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EL PRIMER DÍA

Nelda Cambrón-McCabe

Presentar modelos mentales el primer día de un nuevo curso abre una atmósfera de
confianza e investigación para todo el año. He visto esto en los seminarios universitarios que
dirijo; mis discípulos lo han llevado a sus respectivas escuelas secundarias y primarias y me
dicen que el efecto es el mismo. Yo empiezo el primer día de clase del semestre animando
primero a los alumnos para explorar los conceptos de modelos mentales, la escala de referencia,
el iceberg de pensar en sistemas y la necesidad de equilibrar la indagación con el apoyo. Les
explico que la estructura del curso y las lecturas se han dispuesto para fijar límites a nuestro
diálogo durante el semestre. Cito a Parker Palmer sobre la necesidad de que la clase sea a la vez
limitada y abierta.
Hago hincapié en que todos vamos a aprender juntos, así que en esta clase tiene que haber
libertad para plantear cuestiones de las cuales es difícil hablar en otras circunstancias. En mi
universidad, como en la mayoría de instituciones educativas, suele haber bajo la superficie
muchas preocupaciones sobre la cultura, el racismo, las clases sociales y los sexos. En este curso
estas cuestiones se pueden sacar a la luz. Les digo que el papel de los estudiantes no es hablar
con el profesor, que es lo que generalmente hacen, sino hablar los uno con los otros. Mi función
no es darle información sino fijar una estructura dentro de la cual todos podamos aprender
juntos. Todas las voces son valiosas en esta clase y yo también espero aprender de ellas.
Ese ambiente de clase requiere una orientación muy distinta para los estudiantes. Aún en
Postgrado todavía esperan que el profesor les presente la información y los conocimientos. Si al
final no aprenden dan por sentado que el profesor no supo presentar la materia.
Así que hablamos sobre estas cosas durante la primera sesión. Luego yo les digo más o
menos: Vamos a estructurar el diálogo. Yo me propongo formar parte lo mismo que ustedes.
Cada uno tiene que ser responsable ante toda la clase por mantener un nivel más profundo de
diálogo.
Primero escuchamos intensamente cuando los demás hablan; escuchamos para captar el
sentido que el que habla está tratando de compartir. Nos basamos en los comentarios de unos y
otros o hacemos preguntas sobre el razonamiento en que se basan esos comentarios.
Segundo, reconocemos la importancia del silencio. Renecesita para reflexionar sobre lo
que se ha dicho.
Tercero, nadie interrumpe. Dejamos que el que tiene la palabra termine.
Cuarto, no criticamos el comentario de otra persona calificándolo de correcto o
equivocado, no de inteligente o tonto.
Quinto, está prohibido decir: “Si, pero….” Frase que automática descalifica el comentario
que se acaba de escuchar. Antes bien, usamos la expresión “Si, además…” la cual valida y
extiende la contribución del que habló.
La primera vez que inicié un curso es esta forma no me daba cuenta de qué gran impacto
tendría, hasta que los estudiantes entregaron al final del curso las composiciones que le habíamos
pedido para que criticaran lo que habían aprendido. Una alumna escribió: “Esta es la primera vez
que un profesor ha dispuesto una estructura para el diálogo en esta forma. Y no nos limitamos a
hablar sobre ella sino que contribuimos a diseñarla. Muchas veces me he preguntado cómo pudo
usted permitirnos apartarnos del tema y hasta nos animó para sostener diálogos que parecía no
tener nada que ver con el tema del día. Posteriormente he reconocido la importancia de esta
estrategia porque con estos diálogo se enriqueció y se hizo para nosotros”.
Terminó diciendo: “Yo nunca habría permitido esto en mi clase porque no confiaba en el
proceso de aprendizaje; pero nada es improcedente y el curso fue mucho más útil en esta forma.
Los estudiantes con frecuencia comentan sobre la técnica del “Sí, además” en particular: critican
por igual las ideas de los demás pero sus propias respuestas muestran que en realidad has
escuchado y que han tenido en cuenta los puntos de vista ajenos antes de comentarlos.

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