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TRABAJO PRACTICO FAMILIA N° 5

Tamara Bellera Rabanal


1.-Facultades judiciales para otorgar la adopción plena o simple (art. 621 CCyC).
La adopción es una institución jurídica mediante la cual se otorga un vínculo jurídico
paterno filial entre las partes por sentencia judicial.
Dice el art. 594, en su primer párrafo: "La adopción es una institución jurídica que tiene
por objeto proteger el derecho de niños, niñas y adolescentes a vivir y desarrollarse en
una familia que le procure los cuidados tendientes a satisfacer sus necesidades afectivas
y materiales, cuando éstos no le pueden ser proporcionados por su familia de origen".
La disposición legal destaca los elementos característicos que integran la institución,
intentando precisar sus alcances.
Tiene por objeto proteger el derecho de los niños, niñas y adolescentes a vivir y
desarrollarse en una familia que le procure los cuidados tendientes a satisfacer sus
necesidades afectivas y materiales. En los alcances señalados se resalta el sentido integral
que garantiza la institución de la adopción en el ordenamiento jurídico.
Asimismo, se establece que su aplicación tendrá lugar cuando por distintas circunstancias
la misma no puede ser satisfecha y cumplida por su familia de origen. Lo cual significa
que, en principio, se intenta mantener a la persona en su familia de origen y,
excepcionalmente, en una familia alternativa.
La finalidad de la adopción es, indudablemente, el interés superior del niño, que es el
verdadero protagonista de la institución.
De acuerdo con el segundo párrafo del art. 594: "La adopción se otorga sólo por sentencia
judicial y emplaza al adoptado en el estado de hijo, conforme con las disposiciones de
este Código".
Toda adopción, en cualquiera de sus formas —plena, simple o de integración—, tendrá
que ser otorgada por el juez de la causa, no pudiendo haber adopciones extrajudiciales.
El vínculo paterno filial que otorga el emplazamiento en el correspondiente estado de
familia solamente se obtiene por sentencia judicial. Solamente un proceso judicial podrá
garantizar y valorar la creación del vínculo jurídico derivado del mismo.
El art. 595 establece: "La adopción se rige por los siguientes principios:
a. El interés superior del niño
b. El respeto por el derecho a la identidad
c. El agotamiento de las posibilidades de permanencia en la familia de origen o
ampliada

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d. d. La preservación de los vínculos fraternos, priorizándose la adopción de grupos
de hermanos en la misma familia adoptiva o, en su defecto, el mantenimiento de
vínculos jurídicos entre los hermanos, excepto razones debidamente fundadas
e. El derecho a conocer los orígenes
f. El derecho del niño, niña o adolescente a ser oído y a que su opinión sea tenida
en cuenta según su edad y grado de madurez, siendo obligatorio requerir su
consentimiento a partir de los diez años".
La observancia de tales principios adquirirá trascendencia en el respectivo proceso
judicial para verificar los requisitos y exigencias derivadas de la institución.
A partir de la reforma constitucional de 1994, por medio de la incorporación de los
tratados internacionales con jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, CN), la obligación
de los Estados se ha modificado, en virtud de preceptos y directivas que han impactado
directamente en el vínculo paterno filial y, específicamente, en lo que aquí respecta, en
los procesos de declaración judicial de la situación de adoptabilidad.
Por aplicación del mismo, antes de producirse la ruptura definitiva del vínculo paterno
filial, así como para la declaración judicial de la situación de adoptabilidad, se requiere
seguir un procedimiento previo, cual es la revinculación familiar.
En tal sentido, el Estado asume un papel fundamental, debiendo implementar medidas,
planes y programas de revinculación familiar del niño con su familia de origen. Lo que
representa una obligación de hacer, en cumplimiento de la manda constitucional.
También lo reafirma la ley 26.061, cuando al contemplar el derecho a la identidad, se
señala específicamente la importancia de que el niño se desarrolle en su grupo familiar
de origen, por lo que su separación solamente se justifica cuando tal mantenimiento sea
imposible y en forma excepcional, en cuyo caso tendrán derecho a vivir, ser criados y
desarrollarse en un grupo familiar alternativo o a tener una familia adoptiva, de
conformidad con la ley.
Recién después de haber agotado estas instancias y en el caso de fracasar los intentos del
restablecimiento de los vínculos familiares, podría avanzarse en la separación de sus
miembros.
La adopción como institución debe estar vinculada a la circunstancia de que ni sus padres
ni su familia de origen quieran asumir la crianza y la educación de sus hijos.
Las causas económicas en la separación del niño con su familia biológica, a los fines de
la adopción, se encuentra expresamente prohibida en nuestro ordenamiento. La falta de

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recursos materiales de los padres, de la familia, de los representantes legales o
responsables de las niñas, niños y adolescentes, sea circunstancial, transitoria o
permanente, no autoriza la separación de su familia nuclear, ampliada o con quienes
mantenga lazos afectivos, ni su institucionalización.
Si la razón es económica, será el Estado quien deberá proveer a la familia biológica los
medios necesarios para la crianza del niño y no separarlo de él para darlo en adopción,
con el argumento de que otra familia tiene mayores posibilidades económicas que el
grupo familiar de origen. Por lo tanto, la acción positiva del Estado en tales procesos es
proporcionarles los medios necesarios a la familia de origen y no la de proporcionarle una
nueva familia al niño, pues con esta conducta no estaría sino incumpliendo con el mandato
constitucional.
Según el art. 607: "La declaración judicial de la situación de adoptabilidad se dicta si:
a. Un niño, niña o adolescente no tiene filiación establecida o sus padres han fallecido,
y se ha agotado la búsqueda de familiares de origen por parte del organismo
administrativo competente en un plazo máximo de treinta días, prorrogables por un plazo
igual sólo por razón fundada
b. Los padres tomaron la decisión libre e informada de que el niño o niña sea adoptado.
Esta manifestación es válida sólo si se produce después de los cuarenta y cinco días de
producido el nacimiento
c. Las medidas excepcionales tendientes a que el niño, niña o adolescente permanezca en
su familia de origen o ampliada, no han dado resultado en un plazo máximo de ciento
ochenta días. Vencido el plazo máximo sin revertirse las causas que motivaron la medida,
el organismo administrativo de protección de derechos del niño, niña o adolescente que
tomó la decisión debe dictaminar inmediatamente sobre la situación de adoptabilidad.
Dicho dictamen se debe comunicar al juez interviniente dentro del plazo de veinticuatro
horas.
La declaración judicial de la situación de adoptabilidad no puede ser dictada si algún
familiar o referente afectivo del niño, niña o adolescente ofrece asumir su guarda o tutela
y tal pedido es considerado adecuado al interés de este.
El juez debe resolver sobre la situación de adoptabilidad en el plazo máximo de noventa
días".

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El art. 619 enumera las clases de adopción: "Este Código reconoce tres tipos de adopción:
a. Plena
b. Simple
c. De integración".
La tipología tripartita obedece al reconocimiento de las características que tiene cada uno
de los tipos adoptivos en cuanto a su aplicación y sus efectos. Su fundamento está en el
respeto por la identidad del principal sujeto de la adopción: el niño, niña o adolescente
pues la biografía de un niño recién nacido cuyos progenitores abdicaron de su crianza no
tendrá el mismo desarrollo vivencial que la de un niño de 10 años que carece de cuidados
parentales adecuados y es declarado en situación de adopción. Además, el vínculo
generado a partir de las nuevas parejas constituidas por los progenitores con el
conviviente o cónyuge genera vínculos y una dinámica familiar especial que no puede
desatenderse, y respecto de la cual la adopción simple se mostró insuficiente. Es necesario

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el mantenimiento del doble carácter de la adopción porque hace a la protección de los
derechos a la identidad y a permanecer en la familia biológica, que no se resuelve con la
posibilidad de acceder al conocimiento del origen, pues allí se aloja solo una porción
estática de la identidad. Los efectos de la adopción simple garantizan el emplazamiento
paterno-filial y permiten dejar subsistentes lazos que pueden ser relevantes en la historia
personal del niño, a la par que el art. 621 CCyC aporta la posibilidad de crear lazos de
parentesco con miembros de la familia ampliada de los adoptantes.
Las causas que originan la adopción plena como más apta para satisfacer el derecho del
niño no pueden negarse (niños huérfanos, sin filiación acreditada, privación de ejercicio
de responsabilidad parental, etc.) y su interés superior indicará ese emplazamiento,
posibilitando el mismo art. 621 CCyC que algunos vínculos jurídicos se mantengan (entre
hermanos, con abuelos, tíos, etc.).
Con relación a la adopción de integración, la necesidad social de dotarla de autonomía
surgió por la dificultad que acarreaba reconocer la amplitud de derechos derivados del
cuidado e incluso la identidad en su faz dinámica, con la acotada posibilidad que otorgaba
que se incluyera en una subcategoría de la adopción simple (art. 311 CC), especialmente
cuando el niño tenía un solo emplazamiento filial.
No existe una relevancia sobre algún tipo de adopción por sobre otro, ni establece un
orden de prelación. “Este Código reconoce tres tipos de adopción”, las que designa con
una letra, y no con numeración lo que implica que no se autoriza a deducir ningún tipo de
preferencia.
Cada tipo adoptivo responderá a las características del caso, y a su vez, cada uno podrá
tener una modalidad flexibilizada conforme lo autoriza el art. 621 CCyC.
Se realizará un breve análisis de los tipos de adopción plena y de adopción simple.
El primer párrafo del art. 620 dice: "La adopción plena confiere al adoptado la condición
de hijo y extingue los vínculos jurídicos con la familia de origen, con la excepción de que
subsisten los impedimentos matrimoniales. El adoptado tiene en la familia adoptiva los
mismos derechos y obligaciones de todo hijo".
La norma señala sus principales consecuencias. Esto es, conferir al adoptado la condición
de hijo; extingue los vínculos con la familia de origen, salvo lo relativo a los
impedimentos matrimoniales, que subsisten.
Por lo demás, el adoptado tiene en la familia adoptiva los mismos derechos y obligaciones
de todo hijo.

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El art. 624 en su primer párrafo sostiene: "La adopción plena es irrevocable".
Una de las características que tiene la adopción plena es que es irrevocable.
Se ha señalado que los preceptos legales que establecen la irrevocabilidad de la adopción
plena y la imposibilidad de que los padres biológicos reconozcan al adoptado, no importa
un desconocimiento del derecho que tiene todo niño a preservar y ejercer su propia
identidad consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño.
De acuerdo con el segundo párrafo del art. 624: "La acción de filiación del adoptado
contra sus progenitores o el reconocimiento son admisibles sólo a los efectos de
posibilitar los derechos alimentarios y sucesorios del adoptado, sin alterar los otros
efectos de la adopción".
Dado que la adopción plena es irrevocable, no puede habilitar una acción de filiación para
obtener el desplazamiento del vínculo creado legalmente. Será contradictorio con dicha
institución.
Sin embargo, la acción judicial o, en su caso, el reconocimiento, serán admisibles a los
fines de posibilitar el derecho alimentario y sucesorio del adoptado, sin alterar los demás
efectos de la adopción.
En consecuencia, el niño tiene derecho a conocer sus orígenes, pero con posterioridad a
la sentencia de adopción plena no tiene derecho a ser reconocido como hijo por su
progenitor con los efectos jurídicos que el reconocimiento comporta en el establecimiento
de la filiación.
Dice el art. 625: "La adopción plena se debe otorgar, preferentemente, cuando se trate
de niños, niñas o adolescentes huérfanos de padre y madre que no tengan filiación
establecida. También puede otorgarse la adopción plena en los siguientes supuestos:
a. Cuando se haya declarado al niño, niña o adolescente en situación de
adoptabilidad
b. Cuando sean hijos de padres privados de la responsabilidad parental
c. Cuando los progenitores hayan manifestado ante el juez su decisión libre e
informada de dar a su hijo en adopción”.
Se establece una preferencia en el otorgamiento de la adopción plena cuando se trate de
niños, niñas o adolescentes huérfanos de padre y madre que no tengan filiación
establecida.
Fuera de dicha preferencia, se establece que también podrá otorgarse la adopción plena
en tres supuestos particulares. El primero, cuando se haya declarado al niño, niña o

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adolescente en situación de adoptabilidad. El segundo, si se trata de hijos de padres
privados de la responsabilidad parental. Tercero, cuando los progenitores hayan
manifestado ante el juez su decisión libre e informada de dar a su hijo en adopción.
Señala el art. 626: "El apellido del hijo por adopción plena se rige por las siguientes
reglas:
a. Si se trata de una adopción unipersonal, el hijo adoptivo lleva el apellido del
adoptante
b. Si se trata de una adopción conjunta, se aplican las reglas generales relativas al
apellido de los hijos matrimoniales
c. Excepcionalmente, y fundado en el derecho a la identidad del adoptado, a
petición de parte interesada, se puede solicitar agregar o anteponer el apellido
de origen al apellido del adoptante o al de uno de ellos si la adopción es conjunta
d. En todos los casos, si el adoptado cuenta con la edad y grado de madurez
suficiente, el juez debe valorar especialmente su opinión".
La disposición refiere al apellido de los hijos adoptivos. El agregado del apellido de los
adoptantes al adoptado es una consecuencia del estado de familia derivado del vínculo
paterno filial.
Se dijo que la atribución del apellido del adoptante al adoptado evidencia, por medio de
un símbolo jurídico, el estado de hijo del adoptado, siendo la exteriorización sin
limitaciones en el medio social para que este vínculo de filiación artificial se parezca del
mejor modo posible al que crea la naturaleza, individualizando al adoptado en la
comunidad como hijo del adoptante y viceversa.
Se contemplan distintas situaciones, según el emplazamiento sea una adopción
unipersonal o una adopción conjunta.
Si se trata de una adopción unipersonal, el hijo adoptivo llevará el apellido del adoptante.
Si se trata de una adopción conjunta, la norma remite a las disposiciones que rige para el
apellido de los hijos matrimoniales. Por aplicación de ello, según el primer párrafo del
art. 64, el hijo adoptivo llevará el primer apellido de alguno de los dos adoptantes, a
elección de éstos. Cuando no haya acuerdo entre ambos padres, se determinará por sorteo
realizado en el Registro de Estado Civil y Capacidad de las Personas. A pedido de los
padres, se puede agregar el apellido del otro.

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Excepcionalmente, a petición de parte interesada, fundado en el derecho a la identidad
del adoptado, se puede solicitar agregar o anteponer el apellido de origen al apellido del
adoptante o al de uno de ellos, si la adopción es conjunta.
Fuera de ello, en todos los casos, si el adoptado cuenta con la edad y grado de madurez
suficiente, el juez deberá valorar especialmente su opinión.
El segundo párrafo del art. 620 dice: "La adopción simple confiere el estado de hijo al
adoptado, pero no crea vínculos jurídicos con los parientes ni con el cónyuge del
adoptante, excepto lo dispuesto en este Código".
La norma señala los efectos característicos de la adopción simple. La misma confiere el
estado de hijo al adoptado. Sin embargo, no crea vínculos jurídicos con los parientes ni
con el cónyuge del adoptante, salvo lo dispuesto en este Código.
Según el art. 627: "La adopción simple produce los siguientes efectos:
a. Como regla, los derechos y deberes que resultan del vínculo de origen no quedan
extinguidos por la adopción; sin embargo, la titularidad y el ejercicio de la
responsabilidad parental se transfiere a los adoptantes
b. A familia de origen tiene derecho de comunicación con el adoptado, excepto que
sea contrario al interés superior del niño
c. El adoptado conserva el derecho a reclamar alimentos a su familia de origen
cuando los adoptantes no puedan proveérselos
d. El adoptado que cuenta con la edad y grado de madurez suficiente o los
adoptantes, pueden solicitar se mantenga el apellido de origen, sea adicionándole
o anteponiéndole el apellido del adoptante o uno de ellos; a falta de petición
expresa, la adopción simple se rige por las mismas reglas de la adopción plena;
e. El derecho sucesorio se rige por lo dispuesto en el libro quinto".

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Sostiene el art. 628: "Después de acordada la adopción simple se admite el ejercicio por
el adoptado de la acción de filiación contra sus progenitores, y el reconocimiento del
adoptado. Ninguna de estas situaciones debe alterar los efectos de la adopción
establecidos en el artículo 627".
El adoptado por adopción simple podrá ejercer la acción de filiación contra sus
progenitores, así como podrá efectuarse el reconocimiento del adoptado.
La acción de filiación o el reconocimiento, en su caso, no puede alterar los efectos de la
adopción previstos en el art. 627.
Señala el art. 629: "La adopción simple es revocable:
a. Por haber incurrido el adoptado o el adoptante en las causales de indignidad
previstas en este Código
b. Por petición justificada del adoptado mayor de edad
c. Por acuerdo de adoptante y adoptado mayor de edad manifestado judicialmente.
La revocación extingue la adopción desde que la sentencia queda firme y para el futuro.
Revocada la adopción, el adoptado pierde el apellido de adopción. Sin embargo, con
fundamento en el derecho a la identidad, puede ser autorizado por el juez a conservarlo".

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La adopción simple puede ser revocada, a diferencia de la adopción plena, que es
irrevocable.
La norma establece las causales de revocación de dicha adopción simple. La primera
consiste en haber incurrido el adoptado o el adoptante en las causales de indignidad
previstas en este Código.
Otra de las causales de revocación de la adopción simple es por petición justificada del
adoptado mayor de edad. La voluntad del adoptado, una vez alcanzada la mayoría de
edad, se erige como determinante a los fines de poder revocar dicha adopción, con la
particularidad que deberá alegar y probar causas justificadas.
Finalmente, la adopción simple puede ser revocada por acuerdo del adoptante y adoptado
mayor de edad manifestado judicialmente. El consenso del adoptado mayor de edad y el
o los adoptantes es determinante para peticionar la revocación de la respectiva adopción.
Una vez revocada la adopción simple, los efectos de la extinción del vínculo lo serán
desde que la sentencia queda firme y hacia el futuro.
Producida la revocación de la adopción simple, el adoptado pierde, en principio, el
apellido de adopción, consecuencia lógica de la modificación del correspondiente estado
de familia.
Sin embargo, puede ser autorizado a conservarlo, con fundamento en el derecho a la
identidad. Ello así, pues el nombre —prenombre y apellido— constituyen aspectos de la
identidad del sujeto y, como tal, independientemente de la modificación del estado de
familia podrían, eventualmente, conservarlo.
De acuerdo con el art. 621: "El juez otorga la adopción plena o simple según las
circunstancias y atendiendo fundamentalmente el interés superior del niño. Cuando sea
más conveniente para el niño, niña o adolescente, a pedido de parte o por motivos
fundados, el juez puede mantener subsistente el vínculo jurídico con uno o varios
parientes de la familia de origen en la adopción plena, y crear vínculo jurídico con uno
o varios parientes de la familia del adoptante en la adopción simple. En este caso, no se
modifica el régimen legal de la sucesión, ni de la responsabilidad parental, ni de los
impedimentos matrimoniales regulados en este Código para cada tipo de adopción".
La ley 24.779 admitió la posibilidad de la petición de parte —más fundados motivos—
para que la adopción a otorgarse lo fuera en la modalidad simple o plena. A la par, facultó
al magistrado a conferirla en la modalidad simple, previa evaluación de si era lo más
conveniente para el niño. No se plasmaba la misma exigencia para la adopción plena, que

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tenía como supuesto de procedencia a determinadas sus causas-fuente. Cabe recordar que
en el régimen derogado, parte en la adopción eran los adoptantes y el Ministerio Público.
El Código dispone que la autoridad judicial tiene siempre la facultad de determinar el tipo
adoptivo a aplicar en el caso concreto según el mejor interés del niño, y no solo en
supuestos de adopción simple. No impide a las partes la solicitud de aquel tipo adoptivo
que crean conveniente, pero la decisión podrá o no ser acorde a esa pretensión. La
adopción será conferida en forma simple o plena, pero es potestad exclusiva del
magistrado, y solo podrá recibir la pretensión de las partes involucradas como una
opinión, deseo o expectativa determinada, sin que condicione su determinación, que será
sustentada en el interés superior del niño. O del adoptado, si fuese el supuesto de un mayor
de edad. Constituiría un exceso ritual manifiesto rechazar de manera liminar la demanda
por contener la referencia al tipo adoptivo que se pretende pues en nada agravia a la
amplia posibilidad que se le otorga al juez de resolver determinando el tipo que considere
más conveniente, siempre con fundamentos.
Esta herramienta legal, consignada con carácter de facultad judicial, introduce una de las
cuestiones más novedosas en el sistema adoptivo. Al conceptualizar la adopción, el CCyC
señala que se la adopción se otorga “sólo por sentencia judicial y emplaza al adoptado en
el estado de hijo, conforma con las disposiciones de este Código” (art. 594 CCyC), lo que
implica que el fallo determinará los efectos y las consecuencias jurídicas según sea el tipo
adoptivo, y que se podrán producir ajustes.
Se podrá modificar, respetar o generar determinadas consecuencias jurídicas con alguno
o varios integrantes de la familia de origen, ampliada o adoptiva. Con soporte
constitucional en el interés superior del niño de cuya adopción se trate (arts. 7°, 8°, 9°,
20.2, 20.3, 21. a, 29.c Convención de los Derechos del Niño; art. 595, inc. a, CCyC; art.
3° de la ley 26.06; referencias específicas que contienen las leyes provinciales; OC
17/2002, OG 12 del Comité de los Derechos del Niño; art. 75, inc. 22, CN) se concede al
magistrado competente la posibilidad de crear vínculos con determinados parientes del o
los adoptantes por adopción simple y la de conservar algunos vínculos jurídicos con
miembros de la familia de origen para supuestos de adopción plena. En otros términos,
posibilita una “adopción simple más plena” o una “adopción plena menos plena” dando
cabida a un ajuste jurídico de las reglas de parentesco en relación con los efectos de la
adopción y respetando la identidad dinámica del adoptado.

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Si bien el artículo hace referencia al interés superior del niño, las directrices orientadoras
y proveedoras de elementos para resolver ante tensiones entre dos o más derechos de igual
jerarquía (los principios contenidos en el art. 595 CCyC) serán la principal fuente de
justificación de la resolución judicial. El juez debe dar fundamento por el cual considera
que es conveniente, o más conveniente flexibilizar los efectos del tipo adoptivo de que se
trate, y encontrará los argumentos en el análisis de los hechos, los vínculos gestados, la
opinión del niño, el desarrollo de su identidad a la luz de los principios de la adopción.
Cobran relevancia el respeto por la identidad (art. 595, inc. b, CCyC) y la preservación
de los vínculos fraternos (art. 595, inc. c, CCyC).
La adopción constituye un recurso apto para restituir a un ser humano el derecho a vivir
en una familia si debió ser privado de ella, y reconocerle que construyó su individualidad
afectiva, social y cultural dentro de alguna. Reconocer esa historia previa o la que se está
gestando a partir del inicio de la guarda, es respetar su identidad en sus aspectos estático
y dinámico.
En principio, la flexibilización de los efectos del tipo adoptivo que corresponda tiene
lugar si: 1) la petición la realizan las partes; 2) invoquen motivos fundados.
Las partes del juicio de adopción son el pretenso adoptado y el o los pretensos adoptantes.
En el supuesto extraordinario de intervención en tal carácter de los padres u otros
representantes (caso de nulidad de la situación de adoptabilidad contemplado en el art.
634, inc. g, CCyC) podrán ser tenidos por parte y reclamar así, el mantenimiento de
vínculos a su respecto.
La decisión contemplará la opinión del niño, la biografía e historia personal, y la
conveniencia de tal pretensión en función de la posibilidad real de que esos vínculos sean
productivos para el correcto desarrollo del niño, niña o adolescente.
Si los adoptantes o el niño no requirieron la flexibilización, y el magistrado tiene
acreditados motivos para mantener algunos vínculos (por ejemplo entre hermanos, o con
los abuelos) en la adopción plena, o reconocer otros (por ejemplo, con los abuelos
adoptivos) no existe gravamen alguno que puedan invocar los pretensos adoptantes para
oponerse a la determinación sea realizada por el juez, aun sin requerimiento expreso de
alguno de ellos como parte; o incluso ante lo que pudiese sugerir el Ministerio Público o
los miembros del gabinete interdisciplinario.
El traspaso de un niño de un grupo familiar a otro por causa de su adopción no puede
verse sin considerar que la vida de un ser humano —sin importar su edad— sucede todos

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los días, y en ella confluyen pasado y presente. Cuando los niños o adolescentes tuvieron
vivencias en sus familias de origen y luego migran hacia otro grupo familiar, o incluso en
los supuestos de las adopciones de integración donde se desarrollan lazos con la familia
biológica que incluso se mantienen, aniquilar esa historia negándoles vínculo jurídico
vulnera su identidad. En supuestos en que procede la adopción simple si se generó un
ensamble afectivo fuerte, sólido, con relaciones paterno filiales saludables y aceptación
por la familia extensa de los pretensos adoptivos, los afectos nacidos y desarrollados serán
admitidos por la ley, confiriendo vínculo jurídico más allá del que se reconocerá entre
pretensos adoptante y adoptado, porque ello hace al respeto por la identidad dinámica,
que se conforma a diario con el devenir vital.
En el caso de la adopción plena el mantenimiento de vínculo jurídico con los hermanos,
abuelos, o incluso los mismos padres de origen, no influye en el régimen sucesorio por el
cual el hijo hereda ab intestato a sus padres adoptivos y tiene derecho de representación;
tampoco influye en el ejercicio de la responsabilidad parental que se ejerce plenamente
por los padres adoptivos. Se mantendrá únicamente la posibilidad de ejercicio del derecho
a la comunicación y, por supuesto, los impedimentos matrimoniales. En su caso —art.
624 CCyC— adquirirá derecho alimentario y sucesorio solo el hijo —no el ascendiente
biológico— que es emplazado por el progenitor biológico luego de la adopción.
En torno a la adopción simple y la de integración, al transferirse el ejercicio de la
responsabilidad parental, conservan todos sus efectos con relación a la familia de origen,
y los vínculos que se crean en la sentencia respecto de los familiares biológicos de los
adoptantes no deriva en el nacimiento de derechos hereditarios ni en la posibilidad de
reclamo alimentario

2.- Indique quienes pueden ser sujetos de adopción: respecto de la edad.


El art. 597 determina: "Pueden ser adoptadas las personas menores de edad no
emancipadas declaradas en situación de adoptabilidad o cuyos padres han sido privados
de la responsabilidad parental. Excepcionalmente, puede ser adoptada la persona mayor
de edad cuando:
a. Se trate del hijo del cónyuge o conviviente de la persona que pretende adoptar
b. Hubo posesión de estado de hijo mientras era menor de edad, fehacientemente
comprobada"

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Conforme el art. 25 CCyC son personas menores de edad no emancipadas, los niños (entre
0 a 12 años) y los adolescentes (a partir de los 13 y hasta los 18 años), y son las
comprendidas en este artículo.
La mayoría de edad se adquiere a los 18 años a partir de la ley 26.579, en coincidencia
con la edad núbil estipulada en el art. 403, inc. f, CCyC, de modo que la emancipación a
la que se refiere el artículo se reduce a la obtenida a partir del matrimonio de la persona
menor de edad.
Matrimonio que será celebrado con autorización de los representantes legales si tiene 16
o 17 años, o con dispensa judicial por debajo de esa edad (art. 404 CCyC ) provocando la
emancipación irrevocable que torna improcedente la adopción (arts. 27 y 699, inc. d,
CCyC).
La persona menor de edad es declarada en situación de adoptabilidad cuando se llevaron
a cabo todas las medidas posibles para garantizar su permanencia en la familia de origen
—nuclear o extensa— sin resultado satisfactorio, de conformidad con lo dispone el art.
607 CCyC. Procede siempre que se encuentre comprobada la imposibilidad de que los
cuidados y necesidades del niño sean provistos por su familia de origen (conf. art. 595
CCyC y art. 9° Convención de los Derechos del Niño).
Las situaciones que pueden provocar tal declaración son:
1. Filiación no establecida;
2. Orfandad y ausencia de familia extensa;
3. Desprendimiento por consentimiento informado de los progenitores;
4. Ineficacia y agotamiento de las medidas de protección de derechos excepcionales
implementadas;
5. Ausencia de miembros de la familia extensa en condiciones de asumir la crianza
mediante la figura de la guarda o de la tutela.
Se trata de un proceso regulado ahora en el CCyC, con plazos fijos y directivas claras,
que nació en la práctica forense, se mejoró a partir de la ley 26.061 y finalmente plasmado
en la regulación del derecho privado para dotar de homogeneidad a la intervención estatal
en las familias con dificultades de crianza.
El dictado de la sentencia que declara a un niño, niña o adolescente en situación de
adoptabilidad equivale en sus consecuencias a la que priva de la responsabilidad parental
(art. 700 CCyC), de conformidad con lo que dispone el art. 610 CCyC y siempre que se
haya dictado respecto de los dos progenitores. Debe tenerse presente que la equivalencia

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no importa dejar de lado la posibilidad de que sean los miembros de la familia ampliada
quienes, prioritariamente se puedan convertir en guardadores (art. 643 CCyC) o tutores
de los niños (arts. 104, 106 y 107 CCyC) en el marco del desarrollo de las medidas de
protección implementadas, y recién ulteriormente procurar la filiación adoptiva.
En principio, si bien la institución se halla prevista para menores de edad, podría darse la
situación en que un mayor de edad sea adoptado en determinadas condiciones.
Los menores de edad no emancipados, podrán ser sujetos de adopción, siempre que sean
declarados en situación de adoptabilidad o si los padres han sido privados de la
responsabilidad parental.
Por aplicación de ello, podrán ser sujetos de adopción las personas que no hubieren
cumplido los dieciocho años y siempre que no se hubiere emancipado.
Por otra parte, en el caso de la adopción de un mayor de edad, en las condiciones de la
norma, se exige que el adoptado deba dar su consentimiento, pues de lo contrario, no
podría prosperar la adopción.
Los mayores de edad pueden ser adoptados cuando se den alguna de las dos situaciones
siguientes:
 Cuando se trate del hijo del cónyuge o conviviente de la persona que se pretende
adoptar: estamos en presencia de una adopción de integración. Se amplía tal
instituto, pues ahora se permite no solamente la adopción del hijo del cónyuge
sino también la adopción del hijo del conviviente en las condiciones de la norma.
 Cuando hubiere habido posesión de estado de hijo mientras era menor de edad,
fehacientemente comprobada: permite la adopción de un mayor de edad si ha
existido posesión de estado de hijo mientras era menor de edad. Se corrige y aclara
en el nuevo régimen que dicha posesión de estado debe haber sido durante la
menor edad del sujeto que se pretende adoptar.
De conformidad con la norma en cuestión, para que tales personas puedan ser dadas en
adopción, será necesario que hubieren sido declaradas en estado de adoptabilidad —
decretada por un juez— o bien que sus padres hayan sido privados de la responsabilidad
parental.
Se establecen dos medidas para habilitar la eventual adopción:
 La declaración judicial de la situación de adoptabilidad
 La privación de la responsabilidad parental.

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La posibilidad de solicitar y que se conceda la adopción del hijo mayor de edad de uno
de los miembros de la pareja es tanto para las matrimoniales como para las no
matrimoniales. Además del principio igualitario que pivotea en todo el ordenamiento, la
equiparación de ambas formas familiares en un tema como la adopción tuvo un gran
desarrollo doctrinario y jurisprudencial, con base en que lo importante era el vínculo
creado entre el hijo adoptivo y el pretenso adoptante, y no el tipo de relación de pareja
(matrimonial o no) entre el progenitor del adoptivo y su cónyuge o conviviente. Sin
perjuicio de la adopción conjunta por parte de ambos miembros de una pareja en unión
convivencial y los requisitos para su procedencia que se profundizan en el comentario al
art. 602 CCyC, es destacable que para la adopción del hijo —biológico o adoptivo— de
uno de los miembros de la pareja conviviente no es exigible la constitución de la unión
convivencial en los términos previstos en el art. 510 CCyC. Esto es así en función de que
la adopción de integración reconoce una determinada conformación familiar ya
desarrollada en la realidad, mientras que la adopción de una pareja conviviente importa
un emplazamiento creado a partir de la intervención.
En cuanto al supuesto de posesión de estado de hijo durante la menor edad, la excepción
a la prohibición de adopción de mayores de edad tiene como exigencia que se pueda
comprobar que el trato filial se desarrolló durante la menor edad, es decir hasta antes de
cumplir los 18 años. Deberá, como ocurre con todo adoptante mayor de 10 años, requerir
su consentimiento.
La posesión de estado importa la apariencia de la titularidad de un estado civil, fundada
en el ejercicio público y continuado de las facultades correspondientes al mismo. Lo
relevante es que el vínculo se haya originado, desarrollado y mantenido con la publicidad
suficiente para permitir acreditar su desarrollo en similares condiciones a los otros tipos
filiales, con lazos afectivos consolidados y por los cuales se brindó los cuidados
necesarios para el desarrollo

3.- Prohibición de las guardas de hecho (art. 611 CCyC). Indique su opinión al
respecto.
La guarda de hecho es la que se produce a partir de que los progenitores de un niño se
desligan de las funciones de crianza, quedando el niño a cargo de terceras personas sin
ningún tipo de intervención judicial.

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Nace con la entrega del niño, acto que puede tener como antecedente algún grado de
parentesco o afectividad entre los adultos; o no tenerlo en absoluto y estar sustentado en
necesidades de esos adultos y de dessubjetivización del niño, que es puesto en un lugar
de objeto.
Aparece en situaciones muy disímiles como puede ser la entrega directa y la inscripción
como propio de un hijo ajeno, el desprendimiento de la crianza y consolidación de vínculo
en situaciones de desequilibrio socioestructural entre la familia que entrega y la que recibe
—vulnerabilidad social—, o puede ser también una elección materna o paterna fundada
en el conocimiento o vínculo previo, sea este de confianza o de parentesco. En esos
supuestos el contacto entre las familias y la convivencia del niño en la que no es la de
origen, da comienzo por fuera del sistema judicial.
Establece el art. 611: "Queda prohibida expresamente la entrega directa en guarda de
niños, niñas y adolescentes mediante escritura pública o acto administrativo, así como
la entrega directa en guarda otorgada por cualquiera de los progenitores u otros
familiares del niño. La transgresión de la prohibición habilita al juez a separar al niño
transitoria o definitivamente de su pretenso guardador, excepto que se compruebe
judicialmente que la elección de los progenitores se funda en la existencia de un vínculo
de parentesco, entre éstos y el o los pretensos guardadores del niño. Ni la guarda de
hecho, ni los supuestos de guarda judicial o delegación del ejercicio de la
responsabilidad parental deben ser considerados a los fines de la adopción".
La necesidad de regular desde el derecho aparece cuando esa situación es llevada a los
tribunales para regularizar el ejercicio de derechos y obligaciones a partir de la pretensión
de una guarda con fines adoptivos.
La ley, por su parte, no puede silenciar estas relaciones gestadas a partir de un
“ahijamiento” irregular, pero que en definitiva, en muchos casos están fundadas en una
socioafectividad genuina que se va consolidando con el tiempo.
En estos casos, se procede a declarar la situación de adoptabilidad a partir de una
transgresión de un adulto ya que la guarda de hecho está prohibida, pero dado el fuerte
vínculo afectivo que se gesta entre el guardado o guardadores con el niño, se prosigue
con el proceso de adopción.
En ese tipo de casos se colocan en tensión varios principios, como la autonomía de
voluntad de los adultos —generalmente la progenitora—, el interés superior del niño y la

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judicialidad de la filiación adoptiva, siendo el principio de realidad que informa toda la
codificación el motor de la toma de posición sobre el tema.
En la legislación adoptiva derogada se reguló la prohibición de las entregas directas
plasmadas en escrituras públicas o actos administrativos, en un intento para evitar el
circuito extrajudicial del que dieron cuenta muchos trámites judiciales donde a partir de
verdaderas redes organizadas los pretensos adoptantes contactaban a mujeres con
dificultades de diversa índole que se desprendían —sin ningún tipo de asesoramiento ni
contención— de la crianza de los hijos. Esa modalidad implicaba la violación de varios
derechos, pero fundamentalmente incidía en la dignidad, la identidad, la preeminencia de
la familia biológica o la coparentalidad no solo respecto del niño, sino también de sus
padres biológicos o incluso sus hermanos u otros familiares.
Como refuerzo, y a partir de la ley 25.854 y sus sucesivas reglamentaciones, el registro
único de pretensos adoptantes se erige en un organismo destinado a llevar una lista de
centralizada de aspirantes que, solo de ser admitidos, podrán ser seleccionados por los
magistrados para convertirse en padres y madres adoptivos. No obstante, su función es la
de constituirse en un registro de segundo orden, pues tanto la inscripción como la
evaluación de los requisitos y capacidades exigidas estará a cargo de los respectivos
registros provinciales, que serán guiados y tendrán la colaboración del Registro único. De
allí que el decreto 1328/2009 alude al Registro Nacional como una verdadera red de
registros, con el loable objetivo de evitar la dispersión de esfuerzos, la superposición de
intervenciones y los continuos desplazamientos.
Hay posturas que están a favor de este tipo de guardas, Los argumentos de quienes
avalaron doctrinariamente esta modalidad reposaban en la falta de prohibición expresa de
la legislación (que se refería únicamente a las entregas plasmadas en escrituras o actos
administrativos), el respeto por la voluntad familiar, la subsidiariedad de la intervención
estatal, la posibilidad jurídica de que los padres designen tutores a sus hijos y la analogía
con la figura de la tutela, siendo que aquí se faculta a los padres a elegir libremente el
tutor de sus hijos por testamento. Esto ha sido cuestionado al entenderse que la admisión
del contacto directo podía esconder situaciones de vulnerabilidad de los progenitores,
captación de voluntad por parte de los guardadores, incluso situaciones de ilicitud como
aquellos casos en los que existe pago o contraprestación alguna por parte de los
guardadores —pretensos adoptivos—, a favor de la familia de origen.

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La jurisprudencia, por su parte, en general se vio constreñida por los lazos ya forjados
(identidad en su faz dinámica) y la afectación al interés superior del niño que el desarraigo
afectivo le provocaría. En ocasiones, incluso, se valoró que los guardadores estaban
inscriptos en el Registro pertinente o la selección realizada por la progenitora se fundaba
en motivos valederos, basados en el conocimiento de la persona que recibía a su hijo, y
en procura de un verdadero interés en su protección.
En la vereda opuesta, se esbozaron también fuertes razones: la télesis del sistema
adoptivo, o que más allá de la forma en que el convenio fuera plasmado (escritura o acto
administrativo) la legislación pretendía desterrar la consideración del “niño objeto” del
contractualismo de los adultos. A eso se sumó el argumento de que la entrega directa
implicaba una abdicación del ejercicio de la responsabilidad parental, desplazando la
tutela de los derechos del niño al sistema de justicia, el único autorizado para decidir sobre
ellos. La realidad siguió imponiéndose y no cesaron los conflictos jurídicos motivados en
entregas que salteaban el sistema legal vigente y eran consolidadas por el transcurso del
tiempo y la creación de lazos. Lamentablemente, la práctica judicial da cuenta de las
situaciones de entrega directa a pesar de la prohibición legal, cuestión altamente compleja
cuando el vínculo afectivo se consolida por el transcurso del tiempo.
Esto es lo que se pretende evitar de manera reforzada de conformidad con lo previsto en
el art. 611 CCyC.
Así es como se prohíbe la entrega de niños mediante las guardas de hecho. No será válida
a los fines de la adopción la entrega directa por escritura pública o por un acto
administrativo.
Tampoco se permite la entrega directa en guarda realizada por cualquiera de los
progenitores u otros familiares del niño.
Para que la guarda con fines de adopción sea válida a los fines de la respectiva adopción
del niño, se requiere la guarda judicial otorgada por juez competente. En tal sentido, la
vía extrajudicial no tendrá validez a los efectos de considerar una guarda con fines de
adopción.
Cuando el niño haya sido entregado en forma directa, sin recurrirse a la vía judicial, la
norma habilita al juez a separar al niño de sus guardadores, transitoria o definitivamente.
Esto es coherente con la idea de la prohibición de las guardas de hecho.

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Excepcionalmente, no prosperará la separación del niño con sus guardadores cuando se
compruebe judicialmente que la elección de los progenitores se halla fundada en la
existencia de un vínculo de parentesco entre los progenitores y los guardadores.
De tal manera, habiéndose producido una entrega directa, no significa que
inexorablemente el niño será separado de los guardadores. Habrá que analizar las
condiciones y situaciones de hecho que rodean al caso, lo que dependerá de las
particulares circunstancias del mismo.
De ahí que se participe del criterio según la cual el hecho de que los actores no se hallen
inscriptos en el Registro de Aspirantes a la Adopción no es impedimento para que se le
otorgue la guarda preadoptiva del menor que les ha sido dado en custodia por la madre
biológica, pues si ésta tiene facultad para dar a su hijo en adopción, con mayor razón
puede elegir a las personas que actuarán como guardadores preadoptivos, sin perjuicio de
que la justicia examine la conveniencia de tal decisión atendiendo a la protección del
interés del menor. En el mismo sentido, se señaló que si bien la guarda con miras a una
futura adopción debe ser discernida por el juez, y no basta al efecto con la intervención
notarial o administrativa, ello no obsta a que se le reconozca relevancia a la voluntad
materna —con mayor razón si ha sido ratificada en autos y suficientemente fundada—
como situación transitoria y sujeta a control judicial.
Por ello, la guarda con fines de adopción de un menor debe ser otorgada a quien ejerce su
guarda de hecho desde temprana edad, aun cuando no se encuentre inscripto en el Registro
Único de Aspirantes con Fines Adoptivos, pues debe tenerse en cuenta el tiempo
transcurrido desde el inicio de la custodia y los informes del equipo técnico
interdisciplinario jurisdiccional, de los que surge que aquél ha estrechado vínculos
valiosos y significativos con la familia guardadora, y que separarlo de dicho contexto
significaría exponerlo a una situación de alto riesgo. En tal contexto, el requisito de
inscripción en el Registro no puede erigirse como obstáculo insalvable para aspirar a la
adopción, cuando el niño ha permanecido ininterrumpidamente con la familia guardadora
la mayor parte de su existencia, integrándose a ella, pues una separación le traerá
aparejadas consecuencias inevitables, aunque no sea posible predecir en qué consistirán
y cuál será su gravedad.
Si el control judicial determina que resulta inconveniente mantener la situación existente
entre los guardadores de hecho y el menor, procederá a su respectiva separación. En este
sentido, en el marco de un proceso de adopción, se entendió que de las circunstancias

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comprobadas en las que el desprendimiento del hijo a favor de personas determinadas ha
sido motivada no sólo sin ningún vínculo afectivo previo entre los progenitores del niño
y los guardadores, sino que ni siquiera se conocían y fueron conectados por un tercero
con la finalidad precisamente de recibir al menor, es posible determinar que existió un
arreglo para entregar al niño, del cual formaron parte prestaciones en especie —acceso a
un trabajo, alimentos y una vivienda— circunstancias suficientes para considerar que la
guarda es irregular.
El desprendimiento de la crianza de un hijo por la entrega directa con el objeto de su
futura adopción —se trate de un recién nacido o de mayor edad— es un acto de
claudicación y abandono de los derechos y deberes derivados de la responsabilidad
parental. Objetivamente, ese acto coloca al hijo en situación de vulneración o violación
de derechos que dejan de serles provistos por sus principales responsables —los padres y
otros miembros de la familia de origen— dando lugar a la intervención estatal.
La guarda de hecho a la que da lugar esa entrega nace por fuera del Sistema de Protección
que tiene direccionado su desempeño a la restitución de los derechos de los niños,
puntualmente, su derecho a la vida familiar, con control jurisdiccional (arts. 9°, 18, 20
CDN y concs.).
El mecanismo legal establecido en el Código no deja fuera totalmente la autonomía
personal de la progenitora, que en el ámbito del procedimiento de adoptabilidad tendrá
ocasión de constituirse en parte y además entrevistarse con el juez competente
exponiendo los motivos de su decisión, si se mantiene el recorte de la voluntad al prohibir
las guardas de hecho. La solución legislativa pretende reafirmar la prohibición que ya
observaba el derogado art. 318 CC, colocando las cosas en su sitio exacto: es el derecho
del niño a desarrollar su personalidad en un ámbito familiar propicio —garantizado con
control estatal organizado a esos efectos— el que cobra relevancia, por aplicación del
principio nodal de su interés superior, autónomo e independiente de los adultos.
Además, conforme al concepto legal plasmado en el art. 594 CCyC, si el objeto de la
adopción es que una sentencia judicial emplace a un niño en una familia porque la de
origen no pudo cumplir con las funciones derivadas de la responsabilidad parental, la
selección de quien satisfará ese cometido la hará el Estado y no los progenitores.
Finalmente, el art. 611 CCyC valora la preexistencia de vínculo biográfico o
consanguíneo —el término “parentesco” incluye a la consanguinidad y a la afinidad—
supuesto en el cual permite de manera expresa y como excepción la convalidación de la

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guarda de hecho. En todo caso, esos parientes que pretenden asumir la crianza deberán
ser evaluados, a efectos de que se certifique su aptitud adoptiva.
El CCyC asume la realidad, a la par que consagra una solución que reduce la
profundización de los efectos que este tipo de conflictos genera en todos los involucrados.
Expresamente, proscribe las entregas directas que dan lugar a las guardas de hecho en
cualquiera de sus formas, esto es: acto administrativo, escritura pública o que la realice
alguno de los progenitores u otro familiar —como sería el caso una abuela respecto del
hijo nacido de su hija adolescente—.
Sin embargo, consagra una válvula de escape, confiriendo al juez una potestad específica:
separar al niño de los guardadores con la sola circunstancia de verificar la transgresión a
la prohibición y siempre que no se trate de una persona vinculada al niño por un lazo de
parentesco.
El art. 611 CCyC faculta al magistrado a separar al niño de manera definitiva de sus
guardadores de hecho y continuar con el proceso judicial a los fines de establecer si
realmente se está ante un supuesto de adoptabilidad o no, es decir, si puede ser reintegrado
a su núcleo familiar primario o ampliado. Así también, el mismo art. 611 CCyC faculta
al magistrado si las circunstancias del caso lo ameritan, a separar al niño de manera
transitoria de sus guardadores y no que inmediatamente se corte todo vínculo entre ambos.
Sucede que puede darse algún supuesto excepcional en el que la ruptura de vínculos no
deba ser tajante y definitiva. Un ejemplo podría ser el caso de una pareja de guardadores
que se presenta invocando una autorización materna para tramitar la guarda con fines de
adopción de su hijo, están debidamente inscriptos en el registro de pretensos adoptantes,
y agregan que son sus padrinos.
En tal supuesto, el juez podría recurrir a este artículo, y ordenar el alojamiento del niño o
niña conforme los programas estatales de acogimiento familiar transitorio, o incluso
institucionalizarlo preventivamente. Esa decisión podrá integrarse con un régimen
comunicacional adecuado, mientras que en forma paralela, se analiza la veracidad,
calidad y entidad del vínculo afectivo de padrinazgo que se declara. Luego se dará el
trámite correspondiente a la situación de adoptabilidad, con citación de la progenitora (o
ambos padres biológicos) conforme lo disponen los arts. 607 a 609 CCyC.
Este es otro argumento de peso en defensa de la norma en comentario, pues si bien estas
situaciones suelen darse a partir de la conducta materna, redireccionar la entrega directa
y la pretensión de guarda preadoptiva a las reglas previstas para la determinación de una

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situación de adoptabilidad permite, eventualmente, que el coprogenitor pueda ser ubicado
e incluso que asuma el ejercicio de su responsabilidad.
En definitiva, en el art. 611 CCyC aparece receptada una suerte de medida de naturaleza
cautelar, donde la verosimilitud del derecho está dada por la transgresión al principio
general de prohibición de guardas de hecho y el peligro en la demora ínsito en la
permanencia del niño en la familia que irregularmente lo recibió, con el riesgo que se
deriva de la generación de lazos afectivos por el paso del tiempo.
Las guardas de hecho fueron suprimidas del CCyC en el Senado de la Nación ya que
consideraban que esta era la puerta de entrada para convalidar las llamadas guardas
puestas, las cuales y como se hizo mención, podían esconder situaciones de
vulnerabilidad de los progenitores, la captación de voluntad de los mismos, incluso
situaciones de ilicitud, como aquellos casos en los que existe pago o contraprestación
alguna por parte de los guardares a favor de la familia de origen y que la misma
posibilitaría sustraerse del régimen legalmente impuesto para la elección de adoptantes
como son la vía judicial y selección entre las personas inscriptas en el Registro de
Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción ( ley 25.854) alentando el tráfico o
comercialización de niños.
En su artículo “La socioafectividad en el juicio de adopción”1, el Dr. Solari, tras analizar
el caso “B.,O.I. s/adopción” resuelto por la jueza a cargo del Juzgado de Familia N° 1, de
Tandil, aclara que ha disentido con la solución legal del artículo 611, ya que resulta
desacertado que la ley haya prohibido las guardas de hecho, en tanto entrega directa.
Pues, la entrega directa no necesariamente está motivada en circunstancias ilegales, sino
que, en todo caso, requerirá de la respectiva constatación judicial, en su etapa procesal
pertinente para así determinarlo.
Para el Dr. Solari, la socioafectividad es un vínculo que se construye y desarrolla entre
personas que no tienen, jurídicamente, vínculos legales familiares. De ahí que el elemento
afectivo es el que determina la fuerza y razón que vincula a las partes intervinientes, para
considerarse, en los hechos, integrantes de una familia
En nuestro país, el concepto o la idea de la socioafectividad puede encontrarse en el
decreto 415, del año 2006, reglamentario de la ley 26.061, de Protección Integral de los
Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. En efecto, el art. 7° del referido decreto

1
Artículo publicado en la página de Facebook Doctrina y Jurisprudencia del Dr. Néstor E. Solari -
https://www.facebook.com/groups/853861894992483/permalink/1161428070902529

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prescribe: “Se entenderá por “familia o núcleo familiar”, “grupo familiar de origen”,
“medio familiar comunitario”, y “familia ampliada”, además de los progenitores, a las
personas vinculadas a los niños, niñas y adolescentes, a través de líneas de parentesco por
consanguinidad o por afinidad, o con otros miembros de la familia ampliada. Podrá
asimilarse al concepto de familia, a otros miembros de la comunidad que representen para
la niña, niño o adolescente, vínculos significativos y afectivos en su historia personal como
así también en su desarrollo, asistencia y protección”.
Es un concepto que vino a ampliar los vínculos del niño, niña y adolescente con su entorno
familiar y social, excediendo el ámbito reducido del vínculo legal, propiamente dicho.
La socioafectividad constituye un elemento de la identidad, pues esta se forma con un
aspecto estático y otro dinámico. Este último aspecto, se va formando y constituyendo
con el tiempo, siendo la socioafectividad un elemento trascendente en la vida del sujeto
para integrar su identidad. Por lo tanto, en las diversas relaciones jurídicas familiares este
elemento debe ser ponderado especialmente.
En mi opinión, me parece correcto velar por los interese del niño, niña y adolescente y
que exista un Registro como el establecido en la ley 25.854, sin embargo hay situaciones
en las cuales es preciso cuestionarse que sucede cuando tras la entrega directa existe un
vínculo afectivo entre progenitores y guardadores, sobre el desprendimiento materno y
las condiciones en que el mismo se produjo. En el caso que el juez compruebe que el
desprendimiento de las funciones parentales a favor de un tercero tuvo como causa la
existencia de un vínculo socioafectivo previo, que servirá de sustento para descartar la
ilegalidad, y con miras de hacer efectivo el derecho a la vida familiar (consagrado en el
art. 594 del CCyC y diversos tratados internacionales: Declaración Universal de los
Derechos del Hombres art. 16 ; Convención Americana de Derechos Humanos Arts. 17
y 19; Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales art.10 inc. 3 y
Pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos art. 23 y 24 entre otros) deberá
declarar la inaplicabilidad del art. 611.
Cabe resaltar que en esta tarea investigativa –comprobación judicial –, con el objeto de
verificar la existencia o no del vínculo afectivo, jugará un papel preponderante el factor
tiempo. De no contar con plazos breves, el mero paso del tiempo, forjara vínculos que el
Juez, con el fin de evitar eventuales daños que le causaría al niño una separación, termine
convalidando guardas de hecho, aun ante la falta de vínculo afectivo, violación de las

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normas del registro de adopción y el pago de prestaciones a favor de la madre en el
desprendimiento del hijo, situaciones éstas que la ley quiere evitar.

4.- Indique una diferencia entre la adopción plena y la simple.


En la consigna 1 he realizado una síntesis de adopción plena y de adopción simple. Es
por ello, que recurro al siguiente cuadro para resaltar las diferencias entre ambas.

ADOPCIÓN PLENA ADOPCIÓN SIMPLE


La niña o niño o adolescente tiene en la No crea vínculos jurídicos con la familia
familia adoptiva los mismos derechos y adoptiva
obligaciones de todo hijo
Es irrevocable Es revocable
Crea vínculos jurídicos con la familia No crea vínculos jurídicos con la familia
extendida extendida

Tamara Bellera Rabanal


DNI 42.340.595

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BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DE CONSULTA
 Código Civil y Comercial de la Nación comentado Tomo II/ Gustavo Caramelo;
Sebastián Picasso; Marisa Herrera. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Infojus, 2015.
 SOLARI, Néstor E., Derecho de las Familias, 2a ed. ampliada y actualizada, La
Ley, 2017, Buenos Aires.
 Artículo de los Dres. María del Carmen Alemán y Juan Ignacio Rosello - El rol
del referente afectivo en la adopción planteada en el CCyC
 Artículo del Dr. Solari, Néstor “La socioafectividad en el juicio de adopción”
publicado en la página de Facebook Doctrina y Jurisprudencia del Dr. Néstor E.
Solari
https://www.facebook.com/groups/853861894992483/permalink/116142807090
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