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PERSONA Y DIGNIDAD.
El que el hombre sea persona significa que es un sujeto, y no un objeto o cosa. Por lo
tanto, no es algo que "esté a la mano, para usarse". No es un objeto útil, cuyo valor
dependa del fin que permita alcanzar, eficazmente; ni por el agrado que nos
proporciones su simpatía o su apariencia. Ni se puede definir y medir al hombre - como
persona - por lo que produce, gana o inventa. Es un hecho que cualquiera de nosotros
nos indignamos si sabemos que alguien nos trata como cosas o pretende hacerlo; si se
propone manipularnos y utilizarnos o quiere aprovecharse de nosotros.
Más aún, el ser humano no tiene dignidad, sino que es dignidad. Esto es lo que significa
ser persona. De aquí que, así mismo, no se pueda considerar persona sólo al hombre que
manifiesta y realiza una acabada o efectiva racionalidad y no libre y pleno
consentimiento, pues no siempre es posible, como cuando dormimos, caemos
accidentalmente en un estado de inconsciencia o padecemos amnesia, o cuando sólo
somos un embrión humano. ¡Desde que un hombre comienza a existir es personal! ¡No
es algo que se adquiera con el tiempo, se fabrique o se compre! ¡O se es persona o no
existe lo humano, aunque esto esté muy obscurecido como para reconocerse
inmediatamente! La dignidad pertenece al ser no al tener.
Ahora bien, todo esto es lo que hace la vida de cada hombre y mujer, sagradas,
intocables; o bien, respetables, admirables, estimables, apreciables, en una palabra,
amables (que no comestibles, consumibles, desechables, o utilizables, deleitables y
reciclabes).
Conviene distinguir, sin embargo, entre la dignidad que todo hombre tiene como
persona y que nada ni nadie se le da u otorga, ni se la puede quitar, porque pertenece a
su ser; llamada con más propiedad ontológica [de o n t ó s = s e r y l o g o s = ley o
razón de ser, "la que pertenece a su ser como ley], de la dignidad "moral", es decir, de la
que se adquiere, conserva o pierde, según la moralidad o bondad moral del vivir [u
criminal o un pervertido, o un viciosos, parecen pierden esta dignidad, pero no aquélla];
y de la "social", esto es, la que los demás nos conceden, según su propia percepción y
juicio ["lo que los demás dicen que somos", la buena o mala fama o reputación que los
demás estiman que tenemos; esta dignidad es la más extrínseca y, por lo tanto, la menos
"personal"].
El fundamento de todo progreso, de todo acto cultural, de todo acto científico, social o
religioso, de toda relación humana, el fundamento verdadero y universal de los derechos
humanos es la dignidad humana.
Reconocer la misma, es reconocer que esencialmente todos los hombres somos iguales
y poseemos los mismos derechos, características y obligaciones, que todos sufrimos y
que todos aspiramos a la felicidad.
La dignidad humana es el criterio universal que debe fundamentar entonces todo tipo de
trato humano.
Primero, como hemos visto ya; su reconocimiento, es decir, el afirmar ciertamente que
el hombre es una persona y tiene dignidad, sin importar ninguna otra circunstancia.
Segundo una actitud más humana, un trato que busque resaltar precisamente la dignidad
del ser humano, y no que busque pisarla o someterla, si se hace esto se pisa lo más
sagrado que tiene el hombre después del don de la vida; que es la libertad, en la cual
ahondaremos en un módulo posterior.
Este trato humano nos reclama un RESPETO POR LA PERSONA, una preocupación
por el hombre, un cuidado del mismo, una atención para con él y un acompañamiento.
Existe una palabra que resume las exigencias de la dignidad humana: el amor.
La realidad es que hemos sido creados por el amor y para el amor.
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