tengo opción.

Faustino y sus amigos ayudaron a su amigo a


··························································································································· ®
incorporarse.

—Si quieres que nos vayamos, lo haremos. Solo


discúlpate con Gerónimo. ¡El fue quien derrotó a
Fabián! Además, ¡apártate de la Señora Sosa! ¡No
eres digno de ella, le pertenece a Gerónimo!

—¿Y si digo que no? —preguntó él con tono frío.

Capítulo 316

—Si te rehúsas, déjame decirte que tengo maneras de


lidiar contigo —lo amenazó Faustino. Tras decir eso,
miró a Penélope y a los demás que habían salido de
la casa. Se burló y continuó—: Por ejemplo, puedo
darte una cruel paliza enfrente de tu esposa. Dejaré
que vea lo lastimero que eres cuando te arrastres en
el suelo como un p*rro.

»Además, está el hecho de que mataste a Fabián


Huéscar. Aunque fue en defensa propia, no tenías
que matarlo. Conozco a personas en la milicia y en la
policía. Una llamada y serás arrestado. Eso
significaría al menos veinte años de prisión para ti.

Los ojos de Nataniel se entrecerraron por las


palabras del hombre.

—Entonces, ¿vienes de una familia influyente? Con


razón eres tan arrogante.

—El capitán de policía de la Unidad de Investigación


es Isaac Bosques, mi tío. Mi padre, Servando Jofré es
el Coronel de la unidad militar de Ciudad Fortaleza.
Ahora, te doy dos opciones: La primera, peleas
conmigo y si pierdes te apartas de la Señora Sosa. La
otra, llamo a las autoridades y te acuso de todos tus
crimenes —le dijo en tono engreído.

—Yo soy el que hace las llamadas aquí —le respondió


Nataniel con tono indiferente.

Sacó su teléfono y le llamó a César:

»Quiero a Isaac Bosques, Servando Jofré y Franco


Aragón en la puerta de mi casa en diez minutos.

··························································································································· ®
Faustino y el resto del grupo se sorprendieron al
principio. Entonces se desternillaron de risa.
Gerónimo se reía tan fuerte que tenía lágrimas en sus
ojos.

—Faustino, es muy bueno para actuar. ¿No? ¡Incluso


pretendió que llamó a alguien, que le ordenó a tu tío,
al Coronel Jofré y al General Franco que lleguen en
diez minutos! —le dijo.

Faustino tenía una mueca burlona en el rostro


cuando le replicó:

—¡Qué farsante y mentiroso! Puede que haya matado


a alguien en el Hotel del Palacio Dragón, pero estoy
seguro de que estaría tan asustado que mojaría sus
pantalones si mi tío lo arrestara.

Los hombres rieron de forma ruidosa de nuevo.


Nataniel se giró hacia Penélope y el resto de la
familia, ignorándolos.

—Penélope, Carmen, ¿por qué no entran todos a la


casa? Yo me encargo de esto.

El hermoso rostro de Penélope reflejaba


preocupación y era claro que no quería irse.

—Pero...

—¿No confías en mí? —Nataniel se rio.

—¡Por supuesto que confío en ti! Pero ellos...

—Está bien, me encargaré de este montón de


payasos —le aseguró él con una sonrisa en su rostro.

Sus palabras hicieron que Faustino y sus hombres


apretaran sus dientes por la ira, ya que no podían
esperar a ponerle las manos encima.

Carmen conocía la verdadera identidad de Nataniel,


tenía confianza en su habilidad para encargarse de
ellos.

—Vamos adentro, deja que él se encargue de ellos.


··························································································································· ®
Deberíamos de llevar a Reyna adentro. No quieres
que los vea pelear, ¿o sí?

Al no querer que su hija presenciara los actos


violentos que sucederían, Penélope no tuvo opción
más que llevar a su familia al interior.

Por ende, solo se quedaron Nataniel, Gerónimo y el


resto de sus hombres en el jardín frontal.

—Cruz, deja de desperdiciar mi tiempo. O peleas


conmigo ahora o te arrodillas para disculparte con
Gerónimo y dejas a la Señora Sosa por tu propia
voluntad. Tú eliges —gruñó Faustino, sintiéndose
impaciente.

Nataniel se burló:

—Solo eres un rey harapiento entre soldados, pero


eres muy arrogante. ¿Qué tan malo serías

si te promovieran? ¡Adelante! ¡Te enseñaré una


lección en nombre de Franco hoy!

—Perro que ladra no muerde. ¡Veamos si cumples


con tu palabra! —Una sonrisa apareció en los labios
de Faustino al responder.

Apenas había acabado de hablar cuando se abalanzó


hacia Nataniel, su cuerpo estaba tenso como un
resorte contraído, mientras que alzaba su puño. Le
apuntó con este a su pecho.

Nataniel dio un paso atrás y esquivó el puño con


facilidad.

Cómo un rayo, Faustino le lanzó una patada a la


cabeza. Por suerte, Nataniel logró agacharse, por lo
que la patada no conectó.

Faustino movió su brazo, e intentó golpear las


costillas de Nataniel con su codo. Pero, de nuevo, él
esquivó el ataque.

Por todos sus movimientos, Nataniel podía ver que


Faustino tenía un buen conocimiento de lo básico del
combate. Su habilidad debía estar a la par con la de
··························································································································· ®
Gerónimo. Por ende, no era sorpresa alguna que
fuera conocido como el Soldado Rey, un guerrero de
primera.

No obstante, ¿qué es un Soldado Rey al lado de Ares,


El Dios de la Guerra?

Mientras tanto, Faustino no cesaba de atacar,


no se quedaba quieto por más de una fracción de
segundo, los movimientos de Nataniel eran más
relajados y casuales, como si estuviera paseando en
el parque.

Incluso hacía un comentario cada vez que esquivaba:

—No está mal, pero no es nada impresionante


tampoco. Eres muy lento aún y la fuerza explosiva
detrás de cada ataque es algo débil. No estoy seguro
de que sea algo de lo que debas sentirte orgulloso

Hasta ahora, Faustino no había podido tocar siquiera


la ropa de Nataniel, ya ni hablar de él.

Comenzó a sentirse enojado y frustrado y gruñó:


—¡Te reto a que dejes de esquivar y pelees!

—¡Está bien!

En ese momento, se convirtió en una ráfaga que voló


hacia Faustino. A su lado, Gerónimo y los demás solo
pudieron mirar con los ojos abiertos como platos por
la incredulidad. Todos pensaban lo mismo. «¡Qué
aterradora velocidad!».

Faustino solo parpadeó una vez y Nataniel ya estaba


sobre él.

Antes de poder defenderse, el otro hombre ya había


levantado su mano y lo había golpeado, con fuerza.

Capítulo 317

Castigarlos a ambos por sus crimenes

¡SMAC!

La fuerza de la bofetada hizo que saliera


··························································································································· ®
sangre de la boca de Faustino, junto con
varios dientes. Él giró dos veces sobre sí
mismo antes de colapsar en el suelo.

—¡Faustino! —gritaron Gerónimo y sus


amigos por el shock.

Dos de ellos se apresuraron para poder


ayudar a Faustino a levantarse. Se le
habían caído casi la mitad de sus dientes
y el lado derecho de su rostro estaba muy
hinchado.

Seguía mareado por la bofetada,


escuchaba un zumbido y su visión estaba
borrosa.

—¡B*stardo! ¿Cómo te atreves a


golpearme? ¡Estás muerto!

Justo en ese momento, hubo una


conmoción cuando una caravana de autos
se detuvo en la cercanía. Había varios
policías esparcidos entre una docena de

Franco, Servando e Isaac habían llegado.

Al notar su presencia, Faustino se


apresuró para darles la bienvenida. Como
un niño al que habían molestado, se quejó
de forma lastimera:

»General Aragón, papá, tío, ese b*stardo,


Nataniel Cruz, mató a alguien. Además,
nos hirió al capitán Tovar y a mí. ¡Deben de
respaldarnos!

Cuando Faustino terminó de hablar,


Servando levantó su mano izquierda y
abofeteó la mejilla derecha de su hijo.

¡Smac!

Al instante, la mejilla de Faustino se


hinchó, ahora hacía juego con la izquierda.
Se le cayeron los dientes que le quedaban
también. Los jóvenes solo pudieron mirar
··························································································································· ®
impactados y atónitos por la sorpresa.
«¿Qué sucede?».

Faustino alzó una mano temblorosa para


tocar su hinchado rostro y miró con
incredulidad a su padre.

»Papá, ¿por qué me golpeaste? —preguntó


él con voz temblorosa.

—ildiota! ¿Tienes idea de quién es él? ¡Él


es mi superior que me promovió en
persona y el mentor del General Aragón!
¡Él es el General del Ejército del Norte, el
Ares del Norte... Nataniel Cruz! Tú solo
eres un soldado de bajo rango, ¡pero
actúas así, de forma tan altanera! —rugió
Servando.

Sin poder contener su ira, Servando tomó


su cinturón y comenzó a azotar a su
equivocado hijo. No se contuvo, cada
latigazo rompía su piel y causaba que
Faustino aullara de dolor.

Aterrado, Gerónimo y el resto miró a


Nataniel con desesperación escrita en sus
rostros.

«Estamos muertos, en verdad. De todas


las personas que pude haber hecho enojar,
tenía que ser el General del Ejército del
Norte. ¡Estamos ¡*didos!».

Nataniel era el ídolo de Servando, le tenía


un profundo respeto. No había podido
dormir por varias noches seguidas
después de la ceremonia de premiación,
cuando el General le había dado su
medalla en persona. Fue el honor más
grande de su vida.

Pero ahora, su idiota hijo se había metido


en problemas con él. No había palabras
para describir su ira.

Sin importar lo rudo que fuera Faustino, de


··························································································································· ®
ninguna manera podría soportar una
golpiza así por tanto tiempo. No tardó
mucho para que estuviera en el suelo
hecho un ovillo, sus gemidos se hacían
cada vez más débiles. A pesar de eso,
Servando no parecía tener intenciones de
parar.

En ese momento, Nataniel habló:

—De acuerdo, ya basta. Si sigues así,


matarás de verdad a tu hijo, No es fácil
para el país entrenar a un soldado como
él. Dale otra oportunidad.

Franco se estiró para sujetar la muñeca de


Servando, añadiendo en un tono bajo:

—Jofré, el General te dijo que lo dejaras.

—Servando, ¿no le agradecerás al General


por ser tan misericordioso? —continuó
Isaac.

—¡Discúlpate con el General ahora! ¡Te


mataré yo mismo si no te perdona! —
bramó él después de forzar de un tirón a
su hijo medio muerto a ponerse de pie.

Faustino se sentía muy intimidado por la


paliza que acababa de recibir. Ahora sabía
el monumental error que había cometido.
En el peor de los escenarios, su padre, e
incluso su superior, Franco, serían
castigados por sus trasgresiones.

Él cayó de rodillas ante Nataniel rogando:

—General, fui un idiota por no reconocerlo.


¡Por favor perdóneme!

—Te daré una oportunidad para que


cambies, pero solo porque no es fácil
entrenar soldados. Además, en realidad no
causaste problemas muy grandes. Espero
que aprendas una lección de esto. Si
··························································································································· ®
cometes el mismo error de nuevo, te
castigaré por ambos crímenes al mismo
tiempo —replicó él con frialdad.

Faustino parecía estar muy aliviado y le


agradeció de forma suntuosa.

—Gracias Señor. En definitiva, cambiaré mi


comportamiento y me esforzaré para ser
el mejor soldado que puedo ser.

En ese momento, Franco y los demás se


habían movido al lado de Nataniel, sus

miradas enfocadas en Gerónimo,

—General, este hombre es el culpable de


este asunto, ¿Qué quiere que le hagamos?
y consigue 2 zafiros,

Capítulo 318 Simeón Ortiz

La espalda de Gerónimo estaba bañada


por sudor frío y temblaba un poco. La
desesperación y el terror luchaban por
dominar la expresión en sus ojos.

Su cómplice, Faustino, ya había sido


castigado de forma severa. Se estremeció
al pensar en lo que le harían a la mente
maestra detrás del incidente. En ese
momento, incluso estaba considerando
que la muerte sería una mejor opción.

Su brazo estaba en un cabestrillo porque


Fabián se lo había roto y había bandas
alrededor de su pecho y sus costillas
rotas. Esto, sumado al aterrado semblante
en su rostro, hizo que Nataniel se le
quedara viendo al lastimero hombre.

Además, Gerónimo era un pariente de


Leila, por ende, decidió perdonarlo por
esta vez.

—Le di otra oportunidad a Faustino hace


rato, entonces te ofrezco lo mismo a ti. ¡La
··························································································································· ®
próxima vez no seré tan piadoso! —
exclamó con tono duro.

—¡Gracias Señor! ¡Me aseguraré de


advertirle a mi tío y a mi tía que no sean
irrespetuosos con usted de ahora en
adelante! —dijo Gerónimo con deleite.

Nataniel se apresuró a corregirlo:

—No, no lo hagas. No quiero que mi vida


pacífica sea interrumpida por nadie ni
nada. Ninguno de ustedes puede revelar
mi identidad o serán juzgados por dar a
conocer un secreto del estado.

Los rostros de Gerónimo, Faustino y los


demás jóvenes palidecieron.

Sí, Genera... Quiero decir, Señor Cruz.


Sabemos que hacer ahora.

—Largo. —Nataniel los corrió con un gesto


de su mano.

—¡Sí Señor!

Todos los presentes enderezaron su


postura y se inclinaron ante él antes de
partir con premura.

Él apenas había entrado a la casa cuando


su familia lo rodeó,

Penélope lo bombardeó con preguntas,


había preocupación en su rostro,

—Nataniel, vimos por la ventana que


golpeaste a Faustino. ¿Qué quería la
policía militar contigo? ¿Qué dijeron?
¿Fueron rudos contigo?

—Esos eran los líderes de la policía y de la


milicia. Eran santurrones y firmes, como
deberían. Después, se fueron sin demora.

··························································································································· ®
—Eso es bueno, pensamos que se unirian
contra ti. —Ella le sonrió aliviada.

Bartolomé y Leila estaban felices también.

—Gracias a Dios que esos líderes son


buenos hombres y distinguen el bien del
mal.

Carmen estaba detrás de ellos y puso sus


ojos en blanco.

«¡Cómo si alguien se atreviera a meterse


con éll»,

En la habitación presidencial del Hotel


Juno.

Hilario y Petra seguían discutiendo sobre


cómo separar a Penélope y a Nataniel para
que Gerónimo pudiera estar con ella.
Justo en ese momento, entró una llamada
de Gerónimo en el teléfono de Hilario.

—Gerónimo, lograron darle una golpiza a


Cruz, ¿no? Entonces, ¿ya acordó dejar a
Penélope?

Avergonzado, Gerónimo se pausó por un


largo tiempo, antes de tartamudear:

—Tío, no es posible que lo mío con ella


funcione. Nataniel es el mejor hombre
para ella, son una pareja hecha por el
mismo cielo. Por favor, no discutas este
asunto de nuevo. Además, la próxima vez
que lo veas, recuerda ser más educado
con él.

Los ojos de Hilario se abrieron como


platos.

—Gerónimo, ¿qué te pasó? ¿No habías


dicho que te enamoraste de Penélope en
cuanto la viste? ¿Que ella era la indicada?
¿Por qué te rindes ahora?

··························································································································· ®
—Ya te dije que no menciones este asunto
de nuevo. Solo recuerda no meterte con él.
Eso es todo —replicó con impaciencia y
colgó.

Asombrados, Hilario y Petra


intercambiaron una mirada.

—¿Quizás Nataniel le dio una golpiza de


nuevo? —sugirió ella.

—¡Eso es! Cruz era un militar también. Mira


como mató a Fabián Huéscar con tan solo
una patada; solo con eso puedes saber lo
poderoso que es. ¡Debe de haber golpeado
a Gerónimo y a sus hombres hasta
someterlos de nuevo! —gritó Hilario.

—Bueno, deberían de tener en cuenta sus


estatus. Deben de haber pensado que es
más sabio no pelear con un hombre
enloquecido como Nataniel en lugar de
hacer algo que beneficie sus posiciones —
resumió ella.

—¡No podemos dejar que las cosas se


queden así! ¡Tenemos que hacer algo
respecto a Cruz! —le exigió él.

Su esposa rio de forma amarga.


—Pero estamos en Ciudad Fortaleza, no en

nuestro territorio. Incluso si quisiéramos


enseñarle una lección, ¡no hay ningún
hombre nuestro por aquí!

—¿Se te olvidó el hombre que ha estado


tratando de cortejar a nuestra Carmen? El
Señor Simeón —le recordó riendo.

—¿El Señor Simeón? ¿Simeón Ortiz? ¿El


heredero de la familia Ortiz de los Cuatro
del Sur? —Sus ojos se iluminaron.

—SÍ, siempre le ha gustado nuestra


Carmen y siempre ha sido respetuoso con

··························································································································· ®
nosotros. Si le pedimos ayuda con Cruz,
estoy segura de que estará dispuesto.

Capítulo 319 Te atreves a golpear a mi primo

Hilario y Petra decidieron que era en mejor


momento para llamar a Simeón Ortiz.

Aunque él creía que el nombre «Nataniel


Cruz» le era muy familiar, no podía
recordar quién era.

Apartó ese molesto pensamiento de su


mente y respondió:

—Señor, Señora, tengo una idea muy


simple. En este momento estoy en
Alameda, no en Ciudad Fortaleza. No
obstante, lo que pueden hacer es invitar a
Cruz al Salón Dinastía Diamante para
cantar en el karaoke. Le daré instrucciones
al jefe de ese lugar, Daniel, para que
encuentre una excusa para romperle
ambas piernas ante ustedes. ¿Qué les
parece? —respondió.

Ambos sonrieron al unísono, complacidos


y se apresuraron a replicar.

—¡Excelente idea! Podemos ser testigos


de cuando sucede. ¡Ni siquiera sabría que
fuimos nosotros! ¡Brillante!

Esa noche, a las nueve en punto, Leila


recibió una llamada de Petra. Ella le había
anunciado de repente que quería cantar y
que había reservado una habitación
privada en el Salón Dinastía Diamante.
Estaba invitando a su hermana pequeña y
a su familia para que fueran con ellos.

Leila estuvo de acuerdo de inmediato.


Después de todo, a ella siempre le habían
importado mucho sus familiares directos.
Además, ella era su hermana.

··························································································································· ®
Se giró para ver a los jóvenes adultos y
explicó:

—Su tía y su tío están en el karaoke en el


Dinastía Diamante. Quieren que vayamos
con ellos. Nataniel, ¿quieren venir con
nosotros?

En realidad, él estaba reacio a ir. Pero, al


ver la mirada llena de esperanza en el
rostro de su suegra, él cedió con una
sonrisa.

—Winieron hasta acá, lo menos que


podemos hacer es cumplir con nuestro
papel de anfitriones. En vista de que ya
reservaron una habitación, será mejor que
vayamos a verlos.

Leila dejó escapar un suspiro de alivio,


Estaba preocupada de que Nataniel y
Penélope no quisieran ir. Si solo fuera con
Bartolomé, su hermana diría que su
familia la estaba desairando.

Por ende, Nataniel, Penélope, Reyna,


Carmen, Bartolomé y Leila se subieron en
dos autos y se dirigieron al Dinastía
Diamante.

Este era uno de los salones de Karaoke


más lujosos de la ciudad, estaba decorada
de forma suntuosa, como un palacio.
Cuando Nataniel y los demás llegaron,
fueron directo al salón de jade.

Adentro, solo estaban Petra e Hilario. Ellos


ya habían pedido un poco de vino y
aperitivos y estaban cantando con alegría.

Nataniel y el resto de la familia entraron a

la habitación justo cuando terminaba una


canción.

Leila aplaudió y los halagó.


—¡Eso estuvo genial!
··························································································································· ®
Hilario y Petra intercambiaron una mirada
feliz cuando vieron que Nataniel también
había ido.

Era por completo opuesto a su


comportamiento previo, Petra permitió
que una cálida sonrisa agraciara sus
labios mientras les daba la bienvenida.

—i¡Llegaron! ¡Oh, incluso Carmen vino!

Poniendo una sonrisa igual de falsa en su


rostro, Hilario añadió:

—Sé que la cena no terminó de forma


alegre. Después de pensarlo bien, Petra y
yo estuvimos de acuerdo que, al ser
familiares, no deberíamos permitir que
estos sentimientos negativos surjan entre
nosotros. Por eso reservamos esta
habitación privada e invitamos a todos
aquí. Seamos todos felices y olvidémonos
de lo que pasó antes, ¿de acuerdo?

Todos creyeron en sus palabras y


estuvieron de acuerdo con ellos de todo
corazón sobre que el pasado se quedara
atrás.

Todos con excepción de Nataniel, quien


sonreía en silencio.

Las dos familias se sentaron para comer,


beber y cantar juntos, de hecho, la
atmosfera podría haber sido descrita
como afable.

En cierto momento, Penélope se puso de


pie y fue al baño. Por desgracia, un
hombre ebrio en el pasillo se lo impidió. La
confundió con una de las mujeres que
trabajaban ahí e insistió en que la
acompañara a su habitación privada.

Sus manos se estiraron, intentando


acariciarla mientras mascullaba:
··························································································································· ®
—Eres, en esencia, una prostituta de lujo.
¿Cuánto por una noche entera?

—¡Rufián! ¡Respeta a las mujeres! —Ella


estaba furiosa y lo abofeteó en la mejilla.

Su acción fue como si hubiera golpeado


un nido de avispas, pues un hombre de
mediana edad con camiseta de flores se
abalanzó hacia ella, al igual que poco más
de una docena de hombres.

Él ayudó al ebrio a incorporarse mientras


la miraba.

—P*rra. ¡¿Cómo te atreves a golpear a mi


primo?!

Nataniel y los demás salieron de la habitación


privado, atraídos por la conmoción. Se movió
frente a Penélope al instante. Barrió la escena con
su mirada y preguntó con voz fría:

—¿Qué sucede aquí?

El hombre de la camiseta floreada apuntó al


hombre ebrio a su lado mientras decía:

—Soy el jefe del lugar, Daniel. ¡Tu mujer golpeó a


mi primo!

—¡Él intentó acosarme y su actitud era ofensiva! —


replicó ella.

320

Daniel frunció el ceño e insistió.

—Yo no vi eso; todo lo que vi es que lo golpeabas.


Será mejor que te disculpes con él en este
momento y nos reembolses cien mil por gastos
médicos, si no lo haces, te desnudaré aquí en este
momento y te mostraré lo que en verdad significa
ofensivo.

··························································································································· ®
Nataniel entrecerró los ojos dejando ver una
expresión peligrosa.

—Un grupo de hombres contra una sola mujer, Qué


hábiles son.

Un dejo de frialdad pasó por los ojos de Daniel y le


lanzó una amenazadora sonrisa a Nataniel.

—Eres su hombre, ¿no? Entonces debes de pagar


por sus acciones. Tienes dos opciones. O te pones
de rodillas y te disculpas con mi primo, o te rompo
ambas piernas. ¡Tú decides!

Sus palabras hicieron que la familia Sosa sintiera


ansiedad. Ni en un millón de años se imaginaron
que se encontrarían con este tipo de problemas
por salir a cantar a un Karaoke. Sin embargo,
Hilario y Petra estaban deleitados por el giro en los
acontecimientos.

Sabían que Simeón le había ordenado a Daniel que


le enseñara una lección a Nataniel. Estaban
ansiosos, en espera de lo que sucedería después.
¿Nataniel elegiría que le rompieran las piernas o se
pondría de rodillas para rogar, pidiendo
misericordia?

—Quizás deberíamos de llamar a la policía —


susurró Penélope en voz baja.

—No tiene caso desperdiciar los recursos de la


policía en estos patéticos rufianes. —Nataniel no
se había molestado en bajar la voz cuando lo dijo.

—¡A él muchachos! ¡Rompan las piernas de esta


m*erda! —bramó Daniel, enojado por sus palabras.

Entonces se abalanzaron hacia él.

—¡Muere! —Le lanzó un cruel gancho al rostro


de Nataniel.

Él levantó su mano izquierda, sujetó con facilidad


el puño de Daniel y lo detuvo en seco.

Los ojos de este casi se salieron de sus cuencas


··························································································································· ®
con incredulidad al igual que los de todos los
demás presentes.

Daniel tenía la complexión de un toro, por lo que


había mucha fuerza en ese golpe. Pero Nataniel no
parecía estar usando mucha fuerza para
contenerlo.

Él apretó sus puños con suavidad. Al instante, se


escuchó que los huesos en las manos de Daniel se
rompían con estruendo.

Su rostro se retorció, formando una mueca y aulló


de dolor.

Para este entonces, el resto de los rufianes ya se


habían acercado a Nataniel. Alzaron sus armas,
querían atacar al solitario hombre y abrumarlo con
sus números.

Nataniel soltó la mano de Daniel y fue a combatir a


los hombres. Él se escabulló entre ellos como una

serpiente, sus movimientos eran rápidos como los


de un trueno.

Uno por uno, los rufianes cayeron como moscas,


aullando de dolor. Ninguno era su rival.

Daniel miró en shock su puño derecho. Estaba


hinchado más allá de lo creíble. Todos los huesos
de su mano estaban fracturados.

Todos sus hombres estaban en el suelo,


derrotados.

Desanimado por completo debido al miedo, pero


aún actuando de forma impetuosa, le gritó a
Nataniel:

—Debo admitirlo, ¡eres rudo! Pero estamos en el


distrito Este de la ciudad, el territorio del Señor
Monteverde. ¡Ahora que causaste problemas aquí,
estás muerto!

—No me importa si es el Señor Monteazul o


Monterojo. Incluso si se aparece ante mí ahora, si
··························································································································· ®
quiero que se ponga de rodillas, no se atreverá a
desobedecer.

Sus palabras apenas habían escapado de sus


labios cuando un grupo de hombres de aspecto
amenazante descendió corriendo las escaleras.

La voz del líder perforó sus oídos antes de que


apareciera siquiera.

—¿Quién se atreve a ser tan insolente como para


pedirme que me arrodille?

Una sonrisa de éxtasis apareció en el rostro de


Daniel cuando vio al hombre con chaqueta de
piel que dirigía al grupo. Se apresuró a saludarlo.
—¡Jefe! ¡Por fin está aquí! ¡Este es el sujeto! No

solo armó un lio en mi negocio, ¡sino que también


me lastimó y a mis hombres.

Cuando se acercaron los que acababan de llegar,


era muy obvio quién era el líder.
Era Javier.
321

Al ver a Nataniel de pie ahí, Javier se congeló por


la sorpresa. La furiosa mirada en su rostro

desapareció y fue remplazada por una de terror.

Daniel siguió hablando porque no vio el cambio en


la expresión de su jefe.

—Jefe, ¡este p*rro estaba siendo tan arrogante!


Incluso dijo que se arrodillaría cuando lo viera.
¿Qué opina?

Todos se concentraron en Javier, esperando a que


hiciera algo. Daniel, Hilario y Petra, en especial,
estaban esperando a que mostrara su poder,
creían que le daría una cruel paliza a Nataniel.

Para su sorpresa, no hizo nada por el estilo. Sino


que se puso de rodillas ante él con un sonoro:

¡Tud!
··························································································································· ®
Apareció un sentimiento de alarma en los ojos de
todos, preguntándose si lo que estaban viendo era

real.

—J... Jefe.... U... Usted... —tartamudeó Daniel.

—¡Señor! —Javier saludó a Nataniel, ignorando a su


subordinado.

Los hombres con los que había llegado también se


pusieron de rodillas y le dijeron:

—¡Señor!

Ese título sorprendió a todos. Unos segundos más


tarde, Daniel recordó que el jefe de Javier era
Tomás Dávila. Había rumores de que Tomás tenía
que responderle a otro hombre, uno al que le
decían «Señor». «¿Podría ser Nataniel Cruz?».

Ese pensamiento hizo que todo el color se


escapara del rostro de Daniel. Sus piernas

cedieron y cayó de rodillas también.

—¿No dijiste que moriría cuando llegara tu jefe? —


Nataniel le lanzó una mirada impasible.

Como respuesta, Daniel se postró en el piso y


agachó su cabeza. Todo su cuerpo temblaba con
violencia y se había quedado sin palabras.
»Habla —le ordenó Nataniel de forma brusca.

Daniel tragó saliva y dijo con voz temblorosa:

—Señor Cruz, estaba mal. Por favor castígueme


como lo crea pertinente.

Nataniel no respondió. Posó su mirada en el


ebrio que había tratado de acariciar a Penélope
antes.

En realidad, el hombre solo había fingido estar


ebrio. Al ver que Daniel se arrodillaba ante
Nataniel, se preguntó si debería de hacer lo
mismo.
··························································································································· ®
Mientras seguía pensando que hacer, sus ojos se
encontraron con la gélida mirada de Nataniel. Un
escalofrío recorrió su espina dorsal mientras se
postraba ante él. Su frente estaba perlada de
sudor mientras rogaba:

—Señor Cruz, no debí de molestar a la Señora Cruz,


ahora sé que hice mal.

Nataniel no se dignó a responderle, sino que se


giró para mirar a Javier:

—¿No crees que son un poco pesados?

—Sí —replicó Javier al ver el obeso cuerpo de


Daniel y la barriga cervecera del «ebrio».

Nataniel asintió y dijo con tono tranquilo:

—Creo que necesitan perder un poco de peso.


Quizás un kilo cada uno.

Javier comprendió de inmediato lo que quería


decir. Quería enseñarle una lección a Daniel y al
hombre intoxicado.
Las reglas del bajo mundo establecían que perder
medio kilo significaba cortar un dedo. Por ende, un
kilo eran dos dedos.

—¡Sí, Señor! —Javier miró el pálido rostro de Daniel


antes de asentir. Se incorporó y les ordenó a sus
hombres—. Llévenlos a la bodega.

Entonces los llevaron ahí y no tardó mucho tiempo


para que se escucharan sonidos agonizantes.

Un poco después, Javier emergió con una mancha


roja en su camisa.

Las personas que no habían entrado a la bodega


se miraron los unos a los otros. Puede que no
supieran lo que sucedió adentro, pero podían
adivinar que los dos hombres no lo habían
disfrutado.

—Señor, los dos fueron castigados según sus


··························································································································· ®
instrucciones. Además, logré sacarles algunas
respuestas. Alguien les ordenó que lo hicieran. —
Le reportó él con tono respetuoso.
—Supuestamente, el heredero de la familia Ortiz de
los Cuatro del Sur, Simeón Ortiz —masculló Javier.

Esto despertó la curiosidad de Nataniel,

—Ni siquiera conozco a Simeón Ortiz. ¿Por qué me


causaría problemas?

—Según Daniel, parece ser que Hilario Tovar y su


esposa le pidieron que lo hiciera —susurró él en su
oído.
322

En ese momento, Nataniel comprendió todo. Agitó


su mano para indicarle que se fuera.

—De acuerdo, ahora lo entiendo.

—Señor, si no requiere otra cosa, me iré. Llámeme


si necesita algo y estaremos aquí de inmediato —
murmuró Javier.

Entonces guio a sus hombres y desaparecieron en


segundos. Penélope y los demás tenían miradas
de asombro en sus rostros. Insistían en que
Nataniel no conocía a la familia Ortiz en lo
absoluto; ¿por qué enviarían a alguien tras de él?

Los Tovar tenían una extraña expresión en sus


miradas y sus ojos brillaban de miedo.

No esperaban que Nataniel tuviera habilidades de


combate tan impresionantes, ni que tuviera
tan buenas conexiones. Incluso el jefe de Daniel, el
Señor Monteverde, ¡tenía que rendirle cuentas!
Habían visto como Javier le había susurrado en el
oído y sabían que habían sido expuestos.

Nataniel en definitiva sabía la verdad ahora. En ese


momento, no apartaban su temerosa mirada de él,
preguntándose qué haría con ellos.

Él los vio y sus miradas se encontraron. El corazón


de los Tovar comenzó a latir más fuerte. Después
··························································································································· ®
de lo que pareció una eternidad, Nataniel les
preguntó:
—Hilario, Petra, ¿continuamos cantando?

—=N... No gracias. Debemos regresar al hotel ahora.


Adiós... —Ellos se sintieron agradecidos de que no
los hubiera expuesto y se apresuraron a sacudir
sus cabezas.

Los Sosa estaban confundidos por su súbita


partida. Nataniel comentó con una sonrisa débil en
su rostro:

—Quizás los eventos de hoy fueron demasiado


para ellos.

Le creyeron y asintieron. Entonces se fueron a


casa también.

Mientras tanto...

Josué había llevado el cuerpo de Fabián a


Alameda. Temía decirle las malas noticias a
Carlos.

Él acababa de lidiar con el funeral de su hija y no


esperaba enterarse de otra muerte.

Furioso era una palabra muy ligera para describir


lo que estaba sintiendo. Estaba de pie en la sala
con su hombre, con su mirada pétrea posada en el
cuerpo de Fabián. No habló por un largo rato.

Josué agachó su cabeza para esconder el terror

en sus ojos. Sabía que, en ese momento, Carlos


estaba enloquecido por completo.

Junto a Carlos, el rostro de Jair tenía una


expresión dominada por la furia. Sus mejillas
estaban sonrojadas por la fuerza de sus
emociones y sus ojos estaban abiertos de par en
par destellando ira, aunque por lo general
estuvieran cerrados.

Su mirada asesina se posó en Josué y rugió:


—Fabián siempre tuvo un temperamento fuerte.
··························································································································· ®
¡Tú, con tu cerebro, deberías de haberlo cuidado!

¡Ahora lo asesinó ese p*rro, Cruz! ¡Te mataré!

Jair levantó su mano e intentó golpear la


cabeza de Josué, el cual palideció.
—Señor Robles, por favor...
—Jair, ¡ya basta! —bramó Carlos.

El hombre en cuestión detuvo sus movimientos y


se giró para ver a su jefe.

—¿Señor, por qué me detiene? De no ser por su


negligencia, ¡Fabián no habría muerto! ¡Con su
habilidad marcial, de ninguna manera podría haber
sido asesinado por Cruz!

A los ojos de Jair, él mismo era el mejor peleador


del mundo, con Fabián siendo el segundo por
poco. «Cruz debe haber usado métodos
despreciables para matar a Fabián».

—En realidad no es mi culpa. Le dije que no fuera


tan descuidado, pero sabes lo orgulloso que era.
De ninguna manera me habría escuchado. Él
insistió en matar a Cruz por su cuenta y ahora está
muerto... —respondió con voz trémula.

Carlos respiró varias veces a profundidad para


calmar sus emociones antes de espetarle a Jair:

—El único que tiene la culpa aquí es Nataniel.


Deberías de dejar de desquitarte con Josué.

Furioso, Jair azotó el pilar a su lado con su


puño, con un estruendo, este se derrumbó y cayó
al piso.

Peleando con el infierno en su interior, gruñó:

—Señor, tenemos que vengarnos por Fabián. No


puedo esperar más tiempo.

Carlos le dio unas palmaditas en su hombro.

—Yo me siento igual. Mañana en la mañana.


Reuniré a los Dieciocho Sabuesos y llevaré a
··························································································································· ®
nuestra élite a Ciudad Fortaleza. ¡Le cortaremos la
cabeza a Cruz y se la ofreceremos a la tumba de
Fabián!

Jair asintió con determinación.


Al siguiente día, Carlos llevó en persona a Jair, a los
Dieciocho sabuesos y a ocho de sus mejores
peleadores a Ciudad Fortaleza.

Las noticias de que se dirigía a la ciudad se


esparcieron como un incendio.

Algunas personas estaban preocupadas por Nataniel,


algunos estaban felices por su desgracia. Pero había
algunos que pensaban que Carlos Robles estaba
cavando su propia tumba.

Lo primero que Carlos hizo cuando llegó a la ciudad


fue mudarse a las Villas Reales Dragón de la
Montaña.

Había un dicho en Ciudad fortaleza, decía que solo

los ricos y poderosos se quedaban en esas


residencias

Después de asentarse en la casa de la familia Robles,


Carlos envió invitaciones de inmediato a todas las
personas poderosas de los negocios, milicia y el
mundo político. Todos sabían que era la manera en la
que los estaba obligando a elegir un bando antes de
hacer una jugada contra Nataniel,

Él quería saber quiénes eran sus aliados y quienes


sus enemigos.

Esa jugada sembró miedo e incomodidad en los

corazones de todos porque sabían que Carlos estaba


más que enloquecido en esta ocasión.
Parecía que no solo mataría a Nataniel, sino también
a cualquiera que lo hubiera apoyado.

Todas las personas influyentes de Ciudad Fortaleza


recibieron la invitación. Esto incluía a Nataniel, Carlos
estaba seguro de que ese hombre no se atrevería a
aparecer ante él. No obstante, quería enviarle una
··························································································································· ®
invitación de todos modos.

Quería que supiera que iría por él. Quería que temiera
por su vida en los siguientes días.

Al anochecer.

La casa de la familia Robles estaba muy bien

aluzada, iluminando la gran cantidad de autos de lujo


estacionados en el patio.

Era algo digno de contemplarse para un aficionado a


los autos de lujo, unos cuantos BMW y Mercedes-
Benz estaban desperdigados por ahí. La mayoría de
los autos eran de los más lujosos, como modelos de
Bentley, Rolls-Royce y limusinas Lincoln.

Al ser invitados, la mayoría de ellos llegaron con


regalos para el estimado Señor Robles.

Alguien de su estatus podría no recordar que le


habían dado, pero si todos llevaban un presente y tú
no, podrías estar seguro de que te recordaría.

Uno no querría ser recordado por eso.

Alfredo Sosa llevó a sus dos hijos, Samuel y Pablo a


la entrada de la casa de la familia Robles.

Alfredo había llevado un invaluable vaso de porcelana


antiguo ese día. Sabía que Carlos iba tras Nataniel y
temían que también involucraran a los Sosa. Por eso
había seleccionado el vaso como regalo.

Carlos había elegido usar un traje negro esa noche.


Por otra parte, Jair lo contrastaba con un traje blanco
por completo.

Detrás de ellos había dieciocho hombres sin


expresión alguna, exudaban un aura fría y
amenazadora. Eran los infames Dieciocho sabuesos.

Eran lo mejor de lo mejor, la élite de la familia Robles.


Cada uno de ellos podría enfrentar a un centenar de
hombres solos y aun así ganarían.

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Había casi había trecientas personas en el espacioso
salón en ese momento.

Desde la posición en su trono, Carlos barrió sus


alrededores con la mirada.

—¿Ya llegaron todos mis invitados? —inquirió él.

Josué, quien se había encargado de enviar las


invitaciones dio un paso al frente para
reportarle:

—Señor, además del General Franco Aragón y de


Nataniel Cruz, el resto de sus invitados ya está aquí.

Carlos no estaba sorprendido de que Franco no fuera.


Después de todo. El había matado a su hija por
«accidente». Era normal que se sintiera avergonzado
de ir.

De hecho, Carlos estaba cumpliendo las órdenes del


Rey del Sur, Daniel Talavera, para encargarse de
Nataniel,

Con Daniel respaldándolo, no le tenía miedo a Franco.

—Puede que el General Franco esté ocupado con sus


deberes como oficial, por lo que es comprensible que
no pueda asistir. No obstante, ¿Nataniel siempre ha

sido muy arrogante en Ciudad Fortaleza, no? ¿Por


qué no está aquí?

Josué se burló antes de contestar.

—Con usted aquí Señor, estoy seguro de que tiene


demasiado miedo para venir, ¡en definitiva sabe que
está aquí y debe de estar temblando de miedo ahora!

Carlos y sus hombres se carcajearon.

Algunos de los invitados se rieron con ellos, mientras


que otros tenían expresiones incómodas en sus
rostros. Había incluso algunos que permanecieron
inmutables y tranquilos.

Al hablar con sus invitados, la voz de Carlos era


··························································································································· ®
estruendosa:

=Los llamé a todos hoy porque espero que puedan


mostrarme de qué lado están. Nataniel Cruz mató a
mis hijos y a un hermano juramentado, ¡por ende,
ahora lo mataré! Ya que todos los presentes son
personas influyentes aquí, en Ciudad Fortaleza,
necesito saber. ¿Están conmigo o en mi contra?

Entonces se dio la vuelta para mirar a Alfredo. Su


tono era hostil en definitiva y continuó:

»Alfredo de la familia Sosa, Nataniel es tu nieto


político. ¿Qué pensarías si lo mato por venganza?

—Nataniel siempre ha causado problemas a donde


quiera que vaya y no lo acepto como mi nieto político,
Además, lo ha ofendido a usted, por ende, creo que
se lo buscó a sí mismo. Si insiste en ir tras mi hijo y
mi nieta también estaré de acuerdo con su decisión.
—Se apresuró a replicar,

Carlos le lanzó una sonrisa aprobatoria sintiéndose


satisfecho.

—Parece que es un hombre inteligente.

Alfredo puso una agradable sonrisa en su rostro


mientras decía:

—Soy un hombre razonable. Los familiares no son


nada comparados con la lógica, Señor, vine con
premura, por lo que solo pude preparar este pequeño
vaso para usted. De todos modos, espero que acepte
mi regalo.

—¡Es un hombre con principios en verdad, Señor


Sosa! —respondió Carlos con una risita,

Un placentero rubor apareció en el rostro de Alfredo


por el halago.

El resto de los empresarios y familias ricas se


apresuraron a presentar sus regalos también,
··························································································································· ®
proclamando así su apoyo hacia Carlos.

Los líderes políticos, sin embargo, expresaron su


neutralidad.

¿Aunque, eso era una sorpresa? Ellos conocían la


verdadera identidad de Nataniel, entonces, ¿cómo
podrían apoyar a Carlos?

Pero, para evitar cualquier sospecha, no podían


apoyar a Nataniel de forma tan obvia.

Solo unos cuantos hombres declararon su apoyo


hacia él de forma tan evidente, los más notables eran
Zacarías Soler y Homero Ortiz.

Carlos se mofó de ellos:

—Cruz sabe que estoy aquí para quitarle la vida


porque le envié una invitación también. Pero ¿lo ven
aquí ahora? Está tan aterrado que lo más probable es
que esté escondido en algún lado. Y aun así, ¿se
atreven a estar públicamente contra mí?

Justo cuando proclamaba esto, una poderosa voz


resonó desde afuera:

—¿Quién dijo que el Señor te tiene miedo?

El ceño de Carlos se frunció y se giró para ver las


puertas al igual que los demás.

Un hombre fornido entró. Era Tomás Dávila.

Invencible 325-1

Al percatarse de que era Tomás, Jair se burló:

—Me preguntaba quién era. Resulta que eres tú. La


última vez tuviste suerte de escapar con vida. ¿Te
atreves a aparecer ante mí de nuevo? ¡Me aseguraré
de terminar el trabajo esta vez!

Entonces, se preparó para matar a Tomás en ese


instante.

··························································································································· ®
Antes de poder hacerlo, Carlos gritó:

— ¡Jair! ¡Alto! No matamos al mensajero. En vista de


que Cruz mandó a Dávila aquí, si se difunde la noticia
de que lo maté, arruinaría mi reputación. —Le lanzó
una mirada desdeñosa y le preguntó—: ¿Por qué te
envió Cruz aquí?

—El Señor sabe que estás aquí, me envió a propósito


con un regalo para ti —respondió él,

—¿Un regalo? —Carlos entrecerró los ojos.

—Esta pintura —declaró Tomás alzando la pieza


enrollada que tenía en sus manos.

Jair se le acercó para tomar la pintura, mirándola a


detalle en busca de cualquier peligro.

Al confirmar que no había ninguno, se la entregó a


Carlos.

Ya que había terminado con su misión, Tomás se dio


la vuelta para irse.

Los Dieciocho Sabuesos se giraron para impedirlo,


pero Carlos los detuvo.

—Dejen que se vaya. Dávila, dile que incluso con este


regalo, no le mostraré piedad alguna. Debería
resolver sus pendientes antes de su muerte. Si está
dispuesto a ceder el Grupo Cruz sin condiciones,
puedo prometerle que dejaré que su familia viva,
incluso después de que él muera.

Tomás se quedó en silencio y salió. Carlos esperó


hasta que Tomás se hubiera perdido de vista antes
de concentrarse en el pergamino en sus manos.

—Ábrelo, no puedo esperar para ver con qué clase de


pintura quiere suavizarme Cruz —masculló mientras
se lo entregaba a dos de sus hombres.

Alfredo y los demás se carcajearon.

—Trata de apaciguarlo en el último minuto, ¡qué


cobarde! ¡Qué mal que sea demasiado tarde!
··························································································································· ®
Los dos subordinados desenrollaron la pieza de arte.
Cuando todos vieron la pintura, se quedaron
estupefactos. Era el Infierno de Dante. Más
específicamente, era el séptimo círculo.

El que estaba reservado para la gente con


intenciones violentas. La escena era horrible en
extremo, con ardientes círculos de sangre,
llenos de almas en pena. Estaban inmersas según la
gravedad de sus pecados.

Patrullando los círculos, había centauros que le


disparaban flechas a los pecadores que emergían en
lo alto, fuera del círculo que tenían permitido.

Las emociones en los rostros de todos variaron, pero


entre ellas se encontraban: Horror, miedo e
indiferencia.

La intención de Carlos de matar a Nataniel encajaba


con el pecado de la violencia. Era una clara
advertencia de su parte de lo que le esperaría en el
Séptimo Círculo pronto.

—¡Qué insolencia! Nataniel. ¡Le arrancaré la piel a tus


huesos, capa por capa! —rugió él con la respiración
irregular por la ira.

Su mirada, que tenía una expresión dura recorrió a


sus invitados. Entonces dijo con lentitud:

»Parece que he sido demasiado complaciente en


estos últimos años, causando que todos le pierdan
respeto a Los Cuatro del Sur. ¡Solo porque un tigre no
muestra sus colmillos, no significa que sea un gatito!

Entonces, fijó su siniestra mirada en el pequeño

grupo de personas que habían declarado su apoyo


hacia Nataniel.

Por supuesto que Zacarías sabía lo poderosa


que era la familia Robles en el Sur. La sombría mirada
en el rostro de Carlos hizo que temblara de miedo en
su interior y no se atrevió a hablar.

··························································································································· ®
En circunstancias normales, de ninguna manera iría
contra Carlos de manera tan pública. No obstante,
ahora sabía quién era Nataniel en realidad. Él no era
un idiota. Sabía que, sin importar nada, tendría que
soportar la ira de Carlos y quedarse del lado de
Nataniel.

Jair estaba con la espalda recta y rígido, sus ojos


miraban sin pestañear al mismo grupo de hombres.
Su instinto asesino era obvio al preguntar:

—Señor, ¿deberíamos de matarlos a todos?

Esa frase hizo que sus rostros perdieran el color

Invencible 326-1

Carlos miró a los hombres que apoyaban a Nataniel,


ellos comenzaban a estremecerse. Una sonrisa
burlona hizo que sus labios se curvearan mientras
preguntaba:

—¿Asustados? ¿Y si les pido que elijan un bando de


nuevo? ¿Qué elegirian?

Todos le prestaron atención a Zacarías y a su grupo.


Ellos creían que cambiarían de opinión en ese
momento, con la amenaza hacia sus vidas. Para su
sorpresa, Zacarías y los demás agacharon sus
cabezas y mascullaron:

—Señor Robles, ¡aún elegimos allarnos con el Señor


Cruz!

El silencio fue tan absoluto que se hubiera podido


escuchar una aguja cayendo. Era obvio que Carlos no
se había esperado esto. Creyó que, si les daba otra
oportunidad, elegirian aliarse con él, la elección
inteligente.

Pero elegían el bando de Nataniel a pesar de eso.


¡Qué bofetada en el rostro! De inmediato, un emanó
aura asesina. La temperatura pareció descender
varios grados, causando que todos se alejaran de él,

Carlos se acercó a Zacarías. Levantó de repente su


··························································································································· ®
mano, lo cual causó que este último temblara y casi
se cayera por el miedo.

Por fortuna, su mano solo se movió para enderezar el


cuello de Zacarías y deslizarse por sus hombros. Una
sonrisa maliciosa

apareció en los labios de Carlos mientras


mascullaba:

—No tengas miedo, no maté a Dávila hace rato, no te


mataré tampoco. No obstante, no puedo garantizar
nada en cuanto salgas por esas puertas, ¡será mejor
que te cuides!

Blanco como una sábana, Zacarías se despidió


murmurando y se fue, el resto de su grupo lo siguió.
Las personas neutrales como Juan Mogena y Rogelio
Carmona también fueron a despedirse.

Carlos miró al alcalde de la ciudad y musitó con


profundidad:

—Entiendo que hayan elegido ser neutrales por su


posición. Pero, cuando el sentimiento de
intranquilidad se extienda eventualmente en Ciudad
Fortaleza, espero que el alcalde permanezca neutral.

Rogelio intercambió miradas con los demás líderes


de Ciudad Fortaleza. Cómo lo habían acordado y
replicó:

—No se preocupe, no interferiremos en el asunto


entre usted y Nataniel Cruz.

—Eso es maravilloso. Jair, ¡por favor escolten al


alcalde a las puertas! —Carlos rebosaba de
satisfacción.

Cuando las personas neutrales se fueron, los únicos


que quedaron en el salón fueron los que

apoyaban a Carlos. Ellos casi se habían peleado por


adular al hombre.

—Todos ustedes son muy sabios. Cuando por fin


tengamos el Grupo Cruz, el Señor Talavera no solo
··························································································································· ®
compartirá los beneficios conmigo, ¡sino que todos
ustedes también tendrán una parte!

—Gracias Señor Robles. —Alfredo y los demás


estaban llenos de júbilo y se apresuraron a
agradecerle.

Carlos entrecerró sus ojos de forma peligrosa.

—Quédense conmigo y prosperarán; estén en mi


contra y solo encontrarán la muerte. Jair...

Él dio un paso al frente.

—¿Si Señor?

—Llévate a los Dieciocho sabuesos y enséñales a


esos mocosos desobedientes una lección. Quiero
que toda Ciudad Fortaleza se entere de lo que le pasa

a los que están en mi contra.

—¡Sí Señor!

Esa noche, Jair y los Dieciocho Sabuesos llevaron,


cada uno, un grupo de élite y recorrieron Ciudad
Fortaleza, dejando un rastro de sangre y masacres.

La venganza fue contra los hombres que habían


declarado su apoyo por Nataniel antes.

Todos los guardaespaldas de Zacarías Soler y


Homero Ortiz fueron asesinados. El mismo Zacarías
tenía las dos piernas rotas mientras que Homero
estaba en coma, internado en el hospital.

Los hombres de Tomás también habían sufrido bajas


severas, con diecinueve muertos y más de una
docena en el hospital.

De hecho, Jair había planeado al principio matar a


Tomás, Penélope, Reyna, Leila y Bartolomé, en
esencia, todos los que estaban alrededor de Nataniel.

No obstante Tomás había estado listo para su


llegada y había evadido la muerte una vez más.

··························································································································· ®
Mientras que Penélope y los demás tenían guardias
protegiéndolos en secreto. Ninguno de los asesinos
que Jair envió había regresado.

Invencible 327-1

A la mañana siguiente, Penélope se fue a trabajar,


llevaron a Reyna al Jardín de Niños. Bartolomé y Leila
se habían ido también, por lo que Nataniel se quedó
solo en la casa.

César y Tomás fueron a reportarle los eventos de


anoche.

César empezó, dijo:

—Carlos envió enormes grupos anoche. Envió


hombres tras su familia Señor, pero por fortuna, la
Élite 8 se encargó de ellos.

—Él dejó a Zacarías Soler y a Homero Ortiz con vida a


propósito, pero mató a todos sus guardaespaldas. A
pesar de eso, ellos fueron heridos de gravedad y
están en el hospital ahora —añadió Tomás.

—Carlos fue a propósito tras la gente a su alrededor


primero, Señor. Es obvio que trata de eliminar su
apoyo y dejarlo sollozando por el miedo y la pena —
continuó César.

—A efectos prácticos, a este punto está rogando que


lo mate—resopló Tomás.

—Zacarías y Homero fueron heridos solo porque se


aliaron conmigo. Envíen algunos hombres a visitarlos
y díganles que les haré justicia.

—¡Sí, Señor!

Su teléfono sonó justo cuando acabó de

hablar. Vio que era Leila al mirar el identificador.

Aceptó la llamada y escuchó de inmediato su voz


repleta de pánico en los altavoces.
··························································································································· ®
—Nataniel, ¡algo terrible pasó!

—¿Mamá, qué sucede? —preguntó él, sorprendido por


sus palabras.

—Bartolomé y yo nos dirigíamos al Hotel Juno porque


desayunaríamos con Carmen, Hilario y Petra.
¡Llegamos justo a tiempo para ver como unos
hombres de aspecto feroz se los llevaban a rastras! —
replicó con su voz en extremo ansiosa.

—¿Carmen y sus padres fueron secuestrados? —


Nataniel frunció el ceño.

—¡SÍ! ¡No sé qué más hacer! ¡Pensé que llamarte sería


lo mejor!

—No temas mamá. Haré que investiguen el asunto de


inmediato. Los recuperaremos rápido —la consoló.

—¡Nataniel, tienes que salvarlos! —gimió ella.


—Déjamelo a mí mamá —le prometió, confiado.
Colgó y se giró para ver a César y a Tomás.

»Mi cuñada Carmen y sus padres fueron


secuestrados. Debe ser obra de Carlos. ¡Quiero
que averigúen en dónde están en este instante!
—¡Sí, Señor! —asintieron los dos hombres.

En meros instantes, todo el bajo mundo de Ciudad


fortaleza y varios departamentos secretos del
gobierno rezumbaban de actividad mientras
buscaban el paradero de Carmen Tovar.

En el Aserradero Blanco de Ciudad Fortaleza. En la


espaciosa área del aserradero, muchos troncos
grandes estaban apilados y los habían prendido en
llamas.

Por encima de las ardientes llamas, había una


enorme olla de metal llena a la mitad de aceite. El
calor del fuego causó que el aceite alcanzara su
punto de burbuja y comenzara a derramarse.

Cerca, Carmen y sus padres estaban atados de sus


extremidades y tenían cinta de aislar en la boca a
··························································································································· ®
modo de mordaza. Sus rostros estaban retorcidos
por el terror mientras que luchaban fútilmente y sus
labios proferían gritos amortiguados.

Jair estaba sentado en una silla a su lado, seguía


vestido con su traje blanco de anoche. Los Dieciocho
Sabuesos estaban a su alrededor, cada uno de ellos
tenía una expresión pétrea.

También había cincuenta hombres con trajes negros


detrás de él. Ellos eran la élite de la familia Robles.

Un dejo de locura apareció en los ojos de Jair y miró


el aceite burbujeante de la olla. Entonces masculló
con crueldad:

—¿Cruz se atrevió a enviarle una pintura al jefe del


séptimo círculo del infierno? Ja, ja, ja, ja. ¡Puede que
no tengamos círculos de sangre hirviendo, pero creo
que esto servirá! ¡Veamos si le gusta que arroje a sus
familiares ahí! ¡Llama a Nataniel! —le ordenó a su
hombre más cercano mientras retorcía su cabeza un
poco para mirarlo.

328

El subordinado se apresuró a marcar al número de


Nataniel, entonces le entregó el teléfono a Jair.

—Nataniel, las vidas de tu cuñada y su familia


están ahora en mis manos. ¿Quieres ver lo que les
pasa cuando los arroje dentro de aceite hirviendo?
—se regocijó.

—Jair Landa, estás pidiendo la muerte. —La voz de


Nataniel fue helada al replicar.

—En efecto, pero la de tu familia, no la mía. Faltan


alrededor de diez minutos antes de que hierva por

completo el aceite. Si puedes llegar en ese tiempo,


puede que considere intercambiar sus vidas por la

tuya. No obstante, no te diré dónde estoy.

»¡Si no puedes llegar a tiempo, entonces tendrás


que prepararte para recibir tres cadáveres bien
··························································································································· ®
fritos! ¿Te sientes con pánico y enojado, pero muy
impotente ahora? ¡Esta es la consecuencia de
haberle enviado esa pintura al Señor Robles! ¡Vive
con la culpa y la agonía de que fuiste el culpable
de sus muertes! —resopló el asesino.

Jair se rio con alegría de forma sadista antes de


continuar de forma engreída.

»Te estás muriendo por saber en dónde estoy,


¿no? Ja, ja, ja. ¡Dime Papi y quizás considere
decirtelo!

—Eso no será necesario. ¡Ya estoy aquí! —le


respondió él con frialdad.

—¿Qué? —Jair se puso rígido y gimoteó.

En ese momento, él y sus hombres se dieron


cuenta de que tres camionetas todo terreno ligeras
se aproximaban hacia el aserradero a toda
velocidad.

En segundos, llegaron para detenerlo. Nataniel,


César, Tomás y la Élite 8 salieron del auto. Jair
solo pudo mirar impresionado a Nataniel. No
esperaba que lo encontrara tan rápido. Le entregó
el teléfono a su subordinado y se incorporó. Casi
medía dos metros de altura y miró desde arriba a
Nataniel y a su grupo con arrogancia. Una cruel
sonrisa apareció en sus labios mientras
comentaba:

»Parece ser que te subestimé, Cruz. Debo admitir


que estoy sorprendido de que lograras encontrar el
lugar. Pero ahora que estás aquí, creo que prefiero
todavía más matarte a ti que a tu familia.

Nataniel miró a Jair antes de ignorarlo.

—¿Tú? ¡Como si pudieras!

Un dejo asesino pasó por los ojos de Jair como


respuesta. Y bramó:

—¿Ni siquiera con los Dieciocho Sabuesos y la


Élite de la familia Robles?
··························································································································· ®
Cuando dijo esto, ambos grupos se abalanzaron al
mismo tiempo gritando:
—¡Muere!

Había menos de cien hombres, pero, aun así,


daban la impresión de ser millares.

Nataniel los miró sin impresionarse para nada.


Cruzó sus brazos detrás de la espalda, su rostro
tenía una expresión de satisfacción cuando le
preguntó a la Élite 8:

—¿Qué piensan de los Dieciocho sabuesos?

—¡Inferiores! —respondieron ellos a coro con la


cabeza alta, sus pechos inflados y una mirada
repleta de orgullo en sus ojos.

Nataniel les lanzó una débil sonrisa cuando


escuchó sus palabras. Se giró hacia Jair y le
preguntó:

—¿Escuchaste?

—Veamos quienes son mejores peleadores, mis


Dieciocho sabuesos o tu Élite 8.

—¡Adelante!

—¡Mátenlos a todos! —Aulló Jair,


Como un tsunami negro, los Dieciocho Sabuesos y
la Élite 8 se abalanzaron hacia Nataniel.

—¡A ellos! —ordenó César.

Así, él y Tomás se embistieron a sus oponentes,


con la Élite Ocho pisándoles los talones. Los dos
ejércitos chocaron y se desató un infierno.
Nataniel ignoró la pelea y buscó en el área con la
mirada hasta que detectó a Carmen, Hilario y
Petra.

Carmen, quien no había parado de luchar para


liberarse, se quedó quieta cuando vio que Nataniel
miraba en su dirección. Al encontrarse con su
mirada, sintió que su miedo la abandonaba y que
··························································································································· ®
una extraña calma la llenaba.

Por alguna razón, su presencia hacía que se


sintiera segura y confiaba en él. Ella sabía, sin
duda alguna, que él los sacaría de ahí sanos y
salvos. Era como si él estuviera dando un paseo
por el parque, Nataniel pasó entre los
combatientes. Con lentitud, pero seguridad, se
abrió paso hacia Carmen.

De pronto, hubo un destello blanco y un hombre


fornido apareció ante él con una espada en sus
manos. Era Jair.

—¡Cruz, tu oponente seré yo!

329

Nataniel no se detuvo.
—¡Quítate de mi camino!

—ildiota insolente! ¡Muere! —gritó él antes de


blandir su espada hacia la cabeza de Nataniel.

El movimiento fue tan rápido que cortó el aire.

Una sonrisa cruel apareció en los labios de Jair. Ya


podía imaginar como partiría su cabeza. Justo
antes de que la espada lo tocara, Nataniel se
movió. Su mano salió disparada y sus dedos
tocaron la hoja.

¡Pas!

El cuerpo de Jair se sacudió de forma violenta,


cómo si lo hubieran electrocutado. El brazo que
sostenía la espada estaba adormecido por
completo debido a las intensas vibraciones de
esta. Por eso, apenas y logró sostenerla.

Una expresión de incredulidad apareció en sus


ojos mientras miraba a Nataniel. Solo había
movido un poco sus dedos, ¿pero la fuerza fue
suficiente para hacer que la espada casi saliera
volando de sus manos?

«¡Qué poder tan aterrador!».


··························································································································· ®
Ahora sabía porque Fabián había perdido

invencible

contra él. ¡Era un oponente fuerte en verdad!


Nataniel continuó acercándose a Carmen. Era
como si pensara que Jair solo era una molestia
que lo había distraído de su verdadera meta.

A su alrededor, se podía observar que alguien tenía


una gran ventaja en la pelea.

Por lo general, los Dieciocho Sabueso eran los


hombres más temidos de Alameda, pero ahora
eran, a efectos prácticos, pequeñas ovejas frente
al poder de la Élite 8, cayeron en las manos de
estos últimos como si fueran dominós, aullando
de dolor.

De nuevo, Jair se sorprendió, ahora por la facilidad


con la que los hombres de Nataniel vencían a los
suyos. Apretó su espada con más fuerza, se
apresuró a llegar con Nataniel de nuevo.

—¡Cruz, hoy es el día en el que, o mueres tú o


muero yo! —bramó, iracundo.
La hoja brilló por el sol mientras se abría camino
por el aire hacia Nataniel.

—ildiota descarado! —se burló él.


Alzó su mano y golpeó la hoja.

Como si la hubieran golpeado con un pesado

martillo, la espada se rompió al instante.

Con una larga zancada, Nataniel cruzó la distancia


que los separaba y arremetió contra el pecho del
otro hombre con su codo.
¡Pum!

Los músculos del pecho y de las costillas de Jair


estaban bien, pero no se podía decir lo mismo de
su interior.

En un instante, ¡todos los órganos en el interior de


··························································································································· ®
su pecho estallaron!

La sangre de sus pulmones salió a borbotones por


su boca y él voló hacia atrás. Cuando aterrizó en el

piso, ya era un cadáver.

Por fin, Nataniel se acercó al lado de Carmen. Le


arrancó la cinta de aislar de su boca antes de
desatarla.,

—¿Estás bien?

Carmen enredó sus brazos alrededor de Nataniel,


diciendo con voz ahogada:

—Nataniel, si hubieras llegado un poco más tarde,


¡estaríamos muertos!

Se sintió avergonzado e incómodo porque lo


abrazó frente a sus padres. La apartó con
gentileza y fue a desatar a Petra y a Hilario.

—Eso no habría pasado. Vine en cuanto me enteré


de que estaban en problemas.

La batalla en el aserradero por fin había terminado.

Jair estaba muerto y todos los élites y los


Dieciocho Sabuesos yacían en el piso, muertos o
heridos de gravedad.

César, Tomás y la Élite 8 estaban de pie ahí, en el


centro del sangriento campo de batalla,
victoriosos.

Una ráfaga de viento pasó, causando que su ropa


ondeara de una forma épica.

Carmen y sus padres no podían hacer más que


mirarlos con reverencia.

Carmen conocía la verdadera identidad de


Nataniel, por lo que no estaba sorprendida en
especial por lo inmisericorde que había sido al
matar a estos hombres. Con toda seguridad había
pasado por encima de un rio de cuerpos cuando
··························································································································· ®
estaba peleando en el Norte.

Pero no podía decirse lo mismo de sus padres.

Los Tovar lo miraban aterrados. Recordaban muy


bien como ellos habían sido la razón de que el
Señor Ortiz enviara a alguien a romperle las
piernas.

—Los secuestradores han sido neutralizados.


Deberíamos de irnos, ellos harán la limpieza aquí
—les informó él con voz calmada.

Los Tovar asintieron, no estaban dispuestos a


quedarse ahí ni un segundo más.

—¡De acuerdo!

330

Por ende, Nataniel se fue con ellos y dejó ahí al


resto de sus hombres para que se encargaran de
todo.

En casa, Bartolomé y Leila habían esperado con


frenesí cualquier noticia.

Al ver que Nataniel había llevado a los tres sanos y


salvos, por fin pudieron relajarse.

—¡Gracias a Dios que están bien!

invencible

Carmen miró de forma furtiva a Nataniel antes de


replicar con admiración en su voz:

—Estamos vivos solo gracias a Nataniel. Sin él,


hubiéramos muerto de una forma horrible.

Ahora que estaban lejos de ese espantoso lugar, el


terror se había disipado del corazón de los Tovar.

No solo eso, ¡sino que su gratitud hacia él se había


disipado también!

En su mente, la única razón por la que los habían


··························································································································· ®
secuestrado ese día era por Nataniel.

De no ser porque él hizo enojar a alguien y porque


tenía enemigos, ¡no hubieran tenido que pasar por
esto en primer lugar!

Por eso las palabras de su hija causaron que se


burlaran en voz alta.

—¡Él es la razón de que esto nos pasara! Carmen,


¿por qué le agradeces? ¡El debería de disculparse
con nosotros!

—Mamá, papá, ¿qué les pasa a los dos? —exclamó


Carmen, asombrada por el comportamiento de sus
padres.

—Hilario y Petra tienen razón. Muchas personas


están descontentas y celosas de que Grupo Cruz
haya conseguido los derechos de
manufactura de la vacuna contra el cáncer. No hay
duda de que tengo muchos enemigos por eso,
sinceramente me disculpo por involucrar a tu
familia en esto.

—Nataniel, ¡esto no es tu culpa! —dijo ella, ansiosa


y preocupada.

Nataniel le lanzó una breve y débil sonrisa.

—Está bien. Ustedes siéntense y descansen, Tengo


que encargarme de algunos asuntos.

Cuando terminó de hablar, salió de la casa.

Tomás ya lo estaba esperando en su camioneta.

—A la casa de la familia Robles en las Villas Reales


Dragón de la Montaña.

—¡Sí, Señor!
Mientras tanto, en la casa de la familia Robles en
las Villas Reales Dragón de la Montaña.

En el salón, el cual tenía una decoración


extravagante, Carlos caminaba de un lado al otro
mientras esperaba a que Jair se reportara con él.
··························································································································· ®
Había intentado llamarle, pero nadie le
respondía. Tenía un mal presentimiento y su
ansiedad se disparó.

Hasta entonces, uno de sus subordinados se


apresuró a entrar.

—¡Señor Robles!

—¿Qué sucede? ¿Ya regresaron? —replicó él con


impaciencia.

—No son ellos; es Nataniel. ¡Cruz está aquí! —


respondió el hombre con voz temblorosa.

Los ojos de Carlos se abrieron como platos y casi


gritó:

La palabra acababa de salir de sus labios cuando


Nataniel entró junto con César, Tomás y la Élite 8.

Cuando vio la atónita expresión en el rostro de


Carlos Nataniel sonrió.

—Carlos Robles. Si estás esperando a que Jair


regrese, puedes olvidarte de eso. Nunca regresará.
Jamás.

La fornida figura de Carlos tembló y una expresión


de desesperanza apareció en sus ojos. Su voz se
estremeció al hablar:

—¿Qué dijiste? Jair, él...

—Cometió demasiados crímenes horribles y lo


enviamos al infierno. Tampoco tus Dieciocho
Sabuesos existen ahora. —César habló con tono
firme.
Carlos se derrumbó en su silla. Sus dos hermanos
juramentados eran sus hombres de confianza y los
Dieciocho Sabuesos eran el pilar de la familia
Robles, ¡pero todos habían muerto en Ciudad
Fortaleza!

Él estaba tan impactado por el calvario que


pareció haber envejecido varios años en un
··························································································································· ®
momento.

331

No obstante, ese no fue el fin.

Era obvio que Nataniel estaba ahí para ajustar


cuentas con él.

Lo miro con sentimientos encontrados.


—Joven hombre, te he subestimado. ¿Qué quieres?
Nataniel lo miró con frialdad.

—Le advertí antes a tu familia. No obstante,


insististe en poner a prueba mi paciencia. Anoche,
causaste un baño de sangre en Ciudad Fortaleza.
Mis amigos Zacarías y Homero terminaron en el
hospital. Quiero matarte ahora para que puedas
reunirte con tus hermanos en el infierno. Pero, si te
mato en este momento, sería hacerte un favor
porque no compensaría las pérdidas que me
causaste anoche.

Nataniel pausó antes de añadir:

»Si estás dispuesto a compensar las pérdidas que


causaste y a disculparte con la gente que
lastimaste anoche, puedo perdonarte y mandarte
de regreso a Alameda.

Nadie estaba dispuesto a morir, eso incluía a


Carlos.

—¿Cómo debería compensarte? —preguntó el,


frustrado.

—Depende de cuanto crees que valga tu vida —le


dijo Nataniel con calma—Te daré una oportunidad.
Si estoy satisfecho con tu compensación, puedes
regresar y vivir en Alameda. De lo contrario, te
quedarás en Ciudad Fortaleza para siempre.

El rostro de Carlos se ensombreció. Nataniel le


estaba dando una oportunidad para negociar por
su vida. Con dinero.

No obstante, solo tenía una oportunidad, Si


··························································································································· ®
Nataniel estaba satisfecho con el precio que le
ofrecía, podría vivir.

—Mil millones. Pagaré mil millones por mi vida.


Eso debería de ser suficiente, ¿no? —masculló al
final.

Los labios de Nataniel se curvearon en una


sonrisa.

—Eso es muy poco. ¿Por qué no compensas a


Zacarías y a Homero con mil millones para cada
uno y otros mil millones para los demás? Pagarás
tres mil millones en total. Además, tendrás que ir
al hospital y disculparte con ellos. ¿Qué te parece?

Carlos estaba renuente a pagar tanto. Sin


embargo, no tenía opción más que estar de
acuerdo porque había sido derrotado por Nataniel.

—De acuerdo —dijo mordiendo sus labios.

Ya que había estado de acuerdo en pagar la


compensación y en disculparse, una sonrisa
apareció en el rostro de Nataniel. Le ordenó a
César y a Tomás:

—Cuando transfiera el dinero, llévenlo al hospital


para que pueda disculparse con el Señor Ortiz y el
Señor Soler. Asegúrense de que haga todo antes
de que se vaya de Ciudad Fortaleza.

—¡Sí! —respondieron ellos.

Mientras tanto, en la habitación VIP tanto Zacarías


como Homero yacían en las camas del hospital.

Ambos habían terminado en esa situación porque


habían apoyado a Nataniel en público. Por ende,
Carlos se vengó de ellos y los vapuleó.

Invencible
Las familias de ambos estaban con ellos y los
culpaban por haberlo apoyado.

—¡Mírense! ¡Están ahí por haber ofendido al Señor


Robles!
··························································································································· ®
No obstante, ambos musitaron:

—Apoyaremos al Señor Cruz sin importar qué.


Además, creo que él nos hará justicia.

Sus familiares sacudieron sus cabezas.

—Nataniel Cruz apenas y puede cuidarse a sí


mismo. ¿Cómo les hará justicia?

Justo en ese momento, se abrió la puerta de la


habitación, entonces Tomás y César llevaron a un
hombre desaliñado adentro.

Cuando todos vieron de quién se trataba, perdieron


el aliento por la sorpresa.

—¡Es Carlos! ¡Carlos Robles!


—Carlos, ¿qué haces aquí? ¡Mira lo que les hiciste!

—SÍí, ¡detén tus despreciables acciones! ¿Tratas de


matarlos?

Ninguna de las familias se contuvo de acusarlo.

Mientras tanto, César sonrió y los interrumpió:

—Todos lo entendieron mal. Carlos está aquí para


disculparse por órdenes de nuestro Señor.
Tanto Zacarías como Homero se quedaron
impactados por las noticias.

—Señor Soler, Señor Ortiz, estoy aquí para


disculparme con ambos. Además, los compensaré
con mil millones para cada una de sus familias.
¡Por favor, perdónenme! —murmuró él,
avergonzado y con la cabeza gacha.

Ambas familias se quedaron estupefactas.


Carlos Robles, el jefe de la familia Robles y uno de
los Cuatro del Sur, se estaba disculpando, ¡incluso
compensándolos!

Zacarías, estaba muy complacido.

—iJa, ja! Les dije, ¡el Señor Cruz es muy hábil!


Miren, ¡incluso logró que Carlos se disculpara con
··························································································································· ®
nosotros!

La familia, que por fin había vuelto en sí, no paró


de alabar a Nataniel.

—SÍ, ¡él es increíble!

No solo se había disculpado con ellos, ¡sino que


los había compensado con mil millones a cada
uno!

Homero y Zacarías estaban felices por eso.

No obstante, no aceptaron la compensación.

Sino que decidieron darle el dinero a Nataniel.

—El Señor Cruz nos dio órdenes, en caso de que se


rehúsen a aceptar la compensación de Carlos,
pueden donarlo al consejo de Ciudad Fortaleza
para que los mandatarios puedan satisfacer las
necesidades de la ciudad y mejorar los
alrededores —les dijo César sonriendo.

Los ojos de Homero y Zacarías se iluminaron ante


la sugerencia y estuvieron de acuerdo al instante.

—Es una gran idea. Donaremos el dinero al consejo


de la ciudad para que puedan mejorar las casas de
la gente, darles becas a los estudiantes pobres y
mejorar las instalaciones de transporte.

Mientras tanto, Carlos parecía enojado porque sus


enemigos estaban discutiendo cómo gastarían su
dinero frente a él. Estaba de mal humor.

Tomás notó la expresión en su rostro y se rio.


—Bueno, Ciudad Fortaleza no lo habría podido
hacer sin usted, Señor Robles. ¡Todo es gracias a

usted!

—¡Señor Robles, puede regresar a Alameda ahora!


Tras lo cual, Carlos no dijo nada y se fue.
Podía escuchar que Tomás decía a sus espaldas:

—César, ¿dejaremos que se vaya solo así? ¿Y si


··························································································································· ®
regresa...?

—El Señor dice que, si se atreve, pagará con su


vida. Si eso sucede, tres millones no serán
suficientes. ¡Tendrá que pagar al menos diez
millones!

Tomás sonrió.

—¿Él vale tanto? ¿Por qué creo que no vale nada en


lo absoluto? ¡Ja, ja! —se burló.

Carlos casi se ahogó por la ira cuando los escuchó


hablando a sus espaldas.

Sin embargo, no tenía opción más que soportarlo.


Suprimió la ira en su corazón y escapó de la
ciudad de inmediato. Juró que se aseguraría de
reportarle las malvadas acciones de Nataniel al
Señor Talavera.

Después, Carlos se apresuró a ir al aeropuerto,


abordó un avión y se fue.

En cuanto se fue, un jet privado aterrizó en el


Aeropuerto Internacional de Ciudad Fortaleza.

En cuanto lo hizo, docenas de hombres


vestidos de traje se abalanzaron hacia él.

Ellos pusieron una cara alfombra roja frente al


avión.

No tardó mucho para que un hombre engalanado


con un traje negro Brioni bajara las escaleras con
sus zapatos de cuero brilloso.

El hombre tenía rasgos atractivos, pero su mirada


era cruel y arrogante. Como si se creyera mejor

que los demás. Era Simeón de la familia Ortiz, uno


de los cuatro del Sur.

Él había ido de vacaciones a Nortania hacía unos


cuantos años y ahí se había encontrado con

Carmen, quien seguía en la universidad en ese


··························································································································· ®
momento. Al instante se sintió atraído por la
inocente chica y comenzó a cortejarla desde ese
entonces.

La familia de Carmen estaba deleitada por esto y


siempre había querido que estuvieran juntos. No
obstante, Carmen sabía que Simeón era un
mujeriego, por ende, se rehusaba a aceptarlo.

Que ella se hiciera la difícil provocaba que él se


esforzara más.

Simeón había nacido en una familia rica y tenía


muchas exnovias. No obstante, sentía un gran
deseo de conquistar a Carmen, quien no mostraba
el menor interés por él.

Incluso así, no descansaría hasta el día en el que


durmiera con ella.

Ayer, los padres de Carmen le habían llamado y le


habían informado que ella estaba en Ciudad
Fortaleza en ese momento, por eso él había ido
ese día.

Mientras descendía por la rampa del jet con


lentitud, un fuerte hombre de mediana edad, cuya
complexión le recordaría a uno a un tanque lo
seguía.

El hombre se llamaba Lino Farías y era el


guardaespaldas de Simeón.

—¡Bienvenido a Ciudad Fortaleza Señor Ortiz!

Una docena de hombres que vestían de trajes


negros lo saludaron a la vez.

Simeón ni siquiera se molestó en mirarlos. Optó


por preguntarle a Lino con tono helado:
—¿Seguiste mis órdenes?

Lino rugió:

—Señor Ortiz, reservé el Restaurante Índigo para


usted para que pueda disfrutar de su comida con
la familia de la Señora Tovar. Si se dirige ahí ahora,
··························································································································· ®
llegará a tiempo.

—¡Ja, ja! ¡Buen trabajo! Estoy seguro de que


conquistaré a Carmen en esta ocasión. —Dejó
escapar una risa de satisfacción.

Capítulo 333 No seas grosera con el Señor Ortiz

El Restaurante índigo era el más caro de la


ciudad.

El dueño era un cocinero, Santiago Luna,


quién antes participaba en los banquetes
del estado.

En esos banquetes, él estaba encargado


de preparar solomillo Wellington, patatas y
hueva de pez. Él era uno de los pocos
cocineros de estrella Michelin en el
mundo.

No obstante, en vista de que ya no era


joven, el Índigo ahora era dirigido por sus
aprendices.

Sin embargo, seguían siendo famosos por


sus deliciosos platillos, por lo que a los
ricos y a los prestigiosos les gustaba a
cenar ahí.

De hecho, solo ellos tenían el derecho de ir


a ese restaurante.

Y ese día, Simeón había reservado todo el


lugar para presumir frente a la familia de
Carmen.

En ese momento, en el salón principal del


Índigo, estaban Carmen y sus padres,
Penélope, Reyna, Leila y Bartolomé,
además de los meseros.

—Papá, mamá, ¿quién nos invitó y reservó


todo el restaurante? ¡Es increíble! —
Carmen estaba curiosa.

Hilario y Petra intercambiaron miradas


··························································································································· ®
antes de intentar sonar misteriosos.

—Un hombre impresionante. Más tarde lo


verás.

—¿Un hombre impresionante? ¿Se trata de


mi cuñado? —Ella abrió los ajos por la
sorpresa.

Hilario frunció el ceño de inmediato,


mientras que Petra se burló:

—¡Ja! Tu cuñado es un mantenido que solo


sabe pelear. ¡El no sabe nada y está muy
lejos de ser impresionante!

La familia de Penélope frunció el ceño al


instante. Carmen estaba a punto de
defender a Nataniel cuando Simeón entró
junto con sus hombres.

Cuando vio a Carmen sus ojos se


¡iluminaron.

—¡Carmen! —exclamó sorprendido.


—¿Simeón Ortiz? Entonces, ¿tú eres el
«impresionante» hombre que nos invitará

a comer? —Ella estaba impactada.

—Carmen, ¡no seas grosera con el Señor


Ortiz! —la reprendió Hilario.

Petra, por otra parte, sonrió y dijo:

—Señor Ortiz, ya está aqui. Por favor,


siéntese junto a Carmen. Le reservamos el
lugar.

Simeón se sentó junto a ella con alegría.


Saludó a Penélope y a los demás con una
sonrisa.

—Debe de ser la prima de Penélope y


ustedes su familia. Gracias por cuidar tan
bien de ella. Le pedía al aprendiz de más
confianza del jefe, Jacobo Luna, que
··························································································································· ®
preparara nuestro almuerzo. Hoy lo
prepararán como si fuera el menú de un
banquete de estado, tienen que probarlo.

Hilario y su esposa sonrieron y lo


halagaron:

—i¡Ja, jal Esta es la primera vez que


disfrutaremos de un menú así. Gracias
Señor Ortiz.

Simeón también sonreía de forma


engreída mientras que Carmen parecía
furiosa. Ella odiaba que Simeón actuara
como si fuera su novio cuando no lo era.

Con un aplauso, Simeón llamó al gerente:

—Dígale al chef Jacobo que sirva los


platillos ahora.

—Sií Señor Ortiz —replicó él de forma


respetuosa.

—Oigan, esperen. Le dije a mi cuñado que


viniera a cenar con nosotros. No ha
llegado, ¡no podemos empezar sin él! —
Los detuvo ella con ansiedad.

—¿Por qué no? Él solo es un parásito. No


tenemos que esperarlo —se burló Hilario.

Petra estaba enojada también.

—Ver a ese perdedor me enoja. No


tenemos que esperarlo.

Mientras que las expresiones de Penélope


y su familia se ensombrecian, Carmen se
apresuró a decir:

—Mamá, papá, no es un perdedor. Creo


que ya casi llega, quizás le negaron la
entrada porque el restaurante está
reservado. ¿Debería salir a echar un
vistazo?

··························································································································· ®
Simeón sintió celos en su corazón al ver
como lo ignoraba Carmen y se
preocupaba por su cuñado.

—Carmen, si tu cuñado no es un perdedor,


encontrará la manera de pasar incluso si el
personal de seguridad le niega la entrada.
Si no puede, entonces en definitiva es un
perdedor.

—Sí, sí. Sí no es un perdedor, encontrará la


forma de entrar. —Hilario y su esposa
estuvieron de acuerdo de inmediato.

Una sonrisa imperceptible y helada


apareció en los labios de Simeón. Antes,
cuando entró, le dijo a su guardaespaldas
Lino, quien tenía una complexión que le
recordaba a uno a un tanque, que vigilara
la entrada para que nadie pudiera entrar a
molestarlos.

Sin importar lo hábil que fuera Nataniel,


nunca podría pasar a Lino.

Capítulo 334 ¿Papá, alguna vez has ido a un banquete de...

Mientras tanto, Lino, con su complexión


como la de un tanque, bloqueaba a
Nataniel.

—No me importa quién te haya invitado.


Las órdenes del Señor Ortiz fueron no
dejar pasar a nadie. Vete en este momento
y no te averguences a ti mismo.

Nataniel estaba ahí para almorzar con su


familia y no esperaba que le negaran la
entrada.

—Nunca me han negado la entrada. Hoy,


entraré al Índigo sin importar qué —le
replicó con calma, mientras lo decía, dio
un paso al frente.

··························································································································· ®
—¿Quieres morir? —resopló Lino y
arremetió con un brutal ataque de hombro.

Quería levantarlo con sus fuertes


hombros.

Pero Nataniel no lo esquivó y se abalanzó


al frente.
¡Tud!

El hombro derecho de Lino golpeó el


izquierdo de Nataniel de inmediato.

¡Crac!

Se escuchó un repugnante sonido de


huesos rompiéndose. El hombro derecho
de Lino se fracturó en ese momento. Dejó
escapar un ensordecedor grito y se
tambaleo por el dolor.

Mientras tanto, Nataniel permaneció


calmado y entró de forma casual. En el
salón Índigo, Hilario había decidido algo.

—El Señor Ortiz tiene razón. No te


preocupes por Nataniel, Si no es un
perdedor, encontrará una manera de entrar,
si no puede, entonces, en efecto, lo es.

Carmen se molestó en demasía al


escuchar sus palabras, mientras que
Penélope parecía avergonzada e inquieta.
Ya que todo el restaurante estaba
reservado hoy, se preocuparon de que no
dejaran pasar a Nataniel.

Simeón tenía una sonrisa en su rostro. Sin


que los demás lo supieran, le había dicho
a Lino que no dejara entrar a nadie,

«Si insiste en entrar, le dará un puñetazo


en el rostro, ¿no?». Cuando pensó en esto,
su sonrisa se hizo más amplia.

No obstante, un hombre alto y fuerte de


ojos brillantes caminó desde la entrada,
··························································································································· ®
apareciendo frente a todos.

«¡Ese es Nataniell»,

—¡Nataniel! —gritó Carmen, emocionada.

Penélope estaba extasiada también.

—¡Nataniel! Estás aquí.

Tanto Bartolomé como Leila suspiraron de


alivio. Tenían miedo de que no lo dejaran
pasar y que la familia de su cuñada se
burlara de él por ser un perdedor.

Mientras tanto, Simeón lo miraba


sorprendido. Entonces volvió en sí.

—¿Eres Nataniel Cruz? ¿Cómo entraste?

—Entré caminando, por supuesto, —Él


sonrió con frialdad.

—Eso es imposible, le dije a Lino que no


dejara entrar a nadie. ¿Dónde está? —le
preguntó él, enojado.

En cuanto terminó de hablar, Lino entró,


sostenía su hombro derecho y su rostro
tenía una mueca de dolor.

—Señor Ortiz, este hombre se coló. Intenté


detenerlo, pero fracturó mi hombro
derecho, entonces no pude... —dijo Lino
con la frente perlada de sudor.

Los ojos de Simeón se abrieron de par en


par y se quedó baquiabierto. Era obvio que
no creía lo que había pasado,

Su guardaespaldas era como un tanque y


era lo bastante fuerte como para destrozar
un muro. ¿Cómo diantres había logrado
Nataniel romper su hombro?

«¡Eso es imposible!»,

··························································································································· ®
Lino miró a Nataniel con furia.
—Señor Ortiz, ¿debería de ordenarle a
nuestros hombres que lo saquen? —

preguntó.

—No será necesario. Puedes irte ahora. —


El quería ser un caballero frente a Carmen,
por lo que descartó esa idea.

—¡Sí, Señor! —replicó.

Nataniel se aproximó a Simeón y se paró


junto a él. Se inclinó más cerca y le
susurró en el oído.

—¿Fuiste el que le dijo a Daniel del Salón


Dinastía Diamante que me causara
problemas y me rompiera las piernas?

Los ojos de Simeón se abrieron de par en


par de nuevo. Había escuchado las
noticias de que Daniel lo había echado a
perder.

No obstante, nunca supo que Nataniel


había descubierto que él fue quien le dio
las órdenes a Daniel.

Nataniel ignoró al sorprendido Simeón y


se sentó junto a Penélope. Cargó a Reyna
y le dio un beso en sus regordetas
mejillas,

—Mi querida, ¿qué pediste para almorzar?


—preguntó sonriendo.

Ella se rio y dijo:


—Papá, este hombre dijo que prepararán
un banquete de estado para nosotros, pero
no sé qué significa eso. ¿Alguna vez has
ido a alguno?

—El año pasado, después del Desfile del


Día Nacional, fui al banquete de estado. La
comida estuvo bien —respondió él con una
risa,
··························································································································· ®
Simeón, la familia de Carmen y la familia
de Penélope se quedaron sin aliento de
inmediato.

No era porque estuvieran sorprendidos,


más bien porque pensaban que Nataniel

estaba alardeando demasiado.

¿Cómo se atrevía a decir que había ido a


un banquete de estado?

Ese banquete no era uno al que la gente


normal pudiera asistir.

¡Muchos adinerados y arrogantes


directores de empresas que tenían miles
de millones no podían ir a uno ni una vez
en su vida!

incluso la familia Ortiz, que era una de los


Cuatro del Sur, no había asistido a un
banquete de estado por décadas.

¿Cómo se atrevía este hombre

desempleado a hacer alarde de haber ido


a uno?

Capítulo 335 No eres nada

—¡Qué montón de tonterías! ¿Cómo te


atreves a pretender que alguna vez has ido
a un banquete de estado? —resopló
Simeón de inmediato.

—Créanlo o no, lo he hecho —replicó


Nataniel con calma.

Hilario quería que su hija estuviera con


Simeón ese día, por lo que no estaba de
humor para escuchar los alardes de
Nataniel. Se sentía impaciente y dijo:

—Ya basta, no estamos aquí para


escuchar tus tonterías. Pídanle al chef
··························································································································· ®
Jacobo que sirva los platillos ahora.

Simeón sonrió.
=Si, sirve la comida ahora. Mostrémosle al
farsante lo que en verdad es un banquete

de estado.

Entonces, sirvieron muchos platillos


deliciosos que le podrían hacer agua a la
boca a uno, como: Sopa francesa
horneada de cebolla, tartas de cangrejo
azul y perdiz a las brasas.

Hilario y Petra sacaron sus teléfonos para


tomar fotos y subirlas a sus redes sociales
antes de disfrutar la comida. Todos en la
mesa halagaron mucho los platillos.

Incluso Carmen tuvo que admitir que


estaban deliciosos.

Era evidente que Hilario sentía júbilo.

—Gracias al Señor Ortiz, podemos


disfrutar el menú de un banquete de
estado.

Petra tenía una suntuosa sonrisa en su


rostro también.

—Escuché que el Índigo solo les sirve este


menú a sus invitados más distinguidos.
No cualquiera puede pedirlo.

—¡Ja, jal Está bien, después de esta


comida ese fanfarrón podrá decir que ha
comido un banquete de estado. —Simeón
estaba complacido. Se giró para mirar a
Nataniel y lo provocó de forma casual.

Él era el fanfarrón del que hablaba.

Los ojos de todos se posaron en Nataniel,


quien permaneció calmado mientras
alimentaba a su hija.

··························································································································· ®
—Papá, ¿tú has ido a un banquete de
estado, no? ¿Cuál es la diferencia con
este? —inquirió Reyna.

Penélope se sintió incómoda cuando


escuchó las palabras de su hija. Su
esposo solo estaba alardeando, pero su
hija era la que le creyó.

«De todas las preguntas que pudo hacer,


¿por qué tuvo que preguntar eso?».,

Simeón, Hilario y Petra se desternillaron de


risa.

—Si, Nataniel. Dijiste que fuiste al


banquete de estado. Dinos, ¿cuál es la
diferencia de los platillos que sirvieron
hoy?

Penélope y su familia lo miraron


preocupados porque tenían miedo de que
se avergonzara a sí mismo.

No obstante, él estaba inmutable.

—El sabor es casi el mismo. Pero hay un


platillo que falta aquí... El solomillo
Wellington —replicó.

—Ese es el platillo más famoso del


banquete de estado. Todos saben eso. No
lo sirvieron hoy porque tiene que ser
preparado de antemano —resopló Simeón

»Además, el platillo por el que el chef


Santiago Luna es famoso es por el
solomillo Wellington. Puede que Jacobo
sea su mejor aprendiz y que haya
aprendido la mayoría de las habilidades de
Santiago, pero todavía no es lo bastante
hábil como para prepararlo. Por ende,
decidió no hacerlo para no arruinar la
reputación de Santiago.

»En el Índigo, el único chef de estrella


Michelin es Santiago, quien puede
··························································································································· ®
prepararlo a la perfección. No obstante, no
ha estado en la cocina en mucho tiempo.
Le llamé para pedirle que preparara el
platillo, pero se rehusó.

—Eso significa que no lograste


convencerlo de que preparara el solomillo
Wellington, ¿o no? —se burló Carmen.

—No solo soy yo, Nadie puede pedirle que


cocine —replicó Simeón, desafiante—. Ya
que él es el chef de más alta categoría, se
encarga de preparar los platillos para los
diplomáticos más importantes en los
banquetes de estado. Además, nadie en
toda la nación podría hacer que una
persona tan obstinada como él cambie de
opinión.

Tras escuchar su explicación, Reyna


estaba segura de que ese platillo debería
de ser delicioso.

Miró a Nataniel e inquirió con su dulce voz:

—Papá, quiero comer solomillo Wellington,


¿puedo?

Él le dio unas palmaditas en la cabeza.

—De acuerdo, si quieres comer eso, le


pediré al chef de estrella Michelin que te lo
prepare.

Sus palabras impactaron a todos en la


mesa.

Penélope y su familia se quedaron en


silencio, sintiéndose incómodos.
«¡Nataniel está yendo muy lejos!».

Mientras tanto, Hilario y Petra emitían una


risita ahogada.

Simeón estaba terriblemente enfadado.


Admitió que no podía invitar a Santiago,
¡pero Nataniel decía que él sí podía! Eso
··························································································································· ®
era como una bofetada en su rostro.

Su rostro lucía enojado mientras decía con


frialdad:

—¡ Ja! ¿Quién te crees que eres? ¿Por qué


un chef de estrella Michelin aceptaría una
invitación tuya y cocinaría para nosotros

Capítulo 336 El chef todavía no ha llegado

Los ojos de Carmen se movían en sus


alrededores mientras le llevaba la
contraria a propósito.

—Podría hacerlo. Mi cuñado podría


invitarlo. Simeón, ¿por qué no hacemos
una apuesta?

Simeón estaba confundido.

—Por favor, ilústrame.

—Si Nataniel no logra invitar al chef,


perderé y seré tu novia. Pero si lo logra,
perderás tú y nunca volverás a

molestarme.

Él se quedó sorprendido cuando la


escuchó, pero saltó de alegría al instante.

—De acuerdo, tenemos un trato.


—¡Hecho!

Entonces Carmen se giró para ver a


Penélope y a Nataniel:

—Penélope, Nataniel, en verdad odio a este


sujeto. ¡Nienen que ayudarme! ¡Tienen que
invitar al chef para que prepare el
solomillo Wellington y así él admita su
derrota!

Penélope se apresuró a agitar su mano.


··························································································································· ®
—Carmen, no puedo ayudarte. Tu cuñado
solo alardeaba. No importa que Reyna le
crea. ¿Por qué lo hiciste tú también?
Apresúrate a cancelar la apuesta con el
Señor Ortiz. No juegues con tu vida
amorosa.

Incluso Bartolomé y Leila se apresuraron a


convencerla de que cancelara la apuesta.
No obstante, Hilario y Petra los
interrumpieron con premura:

—Carmen, tú eres la que sugirió la apuesta,


por lo que no puedes arrepentirte de tus
palabras. La apuesta continúa.

Carmen los ignoró y miró a Nataniel de


forma lastimera, esperando su respuesta.
Nataniel miró a Bartolomé y a su esposa,
quienes le estaban aconsejando que
cancelara la apuesta antes de girarse para
ver a Hilario y Petra, los cuales, era obvio
que querían vender a su hija.

¡Los que no los conocieran, pensarían que


Bartolomé y su esposa eran los padres de
Carmen!

Con su hija en sus brazos, dijo con tono


frío:

—No me importa tu apuesta. Mi hija dijo


que quería comer solomillo Wellington y
por eso estuve de acuerdo en invitar al
chef para que viniera a prepararlo para
nosotros. Eso es todo.

—¡Bien! —Carmen se sintio deleitada

cuando escuchó sus palabras y rio con


felicidad.

Simeón pensó que Nataniel ya se estaba


deslindando de la responsabilidad. Tenía
miedo de que Carmen se echara para
atrás, por lo que añadió:
··························································································································· ®
—De acuerdo Carmen, nuestra apuesta
está en marcha. Veamos cómo ese

fanfarrón invita al chef para que nos


prepare el platillo.

«¿A qué se reflere con “cómo”? Solo lo


llamaré, por supuesto».

Nataniel sacó su teléfono y llamó a César.


—Mi hija quiere solomillo Wellington. Invita
al chef de estrella Michelin para que se lo
prepare.

Colgó en cuanto dio esa orden.

Sus palabras dejaron atónitos a todos,


incluyendo al gerente y a los meseros.

«¿Nataniel solo dio una orden por

teléfono? ¿Cree que un chef de esa


categoría solo accederá a sus exigencias
con tanta facilidad? ¡Ja! ¡Qué siga
soñando!».

Todos sabían que ese chef era una


persona muy obstinada y con un
temperamento muy fuerte.

Simeón se burló de inmediato:

—iJa, ja! Esta mañana, cuando le llamé y le


imploré que cocinara para nosotros, me
dijo que no estaba interesado. ¿Quién eres
tú para convocarlo aquí con solo una
orden?

Incluso Hilario y Petra comenzaron a


burlarse de Nataniel por presumir más de
lo que podía hacer. Mientras que Penélope
y sus padres se veían muy ansiosos,
Nataniel les había hecho una promesa.
¿Cómo resolverían el asunto ahora?

Antes de que se dieran cuenta, ya habían


··························································································································· ®
pasado diez minutos. Simeón miró su reloj
y se burló.

—Nataniel, dijiste que invitaste al chef con


el fin de que cocinara para ti. Ya pasaron
diez minutos, pero no lo veo. ¿Dónde está?
Si no puedes hacerlo, ¡no desperdicies
nuestro tiempo!

Hilario se giró para ver a Nataniel.

—Nataniel, ¿por que no está el chef aquí


aún?

—Sí, ¿dónde está? —Las manos de Petra


estaban en su cintura mientras
preguntaba.

—Estoy aquí,

Justo cuando Simeón y los demás le


pedían explicaciones a Nataniel, una

estruendosa voz reverberó en la entrada.

Un viejo hombre con uniforme de chef con


las palabras: «Chef de estrella unto con
sus ayudantes. El llevaba un cuchillo de
cocina en su mano.
Capítulo 337 El banquete de estado del chef Santiago Luna

El viejo hombre era regordete y sus


mejillas estaban sonrojadas. Parecía tener
una sorprendente energía.

—¿Es usted el chef del banquete y el chef


de estrella Michelin?, ¿el Señor Luna? —
exclamó Penélope sin poder evitarlo.

El chef dejó escapar una carcajada.

—SÍ, soy Santiago Luna. Puede que haya


algunos imitadores. ¡Pero mi cuchillo
puede probar quién soy!

Al decir eso, todos miraron su cuchillo.


Había palabras gravadas en él: «Chef del
··························································································································· ®
Banquete de estado, Chef Estrella
Michelin. Regalo del Gran Consejo».

Penélope dejó escapar una risita.

—Señor Chef, ¿está aquí para prepararnos


el solomillo Wellington?

Santiago hizo una profunda reverencia


ante Nataniel antes de sonreírle a
Penélope y a Reyna.

—¡Ja, ja! Si no estoy equivocado, ustedes


deben ser la Señora Cruz y la pequeña
Señora Cruz. Sí, escuché que el Señor Cruz
deseaba comer mi solomillo Wellington,
por lo que me apresuré a venir para
preparárselo. Miren, incluso traje mi
cuchillo. ¡Ja, ja!

Penelope y su familia estaban impactados,


pero extasiados en ese momento. Por otra
parte, Petra e Hilario estaban estupetfacios
por el giro en los acontecimientos.

Simeón no estaba mucho mejor. En


cuanto el chef llegó, sus ojos se habían
abierto de par en par y se quedó
boquiabierto.

En ese momento, quería darse dos


bofetadas para ver si no estaba
alucinando. ¡Era demasiado ridiculo como
para ser verdad!
Se obligó a calmarse y fue a saludar a
Santiago.

—Hola, Señor. Soy Simeón, de la familia


Ortiz de Alameda. Reservé su restaurante
el día de hoy. Esta mañana lo invité a que
cocinara para nosotros, pero me rechazó.
Entonces, ¿por qué vino cuando lo llamó
Nataniel?

Él frunció el ceño y miró a Simeón antes


de girarse para ver a Nataniel.

··························································································································· ®
—Señor Cruz, ¿él es su amigo?
—No —respondió con calma.

«Ah, entonces no son amigos».

—¿Quién eres tú para compararte con el


Señor Cruz? —le replicó de forma fría.

Simeón se puso de un color rojo intenso y


casi explotó de ira.
No obstante, Nataniel sonrió.

—Señor Luna, mi hija quiere comer el


solomillo Wellington ahora, pero tengo
entendido que deben de prepararlo de
antemano. ¿Puede preparar algo similar lo
más pronto posible?

—Ese platillo tiene que ser preparado de


antemano porque la carne tiene que
enfriarse de un día para otro. No obstante,
el Índigo es el mejor restaurante del área,
por ende, tenemos todos los ingredientes
necesarios. Los otros restaurantes tienen
que prepararlo con un día de antelación,
pero yo puedo hacerlo en tan solo unas
horas.

—Gracias Señor Luna. —Nataniel Sonrió.

—Es un honor cocinar para usted, Señor


Cruz. —Santiago se rio.

El gerente, los meseros y los demás chefs


flanquearon al chef de estrella Michelin
cuando él regresó a la cocina.

—¡Nataniel, eres asombroso! ¡En verdad


Invitaste al chef para que cocinara para
nosotros! Simeón, perdiste. De ahora en
adelante ya no me molestarás. —Carmen
se desternilló de risa.

El rostro de este se ensombreció. En lugar


de culpar a Carmen, se giró hacia Nataniel,
enojado.

··························································································································· ®
—¿Cómo demonios hiciste esto?

Nataniel sonrió.

—Santiago trata a los soldados con


respeto. Acabo de salir de la milicia hace
poco tiempo y él me respeta por contribuir
a nuestro país, entonces vino a cocinar
para mí.

«¿En serio?».

Simeón estaba a punto de explotar de ira.

Fijó su mirada en él y lo amenazó:

—Yo me andaría con cuidado si fuera tú.


Esto no ha acabado.
Tras decir eso, Simeón salió junto con sus hombres.

Hilarlo y Petra, sin embargo, estaban conmocionados


y furiosos. No esperaban que Nataniel arruinara las
cosas entre su hija y Simeón,

Respecto a Penélope y su familia, ellos estaban


impactados e incómodos, Carmen era la única
persona en la mesa que estaba llena de júbilo.

Era como si no vlera las crueles miradas en el rostro


de sus padres. Ella le lanzó una sonrisa de alegría a
Nataniel.

—MNataniel, ¡buen trabajo! Por fin se fue esa molesta


Mosca.

—Invité al chef para que le preparara el solomillo a


Reyna, Tu apuesta no tlene nada que ver conmigo —
replicó él de forma casual,

Hilario y Petra estaban a punto de regañar a Nataniel,


pero sus palabras fueron efectivas para hacer que se

callaran.

En efecto, Nataniel no se metió en los asuntos de


Carmen,

··························································································································· ®
Sino que fue Simeón quien se burló de él sin cesar
cuando escuchó que podia invitar al chef Michelin
para que cocinara para ellos. Carmen era la que había
sugerido la apuesta y Simeón había estado de
acuerdo de buena gana

Nataniel tenía razón, ¡él no había hecho nadal

Ahora, Simeón había perdido la apuesta y se había


escapado de inmediato. No estaría blen culpar a
Matanlel

Bartolomé y Leila consolaron a Hilario y a Petra.

—Al ser padres, no deberíamos de meternos en las


relaciones de nuestros hijos. Dejen que la naturaleza
siga su camino

Hilario y Petra estaban enojados, pero no tenfan olra


opción más que aceplar la realidad,

Dos horas más tarde, sirvieron el solomillo Wellington


del Chef Santlago.

La fragancia del platillo inundó todo el salón, nadie


pudo evitar salivar. Cuando Natanie! y su familia
probaron el platillo, sus ojos se abrieron porla
sorpresa y de Inmediato alabaron sus excepcionales
habilidades.

El Chef sonrió tanto cuando escuchó sus halagos,


qué se notaron sus líneas de expresión, como si fuera

un niño.

Cuando terminaron de comer, ya eran las sels de la


tarde.

Todos los presentes en el Índigo se fueron juntos.


Sus BMW acababan de salir del estacionamiento
cuando diez Audi A4 negros aceleraron para
alcanzarlos de pronto.

Los Audi los rodearon y más de treinta hombres se


dirigieron hacía ellos con semblante agresivo,

Cada Uno de los hombres tenía una barra de hlerro en


··························································································································· ®
la mano mientras se acercaban a Nataniel gruñendo
de forma cruel.

En el otro BMW Hilario y Petra se regodeaban por la


desgracia de Nataniel con Carmen, quien conducía el
auto

—¡ Jal El Señor Ortiz envió a sus hombres para


enseñarle una lección a Nataniel, Están aqui por él,
entonces no nos atañe este asunto. Podemos
quedarnos aquí y disfrutar del espectáculo.

En el otro BMW Penélope le decta a Mataniel con un


dono urgente:

¡Oh no! Estos hombres parecen peligrosos, ¿Los


envió Simeón para causarnos problemas?

No te preocupes, no es nada, —Á pesar de todo, él


tenía una sonrisa en su rostro.

Justo cuando lo decía, dos Jeeps negros llegaron ala


escena,

Estos se estacionaron frente a los BMW y ocho


hombres fornidos salieron de ellos con premura,

Eran la Élite 8, quienes estaban encargados de


proteger a Nataniel y a su familia en secreto.

La Élite 8 estaba vestida de negro. No obstante, por


sus fornidas figuras, los trajes que usaban daban la
impresión de ser armaduras negras. Cuando salieron
de sus autos, se abalanzaron de inmediato hacia los
hombres que tenian las barras de hierro en sus
manos.
Era justo como Penélope había dicho... Los había
enviado Simeón para darle una lección a Nataniel.

No esperaba que este tuviera guardaespaldas a su


lado. Sin embargo, no tenían miedo porque
superaban en número a sus guardaespaldas. Por
ende, sujetaron sus barras de hierro con crueldad y
se prepararon para la batalla.

La confrontación sucedería en cualquier momento,

··························································································································· ®
Los miembros de la Élite 8 se movieron de inmediato
y ocho hombres de negro fueron noqueados en un
instante.

El resto de los hombres los miró con incredulidad.


«¿Cómo pueden ser tan hábiles ocho hombres con
trajes?».
La Élite 8 nunca titubeaba, Cada movimiento que
hacian era rápido como un relampago y fuerte como
una montaña,

Pasaron por los hombres como s| fueran un tanque,


noqueándolos con facilidad,

En un abrir y cerrar de ojos, todos ellos terminaron en


el piso, gimoteando y gimiendo de dolor porque sus
extremidades estaban rotas.

Penélope, Carmen y los dernás se quedaron


impactados al ver la escena,

—Parece que hay dos pandillas peleando. No tlene


nada que ver con nosotros, Vámonos —dijo Nataniel
con una sonrisa

Tras decir eso, condujo y Carmen se apresuró a


seguirlo.

Mientras tanto, Simeón quien estaba sentado en un


Starbucks en la carretera. Se quedó sin habla por lo
que había visto.

Había elegido un asiento cerca de la ventana porque


quería ver corno sus hombres golpeaban a Nataniel.

Nlen sus sueños más alócados esperaba que Unos


cuantos hombres de lraje aparecieran de pronto y
derrotaran a docenas de sus hombres.

seguía impactado cuándo la puerta del café se abrió


de pronto.

Tomás y sus hombres entraron dando zancadas y


con semblantes sombrios.

Miraron a su alrededor antes de posar su mirada en


Simeón y enlos demás. Una helada sonrisa apareció
··························································································································· ®
enel rostro de Tomás.

—Señor Ortiz, el Señor Cruz me dijo que le diera una


cálida bienvenida.

¡Tonterías! Soy Simeón, de la familia Ortiz, uno de


los Cuatro del Sur. $1 se atreve a tocarme, ¡mataré a
toda su familia! —Un dejo de miedo apareció en sus
ojos al escucharlo.

¡Jal La última persona que le habló así al Señor


Cruz fue Jorge Zulueta, el hijo mayor de la farnilia
Zulueta, también uno de los Cuatro del Sur. ¡Está
descansando en su tumba en este momento! —se
burló Tomás.

Simeón estaba estupefacto. Había escuchado que


algo le habia pasado a la familia Zulueta hacia
tiempo, pero no sabía los detalles.

Solo en ese momento se dlo cuenta de que Matanlel


era el que habla destruido a la familla Zulueta él solo.

Simeón se quedó tan impactado que no dijo nada,


Tomás dejó escapar una helada risa y les hizo una
señal a sus hombres,

—Rómpante la pierna para enseñarle una lección.


Los hombres detrás de Tomás se apresuraron a ir

hacia Simeón como una manada de lobos


hambrientos y los guardaespaldas de Simeón
fueron nogueados al unisono,

Incluso derribaron de una patada a Simeón y su


pierna izquierda se rompió cuando la golpearon con
una barra.

—¡áasargh!

Sus ensordecedores gritos reverberaron.en la


cafetería.

Tomás entrecerró sus ojos con calma y le ordenó:

—Regresa a Alameda de inmediato. El Señor Cruz dijo


que nadie de la familia Orilz de Alameda tiene
··························································································································· ®
permitido entrar en Ciudad Fortaleza de ahora en
adelante. De lo contrario, sufrirán un infierno.

Esa misma noche, Simeón se apresuró para Iral


hospital de Alameda con su pierna rota,

Hubo dos noticias sorprendentes en los titulares de


Alameda en un solo día.

La primera era que Carlos Robles había sido


derrotado en Ciudad Fortaleza, Sus hombres estaban
muertos y había sido obligado a pagar tres mil
millones antes de que le permitieran regresar a
Alameda.

La otra noticia era sobre Simeón, de la familia Ortiz.


Nataniel habla roto su plerna izquierda y lo habla
corrido de Ciudad Fortaleza,

La alta sociedad de Alameda estaba en extremo


impactada por las noticias.

Todos comenzaron a hablar de Mataniel,


preguntándose quién era. «¿Esta tratando de acabar
con los Cuatro del Suriuno por unos,

¿Él no sabía que los Cuatro del Sur eran p*rros


crueles educados por el Rey del Sur?

Tras ofenderlo, ¿podría sobrevivir en el Sur?

Mientras tanto, en la habitación VIP del Hotel del


Alba, Josué Quirarte, que portaba un traje blanco,
estaba ordenéndole a sus hombres que le entregaran
un millón en efectivo en un maletín a un hombre de
mediana edad vestido de gris.

—Señor Fineas, déjeme agradecerle de antemano.


Después de que tenga éxito, le pagaré
generosamente —dijo Josué con una sonrisa.

El hombre, cuyas mejillas estaban sonrojadas por el


delelte, era nada menos que Flneas Peralta, el
adivino. Él tomó el maletín y replicó con una sonrisa:

—Señor Quirarte, no se preocupe. Me encargaré de


Penélope.
··························································································································· ®
Entonces se fue fellz con el maletín en la mano.

Cuando Fineas se fue, Josue se quedo en la


habltación WIP con sus dos hombres.

—Señor Quiroz, ese Fineas dice ser un adiv/no, pero


no es más que un charlatán. ¿Está bien pedirle
ayuda? —Uno de los hombres no pudo evitar
preguntar
¡Ja! Por supuesto, sé que es un charlatán. No
obstante, puedo usarlo para engañar a otros. — Josué
solo se rio—. Quiero engañar a Penélope para que
deje a Nataniel y termine en mi cama, ¡cuando ella
sea mía el Grupo Cruz me pertenecerá! ¡Esto será una
destrucción drástica!

Los dos hombres intercambiaron miradas antes de


replicar con tono respetuoso:

—¡Señor Quiroz, ese es un excelente plan!

Mientras tanto, Fénix, la fábrica. de fármacos en la


que Grupo Cruz había invertido, seguía en
construcción. Estaban buscando producir la vacuna
para el cáncer de higado.

Mientras bulldozers entraban y salian de la


construcción, los empleados hacían su arduo trabajo
bajo el sol.

Penélope, la presidenta del Grupo Cruz, Bartolomé, el


gerente de la fábrica y los demás ejecutivos estaban
inspeccionando el sitio.

Ella estaba escuchando el reporte del equipo de


comunicaciones mientras les pedía a sus ejecutivos
que prepararan bebidas frias para los trabajadores
por el clima cálldo. Al mismo tlempo, estaba
haciendo arreglos para que recibieran un mejor
salario.

Bartolomé y los demás asintieron, estaban de


acuerdo en llevar a cabo sus órdenes.

Penélope continuó Inspeccionando el sitlo con les

··························································································································· ®
demás, De pronto, notó que algunos de los hombres
que estaban cerca no estabán usando el casco de
seguridad, le apuntaban con sus dedos al sitlo,

—¿Quienes son esos hombres? ¿Por qué no están


usando los cascos de seguridad? —preguntó ella
frunciendo el ceño—, ¿Y si ocurriera un accidente?

Los ejecutivos sacudieron sus cabezas porque no


sabian quiénes eran, No eran ni del Grupo Cruz, ni del
equipo de construcción.

Creo que es el Señor Peraltal —exclamó Bartolomé.

—¿El Señor Peralta? ¿Quién es él? —Penélope estaba


curiosa,

Bartolomé no podía ocultar su emoción.

—Es el famoso adivino que ha aparecido en varios


programas de televisión. ¡Fineas Peralta! He
escuchado que varias celebridades le piden que les
diga su destino, Él es hábil en la astrología y la
numerología.

Penélope no creía en lodas esas cosas porque creía


en la clencia, Por lo que frunció el ceño y dijo:

—Es un estafador, no un adivino. —Ella apenas habla


terminado de hablar cuando Flneas se le acercó con
sus dos aprendices.

El abrió sus labios y masculló:

—Deben de ser los ejecutivos del Grupo Cruz. Me


alegra que estén aquí, Soy Fineas Peralta, un adivino.
Me especializo en astrología y numerología, Pasaba
por su construcción y vi una debil luz roja, lo cual es
un mál presaglo.

Bartolomé y los demás palidecieron de inmediato, A


lo que más temían era a los accidentes en la
construcción. Los trabajadores eran supersticiosos
para prevenir que algo así pasara.

Penélope estaba enojada,


··························································································································· ®
¡Tonterias! ¡Seguridad, saquento, ahora!

Al instante, los guardias de seguridad del sitio de


construcción estaban a punto de correr a Fineas,
pero él alzó su mano para detenerlos,

Se glró hacia Penélope y le dijo de forma adusta:

—La astrología data de al menos unos cuantos


milenios. ¿Cómo se atreve a refutarla? Sugiero que
detengan la construcción ahora. De lo contrario, algo
malo pasará pronto.

Penélope sentía mucho desdén por sus palabras. En


ese momento, sucedió una conmoción entre los
trabajadores justo enfrente. Resultó que tres se
habían desmayado por insolación.

Penélope puso una expresión triste mientras le


ordenaba a los demás que enviaran a los
trabajadores que se habían desmayado al hospital.

Un dejo de deleite apareció en los ojos de Fineas.


Mantuvo su compostura y le dijo a Penélope:

—Bueno, no quisiera decirlo, pero... Se lo dije,

Penélope estaba a punto de responder cuando


Fineas añadió:

Sé que dirá que es normal para los trabajadores


sufrir insolación durante el verano, ¿pero cree que es
normal que se desmayen tres trabajadores al mismo
tiempo?

»Adernás, esto es solo el principio. Si la


construcción continúa, algo peor que una insolación
sucederá pronto.

Bartolomé y los demás ejecutivos se pusieron


pálidos como fantasmas por sus palabras. Se
apresuraron a preguntar:

—Señor Fineas, ¿qué pasará si no paramos la


construcción?

—Dije que algo malo pasará. Eso quiere decir que


··························································································································· ®
más de un hombre morirá si no se detienen pronto —
resopló Fineas.

Sus palabras impactaron a todos.

Penélope estaba furiosa.

—¡M*erda! ¡Llamare a la policía para que lo pongan


tras las rejas!

Sin embargo, Fineas permaneció calmado.

—Soy un adivino. Ya le dije que algo malo sucederá


en el sitio de construcción, no puedo hacer nada si no
confía en mí. Además, tengo un consejo para usted,
No luce bien hoy. Parece que algo malo le pasará
pronto, entonces, dígale a su chofer que sea
cuidadoso.

Tras decir eso, se apresuró a irse con sus dos


asistentes. El rostro de Penélope estaba lracundo
mientras lo veta irse,

—¿Puedes creerle a este tlpo? ¡Qué tonterla!

No obstante, Bartolomé y los demás estaban


preocupados,

—El Señor Peralta dijo que algo malo pasaría aquí,


El enojo de Penélope era evidente

—Papá, ¿cómo puedes confiar en el? Silo


escuchamos, ¿renunciaremos a la fabrica en la que
hemos invertido miles de millones? Continden con su
trabajo, ¡cualquiera que difunda rumores falsos será
arrestado!

Tras advertirles, Penélope se fue junto con Bartolomé


y se dirigieron a casa.

Cuando estaban en camino, Penélope conducía


sin problemas entonces, una camioneta aceleró en
una intersección frente a ellos y golpeó el

Tanto el capo de la camioneta como el del BMW


quedaron destruidos, pero por fortuna, nadle salio
herido,
··························································································································· ®
Penélope y Bartolomé estaban muy preocupados y le
llamaron a la policía y a la agencia de seguros.

En ese momento, un auto negro que pasaba por ahí


se detuvo a su lado. La ventana del auto bajó,
revelando al adivino, Fineas. Él no hacía más que
sonreir y saludo a Penélope:

—Señora Sosa, le dije que fuera cuidadosa


conduciendo. ¿Por qué fue tan desculdada?

Penélope no creía en la astrología, pero después de


que Fineas predijera el futuro con tanta precisión dos
veces seguidas, cas! estuvo convencida.

«¿Este hombre será autentico?».

Su padre, por otro lado, le tenía muchísimo respeto.


Fue hacia él con un cigarrillo para aplacarlo.

—Señor Peralta, mi hija sigue siendo ingenua, Por


favorno se enoje con ella,

—No lo haré, encontrarme con ustedes fue obra del


destino. Solo les estoy dando un consejo. —Fineas se
rio

Bartolomé estuvo de acuerdo con rapidez.


Señor Peralta, sé lo hábil que es. Por favor, ayúdenos,

—De acuerdo. Les daré otro consejo —asintió él. Hizo


una pausa y miró a Penélope antes de continuar con
tono serio—. Señora Sosa, no puede casarse con
alguien que se apellide Cruz. Si lo hace, usted será la
causa de su muerte.

Su rostro se ensombreció y Penélope ya no pudo


contenerse.

—¿Está aquí para causarme problemas porque sabe


que el apellido de mi esposo es Cruz? —le espetó ella,
enojada.

—Que coincidencia. —Fineas parecia desconcertado.

—Deje de fingir. Debe haberme investigado de


··························································································································· ®
antemano —resopló Penélope.

—No lo hice. Está pensándolo demasiado. Además,

considérelo. Cuando se casó con su esposo, ¿el


comenzo a involucrarse a menudo en peleas? ¿Lo

han molestado a menudo otros que quieren


lastimarlo o matarlo, no?

Penélope estaba impactada. En efecto, después de


que se casaron, Nataniel a menudo estuvo
involucrado en conflictos y peleas.

Incluso ayer, Simeón había enviado a sus hombres


para enseñarle una lección.

Ya que Penélope se había quedado sin habla, Fineas


se sintió en extremo complacido consigo
mismo.

»Parece que tengo razón. Señora Sosa, no puede


casarse con un Cruz. Si lo hace, usted causará que su
suerte se proyecte hacia su familia. Entonces, él
estará condenado para siempre y sufrirá una terrible
muerte después de eso.

»No puede ser tan egoísta. Debe de tener conciencia,


deje a su esposo ahora y deje de perturbarlo.

El rostro de Penélope palideció cuando escuchó su


consejo.

»Además, ya leí su fortuna. Su príncipe encantador es


un hombre que se apellida Quirarte. Solo si se casa
con alguien que tenga ese apellido, tendrá una vida
feliz —continuó Fineas.
Cuando Natanlel se enteró del accidente de auto de
Penélope y Bartolomé, se apresuró al lugar, pero ya
que no estaban heridos, dejó que la policía y la
aseguradora se encargaran del caso.

Entonces, llevó a Penélope y a Bartolomé a casa.

De regreso, ella se veía perturbada. El consejo de


Fineas continuaba sonando en su cabeza, «Si se
casa con un Cruz, causará que su suerte se proyecte
··························································································································· ®
hacia su familia, Entonces, él estará condenado para
siempre y sufrirá una terrible muerte después de eso.

No puede ser tan egoísta. Debe de tener conciencia,


deje a su esposo ahora».

Nataniel la miraba mientras conducía. Era obvio que


le sucedía algo. Entonces miró a su suegro, quien
estaba elucubrando en el asiento trasero del auto.

Frunció el cefio, se preguntaba sl estaban


impactados por el accidente o si había pasado algo
antes.

Nataniel se mantuvo calmado mientras conducía


Cuando por fin llegaron a casa, fue al balcón y llamó
a César.

—Averlgua lo que le pasó á ml esposa, parece


alterada.

No tardó mucho para que César averiguara lo de


Penélope y el adivino, Fineas. Le reportó todo a
Nataniel y concluyó:
Me enteré de que Josué Quirarte fue quien envió al
adivino. Trató de asustar a la Señora Cruz para que lo
dejara y así Josué podría apoderarse de todo,

La expresión de Nataniel se volvió helada.

—Es ese mujeriego de nuevo. Sigue planeando


maneras de tener a miesposa. ¿Acaso desea morir?

—¿Por que no enviamos a nuestros hombres a matar


a Josué y a Fineas? —sugirió César.

—No te preocupes —dijo Nataniel—. Esto es lo que


tienes que hacer ahora...

Después de darle algunas órdenes a César, colgó.

El día de mañana era sábado, por lo que Nataniel y


Penelope llevarían a Reyna al parque de diversiones.

Penélope no pudo dormir en toda la noche porque


estaba repleta de ansiedad.

··························································································································· ®
Parecía muy exhausta ese día y el corazón de
Nataniel le dolió por verla tan estresada. Reyna le
apuntó a la rueda de la fortuna y le dijo a Nataniel:
—Papá, quiero subirme a la rueda de la fortuna.
—De acuerdo, vamos. —El sonrió.

Penelope sacudió su cabeza.

—Ustedes vayan, No dormí bien anoche, los


esperaré aquí.
—Siéntate y descansa por el momento —asintió.

Nataniel y Reyna habían comprado sus boletos para


ese juego la noche anterior,

Ellos acababan de irse cuando Fineas apareció,

—Hola Señora Sosa. Me alegra encontrarla aqui. —Se


acercó a saludarla con una sonrisa,

—¿Por que está aquí? —Ella juntó sus cejas.


Fineas solo sonrió.

—Señora Sosa, ¿por qué no podría estar aquí?


Estamos en un lugar público y solo me la encontré.
Es el destino. ¿Recuerda lo que le dije ayer? ¿Qué
opina de eso? ¡Si insiste en quedarse con el Señor
Cruz, estará en grandes problemas!

En ese momento, Fineas aprovecho la oportunidad


para presionar a Penélope con el fin de que dejara a
Nataniel haciendo que pensara que ella sería la
causa de su muerte,

No obstante, un sacerdote apareció.

—¡Bendiciones para ustedes! —dijo él y se acercó a


ellos. Examinó a Fineas de cabeza a pies.

Fineas estaba sorprendido por el sacerdote, llevaba


una toga, al igual que él.

«¿Qué demonios? ¡Un rivalt».


¿Por qué se me queda viendo? —le preguntó Fineas
mientras vigilaba al sacerdote.

—Señor, el Espíritu Santo me instó a que le advierta


··························································································································· ®
que sea en extremo cuidadoso hoy. Parece ser que
algo malo puede pasarle. ¡De cualquier forma, tiene
mi bendicion!
¿Qué?»,

Fineas estaba aturdido y Penélope se desternilló de


risa.

Nadie sabía que este día llegaría para Fineas Peralta,


el adivino, Esta era una pelee entre dos expertos,
Penélope lo miró, divertida, Se preguntaba lo que
respondería. El rostro de Fineas se ensombreció
cuando miró al sacerdote.

—¿Quién es usted? Está diciendo sandeces, ¡lo


golpearé si no se detiene!

No obstante, el sacerdote sonrió,

—Wengo de la Catedral de San Andrés. Soy el padre


Andrés. Mientras rezaba hoy, el Espíritu santo entró
en mí y El me revelo lo que sucedera hoy. Por eso
vine a advertirle,

—Debe de estar loco. ¿Está aquí para molestarme? —


Fineas estaba rabloso.

—El Espiritu Santo ho se equivoca. Debe creerme, —El


padre Andrés solo parpadeó.,

El furioso Fineas comenzó a discutir con el padre de


Inmediato enfrente de Penélope y los demás,

Alfinal, los dos terminaron lanzándose maldiciones


el uno al otro, lo cual era bastante sorprendente.

Penélope y los demás estaban estupefactos.,


Ninguno de ellos parecía un experto ahora. ¡Parecían
más como rufianes maldiciéndose el
uno al otro!

Justo en ese momento, Nataniel y Reyna habían


regresado tras bajar de la Rueda de la Fortuna.

—Cariño, ¿qué están haciendo? —preguntó Nataniel.

—El es el señor Peralta. Dijo que yo causaría tu


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muerte y que te dejara en paz. Entonces, un
sacerdote llamado padre Andres apareció. Le dijo al
Señor Peralta que le pasaría algo malo hoy y
empezaron a maldecirse el uno al otro un poco
después —masculló ella.

—Charlatán. ¿Cómo te atreves a mentirle a mi mujer?


—rugió Nataniel, estaba furioso.

Entonces sujeto a Fineas de su cuello y le dio algunas


bofetadas fuertes.

Su fuerza fue tal que algunos de los dientes de


Fineas salieron volando de su boca, junto con sangre,

El padre Andrés veía como lo golpeaban. Sonrió


apretando sus labios.

—HBueno... Te lo adwertí —dijo.

Fineas miró a Nataniel y al padre con miedo. Su voz


tembló mientras decía:

—¡Están en esto juntos!

Nataniel solo se rlo con frialdad.


—¿Está enojado Señor? Déjeme decirle de nuevo, algo
malo le sucederá y será peor que esto. —El padre
Andrés permaneció Indiferente.

¡Tonterías! —Fineas estaba conmocionado.


Su voz seguía teverberando en el alre cuando la
multitud le abrió paso a lsaac Bosques y a sus
subordinados de la Unidad de Investigaciones.

Él y sus subordinados se detuvieron frente a Fineas y


le dijeron:

—Fineas Peralta, estás arrestado por promover


superstición feudal y estafar a otras personas. Has
cometido demasiados crimenes. Te arrestaremos
ahora, ¡por favor, coopera con nosotros!

Ataron a Fineas con un par de esposas relucientes


cuando terminaron su anuncio.

»¡Llévenlo con nosotros! —bramó Isaac.


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—¡Bueno... Te lo dije! —le dijo el padre Andrés con
tono engreido,

Fineas no era idiota. Ahora se daba cuenta de lo que


sucedía,

Sabía que el padre Andrés e Isaac habían sido


convocados por Nataniel para castigarlo.

impactado, miró a Nataniel.


—Eres un adivino, ¿pero no puedes predecir tu futuro?
Eso es lo que te pasa por ser un charlatán, Capitán
Bosques, ¡lévenselo! =dijo él con una sonrisa en sus
labios.

Entonces Isaac y sus subordinados lo arrestaron.

La audiencia estaba chismeando sobre como el


Señor Peralta era en realidad un estafador.

Penélope estaba sorprendida y deleltada de que solo


fuera un fraude. Eso significaba que cualquier cosa
que le hubiera dicho respecto a que ella causaría la
muerte de Nataniel solo eran mentiras.

Ella estaba extasiada y lo miro.

—Nataniel, ¿hiciste que el padre Andrés y el capitán


Bosques le enseñaran una lección a Fineas?

Todo lo que necesitas saber es que somos la pareja


perfecta, No confíes en otros, en especial en las
mentiras de esos charlatanes —replicó él con una
sonrisa,

—Señor y Señora Cruz, soy un sacerdote de la


Catedral de San Andrés, no soy un farsante. De todos

modos. Qué el Señor los bendiga a ustedes y a sus


hijos. Bueno, como el Señor dice, ¡sean fructíferos y
multipliquense! =canturreó el padre Ándres.

Penélope se sonrojó por sus palabras.


Mientras tanto en la habitación presidencial del Hotel
del Alba, Josué estaba hablando con sus dos
guardaespaldas.
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—Señor Quiroz, el Señor Peralta les pagó a algunos
trabajadores de Grupo Cruz para que fingieran que se
habían desmayado por insolación. Ademas, hizo que
una camioneta chocara con el auto de Penélope, Sus
dos predicciones acertadas lograron asustarla y a su
padre. —Toriblo sonrió y continuó dándole las buenas
noticias a su jefe—. El Señor Peralta le dijo a
Penélope que ella sería la causa de la muerte de
Natanlel y que estará bien sl se casa con alguien que
se apellide Quiroz.

»Creo que ella dejara a Nataniel muy pronto y que


estará a su lado en un abrir y cerrar de ojos.

Josué estaba deleitado. Parecía ser que estaba


esperando ese día mientras bufaba.

—¡He dejado de ir al burdel por varios días para


guardar mi energía y asi torturar a la Señora Sosa!

Envidia y lujuria aparecieron en los rostros de Luis y


Toribio. Ellos dijeron:

—Señor Quiroz, después de que la pruebe por primera


vez, ¿podemos tomar tumos con ella también? Es
demasiado bella como para ser verdad.

La vida de Josué era caótica y a menudo asistía a


orgías con sus amigos.

—Claro, no hay problema. Cuando termine con


ella, ustedes pueden usarla. —Él estuvo de acuerdo y
58 rio.

¡Toc, toc!

Josué estaba charlando con ellos cuando de repente


alguien tocó la puerta. Los tres estaban sorprendidos
y se miraron los unos a los otros,

—Ve a revisar quién toca —le ordenó con cautela.


—¿Podria ser el conserje? —murmuró Luís.
Camino hacia la puerta y vio por la mirilla.

—Es un sacerdote. Parece inofensivo —le informó a


Josué mientras se giraba con sorpresa escrita en su
··························································································································· ®
rostro,

Tanto Josué como Toribio estaban asombrados por


su respuesta. Josué murmuró:

—¿Por qué está un sacerdote en nuestra puerta?


¿Vendrá a exorcizar a alguien? —bromeó para sí
mismo. Mientras lo decía, abrió la puerta y dijo con
tono exasperado—, Oye padre. ¿Por qué tocas a mi
puerta? ¿Deseas morir?

—Señor, el Espíritu Santo me ha dicho que le advierta


que, le sucederá algo malo. ¡Cuidese y que el Señor lo
bendiga! —replicó él con una sonrisa.

El corazón de Josué se detuvo por un momento por


la conmoción y la ira,

Se quedó viendo al sacerdote frente a él y sintió


Los instintos de Josué le dijeron que algo no
estaba bien, no muy lejos, una banda de hombres:
liderada por Tamás estaba marchando hacia él
con semblante cruel.

Sus ojos se abrieron de terror,


—¡M*erda, nos descubrieron! ¡Nataniel los envió!

El y sus guardaespaldas se apresuraron a


esconderse en la habitación. Pero antes de que
pudiera cerrar, Tomás ya se había abalanzado
hacia ellos y le dio. una fuerte patada a la puerta

¡Pas! La puerta se estrelló contra Josué y sus


hombres, causando que cayeran al piso

Tomás y sus hombres estaban sosteniendo


barras de hierro, entonces entraron. Él entrecerrá
SUS ojos y miró a Josué y a sus guardaespaldas
én el suelo con desdén. Apretó sus labios y dijo:

Asi es. Nuestro Señor nos envió aquí para darte


una lección.
Tomás y sus hombres se abalanzaron como una

manada de lobos hambrientos. Además de romper


sus extremidades, también castraron a los tres.

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Al final, Josué y sus hombres yacían en un charco de
sangre, no se movían. No estaban muertos, pero tras

haber perdido su hombría, preferirian morir que vivir


así.

—¡Bendiciones para ustedes! —masculló el padre


Andrés, mirándolos con alegría les dijo—:
Bienvenidos a la familia. Ahora han sido purgados de
las impurezas.

Tomás se burló y les dijo a sus hombres:

—El Señor quiere que enviemos a estos tres p*rros


emasculados de regreso con Daniel Talavera en
Alameda.

—¡Sí, Señor!
Invencible 345-1

Mientras tanto, en casa, Nataniel estaba disfrutando


la cena con su familia.

No obstante, parecía como si Bartolomé y Leila


tuvieran algo que decir.

Resultó que él le había dicho a Leila las


declaraciones de Fineas de la tarde.

A ella le agradaba mucho su yerno. Pensaba que

Nataniel era un gran hombre y su afecto por él había


crecido.

No obstante, ella era supersticiosa, creía que el


viernes 13 era un mal día, que los gatos negros eran
malvados y cosas por el estilo,

Cuando escuchó lo que Fineas había dicho, que su


hija le quitaría la suerte a Nataniel y eso causaría su
muerte, entró en pánico al instante.

Ella no quería perder a un yerno tan maravilloso. No


obstante, si seguían juntos, sentía que sería injusto
para Nataniel.

Por ende, titubeaba para hablar, como si sintiera


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emociones inexplicables dentro.

Nataniel notó las extrañas acciones de su suegra.


Mientras alimentaba a su hija le sonrió.

—¿Mamá, tienes algo que decir?

Leila sacudió su cabeza, parecía conflictuada.

—N... No es nada —replicó en voz baja.

Reyna miraba las verduras en su plato e hizo un


puchero para protestar.

—Papá, verduras no, por favor.


Nataniel le sonrió a su hija.
—¿No quieres ser tan hermosa como tu mamá?

Penélope se sonrojó y le lanzó una avergonzada


mirada a Nataniel.

—¡Por supuesto! —asintió Reyna sin dudarlo.

—¿Tienes miedo de ser tan delgada como nuestra


vecina, la Señora Socorro?

—¡Sí! —Reyna asintió con vehemencia.

Tras lo cual Nataniel continuó sonriendo.

—Entonces no puedes ser una comensal tan


exigente. Debes de comer tanto carne como verduras
para ser tan bonita como mamá.

—¡De acuerdo! —ella se rio.

Leila miraba como él provocaba a su hija. No podía


soportar mencionar a Fineas y dividir a su familia.

Pero si le ocultaba la verdad, su hija causaría la


muerte de Nataniel. Cuando pensó en eso se
sintió consumida por la culpa. Nataniel supo lo que
ocurría al ver la expresión de sus suegros.

De pronto, tomó el control remoto de la mesa y


encendió la televisión de la sala de estar. Entró a la
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Estación de Televisión de Ciudad Fortaleza, sonrió y
declaró:

—Mamá, papá, cariño, creo que podrían estar


interesados en las noticias.

Penélope y sus padres estaban sorprendidos.


Estaban a punto de preguntar de que se trataba
cuando Fineas apareció en la pantalla, esposado.

—Hoy, la Unidad de Investigación arrestó a un


farsante que estafó a personas usando
supersticiones feudales. El sospechoso es Fineas
Peralta, conocido como el adivino.

»Peralta no terminó la escuela primaria. Es casi


analfabeta, pero pretendía ser un adivino famoso. Se
gana la vida estafando a los demás.

»Antes de que fuera capturado hoy, muchos habían


sido víctimas de sus fraudes. Él había cometido
muchos crímenes y será castigado con severidad por
la ley —informó el reportero.

Bartolomé y Lella se quedaron estupefactos por las


noticias.

—¿Qué? ¿Arrestaron al Señor Peralta? —


tartamudearon ellos con los ojos abiertos de
par en par.

—Solo es un estafador que por fin fue arrestado, Creo


que pasará el resto de su vida en prisión —replicó
Nataniel, contento.

Las mejillas de Penélope se sonrojaron y dijo en voz


baja:

—Mamá, papá, Fineas Peralta solo es un charlatán.


Nataniel y yo conocimos a un sacerdote de la
Catedral de San Andrés hoy que nos dio su bendición.
Nos dijo que fuéramos... Fuéramos fructíferos y nos
mul... Multiplicáramos.

El hermoso rostro de Penélope se volvió rojo y ese


rubor descendió por su cuello, Era tan tímida que su
VOZ se suavizó al final.
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La mirada de Bartolomé se encontró con la de Leila,
deleitados porque sus preocupaciones se habían ido.

—Lo sabía. El famoso psíquico, Liam Zárate me dijo


que ambos eran la pareja perfecta. Me preguntaba
qué sucedió. Resulta que Fineas solo era un
Charlatán.

Invencible 346-1

Alameda, en las Residencias Talavera.

Daniel Talavera vestía su ropa tradicional, estaba


sentado en una silla en la sala de estar.

Tres señores de las cuatro familias más prominentes


estaban sentados en las sillas de la sala también.
Eran: Carlos Robles, Rubén Ortiz y Aurelio Soto.

Había una camilla en el centro de la sala y un hombre


moribundo encima de ella. Era el hijastro de Daniel,
Josué.

Daniel frunció el ceño y miró al inconsciente Josué


que yacía en la camilla antes de preguntarle a su
mayordomo, Lucio, quien estaba a su lado:

—¿Qué dijo el doctor?

—Señor, el doctor dijo que incluso si se recupera,


¡será inútil! —replicó con honestidad sin apartar la
mirada.

Las piernas y los brazos rotos de Josué podrían


curarse, pero sus genitales nunca podrían ser
reparados. Por eso Lucio dijo que sería impotente
incluso si se recuperara.

La expresión de Daniel se ensombreció mientras les


hacía un gesto con la mano a sus hombres para que
se llevaran a Josué. Entonces miró a Carlos y a los
otros dos. Tomó su taza de té y la revolvió con
suavidad antes de preguntar con calma:
—¿Alguno de ustedes tres tiene algo que decir?

Carlos se puso de pie, se le acercó y se arrodilló ante


··························································································································· ®
él. Comenzó a pedir misericordia.

—Mi hijo e hija fueron heridos por ese malvado ladrón


Nataniel. No solo eso, sino que mis dos hermanos
juramentados murieron en sus manos también. Le
imploro que lo elimine. Estoy dispuesto a ofrecer
todas las riquezas de la familia Robles solo para que

su familia sea exterminada.


A Rubén y a Aurelio se les escapó el aliento.

«Parece que después de la familia Zulueta, ¡la familia


Robles es la siguiente que enloquecerá por Nataniel
de Ciudad Fortaleza!».

Rubén se puso de pie y apretó sus puños.

—Señor Talavera, este sujeto, Nataniel, en verdad se


pasó de la raya. Mi hijo estaba en Ciudad Fortaleza
ayer y fue herido por él también. Si el Señor Talavera
quiere oponerse a Nataniel junto con la familia
Robles, la familia Ortiz está dispuesta a ofrecer su
apoyo.

Aunque la familia Soto no quería molestar a Nataniel,


ellos tenían el apoyo de Daniel también, por lo que
Aurelio sentía que tenía que decir algo al respecto.

Además, Aurelio sabía que el Señor Talavera estaba


tras los derechos de manufactura de la vacuna
contra el cáncer de hígado del Grupo
Cruz.

Los derechos de manufactura serían como una mina


de oro para ellos. Si lograban conseguirla, serían
ricos por el resto de sus vidas.

No obstante, Aurelio se perdió esa oportunidad, por


lo que decidió quedarse al lado del Señor Talavera
para tener un poco de su riqueza.

Por eso se incorporó y proclamó en voz alta.

—Nataniel se pasó de la raya. Si quieren ir contra él, la


familia Soto está dispuesta a pelear en las líneas
frontales. Puedo matar a Nataniel y quitarle sus
derechos de producción de la vacuna contra el
··························································································································· ®
cáncer de higado de las manos para ofrecérselos al
Señor Talavera.

Daniel parecía imperturbable mientras le pedía a


Carlos, quien estaba arrodillado en el suelo que se
levantara.

Entonces sonrió y le dijo a Rubén y a Aurelio:

—Le prometí a Homero de Ciudad Fortaleza que


perdonaría a Nataniel, pero él continúa con estas
payasadas, ya no podré perdonarlo más. Gracias por
ofrecer su ayuda, pero ya tengo a alguien en mente
para lidiar con Nataniel.

Los demás se sintieron impactados, entonces


preguntaron al unísono.

—Señor Talavera, ¿a quién está planeando


enviar para eliminar a Nataniel?
—¡A Antonio Laguna! —Daniel sonrio.

En cuanto terminó la frase, un hombre musculoso de


alrededor de veintisiete o veintiocho años entró en la
habitación con calma.

La apariencia del hombre era impresionante y era


como si lo hubieran esculpido en roca por lo bien
definidas que estaban sus facciones.

¡Además tenía un semblante penetrante y asesino!

El hombre era Antonio Laguna, el discípulo favorito


de Daniel Talavera y lo consideraban como el
seguidor más capaz del Señor Talavera.

Según los rumores, después de la caída de la familia


Zulueta, Daniel quería promover a Antonio para llenar
el vacío ya que Carlos Zulueta ya no estaba de su
lado. Su plan era que él fuera uno de los nuevos
miembros de los Cuatro del Sur.

La voz de Antonio resonó en tono grave.

—Un placer verlo, Señor Talavera. ¡Es un placer


conocer al Señor Robles, al Señor Ortiz y al Señor
Soto también!
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Daniel sonrió y lo miró.

—Te enviaré a Ciudad Fortaleza para que lleves a


cabo dos misiones: Número uno, extermina a la
familia de Nataniel Cruz. Dos, apodérate de la
Corporación Cruz. ¿Crees poder hacerlo?

—Muy fácil. Puedo hacerlo en siete días —dijo él con


orgullo.

Carlos, Rubén y Aurelio intercambiaron una mirada


aprehensiva.

Admitían que Antonio era una persona muy


poderosa. No obstante, Nataniel había logrado

derrotar a la familia Zulueta y había llevado a Carlos


Robles al borde de la desesperación, por lo que no

era para tomarse a la ligera.

A pesar de eso, Antonio decía que podía manejar


tanto a la Corporación Cruz como a Nataniel en solo
siete días. «¿No se está confiando demasiado?».
Daniel sonrió.

—Antonio, tu fuerza de voluntad es lo que más


admiro de ti. No obstante, escuché que Nataniel es
igual de hábil. Enviaré a alguien a Ciudad Fortaleza
contigo para que tu éxito quede garantizado.

—¿A quién? —Antonio frunció el ceño.

—¡Al Maniático de la Pelea! —dijo Daniel con voz


suave.

¡El Maniático de la Pelea!

En esta ocasión, nos solo Carlos, Rubén y Aurelio


fueron los sorprendidos. Incluso Antonio lo estaba.

Todos sabían que el Rey del Sur tenía muchos


peleadores expertos a sus órdenes, pero el Maniático
de la pelea era muy superior a los demás.

··························································································································· ®
Él estaba fascinado por las artes marciales desde
que era pequeño. Su potencial se desató cuando
tenía veinte años y cuando tenía treinta ya era el
mejor en Alameda. Nadie podía compararse con él.

Después, él había viajado al Norte y había desafiado


a cualquier persona poderosa que pudiera encontrar.
¡Incontables figuras prominentes murieron por sus
puños!

¡Era infame por su brutalidad!

El Maniático de la Pelea le debía a Daniel un favor,


por lo que después de sus viajes, regresó y se quedó

en la mansión de los Talavera. Se convirtió en uno de


los sirvientes de mayor antigúedad de la familia

Talavera bajo las órdenes de Daniel.

Antonio escuchó que estaba planeando enviarlo para


que lo protegiera, por ende, dijo emocionado:

—Ja, ja. Si el Maniático de la Pelea me ayudara, ¡mi


poder crecería de forma exponencial! Matar a
Nataniel no será más difícil que aplastar un
insecto. ¡En definitiva morirá en menos de tres días!

Invencible 347-1

Ciudad Fortaleza, en el Teatro de la Plaza Mayor.

Nataniel, Penélope, Reyna, Bartolomé y Leila se


quedaron de pie en la entrada del teatro.

Habían ido por un actor famoso, Sebastián Rojas, él


daría un espectáculo esa noche en el teatro.
Protagonizaría un clásico: El Llanero solitario.

Bartolomé y Leila amaban las obras de teatro y


también eran admiradores del Señor Rojas. Por eso
Nataniel y Penélope habían llevado a su hija para ver
la obra juntos.

Unos cuantos miles de personas ya estaban en sus


asientos cuando empezó.

··························································································································· ®
Era la primera vez que Reyna veía una obra por lo que
sus mejillas estaban encendidas de emoción al
preguntar:

—Papá, ¿por qué hay tantas personas aquí? ¿El


Llanero Solitario es genial? ¿Por qué tantas personas
quieren verlo?

—El Llanero Solitario es un héroe enmascarado que


luchó contra forajidos en Estados Unidos en el viejo
Oeste. Es alguien que pelea por la justicia y por eso
muchas personas lo admiran —le respondió él con
una sonrisa.

Nataniel compartió otros datos del Llanero Solitario


con Reyna y ella escuchó con mucha atención porque
estaba muy interesada.

Penélope miraba la acogedora escena en la que


Nataniel le enseñaba a su hija mientras que
Bartolomé y Leila esperaban con ansias a que
comenzara el espectáculo.

En un abrir y cerrar de ojos, el experimentado actor,


Sebastián Rojas, apareció en el escenario como el
mismísimo Llanero Solitario.

Todo el escenario estaba ambientado en 1869.


Cuando el Llanero conoció a su confiable compañero,
Tonto.

Bartolomé, Leila y la multitud murmuraron con


emoción.

—¡Guau, esto parece surrealista!

Gracias al trabajo en equipo, lograron acabar con


algunos de los forajidos del salvaje Oeste, lo que les
granjeó el aplauso de la audiencia.

Pero cuando todos estaban vitoreando al Llanero


Solitario, un hombre de tan solo un metro setenta de
estatura que estaba en la audiencia entró al
escenario.

—¿Quién es el Llanero Solitario? ¿Cómo podría


compararse siquiera con el legendario espadachin?
··························································································································· ®
¡Miyamoto Musashi del País J debería de ser el único
digno de sus aplausos! ¡No este sujeto! —dijo de
forma incómoda

El hombre del País J que entró en el escenario a


alardear sorprendió a todos. Entonces
continuó de forma engreída:

»Soy Miyamoto Onil, el espadachín de la nueva


generación. ¡Solo mi ancestro, Miyamoto Musashi, el
Legendario Espadachín es digno de sus aplausos y
de su admiración! ¡El Llanero Solitario es un pedazo
de m*erda de p*rro comparado con él!

Sebastián, quien estaba interpretando al Llanero,


rugió con furia,

—¡Cómo te atreves a arruinar la obra! Esta es una


desgracia para las artes escénicas. Te enseñaré una
lección ahora.

Entonces agitó su utilería y la lanzó contra Miyamoto


Oni.

Este solo resopló con frialdad y rompió el objeto con


solo su puño en un parpadeo. Entonces golpeó al
Señor Rojas y lo mandó volando por los aires
mientras escupía sangre.

Su acción causó la ira de todos.

Las personas santurronas de la audiencia y los


guardaespaldas se abalanzaron hacia el escenario
para tratar de someter al sujeto del País J.

Pero para su sorpresa, él era en extremo hábil para


pelear. Logró enviar a todos volando tan solo con
puñetazos.

En ese momento, todos vieron lo poderoso que


era, por lo que nadie se atrevió a acercarse.

Debido a eso, él sonrió de forma engreída y se paró


en el escenario mientras declaraba a la audiencia:

—¿Dónde están sus reporteros? ¿Lo vieron? ¡Las


artes marciales del País J son mucho mejores que
··························································································································· ®
estas tonterías y solo Miyamoto Musashi, el
Legendario Espadachín es digno de ser alabado! Si
no están de acuerdo con eso, vengan a desafiarme.
Ja, ja, ja, ja.

Todos estaban furiosos, pero nadie tenía la confianza


suficiente como para desafiarlo, por lo que nadie
aceptó su reto.

Él solo se rio.

»Ja, ja. Hay cinco mil personas aquí, ¡pero todos


ustedes son cobardes!

—Papá, ¿ese señor es extranjero? Parece ser un


fanfarrón —le dijo Reyna con voz suave.

—¡Papá le enseñará una lección! —replicó Nataniel


con calma. Entonces se puso de pie y bramó-—:
¡Oigan! ¿Alguien dejó suelto a su p*rro? Parece que el
pequeño se perdió y no puede dejar de ladrar en el
escenario. Si nadie lo reclama, me temo que tendrá
que ser sacrificado.

Invencible 348-1

En cuanto Nataniel lo dijo las miradas de todos se


posaron en él.

Todos vieron que él estaba en forma y lucía


amenazante e imponente, por lo que no pudieron
evitar animarlo.

—¡Ja! Ese p*rro está perdido, entonces adelante. —


Incluso alguien le respondió.

Miyamoto Oni estaba furioso por su declaración.


Miró a Nataniel.

—¡¿Cómo te atreves a desafiarme?! De acuerdo, sube


entonces. ¡Dejaré que sientas la furia del Legendario

Espadachín!

Tras lo cual Nataniel subió con calma al escenario.


Miyamoto solo lo miró con una maliciosa sonrisa,

··························································································································· ®
»Adelante, pelea. Si ganas, admitiré que hice mal en
arruinar su espectáculo. ¡Pero si pierdes, tienes que
admitir ante el público que la gente como tú es
basura y que tu Llanero Solitario bueno para nada
también lo es! Solo las personas del País J, como
nuestro querido Miyamoto Musashi, ¡el Legendario
Espadachín, merecen ser ensalzados!

Todos rugieron. Ya que el espectáculo de esa noche


era un clásico, mucha gente había ido a verlo. Y no
solo eso, sino que había muchos reporteros
presentes también.

Si Nataniel perdía, la prensa se enteraría y sería


una gran vergiienza. Sin embargo, él parecía relajado
y dijo con tono monótono:
—De acuerdo, haré lo que deseas.
Miyamoto Oni sonrió de forma amenazante,

—Ja, ja. ¡En ese caso, no te mostraré misericordia


alguna!

Entonces embistió a Nataniel como un feroz


demonio.

Los dedos de su mano derecha parecían una garra


demoniaca y estaban a punto de clavarse en el cuello
de Nataniel con fuerza.

Si su mano hubiera logrado sujetarlo, en definitiva,


cinco marcas sangrientas hubieran aparecido en su
cuello.

Todos se quedaron sin aliento por la sorpresa.


Incluso Penélope, Bartolomé y Leila estaban
preocupados por él. Pero él seguía relajado. En
cuanto Miyamoto se le acercó, alzó su mano derecha
y lo golpeó con fuerza.

¡Pam!

Antes de que Miyamoto supiera lo que sucedía, le


dieron una fuerte bofetada en sus mejillas. Él dio una
vuelta por el impacto como si estuviera ebrio. Se
quedó sin aliento por el miedo y miró a Nataniel con
incredulidad. Era obvio que no esperaba que fuera tan
poderoso y veloz. Era tan rápido que ni siquiera
··························································································································· ®
vislumbró sus manos cuando lo golpeó.

El sujeto del País J estaba furioso y atemorizado,


entonces gritó de pronto:

»¡Mi espada!

En ese momento, alguien en la audiencia le arrojó


una catana al escenario. Atrapó la espada con un
movimiento rápido y dijo con tono ominoso:

»Estuvimos de acuerdo en un duelo, pero nunca


dijimos nada sobre armas. Soy descendiente del
espadachín experto, Miyamoto Musashi, por ende, es
natural que sepa usar una catana. Tú tienes
permitido usar un arma también.

La audiencia nunca esperó que él fuera tan


Iirrazonable; eligió un arma cuando se dio cuenta de
que no era rival para Nataniel en una pelea a puño
limpio,

Este último, por otro, lado estaba inmutable. Se


agachó para recoger la utilería que Miyamoto había
roto y dijo con calma:

—Esto debería de ser suficiente.

¡Todos se quedaron estupefactos en lo absoluto!


Sabían que una espada de ese tipo era en extremo
afilada.

Nataniel estaba usando solo eso para pelear con él.


¿No estaba confiándose demasiado?

¡Lo cortará como mantequilla con un solo


movimiento!».

Nunca pensó que Nataniel fuera tan fanfarrón como


él, por lo que era evidente que no le prestó atención a
su pequeña «jugada».

—Estás cavando tu propia tumba. ¡No te mostraré


piedad! ¡Corte Miyamoto! —bramó con ira.

Alzó su catana y lanzó un corte hacia abajo con


fuerza hacia Nataniel.
··························································································································· ®
A juzgar por el filo de la catana, era suficiente para
abrir a un hombre en canal del hombro a la cintura.

Pero en ese momento, ¡Nataniel se movió! Era tan


rápido como un resplandor. El objeto de utilería
apareció de la nada y golpeó la muñeca con la que
blandía la espada.

Miyamoto aulló de dolor y la espada salió despedida


de su mano por haber aflojado su agarre.

Después de desarmarlo, lo golpeó sin cesar y con


furia con lo que quedaba de la utilería.

Miyamoto gritaba de dolor al ser golpeado por


Nataniel. Se encogía y trataba de evitar los golpes.

Nataniel no hizo nada muy elegante, de hecho, ¡era


como un padre disciplinando a su hijo! Lo
golpeaba una y otra vez sin cesar en su cuerpo
mientras lo reprendía:

—¿Tratas de esquivar? ¡Inténtalo con más ahínco!

Todos se quedaron asombrados cuando vieron la


escena. ¿Esto era en realidad un duelo entre
maestros? ¡Parecía como un pueblerino disciplinando
a su hijo!

Invencible 349-1

Miyamoto Oni era el mejor espadachín del País J,


Había ido a ese lugar a desafiar a los expertos en
combate del país.

Había escuchado que los estadounidenses amaban


al Llanero solitario, por lo que decidió irrumpir en el
espectáculo de esta noche.

No obstante, nunca pensó que lo humillarian enfrente


de todos.

Trató de esquivar los furiosos golpes de Nataniel


mientras les gritaba a sus seguidores.

—¿Dónde están mis samuráis? ¡Ayúdenme! ¡Mátenlo!


··························································································································· ®
Cuando emitió la orden, cinco samuráis del País S
aparecieron, todos blandían catanas y saltaron al
escenario antes de embestir a Nataniel.

El frunció el ceño y estaba a punto de atacar a los


cinco cuando un hombre de entre la audiencia brincó
al escenario y bloqueó a los cinco samuráis.

Era una persona corpulenta y su ropa y su cabello


estaban desaliñados y sucios.

Parecía un sujeto cualquiera, pero había una chispa


aterradora en sus ojos.

El era uno de los sirvientes más fuertes del Rey del


Sur, ¡el Maniático de la Pelea!
Bloqueó a los cinco samuráis antes de lanzar cinco
patadas en un abrir y cerrar de ojos.

¡Pum, pum, pum, pum, pum!

Los cinco golpes aterrizaron en el pecho de los


samuráis, tras lo cual se cayeron del escenario y
murieron al momento.

Nataniel frunció el ceño mientras que Miyamoto Oni


tenía una expresión de miedo puro. Trató de escapar
después de emitir un agudo grito,

No obstante, el Maniático de la Pelea ni siquiera lo


miró. Solo pateó la catana en el piso, la cual salió

disparada como una flecha.

Justo cuando alcanzaba el final del escenario, la


catana voladora lo atravesó por la espalda. Gritó con
fuerza y murió.

Toda la audiencia tenía una expresión impactada.


Algunos incluso empezaron a gritar.

Penélope se apresuró a cubrir los ojos de su hija para


evitar que lo viera.

Había matado a Miyamoto Oni y a los sujetos del


País J con tan solo unos golpes.
··························································································································· ®
A pesar de eso, desde que entró al escenario, nunca
apartó la mirada de Nataniel.

Lo miraba como si fuera un halcón o un


depredador que estuviera viendo su comida y dijo
con lentitud:

—Eres poderoso. Amo pelear con gente poderosa.


Solo matar a alguien así hace que sienta emoción en
mi marchito corazón.

—¿Quieres pelear conmigo o quieres matarme? —


replicó Nataniel con voz suave.

El Maniático de la Pelea lo miró como un carnicero


miraría a un pedazo de carne. La emoción permeó su
voz cuando dijo:

—Pelear contigo y matarte es lo mismo,


La audiencia se quedó estupefacta de nuevo.

«¡El lunático que apareció de la nada quiere un duelo


con Nataniel Cruz! ¡Y parece que quiere un duelo a
muerte!».

Penélope estaba en pánico ahora. Había visto con


sus propios ojos como ese lunático había matado a
seis personas seguidas y ahora estaba contra
Nataniel. Tenía tanto miedo que sacó su teléfono
para llamar a la policía. No obstante, en ese
momento, Antonio apareció con algunos de sus
hombres. Se sentó a un lado de Penélope y sonrió.

—Llamar a la policía no funcionará. Ninguno de ellos


estarán en la ciudad esta noche.

—¿Quién es? ¿Qué dijo? —Penélope lo miró con


aprehensión,

—Mi nombre es Antonio Laguna y el Rey del Sur, el


Señor Talavera me envió aquí. El lunático que está en
el escenario es uno de mis hombres. Ya vio lo
poderoso que es. Mató a hombres con tanta facilidad
como si fueran moscas. Si no quiere que el lunático
mate a su esposo debería firmar este contrato.

··························································································································· ®
En cuanto terminó de hablar, uno de sus hombres le
entregó un contrato a Penélope.

¡Era para transferir las acciones del Grupo Cruz!


Penélope le lanzó una mirada furiosa.

—¿Trata de obligarnos a cederle la Corporación Cruz


sin condiciones?

Antonio se encogió de hombros.

—Bueno, entonces, le diré al lunático que le dé una


golpiza a su esposo hasta matarlo. ¡Usted decide!

Penélope tembló furiosa mientras su rostro palidecía.

Si lo firmaba, Antonio podría apoderarse de la


corporación con facilidad. Si no, había una buena
probabilidad de que Nataniel terminara como
Miyamoto Oni y sus tres Samuráis... Golpeado en el
escenario por ese lunático hasta morir.

Mientras estaba sumergida en sus pensamientos,


Antonio, quien usaba un traje Armani negro, lucía
astuto y grácil mientras se sentaba, acariciando su
mentón.

Le lanzó una entretenida mirada antes de decirle con


VOZ suave:

—¿Señora Sosa, firmará el contrato o mirará como


matan a su esposo de una golpiza?

Capítulo 350 El espectáculo está por comenzar

Penélope y sus padres miraron a Antonio


con miedo e ira.

Ella apretaba sus dientes, sacó el teléfono


de su bolsillo y llamó a los policías.

Sin embargo, para su sorpresa, la llamada


no entró.

Resultó que Antonio usó la influencia de


Daniel para ordenarle a la policía que no
aparecieran en Ciudad Fortaleza, pero
··························································································································· ®
también había usado un dispositivo de alta
tecnología para bloquear la señal en el
teatro.

Por lo que todos los dispositivos de


comunicación no podían ser usados ahí
porque no se transmitía la señal,

Además, todas las salidas del teatro


estaban vigiladas por hombres de aspecto
amenazante vestidos de negro, eran los
subordinados de Antonio.

Ellos tenían el control absoluto del área y


nadie podía contactar con el exterior o
salir del teatro sin permiso.

Penélope se sintió al fin, sin esperanza.


Sabía que no podía pedir ayuda. Miró los
cuerpos de los sujetos del País J que
estaban desparramados en el escenario y
a Nataniel, quien estaba listo para luchar
con el Maniático de la Pelea.

Ella no titubeó mas. Con su mandibula


apretada, declaró:

—De acuerdo, firmaré el contrato.

Esa frase les causó una gran conmoción a


sus padres. La Corporación Cruz estaba
valorada en millones y su potencial no
tenía límites. ¡Pero en ese momento, su
hija estaba dispuesta a darle esa
extremadamente valiosa compañia a un
extraño en bandeja de plata solo para
salvar a Nataniel!

A pesar de eso, ni Bartolomé ni Leila la


detuvieron. Ellos sabían que, si no cedía,
Nataniel sería asesinado por el Maniático
de la pelea y sería el séptimo cadáver del
teatro.

Antonio sonrió cuando Penélope estuvo de


acuerdo. Su sonrisa era maliciosa y
aplaudió.
··························································································································· ®
—Ja, ja. Señora Sosa, en verdad es alguien
muy leal. Trata la compañía como si no
fuera nada por el bienestar de su esposo.
Sin embargo, cuando intentó llamar a los
policías perdió el derecho de elegir.

La sangre escapó del rostro de Penélope y


su voz tembiló.

—¿Qué está diciendo?


Antonio se rio con frialdad.

—Ja, ja. Dije que es muy tarde para que


elija. Solo siéntese, relájese y vea como
matan a su esposo de una golpiza.

La expresión de Penélope se volvió


asesina y bramó con furia y miedo:

—Dígale al Maniático de la Pelea que se


detenga. Si mata a mi esposo, ¡despídase
de la Corporación Cruz! ¡También puede
despedirse de los derechos de
manufactura de la vacuna para el cáncer
de hígado!

—Ja, ja. Tú no eres toda su familia. —


Antonio se rio.

Penélope lo miró con horror. Él se vestía


de forma tan elegante, ¡pero era el diablo

disfrazado!

Antonio, por otra parte, ya había dirigido su


mirada al escenario y dijo:

—¡El espectáculo está por comenzar!

Y claro, Nataniel y el Maniático de la Pelea


estaban a punto de intercambiar golpes en
el escenario.

Mientras tanto, la audiencia miraba a los


dos con un sentimiento de pesadez en sus
corazones.
··························································································································· ®
Nataniel había dado un paso al frente
cuando Miyamoto Oni había abusado y
humillado a Sebastián sin dudarlo, por
ende, la audiencia lo admiraba y
esperaban que estuviera bien.

¡No obstante, el desaliñado lunático frente


a él era demasiado formidable! ¡Había
matado a Miyamoto Oni y a sus
subordinados en un instante!

Algunos incluso se cubrieron sus ojos


porque no querían ver cuando ese lunático
lo matara a golpes.

Nataniel, por otra parte, parecía relajado.


Estaba de pie con las manos en su
espalda y lo miraba con frialdad.

—Daniel Talavera te envió, ¿no? Eres muy


hábil. Eres un buen hombre, ¿por qué te
pasaste al lado oscuro?

—Eres muy poderoso. Ha pasado mucho


tiempo desde la última vez que conocí a
alguien como tú, no puedo esperar a
pelear contigo. Te romperé el cuello y
disfrutaré la descarga de adrenalina
cuando te ejecute —dijo el Maniático de la
Pelea, emocionado.

Un dejo de locura cruzó por sus ojos


porque ya podía sentir la opresiva y
poderosa aura de Nataniel.

Era una característica de un tigre poder


reconocer la esencia de otro tigre
enemigo. Todo su cuerpo se tensó y sentía
la emoción repigueteando en su cabeza,

Nataniel lo miró, él lucía como una bestia


primitiva y el poco sentimiento de
compasión que tenía desapareció de sus
ojos. Entonces dijo con tono frío:

—Eres muy talentoso, pero te abruma el


··························································································································· ®
deseo de sangre. Perdiste tu humanidad,
por lo que no eres diferente de cualquier
otra bestia. ¡Acepto tu desafío porque
quieres matarme!

Capítulo 351 Un golpe

Cuando el Maniático de la Pelea escuchó


lo que dijo, gruñó como un loco e hizo su
primer movimiento.

Sus movimientos eran tan rápidos como el


rayo. Antes de que Nataniel lo notara, tenía
sus puños levantados, preparados para un
golpe contra él. Sin embargo, no trataba
de evitar el golpe. De hecho, golpeó él
también con una expresión inteligente.

¡PUMI

Sus puños colisionaron. Nataniel estaba


como una montaña inamovible, parado
inalterable cuando recibió el golpe.

Por otra parte, crujidos provenían del puño


del Maniático de la Pelea, Ese golpe
pareció haber roto sus huesos hasta
convertirlos en polvo.

Gruñó adolorido y se vio forzado a dar un


par de pasos hacia atrás para
estabilizarse.

Todos los presentes estaban


estupefactos. ¿El Maniático, que había
asesinado a seis peleadoresprofesionales,
había sido derrotado con solo un golpe de
Nataniel Cruz?

Peni, Bartolomé y Leila estaban absortos


con lo que acababan de ver.

Reyna, que estaba recostada en los brazos


de Peni, no hizo caso a su madre sobre
cerrar los ojos. Echó un vistazo y vio como
su papá se deshizo del tipo malo con solo
un golpe. Su carita se enrojeció con
··························································································································· ®
emoción y exclamó maravillada:

—¡Mi papá es el mejor! ¡Papi, eres


asombroso!

Antonio Laguna, que estaba preparado


para disfrutar ver a Nataniel ser destruido
por el Maniático, perdió su expresión
casual cuando vio lo que pasó. Su boca
colgaba muy abierta. Estaba
totalmenteaturdido con la imagen.

No pudo evitar levantarse y mirar el


escenario incrédulo, mientras escupía:

—¿Qué? ¿El Maniático de la Pelea fue


derrotado con solo un golpe? ¡Imposible!

Todos los huesos de su brazo estaban


desechos por completo y como resultado,
colgaba ¡nerte a su lado. Sin embargo, el
dolor que sentía era excitante para él; le
hacía cosquillas por todo el cuerpo.

Sus ojos brillaron incluso más mientras


empezaba a enloquecerse. ¡El Maniático
de la Pelea parecia una bestia lastimada
ahora que sus heridas lo hacían ver más
salvaje!

De repente, lanzó una sonrisa amenazante


y miró a Nataniel.

—Ja, ja. Eres la persona más poderosa que


he conocido hasta ahora ¡Estoy tan
emocionado que me hierve la sangre!
¡Pelearme con alguien como tú me hace

sentir tan vivo! — Justo entonces, fue como


si toda su fuerza se desatara, gritando—:
¡Muere!

Sus gritos fueron tan fuertes que


provocaron que el suelo bajo ellos
temblara y grietas que parecían telarañas
se empezaron a formar. Después de eso,
se lanzó al aire como catapulta y embistió
··························································································································· ®
hacia Nataniel con una patada.

Todos suspiraron sorprendidos. Por otra


parte, Antonio apretó los puños y murmuró

con agitación:

—Ja, ja. ¡Esta es la verdadera fuerza del


Manilático!

En ese momento, Nataniel inhaló con


frialdad, recibiendo la patada con una
suya.

¡Pum!

Un repentino sonido de aplausos hizo eco


en el teatro.

La patada de Nataniel aterrizó en el cuerpo


del Maniático a mitad del salto,
encajándolo en su zapato de una forma
bizarra. Todos se callaron; ¡no podían
creer lo que veían! Antonio se quedó
pasmado. ¡Vio con atención el escenario y
se preguntó si sus ojos lo engañaban!

Después de un rato, Nataniel removió su


pierna y el cadáver del Maniático cayó en
el escenario con un fuerte golpe. ¡Su
cuerpo estaba tan arruinado que parecía
puré de patata!

Resultaba que el cuerpo del Maniático


había absorbido todo el impacto de la

poderosa patada de Nataniel, pulverizando


sus entrañas.

Mientras tanto, Antonio estaba aturdido


hasta el cerebro y su voz tembló.

—N... No... ¡no puede ser! Esto no está


pasando...

Justo mientras todos estaban impactados


con la patada decisiva de Nataniel,
··························································································································· ®
oficiales de policía armados irrumpieron
de repente por la puerta. La persona a
cargo era el Capitán de la Unidad de
Investigación, Isaac Bosques.

Capítulo 352 Prepárate para enfrentar la ira del Señor Talavera

—¿Quién le permitió entrar? Piérdase.


¿Acaso no sabe que el discípulo favorito
del Señor Talavera está haciendo algún
tipo de trabajo aquí?

Los hombres de Antonio, que estaban


obstruyendo la puerta, advirtieron a Isaac
con dureza, a pesar de que sus voces
temblaran un poco, Trataron de usar los
nombres de Antonio y Daniel para
intimidarlo y obligarlo a irse. Sin embargo,
Isaac miró a los hombres de negro y
ordenó con frialdad:

—Arréstenlos a todos. Si alguno se resiste


a la captura, no hay necesidad de
advertirles, dispárenles en cuanto los
vean.

Tan pronto como escucharon las órdenes


del Capitán, los oficiales de la Unidad de
Investigación, armados, rodearon y
capturaron a los hombres de Antonio.
Después, Isaac les ordenó a algunos que
aseguraran el perímetro y se aproximó a

Antonio con un grupo de hombres. Lo miró


Iinexpresivo.

—Antonio Laguna. Buscado por crímenes


incluyendo asesinato, extorsión,
intimidación y fraude corporativo. Por
favor venga con nosotros para ayudar con
nuestra investigación. Tiene el derecho de
permanecer en silencio, pero cualquier
cosa que diga puede ser usada en su
contra en la corte. ¡Espósenlo!

Pero Antonio todavía estaba


recuperándose de su sorpresa. Se rio
··························································································································· ®
friamente al ver a Isaac.

—Es el Capitán de la Unidad de


Investigación de Ciudad Fortaleza, Isaac
Robles. Ya que sabe que yo soy Antonio
Laguna, debería saber que soy el discípulo
favorito del Señor Talavera. Lo reto a que
me ponga esas sucias esposas —se burlo.

Sin embargo, Isaac contestó solemne y


con calma.

—Espósenlo.

En cuanto se dieron sus órdenes, dos


policías se aproximaron de inmediato y
esposaron a Antonio. No resistió el
arresto, En su lugar, entrecerró los ojos y le
advirtió a Isaac:

—Esposarme es la parte sencilla, pero


espero que se arrepienta de sus acciones.
Soy el discípulo favorito del Señor Talavera
y él fue quien me envio aquí. Si se atreve a
ponerme un dedo encima, que lo ayude
Dios, le garantizo que no verá la luz de
mañana.

La expresión de Isaac se oscureció


cuando escuchó eso porque sabía de la
gran influencia de Daniel Talavera en el
Sur. ¡Todos sabían que matar a Isaac sería
un deleite para Daniel! Era por eso que las
amenazas de Antonio no estaban
infundadas en absoluto.

A pesar de ello, Isaac aun declaró con

solemnidad:

—Permíitame serle muy claro, cometió un


crimen, así que lo arrestaré ahora. No
importa si sea el discípulo favorito de
Daniel Talavera o no. ¡Espósenlo!

¡Clic, clac!

··························································································································· ®
Un par de esposas brillantes encadenaron
las manos del criminal. Peni, Reyna,
Bartolome y Leila no pudieron evitar
aplaudir cuando vieron lo justo que era
Isaac.

En ese momento, Nataniel se bajó del


escenario e Isaac lo saludó con
amabilidad.

—i¡Un gusto conocerlo, Señor Cruz!

Mataniel le devolvió un asentimiento.

—Capitán Bosques, viene justo en el


momento adecuado. Le dejaré esto a
usted.

—No se preocupe, Señor Cruz. Es mi


responsabilidad hacerlo, de todas formas.
—Isaac contestó con cortesia. Mientras
tanto, Antonio miró a Nataniel con frialdad
como si su primera impresión de él
hubiera sido destruida. Sonrió con
indiferencia y dijo:

—Nataniel Cruz, ¿de verdad le pediste al


Capitán de la Unidad de Investigación de
Ciudad Fortaleza que te protegiera? A
pesar de eso, ¿crees que te dejaré irte sin
consecuencias?

Pero Nataniel apenas rio.

—¿No están ya todos los culpables


arrestados? ¿Cuál es el problema aquí?

—Están en graves problemas. El Señor


Talavera se enterará de esto muy pronto,
¡así que prepárate para enfrentar su ira! —
Antonio se rio amenazante.

Con burla, Nataniel contestó:

—¿Crees que estaré asustado de Daniel


Talavera?

··························································································································· ®
El discípulo estaba atónito. Fue entonces
que se dio cuenta de que Nataniel en
verdad no le temía al Señor Talavera.

«Si Nataniel de verdad le tuviera miedo al


Señor Talavera, no se habría atrevido a
destruir a la familia Zulueta e intimidar a la
familia Robles ni de herir al hijastro del
Señor Talavera, Josué Quirarte, sin duda.
Entonces, ¡tratar de intimidar a Nataniel
Cruz con el Señor Talavera era inútil».

La expresión de Antonio era atronadora.


Vio a Nataniel y a Isaac y exclamó:

—Bien. Ustedes dos son de verdad necios.


Son las 9 p.m. ahora. Si Nataniel no se
mata para redimir sus errores, e Isaac
Bosques no se arrodilla, rogándome
perdón, ¡prepárense para su fin!

Capítulo 352 Prepárate para enfrentar la ira del Señor Talavera

Tras escuchar eso, Nataniel e Isaac se


sonrieron entre sí, mientras Isaac
comandaba:

—i¡Llévenselo!

Capítulo 353 Liberen a los hombres

El discípulo favorito de Daniel Talavera,


Antonio Laguna, le había llevado al
Maniático de la Pelea para sabotear a
Nataniel Cruz. Sin embargo, el Maniático
fue asesinado con solo una patada de
Nataniel y Antonio fue arrestado por Isaac
Bosques. ¡Estas noticias llegaron a Daniel
en un parpadeo!

Tras el reporte de su mayordomo, Daniel


mostró un gesto de estupefacción por
primera vez en su vida.

—¿Qué? ¿Dijiste que el Maniático de la


Pelea fue asesinado por Nataniel Cruz? ¿Y
que el Capitán de la Unidad de
··························································································································· ®
Investigación arrestó a Antonio?

El mayordomo, Lucio, respondió con


cortesía:

—Si, Señor

Un tono de ira se encendió en los ojos de


Daniel.

—Subestimamos el poder de Nataniel y su


influencia en Ciudad Fortaleza. ¡¿Cómo se
atreve un alfeñique como Isaac Bosques
juntarse con Nataniel y oponerme?!

Lucio dijo:

—Señor, las noticias han llegado a todos.


Todos saben que Antonio es su discípulo
favorito. Si no podemos protegerlo esta
vez y darles a Nataniel e Isaac una lección,
cualquier persona se atreverá a desafiar
su autoridad a partir de ahora.

Daniel entrecerró los ojos y ordenó:

—Llama a Tristán Baez y pídele que venga


a Ciudad Fortaleza.

Tristán Baez era el vicealcalde y una de las


figuras más influyentes de la policía de
Alameda.

Fortaleza estaba bajo la jurisdicción de


Alameda y Tristán era la figura más alta en

el gobierno de Ciudad Fortaleza. El hecho


de que Daniel le pidiera a él que se
encargara personalmente de los asuntos
de Antonio en Fortaleza mostraban lo
importante que este incidente era para él.
Eso también significaba que Daniel había
decidido no mostrarle piedad a Nataniel ni
a Isaac.

Lucio contestó con emoción:


—Bien. ¡Llamaré al SeñorBaez enseguida!
··························································································································· ®
Poco después, Tristán juntó a un grupo de
hombres, se subieron a un avión y llegaron
al aeropuerto de Ciudad Fortaleza sin
tardanza alguna. Nadie fue a saludarlos,
como era de esperarse, puesto que nadie
esperaba su llegada.

Tristán no fue a la Residencia


Gubernamental. En lugar de eso, fue
directo a la sede de la Unidad de
Investigación tras salir del aeropuerto.
En cuanto llegaron, Tristán tomó la oficina
de la Unidad de Investigación con una
horda de sus hombres. El oficial a cargo
de la entrada los vio irrumpir en la sede,
así que estuvo por preguntarles quiénes
eran. Pero cuando el guardia vio la insignia
de Sargento de Tristán, se quedó
boquiabierto y rápidamente se levantó,
saludándolo.

—¡Sargento!

Sin embargo, Tristán ni siquiera vio al


guardia. Entró y comandó con frialdad.

—¡Pídale a Isaac Bosques que venga de


inmediato!

La expresión del guardia se convirtió en


una de horror. Su voz temblaba.

—Está bien. Le pediré al Capitán Bosques


que venga a verlo ahora.

Justo después de eso, Tristán caminó


directo a la oficina de Isaac con sus
hombres. Se sentó en la silla de Isaac,
mientras sus hombres se colocaron a su
lado con expresiones solemnes,
esperándolo.

Dentro de poco, Isaac llegó a prisa con


unos pocos hombres. Cuando llegó,
estaba sorprendido de ver a Tristán, así
que lo saludó rápido:
··························································································································· ®
—¡Señor Baez!

Tristán roncó.

—¡Pensé que no me conocía!

Isaac sonrió con amabilidad.

—¡Por supuesto! Usted es el líder de la


división de Ciudad Fortaleza. Incluso he
ido a Alameda a escuchar sus pláticas

algunas veces.

Pero Tristán fue directo al punto y le dirigió

una mirada entrecerrada, mientras


preguntaba:

—¿Quién le permitió arrestar a Antonio?


Isaac respondió con franqueza:

—Señor, Antonio Laguna ha sido acusado


de homicidio, fraude corporativo y
extorsión, entre otros crímenes. Solo
estaba siguiendo la ley y es por eso que lo
arresté.

¡Bam!

Tristán golpeó sus manos sobre la mesa y


bramó enfurecido:

—¡Es un escándalo! ¿Antonio cometiendo


crimenes? ¡Es el discípulo favorito del
Señor Talavera! Libéralo de inmediato.

Sin embargo, Isaac agachó la cabeza y


respondió con suavidad.

—¡No!

Tristán y sus hombres lo miraron


sorprendidos. ¿Acaso había perdido la
cabeza? ¿o ya no le importaba quedarse
con su trabajo?
··························································································································· ®
—¿Qué acaba de decir? ¿«No»? —Miró a
Isaac amenazante,

Isaac apretó los dientes y contestó.

—Yo no di la orden. ¡Hay alguien más que


no está de acuerdo!

El enojo brilló en los ojos de Tristán


mientras se reía.

—Yo ordené que lo liberaras. ¿Quién se


atreve a contradecirme?

—i¡Yo!

Una voz tranquila entró desde la puerta,


paralizando a todos. Todos giraron la

Capítulo 353 Liberen a los hombres

mirada al marco al mismo tiempo.


Entonces, vieron a un hombre fornido y
atractivo entrando al cuarto con decisión.

Ese hombre era Nataniel Cruz.

Tristán se estremeció y se aturdió cuando


llegó Nataniel. Pudo reconocer al hombre de
inmediato porque ya lo había conocido antes.
Fue cuando fueron a Nortania a una reunión.

La presunción de su rostro desapareció al


instante y se transformó en una de admiración
hacia Nataniel. Tristán estaba conmocionado
cuando se dio cuenta de quién era la persona
que lo oponía. De hecho, el General Aragón y
él eran del mismo nivel y no eran ni siquiera
comparables con Nataniel. Por ende, castigar
a Tristán sería como un juego de niños para
él,

Además de la admiración en los ojos del


sargento, también había miedo. Estaba
maldiciendo a Daniel en silencio por arrojarlo
a esa posición tan incomoda.
··························································································································· ®
«De todas las personas que puedes ofender,
¿decidiste ofenderlo a él? Daniel, ¡no me
arrastres al infierno contigo!». Tristánestaba
aterrado cundo vio a Nataniel, asi que
pretendió saludarlo con amabilidad. Sin
embargo, los otros hombres no sabían quién
era él, así que se enfurecieron cuando vieron
la insolencia del hombre a su líder.

—¿¡Cómo se atreve!? ¡Es un arrogante y


pretensioso, Nataniel!l ¡Espósenlo!

Tras sus órdenes, dos hombres se


apresuraron hacia Daniel para esposarlo.

Tristán, por otra parte, entró en pánico y gritó:


—¡Alto! ¡Paren de una vez!

Sus subordinados nunca esperaron que


Tristán actuara de esa manera; se quedaron
perplejos. Lo miraron confundidos y
preguntaron:

—¿Qué pasa? Este tipo fue grosero con usted;


¡debemos esposarlo!

Tristán estaba furioso con sus hombres


ignorantes. Si se atrevieran a esposar a
alguien tan importante, ¡no vivirian ni un solo
día!

—¡Tontos insolentes! ¿Alguien les pidió que


hicieran eso? ¡Retrocedan! —Tristán ladró.

Los subordinados estaban atonitos. No


sabían qué estaba pasando en ese momento,
pero tenían que obedecer las órdenes de su
lider. Retrocedieron con obediencia.

Despues de que Tristánregañara a sus


hombres, se acercó a Nataniel y le sonrió

ostentosamente.
—Maes...
Nataniel levantó las manos.
··························································································································· ®
—No eres mi subordinado, ¡así que no me
llames maestro!

Tristán se congeló, pero pronto se dio cuenta


de que Nataniel no quería revelar su identidad.
Se corrigió de inmediato:

—Cierto. Debería llamarlo Señor Cruz,


entonces. Por favor, Señor Cruz, tome asiento.
—Tristán sacó una silla y sonrió. Esta acción
dejó asombrados a sus subordinados, sin
palabras. No podían entender ¡cómo alguien
como Tristán Baez estaba tratando de
impresionar a Nataniel Cruz! Tristán no
actuaba de esta manera
ni siquiera con el Rey del Sur, Daniel Talavera!

Mientras tanto, Isaac agachó la mirada y


pretendió no haber visto nada. A pesar de ello,
estaba lleno de alegría. «J*dete. Eso es lo que
te pasa por tratar de intimidarme. ¡Cómo
deseo que pudieras ver tu propia cara! ¿Por
qué actúas como un gatito asustado ahora
que te das cuenta de que Natanlel estaba
involucrado? ¡Tú te lo buscaste!».

Nataniel se sentó en la silla y dijo con calma:

—Es el Capitán Tristán Baez de Alameda,


¿clerto? Debió haber sido una molestia viajar
hasta aquí.

Tristán rio.

—Señor Cruz, solo llámeme Tristán. Vine aqui


desde Alameda porque escuché que Antonio
Laguna y su banda estaban tratando de
lastimarlo y a su familia. Estaba
escandalizado, así que vine aquí solo para
asegurarme de que se haga justicia.

3040

Todos en la habitación estaban atónitos tras


escuchar eso.

··························································································································· ®
Entonces, Isaac miró con disimulo a Tristán y
murmuró bajo su aliento:

—Bien, bien... parece que tenemos a un doble


cara aquí, ¿eh? ¿No acababa de comandarme
que liberara a Antonio justo ahora? ¿Y ahora,

quiere asegurarse de que «se haga justicia»?

¡Ja! Vaya broma.

Nataniel miró a Tristán con fascinación y lo


molestó.

—¿En serio? Pero, ¿no acabo de escuchar que


le ordenó al Capitán Bosques liberarlo justo
cuando entraba?

Tristán entró en pánico cuando escucho eso.


De inmediato mostro una aparente sonrisa
encantadora.

—Solo quería probar que tan leal es. —Tristán


vio a Isaac y exclamó—. ¡El Capitán Bosques
pasó la prueba con un resultado
sorprendente! ¡Estoy muy orgulloso de él!

Isaac infló el pecho y respondió atento y


fuerte:

—¡Gracias por el cumplido, Señor!

Nataniel sonrió chueco. «Tristán es en verdad


un tipo astuto»,

Justo cuando Tristán empezaba a sentir alivio,


un policía entro de repente, saludó con la
mano y habló:

—¡Buen día, Señor!

Isaac frunció el ceño.

—¿Qué ocurre?

El policía reporto:

··························································································································· ®
Capitán Bosques, Antonio Laguna nos
amenazó y dijo que son diez para las doce.
Quiere que se disculpe de rodillas y que
Nataniel se suicide para expiar sus errores,
además, ¡quiere que le entregue el Grupo Cruz!

—¡Eso es absurdo! —exclamó Isaac.

En ese momento, Nataniel miró a Tristán y le


comentó:

—Tristán, ya que estás aquí para inspeccionar


este caso, deberías estar al pendiente de lo
prepotente que Antonio, el criminal, está
siendo justo ahora. ¿Qué crees que
deberíamos hacer?

Tristán, por otra parte, contestó con cautela:

—Señor Cruz, ¡creo que es mejor que usted lo


decida!

Pero Nataniel sonrió.

—Ya que Antonio insiste, ¡iré a verlo, entonces!

Antonio estaba acostado en la cama de metal


en su celda cuando la puerta metálica se
abrió de golpe. Acto seguido, Tristán e Isaac
aparecieron en el marco de su puerta.

La emoción brillaba en los ojos de Antonio


cuando vio a Tristán porque sabía que Daniel

lo debió de haber enviado para rescatarlo.


«Con Tristán Baez de mi lado, incluso el

alcalde de Fortaleza, Rogelio Carmona, tendrá


que pensarlo dos veces antes de oponerse a
mí, Me gustaria ver si alguien se atreve a
desafiarme ahora».

Sin embargo, Antonio se dio cuenta pronto de


··························································································································· ®
que, aunque Tristán había llegado, nunca lo
saludó. «¿Qué está pasando? ¿Está tratando
de mantener un perfil bajo? Sí, ¡es probable
que sea esol»,

En ese momento, Nataniel entró en la celda.


Tristán e Isaac no entraron, se pararon afuera
y cerraron la puerta después de que entrara.

¡Bam!

Cuando la puerta de metal se cerró de


nuevo, solo Nataniel y Antonio quedaron
adentro. Antonio sonrió con malicia a
Nataniel.

—Pequeño tonto, ¿sabes lo poderoso que es el


Señor Talavera ahora? ¿No tienes otra opción
más que una muerte segura desde que llegó
el Señor Baez?

No obstante, Nataniel miró a Antonio y le dijo


con calma:

—¡Eres la persona más ignorante que he visto!


Ya le advertí a Daniel que no se presente en
Ciudad Fortaleza porque no quiero problemas.
No me importa si vienes aquí a pelear
conmigo, ¡pero no debiste haber amenazado a
mi esposa!

Antonio sonrió con frialdad y rio.

—¿Estás aquí para redimir tus pecados o


estás aquí para intimidarme? Ya que conoces
el poder del Señor Baez, deberías arrodillarte
aquí, justo ahora y matarte. Estoy satisfecho
con tu actuación, incluso cuidaré de tu esposa
cundo mueras.

—¡Eso quisieras! —Nataniel roncó.

Antes de que pudiera registrar qué estaba


pasando, Nataniel ya estaba frente a él y le
había atestado un golpe al pecho. Antonio
escupió sangre al ser lanzado hacia atrás por
el impacto. Azotó duro contra la pared y se
··························································································································· ®
escurrió por ella. Al instante, sus costillas
quedaron destrozadas por completo, e hizo
una mueca por el intenso dolor.

Por primera vez, el miedo se mostró en sus


ojos, batallando para hablar:

—El Señor Baez y sus hombres están justo


afuera y te atreviste a lastimarme. ¿No te da
miedo que tu familia esté acabada?

Nataniel sonrió.
—Incluso si estuviera junto a ti, no podría

hacer nada. ¿Qué más podría lograr si está


allá afuera?

3090-1

Con eso, Nataniel invitó a Tristán, Isaac y a los


otros de vuelta a la habitación. Entraron de
prisa.

—Señor Cruz, ¿cómo puedo asistirle? —


pregunto Tristán, asustado.

Antonio, que estaba tirado en el suelo con


heridas graves, casi tosió sangre al escuchar
eso. No podía creer sus oídos. «¿Por qué
Tristán está adulando a Nataniel? ¿No lo había
enviado el Señor Talavera a rescatarme?».

Nataniel le dio a Tristán un certificado de


defunción y dijo con debilidad:

—Esta es el acta de defunción de Antonio. Ya


que trató de lastimarme, fue golpeado hasta
la muerte en defensa propia. Si el Señor Baez
lo aprueba, ¡por favor firme el certificado! —
agregó.

Tristán estaba atónito. Nataniel pretendía


matar a Antonio en sus narices e incluso
quería que firmara su acta de defunción.
Apretó los dientes, firmó y verificó el
certificado frente a Tristán y todos los demás
··························································································································· ®
presentes.

Nataniel se giro a Antonio, cuyos ojos casi se


habían salido de su cabeza y dijo con frialdad:

»Mira, ni siquiera la gente enviada por Daniel


Talavera te pueden salvar. Recuerda ser un
buen tipo en tu siguiente vida, —Al terminar,
Nataniel le rompió el cuello a Antonio con una
patada.

Isaac y los otros se quedaron viendo a


Nataniel, congelados. «Qué hombre tan
descarado. Matar a la persona que se supone
que debías proteger después de hacerlo
firmar el certificado de defunción. Es un
General tremendo». Isaac no era el único que
pensaba eso sobre Nataniel; incluso Tristán
fue testigo de su lado dominante.

Nataniel lo estaba haciendo a propósito.


Sabía que Antonio era el discípulo favorito de
Daniel y también estaba consciente de que
Tristán se había apresurado a llegar desde
Alameda durante la noche para salvar a
Antonio. Aun así, lo mató frente a él. Incluso lo
hizo firmar el certificado de defunción. No era
tan simple como solo matar a Antonio y ya,
era una verdadera
bofetada en la cara para Daniel y Tristán.

Sin embargo, Tristán no se quejó. No quería


meterse con Nataniel. El hombre era
demasiado fuerte y poderoso, tanto así que no
se atrevió a pronunciar una queja. Solo podía
culpar a Daniel por asignarle una tarea tan
horrible.

—Dale el certificado a Daniel cuando regreses


a Alameda. Que le sirva de advertencia sobre
las consecuencias que enfrentará si se pasa
de la raya. Adviértele que no vuelva a traer a
sus hombres a Ciudad Fortaleza jamás. —
Nataniel instruyó a Tristán con indiferencia.

··························································································································· ®
Tristán contestó con rapidez:
—Anotado.

Entonces, Nataniel se giró para verlo. Agregó


con una débil sonrisa:

—Y debes mantener mi identidad en secreto.


Si mi identidad secreta se difunde, tú serás el
responsable, sin importar quién lo haya hecho.

Después de escuchar eso, Tristán respondió


con miedo:

—No se preocupe, Señor Cruz, mis lacayos y


yo mantendremos todo lo que pasó esta
noche en secreto. También le prometemos no
filtrar su identidad con nadie.

Nataniel asintió antes de irse de la Unidad de


Investigación y marcharse a casa.

Era ya media noche cuando llegó.

A demás de su hija Reyna, Peni, Bartolome y


Leila seguían despiertos. Estaban todos
juntos en la sala, esperando con ansia su
regreso. Penl y los otros por fin soltaron un
suspiro de alivio cuando Nataniel entró a la
habitación.

Por curlosidad, Peni se acercó y le preguntó:

—Nataniel, ¿te pusieron una situación difícil en


la Unidad de Investigación?

Nataniel sonrió.

—¿Cómo podría ser? Mi papel es asistir al

Capitán Bosques a conducir investigaciones


criminales. El Capitán Bosques incluso me
encomendo ser un buen ciudadano que
defiende lo que es correcto.

Peni y su familia al fin se sintieron


··························································································································· ®
reafirmados al escuchar sus palabras. Peni
suspiró.

—Desde que el Grupo Cruz obtuvo los


derechos de manufactura de las vacunas para
cáncer de hígado del Profesor Vásquez,
muchas corporaciones nos persiguen porque
están celosos.

—No se preocupen. ¡Me tienen a mí! —Nataniel


la confortó sonriendo

Peni sintió una oleada cálida en su corazón


con esa garantia.

Como Nataniel y Peni solo tenían ojos para el


otro, Bartolomé y Leila se escabulleron a sus
cuartos en silencio. Peni notó que sus padres
se habían retirado a su habitación, dejándola
sola con él. Entonces, se sonrojó y evitó su
mirada.

Nataniel, ¿tienes hambre? ¿Quieres que te


prepare algo de comer? —preguntó en voz
baja.

Nataniel sonrió y respondió:

—Seguro, por favor, algo con huevo. Me


encanta el huevo que preparas.

—¡De acuerdo!

Entonces, Peni preparó huevo para Nataniel.


Lo observó comer solo porque ella no tenía
hambre. Una esquina de su boca se levantó al
verlo comer su comida con tanto gusto.

Capítulo 357 Quién es el jefe en el Su

Al día siguiente, a mediodía. Residencia


Talavera en Alameda.

Daniel recibió a su invitado, Tristán Baez,


en su lujoso estudio. Sin embargo, su
sonrisa se congeló cuando vio el
··························································································································· ®
certificado de defunción que le entregó
Tristán. Daniel entrecerró los ojos, colocó
el certificado sobre la mesa y dijo:

—Señor Baez, ¿qué significa esto? Estoy


confundido, ¿me lo podría explicar?

Tristán agacho la cabeza y contestó,


solemne:

—Como está escrito en el reporte, el


sospechoso criminal Antonio Laguna
atacó a Nataniel Cruz en la habitación de
detención. Fue golpeado hasta la muerte
por Nataniel en defensa propia.

Daniel habló, pensativo:

—¿Y usted fue quien firmó el documento,

Capítulo 357 Quién es el jefe en el Sur

Señor Báez?
Tristán agarro valor y replicó:

—Es la verdad. Yo lo firmé porque era el


oficial de rango más alto presente en el
momento.

Daniel estaba silencioso. Tristán había


estado mandando señales muy raras
desde su llegada, tantas que Daniel se dio
cuenta de que algo estaba mal.

Tristán se apresuró a llegar a Ciudad


Fortaleza durante la noche. Daniel
pensaba que era increíble que Tristán no
pudiera proteger a Antonio desde su
posición. Lo que lo dejó incluso más
confundido era cómo Nataniel pudo matar
a Antonio justo en frente de él. Fue una
gran bofetada en el rostro. Pero lo
gracioso era que Tristán no estaba
enojado. De hecho, regresó con la cola
entre las patas.
Tristán era conocido por su personalidad
abrumadora y dominante. Esta era la
··························································································································· ®
primera vez que Daniel lo veía actuando
como un perdedor. La única explicación
que Daniel tenía para todo esto era que
Nataniel Cruz debía de ser una persona
realmente influyente. Tanto, que incluso
Tristán tuvo que controlarse al tratarse el
asunto de él.

Lo miró y dijo lentamente:

—Hábleme, Señor Baez...

Tristán fingió demencia.

—¿Hablarle sobre qué?

Daniel roncó.

—Hábleme sobre Nataniel Cruz. ¿Quién


es? ¿Cómo es que lo hizo regresar de

Ciudad Fortaleza con la cola entre las


patas?

Tristán no se atrevía a revelar la identidad


de Nataniel. Después de dudarlo,
aconsejó:

—Señor Talavera, Nataniel Cruz no es


alguien con quien se deba enredar. No
deseo meterme con él y le sugiero que
haga lo mismo. ¡Dejemos el pasado en el

pasado!
Daniel replicó con frialdad:

—De las cuatro grandes familias que he


apoyado, la familia Zulueta fue derrotada
por Nataniel, la familia Robles fue herida
de gravedad por Nataniel y al hijo de los
Ortiz, Nataniel le rompió la pierna.

»Mi ahijado, Josué Quirarte y mi pupilo


favorito, Antonio Laguna también
perecieron en manos de Nataniel. ¿Me
estás diciendo que lo deje ir ahora? —se
burló.
··························································································································· ®
Tristán no se atrevió a sostener su mirada

y dijo:
—El perdón lo liberará, Señor Talavera.
Daniel se rio con sarcasmo.

—¿Liberarme? ¡Ja, jal Interesante. Como si


Nataniel Cruz pudiera lastimarme.
Después de pasar un par de años en el Sur,
¿todavía no sabes quién es el jefe?

Tristán replico:

—¡Por supuesto que es usted, Señor


Talavera!

Daniel se calmó cuando escuchar su


respuesta. Claro que Daniel no estaba
consciente de los pensamientos que
estaban corriendo por la cabeza de Tristán
en ese momento.

«Solo eres un tirano local, ¡Nataniel Cruz


es la Furia del Dragón del Sur! Me temo
que no podría controlarlo de ser que

Nataniel vaya en serio».

Ver como Tristán le había admitido ser el


más grande en el Sur, calmó a Daniel.

—Al menos estás consciente del maestro


del Sur. ¿Cómo se atreve a desafiarme un
mero Nataniel Cruz de Ciudad Fortaleza?
¡Tendré la vida de Nataniel y la vacuna de
cáncer de higado! ¿Te importaría
¡lustrarme un poco hablándome de su
origen? —preguntó Daniel.
Tristán no se atrevió a revelar la identidad secreta
de Nataniel, pero al parecer, Daniel no iba a
rendirse tan fácil, tampoco. Entonces, Tristán solo
podía equivocarse respecto a su identidad.

—Nataniel pertenece al Ejército del Norte. Sabe


quién es Franco Aragón, ¿verdad? Hubo un tiempo
en el que fueron jefe y subordinado. —Tristán
··························································································································· ®
comenzaba a dar pistas de que Nataniel era parte
del Ejército. Más que eso, que Franco Aragón fue
una vez el subordinado de Nataniel. Era obvio que
Nataniel era el General del Norte. Pero Daniel no
entendió las palabras de Tristán. Murmuró:

—¿Nataniel es parte del Norte y tenía una relación


de jefe-subordinado con Franco Aragón? Entiendo.
Quieres decir que Nataniel sirvió en el Ejército del
Norte antes de ser dado de alta. Era el
subordinado de Franco Aragón y Franco lo ha
estado cuidando, ¿cierto?

Tristán jamás se esperó que Daniel no captara sus


pistas. Sin embargo, Nataniel le había advertido
que mantuviera la boca cerrada. Las pistas
encubiertas que estaba dando justo ahora eran
suficiente para meterlo en problemas ya.

Como Daniel no lo entendió, Tristán dijo


vagamente:

—Como sea, Nataniel y Franco están en el


mismo lado. Advierto que no se meta con él.
Hágame caso. De hecho, no me busque más si se
encuentra con cualquier cosa relacionada con
Nataniel Cruz en el futuro. —Al finalizar, Tristán se
despidió y se fue.

Daniel lo miró mientras se retiraba.

—Ja. Franco Aragón solo es un Capitán Mayor,


mientras que tú eres Diputado Comisionado. ¿Te
asusta Franco cuando ambos están en el mismo
rango? ¡Qué débil! Aunque Tristán es del mismo
rango que Franco, él le pertenece a la policía. Así
que Tristán es un poco menos débil en cuestión de
poder, si lo comparas con Franco, que pertenece a
la armada.

Su mayordomo, Lucio, comentó con cautela:

—Puedo entender por qué no quiere ofender a


Franco y su negación a meterse con Nataniel.

Daniel contestó sin fuerza.

··························································································································· ®
—Nataniel le rompió la pierna al hijo de RubénOrtiz.
A demás de eso, los Ortiz le han estado echando
un ojo a la vacuna de cáncer de hígado desde hace
algún tiempo. Como Rubén se ha ofrecido de
voluntario, lo dejaré lidiar con Nataniel ahora que
Antonio está muerto.

—Entendido. ¡Informaré a Rubén Ortiz! —contestó


Lucio.
Daniel entrecerró los ojos y agregó:

—Dile a Rubén que quiero que todos se enteren


cuando mate a Nataniel. Quiero que el Sur sepa
que yo, Daniel Talavera, sigo reinando esta región.

—¡Sí, Señor!

Hilario y Petra regresaron a Nortania en la tarde.

Nataniel, Peni, Carmen y el resto de los Sosa los


dejaron en el aeropuerto. Hilario seguía molesto
porque Carmen había rechazado a Simeón.

—Abordaremos ahora. Pueden irse ya. —Roncó


con frialdad.

—Carmen, el Señor Ortiz es un buen hombre.


Piénsalo un poco. —Petra le instó—. Una cosa más,
no solo salgas con otros hombres si no te gusta el
Señor Ortiz, en especial alguien tan Inútil como tu
cuñado —agregó.

Carmen se enfadó. Pisó fuerte con el pie y replicó:


—Está bien... Papá, mamá, déjenme sola.

Tras irse los Tovar, Nataniel y los demás


condujeron a casa. En el camino de regreso, Peni
le preguntó a Carmen qué estaba planeando hacer
ahora. Carmen rio.

—No mucho. Solo estoy esperando que tu fábrica


de farmacéuticos esté completa para que mi
equipo y yo nos podamos Instalar ahí y ser tu
consejera técnica. ¡Ja, ja! Peni, Nataniel, estaré
trabajando bajo su mando en el futuro.

Peni sonrió.
··························································································································· ®
—Ciudad Fortaleza no es una ciudad tan grande
comparando con Nortania. ¿Por qué te emociona
tanto trabajar aquí?

Carmen se asomó a Nataniel, que seguía


manejando y lo pensó un poco antes de contestar:

—Estoy feliz porque puedo quedarme y trabajar


contigo y tu familia, Peni. —Al terminar, Carmen
cambió el tema—: Y bien, ¿cómo va la
construcción de la fábrica?
Peni sonrió.

—El equipo de construcción está trabajando por


turnos para terminar la Fábrica de Farmacéuticos
Fénix. Ojalá esté terminada pronto. A demás, mi
papá supervisará la operación de la fábrica él
mismo. De hecho, ha estado empezando a reclutar
trabajadores para el lugar. —Peni continuó—. El
único problema ahora es conseguir equipo
farmacéutico. Tenemos que lograr que nuestra
primera línea de producción esté en marcha para
producir nuestro primer lote de vacunas.

Nataniel habló:

—Cielo, ¿has pensado en dónde conseguir el


equipo?

Penl asintió.

—Contacté a dos compañías de equipo


farmacéutico de renombre: Grupo Cielo Azul y
Grupo Géminis. El Grupo Cielo Azul es la compañía
más grande de equipo farmacéutico en el Sur.
Tienen precios más baratos y es más sencillo de
surtir. Pero el equipo que tienen no es tan
avanzado comparado con compañías de renombre
al otro lado del mundo.

»Grupo Géminis es una compañía de equipo


farmacéutico de renombre de País K. Tienen un
equipo más avanzado, pero son más caros. Pero
tienen condiciones adicionales para
importar equipo, por lo regular. —Peni contestó.
Nataniel le preguntó entonces, con curiosidad:
··························································································································· ®
—Ya que Grupo Cielo Azul y Grupo Géminis tienen
sus defectos, ¿por qué no considerar Grupo
Vouivre del Norte?

Peni no pudo evitar girar los ojos, mientras decía:

—Por supuesto que sé que el equipo farmacéutico


de Grupo Vouivre es el mejor en el país. Su equipo
puede estar considerado como uno de los más
altos de acuerdo con los estándares
internacionales. Pero el problema es, Grupo
Vouivre le pertenece al ejército. Solo surten a
empresas que sean del estado. ¿Cómo les sería
posible surtir equipo a una compañía pequeña
como la nuestra?

Nataniel sonrió.
—No necesariamente. ¿Quieres que lo intente?
Peni negó con la cabeza.

—¡No hay necesidad de eso! Grupo Vouivre fue mi


primera opción, pero concluí que no es posible
después de consultar varios profesionales en el
campo. Entonces, opté por opciones como Grupo
Cielo Azul y Grupo Géminis. El equipo de ambas
compañías no es tan malo. Agendé una cita con el
presidente de Grupo Géminis, Patricio Suárez. Nos
veremos en la tarde. Espero que cerremos el trato —
declaró.

Nataniel ¡ba a decir que él podría encargarse de


Grupo Voulvre, pero mantuvo la boca cerrada, ya
que Peni había agendado cita para ver al
presidente de Grupo Géminis.

Peni se dirigió a la compañía en la tarde. Lideró a


un grupo de ejecutivos corporativos para recibir a
Patricio Suárez y negociar el trato para importar
equipo farmacéutico.

Carmen hizo que Nataniel la acompañara a un


famoso restaurante de carne asada a comer, ya
que ella no tenía nada mejor que hacer. Se
dirigieron al Emporio de la Carne de País K, el
restaurante más reciente y popular en Ciudad
Fortaleza. El restaurante tenía un buen ambiente y
··························································································································· ®
decoraciones hermosas. Estaba lleno de clientes,
la mayoría bien parecidos. Incluso tenían a unos
cuantos de País K cenando ahí.

Después de sentarse, Carmen ordenó unos


solomillos y filetes de res, unos camarones y una
botella de vino blanco. Ambos se juntaron
alrededor del asador para disfrutar la comida.
Carmen, incluso, tomó algunas fotos para subirlas
a sus redes sociales.

—¿Estás aquí para comer o para tomar fotos para


tus redes? —Nataniel preguntó, molesto, Carmen
rio.
—Cuñado, no lo entenderías. ¿Cuál es el punto de

comer comida deliciosa y viajar si no lo publicas


en las redes?

Nataniel se quedó sin palabras. Aunque era más


grande que Carmen por pocos años, sentía que
había una brecha generacional entre los dos que
nadie podía juntar. Él no podía entender la
necesidad de publicar fotos de la comida de uno
en redes sociales. Tampoco apreciaba tanto la
carne asada de País K y pensaba que la comida
tradicional sabía mejor. Sin embargo, Carmen lo
comía con mucho gusto.

Un grupo de personas de País K muy ruidosas


estaban sentadas en la mesa junto a ellos. El líder
del grupo era un hombre joven vestido con una
playera blanca, pantalones negros y lentes de
marco dorado. Se veía amable, pero presumido al
mismo tiempo.

Sus amigos soltaban risas atronadoras de vez en


cuando mientras vociferaban en su lengua natal y
bebían. Ya que Nataniel no entendía ese idioma, no
supo de qué estaban hablando. Por otra parte,
Carmen había tomado algunas lecciones de ese
idioma. No pudo evitar fruncir el ceño y mirarlos
molesta al escucharlos.
Nataniel se percató de la mirada molesta en el rostro
de Carmen y preguntó en voz baja:
—¿Qué pasa?

··························································································································· ®
Carmen respondió indignada:

—Creo que el tipo de lentes es el heredero de alguna


compañía en País K. Está presumiendo la cantidad
de mujeres que ha manipulado en su país a sus
amigos. ¡Qué asco!

Nataniel contestó con indiferencia:

—Hay gente tóxica en el mundo. Ya te


acostumbrarás.

Carmen se levantó:
—Cuñado, tú come primero. Necesito ir al baño.

Carmen estaba vestida con una playera blanca


ajustada acompañada de unos pantalones de
mezclilla también ajustados y zapatos blancos. Se
veía delgada y agraciada. Algunos extranjeros la
notaron mientras pasaba junto a su mesa. Uno por
uno, comenzaron a acosarla.

Jacinto Suárez, el tipo con los lentes de marco


dorado, estaba comenzando a emborracharse. Sus
ojos brillaron cuando vio a Carmen.

—¡Oyel ¡Esta chica inocente y bonita es justo de mi


tipo!

Sus amigos empezaron a aullar.

Jacinto, pensé que habías dicho que las chicas de


este país son todas inocentes y que vendrían
corriendo hacia nosotros cuando nos vieran. Incluso
dijiste que habías manipulado a algunas mujeres
hermosas antes. Ella parece una jovencita bastante
buena. ¿Por qué no intentas acostarte con ella?

Era fácil para Jacinto conquistar mujeres porque era


alto, guapo, rico y extranjero. En ese momento,
estaba comiéndose con los ojos a la figura delgada y
bien proporcionada de Carmen, mientras declaraba:

—Está bien. Les mostraré mi encanto. Vean como lo


hacemos el baño. —Al terminar, se levantó y fue tras
Carmen.

··························································································································· ®
Carmen escuchó pasos detrás de ella y se giró
inconscientemente, solo para toparse con
JacintoSuárez, ebrio. Él le sonrió y le habló en un

español fluido.

—Hola, hermosa, me llamo JacintoSuárez. Soy de


País K y soy el Gerente General de Grupo Géminis.

Como Carmen ya había tenido una mala impresión de


él le preguntó fría:

—¿Qué quieres?
Jacinto posó una mano en la pared y la miró
condescendiente. Le lanzó una sonrisa seductiva y

continuó:

—Iré directo al punto. Me gustas. Me preguntaba si te


interesaría tener relaciones conmigo. —
Jacinto vio el baño de mujeres, inadvertido y agregó
—: ¡Lo haremos en el baño de mujeres!

La expresión en el rostro de Carmen cambió con


brusquedad. Aprisa se alejó de él y denunció:

—Aléjate, no te conozco. ¿Debo llamar a la policía


para que te arreste?

Jacinto se rio de eso,

—¿Arrestarme? Tengo inmunidad diplomática. Nadie


se atrevería a arrestarme, aunque te violara.

Carmen ya no quería discutir con él porque estaba


ebrio. No podía arriesgarse a ofenderlo, pero al
menos lo podía evitar. Estaba a punto de irse cuando
el hombre la agarró de la muñeca para que no se
fuera. Entonces, le dijo engreído:

—Deja de hacerte la difícil. A ustedes les gustan los


hombres extranjeros como yo, pero siempre se hacen
las tímidas. Tira ese teatrito. Te tendré hoy, no
importa qué. ¿Buscas dinero? ¿Cuánto quieres? ¿Esto
es suficiente? —Jacinto sacó un grueso fajo de
billetes después de hablar y trató de metérselo por
cuello de la playera a Carmen. El fajo de billetes tenía
··························································································································· ®
más o menos mil doscientos.

Nunca le había fallado este truco para acostarse con


hermosas chicas en los bares. Sin embargo, Carmen
lo empujó con fuerza, esparciendo los billetes por
todo el piso. Gritó muy alto:

—¡Bast*rdo! ¿Acaso no sabes cómo respetar a las


mujeres?
Jacinto se estaba enfureciendo. Levantó su mano
para golpearla, mientras la maldecía:

—¡P*rra!l ¿Cómo te atreves a rechazarme? —Sin


embargo, antes de que pudiera golpearla, una voz
helada sonó en su oído:

—Te arrancaré la mano si la tocas.

Jacinto se volteó y para su sorpresa, se encontró con


un hombre alto y guapo mirándolo con frialdad, era
Nataniel.
Cuando Carmen vio a Nataniel sintió como si hubiera
visto a su salvador. Agachándose detrás de él, le
habló con una mezcla de vergiienza y enojo:

—Nataniel, ¡este tipo está tratando de aprovecharse


de mi!

Jacinto no esperaba que se apareciera alguien de la


nada. Entrecerró los ojos y preguntó:

—¿Quién car*jos eres tú? —Su aliento apestaba a


alcohol,

Nataniel respondió en un tono gélido:


—Soy su cuñado.
Jacinto se burló.

—¿Ah, sí? Pues, ¿qué crees? Eso no me detendrá de


ponerle las manos encima.

La mirada en los ojos de Nataniel se hizo más fría.

—Ay, desafortunadamentepara ti, me aseguraré de


que eso no pase.

Los labios de Jacinto se curvearon en una sonrisa


··························································································································· ®
ambigua.

—¿Tienes idea de con quién estás hablando? Soy


Jacinto Suárez, el Gerente General del Grupo Géminis
de País K. Mi padre es Patricio Suárez, el Director
General de Grupo Géminis. Tengo inmunidad
diplomática. Incluso si te golpeara hasta la muerte y
jugara con tu cuñada ¡nada me

A
pasaría! —Después de hablar, sus amigos caminaron
hacia él con sus guardaespaldas. Todos ellos vieron
a Nataniel hostiles.

La expresión de Carmen cambió. Inmunidad


diplomática... Las personas con inmunidad
diplomática debían de tener mucha influencia en un
ámbito global.

Grupo Géminis era una compañía de renombre en


País K. Era una presencia importante en la industria
financiera mundial. Jacinto Suárez era el gerente
general y el hijo del director general. Si Nataniel
golpeara a Jacinto, el problema escalaria a la
diplomacia entre dos países. Jacinto era alguien con
quien no debían meterse, sin duda.

Entonces, Carmen jaló a Nataniel de la manga y le


susurró:

—Nataniel, no nos rebajemos a su nivel. Vámonos.

Cuando Jacinto vio a Carmen llevándose a Nataniel


pensó que Nataniel se había asustado. Le instruyó a
sus amigos y guardaespaldas que bloquearan su
camino.

—¿Acaso dije que podían irse? El bast*rdo puede irse,


pero la chica se debe quedar y acompañarme.

La furla empezó a recorrer a Natanlel. No obstante,


su expresión se calmó mientras decía con
casualidad:

¡Felicidades! Has logrado hacerme enojar.

Jacinto se sorprendió por un momento antes de


··························································································································· ®
reírse, perverso.

—¡Ja, ja! Sigues fingiendo en frente de mí. Alguien,


por favor golpeé a este bast*rdo por mí. Su presencia
me desagrada —después de que Jacinto hablara, sus
amigos y dos guardaespaldas musculosos actuaron
juntos. Con una sonrisa amenazante, comenzaron a
rodear a Nataniel. Pero Nataniel se burló antes de
repartir múltiples patadas rápidas.

¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!

Nataniel pateó a los subordinados de Jacinto en el


pecho. Con sangre brotándoles de la boca, salieron
volando hacia atrás y aterrizaron de golpe en el suelo.

Los clientes viéndolos a la distancia exclamaron


conmocionados.

Jacinto no pudo evitar abrir los ojos como platos y


jadear. Todos los hombres de País K tenían que
enlistarse para servicio militar. Sus amigos habían
estado en el ejército antes por lo que sus habilidades
en combate deberían ser excepcionales. Más que
eso, sus dos guardaespaldas, en quienes había
invertido mucho dinero al contratarlos, eran muy
hábiles. Pero ni siquiera pudieron resistir un soplido
de Nataniel.

Después de deshacerse de los súbditos de Jacinto, la


mirada de Nataniel cayó sobre él con un aura asesina
que podía sentirse emanando de él. Jacinto estaba
tan asustado que se tambaleó

hacia atrás y amenazó con voz temblorosa:

»Tú... ¿cómo te atreves a lastimar a mis hombres?


¡Estás en graves problemas!

Nataniel se rio.

—¡Ja, ja! No solo me atrevo a lastimar a tus hombres,


sino que también me atrevo a matarte. ¿Lo puedes
creer? —En ese momento, el Capitán de Policía, Isaac,
se acercó con unos cuantos policías.

La policía estaba informada que debía proteger a


··························································································································· ®
Patricio Suárez, el Director General de Grupo Géminis
y a Jacinto Suárez, el Gerente General del mismo.
Ambos eran aliados extranjeros con una identidad
muy especial, por lo que nada malo debía pasarles
estando en Ciudad Fortaleza.

Cuando Isaac recibió la llamada del dueño del


restaurante, se apresuró a llegar. No obstante, lo que
lo sorprendió fue la persona con quien el Señor
Suárez, su invitado del exterior, estaba teniendo
conflicto, ¡Nataniel!

Isaac se apresuró en pánico. Sonriendo y con actitud


apaciguadora, saludó:

—Señor Cruz, Señor Suárez. Me parece que esto es


un gran malentendido. No se peleen y hablemos,
mejor.
Jacinto y su padre, Paolo, llegaron al Aeropuerto
Internacional de Ciudad Fortaleza por la tarde. Los
funcionarios de esa ciudad les dieron la bienvenida
con entusiasmo, e Isaac también fue uno de los
hombres que lo hizo.

Cuando Jacinto vio a Isaac, fue como si hubiera visto


a su salvador. Corrió hacia este y le gritó:

—Capitán Bosques, llega justo a tiempo. El alcalde le


ordenó que nos protegiera, ¿no es así? Esta escoria y
la mujer fueron descorteses conmigo e incluso
hirieron a mis amigos y guardaespaldas. Enciérrelos
y castiguelos con severidad.

La frente de Isaac se cubrió de sudor frío mientras


pensaba en formas de aplacar a ambos, ya que no
era posible enfurecer a ninguno de los dos. Al final,
sonrió de manera pacífica y dijo:

—Señor Salgado, cálmese. Vamos a hablar.

Nataniel entrecerró los ojos y al mirar a Isaac con una


expresión ilegible, preguntó con calma:

—¿El Capitán Bosques es su amigo?

Su pregunta dejó perplejo a Isaac. Por supuesto, no


era amigo de Jacinto, sin embargo, no podía negarlo
··························································································································· ®
delante de este. Después de todo, Jacinto era un VIP
del extranjero que tenía inmunidad diplomática y el
alcalde la había ordenado a Isaac que lo cuidara en
persona.

Al final, Isaac no tuvo más remedio que armarse de


valor y decir en voz baja a Nataniel:

Señor Cruz, él es Jacinto, el Director General de


Grupo Géminis. Es el hijo del Director Ejecutivo del
famoso Grupo Géminis del País N. Tiene inmunidad
diplomática y además, es un invitado importante y
amigo extranjero de Ciudad Fortaleza.

Nataniel respondió con frialdad:

—¿Amigo extranjero? Si quiere ser amigo nuestro,


¡debe respetarnos antes de que nosotros lo
respetemos a éll Este hombre estaba intentando
aprovecharse de mi cuñada y dando problemas.
Como capitán de la Unidad de Investigación, ¿no
debería asumir la responsabilidad de esto?

Isaac tartamudeó mientras parecía incómodo:

—Señor Cruz... El Señor Salgado tiene... Tiene


inmunidad diplomática. Según las normas, no puedo
encerrarlo...

Jacinto también le gritó a Isaac con disgusto:

—Capitán Bosques, ¿quién es? ¿De dónde vino este


tonto? ¿No sabe que tengo inmunidad diplomática?

Antes de que Isaac pudiera explicar, Jacinto se


adelantó con arrogancia. Actuaba con orgullo porque
él y los demás policías estaban presentes y también
porque tenía inmunidad diplomática. Mientras
levantaba la mano para acariciar de manera frívola la
cara de Nataniel, Jacinto dijo con una sonrisa:

—¿Quién eres tú para encerrarme? Haré que el


capitán Bosques mejor te encierre a ti.

Cuando Isaac vio esto, su expresión cambió de forma


drástica y supo que las cosas se iban a poner feas.
De hecho, antes de que la mano de Jacinto pudiera
··························································································································· ®
aterrizar en la cara de Nataniel, este ya había
atacado... ¡Crac! El aterrador sonido de los huesos
rompiéndose resonó en el recinto, ¡Nataniel partió la
muñeca de Jacinto en dos!

—¡Auuuuch...! —Jacinto gritó de forma lamentable


como un cerdo que está siendo sacrificado. Romper
la muñeca de Jacinto no fue suficiente para calmar a
Nataniel y mientras levantaba la mano, abofeteó la
cara del primero con fuerza: ¡Paf!

Jacinto escupió una bocanada de sangre y dientes


rotos y entonces, su cuerpo voló hacia un lado y
aterrizó con fuerza en el suelo. Todo el mundo estaba
muy sorprendido e Isaac también estaba
desconcertado: «¡Se acabó! ¡Estamos condenados!».

Nataniel dijo de manera fría:

—¿Quién te crees que eres? ¿De verdad crees que


eres superior a los demás porque eres un extranjero
con inmunidad diplomática? ¿Cómo te atreves a dar
problemas en Ciudad Fortaleza? Te daré una paliza
pase lo que pase.

Cuando los clientes escucharon lo que dijo Nataniel,


no pudieron evitar aplaudir con fuerza en señal de
acuerdo: «¿Cómo se atreve un extranjero
insignificante a actuar con tanta arrogancia en
Ciudad Fortaleza?».

Los ojos de Carmen también brillaron de asombro


mientras miraba a Nataniel con cara de admiración.
Pensó con orgullo: «¡Este es mi cuñado! El hombre
más increíble del mundo. Nadie puede compararse

con él».
En la sala de recepción de Grupo Cruz, Penélope
estaba dirigiendo al equipo directivo para una
discusión con Paolo, el Director Ejecutivo del Grupo
Géminis. Los dos grupos estaban sentados a ambos
lados de la larga mesa, discutiendo su colaboración.

El Grupo Géminis era una corporación poderosa en el


mundo y el Grupo Cruz planeaba comprarles equipos
farmacéuticos por valor de doscientos millones.

··························································································································· ®
Basándose en la cifra de ventas anuales del Grupo
Géminis, no se consideraba un trato importante. Sin
embargo, Paolo tomó este acuerdo en serio. Incluso
hizo un viaje a Ciudad Fortaleza en persona para
discutir sobre la colaboración, ¡todo porque tenía sus
ojos puestos en la vacuna contra el cáncer de hígado
del grupo de Penélope!

A primera vista, Paolo podía decir que la vacuna


contra el cáncer de hígado era una gran oportunidad
de negocio y estaba dispuesto a vender a la mujer los
doscientos millones de equipo farmacéutico a un
precio bajo de solo cien millones. Sin embargo, su
condición era que Penélope tenía que transferirle los
derechos de creación al extranjero.

En otras palabras, la vacuna contra el cáncer de


hígado producida por Penélope solo podría venderse
en Ciudad Fortaleza, ya que los mercados de
ultramar pertenecerían todos a Grupo Géminis.

Penélope sabía de los estrictos términos que el


Grupo Géminis estaba obligado a imponer a

cambio de una colaboración, sin embargo, no


esperaba que la petición de Paolo fuera tan excesiva.
En realidad quería que transfirieran los derechos de
todos los mercados de ultramar al Grupo Géminis y
eso también significaba que solo podrían vender su
vacuna en Ciudad Fortaleza, sin oportunidad de
aventurarse en el extranjero para globalizar su
negocio. Él quería controlar los derechos de
fabricación de la vacuna para todo el mundo. Par ello,
Penélope dijo con seriedad:

—Señor Salgado, sé que los equipos farmacéuticos


de su empresa son muy avanzados. Esperamos
comprarle el equipo, sin embargo, sus condiciones
son demasiado duras y no puedo aceptarlas.

Paolo tenía más de cincuenta años y unas pesadas


bolsas en los ojos que le hacían parecer un cadáver.
En ese momento, sus ojos sin vida estaban
examinando la esbelta figura de Penélope con gran
interés. Solo podía pensar en lo encantadora que era,
mucho más que las mujeres de su país. No obstante,
··························································································································· ®
a pesar de tener los ojos puestos en la atractiva
mujer, dijo con firmeza:

—¡Jal Por favor, considérelo, Señora Sosa. Esta es


una oportunidad única para que su empresa colabore
con una firma establecida como el Grupo Géminis.
Nuestro grupo es muy poderoso y capaz, así que una
pequeña empresa como la suya solo puede sobrevivir
y prosperar con un socio comercial como nosotros.

Después de que Paolo hablara, su asistente acercó


un teléfono y susurró:

Pasó algo malo, Señor. El Señor Jacinto recibió una


golpiza mientras comía en un restaurante.

Cuando Paolo escuchó eso, exclamó conmocionado;


—¿Qué dijiste?
El asistente contestó temeroso:

—La policía nos informó de que el Señor Salgado fue


golpeado. Tiene la mano derecha fracturada y le
rompieron algunos dientes, ahora lo están
atendiendo en el hospital. También nos informó que
el Señor Salgado es culpable de acoso sexual y de
peleas.

Paolo se puso furioso:

—¿Qué está haciendo la policía de Ciudad Fortaleza?


¿No saben que mi hijo tiene inmunidad diplomática?
No solo no velaron por la seguridad de mi hijo, sino
que además quieren encarcelarlo. Esto es indignante.
—Penélope y los directivos de Grupo Cruz miraron a
Paolo conmocionados. Alguien había herido de
gravedad a su hijo, así que no era de extrañar que se
pusiera tan furioso y perdiera la compostura. Con la
furia que lo invadía, Paolo le preguntó a su asistente
—; ¿Averiguaste quién fue el que hirió a mi hijo?

El asistente miró con rapidez a Penélope antes de


revelar la impactante noticia:

—Señor, la persona que hirió al Señor Salgado es


Nataniel Cruz, que también es el marido de la Señora
Sosa.

··························································································································· ®
«¿Qué?».

Todo el mundo estaba sorprendido y la expresión de


Penélope cambió de forma drástica. No podía creer
que Natanlel hubiera herido al hijo del Señor Salgado.
¡Ahora estaban en graves problemas! Paolo se dio la
vuelta con lentitud y miró a Penélope con una mirada
fría:

—Así que tu marido es el que hirió a mi hijo. ¿Cómo


se atreve, Penélope? Está desafiando la autoridad del
Grupo Géminis, ¿no es así?

Al escuchar eso, Penélope se asustó y respondió con


rapidez:

—Señor Salgado, no es lo que usted cree. Estoy


seguro de que debe haber un malentendido...

Paolo interrumpió a Penélope con frialdad:

—No hace falta que me explique. Ya decidí suspender


nuestra colaboración. También pondré al Grupo Cruz
en la lista negra de la industria de equipos
farmacéuticos. Nunca tendrán en sus manos ningún
equipo farmacéutico avanzado. Además, ajustaré las
cuentas con ustedes por el incidente de hoy. ¡Solo
tienen que esperar!

Después de su discurso, Paolo se fue furioso con sus


subordinados. Penélope estaba ansiosa y enfurecida
y llamó de inmediato a Nataniel para preguntarle qué
había pasado. Nataniel tampoco se lo ocultó, le
reveló todo sobre el acoso de Jacinto a Carmen y lo
arrogante que era. Al final, le dijo a su esposa:

Aunque Jacinto esté ahora en el hospital, este asunto


no se acabará. Haré que la policía lo arreste. De lo
contrario, pensará que es el jefe de Ciudad Fortaleza
solo por su inmunidad diplomática.

Penélope se rio con amargura:

—Jacinto tiene inmunidad diplomática. Aunque haya


cometido un delito, la policía no está autorizada a
detenerlo. Ahora que lo golpeaste, la embajada sin
duda pediría que te castiguen con severidad.
··························································································································· ®
Nataniel, estás en graves problemas; Paolo también
declaró que no colaborará con nosotros e incluso nos
pondrá en la lista negra y nos impedirá el acceso a
equipos farmacéuticos avanzados.

Nataniel se rio:

—¿Ponernos en la lista negra? Paolo está


sobrestimando las capacidades del Grupo Géminis.
Ellos se pierden el no colaborar con nosotros. En
cuanto al equipo farmacéutico, sugiero que lo
compremos al Grupo Vouivre. Yo resolveré este
asunto.

Penélope tenía un terrible dolor de cabeza y no pudo


evitar regañar a Nataniel:

—Deja de fanfarronear. Ya te he dicho innumerables


veces que El Grupo Vouivre está afiliado al ejército,
por eso nunca venderían su equipo a una empresa
privada como nosotros. —Penélope suspiró—:
Olvídalo, no lo entenderías ni aunque te lo explicara.
Es imposible seguir colaborando con el Grupo
Géminis así que pondré en contacto con el Grupo
Cielo Azul en el Sur, Espero que podamos comprarles
el equipo. Pero debes tener cuidado, Nataniel, debes
evitar salir estos días. Paolo dijo que se vengará de ti
por lo que le pasó a su hijo.

Nataniel se burló:

—De tal palo, tal astilla. Jacinto heredó la arrogancia


de su padre. No te preocupes, cariño. Será mejor que
Paolo no se meta conmigo, si no, me aseguraré de

que acabe en peor estado que su hijo.

Penélope tuvo un gran dolor de cabeza: «Él es el


Director Ejecutivo del Grupo Géminis, no es alguien
con quien se pueda andar jugando». Sin embargo, no
quiso herir el ego de su marido diciendo esas
palabras. En lugar de eso, solo le recordó a Nataniel
que tuviera cuidado antes de terminar con el asunto.

Paolo fue a la sala VIP del Hospital Ciudad Fortaleza


y vio a su hijo herido, al ver la mejilla hinchada y el
brazo fracturado de este, gritó con furla:
··························································································································· ®
—¡Maldita sea!

Jacinto gimió con pena:

—i¡Papá, tienes que vengarte por mil

Paolo asintió:

—Puedes estar seguro de eso, hijo mío. Desde luego,


no perdonaré a la persona que te hirió, Descansa

bien. —Después de hablar, Paolo salió de la sala del


hospital con sus subordinados Y Le

dijo a su asistente—: Llama a Penélope y dile que


ahora estoy muy enfadado. Dile que se vista bien y
venga a la habitación del hotel para tranquilizarme. Si
se niega, el Grupo Géminis la incluirá en su lista negra
y señalará al Grupo Cruz. Su marido, Nataniel ,
tampoco se salvará.

El asistente respondió de forma solemne:

—¡Sí, Señor!

Carmen estaba cenando con la familia de


Nataniel en el Palacio Celestial de Ciudad
Fortaleza. Todos estaban de buen humor,
excepto Penélope, que parecía tener algo que
le pesaba. Cuando Bartolomé y Leila se dieron
cuenta, fruncieron el ceño y preguntaron:

—¿Qué pasa, Peni?


Penélope se rio y dijo:

—No es nada. La empresa tuvo algunos


problemas al adquirir el equipo.

Nataniel la consoló:

—No te preocupes por la

KE ¡£

··························································································································· ®
TAO 2
Invencible

adquisición del equipo. Si el Grupo Géminis no


está dispuesto a venderlos, nos pondremos
en contacto con el Grupo vendan sus equipos
a bajo costo.

Penélope no pudo evitar poner los ojos en


blanco:

—¿No te dije ya que el Grupo Vouivre está


afiliada al ejército? Sus equipos cuentan con
la última tecnología, pero solo los suministran
a empresas multinacionales. No los venderán
a pequeñas empresas privadas como
nosotros, ¡y mucho menos a bajo precio!

Nataniel dijo con una sonrisa:

—Las reglas están para romperse. ¿Cómo


vamos a saber que no va a funcionar sin ni
siquiera intentarlo? Me pondré en contacto
con el Grupo Vouivre y me encargaré de la
adquisición.

Penélope no podía soportar arruinar el


entusiasmo de Nataniel, así que respondió:

—Ya que quieres intentarlo, adelante.

Pensó que era imposible que Nataniel llegara


a un acuerdo con el Grupo Vouivre, ya que no
era una cuestión de dinero. Entonces suspiró:
«La única salida es ponerse en contacto con
el Grupo Cielo Azul en el Sur y tratar de
conseguir el equipo. De lo contrario,
estaremos condenados».
En ese momento, su teléfono sonó de repente
y cuando vio el número que aparecía en el
identificador de llamadas, se quedó atónita
por un momento antes de sospechar. Ese
número era el de Paolo, el Director General de
Grupo Géminis: «¿Podría ser que Paolo
cambió de opinión?».
··························································································································· ®
Penélope le dijo a Nataniel y al resto que
siguieran comiendo antes de dirigirse a un
pasillo vacío y aceptar la llamada. Quien la
buscaba era de Hugo Sodi, que era el
asistente de Paolo. Este transmitió el mensaje
de Paolo sin perder una palabra y la amenazó
con frialdad:

—Señorita Sosa, el Director General está muy


enfadado ahora. Si no cumple con lo que voy
a decirle, las consecuencias serán graves.
¡Venga al Hotel Ritz Carlton ahora mismo y
utilice su cuerpo para complacer a mi Director
Ejecutivo!

Cuando Penélope escuchó eso, se quedó


sorprendida y furiosa y dijo con una mezcla de
verguenza y rabia:

—Lo siento. Por favor, dígale al Señor Salgado


que no accederé a una petición tan poco
razonable y sinvergúenza. Dígale que sea
más respetuoso...

Hugo Sodi interrumpió con frialdad:

—Es la única forma de supervivencia de su


empresa y de su marido. Si no aparece en
media hora, su empresa y su marido estarán
condenados.

Tras hablar, Hugo Sodi no esperó su


respuesta, colgó de inmediato y la cara de
Penélope se puso pálida mientras agarraba
con fuerza el teléfono. Cuando Nataniel vio
que el rostro de su esposa había perdido todo
el color tras recibir la llamada, descubrió que
algo andaba

So dl

A AS
··························································································································· ®
Invencible

mal, por eso, preguntó preocupado:

—¿Qué pasa? ¿Ocurrió algo? —Penélope


conocía el temperamento de Nataniel, odiaba
que la intimidaran.

A juzgar por la personalidad violenta de


Nataniel, si supiera que Paolo la estaba
amenazando, sin duda irrumpiría en el hotel
sin pensárselo dos veces y golpearía al
hombre. Además, el Grupo Géminis era muy
poderoso y tanto Paolo como su hijo tenían
inmunidad diplomática, en otras palabras,
podían salir impunes incluso si cometían un
asesinato.
Penélope temía que Nataniel se enfrentara a
Paolo y que perdiera la vida por ello, por lo
tanto, puso una sonrisa en su cara y negó con
la cabeza:

—No es nada, sigamos comiendo. ¡Mira este


pescado!, ¡se ve tan fresco y delicioso!

La actuación de Penélope podía engañar a


cualquiera menos a Nataniel y le dijo con
calma:

—Tengo que ir al baño. Continúen ustedes. —


Después de hablar, salió y llamó a César—:
Investiga quién llamó hace un momento a mi
mujer, quiero saber el contenido de
—De acuerdo, lo entiendo.

César no pudo evitar decir:

—Señor, Paolo es muy arrogante. ¿Cómo se


atreve a desear a la Señora? ¿Quiere que
traiga un equipo y lo ponga en su lugar?

Nataniel respondió con calma:


··························································································································· ®
—El Grupo Géminis es una corporación
famosa en el País N. Paolo es una de las
figuras más poderosas de la misma y tiene
inmunidad diplomática en muchos países,
incluido Ciudad Fortaleza. Su identidad es un
asunto delicado así que si diriges un equipo y
lo liquidas, sin duda habrá una

MA A / /

Invencible

conmoción mundial. Es inapropiado que


actúes, puedo resolverlo trayendo a Tomás.

César respondió de manera respetuosa:


—¡Sí, Señor!

Nataniel colgó el teléfono y tras informar a


Penélope y al resto de que tenía que ocuparse
de algo, salió del restaurante. Cuando salió del
local, Tomás y algunos subordinados
capacitados ya estaban esperando afuera.
Nataniel dijo con frialdad:

—¡Vamos al Hotel Ritz Carlton!

AA/2

Invencible

Tomás respondió en tono respetuoso:

—¡Sí, Señor!

En las suites presidenciales del Hotel Ritz


Carlton, Paolo estaba sentado en un sofá con
una bata blanca. Con una copa de champán
··························································································································· ®
en la mano, entrecerró los ojos mientras
preguntaba a su ayudante con inquietud:

—¿Por qué aún no ha venido Penélope?

Su asistente, Hugo Sodi, dijo con una sonrisa:


—No se preocupe, Señor. Sin duda accederá a
su petición, ¡a menos que no le importe el

destino de su empresa y su marido!

La cara de Paolo se llenó de


expectación:

—Es la mujer más bonita que he conocido.


Todas las mujeres bellas de nuestro país se
han sometido a cirugía plástica, por ello,
ninguna podría compararse con una belleza
natural como la que tiene ella.

Hugo Sodi sacó un frasco de pastillas y


colocándolo sobre la mesa, dijo de manera
aduladora:

—Señor, aquí tiene unas cuantas píldoras


afrodisíacas. Una sola píldora puede ponerlo
tan enérgico como un tigre. Espero que se
divierta con la Señora Sosa esta
noche.

Una sonrisa lujuriosa apareció en la cara de


Paolo, le dio una palmadita en el hombro de
Hugo Sodi y dijo con aprobación:

—¡No está nada mal! Sabes cómo manejar las


cosas. Sal, espera e infórmame en cuanto
llegue Penélope.

—¡Sí, Señor!

Hugo Sodi se inclinó, se dirigió hacia la puerta


y cuando llegó ahí, esta se abrió de repente
con un fuerte golpe. Alguien la había pateado
y se lanzó directo hacia él.

Invencible

··························································································································· ®
¡Pas! 4

Hugo Sodi se cayó al suelo, inmovilizado por


la puerta.

Entonces, con una mirada temerosa, vio entrar


a un hombre musculoso de ojos brillantes con
un grupo de subordinados. Hugo Sodi estaba
sorprendido y furioso y mientras luchaba por
apartar la puerta de su lado, gritó con gran
enfado:

»¿Quiénes son ustedes? ¿Saben de quién es


esta habitación? ¿Dónde están los malditos
guardaespaldas?

Quien echó la puerta abajo y entró fue


Nataniel, Tomás y

AA

Invencible

los demás hombres. Tomás se rio y dijo:

—Deja de gritar. Tus inútiles guardaespaldas


están todos tirados en el suelo afuera.

«¿Qué?». La cara de Hugo Sodi cambió de


forma drástica e intentó apartar la puerta lejos
de su cuerpo a toda prisa. Sin embargo,
Nataniel pisó la puerta con frialdad y en ese
momento, Hugo Sodi sintió como si una
tonelada de ladrillos pesara sobre él, la puerta
casi aplastaba su cuerpo, el sonido de los
huesos al crujir provenía de sus costillas y
sentía que su pecho iba a explotar.
Mientras Nataniel pisaba la puerta, ni siquiera
miró a Hugo Sodi, cuyo rostro estaba lleno de
agonía. Este último abrió la boca, pero no
pudo decir nada.

Nataniel miró fijo a Paolo, que estaba sentado


en el sofá con una expresión de sorpresa y
preguntó con frialdad:
··························································································································· ®
—¿Eres tú el lujurioso que amenazó a mi
mujer?

Al ver cómo Hugo Sodi se quedaba poco a


poco inmóvil bajo los pies de Nataniel, Paolo
se quedó mirando a Nataniel con horror y le
preguntó con timidez:

AA7

Invencible

—¿Eres Nataniel Cruz?

Nataniel respondió:

—Así es. No deberías haberte metido


conmigo.

Con voz temblorosa, Paolo dijo:

—Soy el Director Ejecutivo del Grupo Géminis,


un miembro importante de la empresa. Tengo
inmunidad diplomática aquí, así que si te
atreves a tocarme, la embajada no te
perdonará con facilidad. Prepárate para recibir
un severo castigo.

Nataniel apartó los pies de la puerta y se


dirigió despacio

AA

Invencible

hacia Paolo:
—¿Todavía te atreves a amenazarme?

··························································································································· ®
Cuando Paolo vio a su asistente inconsciente,
cuya caja torácica estaba aplastada por
completo, miró a Nataniel como si fuera el
diablo y gritó a todo pulmón:

—¿Qué quieres de mí?

Nataniel acarició la cara de Paolo:

—No te preocupes. No te mataré ni te


golpearé. —Mientras hablaba, su mirada se

posó en el frasco de pastillas que había sobre


la mesa y cuando se dio cuenta de que contenía
píldoras afrodisíacas y leyó la descripción de
los efectos secundarios de tomarla, un
destello frío apareció en sus ojos—: ¡Jony!

Nataniel se giró y saludó a uno de sus


subordinados que estaba junto a Tomás. Era
un hombre negro y musculoso que medía dos
metros veinte y pesaba más de cien
kilogramos.

Él era Jony, el nuevo campeón de la


competición de boxeo en el mercado negro
clandestino de Tomás. En el cuadrilátero de
boxeo del mercado negro, Jony derrotaba a
todos como

A A 10

Invencible

una bestia feroz y además de ser increíble en


ello, también tenía una singular identidad
sexual, ya que le gustaban los hombres en
lugar de las mujeres. Disfrutaba haciéndolo
con los de su mismo sexo. Cuando Jony
escuchó que Nataniel lo llamaba, se apresuró
a decir con respeto:

—Jefe, ¿cuáles son sus órdenes?

Nataniel lanzó el frasco de píldoras


··························································································································· ®
afrodisíacas a Jony y señaló a Paolo, que
estaba sentado en el sofá en bata y ordenó

con calma:

—Es todo tuyo por esta noche.

3 11
1d

A AD

Invencible

Este viejo ha forzado a muchas mujeres


inocentes, es hora de que tenga que reciba lo
que merece.
«¿Qué?».

La expresión en el rostro de Paolo se volvió de


susto, pues para él, esto era más aterrador
que ser asesinado. Como un gato al que le
han pisado la cola, chilló y saltó. Gritando a
todo pulmón, suplicó:

—¡No! ¡Por favor, no lo hagas! Sé que me


equivoqué... ¡Sé que me equivoqué!

Nataniel se rio:
—Aunque sepas que te equivocas, ya es
demasiado tarde. Jony, cuida bien de él esta

noche.

Jony sonrió con malicia:

¡Ja, ja! ¡Lo haré, jefe!

Después de hablar, Jony se abalanzó sobre


Paolo como una bestia, lo abrazó y le rompió
la bata con facilidad. Nataniel se dio la vuelta
para irse y Tomás se llevó al inconsciente
Hugo Sodi, volvió a colocar la puerta en su
··························································································································· ®
marco y se fue también.

El rugido furioso de Jony y los de dolor de


Paolo resonaron por toda la habitación y solo
se detuvieron después de dos horas. Al cabo
de un rato, Paolo salió cojeando mientras
Jony dormía, sin embargo, cuando escapó al
pasillo, se dio cuenta de que Tomás montaba
guardia fuera con unos cuantos subordinados.

Tomás sonrió y ordenó a sus hombres:

—¡Ja, ja! Este viejo quiere escapar en medio de


la noche. ¡Llévenlo de vuelta a la cama de
Jony!

La cara de Paolo perdió su color mientras


gritaba con desesperación:

—¡No! No... ¡Ay! —Fue capturado y enviado de


vuelta a la habitación.

Cuando Nataniel volvió a casa, Penélope


estaba discutiendo algo con Carmen en
secreto:

AY

Invencible

—¿Debería comprar algunos regalos para


visitar a Jacinto en el hospital e implorar por
su perdón?

Nataniel dijo con una sonrisa:

—No es necesario. Ya pude ver a Paolo.

Penélope exclamó asombrada:

—¿TÚú qué? No te enfrentaste a ellos, ¿verdad?


¿Te pusieron en una situación difícil?

··························································································································· ®
Nataniel sonrió y respondió:

—NOo. Ya llegamos a un acuerdo. Paolo y el


resto volverán al País N mañana.

Cuando Penélope escuchó eso, se sorprendió


y se alegró, pero también se decepcionó.
Estaba sorprendida porque Paolo no había
mencionado nada sobre vengarse de Nataniel,
sin embargo, estaba decepcionada porque si
Paolo y el resto regresaban a su país,
significaba que cualquier colaboración entre
Grupo Cruz y Grupo Géminis sería imposible.

A pesar de ello, la mujer pensó que era un


resultado bastante bueno y preguntó a
Nataniel con curiosidad:

—¿Cómo conseguiste el perdón de Paolo y los


convenciste de no vengarse
de ti?
Nataniel dijo con una sonrisa:

—Por supuesto, los convencí con mi lógica y


mis virtudes honorables.

Penélope se mostró incrédula, mientras que


Carmen puso los ojos en blanco: «¡Virtudes
honorables, una m*erda!».

Era cierto que Nataniel no había golpeado a


Paolo, en su lugar, ordenó a Jony que liquidara
a Paolo por él e incluso instruyó a Tomás para
que lo filmara. Amenazó a Paolo para que no
creara ningún problema en el país y se fuera lo
antes posible, de lo

A AS 7

Invencible

contrario, revelaría el video y destruiría la


reputación de Paolo.

Al día siguiente, el humillado Paolo, junto a su


··························································································································· ®
hijo y sus subordinados, subió de forma
patética al avión de vuelta al País N. Aunque a
Penélope le sorprendió que el Director
Ejecutivo del Grupo Géminis volviera de
repente a casa, se alegró de que todo hubiera
terminado.

Durante los días siguientes, se puso en


contacto con el Grupo Cielo Azul de forma
proactiva. Había cinco accionistas principales
en el Grupo Cielo Azul, el mayor era Daniel
Talavera y los cuatro

E
ñ

7 ml

AA

Invencible

restantes eran las cuatro familias poderosas


del Sur. El Director Ejecutivo del Grupo Cielo
Azul era Rubén Ortiz y el subdirector era
Aurelio Soto.

Ambos habían recibido órdenes del Señor


Talavera de ir a Ciudad Fortaleza para
encargarse de Nataniel. También recibieron
instrucciones de hacerse con el control de los
derechos de fabricación de la vacuna contra el
cáncer de hígado lo antes posible.

368-1

AA

Invencible

Rubén y Aurelio conversaban con alegría en el


Club Comercial del Sur. Rubén dijo con una
risa:
··························································································································· ®
—Al principio, nos preocupaba que Penélope
colaborara con Paolo del Grupo Géminis. De
ser así, nuestro plan fracasaría.

Aurelio se rio:

—En efecto, el Grupo Géminis es la


corporación más poderosa del País N. Podrían
incluso influir en las elecciones
presidenciales. Si Penélope se convirtiera de
verdad en socia comercial de Paolo, nos será
imposible conseguir los derechos de

bo

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368-2 A TAO

Invencible

fabricación de la vacuna.
Rubén se rio con frialdad:

—Por desgracia, Nataniel hirió al hijo de Paolo.


No solo se metió en problemas, sino que
también hizo que Penélope perdiera la
oportunidad de asegurarse un aliado tan
grande como el Grupo Géminis.

Aurelio entrecerró los ojos:

—Tenemos suerte. Si Nataniel ofende a Paolo,


seguro que pondrá a Grupo Cruz en la lista
negra. Como todos sabemos, las famosas
compañías farmacéuticas en el extranjero
están muy

AA A

··························································································································· ®
Invencible

relacionadas con el Grupo Géminis. Si Paolo


hace un anuncio para poner en la lista negra a
Grupo Cruz, las famosas compañías
farmacéuticas en el extranjero seguro que no
venderán sus equipos a Penélope. Esto
también significa que somos la única
esperanza de Penélope.

Rubén dijo encantado:

—Ya se puso en contacto conmigo varias


veces. Le pedí que se reuniera conmigo hoy
aquí. Viendo la hora que es ahora, es probable

que llegue pronto.

Justo después, una gerente

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a

y|y

368-4 A

Invencible

con un vestido ceñido al cuerpo llamó a la


puerta, entró y dijo con respeto:

—Señor Rubén, Señor Aurelio, llegaron algunos


invitados. La líder es Penélope, la Directora
Ejecutiva de Grupo Cruz. Dice que acordó una
reunión de negocios con ustedes.

Rubén y Aurelio intercambiaron miradas y


respondieron con una sonrisa:

—¡Que entren!

Poco después, Penélope entró con su


··························································································································· ®
asistente y algunos miembros de la alta
dirección. La mujer usaba una blusa blanca
formal y un traje y una

bo
a

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368-5 Puinaiib

Invencible

falda negros ajustados. Las medias que


llevaba debajo de la falda hacían que sus
esbeltas piernas parecieran más largas. Con
una altura de un metro con setenta, se veía
aún más alta después usando tacones, lo que
la hacía parecer un elegante cisne. Aunque
Rubén y Aurelio habían visto a muchas
mujeres, las miradas de asombro aparecieron
en sus rostros en cuanto vieron a Penélope.

Penélope por su parte, saludó a ambos


hombres de forma elegante:

—Hola, Señor Rubén y Señor Aurelio, soy


Penélope. Acordé

a
3

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368 6 INVENCIBLE

Invencible

una reunión con ustedes para discutir los


asuntos sobre la adquisición del equipo de su
empresa.

Rubén asintió:
··························································································································· ®
—Tome asiento, Directora Sosa. Vine en
especial a Ciudad Fortaleza con el Director
Ejecutivo Aurelio para discutir la colaboración
con usted.

Penélope dijo:

—Planeamos comprar algunos equipos


farmacéuticos automatizados de su empresa.
Esperamos comprar un total de más de
doscientos millones en equipos. ¿Cree

368-7 Lib

Invencible

que podemos llegar a un acuerdo? ¿Pueden el


Señor Rubén y el Señor Aurelio hacernos
algún descuento?

¡Un negocio de doscientos millones! Sin duda


era un trato importante para el Grupo Cielo
Azul, sin embargo, lo que Rubén, Aurelio y el
Señor Talavera codiciaban eran los derechos
de fabricación de la vacuna, que tenía
Penélope. En definitiva, no se conformarían
con un trato de doscientos millones.

Rubén dijo con una sonrisa:

—Sin duda daremos el mejor precio por un


trato de doscientos millones. Sin

368-8 A A

Invencible

embargo, aparte de los descuentos, tenemos


una sugerencia mejor. Señor Aurelio,
coménteselo a la Señora Sosa.

Ajustándose el cuello de la camisa, Aurelio se


··························································································································· ®
puso de pie y dijo:

—Señora Sosa, pensamos proporcionarle de


forma gratuita todo el equipo que necesita su
fábrica farmacéutica. No aceptaremos ni un
centavo.

El equipo directivo sentado al lado de


Penélope exclamó en voz baja conmocionado
al escuchar lo que había dicho, sin embargo,
Penélope fue la

Invencible

única que se quedó pensativa. Ella sabía que


nada era gratis en este mundo.

El Grupo Cielo Azul no era una organización


benéfica. Era imposible que le dieran
doscientos millones de equipamiento a
cambio de nada, así que preguntó con calma:

—¿Cuáles son las condiciones adicionales?

Rubén y Aurelio intercambiaron miradas y


sonrieron y con una risa, Rubén dijo:

—Señora Sosa, es usted en verdad una mujer


inteligente. Es fácil hablar de negocios con
gente inteligente como usted. Nuestras
condiciones adicionales son muy sencillas.
Queremos el ochenta por ciento de los
beneficios de su empresa.

El equipo directivo del Grupo Cruz se quedó


boquiabierto: Estos hombres querían
quedarse con el ochenta por ciento de los
beneficios de Grupo Cruz a cambio de
algunos equipos. Esto era

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··························································································································· ®
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A 3659- 2

Invencible

más que ridículo. Penélope estaba furiosa y


asombrada:

—Sus condiciones son aún más escandalosas


que las que proponía el Grupo Géminis. Es
imposible que aceptemos unas condiciones
tan duras. Compraremos sus equipos con
dinero, no podemos darnos el lujo de que nos
los regalen.

Aurelio se burló:

—¿Cree que se los venderemos aunque nos


paguen?

Rubén también se rio con frialdad:

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369-1

IA A

Invencible

—El Grupo Géminis anunció hoy que los


pondrá en la lista negra. Todas las compañías
farmacéuticas famosas en el extranjero están
vinculadas de manera estrecha al Grupo
Géminis. No pueden comprar ningún equipo
en el extranjero.

··························································································································· ®
»Por otro lado, el Grupo Cielo Azul es una de
las mayores empresas de equipos
farmacéuticos del país. Si se niega a
colaborar con nosotros, el Grupo Cielo Azul la
pondrá en la lista negra también. Otras
empresas no les venderán en definitiva sus
equipos.

Cuando Penélope y los

369-4

INVENCIBLE

Invencible

directivos de Grupo Cruz le escucharon, su


expresión cambió de forma drástica. El Grupo
Cruz iba a entrar en la lista negra de las
empresas farmacéuticas a nivel local y
mundial, por ello a Penélope se le fue la
sangre de la cara. Rubén sacó un contrato y
se lo dio a Penélope con una sonrisa:

»Firme esto, Señora Sosa. Si lo firma ahora,


aún puede asegurarse el veinte por ciento de
los beneficios. Si no lo hace, no podrá
comprar ningún equipo para producir las
vacunas. El Profesor Vásquez sin duda elegirá
a otra persona para gestionar las vacunas.
Para entonces,

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369-5

IA

Invencible

no le quedará nada.
··························································································································· ®
Penélope y el equipo directivo de Grupo Cruz
palidecieron ante sus palabras, pero justo
cuando Rubén y Aurelio estaban amenazando
y persuadiendo a Penélope para que firmara el
contrato, Nataniel empujó la puerta, entró de
repente y dijo con calma:

—Cariño, no caigas en su trampa. ¿Quiénes


son ellos para ponernos en la lista negra?

Penélope estaba tan sorprendida que apenas


podía hablar:

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3696 lis

AA

Invencible

—¡Nataniel!

Al principio, Rubén y Aurelio pensaron que


tenían la oportunidad de obligar a Penélope a
firmar el contrato. Sin embargo, Nataniel
apareció de forma inesperada y arruinó sus
planes, así que ambos estaban sorprendidos y
furiosos. Rubén dijo con severidad:

—Nataniel y Penélope, deben pensarlo bien. El


Grupo Géminis ha roto todos los medios
posibles para que puedan comprar equipos en
el extranjero. Si se niegan a aceptar las
condiciones que el Grupo Cielo Azul
establece, romperemos todos los

369-7 His
Invencible

canales locales a través de los cuales pueden


··························································································································· ®
comprar el equipo. Pronto se verán atrapados
en una pérdida irrecuperable.

Nataniel se burló y dijo:

—i¡Ja, ja! Se sobreestiman. —Después de


hablar, Nataniel se giró para mirar a Penélope
y dijo con una sonrisa—: Cariño, ya cerré el
trato con una famosa compañía farmacéutica.
Nos venderán el equipo más avanzado al
mejor precio posible.

Penélope preguntó encantada:

—¿De verdad?

A AD

369-8

Nataniel se rio y respondió:

Invencible

—Por supuesto. Para demostrar su seriedad,


ya transportaron el primer lote de equipos.
Llegarán a Ciudad Fortaleza por la tarde.

Penélope agarró la mano de Nataniel con


entusiasmo:

—Querido, ¿estás diciendo la verdad?


Nataniel dijo:

—Por supuesto que no te voy a engañar.


Espera a ver el equipo esta tarde.

Penélope y el equipo directivo empezaron a


animarse. El

369-9 Invencible

problema de adquisiciones que les


preocupaba desde hacía tiempo iba a
resolverse por fin. Sin embargo, las caras de
··························································································································· ®
Rubén y Aurelio estaban llenas de sorpresa y
furia. El Señor Talavera ya había dejado claras
sus intenciones con las demás empresas
farmacéuticas. ¿Qué empresa era tan valiente
como para oponerse a sus órdenes?

E
po 1 $

370-141 MEP

Invencible

Rubén observó con rabia cómo Nataniel,


Penélope y el resto se marchaban. La ira le
consumía tanto que estuvo a punto de
ordenar a sus hombres que atacaran a
Nataniel, sin embargo, Aurelio lo detuvo a
tiempo y susurró con voz profunda:

—No actúes con precipitación, Rubén.

Rubén respondió furioso:

—Nataniel y Penélope ya encontraron una


empresa dispuesta a suministrarles el equipo.

Nuestro plan va a fracasar. ¿Cómo no voy a


estar ansioso?

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370-2 A

Invencible

Aurelio respondió con calma:

··························································································································· ®
—El Señor Talavera tiene contactos
poderosos. No solo puede gobernar el Sur,
sino que también tiene gran influencia en toda
la nación. El Grupo Cielo Azul es la empresa
privada principal en la industria del equipo
farmacéutico y, por lógica, una vez que el
Señor Talavera hizo el anuncio, nadie en la

industria se atrevería a oponerse a él de forma


pública.

Rubén resopló con desprecio:

—¡Pero si ahora hay un idiota colaborando con


Nataniel y Penélope!

370-3 Pine

Invencible

Aurelio dijo con calma:

—Entonces, investigaremos qué empresa está


colaborando con ellos. Les arruinaremos el
trato y haremos saber a todos que si se
atreven a ir contra nosotros, se enfrentarán a
un final horrible.

La expresión furiosa de Rubén se calmó un


poco y preguntó:

—¿Qué propones?
Aurelio dijo con una sonrisa:
—¿No dijo Nataniel que esta tarde se va a

transportar un lote de equipo a Ciudad


Fortaleza? El sur es nuestro

370-4 A AAN

Invencible

territorio. Ningún forastero se atrevería a


··························································································································· ®
comerciar aquí sin el permiso de nuestros
hombres. Vamos a darles una buena lección.
Rubén estaba intrigado:

—¿Cómo lo hacemos?

Aurelio dijo con una sonrisa astuta:

—Dejaremos que «Cíclope» traiga un grupo de


hombres y se apodere de todo su equipo.

Los ojos de Rubén se iluminaron y dijo


entusiasmado:

—¡Buena idea! ¡Nos

Invencible

apoderaremos del equipo sin rodeos! Si


alguien se atreve a oponerse a las
instrucciones del Señor Talavera en el futuro y
vender su equipo a Penélope, ¡esto será lo que
les espere!

Aurelio estuvo de acuerdo con orgullo:

—¡Por supuesto! Después de todo, ¡Ciudad


Fortaleza es nuestro territorio!

Con rapidez, Rubén y Aurelio movilizaron a


sus hombres para investigar el lote de equipo
farmacéutico que iba a ser transportado a
Ciudad Fortaleza.

A2

370-6 A AD

Invencible

Por la tarde, una caravana de diez grandes


camiones de contenedores estaba
transportando un lote de equipos, pero en
··························································································································· ®
cuanto pasaron por la estación de cobro de la
autopista, el personal de la estación dio
instrucciones a Rubén. Siguiendo las órdenes
de este último, Cíclope dirigió un equipo de
cien hombres para interceptar de forma
agresiva la caravana de camiones.

Estos camiones venían del Norte y como era


de esperar, transportaban el primer lote de
equipo farmacéutico al Grupo Cruz. El
responsable de la caravana de camiones era
Emiliano, el capitán de


13

JE Ml

370-7 A

Invencible

logística del Grupo pista, fueran interceptados


por un grupo de hombres en los suburbios.

Decenas de coches obstruían la carretera.


Había un hombre tuerto y musculoso con un
parche en el ojo bloqueando el camino de los
camiones y más de un centenar de hombres
le seguían. Cíclope gritó con maldad:

—¡Todos, bajen de los camiones de inmediato!


Si alguien se atreve a negarse, nos
aseguraremos de que nadie salga vivo de
aquí.

Emiliano estaba sorprendido y furioso. El


Grupo Vouivre era una famosa empresa
nacional afiliada al ejército, conta

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··························································································································· ®
/an con el apoyo del Ejército
del Norte y tenían conexiones
militares. Era ridículo que
alguien se atreviera a
interceptar la caravana de
ellos y a amenazar la
seguridad de los empleados.

Con una expresión sombría,


Emiliano bajó de los camiones
con los demás conductores y
miembros de logística y
mirando a Cíclope y a sus
hombres, preguntó con
severidad:

¿Quiénes son ustedes? ¿Por


qué interceptan nuestros
camiones? ¿Qué quieren?

Cíclope sonrió con frialdad:

370-9

II A

Invencible

—Trabajamos para el Señor Talavera, que


pertenece a las cuatro grandes familias del
Sur. El Señor Talavera ya informó a todas las
compañías farmacéuticas de la industria que
nadie puede vender su equipo al Grupo Cruz.
Sin embargo, ustedes, b*stardos extranjeros,
se atrevieron a oponerse a las instrucciones
de él. Incluso tuvieron al atrevimiento de
transportar los equipos al Sur y venderlos a
Penélope. ¿Acaso pretenden que el Señor
Talavera no existe?

··························································································································· ®
Invencible

Los ojos de Emiliano se abrieron de par en par


mientras gritaba histérico:

—¿Señor Talavera? Nunca nos habíamos encontrado


con una persona con ese nombre. ¿Quién se cree que
es para meter las narices en nuestros asuntos?
Tenemos autonomía para decidir sobre nuestro
socio.

Cíclope bufó con desprecio y advirtió:

—Ya que están en el Sur, tienen que escuchar las


instrucciones del Señor Talavera. Declaro que este
lote de órdenes está confiscado.

El enfurecido Emiliano volvió a gritar:

—¿Intentas engañarnos? ¿Tienes idea de quiénes


somos?

Sin dudarlo, Cíclope levantó la mano y le dio una


bofetada a Emiliano en la cara, que le hizo sangrar la
comisura de la boca, luego lo señaló y le advirtió a su
vez:

—No me importa quiénes son ustedes. Ya que tienen


el valor de ir en contra de las palabras del Señor
Talavera y ponerse en contacto con Penélope,
podemos confiscarles también el lote de equipos. —A
mitad de su discurso, Cíclope hizo una seña a sus
hombres y les indicó—: ¡Deprisa! ¡Carguen todo en el
camión! ¡Nos llevaremos todo con nosotros!

Sin embargo, Emiliano se negó a ceder, se limpió la


sangre y levantó la cabeza:
Aléjate de este lote de equipos. Si no, ¡te arrepentirás!

Una vez que Cíclope escuchó las palabras de


Emiliano, se burló:

—Lo siento, pero nunca me he arrepentido de ninguna


de mis decisiones a lo largo de mi vida. Aquí tienes
un aviso para ti. Seguiremos confiscando el equipo
de aquellos que intenten llegar a un acuerdo con
Penélope. Esto es lo que te pasa por desafiar las
··························································································································· ®
palabras del Señor Talavera.

Tan pronto como Cíclope terminó su frase, se marchó


con sus hombres junto con el camión cargado de
todo tipo de equipo. Los que quedaron atrás fueron
Emiliano, los conductores y varios empleados que
había contratado. Como les habían robado el equipo,
los conductores se pusieron nerviosos de repente:

—Señor, nos robaron el equipo. Deberíamos informar


a la policía.

Sin embargo, Emiliano negó con la cabeza:


—Son los subordinados de Daniel y este es una figura
influyente por aquí. Me temo que la policía tampoco

podrá hacer nada al respecto.

Los conductores se quedaron boquiabiertos ante la


respuesta de Emiliano:

—Sies así, ¿qué debemos hacer?

Sin embargo, Emiliano tranquilizó a los


conductores con una sonrisa en la cara:

—No pasa nada. Después de todo, el Grupo Vouivre


está afiliada al ejército. Tampoco deberían haberse
metido con nosotros en primer lugar. Lo más
importante es que el Señor Cruz fue quien hizo el
pedido. Estoy seguro de que ustedes saben quién es
él, ¿verdad? ¿Cómo se atreven a hacer un movimiento
contra alguien como él? Deben tener ganas de morir.
—Dicho esto, Emiliano llamó a Nataniel y le informó
de la situación.

Mientras tanto, Nataniel esperaba la llegada de


Emiliano con Penélope y los miembros del consejo
de administración de la empresa en la entrada de su
sede. Sin embargo, el primer lote de equipos que
habían comprado había sido robado por los hombres
de Rubén y Aurelio.

Penélope supo que algo iba mal por la horrible


expresión que tenía Nataniel después de colgar la
llamada y preguntó:

··························································································································· ®
—¿Qué ocurre? ¿Cuándo llegará el proveedor a
nuestra sede?

Al escuchar la pregunta de Penélope, Nataniel


respondió:

—Ya llegaron a Ciudad Fortaleza. —Antes de que


Penélope y el resto pudieran expresar su alegría,
Nataniel continuó—: Me puse en contacto con
nuestro proveedor. Rubén y Aurelio enviaron a sus
hombres para sabotear nuestro trato y no solo nos
robaron el lote de equipos, sino que también
obligaron a los demás proveedores a boicotearnos. Si
los proveedores les

desobedecen, confiscarán sus equipos.

Al escuchar eso, los ojos de Penélope se abrieron de


par en par con incredulidad:

—¡Eso es absurdo! Ya que cometieron un robo,


¡debemos denunciarlo a la policía!

Los altos cargos suspiraron y susurraron:

—Directora Sosa, Rubén y Aurelio son los


subordinados del Señor Talavera. Este es conocido
como el Rey del Sur, se rumora que hasta el
Gobernador tiene que ser deferente con él y el alcalde
de Ciudad Fortaleza también tiene que adularlo.

—Es quien manda en el Sur, me temo que los policías


no tienen ningún poder sobre ellos.

—Tiene razón. Los del Grupo Géminis están tratando


de interponerse en nuestro camino en el extranjero,
mientras que los hombres del Señor Talavera vienen
a por nosotros a nivel nacional. Supongo que
estamos ¡*didos, ¿no?

El rostro de Penélope palideció al escuchar sus


palabras: por fin sabía de qué era capaz el Rey del
Sur. Parecía que ya no podrían recuperar el lote de
equipos robados, ya que la policía tampoco podía
actuar contra los culpables así que sería difícil para el
Grupo Cruz comprar equipo en el futuro porque
muchas partes tratarían de obstaculizar su comercio,
··························································································································· ®
Mientras la mujer reflexionaba, se ponía cada vez
más nerviosa, pensando que era el fin del Grupo

Cruz. Estuvo a punto romper en llanto, pero Nataniel


la tranquilizó:

—¿Quién demonios se cree el Rey del Sur? No me


importa quién esté detrás de esto, ¡pero tendrá que
asumir las consecuencias de su acción! No te
preocupes, querida. Tienes mi palabra, haré que los
que arrebataron el equipo nos lo devuelvan en una
hora.

Penélope y el equipo directivo de Grupo Cruz estaban


confundidos por las palabras de Nataniel: «Nataniel
debe haberse vuelto loco. El Señor Talavera es un
hombre tan brutal que hasta el Gobernador y el
alcalde le temen. ¿Cómo es posible que consiga que
nos devuelvan el equipo?».

—Ten fe en mí, Penélope. Conseguiré que nos envíen


el lote de equipos que nos robaron en una hora. —
Nataniel trató de consolar a Penélope y a
continuación, se apartó y buscó su teléfono para
llamar a César—: El primer lote de equipos del Grupo
Vouivre fue robado. Quiero que entreguen el equipo
en la sede de Grupo Cruz en una hora.

César respondió con voz grave:

—El Grupo Vouivre tiene relaciones comerciales con


el Ejército del Norte. Además, es usted quien hizo el
pedido, no puedo creer que tengan el atrevimiento de
darle problemas. No se preocupe, jefe, haré que
devuelvan el equipo en una hora y que den un trago
de su propia medicina.

En cuanto César colgó la llamada, reunió de


inmediato a las Fuerzas Especiales de Furia del
Dragón destacadas en Ciudad Fortaleza. En pocos
minutos, consiguió reunir a dos mil soldados de
prestigio de Furia de Dragón y en cuanto estuvieron
reunidos, los camiones militares partieron de su
cuartel general. Consiguieron localizar de inmediato
la ubicación exacta de los delincuentes gracias al
navegador satelital proporcionado por el Grupo
··························································································································· ®
Vouivre.

César, que iba vestido con su uniforme militar,

encabezaba la flota de vehículos, cerró los ojos para


dormir un poco. Los otros soldados, equipados a
tope, se balanceaban con el vehículo mientras este
avanzaba a toda velocidad por la carretera llena de
baches. El equipo de alto rango tenía un aspecto
feroz con los rifles en las manos, como si estuvieran
preparados para enfrentarse a sus enemigos en
cualquier momento.

Mientras tanto, había docenas de camiones y coches


estacionados frente a una desgastada fábrica en los
suburbios del este. Ciclope tenía un cigarrillo en la
boca mientras ordenaba a sus hombres:

—Estoy seguro de que Nataniel vendrá a por


nosotros, ya que nos hemos hecho con su lote de
material. Dado que es un conocido cercano de
Tomás, tal vez este aparezca con sus hombres para
vengarse de Nataniel. Quiero que todos estén atentos
durante las próximas veinticuatro horas. Si tienen las
agallas de aparecer frente a nuestra puerta, los
aplastaremos sin piedad.

Cuando los subordinados de Cíclope recibieron sus


órdenes, se rieron y respondieron:

—¡Ja! No te preocupes, Cíclope. Nosotros también


estamos muy relacionados con el Señor Ortiz, de
hecho, el Señor Talavera es nuestro patrocinador. Por
otra parte, Tomás no es más que un matón
insignificante en Ciudad Fortaleza. ¿Qué puede hacer
él?

—Tiene razón, Cíclope. Estoy seguro de que no se


atreverán a aparecer e incluso si lo hacen, nos
desharemos de ellos de una vez por todas.

Mientras Cíclope se divertía discutiendo con sus


subordinados sobre cómo debían deshacerse de
Tomás, uno de sus hombres entró corriendo en su
despacho y gritó asustado:

—¡Cíclope, algo va mal!


··························································································································· ®
Cíclope, irritado, se dio la vuelta, lo miró a los ojos y
regañó a su subordinado:

—¡Cálmate! ¿De qué se trata?


Su subordinado respondió:

—El responsable de la entrega, Emiliano, se presentó


con un grupo de conductores. Nos exigen que les
devolvamos la mercancía o de lo contrario, habrá
terribles consecuencias.

A su vez, Cíclope regañó:

—¡Maldita sea! Pensé que era Tomás quien había


llegado en lugar de ellos. Para ser sincero, no
esperaba que los conductores se presentaran ante
nuestra puerta. ¿Quién demonios se creen que son?
Vamos a darles una lección.

Dicho esto, dirigió a más de un centenar de sus


hombres a la entrada de la fábrica. Llevaban varillas
de hierro y navajas en las manos, e incluso algunos
de ellos estaban equipados con armas de fuego.
Cuando el grupo de agresores llegó a la entrada de la
fábrica, vio a Emiliano y a más de treinta hombres
pidiendo que les devolvieran su equipo. Este último
no se dejó intimidar en absoluto por Cíclope y sus
subordinados y con la cabeza bien alta, exigió:

Informé de este incidente concreto a nuestro


supervisor, no es demasiado tarde para que nos
devuelvan nuestro equipo ahora. Deberían
aprovechar la oportunidad y devolvérnoslo cuanto
antes.

En el momento en que Cíclope escuchó la


advertencia de Emiliano, hizo una mueca con los
brazos cruzados. Mostró a Emiliano la pistola que
llevaba atada a la cintura y se burló:

—¿Qué acabas de decir? ¿Por qué no lo repites una


vez más?

Sin embargo, Emiliano no dio muestras de echarse


atrás, ni siquiera cuando vio la pistola que llevaba
Cíclope:
··························································································································· ®
—¿Crees que te tenemos miedo solo porque estás
armado? Me temo que no eres rival para nosotros en
términos de mano de obra y armas.

Casi de inmediato, Cíclope sacó su pistola y apuntó a


la cabeza de Emiliano:

—¿Qué demonios? ¿Intentas amenazarme? Deja de


desafiarme, si no, te voy a atravesar la cabeza con
una bala de verdad.

Emiliano cerró los ojos y prestó mucha atención al


sonido de los alrededores. Al poco tiempo, pudo
detectar el débil sonido de los camiones a lo lejos lo
que avisaba que era obvio la flota de vehículos se
dirigía en su dirección. Se alegró y exclamó:

»¡Ya están aquí!


Cíclope estaba confundido y preguntó:
—¿Qué quieres decir? ¿Quién está aquí?

Al fin, Emiliano abrió los ojos y contestó con una


sonrisa:

—Por fin llegó la gente de nuestra empresa.

A Cíclope lo tomó por sorpresa, ya que pensaba que


Tomás se había dirigido a la fábrica. En ese
momento, él y sus hombres pudieron detectar el
sonido del motor de los camiones que se dirigían a la
fábrica desde lejos y sus ojos se abrieron de par en
par con incredulidad cuando vieron la flota de
camiones militares. Estos viajaban a toda velocidad
en dirección a la fábrica.

De hecho, el camión que iba en cabeza no se molestó


en frenar y rebasó a los demás camiones militares. El
camión solo se detuvo de forma brusca cuando
estaba cerca de la fábrica, a un metro de distancia de
Cíclope y Emiliano. Los pesados neumáticos del
camión dejaron profundas huellas por todo el camino
de tierra. Luego uno a uno, los restantes camiones
militares se detuvieron al acercarse a la fábrica.

A continuación, las unidades de alto rango de las


fuerzas especiales, bien armadas y con uniformes de
··························································································································· ®
camuflaje, bajaron de los camiones uno tras otro de
forma disciplinada y se pusieron en formación al
momento. Por fin, César, vestido con su uniforme de
coronel, descendió también del camión de dos
metros de altura. Cíclope y sus hombres se quedaron
boquiabiertos ante el espectáculo que tenían delante.

César instruyó en tono frío:

—Aseguren el perímetro de inmediato. Si alguien


intenta desafiar nuestra orden, disparen a la vista.

—¡Sí, Señor!

Las dos mil fuerzas militares de alto rango de la Furia


del Dragón respondieron de forma colectiva y
rodearon a Cíclope y a sus hombres a la vez. De
inmediato, apuntaron a Cíclope y a sus subordinados
cuando los tuvieron rodeados.

Para entonces, los rostros de Cíclope y sus hombres


se habían vuelto pálidos mientras temblaban de
miedo. Después de todo, nunca se habían encontrado
con una escena tan intimidante y por eso se rindieron
casi al instante. Con voz temblorosa, el horrorizado
Cíclope miró a César y le preguntó:

—Señor, somos los subordinados del Señor Talavera.


Estoy segura de que debe haber algún tipo de
malentendido.

¡Paf!

Sin dudarlo, César levantó la mano y abofeteó a


Cíclope en la cara.

No se molestó en contenerse en absoluto y la fuerza


fue tan fuerte que la cara de Ciclope era ahora un
desastre ensangrentado, sin embargo, antes de que
este último pudiera recuperar la compostura, César
gritó:

—¿Estás ciego? ¿Eres consciente de que te robaste el


equipo del Grupo Vouivre? ¿Sabes que están afiliados
a nosotros desde el Ejército del Norte? ¿Cómo te
atreves a robarnos?

··························································································································· ®
Mientras Cíclope se cubría la mejilla herida, miró a
los ojos al enfurecido César. En ese momento, se dio
cuenta de la razón por la que habían enviado a las
fuerzas especiales. Resultó que habían cometido un
gran error. Habían conseguido hacerse con los bienes
del Grupo Vouivre y quien estaba detrás de este
grupo no era otro que el Ejército del Norte.

«¡Maldita sea! ¡No debería haberme metido con ellos!


¡Esta vez nos enfrentamos a los militares!».

Cíclope trató de pedir clemencia de inmediato:

—¡Señor, yo tengo la culpa! ¡Todos tenemos la culpa!


Por favor, considere el hecho de que somos los
subordinados del Señor Talavera y ¡déjenos salir de
este problema solo por esta vez!

¡Paf! Una vez más, Cíclope fue abofeteado en la cara


y esta vez, el impacto le rompió un par de dientes.
César dijo:

—¿Quién diablos crees que es Daniel Talavera? ¡Ni


siquiera vale la pena mi tiempo! Escúchame porque
no voy a repetirme: Quiero que entregues este lote de
equipos en la sede del Grupo Cruz de inmediato.
Entrégalo al Señor y a la Señora Sosa y luego pídeles
perdón. Si están dispuestos a perdonarlos,
consideraremos dejarlos ir a todos, si no, nos
divertiremos con ustedes entre rejas.

Cíclope respondió con voz temblorosa:

—Se... Seguro... Se lo entregaremos al Señor Cruz y le


pediremos perdón de inmediato...

Mientras tanto, Penélope, que estaba vestida con un


conjunto completo de ropa de oficina, se paseaba de
un lado a otro frente a la sede del Grupo Cruz.
Bartolomé, Jenni y los de la junta directiva también
estaban ansiosos.

Nataniel era el único tranquilo y sereno y de hecho,


intentaba tranquilizar a todos con una sonrisa en la
cara. Penélope no pudo evitar poner los ojos en
blanco y regañarlo con petulancia:

··························································································································· ®
—¿Cómo vamos a calmarnos después de lo que
hemos pasado para cerrar un trato con nuestro único
proveedor? No puedo creer que nos hayan quitado el
primer lote de nuestro equipo así como así. Nataniel,
quizá deberíamos dejar de perder el tiempo, pues
para empezar, Rubén y sus hombres siempre han
sido conocidos como un grupo brutal. Ya que
enviaron a sus hombres a buscar nuestra mercancía,
no es posible que nos la devuelvan, ¿o sí? ¿No
deberíamos mejor ponernos en contacto con la
policía?

Antes de que Nataniel pudiera explicarse, Bartolomé


y algunos directores dejaron escapar un suspiro:

—El Señor Talavera es el que está detrás de Rubén, se


le conoce como el Rey del Sur. Nadie puede desafiar
sus palabras en el Sur. Quizá el alcalde tampoco
pueda hacer nada al respecto y mucho menos la
policía.

Cuando Penélope y los altos cargos estaban a punto


de rendirse, el jefe de los guardias de seguridad entró
corriendo en la sala de conferencias e informó:

Directora Sosa, hay un grupo de delincuentes abajo.

Al escuchar eso, Penélope entró en pánico una vez


más:

—¿Rubén está intentando volver a causar estragos en


nuestra oficina? ¡Pero si ya se llevó el equipo!

Sin embargo, Laurencio negó con la cabeza y refutó:

—Eso no es así. Aunque son un grupo de


delincuentes de aspecto feroz, se comportan muy
bien. Espero no estar oyendo cosas porque dijeron
que venían a devolvernos el equipo de nuestra
empresa y a buscar el perdón.

«¿Eh?». Los ojos de todos se abrieron de par en par,


desconcertados y al unísono, se dieron la vuelta y
dirigieron sus miradas a Nataniel.

Como era natural, estaban sorprendidos, ya que el


giro de los acontecimientos coincidía con la
··························································································································· ®
declaración anterior de Nataniel, en la que decía que
les haría devolver los bienes de la empresa y buscar
el perdón en una hora. Para sorpresa de todos, los
delincuentes vinieron a devolver el material, pero
nadie podía entender cómo había conseguido el
hombre una hazaña que parecía imposible. Nataniel
vio la expresión de los rostros de todos y sugirió:

—¿Por qué me miran todos? Ya que nos devolvieron


el equipo, démonos prisa y comprobemos si hay
algún daño en este.

Sin dudarlo, Penélope asintió e hizo una señal a


todos para que la siguieran:

—¡Tiene razón! Vamos.

Después, se dirigió a la entrada de la empresa con


Nataniel, Bartolomé y los directores y al llegar a la
entrada de la sede, fueron recibidos por docenas de
camiones repletos y una flota de coches.

Los camiones estaban cargados con el primer lote de


equipos producidos para Grupo Cruz por el acuerdo
con el Grupo Vouivre, Empresa El Dragón Naciente.
Emiliano, encargado de la entrega, se apresuró a
llevar la factura y saludó con amabilidad a Nataniel y
Penélope:

—Señor Cruz, Señora Sosa, aquí está el primer lote de


equipos producidos por la Empresa El Dragón
Naciente. Esta es la factura, siéntanse libres de
cotejar la mercancía.

Penélope ordenó a sus empleados que comprobaran


el lote de equipos. De vez en cuando, volteaba para
echar un vistazo a Cíclope y sus hombres. Los
delincuentes tenían el cabello teñido de todos los
colores imaginables y todos estaban cubiertos de
tatuajes.

—Señor Emiliano, ¿puedo saber quiénes son los que


están detrás de nosotros? —susurró Penélope a
Emiliano.

—¡Son los que nos arrebataron el equipo antes! —


respondió Emiliano.
··························································································································· ®
«¿Qué?». Con una expresión de horror, todos

volvieron sus miradas en dirección al grupo de


aspecto feroz. Los ojos de Nataniel también se
posaron en ellos y preguntó con indiferencia:

—¿Son ustedes los que nos arrebataron el equipo?

En cuanto Penélope escuchó eso, le dio un codazo a


Nataniel y murmuró:

—¡Nataniel, cuida tus palabras! ¿No es obvio que no


están tramando nada bueno? Deberíamos estar
agradecidos por haber podido recuperar la
mercancía, ¡así que deja de provocarlos!

Sin embargo, Cíclope y su grupo de subordinados de


aspecto malvado ya habían escuchado las duras
palabras de Nataniel. De hecho, Cíclope se giró para
mirarlo y se apresuró con sus hombres de inmediato.

La cara de Penélope se puso pálida cuando se dio


cuenta de que los delincuentes se dirigían hacia
ellos. Laurencio, el jefe del equipo de seguridad,
también se puso nervioso de repente:

—¡No intenten hacer ninguna imprudencia!

Sin embargo, les sorprendió lo que ocurrió a


continuación y cuando Cíclope y sus subordinados se
acercaron a Nataniel, se pusieron de rodillas de
golpe. Al principio, Penélope se puso delante de él y
trató de escudarlo porque pensó que Cíclope y sus
hombres estaban a punto de golpearlo hasta dejarlo
herido de gravedad.

Por supuesto, no esperaba que los maleantes se


pusieran de rodillas delante de Nataniel al mismo
tiempo. De ahí que los ojos de Penélope se abrieran
de par en par mientras su mandíbula caía de
sorpresa. Lo mismo ocurrió con Bartolomé, Jenni y
los demás del Grupo Cruz, no podían creer lo que
estaban viendo.

«¿Qué diablos está pasando?».


Cíclope se puso a llorar mientras se arrodillaba
··························································································································· ®
frente a Nataniel, con el cuerpo temblando de
miedo, luego suplicó piedad:

—Señor, Señora Sosa, por favor, perdónenos. No

debimos meternos con ustedes y arrebatarles su


equipo. Por favor, muestren un poco de pledad y

déjennos libres por una vez.

Penélope, Bartolomé y los del Grupo Cruz miraron


a Nataniel con expresión de asombro mientras
más de cien matones de aspecto amenazante se
arrodillaban a sus pies. Estaban abrumados por el
asombro y la perplejidad al mismo tiempo.

«¿Cómo había logrado él una hazaña tan


increíble?»,

Justo en ese momento, Nataniel bajó la mirada


hacia Ciclope, que estaba de rodillas y respondió
en un tono indiferente:

—¿No crees que es un poco tarde?

En el momento en que Cíclope y sus hombres


escucharon las palabras de Nataniel, se
estremecieron y se arrastraron con tanto vigor que
sus frentes sangraron, esperando ser perdonados.

—Señor Cruz, Señora Sosa, por favor, perdónenos...


Po... Por favor... Nos advirtieron. Si ambos se
niegan a perdonarnos, estaremos
muertos...

Penélope, que siempre había sido una mujer


amable, no pudo soportar ignorar los gritos de los
hombres que tenía delante. Por si fuera poco,
Cíclope y sus hombres no habían parado de hacer
reverencias y la sangre les corría por la cara La
mujer se volvió y miró a Nataniel suplicante:

—Nataniel, ¿los perdonamos? Entreguémoslos a la


policía, ¿de acuerdo?

Al principio, Nataniel quería que Cíclope y sus


hombres se arrodillaran frente a la sede del Grupo
··························································································································· ®
Cruz durante la noche, sin embargo, decidió ceder
a la petición de Penélope. Respondió con una
sonrisa:

—Claro, si eso es lo que quiere mi amada esposa,


los perdonaremos solo por esta vez. —Las mejillas
de la mujer se sonrojaron al escuchar las palabras
del hombre. Al mismo tiempo, sintió una
sensación reconfortante en su interior. Una vez
más, Nataniel desvió su mirada hacia Cíclope y
sus hombres mientras instruían con un tono gélido
—; Esta vez los dejaremos a todos libres de culpa,
pero aun así tendrán que asumir las
consecuencias de sus actos. Vuelvan con César
de inmediato y esperen su castigo.

Al escuchar la decisión de Nataniel, Cíclope y sus


subordinados se alegraron y expresaron su
gratitud de inmediato:

—¡Síl ¡Nos entregaremos de inmediato!

Cíclope y sus hombres se apresuraron a


entregarse y nadie se atrevió a escapar porque
César había guardado un registro de todos sus
datos.

Había cámaras de vigilancia por toda la ciudad y,


por lo tanto, quienes intentaran escapar serían
considerados delincuentes. Los militares
dispararían a la vista si se toparan con alguno de
ellos. Por el contrario, los que se entregaran se
limitarían a pasar los siguientes cinco años entre
rejas en la Prisión del Ejército del Norte.
Recuperarían la libertad al cabo de ese tiempo.

No hace falta decir que entre cinco años entre


rejas y la pena de muerte, Cíclope y sus hombres
sabían cuál era la mejor opción, por lo tanto,
ninguno de ellos intentó escapar. Volvieron con
César sin dudarlo y se prepararon para lo que les
podía esperar. Mientras tanto, los del Grupo Cruz
estaban encantados, pues aunque estaban
encantados, sentían curiosidad por saber cómo lo
había conseguido Nataniel.

Cuando Penélope le preguntó a Nataniel, el


··························································································································· ®
hombre respondió con una sonrisa:

—En realidad, no tiene nada que ver conmigo, el


capaz es nuestro proveedor. No puedo creer que
esa banda de insensatos tenga la osadía de
meterse con los de la Empresa El Dragón
Naciente. Estaban destinados a ser condenados
en el momento en que decidieron involucrarse.

Como Penélope no investigó los antecedentes de


la Empresa El Dragón Naciente, pensó que era una
empresa ordinaria que producía equipos
farmacéuticos, por eso, volvió a preguntar:

—¿Eh? ¿Significa eso que la Empresa El Dragón


Naciente es una empresa influyente?

Como siempre, Nataniel respondió con una


sonrisa:

—La Empresa El Dragón Naciente es la filial del


Grupo Vouivre. Están especializados en la
producción de equipos farmacéuticos. Estoy
seguro de que sabes lo capaz que es el Grupo
Vouivre, ¿verdad?

Penélope y todos los del Grupo Cruz jadearon de


sorpresa, era evidente que estaban encantados.

—No tenía ni idea de que la Empresa El Dragón


Naciente es una de las conocidas filiales del Grupo
Vouivre. Esa debe haber sido la razón del cambio
de actitud de los delincuentes.
Estaban encantados de poder colaborar con Grupo
Vouivre, la empresa más famosa afiliada al
ejército. Ya no prestaban atención al Grupo
Géminis ni al Grupo Cielo Azul, ya que habían
llegado a un acuerdo con una empresa mejor.

Como el Grupo Cruz ya no tenía que preocuparse


por el equipo, todos preveían un futuro brillante
para la empresa. Penélope, que apenas podía
contener su emoción y exclamó:

»¡Mi amado esposo, eres el mejor!

Aunque los del Grupo Cruz se lo estaban pasando


··························································································································· ®
en grande, las cosas eran lo contrario para varias
partes. Rubén, que estaba en la suite privada del
club que solía frecuentar, estaba haciendo una
rabieta, miró a sus subordinados y gritó:

—¿Alguien puede decirme qué demonios está


pasando? ¿Por qué Cíclope devolvió al Grupo Cruz
el lote de equipos que había conseguido? ¿Quién
demonios le dio el consentimiento para hacerlo? —
Todos intercambiaron miradas al escuchar las
palabras de Rubén, porque ellos tampoco tenían
idea de lo que había pasado, de hecho, estaban
tan confundidos como él. Como nadie podía
responder al hombre, este se enfureció aún más y
gritó—: ¿Dónde diablos está Cíclope? ¡Que venga
ahora mismo! Si no aparece en diez minutos, me
desharé de él de una vez por todas cuando lo
encuentre.

Aurelio había entrado en la suite en cuanto Rubén


terminó su frase y al entrar le dijo a este:

—Me temo que Cíclope ya no podrá


acompañarnos. Uno de mis hombres me dijo que
Cíclope y su subordinado se entregaron. Ahora
mismo, están de camino a la prisión del Ejército
del Norte.

—¿Qué? —Rubén y los demás presentes no podían


creer lo que oían.

Abrumado por la confusión, Rubén preguntó:

—¿Qué está pasando?


Con una sonrisa amarga, Aurelio respondió:

—Me temo que esta vez nos hemos equivocado de


enemigo. El proveedor de Grupo Cruz no es otro
que la Empresa El Dragón Naciente, la filial de la
conocida empresa afiliada al ejército, Grupo
Voulvre.

Una vez que Rubén escuchó las palabras de


Aurelio, se quedó sin aliento:

—¿El Grupo Vouivre? ¿El que está afiliado al


Ejército del Norte?
··························································································································· ®
Aurelio lo tranquilizó:

¡Sí! Cíclope y sus hombres estaban tan


aterrorizados que decidieron devolver al Grupo
Vouivre el lote de equipos. Tampoco se atrevieron
a huir y se entregaron en su lugar, por lo tanto,
fueron enviados tras las rejas por el Ejército del
Norte.

Rubén murmuró para sí mismo: «Así que por eso


Cíclope no se puso en contacto con nosotros de
antemano y entregó a Penélope el equipo sin
nuestro consentimiento. Dado que el Grupo
Vouivre es quien fabricó dicho lote de equipos, ¡no
podemos meternos con ellos!».

Aurelio respondió con una expresión de horror:

»Los del Ejército del Norte son los que están


detrás del Grupo Vouivre. Algunos dicen que el
General del Norte fue quien estableció ese grupo,
por lo tanto, los que van contra este van contra de
él manera indirecta. Por suerte, Cíclope y sus
hombres asumieron la culpa y no nos expuso, tal
vez eso sea lo mejor del peor resultado posible...

—No puedo creer que Penélope haya establecido


una relación con el Grupo Vouivre, Si es así, ya no
tiene que preocuparse por el equipo. En un
principio, planeamos colaborar con el Grupo Libra
y evitar que esa mujer se hiciera con el equipo
necesario. Sin embargo, parece que nuestro plan
fracasó. ¿Qué debemos hacer ahora?

Con una sonrisa, Aurelio aseguró:

—No te preocupes, Rubén. Tengo un nuevo plan.


Rubén no pudo contener su curiosidad y preguntó:
—¿Cuál es? Cuéntamelo.

—¡Entra! —le indicó Aurelio con una sonrisa en la


cara.

Nada más terminar la frase, una bonita chica con


una coleta, vestida con ropa de oficina, entró en la
suite. Saludó con educación a Rubén y a Aurelio
··························································································································· ®
con una sonrisa encantadora:

—Hola, Señor Ortiz. Me llamo Sharon y soy la


mejor amiga de Penélope. También soy la
Directora del departamento de inspección de
calidad de Grupo Cruz.

Lleno de desconcierto, Rubén se volvió hacia


Aurelio:

—Aurelio, ¿qué está pasando?

—La Señora Huesca es una amiga íntima de


Penélope. También es una de las personas clave
de Grupo Cruz, como es del departamento de
inspección de calidad, podrá tener en sus manos
gran parte de la información confidencial de Grupo
Cruz. Tal vez también se encuentre con
información clasificada sobre el desarrollo de la
vacuna contra el cáncer de hígado —le dijo Aurelio
a Rubén el plan que tenía en mente.

—¿Eso significa que...? —Los ojos de Rubén se


abrieron de pronto con sorpresa.

—¡Claro! ¡Conseguiremos que pase de


contrabando la muestra de la vacuna desarrollada
y la información confidencial relativa a la vacuna
contra el cáncer de higado! —dijo Aurelio a Rubén
con una brillante sonrisa.

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

—i¡Ja! ¡Tengo fe en el Grupo Cielo Azul!


Estoy seguro de que seremos capaces de
replicar e improvisar la vacuna
desarrollada, siempre y cuando podamos
hacernos con la muestra y la información
confidencial. Podemos aprovechar
nuestras conexiones existentes y lanzar
nuestra vacuna antes que el Grupo Cruz,
entonces podremos ganar la ventaja. —
Rubén apenas podía contener su emoción
mientras continuaba.

—Además de dominar el mercado,


trataremos de deshacernos también del
··························································································································· ®
Grupo Cruz y nos haremos con su
empresa mediante una adquisición. Con
eso, poseeremos los derechos de la
vacuna —le dijo Aurelio a Rubén su plan.

Rubén no pudo contener más su emoción,


lanzó una mirada entusiasta a Sharon y
dijo:

—Señora Huesca, usted es importante


para este magnífico plan nuestro.

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

Necesitamos que nos consiga la muestra


y la información confidencial sobre la
vacuna del Grupo Cruz.

Aurelio convenció a Sharon con una


sonrisa:

—Señora Huesca, le transferiré veinte


millones a su cuenta para demostrar
nuestra seriedad. Si es capaz de
conseguirnos lo que queremos, le
daremos otros mil millones. Aparte de
eso, la haremos entrar en el Grupo Cielo
Azul como miembro del consejo de
administración. Ya no tendrá que
preocuparse por el dinero durante el resto
de tu vida.

«¿Veinte millones? Si soy capaz de


conseguir lo que quieren, ¡obtendré mil
millones más y la oportunidad de ser
miembro del consejo de administración!».

Un destello de codicia brilló en los ojos de


Sharon. Aseguró con entusiasmo:

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

—Señor Ortiz, Señor Soto, no se


preocupen. Penélope me considera su
mejor amiga, así que confía por completo
en mí. Aparte de eso, en la actualidad soy
una de las personas clave de Grupo Cruz.
··························································································································· ®
Como soy la Directora del departamento
de inspección de calidad, podré conseguir
la muestra y la información confidencial
sobre la vacuna contra el cáncer de
hígado. Una vez adquiridos los elementos
necesarios, se los entregaré lo antes
posible.

En una tarde soleada, Nataniel se dirigía a


la sede de Grupo Cruz para recoger a
Penélope. En los últimos días, esta había
estado trabajando horas extras. Ella era la
única en la oficina porque los demás
empleados habían salido del trabajo hacía
tiempo.

Para ser exactos, Penélope lo había hecho


a diario y por lo tanto, Nataniel tenía que
pasar por allítodos los días para animarla
a volver a casa con él. Para entonces, ya

Qu

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

eran las seis de la tarde, había pasado una


hora desde la hora designada de salida.

Aparte de los guardias de seguridad que


estaban de servicio, la mayoría de los
empleados habían vuelto a casa. Mientras
Nataniel y Penélope salían, detectaron que
alguien entraba a escondidas en la oficina
de repente. Se sorprendieron porque
pensaron que debía ser un ladrón y
Nataniel gritó:

—¿Quién es?

La persona que andaba a hurtadillas salió


del oscuro despacho. Tenía una mirada
avergonzada y sus ojos brillaban con
ansiedad. Sin embargo, se esforzó por
mantener la calma:

—¡Directora Sosa, Señor Cruz, soy yo!


En el momento en que Penélope se dio
··························································································································· ®
cuenta de que no era otra que Sharon, bajó
la guardia por completo y respondió con

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

una sonrisa:

—¡Hola, Sharon! ¡Pensé que un ladrón


había entrado en la empresa! ¿Por qué
sigues por aquí? Ya ha pasado bastante
tiempo desde la hora de salida, ¿no? Al
menos deberías encender la luz.

Sharon respondió:
—lba de camino a casa, pero me di cuenta
de que había dejado mis llaves en la

oficina. Por eso volví aquí para buscarlas.

Sin duda, Penélope se dejó llevar por las


palabras de Sharon y sugirió:

—Nataniel y yo estamos a punto de ir a


cenar al Restaurante El Cordero Parisino.

¿Por qué no nos acompañas?

Pero Sharon negó con la cabeza y rechazó


la invitación de Penélope:

—No, tengo que ver a otra persona

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

también.

—Qué pena... Si es así, cenemos juntas en


otro momento. —Penélope respondió con
una invitación a futuro.

A continuación, entraron en el ascensor y


se dirigieron al estacionamiento. Mientras
el ascensor descendía, Nataniel notó que
Sharon estaba empapada de sudor y que
parecía estar bastante ansiosa mientras
se aferraba a su bolsa llena de cosas.
··························································································································· ®
Nataniel entrecerró los ojos y trató
insinuarle algo:

—Señora Huesca, ¿está nerviosa? ¿Por


qué está sudando tanto?

Sorprendida por las palabras de Nataniel,


Sharon intentó explicarse:

—¿De verdad”? No estoy nerviosa en


absoluto, ja, ja.

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

Pero Nataniel no estaba convencido, miró


de nuevo la bolsa de peluche que llevaba
Sharon y se burló:

—Señorita Huesca, parece que la bolsa


que tiene es demasiado pequeña. Mire,
está a punto de abrirse. ¿No cree que ya
es hora de que se compre una bolsa
nueva?

Al escuchar eso, Sharon se puso ansiosa,


pero hizo lo posible por parecer tranquila:

—Ja, ja. Tiene razón, Señor Cruz. Creo que


es hora de que me compre un bolso nuevo,
ya que tengo mucho que hacer en estos
días. De vez en cuando, tengo que llevar
los documentos a casa para trabajar horas
extras.

Penélope volvió a caer en las palabras de


Sharon:

—Muchas gracias, Sharon.

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

¡Tin!

A mitad de su conversación, la puerta del


ascensor se abrió cuando habían llegado
al estacionamiento del sótano.
··························································································································· ®
Sharon se lanzó de inmediato del
ascensor una vez que se despidió de ellos
y partió tan pronto como se subió a un
flamante Ferrari 488. Hasta que salió del
estacionamiento, Penélope tenía los ojos
pegados al lujoso deportivo. Estaba
sorprendida y murmuró para sí misma:

»¡No tenía ni idea de que Sharon fuera una


persona tan rica! Tiene un flamante auto
deportivo que cuesta varios millones.

Nataniel sonrió y tomó la llave de su auto


antes de entregársela a Penélope:

—Cariño, ¿puedes conducir hoy a casa?

Como respuesta, Penélope asintió y se


dirigió al BMW Serie 7 que tenían. Mientras
tanto, Nataniel tomó su teléfono y llamó a
César:

Capítulo 377 Vigilar a alguien en mi nombre

—Activa la vigilancia de inmediato.


Necesito que envíes a un par de soldados
de alto rango para que sigan a alguien en
mi nombre.

César respondió:

—¡Sí, Señor!

+Y

Capítulo 378 Cuidado con tu mejor amiga

··························································································································· ®
De inmediato, los del departamento de
inteligencia activaron la vigilancia de
acuerdo con las instrucciones de Nataniel.
Según las instrucciones, habían enviado a
dos agentes para que fueran también a
por Sharon.

Mientras tanto, Sharon ya había llegado al


club de negocios del Sur en su flamante
Ferrari. Un hombre de mediana edad, que
se aferraba a un saco, chocó con Sharon
cuando esta salía de su vehículo. Ella se
enfureció y dejó el saco a un lado mientras
intentaba quitarse la suciedad del vestido.
La mujer regañó al sujeto:

—¿Está ciego? ¿Cómo se atreve a chocar


conmigo? ¿Tiene idea de lo que cuesta
este vestido mío? Es una prenda de
diseñador, ¿entiende?

El hombre de mediana edad, que llevaba


un traje bastante sencillo, se inclinó y se
disculpó una y otra vez:

Capítulo 378 Cuidado con tu mejor amiga

—Lo siento mucho... Lo siento mucho...

Sin embargo, Sharon no podía calmarse a


pesar de todo. Continuó regañándolo
antes de decir al fin:

—¡Fuera de mi vista enseguida! Si no


estuviera en medio de un apuro, ¡en
definitiva haría que me compensara por mi
pérdida!

Dicho esto, se agachó y recogió su bolso


antes de dirigirse al club de negocios del
Sur. Una vez que Sharon se marchó, el
hombre se dio la vuelta y miró su figura
distante con una sonrisa en el rostro. Al
final se dirigió a un Jeep negro cercano y
subió a él.

Nataniel y César estaban sentados en el


··························································································································· ®
asiento trasero: resultó que el hombre de
mediana edad era un agente disfrazado.
Este sacó la bolsa de Sharon de su saco y
se la entregó de inmediato a Nataniel de
forma educada:

Capítulo 378 Cuidado con tu mejor amiga

—General, ya intercambié las bolsas. Esta


es la que llevaba Sharon.

Nataniel negó con la cabeza y le indicó:

—Necesito que la lleves de vuelta al Grupo


Cruz en secreto. Consigue que otros
agentes se infiltren en la organización. No
quiero que vuelva a ocurrir algo así.

—¡Sí, General!

Mientras tanto, dentro de la suite VIP del


club de negocios del Sur. Sharon entregó
la bolsa que llevaba consigo a Rubén con
cortesía, estaba llena de confianza
mientras le aseguraba:

—Señor Ortiz, Señor Soto, pasé de


contrabando la muestra y la información
confidencial sobre la vacuna contra el
cáncer de hígado desarrollada por el
Grupo Cruz, tal y como se había solicitado.

Como es natural, Rubén y Aurelio estaban

Capítulo 378 Cuidado con tu mejor amiga

encantados, radiante de emoción, el


primero elogió a Sharon:

—i¡Ja, ja, ja! Gran trabajo, Sharon. Una vez


que los investigadores del laboratorio
hayan probado la vacuna, te transferiré
enseguida los mil millones prometidos.

—Muchas gracias, Señor Ortiz. —Sharon,


que estaba nerviosa, expresó su gratitud.

··························································································································· ®
Ella era una simple empleada de Grupo
Cruz con un ingreso anual de quinientos
mil. Sin embargo, desde que recibió veinte
millones de Aurelio, por fin sabía lo que se
sentía ser demasiado rica. Por lo tanto,
Sharon no podía esperar a conseguir los
mil millones de ellos, la mujer estaba
encantada porque pronto podría hacer
alarde de su prosperidad.

Rubén entregó la información confidencial


sobre la vacuna a uno de sus ayudantes. A
continuación, le ordenó que la transmitiera
de inmediato a los investigadores del

Capítulo 378 Cuidado con tu mejor amiga

laboratorio porque quería que produjeran


una versión idéntica lo antes posible. Una
vez que terminó de dar su instrucción, se
volvió y le ofreció a Sharon con una
sonrisa:

—¡Bien hecho, Sharon! Por favor, prepárate


porque estás a punto de incorporarte
como Subdirectora de Grupo Cielo Azul.

Sharon se alegró mucho y respondió:


—¡Muy bien! Presentaré mi renuncia
cuando regrese a Grupo Cruz. Estoy
deseando unirme al Grupo Cielo Azul.

Con una sonrisa, Aurelio dijo:

—Tengo una última misión para ti antes de


incorporarte como Subdirectora del Grupo

Cielo Azul.

—Sus deseos son órdenes, Señor Soto —


respondió Sharon con arrogancia.

Capítulo 378 Cuidado con tu mejor amiga

—Quiero que reclute a algunos de los


trabajadores con talento de Grupo Cruz en
nuestro nombre. De preferencia los de
··························································································································· ®
nivel directivo, ya que nos encantaría
tenerlos también en el Grupo Cielo Azul.
Primero, arruinaremos a Grupo Cruz desde
la raíz, luego, nos lo apropiaremos
mediante una adquisición a un precio
inferior al del mercado.

Parecía que Rubén y Aurelio sabían que no


podrían superar la vacuna que Penélope
había desarrollado con la versión
replicada, por lo tanto, estaban decididos a
hacerse con Grupo Cruz. De ser así, serían
los únicos propietarios de la vacuna y ya
no tendrían que preocuparse por la
autenticidad de esta.

Una vez que Sharon se dio cuenta de que


su misión era reclutar a sus compañeros
de trabajo, se rio:

—Señor Ortiz, Señor Soto, no se


preocupen. Haré todo lo posible por

or

Capítulo 378 Cuidado con tu mejor amiga

reclutar a todos los empleados capaces


del Grupo Cruz, pronto conocerán su
perdición.

Cuando Rubén y Aurelio escucharon la


respuesta de Sharon, se rieron con ganas:

—¡Penélope es tan desafortunada! Debería


haber tenido más cuidado al elegir a sus
amigos.

He

ES)

.]

··························································································································· ®
Capítulo 379 La traición

Como de costumbre, Penélope celebró la


reunión semanal con los jefes de
departamento a la mañana siguiente. La
Directora del departamento de inspección
de calidad no llegó a la sala de
conferencias hasta la mitad de la reunión.

Penélope frunció las cejas y expresó su


preocupación:

—Sharon, la conferencia de hoy es muy


importante. ¿Por qué llegas tarde? ¿No te
sientes bien?

Por lo general, Sharon intentaba


complacer a Penélope siempre que tenía
la oportunidad. Sin embargo, en los
últimos días se comportaba con
arrogancia, como si se hubiera convertido
en otra persona, levantó el pecho y
contestó:

—¡Tú eres la que no se siente bien! De


hecho, toda tu familia está enferma.

Capítulo 379 La traición

Los jefes de departamento de la sala de


conferencias se quedaron sorprendidos
por las palabras de Sharon y Penélope
también la miró con incredulidad.

Incluso la secretaria de Penélope, Jenni,


no pudo contener su rabia:

—¡Señorita Huesca, por favor, cuide sus


modales! ¿Cómo se atreve a decir
semejantes palabras a la Directora Sosa?

En respuesta, Sharon se burló:

—i¡Ja! ¿Quién te crees que eres, Jenni? Ya


que estoy aquí para presentar mi renuncia
hoy, Penélope ya no será mi jefa, ¡y ya no
tengo que quedar bien con ninguno de
··························································································································· ®
ustedes!

Mientras Penélope escuchaba las


palabras de Sharon, la miró confundida y

le preguntó:

—¿Qué te pasa, Sharon? ¿Por qué

Capítulo 379 La traición

renuncias?
Sharon respondió con arrogancia:

—Este, mmm... ¡¿Porque soy rica?!


Además, pronto me incorporaré a Grupo
Cielo Azul como Subdirectora General.

Fue otra revelación impactante para


Penélope y los jefes de departamento
porque no esperaban que se uniera a ese
grupo en específico. Los ojos de Penélope
se llenaron de sentimientos encontrados
al mirar a Sharon, pero respondió con
calma:

—Enhorabuena, Sharon. Si esa es tu


decisión final, la respetaré. Me alegro de
que te hayan ascendido como
Subdirectora General de Grupo Cielo Azul.

Sharon respondió con desprecio:

—¡Por supuesto! ¿Qué otra cosa puedes


hacer aparte de felicitarme? No es posible

Capítulo 379 La traición

que me detengas, ¿verdad? Mis ingresos


anuales no son más que quinientos mil en
el Grupo Cruz. Sin embargo, el Señor Soto
me ofreció un ingreso anual de dos
millones siempre y cuando me una a
Grupo Cielo Azul. ¿De verdad crees que
me quedaré por nuestra supuesta
amistad?

··························································································································· ®
Cuando las palabras salieron de la boca de
Sharon, el rostro de Penélope se puso
pálido al no poder creer que Sharon en
verdad pronunciara palabras tan duras sin
contenerse. Jenni no pudo ocultar su ira y
le gritó:

—Sharon, ¿no tienes verguenza? ¿Acaso


olvidaste quién te ayudó cuando más
necesitabas apoyo económico? Ni siquiera
podías pagar el alquiler porque estabas
desempleada entonces. ¡La Directora Sosa
fue quien te dio este trabajo, e incluso tuvo
la amabilidad de ofrecerte un ingreso
anual de quinientos mil! No importa que te
unas a la empresa de nuestra

Capítulo 379 La traición

competencia, pero ¿cómo puedes decir


esas cosas de la Directora Sosa? ¿No
tienes conciencia?

—Olvídalo, Jenni. Déjala irse —dijo


Penélope con resignación a Jenni y
sacudió la cabeza.

Sharon se señaló a sí misma y dijo con


sarcasmo:

—¿Irse? No te preocupes. ¡Sin duda me iré


lo antes posible! Sin embargo, tengo unas
palabras para todos los presentes antes
de irme. —Recorrió la sala de conferencias
e intercambió miradas con los jefes de
departamento—: Tengo una espléndida
noticia para todos. El Grupo Cielo Azul ya
dispone de una muestra fiable de la
vacuna. Pronto lanzarán su versión de la
vacuna contra el cáncer de hígado.

—¿Qué? ¡Eso es imposible! ¡El Grupo Cielo


Azul no puede estar por delante de
nosotros en el desarrollo de la vacuna

an

··························································································································· ®
Capítulo 379 La traición

contra el cáncer de hígado! —gritó


Penélope.

—¿Cómo que es imposible? —Sharon


respondió burlona.

—Es difícil desarrollar una nueva vacuna.


Si el Grupo Cielo Azul tuviera esa
capacidad, estoy segura de que habría
producido la vacuna en masa desde hace
mucho tiempo. De hecho, es casi
imposible que generen vacunas propias. A
menos que... A menos que hayan puesto
sus manos en nuestra muestra y la hayan
replicado...

De repente, Penélope recordó algo y se


volvió hacia Sharon con una expresión de
horror:

—Sharon, ¿nos traicionaste y pasaste la


información clasificada y la muestra de
nuestra vacuna al Grupo Cielo Azul? Si no,
¿cómo puedes estar tan segura de que
serán capaces de producir en masa

Capítulo 379 La traición

vacunas contra el cáncer de hígado?

—¡Parece que eres tan brillante como


siempre! —respondió Sharon con una
sonrisa en la cara.

Penélope y los jefes de departamento de


Grupo Cruz no daban crédito a sus oídos.
Jenni se enfureció y gritó:

—Sharon, ¿cómo te atreves a


traicionarnos? Es ilegal filtrar información
confidencial a terceros.

—¿Filtrar? ¿De qué estás hablando?


¿Tienes alguna prueba que respalde tus
palabras? —preguntó Sharon mientras
··························································································································· ®
parpadeaba de forma inocente.

—¿No lo acabas de admitir tú misma? —


Jenni se quedó estupefacta de repente.

—Solo estaba bromeando. No es ¡legal


burlarse de otra persona, ¿o sí? —se mofó
Sharon.

Capítulo 379 La traición

Todos, incluida Penélope, miraron a


Sharon con incredulidad, ya que no
mostraba ningún signo de remordimiento.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Sharon
ofreció a los jefes de departamento de la
sala de conferencias:

»Dado que el Grupo Cielo Azul lanzará una


nueva vacuna en breve, en estos
momentos les falta personal. El Señor
Ortiz me prometió que ofrecería el doble
de sueldo a los que estuvieran dispuestos
a unirse al Grupo Cielo Azul. Ya que el
Grupo Cruz será derrotado pronto, ustedes
deben tomar una decisión sabia lo antes
posible, siéntanse libres de unirse a mí en
el Grupo Cielo Azul. No puedo esperar a
recibirlos a todos en nuestra nueva oficina.

Capítulo 379 La traición

+Y»

Capítulo 380 Una lección para ti

Todos se enzarzaron en una acalorada


discusión en cuanto Sharon terminó su
frase. Varios jefes de departamento
susurraron entre ellos:
··························································································································· ®
—Si Sharon pasó de contrabando la
muestra de la vacuna al Grupo Cielo Azul,
estoy seguro de que pronto producirán en
masa una versión replicada.

—Tiene razón, el Grupo Cielo Azul es una


empresa bien establecida y me temo que
el Grupo Cruz no es rival para ellos. De
hecho, ofrecen el doble de sueldo.
¿Deberíamos unirnos a Sharon y tomar
ese riesgo?

Los jefes de departamento discutieron en


voz baja, al poco tiempo, decidieron por
unanimidad unirse al Grupo Cielo Azul.
Algunos de ellos ignoraron a Penélope en
cuanto se decidieron e intentaron halagar
a Sharon en su lugar, la saludaron con
cortesía y se dirigieron a ella como Señora
Huesca.

Capítulo 380 Una lección para ti

Sharon parecía tan orgullosa como un


pavo real y lanzó a Penélope una mirada
despectiva. Los ojos de Penélope se
llenaron de lágrimas, pues no esperaba un
giro tan drástico de los acontecimientos,
estaba a punto de derrumbarse.

En ese momento, Nataniel entró en la sala


de conferencias cuando Penélope más lo
necesitaba. Cuando Penélope vio a su
esposo, ya no pudo contener las lágrimas
que había estado conteniendo, se acercó a
su marido y se lanzó a sus brazos.
Mientras Nataniel sostenía a Penélope en
sus brazos, la consolaba con dulzura. A
continuación, lanzó miradas de daga a
Sharon y al resto mientras le advertía con
indiferencia:

—Estás cavando tu propia tumba, Sharon.

Una tenue expresión de terror apareció en


el rostro de Sharon en cuanto vio a
··························································································································· ®
Nataniel. Después de todo, este consiguió
que Cíclope y más de un centenar de sus

[100]

Capítulo 380 Una lección para ti

subordinados se arrodillaran el día anterior


frente a la empresa. Por lo tanto, Sharon
pensó que Nataniel era como un enemigo
formidable. Sin embargo, en cuanto
recordó que ahora formaba parte del
Grupo Cielo Azul, volvió a sentirse segura
porque tenía a Rubén y a Aurelio como
apoyos.

Levantó la cabeza y se burló mientras


miraba a Nataniel:

—¡Ja! Pronto, el Grupo Cielo Azul producirá


una nueva vacuna y se acabará el Grupo
Cruz. Entonces, ¿por qué sigues
fanfarroneando?

De forma despectiva, Nataniel respondió:


—¿Estás segura de que el Grupo Cielo Azul
va a producir una vacuna contra el cáncer
de hígado en lugar de una solución de

glucosa?

—¿Qué quieres decir? —Sharon se sintió

Capítulo 380 Una lección para ti

sorprendida por las palabras de Nataniel.


Con una risa, Nataniel respondió:

—No... No es nada... Solo trato de decirte


que la muestra que contrabandeaste del
Grupo Cruz no era más que una simple
solución de glucosa. Ni siquiera es una
vacuna. —Al instante, las palabras de
Nataniel dejaron a todos boquiabiertos.

—Nataniel, ¿hablas en serio? —preguntó


Penélope mientras le miraba atónita. En el
··························································································································· ®
fondo, estaba encantada con el giro de los
acontecimientos.

—Sí. Supe que estaba tramando algo


cuando noté que se comportaba de forma
extraña en ese momento. Por eso le pedí a
alguien que cambiara la muestra de la
vacuna por una solución de glucosa. La
información confidencial y la muestra que
entregó a Grupo Cielo Azul son falsas.

Los jefes de departamento volvieron a

Capítulo 380 Una lección para ti

enfrascarse en una acalorada discusión.


Sharon también empezó a entrar en
pánico, miró directo a Nataniel y rebatió su
afirmación:

—¡Ja! Es un truco, ¿verdad? Debes estar


mintiendo porque quieres que admita que
robé la muestra del Grupo Cruz. Pero no
caeré en tu trampa.

Todos, incluyendo a Penélope, no pudieron


evitar desviar sus miradas hacia Nataniel
una vez más al escuchar las palabras de
Sharon porque no podían estar seguros de
quién decía la verdad. Estaban
confundidos por las declaraciones
contradictorias de ambos.

—Estoy seguro de que los que están detrás


de ti se pondrán en contacto contigo para
verificar la autenticidad de mis palabras.
Te daré una última oportunidad para que
te disculpes por lo que hiciste.

Penélope y los jefes de departamento se

Capítulo 380 Una lección para ti

volvieron para mirar a Sharon una vez


más. Sharon también tenía sus dudas y se
le notaba en la cara, sin embargo, se negó
a creer las palabras de Nataniel: «La
··························································································································· ®
muestra de la vacuna y la información
deben ser auténticas. Nataniel está
mintiendo».

Además, no tenía intención de renunciar a


los beneficios que había cosechado hasta
entonces. Y lo que es más importante, no
quería arrodillarse para pedir clemencia a
Nataniel y a Penélope.

Por lo tanto, replicó:

—Nataniel, guárdate tu pequeño truco para


tí. Lo siento, pero te equivocas si crees
que eres capaz de intimidarme con tu
engaño sin fundamento.

—Parece que no vas a valorar la última


oportunidad que te concedo, ¿verdad? —
Nataniel resopló.

0%

Capítulo 380 Una lección para ti

En respuesta, Sharon hinchó el pecho y


replicó:

—¿Qué quieres decir? ¡Soy yo quien te


ofrece una oportunidad! No al revés. El
Señor Ortiz y el Señor Soto ofrecieron
comprar todas las acciones de Grupo Cruz
con mil millones. ¡Acéptalo! De lo
contrario, ¡el Grupo Cielo Azul se deshará
del Grupo Cruz pronto!

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Ub

"]

Capítulo 381 Por favor, ayúdame una última vez


··························································································································· ®
Nataniel entrecerró los ojos y advirtió a
Sharon:

—Parece que aún no has aprendido la


lección, ¿eh?

Cuando Sharon estaba a punto de rebatir a


Nataniel, recibió una llamada de Rubén.

—¿Es una llamada de tu jefe? Parece que


descubrieron la verdad con respecto a la

muestra, ¿eh? Me temo que eres tú la que


está condenada —se burló Nataniel.

Aunque Sharon tenía sus dudas, se negó a


creer las palabras de Nataniel. Frunciendo
los labios, contestó a la llamada de Rubén
y saludó con amabilidad:

—Señor Ortiz, ¿puedo saber si hay algo


urgente? Estoy reclutando al personal de
Grupo Cruz.

Rubén gritó de forma histérica con todas


sus fuerzas:

Capítulo 381 Por favor, ayúdame una última vez

—¡Maldita sea! Sharon, ¡eres una p*rra!

Fue tan fuerte que los presentes en la sala


de conferencias pudieron escuchar su voz
a través del teléfono. Como Sharon estaba
atónita por el arrebato de Rubén,
tartamudeó:

—Se... Señor Ortiz... ¿Qué pasa?

Rubén perdió por completo la calma al


teléfono y gritó:

—Te dije que me consiguieras la


información clasificada de la vacuna y la
muestra de la vacuna. ¿Qué demonios me
diste? ¿Una botella de solución de
··························································································································· ®
glucosa? ¿En serio?

De repente, el rostro de Sharon se puso


blanco como una sábana. Había un rastro
de miedo en sus ojos mientras preguntaba
con voz temblorosa:

—Señor Ortiz, ¿está seguro de que no fue

Capítulo 381 Por favor, ayúdame una última vez

un error?
El hombre enfurecido continuó:

—¿Error? ¿Crees que los investigadores de


nuestro laboratorio son tan torpes como
tú? Estás despedida, Sharon. ¡También se
cancela tu pago! Aparte de eso, será mejor
que devuelvas los veinte millones que
cobraste antes. Si recibo un centavo
menos, ¡te secuestraré y te venderé a
África como prostituta!

Sharon se quedó inmóvil al escuchar las


amenazas de Rubén y en una fracción de
segundo, rompió a llorar delante de todos.
No solo la despidieron, sino que la
recompensa prometida también se
desvaneció en el aire. De hecho, había
gastado la mayor parte de los veinte
millones que le había dado Rubén para
comprar todo tipo de artículos de lujo.
Aunque liquidara todos sus bienes, no
podría reunir ese monto tan grande.

Capítulo 381 Por favor, ayúdame una última vez

En realidad, Sharon sabía lo que le


esperaba porque Rubén no era un santo.
Tal vez de verdad la secuestrarían y la
venderían a África como prostituta, tal
como él le había advertido. De repente,
Nataniel rompió el silencio:

—Deberías ahorrarte tus lágrimas. Creo


que también tenemos que ajustar cuentas.
Como has robado información
··························································································································· ®
confidencial de nuestra empresa, te
entregaremos al departamento de delitos
corporativos. Antes de tu viaje a África, me
temo que tendrás que pasar un tiempo
entre las rejas.

Al escuchar eso, Sharon casi se derrumba


porque había ofendido a las dos partes al
mismo tiempo, incluidos Rubén, Aurelio,
Nataniel y Penélope.

Se puso de rodillas frente a Penélope de


repente y pidió clemencia mientras se
lamentaba:

Capítulo 381 Por favor, ayúdame una última vez

—¡Directora Sosa, lo siento mucho! Por


favor, ¡perdóneme solo por esta vez, ya
que llevamos muchos años siendo
amigas!

Jenni, que había estado al lado de


Penélope todo el tiempo, gruñó con
desprecio:

—¿Directora Sosa? ¿Olvidaste las palabras


que le dijiste antes? Parece que no
recuerdas lo arrogante que eras hace un
rato, ¿eh?

Sin embargo, Penélope le hizo un gesto a


Jenni para que dejara de hablar, porque no
podía soportar ver cómo se herían los
sentimientos de Sharon. Como siempre
había sido una mujer amable, se dio la
vuelta y susurró:

—Nataniel, no hemos sufrido ninguna


pérdida real, ¿verdad? Seguro que Sharon
ya aprendió la lección. Olvidémoslo y
liberémosla de su responsabilidad legal,

Capítulo 381 Por favor, ayúdame una última vez

··························································································································· ®
¿de acuerdo?

En realidad, Nataniel no prestó atención a


un personaje trivial como Sharon todo el
tiempo. Incluso si el Grupo Cielo Azul
lograba producir una réplica de la vacuna,
él tendría formas de lidiar con ellos. Por lo
tanto, respondió con una sonrisa:

—¡Haré lo que diga mi amada esposa!

Cuando Penélope escuchó las palabras de


Nataniel, se sonrojó avergonzada y un
sentimiento cálido surgió en su interior.
Luego con un tono calmado, le indicó a
Sharon:

—Por favor, retírate de inmediato. Esta vez


te dejaremos ir.

«¿Irme?». Sharon estaba segura de que


sería secuestrada y enviada a África en
cuanto saliera de la sede de Grupo Cruz si
no devolvía a Rubén la suma solicitada.

Capítulo 381 Por favor, ayúdame una última vez

Se arrodilló frente a Penélope y le suplicó


mientras se lamentaba:

—Directora Sosa, ¡hágame otro favor!


Somos mejores amigas, ¿verdad? Tengo

que devolverle a Rubén su dinero. ¡Si no,


estaré ¡*dida!

$e

ES

>

Capítulo 382 Espero que el castigo no sea demasiado

A decir verdad, todo el mundo sabía que


sería imposible que Sharon arreglara las
··························································································································· ®
cosas con Penélope después de lo que
había hecho. Esta última estaba a punto
de ceder a la petición de Sharon de nuevo
debido a la mirada patética que tenía en
su rostro.

Después de todo, Sharon solía ser una de


sus mejores amigas, pasaban la mayor
parte del tiempo juntas después de la
escuela y compartían todo lo que tenían
con la otra. Aunque Sharon la había
traicionado, Penélope no podía
abandonarla cuando sabía lo que le
esperaba.

Una vez más, Penélope se dirigió a


Nataniel con una mirada suplicante y le
susurró:

—Nataniel, ¿podemos hacerle ese favor?

Para ser sincero, a Nataniel no le


importaba ya que no era una suma

Capítulo 382 Espero que el castigo no sea demasiado

enorme, sin embargo, Sharon se excedió


antes e insultó a Penélope delante de
todos. Incluso intentó reclutar a sus
empleados en nombre de Grupo Cielo
Azul. Por eso, él estaba decidido a darle
una lección a esa mujer, de lo contrario,
otros empleados de la empresa podrían
repetir el mismo error e intentar
traicionarlos en el futuro.

El hombre lo pensó durante unos minutos


antes de mirar con ojos amenazantes a
Sharon, que estaba de rodillas y
preguntarle con un tono gélido:

—¿Cuánto necesitas?

Como Nataniel estaba dispuesto a darle


otra oportunidad, Sharon respondió de
forma apresurada:

··························································································································· ®
—Podré reunir la mayor parte de la suma
requerida liquidando mis activos. Necesito
otros cinco millones.

Im

Capítulo 382 Espero que el castigo no sea demasiado

—Te permitiremos adelantar tu asignación


para saldar la deuda. Tu remuneración
anual sigue siendo de quinientos mil al
año. Por lo tanto, se te abonarán diez años
de anticipo. En ese caso, tendrás que
trabajar para el Grupo Cruz hasta que
hayas saldado la deuda que tienes con
nosotros. Nunca desafiarás ninguna
instrucción de la empresa. ¿Está claro?

—¡Sí!l ¡No hay problema! —Sharon aceptó


sin dudar.

—Puedes dirigirte al departamento


financiero para obtener tu anticipo. Quiero
que vuelvas a la oficina por la tarde —
ordenó Nataniel.

Los jefes de departamento susurraron


entre sí:

—¡Sharon tiene mucha suerte! Cometió un


error tan grave, ¡pero conserva su trabajo!

Sin embargo, Nataniel ordenó a algunos

Capítulo 382 Espero que el castigo no sea demasiado

empleados que preparasen un despacho


con paredes de cristal transparente a cada
lado. El despacho con paredes de cristal
no era otro que el nuevo despacho de
Sharon y cuando esta regresó a la sede de
Grupo Cruz por la tarde, se instaló ahí. Sin
embargo, se sintió como una reclusa entre
rejas cuando sus compañeros la miraron
con una expresión extraña en sus rostros.

Sabía que Nataniel lo había hecho a


··························································································································· ®
propósito porque quería dar un ejemplo de
ella y advertir a los demás empleados. Por
desgracia, no pudo aguantar más las
lágrimas y se lamentó en su nuevo
despacho mientras se apoyaba en la
mesa. Sharon se arrepintió mucho de lo
que había hecho, sin embargo, ya era
demasiado tarde porque no podía hacer
nada para volver atrás.

Cuando los empleados de Grupo Cruz


pasaban de vez en cuando por el
despacho de Sharon, le lanzaban una
mirada despectiva y se recordaban a sí

Capítulo 382 Espero que el castigo no sea demasiado

mismos que no debían cometer un error


tan tonto. Mientras tanto, Penélope y
Nataniel almorzaban en el despacho de la
Directora.

El despacho de Penélope tenía una pared


hecha con un espejo unilateral. En pocas
palabras, podía controlar la situación fuera
de este. Sin embargo, los que estaban en
el exterior de su oficina no podrían
hacerlo.

En ese momento, ella tenía sus ojos


pegados a la sala transparente del
exterior. Como Penélope se dio cuenta de
que muchos de sus subordinados miraban
a Sharon como si fuera un animal en el
zoológico, le preguntó a Nataniel:

—¿No crees que nos excedimos un poco?

Nataniel le preguntó a Penélope en tono


inexpresivo:

—¿De verdad? ¿Por qué parece que no es

Capítulo 382 Espero que el castigo no sea demasiado

suficiente para darle una lección? Por


derecho, tiene que pasar su tiempo entre
··························································································································· ®
rejas ya que traicionó a la compañía al
infiltrar información confidencial a favor
nuestros enemigos. Sin embargo, la
liberamos de su responsabilidad legal y le
permitimos mantener su puesto e incluso
le dimos la suma necesaria para saldar su
deuda.

»No creo que haya ninguna otra empresa


que trate a un traidor con tanta cortesía. —
A mitad de su discurso, Nataniel lanzó una
mirada a Sharon y continuó—: Ella fue la
que intentó traicionarnos. Además, intentó
reclutar a tus ayudantes de mayor
confianza para nuestro enemigo e incluso
algunos de ellos estaban dispuestos a
irse. Si no doy un ejemplo con ella, me
temo que nadie nos respetará en el futuro.

Capítulo 382 Espero que el castigo no sea demasiado

+Y»

Capítulo 383 ¿Qué debemos hacer ahora?

En realidad, Nataniel estaba enfurecido y


decidió desquitarse con Sharon porque se
había pasado de la raya con sus palabras,
provocando el llanto de Penélope. Esta
última se sintió conmovida en el fondo y
susurró:

—Menos mal que esta vez estabas a mi


lado. Me temo que no habría salido ¡lesa
sin ti. Sin embargo, creo que es suficiente.
Logramos nuestro objetivo y le dimos un
escarmiento, así que permitamos que
regrese a su oficina anterior, ¿de acuerdo?

Nataniel lo pensó durante un rato antes de


··························································································································· ®
responder:

—Como ella adelantó diez años de


subsidio, tiene que pasar la próxima
década trabajando para nosotros. Estoy
seguro de que mi querida esposa no
soportará dejarla en la oficina
transparente. Además, nos hará parecer
que somos personas ruines... ¿Qué tal
esto? La haremos pasar la próxima

Capítulo 383 ¿Qué debemos hacer ahora?

semana en la oficina transparente y


después, le permitiremos volver a su
despacho normal, ¿de acuerdo?

Encantada con su sugerencia, Penélope


aceptó de inmediato:

—¡Es muy considerado de tu parte! Aunque


sueles ser una persona perezosa, eres
bastante decidido cuando surge una
crisis. Parece como si fueras el general
todopoderoso de un ejército.

En realidad, Penélope estaba felicitando a


Nataniel con una metáfora. Sin embargo,
no tenía ni idea de que Nataniel era nada
menos que el General del Ejército del
Norte.

—¿Ah, sí? —Nataniel parpadeó de manera


juguetona.

—¡Sí!l ¿Por qué no asumes el papel de


Director Ejecutivo del Grupo Cruz? Yo seré
la Subdirectora y te asistiré en su lugar —

Capítulo 383 ¿Qué debemos hacer ahora?

sugirió Penélope con la cabeza.

En efecto, Penélope sentía que Nataniel


tenía la calidad de un Director Ejecutivo.
Ya que todo el mundo lo había percibido
como alguien que vivía de ella, ella
··························································································································· ®
deseaba demostrar a todos que Nataniel
también era un hombre digno y capaz.
Para ser sincera, temía que los
sentimientos de Nataniel se vieran
heridos.

Por desgracia, Nataniel volvió a ser el


mismo de siempre cuando escuchó la
sugerencia de Penélope, sacudió la
cabeza y rechazó:

—¡No! Tienes razón. Soy bastante


perezoso, así que me gusta estar en el
último escalón mientras tú asumes la
posición superior.

Los ojos de Penélope se abrieron de par


en par con incredulidad al escuchar las
palabras de Nataniel, mientras su cara se

Capítulo 383 ¿Qué debemos hacer ahora?

enrojecía. A su vez, miró de manera


fulminante a su esposo y lo reprendió:

—¡Nataniel, eres un sinvergúenza! —Y, tras


decir esto, le dio una patada a Nataniel
con los tacones, irritada.

Nataniel se quedó aturdido y tardó en


comprender el motivo de su reacción. Fue
entonces, cuando se dio cuenta de lo
confusas que habían sido sus palabras,
por lo que Penélope lo había
malinterpretado. Se quedó entonces mudo
y pensó para sí mismo: «No lo decía en
serio, ¿está bien?».

Mientras tanto, Rubén estaba haciendo


otro berrinche en el Club de Negocios de
Grupo Cielo Azul, pero Aurelio no pudo
hacer nada al respecto y se mantuvo al
margen en silencio.

Rubén maldijo con furia:

—¡Maldita sea! ¡Sharon es una p*rra!


··························································································································· ®
Capítulo 383 ¿Qué debemos hacer ahora?

¿Cómo se atreve a intentar engañarme? Si


no fuera porque liquidó todos sus bienes
para devolverme los veinte millones, ¡la
habría enviado sin duda a África!

Con una sonrisa amarga en el rostro,


Aurelio se ajustó los lentes y respondió:

—No es así. Sharon también fue engañada


por Nataniel y en estos momentos, ella
también lo está pasando mal. Está
atrapada dentro de una oficina
transparente como si fuera un objeto
expuesto.

—¡Argh! Debería haberlo visto venir. —


Rubén se burló con desprecio.

El tranquilo y sosegado Aurelio preguntó


con indiferencia:

—Rubén, ya que nuestros dos planes para


cortar los suministros del Grupo Cruz y
robar la información confidencial de su
empresa fracasaron, ¿qué debemos hacer

Capítulo 383 ¿Qué debemos hacer ahora?

ahora?
Rubén entrecerró los ojos y respondió:

—Me enteré de que Grupo Cruz montó la


línea de producción de su fábrica
farmacéutica. Ahora mismo están
trabajando en el primer lote de vacunas
mientras hablamos.

Aurelio asintió:

—También estoy al tanto de eso. Una vez


producido el primer lote de vacunas,
tienen que entregarlo a la Oficina de
Administración de Alimentos y
Medicamentos para que lo prueben. Si
··························································································································· ®
todo está bien con las vacunas, recibirán
el permiso para la producción en masa y
las lanzarán al mercado.

Los labios de Rubén se curvaron en una


sonrisa de satisfacción:

—¡No permitiré que pasen por el examen

Capítulo 383 ¿Qué debemos hacer ahora?

del Centro de Pruebas Farmacológicas!

Los ojos de Aurelio brillaron de sorpresa y


preguntó:

—Rubén, ¿significa eso que vas a asestar


el golpe decisivo al Grupo Cruz a través del
Centro de Pruebas Farmacológicas?

Ár

ES

=>

*]

Capítulo 384 Somos los Sosa de Distrito Alameda

Con una expresión de suficiencia, Rubén


dijo:

—El Subdirector del Centro de Pruebas


Farmacológicas en Ciudad Fortaleza es mi
primo. Conseguiré que intervenga en las
vacunas del Grupo Cruz una vez que hayan
sido entregadas.

Cuando Aurelio escuchó las palabras de


Rubén, se rio y afirmó:

—¡Es una gran idea! Estoy seguro de que


no hay nada que Penélope pueda hacer al
respecto, aunque intente contactar con el
alcalde de Ciudad Fortaleza o el
··························································································································· ®
Gobernador de Distrito Alameda. Después
de todo, ellos también deben tener en
cuenta al Señor Talavera.

En un intento de obstruir la producción de


vacunas de Grupo Cruz, Aurelio y Rubén
estaban decididos a emplear su conexión
con la autoridad en el Centro de Pruebas
Farmacológicas. No podrían penetrar en el

Capítulo 384 Somos los Sosa de Distrito Alameda

mercado y lanzar su producto si no


recibían el permiso del Ministerio de
Salud.

Mientras tanto, en la mansión de la familia


Sosa.

De forma entusiasta, Alfredo encabezó a


la familia Sosa, incluidos Samuel y Pablo,
para dar la bienvenida aAndrés de Distrito
Alameda. El linaje de la familia Sosa era
originario de Distrito Alameda mientras
que los de Ciudad Fortaleza eran meros
descendientes colaterales.

En términos de capacidad, la familia Sosa


de Ciudad Fortaleza no estaba a la altura
de los de Distrito Alameda, por lo tanto,
Alfredo consideraba a los de dicha familia
como nobles.

Andrés Sosa había ido en persona a


Ciudad Fortaleza para visitar a Alfredo y su
familia, pero Alfredo y el resto se sintieron
sorprendidos por la presencia de Andrés.

.)

Capítulo 384 Somos los Sosa de Distrito Alameda

Lo saludaron a él y a sus hombres con


cortesía, como si fueran superiores a
ellos.

Aunque Andrés solo tenía cuarenta y cinco


··························································································································· ®
años, Alfredo y él eran iguales en términos
de jerarquía. No obstante, Alfredo no se
atrevió a confraternizar con Andrés debido
a su superioridad, así que se dirigió a él
como Señor Sosa. Le preguntó de forma
halagadora:

—Señor Sosa, ¿puedo saber qué le trae a


Ciudad Fortaleza?

Andrés entornó los ojos en respuesta y


respondió con altanería:

—No es nada. Me enteré de que su familia


se ganó los derechos de fabricación de la
vacuna contra el cáncer de hígado. Como
somos de la misma familia, deberíamos
compartir los beneficios. En nombre de la
familia Sosa de Distrito Alameda, me
gustaría ofrecerle una oportunidad de

Capítulo 384 Somos los Sosa de Distrito Alameda

colaborar. Nos encantaría participar en la


fabricación de las vacunas. —En ese
momento, Alfredo y los demás se dieron
cuenta por fin de que Andrés solo les
había hecho una visita por la vacuna
contra el cáncer de hígado desarrollada
por Penélope. Cuando Andrés vio la
extraña expresión en la cara de Alfredo,
preguntó con desagrado—: ¿Qué pasa?
¿Significa eso que no quieres que
formemos parte de esto?

De inmediato, Andrés trató de tranquilizar


la situación ya que no tenía el valor de
ofenderlos:

—Señor Sosa, mi nieta, Penélope, es la que


tiene los derechos de fabricación. Sin
embargo, ella tampoco quiso que yo
formara parte de su plan. Me temo que
ella no le permitirá formar parte de él
tampoco.

Andrés resopló y gritó:


··························································································································· ®
Capítulo 384 Somos los Sosa de Distrito Alameda

»¡Eso es absurdo! Siempre hemos acatado


las reglas de la familia y se supone que
nuestros descendientes deben obedecer
nuestras instrucciones. ¿Cómo se atreve
Penélope a desafiar a sus mayores?

Para conseguir su objetivo, Alfredo decidió


seguirle el juego y dijo:

—Ya se casó con un tal Nataniel. Aunque


seamos sus mayores, no podemos
entrometernos más en su vida

Andrés se enfureció:

—¡Eso no cambia el hecho de que ella es


un miembro de la familia Sosa! ¡Mientras
sea parte de nosotros, tiene que compartir
los beneficios con los Sosa! Ya que no
puedes disciplinarla, ¡le daré una lección
en nombre de nuestra familia! —Tan
pronto como Andrés terminó su frase,
instruyó a sus hombres—: Diríijanse al
Grupo Cruz y llamen a Penélope aquí. Es
hora de que pague por su error.

Capítulo 384 Somos los Sosa de Distrito Alameda

Dos hombres se adelantaron al recibir la


instrucción: eran parte de la familia Sosa
de Distrito Alameda; José Antonio y
Mariano Sosa. Al poco tiempo, los dos
hombres llegaron a Grupo Cruz, la
recepcionista se acercó y los saludó con
cortesía:

—Buenos días, soy Hermelinda de Grupo


Cruz. ¿En qué puedo ayudarle”?

En tono benévolo, Mariano respondió:

—Somos de la familia Sosa de Distrito


Alameda.

··························································································································· ®
José Antonio intervino con una actitud
similar:

—¡Tráiganos a su Directora de inmediato!

Capítulo 384 Somos los Sosa de Distrito Alameda

+8»

Capítulo 385 Perseguirlos

Hermelinda respondió:

—¿Significa eso que son primos de nuestra


Directora? Por favor, denme un momento,
me pondré en contacto con la Directora
enseguida.

Dicho esto, intentó contactar con


Penélope a través del teléfono de la
recepción. La persona que atendió la
llamada fue Jenni, la secretaria de
Penélope, quien una vez que se dio cuenta
de la situación, le dijo a Hermelinda que
esperara un minuto mientras ella se dirigía
de inmediato a la oficina de la Directora.

—¡Silencio! —Nada más entrar en el


despacho de Penélope, vio a Nataniel,
quien le hizo un gesto para que se callara
con el dedo índice, ya que Penélope
dormía tranquila con la cabeza apoyada
en la mesa. Resultó que Penélope se había
quedado dormida porque estaba agotada
por el trabajo. Después de indicarle a
Jenni que saliera del despacho, Nataniel la

Capítulo 385 Perseguirlos

siguió y cerró la puerta—: ¿Qué pasa? —le


··························································································································· ®
preguntó.

Sin dudarlo, Jenni le contó a Nataniel la


situación:

—Señor Cruz, hay dos hombres en la


recepción. Le dijeron a Hermelinda que
son de la familia Sosa de Distrito
Alameda. Ahora están esperando que la
Directora Sosa se reúna con ellos.

«¿La familia Sosa Distrito Alameda?».

Nataniel frunció el ceño al recordar que no


se molestaron en aparecer ni siquiera
cuando Penélope fue abandonada por su
familia a lo largo de los años, sin embargo,
desde que la carrera de Penélope había
alcanzado un éxito rotundo, sus parientes
empezaron a aparecer de la nada.

Con un resoplido, ordenó:

—Dígale a la recepcionista que los envíe a

Capítulo 385 Perseguirlos

mi oficina si hay un asunto urgente. Si no,


que se queden por aquí hasta que
Penélope se despierte.

Pronto, Jenni transmitió las instrucciones


de Nataniel a Hermelinda. Sin pensarlo
dos veces, esta última repitió las palabras
de Nataniel al pie de la letra. Al principio,
José Antonio y Mariano pensaron que sus
parientes de Ciudad Fortaleza no se
atreverían a desafiar sus palabras, ya que
eran de la familia Sosa de Distrito
Alameda.

Para su sorpresa, Penélope los rechazó


solo porque estaba durmiendo, incluso
cuando habían llegado hasta su despacho.
Además, también se sintieron humillados
porque el marido de Penélope les ordenó ir
a su despacho. Mariano era una persona
··························································································································· ®
bastante tranquila, por lo que reprimía sus
emociones, sin embargo, ese no era el
caso de José Antonio. El hombre de
temperamento fuerte perdió la calma de
inmediato, le dio una bofetada a

Capítulo 385 Perseguirlos

Hermelinda en la cara y le gritó:

—¡Maldita sea! ¡Tuvimos la cortesía de


visitarlos! ¿Cómo se atreven Penélope y su
marido a desafiar nuestras palabras? ¡Que
vengan ahora! De lo contrario, tendrán que
asumir las consecuencias de sus actos.

Hermelinda se agarró la mejilla hinchada y


salió corriendo mientras se lamentaba,
pero al poco tiempo, Nataniel apareció con
una expresión sombría en su rostro.
Laurencio, el jefe del equipo de seguridad,
también apareció con una docena de
guardias a su lado. Nataniel lanzó una
mirada de desprecio a Mariano y José
Antonio mientras preguntaba con
indiferencia:

—¿Fueron ustedes los que golpearon a


nuestra empleada?

—¿Eres el marido de Penélope, Nataniel? —


preguntó José Antonio con desprecio al
ver a Nataniel.

Capítulo 385 Perseguirlos

—Somos de la familia Sosa de Distrito


Alameda. El Señor Sosa nos ordenó que
citáramos a Penélope. Me temo que tiene
que hacer un viaje y venir con nosotros
para reparar los errores que ha cometido
—explicó Mariano el objetivo de su visita.

—¿Estás sordo? Mi pregunta es si


abofetearon a mi empleada. —Nataniel
repitió su pregunta.

··························································································································· ®
—Sí. ¿Y qué con eso? —respondió José
Antonio con una sonrisa de satisfacción.

—¡Rompan sus brazos y échalos de


nuestra empresa! —ordenó Nataniel con
un tono despiadado.

—¡Sí, Señor Cruz!

Laurencio y los guardias de seguridad se


abalanzaron sobre José Antonio y Mariano
con sus macanas una vez que recibieron
la instrucción de Nataniel. José Antonio y
Mariano rugieron y se abalanzaron sobre

Capítulo 385 Perseguirlos

los guardias de seguridad.

Sin embargo, Laurencio y sus hombres no


eran rivales para Mariano y José Antonio,
ya que eran hábiles en el combate.
Nataniel supo que había llegado el
momento de entrar en escena cuando
Mariano y José Antonio consiguieron
superar a los guardias.

En cuanto Nataniel se apresuró a llegar a


su lado, los chicos levantaron sus puños
en un intento de golpear a Nataniel.

Al mismo tiempo, Nataniel levantó los


puños con la intención de acabar con ellos
de una vez.

¡Zas!

Sus puños chocaron...

¡Crac! ¡Crac!

Se escuchó un fuerte sonido. Resultó que

Capítulo 385 Perseguirlos

··························································································································· ®
los brazos de José Antonio y Mariano se
habían fracturado.

—¡Argh!

—¡Argh!

Gritaron por el insoportable dolor. Con


cara de póquer, Nataniel hizo una seña a
los guardias de seguridad y les ordenó:
—¡Échenlos de la empresa! —De inmediato,
Laurencio y sus hombres se apresuraron a

sacar a José Antonio y Mariano de la sede


de Grupo Cruz.

El
anat

.]

Capítulo 386 Soy Andrés Sosa

De vuelta a la casa de la familia Sosa,


Andrés y Alfredo esperaban a que
Penélope fuera a pedir perdón. Pronto
volvieron Mariano Sosa y José Antonio
Sosa, pero aún no había rastro de
Penélope y ambos parecían avergonzados
y desaliñados. Andrés los miró con
nerviosismo y preguntó:

—¿Qué les pasó a los dos? ¿Dónde está


Penélope?

Mariano parecía avergonzado mientras


bajaba la cabeza y decía:

—Penélope está durmiendo, así que no


vendrá.

Señalando sus manos débiles y sin fuerza,


··························································································································· ®
José Antonio Sosa se quejó indignado:

—¡Señor Sosa, el marido de Penélope,


Nataniel, nos rompió las manos!

«¿Qué?». No solo Penélope se negó air,

Capítulo 386 Soy Andrés Sosa

sino que su marido también les rompió las


manos.

Los ojos de Andrés se abrieron de par en


par en señal de asombro y enfado, pero
Alfredo le dedicó a Andrés una sonrisa
irónica:

—Señor Sosa, tenía razón. Penélope es


arrogante y su marido es ridículo.

Andrés se burló:

—¡Cómo se atreven a poner ellos una cara


arrogante ante la familia Sosa! ¿Quién en
todo Distrito Alameda no sabe mi nombre?
¡Hasta el rey del sur, el Señor Talavera, me
respeta y se dirige a mí como Señor Sosa!

Andrés añadió:

—Nataniel y Penélope seguro que no


sabían que era yo quien preguntaba por
ellos. Por eso tienen el valor de rebelarse
contra mí.

Capítulo 386 Soy Andrés Sosa

Alfredo y los demás asintieron con la


cabeza, pues, sin duda, Andrés tenía un
estatus destacado en Distrito Alameda,
por lo que nadie se atrevía a ofenderlo.
Andrés se sintió satisfecho de que Alfredo
y todos los presentes reconocieran su
estatus. Entonces, sacó su teléfono
mientras pedía el número de Nataniel, iba
a llamarlo en persona para que este y
Penélope acudieran a disculparse y recibir
··························································································································· ®
sus condenas de rodillas. De inmediato, la
llamada se hizo efectiva y pudo escuchar
la voz de Nataniel al otro lado del teléfono:

—Hola.
Andrés inclinó la cabeza y dijo con orgullo:

—¿Eres Nataniel Cruz? Soy el Señor Sosa y


quiero que...

Antes de que Andrés pudiera terminar de


hablar, Nataniel ya se sentía impaciente y
dijo en un tono frío:

Capítulo 386 Soy Andrés Sosa

—¿Quién demonios eres tú? ¡Piérdete! —


Nataniel colgó el teléfono de inmediato.

La expresión de Andrés se congeló y le


entró un sudor frío. Todas las miradas
estaban puestas en él mientras Alfredo
preguntaba con curiosidad:

—Señor Sosa, ¿qué dijo Nataniel?


Andrés refunfuñó avergonzado:

—Debo haberme equivocado de número.


Déjame intentarlo de nuevo.

Entonces volvió a marcar el número de


Nataniel y la llamada fue atendida de
nuevo. Andrés Sosa dijo enseguida:

—Nataniel, quiero que tú y tu mujer vengan


a la casa de la familia Sosa ahora mismo
para recibir su castigo...

—¡Piérdete! —Después de decir esto,


Nataniel colgó la llamada de nuevo.

Capítulo 386 Soy Andrés Sosa

Esta vez su voz fue lo bastante fuerte


como para que Alfredo y todos los que
··························································································································· ®
estaban al lado de Andrés lo escucharan.
Andrés estaba ahora cubierto de sudor y
su cara se calentaba, lo que pasaba era de
verdad humillante. Alfredo sonrió con
amargura y dijo:

—Señor Sosa, le dije que Nataniel es un


engreído. No lo respeta en absoluto.

Andrés resopló:

—¡Fue mi error por no decirle quién soy


primero, si no se habría aterrorizado!
¡Dejen que lo llame otra vez!

En el momento en que Nataniel contestó


al teléfono, Andrés enfatizó su identidad
en voz alta.

—Nataniel, soy Andrés, de la familia Sosa


de Distrito Alameda. ¡Toda la gente del sur
se dirige a mí como Señor Sosa! Soy
mayor que tú y Penélope, así que ambos

Capítulo 386 Soy Andrés Sosa

deben llamarme abuelo. Ahora estoy en la


casa de la familia Sosa en Ciudad
Fortaleza. Tú y Penélope fueron rebeldes y
poco filiales, por eso, vengan ahora a
disculparse, o se arrepentirán si me
enfado.

He

qn

>

Capítulo 387 Fracasar en educar a su hija

Nataniel respondió con frialdad:

—¿Quién te crees que eres para solicitar


mis disculpas? Ahora, ¡piérdete! —Nataniel
terminó la llamada al instante.
··························································································································· ®
Todos se quedaron mirando a Andrés con
una expresión extraña, mientras que a este
se le salían los ojos de asombro. Parecía
que a Nataniel no le importaba e incluso
humillaba a Andrés, a pesar de conocer la
identidad de este. La cara de Andrés
estaba sonrojada y su vergúenza se había
convertido en rabia:

—¡Esto es ridículo! Tengo que darle una


lección a Nataniel.

Cuando Andrés se enfurecía, seguro


habría consecuencias nefastas, así que
con una expresión sombría, instruyó a
Alfredo:

—Reúne a todos los miembros de la


familia Sosa en Ciudad Fortaleza ahora.

Capítulo 387 Fracasar en educar a su hija

¡Quiero tener una reunión con ellos para


hacer cumplir nuestra ley familiar!

Sin demora, Alfredo envió gente a informar


a cada miembro de la Familia Sosa para
que asistieran a la reunión familiar de
emergencia en su casa. Al recibir el aviso,
todos los Sosa acudieron de inmediato.

Bartolomé y Leila también aparecieron en


la reunión y se quedaron boquiabiertos
cuando vieron a Andrés. Esto se debía a
que la rama de Distrito Alameda era la
más importante dentro de la familia Sosa,
mientras que los Sosa de Ciudad Fortaleza
eran solo una familia extendida.

A los ojos de Bartolomé, los Sosa de


Distrito Alameda siempre habían sido
superiores y eminentes, por lo tanto, no
esperaba ver al mayor de la familia
llegando a Ciudad Fortaleza. Saludó con
cortesía a Andrés:

··························································································································· ®
—Buenos días, Señor Sosa. Soy Bartolomé

Capítulo 387 Fracasar en educar a su hija

Sosa, de la extensa familia de Ciudad


Fortaleza.

Leila lo siguió ansiosa:


—Buenos días, Señor Sosa.

Andrés estaba sentado en una enorme


silla de madera y rodeado por Alfredo,
Samuel y los demás Sosa. Se burló
mientras miraba a Bartolomé y a Leila:

—i¡Ja! Bartolomé, ¿crees que mereces ser


un miembro de la familia Sosa?

Bartolomé se quedó estupefacto ante su


pregunta y preguntó temeroso:

—¿Por qué lo dice, Señor Sosa? Por favor,


dígame si hice algo malo.

Andrés levantó una taza de la mesita,


abrió la tapa y tomó un sorbo de té antes
de responder con sarcasmo:

Capítulo 387 Fracasar en educar a su hija

—Criaste a una «buena» hija. —Tanto


Bartolomé como Leila se quedaron
estupefactos mientras miraban a Andrés
sin comprender. Andrés resopló con
frialdad—: Me enteré de que una chica
llamada Penélope, de la familia Sosa de
Ciudad Fortaleza, estaba embarazada
antes de casarse, es una vergúenza para
nuestra familia. De ahí que acudiera aquí
para ayudarla. Pero Penélope fue grosera y
rebelde y me faltó al respeto e incluso
permitió que Nataniel hiriera a dos de mis
subordinados.
··························································································································· ®
«¿Qué? ¿Penélope permitió que Nataniel
hiriera a los subordinados del Señor
Sosa?».

Bartolomé y Leila se horrorizaron al


escuchar eso. El hombre preguntó con voz
temblorosa:

—Señor Sosa, mi hija no es esa clase de


persona. ¿Podría haber un malentendido?

Capítulo 387 Fracasar en educar a su hija

Andrés señaló a Mariano y a José Antonio


con un rostro severo:

—Compruébenlo ustedes mismos. Su


yerno rompió el brazo derecho de mis
subordinados. ¿Cómo pueden decir que es
un malentendido? —Los ojos de Bartolomé
y Leila se abrieron de par en par con
incredulidad, sin embargo, no podían
defenderse sin conocer toda la historia.
Andrés dio un fuerte resoplido y se volvió
para preguntar a un subordinado que
estaba a su lado—: Según la ley de la
Familia Sosa, ¿cómo debemos castigar a
quienes no enseñan a su hijo a
comportarse bien?

—Señor Sosa, si los padres no educan a un


niño que se comporta bien y el niño causa
problemas después, los padres serán
condenados a cinco latigazos.

El color se disipó de los rostros de


Bartolomé y Leila. Andrés entrecerró los
ojos y se burló de ellos:

Capítulo 387 Fracasar en educar a su hija

—Pues bien. Lleven a Bartolomé y a Leila


afuera y castíguenlos con cinco latigazos
a cada uno.

Ñ
··························································································································· ®
(53

+]

Capítulo 388 Fue tu culpa

Después de que Andrés dijera eso, cuatro


de sus subordinados de Distrito Alameda
se acercaron y arrastraron a Bartolomé y
Leila fuera de la puerta con fuerza. Otros
dos subordinados sacaron dos látigos de
cuero y los sostuvieron en sus manos. El
núcleo de esos látigos estaba hecho de
alambre de acero y se utilizaba en
específico para castigar. Por lo normal, un
hombre fuerte podía soportar hasta diez
latigazos. Sin embargo, bastarían cinco de
ellos para matar a personas débiles como
Bartolomé y Leila.

Sus rostros estaban tan pálidos como un


fantasma y estaban tan consternados que
se olvidaron de resistirse mientras los
arrastraban fuera. De repente, Alfredo se
adelantó y dijo:

—Espere, Señor Sosa.


Andrés levantó la mano e hizo un gesto a

sus subordinados para que se detuvieran y


luego preguntó impasible:

Capítulo 388 Fue tu culpa

—Anciano, ¿quiere decir algo?


Alfredo suplicó:

—Bartolomé y su esposa sí son culpables


y merecen un castigo. Penélope y Nataniel
son atroces porque hicieron daño a los
subordinados del Señor Sosa, pero espero
que este pueda darles una oportunidad
para expiar sus errores, ya que somos una
familia.

··························································································································· ®
Los ojos de Andrés se entrecerraron:
—¿Cómo pueden expiar sus errores?
Alfredo respondió:

—Llamaré a Penélope para que transfiera


la mitad de las acciones del Grupo Cruz a
la Familia Sosa. Esta será su contribución
y la expiación de las faltas de la familia.

¿Qué le parece, Señor Sosa?

Andrés asintió con la cabeza:

Capítulo 388 Fue tu culpa

—Ya que el Anciano ha intercedido por


ellos, le daré a Penélope la oportunidad de
enmendar las faltas de su familia. Por
favor, llámela y pídale que venga ahora.
Ella y su familia serán perdonados si está
dispuesta a darnos la mitad de las
acciones del Grupo Cruz. Si no, la
castigaré a ella también.

Mientras tanto, en la oficina del Director


General de Grupo Cruz.

Penélope estaba dormida en su escritorio


cuando sonó su teléfono, lo tomó y se
sorprendió al ver que su abuelo la llamaba.
Contestó entonces y preguntó con
curiosidad:

—Abuelo, ¿qué pasa?


Alfredo le dijo con frialdad:
—Ven a la casa de la familia Sosa ahora, o

tus padres serán azotados hasta la


muerte.

Capítulo 388 Fue tu culpa

Penélope se quedó sorprendida por la


noticia y se olvidó de preguntar cualquier
detalle. Tomó ansiosa la llave del auto y se
apresuró a regresar a la casa de la familia
Sosa. Al llegar, se dio cuenta de que todos
··························································································································· ®
los miembros prominentes de su familia
estaban allí. Sus padres estaban en
manos de cuatro hombres fuertes y
arrodillados frente a la escalera exterior y
había otros dos hombres intimidantes de
pie junto a ellos con látigos de cuero.
Penélope dejó escapar un grito:

—¡Papá! ¡Mamá!

Bartolomé y Leila respondieron con voz


temblorosa:

—¡Peni!

Penélope se acercó, queriendo apoyar a


sus padres, pero los dos hombres con
látigos de cuero la detuvieron. La chica se
dio la vuelta, miró furiosa a Alfredo y
preguntó indignada:

Capítulo 388 Fue tu culpa

—Abuelo, ¿qué hicieron mis padres para


merecer un trato tan cruel?

Andrés dijo con voz grave:

—No es culpa de tus padres, sino tuya.


Están siendo castigados por tu culpa.

Penélope miró a Andrés con desconcierto


mientras Alfredo le presentaba a este
último:

—Este es Andrés Sosa, de Distrito


Alameda. Puedes llamarlo Señor Sosa.

Penélope lo saludó antes de preguntar


desafiante:

—Señor Sosa, ¿qué hice de malo? ¿Por qué


hay que castigar también a mis padres?

Capítulo 388 Fue tu culpa

··························································································································· ®
+Y»

Capítulo 389 No toque a mis padres

Tras soltar un bufido de desdén, Andrés


reprendió a Penélope y le recitó todas sus
fechorías:

—En primer lugar, se quedó embarazada


antes de casarse, e incluso se casó con el
vagabundo que la profanó, eso trajo la
desgracia a la familia Sosa. En segundo
lugar, fue egoísta y poco filial, ya que se
rebeló contra Alfredo y los mayores de la
familia. Además, no contribuyó con los
Sosa después de hacer una fortuna. En
tercer lugar, instruyó a Nataniel para que
agrediera a Mariano y José Antonio. —
Después de una ronda de reprimendas,
Andrés se rio—: Según la ley de nuestra
familia, tus padres merecen cinco
latigazos por no haber criado una niña
bien educada.

Penélope reprendió:
—Mis padres son demasiado frágiles para

soportar cinco latigazos. Los azotarás


hasta la muerte.

Capítulo 389 No toque a mis padres

Andrés entornó los ojos y dijo:

—De todos modos, somos una familia, así


que te doy la oportunidad de
compensarnos. Si estás dispuesta a
transferir la mitad de las acciones del
Grupo Cruz a nuestra familia como regalo,
te perdonaré y no les daré el castigo. La
elección es tuya.
··························································································································· ®
Penélope se quedó boquiabierta mientras
miraba a Andrés y a Alfredo:

—Ahora lo entiendo. Culpas a mis padres


para poner sus manos en el Grupo Cruz.

El rostro de Alfredo se volvió sombrío:


—¡Penélope, cuida tu actitud! ¿Cómo te
atreves a hablarle al Señor Sosa de forma
tan grosera?

Andrés se burló de ella:

—Penélope, piénsalo bien antes de decidir.

Pa

Capítulo 389 No toque a mis padres

Si me rechazas, castigaré a tus padres


ahora mismo y tú también tendrás que
afrontar las consecuencias.

Mientras tanto, Samuel, Pablo y los demás


le daban consejos con malas intenciones:

—Penélope, acepta al Señor Sosa por el


bien de tus padres, de lo contrario, van a
morir delante de ti hoy.

—No puedes ser tan egoísta. ¿Cómo


puedes dejar que tus padres sean
azotados hasta la muerte y no hacer nada
al respecto?

—¿Es el dinero más importante que tus


padres para ti?

Las lágrimas resbalaban por el rostro de


Penélope mientras suplicaba:

—Dejen de presionarme. El Grupo Cruz es


el trabajo de Nataniel, así que no puedo
darte sus acciones. Por favor... Te lo

Capítulo 389 No toque a mis padres


··························································································································· ®
ruego, deja que mis padres se vayan, yo
aceptaré todos los castigos.

Andrés dijo sin piedad:

—Hablaremos de tu castigo más tarde.


Ahora les toca a tus padres. ¡Vamos,
háganlo ahora!

Los dos hombres con látigos de cuero


sonrieron con maldad mientras se
preparaban para azotar a Bartolomé y
Leila. Penélope soltó un fuerte grito y
corrió hacia sus padres, pero la gente le
impidió acercarse a ellos.

Justo cuando los dos hombres levantaron


los látigos de cuero, una voz furiosa e
intimidante llegó desde la entrada
principal:

—¡Quien toque a mis suegros morirá con


toda seguridad hoy!

Todos los presentes se sobresaltaron y se

Capítulo 389 No toque a mis padres

volvieron para mirar hacia la entrada


principal. Entonces, vieron entrar a un
hombre alto y musculoso con rostro
severo. Sus atractivos ojos brillaban con
rabia.

—¡Cariño! —En cuanto Penélope vio a


Nataniel, gimió y se lanzó a sus brazos.

Nataniel acarició con dulzura su sedoso


cabello y la consoló:

—Está bien. Estoy aquí ahora y estaré aquí


para ti aunque se derrumbe el cielo.

Penélope emitió un sonido suave en


respuesta. Después de pasar juntos todo
este tiempo, Nataniel se había convertido
··························································································································· ®
en la piedra angular de su vida. Sin
importar las circunstancias, se sentía
segura mientras él estuviera cerca.

Todos miraban a Nataniel con diferentes


emociones, pero Mariano y José Antonio
fruncieron el ceño con los ojos muy

Capítulo 389 No toque a mis padres

abiertos. Andrés lo miró con los ojos


entrecerrados y habló despacio:

—¿Eres el yerno de Bartolomé y el marido


de Penélope, Nataniel, el que hirió a mis

subordinados? Llegaste en el momento


oportuno, voy a ajustar cuentas contigo.

He

El)

>

Capítulo 390 Cavar su propia tumba

Nataniel ni siquiera miró a Andrés a los


ojos. Sus ojos estaban clavados en
Bartolomé y Leila, que estaban atados, se
acercó para liberarlos, pero los dos
hombres con látigos de cuero le
impidieron el paso. Uno de ellos se burló
de Nataniel:

—¡Oye, el Señor Sosa te está hablando!


Nataniel respondió con voz ronca:
—¡Quítate!

Sin embargo, los dos hombres no le


cedieron el paso, sino que miraron a
Andrés en su silla. Andrés tomó su taza y

sorbió el té con elegancia antes de decir


impasible:

··························································································································· ®
—Azótenlo.
Tras escuchar la orden de Andrés, una

sonrisa despiadada apareció en los


rostros de los dos hombres. Uno de ellos

Capítulo 390 Cavar su propia tumba

levantó a toda prisa el látigo de cuero,


apuntando a la cabeza de Nataniel. El
sonido del látigo deslizándose por el aire
era aterrador y si el hombre lograba azotar
la cabeza de Nataniel, le causaría graves
daños o incluso la muerte.

Bartolomé y Leila gritaron conmocionados


mientras Penélope le gritaba:

—¡Nataniel, cuidado! —Pero Nataniel se


quedó quieto, sin moverse y antes de que
el látigo llegara a su cara, levantó la mano
y lo contuvo en un instante.

En ese momento, las cejas de Andrés se


juntaron y todos los presentes se
quedaron asombrados: «¿Cómo pudo
Nataniel atrapar un látigo tan mortífero sin
esfuerzo?».

El hombre que estaba en el otro extremo


del látigo miraba a Nataniel con la boca
abierta, utilizó todas sus fuerzas para tirar
del látigo, pero no pudo moverlo ni un

Capítulo 390 Cavar su propia tumba

centímetro. Entonces volvió a tirar de


forma despreocupada del látigo de cuero,
pero se tambaleó hacia delante. A
continuación, Nataniel le dio una fuerte
patada en la rodilla. «¡Crac!». ¡El
espeluznante sonido un hueso roto resonó
por toda la habitación!

El hombre se arrodilló frente a Nataniel,


··························································································································· ®
gritando de dolor, pero al mismo tiempo,
otro sujeto que llevaba el látigo de cuero
se abalanzó sobre este, pero Nataniel
también le dio una patada en la rodilla. El
segundo sujeto se arrodilló y gritó de dolor
después de otro sonido de hueso
quebrándose. En un abrir y cerrar de ojos,
Nataniel derrotó a dos hombres fuertes,
haciendo que se arrodillaran frente a él
con los huesos rotos.

Al presenciar la escena que tenían ante sí,


Andrés, Alfredo y el resto se quedaron
estupefactos. Aunque habían oído hablar
de lo despiadado que podía ser Nataniel,
no esperaban que fuera tan despiadado.

Capítulo 390 Cavar su propia tumba

Nataniel se acercó a Bartolomé y Leila, los


desató y pronunció en voz baja:

—Suegros, ya están a salvo. Vamos a


casa.

Después de eso, Andrés se recompuso por


fin y dijo en tono frío:

—Nataniel, no puedes salir de esta puerta


hasta que resolvamos tu castigo.

Al instante, más de veinte subordinados


junto a Andrés se dispersaron por el lugar
y rodearon a Nataniel, Penélope y sus
padres. Nataniel miró a Andrés con ojos
asesinos antes de decir:

—¡Estás cavando tu propia tumba!


Andrés se rio con desprecio:
—Nataniel, ¿crees que puedes conquistar

el mundo con tus habilidades de


principiante? Ya es hora de que sepas que

Capítulo 390 Cavar su propia tumba

te sobrevaloras. ¡Luciano! —Con un rostro


··························································································································· ®
pálido de forma espantosa y sin emoción,
un hombre de unos dos metros de altura
salió y se puso delante de Nataniel,
desprendiendo un aura peligrosa y
petrificante: Era «Luciano», el maestro de
lucha de la familia Sosa. Andrés estaba
emocionado—: ¡Luciano, enséñale lo que
significa de verdad la brutalidad!

Luciano parecía un asesino letal mientras


miraba con frialdad a Nataniel con sus
ojos apagados y sin vida.

[Ea

SS

Capítulo 391 ¿Quién se atreve a intimidarnos?

Nataniel miró de manera fría a Luciano,


sus ojos se encontraron en un intercambio
feroz. Él era el asesino en serie Luciano,
que tenía las manos manchadas de
sangre de cientos de personas y cuya
presencia desprendía un aire de muerte
inminente como si fuera la mismísima
parca, se mostró de repente temeroso al
mirar los ojos de Nataniel.

Los ojos de Luciano se estremecieron


mientras un escalofrío se apoderaba de su
corazón y unas gotas de sudor frío
empezaron a resbalar por su frente.

Como asesino, era muy sensible al peligro


y había percibido el aura aterradora que
emanaba de Nataniel, era como si un lobo
sintiera la presencia de un tigre, a Luciano
le sorprendió y le asustó. Después de todo,
a pesar de sus numerosos asesinatos,
solo había matado a cientos de personas,
pero Nataniel era diferente. Este había
salido de verdad del infierno en la tierra y
por ello, su aura no podía compararse con
··························································································································· ®
Capítulo 391 ¿Quién se atreve a intimidarnos?

la de Nataniel.

Andrés Sosa estaba confundido: «Luciano


suele matar sin pestañear. ¿Por qué no
hace ningún movimiento?».

»Luciano, es hora de hacer un movimiento.


No tienes que preocuparte por nada y no
hay necesidad de mostrar piedad. Solo
déjalo incapacitado.

Sin embargo, Luciano reaccionó como si


se hubiera encontrado con el mismo
Diablo, retrocedió a toda prisa y murmuró:

—Señor Sosa, este hombre es demasiado


aterrador. No me atrevo a hacer un
movimiento contra él. Tengo la sensación
de que si lo hiciera, moriría enseguida a
sus manos.

Luciano miró a Nataniel con miedo


mientras se tambaleaba hacia atrás. De
repente, se dio la vuelta y salió corriendo
sin siquiera mirar atrás. Andrés y los

Capítulo 391 ¿Quién se atreve a intimidarnos?

demás no podían creer lo que veían


mientras seguían la figura del enorme
hombre huyendo, luego, se miraron unos a
otros sorprendidos.

Después de que Luciano desapareciera de


la vista, Andrés recuperó por fin el sentido
común y gritó con rabia:

—¡M*erda, él es el que se vanagloria de


que mata a la gente como si fueran
moscas, como si fuera la mismísima
parca! Pero miralo, sin atreverse a mover
un dedo antes de huir con el rabo metido
entre las piernas. ¡Qué vergiienza! —
Andrés se sintió muy mortificado por lo
··························································································································· ®
sucedido. Sintiéndose molesto, ordenó al
resto de sus subordinados—: ¡Todos
ustedes, hagan lo que puedan para dejar
incapacitado a este sinvergúenzal!

Las decenas de subordinados rodearon a


Nataniel y se prepararon para atacarlo,
pero en ese momento, un rugido
ensordecedor sonó desde el exterior de la

Capítulo 391 ¿Quién se atreve a intimidarnos?

puerta:

—¿Creen que pueden luchar contra el


Señor Nataniel solo porque son muchos?
¿De verdad piensan que el Señor Nataniel
no tiene seguidores?

Todos los presentes se vieron


sorprendidos por la voz y se volvieron para
mirar a la puerta, pero lo único que vieron
fue a Tomás conduciendo a un gran
número de subordinados a aquella
habitación: había cientos de ellos. Tomás
se acercó a Nataniel y se inclinó con
respeto:

—Jefe, siento llegar tarde. Estoy dispuesto


a aceptar su castigo.

Nataniel respondió:

—Está bien. ¿Ves estas basuras de Distrito


Alameda a tu alrededor? Rómpeles las
piernas a todos y envíalos de vuelta a los
Sosas en Distrito Alameda. Además,

Capítulo 391 ¿Quién se atreve a intimidarnos?

adviérteles que no vuelvan a pisar Ciudad


Fortaleza nunca más, de lo contrario,
¡serán destruidos!

—¡SÍ, jefe! —respondió Tomás en voz baja.

Entonces, dirigió a sus subordinados para


··························································································································· ®
que atacaran a Andrés y a sus hombres.
En ese instante, los horripilantes sonidos
de pelea, matanza y gritos sonaron al
mismo tiempo.

Nataniel se volvió hacia Penélope y le dijo:

—Cariño, deja que Tomás se encargue de


este asunto de aquí en adelante, volvamos
a casa.

Penélope asintió y, con la ayuda de


Nataniel, ayudó a sus padres a salir de la
habitación. Cuando se acercaron a la
puerta, Andrés había sido golpeado contra
el suelo por Tomás, que consiguió
romperle las piernas con solo un par de
patadas. Los gritos petrificantes de

Capítulo 391 ¿Quién se atreve a intimidarnos?

Andrés resonaron por toda la vieja casa de


la familia Sosa.

Después de que Nataniel y los demás


llegaran a casa, Carmen también había
recogido a Reyna de la guardería. Cuando
Carmen vio las extrañas expresiones en
los rostros de Penélope y los demás, les
preguntó qué había pasado.

Penélope le explicó de forma breve lo que


acababa de ocurrir y tras escucharla,
Carmen comentó indignada:

—¡Y dicen que la sangre es más espesa


que el agua! ¡Esa gente no es más que una
bola de codiciosos! Cuando vieron el
potencial de tu empresa, hicieron planes
para arrebatártela. ¡Qué verguenza!

Leila también estaba disgustada por lo


ocurrido y Bartolomé y Penélope parecían
molestos, sin duda decepcionados por sus

Capítulo 391 ¿Quién se atreve a intimidarnos?

··························································································································· ®
supuestos parientes de sangre. Sin
embargo, Nataniel dijo con indiferencia,
mientras jugaba con su hija:

—No nos pongamos mal por esas


personas malintencionadas. Debemos
limitarnos a hacer el bien a los demás y
vivir lo mejor que podamos nuestra vida.

Al escuchar esto, el espíritu de Penélope


se levantó al instante y su mirada se llenó
de determinación, levantó la cabeza y dijo
a Bartolomé y a Leila:

—Papá, mamá, Nataniel tiene razón. A


partir de hoy, concentraremos toda
nuestra energía en el Grupo Cruz y
trabajaremos duro para llevarlo a nuevas
dimensiones.

Bartolomé asintió:
—Sí. Mientras seamos capaces de

fortalecer el poder y la influencia del Grupo


Cruz, no importa si se trata del Anciano

Capítulo 391 ¿Quién se atreve a intimidarnos?

Señor o de los Sosa de Distrito Alameda,


¡ninguno de ellos sería capaz de mirarnos
por encima del hombro e intimidarnos!

te

33)

0]

Capítulo 392 Voy a denunciarte

En las dos semanas siguientes, Penélope


y Bartolomé se concentraron por completo
en su trabajo. La fábrica farmacéutica en
Fénix acababa de ser completada y la
primera línea de fabricación se había
puesto en marcha con éxito. La
··························································································································· ®
contratación y la formación de la primera
hornada de trabajadores de la fábrica
también habían concluido para entonces.

El Profesor Vásquez destinó de forma


oficial a Carmen y a los demás
especialistas a la fábrica farmacéutica y
les hizo supervisar la fabricación de la
vacuna contra el cáncer de hígado.
Durante este período, Penélope temía que
los Sosa de Distrito Alameda se vengaran
de ellos, pero, por sorpresa, no hicieron
ningún movimiento. Se sintió un poco
aliviada por ello.

Gracias a los esfuerzos de todos los


empleados de la fábrica farmacéutica, las
muestras de fabricación masiva de la
vacuna contra el cáncer de hígado se

Capítulo 392 Voy a denunciarte

produjeron con éxito. Penélope envió


enseguida la muestra de la vacuna al
Centro de Pruebas Farmacológicas para
su inspección.

Si todo iba bien, podrían obtener la


aprobación del Ministerio de Salud en
poco tiempo y la vacuna podría venderse
en el mercado, pero lo que Penélope no
esperaba era el aviso del Centro de
Pruebas Farmacológicas para obtener el
informe de inspección a la mañana
siguiente.

Llevó a unos cuantos directivos de su


empresa y se dirigió al Centro de Pruebas
Farmacológicas. El subdirector del Centro
de Pruebas Farmacológicas, Zuriel Padilla,
saludó en persona a Penélope y a los
demás y entonces, le dio a Penélope el
informe de inspección, que tenía una
enorme cruz roja y la palabra:
«Rechazado». Los ojos de Penélope se
abrieron de par en par, incrédula, mientras
preguntaba confundida:
··························································································································· ®
Capítulo 392 Voy a denunciarte

—Señor Padilla, ¿se trata de un error?

Zuriel se cruzó de brazos y preguntó


impaciente:

—¿Qué error?
Penélope respondió:

—Cuando el Profesor Vásquez desarrolló


esta vacuna en el centro de investigación,
enviamos las muestras a todas las
autoridades pertinentes para que las
sometieran a estrictas inspecciones. En
aquel momento, los resultados de las
inspecciones fueron perfectos. Entonces,
¿por qué esta muestra de vacuna de la
fabricación en masa no está aprobada?

Zuriel resopló:

—No hay ningún problema con la vacuna


del Profesor Vásquez que se desarrolló en
el centro de investigación. Pero después
de que el Grupo Cruz se hiciera cargo, la

Capítulo 392 Voy a denunciarte

vacuna de fabricación masiva es un


fracaso. ¿No es obvio que su proceso de
fabricación es el culpable?

Penélope se quedó atónita ante semejante


acusación, pero aun así preguntó con
paciencia:

—Estuve revisando el informe de


inspección del Centro de Pruebas
Farmacológicas. No hay ninguna
explicación sobre lo que está mal en la
vacuna. ¿Le importaría explicarme el
problema para que pueda decir a mis
empleados que la mejoren?

Zuriel la miró con impaciencia:


··························································································································· ®
—Señora Sosa, solo somos responsables
de inspeccionar si su vacuna cumple o no
las normas. No somos nosotros a quienes
debe preguntar por sus problemas, ¿de
acuerdo?

Al escuchar esto, Penélope respondió con

Capítulo 392 Voy a denunciarte

un rastro de molestia:

—Ya que la inspeccionaron y descubrieron


que no cumple con las normas, ¿no
deberían decirme al menos qué norma no
cumple? ¿Cómo puede decir que no
cumple las normas sin dar más
explicaciones? Si ese es el caso, ¿cómo se
supone que vamos a mejorarla?

«¿Mejorarla?».

Cuando Zuriel escuchó lo que dijo, se


burló:

—¡Entonces es problema de tu empresa! Si


el Grupo Cruz no tiene la capacidad de
fabricar vacunas de forma adecuada, le
sugiero que transfiera los derechos de
fabricación a otras empresas mucho más
capaces, como el Grupo Cielo Azul.

Penélope se quedó sorprendida por sus


palabras, miró a Zuriel y preguntó con
lentitud:

Capítulo 392 Voy a denunciarte

—Señor Padilla, ¿qué quiere decir con eso?

Zuriel se cruzó de brazos y se sentó en la


silla de su despacho. No se molestó en
seguir actuando y puso así todas sus
cartas sobre la mesa:

—No se le ocurra pasar la inspección del


··························································································································· ®
Centro de Pruebas Farmacológicas con la
vacuna fabricada por el Grupo Cruz. El
único consejo que puedo darle en este
asunto es que entregue los derechos al
Grupo Cielo Azul de inmediato. De esta
manera, ¡el Grupo Cruz puede incluso
obtener una gran cantidad de la comisión
de transferencia!

Penélope miró a Zuriel sorprendida, luego,


respiró hondo y respondió:

—Ahora lo entiendo. El Grupo Cielo Azul lo


compró y está abusando de su poder al no
aprobar nuestra inspección de vacunas a
propósito.

Capítulo 392 Voy a denunciarte

Una sonrisa jugó en la esquina de los


labios de Zuriel:

—Parece que no es tan tonta después de


todo —dijo, complacido.

—¿Cómo se atreve a abusar de tu poder?


Lo voy a reportar...

dr

ES

>

Capítulo 393 Él nunca nos rogaría

Zuriel se rio a carcajadas ante lo que dijo


Penélope:

—¿Reportarme? ¿A quién va a reportar?


¿Sabe quién es el mayor accionista del
Grupo Cielo Azul? ¡Es el Rey del Sur! Hasta
el alcalde y el Gobernador lo admiran.
¿Aún quiere reportarme? Claro, adelante,
solo me preocupa que se lleve un disgusto
por hacerlo, ¡eso es todo!
··························································································································· ®
Penélope se puso furiosa ante eso:
—¡Usted!
Zuriel se rio con frialdad y añadió:

—El que es codicioso con las ganancias


solo traerá la miseria sobre sí mismo. La
vacuna contra el cáncer de hígado es una
iniciativa muy rentable, así que ¿cómo
puede tenerla toda para usted? Le sugiero
que me escuche y tome la iniciativa de
ceder los derechos al Grupo Cielo Azul de
una vez, de lo contrario, seguiré

Capítulo 393 Él nunca nos rogaría

obstaculizándola aquí en el Centro de


Pruebas Farmacológicas.

»Nunca podrá iniciar de manera oficial la


producción de la vacuna, ni la vacuna
podrá entrar en el mercado en absoluto,
solo las tasas por los derechos de
fabricación de la vacuna le costarían mil
millones al año. Una vez que el valor de
sus cuotas de mercado caiga, se irán a la
quiebra y toda su familia acabará en la
calle.

Al escuchar esto, Penélope se sintió


nerviosa y exasperada al mismo tiempo y
mientras las lágrimas empezaban a brotar
de sus ojos, abandonó el Centro de
Pruebas Farmacológicas con los demás
directivos enfurecidos. Penélope acababa
de salir cuando Zuriel contestó al teléfono
y llamó a Rubén y le dijo con orgullo:

—Rubén, la inspección de vacunas del


Grupo Cruz fue detenida por mí. Nunca
podrán pasar la inspección y obtener la

Capítulo 393 Él nunca nos rogaría

aprobación del Ministerio de Salud para la


vacuna. En otras palabras, ¡nunca la
sacarán al mercado!
··························································································································· ®
Satisfecho por la noticia, Rubén respondió:

—Zuriel, lo hiciste bien. Bloquear todos los


esfuerzos de Penélope y hacerla tan
indefensa que me entregue de buen grado
los derechos de fabricación.

Zuriel se rio en voz alta:

—¡No te preocupes, Rubén! ¡Sé lo que hay


que hacer!

Nataniel llegó a Grupo Cruz y se encontró


con un mar de caras preocupadas que lo
miraban, echó un vistazo al interior del
despacho del Director General y vio a
Penélope rascándose la sien en un estado
de frenética desesperación.

Capítulo 393 Él nunca nos rogaría

Con el ceño fruncido, Nataniel indicó a


Jenni que se acercara y le preguntó:

—¿Qué pasó? ¿Por qué todo el mundo está


de mal humor?

Jenni sonrió con amargura y respondió:

—Señor Cruz, ¿no se ha enterado? El


Centro de Pruebas Farmacológicas se fue
en contra del Grupo Cruz y suspendió
nuestra inspección de muestras de
vacunas a propósito. Lo peor es que el
Subdirector, Zuriel Padilla, incluso
amenazó a la Directora Sosa y la obligó a
entregar los derechos de fabricación de la
vacuna contra el cáncer de hígado al
Grupo Cielo Azul. También dijo que si ella
se negaba a hacerlo, bloquearía nuestros
intentos de que la vacuna pasara la fase
de inspección del Centro de Pruebas
Farmacológicas para que nunca podamos
iniciar de forma oficial la producción y
sacarla al mercado.

··························································································································· ®
Capítulo 393 Él nunca nos rogaría

Al escuchar las palabras de Jenni,


Nataniel resopló y dijo:

—Es solo el Centro de Pruebas


Farmacológicas. ¿Cómo se atreven a
abusar de su autoridad? —El Grupo Cruz
estaba siendo atacado a propósito por el
Centro de Pruebas Farmacológicas con
malas intenciones, la muestra de vacuna
que se había enviado para su inspección
no fue aprobada.

La desesperación se reflejaba en el rostro


de Penélope mientras se rompía la cabeza
para pensar en alguien que pudiera
ayudarla. En ese momento, Nataniel llamó
a la puerta y entró en el despacho y al
verlo, Penélope se desahogó de inmediato
con él, le comentó todo lo que Zuriel le
había dicho hacía un momento. Se quejó
con furia:

—¡Zuriel Padilla es en verdad arrogante!


Me amenazó y dijo que si nos negábamos
a ceder los derechos de fabricación de la

Capítulo 393 Él nunca nos rogaría

vacuna al Grupo Cielo Azul, se aseguraría


de que nuestra vacuna nunca pasara la
inspección y no pudiéramos sacarla al
mercado. Incluso dijo que el jefe del Grupo
Cielo Azul es el Rey del Sur. ¡Aunque lo
denunciemos al alcalde y al Gobernador,
no sirve de nada pues todos lo respetan y
le temen! Nataniel levantó las cejas y dijo
despreocupado:

—Jenni ya me lo contó. No te preocupes


por ello, yo lo resolveré.

Aunque Penélope se quejó de este asunto


ante él, no esperaba que fuera capaz de
resolverlo. Solo quería un hombro en el
que apoyarse y desahogar las
··························································································································· ®
frustraciones de su corazón después de
enfrentarse a una situación tan difícil en el
trabajo. Cuando se enteró de que Nataniel
había dicho que resolvería el asunto,
sonrió con amargura y dijo:

—Nataniel, solo me estoy desahogando.


Este es un asunto complicado, así que

Capítulo 393 Él nunca nos rogaría

será mejor que busque a otra persona


para ir a rogarle a Zuriel.

Pero Nataniel respondió:

—No hace falta que le ruegues. Es él quien


abusó de su poder y nos atacó con malas
intenciones. Así que debería ser él quien
rogara por nuestro perdón.

Penélope negó con la cabeza:

—Eso es imposible. Zuriel no es un


funcionario normal. Tiene a Grupo Cielo
Azul para respaldarlo y ni siquiera teme al
alcalde y al Gobernador. Ya que nos eligió
como objetivo, tenemos que rogarle que
nos deje en paz, es imposible que venga a
rogarnos.

Capítulo 393 Él nunca nos rogaría

+Y»

Capítulo 394 El vino fuerte del Ejército del Norte

Nataniel sonrió, sin responder a Penélope


··························································································································· ®
y en ese momento, sonó su teléfono. Era
una llamada de César.

Por lo general, César nunca llamaba para


molestar a Nataniel si no había nada serio,
pero Nataniel frunció el ceño y contestó a
la llamada:

—¿Qué pasa?

La respetuosa voz de César llegó desde el


otro extremo de la línea:

—Jefe, el Gobernador Patricio Guerra llegó


para una inspección en tierra. Sabiendo
que está en Ciudad Fortaleza, ha
solicitado reunirse con usted. ¿Estaría
usted disponible para su encuentro?

Patricio era el Gobernador, por lo que se le


consideraba alguien muy importante, pero

Nataniel respondió con indiferencia:

—No estoy libre.

Capítulo 394 El vino fuerte del Ejército del Norte

—Muy bien —respondió César.

Nataniel iba a colgar cuando de repente se


le ocurrió algo y cambió de opinión:

—¡Esperal!

César se sobresaltó:

—¿Necesita algo más, jefe”?

Nataniel entrecerró los ojos y dijo:

—He decidido reunirme con él. Informa a


Patricio y a Rogelio de que los invitaré a
comer.

—Sí, Señor —respondió César.

··························································································································· ®
Nataniel invitó a Patricio y a Rogelio a una
comida en el Palacio Celestial, que se
encontraba en el nivel más alto del Eje de
Ciudad Fortaleza. Tomás, el jefe del lujoso

restaurante, quedó tan impresionado por


su presencia que cerró el negocio a otros

Capítulo 394 El vino fuerte del Ejército del Norte

clientes por ese día y solo atendió a


Nataniel, al Gobernador y al alcalde.

En el interior del salón privado, había unos


cuantos platillos de comida deliciosa
sobre la mesa. No había muchos, pero
cada uno de ellos estaba preparado a la
perfección: El sabor de cada uno de ellos
era de la más alta calidad.

Las bebidas estaban contenidas dentro de


unas botellas ordinarias con cuatro
palabras impresas en ellas que
destacaban de manera especial: «Vino
especial del Ejército del Norte».

Hoy, Nataniel era quien invitaba a comer al


alcalde, Rogelio Carmona y al Gobernador,
Patricio. Aparte de estos y Nataniel, toda
la sala estaba vacía, excepto César, que se
encargó de servirles. Patricio tenía unos
cincuenta años y tenía un aspecto amable
y gentil.

En ese momento, levantó su copa de vino

Capítulo 394 El vino fuerte del Ejército del Norte

de forma respetuosa y sonrió a Nataniel,


diciendo:

—General, estoy aquí en Ciudad Fortaleza


esta vez para una inspección y escuché
que usted está aquí. Así que he solicitado
reunirme con usted, espero que no le
··························································································································· ®
importe. Permítame hacer un brindis por
usted.

Al ver esto, Rogelio también levantó su


copa y brindó por Nataniel. Aunque sentía
que era una figura importante en Ciudad
Fortaleza, también sabía que era poca
cosa ante ellos, así que decidió sonreír y
brindar siempre que fuera necesario. No
hablaría a menos que le hablaran.

Patricio y Rogelio brindaron por Nataniel,


pero este no levantó su copa, en cambio,
miró a Patricio con atención y dijo:

—Guerra, no estás siendo sincero. Si mi


suposición es correcta, no estás aquí para
una inspección sino para buscarme.

Capítulo 394 El vino fuerte del Ejército del Norte

Al escuchar esto, Patricio se mostró


incómodo y admitió:

—General, es usted tan listo como


siempre. Tiene razón, vine a buscarlo, hace
mucho tiempo que lo admiro, así que
cuando supe que estaba aquí en el Sur,
vine hasta aquí para conocerlo.

Nataniel sonrió:

—Guerra, sigues sin ser sincero.

Patricio estaba perplejo:

—¿Qué quiere decir?

Nataniel sonrió y dijo:

—Sabes que me gusta la tranquilidad. Si


no tienes nada importante que decirme, no
vendrías a buscarme. Si mi suposición es
correcta, oíste ya algo sobre un conflicto

entre Daniel Talavera y yo. Le preocupa


que las cosas empeoren, por eso ha
··························································································································· ®
Capítulo 394 El vino fuerte del Ejército del Norte

venido a toda prisa a reunirse conmigo.

Solo cuando Rogelio y César escucharon


esto se dieron cuenta del motivo de la
visita de Patricio a Ciudad Fortaleza. La
cara de Patricio se llenó de vergúenza, se
rio de manera cortante y dijo:

—i¡Ja, ya sabía que no podía ocultarle nada


al General! —Nataniel sonrió e hizo un
brindis con Patricio y Rogelio. El vino era el
vino especial del Ejército del Norte, era de
la mejor calidad, pero también tenía un
contenido de alcohol muy alto. Patricio
acababa de beberse un vaso cuando sintió
que le ardía el estómago, su cara se puso
de un rojo intenso y el sudor le llovió por la
frente mientras gritaba entusiasmado—:
¡General, su vino es de verdad fuerte! Es
estupendo.

Nataniel se rio:

—En el Norte hace frío y es invierno la


mayor parte del tiempo. Por eso a todo el

Capítulo 394 El vino fuerte del Ejército del Norte

ejército del Norte le gusta el vino fuerte.


Ah y Guerra, ya lo he llamado Guerra, así
que debería llamarme Cruz también. Se
siente extraño dirigirse a mí por mi rango.

Al escuchar a Nataniel decir que no quería


formalidades, Patricio pensó que eso
significaba que quería que fueran amigos:
«Sería un gran honor ser amigo del
General».

Pero Patricio no era estúpido y no se


atrevía a llamar a Nataniel solo como
«Cruz», así que dijo sabiendo las
consecuencias:

··························································································································· ®
—De acuerdo, entonces lo llamaré Señor
Cruz. “Como Nataniel había visto sus
intenciones, Patricio decidió poner todas
sus cartas sobre la mesa—: Señor Cruz,
aparte de mi admiración por usted, estoy
aquí hoy para ver si puedo convertirme en
un pacificador entre usted y Daniel
Talavera y tratar de resolver su conflicto.

Capítulo 394 El vino fuerte del Ejército del Norte

+Y»

Capítulo 395 Gastó todo su dinero

Nataniel entrecerró los ojos:


—¿Le dijiste mi identidad?
Patricio se apresuró a responder:

—No. Sin su permiso, ¿quién se atrevería a


revelar su identidad secreta?

—Esto quiere decir que Daniel no conoce


mi identidad todavía. No es de extrañar
que me siga causando problemas —dijo
Nataniel.

Patricio se quedó perplejo:

—¿Daniel sigue en conflicto con usted?


Nataniel respondió con indiferencia:
—Daniel tiene los ojos puestos en una
vacuna de la empresa de mi mujer. Hizo
que Zuriel Padilla, el subdirector del Centro

de Pruebas Farmacológicas de Ciudad


Fortaleza, se asegurara de que la vacuna

Capítulo 395 Gastó todo su dinero

··························································································································· ®
no pudiera pasar la inspección. Ese
hombre dijo que quiere destruir a Grupo
Cruz y asegurarse de que nuestra vacuna
nunca pueda pasar la inspección, por lo
que nunca podremos sacarla al mercado.
Incluso dijo que no sirve de nada que lo
denunciemos al alcalde y al Gobernador.

Patricio estaba indignado:

—¿Acaso Zuriel tiene ganas de morir?


Rogelio también sudaba a mares:

—iLo traeré aquí ahora mismo!

Nataniel sonrió:

—Está bien. Ya le pedí a alguien que lo


invitara a comer. Me gustaría ver por mí
mismo si todavía se atreve a ser arrogante

delante de ustedes dos.

En ese momento, Tomás llamó a la puerta


y entró diciendo de manera respetuosa:

Capítulo 395 Gastó todo su dinero

—Jefe, Zuriel Padilla está aquí.

En el gran salón exterior, Zuriel miraba a su


alrededor.

Preguntó al camarero que se encontraba a


un lado con disgusto:

—Nataniel dice que quiere invitarme a


comer, pero ¿por qué no está aquí? Ja,
teniendo en cuenta su actitud tan apática,
¡puede olvidarse de que su vacuna pase la
inspección!

Zuriel había pensado que Nataniel lo


invitaba a comer para que este le
sobornara y aprobara la inspección del
Grupo Cruz, así que miró a su alrededor y
gritó con arrogancia. Entonces, vio a
··························································································································· ®
Nataniel salir de la sala privada VIP,
Nataniel miró a Zuriel y le dijo:

—¿Es usted el subdirector del Centro de


Pruebas Farmacológicas, Señor Padilla?

Capítulo 395 Gastó todo su dinero

Zuriel puso una expresión pedante y


respondió:

—Eres el marido de Penélope, Nataniel


Cruz, ¿verdad? Usted fue quien me invitó a
comer aquí, pero ¿es así como se debe
comportar?

Acababa de terminar de hablar cuando vio


que un anciano con gorro de cocinero
salía a toda prisa de la cocina y le
preguntaba a Nataniel con humildad:

—Señor Cruz, el solomillo Wellington está


listo. ¿Lo sirvo ahora?

Cuando Zuriel vio al anciano, no pudo


evitar exclamar:

—¿No es usted el chef con estrellas


Michelin, Santiago Luna?

El chef con estrellas Michelin respondió


con un murmullo despreocupado.
Esperaba la respuesta de Nataniel para
saber si podía servir la comid

Capítulo 395 Gastó todo su dinero

a en ese momento. Nataniel sonrió y


respondió:

—Señor Luna, puede pedir que sirvan ya.


—¡Muy bien, Señor Cruz!

Una vez recibidas las instrucciones de


Nataniel, el chef con estrellas Michelin
volvió a la cocina. Zuriel se quedó mirando
la espalda del chef con asombro. La
··························································································································· ®
alegría se apoderó de su corazón cuando
pensó: «¡Nataniel consiguió que un chef
con estrellas Michelin me cocinara y
sirviera en persona! Parece que este
sinvergúenza está gastando todo su
dinero en este asunto».

Había recibido instrucciones de Rubén


para abusar de su poder y destruir el
Grupo Cruz al no permitir que la vacuna
pasara la inspección, pero pensó que sería
estupendo si al mismo tiempo podía
obtener algunos beneficios de Grupo Cruz.
Después de todo, si Nataniel lo estaba

Capítulo 395 Gastó todo su dinero

sobornando, no había razón para que lo


rechazara. ¿Qué podía hacer Nataniel si se
negaba a hacer lo que le habían dicho
después de aceptar el soborno?

—Nataniel, usted consiguió que un chef


con estrellas Michelin me cocinara y
sirviera. Eso es muy considerado de su
parte.

Nataniel se rio y contestó:

—Entonces, ¿el Señor Padilla dejará de


atacar la vacuna del Grupo Cruz y dejará
que pase la inspección?

Zuriel se burló:

—Es solo una comida. Debe estar loco


para pensar que lo voy a dejar libre así
como así.

Sonriendo, Nataniel respondió:

—Bueno, invité a otros dos acompañantes

Capítulo 395 Gastó todo su dinero

a cenar con nosotros. Creo que al menos


les mostrará algo de respeto.
··························································································································· ®
de

>

Capítulo 396 No calumnies a un buen hombre

Zuriel abrió los ojos al escuchar esto y


miró a Nataniel con asombro:

—Nataniel, aquí estaba yo pensando que


me estaba implorando, invitándome a
comer. ¿Quién ¡iba a decir que había
pedido refuerzos? ¿Se supone que esto es
un elaborado engaño para ocultar sus
maliciosas intenciones? —dijo con un
gruñido—: ¡Aunque lo sea, usted no es el
Rey del Sur y yo no soy un don nadie sin
carácter! No sirve de nada aunque haya
invitado aquí al alcalde y al Gobernador.

»Dije que destruiría al Grupo de la Cruz,


¡así que sin duda seré fiel a mis palabras!
Mientras yo sea el subdirector del Centro
de Pruebas Farmacológicas de Ciudad
Fortaleza, su vacuna nunca pasará la
inspección.

Zuriel acababa de terminar de hablar


cuando sonó una voz enfadada:

—Si ese es el caso, entonces Zuriel Padilla,

Capítulo 396 No calumnies a un buen hombre

¡estás despedido de tu trabajo en este


mismo instante!

En ese momento, Zuriel se sorprendió al


ver al alcalde Rogelio salir de la sala
privada VIP con una mirada irritada. Su
cara se puso blanca un fantasma mientras
decía con temor:

··························································································································· ®
—Al|... Alcalde...

En ese momento, alguien más salió de la


sala privada VIP con una expresión
ensombrecida. Era el Gobernador, Patricio
y su voz era fría y a la vez altanera:

—¿Acabas de decir que no sirve de nada


aunque hayas invitado al alcalde y al
Gobernador aquí? Si no hubiera escuchado
eso con mis propios oídos, ¡ni siquiera
sabría que un don nadie como tú se atreve
a arrojar algo así!

Cuando Zuriel vio a Rogelio, ya estaba


temblando de miedo. Ahora que también

Capítulo 396 No calumnies a un buen hombre

vio a Patricio, fue como si le hubiera caído


un rayo, ¡dos veces! Su cuerpo tembló de
forma violenta antes de caer de rodillas
con un fuerte golpe. Levantando la cabeza,
miró a Patricio con desesperación en sus
ojos.

—Go... Gobernador...

Nataniel miró a Zuriel, que estaba tan


aterrorizado por la presencia de Patricio y
Rogelio que se arrastraba ante ellos y se
rio con suavidad:

—Señor Padilla, ¿qué está haciendo? ¿No


dijo antes que no servía de nada aunque
invitara aquí al alcalde y al Gobernador? Si
quiere ser un sinvergúenza, ¡debería
afrontar las cosas hasta el amargo final!
Estoy en verdad decepcionado de usted si
actúas de esta manera.

«¿Afrontar las cosas hasta el amargo


final? ¿Afrontar las cosas hasta el amargo
final incluso con la presencia del alcalde y

··························································································································· ®
Capítulo 396 No calumnies a un buen hombre

el Gobernador? ¿Está bromeando?».

Zuriel tenía ganas de llorar, ya que en


verdad estaba bromeando cuando dijo que
no servía de nada aunque estuvieran el
alcalde y el Gobernador: «¿Quién iba a
saber que ese sinvergúenza de Nataniel
había invitado al alcalde y al
Gobernador?». En ese momento, Zuriel se
sintió tan apenado que deseó morir en el
acto.

Rogelio miró a Zuriel arrodillado en el


suelo y sintió aún más desprecio por el
tipo, entonces se giró para preguntar a
Patricio en tono cortés:

—Señor Gobernador, este tipo abusó de su


poder y causó daños a empresas privadas.
Sus acciones perjudicaron en gran medida
nuestra credibilidad. ¿Cómo propone tratar
con él?

Patricio se volvió para mirar a Nataniel y le


preguntó sumiso:

Capítulo 396 No calumnies a un buen hombre

—Señor Cruz, ¿cómo propone lidiar con él?


—Zuriel levantó la cabeza y miró a Nataniel
con cara de asombro y desesperación.

El Señor Gobernador, que tenía un estatus


tan destacado, se comportaba de forma
tan respetuosa con Nataniel Cruz: «¿Quién
es con exactitud Nataniel?».

Zuriel estaba lleno de desesperación,


agonía y arrepentimiento: Si pudiera
rehacer su vida, nunca ayudaría a Rubén a
acabar con el Grupo Cruz, sin embargo, ya
era demasiado tarde.

Nataniel dijo, de forma despreocupada:

··························································································································· ®
—No hay que calumniar a un buen hombre,
ni dejar que los malhechores queden
impunes. Investiguen sus antecedentes y
todas sus fechorías. Deben tratar esto con
severidad, además, hagan que vaya al
Grupo Cruz y que se disculpe con mi
esposa por haber abusado de su poder
ayer.

Capítulo 396 No calumnies a un buen hombre

Patricio y Rogelio hablaron al mismo


tiempo:

—De acuerdo, Señor Cruz.

En Grupo Cruz, Penélope seguía


rompiéndose la cabeza para pensar en
algún pez gordo que conociera para
rogarle a Zuriel que dejara libre a Grupo
Cruz. De repente, su secretaria Jenni llamó
a la puerta y se apresuró a entrar en el
despacho diciendo:

—¡Directora Sosa!
Penélope frunció el ceño:

—¿Qué está pasando? ¿Por qué tiene tanto


pánico?

Jenni respondió:

—¡El subdirector del Centro de Pruebas


Farmacológicas, Zuriel Padilla, está aquí!

Capítulo 396 No calumnies a un buen hombre

Penélope se sobresaltó con el anuncio:


—¿Por qué está aquí? ¿Nos va a obligar a
entregar los derechos de fabricación de la

vacuna al Grupo Cielo Azul? ¡Qué


despreciable!

··························································································································· ®
y

>

Capítulo 397 Cómo lo hizo

Zuriel Padilla entró en la sala después de


un breve momento. Nataniel y algunos
otros oficiales del Departamento de
Justicia entraron también con él.

Zuriel había perdido la confianza del día


anterior y parecía haber envejecido de la
noche a la mañana. Bajó la cabeza y se
acercó a Penélope, disculpándose en tono
débil:

—Directora Sosa, me alegro de verla. Ayer


abusé de mi poder e impedí a propósito
que su vacuna pasara la inspección,
incluso le dije muchas cosas
desagradables. Hoy estoy aquí para
admitir mis errores y pedirle perdón.

Los ojos de Penélope se abrieron de par


en par con incredulidad:

=0.

Estaba un poco sorprendida por el


repentino giro de los acontecimientos. El

Capítulo 397 Cómo lo hizo

día anterior, Zuriel había anunciado que


destruiría el Grupo Cruz. Sin embargo, en
ese momento estaba allí disculpándose
con ella.

Después de la disculpa, los oficiales del


Departamento de Justicia que estaban a
un lado se acercaron de inmediato a él.
Uno de ellos sacó un documento y le dijo
con severidad:

—Zuriel Padilla, queda detenido por abuso


de poder y autoridad como subdirector del
··························································································································· ®
Centro de Pruebas Farmacológicas, así
como por su participación en sobornos y
corrupción. Tenemos pruebas de sus
delitos y nos gustaría que cooperara con
nosotros durante la investigación.

Otros dos se acercaron y esposaron a


Zuriel, luego, se lo llevaron bajo las
miradas sorprendidas de Penélope y el
resto.

Penélope, Jenni y los demás se quedaron

Capítulo 397 Cómo lo hizo

sorprendidos al ver eso: «¡Zuriel Padilla


está detenido!». La esposa de Nataniel no
pudo evitar pensar en lo que este le había
dicho antes al mediodía. Él le había dicho
que no le rogara a Zuriel y que, por el
contrario, sería este quien le pediría
perdón.

Se giró para ver a su marido antes de decir


con inquietud:

—Nataniel, tú le hiciste esto, ¿verdad?


Confiesa ahora mismo y dime, ¿cómo lo
hiciste?

Su rostro estaba lleno de sospechas


mientras lo miraba y empezó a
preguntarse si su esposo le ocultaba algún
secreto: Si no, ¿cómo podía resolver todos
los problemas que se les presentaban?
Además, todo lo que decía se hacía
realidad de manera milagrosa, como si
fuera una especie de dios.

Nataniel sonrió y dijo:

Capítulo 397 Cómo lo hizo

—De acuerdo, está bien. Ya no te lo voy a


ocultar. En realidad, soy el General del
Ejército del Norte, de trescientos mil
hombres.
··························································································································· ®
Jenni y los demás respiraron con fuerza al
escuchar sus palabras: No es que les
sorprendiera su identidad como General
del Norte, sino que les parecía que era
demasiado hábil a la hora de fanfarronear,
por ello era difícil que le creyeran

Penélope incluso puso los ojos en blanco


ante Nataniel y dijo con fastidio:

—¿Puedes dejar de decir esas tonterías?


¿Por qué no dices que eres el Rey del
Mundo? Confiesa ahora mismo y dime,
¿cómo lo hiciste?

Nataniel sonrió con amargura, estaba


diciendo la verdad, pero nadie le creía; así

que solo pudo decir:

—Es sencillo. Hace poco que la ley se ha

Capítulo 397 Cómo lo hizo

endurecido y la policía está tomando


medidas contra la corrupción. Acabo de
llamar a la línea directa y denuncié a Zuriel
Padilla. Quién iba a decir que los altos
cargos se lo tomaron en serio y lanzaron
una investigación sobre él de inmediato. —
Y continuó—: Zuriel ha hecho muchos
trabajos sucios antes, por eso fue
detenido.

Después de escuchar la explicación de


Nataniel, Penélope y los demás por fin
entendieron, sin embargo, Penélope intuía
que las cosas no eran tan sencillas como
Nataniel las había hecho ver. Pero la
explicación de su marido era impecable,
así que no tuvo más remedio que creerla.
Al fin y al cabo, era bueno que Zuriel
Padilla fuera detenido. A partir de ahora,
nadie se atrevería a enfrentarse al Grupo
Cruz.

··························································································································· ®
Penélope informó a sus subordinados y
trabajadores para que enviaran otra
muestra de la vacuna al Centro de Pruebas

Capítulo 397 Cómo lo hizo

Farmacológicas para otra ronda de


inspección.

Mientras el Grupo Cruz se regocijaba por


el asunto, Rubén y Aurelio, que estaban en
el club de negocios del Sur, estaban
sorprendidos y atónitos por la noticia.
Rubén dijo con asombro:

—Acabo de recibir la noticia de que mi


primo Zuriel, fue arrestado.

Aurelio preguntó con sorpresa:


—¿Qué está pasando?
Rubén negó con la cabeza:

—Yo tampoco tengo ni idea. Solo sé que lo


detuvieron y lo pusieron bajo
investigación. Ahora que lo detuvieron,
nadie puede hablar con él en absoluto, así
que en realidad no tengo idea de lo que
está pasando ahora.

Capítulo 397 Cómo lo hizo

Aurelio frunció el ceño con fuerza:

—No está relacionado con el asunto de la


destrucción de la empresa de Penélope,
¿verdad?

dr

>

.
··························································································································· ®
MAA LA

Invencible

Rubén frunció los labios y dijo:

—Nataniel y Penélope son de poca importancia, así


que ¿cómo pudieron hacer esto? Además, el
Departamento de Justicia suele llevar a cabo sus
investigaciones de forma encubierta durante un par
de meses y solo arresta a alguien después de
obtener pruebas suficientes sobre sus fechorías. Así
que supongo que han tenido los ojos puestos en
Zuriel desde hace mucho tiempo y acaban de
arrestarlo hoy.

Aurelio asintió.

—Gracias a Dios, solo le hemos dado instrucciones


verbales para que se cargue a Penélope y aún no le
hemos dado ningún dinero. Así, no nos veremos
arrastrados al lío.

Rubén dijo en tono abatido:

—Tengo muchos contactos. Al principio, pensé que


podría sacar a Zuriel con gran facilidad recurriendo a
algunos de ellos. Pera, quién lo iba a decir, todos
ellos dijeron que el asunto de él es demasiado grave
y nadie se atrevió a ayudarlo, eso es bastante extraño
ahora que lo pienso.

Pero Aurelio se despreocupó de ello y respondió:

—Zuriel no fue detenido por nuestra culpa. Como su


asunto es grave y no podemos sacarlo, entonces lo
dejaremos en paz. Deberíamos centrar nuestros
esfuerzos en acabar con Nataniel y Penélope y
hacernos con los derechos de fabricación de la
vacuna contra el cáncer de hígado.

Rubén asintió:

—Sí, hasta ahora no hemos hecho muchos progresos.


··························································································································· ®
Pero la vacuna del Grupo Cruz está a punto de ser
aprobada por el Ministerio de Salud en breve y
entrará en el mercado no mucho después.

Aurelio estuvo de acuerdo y dijo:

—Lo más importante es que el Señor Talavera se está


impacientando ahora, Tenemos que acabar con
Nataniel y Penélope antes de que se le acabe la
paciencia.

—¿Qué propones? —preguntó Rubén.


Aurelio entornó los ojos y dijo:

—En realidad, Nataniel no es muy capaz por sí


mismo. Aparte de su excelente buena suerte y del
hecho de que tiene a Tomás como subordinado, lo
único que tiene es su origen. Es del Norte, por lo que
tal vez haya sido un soldado a las órdenes de Franco
Aragón y siga siendo protegido por él.

»Sin embargo, ahora que Franco está participando en


el ejercicio militar en el Norte, no volverá hasta dentro
de un par de meses como mínimo. Así que propongo
que aprovechemos esta oportunidad cuando este
poderoso hombre esté ausente y destruyamos a
Nataniel con mano dura.

Rubén dudó un poco.

—Aunque Nataniel no tenga apoyo, sigue teniendo


buenas habilidades de lucha. Además, el bajo

mundo de Ciudad Fortaleza está ahora bajo el mando


de Tomás. Si queremos matar a Nataniel en Ciudad
Fortaleza, será una hazaña casi imposible de llevar a
cabo.

Aurelio sonrió y dijo;

—Yo también he pensado en esto. Acabo de llamar al


Señor Talavera y le pedí ayuda, nos va a enviar un
terrorífico verdugo para que nos ayude a matar a
Nataniel.

Rubén se sobresaltó:

··························································································································· ®
—Ni siquiera el Maniático de la Pelea fue rival para
Nataniel. ¿A quién envió el Señor Talavera esta vez?

Aurelio sonrió con orgullo:

—¡Asesino!

Los ojos de Rubén se abrieron de par en par y de


repente se sintió encantado con la noticia, entonces
preguntó agitado:

—¿Te refieres al poderoso que es conocido como una


despiadada máquina de matar; el monstruo que el
Señor Talavera crio en la cripta de su casa?

Aurelio también estaba exaltado mientras asentía:

—¡Sí, ése es! El terrorífico maestro de la excentricidad,


¡«Asesino»!

La confianza se elevó en el corazón de Rubén


mientras sonreía y decía:

¡Con Asesino metido en el asunto y unido a algunos


maestros de la lucha de nuestras dos familias, será
suficiente para acabar con Nataniel, Tomás y el
resto!

A medianoche, Tomás salió del Palacio de las Nubes


con Javier Monteverde y una docena más de
subordinados. Se subieron a tres coches negros y
partieron hacia la residencia de Tomás en Ciudad del
Sol.

Mientras esperaban el semáforo en verde en un


cruce, unas decenas de coches salieron de la nada y
rodearon los tres coches negros de Tomás en un
instante. Cientos de sujetos trajeados bajaron de los
coches y rodearon la formación de Tomás. Entonces,
llegó un Bentley y de él se bajaron dos hombres
aristocráticos de mediana edad: eran Rubén y
Aurelio.

Javier Monteverde y los demás vieron lo que ocurría y


sus expresiones cambiaron de forma drástica:

—Tomás, vinieron preparados y se dirigen hacia


··························································································································· ®
nosotros. ¿Qué debemos hacer?

Antes de que Tomás pudiera decir nada, Rubén


resopló y gritó:

—Tomás, ¿quieres bajar tú solo de tu auto o hago que


mi gente te destroce el auto y te arrastre como a un
perro muerto?

El rostro de Tomás se ensombreció mientras gritaba


a Javier:

—¡Baja! —De inmediato, Tomás se bajó del auto con


Javier y la docena de subordinados. Miró a los
cientos de enemigos que le rodeaban; todos ellos
con intenciones asesinas brillando en sus ojos, luego,
su mirada se posó en Rubén y Aurelio. Reprimiendo
la rabia que llevaba dentro, gruñó—: ¿Cómo se
atreven a jugar sucio? Si se atreven a ponerme un
dedo encima, mi jefe no los dejará salir vivos de
Ciudad Fortaleza.

Rubén resopló:

—¡No tienes que amenazarme con Nataniel! No es


más que un don nadie entre nosotros, los Cuatro del
Sur.

Aurelio sonrió y dijo:

—Tomás, no te preocupes. También llevaremos a tu


Maestro y al resto de su gente a la muerte.

Como son una familia, tienen que morir juntos, ¿no?


La furia brilló en los ojos de Tomás mientras gritaba:
—¡Mátenlos y váyanse de aquí!

Javier y el resto gritaron a la vez:

—¡Vamos!

Rubén resopló y agitó una mano. Los cientos de sus


subordinados atacaron a Tomás y a su gente al
mismo tiempo como lobos hambrientos. Una feroz
batalla se desarrolló en la calle en un instante. Esos
subordinados que Rubén y Aurelio habían llevado con
ellos eran la mejor parte de todo, ya que eran
··························································································································· ®
maestros en la lucha.

Tomás solo tenía una docena de personas a su lado


y, como es lógico, no pudo vencer a los cientos de
enemigos. Javier y los demás cayeron uno a uno,
algunos de ellos estaban muertos; otros estaban
heridos de gravedad.

Solo Tomás seguía siendo feroz como un tigre


provocado mientras gritaba de rabia y luchaba con
uñas y dientes, dejando a su paso unas cuantas
docenas de enemigos mutilados. Mientras Tomás
luchaba con todas sus fuerzas, un hombre calvo y
obeso salió con lentitud de entre las sombras,
pesaba más deciento cincuenta kilos y el suelo
temblaba a cada paso que daba.

Con un cuerpo sucio, parecía un carnicero que se

ganaba la vida descuartizando ganado. Era la fuerza


conocida como una despiadada máquina de matar y
el monstruo que Daniel Talavera crio en la cripta de
su casa: Asesino.

Asesino se detuvo en seco a una docena de metros


de la escena de la batalla y sus fosas nasales se
encendieron con un humo blanco que salía de ellas
como una bestia. Miró a Tomás, que luchaba con
todas sus fuerzas en la distancia. Luego, de repente,
se dirigió hacia una camioneta estacionada junto a la
carretera, abrió los brazos de par en par y la rodeó
con ellos. Gruñendo, levantó el vehículo de golpe:

—¡Grrrr! —Asesino rugió con furia y lanzó la


camioneta contra Tomás.

La enorme camioneta salió disparada hacia Tomás


como una enorme bala de cañón. Tomás acababa de
hacer volar a dos enemigos cuando vio que la
camioneta se dirigía hacia él y no pudo esquivarla a
tiempo. Fue entonces, golpeado por la camioneta
justo en el pecho.

¡Zas!

Tomás soltó un gruñido ahogado al ser golpeado por


el auto volador y salió volando unos metros. Aterrizó
··························································································································· ®
en el suelo, con la sangre saliendo a borbotones de
su boca y justo cuando luchaba por levantarse,
Asesino ya estaba encima de él.

Antes de que Tomás pudiera ponerse en pie, Asesino


levantó un pie desnudo y pisó con fuerza el pecho de
Tomás. El impacto hizo que las costillas del hombre
se rompieran y el líquido
carmesí siguió saliendo de su boca sin cesar.

Un brillo brutal apareció en los ojos del Asesino


mientras sonreía con maldad y rugía:

»¡Muere!

Asesino siguió sonriendo con maldad y se preparó


para pisar el pecho de Tomás con más fuerza y
matarlo de una vez, sin embargo, Rubén habló en ese
momento:

—Asesino, no lo mates, lo necesitamos como cebo


para matar a Nataniel.

Asesino giró la cabeza poco a poco y miró a Rubén


con frialdad, era obvio que no estaba contento con la
interferencia de este.

La expresión de Rubén cambió de manera drástica y


bajo su mirada. Aurelio se apresuró a añadir:

—Asesino, no olvides que el Señor Talavera te


encargó que nos ayudaras. Tienes que obedecernos
en este asunto.

Solo cuando escuchó el nombre del Señor Talavera,


la maldad se desvaneció con lentitud de la mirada de
Asesino y esta volvió a ser bastante apagada.
Entonces, levantó poco a poco el pie del pecho de
Tomás y se alejó caminando. Rubén y Aurelio
respiraron aliviados, Asesino era una máquina de
matar, así que si no tenían cuidado, podría destruirlos
a ellos también.

En Jardín Ribera, Nataniel estaba acostando a su hija.


Penélope y Bartolomé estaban en otra habitación
cuidando de Leila, quien se había resfriado después
de haberse quedado atrapada en la lluvia cuando
··························································································································· ®
salió a comprar alimentos ese día.

Después de tomar la medicina para el resfriado,


se sintió un poco mejor. No había comido nada por la
noche, así que dijo sin fuerzas:

—Bartolomé, quiero la sopa de chicharos de esa


tienda que está a las afueras de Jardín Ribera para
cenar.

Aunque Bartolomé era un alma mansa y respetuosa


con la ley, se preocupaba mucho por su mujer, así
que le dijo enseguida:

—Iré a comprártela. Creo que la tienda aún está


abierta.

Pero Penélope dijo:

—Papá, quédate en casa y cuida de mamá. Yo le


traeré la sopa.

Entonces, salió de casa sola, compró la sopa de


chícharos en la tienda que estaba a las afueras de
Jardín Ribera y se dio la vuelta para volver a casa.
Pero antes de que pudiera hacerlo, una camioneta se
acercó y bloqueó su camino.

Unas cuantas personas bajaron del auto, con una


mujer a la cabeza, vestida de forma seductora. Era la
subordinada de Rubén, Magdalena Lasca, también
conocida como la «Dama de Negro». Junto a ella
había unos cuantos hombres trajeados. La mujer
sonrió y le dijo a Penélope:

—Hola, Señora Sosa. El Director General de Grupo


Cielo Azul, el Señor Rubén, desea reunirse con usted
para hablar de la transferencia de los derechos de
fabricación de la vacuna.

Penélope se quedó atónita:

—Lo siento, pero este es mi tiempo libre y no voy a


hablar de asuntos relacionados con el trabajo,
Además, por favor, dígale al Señor Ortiz que nunca he
tenido la intención de transferirle los derechos de
fabricación de la vacuna, así que puede olvidarse de
··························································································································· ®
ello.

La Dama de Negro se rio:

—Creo que lo mejor es que se lo digas tú misma...


¡Llévatela!

Mientras hablaba, los subordinados que estaban a su


lado se apresuraron a agarrar los brazos de la chica,
intentando arrastrarla al interior de la camioneta.
Penélope era una mujer sin ninguna habilidad de
autodefensa, así que lo único que podía hacer era
gritar en voz alta pidiendo ayuda.

En ese momento, una Jeep pasó de repente y los dos


hombres que ¡ban dentro eran Paulo y Jeremías, que
eran los soldados de alto rango encargados de vigilar
a Penélope en secreto esta noche. Bajaron del
vehículo y gritaron enfadados:

—¡Dejen ir a la Señora Sosa!

Mientras hablaban, se precipitaron hacia la Dama de


Negro, que no había esperado que alguien vigilara a
Penélope a escondidas. La malvada mujer resopló e
hizo un gesto para que sus subordinados les
bloquearan el paso, luego, arrastró a Penélope al auto
y ordenó al chófer que condujera.

Los cinco hombres de negro se abalanzaron sobre


Paulo y Jeremías con afiladas dagas en las manos.
Cuando Paulo vio que la Dama de Negro había jalado
a Penélope a la camioneta, que ya se estaba
alejando, se puso nervioso y gritó:

—Jeremías, encárgate de esos idiotas. Yo voy a por la


Señora Sosa.

—¡De acuerdo!

Jeremías sacó su bayoneta triangular y se enfrentó a


los ataques de los cinco hombres de frente. Paulo
esquivó con agilidad a dos hombres que intentaban
bloquearle el paso, empezó a correr tras la camioneta
y con un gran salto, aterrizó en el techo de esta.

La Dama de Negro frunció el ceño y ordenó al


··························································································································· ®
conductor:

—¡Conduce más rápido! Deshazte del tipo del techo.

Por varias veces, Paulo estuvo a punto de caer


al suelo mientras la camioneta se alejaba a
toda velocidad a altas horas de la noche,
como un caballo salvaje liberado de sus
riendas, sin embargo, consiguió agarrarse con
fuerza al techo.

Además, pudo aprovechar la ocasión para


romper el techo corredizo con sus puños,
agarró el cuello del conductor a través de este
y gritó:

—¡Detente!

—¡Piérdete! —El conductor gritó y procedió a


frenar de golpe. Pensó que podría utilizar la
inercia para tirar a Paulo del techo del
vehículo.

Justo cuando estaba a punto de pisar el freno,


Paulo apretó con más fuerza y rompió el
cuello del conductor, matándolo al instante. El
auto se deslizó de lado y se estrelló contra un
árbol de la carretera. Fue entonces que Paulo
salió despedido del techo y aterrizó con
fuerza en el suelo.

Las bolsas de aire del auto se inflaron, pero a


pesar de todo, aparte de quedarse
sin aliento, tanto la Dama de Negro como
Penélope resultaron ¡lesas.

Paulo luchó por levantarse. Mientras sacudía


la cabeza con fuerza para mantener la
conciencia, vio a la Dama de Negro agarrando
a Penélope y saliendo del auto.

Justo cuando quería correr hacia ellos, una


camioneta negra se dirigió a toda velocidad
hacia ellos y se detuvo justo al lado de Dama
de Negro. Asesino bajó del auto y dijo con

frialdad:
··························································································································· ®
—Llévenla con el auto, yo me encargaré de
estos molestos sabuesos.

—¡Deja que la Señora se vaya! —Paulo se


sorprendió y se enfadó al ver cómo llevaban a
rastras a Penélope hacia la camioneta negra.

Cuando se precipitó hacia delante, fue


bloqueado por Asesino, quien miró directo al
malherido Paulo, se rio de forma salvaje y le
dijo:

—¡Pelea conmigo!

¡Vete al infierno! —Paulo gritó y dio un paso


adelante para golpear a Asesino en el
estómago.

¡Zas!

El sonido fue ensordecedor. Sin embargo, la


grasa del cuerpo de Asesino le sirvió de
gruesa armadura y estaba ileso.

Paulo miraba con los ojos muy abiertos


mientras no podía creer que su fuerte
puñetazo no hubiera dañado al Asesino como
debía. Fue tan inofensivo como golpear en la
superficie del agua.

—¡Vete al infierno! —Asesino se rio mientras


daba un puñetazo a Paulo y lo enviaba
volando al otro lado de la calle.

Paulo se levantó enseguida y se puso en pie


después de recibir el golpe, luego recuperó su
postura. Sin embargo, la sangre empezó a
brotar de la comisura de su boca.

Al mismo tiempo, Jeremías llegó al lugar con


su bayoneta triangular después de matar a
cinco hombres vestidos de negro.

Jeremías se enfureció al ver a Paulo


malherido y se abalanzó sobre Asesino de
inmediato, pero este último se agachó de lado
··························································································································· ®
y golpeó la nuca de Jeremías.

Un corte surgió bajo la axila de Asesino, la


mitad de la cara de Jeremías estaba hinchada
por la breve bofetada y su boca estaba llena
de sangre. De pie, uno al lado del otro, Paulo y
Jeremías miraron al enorme hombre,
esperando el momento adecuado para volver
a golpearlo: «Asesino es demasiado fuerte».

Sintió la dura determinación y la destreza de


Paulo y Jeremías también y eso despertó su
espíritu de lucha. Habría luchado con ellos
hasta la muerte aunque tuviera que
arriesgarse a salir herido, sin embargo, el
sonido de las sirenas indicaba que la policía
se acercaba, así que no tuvo más remedio que
reprimir el impulso de matar:

—¡Hora de irse! —Sonrió de manera


amenazadora.

Paulo y Jeremías trataron de detenerlo


mientras salía a la fuerza. Los tres
resultaron heridos en el proceso, sin embargo,
Asesino se alejó y desapareció en la
oscuridad.

Minutos después, Nataniel llegó al lugar de los


hechos tras recibir la noticia, había un frío en
el aire mientras Nataniel miraba con frialdad
el auto accidentado que tenía enfrente, Paulo
y Jeremías se arrodillaron ante Nataniel, como
avergonzados y enfadados consigo mismos:

—No logramos rescatar a la Señora del


secuestro, maestro. Por eso, aceptaremos
cualquier castigo.

—No es culpa suya. Es demasiado descuidado


de mi parte subestimar al Grupo Cielo Azul.
Nunca se me ocurrió que se arriesgaran a
hacer algo así —respondió Nataniel con calma
—. Creo que solo buscan los derechos de
fabricación de la vacuna contra el cáncer de
hígado. Penélope estará a salvo por ahora.
Dile a César que averigúe la ubicación de mi
··························································································································· ®
esposa en el menor tiempo posible. ¡Voy a
atrapar a esos b*stardos!

—¡Sí, Jefe! —Paulo y Jeremías

[ue Andrea Judith Lopez Alcara

Nataniel acababa de dar a César la orden de


encontrar a Penélope cuando sonó su
teléfono. Era una llamada de Rubén:

—Ambos, tu mano derecha, Tomás y tu mujer,


Penélope, están ahora en mis manos,
Nataniel. —Se rio de forma tenebrosa.

—Ven al matadero si quieres que vuelvan


vivos. Si traes a alguien más, en su lugar verás
sus cadáveres. Recuérdalo.

—Voy para allá ahora mismo. Te vas a


arrepentir de esto —replicó Nataniel con un
tono gélido.

Rubén resopló y se rio a carcajadas:

—¿Arrepentir? Serás tú quien se arrepienta


esta noche. ¿Cómo te atreves a ir contra
nosotros, los Cuatro del Sur y contra el Señor
Talavera? Bueno, podríamos considerar la
posibilidad de perdonarles a ti y a tu mujer si
cooperas y nos cedes con obediencia los
derechos de fabricación de la vacuna contra el
cáncer de hígado.

Nataniel estaba a punto de decir algo


cuando la voz de Penélope llegó desde el
teléfono. Sonaba ansiosa...

—¡No caigas en eso, Nataniel! ¡Estaban


discutiendo cómo matarte después de que
entregues los derechos de fabricación de la
vacunal! Por favor, no vengas a por mí, cariño.
No te preocupes por mí, solo llama a la
policía. —Penélope empezó a sollozar por
teléfono—. ¡Gestiona bien la empresa y cuida
de tus suegros y de nuestra hija! ¡Por favor no
arriesgues tu vida viniendo aquí...!
··························································································································· ®
—¡M*erda! ¿Por qué no le sellaste los labios
con cinta adhesiva? —Aurelio maldijo con
rabia.

Rubén se enfureció cuando la mujer reveló su


plan:

—Qué leal es tu mujer contigo, Nataniel. Te


doy veinte minutos para que aparezcas. Si no
lo haces, la violaré antes de matarla —
amenazó en voz alta por teléfono.

Aurelio temía que su plan para matar a


Nataniel fracasara si no aparecía:

—Ya, solo la mantendremos a salvo


durante media hora más. Llega más tarde y
vivirás lamentándote para siempre —añadió
antes de colgar a Nataniel.

Nataniel se puso pálido mientras sostenía el


teléfono:

—¡Dile a César que voy al matadero ahora


mismo! —ordenó a Paulo y a Jeremías.

Era en plena noche en el matadero, la luna y


las estrellas estaban ausentes del cielo
nocturno mientras oscuras nubes se cernían
sobre el horizonte. De vez en cuando, los
relámpagos cruzaban el cielo, acompañados
por el sonido retumbante de los truenos. Era
evidente que esa noche iba a haber una
tormenta inusual.

Doscientos hombres finos de la familia Ortiz y


de la familia Soto acechaban dentro y fuera
del matadero. Algunos de ellos estaban
escondidos en la oscuridad mientras que
otros estaban a la vista. Del techo del lugar
colgaban ganchos de hierro con manchas de
sangre, el suelo estaba mojado y había un
hedor insoportable a sangre y carne.

Tomás estaba tendido en el suelo al borde de


la muerte mientras Penélope estaba atada a
··························································································································· ®
una silla con cuerdas. Asesino también
estaba a pocos pasos de ellos, afilando un
grueso cuchillo de carnicero de medio metro
de largo.

Mientras tanto, Rubén, Aurelio, Magdalena y


algunos otros discutían sus próximos
movimientos. Rubén frunció el ceño al darse
cuenta de la hora:

—¿Por qué todavía no ha llegado Nataniel? Ya


pasaron diez minutos. No es posible que sea
un cobarde y deje a su mujer con nosotros,
¿verdad?

Aurelio se sentía bastante desanimado:

—Nataniel no es un tonto. No hicimos que


Penélope se callara hace un momento y ahora
él sabe que estamos planeando matarlo
después de conseguir los derechos de
fabricación de la vacuna. Yo diría que no
vendrá si es inteligente.

Magdalena, también conocida como la


Dama de Negro, intervino:

—Nataniel en definitiva no va a aparecer. Con


la muerte de Penélope, heredará su empresa
como su marido. ¿Quién sabe si en realidad
está en la luna y celebrándolo ahora mismo?
¡Qué estúpidos somos al pensar que
arriesgará su propia vida por Penélope!

Justo después, Magdalena le hizo una señal a


Rubén con la mirada y este comprendió lo que
quería decir. Se volvió hacia Penélope, que
estaba atada y la amenazó:

—Me temo que Nataniel no vendrá, Señora


Sosa. La desgracia pone a prueba la
sinceridad de los amigos, dicen. Pues bien,
ahora está usted en graves problemas, pero
su marido no está aquí para salvarla. ¿En
realidad vale la pena sacrificarse por él?

Aurelio intervino:
··························································································································· ®
—Ya, ¿por qué no nos entregas los derechos

de fabricación de la vacuna contra el cáncer


de hígado? Tu muerte solo será un beneficio
para el imbécil de tu marido.

Si nos entregas los derechos de fabricación,


podremos ofrecerte algo de dinero, ¿no es eso
agradable? —Rubén continuó.

—Sé lo que estás tratando de hacer. No voy a


dejar que siembres la discordia entre Nataniel
y yo —replicó Penélope con frialdad.

—Es amable y decidido. Es muy cariñoso con


su familia y sus amigos, no es ni será nunca el
imbécil que tú quieres que crea que es.
Los labios de la Dama de Negro se tensaron:

—Creo que te tiene atrapada entre sus dedos,


querida. Los hombres nunca son decentes ni
confiables. Si Nataniel no es un imbécil, ¿por qué no
está ya aquí para salvarte?

—Ya han discutido su plan para matar a Nataniel una


vez que entregue los derechos de fabricación. No
somos idiotas y, además, ¡soy yo quien le advirtió que
no viniera! —Penélope estaba furiosa.

—Es cierto que le advertiste de ello, pero ¿y si en


realidad no le importa nada tu vida? ¿Y si nunca
aparece? ¿Te va a seguir pareciendo justo? —La
Dama de Negro rio con frialdad.

La mirada de Penélope se descompuso y se mordió


el labio antes de decir:

—Estoy dispuesta a sufrir las consecuencias yo


misma. Después de todo, soy yo la que le prohibió
venir.

Rubén resopló con frialdad:

—Le quedan cinco minutos. Cinco minutos y si sigue


sin aparecer y si sigue sin aceptar nuestra
condición... Tengo a doscientos hombres aquí
deseándote, piénsalo bien.
··························································································································· ®
Rubén se fue con Aurelio y la Dama de Negro y

Invencible 403-2

Penélope lloraba en silencio con la cabeza agachada.


Ella tenía emociones mezcladas en este momento y
en su mente razonaba que sería inútil aunque llegara
Nataniel, pues moriría por nada. Sin embargo, en el
fondo de su corazón, había un intenso deseo que su
esposo se presentara ante ella. Al fin y al cabo, el
deseo de toda mujer era ver al amor de su vida
luchando por ella cuando estaba en aprietos.

Penélope se debatía en el fondo mientras los


recuerdos de ella y Nataniel acudían a su mente.
Cada vez que estaba en problemas o en peligro,
siempre era él quien estaba a su lado. Siempre le
sonreía con dulzura y le decía: «cariño, todo va a salir
bien. Estoy aquí para ti». «¿Dónde estás ahora,
Nataniel?». Las lágrimas ya corrían por sus mejillas
antes de que se diera cuenta, se sentía tan perdida
mientras levantaba la cabeza y murmuraba para sí
misma entre lágrimas: «Nataniel, te quiero tanto aquí,
pero no quiero que te arriesgues viniendo».

Justo cuando Penélope sollozaba sin remedio, se


produjo un alboroto en la entrada del matadero. A
través de sus ojos llorosos, vio a un hombre alto y
fuerte, de ojos brillantes, caminando entre la multitud
que gritaba: No era otro que Nataniel Cruz.

El corazón de Penélope dio un fuerte salto al

Invencible 403-3

verlo y lo miró con incredulidad: «¡Oh, Nataniel, tonto!


Sabes que no puedes hacer nada viniendo, sin
embargo estás aquí, lanzándote hacia tu propia
muerte». Se mordió los labios y murmuró para sí
misma. «¿Cómo es posible que alguien tan
inteligente como yo esté casada con un marido tan
tonto como tú?», agregó.

Nataniel sí que se tomó su tiempo para entrar. Para


ser alguien que estaba a punto de morir, en realidad
··························································································································· ®
tenía una mirada indiferente. Rubén, Aurelio y la
Dama de Negro estaban sorprendidos y
emocionados, ya que nunca habrían pensado que iría
al lugar después de conocer sus planes para matarlo.

Rubén aplaudió y se rio de él:

»¡De verdad estás haciendo esto por tu mujer! Tengo


que admitir que te admiro, Nataniel.

La multitud que rodeaba el matadero se desplazó


cuando los doscientos hombres dispuestos por
Rubén se acercaron y rodearon a Nataniel. Todos
empuñaban una espada afilada y parecían listos para
la batalla.

Nataniel apenas miró a Rubén y los doscientos


combatientes que lo rodeaban también le parecían
patéticos.

Miró al moribundo Tomás en el suelo antes de

403-4

Invencible

desviar la mirada hacia Penélope, que estaba atada.

Penélope se alegró, se emocionó y se molestó al


mismo tiempo al ver a Nataniel.

—¡Tonto! Te dije que no vinieras a por mí. Te dije que


su plan era matarte y, sin embargo, aquí estás, ¡tonto!
—sollozó con reproche.

—Tuve que venir por ti en el momento en que me


llamaste por teléfono. No toleraré a nadie que te
intimide —respondió Nataniel con suavidad—. Cierra
los ojos y descansa un rato. Una vez que haya
terminado con estos b*stardos, te llevaré a casa.

Penélope lo miró a los ojos con determinación,


decidió confiar en él y asintió con la cabeza, cerrando
··························································································································· ®
los ojos como le había dicho. A pocos pasos, al ver la
llegada de Nataniel, Tomás recobró el ánimo y se
incorporó con dificultad y miró con odio a Rubén y a
los suyos.

—¡Están condenados!

Por supuesto, Rubén y Aurelio no se preocuparon por


lo que dijeron Nataniel y Tomás, por lo que Rubén se
rio de forma burlona:

—Deja tus tonterías de una vez. Si no cooperas, ni


siquiera las deidades podrán salvarte.

Hizo una señal a uno de sus subordinados frunciendo


los labios. El hombre sacó un contrato de un maletín
y se lo entregó a Nataniel.

»Este es el contrato de cesión de los derechos de


fabricación, Nataniel. Haz que Penélope lo firme y
consideraré perdonarte la vida. —Rubén entrecerró
los ojos.

Aurelio se rio:

Invencible 404-2

—Eso sí, podemos cambiar de opinión en cualquier


momento.

Nataniel dejó escapar una ligera sonrisa:


—¿Y si me niego?

Rubén gritó:

—¡Ven aquí, Asesino!

Asesino estaba afilando su cuchillo a unos pasos


cuando Rubén le llamó. Se detuvo y se levantó,
mirando a Nataniel con ojos asesinos como un
carnicero que mira a su ganado antes de sacrificarlo.
En la cara de Rubén había una sonrisa de
satisfacción:

»Dale una lección. Recuerda, no lo mates de


inmediato, quiero que sea una muerte lenta y
tormentosa. Mejor si puedes cortar sus miembros
··························································································································· ®
uno a uno y veamos si se arrepiente de sus actos.

Giró la cabeza y miró a la atada Penélope no muy


lejos, no creía que esta pudiera soportar ver cómo
torturaban a su marido hasta la muerte y no hacer
nada al respecto. Mientras ella se ablandara y
aceptara firmar el contrato, él lograría su objetivo de
obtener los derechos de fabricación de la vacuna
contra el cáncer de hígado.

Asesino empuñaba su cuchillo de carnicero mientras


se acercaba a Nataniel. Era un hombre que pesaba
más de ciento cincuenta

Invencible 404-3

kilos y estaba repleto de grasa corporal como una


sólida montaña. El suelo temblaba con cada paso
que daba. Entonces miró con burla a Nataniel:

—Te dejaré elegir, muchacho. ¿Te corto primero el


brazo izquierdo o el derecho?

Nataniel se burló haciendo un gesto con el dedo a


Asesino:

—Apuesto a que tu madre no podría quererte ni


aunque lo intentara de verdad, monstruo horrible.
¡vamos!

Enfadado por el comentario de Nataniel, Asesino


soltó un rugido furioso y se lanzó contra él. Con
todas sus fuerzas, hizo caer el cuchillo sobre el
hombro izquierdo de Nataniel y a que intentaba
rebanarle todo el brazo.

Nataniel ni siquiera titubeó, se limitó a levantar la


mano izquierda y a agarrar la muñeca del gigante
hombre y los ojos de este se abrieron de par en par
por la sorpresa.

Rubén, Aurelio, La Dama de Negro y los demás


miraban incrédulos, «¿Nataniel puede contener el
golpe de Asesino con tanta facilidad? Dios, ¡estamos
hablando del Asesino! ¡El poderoso que es conocido
como una despiadada máquina de matar y el
monstruo que el propio Rey del Sur crio en la cripta
··························································································································· ®
de su casal».

la,

Invencible 404-4

Asesino miró incrédulo al hombre que tenía delante.


Nunca había sentido un sentimiento de temor tan
grande en su corazón. En ese momento aterrador,
Nataniel hizo su movimiento, saltó en el aire y apuntó
con su rodilla al pecho de Asesino.

¡Zaz!

Su rodilla hizo contacto con el pecho de Asesino y


emitió un sonido ensordecedor. A continuación, el
hombre enorme salió volando hacia atrás y al
hacerlo, escupió una bocanada de sangre y algunos
trozos de pulmón rotos, antes de aterrizar con fuerza
en el suelo. Murió al instante por el golpe de Nataniel.

Rubén, Aurelio y la Dama de Negro respiraron con


fuerza. La mayor parte de los doscientos
subordinados estaban temblando de miedo. «¡Es
Asesino de quien estamos hablando! ¿Y ahora, con
un solo golpe de la rodilla de Nataniel ya está
muerto?».

Penélope no pudo evitar abrir los ojos y vio al


espantoso y aterrador monstruo tendido inmóvil en el
suelo. Por otro lado, Nataniel se mantenía erguido y
con un aspecto más galante que nunca; su apuesto
rostro estaba solo un poco enrojecido por la ira...

La emoción y el asombro en los ojos de Penélope


eran inconcebibles.

Invencible 405-1

Rubén fue el primero en salir de su asombro y gritó


con rabia a Nataniel:

—¡Cómo te atreves a matar a la mano derecha del


Señor Talavera!

··························································································································· ®
Los doscientos hombres que lo rodeaban se
aferraron con fuerza a sus armas mientras se
preparaban para luchar. Los subordinados que
estaban ahí sacaron también sus pistolas y Aurelio
ordenó:

—¡Matémoslo!

En ese momento, un grupo de hombres vestidos de


negro se lanzó contra Nataniel con sus lanzas. Unos
diez de ellos levantaron sus pistolas y apuntaron
hacia este esperando el momento adecuado para
dispararle.

Nataniel se abrió paso entre la multitud con rapidez y


los tiradores no solo no le dieron, sino que también
hirieron a sus compañeros. A medida que Nataniel se
movía entre la multitud, golpeaba a los hombres, su
movimiento era tan rápido como un rayo y tan feroz
como un trueno. Allá donde iba, sus adversarios
caían al suelo gimiendo de dolor.

Rubén se sintió mortificado al ver cómo sus tiradores


herían a tantos de los suyos:

—¡Dejen de disparar; dejen de disparar con tanta


imprudencia! ¡Están disparando a nuestra propia
gente, maldita sea! —gritó enloquecido.

Invencible 405-2

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!

Sin embargo, los disparos no solo no cesaron, sino


que su sonido se hizo más intenso que nunca. Rubén
estaba a punto de preguntar quién seguía disparando
cuando se quedó boquiabierto al darse la vuelta.

De la nada, el matadero ya estaba rodeado por tropas


de las Fuerzas Especiales muy bien armadas. Estos
soldados con rifles de ataque eran los que estaban
disparando en ese momento y todos los guerrilleros
de Rubén fueron abatidos por ellos.

Rubén, Aurelio y la Dama de Negro se llevaron una


desagradable sorpresa, «¿no está el guardián de
··························································································································· ®
Nataniel, Franco Aragón, realizando ejercicios
militares con sus tropas en el norte? ¿Cómo se las
arregló para enviar tantos soldados a rescatarlo?».

Más de dos mil soldados de las Fuerzas Especiales


de Furia del Dragón rodearon el matadero, pero los
hombres vestidos de negro estaban tan inmersos en
el ataque a Nataniel que no se dieron cuenta de que
estos se acercaban.

Nataniel se abrió paso entre la multitud, utilizando


sus poderosas habilidades de artes marciales para
luchar contra los hombres. Cada movimiento que
hacía provocaba que al menos uno de sus enemigos
gritara de dolor y pesar del alarmante número,
¡ninguno de estos hombres era rival para él!

Invencible 405-3

César entrecerró los ojos mientras dirigía las tropas


de las Fuerzas Especiales hacia el matadero y
observaba la lucha entre Nataniel y los hombres. Un
teniente preguntó en voz baja:

—¿Debemos ayudar, Señor?

César negó con la cabeza y respondió de forma


rotunda:

—No es necesario. El General no necesita nuestra


ayuda. Parece que esta vez está muy enfadado,
dejemos que descargue su ira.

Los rápidos movimientos de Nataniel tenían a todos


los enemigos sometidos: ganó con su agilidad y
fuerza, no con ninguna técnica elegante, ¡esa era la
habilidad de combate militar estándar! ¡Esa era la
habilidad estándar para matar en el campo de
batalla! Este estilo de combate podía parecer fácil,
pero era el más eficiente.

La experiencia de combate tan extraordinaria de sus


años de lucha influyó en su estilo de permanente de
lucha. Cada movimiento que hacía era capaz de
causar daño a los enemigos y cada paso que daba
era del todo impecable.
··························································································································· ®
¡Pafi

Nataniel golpeó con su puño la cara de un adversario


y el oponente ni siquiera alcanzó a gritar antes de
lanzarse hacia enfrente y morir.

Invencible 405-4
¡Chas!

Otro intento herir a Nataniel con su cuchillo, pero este


se agachó de lado y agarró la muñeca del hombre,
rompiéndola sin esfuerzo haciendo que el sujeto
gimiera de dolor y retrocediera.

Un hombre con patillas levantó su espada y se lanzó


contra Nataniel, pero al chocar con este, el primero
salió volando hacia atrás como si lo hubiera
atropellado un tren. Cuando aterrizó en el suelo, ya
era un cadáver con los órganos destrozados.

Otro hombre intentó atacar a Nataniel por sorpresa,


pero esta ocasión, él ni siquiera se molestó en darse
la vuelta para patear al hombre.

¡Zaz!

En cuanto su pie hizo contacto con la cabeza del


atacante, la fuerza brutal mató al hombre en el acto.

De los doscientos subordinados, unos sesenta


hombres ya estaban derrotados. Muchos de ellos
yacían en el suelo con uno o dos miembros rotos y
gimiendo de forma miserable, el lugar era en realidad
un infierno.

El resto de los hombres de Rubén estaban por


completo horrorizados y perdieron las ganas de
seguir luchando. El miedo se mostraba con toda
claridad en sus rostros y era evidente que

405-5

A AD

··························································································································· ®
Invencible

cada uno de ellos quería huir.

Sin embargo, justo cuando querían correr para salvar


sus vidas, descubrieron que ya estaban rodeados por
tropas de las Fuerzas Especiales que empuñaban
ametralladoras: «¡Se quedaron boquiabiertos ante la
instancia!».

César frunció los labios mientras ordenaba:

—¡Escuchen todos! ¡Apunten sus armas y bloqueen


toda esta zona! ¡Atrapen a estos maleantes! ¡Maten a
los que se resistan!

El sonido de miles de armas cargadas sonó al mismo


tiempo en cuanto César dio la orden. Los dos mil
guerreros de Furia de Dragón gritaron al unísono:

—¡Sí, Señor!

Invencible 406-1

Los rostros de los guerreros en la escena se tornaron


pálidos: puede que tuvieran auténticas peleas a
diario, pero ninguno se había encontrado nunca con
una situación así. Ninguno de ellos tenía el valor de
desafiar al ejército, así que se apresuraron a dejar
caer sus armas y se rindieron mientras temían,
incluso hubo algunos que se mojaron los pantalones.

Al ver que César había tomado el control de la


escena, Nataniel se acercó a Penélope y le ayudó a
soltar las cuerdas que la rodeaban. Sin perder el
ritmo, la mujer se lanzó a los brazos de su esposo al
instante, lo abrazó con fuerza y murmuró:

¡Cariño!

Nataniel acarició con delicadeza el cabello de


Penélope y la consoló con dulzura:

—Todo está bien ahora. Lo mejor será que salgas


para tranquilizar tu mente y calmar tus nervios. Yo
··························································································································· ®
me encargaré de los asuntos aquí.

En ese momento, cuatro miembros de las Élite 8 se


acercaron y se llevaron a Penélope y a Tomás fuera
de la escena. Penélope dudó un rato antes de salir,
miró a Nataniel con preocupación, pero no salió
ninguna palabra de su boca.

Nataniel sabía lo que le preocupaba y sonrió:

—No te preocupes. Los soldados están aquí

Invencible 406-2

para detener a los secuestradores, no me


molestarán. —Tras escuchar sus palabras, Penélope
suspiró aliviada y se fue.

Rubén y Aurelio se recuperaron por fin de su estado


de conmoción después de que Penélope abandonara
la escena. Los dos estaban consternados mientras
trataban de entender por qué se enviaron tropas para
ayudar a Nataniel, a pesar de que Franco no estaba
en Ciudad Fortaleza y de que el Señor Talavera había
hablado con los peces gordos del sector empresarial,
político y militar: «¿Quién tuvo la osadía de no rendirle
al Señor Talavera el debido respeto e incluso se
opone de forma abierta a él? ¡Esto es algo raro en el
Sur!», Rubén y Aurelio se miraron entre sí. Luego,
corrieron hacia César mientras rogaban que no les
dispararan.

Rubén se apresuró a sonreír y dijo:


—Señor, estamos con el Señor Talavera.
Aurelio continuó con una sonrisa halagadora:

—Así es. El Señor Talavera solía ser el Gobernador del


Sur. Es cercano a muchos de sus superiores. Esto
debe ser un gran malentendido, ¿verdad?

Tanto Rubén como Aurelio calcularon que los


soldados de César no debían saber que eran
hombres del Señor Talavera, de lo contrario, no se
atreverían a detenerlos. Por lo tanto, los dos sacaron
a relucir el hecho para que César

··························································································································· ®
Invencible 406-3

supiera que estaban con Daniel Talavera del Sur y le


insinuaron que no se anduviera con rodeos.

Sin embargo, no esperaban que, tan pronto como


terminaron de hablar, César se girara para tomar un
rifle de ataque de un soldado y golpeara con él la
cara de Rubén. El impacto hizo que la sangre brotara
de la cara de Rubén y este se desplomó en el suelo
con un grito. Los movimientos de César no se
detuvieron lo más mínimo, entonces golpeó la cara
de Aurelio con el rifle también a la velocidad de la luz.

—¡Ay!

La sangre brotó de la cara de Aurelio mientras se


lamentaba y caía al suelo. César dijo, con desprecio:

—¿Quién diablos te crees que eres? ¿Cómo te atreves


a considerarte uno de nosotros, el Ejército del Norte?
Ustedes, escoria, no son dignos.

Rubén se agarró la cara herida mientras se sentía


sorprendido y furioso: «Soy uno de los Cuatro del Sur.
¿Cuándo he sufrido una humillación como la de esta
noche?». Dijo desesperado:

—Soy Rubén, el jefe de la familia Ortiz. Él es Aurelio, el


jefe de la familia Soto. Estamos con Daniel Talavera
del Sur. ¿Cómo te atreves a golpearnos?

—¿El Rey del Sur? —Nataniel se acercó a ellos, con


cara de diversión.

Rubén miró a Nataniel y a César con odio y gritó:


—¡Eso es! Daniel Talavera del Sur, ¡el Señor Talavera!

Aurelio también reprimió el dolor agónico de su


rostro y jadeó:

—¡Sí! Incluso el Gobernador tiene que mostrar respeto


al Señor Talavera. El Gobernador incluso organizó un
banquete para él hace dos días. Será mejor que te lo
pienses bien antes de hacernos daño. De lo contrario,
estarás en graves problemas.
Hace dos días, el Gobernador Patricio había
··························································································································· ®
invitado a Daniel Talavera a cenar porque
quería mediar en el conflicto entre Nataniel y
Daniel. Pero, por desgracia, Daniel no conocía
la verdadera identidad de Nataniel, por lo que
exigió de manera imperiosa a Patricio que no
se entrometiera en el asunto.

Patricio temía que el conflicto entre Nataniel y


Daniel provocara una agitación en el Sur, así
que fue a Ciudad Fortaleza para ver al primero
en persona. Pero Nataniel también le dijo que
Patricio no debía involucrarse en sus asuntos
con Daniel y como él no se atrevía a
desobedecer la voluntad de Nataniel, no tuvo
más remedio que aceptar.

Al ver que tanto Rubén como Aurelio


intentaban intimidarlo con el nombre de
Daniel Talavera, Nataniel giró la cabeza para
mirar a César y dijo divertido:

—Los dos dicen que están con Daniel Talavera


del Sur. ¿Qué dices?

César parpadeó: A07-1

Como son hombres de Daniel Talavera,


deberíamos llamar para informarle.

Rubén y Aurelio se mostraron exaltados al


escuchar el comentario de César, porque
pensaban que tenía miedo del Señor Talavera.
Ambos hombres estaban orgullosos de sí
mismos. En el Sur, había que pasar por el
Señor Talavera sin importar si se trataba de
gente de los bajos fondos, figuras políticas o
altos cargos militares.

Si no se informaba al Señor Talavera y se


obtenía su permiso, lo más probable es que
no se pudieran realizar las grandes cosas que
se habían planeado, después de todo, en el
Sur, el Señor Talavera tenía la última palabra.
Cuando Rubén y Aurelio escucharon la
intención de César de hacer una llamada para
informar al Señor Talavera, Rubén gritó
fanfarrón:
··························································································································· ®
—Tengo el número del Señor Talavera. Yo haré
la llamada.

Aurelio también exclamó triunfante:

—i¡Ja, jal No eres más que un simple coronel,


ni siquiera un general de brigada. ¿Cómo te
atreves a darle problemas al Señor Talavera?
¡Ya deberías estar meándote en los
pantalones! Será mejor que muestres algo de

respeto cuando
hables con el Señor Talavera más tarde, si no,
lo lamentarás.

Pronto, Rubén terminó la llamada y le pasó el


teléfono a César:

—Cualquier cosa que quieras decir, ¡habla! El


Señor Talavera está escuchando.

César tomó el teléfono con diversión y se lo


pasó a Nataniel, este contestó al teléfono y
sonrió:

—¿Es usted el jefe de estos pequeños


engendros, Daniel Talavera?

«¿Estos pequeños engendros?», Rubén y


Aurelio abrieron los ojos de forma
involuntaria.

La digna voz de Daniel Talavera se escuchó a


través del teléfono:

—SÍ, soy yo. Rubén y Aurelio son mi gente, no


puedes tocarlos. Será mejor que los dejes ir
ahora, luego te disculparás conmigo y
entregarás el Grupo Cruz. Esta vez te perdono

por respeto a Franco Aragón.


Daniel Talavera, ¿estás soñando?

Al escuchar sus palabras, no solo Daniel se


quedó boquiabierto, sino que Rubén y Aurelio
también se quedaron atónitos: «¿No llamaron
··························································································································· ®
Nataniel y los demás para explicar por qué
tienen miedo del Señor Talavera?».

Daniel estaba desconcertado:

—¿No dijiste que querías hacerme saber lo


que está pasando? ¿No me llamas porque
cometiste un error y quieres explicar la
situación y pedir clemencia?

—¡No! —dijo Nataniel con frialdad—. Solo me


estoy preparando para matar a tus dos
subordinados ahora y quería llamarte para
informarte de ello.

Daniel se quedó atónito y Tanto Rubén como


Aurelio gritaron al unísono:

—¿Qué?

Nataniel dejó de hablar con Daniel y colgó la


llamada. Entonces César gritó a sus soldados:

—¿No oyeron la orden del general?


Llévense a estos dos b*stardos y ejecútenlos!

«¿General?». Rubén, Aurelio y los demás se


quedaron boquiabiertos mientras miraban a
Nataniel con incredulidad: «¿Nataniel es el
General del Ejército del Norte?».

Rubén y Aurelio cayeron de rodillas,


desesperados. Solo había un pensamiento en
sus mentes: «¡Estamos condenados! Es el
General del Norte. No es de extrañar que no
tomara en serio al Señor Talavera».

Unos cuantos soldados con armas cargadas


se acercaron, levantaron a Rubén y a Aurelio y
los arrastraron al exterior. Ambos hombres
pidieron perdón con desesperación: 7 5

—¡Por favor, perdónenos! General, por favor...


Pronto sonaron dos disparos que marcaron el
fin de sus pecaminosas vidas, la Dama de
Negro y los subordinados de las familias Ortiz
y Soto que quedaron en el lugar temblaban de
··························································································································· ®
miedo.

César preguntó:

—General, ¿qué debo hacer con el resto de


estos tipos?

Nataniel respondió con frialdad:

—Reeducarlos mediante el trabajo en la


Prisión del Ejército del Norte. Tú harás los
arreglos.

César respondió con un saludo:

—¡SÍí, Señor!

Rubén y Aurelio perdieron la vida en Ciudad


Fortaleza. La noticia de sus muertes se hizo
viral en el Sur y causó un revuelo en la alta
sociedad y en el bajo mundo. Aunque la
mayoría no sabía con exactitud cómo
murieron ambos hombres, todo el mundo era
consciente de la existencia de fuerzas

formidables que A0 8-1


merodeaban por Ciudad Fortaleza.

Muchas fuerzas que habían planeado entrar


en mencionada ciudad mediante un gran
alarde renunciaron a la idea una y otra vez.
Daniel Talavera era el más furioso de todos
ellos, pues los cuatro sureños bajo su mando
se encontraron con su desaparición o su
caída y todo por culpa de Nataniel.

Esta vez, Nataniel incluso le había llamado


para informarle antes de ejecutar a Rubén y
Aurelio y eso iba más allá de una simple
provocación; ¡era una bofetada en su cara!

A primera hora de la mañana, Daniel Talavera


llamó a dos de sus hijos, eran su hijo mayor,
Felipe Talavera y su hijo menor, Damián
Talavera. También convocó a Carlos Robles y
al resto de sus seguidores para discutir cómo
vengar a Rubén y Aurelio y conseguir los
··························································································································· ®
derechos de fabricación de la vacuna contra el
cáncer de hígado.

Su hijo mayor, Felipe, era el gigante financiero


del Sur, este tenía una posición destacada en
el mundo de los negocios e innumerables
conexiones en diferentes sectores del

comercio y la política.
Su hijo menor, Damián, era el director de
Grupo Océano, la cual se dedicaba al negocio
de las armas de fuego. Suministraban sus
productos sobre todo, a algunos países
pequeños del sudeste.

Damián tenía una red de contactos aún mayor


que la de su hermano, sus conexiones
abarcaban muchos sectores y eran sobre todo
fuertes en el ámbito militar. Daniel miró a sus
dos hijos y a un grupo de seguidores y luego
dijo con rostro sombrío:

—Creo que todos saben por qué los reuní aquí.

Felipe se subió los lentes de armazón dorado


y sonrió:

—Papá, te refieres al asunto de que Nataniel


mató a dos de tus hombres de confianza y te
dejó en ridículo, ¿verdad?

Daniel replicó enfadado:

—Ya no se trata solo de que quede en ridículo.


Es una gran bofetada en mi cara.

Papá, no te enfades. En cuanto a este asunto,


escuché que fue un coronel quien dirigió a sus
tropas para ayudar a Nataniel a matar a Rubén
y Aurelio. Pedí a mis amigos militares que se
informaran sobre si este coronel actuó por su
cuenta para ayudar a Nataniel, o si fue Franco
quien lo instruyó. —Cuando Damián dijo esto,
entrecerró los ojos y continuó:

»Si fue Franco quien dio la instrucción, solo


tenemos que pedirle a alguien que hable con
··························································································································· ®
él y hacer que nos entregue a Nataniel. Si
Franco no lo instruyó, entonces sería más
sencillo, solo tenemos que acabar con
Nataniel y con ese coronel llamado César.

Daniel al fin dejó escapar una sonrisa de


satisfacción tras escuchar eso y dijo con una
sonrisa:

—Damián, eres tan capaz como siempre,


haremos lo que tú digas. Que tu amigo hable
primero con Franco para ver si tiene algo que
ver con esto.

Carlos también lo felicitó: 40 3-4

—Señor Talavera, haremos planes antes de


tomar cualquier acción según la gran idea
de Damián. —Daniel y el resto rieron a
carcajadas.

Nataniel, Penélope, Reyna, Bartolomé y Leila


acababan de subir al avión en el aeropuerto
de Ciudad Fortaleza. Al día siguiente era el
setenta aniversario del padre de Leila, Arnulfo
Duque.

Desde que Leila ignoró la oposición de su


familia y se casó con Bartolomé por voluntad
propia, la familia Duque había cortado los
lazos con ella muy molestos.

Leila había estado casada durante más de


dos décadas y era la primera vez que la
familia Duque la llamaba para informarle de
que debía asistir al banquete de cumpleaños.
La razón principal era que la familia sabía que
Penélope había creado una empresa que tenía
bastante éxito y por ello Leila había sido digna

de ser invitada al banquete. 40 8-5

Leila llevaba más de dos décadas fuera de


casa y era la primera vez en mucho tiempo
que volvía con su propia familia y le hacía
mucha ilusión. Por ello, no solo llevó a su
marido, sino también a Nataniel, Penélope
··························································································································· ®
y Reyna.

Toda la familia subió al vuelo con alegría,


camino a la casa de Leila en Arboledas del
Norte.
Unas horas más tarde, llegaron al aeropuerto
de Arboledas. Nadie de la familia Duque
acudió a recibirlos, así que tomaron un taxi
hasta el lugar.

Después de un agitado viaje de dos horas, por


fin llegaron a la casa de la familia de Leila, la
Mansión de los Duque de Arboledas, ellos era
una familia de renombre en el lugar. Había dos
estatuas de piedra junto a la puerta de la casa,
lo que le daba un aire majestuoso.

El porche, estaba lleno de varios coches de


lujo e incluso los más baratos eran Mercedes
Benz, Porsche o Range Rovers, también había
varios Bentley y Rolls-Royce. La mayoría de
los vehículos eran deportivos.

Penélope exclamó:

—¡Mamá, no sabía que el abuelo fuera tan


rico!

Leila le acarició el cabello y suspiró:

—Sí, en Arboledas se les considera una familia


409-1

Ese día era el setenta cumpleaños de

Arnulfo Duque, quien estaba vestido con un


traje de ceremonia y se abrazaba a su
segunda esposa, Sasha. Varios miembros de
la familia estaban también en la puerta dando
la bienvenida a los invitados. Cuando Leila vio
a su padre, se arrodilló y sollozó.

—Padre, feliz cumpleaños.

De repente, todo el recinto volvió sus ojos


hacia Leila y Nataniel y empezó a murmurar
entre ellos. Arnulfo solo les permitió asistir a
··························································································································· ®
su celebración de cumpleaños porque se
enteró de que la hija de Leila había tenido
éxito, pero no esperaba que llegaran en un
taxi, así que se le cayó la cara de vergiienza.

Todos los demás habían llegado en coches de


lujo y el hecho de que su propia hija hubiera
llegado en taxi le resultaba vergonzoso. Miró a
Leila y comentó con indiferencia:

—No hace falta, hoy tengo muchos invitados,


así que es probable que no tenga tiempo de
entretener a tu familia. Entra y busca un
asiento.

—¡Ash, parecen un montón de ratas callejeras!


Dejen de gritar como si quisieran que todo el
mundo supiera que están aquí, ¡siento pena
por ustedes!

La cara de Leila se puso roja de vergiienza.


Nataniel y Penélope se enfurecieron y
quisieron golpearlos, pero Leila detuvo a su
hija y a su yerno susurrándoles:

—Penélope, Nataniel, vamos a registrarnos y


darles nuestro regalo antes de tomar asiento
dentro.

Penélope y Nataniel no querían complicarle la


vida a Leila, así que se contuvieron y después
de presentar su regalo, siguieron a Leila al
vestíbulo.

En la sala había muchos invitados que


charlaban entre sí en grupos, pero ninguno de
ellos hablaba con Leila. Algunos ya no la
reconocían, pero la mayoría la despreciaba y
ni siquiera se molestaba en saludarla. Leila y
los demás tomaron asiento en un rincón
discreto, pero al ver a esta gente tan familiar y
a la vez tan distante, se me 09 3

En ese momento, se les acercó un hombre


años y dos subordinados.
Ese hombre era Juvenal Duque, el
hermanastro de Leila y quien en cuanto supo
··························································································································· ®
que la familia de su hermanastra había ido, se
sorprendió y enfureció.

Arnulfo solo tenía dos hijos: Leila y Juvenal,


pero después de que Leila no se pusiera en
contacto con ellos durante las últimas
décadas, Juvenal pensó que debía estar
detrás de la herencia de su padre por aparecer
ahí tan de repente. Se acercó y se burló:

—De verdad viniste.

Leila se levantó y le saludó:

—Ha pasado mucho tiempo, hermano.


Juvenal se burló:

—No me llames hermano. No eres mi


hermana y mi padre ya te ha desheredado. Si

yo fuera tú, no habría vuelto de forma tan


descarada.

Leila se mordió el labio: A09-4

—Papá me dijo que asistiera a la


celebración de su cumpleaños.
Juvenal declaró con frialdad:

—Soy un hombre directo, así que déjame


decirte esto sin rodeos, no te doy la
bienvenida. Cuando termines de comer,
lárgate. No es que quiera amenazarte, pero el
hecho es que puedo hacer desaparecer a la
gente de Arboledas con facilidad.

Las palabras de Juvenal eran sin duda una


amenaza y la expresión de toda la familia
cambió. Hasta ahora, Leila no había recibido
una cálida bienvenida al llevar a su familia allí.
Podían tolerar la indiferencia de Arnulfo y
Sasha, pero ninguno de ellos podía aceptar la
amenaza de Juvenal.

Penélope y Nataniel estaban furiosos, e


incluso la amable y realista Bartolomé estaba
dispuesta a enfurecerse y discutir con
··························································································································· ®
Juvenal, sin embargo, Leila agarró la mano de
su marido con lágrimas en los ojos. Ella le
indicó a Bartolomé que no quería causar
problemas durante el cumpleaños de su padre
y que dejara las cosas en paz y este no tuvo
opción que contenerse, pero temblaba de
rabia.

Nataniel se dio cuenta de que Leila no quería


armar un escándalo durante las celebraciones
y no quería poner a Leila en un aprieto, así que
se limitó a mirar a Juvenal. A] 0-1

Cuando Juvenal vio que Nataniel lo miraba


con desprecio, se disgustó: «Maldita sea,
¿cómo se atreve esta rata callejera a mirarle
así? ¿Cómo se atreve a mirarme así en
Arlington? ¡Debe querer morir!».

Nataniel se apartó de Juvenal y lo ignoró y al


ver que Bartolomé temblaba de rabia, sacó un
paquete de cigarrillos Marlboro y se los
ofreció:

—Suegro, no se moleste con semejante


payaso. Tome, fúmese unos cigarrillos para
calmarse.

«¿Payaso?», Juvenal estuvo a punto de


estallar de rabia al escuchar eso. Sus ojos se
entrecerraron y dijo con poca amabilidad:

»MOCOSso, sé que eres el yerno de Bartolomé y


Leila. Incluso me enteré por la familia Tovar
de que eres una patética imitación de un
hombre que depende de su mujer para vivir...
Oye, sinvergúenza, puedo entender que
quieras adular a tus suegros, pero ofenderme
fue un error. Tengo cien maneras de
deshacerme de la basura como tú, así que
mejor que tengas cuidado. ¡No juegues con tu

vida! 41 0-2

Las palabras de Juvenal hicieron que todos


palidecieran, excepto Nataniel. Juvenal se
sintió engreído al ver que sus palabras habían
··························································································································· ®
conmocionado a los demás y añadió:
Por cierto, tus cigarrillos son una vil basura
como tú.

Al decir eso, levantó una mano y abofeteó la


cara de Nataniel y cuando Penélope vio eso,
supo que todo había terminado. Como era de
esperar, Juvenal no consiguió golpear a
Nataniel, pues antes de que su mano pudiera
aterrizar, Nataniel ya había emitido un
resoplido y había agarrado la mano de
Juvenal con su mano izquierda. Los ojos de
Juvenal se abrieron de par en par en señal de
sorpresa e intentó retirar la mano con todas
sus fuerzas, pero el agarre de Nataniel era
muy fuerte. No podía moverse en absoluto y
mucho menos liberarse,

Nataniel apretó un poco más el agarre y los


huesos de Juvenal empezaron a emitir un
ligero crujido: estaban a punto de romperse.
La cara de Juvenal se contorsionó de dolor y
gritó:

»¡Sinvergúenza, suéltame ya!

Sus subordinados estaban furiosos, pero no


se atrevían a acercarse a él para no dañar a
Juvenal. La mano de Nataniel empezó a
ejercer poco a poco más presión en su agarre,
haciendo que la
muñeca de Juvenal emitiera más crujidos.
Estaba a punto de romperse en cualquier
momento.

—Tus palabras me hicieron enfadar, comentó


Nataniel con indiferencia. Te daré la
oportunidad de retractarte ahora. Si todavía
no estoy contento al final, entonces considera
tu mano incapacitada.

Juvenal gritó:

—¡Si te atreves a herirme, es como si


estuvieras muerto!

Nataniel dijo con frialdad:


··························································································································· ®
—Parece que ya no necesitas esta mano.

Nataniel aplicó un poco de fuerza y Juvenal


comenzó a gritar de dolor:

—¡Detente! Lo retiraré, lo retiraré... —A Juvenal


le entró un sudor frío, reprimió su ira y dijo—:
¡Me equivoqué, no debería haber amenazado

a tu familia! 41 0-4

Nataniel preguntó con severidad:

Juvenal continuó gritando:

—¡No debería haber dicho que eras una


patética imitación de un hombre!

Nataniel respondió:

—Continúa.

Juvenal se quedó atónito: «¿Qué más dije?».


Nataniel le recordó:

—¿Qué dijiste de mis cigarrillos?

Juvenal por fin comprendió. Reprimió el dolor


y gritó:

—¡ Tienes buen gusto para los cigarrillos!


Marlboro es la mejor marca del mundo.

Nataniel sonrió y soltó a Juvenal y este se


miró la muñeca. Estaba hinchada y le dolían
los huesos. Aunque no estaban rotos, era
probable que estuvieran fisurados. Entonces,
miró con rencor a Nataniel. Mientras tanto,
este último encendió un cigarrillo y dio una
calada:

—He fumado esta marca durante toda una


década. ¿Cómo puede ser basura?

Juvenal se tomó la mano derecha herida y


miró a toda la familia de Nataniel:

··························································································································· ®
—Eres valiente. Espero que estés listo para
afrontar las consecuencias.

Juvenal entonces salió furioso con sus dos

hombres a cuestas.
Penélope y los demás se alegraron al ver que
Juvenal había recibido una lección, pero
también se preocuparon. Después de todo,
esto era Arboledas, no Ciudad Fortaleza, la
familia Duque tenía renombre en esa ciudad y
eran influyentes ahí, por lo que grupo de
extranjeros no sería rival para ellos. Mientras
tanto, Leila estaba en aprietos:

—Eres demasiado precipitado. Mi hermano es


muy temperamental y de seguro se vengará
por haberlo lastimado —dijo refunfuñando y
reprendiendo a Nataniel.

—No te preocupes. He tratado con payasos


como este más de lo que crees. Puedo
manejar esta situación —respondió sonriente.

Los demás suspiraron. «Nataniel es


demasiado ingenuo. No somos rivales para
ellos, ni siquiera en Ciudad Fortaleza y lo peor
es que estamos en Arboledas, no será fácil
salir a salvo de aquí», pensaban. Juvenal se
dirigió directo a Arnulfo y Sasha y gimió:
—Mamá, papá, alguien me rompió la muñeca.
—¿Quién fue? ¡Lo voy a matar! —gritó Sasha
cuando vio la muñeca de su hijo en ese
estado.

—¡Mama, es el yerno de Leila, Nataniel! —se


quejó.

Como madrastra de Leila, Sasha no la trataba


a con mucha amabilidad y quería evitar que
volviera a reclamar la herencia. Ahora que se
enteraba de que su hijo había sido herido por
el yerno de Leila, echaba espuma de rabia.

—¡Esa tipa! No ha aparecido en décadas y en


el momento en que lo hace, provoca que mi
hijo acabe en ese estado. ¡La haré pedazos! —
··························································································································· ®
Después, llamó a unos cuantos
guardaespaldas y a los empleados de la casa
para que le dieran una lección a Nataniel. Sin
embargo, Arnulfo la detuvo irritado:

—¡Cállate! Es mi cumpleaños setenta y hay


muchos invitados presentes. Esto es muy
vergonzoso, así que haz lo que quieras, pero

después de la fiesta. 41 1 2)

Sasha y Juvenal solo pudieron reprimir su


rabia y esperar a que terminara la fiesta para
ajustar cuentas con Nataniel. Poco
después, comenzó la celebración del
cumpleaños y se sirvieron las cincuenta
mesas al mismo tiempo.

Nataniel y Penélope pensaron que, como no


eran bienvenidos, debían marcharse ya, sin
embargo, Leila les rogó que al menos se
quedaran hasta después de la cena. Como
Nataniel, Bartolomé, Penélope y Reyna no
podían soportar ver a Leila con el corazón
roto, decidieron quedarse hasta el final.

Nadie atendió a la familia de Nataniel, así que


Leila les ofreció una mesa cualquiera.
Eligieron una pequeña, pero faltaba un asiento
para Leila. Nataniel quiso cederle su asiento,
pero ella se negó:

—No hace falta, traeré una silla. Ustedes no se


muevan. —Leila trajo una silla y estaba a
punto de sentarse cuando un ama de llaves se
acercó y le dijo:

—La cocina está muy ocupada y sin embargo,


aquí estás cambiando las sillas. Vete de aquí

y ve a ayudar en la cocina.

Al ver que su suegra era tratada como una


sirvienta, Nataniel frunció el ceño y quiso
defenderla, pero ella se apresuró a
—Está bien. Si la cocina está muy ocupada, es
justo que yo ayude. —No permitió que
··························································································································· ®
Nataniel y Penélope la detuvieran y les susurró
=: Solo coman. Hoy es el cumpleaños setenta
de mi padre y es la primera vez que vengo en
décadas. Ayudaré en la cocina y ya.

Solo pudieron ver cómo se iba. Leila se dirigió


entonces a la cocina para ayudar y Nataniel
suspiró. «¡Mi suegra está siendo insultada
aquí!», se decía a sí mismo con molestia. Al
mismo tiempo, Penélope tiró de las mangas
de Nataniel y le susurró:

—Nataniel, mira.

Nataniel siguió la mirada de Penélope y vio


que el ama de llaves de antes señalaba a Leila
con el dedo mostrándosela a una mujer en la
mesa del anfitrión. Esa mujer era la madre de
Juvenal y la madrastra de Leila.

—¡Es Sasha! —Nataniel se puso furioso—. ¡Así


que esto no fue un malentendido! ¡Sasha lo
hizo a propósito y trató a Leila como una
sirvienta!

Cuando Penélope vio a Nataniel en ese


estado, le preocupó que causara un desastre
en la fiesta. Le agarró la mano y le susurró:

—Es una ocasión importante para el abuelo.


Mamá nos dijo que no causáramos
problemas, ¡así que no le des importancia!
Nataniel asintió. A continuación, los
empleados siguieron llevando la comida a las
mesas y todos empezaron a cenar. Pero la
familia de Nataniel no tenía ganas de comer.
Dirigieron sus miradas hacia Leila, que servía
con esmero un plato de sopa en la mesa del
anfitrión.

Arnulfo, Sasha, Juvenal y otros miembros


importantes de la familia Duque estaban
sentados allí, junto con algunos invitados
importantes. Leila era la hija de Arnulfo, pero
no se le permitía sentarse en esa mesa e
incluso tenía que servirles la comida. Nataniel
··························································································································· ®
sacudió la cabeza. «Los Duque son una
familia importante de Arboledas, pero Arnulfo
está exagerando», pensaba mientras perdía la
paciencia.

Cuando Leila llevó la sopa, Sasha la empujó


de repente. Leila tropezó y la sopa caliente se
derramó, le salpicó las manos y estas se
pusieron rojas por el hervor. Estaba llorando,
pero se negaba a soltar el plato. Los que
estaban cerca suspiraron con preocupación,
pero Sasha sonrió triunfante. En ese
momento, Nataniel se acercó corriendo y
—Suegra, ¿está bien?
Le quitó el plato a Leila y lo estrelló contra el
suelo. Las manos de Leila se pusieron rojas y
empezaron a salirle ampollas. Miró el plato
destrozado con ansiedad y dijo:

—Nataniel, estoy bien, pero la sopa...

Cuando Sasha vio que Nataniel había


destrozado el plato, se levantó y les gritó a
Nataniel y a Leila:

—¡Mujercita, ni siquiera sabes sostener bien


un plato! ¡Y tú, cómo te atreves a romper mi
plato de sopa! ¿Sabes lo cara que esta es? —
En el momento en que Sasha terminó de
hablar, Nataniel le dio una fuerte bofetada en
la cara.

¡Paf!

La cara de Sasha empezó a hincharse y su


peinado empezó a deshacerse. Todos
estaban atónitos. Sasha se sostuvo la cara y
miró a Nataniel con rabia.

—¿Cómo te atreves a pegarme?

—Eres despreciable y grosera. Tengo todo el


derecho a pegarte —dijo Nataniel tras escupir
al suelo con indiferencia.
Ya no se contuvo. Toda su personalidad
cambió y ahora parecía un general con gran
autoridad. Era como si a Nataniel no le
··························································································································· ®
importara nadie más en el recinto. Sasha se
sorprendió por el aura que él desprendía y
volteó a ver a Arnulfo.

—¡Señor, el yerno de esta mujer es un


descarado! ¡Golpeó a nuestro hijo y ahora me
golpeó a mí! ¡Tiene que hacer algo al respecto!

Arnulfo también estaba furioso. Golpeó la


mesa y gritó:

— ¡Otra vez! ¡Primero le pegas a mi hijo y ahora


le pegas a mi mujer! Leila, es la primera vez
que vienes en décadas, ¿y traes a este yerno
tuyo para hacerme enojar?

—Papá, eso no era lo que Nataniel y yo


pretendíamos —respondió ella temblorosa.

—¡Quiero que toda tu familia se arrodille ante


Sasha y Juvenal y se disculpe! —le exigió su

padre.

Leila se arrodilló de inmediato pero fue


detenida por Nataniel. Luego, él dijo:

Suegra, si te arrodillas ante tu padre para


desearle un feliz cumpleaños, no te detendré.
Pero ahora, te arrodillas para disculparte con
Sasha y Juvenal... Ellos no se lo merecen.

Bartolomé, Penélope y Reyna se habían


acercado también. Bartolomé sostuvo la
mano herida de Leila con ternura. Penélope
agarró también a su madre y la persuadió:

—Mamá, vamos a curar primero tu herida.


Déjale esto a Nataniel.

—Así es. Esta gente nunca nos ha recibido


aquí, así que no nos quedemos más tiempo.
Nos iremos después de esto —dijo Bartolomé,
pues estaba de acuerdo.

La familia de Arnulfo y los demás invitados


miraron a la familia de Nataniel y Arnulfo
··························································································································· ®
rugió: 47 >) A
—¿Cómo te atreves a desafiarme? —Luego se
burló—: Como no están dispuestos a
arrodillarse, haré que los guardias los ayuden.
—Después, ordenó a los guardias—: ¡Guardias,
hagan que se arrodillen!

En cuanto lo oyeron, los guardias se acercaron


a la familia de Nataniel. Sin embargo, en ese
momento, un empleado entró corriendo e
informó con entusiasmo:

—¡Señor, un importante invitado! Ha llegado


un importante invitado. —Arnulfo y los demás
se quedaron sorprendidos.

—¿Quién es? —preguntó.

—Es el general que dirigió el ejercicio militar


en directo en la televisión anoche, ¡el General
Franco Aragón! —bromeó el empleado con
emoción.

En cuanto terminó de decir esto, todos en la


sala de invitados empezaron a conversar
entre ellos. Incluso Arnulfo temblaba de

—¿De verdad? ¿En serio es el General Aragón,


el de la televisión de anoche? —preguntó.

—Sí —asintió el empleado—, incluso hay un


gran número de personal militar y vehículos
afuera. Los hombres del General Aragón están
preparando los regalos para usted. No solo va
a asistir a la celebración de su cumpleaños,
sino que incluso le ha
traído un montón de regalos. ¡Señor, es usted
impresionante!

Arnulfo estaba muy emocionado. «Los Duque


somos una familia muy importante en
Arboledas, pero no estamos ni de lejos al nivel
del General Aragón. ¿Por qué asiste a mi
celebración de cumpleaños? Bueno, no
importa. Ahora que está aquí, la reputación de
la familia Duque recibirá un gran impulso», se
··························································································································· ®
decía a sí mismo con satisfacción.

—¡El General Franco Aragón le desea al Señor


Arnulfo Duque un muy feliz cumpleaños! —
anunció una voz fuerte. Luego dos tropas de
soldados trajeron todo tipo de regalos y
entraron en la sala. Los regalos incluían
cuadros famosos y antigiledades. Incluso
había dos cajas de cigarrillos y vino

exclusivos para militares.

Después, veinte soldados entraron con


regalos y un hombre de mediana edad con
uniforme militar entró con unos cuantos
soldados a su lado. Era nada menos que
Franco Aragón. Arnulfo Duque estaba muy
animado y llevó a su mujer y a su hijo para
darle la bienvenida y lo saludó:

—No sabía que el General Aragón iba a


venir. Me disculpo por no haberle dado la
bienvenida antes.

Franco sonrió:

—No pasa nada. Me enteré de que hoy es el


cumpleaños setenta del Señor Duque, así que
traje algunos regalos. Perdón por venir sin
invitación, todos.

Arnulfo sonrió también:

—Está bien, está bien. General Aragón, por


favor, tome asiento. —Arnulfo le ofreció el
mejor asiento de la mesa del anfitrión al
General Aragón, pero vio a la familia de
Nataniel al lado y se le cayó la cara—. Fuera,
ratas callejeras. No voy a seguir con este
asunto ahora que el General Aragón está aquí.
Lárguense —ordenó en voz baja.

La cara de Leila se quedó sin color. Llamó con


voz temblorosa:
—No tengo ninguna hija. Ahora piérdete —
respondió con burla.

··························································································································· ®
Nataniel ayudó a Leila a levantarse y dijo con
calma:
Suegra, no nos quieren aquí. No tiene sentido
quedarse, así que vámonos.

Leila no esperaba que las cosas salieran así


después de no haber ido en décadas. Asintió
con lágrimas en los ojos:

—¡Bien, vámonos!

Bartolomé tomó la otra mano de Leila y le dijo


con severidad:

—Cariño, volvamos. Vayamos de vuelta a


nuestra propia casa.

Cuando Leila vio el apoyo de su marido, su


hija, su yerno y su nieta, recuperó las fuerzas.
Asintió con la cabeza:

—De acuerdo. Volvamos, volvamos a nuestra

propia casa.

Después de eso, Nataniel partió con su familia


pero se encontró con Franco en el camino.
Franco quiso ofrecerle una reverencia, pero
Nataniel lo despidió con una inclinación de
cabeza. Franco observó cómo la familia de
Nataniel se marchaba y se quedó pensativo.
Arnulfo sonrió y le dijo:

Lamento que haya tenido que ver eso General


Aragón. Por favor, tome asiento. Juvenal, haz
que la cocina prepare también la comida para
los hombres del General.

Pero Franco lo rechazó:


—No es necesario. ¿Qué pasó con ellos? —Al
decir «ellos», por supuesto se refería a la
familia de Nataniel.

Arnulfo se sorprendió y sonrió:

—Esa es la familia de mi hija. Son unos pobres


pueblerinos. No nos hemos visto en décadas
··························································································································· ®
y vinieron a la celebración de mi cumpleaños
para comer gratis e incluso trataron de causar
problemas, sobre todo su yerno. Lastimó a mi
hijo e incluso golpeó a mi esposa, me puse
furioso y los eché atodos.

Franco asintió:

—Ya veo. En ese caso, usted también debería


echarme a mí.

Arnulfo y los demás se quedaron atónitos.


Arnulfo se apresuró a sonreír y dijo:

—i¡Ja, ja, jal Debe estar bromeando, General


Aragón. Es usted un invitado estimado. Nunca

se me ocurriría echarlo.
—No estoy bromeando. ¿Sabe la razón por la
que he venido? —respondió Franco con
frialdad, mientras los ojos de Arnulfo se
abrían de par en par en señal de asombro,

—No tengo ni idea. Por favor, acláreme.

¡Porque tiene usted una buena hija y su


hija tiene un yerno respetable! —explicó
Franco.

Toda la familia Duque y todos los invitados se


quedaron desconcertados. Entonces, Arnulfo
tuvo un mal presentimiento y preguntó con
voz temblorosa:

—General Aragón, ¿qué quiere decir con eso?

—Su nieto político, el Señor Cruz, es el hombre


al que más respeto tengo. He venido porque
he oído que estaba aquí deseándole un feliz
cumpleaños —respondió Franco manteniendo
su tono frío.

Cuando la familia de Arnulfo escuchó esto,


fue como un golpe. Franco miró sin emoción a
la familia Duque y resopló:

—Ya que echaron al hombre que más respeto


··························································································································· ®
se merece, ¿qué sentido tiene que me quede?
Por eso he dicho que puede echarme a mí
también.

—¡Nunca me atrevería! —respondió Arnulfo


con nerviosismo.

—¿Nunca se atrevería? Pero no perderé mi


tiempo con usted, dada su relación con el
Señor Cruz —se burló Franco, luego se dio la
vuelta para retirarse y sus soldados lo
siguieron.

Sasha, Juvenal y los demás tenían una


expresión de preocupación. Todos se
dirigieron a Arnulfo y comentaron:

—No esperábamos que el General Aragón


hubiera venido por Nataniel Cruz. Ahora que
los hemos echado y que el general se ha ido
en un ataque de ira, ¿ahora qué?

Arnulfo no esperaba que su nieto político


fuera una figura tan poderosa, tanto que
incluso el General Aragón lo admiraba. Se
arrepintió por completo y soltó:

—¡Todo esto ha ocurrido por culpa de ustedes


dos! Mi preciosa hija rara vez viene a casa y
todo lo que ustedes hacen es maltratar a su
familia. Ahora ya es demasiado tarde. ¡Vayan

a Duscarlos!

Leila lloraba mientras salía por las puertas de


la Mansión Duque con su familia. Su dolor
estaba al mismo nivel que cuando
fue rechazada por su familia por haberse
casado con Bartolomé Sosa. Nataniel la
consoló:

—Suegra, no esté triste. Ahora que nos


echaron, no volveremos aunque nos
supliquen.

—Hijo, nos echó de su fiesta. ¿Por qué habría


de rogarnos que volviéramos? Eres
··························································································································· ®
demasiado ingenuo —dijo Leila luego de
secarse las lágrimas y sacudir la cabeza con
amargura.

En el momento en que dijo eso, hubo un


alboroto detrás de ellos. Franco se marchó
con sus hombres y Arnulfo y los demás lo
siguieron. Arnulfo gritó con angustia:

—General Aragón, por favor, quédese. Mi


preciosa hija, tú y tu familia deben quedarse

también.

Leila y los demás se quedaron sorprendidos y


miraron a Arnulfo con confusión. Leila en
particular estaba perpleja:

—¿Papá? ¿Y ahora qué? ¿Aún quieres


reprender a Nataniel? Por favor, no lleves las
cosas más lejos.
Arnulfo sudaba y tenía una expresión
avergonzada. Hizo un gesto de desprecio:

—No, hija mía, lo has entendido mal. ¡Estoy

aquí para invitarlos a cenar


—¿Eh? —Leila, Penélope y Bartolomé miraron
a Nataniel estupefactos.

Mientras tanto, Reyna, que estaba en brazos


de Penélope, aplaudía de alegría:

—¡Papá tenía razón! El abuelo nos acaba de


invitar a regresar a la fiesta.

Leila estaba confundida por la actitud de su


padre y vaciló en su respuesta. Mientras tanto,
Nataniel se burlaba:

—Primero nos echaste y ahora nos invitas a


volver. ¿Qué quieres en realidad?

Arnulfo se encontraba en una situación


incómoda. Sonrió y dijo:

—Eh, mi querido nieto político, me equivoqué.


··························································································································· ®
Ahora, con toda sinceridad, invito a tu familia

a asistir a la fiesta. AÑ 5-1

—No hace falta, de todos modos no fuimos


bienvenidos. Nos sentamos en un rincón y mi
suegra incluso tuvo que servirte. Es más, tu
familia nos hizo la vida imposible —respondió
Nataniel con indiferencia.

—¡Eso no volverá a ocurrir, lo juro! —dijo


Arnulfo avergonzado dirigiéndose a la familia
de Nataniel—. ¡Por favor, vuelva también
usted, General Aragón! Por favor, disfrute de
mi fiesta de cumpleaños —dijo esta vez
dirigiéndose al general.

De pronto, el lugar se vio rodeado de coches.


Todos ellos de lujo, como Maybach, Rolls-
Royce y Lincoln Town Car. Para sorpresa de
todos, un grupo de hombres de mediana edad
y ancianos vestidos con trajes se bajaron de
sus respectivos coches. Eran entre diez y
veinte en total y todos ellos eran personas
influyentes de Arboledas.

—¡Dios mío, el hombre más rico de Arboledas,


Lisandro del Rincón está aquí! —exclamó uno.

—¡El mayor magnate inmobiliario de


Arboledas, Leonardo Bárcenas! —replicó otro.

—¡El Director Ejecutivo de la Corporación de


Industria Militar Volframia, Jaziel Carranco! —

añadió alguien más. A] 5 >)


Arnulfo y los demás estaban a punto de
volverse locos. Los presentes eran los
hombres más influyentes de Arboledas,
hombres con los que la familia Duque no
podría entrar en contacto en circunstancias
normales. «¿Por qué están aquí estos
hombres influyentes?», seguían
preguntándose. Mientras la familia de Arnulfo
seguía confundida, Lisandro del Rincón ya
había corrido hacia Nataniel al tiempo que
sonreía:
··························································································································· ®
—Hola, soy el hombre más rico de Arboledas,
Lisandro del Rincón. Cuando me enteré de
que estaría aquí, preparé un festín para usted
y me gustaría invitarlo a mi humilde morada
para comer —dijo dirigiéndose a Nataniel.

Luego Leonardo Bárcenas llevó a sus


hombres y dijo:

—Señor Cruz, ya reservé todo el Hotel Imperial


para usted y su familia.

Jaziel Carranco no quiso quedarse atrás y


a

—Señor Cruz, ya conseguí que los mejores


chefs del Restaurante El Paladar Exigente
preparen una comida. Por favor,
complázcanos con su presencia.
El resto de los presentes insistieron a Nataniel
para invitarlo a comer. No solo Arnulfo y sus
invitados se quedaron atónitos, sino que
incluso Penélope y los demás también se
vieron sorprendidos. Nataniel sonrió a Arnulfo:

—Bueno, parece que tenemos un montón de


gente que nos invita a cenar. Tendrás que
esperar en la fila.

Esta frase hizo que Arnulfo se sintiera


avergonzado y quisiera que se lo tragara la
tierra. Arnulfo se llenó de arrepentimiento. Si
hubiera sabido que Nataniel era una persona
tan poderosa, nunca habría echado a su
familia de la fiesta de cumpleaños. Sin
embargo, ya era demasiado tarde para
suplicarle al propio Nataniel y entonces se
dirigió a su hija, Leila y sonrió.

—Mi preciosa hija, nos equivocamos antes.


Por favor, perdónanos y acompáñanos a
Sasha y Juvenal se indignaron, pero no
pronunciaron ninguna palabra. Leila había
llegado a la Mansión Duque con mucha
ilusión, pero todas sus esperanzas se vieron
frustradas. No le importaba que la
··························································································································· ®
intimidaran, pero Arnulfo humilló a su marido,
a su hija y a su yerno. Incluso llegó a
humillarla delante de su marido, así que su
corazón estaba roto. Entonces sacudió la
cabeza y dijo:

—Papá, tenías razón. No debería haber venido


en absoluto. Cuando no podía verte, te
extrañaba mucho, pero cuando por fin me
reuní contigo, las cosas se pusieron feas entre
nosotros. Te deseo la mejor salud, pero
regresaremos a Ciudad Fortaleza ahora
mismo.

—No te vayas. Sé que no quieres perdonarnos,


pero... ¿Qué tal esto? Haré que te pidan perdón
—respondió Arnulfo de inmediato y se volteó
hacia Sasha y Juvenal y luego les exigió con
severidad—: ¡Ustedes dos, discúlpense con mi

Los ojos de Sasha se abrieron por completo.

—¿Qué? Aunque tengo más o menos su edad,


sigo siendo su madrastra después de todo.
¿Cómo podría disculparme con ella?

—Papá, ¡nunca me disculparé con ella! —gimió


Juvenal.

¡Paf!

Arnulfo abofeteó a su hijo en la cara y lo


reprendió:

—¡Escoria inútil! Si no me escuchas, los


repudiaré a los dos.

En las familias importantes, el jefe de familia


tenía la última palabra en todo. Las esposas y
los hijos se quedaban sin nada si eran
repudiados pues eso implicaba que serían
desheredados. Sasha y Juvenal vieron que
Arnulfo hablaba en serio, entraron en pánico y
no se atrevieron a desobedecerlo.

—¡Llámala tu hermana! —le espetó Arnulfo.


—Lo siento, hermana —se disculpó sin ganas.
··························································································································· ®
—Leila, hice mal. Lo siento —se disculpó
también Sasha en voz baja.

Leila era una persona de corazón blando.


Como su madrastra y su hermanastro se
disculparon, se apresuró a decir:

—Está bien, no me lo tomé a pecho.


Arnulfo se rio y agregó:

—De acuerdo entonces, ¡volvamos a la


Mansión Duque! —Pero cuando Leila escuchó
esto, dudó:

—Sobre eso... —Volteó hacia Nataniel. Aunque


quería perdonar a su padre y sentarse a cenar
juntos, no sabía si Nataniel estaría de

acuerdo. A] 6-2

Todos se fijaron en la expresión de Nataniel.


La familia de Arnulfo rezaba con especial
ahínco para que aceptara. Si él se quedaba,
Franco Aragón también lo haría y si lograban
invitar al general como huésped, la reputación
de la familia Duque
en Arboledas se dispararía. Entonces Leila
pidió la opinión de Nataniel en voz baja:

—Nataniel...
Luego, Nataniel sonrió y respondió:

—Suegra, dejaré que seas tú quien decida. Si


quieres volver, mamá, volveremos contigo. Si
quieres comer en otro sitio, tenemos mucha
gente que nos invita a cenar.

Lisandro del Rincón y los demás miraron con


atención a Leila, esperando que eligiera a uno
de ellos. Pero Leila por fin se decidió:

—Nataniel, Peni, hoy es el cumpleaños de mi


padre. Vamos a quedarnos a comer.

Nataniel, Penélope, Bartolomé y Reyna


asintieron. Arnulfo estaba muy emocionado,
··························································································································· ®
se dirigió a Franco y le preguntó con cautela:

—General Aragón, ¿se quedaría a tomar una o

dos copas?

Franco sonrió y le dijo:

—Si el Señor Cruz asiste, por supuesto que yo


también lo haré,

Arnulfo aceptó con alegría. Nataniel notó que


Lisandro y los demás estaban desanimados y
sonrió. Entonces les dijo:

—Aprecio su consideración al invitarme.


Muchos de ustedes me han invitado, pero no
puedo ir a todas partes a la vez. ¿Qué les
parece esto? Ya que es el cumpleaños del
Señor Duque, unámonos a su fiesta, ¿de
acuerdo?

Lisandro y los demás aceptaron con


entusiasmo. Arnulfo no esperaba poder invitar
a tanta gente influyente que por lo general le
resultaría difícil incluso conocer. Estaba tan
emocionado que su cara se puso roja.
Mientras daba la bienvenida a los invitados, le

ordenó a su hijo:

—¡Trae mi mejor vino para los invitados!

Todos los presentes trataron a la familia de


Nataniel como invitados VIP y volvieron a
entrar en la sala. Esta vez, Arnulfo dispuso
que la familia de Nataniel, Lisandro del
Rincón, Franco Aragón y las demás personas
influyentes se sentaran en la mesa del
anfitrión. Sasha y Juvenal tuvieron que
sentarse en una mesa contigua porque no
había suficientes asientos.

Durante la comida, todos elogiaron a Arnulfo


por haber criado a una hija tan espléndida.
Arnulfo estaba feliz y arrepentido al mismo
tiempo. Después de todo, no se había
··························································································································· ®
preocupado por su hija en todo este tiempo,
aunque sabía que era pobre. Por su parte,
Leila estaba contenta, pero no era tonta. Sabía
que solo la trataban así gracias a su yerno,
Nataniel.
Leila miró a Nataniel y empezó a admirar aún
más a su yerno. Tenía una expresión de
orgullo que decía: «¡Mi yerno es genial!».
Mientras tanto, Penélope miraba a Nataniel
sorprendida. Nataniel se dio la vuelta y le
preguntó con una sonrisa:

—¿Por qué me miras a mí?

—Dime la verdad, ¿por qué te admira tanto el


General Aragón? Además, ¿por qué gente
como Lisandro del Rincón te invita a cenar? —
le susurró ella.

Ambos susurraban entre sí, pero Bartolomé,


Leila, Arnulfo y los demás podían oírlos.
Todos aguzaron el oído y esperaron la
explicación de Nataniel, pero este mintió con
naturalidad mientras respiraba: 41 7 7

—Es sencillo. Cuando estaba en el Ejército del


Norte, estaba a cargo del General Aragón. Una
vez arriesgué mi vida para salvarlo, así que me
trata muy bien. En cuanto al Señor Del Rincón
y los demás, me tratan con respeto por
consideración hacia el General Aragón. —Al
decir esto, se volvió hacia Franco—: ¿No es
así, General Aragón?
Franco y los demás conocían la identidad de
Nataniel, pero también sabían que le gustaba
pasar inadvertido, de manera que entendieron
lo que quería decir y asintieron. La familia de
Penélope comprendió por fin la situación y
Leila, que no solía beber, propuso un brindis a
la salud de Franco.

—Me dijo Nataniel que alguna vez salvó a un


oficial. Incluso me dijo que el oficial se
preocupaba mucho por él y que nos ha
salvado de muchos problemas. Ese oficial era
el General Aragón, ¿verdad? Permítame darle
las gracias en nombre de mi familia.
··························································································································· ®
—¡No es nada, de verdad! Puede que sea
mucho mayor que Nataniel y puede que sea
un general, ¡pero no soy su oficial! De hecho, él
es mi jefe, ¡y a él le debo mi rango actual! —
respondió Franco de prisa.

Después de la fiesta, Franco tuvo una rápida


plática con Nataniel sobre Daniel Talavera y le

informó: A1 O

»General, cuando los cadáveres de Rubén y


Aurelio fueron llevados a Alameda, Daniel
Talavera no mostró signos de flaqueza en
absoluto. Incluso envió a su
hijo, Damián Talavera, a aprovechar sus
conexiones militares para averiguar algo de
mí.

—¿Qué le preguntó? —dijo Nataniel dibujando


una sonrisa.

—Dijo que César Díaz movilizó a un grupo para


matar a Rubén y Aurelio por usted. Quería
preguntar si yo di esas instrucciones o si
César actuó por su cuenta —respondió Franco
y añadió—: ¡Hasta ahora, siguen pensando que
César es un coronel cualquiera!

—En ese caso, dígale que usted no tuvo nada


que ver con eso —respondió Nataniel con
calma.

—Entonces, ¿no le harán la vida imposible los


Talavera, General? —replicó Franco frunciendo
el ceño, a lo que Nataniel respondió con otra

sonrisa.

—Daniel Talavera ha logrado despertar mi


interés. Sus acciones han hecho que me
decida a acabar con el cáncer del Sur de una
vez por todas. Por lo tanto, aunque no me
ofenda, me desharé de él poco a poco.

—En ese caso, acabemos con él por la


··························································································································· ®
fuerza. Enviaré unas decenas de miles de
soldados para acabar con él —le sugirió
Franco, pero Nataniel negó con la cabeza.

—Talavera fue gobernador del Sur. Tiene


muchos contactos allí. Después de trabajar
duro durante dos décadas, sus hijos y
hombres ya se han hecho con el control de la
mayoría de los negocios rentables del Sur. Si
lo enfrentamos de golpe, provocaremos un
colapso económico. Hace unos días, Patricio
Guerra solicitó reunirse conmigo. Está de
acuerdo con deshacerse de Talavera, pero
cree que debemos hacerlo con calma. De esa
manera, podemos deshacernos de él sin
causar una recesión.

Franco comprendió las intenciones de


Nataniel y supo que había decidido
deshacerse de Talavera de forma gradual.
Hasta la fecha, Nataniel no había revelado su
condición de general ni había utilizado ningún
método extremo, todo lo que hizo fue reducir
con calma a los hombres de Daniel Talavera,
matando a gente como Rubén Ortiz y Aurelio
Soto, igual que se cortan las ramas de un gran
árbol antes de seguir con el tronco. Daniel
Talavera era como una rana en agua
hirviendo: no se daría cuenta de que la

temperatura del
agua sube poco a poco y cuando reaccionara,
sería demasiado tarde y estaría acabado.

Por fin, Franco respondió:

—Como ya tiene un plan, General, seguiré sus


instrucciones.
Al terminar la fiesta, Lisandro del Rincón y los
demás hombres influyentes de Arboledas se
marcharon. Arnulfo, que ya estaba algo
borracho, invitó a la familia de Nataniel a
quedarse unos días, pero Sasha y Juvenal
estaban disgustados y Penélope tenía
muchos asuntos que resolver en el trabajo.
Leila rechazó la invitación de su padre con
··························································································································· ®
cortesía y esa noche tomaron un avión de
vuelta a Ciudad Fortaleza.

Cuando llegaron a su casa, ya era la una de la


madrugada. Nataniel acababa de convencer a
su hija para que se durmiera cuando Penélope
entró en la habitación con un camisón de
seda después de darse una ducha y él se

quedó sorprendido por su belleza. 41 8-1

Desde que Nataniel y Penélope se conocieron


y vivieron con los Sosa, Penélope nunca había
vestido un camisón, todas las noches se
ponía un pijama conservador. Ahora que iba
conociendo a Nataniel y comprendiendo su
personalidad, poco a poco se fue sintiendo
atraída por él y lo aceptó como su marido.
Pero ahora había bajado la guardia todavía
más, pues aquella noche decidió ponerse el
camisón que hacía tiempo que no se ponía.

El camisón de seda parecía un rayo de luna


que cubría a Penélope. Su curvilinea figura
resultaba aún más misteriosa y sus hermosas
piernas se veían de un largo excepcional y
parecía un elegante cisne. Cuando Nataniel la
vio vestida de forma tan seductora, se quedó
embobado con ella. Penélope se avergonzó y
dijo:

—¿Qué estás mirando?

—Cariño, tienes una gran figura —dijo él


sonriente.

Penélope se sonrojó y se sintió al mismo


tiempo tímida y encantada, pero dijo:

—¿Ah sí?

—¡Sí!l —afirmó Nataniel y al decir esto la


abrazó.

Penélope se puso nerviosa y gritó:

—¡Nataniel! —Él sostuvo su cara y besó sus


··························································································································· ®
labios rojos y brillantes.

Penélope protestó y lo golpeó. Sin embargo,


sus movimientos se fueron
debilitando poco a poco y comenzó a
abrazarlo con fuerza, devolviéndole el beso.
Los dos estuvieron atrapados en un profundo
beso durante mucho tiempo y pronto las
manos de Nataniel se introdujeron de forma
instintiva en el camisón de Penélope. Ella, que
estaba hipnotizada por el beso, se dio cuenta
de repente de sus manos, las agarró y
respondió con voz temblorosa:

—Nataniel, no. Todavía no... —Nataniel se


sorprendió y sonrió. La besó en la mejilla y se
disculpó.

—Lo siento, lo llevé demasiado lejos.

Penélope se puso muy roja, pues aunque lo


rechazó porque estaba con la regla, él la
malinterpretó y pensó que ella aún no era
capaz de soltarse y entregarse a él, por lo que
se apresuró a explicar:

—Nataniel, en realidad... 41 8-3

—Está bien. Sé que aún no estás preparada en


tu mente. Estoy dispuesto a esperar el día en
que puedas confiar en mí por completo.

Penélope se sintió conmovida. Quería

decirle a Nataniel que se había enamorado de


él, pero estaba con la regla y no se atrevía a
decir algo tan incómodo. Por otro lado, sentía
que él tenía razón, pues él no había pasado
con él mucho tiempo todavía y aunque no
podía negar que se habían gustado, gustar y
amar a alguien eran dos cosas diferentes.

Después de todo, uno le puede gustar al otro


durante un tiempo, pero el amor es una
promesa para toda la vida. Solo el tiempo dirá
si se trata de un amor verdadero. Mientras
ambas partes se entreguen con sinceridad,
··························································································································· ®
sin duda verán que un día su relación dará
frutos.

Esa noche, Penélope abrazó a Nataniel para


que se durmiera y mientras este se
encontraba en un estado de somnolencia, la

escuchó murmurar:

—Te amo, Natanie!l...

Al día siguiente, toda la familia se levantó.


Penélope se dirigió al trabajo justo después
del desayuno. Poco después de llegar a la
oficina, llegaron buenas noticias del Centro de
Pruebas Farmacológicas. La vacuna contra el
cáncer de hígado que habían enviado para su
análisis había superado todas las pruebas a la
perfección. Ahora, se estaba enviando a los
superiores para la segunda ronda de pruebas.

Si la primera ronda de pruebas era exitosa, la


segunda estaba casi garantizada. Por lo tanto,
la vacuna contra el cáncer de hígado del
Grupo Cruz pronto obtendría la aprobación del
Ministerio de Salud para su venta. Penélope
llamó a Nataniel para informarle de las
buenas noticias. Le dijo que se pusiera en
contacto con el Grupo Vouivre para acelerar la
entrega de la maquinaria que el Grupo Cruz

En la Mansión Talavera en Alameda, Daniel


Talavera estaba discutiendo con sus hijos,
Felipe y Damián. Damián informó:

—Le pedí a alguien que investigara los

asesinatos de Aurelio y Rubén. No tienen nada


que ver con Franco Aragón. Un coronel
llamado Díaz había tomado la decisión de
ayudar a Nataniel Cruz por iniciativa propia. —
··························································································································· ®
Los ojos de Daniel se entrecerraron—. Dado
que Aragón dijo que no tenía nada que ver, no
necesitamos contenernos, podemos ir directo
a atacar a Cruz ahora.

La mirada de Daniel se dirigió entonces a


Damián y le indicó:

—Damián, te lo dejo a ti.

—No te preocupes, papá. Nataniel Cruz no es


nada para mí. Lo eliminaré con los ojos
cerrados y te entregaré los derechos de
fabricación de la vacuna contra el cáncer de
hígado como regalo —dijo Damián sonriendo y
Daniel se echó a reír al escuchar esto.

El Grupo Cruz estaba a cargo del Proyecto del


Centro Comercial Oriental, encabezado por
Bruno Hurtado. Todo iba viento en popa. En la
fábrica farmacéutica, Bartolomé Sosa estaba
contratando y formando a los trabajadores a
gran escala. En el momento en que la vacuna fuera
aprobada por el Ministerio de Salud y llegara
la maquinaria, la fábrica podría comenzar la
producción en masa. Penélope era mucho
más libre ahora y no tenía que hacer horas
extras con tanta frecuencia como antes, por lo
que tenía mucho más tiempo para pasar con
su familia.

Como sabía que a Nataniel le encantaba el té,


lo llevó a una sesión de té por la tarde. Se
dirigieron a la casa de té más famosa de
Ciudad Fortaleza, Casa de Té de Marfil. Esta
estaba situada justo al lado del Lago Rosa,
por lo que tenía una vista panorámica. En un
día soleado, se podían apreciar incluso las
esponjosas nubes blancas del cielo y era un
lujo poder ver el cielo claro y las nubes
blancas en esa ciudad. Casa del Té de Marfil
se llamaba así porque en el pasado solo los
ricos podían comprar marfil. Además, esta
casa de té era propiedad de Mariana Soriano,
la experta en té de Ciudad Fortaleza.

Aunque Soriano ya había pasado la década de


··························································································································· ®
los treinta, seguía teniendo una figura
voluptuosa. Además, sus habilidades para
preparar el té eran las mejores de Ciudad
Fortaleza. Por eso, a
mucha gente rica le gustaba beber té allí.

Sin embargo, las personas que preparaban el


té para los clientes por lo general eran sus
discípulas, pues Mariana Soriano no
preparaba el té en persona a menos que la
otra parte fuera alguien importante y le
gustara mucho el té. Incluso se decía que el
alcalde de Ciudad Fortaleza había venido tres
días seguidos solo para beber el té preparado
por Soriano y, para su sorpresa, ella no lo
agasajó sino que dejó que sus discípulas le
sirvieran en su lugar. Cuando se corrió la voz,
todos estimaron que el té preparado por la
propia Soriano era muy valioso y se convirtió
en un honor poder beber su té.

Nataniel y Penélope se dirigieron a la casa de


té tomados de la mano. El segundo piso
requería un pago adicional, pero el primero
estaba muy concurrido y era muy ruidoso, así
que la pareja optó por sentarse en el segundo,
que era más refinado. La tetera más barata
costaba unos cuantos cientos. Por lo tanto,
había menos gente en el segundo piso y

estaba mucho más limpio.

Nataniel y Penélope eligieron un asiento junto


a la ventana, pues era un buen lugar
con vistas al lago y al cielo. Un especialista en
té se acercó para tomar su pedido, pero
Penélope se sorprendió al ver el menú porque
la infusión más barata costaba casi
trescientos y los tés más caros costaban unos
cuantos miles, o incluso diez mil.

Penélope estaba acostumbrada a vivir con


moderación y no soportaba la idea de gastar
miles solo para tomar un té. Por eso, pidió la
opinión de Nataniel y al final se decidió por la
opción más barata. La especialista en té,
Ivonne, se mostró insatisfecha al ver que
··························································································································· ®
habían ocupado un lugar tan bueno, pero
habían pedido la tetera más barata. En ese
momento, una voz chillona gritó: 41 9-5

—¡Pero por qué, si no es mi hermana!


Nataniel y Penélope alzaron la mirada para ver
a una mujer muy bien vestida. Esa mujer era
su prima, Fabiola Sosa, que vestía bien y
estaba arreglada con joyas de las mejores
marcas. Era hermosa, pero parecía algo
arrogante. Penélope exclamó:

—¡Fabiola, has vuelto!

—He vuelto para echar un vistazo. ¿Este es tu


marido, Nataniel? ¿El inútil del que hablaban el
abuelo y los demás? —se burló.

—¡Deberías llamarlo cuñado! —la reprendió


Penélope frunciendo el ceño.

—¡No se lo merece! Penélope, no me


corresponde interferir en tus asuntos
privados, ¡pero debiste haberte casado con
alguien mejor! Al ser una persona tan inútil,
era de esperarse que solo pudiera pagar el té
más barato cuando sale a cenar contigo. ¡Qué
verguenza! —le espetó como respuesta.
Cuando Fabiola terminó, señaló a un hombre

con traje—. ¡Teodoro, ven aquí! A2 0-1

El hombre se acercó a un ritmo natural. Tenía


una complexión grande y rasgos definidos.
Mientras daba pasos firmes
hacia ellos, desprendía un aura refinada. Era
evidente que Teodoro era un auténtico
profesional. Fabiola los presentó:

»Este es mi novio, Teodoro Legarreta. Es el


Gerente General del Grupo Océano, un
subordinado de confianza del Director
Ejecutivo... Teodoro, esta es mi prima
Penélope Sosa y su marido, Nataniel Cruz.

Teodoro tenía una sonrisa irónica mientras


extendía una mano hacia Penélope:
··························································································································· ®
—¿Cómo está usted, Señorita Sosa? —Pero
Penélope no le aceptó la mano.

—Lo siento, Señor Legarreta. A mi marido no


le gusta que yo les dé la mano a otros
hombres.

Teodoro sonrió y le ofreció a Nataniel un

apretón de manos en su lugar. 420 >)

—¿Cómo está usted, Señor Cruz?

Nataniel sonrió y estrechó la mano de


Teodoro. Penélope no sabía lo que era el
Grupo Océano, pero Nataniel sí. El Grupo
Océano era la empresa de Damián Talavera,
que comerciaba con armas de fuego. «Este
hombre era el subordinado de
confianza de Damián Talavera. En ese caso,
esto no puede ser una coincidencia. Es
probable que Talavera lo haya enviado», pensó
Nataniel. De hecho, Damián Talavera había
enviado a Legarreta a tratar con Nataniel.

Legarreta escuchó que Nataniel era un tipo


poderoso que había matado al Asesino y al
Maniático de la Pelea, así que había venido a
sondear el terreno. Se dieron la mano y
Teodoro hizo una mueca de disgusto y aplicó
un poco de fuerza en su mano, intentando
aplastar la de Nataniel. Sin embargo, este
tenía una sonrisa en su rostro, incluso cuando
solo estaba empleando la mitad de su fuerza.
Teodoro se sorprendió y utilizó el ochenta por
ciento de su fuerza para intentar aplastar la
mano de Nataniel. Ya había utilizado la fuerza
suficiente para aplastar una piedra, pero
Nataniel seguía sonriendo como si se tratara
de un apretón de manos de lo más normal.

Teodoro estaba desconcertado. 420-3

Al ver que a Teodoro se le habían acabado las


ideas, Nataniel sonrió y se preparó para
devolverle el apretón. Sin embargo, Penélope
··························································································································· ®
sintió que algo estaba mal y se apresuró a
hablar:

—¿Por qué no lo sueltas ahora de una vez? No


me digas que estás cambiando de gustos,
Nataniel? —dijo Penélope buscando aliviar la
tensión. Nataniel sonrió y soltó la mano de
Teodoro.

—¡Ja, ja, ja, el Señor Legarreta solo estaba


probando la fuerza de mi mano!

Teodoro no sabía que acababa de esquivar


una bala. Miró a Nataniel y dijo con calma:

—Una vez fui mercenario en el extranjero. La


mano del Señor Cruz parecía firme y robusta,
así que no pude evitar intentar medir mi
fuerza.

Fabiola sonrió e intervino:

—¡Teodoro, ya has luchado en innumerables


batallas! ¿Cómo podría compararse contigo
un debilucho como Nataniel? Intenta no

romperle la mano. A20-4

Ivonne, la especialista en té, se había


impacientado y los interrumpió:

—¡Eh, ustedes! ¿Qué están pidiendo? Si están


pidiendo la infusión más barata, por favor,
busquen otro asiento. Este asiento
requiere un pedido mínimo de mil. Si piden la
más barata, pueden sentarse en las mesas
más cercanas a los baños. No me importa lo

que quieran beber allí.


Nataniel y Penélope fruncieron el ceño ante
estas palabras, pero Fabiola se mostró mucho
más contundente:

—¿Qué quiere decir? ¿Qué clase de servicio es


este? —vociferó.

··························································································································· ®
—Estas son nuestras reglas. Sí no puede pagar
un buen té, tendrá que sentarse fuera del baño.
¿Por qué se comporta como una reina cuando
está en la ruina? —dijo la especialista en té,
Ivonne, levantando la barbilla.

Fabiola estaba más que furiosa:

—¡Todo es culpa tuya! —le dijo a Penélope—.


¿Por qué pediste un té tan barato? Me estás
dejando en ridículo. "Después de increpar a
Penélope y Nataniel, se dirigió a la especialista
en té—: Quiero una tetera de su mejor té, de
esos que cuestan diez mil la tetera.

—¿En serio? —preguntó Ivonne eufórica.

—Por supuesto —dijo Fabiola con petulancia—.


Además, esta mesa es demasiado grande para
ellos. Haga que se sienten en otra.

—Por supuesto —asintió la especialista en té


con una sonrisa ferviente. Luego, se dirigió a
Nataniel y Penélope con cara seria y les dijo—=:
Por favor, pasen a una de las mesas fuera del
baño. Pueden elegir la que quieran.

Penélope estaba enfurecida, pero Nataniel


preguntó con calma:

—¿Por qué tenemos que ceder nuestros


asientos?

Llegamos primero.

—Eso es porque ellos pidieron el té más caro —


replicó Ivonne—. Ustedes, en cambio, eligieron
el más barato. Por supuesto que ellos se
merecen una mesa mejor.

Fabiola y Teodoro sonrieron a Nataniel y


Penélope con regocijo. Nataniel mantuvo la
calma y continuó:

—¿Diez mil por una tetera es lo más caro que


tienen en el menú? Creía que costaba más que
su jefa, Mariana Soriano, le preparara el té a
··························································································································· ®
alguien.

Los ojos de todos se abrieron por completo.


Ivonne se rio con frialdad.

—Por supuesto, el té que prepara la Señora


Soriano es el que más cuesta. De hecho, solo lo
hace para los invitados más distinguidos. Por
desgracia, pocos en Ciudad Fortaleza tienen el
privilegio de beber algo preparado por ella en
persona. Incluso el alcalde solo podría soñar
con esta experiencia. ¿Quién se cree que es
usted? Pidió la tetera más barata. Está claro
que no tiene dinero, pero ¿piensa pedirle a mi
jefa que le prepare un té?

—¿El té de Mariana Soriano es de verdad tan


increíble? —preguntó Nataniel con una sonrisa.

—Por supuesto que lo es —se burló lvonne—.


Todos los peces gordos de Ciudad Fortaleza
que han probado el té de la Señora Soriano
están orgullosos de haberlo hecho.

Con un gesto de asentimiento, Nataniel sacó su


teléfono e hizo una llamada.

—Soy Nataniel Cruz. Quiero que Mariana


Soriano se presente ante mí en tres minutos.
Quiero que me prepare un té.

Todos se quedaron sorprendidos por las


palabras de Nataniel. Ivonne, Fabiola, Teodoro y
el resto de los comensales lo miraron
estupefactos. «¿Que la dueña de la Casa de Té
de Marfil aparezca en tres minutos para
prepararle un té a este tipo? ¡Ni siquiera el
alcalde podría hacer eso!», pensaban. Mariana
Soriano procedía de una familia adinerada y
abrió esa casa de té en Ciudad Fortaleza hace
muchos años. Innumerables invitados
anhelaban probar su té, pero nadie se atrevía a
amenazarla. Debido a su prominente historia
familiar, ningún pez gordo ordinario podía
permitirse el lujo de meterse con su lado
desagradable.

··························································································································· ®
«Nataniel siempre ha vivido de los Sosa, ¿y
ahora quiere que Mariana Soriano se presente
en tres minutos?», pensaba Fabiola para luego
empezar a reírse en tono despectivo,

—¡Ja! No tiene nada de vergonzoso beber té


barato o sentarse a la puerta del baño, pero te
acabas de humillar por completo con tu alarde.
Nunca te llames yerno de los Sosa. No eres
más que una vergiienza.

—¡Ja, qué montón de tonterías! Estás tan


seguro de ti mismo. La Casa de Té de Marfil no
es un lugar para que mendigos como tú vengan
a hacer sus locuras. Por favor, vete ahora
mismo o haré que los de seguridad te echen —
dijo Ivonne también burlándose de él y dejando
de lado toda

Varios hombres trajeados, con auriculares


Bluetooth en los oídos, se acercaron.

—¿Qué pasa, Señorita Ivonne?


Ella apuntó a la nariz de Nataniel y anunció:

—Este sujeto sin dinero está causando


problemas. Escogió un lugar agradable para
sentarse pero ordenó el té más barato
disponible. Después de que le pedí que se fuera
a otra mesa, ahora dice que quiere que nuestra
jefa se presente en tres minutos y le prepare un
té. ¿No es acaso un revoltoso? ¿No debo
echarlo de inmediato?

A pesar de que Ivonne se burlaba de él y de que


todos lo señalaban con el dedo, Nataniel no se
inmutó.

—¿No dijo que quien pidiera el té más caro se


podría sentar aquí? Por eso le pido a su jefa que
venga a prepararme un té. ¿Hay algún problema
con eso?

Penélope se puso roja de vergiienza y no pudo


dejar de señalarlo con la mirada. Quería que
Nataniel dejara de hablar, todo esto ya era
bastante humillante. Ni siquiera el alcalde,
··························································································································· ®
Rogelio Carmona, pudo disfrutar del té de
Mariana Soriano a pesar de haber venido
durante tres días seguidos, ¿cómo podría
esperar un tipo común y corriente como
Nataniel que ella se presentara en tres minutos
y le preparara el té?

—¿De verdad crees que alguien tan


insignificante como tú es digno de beber el té
de la Señora Soriano? —se burló Ivonne.

¿Qué tal si lo echamos ahora mismo, Señorita


Ivonne? —preguntó uno de los guardias de
seguridad.

—El hombre dice que puede hacer venir a su


jefa en tres minutos. Ya han pasado dos
minutos, así que ¿por qué no esperamos un
minuto más? —intervino Fabiola, que estaba de
pie observando el alboroto, con sarcasmo.

—Estoy de acuerdo con ella —dijo Teodoro con


una sonrisa falsa.

—Claro, me encantaría verlo envuelto en una


situación incómoda —dijo Ivonne mientras se
cruzaba de brazos y reía con gusto.

Penélope estaba muy preocupada de que


Nataniel solo acabara en una situación

complicada. Antes de que pasaran tres


minutos, lo tomó del brazo y le dijo:

—Ven, Nataniel. Tomemos el té en otro lugar.

—No. Quiero disfrutar de mi té aquí hoy y quiero


que Mariana Soriano lo prepare.

Ivonne no pudo evitar reirse.

—Me arrastraré fuera de aquí si de verdad


consigues beber el té de la Señora Soriano.

—Nunca me han ofrecido una apuesta así en


toda mi vida —respondió Nataniel sonriendo.

··························································································································· ®
Ivonne lo fulminó con la mirada y dijo con
altanería:

Entonces te arrastrarás fuera de aquí en cuatro


extremidades si no consigues beber su té. Eso
no debería ser un problema, ¿verdad?

La expresión de Penélope se volvió espantosa,

pero Nataniel aceptó al instante antes de que


ella pudiera detenerlo.

—¡De acuerdo!

Fabiola y Teodoro sonrieron de oreja a oreja y


se burlaban:

—¡Ja, ja, ja! Parece que está a punto de ocurrir


algo interesante.

Cuando parecía que su victoria estaba


asegurada, Ivonne miró su reloj y anunció:

—Le quedan diez segundos.

De repente, los rumores de pasos apresurados


llegaron desde las escaleras. Todos se dieron la
vuelta hacia ellas.

—¡Oh, Dios! La jefa está aquí. ¡En serio es


Mariana Soriano! —exclamó alguien.

Ataviada con un vestido tradicional bordado de


color verde, una mujer de unos treinta años de
aspecto espectacular entró a toda velocidad
con unos cuantos empleados. Era Mariana
Soriano, la propietaria de la Casa de Té de
Marfil y la mejor conocedora de té de Ciudad
Fortaleza. Su aparición causó un revuelo
instantáneo. Ivonne, Teodoro, Fabiola y
Penélope no podían creerlo.

Qué está haciendo aquí, Señorita Soriano? —


preguntó Ivonne, horrorizada.

Mariana se dirigió a Nataniel y lo saludó con


respeto, ignorando a Ivonne.
··························································································································· ®
—De verdad es usted, Señor Cruz. Lo he
idolatrado durante mucho tiempo. Debe ser mi
día de suerte para verlo en persona.

Todos en la casa de té estaban atónitos una vez


más. Esta mujer, que ni siquiera le daba la hora
al alcalde, estaba tratando a Nataniel con
reverencia. Sin embargo, él respondió con
indiferencia:

—¿En serio? Su empleada no parece darme la


bienvenida.

Ivonne palideció al instante. Asombrada y


furiosa al mismo tiempo, Mariana preguntó de
inmediato qué había pasado. Echaba humo de
rabia y miró a Ivonne con frialdad.

—Nunca dije que los buenos asientos fueran


solo para los clientes que piden té caro. Eres mi
discípula; ¿cómo puedes maltratar así a mis
clientes? Le prepararé personalmente al Señor
Cruz un té para disculparse. Puedes empezar a
arrastrarte fuera de aquí. Además, ya no eres mi
discípula. ¡Cuídate tú sola a partir de ahora!

Ivonne se puso de rodillas con un fuerte golpe.


—¡Señorita Soriano!

—Te he dicho muchas veces que te comportes


bien antes de aprender a preparar el té —dijo
Mariana de manera distante—. Tienes una
Actitud terrible. Deberías ir a casa y reflexionar sobre ti
misma.

Ivonne se arrodilló en el suelo y chilló con


arrepentimiento. Por desgracia, era inútil llorar
sobre la leche derramada. Con un gesto de la
mano de Mariana, dos subordinados se llevaron
a Ivonne. Luego, Mariana volteó para
disculparse con Nataniel.

»Siento mucho lo que sucedió, Señor Cruz y


Señora Sosa. Por favor, permitanme prepararles
un té como disculpa.

··························································································································· ®
—Seguro —respondió Nataniel.
El público volvió a escandalizarse.
«¡De verdad va a prepararle un tél».

Fabiola y Teodoro miraron a la pareja con


sentimientos encontrados. Fabiola, en
particular, parecía estar muy celosa. Mariana
ordenó a sus subordinados que trajeran
algunas hojas de té caras y un juego de té de
primera calidad. Después encendió algo de
carbón en una pequeña estufa de arcilla roja y
puso a hervir el agua que utilizaría para el té de
Nataniel. Consciente del estatus de Nataniel,
hizo su mayor esfuerzo y no se atrevió a omitir
ni un solo paso. Sus movimientos parecían muy
ligeros y agradables a la vista. Era una
verdadera experta. El té quedó listo y Mariana le
sirvió una taza a Nataniel.

—Por favor, disfrute su té, Señor Cruz.

Los ojos de todos se abrieron mientras miraban


a Nataniel con envidia.

De verdad le está ofreciendo una taza con las


dos manos. ¡Nunca nadie había recibido ese
trato!l».

Cómo deseaban estar en el lugar de Nataniel en


ese momento. Lo que hizo Nataniel a
continuación hizo que todos se quedaran con la
boca abierta. En lugar de tomar la taza de
Mariana, dio un pequeño golpe con el dedo en
la mesa.

—Déjelo.
Mariana se puso nerviosa.

—¿El té no es de su agrado, Señor Cruz? Por


favor, hágame saber si hay algo con lo que no
esté satisfecho. Me haré cargo enseguida.

Todos miraron a Nataniel. El hombre comentó:

—Usó hojas de té de Esencia de Dragón y agua


hervida a medias procedente de lo profundo de
las montañas. Sus habilidades tampoco son
··························································································································· ®
malas. Solo que es una pena...

Mariana se estremeció antes de que Nataniel


terminara.

«Él sabe de un vistazo el tipo de hojas y el


origen del agua que utilicé. Incluso conoce la
importancia de la temperatura del agua y mi
técnica».

Nataniel la estaba llenando de cumplidos hasta


que dijo que «era una pena»,

—¿Qué sucede? —Ella se apresuró a preguntar.


Miró a una pareja que estaba cerca.

—Solo es una pena que tenga que mirar a dos


vulgares sinvergúenzas mientras disfruto de
una taza de té tan agradable. Vaya forma de
arruinar el buen humor.

Al escuchar eso, Fabiola y Teodoro se volvieron


sombríos al instante. Mariana comprendió lo
que Nataniel quería decir. Se dirigió a la pareja y
dijo con frialdad:

—Lo lamento, pero no les serviremos. Por favor,


váyanse de inmediato. Están molestando a mis
distinguidos invitados.

Teodoro se enfureció, pero Fabiola tenía una


mirada asesina.

—¡Genial! ¡Tan solo esperen! —exclamó


mientras miraba a Nataniel y a Penélope.

Con eso, los dos se retiraron.

Todos miraban a Nataniel con asombro. Para


ellos, Mariana no solo estaba siendo
respetuosa, sino que parecía que intentaba
consentir al hombre y halagarlo.

—Lo admiro desde hace mucho tiempo, Señor


Cruz —dijo Mariana mientras miraba a Nataniel
como una fanática—. A juzgar por la forma en
que describió con precisión las hojas y el agua
··························································································································· ®
utilizada para preparar su té, sin duda es usted
un experto en té. Si no le importa, ¿podríamos
ser amigos en Facebook? Tengo la esperanza
de aprender más de usted cuando tenga
tiempo.

Todos se quedaron boquiabiertos de envidia.

«La bella Mariana le pedía voluntariamente ser


amigos en Facebook; ¡esto era algo que nunca
había ocurrido!».

Sin embargo, Nataniel sorprendió a Mariana y a


todos los demás al rechazarla por una simple
razón.

—Lo siento, pero no uso Facebook,

La multitud intercambió miradas. Mariana sabía


que algunos miembros de la élite de la
sociedad no usaban Facebook porque les
parecía informal. Sin embargo, ella le pidió el
suyo justo porque quería comunicarse con él de
una manera más casual. Al ser rechazada,
Mariana optó por la siguiente mejor opción.
Sacó una tarjeta con su nombre en relieve y con
amabilidad se la entregó a Nataniel con ambas
manos.

—Ya que no usa Facebook, por favor, en vez de


eso tome mi tarjeta, Señor Cruz. Espero tener la
oportunidad de aprender

más de usted.
«¡Guaul».

Todos los peces gordos presentes en la casa


de té estaban asombrados,

«Mariana ahora le está dando su número de


forma proactiva. ¡Esto era algo con lo que
soñaban casi todos los hombres de clase alta!».

Al inicio, a Penélope no le importaba que


Mariana se mantuviera en contacto con
Nataniel. Sin embargo, ella era persistente.
Además, era un encanto. Sus ojos parecían
··························································································································· ®
brillar de emoción cada vez que miraba a
Nataniel. Penélope no pudo evitar sentir celos.
Sin embargo, él rechazó a Mariana una vez
más.

—Lo siento. He estado ocupado estos días, así


que lo pensaré para la próxima vez. —El dijo con
una leve sonrisa.

Los otros huéspedes estaban a punto de


volverse locos. Frecuentaban la casa de té con
la esperanza de poder ver a Mariana. Poder
verla era algo para alegrarse y era un gran honor
tener la oportunidad de probar su té. Muchos
hombres soñaban con conseguir el número de
esta mujer y aun así Nataniel la había
rechazado dos veces. Cómo deseaban poder ir
corriendo a arrebatar su tarjeta. La negativa de
Nataniel a mantener el contacto decepcionó a
Mariana.

—Siento ser presuntuosa, pero todavía espero


poder seguir en contacto con usted algún día.
Apreciaría mucho su orientación.

Ya veré —respondió Nataniel con calma.

Era obvio que quería que ella se fuera. Mariana


se inclinó con cortesía y sirvió el té a Nataniel y
a Penélope antes de marcharse con sus
subordinados. Al ver lo sombría que se veía,
muchos de sus fans deseaban poder darle una
paliza a Nataniel. Pero podían entender por qué
no le prestaba atención. Porque la mujer
sentada a su lado era demasiado hermosa.
Claro que no era tan despampanante como
Mariana, pero su elegancia y su clase no se
comparaban. Penélope le sonrió a Nataniel.

—¿Por qué no aceptaste intercambiar números?


La Señorita Soriano es una admiradora devota
tuya.

Nataniel solo respondió:

—¡Aún no es digna!
Los ojos de Penélope se abrieron al darse
··························································································································· ®
cuenta de que su marido era mucho más
arrogante de lo que pensaba. No sabía si reír o
llorar. Desde luego, no tenía ni idea de que
nunca era fácil conseguir el número de
Nataniel. Ella cambió de tema.

—No deberías haberle hecho eso a Fabiola y a


su novio. El perdón es una virtud. No
deberíamos quedar en malos términos con
ellos en caso de que volvamos a encontrarnos.

—No quería tener que recurrir a eso, pero piensa


en cómo nos trataron. No me importa que me
humillen, pero fueron groseros contigo. No
podía dejar que se salieran con la suya.

El corazón de Penélope se volvió cálido y suave


al escuchar eso.

Mientras tanto, en el interior de las Aguas


Termales Monte de Otoño. Un fuerte y
musculoso Teodoro acababa de ponerse
juguetón en las aguas termales con Fabiola. En
ese momento, ella se apoyó en su pecho lleno
de cicatrices, brillando por el sudor.

—Nunca me habían humillado así en toda mi


vida, Teodoro —dijo ella de manera dócil—. ¡Y
pensar que me echaron de una casa de té!
Tendrás que vengarme.

Aunque Teodoro parecía estar acompañando a


Fabiola de regreso a casa, en realidad le habían
ordenado enfrentarse a Nataniel Cruz.

—No te preocupes. Nataniel Cruz también me


fastidia. Tendré que enseñarle una lección. —Él
comentó mientras entrecerraba sus afilados
ojos.
Los ojos de Fabiola brillaban.
—¿Cómo lo harás?

—Voy a hacer que su mujer lo deje y a destrozar


esa familia.

—¡Suena bien! Pero su matrimonio parece muy


estable. No creo que sea fácil separarlos.
··························································································································· ®
Teodoro sonrió mientras fijaba la mirada en
Fabiola.

—Lo será, pero tendrás que involucrarte.


Fabiola se congeló.
—¿Yo?

Teodoro observó el cuerpo desnudo de la mujer


de pies a cabeza.

—Así es —dijo con una sonrisa—. Eres su prima


política. Eres hermosa. Si lo seduces, no hay
manera de que pueda resistirse a ti.

Fabiola golpeó el pecho de Teodoro con


incredulidad.

—ildiota! ¿Cómo puedes pedirme que seduzca a


Nataniel? ¿Intentas arruinarme o dejarme?

Teodoro la jaló hacia sus brazos con una


carcajada.

—¿Por qué iría a dejarte? Ya te dije que fui


mercenario en el extranjero durante unos años.
Soy tan abierto de mente como los extranjeros.
No quieres ver a la familia de Penélope
destruida?

Una imagen de Nataniel surgió en la mente de


Fabiola. El hombre parecía decente a primera
vista, pero mientras más se le miraba, más
atractivo parecía. Fabiola había sido promiscua
desde la secundaria y su vida privada era un
absoluto desastre. La castidad era un concepto
inexistente para ella.

«Una aventura de una noche con Nataniel no


suena tan mal, para ser sincera».

Poniendo una cara dudosa y reacia, aceptó la


petición de Teodoro. El entrecerró los ojos.

»Mañana es tu cumpleaños. Puedes organizar


una pequeña fiesta en un hotel. No invites a los
mayores, solo a tus amigos. Consigue que
··························································································································· ®
Nataniel y Penélope vaya también y luego
busca la oportunidad de seducir a Nataniel —
continuó de manera presuntuosa—: Si funciona,
esparciremos la noticia y nos aseguraremos de
que Penélope se entere. En definitiva se
divorciará de él.

—De acuerdo —dijo Fabiola con entusiasmo—.


¡Es que odio ver que a una p*rra como Penélope
le vaya bien en la vida!

Tanto Teodoro como Fabiola estaban llenos de


expectativa, pero tenían sus propios motivos
ocultos. Ella tenía ganas de divertirse con el
atractivo y placentero Nataniel Cruz. Estaba
emocionada por ver a Penélope divorciarse de
él, causando la ruina de toda la familia.

Teodoro también tenía una sonrisa en su rostro.

Su misión no era solo matar a Nataniel; también


le habían encargado tomar los derechos de
fabricación de la vacuna contra el cáncer de
hígado del Grupo Cruz. Sabía que no iba a ser
fácil lidiar con Nataniel, por lo que instigó
deliberadamente a Fabiola a seducir al hombre.

«Si funciona, Penélope se divorciará de


Nataniel. Cuando eso ocurra, él se irá tan
miserable y ella estará sola y desamparada.
Será pan comido para mí encargarme de ella
entonces».
Al día siguiente, Fabiola llamó a Penélope para
disculparse por sus acciones del día anterior.
Ella le respondió de manera extraña:

—Nataniel tampoco hizo bien para ser exactos.


Hablé con él sobre sus acciones.

Entonces, Fabiola aprovechó la oportunidad.

—Hoy es mi cumpleaños. Tengo previsto


celebrar una pequeña fiesta en el Hotel de
Ciudad Fortaleza esta noche e invitar a mis
amigos. ¿Por qué no vienen tú y Nataniel
también?
··························································································································· ®
Penélope lo dudaba un poco.

—No estoy segura de él que esté disponible.


—¿Por qué? No es que tenga que trabajar por la
noche. ¿O es que los dos siguen enfadados
conmigo? ¿Es por eso que no quieren asistir a
mi fiesta de cumpleaños?

—No, no es eso para nada. —Penélope se


apresuró a responder—, De acuerdo entonces,
le diré a Nataniel lo de tu fiesta. Estaremos ahí.

—¡Genial! Los veo a los dos entonces.

Fabiola colgó e hizo un gesto de «de acuerdo» a


Teodoro, que estaba de pie cerca.

—¡Accedió a venir! —Ella se burló.


Teodoro entrecerró los ojos.

—¡Excelente!

Cayó la noche y la ciudad se iluminó. El


segundo piso del Hotel de Ciudad Fortaleza se
había convertido en un escenario de
cumpleaños. Una variedad de deliciosa comida
llenaba las mesas del buffet y había torres de
champaña. Cientos de hombres y mujeres
jóvenes bien vestidos estaban de pie en grupos
de dos o tres, sosteniendo sus copas de
champaña mientras charlaban. Había una
agradable ambientación de piano que sonaba
de fondo.

En ese mismo momento entraron Nataniel y


Penélope. El hombre era guapo y de buen porte,
mientras que la mujer era esbelta y hermosa.
Llamaron la atención de todos al entrar. El
Grupo Cruz estaba en auge, escalando en el
mundo comercial de Ciudad Fortaleza. Por ello,
Penélope saltó a la fama y era conocida como
la diosa del mundo de los negocios de Ciudad
Fortaleza.

Todos los hombres y mujeres se acercaron a


saludarla, lo que hizo que Fabiola, que llevaba
··························································································································· ®
un sexy vestido sin hombros, se llenara de
celos. Fabiola había sido mimada por los
mayores desde joven y a menudo se enfrentaba
a Penélope. Fabiola destrozaba todo lo que le
gustaba a Penélope y por eso ella siempre
acababa llorando de exasperación. Esta noche,
Fabiola estaba a punto de robarle el hombre a
Penélope. Se ajustó el vestido con discreción
para dejar más expuesto su pecho. Luego se
dirigió hacia Nataniel y Penélope con Teodoro.

—¡Nataniel y Penélope! Por fin están aquí —


exclamó, pretendiendo sonar emocionada.

—Lo siento, llegamos tarde. Había un poco de


tráfico. Esto es para ti —respondió Penélope,
entregándole a Fabiola un regalo.

Ella tomó el regalo y fingió una sonrisa.


—¡Gracias, Penélope!

Teodoro también sonrió.

—No se queden ahí parados. ¡Sentémonos y


charlemos!

En breve, los cuatro, junto con unos cuantos


amigos de alto nivel cercanos a Fabiola, se
sentaron y entablaron conversación. Charlaron
felices mientras disfrutaban del postre y
champaña. De pronto, Fabiola cambió de tema
y se dirigió a Penélope, que no llevaba
maquillaje.

—¿Por qué llevas la cara sin nada, Penélope?


¿Viniste sin maquillarte? —preguntó, como si se
sintiera muy sorprendida.

Penélope no llevaba nada de maquillaje esta


noche, ni iba vestida con glamour. Pensó que
como hoy era el cumpleaños de Fabiola, lo
mejor era dejar que la cumpleañera brillara. No
quería robarle la atención. Por eso vino con su
ropa de diario y prefirió no acicalarse.

—0h, es que estoy acostumbrada a no llevar


maquillaje en los días normales —dijo Penélope
··························································································································· ®
con timidez.

Fabiola no podía dejar de sacudir la cabeza


mientras miraba la ropa de Penélope.

—No usas nada de maquillaje y vas vestida de


forma tan ordinaria. No eres nada femenina.

Acabarás convirtiéndote en una vieja y


demacrada ama de casa muy pronto.

Penélope se rio con ganas, sin ofenderse para


nada.

—Ya estoy casada, así que no importa como


termine viéndome. Está bien mientras Nataniel
no me odie.

—¡Eso no es del todo cierto! —Fabiola


argumentó de inmediato—. ¿A qué clase de
hombre no le gustan las mujeres bonitas? ¿A
quién le gustaría un ama de casa demacrada?

Los amigos de Fabiola también hablaron.


Decían que Penélope no era femenina y que
pronto acabaría pareciendo una vieja ama de
casa.

—j¡A nadie le gusta una mujer que no es


femenina!

Cuantas más personas decían lo mismo, más


creíble sonaba. A Penélope no le importaba que
Fabiola la llamara poco femenina, pero ahora
todos los demás decían lo mismo. Se
preguntaba si de verdad era como la describían.

«Lo único que hago es trabajar y solo me


maquillo un poco cuando lo necesito. ¿Me
odiará Nataniel por eso?».

Penélope se sintió ansiosa. Se levantó y dijo


disculpándose:

—Tengo que ir al tocador.

··························································································································· ®
Después de que Penélope se fuera al baño,
Teodoro se levantó y anunció:

—Voy a ver si el pastel está listo. Diviértanse.

Él también se fue. Solo quedaban Nataniel,


Fabiola y sus amigos. La mirada de Fabiola se
posó en Nataniel. El hombre tenía un rostro tan
bien definido. Con sus finos labios un poco
curveados en una sutil sonrisa, se veía
cautivador en extremo. Su corazón se agitó de
pronto.

«Maldita sea. Cuanto más lo miro, más


encantador parece. Tengo que conquistarlo
esta noche».

Fabiola levantó su copa de vino tinto y miró a

Fabiola levantó su copa de vino tinto y miró a


Nataniel de forma seductora.

—Nataniel —dijo coqueteando.

La mirada de Nataniel se posó en Fabiola, que


tenía un aspecto en especial revelador.

—¿Sí? —respondió con una leve sonrisa.

Agitando los párpados, Fabiola lo miró de


manera coqueta.

—Cuanto más te miro, más me doy cuenta de lo


apuesto que luces. Penélope sí que tiene buen
gusto. —Nataniel sonrió con indiferencia.
Fabiola sonrió como una zorra—. ¿Te gustan las
mujeres anticuadas y poco femeninas como
Penélope? ¿O prefieres las apasionadas como
yo?

Para entonces, Penélope ya había regresado del


baño. Al escuchar un poco de lo que Fabiola
acababa de decir, se congeló. En lugar de
acercarse, se escondió con rapidez detrás de
un pilar cercano.

«¿Qué dirá Nataniel?»,


··························································································································· ®
—Penélope es la única mujer a la que amaré el
resto de mi vida —respondió Nataniel con
sencillez.

—¡Eso es porque no has probado a otras


mujeres, como a mí! —dijo Fabiola con descaro.

Penélope se puso pálida al instante tras


escuchar las palabras de Fabiola. Estaba
sorprendida y
furiosa al mismo tiempo. ¿Cómo podía su
propia prima coquetear con su marido de forma
tan desvergonzada? La mirada de Nataniel se
ensombreció.

—Respétate, Fabiola.

«¡Es un santo pretencioso! Es probable que esté


pensando en acostarse conmigo. Solo que es
demasiado orgulloso para admitirlo frente a
otras personas».

Así que se inclinó más cerca y dijo de manera


dócil:

—Oh, vamos, Nataniel. ¿Por qué tan serio? De


verdad me gustas mucho. Esto está muy
aburrido. ¿Qué tal si vamos a un lugar más
tranquilo y tomamos un poco de aire fresco?

Los ojos de Penélope se abrieron con asombro,


furia y preocupación. Le preocupaba que
Nataniel aceptara la oferta de Fabiola. Hasta un
idiota podría darse cuenta de que su prima
estaba tratando de seducir a Nataniel. Si se
iban, en definitiva cometerían algo prohibido.
¡Penélope temía de verdad que Nataniel no
pudiera resistir la tentación! Sin embargo, justo
cuando Fabiola se inclinó y estuvo a punto de
presionarse contra Nataniel, el hombre le
reprendió:

—¡Aléjate de mí! ¡Apestas a pescado y no puedo


soportarlo!
Bum!

··························································································································· ®
Las palabras de Nataniel golpearon a Fabiola
como un rayo. Se quedó congelada en su lugar.
El miedo surgió con rapidez en sus ojos. Su vida
privada era siempre un desastre, por lo que sus
partes femeninas emitían un olor desagradable.
Solía disimularlo con tanto perfume que ni
siquiera su novio, Teodoro, se daba cuenta. Sin
embargo, Nataniel acababa de señalarlo
delante de todos. Fabiola al instante enrojeció
de vergilenza y rabia. Incluso Penélope se
quedó atónita al principio, pero al darse cuenta
de lo que ocurría, no sabía si reír o llorar.

«Eres horrible, Nataniel».


Nataniel miró a Fabiola y exclamó:

—¿Así que esto es lo que significa ser


femenina? ¡Jal Entonces obtienes la máxima
puntuación en esta categoría. Aléjate de mí.
¡Podría vomitar!

Las palabras de Nataniel dejaron con la boca


abierta a los invitados de alrededor. Miraron a
Fabiola de forma inusual. Más que el hedor del
que hablaba Nataniel, todos podían oler el
perfume de marca que llevaba Fabiola. Pero al
pensar en lo promiscua que era ella y a juzgar
por lo conmocionada que parecía ahora, todos
sabían que Nataniel tenía que estar diciendo la
verdad.

«En definitiva, ¡apestal».

Fabiola se sintió aún más avergonzada y lívida.


Acababa de reírse de Penélope y de llamarla
poco femenina. Temblaba de rabia por el
comentario insoportable de Nataniel. Sin
hacerle caso a ella,
Nataniel se levantó para irse mientras llamaba
a Penélope.

»Deja de esconderte, cariño. Tenemos que irnos


ya. Podría desmayarme por la peste.

Penélope se alejó del pilar, sonrojada, ya que no


esperaba que Nataniel supiera que estaba
escondida ahí. Se quedó viéndolo sin saber si
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reírse o enfadarse con él.

«Mira lo que le ha hecho a Fabiola. Pero no es


del todo su culpa. Fabiola se lo buscó».

Teodoro apareció frenéticamente justo cuando


Nataniel y Penélope estaban a punto de irse,

—¿Por qué se van tan pronto? Me pareció oírte


hablar de pescado, Nataniel. ¿De qué se trata?

Nataniel sonrió un poco.

—Nada. Solo dije que te debe gustar mucho el


pescado.

Teodoro se quedó sorprendido.

—Me parece bien. Aunque solo me gusta el


pescado con papas. ¿Por qué dices eso?

Nataniel miró a una Fabiola furiosa antes de


dedicarle una sonrisa a Teodoro.

—Tal vez deberías preguntarle a tu novia. Nos


vemos.

Con eso, se dio la vuelta y se fue con Penélope.


Fabiola había empezado burlándose de
Penélope
y llamándola ama de casa demacrada. Luego
sedujo a su marido. Tras descubrir a la
verdadera Fabiola, Nataniel y Penélope no
tuvieron problemas con marcharse. Teodoro
volteó hacia Fabiola.

—¿Qué les pasa, Fabiola? ¿No se supone que


ibas a seducir a Nataniel mientras Penélope y
yo no estábamos? ¿No querías separarlos?

Fabiola soltó en llanto. Claro que no iba a hablar


de su olor corporal.

—Nataniel me humilló. Tienes que vengarte de


él por mí.

Teodoro no esperaba que Nataniel se resistiera


··························································································································· ®
al encanto de Fabiola para nada. Lo encontró
bastante extraño. Sin embargo, después de
pensar en que la propia esposa de Nataniel era
más hermosa, con clase y elegante que Fabiola,
no le sorprendía mucho que el hombre no se
sintiera tentado. Incluso el propio Teodoro
estaba fingiendo con Fabiola.

—No llores. —Él la consoló—. ¡Ten por seguro


que te vengaré!

—Y a esa mujer de la Casa de Té de Marfil


también —dijo Fabiola con crueldad—. ¡Todos
los que me han humillado lo pagarán!

Seguro —dijo Teodoro con una sonrisa—. Haré


que alguien secuestre a Mariana y la haga
arrodillarse mientras te prepara el té. Luego, yo
me encargaré de Nataniel y Penélope.

Mariana provenía de una familia prominente en


Nortania. La mayoría de la gente de Ciudad
Fortaleza admiraba su origen y no se atrevía a
ponerle un dedo encima. Teodoro Legarreta era
el director general de Grupo Océano, que se
encargaba de las armas de fuego.

Fue mercenario en el extranjero durante sus


primeros días y era bastante conocido en el
Sudeste del continente. Luego se convirtió en la
mano derecha de Damián Talavera,
supervisando los tratos de armas a las Fuerzas
Armadas del Sudeste del continente. Ya sea
que se tratara de líderes tribales, jefes del
ejército o capos de la droga, lo había visto todo.
Alguien como Mariana no significaba nada para
él,

«Además, esta mujer probablemente conoce


muy bien a Cruz, considerando lo mucho que lo
respeta. Debería capturarla e interrogarla sobre
él».

Esa misma noche, Teodoro le ordenó a su


subordinado, Luciano Páez, secuestrar a
Mariana. Con una estructura grande y
musculosa, Luciano era un luchador formidable
··························································································································· ®
y una máquina asesina. Por desgracia, era
temerario e impulsivo y era cierto que no era el
más brillante.

El hombre irrumpió en la Casa de Té de Marfil


con varias docenas de secuaces para llevarse a
Mariana por la fuerza. Sin embargo, los
invitados y los guardias de seguridad les
bloquearon el paso.

Para cuando Luciano ordenó a sus hombres


que derribaran a todos, Mariana ya había
escapado en medio del caos. Él se apresuró a
llamar a Teodoro. Furioso, él ordenó a Luciano
que ampliara sus fuerzas y capturara a su
objetivo a toda costa.

Mariana estaba como un perro perdido esta


noche. Había tirado su bolso mientras
escapaba, perdiendo así su teléfono, su cartera
y sus credenciales, entre otras cosas. Sin un
solo centavo, quiso dirigirse a la estación de
policía, pero se dio cuenta de que había una
persona sospechosa mirando a su alrededor,

Mariana intentó pedir ayuda a sus amigos, pero


todos le dijeron que había hecho enfadar al
director general de Grupo Océano. El hombre
había declarado que cualquiera que intentara
protegerla estaba en contra del Grupo Océano.
Ninguno de sus amigos se atrevió a ayudarla.

Quería tomar un taxi y marcharse de Ciudad


Fortaleza, ¡pero incluso había gente que la
buscaba en todas las paradas de taxi! Lo más
aterrador era que los secuaces de Teodoro la
buscaban por toda la ciudad. Después de correr
y esconderse como una rata, Mariana llegó por
fin al ayuntamiento y se dirigió directo a la
residencia del alcalde.

—He ofendido al director general de Grupo


Océano, Señor Alcalde —dijo Mariana entre
lágrimas—. Está utilizando sus contactos para
sellar toda la ciudad y sus hombres me buscan

por todas partes. Por favor, ayúdeme. Nadie


··························································································································· ®
más quiere hacerlo.

La cabeza de Rogelio Carmona explotó ante la


mención de Grupo Océano. El propietario de
Grupo Océano era Damián Talavera. Su padre,
Daniel Talavera, era el Rey del Sur. Rogelio era el
alcalde de Ciudad Fortaleza, pero no podía
arriesgarse a ir en contra del Rey del Sur
protegiendo a Mariana. De verdad no valía la
pena meterse en la lista negra de los Talavera.
Miró a Mariana con lástima y sacudió la
cabeza.

—No es que no quiera ayudarte, pero te has


metido en un problema demasiado grande. Yo
solo acabaría metiéndome en problemas
también.

Mariana cayó de rodillas llorando.

—Si ni siquiera el alcalde puede ayudarme,


estoy condenada de verdad.

Rogelio dudó un momento antes de acordarse


de alguien y de inmediato le dijo:

—Grupo Océano es demasiado poderoso. No


podría garantizar tu seguridad aunque te
ayudara. Sin embargo, hay una persona en
Ciudad Fortaleza a la que puedes acudir.
Mientras acepte ayudar, nadie podrá tocarte.

—¿Quién es? —preguntó la mujer con frenesí.

—¡Nataniel Cruz!

El teléfono de Nataniel sonó a las tres de la


madrugada mientras seguía dormido. Se
levantó y contestó el teléfono. La voz de
Mariana sonó en la línea.

—Hola, ¿Señor Cruz? Habla Mariana Soriano,


Me están persiguiendo. Quieren secuestrarme,
pero nadie me ayuda. Usted es el único que
puede protegerme. ¡Por favor, sálveme!

Nataniel salió del dormitorio con su teléfono y


··························································································································· ®
frunció el ceño.

—¿Qué sucede? Más despacio.

Mientras lloraba, Mariana siendo breve, le


explicó lo que estaba pasando. Tras descubrir
que Teodoro iba detrás de Mariana, Nataniel
preguntó con calma:

—¿Dónde está ahora?

—Estoy en un pequeño callejón al otro lado del


ayuntamiento. Le pedí prestado este teléfono a
un conserje que limpia las calles.

—Quédese donde está y no se mueva. Voy a ir


ahora mismo.

Nataniel colgó y se vistió. Al ver un relámpago


en el cielo, tomó un paraguas negro y salió de
casa. Mariana se abrazó a sí misma y tembló
de miedo mientras se agachaba en el oscuro
callejón. Había un sucio contenedor de basura
cerca que estaba plagado de ratas. Tenía frío,
hambre y miedo. Solo hace unas horas, esta
mujer era la respetada experta en té que
disfrutaba la idolatría de todos en la Casa de Té
de Marfil. Pero esta noche, era
como un perro perdido y una rata callejera.

A cualquier lugar que fuera, había gente


tratando de dar con ella. Habiendo
permanecido oculta durante media noche,
Mariana nunca había sufrido tanto en toda su
vida. Un relámpago cruzó el cielo, seguido de
un trueno, Se desató un fuerte aguacero. De
pronto, unos coches negros se detuvieron
frente al callejón.

—¿Señor Cruz? —preguntó Mariana mientras se


acercaba con alegría.

En el momento en que acabó de hablar, salieron


una docena de hombres altos y musculosos. El
hombre que los guiaba no era otro que Luciano.
La expresión de Mariana cambió de manera
abrupta. Luciano observó cómo el vestido de
··························································································································· ®
Mariana se empapaba por la lluvia, haciendo
que abrazara el cuerpo de la mujer y revelara
sus curvas.

—El Señor Legarreta quiere verla, Señorita


Soriano —dijo con una sonrisa de satisfacción
—, Sea una buena chica y venga con nosotros,
¿O prefiere que la llevemos cargando?

Mariana palideció al instante.

—¡Eres despreciable! Irrumpiste en mi casa de


té y ahora me persigues sin descanso. ¿Crees
que estás por encima de la ley?

Luciano se rio despiadadamente.

—El Señor Talavera tiene la última palabra y el


Grupo Océano «es» la ley, al menos para los
plebeyos como usted. —Luego agitó la mano—.
Llévensela!

Los secuaces se rieron mientras miraban a la


mujer empapada.

—¡Ja, ja! No tengas miedo, guapa. Sé una buena


chica y ven con nosotros.

Justo cuando estaban a punto de hacer un


movimiento sobre Mariana, una voz gélida sonó
de pronto por detrás de ellos.

—¡Alto!

Luciano y sus hombres voltearon para ver una


figura alta que sostenía un paraguas negro.

—¡Señor Cruz! —exclamó Mariana, casi


derrumbándose.

Luciano también reconoció al hombre.

—Je, te encanta meterte en problemas,


¿verdad? —Él se burló—. ¡Tras él, hombres!
¡Matémoslo y obtengamos nuestras
recompensas del Señor Legarreta y del Señor
Talavera!
··························································································································· ®
—¡A la carga!

Luciano y su docena de hombres sacaron sus


cuchillos y atacaron a Nataniel. Él se acercó
indiferente mientras sostenía el paraguas con
su mano derecha. Luciano, que lideraba el
ataque, apuntó su afilada daga al pecho de
Nataniel.

—¡Cuidado, Señor Cruz! —gritó Mariana.


De pronto, Nataniel levantó una pierna y pateó a
Luciano en la rodilla,

¡Crac!

Con un ruido que provocó escalofríos, la rótula


de Luciano se rompió al instante. El hombre
gimió de dolor y cayó de rodillas. Pero Nataniel
no se detuvo. Pasó por delante de Luciano.

¡Fiul

Otro hombre se lanzó hacia las entrañas de


Nataniel. El levantó un brazo, agarró la muñeca
de su oponente y la rompió al instante.

—¡Argh! —gritó el hombre y retrocedió.

Nataniel siguió caminando como un transeúnte


en una noche lluviosa, ignorando a Luciano y
sus secuaces. Lo único que quería era dirigirse
a Mariana, solo echaría a un lado a cualquiera
que se interpusiera en su camino. Para cuando
estuvo frente a ella, Luciano y su banda ya
estaban tirados en el suelo con los miembros
rotos, gimiendo de dolor, Mariana se puso roja y
su corazón se aceleró, como si hubiera bebido
demasiado. Nataniel sostuvo el paraguas negro
sobre la cabeza de Mariana, protegiéndola de la
lluvia.

—Llega justo a tiempo, Señor Cruz —dijo


Mariana con entusiasmo—. Si no, habría estado
en peligro.

—Ya todo está bien. ¡Vamos!


··························································································································· ®
Al ver que Nataniel venía solo, Mariana se
apresuró a persuadirlo:

No podemos solo salir de aquí sin cuidado.


Todavía hay mucha gente buscándome.
Tendremos problemas si nos descubren.

Nataniel miró a Mariana y preguntó sin


comprender:

—¿Por qué no podemos salir sin cuidado?


¿Robó o mató a alguien?

Mariana negó inconscientemente con la


cabeza.

—No.
—¿Cometió un delito?
—No.

—Entonces, ¿por qué no podemos caminar a


nuestro antojo? Vamos.

Los ojos de Mariana se abrieron. Había corrido


como una rata callejera toda la noche y se
escondió de los hombres de Teodoro. En ese
mismo momento, vio lo resuelto que parecía
Nataniel y asintió firme con la cabeza.

—De acuerdo. ¡Haré lo que me diga!

Justo cuando los dos salían del callejón bajo el


paraguas, aparecieron ocho vehículos y bajaron
unos treinta hombres de aspecto amenazante.
Se habían apresurado para respaldar a Luciano.
Mariana se tensó al instante y volteó hacia
Nataniel.

»¿Señor Cruz?

No les haga caso.

En el momento en que sus palabras cesaron, un


Bentley y una docena de camionetas llegaron al
lugar. De las camionetas salieron casi cien
hombres y a la cabeza iba la mano derecha de
··························································································································· ®
Tomás Dávila, Javier Monteverde. Él dijo con
furia mientras sostenía un machete y traía
consigo a su gran grupo de hombres:

—Maldita sea, estos b*stardos de Grupo


Océano de verdad creen que Ciudad Fortaleza
les pertenece. ¿Cómo se atreven a agitar y
atacar al Señor Cruz? Deben estar cansados de
vivir. —Luego rugió—: ¡Mátenlos!

En un pestañeo, Javier y su equipo se


abalanzaron contra los secuaces de Grupo
Océano como una manada de lobos
hambrientos. Se produjo una feroz batalla.
Mientras tanto, Tomás salió del Bentley y les
abrió la puerta a Nataniel y Mariana.

—Por favor, suba, señor —dijo con amabilidad


mientras bajaba la cabeza.

El vestido de Mariana estaba empapado por la


lluvia. Aunque Tomás bajó la cabeza y no se
atrevió a mirarla, ella se sintió avergonzada y se
escondió junto a Nataniel. Tomás se sentó en el
asiento del conductor cuando entraron en el
auto,

—Lleva a la Señorita Soriano de vuelta a su


residencia —indicó Nataniel.

Tomás condujo de inmediato tras de averiguar


qué Mariana vivía en las Residencias de Lujo
Villa del Río. El Bentley se dirigió hacia las
residencias a un ritmo moderado. Con un
hombre grande y con barba en el asiento del
conductor, Mariana no pudo evitar pensar en lo
empapado que estaba su vestido. Estaba tan avergonzada
que quería recargarse en
Nataniel. El notó que la mujer temblaba, así que
rápido se quitó el abrigo y la cubrió con él.

—Use esto si tiene frío.


Mariana estaba consternada.

«¿No tiene idea de cuántos hombres caen ante


mis encantos? Puede que no sea tan guapa
como Penélope, pero sin duda también soy
··························································································································· ®
atractiva, ¿no?».

Por desgracia, Nataniel no le dedicó ni una


segunda mirada. Sus ojos permanecieron
cristalinos todo el tiempo, era obvio que no se
exaltaban ante la belleza de la mujer. Esto hizo
que Mariana se sintiera frustrada y
decepcionada. Se mordió el labio y preguntó en
voz baja:

Acabamos de conocernos, así que no puedo


decir si me gusta o no. Sin embargo, ya tengo a
alguien a quien quiero, así que no vuelva a
hacerme esas preguntas.

Mariana se sintió bastante abatida. Era la


primera vez que se enamoraba de un hombre;
por desgracia, estaba casado. Pronto llegaron a
su villa.

»Vaya a casa. —Nataniel le dijo—. Le he pedido


a Tomás que envíe algunos hombres para
protegerla. Ahora está a salvo.

Mariana bajó del auto de mala gana, con el


abrigo de Nataniel cubriéndola,

—Gracias por lo de esta noche, Señor Cruz.


Adiós —dijo en voz baja mientras lo miraba
fijamente.

Nataniel asintió y le dio una orden a Tomás.

—Dirígete a las aguas termales. Tengo una


cuenta pendiente con Legarreta.

—¡Sí, señor!

Mariana se aferró con fuerza al abrigo de


Nataniel, murmurando para sí misma mientras
veía el auto desaparecer de su vista:

—Algunas personas son como la luna; puedes


amarlas todo lo que quieras, pero nunca podrás
tenerlas.

El fuerte aguacero continuó toda la noche. El


··························································································································· ®
centro recreativo de aguas termales formaba
parte de Grupo Océano y solo estaba abierto
para sus empleados. En el vestíbulo había varios
hombres de negro con audífonos inalámbricos
en los oídos. Varios permanecían de pie,
sentados en el sofá o recostados. Algunos se
habían quedado dormidos, mientras que otros
veían sus teléfonos por aburrimiento.

De pronto, la puerta de cristal se abrió, Un


hombre alto y joven de rasgos atractivos entró
mientras sostenía un paraguas negro. Era
Nataniel Cruz. Lo seguía con reverencia su
asistente, Tomás Dávila. Los guardias de
seguridad del vestíbulo, que habían estado
holgazaneando, se levantaron con rapidez y se
dirigieron hacia Nataniel.

—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —


demandó el líder que traía el cabello corto.

Nataniel guardó despacio su paraguas antes de


preguntar:

—¿Es este uno de los territorios de Grupo


Océano?

El guardia de seguridad se sorprendió un poco.

—¿Eh? ¿Sabes sobre Grupo Océano? —Miró a


Nataniel de pies a cabeza con interés y se rio—.
A juzgar por tu atuendo, debes ser un chico
rico. ¿Estás pensando en unirte a Grupo
Océano después de escuchar lo buenos que
somos?

Los otros guardias se rieron mientras miraban a


Nataniel.

—Solo aceptamos mercenarios que hayan


luchado batallas de verdad, imbécil. Incluso el
peor de nosotros al menos terminó la escuela
de artes marciales.

Pareces una ramita, así que ni creas que


puedes unirte a nosotros.

··························································································································· ®
Grupo Océano se dedicaba a las armas de
fuego, por lo que de hecho se consideraba una
empresa militar privada. Muchos jóvenes a
menudo consideraban que unirse a Grupo
Océano como mercenario era algo para sentirse
orgulloso. Por lo tanto, estos guardias de
seguridad suponían que Nataniel no era más
que un niño rico con un sueño de héroe. El
hombre del cabello corto sonrió.

—Sin embargo, no es del todo imposible que te


unas a nosotros. Preséntanos tus respetos
dándonos un millón y luego hablaremos bien de
ti con nuestro jefe. Puede que entonces te
dejemos entrar.

Nataniel les lanzó una mirada desdeñosa.

—¿Ya terminaron con sus idioteces? Si es así,


díganle a Legarreta que traiga su trasero aquí y
hable conmigo —remarcó con frialdad.

Los ojos del líder se abrieron con sorpresa e ira.

—Creo que solo estás aquí para fastidiar,


imbécil. ¡¿Qué estás cansado de vivir?!

El hombre sacó un bastón de madera. La


blandió con violencia hacia la cabeza de
Nataniel mientras rugía. Él solo levantó un
brazo antes de que el bastón lo tocara.

¡Pum!

Un poderoso puño aterrizó justo en la cara del


guardia de seguridad. Su rostro se derrumbó al
instante cubierto de sangre y colapsó antes de
poder emitir un sonido.

—¡Tienes pantalones para poner un dedo en


nuestros hombres! ¡Tras él!

Otros dos guardias de seguridad de inmediato


se abalanzaron hacia Nataniel con sus
bastones. Él les dio una patada rápida en el
pecho a ambos. Escupieron algo de sangre,
volaron hacia atrás y se estrellaron contra la
··························································································································· ®
pared antes de caer al suelo. Los guardias
restantes jadearon con brusquedad al observar
el terror que tenían frente a sus ojos. Luego,
dieron la vuelta y corrieron mientras gritaban de
pánico.

—¡Esto es malo! ¡Ayuda! ¡Hay un loco b*stardo


en la puerta!

—¡Alguien está aquí para golpearnos, Señor


Legarreta!

—Estamos en problemas, Señor Legarreta.


¡Alguien acaba de matar a Caín, Igor y Fer!

Nataniel siguió sin preocupación a estos


hombres hacia el centro con Tomás.

Teodoro y Fabiola acababan de dormirse en su


habitación después de una larga noche de
pasión. De pronto, se oyeron vagos gritos de
auxilio desde el exterior. Teodoro se levantó con
rapidez, lo que hizo que Fabiola se frotara los
ojos y preguntara:

—¿Qué pasa, Teodoro?

Antes de que pudiera responder, se escuchó de


pronto un golpe en la puerta, seguido de gritos
frenéticos.

—¡Ayuda, Señor Legarreta! Alguien está


causando un revuelo en el vestíbulo. ¡Mató a
algunos de nuestros hombres!

Teodoro dio un salto de sorpresa, se vistió


rápido y salió furioso.

—¿Qué demonios está pasando? —demandó,


mirando al subordinado en el pasillo,

Antes de que el hombre pudiera reportar lo que


ocurría, Nataniel apareció enfrente de Teodoro
sin previo aviso. Él se dio cuenta de la
situación.

—¡Así que eres tú, Cruz!


··························································································································· ®
Nataniel remarcó sin emoción alguna:

—Los Talavera deben haberte enviado para que


te ocupes de mí. No es necesario que me
investigues. Si tienes tanta curiosidad por mis
habilidades, te las mostraré en persona.

Un subordinado se inclinó y susurró al oído de


Teodoro:

—Estas son las últimas noticias, Señor


Legarreta. Luciano y sus hombres están
muertos.

Teodoro miró a Nataniel con sorpresa y rabia.

—¡Jel Mataste a mi subordinado, Luciano, ¿y


ahora tienes las pelotas de venir caminando a
mi territorio, pequeña m*erda? En ese caso, no
perdamos más tiempo. Voy a averiguar
personalmente qué tan duro eres.

Con eso, Teodoro se desgarró la camisa,


revelando un cuerpo firme y musculoso lleno de
cicatrices. El asombro y la idolatría aparecieron
en los rostros de todos los subordinados de
Grupo Océano al ver el cuerpo de Teodoro.

«¿Qué tanto tiene que pasar alguien para tener


esas cicatrices como medallas?».

Disfrutando de las miradas de admiración de


sus subordinados, Teodoro le sonrió a Nataniel
antes de flexionar sus músculos, provocando
que todas sus articulaciones se resaltaran. Le
indicó a Nataniel que se acercara con un dedo,

»¡Déjame mostrarte lo que es enfrentarse al Rey


de los Mercenarios!

Al escuchar eso, la boca de Nataniel se torció


un poco. Mientras, Tomás casi se echó a reír.

«¿Un autoproclamado mercenario contra el


General del Norte, el Dios de la Guerra, Ares? Te

acabas de conseguir un digno oponente,


··························································································································· ®
imbécil».

—Adelante —dijo Nataniel con calma.

Prepárate para encontrar tu muerte!

Con un fuerte rugido, Teodoro se lanzó hacia


Nataniel con un puño en el aire. Su puño era
rápido como un rayo y pesado como una
tormenta. Los hombres del Grupo Océano no
pudieron evitar alegrarse. Incluso Fabiola, que
se escondió detrás de la puerta de la habitación
para observar el espectáculo, no pudo ocultar el
brillo de sus ojos. Por desgracia para Teodoro,
Nataniel dio un paso atrás y esquivó con
facilidad el golpe.

¡Bum!

El puño de Teodoro aterrizó en la pared,


causando un enorme agujero mientras los
pedazos de concreto volaban por todas partes.

¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!

Teodoro lanzó siete puñetazos más de forma


consecutiva. Sin embargo, a Nataniel le
bastaron siete pasos muy pequeños para evadir
sus ataques. La pared estaba ahora llena de
una fila entera de agujeros. Nataniel sacudió su
cabeza, decepcionado.

—¿Eso es todo lo que hay del Rey de los


Mercenarios? Qué decepción.

Teodoro estaba atónito y lívido.

—¡Deja de huir! ¡Ven y enfréntame directo! —


rugió.
—¡De acuerdo!

Nataniel cumplió con gusto y se dirigió directo


hacia Teodoro. Se movió tan rápido que Tomás
y todos los demás lo observaron con expectativa.
Nataniel dirigió un puño a Teodoro. Este último
no esperaba que Nataniel se moviera a una
velocidad tan aterradora. Levantó rápido el
··························································································································· ®
brazo y le dirigió también un puño a Nataniel.

¡Bum!
Los dos puños chocaron.
¡Crac!

Todo el brazo de Teodoro se rompió en un


instante, haciéndole gemir de dolor. Nataniel
aprovechó la oportunidad para enviar un
profundo puñetazo directo al pecho del hombre.

¡Zas!

Teodoro cayó al suelo. Estaba muerto. Todo el


mundo veía a Nataniel con un miedo absoluto.
Entonces, anunció a los subordinados de Grupo
Océano:

—Díganle a los Talavera que se retiren en el


plazo de un mes. Que Daniel Talavera venga en
persona a pedirme piedad de rodillas. Es la
última oportunidad de los Talavera.

Nadie se atrevió a pronunciar una sola palabra.


Nataniel se llevó a Tomás. Cuando pasaron por
la habitación, los hombres vieron a Fabiola, que
se tapaba la boca con las manos, aterrorizada.
Se detuvieron por completo. Fabiola se arrodilló
aterrorizada y suplicó entre lágrimas:

—¡Por favor, no me maten!


Nataniel respondió:

—No voy a matarte, pero supongo que ahora


tendrás que buscarte un nuevo novio. Además,
con respecto a los acontecimientos de hoy,
espero que lo mantengas en secreto y no dejes
que Penélope lo sepa. No quiero que se
preocupe.

Fabiola temblaba profusamente mientras


repetía murmurando:

—No lo diré, no se lo diré a nadie...

Nataniel no habló más y se marchó con Tomás.


La noticia de la muerte de Teodoro llegó a
··························································································································· ®
Alameda muy rápido. Daniel Talavera reunió a
sus dos hijos, Damián Talavera y Felipe Talavera
y enfureció:

—¿Qué les pasa a los dos? El hombre que


enviaron a ocuparse de Nataniel Cruz se dejó
matar y su cadáver fue enviado de vuelta. Sin
mencionar que Nataniel Cruz nos amenazó
para dejar por completo el negocio clandestino
y desaparecer en un mes. ¡También demandó
que fuera en persona a pedirle perdón! ¡Si no se
resuelve pronto, es probable que acabe
muriendo de vergienza!

Damián Talavera no tomó en serio a Nataniel al


principio y solo había enviado a Teodoro, su
mano derecha, a lidiar con él. Nunca esperó que
asesinara a Teodoro y Nataniel incluso le había
exigido a la familia Talavera que se retirara de
todos sus negocios. Esta vez, Damián Talavera
estaba por completo enfadado con Nataniel.
Con un brillo asesino en los ojos, dijo con voz
grave:

—Papá, sí subestimé antes a Nataniel Cruz.


¡Pero ahora lo mataré con mis propias manos!

Como numerosos protegidos y seguidores de


Daniel Talavera ya habían perdido la vida en
Ciudad Fortaleza, el hombre estaba más o
menos traumatizado por la ciudad. Por eso,
cuando su hijo menor se ofreció a acabar con
Nataniel él mismo, Daniel Talavera expresó su
preocupación.

—Nataniel Cruz no es algo fácil, ¿tal vez sea


preferible que mejor yo me encargue de él?

Damián Talavera se rio y dijo:

—¡Ja! ¿Qué tiene de bueno Nataniel Cruz? No es


tan importante como para que te esfuerces.
Papá, descansa tranquilo. Me llevaré a los
Magníficos Cuatro del Grupo Océano e iremos
hacia Ciudad Fortaleza de inmediato para
acabar con Nataniel Cruz y vengar a Teodoro.

··························································································································· ®
«¡Los Magníficos Cuatro del Grupo Océano!».

Eran los cuatro pilares principales del Grupo


Océano, así como los subordinados más
poderosos bajo el mando de Damián Talavera.

El Pilar del Este, Hambruna, era escuálido y


parecía tan endeble como un fantasma. Tenía
un temperamento violento y cruel y disfrutaba
torturar a sus enemigos hasta una muerte
lenta. El Pilar del Oeste, Pestilencia, medía dos
metros de altura y era tan fuerte como un buey.
Normalmente se le veía con una máscara de
acero y parecía una bestia enorme y feroz. Él
solo recibía órdenes de Damián Talavera. El
Pilar Sur, Guerra, era un hombre gordo. Era
experto en llevar a cabo ataques sigilosos bajo
disimulando amabilidad. El Pilar Norte, Muerte,
tenía unos cuarenta años, pero parecía un joven
de veinte. Lograba mantener una apariencia
juvenil y a menudo bebía la sangre de mujeres
hermosas como su tónico de belleza.

Eran uno entre un millón y sus habilidades eran


excepcionales. Cualquiera de estos cuatro ases
sería capaz de desencadenar una tormenta
sangrienta. Daniel Talavera se sintió aliviado
cuando se enteró de que Damián tenía la
intención de llevar a los Magníficos Cuatro para
ayudarle a deshacerse de Nataniel Cruz. Dado
su poder, ni siquiera las fuerzas más
formidables de Ciudad Fortaleza serían rivales
para ellos. Daniel Talavera sonreía de oreja a
oreja mientras decía:

—Ya que te llevas a los Magníficos Cuatro


contigo, no hay necesidad de que me preocupe
más. Sin embargo, ten en cuenta que esos
cuatro hombres son despiadados en extremo.
Deberías retenerlos, si es necesario, para evitar
un derramamiento de sangre innecesario.

Damián Talavera se burló:

—Papá, haré lo posible por controlarlos. Pero


cualquiera que esté tan si quiera relacionado
con Nataniel Cruz y quien se enfrente a la
··························································································································· ®
familia

Talavera, tendrá que morir.

Esa misma tarde, Damián Talavera movilizó un


jet privado de Grupo Océano y se dirigió a
Ciudad Fortaleza, junto con los Magníficos
Cuatro: Hambruna, Pestilencia, Guerra y Muerte;
y un equipo de subordinados.

Cayó la noche y las calles de Ciudad Fortaleza


estaban iluminadas.

Como se acercaba la hora de la cena, la Casa


de Té de Marfil, situada a orillas del Lago Rosa,
estaba repleta de comensales.

Sin embargo, un grupo de invitados no


deseados entró de repente en el restaurante.

El hombre, que parecía ser el líder del grupo, iba


vestido con un traje a la medida y tenía un aire
supremo de aristocracia.

No era otro que Damián Talavera, el jefe del

Grupo Océano, que además era el hijo menor


del Rey del Sur,

Detrás del hombre se encontraban sus cuatro


subordinados: el esquelético Hambruna, el
fornido Pestilencia, que llevaba una máscara de
acero, el regordete y sonriente Guerra y el
afeminado Muerte, de aspecto juvenil.

Balbino Zanata, el jefe de seguridad de la Casa


de Té de Marfil se acercó al grupo con unos
cuantos guardias de seguridad. Con una mirada
maliciosa, preguntó:

—¿A qué vienes?


Damián sonrió sutilmente y respondió:

—He oído que su jefa, Mariana Soriano, es una


mujer muy atractiva. Dile que venga a tomar
una taza de té conmigo.

··························································································································· ®
—¿Quién te crees que eres? ¿Cómo te atreves a
tratar a nuestra jefa como una simple
anfitriona? ¡Lárgate ahora, o llamaremos a la
policía! —gritó Balbino con rabia.

El rostro de Damián se oscureció y ordenó con


frialdad:

—Los ladridos de este perro me están poniendo


los nervios de punta, ¡mátalo!

—¡SÍ, Señor Talavera!

Uno de Los Magníficos Cuatro, Pestilencia, que


estaba de pie detrás de Damián, dio un paso
adelante y giró su puño hacia la cabeza de
Balbino,

¡Bum!

El cráneo de Balbino se partió al instante y sus


sesos quedaron esparcidos por el suelo.

Los demás comensales de la Casa de Té de


Marfil comenzaron a gritar de horror.

Entre los guardias de seguridad estaba el


hermano menor de Balbino, Wenceslao.

Al presenciar la trágica muerte de su hermano,


los ojos de Wenceslao se enrojecieron de
inmediato mientras empezaban a formarse
lágrimas. Se abalanzó hacia Damián y su grupo

y gritó:
—¡Ustedes mataron a mi hermano! Lo vengaré.
¡Pas!

Hambruna, que estaba junto a Damián, salió


disparado como un fantasma, moviéndose a la
velocidad del rayo. Chocó de frente con
Wenceslao.

¡Pafl

Wenceslao salió volando hacia atrás por el


impacto de la colisión y se estrelló contra el
··························································································································· ®
suelo, con el cuerpo lleno de heridas
sangrantes.

Por otro lado, el pequeño y escuálido Hambruna


se mantenía firme en su sitio, con una
amenazante mueca en su rostro. Sostenía el
corazón de un humano en sus manos, que aún
goteaba sangre.

Hambruna levantó la cabeza y abrió la boca


antes de introducir el corazón en ella. No
parecía diferente de una serpiente que se traga
a su presa.

«¿Cómo podía una boca tan pequeña embutir


un corazón entero y crudo de esa manera?».

Los espectadores sintieron un cosquilleo en el


cuero cabelludo y se les heló la sangre.

Unos pocos, incapaces de soportar toda la


sangre, habían girado la cabeza y empezado a
vomitar.

Damián mantuvo la compostura y sonrió


amablemente a la multitud.

—Como han podido comprobar, hoy no es un


buen día para tomar el té aquí. Les doy atodos
un minuto para que abandonen este lugar —
dijo.

Al escuchar las palabras de Damián, sin dudarlo


un instante, los comensales salieron
disparados
como una bala.

«Daaah». Hasta la persona más estúpida podría


decir que Damián era un monstruo que mataba
sin siquiera parpadear. Ninguna persona en su
sano juicio se atrevería a quedarse.

En cuestión de segundos, solo quedaban diez


señoritas especialistas del té más que
hermosas en la espaciosa Casa de Té de Marfil.

Incluso los camareros y los guardias de


··························································································································· ®
seguridad de la Casa de Té habían huido, junto
con el resto de los comensales.

Mientras tanto, Damián se sentó en una mesa.


Saludó a la guapísima Señorita especialista del
té y le indicó:

—Tú, ven aquí y prepara un poco de té para mi.

Esa Señorita especialista del té en la que


Damián había puesto sus ojos era la discípula
mayor de Mariana, Sara.

Sara se acercó con cautela y dijo con un ligero


temblor en su voz:

—¿Qué té le gustaría tomar, Señor?

—¡Dame un poco de Té verde! —respondió


Damián con una sonrisa.

Sara comenzó a preparar el té de inmediato, sin


permitirse un segundo de retraso.

Sin embargo, cuando terminó de preparar el té y


estaba a punto de servir una taza para Damián
uno de Los Magníficos Cuatro, Muerte, se
acercó de repente a ella. Entonces, extendió sus
dedos y le rozó las mejillas con sus largas uñas.

El rostro de Sara se volvió blanco por el miedo y


quiso esquivar el toque de Muerte
retrocediendo.

Pero antes de que pudiera dar un paso, Damián


le dijo:

—Quédate donde estás, si intentas huir, tu vida


se acabará.

Sara se asustó mucho y estuvo a punto de


romper a llorar. Con la voz temblorosa, dijo:

—Entonces... ¿qué debo hacer?


Damián respondió con una leve sonrisa:

—Finge que no está ahí y sigue sirviéndome el


··························································································································· ®
té.

Sara no tuvo más remedio que seguir sirviendo


el té. Muerte aspiró profundamente el olor del
cabello de Sara y pasó su afilada uña por su
delicado rostro. Al instante, apareció una herida
en el rostro de la mujer, por la que empezó a
salir sangre.

Muerte sacó su larga lengua y lamió el rostro de


Sara con deseo, limpiándole las gotas de
sangre que se habían escurrido. Cuando estuvo
satisfecho, cerró los ojos y dijo en un tono frío:

—La sangre de una bella dama es en verdad


deliciosa.

Sara estaba tan aterrorizada que temblaba sin


control. Ya estaba a punto de perder la cordura.
Damián preguntó con una sonrisa:

—¿Dónde está Mariana Soriano?

—E... está arriba... —respondió Sara con cautela.

Complacido con la respuesta que recibió,


Damián exigió:

—Ve a buscarla rápido. Si no la veo frente a mí


en un minuto, algo horrible les va a ocurrir a
todas sus discípulas.

Justo en ese momento, se escuchó una voz


femenina desde la escalera, diciendo en tono
frío:

—No hace falta, ya estoy aquí.

Mariana Soriano, que llevaba un hermoso


vestido bordado de color verde, bajó las
escaleras con una expresión sombría en el
rostro.

Damián y los Magníficos Cuatro estaban


hipnotizados por la belleza de Mariana.

«Una belleza absoluta». Pensaron los hombres


··························································································································· ®
al mismo tiempo.

Con una sonrisa lasciva en su rostro, Guerra


expresó con audacia:

—Señor Talavera, esta mujer es preciosa, ¡es


por completo mi tipo!

Compitiendo con Guerra, Muerte dijo:

—Señor Talavera, es impresionantemente


exquisita, necesito su sangre para mantener mi
aspecto juvenil.

Guerra se dio la vuelta y miró a Muerte.

—Muerte, hay mejores usos para una chica


como esta. ¿Tienes que beber su sangre? Creo
que te estás volviendo loco por tu búsqueda de
la juventud.

Muerte se burló y replicó:

—Ja, Guerra, ¿cómo puedes decir eso de mí?


¿No pretendes manchar su cuerpo también?

Damián dio un golpe en la mesa y exclamó


enfadado:

—¡Dejen de discutir!

Al escuchar eso, Guerra, Muerte, Hambruna y


Pestilencia se callaron y volvieron a sus
posiciones originales detrás de Damián,
mientras
esperaban nuevas instrucciones de su líder.

Damián fijó su mirada en Mariana, que estaba


un poco pálida y sonrió con amabilidad:

—¡Señorita Soriano, parece que mis


subordinados le tienen mucho cariño! Si llama
en este momento a Nataniel Cruz y consigue
que venga a ofrecer su vida, ¡podría considerar
perdonarle la suya!

Mariana se mordió los labios y contestó:


··························································································································· ®
—¿Y si me niego?
Damián contestó con comodidad:

—Entonces usted y sus bonitas discípulas


estarán a merced de mis subordinados esta
noche. Si alguna queda viva para ver la luz del
día sería considerada muy afortunada.

Los rostros de Mariana, Sara y el resto de las


especialistas del té se pusieron al instante tan
pálidos como una sábana.

En especial Sara, que estaba traumatizada tras


ser herida por Muerte hace un momento, El
hombre incluso había bebido su sangre.

Su experiencia de primera mano la había


convencido de que ese grupo de personas que
tenían delante eran monstruos.

El grupo estaba formado por gente lujuriosa,


carnicera, violenta, ¡e incluso había uno que
disfrutaba bebiendo sangre humana! Era
demasiado aterrador.

Mariana apretó los dientes y dijo:

—Señor Talavera, esto no tiene nada que ver


con las chicas, por favor, déjelas salir y que sea
solo contra mí.

Sara y el resto entraron en pánico cuando


escucharon las palabras de su profesora.

—¡Señorita Soriano, no! —Soltaron al unísono.

Damián levantó su taza de té y dio un sorbo


antes de decir con desprecio:

—Teodoro, mi mano derecha, ha muerto y todas


ustedes son responsables por eso. No soy un
hombre paciente. Si todavía no va a hacer la
llamada, supongo que tendré que complacer a
mis subordinados para que hagan lo que
quieran con ustedes, señoritas.

Mariana se mordió el labio y contestó:


··························································································································· ®
—¡Es inútil obligarme, porque ni siquiera tengo
el número del Señor Cruz!

Damián se limitó a sonreír y dijo:

—No importa, ya que no está dispuesta a


convocar a Nataniel Cruz aquí para que
encuentre su muerte, supongo que tendré que ir
a buscarlo personalmente. En cuanto a usted y
sus discípulas, quítense la ropa y únanse a mis
subordinados en una fiesta desnuda esta
noche.

Mariana se sobresaltó y su rostro adoptó una


expresión espantosa de inmediato.

Una de sus discípulas, Gabriela, no pudo


soportar más la tortura mental, salió corriendo
y gritando.

Mariana se sorprendió y gritó:


—¡No corras! Te matarán si lo haces.

Pero era demasiado tarde. La taza de té, que


hace un momento estaba en manos de Damián,
ya estaba volando hacia Gabriela.

¡Bum!

La taza se estrelló contra la espalda de


Gabriela. La sangre brotó de su boca de
inmediato. Salió disparada del suelo debido a la
fuerza del golpe y aterrizó haciendo un fuerte
sonido. Inmóvil en el suelo, la mujer parecía
estar muerta.

Fue una visión insoportable para Mariana, que


gritó:

»¡Gabriela!

Sara y sus compañeras del té también gritaron


de miedo.

Damián se levantó de su asiento con una


mueca. Dijo a Los Magníficos Cuatro y a sus
··························································································································· ®
otros subordinados que estaban detrás de él,

—¿Qué están esperando? Hay muchas damas


bonitas a su disposición. Vayan a divertirse.

Guerra sonrió con perversión y dijo:

—Je, je, Señor Talavera, ¿debemos dejar a la


más bella de todas Mariana Soriano para
usted?

Damián sonrió y respondió:

—Ella no es lo suficientemente buena para mí.


He oído que la esposa de Nataniel Cruz,
Penélope Sosa, es una belleza única. Incluso se
le dio el apodo de «Diosa de Ciudad Fortaleza».
Estoy más interesado en ella.

Hambruna presumió:

—Entonces vayamos a la casa de Nataniel Cruz


después de saciarnos aquí. Seguiremos
divirtiéndonos más con su mujer después de
deshacernos de él.

Damián y el resto de los hombres rompieron a


reír ante las palabras de Hambruna.

Sin embargo, justo en ese instante, se escuchó


un silbido mientras un resplandor rojo
atravesaba la habitación.

Hambruna, que no pudo esquivar a tiempo, fue


golpeado en la boca por el resplandor rojo, que
parecía una bala.

¡Buuum!
Algunas chispas se produjeron con el impacto.

—¡Aaaay! —Hambruna lanzó un grito de agonía,


mientras una enorme ampolla aparecía en su
boca.

Damián y sus hombres estaban sorprendidos y


furiosos. Cuando miraron hacia el suelo donde
yacía el arma que acababa de golpear a
··························································································································· ®
Hambruna, se dieron cuenta de que no era más
que una colilla normal y corriente.

«¿Quién fue el que emboscó a Hambruna?


¿Quién fue capaz de dejar a Hambruna, uno de
los Magníficos Cuatro, en un estado tan
miserable?».

Damián y sus subordinados tenían expresiones


serias en sus rostros mientras gritaban al
mismo tiempo:

—¿Quién está ahí?

Justo en ese momento, se vio a un hombre alto


y musculoso con ojos brillantes que se

acercaba al grupo desde la entrada de la Casa


de Té.

Era Nataniel Cruz.

Detrás de Nataniel iban Tomás, Javier y algunos


otros de sus subordinados.

Resulta que Nataniel recordaba que había


dejado su chaqueta en la Casa de Té de Marfil y
había regresado para que Mariana le devolviera
la chaqueta.

Después de todo, esa chaqueta era un regalo de


Penélope. Como tal, tenía que recuperarla como
fuera.

Damián entrecerró los ojos mientras evaluaba a


Nataniel.

—¿Así que tú eres Nataniel Cruz?

Nataniel permaneció en silencio mientras


observaba los alrededores.

Cuando su mirada se posó en los cadáveres del


suelo, entre ellos el de Gabriela y el de algunos
guardias de seguridad, la expresión del hombre
se ensombreció y en sus ojos apareció un
··························································································································· ®
destello de fuego.

Nataniel miró con detenimiento a Damián y dijo:

La familia Talavera en verdad tiene ganas de


morir. Parece que no han tomado en serio mi
advertencia.

Damián se burló y levantó la voz:

—¿Advertencia? ¿Te refieres a tu consejo de que


dejemos nuestros negocios por completo y
desaparezcamos en el plazo de un mes y que
mi padre tenga que pedirte perdón
personalmente?

Ja, ja, Nataniel Cruz, tienes un gran concepto de


ti mismo, ¿eh? Esta noche, te mostraré quién
manda en el Sur.

Después de echar una mirada a Damián y a sus


hombres, Nataniel se rio en voz alta y dijo:

—¿Ustedes?
Damián dejó escapar un frío gruñido:

—Solo mis hombres son suficientes para


matarte cien veces. ¡Hambrunal!

—¡A sus órdenes! —Hambruna respondió al


instante después de que su nombre fuera
llamado.

Procedió a dar un paso adelante. Con una


sonrisa malvada en su rostro y una mirada
despiadada en sus ojos, Hambruna caminó
hacia Nataniel Cruz.

Hambruna hizo una mueca amenazadora:

—¡Maldito, te voy a sacar el corazón por


tenderme una trampa!

Cuando terminó de hablar, Hambruna aceleró el


paso y se acercó hacia Nataniel como un
fantasma.

··························································································································· ®
Sus afilados dedos, que eran como garras, ya
estaban extendidos y apuntaban hacia el
corazón de Nataniel.

Mariana, Sara y los demás no pudieron evitar un


fuerte grito. Algunos incluso se habían tapado
los ojos porque no podían soportar la inminente
visión agonizante.

Estaban aterrorizados de ver el corazón de


Nataniel siendo extraído y tragado por
Hambruna, sufriendo el mismo destino que
Wenceslao.

Justo antes de que la mano derecha de


Hambruna tocara el pecho de Nataniel, éste
levantó una mano y agarró la muñeca de
Hambruna.

A pesar de que la mano derecha de Hambruna


estaba a solo un centímetro del pecho de
Nataniel, por mucho que se esforzara, no podía
mover la mano más allá, ya que Nataniel lo
tenía agarrado de la muñeca.

Hambruna miró a Nataniel con sorpresa y rabia.


—¡Túl

Justo cuando iba a utilizar su otra mano para


atacar a Nataniel, éste ya había levantado la
pierna.

Golpeó con fuerza el pecho huesudo de


Hambruna con su rótula.

¡Zaz!

Cuando la rótula de Nataniel chocó con el


pecho de Hambruna, se escuchó un fuerte

golpe.

Sin embargo, el ataque de Nataniel fue tan


poderoso que la fuerza penetró en el pecho de
Hambruna y rompió sus órganos internos en
pedazos.

··························································································································· ®
Como si lo hubiera alcanzado un rayo,
Hambruna
tembló violentamente, lanzó un grito
espeluznante y retrocedió.

Todos abrieron los ojos al presenciar la escena.

Mariana, Sara y el resto de las damas tenían


una pizca de sorpresa en sus rostros.

Por otro lado, Damián frunció el ceño y


preguntó:

—Hambruna, ¿estás bien?

—Estoy bien. —Hambruna sacudió la cabeza


con mucho esfuerzo y se forzó a decir esas
pocas palabras.

Al instante siguiente, lanzó un grito y vomitó un


charco de sangre, ¡que incluso contenía
fragmentos de sus pulmones!

En un segundo, la vida se esfumó de los ojos de


Hambruna mientras se desplomaba y moría.

Damián y sus hombres estaban inundados de


rabia mientras miraban a Nataniel,

Nataniel tenía cara de póquer y estaba


tranquilo. Desde el momento en que escuchó a
Hambruna insultar a su esposa cuando entró
por primera vez, ya había tenido la intención de
que pagara con su vida.

Damián miró a Nataniel con los ojos muy


abiertos y soltó un grito con rabia:

—¡Has matado a mi hombre!

Nataniel respondió con indiferencia:

—Los asesinos deben saber que pueden correr


la misma suerte. Cuando mataste a los
guardias de seguridad y a la Señorita
especialista del té hace un momento, ¿no se te
ocurrió que tendrías que pagar por tus
··························································································································· ®
acciones?

Damián estalló en carcajadas mientras la rabia


ardía en él.

—¡Bien dicho! Los asesinos deberían ser


conscientes de que podrían correr la misma
suerte. Mataste a dos de mis hombres de
confianza, Teodoro y Hambruna. Es hora de que
pagues por tus acciones.

Damián hizo una pausa y se giró para preguntar


a los tres miembros restantes de Los
Magníficos Cuatro:

—¿Quién de ustedes quiere acabar con Nataniel


Cruz y vengar a Teodoro y Hambruna?

En términos de habilidades, Hambruna era el


más débil de Los Magníficos Cuatro.

Sin embargo, aunque Hambruna no era tan


fuerte como el resto, el hecho de que Nataniel
hubiera conseguido matarlo de un solo golpe
fue suficiente para infundir miedo a los otros
tres hombres.

Por un momento, ninguno de ellos se atrevió a


ofrecerse para enfrentarse a Nataniel.

La boca de Nataniel se movió hacia arriba


mientras decía:

Por qué no vienen los tres juntos a por mí? No


tengo tiempo que perder.

La sonrisa de Guerra se congeló, Pestilencia


gruñó furioso y el rostro de Muerte se
ensombreció.

La audacia de Nataniel sorprendió a Damián,


que apenas podía creer que hubiera sugerido
enfrentarse a los tres hombres a la vez. Se
burló:

—¡Jal Pensaba que yo ya estaba bastante loco,


pero nunca esperé encontrarme con alguien
··························································································································· ®
aún más loco. Si ese es el caso, ¡te concederé
tu deseo!

—Guerra, Pestilencia, Muerte, vayan juntos a


deshacerse de él.

Guerra inhaló profundo y al instante, su cuerpo


robusto pareció aún más hinchado.

El hombre robusto bajó un poco su cuerpo y se


puso en cuclillas como un gigantesco sapo.

¡Buuum!

Un estruendo salió de los pies de Guerra


cuando se impulsó del suelo y se lanzó como
un cañón hacia Nataniel. ¡Esa aura era en
verdad dominante!

La habilidad del Sapo Volador de Guerra era una


poderosa técnica defensiva. Era comparable a
la técnica de la Armadura Dorada, que hacía
que su cuerpo fuera impenetrable por las
navajas o las balas.

Este movimiento en particular, el Sapo Volador,


era lo suficientemente formidable como para
convertir a un toro en carne picada al instante
de ser impactado.

Mariana y sus discípulas, así como Tomás y


Javier, no pudieron evitar preocuparse por
Nataniel.

En esa fracción de segundo, el pie de Nataniel


salió disparado en una poderosa patada.

¡Buuuum!

Al mismo tiempo, se escuchó un estallido


ensordecedor y explosivo.

Cuando la patada de Nataniel cayó sobre el


hinchado Guerra, sus huesos y órganos
internos se hicieron añicos al mismo tiempo,
como los fragmentos de un globo que estalla.

··························································································································· ®
La mayor parte de sus sustancias corporales
pegajosas se pegaron al pie derecho de
Nataniel, que estaba goteando.

Resultó que la patada de Nataniel era en


extremo potente.

En un momento rápido, Guerra recibió toda la


fuerza de la patada. En lugar de salir disparado,
su cuerpo sin vida quedó colgado de la pierna
derecha extendida de Nataniel.

Todos los presentes se quedaron impactados y


casi se les salieron los ojos.

Era muy aterrador e increíble que, después de


haber matado a Hambruna al instante con un
golpe, Nataniel hubiera acabado ahora con
Guerra de una patada.

Era el turno de Muerte de hacer su movimiento.


A la velocidad del rayo, corrió unos pasos antes
de saltar en el aire. Cuando se elevó a lo más
alto, dio una patada hacia el pecho de Nataniel
en un instante.

Nataniel levantó el brazo y agarró la pierna de


Muerte, antes de dar un puñetazo en la
pantorrilla de su oponente.

¡Crash!

El puñetazo de Nataniel fue lo suficientemente


fuerte como para partir en dos la pantorrilla de
Muerte.

—¡Aaay! —Muerte gritó de dolor.


Crujido, crujido, crujido...

El destrozo de los huesos se oía sin cesar. Las


extremidades y el cuello de Muerte fueron
cortados por Nataniel y quedaron esparcidos
por el suelo, como si fueran partes de peluches
desmontados.

—¡Aaa!

··························································································································· ®
Pestilencia, que llevaba su máscara de acero,
lanzó un grito mientras corría hacia Nataniel.
Como una bestia enfurecida, agitó sus enormes
puños y se lanzó hacia él, gritando:

—¡Vete al infierno!

Cuando el hombre grande se acercó, Nataniel


también levantó su puño, que parecía pequeño
en comparación con el de Pestilencia.

¡Bam!

Cuando los dos puños chocaron, el cuerpo de


Nataniel se quedó pegado al sitio, mientras que
Pestilencia, que era mucho más grande,
retrocedió unos pasos tras soltar un grito
escalofriante.

Como una hebra de fideos cocidos, el brazo


derecho de Pestilencia se debilitó y se
desplomó hacia abajo.

Una máquina de rayos X habría mostrado con


claridad que los huesos del brazo derecho de
Pestilencia estaban aplastados por completo y
rotos en pedazos.

Mientras Pestilencia se retiraba, Nataniel


avanzó de inmediato.

Pateó el suelo con su pie derecho,


impulsándose hacia arriba. Al aterrizar, le dio un
codazo en la cabeza a Pestilencia.

¡Bash!

El cráneo de Pestilencia se rompió al instante.


Su cuello desapareció cuando toda su cabeza
fue forzada hacia su cuerpo en el impacto,
haciéndolo parecer mucho más bajo de lo que
en realidad era.

Mientras que Nataniel aterrizó elegante y


rápido, Pestilencia, que estaba detrás de él, fue
como un tronco de árbol que habían cortado.
Su cuerpo se
··························································································································· ®
inclinó hacia un lado antes de desplomarse por
fin en el suelo.

Se quedó boquiabierto y sus ojos parecían


salirse de sus órbitas.

El hombre estaba muy abrumado mientras


oleadas de terror y ansiedad lo invadían.

«¡Nataniel Cruz había matado a los Cuatro


Fantásticos!».

Damián era incapaz de aceptar esta realidad.


Mirando a Nataniel con horror, sacudió la
cabeza continuamente y murmuró en voz baja:

—Eso no es posible, no, es imposible, ¿cómo


puede existir un luchador tan poderoso? Esos
eran mis Magníficos Cuatro.

Nataniel se acercó a Damián y dijo con


indiferencia:

—Ya le había advertido a la familia Talavera y

deberías haber escuchado. No deberías haber


venido a Ciudad Fortaleza y meterte conmigo.
Incluso te has atrevido a tener ideas sobre mi
mujer.

Damián miró a Nataniel, que tenía un aire


asesino a su alrededor. Parecía haberse dado
cuenta de repente de algo y empezó a entrar en
pánico. Justo cuando estaba a punto de pedir
clemencia, Nataniel ya había levantado la
pierna.

¡Zaz!

Nataniel envió rápido una patada voladora


hacia el centro del pecho de Damián. Como una
cometa sin cuerda, el hombre salió volando
hacia atrás y fue lanzado al otro lado de la
habitación.

Cuando se estrelló contra la pared, se formaron


grietas en la pared que parecían telaraña.
··························································································································· ®
Damián se deslizó por la pared y se desplomó
en el suelo.

Al ver cómo se desarrollaba esta escena ante


sus ojos, los subordinados de Damián se
asustaron mucho. Las piernas les temblaban y
no podían moverse ni un centímetro.

Incluso hubo algunos que se asustaron hasta el


punto de mojarse.

Sin embargo, nadie se atrevió a hacer ruido.


Todos se tapaban la boca con las manos y
miraban a Nataniel con temor,

No querían arriesgarse a llamar su atención


emitiendo algún sonido, ya que temían que los
mataran.

Nataniel echó una mirada al grupo de


subordinados de Damián y dijo con frialdad:

—¡Lleva sus cuerpos de vuelta a Alameda y


recuérdale a Daniel Talavera que solo quedan
28 días para que se acabe el plazo que le di
para retirarse!

Los subordinados de Talavera no se atrevieron


a pronunciar una sola palabra. Recogieron
apresurados los cadáveres de Damián y de los
Magníficos Cuatro y huyeron despavoridos.

Mariana, junto con Sara y sus otras discípulas,


se acercaron a Nataniel para expresarle su
gratitud.

Él respondió con indiferencia:

No hace falta que me lo agradezcan, solo he


venido a tomar mi chaqueta.

Nataniel se marchó mientras Tomás, Mariana y


el resto se ocupaban de limpiar el desorden.

Cuando salió de la Casa de Té, había tres Jeeps


negros aparcados fuera. Eran César y la Elite 8,
que habían llegado y lo esperaban para enviarlo
··························································································································· ®
a casa.

Nataniel subió al auto e indicó a César:


—¡Vamos a casa!

César respondió orgulloso:

—i¡Sí, señor Cruz!

Los tres Jeeps se dirigieron hacia Jardín Ribera.


En el camino de vuelta, César dijo con respeto:
»Señor Cruz, tengo que informarle de algo.
Nataniel tenía los ojos cerrados y su cuerpo
relajado se balanceaba con los baches de la
carretera.

—Adelante —Contestó.

—En dos días, el Cazador de Submarinos 055


comenzará oficialmente su servicio en la Base
Naval del Sur, Zeus Sorní, el Comandante en
Jefe en el Sur se enteró de que estás en Ciudad

Fortaleza y ¡te ha invitado a asistir a la


ceremonia de servicio del submarino cazador!

Javier y los demás subordinados observaron


sin aliento y se llenaron de emoción.

—¡Es fuerte, demasiado fuerte, no hay en lo


absoluto ningún rival para el Señor Cruz! —Los
hombres murmuraban para sí mismos.

Tomás estaba ¡igual de entusiasmado. Miró a


Nataniel con una mirada de admiración y dijo
con orgullo:

—¡Por supuesto! Ustedes deberían saber quién


es el Señor Cruz.

No solo Mariana y sus discípulas no estaban


asustadas por el baño de sangre, sino que
todas miraban a Nataniel con admiración, con
los ojos brillantes y tenían el rubor extendido
por las mejillas.

En la época primitiva, los guerreros que se


··························································································································· ®
ganaban el favor de las mujeres eran los que
regresaban a sus tribus, cubiertos de sangre,
trayendo los cadáveres de las bestias que
habían matado.

Aunque la sociedad ya estaba civilizada, eso no


cambiaba el hecho de que las mujeres seguían
sintiéndose atraídas por la sangre y la violencia.

En ese momento, Mariana y el resto de las


bellezas no podían apartar la mirada de
Nataniel. Tenían formas de corazón en los ojos
y querían entregarse a él con todas sus fuerzas.

Damián estaba más aturdido que todos los


presentes.

Nataniel sonrió y dijo:

—Es una gran noticia para nuestros camaradas


del Norte; ¡han conseguido otro poderoso
armamento! Ya que se trata de un
acontecimiento tan trascendental para el
almirante Sorní, ¡cómo podría rechazarlo, dados
nuestros lazos de hermandad! Dígale que en
dos días asistiré a la ceremonia de servicio con
mi familia.

—¡Sí, señor! —respondió César en voz alta.

Cuando Nataniel llegó a su casa a las nueve de


la noche, Penélope, Reyna, Bartolomé, Leandra
y Carmen estaban reunidos en la sala de estar,
discutiendo los planes para sus próximas
vacaciones.

Resultó que dos días después era el


cumpleaños de Reyna.

Como Penélope tenía un período de calma en el


trabajo, pensaba aprovechar la oportunidad
para llevar a la familia de vacaciones, también
como forma de celebrar el quinto cumpleaños
de su hija.

Cuando Penélope vio a Nataniel en la puerta, le


contó de inmediato el plan y le pidió su opinión,
··························································································································· ®
con la esperanza de que se le ocurrieran
algunas ideas maravillosas para las
vacaciones.

«¿En dos días? ¿Acaso en dos días no es el día


oficial de inicio del servicio del Cazador de
Submarinos 055 en la base naval de Bahía del
Este, en el Sur?»,

Nataniel respondió enseguida:

Nuestra hija todavía es joven, no es buena idea


viajar demasiado lejos. ¿Por qué no vamos a la
Bahía del Este?

Penélope y el resto estuvieron de acuerdo con


la sugerencia de Nataniel. Carmen se alegró
bastante y exclamó:

—¡Me gusta Bahía del Este! Es una ciudad


costera. Podemos visitar la playa.

Cuando Reyna escuchó eso, aplaudió con


alegría y animó:

—¡Vamos a jugar en el mar! ¡Vamos a jugar en el


mar! Mi profesora nos ha dicho que hay barcos
de la marina en el mar. Papá, ¿puedo echar un
vistazo dentro de un barco de la marina
mientras estamos en la playa?

Nataniel sonreía de oreja a oreja mientras


respondía:

—Claro, visitaremos juntos un barco de la


marina.

Reyna se quedó emocionada ante la respuesta


de su padre.

—¿Hablas en serio?

—¡Por supuesto! —respondió Nataniel con una


sonrisa.

Reyna apenas pudo contener su emoción y


exclamó:
··························································································································· ®
—¡Sí!l ¡Papá es el mejor! Papá me va a llevar a
visitar un barco de la marina, ¡no puedo esperar!

Bartolomé y Leandra no se tomaron en serio las


palabras de Nataniel, pero siguieron sonriendo.

Penélope lanzó una mirada a su marido y dijo


en voz baja:

—¿No conoces el cuento del niño que gritó


«lobo» varias veces y después nadie le creyó?
Como padres, no debemos mentirle a nuestra
hija. Es importante que cumplamos nuestras
promesas.

Nataniel se rio y contestó:

—No le estoy mintiendo a nuestra hija, en


verdad la llevaré a conocer un barco de la
marina

Penélope despidió a Nataniel con un gesto y


dijo:

—Bien, bien, ya es suficiente. Ya es bastante


malo que hayas presumido ante nuestra hija,
pero es aún peor no admitir tu error. ¿Crees que
esos barcos de la marina son accesibles para
plebeyos como nosotros?

Nataniel no sabía si reír o llorar ante la


respuesta de su mujer, pero no se molestó en
dar explicaciones.

Mientras tanto, en la mansión Talavera de


Alameda, Daniel tenía una partida de ajedrez
con su hijo mayor, Felipe.

Felipe siempre había sido muy meticuloso,


incisivo y sabio más allá de su edad. Como tal,
era bastante hábil en el ajedrez.

Sin embargo, después de luchar durante media


hora, Felipe acabó perdiendo contra su padre
por un pequeño margen.

··························································································································· ®
En un tono halagador, Felipe dijo:

—Papá, eres un experto en ajedrez. Parece que


aún me quedan muchos años para poder
alcanzarte.

Daniel se rio con ganas ante el cumplido de su


hijo.

—¡Tú tampoco estás mal! Papá se está


haciendo viejo. Pronto serán tú y tu hermano
los que lleven esta casa.

Justo cuando Daniel mencionó a su hijo menor,


Lucio entró corriendo de repente.

Lucio cayó de rodillas en cuanto entró en la


habitación. Tartamudeó mientras decía:

—Se... Señor Talavera, él...


Daniel dijo sonriendo:

—¿Ya regresó Damián? A juzgar por el estado


en el que te encuentras, ¿Damián regresó con la
cabeza de Nataniel Cruz? Yo le advertí a ese
chico que los Magníficos Cuatro eran muy
despiadados y que debía tratar de evitar
cualquier riña innecesaria. Pero no quiso
escuchar.

Con voz temblorosa, Lucio respondió:

—Señor, es el Joven Damián quien...

La sonrisa de Daniel se congeló al instante al


darse cuenta de que algo estaba mal. Se
levantó como un rayo y preguntó con ansias:

—¿Qué acabas de decir? ¿Le pasó algo a mi


hijo?

Lucio cayó al suelo y contestó temeroso:


—El Joven Damián y los Cuatro Fantásticos

están todos muertos. Trajeron sus cuerpos de


vuelta y están en el patio.
Almirante y Comandante en Jefe en el Sur.
··························································································································· ®
Considerando los rangos militares, Nataniel,
que era el General del Norte, estaba un nivel por
encima de Zeus.

En cuanto a los cargos, los dos hombres


estaban a la par, ya que Nataniel era el
Comandante en Jefe del Sur, mientras que Zeus
era el Comandante en Jefe del Norte.

Teniendo en cuenta sus vínculos personales,


Nataniel y Zeus habían participado juntos en un
simulacro internacional en el extranjero.

Mientras estaban allí, fuerzas enemigas


extranjeras habían intentado asesinar a Zeus,
pero Nataniel lo había salvado en el momento
más crucial.

Se puede decir que Zeus y Nataniel habían


pasado juntos por la vida y la muerte.

Zeus siempre había tenido a Nataniel en alta


estima y lo trataba con respeto. Para él, era
como su propia familia.

Nataniel abrió los ojos con una leve sonrisa.


—Este debe ser el tercer cazador de
submarinos 055 de nuestra nación oficialmente

en servicio, ¿verdad?

··························································································································· ®

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