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competencia

en medio de su sexo, abramos estas puertas a las que vengan a


imitarlas, inspiremos en todas el amor a las virtudes sociales, el aprecio de las
obligaciones domésticas, y hagámoslas conocer que no hay placer ni
verdadera gloria fuera de la virtud.
Gaspar Melchor de Jovellanos, «Memoria leída en la Sociedad Económica
de Madrid, sobre si debían o no admitir en ella las señoritas», abril de 1786
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Don N. Bernardo Iriarte, don Gaspar de Jovellanos, y Don José Güell,
opinaron por la libertad, tanto del uso como de la introducción de las
muselinas, y dijeron: […] Que en este punto era preciso haberse a las manos
con las mujeres, esto es, con la clase más apegada a sus usos, más caprichosa,
más mal avenida y difícil de ser gobernada. Que todos los estímulos que
mueven al hombre al cumplimiento de las leyes, la razón, el interés, el
crédito, el temor de las penas, eran de ningún momento para las mujeres,
especialmente en las cortes y grandes poblaciones, donde la enorme distinción
de las clases autoriza todos los caprichos, y donde según el dictamen de
celebre político, no permitiéndolas su flaqueza ser orgullosas, y obligándolas
su condición a ser vanas, hacen que el lujo viva y reine siempre en ellas.
[…]
Que no era nuevo el querer traer a la razón las mujeres por el camino del
honor; pero que siempre se había tentado sin fruto.
Gaspar Melchor de Jovellanos, «Voto particular del autor sobre permitir la
introducción y el uso de muselinas extranjeras, al cual unieron el suyo otros
miembros de la Junta de Comercio y Monedas», abril de 1786
• • •
Hubo un tiempo en que andaba la modestia
dorando los delitos; hubo un tiempo
en que el recato tímido cubría
la fealdad del vicio; pero huyóse
el pudor a vivir en las cabañas.
con él huyeron los dichosos días,
que ya no volverán; huyó aquel siglo

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