veces tras un periodo de prostitución y libertinaje, durante el
cual se ha pasado por todo, la mujer entra a formar parte de una familia que la cree sana, cuando no virtuosa! Y conste que no queremos descender a referir otra clase de peligros, porque se resisten a ser descritos por la pluma. Con decir que en numerosas ocasiones el médico tiene que curar ciertas enfermedades de los niños, de índole contagiosa y que no han sido trasmitidas por la leche, apuntamos uno de los más inicuos crímenes (así debe llamarse) que se pueden concebir. Y basta de esto, que si proseguimos, posible es que nos malquistemos con todo ese gremio de falsas madres, y nos juren odio a muerte, lo que, bien sabe Dios, no dejaría de asustamos algo. […] La pasión por las novelas, que es una de las que más quebrantan de ordinario dichos preceptos, es también de las que más perturbaciones orgánicas suelen ocasionar. Si la novela está bien escrita; es decir, si el autor ha escogido interesantes argumentos, que ha presentado con envidiable aticismo, exprimiendo las dotes de una imaginación fogosa y esmerada pluma en la pintura de sus cuadros, la novela posee cierta fascinación que obliga a leer mucho y sin descanso. Esta ocupación, prolongada por demasiado tiempo, envuelve necesariamente inercia física, que es perjudicial al cuerpo, y una fatiga intelectual nada provechosa al espíritu. […] Si esto sucede en el hombre, con mayor motivo sucederá en la mujer, que es ya, por naturaleza, sensible y espiritual, y en la cual todo lo que contribuya a ejercitar sus pasiones y sentimientos, tiene que marcar más y más los rasgos que las son característicos. […] Estamos en una pequeña estancia, cuyo contenido podemos examinar, gracias a la exigua luz que arroja un quinqué.